Didactica Instrumental
Didactica Instrumental
Didactica Instrumental
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Para poder establecer si es posible formular una didáctica instrumental, será necesario antes
examinar algunas posiciones, en particular lo que nos ofrece la tradición de la enseñanza
instrumental y lo que nos proponen el debate y las investigaciones en el campo de la
Pedagogía sobre los mismos temas. Precisamente, el interés por la didáctica instrumental es
relativamente reciente, a pesar de existir amplitud de textos sobre cada instrumento
específico, en los cuales es posible leer entre líneas la Didáctica de cada autor, es decir su
teoría implícita. Si tomamos en cuenta que la Didáctica es un saber que estudia la práctica
de la enseñanza-aprendizaje, podríamos entonces comenzar a delinear una posible
definición de qué se podría entender por didáctica instrumental.
Volviendo al tema de la imprenta, los libros fueron fijando por escrito los ejercicios que los
maestros de instrumento en tiempos anteriores inventaban para cada uno de sus alumnos,
sin pretensiones de validez absoluta. Además, cada autor simplemente proponía una especie
de introducción a las obras que él mismo escribía para su instrumento, en forma de lo que
hoy conocemos como "método", con el objeto de conducir al alumno gradualmente a
dominar su estilo específico. Es decir, los autores de métodos del siglo XIX no pretendían
agotar todos los temas indispensables para la preparación instrumental. Sin embargo, estos
textos se utilizaron como referentes con un carácter diferente, ya a partir de la mitad del
siglo XIX, tendiendo a absolutizar su valor, considerándolos fuente exhaustiva de ejercicios
de los que no se podía prescindir para el aprendizaje y estudio de un instrumento. De este
modo los ejercicios se fueron separando respecto a la práctica musical de obras
propiamente dichas, y se olvidó el origen y la función de estos ejercicios, generados en
contextos precisos, probablemente en función de alumnos con dificultades específicas en
obras precisas.
Según McPherson & Gabrielsson (2002), precisamente durante el siglo XIX se produjo una
modificación en el aprendizaje instrumental, que en tiempos anteriores (Gellrich & Sundin,
1993, cit. en McPherson & Gabrielsson 2002) consistía en una práctica rica y variada, con
actividades creativas como la improvisación y la invención de pequeñas piezas o
fragmentos, mientras a partir de la mitad de este siglo, cuando los libros de música eran ya
comunes, ésta se transformó fundamentalmente en repetición de ejercicios y obras
preexistentes.
Si examinamos textos y tratados para el estudio instrumental anteriores a las fechas que
hemos indicado, nos encontraremos de frente a trabajos que proponen criterios generales de
aproximación al instrumento y que repiten los temas sobre los cuales se debate en la
actualidad. Recientemente, en un seminario de estudio realizado en Perusa (Italia) (1) sobre
didáctica instrumental, se concluyó que los planteamientos que se han ido alternando a lo
largo de la historia de la didáctica instrumental son dos: una corriente de enseñanza basada
en la linearidad o bien, basada en la aproximación compleja. Es decir, hay autores que
sugieren una didáctica instrumental basada en la gradualidad, en la descomposición de los
aprendizajes en elementos simples que se van acumulando, y otros que proponen una
aproximación compleja, en la cual la guía principal para el profesor son las capacidades y
competencias que el alumno lleva a la clase de instrumento, realizando de este modo una
aproximación holística a la práctica instrumental.
La frase que titula este párrafo fue pronunciada por el primer profesor que tuvo una alumna
mía en Italia, actualmente titulada en Clarinete y Didáctica de la Música. Su primer impacto
con las clases de instrumento consistió en esta frase, después de haber hecho su primer
intento de demostrar lo que sabía hacer con el clarinete: a pesar de todo no se desanimó y
logró seguir adelante, hasta lograr el objetivo de volverse profesional de este instrumento.
