Música de Cine - Una Ilusión Óptica PDF
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Música de Cine - Una Ilusión Óptica PDF
Conrado Xalabarder
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Dirección de Contenidos: Ivana Basset
Diseño de cubierta: Emil Iosipescu
Diagramación de interiores: Andrés Beláustegui
© LibrosEnRed, 2006
Una marca registrada de Amertown International S.A.
ISBN: 1-59754-167-2
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cias bibliográficas están debidamente anotadas. Aquellas que
no lo están corresponden a declaraciones que diversos com-
positores me han hecho en el transcurso de conversaciones y
entrevistas que he mantenido con ellos.
Quiero agradecer el apoyo prestado por Daniel Beato, Marc
Vaíllo, Fausto Fernández, Pere y Toni Vall, Jorge de Comin-
ges, Toni Iturbe, Sergi Ramis, Ángel Illarramendi, Pablo Sala,
Matilde Olarte, a mi familia entera y a todos los alumnos
que he tenido en la Universidad, siempre generosos con su
profesor.
Conrado Xalabarder
Barcelona, 2006
I
Introducción
1
CD «Cheyenne Autumm» (Label X).
2
Alvares, R.: La armonía que rompe el silencio. Conversaciones con José
Nieto (SGAE., 1996). p. 170.
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cine. Eso sí, todas las películas que Ford hizo desde la apari-
ción del sonoro llevaron acompañamiento musical. Y Aranda
también acabó admitiendo su importancia. Y es que una cosa
es que no quisieran utilizar música; pero otra, bien distinta,
es que se rindieran a la evidencia que era necesario contar
con ella.
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Como afirma Alejandro Pachón en La música en el cine contemporá-
neo (Diputación provincial de Badajoz, 1998. Pág. 12): «El cine es un arte
basado en la mentira y la ilusión, y la música es un magnífico ilusionista.
Los actores y la cámara se ven limitados a una representación bidimen-
sional, mientras que la música, ambigua por naturaleza y escurridiza por
definición, puede complementar, equilibrar e incluso contradecir el im-
pacto visual de las imágenes».
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Como explica Michel Chion, «Las películas se estaban proyectando en
lugares tales como barracas, expuestas al ruido, ante un público que tenía
por costumbre hacer comentarios, abuchear, aplaudir, hablar: la música,
en ausencia de actores de carne y hueso (que pudieran llamar la atención
al público, hablarles o captar su atención), ayuda a centrar la atención,
concentrándola al subrayar las atmósferas y puntos fuertes» (Chion, Mi-
chel. La música en el cine. Paidós, 1997).
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Marx, H.: ¡Harpo Habla! (Montesinos, 1988). P. 74-75.
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La música era en su mayor parte preexistente, arreglada para la ocasión,
hasta que la instauración de los derechos de autor, en la primera década
del siglo XX, obligó a un procedimiento más estandarizado, que tomó la
forma de fragmentos musicales creados para distintas necesidades (temas
románticos, exóticos, cómicos, etc.) y que cada sala de cine guardaba para
su uso. Estos fragmentos facilitaban el trabajo de los intérpretes musica-
les, pues sólo tenían que seleccionarlos para cada película.
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Karlin, F.: Op.cit. P. 152.
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En este caso concreto encontramos una de las evidencias de que la
música puede obviar diálogos inapropiados –para la época en la que fue
realizado el filme– y ser más sugerente. La secuencia muestra a Ingrid
Bergman dubitativa, saliendo de su habitación, subiendo las escaleras,
viendo luz en la habitación de Gregory Peck, cogiendo un libro de la
biblioteca y decidiéndose finalmente a entrar para acabar abrazándose a
él. La música aplicada evidenciaba no una impresión romántica, sino pu-
ramente carnal.
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Thomas, T.: Music for the Movies (Barnes and Company, 1973). P. 15.
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CD «Bernard Herrmann Film Scores: from ‘Citizen Kane’ to ‘Taxi
Driver’» (Milán).
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Brownlow, K.: The Parade’s Gone By (Columbus Books, 1985). P 339.
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Eso no implicaba que la música empleada durante el rodaje fuera la
que se escuchara en la proyección. Un método de ambientación que oca-
sionalmente sigue siendo empleado en nuestros días: varias de las parti-
turas de Ennio Morricone, por ejemplo, han acompañado los rodajes de
escenas donde luego sería finalmente insertada. En todo caso, la presencia
en rodaje de los intérpretes durante el período del cine mudo fue im-
portante. Un filme representativo del período es Cantando bajo la lluvia
(Singin’ in the Rain, 1952), en el que Donald O’Connor encarna a un
pianista de rodaje.
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Thomas, T.: Film Score: The View from the Podium (Barnes and Com-
pany, 1979). p. 113.
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LP «Summer and Smoke» (RCA).
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Adorno, T. y Eisler, H.: El cine y la música (Fundamentos, 1976). P. 43.
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Nascimbene, M.: Musico, malgré moi (Fundación Municipal de Cine
de Valencia, 1993). P. 290.
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Actualmente, y afortunadamente para muchos compositores, los me-
dios técnicos e informáticos actuales sí permiten poder presentar una mú-
sica en toda su dimensión, en forma de simulación.
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Un caso reciente, en el cine español, fue el de la superproducción La
gran aventura de Mortadelo y Filemón (2003), para cuya realización se
emplearon muchos meses. En cambio, para la escritura musical sólo con-
cedieron... ¡dos semanas! a sus dos compositores, Mario Gosalvez y Rafael
Arnau. El resultado, claro, fue muy mediocre.
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Que es el caso de Miklós Rózsa, quien escribió soberbias partituras
tanto para Providence (1977), de Resnais, como para Ben-Hur (1959), de
Wyler. Pero podrían incluirse decenas de compositores.
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Al respecto, Bernstein fue claro: «No me gusta compartir mi música
con canciones discotequeras» (lo comentó en una entrevista que le hice y
que fue publicada en La Vanguardia, el 27 de diciembre de 1994). Decía
Bernstein: «De entre los grandes males de la música cinematográfica, está
la horrible moda de las canciones. Esto es un problema y una corriente en la
que las compañías están más interesadas en el dinero que puedan hacer con la
música popular que en la banda sonora musical».
