Ejercicios Mod 08
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Ejercicios Mod 08
Un mundo lejano y como cabecera una piedra dura de madera, nació el niñito.
La cabaña de Belém era miserable e invisible y en ella nació nuestro salvador.
Manadas de pastores y grupos de ovejas revoloteaban de flor en flor. En el
límpido formamento pataleaban las estrellas y pestañeaban la luna para que se
muevan las tribus de ángeles, santos recién nacidos y reyes vagos, la mula y el
buey y la burra, y….”. Cuando divisaba a un amor que perseguía, recomenzaba:
“Aquí digo lo que es mi corazón porque le reconozco y se lo que siente”.
“Héchate derecho
y endereza el cuerpo,
comerás morcilla
Después de las tenidas con Chavela y algunos turnos de una limeta de agua de
susuco, armaba el gran berrinche con los que venían al convento y pelaban el
ojo por la Chavela. Le agarraban más las tapas en las noches y como guagua
llamaba a la botella como al chuco materno: ¡Más agua de la fuente! ¡De esa
fuente que envenena!. Le empuñaba a la Chavela como alocado, perdido, sin
ojos, sin tacto. Todos los que se daban cuenta de este caso creían que la
Chavela le embrujaba; no era así, colo ella lograba desprenderle de la bebida a
fin de que sus protestas sean aplastadas por la realidad. “!Chavela, vos veras!
¡Vos veras, vos eres, vos has de ser!”. Y sus gritos carraspados brincaban a sus
manos huesudas y al cuerpo de Chavela para que, aunque sea temblequeando,
Chavela le tape la boca.
Solo la fe ciega y el temor podían tolerar tantos misterios del señor vicario. La
religión de Jesús estaba lejos de mantenerse clara y comprensible en sus
ceremonias. Las misas eran muy madrugadoras y los rosarios muy nocturnos.
Esos dogmas y liturgias temían a la luz del día, porque la luz del día es alidada
a la verdad. El culto al amor y a la sexialidad, era el padre, hijo y espíritu santo
para el frailuco que como cualquier natural dominaba el runashimi. Había algo
endiablado en él. Sabía mucho de la magia venusiana, de flores, de piedras
milagrosas, hasta de astros y poco de altar.
Tenía una rara afección a las orejas de los otros runas feligreses y no las
aflojaban aunque, Chavela le ofrecía cortar las manos; la cascara de res para los
pillastres que no le saludaban a Chavela también con el “Alabado sea Mama
Virgen”. Un foeticito manuable mantenía en el fondo del bolsillo de la sotana. La
niñez le guardaba un miedo cerval. Se las daba de catequesis para tener siquiera
que ojear a los guambras maltonas. Para los pillastres en las prácticas de
adoctrinamiento, el látigo, para las que estaban a punto siquiera el pellizco
sabroso, los provocativos apretones de manos, las nalgadas y otras ofensas
mujeriles que terminaban con galletas y mistelas, maíz frito con chicharrón,
chicha dulce con mote pillo, queso y huevo arrebozado; colaciones y melcochas
traídas de Loja. De él fue el dicho: “Para componer el chuchaqui, cuetro cosas
debes de tener: chicha, ají, fritada y una linda china acostada”.
El mismo cuarteaba su seguridad por vanidoso y mal enseñado por Chavela,
por liviano y esclavo de su cuerpo y de cualquier fundillo mañoso. Al “cedacito
nuevo” le falto firmeza. Se hizo como el agua que toma la forma de la vasija que
lo contiene o que es transportada; agua turbia pronta a podrirse. De hombres
libres trató de formar esclavos; les enseño a invocar a Dios, nombrando a un
Dios que no atendió jamás a sus invocaciones mal hechas.
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María Piedad cayó con el Reverendo en un primer viernes, por un par de billetes
y porque estaba cansada de oír unas frases amasacotadas y amancebadas que
querían darle calambres a las nalgas.
Muchas fueron las magas que compusieron filtros amorosos para este
churumaco que se creía un hombre de gran instrucción voluptuosa, que en sus
refinadas prácticas prostituyó hasta las mujeres casadas. Siguiendo las
costumbres doctrinales de aquella época, entre ellas la de visitar a los barrios,
especialmente el barrio Insana.
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En una noche oscura que hacia chorrear el miedo en las frentes y los ojos,
sucedió esta tragedia. Apenas había una luz como para pucungos, cuando
confabularon contra el fraile. Había un olor a huevo güero y un resoplar de
angustia y desvelo; una oscuridad de cueva viviente de mashos. La voz del
Reverendo en el santo rosario no era tal, sino de un atarantado, celoso, envidioso
y hasta ciego. Desde que salió de la casa parroquial se le pego la voz y el ojo de
un pucungo que traía pintada su imagen de tiniebla. La pizazón del frio, como
nunca le estorbaba, al igual que el olor a rozo. Sus parpados corazoneros sentían
temblores. Noche negra como el ala de un guishico. En esta noche retinta
ardieron los ojos de algunos Insanas. Entre sercos de piedra y cabuyales altos
estaban escondidos ellos, como también el nido de amor del Reverendo; dos se
escondieron bajo la cama de la adultera, uno de ellos Mongo Romero, para
cogerle infraganti con la amazona de “retadoras tetas”, como decía el
Reverendo.
