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01 Metodologas Participativas

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1. FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS

1. En qué sociedad estamos

No queremos ser ingenuos con la participación, como si fuera una panacea para todo.
Por ello nos preguntamos para qué sirven las metodologías participativas.
Vivimos en una sociedad individualista que, contradictoriamente, se caracteriza
por la dependencia interpersonal, la delegación y el corporativismo. Como dice Mar-
tín Recio (1998), las causas

que provocan la falta de participación son: la dependencia (…), la delegación (…)


y la compartimentación o el fraccionamiento del análisis de la realidad y de sus
soluciones, que se manifiesta en tres aspectos: compartimentación temporal [vivir
el presente] (…), disociada del futuro (sin perspectiva) y del pasado (sin memoria
histórica); compartimentación en el espacio (…) [y] sectorial”.

En la misma línea se manifiesta Alberich (2008:133) cuando señala como “en-


fermedades” sociales la dependencia interpersonal, la delegación permanente de

La dependencia interpersonal, del marido, de la mujer, del padre y la madre,


responsabilidades y el corporativismo y localismo.

de los subsidios y “ayudas” sociales…, pero también y principalmente de especialis-


tas. Si nos duele algo dependemos de lo que nos digan en el centro de salud, en el

violencia en la sociedad, entre jóvenes o en la escuela, los expertos nos dirán por qué
gabinete psicológico… Las noticias están trufadas de referencias a “expertos”. Si hay
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Metodologías participativas

y cómo actuar. Ante cualquier problema es necesario un estudio y, en su fase inicial,

entrevistará a un catedrático o a un gran especialista que nos aportará unas cifras,


una encuesta que reporte algunos datos. Todo medio de comunicación que se precie

unos porcentajes, aparentemente objetivos, pulcros, incuestionables e irrefutables.


Pero, ¿se pregunta alguna vez, de verdad, en profundidad y rigurosamente, a los jó-
venes, a los estudiantes, a los afectados por la noticia? ¿Se les da la palabra para que
hablen con libertad y, sobre todo, para que participen en la solución, o sólo se les
considera parte del problema? ¿Dónde queda la experiencia directa, tanto personal
como grupal? ¿Dónde queda el saber popular, la acumulación de experiencias trans-
mitidas a través de múltiples generaciones?
Se nos olvida que para “curar” es necesario tener en cuenta no sólo los diagnós-
ticos que hace la medicina sobre los síntomas sino también lo que las personas afec-
tadas estén dispuestas a hacer para conseguir el cambio que se precise. Se
retransmite diariamente la imagen de que gran parte de la sociedad vive de las sub-
venciones, de los subsidios y de las ayudas sociales: los agricultores, la población in-
migrante, las personas con discapacidad, las mayores, las excluidas, las asociaciones
y las ONG… Parecen vivir de “Papá Estado”, no de su trabajo o del esfuerzo realizado.
Así, no es de extrañar que buena parte de quienes trabajan y de las clases medias
quieran menos Estado, menos burocracia, menos impuestos… Menos subvencionar
a esos grupos que se ven como una carga. Aún más: esa imagen se ha asumido de tal

social, son dependientes de lo que el Estado quiera darles de pensión, de subvención


modo que muchos de los grupos citados se consideran a sí mismos como una carga

o ayuda social, y eso con la arbitrariedad de lo que se otorga graciosamente (por


quienes gobiernan en cada nivel de la administración: políticos, políticas y/o fun-
cionariado del Ayuntamiento, la Comunidad Autónoma, el Estado, la Unión Euro-
pea…). Han perdido su autonomía como personas libres y la seguridad de vivir en

La delegación permanente, por su parte, educa y socializa a las personas en


un Estado de Bienestar que tiene la obligación de proteger a toda la ciudadanía.

la responsabilidad mínima, personas de responsabilidad limitada: yo voto, yo elijo


entre las opciones que tú me ofreces, tú actúas. Elegimos concejales y concejalas,
diputados y diputadas, presidente o presidenta de asociación…, y a partir de ese
momento, que solucionen los problemas, “que para eso les he votado”: que solu-
cionen los problemas de mi comunidad, de mi edificio, de mi barrio, de mi urbani-

Y unidos a los dos aspectos anteriores encontramos los problemas del corpo-
zación, de mi ciudad…

rativismo y el localismo, es decir, la compartimentación permanente. Lo impor-


tante es lo cercano, lo que me afecta directamente; lo de fuera, lo de los demás, no
importa. La vida profesional desarrolla valores únicos e hiper-especializados. La ma-
yoría de las asociaciones y organizaciones del tercer sector se mueven en una lógica
también localista y/o corporativista. Buena parte de la sociedad vive en mundos se-
parados. La sociedad militar, la eclesiástica, la de los “católicos”, la de los “musulma-
nes”… tienen sus propias normas, sus propias lógicas y, más aún, defienden sus
propias éticas. Son eso: “sociedades”, se autodenominan así para recrearse como
mundos paralelos. La multiculturalidad puede también recrear ese problema: gru-

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Fundamentos Teóricos y Metodológicos

pos-guetos de la misma procedencia sin apenas relación. Y también el lenguaje ex-


perto: los y las profesionales de la medicina, la arquitectura, la sociología, la educa-
ción, las ingenierías… escriben y hablan para que les entiendan sólo sus colegas de
profesión, un lenguaje propio, tecnificado, codificado, excluyente y cerrado a los y
las demás. Obligatorio incluso para poder desarrollar su currículo profesional y que
así sus corporaciones profesionales les reconozcan como miembros propios de su
comunidad científica y puedan publicar en sus revistas.
El corporativismo va muy ligado a esta tendencia a la súper especialización. Y
todo ello se baña en una cultura propicia que podemos ver en el refranero popular:

nos lleva, por fin, al inefable la política para los políticos, que resume la segregación
“aprendiz de mucho, maestro de nada”; “quien mucho abarca poco aprieta”… Lo que

corporativista, como si lo “político”, que debe ser lo más global y que nos afecta a
todos, deba quedar reducido al ámbito político “profesional” (tanto ha calado esta
cultura segregacionista que en el tercer sector y en las asociaciones aún sigue siendo
habitual escuchar comentarios como “aquí no se viene a hacer política”, “la asocia-
ción es apolítica”…).

Hablamos de un modelo de concepción del mundo que desmotiva a pensar glo-


balmente y refuerza únicamente la actuación en un campo tan específico que, a
la manera que denunciaba Morín (2003), ciega a la inteligencia (Manzano, 2007).

Pero ¿qué puede hacerse? ¿Qué se está haciendo? Frente a la dependencia per-
manente, si queremos individuos libres (superando la separación entre la teoría en-
señada en el sistema educativo y la práctica) podemos desarrollar la autonomía de
las personas, el autoaprendizaje, el proceso de desarrollo del ser, de la persona,.
Frente a la delegación permanente podemos desarrollar experiencias de participa-
ción ciudadana, corresponsabilidad, solidaridad y democracia directa: no podemos
ni debemos delegar todo. Frente al corporativismo encontramos la acción integral,
multidisciplinar e interdisciplinar, tanto a nivel local como global.
Para conocer en profundidad los problemas sociales y, sobre todo, para actuar

que diga un puñado de expertos sociales? ¿Las acciones a realizar, el gasto público…
en su resolución, ¿contaremos con la población afectada o sólo nos fiaremos de lo

lo decidirán dos o tres personas con poder político o se decidirá con o desde la po-
blación afectada? Aunque esas personas con poder han sido democráticamente
elegidas ¿se les votó para que lo decidieran todo o será más democrático que se
creen nuevos cauces y formas de participación que favorezcan la implicación ciu-
dadana?
Desde las ciencias sociales se vienen desarrollando, desde hace bastantes años,
teorías y metodologías que favorecen estos valores más democráticos. En todo caso,
queremos dejar claro que no pretendemos anular el papel de los y las profesionales
y especialistas en el aprendizaje y en el análisis de la realidad: se trata de profundizar
y ampliar la democracia actual mediante procesos participativos. “Democratizar la
democracia” es el planteamiento de Boaventura de Sousa Santos (2005), que reto-
mamos para poder superar los problemas que subsisten en nuestras sociedades.

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Metodologías participativas

Cuadro 1.1: Problemas de la democracia en nuestras sociedades

Síntomas de la democracia actual Objetivos a desarrollar


DEPENDENCIA AUTONOMÍA
Burocracia. Dependencia de los subsidios, Educación autorreflexiva y crítica,
de las subvenciones, del especialista… autoconocimiento personal y colectivo.
Democracia participativa y directa.
DELEGACIÓN PARTICIPACIÓN
(Yo voto: que me lo solucionen ellos) Implicación, corresponsabilidad,
solidaridad.
COMPARTIMENTACIÓN ACCIÓN INTEGRAL
Corporativismo, localismo. local, regional y global: glocalismo.
Compartir, cooperar (desarrollo de la
GLOBALIZACIÓN sociedad del conocimiento en un mundo en
uniforme con más desigualdad. red interconectado).
Multiculturalismo excluyente, Redistribución, justicia social. Derechos
asimilacionismo impuesto, Humanos.
fundamentalismos… Interculturalidad. Descentralización,
subsidiariedad.
Libertad. Más y mejor democracia,
“democratizar la democracia”.

Fuente: Elaboración propia a partir de Alberich, 2008: 134

1.2. Ciencia y Sociedad

Las ciencias van avanzando y abren nuevos enfoques según las necesidades de la so-
ciedad y la creatividad de los conjuntos de acción que la componen. En el apartado
1.2 encontramos una interpretación de las diferencias construidas en los últimos si-
glos tanto en la estructura económica, política y social, como en los enfoques cientí-
ficos y en las metodologías sociales. Hasta las guerras mundiales, la acumulación de
capital se basaba en Estados aún muy caciquiles, en el “corto siglo xx” el capital mo-
nopolista se implicó en guerras y dio paso a revoluciones ante sus pretensiones im-
periales. Con la “globalización” las clases sociales se han fragmentado tanto que las
rearticulaciones sociales obedecen a otros criterios ya diferentes a los de épocas an-
teriores.
El paradigma científico moderno ha tratado de encontrar en la “ley causal” su
principal objetivo, tanto en las ciencias naturales (ley de la gravedad, por ejemplo),
como en la economía (ley de la mano invisible) y las ciencias sociales (ley de la lucha
de clases). Pero ninguna ha resultado ser tan objetiva y determinista, sino que se
vieron relativizadas en sus medidas y enfoques, por lo que hoy puede decirse que
sólo en determinadas condiciones funcionan con cierta regularidad. Sobre todo en

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Fundamentos Teóricos y Metodológicos

Cuadro 1.2: Cambios sociales y de paradigmas en los últimos siglos

Siglo XIX-XX Siglo XX Siglo XX-XXI


Evolución del Acumulación Monopolios de Estado Globalización
Capital primitiva del capital entre autoritarismos, financiera y nuevos
y del Estado y un Estado basado guerras y oligopolios
en caciquismos revoluciones internacionales
Capital en formación Capital monopolista Capital transnacional
+ Vs. Vs.
Pequeña propiedad Profesionales Especialistas fijos
Alianzas de clases Vs. especializados +
y bloques sociales Obreros del campo y + Profesionales
de la ciudad Otros trabajadores precarios y sectores
no especializados marginados
fragmentados
Leyes de la Principios de Sistemas,
Modernidad: el relatividad e irreversibilidad y
Paradigmas espacio-tiempo indeterminación: auto-organización.
científicos es objetivo y hay medida relativa del El espacio-tiempo es
que se superponen determinismo lineal espacio-tiempo construido y
(Newton/Mendel) (Einstein/Heisemberg) emergente (Von
Foerster /Prigogine)

Cuantitativas: Cualitativas: Participativas:


Metodologías en las distribución de conocer las implicación dialógica
ciencias sociales objetos, de datos y de motivaciones y su en procesos
tiempos estructura relacional emergentes
(Distributiva) (Estructural) (Dialéctica)
Fuente: Elaboración propia a partir de Villasante 1998:179

las ciencias sociales tuvieron que aparecer los análisis de motivaciones y el marke-
ting para convencer a quienes trabajaban de que consumieran y negociaran, mejor
que dedicarse a hacer revoluciones; y en el campo de las revoluciones, el análisis de
las culturas y los frentes anticoloniales agruparon a numerosos trabajadores y tra-
bajadoras de diversos ámbitos frente al capital monopolista.
Pero con la llamada “globalización”, la fragmentación de la sociedad es mucho
mayor, separando al capital financiero y los oligopolios mundiales de la productivi-
dad local, a los “especialistas” del mundo laboral y al conjunto de trabajadores y tra-
bajadoras entre sí en base a la diversidad cultural, religiosa, etc. No basta el
relativismo ni en las ciencias naturales ni en las sociales, ante las situaciones com-
plejas es imprescindible estudiar cómo se pueden construir las salidas emergentes.
Las matrices o patrones de emergencia se abordan para intentar superar distintas
situaciones caóticas. No es que las distribuciones cuantitativas no sean útiles, ni que

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Metodologías participativas

las estructuras cualitativas no sean explicativas, sino que se necesitan más elementos
para poder ver y transformar situaciones sociales tan fragmentadas y complejas,
como veremos en el epígrafe siguiente.
Las metodologías participativas hoy las emplean, en diversos grados, casi todas
las instituciones que han de hacer procesos de cierta complejidad. Los Planes Estra-
tégicos, por ejemplo, han pasado de las empresas a las ciudades, e incluso en la co-
operación al desarrollo, tratando de implicar desde arriba a los de abajo, con
modelos de gobernabilidad y gobernanza. Hasta el Banco Mundial usa esta termi-
nología y en algún caso presume de hacer IAP (Investigación-Acción Participativa)1,
es decir, reconoce que existen algunas situaciones donde se muestran más eficientes
estas metodologías, que implican a la población, que las tradicionales.
Pero lo interesante es que estas metodologías participativas, en general, han na-
cido precisamente de los movimientos sociales y con pretensiones críticas y trans-
formadoras. Un recorrido sintetizado del mismo puede verse en Montañés (2009:
39-44). En Latinoamérica primero y en otras partes del mundo después, desde los
años 60` y 70` se vienen construyendo unas ciencias sociales explícitamente al ser-
vicio de las causas populares (IAP y otras). En Europa, desde la década de los 60`,
varios movimientos sociales impulsaron el socio-análisis o análisis institucional2, la
coinvestigación obrera3, las militancias instituyentes de grupos feministas4, ecolo-
gistas, etc. Desde campos ideológicos a veces divergentes (marxismos, libertarios,
teología de la liberación, etc.) se han ido criticando dogmas precedentes y constru-
yendo convergencias muy enriquecedoras y creativas.

