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Didactica Instrumental

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Cecilia Jorquera Jaramillo

Escola Superior de Música de Catalunya

Indice

1. La Didáctica instrumental según la tradición


2. Suoni come un bue! ("¡Tocas como un buey!")
3. Patrones de belleza y didáctica
4. La técnica
5. Pedagogía y didáctica
6. Didáctica instrumental

Para poder establecer si es posible formular una didáctica instrumental, será necesario antes
examinar algunas posiciones, en particular lo que nos ofrece la tradición de la enseñanza
instrumental y lo que nos proponen el debate y las investigaciones en el campo de la
Pedagogía sobre los mismos temas. Precisamente, el interés por la didáctica instrumental es
relativamente reciente, a pesar de existir amplitud de textos sobre cada instrumento
específico, en los cuales es posible leer entre líneas la Didáctica de cada autor, es decir su
teoría implícita. Si tomamos en cuenta que la Didáctica es un saber que estudia la práctica
de la enseñanza-aprendizaje, podríamos entonces comenzar a delinear una posible
definición de qué se podría entender por didáctica instrumental.

1. La Didáctica instrumental según la tradición

La didáctica instrumental de la actualidad es, obviamente, un producto histórico. Sin


embargo, no emprenderemos aquí el camino del análisis histórico, que indudablemente
arrojaría luces importantes sobre el tema que pretendemos enfrentar aquí. La didáctica
instrumental del comienzo del siglo XXI es hija, por así decir, de la tradición más reciente,
aquella de los últimos dos siglos. Si recordamos qué sucedió con la didáctica instrumental
en estos últimos dos siglos, cabe destacar, refiriéndonos a la tradición escrita, que en el
siglo XIX se desarrolló paulatinamente la imprenta musical masiva, gracias a la litografía,
método de impresión inventado por A. Senefelder en 1796 y masificado en el ámbito
musical a partir de 1830. De modo que las obras escritas comenzaron a difundirse primero
en círculos relativamente estrechos – aquellas personas que podían permitirse la compra de
estos libros – para llegar, durante el siglo XX a alcanzar un mercado bastante más amplio.
Otro evento fundamental de esta historia reciente fue el desarrollo del virtuosismo
instrumental, que gradualmente fue exigiendo medios técnicos cada vez más refinados, para
exaltar las personalidades de músicos instrumentistas extraordinarios. Más tarde, a fines del
siglo XIX, nacen una serie de técnicas que permiten multiplicar las obras de arte y hacerlas
conocer a un público cada vez más numeroso, en el caso de la música con los primeros
experimentos de grabación fonográfica por parte de Edison en 1877. Por lo tanto, con el
acceso a las obras de arte a un numeroso público, nace el mercado de consumo que vuelve
pasivo al público en sí y, por otra parte, se encuentra una élite de músicos profesionales
cada vez más especializados y virtuosos.

Volviendo al tema de la imprenta, los libros fueron fijando por escrito los ejercicios que los
maestros de instrumento en tiempos anteriores inventaban para cada uno de sus alumnos,
sin pretensiones de validez absoluta. Además, cada autor simplemente proponía una especie
de introducción a las obras que él mismo escribía para su instrumento, en forma de lo que
hoy conocemos como "método", con el objeto de conducir al alumno gradualmente a
dominar su estilo específico. Es decir, los autores de métodos del siglo XIX no pretendían
agotar todos los temas indispensables para la preparación instrumental. Sin embargo, estos
textos se utilizaron como referentes con un carácter diferente, ya a partir de la mitad del
siglo XIX, tendiendo a absolutizar su valor, considerándolos fuente exhaustiva de ejercicios
de los que no se podía prescindir para el aprendizaje y estudio de un instrumento. De este
modo los ejercicios se fueron separando respecto a la práctica musical de obras
propiamente dichas, y se olvidó el origen y la función de estos ejercicios, generados en
contextos precisos, probablemente en función de alumnos con dificultades específicas en
obras precisas.

Según McPherson & Gabrielsson (2002), precisamente durante el siglo XIX se produjo una
modificación en el aprendizaje instrumental, que en tiempos anteriores (Gellrich & Sundin,
1993, cit. en McPherson & Gabrielsson 2002) consistía en una práctica rica y variada, con
actividades creativas como la improvisación y la invención de pequeñas piezas o
fragmentos, mientras a partir de la mitad de este siglo, cuando los libros de música eran ya
comunes, ésta se transformó fundamentalmente en repetición de ejercicios y obras
preexistentes.

Cabe mencionar que la aproximación basada en ejercicios se realizó de manera sistemática,


acorde con el racionalismo cartesiano, en los textos desarrollados en el Conservatorio de
París, llegando a establecer verdaderos catálogos completos, con combinaciones posibles de
sonidos, ritmos y articulaciones, sin que éstas fueran efectivamente parte de piezas
musicales y en algunos casos con un valor musical bastante discutible. Es decir, se llegó a
racionalizar los ejercicios, pero sin una conexión real con la música que se debería tocar
con el instrumento: la "técnica" se transformó en un fin en sí mismo, a través de la
realización de ejercicios muy analíticos, pero completamente descontextualizados. Los
ejercicios se dirigieron al dominio de los ingredientes fundamentales de la música tonal, es
decir las escalas, los acordes y arpegios, sin formar parte de la música verdadera: las piezas
musicales que se deberían ejecutar con los instrumentos.

