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Tipos de Falacias

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UNIVERSIDADAD CATÓLICA LOS ÁNGELES DE

CHIMBOTE
FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS
Escuela Profesional de Derecho

“LAS FALACIAS JURIDICAS Y NO JURIDICAS”

Integrante : FLORES DEL VILLAR, Jorge Joel

Asignatura : LÓGICA JURÍDICA

Docente : Mg. CÁRDENAS MENDIVIL, Raúl

Ciclo : II

Ayacucho, Julio de 2017


DEDICATORIA
A mis padres y familiares por el
apoyo permanente brindado en
nuestra formación profesional.

2
INTRODUCCIÓN

En el presente trabajo se busca explicar lo referente a las falacias, que como es


sabido el término 'falacia' deriva del latín ‘fallacia’, que quiere decir engaño, fraude
o mentira con que se intenta dañar a alguien. De igual forma en el lenguaje
coloquial el término 'falacia' se emplea a menudo con poco rigor para designar
cualquier idea equivocada o creencia falsa, como la falacia de creer que "todos los
judíos son avaros" o que "ninguna mujer es infiel”.

Para mayor entendimiento de la falacia se ha tratado desde diversos enfoques y


autores, ya que es de gran importancia su estudio, ya que como ya se manifestó,
estas son trampas del lenguaje en las que cualquiera de nosotros puede caer al
efectuar un razonamiento. En el presente trabajo se ha estudiado las clases de
falacias citando ejemplos prácticos para mayor entendimiento.

Finalmente se puede decir que el estudio de las falacias estuvo en boga durante le
Edad Media e incluso en los primeros tiempos de la Edad Moderna, pero cayó en
desuso con el advenimiento de la lógica formal contemporánea. No obstanteen los
tiempos actaules, los lógicos están centrando su atención nuevamente en ellas,
pues los refinados métodos de análisis de que disponen permiten estudiar las
falacias no formales, materiales o retóricas de manera mucho más profunda y
mostrar que en ellas hay mucho de interesante y valioso, razón por la cual es de
gran importancia su estudio de las falacias.

LAS FALACIAS JURÍDICAS

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I) NOCIONES GENERALES
Conforme al Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española, el
término falacia proviene del latín (fallacia), y en su primera acepción o sentido, el
diccionario la define como un engaño, fraude o mentira con que se intenta engañar
a otro. Ampliando el significado el término falacia alude a ese funesto hábito de
emplear falsedades en daño ajeno que es cuidadosamente cultivado por algunas
personas.

Las falacias son consideradas argumentos o razonamientos porque se presentan


en formulaciones en las que se pueden identificar un grupo de proposiciones de
las cuales una, la conclusión, pretende derivarse de las otras, que son las
premisas. Generalmente llegan disfrazados de veracidad y validez, pero no son
capaces de soportar el más suave examen lógico. A la menor provocación se
destapa la falta de coherencia lógica entre la conclusión y sus supuestos
fundamentos, las premisas. La coherencia existente en estos argumentos
incorrectos proviene más bien del ámbito psicológico por eso las falacias son
altamente persuasivas y, como tales, instrumentos de engaño.

A la luz de esto, en distintos libros de lógica y diccionarios de filosofía se utiliza el


Término falacia indistintamente con el de sofisma y paralogismo. El sofisma y el
paralogismo se definen como los argumentos en los cuales es sacada una
conclusión de unas premisas que no la sustentan o que no fluye coherentemente
de ellas. También se le llama sofisma al razonamiento no-válido que se efectúa
con la intención de engañar. La diferencia entre uno y otro está en lo que se quiere
recalcar: el término sofisma recalca la intención oculta de engañar; el término
paralogismo recalca la falta de coherencia entre conclusión y premisas. Pero sea
como se entienda, hay que insistir en que la falacia es un razonamiento erróneo
del cual el mismo sujeto que lo ejecuta es a su vez víctima de su propio
razonamiento.

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Cabe indicar que las falacias se presentan enmascaradas, engañan porque se
presentan como argumentos verdaderos y coherentes, pero no lo son. De tal
manera que si no estamos preparados en reconocerlas e identificarlas, caeremos
en las redes de la manipulación y del engaño.