1.3. Teorías, métodos y técnicas de investigación

Las técnicas clásicas utilizadas para la investigación social las podemos clasificar, si-
guiendo a Jesús Ibáñez (1986) en tres grandes tipos o perspectivas:

1. Distributivas o cuantitativas. Con ellas distribuimos la realidad, cuantificán-


dola y separándola según los datos producidos. Conseguimos un conoci-
miento de tipo "censal" o estadístico. Son técnicas útiles para conocer
aspectos cuantificables de la realidad (por ejemplo: equipamiento familiar,

2. Estructurales o de tipo cualitativo. Nos permiten estructurar la realidad por


renta, viviendas, intención de voto...).

grupos sociales, agrupaciones de afinidad, roles... Con ellas conocemos y


construimos opiniones, aspectos subjetivos y las relaciones que se dan entre
los grupos (por ejemplo, actitud ante problemas sociales, propuestas de so-

3. Y una tercera perspectiva, denominada dialéctica, que parte de la conside-


lución...).

ración del objeto a investigar como sujeto (protagonista de la investigación)


y en la que la finalidad de la investigación es la transformación social. Utiliza
algunas técnicas específicas propias pero sin rechazar el uso de las técnicas
cuantitativas y cualitativas.

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Fundamentos Teóricos y Metodológicos

No se trata de hacer definiciones académicas sobre lo que estamos haciendo


como si ya fuese algo acabado, pleno y perfecto. Se trata, más bien, de un proceso
que sentimos que se está abriendo y que lo que necesita no son tanto “definiciones”
como “distinciones”. Una definición pretende abarcar en un concepto una precisión
que resuma los pretendidos conocimientos que se tienen sobre un asunto. Más mo-
destamente, las distinciones, por sentirse parte de un proceso, pretenden decir “lo
que no se es”, distinguirse poniendo algunos límites o barreras. Las distinciones pre-
tenden ser operativas en las ciencias al avanzar algún salto o paso necesario para ir
precisando en qué campo nos movemos y en cuál no. También las distinciones pue-
den servir para concretar las relaciones entre prácticas, entre unos usos y otros de
un mismo concepto. Podemos definir algo con un cierto margen de precisión, pero
luego sus usos y abusos, las experiencias prácticas que se reclaman de tal definición,
pueden aconsejar establecer distinciones para poder saber de qué estamos hablando
y qué estamos haciendo (por ejemplo, conceptos como “desarrollo sostenible”, “so-
ciedad civil”, capital social”, “dialógica”, etc. pueden significar cosas muy distintas
según quién lo declare y, sobre todo, quién y cómo lo practique).
En las ciencias sociales se da mucho debate entre las perspectivas cuantitativas
y cualitativas, y más recientemente, también con las más participativas. No basta
sólo una perspectiva “pluralista” que mezcle los enfoques, pues debemos saber
“¿para qué?” (y “¿para quién?”) están sirviendo (su “episteme”) cada uno de ellos.

de ellas lo que llamamos sociopraxis 5) hemos adaptado un esquema elaborado por


Para presentar mejor lo que entendemos por metodologías participativas (y dentro

el Colectivo Ioé (1993), siguiendo ideas de Ibáñez (1990) (ver cuadro 1.3.).
Hemos actualizado aquellos conceptos queriéndonos distinguir tanto de la pers-
pectiva cuantitativa (distributiva) como de la cualitativa (estructural), así como di-
ferenciar también nuestra posición de algunas perspectivas participativas
(dialécticas), cuando se basan en el voluntarismo de puras simetrías entre sujetos
(que nos parecen más deseos que realidades), ciertos espontaneísmos sin metodo-
logías, o prácticas con más buena voluntad que saber hacer.
Al presentar esta tabla no queremos que parezca que renunciamos a las otras
tecnologías (asambleas, grupos de discusión o encuestas), sino que pretendemos
orientarlas y dar sentido cuando las usamos desde la lógica que fluye de las bases
hacia las élites y desde el posicionamiento socio-práxico.
En la perspectiva distributiva y estructural el o la profesional acaban siendo quie-
nes toman las decisiones clave, pues diseñan todo el proceso, lo interpretan y hacen
las recomendaciones, consultando un poco más o un poco menos con los sectores
de población que consideren. Por ello decimos que cierran las conclusiones, mientras
la perspectiva dialéctica y la socio-práxica tratan de abrir los procesos con las crea-
tividades de la ciudadanía.
En la socio-práxis se cierra un poco más el método (aunque se discuta con parte
de los implicados) para no caer en ciertos “basismos” y voluntarismos que tienen
los procesos que se dejan a la libre determinación de la gente. Porque muchas per-
sonas están ya influidas por costumbres patriarcales, clasistas, incluso sectarias, y
conviene que haya algunos principios democráticos y participativos que corrijan

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Cuadro 1.3: Niveles y perspectivas de la Investigación Social

TECNOLÓGICO METODOLÓGICO EPISTEMOLÓGICO Discurso hegemónico.


(cómo se hace) (por qué se investiga) (para qué, para quién) Correspondencia con la evolución
[Juegos de lenguaje] [Funciones de lenguaje] [Efectos del lenguaje] temporal y lógicas socioeconómicas
predominantes
Hasta el Siglo XX
Función referencial Asimetría
Metodologías participativas

Pregunta-respuesta
Del lenguaje “CRECIMIENTO”
Técnicas cuantitativas: Lo investigado como objeto Lo importante es crecer en
– Encuestas (mediante Análisis estadístico magnitudes cuantitativas (más
muestreo o con encuesta- [cierra] producción, más renta, PIB…)
censo) “Los elementos de la red”

DISTRIBUTIVA
– Entrevista cerrada (conocimiento descriptivo) Produce un conocimiento Efectos no deseados:
(estructurada o directiva) censal, estadístico que Puede haber más desigualdad y
quiere ser objetivo pobreza, aunque se crezca
Conversación Simetría táctica, asimetría
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Función estructural del estratégica Siglo XX


Técnicas cualitativas: lenguaje

PERSPECTIVAS
– Entrevistas: Lo investigado como objeto “DESARROLLO”
semidirectiva, abierta, Produce un conocimiento (al que se le pide “que Desarrollo es crecimiento y mayor
grupal, en profundidad. de la estructura de la red hable”) bienestar6.
– Grupo de discusión (explora sus caminos, sus Efectos no deseados:
– Grupo triangular relaciones) [abre para cerrar] Deterioro medioambiental y

ESTRUCTURAL
– Historias de vida agotamiento de los recursos.
– Análisis estructural de – Análisis del discurso Para conocer opiniones, Despotismo ilustrado, tecnocracia
textos (conocimiento explicativo) sentimientos, conocimiento
de lo subjetivo […/…]
Cuadro 1.3: (Cont.)

Función pragmática del


lenguaje (el habla es - Socioanálisis y Análisis
Asamblea. Participación Siglo xxI
acción) institucional
Simetría
Técnicas participativas: Desarrollo Sostenible y
Metodologías Participación
Analizadores Lo investigado como sujeto
participativas
(construidos, históricos) (libera el decir y el hacer)
– Construcción de la red Agendas 21, Cartas de Aalborg…
→ hacer otra red

DIALÉCTICA
- Presupuestos Participativos
[abre]
– Autoencuesta. - Planes Comunitarios
Autoevaluación - Núcleo de Intervención
IAP (Propositivo e Para transformar y
– Delphi Participativa (NIP)
implicativo para el democratizar
– DAFO
investigador)
– Dinámicas de grupo
– Diagnóstico Rural
– Técnicas de la
Participativo
Animación Sociocultural

PERSPECTIVAS
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(ASC) Asimetría táctica


Efectos no deseados: puede
Simetría estratégica
Procesos con grupos haber desarrollo sostenible
pequeños antes de las parcial y/o impuesto por
En la socio-praxis se considera
asambleas, a partir de: algunos sectores. Localismos,
que la asamblea no es una
– Sociograma y Mapas corporativismos…
→ Recrear la red (a partir reunión entre iguales. Es una

SOCIOPRAXIS
Sociales (respuestas: acción integral,
de las redes existentes) acción-proceso que parte de la
– Multi-lemas Glocalismo –acción
desigualdad para construir
– Flujogramas local+global…)7
procesos transformadores.
– Programa de Acción
Integral (PAI)

Fuente: elaborado a partir de las propuestas de J. Ibáñez, Colectivo OIÉ, T.R. Villasante y T. Alberich
Fundamentos Teóricos y Metodológicos

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Metodologías participativas

ciertos hábitos de la población que puedan entorpecer una buena construcción del
conocimiento y la acción. No se trata de que el o la profesional estén sólo al servicio
de los sectores populares, como si éstos no tuvieran sus propias contradicciones,
sino que aporten sus conocimientos precisamente para desvelar y hacer más crea-
tivos estos procesos. Por supuesto sin caer en la rigidez de las técnicas, como a veces
ocurre con el Marco Lógico o algunos Planes Comunitarios, que aparecen más como
justificaciones corporativas que como procesos democráticos desde las bases socia-
les. Por eso conviene preguntarse por dónde empezar y qué orden seguir para ser
eficientes y provocar transformaciones a través de estas metodologías.
Habitualmente, muchas investigaciones empiezan recogiendo datos cuantitati-
vos, o hacen unas encuestas. Posteriormente, para completar (y si quieren saber
más), aplican algunas técnicas cualitativas para profundizar en los temas que no les
quedan claros, y tal vez si tienen tiempo y presupuesto hacen algo de lo que llaman
participación (más para divulgar que para saber y/o hacer cogestionadamente). Es
lo contrario de lo que aquí proponemos y que tratamos de justificar. Al comienzo de
cualquier proceso, habitualmente encontramos unos intereses, que no siempre son

al principio cuando es necesario formular participadamente las preguntas ¿para


explícitos, y que suelen influir mucho más de lo que se piensa; motivo por el que es

qué? y ¿para quién? estamos haciendo esto, ¿cuál es el interés de cada parte? ¿Cuáles
son las preguntas que van a definir todo el proceso? Si esto no se hace con cierta par-
ticipación social, todo el proceso vendrá marcado por estas primeras decisiones. Las
preguntas que hagamos, los datos que busquemos, vienen condicionados por las
“negociaciones” de estos primeros momentos. Como en los primeros pasos no aca-
ban de quedar claras todas las intenciones y objetivos, entre otras cosas porque ini-
cialmente no se llega a toda la población sino a un grupo reducido (por muy
representativo que se proclame a sí mismo), es conveniente profundizar con meto-
dologías de mapeos, con conjuntos de acción y con entrevistas cualitativas. Para ello
es bueno que se parta de una muestra relacional (con distintas variables, como clase
social, intereses en juego, grado de organización, vínculos emotivos, etc.) que nos
permita profundizar tanto en las posiciones de los sectores más afines, como de los
ajenos e incluso opuestos. Para poder hacer estrategias de cambio y transformación
social, ante todo deben tenerse en cuenta las fuerzas reales (no solo numéricas) de
los distintos conjuntos de acción.
Lo participativo enfoca desde el principio todo lo que quiere conocer desde el
punto de vista de su transformación, tanto con las técnicas cualitativas como los
datos cuantitativos que documenten las preocupaciones de las diversas redes y con-
juntos de acción. Las interpretaciones de las posiciones y de los datos en parte son
preparadas en grupos reducidos de trabajo, pero su finalidad es presentarlas en aba-
nicos de posiciones posibles y conflictivas (multilemas frente a dilemas, flujogramas
más que DAFO, etc.) para que en diversos talleres (llamados “devoluciones creati-
vas”) la ciudadanía sea quien acabe por decidir las priorizaciones para las planifica-
ciones y programaciones que deben seguir y ser operativas. De esta manera se va
produciendo una retroalimentación entre los y las profesionales y la población, en
la construcción colectiva de los conocimientos y de las propuestas que han de seguir

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Fundamentos Teóricos y Metodológicos

a diagnósticos participativos. En la planificación que sigue también partimos de las


preguntas epistemológicas construidas con participación de quienes se hayan im-
plicados, para organizar los datos y las motivaciones de forma que puedan ser más
operativas. Es decir, que sigue lo metodológico (¿por qué hacer esto?) y acaba con
lo tecnológico o uso de técnicas de investigación (¿cómo hacerlo?). Puede haber todo
tipo de tecnologías, incluso inventárselas o reacomodarlas para cada caso concreto,
pero siempre que se justifiquen metodológicamente, es decir, dentro de alguna de
las metodologías como las que vamos a exponer y a contrastar en este libro.
La posición socio-práxica usa las tecnologías cuantitativas y cualitativas pero no
desde las metodologías y epistemes con las que suelen ser usadas, sino desde las
posiciones participativas que pretendemos distinguir. En realidad, la socio-práxis
podría estar entre la posición estructural o cualitativa (J. Ibáñez pretendía avanzar
desde ahí) y las posiciones dialécticas o militantes de las que se reclaman algunos
movimientos radicales. La distinción con algunas posiciones de IAP y de otras mili-
tancias participativas aparecen cuando no encontramos movimientos que muestren
las cosas tan claras, donde los basismos, espontaneísmos y voluntarismos nos dejan
huérfanos y huérfanas; o cuando algunos movimientos tienen las cosas tan claras
que pueden excluir los derechos de otros movimientos también populares, con ries-
gos de sectarismos, corporativismos y otras desviaciones poco solidarias de algunos
procesos sociales. Así pues, intentamos establecer algunas distinciones que hagan
la implicación participativa un poco más crítica y auto-crítica y por ello mismo más
rigurosa y operativa para la transformación o el desborde de los dictados con los
que nos suele tocar enfrentarnos.
En este libro sólo profundizaremos en la propuesta socio-práxica en la medida
en que permita entender mejor las metodologías participativas que presentamos.
La intención es sentar algunas bases teóricas desde las metodologías participativas,
diferenciando estas posiciones de las más clásicas cuantitativas y cualitativas, en-
trando brevemente en la crítica y marcando diferencias dentro del debate de las me-
todologías participativas. En las ciencias sociales hace muchos años que el debate
de las metodologías participativas está instalado, aunque en este momento coinciden
varias crisis que lo hacen más imprescindible: las crisis de los determinismos, pero
también de los constructivismos sociales; las crisis de las democracias formales y la
reaparición de populismos, y también la crisis de las propias investigaciones parti-
cipativas.

