Significado de Angustia
Significado de Angustia
Significado de Angustia
Taquicardia
Sudoración
Temblores
Sensación de falta de aire.
Síntomas
Posibles tratamientos
Los problemas de angustia son muy frecuentes en nuestros días y, sin lugar a dudas, el
tratamiento más efectivo para solucionarlo es acudir a terapia psicológica.
Los psicólogos son profesionales preparados para tratar este tipo de problemas, que
pueden ayudar a los pacientes a descubrir las causas subyacentes de sus preocupaciones
y temores; y pueden facilitarles ciertas herramientas que les ayuden a relajarse y a mirar
las situaciones desde una nueva perspectiva. Asimismo, pueden ayudar a éstos a
desarrollar mejores habilidades de afrontamiento y resolución de problemas.
La terapia psicológica para los problemas de angustia suele ser corta, pues los pacientes
mejoran en 8 o 10 sesiones terapéuticas. La terapia cognitivo conductual se ha mostrado
muy efectiva como modelo terapéutico en el tratamiento de los trastornos de ansiedad,
pero también también son efectivas otros tipos de psicoterapia como la terapia de
aceptación y compromiso o la terapia cognitiva basada en mindfulness (MBCT).
En casos extremos, el uso de fármacos puede ser una buena ayuda como complemento
del tratamiento psicológico, especialmente en aquellas situaciones en las que es
necesario reducir los síntomas rápidamente, como por ejemplo, para tratar un trastorno
de angustia. Sin embargo, la administración de fármacos no debe ser nunca la única
opción terapéutica elegida, y siempre se inicia por indicación médica.
Si quieres profundizar en el tratamiento de la angustia, puedes leer este artículo: “6
tratamientos eficaces contra la ansiedad”.
Causas de la angustia
Las causas que provocan angustia en una persona son múltiples, y se suelen relacionar
con situaciones importantes que ocurren en la vida como:
La angustia se parece al miedo, pero aparentemente no tiene objeto, no se ajusta a ningún fin.
La angustia, al parecer, no sirve para nada, es como un miedo a nada y que puede durar
mucho tiempo. A menudo, para no hablar de angustia, se habla de ansiedad. ¿Qué es la
ansiedad? ¿Una enfermedad, una emoción, un afecto? El término ansiedad está extraído del
manual que emplean psiquiatras y psicólogos clínicos para diagnosticar (DSM-IV). En él
aparecen reseñadas las crisis de pánico y los trastornos de ansiedad, dos cuadros clínicos
diferenciados. En uno la angustia sobreviene de manera inminente, como sería en un ataque
de pánico, y en el otro la angustia aparece de manera continua, como una angustia flotante.
De hecho, la angustia está presente en la mayoría de los trastornos mentales.
Pero, ¿qué ocurre con los síntomas mentales? ¿De dónde provienen esos temores, esas ideas
de que me puedo volver loco, me puedo morir, ese no sé lo que me pasa? El cuerpo, con sus
síntomas, canta, le pone letra, a la música de la angustia, y lo hace como un modo de paliar lo
que no podemos poner en palabras. Interpretar esa música es tarea del psicoanalista.
La angustia es una señal, una brújula para la vida psíquica. Si no nos cuestionamos nada sobre
ella, esa señal se abre paso no sólo hasta el cuerpo en forma de síntomas, sino también hasta
los objetos que nos rodean, hasta el mundo que habitamos. Uno, para no sentir angustia, es
capaz de ponerse enfermo. Enfermo de neurosis. O generar una fobia. O una neurosis
obsesiva. Y este hecho es muy corriente, porque el ser humano tiende a escapar de la
angustia, y en esa tendencia estropea cosas, empezando por su cabeza y siguiendo por el
mundo que le rodea.
La angustia no es algo patológico, que se debe curar o aplacar sea como sea. La angustia es un
afecto estructural del ser humano, la padecemos todos, y tan sólo aparece como patológica
cuando traspasa un determinado umbral, unos niveles. La angustia es inherente al ser
humano, porque remite a la completud mítica de la primera infancia, cuando el lactante
encontraba todo lo necesario en el amor y los cuidados maternos. Esto, que parece tan
teórico, se vivencia a diario, cada vez que una situación nos decepciona: ese trabajo que creía
que me colmaría y ahora no es como me lo imaginé, esa mujer a la que deseé durante tanto
tiempo y ahora resulta que también tiene defectos, esos objetos (la televisión de plasma, el
coche, lo que sea) que anhelé durante meses y que tampoco me satisfacen… Todas esas
vivencias de frustración, de búsqueda infructuosa de aquella completud, generan angustia:
ocurre cada vez que algo que yo pensaba que sería perfecto se rompe.
En resumen, que la angustia es lo que media entre el goce (que es siempre el goce de la
madre, aquella completud narcisista del bebé) y el deseo, situación que se nos plantea varias
veces al día, cada día, todos los días de nuestra vida. Cuando siento angustia puedo dejarme
caer en los brazos del goce, que es un goce imposible, o movilizarme a través del deseo. Una
persona orientada hacia el deseo tendrá una gran capacidad de trabajo, para las relaciones
sociales, para la vida de pareja o las relaciones amorosas, es decir, una persona capaz de
trabajar, gozar y amar.
El psicoanálisis ofrece una herramienta para que aflore lo inconsciente, para que el sujeto sepa
por qué está angustiado y, por el hecho de poder ponerle palabras a su angustia, deje de
experimentarla como algo displacentero. Es decir: el psicoanálisis coloca esa brújula que es la
angustia en las manos del paciente, como un instrumento de navegación para que sea él, y no
su inconsciente, quien decida qué dirección quiere darle a su vida, si la del goce imposible o la
del deseo.
Un factor distintivo de la angustia es que cuando alguien dice que la siente, lo que siente ya es
otra cosa. Porque decir tengo angustia ya es empezar a hablar, y lo correcto sería decir que
uno no tiene angustia, sino que es la angustia la que lo tiene a uno.