Independientemente de la dureza de la frase misma, ésta refleja con claridad cómo el
modelo del virtuosismo puede producir situaciones tremendamente problemáticas en la
relación docente-discente. Uno de los aspectos evidentes en este caso es el tema de las
competencias comunicativas y relacionales de las que debiera disponer cualquier enseñante
de cualquier asignatura. Indudablemente el profesor que pronunció esta frase no mostró en
ese momento su capacidad de relacionarse correctamente con su alumna, dándole la
posibilidad de utilizar las escasas competencias que había adquirido, para lograr seguir
avanzando en su camino de instrumentista. Al contrario, le manifestó un desprecio que
pudiera haber sido fatal, llevando a la muchacha a abandonar la práctica instrumental a raíz
de esta humillación. Por ello, es fundamental que el profesor de instrumento tenga la
posibilidad de adquirir herramientas comunicativas y relacionales que le permitan entregar
plenamente sus conocimientos y mediar la adquisición de éstos y de las competencias
instrumentales por parte del alumno, además de darle la posibilidad de vivir el aprendizaje
con entusiasmo e interés, en lugar de que cada clase llegue a ser un momento de tensión o
de sufrimiento. Sin embargo, aquí este tema quedará solamente esbozado, porque merece
una atención específica y más amplia.
El modelo del virtuosismo implica también otros aspectos, de los cuales aquí quisiera
mencionar la cuestión del modelo de belleza del sonido que determina la didáctica
instrumental, tema ya tratado en un artículo anterior respecto a estilos musicales
contrastantes (Jorquera J. 2001). La idea de fondo consiste en que en la mayor parte de los
casos se considera obvio que existe un sonido "mejor" que otro, aunque no se explicita
adecuadamente. Es verdad que este modelo se enseña a través del proceso de enculturación
en el ambiente en que el niño y el adolescente crecen, asimilando cómo determinados
sonidos son "más hermosos" que otros, pero se trata de una adquisición que requiere largo
tiempo de exposición a los valores de la cultura propia y que a menudo no se vuelven
plenamente conscientes.
La frase citada anteriormente contiene un juicio estético muy duro y negativo, que
descalifica completamente la producción sonora y musical de la joven aspirante a
clarinetista. Prácticamente, aun siendo principiante, no se le da ningún reconocimiento por
lo que ella efectivamente fue capaz de producir en ese momento, sino más bien al contrario,
se resalta sólo lo que ella no pudo hacer. Con toda probabilidad el profesor que la escuchó
se esperaba un sonido por lo menos "aceptable" en términos de cercanía respecto a su
patrón de belleza, aunque la estudiante fuera principiante.
En esta situación nos encontramos de frente a dos problemas: el primero está relacionado
con el juicio mismo, de valencia muy negativa y por tanto pedagógicamente
contraproducente, además de equivocado, y el segundo se refiere al modelo mismo de
belleza del sonido, que no se declara abiertamente y se da por subentendido, es decir que el
patrón de belleza propuesto por el profesor es implícito. El primer aspecto lo llamaría
"didáctica al negativo" o "didáctica deficitaria", porque en lugar de apreciar y darle sentido
positivo a lo que la alumna fue capaz de tocar, independientemente del valor estético que
esta producción pudiera tener, pone en primer plano lo que la alumna no logró alcanzar. La
estudiante produjo un sonido "como un buey", un sonido feo y no lo que el profesor se
esperaba, es decir, probablemente un sonido "bonito". Este problema lo plantean muchos
instrumentos: todos aquellos en que la primera aproximación a la ejecución instrumental
pasan a través del trabajo de generar el sonido, incluyendo el canto. En el caso de este
último, la cuestión del modelo estético de sonido está relacionada de manera evidente con
las diversas culturas vocales, que se pueden apreciar incluso dentro de nuestra misma
sociedad, considerando las diferencias relevantes que hay entre el estilo vocal de la ópera
lírica, la música antigua, la música de tradición oral o los diferentes géneros de la música
pop, etc. Estas mismas diferencias en el tipo de sonido emitido también existen,
obviamente, en el ámbito de la ejecución instrumental. En cualquier caso, el nivel de
conciencia que tenemos respecto al patrón de belleza del sonido característico de las
culturas musicales que habitualmente forman parte de nuestros hábitos de escucha parece
ser bastante bajo.