1.4. avanzando con otras metodologías, articulándolas

Como ya hemos dicho, la reflexión que ofrecemos en este libro parte de nuestras
prácticas y de lo que estamos aprendiendo con las experiencias de Ecuador, Perú,
Chile, Uruguay, Brasil, Canarias, Andalucía, Madrid, País Vasco y Cataluña. En cada
lugar podemos encontrar algunos equipos que están haciendo trabajos de tipo social
participativo. En algunos grupos, las referencias metodológicas participativas se han
centrado en Paulo Freire y las “pedagogías populares”8, otros en la IAP de Fals Borda,

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Metodologías participativas

en otros casos en la “co-investigación activista”, en la “Planificación Estratégica Si-


tuacional”9 (PES) de Carlos Matus o en los DRP10 (Diagnósticos Rurales Participati-
vos), etc.
Lo que aquí pretendemos presentar es una articulación de todas esas metodo-
logías y algunas más, en sus diferencias y en sus elementos más creativos, para que
cada cual pueda elegir y hacer su propia combinación y no limitarse a una sola de
las aportaciones. En cualquier caso, ésta es una de las opciones posibles y no quiere
ser más que un referente desde el que poder empezar. Aunque también pretendemos
mostrar que existe la posibilidad de dar saltos creativos a partir de algunos movi-
mientos prácticos y de reflexión sobre diferentes aportaciones teóricas.
En el cuadro 1.4 van apareciendo, desde los años 70`, las epistemologías y me-
todologías que nos han ido nutriendo en el orden en que las hemos ido aplicando.
En las columnas van apareciendo aquellos ámbitos u ondas de aplicación principal,
desde lo personal y grupal más “micro”, pasando por lo comunitario, y lo más
“macro” de una sociedad. Se ha procurado también dar mayor visibilidad a una serie
de autoras y no sólo a los varones más reconocidos. También se ha procurado mez-
clar algunas aportaciones provenientes de las ciencias naturales con las que lo hacen
desde las ciencias sociales, aportaciones socialistas con libertarias, las más “basistas”
con las más eruditas, etc. Las doce posiciones de referencia tienen distinto grado de
concreción, porque es como nos han ido llegando y las hemos ido usando. De esta
manera, la tabla que se presenta puede servir tanto para distinguirlas como para
conjugarlas. Así, cada cual puede construir su propia tabla o esquema de referencia,
por ejemplo, con autores y autoras más locales o de otras tradiciones científicas, mi-
litantes o artísticas, etc.
Hemos procurado incluir sólo aquellos autores y autoras cuyas obras pueden
conseguirse en castellano, aunque pueden encontrarse también aportaciones de in-
terés en lengua inglesa, a pesar de que no sean de tan fácil acceso para quienes viven
en países de habla hispana. Por ejemplo, en el tema de la investigación-acción está
la recopilación de Wythe (1991), o los textos de Cancian (1993), de Reason (1994)
o de Chambers (1997), del que sí se puede encontrar algún texto en castellano. Más
recientemente Greenwood (2007) –con quien hemos compartido debates metodo-
lógicos que mucho nos han aportado y a quien hemos traducido– y el texto de Fuster
(2009), vienen a completar las aportaciones tenidas en cuenta para elaborar estas
distinciones y articulaciones.
Pero no solo es la investigación-acción la que influye en estas nuevas articula-
ciones, pues hay que considerar en lengua inglesa el texto clásico de Arnsten (1969),
o el de Toulmin y Gustaven (1996) sobre participación y construcción del conoci-
miento desde los propios movimientos sociales. Desde la perspectiva de la planifi-
cación participativa también se pueden ver Blackburn y Holland (1998) y Forester
(1999). Y más recientemente el texto editado por Shukaitis y Graeber (2007), o el
de Cox y Flesher (2009) donde se plantea la creatividad colectiva como un factor de
gran importancia para el conocimiento social.

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Fundamentos Teóricos y Metodológicos

Cuadro 1.4: Distinciones y articulaciones entre aportes prácticos y teóricos11

Onda Corta: Onda Media: Onda Larga:


ONDAS→ persona-grupos, grupos-comunidades, comunidades-sociedad,
↓FASES POSICIONAMIENTOS HOLOGRAMAS MICRO- DEVOLUCIONES
DIALÓGICOS MACRO CREATIVAS
Más allá de los Más allá de las Más allá de “ver, juzgar,
“analistas instituidos”, “distancias sujeto- actuar”,
ANALIZADORES objeto”, IMPLICACION ACCIÓN-
SITUACIONALES ESTRATEGIAS SUJETO- REFLExIÓN-ACCIÓN,
Primeros INSTITUYENTES, del SUJETO, de la Filosofía de la
DESBORDES Socio-Análisis de la Investigación Praxis
PRÁCTICOS Institucional (Acción) Participativa
(años 70-80)
(G. Debord, R. Lourau, G. (K. Lewin, O.F. Borda, C. (A. Gramsci, A. Sánchez
Lapassade, I. Fernández R. Brandao, M. Montero, Vázquez, M. Sacristán,
de Castro, etc.) Colectivo IOE, etc.) M. Barnet Pearce, etc.)
Socio-Dramas Talleres Asambleas
Más allá de “leyes y Más allá de “estructuras Más allá de
éticas ejemplares”, del poder”, “simplificación de la
ESTILOS ESTRATEGIAS CON dialéctica”,
COOPERATIVOS Y CONJUNTOS DE ACCIÓN, PARADOJAS Y
Para dar TRANSDUCTIVOS, de las Teorías del TETRALEMAS,
SALTOS POR del Paradigma de la Análisis de Redes de la Critica Lingüística
LA Complejidad Pragmática
COMPLEJIDAD (N. Elias, E. Bott, P.
(años 80-90) (H. Von Foerster, H. Bourdieu, E. Dabas, (Bajtin, J. Galtung, F.
Maturana, F. Capra, R. CIMAS, etc) Jameson, J. Ibáñez, G.
Braidotti, etc.) Socio-Gramas Abril, etc.)
Auto-reflexión (mapeos con actores Devoluciones creativas
grupal y actoras del proceso) con Multi-lemas
Más allá de “debates Más allá de
Más allá de
endogámicos”, “indicadores
“determinismos causa-
PROCESOS dominantes”,
efecto”,
ABIERTOSCON SUSTENTABILIDAD
SATISFACTORES
GRUPOS OPERATIVOS, CON RECURSOS
Construcción desde el esquizo-
PÚBLICOS,
INTEGRALES,
de ESQUEMAS análisis y
con P.E.S: Planificación
con el D.R.P.
COLECTIVOS con la Teoría del
Estratégica Situacional
desde la Agro-ecología
(años 90-00) E.C.R.O.
(Max Neef, C. Matus, J.
(R. Chambers, I.
L. Coraggio, A. Acosta,
(W. Reich, F. Guattari, Thomas J. M. Naredo, J.
etc.)
Flujogramas
E. Pichon-Rivière, F. Martinez Alier, etc.)
Varela, etc.) Visualización de
Grupos motores Recursos
[…/…]

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Metodologías participativas

Cuadro 1.4: (Cont.)

Más allá de Más allá de “estilos Más allá de la


“evaluaciones patriarcales”, “sectorialización y los
burocráticas”, DEMOCRACIAS sectarismos”,
DESBORDES Y PARTICIPATIVAS IDEAS-FUERZA EN
REVERSIONES DESDE LA BASE, EJES EMERGENTES
Acompañar POPULARES, con los Eco-feminismos con los movimientos
MOVIMIENTOS con la Formación- y movimientos descolonizadores
ALTERNATIVOS acción de la Pedagogía indignados
(actuales) Liberadora
(Movimiento de (Foros Sociales
(Mov. de los Sin Tierra, mujeres Chipko, M15 Mundiales, H.
P. Freire, J. L. Rebellato, m, Ocupy, V. Shiva, E. F. Henderson, B. S. Santos,
C. Núñez, S. Marcos, Keller, D. Juliano, M. J. L. Sampedro,
etc.) Galcerán, etc.) Holloway, etc.)

Fuente: Elaboración propia a partir de Villasante, 2006:306

Tres desbordes históricos

La primera distinción que queremos plantear es la de dar prioridad a los “Analiza-


dores Situacionales e Instituyentes” frente a los analistas académicos instituidos. El
“analizador” es un actor, una actora o un suceso que nos suele aportar más comple-
jidad y realidad que cualquier “analista” con sus textos académicos. La prioridad es
partir de (o crear) “situaciones” que provocan el análisis más profundo, que mues-
tran lo que hay de instituido en cualquier grupo o situación. Un proceso instituyente
lo puede ser en diversos grados, siempre está en una contraposición dialógica con
lo instituido, pero es situándonos en esos procesos –y no tratando de definirlos aca-
démicamente– como podemos avanzar tanto en entender la realidad como en trans-
formarla. Distinguir y dar más importancia a los “hechos analizadores” que a los
textos de los analistas no quiere decir que no leamos y debatamos, sino que abor-
damos la práctica teórica a partir de alguna situación instituyente que se constituye
como referente para cualquier reflexión.

distancias entre el sujeto y el objeto de una investigación o de un proceso social. Ni


También empezamos hace años a establecer distinciones con quienes tomaban

quienes investigan pueden ser sujetos plenos sin condicionantes, ni a quienes se inves-
tiga son meros objetos observables. Las personas y los grupos tienen sus propias es-
trategias frente a quienes les preguntan, y saben analizar para qué les puede
interesar cada conversación particular o social. Las personas nos guiamos por emo-
ciones y por sub-culturas, tanto las que dicen estar llevando un proceso como las
que se sienten “llevadas”. Frente a la relación sujeto-objeto que se pretende “cientí-
ficamente objetiva” siempre hay estrategias personales y grupales de sujetos-sujetos
que están en pugna por construir acciones y explicaciones que les interesan a cada

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Fundamentos Teóricos y Metodológicos

parte: las investigaciones siempre son acciones participativas, se quiera reconocer o


no. Tanto en una encuesta como en un grupo de discusión, quien toma parte más pa-
sivamente puede querer engañar según la aceptación de las preguntas que se le for-

El tercer desborde práctico que vivimos hace años fue la importancia de la im-
mulan, o según la forma de vestir o de hablar de quien investiga.

plicación para cualquier conocimiento. En primer lugar, porque quien investiga siem-
pre está implicado o implicada, y la consecuencia de no ser consciente de ello es no
tener control sobre la posición que se ocupa: no se puede “ver o juzgar” la sociedad
desde fuera porque siempre somos parte de ella. Pero tampoco nos podemos quedar
paralizados por esta falta de distanciamiento, cualquier cosa que hagamos –o no ha-
gamos– también nos implica prácticamente, motivo por el que la reflexión está siem-
pre en medio de dos acciones. De hecho, hacer esta reflexión con conciencia de estos
procesos implicativos, es lo que llamamos “praxis” (Sacristán, 1987; Sánchez Váz-
quez,1987; Pearce, 1994). Esta reflexión tiene que ver con las tradiciones de los mo-
vimientos militantes cuando reconocen que “la pasión no quita conocimiento”, sino
que más bien se lo quita a quien no es capaz de situarse y no toma cierta distancia
de sus condicionantes. Si me sé de herencia marxista, por ejemplo, puedo tomar dis-
tancias de los errores cometidos históricamente con las diversas experiencias real-
mente existentes, pero si no sabemos “de qué pie cojeamos” es más difícil que
podamos prevenirnos.

Fundamentos de los enfoques emergentes

Después vinieron los saltos a “la complejidad” de “las cosas” y de las relaciones. Frente
al intento de tratar de encontrar la “ley que todo lo explica” o la “ética ejemplar” por
la que conducirse, más modesto y realista nos parece aceptar los “paradigmas de la
complejidad12”. Como ya se ha dicho, las leyes de la gravitación universal o de la se-
lección de las especies encuentran aplicaciones concretas en que se cumplen, pero
en otros ámbitos necesitan lógicas más complejas. Por otra parte, la lógica de los
mercados o de los derechos humanos no es tan simple como enunciar una ley, las
motivaciones en las diferentes culturas varían sustancialmente, y los estilos coope-
rativos también. En las ciencias naturales aparecen lo simbiótico y lo sinérgico tanto
o más que lo competitivo, y su conjugación permite dar saltos “transductivos”, es
decir, saltos de unas energías a otras. Tanto para que nuestros ojos vean por cone-
xiones entre luz y neuronas, como para que una planta crezca por la acción de algu-
nas enzimas. Los estilos transductivos, que sirven para acostumbrarnos a saltar
creativamente, también se dan en las relaciones sociales y se pueden aprender con

Los análisis del poder e incluso los “análisis de redes sociales”, con frecuencia han
las metodologías participativas (Ibáñez, 1990; Braidotti, 2009).

sido muy simplificadores. Frente al intento de localizar el poder en un lugar, institu-


ción o persona, existe también la posibilidad de establecerlo como juego de relacio-
nes o de estrategias (Dabas, 1993; Elías, 1994; Granovetter, 2000). Las distintas
posiciones se muestran así en función del tipo y la intensidad de vínculos que se es-

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Metodologías participativas

tablecen en cada caso. Es lo que hemos venido llamando “conjuntos de acción” para
concretar en la vida cotidiana los condicionantes de clase o de ideologías en juego
de cada situación. Relaciones que se van construyendo entre confianzas y descon-
fianzas entre las distintas posiciones, entre miedos y agradecimientos, pero no desde
un punto de vista psicologista individual, sino desde la constatación colectiva y par-
ticipativa del análisis de cada situación concreta. De esta manera, los mapas de re-
laciones nos permiten entender las estrategias que se confrontan o se articulan en
cada momento, tanto por sus intereses económicos, como sociales o incluso emo-
cionales y simbólicos, históricamente construidos.

propias expresiones paradójicas de los sujetos implicados en los procesos. Tanto las
El tercer salto hacia la complejidad lo hemos tenido que dar al trabajar con las

palabras como los gestos de la gente no nos indican posiciones únicas y distintas. Y
no está claro que todo se reduzca a una dialéctica de dos de los temas contrapuestos,
sino que existen las posiciones intermedias, además de las que son lo uno y lo otro
al mismo tiempo, e incluso aquellas que se sitúan al margen: ni lo uno ni lo otro. Mu-
chos análisis lingüísticos han ido más allá de los dilemas y nos plantean los “tetra-
lemas” o dobles dilemas que usamos a diario, aún sin darnos cuenta. La crítica
pragmática no se queda en una “semántica” sobre cómo son las expresiones, sino
que implican las formas de comunicación, los gestos en sus contextos y en sus rela-
ciones prácticas, situacionales. Este tipo de planteamientos nos abre a profundiza-
ciones mayores y a nuevas alternativas: no sólo a que pueda ganar un programa u
otro, o el intermedio, sino a que se pongan en juego otros programas que sean su-
matorio de los aparentemente contrarios, o que los nieguen a ambos abriendo nue-
vos caminos y soluciones. Todo consiste en pasar de la superficie de lo que parece
que se dice a las profundidades de lo que se puede construir más allá de las primeras
impresiones.

