El Vuelo de La Flecha
El Vuelo de La Flecha
El Vuelo de La Flecha
El vuelo
de la flecha
Teoría y técnica
del
Arte de narrar
Edición: Laura Álvarez Cruz
Diseño y composición: Juan Carlos Cuba
Babieca Editores
Aula de Teoría y Pensamiento
Foro de Narración oral del Gran Teatro de La Habana
Cuba
babiecacuba@gmail.com
www.babiecacuba.blogspot.com
www.babiecacuba.wordpress.com
Edición especial por los 50 años como narradora oral de Mayra Navarro.
Detente caminante.
Este libro es el pórtico de Babieca Editores.
Nos especializamos en la publicación electrónica
de textos sobre
Oralidad, Narración oral y Cultura Popular.
Cotos de mayor realeza nos sostienen.
Damos gracias a todos
los que participan en este empeño,
desprovisto de patrocinios
o de instituciones que le guarden.
Somos libres y aspiramos a que,
en libertad,
aprovechen nuestro trabajo.
Selecc ión y notas: Jes ús Lozada G uevara
Prólogo: Mayra N avarro
«Dios inventó al hombre para oírle contar cuentos»
Refrán popular
Henry Longfellow
Índice
Prólogo ................................................................................................................................... 8
El cuento en la educación ..................................................................................................... 21
Katherine Dunlap Cather
La narración de cuentos: un arte popular............................................................................ 106
Ruth Sawyer
Diseño del pasado ............................................................................................................... 118
Ruth Sawyer
La narración y su estructura ............................................................................................... 130
J. Berg Esenwein y Marietta Stockard
La adaptación del cuento .................................................................................................... 139
Joseph Berg Esenwein y Marietta Stockard
La preparación de la narración oral .................................................................................... 147
Joseph Berg Esenwein y Marietta Stockard
Cómo narrar el cuento ........................................................................................................ 153
Sara Cone Bryant
Los peligros de la narración................................................................................................ 165
Marie L. Shedlock
Principios básicos ............................................................................................................... 181
Marie L. Shedlock
Recursos para la narración de cuentos ................................................................................ 188
Marie L. Shedlock
Preguntan los profesores ..................................................................................................... 197
Marie L. Shedlock
El arte de contar cuentos ..................................................................................................... 217
María Teresa Freyre de Andrade
Fundamentos y recursos del arte de narrar ......................................................................... 228
María del Carmen Garcini
Prólogo
Y no es que no vengan las ideas ni lo sentimientos, que se mantienen latentes y vivos porque
están en constante interacción dialéctica con la práctica. Es que el pensar-hablar va más rápido
que la escritura y se me arma un conflicto tremendo entre el qué y el cómo. Además, siento
que me falta la contrapartida de mi oficio: el público en vivo; ese “otro” que me sigue atento,
sin cuya existencia no estaríamos ante un hecho oral, que vive y respira conmigo en el mismo
tiempo y en el mismo espacio y que va dándome pautas a seguir, de manera que todo
transcurra en la comunión absoluta de compartir una historia, la verdadera protagonista en ese
proceso artístico.
Una vez más me reta la famosa hoja en blanco, que ya ni siquiera es hoja, sino espacio virtual de
cierto carácter ambiguo, el cual impresiona desfavorablemente a algunos, pero con el que me
he ido familiarizando tanto en los últimos tiempos, que hasta podría decir que me facilita el qué
y, por supuesto, el cómo.
Tal vez no me será posible explicar con palabras escritas, en toda su dimensión, lo que significa
para mí releer estas páginas, tantas veces revisadas a lo largo de casi cinco décadas, y que
fueron el principio; el a-b-c del comienzo; las fuentes de mis maestros; las experiencias de sus
autores hoy considerados clásicos de este arte. Aunque ahora conozcamos ya otros nombres
igualmente importantes, anteriores a ellos, coetáneos o posteriores, sin dudas estos fueron, y
siguen siendo, cimientos seguros para la construcción de un edificio -no de bloques y
cemento- sino de algo tan etéreo y delicado como las sencillas imágenes de donde el narrador
se alimenta, para poder compartirlas y enriquecer el imaginario colectivo del público.
9
Ahora están ante mí de nuevo, pero compiladas en un solo volumen y con la tremenda
responsabilidad de prologarlas. Algo plausible por el tesón de Jesús Lozada -de profesión
médico, poeta, investigador, narrador oral- y por la generosa aceptación de la Editorial Tablas-
Alarcos, que nos ha otorgado la deferencia de crear la Colección Oralia, la cual ya iba siendo
necesaria para la numerosa y creciente grey de narradores orales cubanos. Aquellos narradores
ya de cierta experiencia, que no tuvieron la suerte de estar en los primeros tiempos y junto con
los más jóvenes o recientes, gozarán la dicha de conocer, en un todo, aquellas páginas que
conservan el valor que tuvieron siempre: el de servir de guía para recorrer los necesarios
caminos iniciáticos, diría que imprescindibles; colocar cada cosa en su sitio, para ir asentando
los conocimientos teóricos precisos y poder hacer luego lo que tantas veces escuchamos como
frase hecha en los últimos tiempos, casi un lugar común: sacar sus propias conclusiones… y
añadiría, que desde el quehacer estudioso y creativo -si les fuera posible- hacer también
aportes.
Se me ocurre que lo primerísimo, aunque ya lo haya dicho en otras partes, de distintas maneras
y con múltiples enfoques, es dar crédito y homenajear a quienes fueron los fundadores, los
inspiradores de difundir y dar valor al arte de contar cuentos en Cuba.
A ellos debemos ante todo agradecer la existencia de estos textos que vuelven a ver la luz con
la validez y la importancia que tuvieran allá, por la década de los sesenta, en el siglo pasado. A
ellos -a quienes con letras mayúsculas y énfasis especial en el acto del decir, llamo con enorme
orgullo MIS MAESTROS- nuestro reconocimiento y admiración.
La primera mención será para María Teresa Freyre de Andrade, la Doctora Freyre, como todos la
llamábamos; no podría ser de otro modo. A ella, quien con extraordinario olfato cultural,
supo elevar su condición de bibliotecaria al más alto sentido profesional, puesto que
bibliotecaria era siempre y en todo momento, hasta cuando viajaba de vacaciones a otros países
10
Fue ella, en consonancia con los nuevos tiempos que corrían, en los cuales los niños iban
ganando espacios propios que la psicología moderna había comenzado a darles desde
comienzos del siglo xx -en tanto los descubrimientos de una personalidad en desarrollo- quien
trabajó también entusiastamente por la fundación (1944) de la primera biblioteca infantil y
juvenil de Cuba, en el Lyceum de la Habana1, en la barriada de El Vedado.
Desde esa institución, impartió los primeros seminarios de los que hasta ahora había tenido
noticias para formar narradoras, los cuales ubico muy a finales de la década de los cuarenta o a
principios de los cincuenta, guiada por la fecha de publicación de su artículo El arte de contar
cuentos2. Ya desde el pórtico de esa revista, apuntaba la necesidad de que en las bibliotecas
públicas, siguiendo el modelo del programa de actividades de las más modernas bibliotecas del
mundo, se preparara “a los lectores para disfrutar del goce que se deriva de la apreciación
estética” y se proporcionaran “gratas horas de recreo (…) de manera informal, siguiendo
gustos e intereses de los lectores” aprovechando “todas las circunstancias propicias para
1 Lyceum de La Habana, asociación femenina fundada en 1928, para fomentar en la mujer el espíritu colectivo,
alentando y encauzando actividades de orden cultural, social y deportivo. (Las notas del autor se señalarán como
Nota del original - N del O-. Las del compilador no llevarán señalamiento alguno)
2 Revista Lyceum. Órgano oficial del Lyceum de La Habana. No. 31, Vol. VIII, ago., 1952, pp. 6-7 (Número
monográfico dedicado a la biblioteca, sus funciones y a la labor del bibliotecario.) (N. del O.)
11
desarrollar en ellos nuevas apetencias de superación”. ¿Y qué mejor actividad para cumplir
estas expectativas que La Hora del Cuento, que era una de las más importantes acciones
culturales que aquella biblioteca ofrecía a sus pequeños lectores? He aquí el antecedente
natural del por qué, al asumir la dirección de la Biblioteca Nacional y de la Red Nacional de
Bibliotecas Públicas tras el triunfo de la Revolución, en su labor de extender a todos los
rincones del país los servicios bibliotecarios, La Hora del Cuento y los departamentos dedicados
a los niños y jóvenes, ocuparon un sitio privilegiado en estos proyectos.
Fue tan preclara la visión del alcance sociocultural de lo que tenía en sus manos, que la
Doctora Freyre no entregó a cualquiera la responsabilidad de poner en marcha esta labor, sino
que tuvo la perspicacia de seleccionar a alguien de probada condición en el ejercicio
pedagógico, pero que por sobre todas las cosas estaba iluminado por el don de la poesía, pero
tampoco un poeta cualquiera, sino aquel para quien no dejar morir la infancia fue siempre una
suerte de brújula permanente para alcanzar la adultez plena; alguien que por su naturaleza
humanista y su refinada sensibilidad, estaba dotado para centrar, dirigir y hacer realidad aquel
sueño: el poeta Eliseo Diego.
Si la Doctora Freyre fue como antecedente, una suerte de chispa para encender el fuego
del arte de contar cuentos en Cuba, Eliseo fue la llama que nutrió la hoguera de alcances
impredecibles por entonces. Con la humildad y la entrega de quien está convencido de la
grandeza de la obra que lleva adelante, este hombre corpulento, de hablar pausado, mirada
traviesa, respiración profunda y agudo sentido del humor, llegó con sus clases, conferencias y
conversatorios, adonde quiera que fuera reclamada su monumental sabiduría: bibliotecarias
públicas y escolares, maestros, asistentes de círculos infantiles, directivos de instituciones
culturales y docentes, planes especiales, entre otros, y en muy diversos sitios de la isla.
Cada encuentro, cada entrega, siempre al justo nivel de quienes disfrutaban de aquellos
instantes mágicos -tal vez sin darse cuenta de que participaban de un hecho magistral e
irrepetible- el poeta hacía gala inconsciente de la esencia sublime de todas sus capacidades
humanas y artísticas. Cuántas veces lo escuché explicar un mismo tema, ante públicos diversos,
pero siempre de manera diferente y atractiva.
12
Por entonces yo era una chiquilla adolescente y a mí, en particular, me dedicó gran parte de su
precioso tiempo, orientando mis lecturas; acercándome a saberes y conocimientos
deslumbrantes, para contribuir a la formación cultural de aquella jovencita que estaba
“aprendiendo” y “aprehendiendo” el mundo. Recuerdo que de su mano descubrí El Libro de
Horas, del Duque de Berry, y me parece escuchar todavía en su pausada voz la lectura de
poemas de César Vallejo, en las reuniones de intercambio que gustaba organizar con sus
colaboradores.
Quienes tuvimos la suerte de conocer a María del Carmen y de trabajar con ella, la recordamos
como una mujer menuda, de apariencia frágil, inteligencia sagaz, carácter firme y trabajadora
incansable. La colaboradora cercana, imprescindible y eficaz de Eliseo.
Tal cual la he descrito aquí, la recordé en Librínsula4 para conmemorar su cumpleaños 74, el 24
de junio de 2009, pues habiendo sido su vida tan breve (1935-1967) fue ella protagonista clave
en el desarrollo de una labor que ahora podemos calificar de monumental, por haber sentado
entre nosotros las bases teóricas y técnicas del arte de contar cuentos de viva voz. Su contribución
ha quedado plasmada en la Colección Textos para Narradores. Gracias a su quehacer investigativo,
realizó innumerables búsquedas, traducciones, lecturas y estudios sobre el tema, que la dotaron
de sólidos conocimientos -pues nunca fue narradora oral en la práctica ni conoció las
interioridades de tal arte hasta integrarse a la labor de este equipo5- para revisar y escribir
artículos teóricos y para ejercer como docente en los seminarios impartidos entre 1963 y 1966,
desde el departamento de literatura y narraciones infantiles, inicialmente llamado Filológico de
Narraciones.
Tengo el orgullo y el privilegio de haber sido también alumna de María del Carmen Garcini,
digamos que alumna especial, puesto que trabajando en ese departamento, bajo la orientación de
Eliseo Diego y con el asesoramiento de la Dra. Freyre, serví como modelo de narradora en
aquellos seminarios y era básicamente ella quien, en el cotidiano día a día, revisaba mi trabajo e
iba señalándome los errores y los aciertos, guiando mi incipiente formación, con la paciencia y
la entrega de quien va sacando, a fuerza de cincel y martillo, las figuras que se esconden en la
piedra.
No sería ocioso recordar ahora algunos nombres de otras personas que estuvieron vinculadas
de una forma u otra a esta obra, ya sea con anterioridad o en el decursar del tiempo.
Alguien a quien solo vi contar en una oportunidad, maravillosa por cierto, fue a Feliciana
(Fichú) Menocal, que se auxiliaba de un libro para contar e ir mostrando las imágenes; si la
memoria no me traiciona, aquella tarde nos contó un pasaje de la Ilíada. Aunque no estoy
Publicación virtual del sitio Web de la Biblioteca Nacional José Martí. (N. del O.)
5 Con anterioridad fue coautora junto a Eugenio Matus de la Antología del cuento hispanoamericano
publicado en La Habana, Cuba, por la Editora del Ministerio de Educación en 1963. (N. del O.)
14
segura, creo que ambas deben haber formado parte de los seminarios de mtf en el Lyceum.
Valdría la pena hurgar un poco más en esta historia y dejar constancia de ello en otros
espacios.
Cuando Aurora Díaz, que era quien estaba a cargo semanalmente de la actividad no continuó
haciéndolo, es que me inicio en estas lides, porque tuve la suerte de que ninguna otra de las
muchachas del Departamento quisiera hacerlo. Puede que mis maestros vieran algo especial en
mí o tal vez, fue solo eso, un golpe de suerte y porque no tuvieron otra opción a su alcance. El
caso es que desde entonces (septiembre de 1962) quedé atrapada para siempre en las redes este
arte tan especial, que ha sido para mí, como ya lo he declarado en otras ocasiones, razón y pasión
de mi vida.