Precisamente, si admitimos que el modelo de belleza del sonido puede ser relativo, ya que
los sonidos que nosotros, músicos occidentales de cultura eurodocta, consideramos "feos" o
de "mala calidad" (que a fin de cuentas es exactamente lo mismo, porque ambas
expresiones se refieren a una misma escala de valores) pueden ser perfectamente aceptables
e incluso deseables en otras culturas, podemos asumir una actitud diferente y respetuosa de
la diversidad cultural en el sonido, no sólo respecto al alumno, sino también a la didáctica
misma. No deberíamos olvidar, además, que muchos de estos efectos sonoros que los
principiantes producen por falta de dominio del instrumento, son elementos tímbricos
propios de algunos estilos de música contemporánea culta, lo que les asigna un valor
particular, motivante, didácticamente enriquecedor y atractivo.
En general, según la cultura del ciudadano común, por "estética" se entiende todo lo
relacionado con lo bello y, más específicamente, como disciplina científica, ésta se ocupa
del estudio de las artes y, por consecuencia, de lo bello. Sin embargo, algunos enfoques
científicos de la estética no toman en cuenta que lo bello es relativo, como ilustramos
anteriormente, lo que revela un punto de vista etnocéntrico, referido al modelo cultural de
la música occidental eurodocta. Como sucede en muchos casos, cuando hay de por medio
una actitud etnocéntrica, se da por hecho el modelo al cual se hace referencia, sin
explicitarlo y considerándolo el único y el mejor. Como hemos visto anteriormente, lo bello
no es un valor absoluto, sino relativo, ya que debe ser contextualizado respecto a la cultura
misma que lo ha producido y a las reglas que ésta establece sobre qué debe ser evaluado
como bello. Por ello considero de fundamental importancia asumir una actitud más bien
abierta, que acepte de manera tolerante la posibilidad de expresiones diversas y no
contemple exclusivamente un solo patrón de belleza.
En el caso que hemos planteado, es decir el de la didáctica del canto o del instrumento, esta
actitud se vuelve indispensable, en función del principio pedagógico que mencionamos
anteriormente: toda actividad didáctica debe comenzar por aquello que el alumno ya sabe o
sabe hacer, es decir, no debe ser considerado tabula rasa, como proponían algunas
pedagogías del pasado. En este sentido el profesor debe evaluar, primero, lo que el alumno
realmente es capaz de producir — en el caso que hemos planteado como ejemplo se trataría
precisamente del sonido "feo" — y, luego, de valoración de esa competencia, aunque se
trate de una competencia lejana respecto al objetivo, estético, musical y didáctico de la
ejecución musical.
La actitud abierta respecto al patrón de belleza estaría además justificada por la misma
disciplina estética, si tomamos en cuenta que su nacimiento es ajeno al estudio de lo bello,
mientras se refería en cambio al estudio de la experiencia sensible. Precisamente
Baumgarten, inventor de la expresión "estética" y fundador de la ciencia que lleva este
nombre, se refería a la experiencia que cualquier ser humano puede realizar con los
sentidos (2).
En la búsqueda de una específica calidad de sonido, según los cánones de belleza ligados al
sistema tonal, al alumno no se le dice exactamente en qué consiste este patrón. Es así cómo
se le exige que emita un sonido "bello", dejando de lado todos los sonidos "feos" o no
deseables, porque no corresponden al patrón de belleza implícito, sin embargo común a
todos nosotros. En síntesis, enfocando la enseñanza, al contrario, como una búsqueda en la
cual están involucrados el estudiante y también el profesor, debería ser posible, antes que
nada, la aceptación recíproca. La enseñanza implica necesariamente que el profesor acepte
lo que el alumno es capaz de hacer en un momento dado, para permitirle llegar a dominar
herramientas técnicas que irá conquistando paulatinamente. Para ello el profesor se debe
plantear como mediador del aprendizaje del alumno, buscando junto a él los pasos a seguir,
también en la búsqueda del sonido estéticamente adecuado a las músicas que se van
presentando como repertorio para conocer y practicar.
4. La técnica
Como vimos anteriormente, en los últimos dos siglos se llegó a practicar ejercicios como
fin en sí mismos y, a través de éstos, la técnica se transformó en un elemento determinante
y con valor autónomo, descontextualizado respecto a las piezas musicales mismas.
Obviamente la técnica es fundamental, pero ahora veremos cómo hacer para que tenga un
valor realmente musical.
