Dioses Caldeos
Dioses Caldeos
Dioses Caldeos
Mesopotamia; es la flor misteriosa y perfumada de un jardín de canciones, jardín que los poetas
del país de los dos ríos cultivaron en una siembra milenaria, cuando la inteligencia del resto de la
humanidad aún estaba dormida. Literario por la belleza de su forma, filosófico por su contenido
tremendamente potente, histórico por la visión que de las culturas primitivas nos evoca, social por
lo que de costumbres, ritos y creencias hace aflorar hasta nosotros, arqueológico porque canta al
unísono del ladrillo rescatado de entre las ruinas arcaicas y cubierto de cuneiformes, el cantar de
Guilgamesh nos presenta al héroe de corazón entusiasta y encendido, que, tras reflexiones sobre
la vida y la muerte y sobre el destino del hombre -carne creada para el más allá, el reino de Kur,
donde todas las sombras se desmayan- intenta la aventura de la inmortalidad, en el afán
desesperado, y al fin impotente, de escapar, de alguna manera, ante el trabajo oscuro y roedor
conque las aguas de la muerte socavan los pilares de nuestra existencia. Nos presenta ese
poema una concepción del mundo visto en los albores de la civilización humana y revela una
fuerza, una riqueza, un colorido y una filosofía, que lo sitúan como lo más elevado de la literatura
semítica prebíblica.
Las gestas de Guilgamesh no son, sin embargo, babilónicas en su origen, sino sumerias.
Elaboradas como cantos aislados por la más antigua civilización de Mesopotamia y tal vez del
mundo, escritas en caracteres cuneiformes, por incisión de estilete sobre tablillas de barro crudo -
cuadradas, rectangulares o cilíndricas- que luego eran endurecidas en hornos, afloran hoy, junto
con otros textos arcaicos tras las excavaciones hechas en Uruk, Nippur, Babilonia, Kish, Nínive,
Ur, Eridu y otras ciudades.
Descifrada la escritura cuneiforme a mediados del siglo XIX por el inglés Rawlinson principalmente,
usando éste, para su trabajo, las inscripciones trilingües de la piedra de Bisutum, en el Kurdistán,
norte de Persia, hoy han sido traducidos, en lenguas europeas y asíaticas, centenares de textos,
muchos de ellos literarios.
Así ha aflorado nuevamente un país hundido en el océano de arenas; ha aflorado con sus
historias, con sus artes, con sus cantares, con sus creencias, con sus costumbres, tal vez para
decirnos burlonamente que el corazón del hombre de hoy, con toda su brillante civilización del siglo
XX, no late de manera distinta ni tiene otros sueños diferentes, que los que el hombre de las
civilizaciones arcaicas acarició bajo la expresión de mitos encantadores y profundos. Y sin
embargo, los textos sumerios son el primer chorro de luz en la noche mental del siglo veintisiete
precristiano, cuando a fines del período de Uruk aparecen las primeras muestras de jeroglíficos
sobre arcilla que, por simplificación, darían luego los cuneiformes. Y después, en el período
protodinástico (2700 a 2300 a. J.C.) esos textos balbuceantes se hacen literatura, se visten de la
túnica de la belleza, eterna en sus muertes y resurrecciones. Llega Sargón y los accadios aplastan
la cultura sumeria y construyen el primer imperio mesopotámico, pero los cantares dispersos de
Guilgamesh renacen siglos después en la resención babilónica y luego en las traducciones asirias
del siglo VII a. J.C. y en las traducciones hurritas e hititas, extendiéndose por el Asia menor hasta
las proximidades de la Troade y sobre la medialuna de las tierras fértiles, para influir, en cierto
modo sobre "La Odisea" y "La Biblia".