Fueron estos los siguientes e imprescindibles autores traducidos y publicados. Tal vez se
piense que eran los que estaban a mano, pero puedo asegurarles que no, que había otros y
fueron ellos los escogidos, porque con la agudeza que quienes hicieran la selección, solo con
una rápida mirada, nos damos cuenta de que lo que nos presentan es la esencia misma del
asunto en cuestión y con una claridad meridiana: desde los orígenes mismos del arte popular y
su desarrollo, en tanto hecho artístico pletórico de vivencias y emociones (Sawyer); seguido por
15
el estudio de las técnicas, a partir del estudio de la estructura del cuento; cómo debe adaptarse
para que pueda ser dicho de viva voz y cómo estudiarlo para apropiarse de él, atendiendo a
todas sus particularidades cardinales (Esenwein y Stockard) y, por último, develarnos su visión
del Cómo contar… (Bryant), pero no como una receta estrecha e inamovible, sino desde el
análisis que se inicia en la selección misma del texto, advertidos de que “No se puede dar lo
que no se tiene (…) comience por sentir (…) desde las emociones o los pensamientos más
sencillos hasta los más profundos.”6
En todas estas fuentes están mis inicios. Puedo decir que aún hoy, luego de tantos años de
práctica profesional y acumulación de experiencias propias, siguen siendo puntos de obligados
detalles en mis talleres y en la praxis de mi trabajo, para apropiarme de un texto y
transformarlo en palabra viva, esa que viene desde lo más profundo de cada ser, como
expresara magistralmente Ruth Sawyer: “Para narrar bien hay que estar gloriosamente vivo, ya
que no se puede encender un fuego con leña mojada.”7 Es algo que no llega de la nada, sino
de una fuerza interna superior que es la génesis de la existencia de los artistas.
Durante todos estos años, apenas tuve información sobre la vida de esta mujer, con cuyas
formas de abordar sus ideas en torno al cuento me sentía siempre más identificada, pues en
ellas percibía una vehemencia especial que tocaba fondo en mí, por la manera en que expresa
su apreciación del compromiso del narrador con su oficio y con su público. Solo conocía los
fríos datos de su lugar y fecha de nacimiento, con algunas alusiones a sus viajes de sondeos
sobre el folclor por Irlanda –tal vez impulsada por el recuerdo de los cuentos de su aya
Johanna- y la imaginaba como alguien muy particular para la época, adelantada al quehacer de
investigaciones que en estos tiempos resulta tan natural. Pero he aquí que hace apenas unos
días, gracias a las búsquedas realizadas por Jesús Lozada como complemento necesario para
ofrecer informaciones más precisas a los lectores de estas páginas, supe que en 1900 Ruth
Sawyer viajó a La Habana, para enseñar a contar cuentos a las maestras de kindergarten, que
falleció muy anciana en 1970 –cuando ya hacía varios años que yo contaba y conocía su obra- y
que, además, nació en agosto, el mismo mes de mi nacimiento, regida también por el signo de
Leo. Son sólo datos, pero tal vez en ellos se encierren esos puntos de contacto y de admiración
que antes no podía definir.
Es desde todo punto de vista necesaria esta mención aparte para Marie Shedlock. Primero,
porque no estaba entre los que fueron publicados entonces y, segundo, porque aunque
conocíamos de su existencia y de su grandeza como una de las más importantes narradoras
orales del mundo y de todos los tiempos, no se contaba en aquel momento con su texto, del
cual ahora sí podemos ofrecer aquí una esmerada selección, gracias a la generosidad de Bárbara
Pérez, narradora cubana residente en Suecia y quien me regalara un ejemplar de su libro El
Arte de contar cuentos traducido al español.
Quienes tuvieron la suerte de ver contar a Marie Shedlock, la describen como alguien con un
don especial para este arte; alguien con una extraordinaria capacidad comunicativa y con un
encanto personal que rebasaba los límites de lo cotidiano. La “Señorita Shedlock”, como
muchos le llamaban, en sus dos largas giras por Estados Unidos, fue deslumbrando a todos en
cada uno de los efímeros contactos que la narración oral supone con el público, en un acto de
sutil encantamiento que iba dejando huellas imborrables en cada uno de los que la conocieron.
La selección de sus textos que aquí aparecen, comienza por presentarnos lo que ella llama Los
peligros de la narración y que nos deja en claro, desde las primeras líneas, un extraordinario
respeto hacia por el esfuerzo creador del acto de contar. Sumo respeto hacia el valor de lo que
tal momento representa, si es que se espera obtener de ese instante un resultado de verdadero
valor artístico y nos alerta sobre nueve aspectos, bien documentados con ejemplos específicos,
de las trampas en las cuales puede caer un narrador inexperto.
Precisamente considero que el valor primordial de todo cuanto nos expone la Señorita
Shedlock, se fundamenta en la recurrencia a los ejemplos que nos ofrece y su constante
argumentación en la importancia de la simplicidad como vía para atraer la atención del público,
sin dejar de reconocer la necesaria utilización de lo que llama, contradictoriamente para ella por
17
no encontrar quizás otra palabra, los “artificios” para la narración de cuentos, entre los que
destaca el prudente arte de la pausa.
Como brillante final de su libro, ya que se trata del último capítulo, nos regala Lo que
preguntan los profesores, con once preguntas y once respuestas inteligentes y bien
documentadas también con ejemplos. ¿Quiénes de los que nos dedicamos a la formación de
narradores orales no sabemos perfectamente cuántas preguntas generan nuestros talleres? En
la Señorita Shedlock tenemos un buen ejemplo de cómo afrontar las dudas y ofrecer
argumentos que sirvan para aclarar un poco las interrogantes, a veces muy subjetivas, por estar
fundamentadas en el campo de un arte tan intangible, como puede ser el arte de contar
cuentos.
Y son joyas no solo por sus valores históricos, sino por sus contenidos, que abordan de
manera respetuosamente documentada un tema que, en esos momentos, era prácticamente
desconocido en nuestro país: los dos primeros textos cubanos sobre teoría y técnica del ate de
narrar.
El artículo de la Dra. Freyre, con más de cinco décadas de su aparición, abrió las puertas a la
narración oral en Cuba, desde la Revista del Lyceum Lawn Tennis Club de Cuba, una
prestigiosa asociación femenina, pionera del camino de la mujer hacia espacios más abiertos
que los que le destinaban su sexo y la vida doméstica que por entonces le correspondía. Una
institución de élite, pero que tuvo un importantísimo papel en tanto se abría a ofrecer espacios
no solamente a las más beneficiadas féminas de su clase, sino que se imponía ya hacia un
sentido más comunitario, si sólo tomamos como referencia lo que fuera la biblioteca pública de
El Vedado: “Nacida como biblioteca para las asociadas del Lyceum, llegó a convertirse,
posteriormente, en la biblioteca pública y circulante de mejor y más progresista organización y
funcionamiento en el país”8, inaugurada el 19 de mayo de 1942, y donde más tarde se creó,
8Abiertaen 1929. En: Biblioteca Pública del Lyceum Lawn Tennis Club: promotora de la cultura en la
Cuba republicana por Zoia Rivera y Dayilien Lazcano En: Web Bibliotecas, Edición Especial 2001-2003. (N.
del O.)
18
una biblioteca especializada para público infantil (1944) y en la que tuvo lugar por primera vez
en Cuba La Hora del Cuento.
Con un lenguaje claro y fluido, sin rebuscamientos innecesarios, a sabiendas de que se trataba
de algo novedoso y hasta entonces poco conocido entre nosotros, la Dra. Freyre resumió la
esencia extraída de la bibliografía en que se apoyaba, con un brillante poder de síntesis, en un
recorrido desde los orígenes y la historia del arte de contar seguido por las generalidades
esenciales de cómo afrontar el hecho artístico: desde sus objetivos específicos y las
características de los cuentos para poder ser narrados, hasta cómo abordarlos en su
aprendizaje, con algunos consejos prácticos para el trabajo del narrador. No obstante, sigue
siendo para mí reveladora e impresionante la cita del poeta irlandés James Stephens9 que
utiliza para concluir el texto, algo que marcó para siempre mi vida profesional y que me ha
hecho insistir con mis alumnos en que para ser efectivos hay que ser afectivos, de manera que
podamos llegar al pensamiento por el camino de las emociones, tocando primero el corazón.
En cuanto a Fundamentos y recursos del arte de narrar, de María del Carmen Garcini,
continúa siendo hoy –aún después de tanto tiempo- una revisión minuciosa y detallada de
cuantos aspectos habrían de tomarse en cuenta para la narración oral, al punto de que si no se
contara con ningún otro material metodológico para introducirnos en los secretos de este arte,
bastaría para una iniciación seria y profunda.
Cada uno de los epígrafes que dan título a los contenidos que nos va presentando, son en sí
mismos reveladores, una suerte de guía ordenada y magistral, in crecendo, de lo simple a lo
complejo, de cuanto hay que tomar en cuenta para alcanzar esa íntima relación de quien cuenta
con el texto base de la historia, en pos de una apropiación profunda de sus mínimos detalles,
para ir más allá de lo aparencial e intrascendente, en un hecho con verdadero sentido artístico
Al releer estas páginas, me parece volver a escuchar su voz, cuando iba apuntando logros y
desaciertos, durante los procesos de ensayo (que entonces no los llamábamos así) y aún
también después de terminar las narración con el público.
Como dato importante de mi aprendizaje, recuerdo que había unas tarjetas, fechadas y
ordenada alfabéticamente, en las cuales María del Carmen llevaba el control de los
señalamientos positivos y negativos de cada cuento, para poder medir y comparar el desarrollo
que iba alcanzando como narradora y sobre estos apuntes se trabajaba para la próxima vez que
volviera a contarlo. Creo que este método fue una forma eficaz de contribuir a que me
formara un repertorio rico y variado, sobre la base de la calidad artística, pues no se es
verdaderamente un narrador hasta que no se tiene un repertorio sólido y diverso.
Si al principio de este prólogo puse en duda mi capacidad para poner por escrito todo cuanto
sentía y quería decir, ahora no puedo concluir sin confesar que verdaderamente no ha sido tan
difícil pues la memoria emotiva ha acompañado mis conocimientos y experiencias para
enriquecerlas y permitirme dejar un testimonio más personal y sensible.
Mayra Navarro Miranda10
Julio de 2010
10Narradora Oral, Master en Educación por el Arte. Pedagoga de larga experiencia que constituye un esencial
puente vivo entre la escuela europea-norteamericana de contar cuentos y la Narración Oral contemporánea.
20
El cuento en la educación
21
El cuento en la educación
K a t h e r i n e D u n l a p C a t h e r 11
La obra que presentamos hoy12, adaptada del inglés, vio la luz el año de 1908; por lo tanto, no se
trata de un libro reciente, y tal vez cause extrañeza que lo ofrezcamos al público tantos años
después de su publicación. Conscientes de esto deseamos explicar qué razones nos han movido a
darlo a conocer a los que se interesan en el tema del cuento en la educación.
El examen cuidadoso de la mejor bibliografía dedicada a las narraciones orales nos ha llevado a
la convicción de que existen pocas obras que traten mejor, y de manera más amplia, el problema
del cuento como auxiliar del trabajo educativo13.
La práctica pedagógica moderna exige de los maestros la utilización del cuento en el aula, pero
en las escuela de pedagogía no suele abundarse en el tema ni ofrecerse una enseñanza adecuada
para guiar a los maestros en esta parte de su trabajo.
La obra de Katherine Dunlap Cather expone con gran claridad el problema: sitúa bien el papel
de las narraciones en el aula, el aprovechamiento de ellas en la labor escolar y, lo que es más
importante, cuál es la finalidad perseguida a través del cuento y qué resultados pueden esperarse
de esta actividad en la escuela. Abarca, asimismo, aunque sin tratarlos a fondo, los principios
básicos que deben tenerse en cuenta para seleccionar, adaptar y decir el cuento.
Estas son las consideraciones que nos han movido a traducir, adaptándolo al momento actual, el
libro que hoy publicamos.
Al realizar nuestro trabajo hemos tenido muy presentes a los bibliotecarios encargados de las
bibliotecas juveniles. Ellos también utilizan las narraciones orales como vehículo poderoso para
despertar y nutrir la imaginación del niño, y por tanto, como incentivo para inducirlos a leer
mejores libros.
últimos años del siglo XIX y los primeros del XX, fueron escritos o publicados a instancias de instituciones
magisteriales o bibliotecarias por lo que hacen énfasis en La Hora del Cuento, destinada fundamentalmente a
complementar los programas escolares o de estimulación a la lectura. Esto podría inducirnos a caer en el muy
generalizado error de conceptualizar a este momento histórico de la Narración Oral como centrado únicamente en
las prácticas pedagógicas o en el trabajo con la infancia cuando esto no es totalmente exacto.
22
Si nuestro trabajo logra ser útil a maestros y bibliotecarios nos sentiremos compensados de
haber emprendido la ingrata tarea del traductor.
1963
23
Capítulo I
Propósitos y objetivos que persigue la narración oral de cuentos
Desde los tiempos más remotos el contador de cuentos fue un personaje importante a quien
jóvenes y viejos dispensaban una cálida acogida. Saludado como portador de alegría y
escuchado como un oráculo, sus cuentos le franqueaban el acceso a las multitudes, de tal suerte
que cuando partía quedaba tras él un dejo de tristeza.
Durante la Edad Media llegó a ocupar una posición privilegiada14: gozaba de entera libertad
para vagar a su antojo y para entrar libremente en los campamentos y en los castillos. El
manuscrito de Piso,15 que se conserva en el museo de Budapest, relata los solícitos esfuerzos de
Ladislao de Hungría para procurarle a cierto narrador muy popular un salvoconducto a través
de Austria y Bohemia, y numerosas crónicas antiguas testimonian que en Francia, Alemania,
Italia y las Islas Británicas, los ministreles y trovadores obtenían pasaporte cuando no podían
conseguirlo las demás personas. Mucho tiempo antes de esa época, durante el período nómada,
los dos hombres más poderosos de la tribu eran el jefe y el narrador de cuentos. Al primero se
le reverenciaba por su capacidad para vencer al enemigo, y al segundo por su capacidad para
entretener a los hombres cuando, al caer la noche, se agrupaban junto al fuego en torno suyo.
Ambas cualidades eran consideradas dones divinos y a quien poseía una de ellas se le situaba
en un plano intermedio entre los dioses y los hombres.
El hombre primitivo tenía la pasión del poder16, y en aquellos lejanos tiempos el narrador
comprendió que podía convertir su habilidad en un arma eficaz para alcanzarlo. Consciente de
ello, buscó la manera de fortalecer su posición. Vio como las reacciones emocionales que
14 Realmente la posición y el prestigio social del Narrador Oral fue cambiando y oscilando de acuerdo a las
épocas, los territorios y las circunstancias. Entre el siglo XIII y el XVII fueron ampliamente repudiados, incluso
llegaron a incluirse en listados junto a prostitutas, chocarreros, chismosos, y hombres de mala vida. Ver la
Historia General de las cosas de la Nueva España (Editorial Porrúa, México, 1999) de Fray Bernardino de
Sahún y encontrarán amplios testimonios sobre la ambivalencia en cuanto al trato y valoración social de tales
personajes.
