Martinez Guerrero Luis
Martinez Guerrero Luis
Martinez Guerrero Luis
Tesis doctoral de
LUIS MARTÍNEZ GUERRERO
Director:
ALBERTO ROSA RIVERO
Madrid, 2015
A la tata, la tía Dori,
el primo Juanma y Carlos,
que fueron, son y serán.
A mamá y a Quiel.
No pregunto quién eres [alma mía], eso carece de importancia para mí.
No puedes hacer ni ser más que aquello que yo te inculco.
Whalt Whitman
(Hojas de hierba)
Que mi lector, si comulga plenamente en mi certeza camine conmigo;
si comparte mis dudas, que busque conmigo.
Agustín de Hipona
(De trinitate I, 3, 5)
Friedrich Nietzsche
(Aurora)
AGRADECIMIENTOS
Una vez oí decir de manera un tanto lacónica a alguien muy querido por mí, que
el (paso del) tiempo es el tributo que siempre se cobra la experiencia. El conocimiento,
la habilidad o la destreza sólo se adquieren al final de un proceso que, en el caso de una
tesis doctoral, es prolongado y sinuoso. Eso me recuerda que una de las metáforas más
acertadas para describir la vida, es la de un camino. Terminar de recorrer un tramo de
ese camino como hago yo ahora, hubiera sido infinitamente más difícil sin el apoyo
y cariño de un buen número de personas. Es por tanto momento de que eche la vista
atrás y exprese, que no salde, en estas tristes líneas la deuda de agradecimiento que he
contraído con cada una de ellas.
A mis compañeros de fatigas, que aunque embarcados cada uno en sus propios
caminos, han confluido y confluyen numerosas veces con el mío: Tomás, Nacho, Rubén
e Irina. Gracias Angy por tu punto de vista siempre sereno para poner cordura en los
momentos de zozobra. A Edgar le considero un verdadero amigo con el que disfruto
hablando de mundos posibles, de proyectos por venir. Especialmente le agradezco su
apoyo y disposición en los últimos tiempos para echarme una mano en las cuestiones
logísticas que surgen tras la escritura.
A mis nuevos amigos de San Lorenzo con los que confío en seguir cultivando
una gran amistad: Rosa, Pedro, Juan, Patrizia, Lee. Gracias Pilar por darme a conocer
las canciones de Nick Cave. Gracias Santiago por tu sentido del humor y ese punto
de ironía necesario cuando nos tomamos demasiado en serio las cosas. Gracias Carlos
por ser tan buen amigo, por preocuparte del estado de la tesis a pesar de tus propias
batallas.
A mi madre que lo ha sacrificado todo por mí, que a pesar de todas las adversidades
ha puesto toda su dedicación en que yo saliera adelante. Mi deuda con ella no conoce
medida. Mamá, el gato ha subido por fin el muro. Esta tesis es más tuya que mía. Soy
lo que soy gracias a ti.
Gran parte del paisaje en que transcurrió mi particular camino, fueron las
cumbres, riachuelos y senderos del monte Abantos y del bosque de la Herrería a los
que acudía en busca de sosiego y calma cuando las fuerzas flaqueaban. Me recordaban
que si el sueño de un rey convertido en majestuoso salmo de piedra había sido posible
gracias al tesón y la voluntad, mi pequeño trabajo también podría serlo.
Índice
xiii
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Tradiciones nomotéticas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
1. La fe en una probeta: el paradigma biológico-experimental. . . . . . . . . . 72
2. El método sin objeto: el paradigma psicométrico. . . . . . . . . . . . . . 76
Tradiciones ideográficas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80
1. La religión en el inconsciente: las corrientes psicoanalíticas. . . . . . . . . . 81
xiv
Índice
xv
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
xvi
Índice
xvii
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
2.4. Una época que languidece y otra que germina. El invierno de la Edad Media y el
anuncio de la primavera renacentista. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 337
xviii
Índice
xix
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
xx
Índice
El afecto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 462
1. La afección desordenada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 464
xxi
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Recapitulando. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 467
La anotación [3]: sobre las tres potencias (más una) que debe ordenar el
ejercitante. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 476
1. Sobre la memoria. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 477
2. Sobre el entendimiento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 477
3. Sobre la voluntad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 478
4. Sobre la imaginación como cuarta potencia del alma. . . . . . . . . . . . 479
xxii
Índice
xxiii
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Exordio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 539
Narratio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 540
Argumentatio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 541
Peroratio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 543
xxiv
Índice
xxv
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Las reglas para distribuir limosnas [337-344]. Una aplicación práctica del
discernimiento de espíritus. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 586
Las reglas para ordenarse en el comer [210-217]. Bloqueando todas las vías de
escape del deseo desordenado. . . . . . . . . . . . . . . . . . 591
xxvi
Índice
xxvii
Índice de figuras
Índice de figuras
Figura 1.1. Un eterno y obsesivo bucle: viajes de ida y vuelta entre la religión y
la Psicología. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28
xxix
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Figura 3.11. Edición de 1519 realizada en Basilea del “Manual del caballero
cristiano” de Erasmo de Rotterdam. Cornell University Library,
Nueva York.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 374
xxx
Índice de figuras
xxxi
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Figura 7.1. Carro triunfal de la Iglesia dirigido por San Ignacio, de José
Rodríguez Carnero. Mural de la Iglesia del Espíritu Santo en Puebla
(México).. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 637
xxxii
Índice de tablas
Índice de tablas
Tabla 1.1. Las concepciones sobre religio y las distintas preguntas sobre ella en
cada época. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
Tabla 3.3. Terminología aplicada sobre la pasión y el afecto y las partes del alma
involucradas en San Agustín y Santo Tomás de Aquino.. . . . . . . . 319
xxxiii
Prólogo. Ejercicios espirituales frente al espejo.
Michel de Montaigne
(Ensayos)
1
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
2
Prólogo. Ejercicios espirituales frente al espejo
Más concretamente, Foucault habla de las “tecnologías del yo” como las
tecnologías que tienen por objeto precisamente los modos diversos y cambiantes a lo
largo de la historia mediante los cuales los individuos tienen experiencia de sí mismos,
se comprenden, juzgan y dirigen (Foucault,1990). De este modo, una genealogía de
la subjetividad se centra directamente en las tecnologías del yo que ubican a los seres
humanos en determinados regímenes de la persona desde la lógica del “gobierno”
(Foucault, Ibíd.), en tanto que la forma que adopta esa relación técnica con nosotros
mismos ha sido objeto de toda una variedad de órdenes de racionalidad que han
pretendido moldear el modo en que entendemos y conducimos nuestra existencia
como seres humanos en nombre de ciertos objetivos (morales, estéticos, políticos,
religiosos, epistemológicos, artísticos…) cuya lista es tan diversa y heterogénea como
interminable. Así pues, la pregunta que vertebra lo que se considera cada hito de esa
genealogía de la subjetividad debe responder al modo o modos en que se montó un
determinado régimen del yo, en qué condiciones, en relación con cuáles demandas y
bajo qué formas de autoridad.
II
Sin duda, desde el punto de vista genealógico uno de los ámbitos de racionalidad
donde con mayor insistencia a lo largo del tiempo se ha venido dando el empleo
y promulgación de las tecnologías del yo, es el de la religión; concretamente en el
Cristianismo, pues es en esta confesión por su relevancia histórico-cultural en occidente,
donde en sentido estricto se dio la emergencia de las hermenéuticas de sí mismo que
tendrán un peso decisivo en la organización y orientación del comportamiento –en
especial del mundo de las emociones entendido como una región fundamental de la
subjetividad- con respecto tanto al mundo, como al propio gobierno personal.
3
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
III
Muy sumariamente, durante este periodo, en confluencia con otros motivos que
transformaron el tejido social, se gestará el tránsito de una religiosidad medieval de
carácter litúrgico y popular, a una fe de tono personal anidada en el recogimiento
privado, hecho que exigirá a los religiosos generar una densa literatura de carácter
práctico sobre la metodización de la vida espiritual. Esta nueva tendencia religiosa de
carácter reformista, antesala del cisma protestante en ciernes, y en hibridación con los
presupuestos ideológicos del Humanismo, estará representada por la Devotio Moderna,
una amalgama de las corrientes espirituales venidas del norte de Europa, cuya reacción
de tendencia ascética y metódica propugnará una antropología teológica preocupada
por la anatomía del alma orientando el Cristianismo hacia la interioridad del creyente
mediante la piedad profunda de tono afectivo, la imitación de Cristo como modelo de
virtud, y los ejercicios metódicos para escrutar la conciencia y hacer oración mental.
Con esta vuelta sobre sí, la espiritualidad desplazará su atención de Dios al hombre
4
Prólogo. Ejercicios espirituales frente al espejo
IV
5
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Así pues, nuestra tesis trata de dar cuenta de este carácter reflexivo a través de su
estructura y forma argumental; es un texto y un meta-texto: refleja en su arquitectura
la problemática que aborda a nivel de contenido (las gramáticas del autogobierno a
través de los ejercicios espirituales). En definitiva: su objeto de estudio y los medios
para su análisis, son lo mismo.
6
Prólogo. Ejercicios espirituales frente al espejo
aquellas perspectivas sobre los mismos que obstruyen su comprensión a la luz de ese
proyecto genealógico de la subjetividad (vía purgativa).
7
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Tras presentar los rasgos distintivos del modelo culturalista que emplearemos en
contraste con las explicaciones biologicistas, se discute que las emociones, entendidas
como acciones dramatúrgicamente organizadas, serían susceptibles de articularse
analíticamente en torno a los conceptos de “episodio emocional” y “comunidad
emocional” como heurísticos que resultan útiles para discutir acerca del carácter
narrativo que adoptan una serie de elementos que pudieran servir para explicar cómo
se constituye la emoción como fenómeno inscrito en una estructura de la actividad
mediada.
8
Prólogo. Ejercicios espirituales frente al espejo
9
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
10
Prólogo. Ejercicios espirituales frente al espejo
*****
11
GÉNESIS O VÍA PURGATIVA:
CONSTRUYENDO EL OBJETO DE
ESTUDIO
13
Johann Sebastian Bach
(sujeto de El arte de la fuga BWV. 1080)
Aristóteles
(Política)
15
CAPÍTULO 1
17
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
¡Inteligencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
... Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
¡Inteligencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!
19
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
20
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
decir, el régimen artefactual que se despliega de unos ejercicios espirituales que hablan
sobre otros ejercicios espirituales.
Volviendo a la cuestión que nos ocupa, nuestro título se trata de una adaptación
interesada del primer versículo del Evangelio según San Juan -texto emparentado con
el Génesis-, en donde concurren algunas de las ideas centrales de esta tesis. En su
prólogo, al que pertenece este versículo, el apóstol nos informa que el propósito por
el cual Jesús de Nazaret, el logos encarnado, ha irrumpido en el mundo de la materia,
es revelar al hombre la naturaleza divina de la Creación y su cometido dentro de
ella. Este anuncio nos remonta al Génesis y la descripción de ese origen de manos
de Dios, que partiendo de la nada y con su acción de otorgar nombres a las cosas, las
insufla su existencia, ordenándolas como los diversos elementos de la Tierra (la luz y la
oscuridad, el cielo, los astros, las plantas, los océanos, los animales acuáticos, terrestres
y aéreos, etc.), y asignándolas un propósito en el plan divino. Dios ha dispuesto el
mundo entonces como un enorme criptograma cuya decodificación es la vía para
acceder a él y a su misericordia.
21
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
22
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
del signo previo a la actividad que lo produce. Sólo apuntamos que por la propia
naturaleza recursiva de la significación, la conciencia, entendida como la capacidad
de autorreferencialidad del agente, emerge ella misma, cuando en último término se
cumplen ciertas condiciones de posibilidad a nivel filogenético y ontogenético, como
símbolo segregado del mundo que me circunda, y que compila todas mis actuaciones
sobre él; es decir, de mi “yo” como concepto de y para mí mismo, pero, al fin y al cabo,
como un signo más entre los signos (Rosa, 2007a).
Dicho de manera concisa, sin algún orden de significados que actúe como
gozne entre fuera y dentro de la piel, no hay mundo así como no hay agente, y en
consecuencia no hay realidad, pues ambos comparten el mismo destino. Como
nos recuerda Vygotski (1934/2001), hablar de la realidad mental, y por ende de la
realidad fenoménica en su conjunto, es tanto como referirnos a la ontología del signo.
Sin signos, toda posibilidad de establecer analíticamente los límites proposicionales
entre un agente, las acciones que realiza, y el predicado que contiene el marco de
relaciones heterónomas donde se articulan los modos en cómo éstas se realizan,
quedaría cancelado. Sin fronteras que separasen el propio cuerpo dotado con ciertas
potencialidades de actuación como figura superpuesta sobre un fondo de relaciones
externas, el agente y el mundo quedarían diluidos en una masa uniforme, indivisa. El
mundo y yo mismo aparecen entonces como un trasunto de mi capacidad de generar
signos; ambos crecen ajustados a los límites de mi propia competencia para significar,
de mi agencialidad.
Bajo esta perspectiva, al igual que la noción de átomo se ha hecho central para
las ciencias físicas, y el descubrimiento de la molécula de ADN para la Biología, se
desprende la importancia que en las ciencias humanas debe concederse a la idea de
signo (Morris, 1994) y al estudio de sus agrupaciones sistémicas como las estructuras
semióticas de orientación interna para la autorregulación y organización de la propia
experiencia, y por tanto del sentido de sí mismo y del mundo, como esa brújula
interior, a la que antes hicimos alusión, que el creyente debe edificar dentro de sí; de
23
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
ahí que sostengamos que los signos (culturales) están en la base de su formación como
persona.
En un sentido general que luego precisaré con más detalle, la cultura podría
entenderse en estos términos como la superestructura que compendia esos sistemas
de signos, con distintos grados de formalización entre sí, que organizan y administran
idiosincráticamente el sentido de la realidad para quienes los emplean. La función
de éstos, por tanto, es generar finalidad y orden donde antes había apertura e
indeterminación; trazar una semiosfera [2] (Lotman, 1996) como marco de contención
de la realidad que establezca los límites de la razón, del sentido común para sus
usuarios, prescribiendo las formas y tipos de actuación aceptadas y heterodoxas, los
valores relevantes, los atributos de su identidad, etc.; en definitiva, suministrando el
régimen de significaciones que articulan el vivir para ese marco.
A tenor de este argumento, no resulta extraño que los ámbitos culturales se sitúen
entonces, dentro de ciertas sensibilidades teóricas, en el núcleo de la discusión por la
naturaleza de los fenómenos psicológicos dado el origen semiótico de la conciencia,
culturalmente constituida en innumerables disposiciones cronotópicas que nos hacen
considerarla, desde nuestro punto de vista, un objeto historiográfico de pleno derecho,
como más adelante se verá.
En buena medida, por razones que una vez más el persistente título de este
capítulo nos recuerda, esos sistemas culturales de signos que en el trascurso de su
historia han orientado al hombre en su comprensión del mundo y de sí mismo
dentro –y fuera- de él, han sido frecuentemente religiosos. Y es que la sombra de
las religiones es tremendamente alargada. Todo intento por comprender nuestro
2 La semiosfera o biosfera semiótica, comprende el mundo de los signos en el que todos los humanos viven
e interactúan. Estos signos son representaciones que conforman un área diferenciada del resto del espacio que
la rodea que sería entonces extrasemiótico. Según Lotman, el autor del concepto, la semiosfera representa una
extensión donde la semiosis no es homogénea, ya que ésta comprende a su vez numerosísimas esferas únicas
de sentido, así como “semiosferas particulares”, entendidas como los espacios individuales o pertenecientes a
distintos grupos sociales o históricos. Dada la heterogeneidad de la semiosfera, la traducción se entenderá como
el mecanismo necesario por el cual unas semiosferas serán comprensibles desde la lógica de otras distintas.
24
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
pasado excluyendo su vertiente religiosa, sería una labor abocada al fracaso desde
el comienzo. Incluso en el presente, el estudio de la religión no puede considerarse
una mera curiosidad de intelectuales, de arqueólogos de la cultura, que presupondría
que se trata de una realidad periclitada hace ya tiempo por una sociedad laica que
desanima el mundo a medida que aumenta su conocimiento científico; los esfuerzos
por parte de ciertas corrientes ideológicas en neutralizar su influjo arrinconándolo
en la conciencia privada del creyente, a la espera de su muerte sociológica, parecen
no haber prosperado (Gauchet, 1985/2005; Díaz-Salazar, Giner y Velasco, 1996).
De hecho, paradójicamente, es en la actualidad cuando lo religioso se muestra
revitalizado en su articulación con algunos fenómenos sociales tan destacados como
los fundamentalismos, las nuevas corrientes espirituales, su discurso con la ciencia, los
debates sobre la confesionalidad – aconfesionalidad de los Estados, su relación con
los nacionalismos, el pluralismo religioso y sus repercusiones en la convivencia social,
la formación de criterios personales para orientar el comportamiento sobre asuntos
tan sensibles como la eutanasia, el aborto, la familia, etcétera; temas todos ellos, en
definitiva, que con asiduidad reconocemos presentes en la arena de la opinión pública.
25
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
humano [3] (Fraijó, 2002) saturando con sus significados desde el mundo natural y
sus fenómenos –cataclismos, muerte, tiempo–, pasando por el espacio psicológico
individual –experiencia, hábitos y conciencia– y llegando hasta el orbe comunitario
–valores, normas y creencias-, entretejiendo teleológicamente los destinos del hombre,
del grupo y del propio universo en una trama común de valores.
“La religión es una sociología concebida como una explicación física, metafísica
y moral de todas las cosas; es la reducción de todas las fuerzas naturales e incluso
sobrenaturales en un tipo humano, y la reducción de sus relaciones a relaciones
sociales” (p.146).
3 Comprende tanto una epistemología (es instrumento de y para el conocimiento), una estética (encarna lo
trascendental en símbolos), una metafísica (postula cuáles son los fundamentos ontológicos que sostienen la
realidad), y una axiología (articula un código de conducta comprometido con una cosmovisión que desborda
los límites del hombre como organismo espacio-temporalmente situado).
26
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
Pero llegar a esta consideración de lo religioso como hecho cultural que conforma
y organiza la subjetividad, no ha sido fruto de una asunción espontánea ni en absoluto
evidente para la Psicología. Muy al contrario, arrastra tras de sí una larga historia de
discontinuidades, progresos y repliegues. Por ello, mi objetivo en este capítulo será
realizar un viaje de ida y vuelta por el tiempo que nos permita entender el proceso
constitutivo de esta peculiar mirada sobre el fenómeno religioso y su repercusión en
4 A este respecto Fierro (1979), no sin cierta ironía, comenta “No es seguro que haya dioses (…) Pero
religiones, ésas sí que las hay y son de este mundo” (p. 17).
27
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
GENEALOGÍA IMPLÍCITA
(Teleología trascendental VS.
Construcción discursiva del
objeto de estudio)
Hitos de la religión como objeto que se ha ido
haciendo psicológicamente relevante
PRESENTE
PASADO (Subjetividad moderna)
GENEALOGÍA EXPLÍCITA
Hitos de (una historia de) la subjetividad: puntos de
(deconstrucción de los
condensación a partir de prácticas religiosas
fundamentos de la
racionalidad actual)
28
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
Tras este análisis, y en sintonía con las ideas presentadas en esta introducción,
desarrollaremos nuestra propuesta auxiliados por el marco conceptual de la Psicología
Cultural y la tradición historiográfica de corte genealógico. Si bien, como ya he
sostenido, la mirada psicológica se ha hecho socialmente insustituible hoy día para
comprender los mecanismos mentales por medio de los cuales la religión como
arquitectura cultural, ejerce una intensa influencia sobre los patrones de actividad
humanos, nuestro trabajo tratará más bien –he aquí el viaje de vuelta- de bosquejar
una exégesis genealógica (explícita) de la configuración contemporánea de esa misma
subjetividad, que indague el peso y la relevancia que ciertas prácticas y tecnologías
del yo religiosas adquirieron en el proceso histórico de su constitución presente. Si
se conviene, como ya dijimos al hablar de la naturaleza semiótica de la conciencia,
que la Psicología no emplea categorías naturales que se ha ido “encontrando” en el
29
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Pero antes de dar comienzo a este largo y tortuoso periplo, debemos detenernos
en el problema de definir qué concepto de religión emplearemos que nos permita
delimitar sus márgenes – pues difícilmente podemos hablar de algo cuyos contornos
somos incapaces de precisar mínimamente- y establecer los puntos cardinales de
nuestro trabajo posterior.
(...) mientras que hay una cantidad asombrosa de datos, fenómenos de experiencias
humanas y expresiones que podrían ser caracterizados en una u otra cultura, bajo uno
u otro criterio, como religión, no hay dato alguno de la religión. La religión es fruto
únicamente del estudio académico. Se forjó en los actos imaginativos de comparación
y generalización del investigador con fines analíticos.
La religión no tiene ninguna existencia fuera de la academia.
Jonathan Z. Smith
(Imagining Religion. From Babylon to Tonestown)
30
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
este punto, debemos afrontar las dificultades inherentes que este término entraña en
el orden conceptual. Hacer lo contrario, asumir tácitamente que el autor y el lector
comparten una misma representación sobre ésta que no necesita esclarecerse, sólo
añadiría más confusión a la ya de por sí compleja tarea de su estudio. Debemos por
tanto discutir qué contenido específico, evitando en lo posible cualquier ambigüedad,
atribuiremos a este término que se ciña a los propósitos de nuestra investigación.
Todas las elecciones que tomemos deberán estar teóricamente motivadas para sostener
nuestro discurso, ya que éstas constituirán la base que lo cimentará en su totalidad.
Algunos opinarán que esta práctica de definir fenómenos que se consideran “obvios” en
el acervo popular, podría resultar algo superfluo, un mero ejercicio retórico fruto de la
deformación académica, reminiscencia de su pasado escolástico, que ha hipertrofiado
hasta el paroxismo cualquier rincón de la vida “sencillo” y “puro”. Pero si el lector
comparte el razonamiento que antes seguí con respecto al lenguaje y la constitución de
la realidad, el asunto no es desde luego trivial. Las definiciones, como conglomerado
de signos que son, nos permiten construir y demarcar un determinado espacio de
realidad legalmente válido a ciertos efectos; mediatizan por tanto el modo en que
se selecciona, agrupa y organiza la multiplicidad de eventos creando figuras a través
de las cuales se entiende el mundo, ignorando en consecuencia todo aquello que se
encuentra más allá de sus márgenes (Fierro, 1992). Por ello, una respuesta razonada y
serena a la pregunta por la definición de lo religioso será crucial, con independencia del
ámbito de conocimiento del que partamos, pues la elección que tomemos gobernará
toda nuestra empresa.
31
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Como luego veremos, esa persistencia de la búsqueda por la esencia, legado de los
presupuestos de la Teología natural, especialmente intensa en el ámbito de los saberes
normativos de la mano de la Filosofía y la Fenomenología de la religión (Martín Velasco,
1992), se acabará trasladando a las disciplinas humanas suscitando en su agenda de
trabajo la necesidad de encontrar una estructura invariable del hecho religioso – en
sintonía, por otros motivos, con las orientaciones de corte biologicista de disciplinas
como la Psicología- de la que los credos particulares surgirán como accidentes, como
determinaciones cronotópicas insustantivas. Como si de un caleidoscopio se tratase,
su concepción del problema estribaría por lo tanto en conseguir aislar el objeto que
se encuentra en el interior del cilindro, de las imágenes multiplicadas y deformes que,
por su reflejo en los espejos, dependen de él.
32
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
apartado, la religión no existe; es una palabra vacía de contenido que no acota nada.
Es un espejismo, una perversión del lenguaje que se nutre del afán humano por la
inteligibilidad del mundo. Las aproximaciones sustantivistas son, por tanto, inviables
de todo punto como conceptos unívocos (Sádava, 1989). A este respecto, Fierro
comenta:
“No hay límite a la cantidad de actitudes que el espíritu puede adoptar hacia la
realidad. Por lo tanto, es imposible formarse conceptos universales útiles con respecto
a las ideas culturales (…) La abstracción destruye lo esencial, las formas concretas,
y necesariamente rechaza toda concreción futura. Todo concepto universal en las
ciencias culturales es inútil o es un concepto normativo disfrazado: es una supuesta
descripción de algo que no existe o la expresión de un punto de vista; es un cascarón
vacío e inútil, o un acto creativo” (1979, pp. 155-156).
5 Como veremos en el siguiente apartado, esta escisión entre la religión como metafísica o como conjunto de
33
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
no hace sino complicar más las cosas, pues al no especificar la naturaleza de lo religioso
y fijarse en sus funciones, sus límites son tan imprecisos que se confunden a menudo
con otras estructuras sociales que desempeñan cometidos análogos (establecimiento
de la racionalidad, cohesión, etc.) como la ciencia o la política (Fierro, Ibíd.).
La primera tiene que ver con el propio estatuto gnoseológico que se le conceda
al término religión; en último término tiene que ver con el grado de verdad que
confiramos a las palabras, al lenguaje. Recordemos que dijimos que las definiciones
tienen el cometido de delimitar un espacio de realidad como forma de significarlo,
es decir, de construir un determinado objeto para que podamos hablar sobre él.
Asumiendo que la realidad es continua y que la definición supone una segmentación
de la misma, entonces los modos de ordenación de los que ésta es susceptible son
virtualmente infinitos. Por tanto, la palabra religión no puede considerarse como un
prácticas implicado en diversos propósitos sociales, se vendrá dando de forma sistemática desde el siglo XVIII
con la separación entre la teología natural y la filosofía de la religión.
34
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
35
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
6 Por tanto, aunque hablemos genéricamente de religión en aras de aligerar el texto de reiteradas acotaciones,
siempre nos estaremos refiriendo a este credo.
36
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
A tenor de las pistas que hemos ido diseminando por nuestro discurso –la
afirmación que recoge el epígrafe de este apartado sería un buen ejemplo-, la respuesta
a estas preguntas, ciertamente retóricas, parece evidente. En este momento el lector,
de manera justificada, podría sentirse contrariado. A pesar de que señalé la necesidad
de esclarecer la idea de religión que iba a utilizar, no asumiendo a priori que ésta fuera
la misma que la suya, y discutir el carácter no vinculante de unos sistemas de fe a otras
realidades humanas, parece que ahora se insinúa lo opuesto. Pero no debe inquietarse;
este extrañamiento era un efecto calculado. La discusión que sostuvimos en el apartado
37
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
anterior era una frontera que no le podía ahorrar atravesar. Su propósito, entre otros,
era advertirle de manera retrospectiva cuando llegara aquí, de la existencia de una
aporía en el problema de las definiciones entre el plano especulativo y la pragmática.
Si bien la reflexión que hacemos sobre el uso técnico de nuestras categorías de análisis
es obligada para dirimir su validez epistémica en el discurso científico, y detectar las
posibles contradicciones o negligencias que entrañan en el orden conceptual, parece
que ésta es del todo irrelevante en la vida cotidiana.
38
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
7 Hinduismo y Budismo son conceptos de procedencia occidental acuñados para poder referirse a las religiones
de otras latitudes (Hick y Knitter, 2005).
39
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Ya sin más preámbulo, tras la árida, pero insoslayable discusión sobre nuestro objeto
de estudio, estamos en condiciones de dar comienzo a nuestro viaje; en él exploraremos
los “tiempos fuertes” que pensamos sirvieron como puntos de condensación de ciertas
inquietudes y miradas sobre lo religioso que acabarán desembocando en una lectura
8 En este sentido, autores como Harnack (2009) serán capaces incluso de aseverar aquello de que “quien
conoce el Cristianismo conoce todas las religiones” (p. 43).
9 Es curioso que la mayor parte de estrategias que se han empleado para solventar este problema vengan del
ajuste reduccionista de los otros credos al Cristianismo (la idea de éste como la religión verdadera y natural del
hombre) en vez de operarse el movimiento contrario.
40
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
psicológica [oficial] ya a comienzos de 1900. Sólo advertir de nuevo, por última vez,
que progresivamente veremos cómo en estos hitos lo designado por la religión se irá
mimetizando cada vez de forma más intensa con los rasgos del Cristianismo, hecho
cuya trascendencia para la investigación ya hemos comentado. Pero para dar cuenta
de este desarrollo y encontrar un discurso nítido sobre lo religioso como fenómeno
cultural, debemos empezar retrocediendo veintiún siglos en el tiempo.
10 Podríamos aludir a periodos anteriores, pero lo consideramos innecesario para nuestro argumento.
41
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
aproximaciones vendrán de la mano de Tito Lucrecio Caro (99 a.c.-55 a.c.) y Marco
Tulio Cicerón (106 a.c.- 43 a.c.).
Así pues, podemos vislumbrar cómo en el concepto de religión que está por
nacer, ya se concitan dos sensibilidades irreductibles que estarán en constante pugna,
reproduciendo, una vez más, el eterno debate del pensamiento occidental; religio
puede hacer referencia a algo externo que opera sobre el hombre y su forma de afrontar
lo desconocido, pero que en cualquier caso su razón de existir está supeditada a las
demandas de éste, en el caso de Lucrecio; o bien puede ser una cualidad interna y
natural de la experiencia como rasgo identitario de la humanidad que actuaría como
vehículo para la cohesión social, según Cicerón.
42
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
Como era de esperar, las diferencias del Cristianismo con la vida religiosa del
mundo grecorromano se hicieron tan intensas, que pronto el politeísmo empezará
a cuestionarse dentro del nuevo paradigma propuesto por los seguidores de Jesús
de Nazaret. Estas críticas motivarán la aparición de fronteras –promovidas por
el mismísimo Cristianismo-, hasta entonces inexistentes, entre los credos como
modalidades de culto en pugna (Smith, 2005); no toda religio es igual; hay formas
más convenientes de llevar a cabo los rituales y relacionarse con los dioses, y otras
43
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
inferiores. Surge así el embrión de una cierta conciencia histórica de tradición, como
la singularidad en los modos de hacer las cosas que un grupo concreto tiene (no se
adora igual a los dioses en Macedonia, que en Chipre, o Roma; es más, incluso los
dioses pueden ser otros). En último término, ya no hablamos de la misma religio,
sino de distintas religios como comunidades de personas con valores y procedencias
distintas que se diferencian de las demás.
11 Destacamos esto, por el peso que supuso para que el Imperio Romano adoptara el Cristianismo como la
religio oficial, dada su cercanía y trato estrecho con el emperador.
12 Recordemos que el término pagano hace referencia a la idea de aldeano, a la persona poco instruida –
opuesta a la cultivada- que luego derivará en el concepto de gentil como aquel individuo del medio rural que se
resiste a la cristianización y que más tarde será visto más como un infiel (RAE, 2001).
44
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
De esta forma, los significados que religio arrastraba de la cultura clásica más
vinculados a la práctica, quedarán relegados por el Cristianismo a un segundo plano
en favor de una dimensión institucional y especulativa que la constituirá como un
espacio único para la reflexión sobre los designios de la divinidad. No obstante, a
pesar de este impulso hacia la elaboración de religio como un concepto totalmente
abstracto, ésta desaparecerá durante casi mil años; en rigor, será Dios el que acapare
toda la atención de los cristianos. Tendremos que esperar al Renacimiento para que se
vuelva a suscitar el interés por ella.
Si lo más destacable durante los primeros siglos del Cristianismo fue la diversidad
de usos y riqueza que expresaba religio –como cualidad del sentimiento, forma de
vida, estructura de los rituales, organización social, demarcación entre los cultos -,
durante el medievo sucederá todo lo contrario. En esta época sólo la encontraremos
referida a la vida monástica –religiosa- y a sus miembros –religiosos- como manera
de diferenciarlos de los cristianos seglares (Smith, 2005). Sin embargo, que el uso
del término hubiese declinado no implicaba la necesidad de que lo designado por
él también desapareciera; más bien fue todo lo contrario. Tal vez por ser un periodo
13 Más que como aliado, autores como Clemente de Alejandría la considerarán “sierva de la fe” (1998).
45
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Religio reaparece de nuevo tras diez siglos. Y lo hace, no por casualidad, cuando
el hombre vuelve a situarse en el centro de todas las artes y disciplinas. A estas alturas,
tras el largo periodo de la Edad Media, su identificación con el Cristianismo ya es
indisoluble. Marsilio Ficino (1433-1499) será el encargado en esta ocasión de ponerla
en la palestra. Primer traductor de Platón al latín y difusor del neoplatonismo por
Italia, la aportación más original de Ficino será la síntesis entre el humanismo en ciernes
y el platonismo cristiano. En 1471 dará forma a este proyecto en su De christiana
religione; lo que denomina por religio, más allá de las formas rituales específicas con
las que el hombre adoraba a Dios (ritus adorationis), tiene que ver más bien con un
rasgo universal, innato y exclusivo del hombre (Garín, 1997); dicho de otra forma:
religio es un instinto que Dios nos ha proporcionado, que nos hace humanos, y nos
46
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
permite sentirle y adorarle. Ficino dirá que “todas las opiniones del hombre, todas
sus respuestas y todas sus costumbres cambian… excepto la religio” (citado en Garín,
1997, p. 53).
No incidiré demasiado en este punto puesto que será objeto de un análisis detallado
en el capítulo tercero. Sólo diremos que el Renacimiento acabará desembocando en
47
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
14 Cuya traducción al sentido actual podríamos entender como “Fundamentos de la piedad cristiana”, una
especie de tratado sobre la religiosidad privada.
48
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
distinta de entender al hombre, precipitarán también una nueva actitud hacia religio
y su lugar en esa realidad.
Poco a poco, trabajo tras trabajo, la preocupación por Dios, central en la Teología,
se irá desplazando hacia la religión. De esta época proviene parte de su significado actual;
religio hará referencia a un sistema de ideas, en el que alguien decide creer o no, cuyas
proposiciones deben someterse a análisis para verificar su grado de verdad o falsedad.
La fe, propiedad incuestionable hasta entonces del creyente, deberá ceder terreno al
examen racional, teniendo que defenderse, no sin grandes dificultades, desde nuevos
ángulos explicativos que apelen a su naturaleza privada como un espacio no susceptible
a la crítica, y por tanto, cerrado en gran medida a la racionalidad cientificista en boga.
En cualquier caso, la creencia en los asertos que enseña la religión dejará de ser un
proceso espontáneo, no problemático, que ahora deber abrirse a su justificación desde
algún punto de vista distinto al bíblico o al teológico. Con esta idea de justificación,
es decir, del esclarecimiento de las motivaciones –sociales, antropológicas, históricas,
psicológicas, metafísicas, etc.- que alientan tanto su creencia como su refutación, la
visión contemporánea de religio quedará inaugurada
Resulta irónico pensar que para que esta nueva perspectiva sobre la religión fuera
posible, primero ésta tuvo que perder su autoridad en Europa. Mientras que religio-
Cristianismo supo conservar ese carácter de inevitabilidad durante más de 1000 años
–dogmas de fe, autoridad incuestionable de la Iglesia como representante de Dios en la
tierra, etc.-, todo intento de heterodoxia, es decir, de saber no alineado con el dogma,
era inmediatamente sofocado por sus estructuras de poder. Sin embargo, sólo cuando
la Teología, su defensora intelectual, quede socavada desde la época de la Reforma en
adelante, podrá nacer la reflexión filosófica sobre la religión como un saber alternativo
y secular –crítico y relativista- sobre la naturaleza de Dios, pero principalmente, sobre
la naturaleza de religio (Fraijó, Ibíd); la filosofía, antigua aliada de ésta, ahora se volvía
en su contra.
49
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Será en las obras de autores como Kant, Leibniz o Wolff, donde la Filosofía
de la religión, producto secularizado de la Teología natural [16], complete el viraje
antropológico de religio -sugerido ya desde Cicerón-, insistiendo en el carácter
constructivo de sus fenómenos, reabsorbiendo el antiguo binomio Dios-hombre al
dominio exclusivo de lo humano [17].
15 El término kerigma proviene del griego κήρυγμα (‘anuncio’, ‘proclamación’): Se trata de un género literario
bíblico de sesgo oratorio que se aplica a la proclamación de los cristianos que se inicia poco después de la muerte
de Cristo hacia el año 30.
16 La Teología natural nace con la convicción de que la fe podía ser justificada por la razón (un ejemplo de ello
sería la Teodicea de Leibniz). Su fundamento no partía de la creencia o la autoridad bíblica o eclesial, sino de los
propios límites del conocimiento humano (Tillich, 1974). La racionalidad, al ser común a toda la humanidad,
se postulaba por tanto como el organon que legitimaría la creencia de todos los hombres en Dios partiendo de la
esfera de lo empírico, de lo experimentable. Esto, en gran medida, constituirá firmar su sentencia de muerte al
no poder defender una visión transversal de lo religioso. Aparecerá entonces la Filosofía de la religión como una
reflexión crítica de esos mismos postulados.
Por su parte, su contraria, la Teología revelada, que partía de una visión dogmática de los postulados de la fe, es
decir, del origen divino y la naturaleza hierofántica de las escrituras y los objetos tenidos como sagrados, acabará
introduciendo, sin desearlo, la consideración de los mismos como expresiones culturales de naturaleza social
diferentes en cada grupo humano, resituándolos desde el marco de la Teología al de las disciplinas humanas y
abriendo la posibilidad de estudiar lo religioso desde el ámbito exclusivo de la antropología y la historia.
17 Aunque no podemos comentarlas detalladamente por razones de espacio, esta hominización de religio
admitirá lecturas más moderadas como las de Schleiermacher y su idea de sentimiento de dependencia, Lessing
y Herder, o ya más radicales en Feuerbach, Schopenhauer o Nietzsche, considerando toda teología como
antropología motivada por la idea de control o gobierno de las conciencias.
50
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
En este último punto sobre la genealogía de religio -que ya por los rasgos que va
adquiriendo, reconocemos como nuestro objeto de estudio-, la sensatez me aconseja
ser breve. Dado que una revisión detallada de este periodo –excepcionalmente rico-
sólo conseguiría fatigar al lector de manera innecesaria, además de distraerle de mi
argumento, trataré de recoger aquellas aportaciones más congruentes con la lectura que
defiendo de la religión que nos informen de los nuevos escenarios donde transcurrirá
su vida desde entonces. Y digo escenarios, porque ese universo hermético que ésta
había representado durante tantos siglos, se abrirá desde la Ilustración a un pluriverso
de miradas y enfoques, tan fragmentado y rico como la propia idea de realidad. Sin
duda, en este proceso de apertura, el papel de los viajes fue determinante. Aunque
antes señalé su relevancia durante los siglos XVII y XVIII para la constitución de un
nuevo significado de la religión que atendía a la diversidad de sus manifestaciones, no
será hasta el siglo XIX cuando su papel en esta empresa se intensifique. Como vimos,
en el periodo anterior de la Ilustración, la preocupación por lo religioso había sido más
bien de orden conceptual; no era frecuente que se llevaran a cabo trabajos de campo
que sustentaran las tesis sobre ella (Morris, 1987/ 1995). En el XIX sin embargo,
religio se buscará en todos los rincones del planeta, habitando entre casi cualquier
51
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
pueblo bajo la forma de ritos, mitos, formas de vestir, expresiones lingüísticas, música,
y un largo etcétera.
Esta nueva sensibilidad hacia los hechos, vino canalizada por el descubrimiento
del tiempo y la aparición disciplinar de la Historia, que aportaban el concepto de
desarrollo como factor para explicar las transformaciones en las estructuras naturales
y culturales (Sperber, 2005); si la religión, como ya se sostenía desde el siglo XVIII,
era un sistema de creencias que los hombres elaboraban y aprendían para dar sentido
al mundo, empleando para ello diferentes materiales y disposición de los mismos,
entonces, examinando su despliegue en la historia de cada comunidad, estudiando
sus leyendas, los objetos o acciones que se consideraban sagrados, etc., se podrían
comprender las motivaciones –ya innatas, ya aprendidas- que estimularon su aparición,
su cambio o su permanencia tanto en el pasado como en el presente, dejando abiertas
para el futuro sus funciones prolépticas sujetas a demandas y circunstancias ambientales
imprevisibles.
52
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
equivocadas, o bien abogando por una apertura respetuosa, aunque un tanto forzada,
hacia otros universos de sentido desconocidos.
18 Más adelante, el evolucionismo extenderá la idea del hacerse más allá del marco de la filogénesis, a
otras horquillas temporales de diversa duración como la ontogénesis, la historiogénesis, la tecnogénesis, o la
microgénesis.
53
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
19 El pasado del animal se encuentra en su fisionomía al no tener un método externo para acumular
información.
20 Es decir, fundamentada en la idea de progreso como refinamiento y mejora acumulativa (Comte y Hegel:
54
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
Para dar cuenta de estas tensiones epistémicas sobre la idea de religio que vertebrará
los debates sobre su naturaleza hasta la actualidad – conflictos que se reproducirán
en el interior de cada disciplina, como tendremos oportunidad de comprobar en el
caso de la Psicología-, mantendré un orden cronológico en mi exposición –si bien,
el espíritu como forma necesaria del despliegue histórico, o como vestigio o etapa residual de la humanidad), así
como realista en tanto que da el objeto de estudio por su puesto. Suele emplear el método comparativo desde
una posición ética: la religión como un fenómeno estable que se puede localizar en diferentes disposiciones
espacio-temporales.
21 Sostiene la idea de singularidad del significado cronotópicamente situado y plural. La religión se ve como
un producto cultural que crea y soluciona deseos de significado. Por su parte, la genealogía niega la naturalidad
del objeto. Por esto, su método no emplea la comparación, ya que postula realidades inconmensurables entre
cada religión como sistema cultural de sentido. Además, suele adoptar una posición émica.
22 Conviene señalar que esta distinción un tanto maniquea, únicamente válida a efectos didácticos, no se
corresponde con la forma en que se dan de hecho; es decir, no hay, de suyo, disciplinas más apegadas a una
orientación nomológica o ideográfica. Al contrario, a nadie sorprenderá que digamos que un rasgo distintivo de
las Ciencias Sociales – un buen ejemplo sería la religión como materia de estudio que expresa de forma nítida
los fuertes contrastes epistémicos que se concitan en su interior- sea la dispersión explicativa de los fenómenos,
coexistiendo paradigmas tan distintos en su concepción del objeto de la disciplina, que sin duda reflejan la
propia heterogeneidad de los fenómenos a tratar -como en el caso de religio, tomada como expresión de una
necesidad universal, o como discurso cultural generador de esas necesidades-, y que por ello, ponen en tela de
juicio su misma legitimidad como disciplinas que acotan espacios genuinamente antropológicos, históricos,
sociológicos, psicológicos, etc., que pareciera que sólo pueden dar una imagen de unidad gremial apoyándose
en aspectos epidérmicos, estéticos, como un vocabulario o taxonomía compartidos, pero que sin embargo se
refieren a fenómenos muy distintos desde planteamientos que tienen poco en común. En este sentido, como
luego veremos, la Psicología, hidra de siete cabezas, representará de forma paradigmática ese estado permanente
de crisis.
55
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
23 Recordémoslo: en el hombre existe un sentido divino de la realidad – muy similar al propuesto por Ficino
y Cicerón- que se expresa en las religiones como su forma de catalizarlo.
56
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
como su instigador (Müller, 1996). Müller sostenía que los términos abstractos de una
lengua, eran los que más tarde se habían formado en ésta, derivándose en consecuencia de
aquellas palabras que designaban cualidades sensibles. Así, los nombres para montaña,
valle, cielo, sol, catarata, etc., acabarán designando propiedades divinas en virtud de
adoptar algunas de sus cualidades (por ejemplo, la altura y tamaño de la montaña,
la luminosidad del sol, el estruendo y la potencia de la catarata), convirtiéndose el
lenguaje –ya olvidado que lo es- en el fundamento de los dioses y la vida espiritual.
Por tanto, la labor del mitólogo consistía en identificar las temáticas comunes entre
las narraciones, el lenguaje y los dioses de diferentes culturas que justificaran la idea
de una necesidad común (por ejemplo, el diluvio, el sacrificio de los orígenes, el dios
que muere, etc.).
Los seguidores de Müller fueron muchos. Entre ellos cabría destacar a Rudolph
Otto – si bien, éste estuvo más vinculado al campo de la Teología- y su incursión –
bastante somera- en la investigación empírica a fin de avalar su idea de “lo santo” (das
heilige) como categoría a priori de la experiencia (2005). Pero sin duda el principal
heredero de la Mitología comparada lo encontramos en Mircea Elliade y su desarrollo
de los trabajos sobre mitología e historia de las religiones alentados por el concepto
de lo sagrado como motor humano productor del sentido trascendental (Eliade,
1957/1998; 1949/2000; 1968/2000).
57
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
base y condición sine qua non para la elaboración ulterior de categorías analíticas,
permitiéndole así constituirse simultáneamente como una disciplina normativa y
como un saber positivo del hecho religioso al utilizar, mutatis mutandis, el proceso
inductivo del conocimiento científico (Martín Velasco, 2003). El esquema de trabajo
fenomenológico consistía en el examen sistemático de los datos proporcionados por
la Historia para su organización y agrupación en torno a una serie de categorías eje,
como pudieran ser los ritos, mitos, símbolos, etc., que posibilitaran la construcción
de tipologías ideales. Posteriormente, ese material ya organizado sería objeto de
comparación y establecimiento de semejanzas entre distintas religiones con el fin de
elaborar conceptos que encerraran la esencia del fenómeno religioso (Martín Velasco,
2003).
24 La principal dificultad en este sentido estribará en la necesidad de presuponer y no cuestionar los asertos de
fe. El fenomenólogo de la religión defiende que la comprensión de lo trascendental sólo es viable si se comparte
y acepta su significado. Para ilustrar esto, una metáfora a la que suelen apelar es la de las vidrieras de una iglesia.
Desde fuera del templo, si las observamos, son de color gris plomizo y no tienen nada de especial. Sin embargo,
sólo en el interior del edificio rebosan de color y luminosidad adquiriendo todo su significado. De igual forma,
sólo dentro de la religión se entendería el significado de su discurso.
58
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
59
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
los hace susceptibles de ser examinados por las metodologías usadas en la Historia
(crítica de fuentes, estudios arqueológicos, relación con otros registros de la misma
época, etc.). Todo ello hace pensar en la Historia de las religiones como el estudio de
la memoria de religio multiplicado por tantas realidades singulares como modos en
que los fenómenos religiosos organizan o han organizado el paisaje humano (Díez de
Velasco, 2005).
60
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
61
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
62
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
línea de lo que dijimos de Geertz. Para Durkheim, decir religión es tanto como decir
sociedad. Por ello, consideró que el estudio del fenómeno religioso se explicaba única
y exclusivamente desde factores de índole social mecanicista, ignorando la dimensión
psicológica como el espacio para la religiosidad individual idéntica en cada individuo.
Debido a los escasos logros del positivismo francés a la hora de explicar las leyes
de acción socio-religiosa, sumado a las críticas al Idealismo, fortalecieron en Alemania
la convicción de que la Sociología no podía ser ciencia positiva, tal y como la habían
concebido Comte y Durkheim, sino ciencia comprensiva en la línea de los trabajos de
Dilthey (1986), es decir, basada en el entendimiento de la realidad desde la perspectiva
de los actores y sus contextos. No bastaba, pues, con saber lo que los creyentes hacían,
la frecuencia de su participación en rituales, etc., sino también lo que todos y cada
uno de esos actos significaban para ellos (Weber, 1984). Así surgió una sociología
del significado que oponía las ciencias del “espíritu” a las ciencias de la “naturaleza”,
que devolvía el significado y la intencionalidad a los fenómenos humanos, sacando a
la Sociología de la “servidumbre” de las ciencias naturales. Esta forma de entender a
religio se encuentra de manera destacada en la obra de Max Weber.
63
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Por fin hemos dejado a religio dispuesta con todos los atributos de un fenómeno
cultural de primer orden sobre el que la Psicología también se pronunciará. Para
llegar aquí, hemos tenido que atravesar primero un largo camino que nos permitirá
comprender el papel que la Psicología puede aportar en el estudio de lo religioso, al
tiempo que el lugar que la propia religión ocupará para entender la constitución de
la Psicología y la subjetividad moderna, como veremos. En la figura 1.2, el lector
podrá encontrar sintetizado todo este extenso periplo. De igual forma, en la tabla 1.1,
podrá ver los distintos sentidos que ha ido recogiendo y abandonando la religión en
cada época [25], así como el tipo de preguntas que podría suscitar según el paradigma
que la acoja; como vemos, no por casualidad, la variedad y el número de preguntas
irán aumentando a medida que el objeto se vuelva más poroso a ser interpretado
desde muy diversos marcos de sentido, hecho relacionado, entre otros, con el aumento
progresivo de la conciencia antropológica de su dimensión cultural, como indicamos
en la figura 1.2.
25 En realidad, sería un objeto distinto cada vez con propósitos y funciones muy diversas, como hemos
comprobado.
64
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
NATURAL APRENDIDA
UNIVERSAL SITUADA
INSTINTIVA CULTURAL
MUNDO CLÁSICO
EDAD MEDIA
TEOLOGIA CRISTIANA
S.XVI - REFORMA
S.XIX-XX
CIENCIAS DE LA RELIGIÓN
Historia cultural
Historia natural
Figura 1.2. Las concepciones sobre religio y las preguntas de cada época sobre ella.
65
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
MUNDO CLÁSICO Orden conveniente en los rituales Si rindo religiosamente tributo a los dioses (es decir, ejecutando
Estado afectivo producido en los actos bien las ofrendas, cantos, etc.) ¿podré gozar de su favor y evitar
cúlticos su ira?
ORÍGENES Institución (Ecclesia) ¿Son iguales todas las religios? ¿Es la religio cristiana superior a
CRISTIANISMO Fe (relación Dios-hombre continua) otras religios? ¿Hay religios verdaderas y falsas? ¿La religio
Separación entre credos cristiana nos muestra cómo es la realidad más verdadera?
Culto verdadero Vs. falso
EDAD MEDIA Vida monástica Ajustándome a los preceptos y mandatos de la Santa Madre
Totalidad de la existencia Iglesia, ¿Podré comprender los designios de Dios que se me
presentan en forma de señales para salvar mi alma y evitar la
condenación eterna?
RENACIMIENTO Rasgo natural del hombre (distintos ¿Por qué si la religión natural es el Cristianismo, no todos los
grados de acceso a la verdad en función pueblos la practican de manera espontánea? ¿Por qué hay tanta
de su cercanía al Cristianismo) variedad de dioses y cultos?
REFORMA Piedad personal (encuentro privado ¿Puede legítimamente el Papa y la Iglesia hablar en nombre de
con Dios sin necesidad de la mediación Dios? ¿Dios no es alguien a quien cada persona debe buscar por
eclesiástica) sí mismo? ¿No concibe cada persona a Dios de manera única e
intransferible, como “su” Dios personal? ¿No son todas las
concepciones de Dios igualmente válidas sin una institución que
dicte su significado de manera unívoca?
ILUSTRACIÓN (S. Sistema de creencias sobre la realidad, ¿Existe Dios? ¿Es lógicamente viable? ¿Hay vida tras la muerte?
SVIII) la vida, etc. ¿Se puede creer racionalmente en lo que dicen las religiones?
Sistema de prácticas que articulan las ¿Puede comprobarse si es cierto lo que dicen? De no ser así y
creencias
demostrar su falsedad, ¿por qué existen? ¿Por qué el hombre
toma mentiras o ilusiones como verdades? ¿Por qué los hombres
tienen religión? ¿De qué les sirve? ¿Se puede no creer en Dios, o
incluso no creer en nada? ¿Toda teología no es antropología que
se ha olvidado que lo es?
SIGLOS XIX-XX Sistemas culturales que cada pueblo ha ¿La religión es el opio del pueblo? ¿Sirve para legitimar ciertas
usado para comprender y dar sentido a formas de gobierno, tanto conservadores como revolucionarios?
la realidad ¿La religión hace esclava a la gente o libre? ¿Qué relación hay
Función de cohesión social e identidad
entre Dios y religio? ¿Se puede ser creyente sin ser practicante,
compartida
Fuente de regulación de la experiencia sin ser religioso? ¿Cuáles son los intereses de la curia que ostenta
personal y comunitaria el poder del Cristianismo? ¿Hay rasgos comunes a todas las
Consecuencia de una dimensión religiones o bien cada una funciona independientemente?
sagrada y trascendental del hombre ¿Deben los estados tener una religión oficial? ¿Debe enseñarse
Necesidad genéticamente determinada la religión en las escuelas públicas? ¿Por qué motivación humana
(especificidad cerebral) surgen? ¿Para qué sirven? ¿Desaparecerán algún día sustituidas
Factor social influyente en muchos
por la ciencia u otros discursos públicos? ¿Hay nuevas religiones
otros aspectos de la vida (grupo social,
conductas morales, creencias sobre el que se adapten a las demandas de los tiempos? ¿Son más felices
mundo, yo, el grupo, la realidad) los creyentes? ¿Viven más? ¿Tienen mejor salud? ¿Tienen o
pueden tener religión los animales? ¿Y las máquinas?
Tabla 1.1. Las concepciones sobre religio y las distintas preguntas sobre ella en cada época.
66
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
Sin embargo, pese a reconocer entonces que el discurso psicológico debería ocupar
un lugar destacado en el conocimiento de la religión, lo cierto es que la atención que
la Psicología ha prestado a ésta ha sido más bien exigua, atrapada en un movimiento
pendular continuo atravesando periodos de gran interés, con otros momentos de total
67
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
abandono como bien lo puede atestiguar la tormentosa historia que arrastra tras de
sí (Beit-Hallahmi, 1974). Incluso sorprende que a pesar de todos los malentendidos,
reduccionismos y planteamientos abiertamente beligerantes de los que la Psicología de
la religión ha sido objeto, no haya sucumbido a su propia biografía.
68
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
Ya en los años 60 comienza a atisbarse un lento renacer del interés por la religión
considerándola un conjunto de fenómenos muy amplio cuya influencia se podía oír
palpitar en numerosos temas de índole psicosocial tales como la conducta altruista
o los prejuicios raciales, por citar sólo los trabajos clásicos de Allport en este sentido
(1960). Sin embargo, frente a los planteamientos más especulativos de la época de
James, esta nueva atención sobre lo religioso subrayará los enfoques empiristas, más
preocupados en la toma de datos y en la pulcritud metodológica que en el desarrollo
conceptual, hecho que proporcionará a la disciplina la viabilidad formal de una ciencia
psicológica de las experiencias religiosas según el criterio positivista, pero que a la
vez supondrá, como luego veremos, hipotecar su futuro dando preeminencia a lo
procedimental por encima de la creación de marcos teóricos solventes que organicen
la información recogida.
26 No podemos obviar que este prolongado silencio ha repercutido en un menor desarrollo conceptual de la
Psicología en este tema a diferencia de las otras ciencias sociales que sí continuaron trabajando.
69
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
27 http://www.tandfonline.com/loi/hjpr20
28 http://onlinelibrary.wiley.com/journal/10.1111/(ISSN)1468-5906
29 http://psychology-of-religion.com/
30 http://www.apa.org/about/division/div36.aspx
31 Las opciones son para todos los gustos. En la Psicología, esa enorme torre de Babel, la religiosidad se
ha considerado como un proceso mecánico, como una disposición del cuerpo (en la neuropsicológica), o del
alma (planteamientos metafísicos de la fenomenología), como una fuente de estados psicopatológicos (por
las corrientes francesas y las psicoanalíticas), o como un objeto de fe subsidiario de una visión religiosamente
comprometida (dando lugar a psicologías religiosas o pastorales), como un constructo psicométrico, o como
un conjunto de acciones supersticiosas (en el conductismo), posiciones todas ellas en definitiva, donde se hace
patente la falta de cualquier orden de continuidad teórico dentro de la Psicología, ni con el resto de ciencias
antroposociales, que han o bien ensalzado o despreciado la religión, pero que en cualquier caso siempre han
simplificado su eminente dimensión socio-cultural.
70
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
Una vez examinadas críticamente las aportaciones realizadas por estas perspectivas,
propondré la consideración de una forma distinta de entender las relaciones entre
religión y Psicología poniéndola en relación a la genealogía de lo religioso que hemos
llevado a cabo; aproximación que pienso puede apaciguar algunos debates conceptuales
que los otros paradigmas plantean, al tiempo que trazar la edificación de vías de diálogo
con las ciencias sociales adyacentes que ya hemos visto con la finalidad de configurar
un espacio de trabajo multidisciplinar que permita integrar los distintos saberes sobre
lo religioso y evite la fragmentación reduccionista del fenómeno. Pero ahora pasemos
a analizar los planteamientos nomotéticos y qué imagen ofrecen de la religión.
Tradiciones nomotéticas.
