Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Ejercicios Mod 08

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 21

50

Un mundo lejano y como cabecera una piedra dura de madera, nació el niñito.
La cabaña de Belém era miserable e invisible y en ella nació nuestro salvador.
Manadas de pastores y grupos de ovejas revoloteaban de flor en flor. En el
límpido formamento pataleaban las estrellas y pestañeaban la luna para que se
muevan las tribus de ángeles, santos recién nacidos y reyes vagos, la mula y el
buey y la burra, y….”. Cuando divisaba a un amor que perseguía, recomenzaba:
“Aquí digo lo que es mi corazón porque le reconozco y se lo que siente”.

El primero y franco amorío lo tuvo con la mishiquishimi de la Chavela Arrobo, a


quien le decían la “Virgen de la Majada”. La virgen era medio bruja y machorra
en los sentimientos y una pecosa escurridiza con sus trenzas color de arrayan.
No alta, ni baja, ni fea, ni bonita, pero le lleno el ojo al Reverendo y le quito
muchos ratos de respiro. Ella y él se regaron de ojeos, sonrisas y los parpados
sobre ella, él. Tal para cual. La Chavela nunca había tenido el bulto de un hijo en
la barriga pero había menudeado inútilmente ocasiones para tenerlo. A la
Chavela Arrobo le convenía Jose Pacheco como machucante por su machete
mangulero que no sabía poner quereza, y, la Virgen de la Majada al Reverendo,
que desde el día primero que le vio, pensó morir por ella o enterrarse encima de
ella desde cuando le confeso. Fray Jose le brindaba agua de susuco con
raspadura y punta de Achiral, poniéndole en la boca con esas manos angelorum.
El Pepe, que también le manejaba a la vivhuela, hacía un dúo de canto con la
Chavela y se ponían a fajarle un picapleito; ella con su voz celestial y él con su
voz de guagrocote:

La copla pleitera del Reverendo, decía:

“De todas las avecillas

quisiera ser el canario

para picotear y vorjear

sobre tus senos y calzonario”

Y la coña recoproquera, decía;

“Cuando un fraile se enamora


viene el sacristán y le atraviesa,

creyendo que el pobre fraile

No tiene paloma tiesa”.

El dúo, después de las colpas picarescas, se ina al estribillo:

“Héchate derecho

y endereza el cuerpo,

comerás morcilla

sin pelar puerco”.

En otros sermones tenía deslumbrada a la feligresía con sus temas favoritos y


con sus lágrimas de heroína en los ojos de sapo: “La sublime castidad, está en
el ascético abandono, el desprecio y la mortificación del harapo corruptor, de
nuestro cuerpo, como un anticipo de la vida ejemplar de San Hospicio comido
por los piojos y Santa María Egipciaca, resecada por el sol como un cuero…”.
Toda invocación empezaba con la manida y santa estrofa: “Santo Dios, Santo
Oficio, Santo Cristo del Garrote, leña del Cuerpo Divino”. Terminaba
relacionando su acción con las grandes cosas que hicieron sus antecesores para
que todas las ciudades construidas por las fundaciones, sean muy nobles y muy
leales. Dejaban entrever que nuca decía la verdad y que solo era un filático de
chingana, un avecgucho que cubría con sus alas a los picaros y daba picotazos
a sus amigos. La literatura pulpitera interesa y agrada cuando se encuadra en la
línea clara de lo humano; deja de interesar y choca cuando se concentra en
regímenes etéreos, siderales y fofos. Se repudia a un sermón plagio o copiado
e su mayor parte de oradores sagrados cursis.

Después de las tenidas con Chavela y algunos turnos de una limeta de agua de
susuco, armaba el gran berrinche con los que venían al convento y pelaban el
ojo por la Chavela. Le agarraban más las tapas en las noches y como guagua
llamaba a la botella como al chuco materno: ¡Más agua de la fuente! ¡De esa
fuente que envenena!. Le empuñaba a la Chavela como alocado, perdido, sin
ojos, sin tacto. Todos los que se daban cuenta de este caso creían que la
Chavela le embrujaba; no era así, colo ella lograba desprenderle de la bebida a
fin de que sus protestas sean aplastadas por la realidad. “!Chavela, vos veras!
¡Vos veras, vos eres, vos has de ser!”. Y sus gritos carraspados brincaban a sus
manos huesudas y al cuerpo de Chavela para que, aunque sea temblequeando,
Chavela le tape la boca.

La brujería de Chavela estaba en sus carnes y en sus sabrosas provocaciones;


era una mestiza que había crecido y entre cabuyos y los corrales de animales,
ayudando a su crianza, engorde y procreación; para el uso de la aguja, las tijeras
y fogón había tenido no se que impedimento. Un chulucanero le había
madrugado al novio oficial en el barrio y le hizo sentir la delicia que le faltaba, a
cambio de la enseñanza de ciertas mañas de brujas, referencias, adivinanzas,
versos y refranes picarescos, que cayeron a su cuerpo como primer lluvia para
una tierra sedienta. Los cocuyos jugaron a las candelitas en la oscuridad.