II) IMPORTANCIA DEL ESTUDIO DE LAS FALACIAS


Como ya se dijo en la parte introductoria, las falacias son trampas del lenguaje en
las que cualquiera puede caer al efectuar un razonamiento, razón por la cual
resulta necesario estudiar estos errores, para tener habilidad de identificarlos y
analizarlos, hecho que impedirá que seamos engañados por ellos. Su estudio y
conocimiento permitirá ponerlos al descubierto y saberlos evitar.

El estudio de las falacias estuvo en boga durante la Edad Media e incluso en los
primeros tiempos de la Edad Moderna, pero cayó en desuso con el advenimiento
de la lógica formal contemporánea. No obstante, hoy día, los lógicos están
centrando su atención nuevamente en ellas, pues los refinados métodos de
análisis de que disponen permiten estudiar las falacias no formales, materiales o
retóricas de manera mucho más profunda y mostrar que en ellas hay mucho de
interesante y valioso.

III) CLASES DE FALACIAS

1) FALACIAS DE ATINENCIA O ATINGENCIA


Son aquellas conocidas como falacias no-lingüísticas o como sofismas de ideas
(falacias no formales), se dan cuando se sustenta la conclusión de un argumento
bajo unas premisas de las cuales no fluye la conclusión que se intenta probar. La
conclusión no guarda ninguna coherencia con las premisas y por ende no puede
probarse de manera clara y apropiada su verdad por medio de éstas. El error en
estos argumentos está en que no hay una conexión lógica válida entre
premisas y conclusión. Son argumentos desatinados, incoherentes, no hay

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atingencia lógica, pero sí hay atingencia psicológica, lo cual hace persuasivo a
este tipo de argumentación.

Los argumentos inatinentes poseen una fuerza de convencimiento que se apoya


en la persuasión psicológica, el mismo que se ejerce desde variados frentes:
desde lo afectivo-emotivo, desde lo cognitivo, desde los prejuicios, valores,
creencias, etc. Es una forma de manipular, convencer y persuadir a otros
utilizando la forma en que ese otro siente, opina, cree o valora (todo vale menos la
razón) a favor del que emite el argumento, quien se convierte en manipulador.

1.1) Argumentum ad hominem /Argumento contra el persona


La expresión argumentum ad hominem significa literalmente "argumento dirigido
contra el hombre". Pero su mejor traducción es “contra la persona”. Esta falacia
tiene dos variantes o interpretaciones: la "ofensiva" o directa y la
"circunstancial". Cada una depende de la forma en que se ataque a la persona.

1.2) Argumentum ad hominem (ofensivo o abusivo)


Esta falacia se comete cuando, en vez de tratar de refutar la verdad y/o validez de
la argumentación, se ataca a la persona que la hace, los ataques más comunes
que se utilizan en este tipo de argumentación están dirigidos al carácter de los
interlocutores, a su credibilidad, a su inteligencia o racionalidad.

Por ejemplo se puede citar la siguiente afirmación: “Fulano de Tal es un mentiroso


empedernido que nunca dice verdad”, éste es un error lógico en sí mismo. La
validez de las argumentaciones no tiene nada que ver con la calidad de la persona
que las sostenga. El carácter personal de un ser humano carece de importancia
lógica para determinar la verdad o falsedad de lo que dice o la corrección o
incorrección de su razonamiento, desde el punto de vista de la lógica, hasta las
personas más mentirosas del mundo pueden expresar ideas verdaderas, por eso
en todo debate es correcto “atacar” las ideas, no las personas; y este “ataque” a
las ideas debe estar sostenidos por evidencias lógicas, coherentes y pertinentes

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con lo que se quiere probar. La verdad sostenida por una persona no depende del
carácter de quien la apoya. Atacar a la persona que defiende un argumento es una
forma engañosa que atenta contra la dignidad de las personas.

1.3) Argumentum ad hominem (circunstancial o indirecto).


Esta falacia se comete cuando se argumenta en contra de la afirmación traída por
una persona basándose en las circunstancias que rodean a la persona y no en la
afirmación misma, corresponde a la irrelevancia que existe entre la relación de las
creencias de una persona y las circunstancias que la rodean.