Si examinamos textos y tratados para el estudio instrumental anteriores a las fechas que
hemos indicado, nos encontraremos de frente a trabajos que proponen criterios generales de
aproximación al instrumento y que repiten los temas sobre los cuales se debate en la
actualidad. Recientemente, en un seminario de estudio realizado en Perusa (Italia) (1) sobre
didáctica instrumental, se concluyó que los planteamientos que se han ido alternando a lo
largo de la historia de la didáctica instrumental son dos: una corriente de enseñanza basada
en la linearidad o bien, basada en la aproximación compleja. Es decir, hay autores que
sugieren una didáctica instrumental basada en la gradualidad, en la descomposición de los
aprendizajes en elementos simples que se van acumulando, y otros que proponen una
aproximación compleja, en la cual la guía principal para el profesor son las capacidades y
competencias que el alumno lleva a la clase de instrumento, realizando de este modo una
aproximación holística a la práctica instrumental.

2. Suoni come un bue! ("¡Tocas como un buey!")

Hasta ahora hemos analizado el desarrollo de la didáctica musical e instrumental en


términos razonables, aceptados por todos. Sin embargo, los valores implicados en la
práctica musical virtuosística pueden llegar a extremos de verdad poco razonables. Esto se
debe, por una parte, al poco interés que algunos músicos manifiestan por la enseñanza, de
modo absolutamente comprensible, ya que el objetivo primario que se habían planteado era
el de dedicarse de lleno a tocar música; la docencia representa entonces una necesidad
ligada más bien a contingencias cotidianas y no a la autorrealización del músico con su
actividad. Además, el músico se ve obligado a contar con su intuición para desarrollar una
actividad – la docencia – para la cual no dispone de preparación profesional específica y en
algunos casos la intuición no es una herramienta suficiente para resolver problemas
planteados por estudiantes apasionados, pero que se ven enfrentados a las múltiples
dificultades de la primera aproximación al instrumento.

La frase que titula este párrafo fue pronunciada por el primer profesor que tuvo una alumna
mía en Italia, actualmente titulada en Clarinete y Didáctica de la Música. Su primer impacto
con las clases de instrumento consistió en esta frase, después de haber hecho su primer
intento de demostrar lo que sabía hacer con el clarinete: a pesar de todo no se desanimó y
logró seguir adelante, hasta lograr el objetivo de volverse profesional de este instrumento.
Independientemente de la dureza de la frase misma, ésta refleja con claridad cómo el
modelo del virtuosismo puede producir situaciones tremendamente problemáticas en la
relación docente-discente. Uno de los aspectos evidentes en este caso es el tema de las
competencias comunicativas y relacionales de las que debiera disponer cualquier enseñante
de cualquier asignatura. Indudablemente el profesor que pronunció esta frase no mostró en
ese momento su capacidad de relacionarse correctamente con su alumna, dándole la
posibilidad de utilizar las escasas competencias que había adquirido, para lograr seguir
avanzando en su camino de instrumentista. Al contrario, le manifestó un desprecio que
pudiera haber sido fatal, llevando a la muchacha a abandonar la práctica instrumental a raíz
de esta humillación. Por ello, es fundamental que el profesor de instrumento tenga la
posibilidad de adquirir herramientas comunicativas y relacionales que le permitan entregar
plenamente sus conocimientos y mediar la adquisición de éstos y de las competencias
instrumentales por parte del alumno, además de darle la posibilidad de vivir el aprendizaje
con entusiasmo e interés, en lugar de que cada clase llegue a ser un momento de tensión o
de sufrimiento. Sin embargo, aquí este tema quedará solamente esbozado, porque merece
una atención específica y más amplia.

3. Patrones de belleza y didáctica

El modelo del virtuosismo implica también otros aspectos, de los cuales aquí quisiera
mencionar la cuestión del modelo de belleza del sonido que determina la didáctica
instrumental, tema ya tratado en un artículo anterior respecto a estilos musicales
contrastantes (Jorquera J. 2001). La idea de fondo consiste en que en la mayor parte de los
casos se considera obvio que existe un sonido "mejor" que otro, aunque no se explicita
adecuadamente. Es verdad que este modelo se enseña a través del proceso de enculturación
en el ambiente en que el niño y el adolescente crecen, asimilando cómo determinados
sonidos son "más hermosos" que otros, pero se trata de una adquisición que requiere largo
tiempo de exposición a los valores de la cultura propia y que a menudo no se vuelven
plenamente conscientes.
La frase citada anteriormente contiene un juicio estético muy duro y negativo, que
descalifica completamente la producción sonora y musical de la joven aspirante a
clarinetista. Prácticamente, aun siendo principiante, no se le da ningún reconocimiento por
lo que ella efectivamente fue capaz de producir en ese momento, sino más bien al contrario,
se resalta sólo lo que ella no pudo hacer. Con toda probabilidad el profesor que la escuchó
se esperaba un sonido por lo menos "aceptable" en términos de cercanía respecto a su
patrón de belleza, aunque la estudiante fuera principiante.