Solo la fe ciega y el temor podían tolerar tantos misterios del señor vicario. La
religión de Jesús estaba lejos de mantenerse clara y comprensible en sus
ceremonias. Las misas eran muy madrugadoras y los rosarios muy nocturnos.
Esos dogmas y liturgias temían a la luz del día, porque la luz del día es alidada
a la verdad. El culto al amor y a la sexialidad, era el padre, hijo y espíritu santo
para el frailuco que como cualquier natural dominaba el runashimi. Había algo
endiablado en él. Sabía mucho de la magia venusiana, de flores, de piedras
milagrosas, hasta de astros y poco de altar.

Tenía una rara afección a las orejas de los otros runas feligreses y no las
aflojaban aunque, Chavela le ofrecía cortar las manos; la cascara de res para los
pillastres que no le saludaban a Chavela también con el “Alabado sea Mama
Virgen”. Un foeticito manuable mantenía en el fondo del bolsillo de la sotana. La
niñez le guardaba un miedo cerval. Se las daba de catequesis para tener siquiera
que ojear a los guambras maltonas. Para los pillastres en las prácticas de
adoctrinamiento, el látigo, para las que estaban a punto siquiera el pellizco
sabroso, los provocativos apretones de manos, las nalgadas y otras ofensas
mujeriles que terminaban con galletas y mistelas, maíz frito con chicharrón,
chicha dulce con mote pillo, queso y huevo arrebozado; colaciones y melcochas
traídas de Loja. De él fue el dicho: “Para componer el chuchaqui, cuetro cosas
debes de tener: chicha, ají, fritada y una linda china acostada”.
El mismo cuarteaba su seguridad por vanidoso y mal enseñado por Chavela,
por liviano y esclavo de su cuerpo y de cualquier fundillo mañoso. Al “cedacito
nuevo” le falto firmeza. Se hizo como el agua que toma la forma de la vasija que
lo contiene o que es transportada; agua turbia pronta a podrirse. De hombres
libres trató de formar esclavos; les enseño a invocar a Dios, nombrando a un
Dios que no atendió jamás a sus invocaciones mal hechas.

El empezaba sus andanzas apenas el cielo estaba cebándose de oscuridad,


cuando las nubes negras estaban vuelteando a las faldas de los cerros y el cielo
abombado de garua. El garañón empezaba cuando en el pueblo se apagaban
las hornillas y los braseros de las chinganas y ramadas. Algunas veces le
encontraron enterrado en los gonces de las piernas rechonchas de una mujer
casada y le olían esa boca a besos de mujer ajena. Era cuando Chavela le
armaba la gran trifulca.

53

Se manchó el suelo de la casa conventual con sudor y sangre de la servidumbre.


Para las hembras jóvenes trajo oráculos y cabalcas, moras, en enigmas,
profecías y vaticinios; premios y castigos que no necesitaron porque no
comprendieron nunca. Para los del pueblo, profecías en latín. Que solo
contestaban los sacristanes y una que otra beata con tramojo. No tendió una
mano desinteresada a nadie. Panorama de conquista; redes de lanzas, alaridos
de triunfos. ¡Como vino ligera la desdicha de Sozoranga! .La sujeción grosera
engendra odio y venganza en el esclavo y la venalidad en el esclavizador.
Dormía arrullado por una música proveniente de los mil silencios del cielo y de
la tierra. Se hallaba embebecido de la flor y la nata de la hermosura
sororanguense: María Piedad Herrera, una bella criatura de bejuco, que le robo
en el barrio yunga de Lobushco para tenerla de asiento en la casa parroquial. La
dama de sus pensamientos se hizo dueño de su existencia; él hizo suya esa vida
que no era suya. Era el único que contemplaba su universo, sin nadie le vea ni
escuche su oración.

“Dios te salve, María Piedad, mi Ninachumbi, decía el poeta traista, con


repentinos aires de misterio-. Esencia salutífera. Máquina de armonía que el
altaismo creo exclusivamente para mi shushumbico. Fuente de agua fresca para
mis ardientes entrañas y mi caliente garganta de estopa. Amo a tu cintura
movediza, como rama cargada de mangos maduros o de cielo apretado de
estrellas de deseo. Amas eterna e infinitamente a Dios y en forma efímera a mí.
“flor de un día! “Angel traidor! “-decía cuando María Piedad le ponía al cuello sus
brazos con frialdad de culebra o de soga de ahorcar o cuando no le daban plata-
.

María Piedad cayó con el Reverendo en un primer viernes, por un par de billetes
y porque estaba cansada de oír unas frases amasacotadas y amancebadas que
querían darle calambres a las nalgas.

Muchas fueron las magas que compusieron filtros amorosos para este
churumaco que se creía un hombre de gran instrucción voluptuosa, que en sus
refinadas prácticas prostituyó hasta las mujeres casadas. Siguiendo las
costumbres doctrinales de aquella época, entre ellas la de visitar a los barrios,
especialmente el barrio Insana.

56

En calidad de doctrinero, mediador y consejero en las continuas disputas por la


posesión de tierras y en hacerse donar grandes latifundios, visitaba a los
enfermos y a los principales del lugar. La vida y la ambición tergiversaron a su
católica misión, al extremo de hacerse odiar profundamente de casi toda la
feligresía. El abuso de doncellas y su iracundia perenme provocaron continuos
reproches de obra de parte de los poblanos y hasta de campesinos. Su propia
cama lo usaba cuando estaba indispuesto; para eso tenía santos de su
propiedad que le suplían las faltas.