Y así iba a ocurrir. Anu, el padre de los dioses, había escuchado las humildes quejas de los
hombres sencillos y, deseando educar y castigar al rey, ordena a Aruru -la diosa que antaño había
formado al hombre, modelándolo en arcilla- la creación de un ser formidable, capaz de vencer, por
su fuerza, a Guilgamesh, ante los mismos ojos del pueblo. Es esa la causa del nacimiento de
Enkidu, quien crece entre las bestias en la selva, creyéndose una de ellas, ignorante de la
civilización y de su propio destino. Guilgamesh, enterado de la existencia de ese ser mitad bruto,
mitad hombre, decide debilitarlo por medio de la magia sexual y le envía una hetaira sagrada del
templo de Ishtar, la Afrodita de los poemas babilónicos. Pero aquí se produce la primera peripecia
de este cantar: la hieródula enseña a Enkidu el amor, por cuya virtud la bestia se humaniza y
aprende a comer el pan, a beber la cerveza y a usar los vestidos, aunque algo pierde de su fuerza
primitiva.
Llegan las vísperas de las fiestas de Akitu o del año nuevo que duraban del 1º al 12 del mes de
Nizán. Guilgamesh como rey en representación del dios Marduk, debía asistir al templo de
Sarpanit, para consumar allí una hierogamia con la suma sacerdotiza de esa diosa, a fin de que las
fuerzas de la fecundidad y la vegetación no decayeran en sus estados.
En el camino, en medio de la multitud, más temerosa que reverente, es desafiado por Enkidu.
Guilgamesh, como rey, está en su derecho de hacerlo prender, pero no da esa orden a sus
guardias; su sentido del honor guerrero le impele al combate, a pesar de sus sueños adversos.
Vence Enkidu, como estaba dispuesto por las deidades; el pueblo pide al vencedor que ultime
definitivamente al vencido, pero Enkidu no lo hace, porque agradece en su corazón la lealtad que
el rey ha demostrado al combatirle; desde entonces ambos héroes se hacen inseparables y viven
en la más estrecha hermandad. Guilgamesh acepta la enseñanza de la adversidad y se hace un
monarca justo y atento para con su pueblo.
Algún tiempo ambos héroes se dedican al pasatiempo de cazar leones. Pero Guilgamesh siente la
tristeza del vivir oscuro y sin gloria; la nostalgia de esta vida cuyo lapso está escrito y sellado en las
tablillas del destino... Y entre tanto ¿qué hacer con este instante fugaz de luz y de color, de energía
y de sonido? No realizar nada digno de renombre ¿no es un poco renunciar a vivir? ¿No es un
poco morir anticipadamente? Así, intenta la aventura del País de los Cedros, que cubrían la
montaña en cuyas cumbres los hombres de Mesopotamia ponían su paraíso. Entre los cedros, el
cíclope Jumbaba, su guardián, era expresión del horror salvaje y siniestro. En su plegaria al sol, le
dice Guilgamesh:
-"Quisiera que esta palabra llegara hasta ti, presta oído
Muerto Enkidu, se apodera de su amigo un dolor considerable. Como Aquiles ante el cadáver de
Patroclo, Guilgamesh llora, y recorre el palacio gritando como un insensato; la tablilla VIII, columna
II nos hace oír sus exclamaciones:
-"Enkidu, amigo mío, hermanito, pantera del desierto
Durante seis días y seis noches, Guilgamesh, errando por las campiñas, no cesa en sus
lamentaciones, mas al cabo, meditando acerca de esta experiencia siniestra, piensa en el día en
que la muerte también lo alcance a él.
¡Cuántos textos literarios van a nutrirse luego a expensas de estos antiquísimos cantares! Pero el
Sol trata de disuadir al héroe:
Guilgamesh cree que en algún lado existe lo imperecedero y que puede descifrarse el enigma; si el
Universo permanece ¿por qué debe morir el hombre? Así responde al Sol:
-Desde que vago por los campos como el pájaro Delu
Al fin, en una lejana isla del Apsu, el Océano Primordial, encuentra a Utnapishtim y obtiene, no el
árbol de la inmortalidad, porque no existe, pero si una rama del arbusto que devuelve la perdida
junventud, que en el cantar se llama: "rejuvenece la barba gris". Pero al volver a Erech soñando
salvar a los hombres de la vejez, una serpiente le roba el arbusto.