Esquemas prácticos y operativos

samos con esquemas que a veces nos encierran en procesos “endogámicos” que ape-
A partir de los años 90` hemos ido construyendo nuevos esquemas colectivos, pen-

nas nos permiten salir de lo que el grupo de referencia debate. No vemos más porque
estamos entrenados a ver sólo aquello que encaja en lo que previamente queremos
ver y mantener la “seguridad” en la que hemos sido educados. Desde las nuevas te-

o del E.C.R.O. (Esquemas Conceptuales Relacionales y Operativos), etc. (Pichón-Ri-


orías cognitivas (“enacción”) (Varela 1988) y desde la psicología social del “vínculo”

vière, 1991), no se piensa que cada cual pueda resolver sus problemas con intros-
pección solamente o a partir de la toma de conciencia. Se plantea abrir, con los
“grupos operativos”, procesos de implicación convivencial, que asumen otras prác-
ticas vinculares y situacionales: desbordes operativos sobre los esquemas concep-
tuales que nos hacen vivir con más creatividad. La “creatividad social” aparece como
una construcción colectiva que se preocupa por salir del encierro de los pequeños
grupos que sólo se miran a sí mismos, disfruta llegando a otras personas y grupos y

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Fundamentos Teóricos y Metodológicos

procura transmitir todas las emociones y pensamientos que nos pueden hacer vivir
mejor. No contrapone el interés particular con el general, sino que construye ambos
articulándolos en sus expresiones más novedosas.
Diversas técnicas y metodologías que hemos ido conociendo nos han permitido

sentido. Por ejemplo, la “sustentabilidad” de los procesos puede querer decir casi
aterrizar conceptos muy abstractos que a veces se pierden en pura palabrería sin

cualquier cosa según quien la interprete. Incluso si tomamos algunos “indicadores


dominantes” de nuestras estadísticas para precisar a qué queremos referirnos, po-
demos elegir de tal manera que siempre tendremos razón si lo hacemos con cierta

ñado que los “Diagnósticos Rurales Participativos” (DRP) son formas prácticas mucho
astucia. No obstante, algunos movimientos campesinos alternativos nos han ense-

más fiables y operativas de construir la sustentabilidad. Por ejemplo, la “agroecolo-


gía” construye con los “recursos integrales” disponibles en cada comunidad, y puede
demostrar que hay formas ecológicas y económicas para vivir mejor, a partir de estas
metodologías de tipo participativo. La sustentabilidad no se justifica por algunas ci-
fras macro-económicas, que algunos expertos puedan darnos, sino por los criterios
e indicadores de “calidad de vida” que cada comunidad se quiera construir en cada
momento, marcando así el ritmo de su estilo de vida.
En los análisis convencionales de la “planificación estratégica” aparecen procesos
de “causa-efecto” en los que se basan para predecir el éxito de lo que están diseñando
los expertos acreditados. Pero lo que sucede en realidad es muy distinto, ya que la
acreditación de quién debe opinar suele ser restringida y muy sesgada según los in-
tereses de quien manda. Y además, suele haber imprevistos que no encajan con lo
que dicen desde sus presupuestos quienes han podido intervenir. Frente a los “de-
terminismos” interesados es mejor aceptar las “causalidades recursivas”, es decir,
condicionantes cruzados entre sí, no tan lineales y más participativos, que permitan
sobre la marcha ir rectificando y monitoreando los procesos desde los propios inte-
reses populares. El “desarrollo endógeno” ha de tener en cuenta siempre las cam-

en marcha. Y para ello contamos con la “Planificación Estratégica Situacional” (PES)


biantes circunstancias externas y los “efectos no queridos” de las políticas puestas

como un buen procedimiento. Además de contar con “satisfactores” de desarrollo


como horizonte, construidos públicamente, que son elementos muy importantes
para hacer políticas de transformación social eficientes, para y con la gente.

Con los movimientos actuales

Algunos movimientos alternativos actuales nos están dando pautas para seguir con
estas formas de pedagogías liberadoras y transformadoras. Frente a las evaluaciones
burocráticas convencionales que tratan de definir desde la “comunidad científica”

“freirianos” de “aprender conjuntamente”, “aprender para transformar y transformar


qué está bien y qué está mal, siempre nos parecen más interesantes los movimientos

para aprender”, etc. Movimientos que “revierten” y desbordan los planteamientos


iniciales porque su creatividad no les permite ser previsibles, sujetarse a algún pro-

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Metodologías participativas

grama prefijado. No es que la “reversión” vaya en contra explícitamente de lo que


está instituido, sino que al ser más consecuente con las declaraciones formales que
las mismas autoridades, las desborda y pone en práctica lo que otros dicen y no
hacen. Es en estas prácticas donde todos aprendemos de lo que se nos va de las
manos, de la gran complejidad de la vida y de los procesos emergentes. Por eso el
primer indicador será el que todos los grupos y personas podamos aprender de las
innovaciones creativas que vamos construyendo y para eso no es posible seguir los

Los “estilos patriarcales” están en el fondo de todas las formas jerarquizadas y


moldes o cauces prefijados (Freire, 1970).

autoritarias que están bloqueando la emergencia de la creatividad de la humanidad


(Shiva, 1995). Hemos de aprovechar las iniciativas que surgen constantemente de
las relaciones entre las personas, pues es desde la energía constructiva de los grupos
y de las personas como podemos hacer “democracias participativas”. No sólo las de-
mocracias para que la mayoría de quienes votan sientan su representación, sino tam-
bién para que los grupos que se auto-organizan en la vida cotidiana vean que sus
iniciativas pueden contribuir a mejorar sus condiciones, como están reclamando los
movimientos de “indignados” en muchas partes del mundo. Unas democracias de
todos los días, es decir, que aprovechen, como los ecosistemas, las aportaciones de
todos los seres que las componen. La organización ecológica de los sistemas de re-
laciones, entre todos los componentes, es un buen referente frente a lo que supone
la delegación de los sistemas electorales burocratizados. Muchos movimientos de
mujeres en todo el mundo nos enseñan cómo luchar con esos estilos democráticos
desde la vida cotidiana, desde lo pequeño, y cómo poder ir transformando el mundo
desde lo micro a lo macro.

les, de muy distintos sentidos entre sí, nos aportan la construcción de potencialidades
Y para completar la tabla, los movimientos “descolonizadores” antiguos y actua-

“emergentes” (Santos, 2005) frente a los valores dominantes. No sabemos cuál pueda
ser la alternativa mejor o cuál es la que saldrá adelante, pero sabemos que “otros
mundos son posibles” a partir de la crítica radical de los “equivalentes generales de
valor” existentes: la circulación del capital, la jerarquía patriarcal, el derroche tec-

sólo los dilemas dentro del sistema, sino la construcción de otros ejes (“multilemas”)
nológico o los dogmas incuestionados es lo que precisamente está en cuestión. No

y planos emergentes, en donde construir las Ideas-Fuerza participadamente. Ideas-


Fuerza capaces de movilizar y de coordinar, también contra la sectorialización te-
mática, aportando la “integralidad” de los procesos; y contra los sectarismos de tipo
ideológico, pues no hay prisa en tener una alternativa acabada. Se plantea “traducir”
los “gritos” de unas y otras partes del mundo para aprender a “hacer caminos” emer-
gentes ante la degradación del “imperio”. El que haya pluralidad de “desbordes re-
versivos”, ensayar diferentes formas de “democratizar la democracia”, o emprender
caminos “emergentes” diversos, frente a los llamados “equivalentes de valor domi-
nantes” es algo que nos anima, tanto en lo cotidiano como en el sentido de transfor-
mación global.

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Fundamentos Teóricos y Metodológicos

1.5. Caminos que creemos estar abriendo

Puede ser aclaratoria la distinción de los siguientes seis saltos creativos que propo-
nemos, para compararlos con las metodologías habituales, no sólo distinguiéndonos
de lo cuantitativo sino también de lo cualitativo y de lo participativo. Es una forma
de articular e integrar lo que hemos venido presentando como distintas aportacio-
nes, pues aunque pensamos que pertenecen a un mismo paradigma de fondo y a una
epistemología común, se ha venido construyendo desde metodologías y espacios
muy diferenciados, y así los hemos ido aprendiendo y reconstruyendo. Y antes de
pasar a proponer una forma operativa de proceso participativo, vamos a aclarar al-
gunas cuestiones de estos seis saltos, tal como los venimos utilizando en los grupos

nes, para que se pueda entender en qué ámbitos no nos movemos y en cuáles sí. No se
que trabajamos en red, haciendo al menos algunas distinciones, más que definicio-

trata de acabar de cerrar o definir cada expresión, sino de delimitar un campo donde
podamos comunicarnos con cierta eficiencia. Veremos, por tanto, en cada salto, lo
que no son, lo que aportan y algunos ejemplos.

La auto-reflexividad y los estilos de las transducciones

Lo que no son: No son posiciones “neutrales” para la participación comunitaria, como


si fuera posible tal neutralidad. Precisamente por saber de la no neutralidad de cual-
quier posición se está vigilante con los sectarismos, y se actúa para la facilitación de
acuerdos. Pero tampoco se trata de que las mayorías aplasten a las minorías, no se
es más participativo porque acuda más gente a una asamblea, por ejemplo, sino por-
que se puedan debatir más propuestas y más innovadoras. Si encontramos más cre-
atividad aunque menos personas, puede ser más participativo un proceso con
“talleres” que una asamblea, donde poca gente se atreve a hablar. Pero tampoco basta
que se “traduzcan” unos y otras, para hacerse más inteligibles en las multiculturali-
dades, que pueden convertirse en “guetos”. Tenemos que ser capaces de superar las
“autoestimas grupales” y las “identidades narcisistas”, donde lo participativo ignora
los dolores y placeres de otros grupos o sectores. Es necesario aceptar entrar en la
construcción de “identificaciones mestizas” pero tratando de aminorar las imposi-
ciones de unas u otras culturas. Tampoco se trata de proponer un modelo resumen,
por sistematización, pues los estilos creativos no se pueden basar en una “ética ejem-
plar”, ni de mínimos ni de máximos. Se han de aceptar algunos criterios porque los
procesos de complejidad nunca son puros, sino híbridos o mestizos, pero donde no
todo debe valer, mucho menos cuando queremos construir participadamente con
las comunidades y con rigor crítico.
Lo que aportan: Son conceptos que se usan en ciencias naturales y sociales con un
sentido parecido, es decir, acostumbrarse a transformarse dando saltos de un tipo
de energía a otra. Por ejemplo, pasar de la energía calorífica a la electricidad, o de
una acción hormonal a una enzimática en las proteínas. Son transformaciones que
ocurren continuamente en nuestras vidas y entorno, aunque no seamos muy cons-

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Metodologías participativas

cientes de ello. Las transducciones se basan en unos dispositivos para crear “situa-
ciones” peculiares de transformación, como unas “provocaciones” con cierta trans-
parencia, al estilo de las preguntas mayéuticas que formulaba Sócrates. De tal
manera que el rigor crítico está en la forma y fondo de las preguntas, y se dejan en
libertad los caminos que se puedan o quieran emprender a partir de ellas.
En primer lugar, el propio “grupo experto” del que partimos debería someterse
a prácticas críticas sobre los prejuicios que pudiera tener en sus primeras preguntas
y planteamientos. Avanzaremos mejor si los otros grupos que participan están tam-
bién en una predisposición poco dogmática desde un principio. Para que estos estilos
transductivos sean cooperativos debemos someter las preguntas iniciales a un filtro
participativo y plural, por ejemplo, con aquellas personas que acudan a las primeras
convocatorias. Es un estilo de hacer no sólo para el comienzo de un proceso, sino
permanente para toda la vida, según lo vemos.
Ejemplos: Existen diversas técnicas o prácticas que pueden ejemplificar las formas
de hacer operativo este principio. Los simples “juegos de rol”; o los “socio-dramas”;
o diversas formas de teatro-foro, “del oprimido”, etc. pueden ser mecanismos para
que otras personas vean (o vernos a nosotras mismas), en las expresiones gestuales
de nuestras representaciones, muchas de las cosas que no diríamos que pensamos.
Lo importante no es la técnica en sí misma sino para qué la queremos utilizar, y en
ese sentido lo más importante es el papel de preguntas desveladoras de los prejui-
cios ocultos o creativas de una mayor profundización y reflexividad de los procesos.
Por ejemplo, con un “transecto” o paseo de profesionales con campesinos y cam-
pesinas, nombrando y calificando cada elemento que aparece en el campo, no sólo
se produce un intercambio de información, sino de estilos transductores. Los “si-
tuacionistas” en el medio urbano europeo lo que hacían eran “derivas”, que igual-
mente servían para perderse y dejar que las intuiciones propias y ajenas pudieran
aflorar y mostrar los prejuicios hacia los males urbanos de nuestras ciudades. A
partir de crear estas “situaciones” no cotidianas lo interesante es ver cómo adop-
tamos unos u otros estilos transductivos, y cómo nos relacionamos con los de las
otras personas.

