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Responsabilidad (Derecho)
Katty - lucy2380@hotmail.com
1. Introducción
2. Responsabilidad
3. Noción jurídica de responsabilidad
4. Clases de responsabilidad
5. Objetivo de la responsabilidad civil
6. Antecedentes históricos
7. Elementos de la responsabilidad
8. Elementos de la responsabilidad en el derecho comparado
9. Responsabilidad de los magistrados
10. Conclusiones
11. Bibliografía
INTRODUCCION
Magistrado y responsabilidad dos palabras extremas ya que no se puede concebir que el magistrado al
que se recurre con la finalidad de obtener el cobijo y apoyo que nos puede brindar el estado a través de
ellos se vea mermado por sus acciones, las cuales de forma culposa o dolosa nos hacen cada vez mas
incrédulos de la justicia que tanto se pregona y de la cual se encuentran embestidos como conocedores de
las leyes de orden publico.
Esto es el magistrado la persona al cual el estado le encomienda hacer justicia en su representación.
En esta oportunidad como estudiante del Ciclo X de la Escuela de Derecho, les voy a presentar un pequeño
trabajo sobre la responsabilidad en que incurren los magistrados en ejercicio de sus funciones así también
la responsabilidad patrimonial del estado por los daños `producidos por la actividad judicial.
RESPONSABILIDAD
La responsabilidad, según su significado común, viene a ser el conjunto de consecuencias de una acción
que derivan de una obligación de satisfacer el daño de una perdida causada. También se denomina así a la
capacidad humana de discernir sus acciones a través de la voluntad razonada, de manera que pueda
asumir el compromiso de sus acciones. O también se refiere así a la capacidad de reconocer lo prohibido a
través de una acción culpable, pudiendo a través de este entendimiento determinar los límites y efectos de
esa voluntad.
Terminológicamente hay una uniformidad léxica y sustancial acerca del origen etimológico de la
palabra responsabilidad como responsabiliza, danno debito que tienen una versión homologa en Francés
responsabilite dommage, dettem , en castellano significa: Responsabilidad, daño, deuda. Distinto es el caso
alemán donde existen los terminos haftung, shaden shuld, y el ingles liability (y en los contenidos de
Dammage y debt), siendo la diferencia léxica y conceptual, traduciéndose de igual forma.
Como ocurre con toda expresión. La terminología que connota un significado es intercambiable en la misma
medida en que se modifica la relación entre significante y significado. Se trata además de significados que
varían con la historia, y que por lo tanto están dotados de relatividad. La concepción moderna de
responsabilidad resulta distinta de la que imperaba hace treinta años o mas y, con mayor razón de la que
gozaba de crédito en el siglo XIX.
En una de las tantas versiones castellanas de las mil y una noches se lee la siguiente cita del Corán:
“Cúmplase el pacto, pues hay responsabilidad en el”.
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Fuera de valoraciones sobre la fidelidad de la traducción – inevitables, mas que nunca, cuando la lengua
que se traduce es el árabe-, la idea a identificar en la citada máxima es la de dos contrapesos y, por lo tanto,
la idea de la equivalencia, del equilibrio.
Etimológicamente, en efecto, “responder” es como “prometer a la vez” o como “corresponder a una
promesa”. La palabra comunica entonces un desbalence, una equiparidad previamente alterada que da
lugar a la imposición de una “respuesta “, la cual debe restablecer el statu quo preexistente, y que se quiere
mantener, o bien una secuencia de acciones que deben sucederse con una regularidad y orden a ser
preservados.
Quien ha contratado y uno ejecuta la prestación es empelada o la hace mal, y el provoca así, un agravio
ala contraparte- una perdida dineraria, por ejemplo, distorsiona el ciclo vital de la relación obligatoria nacida
del acuerdo, cuyo destino natural es la plena satisfacción del interés del acreedor mediante la cooperación y
el comportamiento del deudor que sea ha obligado a ello quien despojo de sus bienes a otros o los destruye
tiene que ser sancionado, por que atenta contra el orden y convivencia social garantizados por el estado,
que los protege a través de sus reglas jurídica. Quien, con estratagemas o no, paga menos impuestas de
los que le corresponden, perjudica al fisco, y se hace merecedor de penas pecuniarias como los intereses y
las multas.
Es evidente el perfil ético del fenómeno: lo que subyace a las consideraciones que se acaban de efectuar
es, en ultimo análisis una intuición común, de conformidad con la cual, se reconoce como imperioso que los
sujetos asuman la consecuencia de su propio obrar.
Existe, sin duda, una responsabilidad “moral”, invisible, que es algo así como el sentimiento de propia
“culpabilidad”, de reproche o remordimiento, por la comisión de una mala conducta.
En sentido jurídico, en cambio la responsabilidad puede definirse como la situación del sujeto al que le toca
experimental, concretamente las consecuencias, para él desventajosas, que una norma prevé y le impone
atendiendo a la verificación de un determinado presupuesto.
Dichas consecuencias desventajosas manifiestan la reacción del ordenamiento jurídico frente a un hecho
que se considera legalmente reprobable, por atentar contra interés ajenos o de la colectividad en general.
CLASES DE RESPONSABILIDAD
RESPONSABILIDAD CIVIL
NOCION
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La responsabilidad, en sentido amplio es una noción en virtud de la cual se ha atribuye a un sujeto el deber
de cargar con las consecuencias de un evento cualquiera. En primer lugar la lógica parece indicar que el
sujeto debe responder por las consecuencias de su propia obra voluntaria: en segundo lugar, la ley suele
poner a su cargo las consecuencias de hechos naturales cuando existe alguna relación entre la cosa que ha
provocado ese efecto y el sujeto a quien se le atribuye esa responsabilidad, por ejemplo es propietario de la
cosa o es su guardián.
También suele hablarse de responsabilidad cuando se engendra un vínculo frente aun tercero que ha sido la
victima de un evento dañoso. Entonces, en razón de la responsabilidad un sujeto queda obligado entonces
en razón de la responsabilidad, un sujeto queda obligado a resarcir ala victima los daños y perjuicios que
ha sufrido.
Por su parte la teoría clásica brindaba como fundamento de responsabilidad la culpa del civilmente
responsable, pero esta noción resulta insuficiente, pues hay casos en que la ley consagra la responsabilidad
sin culpa. Para justificar estas soluciones se hablaba de presunción absoluta (iuris et de iure) de culpa, la
cual no admite prueba de descargo e impone la obligación de resarcir, aunque el responsable pruebe que
de su parte no ha habido ninguna culpa.
La insuficiencia de esta fundamentación a llevado a principios del presente siglo a formular la teoría del
riesgo en su diferentes vertientes, que sostiene que el sujeto es responsable por los riesgosos peligros que
su actuar origina, aunque ponga de su o arte toda la diligencia necesaria para evitar esos daños. Esta
teoría del riesgo ha creado especialmente el llamado riesgo beneficio, se ha abierto camino como
fundamento de muchas de las hipótesis de responsabilidad civil que no encontraban explicaciones en la
doctrina clásica.
De acuerdo ala teoría del riesgo beneficio, el sujeto que obtiene el provecho de una cosa o una determinada
actividad, debe de cargar con los riesgos que crea es actividad o cosas, pues es un imperativo de la lógica
que quien obtiene los beneficios asuma el peligro y responda por los daños. Se critica estas doctrinas que
no pueden de servir de fundamentos en todos los casos de responsabilidad civil, y que la culpa continua
siendo el principal factor de atribución, y el principio general que sirve para explicarlo. Se admiten sin
embargo que la teoría del riesgo debe obtener acogida en los cuerpos legales, pero no como regla general,
sino como para justificar determinados casos de excepción, específicamente contemplados por la ley.
Otra definición jurídica llama responsabilidad civil a la obligación de una persona de responder ante el daño
que le ha causado al otro. La responsabilidad civil se da cuando la persona que te ha causado el daño tiene
la obligación de repararlo en naturaleza o por un equivalente monetario (normalmente mediante el pago de
una indemnización de perjuicios).
La responsabilidad civil puede ser contractual y extracontractual. Cuando la normal jurídica violada es
una ley (en sentido amplio), hablamos de responsabilidad extracontractual, la cual, a su vez, puede ser
delictual (si el daño causado fue debido a una acción tipificada como delito), o cuasi delictual (si el perjuicio
se origino en una falta involuntaria). Cuando la normal jurídica trasgredida lo ha sido una obligación
contractual, hablamos, entonces, de responsabilidad civil contractual.