Asimismo se da cuando, a falta de razones o ideas, atacamos a la persona con la


cual argumentamos sacando a relucir, cual si fuera un pecado, sus circunstancias
personales. De esta manera, se quiere imponer la aceptación (o el rechazo) de
una idea sobre la base de que las circunstancias que rodean a nuestro interlocutor
no le dejan más opciones. Las circunstancias que se citan con más frecuencia
son: educación, profesión o empleo, nacionalidad o raza, edad, sexo, preferencias
sexuales, nivel económico, etc. Tales circunstancias carecen de relevancia lógica,
pero llamar la atención sobre ellas en medio de una acalorada discusión, resulta
psicológicamente efectivo cuando carecemos de premisas relevantes. Los
prejuicios sustituyen aquí las ideas razonables.

Así, por ejemplo, una persona puede argumentar falazmente que determinado
político no puede aceptar lo que dice otro político sólo porque pertenece al partido
contrario. Esto no es demostrar la verdad o validez de una postura, sino que es el
obligar al otro individuo a aceptar una posición particular debido a las
circunstancias especiales en que se halla, en este caso su afiliación política.

1.4) Argumentum ad ignorantiam /Argumento por la ignorancia


Se suele cometer esta falacia cuando se sostiene que una proposición es
verdadera simplemente sobre la base de que no se ha demostrado su falsedad, o
viceversa, que es falsa sobre la base de que no se ha demostrado su verdad. Es

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decir, cuando no podemos o no sabemos probar que una proposición es
verdadera o falsa, entonces afirmamos el valor contrario. Pero es evidente que
nuestra incapacidad o ignorancia para demostrar o refutar una conclusión o
afirmación no basta para establecer su valor de verdad o de falsedad. Una cosa es
el valor de verdad o falsedad que tiene un argumento y otra muy distinta la
capacidad para poderlo demostrar.

Esta falacia suele cometerse con mucha frecuencia en temas que conciernen a la
religión (apariciones de espíritus, de santos o de vírgenes), a lo esotérico y a los
fenómenos extrasensoriales, en donde no es tan fácil hallar argumentos o
evidencias que prueben, sin lugar a dudas, si el fenómeno ocurrió objetivamente o
sólo es producto de la imaginación de la persona que dice haber tenido la
experiencia. En cualquier caso, esta clase de argumentación no tiene validez
lógica ya que los principios bajo los cuales se edifica la verdad del planteamiento
también pueden ser utilizados para elaborar el argumento totalmente opuesto al
primero.

1.5) Argumentum ad misericordiam / Llamado a la piedad


Esta falacia se comete cuando se apela a la misericordia, a los sentimientos y a lo
emotivo para conseguir que se acepte una determinada conclusión, por lo general
se utiliza cuando se busca el consentimiento de los interlocutores, sobre todo
cuando se trata de audiencias multitudinarias como lo son las cortes de justicia. El
mero empleo de la palabra “víctima” con la que muchos abogados se refieren a
sus defendidos busca conmover al jurado y despertar sentimientos de piedad. En
cualquier caso, el uso de esta falacia refleja que se carece de argumentos válidos
o, simplemente, no se quiere o no se sabe argumentar directamente sobre el
asunto en cuestión. Por eso se dirige la argumentación a la parte emotiva y no
racional del ser humano, intentando despertar simpatías más que establecer
razones.

1.6) Argumentum ad populum / Llamado al pueblo

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El argumentum ad populum se parece mucho al anterior, pues también aquí se
intenta ganar la aprobación de la mayoría apelando a lo emotivo, en esta falacia
se sustituyen las evidencias y los argumentos racionales por frases que contienen
una pesada carga expresiva dirigida a excitar a la audiencia con sentimientos
fuertes como la ira, el odio, el halago, el entusiasmo desmedido y el alboroto. Y es
que, un grupo de personas alborotadas, por lo general, pierden la compostura
racional y son más fáciles de manejar. Las personas en masa sienten una euforia
tal que llegan a “perder” temporeramente su individualidad y se convierten en una
multitud sin rostro. En este tipo de argumento falaz, las premisas como
fundamento racional y coherente de la conclusión son lo menos importante, lo que
importa son las palabras grandilocuentes y los recursos estilísticos para
expresarlas. Se define como la falacia que se comete cuando se dirige un llamado
emocional, sentimental, de complacencia y halago al pueblo o a la mayoría con el
propósito de ganar su asentimiento para una conclusión que no está sustentada
en pruebas.