El producto de la represión de los agraviados eran respondidos con las


amenazas de excomunión, que para los criollos, aunque no comprendían el
asunto, era el más tremendo de los castigos mudanos.

Empezaron por robarle las campanas de la iglesia, otros poblanos abandonaron


el pueblo robándole a María Piedad que estaba a punto de ser asesinada por
Chavela, para devolverla a sus padres. Los de los barrios Insanos deliberaron
un poco más: acabar con él, cogiéndole con las manos en las masas, en el
próximo merodeo. Sabían que le había quitado la mujer a Mongo Romero que
por su soledad pasaba en el pueblo medio amancebado y dado al puro; una
mujer de lindo cuerpo, cejijunta y jovencita.

En una noche oscura que hacia chorrear el miedo en las frentes y los ojos,
sucedió esta tragedia. Apenas había una luz como para pucungos, cuando
confabularon contra el fraile. Había un olor a huevo güero y un resoplar de
angustia y desvelo; una oscuridad de cueva viviente de mashos. La voz del
Reverendo en el santo rosario no era tal, sino de un atarantado, celoso, envidioso
y hasta ciego. Desde que salió de la casa parroquial se le pego la voz y el ojo de
un pucungo que traía pintada su imagen de tiniebla. La pizazón del frio, como
nunca le estorbaba, al igual que el olor a rozo. Sus parpados corazoneros sentían
temblores. Noche negra como el ala de un guishico. En esta noche retinta
ardieron los ojos de algunos Insanas. Entre sercos de piedra y cabuyales altos
estaban escondidos ellos, como también el nido de amor del Reverendo; dos se
escondieron bajo la cama de la adultera, uno de ellos Mongo Romero, para
cogerle infraganti con la amazona de “retadoras tetas”, como decía el
Reverendo.

Del Insana salía una procesión de lomas y altiplanicies pobladas. En una de esas
mesetas de pechugas de gallinas, pavos y frutas, de tuca, choras y pomarrosas
estaba el higar de Mongo Romero, cuya mujer, como queda dicho, era bonita y
él chumalón, que andaban de fiesta en fiesta en los barrios y entre palabras
sabrosas y mañosas, ella invitaba a manoseos cariñosos que avoluntaban para
tenderse en las gramas con algún generoso comerciante.

El terreno estaba lagunoso y el desorbe de las acequias había labrado algunos


puquios. Con todo llego el frailejón a la casa de Mango Romero con la esperanza
de molerle el pellejo a su mujer. Cuando Jose Pacheco la tenía oprimida bajo su
cuerpo, le despegaron bruscamente cogiéndole del pescuezo como gato tierno,
después de arremangarle un pisotón en el culo. Porciaca tenían desfundada la
peinilla y pelada una daba.

.- “separemos el toro de la vaca –dijo Mongo dándole una guanucta en la nuca-.


Este cojudo no hace hijos, no tiene ni un crianca a quien mantener, ni quien le
llore, ni le reclame. Ahora entregara el pescuezo como cualquier macho cabrío,
por mentiroso y puto”.
-. “el Reverendo se hizo el santo –dijo otro afectado por la lívido del Reverendo-
. Aguese el gozo en el pozo – y le dio un singular pescozón-.

-. “ahora le apretaré el pescuezo por verraco, mentiroso y blasfemo. Se


demuestra inocente, como un santo de nicho. Mentir cerca de morir es blasfemar.
Viste no ha sido el símbolo de caridad y de fe, ha sido el signo de la corrupción,
de la explotación y de los infiernos” –dijo otro Insana con cara de diablo-.

Murió sin que le peguen. Lo último y único que dijo, fue:

.- “me has vendido, hija de perro. Más puta de las que he conocido. En este
mismo catre te matara el Mongo. Me has jugado a dos puntas. ¡Puta! ¡Reputa!.

Fue cuando sonó un escopetazo que derramo a un solo grito y embarranco a su


eco. Cuando le llegó el tiro ya estaba muerto del puro miedo; pichido, harto de
gritar y con el llanto corrido de rato a rato; cuando estuvo sin aliento ni de jalarse
los pelos; y cuando dejo de insultar a la adúltera que como él estaban de rodillas
ante Mongo. Salió otro escopetazo que selló para siempre su aliento, el disparo
vino en hondas cuando empezaba el vicario a mascullar las consabidas palabras
de excomunión.

Salvajemente, los Insanas, le arrancaron la lengua y profanaron el cadáver de


Jose Pacheco, diciendo: “por donde pecaste, púrgate”, y haciendo lo que hace
la lubricidad sin freno anta la castidad aparentada, como en los tiempos de la
Inquisición.

