Prueba Unidad 1 Lenguaje 3° Basico 2018
Prueba Unidad 1 Lenguaje 3° Basico 2018
Prueba Unidad 1 Lenguaje 3° Basico 2018
OBJETIVOS DE APRENDIZAJE:
- Describir personajes principales
- Reconocer causa y efecto de acciones
- Describir inicio, desarrollo y desenlace de una historia
- Identificar sustantivos propios y comunes
- Identificar partes de una noticia
INSTRUCCIONES GENERALES
1. Escuche y lea las indicaciones del profesor.
2. Completa los datos con letra legible.
3. Contesta la prueba con lápiz grafito.
4. No borres tus cálculos o procedimientos.
5. Se debe guardar silencio durante toda la evaluación, ante alguna duda se deberá
levantar la mano y espera que tu profesor se acerque a ti y te las aclare.
6. La prueba se recepcionará una vez que hayan terminado todos los alumnos. Tiempo
aproximado de evaluación (60- 90 min, aprox.)
e) ____ Los cuentos son narraciones literarias breves que cuentan una historia
ficticia.
Pequeña Masai
Patricia Geis
Había una vez una niña que vivía en Tanzania y se llamaba Pequeña Masai.
Un día Papá Masai le dijo:
—Mamá Masai y yo estaremos fuera toda la tarde y volveremos para cenar.
Cuando la Pequeña Masai vio que sus papás se habían ido, dio un salto y dijo:
—¡Esto es muy aburrido! Voy a dar un paseo, un paseíto, corto, cortito.
Y salió a pasear. Se subió a una palmera y se bañó en un río. Jugó con un
pez azul y con otro amarillo. Y al salir del agua se encontró con un marchante, alto,
rubio y distinguido, que con un acento extraño le dijo:
—Buenas tardes, Pequeña Masai. ¿Has visto pog aquí un elefante?
—¡No, no, señor, no lo he visto!
—¡Oh la la, qué impgrevisto! —dijo. Y se fue con sus bártulos a otro sitio.
La Pequeña Masai se quedó un poco sorprendida ante semejante visita y se
fue rápidamente a avisar al elefante que alguien lo estaba buscando.
—Gracias gracias, amiga mía —dijo el elefante al saber la
noticia—. Este marchante malvado está empeñado en convertir mis pobres colmillos
en cajas, pulseras y grandes anillos. Me voy corriendo corriendo a avisar a mi tribu.
Y en el camino de vuelta la Pequeña Masai se volvió a encontrar con el
marchante.
—Buenas tardes, Pequeña Masai. ¿Has visto pog aquí a un rinoceronte?
—¡No, no, señor, no lo he visto!
—¡Oh la la, qué impgrevisto! —dijo. Y se fue con sus bártulos a otro sitio.
Y la Pequeña Masai fue rápidamente a avisar al rinoceronte que alguien le
estaba buscando.
—Gracias gracias, amiga mía, por avisarme —dijo el rinoceronte al saber la
noticia—. Este marchante pesado está empeñado en convertir mi pobre cuernecito
en un mango de cuchillo, eso sí, con mucho estilo. Me voy corriendo corriendo a
avisar a mi tribu.
Y casi llegando a casa, la Pequeña Masai volvió a encontrarse con el
marchante.
—Buenas tardes, niña. ¿Has visto pog aquí un cocodgrilo?
—¡No, señor, no! ¡No lo he visto!
—¿Pues, sabes qué? —dijo—. Que me voy. Vaya timo. Sin cocodgrilos,
rinocerontes y elefantes esto es muy abugido. Y además está lleno de mosquitos.
—Y se fue por donde había venido.
La Pequeña Masai se apresuró a llegar al río y gritando llamó al cocodrilo
para contarle lo sucedido.
—Gracias gracias, amiga mía —dijo el cocodrilo—. Este marchante se ha obstinado
en convertirme en un bolso y en un par de zapatos muy muy caros. Me voy corriendo
corriendo a ver si es verdad que se ha marchado.