15J a c q u e s P i s o n ( P i s o ) . P o e t a l a t i n o m o d e r n o , n a c i d o e n T r a n s i l v a n a ( m o m e n t o e n
los juicios de la Dunlap Cather están hoy ampliamente superadas nos resulta interesante poder mostrarlas, sin
recortes, pues podría ser de interés para algún estudioso de la historia o de la evolución de las ideas de esas
ciencias y su reflejo en el Arte y la Literatura; así como que al no descansar sobre esos temas lo esencial de este
libro sino en la teoría y la técnica del arte de narrar resulta vigente y útil en muchos aspectos.
24
lograba arrancar de su público eran susceptibles de transformarse en laves que le abriesen las
puertas del mundo que ambicionaba, y se aplicó a buscar la manera de provocar esas
emociones en mayor grado de intensidad. Su inclinación primitiva hacia lo espectacular le
permitió aprovechar hasta el límite la oportunidad que se le presentaba, y esto explica su
evolución del tosco declamador que era en un principio al verdadero artista en que llegó a
convertirse.
Al pasar la sociedad de la etapa de la barbarie a la del pastoreo, el narrador fue ya algo más que
el encargado de entretener a sus compañeros; ahora tuvo a su cargo la tarea de instruir a la
juventud, y se convirtió también en el custodio de la tradición de la tribu.
Ya en las altiplanicies del Asia, antes de la migración de los arios, era el narrador de cuentos
quien conservaba los relatos de la tribu. Tuvo a su cargo también la transmisión y enseñanza de
los mitos de la naturaleza, en los que se encierra la explicación que buscaron los hombres
primitivos a todo aquello que les resultaba incomprensible. La trayectoria del sol por el espacio,
las transformaciones de las nubes al asumir formas caprichosas, la variedad de colores que
tiñen el cielo a la salida y a la puesta del sol, el brillo de las estrellas en la noche, y otros muchos
fenómenos que no alcanzaban a explicarse, despertaban su curiosidad y les ocasionaban
espanto. Los hombres de aquellos días trataron de explicarse estas cosas lo mismo que tratan
de explicárselas los niños de hoy, y de igual manera que estos interrogan a sus mayores, los
primitivos interrogaron a aquellos que consideraban mejor enterados de todas las cosas.
En este caso, sin embargo, el oráculo consultado podía ofrecer como explicación únicamente
las ideas confusas que él mismo había formado en su propia mente al plantearse esos
problemas: las nubes que se deshacen en chubascos, eran vacas celestes, de cuyas ubres
pletóricas venían las lluvias para refrescar la tierra; los mares encrespados, y las escarpadas
montañas llenas de precipicios peligrosos, ocultaban gigantes vengativos y destructores;
mientras que el sol que ahuyenta al monstruo de la oscuridad, así como todas las demás fuerzas
bienhechoras de la naturaleza, se transformaron, en la fantasía de aquellos hombres primitivos,
en héroes y dioses protectores.
A medida que las generaciones se sucedían, los jóvenes escuchaban de boca de sus mayores
estas cosas que paulatinamente fueron arraigándose en su mente con fuerza de creencias. Las
tribus al dispersarse las llevaron a sus nuevos hogares: allí las contaron otra vez, y las
modificaron insensiblemente para adaptarlas a las condiciones de vida de las nuevas tierras que
25
habitaban. Aún hoy esas narraciones perduran entre nosotros y forman nuestro acervo de
cuentos de hadas.
Varias teorías explican cómo se difundieron estas viejas creencias, y la razón por la cual los
cuentos que se creían oriundos de Finlandia o de Madagascar aparecen ahora, con ropaje
ligeramente distinto, entre las tribus del África central y en otros sitios de la tierra muy
distantes entre sí. Aunque los folkloristas no están de acuerdo en cuanto el proceso que han
seguido los cuentos para adquirir la forma que hoy tienen, ninguno difiere en lo que atañe a su
significado. Unos aceptan la teoría aria propugnada por Max Müller17, otros la totémica de
Andrew Lang18, pero todos coinciden en que estos cuentos representan la religión del hombre
primitivo y atribuyen su origen al miedo de lo desconocido.
Las leyendas se conservaron por tradición oral, gracias a los narradores de cuentos cuya misión
fue la de enseñar a los niños las mismas leyendas que aprendieran sus padres durante la
infancia. Pero a medida que los hombres fueron civilizándose no se contentaron con referir los
mitos de la naturaleza: narraron reiteradamente las hazañas de los héroes de cada pueblo, hasta
provocar en los jóvenes que escuchaban el ardiente deseo de imitarlos.
Como a los narradores de esas leyendas y prodigios se les atribuían poderes sobrenaturales, sus
palabras gozaban de amplio crédito, y así pudieron crear los ideales de la época en que
vivieron.
Afortunadamente para la civilización, aquellos primitivos narradores estaban, por regla general,
inspirados en altos ideales y eran más esclarecidos que el común de sus contemporáneos; casi
todos fueron poetas, y contemplaron el mundo con mirada de visionarios. Exaltaban la virtud
y afeaban el vicio; enseñaban que el bien triunfa siempre sobre el mal y que el pecado recibe
inevitablemente su castigo, mostrando así, de manera rudimentaria, cómo opera en la vida la
ley de compensación. Estimulaban a los hombres a emprender grandes hazañas y a los niños a
emular a los héroes. Con el transcurso de los años adquirieron mayor experiencia e influjo, y
puede afirmarse que sus cuentos inspiraron algunos de los capítulos más emocionantes de la
historia de la humanidad: Alejandro Magno decía que los versos de un bardo ambulante
llamado Homero despertaron en él la sed de conquista.
En el siglo XII, en Alemania, la influencia de un bardo muy pobre, Walther von Vogelweide19,
era más grande que la del Papa. Cuando Irlanda se encontraba en su edad de oro ―durante el
apogeo de Tara― no había allí hombre tan poderoso como el ministril Brian de Fermanagh20,
nacido en las capas más bajas de la sociedad. Las Cruzadas, que transformaron la faz de
Europa al introducir en ella la cultura oriental y modificar las antiguas costumbres, quizás no se
habrían emprendido si las multitudes no hubiesen escuchado a Pedro el Ermitaño21 referir las
profanaciones cometidas por los infieles en Tierra Santa.
Sin duda alguna, aquellos narradores ejercieron gran influencia sobre sus contemporáneos y, en
cierto modo, fraguaron la historia. Todos eran súbditos de reyes y de grandes señores, y a pesar
de que estos podían disponer de sus vidas, los narradores contribuyeron más a forjar el carácter
de su época que los magnates de quienes dependían.
El poder de los narradores de cuentos no murió al extinguirse la caballería. En mitad del siglo
pasado ejercían aún tanta influencia en las Tierras Altas de Escocia que el clero unió sus
fuerzas para acabar con ellos, acusándolos de mantener vivas algunas creencias de origen
pagano, las cuales estaban tan fuertemente enraizadas en el alma del pueblo que la elocuencia
de todos los prelados no conseguía erradicarlas. La Iglesia se sintió amenazada al ver cómo, a
pesar de su enorme prestigio, no lograba destruir aquel reducto de las brujas del pasado.
Aún en nuestros días muchos campesinos de Alemania viven convencidos de que todos los
años, en el momento de la vendimia, Carlomagno se pasea bajo la luz de la luna a orillas del
Rin, y bendice los viñedos de la región de Winkeley e Ingelheim. Los campesinos de Suiza
central creen que en el pico de la montaña donde antaño se reunió el pueblo, para prestar el
juramento por el cual se lanzó a la lucha contra Austria, duermen aún los inmortales hermanos
Grütli,22 los que continuaran durmiendo mientras no sea amenazada de nuevo la libertad de
Helvecia. En la parte sur de esa región montañosa existe la certeza de que todos los labradores
gozarán de prosperidad cuando vuelva a navegar sobre las aguas del lago de Ginebra el barco
de la suerte tirado por cisnes. La supervivencia de estas leyendas se debe sin duda a la tradición
oral. En los tiempos remotos, efectivamente, los antepasados de estos campesinos creyeron en
la veracidad de los cuentos que oyeron narrar y que pasaron de una a otra generación hasta
nuestros días. Es evidente que allí donde no existe la letra escrita, dondequiera que los
hombres sean analfabetos y no puedan descifrar el contenido de los libros, y así mismo donde
los grupos humanos se aíslen y pierdan el contacto con el resto del mundo, seguirán vigentes
las leyendas más antiguas. Los pueblos se encantan escuchando esos relatos una y otra vez. No
encuentran deleite mayor que la reunión del círculo familiar durante las noches de invierno, o
durante las horas del crepúsculo estival, para escuchar los viejos cuentos de labios del padre, de
un tío, o tal vez de un forastero venido de otra comunidad.
Tal como ahora sucede con los campesinos iletrados, tal como aconteció antaño entre los
miembros de la tribu y en los salones de los castillos medievales, sucede siempre con los niños:
reviven las experiencias de sus remotos antepasados de las mesetas del Asia, y se extasían
oyéndolas contar de nuevo. Toda la cualidad desaparece como por encanto a medida que el
narrador va deshilvanando su madeja invisible, y cuando a través de caminos sembrados de
maravillas y sorpresas los transporta a tierras muy lejanas en el tiempo y en el espacio. Si el
narrador es capaz de hacer vivir su relato, si logra que su auditorio sienta y vibre con él, y lo
arrastra a simpatizar con el bueno, a asociarse a sus penas y trabajos, a deplorar la mala suerte y
la injusticia, que lo persigue, entonces el relato es eficaz y cumple su cometido; y así, al calor
del mismo, va dando cada uno rienda suelta a su imaginación y poniendo de lo suyo en las
narraciones que escucha.
No hay límite de edad, ni es privativa de ninguna raza, la afición al cuento étnico. Esto se
explica porque ese tipo de narración responde a una apetencia emocional innata en cada
hombre.
Hace algunos años en Five Points, estado de Nueva York, los encargados de una colonia de
trabajadores recién inmigrados se dieron cuenta de que la mejor manera de ganarse la simpatía
de las mujeres era contarles cuentos de hadas. Recientemente, en un distrito de San Francisco,
fue posible obtener grandes resultados con un grupo de sicilianos pendencieros gracias a que
una de las muchachas que trabajaba allí conocía la trama de “La Jerusalén Libertada”23 y la
contaba muy bien. Para aquellos inmigrantes fue como si les llegase un soplo de brisa de su isla
natal, donde, además de haber oído contar esas historias, habían contemplado a diario muchas
de sus escenas pintadas en las alegres carretas que van al mercado. El hecho de encontrar en
esta tierra de América, para ellos tan extraña y remota, una persona familiarizada con aquel
cuento que formaba parte de su tradición, ganó su simpatía y despertó su deseo de cooperar.
Mientras los niños no saben leer se deleitan escuchando las nanas; y aún más tarde, cuando han
comenzado ya a familiarizarse con el mundo de los libros, suelen mostrar un mayor interés por
las narraciones que por lo que leen ellos mismos. Esto se debe a que la personalidad del
narrador y el sonido de su voz le comunican más vida al cuento, ya que, además, como dice
Seumas MacManus24: “Palabra oída, palabra recordada”.
Los cuentos escuchados en la niñez persisten en el recuerdo y sus ideales influyen en la
formación de nuestro carácter. Al escuchar buenos cuentos el niño aprende de manera
insensible a diferenciar entre lo absurdo y lo real; se aficiona a la buena literatura y de adulto
llega a ser inmune a la propaganda que ensalza obras de muy pobre calidad.
Se habla frecuentemente del mal gusto de la juventud actual para elegir sus lecturas y se le
compara desfavorablemente con el de las pasadas generaciones. Aunque esta crítica tenga algún
fundamento, es preciso examinar el problema con cuidado para dilucidar quién es el verdadero
responsable. Hoy día los libros juveniles abundan y están al alcance de todos, y los padres y
maestros dejan a los jóvenes escoger libremente, sin norma alguna que los guíe. Esa es la
realidad. El ganadero que no se ocupa de proporcionar buen pasto a sus reses es responsable
de que estas se coman la hierba dañina; y de la misma manera, los padres y maestros que no se
preocupan de ayudar a los jóvenes a escoger sus lecturas, son responsables de que los
muchachos elijan literatura sin ningún valor y se aficionen a ella. Si aquellos a quienes incumbe
la responsabilidad se ocupasen de satisfacerles de manera adecuada el deseo de leer, veríamos a
los jóvenes convertirse en lectores de buenos libros: si los vemos devorar las peores obras es
porque nadie se ocupa de poner en sus manos las mejores. La manera más efectiva de combatir
la afición a los “muñequitos” es estudiar los intereses y los gustos de los jóvenes y, de acuerdo
con ellos, proporcionarles buenos libros. Para lograrlo es muy útil el cuento narrado de viva
voz, pues viene a ser una linterna mágica que ilumina bellezas ocultas y despierta desde la niñez
la afición a ellas. Desde hace algún tiempo se admite el valor del cuento contado en el
kindergarten y en los grados primarios, pero no se ha previsto nada a este respecto para los
grados superiores. Poco a poco los educadores se han percatado de que el arte de narrar es un
elemento de primera importancia en el desarrollo mental y moral de la juventud, y que tiene
tanta significación para los adolescentes como para los niños más chicos. Es cierto que ahora
se le concede a esta actividad mucha más importancia que antes: la hora del cuento forma parte
del programa de las bibliotecas bien organizadas en todas partes del mundo. Los maestros de
los grados primarios reconocen su valor en el aula, y cada día se publican más colecciones de
cuentos. Parece que el arte de narrar, que gozó de mucha importancia en le pasado, está
volviendo a ocupar el lugar que le corresponde. Sin embargo, por determinadas circunstancias,
el cuento narrado no está cumpliendo su cometido tal como debiera. La selección del material
se hace sin esmero, no se atiende a la reacción que provoca el cuento en los niños, ni a la huella
que deja en ellos, y se descuida la adecuación del cuento a la edad psicológica del auditorio.