En esta situación nos encontramos de frente a dos problemas: el primero está relacionado
con el juicio mismo, de valencia muy negativa y por tanto pedagógicamente
contraproducente, además de equivocado, y el segundo se refiere al modelo mismo de
belleza del sonido, que no se declara abiertamente y se da por subentendido, es decir que el
patrón de belleza propuesto por el profesor es implícito. El primer aspecto lo llamaría
"didáctica al negativo" o "didáctica deficitaria", porque en lugar de apreciar y darle sentido
positivo a lo que la alumna fue capaz de tocar, independientemente del valor estético que
esta producción pudiera tener, pone en primer plano lo que la alumna no logró alcanzar. La
estudiante produjo un sonido "como un buey", un sonido feo y no lo que el profesor se
esperaba, es decir, probablemente un sonido "bonito". Este problema lo plantean muchos
instrumentos: todos aquellos en que la primera aproximación a la ejecución instrumental
pasan a través del trabajo de generar el sonido, incluyendo el canto. En el caso de este
último, la cuestión del modelo estético de sonido está relacionada de manera evidente con
las diversas culturas vocales, que se pueden apreciar incluso dentro de nuestra misma
sociedad, considerando las diferencias relevantes que hay entre el estilo vocal de la ópera
lírica, la música antigua, la música de tradición oral o los diferentes géneros de la música
pop, etc. Estas mismas diferencias en el tipo de sonido emitido también existen,
obviamente, en el ámbito de la ejecución instrumental. En cualquier caso, el nivel de
conciencia que tenemos respecto al patrón de belleza del sonido característico de las
culturas musicales que habitualmente forman parte de nuestros hábitos de escucha parece
ser bastante bajo.

Precisamente, si admitimos que el modelo de belleza del sonido puede ser relativo, ya que
los sonidos que nosotros, músicos occidentales de cultura eurodocta, consideramos "feos" o
de "mala calidad" (que a fin de cuentas es exactamente lo mismo, porque ambas
expresiones se refieren a una misma escala de valores) pueden ser perfectamente aceptables
e incluso deseables en otras culturas, podemos asumir una actitud diferente y respetuosa de
la diversidad cultural en el sonido, no sólo respecto al alumno, sino también a la didáctica
misma. No deberíamos olvidar, además, que muchos de estos efectos sonoros que los
principiantes producen por falta de dominio del instrumento, son elementos tímbricos
propios de algunos estilos de música contemporánea culta, lo que les asigna un valor
particular, motivante, didácticamente enriquecedor y atractivo.

En general, según la cultura del ciudadano común, por "estética" se entiende todo lo
relacionado con lo bello y, más específicamente, como disciplina científica, ésta se ocupa
del estudio de las artes y, por consecuencia, de lo bello. Sin embargo, algunos enfoques
científicos de la estética no toman en cuenta que lo bello es relativo, como ilustramos
anteriormente, lo que revela un punto de vista etnocéntrico, referido al modelo cultural de
la música occidental eurodocta. Como sucede en muchos casos, cuando hay de por medio
una actitud etnocéntrica, se da por hecho el modelo al cual se hace referencia, sin
explicitarlo y considerándolo el único y el mejor. Como hemos visto anteriormente, lo bello
no es un valor absoluto, sino relativo, ya que debe ser contextualizado respecto a la cultura
misma que lo ha producido y a las reglas que ésta establece sobre qué debe ser evaluado
como bello. Por ello considero de fundamental importancia asumir una actitud más bien
abierta, que acepte de manera tolerante la posibilidad de expresiones diversas y no
contemple exclusivamente un solo patrón de belleza.
En el caso que hemos planteado, es decir el de la didáctica del canto o del instrumento, esta
actitud se vuelve indispensable, en función del principio pedagógico que mencionamos
anteriormente: toda actividad didáctica debe comenzar por aquello que el alumno ya sabe o
sabe hacer, es decir, no debe ser considerado tabula rasa, como proponían algunas
pedagogías del pasado. En este sentido el profesor debe evaluar, primero, lo que el alumno
realmente es capaz de producir — en el caso que hemos planteado como ejemplo se trataría
precisamente del sonido "feo" — y, luego, de valoración de esa competencia, aunque se
trate de una competencia lejana respecto al objetivo, estético, musical y didáctico de la
ejecución musical.

La actitud abierta respecto al patrón de belleza estaría además justificada por la misma
disciplina estética, si tomamos en cuenta que su nacimiento es ajeno al estudio de lo bello,
mientras se refería en cambio al estudio de la experiencia sensible. Precisamente
Baumgarten, inventor de la expresión "estética" y fundador de la ciencia que lleva este
nombre, se refería a la experiencia que cualquier ser humano puede realizar con los
sentidos (2).

En la búsqueda de una específica calidad de sonido, según los cánones de belleza ligados al
sistema tonal, al alumno no se le dice exactamente en qué consiste este patrón. Es así cómo
se le exige que emita un sonido "bello", dejando de lado todos los sonidos "feos" o no
deseables, porque no corresponden al patrón de belleza implícito, sin embargo común a
todos nosotros. En síntesis, enfocando la enseñanza, al contrario, como una búsqueda en la
cual están involucrados el estudiante y también el profesor, debería ser posible, antes que
nada, la aceptación recíproca. La enseñanza implica necesariamente que el profesor acepte
lo que el alumno es capaz de hacer en un momento dado, para permitirle llegar a dominar
herramientas técnicas que irá conquistando paulatinamente. Para ello el profesor se debe
plantear como mediador del aprendizaje del alumno, buscando junto a él los pasos a seguir,
también en la búsqueda del sonido estéticamente adecuado a las músicas que se van
presentando como repertorio para conocer y practicar.

