01 Metodologas Participativas
01 Metodologas Participativas
01 Metodologas Participativas
No queremos ser ingenuos con la participación, como si fuera una panacea para todo.
Por ello nos preguntamos para qué sirven las metodologías participativas.
Vivimos en una sociedad individualista que, contradictoriamente, se caracteriza
por la dependencia interpersonal, la delegación y el corporativismo. Como dice Mar-
tín Recio (1998), las causas
violencia en la sociedad, entre jóvenes o en la escuela, los expertos nos dirán por qué
gabinete psicológico… Las noticias están trufadas de referencias a “expertos”. Si hay
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Y unidos a los dos aspectos anteriores encontramos los problemas del corpo-
zación, de mi ciudad…
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nos lleva, por fin, al inefable la política para los políticos, que resume la segregación
“aprendiz de mucho, maestro de nada”; “quien mucho abarca poco aprieta”… Lo que
corporativista, como si lo “político”, que debe ser lo más global y que nos afecta a
todos, deba quedar reducido al ámbito político “profesional” (tanto ha calado esta
cultura segregacionista que en el tercer sector y en las asociaciones aún sigue siendo
habitual escuchar comentarios como “aquí no se viene a hacer política”, “la asocia-
ción es apolítica”…).
Pero ¿qué puede hacerse? ¿Qué se está haciendo? Frente a la dependencia per-
manente, si queremos individuos libres (superando la separación entre la teoría en-
señada en el sistema educativo y la práctica) podemos desarrollar la autonomía de
las personas, el autoaprendizaje, el proceso de desarrollo del ser, de la persona,.
Frente a la delegación permanente podemos desarrollar experiencias de participa-
ción ciudadana, corresponsabilidad, solidaridad y democracia directa: no podemos
ni debemos delegar todo. Frente al corporativismo encontramos la acción integral,
multidisciplinar e interdisciplinar, tanto a nivel local como global.
Para conocer en profundidad los problemas sociales y, sobre todo, para actuar
que diga un puñado de expertos sociales? ¿Las acciones a realizar, el gasto público…
en su resolución, ¿contaremos con la población afectada o sólo nos fiaremos de lo
lo decidirán dos o tres personas con poder político o se decidirá con o desde la po-
blación afectada? Aunque esas personas con poder han sido democráticamente
elegidas ¿se les votó para que lo decidieran todo o será más democrático que se
creen nuevos cauces y formas de participación que favorezcan la implicación ciu-
dadana?
Desde las ciencias sociales se vienen desarrollando, desde hace bastantes años,
teorías y metodologías que favorecen estos valores más democráticos. En todo caso,
queremos dejar claro que no pretendemos anular el papel de los y las profesionales
y especialistas en el aprendizaje y en el análisis de la realidad: se trata de profundizar
y ampliar la democracia actual mediante procesos participativos. “Democratizar la
democracia” es el planteamiento de Boaventura de Sousa Santos (2005), que reto-
mamos para poder superar los problemas que subsisten en nuestras sociedades.
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Las ciencias van avanzando y abren nuevos enfoques según las necesidades de la so-
ciedad y la creatividad de los conjuntos de acción que la componen. En el apartado
1.2 encontramos una interpretación de las diferencias construidas en los últimos si-
glos tanto en la estructura económica, política y social, como en los enfoques cientí-
ficos y en las metodologías sociales. Hasta las guerras mundiales, la acumulación de
capital se basaba en Estados aún muy caciquiles, en el “corto siglo xx” el capital mo-
nopolista se implicó en guerras y dio paso a revoluciones ante sus pretensiones im-
periales. Con la “globalización” las clases sociales se han fragmentado tanto que las
rearticulaciones sociales obedecen a otros criterios ya diferentes a los de épocas an-
teriores.
El paradigma científico moderno ha tratado de encontrar en la “ley causal” su
principal objetivo, tanto en las ciencias naturales (ley de la gravedad, por ejemplo),
como en la economía (ley de la mano invisible) y las ciencias sociales (ley de la lucha
de clases). Pero ninguna ha resultado ser tan objetiva y determinista, sino que se
vieron relativizadas en sus medidas y enfoques, por lo que hoy puede decirse que
sólo en determinadas condiciones funcionan con cierta regularidad. Sobre todo en
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las ciencias sociales tuvieron que aparecer los análisis de motivaciones y el marke-
ting para convencer a quienes trabajaban de que consumieran y negociaran, mejor
que dedicarse a hacer revoluciones; y en el campo de las revoluciones, el análisis de
las culturas y los frentes anticoloniales agruparon a numerosos trabajadores y tra-
bajadoras de diversos ámbitos frente al capital monopolista.
Pero con la llamada “globalización”, la fragmentación de la sociedad es mucho
mayor, separando al capital financiero y los oligopolios mundiales de la productivi-
dad local, a los “especialistas” del mundo laboral y al conjunto de trabajadores y tra-
bajadoras entre sí en base a la diversidad cultural, religiosa, etc. No basta el
relativismo ni en las ciencias naturales ni en las sociales, ante las situaciones com-
plejas es imprescindible estudiar cómo se pueden construir las salidas emergentes.
Las matrices o patrones de emergencia se abordan para intentar superar distintas
situaciones caóticas. No es que las distribuciones cuantitativas no sean útiles, ni que
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las estructuras cualitativas no sean explicativas, sino que se necesitan más elementos
para poder ver y transformar situaciones sociales tan fragmentadas y complejas,
como veremos en el epígrafe siguiente.
Las metodologías participativas hoy las emplean, en diversos grados, casi todas
las instituciones que han de hacer procesos de cierta complejidad. Los Planes Estra-
tégicos, por ejemplo, han pasado de las empresas a las ciudades, e incluso en la co-
operación al desarrollo, tratando de implicar desde arriba a los de abajo, con
modelos de gobernabilidad y gobernanza. Hasta el Banco Mundial usa esta termi-
nología y en algún caso presume de hacer IAP (Investigación-Acción Participativa)1,
es decir, reconoce que existen algunas situaciones donde se muestran más eficientes
estas metodologías, que implican a la población, que las tradicionales.