¿No simboliza, pues, el poema el sueño de la humanidad por alcanzar una vida sin muerte, la
rebeldía ante el destino de nuestra finitud ineludible? Hace cuarenta siglos o más, ya el hombre se
rebelaba ante la injusticia de morir y esa fiebre de luz, de vida, de color, de movimiento, de amor
salta entre los versos de este cantar épico, como un pájaro enjaulado, dentro de las rejas de un
destino inescapable.
Ab
Ab-soo
Denominación mística del espacio. Significa la morada de Ab, o el nacimiento de la fuente del
nacimiento.
Adar-Assur
Ain-Ainor
Alatu
Diosa funeraria que gobierna la región de los muertos. Se la representaba sentada en un trono de
nubes negras, encargándose de recibir a los difuntos que llegaban desnudos.
Amorka
Ana
Diosa del erotismo en general
Annedotos
Denominación genérica de cuantro divinidades, mitad hombre, mitad mujer, surgidas del fondo del
mar Eritreo.
Anshar
Astarté
Aya
Esposa de Shamash.
Baal
Vocablo de origen semita que significa "El Señor". Con este nombre se denominaba a todas las
divinidades.
Belaora
Belaten
Bel-Dagan
Beltis
"La Gran Señora", esposa de Bel, reina de la tierra, madre de los dioses, patrona de las batallas y
de la fecundidad.
Dad (o Dagon)
Igigi
Kettu
Kummut
Junto con Asmun, y con caracter de divinidad secundaria, regía las constelaciones.
Lahmu y Lahamu
Marsharu
Nebo
Dios a quien se identificaba con Mercurio, denominado "El Proclamador". La escuela sacerdotal
de Nebo era célebre por sus conocimientos antes que Babilonia cobrara preeminencia.
Ninib
Oannes
El "Hombre-pez". Dios al que se atribuye la civilización del pueblo caldeo. Tenía dos cabezas: una
de hombre debajo de otra de pez, y voz humana. Su cuerpo era también de pez, aunque su cola
llevaba adheridos dos pies humanos. Había salido del huevo primigenio del mundo y apareció en
un lugar cercano a Babilonia.
Shamash
Dios solar de la sabiduría, dueño de facultades hechiceras y adivinatiorias. Regía todo el aspecto
laboral del hombre, erigiéndose en patrono. Con la apariencia del sol, salía al alba de un portal
montañes del Este y ascendía lentamente hacia el cenit. En las horas nocturnas su curso era
subterraneo. Se distinguía por su valor y fortaleza; libraba eterno combate con la noche y, cada
año, imponía la huida del invierno. Era, así mismo, juez de cielo y tierra. Esposo de Aya y padre
de Kettu y Marsharú; su cochero era Bunete. Los griegos lo asimilaron a Apolo.
Sin
Dios-luna, integrante de la tríada sideral con Shamash, el dios-sol, e Istar, el planeta Venus. En Ur,
se le adoraba con el nombre de Nannar. Se lo representaba como un anciano de barba larga de
color lapislázuli y turbante. Su esposa era Ningal "La Gran Dama".
Vul
Príncipe del aire, caracterizado por su bondad y previsión, señor de lo abundante y fecundo de la
creación. Se representaba a este dios como un Rayo entre celajes. Formaba una tríada
con Sim y Sam.
Caldea es el nombre con que se conoció en la Antigüedad la región situada en la
media Mesopotamia, al establecerse en ella los caldeos. Posteriormente esta denominación se
extendió a toda la región de Babilonia, pero solo debe llamarse Caldea a la zona extrema
sudoriental de la parte meridional de la cuenca del Éufrates y el Tigris, próximo a los desiertos de
Arabia. El término 'caldea' proviene del latín Chaldaeus, y este a su vez del griego
antiguo Χαλδαῖος, y este, finalmente, del acadio kaldû.