4. La técnica

Como vimos anteriormente, en los últimos dos siglos se llegó a practicar ejercicios como
fin en sí mismos y, a través de éstos, la técnica se transformó en un elemento determinante
y con valor autónomo, descontextualizado respecto a las piezas musicales mismas.
Obviamente la técnica es fundamental, pero ahora veremos cómo hacer para que tenga un
valor realmente musical.

Si definimos la técnica como las acciones que tienen como fin el control del sonido,
podríamos poner en práctica múltiples formas de control del mismo, con resultados sonoros
y estéticos muy variados, pero todos ellos producidos por una acción voluntaria que nos
permitirá alcanzar un sonido específico, según cómo lo hemos planificado. Con este
concepto amplio de la técnica no interesa que el sonido que se produzca tenga unas
cualidades pertenecientes a uno u otro estilo musical, sino que es más importante que la
acción que se realiza sea repetible, lo que asignaría, además, carácter observable y, por
tanto, científico a la acción. Debe quedar claro, en todo caso, que la pretensión de
cientificidad de los catálogos que contemplan todas las posibles combinaciones de sonidos,
ritmos y articulaciones se refiere a un modelo positivista, en el cual al sujeto protagonista
de su propio aprendizaje no se le toma en consideración. Al contrario, aquí nos referimos a
una técnica con características de funcionalidad respecto al sujeto y aplicable en productos
creativos del propio aprendiz o bien en un repertorio elegido expresamente para que el
alumno pueda utilizar los aprendizajes que realiza avanzando paso tras paso. Con una
aproximación de este tipo, en lugar de restringir la acción musical a la repetición de
modelos preestablecidos, se puede abrir un amplio campo de búsqueda creativa y
aprendizaje de elementos musicales no necesariamente tonales, sin embargo indispensables
para la formación de la sensibilidad musical del futuro instrumentista.

Precisamente la visión de la técnica como un valor en sí misma condujo al ejercicio


repetitivo, y muchas veces mecánico, de todos aquellos materiales "fundamentales" para el
desarrollo instrumental. Es verdad que los textos más recientes tienden a dar mayor
importancia al repertorio, aunque siguen incluyendo ejercicios en cantidad significativa. A
propósito de la repetición de ejericios, numerosos estudios sobre el aprendizaje e
investigaciones realizadas en el ámbito de las neurociencias (3) nos informan acerca de la
inutilidad de la repetición mecánica. El ejercicio útil consiste en la planificación adecuada
de las acciones que deberán finalmente producir la pieza musical, por lo tanto se trata de un
estudio más bien caracterizado por la actividad cognitiva.

Según Delalande (1993) es posible adquirir competencias generales (se refiere a lo que
habitualmente se denomina con la expresión ambigua de musicalidad) a partir de los
primeros meses de vida, realizando acciones experimentales sobre materiales y objetos
diferentes. En esta primera etapa el niño se interesa fundamentalmente por el objeto en sí
mismo y su funcionamiento, mientras en la etapa siguiente comienza a dirigir la atención de
manera más clara hacia el sonido. Sin embargo, según este autor, el niño está adquiriendo
competencias musicales que luego serán transferibles, es decir que podrán ser utilizadas
indiferentemente en la ejecución de cualquier instrumento. Es evidente que las técnicas que
el niño utiliza a tan corta edad son de naturaleza diferente respecto a las que se requerirán
más adelante en la práctica instrumental, pero aun así podrá servirse de estos aprendizajes
precoces. Los materiales sonoros y musicales que los niños producen en estas etapas
precoces se encuentran muy lejanos respecto a los productos musicales tonales, pero no por
ello dejan de tener función formativa respecto a la música: al contrario, son experiencias
indispensables, ya que el niño en estas fases de la vida aprende a través de su propia acción,
experimentando.
Considerar que existe una única técnica para cada instrumento es pedagógica y
didácticamente problemático, porque esto significaría que la misma técnica es aplicable en
todos los casos, sin tomar en cuenta las diferencias individuales. Hay características
individuales evidentes, como las dimensiones del cuerpo, de los brazos, de las manos, etc.
que demuestran cómo el uso de una sola técnica puede producir problemas a quien no se
ajusta al modelo ideal de músico, incluso refiriéndonos a aspectos físicos de cada
individuo. De manera similar, cada alumno se encuentra de frente a dificultades de
ejecución en una pieza que no son idénticas para todos. Por ello resulta más funcional el
ejercicio inventado ex profeso, como hacían los maestros del pasado cuando los libros
impresos tenían costos muy altos, para resolver los problemas a medida que se vayan
presentando. De este modo, la técnica se irá elaborando a partir de la música misma, de la
pieza musical que se estudia.

