Jacques Camatte 2.0
Jacques Camatte 2.0
Jacques Camatte 2.0
domesticación
y otros ensayos
Jacques Camatte
Violencia y domesticación
A la inversa, todo fenómeno que para manifestarse deba ejercer una fuerza importante
desplegando una gran cantidad de energía, puede caracterizarse como violento. No es,
por tanto, obligatorio que consista en una violencia en acto. Suponerlo implica un fallo
de sentido muy perjudicial para la comprensión de las relaciones humanas.
4 - La violencia aparece en el devenir humano como una determinación invariante,
incluso si ella no se expresa siempre del mismo modo. Opera en primer lugar en el
momento del corte/separación de los hombres y mujeres respecto de la comunidad
primitiva, lo que abre un proceso de individuación que, en tanto negación potencial de
dicha comunidad, crea una violencia a la cual la comunidad responde para detener el
proceso, para inhibirlo. Además esa separación provoca un desequilibrio tal que la
comunidad no es capaz de autorregularse y, por este motivo, hay una tendencia al
crecimiento de la población que pone en entredicho la estructura comunitaria; de ahí
emerge lo político y lo que será luego el Estado. Las comunidades reaccionan con
violencia ante aquello que emerge, intentando destruirlo y tratando de impedir que se
autonomice. Si la violencia no llega siempre a la guerra (caso analizado por P. Clastres),
puede tomar múltiples vías, en particular los obstáculos con que se intenta frenar un
proceso que niega la vida anterior.
9 - No se puede pues juzgar la violencia en sí, sin referirse al otro fenómeno en escena
desde hace milenios y que tiende a reducir a la especie a un estadio de decadencia
extrema: la domesticación. Si se analizan las diferentes sociedades sólo desde el punto
de vista de la violencia, se pueden considerar las de occidente, donde la democracia ha
predominado, como más humanas, mientras las de oriente, donde reina desde hace tanto
tiempo el modo de producción asiático, serían más bárbaras, en el sentido corriente del
término. Es por esto que pude escribir: “En lo que concierne a la democracia política, es
verdad que ha tenido el mérito de limitar los desbordamientos de la violencia” (en Marx
et la Gemeinwesen); lo cual ciertamente no es válido si se considera la enorme violencia
ejercida sobre el proletariado y los pueblos de color, más aún teniendo en cuenta su
resultado fundamental: la domesticación. La democracia no es realmente operativa más
que si se realiza a través de la domesticación, consiguiendo reducir a los hombres y las
mujeres a unas partículas neutras. En consecuencia, podemos preguntarnos si la
democracia representa en realidad alguna ventaja para la especie.
En todos los casos la violencia existe por doquier, sólo que se encuentra absorbida en las
instituciones o bien enmascarada bajo la mistificación democrática. Sin embargo,
nuestra época es la que, cada vez más, presenta mayores dificultades para representar no
sólo la violencia actual, sino también la que se ha ido acumulando a lo largo de los
siglos. En el marco de la comunidad del capital, la única solución es la domesticación,
que de hecho no es más que violencia congelada, en tanto constituye más una inhibición
absoluta que una destrucción.
Ciertos etólogos, como Konrad Lorentz, consideran que el hombre es una especie que se
auto-domestica, y ven el proceso de domesticación, que es un proceso de socialización
(de hecho de desposesión de los individuos), como positivo pues permite eliminar la
violencia por inhibición de la agresividad que sería constitutiva de nuestra especie. Por
este hecho, K. Lorentz tiende a exaltar los ritos, los roles que constituyen al hombre
social, poniendo cortapisas e inhibiendo al ser humano.
La violencia se ejerce en tanto que fenómeno de desposesión, donde aquello que le fue
expropiado a los hombres y las mujeres, queda incorporado al proceso de vida del
capital. Son los elementos que en otro tiempo formaban parte de su propio ser los que
ahora dan forma a las mediaciones que les recomponen como unidades separadas.
14 – La mayor parte del tiempo los hombres y las mujeres han luchado contra esta
opresión-desposesión sin reconocer su verdadera realidad. En consecuencia, las
revoluciones que se iniciaron en el siglo XVI (actos de violencia por excelencia, pues
buscaban destruir un proceso de la vida social para permitir la instauración de otro)
fueron provechosas a la dinámica del capital, pues le permitieron eliminar una serie de
obstáculos que entorpecían su libre desarrollo.
Esto no es una condena del proyecto revolucionario del siglo XIX, en particular el de K.
Marx y F. Engels. Ellos razonaban en una sociedad menos evolucionada en la violencia
que la nuestra, y en la cual los seres humanos estaban menos separados que hoy en día.
Hay que constatar por otro lado que ellos reivindicaron su proyecto siguiendo una
dirección determinada. Ahora bien, dado que el capital ha devenido comunidad, ese
proyecto ya no es utilizable, no es compatible con nuestra aspiración a una comunidad
humana.
En fin, no decimos que debamos evitar toda violencia, pero sí que podemos al menos
evitar emplear el mismo tipo de violencia que el capital.
Dado que el principio de progreso -la salida de la animalidad- ha sido interiorizado por
todos, amos y esclavos, explotadores y explotados, se comprende que la dominación de
los seres humanos haya podido hacerse desde dos polos sociales, a partir de todas las
clases.
Se trata de una especie de locura (la locura resulta de una violencia sobre el ser humano,
y puede ser ella misma una violencia que tiende a restablecer o establecer un
determinado proceso de vida) que hay que distinguir de aquella que se pone en marcha
sobre la base de la expropiación total de los hombres y de las mujeres por el capital. Los
totalmente desposeídos devienen inútiles, no pudiendo ya, a causa del desarrollo de la
técnica, asegurar un vínculo armonioso entre la actividad manual y la del cerebro;
poseen una energía que no pueden desplegar, de modo tal que la liberan en una
“violencia ciega”, como suele llamársele, como la de esos jóvenes que se aplican a
destruirlo todo sin decir nada ni manifestar ninguna reivindicación.
19 - Los seres humanos han creado diferentes medios para reencontrar la seguridad
perdida. Si la religión todavía tiene vigor (por ejemplo el islam), esto se debe no
solamente a su carácter comunitario, sino también a que ofrece seguridad a los hombres
y a las mujeres, definiéndoles y enmarcando su dominio de vida. De aquí el fanatismo
religioso, engendrado por el miedo a perder la seguridad. Ni siquiera hace falta
cuestionar el dominio de certeza que ofrece; basta la simple duda para que quede en
entredicho la utilidad de su presencia en el mundo. La religión, sobretodo en occidente,
pone a hombres y mujeres en un proceso de vida dominado por la renuncia; no se es
vegetal, animal ni humano. Es la reforma de la comunidad sobre una base de total
extrañamiento. En reacción a esto, se comprende que tengan lugar diversas tentativas de
constituir religiones naturales.
En fin, por medio del arte los seres humanos han buscado crearse un universo donde
sean ellos la medida de todas las cosas.
b) Desde el otro: se trata entonces de saber cuál es su relación con uno mismo, cuál es su
diferencia más o menos grande, y si ésta es compatible, etc.
Esto es lo que expresa en los diversos rackets que se multiplican en la comunidad del
capital (en la formación, por ejemplo, de pequeñas micro-comunidades a partir de
modos de actuar diferentes que se excluyen, de aquí la violencia y el triunfo de la
comunidad del capital). Todo esto opera también en las relaciones entre hombres y
mujeres, de aquí el cuestionamiento de los roles que fundaban su identidad.
Tal es la expresión de una violencia -en general condenada- que se dirige contra una
violencia ya cristalizada y estructurada, pues está constituida por la racionalidad de un
mundo que se nos escapa, que hace que uno se perciba a sí mismo como si hubiese sido
arrojado al mundo por una fatalidad a la que no queda más que plegarse, como si todo
estuviera ya decidido desde que uno nace.