Pero lo interesante es que estas metodologías participativas, en general, han na-
cido precisamente de los movimientos sociales y con pretensiones críticas y trans-
formadoras. Un recorrido sintetizado del mismo puede verse en Montañés (2009:
39-44). En Latinoamérica primero y en otras partes del mundo después, desde los
años 60` y 70` se vienen construyendo unas ciencias sociales explícitamente al ser-
vicio de las causas populares (IAP y otras). En Europa, desde la década de los 60`,
varios movimientos sociales impulsaron el socio-análisis o análisis institucional2, la
coinvestigación obrera3, las militancias instituyentes de grupos feministas4, ecolo-
gistas, etc. Desde campos ideológicos a veces divergentes (marxismos, libertarios,
teología de la liberación, etc.) se han ido criticando dogmas precedentes y constru-
yendo convergencias muy enriquecedoras y creativas.
Las técnicas clásicas utilizadas para la investigación social las podemos clasificar, si-
guiendo a Jesús Ibáñez (1986) en tres grandes tipos o perspectivas:
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el Colectivo Ioé (1993), siguiendo ideas de Ibáñez (1990) (ver cuadro 1.3.).
Hemos actualizado aquellos conceptos queriéndonos distinguir tanto de la pers-
pectiva cuantitativa (distributiva) como de la cualitativa (estructural), así como di-
ferenciar también nuestra posición de algunas perspectivas participativas
(dialécticas), cuando se basan en el voluntarismo de puras simetrías entre sujetos
(que nos parecen más deseos que realidades), ciertos espontaneísmos sin metodo-
logías, o prácticas con más buena voluntad que saber hacer.
Al presentar esta tabla no queremos que parezca que renunciamos a las otras
tecnologías (asambleas, grupos de discusión o encuestas), sino que pretendemos
orientarlas y dar sentido cuando las usamos desde la lógica que fluye de las bases
hacia las élites y desde el posicionamiento socio-práxico.
En la perspectiva distributiva y estructural el o la profesional acaban siendo quie-
nes toman las decisiones clave, pues diseñan todo el proceso, lo interpretan y hacen
las recomendaciones, consultando un poco más o un poco menos con los sectores
de población que consideren. Por ello decimos que cierran las conclusiones, mientras
la perspectiva dialéctica y la socio-práxica tratan de abrir los procesos con las crea-
tividades de la ciudadanía.
En la socio-práxis se cierra un poco más el método (aunque se discuta con parte
de los implicados) para no caer en ciertos “basismos” y voluntarismos que tienen
los procesos que se dejan a la libre determinación de la gente. Porque muchas per-
sonas están ya influidas por costumbres patriarcales, clasistas, incluso sectarias, y
conviene que haya algunos principios democráticos y participativos que corrijan
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Cuadro 1.3: Niveles y perspectivas de la Investigación Social
Pregunta-respuesta
Del lenguaje “CRECIMIENTO”
Técnicas cuantitativas: Lo investigado como objeto Lo importante es crecer en
– Encuestas (mediante Análisis estadístico magnitudes cuantitativas (más
muestreo o con encuesta- [cierra] producción, más renta, PIB…)
censo) “Los elementos de la red”
DISTRIBUTIVA
– Entrevista cerrada (conocimiento descriptivo) Produce un conocimiento Efectos no deseados:
(estructurada o directiva) censal, estadístico que Puede haber más desigualdad y
quiere ser objetivo pobreza, aunque se crezca
Conversación Simetría táctica, asimetría
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PERSPECTIVAS
– Entrevistas: Lo investigado como objeto “DESARROLLO”
semidirectiva, abierta, Produce un conocimiento (al que se le pide “que Desarrollo es crecimiento y mayor
grupal, en profundidad. de la estructura de la red hable”) bienestar6.
– Grupo de discusión (explora sus caminos, sus Efectos no deseados:
– Grupo triangular relaciones) [abre para cerrar] Deterioro medioambiental y
ESTRUCTURAL
– Historias de vida agotamiento de los recursos.
– Análisis estructural de – Análisis del discurso Para conocer opiniones, Despotismo ilustrado, tecnocracia
textos (conocimiento explicativo) sentimientos, conocimiento
de lo subjetivo […/…]
Cuadro 1.3: (Cont.)
DIALÉCTICA
- Presupuestos Participativos
[abre]
– Autoencuesta. - Planes Comunitarios
Autoevaluación - Núcleo de Intervención
IAP (Propositivo e Para transformar y
– Delphi Participativa (NIP)
implicativo para el democratizar
– DAFO
investigador)
– Dinámicas de grupo
– Diagnóstico Rural
– Técnicas de la
Participativo
Animación Sociocultural
PERSPECTIVAS
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SOCIOPRAXIS
Sociales (respuestas: acción integral,
de las redes existentes) acción-proceso que parte de la
– Multi-lemas Glocalismo –acción
desigualdad para construir
– Flujogramas local+global…)7
procesos transformadores.
– Programa de Acción
Integral (PAI)
Fuente: elaborado a partir de las propuestas de J. Ibáñez, Colectivo OIÉ, T.R. Villasante y T. Alberich
Fundamentos Teóricos y Metodológicos
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ciertos hábitos de la población que puedan entorpecer una buena construcción del
conocimiento y la acción. No se trata de que el o la profesional estén sólo al servicio
de los sectores populares, como si éstos no tuvieran sus propias contradicciones,
sino que aporten sus conocimientos precisamente para desvelar y hacer más crea-
tivos estos procesos. Por supuesto sin caer en la rigidez de las técnicas, como a veces
ocurre con el Marco Lógico o algunos Planes Comunitarios, que aparecen más como
justificaciones corporativas que como procesos democráticos desde las bases socia-
les. Por eso conviene preguntarse por dónde empezar y qué orden seguir para ser
eficientes y provocar transformaciones a través de estas metodologías.