Es la falacia preferida de los políticos, los propagandistas y los demagogos. A


todos les interesa más el respaldo incondicional, ciego y fanático de la mayoría
que la presentación de pruebas que sostengan la validez de sus causas. Por eso
buscan la forma de conmover a la mayor cantidad posible de personas con una
palabrería cuidadosamente seleccionada que, combinada con el despliegue de
símbolos (banderas, bandas de música y cualquier cosa que pueda servir para
estimular y excitar al público), exalten las emociones del público.

Asimismo en los anuncios, los cuales buscan vender el producto sin que se tengan
que presentar evidencias de que es la mejor opción para el comprador,
encontramos innumerables ejemplos de este argumento falaz. Así, usar
determinada marca de un producto de belleza es lo mejor y más “inteligente” que
podemos hacer porque así lo hacen los hombres más famosos, o las mujeres más
bellas. Cepillarse los dientes ha dejado de ser un asunto de higiene bucal para
convertirse en una excusa para dar/recibir besos apasionados a diestra y siniestra.

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En este tipo de falacia los proponentes buscan la aceptación de su producto, de su
ideal, de sus aseveraciones, basándose simplemente en el supuesto de que "si la
mayoría lo hace o los más famosos lo hacen o lo tienen, entonces por qué usted
no..." Supuesto este falaz. La mayoría no siempre tiene la razón, y no podemos
hacernos esclavos de lo que la mayoría hace, dice o deja de hacer. Hay que tener
criterio propio y verdadero.

1.7) Argumentum ad Baculum / Apelación a la fuerza


Es la falacia que se comete cuando se apela a la fuerza, o a la amenaza de
fuerza, para provocar la aceptación de una conclusión. Usualmente sólo se recurre
a ella cuando fracasan las pruebas o argumentos racionales. Esta falacia se
resume en el dicho: "La fuerza hace el derecho". El uso de la amenaza de los
métodos de "mano fuerte" para doblegar a los opositores políticos suministra
ejemplos contemporáneos de esta falacia. La apelación a métodos no racionales
de intimidación puede ser, naturalmente, más sutil que el uso abierto o la amenaza
de campos de concentración o grupos de choque.

Por ejemplo, el alcalde de una provincia o distrito usa esta falacia cuando recuerda
a un congresista que él (el alcalde) cuenta con tantos miles de votantes en el
distrito electoral del congresista, o tantos contribuyentes potenciales para la
campaña de fondos. Lógicamente, estas consideraciones no tienen nada que ver
con los méritos de la legislación cuya aprobación trata de lograr, pero, desafor-
tunadamente, pueden ser muy persuasivas.

1.8) Argumentum ad Verecundiam / Apelación a la autoridad


En esta falacia la palabra “autoridad” se refiere a una persona que se considera
experta en un determinado tema, materia o asunto, y se comete cuando se recurre
al testimonio o al nombre de una persona famosa, o que se considera experta en
determinada materia, para que se acepte o rechace cierta conclusión.

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Desde el punto de la lógica es totalmente razonable y justificable que busquemos
el
apoyo y orientación de los expertos para resolver dudas, tomar decisiones y
elaborar evidencias que fundamenten nuestros argumentos. Cuando presentamos
una conclusión como verdadera apoyándonos en las opiniones de expertos no
cometemos falacia. Pero cuando la opinión del experto se utiliza para validar un
asunto que no se relaciona con su campo de conocimiento, entonces se comete el
error de apelar a la autoridad equivocada. Además, el juicio de un solo experto en
la materia, aunque necesario a veces, no es suficiente para aceptar el argumento
como válido. En muchas ocasiones los expertos en una misma materia pueden
equivocarse, en otras, se desdicen y se contradicen todo el tiempo, no se ponen
de acuerdo.

Ejemplo de esta falacia se da cuando en una discusión sobre eutanasia se recurre


a la opinión de Albert Einstein, figura científica con indiscutibles credenciales de
autoridad en materia de física; o se apela a las opiniones del Presidente de los
Estados Unidos en una discusión sobre contaminación ambiental.