Para que el cuento rinda sus mejores frutos es necesario conocer bien los intereses de los
niños, elegir el material de acuerdo con ese conocimiento, y tener en consideración, no solo la
belleza del tema y del lenguaje y los altos ideales que pone de manifiesto, sino el hecho de que
no basta con que el cuento entretenga, pues si bien es imprescindible que interese, el fin que se
persigue es más elevado que el de proporcionar un mero pasatiempo. Así como el pintor
mezcla sus colores de manera que se fundan armoniosamente en el lienzo y produzcan una
obra de arte, así debe escogerse cada cuento con cuidado para que contribuya al desarrollo
espiritual y mental del niño. La edad de oro de la niñez habrá llegado cuando los padres y
maestros se den cuenta de que gran parte de las más nobles ideas del pasado fueron
transmitidas de viva voz por el cuento, y de que hoy día es fácil hacer lo mismo, pues los niños
están siempre dispuestos a escuchar lo que se les dice por este medio. Muchos de los
problemas que confrontan los educadores pueden solucionarse a través del cuento. Es un
vehículo excelente para despertar la mentalidad, impartir instrucción moral, avivar el interés
por la ciencia, la historia, la geografía, los estudios de la naturaleza, las artes domésticas y las
manuales. También es un precioso instrumento para estimular la sensibilidad artística y literaria
y avivar el sentido crítico, en cuál permite discernir entre lo que tiene un valor efímero y lo que
constituye un valor perdurable. Además, el cuento es útil para disipar el aburrimiento que
sobreviene inevitablemente en algunos momentos de la vida escolar.
Esto no significa que el maestro haga todo el trabajo, pues ello fomentaría en los niños la
pereza; ni tampoco que se agregue una materia más al plan de estudios, siempre recargado. El
fin propuesto es que el interés despertado por el cuento sirva de estímulo al muchacho para
realizar nuevos descubrimientos por sí mismo; lo importante es iluminar, a través del cuento,
las distintas materias del curriculum, de manera que el alumno vuelva a ellas cada vez con
mayor entusiasmo.
30
Para lograr este objetivo es preciso que el narrador se eleve por encima del tono del maestro
que da una clase y se acerque al del artista creador, lo cual implica la necesidad de estudiar y
preparar el cuento como el artista estudia y prepara su papel.
El contador de cuentos en el pasado pudo influir en las masas porque era un artista y porque
creía en su mensaje; trabajaba de corazón y esto le prestaba un tono de sinceridad que
convencía. De igual manera es preciso que el narrador de hoy esté persuadido de la eficacia de
la narración y de la dignidad de su trabajo. Debe meditar seriamente sobre el material a escoger
y guardarse de aceptar cualquier cuento en la creencia de que si entretiene cumple su cometido.
Los cuentos étnicos deben utilizarse frecuentemente con los niños que se encuentran en edad
de oírlos, pero no hay que concretarse a ellos únicamente. Existe mucho material moderno,
muy ligado a la vida actual, que es útil para completar el desarrollo de los niños, y es preciso
tomarlo en consideración, clasificarlo y graduarlo. Esto exige un trabajo de investigación, y el
profano no dispone del tiempo necesario ni de la debida preparación. Así se explica que se
narren a menudo cuentos de escaso valor. La experiencia demuestra que muchos padres y
maestros creen en la eficacia del cuento como factor educativo, pero es un hecho que el
material no abunda, ni se encuentra al alcance de la mayoría de los que están a cargo de los
niños.
31
Capítulo II
Los intereses de los niños según las edades1
A. Edad Rítmica
1 Entre el siglo XX y el XXI la Psicología Infantil, en tanto disciplina científica, ha tenido un desarrollo acelerado
y cambiante, muchos han sido sus aciertos y descubrimientos, otras tantas ideas han perdido vigencia en breve
tiempo. A algunos le podrá parecer elemental, y hasta obsoleta, la división en “edades” que propone la autora,
entre el capítulo II hasta el V inclusive, para estudiar los intereses infantiles o las características de la Infancia; sin
embargo, añadiendo contenidos e investigaciones actualizadas a cada una de ellas y ateniéndonos a su utilidad
estrictamente práctica, se puede asegurar que como guía aún resulta de utilidad y de alta eficiencia y eficacia. Son
todavía “reglas muy útiles” avaladas por la practica de cientos de narradores orales contemporáneos.
32
2Cuentos de Mamá la Oca (1697) Colección de cuentos de hadas recogidos por Charles Perrault (Francia, 1628-
1703)
33
3Cuento de hada escrito por Hans Christian Andersen (Dinamarca, 1805-1875), publicado por primera vez el 11
de noviembre de 1843.
34
portó muy mal. Sin embargo, aquella misma tarde una muchacha que no
se había preparado para narrar les contó el cuento de un chivito
extraviado; los niños la oyeron con mucho interés. La culpa del fracaso
del primer cuento la tuvo el narrador, que sabía contar mu y bien pero
ignoraba por completo las leyes que rigen la selección del cuento. La
segunda narradora no tenía mucho oficio, pero triunfó porque tuvo en
cuenta lo que interesaba a aquellos niños.
Esto nos demuestra que de nada le sirve al narrador conocer l os
intereses de los niños según las edades, si no toma en consideración el
ambiente en que se desarrolla la vida de su auditorio.
Abundan las fuentes para escoger cuentos adecuados a esa edad, pero
muchas veces es necesario adaptarlos. Sucede a menudo que el tema del
cuento es apropiado, pero el lenguaje no lo es; el cuento de David y
J o n á s , d e E l i z a b e t h P h e l p s 4, e s u n b u e n e j e m p l o . L a n a r r a c i ó n f u e
escrita para adultos, pero contiene tantos elementos que atraen al niño
que desde los seis años la oyen con t anto gusto como los mayores. El
relato de cómo se quieren el perro y el amo, de la tristeza que sintieron
al separarse y la alegría que experimentaron al reunirse de nuevo, es
ilustrativo; los niños se conmueven oyéndolo tanto como los mayores, y
comienza a despertarse en ellos el respeto a los ancianos y el amor a los
animales.
Lo mismo sucede con otros cuentos, creación de verdaderos artistas.
Me refiero de manera especial a los que debemos a Ouida. 5
Personalmente he contado todos esos cuentos, siempre co n buen
resultado, a niños de diversas edades. Los personajes que los pueblan
tienen una gran naturalidad y esa calidad humana que en la vida real
despiertan afecto y simpatía; cuéntense como se cuenten, ya sea en
lenguaje sencillo o en lenguaje literario, llegan al corazón y despiertan
los mejores sentimientos. Cuando se les habla de Monarch, el
majestuoso cautivo del parque de Golden Gate, no lo ven como a un
4Escritora norteamericana (1844-1911)
5Ouida. Pseudónimo de la novelista inglesa María Luisa de la Ramé e, nacida en
1839 y muerta en 1908. (N. del O.)
35
Capítulo III
Los intereses de los niños según las edades
B. Edad Imaginativa
1 Jakod (1785-1863) y Wilhem (1786-1859), los hermanos Grimm. Autores, entre otros libros, de Cuentos para
la infancia y el hogar (dos volúmenes, 1812 y 1815).
2 Ver, entre otros, a Bettelheim, Bruno, Psicoanálisis de los cuentos de hadas, Crítica, Barcelona, 1995 (1975).
Permitirá actualizar los conocimientos sobre los cuentos de hadas en la educación o acerca de su influencia en el
desarrollo de la personalidad infantil.
39
3G e o r g Ebers. Literato y uno de los más notables egiptólogos del siglo XIX. Nació en
Berlín en 1837 y murió en Tutssing en 1898. Profesor de literatura egipcia en la
universidad de Jena y en Leipzig. Viajó por Egipto haciendo acopio de datos para sus
o b r a s c r í t i c a s y n o v e l a s h i s t ó r i c a s . (N. del O.)
40
4 “Por otra parte, los cuentos populares acusan también una cierta universalidad, que ha llamado poderosamente
la atención desde que antropólogos y etnólogos del siglo pasado fijaron su atención en ello, situándose esta vez en
el callejón sin salida de la dialéctica especulativa: ¿Monogénesis o poligénesis del cuento? De nuevo Propp y Lévi-
Strauss vinieron a señalar un camino más factible por el lado del materialismo dialéctico, esto es, el de las
contradicciones históricas que sufren todos los pueblos y les llevan a producir historias y mitos semejantes, tanto
más cuanto más próximos estén unos de otros, como fue el caso de los pueblos indoeuropeos en su amplísima
dispersión geográfica”. Rodríguez Almodóvar, Antonio Los cuentos populares o la tentativa de un texto
infinito, pág. 3 ( versión digital tomada de www.cervantesvirtual.com )
42
5 Gianfrancesco Straparola da Caravaggio. Nace hacía 1480 y muere después de 1557. Autor de Le piaceroli
notti (Dos tomos publicados en 1550 y 1553).
6 No se han encontrado datos sobre este autor.
7 Escritor italiano, nacido en 1566 o 1575, muerto en 1632, autor de Lo cunto de li cunti overo lo
trattenemiento de peccuerille (Dos volúmenes, 1634 y 1636)
8 La tesis sustentada por la autora descansa solo en el hecho de que los famosos
cuentos fueron publicados bajo el nombre del hijo de Perrault. Pero aun
prescindiendo de que este tenía excelentes razones para encubrir la verdadera
paternidad del libro -ya que su carácter “pueril” lo exponía a las burlas de la
solemne Academia Francesa, con algunos de cuyos miembros andaba por entonces
de polémica-, basta la lectura más ligera para comprender que ningún muchacho
sería capaz de una tan delicada, inestable aleación de ingenuidad e iro nía. Por otra
parte, la elaboración de los cuentos es de tal modo personal que no se justifica
para Perrault el simple título de “compilador”. (N. del O.)
44
M a d a m e V i l l e n e u v e 9, R u s k i n 10, A n d r e w L a n g , y o t r o s . C a d a u n o d e e l l o s
aportó su contribución al trabajo comenzado por Straparola y Basile.
Hoy día ya tenemos colecciones de cuentos de todas partes del mundo,
lo que prueba que la creencia en lo sobrenatural es común a los pueblos
primitivos de todas las latitudes.
Otro aspecto muy interesante del estudio del cuento de hadas es el
observar las características que distinguen a los relatos de las diferentes
regiones: son tan marcadas que permiten por sí solas localizar el cuento
en su lugar de origen y determinar la to pografía de este.
En los pueblos que habitaban regiones inhóspitas, en las que abundan
las montañas, las ciénagas, las cataratas peligrosas y los mares
embravecidos, eran más frecuentes las creencias sobrenaturales,
mientras que en las tierras llanas, fért iles y cultivadas que se
encontraban lejos del mar, las supersticiones en torno a las Hadas no
abundaban tanto y los cuentos eran menos fantásticos.
Este hecho parece confirmar la teoría Aria de que los cuentos de
hadas constituyen la explicación filosófic a del hombre primitivo ante
los fenómenos de la naturaleza así como la expresión de su sentimiento
religioso.
Ya se acepte o se rechace esta teoría, resulta indudable que, si
queremos narrar estos cuentos a los niños con buen provecho, será
necesario que actuemos con inteligencia y discernimiento y los
seleccionemos con cuidado, guiándonos por las normas sólidamente
establecidas, sin olvidar que muchos de ellos carecen de valor ético y de
calidad literaria.
Buen número de los cuentos de hadas modernos no so n adecuados
para los niños y es mejor atenerse a los antiguos, a los que se
originaron en la infancia de la humanidad: los recopilados por los
h e r m a n o s G r i m m y B e c h s t e i n . 11 E s o s h a n s a l i d o t r i u n f a n t e s d e l a
9Gabrielle Suzanne Barbot de Villeneuve (1695-1755) autora de la primera versión de La Bella y la Bestia
10 John
Ruskin (1819-1900). Escritor, crítico de arte y sociólogo inglés.
11
Bechstein, Luis. Poeta y novelista nacido en Weimar en 1801 y muerto en
Meininger en 1860. Bibliotecario de la ciudad de Meininger, se dedicó activamente
45
Engelbert Humperdink (1854-1921). Compositor alemán. Asistente de Richard Warner. Compuso la opera
15
Capítulo IV
Los intereses de los niños según las edades
C. Edad Heroica
Arturo, según la leyenda galesa relatada en los Mabinogion. (N. del O.)
3 Mabinogion galeses: novelas de caballería en lengua galesa, anteriores a las del
Amaethon ó Amathaon.
52
cuentos tiene amplio campo para escoger en la literatura tanto del norte
como del sur. Pero debe cuidarse de no salir del reino de lo heroico y
caer en lo romántico. Las historias de este último tipo, como Cupido y
Psique, Pigmalión y Galatea, y Apolo y Dafne, dejan indiferentes a las
niñas y varones de diez años. A pesar de esto los maestros y
bibliotecarios los cuentan con frecuencia y se extrañan del poco
entusiasmo que despiertan. Algunos aseguran que, mediant e una
simplificación, debe narrarse a esa edad todos los cuentos épicos, pero
nosotros opinamos que no hay por qué echar a perder los más
románticos y poéticos ya que pocos años después serán muy apreciados.
Distintas investigaciones y estadísticas muestra n que, cuando al
comienzo de la edad heroica se cuentan los mitos griegos más
depurados, los niños reciben una idea errónea del ideal helénico y se
mata en ellos el interés por la mitología.
Los narradores de cuentos no deben olvidar esto: la literatura ri ca en
símbolos de los pueblos que han alcanzado un alto grado de
refinamiento estético, no es apta para los muchachos en los momentos
en que los devora la sed de aventura por mucho que se simplifique el
lenguaje.
En cambio, les interesa en gran medida la d escripción de Carlomagno
celebrando Consejo en medio de sus Pares y caballeros, y aprecian las
líneas cadenciosas que describen la escena. Las viejas baladas, las de
Bayardo y la de San Jorge y el Dragón, y los cantares de gesta como El
Cid, son muy propio s para este momento.
P e r s o n a l m e n t e a b o g o p o r q u e s e c u e n t e H i a w a t h a 6, q u e f o r m a p a r t e d e
nuestra epopeya norteamericana. Algunos me argumentan en contra
aduciendo que esa historia se lee en clase, esa misma razón me mueve a
insistir para que se narre como e s debido; ya que a fuerza de leerla mal,
los niños no la aprecian, y es preciso rehabilitarla.
En Alemania los niños tienen en sus libros de texto la historia de los
Nibelungos, pero antes de leerla ya la conocen en forma de cuento, de
6 Líder de los Onondaga y de los Mohawk, nativos norteamericanos. Vivió alrededor de 1550.
53
manera que sus perso najes, Gunther, Hagen, Sigfrido y Dankwart, les
son familiares y por eso más tarde les gusta leer los versos que hablan
de ellos. Lo mismo puede suceder con Hiawatha. Si los muchachos
norteamericanos lo conocen a él y a los demás personajes, cuando
llegue el momento de estudiar el poema lo apreciarán mejor.