Si definimos la técnica como las acciones que tienen como fin el control del sonido,
podríamos poner en práctica múltiples formas de control del mismo, con resultados sonoros
y estéticos muy variados, pero todos ellos producidos por una acción voluntaria que nos
permitirá alcanzar un sonido específico, según cómo lo hemos planificado. Con este
concepto amplio de la técnica no interesa que el sonido que se produzca tenga unas
cualidades pertenecientes a uno u otro estilo musical, sino que es más importante que la
acción que se realiza sea repetible, lo que asignaría, además, carácter observable y, por
tanto, científico a la acción. Debe quedar claro, en todo caso, que la pretensión de
cientificidad de los catálogos que contemplan todas las posibles combinaciones de sonidos,
ritmos y articulaciones se refiere a un modelo positivista, en el cual al sujeto protagonista
de su propio aprendizaje no se le toma en consideración. Al contrario, aquí nos referimos a
una técnica con características de funcionalidad respecto al sujeto y aplicable en productos
creativos del propio aprendiz o bien en un repertorio elegido expresamente para que el
alumno pueda utilizar los aprendizajes que realiza avanzando paso tras paso. Con una
aproximación de este tipo, en lugar de restringir la acción musical a la repetición de
modelos preestablecidos, se puede abrir un amplio campo de búsqueda creativa y
aprendizaje de elementos musicales no necesariamente tonales, sin embargo indispensables
para la formación de la sensibilidad musical del futuro instrumentista.
Según Delalande (1993) es posible adquirir competencias generales (se refiere a lo que
habitualmente se denomina con la expresión ambigua de musicalidad) a partir de los
primeros meses de vida, realizando acciones experimentales sobre materiales y objetos
diferentes. En esta primera etapa el niño se interesa fundamentalmente por el objeto en sí
mismo y su funcionamiento, mientras en la etapa siguiente comienza a dirigir la atención de
manera más clara hacia el sonido. Sin embargo, según este autor, el niño está adquiriendo
competencias musicales que luego serán transferibles, es decir que podrán ser utilizadas
indiferentemente en la ejecución de cualquier instrumento. Es evidente que las técnicas que
el niño utiliza a tan corta edad son de naturaleza diferente respecto a las que se requerirán
más adelante en la práctica instrumental, pero aun así podrá servirse de estos aprendizajes
precoces. Los materiales sonoros y musicales que los niños producen en estas etapas
precoces se encuentran muy lejanos respecto a los productos musicales tonales, pero no por
ello dejan de tener función formativa respecto a la música: al contrario, son experiencias
indispensables, ya que el niño en estas fases de la vida aprende a través de su propia acción,
experimentando.
Considerar que existe una única técnica para cada instrumento es pedagógica y
didácticamente problemático, porque esto significaría que la misma técnica es aplicable en
todos los casos, sin tomar en cuenta las diferencias individuales. Hay características
individuales evidentes, como las dimensiones del cuerpo, de los brazos, de las manos, etc.
que demuestran cómo el uso de una sola técnica puede producir problemas a quien no se
ajusta al modelo ideal de músico, incluso refiriéndonos a aspectos físicos de cada
individuo. De manera similar, cada alumno se encuentra de frente a dificultades de
ejecución en una pieza que no son idénticas para todos. Por ello resulta más funcional el
ejercicio inventado ex profeso, como hacían los maestros del pasado cuando los libros
impresos tenían costos muy altos, para resolver los problemas a medida que se vayan
presentando. De este modo, la técnica se irá elaborando a partir de la música misma, de la
pieza musical que se estudia.
Así como se fabrican instrumentos pequeños para niños principiantes de corta edad, cada
profesor debería "fabricar" una técnica apropiada según las caracetrísticas físicas, motrices,
cognitivas y afectivas de cada alumno. Como hemos visto, la técnica requiere de
explicaciones y adaptaciones dictadas por conocimientos científicos. Una técnica no
fundamentada es asimilada por parte del estudiante como una obligación incuestionable
que, a fin de cuentas, produce dependencia. Es indispensable que cada alumno pueda
conquistar su propia independencia en el estudio del instrumento, para poder seguir
adelante cuando termine sus estudios, sin tener que recurrir a nuevos o antiguos profesores,
como sucede con mucha frecuencia entre los músicos que han terminado sus estudios.