Habitualmente, muchas investigaciones empiezan recogiendo datos cuantitati-
vos, o hacen unas encuestas. Posteriormente, para completar (y si quieren saber
más), aplican algunas técnicas cualitativas para profundizar en los temas que no les
quedan claros, y tal vez si tienen tiempo y presupuesto hacen algo de lo que llaman
participación (más para divulgar que para saber y/o hacer cogestionadamente). Es
lo contrario de lo que aquí proponemos y que tratamos de justificar. Al comienzo de
cualquier proceso, habitualmente encontramos unos intereses, que no siempre son
qué? y ¿para quién? estamos haciendo esto, ¿cuál es el interés de cada parte? ¿Cuáles
son las preguntas que van a definir todo el proceso? Si esto no se hace con cierta par-
ticipación social, todo el proceso vendrá marcado por estas primeras decisiones. Las
preguntas que hagamos, los datos que busquemos, vienen condicionados por las
“negociaciones” de estos primeros momentos. Como en los primeros pasos no aca-
ban de quedar claras todas las intenciones y objetivos, entre otras cosas porque ini-
cialmente no se llega a toda la población sino a un grupo reducido (por muy
representativo que se proclame a sí mismo), es conveniente profundizar con meto-
dologías de mapeos, con conjuntos de acción y con entrevistas cualitativas. Para ello
es bueno que se parta de una muestra relacional (con distintas variables, como clase
social, intereses en juego, grado de organización, vínculos emotivos, etc.) que nos
permita profundizar tanto en las posiciones de los sectores más afines, como de los
ajenos e incluso opuestos. Para poder hacer estrategias de cambio y transformación
social, ante todo deben tenerse en cuenta las fuerzas reales (no solo numéricas) de
los distintos conjuntos de acción.
Lo participativo enfoca desde el principio todo lo que quiere conocer desde el
punto de vista de su transformación, tanto con las técnicas cualitativas como los
datos cuantitativos que documenten las preocupaciones de las diversas redes y con-
juntos de acción. Las interpretaciones de las posiciones y de los datos en parte son
preparadas en grupos reducidos de trabajo, pero su finalidad es presentarlas en aba-
nicos de posiciones posibles y conflictivas (multilemas frente a dilemas, flujogramas
más que DAFO, etc.) para que en diversos talleres (llamados “devoluciones creati-
vas”) la ciudadanía sea quien acabe por decidir las priorizaciones para las planifica-
ciones y programaciones que deben seguir y ser operativas. De esta manera se va
produciendo una retroalimentación entre los y las profesionales y la población, en
la construcción colectiva de los conocimientos y de las propuestas que han de seguir
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Como ya hemos dicho, la reflexión que ofrecemos en este libro parte de nuestras
prácticas y de lo que estamos aprendiendo con las experiencias de Ecuador, Perú,
Chile, Uruguay, Brasil, Canarias, Andalucía, Madrid, País Vasco y Cataluña. En cada
lugar podemos encontrar algunos equipos que están haciendo trabajos de tipo social
participativo. En algunos grupos, las referencias metodológicas participativas se han
centrado en Paulo Freire y las “pedagogías populares”8, otros en la IAP de Fals Borda,
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quienes investigan pueden ser sujetos plenos sin condicionantes, ni a quienes se inves-
tiga son meros objetos observables. Las personas y los grupos tienen sus propias es-
trategias frente a quienes les preguntan, y saben analizar para qué les puede
interesar cada conversación particular o social. Las personas nos guiamos por emo-
ciones y por sub-culturas, tanto las que dicen estar llevando un proceso como las
que se sienten “llevadas”. Frente a la relación sujeto-objeto que se pretende “cientí-
ficamente objetiva” siempre hay estrategias personales y grupales de sujetos-sujetos
que están en pugna por construir acciones y explicaciones que les interesan a cada
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El tercer desborde práctico que vivimos hace años fue la importancia de la im-
mulan, o según la forma de vestir o de hablar de quien investiga.
plicación para cualquier conocimiento. En primer lugar, porque quien investiga siem-
pre está implicado o implicada, y la consecuencia de no ser consciente de ello es no
tener control sobre la posición que se ocupa: no se puede “ver o juzgar” la sociedad
desde fuera porque siempre somos parte de ella. Pero tampoco nos podemos quedar
paralizados por esta falta de distanciamiento, cualquier cosa que hagamos –o no ha-
gamos– también nos implica prácticamente, motivo por el que la reflexión está siem-
pre en medio de dos acciones. De hecho, hacer esta reflexión con conciencia de estos
procesos implicativos, es lo que llamamos “praxis” (Sacristán, 1987; Sánchez Váz-
quez,1987; Pearce, 1994). Esta reflexión tiene que ver con las tradiciones de los mo-
vimientos militantes cuando reconocen que “la pasión no quita conocimiento”, sino
que más bien se lo quita a quien no es capaz de situarse y no toma cierta distancia
de sus condicionantes. Si me sé de herencia marxista, por ejemplo, puedo tomar dis-
tancias de los errores cometidos históricamente con las diversas experiencias real-
mente existentes, pero si no sabemos “de qué pie cojeamos” es más difícil que
podamos prevenirnos.
Después vinieron los saltos a “la complejidad” de “las cosas” y de las relaciones. Frente
al intento de tratar de encontrar la “ley que todo lo explica” o la “ética ejemplar” por
la que conducirse, más modesto y realista nos parece aceptar los “paradigmas de la
complejidad12”. Como ya se ha dicho, las leyes de la gravitación universal o de la se-
lección de las especies encuentran aplicaciones concretas en que se cumplen, pero
en otros ámbitos necesitan lógicas más complejas. Por otra parte, la lógica de los
mercados o de los derechos humanos no es tan simple como enunciar una ley, las
motivaciones en las diferentes culturas varían sustancialmente, y los estilos coope-
rativos también. En las ciencias naturales aparecen lo simbiótico y lo sinérgico tanto
o más que lo competitivo, y su conjugación permite dar saltos “transductivos”, es
decir, saltos de unas energías a otras. Tanto para que nuestros ojos vean por cone-
xiones entre luz y neuronas, como para que una planta crezca por la acción de algu-
nas enzimas. Los estilos transductivos, que sirven para acostumbrarnos a saltar
creativamente, también se dan en las relaciones sociales y se pueden aprender con
Los análisis del poder e incluso los “análisis de redes sociales”, con frecuencia han
las metodologías participativas (Ibáñez, 1990; Braidotti, 2009).