1.9) Per accidens/Accidente


Esta falacia se comete cuando se aplica una regla general a casos particulares
que, por sus circunstancias especiales, no pueden incluirse bajo dicha regla.
Todas las reglas generales siempre tienen excepciones. Si no se toman en cuenta
las circunstancias específicas del asunto tratado y, sin más análisis, se aplica una
regla general, entonces se comete el error per accidens. Pero tengamos cuidado,
hay que recordar que solamente es inaplicable la regla cuando las circunstancias
específicas, que le son accidentales, ameritan que lo sea. Esta falacia se comete
frecuentemente en el ámbito legal, ya que las leyes han sido redactadas de forma
general por los legisladores. Son los jueces y abogados a los que corresponde
realizar el análisis adecuado para determinar si hay circunstancias atenuantes o
que eximen la aplicación de la ley en determinados casos. Así, por ejemplo,
tenemos la regla general de que "debemos devolver aquello que se nos ha

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prestado". Pero en una situación en la que vamos a devolver un "bate" de béisbol
que me prestó un amigo, sucede que él tiene un problema con una tercera
persona. Nuestro amigo me pide que le devuelva el "bate" que me prestó. Se
supone que se lo devuelva, pero las circunstancias hacen que esta regla no se
deba cumplir, ya que equivaldría un riesgo el devolverlo.

1.10) Accidente inverso


Esta falacia se comete cuando convertimos un principio, que en un caso particular
puede ser verdadero, en una regla general. Es decir, hacemos una generalización
apresurada. Cometemos accidente inverso cuando decimos que si las drogas son
capaces de evitar el dolor a los enfermos terminales de cáncer de huesos,
entonces deben ser formidables para evitar cualquier otro dolor menor y deben
estar al alcance de cualquiera.

1.11) Non causa pro causa; post hoc ergo propter hoc/ Causa falsa
Esta falacia puede presentarse en dos formas. En ambas interpretaciones se
confunde la causa de un fenómeno con algo que no es su causa real. Surge de la
incorrecta identificación de la conexión entre causa y efecto de dos o más
acontecimientos.
La primera versión de esta falacia se conoce en latín como non causa pro causa,
se da cuando se toma como causa de un fenómeno algo que en realidad no lo es.
Por lo general los hechos que identificamos como la causa y el efecto se dan de
manera concurrente y elegimos arbitrariamente uno de ellos para convertirlo en la
causa del otro. Ejemplo de esto es el argumentar que las cosas salen mejor
cuando yo no estoy, o pensar que debo asistir a todos los juegos de baloncesto en
los que participa mi equipo porque cada vez que dejo de ir, pierde. En ambos
ejemplos concurren dos eventos, mi asistencia o presencia en un lugar, y el
acontecimiento que se está llevando a cabo en dicho lugar; elegimos uno de
ambos, mi presencia en el lugar en este caso, y lo convertimos en la causa del
otro (lo que sucede).

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1.12) Pregunta compleja
Esta falacia es una de las más que abundan en los interrogatorios que se llevan a
cabo en las cortes, en las ruedas de prensa, en el lenguaje común y en los
razonamientos que elaboramos a diario. Se da cuando se formula una pregunta en
la cual se presupone, de manera implícita, una conclusión determinada. En
ocasiones se presenta en forma de una pregunta retórica y por tanto no intenta ser
una contestada realmente. Por eso, en muchas ocasiones, se considera una
pregunta tramposa o ridícula, porque al formularla de una manera seria se puede
lograr que el interrogado caiga en una trampa o haga el ridículo. Generalmente, la
pregunta compleja se presenta en forma de una disyunción en la que la
aceptación de una de las partes presupone la aceptación (o negación) de la otra
parte implícita. Por ejemplo, la Biblia nos muestra innumerables ocasiones en las
que Jesús fue objeto de estas preguntas capciosas que intentaban entraparlo.
Como el caso de la mujer sorprendida en adulterio (Juan 8:3-8): “Maestro, esta
mujer ha sido sorprendida en adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a
tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?” Si Cristo decía que se cumpliera la ley, iría
en contra de su propio mensaje; si por el contrario afirmaba que se le debía
perdonar, entonces se
colocaba fuera de la ley. Una vez más, Cristo responde sabiamente: “El que de
vosotros esté sin pecado, tiré la primera piedra”.

Otro ejemplo seria, preguntar al estudiante si ha dejado de copiarse en los


exámenes se considera una pregunta tramposa. Por eso el alumno debe meditar
bien la respuesta, ya que si contesta "sí", entonces el profesor asumirá que,
aunque ahora no se copia, anteriormente sí se copiaba; si contesta "no", entonces
se puede asumir que todavía no ha abandonado la costumbre. Como quiera, el
estudiante quedará ante el profesor como un irremediable “copión”.