Se nos impone un tipo de vida, una alimentación que hemos de absorber a ciertas horas,
una manera de vestirnos, etc. Se constriñe a todo el mundo a proceder del mismo modo
sin siquiera preguntar si todo esto corresponde a la realidad de nuestros seres biológicos.
En la medida en que el fenómeno de masificación-homogenización tiende a frenarse, la
diversificación no lleva a que los individuos puedan espontáneamente afirmar su
diversidad, sino que les lleva a formar micro-comunidades.
El lenguaje verbal presenta una estructura limitante, reforzada, en tanto que lenguaje
particular, por su relación con el Estado. Nos atrapa e inhibe la creación. Para sobrepasar
la violencia es necesario saber qué son el hombre y la mujer, y comprender nuestras
raíces, así como descifrar la sedimentación de conocimientos que se abstraen en una
lengua dada, una cultura, en la cual estamos deglutidos.
22 - Para los etólogos la violencia estaría en relación directa con la agresividad humana
y se manifestaría particularmente en la defensa del territorio. Sin embargo, olvidan por
completo estudiar la relación entre la seguridad y el espacio determinado por un
territorio que permite que haya una determinada representación. No se trata de un simple
fenómeno de propiedad privada, sino de un asunto de representación, tal como se
descubre cuando uno estudia la cuestión desde los diferentes esquemas cosmogónicos
adoptados por el ser humano, así como las dificultades que siempre ha habido para
revocarlos (por ejemplo, la lucha de la iglesia contra el esquema heliocéntrico).
Al estar reducidos los hombres y las mujeres al espacio y al tiempo, todavía tienen la
posibilidad de representarse a sí mismos; su expulsión del espacio y del tiempo les
reduce a partículas neutras, con lo cual se vuelven dependientes del campo de vida del
capital: son domesticados.
Para eliminar las fricciones, lo que resulta mejor es hacer a todas las personas idénticas,
de ahí la homogenización actual (precedida por el fenómeno de democratización); por
otra parte, para poder dominar, organizar, es necesario reducir a todo el mundo a la
misma situación.
Para tolerar y hacerlo todo relativo (principio de indiferenciación), los hombres y las
mujeres han tenido que inhibir sus pulsiones, auto-limitarse, expresarse con una
intensidad débil, con retención, hasta tal punto que el hecho de afirmar con fuerza su
modo de ser, lo que se piensa, etc. de un modo seguro y determinado, es considerado
como intolerancia, incluso una violencia o un despotismo.
Esto es muy visible en la hora actual, en que gran número de personas, traumatizadas
por los nazis, el estalinismo y otros terrorismos, consideran que hay que aceptarlo todo y
de una manera neutra (cf. Cioran). La pérdida de pasión, la pérdida de energía se
considera como un ideal a alcanzar: cada vez hay más suicidas vivientes.
Esto supone una pérdida del potencial energético, y no es sorprendente que las
generaciones criadas según los principios antiautoritarios encuentren en la droga una
realidad más fácilmente accesible y que no se escabulle; de ahí que todo esfuerzo resulta
vano. Pues el corolario de la pérdida de energía es la huida ante el esfuerzo, presentado
en todas partes como algo coercitivo y violento.
Tolerancia y relativismo son parte integrante del proceso de recuperación del capital, de
tal modo que resulta prácticamente imposible “estar en contra”, volverse
“revolucionario”. Por eso el recurso a la violencia al que se entregan ciertos
revolucionarios actuales, el cual les permite al fin ser reconocidos como opositores.
24 - Conviene señalar los fenómenos que son caracterizados como violentos sin que
participen obligatoriamente de una violencia, lo que no quiere decir que ésta se
encuentre totalmente ausente y que no exista el riesgo de que opere. Pero querer
disminuir la intensidad de estos fenómenos para conjurar una violencia hipotética e
incluso imposible, es castrar a los seres, domesticarlos. Mientras más se pretende
hacerlo, más pierden energía los hombres y las mujeres, más se degeneran. Se olvida
demasiado que vivir es arriesgarse a morir.
Así, en el amor, muchos rechazan la pasión (al hacer tal distinción entro en el terreno de
esas personas, para poder explicarme), porque piensan que es violenta. Es verdad, así
como es verdad que puede haber violencia, no porque el ser no amado pueda destruir a
aquel que sí ama, sino porque cuando el proceso de amor no se completa enteramente,
puede conducir a la locura.
La afirmación de uno mismo -en un mundo donde cada uno está terriblemente negado
por la realidad del capital, y donde la neutralidad tolerante tiene un puesto de honor- con
frecuencia es experimentada por los otros como una agresión.
25 - Hay comportamientos humanos que se consideran como neutros por así decir, y que
de hecho revelan una forma atenuada de violencia: un tipo de inhibición que consiste en
bloquear el devenir de un proceso dado.
Cuando uno se entrega demasiado para ser reconocido, para afirmarse, no percibe que su
supuesta entrega pone un obstáculo al devenir del otro. Esto es lo que llamamos
egocentrismo: un deseo de valoración, de capitalización, etc. Ahora bien, hay una gran
tendencia hoy en día a que los humanos presuman de mediadores necesarios y, a veces,
absolutos. Esto crea lazos de dependencia. Crear dependencia en el otro es empezar a
domesticarlo.
Esto es esencial en las relaciones del niño. Casi todas las pedagogías, las educaciones,
las instrucciones, indican una violencia, pues no respetan el proceso de vida del niño,
que tiene su ritmo propio. Revelan, en realidad, un afán de enderezamiento y un
amaestramiento.
Todas las formas de inhibición derivan del hecho de que quienes las provocan tienen
necesidad de ser reconocidos, de afirmarse, etc. De hecho, muestran siempre una
tendencia a sobrecargar sus actos con datos materiales e inmateriales (significaciones,
afectaciones….). Son seres dependientes que no pueden preservarse más que volviendo
a los otros dependientes. No pueden vivir la simultaneidad de vidas que está más allá de
la simple aceptación de los demás. Es por esto que el silencio -momento de calma y de
densidad de asimilación del otro en su situación en el mundo, en su relación cósmica y
en su intimidad, manteniendo al mismo tiempo la propia realidad- deviene escaso en la
comunicación entre hombres y mujeres.
La seducción es una violencia dirigida hacia los seres domesticados; esto plantea, por lo
mismo, el problema de su consistencia en las relaciones humanas aun no infectadas por
el capital.
27 - Una forma de violencia que a menudo pasa desapercibida y que por tanto es muy
potente porque desarraiga a los hombres y a las mujeres de su realidad, consiste en la
interiorización del postulado que afirma la imposibilidad del goce. Marx, con toda la
razón, consideraba este postulado como un rasgo característico del capital. De aquí un
doble fenómeno: por una parte es necesario que los hombres y las mujeres se conviertan
en unos hastiados (faltos de entusiasmo, con dificultad para dedicarse a una cosa o a un
ser), ansiosos de ser curados mediante diversas terapias psicológicas; por otra debe
incrementarse la intensidad de los fenómenos que han de engendrar el goce. Esto ocurre
también con la agresividad creciente del medio en que se vive. De aquí esta situación
contradictoria: cuanto más los seres humanos se hacen neutros, faltos de energía y por
tanto incapaces de afrontar la violencia, mayores son las cantidades de estimulación
necesarias para que accedan a las emociones. La necesidad de droga es la mejor
ilustración de esta impotencia para el goce. El resultado es otra vez la destrucción de los
seres, su domesticación, pues dependen cada vez más de la comunidad del capital.
En este terreno que tiende a invadir todo el campo de la vida, la violencia se manifiesta
en forma de apariencia y no por su realidad; tenemos así el espectáculo de la violencia
que sirve mucho a unos seres pasivos y dependientes. Este análisis es igualmente
verificable tomando el caso del amor, en el cual interviene cada vez más el sadismo y
sobre todo (muy probablemente) el masoquismo, los cuales traducen mejor la
dependencia de los seres. Sin embargo es muy difícil determinar la relación exacta entre
la llamada perversión y la violencia.