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tablecen en cada caso. Es lo que hemos venido llamando “conjuntos de acción” para
concretar en la vida cotidiana los condicionantes de clase o de ideologías en juego
de cada situación. Relaciones que se van construyendo entre confianzas y descon-
fianzas entre las distintas posiciones, entre miedos y agradecimientos, pero no desde
un punto de vista psicologista individual, sino desde la constatación colectiva y par-
ticipativa del análisis de cada situación concreta. De esta manera, los mapas de re-
laciones nos permiten entender las estrategias que se confrontan o se articulan en
cada momento, tanto por sus intereses económicos, como sociales o incluso emo-
cionales y simbólicos, históricamente construidos.
propias expresiones paradójicas de los sujetos implicados en los procesos. Tanto las
El tercer salto hacia la complejidad lo hemos tenido que dar al trabajar con las
palabras como los gestos de la gente no nos indican posiciones únicas y distintas. Y
no está claro que todo se reduzca a una dialéctica de dos de los temas contrapuestos,
sino que existen las posiciones intermedias, además de las que son lo uno y lo otro
al mismo tiempo, e incluso aquellas que se sitúan al margen: ni lo uno ni lo otro. Mu-
chos análisis lingüísticos han ido más allá de los dilemas y nos plantean los “tetra-
lemas” o dobles dilemas que usamos a diario, aún sin darnos cuenta. La crítica
pragmática no se queda en una “semántica” sobre cómo son las expresiones, sino
que implican las formas de comunicación, los gestos en sus contextos y en sus rela-
ciones prácticas, situacionales. Este tipo de planteamientos nos abre a profundiza-
ciones mayores y a nuevas alternativas: no sólo a que pueda ganar un programa u
otro, o el intermedio, sino a que se pongan en juego otros programas que sean su-
matorio de los aparentemente contrarios, o que los nieguen a ambos abriendo nue-
vos caminos y soluciones. Todo consiste en pasar de la superficie de lo que parece
que se dice a las profundidades de lo que se puede construir más allá de las primeras
impresiones.
samos con esquemas que a veces nos encierran en procesos “endogámicos” que ape-
A partir de los años 90` hemos ido construyendo nuevos esquemas colectivos, pen-
nas nos permiten salir de lo que el grupo de referencia debate. No vemos más porque
estamos entrenados a ver sólo aquello que encaja en lo que previamente queremos
ver y mantener la “seguridad” en la que hemos sido educados. Desde las nuevas te-
vière, 1991), no se piensa que cada cual pueda resolver sus problemas con intros-
pección solamente o a partir de la toma de conciencia. Se plantea abrir, con los
“grupos operativos”, procesos de implicación convivencial, que asumen otras prác-
ticas vinculares y situacionales: desbordes operativos sobre los esquemas concep-
tuales que nos hacen vivir con más creatividad. La “creatividad social” aparece como
una construcción colectiva que se preocupa por salir del encierro de los pequeños
grupos que sólo se miran a sí mismos, disfruta llegando a otras personas y grupos y
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procura transmitir todas las emociones y pensamientos que nos pueden hacer vivir
mejor. No contrapone el interés particular con el general, sino que construye ambos
articulándolos en sus expresiones más novedosas.
Diversas técnicas y metodologías que hemos ido conociendo nos han permitido
sentido. Por ejemplo, la “sustentabilidad” de los procesos puede querer decir casi
aterrizar conceptos muy abstractos que a veces se pierden en pura palabrería sin
ñado que los “Diagnósticos Rurales Participativos” (DRP) son formas prácticas mucho
astucia. No obstante, algunos movimientos campesinos alternativos nos han ense-
Algunos movimientos alternativos actuales nos están dando pautas para seguir con
estas formas de pedagogías liberadoras y transformadoras. Frente a las evaluaciones
burocráticas convencionales que tratan de definir desde la “comunidad científica”
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les, de muy distintos sentidos entre sí, nos aportan la construcción de potencialidades
Y para completar la tabla, los movimientos “descolonizadores” antiguos y actua-
“emergentes” (Santos, 2005) frente a los valores dominantes. No sabemos cuál pueda
ser la alternativa mejor o cuál es la que saldrá adelante, pero sabemos que “otros
mundos son posibles” a partir de la crítica radical de los “equivalentes generales de
valor” existentes: la circulación del capital, la jerarquía patriarcal, el derroche tec-
sólo los dilemas dentro del sistema, sino la construcción de otros ejes (“multilemas”)
nológico o los dogmas incuestionados es lo que precisamente está en cuestión. No
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Puede ser aclaratoria la distinción de los siguientes seis saltos creativos que propo-
nemos, para compararlos con las metodologías habituales, no sólo distinguiéndonos
de lo cuantitativo sino también de lo cualitativo y de lo participativo. Es una forma
de articular e integrar lo que hemos venido presentando como distintas aportacio-
nes, pues aunque pensamos que pertenecen a un mismo paradigma de fondo y a una
epistemología común, se ha venido construyendo desde metodologías y espacios
muy diferenciados, y así los hemos ido aprendiendo y reconstruyendo. Y antes de
pasar a proponer una forma operativa de proceso participativo, vamos a aclarar al-
gunas cuestiones de estos seis saltos, tal como los venimos utilizando en los grupos
nes, para que se pueda entender en qué ámbitos no nos movemos y en cuáles sí. No se
que trabajamos en red, haciendo al menos algunas distinciones, más que definicio-
trata de acabar de cerrar o definir cada expresión, sino de delimitar un campo donde
podamos comunicarnos con cierta eficiencia. Veremos, por tanto, en cada salto, lo
que no son, lo que aportan y algunos ejemplos.
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cientes de ello. Las transducciones se basan en unos dispositivos para crear “situa-
ciones” peculiares de transformación, como unas “provocaciones” con cierta trans-
parencia, al estilo de las preguntas mayéuticas que formulaba Sócrates. De tal
manera que el rigor crítico está en la forma y fondo de las preguntas, y se dejan en
libertad los caminos que se puedan o quieran emprender a partir de ellas.