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comportamiento dañoso se produce frente a un sujeto con quien el autor de aquel tenía un vínculo jurídico
anterior que le imponía el cumplimiento de una específica conducta. Es decir , que ha veces al acto lesivo
constituye la fuente de una obligación nueva, y otras veces el acto lesivo aparece como consecuencia de
una obligación anterior. De allí que la doctrina clásica del derecho del francés haya visto una dualidad de
culpa y una pluralidad de regimenes de responsabilidad adecuada a cada una de ellas.
Al ubicar la cuestión en el plano de la responsabilidad civil nos ponemos de inmediato frente al problema de
la ilicitud de la conducta y de la sanción que es su consecuencia. Ilicitud en sentido genérico o conducta
antijurídica, es cualquier obra contraria del ordenamiento considerado en su totalidad y no en relación a
sectores normativos paralizados. Así por ejemplo si es una regla de derecho la que establece que nadie
debe causar daño a otro, esta sin embargo justificado el daño que es causa en legítima defensa o en
estado de necesidad.
Cuando la conducta no se ajusta a la previsor normativa, se impone una sanción que consiste
fundamentalmente en un deber de obrar en el sentido querido por ella y uno respetado por el infractor, es
decir, en el deber de reponer las cosas al estado anterior del cato ilícito. Esta es la sanción resarcitoria que
obliga a la reparación restableciendo la situación exterior en cuanto fuera posible desmantelándose la obra
ilícita mediante el aniquilamiento de sus efectos pasado, presente y futuros.
La reparación en especie es el sistema de la repartición en especie o “in natura”, el cual consiste en la
reposición de las cosas a su estado anterior, excepto si fuera imposible, en cuyo caso la indemnización se
fijara en dinero. También podrá el damnificado optar por la indemnización en dinero. Este constituirá el modo
normal de reparar el daño, salvo cuando fuera imposible por la índole del mismo, o si el damnificado opta
por la indemnización.
Es este sin duda, el sistema mas perfecto de resarcimiento, pero en la práctica pone a cargo del deudor
una obligación de hacer sobre cuyo preciso cumplimiento puede suscitarse entre las partes una serie de
cuestiones, que toman complicada e insatisfactoria esa solución.
La indemnización consiste en el pago de una suma de dinero equivalente al daño sufrido por el damnificado
en su patrimonio.
Su naturaleza constituye una obligación de dar suma de dinero, y, por consiguiente se haya sujeta al
régimen de estas últimas en cuanto a la naturaleza de la prestación habida cuenta de la fuente que la da
origen, sea el acto ilícito, sea el incumplimiento contractual. A este respecto debe señalarse que no
constituye una deuda pura de dinero, u obligación de suma o dineraria, sino una deuda de las llamadas de
valor no sujeta al dinero, u obligación de suma o dineraria, sino una deuda de las llamadas de valor no
sujeta al principio nominalista y, por lo tanto, reajustable al tiempo del pago en consideración a la
depreciación monetaria.
El resarcimiento por equivalente o indemnización, constituye el sistema tradicionalmente del derecho
romano, seguido por el derecho francés y adoptado por nuestro codificador tanto para los actos ilícitos,
como para el incumplimiento de los contratos.
ANTECEDENTES HISTORICOS
Los antecedentes de la responsabilidad civil los encontramos en el derecho romano, especialmente en la
Ley Aquilia, la cual estableció una verdadera y propia obligación de resarcimiento de daños, cuando una
serie de hechos dañosos pudieran incidir sobre un patrimonio ajeno, superando así la estrechez de los
conceptos de injuria que era un delito romano que consistía en una lesión directa de la persona física, mas
no de un patrimonio; y de furtum que era la figura delictiva caracterizada porque su autor al realizarlo tenia
generalmente un propósito de enriquecimiento.
La famosa ley Aquilia fue obra del Tribuno Aquilio y probablemente se aprobó por plebiscito en el año 287 de
la era cristiana, unificando el régimen vigente del daño con la injuria y derogando disposiciones de las XII
tablas con sus cuatro elementos que consistían en:
a) Daño causado a otro en parte de su fortuna:
Era propiamente un daño material, es decir una alteración o disminución de la substancia de una cosa
cuyo efecto era la disminución o alteración de su utilidad.
b) Daño causado por acción del cuerpo sobre otro cuerpo:
Era el producido por una causa extraña que un sujeto ponía en hacino, siendo necesario que se afecte
directamente una cosa ajena, pues no cabía el daño inmaterial, es así que los daños producidos por
omisión no daban lugar a resarcimiento.
c) Ausencia del derecho del ofensor:
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Es lo que se conoció como injuria, distinta a la figura delictiva romana, y entendida etimológicamente
como el actuar sin derecho.
d) Que el daño sea causado al dueño de al cosa dañada:
Puesto que en aquella época en Roma solo se conocía el derecho real de propiedad.
Como se puede apreciar, en el derecho romano no encontramos una teoría sobre responsabilidad civil, a
pesar de la ampliación alcanzada en el derecho de Justiniano respecto al campo de los presupuestos
objetivos de la actio legis aquiliae, correspondiente al derecho clásico, así como la perdida progresiva de su
carácter penal hasta llegar a una acción no penal destinada fundamentalmente a la obtención de la
reparación del daño producido, sin perjuicio de referirla al carácter delictivo del hecho dañoso.
En cuanto al concepto de culpa como parte de una imputabilidad moral, no se logro configurar como teoría
propiamente dicha, pues el elemento subjetivo no se constituyo como noción trascendental en Roma.
También debe observarse que el derecho romano no observo diferencia entre responsabilidad contractual y
la extracontractual, a pesar de que fuera de la ley Aquilia existían otras obligaciones que nacían del
contrato y en caso de incumplimiento se sancionaba con una sanción distinta de la propia ley.
Posteriormente se aprecia que en el código de Napoleón ya se diferencia la clasificación en obligaciones
contractuales y extracontractuales; sin embargo todavía no se le relaciono a una teoría general de la
responsabilidad civil al no lograrse un concepto general de la responsabilidad.
Es recién hacia fines del siglo XIX cuando se habla de obligación de reparar el daño causado sea por
violación de los contratos o por la trasgresión de los deberes generales como aspectos de una misma
noción de responsabilidad civil.
Finalmente, se debe mencionar que paralelamente a la teoriíta de responsabilidad civil surgen otra tesis que
pretenden relegarla como son la Teoría del riesgo, la de Difusión Social del Daño, entre otras, las cuales
aparecieron como respuesta al incremento del índice de daños que trajo condigo el mundo moderno por el
desarrollo industrial y tecnológico.
DEFINICION:
Llamada también derecho de daños, debido a que la finalidad de la responsabilidad civil no es sancionar al
autor del daño, sino lograr la reparación del mismo, siendo el daño el elemento esencial que debe estar
presente necesariamente para que se origine la obligación de resarcir.
La sanción jurídica de la conducta lesiva responde a una elemental exigencia ética y constituye una
verdadera constante histórica donde el autor del daño responde de el, esto es, se halla sujeto a
responsabilidad. Y, en principio, la responsabilidad se traduce en la obligación de indemnizar o reparar lo
perjuicios causados a la victima.
La responsabilidad en sentido amplio, es una noción en virtud del cual se atribuye a un sujeto el deber de
cargar con las consecuencias de un evento cualquiera. En primer lugar la lógica parece indicar que el sujeto
deberá responder por la consecuencia de su propio obrar voluntario, en segundo lugar, la ley suele poner a
su cargo las consecuencias de hechos naturales cuando existe alguna relación entre la cosa que ha
provocado ese efecto y el sujeto a quien se atribuye se responsabilidad, por ejemplo se es propietario de la
cosa o se es su guardián.
Por otro lado también se suele hablar de responsabilidad cuando se engendra un vínculo frente a un
tercero, que ha sido victima del evento dañoso, entonces en razón de la responsabilidad un sujeto queda
obligado a resarcir a la victima los daños y perjuicios que ha sufrido.