71
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
72
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
Una vez creadas las condiciones óptimas de laboratorio que permitan controlar
la relación entre variables, la lógica general de estos trabajos consiste en establecer
mediante los dispositivos tecnológicos oportunos (resonancia magnética, tomografía
de emisión por positrones, electrocardiograma, etc.) los patrones de correlación
neurofisiológica asociados con los estados psicológicos presentes durante el desarrollo
de las actividades religiosas. Así, sus principales líneas de investigación se han
relacionado con el estudio del rezo y la meditación y sus correlatos cerebrales junto con
las variaciones fisiológicas que los acompañan (descenso del flujo de oxígeno, cambios
en la conductancia de la piel, control de la respiración, intensificación de determinados
patrones de actividad cerebral, etc.) (Parker y St. Johns, 1957), o la experimentación
con drogas psicodélicas y estados místicos (ver el estudio ya clásico de Pahnke, 1966)
73
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
A tenor de la lógica que recorre todos estos trabajos, uno no puede evitar que
el paradigma biológico-experimental le suscite serias dudas sobre su pertinencia o
idoneidad en el estudio de los fenómenos culturales como el de la religión. Comenzando
por sus planteamientos de base, evidentemente no voy a discutir sobre si la arquitectura
cerebral juega un papel en las experiencias religiosas o de cualquier otro tipo, pues es
incuestionable que toda experiencia, para ser denominada como tal, debe tener lugar
74
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
en un organismo que goce de sistema nervioso y que por tanto pueda guardar algún
tipo de registro en su cerebro. Mis dudas provienen de si la referencia al cerebro o a
otros procesos corporales es la vía más apropiada para comprenderla. La pregunta en
definitiva sería: ¿qué podemos deducir legítimamente sobre las experiencias religiosas
desde el conocimiento de sus bases orgánicas? ¿Qué papel desempeñan los factores
fisiológicos en procesos tan densos como la oración, la piedad, o la confesión? Aunque
podemos reconocer que el tipo de explicación neuropsicológica puede ser apropiada
para ahondar en fenómenos elementales, rápidamente estaremos forzados a entrar en
el reino de la especulación cuando la complejidad del fenómeno desborde este tipo de
análisis. La analogía que mejor se me ocurre sería como intentar comprender el sutil
humor e ironía que encierran las ocurrencias, refranes y fantasías imposibles en los
diálogos que Don Quijote y Sancho mantienen por la larga estepa manchega, a partir
del examen de la tipografía, el grosor del papel y el material de las tapas en que está
impreso un ejemplar de la novela de Cervantes. Valga de nuevo la expresión bíblica,
su reino no es de este mundo. Los fenómenos religiosos, en tanto que fenómenos de
cultura que son, encuentran su dominio en el ámbito de los signos y el significado.
En el paradigma biológico-experimental toda la riqueza simbólica desaparece, queda
reducida a un conjunto limitado de procesos cerebrales donde el psiquismo se diluye
entre los engranajes de la mecánica neuronal, ofreciendo una Psicología de la religión
vacía de contenido que antepone el cerebro (estructura) como categoría analítica a la
de la mente (función). Además, la religiosidad se presenta como un módulo mental,
como una categoría apriorística e innata de la experiencia - idea que causa no pocos
problemas a la hora de tener que justificar el agnosticismo o el ateísmo-, en vez de
considerar algunas de las estructuras que la sostienen, como pudiera ser la función
simbólica. De esta misma concepción reduccionista por naturalizar la fe, surge la
(extravagante) idea de comparar la conducta religiosa humana con el comportamiento
animal, en donde se hace un uso abusivo y flagrante del lenguaje antropomórfico que
atribuye sin problemas conceptos demasiado complejos como ceremonia, altruismo
o devoción, a hormigas o perros, así como, una vez más, se sobredimensiona la
influencia de la herencia genética. Como dijimos antes, tal vez el problema de raíz que
75
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
recorre este paradigma es la ceguera ante la subjetividad individual. Ésta nos ofrece
un hombre despoblado de atributos, ahistórico, donde la fe se ha convertido en un
acto reflejo y donde el patrimonio de valores y significados del sujeto se ha segregado
de su constitución dejándole suspenso en el vacío a modo de un nuevo despotismo
ilustrado: todo para el sujeto pero sin el sujeto.
76
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
32 Recordemos que este autor sostiene que estados religiosos como el de la conversión, dependen de cambios
biológicos.
77
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Sin duda este problema nos remite a la propia lógica descriptiva que opera en
estas corrientes, y que se expresa de manera patente en su principal instrumento de
investigación: los cuestionarios. Por mucho que estos últimos gocen y hayan gozado de
gran popularidad dentro de la Psicología, eso no evita que presenten serias limitaciones
en el estudio de la religiosidad, limitaciones que por otra parte son consustanciales a
78
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
33 Como ya dijimos, tal vez, ningún tipo de orientación disciplinar esté exenta de este problema de tener que
construir y tematizar el objeto de estudio. Sin embargo, advertir su carácter convencional, puede ayudarnos a
rebajar, neutralizar o simplemente relativizar el peso de nuestras asunciones con respecto al mismo.
79
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Tradiciones ideográficas.
80
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
81
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
llegado a definir más que como una psicología de la religión, como una religión en
sí misma donde Freud ocuparía el lugar de un mesías (Hood, Spilka, Hunsberger y
Gorsuch, 1996; Wulff, 1997).
82
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
Pero los efectos adversos de formarse esa figura de poder, de sostener esa ilusión
que lo protege incluso más allá de la muerte, implica, dice Freud, que el hombre
renuncie a sus deseos más oscuros vinculados a la violencia y al sexo, puesto que son
incompatibles con la vida en sociedad; el fruto de esa represión por temor al castigo del
padre todopoderoso, se manifestará en angustia y comportamientos neuróticos que se
expresarán de múltiples formas en la vida consciente. Por este motivo, Freud presagia
la decadencia de la religión y de la educación neurótica que transporta a través de ideas
como la del castigo y la mala conciencia, y confía en su remplazo por una educación
racional que conduzca al hombre a un nuevo estado de prosperidad que le enseñe el
fundamento social altamente positivo de las normas morales (Freud, 1927/1974).
Aunque manifiesta, otro de las dificultades que no podemos dejar de subrayar tiene
que ver con la concepción freudiana de la naturaleza religiosa como fundamentalmente
83
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
84
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
la culpa, los parricidas prohíben la destrucción del tótem –el animal u objeto que el
clan reconoce como su espíritu protector y que ahora es símbolo del padre asesinado-
y renuncian a unirse con las mujeres del clan a las que han liberado. Para Freud,
este sentimiento de culpabilidad se ha perpetuado a través de todas las religiones
reflejándose en los síntomas de la neurosis individual.
Las críticas de esta teoría han venido principalmente por parte de los antropólogos
y su renuncia a la idea de una horda primigenia, al incesto, la concepción lamarkiana
de la herencia genética, o la idea de un desarrollo lineal y mecánico de los distintos
estadios religiosos de la humanidad (Animismo-Totemismo-Politeísmo-Monoteísmo)
(Beit-Hallahmi, 1996). No es extraño por ello que las especulaciones antropológicas de
Freud hayan sido juzgadas más bien como un producto literario, antes que el resultado
de la investigación histórica.
85
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Aun retirados, los conquistadores siguen estando presentes porque han conquistado
los cuerpos, las almas, la carne y el espíritu de la mayoría. Su repliegue estratégico no
significa el fin de su dominio efectivo. El judeocristianismo deja tras de sí una episteme
y un soporte sobre el cual se llevan a cabo todos los intercambios mentales y simbólicos.
Sin el sacerdote o su sombra, sin el religioso o sus adulones, dos milenios de historia y
dominación ideológica continúan sometiendo, forjando y formateando a los sujetos.
Michael Onfray
(Tratado de ateología)
86
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
35 Parece que, si no es de forma anecdótica, la teoría psicoanalítica puede decirnos bien poco sobre las
motivaciones religiosas del terrorismo islamista, o las corrientes biológico-experimentales acerca de por qué
87
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
88
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
paciencia y explique qué quiero decir exactamente cuando hablo de cultura y por qué
ocupa un lugar central en el tipo de explicación psicológica que empleo.
Como hemos dicho, toda esta ingeniería semiótica se sostiene mediante el empleo
de los artefactos culturales, que obligan a que la acción del sujeto se transforme en
actividad, es decir, que ésta se inscriba como parte de una estructura dramatúrgica [39]
en donde quede saturada y vertebrada por una gramática de la conducta y una lógica
38 Cole (1996) los define como los mediadores convencionalizados entre el significado y el agente social,
constituidos tanto por un soporte material como por la implementación de un sentido funcional en éstos, que
están insertos estratégicamente en las redes sociales como dispositivos reguladores que han de ser empleados por
los agentes.
39 “La acción humana no es mero movimiento, en palabras de Burke es acción simbólica o dramática porque
incluye conflicto, propósito, reflexión y elección” (Wertsch et al., 1997, p.18).
89
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
mediacional en las que sus acciones deben ser proyectadas conforme al modelo prescrito
para poder alcanzar los sentidos que las arquitecturas culturales han convenido para
cada actividad (Rommetveit, 1992). Por ello, podemos entender que la actuación
del sujeto y el sujeto mismo, su misma agencialidad o estructura operacional, es una
compilación indivisible y continua de la historia de sus relaciones con el entorno
cultural en donde se ha circunscrito su existencia. De esta forma, van apareciendo toda
una serie de fenómenos psicológicos de gran complejidad al tiempo que la acción se va
haciendo en algún grado predecible al estar sometida a las regularidades del entorno,
resultando en último término en una tecnología de la subjetividad normativizada,
sujeta al relativismo histórico, que posibilita la directividad del individuo en sus
afectos, pensamientos, etc., proporcionándonos una imagen de los sistemas culturales
como potentes arquitecturas directivas del comportamiento (Bruner, 1990/1991) (a
esta cuestión dedicaremos gran parte del siguiente capítulo).
90
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
la sociedad, a través de ésta, aún en la más absoluta soledad, está siempre presente en
nosotros [40].
40 Sin embargo, esta concepción mecanicista del proceso de enculturación, que presupone una simetría
perfecta entre los significados del mundo objetivo de la sociedad y el mundo subjetivo del individuo, donde
cada uno de los significados objetivamente dados en el mundo social tienen su correspondencia directa en el
individuo, es del todo reduccionista, pues obvia la naturaleza dinámica y dialéctica del proceso de enculturación
mediante el cual el individuo se apropia activamente de los significados objetivados para construir su propio
sistema idiosincrático de sentido; a este respecto es interesante la denominación que Rosa y Monserrat proponen
de cultura subjetiva frente a cultura objetiva (2003).
91
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
particulares, por lo que ésta reclama la necesidad de estar siempre auxiliada por la
explicación histórica, ya que no puede comprender de ninguna manera el psiquismo
sin abordar las condiciones de producción específicas que lo formaron. Por tanto,
toda concepción estructuralista de constructos tales como afecto, subjetividad,
emoción, etc., -que con frecuencia son considerados al margen del flujo del devenir-
es indefectiblemente puesta en tela de juicio, problematizada, subrayando en sentido
contrario el carácter provisional y contingente de los mismos a lo largo del tiempo, y
como consecuencia de ello, su labor se centra en estudiar genéticamente de manera
densa los espacios concretos de construcción y andamiaje de la vida psíquica a partir
de la mediación de los artefactos culturales.
41 Aunque de manera frecuente, no es solo que la cultura sea una categoría de análisis previa a la mente.
Completando esta idea, cabría argumentar del mismo modo que las macroestructuras sociales, al contrario de lo
pensado por Durkheim, no son realidades que puedan existir al margen de la actividad de los individuos, sino
que son el fruto de su misma acción, por lo que la Psicología puede informarnos del doble proceso circular al
que está sometida la mente del sujeto; ésta puede operar como punto de partida en tanto que posible creador
de prácticas culturales, y como estadio final en tanto que receptor de los significados culturales en el proceso de
socialización. La Psicología puede conceptualizarse entonces como la clave de bóveda que nos permite obtener
una imagen de conjunto de los fenómenos humanos.
92
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
93
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
amish, etc.) como habitus, es decir, como disposiciones estables en la conducta, los
procesos de conversión y el cambio discursivo del sujeto desde un enfoque narrativo
(Popp-baier, 2008; 2012), el análisis de las creencias religiosas en la toma de decisiones
morales (Day, 2007), etc.
Por otra parte, una segunda orientación que comprendería las dos líneas al mismo
tiempo, y que por ello, hablando en propiedad, estaría más vinculada al dominio de
la Psicología cultural que a la Psicología cultural de la religión a la que pertenecería
la primera, trataría de ahondar en el propio proceso de constitución disciplinar de la
Psicología -entendida como productora oficial de imágenes del sujeto- y por ende de la
subjetividad, poniendo el énfasis en la religión como ámbito de prácticas que ha tenido
un gran peso en su constitución. De esta orientación podemos destacar los trabajos
sobre formación de categorías mentales a partir de las prácticas religiosas como los de
Cohen (2011), Balltondre (2011), Loredo (2005), o Loredo y Blanco (2011). Con
razón este tipo de perspectiva de carácter histórico que aúna el análisis sincrónico
de los instrumentos culturales y su articulación con la mente en un cronotopo [42]
determinado, pero que al mismo tiempo sostiene una mirada diacrónica que explica el
propio proceso de conformación de la racionalidad que emplea a partir de ese análisis,
puede llamarse genealógica y es la que yo emplearé.
42 El concepto de cronotopo (del griego kronos (tiempo) y topos (espacio, lugar) hace referencia al
entrelazamiento indisoluble de las dimensiones temporal y espacial que constituyen el centro organizador de los
eventos narrativos. A estos les corresponde el papel de dar forma al sentido del discurso. En respuesta a Kant,
Bajtín, extrapolando de la física este concepto, rechaza la idea de que estas dos dimensiones sean inherentes a la
conciencia del individuo. Más bien las considera sus constituyentes. De esta forma, todos los sujetos sociales se ven
atravesados por sus determinaciones espacio-temporales que confluyen en un determinado estado del discurso
cultural y que lo justifican y lo dotan de sentido al mismo tiempo. La cuestión entonces es emplear el concepto
de cronotopo como instrumento metodológico con una doble función: poner en evidencia simultáneamente el
interior y el exterior del discurso y, a su vez, constatar cómo en el discurso de los agentes, semejante conocimiento
“histórico-geográfico” se hace patente en su forma de expresarse, en sus nociones psicológicas, estéticas, morales,
religiosas, etc. De este modo, la noción de cronotopo yuxtapone los ordenamientos espaciotemporales que son
internos al discurso (que pertenecen al mundo creado) con los que son externos, es decir, relativos al contexto
social (mundo creador) que, aunque no sean idénticos, son inseparables.
94
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
95
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Nosotros los que conocemos somos desconocidos para nosotros, nosotros mismos somos
desconocidos para nosotros mismos: esto tiene un buen fundamento. No nos hemos
buscado nunca ¿Cómo iba a suceder que un día nos encontrásemos?
Friedrich Nietzsche
(La genealogía de la moral)
96
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
43 Un buen ejemplo de esta vinculación de tecnologización de la vida conectada a una determinada
representación del mundo articulada por la idea de libertad, autonomía, salud, etc., lo tenemos en los libros de
autoayuda y la psicología positiva (Cabanas y Sánchez, 2012).
97
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
98
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
99
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Como mi argumento pretende sacar adelante, esta larga excursión por el sujeto
ha sido en gran parte acompañada y tutelada por la religión, ámbito privilegiado para
100
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
esa búsqueda, como sistema para entender el mundo, a los otros y a mí mismo. Ha
conformado la subjetividad, el marco de interpretación del mundo y a su vez, como
objeto del mundo, a mí mismo. Es más solo con el Cristianismo se da el surgimiento
de las hermenéuticas de sí en sentido estricto (Loredo y Blanco 2011).
101
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
un meta-análisis que lo sitúe a cierta distancia del propio fenómeno, y que lo informe
de las condiciones y circunstancias de las que éste surgió, se modificó o se mantuvo.
Pero lo que diferencia al método genealógico por encima de todo con la forma
de hacer historia tradicional, tiene que ver con llevar hasta sus últimas consecuencias
los planteamientos del socio-constructivismo; es decir, el escepticismo estructural,
sistemático que pone en tela de juicio cualquier valor, idea, objeto o fenómeno que se
tenga por ontológicamente estable, el cual es interrogado infatigablemente hasta dar
con el proceso histórico de su formación. Dicho de forma contundente: no cree en el
origen de las cosas –sólo en su principio [44]-, porque literalmente éste no existe, si nos
tomamos en serio los procesos semióticos de formación del significado.
Para ello, suele emplear una lógica inductiva [45] que parte del análisis de las
tecnologías del yo concretas tomadas como los mediadores por los que el sujeto
es construido en el marco de un dominio de conocimiento (sería, en palabras de
Nietzsche, “platonismo invertido”) que nos proporciona la clave para reconstruir el
marco de significados donde esas prácticas se inscribían, y que por tanto nos pueden
informan de los modos de actuación, pensamiento, sentimiento, etc., que daban lugar
a una determinada representación de la persona.
44 Un comienzo caprichoso y arbitrario del fenómeno que ya condensa tras de sí innumerables estratos previos.
No podemos asumir entonces una actitud crítica que arranque toda las máscaras y disfraces del fenómeno para
desvelar en último término su identidad primigenia, porque detrás no habrá sino nuevas máscaras.
45 En la medida en que, como veremos, no se deja conducir por sus teorías del sujeto, cosa bastante compleja,
pues postular un hombre sin atributos, negar la naturalidad del sujeto, es ya una teoría sobre el mismo.
102
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
103
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Con respecto a las filas, si bien estas contienen ocho divisiones, nos deberemos
fijar principalmente en tres: aquellas que hacen referencia al objeto de la interpretación,
al acto de interpretación, y al bagaje para la interpretación, que nos remiten al proceso
triangular de la significación. El resto de casillas son especificaciones a las que iremos
haciendo mención cuando nuestra explicación así lo convenga.
Del mismo modo, como nos indican tanto las flechas laterales, como las que
se encuentran en la parte superior e inferior de la tabla, el procedimiento que puede
seguirse en la genealogía puede ser inductivo o deductivo –incluso simultáneo- en los
dos sentidos combinando las posiciones arriba/ abajo y derecha/izquierda, según la
representación del proceso que consideremos.
Más allá de toda la casuística posible que surja de esas combinaciones, nosotros
presentaremos cómo se conduciría a través de las casillas un proceso netamente
deductivo en la genealogía (abajo/arriba e izquierda/derecha) que describiera la
actividad de cómo unas racionalidades interpretan a otras con diferentes niveles de
inclusión semiótica.
104
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
Dado que ese sistema operacional sólo es abordable desde el plano de los valores
culturales, los significados, y el sentido en el que se inscriben las prácticas, será necesario
recuperarlos. Este proceso, como podemos ver, se realiza en las dos filas que componen
los estratos I y II. Sin embargo, en vez de condensarlos en un solo nivel, hemos optado
por su división. La razón para ello se encuentra en que “la figura” que va a ser objeto
de interpretación genealógica, no se encuentra suspendida en el vacío; se supone que
ésta se encuentra incrustada en un cronotopo de carácter más general, en una red
de significados más amplia que la acoge y que comprende todas las condiciones de
posibilidad para la formación de una cierta imagen del sujeto que ya de forma más
nítida se advertirá en el estrato II, temáticamente mucho más definido (por eso, ambos
estratos se consideran parte de la misma semiosfera, siendo el estrato II un subconjunto
(semiosfera I.I) de la semiosfera general (I) .
105
106
PROCESO INDUCTIVO
Estrato Objeto de Acto de interpretación Tipo de Bagaje para la Marco temporal Fuentes de control
interpretación análisis interpretación regulador para la interpretación
Cronotopo general que Elección y descripción de los diversos Contenido Conocimiento de las fuentes Sincrónico Historias generalistas sobre la
actúa como “humus” de ámbitos de prácticas que permiten elaborar (semántica) documentales (primarias época que comprendan
fondo generador de las una narración global de la filosofía de fondo preferiblemente que análisis de: la sociedad, la
condiciones de posibilidad que vehicula y atraviesa las concepciones de secundarias) de la época política, el pensamiento, la
para la formación de una diversos ámbitos de prácticas sobre el que permitan conocer los cultura, el arte, la literatura,
cierta imagen del sujeto. pensamiento, su estatuto, funcionamiento, sistemas de significado la música, el lenguaje, el
I Tomado como conjunto de naturaleza, etc. convencionalizados de esas derecho, la filosofía, la
síntomas culturales de ese prácticas religión […]
tópico. Formación de un Leit motiv (hay trabajo de
Semiosfera I
PROCESO DEDUCTIVO
PROCESO INDUCTIVO
Extracción del contenido semántico de los Forma Conocimiento del Diacrónico Patrimonio conceptual (caja
Actividad psicológica y estratos II y I y sustitución por un paradigma Contenido paradigma teórico de la sincrónico de herramientas simbólicas)
modelos de subjetividad teórico (explicación disciplinar de la (sintaxis) Psicología cultural: (polos en tensión) de la psicología y de las
que produce el sistema de Psicología) (suspensión semiótica) (y herramientas conceptuales ciencias sociales:
sentido del estrato II comprensión del cambio o vigencia del de mediación, signo, Antropología cultural
incrustado en el estrato I. funcionamiento de esas prácticas (el tipo de actividad, artefacto cultural, Sociología comprensiva
III (Religión como objeto de la actividad que regula y conforman) y la genealogía, dialogicidad… Historia de las mentalidades
psicología. Y la psicología conformación de las categorías psicológicas
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Semiosfera II
PROCESO DEDUCTIVO
FUNCIONAMIENTO BIDIRECCIONAL EN LOS DOS EJES
Tabla 1.2. Fenomenología de la interpretación
Tablagenealógica.
1.2. Fenomenología de la interpretación genealógica.
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
Hasta aquí, el tipo de acciones y objetos que comprenden los estratos I y II son de
tipo descriptivo, intentando reconstruir, tal vez sin poder evitar ya que esa descripción
esté sesgada por el bagaje para la interpretación del estrato III, los significados que esas
prácticas religiosas tenían durante ese cronotopo. Como cabe advertir, la selección de
la información que se realice para generar la descripción de estos estratos- y eso ya sí
que es un acto interpretativo- deberá formar, a modo de tema conductor, una serie de
tipos ideales que a juicio del genealogista sinteticen los rasgos o características que de
manera más clara puedan expresar y definir sintéticamente el tema de fondo que cree
que las vertebra; en este caso, un determinado modelo antropológico que recorre los
diferentes dominios de prácticas.
107
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
La labor del genealogista no es por tanto, “devolver a la vida” los valores que
se encontraban en ese cronotopo del pasado como si pudieran o debieran hoy ser
vigentes. Si, como sostiene Foucault (2008),
Así, nuestro trabajo como genealogistas en esta tesis, consistirá, siguiendo una
pauta hasta cierto punto isomórfica con este modelo que presentamos, en buscar
y someter a una nueva semiosfera, es decir, a un nuevo marco de racionalidad, las
funciones psicológicas consistentes que se “encuentran” larvadas en el seno de ciertas
108
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
prácticas religiosas, y establecer un diálogo entre las funciones y metas que en ese
cronotopo operaban, bajo la comprensión hoy día de los instrumentos conceptuales de
la Psicología cultural, así como observar su desarrollo y cambio a lo largo del tiempo,
si bien de forma escueta dado que ello daría lugar a un trabajo inconmensurable, y
que como ya hicimos con religio, nos informe de las metas que en cada momento va
incorporando y que la van dando sentido como estructura a la acción.
Dejando abierto, al mismo tiempo, que por su propia lógica, nuestro trabajo
sabe que parte de unas coordenadas de sentido que son susceptibles de ser analizadas
desde otro sistema de racionalidad, así, ad infinitum, siendo entonces posible –incluso
necesario- someter a genealogía nuestra propia forma de hacer genealogía, como
mostramos en la figura 1.3.
OBJETO
Se ha constituido
por un
ACTO
(Le dota de forma
y contenido) Se realiza
desde un
BAGAJE
Controla la gramática
del acto y por tanto
del objeto
Nivel I
Significado del cronotopo inicial
Nivel II
Interpretación del nivel I desde
otra racionalidad
Nivel III
Interpretación del significado del
nivel II
Nivel IV
Interpretación del significado del
nivel III
*El Nivel I no supone la idea de origen; éste es a su vez uno de los niveles de análisis de otros objetos previos.
**Cada nivel supone que el anterior constituye su objeto de una nueva interpretación.
109
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Para finalizar, creo que el tipo de acercamiento que nos brinda la Psicología
cultural y el método genealógico podría ser de alguna utilidad para mediar en algunos
problemas que ya hemos visto en la Psicología de la religión. En primer lugar, el
reconocimiento de que la religiosidad es un producto intrínsecamente cultural
pondría en cuestión todas aquellas perspectivas, como las biológico-experimentales o
las fenomenológicas, que buscan naturalizarla de distintas maneras, y nos permitiría
tratarla como un objeto que se ha construido a lo largo del tiempo. A su vez, la idea de
abordar la comprensión de la experiencia desde las prácticas culturales complementaría
a corrientes como las psicométricas que sólo se ocupan de una descripción externa
de los fenómenos aportándoles el marco teórico del que suelen carecer. Por otra
parte la noción de la cultura como fundamento del psiquismo, y dada la existencia
de muy diferentes tradiciones religiosas, permitiría derribar la idea de un concepto
omniabarcante de religión – idea que está presente en todas las corrientes que hemos
visto-, lo que nos permitiría hablar de una psicología cultural de las religiones que
reconociera la singularidad irreductible de cada una de ellas y las estudiara en lo que
tienen de particular mediante procedimientos globales que capten su riqueza (Belzen,
2010).
110
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
la participación de un marco teórico de fondo que actúe como interface que permita
vincular los datos, métodos y teorías de las distintas materias (Martínez-Guerrero,
2010a). En nuestro caso, hemos recurrido al concepto de cultura como eje que nos
permite vertebrar a un mismo nivel epistemológico las diferentes perspectivas de
estudio en conformidad con el principio de simetría de Bloor (1976) que postula la
acción mediada como unidad de análisis común a conjunto de disciplinas al mismo
tiempo.
Por todo ello, consideramos que el esquema de trabajo que propone la psicología
cultural supone una nueva manera de entender la religión, y de entender a la propia
Psicología, que puede sernos de gran ayuda para intentar entender unos fenómenos
tan complejos y esquivos como estos.
111
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Una de las formas de la subjetividad, del pensarse a sí mismo, que más vinculada
ha estado a la religión, y en especial al Cristianismo, es con relación a la vida afectiva
(deseos, afectos, sentimientos…). Ya sea luchando contra ellas, intentando gobernarlas
o destruirlas, no cabe duda de que las emociones y los afectos han gozado de especial
importancia dentro del discurso religioso desde donde el creyente se ha pensado así
mismo. El mundo de la afectividad se ha relacionado con las intenciones, por lo que ha
112
Capítulo 1. En el principio fue el signo.
sido parte de la agencialidad del sujeto y por eso mismo parte central de su conciencia
como espacio deliberativo para actuar de acuerdo a las significaciones religiosas. De
los afectos y las emociones, y su vinculación con las tecnologías del yo religiosas,
hablaremos en el siguiente capítulo.
113
CAPÍTULO 2
115
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Friedrich Nietzsche
(fragmentos póstumos para La voluntad de poder)
Michel Montaigne
(Ensayos)
Clifford Geertz
(La interpretación de las culturas)
117
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
118
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Michel Onfray
(Tratado de ateología)
119
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
la voluntad los pilares sobre los que se sostiene el autogobierno. En este sentido, no
tendríamos muchas dificultades para identificar la historia de la Teología como una
discusión acerca de las funciones de los sentimientos en la ordenación de la conciencia,
la vida en sociedad y el conocimiento de la otra vida [1].
1 Corrigan, Crump y Kloss (2000) han aportado una gran fuente bibliográfica sobre esta vinculación entre
emociones y teología, así como Corrigan (2004, 2007) ha contribuido notablemente a investigar el interfaz
entre religión y emoción desde distintas disciplinas antroposociales que ha acabado constituyéndose como un
campo interdisciplinar al que faltaría sumar, entre otras, las contribuciones de la Psicología.
120
Capítulo 2. La gramática de los afectos
2 Como se puede vislumbrar, la vinculación entre religión y emoción puede tener un carácter bidireccional,
dado que lo emocional puede afectar directamente sobre los contenidos religiosos, como en el caso de los dogmas,
etc., al tiempo que, de forma inversa, los propios credos tienen un papel fundamental en la institucionalización
de las formas de sentir (temas de interés: la relación entre la emoción, la religión, y el razonamiento moral.
También, ya dentro de la teología, su relación con la fe y las creencias). No obstante, aquí nos vamos a limitar a
esta segunda línea de trabajo: cómo las instituciones religiosas afectan a la emoción (aunque también hablaremos
de la primera en el tema de los símbolos religiosos y la edificación de la realidad).
121
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
3 Resulta curioso comprobar como muchos historiadores de la Psicología, como Graham Richards (1992)
no tienen el menor problema en citar a científicos, filósofos, psiquiatras, físicos, matemáticos, economistas,
educadores, médicos, e incluso criminólogos o ingenieros en cibernética, como los pilares que sostienen la
Psicología, pero sin embargo no se citan -si exceptuamos el carácter anecdótico de las doctrinas de San Agustín
y Santo Tomás- teólogos, ascetas o santos.
122
Capítulo 2. La gramática de los afectos
123
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
que deberá comenzar a transitarse desde el interior del hombre mismo, escenario que
reconocemos como fruto de la incipiente antropomorfización de la teología durante el
siglo XVII, y que ya vimos en la biografía de religio.
Descartes eliminará de este modo aquellos vestigios del animismo que aún
pervivían en la tradición escolástica del Renacimiento con la atribución al alma de
funciones consideradas genuinamente biológicas (alma vegetal y animal), reduciendo
toda materia al puro atributo de la extensión, y toda causalidad a mero movimiento
ciego y mecánico, convirtiendo en un problema geométrico el espacio físico que
gobierna la sensibilidad, desembarazada ya de todo compromiso trascendental – e
incluso ético-, y pudiendo ser expresada ahora bajo el formalismo de las funciones
matemáticas (Descartes, 1637/1991; 1649/2010).
6 Orientación moral y voluntaria de los afectos como vía para el conocimiento de Dios.
124
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Muy brevemente, para Spinoza, al contrario que para Descartes, Dios, que era la
única substancia posible multifragmentada y constitutiva de la realidad, no sólo era el
agente eficiente que había puesto en movimiento el mundo para luego desentenderse
de él, sino que también debía ser potencia y productividad infinita del mismo. Si la
naturaleza y su curso se identificaban con Dios (Deus sive Natura), entonces el hombre,
y en consecuencia sus facultades intelectivas, también debían ser modalidades en que
alguno de los atributos de esa misma substancia divina se definían.
Si Dios era anterior tanto en el orden ontológico como en el orden de las ideas,
la concepción spinoziana del conocimiento gravitará entonces sobre la idea de la
adecuación como el ajuste necesario y las relaciones de correspondencia entre el orden
y la conexión de las ideas –tutelado por la razón- con el orden y la conexión de las cosas
–expresión de esa misma racionalidad avalada por la divinidad-, como la forma de ir
desentrañando las causas eficientes que presiden el universo (pues los modos finitos
de conocimiento no pueden aspirar a conocer las causas finales [7]) aproximándose
así a Dios en un estado cuasi-místico de amor intelectual por Él, y de este modo
reconociéndose el hombre como parte del mismo. Esta empresa de la adecuación debía
realizarse sobre los dos únicos modos de los atributos que el hombre puede conocer
y que posee de esa substancia infinita, la mente y el cuerpo (la materia), considerados
entonces como las formas que constituyen la actividad del pensamiento en su tarea de
la adecuación.
7 Negó la existencia de las causas finales, considerando que la teleología era algo que el hombre proyectaba
sobre la naturaleza sobre la base de sus sentimientos propositivos.
125
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
8 Por cuestiones de espacio y en aras de no entorpecer el argumento, deberíamos abordar el uso que Spinoza
hace de términos relacionados con la afectividad tales como conatus (impulso de autorealización de la substancia
como necesidad), apetito (referido a la mente y al cuerpo en su conjunto), deseo (cuando el apetito es consciente
para el hombre y vierte en una necesidad de incrementar la perfección de la mente). Algunos de estos aspectos
se verán al referirnos al vocabulario emocional ignaciano.
126
Capítulo 2. La gramática de los afectos
9 La necesidad se postula en el edificio spinoziano como aquellos modos de los atributos divinos (como el
hombre) que dependen necesariamente de la única substancia que los comprende y que es sin necesidad de
referencia a otra cosa. Es esta dependencia la que determina su existencia y acciones en una cierta razón precisa.
La libertad se entiende así, paradójicamente, dependiente de la necesidad, como aquella cosa que existe por
la mera necesidad de su propia naturaleza, y que sólo por sí misma es determinada en sus acciones. El libre
albedrío por tanto, es para Spinoza, resultado y expresión de la ignorancia de las causas determinantes de los
propios deseos, ideales, decisiones y acciones, así como la creencia en la finalidad de la naturaleza es debida a la
ignorancia de las verdaderas causas de los acontecimientos naturales. Por ello, y aquí está la discordia, Spinoza
entiende el sistema ético de las sociedades como fruto de la arbitrariedad y la costumbre. Sin embargo, la
verdadera ética, en un sentido ontológico, se ha de sostener sobre la racionalidad como ejercicio de la propia
naturaleza que constituye lo humano.
127
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
La acepción cartesiana de las emociones llegará así a difundirse con éxito por
diversos ámbitos del pensamiento y la cultura, encontrándose de forma insistente
en autores como Hume, Brown y otros empiristas ingleses (se identificarán con los
elementos pasivos de la cognición, en un sentido análogo al que empleamos actualmente
de la sensación), que sin duda prepararán el terreno para su recepción en los campos de
la fisiología, el estudio de la percepción y la psicología evolutiva (Spencer, Bain, etc.),
no sin antes detenerse en el Romanticismo (tomadas como impulsos ingobernables,
como pathos violento), llegando así a nuestros días –vía darwiniana- como un conjunto
de procesos universales, en tanto que innatos, seleccionados en el curso evolutivo por
alguna caprichosa, aunque útil, circunstancia (Dixon, 2005).
128
Capítulo 2. La gramática de los afectos
¿Qué es un hombre sin características?, sin nada que le defina: tiene muchas cualidades,
pero sabe que no le pertenecen.
Sin embargo, los excesos del dualismo, de la persistencia del “error de Descartes”
(Damasio, 2001; Solomon, 1976) durante la profesionalización del discurso psicológico,
que de forma continuada ignoró las funciones morales, históricas y cognitivas que las
129
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Márgenes que a partir de los años 70 del pasado siglo se han prolongado mucho
más allá y que tratan de pensar en las emociones como relaciones históricas con la toma
de conciencia de su significado social en las políticas sobre la identidad (en especial,
dentro de grupos socialmente desfavorecidos, como pudieran ser los vinculados al
movimiento feminista, los derechos civiles de los afroamericanos, los homosexuales,
etc.), o su papel en las relaciones interpersonales y sus nexos con el poder (trabajos
sobre el miedo como los de Bourke, 2003 y 2005, o los de Delumeau, 2012), en
convergencia con las corrientes post-estructuralistas sobre la construcción cultural de
ese individuo despoblado, sin atributos, entendido como una apertura constante que
no puede ser confinado en los límites de ninguna “esencia”, y el debate epistemológico
sobre la precariedad de las estructuras de sentido y la producción del conocimiento
formal en las Humanidades y las Ciencias Sociales (Marcus, 1992); circunstancias
todas ellas que, más allá de su desarrollo histórico como proyecto de mecanización
de la conciencia, han flexibilizado la apertura del discurso psicológico acerca de las
funciones mentales como fenómenos de naturaleza social susceptibles al escrutinio de
las metodologías del análisis cultural; algo que hasta no hace demasiado tiempo, no
parecía tan evidente y que incluso resultaba “ilegítimo” considerar.
Como es obvio, la reflexión sobre esta vida –o vidas- olvidadas de las emociones,
tanto tiempo socavada por la mirada exclusiva de ese naturalismo estructural y
estructurante en la Psicología, sólo ha podido ser viable desde una sensibilidad como
130
Capítulo 2. La gramática de los afectos
ésta que abogara por el carácter histórico de los fenómenos humanos; posibilidad
que se ha visto favorecida también en las últimas décadas por una concepción
multifragmentada del fenómeno reclamado para sí desde las más diversas áreas de
conocimiento social y humanístico –amén de la Psicología-, tales como la Literatura,
la Música, la Antropología, y especialmente la Historia. Resulta sintomático, aunque
predecible a tenor de la agenda de valores que vertebra la Psicología y que venimos
discutiendo desde el comienzo, el hecho de que el primer trabajo sobre la emoción
como fenómeno historiográfico, y no como proceso natural, no provenga del ámbito
de la psicología del desarrollo, o de la psicología social como uno cabría esperar, sino
de la Filología y el estudio de las manifestaciones afectivas y su ámbito lingüístico en
las prácticas de crianza durante el siglo XVIII en Europa. Nos referimos al trabajo
seminal de los Stearns de 1985, quienes desarrollarán a este propósito el concepto
de “emocionología” (emotionology) que más tarde discutiremos, y que junto a otros
trabajos de corte socio-constructivista como los de Gergen (1990), Clark (1988),
Kemper (1981), Dickinson y O´Shaughnessy (1997) y Wouters (1989), por mencionar
solo algunos, problematizarán la idea de sentimiento, analizando las arquitecturas
emocionales como parte sustantiva que refleja y condensa el ethos de una sociedad,
apelando entonces por una historia general e inclusiva que reconozca los modos de
afectividad no como meros epifenómenos de la misma, sino como uno de sus vectores
constituyentes [10]. Como declara Jordanova (2004) de forma un tanto categórica, la
aproximación socio-constructivista de las emociones representa así el único modo
viable para formarse una visión densa e integral de las mismas como procesos gestados
–y gestantes- en la organización social en la medida en que se encuentran atravesadas
10 Es decir, explicando cómo las emociones llegan a ser inteligibles dentro de las especificaciones espacio-
temporales donde se forjaron, mediante una descripción densa de los discursos y prácticas de ese nicho cultural
que las pudieran involucrar directa o indirectamente (debiendo moverse por tanto en la tensión dialéctica de
dos semiosferas diacrónicas, como ya vimos), al tiempo que éstas permitirían hacer comprensibles a su vez
las motivaciones y discursos que las sostenían. La visión histórica debe rodearse por tanto de los documentos
normativos de la “comunidad emocional” que se trate, así como del vocabulario y régimen de metáforas por
medio de las cuales éstas son expresadas, para ver sus rasgos y cómo se legislan y entienden.
131
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
por ideologías, imágenes y artefactos materiales – los cuales éstas vertebran a su vez-
que no pueden quedar al margen de su análisis.
11 Podríamos caracterizar el pensamiento postmoderno por tres rasgos (Gergen, 1991; Bourdieu, 2007): 1)
Antirrealista: la verdad como producto de los individuos y no metafísicamente fundamentada; 2) Antirracionalista:
el conocimiento nunca es neutral ni mucho menos objetivo, sino que se inscribe en una agenda de valores más
o menos consensuada socialmente que le da dirección; 3) Auto-reflexiva: el lenguaje como modelo de cualquier
sistema humano, en la medida en que se explica por su propia estructura, por la relación entre sus elementos y
no por la referencia a elementos externos, desapareciendo entonces la distinción entre signo y referente.
132
Capítulo 2. La gramática de los afectos
No sé qué garabatos trazó aquel perverso sin hiel delante de mí; no sé qué diabluras
hechiceras hizo… Creo que me zambulló en una gota de tinta; que dio fuego a un papel;
que después fuego, tinta y yo fuimos metidos y bien meneados en una redomita que olía
detestablemente a azufre y otras drogas infernales… Poco después salí de una llamarada
roja, convertido en carne mortal.
El dolor me dijo que yo era un hombre.
La subjetividad, en cuanto ego cogito es la conciencia que representa algo y que refiere lo
representado a sí misma, reuniéndolo de esta manera en sí misma.
Martin Heidegger
(Hegel y los griegos)
133
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Ese ethos psicológico, que muy bien entiende Illouz (2008) como la culminación
de la máxima délfica, ha acabado por colonizar discursivamente el ámbito de la
subjetividad instalándose en la misma matriz representacional de nuestras sociedades,
interpretando todo conflicto social como un problema de engaste, como una
contrariedad de orden técnico y no moral [12], que debe encontrar su distensión en
el apropiado conocimiento de sí mismo, donde el sujeto, orientado a la prosecución
de un modelo de persona eficiente en las distintas facetas de las relaciones sociales, se
posiciona como un objeto más del saber mediante ciertos procedimientos de gobierno
que faciliten la optimización de sus propias capacidades de ajuste (Foucault, 1990).
12 Si bien de manera explícita dicha agenda de valores parecería que se omitiera u ocultase en aras de reforzar
una imagen social de la Psicología como disciplina objetiva y neutral, parece evidente que ésta no se puede
substraer –y de echo no lo hace- a un marco moral que le permita formular juicios de valor en torno a la
naturaleza positiva o disfuncional de los fenómenos psicológicos y sobre las formas “buenas y malas” de vivir.
134
Capítulo 2. La gramática de los afectos
135
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
A tenor de todo esto, Foucault (1982/2005) sugiere cómo el discurso sobre las
emociones parece representar un lugar privilegiado para la producción de la subjetividad
moderna –analizando las prácticas que permiten a los individuos centrar su atención
sobre sí mismos para conocerse y reconocerse como sujetos de deseos, frustraciones,
intereses, etc.- en tanto que constituye para la sociedad occidental contemporánea la
región psicológica en donde se fragua y sostiene la moralidad [13]. Los afectos podrían
desempeñar ese papel en la medida en que actualmente son el núcleo constitutivo de
nuestro yo, el lugar desde donde se define nuestra individualidad.
Max Weber
(Economía y sociedad)
13 Cada sociedad y época sostendría distintas regiones de la experiencia psicológica para fundamentar su idea
del sujeto: por ejemplo, durante la Ilustración hubiera sido la racionalidad; en la cultura clásica, la memoria, etc.
136
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Esa identificación del locus de las emociones con el espacio de la propia subjetividad
en las antropologías contemporáneas y su proyecto centrado en el autoconocimiento,
ha encontrado una de sus formalizaciones dentro de una teoría semiótica sobre la
ontología de la agencialidad, en la que, como desarrollaré a lo largo del capítulo,
se han auxiliado en mayor o menor medida las orientaciones constructivistas para
explicar cómo es posible la autorregulación de la conducta [14].
Esta tesis implica suponer entonces que las capacidades del agente van encontrando
paulatinamente su desarrollo de forma recursiva en distintos niveles de determinación
genética a través de su propia actividad, emergiendo de este modo nuevos órdenes de
realidad psicológica –más abstractos y complejos- que revierten a su vez en cambios
14 Otras perspectivas contemporáneas sobre la agencialidad se encontrarían en la lectura vigotskiana más
ortodoxa (Stetsenko y Arievitch, 2004), el programa gibsoniano (Travieso, 2007) o la teoría de sistemas (Costall
y Leudar, 1998).
15 En esta dirección apuntan los trabajos de Norbert Elias (1990) y Taylor (2006), interpretando la sociogénesis
del individuo como esa progresiva capacidad de control de éste por medio de la cultura.
137
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
138
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Dado que para que en rigor haya emociones, voluntad y acción, debe darse antes
la existencia previa del Yo al que estas funciones deben estar necesariamente referidas
como propiedades que posibilitan la dirección de las actuaciones, nuestra exposición
comenzará hablando de la naturaleza de ese Yo como símbolo y creencia, y sus
repercusiones en la formación del pensamiento.
139
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Hemos dicho que el yo es la instancia que posibilita que el agente pueda llegar
a tener experiencia en tanto que se constituye como símbolo de su misma existencia,
permitiéndole a éste referenciar lo que le ocurre, como algo propio, como concerniente
a sí. Este yo es el mismo al que hacía mención toda la familia de conceptos “auto” de
la Psicología a los que antes nos referimos (autoestima, autoobservación…).
Las implicaciones para el agente de ese diálogo íntimo frente al espejo, serán que
éste quede escindido primordialmente en dos instancias; instancias desiguales entre sí
que en el cogito cartesiano se superponían sin fricciones. Por una parte, un “yo” que
actuaría como fundamento del conocer, es decir, como el conjunto de actividades
mentales que hacen posible la experiencia. Por otro lado, un “mí” que opera como el
contenido mental referido a ese yo, como un noema, en terminología fenomenológica.
140
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Visto así, el agente aparece entonces como una suerte de multitud compuesta
de yoes y míes siempre inconstantes, con un self, que es algo así como el “yo de yoes”,
que permite la identidad y continuidad de la conciencia, pero que sin embargo, nunca
puede ser constreñido puesto que se trata de una mera ilusión, aunque una ilusión
fundamental porque sin ella la acción no sería posible (Rosa, 2007a).
141
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
142
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Según lo que hemos dicho de los sistemas directivos, por emoción entendemos
todo el conjunto de procesamientos multinivel que transitoriamente involucrarían
alteraciones en los dominios de la experiencia subjetiva, el comportamiento y la
fisiología periférica, dotados de una intencionalidad para la acción (Mauss, et al.,
2005). La experiencia emocional es, en un sentido amplio, una tendencia de acción
experimentada, o un estado experiencial de disposición para la acción. Obviamente,
el valor de los procesamientos de evaluación puede cambiar, dando lugar a diferentes
formas de disposición de la acción. Este último aspecto resultaría absolutamente central
para desentrañar el sentido de las emociones, puesto que como vemos, éstas no sólo
implican el despliegue de un cierto estado interno del organismo, sino que también
necesitan de un predicado, de un contenido proposicional; siempre son sensación de
algo o de alguien, de manera que la intencionalidad con la que se dirigen al objeto está
intrínsecamente motivada, y esa misma motivación afecta al propio objeto intencional
y a la situación en su conjunto.
143
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
por tanto más prolongada en el tiempo. Mientras que las emociones son estados
puramente fenoménicos y corporales, el sentimiento sin embargo, desarrollaría la
doble función trascendental de constituir la reacción del sujeto a la situación emotiva,
y de manifestar a su vez en tal reacción, el campo de los valores, es decir, la forma
de estar en el mundo para ese individuo (Scheler, 1912/2003). El sentimiento por
tanto, formaría esos juicios no solamente con relación a la existencia de las cosas
externas en tanto que apropiaciones simbólicas de ellas, sino también por el modo en
que sus representaciones –de las cosas- son recibidas, siendo, desde el punto de vista
fenomenológico, una conciencia del cuerpo (signo de los estados internos) sintiendo
en el mundo (signo de los estados internos en función de un signo de la situación).
16 Es decir, yo en el mundo: en una configuración espacio-temporal concreta, que me hacen considerar su
maleabilidad en la historia, en tanto que se envisten de significados y funciones mutables.
144
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Más allá de sus singularidades, la idea común que estos tres conceptos parecen
vehicular, es que el estado básico de la conciencia es afectivo (Izard, 2001); y ello
por cuanto ésta es un instrumento indispensable para guiar la acción, pero que para
ello, necesita sostenerse sobre un proceso evaluativo constante del ambiente y del
organismo como el que le proporcionan los afectos. Para decirlo de forma concisa,
sin las emociones es imposible la actuación, porque éstas tienen el cometido de que
yo pueda explicarme lo que me sucede, en la medida –ya lo dijimos- en que soy un
objeto para mí que se presta a ser valorado, de forma que pueda orientar mis acciones
en relación a ese objeto (mi self) para controlar mis actuaciones. No es casual que los
estados emocionales se expresen a través de verbos reflexivos (alegrarse, entristecerse)
cuando la afectividad se reconoce como un proceso intencional, no así cuando es
considerada como un acto reflejo [17].
17 En el mecanicismo los verbos mentales (en este caso referidos a emociones) se enuncian de forma intransitiva
(“le ocurrió la alegría” “le vino la tristeza”).
18 Con respecto a esta vinculación entre los afectos y el yo, resulta interesante la idea que tiene el budismo
con respecto al origen del sufrimiento humano como la tendencia precisamente de construir un yo donde no
lo hay, y aferrarse a él. La disolución del yo lleva a un estado de ataraxia en donde la batalla con las emociones,
145
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Si bien las emociones juegan un papel central en la vida psicológica por todo lo
que hemos dicho –evaluación e impulso a la acción-, el agente debe desarrollar todavía
sin embargo una función más que establezca el nexo entre esas intenciones de actuar
que le proporciona la afectividad, con la propia acción que finalmente realiza. Esta
función es la voluntad.
Ludwig Wittgenstein
(Tractatus logico-philosophicus)
La fuerza para actuar a la que mueven las emociones, no siempre resulta ser la
más adecuada o beneficiosa para el agente; no todas sus inclinaciones son deseables. Es
por ello, que en las culturas están previstos métodos y procedimientos para el control
de aquellos impulsos inapropiados. El individuo tiene que aprender a no dejarse
llevar por todos sus afectos, a resistir la poderosa influencia del estímulo, a no asesinar
cuando está encolerizado, ni a huir cuando se hace presa del miedo, ni a resignarse
cuando está triste.
ha desaparecido.
146
Capítulo 2. La gramática de los afectos
19 Esta ha empleado en su lugar la idea de motivación, que es de corte mecánico y predecible causalmente: la
motivación no recoge los aspectos intencionales. Aborda las causas de la conducta excluyendo las razones de la
acción. Es decir, reduce la teleología a mera función.
147
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
20 Esto es, apropiarse de las normas, hacerlas propias; e incluso generar otras nuevas para auto-determinarse.
A este respecto, los sentimientos serían señales para ello, sobre las que se puede deliberar.
148
Capítulo 2. La gramática de los afectos
instrumento para la felicidad, cuya historia, como dice José Antonio Marina, está
trufada de claudicaciones, éxitos y retrocesos (1997).
La estabilización de las formas del querer por la cultura, trae aparejada la idea de
la educación sentimental y la formación del carácter. Si el querer implica estar haciendo
continuamente elecciones, aceptando algunas y rechazando otras tantas, entonces
podemos decir que éste no deja intacta la vida humana, sino que la va constituyendo
en una forma de ser y estar en el mundo, en un carácter entendido como las estructura
de los motivos, motivaciones y deseos del agente. El horizonte postrero de la sociedad
es que lo que ésta postula como ideal de lo que debe ser una persona (el carácter
modélico), se convierta en aspiración última del querer en cada individuo que la
constituye, como realización de su propia identidad. Es decir, que los quereres que
se vinculan con el carácter modélico, estructuren el núcleo de nuestra subjetividad de
manera que “sea impensable involucrarse intencionalmente en acciones y proyectos
que contradigan la esencia de nuestra propia voluntad e identidad” (Blasi, 2005, p.
80).
Ese ideal que organiza la vida resuelve la incómoda pregunta de qué es más
conveniente hacer en cada caso lidiando con la ambivalencia y la duda. Así pues, no
es conveniente querer siempre lo que se desea, sino lo que se puede y debe querer. Y lo
que “se puede querer” puede cultivarse hasta llegar a un dominio de sí mismo, o puede
angostarse hasta llegarse a la esclavización de sí mismo.
21 En este mismo sentido, Locke sostiene: “Pues teniendo la mente en la mayoría de los casos el poder de
suspender la ejecución y satisfacción de los deseos, es libre de considerar los objetos de éstos, examinarlos por
todos los lados, compararlos con otros. En esto reside la libertad que tiene el hombre; y por no usar su derecho
viene toda la variedad de errores, equivocaciones y faltas en las que incurrimos en la conducción de nuestra vida
y en nuestros esfuerzos por procurarnos la felicidad” (1690/2002, II, XXI).
149
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Si bien esa conquista del control de las propias acciones no es más que la
interiorización de un control social previamente soportado, ello no será óbice para que
la acción del sujeto pueda orientarse más allá de control heterónomo de su voluntad,
lo que implicará la aparición de un nuevo bucle en el desarrollo de la agencialidad al
producirse el paso de la moral a la ética. Esto ocurrirá cuando en la deliberación entre
las voces, la norma prescrita socialmente se encuentre insuficiente, o entre en conflicto
con otros preceptos culturales del mismo nivel. El sujeto deberá entonces consensuar
consigo mismo una norma propia de rango superior a las establecidas como fruto de
la reflexión que le permita organizar su autonomía en tales casos de ambivalencia. El
individuo ya no se encuentra simplemente poniendo en práctica las normas recibidas,
sino que se ha convertido en alguien capaz de gobernarse a sí mismo, de controlar
su propia autonomía, y al hacerlo puede participar como agente social en el proceso
socio-cultural e histórico por el que se desarrollan nuevas formas de convivencia.
Llegar hasta ahí, le ha supuesto un largo recorrido que comenzó con su acción ligada
al funcionamiento teleonómico de sus estructuras biológicas, y que tras un serie
de interminables conquistas semióticas, estructurales y operativas le han permitido
alcanzar la libertad, todo un símbolo de la realización plena de la agencialidad (Rosa
y González, 2014).
150
Capítulo 2. La gramática de los afectos
del yo a través de la acción. Además, el lector dispone de la figura 1.1 para poder
comprender de manera sintética lo que hemos dicho [22].
Para facilitar la decisión, el agente dispone de las claves culturales que regulan las
formas de interacción y que pueden estar presentes en este caso. Existen por tanto un
conjunto de affordances sociales de la situación que harán más salientes unas posiciones
del yo que otras. La estructura de la situación establece así una jerarquía de valores,
que a su vez refleja una jerarquía de los posibles yoes a intervenir. Finalmente, la
necesidad obligará al agente a poner fin a la deliberación y tomar preferencia por uno
de sus yoes al tiempo que tendrá que renunciar a los demás, que en esa ocasión pierden
su factibilidad.
22 En la figura se recoge como las virtualidades de la agencialidad de un sujeto se acaban delimitando
dentro de una configuración de la subjetividad (cada uno de los tres círculos señala distintas posibilidades
de configuración). Así mismo, en cada subjetividad existiría un self que a su vez contiene una multitud de
posiciones del yo junto con otros tantos “mies”, todos ellos, en continua dialogicidad (una posición del yo puede
interactuar con el mí de otra posición y viceversa). Finalmente, la segunda esfera que está en la parte inferior,
muestra cómo cada una de estas transacciones se compone de los cuatro elementos que hemos destacado: afecto,
voluntad, cognición y acción.
151
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Virtualidades de la agencia
AGENCIALIDAD sin engaste y desarrollo en
las estructuras funcionales
SUBJETIVIDAD
SELF
SUBJETIVIDAD
MÍ MÍ SELF
YO YO MÍ MÍ
YO
YO YO
MÍ MÍ YO
YO
MÍ MÍ
SUBJETIVIDAD YO
SELF
MÍ MÍ
YO YO
YO
MÍ MÍ
YO
AFECTO
VOLUNTAD COGNICIÓN
ACCIÓN
152
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Sin embargo, el conflicto puede reavivarse entre las voces de forma recursiva. Un
conflicto que se desencadena entre los impulsos a los que conducen los afectos de una
posición del yo, frente a los de otras posibles. La voluntad, mediante el ejercicio de la
razón, tendrá que actuar como mediador entre el conflicto consigo mismo deliberando
acerca de las consecuencias de cada acción, sus fricciones con otros planes en curso,
o con objetivos a largo plazo y de mayor nivel. Si la voluntad no ha sido entrenada,
los afectos la arroyarán doblegándola a sus deseos. Por el contrario, si se ha ejercitado,
la voluntad cortará la vía que va del afecto a la acción, poniéndola en cuarentena.
Para resolver esta disputa, el agente emplea como recursos las estructuras culturales
de sentido, que insuflan valor y significado social a cada uno de estas líneas de acción.
La cultura como dijimos, construye así el sentido del self a través de sus sistemas
morales como una educación sentimental en el querer. Esa educación dará lugar, por
medio de la voluntad, a la formación del carácter como una forma deseable de la
identidad, de ser persona. Si la voluntad elige lo que la sociedad dispone, entonces
estará actuando de acuerdo a la norma y será libre.
153
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
mental permitiendo en definitiva saber cómo uno puede conocerse y modificar sus
representaciones y pensamientos en el ejercicio de este juego de yoes, afectos y voluntad.
* * * *
Todo esto hace difícil –sino imposible- que una visión constructivista de las
emociones, forjada en la postmodernidad, la globalización y el multiculturalismo, que
conciben un sujeto agente dotado de voluntad, racionalidad, intencionalidad y, en
último término, juicio ético, pueda conjugarse con las concepciones mecanicistas de
la psicología que ya vimos. En cualquier caso, lo que parece obvio una vez más –
nuestra discusión así lo ha pretendido transmitir- es que la emoción dista mucho de
formar una categoría coherente y unificada, corolario que estaríamos en condiciones
de defender acerca de cualquier función psicológica que se examinase.
El debate sobre las emociones ilustra, una vez más, cómo lo psicológico parece
estar condenado o bendecido a la dispersión, según para quién y por qué lo diga;
la Psicología, si nos la tomamos en serio, no puede ser otra cosa que una continua
heterodoxia. Al menos, en la misma medida en que así se considere su objeto de estudio.
Y dado que una solución de compromiso entre las diversas perspectivas es inviable en la
154
Capítulo 2. La gramática de los afectos
medida en que éstas hablan de cosas muy heterogéneas entre sí –la esclerotización del
fenómeno en el biologicismo, o su permeabilidad en el constructivismo- deberemos
restringir y acotar, de nuevo, los límites de nuestras definiciones a este respecto con el
fin de que éstas puedan ser expresadas en el mismo nivel de análisis que convenimos
tanto para la religión como para la subjetividad, y que nos permitan argumentar qué
tipo de explicación, aunque a estas alturas resulte ya más que evidente, defenderemos.
Mejor pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época.
Pues ¿cómo podría hacer de su ser el eje de tantas vidas aquel que no supiese nada de la
dialéctica que lo lanza con esas vidas en un movimiento simbólico? Que conozca bien la
espiral a la que su época lo arrastra en la obra continuada de Babel, y que sepa su función
de intérprete en la discordia de los lenguajes.
Jacques Lacan
(Función y campo de la palabra y el lenguaje en el Psicoanálisis)
La Chacona era una danza renacentista de origen español que se hizo muy
popular durante los siglos XVI y XVII en toda Europa [23]. Su forma musical consistía
en la repetición permanente de un motivo ostinato confiado a las cuerdas más graves
del conjunto instrumental –habitualmente el clavicémbalo, la viola de gamba o el
violonchelo barroco-, pero que más allá de una mera reiteración, suponía el desarrollo
de toda una serie de variaciones contrapuntísticas cimentadas sobre ese motivo
generador toda vez que éste era re-expuesto, permitiendo así concatenar polifonía
siempre nueva vehiculada sobre la base de una estructura ya conocida, y de esta forma,
suscitando en el oyente significados novedosos en el discurso musical en función de
23 En cada país recibió nombres distintos. En España se la conoció como Folía; en Inglaterra, In nomine; en
Italia, Passacaglia, etc.