1.13) Petitio principii / Petición de principio


Es una forma de argumento en el cual la conclusión es a su vez la premisa de la
cual parte el argumento, cuando argumentamos en muchas ocasiones tomamos

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como premisas la misma conclusión que pretendemos probar. Algunos reconocen
esta falacia como un argumento circular, ya que el punto inicial (la premisa) y el
punto de llegada de la inferencia (la conclusión) son las mismas y realmente, no
se prueba nada ni se dice nada nuevo.

Ejemplo de esto se da cuando, queriendo probar que un acto es moralmente malo,


afirmamos que lo es porque se opone a los sanos principios de la moral. Afirmar
que “todo acto opuesto a los sanos principios de la moral es malo” no es razón
para afirmar que un acto es malo, hay que explicitar las razones que lo hacen
opuesto a los principios morales.

2) FALACIAS DE AMBIGÜEDAD O LINGUISTICAS


El lenguaje humano es de carácter simbólico, plurivalente y polisémico. Por
eso todas las palabras tienen virtualmente varios significados y si no tenemos
cuidado en delimitar correctamente lo que queremos decir, entonces podemos
crear confusión en nuestro oyente. Cuando sucede esto caemos en ambigüedad
lingüística. Si esta ambigüedad es intencional, entonces usamos
inapropiadamente el lenguaje y cometemos cualquiera de las falacias que a
continuación explicaremos.

2.1) El equívoco
La falacia del equívoco se comete cuando en un mismo argumento utilizamos
diversos significados de una misma palabra de tal manera que originamos
confusión y sospecha en el oyente. Utilizar las diversas acepciones de una misma
palabra es lógicamente correcto, en eso consiste la riqueza del idioma. Lo que es
falaz es utilizar diferentes sentidos de una misma palabra en el mismo argumento
porque esto provoca confusión, es decir la conclusión puede entenderse en varios
sentidos...y todos equivocados.

Cuando comparamos esta falacia con las falacias formales, aquellas cuyo error
radica en la forma en que se unen las premisas con la conclusión, encontramos

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que corresponde a la falacia de cuatro términos. Un ejemplo clásico lo
encontramos en el razonamiento que parte de la proposición expuesta por
Aristóteles en su Metafísica; "El fin de una cosa es su perfección." Partiendo de
esta premisa podemos elaborar el siguiente argumento equívoco:

El fin de una cosa es su perfección.


La muerte es el fin de una cosa.
Por lo tanto, la muerte es la perfección de la vida.

La falacia de este razonamiento estriba en que la palabra "fin" tiene dos


significados. Fin en el sentido de objetivo o meta, y fin en el sentido de que es el
último acontecimiento, último suceso o evento. Ambos significados son correctos.
El error está en utilizar ambos sentidos, confundiéndolos, dentro del mismo
razonamiento.

2.2) La anfibología
La anfibología es la falacia que se comete cuando descuidamos la sintaxis o las
construcciones gramaticales de las proposiciones que componen un argumento. El
error no radica en los términos utilizados, sino en la forma en que los organizamos
dentro del razonamiento. Si alteramos el orden lógico que deben seguir los
términos de una oración podemos distorsionar su significado y el texto será uno
ambigüo y de significado confuso.

Ejemplo se puede citar el siguiente: Mi padre fue al pueblo de Carlos en su


coche (Texto anfibológico) ¿En el coche de quién?

 Mi padre fue en su coche al pueblo de José.


 Mi padre fue al pueblo de José en el coche de éste.

2.3) Énfasis o falacia de entonación o puntuación


En esta falacia el error se encuentra en el cambio o alteración del significado por
medio de la importancia y el enfoque que reciben ciertas partes para diferenciarlas
del resto. Además podemos encontrar casos en los cuales la colocación
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estratégica de signos de puntuación, el cambio en la letra que se utiliza en el texto
o un subrayado de determinados términos hacen que la ambigüedad sea patente.
El error está en que, ya sea por entonación o puntuación, se hace hincapié en una
de sus partes y se altera el significado o se hace confuso la interpretación del
mensaje.