Índice
[ocultar]
1Origen
2Hegemonía
3Formación
4Religión
6Talismanes
7Bibliografía complementaria
Origen[editar]
Los caldeos fueron una tribu semítica de origen desconocido que se asentó
en Mesopotamia meridional en la parte anterior del I milenio a. C.. Por su lengua, se asume, que
están relacionados con los arameos, aunque se asentaron más al sur que los arameos, quienes se
habían asentado en Mesopotamia superior, y Siria. No obstante los caldeos "propiamente dichos"
eran los sumir o turaníes que se impusieron a los otros dos elementos de la población que eran los
siguientes:
Casitas
Acadios
Los autores romanos llamaron caldeos a los astrólogos y a los matemáticos de Babilonia. En
épocas modernas, los católicos de Mesopotamia son llamados caldeos.
Hegemonía[editar]
En un principio formaron pequeños estados, de los que llegaron a predominar cuatro que son los
siguientes:
Babilonia
Erex u Orcoe
Uarkadel siglo XIX situada a la orilla izquierda del río Éufrates, 40 leguas al Sur de Babilonia
Accad, el centro primitivo de las tribus de este nombre, llamado también Nipur, que se hallaba en
medio de la Caldea propiamente dicha y a orillas del famoso Canal Real y Xalané o Ur, palabra
caldea que significa "la ciudad por excelencia". La denominación Ur dio origen a la palabra que los
latinos utilizaron posteriormente para denominar a las ciudades: Urbs/Urbis
Formación[editar]
La historia de Caldea solo empieza, en realidad, desde que todas esas tribus y ciudades se
unieron formando el estado de Caldea y Babilonia con el nombre del primer Imperio caldeo o
caldeo-babilónico, cuyos reyes residían alternativamente en cada una de las cuatro ciudades
citadas y desde ese momento la historia de Caldea es la historia de Babilonia.
Durante el período de la dominación asiria de Babilonia, los caldeos presentaron una resistencia
fuerte al reino asirio. Cuando Babilonia finalmente restableció su independencia, se encontraba
bajo una dinastía caldea. Después de la caída de Babilonia por los persas, los caldeos
desaparecen como una tribu separada. Los reyes de la dinastía caldea fueron:
Religión[editar]
Los principios religiosos de los sabios caldeos que hubieron de informar las creencias de la
cultura caldeo-asiria se impregnaron del fundamento astrológico en aquella religión por lo
siguiente:
Los sabios sacerdotes caldeos decían que cierto día el dios Uanna salió del Mar Erytreo, bajo la
forma de hombre, con cola de pez y les enseño astronomía.
Según Diodoro Sículo durante mucho tiempo nadie conoció mejor que los caldeos lo siguiente:
También había otros tipos de dioses como: Anat: diosa de la fertilidad y la guerra
Anshar, Ansar o Anshur (que significa "todo el cielo" o "eje del cielo"), en la mitología acadia,
y por extensión en la mitología mesopotámica, fue un dios del cielo primigenio, consorte a la
vez de su hermana Kishar (que significa "toda la tierra").
Con ella, podrían representar el cielo (antribi) y la tierra (kikimi) y serían la segunda
generación de dioses, siendo sus padres las serpientes Lahmu y Lahamu y sus
abuelos Tiamat y Apsu. A su vez, serían los padres del dios acadio Anu, otro dios del cielo.1
sucedió que los dioses fueron formados en su seno
Lahmu y Lahamu fueron hechos, por un nombre fueron llamados
Durante eternidades crecieron en edad y estatura
Anshar y Kishar fueron formados, superando a los otros
Prolongaron sus días, acumularon años
Aparece a veces como hijo de Lahmu y Lahamu, pero la mayoría no lo interpreta así.
Según el relato épico del Enuma Elish, cuando Ea (Enki), se entera que Tiamat planea
vengarse de la muerte de Apsu, Anshar trata que Enki la ataque primero pero es
rechazado, luego va con Anu y le envía a hablar con Tiamat en misión de paz, pero éste
fracasa. Tiene como mensajero fiel al dios Gaga.