155
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
156
Capítulo 2. La gramática de los afectos
que los conceptos son el resultado de una convención que se pone al servicio de
determinados fines (axiológicos, morales, epistémicos, etc.), podemos observar cómo
éstos son inconstantes a lo largo del tiempo.
157
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
26 En su trabajo ya clásico, Kleinginna y Kleinginna (1981) recopilan más de 100 definiciones de emoción
agrupándolas en once categorías distintas según sus diferentes maneras de conceptualizar lo emocional: En torno
al afecto (enfatiza los aspectos subjetivos o experienciales), la cognición (se centra en los aspectos perceptivos,
de evaluación y de categorización), las basadas en los estímulos desencadenantes, en los procesos fisiológicos,
en la expresividad (los patrones faciales principalmente), en cuanto a la disrupción (remarcan los efectos
desorganizadores y disfuncionales de la emoción como rotura de la homeostasis), pero también las adaptativas
(papel organizador de la conducta en un sentido darwiniano), las multifactoriales (subrayan la multiplicidad de
procesos que se dan en las emociones), pero también las restrictivas (buscan las especificidades psicológicas de la
emoción frente a otros procesos mentales), las motivacionales (plantea la solución de continuidad y solapamiento
de las emociones y las motivaciones junto con otros procesos mentales), y por último, las concepciones escépticas
(cuestionan la importancia y utilidad del concepto de emoción dentro de que no hay consenso en la psicología).
158
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Por tanto, en esta discordia de los lenguajes que preside la torre de Babel
psicológica, deberemos localizar entre aquellas imágenes de la emoción que ésta
nos brinda, así como dentro de otras disciplinas afines, la que mejor se pliegue a
las propiedades y características que hemos acordado conferir tanto a la religión
como a la subjetividad. Imágenes, como venimos insistiendo, que dependiendo de
la elección metafísica en la que se edifican, han oscilado entre la descripción de los
acontecimientos internos desde la lógica del mentalismo, del lenguaje de la fisiología,
o de la construcción social, decidiendo en último término si el hombre es un conjunto
estructurado más o menos complejo de automatismos físico-químicos (la imagen de
la ciencia natural), o un organismo permeable y dialógico que se modela a lo largo
del tiempo a sí mismo y por los demás con los recursos simbólico-culturales que el
ambiente le proporciona; concepciones que se han ido constituyendo en torno a una
serie de tópicos-eje dialécticamente contrapuestos [27] sobre cuestiones tales como si la
emoción es un fenómeno universal o situacional, si se inscribe dentro de los procesos
racionales o al margen de ellos, si es un rasgo continuo o por el contrario es un tipo de
entidad espontáneamente identificable, si germina como fruto del consenso social y
por lo tanto su locus de control se localiza en la vida pública, o si es un acontecimiento
privado que nace en el fuero interno de cada persona haciéndolo fenomenológicamente
inaprensible para los demás, y, finalmente, como implicación de todas estas preguntas,
si la manera de estudiarla debe responder al análisis hermenéutico y comprensivo
concebida como un conjunto pautado de actividades sociales intencionalmente
saturadas, o al descriptivo y nomológico conceptualizándola como un conjunto de
movimientos y reacciones físicas à la cartesiana.
27 Seguramente, se podrían admitir gran cantidad de lecturas intermedias, pero aquí, con fines expositivos,
realzamos los dos extremos sobre los que pensamos basculan las distintas concepciones.
159
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Pero el hecho de que todo proceso mental suponga una arquitectura biológica que
lo sustente –cuestión que no está en tela de juicio-, en modo alguno puede legitimar
que la emoción deba identificarse íntegramente con el sustrato neuro-químico de la
activación orgánica. En nuestra opinión, las emociones no se pueden confundir con
sus condiciones biológicas de posibilidad. Un planteamiento así no puede sino acabar
generando una aporía en sus propios términos, en la matriz de esa “ilusión ontológica”
(Harré, 1986), pues si las emociones se consideran bajo la premisa de su naturaleza
refleja e involuntaria (son instinto pero no acción), esta misma conjetura no puede
explicar razonablemente –a menos que emplee un artificio retórico ad hoc- el hecho de
que éstas se vean alteradas en su realización, forma, expresividad, significado personal,
etc., de acuerdo a las circunstancias donde tienen que concurrir.
160
Capítulo 2. La gramática de los afectos
28 A este respecto, cabría referirse a los experimentos ya clásicos sobre este doble componente –arousal y
appraisal- que llevan a cabo estos autores con la adrenalina y los placebos en diferentes situaciones.
29 Estos criterios incluirían elementos como la novedad o familiaridad de los objetos o eventos; su placer
161
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
las cuales consideran que tiene lugar esa interpretación. Asumirían por tanto que la
evaluación se trata de un proceso transaccional referido tanto a determinados aspectos
del ambiente como a las capacidades del individuo –dando lugar a distintas familias
de estudio [30]-, además de ser el elemento clave que explica el curso que adoptan las
emociones haciéndolas fenomenológicamente disímiles en virtud de esa interpretación
del evento considerado desencadenante; esta asunción les permitiría explicar las
diferencias individuales que se dan en respuesta a situaciones que se presuponen
iguales, al tiempo que poder identificar la estructura elemental de ese mismo proceso
evaluativo (Smith y Kirby, 2001).
Sin embargo, a pesar de que el cognitivismo introduce a través de las teorías del
appraisal la idea de la evaluación como un proceso permeable a cierto diálogo con el
ambiente, se observa no obstante cómo su forma explicativa continúa basculando sobre
asunciones de corte universalista en las que, de alguna manera, tenemos la sensación de
seguir escuchando el eco del idealismo en que se apoya, en la creencia en el despliegue
teleonómico de las funciones y sus significados. Sensación que se sustenta en su defensa
de ciertos criterios de evaluación como procesos mecánicos y estables, presuponiendo
una causalidad nomológica perfecta entre ciertos precedentes y los efectos que originan
a manera –válganos el símil industrial- de una cadena de montaje psicológica que
intrínseco o su displacer; su significado para las necesidades o metas del sujeto; sus causas percibidas (yo, otra
persona, las circunstancias); las habilidades del individuo, o el poder de influir o afrontar las consecuencias de
los eventos (coping), incluyendo el nivel de incertidumbre; y la compatibilidad del evento con los estándares,
normas o valores sociales o personales.
30 En concreto son cuatro: 1) sobre los criterios (las personas utilizamos un conjunto fijo de dimensiones o
criterios para evaluar el significado de los acontecimientos que nos suceden: relevancia, novedad, capacidades de
afrontamiento, etc.); 2) sobre las atribuciones (se centran en la naturaleza de las atribuciones causales (internas vs.
externas) que están involucradas en la valoración que antecede a la emoción); 3) sobre los temas (cada emoción
se caracteriza por un significado específico que resume el significado general que se deriva de la configuración
de los distintos componentes moleculares de la valoración (criterios de valoración) y constituyen los núcleos
temáticos relacionados para cada emoción.; 4) sobre el significado (interesadas en identificar qué representaciones
cognitivas diferencian una emoción de otra; es decir, intentar caracterizar las diferencias entre las emociones de
acuerdo con las diferentes clases de cogniciones que consideran responsables de ellas. Ortony, Clore y Collins
(1988) hablan de estructuras de valoración: en los elementos de tal estructura (metas, normas y actitudes)
es donde radicaría el origen de los aspectos cuantitativos de la valoración de aspectos significativos para las
emociones.
162
Capítulo 2. La gramática de los afectos
siempre debe guardar una misma secuencia de procedimientos, sin efectos sustantivos
de recursividad sobre el proceso, perpetuamente ordenados en un tiempo rectilíneo,
unidireccional, que camina inexorablemente dentro de la forma lógica de la causación
que va de los antecedentes a sus consecuencias, pero que sin embargo sostiene al
mismo tiempo, paradójicamente, que estos procesos no son extrapolables de un sujeto
al resto [31]. La imagen que ofrece el cognitivismo de la emoción es por tanto la de un
fenómeno bien definido y acabado que pende metafísicamente por encima de los
individuos, los cuáles ejecutan sus esquemas de acción de manera solipsista, al margen
del comportamiento que exhiben los otros agentes sociales.
De este modo recalamos, puesto que así hemos dispuesto nuestros argumentos
para ello, en una tercera vía que precisamente trata de comprender las emociones
como elementos indivisibles de las estructuras de significación cultural (Mesquita y
Leu, 2007; Russell, 1994); es decir, como un conjunto de estados interpersonales
–más que intrapersonales- en donde el individuo identificaría “lo que siente” sobre
la base de ciertos guiones de actuación social accesibles en ese momento, llegando
a formarse no obstante representaciones que se presuponen muy heterogéneas entre
sí [32], aunque encarnadas bajo la forma común que les proporciona la lógica cultural
31 Si los hechos son entidades objetivas y los procesos evaluativos son patrones estables, ¿cómo es posible
entonces que haya diferencias individuales?
32 Tanto entre las distintas personas, pero también para el mismo sujeto en distintos momentos.
163
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
164
Capítulo 2. La gramática de los afectos
por los motivos que venimos discutiendo hasta el momento. Esta génesis social de
la significación aspira por tanto a repensar los vínculos orgánico-funcionales de la
emoción que tradicionalmente se habían considerado discontinuos en la Psicología
–sus aspectos neurofisiológicos, conductuales o expresivos, y fenomenológicos-;
autonomía motivada en buena medida por el dualismo cartesiano.
165
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
En este sentido nuestra explicación no trataría por tanto, como ya hemos discutido
en varias ocasiones, de sustituir un determinismo orgánico, por otro sociológico o
cultural. Sólo apunto el hecho de que el afecto, como símbolo convencionalizado
para la comunicación, recibe su significado como medio para hablar del sentido
intensional [33] de los estados subjetivos del individuo, pero del que sin embargo no
hay que olvidar que tal sentido se ha definido desde la cultura y se fortalece o sanciona
desde la sociedad (Markus y Kitayama, 1991; Marcus et al., 1997). Si los otros forman
parte del script de las emociones y ayudan por tanto a desarrollar el propio repertorio
emocional, este enfoque reconoce entonces que, a pesar de que los individuos
edifican sus propios marcos de sentido a partir de los elementos de la cultura objetiva,
analíticamente sería imposible distinguir entre lo que una persona está sintiendo de lo
que otros sienten, reconociendo entonces que los intentos de estudiar las emociones
exclusivamente a nivel individual están obligados a distorsionar y simplificar el flujo
cotidiano, comunitario, de la vida afectiva (Harré, 1986).
33 En filosofía del lenguaje, semiótica y otras disciplinas que estudian el significado, la intensión de un
constructo lingüístico hace referencia al concepto que dicho constructo pretende provocar en el pensamiento
de alguien, mientras que su opuesto, la extensión, se referiría a la referencia objetual externa de la expresión
lingüística. Por ejemplo, mientras que los predicados “Papa” y “Obispo de Roma” compartirían la misma
extensión (se refieren a la misma persona), su significado, su intensión, no sería la misma.
166
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Por otro lado, comentábamos que en los otros modelos las variaciones entre los
acontecimientos precipitantes y las emociones se daban bajo una cierta causalidad
nomológica y lineal. Parecería así que cada emoción sólo pudiera concurrir a través de
ciertas causas específicas que avalasen la co-variación de sus elementos constitutivos,
siendo sus valores perfectamente predecibles por tanto. En el constructivismo sin
embargo, los componentes no tienen una causa común, estando más bien disociados,
apareciendo solos o en muy diversas combinaciones, únicamente pudiendo defenderse
con fines didácticos la idea de un “episodio emocional” como una secuencia modelizada
de los acontecimientos en una narración, como más tarde veremos.
34 Un grupo que no puede definirse sobre la base de un único rasgo singular, sino sobre una combinación de
rasgos.
167
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
ciertos casos hecha por un observador sobre el criterio de su semejanza con lo que éste
postula que es un proceso emocional coherente que vehicula numerosos componentes;
componentes que de suyo se presentan combinados de múltiples maneras.
Así mismo, definir la emoción como un proceso complejo nos permitiría hacer
una mejor utilización del vocabulario técnico para referirnos a los diferentes aspectos
que hemos establecido para su análisis –y que hemos tratado de mantener en nuestra
exposición cuando definimos emoción, sentimiento y afecto-, evitando de esta forma
la arbitrariedad de su empleo al margen de un criterio explícito de significación
disciplinarmente fundamentado, que con demasiada frecuencia se ha tomado
espontáneamente de su uso en el lenguaje cotidiano (Roseman, Wiest y Swartz, 1994;
Russell 2003).
168
Capítulo 2. La gramática de los afectos
1990). Nuestra tesis tratará de ensayar un proyecto como este en los cuatro capítulos
que siguen.
Al ir más allá del marco psicobiológico donde tan largamente había permanecido,
e incluir la preocupación relacional de sus aspectos sociales, comunicativos y culturales,
la teoría de la emoción, ya lo dijimos, ha adquirido así una nueva relevancia en el
seno de la teoría de la cultura considerándosela como parte de la misma. Desde este
punto de vista, si el debate epistemológico actual de las Ciencias Sociales ha gravitado
en torno a la idea del yo como una construcción social, entonces la historia de las
35 Algunos ejemplos clásicos serían los estudios de Norbert Elias (1990) y Huizinga (1979) sobre las
restricciones emocionales en la Edad Media por medio de códigos sociales relativos al comportamiento en la
familia, en la mesa, etc.
169
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Los sentimientos no son sustancias que se puedan encontrar en nuestra sangre, sino en
las prácticas sociales organizadas por las narraciones que las promulgan y cuentan. Su
estructura por tanto es fruto de nuestras formas de entendimiento.
Michelle Rosaldo
(Towards an Anthropology of self and feeling)
Para que el suceso más trivial se convierta en una aventura, es necesario y suficiente con
contarlo.(…); el hombre es siempre un narrador de historias; vive rodeado de sus historias
y de las ajenas, ve a través de ellas todo lo que le sucede; y trata de vivir su propia vida
como si estuviera contando una historia.
Jean-Paul Sartre
(La náusea)
170
Capítulo 2. La gramática de los afectos
171
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
36 La estructura de la actividad, proporciona el argumento en las instancias explicativas que propone para
entender el sentido (intencionalidad) de la acción.
172
Capítulo 2. La gramática de los afectos
nuestra discusión no pretende instaurar ninguna disposición legal, sino tan solo una
forma de articularlos siguiendo una lógica –que entendemos como externa a ellos- que
los engaste en el esquema analítico de la actividad mediada.
37 Son las estructuras culturales que pueblan el orbe social como fuentes simbólicas de recursos para la
directividad (Mesquita y Albert, 2007).
38 Evidentemente, el proceso es mucho más denso. Sólo lo hemos simplificarlo como ejemplo de una
ordenación posible.
39 Estabilización que respondería, como dijimos, a la naturaleza del síndrome y el carácter politético de sus
componentes.
173
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Por este motivo los teóricos del appraisal, ya lo dijimos, asumen que este es el
elemento central de la emoción (Ellsworth y Scherer, 2003), pues el organismo anda
constantemente explorando el ambiente en busca de algún cambio significativo en
el mismo (novedad, relevancia, etc.) que acabe por generar determinados patrones
multicomponenciales de respuesta que restablezcan una cierta homeostasis tanto
interna como externa. A este respecto las diferentes familias de estudio discreparían
en su concepción acerca de la secuencia en la que se produce esa evaluación. Mientras
174
Capítulo 2. La gramática de los afectos
algunos sostendrían que los criterios de evaluación son procesados en paralelo o en una
secuencia determinada por el contexto, otros asumirían un ciclo parcial (Ellsworth,
1991) o una serie completa fija en un proceso recursivo (Scherer, 1984, 2001).
El interés sobre el evento resulta obvio si tomamos en cuenta que, desde nuestro
punto de vista, la acción y sus propios componentes se constituyen y alcanzan su
significado en el contexto en el que se producen. Lo que esta tesis plantea entonces es
que debe darse un proceso de vinculación inclusiva que simultáneamente constituya
tanto la situación como el agente, y cuya percepción fenomenológica se experimente
como un todo contextual (Rosa, 2007a; Valsiner, 1998; Cole 1996).
Así las cosas, este planteamiento nos obligaría, nuevamente, a rechazar una
perspectiva realista del mundo y su significado, lo que algunos autores han convenido
175
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Serían precisamente los modelos culturales, a los que nos venimos refiriendo
desde el principio, quienes acometerían esa empresa de configurar la experiencia
subjetiva y a través de los cuales se construiría el significado de los eventos en su
misma interpretación, segmentándolos y extrayéndolos del continuo de la experiencia,
al tiempo que configurándolos en una narración socialmente modelada (Brescó,
2009; Gergen 2001; Gergen y Gergen, 1984). Por tanto, desde este punto de vista
debemos considerar los eventos como objetos simbólicos, como “construcciones a
partir de ciertos sucesos que sólo adquieren su sentido en el seno de sistemas más
amplios de comprensión del mundo” (Carretero, 2007, p.290), y como tales, objetos
susceptibles de sufrir continuas alteraciones –construyéndolos y reconstruyéndolos-
en su significado en función de los marcos de sentido en los que se inserten [40].
40 La constatación de este hecho es clave para la psicoterapia, entre otros muchos ámbitos de la Psicología, ya
que la labor del terapeuta es mostrar a su cliente que los eventos no tienen una significación intrínseca, y que
por lo tanto ésta puede ser alterada a la luz de nuevas narraciones alternativas a las que el sujeto se ha venido
dando que no son adaptativas (Polkinghorne, 1988).
176
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Partimos, como ya hemos dicho, de la idea de que toda evaluación debe comenzar
realizándose sobre la base de una matriz cultural de significados que el sujeto escoge
de forma más o menos consciente para la interpretación [41] (Harré y Van Langenhove,
1999). En este punto, cabría recurrir a las teorías del Yo dialógico (Dialogical self)
(Hermans, 2001) donde la deliberación consciente se concebiría como una multitud
de voces en diálogo (Bakhtin, 1981; Wertsch, 1991), es decir, como una diversidad
de marcos de sentido culturales que pujarían dialécticamente entre sí para constituirse
en cada caso como arena para la interpretación de la experiencia del sujeto. Sería
mediante algún tipo de proceso de deliberación interna donde el individuo decidiera
-de forma más o menos consciente- en función de las demandas específicas que
son requeridas, qué posición del yo asumir frente a las virtualmente posibles, para
saber qué está pasando y cómo actuar en consecuencia (Harré, 2004; Luczynski,
1997). Al ventriloquizar una voz determinada, el sujeto asumiría una determinada
mirada ideológica teniendo entonces una visión particular del evento, y presentando
en definitiva un marco de sentido cultural desde donde evaluar el mismo (Harré y
Slocum, 2003).
41 Tendrán que darse una serie de signos ambientales que indiquen qué ground es el más propicio para la
interpretación.
177
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Este hecho de evaluar el evento y la relación del mismo con el self, implicará
construir un argumento que vincule a ambos. Este argumento se encontrará organizado
en esquemas que a su vez se conectan con los contextos culturales y con las experiencias
personales. En este sentido, es oportuno recurrir al concepto de topos (Anscombre
y Ducrot, 1983) como el conjunto orgánico de valores sociales, estéticos y morales
que componen los marcos de sentido y que son ventriloquizados por el sujeto para
argumentar su propia experiencia. En último término, el topos explicaría cómo se
articulan el marco general de significado elegido como posicionamiento del yo, con el
caso particular del sujeto, lo mismo que dijimos cuando hablamos de la absorción de
los sentidos culturales por parte del sujeto como fuente para la ordenación subjetiva
de su experiencia.
Finalmente, tras todo este proceso de construcción del appraisal, los componentes
de la emoción, suponemos, se irán definiendo en los distintos sistemas de respuesta
(neuro-fisiológicos, cognitivos, motivacionales, etc.) valorando cualidades tales como
sus futuras posibilidades, su relevancia para las metas propias, sus antecedentes causales,
el afrontamiento potencial, el significado normativo, etc. (Scherer, 2001). La cuestión
que se plantearía en este momento tendría que ver entonces con cómo esos diversos
niveles de procesamiento podrían más o menos coordinarse formando algún tipo de
unidad operativa que permitiera al organismo tener una representación de conjunto
de su estado. El papel del afecto sería clave para entender este proceso.
178
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Decíamos antes que la emoción se podía entender bajo la metáfora del síndrome
como una gama de materiales de muy diversa naturaleza, de componentes con
funciones independientes formulados en códigos distintos que, sin embargo, se veían
transitoriamente involucrados en una reacción adaptativa común debiendo quedar
por tanto coordinados de alguna manera para poder constituir un cierto esquema o
conjunto de esquemas conectados para la acción. La pregunta que cabría hacerse por
tanto tendría que ver con cómo esos componentes tan heterogéneos pueden llegar a
articularse de forma más o menos organizada.
179
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
emoción- sería sólo una pequeña parte del mismo. Para este autor el afecto constaría
de tres áreas que sucesivamente se superpondrían al igual que en un diagrama de Ben.
En primer lugar, Scherer presupone que los cambios ocurridos en los diversos
sistemas de evaluación deben quedar sincronizados en una representación que se
origina en algún tipo de estructura monitora (en el sistema nervioso central). Proceso
de integración este que en su opinión, ocurriría al margen de la conciencia.
Aunque en términos generales esta asunción del modelo de Scherer acerca del
afecto como un fenómeno en tres fases podría ser útil, nos encamina de nuevo sin
embargo al problema de los qualia y al estatuto ontológico de las representaciones
mentales. La cuestión de fondo se situaría en la continuidad, o no, de la experiencia
180
Capítulo 2. La gramática de los afectos
181
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
De esta forma, la discusión sobre los qualia nos adentra en el tema de los símbolos
de la afectividad constituidos y expresados en la actuación. A este respecto, puesto que
es el tema que acabamos de tratar, empezaremos refiriéndonos al lenguaje.
Miguel de Unamuno
182
Capítulo 2. La gramática de los afectos
El hombre es un ser que se ha creado así mismo creando un lenguaje. Por la palabra, el
hombre es una metáfora de sí mismo.
Octavio Paz
(El arco y la lira)
183
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
44 Cabría añadir todo un conjunto de fenómenos, como los gestos, o las expresiones faciales, que genéticamente
serían anteriores al dominio formal del lenguaje.
45 La variedad en la experiencia emocional se podría entender entonces como las relaciones de ajuste-desajuste
entre los signos internos y las significaciones subjetivas, con las formas comunicativas culturalmente canónicas.
184
Capítulo 2. La gramática de los afectos
En este mismo sentido, Lyons (1985) afirma que las emociones no serían otra
cosa que modelos funcionales expresados lingüísticamente, resultando muy difícil
imaginar cómo alguien podría vivir en sociedad sin hacer uso de ellos. Articuladas
así bajo las restricciones lógicas del lenguaje y la gramática junto con el despliegue de
todo un conjunto de elementos pragmáticos y prosódicos, el propósito conferido a las
emociones, además de revelar las opiniones personales de uno, podría encontrarse en
una finalidad persuasiva, en la línea que apuntó Aristóteles, a través del mismo uso de
esos códigos en tanto que admitirían el engaño y la mentira como formas socialmente
aceptadas de convencer a los otros de la legitimidad de las reacciones emocionales
de uno, influyendo en consecuencia sobre su comportamiento. Como vemos, las
emociones no solo representan discursivamente el esfuerzo por parte del interlocutor
de describir sus estados internos. También tienen la función de constituir y modificar
la realidad intersubjetiva y personal.
A este respecto, resulta interesante considerar la teoría de los actos del habla
de Austin tomando a la emoción como parte del lenguaje. En su libro póstumo
How to Do Things with Words de 1962, Austin formuló una de las primeras hipótesis
pragmáticas en filosofía del lenguaje al tildar de “falacia descriptiva” la idea de que los
enunciados lingüísticos únicamente podían tener la función descriptiva, locutiva, de
manifestar la situación en la que se encontraba determinado estado de cosas. Según
dice, durante mucho tiempo el único fin de las emisiones lingüísticas parecía haber
185
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
sido la de constatar los hechos. En razón de ello, éstas solo podían ser verdaderas o
falsas.
En este sentido, no es difícil constatar que hay declaraciones lingüísticas que sin
embargo no son también descriptivas, sino que tienen una función performativa ya
que se tratan de expresiones que la gente emplea para lograr determinadas metas y no
para describir algo (un buen ejemplo serían las formas imperativas: “cierra la puerta”,
“saca al perro”). De acuerdo con Austin, el acto elocutivo tendría lugar en la medida
en que la enunciación constituye, por sí misma, cierta acción, entendida como la
transformación de las relaciones entre los interlocutores o con los referentes (Austin,
1962/1976) (un ejemplo recurrente sería el de decir “lo prometo” o “sí, quiero” en
una ceremonia matrimonial, donde al mismo tiempo que se está hablando, estaríamos
constituyendo el acto y modificando a su vez la situación). Para decirlo de manera
contundente, la performatividad transforma la realidad. Las palabras relacionadas con
las emociones realmente están diseñadas para producir afectos.
186
Capítulo 2. La gramática de los afectos
reafirmando una posición del yo entre las posibles, modificando mi cadena de objetivos
y mis relaciones con ella) [46].
Según esto, Edwards (2001) concluye que “la psicología de la emoción debería
convertirse entonces en el estudio de cómo se utilizan y se hacen relevantes los términos
emocionales en el discurso cotidiano con el fin de establecer, modificar, etc., las
relaciones humanas” (pp. 283). En este mismo sentido –lo veremos a continuación-,
Harré y Parrot (1996) consideran que la etiqueta emocional no sólo encierra un
significado afectivo, sino que también contendría la información de un escenario para
una situación dada que demandara tal estado.
187
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
William Shakespeare
(El mercader de Venecia)
En este sentido, para Catherine Lutz y Geoffrey M. White (1986), “las emociones
son un lenguaje primordial para definir y negociar las relaciones sociales individuales
con un fin moral” (pp. 415). La afectividad juega por tanto un papel clave en los
entornos comunitarios en los que el agente está constantemente obligado a tomar
una serie de elecciones que lo orienten a través de diversos escenarios culturales,
distinguiendo lo útil de lo inútil, el dolor del placer, el bien del mal (nos referiremos a
este aspecto cuando hablemos de los procesos de regulación).
188
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Según Judith Butler (1993), uno de los autores más destacados de esta
aproximación, cabría por tanto recuperar de nuevo la idea de performatividad [47],
vinculada ahora no exclusivamente al discurso lingüístico – perspectiva de la que se
reconoce deudora en los trabajos de Austin que ya vimos-, sino a la totalidad de la
acción como discurso. Una perspectiva esta de la acción que no tendría dificultades
para identificarse con el estatuto retórico y comunicativo del lenguaje formal, para
entenderse también como una práctica discursiva ejercida desde la corporeidad, que
como la lingüística, también implicaría la producción de efectos y consecuencia en los
afectos, pensamientos o acciones no sólo de uno mismo, sino también de los demás.
47 El concepto de performatividad, que podríamos traducir como actuación, hace referencia a que los actos
del habla, y en definitiva toda actuación humana, no son ejercicios libres y únicos, expresión de la voluntad
individual de una persona, sino que más bien son acciones repetidas y reconocidas por la tradición o por
convención social. Así, aunque el acto del habla parezca único y original en el momento en el que se pronuncia,
en realidad es una repetición autorizada, una cita que depende del contexto en el que se produce. Así pues,
según Butler, las expresiones performativas remiten siempre a una convención, a un patrón de comportamiento
autorizado que permite que las palabras y las acciones tengan el poder de transformar la realidad.
189
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
190
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Por su parte, Sarbin (1986), entiende que cabría considerar dos tipos de acciones
dramatúrgicas en la afectividad cuya distinción se basaría en la atribución de su autoría.
Habría un primer grupo denominado “actos dramatúrgicos” (dramaturgic acts) en los
que el actor-agente podría “improvisar”, esto es, hacer uso de un comportamiento
estratégico –dentro del margen de libertad que éste tuviera dentro del orden canónico-
de las impresiones que crea en los demás actores mediante el uso de “máscaras”, y
otra serie de procedimientos para producir una creencia falsa o un ocultamiento
de información sobre su verdadero sentir. El agente desarrollaría este tipo de scripts
de interacción estratégica a medida que su interacción con otros actores fuera más
frecuente siendo capaz de formarse representaciones ajustadas de sus estados mentales,
pudiendo, no obstante, modificar la secuencia de sus comandos según la ocasión lo
requiriese. Es por tanto actor pero también guionista de su propio papel.
Por otra parte, estarían los “actos dramatísticos” (dramatistic acts) los cuales serían
empleados por el agente de forma simultánea a los dramatúrgicos. La autoría de estos,
sin embargo, sería diferente y nada fácil de reconstruir. En rigor no pertenecerían a
nadie, pero serían de todos los miembros de la comunidad. Podríamos entenderlos
como los guiones públicos que se han gestado a lo largo del tiempo como fruto de
la confluencia de muy diversas áreas de prácticas que han acabado ingresando en el
patrimonio público de los significados. No se enseñan ni se aprenden por tanto de
una manera sistemática, explícita; las tramas y valores de estas historias son absorbidas
191
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
48 Abarcarían aspectos tales como expresiones, gestos, palabras, elementos prosódicos y pragmáticos.
49 El tipo de reglas (Sarbin, 1986; Frijda, 2004):
Constitutiva: son las reglas básicas del rol emocional (una persona no puede estar orgulloso de la luna. Esto es
porque hay una incapacidad biológica para ello. más bien, para estar orgullosos de algo, cuya existencia no está
conectado con el yo ni remotamente o por asociación, viola una de las reglas constitutivas de esta emoción)
Regulativa: no determinan el tipo de rol, pero influyen en la manera en las reglas constitutivas (También hay
reglas que regulan cuánto orgullo debería experimentar y expresar. Violar una regla regulativa no invalida la
emoción como un caso de orgullo, pero puede hacer que éste sea “pecaminoso” o “inmoral”).
Heurística: determinan la estrategia a emplear en la representación del rol (con respecto al orgullo, el truco
es estar orgullosos sin resultar presumidos, arrogantes, pomposos y engreídos, pero también sin ponerse una
máscara falsa de humildad. Existen heurísticos para el orgullo, y de todos los indicios, que requiere ser experto)
50 Reglas según los tipos de ámbito o alcance: se pueden distinguir en función de si pertenecen a 1) la
evaluación de un objeto emocional (reglas de evaluación); 2) la organización de las respuestas (reglas de
comportamiento); 3) el curso temporal y las consecuencias de la emoción (reglas del pronóstico); 4) la conexión
entre la incitación, las respuestas, y el self de uno (reglas de atribución).
Reglas de evaluación: la manera en que la situación se percibe y se evalúa. Cada emoción e caracteriza por su
propio conjunto de evaluaciones. Las evaluaciones determinan lo que algunas veces se ha llamado el objeto
intencional de la emoción (el objetivo de la ira es la venganza por el mal cometido: del amor, es la unión con la
persona amada). El objeto intencional, debe enfatizarse, es parte del síndrome emocional, no una causa de un
episodio particular.
Reglas de comportamiento: se refieren a la manera en que se organiza y expresa (incluye tanto respuesta fisiológica
como experiencia subjetiva).
Reglas del pronóstico: se refieren al curso temporal y la progresión de un episodio emocional. Si el tiempo
apropiado de una emoción se transgrede, entonces la autenticidad de la emoción puede cuestionarse o buscar
motivos subyacentes.
192
Capítulo 2. La gramática de los afectos
identificar el tipo de emoción que debe sentir a través de una serie de argumentos y
razones (ya hablamos de esto en la evaluación) que posibiliten el ajuste de su respuesta
a la de los otros agentes implicados en la situación (es decir, las expectativas culturales
que tiene el grupo respecto a esa emoción y su forma de expresarla) teniendo en cuenta
una serie de condiciones que influyen en su representación o participación en los roles
emocionales tales como la intensidad de su motivación, la experiencia previa en ese
script, su capacidad, las características del propio contexto físico y social, etc. (Frijda,
2004).
Reglas de atribución: posibilitan los medios para explicar o legitimar una emoción. Estas reglas van unidas a la
evaluación del objeto, el comportamiento y el pronóstico en un todo significativo y se relaciona con la totalidad
del self.
51 La lógica de la ira, por ejemplo, se refleja en su estructura argumental (dar vueltas, hablar alto, proferir
insultos, apretar los puños, etc.).
193
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
intenciones, permitiría, pensamos, ofrecer una punto de vista que, abogando por el
escrutinio de los motivos más que el de las causas, implicara el reconocimiento de una
lógica específica de la acción humana formulada en el vocabulario de los propósitos,
los valores, las creencias, etc., que no puede ser reducido a una lectura fisicalista.
Mientras que la causalidad ofrecería más bien la idea de un modelo regulativo de
control heterónomo, el lenguaje de las intenciones sin embargo apelaría al campo
de una agencialidad distribuida y las motivaciones personales. En vez de preguntarse
“¿qué me causó que me sintiera de determinada manera?”, pensar “¿Cuáles fueron
“mis razones” para sentirme así? ¿Cómo he llegado a sentirme así?”. Las implicaciones
de adoptar semejante perspectiva contribuirían a la identificación de cualquier
episodio humano como un acto histórico, como un acto de significado que no puede
desvincularse de su contexto.
52 La conexión entre la estructura social y la emoción ha sido concebida de dos formas: como causa o como
consecuencia. 1) La estructura social como causa de la emoción: las propiedades de la estructura social, que
194
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Es por ello que los modelos culturales prescriben las formas de ser y relacionarse
con el entorno, actuando como los suministradores de esas leyes del sentimiento
– entendido este como hábito en las formas de acción afectiva-, proporcionando
esquemas y narraciones acerca de qué es un evento emocionalmente significativo
(interviniendo por tanto en su constitución), qué tipo de emoción se ha de sentir,
bajo qué circunstancias potenciarla o inhibirla, su forma de expresarse, la intensidad,
dimanan poder y estatus, son generadoras un rango de emociones (Kemper, 1981); 2) La estructura social como
consecuencia de la emoción: durante el curso de las interacciones sociales, los actos dramatúrgicos pueden ir
generando nuevas reglas para las situaciones, en nuestro caso, reglas para “sentir”: sus metas, medios, etc.
195
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Los regímenes emocionales estarían sujetos, por tanto, más allá de sus variaciones,
a dos constricciones conformes a los modelos culturales que los acogen (Shweder y
Much, 1987): por una parte, las emociones estarían estrechamente vinculadas con
la densa red de valores y objetivos que dan coherencia al self. Como veremos en el
caso de la religión, la cohesión de una comunidad depende en buena medida de su
habilidad para proporcionar un conjunto más o menos congruente de prescripciones
sobre las emociones que permita formar a sus miembros representaciones conjuntas.
Como consecuencia de ello, y esta es la segunda restricción, para que la conformación
intencional de las emociones sea posible, el orden emocional de la comunidad debe
adoptar la forma de un ideal al que uno debe esforzarse en alcanzar, proporcionándole
las estrategias que guíen la voluntad individual hacia ese ideal.
53 Como ya veremos, al prescribir formas y emociones deseables e indeseables, los modelos culturales también
influirán por consiguiente sobre los procesos de regulación emocional.
196
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Según esto, podríamos preguntarnos dónde se localizarían los valores sobre las
emociones en una cultura, de tal manera que lleguen a hacerse inteligibles dentro de la
sociedad, cuando las actuaciones van dirigidas a la consecución de alguna clase particular
de objetos o cuando un agente parece orientar sus actuaciones hacia el logro de alguna
clase particular de objetos o experiencias. Según el concepto de “emocionología” que
ya citamos al comienzo (Stearns y Stearns, 1985), esta tradición cultural sobre la
vida afectiva se encontraría en las “actitudes o normas que una sociedad, o un grupo
definido dentro de la sociedad, mantiene hacia las emociones básicas [54] y su expresión
adecuada; las formas en que las instituciones reflejan y fomentan estas actitudes en el
comportamiento humano” (pp. 813).
54 Por todo lo que llevamos dicho, obviamente discrepamos de la idea de “emociones básicas”.
197
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
códigos legales, los entornos recreativos, el lenguaje y la música, entre otras formas;
elementos todos ellos que ofrecerían a las personas un flujo continuo de indicios
sobre “cómo ser emocional”. Tales representaciones facilitarían los criterios para
experimentar aquellas emociones deseadas (congruentes con los valores sociales) e
inhibir las inadecuadas. Cabe decir también que la idea de comunidades emocionales
solventaría la cuestión sobre el quién se emociona, es decir, qué posición del yo, en
tanto que estas comunidades circularían libremente por el mercado simbólico de la
sociedad, y donde la persona adoptaría partes de uno u otro régimen de significados
en función de sus actos de identificación conforme a las necesidades que creyera que
se le estuvieran demandando en un momento dado (Rosenwein, 2007). Por tanto, el
concepto asume de hecho que una misma persona pertenezca a más de una comunidad,
incluso al mismo tiempo. Esta posibilidad, ya contemplada por Fleck (1986) al hablar
de los “colectivos de pensamiento” (Denkkollektiv), introduce un dinamismo que
explica el cambio en los mismos y que sin duda apoya la tesis del yo dialógico a la
hora de explicar los procesos de ventriloquización en las comunidades emocionales de
Rosenwein.
Las culturas, en un sentido extenso, actuarían así como núcleos de ideas a los
que se dirigen los individuos con sus prácticas donde unas representaciones serían
más salientes que otras en función de su relevancia para esa comunidad. (Markus
y Kitayama, 1992). De acuerdo a la noción de comunidades emocionales, todas las
instituciones y prácticas dentro de una cultura orientarían al individuo a este núcleo
de ideas permitiendo que las emociones fueran experimentadas categorialmente
bajo ciertas circunstancias (Parkinson, 1996, 1997), y desplegando ulteriormente
determinados esquemas de acción adaptativos a las exigencias del ambiente que se han
interpretado como necesarios y que son “crónicamente accesibles” (Higgins, 1989) en
la interpretación de los individuos en términos de las preocupaciones inspiradas por el
núcleo de ideas culturales.
En suma, todas estas cuestiones que hemos discutido tanto de ciertos aspectos
del episodio emocional (la evaluación, el afecto, el lenguaje y la performatividad)
198
Capítulo 2. La gramática de los afectos
como de las comunidades emocionales podrían concretarse en torno a cinco rasgos que
podrían ilustrar metodológicamente la aproximación culturalista de las emociones, y
que nosotros emplearemos en esta tesis (Harré, 1986):
3. En este último sentido, analizar la función social –el conjunto de actos- en los
que se presenta y despliega una emoción particular en el conjunto de la acción
dramatúrgica de esa cultura.
Por tanto, las prácticas lingüísticas, los valores, las normas y las creencias que
vertebran una sociedad, constituirían la substancia, por así decirlo, de la experiencia
emocional (McCarthy, 1994). Es por todo ello que podemos sostener que las
emociones pertenecen al ámbito de las subjetividades normativizadas constituidas por
los modelos culturales, una fuerza demasiado potente ésta de la que el individuo no se
puede zafar (Shweder, 1991, 1999).
199
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Og Magdino
(El vendedor más grande del mundo)
200
Capítulo 2. La gramática de los afectos
relaciones adaptativas con el ambiente, al tiempo que sentir y actuar de forma consistente
con el tipo de self que uno quiere ser (Thompson, 1991), los modelos culturales juegan
un papel crucial en la definición de las metas específicas para tales relaciones y la
identidad personal (Markus y Kitayama, 1991). En resumen, la cultura regularía las
emociones al nivel individual haciendo que las respuestas emocionales que están
alineadas con los modelos culturales fueran periódicamente accesibles mediante todo
un conjunto de prácticas y discursos. De esta forma, la cultura incentivaría la identidad
de una respuesta emocional cuando ésta fuera consistente con el modelo (simetría de
los valores públicos y privados), y la minimizaría cuando fuera inconsistente con el
mismo (desaprobación y sanción pública).
201
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
opuestas a las dramatísticas. Esto nos lleva a pensar en el desarrollo de una regulación
ética de la afectividad nacida de la propia reflexión del individuo como un ejercicio
de su voluntad para el automodelado del yo, aspecto que ya abordamos al hablar de la
teoría de la agencialidad.
De este modo, el yo, más allá de cualquier código preceptivo que constriña
su actividad, aparece ahora convertido en una herramienta ética relevante, en tanto
que desarrolla un sentido personal de sus acciones, no como propiedad dianoética,
ligada al contenido de ese código, sino al desarrollo personal del querer en tanto que
se actúa, no necesariamente por el valor impuesto desde el exterior a esa acción, sino
por el descubrimiento, nacido de la reflexión personal, de la bondad o conveniencia
de dicha acción. Así, podemos decir, que la virtud, el carácter y el mismo sentido del
yo para el gobierno de las emociones, surgen, en un primer momento, del ejercicio
y la educación y, más tarde, del propio esfuerzo por construirnos a nosotros mismos.
Cuando agitas tu cendal, -sueño eterno de Martí-, tal emoción siento en mí, ¡que indago
al celeste velo si en ti se prolonga el cielo o el cielo surge de ti!
Agustín Acosta
(Caminos de hierro)
Conocerán todas las Iglesias que yo soy quien escruta los corazones y las entrañas.
202
Capítulo 2. La gramática de los afectos
“La religión se ocupa de los más altos niveles de significado. Por consiguiente,
puede interpretar cada vida, o cada acontecimiento en un contexto que va desde el
comienzo del tiempo hasta la eternidad futura. De este modo, la religión es única a la
hora de ofrecer un alto nivel de significación a la vida humana. Puede que no siempre
sea la mejor manera de hacer la vida significativa, pero probablemente es la forma más
fiable” (citado en Paloutzian y Park, 2005; p. 295).
55 A este respecto Robert C. Roberts (1982) explica: “Ya que las emociones son conceptos y los conceptos
siempre necesitan de algunos “términos”, y los “términos” de las emociones cristianas están garantizados por
la historia cristiana, necesariamente hay una conexión entre las emociones cristianas y el propio discurso
del Cristianismo. Así, las personas que no quieren pensar en la vida espiritual en términos de emociones y
sentimientos, porque creen que las emociones son “subjetivas” y se encuentran separadas de la “doctrina” y el
pensamiento, pueden poner sus miedos a descansar. Las emociones no están menos ligadas a los conceptos que
el modo en que lo están los argumentos y las creencias” (p. 509).
203
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Para discutir estos aspectos, tomo como punto de partida la definición que Geertz
(1973/2000) hace de religión, si bien, yo la aplicaré exclusivamente al Cristianismo:
204
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Del mismo modo esta definición también pone de relieve el carácter recursivo en
que los órdenes religioso-simbólicos provocan emociones, mientras que las emociones
producen a su vez los órdenes religioso-simbólicos. Así pues, la convicción y la energía
de un sistema simbólico está atada con las emociones que inspiran, mientras que las
emociones que inspiran dan poder y activan para la acción. El proceso es dialéctico:
nuestros sentimientos dan forma a nuestra realidad, y lo que consideramos real da
forma a nuestros sentimientos. En este sentido, no sería extraño concluir que quien
gobierna los afectos –es decir, quien regula la gramática de su significación- gobierna
(el sentido de) la realidad.
205
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Es por ello que ésta facilita la construcción de marcos de referencia para todo el
grupo –sostenidos institucionalmente- que ordenan el mundo, que otorgan un valor
a cada cosa, persona y acontecimiento, incluso aquellos fenómenos más drásticamente
anómicos (muerte, enfermedad, mal), y lo hace conectando su funcionamiento con
un sistema moral de prácticas que influye en el curso de la realidad y que justifica los
motivos de su relevancia para la vida cotidiana (Luckmann, 1973).
56 En cierta medida, es la propia naturaleza del signo la que introduce esta noción de la esencia mediante la
creación de categorías gramático-lógicas que postulan la existencia “real” de las cosas.
206
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Pero para llevar a cabo esta empresa de construcción espiritual de la realidad, hace
falta un sistema artefactual que pivote sobre un lenguaje propio lo suficientemente
sólido y persuasivo como para defender las proposiciones indemostrables que sostiene
la religión, ya que su rechazo o apoyo dependerá en gran medida de que se muestre
como un sistema plausible de conocimiento. Este lenguaje de base se articula sobre los
símbolos.
207
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
la religión como sistema fiduciario. A través de ellos, las prácticas religiosas producen,
suministran y responden significados (Geertz, 1973/2000).
Pero el hecho de que sólo mediante símbolos se pueda expresar la vida religiosa
puede llegar a ser un problema (Fierro, 1979). No existe percepción directa de la
“realidad” simbolizada que sea diferente de la percepción misma del símbolo.
Fenomenológicamente, ya lo dijimos al hablar del afecto y los qualia, el símbolo
satura toda la extensión de conceptos tales como espíritu, ángeles, gloria, etc.; abarca
la totalidad de la idea.
Por tanto, para que su veracidad no sea cuestionada, los símbolos religiosos deben
ser sometidos a un proceso amnésico que borre su procedencia humana, su carácter
convencional. Deben emplear una retórica antirretórica que vehicule la idea de una
verdad irrefutable que no puede ser puesta en entredicho. Deben interpretarse como
símbolos trascendentales que dimanan del mismísimo Dios. Su falta de referencialidad
directa debe verse como signo de su trascendencia, que sólo puede ser recreada de
manera dramática, es decir, mediante un acto ritual, litúrgico, que únicamente pueden
llevar a cabo determinado tipo de personas, como luego veremos.
Tales símbolos podrán llegar a ser signo para el sujeto de una realidad tan
constatable como la extensa en la medida en que pueden llegar a satisfacer los tres tipos
de significado que encierran los símbolos según Peirce (1988): el emotivo, porque
el símbolo genera un afecto cuando se encuentra en presencia del interpretante; el
energético, porque motiva la aparición de un acto físico o mental; y el lógico, porque
tiene un significado conceptual dentro de un marco de sentido que adquiere mayor
208
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Pero, ¿cómo se puede conocer esa realidad trascendental?, ¿Cómo se puede tener
constancia de lo sagrado desde la orilla de lo profano si el mundo espiritual es de una
naturaleza ontológica diametralmente opuesta a la de la materia? En síntesis, ¿cómo
conocer lo indeterminado desde la determinación?
57 Esta contraposición se constata en la cantidad de díadas antagónicas que podemos encontrar en su discurso:
sobrenatural-natural, realidad-falsedad, trascendente-inmanente, orden-caos, vida-muerte, etc.
209
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
concebiría dos formas de conocer esa realidad espiritual; una procedente del mundo
profano, y la otra originaria del mundo divino. La primera haría referencia a la ascética,
de la que hablaremos extensamente en los siguientes capítulos, por lo que no nos
detendremos en ella. La segunda haría referencia a los objetos, tiempos, actos, afectos,
espacios, etc., considerados como símbolos referidos a lo sagrado.
58 La hierofanía, del griego hieros (ερός) = sagrado, y faneia (φαίνειν)= manifestar, es un término acuñado
por el historiador de las religiones, Mircea Eliade. Para un análisis detallado ver Eliade, 1949/2000; 1957/1998.
210
Capítulo 2. La gramática de los afectos
La sociedad tiene un centro. Existe una zona central en la estructura de la sociedad (…).
El centro, o la zona central, pertenecen a la esfera de los valores y de las creencias que
gobiernan la sociedad. Esta zona central de la sociedad participa de la naturaleza de
lo sagrado. En este sentido, cada sociedad tiene una religión “oficial”, aun cuando esta
sociedad o sus intérpretes la conciban, más o menos concretamente, como una sociedad
secular, pluralista y tolerante.
Edward Shils
(Center and periphery. Essays in macrosociology)
Pero esta demanda, este “hágase tu voluntad” en las dos realidades, encierra
una consideración extremadamente importante. Acabamos de ver a grandes rasgos la
lógica de edificación de un mundo de representaciones trascendentales que envuelve
al universo de sentido y que se presenta como una verdad inapelable. Pero para que
esta tarea de dar sentido sobrenatural a la realidad sea factible, debe discurrir pareja
a la propia construcción de la sociedad que lo considera, quien, mediante un férreo
sistema de prácticas e instituciones, mantiene en vigor para sus miembros la legalidad
de ese mundo espiritualmente informado, al tiempo que se refrenda a sí misma.
Una sociedad que no quiera verse abocada a la disolución, debe mantener una
coherencia interna entre sus representaciones y sus criterios morales (Hill, 1976). La
forma de legitimar una determinada ordenación social pasa necesariamente por instaurar
un sistema común de valores que sintonice tanto individual como colectivamente las
creencias y sentimientos de todos sus miembros (Rosa, Bellelli, y Barkhurst, 2000).
211
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Pero para ejercer esta fuerza centrípeta que mantenga unida a la gente, en
gran medida debe violentar las motivaciones individuales, por lo que necesita verse
justificada de algún modo, es decir, tiene que ser presentada como una autoridad
incuestionable que evite una revolución que literalmente destruiría la realidad (Berger,
1967/2005). Al igual que dijimos con los símbolos religiosos, la forma más eficaz de
legitimación del nomos social pasa porque esa misma ordenación oculte su carácter
antropológicamente estructural, transitorio, que sea vista como una correspondencia
terrenal del orden religioso que hunde sus raíces en un pasado mítico. En definitiva,
debe adoptar la forma de Iglesia.
Aparece entonces una comunidad de fieles unida por una designación unívoca y
obligatoria de las cosas, por un conjunto de representaciones estables sobre la existencia.
La sociedad queda así revestida de un estatuto ontológico tal, que cuestionarla o ponerla
en entredicho, es negar la realidad y negarse a uno mismo dentro de esa cosmovisión
(Berger, Ibíd.). Como vemos, la indisoluble alianza entre el discurso religioso y el
político, imposibilita toda concepción estrictamente teológica, no comprometida con
una determinada idea de gubernamentabilidad de las conciencias, pues todo sistema
moral debe sostenerse sobre una metafísica.
212
Capítulo 2. La gramática de los afectos
213
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Para que pueda darse este proceso de la consagración debe formarse, junto con
un sistema de instituciones que sostengan la vida religiosa (iglesias, monasterios,
abadías, etc.), un cuerpo de especialistas –el sacerdocio- que se encargue de velar por la
ortodoxia, por el rigor en la interpretación de los símbolos, y que realice esas prácticas
que mantienen vivo su significado para la comunidad, a través del establecimiento
cultural de una serie de “recordatorios”, de formas compartidas y privadas de recuerdo
que mantengan vigente la legalidad del nomos (Rosa, Bellelli, y Barkhurst, 2000)
convirtiendo la vida en un ritual constante de purificación.
59 Una forma fuerte de consagración se produce cuando un Estado establece las normas para los símbolos
religiosos. Una ley contra la blasfemia, por ejemplo, invoca el poder legal para asegurar que los objetos religiosos
no deben provocar emociones inapropiadas.
214
Capítulo 2. La gramática de los afectos
215
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
La conciencia es una ley de nuestro espíritu, pero que va más allá de él, nos da órdenes,
significa responsabilidad y deber, temor y esperanza (…)
La conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza
como en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos construye y nos gobierna.
La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo.
Cardenal Newman
(Quinta carta al duque de Norfolk)
Sin embargo, aunque es posible aceptar los puntos de vista del análisis
durkheimiano de la potencia de los símbolos colectivos para la edificación de
sentimientos transversales a sus miembros, echaríamos en falta un punto de vista menos
“sociológico” que atendiera a la capacidad del símbolo de operar simultáneamente a
diferentes niveles -intrapsíquico, intersubjetivo- para considerar la dimensión personal
de esos símbolos y que explicaría el cambio de regímenes semánticos a lo largo del
tiempo.
Desde este punto de vista, la acción del creyente no sólo se regularía por medio
de ese ethos comunitario de carácter externo y objetivado que acabamos de ver.
216
Capítulo 2. La gramática de los afectos
Existiría otra norma, una de propio cuño, que surge de la reflexión personal de éste,
y que podemos llamar la conciencia, entendida ésta no en su sentido gnoseológico o
epistémico, sino en su acepción ética.
217
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Por otra parte, esta autonomía también conduce a la mala conciencia -que no es
exactamente lo mismo que pecado-, cuando uno actúa contra la misma, entonces el
remordimiento, o como dice Spinoza, mordisco de conciencia (conscientiae morsus),
es la consecuencia de la reflexión del haber actuado mal a sabiendas de que se hacía.
La culpa es la consecuencia ineludible de la responsabilidad por actuar libremente,
pues en la idea de rectitud y bien, ya habita su Némesis, el desorden, el mal, etc. El
conflicto moral se traslada así a esa misma conciencia en tanto que el sujeto cree actuar
libremente. La conciencia supone así una dramatización y espectacularización de la
decisión moral; nuestras elecciones nos definen.
218
Capítulo 2. La gramática de los afectos
219
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
cuyo fin fuera, en último término, re-significar la situación y por consiguiente auto-
manipular las propias emociones (del Río y Álvarez, 2007).
*****
220
Capítulo 2. La gramática de los afectos
En este sentido será clave el estudio de sus tecnologías del yo como las formas
de construir el sujeto el mundo, al tiempo que a sí mismo a través de la articulación
de los afectos, la voluntad, la acción y el propio yo discursivo. Sin duda, desde una
perspectiva genealógica, las relaciones entre afectividad y cristianismo constituyen un
vasto terreno para el estudio de cómo se fueron configurando las categorías psicológicas
y tramitando el dominio de la subjetividad dotando al individuo de un espacio interno
de deliberación cada vez más rico y complejo a la hora de actuar. Una de esas formas
religiosas de socialización y regulación de la afectividad que tienen su origen en el
mundo griego y romano y acaban cristalizando en el siglo XVI, época clave para
la sedimentación de la subjetividad moderna entendida como espacio operacional
privado –aunque institucionalmente conformado- que permite el autocontrol de la
propia experiencia, son los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola. A continuación
exploraremos el desarrollo histórico de estos ejercicios, de estas formas de autogobierno
que nacen del Estoicismo para ver cómo los recepciona siglos después el pensamiento
cristiano e Ignacio de Loyola.
221
METAMORFOSIS O VÍA ILUMINATIVA:
ORDENANDO EL DISCURSO
223
CAPÍTULO 3
225
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Ignacio de Loyola
(Ejercicios Espirituales [62])
227
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
del mismo, y que a estas alturas, ya adivina en el horizonte. Sin duda, este ejercicio
de cierre y discernimiento por aquilatar lo valioso y desprenderse de lo superfluo con
vistas a la “purificación” del entendimiento, presupone la realización de un programa
ascético al que acomodarse; un programa que pasa en estos momentos por recuperar
y proyectar aquellas ideas que consideramos de mayor relevancia, y que ponemos a
disposición del lector para que haga con ellas lo que estime más oportuno.
228
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
surgidas desde y en el encuentro con los objetos sociales a través de los cuáles éstas van
cristalizándose.
229
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
****
230
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Francisco de Quevedo
(Desde la torre)
Umberto Eco
(El nombre de la rosa)
1 Propiedades éstas cuya naturaleza, en numerosas ocasiones, ya hemos atribuido al uso de los conceptos como
construcciones virtuales que edifican objetos para poder hablar de ellos.
231
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Ese objeto de estudio sobre el que hablaremos a partir de ahora, se trata de los
Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola, una de las principales formas religiosas
de conformación de la vida afectiva, que con extraordinaria fuerza afloraron en el
Cristianismo de orientación católica –aunque no sólo- durante el Renacimiento. Ignacio
de Loyola y la Compañía de Jesús, representan justamente uno de los hitos decisivos
en la historia de la espiritualidad y el pensamiento que terminó desembocando en el
siglo XVI con la aparición de un nuevo tipo de sujeto, el moderno, un ciudadano –no
un súbdito- capaz de gobernarse, pero también de transformar y hasta de subvertir
el orden social. Todo este proceso gravitó de una u otra forma sobre los ejercicios
espirituales de Ignacio, síntesis perfecta del Humanismo renacentista y el Cristianismo,
que simultáneamente fueron incentivo y expresión de ese cambio de paradigma
antropológico que abonó el terreno para la modernidad con el advenimiento de la
autonomía y la conciencia de sí mismo, y consecuentemente, la esfera de la libertad y
la responsabilidad personales con él.
232
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
De este punto se desprende que la práctica central que recorre los ejercicios
ignacianos, núcleo de esa nueva organización de la vida espiritual, sea el examen de
conciencia, el cual acabará por constituir mediante su continua realización el ámbito
de lo mental como espacio formalmente psicológico en el que desentrañar las posibles
consecuencias de cada intención y acción. Para Ignacio, la conciencia se posiciona así
en el centro de la realidad humana, por lo cual, tanto la piedad como la metafísica,
adoptarán a partir de su obra una dirección inequívocamente psicológica (Aldea,
1993).
233
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Es por ello, que en este capítulo recuperamos el peso de la tradición para entender
el alcance y originalidad de la propuesta ignaciana cimentada sobre las formulaciones
pretéritas de esos ejercicios; es decir, presentar los ejercicios de Ignacio de Loyola no
como un fenómeno aislado, fruto únicamente de su experiencia privada, sino como
el resultado de su contacto con el legado ascético y espiritual que le precede. La raíz
semántica de la palabra “tradición” proviene de tradere, que significa precisamente
“transmitir”. Bajo una analogía como la de la cadena, no sería difícil entender la
tradición entonces como una sucesión de eslabones que se engarzan unos con otros.
Pero la tradición, cuando realmente es tal, no es una mera parsimonia de redundancias,
sino un sucesivo enriquecimiento de aportaciones que re-crean lo que les ha sido
transmitido (recuerde el lector lo que dijimos en el segundo párrafo de este interludio
espiritual). Capturar, siquiera mínimamente, la dinámica del universo semántico que
envuelve en cada circunstancia histórica –cada eslabón- un conjunto de tecnologías
del yo como son los ejercicios espirituales, tiene la ventaja de permitirnos apreciar las
transformaciones de su significado y uso a lo largo del tiempo, a la vez que constatar
las ideas transversales que los continúan articulando. Solo de esta forma, pienso, se
podrá ponderar el peso de cada aportación en su contexto, observando su continuo
despliegue y enriquecimiento en tanto que receptáculo de generaciones pretéritas,
al tiempo que fuente para planteamientos futuros; es decir, como estratos porosos
e íntimamente conectados que nos permitirán entender más tarde el alcance de la
propuesta ignaciana.