Del Insana salía una procesión de lomas y altiplanicies pobladas. En una de esas
mesetas de pechugas de gallinas, pavos y frutas, de tuca, choras y pomarrosas
estaba el higar de Mongo Romero, cuya mujer, como queda dicho, era bonita y
él chumalón, que andaban de fiesta en fiesta en los barrios y entre palabras
sabrosas y mañosas, ella invitaba a manoseos cariñosos que avoluntaban para
tenderse en las gramas con algún generoso comerciante.
.- “me has vendido, hija de perro. Más puta de las que he conocido. En este
mismo catre te matara el Mongo. Me has jugado a dos puntas. ¡Puta! ¡Reputa!.
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Otros comentaban: "A este Frayle, muchas veces, le sacaron a paso de incendio,
con la una mano en el lugar donde Adán tiene la hoja de higuera y la otras en
1as ropas interiores y la sotana... "Cuando bailaba parecía que le iban a derramar
los hueso8...
Los de Insana eran cholos groseros que creyéndose ofendidos tenían la mala
costumbre de aumentar, tanto como podían, el grado de ofensa que se les infería
y mermar sus causas exagerándolas demasiado, lo que tener derecho a
embriagarse con los sentimientos de odio y grandeza luego que despertaban en
su corazón. Los mestizos de Insana esa noche, volvieron a la bestia para superar
al hombre.
La afición de apostar hasta por cuál de los gallos canta primero, llegó a la sala
presidencial y a algunos colaboradores. Los asuntos de Estado eran tan
conocidos como conocido era Pacharaco, Gallino, Volantuzo, a quien limpiaban
todos los días espuelas para hacerle asomar como polaco u pollo y a culinche
que le cuidaban y le curaban de una “virguela de los diablos”. A Chuchumeco le
enseñaban a revolar porque era mamón. Poco caso hacía del plumón chulla
estaca y del otro mamón Flordiaba. En cada conversación se acordaban de su
gran Culinche que estaba enfermo con un taco debajo del ala y amarrado a la
pata de la mesa del gran comedor de la Guardia Presidencial.
-. No merecen tanta contra que les das. Claro. Vos no entiendes de gallos. Mira,
Mija, la pinta de Ajiseco -le insinuaba el señor Presidente a la primera Dama-.
Ayúdame ,Mija. Mañana pelean mis gallos. Ya es hora de ordenar que les pasen
gallo, de iniciar las fricciones, soplarlos agua en los cañones de las plumas de
las alas, a los que tienen todavía tiernas; asolearles un poco, darles huevo picado
y envolverles con trapo las espuelas para que no se hieran. Ayúdame, Mija. No
me fio en otras personas. Si ganamos, ganamos los dos. Te ruego”.
-. “Para que les soban las piernas con trago?. Me parece que son pendejadas de
los jugadores y cuidadores”.
-. “Cosas de este mundo. Antes decían: " Escondan el trago, ya viene el lojano",
ahora dicen: “Escondan el gallo que ya viene el Chombo. ¿Qué van a ganar esos
tristes cagones?".
-. “Mis gallos son mantenidos a pura yema de huevo, como te consta. Ya me
viene una cría de gallos que no cagan y de otra que no hay que hacer el
empollamiento colectivo sino de uno en uno, porque son tan finos que de huevos
pelean y se despedazan”.
Como era de esperarse, Don Gerónimo ingresó a la cancha de gallos con todos
los honores de estilo. En ese tiempo ni en ningún lugar había silbatinas del siglo
para los presidentes. Ajiseco dió buena cuenta de contenedor en un minuto y
medio. El Presidente gallero se restregaba las manos de placer. Nunca le había
traicionado el garboso y pinturero animal. Enseguida se pactó la pelea de
Pachaco con otro ejemplar que había sido importado de México por un aficionado
capitalino. La pelea era "algo montada", es que Don Chombo, como Presidente
debía tener ventaja en el cotejo y casi siempre el gallo de él era más alto en la
pelea. El contendor de Pacharaco era de espuela baja y bien afilada, buen
revolador, a pesar de su caja ancha; pico robusto y corto como el de un quillilico.
La pelea fue tocada por el juez con dos mil sucres.
rio asistente al gallo. El careador era uno de esos insurgentes que buscan más
partidarios-.
Nadie pudo, ni el careador, hacerle parar a Pacharado; por esa buena picada y
esa chorrera de sangre que le quitaba la vida, pudieron hacer nada con el
pescuezo de Pacharaco. La primer careada hecha al frente del contendor resultó
con la clavada de pico. En este álgido momento para Don Gerónimo, llegó don
Manuelito Bustamante su predilecto Ministro de Estado. Compañeros de cama y
rancho que vivían más juntos que los dedos de los pies; el uno llegaba a ser la
sombra del otro y se alternaban en ser tuerca y tornillo el uno del otro.