El tejido social y los conjuntos de acción

Lo que no son: No es, desde luego, la mitificación de la comunidad como una unidad
o identidad a recuperar, sino como una serie de pequeñas redes sociales, en muchos
casos contrapuestas entre sí y en procesos muy variados. El que se parta del “análisis
de redes” no quiere decir que adjudiquemos roles deterministas a cada grupo o co-
lectivo, pues nada más lejos de nuestras intenciones que juzgar las posiciones (que
siempre están en procesos y suelen tener comportamientos paradójicos). El análisis
de redes muchas veces suele aparecer descontextualizado, como una variable en sí
misma suficientemente explicativa, pero tampoco es lo que planteamos, pues lo en-
cuadramos entre los condicionantes socio-económicos y culturales de cada situación
concreta. No lo consideramos sinónimo de “movimientos sociales”, con esas descrip-

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Fundamentos Teóricos y Metodológicos

ciones de sus características estructurales (sobre todo externas) que se suelen hacer
en sociología. Los intentos de definir los “movimientos sociales” encasillándolos no
suelen tener en cuenta sus características internas y su variabilidad tanto hacia la
acumulación de fuerzas como hacia su degeneración. Por eso preferimos hablar de
conjuntos de acción, que no revisten valoraciones a priori sobre sus sentidos tras-
cendentes sino sobre sus momentos y potencialidades ante cada transformación
concreta.
Lo que aportan: No basta la buena voluntad de querer aprender con los movimientos
o las asociaciones. Los conjuntos de acción, tal como los entendemos, lo que aportan
es una integración de tres variables, tres elementos clave, que se han mostrado es-
clarecedores en los procesos mismos. Son las redes de confianza y miedo internas
en las comunidades, los condicionantes de clase social y las posiciones ideológicas
ante cada problema concreto en disputa. Los y las analistas venían escribiendo sobre
la “clase en sí” y la “clase para sí” aunque en nuestra matriz hemos añadido la “clase
así”, es decir, cómo es en la vida cotidiana de cada lugar, cómo se han ido constru-
yendo las relaciones y vínculos entre grupos, sectores, etc. Lo que construimos con
los propios sujetos implicados son instantáneas de un proceso, radiografías o foto-
gramas de una película que está siempre en cambio continuo, y a veces muy poco
previsible. “Todo lo real es relacional” y por eso nos interesan más los vínculos y lo
que puedan ser sus dinámicas que las definiciones de los grupos o sectores que so-
portan las relaciones. No es posible lo uno sin lo otro, pero es más posible cambiar
las relaciones que los sujetos por sí mismos, y esto es lo que pretendemos aportar.
También aportamos con los conjuntos de acción una forma concreta de manejar que
lo “político está en lo cotidiano”. Es posible ver la correlación entre la familia patriar-
cal con su estructura vincular, típica de tal o cual cultura, con lo que aparece en la
escuela, las relaciones de trabajo o la dominación simbólica en el conjunto de la so-
ciedad. Las relaciones de poder que podemos percibir desde cualquier forma de con-
versación pueden ser base para construir participativamente, con miembros de
diversos conjuntos de acción locales, algunas estrategias socio-políticas que vayan
más allá de cada situación concreta.
Ejemplos: Tal como utilizamos en nuestras prácticas los sociogramas, vamos más
allá de los “Diagramas de Venn ” o de los “mapeos” o análisis de redes convencio-
nales.

a) En primer lugar, al hacerlos participativos con algunos grupos locales sirven


de cierta “autocrítica” para que los propios grupos constaten hasta dónde
conocen y desconocen de las relaciones que se dan en su propia comunidad.
Es curioso cómo quienes les lideran apenas conocen el entorno de sus pro-
pios grupos y cómo se da lugar a interesantes debates entre los miembros
de grupos afines. Por supuesto esto obliga a precisar mucho más de lo que
se podría en una simple entrevista, a algunos de los líderes locales, apor-

b) En segundo lugar, al hacerlo con ejes (de clase social y de ideologías) y cruzar
tando mucha más información y más compleja.

las tres variables dichas, podemos aprovechar el diseño participativo como

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Metodologías participativas

una más completa “muestra”, para guiarnos en la realización de entrevistas,

c) En tercer lugar, tendremos una primera radiografía que, aun siendo borrosa
grupos de discusión, talleres, análisis de datos secundarios, etc.

por ser la inicial, nos sirve para poderla comparar más adelante con los socio-
gramas siguientes, ya documentados con entrevistas y otras formas conver-
sacionales, e ir verificando así (con sucesivos sociogramas) lo que estamos
construyendo en cuanto a relaciones en el proceso.

Las devoluciones creativas y los “multilemas”

Lo que no son: No se trata de multilemas de tipo lingüístico estructuralista como los


que se suelen hacer al analizar novelas u otros relatos ya dados. Primero, porque en
nuestros casos los sujetos están vivos y participando en las tomas de decisiones, y
no sólo de una forma metafórica sino real. En segundo lugar, porque también inten-
tamos superar la simple “escucha” de los problemas, o hacer “dinámicas sociocultu-
rales”. El estilo de “praxis” que empleamos es más que la militancia de escuchar e
interpretar. No creemos que nadie nos haya autorizado a hacer de jueces a partir de
las conversaciones u opiniones que podemos recoger. Planteamos una “praxis” que
devuelva lo que recoge, para que sean los propios grupos como “sujetos en proceso”
los que vayan creando y construyendo nuevas situaciones y aportaciones. Pero no
es tampoco cualquier devolución, simplemente porque éticamente hemos sacado
una información que pertenece a quien la ha dado. Si sólo devolvemos dilemas o po-
siciones intermedias aún no habríamos salido de los discursos dominantes, nos es-
taríamos quedando encerrados en lo que ya se plantea el sistema, incluida su
oposición. Los tetralemas van un poco más allá de los dilemas, al abrir nuevos planos
de interpretación de la realidad, pero no por eso superan siempre interpretaciones
dialécticas deterministas.
Lo que aportan: Poder hacer protagonistas a los propios sujetos de sus frases en
juegos de tetralemas (cuatro posiciones), para abrir debates creativos. La selección
de frases para ser devueltas no es algo que aparezca sin más: encontrar los ejes de
contraposiciones y de contradicciones es una tarea que necesita un cierto rigor ló-
gico, para que aparezcan claros los “disensos” y no sólo los “consensos” de las ma-
yorías. Para desbloquear los dilemas dominantes es interesante que se devuelvan
también las frases y posiciones minoritarias para que puedan abrir nuevos ejes o
planos alternativos. Estas posiciones se convierten en preguntas o dispositivos para
la creatividad, más allá de quien las haya formulado. Es lo que han llamado a veces
“reflexividad de segundo orden o de segundo grado” (Foerster, 1991), pero que
casi nunca se materializa en formas operativas de fácil ejecución, y menos aún en
propuestas participativas abiertas. Lo que aportamos aquí son precisamente unas
formas variadas en que estas reflexividades pueden ponerse en práctica de manera
dinámica, permitiendo que cualquier grupo o persona que quiera participar du-
rante unas horas puede salir después bastante satisfecha de lo que consigue por sí
misma.

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Fundamentos Teóricos y Metodológicos

Ejemplos: Preparar y devolver algunas frases claras, en el lenguaje textual de la gente,


y sin decir quién dijo tal o cual cosa. En seguida quienes participan no sólo interpre-
tan el por qué se han dicho tales o cuales cosas, sino que suelen añadir nuevas apor-
taciones de mucha mayor profundidad. Pongamos un caso: las respuestas dadas en
un barrio ante la inseguridad que se percibe. En unas primeras preguntas rápidas
es fácil que aparezcan un buen número de peticiones de mayor presencia policial en
las calles. Pero si hablamos más despacio y con cierta confianza con algunas de esas
mismas personas es posible que cuenten cómo en las ocasiones que llegó la policía
al barrio su comportamiento no fue nada eficaz. Es más, habrá quien pueda relatar
que no detuvieron a quién debían y asustaron a buena parte de las personas inocen-
tes. El o la “experta” se quedará con la duda de si debe poner en su informe que los
vecinos quieren (o no) presencia policial. ¿Pero quién ha de ser quien dicte el vere-
dicto? ¿Por qué no devolver esas posiciones a la misma gente que las dijo? Segura-
mente los vecinos y las vecinas nos dirán que en realidad lo que querían decir es
que quieren policía pero no la convencional, sino otra de tipo preventivo y comuni-
tario. Esta respuesta tal vez puede ser de tipo minoritario, pero en un Taller de Cre-
atividad es fácil que salga como muy valorada si damos la oportunidad de que se la
considere. Además, también caben otras respuestas, como que sean los propios ve-
cinos quienes se organicen para aplicar su propia justicia, o para vigilar en rondas,
etc. La cuestión es no cerrar demasiado pronto y en falso el análisis antes de que la
ciudadanía pueda construir explicaciones y propuestas más complejas y concretas,
más creativas a partir de las primeras respuestas aparentemente contradictorias.

Las Ideas Fuerza y los emergentes de valor

Lo que no son: No se trata de la llamada “educación en valores”, al menos tal como se


suele plantear y que consiste en explicar una serie de valores abstractos, todos muy
bien intencionados y con palabras y frases de mucha carga moral, cercana a los de-
rechos humanos. Se suelen repetir las consignas de la modernidad “libertad, igual-
dad, fraternidad”, a las que se añaden solidaridad, sostenibilidad medioambiental,
transparencia en las comunicaciones, etc. Son expresiones con las que casi todo el
mundo puede estar de acuerdo, aunque a la hora de la práctica cada cual las entienda
como quiere y las justifique desde ideologías muy dispares. Tratamos de detectar
estos “dilemas de valores” dominantes precisamente para no quedarnos en su utopía
abstracta o en el cinismo de enunciarlos y al tiempo no practicarlos, o de quedarnos
a medio camino. Existen unos “equivalentes generales de valor” que marcan cuáles
son los referentes en que nos deberemos fijar las personas (en la economía, la eco-
logía, la democracia, la cultura, etc.), pero en nuestras propuestas tendemos a dis-
tinguirnos de estos criterios e indicadores prefijados. Nos interesa poco la
planificación convencional con índices como el PIB u otros. Nos interesan poco cau-
sas lineales y sectoriales (económicas, tecnológicas, etc.) que pretendan ser las prio-
ridades para la generación de valor, porque así se reclama en la globalización y en
las cuentas macroeconómicas. No se desconoce que algunos sectores importantes

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Metodologías participativas

no pueden descuidarse, como la comercialización, la financiación, etc., pero preferi-


mos dar más la prioridad a la “integralidad” concreta y participada en los procesos
que a la sectorialización.
Lo que aportan: Una crítica operativa de los “equivalentes de valor” dominantes. Sig-
nifica ir más allá de la causa-efecto lineal y aportar la construcción “recursiva” de
los procesos (cómo el anuncio de algo que puede suceder se convierte en otra causa).
Es decir, aportar, en primer lugar, qué bloqueos (nudos críticos) son los que obsta-
culizan las relaciones complejas entre las variadas causas y los diferentes efectos en
un proceso. Hacer esto participadamente integra visiones mayoritarias (y también
las minoritarias), correlaciones entre causas y efectos variados y sus pasos interme-
dios, con referencias a los diferentes subtemas a considerar y a las diferentes alianzas
posibles entre sectores sociales. Podemos construir así, con bastante rigor crítico y
participativo, en primer lugar las “prioridades” de acción, en las que cree el “sujeto
colectivo”, que se está construyendo por hacer estas prácticas. Y luego se puede cons-
truir alguna “Idea-fuerza” que vaya más allá y que aúne aún más a los sectores par-
ticipantes. Aportamos a esto, además, la forma de debatir y acordar en base a la
propuesta por lo que dice en sí misma y no por quién la propone. Se trata de superar
los personalismos y las luchas de grupos con formas participativas que lo favorezcan,
con unos dispositivos que desbloqueen lo preconcebido y así entremos en procesos
de creatividad colectiva. Son sistemas democráticos de debates en pequeños grupos
y en plenarios, donde se trata de recoger por escrito las aportaciones de todas las
personas para luego irlas articulando y debatiendo en grupos mixtos, sin poner en
cuestión el prestigio de nadie. Ideas o propuestas minoritarias se pueden demostrar
mucho más constructivas que otras más generalizadas. Incluso si es necesario llegar
a algún sistema de votación, éste se puede hacer de manera ponderada, tratando de
no hacer excluyentes unas u otras propuestas sino de que se refleje su respaldo entre
los participantes (con los puntos que pueden dar a cada una), para luego articular
entre sí a las que hubieran tenido mayor aceptación.
Ejemplos: Mejor que los DAFO (Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades),
que se han generalizado con los Planes Estratégicos convencionales, o los árboles
de problemas (causa-efecto muy lineal), nos parecen los Flujogramas, porque per-
miten correlacionar los diferentes “conjuntos de acción” que pueden intervenir en
la resolución de los procesos concretos y también porque pueden profundizar en
las relaciones causales (más allá de afirmar lo positivo o negativo de cualquier factor,
que no suele ser lo más importante). Practicamos diversas maneras de establecer
estas relaciones dependiendo de las características de las comunidades o de los mo-
vimientos, pero siempre para tratar que los “emergentes” sean una construcción co-
lectiva y que vayan más allá de los “equivalentes generales de valor”. Por ejemplo,
para la construcción de indicadores de “calidad de vida” no sirve tomar lo disponible
en cualquier estadística (construido con criterios de “niveles de vida” para ser com-
parado en todo el mundo), sino que habrá que hacer un “Foro Cívico” que proponga
criterios para cada situación y que la comunidad pueda ir renovándolos cada cierto
número de años. Nos interesa partir de cuáles son los valores emergentes en cada
momento y situación, para que cada comunidad pueda valorar en sí misma lo que

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Fundamentos Teóricos y Metodológicos

avanza y no decretar “equivalentes generales” para regir en todo el mundo (como si


fuera deseable alcanzar los niveles de contradicciones de los más poderosos). La
creatividad local puede ir generalizando, de esta manera, nuevos valores emergentes
en ámbitos culturales muy amplios y formas de seguimiento y verificación práctica
que los concreten y hagan operativos.