En primer lugar, el propio “grupo experto” del que partimos debería someterse
a prácticas críticas sobre los prejuicios que pudiera tener en sus primeras preguntas
y planteamientos. Avanzaremos mejor si los otros grupos que participan están tam-
bién en una predisposición poco dogmática desde un principio. Para que estos estilos
transductivos sean cooperativos debemos someter las preguntas iniciales a un filtro
participativo y plural, por ejemplo, con aquellas personas que acudan a las primeras
convocatorias. Es un estilo de hacer no sólo para el comienzo de un proceso, sino
permanente para toda la vida, según lo vemos.
Ejemplos: Existen diversas técnicas o prácticas que pueden ejemplificar las formas
de hacer operativo este principio. Los simples “juegos de rol”; o los “socio-dramas”;
o diversas formas de teatro-foro, “del oprimido”, etc. pueden ser mecanismos para
que otras personas vean (o vernos a nosotras mismas), en las expresiones gestuales
de nuestras representaciones, muchas de las cosas que no diríamos que pensamos.
Lo importante no es la técnica en sí misma sino para qué la queremos utilizar, y en
ese sentido lo más importante es el papel de preguntas desveladoras de los prejui-
cios ocultos o creativas de una mayor profundización y reflexividad de los procesos.
Por ejemplo, con un “transecto” o paseo de profesionales con campesinos y cam-
pesinas, nombrando y calificando cada elemento que aparece en el campo, no sólo
se produce un intercambio de información, sino de estilos transductores. Los “si-
tuacionistas” en el medio urbano europeo lo que hacían eran “derivas”, que igual-
mente servían para perderse y dejar que las intuiciones propias y ajenas pudieran
aflorar y mostrar los prejuicios hacia los males urbanos de nuestras ciudades. A
partir de crear estas “situaciones” no cotidianas lo interesante es ver cómo adop-
tamos unos u otros estilos transductivos, y cómo nos relacionamos con los de las
otras personas.
Lo que no son: No es, desde luego, la mitificación de la comunidad como una unidad
o identidad a recuperar, sino como una serie de pequeñas redes sociales, en muchos
casos contrapuestas entre sí y en procesos muy variados. El que se parta del “análisis
de redes” no quiere decir que adjudiquemos roles deterministas a cada grupo o co-
lectivo, pues nada más lejos de nuestras intenciones que juzgar las posiciones (que
siempre están en procesos y suelen tener comportamientos paradójicos). El análisis
de redes muchas veces suele aparecer descontextualizado, como una variable en sí
misma suficientemente explicativa, pero tampoco es lo que planteamos, pues lo en-
cuadramos entre los condicionantes socio-económicos y culturales de cada situación
concreta. No lo consideramos sinónimo de “movimientos sociales”, con esas descrip-
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ciones de sus características estructurales (sobre todo externas) que se suelen hacer
en sociología. Los intentos de definir los “movimientos sociales” encasillándolos no
suelen tener en cuenta sus características internas y su variabilidad tanto hacia la
acumulación de fuerzas como hacia su degeneración. Por eso preferimos hablar de
conjuntos de acción, que no revisten valoraciones a priori sobre sus sentidos tras-
cendentes sino sobre sus momentos y potencialidades ante cada transformación
concreta.
Lo que aportan: No basta la buena voluntad de querer aprender con los movimientos
o las asociaciones. Los conjuntos de acción, tal como los entendemos, lo que aportan
es una integración de tres variables, tres elementos clave, que se han mostrado es-
clarecedores en los procesos mismos. Son las redes de confianza y miedo internas
en las comunidades, los condicionantes de clase social y las posiciones ideológicas
ante cada problema concreto en disputa. Los y las analistas venían escribiendo sobre
la “clase en sí” y la “clase para sí” aunque en nuestra matriz hemos añadido la “clase
así”, es decir, cómo es en la vida cotidiana de cada lugar, cómo se han ido constru-
yendo las relaciones y vínculos entre grupos, sectores, etc. Lo que construimos con
los propios sujetos implicados son instantáneas de un proceso, radiografías o foto-
gramas de una película que está siempre en cambio continuo, y a veces muy poco
previsible. “Todo lo real es relacional” y por eso nos interesan más los vínculos y lo
que puedan ser sus dinámicas que las definiciones de los grupos o sectores que so-
portan las relaciones. No es posible lo uno sin lo otro, pero es más posible cambiar
las relaciones que los sujetos por sí mismos, y esto es lo que pretendemos aportar.
También aportamos con los conjuntos de acción una forma concreta de manejar que
lo “político está en lo cotidiano”. Es posible ver la correlación entre la familia patriar-
cal con su estructura vincular, típica de tal o cual cultura, con lo que aparece en la
escuela, las relaciones de trabajo o la dominación simbólica en el conjunto de la so-
ciedad. Las relaciones de poder que podemos percibir desde cualquier forma de con-
versación pueden ser base para construir participativamente, con miembros de
diversos conjuntos de acción locales, algunas estrategias socio-políticas que vayan
más allá de cada situación concreta.
Ejemplos: Tal como utilizamos en nuestras prácticas los sociogramas, vamos más
allá de los “Diagramas de Venn ” o de los “mapeos” o análisis de redes convencio-
nales.
b) En segundo lugar, al hacerlo con ejes (de clase social y de ideologías) y cruzar
tando mucha más información y más compleja.
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c) En tercer lugar, tendremos una primera radiografía que, aun siendo borrosa
grupos de discusión, talleres, análisis de datos secundarios, etc.
por ser la inicial, nos sirve para poderla comparar más adelante con los socio-
gramas siguientes, ya documentados con entrevistas y otras formas conver-
sacionales, e ir verificando así (con sucesivos sociogramas) lo que estamos
construyendo en cuanto a relaciones en el proceso.