Por estas razones, para poseer un amplio repertorio de soluciones para casos diferentes,
resulta muy enriquecedor conocer el modo de trabajar (y el "recetario") de profesores
diferentes. Contrariamente a lo que la tradición nos enseña, es decir que los cambios de
técnica producen problemas, el conocimiento de experiencias técnicas diferentes, como las
diversas "escuelas", nos proporciona una visión abierta y vasta de la ejecución instrumental.
De este modo, cambiar de profesor puede constituir un enriquecimiento importante.
Lo único que puede producir daño, en términos de técnica, son las técnicas poco
funcionales, es decir aquellas que no toman en cuenta el funcionamiento optimal del
aparato neuromuscular. Éstas serían las que podríamos llamar, sin rodeos, malas técnicas.
Una buena técnica, que sea funcional, es de fundamental importancia precisamente en la
práctica de la música eurodocta tonal, en la cual se requieren niveles de virtuosismo
bastante marcados. Por esta razón es determinante que el profesor de instrumento posea
conocimientos relacionados con el funcionamiento neuromuscular humano, que no se
limiten a la parte aparentemente involucrada en la ejecución, sino que contemplen el cuerpo
humano como un sistema en el cual todas sus partes están interrelacionadas. Estos
conocimientos le serán útiles al ejecutor-intérprete y también al profesor de instrumento,
para que pueda elaborar una técnica fundada científicamente.
5. Pedagogía y didáctica
Sin ser excesivamente rigurosos, podríamos admitir que la Pedagogía se puede aplicar al
campo musical, eligiendo aquellos temas comunes a toda la educación, contextualizados en
el ámbito musical. Sin embargo, el campo propio de estudio relacionado con la enseñanza-
aprendizaje musical debería ser precisamente la didáctica de la música. Se trata de una
disciplina teórica que está estrechamente relacionada con la práctica, que sin embargo no se
debe confundir con la práctica misma. Según Ferrández A. (1984),
"La didáctica especial hace siempre referencia a una asignatura concreta; también puede
hacer mención a un conjunto de asignaturas que tienen un contexto común". (p. 244)
Si la didáctica de la música es la disciplina especial que se ocupa del estudio de todas las
situaciones de enseñanza-aprendizaje relacionadas con la música, la didáctica instrumental
deberá utilizar los conocimientos generados en el campo de la primera. Por esto, para la
didáctica instrumental nos serán útiles más bien conocimientos de tipo general,
desprendidos de la psicología, sociología, antropología, en relación al docente y al discente;
luego, para lo relacionado con la materia, nos serviremos de los conocimientos
musicológicos, de la acústica, la biología, fisiología, neurología, etc.; en el ámbito del
método, recurriremos a los conocimientos de la pedagogía, entre otras. Como es posible
apreciar, se trata de temas de carácter general, en los cuales deberemos seleccionar aquellos
apartados que están directamente relacionados con nuestro ámbito de interés.
Según el Forum delle Associazioni disciplinari della scuola (1999), el docente debe poseer
conocimientos y competencias en los siguientes ámbitos:
Por lo tanto, el profesor debe formarse recurriendo a los saberes y competencias que le
permitirán gestionar todos estos aspectos. Esto refleja cómo la visión del profesor en la
actualidad comprende el saber experto, en nuestro caso la música, como uno entre otros
elementos que componen la profesionalidad docente. Este saber experto no puede ser
tomado como referencia absoluta para enseñar, sino que debe ser analizado y elaborado
para adecuarlo a las necesidades e intereses de los alumnos con los cuales se trabaja. Por
esta razón se relaciona el saber experto con el saber enseñado.
Dejando de lado el tema del estudiante, que ya ha sido mencionado anteriormente, respecto
a la relación y la comunicación, además de poseer un saber y dominar un saber hacer, el
docente deberá saber ser/estar en la relación con sus estudiantes. Las competencias
relacionales se pueden educar en los niños, de modo que también es posible modificar
hábitos de relación y de comunicación en los docentes a través de un aprendizaje
específico.