234
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
y sincrónica la tecnogénesis de las fuentes en las que se basan los ejercicios ignacianos
entendidos como una sucesión de puntos de condensación estables e irreversibles (toda
genealogía es una ficción). Esto implica que nos aproximaremos a esas fuentes como
“trasfondos”, como ámbitos diversos de racionalidad de los que tomaré lo que me
interese y ayude a comprender mejor tanto sus elementos de prolongación, así como
la singularidad de sus propuestas.
Para realizar esta genealogía que dé cuenta de los “actos y umbrales epistemológicos”
(Bachelard, 1957/2000), de los puntos críticos que marcan el tránsito de un régimen
antropológico a otro –en este caso, las condiciones de emergencia, desaparición y
235
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
236
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Para una visión de conjunto, el lector puede consultar la tabla 3.1 donde podrá
formarse una idea más detallada tanto del método como del itinerario que seguiré en
este capítulo un tanto extenso.
237
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
Ámbito de racionalidad Región segregada del Estrato I referida Autoconocimiento
histórico-cultural específicamente al ámbito de Subniveles de análisis del
238
Vivir conforme a Impulsos incontrolados, perturbaciones del Entendida como razón práctica Permiten la vigilancia y control
Crisis de las ciudades- Filosofías morales: Estoicismo la ley natural ánimo opuestas a la razón que apartan del integrada en una agencia sobre las representaciones
estado griegas y (armonía entre el juicio de lo verdadero psicológica unitaria donde se (segundos movimientos de la
logos de la razón decide dar o no asentimiento a emoción) para llegar a la
advenimiento de un
y el del universo) los impulsos emocionales ataraxia
imperio transnacional (extirpación de los afectos y
romano pasiones)
(emergencia del Vivir de acuerdo Pertenecen al alma concupiscible Es propia del alma irascible. Posibilitan el conocimiento de
individualismo radical) Nuevas religiones: Neoplatonismo a la ley del logos (representan la inclinación humana hacia lo Necesita ser conducida por la Dios en la introspección
(Siglos III A.C.- III D.C.) divino sensible) razón orientando al alma racional y en
consecuencia, la irascible y la
concupiscible, hacia la
voluntad divina
Patrística: San Agustín Es la potencia central del alma Ordenan los afectos y las
Hegemonía del por cuanto posibilita el libre potencias (entendimiento,
Cristianismo como discurso San Anselmo y Distinción entre albedrío. No sólo basta con memoria y voluntad) hacia Dios
pasiones: conocer el bien; también hay mediante el examen de
dominantes sobre la Pedro Abelardo
pertenecen a la que desearlo conciencia para reconocer las
realidad parte más baja del desviaciones y enmendarlas
(Siglos IV– XIV) Ser y actuar en Malos alma (apetito
Escolástica: Santo conformidad con pensamientos y sensitivo) Dado que pertenece al apetito Permiten corregir y ordenar la
Tomás la naturaleza pecados, y afectos: inteligible, ésta debe someterse razón para conocer a Dios a
humana creada a consecuencia de la movimientos de la al orden de la razón (reflejo a través del mundo material
Edad imagen y falta adámica, que voluntad (apetito su vez del orden natural de (distinción de las 4 causas
Cristianismo Dios). La libertad es siempre aristotélicas)
Media semejanza de pueden ser inteligible)
Dios aprovechables si se ejercicio de la inteligencia
orientan
Crítica franciscana: hacia buenos fines Son indistinguibles Supone y engloba la razón. Posibilitan que cada hombre
Buenaventura, de la voluntad dado Además, es superior porque es encuentre, mediante la fe –un
Escoto y Ockham que la agencialidad libre mientras que la razón no acto de voluntad más que de
es una entidad razón-, su camino interior y
unitaria sin privado a Dios, sin suponer un
fronteras ni criterio moral único de
jerarquías referencia
Ámbito de Región segregada del Estrato Autoconocimiento
racionalidad I referida específicamente al Subniveles de análisis del
histórico-cultural ámbito de racionalidad Estrato II –Semiosfera 1.1
extenso religiosa
(Cronotopo general) Estrato II – Semiosfera 1.1 Ética Emociones Voluntad Ejercicios
Estrato I – espirituales
Semiosfera 1
Misticismo Renuncia y
El Renacimiento como alemán: Eckhart, despojo
radical de
La filosofía no promete asegurar nada externo al hombre: en otro caso supondría admitir
algo que se encuentra más allá de su verdadero objeto de estudio y materia. Pues del
mismo modo en que el material del carpintero es la madera, y el del escultor, bronce, el
objeto del arte de vivir es la propia vida de cada cual.
Epicteto
(Disertaciones por Arriano)
240
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Si la ética griega giraba en torno a la eudaimonía como el telos de todas las acciones
humanas, la areté (virtud) constituía el principal medio por el que uno debía alcanzarla.
La “vida buena” se identificó así con una “vida moral buena” (Copleston, 1984a). La
cuestión que estaba pendiente por resolverse entonces, tenía que ver precisamente
con cuál era la función genuina de los seres humanos, y en consecuencia, qué areté
correspondía a la misma. Para Aristóteles, la vida de acuerdo con la virtud en sentido
241
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Cada escuela, sin embargo, difería en su manera de entender cómo era posible
alcanzar esa ataraxia. Tanto para los cínicos como para los estoicos, ésta se lograba
destruyendo en el ánimo el deseo de todo bien exterior y dedicándose solamente
a la vida intelectual. En el caso de los escépticos, la imperturbabilidad nacía de la
suspensión del juicio (epojé). Por su parte, los epicúreos admitieron el disfrute de los
bienes materiales, si bien procurando que el hombre no acabara haciéndose esclavo de
ellos.
242
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Plotino
(Enéadas)
2 Pensemos, por ejemplo, en la etimología del término “estoico”: la sede de estos filósofos era la Stoa poikilé,
es decir, el “pórtico pintado” del ágora donde Zenón, el fundador de la escuela, exponía sus ideas ante un
numeroso público.
3 Precisamente, será en esta nueva imagen del filósofo como médico de las almas, donde se encuentre el origen
histórico de la psicología entendida en su acepción como ámbito clínico.
243
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
4 Al margen de otras consideraciones, la diferencia capital entre estas escuelas y la Iglesia cristiana posterior,
tendrá que ver con que las primeras no presuponen que su verdad deba ser universal; se trata sólo de una doctrina
y método útil para cierto tipo de individuos. No es, por tanto, imperialista en sus aspiraciones, mientras que la
segunda necesariamente debe serlo.
244
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Para saber cuáles eran los ejercicios espirituales que se practicaban en las filosofías
morales, contamos con dos textos de Filón de Alejandría (s/f ) en donde éste elabora un
listado de los mismos. En uno de ellos, se hace referencia al estudio (zetesis), el examen
en profundidad (skepsis), la lectura, la escucha (akroasis), la atención (prosoche), el
dominio de uno mismo (enkrateia) y la indiferencia ante las cosas indiferentes. El
otro texto cita las lecturas, las meditaciones (meletai), la terapia de las pasiones, la
rememoración de cuanto es beneficioso, nuevamente el dominio de uno mismo, y el
cumplimiento de los deberes.
5 La analogía podría resultar todavía más evidente por cuanto que en el gymnasion, es decir, el lugar donde se
practicaban los ejercicios físicos, también se impartían lecciones de filosofía, lo que significa que allí se llevaba a
cabo un entrenamiento específico en la gimnasia espiritual (Hadot, 2006).
6 Basándose en los dos textos de Filón, Hadot intenta reconstruir la posible organización de los ejercicios
agrupándolos en tres bloques que responde a una conceptualización más propia de nuestra época, que de la
del siglo III: 1) técnicas destinadas al control privado –atención, meditación y rememoración-; 2) técnicas de
carácter más intelectual –lectura, escucha, estudio y examen en profundidad- ; 3) ejercicios de naturaleza más
activa –dominio de uno mismo, cumplimiento de los deberes e indiferencia- (2006).
Esta distinción asumiría de nuevo la falacia ontológica que ya hemos citado en varias ocasiones.
245
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
7 Esta distinción asumiría de nuevo la falacia ontológica que ya hemos citado en varias ocasiones.
246
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Pero para salir vencedor de este combate, no basta con exponer la verdad, no basta
siquiera con demostrarla, sino que es necesario persuadir. Es por ello que no importa
tanto el fin que persigue el diálogo, sino su forma, los medios que se recogen para
generar la solución (Kennedy, 2003). De ahí la importancia de la retórica entendida
247
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Las cosas que dependen de nosotros son por naturaleza libres, nada puede detenerlas, ni
obstaculizarlas; las que no dependen de nosotros son débiles, esclavas, dependientes, sujetas
a mil obstáculos y a mil inconvenientes, y enteramente ajenas.
Epicteto
(Disertaciones por Arriano)
William James
(Principios de Psicología)
248
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
8 El estoicismo rompe así con la ética tradicional griega, al ser universal y no elitista. Cualquiera,
independientemente de su estatus social, podía llegar a ser un sabio estoico. El gran interés por esta doctrina
se puede comprobar por el hecho de que fue adoptada por personajes tan dispares como Séneca (un filósofo),
Epicteto (un esclavo) o Marco Aurelio (un emperador).
9 El estoico no resuelve el problema de cómo puede ser libre la voluntad del hombre en un universo
completamente determinado. Este mismo obstáculo sobre la libertad de la voluntad lo tiene en cierta medida
el Cristianismo, especialmente la escolástica, porque no se justifica un Dios todopoderoso junto con la facultad
del hombre para elegir entre lo bueno y lo malo. En este punto, estoicos y cristianos tienen ciertas dificultades
para explicar la existencia del mal y de los pecados.
249
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
ese confuso mundo helenístico, el ideal estoico de conciencia garantizaba que todo
individuo, supiera, racionalmente, lo que estaba bien y lo que estaba mal, al margen
de las formas de regulación convencionales.
Por tanto, para el estoico, todo lo que acontece, ocurre por un motivo, no existen
los accidentes y su eudaimonia –frente a la interpretación de los escépticos como
despreocupación, o su sentido de no-dolor para los epicúreos- es imperturbabilidad,
firmeza de ánimo, indiferencia, ya que todo lo que está más allá de la voluntad personal
es parte del “plan divino”: la enfermedad, el dolor, la muerte, los honores, etc. Hay en
todo esto una indudable invitación a la resignación.
250
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
del alma consigo misma a propósito de las representaciones y el valor que a éstas se
les asigna, entonces deberemos conceptualizarla como un ejercicio retórico en el que
entablamos conversación con los acontecimientos y con las cuestiones que suscitan
en nosotros. Con respecto a este diálogo interior, Epicteto (185/2008) en su texto
de las Conversaciones nos dice que “De la misma manera que nos ejercitamos para
hacer frente a las interrogaciones sofísticas, también tendríamos que ejercitarnos para
hacer frente a las representaciones (phantasiaí), puesto que también ellas nos plantean
cuestiones” (III, 8, I).
• El ámbito que concierne a los deseos y las aversiones, a fin de no verse frustrado
en sus deseos y de no encontrarse con lo que se intenta evitar;
En este mismo sentido, se dirigen los ejercicios del segundo ámbito: educar
el campo de las acciones adecuadas (kathékonta) a esa naturaleza del logos. El tercer
ámbito, el más comprensivo de los tres, hace referencia a la misma raíz del problema
251
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Es por ello, que la figura que mejor condensa el ideal estoico de ese hombre perfecto
de Epicteto, es la del sabio (Copleston, 1984a), quien se distingue por su virtudes de
autarquía (carencia de necesidades), obediencia (todo está ordenado conforme al logos
universal, y puesto que nuestra razón es una parte ínfima del mismo, debe disponerse
en todo y para todo según la ley universal), conciencia del deber (si la ley es universal
también debe ser moral. Sólo obra moralmente el que se somete, por conciencia del
deber, al acontecer universal), y principalmente, la carencia de emociones como forma
de alcanzar la tranquilidad. Sobre este último aspecto hablaremos a continuación.
252
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Epicteto
(Disertaciones por Arriano)
253
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Crisipo, figura máxima de la escuela estoica, sostuvo que las emociones constaban
de dos movimientos sucesivos. El primero de ellos, era de naturaleza fisiológica,
involuntario, automático, un mero reflejo. Estas reacciones físicas antecedentes,
de las que ya habían teorizado Zenón y más tarde Séneca, se llamaron “primeros
movimientos”. Sin embargo, aunque las emociones se producían a partir de esos
cambios físicos, su dominio pertenecía estrictamente al ámbito de los juicios de valor
(hypolépsis) de los que hablaba Epicteto, y que fueron denominados como “segundos
movimientos”. Estos últimos surgen entonces subsidiariamente a partir de la agitación
que se siente con los primeros movimientos [10]. Es por ello que este ámbito de los
segundos movimientos es considerado como el propiamente emocional, ya que, para
Crisipo, el juicio es lo que da lugar a las emociones, lo que las acaba constituyendo, y
10 La similitud de la teoría estoica de las emociones con las teorías actuales del arousal y el appraisal es más
que evidente. Nihil novum sub sole.
254
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
donde uno puede por tanto decidir a través de su voluntad darles o no asentimiento
(Knuuttila, 2004). Los ejercicios espirituales a este respecto, supondrán la reforma del
entendimiento para ordenar consecuentemente los impulsos a la acción y los deseos
que las representaciones (segundos movimientos) generan.
11 Esto se ve con claridad cuando define la emoción de la ira como el deseo impulsivo y doloroso de venganza de
un aparente insulto que se refiere a nosotros mismos o a algo nuestro, cuando este insulto es inmerecido [Retórica, II, 2,
1378a 30-32]. Los dos elementos claves de esta definición son los adjetivos que acompañan a insulto: aparente
e inmerecido, pues suponen la existencia de una valoración; dicho con otras palabras: no hay ira, si uno no se
siente insultado inmerecidamente. La causa de la ira es ser tratado —o mejor, juzgar ser tratado— injustamente.
255
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
pueden hacer otra cosa que dar consentimiento a sus impulsos, la naturaleza racional
de la motivación humana permite dar o no consentimiento, es decir, controlar y
gobernar el contenido de sus impresiones antes de la emisión de estas impresiones en
impulso (hormé) que dará lugar a la acción.
256
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Estas cosas que ves que nos cubren: huesos, músculos, la piel que nos envuelve el rostro,
las manos que ayudan y las demás cosas que nos ciñen, son cadenas y tinieblas para el
espíritu, que está tapado por ellas, sofocado, impregnado de ellas. Así se le mantiene
alejado de la verdad, que le es propia, y se le arroja a la falsedad. Tiene todo tipo de
enfrentamientos con esta carne gravosa, para no dejarse arrastrar, para no hundirse.
Séneca
(Marcia)
Marco Aurelio
(Meditaciones. Atribuido a Epicteto)
Konstantino Cavafis
(Ítaca)
257
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
asistido por un mundo trascendental. Si bien con la irrupción de las terapias del
alma que se fueron multiplicando en la cultura helénica parecería que la filosofía
especulativa se hubo extinguido, lo cierto es que se desplazó hacia otras tantas nuevas
formas de religiosidad. Sin duda, la que más implicaciones tuvo para el Cristianismo
y la espiritualización de los ejercicios ascéticos, fue el Neoplatonismo, donde de la
mano de su fundador Plotino, se desarrollarán por completo los aspectos místicos de
la filosofía del padre de la Academia; una transición esta nada costosa, en tanto que el
mundo de las ideas se convirtió espontáneamente en el reino del Uno (Gilson, 2007).
258
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
El conocimiento sólo es así posible en tanto que Dios lo promueve más allá
del mero esfuerzo humano. Esta idea resultó muy novedosa dentro del pensamiento
griego, ya que en lugar de que el conocimiento se hallara individualmente por el
mero ejercicio de la racionalidad, era Dios ahora quien lo revelaba, pero solamente a
aquellas almas preparadas y dispuestas para recibirlo, es decir, aquellas que a través de
una intensa meditación –con ayuda de los ejercicios espirituales- hubieran purgado
todas las influencias de la carne. Los ejercicios abandonan en cierta medida así su papel
como instrumentos para alcanzar personalmente la autonomía y la virtud en esta vida,
y se convierten en prácticas que favorecen y posibilitan la relación con Dios y con la
trascendencia (el logos se personifica, se puede mantener una relación social con él).
12 Incluso Porfirio, el editor de los escritos de Plotino, adoptó este esquema para clasificar las obras de su
maestro a partir de las etapas de ese progreso espiritual: purificación del alma por desapego del cuerpo, después
conocimiento y superación del mundo sensible, y por último, conversión hacia el Intelecto y hacia el Uno.
259
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Ese “viaje del alma” de retorno hacia Dios como el fin moral del hombre se
realizará en tres grados: el primer estadio comienza con la purificación de toda la
sensualidad por medio de la ascesis adscribiéndose el alma a las virtudes cardinales
de Platón; seguidamente, la contemplación de las ideas inicia el dominio del espíritu.
Aquí empiezan a realizarse las virtudes dianoéticas, en tanto que son superiores a las
morales; por último, se llega al éxtasis (literalmente, “estar fuera de sí”), una forma de
saber intuitivo con fuertes tintes afectivos, de carácter místico más que racional que
significa la renuncia al pensar y la unión plena con Dios (la actividad-pasividad a la que
antes nos referimos). A este respecto, Diadoco de Foticea dice que “El conocimiento es
ignorarse a sí mismo en el éxtasis de Dios” (Philocalie des Pères Neptiques, 1979-1991,
Vol. VIII, “Definiciones del bienaventurado Diadoco”, 5, p. 131). De esta forma, el
hombre se va remontando a partir de las hipóstasis [13] desde el alma, la parte inferior
de la escala que contiene la imagen del espíritu y a través de éste, alcanzar la imagen
del Uno (Dios, lo indivisible) contenida a su vez en él. A su vez, la ascensión desde
el alma, implica que su parte racional gobierne subsidiariamente sobre la irascible (la
voluntad) y la apetitiva (las emociones).
Es por ello, recuperando la idea del Fedón platónico, que la filosofía debe ser
un ejercicio espiritual también en el morir como expresión de ese desasimiento de la
materia, en tanto que el alma, una vez despojada de ésta, es capaz entonces de elevarse
hasta el punto de vista universal y normativo del pensamiento, para someterse a las
exigencias del logos y a la ley del bien, permitiendo así contemplar las cosas desde
la perspectiva de la universalidad y la objetividad (Hadot, 2006). Aprender a vivir,
paradójicamente, conlleva aprender a morir [14]. Los ejercicios espirituales ya no estarán
13 En el pensamiento de Plotino, las tres substancias principales del mundo inteligible: lo Uno, el intelecto
y el alma. Cada hipóstasis ilumina la inmediatamente inferior. Lo Uno, o el “primer Dios”, da origen por
contemplación a la segunda hipóstasis, el intelecto; y éste da origen a la tercera hipóstasis, el alma. Esto permite
ir remontándose en sentido inverso desde el alma al conocimiento de las otras dos substancias por medio de los
ejercicios espirituales. En el Cristianismo, mutatis mutandis, estas hipóstasis serán cada una de las personas de
la Trinidad.
14 No nos resistimos a incluir un párrafo, en nuestra opinión, extraordinariamente lúcido, de Octavio Paz
(1986) a este respecto: “Al enfrentar el “poco ser” del hombre con el pleno ser de Dios, la religión postula una
260
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
vida eterna. Nos redime así de la muerte, pero hace de la vida terrestre una larga pena y una expiación de la falta
original. Al matar a la muerte, la religión desvive a la vida. La eternidad deshabita al instante. Porque vida y
muerte son inseparables. La muerte está, presente en la vida: vivimos muriendo. Y cada minuto que morimos,
lo vivimos. Al quitarnos el morir, la religión nos quita la vida. En nombre de la vida eterna, la religión afirma la
muerte de esta vida” (pp.79-80).
15 Un ejemplo es el ejercicio de praemeditatio malorum practicado por los estoicos el cuál encierra una visión
negativa del futuro en la vida terrena, y la urgencia de disponerse ordenadamente para evitar las fuentes de error,
anticipando el porvenir en “la otra vida” (la del logos universal, o el del reino del Uno)(Hadot, 2006). Algunos
epigramas de Marco Aurelio (180/2001) en este sentido podrían ser “Realiza cada una de tus acciones como si
fuera la última de tu vida” (II, 5); “No obres como si fueras a vivir mil años; obra como si el fin estuviera muy
cerca” (IV, 17).
261
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Atanasio de Alejandría
(Oraciones contra los arrianos)
Todos los intentos que el imperio romano llevó a cabo para aniquilar al
Cristianismo desde sus inicios hasta la última campaña desencadenada por Diocleciano
ya en las postrimerías del siglo III, resultaron estériles. No le quedó, por tanto, otra
salida al Estado más que el camino de la tolerancia y el reconocimiento de esta nueva
religión. Efectivamente, el paradigma cristiano de la Iglesia antigua, que durante tantas
décadas se forjó en la síntesis con el helenismo en el plano teológico y cultural, pudo
también hacer ahora su irrupción en pocos años en el ámbito político. A la unión de
fe y ciencia, teología y filosofía, Iglesia y cultura, siguió con toda lógica la conexión de
cristianismo e imperio (Teja, 2006). La aprobación y reconocimiento de Constantino
del credo en torno a Jesús de Nazaret en 324, representa así desde el punto de vista
histórico el nacimiento de los christiana tempora que todavía hoy habitamos. En la
práctica, que el Cristianismo se convirtiera en la religión oficial del Imperio, supuso
una situación de favor para sus seguidores, hasta entonces marginados o perseguidos
como enemigos de la sociedad, en detrimento del resto de doctrinas paganas; pero
también comportó una ventaja desde el punto de vista de los interés políticos de Roma,
al conseguir ésta homogeneizar a través de una nueva religión de mensaje ecuménico
los valores que estructuraban el nomos social, creando un cierto sentido de identidad
común, algo que resultaba imprescindible en un imperio tan extenso que debía hacer
frente a una enorme disparidad de realidades culturales (Teja, Ibíd.). Es por ello que
nunca antes en la historia de Roma se promulgaron tantas leyes en beneficio de una
religión. El imperio universal tuvo así una religión igualmente universal.
262
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Al lograr la libertad por medio del edicto de Milán (313), la Iglesia comenzó
entonces a fijar sus dogmas fundamentales y a estructurar jerárquicamente su
organización social (Estrada, 2006). En los siglos siguientes hizo patente la influencia
que deseaba Constantino en la vida individual y social de los pueblos en donde
tuvo presencia, provocando una transformación en sus costumbres y presentándose
finalmente en occidente, tras la caída del imperio, como el único elemento
culturalmente válido y capaz de llevar a cabo una cierta cohesión social. Pero, ¿qué
aportaba el Cristianismo de novedoso en el extenso panorama espiritual de la época
para que tuviera tanto éxito y destacara por encima de sus competidores?
Jesús dijo: Si os dicen vuestros guías: mirad, el reino está en el cielo, entonces los pájaros
del cielo os precederán. Si os dicen: está en el mar, entonces los peces os precederán. Pero el
reino está dentro de vosotros (…). Cuando os lleguéis a conocer, entonces seréis conocidos y
sabréis que vosotros sois los hijos del Padre viviente.
(Evangelio de Tomás, 3)
16 Del griego kériygma, aviso, proclamación. Hace referencia tanto al anuncio como al contenido de la fe
cristiana que había de predicarse a los no creyentes.
263
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Preguntado por los fariseos cuándo había de llegar el reino de Dios, él les contestó: “El
reino de Dios no ha de venir aparatosamente; ni se dirá: “Míralo aquí” o “allí”. Porque
mirad: el reino de Dios ya está en medio de vosotros”.
El primero y más importante de estos rasgos tiene que ver con su teología
antropológica del logos. Recordemos, que para los griegos, el logos se identificaba con el
principio racional del universo que hacía posible la existencia del orden y regularidad
en la sucesión de las cosas, garantizando con ello la estructura de la realidad. En los
estoicos, ese principio racional se entendía además como logos spermatikós, como
razón activa del cosmos que deposita en cada persona la semilla que contiene esa
razón universal – syneídesis- la cual debe emplearse como guía e instrumento para
el conocimiento de la realidad y la dirección de la conducta. De ahí que el precepto
central de la ética estoica fuera vivir conforme a la naturaleza. De igual forma, la
doctrina de la razón seminal volverá a ser considerada por Plotino como una propiedad
perteneciente a la tercera hipóstasis – alma del mundo- que faculta al individuo para ir
remontándose hasta la unidad.
264
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
17 En los otros credos, es una relación de sumisión ante la autoridad de lo sagrado, a lo que hay que temer y
reverenciar –véase el concepto de “lo santo” (das heilige) en Rudolph Otto (2005)-, pero que nunca se puede
llegar amar. El lazo familiar evoca el componente afectivo de esa relación.
265
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
como dijimos antes, que el Imperio romano la adoptara como credo del que podían
participar todos sus territorios.
De ahí que el reino de los cielos que Cristo anuncia para salvarse, se encuentre
en el interior, pues la nueva existencia reclama una transformación fundada en la
vida personal, en un reino de conciencia que descubra la presencia de Dios, como
razón seminal, dentro de cada alma. El hombre es así una región de la divinidad.
No se pertenece. Esta concepción del “otro mundo” difería notablemente tanto de
la perspectiva platónica como de la judía. Para la filosofía griega, el único mundo
real era el eterno de las ideas, el cual, para ser conocido, exigía una intensa disciplina
intelectual y moral realizada desde el espejismo y la sombra que era el mundo sensible,
en cualquier caso, imposible de alcanzar en su plenitud hasta la separación de la
materia y el alma con la muerte. La apocalíptica judía, por su parte, concebía ese otro
mundo como una esperanza en la restauración nacional y la salvación del pueblo por
una intervención directa de Dios contra sus enemigos.
Para el cristiano, sin embargo, el reino de los cielos, supone saberse “habitado
por Dios” (theophoroi, literalmente, “portador de Dios”; Melloni, 2001). La labor del
hombre, su salvación, pasa por descubrir, tomar conciencia de este hecho y vivir en
18 Se establece así una especie de arco argumental cerrado y reflexivo. La humanidad se condenó por un
hombre (Adán) y se salvará por otro (Jesús).
266
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
19 La doctrina cristiana referente a la salvación. Indisoluble, por tanto, del kerigma.
267
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Como se puede desprender, esta idea de salvación reclama a su vez una nueva
filosofía del tiempo que pone en crisis la concepción griega (Fischl, 1997). Las antiguas
teorías entendían el tiempo como una evolución en infinitos círculos que se plegaban
los unos sobre los otros. Con ello, expresaban la creencia de que en el fondo ningún
movimiento trae algo nuevo ni hace adelantar esencialmente a la vida. La existencia
temporal es considerada así como una reproducción del orden eterno.
20 Aquí difieren las diferentes corrientes cristianas de si depende de la voluntad, o de la gracia divina.
268
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
puede entenderse así, como la búsqueda incansable de la propia esencia, como una
lucha por alcanzar la altura que al hombre le correspondía y que perdió.
No os amoldéis a las normas del mundo presente, sino procurad transformaros por la
renovación de la mente, a fin de que logréis discernir cuál es la voluntad de Dios:
lo que es bueno, lo agradable, lo perfecto.
Pablo de Tarso
(Primera carta a los Romanos 12:2)
21 Esta y otras denominaciones relacionadas con ella forman parte de una terminología actualmente ya
consagrada y recurrente, que puede ser útil recordar aquí. En continuidad con una costumbre precristiana que
aplicaba el título de “padre” al maestro que iniciaba y educaba a un discípulo en filosofía o en religión, en el
ambiente cristiano se aplicó el mismo título especialmente a los obispos por parte de los fieles y a los superiores
por parte de los monjes. A ambos se aplica también el mismo nombre pero en su forma griega papa, latinizado
papa; título, por cierto, largamente aplicado de manera especial a los patriarcas y reservado en Occidente desde
el siglo V al obispo de Roma (Küng, 2006).
269
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Por otro lado, había en la tradición filosófica griega elementos que parecían
no estar muy distantes de ciertas creencias cristianas. Si filosofar suponía para los
22 Con respecto a este acto de sustitución, Gilson (2007) señala que “el Cristianismo es una religión; al usar
a veces ciertos términos filosóficos para expresar su fe, los escritores sagrados cedían a una necesidad humana,
pero sustituían el sentido filosófico antiguo de estos términos por un sentido religioso nuevo (…) Este sentido
es el que debe atribuírseles cuando se les encuentra en los libros cristianos” (p. 148).
23 A fin de cuentas, el Judaísmo jamás admitiría la divinización de un hombre, algo que era en cambio familiar
en la cultura clásica. Esto explicaría que la divinidad de Jesús ganó en aceptación e importancia conforme más
se iba distanciando el cristianismo del judaísmo.
270
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Así pues, en el caso que nos ocupa, la diferencia entre los cristianos y la filosofía
antigua con respecto a la idea de purificación, no era tanto moral como de orden
metafísico. El verbo askéim aludía en su acepción clásica a la acción de entrenarse, tanto
en el mundo de la educación física como militar; posteriormente también adquirió el
sentido de “ejercitarse en la virtud”, como vimos con las escuelas terapéuticas. Así
24 Recordemos que con Lactancio se impone el concepto de vera religio para el cristianismo, frente al resto de
credos y religiones que son tenidos por fundamentalmente falsas.
25 Tal identificación entre Cristianismo y verdadera filosofía inspirará numerosos aspectos de la enseñanza de
Orígenes, y permanecerá viva a lo largo de la tradición origeniana, en especial entre los capadocios: en Basilio
de Cesarea, en Gregorio de Nicea, en Gregorio de Nisa e, igualmente, en Juan Crisóstomo. Más tarde, cuando
el monacato aparezca como la realización de la perfección cristiana, podrá igualmente ser presentado como una
“filosofía”, a partir del siglo IV, por ejemplo, por Gregorio de Nicea, Gregorio de Nisa, Juan Crisóstomo y en
especial por Evagrio Póntico (Mitre Fernández, 2006).
271
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
pues, si bien los ejercicios que realizaban los estoicos de cara a ese entrenamiento
estaban orientados al sentido práctico de la vida, con el Cristianismo, no obstante,
pasarán ahora a ser totalmente “espiritualizados”, en tanto que pertenecerán ahora
exclusivamente a la esfera religiosa, dado que su objetivo era la fortificación, la
salvaguarda y la renovación de la vida “en el Espíritu”, la vita spiritalis (Hadot, 2006).
“Para decir estas cosas no usamos los términos filosóficos que se enseñan en las
escuelas, sino los que nos enseña el Espíritu, pues hablamos de cosas espirituales a
hombres espirituales. El hombre en cuanto tal [psychikós de ánthropos] está cerrado
a las cosas del Espíritu. Para él son locuras, y no las puede entender, porque sólo se
pueden apreciar a partir de la experiencia espiritual. En cambio, el hombre espiritual
[pneumatikós] juzga de todo, y a él nadie le puede juzgar. Porque ¿quién ha conocido
26 En el lenguaje bíblico el término “espíritu” significa propiamente “soplo animador”, “aliento”.
272
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
273
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Sin embargo, para el Cristianismo –al igual que para el neoplatónico-, el acceso
a la verdad, a la distinción diáfana entre lo bueno y lo malo, requería, además del
ejercicio de la razón, de otro criterio de autenticidad cimentado sobre la obligación de
conocerse y reconocerse como sujeto de faltas, tentaciones y deseos, que posibilitaban
su revelación por parte de Dios. El hombre no descubre la verdad por sí mismo,
sino que se le muestra sólo en ciertas condiciones, cuando su alma se ha dispuesto
de una determinada manera para que Dios pase a través de ella trayendo consigo el
conocimiento. Hay por tanto, una doctrina de la sinergia: el conocimiento exige la
colaboración de las dos energías, de la acción humana y de la acción divina (Copleston,
1984b).
274
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Por tanto, sin la pureza del alma, despojada de todo lo pernicioso a través del
conocimiento de sí, es imposible conocer la voluntad de Dios inscrita en la conciencia
de cada persona. Esta idea de la pureza como descubrimiento de la propia naturaleza,
estaba emparentada con el concepto griego de la parrhesía, del decir veraz, y con cómo
el sujeto se representaba a sí mismo y era reconocido por los otros como alguien que
dice la verdad (Foucault, 1982/2005). En el caso cristiano, decir y estar dispuesto a
recibir la verdad, suponía reconocerse pecador, sumiso, bajo, etc., en contraposición
a Dios que se sitúa en el extremo opuesto. Cuanto más pequeño se reconociera el
primero, mayor era la posibilidad de encontrarse con el segundo: “Purificándose a sí
mismo en la medida en que le es posible, [el hombre] se esfuerza por dejar un espacio
en su interior a Aquel que él desea. Y entonces Dios, encontrando el lugar, entra y
permanece en él. Y, permaneciendo en él, guarda su casa y le empieza a iluminar. El
que es iluminado de este modo conoce y, conociendo, es a su vez conocido.” (Pedro
Damasceno: Philocalie des Pères Neptiques, 1979-1991, Vol. II, p. 118).
275
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
“Dios y el hombre son modelos el uno para el otro: del mismo modo que Dios,
ante el hombre, se hace hombre por amor al hombre, así también el hombre, ante
Dios, se diviniza a sí mismo por el camino del amor. Y del mismo modo que el hombre
es arrebatado en su espíritu por Dios, para llegar hasta lo que le es posible conocer, así
también Dios, invisible a la naturaleza, se manifiesta al mundo gracias a las virtudes
del hombre que lo hacen visible.” (Philocalie des Pères Neptiques, 1979-1991 Vol.
IV, 74, pp. 232-233).
27 Es el tópico literario del hombre caminante: la vida se interpreta como un largo viaje en el que el hombre
es un peregrino que a medida que avanza y conoce las adversidades de la vida, va cambiando y convirtiéndose
en una persona más sabia. A parte de en la literatura, es una imagen empleada con frecuencia en la teología,
especialmente por Plotino, san Buenaventura y santo Tomás de Aquino.
28 Se trata de una expresión acuñada a partir de un texto de san Buenaventura (Itinerarium in mentis Deum,
1259). Hace referencia a la idea agustiniana de que Dios se sitúa en el alma del creyente por ser su primun
cognitum, es decir, que en su mente se encuentra grabada desde el principio cierta noción o idea de Dios. Esta
idea puede perfeccionarse a través de la reflexión, de un largo y articulado camino en el estudio de la presencia
de Dios en la realidad interior del sujeto cognoscente (memoria, entendimiento y voluntad).
29 Las actividades y prácticas concretas por medio de las cuales la verdad es producida y se manifiesta.
30 Consistía en reconocerse en un ritual como pecador y penitente.
276
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
31 También se les conoció como “anacoretas”, “evadidos” (del mundo al desierto), “retirados” o –puesto que
desierto se llama éremos en griego- “eremitas”, o “habitantes del desierto” (Marcos, 2006).
32 Parece ser que el impulso cristiano a la vida en soledad, al monacato (entendido como vida solitaria) se
debe a los escritos de Atanasio sobre Antonio, considerado el primer eremita de fama que luchó durante más de
40 años de soledad con las tentaciones y los demonios en el Egipto, Siria y Palestina.
33 El vocabulario que se utiliza en los textos griegos para referirse al impulso filosófico que lleva a los hombres
a alejarse del mundo y las pasiones (askésis, anachóresis, monázein, koinobion), será adoptado por los monjes
cristianos para designar su experiencia religiosa, que ellos denominaban philosophia.
277
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
2006b). La “muerte social” era la alternativa para conseguir una nueva vida mediante
el examen propio y la automortificación; para llegar a ser un “nuevo Adán”, para volver
a las formas de religiosidad más puras y comprometidas; un compromiso que llevó en
algunos casos a manifestaciones ascéticas extremas y a exhibiciones de santidad de los
más extravagantes [34].
34 Por ejemplo, no rascarse nunca, emparedarse vivo, no dormir, evitar reírse, dejarse morir de sed durante
varios días, no tocarse el cuerpo salvo los pies y las manos, etc. (Marcos, 2006).
278
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
35 Basilio de Cesarea: “Hay que vigilar, con la mayor atención, nuestros corazones, para que no dejen escapar
jamás la idea de Dios” (citado en Hadot, 2006, p.67).
279
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
La forma de prosoche que más cultivaban los padres del desierto era el
discernimiento de espíritus. El discernimiento hacía referencia a la acción de sopesar,
pasar por el examen y comprobación, la validez o no de lo que al monje se le presentaba
en la conciencia. En cuanto a los espíritus, era la forma de conceptualizar un conjunto
de influencias capaces de mover la voluntad (se solían llamar también mociones, término
derivado del griego kínesis) hacia un objeto determinado, que en el orden intelectivo
podía ser verdadero o falso, y desde el punto de vista ético, bueno o malo (Ruíz Jurado,
2010). Mientras que estas agencias, estos espíritus, eran personificadas en los diálogos
platónicos como las cualidades de las teorías adversarias o favorables a la tesis, o en los
estoicos eran las diferentes representaciones que el ejercitante debía someter a juicio,
en los padres del desierto, adquirirán sin embargo propiedades sobrenaturales, como
ángeles o demonios, que buscan influir en la autonomía humana. En conformidad
con el planteamiento griego de los ejercicios, estos autores darán así al examen de
conciencia un carácter mucho más retórico que místico, en la línea de Epicteto, al
establecer una interlocución entre las mismas y el ejercitante, actuando éste como
moderador en el diálogo entre esas voces. Así pues, el hombre no es el único y absoluto
señor de lo que le sucede en su vida. Está sometido a los influjos de espíritus buenos
o malos, que pretenden llevarlo hacia la verdad y la vida divina, o hacia la esclavitud
280
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
“Éstos, como si fueran ángeles terrestres, enseñan a los que quieren morir a sí
mismos la vía intermedia que se abre paso entre las seis trampas que pone el enemigo.
Me refiero a las seis trampas que están arriba y abajo, a derecha y a izquierda, en el
interior y en el exterior del justo camino: arriba está la suficiencia y el orgullo; abajo,
la desesperación y la ignorancia; a la derecha, el agotamiento y el rechazo de todas
las cosas; a la izquierda, la pereza y el deseo pasional; en el interior, la inercia; y en el
exterior, la temeridad y la excesiva actividad.” (Philocalie des Pères Neptiques, 1979-
1991, Vol. II, pp. 110-111).
En este ámbito se dan con frecuencia las comparaciones entre aquel que se
ejercita en el discernimiento de sus pensamientos, y un cambista de monedas que se
pregunta acerca de si las piezas llevan grabadas la figura del Rey y si son verdaderas
o falsas. Además, el buen cambista ha de comprobar también el peso: “¿Es macizo,
por la densidad de su honestidad general, el peso del temor de Dios, la integridad
de su intención; o se presenta con la ligereza de la ostentación y la presunción de
alguna novedad, y disminuye el peso de su mérito y lo roe la búsqueda de gloria
vana?” (Juan Damasceno, 2003, Coll. 1:21). Porque si el pensamiento o doctrina
281
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Nicetas Stéthatos
(Philocalie des Pères Neptiques IV, 22).
282
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Tal es, fuera de toda ilusión, de toda alteración, la verdadera vida, la vida oculta en
Cristo, en toda claridad (…). Por eso los Padres divinos honran esta vía con numerosos
nombres, diversos y gloriosos. Le han llamado “vía del conocimiento”, “acción digna de
alabanza y de justa contemplación”, “oración más alta que toda oración”, “sobriedad del
espíritu”, “trabajo espiritual”, “obra del siglo futuro”, “tierra de los vivientes”, “visión
mística”, “festín espiritual”, “paraíso de los milagros de Dios”, “cielo”, “reino celeste”,
“Reino de Dios”, “tiniebla más que luminosa”, “vida oculta en Cristo”, “visión de Dios”,
“divinización”, “cima de las maravillas”, y otros nombres semejantes.
Esa auto-posesión mediante las técnicas del examen de sí, se entendía como un
proceso evolutivo que paulatinamente iba dando lugar a una nueva sensibilidad que
liberaba del error, la apariencia, los deseos desordenados, la tiranía de las pasiones, al
tiempo que permitía ir conociendo la naturaleza, origen y causa de los movimientos
internos en pos de ese imperio de la conciencia. Así lo expresa Máximo el Confesor
cuando dice que “El alma recibe el conocimiento de Dios según el grado de purificación
de su espíritu” (Philocalie des Pères Neptiques, 1979-1991, Vol. VI, “Centurias sobre
el amor”, IV, 76, p. 43). El drama universal se define así como el tránsito desde la
inocencia (entendida como sencillez, simplicidad) a la experiencia y el retorno a la
perfección original, a la apokatastasis (restauración de todas las cosas) a través de
las pruebas que sufre el alma durante su peregrinaje a Dios. Como dijimos con el
tópico del homo viator, el itinerario espiritual cristiano queda descrito adecuadamente
mediante las metáforas del viaje, del crecimiento natural y del combate contra el mal.
Un progreso, por cierto, que ya quedó planteado tanto en los tres tipos de ejercicios
que proponía Epicteto adaptados a las tres funciones u operaciones del alma, como en
la ascensión hipostática del neoplatonismo de Plotino.
283
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
la lógica del autodominio. Una estructura narrativa ésta, que sin duda la podemos
encontrar igualmente en otros tantos fenómenos culturales además del religioso
(música, literatura, teatro, etc.) que se ha vertido de unos ámbitos de racionalidad a
otros [36].
36 Efectivamente, por entonces, desde los comienzos del cristianismo y ya antes, flotaba en el ambiente en
muchas religiones y sistemas filosóficos de la época, algo así como una especie de especulación y fascinación
con el número tres. Ya en los pitagóricos arranca el simbolismo de ese número primo, entendido como una
diversidad que se constituye como una unidad ordenada y cerrada. Por las divinidades trinas no sólo en la
antigua Babilonia y en Egipto, en la India y en China, sino sobre todo en el ámbito helenista: en Delfos, en el
culto de Dioniso, en la religión de Asclepio, en el culto al emperador. Por las tríadas metafóricas en la gnosis
(padre-madre-hijo; Dios-decreto-razón) o en el neoplatonismo (lo uno-el espíritu-el alma del mundo). También
en el mito, en el arte, en la música, en la literatura, etc. De forma que la idea de una trinidad intradivina estaba
al alcance de la mano también para la teología cristiana de entonces (Küng, 2006).
37 Recordemos: en el Estoicismo hay tres funciones del alma (juicio de valor, impulso hacia la acción y deseo
o aversión) que se ajustan a tres ámbitos de prácticas para transformarlos (preservarse del error y de las razones
insuficientes; actuar conforme a nuestra naturaleza; evitar el deseo o la aversión) y con las tres partes en las que
se divide la filosofía (metafísica, física y ética, respectivamente). Por su parte, el Neoplatonismo de Plotino
284
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
habla de una ascensión del alma al Uno por tres grados: purificación por ascesis de toda sensualidad (virtudes
cardinales platónicas), contemplación de las ideas (virtudes dianoéticas) y éxtasis (unión con Dios y renuncia a
la individualidad).
38 Literalmente, “amor a lo bello”. Se trata de dos compilaciones de textos de la Iglesia griega. La primera es
una antología de los escritos de Orígenes, preparado por Basilio el Grande y Gregorio Nacianceno. La segunda, y
más célebre, fue preparada por los santos Macario y Nicodemo Agiorita. Ésta última contiene escritos ascéticos
y místicos de autores que van del siglo IV al XV: entre otros, san Antonio, Evagrio, Casiano, Gregorio Palamás,
etc.
285
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
iniciación teológica o vida teológica -que permite la contemplación divina, propia de los
perfectos, gracias a la inspiración del Espíritu- (Philocalie des Pères Neptiques, Ibíd.).
De igual forma, Nicetas Stéthatos organiza sus tres centurias (aunque un tanto
asistemáticamente) en función de la antigua trilogía de Evagrio, a propósito de los tres
grados de la vida espiritual, insistiendo igualmente, en ese carácter progresivo: la ascesis
del cuerpo, llamada acción o práctica; la ascesis del espíritu, llamada contemplación
natural o física; el éxtasis del espíritu, llamado conocimiento místico o Teología (Melloni,
1995).
39 Aunque se desconocen su verdadera identidad y su biografía, se trataba probablemente de un monje sirio
del siglo V, pero por creerse que era contemporáneo de san Pablo, gozó de una autoridad casi apostólica (de ahí
que se considere “pseudo”).
40 Todo se hace tanto más perfecto cuanto más se acerca a la unidad divina. Los más cercanos a Dios son
los espíritus puros ángeles que forman la jerarquía celeste. Se dividen a su vez, por su proximidad a Dios, en
tres órdenes, de tres coros cada uno, con lo que llegamos a los nueve coros de los ángeles. El orden más alto
(serafines, querubines, tronos) sólo sirve a Dios, el orden intermedio (dominaciones, potestades y virtudes) sirve
a toda la creación, el ínfimo (principados, arcángeles y ángeles) a los hombres. Aquí se enlaza, por debajo, la
“jerarquía eclesiástica”, que conoce a su vez tres órdenes: tres iniciaciones (bautismo, eucaristía, unción), tres
iniciantes (obispo, sacerdote y diácono) y tres iniciados (monje, creyente, catecúmeno). Como vemos, en el
Pseudo Dionisio hay una exacerbación del orden tríadico de la realidad (Fischl, 1997).
286
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Aunque otros autores como Evagrio, Orígenes, Juan Clímaco, etc., habían
hablado previamente de un proceso ascético en tres tiempos con una purificación
inicial, una iluminación subsiguiente y una perfección final, nadie hasta Dionisio
había hablado con tanta claridad respecto a esta jerarquía de estadios espirituales y de
la correlación de sus funciones:
“Conviene que los purificados se despojen de toda confusión, que se liberen del
más mínimo trazo de desemejanza, que los iluminados reciban la plenitud de la luz
divina, elevando los ojos de su inteligencia hasta que hayan adquirido el poder y la
fuerza de contemplar; y que los perfectos, abandonando toda clase de imperfección,
participen de la ciencia perfecionante de los iniciados.” (citado en Melloni, 1995, p.
20).
287
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
288
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
original y la versión griega más fiel de las Escrituras, para, al mismo tiempo, descubrir
su significado auténtico, que él suponía alegórico y oculto en la literalidad de los textos
(Orígenes, 1998). Así se lo dice a Gregorio de Neocaesarea en una carta: “cuando te
emplees en la divina lectura (…) busca el significado de las sagradas palabras que están
ocultas para la mayoría de la gente.” (p. 134).
41 Ello se debió en parte a que su autoría se atribuyó a Bernardo de Claraval, que por entonces era muy
admirado, o incluso al mismísimo san Agustín.
289
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
290
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
La oración, un deseo. La contemplación, algo por encima de los sentidos.” (Guigo II,
s/f /2012).
La meditación por su parte es una práctica que se refiere más a la escucha de ese
mensaje interior que se ha generado en la lectio. Como dijimos, si el texto leído es algo
objetivo y “universal”, lo siguiente es un ejercicio de apropiación y personalización por
parte del lector. Toda la tradición monástica insiste en que la meditación es el medio
privilegiado para que el texto se convierta en “Palabra” (viva, edificante) [43]. Meditar
significa, entonces, la capacidad humana de discurrir, reflexionar, juzgar, comparar o
sacar conclusiones. A pesar del carácter analítico de la meditación, Guigo insiste en
que se trata de una operación atenta que no se queda en el exterior, ni se detiene en
la superficie, sino que va más allá, penetrando hasta el interior y escrutando todos
los detalles. Se compara, como vimos, con el acto de la digestión o del cavar; con
42 En la tradición benedictina, por ejemplo, la lectio se repite al menos cuatro veces seguidas de forma pausada,
intentando cada vez fijarse en aspectos más sutiles del texto. Cuando lleguemos a Ignacio, éste se referirá a esa
lectura profunda como “sentir la historia”.
43 Ya san Agustín se había anticipado a este modo de interiorizar lo leído: “Si el texto es de oración, orad; si
es clamor, clamad; si es agradecimiento, alegraos; si es de esperanza, esperad; si expresa temor, temed. Porque las
cosas que sentís del texto son el espejo de vosotros mismos” (citado en Salvail, 1996, p. 35).
291
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
“Cada uno de los grados de la escala, que lleva un nombre y una numeración
diferente, es también diverso de los otros en orden y en mérito. Si alguien investiga
atentamente las propiedades que tienen, el papel que desempeñan, lo que producen
en nosotros, y cómo se distinguen y jerarquizan, tan grande será la utilidad y dulzura
que hallará en este trabajo, que le parecerá breve y fácil el esfuerzo y estudio que
emplee en ello. (…) los predichos grados se unen entre sí, y cómo se preceden unos
a otros en el tiempo, y según un orden de causalidad. (…) Estos grados, de tal modo
están conectados entre sí, y de tal modo se ayudan recíprocamente, que de poco o
nada sirven los precedentes sin los subsiguientes, y nunca o casi nunca se pueden
292
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
adquirir los subsiguientes sin los precedentes. (…) De todo esto podemos concluir
que la lectura sin la meditación es árida; la meditación sin la lectura es engañosa;
la oración sin la meditación es tibia; la meditación sin la oración es infructuosa. La
oración devota alcanza la contemplación, pero la contemplación sin la oración es un
hecho raro o milagroso (…). Aquel que guarda el primer grado, que tiene cuidado de
practicar el segundo, que es devoto en el tercero, y se eleva por encima de sí mismo
por el cuarto, por estas ascensiones que dispuso en su corazón, sube de virtud en virtud
hasta ver al Dios de los dioses en Sión.” (Guigo II, s/f /2012).
293
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
la Lectio divina entendida como una de las posibles organizaciones que recibieron los
ejercicios espirituales.
Así pues, muy brevemente, la lectio comprendería tanto los ejercicios de lectura y
estudio (con la institucionalización del monacato), como también de escucha (cuando
los eremitas atendían a las enseñanzas de su maestro espiritual). Como dijimos, saber
leer el texto implicaba ir más allá de su contenido explícito; labor que se conseguía
cuando el ejercitante cultivaba una cierta sensibilidad que le permitía advertir,
decodificar, y discernir en el texto aquello que iba más allá de la apariencia, de su
contenido explícito.
Todo este trayecto de reforma de sí, como vemos en el figura 3.1, cabría
entenderlo, desde la lógica de la Lectio divina, como una doble espiral, una ascendente
(azul) que va paulatina y progresivamente aplicando distintos ejercicios a un contenido
que en cada uno de ellos va cambiando, dando lugar a la experiencia como un objeto
complejo. Además, la figura de ese recorrido en espiral presupone que cada ciclo de
294
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
ejercicios irá encabalgado con otro que le prosiga. Ello implicaría que la contemplatio
de un ciclo sería la lectio para el ciclo siguiente del proceso, y así, ad infinitum. Sin
embargo, el ciclo comprendería a su vez una segunda espiral descendente (color rojo)
en el que de manera retrospectiva se darían los ejercicios de la atención, entendida
ésta como mecanismo de vigilancia de la adecuada realización de la práctica, así
como los de la rememoración que tendrían la misma función que los de atención,
y además actuarían como nexo entre un ciclo de las cuatro actividades de la Lectio
divina con el siguiente, actuando como testigo que compara y sopesa la progresión o
evolución ascética del ejercitante. En su conjunto, tanto la espiral ascendente como
la descendente, irían dando progresivamente dominio sobre uno mismo, en donde
estaría implicada la terapia de las pasiones como parte de ese autogobierno, y el
cumplimiento de los deberes, en este caso con la racionalidad conforme al logos de
Dios. De los otros elementos que aparecen representados en la figura, nos ocuparemos
a continuación. Hasta aquí sólo hemos hablado lo relativo a la dinámica de la Lectio
divina como posible articulación de los ejercicios estoicos.
295
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
REFLEXIVIDAD, CONCIENCIA,
LIBERTAD, AUTOGOBIERNO
PERFECTOS
INCIPIENTES
FORMA DE LA
EXPERIENCIA
296
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Los dos autores medievales que retomaron la tríada que propuso el Pseudo-
Dionisio fueron Buenaventura (1218-1274) y Hugo de Balma (siglo XIII). Sin
embargo, ambos autores despojaron la progresión del Areopagita de su carácter
hiératico, y lo que éste expresó como una jerarquía eclesial con funciones exclusivas
para cada extracto, la concibieron, en su síntesis con la escalera de Guigo, como un
progresión en la vida espiritual accesible a cualquiera mediante la realización de los
ejercicios espirituales. Una vez que la Lectio divina se ajustó a la lógica de las tres vías,
el esquema de la progresión ascética quedó fijado en el cristianismo medieval que
lo popularizó con gran éxito por toda Europa, y desde entonces apenas ha sufrido
variaciones (Salvail, 1996).
Por su parte, Buenaventura (2000), antes que como estadios sucesivos de la vida
espiritual, concibe las tres vías como tres ámbitos de ejercicio a practicar en tanto que
diversos modos de acceso a la experiencia de Dios: “Tres son las formas de ejercitarse
en estas tres vías: meditación –juntamente con la lección-, oración y contemplación”
(p. 197). En “cada una” de estas tres formas de oración, el alma se purifica, se ilumina
y se perfecciona:
“Hay que subir a cada una de las cosas predichas [al reposo de la paz (meditación),
al esplendor de la verdad (oración) y a la dulzura del amor (contemplación)] por tres
grados, siguiendo las tres vías, esto es, la purgativa, que consiste en la expulsión del
pecado; la iluminativa, que consiste en la imitación de Cristo, y la unitiva, que consiste
en la recepción del Esposo; de modo que cada una tiene sus grados, por los cuales se
empieza de lo más bajo y se sube a lo más alto.” (p. 197).
Lo que ocurre es que los mismos ejercicios se realizan cada vez con una profundidad
mayor, como señalamos en la figura 3.2 con la idea de procesos encabalgados en la
espiral azul.
297
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Por el contrario, Hugo de Balma presenta las tres vías como tres estadios sucesivos
de la vida espiritual. Sólo se accede al estadio siguiente cuando se ha consolidado el
anterior. “Carreras” las llama el traductor castellano de 1514:
“Tres carreras son necesarias para haber esta sabiduría divinal: la primera es para
alimpiar el corazón, la segunda para lo alumbrar y la tercera para lo ayuntar con Dios.
La primera es llamada purgativa porque alimpia el corazón y lo apareja para aprender,
aquesta sabiduría verdadera. La segunda es llamada iluminativa porque alumbra
el corazón y lo enciende en amor. La tercera es llamada unitiva porque por ella es
alcanzado y enderezado el corazón a solo Dios sobre todo entendimiento y razón.”
(citado en Iparraguirre, 1946, p. 476).
Es decir, la vía purgativa, más que ser una temática de la vida espiritual, es un
estado inicial de purificación que precede a toda la ascensión posterior, preparando al
alma a conocer primero –vía iluminativa- y a amar después –vía unitiva-. El término
no son simples afectos o suspiros de unión, sino un estado místico en la que la voluntad
llega a hacerse un espíritu con Dios.
Así pues, los ejercicios van creando hábitos; los hábitos van creando estados; y los
estados van transformando a toda la persona, “hasta transformarla por amor en el su
Criador” (Iparraguirre, Ibíd., p. 476). Podríamos entenderlo como fases del desarrollo
de la persona espiritual, en que cada avanzase supone la conquista de ciertas habilidades
y destrezas que supone todos los niveles anteriores. Por ello Hugo de Balma identifica
la vía purgativa con los comenzantes, la vía iluminativa con los aprovechantes y la vía
unitiva con los perfectos [44].
44 Cuando Ignacio en la anotación [10] habla de vida purgativa y de vida iluminativa, y no de vías, nos hace
pensar que está más cerca de Hugo de Balma que de san Buenaventura y de Cisneros. Porque vida remite a una
concepción de la purificación y de la iluminación más como un estado que como un mero ejercicio. A nuestro
entender, ello explica también el silencio de Ignacio con respecto a la vida unitiva: porque sabía que en un mes
es imposible conseguir la unión con Dios. En cambio, si consideramos las diferentes Semanas de los Ejercicios
no como estados espirituales sino como temáticas, estamos más próximos de san Buenaventura y Cisneros.
298
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Volviendo a la figura 3.2, si bien vimos las dos espirales que representaban la
organización de los ejercicios espirituales en la lectio divina de acuerdo al criterio de
cómo las cuatro prácticas se engarzan, ahora, completaremos el esquema considerando
los elementos que se encuentran a ambos lados – y debajo- de la figura central. En
el lado derecho, nos encontramos con cómo el carácter progresivo de los ciclos de
la lectio divina se ajusta a la evolución de las tres vías de las que venimos hablando,
coincidentes estás a su vez con los tres tipos de ejercitantes posibles según su grado
de desarrollo espiritual. Así mismo, en el margen izquierdo de la doble espiral, vemos
la distribución típica de los ejercicios en cuatro semanas que se popularizará desde el
Renacimiento. Algo que trataremos con más profusión cuando veamos los autores de
la Devotio Moderna, y así mismo, en Ignacio de Loyola. Solo diremos ahora que cada
semana presenta un contenido distinto, generalmente los pecados y la vida Cristo,
especialmente su pasión y resurrección, que servirán como materia a la que aplicar los
ejercicios de la lectio divina como prácticas que dan forma al pensamiento. Todo ello,
organizado según una gramática de la ascesis suministrada por las vías, las cuales fijan
el contenido y la forma que se le debe dar a la experiencia. En su conjunto, vemos que
toda la organización del proceso expresa el desarrollo desde la opacidad y sujeción a las
pasiones de la base, a la libertad y el autodominio de la cúspide.
