La Reforma Agraria en Bolivia
La Reforma Agraria en Bolivia
La Reforma Agraria en Bolivia
INTRODUCCION
Mucho tiempo ha pasado desde que se firmó en 1953 en Ucureña el decreto-ley 3464, más conocido como
decreto de reforma agraria. Desde entonces, en Bolivia han aparecido los minifundios, se ha abierto
la frontera agrícola en las zonas de colonización, se ha desarrollado la agricultura comercial en el oriente y se
han puesto en marcha diversas iniciativas agroindustriales; ha habido nuevas formas de concentración de la
tierra, la producción se ha especializado y la agricultura ha establecido importantes conexiones con
el mercado exterior.
Pero también se han registrado crisis económicas rurales, migraciones a las ciudades y proletarización;
imposición y resistencia cultural, emergencias étnicas; pauperización y terciarización de la economía,
protestas, movilizaciones sociales y presiones políticas. La tierra ha representado el bien de interés común en
todos estos procesos.
Casi medio siglo después de implantarse la reforma agraria es necesario realizar un balance y proponer
medidas destinadas a ordenar la propiedad de la tierra y dar renovado vigor a las actividades del sector
agropecuario. La ley del Servicio Nacional de Reforma Agraria o ley INRA, ha sido llamada una segunda
reforma agraria.
La entrega de tierras se ha hecho por afectación de ex haciendas o por dotación de colonización. A fines de
los años ochenta, las propiedades pequeñas (el 80 %), poseían sólo el 2,5 % de la tierra; las medianas (el
18,1%), el 12,1 %, y las grandes (el 1,8 %), el 85,3 %. Después de que las tierras de las haciendas fueran
afectadas y entregadas a los campesinos, ha habido un proceso de dotación por medio del cual la mayor
parte de la tierra ha ido a parar a manos de medianos y especialmente de grandes propietarios
Sólo una pequeña fracción de la tierra que es propiedad de medianos y grandes propietarios es utilizada por
éstos para el fin oficialmente asignado (agricultura o ganadería).
Generalmente, estos propietarios mantienen la tierra sin explotarla, dejando simplemente que se valorice con
el transcurso del tiempo. Por consiguiente, la especulación es su uso económico principal. Frente a
esta actitud, la ley INRA detiene el proceso indiscriminado de entrega de tierras, establece un sistema de
adjudicación mediante pago por concurso público y fija causas y procedimientos para la reversión de tierras.
En un mercado sin grandes distorsiones, el precio de los factores de producción refleja más o menos
adecuadamente su valor. En una economía de mercado es importante que los factores sean transados a
sus precios reales, para que el precio actúe como un impulso para la eficiencia. Mientras más alto sea el
precio de un factor, mayor será el esfuerzo necesario para recuperar la inversión realizada para su compra.
En un mercado segmentado y distorsionado como el que consolidará la ley INRA, el precio de la tierra no
reflejará su verdadero valor, por las siguientes razones:
en las zonas tradicionales especialmente, las transacciones estarán limitadas;
en las zonas no tradicionales donde haya posibilidades de ampliar la frontera del precio de mercado.
Naturalmente, estos factores causarán una rebaja de los precios, y aumentarán la demanda de tierras.
La exención de impuestos de que goza el pequeño propietario incentivará la ineficiencia. La ley INRA da un
tratamiento impositivo desigual a la propiedad mediana y grande respecto de la pequeña propiedad
campesina e indígena: esta última no pagará impuestos.
Si bien la exención de impuestos puede ser el reconocimiento de una situación de pobreza, esta franquicia es
un error:
el pago de un impuesto valoriza la tierra;
las propiedades grandes pueden ser subdivididas (y aparecer como pequeñas) para no pagar impuestos;
el pago de impuestos consolidaría un sentido de propiedad sobre la tierra;
muchas pequeñas propiedades campesinas generan un producto con un alto valor (por ejemplo las
plantaciones de coca del Chapare y las de hortalizas en los valles bajos de Cochabamba).
Por consiguiente, el pequeño propietario también debería pagar impuestos. Naturalmente, el costo de cobrar
el impuesto puede ser alto. Pero si existen 2 500 000 pequeñas propiedades y cada una pagase tan sólo 10
dólares EE. UU. al año, se podrían recaudar por lo menos 25 millones de dólares, una cifra no despreciable.
Los municipios podrían encargarse de una recaudación que podría realizarse durante un mes al año, para
reducir al mínimo el costo de recolección del impuesto.
Por otra parte, se debería considerar que el pago de impuestos sobre la tierra podría reforzar el sentido
de ciudadanía, aspecto extremadamente deseable en un país donde los campesinos e indígenas sufren
segregaciones de distinta índole.
La ley favorece la depredación de los recursos naturales.