6. Didáctica instrumental
Como ya la tradición nos indicaba, debemos poseer herramientas que nos permitan actuar
adecuadamente con nuestros alumnos. Esto es, el docente debe ser capaz de diagnosticar
necesidades afectivas y cognitivas de sus alumnos, de estimular y reforzar su motivación,
de organizar las actividades por grados y valorar las diversas estrategias de aprendizaje,
manejando situaciones colectivas e individuales. Todo esto, a través del uso de válidas
herramientas de comunicación y relación, sin olvidar los aspectos técnicos de la enseñanza,
relacionados con el diseño, la realización y la evaluación de actividades. Además, las
competencias relacionales deberán ser utilizadas por el docente también en el contacto con
sus propios colegas, planificando y desarrollando proyectos, y con los padres de sus
alumnos, considerándolos colaboradores fundamentales en el proyecto formativo.
Finalmente, el profesor deberá saber relacionarse con las agencias del territorio en el cual
se desarrolla su actividad, enriqueciendo su enseñanza y el aprendizaje de sus alumnos,
individual y colectivamente, con todas aquellas oportunidades en las cuales se pueda
interactuar con el territorio, ya sea aprovechando de un concierto, por ejemplo, o bien
proponiendo actividades para el público en general.
Si suponemos que la didáctica instrumental puede existir como disciplina autónoma, ésta se
colocaría dentro del campo de las didácticas especiales que hemos mencionado
anteriormente. Por tanto, se trataría de una didáctica especializada dentro del ámbito de
estudio de la didáctica de la música, es decir una rama muy específica dentro de un campo
de estudio ya considerado especializado. Como dijimos anteriormente, la Didáctica de la
Música recoge los conocimientos procedentes de diversas disciplinas, de las cuales la que
cuenta con la mayor riqueza de estudios es la psicología de la música. Considerando el
punto de vista de McPherson (1996), que propone la existencia de siete campos en los
cuales el talento musical se puede desarrollar, y si el punto de vista que hemos mencionado
anteriormente es válido, deberían existir siete ámbitos en la Didáctica de la Música:
ejecución-interpretación, improvisación, composición, arreglos, análisis, apreciación,
dirección.
Respecto a la didáctica instrumental, contamos con el aporte de Ernst (1991), quien nos
indica sólo tres de los elementos mencionados por Ferrández (1984), es decir la materia, el
alumno y el profesor, aunque interrelaciona estos elementos de forma rica y múltiple. De
hecho, sugiere tres campos fundamentales que el profesor de instrumento debe abarcar: 1)
análisis y planificación como bases de una didáctica general de la enseñanza instrumental,
2) desarrollo (realización) de clases, y 3) observación, evaluación y ejercitación. Además de
contenidos tradicionales, como todo aquello que pertenece al ámbito del diseño curricular o
el abordaje de contenidos específicos que caracterizan la formación instrumental, entre los
temas que menciona este autor, en la parte dedicada a la realización de clases, asigna gran
importancia a los aspectos de la comunicación y la relación entre profesor y alumno/s.
Aunque se trata de una publicación anterior respecto a Ernst, Kohut (1985) propone una
aproximación amplia y rica, en la cual nos indica los campos de estudio que considera
fundamentales para la enseñanza-aprendizaje instrumental, manteniendo como hilo
conductor una aproximación psicológica: 1) aprendizaje perceptual-motor, fisiología
neuromuscular, principios psicofisiológicos del aprendizaje; 2) psicología de la enseñanza,
metodologías de la enseñanza instrumental; 3) principios, métodos y teorías relacionados
con la producción del sonido. Como podemos apreciar, la visión de la didáctica
instrumental que nos proponen Ernst y Kohut, si se le compara con las propuestas del
Forum delle Associazioni disciplinari della scuola (1999), resulta ser mucho más
restringida.
De ambos autores podemos desprender una serie de temas propios de la didáctica general,
como todo aquello que está relacionado con el aprendizaje, la metodología y el docente.
Otros aspectos que estos autores mencionan en sus textos son la motivación, que
habitualmente también se considera entre los conocimientos propios de la didáctica general.
A ellos habría que agregar la cuestión del interés, que según Renwick & McPherson (2002)
se debería distinguir respecto a la motivación, la de las expectativas propias, de los padres,
del profesor, de los pares y de otras personas que constituyen una referencia importante
para el alumno (McPherson & Davidson 2002), y todo aquello que se relaciona con la
autoregulación del aprendizaje (McPherson & Zimmerman 2002). Sobre este tema, según
los autores mencionados, mientras a los niños que comienzan con su formación escolar se
les acompaña para que gradualmente adquieran hábitos de esfuerzo y autonomía respecto a
la realización de sus deberes escolares, en el ámbito musical esto sucede en medida mucho
menor y disminuye al cabo de poco tiempo. Por tanto, el hábito de practicar cotidianamente
debe ser apoyado y sostenido por la red social constituida por la familia, principlamente, y
por otras personas de referencia del alumno.