Fue concebido igualmente -tanto por los revolucionarios franceses como por Marx-
como el único método para acelerar la transformación revolucionaria y disminuir la
cantidad de violencia. Siendo esta última considerada como partera de la historia, la
utilización del terror permitía reducirla a lo estrictamente necesario.
Se precisaba así de un medio para controlar el terror, para evitar que se volviese
autónomo; Robespierre vio ese medio en la virtud, y Marx en la organización
homogénea de un partido (que se concretizó en Lenin y los bolcheviques).
Sin embargo, como no hay rey, el terrorismo se democratiza y deviene más mortífero
pues está obligado a matar a un gran número de personas, para dar un sentido y crear un
centro de polarización de fuerza.
Es por esto que actualmente, los mass media son tan determinantes en la creación de una
pasividad en los hombres y las mujeres, para su domesticación. En las zonas más
evolucionadas de la comunidad del capital, no hay necesidad de recurrir a la guerra para
domesticar: se vive con un terrorismo más o menos interiorizado y letal.
En la comunidad del capital el terrorismo puede surgir para crear diferencias a fin de
restablecer los flujos, dado que la igualación podría provocar el estancamiento; los
hombres mismos recurren a ello para diferenciarse, para ser reconocidos. Además en el
capital, no siendo más que representación, todo deviene una cuestión de poder y este no
puede aparecer más que a través de una manifestación de fuerza. La violencia es, cada
vez más, el alimento de este mundo.
El hecho de que la violencia revolucionaria, para que sea operativa devenga fácilmente
en terrorismo, está determinado cada vez más por la pérdida de energía de la gente, por
su apatía; se requieren fenómenos cada vez más potentes para emocionarles; pues
mediante los mass media la gente está saturada de violencia, que deviene una banalidad,
como con otras emociones: todo puede parecerles natural. Ahora bien, el terrorismo
debe hacer resurgir la realidad de sus determinaciones fundamentales, con tal de que los
seres humanos se vean obligados a tomar posición acerca de a ellas.
Esta concepción podría ser válida si el proceso de vida del capital no tuviera
consecuencias sobre el comportamiento del obrero. Pero -y Marx lo puso ya en
evidencia en el libro I de El Capital- el obrero tiende a ser domesticado puesto que
considera la dominación del capital como un fenómeno natural; mientras que en una
etapa posterior, cuando pasa de ser simplemente un productor a ser un productor-
consumidor, entonces ya ni siquiera es capaz de considerarla como una dominación
puesto que la ha interiorizado, la ha integrado en su ser. Puede que la intervención
revolucionaria que deseaba Marx fuese necesaria para escamotear esta fase, lo cual
indica que el capitalismo no desemboca obligatoriamente en el comunismo: para que
fuera así sería necesario que los seres humanos fuesen todavía capaces de actuar, todavía
llenos de furor revolucionario.
32 - Puesto que la salida del impasse actual no se puede buscar dentro de la comunidad
del capital, sino fuera de ella, es necesario abandonar este mundo. Esto supone una
intervención y por lo tanto también una violencia, porque es necesario arrancarnos al
proceso de vida dominado por el capital; recíprocamente, es indudable que éste no podrá
dejar de intervenir en cuanto dicho fenómeno de deserción haya alcanzado una cierta
amplitud. La aparición de una diferencia engendra violencia de la parte que se siente
amenazada: será preciso pues defendernos.
No se puede evitar la violencia, pero se puede, hay que repetirlo, evitar ponerse en el
mismo plano que el capital. Nuestra violencia consistirá en ponernos fuera de su ámbito,
que es el único modo de llevar la intervención hasta la raíz y privar así de fundamento a
una multitud de fenómenos de violencia.
Lo que sí se puede evitar es la domesticación. Nuestra salida del mundo nos permitirá
acceder a un potencial de energía que será un inmenso potencial de rechazo. Nuestro
devenir será abolir la errancia milenaria, para reencontrarnos en tanto que especie-
phylum ante la realización del fenómeno reflexivo de la vida, en simbiosis con los otros
seres vivientes, en el seno de la especie, en el advenimiento y realización de la
individualidad-Gemeinwesen. Es decir que el hombre y la mujer vivirán en modalidades
simultáneas e interpenetradas.
33 - Antes de señalar la posibilidad de un modo de vida fuera del capital, hay que
considerar la violencia como conducta humana en la naturaleza, es decir como
intervención por parte de la especie. Se ha indicado que la caza, la agricultura, la cría de
ganado, la domesticación, son actos de violencia igual que la intervención médica,
científica, etc. A partir de este punto el problema de la violencia se reduce al de la
validez de la intervención y, en consecuencia, deviene una cuestión terapéutica puesto
que se emplea, por regla general, sólo para paliar los inconvenientes de una intervención
que tuvo resultados negativos. Esto sitúa con claridad el problema a investigar. Es
evidente que el rechazo a la intervención conduciría a la especie a una pasividad que le
llevaría a sumergirse en la naturaleza, lo cual no sería el retorno a un estado primordial,
sino una degeneración total. La intervención debe hacerse conociendo los diferentes
procesos de la vida y, sobre todo, sin pretender sustituirlos por sucedáneos ni prótesis.
Esto proporciona a la especie un campo de intervención que es creativo en función de
sus determinaciones propias, de las cuales la más esencial es la reflexividad, la cual es
parte del fenómeno de vida global en la que debemos permitirnos florecer.
La educación del niño, su instrucción, debería ser también una transmisión sin violencia,
es decir, capaz de hacerle franquear los diversos momentos de adquisición de la madurez
sin arrebatarle su ritmo de vida (lo que está indicado para el nacimiento, lo está también
para el destete, la pubertad, etc.). Lo que se necesita es una especie de iniciación, pero
no a la autonomía, sino a la realidad que no está nunca parcelada, la realidad donde cada
uno de nosotros desarrolla su individualidad-gemeinwesen.
Pareciera que la iniciación, tal como se hacía en sus orígenes, era un momento en que
coexistían dos fases de la vida del niño, de manera tal que en el curso de esas sesiones
donde todo se exacerbaba, éste podía efectuar de un modo quizás no indoloro pero sin
violencia, el salto de una fase a la otra. La iniciación contenía una representación de
todo lo que iba a sobrevenir, de ahí la posibilidad de que el niño tome posición, se
adueñe de lo que vendrá, efectúe un cierto aprendizaje. No se le coloca simplemente
ante lo desconocido, que podría aterrorizarlo.
Un ser que no ha alcanzado de una manera armoniosa los diferentes procesos que deben
constituirlo es un ser dependiente, y lo es más mientras no conozca la raíz de su
enfermedad, pues tal como hemos señalado nuestro proceso de producción en tanto que
ser femenino o humano se remite a etapas muy antiguas, que forman parte de la
filogénesis. Por otra parte, este ser dependiente a menudo recurre a la violencia para
enmascarar la carencia que le corroe.
La técnica no es, como pensaba Aristóteles, lo que hace falta para corregir los errores de
la naturaleza; sino que es más bien el elemento fundamental que permite reactualizar
todo tipo de posibles realizados por otras especies. A través de la especie humana la vida
no se desarrolla, se empobrece.
Siempre existirá la posibilidad de violencia entre los hombres y las mujeres, porque
siempre seguirán deviniendo. Este devenir no puede estar exento de rupturas de
procesos, pero la Gemeinwesen será capaz de frenar el fenómeno de la violencia, así
como podrá frenar otros devenires alienantes.
Esto es esencial, porque por otra parte quienes teorizan la no violencia afirman en
realidad la pérdida de voluntad, de energía en los hombres y las mujeres. Con ellos
desaparece toda capacidad de afirmación y triunfa la evanescencia tolerante. Quien
afirma la abolición de la violencia destructiva no reivindica una enervación o una
debilidad; al contrario, afirma una regeneración, una mayor aptitud para vivir fenómenos
“violentos” fuera de toda monotonía.