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Alvares, R. Op. cit. P. 57.
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Thomas, T.: Music for the Movies. P. 18-19.
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Thomas, T.: Music for the Movies. p. 16.
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Improper decision, tal y como se relata en el documental Music for the
Movies: Bernard Herrmann.
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Quizás, en términos musicales, la suya no fuera una gran creación.
¿Pero quién podría superar su eficiencia?
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Chion, M.. op. cit. p. 30-31.
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ibid. P. 252.
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Permítaseme dar un tono frívolo, pero el cine es como un gran burdel,
donde se reúnen especialistas en distintas artes para dar un buen servicio...
a un cliente llamado película. Y si la película demanda un determinado ser-
vicio, el profesional debe satisfacer a su cliente. Uno aporta sus conocimien-
tos, sensibilidad, talento, aplicados a requerimientos ajenos. Un músico
que vaya a un plató cinematográfico sólo con el ideario del Conservatorio y
no entienda que algunas cosas deben cambiar, difícilmente satisfará a la pe-
lícula y, dicho claramente, será un mal profesional de esta labor prostitutiva
que, no olvidemos, también ha hecho del cine el Séptimo Arte.
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Algunos llaman a eso prostitución de la propia obra. Yo diría que, más
bien, se trata de darle una mayor dimensión. Después de todo, la música
no debería quedarse encerrada para siempre en una película, por muy
bien acomodada que esté en ella. Pero, insistimos, en esas circunstancias
la música puede –y debe– ser juzgada de manera distinta.
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Chion es claro al respecto: «existe actualmente una cruel revancha
por parte de la música contra el cine mudo. Estamos hablando de ciertas
formas de filme-concierto que son sobre todo vehículos para la música de
vanguardia. En estos conciertos, la música se apoya sobre el filme y a veces
lo parasita» (Chion, M.: Op. Cit. P. 63)
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II
La música en el contexto
cinematográfico
Por su comunicación:
música necesaria y creativa
La música de cine no siempre nace de un proceso de libre elec-
ción. En ocasiones se demanda una música no opcional, sino
obligada. Por música necesaria entiendo la que se necesita para
una escena en concreto. Se trata de un término absoluto, ya
que no se refiere a “cualquier” música, sino a una en concreto,
bien definida y reconocible. Por tanto, no da lugar a distintas
alternativas sino que es específica. Supongamos que en una
escena aparece, en la línea del horizonte marítimo, un barco.
Si en ese instante suena el “Oh Britannia”, el espectador sabrá
de modo inmediato que ese barco es inglés. Imaginemos otra
en la que una pareja se conoce en una fiesta. Si en la escena
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Por muy libre que sea la creatividad del compositor, siempre hay una
exigencia concreta, tal y como acertadamente explicó Eisler: «Debe existir
una relación entre la imagen y la música. Si los silencios, los tiempos muertos,
los momentos de tensión o lo que sea se rellenan con una música indiferente o
constantemente heterogénea, el resultado es el desorden. La música y la ima-
gen deben coincidir, aunque sea de forma indirecta o antitética» (Adorno, T.
y Eisler, H. Op. cit. p. 91).
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Nada hay peor que una música que pretenda informar y no sepa ha-
cerlo. Por ello, la música necesaria sigue siendo vigente en el cine, aunque
hayan cambiado las formas. Siempre y cuando quiera utilizarse como ele-
mento de información, la música será necesaria. A un compositor puede
no serle especialmente grato hacer variaciones sobre un mismo tema, pero
si con esas variaciones la película gana en información, entonces su exis-
tencia es obligada.
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Aunque con cuidado: poner música de Haendel en un filme ambien-
tado en la Corte británica del XVIII tendría sentido. Pero sería discutible
en una película que, aunque ubicada en el mismo país y siglo, se centrase
exclusivamente en la vida de los campesinos. ¡Difícilmente pudo llegar
a escuchar en vida a Haendel! La opción lógica sería recurrir a música
popular del período, no aristocrática.
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No pocas veces un director se empeña en poner alguna canción que
significa mucho en su vida. El problema es que para el espectador esa can-
ción no signifique absolutamente nada. Cuando algún joven realizador
me ha hecho una consulta al respecto, mi respuesta es inevitable: tienes
dos opciones: o pones un cartelito en el momento en que aparezca la canción
diciendo que significa mucho para ti o la justificas, por ejemplo haciendo que
uno de los personajes la mencione o se refiera a ella de alguna manera. Así es
como la justificas y con ello puedes, si quieres, poner el repertorio completo del
cantante, que a nadie estorbará porque su presencia será entendible.
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Y además no tenía sentido alguno. Morris había escrito dos temas mu-
sicales para el protagonista: uno, circense, para definir al hombre elefante,
visto como bestia de exhibición; el otro, un sentido adagio, que aplicó
a John Merrick, el hombre tras la máscara de la bestia. En principio, el
segundo debía ir tomando posiciones en detrimento del primero, en un
símil de la recuperación de la dignidad humana del protagonista. La in-
serción del adagio de Barber dio al traste con tales pretensiones.
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El compositor de cine es como un corredor de obstáculos: debe saber
sortear diálogos, giros, énfasis y cuantas precisiones necesite una escena.
Por el contrario, la música preexistente puede tener, en su aplicación cine-
matográfica, una linealidad destructiva.
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Y si la orquesta interpretara una música oriental, los protagonistas, los
niños, las gentes y los ancianos estarían oyendo o escuchando una música
oriental. Sin orquesta, y con la misma música, el espectador se pregunta-
ría ¿dónde está el chino?
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En la escena del crimen se produce un notorio efecto-trampa de falsa
diégesis: asesino y víctima se encuentran por vez primera cerca del tiovi-
vo, y la música suena a su volumen natural. Cuando se alejan de allí, en
una barca, hacia la isla donde se cometerá el asesinato, la música obvia-
mente se aleja también. Sin embargo, en el momento en el que el hombre
estrangula a la mujer, la música del tiovivo sube su volumen, para bajarlo
justo después de cometido el crimen. Es una manera de remarcar, con
mayor contundencia, su carácter anempático.