Llevaron su cuerpo a una parte montañosa, como para un ritual en un templo


triste, sombrío y decorado de negro. Le repararon la cabeza como se hacía con
los ladrones de gallina y le pusieron una diadema formada de cuernos. Los
asistentes a la ceremonia hasta lloraron de contentos, arrojándole flores a la
diadema; una pantomima ante una mujer que temblaba como la voz de un
tutamono ante los perros; ante la mujer que él prostituyó, con la que Mongo
Romero parodió sarcásticamente los mismos rituales con los que él iniciaba “los
grandes misterios”, “con su alta iniciación”; hicieron que los inquisidores
discípulos de Torquemeda hicieron con las brujas: “pincharle las ingles para que
boten toda la sangre succionada en los ritos brujos”.
Sus ojos murieron primero a pesar de que fueron los que más buscaron la vida.
En sus ojos se llevó el retrato de los ojos de todas las victimas de su sevicia
sexual. Quedo arrecostada su sotana, como cara sin cuerpo; quedo el suelo con
sangre, como en la cocina del convento la sangre de las gallinas y cuyes de
diezmo sacrificados en los días de jolgorio. Se fue el Reverendo lleno de los
recuerdos de la Chavela. Acató mal este retozador chivato que dejaba la teta de
su madre para sustentarse de flores.

El cadáver fue arrojado a la profundidad impenetrable de uno de los declives de


Puntipiedra. Había sido un flojo para morir. Nadie le mostro arma, se burlaron,
se rieron de su corona. Después de escupirle le arrojaron a las esquistosas
profundidades llenas de raíces de verdes curiquiros, nogales y cedrillos. En
Puntipiedra quedo cerca de la memoria de Fray José Pacheco. Se comieron su
cuerpo las hormigas arrieras como cualquier desperdicio o mortecina. El
barranco respiro para adentro, después de un sonido de lampa destemplado y
reventazón de una cuerda de guitarra.

59

Para los feligreses de Sozoranga, Fray José Pacheco había retornado


sorpresivamente a España, mientras los Insanas quedaron contando otras
historias o comentando a su gusto:
-. “Este fraile hizo huir la alegría de todos nosotros; nos Cerró la puerta de nuestro
llanto por amor y abierta la puerta de la pobreza y la fatalidad. Antes de estos
Pachecos, morir por amor o en la lucha era muerte y vida honrosa; ahora, morir
marcado, capado o de hambre es muerte horrorosa, muerte impuesta por los
nietos de los encomenderos. Ahora nos tocó a nosotros. Dios nos perdonará que
le hayamos librado de una de sus afrentas. Ahora le será imposible empuñar el
fruto de su deseo. "El Reverendo se fue a España”.

Otros comentaban: "A este Frayle, muchas veces, le sacaron a paso de incendio,
con la una mano en el lugar donde Adán tiene la hoja de higuera y la otras en
1as ropas interiores y la sotana... "Cuando bailaba parecía que le iban a derramar
los hueso8...

A tales atrevimientos suceden tales calamidades. Se quemaron as alas


coloradas de un falso querubín que trajo el abuso y la envidia a los enemigos
mortales de la sosegada vida campirana; cizaña y mortal discordia entre los del
gobierno del pueblo y entre las parcialidades. Para que no le pase nada, el
Reverendo debía haber recogido toda su industria y puéstola al servicio de to-
dos los de Insana, que tenía las puertas cerradas al saber. “El Pepe” tuvo más
cuenta sus feligreses.

Los montubios de Insana no temen a la excomunión porque están confundidos


con las neblinas que se adueñan del firmamento y las brisas. Viven tranquilos en
sus casitas aplastadas al suelo, como tinteros vacíos pero con el corazón de
chaquino y chamaco. Los del pueblo de Sozoranga les llamaron, por debajito,
"Los Libertadores”, y, nunca comentaron el retorno del "Padre Pacharaco" a la
madre patria.

Los de Insana eran cholos groseros que creyéndose ofendidos tenían la mala
costumbre de aumentar, tanto como podían, el grado de ofensa que se les infería
y mermar sus causas exagerándolas demasiado, lo que tener derecho a
embriagarse con los sentimientos de odio y grandeza luego que despertaban en
su corazón. Los mestizos de Insana esa noche, volvieron a la bestia para superar
al hombre.

Algo gangrenado y débil vino a superar y subrayar a conjuntos humanos en


germen y que podían incorporarse a la cultura con ventaja. Es que el destino de
los doctrinados fue otro, no recibió sino heridas en vez de innoculaciones de algo
bueno y noble.

En el pueblo de sozoronga entró de sopetón un huracán alocado que hizo


remolino en todo el entubado de rocas vidriada; huracán que enviudó de hojas y
flores a las ramas de los guayabos, toronches, zapotes y mangos, y que rasgó
el adorno de nubes blancas de la cresta del Insana.
LA AFICCIÓN GALLISTICA DEL SEÑOR PRESIDENTE.

EL “CHOMCO CARRION” Y LOS GALLOS DE TAPADA:

SHIRANGO, PACHARACO, CULINCHE, AJISECO Y POLACHO.

LOS QUE SE ROMPEN EL CUERO POR SALVAR A LA PATRIA.


Pueden considerarse como irrealidades lo que voy a exponer pero son
irrealidades más reales que la realidad. No, son. Tampoco alucinaciones, son
ascuas antiguas y profundidades costumbristas en años colorines y hasta
actuales. Fabla de un mundo de señores, gamonales políticos pueblerinos y
gentes aficionadas a entretenimientos traídos por los colonizadores iberos.