La Gemeinwesen debe ser capaz de integrar pulsiones de una gran energía, pues de lo
contrario no hace sino plantear una comunidad basada en un estilo de vida utópico,
donde todos los seres son idénticos y armoniosos. La armonía es a menudo la ausencia
de vibración profunda.
“Es aquí donde hay miedo, es aquí donde hay que saltar”
Ejerceremos algún grado de violencia sobre lo que sea con tal de dar este salto. Cada
uno ha de sobreponerse a su miedo y comprender la inmensidad de la apuesta,
entreviendo la vida futura. No podemos ya seguir utilizando la eventualidad casi cierta
de futuras catástrofes para desplegar un discurso terrorista que nos permita vencer la
duda y el miedo.
Todos los hombres y las mujeres tomados individualmente deben hacer el esfuerzo
necesario para hacerse cargo de sí mismos, para fundar una nueva comunidad.
Actualmente coexisten el viejo modo de vida y la posibilidad de uno nuevo. El paso de
uno al otro es un proceso de nacimiento. Sin embargo, dadas las innumerables
contradicciones acumuladas y no resueltas en el curso de milenios y la degeneración de
la especie, está claro que la violencia no podrá ser evitada. Pero no la reivindicamos. La
constatamos, del mismo modo que somos muy conscientes de que la dinámica de salida
del capital es una violencia contra su proceso global.
Observación transicional
Hemos utilizado, para conducir nuestro análisis, los conceptos de fuerza, de energía.
Pero la búsqueda de una representación diferente implica que tendremos que poner estos
términos en tela de juicio, por lo que probablemente seremos llevados más tarde a re-
exponer el fenómeno de la violencia.
Finalmente, la comprensión del texto que precede presupone que se acepte el análisis de
Marx en lo concerniente al devenir de las sociedades de clase, y que se tenga en cuenta
todos los textos publicados en Invariance, muy particularmente Capital et
Gemeinwesen, que aporta los conceptos fundamentales ofrecidos en este estudio.
Bordiga y la pasión del comunismo
K. Marx
Los hombres son producto de su época: algunos son aptos para representarla, porque en
su invariancia su pensamiento se sobrepone a la ideología de la clase dominante o
expresa las acometidas de la clase dominada; otros la dominan, porque son capaces de
percibir los momentos de discontinuidad a partir de los que comienzan las nuevas fases
del devenir de un modo de producción dado (máxime los nuevos modos de producción).
En el primer caso tenemos el pensamiento de lo continuo, en el segundo caso, el de lo
discontinuo. En otras palabras, tenemos el pensamiento tradicional (en el sentido no
peyorativo) y el revolucionario. Raros son los hombres aptos para pensar según las dos
modalidades, ya que no se trata de una dualidad que forme una yuxtaposición espacial,
sino que es una dualidad contradictoria. Con mucha frecuencia, el pasado, la tradición,
pesan como una pesadilla sobre los cerebros de los vivos e impiden el surgimiento, la
irrupción del presente y del futuro -que operan sin embargo en la realidad- en el
pensamiento. Esto es verdad tanto en periodos de calma social como en periodos de
turbulencias revolucionarias, favoreciendo los primeros más la expresión tradicionalista,
y los segundos más la expresión revolucionaria.
Amadeo Bordiga expresó perfectamente las ideas dominantes del movimiento comunista
tal y como se desarrolló tras la revolución rusa y, al mismo tiempo, ha expresado lo que
es este movimiento convertido en diafragma ideológico: el devenir real, es decir, no
interpretado por el bolchevismo o el leninismo, de la sociedad. Pero su lucha contra las
deformaciones leninistas, trotskistas y estalinistas, inhibió en definitiva su investigación.
Su voluntad de no innovar en absoluto, de limitarse a comentar, de probar que todo
había sido ya explicitado, le condujo a permanecer dentro de sus límites. No es uno de
esos hombres que dan el pego porque consiguen presentarse como siendo más de lo que
son o porque las condiciones históricas les han permitido ir como más allá de sí mismos,
llenándose de una sustancia que no les es propia. Bordiga fue todo lo contrario. Él se
limitó voluntariamente, no produjo lo que tenía potencialmente en sí mismo. Por ello su
obra, que apunta al futuro, fue inhibida o enmascarada por una especie de hermenéutica
revolucionaria. Frenó constantemente su voluntad de definir la especificidad de la época
en que la dominación del capital se fortalecía todavía más. De ahí, considerado a
posteriori, el carácter trágico de su existencia.
Y de la de 1952:
Uno es prisionero en cierta medida de la causa que abraza. Ésta libera y encadena, a
veces paraliza e inhibe. En Bordiga, la vieja "problemática" del partido se tiende sobre
una amplia visión del partido como clase [7], sobre la visión de una multitud humana
entrando en revolución sin apelar a ningún gran hombre o mesías, sin enaltecer a nadie.
Toda reverencia, sea cual sea, nos acerca a la tierra, a la tumba; la victoria es imposible
sin un enderezamiento completo. Y es que en Bordiga encontramos irrupciones
visionarias del futuro, la percepción de la totalidad de los hombres, de la especie, de ahí
su discurso multiforme y torrencial. De ahí también la utilización de un lenguaje no
expurgado, no estrictamente definido ni estatalizado. Toma prestada una multitud de
palabras y expresiones de los diferentes dialectos italianos, con el fin de hacer más
expresivo su discurso, de la misma forma que siembra sus escritos de locuciones
extranjeras que expresan de forma más clara lo que quiere explicar y encarnan mejor su
pensamiento, el cual es el de un ser que escapa aún, aunque sea en parte, al despotismo
lingüístico del capital:
Bordiga busca siempre un apoyo en K. Marx y cada vez quiere probar que éste ha
tratado mejor la cuestión particular que está afrontando él en ese momento. Sólo se
permite aportar mejoras: en lo que concierne a los tres casos del capítulo XVII del
Capital, la conclusión de este primer libro Bordiga creía encontrarla de hecho en el final
del capítulo XXXII, con la famosa frase sobre la expropiación de los expropiadores, la
rigurosa matemática simbólica, con el fin de exponer mejor la obra de K. Marx. Siempre
necesita también exaltar la coherencia de la teoría, incluso de la que llamaba la escuela
marxista y que sería mejor llamar partido histórico.
La voluntad de coherencia opera a veces como una inercia. El discurso se cierra sobre sí
mismo para recuperar su punto de partida e incluir en él las diferentes partes de tal suerte
que se hagan compatibles con el todo, no contradictorias. El discurso ya no está abierto
y hay como un miedo a la errancia. Sin embargo, a través de esta hermenéutica tuvo la
posibilidad de mantener el discurso teórico.
Es por cierto en este último trabajo donde proporciona una demostración magistral de su
afirmación sobre la previsión de la revolución rusa.
Los que aquí escribimos nos contamos entre los pocos que, en la gloria
del acontecimiento victorioso que hizo temblar los cimientos del mundo
capitalista, no vieron más que la luminosa confirmación de una doctrina
completa y armoniosa, la realización de una espera larga y difícil, pero
cierta.
Es larga la espera que preveía Bordiga para la revolución venidera. En 1957, con
ocasión del 40 aniversario de la Revolución de Octubre, en "7 novembre 1917-57 :
Quarante années d’une organique appréciation des évènements de Russie dans le
dramatique développement social et historique international", pronosticaba una fase
revolucionaria para 1975. En 1958, precisó:
Es sólo en una tercera fase histórica (no pudiendo ser inferior la unidad
de tiempo a un quinquenio) cuando la cuestión del poder de clase podrá
ponerse sobre la mesa. En estas tres etapas, el termómetro será la ruptura
de equilibrio, en primer lugar y sobre todo -de lo que los imbéciles bien
quisieran excusarnos- en el seno de los EE.UU. y no en el seno de la
URSS.[12]
Esto expresa al mismo tiempo la potencia y los límites del pensamiento teórico de
Bordiga. Los límites, porque el desarrollo de la revolución es concebido aún según la
vieja perspectiva y, por otro lado, la terminología se muestra de una delimitación no
rigurosa: no hay economía marxista (desgraciadamente, esta expresión se encuentra con
bastante frecuencia en Bordiga, incluso en textos de gran valor como Elementos de
economía marxista), sino una crítica de la economía política, una crítica del capital. Su
potencia es la de haber señalado los puntos débiles determinantes del sistema capitalista
mundial y la de haber discernido la tendencia esencial del capital: la formación de un
mercado mundial, aunque es preciso añadir que, actualmente, éste ya no se presenta bajo
una forma puramente material, sino bajo la forma difícilmente aprehensible del capital
ficticio que se invierte no sólo en el área occidental, sino que se acapara cada vez más en
los países del Este y que tiende a englobar a China.