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Las secuencias finales de The Godfather y de The Godfather, Part III
(1990) son aparentemente similares: en ambas se cometen matanzas a la
vez que los Corleone asisten a un acto conjunto: un bautizo en la primera
y una representación operística en la tercera, y en ambas hay un factor
religioso argumental y musical, porque en la Ópera se representa una
escena religiosa. En El Padrino la música es completamente anempática,
distante, ceremonial; en The Godfather, Part III se mantiene similar ca-
rácter, pero aquí combinado con la inclusión de uno de los temas centra-
les de la saga, que resalta, a diferencia de la primera entrega, la presencia
–invisible– de Michael Corleone. En esta, la secuencia se apoya en música
empática y anempática alternativamente.
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2.- The Omen (1976). Dirigido por Richard Donner, este fil-
me de terror sobre un niño satánico que destruye lo que se
opone a su poder, tuvo música de Jerry Goldsmith. El tema
coral “Ave Satani” (y sus derivaciones) no se limita a servir de
acompañamiento secuencial en los momentos más inquietan-
tes, sino es la expresión elocuente de los estados anímicos y la
agresividad del pequeño, de modo que, frente a la inexpresivi-
dad del niño, la música explica los diversos grados de furia del
diablo, hasta tal punto que la melodía conduce más al perso-
naje que a la inversa.
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La incorporación en la melodía de una caja de música puede ser deci-
siva si, además, es importante argumentalmente. Si sabemos que para un
personaje tiene un significado especial, cada vez que la escuchemos ten-
dremos esa referencia, sin que sea necesario enseñarla. Y es que la música
integrada facilita una referencia rápida, que el espectador puede compren-
der. Un director que tuviera que enseñar en imagen, constantemente, esa
caja de música, estaría ralentizando la acción y perjudicando la película.
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Hasta esa escena, la partitura había sido más sugestiva que explícita,
dada la ausencia de acontecimientos concretos. Pero aquí los persona-
jes se encuentran con la primera evidencia del horror y, por tanto, en la
música surge súbitamente el caos: la partitura evoca un ballet grotesco y
desenfrenado, con referencias a Stravinski, y que parece coreografiar las
persecuciones. Goldsmith incluyó entre los instrumentos esos cuernos de
caza, lo que incrementó la confusión y la violencia. En cierta manera, el
espectador vive ese momento como también fuese cazado. A partir de ahí,
todo lo que suena está vinculado al concepto de opresión y violencia. De
hecho, el único momento de liberación corresponde a la secuencia final,
en la que el protagonista ha podido escaparse... pero es un final tan des-
alentador que la música tampoco es optimista.
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Origen creativo
Música no integrada
Música integrada
ARGUMENTO
MÚSICA PELÍCULA
PERSONAJES
Aplicación
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El tiempo imposible
Planteo un supuesto real y detallo su resolución, explicada a
partir de la adecuada combinación de algunos de los elemen-
tos analizados.
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La música en una secuencia de persecución de coches, por ejemplo,
puede ser elaborada, intensa y contundente. Dinamiza la acción y genera
tensión. Pero no explica nada que la imagen no revele por si sola. Senci-
llamente la refuerza.
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1.- Planteamiento
En el western Per qualche dollaro in più (1965), de Sergio Leo-
ne con música de Ennio Morricone, Gian Maria Volonté es
un sanguinario asesino con macabra afición a disparar a sus
adversarios cuando acaba de sonar la música de un reloj que
tiene. Reta a sus enemigos: cuando acabe de sonar la música,
dispara. La música del reloj dura 60 segundos. Y es diegéti-
ca, claro. Bien, nos encontramos con una escena de máxima
tensión: el malo anuncia a un desvalido hombre que le va a
matar cuando acabe de sonar la música. Sabemos, porque así
es el cine, que el hombre está condenado a morir. Saca el reloj
y lo abre. Comienza la música. Pero su calvario no dura 60
segundos, sino que supera los 90. Cuando acaba, dispara y la
víctima es abatida. ¿Cómo se ha hecho? No se ha añadido una
sola nota de música al reloj (sería demasiado evidente) y no
cambiamos de escenario.
2.- Solución
El objetivo es incrementar la tensión y desconcertar al especta-
dor, quien percibe que la escena se hace eterna sin saber cómo
ni por qué. El truco parte de algo muy sencillo: Morricone le
roba la música al reloj y después se la devuelve, al final de la
secuencia. Este es el proceso: Gian Maria Volonté abre el reloj
y la melodía empieza (música diegética). Poco a poco, empieza
a escucharse “de fondo” (música incidental) y el tema del reloj
se incorpora a esa melodía, hasta integrarse de lleno en ella.
Ya no se escucha el reloj, sino que suena la partitura incidental
que incorpora la melodía, muy manipulada. Al ser una música
irreal, no sujeta a un tiempo determinado, puede alargarse lo
que se quiera (dentro de unos límites razonables). Finalmente,
es devuelta al reloj y sólo suena éste, hasta que acaba. El re-
sultado es que en apariencia la música del reloj no ha dejado
de sonar, aunque en la realidad se ha interpuesto una melodía
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60 segundos T ie m p o r e a l ( d ie g é tic o )
90 segundos T ie m p o ir r e a l ( tr á n s ito s )
60 segundos 2 ’3 0 ”
4.- Solución
En principio es osado ver sonar el reloj en su duración real y
someter, inmediatamente después, a la trampa del tiempo ma-
nipulado. La solución técnica es idéntica a la del primer plan-
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III
Distribución musical
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Aunque esto no sea en absoluto despreciable, especialmente si lo que
se pretende es dotar la película de una ambientación genérica, sin recurrir
a la música para otros fines.
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LP «The Elephant Man» (Pacific Arts).
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Si se trata de música incidental, como ya vimos, pues la diegética es
una música que se explica por sí misma.
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Este filme narra la historia de dos hermanas infelizmente casadas que
cuidan a otra hermana, enferma. No hay música original, sino piezas de
Mozart y de Bach de empleo diegético, de acompañamiento. La aten-
ción que las dos hermanas prestan sobre la enferma hace que, entre ellas,
prácticamente no exista otro intercambio de palabras que el rutinario.