Respecto a la cuestión del repertorio, como nos lo enseña la tradición, habría que plantear
un nuevo modo de enfrentar el aprendizaje. Un ejemplo tradicional son los programas de
examen, como están definidos para los Conservatorios italianos, según la ley de 1930,
actualmente vigente en gran parte, ya que la reforma no se ha desarrollado plenamente. En
estos programas se indican piezas que el alumno debe ser capaz de interpretar para lograr
los resultados correspondientes a un determinado nivel. Esto plantea dificultades
importantes, ya que el repertorio ha ido creciendo a través de la historia, de modo que la
limitación del tiempo en el cual el estudiante debe formarse dentro de una institución
impone elegir una pequeña parte del repertorio total. Si consideramos que en el ámbito de
la educación general, por estas mismas razones, se ha llegado a concluir que más que
conocimientos se necesitan herramientas (Comellas 2000) que permitan el acceso a éstos,
deberíamos desarrollar un planteamiento análogo para el aprendizaje instrumental y
musical en general. Es más importante que el alumno aprenda a aprender, para poder
enfrentar el repertorio que él mismo elegirá, a través de un muestreo de repertorio que para
él pueda ser significativo. Centrar la enseñanza instrumental en un repertorio fijo podría
producir el mismo tipo de dependencia que provoca el aprendizaje de la técnica
instrumental a través de ejercicios preestablecidos, de modo que el estudiante no llega a
prescindir de aquello que el profesor le entrega. Al contrario, es indispensable promover la
autonomía en el aprendizaje instrumental desde muy temprano, para que el propio alumno
pueda elaborar métodos de estudio adecuados a su estilo cognitivo y su modo de gestionar
el tiempo y su aprendizaje, llegando a elegir un repertorio que le permita desarrollar
además su entusiasmo por la música y por el instrumento.
Considerando la educación un evento que involucra una red en la cual el alumno está
integrado, Gimeno S. y Pérez G. (2000) nos sugieren que los aportes de la psicología son
insuficientes para enfrentar los temas de la enseñanza-aprendizaje, ya que el conocimiento
que aporta esta disciplina se refiere a individuos. En el caso de la didáctica instrumental, el
conocimiento de la psicología puede ser de interés, aunque no es suficiente para su plena
elaboración. Precisamente, ni siquiera la interacción entre un profesor y un alumno, en
clases individuales, no puede ser considerada como el resultado de la psicología de dos
individuos aislados, sino que debe ser estudiada, como hemos dicho, en forma de una
interacción. Cuando ésta se realiza en pequeños grupos, como es cada vez más frecuente en
el ámbito de la enseñanza instrumental, nos encontramos sin duda en el campo de la
experiencia enriquecedora de lo que Gay Cialfi (1988) llama aprendizaje socio-cognitivo, o
bien aprendizaje cooperativo según otros autores (Ovejero 1990). Podríamos agregar aquí
todo aquello que se refiere al estudio de los grupos, su organización y funcionamiento,
como conocimiento esencial para desarrollar la enseñanza instrumental grupal (por
ejemplo, Stella Tartarelli 1993). Como podemos apreciar, también los temas mencionados
poco antes se encuentran en ámbitos de estudio generales, propios de la Didáctica.
El aprendizaje instrumental más frecuente en las culturas de tradición oral, según Facci,
consiste esencialmente en escuchar y observar, por largos períodos de tiempo, a través de
una asimilación global de aquello que se debe aprender, pasando por una fase de
memorización, para luego ser "autorizados" por el maestro a ser considerados
instrumentistas propiamente dichos. Indudablemente las culturas de tradición oral pueden
ofrecernos variedad y riqueza de recursos que podrían ser utilizados en la didáctica
instrumental. Por ello, sería oportuno dedicar energías a la investigación de este campo
muy amplio, en el cual podríamos encontrar soluciones para los problemas que enfrentamos
cotidianamente en las clases de instrumento.