Nos hemos referido a esta previsión en nuestro tratado difundido en mayo de 1968,
L’être humain est la véritable Gemeinwesen de l’homme [13], por dos razones: (1)
porque 1968 abre la nueva fase revolucionaria, (2) porque, de forma contradictoria,
Bordiga no ha reconocido la emergencia de la revolución. La imposibilidad en que se
encontró de percibirla se desprende de su propia visión del desarrollo de la reactivación
revolucionaria. Es sobre todo "el segundo tiempo" el que más padece la antigua
concepción: es necesaria una vanguardia incluso si no se le da ese nombre. Se pierde así
de vista que el partido es la clase que se constituye en partido. Las organizaciones que se
quieren estructura de una conciencia, sus depositarias, o si acaso las defensoras de una
teoría restaurada, terminan siempre por ser superadas y se convierten en obstáculos para
el movimiento revolucionario.
Lo importante es esta afirmación del futuro, esta no aceptación de la derrota, que sólo
puede ser real porque ha sido reconocida como tal. Esta certeza del porvenir se
desprende de la percepción del devenir comunista de nuestra sociedad. El acto
revolucionario futuro simplemente hará posible la plena consecución de este devenir y lo
hará efectivo. La mayoría de los revolucionarios sólo lo son por la revolución misma,
son su encarnación inmediata, o son si acaso la personificación de un discurso sobre la
revolución. Por regla general, éstos piensan el comunismo como algo que se sitúa
obligatoriamente más allá de un momento particular: la revolución. Lo que entonces
importa es esta última y no el comunismo. Este último solamente permite proporcionar
una determinación a la revolución y evitar su confusión con otros.
Para Bordiga, dado que la revolución es el choque entre dos formas de producción, el
modo de producción capitalista y el comunismo, hay que situarse en relación a la
totalidad de la nueva forma social.
No se trata de presentar la totalidad del ser humano, hombre social si alguna vez lo fue,
dentro los límites de lo que era posible en la época en que vivió. Ser humano, es decir,
hombre de partido, de un partido cuyo programa es el comunismo. Queremos
simplemente presentar, afrontar la determinidad fundamental: su relación con el
comunismo. Bordiga ha dicho y escrito sobre K. Marx y F. Engels que toda su obra
había consistido en lucha para y descripción apasionada del comunismo. Y ello contra
toda afirmación según la cual K. Marx simplemente habría descrito el capitalismo en su
fase liberal (¡graznidos de estos señores!). Es el elemento fundamental, gracias al cual
Bordiga es siempre actual, contemporáneo. Esto no elimina otros aspectos pasadistas y
que participan de todas las preocupaciones erróneas de una época histórica ya pasada.
Sin embargo, si esta afirmación es válida a lo largo de su vida, sólo adquiere toda su
validez bastante más tarde y ello está ligado al desarrollo mismo del movimiento
proletario. Antes de 1914, no se encuentran análisis notables por parte de Bordiga sobre
el comunismo. Se encuentra acaparado por la lucha para enderezar, regenerar el partido:
lucha contra el frontismo, el electoralismo, etc. Con la revolución rusa y el surgimiento
de los soviets se afirma la tesis anti-gestionaria: el socialismo es la destrucción de los
límites de la empresa y su inmediata implicación: no se trata de crear consejos de fábrica
que se modelan en cierta forma bajo las formas de organización económica del capital
para dirigir la revolución, sino que es necesaria una organización que las niegue: el
partido político de clase.
Sostener, como lo hacen los camaradas del Ordine Nuovo de Turín, que
los consejos obreros, antes incluso de la caída de la burguesía, son ya
órganos no sólo de lucha política sino de la organización económico-
técnica del sistema comunista, es además pura y simplemente un regreso
al gradualismo socialista. Se llame reformismo o sindicalismo, se define
por el error de creer que el proletariado puede emanciparse ganando
terreno en las relaciones económicas, mientras que el capitalismo detenta
aún con el Estado el poder político. [14]
Las tendencias actuales según las cuales ciertos maximalistas, ante las
dificultades de destrucción del poder burgués, buscan un terreno de
realización, de concretización, un intento de volver técnica su actividad,
así como las iniciativas que sobreestiman la creación anticipada de
órganos de la economía futura tales como los comités de fábrica, caen en
los mismos errores. [15]
Durante todo este periodo su actividad se orienta hacia la formación del partido que debe
intervenir directamente en las luchas en curso, ya sea para la revolución en Italia, ya
para el apoyo a la revolución rusa. En este plano teórico, hay un defensa de esta última
al mismo tiempo que un intento de fundar qué es el movimiento en occidente. La
pregunta por el comunismo es abordada de forma indirecta, por ejemplo con ocasión de
la crítica de un libro de Graziadei en el Ordine Nuovo de 1924, nº 3-6: "La théorie de la
plus-value de K. Marx, base vive et vitale du communisme".
O bien en tanto que táctica frente al movimiento campesino -la cuestión agraria de 1921,
donde se afronta el problema de la transformación socialista de la agricultura. Se
encuentran ahí consideraciones muy importantes en la materia, pero no hay una
auténtica descripción de la sociedad comunista. Se queda en las relaciones sociales
genéricas, muy importantes, pero no se ven todas las transformaciones que afectan a los
hombres.
Bordiga reafirma aquí otra constante común a K. Marx y a todos aquellos que operan
con la ayuda de la teoría producida por este último.
-Estadio del comunismo superior que puede llamarse también, sin duda
alguna, socialismo pleno. La productividad del trabajo se ha hecho tal
que ni la constricción ni el régimen de contingentes son ya necesarios
(salvo casos patológicos) para evitar el malgasto de los productos y de la
fuerza humana. Libertad a cada uno para tomar lo que sea para su
consumo.
Hay un cierto absurdo en polemizar con Stalin, como si éste, tras la derrota de la
revolución, no hubiera adquirido el derecho de hacer lo que quisiera con la teoría; sólo
una lucha victoriosa podía restablecerla. Es verdad que refutar a Stalin podía ser útil
para reafirmar los factores fundamentales, no falsificados de la teoría. La refutación de
Stalin es así un capítulo en la hermenéutica de Bordiga; era necesario por otra parte
situar la necesidad de la mistificación y sus características. Sin embargo, no podía dejar
de plantearse la pregunta: ¿cómo era posible que toda una nación debiera ponerse a
hacer trampas con la teoría marxista?, y, además, para Occidente, ¿podía ser válido aún
en todo punto lo que K. Marx había contemplado en el siglo XIX?, ¿no estaba ya la
sociedad más madura? Esto no se planteó.