Al considerar el material que puede servir para la edad heroica no
debemos olvidar las narraciones históricas y biográficas, que llenan
todos los requisitos de los cuentos heroicos. Es un error creer que las
biografías resultan aburridas; por el contrario, los relatos concernientes
a la infancia de los grandes hombres: gobernantes, científicos,
exploradores y descubridores, revolucionarios, pintores, músicos y
escritores, son cuentos de héroes de la más a lta calidad. Muchos de
ellos han sido relatados para la juventud de manera impecable y el
narrador no puede hacer trabajo más útil que incluirlos en su
repertorio. Cristóbal Colón, Hernán Cortés, Vasco de Gama, Federico el
Grande, Solimán el Magnífico, res ultan temas interesantísimos y de
mucho provecho para los muchachos.
A esa edad el espíritu de aventura es tan fuerte que no es posible irle
en contra. Hay que dejar que los muchachos vivan la vida de sus héroes,
personificándolos y encarnándolos como pudi era hacerlo un actor. Es
un hecho comprobado que la sed de experiencias nuevas lleva a muchos
muchachos al vagabundeo. Los registros de las cortes de menores
demuestran que muchos de los niños que se van de sus casas entre los
diez y los doce años, abandon an un hogar que no les brinde la
oportunidad de satisfacer esa sed de aventuras, mientras que los que
encuentran en casa un ambiente propicio no tienen la tentación de
escapar. Las madres que animan a sus hijos a construir cuevas de piratas
en el jardín y a encarnar a Robinson Crusoe, dan prueba de inteligencia
y comprensión, lo mismo que los colegios y parques de recreo que
organizan muchas actividades al aire libre; unas y otras emplean un
remedio eficaz para prevenir grandes males. Yo recuerdo bien aquel la
época de mi infancia y puedo afirmar que nada hubiese podido contener
54
Capítulo V
Los intereses de los niños según las edades
C. Edad Romántica
Alrededor de los doce o trece años los i nstintos del niño comienzan a
refinarse, a medida que afloran la afectividad y el espíritu romántico.
El muchacho se inicia en los cuidados de su aspecto físico; va
perdiendo la antipatía que le inspiraba acicalarse cuando Robinson
Crusoe era su héroe favo rito. Ahora quiere vestirse bien y a la moda;
comienza a interesarse en las muchachitas y se viste con el propósito de
que se fijen en él. Es el momento de los calcetines y las corbatas de
colores chillones.
Muy a menudo sucede que su gusto literario cambi a tan bruscamente
como sus hábitos en el vestir. Al sufrir esta transición ya le interesan
los cuentos que narran un tipo de heroísmo superior al que le
interesaba en la época antecedente: cuentos románticos y de caballería.
Este es el momento de darle a c onocer la épica de todas las épocas y
países. Ya ha oído cuentos de aventuras tomados de ella, pero ahora
está maduro para oír otros teñidos de romanticismo y penetrados de un
espíritu de ardientes ideales.
Durante esta etapa es más grande Parsifal cuando va en busca del
Santo Grial que cuando libra batalla contra el Caballero Rojo, y el
juramento de los Caballeros de la Tabla Redonda entusiasma porque se
puede comprender su alto significado.
De manera vaga y confusa el muchacho siente ahora el llamado de l o
romántico y sus nobles emociones responden al austero
desprendimiento con que Alvar Fáñez Minaya rehúsa la oferta de un
quinto botín que le hace el Cid:
1
Poema del Cid. Trascripción moderna versificada de Luis Guarner, Aguilar,
Colección Crisol, Madrid, 1946. (N- del O.)
2 Howard Pyle (1853-1911) Escritor e ilustrador norteamericano.
3 Seguramente se está refiriendo al poeta y crítico inglés Ernest Radford (1857-1919)
4 (1842-1881)Poeta y músico norteamericano.
5 (1170-1220) Caballero y poeta alemán. Concibió Parsifal a principios del siglo XIII, terminando sus más de 20
000 versos en 1215. Príncipe de los trovadores junto a von Vogelwaide y Heinrich Tannhäuser.
6 Anna Alice Chapin (1880-1920). Escritora norteamericana.
57
Aún más, los jóvenes deben conocer que en su origen las gestas
fueron concebidas como cuerpos poemáticos, y al guiarlos a este
7 Hélene
Adelina Guerber (1859-1929). Historiadora británica. Escribió sobre mitología germánica.
8
Titurel: canción de amor relacionada con la leyenda de Parsifal, de la cual se
conservan dos fragmentos. Su autor lo fue Wolfram von Esc henbach, trovador
alemán del siglo XII. (N. DEL O.)
9
Romancero del Cid, Juan Palau Vera, comp., Seix Barral, Barcelona, 1927 . (N.
DEL O.)
58
10
Dietrich von Bern: nombre que la leyenda germana dio a Teodorico de Verona,
el Grande. El Cantar de los Nibelungos nos lo presenta como huésped de Atila, a
cuyo reino se desterró para sustraerse al odio de Odoacro. (N. del O.)
11 G u d r u n : p o e m a é p i c o a l e m á n d e p r i n c i p i o s d e l s i g l o X I I I . E n é l s e g l o r i f i c a l a
del siglo XIII, notable por su arrebatada fantasía. (N. del O.)
13 M i n n e s i n g e r s : s e d a b a e s t e n o m b r e a l o s p o e t a s l í r i c o s a l e m a n e s d e l o s s i g l o s X I I
probablemente en Austria. Fue el más grande lírico alemán de la Edad Media. (N.
del O.)
15 B e r n a r d d e V e n t a d o u r : B e r n a r d o d e V e n t a d o u r . U n o d e l o s m e j o r e s y q u i z á e l
más genial de los trovadores franceses del siglo XII, nacido en Ventadour
(Corrize). . (N. del O.)
59
Capítulo VI
La preparación del cuento
1 Sólo está afirmación validaría todo el texto y la obra de esta autora, parte fundamental de uno de los más
interesantes y coherentes “renacimientos” de la Narración Oral en los siglos XIX y XX en los Estados Unidos. A
pesar del “pragmatismo” que marca esa sociedad y de su evidente sentido pedagógico, la definición de la
Narración Oral como un Arte mantiene hasta hoy su validez frente a los intentos reiterados de situarla junto a las
Artes Escénicas dejando a un lado su pertenencia a la Oralidad como una disciplina artística independiente que
ahora cuenta con un cuerpo teórico que hay que manejar en conciencia.
61
―N o c o m i e n c e e n u n a c u e r d a p a r a c a m b i a r l u e g o a o t r a e n l a
mitad del cuento.
―N o h a b l e d e n a d a q u e n o e s t é d i r e c t a m e n t e r e l a c i o n a d o c o n
la trama.
―N o d e s c r i b a c u a n d o s e a p o s i b l e s u g e r i r .
Vivía una vez una niña muy pobre y muy linda que había
perdido a su madre. Su madrastra hacía todo lo posible para
que fuera desgraciada. (“La Novia Verdadera”, de Grimm)
Había una vez cinco guisantes en una vaina. Los cinco eran
verdes y la vaina era verde, y los cinco guisantes creían que el
2 Fragmentos de otra obra de Esenweil se podrán encontrar en la segunda parte de este libro.
62
Había una vez dos hermanos. Uno de ellos era rico y el otro
era pobre. El hermano rico era herrero y tenía mal corazón; el
hermano pobre se ganaba la vida haciendo escobas y era bueno
y honrado. (“Los hermanos m ellizos”, de Grimm)
5 Al no dar más detalles o ante la imposibilidad de inferir de quién se trata hemos renunciado a descifrar quién es
el Dr. Barret. Lo mismo sucederá más adelante cuando se menciona a los Doctores Patrick o Van Dyke u otros
personajes posiblemente influyentes o conocidos en su época y medio pero desconocidos hoy.
64
Capítulo VII
Cómo debe narrarse
Capítulo VIII
La narración oral y la apreciación literaria
72 James Whitcomb Riley (1849-1916) Poeta y escritor norteamericano conocido como el Poeta de los Niños.
73 (1850-1895) Escritor norteamericano.
73
Como al niño le resulta muy grata la narración oral, esta viene a ser
un medio muy eficaz para ponerlo en contacto con la literatura;
utilizándola lograremos iniciar a los alumnos en la apreciación literaria,
proporcionándoles un placer. Si el cuento es bello y el lenguaje que lo
expresa también lo es, los niños no solo asimilan el ejemplo que
contiene la trama, sino que aprecian al mismo tiempo la belleza de las
palabras en que ha sudo encerrada la narración. Algunas frase s se les
quedan en la memoria y a menudo, cuando se les pide que relaten el
cuento, lo hacen repitiendo las palabras y frases de la narración que han
oído.
También podemos interesar a los educandos en la vida de los autores
para así despertarles el deseo d e conocer sus obras. A esta afirmación
suele alegarse que los niños quieren oír cuentos en los que haya mucha
acción y no les interesa oír hablar de personas desconocidas para ellos.
Esto es un error porque las vidas de muchos de los grandes hombres
contienen episodios interesantes.
La de Robert Louis Stevenson es un ejemplo. Todos los niños
escuchan con simpatía la historia de ese pobre muchacho que por
encontrarse muy enfermo no podía correr ni jugar como los demás, el
cual, sin dejarse vencer por la tris teza, se entretenía en su cama con sus
juguetes, construía ciudades con trozos de madera y se distraía al
atardecer viendo cómo el farolero iba encendiendo todas las luces de su
calle y de su barrio. Los niños que oyen relatar ese cuento se interesan
más tarde en las poesías de A Children’s Garden of Verses y en otras
obras del autor. No aseguramos esto a la ligera, sino basándonos en la
experiencia.
Para hacer este trabajo es preciso tener presente que los niños se
interesan en otros niños, y no comenzar e l relato de este modo:
“cuando R. L. Stevenson era niño”, sino diciendo: “una vez había un
niño que vivía muy, muy lejos de aquí y se llamaba Roberto”. Hay que ir
del niño al hombre y no del hombre al niño; enfocar el interés del
muchacho en otro muchacho, y luego llegar al hombre y a su obra .
74
75 Charles John Huffam Dickens (1812-1870) Novelista ingles, Sir Walter Scott (1771-1832) Novelista y poeta
escocés. William Makepeace Thackeray (1811-1863) Novelista inglés.
76 (1876-1916) Escritor estadounidense.
76
Capítulo IX
Las narraciones y la apreciación de la música
Hay otros cuentos sobre música además de los que tratan de la vida
de los grandes compositores. Podemos hablar de los fabricantes de
violines de Cremona, de los Meinnensigers, de los Trovadores, de los
Maestros Cantores, de Pan y su flauta, de Apolo y su lira, de David y su
arpa, de los Cruzados trayendo instrumentos de cuerda a Europa, del
desarrollo de la orquesta y de cómo se hizo el piano. También podemos
contar los argumentos de algunas óperas, especialmente las basadas en
las leyendas del Grial y el Oro del Rin, que encantan a los muchachos.
Un buen método es narrar el cuento de la niñez de un compositor y
hacer escuchar en seguida selecciones de su obra. Las bibliotecas
encierran material abundante para est a clase de trabajo y existen
también muchos discos que pueden utilizarse. Por lo tanto, no hay
ninguna razón válida para que el narrador no contribuya a despertar en
los niños el amor a la música.
Un poeta indio ha dicho: “En que dé al mundo un pensamiento bello
o una bella melodía, aporta algo más valioso que un diamante de
Golconda”. Así, el que ayuda a los niños a apreciar los pensamientos
elevados y la buena música ha dado a la humanidad algo de inapreciable
valor.
84
Capítulo X
Las narraciones y la apreciación del arte
Capítulo XI
Las narraciones y el estudio de la historia
D e c í a W a l t e r P r i c h a r d E a t o n 1: “ S u e l e d a r s e e l c a s o d e q u e u n a l u m n o
obtenga al final del cu rso una nota de cien y deteste a Shakespeare.
Cuando esto ocurre han fracasado el alumno y el profesor”.
Aplicando estas palabras al tema que nos ocupa, aseguramos que
también ha fracasado el profesor de historia cuyos alumnos ven la
asignatura como una la rga y aburrida serie de fechas y de hechos
inconexos.
Para enseñar la historia con éxito, es preciso revivir ante los
muchachos el pasado haciéndoles comprender con claridad el
desenvolvimiento de las distintas razas a través de los tiempos;
hablarles de tal manera que les parezca ver las legiones marchar a la
victoria o a la derrota; que resuenen en sus oídos las palabras de los
grandes estadistas que edificaron las naciones y se sientan convivir con
los hombres y mujeres cuyos nombres han quedado inscript os en los
anales de la historia.
Si aspiramos a que los alumnos saquen algún provecho de la
enseñanza de esta materia, es preciso hablarles de modo que lleguen a
sentirla como se sienten las obras literarias, compenetrándose con los
personajes y con las si tuaciones que vivieron.
Si no se logra esto, la historia será para los alumnos una cronología
sin sentido, detestada mientras dura el curso y olvidada tan pronto
terminan los exámenes.
Las narraciones son muy útiles en esta enseñanza porque tienen el
poder de transportarnos a escenarios y tiempos lejanos. Al escucharlas
el muchacho no se siente espectador sino actor y llega a vivir, a través
de sus emociones, los grandes hechos de la historia.
1(1878-1957) Escritor norteamericano, miembro de la Academia estadounidense de las Artes y las Letras desde
1918.
88
esta omisión hacemos un daño. Es preciso llevar al ánimo del niño que
el marinero que trabaja en las máquinas de un barco de guerra tiene
tanta importancia como el almirante mismo, ya que si estos trabajadores
no existiesen no podría navegar la flota.
Como los hechos de guerra son más espectaculares que los
acontecimientos de la paz, al enseñar la historia damos la impresión de
que son ellos los únicos importantes y heroicos. No les hacemos ver a
los niños que los campesinos de Lorena, que labraron la tierra de esa
región hasta converti rla en un vergel, sirvieron a su país con igual
lealtad que los que marcharon a la victoria bajo la oriflama de Enrique
de Navarra. Tenemos la tendencia a fijar la atención sobre los hechos
militares y descuidamos hacer énfasis sobre sucesos de otra natura leza.
Sin embargo, en la historia de las industrias modernas, así como en la
de otros empeños de la humanidad, abundan también las luchas entre
fuerzas antagónicas, coronadas al final por la victoria. Durante estas
empresas hay muchas altas y bajas, triunf os y derrotas, y momentos
emocionantes de gran ansiedad, hasta llegar a la culminación de la obra
emprendida. Los que saben tratar estos temas encuentran en ellos
ocasión de hacer narraciones llenas de gran emoción.