Soltaron a la cancha otro par de contenedores, uno de ellos del Presidente, el
mismo que insinuaba a grandes voces: "que vengan el Juez y los careadores" ,
a quienes les preguntó: ¿No están vendidos?. Esta pelea es con navajas. Que
les amarren bien, no dejarán intencionalmente floja”.
Uno de los camaradas de la Casa Presidencial trajo el gallo de tapada. Era nada
menos que Cantaclaro, nombrado así porque ningún gallo rivalizaba con él en el
canto, que era más armonioso "que las tas del órgano de la catedral" y daba las
horas mejor que el gallo de la Catedral mediante las campanas y mejor que el
reñoj de San Francisco. Su instinto era superior al de los demás gallos que no
conocían los ciclos del equinoccio; su pescuezo y changas eran más rojas que
el coral y sus espuelas parecían de marfil; era de color oro y su plumaje
deslumbraba por su brillo de seda. Tenía mujer: la Saratana, de lindo plumaje y
empaque; con ella había procreado a una alegre pollada de ocho traviesos que
eran estampa de la madre.
El Shirango cargó con saña y le abrió una brecha en el buche de Cantaclaro con
sus espuelas de candela. La sangre empezó a gotear en otra herida del
pescuezo de Cantaclaro. Los picos de gavilán empezaron a prenderse en las
crestas y pescuezo, hasta que una honda puñalada se Shirango en la nuca de
Cantaclaro y otra jalada endemoniada hizo el milagro de poner patas arriba y
muerto a Cantaclaro. No hubo lugar a careos. La sangre había salido a
borbotones de los cortes mortales y picadas que tenía Cantaclaro; por boquete
de la herida salía la sangre como el agua de un caño roto. Un griterío estremeció
hasta las tejas de la gallera. Estaba seña- lado por la Providencia que Cantaclaro
caiga destrozado, haciendo la mejor de las peleas y Saratana y su noble prole
en los colmillos de un raposa. La pelea del desquite del Señor Presidente fue
desastrosa. Se dió hasta diez a cinco en ventaja a Cantaclaro.
.- “Háblame mejor del gallo de San Pedro. Los gallos y los galleros no somos de
los que sabemos esperar".
Nadie hizo caso a Don Manuelito que echaba chispas de puro bravo. El Ministro
godo gozaba del descontento del pueblo por su absorbente administración y
porque veían en él un motivo por el cual la curuchupanguería estaba trepada en
el poder. Además, el turbulento clamor de la lidia iba hasta las cumbres del
Pichincha y el heroísmo de Cantaclaro, le hacían recordar a Don Gerónimo en el
sacrificio del Héroe Niño que murió con. Disintiera en las faldas del Hospital San
Juan de Dios. Pacharaco era otro héroe, cayó de pico en la, completamente
descordado. Su vida fue un soplo y el Señor Presidente quedó perdidote y con
un público que se reía a sus espaldas del gusto de que “la lora se comió al
puerco".
.- “0ye, Bustamante, nos han metido un gallo de tapada para mi lindo cantaclaro.
Ese shirango maldito ha sido de ñeque. ¡Qué pelea más pareja! El canto del gallo
y la pelea es para la bilis lo que hay. Yo creo, Manuelito, que vienes de la zona
donde las papas queman... Di no más. No te hagas el pendejo o es que mismo
eres".
.- "! Carajo! No ves que me rompo el cuero por salvar a la República. La afición
gallística te tiene más oxidadas las tuercas de tu memoria y de tu razón. Contigo
no hay como… Es como si quisiera repicar en una campana que no tiene
badajo…”.
Al día siguiente de la histórica pelea de gallos, presentándose en la sala
presidencial, el Ministro Bustamante.
.- "Ayer me fue imposible hablarte de este asunto. Hoy vengo a decirte que
parece conveniente que aceptes la renuncia de la Cartera a mi cargo. El
Congreso te pide y yo también, en aras de la tranquilidad. Falta popularidad al
Gobierno".
.- " Yo creo que no es conveniente que renuncies. El que quiere que renuncie es
el mudo liberal de Veintimilla que nos está maniobrando a ocultas. El Mudo
Veintimilla es el único a que se alimenta de carne humana. Medita, Manuelito.
Hazlo por mí. Haz cualquier pacto aunque sea con el demonio. Salva tu pellejo
y el mío. Tú me pasarás la cuenta cuando gane con mi cenizo y Dominguero".
El Señor Presidente se sintió tragado por los ojos redondos de murciélago del
doctor Manuel Bustamante. La interesante conferencia fue interrumpida por la
llegada de un visitante provinciano que irrumpió a la sala sin la audiencia
respectiva, “Bueno días excelencia”.- “Buenos días, Pablito, siéntate. Qué
novedades me traes?”.- “Le traigo la mejor, Excelencia. Un gallo cutungo de
mucho registro y gran monte. Está en la jaula que deje afuera. Es lo mejor de
San Miguel de Chimbo”.