Agrado de señores, poblanos y hasta frailes, ha sido siempre “la juega de


gallos”. En los tiempos coloniales y Primeros republicanos, aún en los conventos
y casas parroquiales, junto a la fiesta mundana de calles y plazoletas, los
domingos y todo día de guarda, con tronar de camaretas y repiques de
campanas, estaba el programa de peleas de gallos, de pico, espuela y navajas.
Verdaderas francachelas entre galleros de las poblaciones vecinas; los grandes
boches pistoletazos, puñetes y hasta dagas entre perdedores y algunos
ganadores que no les gustaba dar la revancha a los perdedores, con el lento
rodar de “las muelas de Santa Apolonia”, al sonsonete mi a tiro pinta", treces de
a cien pesos", cenas de a cinco" y otras formas de apostar en el noble y
desinteresado juego de la pinta. Era de ver cerca de los concursos galleros, los
pilares de las casas llenos de gallos y los “chapoteadores” que llamaban las
esquinas de la plazoleta pueblerina con sus hinchas y curiosos.

Cuando comenzaba el ochocientos y en solariego hogar lejano, vió la luz el niño


Gerónimo Carrión y Palacios. Adolescente “Bernardino” y ya era asiduo cliente
de la gallera. Entonces se le conocía con el mote de CHOMBO CARRION, más
que con el nombre propio. En este tiempo casi no había sanbernardino sin gallo,
era la moda del siglo. Era pipiolo y ya le gustaban los gallos finos. En su hogar
de Loja en sus fincas de Malactos y Vilcabamba, pasaba cuidando y entrenando
sus ejemplares de lidia, como también destripando zancudos, comejenes y
jinbiricos o moliendo maíz y granza para el alimento de los futuros campeones;
de grandote y cuando le habían crecido los pelos hasta en el labio superior, le
pusieron pantalón largo.

Joven y bachiller se trasladó a Quito y Cuenca a conseguir y terminar sus


estudios y también a alternarlos con su afición gallística de apostador, cuidador
y mantenedor de buenas razas de lidia. Para esto la afición peruana hacía llegar
buenos ejemplares a Loja, circunstancia que hizo de Chombo el mejor gallero de
la época. Se acostumbró a vivir en una atmosfera de chunga y de chiste
canchero. Su vocabulario canchástico-gallero superó al de la real academia,
pues, lo aumentó, lo estilizó y dió gracia a nuestro vocabulario criollo.
Terminado el periodo presidencial del Dr. Gabriel García Moreno, se hizo cargo
del poder don Gerónimo Carrión y Palacios y el doctor Gabriel García Moreno
fue nombrado Ministro Plenipotenciario en Chile. Don Gerónimo, cuando
presidente, había pasado de sesentón y tenía una reverenda papada por la que
se le resbalaba lentamente a la gula, el estudio y la popularidad. Trajinante en la
política y, entre pelea y pelea, entre conversar de las magnificencias de los gallos
y obsequios de finos ejemplares. Tuvo muy aceptación político- social, manejó
bien la cosa pública en cuenca y Guayaquil y llegó hacer uñicarne con Urbina y
lo más granado de las aristocracia nacida en el colonialismo. También ocupó la
Vicepresidencia de la República en la administración de Robles y defendió a
Cuenca en su situación de 1864. En el torneo presidencial de la República, el 7
de septiembre de 1865,22.063 votos llevaron al sillón presidencial a don
Gerónimo Carrión y Palacios, alias el Chombo.

Todo merito tenía el “Presidente Gallero”, como llegaron a motejarle. Honrado


católico, bien presentado y gastador, hasta llegar a botarate. “¿qué novedad que
yo sea gallero? Tanto mequetrefe admirado de mi afición -decía el Presidente
Gallero-. Los verdaderos hombres tenemos nuestra afición; unos por las
mujeres, ¿no ven a Bolívar? La afición por las espuelas no hace empañar mi
administración.

La afición de apostar hasta por cuál de los gallos canta primero, llegó a la sala
presidencial y a algunos colaboradores. Los asuntos de Estado eran tan
conocidos como conocido era Pacharaco, Gallino, Volantuzo, a quien limpiaban
todos los días espuelas para hacerle asomar como polaco u pollo y a culinche
que le cuidaban y le curaban de una “virguela de los diablos”. A Chuchumeco le
enseñaban a revolar porque era mamón. Poco caso hacía del plumón chulla
estaca y del otro mamón Flordiaba. En cada conversación se acordaban de su
gran Culinche que estaba enfermo con un taco debajo del ala y amarrado a la
pata de la mesa del gran comedor de la Guardia Presidencial.