Enseñamos en clase que Fulton inventó el primer barco de vapor,
pero son pocos los que sacan toda la sustancia que contiene este gran
hecho. En relación con él, deben contarse las luchas y los desengaños
que sufrió el joven ingeniero antes de alcanzar su triunfo. Si decimos
solamente que el Cler mont hizo sin novedad el viaje de Nueva York a
Albano en 1807, estaremos hablando de un hecho sin colorido que no
dejará impresión alguna en los alumnos; pero en cambio, si les damos
una idea clara de los adelantos de la navegación en aquella época, si les
hablamos de los trabajos que se realizaron a orillas del sena y de las
esperanzas que abrigaron y las desilusiones que sufrieron los que
trabajaban en aquel empeño, se darán perfecta cuenta de la importancia
que tuvo esta invención para el mundo.
90
2David Hume (1711.1776) Filósofo e historiador escocés. Jean Froissart (1337-1404) Autor de Las Grandes
Crónicas de Francia. William H. Prescott (1796-1859) Historiador e hispanista norteamericano.
91
Capítulo XII
Las narraciones y el estudio de la geografía
Capítulo XIII
Las narraciones y el estudio de la naturaleza
deleitan oyendo hablar de las luchas que libraron los ho mbres contra la
naturaleza; de la vida de los habitantes de los árboles y de las cuevas;
del descubrimiento del fuego y de las aventuras que ocurrieron a los
primeros nómadas. Estos relatos ejercen tanta fascinación como los
cuentos de hadas: tienen en com ún con ellos el elemento misterioso que
permite a la imaginación tomar vuelo libremente.
A los mayores les divierten mucho las verdades científicas
presentadas en forma de cuento. Un buen ejemplo que ilustra nuestra
a f i r m a c i ó n e s e l l i b r o d e D a v i d S t a r r 2: L a H i s t o r i a d e u n a P i e d r a . N o h a y
un cuento de hadas que guste más que este que comienza así: “Cierta
piedrecita de un panal petrificado saltó a la tierra al choque del arado
de un labrador que se disponía a sembrar su maíz de invierno”. El estilo
y el lenguaje tienen el encanto de un cuento de Andersen; el tema está
tan bien tratado como los cuentos de Turingia que recogieron los
hermanos Grimm, y comienza de la misma manera que los cuentos de
hadas antiguos. Otro ejemplo es esta narración: “Una vez, hace muchos
años, tantos que no es posible saber cuando fue, en aquellos en que por
las grandes tierras del noroeste solo se veían colinas ásperas y áridas
llenas de cobre y cuarzo, bordeadas de altas montañas y desoladas
planicies, en una palabra, en un tiempo inmensamente lejano, al
noroeste de Wisconsin vivía una diminuta aguamala”.
El doctor Jordan ha tomado como tema la vida de los peces de mar y
río. No hay ningún niño que en la edad heroica no se entusiasme
oyendo contar el cuento del salmón; “Un pequeño y curioso ser que
mide menos de media pulgada de largo, con grandes ojos que miran
fijamente y ocupan casi la mitad de su tamaño, y de cuerpo tan
transparente que su sombra no puede proyectarse”. El relato de la
batalla que tuvo que librar en el comienzo d e su accidentado viaje; el
alegre episodio con el arenque, y su terrible conflicto con los leones de
mar; siempre nadando y siempre creciendo, haciéndose cada vez más
osado, y corriendo en su reino acuático tantas aventuras como el
2 David Starr Jordan (1851-1931) Ictiólogo, educador y pacifista de los Estados Unidos.
100
Capítulo XIV
¿Vale la pena el esfuerzo que realiza el narrador?
1Textos tomados de la colección homónima que entre 1963 y 1974 publicara la Biblioteca Nacional José Martí.
Como en Cuba, en los años sesenta, no era costumbre señalar en lo publicado el nombre de los traductores,
debemos aceptar el testimonio de Mayra Navarro Miranda que nos asegura que Eliseo Diego y María del Carmen
Garcini se encargaron de traducir a todos los autores incluidos aquí, con excepción de Marie L. Shedlock, no
publicada en esa época pero que por su importancia el compilador decidió incluirla.
106
La narración de cuentos: un
arte popular
Ruth Sawyer2
2
- Ruth Sawyer Durand, Nace en Boston el 5 de agosto de 1880; muere en Nueva York el 3 de junio de 1970.
Viajó a Cuba en 1900 para enseñar el arte de contar cuentos a los maestros de pre-escolar.
107
3 Hoy sigue siendo en gran medida un arte popular aunque ha incorporado un conjunto regular y orgánico de
saberes, de tecnologías, que hacen de él también un Arte influenciado por la Escritura o las Artes Escénicas, el
Audiovisual y la técnica digital. Incluso entre los cultores tradicionales comienza a ser visible un proceso de
refuncionalización que le permite comunicarse con el hombre contemporáneo. Entre los pueblos originarios de
todas partes del mundo, incluso, es ya notable que como parte de un proceso resistencia cultural, más que de
aculturación, se aprovechan los recursos y los medios provenientes de las culturas dominates o coloniales. La
periferia se torna centro.
110
4 Únicamente se han encontrado referencias, pero sin datos, sobre Jevgenija Eduardova Lineva, a quien se
señala como folclorista y etnólogo, pero ni siquiera tenemos la certeza de sea ella la autora del libro señalado en el
texto. Lineva es un apellido ucraniano muy común por lo que podría señalar a otra persona.
5 (1854-1926). Escritor miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras.
6 Cada vez más se demuestra que no es cierto, aún cuando se ha repetido hasta el cansancio, que en la segunda
mitad del siglo XX apareciera la “novedad” del arte de narrar como un Arte desprovisto de utilitarismos y
centrado en su condición de tal. Para los narradores orales europeos y norteamericanos, que se conocemos a
través de su relación con la práctica escolar y bibliotecaria de La Hora del Cuento, este era también era arte liberado,
independiente, destinado a todos los públicos y todos los espacios, incluidos los escénicos.
113
7 Para obtener información psicoanalítica más actualizada ver, entre otros, a Bettelheim, Bruno (2006).
Psicoanálisis de los cuentos de hadas, Colección Ares y Mares. Barcelona: Editorial Crítica.
Franz, Marie-Louise von. Érase una vez: una interpretación psicológica, Barcelona: Luciérnaga. (1993). -
Símbolos de redención en los cuentos de hadas, Barcelona: Luciérnaga. (1990)
114
8 Autor entre otros libros de Czechoslovak Fairy Tales publicado en 1919 con ilustraciones de Jan Matulka, así como
una traducción del Kalevala.
9 Obra teatral escrita por Paul Osborne en 1938 basada en una novela de Lawrence Edward Watkin (1901-
cosas que he leído en los libros. A veces les hago creer que todo
aquello me pasó a mí. Digo “yo” en vez de “él” y no creo que con esto
mienta. Es más bien que trato de hacerles creer. Me gusta sentir que me
han pasado aventuras maravillosas, de modo que algún día me iré por
ahí a buscarlas”.
Este joven había sentado la pauta general que rige la narración de
cuentos. Fuerte y universal como ha sido en todo tiempo el impulso de
oír narrar un cuento, el impulso de contarlo ha sido siempre mayor. Y,
tras todo esto, el deseo primario de hacer algo, de arriesgarse. Ese
deseo que fue como un latigazo para Stevenson; que lanzó al mar a
Rockwell Kent y arrastró a Stefansson y Du Chaillu hasta los últimos
confines de la tierra.
Durante incontable número de años he estado investigando los
orígenes de la narración de cuentos. He a prendido muy poco. No soy un
antropólogo, sino una investigadora modesta aunque bastante acuciosa.
Pero lo que hallé me ha deslumbrado. Creo que vale la pena de
compartirlo con otros, en la esperanza de que ha de servirles de
estímulo haciéndoles sentir la necesidad de avanzar más lejos aún, de
proseguir la búsqueda de nuevas tierras desconocidas, de atesorar para
los demás, a fin de que al término de la jornada puedan devolver
siquiera una mínima parte en pago de la herencia que a todos nos legó
el pasado.
The Way of the Storyteller, The Viking Press, New York, 1942.
118
10 Para profundizar en este tema recomendamos, entre otros: - Ong, Walter J. Oralidad y escritura.
Tecnologías de la palabra FCE, México, 1997 – Olso, David . y Torrance, Nacy (compiladores) Cultura
escrita y oralidad Gedisa, España, 1991.
11 Kathāsaritsāgara, colección de leyendas de la India (Siglo XI)
12 Relatos escritos en latín entre el los siglos XIII y XIV. Publicados por primera vez en 1473 en la ciudad de
Lovaina.
13 Giovanni Boccaccio (1313-1375) Escritor y humanista italiano, autor, entre otros libros, del Decamerón.
14 Geoffrey Chaucer (1340-1400) Escritor, poeta, filósofo y diplomático británico, más conocido por ser el autor
15 Libro apócrifo de Adán es el nombre que reciben varios textos apócrifos que se refieren al personaje.
Podría tratarse del Libro de Adán, escrito en 1403 y publicado en 1799, traducido al inglés por Michael
Stone. Es muy abundante la literatura apócrifa judía, cristiana y gnóstica alrededor de Adán y Eva por lo que
recomendamos consultarla. Entre otros ver: Libro de Adán romance compuesto a partir de fábulas
orientales, traducido del copto al alemán por Dillmann, “Christliche Adambuch de Das” (Göttingen, 1853),
y luego al inglés por Solomon Caesar Malan con el título de “El libro de Adán y víspera” (Londres, 1882).
Testamento de Adán, fragmentos escritos en siricaco traducidos por Ernest Renan (Asiatique del diario,
1853, II, pp. 427-469). Penitencia de Adán publicado en latín y traducido al alemán por Wilhelm Meyer
(Munich, 1879). Libro de las hijas de Adán, mencionadas en el catálogo de Papa San Gelasius en 495-496,
que lo identifica con el nombre de Libro de los Jubileos, o “Pequeño Génesis”. Ver también Testamento de
nuestros primeros padres, citado por Atanasio, el sirio.
122
16
Alcuino de York (735-804) Teólogo y pedagogo.
123
recitación pública; eran los únicos autorizados para narrar en medio del
salón, y sus beneficios personales consistían en “un arpa del rey, un
anillo de la reina, traje, caballo y lienzo; y de parte de la corte, el
mantenimiento diario”.
Los festivales continuaron celebrándose entre los galeses irlandeses
hasta que con las últ imas dos guerras se perdió la costumbre. Una vez al
año, hombres, mujeres y hasta niños venían de todas partes a
representar comedias antiguas, a cantar, a bailar, y a narrar historias.
No sé cómo serían estos festivales en Gales, pero en Irlanda todos se
vestían con el traje tradicional verde y naranja y al amanecer del primer
día una banda de gaiteros subía a las colinas de las afueras de Dublín
para acompañar a los visitantes en su entrada. A la medianoche del
tercer día acudían de nuevo a las colinas p ara despedirlos. Yo lo sé,
porque subí con ellos.
La Edad Media, del siglo x al xv, fue una época de grandes luchas y
temores: el hombre acosaba al hombre, el señor feudal al señor feudal,
el reino al reino. No es extraño que aquella gente se aferrase
desesperadamente a los pocos ratos que gozaba de distracción y
esparcimiento. Las señoras en sus telares, los monjes en sus refectorios,
los barones feudales en sus cacerías o aventuras, quienesquiera fuesen y
no importa lo que estuviesen haciendo, hallábanse siempre dispuestos a
escuchar un buen relato. Época sumamente fructífera para todo aquel
que poseyese una rica imaginación, buena memoria y gracia para narrar.
Surge el cuento picaresco junto a las leyendas de santos, de Cristo y de
la Virgen; y las historias de bandidos rivalizan en popularidad con los
relatos heroicos.
Los trovadores andaban por doquiera. Los más notorios, como
R a i m b a u t d e V a q u e i r a s 17, S o r d e l 18 y V i d a l 19, v i v í a n e n s u s p r o p i o s
castillos, y a muchos de ellos se les otorgó el título de caballe ro.
20 No se encontraron refrencias.
128
The Way of the Storyteller, The Viking Press, New York, 1942.
23El llamado “renacimiento” de la Narración Oral parece remontarse más que a los años 60 y la generación de la
“Imaginación al poder” a la primera mitad del siglo XX. Valdría la pena estudiar el tema.
130
La narración y su estructura
J . B e r g E s e n w e i n y M a r i e t t a S t o c k a r d 24
Introducción a la narración
más frases, los principales personajes del cuento, a la par que los
presenta ya en el marco donde han de desenvolverse.
Ahora bien, ¿qué se entiende por interés? Interés es aquello que
despierta en la mente una sensación de expectación y nos hace pensar: o
bien: ¿cómo fue que esto ocurrió? En resumen, la buena introducción
no sólo preludia la acción, sino que virtualmente la inicia.
Mas, aun, si es verdaderamente efectiva, en una o dos palab ras fija
también el ambiente del cuento. Se trata de un procedimiento similar al
utilizado en el escenario del teatro de la época Isabelina, cuya
decoración se hallaba reducida a un mínimo, dejándose a la imaginación
del espectador el suplirla con la evocación.
La buena introducción provoca justamente ese proceso de evocación
en el niño, pues lo incita a formar sus propias imágenes y situar los
cuadros que servirán de fondo a la trama que se le anuncia. Es evidente
que no todos los muchachos han visto, por ejemplo, un bosque o lo que
es más difícil aún, una cueva de hielo; pero debe considerarse que hoy
día esto es fácilmente subsanable, ya que la fotografía y el
cinematógrafo actuales han ampliado notablemente el escenario del
niño. De ahí que al presentarle, por ejemplo: “había una vez un horrible
enano que guardaba su caballo en una escalofriante cueva de hielo”, el
niño pueda y sepa evocar con facilidad una fotografía de e sta última,
que con toda seguridad conoce.
El narrador no debe nunca perder de vista, al preparar su
introducción, el poder de sugestión que esta supone. Es decir, evitará el
dibujo demasiado exacto del escenario que se presenta. Véase el caso
siguiente: “Juan vivía en una cabaña cuyo jardín era lo bastante largo
para que Bruno pudiera voltearse tres veces en él”. Tal presentación es
más estimulante a la imaginación que si se emplease el adjetivo
“pequeño” o, lo que es peor, se recurriese a una medida exa cta como
“veinte pies cuadrados”. El narrador puede valerse de nombres y verbos
tan claros y pintorescos que sean capaces por si mismos de evocar una
132
La moneda de plata
Érase una moneda que llegaba reluciente de la Casa de l a Moneda,
saltando y sonando:
- ¡ Hurra! ¡Ya salgo a recorrer el mundo!
Hans Christian Andersen (Cuentos de Hadas)
La cenicienta
Había una vez un hombre muy rico que perdió a su espos a y quedó
solo en el mundo con su pequeña hija. Por más que se sintieran muy
tristes y solitarios, los dos vivieron en santa paz durante todo un
verano, un otoño y un invierno. Pero al llegar la primavera el hombre se
casó de nuevo, y desde entonces las co sas cambiaron para la niña.