Cuando la enferma fallece, una se aproxima a la otra y le suplica que
la relación entre ambas vuelva a ser como era cuando niñas, que cese la
incomunicación, que se vuelvan a abrazar, besar, explicar cosas, etc. Y lo
pide tan insistentemente como persistente es el rechazo de la otra. Y eso
se mantiene así hasta que la reticente rompe su barrera y se abraza a la
otra, con intensidad. Ambas comienzan a besarse, acariciarse... y hablar
lo que durante años han callado... ¡pero justo entonces no se oyen sus
palabras! En su lugar, lo que suena es música. Y es que poco importa lo
que se digan... se lo dicen y eso es lo bello. Tampoco importa qué música
suena en ese momento (una pieza de Bach a violoncelo). Lo que cuenta es
que, en el momento más esencial... la música es la que ocupa el lugar de
la palabra. Por tanto, en esta bellísima película sólo hay una escena con
música incidental, pero con ella el filme ya tiene suficiente.
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Aunque eso ha sido objeto de controversia, como veremos en este
mismo capítulo cuando abordemos el silencio musical.
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Karlin, F.: Listen to the Movies (Schirmer Books, 1994). P. 11
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ibid. P. 75. Esta política de los estudios hollywoodienses supuso un
verdadero tormento para muchos compositores, a quienes se obligaba a
producir largas partituras.
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Hay géneros que necesitan cierta abundancia de música. El de aven-
turas, de acción, terror, el histórico... todo aquel que aproveche el énfasis
que la música puede aportar. Un caso notorio es el cine de animación,
por la diferencia existente con los filmes de imagen real, como la mayor
velocidad en que transcurren las escenas y movimientos de los personajes,
que acentúan la sensación de dinamismo. Eso implica que la música debe
ajustarse al ritmo en que se desarrolla la acción, en tanto es el componente
sonoro esencial en el que se apoya.
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Una explícita representación de lo que significa esta música es que es
la causa de uno de los primeros enfrentamientos de Jack Nicholson con
la enfermera, cuando le exige que quite esa música y ella se niega. La
presencia del tema es, entonces, una diáfana representación del poder de
la mujer.
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Tema Principal
Temas centrales
Tema inicial Temas secundarios Tema final
Subtemas
Motivos y fragmentos
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Por supuesto, puede volver a ser utilizada, pero en circunstancias idén-
ticas o muy similares: otra fiesta, otra persecución... y su sentido sigue sien-
do ocasional. Lo que no sucede con los temas centrales, como veremos.
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Un tema central que suene alegre, más adelante melancólico y luego
trágico evidenciará un cambio emocional a peor de aquello sobre lo que
se aplique.
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¿Cómo podríamos, sino, calificar de protagonista a un personaje de
un filme cuando éste no ha comenzado aún? En el desarrollo de la pelícu-
la los temas musicales, como los intérpretes, van ocupando las cuotas de
poder que les corresponden.
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En este filme la música tiene importancia absoluta. No sólo la mú-
sica positiva sobrevive al contratema –que en la segunda parte ocupa la
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Subtema
Un subtema representa la sumisión de un tema (central o se-
cundario) a otro (también central o secundario), de su inser-
ción en el seno del otro, que es el dominante. Cuando un
tema incluye la música de otro, siempre y cuando este tema
incluido tenga una posición servil, no protagónica, respecto
al anfitrión. Si por ejemplo en un tema principal (A) se incor-
pora un fragmento de uno central (B), éste queda supeditado
al principal (Ab). ¿Qué utilidad tiene?: son varias, pero la más
importante es que el tema supeditado sirva de referencia. En
el cine es algo muy recurrido. En este caso (B) funcionaría
como subtema de (A), pero no como tema individual. Las po-
sibilidades son diversas: si un tema secundario (c) se supedita
como subtema con respecto a uno central (B), el efecto (Bc)
hace que el central absorba para sí al secundario y le dé ma-
yor relevancia, ya sea argumental, dramática o emotiva, pe-
ro raramente intelectual, porque el tema central mantiene su
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Si uno de los temas centrales se supeditase como subtema al otro, en
cierta manera se estaría dando a entender que un personaje se impone a
otro. Ocurre en la película, cuando Holden abandona a Gloria Swanson,
pero hasta ese momento ambos temas habían cohabitado en plano iguali-
tario en algunas secuencias.
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Adorno, T. y Eisler, H. Op.cit. Pág. 18
58
Chion, M.: Op. cit. Pág. 220
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Algunas veces, eso sí, se ha exagerado en su empleo. El terrorífico
leit-motif de Creature from the Black Lagoon (1954), de Jack Arnold, se
llega a repetir hasta 150 veces. Una decisión tomada probablemente por
imposición de la Universal.
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Se sacrificó un momento de tensión en beneficio del resto del filme.
Además, justo acabada la secuencia, irrumpe el verdadero tiburón, suena
el leit-motif y el terror regresa a la película.
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Hay un momento en la película en el que sí se desarrolla como tema
y es cuando se enfrenta, en igualdad de condiciones, al tema de los pes-
cadores (en la escena en la que le disparan barriles), convirtiéndose en
contratema del mismo. Acabada la lucha, vuelve a ser motivo y no tema.
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En el documental Bernard Herrmann: Music for the Movies, Herr-
mann comenta que en esa secuencia lo que se ve es a una mujer condu-
ciendo un coche como si fuera al supermercado, y que Hitchcock le dijo
que incorporaría voces que expresasen su pensamiento en ese instante.
Herrmann le contestó que le parecía buena idea, pero que eso no la hacía
inquietante, por lo que sugirió reincorporar el tema de los créditos para
avisar al público que el momento culminante estaba a punto de llegar.