Y al ir a coger el camino de vuelta, la Pequeña Masai se dio cuenta de que
con tanto ir y venir se había perdido. Se sentó en una roca y se puso a llorar.
Y al oír los tristes lloros se asomaron por entre los árboles una jirafa y tres
monos.
—¿Qué pasa, qué pasa? —preguntó la jirafa—. Tú debes ser la Pequeña Masai,
me lo ha dicho un pajarito, que has salvado al cocodrilo, al elefante y al rino. ¿Por
qué lloras? ¿Te has perdido? Sube, sube.
La Pequeña Masai subió por el cuello de la jirafa. Y cuando llegó arriba del
todo, miró a la derecha, a la izquierda y al frente, y allá al fondo, tras la montaña,
vio su poblado, ¡su casa! Y bajó como en un tobogán hacia el lomo de la jirafa y
esta le dijo:
—¡Agárrate, monada! —Y empezó a correr y correr entre los árboles de plata.
Al llegar al pueblo la dejó, con cuidadito, en la entrada.
—Adiós, amiga.
—Adiós, jirafa.
Y la Pequeña Masai llegó justo a tiempo de cenar a casa.
1. ¿Qué características físicas y psicológicas describen mejor a la
Pequeña Masai?
a) Solidaria, buena, con pelo rubio y ojos azules.
b) Mala persona y poco amable, con rasgos de niña africana.
c) Solidaria, buena, amable con color de piel café y pelo corto.
d) mala persona, amable con pelo rubio.
2. Completa con las partes de una noticia según corresponda. (1 pto. c/u)
Chorlitos en la cabeza
Saúl Schkolnik
Robertito no era un niño muy limpio que digamos. Y la verdad es que, como
sus padres siempre estaban muy ocupados en cosas importantes, cada día su
mamá, al salir apurada a su trabajo en la Junta Nacional de Niños Desvalidos, le
recordaba:
—¡Robertito! Báñate tú solito, ya eres grande y puedes hacerlo. ¡Ah! Y no te olvides
de lavarte muy bien la cabeza.
—Sí, mamá —respondía el niño.
Entonces entraba al baño y echaba a correr el agua de la ducha, mojando el
piso y la toalla para que pareciera que se había bañado. Su papá, mientras tanto,
tomaba el desayuno leyendo su periódico preferido. A veces escuchaba —y otras
no— correr el agua de la ducha. Y cuando por la noche la mamá de Robertito le
preguntaba:
—¿Se bañó el niño, Godofredo?
El papá asentía con un movimiento de cabeza, pues estaba muy ocupado
mirando las importantes noticias en la televisión. Y la mamá se quedaba tranquila.
Otras veces era el papá quien, al salir a su trabajo en la Comisión Pro
Defensa de la Naturaleza, le decía:
—Robertito, báñate y acuérdate de lavarte muy bien la cabeza.
Su mamá, entre tanto, terminaba de arreglarse. A veces escuchaba
—y otras no— correr el agua de la ducha. Y cuando por la noche el papá le
preguntaba:
—¿Se bañó el niño, Estefanía?
La mamá asentía con un movimiento de cabeza pensando en ¡vaya a saber
qué problema de su oficina! Entonces el papá se quedaba tranquilo. Y como nadie
se aseguraba de que Robertito se hubiera bañado verdaderamente, ¿para qué
hacerlo? Así las cosas, cada día se iba acumulando más polvo sobre su cabeza;
pelusas, semillas, basuritas y
cualquier cosa que cayera sobre su pelo negro enrulado ya no volvía a salir de ahí
nunca más. En verdad, a Robertito le pesaba un poco la cabeza, pero no era como
para preocuparse.