Por otro lado por la Teoría del riesgo, el sujeto es responsable por los riesgos o peligros que su actuar
origina aunque ponga de su parte toda la diligencia que su actuar origina aunque ponga de su parte toda la
diligencia necesaria para evitar esos daños. Y por la Teoría del riesgo beneficio, el sujeto que obtiene el
provecho de una cosa o una determinada actividad, debe también cargar con los riesgos que crea esa
actividad o cosa, pues es un imperativo de la lógica que quien obtiene los beneficios, asuma el peligro y
responda por ellos.
Se critica estas últimas teorías, pues no sirven de fundamento a todos los casos de responsabilidad civil, y
que a culpa sigue siendo el factor de atribución y el principio general que sirve para explicarlos.
ELEMENTOS DE LA RESPONSABILIDAD:
Como es sabido los requisitos comunes a la responsabilidad civil son: La antijuricidad, el daño causado, la
relación de causalidad y los factores de atribución.
a) LA ANTIJURICIDAD: Una conducta es antijurídica no solo cuando contraviene una norma
prohibitiva, sino también cuando la conducta viola el sistema jurídico en su totalidad, en el sentido
de afectar los valores o principios sobre los cuales ha sido construido el sistema jurídico. Esto ha
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trabajando, por lo que esta dejando de percibir ganancias que normalmente hubiera
obtenido.
DAÑO EXTRAPATRIMONIAL.- Viene a ser el daño ocasionado a la persona en si misma, dentro de
la cual se encuentra el daño moral y a la persona.
Daño moral.- Es el daño no patrimonial que se entiende como una lesión a los
sentimientos de la víctima y que produce un gran dolor, afección o sufrimiento,
ejemplo la perdida de un ser querido como consecuencia de un accidente de tránsito
con consecuencia fatal. Es la lesión o cualquier sentimiento considerado socialmente
legitimo.
Existen dos grandes problemas con referencia al daño moral como acreditarlo y como
cuantificarlo.
La jurisprudencia asume que en los casos de fallecimiento de una persona, el
cónyuge y los hijos sufren necesariamente un daño moral.
Respecto a cuantificarlo si bien no existe una suma de dinero que pueda reparar la
perdida de un ser querido, él articulo 1984 expresa que el monto indemnizatorio debe
ir acorde con el grado de sufrimiento de la víctima y la manera como ese sufrimiento
se ha manifestado en la situación de la víctima y su familia en general.
Daño a la persona.- Viene a ser el daño que lesiona a la persona en sí misma
estimada como un valor espiritual, psicológico, inmaterial. Afecta y compromete a la
persona en cuanto en ella carece de connotación económica-patrimonial.
Ambas categorías de daño patrimonial y extrapatrimonial están referidos tanto a la
responsabilidad contractual y extracontractual. En cuanto a las diferencias de matiz
de regulación legal, el sistema jurídico nacional en lo que respecta al daño
extracontractual, ha consagrado legalmente en él articulo 1985º del Código Civil el
criterio de reparación integral de los daños, a diferencia del ámbito contractual, en el
cual solo se reparan o indemnizan únicamente daños directos según dispone él
articulo 1321º.
c) RELACION DE CAUSALIDAD: En lo relativo a la relación de causalidad, esta es requisito de toda
la responsabilidad civil, pues si no existe una relación jurídica de causa a efecto entre la conducta
típica o atípica y el daño producido a la victima, no habrá responsabilidad de ninguna clase. La
diferencia de regulación legal en nuestro código civil radica que en el campo extracontractual se ha
consagrado en el mismo artículo 1985 la teoría de la causa adecuada, mientras que en el
contractual en el mismo articulo 1321, la teoría de la causa inmediata y directa. Sin embargo para
efectos prácticos, las dos teorías nos llevan al mismo resultado. Mas aun en ambas clases de
responsabilidad civil existen las figuras de la concausa y de la fractura causal, que se presentan
cuando dos conductas o acontecimientos contribuyen a la producción del daño, o cuando existe un
conflicto de causas o conductas, una de las cuales llega a producir efectivamente el daño, haciendo
imposible que la otra hubiera llegado a producirlo. A la conducta que si ha producido el daño
efectivamente, fracturando el eventual nexo de causalidad de la otra conducta se le llama
justamente fractura causal. Las fracturas causales en el ámbito extracontractual son cuatro: el caso
fortuito, de fuerza mayor, el hecho de la victima y el hecho de tercero.
d) LOS FACTORES DE ATRIBUCION: Para comprender la temática de los factores e atribución nos
parece, es indicar en un primer lugar que hay dos sistemas de responsabilidad civil extracontractual
en la legislación comparada y en al doctrina universal y también el Código Civil peruano: el
sistema subjetivo y el sistema objetivo, cada uno de ellos construidos y fundamentados sobre
diferentes factores de atribución. Por ello los factores de atribución de los sistemas subjetivos
reciben también la clasificación de factores de atribución subjetivos y los correspondientes a los
factores de atribución de los sistemas objetivos merecen la atribución de factores de atribución
objetivos. En el código civil peruano e sistema subjetivo de responsabilidad civil extracontractual se
encuentra regulado en el articulo 1969, cuyo texto señala lo siguiente: “Aquel que por dolo o culpa
causa un daño a otro esta obligado a indemnizarlo. El descargo por falta de dolo o culpa
corresponde a su autor”, mientras que el sistema objetivo se encuentra incorporado en el articulo
1970 cuyo texto señala lo siguiente: “Aquel que mediante un bien riesgoso o peligroso, o por el
ejercicio de una actividad riesgosa o peligrosa, causa un daño a otro esta obligado a repararlo”.
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SISTEMA SUBJETIVO.
DOLO
El derecho tiene diversas acepciones. En sentido lato significa una idea de mala fe, malicia, fraude,
daño.
Por ello entendemos como dolo como la voluntad o él animo deliberado de la persona del causar el
daño, coincide con el artículo 1318º del Código civil en lo referente al incumplimiento de la
obligación.
Se presenta desempeñando una triple función:
Dolo como vicio de la voluntad, es el engaño que se emplea para inducir a alguien a consentir con la
formación de un acto jurídico, que sin ese dolo no se habría realizado o lo hubiera sido en
condiciones diferentes. En este caso puede ser el dolo que falsea la intención del agente y que este
puede aducir para obtener la anulación de un acto celebrado con ese vicio.
En materia de actos ilícitos, el dolo designa la intención del agente de provocar el daño que deriva
de un hecho.
El incumplimiento de la obligación, el dolo alude a la intención con que el deudor ha obrado para
inejecutar la prestación debida.
Es un concepto que ha tomado la responsabilidad civil, y que normalmente se había confinado al
campo penal y puede ser:
Dolo Directo.- En esta el sujeto actúa para provocar el daño. Cuando el propósito va dirigido a un
fin.
Dolo Eventual.- En el cual no se actúa para dañar, pues la persona obra aunque se represente la
posibilidad de un resultado dañoso, que no descarta. Asume el riesgo de que su conducta pueda
causar un daño.
Ejemplo:
Juan conduce un vehículo a excesiva velocidad, asumiendo que con esa conducta puede ocasionar
un accidente, sin embargo no hace nada para asumir la responsabilidad.
CULPA
Es la creación de un riesgo injustificado y para evaluar si ese riesgo sea justificado o no, se
necesitara confrontarlo con la utilidad social de la actividad a la cual este se refiere, teniendo en
cuenta el costo de la remoción de este; cuando más grande es la utilidad social y el costo de
remoción, tanto mas grande es el riesgo creado.
La culpa es el fundamento del sistema subjetivo de responsabilidad civil (fluye, emana claramente
del art. 1969º C.C); y ante la dificultad de probar la culpa del autor, es decir, dado lo difícil que es
conocer el aspecto subjetivo del autor, nuestro ordenamiento ha considerado que es conveniente
establecer presunciones de culpabilidad, invirtiendo la carga de la prueba, de tal modo que la
víctima ya no estará obligado a demostrar la ausencia de culpa. Esta inversión de la carga de la
prueba y correlativa presunción de culpabilidad del autor en el sistema subjetivo de responsabilidad
civil extracontractual presume la culpa del autor del daño causado.
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Culpa Objetiva o Culpa in abstracto.- Viene a ser la culpa por violación de las leyes, cuando el
ordenamiento determina el parámetro de comportamiento y si la persona no cumple es responsable.