299
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
las tres operaciones del alma de San Agustín); b) los estadios espirituales que coinciden
con la división anterior (Evagrio, Pseudo-Dionisio, Tradición monástica); c) las partes
de la filosofía que se ocupan del entrenamiento de las anteriores (Epicteto, Evagrio,
Máximo el Confesor); d) A su vez, las distintas partes de la filosofía utilizarían tipos
diferentes de ejercicios espirituales (Epicteto, Guigo II, Buenaventura); e) los tipos
de ejercitantes según su evolución espiritual (Evagrio, Máximo el Confesor, Pseudo-
Dionisio, Tradición monástica); f ) los grados de purificación ascéticos (Plotino,
Evagrio, Nicetas Sthétatos, Hugo de Balma, San Bernardo, Filocalia, St. Thierry,
Tradición monástica); g) y por último, la distribución de los ejercicios considerando
el tiempo (Devotio Moderna).
300
ESTOICISMO NEOPLATONISMO CRISTIANISMO
Epicteto Plotino Evagrio Máximo el confesor Nicetas Stéthatos
3 tipos de 3 ámbitos de ejercicios 3 partes de la 3 grados de ascensión del alma al 3 etapas de purificación 3 grados de virtud 3 tipos de Filosofía 3 centurias
operaciones espirituales Filosofía Uno (coincidentes con las 3 (grado de conocimiento
del alma partes de la Filosofía) del ejercitante)
Deseo o Evitación (discriminar lo Ética Purificación por la ascesis de toda Ética Purificación Filosofía práctica Ascesis del cuerpo
aversión que depende y no de la sensualidad (equivale a la práctica) Propia de los novicios Propia de los debutantes. (llamada acción o
voluntad) (virtudes cardinales platónicas) Práctica de ascesis y práctica)
virtud
Impulso a la Actuar conforme a Física Contemplación de las ideas Física Iluminación Filosofía natural Ascesis del espíritu
acción nuestra naturaleza (virtudes dianoéticas) (equivale al “reino de los Propia de los medianos Propia de los medianos. (llamada contemplación
(logos) cielos”. Comporta el (aprendizaje del Conocimiento de los natural o física)
conocimiento verdadero desapego de lo seres materiales y
de los seres) sensible) espirituales
Juicio de valor Preservarse del error y Metafísica Éxtasis Teología Perfección Iniciación teológica Éxtasis del espíritu
de las razones (unión con Dios y renuncia a la (equivale al “reino de Propia de los maestros Propia de los perfectos. (llamada conocimiento
insuficientes individualidad) Dios”. Es el conocimiento (contemplación última Permite la contemplación místico o teología)
de la Trinidad) de todas las cosas) gracias a la inspiración
del Espíritu
CRISTIANISMO
Filocalia Pseudo Dionisio Tradición monástica Guigo II Buenaventura Hugo de Balma Devotio
Areopagita Moderna
3 partes del 3 estados 3 grados de la jerarquía 3 vías de la 3 tipos de San Bernardo Guillermo de Saint Lectio divina 3 tipos de ejercicios 3 estadios 3 vías en 4
hombre espirituales eclesiástica y sus vida espiritual ejercitantes (Císter): 3 Thierry: 3 edades espirituales sucesivos de la semanas de
funciones besos de Cristo espirituales vida espiritual ejercicios
espirituales
Cuerpo Vida activa Diáconos: purifican Purificación Incipientes Pies Hombre animal Lectio - Meditación- lección Vía purgativa 1ª Semana
Meditatio (purifica: expulsión
del pecado)
Alma Filosofía Sacerdotes: iluminan Iluminación Progresantes Manos Hombre racional Oratio Oración Vía iluminativa 2ª y 3ª
(ilumina: imitación Semanas
de Cristo)
Espíritu Teología Obispos: unen Perfección Perfectos Boca Hombre espiritual Contemplatio Contemplación Vía unitiva 4ª Semana
(perfecciona:
recepción del
Esposo)
Tabla 3.2. La “mística” del tres. La consolidación de la forma lógica de la ascesis en los ejercicios espirituales a través de las tríadas.
Tabla 3.2. La “mística” del tres. La consolidación de la forma lógica de la ascesis en los ejercicios espirituales a través de las tríadas.
301
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Sois una carta de Cristo (…) redactada no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo;
no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones.
Pablo de Tarso
(Segunda carta a los Corintios, 3:3)
Esfuérzate por entrar en el tesoro de tu corazón, y verás el tesoro del cielo. Ya que el uno y
el otro son una misma cosa. Considera que los dos tienen la misma entrada.
El espíritu que se ejercita en el combate encontrará el lugar del corazón. Entonces verá
en su interior lo que jamás había visto y que ignoraba hasta entonces: el espíritu verá el
espacio que existe en el interior del corazón y se verá a sí mismo completamente luminoso,
lleno de sabiduría y de discernimiento.
Nicéforo el Solitario
(Philocalie des Pères Neptiques, X, 11).
Por otra parte, al mismo tiempo que surgía una nueva idea de pureza con esa ascesis
que se conquista de forma gradual, era inevitable que se fraguara de forma simultánea
una visión típicamente cristiana de su némesis, la impureza, signo del desorden y la
corrupción. En este estado de cosas, ¿qué lugar ocupaban las emociones dentro esta
302
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
El Cristianismo, sin embargo, será más indulgente con las emociones, asignándolas
un papel decisivo en el proceso de la salvación. Es en Evagrio, donde encontramos el
primer paso de cómo se operó la transición y acomode de la doctrina estoica de los
primeros movimientos a la visión singular del Cristianismo (Sorabji, 2000). Con éste,
siguiendo la inercia estoica de la apatheia, las emociones se convertirán en primer
lugar en “malos pensamientos”; unos malos pensamientos que se pueden identificar
con los primeros movimientos bajo un disfraz cristiano. Las pasiones incontroladas se
convertirán así en la fuente de los vicios.
Incidiendo en esa idea, Orígenes explicita aún más esta conexión al referirse a dos
pasajes de los evangelios de Mateo y Marcos que hablan de los malos pensamientos que
llegan al corazón (recordemos que hablamos de “vigilancia del corazón”) (Knuuttila,
2004):
• “Porque del corazón salen las malas intenciones, los homicidios, los adulterios,
las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las injurias” (Mateo 15:19).
303
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Así pues, al identificarse con los primeros movimientos estoicos, los malos
pensamientos derivan de nuestra constitución; representan el comienzo de nuestra
naturaleza pecadora por la falta adámica. Esos malos pensamientos, como vimos
cuando hablamos del discernimiento de espíritus, también pueden provenir “de
fuera” del hombre, en tanto que éste está abierto a la influencia de ciertas agencias
sobrenaturales [45] (Ruiz Jurado, 2010). En este sentido, los demonios también
actuarían como productores de emociones que encarnan malos pensamientos de las
que el hombre libre, mediante el ejercicio de su voluntad, es capaz de oponerse [46].
Volviendo a Evagrio, será éste el que finalmente elabore una tipología de los
malos pensamientos comprendiendo ocho clases, que más tarde la Iglesia reducirá a
siete por razones soteriológicas y cabalísticas: pensamientos de glotonería, fornicación,
avaricia, angustia, cólera, depresión, vanidad y orgullo (Oatley, 2004).
Sin embargo, como dijimos, el pensamiento cristiano fue menos radical que
el estoico, pasando de la erradicación de las emociones, a solamente su moderación.
Esta idea partió de autores como Filón de Alejandría, reconociendo que las emociones
eran útiles y necesarias para el cristiano, una idea que se extendió con éxito a todos los
45 Se recupera la idea de la eudaimonía griega como la causación del pensamiento por agencias externas.
46 Los espíritus malos ejercitan su poder esclavizante en los hombres que por debilidad se lo permiten. Son los
hombres los que dan pie a las ocasiones o comienzos del pecado, y los espíritus, enemigos de Dios y del hombre,
los que los instigan, presionan y se valen de todos los medios para propagarlos y multiplicarlos (esto tiene que
ver con el consentimiento y el doblegarse de la voluntad de la que hablaban los estoicos).
304
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
305
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Así pues, el pecado irrumpía sólo cuando uno no guardaba la debida prosoche,
cuando era indulgente y daba consentimiento, doblegaba su voluntad, a esos
pensamientos lisonjeros. De esta forma, la teoría estoica de cómo evitar las agitaciones
de la afectividad se convertirá por los cristianos en una teoría centralizada en el
desarrollo de la voluntad como instrumento para evitar el pecado y la tentación y
fomentar al mismo tiempo la virtud (Sorabji, 2000). El hombre se puede entender
así como un campo de batalla en el que se enfrentan fuerzas contrapuestas -pecado y
gracia- que ha de perfeccionarse mediante la colaboración de su libertad.
306
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Agustín de Hipona
(La ciudad de Dios, Libro XIV)
De especial interés nos parece citar la figura de San Agustín como uno de los
autores cristianos que mejor condensó este nuevo sentido de la ascética volcada
hacia el hombre interior y el nuevo papel de las emociones en su articulación con la
voluntad y el libre albedrío. Una cosmovisión cristiana la suya que dominaría la vida
y el pensamiento en Occidente hasta el siglo XIII.
Sin embargo, opinaba que los estoicos se equivocaban al pensar que todas las
emociones sin excepción eran nocivas y que la condición ideal en esta vida era estar
libre de ellas (apatheia) para el despliegue eficaz de la sabiduría (sage). Esta idea,
replica Agustín, nos llevaría a la insensibilidad, dejando de lado algunas emociones
307
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
que no deben ser extirpadas y que son necesarias para el cristiano, por ejemplo, la
compasión (426/2010). La doctrina cristiana nos invita a sentir emociones: amar a
los enemigos, estar enojado con los pecadores, temer a Dios, estar angustiado ante la
tentación, etc. Incluso Jesús lloró; su emoción, Agustín sostiene, no era fingida, sino
fruto de su asunción de la naturaleza humana, y como tal, sus afectos deben tenerse
por perfectamente justos y apropiados. Así lo manifiesta abiertamente cuando dice:
“cuando los afectos se exhiben en lo que es apropiado, están en conformidad con la
recta razón, ¿se atreven entonces a declarar que las emociones son “enfermedades” o
algo desagradable?” (426/2010, p. 325)
Para sostener esta imagen favorable de las emociones, Agustín, distingue entre
los afectos, los cuales son movimientos de la voluntad, y las pasiones, que, como su
propio nombre indica, son de carácter pasivo y pertenecen a la parte más baja del
alma. La vida emocional se divide así entre estados que están dentro o fuera del control
de la voluntad (Agustín de Hipona, 426/2010).
“La voluntad del hombre, entonces, es lo más importante. Si está mal dirigida,
las emociones (motus) serán perversas; si se dirigen con razón, las emociones no serán
47 Aunque Agustín no hace distinciones filológicas en el empleo de los distintos términos para referirse a la
voluntad (deseo, motivo, querer), podemos pensar, no obstante, en una cierta escala gradual del acto volitivo, de
causalidad de la acción. Este mismo aspecto se tratará con más detalle en el análisis del vocabulario emocional
ignaciano. Así mismo ver tabla 3.3 para ampliar información al respecto.
308
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
más irreprochables sino loables. La voluntad está en todos estos afectos, de hecho no
son nada más que las inclinaciones de la voluntad. ¿Qué son el deseo y la alegría, sino
la voluntad en armonía con las cosas que deseamos? ¿Y qué son el miedo y la tristeza,
sino la voluntad en desacuerdo con las cosas que aborrezco?” (p. 328)
Por tanto, las emociones no son algo que se deba erradicar cancelando las
relaciones con la materia, el cuerpo, etc., que no son intrínsecamente malos; éstas solo
son fuerzas rebeldes que necesitan de orden y control para el ejercicio de la razón: deben
entrenarse y ejercitarse hacia buenos fines. A este respecto, las pasiones, dice Agustín,
son consecuencia del desorden interno de nuestra naturaleza. Se ven como un signo
tanto de la rebelión del cuerpo contra la mente como una enfermedad del alma caída,
consecuencia del pecado original. Ese desorden constitutivo del ser humano, se puede
corregir con la purificación en tanto que en nuestra alma tripartita, lo racional (que
contiene la imago Dei) prevalece sobre lo animal y lo vegetal. Así, el alma, mediante
el auxilio y ordenamiento de sus potencias, debe corregirse y enmendarse a Dios para
autogobernarse y ser libre.
309
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
SABIDURÍA / FE
DIOS AFECTOS
Signo de la presencia
ILUMINACIÓN de Dios en el alma.
(RAZÓN SEMINAL) Llevan al conocimiento
de la verdad universal
MEMORIA
TRANSFORMACIÓN
IMAGO DEI
ENTENDIMIENTO TRINIDAD HIJO
INTERIOR ALMA RACIONAL
ELECCIÓN: TENSIÓN
(CONOCIMIENTO: PRESENTE) (YO SÉ)
INTROSPECCIÓN ESPIRITU
VOLUNTAD SANTO
(DESEO: FUTURO) (YO QUIERO)
HOMBRE
DESORDEN ORIGINAL
ACCIÓN
PERCEPCIÓN SENSIBLE
ALMA SENSITIVA (ADÁN) INTENCIONALIDAD
APETITO SENSIBLE
EXTERIOR
PRINCIPIO VITAL
ALMA VEGETATIVA
ORGÁNICO
PASIONES
SENSACIÓN
(APARIENCIAS MUDABLES) Llevan al mundo
sensible. Se pierden en
lo singular
MUNDO/MATERIA
CIENCIA
Así mismo, la aceptación del libre albedrío por el reconocimiento del papel
central de la voluntad en la acción, otorgaba en consecuencia un sentido de la
310
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
48 Así los determinismos aparecen como formas explicativas que liberan de la responsabilidad.
311
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Como dijimos, ninguna teoría singular de las emociones dominó durante toda la
Edad Media. Las propuestas se repartieron en al menos tres orientaciones (Knuuttila,
2004): una, proveniente en especial del mundo islámico, centrada en el estudio de
su naturaleza bajo la perspectiva de una psicología médica de las facultades basada
en Aristóteles y Galeno, que investigaba la conexión entre sus correlatos biológicos y
los mentales, abordando temas como el papel de las emociones en la enfermedad y la
recuperación (como desequilibrio en los humores), el efecto de la dieta y la nutrición
en las respuestas emocionales, etc. Buena prueba de esta línea son los trabajos de
Avicena y Averroes.
312
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
propósito, pues, era el de describir la relación que existía entre ésta como potencia
responsable de la elección y la decisión, y las emociones como deseos que tienen fuerza
motivacional propia para impeler al agente a actuar. Sin embargo, en relación a este
último punto, sus posicionamientos divergían.
49 Por ejemplo, tengo miedo de algo que parece estar en conflicto con lo que considero que es mi felicidad,
sea lo que sea, y que por lo tanto se considera como un mal, por lo que el miedo es la respuesta emocional a la
amenaza de una motivación frustrada.
313
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
con Anselmo al defender que en sí, las acciones son moralmente neutras (Fischl, 1997).
Además, sugiere que igualmente los deseos o inclinaciones no son buenos o malos como
tales. Las emociones no tienen valor moral intrínseco. El objeto apropiado que denota
la calidad de la valoración moral es la “intención” del agente [50]. Abelardo formalizó
esta actitud en su “ética voluntarista”. Éste defendía que el pecado era enteramente una
cuestión de intención, no de acción. La evaluación moral cabalga estrictamente en las
intenciones del agente, no en las emociones en sí mismas, o incluso en las acciones que
el agente realiza efectivamente. Una acción no es buena o mala sin referencia, lo que
está bien o mal es la intención que esconde. Las intenciones son, evidentemente, algo
profundamente personal, por lo que la ética de Abelardo formaba parte del desarrollo
del individuo. El vicio no es más que el consentimiento consciente al pecado, es decir,
a la acción realizada en el conocimiento de su desobediencia a los mandamientos de
Dios; el vicio no está en el deseo sino en el consentimiento, que dirían los estoicos [51].
Aunque ahondaron en los aspectos tratados por san Agustín y otros autores de la
patrística, las contribuciones de ambos religiosos se vieron sepultadas no obstante por
la nueva filosofía, la escolástica, y la recuperación de Aristóteles, que da comienzo a
una nueva fase en la historia de las teorías de la emoción.
2.2. Los comienzos del siglo XIII: la alta escolástica y el auge del
Aristotelismo.
50 Como vemos, con esta idea de la intencionalidad, el agente parece ser ahora más sofisticado; ya no es
solamente obediente o desobediente; también puede ser ahora autor.
51 Pone así el ejemplo de un hombre que al ver a una mujer ve “despertada” la concupiscencia; su mente
se pervierte por el ansia carnal y le incita a un bajo deseo, pero consigue refrenar este lascivo anhelo mediante
el poder de la “templanza”, y alcanza así la recompensa de obedecer el mandamiento de Dios (el noveno: no
codiciarás a la mujer del prójimo).
314
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
abordar los problemas de las relaciones entre la razón y la fe, que comúnmente
denominamos como escolástica. Conforme a la concepción aristotélica de la
hegemonía e independencia de la racionalidad, Alberto Magno aceptó entusiasmado
la reconquista “por parte de la razón de los derechos que ella misma había dejado caer
en desuso.” (citado Gilson, 2007, p. 507).
Otra de ellas, que tuvo enorme éxito, del cual podemos decir que acabó muriendo,
era la teología racionalista de la escolástica, una verdadera revolución (por la traducción
de sus trabajos al latín) que produjo un nuevo impulso a la especulación sistemática,
recogiendo una sensibilidad distinta a la de Agustín. La explosión aristotélica fue aún
más evidente en el caso de las emociones, en el que Aristóteles ofrece un contexto
teórico, es decir, un boceto de la ciencia de la psicología, que será completado tanto
por el punto de vista de Agustín, como por la información médica de los comentaristas
árabes, para producir una teoría única y completa de las emociones. El autor de esta
inmensa labor de síntesis fue santo Tomás de Aquino.
315
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Creer es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por imperio de la
voluntad movida por Dios mediante la gracia.
316
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Por tanto, dentro de esta vida espiritual, la razón y la voluntad se erigen entonces
como las potencias superiores que facultan a la persona para el ejercicio de la libertad,
en primer lugar, permitiendo abrirse a toda la realidad y conocerla en su esencia
(función de la razón), y en segundo, para conducirse frente a dicha realidad de manera
libre y auto-determinativa (función de la voluntad) (Copleston, 1984b).
52 Los filósofos escolásticos llamaron a estos aspectos species in sensate, definidos como propiedades de los
cuerpos individuales sensibles que no pueden ser percibidas por los sentidos externos, pero sí captadas por el
sujeto consciente en el acto perceptivo total.
317
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Así pues, por lo que respecta a las formas sensibles, dice santo Tomás, no habría
diferencias entre el hombre y los animales, puesto que se ven afectados de manera
similar por los objetos extensos. La divergencia entre estos, se situaría entonces en
la aprehensión que se produce de ese contenido empírico de la experiencia con los
sentidos internos. De manera “natural”, los animales, dice Aquino, hacen uso de las
potencias cognoscitivas internas, ya que pueden percibir la relevancia, utilidad, etc.,
por instinto de las cosas que les ocurren. Un cordero, por ejemplo, es capaz de percibir
a un lobo como algo más que un mero objeto con ciertas cualidades sensibles de color,
tamaño, olor, etc.; también como algo que indica peligro, como un “enemigo” del
que tiene que huir para salvar la vida. La peligrosidad no es, entonces, una cualidad
sensible que el cordero pueda apreciar directamente.
Sin embargo, Aquino denomina esa propiedad en los animales como vis aestimativa
naturalis (percepción por instinto), mientras que en el caso de los seres humanos habla
de la vis cogitativa como una facultad que está más allá del orden instintivo [53]. Sin
embargo, con respecto a este sentido cogitativo, al igual que los animales se conducirían
por el sentido estimativo natural, los apetitos sensitivos representarían potencias de
orientación por las cuales los hombres tenderían hacia los objetos presentados por los
sentidos calificándolos como convenientes o inconvenientes.
53 Con respecto a ese sentido cogitativo, Aristóteles notó ya que en la percepción (la pasión) hay una valoración
moral positiva o negativa del objeto que no era puramente intelectual, dado que también se encontraba en los
animales; sin embargo, no se ocupó de determinar el origen de ese juicio. Sin embargo, Aquino, siguiendo en
esto a Avicena, descubre como característica de ese juicio el ser una valoración de lo particular en tanto que
conveniente o inconveniente. Por tratarse de un juicio, no puede entender solamente a partir de la sensibilidad
y por verter sobre lo particular, no puede explicarse a partir de la sola razón. Diríamos que en el juicio de
conveniencia sobre lo particular, la inteligencia proporciona la premisa mayor y la cogitativa, la menor, que, a
su vez, es un juicio (en los animales, por falta de razón, la estimativa es el sentido superior).
318
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
apetitos sensitivos entendidos como las fuerzas mecánicas que gobiernan en el cuerpo.
En definitiva, la pasión, si bien se origina en una evaluación, no es en sí misma una
valoración procedente del apetito inteligible, sino el sentimiento de un movimiento
tendencial hacia el bien, acompañado de cambios fisiológicos generado en el apetito
sensible (Aquino, 1947, I-II, q. 22, a. 3).
Tabla 3.3. Terminología aplicada sobre la pasión y el afecto y las partes del alma
involucradas en San Agustín y Santo Tomás de Aquino.
319
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Por tanto, dado que pertenecen al apetito racional, los afectos deben perseguir el
bien por medio de la voluntad y guiados por la razón. Así, mientras que la inteligencia
influye en la configuración del objeto de los afectos, la voluntad influye directamente
en el ejercicio de la afección y de las acciones o resultados exteriores consecuentes.
El afecto, en la medida que se trata de una orientación motivada desde el espíritu,
depende de la razón, ya que capta el bien inteligible que influye directamente sobre la
voluntad o apetito inteligible e, indirectamente, a través del sentido cogitativo, en el
apetito sensible y las pasiones.
Es por ello que la ética tomista puede ser tachada de teleológica y marcadamente
intelectualista, dado que el criterio de medida de los actos humanos es la razón, porque
es a esta última a la que le corresponde dirigir la actividad del hombre hacia su fin.
Ese objeto (imaginario) de la razón práctica es el bien, que tiene naturaleza de fin, y
la razón práctica, al reconocer el bien como fin de la conducta humana, enuncia su
primer principio Bonum est faciendum et prosequendum, et malum vitandum, es decir,
se debe hacer y buscar el bien, y se debe evitar el mal. Por tanto, todo acto deliberado,
o está de acuerdo con el orden de la razón (es decir, que su fin inmediato está en
armonía con el fin último) o está en desacuerdo con el orden de la razón (es decir, que
su fin inmediato es incompatible con el fin último), de modo que puede ser calificado
en función de ello como bueno o malo (Singer, 2004).
Pero del hecho de que la voluntad por medio de la razón esté orientada hacia
el bien en general, no es, sin embargo, una necesidad de coacción, una necesidad
320
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
que vincule a la voluntad con la violencia (necessitas coactionis) sino una necesidad
de naturaleza (necessitas naturalis) que procede de la voluntad misma, en tanto que
como facultad apetitiva, no puede entenderse al margen de su objeto natural de deseo,
su finis natural, y ese objeto, dice santo Tomás siguiendo nuevamente a Aristóteles y
a los estoicos, es la beatitud, la felicidad, el bien en general. Los hombres deseamos
necesariamente ser felices, no podemos por menos que desearlo.
Por tanto, como vimos en san Agustín, el pecado es un mal menor, una
consecuencia intrínseca a la libertad humana para actuar o no conforme a la razón.
Se puede decir que Dios permitió el mal moral en razón de un bien mayor, el de que
el hombre pudiera ser libre y pudiera amar y servir a Dios por su propia elección.
En la libertad intervendrían, por tanto, tres elementos: la voluntad, como principio
intrínseco; el fin: el bien propio; y un acto: la elección (es un querer racional y no
necesario. Tiene su raíz en la razón, porque hay que elegir los medios que llevan al
bien). A este acto de la elección se opone toda coacción. Como ya se ha dicho, santo
Tomás mantenía que aunque el hombre quiere necesariamente la felicidad como
fin, no tiene una visión vinculante de la conexión entre los medios particulares y
aquel fin y, por tanto, es libre con relación a la elección de dichos medios, sin ser
321
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
determinado ni desde fuera ni desde dentro. La libertad del hombre se sigue del hecho
de su racionalidad.
Por esto, los apetitos intelectivos, los afectos, del ser humano se encuentran por
naturaleza subordinados a la voluntad y al juicio de la razón. Lejos de una visión
estoica de condena a las emociones como molestos acompañantes para la libertad
humana, como enfermedades del alma que sólo sirven para oscurecer y entorpecer
las actividades de la vida superior, Aquino entiende que tanto los afectos como las
pasiones deben seguir el juicio de la razón, reafirmar la determinación libre de la
voluntad y complementar la realización de las acciones de los seres humanos, siendo
algo así como facilitadores para la libre elección e impulsos de y para la propia vida:
Por este motivo, las acciones que impulsadas por la pasión se realizan u omiten,
pueden llamarse realmente voluntarias, puesto que la voluntad accedió a ellas. Aunque
tal voluntariedad es inferior a la de aquellas acciones plenamente decididas. Debido a
este dominio soberano de la voluntad, es posible incluso actuar en contra de aquello a
lo cual inducen las pasiones.
322
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
DIOS
RAZÓN SEMINAL
ASCENSIÓN
HACIA EL
PRIMER
MOTOR
EFICIENTE
MUNDO FINAL
MATERIAL FORMAL
MATERIAL
CUATRO
CAUSAS
323
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
54 Es decir, lo que hoy en día se conoce como técnicas de visualización, ya sea creativa o reproductora.
324
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
consecuentes pasa lo contrario, la elección y la acción son más malas o más buenas,
según se elija el mal o el bien. La acción es pues perfectamente voluntaria cuando
va acompañada de las pasiones consecuentes, mientras que la elección y la acción,
motivadas por pasiones antecedentes (“obrar por pasión”), son menos voluntarias,
tanto si son moralmente buenas como si son moralmente malas.
Significa esto pues que una acción, perfectamente buena o perfectamente mala,
irá seguida de pasiones consecuentes, queridas y elegidas por el sujeto, mientras que
la elección y la acción realizadas “por pasión” nunca pueden ser perfectamente malas
ni perfectamente buenas. El ser humano malo y vicioso, el verdaderamente malo, no
obra pasionalmente cuando elije el mal, sino con la cabeza fría. Y el bueno y virtuoso,
el verdaderamente bueno, tampoco obra pasionalmente cuando elije el bien usando
su virtud. Nunca una elección virtuosa puede ser una elección “por pasión”, porque
entonces ya no es una elección tan buena, y no puede llamarse virtuosa.
Y en esto, santo Tomás, siguiendo a san Agustín, san Anselmo y Pedro Lombardo
con respecto a la preeminencia de la intencionalidad frente a la acción, es bastante claro;
aunque la pasión inclinase hacia la misma acción, a la cual inclinaría el juicio racional
recto, cuando dicha acción se realiza movida por la pasión es menos voluntaria, y
por tanto menos buena. Es decir, no es perfectamente buena: “Es más laudable hacer
una obra de misericordia por el juicio de la razón que hacerla por la sola pasión de la
misericordia” (Suma Teológica, 1-2, 24, 3 ad 1.). Es decir, la elección perfectamente
buena, la elección virtuosa, no sólo debe ser una elección “según la razón”, sino que
yendo más allá, debe ser una elección “a partir de la razón” (García López, 2005).
325
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Tertuliano
(De Carne Christi)
No quiero ser filósofo hasta tal punto que resista a Pablo; no quiero ser Aristóteles hasta
tal punto que me aparte de Cristo.
Pedro Abelardo
(Epístola XVIII)
326
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
se referían a las tesis que eran averroístas y algunas a la enseñanza de Aquino) en favor
del voluntarismo y la facultad de autodeterminarse por medio de la voluntad (Dixon,
2006). A este respecto, la lista de Tempier incluía:
“Que el alma no quiere nada menos que es movido por otro. De ahí la siguiente
proposición es falsa: el alma quiere por sí mismo. -Esto es erróneo si lo que se quiere
decir es que el alma es movido por otro, a saber, por algo deseado o un objeto de una
manera tal que la cosa deseable u objeto es la única razón para el movimiento de la
voluntad en sí misma (194). Eso es imposible para la voluntad de no querer cuando
está en la disposición en la que es natural para que sea movido y cuando aquello
que por naturaleza se mueve sigue estando tan dispuesta (131)” (citado en Knuuttila,
2004, p. 256).
Entre los más violentos adversarios del tomismo se contaban los franciscanos,
considerados los fieles guardianes de la herencia de san Agustín, los cuales tomaron la
filosofía tomista como una provocación, especialmente en torno a tres tesis que trataron
de refutar san Buenaventura, Duns Escoto y Guillermo de Ockham respectivamente:
1) Todo ser, aun el hombre, tiene sólo una forma substancial única; no hay por
tanto “materia espiritual” y todo conocimiento empieza y acaba por los sentidos; 2)
El entendimiento goza de primacía respecto a la voluntad y además la libertad es
consecuencia de la orientación natural de la razón; 3) La fe y la metafísica pueden ser
objeto de conocimiento científico a la manera de los saberes empíricos.
Como veremos, estas tres cuestiones de corte teológico, donde se debatía una
determinada imagen del hombre y sus formas de relacionarse con Dios, afectaron, sin
duda, tanto al concepto que se tenía de la voluntad como de las emociones y el papel
que ambas desempeñaban en la salvación por medio de su educación con los ejercicios
espirituales. Empecemos viendo la reclamación de san Buenaventura.
327
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
328
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
329
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
cada persona posee una que le es propia y distinta a las demás; las diferencias en
las disposiciones psíquicas no proceden por tanto de la herencia corporal (esto será
importantísimo cuando lleguemos a Ockham y Escoto).
Si bien es cierto que el tratamiento que tanto Escoto como Ockham hicieron
sobre las emociones podemos calificarlo como de oblicuo, pues nunca escribieron
sistemáticamente sobre el asunto, merece la pena que retomemos algunos aspectos
de su pensamiento relevantes para la crítica tomista. Al igual que Buenaventura, los
dos diferían de Aquino con respecto a la idea de que las emociones están, en el mejor
de los casos, indirectamente bajo nuestro control. Siguiendo a san Anselmo, Escoto
encuentra que las afectos tienen un componente activo irreducible en tanto que son
55 Más tarde, autores como Spinoza intentarán dar una solución a este problema.
330
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Pero veamos este desarrollo más despacio, primero con Escoto y el tema de la
voluntad, y luego el de las categorías psicológicas y el estatuto epistemológico de la
teología en Ockham.
Decíamos que, para Escoto, las emociones eran una característica de la voluntad,
tanto en lo que Aquino denominaba como apetito intelectivo, así como apetito
sensible [56]. Como agustiniano, Escoto defiende decididamente contra Aquino la
primacía de la voluntad sobre el intelecto, negando así la importancia que éste atribuía
a la razón.
56 Al igual que comentamos en el caso de san Agustín (ver nota 47), aquí de nuevo hay una disparidad de
concepciones de la voluntad. La clave estaría, desde mi punto de vista, en tratar estos conceptos como diferentes
grados de determinación y libertad.
331
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Escoto no era, sin embargo, “irracionalista”. Reconoce que es lógico pensar que
el entendimiento precede a todo acto de la voluntad, ya que ésta no puede ejercitar su
elección en relación a un objeto completamente desconocido -aunque no es del todo
imposible-; así pues es difícil que la voluntad no se incline a aquello que es finalmente
dictado por la razón práctica.
332
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
333
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
334
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
del movimiento, no hay ninguna razón, sin embargo, para adoptar como preferible en
términos ontológicos una clasificación particular de las emociones frente a cualquier
otra.
57 Según Gilson, “el estudio de Ockham permite comprobar un hecho histórico de importancia capital, que
se suele pasar por alto constantemente. Que la crítica interna desarrollada contra ella por lo que se designa, con
vaguedad excesiva, como filosofía escolástica, provocó su ruina mucho antes de que lograra formarse la filosofía
llamada moderna.” (Citado en Eliade,1978/2005, p. 253).
335
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
58 Contra esta moral del “capricho”, heterónoma, creó Kant su moral autónoma como razón práctica necesaria
para la creencia en Dios.
336
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
2.4. Una época que languidece y otra que germina. El invierno de la Edad
Media y el anuncio de la primavera renacentista.
Con la crítica al tomismo de los tres autores que acabamos de ver, la imagen
de la fe y la relación del hombre con Dios, se vieron afectadas. En primer lugar,
resultaba innegable que sin la suposición de una dualidad ontológica no era posible
el conocimiento de lo trascendente. En consecuencia, la introspección personal, a
diferencia de la investigación del mundo sensible, constituía la vía privilegiada por
medio de la cual descubrir a Dios operando en el alma -única e inalienable- del creyente;
y además, este proceso de autodescubrimiento se apoyaba en la voluntad más que en el
intelecto, puesto que debía existir un deseo por creer que iba más allá de la razón (credo
quia absurdum) que trabajara sobre las condiciones particulares de desenvolvimiento
del creyente, antes que sobre supuestas y mal justificadas circunstancias universales de
la racionalidad.
337
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Todo ello era consecuencia de que el aquinate había construido una teología desde un
autor ateo y naturalista que abría el camino para la crisis del pensamiento religioso.
Jacob Burckhardt
(La cultura del Renacimiento en Italia)
338
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
una época y otra, hay que entender el fenómeno renacentista como la continuidad y
la transición progresiva desde el punto de vista de la historia intelectual, ya que, el
individualismo ya estaba muy presente en ámbitos del medioevo como la religión o la
literatura.
Como podemos suponer, ese cambio en las mentalidades que avanzó un paso
más en la concepción occidental del individuo, no fue fruto de una sola aproximación,
de una sola región de la actividad humana que fue marcando el paso a las demás, sino
339
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
más bien como un proceso holístico, transversal y rizomático que fue constituyendo
horizontalmente esa nueva sensibilidad por la autonomía.
340
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
políticos y culturales que, desde nuestro punto de vista, trazarán las vías maestras de
ese nueva idea que las personas tienen de sí mismas y de su papel en la vida diaria de
la sociedad. Veamos algunos de esos acontecimientos centrales.
Esta nueva concepción del Estado se sustentará más bien en una perspectiva laica
del hombre y menos sacral. Del hombre “cristiano” medieval, obligado a serlo por las
leyes de una Iglesia católica omnipresente y de un Estado colaborador interesado, se pasa
al hombre “ciudadano”, sujeto de valores naturales, lo que posibilitará la autonomía
del saber, la emancipación de la filosofía respecto a la teología, y la emergencia de la
ciencia empírica [59]. Todos estos elementos activarán el sentimiento individualista, el
subjetivismo, y en el orden social, los nacionalismos.
59 Pensemos en el número de las universidades que surgen y que indican su relevancia social: De 23 pasarán
en menos de 100 años a 90.
341
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
No por casualidad, nos encontramos quizá con la época más brillante del libro.
La imprenta descubre un campo de acción ilimitado, aspira a hacer de todo hombre
un lector, se introduce hasta en la más pequeña aldea. Se inaugura la librería como
comercio. Así mismo, con el aumento de la posesión de libros, aparecen las bibliotecas
particulares [60].
60 Según las fuentes consultadas por Goulemot (1993), la principal temática de los libros que se tenían eran
religiosos antes que de otras materias. También parece que los protestantes tienen más libros que los católicos.
342
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
343
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
para adoptarlo como modelo. Así, entre el siglo XIV y XV, los humanistas, a través
de apasionadas búsquedas en las bibliotecas de toda Europa, sacaron a la luz textos
clásicos que la Edad Media había ignorado o conocido solo de modo indirecto
(Mortara Garavelli, 1996).
Pero esto no se limitó solo a la recuperación y difusión de los textos clásicos. Una
característica de la mayor relevancia fue la aparición de un nuevo ideal de educación.
El ideal educativo humanista a su más alto nivel fue el del pleno desarrollo de la
personalidad humana. La literatura antigua fue considerada como el principal medio
de educación; pero la formación moral, el desarrollo del carácter, el desarrollo físico y
el despertar de la sensibilidad estética no fueron descuidados; y el ideal de educación
liberal no se vio en modo alguno como incompatible con la aceptación y práctica del
Cristianismo (Kennedy, 2003).
Se confirmó que la retórica no era el árido estudio del trívium medieval, o las
enseñanzas técnicas de De inventione, sino un arte nuevo y creativo, característico
de los seres humanos en su más alta potencialidad. La retórica no se considera
simplemente el arte de expresar ideas en un lenguaje bello o apropiado; aún menos
es el arte de persuadir a otros retóricamente; el término retórica denota la expresión
344
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Pero tal vez las características generales de la cultura del Renacimiento, esa vuelta
a tantas cosas, podría resumirse en un solo anhelo: la renovación de la vida religiosa.
No por casualidad, la ética y la mística fueron los ámbitos donde el individualismo
se fraguó más rápidamente (Lebrun, 1993). El giro operado en el humanismo
renacentista, a pesar de la emergencia creciente de una conciencia laicista, no tenía
como objetivo eliminar la fe; sólo desplazar su ubicación desde la investigación medieval
preocupada por Dios y el Cielo, a una visión teológica del hombre, descubriendo la
dimensión existencial, autónoma, de la naturaleza humana y el fomento de las ideas
de autodesarrollo y cultivo personal. Un claro ejemplo de ese cambio de tendencia lo
encontramos en el arte, donde se pasa de las grandes pinturas corales de tema religioso,
a retratos intimistas como el de Nicolaes Maes (1634-1693).
Así pues, desde el siglo XIV al XVI nos encontramos con nuevos gustos en la
espiritualidad alternativos a la escolástica que se orientan en dos sentidos. Uno de ellos
fue el reconocimiento de la mística como camino autónomo para elevarse a Dios: el
hombre quiere redescubrir la palabra misma de Cristo en su pureza revelada en la
Biblia, entenderla en su significado genuino libre de las superestructuras tradicionales
que la controlaban, devolviéndola a su forma genuina y a su poder salvador (Maroto,
2000).
345
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Por otra parte, un desarrollo de la vertiente ascética de la fe que tomo a Cristo –la
persona- como modelo de virtud al que se debe imitar tanto en sus obras como en su
fuero interno (pensar como él, sentir como él, actuar como él) (Post, 1968).
Tanto una orientación como la otra –las cuáles tenían muchos puntos de
contacto- trajeron como consecuencia que el cuidado del alma, esa sustancia mal
definida, se volviera cada vez más individual, por la tendencia religiosa al interiorismo,
al subjetivismo y al individualismo como superación de la piedad comunitaria, y
más acorde con la philosophia Christi, nueva afirmación de la dignidad de la persona
(Bataillon, 2007). Así, en la misma medida que se interiorizaba la vivencia religiosa –
desarrollando la piedad interior y el examen de conciencia-, otras expresiones religiosas
tradicionales de la cristiandad, plasmadas en dogmas, devociones externas y otras
346
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Pero veamos con más detalle en las próximas secciones del capítulo cómo se
gestó este nuevo gusto por la espiritualidad privada.
Ligero y capital equipaje que basta al hombre para vivir su obra de salvación
completamente solo para realizarla. La soteriología luterana, en efecto, hace saltar
en pedazos las estructuras mentales y las pulsiones orgánicas de esa soteriología de la
salvación en común que ha hecho la encarnación histórica de la cristiandad.
Ahora, el hombre forcejea solo con su destino ultraterreno.
Alphonse Dupront
(El zapato de raso)
Al tiempo que sucedía esto con respecto a la fe, comenzó la propia disolución de
la Iglesia Católica desde dentro. Si bien el siglo XIV amanecía con el buen augurio de
347
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
la proclamación de un “Año santo”, el jubileo del 1300, esto no se trató más que de
un espejismo. A la muerte de Bonifacio VIII tres años después del jubileo, los cambios
de fondo no dejaron de sucederse: el “destierro” de Avignon (1305-1378), el cisma de
occidente (1378-1447), la peste negra (1348), el nacimiento del espíritu laicista y, por
tanto, el ocaso de la concepción sacral de la autoridad eclesiástica, el enfeudamiento
secular y pagano del papado durante el Renacimiento (1441-1517) etc. (Maroto,
2000). En concreto, esta última cuestión resultaba especialmente sangrante para la
feligresía, pues por aquella época se produjo en el Cristianismo de base una excepcional
valoración religiosa de la pobreza como el medio primero y más eficaz para realizar el
ideal proclamado por Cristo y los apóstoles [62]; un comportamiento que se encontraba
muy alejado de lo que la curia mostraba con sus actos. Por estos motivos, el prestigio
espiritual del papado decreció o se hundió, los intereses materiales primaron sobre los
espirituales, el pueblo cristiano y sus dirigentes civiles y eclesiásticos se percataron de
que el interés primordial de la curia pontificia era el dinero. Un periodo turbulento
éste que finalmente culminará con las Reformas de Lutero, Calvino y Enrique VIII.
Sin duda, en este nuevo giro hacia el sentido personal e interno de la fe, tuvo
mucho que ver la recuperación de Platón, o dicho con más precisión, del Neoplatonismo
a través de autores como Ficino (1433-1499) y su Academia Platónica (Kennedy,
2003). Pero no debe pensarse que estos platónicos eran decididos anti-escolásticos. No
se trataba tanto de oponer un filósofo –Aristóteles- a otro –Platón- como de renovar
un modo de ver la realidad platónico o neoplatónico, una “pia philosophia” que
62 Una idea promovida por los franciscanos y ciertos movimientos heréticos como los dulcinistas, los
humiliati, los valdenses y los cátaros, o las beguinas y los begardos (Maroto, 2000).
348
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
reuniese los elementos valiosos de la antigüedad pagana y, sin embargo, siguiese siendo
al mismo tiempo cristiana. De esta forma, se realizará una nueva síntesis renacentista
entre el pensamiento de Platón, Plotino, Jámblico y Proclo con el de san Juan, san
Pablo y san Agustín y los Padres de la Iglesia, como fue el caso Pico de la Mirándola
(1557/2003).
349
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Mira, estoy ante la puerta y llamo. Entraré en quien oiga mi voz y me abra,
y celebraremos el ágape de unión,
yo con él y él conmigo.
63 Richard Rolle (1300-1349), perteneciente a la Escuela Inglesa, escribe “Libro de la orientación particular,
o de la dirección íntima”. Además otros trabajos de Walter Hilton (1340-1396), Juliana de Norwich (1342-
1416) y Margarita Kempe (1373-1438). En Italia, libros como “Conocimiento y victoria de sí mismo”, “Espejo
interior”, “modo de adquirir devoción y conservarla” de Juan Bautista Crena (1401-1458); “Tratado sobre la
oración mental”, o “Dificultades en la oración”, de Serafino de Fermo (1496-1540).
64 Invocación perteneciente a la oración “alma de Cristo”, la cual se incluía con frecuencia en los libros de
Horas y en muchos manuales de devoción de los siglos XIV y XV. Una de las razones para ello, quizá se deba
a que Juan XXII (1316-1334) la había enriquecido con al menos tres mil días de indulgencia por considerarla
especialmente devota. De hecho, Ignacio de Loyola la sitúa al comienzo de su libro de los Ejercicios espirituales
y la prescribe como oración propicia para el segundo y tercer modo de orar, como más tarde veremos (Loyola,
1997).
350
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Uno de los principales signos que nos revela los cambios operados con el
individualismo renacentista, es el gusto que éste trajo por el análisis y observación de
los estados psicológicos, especialmente del mundo afectivo. Tanto en la música, como
la poesía y la literatura de esta época, se pone de manifiesto ese interés y preocupación
tanto por la problemática emocional de sus héroes y personajes, así como por la
capacidad de estas artes, especialmente las dos primeras, para transmitir y recrear
emociones y sentimientos (Díaz Marroquín, 2008).
351
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Como ya vimos, esta legitimación del afecto como camino que conduce al
conocimiento de Dios, partía principalmente de la tradición agustina y de su rechazo
de una estructura abigarrada y jerárquica de las facultades psicológicas, en favor de
352
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
una visión unificada de la actividad mental, en donde el sentir, pensar, desear y ser,
se encontraran íntimamente entrelazados. En cuanto a esa Teología de los afectos, el
Cristianismo renacentista se apropió así de la psicología de san Agustín restableciendo
la conexión entre las emociones y la retórica y su relación con el iter mentis ad Deum.
La verdad de lo invisible, que es propia de las creencias religiosas, se articula así a
través de la metáfora, el símbolo, la prosopopeya, y todas las figuras que crean drama,
intensidad y fuerza en la vida afectiva como signos de lo que “me está pasando”.
Además, durante esta época podemos observar cómo esa búsqueda religiosa de la
provocación de los afectos a través de los medios psicagógicos de la retórica, no se agota
y detiene en la oratoria, en el lenguaje oral; ahora estos medios serán transferidos por
igual a dispositivos representacionales íntimamente vinculados como son los textos
devocionales (ejercitatorios espirituales, rapiarios [65], devocionales, libros de horas),
las artes plásticas (tallas escultóricas que se procesionan, retablos, capiteles, frescos,
cuadros) y la música (oficio de tinieblas, motetes, salmos, Stabat mater).
65 Se trataba de antologías de textos o pasajes de autores de la tradición que trataban un mismo tema religioso.
353
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
desprecia sino que, muy al contrario, hay que perseguirlo y transformarlo en una labor
que nunca debe cesar. El camino oscuro de la muerte debe convertirse en el ingreso a
una nueva vida [66].
La devoción al corazón de Jesús, que surge en esta época, se erige entonces como
el locus privilegiado de las emociones, la cual insta a quienes la practican a tener, en
palabras de san Pablo, los “mismos sentimientos” que Cristo Jesús” (Epístola a los
filipenses 2:5. Énfasis mío). Por la abertura de la herida en su costado, Cristo muestra
al creyente el camino hacia su forma de sentir simbolizada por su corazón (Godwin,
2004). En el sufrimiento se produce, pues, la relación más estrecha con Dios, la
convergencia de los corazones, en expresión de Teilhard de Chardin (1976/2002).
Esta idea del hermanamiento del hombre con Cristo en el sufrimiento la expresó
de manera nítida san Agustín en su tratado sobre el Evangelio de Juan:
66 Recuérdese el texto de Octavio Paz de la nota 14 de este capítulo a este respecto.
354
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
culto por las imágenes sagradas como signo que denotaba esas realidades (Belting,
2009).
A este respecto, la efectividad de las imágenes para mover los afectos queda
explicada por el cardenal Gabriele Paleotti (1522-1597), autor de un tratado sobre
arte basado en parte en Carlo Borromeo, cuando dice:
355
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
356
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Pero tal vez, el ejemplo culmen de ese filopasionismo para movilizar las
emociones, se encuentre en la conformación de la Semana Santa entendida como
ritual colectivo en el que el creyente era participe del drama del dolor y sufrimiento
de Cristo y de su madre [67], operándose de esta manera la configuración de los scripts,
de las gramáticas culturales de la afectividad, en un arco que iba desde la tristeza y el
padecimiento de la Pasión, a la alegría y esperanza de la Resurrección [68] (Christian,
2004). Evidentemente, la representación de las heridas y el tormento infringido a
Cristo –tanto físico como moral [69]- no tenía el objetivo de reflejar fidedignamente la
verdad de los hechos históricos. Lo importante era conmover, movilizar la sensibilidad
religiosa y confortar la piedad.
67 Un caso extremo de esta participación fue el fenómeno de los flagelantes. Se trataba de grupos itinerantes
de laicos que, para expiar sus propios pecados y sobre todo los pecados del mundo, recorrían diferentes países
conducidos por un “maestro”. Cuando llegaban finalmente a una ciudad, formaban una procesión, a veces
muy numerosa, hasta contar varios miles de personas, que se dirigía a la catedral, cantando himnos y formando
luego varios círculos. Sin dejar de lamentarse y llorar, los penitentes invocaban a Dios, a Cristo y a la Virgen,
mientras se flagelaban con tal violencia que los cuerpos se convertían en masas tumefactas de carnes lívidas
(Vandermeersch, 2004).
68 Para potenciar el impacto emocional de los pasos procesionales, se llegaron a añadir a las esculturas pelo
natural, ojos de cristal, artificios para que éstas llorasen, etc.; incluso se crearon figuras articuladas de la Virgen,
como por ejemplo hicieron en 1580 la hermandad del sepulcro de Jaén, o el Cristo de los Gascones en Segovia,
donde a los ojos un público conmovido se veían los abrazos y padecimientos entre una madre y su hijo (Gómez
García, 1991). Recientemente, también se han descubierto esculturas con dientes humanos, suponemos que
en aras de ese realismo (http://efektonoticias.com/ciencia-y-tecnologia/hallan-dientes-humanos-en-una-talla-
mexicana-de-cristo-del-siglo-xviii).
69 Acorde con esa nueva espiritualidad intimista, además del sufrimiento físico, en Austria, los Países Bajos
y la Alemania meridional, también hubo una intensa devoción por los sufrimientos interiores de Cristo, los
Geheime Leiden (Moscoso, 2010).
357
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
principalmente pintura [70], así como de los manuales sobre el ars moriendi (el arte del
buen morir) (Rey Hazas, 2003), y la importancia atribuida al purgatorio [71].
70 Véase la excelente documentación ilustrada en T.S.R. Boase, en el que se muestran con precisión enfermiza,
dibujos y pinturas con las diferentes fases de la descomposición del cuerpo (1972
71 La definición pontificia del purgatorio data del año 1259, pero su popularidad crece posteriormente,
gracias sobre todo al prestigio de las misas por los difuntos. Véase Le Goff, “El nacimiento del purgatorio”).
358
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
359
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Así pues, el llanto jugó un papel central dentro de esa economía religiosa de los
sentimientos (Christian, 2004). Las lágrimas fueron especialmente importantes como
signo de contrición, como evidencia del conocimiento y la subsiguiente transformación
del propio corazón, de la orientación que recibía la propia afectividad. El Tostado
escribió: “Nuestras lágrimas tienen gran fuerza ante Dios” (1517, a ii vº, a v rº). Es
por ello, que éstas formaban parte de esas tecnologías del autodescubrimiento, pues
revelaban la culpabilidad y al mismo tiempo la corregían mediante la compunción por
su mero conocimiento. De hecho se consideró un don, el “don de lágrimas” [72]. A este
respecto, Teresa de Ávila dirá tiempo después:
“Si con esto [contemplando la Pasión] hay algún amor, regálase el alma,
enternécese el corazón, vienen lágrimas; algunas veces parece las sacamos por fuerza;
otras el Señor parece nos las hace para no podernos resistir. Parece nos paga su Majestad
aquel cuidadito con un don tan grande como es el consuelo que da a un alma ver que
llora por tan gran Señor; y no me espanto, que le sobra la razón de consolarse. Regálase
allí; huélgase allí” (1565/2000, 10:2).
72 Véase una definición bastante ilustrativa de este don que nos proporciona Lorenzo Justiniano (1381-1456):
“Oh lagrima humilde, tuya es la potencia; tuyo es el reino, no temes el tribunal del juez, a tus acusadores
impones silencio. Ligas al omnipotente, inclinas al Hijo de la Virgen, abres el cielo y ahuyentas el demonio. Tú
eres el manjar de las almas, la fuerza de los sentidos, borrón de los delitos, destrucción de los vicios, guía de las
virtudes, compañera de la gracia, refección del espíritu y lavado de culpas. Tú eres olor de vida, sabor de espíritu,
gusto de perdón, sanidad de inocencia que vuelve, alegría de reconciliación, suavidad de conciencia serena, y
enseñanza firme de elección eterna. Alégrese quien te tuviere en la oración por compañera, porque seguro ira
después de su oración” (http://www.liturgiacatolica.org/catequesis/dones/lagrimas.htm).
73 En los primeros niveles, por ejemplo, se encontraban las lágrimas con efecto purgativo sobre los pecados.
Este era el tipo que más énfasis recibía en la mayoría de los libros para seglares. También estaban las lágrimas de
éxtasis, de consolación, de vanagloria, de recogimiento, contemplativas, etc.
360
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
interior y la teología de los afectos por su efecto purgativo sobre los pecados y la
transformación de su vida mediante la ordenación de la afectividad.
Figura 3.8. Rogier Van der Weiden (1435-1438). Descendimiento de la cruz. Detalle
del llanto de algunos de sus personajes (de izquierda a derecha y de arriba abajo): Virgen
María, María Cleofás, José de Arimatea y María Salomé. Museo Nacional del Prado,
Madrid.
361
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
1. El misticismo alemán.
Michel de Certeau
(Le voyage mystique)
Precisamente, esa profunda piedad afectiva movida por el deseo de una unión
más íntima con Dios a través de las emociones, floreció en el siglo XIV en las riberas
del Rin de mano de la mística alemana. Si algo habían dejado patente las corrientes
franciscanas sobre la especulación tomista y las disputas intelectuales, es que éstas no
servían para inflamar el corazón y transformarlo, y en consecuencia, no conducían
al hombre más cerca de Dios. El malestar de Thomas de Kempis (1418/1944) a este
respecto queda patente cuando manifiesta: “deseo sentir compunción más que saber
cómo se define (…) un rústico humilde que sirve a Dios es ciertamente mejor que
un orgulloso filósofo que, olvidándose de sí mismo, considera el movimiento de los
cielos” (I, 2 a). De igual forma, Gerson se pregunta “si Dios no es mejor conocido por
el sentimiento de penitencia que por el entendimiento que investiga” (citado Maroto,
2000, p. 585).
362
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
La réplica que dieron los místicos alemanes a este envite fue la de ampliar la idea
de experiencia más allá de sus límites escolásticos varados en la extensionalidad (Eliade,
1978/2005). En concreto, subrayando de ésta su aspecto interno, fenomenológico,
como el ámbito genuino e irreductible que fundamentaba la certeza sobre la validez de
las creencias religiosas para el creyente. Sólo de esta forma, pensaban, redefiniendo las
condiciones para una relación directa entre la criatura y el creador, la fe podría justificarse
sin la necesidad de criterios externos y objetivables. Los manuales que escriben estos
místicos, no son por tanto libros que se limitan a ganar un conocimiento teórico; son
textos para ser “vividos”, para realizar un viaje que previamente ha realizado su autor,
y que conduce a ese descubrimiento de Dios en el alma (Maroto, 2000). Camino que
transita generalmente por la exigencia radical de la renuncia al yo en sus facetas de
ser y quehacer; un “desasimiento” y abandono en manos de Dios como presupuesto
para la unión transformante [74]. Camino, además, que para ser recorrido necesita del
auxilio de los ejercicios espirituales para ese vaciado interior y la ordenación de la
conciencia mediante la oración y la contemplación.
74 La idea de abandono podría tener cierta familiaridad con la indiferencia estoica y su dejarse llevar por la
ley de la naturaleza.
363
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
364
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
siguiendo a san Pablo, Orígenes y Agustín de Hipona, vuelve a la idea del “hombre
interior”, espiritual, cuya grandeza radica en que su alma condensa y refleja la imagen
divina, cosa que demuestra que éste es de la “raza y parentela de Dios” (1998). El
objetivo de la fe es, por tanto, encontrar en sí la divina quietud desierta en la que sólo
rige la Unidad inefable. Precisamente, esta empresa puede prosperar en el hombre en
la medida en que la naturaleza eterna de su alma, contiene una “centella” del fuego
divino. Así pues, el creyente es conminado a llegar al principio divino (la Gottheit o
deidad) inscrito en su naturaleza, que es de naturaleza más extensa que el Dios (Gott)
trinitario (teología negativa). En efecto, por su misma naturaleza, el Grund del alma
(el principio y la matriz de “Dios”) no recibe nada externo que no sea el ser divino,
directamente y sin mediadores. Sólo Dios en su totalidad es el que penetra en el alma
humana y la constituye (Eckhart, 1988). La condición de este camino hacia Dios es
ver “todas las cosas y vernos a nosotros mismos como una pura nada (…). Lo que no
tiene ser no existe y todas las criaturas no tienen ser porque dependen de la presencia
de Dios” (p. 63). Su logro es el renacimiento del hombre en Dios, como sucede en la
experiencia mística del santo. De ahí que Eckhart arguya el punto de vista apofático [75]:
es imposible afirmar algo positivo acerca de Dios, como pretendía la escolástica, ya que
no puede establecerse analogía alguna entre los atributos de lo finito y lo infinito. Así
pues, en un tono un tanto provocador, Eckhart niega la bondad de Dios confiándosela
solamente al hombre, pues la esencia divina trasciende toda determinación de lo
creado [76] (Fischl, 1997). La mística de Eckhart adopta así el gusto casi constante por la
forma lógica de las paradojas, que más tarde también encontraremos en Kierkegaard,
privando al lector de cualquier sosiego ante el carácter contradictorio de las creencias:
75 “Apofático” y “Catafático” son dos términos acuñados por Aristóteles en su Lógica empleados como
especificaciones del discurso enunciativo. Catafático indica la afirmación y apofático la negación. Más tarde,
ambos términos serán empleados profusamente por la teología cristiana: aquellos que están a favor de construir
un discurso positivo sobre lo que Dios es (Escoto, Areopagita, neoplatónicos medievales, etc.) y otros que
plantean una teología negativa, como Eckhart, que sostiene la imposibilidad de establecer ningún tipo de
analogía entre los atributos de lo finito y de lo infinito (Boni, 1992).
76 La dificultad de este planteamiento tendría que ver entonces con el estatuto ontológico que se le atribuye
a Cristo, permaneciendo simultáneamente en el gozne entre la divinidad y lo humano.
365
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
“no puede verse más que por la ceguera, conocer por el no-conocimiento, comprender
por la sinrazón” (Eckhart, 1998, p.106).
77 La verdadera naturaleza del hombre es el alma, que es eterna. Por tanto, el tiempo es, según Eckhart, el
mayor obstáculo para acercarse a Dios. Y no sólo el tiempo, sino también “las cosas temporales, las afecciones
temporales, incluso el aroma del tiempo” (véase el texto traducido por C. de B. Evans, (1924/1931), p. 237).