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Este es el proceso: en los créditos suena el tema inicial, que reaparece
cuando Adela, la protagonista, encuentra un templo abandonado con es-
tatuas eróticas. Esta escena supone una inflexión argumental y musical:
Adela experimentará sensaciones turbulentas que derivarán en una trage-
dia nacional (por su culpa, la India se levantará). Sirve para reintroducir el
tema, repercutido con voces femeninas con un cariz de fascinación true-
cado por cierto tono sensual, entre erótico y lascivo, aplicado de modo
directo en Adela y pierde así su carácter genérico. Desde ese momento, sus
reapariciones harán directa referencia a su estado mental. Cuando Adela
no puede conciliar el sueño el tema vuelve a ser repercutido incidiendo
en el impacto de su experiencia en el templo, indicando que su mente
aúna excitación e inestabilidad. La música está tan orientada a reflejar
su evolución psicológica que cualquier otra –salvo la diegética– distrae-
ría la atención y menguaría su eficacia. En el instante en que emprende
el tramo final para llegar a las cuevas, vuelve a aplicarse remarcando la
relación entre su turbación con la llegada al lugar donde se va a producir
la catársis. Por tanto, la música está conduciendo al personaje al punto
de origen del drama. Si se hubiese insertado música anteriormente, la
dispersidad hubiese alterado la percepción global. Volverá a ser empleado
cuando Adela es llamada a declarar en juicio: la inserción de un nuevo
fragmento repercutido evidencia su confusión mental y plasma su miedo
a enfrentarse a la verdad. Resuelto el drama, sí hay espacio para otra mú-
sica, que puede campar a sus anchas porque no interfiere en la evolución
del tema principal.
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El silencio musical
Otra opción es el silencio musical, que no hace referencia a las
partes donde no se inserta música por no ser útil o necesaria,
sino a su ausencia de en aquellas partes donde, a priori, parece
necesaria o el espectador la espera. No debe ser entendido en
el sentido que la partitura no juegue papel alguno, sino que su
ausencia sea determinante como para considerar que el com-
positor ha tenido algo que ver. Aaron Copland explicó que
«personalmente, prefiero hacer uso del poder de la música muy
espaciado, sólo para los momentos más esenciales. Un compositor
sabe cuándo emplear los silencios, y que no poner música a veces
resulta más efectivo que ponerla»,64 en tanto que Nino Rota
64
Thomas, T.: Op. cit. P. 77
91
Conrado Xalabarder
aseguró que «creo que es mejor que un filme tenga una música
mediocre que no que no tenga música. El silencio musical deja
insatisfecho al espectador».65 En cualquier caso, siendo ambas
opciones legítimas, lo cierto es que la falta de música en una
secuencia puede hacerla más impactante, bien porque se bus-
que un contraste con la inmediatamente anterior o posterior,
en la que la música se ha oído o se va a oir, o bien porque sin
ella se pueda dejar un tanto atónito al espectador, acostum-
brado a escucharla en ese tipo de escenas. Uno de los ejemplos
más conocidos es la persecución de una avioneta fumigadora
sobre Cary Grant en North By Northwest (1959), fragmento
que al quedar huérfano de partitura quintuplicó su efectividad
y volvió a hacer lo mismo en la secuencia del asesinato en la
cocina de Torn Courtain (1966). Otro caso notable es Jaws.
Como he explicado, la película se sustenta en el uso del leit-
motif del escualo, que se aplica de modo honesto para avisar al
espectador de su presencia. En una secuencia, los tres hombres
que lo intentan localizar echan carnaza en el mar con la espe-
ranza de que el tiburón de señales de vida. Súbitamente, y sin
que la música lo avise, aparece el enorme animal y asusta tanto
a los protagonistas como a los espectadores. Inmediatamente
después –pero después– reaparece la música. El efecto es im-
pactante, porque coge al espectador desprevenido. Williams lo
explicó: «ahora sabemos que el tiburón está ahí, pero no lo hemos
avisado con música. Osea, que su ataque surge del silencio. Como
esperas oir la música y no la oyes, cuando llega el tiburón resulta
incluso más aterrador».66 Un compositor, pues, debe saber ma-
nejar las posibilidades que ofrece la ausencia de música.
65
Latorre, J.M.: Nino Rota, la imagen de la música (Montesinos, 1989).
P. 261.
66
Comentarios del compositor en el making of de la película, incluido en
la edición en DVD del filme.
92
IV
Niveles de la música
Nivel sonoro
Uno de los debates más frecuentes en torno a la música en el
cine es si esta debe ser o no escuchada en una película, si ha de
tener una presencia notoria o si, por el contrario, la mejor mú-
sica es la que no se escucha. Al respecto ha habido una completa
división de opiniones, pero ambos supuestos no sólo son per-
fectamente válidos, sino que también son compatibles. En la
alternativa entre la que la música sea escuchada o sólo sea oida,
lo único que parece firme es que, como mínimo, debe ser oida
pues, de lo contrario, sería poco útil y suprimible.67 Hay pelí-
culas que necesitan que la música sea escuchada: es el caso de
67
Una música que ni tan sólo sea oída no tendría otro sentido que el del
mero relleno sonoro y podría complementar los efectos de ruidos pero, en
sí misma, carecería de especial valor.
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Conrado Xalabarder
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Música de cine. Una ilusión óptica
68
El siguiente esquema no se corresponde exactamente a la realidad de
la película, ya que el tema principal de la banda sonora es repercutido en
otras ocasiones, que aquí no indicamos. Este esquema es sencillamente
indicativo.
95
Conrado Xalabarder
Opción 1:
Música:
Secuencia:
Opción 2:
Secuencia:
Música:
96
Música de cine. Una ilusión óptica
Tema principal
Nivel sonoro alto
Secuencia:
Tema central
Nivel sonoro bajo
69
Esta es la sinopsis: en un pueblo siciliano, durante la Segunda Guerra
Mundial, una bella mujer cuyo marido está combatiendo intenta sobre-
vivir a la miseria. Creyendo que su esposo ha muerto, acaba ejerciendo de
prostituta para los alemanes y por ello es expulsada del pueblo, al acabar
la contienda. La secuencia que analizaremos corresponde al regreso de
Malèna, del brazo de su marido.
97
Conrado Xalabarder
Nivel argumental
La película de François Truffaut La nuit américaine (1973)
tiene dos estratos argumentales: por un lado, el rodaje de una
98
Música de cine. Una ilusión óptica
99
Conrado Xalabarder
70
Efectivamente, los últimos acordes de la música de Herrmann coinci-
den con la aparición del siniestro motel. Herrmann explicita entonces el
mensaje: “Algo terrible va a suceder y va a ser aquí ”.