Un ejemplo clásico es el art. 961º del Código Civil. El criterio de la normal tolerancia sirva para
determinar si hay o no culpa.
Culpa Subjetiva o culpa in concreto.- Se basa en las características personales del agente, y un
ejemplo de ello lo encontramos en él articulo 1314º. Este tipo de culpa engloba a la imprudencia (el
sujeto hace mas de lo debido) y a la negligencia (el sujeto hace menos de los debido).
En la responsabilidad por incumplimiento de obligaciones, se suele diferenciar diversos grados de
culpa:
Culpa grave (art. 1319 CC) definido como culpa inexcusable y viene a ser el no uso de la diligencia
que es propia de la mayoría de las personas. Ejemplo se deja a una persona a cargo de un
almacén, deja abierta las puertas de noche y roban los productos.
Culpa leve.- Es la omisión de la diligencia ordinaria exigida por la naturaleza de la obligación y que
corresponda a la circunstancias de las personas, el tiempo y el lugar.
SISTEMA OBJETIVO
RIESGO CREADO
De acuerdo al Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española “riesgo” es una contingencia
o proximidad de un daño, y de otro lado, define la palabra peligroso como “que tiene riesgo o puede
ocasionar daño. Para la doctrina el riesgo creado viene a ser el riesgo adicional al ordinario tales
como: automotores, artefactos eléctricos, cocinas de gas, ascensores, diversas armas de fuego,
insecticidas, medicamentos, actividades industriales.
Todo este tipo de bienes y actividades no será necesario examinar la culpabilidad del autor, pues
deberá bastar con acreditar el daño producido, la relación de causalidad y que se trate de un bien o
actividad que suponga un riesgo adicional al normal y común, por lo que merece la calificación de
“riesgosos”. Haya sido el autor culpable o no, igualmente será responsable por haber causado el
daño mediante una actividad riesgosa o peligrosa.
Se observa entonces que la ausencia de culpa no sirve como mecanismo liberador de
responsabilidad civil, adquiriendo por el contrario importancia fundamental la noción de causa ajena
o fractura causal.
El sistema objetivo de responsabilidad civil no pretende que los daños que se hayan causado a
través de bienes o actividades riegosas, no exista la culpa del autor, lo que se pretende es la total
abstracción de la culpa o ausencia de la culpa del autor, de tal modo que la existencia de culpa o no
sea totalmente intrascendente para la configuración de un supuesto de responsabilidad civil
extracontractual, debiendo acreditarse la relación causal, la calidad del bien o la actividad como una
riesgosa.
Cabe agregar que la calificación de un bien o actividad riesgosa o peligrosa no depende de las
circunstancias de un caso concreto en particular, pues de ser así cualquier actividad podría ser
considerada riesgosa. Esta calificación depende del riesgo que supone el uso socialmente
aceptado del bien o actividad de que se trate, siempre y cuando su uso suponga un riesgo adicional
al común y ordinario, como sucede con las armas de fuego o con los vehículos.
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Sin embargo este concepto ha sido notablemente ampliado, tanto en la doctrina y jurisprudencia extranjera
como en la nacional estableciéndose así que el concepto de dependencia no supone necesariamente un
vinculo contractual, pues, puede existir subordinación que no tenga fuente en contrato y se origine en
cambio, en una relación circunstancial y gratuita.
Lo importante es entonces que el actor del daño haya dependido para obrar de una autorización del
principal, es decir que la subordinación resultara aunque sea ocasionalmente de una elección para actuar y
un virtual poder de control sobre el hecho del otro, sin que importe que tal actividad sea gratuita o
remunerada. En tal virtud y si bien el empresario o contratista de una obra actúa con independencia de
locatario, puede sin embargo, revestir la calidad de dependiente si el dueño se reserva algún contralor en la
ejecución de la obra.
2.- EJERCICIO DE LA FUNCION: Desde luego que el principal no responderá de cualquier daño causado
por su subordinado, sino de aquellos que tengan relación con la función encomendada. El deber de garantía
puede extenderse solo a los daños que pudiera ocasionarse cuando el dependiente cumplía una actividad
en el interés del principal.
Sin embargo no es fácil determinar cuales son los límites de la función encomendada por el principal, o sea
hasta donde llega el razonable interés de este para atribuirle responsabilidad por los actos del dependiente.
Acerca de esta cuestión existen dos posiciones doctrinarias. La restrictiva que solo admite la
responsabilidad del principal cuando los hechos ilícitos del dependiente lo han sido en el ejercicio de la
función encomendada, aun cuando ella fue ejercida y regular o abusivamente. La otra doctrina, se aproxima
bastante a la teoría objetiva del riesgo creado y propicia esta responsabilidad cuando el acto ilícito del
dependiente a sido causado como motivo o ocasión de la función.
Se han criticado estas dos posiciones, considerándolas de formulación estricta y externa, y por lo tanto
insatisfactoria. Dice Borda que, “Limitar la responsabilidad al supuesto estricto del daño ocasionado en
ejercicio de las funciones, dejaría sin reparación múltiples daños en que la responsabilidad del principal
parece imponerse tal como por ejemplo el supuesto del guarda del ómnibus que a raíz de un incidente
circunstancial con un pasajero, lo lesiona”. En este ejemplo, se advierte que el guarda no actúa en el
ejercicio de sus acciones, pero si la violencia se ha originado en una discusión sobre cuestiones del
transporte, es razonable que el principal responda.
Consideramos que es fundamental que el hecho se haya ejecutado en el ejercicio de la función
encomendada, no bastando que ella haya sido mera ocasión para cometer el daño si esta responsabilidad
se funda en un deber de garantía, el principal debe asumir el daño ocasionado por su dependiente,
actuando en vista del fin fijado por aquel o utilizando los medios puestos a su disposición, aunque hubiese
actuado contra la prohibición o con abuso de las funciones. La responsabilidad del principal cesa, sin
embargo cuando el tercero victima del daño sabía o debía saber que el dependiente actuaba en nombre
propio sino en ejercicio de sus funciones.
3.- ACTO ILICITO DEL SUBORDINADO: Es necesario que el subordinado sea el mismo responsable, es
decir que haya obrado con culpa o dolo. La responsabilidad del principal existe por el hecho ilícito del
dependiente, pero si el hecho no es imputable a este ultimo, la base de la acción de indemnización
desaparece ello, sin perjuicio de la indemnización de equidad que pueda ser impuesta al autor de acto
involuntario.
Después de la reforma de la Ley 17711, en lo relativo al daño causado por el vicio o riesgo de la cosa, podrá
responsabilizarse al dueño o guardián del automóvil aunque fuera conducido por un demente, pero el daño
ya no será la consecuencia del hecho del conductor por lo que resulta indiferente su falta de
discernimiento.
El damnificado consecuencia del acto ilícito del dependiente puede ejercer la acción resarcitoria contra el
autor del daño y contra el principal indistintamente, o, solamente contra este. Aunque ambos son
responsables por el total del daño causado, esta responsabilidad no es solidaria, pues aunque el hecho que
ocasionó el daño es el mismo, la responsabilidad se origina en fuentes distintas; la del dependiente: en el
hecho propio; la del principal: en el deber de garantía (legitimación pasiva).
El principal responde solamente frente a la victima por el deber legal de garantía; pero tiene el derecho de
ejercer una acción recursoria contra el dependiente autor del acto ilícito y responsable en última instancia
del perjuicio que con su acto ocasionó.
Con esto hemos querido hacer una pequeña introducción del tema para así poder ingresar al estudio de
nuestro tema principal que la responsabilidad civil de los magistrados, la cual será desarrollada a
continuación.
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Tal como lo señala Ramos Mendez “La excelsa misión confiada a los jueces los sitúa en lugar preeminente,
en la cúspide del sistema jurídico de un país. Sus dictados constituyen en última instancia la tarea jurídica
de obligado cumplimiento para las partes. Esta tarea, como cualquier otra, comporta unos determinados
riesgos susceptibles de determinar responsabilidad en un Juez o Tribunal. La responsabilidad no es algo
específico de los Jueces, sino que es un efecto común que provoca la actuación de las personas en el
campo jurídico. Lo que ocurre es que el problema se agiganta desde la perspectiva judicial: a mayor
significación del cometido del órgano jurisdiccional, mayor responsabilidad por su funcionamiento. El tema
se convierte así en una garantía mas de la administración de justicia».