Apenas era la madrugada cuando ya Ajiseco instalaba su canto y los demás le


seguían, llenando de cantos de desafío hasta los confines y asesinando al sueño
vecinal. Cantaban desde antes que la aurora llegue a besar a las madreselvas,
hasta cuando el sol maduraba en el Panecillo. La Señora del Señor Presidente
llegó a tener tal tirria al canto de Ajiseco, que tenía unas verdaderas ganas de
aprovechar una ligera oscurana para apretarle el gañote con las manos, hasta
desajustarle las coyunturas cantadoras y eso que Ajiseco tenía un pescuezo más
duro y tieso que un palo. La esposa que tenía unas nalgas como para las
heladas, se sentía como de vidrio con tanto canto de gallo y empezaba la misa
cantada: "Los gallos del Chombo anuncian el día, Dios te salve María….”
Después, con los cantos de Pacharaco, decía: “no veo la hora en que este
Chombo bendito salga de estos pajarracos malagueros. A través de los gallos
estaba el humor de la Primera Dama a pesar de que ella sabía que los animales
no tienen la culpa de que les adoren sus dueños.

-. No merecen tanta contra que les das. Claro. Vos no entiendes de gallos. Mira,
Mija, la pinta de Ajiseco -le insinuaba el señor Presidente a la primera Dama-.
Ayúdame ,Mija. Mañana pelean mis gallos. Ya es hora de ordenar que les pasen
gallo, de iniciar las fricciones, soplarlos agua en los cañones de las plumas de
las alas, a los que tienen todavía tiernas; asolearles un poco, darles huevo picado
y envolverles con trapo las espuelas para que no se hieran. Ayúdame, Mija. No
me fio en otras personas. Si ganamos, ganamos los dos. Te ruego”.

En verdad, Ajiseco era un primor de ejemplar; tenía el pescuezo y las changas


peladas, como si le hubieran hecho con agua caliente. Tenía un color rojo vivo
por las frotaciones de aguardiente con izhpingo, alcanfor y otro menjugue que
solo el sabio gallero sabia la receta; la cresta bien rebanada y el pico apericado
que le daban aires de un minutero de concurso.

-. “Para que les soban las piernas con trago?. Me parece que son pendejadas de
los jugadores y cuidadores”.

-. “Lo que hablas tu son pendejadas. Em..bro..ca..cio..nes.., Señora.


Embro..caciones. Señora…So..ba..das..Bueno, sobar es otra cosa. Aprenda a
hablar castellano, Mija. Usted, no es ninguna Madame de Afrecho " -decía el
Señor Presidente, palmeándole las nalgas-.

-. “Cosas de este mundo. Antes decían: " Escondan el trago, ya viene el lojano",
ahora dicen: “Escondan el gallo que ya viene el Chombo. ¿Qué van a ganar esos
tristes cagones?".
-. “Mis gallos son mantenidos a pura yema de huevo, como te consta. Ya me
viene una cría de gallos que no cagan y de otra que no hay que hacer el
empollamiento colectivo sino de uno en uno, porque son tan finos que de huevos
pelean y se despedazan”.

En los patios, corredores, jardines y cuando pilar había en la residencia


presidencial, estaban las estacas y clavos que servían para a los gallos. Abundan
en todas partes comederos y bebederos de lujo, empleados y proveedores de
morocho chancados, huevo cocinado, carne, picada, alfalfa, col, lechuga y agua
hervida. Decían, pero no mucho se creía, hasta en las patas de escritorio
presidencial, los amigos dejaban el brindis de un gallo y los preparadores
amarraban y desamarraban gallos, sobre todo Los que tenían compromisos de
peleas en fechas o día de feriado próximo, como es ser cubrimiento. Los Tres
Reyes, la Octava, el Corpus Cristi, la anunciación y el descubrimiento. Cien
cantos, clarinados estridentes y robustos y atletazos atronaban el ambiente. De
vez en cuando una buena clueca entraba con sus polluelos amarillos al corredor
de las oficinas de administración interna. Mil anuncios de la madrugada y restos
ponían nervioso y quitaban el sueño de los vecinos. El gallo que casi siempre
estaba amarrado en su sitio preferente y su especialista cuidador era Pacharaco,
llamado también El Minutero o El Dominguero. Tenía una para besarla. Era un
orgullo cruce entre pashaco y una polla de los Curay de Quiara. Los niños de la
escuela se morían de gana por comer a Chuchumeco, creyendo que era un
payaso y no un gallo, pero a la resistencia de un Presidente no entran los
mocosos.

Un justo regocijo tuvo lugar en la Capital en el primer domingo de octubre de


1868. El Congreso de su administración aprobó la canción patria compuesta por
Juan León Mera y Antonio Neumane. Era de esperarse que dentro del nutrido
programa de amor a la Patria se intercalan unas cuantas peleítas de gallos. En
verdad se realizaron las lidias. En realidad se realizaron las lidias en la historia
gallística. La gallera de La Tola fue adora con cadenas de papel y banderolas.
La banda de músicos, en ese tiempo por la famosa de “Los Guagrotes”,
hábilmente dirigida por don Damarío Proaño, invitaba al espectáculo. Un
empleado de librea anunciaba la llegada de personajes notables y ejemplares
contenedores, con el detalle de la procedencia, el cartel y posición en el ranquin
provincial. Los cohes de la plaza de Santo Domingo hicieron viajes sucesivos
con aficionados. Fue el último en llegar el coche presidencial. Tarde de puro sol.