100
Música de cine. Una ilusión óptica
Nivel espacial
Ya indiqué, a propósito de la música empática y la anempáti-
ca, que en ocasiones la aplicación de una música responde a
criterios de elección, tanto si se opta por reforzar lo que se está
viendo en pantalla, por contradecirlo o sencillamente por pri-
mar algún aspecto concreto, sin considerar el resto. El criterio
de elección determina el sentido dramático de la escena. En
una secuencia, la música puede ubircarse en diferentes espa-
cios: el de la acción, el de las sensaciones, de las referencias,
en alguno completamente ajeno o en varios de los anteriores
simultáneamente. Una música que acompase un movimiento
físico (una carrera, una persecución, una pelea...) estará priori-
zando en su nivel espacial la acción, sin otras consideraciones;
una música que exprese sentimientos o pensamientos de un
personaje priorizará en su nivel espacial las sensaciones que se
estén viviendo, al margen de su acción física. Son dos opciones
–no las únicas, como enseguida veremos– que no son exclu-
yentes, dado que es factible abordar ambas simultáneamente,
de modo que, por ejemplo, un tema que esté identificado con
un personaje se puede repercutir para plasmar lo que siente y
para aderezar la acción física que emprende: por ejemplo, si
este personaje corre desesperado porque llega tarde a una cita,
la música puede realzar su carrera y su angustia.
Pueden darse casos en los que la música no atienda a esos
niveles de la acción y de la sensación, sino que sirva como
referencia para el espectador, emocional o intelectualmente:
un paisaje e incluso un objeto pueden cobrar vida gracias a la
música, y ser resaltados con ella. Así, una bella música aplica-
da a un paraje puede expresar lo que sientan los personajes por
ese paraje (y estaríamos entonces ante el nivel espacial de las
sensaciones), pero también se puede vincular exclusivamen-
te a las impresiones que se pretenden del espectador, no de
los personajes. Cuando el protagonista de Lawrence of Arabia
101
Conrado Xalabarder
102
Música de cine. Una ilusión óptica
71
La música, y esa es una de sus grandes herramientas narrativas, per-
mite romper la sincronía con la narración fílmica, de tal manera que se
adelante y tome ventaja con respecto a la acción.
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Conrado Xalabarder
72
En realidad el edificio Dakota no tiene música de terror. Lo que su-
cede es que los siniestros vecinos, con sus permanentes intrusiones en la
vida y el apartamento de la protagonista, acaban por traer con ellos esa
música, que se instala en su casa y no la dejará en paz. De hecho, las dos
ocasiones en las que ella pretende relajarse, intenta escuchar música en su
tocadiscos: ellos no dejarán que lo haga.
104
Música de cine. Una ilusión óptica
Nivel dramático
The Adventures of Robin Hood (1938) es uno de los grandes clá-
sicos del cine de aventuras, con la lucha del héroe del bosque
de Sherwood contra la monarquía corrupta. El tema eterno
de los deshauciados contra los poderosos. La música, de Erich
Wolfgang Korngold, es también una de las más importantes
compuestas para la gran pantalla. El compositor, lejos de apli-
carla en un nivel argumental (música popular para los pobres;
solemne para los potentados), dotó a los desfavorecidos –al hé-
roe en concreto– de un tratamiento respetuoso y majestuoso,
de tal modo que, con su partitura, lo elevaba a la categoría de
verdadero monarca, defensor de los pobres y de causa noble.
Korngold, con su creación, superó las barreras argumentales
del filme y aportó un nuevo nivel. En su nivel dramático, la
música puede alterar el orden de las cosas, dar nuevas pers-
pectivas o situarse a favor o en contra de los personajes, entre
otras posibilidades. Si en su nivel argumental se situaba a ras
de los estratos narrativos, con el nivel dramático aporta nuevas
dimensiones, mayor profundidad o aspectos no contemplados
en imágenes. No hay Edén alguno en Il buono, il brutto, il
cattivo (1966), pero existe gracias a la música de Ennio Mo-
rricone: concretamente, en la escena en la que “el feo” llega al
73
Esta contaminación de la nana –que es el tema principal– junto con
sus distintas repercusiones en el espléndido filme de Polanski hace que
su sentido cuando suena como tema final sea completamente distinto a
cuando sonaba como inicial, y eso que son idénticamente iguales: al prin-
cipio, es una nana feliz (una mujer va a ser madre); al final, un tema de
aceptación del mal. Es realmente ejemplar.
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Morricone hizo numerosos westerns, pero serían los de Leone los que
le darían fama. Frente a la dimensión épica de los americanos Moross y
Bernstein, optó por no repetir esa fórmula, también de éxito, y traba-
jar sobre criterios más místicos, que entonaba mejor con las películas de
Leone. Si en Estados Unidos se primaba la territorialidad en la música
(es decir, la propia del lugar donde transcurre el filme), en su voluntad
estuvo otorgar un sentido temporal, de tal modo que la música sirviera
para ubicar la película en las épocas más agrestes de la Humanidad y, así,
darle el sentido bíblico que buscaba el director en personajes que surgían
de la nada, en pueblos sin pasado y entornos sociales con apariencia de
haber sido recién constituidos. Venía a ser una emulación de las frases del
Génesis que decían lo de «En el principio, creó Dios el Cielo y la Tierra;
la Tierra era caos y confusión. Y luego creo al hombre». Bajo este precepto,
ideó una fórmula que aplicaría en los títulos de crédito de varias de esas
películas y que consistía en un símil de la Creación: se iniciaba con so-
noridades rudas y primitivas (la música de la Tierra silvestre), proseguía
incorporando percusiones u otros instrumentos más convencionales (el
origen de la vida) y acababa con el empleo de la voz humana y la orques-
tación (la aparición del hombre). Era entonces cuando comenzaban las
historias. Por ello, la lógica impuso que los instrumentos fueran lo menos
convencionales posibles y, a la vez, con las sonoridades más primarias: lá-
tigos, golpes de yunque, guitarras tocadas en sus registros graves, campa-
nas, aullidos, gritos, harmónica... todo lo que evocara la idea del “origen
del hombre” y, sobre todo, que diera un aire violento. Lo contrastaba con
la intervención de la voz soprano de su inseparable Edda Dell’Orso y el
resultado, entonces, era perfecto.