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en los procesos que costará años de nuevas prácticas y de una nueva cultura, con
sus nuevos procedimientos de metodologías participativas. Igual que la práctica elec-
toral representativa ha necesitado de bastantes años para consolidarse como refe-
rente democrático, también los talleres y asambleas, las redes sociales de iniciativas,
las votaciones ponderadas, el mandato a quienes tienen responsabilidad de gestión,
los planes de tipo integral comunitario, etc. tendrán que seguir un proceso de mejora,
con avances y retrocesos, que vayan dando resultados para que se lleguen a conso-
lidar. Lo que aportamos es que ya se ha empezado con estos procesos, para demos-
trar que las cosas están cambiando.
Ejemplos: los Presupuestos Participativos no son nada revolucionarios desde el punto
de vista de que impliquen un cambio radical de las clases sociales o del sistema eco-
nómico. Simplemente introducen, con mayor o menor coherencia, unos sistemas
más transparentes y participativos de hacer unas propuestas de iniciativas que el
gobierno se compromete a realizar al año siguiente. Tanto los Planes comunitarios
como otras formas de procesos con “acciones integrales” tampoco significan más
que mejoras consecuentes con los sistemas de cogestión social que proclama cual-
quier partido. Las “Iniciativas Legislativas Populares”, o los “Foros Cívicos” para el
seguimiento con “índices de calidad de vida”, o tantas otras nuevas formas que se
ensayan en muy diversas ciudades y comarcas, son el caldo de cultivo para que vayan
madurando las democracias participativas y su “eco-organización” (Maturana, 1995,
Morín, 2003, Capra, 2003). Creemos que algunas Redes de seguimiento de los pro-
cesos en marcha son más operativas en la medida en que tratan de articular entre sí
varias de estas metodologías y, sobre todo, si lo hacen a partir de alianzas estratégi-
cas de varios “conjuntos de acción”. La “eco-organización” que supone una Red de
seguimiento tiene sus pautas relacionales entre “Mesas de Trabajo” por temas, los
Grupos Motores, con sus cronogramas de actuación y de rendir cuentas por las ta-
reas planteadas, etc. Y todo esto supone prácticas muy diferenciadas en unas y otras
localidades y culturas, pero con algunos elementos comunes que es bueno conside-
rar y desarrollar.
Lo que no son: Tal como las utilizamos, no son ni posiciones intermedias ni gradua-
lismos entre los dilemas opuestos que se nos presentan. Tenemos que aclarar esto
porque la tendencia ante los dilemas de los opuestos es buscar posiciones a medio
camino, y con las “reversiones” lo que se plantea es “desbordar” tales supuestos. Es
no aceptar, por ejemplo, el debate entre lo “reformista” y lo “revolucionario” como
un planteamiento previo a la acción que, en general (en el siglo xx), ha paralizado
más que animado para la transformación social (Núñez, 2001). En la práctica mu-
chos procesos revolucionarios han acabado haciendo reformas y algunos procesos,
por las reformas, han acabado radicalizándose en revoluciones. Por eso tratamos de
huir de dilemas un tanto sectarios que sirven para muy poco en los procesos comu-
nitarios de la vida cotidiana de la gente. Las “reversiones” se plantean desbordar los
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Partimos de una idea básica: los problemas nunca son individuales. Y lo decimos en
un doble sentido: por un lado, cualquier problema social lo sufren muchas personas,
es necesario desbancar la idea de culpa y de estigma por ser una persona pobre,
desempleada, no tener vivienda, etc. Es un problema de organización estructural de
la sociedad. No hay que obviar las connotaciones políticas que tienen los problemas
y así trabajarlo con las personas que los sufren; externalizar la situación. Por otro
lado, cualquier problema, aunque nos parezca muy personal, afecta a muchas per-
sonas que pertenecen a nuestras redes, por eso en la construcción de soluciones te-
nemos que pensar en utilizar todas las redes posibles. Y ver más allá de la persona
que manifiesta el problema (Pichón-Rivière, 1991, Lomnitz, 1994, Dabas, 1993).
Aunque el dolor de una situación sea expresado por una persona, otras muchas
están afectadas y seguramente lo podrían expresar de otra manera. Por eso es con-
veniente preguntar cómo lo viven las otras personas, qué dicen, cómo expresan el
dolor, cuáles son sus “gritos” de malestar. Las potencialidades también vienen de las
distintas redes, de los apoyos que proporcionan esas redes de vida cotidiana que te-
nemos. Las personas estamos “enredadas”, principalmente, en cuatro espacios de
relaciones que nos influyen y en los que influimos: una red familiar que nos influye
desde nuestro nacimiento y durante toda la trayectoria vital, incluyendo la familia
construida por cada persona (Bott, 1990); una red de trabajo, de ocupación; una red
de ocio, la formada por las personas con las que compartimos el tiempo libre, el
tiempo de juego; y una red local, porque siempre vivimos en algún lugar, algún en-
torno que nos influye. Además de estas redes, algunas otras nos protegen: las de los
servicios de protección social que, para un trabajo efectivo, tendrían que estar en
conexión, trabajar “en red”, evitando así el fraccionamiento de la realidad de las per-
sonas.