En el Diálogo con los muertos no se retoma el estudio de las fases post-capitalistas. Pero
es a partir del momento de la publicación de este texto cuando se pone en primer plano
el teorema siguiente: el socialismo no se construye. Desde entonces no se trata ya de
refutar a Stalin o a sus sucesores respondiendo negativamente a la pregunta de si existe
el socialismo en la URSS, sino de destruir la base misma de esta pregunta. Construir el
socialismo es una afirmación de un claro estilo utopista que evoca irresistiblemente las
diversas propuestas de construir la ciudad radiante. Esta implica un plan preestablecido,
concebido y conocido únicamente por algunos jefes, algunos genios, etc. En realidad el
comunismo se desarrolla a partir de elementos que ya existen en el modo de producción
capitalista y sólo la actividad de los proletarios al abatir el capitalismo permitirá el
devenir del comunismo hacia su plenitud. El partido, para Bordiga, es en esta corriente
una fuerza que guía; aquél dirige un proceso que no ha creado y sobre todo se opone a
las direcciones que querrían desviar la generosa fuerza del proletariado. Es a partir de
1957, en particular durante la reunión de París -cuya acta fue publicada con el título de
Les fondementsdu communisme révolutionnaire dans l’histoire de la lutte prolétarienne
internationale- y con ocasión del estudio de la polémica ruso-yugoslava, cuando esto sea
enunciado con mayor claridad aún. En el primer texto ya mencionado, Bordiga retoma
en cierta medida lo que siempre ha afirmado contra las diversas vías de acceso al
comunismo; se encuentran ecos de esto en sus artículos de 1920 sobre los soviets, en los
redactados contra la política de fundar la actividad revolucionaria sobre la base de la
empresa (durante la bolchevización de la IC): "Las organizaciones económicas del
proletariado esclavo son burdos sustitutos del partido revolucionario":
La bestia es la empresa, no el patrón que ésta tiene a su cabeza. ¿Cómo escribir las
ecuaciones económicas entre empresas, sobre todo cuando las grandes asfixiarán a las
pequeñas, cómo hacerlo entre empresas de las que unas se han apropiado de dispositivos
de baja productividad y las otras de los de alta productividad, entre aquellas que utilizan
instrumentos productivos "convencionales" y las que utilizan la energía nuclear? Este
sistema, erigido como el resto sobre un fetichismo de la igualdad y de la justicia entre
los individuos y sobre un horror burlesco del privilegio, de la explotación y de la
opresión, les será al contrario un medio de cultura aún más favorable que la sociedad
civil habitual.[21]
Aquí hay que notar también que no basta con decir que el hombre dominará la
naturaleza cuando "las siniestras fuerzas sociales que nos someten a la esclavitud más
que los millones de metros cúbicos de piedras sepulcrales" hayan sido derribadas, sino
que el hombre podrá reconciliarse con la naturaleza como afirmaba K. Marx en 1844. La
voluntad de dominación, expresión misma del despotismo del capital, no ha conducido
más que a la destrucción de la naturaleza y a la manipulación de la naturaleza humana,
como sostenía justamente Adorno.
Esta es la mejor prueba de que es el capital quien reduce los hombres a su estado de
moléculas, de que les deja inexpresivos, sin capacidad de reacción, llenos de su propia
sustancia. El capital ha tomado de los hombres su actividad y les da a cambio salario e
ideología. Cuanto más son despojados los hombres, más fuerte es el capital. Por otra
parte, éste reniega de la teoría individualista-liberal y el fallo de Bordiga es no tenerlo en
cuenta: el fascismo fue la negación de los individuos con la exaltación de algunos jefes
necesarios, una suerte de equivalentes generales espectaculares para los hombres
esclavos del capital que deben dirigir. Por este hecho es imposible teorizar sencillamente
una negación del individuo, porque ésta es una posibilidad en la formación de una
ideología totalitaria que sirva al mantenimiento del despotismo del capital, santifica en
cierta forma la pérdida de energía de todos los individuos, que deberían sublevarse
contra el capital. La revolución comunista, es verdad, llevará hasta el final la negación
del individuo mencionado arriba, de la persona como siendo supuestamente
determinante en los procesos históricos, pero no será para poner en su lugar al hombre
colectivo que ya existe en la forma del obrero colectivo, otra modalidad de existencia
del capital, si bien es la base del comunismo. Si se niega a los hombres al negar los
individuos, ¿quién hará la revolución, dado que incluso en el partido estos hombres-
individuos continúan siendo unos ineptos? ¡La entidad partido, operador-alquimista
capaz de transformar una suma de ceros en un arquitecto de la revolución!…
Bordiga interpreta entonces el hombre social de K. Marx como la especie. Una prueba
más de esta identificación reside en el hecho de que más tarde, para especificar que se
ocupa del elemento unitario humano, hablará del individuo social. Esto llama a hacer
dos apuntes. El individualismo es una teoría absolutamente condenable y hay que
destruirla, pero, lo hemos visto antes, el capital mismo tiende a hacerlo. Está bastante
claro que no puede ser eliminado después de la desaparición de su soporte normal, el
individuo, ya sea nulidad real -el proletario-, ya nulidad inflada por las necesidades del
capital -el gran hombre actual, que, a ojos de los propios adeptos del capital, aparece
cada vez más como un bufón insignificante. Por otra parte, al anti-individualismo de
Bordiga no lo acompaña la eliminación de expresiones como "el genial Marx", "el gran
Marx", "el gran Lenin", etc. Se puede replicar a esto que tales afirmaciones tenían por
objetivo resaltar que actualmente no puede haber grandes hombres, grandes jefes, etc.
Ello es incontestable. A comienzos de los años 20, Gorter decía con razón que cuanto
más potente es la clase, menos necesidad tiene de jefes. Pero ello no implica de ninguna
forma que haya que teorizar, casi elogiar, la insignificancia de los hombres que deben
componer el vasto movimiento revolucionario que abatirá al capital. Es necesario todo
lo contrario, sin hacerse ilusiones, porque sólo la revolución les dará efectivamente la
energía necesaria para destruir el monstruo del capital. Añadamos que para K. Marx, el
hombre social es aquello en lo que se convierte el individuo en la sociedad futura,
comunista. Precisemos finalmente que hablar de una sociedad comunista es una
concesión a la comprensión inmediata; de hecho estará la Gemeinwesen (comunidad) ser
humano, que aún se puede aprehender de forma inmediata hablando de especie humana,
aunque éste sea todavía un concepto demasiado zoológico, y el hombre social.
Sin llegar a delimitar esta fictividad, Bordiga abordó sin embargo esta tarea; he aquí por
qué su obra está sembrada de puntos de partida de nuevas investigaciones, que no
encontraron desarrollo porque fueron inhibidas por la inercia organizacional del partido
comunista internacional, cuya existencia manifestaba la ambigüedad misma de la
posición y la obra de Bordiga.
Es esta tentativa la que, para nosotros, es esencial, así como la descripción de todas las
revoluciones que sacudieron la humanidad y prepararon la que debe venir al final de esta
larga y dolorosa espera, ya vivida en buena parte.
Algunos tendrán tendencia a clasificar la obra de Bordiga entre las manifestaciones del
dogmatismo absoluto, en el esquematismo sectario, a pensar que negaba en definitiva el
devenir, a proclamar que había infravalorado la dialéctica, etc., todo ello porque no
habrán comprendido un punto fundamental: si hay "invariancia del marxismo" no es
porque éste, como teoría del proletariado, como comunismo, verdad nacida en el siglo
XIX, sea siempre válido, de tal forma que la sociedad continuaría igual a sí misma desde
1848 (desde entonces ya no se trataría, para hacerlo triunfar, más que de recurrir a una
agitación adecuada gracias a una sólida organización), sino porque es una anticipación.
El comunismo aparece no sólo como solución del antagonismo proletariado-capital que
existía en el siglo XIX, sino también para el que se presenta, con nuevas
determinaciones, entre el proletariado y el capital del siglo XX, porque la teoría contiene
la previsión de todo el curso del desarrollo histórico del capital y las modalidades según
las cuales la maduración de las relaciones sociales debía facilitar el devenir al
comunismo. K. Marx ha expresado la solución genérica y ha expuesto cuáles eran las
fases que la sociedad humana tenía que recorrer para realizarla. No se trata únicamente
de la obra de K. Marx, sino de la de la clase proletaria que mediante su lucha, su asalto
al cielo, su revolución radical, anticipó exteriorizándola la solución.