Como era de esperarse, Don Gerónimo ingresó a la cancha de gallos con todos
los honores de estilo. En ese tiempo ni en ningún lugar había silbatinas del siglo
para los presidentes. Ajiseco dió buena cuenta de contenedor en un minuto y
medio. El Presidente gallero se restregaba las manos de placer. Nunca le había
traicionado el garboso y pinturero animal. Enseguida se pactó la pelea de
Pachaco con otro ejemplar que había sido importado de México por un aficionado
capitalino. La pelea era "algo montada", es que Don Chombo, como Presidente
debía tener ventaja en el cotejo y casi siempre el gallo de él era más alto en la
pelea. El contendor de Pacharaco era de espuela baja y bien afilada, buen
revolador, a pesar de su caja ancha; pico robusto y corto como el de un quillilico.
La pelea fue tocada por el juez con dos mil sucres.

-. “Quinientos más a Pacharaco" -decía el guardaespaldas de Do Gerónimo, un


godo, como esos godos del régimen colonial-.

-. “Pago… Y pago más y más en contra de Pacharaco" –insinuaba el mi sieu


afranshutado que maltrataba al castellano, en los precisos momentos en que
Pacharaco recibía una tremenda estocada, de revuelo, en la garganta-.

-. “Careo, Misieu Juez” -repetía el franshute-.

-. “Chúpale la cabeza. Mátele la pluma. Límpialo. Mámalo más...”

-ordenaba el Señor Presidente y los apostadores a la turífera-

rio asistente al gallo. El careador era uno de esos insurgentes que buscan más
partidarios-.

Nadie pudo, ni el careador, hacerle parar a Pacharado; por esa buena picada y
esa chorrera de sangre que le quitaba la vida, pudieron hacer nada con el
pescuezo de Pacharaco. La primer careada hecha al frente del contendor resultó
con la clavada de pico. En este álgido momento para Don Gerónimo, llegó don
Manuelito Bustamante su predilecto Ministro de Estado. Compañeros de cama y
rancho que vivían más juntos que los dedos de los pies; el uno llegaba a ser la
sombra del otro y se alternaban en ser tuerca y tornillo el uno del otro.
Soltaron a la cancha otro par de contenedores, uno de ellos del Presidente, el
mismo que insinuaba a grandes voces: "que vengan el Juez y los careadores" ,
a quienes les preguntó: ¿No están vendidos?. Esta pelea es con navajas. Que
les amarren bien, no dejarán intencionalmente floja”.

Uno de los camaradas de la Casa Presidencial trajo el gallo de tapada. Era nada
menos que Cantaclaro, nombrado así porque ningún gallo rivalizaba con él en el
canto, que era más armonioso "que las tas del órgano de la catedral" y daba las
horas mejor que el gallo de la Catedral mediante las campanas y mejor que el
reñoj de San Francisco. Su instinto era superior al de los demás gallos que no
conocían los ciclos del equinoccio; su pescuezo y changas eran más rojas que
el coral y sus espuelas parecían de marfil; era de color oro y su plumaje
deslumbraba por su brillo de seda. Tenía mujer: la Saratana, de lindo plumaje y
empaque; con ella había procreado a una alegre pollada de ocho traviesos que
eran estampa de la madre.

Fáltame de datos sobre el contendor de Cantaclaro. Un chagra robusto extrajo


calmosamente un gallo medio desplumado por el viaje, que fue la horma de
Cantaclaro. Sacándole debajo del poncho y sopesándolo dijo: “a ver una cotejita
para este shirango mangulero”.

Saltó un representante de su Excelencia y le preguntó: ¿Y, cuánto Juega?. “Yo


tengo quinientos”, ¡Yo tengo quinientos”, “Yo otros quinientos, “Yo otros
quinientos”, “Aquí hay otros quinienticos”. La pelea se tocó con cinco mil sucres,
más las apuestas cruzadas y hasta con dieces de ventaja en favor de Cantaclaro.
El Shirango tenía unos ojos asesinos y vidriosos, destellos de esmalte de las
espuelas y un ardiente color en su bien raspada cresta.

El Shirango cargó con saña y le abrió una brecha en el buche de Cantaclaro con
sus espuelas de candela. La sangre empezó a gotear en otra herida del
pescuezo de Cantaclaro. Los picos de gavilán empezaron a prenderse en las
crestas y pescuezo, hasta que una honda puñalada se Shirango en la nuca de
Cantaclaro y otra jalada endemoniada hizo el milagro de poner patas arriba y
muerto a Cantaclaro. No hubo lugar a careos. La sangre había salido a
borbotones de los cortes mortales y picadas que tenía Cantaclaro; por boquete
de la herida salía la sangre como el agua de un caño roto. Un griterío estremeció
hasta las tejas de la gallera. Estaba seña- lado por la Providencia que Cantaclaro
caiga destrozado, haciendo la mejor de las peleas y Saratana y su noble prole
en los colmillos de un raposa. La pelea del desquite del Señor Presidente fue
desastrosa. Se dió hasta diez a cinco en ventaja a Cantaclaro.

.- “Gerónimo, quiero hablar contigo sobre un asunto urgente. La situación es


delicada. Los enemigos del Gobierno van a provocar una crisis ministerial...
Debes…”.

.- “Háblame mejor del gallo de San Pedro. Los gallos y los galleros no somos de
los que sabemos esperar".