La ley establece que las comunidades campesinas e indígenas podrán beneficiarse de dotaciones de tierras,
es decir de entregas de tierra en forma gratuita. Los particulares que deseen obtener tierras podrán
adjudicárselas mediante un pago al Estado (Art. 42). Este mecanismo es redistributivo: entrega tierras
gratuitamente a los pobres y las cobra a los pudientes; pero el aspecto negativo de la dotación es que es un
poderoso incentivo para la ineficiencia y para la destrucción de los bosques.
En efecto, una comunidad determinada (de altiplano o valles) tendrá dos opciones: intensificar el uso de la
tierra que ya posee (invirtiendo más, introduciendo innovaciones de tecnología, siendo más eficiente en el uso
de su recurso), o bien pedirle al Estado que le entregue nuevas tierras.
Se sabe que las tierras agrícolas en el altiplano y en los valles pasan por períodos de barbecho sumamente
largos; la capacidad de carga de los pastizales ya ha sido excedida; las prácticas de manejo de ganado son
inadecuadas; hía realizarse durante un mes al año, para reducir al mínimo el costo de recolección del
impuesto.
Por otra parte, se debería considerar que el pago de impuestos sobre la tierra podría reforzar el sentido de
ciudadanía, aspecto extremadamente deseable en un país donde los campesinos e indígenas sufren
segregaciones de distinta índole.
La ley favorece la depredación de los recursos naturales
. La ley establece que las comunidades campesinas o comunidades, pero los efectos negativos finales de
estas entregas serán los mismos, ya que las comunidades redistribuirán la tierra entre sus miembros. Donde
hubiere superposición o conflicto de derechos, prevalecerá el derecho de propiedad agrícola y ganadero (o de
la comunidad campesina o pueblo) sobre las concesiones, contratos o autorizaciones de aprovechamiento
forestal
Si se considera que esta superposición de derechos se generalizará en(de altiplano o valles) tendrá dos
opciones: intensificar el uso de la tierra que ya posee (invirtiendo más, introduciendo innovaciones de
tecnología, siendo más eficiente [ en el uso de su recurso), o bien pedirle al Estado que le entregue nuevas
tierras. Se sabe que las tierras agrícolas en el altiplano y en los valles pasan por períodos de barbecho
sumamente largos; la capacidad de carga de los pastizales ya ha sido excedida; las prácticas de manejo de
ganado son inadecuadas; h casi todo el país, se advertirá que la ley INRA pone los bosques bolivianos a
merced de las motosierras de los campesinos e indígenas, anulando los esfuerzos de conservación que se
han hecho gracias a otras leyes.
Cuando se pretende financiar la ineficiencia y la destrucción del bosque, es preciso decir que no debe haber
más dotaciones de tierras, ni en beneficio de comunidades ni de particulares. Quien quiera tener tierras debe
pagar por ellas.
La tierra es un factor escaso, no un los esfuerzos necesarios para incrementar la eficiencia en las labores de
la parcela que ya posee. En virtud de la dotación de tierras, el productor tendrá la oportunidad de «repetir» su
ineficiencia en un nuevo contexto.
Además de financiar la ineficiencia, la dotación de tierras constituye una gran amenaza para los bosques,
especialmente los tropicales. Es preciso reconocer que no hay tierras agrícolas para distribuir, a no ser que el
Estado las expropie y que revierta grandes cantidades de tierras a los medianos y grandes propietarios, lo
cual no parece posible. Las tierras que han recibido los actuales medianos y grandes propietarios no son de
vocación agrícola; las que se distribuirán mediante dotación estarán normalmente situadas en bosques o
cerca de ellos. Quienes se beneficien con las dotaciones aplicarán de inmediato el sistema de roza, corta y
quema, que acelerará el ritmo de la deforestación.
La ley ha previsto que no se dotará de tierras a individuos sino a comunidades, pero los efectos negativos
finales de estas entregas serán los mismos, ya que las comunidades redistribuirán la tierra entre sus
miembros. Donde hubiere superposición o conflicto de derechos, prevalecerá el derecho de propiedad
agrícola y ganadero (o de la comunidad campesina o pueblo) sobre las concesiones, contratos o
autorizaciones de aprovechamiento forestal .
Si se considera que esta superposición de derechos se generalizará en casi todo el país, se advertirá que la
ley INRA pone los bosques bolivianos a merced de las motosierras de los campesinos e indígenas, anulando
los esfuerzos de conservación que se han hecho gracias a otras leyes.
Cuando se pretende financiar la ineficiencia y la destrucción del bosque, es preciso decir que no debe haber
más dotaciones de tierras, ni en beneficio de comunidades ni de particulares. Quien quiera tener tierras debe
pagar por ellas.
La tierra es un factor escaso, no un bien infinito, y su precio debe reflejar todos sus costos de oportunidad. Los
precios reales del factor obligarán a los compradores a invertir e introducir innovaciones tecnológicas para
obtener un beneficio; en cambio, la aplicación de bajos precios a la tierra equivaldrá al uso de subsidios.
La ley limita las inversiones extranjeras en la agricultura.