Para Bordiga, la revolución como el arte es intuición; por ello no conoce compromisos,
sino que es acometida fulgurante que debe trasformar todo para llegar a su objetivo; sin
ella, no hay anticipación. En los periodos de repliegue, contrarrevolucionarios, la tarea
es la de mantenerse a la altura de la anticipación. De ahí la preposición revolucionaria
(porque echa abajo la vieja perspectiva) "el marxismo es una teoría de la
contrarrevolución", ya que se trata de mantener la línea del futuro cuando todo el
desarrollo social en acto la niega de forma inmediata. Por otra parte, cuando la acción ya
no está ahí, sólo un pensamiento reflexivo e intenso puede reencontrar lo que la
actividad de las masas había sabido descubrir tras su generoso impulso.
Correlativamente nace entonces la posibilidad de que, como consecuencia, los
pensadores se tomen por los inventores, por los autores de los descubrimientos
arrancados por la multitud de los hombres en lucha contra la clase adversaria, el orden
establecido. En el momento en que lo destruye, la clase explotada crea el campo en el
que podrá manifestarse la nueva visión, la comprensión del nuevo organismo social. La
anticipación implica destrucción de todo lo que inhibe. La teoría permite, en los
periodos de reacción, mantener la continuidad revolucionaria en la medida en que
mantiene un potencial negador del campo de inhibición histórico-social.
[12] "Le cours du capitalisme mondial dans l’expérience historique et dans la doctrine
de Marx", fin del punto 44, Il Programma Comunista, n° 2, 1958
[23] L’origine de la famille, de la propriété privée et de l’État, ed. Sociales, pág. 122
[24] Structure économique et sociale de la Russie d’aujourd’ hui, ed. Contra, t. 1, pág.
234-235
Sobre la organización
La carta que sigue (del 04/09/1969) llevó a la disolución del grupo que se comenzó a
formar en base a las posiciones expuestas en Invariance y abrió un importante campo,
de reflexión y debate, que persiste hasta hoy. Algunas de sus conclusiones ya fueron
discutidas en Transition, en la Serie 1, número 8.
Aunque ciertos problemas revelados por la carta hayan sido parcialmente tratados, otros
fueron mal abordados. Es, pues, necesario -dada la importancia de hacer una ruptura más
clara con el pasado- ahora publicarla, de modo que el lector evalúe la obra ya realizada y
lo que resta por hacer.
Puesto que es simultáneamente una ruptura (y así una conclusión) y un punto de partida,
la carta contiene un cierto número de imprecisiones, gérmenes de posibles errores.
Indicaremos los más importantes con una nota. Dicho sea de paso, dado que fue posible
para nosotros por entonces, cuando rechazamos el método de grupo, esbozar
"concretamente" cómo ser revolucionarios, nuestro rechazo del grupo pequeño podría
ser interpretado como la vuelta a un individualismo más o menos stirneriano. O como si
de ahora en adelante la única certeza fuese la subjetividad cultivada de cada individuo
revolucionario. ¡Nada de eso! Era necesario rechazar públicamente una cierta
percepción de la realidad social y la práctica ligada a ella, pues son un punto de partida
para el proceso de formación de mafias. Si abandonamos totalmente el movimiento
grupuscular fue para, simultáneamente, ser capaces de relacionarnos con otros
revolucionarios que hayan hecho una ruptura análoga. Ahora, habría una producción
directa de revolucionarios que sobrepasa el punto en que estábamos cuando rompimos.
Así, se habría pensado en términos de una potencial "unificación" si no estuviésemos
llevando la ruptura con el punto de vista político hasta las profundidades de nuestras
conciencias individuales.
Dado que la esencia de la política es la representación, cada grupo esta siempre tentado a
proyectar una imagen espectacular sobre el tejido social. Los grupos están siempre
explicando cómo se representan en vista de ser reconocidos por ciertas personas como la
vanguardia que representa a otros, la clase. Esto se hace manifiesto en los famosos "lo
que nos distingue" de varios pequeños grupos en busca de reconocimiento. Toda
delimitación es limitación y, con frecuencia, rápidamente se reduce a algunos slogans de
representación destinados al espectáculo de algarabía ideológica. Toda representación
política es antesala y obstáculo para una fusión de fuerzas. Una vez que la
representación puede darse tanto a nivel individual como grupal, refugiarse en el primer
nivel sería, para nosotros, una repetición del pasado.
Camatte, 1972
Como sede del proceso de producción (la creación del valor), la empresa restringe el
movimiento del capital, establecido en un lugar particular. Ella entonces debe superar
esta estabilización, perder este carácter fijo. Así, las empresas sin propiedad aparecen,
las cuales todavía tienen en consideración una forma de producción mistificada de plus-
valía. Aquí, el capital constante es igual a cero, de ahí que sólo un pequeño adelanto de
capital es necesario para hacer el "negocio" funcionar. En fin, son realmente empresas
ficticias, gracias a las cuales la más desenfrenada especulación se desarrolla.
No sólo el Estado se vende a las mafias como también él mismo se vuelve una mafia.
Sin embargo, continúa haciendo el papel de mediador.
El Estado apareció, en su forma pura, con la fuerza del equivalente general, en la época
de la expansión de la ley del valor, en el período de la producción mercantil simple. En
la fase de dominación formal del capital, cuando el capital todavía no tenía dominada la
ley del valor, el Estado era un mediador entre el capital y la tierra, ambos remanentes de
los antiguos modos de producción, y el proletariado. El sistema de crédito todavía estaba
poco desarrollado y no había dado nacimiento al capital ficticio a gran escala. El capital
todavía necesitaba de un rígido patrón oro. Con el paso hacia la dominación real, el
capital creó su propio equivalente general, que ya no podía más ser tan rígido como lo
era en el período de la circulación simple.
El propio Estado tuvo que perder su rigidez y convertirse en mafia, mediando entre las
diferentes mafias, como el capital total media entre los particulares.
La existencia de mafias deriva por tanto de la tendencia del capital a absorber sus
contradicciones, de su movimiento de negación y de su reproducción en una forma
ficticia. El capital niega, o tiende a negar, los principios básicos sobre los cuales el
mismo se erige; mas, en la realidad, los revive bajo una forma ficticia. La mafia es una
clara expresión de esa dualidad:
Una vez dentro de la mafia (esto es, cualquier tipo de negocio), el individuo es atado a
ella mediante todas las dependencias psicológicas de la sociedad capitalista. Si muestra
alguna habilidad, esta es explotada inmediatamente sin que el individuo haya tenido la
opción de dominar la "teoría" que acepto. A cambio, gana una posición en la "camarilla"
dominante y se convierte en dirigente. Si no muestra habilidades, gana una posición, del
mismo modo - entre su admisión en la mafia y su labor de divulgar la posición de esta.
Así también sucede en aquellos grupos que quieren escapar de lo establecido, donde aún
así un mecanismo de mafia tiende a prevalecer debido a los diferentes grados de
desarrollo teórico entre los miembros que componen el grupo. La incapacidad de
confrontar con independencia las cuestiones teóricas lleva al individuo a refugiarse tras
la autoridad de otro miembro, que se transforma, objetivamente, en jefe, o bien de la
entidad grupal, que se vuelve mafia. En las relaciones con las personas de fuera del
grupo, el individuo usa su pertenencia en él para excluir y distinguirse de ellas, o por lo
menos, -en último caso- para evitar que su franqueza teórica sea percibida. Pertenecer
para excluir, esta es la dinámica interna de la mafia; que está fundada en una oposición,
sea o no admitida, entre el exterior y el interior del grupo. También un grupo informal
degenera en bando político: el caso clásico de la teoría que se vuelve ideología.