366
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
o gemüth (disposición), que hace referencia tanto a su aptitud para acoger lo divino,
como a su capacidad para realizar el recorrido que le conducirá, a través de un itinerario
ascético, hasta la mística unión con Dios.
367
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
368
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
cierto es que la llama de esa piedad secular prendió en algunos grupos organizados que
mantuvieron vivo el sentimiento religioso en una época tan tormentosa.
Una de esas agrupaciones que más repercusión tuvo en las regiones del norte
de Europa –principalmente los Países Bajos y Alemania- fueron las begardas y las
beguinas [78], un grupo de mujeres no ordenadas, generalmente de clase alta, que se
organizaban en pequeñas comunidades entorno a unas casa de acogida y recogimiento
conocidas como beguinatos (begijnhof), que repartían su tiempo entre una vida intensa
de piedad, oración, trabajo y ayuda a los más necesitados (pobres, viudas ancianos)
(Van Engen, 1988). Aunque menos numerosos, también existía una versión masculina
con este carisma, conocidos como begardos (véase McDonnell, 1969).
Figura 3.9. Retrato de Margarita Porete, mística francesa que perteneció al movimiento
de las beguinas y que escribió “El espejo de las almas simples”, por el que fue condenada a
morir en la hoguera en 1310.
78 Según ciertos autores, este nombre parece derivar de “albigensienes”. No sería raro, teniendo en cuenta la
similitud de su doctrina (Eliade, 1978/2005).
369
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Al mismo tiempo, toda una amalgama de disidentes que habían roto sus
vínculos con la Iglesia por distintos motivos, se unieron por el ideal de seguir una
370
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
79 Para una taxonomía razonada se puede consultar Melquiades Andrés (1973), el cual organiza el ambiente
hispano espiritual de comienzos del XVI en diferentes grupos.
371
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Por una parte, no inauguró, pero sí potenció una crítica a las instituciones
jerárquicas de la Iglesia, principalmente del papado, aunque no sólo [80], que ya
preexistían desde el Cisma de Occidente, acuñando la famosa divisa de Monachatus non
est pietas (Orella, 2001). El erasmismo también insistió en una intimista renovación
de la fe. Una reforma desde dentro que partía de la transformación mental para
irradiarse luego a la regeneración de la institución eclesiástica. Al igual que Erasmo
potenció una interiorización de la fe, se proclama en consecuencia la necesidad de
consolidar un Cristianismo interior. Toda la vida religiosa se reduce a una actitud
interior y espiritual de profesión de las tres virtudes teologales e igualmente también
se extiende a la negación de unas puras formas exteriores, consistentes en ritos, rutinas,
ceremonias y devociones.
Para empezar, la vida ascética del cristiano debe entenderse como una milicia,
como un litigio constante con aquello que nos aparta de Dios (“contra malicia,
milicia”). En esta guerra es necesario, por tanto conocer al enemigo, sus estrategias
ofensivas y las armas con las que cuenta. Esta lucha empieza por tanto, contra el
pecado original y contra la ignorancia teológica, para lo cual es necesaria la fe en la
Escritura, la meditación y la oración mental para conocer sus puntos débiles (vicios,
defectos, pecados, afecciones desordenadas), y el seguimiento del ejemplo de Cristo;
80 Se critica al clero, a los obispos, a las órdenes religiosas, al estado general de la Cristiandad, al papado y
a todos aquellos que visiblemente se manifiestan como intocables por sus vicios, su inmoralidad y su codicia.
372
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
en segundo lugar contra la carne, por medio del servicio a Dios y no con el servicio al
mundo y al demonio; luego con la imitación de Cristo, despreciando las cosas visibles
en comparación de las eternas, juzgándolas no por los criterios mundanos, sino por
los de Cristo. La vida del cristiano comporta igualmente la esperanza en un sistema de
retribución diferido al que se accederá por el ejercicio de la virtud y el castigo del vicio.
Con Erasmo, parece entonces admitirse como posible en el hombre una participación
en su santificación: lo cual presupone algún tipo de libre arbitrio (este mismo dilema
se encontraré en Ignacio de Loyola). Sin embargo, sigue sin estar claro si será necesaria
la gracia para todo acto moralmente meritorio, y cómo se realiza la actuación conjunta
de la gracia y del libre arbitrio. Sabiendo que estas normas expuestas son cometido de
todo cristiano, no sólo del monje, ya que según la propia vocación se debe seguir a
Cristo, acercándose a los hombres que ayudan a imitar a Cristo, leyendo las Escrituras
y siendo miembro bien formado del cuerpo místico de Cristo; formando todos juntos
una comunidad imaginaria de almas cercanas a Cristo construidas a través de largas
cadenas imitativas (unos santos que imitan a otros, etc.) incluyéndose y formando una
historia general de la salvación.
Como piedra angular de todo el proceso, Erasmo entiende que el viejo oráculo
griego del “conócete a ti mismo” es verdaderamente la respuesta divina a nuestras
inquietudes (1503/1999). El hombre aprende a conocerse reconociéndose en la
imagen que los filósofos han trazado de él. Y por eso Erasmo eleva a su miles christianus,
por encima de las necesidades urgentes de la acción, hasta la consideración de una
naturaleza humana dividida, en la cual hay que poner orden. A este respecto, ¿qué papel
desempeñan las emociones? ¿Hay que extirparlas, según quieren los estoicos, o bien,
como la tradición agustina y franciscana, utilizarlas como “espuelas y incitamientos
para la virtud” (Ibíd.)? Aunque Erasmo no define claramente su posición, de sus
palabras se saca en limpio dos cosas: “la una, que es necesario tener el hombre bien
conocidas las pasiones e inclinaciones de su ánimo; la otra, que no hay ninguna de
estas aficiones tan recia ni tan forzosa que no se pueda refrenar o traerse a que sea
virtud” (p. 327).
373
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Figura 3.11. Edición de 1519 realizada en Basilea del “Manual del caballero cristiano”
de Erasmo de Rotterdam. Cornell University Library, Nueva York.
374
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
las oraciones, cómo debe hacerse, las mejores horas para hacerlo, sobre las diferentes
maneras de orar, sobre la oración mental por encima de la vocal, los lugares adecuados
para rezar, etc.
¿Qué han querido estos tristes reformadores, sino tomar en consideración a Dios,
reduciendo la química de la salvación entre Dios y el hombre a ese movimiento de fe,
a esa transacción personal y clandestina en un estrecho gabinete (…)?
Paul Claudel
(El zapato de raso)
(…) con diligencia debes mirar que en cualquier lugar y en toda ocupación exterior estés
libre dentro de ti y señor de ti mismo, y que todas las cosas estén debajo de ti no tú debajo
de ellas, para que seas señor y director de tus obras,
no siervo ni esclavo venal, sino más bien libre y verdadero israelita,
que pasa a la suerte y libertad de los hijos de Dios.
Thomas de Kempis
(La imitación de Cristo, Libro III, 38:1)
375
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Orígenes y expansión.
81 Un espíritu de cambio, por cierto, cuyo testigo tomó posteriormente la espiritualidad jesuita entre otras.
82 Cuando los historiadores trataron de investigar la génesis de los Ejercicios Espirituales de Ignacio de
Loyola, dieron con la figura del abad de Montserrat, y analizando su libro (el Ejercitatorio) –que pudo ser leído
por Ignacio-, encontraron que no era más que una compilación, hecha con orden y talento, de diferentes autores
ascéticos, pertenecientes en buena parte a la devoción moderna. Esto alentó el estudio de esos autores buscando
en ellos un puente con los ejercicios ignacianos.
376
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
(1380-1471), Juan Mombaer (1460-1501) y otros, los jardines de los claustros y los
anchos campos del pueblo cristiano” (p. 315).
83 Como movimiento originalmente católico, la nueva devoción se declaraba obediente a sus prelados y a la
Iglesia de Roma. Esto fue crucial para diferenciarlos de los otros movimientos caracterizados como heréticos
en la época. Así tuvieron aprobación del obispo de Utrech para usar sus iglesias parroquiales y estaban libres de
sospecha de herejía para practicar las virtudes cristianas.
377
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Nadie mejor que Thomas de Kempis, testigo ocular y miembro del grupo, para
ofrecernos una descripción -llena del encanto carismático de los orígenes de todas las
grandes instituciones espirituales- de la vida interior y actividades que realizaban esos
devotos:
“No me acuerdo haber visto antes hombres tales, tan devotos y fervientes en la
caridad de Dios y del prójimo. Viviendo entre los seglares, no seguían en nada la vida
secular y parecía que no se preocupaban para nada de los negocios temporales. Pues,
permaneciendo en la quietud de las casas, se dedicaban con toda diligencia a copiar
códices, ocupados frecuentemente en lecturas espirituales y devotas meditaciones, y
durante el trabajo se consolaban con oraciones jaculatorias. Por la mañana iban a la
iglesia para rezar las horas matutinas, y celebrar la misa, ofreciendo a Dios las primicias
de su boca y los suspiros de su corazón, postrados en tierra, levantaban al cielo sus
manos puras y el entendimiento, buscando ser reconciliados con oraciones y lamentos
y con la ofrenda salvadora. (…) Tenían todos un solo corazón y una sola alma en
Dios, poniendo en común lo que pertenecía a cada uno. Y vistiendo y comiendo con
sencillez, no pensaban en el día de mañana.” (Kempis, Vitae discipulorum Domini
Florentii, cap 1. Opera omnia, III. Citado en Maroto, 2000, p. 317).
Dado el uso extensivo que desde el principio los nuevos devotos hicieron de la
lengua vernácula en sus textos y en las lecturas de la Biblia [84] y el carácter sencillo y
accesible de su vida cristiana, a finales del siglo XIV y durante el XV, el movimiento
de los Hermanos de la vida común atrajo a una cantidad enorme de laicos, que obligó
a que desde la primitiva congregación de Deventer, las casas se extendieran a Utrech
y la ribera del río Ijssel al este de los Países Bajos (Diepenveen, Windesheim, Zwolle)
y después a Alemania -en la vecina diócesis de Münster y Colonia- y Bélgica (Brujas,
Lovaina, Gante).
84 La Iglesia no aceptó el uso generalizado de la lengua vernácula hasta después del concilio tridentino.
Mientras que el latín era la única lengua aprobada para la doctrina, la ley y la liturgia, la vernácula se permitió
exclusivamente para los propósitos edificantes privados (Hyma, 1924).
378
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
La unión espiritual de las dos instituciones –los Hermanos y los canónigos de san
Agustín- quedo así asegurada al tener los mismos fundadores, la identidad de ideales
y la cercanía geográfica entre Deventer, cerca de Bruselas, y Windeseheim. En 1395
ambas instituciones consiguieron la aprobación oficial, lo cual favoreció su expansión
por los Países Bajos hasta absorber en 1413 el monasterio de Groenendael donde
vivió Ruysbroeck, y que sería el puente entre las prácticas de introspección y análisis
del alma de la mística alemana y de estos nuevos fieles que se hicieron llamar devotos
modernos, y por extensión al movimiento, constituyeron la devoción moderna.
379
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
380
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
1. Tendencia antiespeculativa.
Ciertamente, en el día del Juicio no nos preguntarán qué leímos, sino qué hicimos; ni
cuán bien hablamos, sino cuán religiosamente vivimos.
Thomas de Kempis
(La imitación de Cristo. Libro I, 3:4)
Como otras tantas corrientes que ya hemos visto, la Devotio Moderna nació
bajo un signo de oposición y crítica tanto hacia las conjeturas metafísicas de la
escolástica, como a la espiritualidad altamente especulativa de los grandes místicos
como Eckhart. La sensibilidad de los nuevos devotos, es por tanto próxima a la “vía
moderna” de Ockham y el nominalismo al subrayar la primacía de la voluntad y
los afectos en asuntos de fe. A pesar del rechazo del vuelo metafísico de la mística
alemana, la influencia de ésta sobre la Devotio Moderna será patente sin embargo en su
orientación decididamente psicológica de la experiencia religiosa, y consecuentemente,
en el cultivo de la introspección y la interioridad, el “hondón” del alma [85] (García-
Villoslada, 1956).
En cualquier caso, la renuncia a las sutilezas y disputas del tomismo, les condujo
a guardar una actitud decididamente negativa no sólo de la curiosidad intelectual, sino
también de desprecio por la ciencia. Mombaer manifiesta abiertamente esta actitud
cuando sostiene: “no queremos enseñar doctrinas sublimes ni explicar lo que toca a
la contemplación, sino tratar solamente de la meditación afectiva vulgar, por la cual
se llega al alcázar de la teología mística más fácilmente que diciendo cosas sublimes y
elevadas” (Rosetum, tit. XX, alph 45, Proloquium. Citado en García-Villoslada, 1956,
p. 323).
381
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Lo que los devotos buscaban en los libros, no era, por tanto, amplitud de
conocimientos, sino contenido práctico como pábulo para sus meditaciones afectivas
que fomentara su Christiana simplicitas antes que la speculatio philosophica (Van Engen,
1988). Aprender no era para ellos nunca un fin en sí mismo ni el requisito previo a
una carrera, sino más bien y simplemente un medio para un fin: el aumento cada vez
mayor de la santidad personal.
Es por ello, que los libros de la Devotio Moderna no pretenden ser originales
en su doctrina. Por ello muchas de sus obras son “rapiarios” o “colectarios”, al estilo
de los “florilegios” medievales [87], es decir, colecciones de textos o pasajes de autores
agrupados más o menos sistemáticamente de la tradición que más resultaban más
convenientes para fomentar su piedad afectiva. Su gran fuente son las Escrituras, pero
sin demasiada teología y espiritualidad estrictamente bíblica, sino como sentencias y
frases que o bien confortan, o dan pie a sus disertaciones: del cristianismo de Oriente
usan en versiones latinas, pues apenas saben griego, de san Juan Clímaco, Casiano, y el
Pseudodionisio por algunas de sus fórmulas que como vimos eran patrones universales
en Occidente. De los Padres latinos citan bastante a san Agustín; y de los medievales a
san Bernardo, Buenaventura, Enrique Suso, y Ruysbroeck (Maroto, 2000).
86 Erasmo consagró su vida a la realización de esa síntesis: hermanar la piedad con la doctrina. La razón de
su salida del movimiento de la devoción moderna fue precisamente la necesidad de aportar a ésta una filosofía
y un intelectualismo de la que carecía.
87 Aquí también, la Devotio Moderna recogió la herencia de una larga tradición monástica, de “los florilegios”
medievales. Literalmente, recolección de flores, un florilegio era un compendio de fragmentos seleccionados
de las obras literarias, teniendo el mismo significado etimológico que la palabra “antología”. En la Edad Media
los florilegios eran colecciones sistemáticas de extractos tomados principalmente de los escritos de los primeros
autores cristianos y también de filósofos paganos como Aristóteles y, algunas veces, otros escritos clásicos. Un
buen ejemplo es Manipulus Florum que se completó a principios del siglo XIV. El objetivo era tomar pasajes que
ilustraran ciertos tópicos, doctrinas o temas. Después del período medieval, el término se extendió para aplicarse
a cualquier miscelánea o compilación de carácter literario o científico.
382
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
El cristianismo tiene una doctrina, pero no es una doctrina; tiene una moral,
pero no es una moral; tiene un culto, pero no es un culto.
La esencia del cristianismo es una persona y no hay doctrina ni moral ni culto
que sean realmente cristianos si no se pueden vincular al Hijo encarnado.
Romano Guardini
(La esencia del cristianismo)
88 Pensemos que el libro más destacado de la Devotio Moderna, y que luego comentaremos, se titula La
imitación de Cristo.
383
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
3. Moralidad y ascetismo.
Thomas de Kempis
(La imitación de Cristo. Libro II, 1:1)
Thomas de Kempis
(La imitación de Cristo. Libro I, 22:4)
89 Nos preguntamos si no será precisamente el luteranismo el que elimine esta doctrina de la voluntad.
384
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
citan con frecuencia (Groote y sus discípulos suelen citar a Epicteto y Marco Aurelio.
Kempis, menciona en La imitación de Cristo varias veces a Séneca).
Así pues, los tópicos más frecuentes de su ascética son la guerra y la paz, la lucha
y vencimiento de sí mismo, el desprecio de la vanidad del mundo, la mortificación de
todos los afectos desordenados, el desapego de todo lo externo; todos ellos expresados
en una lenguaje con fuertes tintes bélicos que nos sugieren connotaciones vinculadas
a unos soldados en campaña que son espoleados a combatir [90]. En esa concepción
castrense de la vida parecen complacerse la mayor parte de los autores ascéticos de la
Devotio Moderna (Post, 1968).
Has de ser probado aún en la tierra y ejercitado en muchas cosas (…) “Esfuérzate, pues,
y sé valeroso” (Jos 1,6), así en hacer como en padecer cosas repugnantes a la naturaleza.
Conviene que te vistas de hombre nuevo y te vuelvas otro hombre.
Thomas de Kempis
(La imitación de Cristo. Libro III, 49:4)
Thomas de Kempis
(La imitación de Cristo. Libro I, 3:2)
90 Como vimos, Erasmo hace referencia a esta idea en el Enchiridion cuando dice aquello de “militia contra
vitia”; o ya en versión posterior de Gracián, “contra malicia, milicia”.
385
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Pero, ¿cuáles eran las “armas” con las que contaban estos devotos soldados? La
respuesta la encontramos en los ejercicios espirituales que venimos biografiando desde
el comienzo. Que la ordenación metódica de la propia vida era una práctica usada
entre los Hermanos de la vida común y Canónigos de Windesheim, lo sabemos por los
apuntes o notas espirituales que nos han dejado. Como señala García-Villoslada, quizás
sea la persistente tendencia al orden, al método, a la regla, al esquema lógico con estos
ejercicios para ejercitar las virtudes y controlar los vicios, el rasgo más característico
del movimiento en su conjunto (Maroto, 2000). Pero su forma de entender el ejercicio
(oefening) supone para ellos una forma entera de vida no restringida a una ámbito
concreto de actividades. Más específicamente hablan de “preparación espiritual”
a la que ellos están regularmente sometidos en terrenos tan diversos como cuando
leen las Escrituras o un libro devocional, cuando obedecen a su director espiritual,
cuando ayunan para contrarrestar pensamientos inicuos, cuando aceptan un castigo,
y así sucesivamente a través de una larga lista de actividades; todo eso contaba como
ejercicio espiritual, como entrenamiento y formación de su propio yo. Hay en esta
ascética y su metodización, como resulta evidente, una preeminencia del ethos sobre el
logos. Dado que los nuevos devotos eran más dados a la meditación y al recogimiento
privado, la necesidad de sistematizar su vida y sus ejercicios de piedad resulto ser
fundamental. Es por ello que siguiendo a autores como Guigo II con su Lectio divina o
al Pseudo-Dionisio y otros autores que ya hemos visto, con la Devotio Moderna se llegó
a la reglamentación de todos los ejercicios espirituales cristianizados, especialmente,
la llamada oración mental (equivalente a la meditación) y el examen de conciencia
conforme a un método minucioso (García-Villoslada, 1956). Así pues, autores como
Gansfort y principalmente Mombaer, del que luego hablaremos, llevan al límite esa
reglamentación indicando la materia que ha de meditarse cada día de la semana, el tipo
de ejercicios que se han de realizar con las tres potencias del alma, el método que se ha
de seguir en la misma oración, los actos psicológicos que se han de efectuar y por qué
orden, amén de prescribir la hora, el lugar, la alimentación, el clima afectivo adecuado,
la postura corporal que convenía guardar, etc. La vida cotidiana de estos devotos,
con su meticuloso esmero en los detalles, se asemeja a ese nuevo gusto de la pintura
386
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
holandesa por los cuadros reducidos pero de gran fidelidad y realismo. Todo ello, con
el fin de reformar las capacidades humanas –transformación del entendimiento, la
memoria y la voluntad- desordenadas por naturaleza debido al pecado original.
Para que el lector se forme una idea de la complejidad del método de oración
prescrito por Mombaer en su “Rosario”, transcribiré de manera simplificada, y sin
explicaciones, su Escala de la meditación (Scala meditatoria) que comprende: a) un
primer grado con la propuesta del tema y una oración introductoria (modus recolligendi):
b) un grado preparatorio (gradus praeparatorii) (para desarraigar y repeler los malos
pensamientos y pensar en lo beneficioso, adecuado y conveniente antes de entrar en la
oración); c) un grado procesatorio de la mente (gradus processorii et mentis) (ejercicio
de la memoria) (comprende operaciones como la conmemoración, la consideración,
la atención, la explicación, el tratamiento); d) un grado procesatorio del juicio (gradus
processorii et iudicii) (ejercicio del entendimiento) (comprende juicio, causalidad y
rumia); e) un grado procesatorio del afecto (gradus processorii et afectus) (ejercicio de la
voluntad) (comprende degustación, lamentaciones, deseos alternativos, asentimiento
de la verdad confirmada en la oración, apertura (a lo sagrado), confianza); f ) y
finalmente un grado conclusivo (gradus terminatorii) (comprende acción de gracias,
encomienda, holocausto [91]) (Mombaer, 1410). De igual manera las normas que da
Mombaer para el examen de conciencia no son menos imbricadas, llenas de divisiones,
subdivisiones, aclaraciones, corolarios, etc.
387
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
el origen de la meditación sistemática de los jesuitas –objeto de esta tesis- y que otros
harían común en la era moderna temprana (Hyma, 1924).
5. Carácter afectivo.
Thomas de Kempis
(La imitación de Cristo. Libro I, 21:1)
388
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
en una nueva devoción. Por tanto, el punto era cultivar los tipos adecuados de afectos
e impulsos, deseo de Dios y deleite en el bien. La pureza del corazón (reinigheid des
hertes) se convirtió en el objetivo último de esta interioridad, resolución y progreso
moral (Post, 1968). Un corazón purgado de los afectos carnales y malos deseos, pero
lleno de afectos piadosos era el objetivo de su modo de vida. La compunción se
identificó así con la devoción. Es por ello que los textos que recomiendan y eligen para
sus rapiarios son preferentemente de tipo afectivo, descollando san Agustín, Casiano,
san Gregorio, san Bernardo, los Victorinos, David de Augsburgo, los dos Cartujanos
Ludolfo y Dionisio, san Buenaventura, Ubertino da Casale, Gerson, etc. Sentir,
experimentar en sí mismo, de un modo directo e inmediato, las cosas espirituales,
lo mismo el dolor que el amor, penetrarse íntimamente, cordialmente, del afecto de
la compunción, viene a ser más o menos, como aquel sentir la humildad, o sentirse
humilde. Hasta el mismísimo vocablo con que los discípulos de Groote se designaban
a sí mismos, Devoti, está indicando su naturaleza más afectiva que especulativa. La
devoción, para ellos, es esencialmente fervor, oración inflamada, deseo de Dios. A
este respecto Mombaer dice: “La devoción es un afecto piadoso y humilde en Dios”
(Citado en García-Villoslada, 1956, p. 334).
6. Interioridad y subjetivismo.
Thomas de Kempis
(La imitación de Cristo. Libro I, 3:3)
389
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
El autor que mejor sintetiza y expresa los rasgos que hemos visto de la Devotio
Moderna es, sin duda, Thomas de Kempis. Thomas Hemerken de Kempis (1380-
1471) fue sacerdote canónigo regular de Windesheim, estudiante en Deventer junto a
Florencio Radewijns, y maestro de novicios en el convento de Agnietenberg (Zwole),
donde pasó toda su vida dedicado a copiar códices, redactar sus propias obras, y escribir
la crónica del convento y de algunos discípulos de Radewijns (Maroto, 2000).
92 Algunos ejemplos de Kempis: “Con estas observaciones, se convierte el hombre contrito, interno y devoto”;
“El Hombre devoto e interno ama en secreto, con el fin de darse a sí mismo más libremente a Dios”; “El hombre
devoto e interno se convierte por el ejercicio cotidiano y el propósito diligente”. Para las referencias completas,
ver García-Villoslada 1956, notas 76-79.
93 Es muy común su idea de la fuga del mundo que reaparece en todos los libros y en casi todas las páginas
de la Imitación (ver por ejemplo, Kempis, 1418/1944. Libro I cap. 20).
390
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Kempis ha pasado a la historia del cristianismo por una obra que se le atribuye [94]:
el Contemptus mundi, o conocido más frecuentemente como la “Imitación de Cristo”
(De imitatione Christi). La imitación representa una admirable síntesis de la sustancia
real y formal de la Devotio Moderna. Si quisiéramos conocer la esencia de este
movimiento espiritual, bastaría con leer este pequeño tratado en donde sus rasgos se
presentan allí en toda su pureza. Además, podemos decir, sin temor a equivocarnos,
que se trata del libro devocional que más influencia ha tenido en la historia del
cristianismo occidental, siendo considerado por muchos como el “quinto evangelio”
(Hyma, 1924). Como muestra, baste pensar que, aunque fue escrito a tan solo una
generación de la aparición de la imprenta, ya en 1500 contaba con 50 ediciones en
varios idiomas [95].
El primero de los cuatro libros en los que se compone la obra, trata de lar
advertencias útiles para la vida espiritual, invitando a vivir el hombre interior, auténtico,
existencial. Para conseguirlo, plantea Kempis, hay que renunciar a las distracciones y
94 El libro se distribuyó desde el comienzo como anónimo. Con el tiempo, las especulaciones llegaron a
atribuir el texto a no menos de 40 autores, entre los que figurarían san Agustín o Bernardo de Claraval. Al que
con mayor fuerza se arrogó, fue a Jean Gerson (1429), el célebre canciller de la Sorbona de París. En España
esta hipótesis tuvo éxito, por lo que solían referirse al libro como “el gersoncito” (el propio Ignacio de Loyola lo
llamará así). La investigación actual, sin embargo, está en condiciones de rechazar su paternidad, apuntando,
por diversas razones (cronológicas, estilísticas, doctrinales, geográficas, etc.), a la autoría de Kempis. Para una
revisión de esta cuestión, ver xxx.
95 Además, de esta fecha existen unas 750 copias hechas a mano.
391
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
vanidades del mundo. El segundo libro incide en esa exhortación a la vida interior:
una vez preparado y liberado, el hombre puede profundizar en su encuentro vivo con
Cristo, expresado en una paulatina identificación con éste. Destaca especialmente el
tercer libro, el más extenso de los cuatro (mientras que los otros tienen de media 19
capítulos, éste cuenta con 59) dedicado a la “consolación interior”, que incide con más
ahínco y vehemencia afectiva en los temas tratados anteriormente en la forma de un
diálogo entre el alma y Cristo [96]
96 Respecto al cuarto y último libro, no tiene conexión temática con los anteriores, tratando el tema del
sentido y la función de la eucaristía.
392
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
“La obra maestra del género, cuya lección de interioridad resulta más accesible
a todos, es la Imitación de Cristo, quizás el libro más popular en toda la Europa de la
época. Esta obra, atribuida comúnmente a Gersón, se conoce en España con el título
de Contemptus mundi (…). Los súbditos de Isabel, en la época en que triunfa en el
norte de Europa la Devotio Moderna de Windesheim, escuchan con enorme avidez
las lecciones de este manual de desprendimiento. Su espiritualidad, hija del claustro,
conduce al claustro; pero también puede inducir a los seglares a cerrar el oído a los
ruidos del mundo para dialogar con Dios” (p. 48).
393
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
de Mombaer dista mucho de ser una obra maestra literaria, careciendo de la frescura y
el fervor de la Imitación de Kempis.
Precedido por una versión abreviada publicada en 1491, este extenso trabajo se
imprimió cinco veces entre 1494 y 1620 en importantes centros espirituales de toda
Europa, como Basilea, Milán, y Douai; su edición más conocida fue la publicada
en París en 1510. Esta última edición fue bien recibida por los partidarios de la
Reforma: Lutero se refiere al Rosario en varias de sus publicaciones. Desde el siglo
XVII en adelante, sin embargo, la importancia del Rosetum declinó a consecuencia
de la aparición de un nuevo método para la meditación, más sencillo y directo, que
rápidamente se hizo muy popular, como eran los Ejercicio Espirituales de Ignacio de
Loyola (1491-1556).
394
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
395
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Como ya se dijo, el texto fue pensado para ayudar a los nuevos devotos y monjes
en las tres principales funciones espirituales que éstos debían realizar en su vida
devocional; esto es, la liturgia de las Horas, la comunión, y la meditación y el examen de
conciencia. La principal dificultad de estas tres actividades, era la misma: la distracción
y la “sequía” espiritual. La clave era crear un sistema que mantuviera al devoto vigilante
y fervoroso durante el rezo de las horas canónicas –especialmente durante el largo oficio
nocturno-, permitiéndole concentrar la mente en un lugar determinado y ceñirse a la
contemplación de un objeto o tema preciso bien delimitado durante la meditación,
todo con el fin de evitar el vuelo de la imaginación por divagaciones ociosas.
Ese sistema de control y vigilancia era la Scala meditatoria a la que antes nos
referimos al hablar de la metodización de la vida espiritual en la Devotio Moderna. El
ejercicio mismo de la oración suponía una verdadera arquitectura mental para sacar el
mayor fruto espiritual, en la cual estaban implicadas las tres potencias del alma. Nada
menos que 23 actos prevé y aconseja Mombaer para hacer una cosa relativamente
sencilla como ponerse a rezar (Mombaer, Ibíd.). Así mismo, el sistema regulaba las
materias de la meditación para cada día de la semana, la hora, el lugar, la postura del
cuerpo convenientes para la meditación, etc.
Uno de los métodos más curiosos para impedir la distracción de los monjes,
tenía que ver con lo que Mombaer denominó la mano salmódica o Chiropsalterium
(Mombaer, Ibíd.), un recurso mnemotécnico con sede en la propia corporeidad para
la meditación que se inspiraba en el Alphabetum divini amoris de Nikolas Kempf, así
como en la mano musical de Guido d´Arezzo (990-1050).
396
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
En dicho sistema, las diferentes partes de la mano servían como loci de memoria
en el que las imágenes o ideas se aplicaban en secuencias ordenadas para proporcionar
un cierto nivel de meditación. De igual manera, además de las instrucciones para
numerosas meditaciones de longitud variable, este tratado contenía siete canciones
religiosas que estaban destinadas a despertar emociones y facilitar la correcta disposición
para la meditación. En la mano salmódica, cada dedo simboliza un instrumento
musical específico de modo que la mano al completo representa el carácter polifónico
de una orquesta en alabanza a Dios (Hascher-Burger, 2008). Esta mano incluía así los
instrumentos musicales que se describen en la Biblia [97].
97 Así, por ejemplo, el pulgar representa la lira, la voz humana y el órgano; el índice flautas y salterios, el
anular, trombón, trompeta, cuerno, el meñique, la vihuela, la zanfoña. Ver Benz, 1976; Hermans, 2004.
397
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
398
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Quien trabaje para la historia de nuestra mística tendrá, pues, que fijar ante todo sus
miradas en esta remota época de influencia alemana
y de incubación de la escuela española; periodo muy oscuro y
que discrecionalmente podemos alargar hasta el año 1550.
Marcelino Menéndez-Pelayo
(Historia de las ideas estéticas en España)
Efectivamente, España era una tierra próspera en planes de reforma. Baste observar
con qué efervescencia se da en el siglo XV la regeneración entre las órdenes religiosas
desde los más pequeños núcleos o casas, hasta las congregaciones de observancia de
mayor renombre. Así, entre franciscanos, jerónimos, dominicos, agustinos, carmelitas,
399
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Desde el punto de vista cronológico, los monjes españoles fueron los primeros
entonces en recoger la herencia de sus hermanos flamencos y renanos, tanto en el
espíritu de reforma de la propia vida monástica (su principal reflejo en España es la
congregación benedictina de Valladolid, de la que luego hablaremos), como en el
desarrollo de toda esa corriente de metodización e interiorismo de la vida espiritual que
alcanzó sus manifestaciones más notables durante el siglo de oro [98] (Maroto, 2012).
Como expresión de estos cambios, cabe citar algunas obras que recogen este
nuevo sentido de la espiritualidad; entre los dominicos nos encontramos con Fray
Pablo de León (1491-1531) y su “Guía del cielo”; San Vicente Ferrer (1350-1419)
con su “Tratado de la vida espiritual”. Entre los agustinos sobresale Santo Tomás de
Villanueva (1486-1555) autor de “Modo breve de servir a Dios” o “De la lección,
meditación, oración y contemplación”. También el Beato Alonso de Orozco (1500-
1591) con obras como “Vergel de oración” o “Monte de contemplación”.
Pero los dos exponentes más claros y predominantes de esta nueva tendencia
hacia el cristianismo interior las encontramos en: 1) el movimiento franciscano: éste
había conseguido niveles altísimos en su empeño de reforma, promoviendo después
entre el pueblo la piedad interiorizada. La mentalidad de reforma trae consigo, entre
los franciscanos y otros grupos, el ejercicio ascético, la soledad y el silencio, una especie
de huida del mundo hacia el desierto, para el ejercicio de la oración contemplativa (los
franciscanos emplean como manual del “método” el “Tercer abecedario espiritual”
de Francisco de Osuna (1497-1540); 2) los benedictinos, que habían conseguido
98 Es la primera vez que en España se introducía el gusto por la oración metódica y mental a expensas de la
pública y litúrgica.
400
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
99 Barbo fue prior comendatario de la abadía de San Jorge in Alga, vinculado a los canónigos regulares de
Windesheim, foco de la Devotio Moderna. En 1408 pasó al monasterio benedictino de Santa Justina, donde
inició un proceso de reforma en la que destaca su introducción de la oración metódica. Su obra, de evidente
inspiración flamenca, influyó sobre la reforma vallisoletana de García de Cisneros, e incluso sobre la misma
abadía de Montserrat en un fallido intento de reforma tiempo antes de la llegada de este último.
401
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
abadías. Esta nueva observancia articulaba la vida de los monjes en torno a la reclusión
perpetua, la pobreza y la austeridad subrayando la importancia de la lectio divina.
Fruto también de esa reforma, fue el hecho de que en la abadía, y en general en toda
la congregación vallisoletana, se redujera el tiempo dedicado a la oración coral en
aras de la oración mental de la que ya hablamos (Maroto, 2012). La influencia de
San Benito de Valladolid en la sociedad de su tiempo, y particularmente en la propia
orden benedictina, no se hizo esperar y la reforma se extendió a otras abadías como la
de Montserrat [100].
100 No olvidemos que San Benito fue el centro de una Congregación de Observancia, como se decía
entonces, con varios monasterios afiliados, estatuto jurídico éste desconocido en la regla benedictina, que
dejaba autonomía a las abadías.
101 La implantación de una imprenta en la abadía, montada por el impresor alemán afincado en Barcelona,
Luschner, tuvo una enorme repercusión histórica para la reforma del monasterio y la promoción de la cultura
espiritual de los monjes más allá de sus muros. Lamentablemente, ésta tuvo una existencia efímera, desde febrero
de 1499 a noviembre de 1500.
402
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Como bien señala Bataillon, el siglo XVI español, ya en ciernes, era un tiempo
signado por la unidad. Unidad política (Aragón y Castilla desde 1479) y geográfica (el
descubrimiento del Nuevo Mundo en 1492), que también debía ser unidad espiritual.
Habría que ver en todo ello un símbolo del rol al que estaba invitado a desempeñar el
monasterio de Montserrat en la reforma religiosa que con carácter nacional, antes que
Trento o las manifestaciones protestantes, impulsaban Isabel y Fernando (Bataillon,
2007).
Así pues, los reyes decidieron que la congregación de San Benito de Valladolid,
reconocida por sus cambios, se hiciera responsable del proceso de transformación de
Montserrat, reducida para ello a priorato [102]. Para tal cometido, se enviaron en 1493
102 La reducción a priorato había sido una condición puesta por el abad de San Benito de Valladolid
que se ocuparía de su remodelación. Tenía la reciente experiencia de haber fracasado en la reforma de un
monasterio castellano: los monjes allí enviados habían quedado anulados por no tener autoridad jurídica
sobre la comunidad. El hecho de que Montserrat fuera un priorato dependiente de San Benito, garantizaba
403
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
404
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
En cuanto a los ermitaños, Cisneros elaboró enseguida unas normas para ellos,
en las que se les exigía un vínculo de obediencia con el superior del monasterio, así
como se les imponía la profesión religiosa y la observancia de la Regla benedictina.
Una vez reguladas las formas externas de la vida comunitaria, faltaba lo relativo
al gobierno y disciplina comunitaria y la vida interior de los monjes. Para ello, Jiménez
de Cisneros redactó dos obras fundamentales para la posterior conformación de los
ejercicios ignacianos: el “Ejercitatorio de la vida espiritual” y el “Directorio de las Horas
canónicas”, ambas impresas en la propia abadía en 1500. Nosotros nos centraremos
tan solo en el Ejercitatorio.
103 Sus fuentes son muchas, y el autor no pretende ocultarlas, pero se pueden determinar algunas más
fácilmente que otras. Es evidente – y generosa- la presencia de Zutphen y de su De spiritualibus ascensionibus
que, como ya dijimos fue impresa en Montserrat por orden de Jiménez de Cisneros. Otros autores destacados
405
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
propósito era introducir a los novicios en la práctica de los ejercicios espirituales, los
cuales guiarían a estos en su avance por las sendas del progreso ascético (Colombás,
1955). “Compilación de los Ejercicios Espirituales”, lo llama su autor, reconociendo
cual habrá de ser su metodología para la composición de un tratado sobre “cómo
el ejercitador y varón devoto se ha de ejercitar según las tres vías que son llamadas
Purgativa, Iluminativa y Unitiva” (Jiménez de Cisneros, 1500/1857, p. 188).
Teniendo como fin último “ayuntar el ánima con Dios”, Jiménez de Cisneros
propone recorrer un camino o proceso –que le describe como una subida desde el
“valle de las lágrimas” o del pecado hasta el “monte alto” de la mística unión con
Dios- a través de determinados ejercicios organizados según las tres vías clásicas
(purgativa, iluminativa y unitiva), equivalente a los tres estadios de la perfección en la
vida espiritual (principiantes, aprovechados y perfectos) [105]. Sobre este marco general
la obra se estructura en cuatro partes con un total de 69 capítulos. Los diez primeros
son Gerson, San Buenaventura, Mombaer, el célebre cartujo Hugo de Balma, de Kempis, y otros muchos cuya
selección manifiesta la gran erudición del abad.
104 Su composición final data del siglo XVIII.
105 Como dijimos al hablar de forma tríadica de la ascética entendida como progreso, la visión de san
Buenaventura y Hugo de Balma eliminó el carácter hierático que el Pseudo-Dionisio había dado a cada una de
las vías, postulando por el contrario la especificidad temática y práctica de cada una de estas, es decir, asociando
distintos tipos de contenido y ejercicios espirituales para cada etapa de ese desarrollo (por ejemplo, el examen
de conciencia es más adecuado en la vía purgativa por su carácter depurador que en la vía unitiva). Jiménez de
Cisneros adoptó la visión de estos dos autores y con ello favoreció su conocimiento y difusión.
406
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
407
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Los medios que el hombre dispone para elevarse, a modo de escalera, de las
criaturas al creador son los ejercicios espirituales. Entre estos, la piedra angular sobre
la que descansa ese ascenso, es la oración metódica. Un método que requiere que
el ejercitante se someta a un ritmo temporal ordenado durante el día o la noche, el
espacio físico donde hacer la meditación, la duración de la misma, la elección de la
materia o temas en que meditar, etc. Además de las diversas formas de la oración
metódica –básicamente las cuatro que contempla la Lectio divina: leer, meditar,
orar y contemplar- que constituyen los instrumentos de perfección por excelencia,
el Ejercitatorio incluye entre los ejercicios fundamentales la dirección espiritual, el
examen de conciencia, además de los sacramentos de la penitencia y la eucaristía [106].
En todos estos ejercicios se aprecia por igual una clara sensibilidad por las
diferencias individuales de cada ejercitante. No todo es para todos; para Jiménez
de Cisneros hay que considerar “que los ejercicios se ordenen de tal manera que
convengan a cada uno según su estado y disposición interior y exterior. No todas las
cosas convienen a todos, ni todos pueden hacer una cosa igualmente” (Jiménez de
Cisneros, 1500/1857, p. 29). Contando con estas variantes, el autor propone para las
tres vías del itinerario ya descrito unos temas generales que después se subdividen en
otros. Los temas de las meditaciones semanales en cada una de dichas vías siguen la
misma progresión ascendente. Así, por ejemplo, en la vía purgativa aconseja meditar
en el “temor”; y después, cada día de la semana en un tema que lo suscita (los pecados,
la muerte, el infierno, el juicio, la Pasión de Cristo, los dolores de la Virgen, etc.). En la
vía iluminativa se aconseja al ejercitante meditar en los beneficios de Dios, repartidos
también por los distintos días de la semana, como la creación, la predestinación, la
vocación, la justificación, los dones, etc. Y en la vía unitiva las perfecciones y alabanzas
de Dios, por ser Dios principio de todas las cosas, “hermosura del universo”, gloria
del mundo y amor, regla de todo, gobernador, etc. Conforme a la piedad afectiva de
106 Estas dos últimas contrabalanceaban el posible peligro de que la espiritualidad se hiciese excesivamente
interiorizada y subjetiva. El auténtico conocimiento de sí mismo, la sujeción de la propia voluntad al consejo
y parecer del padre espiritual, el contacto habitual con los sacramentos de la Iglesia, constituían los elementos
necesarios para efectuar ese contrapeso hacia individualismo.
408
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Al igual que los fines y las materias, también los afectos que conviene despertar
en la oración se suceden de forma escalonada. Cada una de vías reclama un “tono”
emocional propio. El dolor de los pecados, el arrepentimiento, la compunción y la
confianza en la misericordia de Dios son los que deben predominar en la vía purgativa;
el agradecimiento, la acción de gracias y la alabanza pertenecen principalmente a la vía
iluminativa; finalmente, en la vía unitiva se debe cultivar el amor por Dios (Jiménez
de Cisneros, Ibíd.).
“Los comenzantes deben orar de rodillas los ojos bajos al suelo, o tendiendo los
brazos en cruz, o haciendo postraciones. Los aprovechantes deben orar de rodillas,
alzando la mano y los ojos al cielo. Los perfectos levantados en pie, puestos los ojos
al cielo con deseos y suspiros unitivos. Los contemplantes, ya sobre sí levantados,
asentados a los pies de nuestro Redentor” (p.116).
107 Los monjes monserratenses sabían perfectamente, por haberlo aprendido de memoria desde el noviciado,
la materia y el modo de comportarse durante la oración mental. No tenían, pues, necesidad de libros. El ejercicio
se practicaba sin luz, en medio de la oscuridad de la noche, y en un lugar alejado de todo ruido (Colombás,
409
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
1955).
410
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
*****
411
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
En un lugar de Guipúzcoa…
A finales del siglo XV, Azpeitia no era más que una pequeña aldea en el corazón
de Guipúzcoa que se resguardaba al abrigo del Izarraitz, la montaña que domina el
próspero valle del río Urola, cuajado de nogales, castaños y manzanos. Entre Azpeitia
y Azcoitia, se encontraba la casa torre de los Loyola y los Oñaz, en torno a la cual se
agrupaba el clan.
412
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Los Loyola eran Señores, “parientes mayores” que desde el siglo XIII habían
servido con fidelidad a la corona de Castilla, actuando como punto de conexión entre
Valladolid, sede del poder político, y la ya por entonces inestable y disidente Guipúzcoa
(Dalmases, 2006). Los Loyola actuaban así de muro de contención cuando vizcaínos,
gascones o navarros se enfrentaban a los soberanos castellanos. Pero su servicio no
acababa en esto. Incluso cuatro de los hijos de Beltrán de Loyola, el padre de nuestro
protagonista, combatieron por los Reyes Católicos en lugares tan inhóspitos como
Flandes, Nápoles (dos de ellos murieron allí) y en las recién descubiertas Américas.
Tanto sacrificio y lealtad les valió algún que otro reconocimiento. Uno de ellos fue
413
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Hasta los 26 años de su edad fue hombre dado a las vanidades del mundo.
Ignacio de Loyola
(Autobiografía [1])
Íñigo pasó 10 años en Arévalo (de los 16 a los 26) desempeñando sus labores
como secretario (en esta época desarrolló una excelente caligrafía de la que se sintió
muy orgulloso toda su vida) al servicio de los altos funciones de la corte, que le
108 A falta de los registros bautismales de la parroquia de Azpeitia que comienzan en 1537, es forzoso recurrir
a conjeturas pero hay argumentos que defienden esta tesis (ver por ejemplo García-Villoslada, 1986).
109 Con el andar del tiempo, cambió su nombre por el de Ignacio. Nunca dio la razón de este cambio.
Ribadeneira, su primer biógrafo, nos dice que “tomó el nombre de Ignacio por ser más universal” o “más común
a las otras naciones”. Es probable que le moviese la devoción que ciertamente profesó a san Ignacio, mártir de
Antioquía. El hecho es que, en los registros de la Universidad de París por el año 1535, el nuevo maestro en Artes
aparece como Dominus Ignatius de Loyola, diócesis Pampilonensis.
414
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
110 Contrariamente a su leyenda negra, no se puede decir que Ignacio tuviera una formación castrense en el
sentido actual. Iñigo no pudo actuar como soldado, entre otras razones, porque la Corona de Castilla todavía no
disponía de un ejército permanente, con una escuela de reclutamiento, etc. Al ejercicio de las armas tenían que
estar dispuestos en principio todos los ciudadanos.
415
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Lorenzo da Ponte
(Le nozze di Figaro)
416
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Será tras la feliz resolución de estos conflictos, cuando Ignacio, ya con 32 años,
tome parte en otra empresa militar que cambiará el curso de su vida. Apenas coronado
rey de Castilla, Carlos I vio como los comuneros de Navarra, apegados a sus privilegios
locales, se levantaban contra él en un conflicto bélico en los primeros meses de 1521.
Aprovechando que esta situación absorbía el grueso del ejército castellano, el rey de
Francia, Francisco I, empeñado en debilitar a su rival próximo, decidió apoyar las
pretensiones de su primo Enrique D´Albret al trono de Navarra, contando además
con el respaldo del partido local de los agromonteses (Ravier, 1991). Esta situación
no debe extrañarnos teniendo en cuenta que desde la incorporación de Navarra a
Castilla habían pasado solo 9 años. Razón por la que el pueblo navarro no se sentía
aún identificado con la nueva situación. El hecho es que el 16 de mayo de 1521,
mandados por Andrés de Fis, señor de Asparrós y conde de Montfort, unos 13.000
franconavarros –entre los que se encuentran dos hermanos de san Francisco Javier-
cruzaban el Bidasoa acampando una semana más tarde al pie de las murallas de
Pamplona.
417
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Figura 3.18. Asedio del Castillo de Pamplona. Grabado perteneciente a la Vita Beati
Patris Nostri Ignatii, de Pedro de Ribadeneira. Archivo MAS. Museo Histórico de la
Ciudad de Barcelona.
Los hechos que entonces ocurrieron, son conocidos. Una bala de culebrina o
falconete, pasando por entre las piernas de Íñigo, le rompió una de ellas y le lastimó
la otra gravemente. Con eso, se acabó la resistencia en el castillo y la capitulación. El
propio Íñigo relata cómo vivió todo aquello:
“Y así, estando en una fortaleza que los franceses combatían, y siendo todos de
parecer que se diesen, salvas las vidas, por ver claramente que no se podía defender,
él dio tantas razones al alcaide, que todavía lo persuadió a defenderse, aunque contra
parecer de todos los caballeros, los cuales se conhortaban con su ánimo y esfuerzo.
418
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Y venido el día que se esperaba la batería, él se confesó con uno de aquellos sus
compañeros en las armas; y después de durar un buen rato la batería, le acertó a él una
bombarda en una pierna, qubrándosela toda, y porque la pelota pasó por entrambas
las piernas, también la otra fue mal herida. Y así, cayendo él, los de la fortaleza se
rindieron luego a los franceses (…)” [AU 1-2].
León Felipe
(Vencidos)
419
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
“los huesos por haber sido mal puestos la otra vez o por se haber desconcertado
en el camino, estaban fuera de sus lugares, y así no podía sanar. Y hízose de nuevo esta
carnecería, en la cual, así como en todas las otras que antes había pasado y después
pasó, nunca habló palabra, ni mostró otra señal de dolor que apretar mucho los puños.”
[AU 2].
Unos días más tarde, se halla a las puertas de la muerte. Los últimos sacramentos
le son administrados el día 28. Los médicos dijeron que, si antes de la medianoche no
reaccionaba, se le podía dar por muerto. Sin embargo, como cuenta él mismo:
“Solía ser el dicho infermo devoto de San Pedro (era la víspera del santo), y así
quiso nuestro Señor que aquella misma media noche se comenzase a hallar mejor; y
fue tanto creciendo la mejoría, que de ahí a algunos días se juzgó que estaba fuera de
peligro de muerte.” [AU 3].
Pero no todo había terminado. Los huesos se fueron soldando, pero debajo de
la rodilla le había quedado encabalgado uno sobre otro, con lo que aquella pierna le
quedaba más corta, y se le había formado un bulto poco favorecedor. No pudiendo
admitir estar de este modo “afeado” ni no poder llevar “una bota muy ajusta y muy
elegante” –escribe su primer biógrafo Ribadeneira- preguntó a sus cirujanos “si se
podía cortar”:
“(…) y ellos dijeron que bien se podía cortar, mas que los dolores serían mayores
que todos los que había pasado, por estar aquello ya sano, y ser menester espacio
para cortarlo. Y todavía él se determinó martirizarse por su propio gusto, aunque su
hermano más viejo se espantaba y decía que tal dolor él no se atrevería a sofrir; lo cual
el herido sufrió con la sólita paciencia” (Ribadeneyra, 1583/1945, p. 100).
111 De hecho, cojeará toda su vida hasta que cuando se asiente en Roma, lleve un zapato derecho de tacón
más alto.
420
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
que estaba curado, pero necesitaba aún un largo periodo de inmovilidad. Aquella
convalecencia fue providencial para él.
Pedro de Ribadeneira
(Vida del Bienaventurado Padre San Ignacio de Loyola)
(…) se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro,
y los días de turbio en turbio. (…) Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los
libros (…) rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás
dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de
su honra como para el servicio de la república, hacerse caballero andante, y irse por todo
el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello
que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de
agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos, cobrase eterno nombre y
fama.
Miguel de Cervantes
(El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, Primera parte)
421
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
encuentra en la casa son dos libros edificantes, una Vita Christi del cartujo Ludolfo
de Sajonia (1314-1378) editada en castellano en cuatro tomos impresos en Alcalá en
1502 y 1503. En esta obra, de 180 capítulos, se recorría con el fervor afectivo propio
de la época, al mismo tiempo que incluyendo múltiples referencias de la patrística,
la vida, pasión y resurrección de Cristo. El propio Ignacio dice en su autobiografía
que de este texto llegó a tomar 300 cuartillas de apuntes, copiando en tinta roja las
palabras de Jesús y en tinta azul las de la Virgen (García-Villoslada, 1986).
112 Como curiosidad, este texto sirvió como base para gran parte de la producción iconográfica cristiana
desde la Edad media en el arte románico (Belting, 2009).
422
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
113 Del griego μετανοῖεν, literalmente cambiar de camino, es una figura retórica que se emplea para expresar
el cambio de opinión, el arrepentimiento. En Teología, la palabra se emplea para hablar de transformación o
conversión del creyente entendida como un movimiento interior que surge en toda persona que se encuentra
insatisfecha consigo misma. En tiempos de los primeros cristianos se decía del que encontraba a Cristo que había
experimentado una profunda metanoia, como sinónimo de revelación divina o epifanía. La metanoia también es
denominada por la religión católica, como una transformación profunda de corazón y mente a manera positiva.
Hay teólogos que sugieren que la metanoia es un examen de toda actividad vital y una transformación de la
manera como se ven y aceptan los hombres y las cosas. (Guardini, 1982:139).
423
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
que abre la vía a la famosa “discreción de espíritus”, el tema central sobre el que se
articularán sus ejercicios espirituales. Reflexionando sobre lo que pasaba en su interior,
Ignacio se fue dando cuenta de que aunque los pensamientos sobre Dios y los santos
entraban con dificultad, luego le dejaban sin embargo contento y sosegado, mientras
que los del mundo se introducían suavemente, pero le dejaban seco y descontento. Al
principio no reflexionó sobre esta variedad, pero poco a poco se le fueron abriendo los
ojos, y reconoció que lo que le pasaba en su interior era una lucha entre dos espíritus
contrarios, uno bueno y uno malo: “Este fue el primer pensamiento que hizo en las
cosas de Dios, y después, cuando hizo los ejercicios espirituales, de aquí comenzó a
tomar lumbre para lo de la diversidad de espíritus” [AU 8]. Es al propio Íñigo a quien
hay que confiar la descripción de este itinerario decisivo:
“Y así discurría por muchas cosas que hallaba buenas, proponiéndose siempre
a sí mismo cosas dificultosas y graves, las cuales cuando proponía, le parecía hallar
en sí facilidad de ponerlas en obra. Mas todo su discurso era decir consigo: -Santo
Domingo hizo esto; pues yo lo tengo que hacer. San Francisco hizo esto; pues yo
lo tengo que hacer. Duraban también estos pensamientos buen rato, y después de
interpuestas otras cosas, sucedían los del mundo arriba dichos, y en ellos también
se paraba grande espacio; y esta sucesión de pensamientos tan diversos le duró harto
tiempo, deteniéndose siempre en el pensamiento que tornaba: o fuese de aquellas
hazañas mundanas que deseaba hacer, o destas otras de Dios que se le ofrecían a la
fantasía, hasta tanto que de cansado lo dejaba, y atendía otras cosas. Había todavía
esta diferencia: que cuando pensaba en aquello del mundo, se deleitaba mucho; mas
cuando después de cansado lo dejaba, hallábase seco y descontento; y cuando en ir
a Jerusalén descalzo, y en no comer sino hierbas, y en hacer todos los demás rigores
que veía haber hecho los santos, no solamente se consolaba cuando estaba en los
tales pensamientos, mas, aun, después de dejado, quedaba contento y alegre. Mas no
miraba en ello, ni se paraba a ponderar esta diferencia, hasta en tanto que una vez se le
abrieron un poco los ojos, y empezó a maravillarse desta diversidad, y a hacer reflexión
sobre ella, cogiendo por experiencia que de unos pensamientos quedaba triste y de
424
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
otros alegre, y poco a poco viniendo a conocer la diversidad de los espíritus que se
agitaban, el uno del demonio y el otro de Dios” [AU 7].
425
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Nueva vida.
Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese,
una mañana, antes del día (…), se armó de todas sus armas (…) y,
por la puerta falsa de un corral salió al campo, con grandísimo contento y alborozo
de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo.
Miguel de Cervantes
(El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Primera parte)
426
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Como hubiese leído en sus libros de caballerías que los caballeros noveles solían velar sus
armas, por imitar él, como caballero novel de Cristo, con espiritual representación aquel
hecho caballeroso y velar sus nuevas y al parecer pobres y flacas armas (…) toda aquella
noche, parte en pie, parte de rodillas, estuvo velando delante de la imagen de Nuestra
Señora,
encomendándose de todo corazón a Ella, llorando amargamente sus pecados
y proponiendo la enmienda de la vida para en adelante
Pedro de Rivadeneira
(Vida del Bienaventurado Padre San Ignacio de Loyola)
(…) se dio luego orden cómo velase las armas en un corral grande que a un lado de la
venta estaba; y recogiéndolas don Quijote todas, las puso sobre una pila que junto a un
pozo estaba y, embrazando su adarga, asió de su lanza, y con gentil continente se comenzó
a pasear delante de la pila; y cuando comenzó el paseo comenzaba a cerrar la noche.
Miguel de Cervantes
(El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Primera parte)
427
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
114 Libro de naturaleza legal redactado en la época de Alfonso X, que da cuenta de todos los aspectos del
ordenamiento jurídico de Castilla.
428
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Pero antes de la vigilia quiso purificar su alma mediante una confesión general
de toda su vida de pecador hasta ese momento (Tellechea, 2009). Durante tres días
estuvo encerrado en una celda redactando esa confesión que luego entregó a Jean
Chanon, un monje francés de la abadía que atendía a los peregrinos y al que confió
sus proyectos. Como quedó dicho, muy probablemente Chanon facilitara a Ignacio
un ejemplar del Ejercitatorio de Cisneros, seguramente su compendio breve por ser
más asequible a los menos iniciados-, puesto que era el trato frecuente que recibía todo
peregrino [115] (Maroto, 2012). La oración metódica, el examen de conciencia, las tres
vías de la ascética, etc.: de forma súbita y concentrada, Ignacio se puso en contacto a
través de una sola lectura con la esencia de la literatura piadosa tardo-medieval y de las
nuevas corrientes del Norte de Europa, especialmente con la Devotio Moderna.
115 De hecho, una crítica interna del texto del Compendio breve con los Ejercicios espirituales ignacianos,
lleva a pensar que el peregrino de Loyola, independientemente de su originalidad personal, utilizó un ejemplar
de esta obra –y no de la obra completa de Jiménez de Cisneros- para redactar la suya propia. Todo hace pensar
que debió conocer sólo la versión abreviada del manual (Melloni, 2006).
429
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Hechas, pues, de galope y aprisa las hasta allí nunca vistas ceremonias, no vio la hora don
Quijote de verse a caballo y salir buscando aventuras (…).
Así como don Quijote entró por aquellas montañas, se le alegró el corazón, pareciéndole
aquellos lugares acomodados para las aventuras que buscaba.
Miguel de Cervantes
(El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Primera parte)
Ignacio de Loyola
(Autobiografía [21])
430
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Sin embargo, Ignacio vivió ese inconveniente como una oportunidad para
continuar profundizando en el análisis de sí mismo que había comenzado en
Montserrat, y a donde frecuentemente subía para recibir dirección espiritual de
Chanon [118]. Ello explicaría, dada su cercanía con la abadía, por qué Ignacio eligió la
población de Manresa para vivir.