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Música de cine. Una ilusión óptica
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75
En el caso de los créditos de Taxi Driver se da el doble nivel: el ar-
gumental (la noche neoyorquina, con el saxo) y el dramático (la críptica
personalidad del taxista, con la música obsesiva). Para evitar la obviedad,
Herrmann hizo algo especialmente arriesgado: aplicó en esa primera se-
cuencia la música neoyorquina sobre los primeros planos del protagonista
y la música obsesiva sobre las imágenes de las calles de la ciudad –y no al
revés, como sería lógico–, en una fusión que, de todos modos, era resuelta
en el tramo final, cuando el personaje comenzaba su acción esta vez sí
acompañado por la música que expresaba sus turbulencias mentales.
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Música de cine. Una ilusión óptica
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Música de cine. Una ilusión óptica
76
Tema este que, en la edición de la banda sonora, Williams tituló iró-
nicamente Turistas en el menú.
77
Como también sucedería en American Beauty, que ya comentamos, los
protagonistas se enfrentan a sus rivales por la música que estos escuchan
y hacen escuchar.
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V
Procesos de dinamización
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Música de cine. Una ilusión óptica
Supuesto 1
Diálogos:
Música:
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Supuesto 2
Diálogos:
Música:
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Supuesto 3
Diálogos:
Música:
Supuesto 4
Diálogos:
Música:
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Música de cine. Una ilusión óptica
78
La primera tiene una puesta en escena sobria, sin relevancia en el ma-
nejo de la cámara y sin música que se vincule a la esencia del drama. Su
peso se sustenta en el poderío de sus magníficos intérpretes (Olivier, Ma-
ggie Smith, Frank Finlay....) y el filme, en realidad, es una buena muestra
de teatro filmado. Por el contrario, la versión de Welles utiliza todos los
recursos cinematográficos para alejarla de su teatralidad: encuadres, mo-
vimientos de cámara y especialmente una poderosa música de Angelo
Francesco Lavagnino que captó las turbulencias del relato y redimensio-
nó, así, la propia obra.
79
Pero no es un requisito imprescindible ya que, como hemos visto, el
compositor puede pautar las palabras y hacerlas más armoniosas, aunque
sin duda es más laborioso. Aún así, Dimitri Tiomkin y Georges Delerue
lo hicieron, y muy bien, en The Old Man and The Sea (1958) y en Les deux
anglaises et le continent (1971), respectivamente.
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Conrado Xalabarder
La conexión secuencial
The Lonely Passion of Judith Hearne (1987), filme de Jack Cla-
yton protagonizado por Maggie Smith, narra las desdichas de
una solitaria cuarentona, amargada y alcohólica. Se inicia en
una iglesia donde, siendo niña, juega con unas amiguitas y es
reprendida por su tía. La escena, que corresponde a los crédi-
tos, acaba con un primer plano del rostro de la pequeña, del
que se salen unas lágrimas. Sobre este se efectúa un tránsito
y aparece el de ella ya mayor, que va compungida en un taxi
que la lleva a una pensión. Entra en una habitación, abre la
maleta, saca un retrato de su tía y lo coloca en la repisa de una
chimenea, y finalmente coge una botella de licor y la guarda
en un armario. Dos secuencias seguidas entre las que median
varias décadas. Para marcar el trancurso del tiempo, Georges
Delerue aplicó un tema inicial que daba paso a otro (que sería
el principal), seguido y sin interrupción, pero manteniendo
las diferencias estilísticas: el inicial tenía reminiscencias re-
ligiosas, en tanto que el siguiente era una melodía afligida y
triste, en consonancia con el estado anímico del personaje. Sin
embargo, a pesar de las diferencias, el tránsito podría haber
resultado brusco de no haber mediado dos detalles: en primer
lugar, como en la imagen, la parte final del tema inicial se
fusiona con el inicio del tema siguiente, enlazándose ambos;
en segundo lugar, el segundo tema comienza inmediatamente
antes de producirse la elipsis y, por tanto, siquiera por segun-
dos, se avanza a la misma:
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Música de cine. Una ilusión óptica
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80
CD «Bernard Herrmann Film Scores: from ‘Citizen Kane’ to ‘Taxi
Driver’» (Milan)
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Montaje 1 Montaje 2
música canción
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Música de cine. Una ilusión óptica
Alargamiento o intensificación
de la secuencia
Dentro de unos límites razonables, una buena música puede
sostener una secuencia más allá de lo argumental y hacer que
su duración se extienda más de lo que podría de no mediar
su aplicación. Ya vimos cómo se hizo en el caso de Per qual-
che dollaro in più, pero no es imprescindible recurrir a trucos.
Lo importante es que si se desea alargar una secuencia se ha
de hacer con algún motivo justificado, ya sea con propósitos
enfáticos, para generar tensión o para aprovechar la riqueza
visual o dramática de la propia escena. Un método muy ele-
mental para alargar una secuencia es ralentizarla, hacer que
la imagen vaya más lenta de lo normal y que, así, dure más.
Entonces, si la música aparenta estar también ralentizada el
efecto obvio es el de que se explica lo mismo, pero en mayor
tiempo. Es lo que sucede en la escena final de Obsession (1976),
de Brian De Palma, donde la partitura de Bernard Herrmann
acompasa el ritmo de unas imágenes a cámara lenta, convir-
tiendo así en larga una secuencia que, en circunstancias nor-
males, duraría muy poco. El propio Herrmann aplicó en su
carrera una fórmula más sutil para extender la duración de
una escena y, en su caso, provocar inquietud. Lo hizo con mú-
sicas irresolutorias, que se extendían sin visos de finalización:
cuando parecían concluir, volvían a empezar, en una suerte de
125
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Mención especial merece lo aportado por Carl Stalling, quien revolu-
cionó el cine de animación por la precisa sincronización de su música con
el movimiento de los personajes, dinamizando la acción. El método Sta-
lling, conocido como mickey-mousing por haberlos aplicado en los cortos
del ratón Mickey, acabaría por ser un referente.