Las redes democráticas y las eco-organizaciones

Lo que no son: No estamos planteando una jerarquía “natural” en la sociedad, la sim-


pleza de que “siempre hubo personas pobres y ricas”, pues en la propia naturaleza
los sistemas más complejos y sinérgicos son los que se han ido mostrando más com-
petentes que otros sistemas más simples o sectoriales. Y entre los seres vivos, con
mayor razón, debemos aprovechar al máximo las capacidades de las que dispone-
mos, organizándonos de tal modo que todos podamos contribuir a la mejora de la
vida. No estamos hablando de un modelo de coordinación de “recursos” (técnicos,
económicos, ecológicos, etc.) que dé más sostenibilidad a los procesos, pues con esto
todavía estaríamos en planteamientos defensivos frente a la indolencia burocrática
de la que partimos y que no conseguimos superar. Ante la manifiesta insuficiencia
de los sistemas democráticos electorales y las burocracias profesionales que les
acompañan en la gestión (pública y privada), no nos planteamos tan sólo un com-
plemento participativo para remediar los males mayores. Esto sería lo mínimo para
evitar los estallidos más violentos en la sociedad (como lo sucedido hace años en
los barrios de Caracas, de Los Ángeles, o en las periferias de las ciudades francesas).
Esto aún sigue siendo el “fondo de miedo” con el que nos seguimos gobernando de-
fensivamente para evitar males mayores. Con algunas formas de participación co-
munitaria no se resuelven los problemas de fondo, pero al menos se mitigan los
efectos más desastrosos del sistema en que vivimos.
Lo que aportan: Se plantea cooperar desde abajo y no sólo coordinar desde arriba,
integrando en el proceso todas las iniciativas y capacidades de los seres de cada uno
de los ecosistemas en donde estamos actuando. La “sinergia” que se trata de producir
no es una simple suma de las partes, sino la multiplicación de las iniciativas que sur-
gen en la vida cotidiana. Es decir, pasar a marcar la agenda de los sistemas repre-
sentativos desde propuestas populares y comunitarias y no esperar a que sean los
poderes económicos y mediáticos los que nos organicen la vida, y ante los que ten-
gamos que estar en continua defensa (con más protestas que propuestas). Pero no
sólo para superar la pobreza o las lacras más evidentes de la sociedad, sino para que
todas las personas podamos sentirnos creativas en ella. Una “democracia de inicia-
tivas” donde puede haber protagonismo de cualquier grupo (o de varios a la vez)
que han de coordinar sus esfuerzos. Criterios del tipo “de cada quien según su ca-
pacidad y a cada cual según sus necesidades” son propuestas a las que ya podemos
aspirar en muchas formas comunitarias. Y que en quien se ha delegado o quien está
gestionando, cumpla con las decisiones construidas colectivamente y no se convierta
en intérprete caprichoso y/o caprichosa de las mismas. Todo esto implica un cambio

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Metodologías participativas

en los procesos que costará años de nuevas prácticas y de una nueva cultura, con
sus nuevos procedimientos de metodologías participativas. Igual que la práctica elec-
toral representativa ha necesitado de bastantes años para consolidarse como refe-
rente democrático, también los talleres y asambleas, las redes sociales de iniciativas,
las votaciones ponderadas, el mandato a quienes tienen responsabilidad de gestión,
los planes de tipo integral comunitario, etc. tendrán que seguir un proceso de mejora,
con avances y retrocesos, que vayan dando resultados para que se lleguen a conso-
lidar. Lo que aportamos es que ya se ha empezado con estos procesos, para demos-
trar que las cosas están cambiando.
Ejemplos: los Presupuestos Participativos no son nada revolucionarios desde el punto
de vista de que impliquen un cambio radical de las clases sociales o del sistema eco-
nómico. Simplemente introducen, con mayor o menor coherencia, unos sistemas
más transparentes y participativos de hacer unas propuestas de iniciativas que el
gobierno se compromete a realizar al año siguiente. Tanto los Planes comunitarios
como otras formas de procesos con “acciones integrales” tampoco significan más
que mejoras consecuentes con los sistemas de cogestión social que proclama cual-
quier partido. Las “Iniciativas Legislativas Populares”, o los “Foros Cívicos” para el
seguimiento con “índices de calidad de vida”, o tantas otras nuevas formas que se
ensayan en muy diversas ciudades y comarcas, son el caldo de cultivo para que vayan
madurando las democracias participativas y su “eco-organización” (Maturana, 1995,
Morín, 2003, Capra, 2003). Creemos que algunas Redes de seguimiento de los pro-
cesos en marcha son más operativas en la medida en que tratan de articular entre sí
varias de estas metodologías y, sobre todo, si lo hacen a partir de alianzas estratégi-
cas de varios “conjuntos de acción”. La “eco-organización” que supone una Red de
seguimiento tiene sus pautas relacionales entre “Mesas de Trabajo” por temas, los
Grupos Motores, con sus cronogramas de actuación y de rendir cuentas por las ta-
reas planteadas, etc. Y todo esto supone prácticas muy diferenciadas en unas y otras
localidades y culturas, pero con algunos elementos comunes que es bueno conside-
rar y desarrollar.

Las reversiones y los desbordes populares

Lo que no son: Tal como las utilizamos, no son ni posiciones intermedias ni gradua-
lismos entre los dilemas opuestos que se nos presentan. Tenemos que aclarar esto
porque la tendencia ante los dilemas de los opuestos es buscar posiciones a medio
camino, y con las “reversiones” lo que se plantea es “desbordar” tales supuestos. Es
no aceptar, por ejemplo, el debate entre lo “reformista” y lo “revolucionario” como
un planteamiento previo a la acción que, en general (en el siglo xx), ha paralizado
más que animado para la transformación social (Núñez, 2001). En la práctica mu-
chos procesos revolucionarios han acabado haciendo reformas y algunos procesos,
por las reformas, han acabado radicalizándose en revoluciones. Por eso tratamos de
huir de dilemas un tanto sectarios que sirven para muy poco en los procesos comu-
nitarios de la vida cotidiana de la gente. Las “reversiones” se plantean desbordar los

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Fundamentos Teóricos y Metodológicos

debates endogámicos de muchos grupos, tanto de los académicos, como activistas,


como “basistas”, etc. No es académico en la medida en que es necesaria una cierta
densidad práctica con los movimientos para poder experimentar lo que está pa-
sando, no es un concepto que se pueda captar solo en teoría. No es una posición ac-
tivista, sino que necesita escuchar mucho el ritmo de la gente, de los movimientos,
y aportar metodologías cuando van cuajando los “conjuntos de acción”. No es “ba-
sista” en la medida en que no se le da la razón a todo lo que hacen los sectores po-
pulares, aunque haya que partir de sus contradicciones, de tal manera que puedan
aparecer más enraizados estos desbordes de los procesos transformadores.
Lo que aportan: Se parte de “grupos operativos” y centrándose en resolver proble-
mas concretos, pero estos procesos no se puede saber nunca cómo pueden acabar.
Desbordar los primeros supuestos con los que se comienza no es un error de pla-
nificación, sino demostrar la capacidad de ir consiguiendo que grupos y sectores
sociales vayan ganando en proponerse objetivos más avanzados para ellos mismos.
Siempre se parte de algún esquema mental previo, más o menos explícito, pero eso
no quiere decir que haya que quedarse en él, sobre todo cuando son muchas las
aportaciones nuevas de otras personas y grupos y las vivencias propias de estos
procesos, etc. La mayor parte de los debates prejuiciosos de los grupos se solucio-
nan al ponerse en marcha algunos de los caminos, con el ritmo de la gente que ha
de participar. Es necesario dar oportunidades a lo que podemos llamar “transver-
salidad” de las propuestas. Salir de las “dialécticas cerradas” significa que en cada
momento se puede optar por una complejidad de alternativas (radicales o menos,
previstas o desbordantes, según las circunstancias), y esto es poner más profundi-
dad y rigor en los procesos. Lo que llamamos “monitoreo” pasa, entonces, a ser un
elemento clave, que no se queda en una simple evaluación tal como suelen hacer
quienes planifican, sino en un ejercicio de seguimiento y rectificación en algunos
puntos que la metodología participativa ha señalado como más sensibles. El que
haya un cronograma sólo es un referente, no tanto para cumplirlo como para saber
por dónde nos está desbordando la realidad o por dónde no alcanzamos a llegar a
los planteamientos previstos. Porque siempre lo que ocurre es más complejo y di-
námico que lo que podamos planear.
Ejemplos: En un caso de pedagogía liberadora no es que los “grupos operativos” se
conciencien de que los contenidos del proceso comunitario sean muy buenos, por
lo bien que explicamos las cosas desde lo que llamamos “grupos motores”. Más bien
se trata de que negocien los grupos operativos y motores cómo “revertir” a los
“opuestos” a este proceso, encontrando las incoherencias y contradicciones que ten-
gan y jugando con ellas para poder hacer estrategias con “conjuntos de acción” su-
ficientemente amplios. Crear situaciones donde los opuestos se vean “revertidos”
en la práctica es la mejor concienciación. Es decir, que sean desbordados en primer
lugar porque buena parte de los grupos locales han negociado alianzas de partici-
pación conjunta; en segundo lugar, revertidos porque se hacen explícitas las contra-
dicciones que hemos podido estudiar y hacer emerger en estas situaciones. Y en
tercer lugar, porque consigamos persuadir o seducir a buena parte de las personas
que permanecían ajenas a nuestra causa, para que se vean implicadas en lo que es-

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Metodologías participativas

temos haciendo, lo que puede llegar a suponer el aislamiento o desborde de quienes


se oponen. Además, estas apuestas estratégicas suelen desbordar también nuestros
idealismos en la medida que pensáramos que habíamos hecho unos planes perfectos.
Y de esta manera también podemos seguir aprendiendo. Éste suele ser el indicador
más cercano y fiel del desarrollo del proceso.

1.6. Integralidad de la posición del profesional (transductor)

Algunos principios que sustentan esta forma de trabajar

Partimos de una idea básica: los problemas nunca son individuales. Y lo decimos en
un doble sentido: por un lado, cualquier problema social lo sufren muchas personas,
es necesario desbancar la idea de culpa y de estigma por ser una persona pobre,
desempleada, no tener vivienda, etc. Es un problema de organización estructural de
la sociedad. No hay que obviar las connotaciones políticas que tienen los problemas
y así trabajarlo con las personas que los sufren; externalizar la situación. Por otro
lado, cualquier problema, aunque nos parezca muy personal, afecta a muchas per-
sonas que pertenecen a nuestras redes, por eso en la construcción de soluciones te-
nemos que pensar en utilizar todas las redes posibles. Y ver más allá de la persona
que manifiesta el problema (Pichón-Rivière, 1991, Lomnitz, 1994, Dabas, 1993).
Aunque el dolor de una situación sea expresado por una persona, otras muchas
están afectadas y seguramente lo podrían expresar de otra manera. Por eso es con-
veniente preguntar cómo lo viven las otras personas, qué dicen, cómo expresan el
dolor, cuáles son sus “gritos” de malestar. Las potencialidades también vienen de las
distintas redes, de los apoyos que proporcionan esas redes de vida cotidiana que te-
nemos. Las personas estamos “enredadas”, principalmente, en cuatro espacios de
relaciones que nos influyen y en los que influimos: una red familiar que nos influye
desde nuestro nacimiento y durante toda la trayectoria vital, incluyendo la familia
construida por cada persona (Bott, 1990); una red de trabajo, de ocupación; una red
de ocio, la formada por las personas con las que compartimos el tiempo libre, el
tiempo de juego; y una red local, porque siempre vivimos en algún lugar, algún en-
torno que nos influye. Además de estas redes, algunas otras nos protegen: las de los
servicios de protección social que, para un trabajo efectivo, tendrían que estar en
conexión, trabajar “en red”, evitando así el fraccionamiento de la realidad de las per-
sonas.
Insistimos en que el trabajo se tiene que basar en que las personas, colectivos y
comunidades, tengan constituidas unas redes y que las relaciones sean lo más
“sanas” posibles. Una de las graves deficiencias que conlleva el hecho de las migra-
ciones es precisamente el corte brusco que se produce con todas las redes, de ahí la
sensación de desvalimiento y la búsqueda de nuevas redes. Es muy importante faci-
litar esta labor, por ejemplo, dando información de forma grupal a personas migran-
tes y así propiciar su encuentro, intercambio y creación de vínculos entre ellas. A
nivel menos micro, tenemos también que luchar por unas redes sociales de protec-

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Fundamentos Teóricos y Metodológicos

ción universales, generalizadas, con control público y democrático participativo. Po-


demos decir que el objetivo general de este tipo de trabajo es el cambio en las rela-
ciones en las distintas redes, en las de la vida cotidiana y en las relaciones con los
poderes políticos de cualquier índole. No se trata de cambiar a las personas, sino de
cambiar las relaciones que se dan entre ellas.

Estar siempre pendiente de la perspectiva de género

Nuestra sociedad está inmersa en la cultura androcéntrica, patriarcal y machista im-


perante por lo que, sin darnos cuenta, cuando hablamos de informes, trabajos, in-
vestigaciones, etc., dejamos fuera todo lo que tiene que ver con los sentimientos y
con las emociones. Normalmente se entiende que “lo serio” es lo frío, lo que no ex-
presa emociones, y por eso se hacen esos informes terribles por muertos y por va-
cuos. Y “lo vivo”, lo que “realmente” ha pasado, el cómo lo hemos vivido, se deja para
comentarios informales. El reto está planteado: vivir el proceso y saberlo plasmar
entero. La perspectiva de género, en este sentido, no sólo hay que tenerla en cuenta
a la hora de redactar los informes sino en todo momento (Mies y Shiva, 1993) ¿Qué
hacer cuando al principio de una reunión se habla de emociones, de sentimientos
cotidianos? ¿Cómo introducir el tema que estaba previsto? Normalmente, en esta
cultura patriarcal, se dan dos golpes en la mesa y se dice algo así como: dejémonos
de boberías y hablemos de lo serio. El reto está en integrar, sin solución de continui-
dad, el tema sobre lo que estaba previsto hablar pero sin cortes bruscos que signifi-
quen fraccionamiento de la realidad. Podemos llevar objetivos para esa reunión o
para ese día, pero lo más importante es saber “sentir” el presente. No podemos ob-
viar los sentimientos, los nuestros ni los de las demás personas, ni intentar meterlos
en un saco para que no se mezclen con el trabajo “serio”. Todo está entrelazado y así
hay que trabajarlo y plasmarlo.
Aparte de esta perspectiva de género, transversal y que tiene que impregnar todo,
no está de más tener en cuenta una serie de objetivos para la transformación, a más o
menos largo plazo y según la cultura de la que estemos hablando, de la vida cotidiana
de hombres y mujeres. Este trabajo es mucho más efectivo en la medida que vayamos
incorporando a gente de la misma comunidad, es cuestión de ir consiguiendo “cóm-
plices” con los que ir compartiendo y avanzando. Podríamos definirlo en:

— Cuestionar y provocar la reflexión sobre el reparto de roles tradicional.


— Fomentar relaciones no desiguales entre hombres y mujeres.
— Apoyar el camino hacia la equidad en el reparto de tareas.
— Ayudar a traspasar “fronteras de cristal”.
— Fomentar la participación de los hombres en la vida “interior” y de las mu-
jeres en la “exterior”.