116 En realidad este peligro era algo remoto, porque él llegó a Manresa el 25 de marzo, mientras que la
comitiva pontificia estaba todavía en Zaragoza el día 29 del mismo mes (Melloni, 2006).
117 Aparte de este motivo, se barajan otros posibles: uno pudo ser la peste, de la que se registraron algunos
casos en el principado de Cataluña, y que movió a las autoridades de Barcelona a prohibir la entrada a forasteros
en la ciudad. También pudieron influir las enfermedades que Ignacio sufrió en Manresa que le impidieron
continuar el viaje (García-Villoslada, 1986).
118 En los procesos de beatificación (1595) y de canonización (1606), los monjes encuestados fueron
unánimes en transmitir la tradición oral del monasterio según la cual Ignacio subió con frecuencia a Montserrat
para recibir de su monje confesor “los ejercicios espirituales de esta Casa de fray García de Cisneros” (García-
Villoslada, 1986).
431
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
432
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
misma causa se dejaba crecer las uñas de los pies y de las manos, porque también en
esta había sido curioso” [AU 19].
Si Manresa fue su Iglesia primitiva, la cueva que ocupó allí fue su confesionario;
su espacio privado de experimentación y análisis de las cosas espirituales, de su
interioridad vuelta del revés. Curiosamente, Ignacio nunca habló de este lugar (García-
Villoslada, 1986). En la autobiografía ni la nombra. Podríamos prescindir de ella en
absoluto, si una tradición primitiva, nunca interrumpida, no nos hablara de ella,
como el lugar preferido del santo. Cuando los manresanos conocieron años después
el libro de los ejercicios espirituales, no supieron situar su origen sino en la Cueva.
Repiten una y otra vez los testigos procesales que el “hombre del saco” visitaba muy a
menudo, además del Hospital de Santa Lucía, dos lugares preferidos, cuya soledad le
era particularmente grata: la ermita de Viladordis y la cueva a las orillas del Cardoner
(García-Villoslada, Ibíd.). La cueva le atraía por la soledad y el apartamiento de aquel
sitio, muy próximo a la ciudad, pero tan fragoso y casi inaccesible, que le parecía un
lugar ideal para meditar sin estorbos, mortificarse lejos de cualquier mirada curiosa y
escribir sin ser molestado en su libro de notas todo cuanto iba conociendo de sí mismo
y que él pensaba que Dios misteriosamente le comunicaba.
433
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
En las escarpadas de un montículo que caía sobre la orilla izquierda del Cardoner
se escalonaban varios huertos de cultivo, en cuya parte inferior, entre rocas y maleza, se
abrían cuevas oscuras causadas por la erosión del río a través de los siglos. Una de ellas
se llevó las preferencias de Ignacio por ser más honda y oscura, por tener la entrada casi
cubierta de zarzales y espinares y por tener una abertura suficientemente ancha para
contemplar desde allí los riscos de Montserrat que como tubos de órgano se levantan
majestuosos.
Nos narra el peregrino que allí “determinó estar algunos días, y también notar
algunas cosas en su libro, que llevaba él muy guardado, y con que iba muy consolado”
[AU 18]. Curiosa y repentina mención a “su libro”. ¿Se trataba de las casi 300 cuartillas
que escribió en Loyola a partir del Vita Christi de Ludolfo de Sajonia? ¿O bien el
Compendio breve que había puesto en sus manos Jean Chanon, y con el que se fue
434
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
viendo en los meses de su estancia para ser acompañado en los ejercicios espirituales
que proponía Jiménez de Cisneros [119]?
Por ello, pasa las noches y los días confesándose, en ayunas durante largos
periodos, mortificando su carne, rezando continuamente. Una situación que, no es
difícil imaginar, le condujera a la tentación del suicidio: “Le venían muchas veces
tentaciones, con grande ímpetu, para echarse de un agujero grande que aquella su
cámara tenía y estaba junto del lugar donde hacía oración” [AU 24]. Su confesor
Chanon le pone en guardia contras estas locuras como formas veladas de orgullo. A
partir de entonces, Ignacio intenta llevar una vida no tan sacrificada.
De todas las visiones y raptos místicos que experimentó en esos meses, Ignacio
recuerda siempre como su iluminación intelectual más importante (más que una visión)
-antes de la de 1538 en La Storta cerca de Roma-, la que sus biógrafos denominan la
119 Del relato autobiográfico podemos tomar otro dato que apoyaría parcialmente esta tesis: Ignacio cuenta
que, durante el primer periodo eremítico de su estancia en Manresa, se daba siete horas de oración diarias. Estas
siete horas podrían corresponder a las siete Horas del Rezo Canónico. Nuestra interpretación es que Ignacio
hacía las siete horas de oración mental utilizando estas pautas, prescindiendo de la recitación de los salmos. De
hecho, este el método que fijó en sus Ejercicios (Melloni, 2006).
435
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
“ilustración del Cardoner”, por el nombre del río que baña Manresa y a orillas del cual
el peregrino, un día que iba a rezar, quedó transformado súbitamente:
“(…) y yendo así en sus devociones, se sentó un poco con la cara hacia el río, el cual
iba hondo. Y estando allí sentado, se le empezaron a abrir los ojos del entendimiento;
y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto
de cosas espirituales como de cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustración tan
grande que, le parecían todas las cosas nuevas. Y no se puede declarar los particulares
que entendió entonces, aunque fueron muchos, sino que recibió una grande claridad
en el entendimiento; de manera que en todo el discurso de vida, hasta pasados sesenta
y dos años, coligiendo todas cuantas ayudas haya tenido de Dios, y todas cuantas cosas
ha sabido, aunque las ayunte todas en uno, no le parece haber alcanzado tanto como
de aquella vez sola” [AU 30].
La nota que Cámara añadió más tarde todavía es más explícita: “Y esto fue en
tanta manera de quedar con el entendimiento ilustrado, que le parescía como si fuese
otro hombre y tuviese otro intelecto que tenía antes [120]” [AU 30].
Fruto de toda esta tempestad interior, desde los impulsos suicidas hasta la
iluminación del Cardoner, resultaron los Ejercicios Espirituales. Si el ermitaño del
Cardoner creía que su método le había sido inspirado, dictado por una voluntad
superior, también sabía que era un pedazo de su sustancia y de su carne, el reflejo
de una experiencia trágica. Nada había aquí que no se hubiese primeramente vivido,
sufrido y, en primer lugar, ejercitado sobre sí mismo:
“Él me contestó que los Ejercicios no los había escrito todos de una vez, sino
que, algunas cosas que observaba en su alma y las encontraba útiles, le parecía que
también podrían ser útiles a otros, y así las ponía por escrito” [AU 99].
120 Paul Valéry, tan poco inclinado a la naturaleza misteriosa e irracional de tales “ilustraciones del espíritu”,
describía así la experiencia de un gran hombre: “De golpe, la verdad de alguien se hace y brilla en él; una
inteligencia ha descubierto o ha meditado para qué había sido creada: ha formado, de una vez por todas, el
modelo de todo su ejercicio futuro” (Valery, 1961/2005). Pero no es a Loyola al que se refiere de esta manera,
sino a René Descartes…
436
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
437
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Re-creando la tradición.
121 En ambos lugares será sometido a todo tipo de persecuciones acusado de alumbrado por enseñar a otros
cómo hacer los ejercicios espirituales (Cacho, 2000). Así mismo, se pondrá en contacto con las corrientes
erasmistas de las que eran partidarias las universidades., especialmente la Universidad que fundó Cisneros en
Alcalá. Esta institución y su fundador representaron el erasmismo en Castilla. Se puso como objetivo asumir en
un nivel universitario las corrientes místicas y contemplativas castellanas y aun europeas. Con el nuevo camino
innovador estaban comprometidos muchos de los profesores de la Universidad, así como amigos y protectores
de Loyola (García-Villoslada, 1986).
122 Le gustaba tanto por su devoción y sencillez que desde que vino a sus manos no buscó ya ningún otro
libro espiritual (Dalmases, 2006).
438
Capítulo 3. Los ejercicios espirituales y su tradición en occidente
Sin embargo, como empezamos diciendo en este capítulo, los ejercicios ignacianos
no son simplemente una síntesis de la tradición ascética, sino que son una recreación
creativa de la misma. La clave está en que su el libro no está pensado para “leer” sino
para “hacer”; todo está dedicado a la acción o a una disciplina del comportamiento
o del intelecto. El hecho de que el libro sea una vivencia, hace que el ejercitante está
llamado a crear sus propias palabras, no a repetirlas. Esta enseñanza queda reflejada en
la nueva orientación que Ignacio da a la vida espiritual y a la experiencia de Dios. Ahora
que ya hemos visto de forma condensada la tradición de los ejercicios espirituales en
439
440
EJERCICIOS ESPIRITUALES CONCEPCIÓN PROGRESIVA DEL CONOCIMIENTO AFECTOS / VOLUNTAD
(Conjunto de tecnologías del Yo) INTERNO
ESTOICISMO NEOPLATONISMO
Epicteto Plotino
Crisipo Longino
Zenón Porfirio
Séneca
Suso (1293-1366)
Loyola (1521-22) Erasmo de Rotterdam Begardos y Beguinas
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
Ruisbroeck (1293-1381)
Montserrat-Manresa (1522-23) (1466-1536) Amigos de Dios
Barcelona-Alcalá-Salamanca Hermanos del libre espíritu
(1524-27) Iluminados, recogidos y
París (1528-35) alumbrados
El marco antropológico de
los ejercicios ignacianos
441
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
1 Incluso llega a negar que fuera de dicho espacio sea posible la existencia misma de la semiosis.
443
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Una vez definidos los “qué” tanto del hombre como de los ejercicios, en el
capítulo siguiente se analizará el “cómo”, es decir, la estructura formal, retórica, a
través de la cual se logran los objetivos propuestos por la actividad. Es aquí donde
discutiremos acerca de la gramática del autodominio que venimos persiguiendo desde
los capítulos dos y tres.
Por tanto, pasemos ya sin más demora a tratar el primer objetivo que nos hemos
marcado: la antropología ignaciana.
444
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
2 En [363] exhorta a alabar tanto los sistemas de San Agustín como de Santo Tomás.
3 En cuanto a la génesis del texto ignaciano, parece que este tiene cierta analogía con el canon 4º del capítulo
VIII del “Manual del caballero cristiano” de Erasmo. Y es posible que Ignacio o bien lo tomara de él y luego lo
reelaborase a su modo, o bien asimilar al mismo contenido de otro texto común a ambos autores (Arzubialde,
445
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
2009). Otros autores creen que el texto puede provenir del Liber II Sentetiarum de Pedro Lombardo (Melloni,
2001).
4 Como se verá más adelante, será esta misma concepción relacional del sujeto la que marque la operatividad
y el carácter práctico de la espiritualidad ignaciana.
446
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
primera frase del Principio y Fundamento nos encontramos con los términos generales
de esa triple relación que guiarán toda la práctica de los Ejercicios:
“El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor
y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas
para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado” [23].
Como vemos, los aspectos relaciones se dividen en dos partes. Por un lado,
entre el hombre y Dios primeramente, y entre el hombre y el resto de las criaturas en
segundo lugar. Veamos detenidamente cómo se establece la relación entre estos tres
elementos para comprender su enorme importancia en la sistemática ignaciana.
Aristóteles
(Metafísica, Libro I, A, 983a)
Resulta curioso constatar que ese gran frontispicio que representa el Principio y
Fundamento no se trate tanto del primer hito que marca el comienzo del camino para
el ejercitante como, precisamente, del último, de su horizonte. Podría decirse que el
punto de salida de los Ejercicios consiste ya en sopesar justamente el punto de llegada.
Esto, obviamente, no es una casualidad. Como se dijo, la referencia del hombre a Dios,
según Ignacio, es genuinamente teleológica, abocada a una relación de dependencia
en su condición de criatura, de saberse vector, que lo predispone a percibir la realidad
en su ordenamiento teocéntrico. De ahí que la comprensión del hombre sea posible
atendiendo a sus finalidades, y no tanto a sus “qué” (Guerrero, 1998). No es que el ser
humano sea únicamente creado “por” Dios, sino también “para” Dios. Por tanto, para
447
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Ignacio el servicio divino y la propia salvación del hombre no son dos fines distintos,
sino un solo propósito que engrana estos dos aspectos (ver por ejemplo [169]). Así
pues, la norma última de ordenamiento de la propia vida es ese fin auto-trascendente,
el cual es un proyecto universal en tanto que pertenece a la esfera de lo ontológico.
1. Dios y la materia.
448
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
cuyo principio de actividad goza de autonomía tras su concepción según las leyes que
proceden de la razón divina (Copérnico, Kepler, Descartes). Y es que el principio
divino se halla inscrito en la realidad física por esencia, presencia y potencia (Aquino,
1947). Así pues, lejos de separar la acción divina y el mundo, Ignacio concibe que
necesariamente debe haber una experiencia mundanal de Dios, pues la trascendencia
se revela en la inmanencia de los acontecimientos actuando éstos como sus signos.
Por todo ello, podemos decir que la espiritualidad ignaciana es fuertemente semiótica,
mediacional, pues concibe que la comunicación de Dios con el hombre será siempre
“inmediate” [15], a través de algún objeto que desempeñe transitoriamente el cometido
de actuar como signo de la realidad trascendente [5]. Así pues, si bien podemos afirmar
que ese conocimiento no está dirigido o impuesto por las cosas, lo cierto es que sin
éstas, es absolutamente inviable.
2. Un yo encarnado.
449
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
450
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
Entre el “tanto ha de usar y el tanto debe quitarse” [23], se abre así un espacio
que carece de posiciones inamovibles, sujeto a un movimiento oscilatorio continuo,
en donde el hombre, en su ajuste al mundo, tendrá que soslayar todo aquello que
8 Significa no hacer diferencias entre todas las cosas del mundo para ir hacia Dios, sino usar de ellas según se
necesite y requiera. Esta indiferencia no se trata de la fría ataraxia por la que el hombre hubiera aniquilado sus
afectos, y ya todo le diera igual. La indiferencia está, por su misma naturaleza, cargada de afecto. Es la docilidad
de la fe de la que habla la Escritura. Es una distancia crítica que a la vez objetiva y sumerge más y más en las
circunstancias y acontecimientos de la vida, donde es preciso hallar la voluntad divina oculta entre múltiples
posibilidades. La indiferencia no es, pues, una actitud dirigida exclusivamente a la elección concreta de estado,
sino una “disposición fundamental” que afecta a todas las dimensiones del ser humano frente a Dios, frente a sí
mismo y frente a todas las cosas.
451
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
lo alienta o que lo hipoteca para asumir el fin genuino del Principio y Fundamento
(Arzubialde, 2009). A este vaivén quiere incorporar Ignacio al ejercitante quien se
la juega en la materialización de estas dos respuestas, dado que en ellas bascula el
verdadero equilibrio entre Dios, el hombre y el mundo.
5. El drama de la elección.
452
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
perdiéndose en la espesura de sus relaciones con las cosas. Decidir, tanto en un caso
como en el otro, es así arrogarse la autoría del mundo y de la historia.
453
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Sin embargo, aunque libre, ese continuo proceso que es el hombre no siempre
tiene la garantía de poder actuar conforme a su propósito ya que sus condicionamientos,
tanto internos como externos, operan de manera continua sobre él [9]. Se trata, pues,
dice Loyola, de que la persona tome conciencia de que en su naturaleza anida el pecado
y desorden que subrepticiamente pueden desviar su voluntad del fin último. Así pues,
Ignacio sostiene que cuando se cree conocer la voluntad de Dios, con frecuencia
somos presa de nuestros propios engaños para ajustar unos medios inadecuados a
ese fin teológico (Casanovas, 1929); Una cuestión esta del carácter proyectivo del
conocimiento en donde Dios se confunde con sus representaciones, y que ya vimos en
la tradición ascética cristiana al hablar de la prosoche.
9 Dentro de nosotros está la tensión del pecado, el “desorden de las operaciones” [63] y las “tendencias
contrarias al discurso del reino” [97]; fuera de nosotros está el mundo, “que tienta con su honor vano” [63].
454
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
humana sin confundirlas con sus propios deseos y motivaciones bastardas. Esto será
para él un trabajo permanente de rastreo y autocontrol, cada vez más lúcido, cada vez
más penetrante y sutil. Será, en definitiva, un ejercicio espiritual.
Como vimos, Ignacio considera que la elección es el eje sobre el que bascula toda
la actividad humana. Pero la forma en que ésta se acaba determinando por una de las
alternativas en pugna, dista mucho, en opinión de Loyola, de tratarse de una mera
operación intelectual que, fríamente, calcula entre las opciones aquella más lucrativa
para los intereses del hombre. Muy al contrario, la elección se trata de un proceso
global cuyas raíces emocionales y sensitivas son muy profundas (Roldán Viller, 1981).
Del mismo modo que su rechazo de las díadas excluyentes Dios-mundo u hombre-
mundo, la antropología ignaciana se muestra nuevamente más comprensiva que el
cartesianismo y los esquemas tomistas al considerar el punto de vista ockhamista que
455
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
10 Loyola las emplea a modo de instrumento para alcanzar los objetivos que se fijan en los Ejercicios y que
luego veremos detalladamente: discernimiento de las mociones, afectarse y sentir de diversas formas en cada
semana, etc.
11 La elección de tipo afectivo está muy presente en los dos primeros tiempos para hacer elección [175 y 176].
12 La oración ignaciana es eminentemente afectiva: sentir y gustar internamente [2], repeticiones donde más
sentimiento ha habido [62], etc.
456
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
posición corporal [13], etc. Pero sobre todo, su papel se localiza en el fin último de
los Ejercicios, esto es, la reforma de vida por la transformación del corazón, de la
sensibilidad, y en consecuencia, la perfección de la vida cristiana.
13 Ignacio parece intuir una aplicación de lo que han dicho siempre los escolásticos acerca de que los
sentimientos no se gobiernan despotice, sino politice. Por eso, si a cada actitud corporal corresponde un
sentimiento determinado, alimentado por ella, uno de los modos de obtener éstos es ponerse en determinadas
posiciones corporales que los favorecen, así como evitar otras que los impiden.
457
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
abrieron un poco los ojos y empezó a maravillarse desta diversidad, y a hacer reflexión
sobre ella” [AU 5].
Esa reflexión sobre la variedad interna del sujeto encuentra en [32] su formulación
más completa:
“Presupongo ser tres pensamientos en mí, es a saber, uno propio mío, el cual sale
de mi mera libertad y querer, y otros dos, que vienen de fuera: el uno que viene del
buen espíritu, y el otro del malo.”
Ignacio entiende que una parte de la vida mental está en sus manos, que unos
pensamientos son el resultado de una acción deliberada en su pensar a la hora de
orientar la actividad del entendimiento. Pero además de esos pensamientos voluntarios,
Loyola descubre otros dos más que, sin ser voluntarios, propios de la persona, actúan
sin embargo por los mismos cauces y estructuras por los que se produce su propio
pensar (García de Castro, 2007). Así pues, parasitan al sujeto, le habitan; y aunque
en último término nunca pueden decidir por éste, de hecho influyen y condicionan
sus decisiones [14]. A estos dos tipos de movimientos internos –el propio y los ajenos-
Ignacio los denominó “mociones”.
14 Algún ejemplo manresano: “aunque conocía que aquellos escrúpulos le hacían mucho daño, que sería
bueno quitarse de ellos, mas no lo podía acabar consigo” [AU22]; “mas no podía vencer el tal pensamiento por
mucho que trabajaba por vencerle” [AU 32].
458
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
15 Recordemos que este mismo aspecto lo tratamos en el capítulo dos al hablar de la construcción del
psiquismo a partir de la acción.
459
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
formas: oscuridad, turbación, moción a las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias
agitaciones y tentaciones, hallándose el alma perezosa, tibia y triste favoreciendo la
distancia con Dios.
Como dije al comienzo de esta apartado, Ignacio identifica dos orígenes para las
mociones, denominándolas a estas “espíritus” cuando la procedencia de ese impulso
viene “de fuera” del hombre [16] (con esta personificación, se subraya su carácter
sobrevenido). Así mismo los espíritus guardan otro sentido en el texto ignaciano
(Arzubialde, 2009). Igualmente se refieren al valor moral de esos impulsos, a la maldad
o bondad hacia la que conducen esas tendencias. De esta forma, por su antropología
abierta a la trascendencia, las mociones que provienen del “buen espíritu” son el signo
de la voluntad divina por el que habitualmente Dios se comunica al hombre para
orientarle en su autorrealización (recto uso de la razón ordenada intrínsecamente hacia
el bien) y con ello a la verdadera libertad [17]. Las del “mal espíritu”, por el contrario,
fomentan el desorden y desvían de la correcta dirección [18].
16 Esta manera de interpretar el origen de las mociones no es original de Ignacio, ya estaba presente en la tradición.
Casiano [Coll. I, XIX) habla del triple origen de los pensamientos: “triacogitationumnostrarunesse principia,
id est, ex Deo, ex diabolo et ex nobis” [PL, 49, 508; vid. Colaciones. I, 67-70], teoría que, a su vez, recibe de
Orígenes (“cogitationes, quae de cordenostroprocedunt (…) dinvenimusquodaliquotiens ex nobisipsisprocedant,
aliquotiens a contrariisvirtutibuconcitentur, interdumetiam a deovel a sanctisangelisinmittantur“(De Principiis,
III, 2, 4) (Arzubialde, 2009).
17 En cualquier caso, conviene aclarar que las consolaciones y las desolaciones no se identifican de manera
acrítica con el buen y el mal espíritu.
18 Como veremos en el capítulo seis con el discernimiento de espíritus, la bondad o maldad de las mociones
se reconoce tanto por su cualidad como por las causas que las fomentan. El sistema de los ejercicios promoverá
entonces recibir e interiorizar las buenas, permitiendo que se desarrollen interiormente para seguir aquello
hacia lo que nos orientan, mientras que habrá de proceder de forma contraria con las malas, rechazándolas y
expulsándolas de nuestras decisiones.
19 La concepción ignaciana podría identificarse con la teoría del yo dialógico que vimos en el capítulo dos,
460
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
Ya sea por la propia libertad o bien por los dos espíritus, la moción genera a su
vez el apetito. Ignacio lo conceptualiza como el impulso que alimentaría la excitación
del deseo por algo (López Galindo, 2007). Por decirlo así, se trataría de un dinamismo
de la psique humana que en cierta medida es anterior y preparatorio al acto libre de la
voluntad. Siguiendo a la tradición escolástica, Loyola distingue dos tipos de apetito en
función de objeto al que se dirigen: el apetito sensitivo, guiado por la sensualidad [20], la
imaginación y la razón particular, moviliza las tendencias hacia lo sensible acompañado
de reacciones corporales [21]. Por su parte, el apetito racional dinamizaría los afectos
espirituales con la voluntad guiada por el conocimiento intelectual. Desde el punto
de vista moral, tanto uno como otro tendrían un carácter ambivalente cuya cualidad
adquirirán en función de su orientación por un objeto o propósito, voluntariamente
o no.
pues aborda la cuestión de cómo el yo entra en conflicto con las distintas posiciones del self, en este caso, unas
más cercanas a los intereses propios y otras a los intereses sociales.
20 Ignacio emplea el término “sensualidad” principalmente en el sentido de potencia sensitiva o sensibilidad
[87, 182]. Se contrapone entonces a la razón o parte superior.
21 En el capítulo anterior se vio que otros autores, como Aquino, identifican estos movimientos del apetito
sensitivo con las pasiones.
461
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
“hombre de deseos” (Melloni, 2001) ya que el deseo último que subyace a todos los
deseos en la naturaleza del hombre, dice Ignacio, es el deseo de trascendencia. Los
Ejercicios, supondrán en consecuencia, una escuela del deseo (Blanch, 2007).
El afecto.
De los dos términos más relevantes del vocabulario emocional de los Ejercicios,
éste es uno de ellos. Al igual que la tradición ascética cristiana que consideraba al afecto
como cualquier tipo de movimiento interior causado en el alma [22], Ignacio empleará
22 Así lo recoge Luis de Granada en su Guía de pecadores (1556): “Primeramente se nos ofrece el apetito
sensitivo, que comprehende todos los afectos y movimientos naturales, como son amor, odio, alegría, tristeza,
462
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
el término en un sentido amplio sin que tenga una delimitación conceptual muy
precisa, reflejando así el carácter funcional y poliédrico que concede a los procesos
mentales. Es por ello que la palabra “afecto” es usada en los Ejercicios en el sentido de
afección [153-155], de sentimiento [50, 60, 234, 363], o también como disposición
de la voluntad [155] (Arzubialde, 2009). Así mismo, aparece vinculada a otros
conceptos con la misma raíz semántica como afectarse [23] o afección [24]. Sin embargo,
del conjunto de esta red polisémica, podemos destacar que el afecto y su forma verbal,
afectar(se), suelen aparecer asociados con más frecuencia a dos acepciones principales
(Delgado, 1992):
Así pues, tomando como referencia esta segunda noción, el uso ordinario de
este verbo en la espiritualidad ignaciana es el de un afecto que debe emplearse y
deseo, temor, esperanza, ira y otros semejantes afectos” (citado en Chichilla Pawling, 2004 p. 202).
23 Tesoro de Covarrubias (1611/2006): Afectar “vale apetecer y procurar alguna cosa con ansia y ahínco.”
Ignacio recoge el empleo corriente en el siglo XV que más tarde codifica Covarrubias.
24 En el siglo XIV aparece un sentido moral del término. Este uso se trata siempre de un movimiento espiritual,
un estado del alma, considerado en general, o una inclinación hacia alguna cosa. También la palabra afección,
empleada absolutamente puede significar ese estado pasional, contrapuesto a lo racional, que nos impide ver con
claridad una situación (Calveras, 1925a).
25 Los textos de los Ejercicios que se refieren a las afecciones pueden clasificarse en tres grupos, según que
nos hablen de afecciones a cosas [16], a personas [337-344. Ver por ejemplo 338 y 342] y a personas y cosas al
mismo tiempo [189] (Arzubialde, 2009).
463
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
1. La afección desordenada.
26 Luego veremos por qué se incluye la imaginación a las tres potencias clásicas de san Agustín.
464
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
Pero si como dijimos, el afecto forma parte de la volición y, por tanto, cuando
éste adopta una forma desordenada arrastra consigo todo el sistema de orientación
de la persona, del mismo modo su adecuado ejercicio vertebrado por la norma del
Principio y Fundamento, resulta imprescindible en el progreso de renovación espiritual
del hombre, pues su ordenación, defiende Loyola, es ante todo afectiva, ya que sólo
“afectándose” puede la persona caminar en libertad y elegir lo que Dios quiere de ella
y, de este modo, efectuar su propia realización [23]. Por eso Ignacio y sus primeros
compañeros fueron vistos por sus interlocutores como auténticos “maestros del afecto”
(García Domínguez, Ibíd.).
465
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
ni menos que 33 veces [27]. De este conjunto, podemos detectar al menos dos grupos
semánticos en los que se organizan esas acepciones del sentir (Arzubialde, 2009):
1.2) Las experiencias afectivas: los sentimientos espirituales recibidos [62, 79,
118, 193], sentimiento [213, 227, 320], afectos o repugnancias emocionales
espontáneas, turbación [157, 16, 342, 347]
2.1) Caer en la cuenta (el director) de las disposiciones del otro (ejercitante) [6,
8, 10, 27, 263, 334].
2.3) Tras prudentes ensayos, el régimen o las prácticas a adoptar [89, 130, 235].
2.4) Comprender por sí mismo las necesidades del alma, reconocer lo existente
en mí [109, 179, 184, 257, 338].
Junto al sentir aparece también el sentimiento [215, 65, 193, 62, 330], que se
debe entender desde la óptica del “sentir interno” y no desde la mera vivencia afectiva
27 [2, 217, 157, 342, 184, 338, 78, 8, 342, 63, 89, 63, 118, 213, 227, 313, 320, 322, 334, 345, 179].
466
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
(ver ejemplo de este sentido en [193]) [28]. En cualquier caso, podemos comprobar que
tanto en el sentir como en el sentimiento ignaciano, se da la confluencia de los sentidos
corporales, de los afectos y del conocimiento, todos ellos convocados en un plano
interior. Dicho de otro modo, el sentir se trata de un espacio de resonancia unificante
del ámbito sensitivo- que integra la percepción corporal-, afectivo y cognitivo –todo
sentir conlleva un significado- , incluyendo igualmente el plano sobrenatural del
espíritu. De aquí que en este sentir nos parezca hallar la clave de la antropología
ignaciana en tanto que lugar de la unificación del ser humano (Melloni, 2007). Así
pues, el sentir y el sentimiento ignaciano ha de entenderse como “experienciar”,
como “hacer experiencia de algo”, un comprender que capta por los sentidos y va
organizando e interiorizando la percepción de lo real; idea ésta que fácilmente podría
emparentar con el concepto de “inteligencia sentiente” de Zubiri (1980). Por todo
ello, los Ejercicios, como luego veremos, además de una escuela de deseo y afecto,
también serán un sistema de aprendizaje, de profundización y de discernimiento de
este sentir, para adecuarse a las relaciones con Dios a través del mundo [2].
Recapitulando.
Como se ha visto, en el libro de los Ejercicios nos encontramos con toda una
constelación de fenómenos emocionales (moción, afecto, deseo, apetito, querer, sentir)
que se concentran y superponen unos con otros en esa área difícil de delimitar que,
utilizando la terminología escolástica, integra el apetito sensitivo y el apetito intelectivo.
En cualquier caso, hemos comprobado como para Ignacio, el mundo afectivo no sólo
forma parte irrenunciable de la naturaleza humana, sino que incluso es constitutiva
de ella en tanto que sistema de orientación del hombre por la realidad, como el lector
puede ver en la figura 4.1. Para Ignacio como “logoteta”, es decir, como fundador de
un lenguaje de la interioridad (Barthes, 2010), la afectividad es algo así como el medio
28 En el “Diario espiritual” del que hablaremos en el capítulo siete, este sentir aparece 108 veces, muy a
menudo como verbo de conocimiento.
467
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
que circula entre Dios y el hombre y permite que ambos se comuniquen. La razón por
la que se explica que este mundo afectivo influye de manera tan destacada en la vida
espiritual, y en las opciones en que se va determinando ésta, radica en su participación
en toda toma de decisiones, en tanto que fenómeno que ejerce una extraordinaria
influencia sobre la voluntad y por ende, sobre el entendimiento. Es por ello, que lo
que constituye verdadero objeto de renuncia no es la propia vida afectiva, como lo
entendían los estoicos, sino el uso indebido, desordenado, de los afectos, esto es, por la
referencia errónea de los objetos que elige el hombre con respecto a su fin último. Un
fin en el que está en juego todas las decisiones de la vida. ¿Cómo se corrige esto para
que el hombre vaya en busca de Dios y pueda ejercer su libertad? Precisamente, esta
será la labor de los Ejercicios espirituales. A continuación veremos cómo se definen y
qué persiguen[1].
Reflectir
Sindéresis Colegir Buen espíritu (externo)
Superior- entendimiento Intelección Discurrir Triple origen
Yo mismo (interno) del
Estimativa Conjeturar pensamiento
Razonamiento Mal espíritu (externo)
Cogitación
Considerar
Potencia MOCIONES
racional Engaño
Dimensión mística
Pensamientos Persuasión
Memoria
Confusión
Memoria
Inferior- sentidos internos
Imaginación
POTENCIAS
ALMA O DESEO
FACULTADES SENTIR
QUERER
Afectividad (Conocimiento interno de DIOS
AFECTO las operaciones del alma y
las mociones espirituales ELECCIÓN Horizonte
Potencia AFECCIÓN DESORDENADA teleológico
volitiva
Determinarse
Cuerpo APETITO
Sentidos externos
468
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
Su definición en [1].
Ya en [1] nos encontramos con una doble definición de los Ejercicios de Loyola:
una por extensión (“por este nombre (…) todo modo de (…) y de otras espirituales
operaciones”), y otra por intensión (“todo modo de preparar y disponer el ánima para
quitar de sí (…) en la disposición de su vida para la salud del ánima, se llaman…”).
Según esto, los Ejercicios espirituales se entienden entonces como una práctica muy
amplia (“todo modo”) que se ordena a una finalidad bien concreta: que el hombre se
venza a sí mismo y supere todo el desorden de sus operaciones, especialmente de las
afectivas, que pueda poner en riesgo su disponibilidad para Dios.
Por tanto, esta definición de los Ejercicios nos sitúa ante una propedéutica
(“preparar y disponer”) que ha de engranar dos etapas sucesivas: una primera,
decididamente activa, de “quitar de sí todas las afecciones desordenadas”; y sólo
entonces, después de quitadas, el sujeto podrá proceder entonces a “buscar y hallar la
voluntad divina”. En síntesis, el ejercicio espiritual tendrá que inducir necesariamente
al ejercitante en sus primeros pasos, por un lado, a detectar y evaluar sus afectos y, por
otro, a distanciarse de aquellos desordenados que obstruyan su libertad (Hernández,
1956; Tejerina, 1992). Y es que únicamente desde ese distanciamiento será viable
el tránsito que va desde las opciones erróneas y adulteradas del ejercitante, por su
complicidad con las afecciones desordenas, a las opciones de Dios. Lejos de tratarse
de una concatenación fortuita, lo interesante de esta doble acepción de los Ejercicios,
es que Loyola subraya la cadencia, el orden psico-lógico que debe guardar ese proceso
de transformación (Lefrank, 1999). Así pues, la cartografía interior que se dibuja en el
ejercicio espiritual muestra un entramado con tres núcleos –quitar-buscar-hallar-, que
constantemente se repite, como veremos cuando hablemos en el siguiente capítulo de
su organización fractal- y que sintetiza la aventura espiritual del ejercitante.
469
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Como resulta evidente a tenor de lo que hemos dicho, el objetivo que persiguen
los ejercicios es manifiesto: la educación de la afectividad –que no erradicación estoica-
a las cosas del mundo conforme a la concepción antropológica que se formula en el
Principio y Fundamento, dado el influjo predominante que las emociones ejercen
sobre el conjunto de potencias del alma a la hora de que el hombre oriente el curso
de sus acciones. La finalidad de los Ejercicios bien practicados es entonces la de
transformar el espíritu y los sentimientos, de modo que constituyan una auténtica
pedagogía de la afectividad y el deseo ambivalentes hasta convertirlos en afecto
ordenado teleológicamente a Dios (Muñoz, 1952).
470
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
29 Nótese la paradoja: por un lado hay que escuchar ese sentir, y por otro, luchar contra él, reconducirlo,
canalizarlo. Sólo así el sentir se irá purificando.
471
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
30 Otra de las paradojas ignacianas: el criterio de verificación de la intimidad de este sentir es la capacidad de
con-sentir con la comunidad eclesial como una comunidad de sentimiento. Dicho de otro modo, la subjetividad
del sentir es garantizada por la objetivación de la comunidad [352-370].
31 Recuérdese este aspecto tratado en el Capítulo dos sobre una teoría de la acción como génesis del psiquismo.
472
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
32 Un resumen de los Ejercicios que se citan en el texto: Todo modo de examinar la conciencia – que son
más de media docena-, de meditar, de contemplar, orar vocal y mental que con la repetición y el resumen y
la aplicación de sentidos y los tres modos de orar son 10 por lo menos, quitar aficiones desordenadas, buscar
contrición, dolor, lágrimas de los pecados; ofrecer todo su querer y libertad a su Criador y Señor; dar cuenta
de sí al director, luchar con el enemigo en las desolaciones, y descubrir sus añagazas en escrúpulos y suasiones;
moderarse en el fervor y en la consolación; estudiarse a sí y a sus espirituales necesidades para hacer elección
debida; operaciones materiales; hacer el oppositum per diametrum en muchas de las propias inclinaciones, aun
las que parecen buenas; hacer penitencia; tener lectura espiritual, recibir los sacramentos; servirse de la liturgia...
Con justicia, el sistema espiritual de Loyola forman uno de los códigos más exhaustivos de la lógica de la vida
interior.
33 Aunque el sistema también considera que durante el sueño la mente trabaja [73].
473
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
lo cierto es que muchos de ellos resultaban en el fondo más bien libros de lectura
moralmente edificante o meditación reposada. Por el contrario, en Ignacio la
denominación de ejercicios adquiere toda su fuerza e intensidad, incluso violencia,
por su tratamiento tan genuino del esfuerzo y el trabajo personal. Es por ello, que
aparte de ser considerados como una dialéctica del espíritu, son principalmente una
dialéctica de la voluntad que dispone toda una táctica psicológica de transformación
de la persona que a través de su esfuerzo le permite llegar a la conquista de sí mismo
(Codina, 1931). Si esa transformación se puede expresar por medio de un verbo
como es “hacer”, nos encontramos que todos los ejercicios están dirigidos a operar un
cambio, pues este verbo en concreto aparece unas 250 veces (tengamos en cuenta la
brevedad del texto ignaciano), mientras que los verbos de estado, como por ejemplo
“ser” o “tener”, aparecen unas 80 o 70 veces respectivamente. Es por ello que podemos
considerar que el vocabulario de Ignacio es típicamente el de un hombre de acción.
Y es que el libro de los Ejercicios, sin incluir los matices de muchos de ellos,
maneja hasta 118 verbos de actividad diferentes (entre los cuales hay muchos de retórica
y dialogicidad) (García de Castro, 2002).Verbos que se refieren tanto a las acciones
externas como principalmente internas. García de Castro (Ibíd.) los agrupa en cuatro
apartados en función de si pertenecen al ámbito de la libertad que presuponen y a
la que conducen, o bien en cuanto que pertenecen a las tres potencias clásicas de la
antropología ignaciana (memoria, entendimiento y voluntad). De estas últimas, tras
el ámbito de los afectos y la vida sensitiva [34], los verbos más numerosos son aquellos
que describen procesos intelectuales [35]; en definitiva, los verbos de afectividad serían
todos aquellos que por su densidad teológica recaen sobre el ámbito semántico de la
voluntad, mientras que los referidos al método de los Ejercicios y, consecuentemente,
34 Los cuatro verbos principales de la afectividad: afectar(se), conmover, desear, sentir.
35 Entre los verbos de entendimiento algunos se repiten más abundantemente que los demás. Así, “considerar”
(47 repeticiones) y varios afines abundan (“examinar”, “mirar”, “pensar”, “reflectir”). Así mismo, buscar,
comparar, conferir, conocer, considerar, contemplar, conyecturar, discernir, discurrir, dudar, dubitar, elucidar,
entender, escrutar, examinar, imaginar , inquirir, investigar, leer, meditar, mirar, notar, pensar, ponderar,
preponer, racioninar, razonar, reconocer, reflectir, repetir, resumir, ruminar, etc.
474
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
475
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
nada de audición pasiva, sino ejecución práctica, vitalismo. Todo el hombre se dispone
para ser el agente de su propio cambio. Y es que en el mercado de la conciencia, el
trabajo propio es un factor de la plusvalía de los objetos (Catalá, 2008). De aquí que
los Ejercicios no sean un libro muerto, sino pura actividad y movimiento.
La anotación [3]: sobre las tres potencias (más una) que debe ordenar el
ejercitante.
Como se ha visto, los Ejercicios exigen una respuesta global por parte del
ejercitante. Esta idea queda patente en [46] cuando Ignacio dice que “todas mis
intenciones, acciones y operaciones” han de disponerse “puramente ordenadas
en servicio y alabanza de su divina majestad”. E igualmente en [234] se repite el
mismo pensamiento: “toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi
voluntad, todo mi haber y mi poseer” (Énfasis mío).
Como vemos por esta última cita, Loyola empleó, al igual que otros muchos
autores, la antropología trinómica de san Agustín retomada por la escolástica para
pensar que todo acto humano, además de por la colaboración de los sentidos corporales,
estaba compuesto de tres potencias o facultades del alma –memoria, entendimiento
y voluntad- a las que añadió una cuarta resultante de esas tres: la imaginación. Unas
potencias estas, que los Ejercicios demandaban disponer, despejar y liberar durante
el proceso espiritual. Empresa para lo cual, Ignacio aplica un esquema operativo
recurrente que encabalga en una secuencia fija estas tres potencias considerada como
el orden natural en que los actos del espíritu se organizan en la experiencia [36]. Veamos
ahora qué papel desempeñan en los ejercicios dentro de este ciclo cada una de ellas.
36 Recuerde el lector del capítulo anterior de dónde procedía este modelo en tres fases y sus posteriores
desarrollos.
476
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
1. Sobre la memoria.
2. Sobre el entendimiento.
Una vez que la memoria evoca una determinada materia, entra en escena el
entendimiento discurriendo [39]; y es que la inmediatez de ese contenido que se ha
hecho presente al ejercitante, se beneficia de una cierta distancia reflexiva que pondere
su valor (González Magaña, 2007). Es por ello que Ignacio considera la reflexión
como la advertencia que hace la propia mente acerca de sus mismas operaciones, en
razón de las cuales, elabora un juicio sobre las mismas.
37 [50, 51, 52, 56, 71, 78, 130, 206, 229, 234]. En algunos de estos números, varias veces.
38 Recordemos que san Agustín puso en relación estos tres ámbitos con la difractación trinitaria: la memoria
está relacionada con el Padre, el entendimiento con el Logos, el Hijo, y la voluntad con el Espíritu. remite al
Hijo en tanto que Logos, razón de todo lo creado. Y la voluntad es nuestra capacidad de desear y de amar, y
remite al Espíritu Santo.
39 El entendimiento se cita en 19 ocasiones [2, 3, 20, 39, 50, 51, 52, 64, 75, 180, 214, 234, 299, 322, 330,
351].
477
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
3. Sobre la voluntad.
El proceso concluye con una determinación que moviliza las instancias afectivas
para las acciones subsiguientes: “moviendo más los afectos con la voluntad” [3]. La
voluntad [40] ha de ser considerada entonces no como una auto-afección vuelta hacia
sí, sino como la dimensión relacional del hombre por antonomasia (Salin, 2007);
tener voluntad es entonces la capacidad de dejarse afectar –o no- por un determinado
estado de cosas. Es por ello que la forma verbal que Ignacio asigna habitualmente a
la voluntad, es “querer”. Así pues, más que el lugar de producción de los afectos -que
también-, la voluntad es el terreno donde se producen las mociones, el campo de
batalla donde libran su combate los diversos espíritus.
Por razón de todo ello, en [3] Ignacio ya deja muy claro la relevancia de la
voluntad. Pues por ser ésta el asiento de las mociones y los afectos, voluntarios o
involuntarios, deliberados o sobrevenidos [41], y en consecuencia, la antesala de las
decisiones, su valor es superior al entendimiento [3]. Si bien el principio escolástico
de nihil volitum quin praecognitum (nada puede querer la voluntad, si primero no lo
conoce el entendimiento) observa que la razón precede siempre a la volición [50-52],
a los ojos de Ignacio, el afecto mayor, el que de manera más intensa explica la relación
del alma con Dios, es el que proviene de la voluntad. Y es que los actos voluntarios son
actos teológicamente más elevados porque son actos libres de amor, de fe, y cómo tales
son más propicios para adentrarse en Dios (Calveras, 1943a; 1943b).
40 En tanto que facultad humana, se menciona 12 veces [1, 3, 50, 51, 52, 155, 175, 180, 189, 234, 330].
41 Si bien lo específico de la voluntad es la libertad, es decir, la capacidad de autodeterminación, la voluntad
también tiene un aspecto pasivo. Y es que en la escolástica la voluntad también tiene sus pasiones. Estas pasiones
se corresponden con las del apetito sensitivo, es decir, las vinculadas al cuerpo.
478
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
y la que lleva la dirección en todo. Proponerse un fin grande y difícil, determinar los
medios de conseguirlo, y ponerlos en práctica sin regateos ni claudicaciones; conocer
los obstáculos que cierran el paso y acometer resueltamente con ellos hasta dominarlos:
he aquí el verdadero imperio de la voluntad. Por todo ello, no es extraño entonces que
la espiritualidad de Loyola se haya caracterizado con frecuencia como una ascesis de
la voluntad; como una forma de “voluntarismo” en el sentido psicológico moderno.
Si desde el punto de vista ascético, la santidad es un problema de la voluntad, no hay
sistema ascético que tenga tan marcado este carácter como el de Ignacio.
Aristóteles
(Sobre el alma)
479
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Así pues, si como decía Aristóteles no hay pensamiento posible sin imagen, sin la
imaginación sería absolutamente inviable comprender esas realidades suprasensibles
que tan siquiera tienen un referente empírico [42]. Y es que la imaginación es sobre todo
esa capacidad de producir el símbolo como la forma que une lo visible y lo invisible;
susceptible entonces de propiciar el encuentro de Dios con el hombre.
42 A menos que se trate de un arrebato místico que posibilita una experiencia directa sin mediaciones, como
la que propone Ignacio en la “Consolación sin causa precedente” [330]. Aunque, en el fondo, ésta también
sería mediacional en tanto que se expresa a través de las mociones de consolación, lo cuál requiere entender la
afectividad como signo de Dios.
480
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
Sin bien la imaginación era una capacidad menospreciada por diferentes motivos
tanto por la mística [43] como por la escolástica en su aplicación didáctica (Chinchilla
Pawling, 2004), Ignacio la concederá un extraordinario valor en el conjunto de
su sistemática en tanto que fuerza sin par para movilizar la voluntad, ayudar al
entendimiento y suscitar las emociones. Si antes decíamos que no hay pensamiento
sin imagen, entonces el proceso de transformación de los ejercicios requerirá que
la imaginación se oriente para guiar subsiguientemente las ideas que el ejercitante
produzca. Como vemos, Ignacio concede tal importancia a la imaginación, que
Barthes (2010) no duda de calificar los Ejercicios como un imperialismo radical de las
imágenes. A este respecto Philippe Court-Payen (1971) manifiesta:
“Los Ejercicios son una técnica de imaginería mental análoga a todas las que
nosotros conocemos. Y San Ignacio se presenta, en 1552, no solamente como un
precursor en Occidente de las técnicas de la imagen, sino como el autor de la primera
técnica de la imagen del mundo moderno” (Citado en Jiménez Hernández-Pinzón,
1991, p. 318. Énfasis mío).
Bajo este punto de vista, podríamos considerar a los Ejercicios entonces como
una práctica para la dramatización del símbolo (García Mateo, 2000). Pero la
43 Como todo lo que es imaginario, se lo considera como el mundo de lo irreal, de lo puramente fantástico.
san Agustín habría estado en contra. Se presentaba siempre como un acérrimo enemigo de las imágenes (Belting,
2009). Las imágenes son carnalidad, causa de los más radicales y sutiles errores, máscaras grotescas de la sencilla
verdad. El descubrimiento de un mundo puramente intelectual, sin imagen alguna sensorial, era para él la
puerta de la gloria filosófica.
481
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
invitación de Ignacio a recuperar hasta los detalles más mínimos de las escenas bíblicas
(anchura y relieve del camino, si había montañas cerca, etc.) no tiene por finalidad
estimular ese gusto por el detalle, una tendencia tan en boga en la pintura de su
época (Van der Weyden, Vermeer, etc.), sino que lo que persigue principalmente es
asegurar el sentimiento de realismo del evangelio como acontecimiento actual (Gil,
1971). Mediante los Ejercicios, Ignacio transmite al ejercitante su obsesión por “ver”
a Cristo, a veces hasta el límite del paroxismo, como por ejemplo, el deseo de ver “en
el monte Olivete a qué parte estaba el pie derecho o a qué el izquierdo” de Jesús en
el momento de la Ascensión [AU 47-48] (Énfasis mío).
44 En los Ejercicios, concretamente en las “Reglas para el sentido de la Iglesia” [352-370], se conserva una
huella de estas desviaciones: “alabar (imágenes) y venerarlas, según que representan” [360].
45 Desde el Rey temporal [91] hasta las Dos Banderas [136], desde el “perverso caballero” [94] hasta el
“pobrecito y esclavito indigno” [114], así como las numerosas imágenes que se evocan en las composiciones de
lugar.
482
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
(Barthes, 2010). Así como el imaginario que propone el santo es bastante exiguo (no
hay nada que se asemeje a una reserva de imágenes [46]), su imaginación es fuerte. En
vez de imponer sus imágenes personales, su experiencia imaginativa, Loyola quiere
dejar obrar al Creador “inmediate” con la criatura y viceversa [15]. Y es que, al tratarse
de una actividad voluntaria, la imaginación ignaciana no puede rebasar su función
apotropaica de rechazo de las imágenes extrañas (no dice lo que hay que imaginar,
sino lo que no es posible imaginar). De esta manera, lejos de querer producir un
sistema formal de signos, este uso de la imaginación ignaciana trata de eliminar
aquellos aspectos espurios que pueden dispersar el objetivo del ejercitante (Barthes,
Ibíd.). Todo se dispone así, para que éste tenga el camino allanado para crear sus
propias imágenes. Así, cada persona dispondrá su matiz idiosincrático que contribuirá
a que la sensibilidad se conmueva más profundamente y las verdades y afectos que se
pretenden en las escenas contempladas se insinúen más íntimamente en la conciencia.
Y es que, llegar a conmover a la sensibilidad por medio de la imaginación, es imprimir
en el alma el temple necesario para que se graben y penetren en ella las ideas sentidas,
que son los ejes conductores de los procesos mentales más complejos.
46 La red de imágenes de que dispone espontáneamente (o que presta al ejercitante) es prácticamente
nula, hasta el punto de que precisamente todo el trabajo de los Ejercicios consiste en dar imágenes al que
estaba originariamente desprovisto de ellas en su origen (Barthes, 2010); producidas muy trabajosamente ,
mediante una técnica implacable, estas imágenes no dejan de ser triviales, esqueléticas: si hay que “imaginar”
el infierno, tendremos (recuerdos de la imaginería piadosa) incendios, alaridos, azufre, lágrimas; en ningún
lugar encontramos los trayectos de transformación. Nunca en Ignacio encontramos una de esas singularidades
de sustancia. Ignacio enseguida sustituye la descripción de la cosa imaginada por su clave intelectual, afectiva,
principalmente: mirar la descripción que hace de Lucifer como “horrible y espantoso” como únicos términos
(de corte afectivo) para describirle.
483
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Como vimos en su definición, el propósito último de todas las prácticas del libro,
junto con las notas, reglas, observaciones, directorios, adiciones, avisos, etc., es el de
tratar las afecciones del ejercitante dada la primacía que Loyola concede a éstas en los
procesos electivos. Y es que, desde la lógica ignaciana, no es posible efectuar elecciones
rectas, esto es, ajustadas al Principio y Fundamento, si previamente existe un afecto
desordenado; razón por la cual, es imprescindible que se produzca una reorientación
para cambiar su valencia antes de elegir estado o reformar la propia vida [1]. Pero
este propósito puede verse minado por dos problemas (Corella, 1994): por un lado,
la afección desordenada parece mostrarse enormemente resistente a la comprensión
intelectual y a la indiferencia afectiva; en consecuencia, tal y como lo concibe Loyola,
este tipo de afección puede considerarse que se origina por necesidades psicológicas
naturales que parecen inalienables. A este respecto, el libro ofrece todo un conjunto de
técnicas para abordar estas afecciones más arraigadas. Principalmente, Ignacio recurre
al agüere contra, al afectarse al contrario [16], es decir, disponerse a renunciar a lo
apetecido hasta el punto de cambiar la decisión, al menos metodológicamente, en la
dirección opuesta a la de la afección desordenada, haciendo que la indiferencia afectiva
sea manifestada en la libertad efectiva respecto al objeto de la afección, aunque siga la
afección misma [155] (García Domínguez, 1992). Por si esto no bastase, la técnica se
va afinando a su vez con otros medios como el examen de las mociones a la luz de las
normas que se dan para discernir los espíritus; la aplicación metódica de las potencias
en la meditación; los exámenes de conciencia generales y particulares; la división
progresiva en las actividades de cada semana; el análisis de las causas de la consolación
y la desolación; el recurso a la penitencia, y un largo etcétera.
484
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
485
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
se organiza alrededor del acto libre como si de un cambio de régimen ontológico del
no-ser al ser se tratase, y en consecuencia, como puesta a prueba de la misma libertad.
“los ejercicios son el fruto de una reflexión muy concreta sobre el acto de la
libertad (…). Su valor universal viene de que expresan dialécticamente los momentos
y elementos esenciales (…) del drama humano-divino que es la libertad. En el menor
acto de libertad, está presente todo el Espíritu. Esto es lo que habría podido escribir
Ignacio en el frontispicio de sus Ejercicios, si hubiera pretendido hacer una obra de
filósofo” (pp. 24-25).
48 Ignacio en su propia vida, tuvo que ir asumiendo ese proceso de libertad. Esta génesis explica el éxito
encontrado en los Ejercicios: se propone una experiencia nacida de una experiencia. La noción de experiencia
está en el corazón de la modernidad.
486
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
49 Esta polémica surgió durante la Contrarreforma en Trento en torno al debate sobre el De auxilis entre
jesuitas y dominicos.
487
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
488
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
la razón y todas partes inferiores estén más subyectas a las superiores” [87] (Énfasis
mío); para aspirar, en definitiva, a ser lo que por naturaleza debe ser [50]. Desde el punto
de vista identitario, el vencerse a sí mismo sería equivalente a plantear la experiencia
de los Ejercicios como un proceso en que cual el ejercitante debe reescribir la imagen
que tiene de sí, por la que antes conducía su vida, debiendo construirse entonces un
yo alternativo, un relato biográfico nuevo que le permita establecer nuevas relaciones
con el mundo y los otros.
Saberse gobernar, esto es, vencerse a sí mismo y ser señor de sí, implica
indefectiblemente conocerse a sí mismo. Es por ello que el método de Loyola se basa
fundamentalmente en la introspección, en un profundo carácter reflexivo sobre la
experiencia. Difícilmente encontraríamos otro sistema ascético que le diese tanta
importancia como el ignaciano [51]. La importancia creciente del sujeto en el ámbito
del conocimiento, que ha marcado toda la epistemología moderna, se advierte ya en el
planteamiento de Loyola. Pero como dijimos al hablar hace un rato sobre la libertad,
el camino interior propuesto por los Ejercicios no tiene como finalidad el mero
50 Esa auto-violencia comprende tanto las acciones corporales desordenadas, como el exceso o desconcierto
en el comer [83, 210], en el dormir [84], en la sexualidad, etc.
51 Nada menos que ocho exámenes al día se prescriben de ordinario; dos veces el examen particular, una a lo
menos el general, y cinco el examen de la hora de oración o ejercicio, que ha de durar exactamente un cuarto
de hora (también el análisis de escrúpulos, las reglas de dirección de espíritus…). En suma, cerca de dos horas
cada día de intensa reflexión sobre sí.
489
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
52 Nos encontramos ante una diferencia fundamental que se deriva de dos visiones antropológicas
contrapuestas. Mientras que en la consideración intramundana del hombre éste se agota en sí mismo, en la
antropología cristiana, por el contrario, se afirma la existencia invisible, pero real e íntima, del Fundamento de
la persona humana. De aquí que la meta del proceso de interiorización del creyente sea la identificación con su
Fundamento al que está religado.
53 Ver de la “Autobiografía” por ejemplo [AU 12, 21, 50, 70, 74, 85].
490
Reflectir
Sindéresis Colegir Buen espíritu (externo)
Superior- entendimiento Intelección Discurrir Triple origen
Yo mismo (interno) del
Estimativa pensamiento
Razonamiento Conjeturar Mal espíritu (externo)
Cogitación
Potencia Considerar
racional Origen Contemplación, meditación,
Objetivo exámenes de conciencia, oración
Pensamientos
Causa mental, composición de lugar…
Memoria Naturaleza
Memoria
Inferior- sentidos internos
Imaginación Sentir
Horizonte teleológico
ALMA POTENCIAS O Alegría, contento, amor, calor Discernimiento
FACULTADES (qualia), compasión, humildad,
Asociadas a Dios
suavidad (qualia), aborrecimiento (a
las cosas que no son para mi fin),
Afectividad Ordenación abnegación, consolación,
de la Vida consolación sin causa precedente,
EJERCICIOS DIOS
contrición, conversión, indiferencia ESPIRITUALES
afectiva
Potencia Sufrimiento, temor, tristeza, turbación,
Asociadas al Diablo Indiferencia
volitiva confusión, tibieza, vergüenza, avaricia, culpa,
desolación, sequedad, suasión, delectación
Determinarse
491
Capítulo 4. El marco antropológico de los ejercicios ignacianos
Figura 4.3. El influjo de los Ejercicios espirituales sobre las distintas dimensiones de la persona.
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Por todo lo que hemos visto en este capítulo, la aportación principal de los
Ejercicios, es entonces la de facilitar un sistema, proporcionar un método al ejercitante
que le permita dar forma – “modo y orden” dirá Ignacio- a su vivencia interior. Veamos
en el siguiente capítulo todo lo relativo a esta cuestión de la forma de la experiencia.
54 Pero, ¿cuál es entonces para Ignacio el sujeto que examina y cuál es el objeto que ha de ser examinado?
492
CAPÍTULO 5
493
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
1 El objetivo religioso de los Ejercicios cabría tildarlo así de desmesurado, en tanto que es el deseo de un
imposible: producir voluntariamente una iluminación mística.