129
VI
La técnica
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Eso siempre y cuando no sea integrada, tal y como vimos.
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En este caso, había una razón de peso: los personajes protagonistas son
americanos y europeos, y prevaleció este criterio sobre el geográfico.
133
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Pasolini, además, primó en realidad la obra homónima de Bach sobre
la contextuación histórica.
85
Es una cuestión de prioridades: ¿interesa más el contexto histórico o la
esencia del relato? Muchas películas de época relatan, en realidad, temas
universales, por lo que la música puede prescindir de esos criterios.
134
Música de cine. Una ilusión óptica
86
Adorno, T. y Eisler, H., Op.cit. P. 23.
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Téngase presente que en la época en que fue escrito el libro de Eisler,
los años cuarenta, no se daba el factor comercial en la música de cine. Pero
estoy completamente seguro que, de haberlo escrito diez o quince años
más tarde, Eisler hubiera suscrito la frase.
136
Música de cine. Una ilusión óptica
88
Hay tendencia, en varios de los músicos norteamericanos actuales,
a primar partituras sinfónicas que resultan excesivas. Cierto es que los
criterios comerciales condicionan, y la música sinfónica se ha convertido
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89
Thomas, «Music for the Movies». pp. 191
140
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La composición
«Si la película es buena, se espera del compositor
que limite su talento; si es mala, que realice un
milagro».90
Virgil Thompson
90
Thomas, «Music for the Movies». p. 19
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91
Revista «Soundtrack!». Vol. 3, nº 12. Diciembre 1984. p. 8.
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Música de cine. Una ilusión óptica
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música, de tal modo que pareciese que esas eran secuencias co-
reografiadas, de gran belleza. En segundo lugar, porque Leone
siempre entendió que la música era la extensión natural de los
personajes, de modo que con ella los hacía más comprensibles
y les daba una dimensión más amplia, etérea, incluso religiosa.
Y si un actor debía conocer de antemano sus diálogos para
entender el personaje, ¿cómo no debía conocer también qué
música iba a ser el alma de su personaje? Por ello, Leone hacía
escuchar a sus actores la música de Morricone.
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Música de cine. Una ilusión óptica
92
Karlin, F.: Op.cit. p. 12
93
Dijo Herrmann: «de esta manera, tenía la sensación de que la película
estaba siendo edificada, y que mi propia música formaba parte de esa edifica-
ción» (CD «Citizen Kane». Preamble).
94
Respecto a The Age of Innocence, me comentó Elmer Bernstein que
«cuando se acabó mi trabajo (Scorsese) llegó a montar partes del filme en
función de la música, como es lo que pasa en las secuencias del matrimonio, la
luna de miel o la del paso del tiempo. Así que hubo un verdadero matrimonio
entre la imagen y la música. Eso es lo mejor».
145
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146
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95
Karlin, F.: Op. cit. p. 192
96
Bona, D. y Wiley, M.: Op. cit. 322.
97
Karlin, F.: Op. cit. p. 25.
147
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98
Thomas, T.: Op. cit. P. 162.
99
Thomas, T.: Music for the Movies. P. 139. Young murió de un infarto,
con sólo 56 años de edad.
148
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100
Karlin, F.: Op. cit. p. 35.
101
Previn, A.: No Minor Chords: My Days in Hollywood (Doubleday,
1991). p. 89.
149
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Morricone es tajante en lo que considera la integridad de un composi-
tor: En el libro Morricone, la música, el cine (Fundación Municipal de Ci-
ne de Valencia, 1997), el autor, Sergio Miceli, le pregunta si alguna vez se
ha servido de colaboradores: «Nunca, es un principio moral irrenunciable
(...) A mí me gusta componer, es mi vocación, lo único que sé hacer. No puedo
delegar en otros una obligación que siento como profundamente propia». Ale-
ga también razones personales: «Comencé en esta profesión encargándome
de la orquestación y los arreglos para músicos que estaban muy bien pagados,
mientras yo no tenía nada (...) Es decir, que fui explotado, y yo no puedo
hacer lo mismo con otras personas, por razones morales pero también por
razones artísticas». Y remata: «Algunos compositores ilustres de música para
cine recurren a este tipo de colaboraciones. Cosa que yo no acabo de compren-
der, porque incluso si tú entregas un fragmento bien resuelto, bien claro, la
orquestación es la música: el hecho de que tú pongas ‘puente’ o ‘pizzicato’ en
la viola forma parte de la música, influye sobre la totalidad del sonido. Por lo
tanto, para mí es inaceptable como principio no sólo moral, sino meramente
musical. El dueño de la música es quien la escribe de principio a fin, por
buena o mala que sea» (p. 103 y 104).
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Entrevista a Les Baxter en la revista «BSO Magazine». Núm. 4. p. 21,
extraída a su vez del número 26 de «Soundtrack!».
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104
Karlin, F.: Op. cit. P. 63.
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VII
Método de análisis
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Índice
Prólogo 7
Introducción 9
Una cuestión de poder 10
Compositores abnegados, compositores libres 19
Una música justificada 26
La música de cine fuera del cine 29
Calidad frente a utilidad 33
La música en el contexto cinematográfico 37
Por su comunicación: música necesaria y creativa 37
Por su origen: música original, preexistente
y adaptada 40
Por su aplicación: música diegética e incidental.
La falsa diégesis 44
Por su actitud: música empática y anempática 51
Por su vinculación: música integrada 53
El tiempo imposible 60
Distribución musical 65
¿Cuánta música necesita una película? 66
Estructura musical: La pirámide del poder 70
Tema inicial y tema final 72
Tema principal, tema central y tema secundario.
El contratema 74
Subtema 80
Motivos y fragmentos: el leit-motif 81
La música repetida, variada y repercutida 85
El silencio musical 91
Niveles de la música 93
Nivel sonoro 93
Nivel argumental 98
Nivel espacial 101
Nivel dramático 105
Procesos de dinamización 113
La música y los diálogos 113
La conexión secuencial 120
Alargamiento o intensificación de la secuencia 125
La técnica 131
Criterios de elección musicales 131
Los preliminares en la composición 139
La composición 141
El proceso posterior a la composición 148
Método de análisis 153