Efectivamente, frente a la posibilidad que la actividad jurisdiccional pueda ocasionar daños a las propias
partes o a terceros, se precisa que de esos danos alguien responda. La pregunta es ¿quien responde?
En nuestro sistema, siguiendo una tradición que se remonta a la Constitución de Cadiz de 1812 , se ha
considerado que la responsabilidad civil por los daños provocados en su desempeño de las funciones
judiciales le corresponde directamente a los propios jueces (al «juez-persona»). Así el articulo 200 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial (uno de los pocos que están «vigentes») establece: «Los miembros del Poder
Judicial son responsables civilmente por los danos y perjuicios que causan, con arreglo a las leyes de la
materia» y el Código Procesal Civil -que viene a ser «la ley de la materia»— señala en su artículo 509 que:
«El Juez es civilmente responsable cuando en ejercicio de su función jurisdiccional causa daño a las partes
o a terceros, al actuar con dolo o culpa inexcusable*. Luego, los jueces asumen la responsabilidad directa
por los danos causados, siempre que esos danos sean imputables a «dolo o culpa inexcusable* del
magistrado3.
Hasta aquí, por cuanto atañe a los jueces, nos movemos dentro de la clásica responsabilidad aquiliana por
culpa: todo aquel que por dolo o culpa cause daño a otro esta obligado a indemnizarlo.
En nuestro sistema se responsabiliza a los jueces como si se tratara de cualquier particular que ocasiona,
por acción u omisión culposa, un daño. Ello parece loable, parecería constituir una plasmación del principio
de igualdad ante la ley. Quien ocasiona un daño - sea quien fuere— debe indemnizarlo. Pero eso es solo
una apariencia.
Durante muchos siglos se ha considerado que manifestación de la soberanía del Estado era su total
irresponsabilidad patrimonial. Los ingleses acuñaron un principio: the King can do not wrong (el rey no
puede cometer ilícitos). Con ello se coloco al Estado en un piano de total inmunidad frente a los danos que
su actuación pudiera ocasionar a los ciudadanos (súbditos, en realidad). En tal sentido, si algún funcionario
estatal en el desempeño de sus funciones provocaba algún daño, respondía el personalmente, sin que tal
responsabilidad pudiera alcanzar al propio Estado. «Solamente con el advenimiento del constitucionalismo y
del Estado de derecho -señala IGNACIO DIEZ-PICAZO GIMENEZ-, los cuales implican el principio de
autolimitación del poder, se ha comenzado muy lentamente a poner en duda este princi pio. Solamente en
este siglo se ha llegado a una notable reducción de la inmunidad del poder. La historia de la evolución de
esta materia es la historia recorrida entre dos principios opuestos: del principio de la absoluta
irresponsabilidad al principio de responsabilidad general de los poderes públicos» 6.
La punta de lanza hacia la responsabilidad -directa y objetiva— del Estado por los danos provocados por su
actuación se verifico en buena parte de los ordenamiento europeos en cuanto a las lesiones provocadas por
el funcionamiento de la Administración (Estado-administrador). Notable el caso español que desde 1954,
curiosamente en la -franquista— Ley de Ex-apropiación Forzosa, zanjo el principio de la responsabilidad
objetiva del Estado por «toda lesión que los particulares sufran en sus bienes y derechos a que esta ley se
refiere, siempre que aquella sea consecuencia del funcionamiento normal o anormal de los servicios
públicos», en un proceso que culmino con la consagración, a nivel constitucional, de la responsabilidad de
todos los poderes públicos (art. 9.3 de la Constitución de 1978), y en el expreso e inequívoco
reconocimiento a los particulares del derecho «a ser indemnizados por toda lesión que sufran en cualquiera
de sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión sea consecuencia del
funcionamiento de los servicios públicos» (art. 106.2).
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Hay que destacar que por ley 30/1992, de 26 de noviembre, sobre el «Régimen Jurídico de las
Administraciones Publicas y del Procedimiento Administrativo Común» se ha hecho extensiva la
responsabilidad patrimonial del Estado por lo danos causados por la potestad legislativa del Estado
(Estado-legislador), disponiendo en su art. 139.3 que «las Administraciones Publicas indemnizaron a los
particulares por la aplicación de actos legislativos de naturaleza no expropiatoria de derechos y que estos
no tengan el deber jurídico de soportar, cuando así se establezcan en los propios actos legislativos y en los
términos que especifiquen dichos actos» 7.
Tal como lo señalan GARCIA DE ENTERRIA y FERNANDEZ la responsabilidad de la Administración que ha
quedado configurada en la Constitución española (y en sus normas de desarrollo) se formula «como una
responsabilidad directa, no como un simple sistema de cobertura de los danos causados por los actos
ilícitos de los funcionarios y agentes de los entes públicos, que es como aparece en los ordenamientos
norteamericanos (subseccion b) de la sección 1.346 de la Federal Torts Claims Act de 1946), ingles (sección
segunda de la Crown Proceeding Act de 1947), alemán (art. 34 de la Ley Fundamental de Bonn de 1949), e
italiano (art. 28 de la Constitución de 1948)... Por otra parte, la cláusula general vigente prescinde, también
-y esto es decisivo, del elemento tradicional de ilicitud o culpa, que sigue siendo en Francia el eje del
Derecho común de la responsabilidad de la Administración, para articularse como una responsabilidad
puramente objetiva, que sitúa a nuestro ordenamiento a la vanguardia del Derecho Comparado, como el
primero quizá que se ha aproximado, en el ámbito de los danos imputables al funcionamiento administrativo,
a la profecía que DUGUIT hiciera hace mas de medio siglo».
En nuestra Constitución no existe disposición alguna que establezca -como claramente lo establece la
Constitución española en el art. 9.3—, la “responsabilidad de todos los poderes públicos», salvo esa tímida
y neutra declaración del art. 45 que establece que «E1 poder del Estado emana del pueblo. Quienes lo
ejercen lo hacen con las limitaciones y responsabilidades que la Constitución y las leyes establecen», con lo
cual «las responsabilidades» (cualquier responsabilidad: política, disciplinaria, civil o penal) recae siempre
sobre quienes ejercen el poder (o sea autoridades y funcionarios públicos) 9, con lo cual nuestros
constituyentes se lavaron las manos sobre este tema y bien podemos considerar que rige el absolutista
principio de la irresponsabilidad del Estado. De allí que la Constitución de 1993 nada haya aportado de
nuevo sobre esta materia en relación a la Constitución de 1979.
De la responsabilidad objetiva del Estado-administrador (y también en su versión mas avanzada del Estado-
legislador) debería llegarse sin problemas a la responsabilidad del Estado-juez. Sin embargo, ello no ha sido
así.
Por un lado, nos encontramos con los sistemas anglosajones en los que, en líneas generales, rige una total
inmunidad de los propios jueces, inmunidad concebida como un baluarte de la independencia del juez en
beneficio del cuerpo social, permitiendo que los jueces sean libres de ejercitar sus propias funciones con
plena independencia y sin temer las consecuencias de su actuar, y por el otro, en el extremo opuesto, la
exclusiva responsabilidad personal de los jueces, fundada en la culpa, bajo las reglas del derecho común,
sin que dicha responsabilidad alcance al Estado, siquiera vicariamente.
Entre estos dos extremos encontramos algunos sistemas de coexistencia de responsabilidad directa y
objetiva del Estado-juez y de la responsabilidad personal del magistrado.
Si bien con muchas variantes y matices particulares podemos encuadrar dentro de este sistema al francés,
al alemán, al italiano y al español.
Ciertamente, el caso más notable y avanzado es el español. En España los jueces han sido
tradicionalmente considerados personalmente responsables por los danos causados cuando en el
desempeño de sus funciones incurrieren en dolo o culpa u. Por otro lado, el Estado era solamente
directamente responsable en los casos de error judicial declarado tras un proceso de revisión penal (art. 960
de la Ley de Enjuiciamiento Criminal). Además el Estado era vicariamente responsable en los casos de
delito cometido por un juez en el ejercicio de sus funciones. Con la Constitución de 1978 se introdujo una
responsabilidad directa y objetiva del Estado-juez por «los danos causados por error judicial, así como los
que sean consecuencia del funcionamiento anormal de la Administración de justicia (art. 121). La Ley
Orgánica del Poder Judicial de 1985 ha agregado como titulo de imputación la prisión preventiva o
provisional cuando después de la misma se dicte sentencia absolutoria o auto de sobreseimiento.