Así como se fabrican instrumentos pequeños para niños principiantes de corta edad, cada
profesor debería "fabricar" una técnica apropiada según las caracetrísticas físicas, motrices,
cognitivas y afectivas de cada alumno. Como hemos visto, la técnica requiere de
explicaciones y adaptaciones dictadas por conocimientos científicos. Una técnica no
fundamentada es asimilada por parte del estudiante como una obligación incuestionable
que, a fin de cuentas, produce dependencia. Es indispensable que cada alumno pueda
conquistar su propia independencia en el estudio del instrumento, para poder seguir
adelante cuando termine sus estudios, sin tener que recurrir a nuevos o antiguos profesores,
como sucede con mucha frecuencia entre los músicos que han terminado sus estudios.
Por estas razones, para poseer un amplio repertorio de soluciones para casos diferentes,
resulta muy enriquecedor conocer el modo de trabajar (y el "recetario") de profesores
diferentes. Contrariamente a lo que la tradición nos enseña, es decir que los cambios de
técnica producen problemas, el conocimiento de experiencias técnicas diferentes, como las
diversas "escuelas", nos proporciona una visión abierta y vasta de la ejecución instrumental.
De este modo, cambiar de profesor puede constituir un enriquecimiento importante.
Lo único que puede producir daño, en términos de técnica, son las técnicas poco
funcionales, es decir aquellas que no toman en cuenta el funcionamiento optimal del
aparato neuromuscular. Éstas serían las que podríamos llamar, sin rodeos, malas técnicas.
Una buena técnica, que sea funcional, es de fundamental importancia precisamente en la
práctica de la música eurodocta tonal, en la cual se requieren niveles de virtuosismo
bastante marcados. Por esta razón es determinante que el profesor de instrumento posea
conocimientos relacionados con el funcionamiento neuromuscular humano, que no se
limiten a la parte aparentemente involucrada en la ejecución, sino que contemplen el cuerpo
humano como un sistema en el cual todas sus partes están interrelacionadas. Estos
conocimientos le serán útiles al ejecutor-intérprete y también al profesor de instrumento,
para que pueda elaborar una técnica fundada científicamente.

5. Pedagogía y didáctica

Actualmente existe en Italia una asignatura, central para la formación de profesores de


música, cuyo nombre es "Pedagogia musicale" y que se encuentra en el contexto de una
formación de cuatro años que titula a los estudiantes en "Didáctica de la Música".
Igualmente, en los Conservatorios del territorio español, la asignatura que se ocupa de
formar a los futuros profesores se llama "Pedagogía especializada". Si comparamos estas
denominaciones con el campo científico de la Pedagogía, llegaremos a la conclusión de que
probablemente deberíamos hablar de "Didáctica de la Música" en ambos casos, ya que la
disciplina que se ocupa del campo de la enseñanza-aprendizaje musical no es la Pedagogía,
sino la Didáctica y en este caso se trataría de una de las didácticas especiales.

Sin ser excesivamente rigurosos, podríamos admitir que la Pedagogía se puede aplicar al
campo musical, eligiendo aquellos temas comunes a toda la educación, contextualizados en
el ámbito musical. Sin embargo, el campo propio de estudio relacionado con la enseñanza-
aprendizaje musical debería ser precisamente la didáctica de la música. Se trata de una
disciplina teórica que está estrechamente relacionada con la práctica, que sin embargo no se
debe confundir con la práctica misma. Según Ferrández A. (1984),

"La didáctica especial hace siempre referencia a una asignatura concreta; también puede
hacer mención a un conjunto de asignaturas que tienen un contexto común". (p. 244)

Este autor, a diferencia de otros, considera cuatro elementos como componentes de la


didáctica, es decir docente, método, discente, materia, y los interrelaciona entre ellos en un
concepto no secuencial, sino complejo de la acción didáctica. Este modo de entender la
didáctica nos indica que ésta debe comprenderse como una disciplina compleja, como
hemos dicho anteriormente, en la cual se pueden asumir puntos de vista diferentes,
analizando cada vez uno de los elementos que la componen, en su relación con los demás
elementos. En la práctica, contrariamente a este análisis puntual y necesario, los cuatro
elementos coexisten constantemente.

Si la didáctica de la música es la disciplina especial que se ocupa del estudio de todas las
situaciones de enseñanza-aprendizaje relacionadas con la música, la didáctica instrumental
deberá utilizar los conocimientos generados en el campo de la primera. Por esto, para la
didáctica instrumental nos serán útiles más bien conocimientos de tipo general,
desprendidos de la psicología, sociología, antropología, en relación al docente y al discente;
luego, para lo relacionado con la materia, nos serviremos de los conocimientos
musicológicos, de la acústica, la biología, fisiología, neurología, etc.; en el ámbito del
método, recurriremos a los conocimientos de la pedagogía, entre otras. Como es posible
apreciar, se trata de temas de carácter general, en los cuales deberemos seleccionar aquellos
apartados que están directamente relacionados con nuestro ámbito de interés.

Según el Forum delle Associazioni disciplinari della scuola (1999), el docente debe poseer
conocimientos y competencias en los siguientes ámbitos:

– el saber experto y el saber enseñado


– el estudiante
– la relación y la comunicación
– la evaluación
– los colegas
– los padres
– recursos externos respecto a la escuela.

Por lo tanto, el profesor debe formarse recurriendo a los saberes y competencias que le
permitirán gestionar todos estos aspectos. Esto refleja cómo la visión del profesor en la
actualidad comprende el saber experto, en nuestro caso la música, como uno entre otros
elementos que componen la profesionalidad docente. Este saber experto no puede ser
tomado como referencia absoluta para enseñar, sino que debe ser analizado y elaborado
para adecuarlo a las necesidades e intereses de los alumnos con los cuales se trabaja. Por
esta razón se relaciona el saber experto con el saber enseñado.

Dejando de lado el tema del estudiante, que ya ha sido mencionado anteriormente, respecto
a la relación y la comunicación, además de poseer un saber y dominar un saber hacer, el
docente deberá saber ser/estar en la relación con sus estudiantes. Las competencias
relacionales se pueden educar en los niños, de modo que también es posible modificar
hábitos de relación y de comunicación en los docentes a través de un aprendizaje
específico.

