5 Biografias
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Goyana es uno de los escritores más destacados a nivel nacional, el escritor guatemalteco
desde muy temprana edad se traslado a vivir a la ciudad de Guatemala, en donde realizo los
estudios correspondientes, mediante su esfuerzo obtuvo el titulo que lo acreditaba de
Doctor en Derecho. No perdiendo la motivación continúo ejerciendo la carrera de leyes y se
distinguió como un talentoso abogado guatemalteco.
Rafael García sobresale en las letras guatemaltecas, como uno de los escritores
desarrollados en nuestro país, su trabajo por la realización de las fabulas, en donde se da a
conocer una observación zagas del medio que vivía y su extenso conocimiento del alma
humana, así como la vida de los animales, en los cuales sirve de disfraz para profundizar en
el comportamiento humano.
En sus treinta y tantas fábulas desarrolladas, las nuevas ideas en un lenguaje satírico y
mordaz, sin ocultar las dificultades que llevaría consigo la transición del régimen colonial
al régimen de independencia. Algunas de sus títulos son: Los muchachos, los sanates y el
loro, Los fueros jumentiles, Los sanates y el burro, El sopilote con golilla, Nuevos sistemas
de gobierno en el reino animal y Los sanates en consejo.
Guatemala lo percibe como uno de sus mejores narradores guatemaltecos, por sus
habilidades y sus entidades literarias que han marcado historia como fabulista e varias
ediciones publicadas de su obra.
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CARLOS MERIDA
Nacido en el seno de una familia de clase media, su padre era abogado y su madre, de
origen español, fue maestra de escuela. En su adolescencia comenzó a estudiar escultura,
pero sus profesores le convencierón de cambiar a pintura. Viajó en su juventud a Europa,
junto con el también iba el pintor francés Carlos Valenti, en donde visitó los talleres de
Amadeo Modigliani, Kees van Dongen y Hermenegildo Anglada Camarasa.1 En 1919 se
trasladó a México, donde se destaca en la renovación del muralismo mexicano. En 1922
Mérida trabajó con Diego Rivera para pintar los murales del Anfiteatro Bolívar en la
Ciudad de México. Debido a la distancia de la Revolución mexicana y de la militancia en
corrientes de izquierda propias del muralismo, Carlos Mérida inició una temprana
distancia1 de las características discursivas figurativas para desarrollar una etapa marcada
por la abstracción en la forma y sus raíces indígenas en los temas. En esa misma época
colaboró como dibujante con el arqueólogo Manuel Gamio. En 1927 viaja de nueva cuenta
a París, donde, derivado de su contacto con Picasso, Kandinsky, Klee y Miró, reafirmó su
estilo en el arte abstracto y el constructivismo.
Mérida siempre publicó con orgullo su ascendencia maya-quiché y española. A la vuelta de
su viaje a París, en 1929, fue nombrado director de la Galería del Teatro Nacional en
México, y tres años más tarde dirigió la Escuela de Danza.
La obra más ambiciosa desarrollada por Mérida fue para el Centro Urbano Benito Juárez,
también llamado Multifamiliar Juárez. En este último la temática se centró en torno a una
serie de leyendas mesoamericanas acerca del origen del mundo —"El Popol Vuh"
(aludiendo al libro antiguo descubierto en Guatemala de los maya-quichés), "Los ocho
dioses del olimpo mexicano", "El Ixtlexilt", "Los cuatro soles"—. En ella buscó una
integración plástica integral, sumando al trabajo propio de la construcción de los edificios,
"arquitectos, dibujantes artesanos y el artista (que) formaron un solo núcleo, tal como se
hacía para la construcción de las catedrales medievales".3 Según consenso de los
investigadores del tema, este fue el mejor ejemplo de integración artística entre los espacios
arquitectónicos y la obra de Mérida, ya que para su realización hubo coordinación y trabajo
entre ambas partes, y los murales de Mérida fueron emplazados en una gran variedad de
espacios, desde grandes páneles en las fachadas de los edificios, escaleras, azoteas y hasta
un paso a desnivel para autos hoy desaparecido.
ENRIQUE CAY
Guatemala un país con diversidad y riqueza cultural, es la íntima inspiración del artista
Pintor y Escultor nacido en Sumpango, Sacatepéquez, quien basa su obra en las historias y
leyendas de su país, capturando en cada lienzo la vida cotidiana de los pueblos mayas.
En cada obra que surge de su interior cobran vida paisajes mágicos e imaginarios que nos
trasladan al pasado o al presente, expresando sentimientos guardados, experiencias vividas
que invitan a cada observador a viajar a ese mágico momento de sus raíces y riquezas
ancestrales.
La particularidad del artista se basa en las técnicas y colores en las cuales plasma las
tradiciones y misticismo como el tradicional vuelo de barriletes gigantes, Baile de Gigantes,
Leyendas de Guatemala, cuadros costumbristas, mitos y leyendas, cofradías religiosas,
entre otras.
En sus exposiciones cabe mencionar: A vista de Pájaro, Espíritus del viento, Espanta
Espíritus, Guardianes del tiempo, Así como me lo contaron lo presento yo, Atitlán, Danza
de fuego, El Ultimo Abuelo, Mi Guatemala, Cofrades y Los Nazarenos principalmente.