Nadie hizo caso a Don Manuelito que echaba chispas de puro bravo. El Ministro
godo gozaba del descontento del pueblo por su absorbente administración y
porque veían en él un motivo por el cual la curuchupanguería estaba trepada en
el poder. Además, el turbulento clamor de la lidia iba hasta las cumbres del
Pichincha y el heroísmo de Cantaclaro, le hacían recordar a Don Gerónimo en el
sacrificio del Héroe Niño que murió con. Disintiera en las faldas del Hospital San
Juan de Dios. Pacharaco era otro héroe, cayó de pico en la, completamente
descordado. Su vida fue un soplo y el Señor Presidente quedó perdidote y con
un público que se reía a sus espaldas del gusto de que “la lora se comió al
puerco".

.- “0ye, Bustamante, nos han metido un gallo de tapada para mi lindo cantaclaro.
Ese shirango maldito ha sido de ñeque. ¡Qué pelea más pareja! El canto del gallo
y la pelea es para la bilis lo que hay. Yo creo, Manuelito, que vienes de la zona
donde las papas queman... Di no más. No te hagas el pendejo o es que mismo
eres".

El Ministro Bustamante se llenó de furia por la actitud del Señor Presidente. Si


inigualable amigo se fue, diciéndole:

.- "! Carajo! No ves que me rompo el cuero por salvar a la República. La afición
gallística te tiene más oxidadas las tuercas de tu memoria y de tu razón. Contigo
no hay como… Es como si quisiera repicar en una campana que no tiene
badajo…”.
Al día siguiente de la histórica pelea de gallos, presentándose en la sala
presidencial, el Ministro Bustamante.

.- "Ayer me fue imposible hablarte de este asunto. Hoy vengo a decirte que
parece conveniente que aceptes la renuncia de la Cartera a mi cargo. El
Congreso te pide y yo también, en aras de la tranquilidad. Falta popularidad al
Gobierno".

.- " Yo creo que no es conveniente que renuncies. El que quiere que renuncie es
el mudo liberal de Veintimilla que nos está maniobrando a ocultas. El Mudo
Veintimilla es el único a que se alimenta de carne humana. Medita, Manuelito.
Hazlo por mí. Haz cualquier pacto aunque sea con el demonio. Salva tu pellejo
y el mío. Tú me pasarás la cuenta cuando gane con mi cenizo y Dominguero".

.- “Óyeme, chombito, es que tú no sabes lo que está pasando en estod


momentos; es algo gravísimo que yo, para evitar la caída del Gobierno, he tenido
que finjir otra conspiración, a pesar de que existe la del Congreso. He hecho
arrestar a algunos tribunillos, tres ellos a los doctores Pedro Fermín Cevallos,
Antonio Portilla, Daniel Egas y Javier Sáenz. Esto nos va a traer un grave
disgusto".

El Señor Presidente se sintió tragado por los ojos redondos de murciélago del
doctor Manuel Bustamante. La interesante conferencia fue interrumpida por la
llegada de un visitante provinciano que irrumpió a la sala sin la audiencia
respectiva, “Bueno días excelencia”.- “Buenos días, Pablito, siéntate. Qué
novedades me traes?”.- “Le traigo la mejor, Excelencia. Un gallo cutungo de
mucho registro y gran monte. Está en la jaula que deje afuera. Es lo mejor de
San Miguel de Chimbo”.

El Ministro Bustamante temblaba de coraje, al ver que el Presidente olvidaba su


presencia y corrió a admirar el gallo obsequiado por unos de los caciques
guarandangas.

“Faltaba decirte lo principal –dijo Don Manuelito, cuando retornó el Presidente.-


el senado ha enviado un representante o un Delgado. Quédate, Chombo con tu
locura por las espuelas”.
El presidente tenía ganas de echarse a llorar, sim embargo increpo: “A la guerra
no se va por gusto sino fatalmente o alquilando la espada como los capitanes
ingleses… No me jodas, Curuchupa”.

.- ¡Si ya está bien jodido!

El presidente gallero estaba inquieto, movía sus brazos, se paseaba, se sentaba,


gritaba, hacía gestos y conversaba a solas. Pensaba religiosamente en los
detalles de las picadas, de la trabazón de plumas, alas, patas y pescuezos y
sacaba conclusiones matemáticas. Se imaginaba sumarse a las alborotadas
ovaciones y le venía un temblor de piernas; pensaba que al segundo cenizo de
reserva, también le harían temblar las patas en el aire en la próxima pelea.

Al salir de Ministerio Bustamante dio un tremendo portazo al señor presidente.


Empezaron a repicar en sus oídos las últimas palabras del Ministro Bustamante:
“Me parece una salvajada admirar estas escenas sangrientas. ¿Qué sacan
contemplando a los gallos matándose? Y entre gritos guardentosos y amagos de
reyertas?..... Es principal, candela bros y molduras relucientes de cuatros
venidos de España, con los cantos y la mierda de los gallos”. De seguido ordenó
el arresto del Delgado que era el Coronel Teodoro Gómez de la Torre y de los
honorables Senadores Angulo, Bolaños, Borja, Valdez y aún del mismo
presidente del Senado don Pedro Carbo.

También podría gustarte