El tema siguiente, la evaluación, habitualmente se realiza en forma constante, aunque no


documentada en las clases de instrumento. Sin embargo, es necesario llegar a documentar
la propia actividad, para poder tener referencias precisas que no estén basadas únicamente
en la memoria del profesor. Como nos enseña la psicología, los recuerdos se pueden
modificar fácilmente y esto sucede incluso por necesidad de adaptarse a los eventos
cotidianos. Por esto, es preferible no confiar en que recordaremos cómo tocaba nuestro
alumno, sino utilizar grabador para documentar, por ejemplo, el comienzo del año lectivo, o
libreta, para anotar observaciones hechas durante las clases, además de habituar el
estudiante a redactar sus propias anotaciones sobre lo que va realizando durante sus horas
de práctica en casa, para estimularlo a que realice también una autoevaluación.
También el tema de los colegas está ligado a las cuestiones de relación y comunicación,
aunque en este caso con objetivos específicos de colaboración con ellos para la elaboración
y realización de proyectos, para innovar, para interactuar con docentes de otros
instrumentos o asignaturas, para comparar y evaluar resultados de proyectos,
investigaciones y experimentaciones realizados en el contexto del centro en que se trabaja.
Los padres deberán ser considerados agentes que contribuyen en la formación de nuestros
estudiantes, por tanto es indispensable escucharlos y negociar con ellos las posibles
soluciones a los problemas educativos que se vayan presentando. Los padres tienen,
precisamente, una función fundamental en el aprendizaje de sus hijos, ya que en muchos
casos son sus expectativas las que determinan el abandono del instrumento o que el alumno
continúe sus estudios (McPherson & Davidson 2002).

Los recursos externos respecto a la escuela hacen de la educación (y en nuestro caso, de la


educación instrumental) una actividad ligada al contexto cotidiano de vida del alumno, de
modo que su formación musical no se transforme en un momento aislado en su quehacer
habitual. El entorno debe ser fuente de enriquecimiento para cada estudiante y éste debería
poder comunicar lo que va produciendo durante su formación. La música no debe quedar
encerrada entre las paredes del conservatorio o la escuela de música. Éstos deben
interactuar con el territorio en el que se encuentran, para evidenciar el valor comunicativo y
formativo de la música no sólo para los estudiantes que allí se están formando, sino para el
público en general.
Entonces, si nos referimos a la didáctica instrumental, ya no es suficiente simplemente que
el docente sepa tocar un instrumento, porque también en los conservatorios y las escuelas
de música están presentes todos los elementos que hemos enumerado. Cada vez con más
insistencia se pretende por parte del profesor que sea un verdadero educador, competente
además en una disciplina específica, es decir en tocar un instrumento, en este caso. Todo
esto no excluye la intuición de la cual hablábamos en un comienzo, que es siempre una
gran ayuda, aunque ésta debe ser fortalecida por conocimientos y competencias capaces de
dar un fundamento científico a nuestra actividad de enseñanza-aprendizaje.

Enseñar (o hacer aprender) a partir de sólidas bases científicas es una necesidad


relativamente reciente en el campo de la formación musical. Por una parte, en las escuelas
de música el mercado ejerce una presión inevitable que lleva a los profesores a plantearse
problemáticamente su actividad, precisamente para no perder alumnos. Por otra, como
educadores no deberíamos perder de vista que nuestra actividad es precisamente la de
educar, incluso cuando enseñamos un instrumento, y para ello es necesario que podamos
utilizar el saber adquirido en el campo de las ciencias de la educación. Nuestra tarea no es
sólo la de no perder alumnos, sino fundamentalmente la de darles una oportunidad
educativa, en la cual utilizarán un instrumento musical para enriquecer sus vidas.

6. Didáctica instrumental

Como ya la tradición nos indicaba, debemos poseer herramientas que nos permitan actuar
adecuadamente con nuestros alumnos. Esto es, el docente debe ser capaz de diagnosticar
necesidades afectivas y cognitivas de sus alumnos, de estimular y reforzar su motivación,
de organizar las actividades por grados y valorar las diversas estrategias de aprendizaje,
manejando situaciones colectivas e individuales. Todo esto, a través del uso de válidas
herramientas de comunicación y relación, sin olvidar los aspectos técnicos de la enseñanza,
relacionados con el diseño, la realización y la evaluación de actividades. Además, las
competencias relacionales deberán ser utilizadas por el docente también en el contacto con
sus propios colegas, planificando y desarrollando proyectos, y con los padres de sus
alumnos, considerándolos colaboradores fundamentales en el proyecto formativo.
Finalmente, el profesor deberá saber relacionarse con las agencias del territorio en el cual
se desarrolla su actividad, enriqueciendo su enseñanza y el aprendizaje de sus alumnos,
individual y colectivamente, con todas aquellas oportunidades en las cuales se pueda
interactuar con el territorio, ya sea aprovechando de un concierto, por ejemplo, o bien
proponiendo actividades para el público en general.