El deseo de pertenecer a una mafia viene de la voluntad de ser identificado con un grupo
que arrastre un cierto grado de prestigio, prestigio teórico para los intelectuales, y
prestigio organizacional para el así llamado hombre práctico. La lógica comercial
también entra en la formación "teórica". Con una creciente masa de capital para realizar,
esto es: mercancías ideológicas para vender, es necesario crear una motivación profunda
a fin de que las personas compren esas mercancías. Para esto, la mejor motivación es:
aprenda más, lea más, para ser el mejor, para distinguirse de la masa. Prestigio y
exclusión son los signos de la competencia en todas sus formas; y es así también entre
esas mafias, que deben vanagloriarse de su originalidad, de su prestigio, para llamar la
atención. Es por esto que el culto de la organización y la glorificación de "lo que
distingue" a la mafia se desarrollan. Desde ese momento en adelante, la cuestión no va
más en defender una "teoría", sino que en preservar una tradición organizacional (cf. el
PCInt y su idolatría de la izquierda italiana).
Con frecuencia, la teoría también es adquirida para ser usada en maniobras políticas, por
ejemplo, para apoyar la tentativa de alguien para llegar al liderazgo o para justificar la
caída del jefe actual.
La oposición interior-exterior y la estructura de mafia llevan el espíritu de competencia
al extremo. Dadas Las diferencias de conocimiento teórico entre los miembros, la
adquisición de teoría se vuelve, en efecto, un elemento político de selección natural, un
eufemismo para la división del trabajo. En cuanto se está, por un lado, teorizando sobre
la sociedad existente, por otro, bajo el pretexto de negarla, comienza dentro del grupo
una competencia desenfrenada que acaba en una jerarquización todavía más extrema que
la de la sociedad; sobre todo a medida que la oposición interior-exterior es reproducida
internamente en la división entre el centro de la mafia y la masa de militantes.
La mafia política alcanza su perfección en aquellos grupos que dicen querer superar las
formas sociales existentes (formas como el culto del individuo, del líder, y de la
democracia). En la práctica, el anonimato -entendido simplemente como anti-
individualismo- significa la explotación desenfrenada de los miembros de la mafia en
beneficio de la "camarilla" dirigente, que obtiene prestigio de todo lo que la mafia
produce. Y el centralismo orgánico se convierte en la práctica de la hipocresía, pues la
falsedad radicada en aquellos grupos que se configuran reivindicando el centralismo
democrático se da de cualquier manera, a pesar de que negasen que eso esté ocurriendo.
La crítica del capital debe ser, entonces, la crítica de la mafia en todas sus formas, del
capital como organismo social; el capital se convierte en la vida real del individuo y su
modo de ser con otros. La teoría que critica a la mafia no debe contribuir para
reproducirla. Su consecuencia es el rechazo de toda vida grupal: o este rechazo, o la
ilusión de comunidad. Sobre este asunto, podemos retomar la crítica formulada por
Engels en el congreso de Sonvillers. Lo que él dice sobre la Internacional se aplica hoy
al grupo. Y se resume en lo siguiente: en la época de Marx, el proletariado no podía
llegar a negarse a si mismo, en el sentido de que, durante el curso de la revolución, el
debía afirmarse como clase dominante: 1848, 1871, 1917. Había una separación
definitiva entre el partido formal y el partido histórico. Hoy, el partido sólo puede ser el
partido histórico. Cualquier movimiento formal es la reproducción de esta sociedad, y el
proletariado está esencialmente fuera de él. Un grupo no puede de modo alguno
pretender realizar la comunidad sin tomar el lugar del proletariado, el cuál puede hacerla
solo. Tal tentativa introduce una distorsión que engendra ambigüedad teórica e
hipocresía práctica. No basta con desarrollar la crítica del capital, ni tampoco con
afirmar que no hay vínculos organizativos; es necesario evitar reproducir la estructura de
mafia, puesto que ella es el producto espontáneo de esta sociedad. Esta debe ser la base
de la crítica de la izquierda italiana y de nuestro modo de existencia, desde la ruptura
con el PCInt.
Es preciso retomar la actitud de Marx frente a todos los grupos para entender por qué se
debe romper con la práctica mafiosa:
- Mantener una red de contactos con personas que realizarán (o están en vías de realizar)
el más alto grado de conocimiento teórico: anti-seguidismo, antipedagogia; el partido, en
su sentido histórico, no es una escuela.
La actividad de Marx siempre fue mostrar el movimiento real que lleva al comunismo y
defender las conquistas del proletariado en su lucha contra el capital. De ahí la posición
de Marx en 1871 al describir la "acción imposible" de la Comuna de Paris o declarar que
la primera Internacional no era fruto de teoría o secta alguna. Es preciso hacer lo mismo
ahora. Quien quisiera entrar en contacto con el trabajo expuesto en esta revista para
desarrollarlo y asegurar una exposición más detallada, precisa y lúcida, debe enfocar sus
relaciones en conformidad con las líneas ya indicadas en la discusión de la obra de
Marx. Dejar de hacer esto es recaer en la práctica mafiosa.
"El Sr. Heinzen imagina que el comunismo sea una cierta doctrina que
nace de algún principio teórico definido como su núcleo y extrae las
consecuencias de allí. El Sr. Heinzen está muy equivocado. El
comunismo no es una doctrina, es un movimiento que nace de los hechos
y no de principios. Los comunistas no presuponen esta o aquella
filosofía, sino toda la historia pasada, sobretodo sus resultados actuales y
efectivos en los países civilizados... el comunismo sólo es teoría en la
medida en que es expresión teórica de la situación del proletariado en su
lucha y síntesis teórica de las condiciones de liberación del proletariado."
– F. Engels, "Los Comunistas y Karl Heinzen", articulo 2, MEW 4, pp.
321-322.
Desde cuando dejamos el PCInt, hemos intentado acabar con la ambigüedad arriba
discutida y hacer el máximo para revelar los aspectos positivos de la izquierda. El único
resultado fue que nos convertimos en adoradores de la izquierda y su más extrema
expresión (cf. los artículos de Invariance). Y esto nos llevo a caer nuevamente en una
práctica de grupo. Aunque considerásemos nuestro grupo como "informal", esto acarreo
la inevitable tendencia a sustituir al proletariado. La cuestión no es más discutir sobre el
acomodamiento en el corazón de la izquierda, sino de reconocer que, si hubo
acomodamiento, fue porque, desde el principio, la teoría no era integralmente la teoría
del proletariado. Así, no es adecuado decir que la creación del partido en 1943 fue
prematura; es necesario decir que fue un absurdo. Consecuentemente, hemos de romper
con nuestro pasado y volver a la posición de Marx.
Esta carta fue escrita no tanto como un tratamiento exhaustivo y definitivo del tema
discutido, su intención es la ruptura con "todo" grupo pasado. Las firmas a seguir son
para enfatizar esta ruptura y no para indicar que hayamos abandonado nuestras
posiciones respecto del anonimato.
POST-SCRIPTUM
Nuestra posición sobre la disolución de los grupos deriva, por un lado, del estudio del
llegar-a- ser del modo de producción capitalista; por otro, de nuestra caracterización del
movimiento de Mayo. Estamos profundamente convencidos de que el fenómeno
revolucionario está en movimiento y que, como siempre, la consciencia viene después
de la acción. Esto significa que, en el vasto movimiento de rebelión contra el capital, los
revolucionarios tenderán a adoptar un determinado comportamiento - que no será
adquirido por completo, ni inmediatamente -compatible con la lucha decisiva y
determinante contra el capital.
Para comprender mejor este llegar-a-ser organizacional, bien como facilitarlo sin inhibir
sea lo que fuera, es importante rechazar todas las viejas formas y entrar, sin principios a
priori, en el vasto movimiento de nuestra liberación, que se desarrolla a escala mundial.
Es necesario eliminar todo que lo que puede transformarse en un obstáculo al
movimiento revolucionario. En circunstancias dadas y en el curso de acciones
específicas, la corriente revolucionaria será estructurada y se estructurará no sólo
pasivamente, espontáneamente, sino siempre dirigiendo el esfuerzo hacia el problema de
cómo realizar la verdadera Gemeinwesen (esencia común / comunidad humana) y el
hombre social, lo que implica la reconciliación del hombre con la naturaleza.
(Camatte, 1972)