Entre sus logros cabe mencionar: Dos obras subastadas en la Fundación Rosas Botrán y
Funcilec de Guatemala. Galardón Único Certamen Permanente Centroamericano 15 de
septiembre, Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala. Medalla del Milenio como
joven artista del año, otorgado por la hemeroteca nacional de Guatemala. Primer lugar
Certamen Arturo Martínez, Quetzaltenango, Guatemala.
Gabriel José García Márquez nació en Aracataca (Colombia) en 1928. Cursó estudios
secundarios en San José a partir de 1940 y finalizó su bachillerato en el Colegio Liceo de
Zipaquirá, el 12 de diciembre de 1946. Se matriculó en la Facultad de Derecho de la
Universidad Nacional de Cartagena el 25 de febrero de 1947, aunque sin mostrar excesivo
interés por los estudios. Su amistad con el médico y escritor Manuel Zapata Olivella le
permitió acceder al periodismo. Inmediatamente después del "Bogotazo" (el asesinato del
dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán en Bogotá, las posteriores manifestaciones y la brutal
represión de las mismas), comenzaron sus colaboraciones en el periódico liberal El
Universal, que había sido fundado el mes de marzo de ese mismo año por Domingo López
Escauriaza.
Había comenzado su carrera profesional trabajando desde joven para periódicos locales;
más tarde residiría en Francia, México y España. En Italia fue alumno del Centro
experimental de cinematografía. Durante su estancia en Sucre (donde había acudido por
motivos de salud), entró en contacto con el grupo de intelectuales de Barranquilla, entre los
que se contaba Ramón Vinyes, ex propietario de una librería que habría de tener una
notable influencia en la vida intelectual de los años 1910-20, y a quien se le conocía con el
apodo de "el Catalán" -el mismo que aparecerá en las últimas páginas de la obra más
célebre del escritor, Cien años de soledad (1967). Desde 1953 colabora en el periódico de
Barranquilla El nacional: sus columnas revelan una constante preocupación expresiva y una
acendrada vocación de estilo que refleja, como él mismo confesará, la influencia de las
greguerías de Ramón Gómez de la Serna. Su carrera de escritor comenzará con una novela
breve, que evidencia la fuerte influencia del escritor norteamericano William Faulkner: La
hojarasca (1955). La acción transcurre entre 1903 y 1928 (fecha del nacimiento del autor)
en Macondo, mítico y legendario pueblo creado por García Márquez. Tres personajes,
representantes de tres generaciones distintas, desatan -cada uno por su cuenta- un monólogo
interior centrado en la muerte de un médico que acaba de suicidarse. En el relato aparece la
premonitoria figura de un viejo coronel, y "la hojarasca" es el símbolo de la compañía
bananera, elementos ambos que serían retomados por el autor en obras sucesivas.
En 1961 publicó El coronel no tiene quien le escriba, relato en que aparecen ya los temas
recurrentes de la lluvia incesante, el coronel abandonado a una soledad devastadora, apenas
si compartida por su mujer, un gallo, el recuerdo de un hijo muerto, la añoranza de batallas
pasadas y... la miseria. El estilo lacónico, áspero y breve, produce unos resultados
sumamente eficaces. En 1962 reúne algunos de sus cuentos -ocho en total- bajo el título de
Los funerales de Mamá Grande, y publica su novela La mala hora.
GABRIELA MISTRAL
(Seudónimo literario de Lucila Godoy Alcayaga; Vicuña, Chile, 1889 - Nueva York, 1957)
Poetisa y educadora chilena. Tras el declive del modernismo, parte de la lírica
hispanoamericana de los años de entreguerras siguió los pasos de las vanguardias europeas:
citando solamente ejemplos chilenos, éste sería el caso de Vicente Huidobro, fundador del
creacionismo, o de Pablo Neruda, deudor del surrealismo en Residencia en la tierra.
Hija de un maestro de escuela, con dieciséis años decidió dedicarse ella también a la
enseñanza; trabajó como profesora de secundaria en su país y como directora de escuela.
Como poetisa, Gabriela Mistral se dio a conocer en los Juegos Florales de Chile en 1914
con Los sonetos de la muerte, nacidos del dolor causado por el suicidio de su prometido, el
empleado ferroviario Romelio Ureta, a quien había conocido en 1906. Firmados ya con el
pseudónimo de Gabriela Mistral (formado a partir de dos autores admirados, el italiano
Gabriele D'Annunzio y el poeta provenzal Frédéric Mistral), estos tres sonetos fueron
incorporados en 1922 a una colección más amplia de sus versos editada por el Instituto
Hispánico de Nueva York bajo el título de Desolación.
Ese mismo año dejó Chile para trasladarse a México, a petición del gobierno de este país,
con el fin de que colaborara en la reforma de la educación iniciada por José Vasconcelos.
En México, Gabriela Mistral fundó la escuela que lleva su nombre y colaboró en la
organización de varias bibliotecas públicas, además de componer poemas para niños
(Rondas de niños, 1923) por encargo del ministro de Instrucción Pública mexicano, y
preparar textos didácticos como Lecturas para mujeres (1924).
En 1945 Gabriela Mistral recibió el Premio Nobel de Literatura (fue la primera concesión a
una escritora en lengua española) y en 1951 el Premio Nacional de Literatura de Chile.
Siguió su carrera diplomática y con ella sus numerosos viajes hasta su fallecimiento en
Nueva York, en 1957. Por deseo de la propia Mistral, sus restos fueron trasladados a Chile
y fue enterrada en Montegrande: dejaba tras de sí algunas obras inéditas, para su
publicación póstuma.