Si suponemos que la didáctica instrumental puede existir como disciplina autónoma, ésta se
colocaría dentro del campo de las didácticas especiales que hemos mencionado
anteriormente. Por tanto, se trataría de una didáctica especializada dentro del ámbito de
estudio de la didáctica de la música, es decir una rama muy específica dentro de un campo
de estudio ya considerado especializado. Como dijimos anteriormente, la Didáctica de la
Música recoge los conocimientos procedentes de diversas disciplinas, de las cuales la que
cuenta con la mayor riqueza de estudios es la psicología de la música. Considerando el
punto de vista de McPherson (1996), que propone la existencia de siete campos en los
cuales el talento musical se puede desarrollar, y si el punto de vista que hemos mencionado
anteriormente es válido, deberían existir siete ámbitos en la Didáctica de la Música:
ejecución-interpretación, improvisación, composición, arreglos, análisis, apreciación,
dirección.
Respecto a la didáctica instrumental, contamos con el aporte de Ernst (1991), quien nos
indica sólo tres de los elementos mencionados por Ferrández (1984), es decir la materia, el
alumno y el profesor, aunque interrelaciona estos elementos de forma rica y múltiple. De
hecho, sugiere tres campos fundamentales que el profesor de instrumento debe abarcar: 1)
análisis y planificación como bases de una didáctica general de la enseñanza instrumental,
2) desarrollo (realización) de clases, y 3) observación, evaluación y ejercitación. Además de
contenidos tradicionales, como todo aquello que pertenece al ámbito del diseño curricular o
el abordaje de contenidos específicos que caracterizan la formación instrumental, entre los
temas que menciona este autor, en la parte dedicada a la realización de clases, asigna gran
importancia a los aspectos de la comunicación y la relación entre profesor y alumno/s.

Aunque se trata de una publicación anterior respecto a Ernst, Kohut (1985) propone una
aproximación amplia y rica, en la cual nos indica los campos de estudio que considera
fundamentales para la enseñanza-aprendizaje instrumental, manteniendo como hilo
conductor una aproximación psicológica: 1) aprendizaje perceptual-motor, fisiología
neuromuscular, principios psicofisiológicos del aprendizaje; 2) psicología de la enseñanza,
metodologías de la enseñanza instrumental; 3) principios, métodos y teorías relacionados
con la producción del sonido. Como podemos apreciar, la visión de la didáctica
instrumental que nos proponen Ernst y Kohut, si se le compara con las propuestas del
Forum delle Associazioni disciplinari della scuola (1999), resulta ser mucho más
restringida.
De ambos autores podemos desprender una serie de temas propios de la didáctica general,
como todo aquello que está relacionado con el aprendizaje, la metodología y el docente.
Otros aspectos que estos autores mencionan en sus textos son la motivación, que
habitualmente también se considera entre los conocimientos propios de la didáctica general.
A ellos habría que agregar la cuestión del interés, que según Renwick & McPherson (2002)
se debería distinguir respecto a la motivación, la de las expectativas propias, de los padres,
del profesor, de los pares y de otras personas que constituyen una referencia importante
para el alumno (McPherson & Davidson 2002), y todo aquello que se relaciona con la
autoregulación del aprendizaje (McPherson & Zimmerman 2002). Sobre este tema, según
los autores mencionados, mientras a los niños que comienzan con su formación escolar se
les acompaña para que gradualmente adquieran hábitos de esfuerzo y autonomía respecto a
la realización de sus deberes escolares, en el ámbito musical esto sucede en medida mucho
menor y disminuye al cabo de poco tiempo. Por tanto, el hábito de practicar cotidianamente
debe ser apoyado y sostenido por la red social constituida por la familia, principlamente, y
por otras personas de referencia del alumno.

A pesar de la capacidad que el profesor pueda tener para estimular la motivación en el


alumno, el interés puede determinar la continuación o interrupción de los estudios
instrumentales por parte de un alumno. Sin embargo, el profesor puede contribuir de modo
importante para motivar al alumno, dándole la posibilidad de elegir un repertorio o una
parte de éste para que se le estudie con el instrumento (Renwick & McPherson 2002). De
modo similar, si entendemos que el alumno está situado dentro de una red social en la cual
se transmiten valores que pueden volver decisiva su visión de la importancia de la actividad
instrumental, las expectativas suyas o ajenas pueden llevarlo también a dejar o continuar la
práctica instrumental.

Respecto a la cuestión del repertorio, como nos lo enseña la tradición, habría que plantear
un nuevo modo de enfrentar el aprendizaje. Un ejemplo tradicional son los programas de
examen, como están definidos para los Conservatorios italianos, según la ley de 1930,
actualmente vigente en gran parte, ya que la reforma no se ha desarrollado plenamente. En
estos programas se indican piezas que el alumno debe ser capaz de interpretar para lograr
los resultados correspondientes a un determinado nivel. Esto plantea dificultades
importantes, ya que el repertorio ha ido creciendo a través de la historia, de modo que la
limitación del tiempo en el cual el estudiante debe formarse dentro de una institución
impone elegir una pequeña parte del repertorio total. Si consideramos que en el ámbito de
la educación general, por estas mismas razones, se ha llegado a concluir que más que
conocimientos se necesitan herramientas (Comellas 2000) que permitan el acceso a éstos,
deberíamos desarrollar un planteamiento análogo para el aprendizaje instrumental y
musical en general. Es más importante que el alumno aprenda a aprender, para poder
enfrentar el repertorio que él mismo elegirá, a través de un muestreo de repertorio que para
él pueda ser significativo. Centrar la enseñanza instrumental en un repertorio fijo podría
producir el mismo tipo de dependencia que provoca el aprendizaje de la técnica
instrumental a través de ejercicios preestablecidos, de modo que el estudiante no llega a
prescindir de aquello que el profesor le entrega. Al contrario, es indispensable promover la
autonomía en el aprendizaje instrumental desde muy temprano, para que el propio alumno
pueda elaborar métodos de estudio adecuados a su estilo cognitivo y su modo de gestionar
el tiempo y su aprendizaje, llegando a elegir un repertorio que le permita desarrollar
además su entusiasmo por la música y por el instrumento.