Para trabajar en estos objetivos tenemos que impregnar con ellos todas nuestras
actividades, todas nuestras observaciones, comentarios y reflexiones con la pobla-

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ción, aprovechando cualquier circunstancia para incidir en ellos. Estas primeras ob-
servaciones nos darán pie a hacer comentarios “provocativos”, preguntas ingenuas
sobre las costumbres “normales”. Para un cambio profundo de estas costumbres,
que son reflejo de valores arraigados, tienen que pasar muchos años pero también
se pueden observar cambios rápidos que propician el comienzo del camino. Hay que
prestar mucha atención, cualquier ocasión es buena para provocar la reflexión en
un colectivo. Por ejemplo, si estamos hablando con niños que juegan al fútbol en una
plaza, les podemos provocar preguntándoles dónde están las niñas aficionadas a ese
deporte. Cuando hablamos con varones adultos, es conveniente introducir preguntas
sobre sus hijos e hijas, o cualquier otro asunto “doméstico”, algo que hacemos habi-
tualmente cuando hablamos con mujeres. Al contrario, cuando hablamos con muje-
res, podemos preguntarles por la vida del barrio, por los movimientos asociativos,
por las demandas de la comunidad, por la vida pública…

Sustentabilidad

Este principio hace referencia a una serie de condiciones que tienen que darse para
que un proceso se pueda mantener, sustentar, sin grandes apoyos externos y que no
sea agresivo con el entorno natural, cultural y de convivencia. Casi todos los procesos
de cambio requieren una “chispa” externa que lo provoque, puede ser incluso una
crisis o la intervención de personas profesionales, pero lo que se pretende es conseguir
cambios que no dependan, a la larga, de elementos externos, así se avanzará hacia pro-
cesos sostenibles. Para ello es imprescindible que haya un grupo, más o menos nume-
roso (el “grupo motor”), que se “apropie” de nuevas formas de relacionarse en las
distintas redes (en las familias, en lo laboral, en las formas de desarrollo de actividades
de ocio y en lo local), que sepa resolver conflictos de otras maneras, que haya “levan-
tado el foco” analizando el contexto y que, por supuesto, esté implicado en el proceso.
Otro elemento de sustentabilidad es la sustentabilidad “técnica”. Debemos siem-
pre manejar tecnología accesible a las personas con las que trabajemos, para que
piensen que ellas también lo pueden hacer, que podrían aprender a hacerlo. Pocas
cosas requieren de una tecnología muy sofisticada, tenemos que darle más impor-
tancia a los principios metodológicos que a deslumbrar con medios técnicos.
No podemos olvidar la sustentabilidad medioambiental, todas las soluciones y
medios que se utilicen tienen que estar marcados por este principio. Ello supone re-
flexionar sobre los modelos de desarrollo que se estén barajando, los medios que se
quieren utilizar, cuáles son las consecuencias de nuestras decisiones, las lógicas de
consumo, qué desechos producimos, etc.
Cuando hablamos de sustentabilidad cultural se trata de tener en cuenta el res-
peto a las diferencias. No se pueden introducir cambios bruscos en la escala de va-
lores de una determinada cultura o creencia porque no sería sostenible, los cambios
requieren unos tiempos, unas actitudes y mucho compartir. Es bueno empezar y po-
tenciar los rasgos comunes para crear las confianzas necesarias que permitan dis-
frutar después de las diferencias.

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Fundamentos Teóricos y Metodológicos

Integralidad en la mirada. Integralidad en la acción

Por un lado, esta integralidad consiste en “levantar el foco” del problema concreto y
ver los distintos ámbitos que lo rodean y las distintas redes que están implicadas;
por otro, no sectorializar el problema, no aislar variables. Ninguna persona está sola
con un problema ni ningún problema atañe a una sola variable ni, por supuesto, a
una sola persona. El dicho popular de “ningún mal viene solo” habría que comple-
tarlo con “ni a una sola persona”. Cualquier problema, por muy concreto que parezca,
afecta a bastantes personas, de forma directa o indirecta, y a varias facetas de la vida.
Igual que las personas estamos, queramos o no, relacionadas por distintas redes, los
problemas afectan a todos los sistemas implicados (Navarro, 1993). Esto lo vemos
fácil cuando tenemos un dolor en alguna parte del cuerpo; todo el cuerpo está afec-
tado, no es posible aislar completamente una parte del resto. Si vamos subiendo en
la escala de complejidad de los sistemas, sabemos que el problema que está señalado
en una persona afecta a toda la familia. Si es una familia la señalada con un problema,
éste afecta a toda la gente que convive cerca, a todas sus redes de convivencia, con
más o menos intensidad. Así hasta llegar a un nivel más grande en que sabemos que
no podemos aislar barrios, ciudades, países o continentes y que “sus” problemas no
nos afecten.
En todas nuestras acciones, por muy pequeñas e intrascendentes que nos parez-
can, debemos tener presentes todos y cada uno de estos principios. No es que tenga-
mos que acordarnos conscientemente de todos y cada uno porque entonces nos
paralizaríamos, sino tenerlos interiorizados, asumidos, que con el tiempo y la práctica
cualquier actuación tenga esa perspectiva. Podríamos decir que es construir una
forma de ver el mundo y por tanto una forma de vivir y de ejercer una profesión.

Cuál es el “para qué” que nos impulsa en las metodologías participativas

¿Podemos explicitar unos principios básicos comunes que sustenten el trabajo y nos
guíen? ¿Tenemos claros los objetivos del trabajo para poderlos tener presentes en
lo cotidiano? Desde esta perspectiva no podemos dar explicaciones de cómo son las
personas, los pueblos o las distintas situaciones en que estamos inmersos, sino ex-
plicar cómo se han obtenido los datos, cómo se han construido y cómo son los ca-
minos que se están abriendo para caminar hacia situaciones más ventajosas para la
ciudadanía. Tenemos que procurar que las personas identifiquen las barreras que
les impiden desarrollar sus potencialidades, las limitaciones estructurales existentes
en su vida cotidiana (Red CIMS, 1998).
Pero incluso al intentar aplicar estos caminos se da la incoherencia entre lo que
decimos y lo que hacemos, y éste es uno de los mayores problemas en la aplicación
de las metodologías participativas. Las posibles reacciones ante las incoherencias
entre el decir y el hacer nos llevan a distintos “estilos” de actuar como profesionales
o facilitadores y/o facilitadoras de los procesos participativos. Podemos reaccionar
de diferentes maneras:

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Metodologías participativas

1. Con un estilo conformista: “total, todo es igual y tengo que trabajar”, “si no lo
hago yo lo harán otras personas”, “siempre ha sido así”, “yo solo no puedo

2. Con el que llamamos estilo reformador, que intenta, desde dentro, ir cam-
hacer nada”, “yo haré mi trabajo y punto”, etc.

estilo obedece, en cierta medida, a la ética kantiana, comportarse de tal ma-


biando las cosas poco a poco, “educando” para ir por otros derroteros. Este

nera que se sea modelo para los demás. Es una postura sacrificada y que
pone en el horizonte un modelo previamente definido de dónde está la vir-
tud, define de antemano el bien y el mal. No lleva a la reflexión ni a la cons-
trucción conjunta, sino que muestra a los demás el “buen camino”.
Corresponde a un “para qué” educativo y se ejerce cuando se está seguro
de tener “la verdad”, o por lo menos la verdad posible. El problema suele
estar en la desilusión que nos va impregnando porque la ciudadanía no re-
acciona tal como creemos que debe hacerlo. Nuestro discurso se va llenando
de quejas y solemos decir eso de que “la gente no quiere implicarse, no

3. Con un estilo huracán, denunciando las situaciones incoherentes, renun-


quiere cambiar”.

ciando al trabajo, intentando desenmascarar a las personas hipócritas, que-


riendo poner todo “patas arriba” y, como normalmente no se consigue
porque las personas e ideas están bien agarradas, saliendo de la institución
con un gran portazo y un gran enfado. Así podemos dar que hablar durante
un corto período de tiempo, algunas personas nos admirarán pero al final

4. La cuarta postura corresponde al estilo semilla, una postura “reversiva” que


las cosas seguirán igual.

cuestiona las mismas preguntas. No se trata de enfrentarse a las personas


sino a las posturas, para revertir el discurso y aprovechar la fuerza del con-
trario para que sea él mismo el que se enfrente a sus palabras y hechos. Es
evidenciar las trampas que se han ido tejiendo por las incoherencias entre
las palabras y los hechos, pero no para denunciarlas sino para “aprovechar-
las” para provocar la reflexión, para que no quede otra alternativa que cam-
biar. Lo llamamos estilo “semilla” porque hay que buscar los resquicios que
deja la pesada losa de las burocracias, de la historia, de la costumbre y de
los intereses ocultos, e imitar a esas pequeñas plantas que rompen la solidez
de una capa de cemento y son capaces de florecer. Por supuesto que este
estilo se puede llevar a cabo en una institución y con personas que declaran,
al menos teóricamente, tener unas motivaciones compatibles con las nues-
tras.

1.7. La investigación participativa. Problemas que se encuentran

Desde hace tiempo se han puesto en marcha una serie de dispositivos participativos
que deberían haber creado ya unas “masas críticas” capaces de realizar las trans-
formaciones que se están demandando, pero nos encontramos con varios problemas

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Fundamentos Teóricos y Metodológicos

que nos desconciertan. Al transitar a la práctica desde los planteamientos teóricos


nos enfrentamos a la cruda realidad de asociaciones que se dicen de base pero que
frenan la participación, profesionales que sienten amenazado su trabajo y no se com-
prometen a desarrollar las metodologías que teóricamente dicen conocer, y políticos
y políticas que ignoran la crisis de legitimidad que les compromete.
Las nuevas metodologías de participación planteadas desde las bases sociales
(planes comunitarios, presupuestos participativos, Agendas 21, consultas popula-
res, auto y cogestión de centros sociales…) han tratado de establecer mecanismos
propios, mucho más comprometidos en la autogestión y menos amigos de la repre-
sentación. Se plantea la necesidad de hablar y consultar a todas las redes sociales,
no únicamente a las asociaciones sino también a la ciudadanía no organizada. Apa-
recen sistemas para reducir los protagonismos paralizantes de algunos dirigentes,
o hacer asambleas no dirigistas, dividiéndolas en pequeños grupos, para que todo
el mundo pueda hablar y aportar. Aparecen las “votaciones ponderadas” para orien-
tar las decisiones hacia consensos, se hacen seguimientos y evaluaciones auto-crí-
ticas, juegos de dinamización con sectores de la población no asociados, se
emprenden construcciones colectivas de auto-diagnósticos y talleres de propuestas
concretas y movilizadoras, talleres de futuro, etc. Se demuestra con algunas expe-
riencias pioneras que somos capaces de que la gente participe si se dan algunas
condiciones básicas. Pero también hemos de constatar que al cabo de unos años al-
gunas de estas experiencias mueren de “éxito” (peleas entre dirigentes por renta-
bilizar algún premio, manipulaciones electorales, etc.) o por la burocratización que
hace de un proceso instituyente una administración institucional, bloqueando los
aspectos más vitales del proceso.
Este abanico de técnicas, herramientas y estrategias manejadas en algunas me-
todologías participativas las han aprendido más algunos colectivos profesionales
que los propios movimientos sociales y miembros de partidos. Y esto es un pro-
blema. Ciertamente, podemos encontrar muchas “personalidades” del ámbito polí-
tico a las que les encanta hablar de participación, pero cuando se ponen en práctica
algunas técnicas y métodos que no controlan se asustan y no quieren ceder ni un
poco de autonomía hacia la participación. Contradicciones que se dan tanto por de-
jación de quienes tienen la “autoridad” política (que dejan hacer pero luego no se
implican en resolver las demandas de la población y las frustran), como por exceso
de celo al pretender controlar a profesionales y movimientos, sin dejarles libertad
suficiente para ejercitar la creatividad social que se necesita para que un proceso
avance con cierto protagonismo de la ciudadanía.
Encontramos bastantes contradicciones entre la estructura administrativa (no
pensada para la participación de la ciudadanía ni de los y las profesionales) y las
nuevas formas de metodologías de base. Son muchos los proyectos que se paralizan
cuando se cambia al o la profesional o a quien tomó la iniciativa desde las instancias
políticas. También es frecuente que algún o alguna profesional “secuestre” como pro-
pia la experiencia en cuanto domina algunas técnicas, sin entender la lógica de fondo
que apunta a las democracias participativas. Arrastramos muchos vicios de las for-
mas y estilos patriarcales, competitivos y autoritarios en la mayoría de la población,

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Metodologías participativas

pero también entre quienes nos denominamos progresistas o del “mundo alterna-
tivo”. A pesar de todo, existen ya suficientes casos experimentados, aunque sean
pocos, para demostrar que estas nuevas formas funcionan mejor que las tradicio-
nales en casi todas las comunidades (veremos algunos ejemplos variados en las fi-
chas finales del libro). Lo que queremos plantear es que, además de los enfoques
teóricos y metodológicos-técnicos, se necesita aún mucha práctica y pedagogía de
la formación-acción participativa para que puedan observarse cuáles son los mejores
caminos a recorrer en cada experiencia concreta.
Hemos de decir que entre quienes tienen la autoridad política y la responsabili-
dad profesional hemos encontrado verdaderas apuestas por experiencias alternati-
vas. Quizás más a título personal que por el partido o la ideología de que parten,
pues pocas personas leen los programas electorales y menos aún que procuren o
exijan su aplicación. Pero cuando alguna persona quiere hacer procesos participati-
vos de construcción de la acción y el conocimiento, realmente los resultados son
muy buenos.
Por ello, a pesar de la autocrítica expresada en este epígrafe debemos constatar
que existen casos en los que se demuestra la viabilidad de lo que estamos afirmando,
aunque también habría que reconocer que no pocos viven en sus “burbujas” y les
cuesta mucho abrirse a otras realidades que están surgiendo en el mundo. Como
también les cuesta que sus experiencias se conozcan, incluso en su realidad cercana
o las poblaciones contiguas. En el ámbito político y profesional no es infrecuente
que se den estilos poco participativos y comprometidos con la construcción colec-
tiva, y además porque no todos los movimientos sociales están reclamando la cons-
trucción de unas democracias más participativas y reales. ¿Qué se puede hacer con
este panorama político, profesional y de movimientos?

Algunas condiciones para procesos participativos.