Con ello, se introduce un sistema en el que —tal como lo señala IGNACIO DI'EZ-PICAZO GIMENEZ— «La
responsabilidad es directa, por cuanto el Estado responde en vía principal y por hecho propio. No se trata
absoluta-mente de una responsabilidad vicaria respecto a aquella del juez y de los otros funcionarios
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judiciales. La responsabilidad es objetiva porque esta surge con independencia de la culpabilidad del agente
causante del daño. Ello significa que para que el Estado sea responsable no es en efecto necesario que el
daño sea causado negligentemente, es mas el Estado debe responder en el caso el cual el daño haya sido
fortuito, e inclusive en el caso en el que haya sido anónimo (vale decir, en el caso en cual no sea posible
identificar al autor del daño)»17. Para que el Estado responda se precisa la concurrencia de las siguientes
condiciones: a) un comportamiento dañoso que sea calificable como error judicial o funcionamiento anormal
de la administración de justicia; b) que el daño sea injusto, o sea que la victima no tenga la obligación de
soportarlo; c) Una relación de causalidad entre el comportamiento dañoso y el daño injusto, en donde el
único supuesto de ruptura del nexo causal que exonera al Estado es la fuerza mayor.
La ventaja para la victima del daño provocado por la actividad jurisdiccional es evidente. «Para obtener la
indemnización -señala Luis MARIA DI'EZ-PICAZO— en efecto, no es preciso dirigirse antes contra el Juez -u
otro funcionario subordinado— causante del daño, ni que haya mediado culpa o negligencia por parte de
este. Basta con que se compruebe la existencia de la lesión, la relación de causalidad y un funcionamiento
anormal, es decir, un funcionamiento activa u omisivamente contrario a las normas reguladoras del ejercicio
de la potestad jurisdiccional. En esto precisamente se diferencia la responsabilidad judicial del Estado de la
responsabilidad administrativa del Estado, que a tenor del articulo 106.2 CE -que sigue una ya vieja norma
del Derecho Español—, cubre también los danos derivados del funcionamiento normal» .
En buena cuenta, en el derecho español coexiste una responsabilidad personal de los jueces y una
responsabilidad objetiva del Estado, hasta el punto que la primera ha sido considerada por Luis MARIA DI'EZ-
PICAZO como inútil pues «todo perjudicado que aspire a ser indemnizado accionara contra el Estado, sin
perjuicio que este pueda, en su caso, repetir contra el Juez causante de la lesión (art. 296 LOPJ)».
Con esta regulación se ha logrado la finalidad de la «socialización del riesgo derivado de denominado
servicio de la justicia, a través de un mecanismo de responsabilidad directa y objetiva del Estado».
4.- SISTEMA DE RESPONSABILIDAD DE LOS JUECES EN EL PERU
LA RESPONSABILIDAD PERSONAL
Al iniciar este trabajo señalamos que el sistema de responsabilidad por los daños que pueda provocar la
actividad jurisdiccional descansa toda sobre el concepto -en sentido lato— de culpa (dolo o culpa
inexcusable: art. 509 del CPC) imputable al propio juez, revocando el viejo principio «no hay responsabilidad
sin culpa». Luego, los daños que se pueda haber provocado en ocasión de un proceso (instrumento para el
ejercicio de la función jurisdiccional, según certera precisión de MONTERO AROCA) a las partes del mismo o
a terceros solo serán indemnizables si es que estos son el resultado de una conducta dolosa o culposa del
juez.
Sin embargo, la vigente ley reguladora del proceso civil, a diferencia del Código de Procedimientos civiles
que se limitaba a establecer en su articulo 1061 que: «Los jueces son civilmente responsables cuando en el
ejercicio de sus funciones proceden por dolo, culpa y negligencia o ignorancia inexcusable", describe, con
una técnica por demás deficiente, lo que se considera una conducta «dolosa» e «inexcusablemente
culposa».
Es así que según el art. 509, segundo párrafo, del CPC se considera que la conducta del juez es dolosa
cuando:
1) Incurre en falsedad o fraude;
2) Deniega justicia «al rehusar u omitir un acto o realizar otro por influencia».
Mientras que la culpa inexcusable según el tercer párrafo del artículo citado cuando se configura cuando el
juez:
1) comete un «grave» error de derecho;
2) hace interpretación «insustentable» de la ley ; o
3) causa indefensión al no analizar los hechos probados por el afectado.
Se han en cierta medida objetivado las conductas «dolosas» o «culposas» en forma por demás confusa y
equfvoca, cuando lo sensato, en todo caso, era establecer claros títulos de imputación de responsabilidad.
Ahora bien, el articulo 516 del CPC señala que «La obligación de pago de los daños y perjuicios es solidaria
entre el Estado y el Juez o Jueces colegiados que expidieron las resoluciones causantes del agravio».
¿Que significa esta «solidaridad» en la obligación de pago (sic)? Sin duda la redacción del artículo es poco
feliz. En realidad lo que se ha querido establecer es la responsabilidad «vicaria» del Estado, en virtual
paralelismo con lo establecido en el artículo 1981 del CC que establece la responsabilidad por el hecho de
los dependientes 2i. Con ello podemos considerar que algo hemos avanzado en el campo de la tradicional
irresponsabilidad del Estado, pero la solución peruana es la tal vez la más inconveniente.
En efecto, tratándose de responsabilidad solidaria entre el Juez o Jueces y el Estado, el que se considere
perjudicado podrá demandar la indemnización:
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1) directamente al juez o jueces a los cuales le imputa la conducta productora del diario;
2) tanto a dichos jueces como al Estado; y finalmente:
3) solo al Estado .
Ahora bien, en el derecho trances e italiano, en donde en los supuestos de responsabilidad personal de los
jueces rige esta misma responsabilidad vicaria, a fin de protegerlos de probables acciones vejatorias de los
perdedores de un proceso, se ha previsto que la demanda resarcitoria se dirija siempre (y exclusivamente)
contra el Estado, con la posibilidad ulterior de que cuando el Estado pague, podrá pretender la repetición del
«autor directo» del daño. De esta forma el juez no se ve necesariamente perturbado por su condición de
parte demandada (y como tal enfrentada a la afirmada victima) en un proceso de responsabilidad.
Con todo, la expresa extensión de la responsabilidad al Estado implica un pequeño (muy pequeño) avance.
Pero, además de este supuesto de responsabilidad «vicaria» (siempre en el sentido de responsabilidad por
el hecho de otro) del Estado por los danos causados por los jueces «en el ejercicio de la función
jurisdiccional", la Constitución de 1993 establece en el inc. 7 de su artículo 139° (como «principio y derecho
de la función jurisdiccional" (sic)) :
«La indemnización, en la forma que determine la ley, por los errores judiciales en los procesos penales y por
las detenciones arbitrarias, sin perjuicio de la responsabilidad a que hubiere lugar».
Con ello, no ha hecho sino condensar en un mismo inciso lo dispuesto en la Constitución de 1979 en los
incisos 5 (errores judiciales cometidos en procesos penales) y 16 (detenciones arbitrarias) del art. 233. Por
cierto, el derecho a una indemnización por errores judiciales penales ya se había consagrado en la
Constitución de 1933, en cuyo artículo 230 se establecía que “El Estado indemnizará a las victimas de los
errores judiciales en materia criminal, previa juicio de revisión en la forma que determine la ley».
En estos dos escasos supuestos (error judicial penal y detención arbitraria) el Estado debe responder
directa y objetivamente, pero existe la cláusula «en la forma que determine la ley» -¿Existe tal ley? Pues si,
es la Ley 24973 del 28 de diciembre de 1988 que desarrolla los incisos 5) y 16) del articulo 233 de la
Constitución de 1979, y que tras delimitar en los supuestos de detención arbitraria (art.2° 2) y los de error
judicial (art. 3° ), establece que «Las indemnizaciones a que se contrae la presente Ley, serán abonados
por el Estado a través del Fondo que por la misma se crea» (art. 7°), Fondo que fue legalmente creado pero
nunca instalado , por lo que lo dispuesto en esta ley ha devenido en letra muerta.