Considerando la educación un evento que involucra una red en la cual el alumno está
integrado, Gimeno S. y Pérez G. (2000) nos sugieren que los aportes de la psicología son
insuficientes para enfrentar los temas de la enseñanza-aprendizaje, ya que el conocimiento
que aporta esta disciplina se refiere a individuos. En el caso de la didáctica instrumental, el
conocimiento de la psicología puede ser de interés, aunque no es suficiente para su plena
elaboración. Precisamente, ni siquiera la interacción entre un profesor y un alumno, en
clases individuales, no puede ser considerada como el resultado de la psicología de dos
individuos aislados, sino que debe ser estudiada, como hemos dicho, en forma de una
interacción. Cuando ésta se realiza en pequeños grupos, como es cada vez más frecuente en
el ámbito de la enseñanza instrumental, nos encontramos sin duda en el campo de la
experiencia enriquecedora de lo que Gay Cialfi (1988) llama aprendizaje socio-cognitivo, o
bien aprendizaje cooperativo según otros autores (Ovejero 1990). Podríamos agregar aquí
todo aquello que se refiere al estudio de los grupos, su organización y funcionamiento,
como conocimiento esencial para desarrollar la enseñanza instrumental grupal (por
ejemplo, Stella Tartarelli 1993). Como podemos apreciar, también los temas mencionados
poco antes se encuentran en ámbitos de estudio generales, propios de la Didáctica.

Una preocupación constante en la didáctica instrumental, debido a que la mayor parte de


los estudios se han realizado en el ámbito de la práctica instrumental de la música docta, es
la cuestión del aprendizaje de la notación tradicional. Se plantea aquí la cuestión de decidir
si es oportuno comenzar la práctica instrumental conjuntamente con la decodificación de la
lectoescritura musical. El inicio instrumental que prescinde de la escritura debería entonces
recurrir a la práctica de tocar "de oído", que en muchos casos se considera algo que no es
indispensable incluir en las clases de instrumento. Sin embargo, hay autores que han
elaborado una teoría que considera esta práctica, en su forma más elaborada, llamada con el
neologismo creado por Gordon (1997) audiation, una característica esencial del buen
músico. A esta misma habilidad nos referíamos con la representación mental del sonido
(Jorquera J. 1993) como necesidad inprescindible para una práctica musical consciente.

McPherson & Gabrielsson (2002) sugieren al profesor de instrumentistas principiantes que


evite proponerle el aprendizaje de la lectoescritura musical al mismo tiempo que éste se ve
enfrentado a los primeros rudimentos del manejo de su instrumento, porque se trataría de
un exceso de información que el alumno debe abordar, coordinar y elaborar. Por tanto,
según la edad del principiante, se le debería permitir adquirir una habilidad suficiente que le
permita dominar la producción de sonido con satisfacción y pudiendo tocar ya un pequeño
repertorio que luego podrá trancribir. El ejemplo más notable sobre el aprendizaje a partir
del sonido es el método Suzuki, que propone una aproximación a la escritura bastante
posterior respecto al aprendizaje instrumental inicial (Suzuki 1975). También
aproximaciones iniciales como Orff y Dalcroze postergan el aprendizaje de la lectoescritura
musical, proporcionando a los alumnos posibilidades de comenzar su formación musical
realizando experiencias musicales centradas en la vivencia misma, a través de actividades
con movimiento, audición, creación, canto y ejecución instrumental (Jorquera J. 1988,
Jorquera J. 1993, Jaques-Dalcroze 1986).
Sin embargo, queda un extenso campo de las prácticas instrumentales por explorar: nos
referimos a todo el vasto ámbito de las prácticas musicales de tradición oral y los géneros
musicales no doctos, en los cuales la escritura tiene un rol secundario, o bien inexistente, en
casos en que la tradición oral sigue siendo, precisamente, oral. Facci (1997) nos informa
sobre cómo en muchas culturas en las cuales la música vive gracias a la memoria de los
músicos y se transmite de una generación a otra sin recurrir a la escritura, la didáctica
instrumental consiste, al mismo tiempo, en asimilar la técnica instrumental, aprender un
repertorio, aprender a improvisar y componer y, en muchos casos, incluso en aprender a
construir el instrumento. Es decir que el músico no es sólo intérprete, como sucede en las
culturas musicales occidentales doctas, sino que debe formarse como músico completo, que
adquiere varios de los talentos mencionados anteriormente (McPherson 1996) y además
debe transformarse en artesano luthier.

El aprendizaje instrumental más frecuente en las culturas de tradición oral, según Facci,
consiste esencialmente en escuchar y observar, por largos períodos de tiempo, a través de
una asimilación global de aquello que se debe aprender, pasando por una fase de
memorización, para luego ser "autorizados" por el maestro a ser considerados
instrumentistas propiamente dichos. Indudablemente las culturas de tradición oral pueden
ofrecernos variedad y riqueza de recursos que podrían ser utilizados en la didáctica
instrumental. Por ello, sería oportuno dedicar energías a la investigación de este campo
muy amplio, en el cual podríamos encontrar soluciones para los problemas que enfrentamos
cotidianamente en las clases de instrumento.

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