Prometeo Encadenado
Prometeo Encadenado
Prometeo Encadenado
Prometeo encadenado
PROMETEO ENCADENADO. ESQUILO. TRAD. DE MENENDEZ Y PELAYO
LA FUERZA — Al remoto confín hemos venido
De la tierra, a los yermos inaccesos
De la Escitia. Tú, Hefesto, los mandatos
Del Padre cumplirás, y a Prometeo
Maléfico atarás a la alta roca,
De adamantinos lazos con cadena,
Pues la llama, flor tuya, y de todo arte
Fácil materia, arrebató a los cielos,
Y a los hombres la dio. Por tal delito
Justo es que pague merecida pena,
Para que aprenda a respetar de Zeus
La alta deidad, y a no endiosar al hombre.
HEFESTO — Fuerza y Poder, vosotros ya cumplisteis
La voz de Zeus; pero no me atrevo
A encadenar en proceloso risco
A un dios de mi linaje. Dura fuerza
Es la necesidad; cumplirse debe
La voluntad del Padre. ¡Excelso hijo
De la divina Temis consejera!
A mi pesar, con lazo indisoluble,
Te sujeto a esta peña, nunca hollada
De humanas plantas, do ni forma veas
Ni voz escuches de mortal alguno,
Mas la llama del sol lenta te abrase
Y mude tu color. Cuando estrellada
La noche oculte el esplendor del día,
O el sol disipe el oriental rocío,
Siempre tu mal te aquejará presente.
Aún no nació quien libertarte pueda.
¡Tal premio por tu amor a los mortales!
¡Tú, siendo dios, las iras de los dioses,
Por honrar a los hombres, te atrajiste!
Injusto fue tu afán. Y por castigo
Este peñasco sostendrás enorme,
Estando en pie, sin que tus ojos cierre
El sueño, sin que doble tus rodillas
Larga fatiga, con lamento mucho
E inútil llanto; que de Zeus la cólera
Es dura de aplacar, y siempre recia
Es de nuevo señor la tiranía.
LA FUERZA — ¿Por qué le compadeces y te paras?
¿No le aborreces cual los otros dioses,
Ya que entregó tu don a los mortales?
Prometeo encadenado 2
Hablas aún;
En nuestras almas
Penetra el miedo;
Por tu fortuna
Tememos todas.
¿Cuál de estos males
El fin será?
Que inexorable
Es del Saturnio
La voluntad.
PROMETEO — Ya sé que Zeus,
Áspero y duro,
Bajo su arbitrio
Pone la ley;
Mas cuando sienta
Cerca el peligro,
La ira venciendo,
Hará conmigo
Fiel amistad;
Yo la deseo,
Querrala él.
CORO Cuéntanos, pues, por qué delito Jove,
Con tal afrenta y crueldad te hiere,
Si no te ofende el recordar tus males.
PROMETEO Acerbo es el contarlos; más acerbo
Es aún el callar; todo me aflige.
La vez primera que encendió la ira
Los pechos inmortales, anhelando
Unos lanzar a Cronos de su sede,
Porque reinase Zeus; no queriendo otros
Que a las deidades imperase Jove;
Yo intenté persuadir a los Titanes,
Hijos del cielo y de la tierra; en vano.
Violentos despreciaron mis razones,
Ganosos de reinar a viva fuerza.
¡Cuántas veces mi sacra madre Temis
El futuro suceso me anunciara!
¡Cuántas veces la Tierra, única forma
De nombres mil, me dio a entender bien claro
Que quien prevaleciese a los Titanes,
No por la fuerza, mas por arte y dolo,
Su victoria final conseguiría!
Enojosa les era mi presencia,
Cuando hablé de esa suerte a mis hermanos:
Yo juzgaba prudente en tal conflicto,
Dar nuestra ayuda y la de nuestra madre
A Zeus vencedor. Por mi consejo,
Prometeo encadenado 7
Mi fortuna me lleva?
Punza de nuevo el tábano mi rostro,
Y el Argos terrígena,
Aquel pastor de innumerables ojos,
Mirándome me aterra.
Clava en mí siempre su dolosa vista,
Que ni aun la muerte vela,
Y torna del infierno, y me persigue
Como sombra funesta.
Y mientras huyo por desiertos montes,
Por la abrasada arena,
Suena incesante su encerada caña
Canciones soñolientas.
¡Ay! ¡ay! ¿Cuándo terminas mis dolores?
¿Por qué así me atormentas,
Hijo de Cronos, y en delirio insano
Se agita mi cabeza?
Abráseme tu llama, o en su centro
Sepúlteme la tierra;
Oye mis ruegos, dame como pasto
A las marinas bestias.
Harto he vagado; ni reposo encuentro,
Ni se alivia mi pena.
Oye, Saturnio; tu clemencia invoca
La virgen que astas lleva.
PROMETEO Ésta es la hija de Inaco, por quién Zeus
Ardió en amor; la que persigue Juno;
La que el tábano hiere peregrina.
IO ¿Tú el nombre de mi padre pronunciaste?
¿Quién eres, infeliz? ¿Tú me conoces?
¿Sabes que un monstruo sin cesar me punza?
De su ardiente aguijón y de sus saltos
Huyendo voy; la cólera me sigue
De la implacable Juno. ¿Quién padece
Lo que padezco yo? Dime, si sabes,
Cuándo este mal acabará prolijo;
La virgen vagabunda te lo ruega.
PROMETEO Yo te diré cuanto saber ansías,
No por enigmas, mas en frase clara,
Como siempre al amigo hablarse debe.
Soy Prometeo, robador del fuego.
IO ¡Oh! Tú que tanto bien al hombre diste,
¿Por qué causa padeces?
PROMETEO — No sin llanto
Acabo de narrar mis infortunios.
Prometeo encadenado 15
HERMES — Tú deliras.
PROMETEO Si es un delirio odiar al enemigo,
Yo delirante soy.
HERMES — ¿Quién te sufriera
En la prosperidad?
PROMETEO — ¡Ay me infelice!
HERMES Nunca conoce tal palabra Zeus.
PROMETEO La aprenderá, que el tiempo enseña todo.
HERMES Mas tú nunca aprendiste a ser prudente.
PROMETEO Verdad; que si lo fuera, a ti, su esclavo,
No te hablaría.
HERMES — ¿Nada me respondes
De lo que el Padre quiere?
PROMETEO — ¡Complacerle
Debo sumiso!
HERMES — ¡Tú de mí te burlas,
Como de un niño!
PROMETEO — Y aún más simple eres
Que niño alguno, si saber esperas
Algo de mí. Ni Zeus con tormentos
Logrará, o artificio, que yo hable,
Si no suelta mis lazos. Aunque arroje
Candente llama contra mí y en blanco
Torbellino de nieve, o subterráneo
Terremoto, confunda el orbe entero,
No me doblegará. No he de decirle
Quién será el sucesor.
HERMES — No te conviene
Tal terquedad... repara...
PROMETEO — Todo visto
Y decretado está de largo tiempo.
HERMES Aprende alguna vez, ¡oh temerario!
En tus presentes males la prudencia.
PROMETEO Molesto estás. Yo sordo cual las olas;
Nunca imagines que podré, aterrado
Por el rayo de Zeus, como débil
Mujer, tender mis manos suplicantes
Al que aborrezco más, porque me libre
De estos dolores. Nunca en tal afrenta
He de caer.
HERMES — Ni yo tornaré a hablarte;
Vano será, pues como indócil potro
El freno tascas, y violento luchas
Contra la rienda. Nada te persuade
Prometeo encadenado 24
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