Nos cabe la pregunta: ¿por que la Constitución limita esta cobertura de los daños provocados por error
judicial al producido por un proceso penal? ¿Es que acaso no hay posibilidad de errores productores de
danos en los procesos civiles, laborales, constitucionales? El propio Código Procesal Civil al configurar la
«culpa inexcusable» señala que esta se presenta cuando el juez comete un «grave error de derecho» o «no
analiza los hechos probados por el afectado» (que es error de hecho).
Respecto de la previsión de la Constitución de 1979, narra CHIRINOS SOTO que «en el seno de la Comisión
Principal como en la plenaria, se llego a sugerir que la indemnización por errores judiciales comprendiera la
esfera civil. Al respecto primo el buen sentido. No prospero la iniciativa, porque hubiera sido muy peligrosa.
El error judicial en el campo civil puede derivarse de defecto de la prueba, lo que es responsabilidad de
parte. El defecto de prueba en materia penal es, en cambio, responsabilidad del Estado». Obviamente el
argumento carece de sustento. Si hay «defecto de prueba» imputable a las partes simplemente no estamos
ante un error judicial.
Ciertamente en materia penal el error judicial es fácil de delimitar: se condeno a quien no se debió condenar.
Determinado ello al declararse fundado el recurso de revisión, los danos ocasionados por esa condena -que
luego se determino errada— deben ser indemnizados por el Estado. El error así declarado no exige la culpa
del juez o jueces que en su momento condenaron 33. La responsabilidad del Estado es directa, objetiva y por
hecho propio. Lo mismo ocurre tratándose de detención arbitraria. Determinada la arbitrariedad (o sea falta
de justificación) de la detención, los daños provocados por aquella deberán ser resarcidos directa y
objetivamente por Estado, prescindiéndose del hecho que dicha detención fuera el resultado de un
comportamiento doloso o culposo de una autoridad o funcionario estatal.
Si comparamos nuestra real cobertura por parte del Estado de los daños producidos por la actividad judicial
con la prevista en España el panorama es desolador. Y es mas desolador el hecho que esa responsabilidad
directa y objetiva del Estado ha quedado alii en el texto constitucional y en el ambicioso (lírico) sistema de la
Ley 24973, sin que tenga actuación practica alguna.
6.- NUEVO SISTEMA DE RESPONSABILIDAD CIVIL POR LOS DAÑOS PRODUCIDOS POR LA
ACTIVIDAD JUDICIAL
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Dice FERRAJOLI que en un Estado de Derecho «los danos de los ciudadanos -todos los daños injustos,
prescindiendo de la culpa— debería ser resarcidos por el estado, y las culpas -todas las culpas,
prescindiendo de los daños provocados— deberían ser sancionadas».
Ciertamente en un Estado de Derecho no puede haber ejercicio del poder sin responsabilidad y, como
dijimos al inicio del presente trabajo, la pregunta es quien responde por los danos que tal ejercicio puede
ocasionar. En el caso de los daños ocasionados por el ejercicio de la potestad jurisdiccional el hacer
descansar todo el sistema de responsabilidad civil sobre los propios jueces puede, en primer lugar, hacer
peligrar uno de los soportes básicos de todo Estado de Derecho cual es la independencia judicial 36, y por el
otro, conducir a resultados meramente líricos para la victima la cual aun cuando venciera en el proceso
contra el juez, difícilmente obtendrá la efectiva reparación del daño, por la obvia razón que el juez no
necesariamente cuenta, en su patrimonio, con bienes suficientes que respondan por la obligación impuesta
por sentencia.
En aras de asegurar la independencia judicial, ¿postulamos acaso la irresponsabilidad de los jueces? De
ninguna manera. Sin embargo, tal como lo señalan NICOLA PICARDI y ALESSANDRO GIULIANI, «La
responsabilidad del juez es una cuestión compleja; vale decir, se trata de una temática que presupone una
serie de opciones de fondo y que se fracciona en múltiples direcciones, como en un juego de espejos. A la
pregunta: ¿que responsabilidad7., no se puede, efectivamente, responder con un «si» o con un «no»; ella
presupone la respuesta a cuestiones prejudiciales, las cuales, por lo demás, no son siquiera explícitamente
formuladas: ¿que juez? y ¿que proceso?»7.
Pues tratando de responder a la primera pregunta (¿cual juez?) la respuesta oscila entre dos variables o
modelos: o un juez-profesional38 (entendido como el juez anglosajón, elegido por sus propios meritos
profesionales, y normalmente en la madurez vital y de la profesión forense) y un juez-funcionario (entendido
como funcionario estatal que recorre una carrera, con ascensos de «inferior» a «superior», cuyo modelo es
el juez francés). El primero (curiosamente pese ser «profesional») que es irresponsable, como vimos; y el
segundo, que es responsable personalmente por los danos que ocasione a los particulares su actuación
funcional. El primero totalmente independiente en su actuación y que no integra una estructura judicial
jerarquizada; el segundo prestador de un servicio publico integrado a la administración (o sea al Poder
Ejecutivo) e, igualmente, integrado en una estructura jerarquizada.
¿A cual modelo responde nuestro juez? Pues es un hibrido, medio-profesional (en cuanto, en principio,
reclutado por concurso en base a sus calidades profesionales) y medio-funcionario «de carrera» integrado a
una estructura declaradamente -desde la Constitución— jerarquizada, aunque independiente del Ejecutivo y
del Legislativo.
Además de lo dicho hay que tener en cuenta que según nuestra Constitución:
l°. Los jueces de todos los niveles son nombrados, previo concurso publico de meritos y evaluación
personal, por un órgano independiente y apolítico: el Consejo Nacional de la Magistratura (art.
154, inc.l0), salvo, naturalmente, aquellos que provengan de elección popular (art. 150 y 152);
2°. Todos los jueces gozan de la inamovilidad en sus cargos y como tal no pueden ser trasladados
sin su consentimiento (art.146° inc.2), teniendo el derecho a permanecen en el servicio mientras
observen conducta e idoneidad propias de su función (art. 146° inc.3);
3°. Todos los jueces son ratificados cada siete años por el Consejo Nacional de la Magistratura (art.
154 inc. 2);
4°. La sanción de destitución es impuesta, en definitiva, por el Consejo Nacional de la Magistratura.
El que el ingreso -y la salida— de la judicatura esté constitucionalmente encomendada al Consejo Nacional
de la Magistratura esta enderezadas a un fin: garantizar la independencia judicial. ¿Que significa la
independencia judicial? La propia Constitución ha establecido, por un lado, que constituye un principio de la
función jurisdiccional la “independencia en el ejercicio de la función jurisdiccional” (art. 139 inc. 2)
considerando por tal el que «Ninguna autoridad puede avocarse a causas pendientes ante el órgano
jurisdiccional ni interferir en el ejercicio de sus funciones», y por el otro, que los jueces «solo están
sometidos a la Constitución y a la ley» (art. 146° inc. 1).
El sometimiento de los jueces solo a la Constitución y a la ley, previsto por la Constitución como garantía de
los jueces, es en realidad la primera garantía de la que gozan los justiciables que se ven envueltos en un
proceso judicial. Para los justiciables la independencia judicial es un derecho 39. Para los jueces su actuación
independiente constituye su primer deber. Los jueces solo están sometidos a la ley (pero no cualquier ley,
solo la que sea compatible con la Constitución), por lo que de cualquier desviación de la ley (sustancial o
procesal, poco importa) los jueces deben ser responsables. Lo que hay que delimitar es cual régimen de
responsabilidad es la que hay que establecer para ellos.
En nuestro concepto un adecuado régimen de responsabilidad seria el siguiente:
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1) Desde el ángulo de los jueces no nos cabe ninguna duda que la responsabilidad por
desviación de su primario deber de sometimiento a la ley debe conducirnos a la responsabilidad
disciplinaria 41 y penal 42.