Insistimos en que el trabajo se tiene que basar en que las personas, colectivos y
comunidades, tengan constituidas unas redes y que las relaciones sean lo más
“sanas” posibles. Una de las graves deficiencias que conlleva el hecho de las migra-
ciones es precisamente el corte brusco que se produce con todas las redes, de ahí la
sensación de desvalimiento y la búsqueda de nuevas redes. Es muy importante faci-
litar esta labor, por ejemplo, dando información de forma grupal a personas migran-
tes y así propiciar su encuentro, intercambio y creación de vínculos entre ellas. A
nivel menos micro, tenemos también que luchar por unas redes sociales de protec-
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Para trabajar en estos objetivos tenemos que impregnar con ellos todas nuestras
actividades, todas nuestras observaciones, comentarios y reflexiones con la pobla-
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ción, aprovechando cualquier circunstancia para incidir en ellos. Estas primeras ob-
servaciones nos darán pie a hacer comentarios “provocativos”, preguntas ingenuas
sobre las costumbres “normales”. Para un cambio profundo de estas costumbres,
que son reflejo de valores arraigados, tienen que pasar muchos años pero también
se pueden observar cambios rápidos que propician el comienzo del camino. Hay que
prestar mucha atención, cualquier ocasión es buena para provocar la reflexión en
un colectivo. Por ejemplo, si estamos hablando con niños que juegan al fútbol en una
plaza, les podemos provocar preguntándoles dónde están las niñas aficionadas a ese
deporte. Cuando hablamos con varones adultos, es conveniente introducir preguntas
sobre sus hijos e hijas, o cualquier otro asunto “doméstico”, algo que hacemos habi-
tualmente cuando hablamos con mujeres. Al contrario, cuando hablamos con muje-
res, podemos preguntarles por la vida del barrio, por los movimientos asociativos,
por las demandas de la comunidad, por la vida pública…
Sustentabilidad
Este principio hace referencia a una serie de condiciones que tienen que darse para
que un proceso se pueda mantener, sustentar, sin grandes apoyos externos y que no
sea agresivo con el entorno natural, cultural y de convivencia. Casi todos los procesos
de cambio requieren una “chispa” externa que lo provoque, puede ser incluso una
crisis o la intervención de personas profesionales, pero lo que se pretende es conseguir
cambios que no dependan, a la larga, de elementos externos, así se avanzará hacia pro-
cesos sostenibles. Para ello es imprescindible que haya un grupo, más o menos nume-
roso (el “grupo motor”), que se “apropie” de nuevas formas de relacionarse en las
distintas redes (en las familias, en lo laboral, en las formas de desarrollo de actividades
de ocio y en lo local), que sepa resolver conflictos de otras maneras, que haya “levan-
tado el foco” analizando el contexto y que, por supuesto, esté implicado en el proceso.
Otro elemento de sustentabilidad es la sustentabilidad “técnica”. Debemos siem-
pre manejar tecnología accesible a las personas con las que trabajemos, para que
piensen que ellas también lo pueden hacer, que podrían aprender a hacerlo. Pocas
cosas requieren de una tecnología muy sofisticada, tenemos que darle más impor-
tancia a los principios metodológicos que a deslumbrar con medios técnicos.
No podemos olvidar la sustentabilidad medioambiental, todas las soluciones y
medios que se utilicen tienen que estar marcados por este principio. Ello supone re-
flexionar sobre los modelos de desarrollo que se estén barajando, los medios que se
quieren utilizar, cuáles son las consecuencias de nuestras decisiones, las lógicas de
consumo, qué desechos producimos, etc.
Cuando hablamos de sustentabilidad cultural se trata de tener en cuenta el res-
peto a las diferencias. No se pueden introducir cambios bruscos en la escala de va-
lores de una determinada cultura o creencia porque no sería sostenible, los cambios
requieren unos tiempos, unas actitudes y mucho compartir. Es bueno empezar y po-
tenciar los rasgos comunes para crear las confianzas necesarias que permitan dis-
frutar después de las diferencias.
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Por un lado, esta integralidad consiste en “levantar el foco” del problema concreto y
ver los distintos ámbitos que lo rodean y las distintas redes que están implicadas;
por otro, no sectorializar el problema, no aislar variables. Ninguna persona está sola
con un problema ni ningún problema atañe a una sola variable ni, por supuesto, a
una sola persona. El dicho popular de “ningún mal viene solo” habría que comple-
tarlo con “ni a una sola persona”. Cualquier problema, por muy concreto que parezca,
afecta a bastantes personas, de forma directa o indirecta, y a varias facetas de la vida.
Igual que las personas estamos, queramos o no, relacionadas por distintas redes, los
problemas afectan a todos los sistemas implicados (Navarro, 1993). Esto lo vemos
fácil cuando tenemos un dolor en alguna parte del cuerpo; todo el cuerpo está afec-
tado, no es posible aislar completamente una parte del resto. Si vamos subiendo en
la escala de complejidad de los sistemas, sabemos que el problema que está señalado
en una persona afecta a toda la familia. Si es una familia la señalada con un problema,
éste afecta a toda la gente que convive cerca, a todas sus redes de convivencia, con
más o menos intensidad. Así hasta llegar a un nivel más grande en que sabemos que
no podemos aislar barrios, ciudades, países o continentes y que “sus” problemas no
nos afecten.
En todas nuestras acciones, por muy pequeñas e intrascendentes que nos parez-
can, debemos tener presentes todos y cada uno de estos principios. No es que tenga-
mos que acordarnos conscientemente de todos y cada uno porque entonces nos
paralizaríamos, sino tenerlos interiorizados, asumidos, que con el tiempo y la práctica
cualquier actuación tenga esa perspectiva. Podríamos decir que es construir una
forma de ver el mundo y por tanto una forma de vivir y de ejercer una profesión.
¿Podemos explicitar unos principios básicos comunes que sustenten el trabajo y nos
guíen? ¿Tenemos claros los objetivos del trabajo para poderlos tener presentes en
lo cotidiano? Desde esta perspectiva no podemos dar explicaciones de cómo son las
personas, los pueblos o las distintas situaciones en que estamos inmersos, sino ex-
plicar cómo se han obtenido los datos, cómo se han construido y cómo son los ca-
minos que se están abriendo para caminar hacia situaciones más ventajosas para la
ciudadanía. Tenemos que procurar que las personas identifiquen las barreras que
les impiden desarrollar sus potencialidades, las limitaciones estructurales existentes
en su vida cotidiana (Red CIMS, 1998).
Pero incluso al intentar aplicar estos caminos se da la incoherencia entre lo que
decimos y lo que hacemos, y éste es uno de los mayores problemas en la aplicación
de las metodologías participativas. Las posibles reacciones ante las incoherencias
entre el decir y el hacer nos llevan a distintos “estilos” de actuar como profesionales
o facilitadores y/o facilitadoras de los procesos participativos. Podemos reaccionar
de diferentes maneras:
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1. Con un estilo conformista: “total, todo es igual y tengo que trabajar”, “si no lo
hago yo lo harán otras personas”, “siempre ha sido así”, “yo solo no puedo
2. Con el que llamamos estilo reformador, que intenta, desde dentro, ir cam-
hacer nada”, “yo haré mi trabajo y punto”, etc.
nera que se sea modelo para los demás. Es una postura sacrificada y que
pone en el horizonte un modelo previamente definido de dónde está la vir-
tud, define de antemano el bien y el mal. No lleva a la reflexión ni a la cons-
trucción conjunta, sino que muestra a los demás el “buen camino”.