A la hora de hablar de participación ciudadana debemos preguntarnos dónde pone-


mos el listón para considerar que un proceso es realmente participativo. Para ello,
podemos recurrir a la escalera de la participación.
En el primer peldaño encontramos la información, es decir, el derecho a ser in-
formados. Sin embargo, esto no puede considerarse participación sino un requisito
previo, una condición que se tiene que dar para que pueda haber participación. La
información favorece la toma de conciencia crítica, la creación de opinión y la trans-
parencia, pero no puede quedarse en un mero instrumento legitimador o una ope-
ración estética. La información no debe limitarse a un “yo te cuento lo que voy a
hacer” (por ejemplo, un Ayuntamiento informa a sus vecinos y vecinas que va a re-
modelar un barrio).
El segundo escalón que debemos subir para ir aproximándonos a la participación
plena y consciente es el de la consulta. Muchos procesos participativos se quedan
únicamente en eso, en consultar a las personas implicadas y así dar un cierto barniz
participativo al proceso. Pero se corre el riesgo de que la consulta se convierta en

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Fundamentos Teóricos y Metodológicos

un “yo te pregunto y luego haré lo que me parezca” (por ejemplo, un Ayuntamiento


informa a su vecindario que va a remodelar un barrio y hace una encuesta para co-
nocer su opinión, aunque en el fondo no tiene muy en cuenta sus propuestas).
Un tercer peldaño es el de la toma de decisión, y aquí ya sí podríamos estar ha-
blando de participación real: la ciudadanía comparte la toma de decisiones, ejerce
el derecho a decidir sobre las cuestiones que le afectan. A esta altura de la escalera,
la ciudadanía, informada, consultada y escuchada, tiene la oportunidad de intervenir
en un proceso de transformación social procediendo como sujeto activo y no como
objeto o simple receptor. En este caso, se trata de un “lo decidimos juntos” (por ejem-
plo, un Ayuntamiento informa a su vecindario que se va a remodelar un barrio y que
se va a abrir un proceso participativo para discutir e integrar todas las propuestas
y aportaciones en el plan de remodelación). Esta forma de actuar fomenta la refle-
xión colectiva y la creatividad social, profundizando la toma de decisiones. Se apor-
tan más elementos de juicio y pueden surgir propuestas más creativas, favoreciendo
la eficacia y la legitimación. Una decisión puede ser tomada por parte de un grupo
reducido, por ejemplo de profesionales, pero muchas veces son las personas afecta-
das o implicadas (la ciudadanía) quienes tienen las soluciones más oportunas y per-
tinentes, puesto que conocen la realidad de manera vivencial. Abrir la toma de
decisiones a un abanico mayor de puntos de vista enriquece el debate y la delibera-
ción. En esta línea, por ejemplo, están desarrollándose en los últimos años diversas
prácticas de presupuestos participativos en la política municipal de nuestro país: en
ellas se invita al vecindario a participar en la decisión sobre cómo se distribuye una
parte del presupuesto municipal. Experiencias de este tipo son un claro exponente
de actuaciones a favor de la participación ciudadana en la toma de decisiones, ya
que se hace copartícipe a los vecinos y vecinas de un municipio del acuerdo sobre
en qué invertir los recursos económicos. Además, si las propuestas ciudadanas son
incluidas en un documento oficial como los presupuestos, tienen más garantías de
ser llevadas a cabo que si simplemente se quedan en el ámbito de la declaración de
intenciones y el voluntarismo político.

GOBERNANZA
Auto y cogestión:
democracias desde
las bases sociales
Metodologías
participativas:
Reglamentos y escuchar, devolver,
comisiones proponer y priorizar
Información y
transparencia.
Rendición de cuentas
públicas INICIATIVAS E IMPLICACIÓN CIUDADANA

FIgura 1.1: Escalera de la participación (Elaboración propia)

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Metodologías participativas

Si llegamos hasta el final de la escalera subiremos hasta un escalón pocas veces


explorado, pero donde se dan verdaderas prácticas de democracia participativa o
democracia directa, y donde se habilita la posibilidad a la ciudadanía de compartir
responsabilidades (co-responsabilidad). Hablamos de la co-gestión, es decir, la ges-
tión compartida entre el sector institucional y la ciudadanía de algún asunto o acti-
vidad pública, o incluso de auto-gestión, cuando la ciudadanía organizada se hace
cargo y responsable de la gestión de alguna parcela de la vida pública. Como deci-
mos, no es común alcanzar este escalón de la escalera, pero sí podemos apreciar al-
gunas iniciativas que apuntan en esta línea, por ejemplo, en algunos centros sociales
autogestionados .
Lo habitual, por lo que hemos podido percibir en base a la experiencia, es alcan-
zar los dos primeros peldaños de la escalera (información y consulta) y en la mayoría
de los casos la escalada se queda ahí… Da vértigo seguir subiendo escalones.
En gran parte esto es debido –fundamentalmente en los procesos participativos
que están vinculados a la esfera institucional o que dependen de ella- a la falta de
voluntad y apuesta política por promocionar e impulsar procesos de democracia
participativa en la toma de decisiones y en la gestión.
Las democracias son como las baterías de los automóviles, se están cargando o
descargando durante los procesos y así hay que valorar en cada caso qué futuro tie-
nen. Desde un primer momento conviene saber en qué situación de partida está el
nivel de participación, lo que se puede establecer con las técnicas de auto-diagnós-
tico (líneas del tiempo, DAFO, mapeos o socio-gramas, etc.). Además, se puede ir eva-
luando a lo largo de diferentes períodos que se vayan acumulando. En las
condiciones mínimas intervienen las posiciones de los movimientos y del ámbito
político (o de las entidades sociales o privadas que lo soliciten), pero también de los
y las profesionales. Cualquier iniciativa de análisis de la participación puede partir,
por ejemplo, de un movimiento social, aunque debe tener en cuenta necesariamente
a los demás movimientos y entidades que abarquen el mismo tema y/o territorio.
Este es uno de los indicadores que nos mostrará si se están cargando o descargando
las baterías de la participación. Puede resultar indiferente desde qué iniciativa se
arranque ya que, en todo caso, se deberá tender a abrir y compartir el auto-diagnós-
tico con las otras instancias y sectores del proceso en su conjunto.
Trabajar de forma participativa e integral no es coser y cantar, tiene sus dificul-
tades, en muchas ocasiones es posible, sobre todo, si las administraciones públicas
facilitan algunas condiciones mínimas, como por ejemplo:

— Predisposición de algún o alguna profesional para llevar a cabo un proceso


participativo (con respaldo político).
— Posibilidad de negociar tiempos y recursos (no solo monetarios) disponibles.
— Que se habiliten diferentes canales y mecanismos de participación en función
de distintos grados de compromiso y disponibilidad para así facilitar la im-
plicación al mayor número posible de personas.
— Que se asegure suficiente transparencia, difusión e información.

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Fundamentos Teóricos y Metodológicos

Si posteriormente se consiguen otros medios y recursos, igual de importantes,


como tener espacios de formación, asesoramiento y seguimiento metodológico, po-
sibilidad de trabajar a largo plazo, presencia de movimientos sociales (no corpora-
tivos y abiertos a la colaboración creativa) y trabajar en un territorio suficientemente
abarcable, qué duda cabe que se facilitará el proceso y aumentarán las posibilidades
de éxito.
El objetivo a largo plazo es que esta forma de trabajar, mediante la participación
ciudadana, se convierta en un hábito -además de una obligación legal- para el per-
sonal técnico o voluntario que incida en un determinado territorio. No es, por su-
puesto, que haya una forma rígida de hacer las cosas, sino que sea “normal” trabajar
coordinadamente, según un plan establecido y con la participación continua de la
población (Montero et. all., 1996). Una participación que incida en todos los pasos,
desde el proyecto hasta la evaluación, y con poder de decisión. La población tiene
que ser la verdadera protagonista de todo el proceso. Es una forma de luchar contra
el clientelismo, el paternalismo y demás obstáculos que nos pueden rodear y tentar
cuando trabajamos descoordinadamente e intentando dar soluciones individuales
a problemas que son realmente sociales y, por ende, de gran envergadura.

Algunas propuestas para la reflexión

1. Todas las metodologías “nuevas” son, en realidad, sistematizaciones apren-


didas en los propios movimientos sociales, donde han surgido, a veces
desde experiencias particulares que se han ido generalizando. Los y las pro-
fesionales que estamos en contacto con los movimientos sociales hemos
contribuido a esta tarea, motivo por el que se han ido conociendo más en
los medios técnicos que entre la ciudadanía. En la colaboración entre mo-
vimientos sociales y profesionales con conciencia existe una gran potencia-

política” española (a lo largo de la década de los 70`). Por este motivo es in-
lidad que ya se demostró para éstas y otras finalidades en la “transición

teresante que los movimientos se doten de sus propios sistemas de reflexión y


de auto-formación.

pias asociaciones, los movimientos sociales pueden proponer sus propias es-
2. Ante los problemas de ámbito político, de los y las profesionales y de las pro-

trategias para la participación política con mayor legitimidad. Son quienes


pueden superar a las burocracias y a los elitismos, como -por otra parte-
siempre ha ocurrido históricamente. Que en los ámbitos políticos y profe-
sionales haya personas dispuestas a experimentar nuevas formas de parti-
cipación política no es lo común, lo habitual es que los y las políticas
defiendan su representatividad como exclusiva, como si no hubiese más le-
gitimidades que el voto. Entre los y las profesionales es normal que defien-
dan su puesto de trabajo como si nadie más entendiera de procesos
participativos. Son los movimientos sociales y parte de la ciudadanía quienes
suelen recordar que la política, los y las políticas y profesionales deben estar

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Metodologías participativas

al servicio de las necesidades construidas colectivamente, como se suele de-


fender en las democracias participativas.
3. La implantación de mecanismos participativos es un largo camino, segura-
mente de varias generaciones, que se comenzó a reiniciar en todo el mundo
con el inicio del siglo xx. La generación del 68 dio algunos pasos en la direc-
ción de superar las democracias elitistas de los partidos tradicionales y cri-
ticar también las burocracias de planificación estatalista. Pero aún siguen
existiendo grandes distancias en la vida cotidiana de la ciudadanía, gobiernos
y administraciones en sus vidas cotidianas, como lo demuestran hoy los mo-
vimientos “indignados” en tantas partes del mundo. En algunas democracias,
al modo de Porto Alegre (Brasil), Villa el Salvador (Perú), Cotacachi (Ecua-
dor) o Kerala (India) y otros modelos (presupuestos participativos, planes

confluencia en el Foro Social Mundial ha sido capaz de mostrar que algo se


comunitarios, cogestión…), van apareciendo nuevos referentes. También la

está moviendo en el ámbito de la participación ciudadana. Esto, para muchos

creativo. En todo caso, es el escenario para las experiencias políticas y sociales


y muchas, es un camino lleno de trampas, incierto… pero puede ser también

de este siglo, y donde nos parece que merece la pena implicarse e innovar con
los colectivos que apuestan por ello.

Con las metodologías participativas se presta atención a todas las “iniciativas


ciudadanas” y no se espera tanto que acudan a los cauces oficiales. Luego, a partir
de procesos de “devolución y deliberación” entre las diferentes posturas que se pue-
dan proponer, se prioriza y se pasa a analizar qué es lo que se debe hacer en cada

rar que se están construyendo “democracias desde las bases sociales”, a partir de la
caso. Cuando la inclusión de las iniciativas de base se consolidan, se puede conside-

demos encontrar una diversidad de caminos y de formas democráticas de base y no


auto-gestión en unos casos, y/o de la co-gestión en otros, ya que en la actualidad po-

se puede decir que unas sean mejores que otras. Depende de su articulación creativa
en cada proceso concreto.

NOTAS AL CAPÍTULO 1.

1 Una de las principales bases teóricas y metodológicas de los procesos participativos,


sobre todo en países empobrecidos. Sus aportaciones a las ciencias sociales son muy im-
portantes por sus contenidos éticos y de transformación socio-política (ver las aporta-
ciones de Borda y Brandao (1986), López de Ceballos (1989).
2 Una metodología cuyo objetivo es comprender las dinámicas internas y externas de las
instituciones (ver las aportaciones de Lapassade (1980), Loureau (1975), Guattari (1976)
3 Confluencia de los procesos de producción de conocimiento y de producción de saber
con los mecanismos de acción política. Ver revistas: Derive Approdi y Posse en Italia; co-
lectivos Kolinko (Alemania) y Precarias a la Deriva (España).
4 El punto de partida de muchas de estas metodologías está en las prácticas de algunos

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Fundamentos Teóricos y Metodológicos

movimientos sociales. Por ejemplo el feminismo como crítica de los sistemas patriarcales,
y en concreto el eco-feminismo que vincula los valores de la vida y la cultura no patriar-
cal.
5 Articulación de diferentes metodologías implicativas. Ver Villasante (2006).
6 “Desarrollo: Proceso de crecimiento de una economía, a lo largo de la cual se aplican nue-
vas tecnologías y se producen transformaciones sociales, con la consecuencia de una
mejor distribución de la riqueza y de la renta” (R. Tamames).
7 Desde propugnar la “actuación local, pensamiento global”, de los movimientos ecologistas
y alternativos de los años 90 y el trabajo en lo micro (mi barrio, mi comunidad,...) se ha
ido pasando al actuar en lo global sin dejar de pensar en lo local. Se generaliza en nuestra
década el buscar la combinación adecuada entre acción global y local, tarea no siempre
fácil. En palabras de Boaventura de Sousa Santos: “Lo global transcurre localmente. Es
preciso hacer que lo local contra-hegemónico también transcurra globalmente”.
8 A partir de Paulo Freire (su práctica y sus escritos) se ha desarrollado un movimiento de
auto-formación popular en Latinoamérica y parte de África, sobre todo, conocido como
Educación Popular. Es base de buenas técnicas de alfabetización, de dinámicas comuni-
tarias, etc. Ver libros de Núñez (1989) y Jara (1998)
9 Carlos Matus (1995), ex-ministro de economía con S. Allende, ha desarrollado esta forma
de planificación según los intereses público ante situaciones de cierta complejidad. Uno
de sus dispositivos técnicos es el flujograma (que veremos en el capítulo 2), y posterior-
mente se ha podido aplicar en procesos de tipo local y participativo
10 Conjunto de técnicas de visualización construidas colectivamente, que se experimentó
en principio en zonas campesinas, pero de mucha utilidad en todas las situaciones de
participación popular. Son muy conocidas la Línea del Tiempo, Transectos, Juegos socio-
lógicos, etc., algunas de las cuales veremos en el capítulo 2.
11 Entre aportes prácticos y teóricos recibidos en las últimas décadas del siglo xx y primera
del xxI (hasta la actualidad) para la construcción de las metodologías participativas sobre
distintas ondas de implicación.
12 Ver Morín (2003).
13 Representación gráfica que nos muestra las relaciones existentes entre diferentes con-
juntos.

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