2) Desde el ángulo del justiciable-victima la objetiva desviación del órgano jurisdiccional (tanto del
juzgador como de los auxiliares jurisdiccionales) de su sometimiento a la ley debe conducirnos a
una responsabilidad por los daños provocados a cargo única y exclusivamente del Estado-juez.
Dentro de este supuesto debería comprenderse tanto los danos provocados por error judicial (que
es el daño que provoca una resolución «devenida jurídicamente inadecuada») como de las
normas reguladoras del ejercicio de la potestad jurisdiccional -o sea del proceso— (lo que los
españoles llaman «funcionamiento anormal de la administración de justicia”), que no
necesariamente serian provocados por acción u omisión del juez, sino también de los auxiliares
jurisdiccionales.
Si seguimos personalizando la responsabilidad civil (fundada siempre en el concepto de culpa) podríamos
llegar al siguiente absurdo: Si nuestros civilmente responsables jueces son seleccionados y nombrados por
el Consejo Nacional de la Magistratura, órgano que además tiene el deber constitucional de fiscalizar la
conducta e idoneidad de los magistrados en ejercicio, compartiendo con los órganos de control interno del
Poder Judicial la función disciplinaria, los daños que podrían ser provocados por la actividad judicial de
aquellos (seleccionados, nombrados y fiscalizados) debería recaer también en los miembros de aquellos
órganos (por decirlo a la antigua: responderían por «culpa in eligendo» y por «culpa in vigilando»).
Argumento absurdo pues los actos del Consejo Nacional de la Magistratura, de los órganos de control
interno del Poder Judicial y los de los magistrados y sus auxiliares, son actos del Estado, y de los resultados
dañosos de la actividad judicial debería responder el Estado.
Como bien lo señalan GARCIA DE ENTEERIA y FERNANDEZ «en materia de responsabilidad civil, a diferencia
de lo que ocurre en el ámbito penal, el objetivo ultimo que se persigue no es tanto el de identificar a una
persona como autora del hecho lesivo, sino el de localizar un patrimonio con cargo al cual podrá hacerse
efectiva la reparación del daño causado. Esta finalidad garantizadora, que esta en la base de todo sistema
de responsabilidad patrimonial, produce con frecuencia una disociación entre imputación y causalidad.
Probar que existe un nexo causal entre el hecho que constituye la fuente normativa de la responsabilidad y
el daño producido será siempre necesario para que la imputación pueda tener lugar y con ella pueda nacer
la responsabilidad, pero la mera relación de causalidad entre el hecho (y su autor) y el daño no basta para
justificar la atribución del deber de reparación al sujeto a quien la Ley califica de responsable. Así ocurre, por
lo pronto, cuando la responsabilidad se predica de personas jurídicas, en la medida en que estas solo
pueden actuar a través de personas físicas. En tales casos -y en todos aquellos casos en que la
responsabilidad se configura legalmente al margen de la idea de culpa— la imputación no puede realizarse
en base a la mera causacion material del daño, sino que tiene que apoyarse, previa justificación de su
procedencia, en otras razones o títulos jurídicos diferentes, ya sea la propiedad de la cosa que ha producido
el daño, la titularidad de la empresa en cuyo seno ha surgido el perjuicio, la dependencia en que respecto
del sujeto responsable se encuentra el autor material del hecho lesivo, o cualquier otra. Siendo la
Administración una persona jurídica, el problema de la imputación de responsabilidad se plan-tea en los
términos que acabamos de decir, lo cual hace necesario precisar los títulos en virtud de los cuales pueda
atribuírsele jurídicamente el deber de reparación».
Si como venimos sosteniendo toda incidencia dañosa provocada por la actividad judicial es fatal en las
esferas jurídicas privadas debería ser responsabilidad -directa y objetiva— del Estado, los concretos títulos
de imputación de responsabilidad serian:
1) el error judicial cometido en cualquier proceso (penal, civil, laboral o constitucional); y
2) el funcionamiento anormal del proceso (en el que se encuadraría, entre muchos otros
supuestos, el agobiante problema de la duración del proceso más allá del «plazo razonable»).
Si estos deberían ser los títulos de imputación de responsabilidad del Estado-juez, queda pendiente la
pregunta ¿que parte del Estado es la que responde? ¿Acaso, aquel fondo «creado» por la Ley 24973 y que
nunca llego a constituirse? En nuestro concepto debe ser el propio Gobierno Central, como cabeza de la
Administración estatal. Tal como lo señalan GARCIA DE ENTERRIA y FERNANDEZ «el deber de indemnizar,
cuando proceda, se refiere primariamente a la Administración del Estado, supuesto estructural básico del
Estado mismo en el piano interno y, en este concreto campo, el único centra de imputación posible dentro
de el de las relaciones jurídicas que pueden surgir de la actuación de los demás órganos estatales. Como,
por lo demás todo lo relativo a la Administración de Justicia es competencia estatal exclusiva, se tiende a
referir a ella las consecuencias lesivas que pueden resultar de dicha actuación para garantizar la plenitud de
la cobertura patrimonial del ciudadano, que insistimos de nuevo es el verdadero quicio de todo el sistema de
responsabilidad publica».
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De lo que se trata es de superar abiertamente el principio de la inmunidad del Estado en el ejercicio del
poder (primera barrera a derrumbar), instaurando un sistema en el que este sea el sujeto que responda por
los danos provocados por su actividad (vale decir, «por hecho propio» y no «por hecho ajeno»). Pero, con
ello no se resuelve gran cosa, si eh paralelo no se resuelve el problema de ese subrogado de la inmunidad
que es la inembargabilidad de los bienes públicos, tema sobre el que no se quiere legislar. ¿Como puede
hablarse de responsabilidad del Estado por lo danos provocados a los particulares, si se tiene la
incertidumbre del como (y con que) se hace efectiva la responsabilidad patrimonial de este?
Si el Estado es el que debería responder por lo danos provocados a los particulares por la actividad judicial
^como se hace efectiva la responsabilidad? Obviamente, debe haber un previo proceso (civil), con todas las
garantías, en que el demandado será el Estado. Si en el se queda demostrado el daño, el titulo de
imputación y el nexo causal, el Estado se vera condenado a pagar la indemnización que corresponda. ¿Que
vendrá después? Pues al Estado no le quedaría sino cumplir inmediatamente, sin que valgan esos
argumentos de pseudo-legalidad presupuestaria que se suelen utilizar como simple pretexto para desvirtuar
la sumisión del Estado a su propia justicia que encuentra su máxima plasmación constitucional en el deber
impuesto al Presidente de la Republica (Jefe del Estado y personificación de la Nación, según lo expresa el
art. 110 de la Carta del 93) de «Cumplir y hacer cumplir las sentencias y resoluciones de los órganos
jurisdiccionales» (art. 118 inc. 9, de la Constitución).
De lo que si estamos convencidos es que el perverso48 sistema de responsabilidad civil personal de los
jueces debe ser sustituido por un efectivo sistema de responsabilidad directa y objetiva del Estado, y,
asimismo, que el Estado no se puede desentender de esta problemática que envuelve a una de sus
funciones básicas de cuyos resultados dañosos debe patrimonialmente responder.
CONCLUSIONES
La draconiana frase que conscientemente hemos querido hacer encabezar nuestro trabajo sobre la
responsabilidad de los jueces, que proviene, por cierto, de quien fuera triste victima de las atrocidades del
más infame de todos los tribunales de «justicia» (el Tribunal de la Santa Inquisición española),
probablemente refleje el sentir de muchos peruanos que hoy son victimas de un sistema judicial colapsado y
que no tiene siquiera el consuelo de poder ser indemnizado por quien tiene la responsabilidad por este
institucionalizado «funcionamiento anormal de la administración de la justicia.
Nos cabe una reflexión final. Tal como lo señala DIEZ-PICAZO GIMENEZ «la responsabilidad no es la vía
idónea para mejorar el funcionamiento de la justicia. La responsabilidad mira el pasado no el futuro, vale
decir, los medios de resarcimiento se refieren al defecto ya producido y no pueden convertirse en un
mecanismo de política judicial. Pese a ello, el ciudadano tiene el derecho a no soportar en su patrimonio los
defectos estructurales de la justicia, la cual es probablemente la mas importante función que debe cumplir el
Estado frente a los particulares».
BIBLIOGRAFIA
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Autor:
Katty
lucy2380@hotmail.com
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