(Cuentos de los Hermanos Grimm)
Rumpelstikin
Había una vez un pobre molinero que tenía una bellísima hija. Y
sucedió que en cierta ocasión se encontró con el rey y, para darse
importancia, le dijo:
- Tengo una hija que sabe hilar tan bien que convierte la h ierba seca
en oro.
(Cuentos de los Hermanos Grimm)
El nudo de la narración
26 Las fórmulas -entre ellas las que se corresponden con uso del tres como número mágico o como símbolo en
muchas culturas- y su presencia en los cuentos a través de triadas de personajes, de objetos, de situaciones, de
premios y castigos, etc. son característica de las narrativas orales cuya función primordial parece estar relacionada
con la necesidad de memorización de los relatos o para introducir elementos que aumenten la tención interna de
ellos, sin olvidar que al ser una convención extendida y conocida propicia la recepción inmediata. Para los
psicoanalistas el tres tiene además una connotación sexual.
136
El desenlace de la narración
“Jack tenía más valor que yo. ¿Sería tan valiente como él si intentara
hacer lo mismo?”
medida que los niños crecen se les debe ir llevando a la lectura de los
originales, para que descubran por sí mismos el encanto, la maravi lla y
la fuerza de inspiración que esperan a todo aquel que por primera vez
se acerca a una obra maestra. ¿Quién, por ejemplo, se atrevería a
adaptar “El Cántico de Navidad”, “Hiawatha” o “Rip Van Winkle”?
Cada palabra de estos mágicos relatos s necesaria para llevar un mensaje
a la mente y al corazón.
La segunda advertencia es de signo positivo: a cada paso de la
adaptación hay que recordar que el cuento se va a contar, a relatar,
a trasmitir oralmente . La literatura oral y la escrita varían
e s e n c i a l m e n t e e n e l m é t o d o 27. P a r a s e ñ a l a r s ó l o u n a d i f e r e n c i a , l a
palabra impresa permanece en las páginas y su recuerdo puede ser
renovado indefinidamente; mientras que la palabra oral, según la imagen
de Longfellow; es como el vuelo de una flecha, fugaz y difícil de seguir.
Cada idea, por lo tanto, debe tener su expresión oral apropiada, exacta;
cada palabra, su perfecta compañera; cada grupo, su secuencia; y todo el
conjunto se proyectará en imágenes de modo que cada escena –como en
una película- suceda a la otra con claridad y fuerza. En resumen, la
descripción en el relato debe presentar la acción en forma tal que cree y
evoque en el que escucha una re -elaboración clara y precisa de los
audaces trazos dibujados por el narrador.
Toda adaptación requiere:
1. Analizar el cuento
El análisis de un cuento implica algo más que fragmentarlo en sus
componentes. Supone también la clasificación de esos elementos en
principales y secundarios así como la determinación de las relaciones
que existen entre unos y otros. Quizás el m ejor plan sea el hacernos
preguntas acerca del cuento. Seguramente será un buen método persistir
hasta encontrar una respuesta satisfactoria a cada una de las
27Recomendamos sobre este tema consultar las obras de Milman Parry, Walter J. Ong, Erick A Havelock, Paul
Zumthor, David R. Olson, Adolfo Colombres, Antonio Rodríguez Almodóvar, Margit Frenk Alatorre, Ulpiano
Lada, entre otros muchos.
141
28Para profundizar en el tema de la clasificación de los cuentos folklóricos consultar: Aarne, Antti y Stith
Thmpson, Los tipos del cuento folklórico. Una clasificación, Academia Scientiarum Fennica, Helsinki, 1995.
Propp, Vladimir Morfología del Cuento, Fundamentos, Madrid, 1987 y Las raíces históricas del cuento,
Fundamentos, Madrid, 1987.
144
E l p r o f e s o r S t . J o h n , e n s u l i b r o “ S t o r i e s a n d S t o r y - T e l l i n g ” 29, h a
señalado que la vivacidad en la narración puede incrementarse
cambiando el discurso in directo a directo. “Y cuando recapacitó se
dijo: “me levantaré e iré junto a mi padre”, es mucho más efectivo que
si decimos: “Y cuando recapacitó se dijo que iría junto a su padre”. Con
frecuencia es preciso alterar el estilo literario del cuento . Puede
simplificarse el lenguaje mediante el uso de palabras sencillas y de
oraciones cuya estructura siga la bien conocida ley de la economía de la
a t e n c i ó n d e S p e n c e r 30. S i n e m b a r g o , e l v a l o r e d u c a t i v o d e u n r i c o
lenguaje literario no tiene precio. Nadie, ni madr e ni maestra, tiene
derecho a destrozar las grandes frases de la literatura llevándolas a un
lenguaje vulgar que, sin lograr mayor claridad, sólo contribuya a hacer
del cuento algo insípido y sin resultado alguno. Si Oliver Wendell
H o l m e s 31 d a b a g r a c i a s a l a p r o v i d e n c i a p o r h a b e r c r e c i d o e n t r e l o s
enormes infolios de su abuelo, muchos de nosotros debiéramos también
agradecer el haber oído de nuestros padres durante la niñez las sonoras
y c r i s t a l i n a s p a l a b r a s c o n q u e l a B i b l i a , S h a k e s p e a r e , M i l t o n y B u n y a n 32
enriquecieron el idioma inglés. Siempre será preferible que al niño se le
escape el significado de una frase a que pierda la oportunidad de oír la
belleza del idioma en su forma más pura. La prudencia nos indicará aquí
los límites necesarios.
Una observación final sobre los métodos de adaptación: sean cuales
fuesen los cambios que introduzcamos en los personajes históricos, en
sus palabras o su conducta, debemos estar muy seguros de que dichas
alteraciones añaden vivacidad e interés real al cuento sin defor mar la
verdad. Una cosa es utilizar la imaginación y otra transformar a un
personaje en algo que no fue y que obligará al niño, en años venideros,
a rectificar sus primeras impresiones. Grábense bien estas palabras:
podemos poner de vez en cuando nuestras propias palabras en boca de
La preparación de la narración
oral
Joseph Berg Esenwein y Marietta Stockard
Goliat y aquella terrible lucha enta blada entre los dos pueblos guerreros
de los cuales eran unidos nuestros dos personajes.
De especulaciones como estas surgirá ese algo intangible que
llamamos ambiente, y que es parte sustancial de toda obra de arte.
El lenguaje de la narración
37
Nace el 5 de mayo 1854 en Bologne (Francia) muere en 1935 (Inglaterra). Conocida en los Estados Unidos
como El Hada Madrina. Está documentado que a principios del siglo XX contaba cuentos con adultos (ver nota),
lo que la convierte en una de las pioneras de lo que en la década del sesenta se empezó a extender por todo el
mundo y que hoy son consideradas como las formas contemporáneas del arte de narrar, o del llamado
“renacimiento de la Narración Oral”.
166
Creo recordar (después de tantos años) que mi lenguaje al narrar la historia era
38
39
La diferencia de ortografía en la redacción pone de manifiest o con qué alegría
ofrecen los niños una alternativa ortográfica esperando que una u otra satisfaga lo
que exige la situación.(N. del O.)
169
historia india que había escogido para aquella sesión y que se llamaba
El Tigre, el Chacal y el Brahamán. Ocurrió que los más ancianos no habían
visto jamás ni siquiera fotos de los animales salvajes. Tuve en cuenta el
consejo y realicé una pequeña explicación sobre el tigre y el chacal.
Expliqué también el significado de la palabra Brahmán, de forma
general, claro está, para evitar que el público lo clasificase dentro del
grupo de los animales salvajes. Entonces, continué con mi historia en el
transcurso de la cual mencioné a un búfalo. A pesar de la advertencia
que me habían hecho, m e pareció imposible pensar que los oyentes no
conociesen a este animal y, por tanto, proseguí con la oración que
contenía esta palabra y terminaba así: “…y entonces el brahmán
encontró a un viejo búfalo que hacía girar una rueda”.
Al día siguiente, mientra s daba un paseo por el pueblo, entablé
conversación con una chica de trece años que había asistido a mi
representación el día anterior y que comenzó al instante a repetir, con
sus propias palabras, el cuento indio al que me refiero. Cuando llegó a
la oración que he mencionado, quedé atónita al escuchar su versión, que
era algo así: “…y el sacerdote se encontró con un viejo que iba
empujando una carretilla”. La interrumpí inmediatamente porque no era
capaz de identificar la oración como parte de la historia que les había
contado y le pregunté hasta que descubrí que, evidentemente, había
interpretado la palabra búfalo como un “buffer” llamado Low, pensando
probablemente que se trataba de una forma india de apelación que,
aunque no sonase bien para un irlandés, trató con algo más de respeto.
Luego, al no conocer ninguna rueda más familiar que la de una
carretilla, la joven narradora completó la imagen en su mente,
resultando muy real pero, debo admitirlo, perdiendo con ello algo de la
atmósfera india que yo habí a tratado de presentar.
41
En la Biblioteca del Congreso de Washington. (N. del O.)
174
42
Cartas a T. E. Brown, p. 55 (N. del O.)
43 Aunque el tema de la parábola bíblica de el hijo pródigo (Lc 15,11-32) ha sido motivo para obras de casi todas
las artes podría tratarse de la versión para mimos del drama del mismo nombre del dramaturgo francés Jean-
Antoine du Cerceau (1670-1730) .
175
44
Con respecto a esta profecía se han experimentado grandes cambios durante
los últimos veinte años. (N. del O.)
176
47
Para obtener más ejemplos sobre este tema consulte When Burbage Played de
Austen Dobson y In the Nursery de Hans Christian Andersen. (N. del O)
178
48
Les jeux des enfants, p. 16. (N. del O.)
180
acomodada que poseen este don y una forma mucho más eficaz para
captar su atención que la simple lectura en voz alta.
Lady G r e g o r y 49, hablando de los ancianos de un asilo de
desamparados en Irlanda, estaba realmente conmovida por el extraño
contraste que se producía entre la pobreza de los narradores y el
esplendor de los cuentos y decía:
Principios básicos
Marie L. Shedlock
Sería una perogrullada sugerir que los principios básicos para lograr
el éxito en el arte de la narración de cuentos son el interés y la fuerza
de la expresión, y que, sin ellos, ningún narrador llegaría muy lejos;
pero sostengo que, incluso estando en posesión de estos dones, se
necesitan otras cualidades para conseguir una representación de calidad,
entre las que sitúo en primer lugar la simplicidad aparente, que es el
arte de ocultar el verdadero arte.
Me estoy refiriendo al narrador público, o al profesor ante un grupo
de niños y no a la abuela que espontáneamente (y cada vez más
inusualmente) cuenta historias al amor de la lumbre, como evoca
Béranger1 en su poema Souvenirs du Peuple:
1 Pierre-Jean
de Béranger (1780-1853) Francés. Autor de canciones.
2
Niños, pasó por este pueblo, / y después lo siguieron reyes. / ¡Pero de eso hace
ya mucho tiempo! / Con el cuchillo en la mano, / entré en el cuarto para ver
mejor. / Llevaba un sombrero pequeño / y una levita gris. / Me dijo: Buenos días,
querida. / ¿Te habló abuela? / ¿Te habló? ( N. del O.)
182
A continuación les ofrezco dos ejemplos del efecto que produce dicha
saturación; en uno de ellos demostraré que la falta de método no impide
la consecución del efecto apropiado, mientras que en el otro ilustrar é
que cuando se combina con ciertas cualidades secundarias del artista, el
éxito está asegurado.
Como ejemplo del primer caso, recuerdo una experiencia que tuve en
el norte de Inglaterra cuando la directora de un colegio de educación
infantil me pidió que escuchase a una joven inexperta mientras contaba
un cuento a un grupo de niños muy pequeños.
Nada más comenzar, me sentó algo decepcionada por su falta
completa de método. Parecía que reunía los defectos más perjudiciales
que pudiesen arruinar la actuación de un orador. Su voz era áspera, sus
gestos torpes, exagerados y melodramáticos. Pero, a medida que fue
avanzando, comencé a dejar de lado todos esos fallos y, en realidad,
llegué a olvidarme de ellos por lo absorta que estaba la narradora, tan
saturada por su propia historia que pronto contagió al público el
tremendo interés que tenía en ella y los niños permanecieron totalmente
hechizados.
El otro caso ocurrió durante una mirada furtiva tras el escenario en
una ocasión en la que el difunto M. Coquelin4 me invitó a visitarle en su
6
Para obtener más información sobre la preparación de la historia consulte el
capítulo “Lo que preguntan los profesores”. (N. del O.)
7 Sully defiende que a los niños les gustan las repeticiones exactas porque existe
otro interés que preparar se para alcanzar el nivel mejor y las historias,
aunque sean menos numerosas, estarán perfectamente terminadas y
pulidas y producirán un efecto de sorprendente importancia.
En su historia El porquerizo, Hans Andersen expone:
S e g ú n L a f c a d i o H e a r n 8:
8Patrick Lafcadio Hearn 1850-1904) Escritor también conocido como Koizumo Yakumo por su conocimiento y
divulgación de la cultura tradicional japonesa.
188
Con este término no aludo a nada que vaya en contra del evangelio de
la simplicidad que vengo predicando constantemente, pero, a falta de
una mejor, utilizo la palabra “artificios” par a referirme a los
mecanismos mediante los que procuramos atraer y mantener la atención
del público. El arte de narrar un cuento es, en realidad, mucho más
difícil que representar un papel sobre un escenario: en primer lugar,
porque el narrador es el único responsable de todo el drama y de la
atmósfera en que se desarrolla. Tiene que vivir la vida de cada uno de
los personajes y comprender su relación con el resto. En segundo lugar,
porque su escenario es como una miniatura y sus gestos y movimientos
deben ajustarse de forma que no destruyan la sensación de proporción.
A menudo he percibido que hay actores que, acostumbrados a los
escenarios amplios, tienden a marcar en exceso sus gestos y
movimientos cuando están contando alguna historia. La preparación
especial del narrador debería consistir, no solo en el entrenamiento de
la voz y la elección cuidada del lenguaje sino, sobre todo, en el control
de la sugestión, que no siempre se puede emplear en el escenario
porque se ve dificultada por la presencia de los objetos reales. El
narrador tiene que presentar dichos objetos ante un órgano más
delicado, “el ojo interior”.
Tan convencida estoy del carácter minucioso del arte de la narración
que creo que nunca se puede conseguir una representación
perfectamente artística de este tipo en un recinto muy amplio o ante un
público muy numeroso.
189
1
Se refiere a los Estados Unidos de América.
2
En la Universidad de Verano de Chautauqua, Nueva York y en el Parque Lincoln,
Chicago. (N. del O.)