Un día, sin embargo, las cosas comenzaron a complicarse, pues esa
mañana, cuando abrió el agua de la ducha, algunas gotas mojaron el polvo que
había sobre su cabeza y la semilla empezó a germinar. Echó raíces, un tallo, hojas…
Y poco a poco un arbolito empezó a crecer sobre la cabeza del niño. Por supuesto
que ni la mamá ni el papá de Robertito se dieron cuenta de aquello. Y menos de los
dos chorlitos que llegaron allí en busca de un lugar donde hacer su nido.
La verdad es que a Robertito le pesaba cada vez más la cabeza, pero no
tanto como para preocuparse. Y llegó la primavera…
La chorlito hembra puso tres pequeños huevos en su nido. Y no mucho
tiempo después, tres hermosos polluelos piaban felices en el nido construido entre
las ramas del arbusto que Robertito tenía sobre su cabeza. Pero como su papá y
mamá estaban demasiado ocupados en la Comisión Pro Defensa de la Naturaleza
y en la Junta Nacional de Niños Desvalidos, no se enteraron de lo que estaba
pasando sobre la cabeza de su hijo.
Hasta que una noche, en medio de la oscuridad, se oyó un…
—¡Pío, pío, pío!
La madre de Robertito despertó.
—¡Godofredo!, ¡Godofredo! Escucha…
—¿Qué pasa mujer?
—Oigo ruidos extraños en la casa. ¿Por qué no vas a ver lo que sucede?
—¡Bah! No es nada. Yo no oigo nada.
—Oigo ruidos en el dormitorio del niño.
—Estás soñando, Estefanía. Vuelve a dormirte mejor.
Pero en ese momento se oyó un…
—¡Pío, pío, pío!
—¿Oíste?
—Sí, está bien. Iré a ver —aceptó el padre; y levantándose bastante a desganas
fue a la pieza de Robertito y encendió la luz. El niño, perturbado, se despertó y se
sentó en la cama.
—¡Ouch! —exclamó el papá al ver lo que estaba viendo—. ¡Estefanía, Estefanía,
ven rápido!
La señora se levantó y corrió a la pieza del niño.
—¡Auch! —no pudo menos que gritar al ver a Robertito sentado en la cama con cara
de sueño, y con un árbol florido sobre su cabeza. Y entre sus ramas, un nido en el
que tres pequeños chorlitos piaban hambrientos:
—¡Pío, pío, pío!
—¡Horror! —se escandalizó la mamá que hacía mucho, mucho tiempo que no
miraba con detención a su hijo—. Robertito tiene chorlitos en la cabeza. ¡Horror!
Pero esto es espantoso! —se alarmó Godofredo, que casi por primera vez
veía realmente al niño—. ¿Cómo es que nadie se dio cuenta de esto a tiempo?
—Un doctor. ¡Hay que llamar a un doctor de inmediato!
Y llamaron a un médico de cabellera. Pero este, después de comprobar que
Robertito gozaba de excelente salud, se retiró diciendo:
—Lo siento, pero nada puedo hacer.
Luego llamaron a un ingeniero foresta-cabezal; y después a un cirujano de
pelo y a un peluquero y a un leñador y a un ornitólogo y a… Pero todos movieron la
cabeza y dijeron:
—Lo siento, pero nada podemos hacer.
Entonces, ¡no me lo van a creer! A Robertito mismo, a quien con el árbol y
los tres chorlitos ya era demasiado lo que le pesaba la cabeza, se le ocurrió la
solución.
Fue al baño, se mojó bien mojada la cabeza para soltar las raíces del arbusto,
con sumo cuidado lo sacó de arriba de su cabeza y lo fue a plantar en el patio de la
casa mientras los tres pequeños chorlitos continuaban piando felices.
—¡Pío, pío, pío!
Responde:
1.- En el texto los padres le pedían a Robertito que se bañara y se iban a trabajar
¿Qué le paso a causa de eso? (3 ptos)
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4.- ¿Con que acciones los adultos demuestran que respetan a los niños?
(3 ptos)
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