Corresponde a un “para qué” educativo y se ejerce cuando se está seguro
de tener “la verdad”, o por lo menos la verdad posible. El problema suele
estar en la desilusión que nos va impregnando porque la ciudadanía no re-
acciona tal como creemos que debe hacerlo. Nuestro discurso se va llenando
de quejas y solemos decir eso de que “la gente no quiere implicarse, no
Desde hace tiempo se han puesto en marcha una serie de dispositivos participativos
que deberían haber creado ya unas “masas críticas” capaces de realizar las trans-
formaciones que se están demandando, pero nos encontramos con varios problemas
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pero también entre quienes nos denominamos progresistas o del “mundo alterna-
tivo”. A pesar de todo, existen ya suficientes casos experimentados, aunque sean
pocos, para demostrar que estas nuevas formas funcionan mejor que las tradicio-
nales en casi todas las comunidades (veremos algunos ejemplos variados en las fi-
chas finales del libro). Lo que queremos plantear es que, además de los enfoques
teóricos y metodológicos-técnicos, se necesita aún mucha práctica y pedagogía de
la formación-acción participativa para que puedan observarse cuáles son los mejores
caminos a recorrer en cada experiencia concreta.
Hemos de decir que entre quienes tienen la autoridad política y la responsabili-
dad profesional hemos encontrado verdaderas apuestas por experiencias alternati-
vas. Quizás más a título personal que por el partido o la ideología de que parten,
pues pocas personas leen los programas electorales y menos aún que procuren o
exijan su aplicación. Pero cuando alguna persona quiere hacer procesos participati-
vos de construcción de la acción y el conocimiento, realmente los resultados son
muy buenos.
Por ello, a pesar de la autocrítica expresada en este epígrafe debemos constatar
que existen casos en los que se demuestra la viabilidad de lo que estamos afirmando,
aunque también habría que reconocer que no pocos viven en sus “burbujas” y les
cuesta mucho abrirse a otras realidades que están surgiendo en el mundo. Como
también les cuesta que sus experiencias se conozcan, incluso en su realidad cercana
o las poblaciones contiguas. En el ámbito político y profesional no es infrecuente
que se den estilos poco participativos y comprometidos con la construcción colec-
tiva, y además porque no todos los movimientos sociales están reclamando la cons-
trucción de unas democracias más participativas y reales. ¿Qué se puede hacer con
este panorama político, profesional y de movimientos?
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GOBERNANZA
Auto y cogestión:
democracias desde
las bases sociales
Metodologías
participativas:
Reglamentos y escuchar, devolver,
comisiones proponer y priorizar
Información y
transparencia.
Rendición de cuentas
públicas INICIATIVAS E IMPLICACIÓN CIUDADANA
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Metodologías participativas
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política” española (a lo largo de la década de los 70`). Por este motivo es in-
lidad que ya se demostró para éstas y otras finalidades en la “transición
pias asociaciones, los movimientos sociales pueden proponer sus propias es-
2. Ante los problemas de ámbito político, de los y las profesionales y de las pro-
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de este siglo, y donde nos parece que merece la pena implicarse e innovar con
los colectivos que apuestan por ello.
rar que se están construyendo “democracias desde las bases sociales”, a partir de la
caso. Cuando la inclusión de las iniciativas de base se consolidan, se puede conside-
se puede decir que unas sean mejores que otras. Depende de su articulación creativa
en cada proceso concreto.
NOTAS AL CAPÍTULO 1.
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movimientos sociales. Por ejemplo el feminismo como crítica de los sistemas patriarcales,
y en concreto el eco-feminismo que vincula los valores de la vida y la cultura no patriar-
cal.
5 Articulación de diferentes metodologías implicativas. Ver Villasante (2006).
6 “Desarrollo: Proceso de crecimiento de una economía, a lo largo de la cual se aplican nue-
vas tecnologías y se producen transformaciones sociales, con la consecuencia de una
mejor distribución de la riqueza y de la renta” (R. Tamames).
7 Desde propugnar la “actuación local, pensamiento global”, de los movimientos ecologistas
y alternativos de los años 90 y el trabajo en lo micro (mi barrio, mi comunidad,...) se ha
ido pasando al actuar en lo global sin dejar de pensar en lo local. Se generaliza en nuestra
década el buscar la combinación adecuada entre acción global y local, tarea no siempre
fácil. En palabras de Boaventura de Sousa Santos: “Lo global transcurre localmente. Es
preciso hacer que lo local contra-hegemónico también transcurra globalmente”.
8 A partir de Paulo Freire (su práctica y sus escritos) se ha desarrollado un movimiento de
auto-formación popular en Latinoamérica y parte de África, sobre todo, conocido como
Educación Popular. Es base de buenas técnicas de alfabetización, de dinámicas comuni-
tarias, etc. Ver libros de Núñez (1989) y Jara (1998)
9 Carlos Matus (1995), ex-ministro de economía con S. Allende, ha desarrollado esta forma
de planificación según los intereses público ante situaciones de cierta complejidad. Uno
de sus dispositivos técnicos es el flujograma (que veremos en el capítulo 2), y posterior-
mente se ha podido aplicar en procesos de tipo local y participativo
10 Conjunto de técnicas de visualización construidas colectivamente, que se experimentó
en principio en zonas campesinas, pero de mucha utilidad en todas las situaciones de
participación popular. Son muy conocidas la Línea del Tiempo, Transectos, Juegos socio-
lógicos, etc., algunas de las cuales veremos en el capítulo 2.
11 Entre aportes prácticos y teóricos recibidos en las últimas décadas del siglo xx y primera
del xxI (hasta la actualidad) para la construcción de las metodologías participativas sobre
distintas ondas de implicación.
12 Ver Morín (2003).
13 Representación gráfica que nos muestra las relaciones existentes entre diferentes con-
juntos.
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