190
Por lo que respecta a las manos, sin ayuda de las cuales toda
expresión resultaría débil y deficiente, sería imposible
enumerar la cantidad de movimientos que pueden realizar,
dado que su poder de expresión llega a ser equiparable al del
lenguaje. Pues, otras partes del cuerpo resultan útiles para el
hablante, pero de ella s se podría decir que son capaces de
hablar por sí solas. Con nuestras manos podemos pedir,
prometer, llamar a una persona hacia nosotros y hacer que se
aleje, amenazar, suplicar, indicar miedo o desagrado; con
nuestras manos expresamos alegría, aflicción, duda, gratitud,
penitencia… señalamos la medida, la cantidad, el número y el
tiempo. ¿Es que carecen nuestras manos del poder de incitar,
7
De La educación del orador, libro II, cap. 3. (N. del O.)
193
8 Posiblemente se esté refiriendo a William Kingdon Clifford (1845-1879) Filósofo y escritor inglés.
196
Pregunta no. I: ¿Por qué considero necesario invertir tantos años en el arte
de la narración de cuentos que, al fin y al cabo, ocupan una porción tan
pequeña de la literatura?
Del mismo modo que un actor considera importante prepararse
durante muchos años para el escenario aunque la literatura dramática
sea solo una rama de la literatura general. El reino de la fantasía es
el reino legítimo de los niños; estos también disfrutan de las
dramatizaciones, como nosotros, pero dado que los buenos
narradores son, comparativamente, tan escasos, sus necesidades
dramáticas no quedan plenamente satisfechas. ¿Cuál es el resultado?
O bien los llevamos a r epresentaciones propias de personas mayores
o creamos teatros infantiles en los que las obras, encantadoras como
deben ser, se encuentran necesariamente privadas de los elementos
esenciales que constituyen un drama… o pierden parte de su valor
para adaptarse a la capacidad del niño. Por tanto, lo más sensato es
que, mientras que el niño es pequeño, se limite a la simple narración
de historias porque como a esa edad su imaginación es más viva,
198
Pregunta no. II: Qué se debe hacer si un niño te pregunta ¿esa historia es
verdadera?
Espero que no se me considere demasiado utópica si digo que es
muy fácil, especialmente con los niños más pequeños, enseñarles que
la verdad es una cosa relativa que depende de los ojos con que se
mire. Si no tememos explicarles a nuestros hijos que en la vida hay
personas mayores que no ven las cosas que otros ven, mitigaremos
sus dudas.
Q u e y r a t 148 d i c e e n s u I m a g i n a t i o n C r é a t r i c e :
Resulta muy simple enseñarles a los niños que si uno mantiene las
cosas en el lugar al que pertenecen, serán verdaderas con respecto a
las demás; pero si uno arrastra esas mismas cosas fuera de la velada
atmósfera de la ensoñación y las introduce a la fuerza en el terreno
de los hechos reales, el resultado será totalmente incongruente. Por
poner un ejemplo concreto: la llegada del carruaje hecho de una
calabaza y conducido por ratones está en completa armonía con el
148No encontramos referencias directas sobre este autor o su obra pero por el título suponemos se trate de
un discípulo de Théodule Ribot.
199
vínculo que pase, uno por uno, por los objeto s intermedios, salta,
directamente, de una a otra, lo cual crea instantáneamente un
conflicto con el sentido común”.
Este pasaje contiene tanta porción de verdad personificada en los
cuentos fantásticos como en los poemas, por lo que resultaría
interesante tomar algunos de dichos cuentos y tratar de descubrir en
qué momentos falsean los hechos para obtener una verdad mayor.
Tomemos, por ejemplo, la historia de Cenicienta: el carruaje y als
calabazas que hemos mencionado, y toda la magia que los rodea, son
falsos en cuanto a la realidad que encontramos en nuestra vida
cotidiana, pero ¿no es una verdad mayor el hecho de que Cenicienta
pudiese escapar del ambiente opresivo en el que se encontraba
pensando en el esplendor que podía haber fuera? En este sentido,
todos hemos viajado alguna vez en carruajes hechos con calabazas.
Pongamos por caso la historia de Psique en cualquiera de las
formas en que se presenta en el folclore popular. La transformación
mágica de la amante es falsa con respecto a la realidad, pero ¿no es
una verdad más elevada el hecho de que a menudo nos
transformamos según las circunstancias y que el amor y el coraje
pueden superar todas las dificultades?
Hablemos ahora del cuento de los tres osos. No resulta demasiado
real que los osos se muestren hospitalarios con los niños que invaden
su territorio, aunque ¿no es verdad que la audacia, con frecuencia,
reduce o previene el peligro?
En el caso de la historia de Jack y la judía gigante, el veloz
crecimiento del tallo de la judía y el encuentro con el gigante son
hechos falsos de acuerdo con la realidad, pero ¿no es verdad que el
espíritu aventurero e intrépido a veces nos aleja de la realidad y de
sus sórdidos acontecimientos?
Todas estas consideraciones son extremadamente sutiles para los
niños y su explicación podría destruir el interés y la emoción de la
narración; no obstante, es bueno que las conozcan los que van a
representar dichas narraciones: no solo les proporciona un
argumento de peso ante las objeciones de personas poco imaginativas
201
Pregunta no III: ¿Qué podemos hacer si un niño dice que no el gustan los
cuentos de hadas?
Este no es un caos infrecuente. Lo primero que debemos
determinar, según las circunstancias, es si ese desinterés procede de
una naturaleza terca y prosaica, de una incapacidad real para
visualizar las imágenes fantásticas o mágicas que presenta la historia,
si proviene (y esta es a menudo la razón real) del temor a que se le
pida que crea lo que su intelecto califica de irreal o si es porque el
niño piensa que es muy mayor para disfrutar de un placer que no va
con sus años.
En el primer caso, debemos perseverar a la espera de que se
desarrolle la imaginación que está latente. Si el niño se queja de la
falta aparente de veracidad, podemos enseñarle lo vari opinta que es
la verdad, como sugerí al responder la primera pregunta. En los otros
casos debemos intentar dejar claro que el placer que se va a
aventurar a sentir crecerá, o decrecerá, con los años, de que mientras
más uno intente convencerse de una cosa, por medio de la
experiencia o el conocimiento, más se alejará de ella.
Pongamos un ejemplo concreto con el caso de Santa Claus. Hemos
perdido casi la ilusión al destruir el último vestigio de misterio en
torno a este personaje introduciéndolo en todos los almacenes y
comercios durante la Navidad.
Pero el mito original nunca debe desaparecer; el vínculo se puede
mantener fácilmente contándoles a los niños, gradualmente, que el
202
149
De Los niños en la literatura y el arte. (N. del O.)
204
150
Fábulas e historias de oriente, publicado por Routledge. (N. del O.)
206
Pregunta no. VI: ¿Es bueno comentar la historia con los niños y alentarles
para que se acostumbren a hacer preguntas sobr e ella?
208
Pregunta no. VII: ¿Es conveniente pedirles a los niños que repitan la
historia después de escucharla?
Mi respuesta es rotundamente negativa. Aunque apreciemos la idea
moderna de la conveniencia de que el niño se exprese por sí mismo,
lamento que esa “auto-expresión” se limite a una mera reproducción.
He tratado este tema con más detalle en otra secc ión del libro. Esta
es una de esas ocasiones en las que los niños deben comprender y no
repetir (aunque los más progresistas crean que existen ocasiones de
este tipo).
209
Pregunta no. VIII: ¿Se debe alentar a los niños para que ilustren las
historias que se les cuentan?
Creo que es un experimento digno de elogi o y de gran interés tanto
para los profesores como para los niños pero si se utiliza
esporádicamente. Sin embargo, dudo bastante que dichas
ilustraciones reflejen fielmente la impresión que ha quedado en la
mente del niño. Se trata de la misma cuestión que se plantea cuando
se le pide, o él mismo pide, reproducir la historia con sus propias
palabras: lo inusual del medio de que se valen las narraciones hace
casi imposible que el niño lo maneje con la destreza necesaria para
expresar lo que desea, a menos qu e se trate de un artista o que su
capacidad de expresión sea extraordinaria.
Mi impresión al respecto, confirmada por numerosos profesores
que han llevado a cabo el experimento, es que en el intento se
mezclan un poco la decepción con la osadía, porque el niño
151
En este tema tengo, en Inglaterra, el apoyo del doctor Kimmins, concejal de
la asamblea del condado de Londres, quien se opone tajantemente a la
inmediata reproducción de historias. (N. del O.)
210
152
Estas consideraciones solo se refieren a los casos en los que se ilustran los
cuentos que se narran. Aunque es cierto que se debe alentar a los niños a que
se expresen a través del dibujo (que es bastante diferente a que se les pida que
expresen por un medio lo que se les ha contado por otro), la aplicación de este
método a la narración es un tema de amplio debate. (N. del O.)
211
Pregunta no. XI: ¿Cuál es el valor educativo del humor en los cuentos que
narramos a nuestros niños?
El humor representa mucho más de lo que, habitual mente, se
entiende por este término. Parece ser que hay demasiadas personas
que piensan que tener sentido del humor significa hacer una gracia
con algún elemento de la historia. Ciertamente, significa algo mucho
más sutil que eso. Fue Thackeray el que dijo : “Puede que el humor
solo se refiera a la risa, pero el humorista pretende por todos los
medios despertar y dirigir nuestra capacidad para amar, para sentir
pena, para ser agradables, para desdeñar la mentira y pretensión, para
mostrar compasión por los d ébiles, los pobres, los oprimidos y los
infelices”. De modo que, en nuestras narraciones, la inclusión del
humor no depende solo de la dudosa diversión que se deriva de una
incongruencia. Debe inculcar el sentido de la proporción en la
imaginación que le m uestre al niño la posición real que ocupa en el
universo y evite una idea exagerada de su propia importancia. Sirve
también para desarrollar la facultad de la lógica, previniendo
conclusiones precipitadas. Acorta el periodo de diversión a causa de
las payasadas y las bromas. Procura una percepción más clara de
cualquier situación, capacitando al niño para que considere el punto
de vista de otra persona. Supone el primer intento de inculcar la
filosofía en la mente infantil y previene gran parte del sufrimie nto
que se produce más tarde por los golpes que da la vida, ya que el
sentido del humor nos enseña desde pequeños a no esperar
demasiado: y esta filosofía se debe desarrollar sin cinismo ni
pesimismo, sin ni siquiera estropear la alegría de vivir.
Uno no puede, sin embargo, destacar lo suficiente que esos
resultados tan trascendentales solo se consiguen mediante el humor,
214
Alicia: “Pero las niñas pequ eñas comen tanto como las
serpientes”.
215
156 (1881-1972) Poeta, novelista, dramaturgo y folclorista irlandés. Considerado una de las personalidades más
relevantes del llamado “Renacimiento celta”.
157 Este dato de la Dra. Freyre quizás haya originado la percepción equivocada de que La Hora del Cuento
pertenece a una llamada “escuela escandinava” o “tendencia escandinava”, inexistente como tal, aunque en
220
siempre, a pesar de ser aquella una región de escasa luz los cuartos
preparados para la hora del cuento se oscurecen por completo
cuando va a comenzar la narración y esta se lleva a cabo a la luz de
una sola vela.
Otras causas vinieron a añadirse a esta ya señalada y a conjurarse
contra la costumbre de contar cuentos: cada día fueron haciéndose
más numerosas las personas que recibían instrucción y podían leer en
los libros directamente; estos se hicieron más abundantes; el idioma
se fue transformando y el cuento se desvitalizó al verterse a otro
lenguaje que no fue el suyo de origen. La vida se fue tornando
urbana y el gran movimiento de industrialización vino a poner fin a
la industria casera. Hace aún pocos años, cuando en algunos países el
hilado reunía grupos de personas en las casas, era frecuente recurrir
al contador de cuentos para entretener las horas de labor.
Pero, como hemos dicho, nunca murió por completo en los países
del norte esta bella tradición. Así fue cómo, cuando los hermanos
Grimm quisieron estudiar y recoger el rico folklore de su tierra, se
dedicaron a viajar por Alemania y oyeron los cuentos tradicionales de
boca de personas de rango social humilde, quienes atesoraban en su
memoria, esas narraciones transmitidas de padres a hijos que
formaban una parte importante del acervo cultural de la nación.
Los educadores han reconocido el valor educativo del cuento
contado, pero en la práctica han llegado a hacer de él un uso que no
ha sido siempre afortunado. Se han servido del cuento sin estu diar a
fondo el arte de contarlo y sin impartir a los maestros los
conocimientos necesarios para emplearlo con fines educativos. Esto
ha venido a plantear un problema interesante ya que los especialistas
en la materia consideran que el contar cuentos es un arte delicado, y
que cuando se recurre a hacerlo con fines meramente didácticos y sin
la debida preparación, se le desvirtúa y llega el cuento hasta a perder
sus posibilidades educativas.
Oigamos sobre este punto lo que dice la propia Marie Shedlock:
“Es de esperar que algún día cuenten cuentos en las aulas solamente
esos países podría haberse originado la practica vigente hasta hoy en muchos países de narrar cuentos en
bibliotecas o instituciones educacionales.
221
kindergarten.
224
Bibliografía
160
Nace en 1935 y muere en La Habana en 1967.
229
Ahora bien, ¿qué clase de arte es, por naturaleza, el arte de narrar?
si nos remontamos a sus orígenes convendremos en que el cuento fue
el vehículo más fácil y natural de revelar la vida: s urge en el afán de
hombre de comunicar sus experiencias y de explicar el grandioso
misterio de la naturaleza que le rodeaba. La forma de transmisión de
estas vivencias tenía la fuerza y el interés de todo aquello que se ha
sentido o vivido. El narrador con temporáneo, si desea conservar
incólume este arte ancestral, ha de perpetuarlo en su esencia,
aparentemente sin artificio alguno, ingenuo y sin elaboración: ha de
brindar a su época la entraña fascinante que encierran los antiguos
mitos y fábulas que, repe tidos miles de veces, a través de los años,
guardan siempre el interés peculiar que los engendró.
propias, esa ironía sutil que jamás hiere y, en fin, todos los valores
que acreditan las obras de Andersen como inmortales. Ofreceremos
la historia con nuestras palabras —y allí reside la facultad creadora
del narrador—, pero sin alterar la esencia medular de este cuento
inimitable.
El clímax
Necesidad de la secuencia
El acondicionamiento externo
realizar con las palabras lo que este hace con los colores: b usca y
mezcla hasta que obtiene el tono preciso para lo que desea pintar.
El ritmo de la narración
El recurso de la mímica
El lenguaje de la narración
El miedo escénico
La apariencia externa