Ejemplo
Juan cree que Pedro responderá. ( Juan es el único que lo cree)
Juan cree que Pedro responderá. (Juan no está seguro de si lo hará)
Juan cree que Pedro responderá. (Pero no cree que pagará)

Vemos que en el anterior ejemplo el subrayado de ciertas palabras altera la


interpretación de lo que se dice. Lo mismo sucede cuando, en una conversación,
variamos la entonación de ciertas palabras con el fin de resaltarlas.

2.4) Composición
La falacia de composición se aplica a dos tipos de razonamientos no válidos. El
primero de ellos se origina cuando se argumenta que las características de una
parte de un todo se pueden atribuir al todo mismo. Así por ejemplo, cuando
afirmamos que la casa de mi tía se derrumbó en el último huracán que pasó por la
Isla porque se cayó el balcón de madera.

También se comete la falacia de composición en este primer tipo cuando


argumentamos que las piezas que componen el motor de mi auto son livianas y,
por tanto, el motor, considerado como un todo, es también liviano.

El segundo tipo de este razonamiento falaz se da cuando se argumenta que los


atributos de los elementos individuales de una colección también son los atributos
de la colección misma. Ejemplo de esto lo es el afirmar que puesto que uno de los
hijos de la familia X es un erudito, entonces todos los integrantes de esa familia
son eruditos.

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2.5) División
La falacia de división es la inversa de la falacia de composición. En ella se da la
misma confusión, pero a la inversa: lo que se predica con verdad de la totalidad se
puede predicar con igual verdad de las partes que componen la totalidad. Como la
falacia de composición, también esta tiene dos variantes. En el primer caso se
argumenta que lo que es verdad de una totalidad también es verdad de cada una
de sus partes. Por ejemplo, es verdad que la Orquesta Sinfónica de Munich
celebró recientemente su centenario, por lo tanto cada músico de la Orquesta
tiene cien años. El término Orquesta está utilizado como una totalidad, como un
término colectivo. Por eso sería ridículo pensar que sus cien años también son
una característica de sus integrantes. Otro ejemplo, “la Pontificia Universidad
Católica de Puerto Perú es, como dice su nombre, católica, por lo tanto, Sutano de
Tal, estudiante de la PUCP, es católico”. Es de conocimiento general que en la
comunidad nuestra universitaria conviven personas de diferentes ideologías
religiosas.

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IV) CONCLUSIONES

Con referente a las falacias, se puede concluir que palabra falacia


tiene límites imprecisos en su significado. En algunos contextos aparece el término
denotando una falsa creencia o un error expresado en un enunciado, pero éste es
un uso impropio. Para que haya una falacia es necesario que estemos en
presencia de un argumento; conforme a lo que se ha dicho precedentemente, es
menester que se trate de un ¨argumento aparente¨. Desde el punto de vista lógico,
no existe un argumento o un razonamiento; pero aunque incorrectos a la luz de
la lógica, suele llamarse falacias a loa razonamientos que son psicológicamente
persuasivos. Es un modo de argumentar en que hay un error en la estructura del
razonamiento, que pasa inadvertido.

Con relación a las clases de falacias se puede inferir, que desde la antigüedad,
Aristóteles fue el primero en presentar una lista de trece falacias en su escrito
Sobre las refutaciones sofísticas, el cual es considerado como un apéndice de los
Tópicos. El Estagirita indica que hay dos clases de razonamientos: unos válidos y
otros que no lo son aunque parecen serlo. Estos últimos son, precisamente, las
falacias. Éstas se dividen en dos grandes grupos: las formales y las no formales.

Finalmente con lo que respecta a la importancia de estudiar las falacias se puede


decir, que las falacias son trampas del lenguaje en las que cualquiera puede caer

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al efectuar un razonamiento, razón por la cual resulta necesario estudiar estos
errores, para tener habilidad de identificarlos y analizarlos, hecho que impedirá
que seamos engañados por ellos. Su estudio y conocimiento permitirá ponerlos al
descubierto y saberlos evitar.

V) BIBLIOGRAFIA

 http://www.monografias.com/trabajos5/fala/fala.shtml

 http://campus.uladech.edu.pe/course/view.php?id=45832

 La lógica jurídica Subsunción Vs Argumentación. (1997). Revista de

Derecho, (7), 88-95

 Moreso, I. M. (2006). Lógica, argumentación en interpretación en el

derecho. España: Editorial UOC.

 Moreso, I. M. (2006). Lógica, argumentación en interpretación en el

derecho. España: Editorial UOC.

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