Durante el reinado de Sargon II, los asirios comenzaron a identificar a Anshar con su
dios Assur con el fin de dejarle arrancar desde su versión del Enuma Elish. En esta
mitología, la cónyuge de Anshar es Ninlil.
Anu: el dios del cielo más elevado Antu: diosa creadora Apsu: el gobernante de los dioses y de los
océanos subterráneos Assur: dios nacional de los asirios Atrahasis: Protagonista del poema épico
del mismo nombre** Baal: deidad superior a todas las demás y principal dios de los Caldeo-Asirios
Damkina: diosa de la madre tierra Dumuzi: dios de la vegetación Ea: dios de la sabiduría Emesh:
dios de la vegetación Enbilulu: dios a cargo del Éufrates y el Tigris Enmesarraa: dios de las leyes
Endursaga: dios heráldico sumerio Enkimdu: dios de los ríos y canales Enlil: dios del clima y las
tormentas Enten: dios agricultor Enurta: dios de la guerra Ereshkigal: diosa del inframundo Erra:
dios de la guerra, disturbios y revueltas Gilgamesh: héroe de la gran epopeya de Gilgamesh
posterior al diluvio Geshtu-E: dios menor de la inteligencia Gugalanna: consorte de Ereshkigal
Gula: diosa de la sanación Hadad: dios del clima Huwawa: guardián del bosque de cedros de los
corazones Inanna: diosa del amor y la guerra, protectora de Uruk Ishtar: diosa del amor Isimud:
dios mensajero Iskur: dios de las tormentas y las lluvias Kabta: dios responsables de los picos,
palas y moldes de ladrillos Kingu: marido de Tiamat Kishar: padre de la tierra Lahar: diosa del
ganado Marduk: dios nacional de los babilonios Mummu: dios de las neblinas Mushdamma: dios
puesto a cargo de los edificios y las casas Mušhuššu: animal mitológico Nabu: dios de las artes de
escribir Namtar: dios sirviente en el inframundo Nannar: dios de la luna Nanse: diosa de la justicia
Nergal: dios del inframundo Nidaba: diosa de la fertilidad y la escritura Ninazu: dios secundario del
inframundo Ningal: diosa de las cañas Ningikuga: diosa de la cañas Ninhursag: diosa de la madre
tierra Ninkasi: diosa de la elaboración de alcohol Ninkurra: diosa madre menor Ninlil: diosa del aire
Ninmah: diosa creadora Ninsar: diosa de las plantas Ninsikil: diosa patrona del paraíso mítico de
Dilmun Ninsubur: diosa o dios mensajero Ninsuna: diosa de las vacas Nintu: deidad madre Ninurta:
dios de Nippur Nunbarsegunu: diosa madre Nusku: dios de la luz y el fuego Oannes: Personaje
mitad hombre mitad pez Pasittu: demonio que arrebata bebés Shamash: dios del sol y de la justicia
Sin: dios de la luna (otro nombre de Nannar) Tasmetu: diosa consorte de Nabu Tiamat: diosa
dragón Tishpak: dios de Eshnunna Uras: diosa ctónica (véase ctónico) Utnapishtim: protagonista
del diluvio Utu: dios del sol Uttu: diosa de los tejidos y la ropa Utukki: demonios del inframundo
Zarpanitu: diosa del nacimiento Ziusudra: protagonista del diluvio
Los magos caldeos que practicaban las ciencias ocultas tenían dos tipos de magia que eran las
siguientes:
La Magia blanca, que formaba parte del culto, para la cual se comunicaban los magos con los
espíritus superiores.
La Magia negra, condenada por la religión, hecha por los hechiceros que explotaban las malas
pasiones.
Talismanes[editar]
Las gentes piadosas para precaver la mala influencia de los hechizos y espíritus malignos,
usaban talismanes que era una venda de tela con fórmulas escritas que se fijaban en lo siguiente:
Ropas
Muebles
Cuello
Jordan Michael, Enciclopedia de los dioses.
Samuel H. Brown, Diccionario de Mitología Egipcia.