495
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
“modo y orden” [2]. Por orden, Ignacio hace referencia a toda una serie de elementos
de contenido (reflexivo o afectivo) así como de recursos psicológicos y materiales
(momentos del día, lugares, elementos climatológicos, posiciones corporales, etc.)
dispuestos de acuerdo al Principio y Fundamento [23] y justificados por éste (Iglesias,
1989). El orden se trataría entonces de la concatenación lógica de los materiales y las
meditaciones que se presentan en los Ejercicios [2]. En este sentido, para Ignacio, el
orden de las prácticas revelaría el propio orden y la lógica de la vida espiritual misma, la
gramática de la interioridad ordenada a la prosecución del Fin. Con respecto al modo,
este haría referencia a la utilización concreta del orden dispuesto en unas prácticas que
regimientan la relación del que da los ejercicios con el ejercitante. El modo se refiere
entonces al método en sí, a la técnica propiamente dicha que pone en funcionamiento
el orden [3] (Iglesias, Ibíd.). Por estos motivos, podemos sostener que, por encima del
contenido de las meditaciones que abordan, o de la “subiecta materia”, que es muy
variable, lo que confiere identidad a los Ejercicios espirituales, lo que preserva su
especificidad para alcanzar el objetivo expresado en [1], es el modo y orden; será este
aspecto el que nos permita considerar el carácter genuinamente estructural del método
ignaciano como pura forma puesta al servicio de cualquier contenido.
Gustav Flaubert
(carta a Mlle. Leroyer de Chantepie, I-III-1857)
496
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
497
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
4 Esta expresión latina, que literalmente significa “del trabajo que se realiza” se refiere al hecho de que los
sacramentos confieren la gracia, pero no como resultado de la actividad del creyente en su realización, sino por
el poder que Dios les confiere. Para referirse al efecto que depende del comportamiento del hombre, se habla de
Ex opere operantis. Ambos términos fueron definidos en el Concilio de Trento en 1547.
5 A esta imagen ha contribuido con especial fuerza la leyenda negra sobre Loyola como “dictador de
conciencias” (García-Villoslada, 1986).
498
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
6 Lo veremos al hablar de las Anotaciones en el papel del que da los ejercicios y del ejercitante.
499
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Martin Heidegger
(Ser y tiempo)
Y es que, en tanto que escritura para hacer y para mover a hacer, y a la apertura
de su sintagmática que lo hace susceptible de generar nuevos significados y sentidos,
se ha resaltado justamente la capacidad de los Ejercicios para generar en consecuencia
nuevos textos a partir de él. En este sentido, Barthes (2010) ha observado que los
Ejercicios no se tratarían de un solo texto, sino que en realidad implicarían al menos
cuatro, correspondientes con los cuatro niveles de lectura que trata la hermenéutica
bíblica: literal, alegórico, moral y anagógico. Igualmente, estos niveles encajarían con
7 Hay que intentar una lectura sincrónica y diacrónica de ellos, partiendo del concepto amplio y profundo
de “texto”, que las modernas teorías literarias proporcionan, y que incluye semióticas no verbales como, por
ejemplo, un ritual o una danza (Eco, 1977).
500
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
los cuatro procesos de la lectio divina que vimos en el capítulo tres –lectio, meditatio,
oratio, contemplatio-.
8 La disposición de la meditación, inseparable de la invención de sus lugares, parece ser la principal tarea del
maestro espiritual, quien, según la Anotación [2] da “modo y orden para meditar y contemplar”. El director
encuentra, dispone y propone los temas de la meditación, pero también, inevitablemente, influye a través de
501
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Al recibir el texto por parte del que da los Ejercicios, el ejercitante es autor de
un tercero a partir de sus propias meditaciones, de su “sentir y gustar interno”. En este
tercer texto, el ejercitante se dirige finalmente a Dios para pedirle que reciba su mensaje
moral (cifrado en forma de imágenes, mociones, sentimientos y afecciones). Su labor
de creación es por tanto, insustituible porque constituye el acto mismo del habla, la
interlocución con la que dirigirse a la divinidad y recibir su posible respuesta. Es por
ello, que tiene el difícil cometido de ocuparse de la elocutio, de desarrollar el discurso
interior en la oración, que por ser silencioso, no está por ello menos estructurado
retóricamente [9]. Así mismo, el ejercitante también ha de ocuparse de la memoria [10]
y de la actio [11]. Por todo ello, dice Barthes de él que debe aceptar el trabajo enorme y
sin embargo incierto de un constructor de lenguaje.
los consejos, que va dando al ejercitante, en el desarrollo de la misma. De ahí que podamos hablar de su trabajo
como de un segundo texto (Cebollada, 2007).
9 Inventio y dispositio ordenan la res, pero es la elocutio la que viste las cosas con palabras. Aparentemente, la
meditación silenciosa de los Ejercicios tiene poco que ver con las figuras de la oratoria (Eickhoff, 1993). Y en
la medida que la elocutio ha ocupado el lugar central de la tradición retórica, Loyola no nos parece ajeno a la
retórica. Cierto es que Ignacio no se preocupa mucho por las bellas palabras sino sobre todo por la sustancia de
las cosas. Sin embargo, semejante abstinencia en el ars bene dicendi obedece a la lógica de su retórica divina: da
la palabra al ejercitante. El discurso silencioso de los Ejercicios no deja de obedecer a las reglas de un sistema
retórico. Los verba de la meditación ignaciana son, sobre todo, imágenes constituidas por la aplicación de los
sentidos. Por tanto, su discurso imaginativo e interior es más rico y más persuasivo que la oratoria clásica y
sagrada, dado que dispone de recursos que aquella retórica verbal no tenía a su alcance (Chinchilla Pawling,
Mendiola y Correa, 2008). En esto tiene una Importancia central la creación de imágenes y la imaginación en la
Composición de lugar. Concluimos que aún sin convertirse en palabra fonética, la elocutio de los Ejercicios está
lejos de ser más pobre que el arte tradicional de las figuras retóricas. Dispone de toda la gama de figuras, siempre
según la aptitud del ejercitante, según su gusto, su horizonte y su necesidad, porque es él quien tiene la palabra.
En esta peculiar acomodación del enunciado a su destinatario estriba la eficacia del discurso auto-persuasivo de
los Ejercicios.
10 La hegemonía histórica de la inventio y de la elocutio sobre la retórica entera ha relegado la memoria, y
más aún la actio, a un segundo plano. Ignacio, sin embargo, da un lugar central a la memoria. En la tradición
retórica, el ars memorativa debía ayudar a recordar el discurso elaborado con anterioridad a su actio. Para ello
proponía la asociación de los res et verba del discurso con lugares (loci) e imágenes (imagines). Las ignacianas
“composición viendo el lugar” [47] y “vista de la imaginación” [65], se inscriben, sin duda, esta tradición del
ars memorativa. Su lugar destacado dentro del sistema ignaciano de retórica divina, junto con la aplicación de
los sentidos, hace aparecer la memoria como destinataria principal de las imágenes persuasivas (Rodríguez de la
Flor, 1978; 1983).
11 Conservado en la memoria el discurso retórico llega a su performatio o actio. Esta parte suele enfocar sobre
todo el gesto del cuerpo y la modulación de la voz. Loyola también da suma importancia a este final y fin de la
502
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
Por tanto, estudiar el significado de los Ejercicios exigiría que nos situemos en
este triple plano de la enunciación del mensaje, en donde los movimientos semióticos
articulan diferentes puntos de referencia que se vinculan entre sí en una multiforme
estructura comunicativa; observando el modo en cómo el texto literal se hace textual
o actuado, ofrecido por el que los da, tomando como base el texto de Loyola, y
metabolizado y ejercitado por el que los recibe. A tenor de ello, presentaremos a
continuación cómo el modo y orden de la experiencia viene constituido entonces por
esta triple interacción formal de los Ejercicios –texto ignaciano-director-ejercitante-
Para ello emprendemos un análisis del texto y sus elementos formales diferenciando
entre aquellas propiedades que corresponden al método, las indicaciones y el papel
que recibe el que los da, y las que podríamos agrupar en referencia al que los hace.
Empezaremos por el ejercitante por ser el eje sobre el que todo el sistema gravita.
retórica. Muchas de las anotaciones y gran parte de los directorios adicionales del libro, hablan de la relevancia
del cuerpo y de la respiración para el discurso meditativo. Las indicaciones sobre tiempo y lugar forman también
parte de la actio (Díez Coronado, 2003). La retórica divina de Ignacio quiere ser una retórica existencial, un
modo de vida, contemplatio que se puede expresar en toda actione. El fin último de los Ejercicios como ars
rhetorica es la conversión de la vida humana en una obra de arte, en un solo discurso laudatorio, laudatio del
Señor Supremo.
503
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
12 Hablando con propiedad, las Anotaciones no forman parte del cuerpo de los Ejercicios, aunque sin ellas,
es imposible comprender su lógica. Se trata de un meta-texto, de una especie de prólogo, que define los roles
del ejercitante y del director. Para Arzubialde (2009), éste responde a dos necesidades sentidas por Ignacio:
según la primera, cuando éste daba los Ejercicios a otros, era consciente de la necesidad de fijar los límites de la
actitud del ejercitante para realizar su particular teofanía. Así, las anotaciones corresponden al texto que Barthes
denomina alegórico, pues describe las disposiciones que debe guardar el que se ejercita en su proceder ante Dios.
La segunda necesidad surgió en el momento en que Loyola tuvo que instruir a sus compañeros sobre el modo
de dar los Ejercicios a terceros. De esta necesidad surgió una especie de Directorio que contiene las indicaciones
prácticas sobre el papel del que da los Ejercicios en relación con quien los hace.
504
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
de una adaptación de su método a los distintos tipos de personas, bien fuera por
razón de sus diversas aptitudes de asimilación y aprovechamiento, o bien por las
distintas circunstancias personales en las que estos se encontraran. Y es que, como ya
dijimos, Loyola considera que cada alma se encuentra en un determinado estadio de
su orientación teocéntrica en el momento de acceder a los Ejercicios (Domínguez,
2008). De ahí que el santo apele a que su método opere a partir de ese momento
del ejercitante [13]. Sobre esta problemática trata la anotación [18] centrándose en las
disposiciones internas del individuo. Para determinar la capacidad de éste, Ignacio
distingue tres criterios: edad, letras (cultura) e ingenio (inteligencia) [14]. La edad
del ejercitante es un elemento significativo, en la medida en que, si es avanzada, las
posibilidades de modificar sus inercias de acción serán reducidas ya que sus hábitos
estarán demasiado solidificados como para desarraigarlos proponiendo otros. De
igual forma, la escasez de cierto patrimonio cultural y/o de destrezas intelectuales,
imposibilitará que el ejercitante sea capaz de realizar muchos de los ejercicios por su
extremada sutileza en el análisis y exploración de los propios contenidos de conciencia.
Por todo ello, estos tres criterios han de ser muy tenidos en cuenta por el director
para que no se le den al ejercitante cosas que “no pueda descansadamente llevar y
aprovecharse con ellas”.
Pero, además de los tres criterios que establece [18] para clasificar al tipo de
ejercitante, el director ha de contar igualmente con otro factor subjetivo clave: los
recursos motivacionales de los que éste dispone. Así pues, el principio que operativiza
este factor volitivo es: “según se quisieren disponer, se debe dar a cada uno, porque
más se pueda ayudar y aprovechar” [18]. La misma idea se encuentra en [205, 213 y
252]. Lo que esta apreciación revela, es que el ejercitante no siempre se encuentra en
el mismo estado, por lo que necesitará parámetros absolutamente distintos para leer
y evaluar su propio comportamiento en función de la situación en que se encuentre
13 Obviamente, no hace referencia a un tiempo físico, mensurable, sino a un tiempo fenomenológico, a un
kairós individual.
14 Curiosamente, las mismas que tradicionalmente se han señalado a partir de Freud sobre la idoneidad o no
para acometer un proceso psicoanalítico.
505
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
(Wennemer, 1932). En este sentido, las anotaciones [9 y 18] son una clara llamada
a esa peculiaridad. Es por ello que en [5, 6, 12 y 13] Ignacio insiste al ejercitante
una vez más a esforzarse y ser constante indicándole aquellas disposiciones de la
voluntad más idóneas que debe cultivar para alcanzar su meta, pues habrá de superar
grandes dificultades que provienen tanto de las mociones de desolación [12 y 13],
como, sobre todo, de aquellas que lleva inscritas en su propia naturaleza (las afecciones
desordenadas) [16]. Por todo ello, es preciso que, antes de embarcarse en esta aventura
espiritual, el hombre discierna su actitud inicial, su compromiso real y la honestidad
de sus deseos (por qué se hacen los Ejercicios). Si la respuesta a esas preguntas no es la
misma, a saber, el Principio y Fundamento, en caso de iniciarse, la experiencia estará
viciada de raíz y acabará por ser un rotundo fracaso. Mientras no exista esa disposición
teocéntrica, bien sea por falta de motivación, bien sea por la propia constitución
del sujeto [18], no tiene sentido iniciar el camino hasta que este estado se corrija [15]
pudiendo incluso desaconsejarse totalmente su práctica si la persona no se muestra
apta para ellos [16].
1.2. Anotación [19]: los Ejercicios abiertos y las circunstancias del ejercitante.
15 Si es voluntaria, habrá que trabajarla y esperar a que sea el momento oportuno. Si es constitutiva de la
persona, habrá que reducir los Ejercicios o recomendar el no hacerlos.
16 “Esta visión selectiva no nace de un aristocratismo ignaciano, sino de la misma estructura iniciática de
los Ejercicios: éstos son una iniciación esencialmente personal, y por tanto no todos pueden ser (igualmente)
iniciados.” (Codina, 1977. Citado en Melloni, 2001, p. 109).
506
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
17 De ahí, que tanto en la estructura del ejercicio como en el de la jornada, ambas acaben con la necesidad de
un examen de conciencia para “ver cómo me ha ido” [77].
507
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
18 Aunque abordaremos su contenido en detalle en el capítulo seis, podemos decir someramente que la
Primera semana comprende la vía purgativa, confiándose la vía iluminativa a la Segunda semana, la cual, por
medio de la elección permitirá el inicio de la vía unitiva en las dos siguientes. Dicha unión consistirá tanto en el
“conocimiento interno del Señor” [104], como en el “hallar la voluntad de Dios en la disposición [el ejercitante]
de su propia vida” [1].
508
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
cada sujeto contará con unas posibilidades y unas dificultades específicas para llevar a
cabo ese trabajo. De ahí que los Ejercicios tienen en cuenta la adaptación al ritmo de
cada sujeto (“unos son más tardos para hallar…” [4]). De este modo se establece el
tiempo objetivo y mensurable de los Ejercicios, y a la vez se señalan las modulaciones
que éste debe adaptar según el ejercitante, estando todo, en último término, sujeto
al tiempo vivencial de la acción. Así pues, la constatación de un tiempo fenoménico
introducido por Ignacio invalida como unidad de medida de los procesos espirituales
el criterio de las horas canónicas de la vida monástica, las cuales solo pueden marcan
la cadencia y el ritmo de la naturaleza y el cosmos, para subrayar por el contrario ese
tiempo privado de los movimientos interiores que se determinan en la historia de
una conciencia (Calveras, 1943a; 1943b). En definitiva, en el ritmo temporal de las
actividades psíquicas.
19 Por ello, éste debe tener una buena capacidad comunicativa no sólo para expresar ante el director lo que
siente, sino también para saber objetivarlo para él mismo.
509
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
incorpórea, sino un composito de alma y cuerpo [47], por lo que no puede producirse
una auténtica experiencia espiritual (integrada e integradora) sin el concierto de todas
las dimensiones antropológicas en dicha experiencia, especialmente, la corporeidad.
Y es que los sentimientos o ideas son como estímulos interiores a los que Loyola
presta atención por sus efectos sobre la afectividad del ejercitante. Pero junto a ellos
tampoco descuida los estímulos exteriores; sabe que también ellos desempeñan un
papel nuclear en el condicionamiento de nuestra interioridad. De ahí que advierta de
la necesidad de intervenir igualmente sobre ellos con el objeto de confluyan en la tarea
de la transformación afectiva. De ahí su insistencia en movilizar toda una serie de
aspectos medioambientales y corporales que colaboren en la finalidad que el santo se
propone. Hasta la última fibra de todo el compuesto humano va a ponerse en tensión
y a aportar su unidad de energía dentro de la mecánica ignaciana. Este es el propósito
de las Adiciones [73-90].
20 Sobre los afectos y los cambios de las Adiciones según los objetivos de la semana, se trata de favorecer en
cada momento del proceso el estado anímico correspondiente a los contenidos que se proponen en los diferentes
ejercicios. Sólo así se logrará una vinculación honda entre representación y afecto. Porque los Ejercicios, como
se dijo, no son actividades inconexas, sino que tienen una dimensión unitaria y requieren el hombre entero y
tocan al hombre entero en su proceso. Veremos este cambio de las Adiciones en función de los objetivos de cada
Semana en el capítulo seis.
510
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
las que tienen que ver con la hora de acostarse o despertar y el influjo de lo que
llamaríamos el inconsciente durante el sueño [73 y 74], de la movilidad en el espacio y
la expresión del cuerpo [75 y 76], de la climatología [79], de la dieta a seguir [83], del
dolor sensible [85], etc. En definitiva, de todo lo que la persona es o le afecta y puede
usarse en el propio provecho.
21 Consiste en prever y determinar antes el estado de entrar en meditación. Da idea de que hablar o ponerse
en contacto con Dios requiere de una actitud previa. [73]: intuye Ignacio que el mundo del inconsciente trabaja
durante la noche y por eso el último pensamiento de la jornada se vuelve hacia el ejercicio que a la mañana
siguiente se va a meditar. [74]: no se refiere al levantarse por la mañana, sino al despertar, que puede ser en mitad
de la noche. Ignacio no permite que el alma, una vez dispuesta y preparada en [73], se distraiga y divague; sino
que la conduce y sujeta al asunto de la meditación, para concentrar todas mis facultades y sentidos a lo que voy a
hacer. (Pujadas,1936) [74]: psicológicamente, los primeros momentos y pensamiento del día son importantes y
marcan mucho el resto de la jornada. De ahí la importancia de esta adición que, naturalmente está en conexión
con la primera. Ignacio ha establecido un puente entre vigilia y vigilia, dejando que el sueño trabaje en la noche.
22 Así se puede comprender mejor la importancia que da Ignacio a las adiciones. No son solamente un marco
exterior a los Ejercicios de oración, sino las que permiten entrar verdaderamente en oración. No hay experiencia
de un verdadero encuentro sin estar afectado por él. La búsqueda de la postura corporal en la oración genera esta
capacidad de ser afectado (Helvé y Fornos, 2002).
511
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Los Ejercicios los concibió Ignacio para ser llevados a la práctica con intervención
de dos personas, a las que asignó, desde el principio [2], funciones claramente
diferenciadas. Ahora veamos todo esto en el que da los Ejercicios: su papel, función y
descripción.
23 [77]: El examen de la oración es esencial para avanzar en la dinámica del día, ya que la repetición habrá
de hacerse “notando y haciendo pausa en los puntos que he sentido mayor consolación o desolación o mayor
sentimiento espiritual” [62]. Tiene una finalidad práctica y ayudará a preparar la entrevista con el que da los
Ejercicios y garantizar así que la experiencia sigue el “modo y orden” conveniente. La oración no es tanto
algo que yo hago cuanto algo que acontece, aunque lo que acontece tiene que ver con lo que yo hago, con mi
disposición para que acontezca: “Cómo me ha ido es sinónimo de qué éxito he tenido, y este éxito se ha de
medir por el fruto que pretendía sacar del ejercicio que acabo de hacer, así el general que se indica en la oración
preparatoria, como el particular, que va propuesto con toda precisión en el último preámbulo, después de las
palabras consabidas demandar lo que quiero” [48, 55, 65] (García Hirschfeld, 2007, p. 1378).
24 Consiste en “dolerse de los pecados con firme propósito de no cometer aquellos ni otros alguno” [82]. Se
identifica con el don de la lágrimas del que hablamos en el tercer capítulo.
512
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
Además de precisar el tipo y la actitud del ejercitante para que éste tome alguna
inteligencia sobre su propio cambio, las Anotaciones tienen como principal labor
delimitar el rol del que da los Ejercicios [25]. La razón de la necesidad de un director
que supervise la actividad del ejercitante está en que los Ejercicios, en su calidad
de método (que no doctrina), para ser adecuadamente realizados necesitan contar
con un “entrenador” versado en ellos que sepa aplicarlos, al tiempo que evalúe con
precisión sus efectos y las resistencias y dificultades del ejercitante. Así pues, el que
da los Ejercicios es otra adición más del método ignaciano para dar modo y orden al
ejercitante; podríamos decir incluso que se trata de una meta-norma en tanto que se
encarga de regular y velar por el cumplimiento de las mismas. Es por ello, que su actitud
debe ser claramente legalista, pero no con respecto al contenido de la experiencia del
sujeto, sino tan sólo en lo relativo al procedimiento que éste debe seguir.
Se entiende entonces que Ignacio nunca se refiera a esta figura como “director”,
injerencia que nosotros cometemos conscientemente para aligerar al texto de continuas
apostillas, prefiriendo por contra la locución de “el que los da”. La razón es evidente a
tenor de todo lo dicho: su función no es directiva con respecto al contenido, porque
no induce al otro a nada; eso sería tanto como suplantar la libertad del individuo
(Domínguez, 2008). Su papel se limita entonces al método, a facilitar una técnica
en la que está experimentado para detectar y corregir las dificultades, los signos de
progreso o retroceso, etc., del ejercitante que lo libre de todo condicionamiento, tras lo
cual, deberá retirarse para que éste, sintiendo y gustando internamente, se comunique
en privado con Dios. Fessard (2010) sintetiza de este modo la actitud del que los da:
25 De este documento debe aprender tres cosas: su figura y su oficio, que tiene unos límites bien precisos
y debe quedar relativizada por completo más allá de todo protagonismo. En segunda lugar, el modo de la
entrevista y la materia sobre la que versa, ya que aquella no es ni psicológica, ni directiva, ni moralizadora.
Estas reglas de juego también deberá saberlas en cierta medida el que se ejercita, para que se adecue al tipo de
respuestas que se esperan de él. Y finalmente, su relación con el que se ejercita (Arellano, 1950).
513
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
“Iniciador breve y fiel [2], admonitor circunspecto [8, 9, 10 y 14] y dulce [7], que
es celoso [6] y apremia [12], oyente reservado de confidencias consoladas o desoladas
[17], espejo detector de su sentido y de sus motivaciones ocultas [7], en fin, sobre todo
agente compensador, presto a neutralizar las oscilaciones desordenadas de una libertad
que todavía no ha alcanzado el equilibrio [15]” (p. 82).
Como vimos antes al hablar del ejercitante, razón por la cual no nos extenderemos,
la primera labor del que da los Ejercicios es realizar un perfil completo de la persona que
va a entrar a realizar la práctica: su aptitud (dotes naturales) e idoneidad (“subiecto”),
su complexión (fuerzas físicas y salud corporal), su deseo de aprovechar [18] y
finalmente su situación social (compromisos [19] y posibilidades de retirarse [20]).
Todo ello, con el propósito de ajustar el método –experiencia, medios y actividades- a
la idiosincrasia del individuo, de tal modo que sea algo que éste comprenda, le resulte
fácil y apetecible, y lo pueda “descansadamente llevar” [18].
514
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
“(…) la persona que da a otro modo y orden para meditar o contemplar debe
narrar fielmente la historia de la tal contemplación o meditación, discurriendo
solamente por los puntos, con breve o sumaria declaración”.
En cuanto a los aspectos formales que ahora nos interesan, Ignacio apela desde
el principio a la objetividad que debe guardar el director a la hora de proporcionarle
al ejercitante el material sobre el que éste deberá trabajar: “narrar fielmente la historia
(…) con breve o sumaria declaración (…) tomando el fundamento verdadero de la
historia (…)”, etc. Esa insistencia en la fidelidad a los datos que debe mantener el
director, así como la afirmación explícita de que éste no debe dar “el sentido de la
historia” [2], nos dejan claro la actitud de Ignacio de confinar sus propios deseos, ya
que, dar el sentido sería tanto como dar la interpretación de los datos y, con ello, la
participación de la subjetividad del facilitador y su propio modo de gustar y sentir
sobrescrito en la conciencia del ejercitante. Así pues, en el encuentro entre Dios y la
criatura que acaba desencadenando una nueva conformación de la identidad de la
persona –un nuevo modo de sentir y pensar así como de organizar la relación con los
otros-, el director sabe muy bien que su voluntad y su mundo de valores no deben, en
absoluto, entrar en juego en esa relación para evitar comprometer los procesos electivos
[15] [26]; interferir en él, sería tanto como malograrlo (Iglesias, 1989). El director no
debe suplantar a Dios, sino secundarlo y preparar el camino hacia éste.
515
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
516
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
Esto implica que el director deba conocer una vez más el “desde dónde” del
ejercitante. Y es que, según Loyola, toda transformación afectiva profunda, por lo
que implica de remover todo el sistema de valores del individuo, debe ir acompañada
por una intensa agitación interna que sacuda y movilice las resistencias y defensas de
éste. Para Ignacio no puede existir un cambio efectivo de objeto de la afectividad sin
resistencia y violencia por parte del ejercitante (García Domínguez, 1992).
Así pues, Loyola parece indicar que sin esta necesaria zozobra, no se puede
pensar que el proceso se esté llevando a cabo adecuadamente, pues sin éste, sólo se
trataría de un cambio aparente y falso. Esto podría hacer pensar que las mociones están
actuando como agentes distorsionadores de la realidad que convencen al ejercitante de
27 En estas tres anotaciones se revela, por tanto, un aspecto fundamental de la espiritualidad ignaciana y
de sus ejercicios de la que ya hemos hablado: la de su carácter procesual, en el que han de ser respetados
escrupulosamente los tiempos y los ritmos de cada etapa. Así pues, si en [9] Loyola advierte al que da modo
y orden sobre la conveniencia de no introducir un exceso de sospecha, en [10], sin embargo, nos encontramos
con que invita al director a que la introduzca en el proceso del ejercitante. En esa situación, se hace obligado
“platicarle sobre las reglas de la segunda semana”, puesto que en ella la tentación actúa de modo más sutil y
camuflado (González Hernández, 1990). En psicoanálisis hablaríamos de mecanismo de defensa que, como en
el caso de la racionalización o la intelectualización, se presentan al sujeto bajo especie de bien con el objetivo de
que nada cambie y al mismo tiempo todo parezca cambiar. Son, podríamos decir, las sofisticadas tentaciones de
las personas cultas, espirituales y religiosas en las que los bajos instintos actúan no de modo abierto y grosero
como en las personas poco cultivadas, sino de modo encubierto y disfrazado, bajo especie de bien y con hermosas
racionalizaciones legitimadoras de la situación.
517
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
la idoneidad y conveniencia de su statu quo actual. De ahí que el papel del director sea
testar si ese cambio se está realizando adecuadamente. Así pues, cuando al ejercitante no
le ocurre nada, no padece las sacudidas de las mociones interiores, el director “mucho
le debe interrogar cerca los ejercicios” [6], porque es muy probable que todavía no haya
entrado en la dinámica que estos exigen. Es posible, incluso, que ni tan siquiera los haga
debidamente (en su lugar, momento, posición corporal, orden lógico, climatología
interna y externa, etc.). Por este motivo, el que los da, debe informar al ejercitante con
esmero sobre los engaños y astucias del enemigo, adiestrándole para que se habitúe
[13] a superar la tentación y a vencerla siempre en su mismo terreno. Para ejercer esa
función de espejo, éste debe realizar una sencilla entrevista diaria al ejercitante. Su
finalidad en este cometido es, pues, el de reflejar y ayudar al ejercitante a objetivar y
discernir la naturaleza de su experiencia. Y es que la comunicación y verbalización de
los problemas que está experimentando el ejercitante, le ayudan a transformarlos en
objetos susceptibles de manipulación y remodelación semántica.
Como hemos visto, tanto el que los da como el que recibe los Ejercicios, tienen
funciones diferenciadas que cada uno debe asumir con responsabilidad. Precisamente
en el “Prosupuesto” [22] encontramos el fundamento de esta mutua relación que
se establece entre ambos. La función de este documento es, pues, la de moderar la
actitud de ambos, poniendo a cada uno en su sitio, para que los dos se ayuden y se
aprovechen del método, aceptándose mutuamente, libres de prejuicios, idealizaciones
o reticencias, en la búsqueda conjunta de la verdad del ejercitante con relación a Dios
(Arzubialde, 2009).
518
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
Por su parte, la actitud del ejercitante con el director, debe ser de colaboración,
de estar dispuesto a implicarse en aquellas actividades que éste le sugiera realizar [28].
Así pues, el ejercitante debe aceptar de forma a-crítica o defensiva los ejercicios que
el que los da le va proponiendo, implicando, en último término su compromiso y
fidelidad con el método. Así pues, por su contenido y por el lugar que ocupa dentro
del texto, este Prosupuesto es una llamada a que las actitudes de los dos actores de los
Ejercicios se expliciten y con ello converjan de una forma cordial lo más exenta posible
de conflictos entre ambos.
Hasta ahora, hemos visto los papeles, características y funciones del ejercitante y
del director. A continuación, nos queda ver cómo ambas figuras se articulan en torno
a la forma, estructura y prácticas concretas que prescribe el método ignaciano. Esto
tiene, como pura forma que es, un indudable carácter retórico. Veámoslo.
28 Por ejemplo, las Adiciones que ya vimos [73-90] son una invitación que el director hace al ejercitante para
que las realice.
519
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
29 Idea de diálogo (la mente construye voces para discutir consigo misma y elegir). Persuasión de la mente
hablando con ella misma: desdoblamiento del ejercitante en I-positions.
30 Las retóricas más difundidas en España en el siglo XV son principalmente la Rhetorica Vetus y la Rhetorica
Nova (pseudo) de Cicerón (Faulhaber, 1973; 1979).
31 En dicho método, se empezaba por examinar las razones que estaban a favor de una sentencia (thesis);
después, todas las que se podían aducir en contra de ésta. Una vez que el auditorio estaba dispuesto en presencia
de ambas posiciones, el defensor de una de ellas explicaba su elección, la justificaba y refutaba las razones
contrarias. La argumentación tenía como base el silogismo aristotélico. Se trataba, pues, de aprender a “disputar”,
es decir, probar una proposición refutando aquella que la contradijese. A toda disputatio bien hecha pertenecen
pregunta, respuesta, tesis, asentimiento, negación, argumento, prueba, y formulación concluyente del resultado.
El verdadero espíritu de esta forma de argumentar no era la controversia polémica, sino más bien el diálogo. en el
fondo el articulus escolástico no se halla muy lejos del diálogo platónico en su estructura fundamental. Así pues,
es precisamente el espíritu de diálogo el que debe animar la relación entre el que da y el que recibe los Ejercicios,
520
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
Como veremos más tarde al hablar de su estructura fractal, las partes del discurso
que desde la Antigüedad estaban presentes en la ascética (primero en los estoicos y más
tarde refundida con el pensamiento cristiano en tanto que el conocimiento de la realidad
espiritual era posible por medio de la forma del pensamiento, como constatamos en el
capítulo tercero) se encuentran igualmente en la organización interna de los Ejercicios
respetando con especial insistencia las partes orationis ciceronianas -exordium, narratio,
argumentatio y peroratio-, que se encuentran presentes en las distintas unidades de
formalización de la práctica (ejercicio, jornada, mes).
como vimos al hablar del Prosupuesto [22]. Es curioso que los Ejercicios hablen de dialéctica cuando se busca y
persigue la verdad, mientras que de sofística como convicción y persuasión, se hable para referirse a la labor del
demonio (ver [329]: razones aparentes, sutilezas…).
521
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Ignacio con su método, tratemos ahora, pues, de analizar los Ejercicios ciñéndonos a
la lógica del paralelismo entre el sistema de la retórica y la organización del discurso
en el texto del santo. Veamos en primer lugar la organización del discurso según las
tres unidades citadas –ejercicio, jornada y mes- para luego resaltar su comunalidad
estructural en el apartado sobre reflexividad y geometría fractal del método.
Tras fijar las intenciones del ejercitante (que tenga presente la regla de orden),
Loyola habla de la existencia de dos preámbulos. Si bien estos están estrechamente
relacionados con la materia y la finalidad concreta de cada meditación, su estructura
no varía.
522
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
523
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
32 Para san Juan de la Cruz, las imágenes, las formas y las meditaciones sólo convienen a los que están se están
iniciando a la vida religiosa (1583/2009).
33 Uno de los predecesores de Juan de la Cruz imponía a sus percepciones visuales un límite de cinco pies,
más allá de los cuales no se podía mirar (Barthes, 2010).
34 ¿Debido a la falsedad del sentido de la vista, que sólo muestra “sombras” en vez de la realidad? Sin
embargo, por la palabra llega la iluminación, el recto camino: todo esto es herencia platónica.
524
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
revelada, la fe era audición, como así denota el auge de la oratoria sagrada hasta el siglo
XVIII (Herrero Salgado, 1998). Solamente el oído, llega a decir Lutero, es el órgano
del cristiano.
Sin duda, esta reorganización del valor de los cinco sentidos tuvo una importancia
nuclear en las prácticas religiosas. Es por ello que Ignacio, acorde con el sentir de los
tiempos, busca acomodar la vista dentro del sistema de los Ejercicios, fundamentar
la imagen en la ortodoxia de la fe como la nueva unidad del lenguaje que está
construyendo [35] (Zas Friz, 2007). Desde el punto de vista teológico se podría afirmar
que la imaginación ignaciana crea el lugar para el encuentro afectivo y efectivo entre
Dios y el ejercitante [36]. Y es que, ante el rechazo y la sospecha de la mística, Loyola
responde –agere contra- con un imperialismo radical de las imágenes, siendo la materia
constante de los Ejercicios, la unidad constitutiva de la meditación. Lo que la mística
había vaciado de imágenes, Ignacio lo saturará al máximo [37].
35 En este sentido, podemos hablar del método ignaciano como de una iconología, como una hermenéutica
de las imágenes interiores.
36 Mediante la imaginación, el ejercitante manifiesta por una parte manifiesta su mundo afectivo, y por otra,
la revelación encuentra en ese mundo la puerta de entrada al mundo interior del ejercitante (y no sólo a su
inteligencia).
37 De hecho, a partir de él, surgirá toda una literatura de ilustraciones y grabados para el ejercicio espiritual,
adaptada incluso a aquellos países en los que los jesuitas debían ayudar a la evangelización. Un ejemplo se
encuentra en las imágenes ofrecidas para la meditación al último emperador Ming.
525
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
38 Elredo de Rievaux, Ludovico Balbo, el Pseudo-Buenaventura ya lo utilizaban. Ignacio recoge la tradición
contemplativa cristiana de la Edad Media a través de la “Vita Christi”, de Ludolfo de Sajonia, incluida la
aplicación de sentidos. Pero probablemente Loyola encuentra mayor afinidad con los autores de la Devotio
Moderna (Mombaer, Gerardo de Zutphen).
39 El sociodrama es un instrumento de estudio en grupo, que permite conocer una problemática social, a
través de los diversos puntos de vista de los participantes, quienes hacen una representación de cómo han visto
o vivido cierta situación, y posteriormente, se establece una discusión acerca de los diversos puntos de vista
expuestos (Garvey, 1967).
40 Constituye, por tanto, una forma de entrenarse en situaciones que luego sucederán “realmente” en la
vida. Este es el sentido que le dio santo Tomás al entrenamiento de las reacciones afectivas como ejercicio de las
phantasai.
526
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
Así pues, la composición de lugar nos hace concebir los Ejercicios como una
lucha encarnizada contra la dispersión de las imágenes, o incluso, contra su inexistencia
(Barthes, 2010). Y es que Loyola trata de inocular por todos los medios un imaginario
en la mente todavía desordenada y vacía del ejercitante, de introducir una cierta
gramática de la fantasía preferible, a pesar de sus riesgos, a la “nada” fundamental
(nada que decir, que pensar, que imaginar, que sentir, que creer) que rige al sujeto
con anterioridad a que los Ejercicios le proporcionen a éste una técnica para crear su
propio lenguaje interior.
41 Junto con el segundo preámbulo, que es la petición, la composición de lugar va señalando durante las
cuatro semanas el ritmo del deseo y de la voluntad, ayudados de la imaginación.
42 En retórica, la brevitas es un tropo que implica el uso lo mínimo posible de palabras para expresar una idea
que va más allá de lo dicho. Ello implica una expresión concisa sin florituras ni artificios, similar a la puritas,
una de las virtudes del habla.
43 El ejercitante como exégeta: qué significan los pasajes para mí. Esto equivaldría a la meditatio de la Lectio
divina.
527
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
si llano o por valles y cuestas” [112, 103, 192, 202]). Su método sólo organiza los
lugares: le procura señales y no la historia del viaje, despliega las posibilidades, las
alternativas y las condiciones del desplazamiento al ejercitante, quien ha de tomarlas
a su cargo.
528
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
1.2.2. La petición.
Ya tras los preámbulos que fijan el “dónde” y el “qué”, aparece el cuerpo mismo
de la meditación que se presenta dividido en puntos de breve extensión concebidos
así para ser desplegados por el ejercitante [45]. El interés formal de los puntos proviene
entonces de su orden, de la secuencia psico-lógica que guardan en aras de favorecer y
potenciar la organización del pensamiento del ejercitante. Dicho orden, como se dijo en
el anterior capítulo, responde a una organización recurrente en la aplicación de las tres
potencias que Ignacio entiende como la forma espontánea en la que se desenvuelven
naturalmente los procesos mentales, la arquitectura de la experiencia. Actúa primero la
memoria porque, en la vida espiritual, no se trata de construir sistemas sobre cualquier
clase de principios, sino precisamente sobre los misterios y datos de la revelación. Por
consiguiente, hay que recordar y proponerse esos misterios sobre los cuales se ha de
fundamentar la reflexión. Seguidamente actúa entonces el entendimiento que ejercita
44 Ordenadas unas tras otras, las peticiones son como los hitos del camino que el ejercitante está llamado a
rastrear para descubrir la manifestación de Dios a través de las diversas meditaciones y contemplaciones.
45 El número de los puntos varías para cada oración según la semana y los objetivos, pero en general suelen
aparecer bajo una estructura ternaria. En cualquier caso, su tendencia global es a irse reduciendo a lo largo de
la experiencia. Ello obedece a una progresiva facilidad para la oración, primero “discurriendo y raciocinando por
sí mismo” [2] y poco a poco “en cuanto el entendimiento es elucidado por la virtud divina” [3].
529
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
sin cesar cuatro actos peculiares suyos: intuye, razona, discurre y reflexiona [46]. Cuando
la palabra razonada ha calado, cuando hay mociones espirituales, entonces se inserta
en la meditación el juego de la voluntad.
46 Ignacio no hace distinciones técnicas, ni matizaciones de estos conceptos: ver por ejemplo [50, 106 y 114].
47 La apelación a la interiorización de la Palabra dada en los puntos, es decir, este sabor, gusto y sentir de
la oración pertenece a la tradición monástica de la Lectio divina. Como veremos con el segundo modo de orar
[249-257] éste responde plenamente por igual a ese saborear y gustar internos.
530
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
531
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
en el que el ejercitante escruta los rastros del paso de Dios por su oración (González
Hernández, 1990).
532
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
entonces como un volver a resituar al ejercitante allí, y sólo allí, donde ha encontrado
una “veta” de sentimientos espirituales hondos (García Hirschfeld, 2002).
Así pues, el “texto” sobre el que Ignacio quiere que el ejercitante realice la
repetición es sobre el alegórico, es decir, el de “los puntos [en] que he sentido mayor
consolación o desolación o mayor sentimiento espiritual” [62]. Podríamos considerar
entonces a la repetición algo así como una “oración de la oración”, una experiencia de
lo ya vivido cifrado ahora en consolaciones y/o desolaciones. Así pues, la repetición
ignaciana, lejos de ser mecánica, desempeña una función de cierre [48], de cristalización
y sedimentación de aquellas ideas nucleares que serán los, puntos de anclaje, los pilares
sobre los que se erija la nueva conciencia (sensibilidad) del ejercitante. La repetición
será entonces el lugar donde se sitúe la clave del sentir incorporado al conocimiento.
48 Sirve para que todas las piezas dispersas que componen el sistema de los Ejercicios, se encabalguen
perfectamente y formen una unidad concisa.
533
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
dejar al entendimiento divagar por cualquier otro asunto de los ejercicios previos que
no hayan logrado afectar realmente al ejercitante.
Como vemos, tanto en las repeticiones como en los resúmenes, hay en el método
ignaciano una deliberada preferencia por el mundo emocional, por encima de las
ideas, como motor del cambio [2 y 3]. Y es la garantía de su efectividad está sujeta a
la aparición de “mociones espirituales en el ánima” [6] del ejercitante, por lo que su
insistencia en valorarlas y detenerse en ellas no es gratuita. En el plan de Loyola, las
repeticiones y los resúmenes serán precisamente el momento y lugar para hacerlo.
49 Al describir lo que puede suceder en la aplicación de sentidos no podemos ignorar que existe una larga
tradición espiritual cristiana, en la que Ignacio se inscribe, que ha tratado este asunto. Aunque la cuestión
es muy amplia, podemos recordar que se suele señalar a Orígenes como el primer autor que trata a fondo la
posibilidad de ver a Dios, al que nadie nunca ha visto jamás (Jn 1, 18), a través de algún sentido humano, que
no puede ser corporal, sino espiritual. Dice este autor que hay “un sentido general divino” que sólo algunos
encuentran en esta vida (Endean, 2007). La tradición espiritual posterior continuará con distintas aportaciones
esta descripción y características de unos sentidos distintos a los corporales que permiten acercarse a Dios, y
que son llamados “intelectuales”, “espirituales”; e incluso concebidos no sólo como un órgano de percepción
de lo divino, sino como un “lugar” en el alma o una parte de ella. Esta tradición señala como característica de
la experiencia espiritual proporcionada por este sentido (o sentidos) su condición de experiencial, de fruitiva
y gustosa; por otro lado proporciona la seguridad en el discernimiento, la seguridad de que “sólo es de Dios”
[330]. Pero también que se trata de una experiencia que requiere preparación, purificación previa y, por lo
mismo, suele ser más propia de personas avanzadas en la vida espiritual (García Domínguez, 2009).
534
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
535
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
del que los da, como del ejercitante. Es pues un texto normativo que pertenece a la
propia naturaleza del método ignaciano para dar modo y orden.
3.3. La construcción retórica del drama durante las Cuatro Semanas [45-72,
91-189, 190-217 y 218-237].
50 De esta manera, agrupando [48, 55, 65, 91, 104, 139, 152, 193, 203, 221 y 233], se obtendría el recorrido
entero que Ignacio propone al ejercitante.
536
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
Como hemos visto, Loyola organizó los Ejercicios en torno a tres unidades formales
que ahondaban en la densificación de la conciencia del ejercitante: el ejercicio, la
jornada y el mes. Lo que podemos comprobar es que estas tres unidades son susceptibles
de entenderse, no por casualidad, como parte de una misma estructura fractal. El
término fractal, que fue acuñado por el matemático Benoît Mandelbrot (1975/2010),
hace referencia a ciertos objetos y funciones de la realidad cuya estructura básica está
constituida por un algoritmo recursivo que se auto-replica sin variaciones [51] en todos
51 En realidad Mandelbrot habla de tres clases diferentes de autosimilitud: exacta (es el más restrictivo. Exige
537
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
los niveles y escalas de análisis que se empleen para su observación, teniendo entonces
todas sus partes la misma organización que el conjunto.
En nuestro caso, ese algoritmo que informa a la estructura fractal de los Ejercicios
dotándola de unidad, lo encontramos en las partes en que está la argumentación
retórica de Cicerón como se recoge en la figura 5.1. Nuestro objetivo en este último
apartado será entonces mostrar cómo las tres unidades del método ignaciano se
disponen bajo la misma estructura cuaternaria de Cicerón y con el esquema de las tres
vías de la ascética [52] - que a su vez, se pliega con los tres géneros del ars oratoria [53] - un
mismo esquema subyacente que nos permite que hallemos en todos el mismo “modo y
orden” gracias al cual todo el proceso resulta naturalizado, racionalizado, aclimatado,
pacificado, con la estructura cultural que ha adoptado el conocimiento y la experiencia
en Occidente.
que el fractal sea idéntico a diferentes escalas), cuasi-autosimilitud (con el cambio de escalas, las copias son muy
semejantes, pero no idénticas) y estadística (es el tipo más débil de autosimilitud. Se exige que el fractal tenga
medidas numéricas que se preserven en el cambio de escala. Los fractales aleatorios pertenecen a este tipo). Los
ejercicios pertenecerían al tipo de la cuasi-autosimilitud.
52 En cada unidad, se parte de un comienzo más o menos arduo de preparación (vía purificativa), se pasa
por un proceso intermedio de iluminación (vía iluminativa) y se llega un término de abandono y receptividad
(vía unitiva), para volver a retomar el ciclo a través de los diferentes exámenes. Este esquema en tres partes de
la ascética, como ya apuntamos en el capítulo dos, corresponden también a la estructura formal ternaria de la
dispositio retórica que separa, en el discurso, una parte inicial, una central y una final, o la del silogismo, con sus
dos premisas y su conclusión.
53 La tripartición de los Ejercicios según la triple vía ascética –purgativa, iluminativa y unitiva-, coincide
con los tres géneros del ars oratoria (Eickhoff, 1993), que son el judicial, el deliberativo y el demostrativo. La
retórica antigua parte del mismo presupuesto de interacción triangular –acusación, defensa, juicio- y organiza el
pensamiento y la palabra de modo semejante. Dentro del primer género, el propiamente forense, que corresponde,
en líneas generales, a la Primera Semana, se distinguen los genera causarum según las particularidades de los
hechos que el orador tiene que defender. Para el ejercitante, que en este momento es el abogado de su propia
causa dirigiéndose a Dios como juez oyente, serán los dos géneros llamados por el Auctor ad Herennium turpe,
por tratarse de un crimen inexcusable, y humilde, por la poca importancia del caso; torpe y humilde, dos
palabras bien ancladas en la autoconsciencia ignaciana. Los Ejercicios no dejan lugar a dudas sobre el género de
la causa del ejercitante. Decisión y contemplación en la Segunda, Tercera y Cuarta Semana, partirán del juicio
poco merecido, pero favorable, del juez, expresado en el sacerdotal absolvo, sin olvidar el status de la causa
propia, que no es nada menos que la propia vida (Eickhoff, Ibíd.).
538
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
EXORDIUM
Principio y
Fundamento
[23]
Adición [74]
Oración
PERORATIO Contemplación preparatoria Anotaciones NARRATIO
para alcanzar Examen de [1-20]
Adición
amor conciencia Examen [73]
Preámbulos
[230-237] [26] de la
oración
Puntos de
Coloquio meditación
Contemplaciones Meditaciones
2ª, 3ª y 4ª Semana 1ª Semana
ARGUMENTATIO
Exordio.
Así pues, en cuanto a la estructura del ejercicio, la función del exordio estaría
desempeñada por la oración preparatoria, pues ésta se encarga de recordar al ejercitante
539
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
la consigna de orden que debe guiar sus acciones, intenciones y operaciones durante
el proceso.
Narratio.
540
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
que definen el caso: quién (quis), qué (quid), cuándo (quando), cómo (quemadmodum),
dónde (ubi), por qué (cur), con qué medios (quibus auxiliis), etc.
Desde el punto de vista de las tres vías de la ascética, los preparativos que supone
este segundo vértice de la narratio, se corresponderían con el propósito de la vía
purificativa en tanto que ésta supone un paso previo a la meditación propiamente
dicha, como un trabajo de apertura para disponerse a acoger lo que se recibirá en la
oración.
Argumentatio.
541
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
542
Capítulo 5. Dando “modo y orden” a la interioridad
Peroratio.
543
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
544
CAPÍTULO 6
545
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
A nadie escapa que para Loyola, dada la preeminencia que éste concedió a la
retórica como base de su sistema, tal proceso guarda una estrecha afinidad con la
lógica que articula el género dramático (García Mateo, 2000). Y es que, en tanto
que las funciones mentales reciben en la antropología ignaciana su significación en el
marco de un sistema de actividad conformado por agentes, mediaciones, escenarios,
propósitos, acciones, etc., -similar a modelos como el de Kenneth Burke (1969)- no
es extraño entonces que los Ejercicios, por su naturaleza performativa, conciban la
metamorfosis afectiva del ejercitante a partir de esa consideración dramatúrgica de
la experiencia [1], es decir, desde la lógica de la actividad situada, la cual incide en una
determinada teoría acerca de la propia naturaleza de la acción [2]. Así pues, la analogía
1 Del griego δράμα (actúo, hago), drama es la puesta en acción de un argumento. En este sentido, en tanto
que la Psicología se trata de una teoría de la acción, puede concebirse así como el estudio por antonomasia del
drama.
2 De hecho, autores como Calderón de la Barca aprovecharon la estructura de los Ejercicios de Loyola para
componer sus autos sacramentales. Una figura muy interesante a estudiar surgida en el interior del jesuitismo,
fue la de Franz Neumayr (1697-1765), profesor de retórica y literatura en los colegios de la Compañía en
Múnich e Ingolstadt, el cual llegó a realizar representaciones teatralizadas de los mismos Ejercicios (Wimmer,
1987).
547
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
de los Ejercicios con el drama, más allá de sus aspectos anecdóticos [3], tiene que ver
justamente con la razón de su propuesta que no es otra que la del planteamiento de
un conflicto que actúa como motor desencadenante de toda la actividad posterior
del ejercitante [4]. Un conflicto que se organiza en torno a una estructura retórico-
dialéctica de tesis y antítesis que se encarna de numerosas maneras: orden-desorden,
cielo-infierno, bien-mal, etc. [5] (Fessard, 2010). Con esta oposición fundamental, la
historia del ejercitante se torna así en una “divina comedia” que transcurre entre Dios
y el mal, entre Cristo y Lucifer, en donde la indeterminación y la neutralidad no son
ya posibles.
Así pues, el desarrollo del drama de los Ejercicios se divide en cuatro actos
correspondientes, a grandes rasgos, a las cuatro semanas que comprende la experiencia.
La trama se inicia en la Primera Semana a raíz de la constatación por parte del ejercitante
de su alejamiento de la norma de vida que prescribe el Principio y Fundamento [23]
que le ha conducido a violentar su propia naturaleza y con ello a romper la armonía de
la creación. El objetivo de esta semana es por tanto asomar al ejercitante literalmente
al abismo de su condena – hablaremos de la aplicación de sentidos sobre el infierno-
en la que caerá en caso de que no se ordene en adelante. Ya con el segundo acto, se
produce el desenlace de la trama abierta en la Primera Semana: el ejercitante, siendo ya
conocedor de las diferencias entre Cristo y el diablo, en esa tensión entre los dos polos
que ponen a prueba su libertad, opta por el primero.
3 El ejercitante como actor y el que los da como el director de escena, ambos orientados por el libreto de Loyola
que fija tanto los diálogos como las acotaciones o didascalias escénicas (anotaciones, preámbulos, adiciones,
reglas, etc.) en aras de clarificar la comprensión o puesta en acción de la obra.
4 Sin conflicto, no hay posibilidad de acción dramática (Aristóteles, 1973).
5 Se emplea un esquema diádico de Hegel. El conflicto gravita por lo general entre dos términos posibles de
una elección.
548
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
6 Este procedimiento, como técnica dramática, fue muy frecuente ya en las representaciones de los clásicos.
Por ejemplo, Sófocles, con el desenlace de “Edipo Rey”, crea una nueva acción: “Edipo en Colono”; e incluso
una tercera a partir de la segunda como es “Antígona”. Podemos hablar entonces de estructuras narrativas
“dualógicas”, “trialógicas” y “tetralógicas” (Guzmán Guerra, 2005).
549
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
NUDO I DESENLACE I
ACTO 1: EL PECADO ACTO 2: LA ELECCIÓN DE CRISTO
Ejercitante Ejercitante
Meditaciones
Aborrecer Conocimiento
Meditaciones electivas (binarios,
afectos de cómo
Examen banderas…)
desordenados actúa Dios y
conciencia Contemplaciones
Lucifer
Cristo
550
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
descentralizar el punto de vista propio para favorecer y acoger otras perspectivas que
reviertan en ese cambio de actitud que éstos proponen (Kennedy, 2003). Por tanto,
mediante el uso reglado de la imaginación –que va configurando sus marcos espacio-
temporales (composición de lugar y aplicación de sentidos)- Ignacio va posibilitando
la aparición de los coloquios con varios “tus” imaginarios [7], con otros actantes de
signo por lo general antagónico (Cristo, la Virgen María, Dios, los ángeles, Lucifer,
etc.), a partir de los cuales el ejercitante, como inmerso en un gran psicodrama, debe
ir posicionándose (unos le impiden lograr sus objetivos, otros se los facilitan, etc.) en
las elecciones que toma.
Es entonces a partir de ese carácter agónico que conlleva tener que decidir,
donde el aspecto dialógico de la conciencia del ejercitante se va consolidando a
partir de una acción dramática que implica que éste realice continuas escisiones de sí
mismo que van configurando un yo complejo y polifónico que es capaz de considerar
simultáneamente numerosos puntos de vista a la hora de actuar (Hermans, 2001).
Así pues, en este capítulo iremos viendo desde un punto de vista microgenético
cómo se produce ese desarrollo, ese despliegue del espíritu-conciencia, para lo cual
iremos colgando nuestras consideraciones de los principales soportes objetivos en los
que se sostienen los momentos más significativos de los Ejercicios y, por tanto, de la
experiencia personal que a través de ellos va haciendo el ejercitante. Veamos ahora el
primer acto del drama.
7 En consecuencia, los coloquios no son en realidad diálogos sino monólogos, o como los denominó
Unamuno, “monodiálogos” (Ortega y Gasset, 1958).
551
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
En el dolor uno se hace cada vez más sensible; es el sufrimiento quien prepara y labra el
terreno para el alma, y el dolor que produce el arado al desgarrar el interior, prepara todo
fruto espiritual.
Stephan Zweig
(La lucha contra el demonio: Hölderling –Kleist- Nietzsche)
Dante Alighieri
(Comedia. Infierno. Canto I, sentencia 1-3)
Así pues, esta semana se trata para el ejercitante del primer hito para la
transformación de su corazón, de su sensibilidad conforme a un doble movimiento
552
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
8 Del griego antiguo ἀναγνώρισις, (reconocimiento), la anagnórisis se trata de un recurso narrativo propio
del teatro clásico consistente en el descubrimiento por parte de un personaje de datos esenciales sobre su
identidad, sus seres queridos o su entorno, ocultos para él hasta ese momento. La revelación altera la conducta
del personaje y lo obliga a hacerse una idea más exacta de sí mismo y de lo que le rodea. Si bien este proceso
guardaría ciertas analogías con la filosofía cristiana, en esta última no obstante, no existiría la idea de una
fatalidad inexorable, de un destino que no se puede violentar (como en el caso de Edipo), dando curso, por el
contrario, a la idea de que esa catarsis puede y debe actuar a favor de la redención.
553
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
que reoriente su sensibilidad (Bojorge, 1996). Veamos los componentes de esta semana
para lograrlo.
9 Conocemos con bastante probabilidad el origen de tres de las piezas de estos cinco ejercicios: Una es el
pecado de los ángeles, que proviene de la doctrina de san Agustín, y que Ignacio pudo llegar a conocer o bien
a través de santo Tomás, o bien a través del Maestro de las Sentencias. Otra es la descripción de la creación de
Adán y Eva en el campo damaceno [51], que Ignacio la pudo tomar de la lectura de Ludolfo de Sajonia. Y otra,
finalmente, es el análisis del proceso de los propios pecados cuyo origen proviene con bastante probabilidad de los
Confesionales de la época (para bibliografía específica sobre el tema, ver Arzubialde, 2009, notas 13 a 16 pp.
169-170).
554
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
[23]: negarse a alabar, hacer reverencia y servir a la divinidad en aras de ejercer una
autonomía imperfecta, dice Ignacio, al margen de ésta.
El ejercicio oscila así entre dos polos dialécticos de los que brota el contraste: la
desobediencia histórica de la humanidad frente a la obediencia histórica de Cristo. Será
a raíz de esa hiriente constatación en donde el ejercitante experimente el significado
de su ofensa contra Dios, de la consideración de su pecado como un eslabón más de
esa historia del oprobio; y de ahí que sienta vergüenza y confusión: “cuántas veces yo
merecería ser condenado para siempre por mis pecados” [48] y sin embargo, “Dios ha
tenido misericordia de mí”. La problemática del pecado y su superación termina en el
coloquio del ejercicio con la “disposición a hacer” (lo que he hecho por Cristo, lo que
hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo), en el reto de seguir a Jesús y elegir su
camino.
555
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Yo vi acabarse el mundo.
Richard Wagner
(El ocaso de los dioses)
Confutatis maledictis,
Flammis acribus addictis:
Voca me cum benedictis.
Oro supplex et acclinis,
Cor contritum quasi cinis:
Gere curam mei finis.
Dante Alighieri
(Comedia. Infierno, Canto III, sentencia 9)
556
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
10 Este ejercicio se basa en santo Tomás (“Suma contra gentiles” III 14) valiéndose para ello de los cinco
sentidos internos de la imaginación: “Porque siempre tememos más las penas sensibles (corporales) que los
males espirituales”.
11 Este ejercicio se integra mal con la doctrina del amor y la salvación. Lleva al ejercitante a un estado de
temor que hace desconfiar de la imagen paternal que de Dios se quiere dar. Sin embargo, Ignacio lo incluyó al
ser seguramente coherente con la mentalidad medieval de aquel tiempo.
12 Este Ejercicio guarda la misma estructura argumental que el Apocalipsis de san Juan.
13 De hecho, el nº [65] que habla de la anchura, altura y profundidad del infierno, encuentra su Némesis
retórica en la descripción que del cielo se hace en Efesios 3, 17-19.
557
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Rosalía de Castro
(Follas Novas)
14 Las formas del examen son muy variadas: examen de las consolaciones y desolaciones (las dos series de
reglas de discreción [313-327 y 328-336] así como las anotaciones [6 a 17]); examen de nuestra orientación
fundamental con el Principio y Fundamento, examen de nuestro tiempo o momento espiritual (tranquilo o
558
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
Si bien es verdad que este tipo de examen constaba de una larga tradición en el
Cristianismo, cuando Ignacio lo adoptó a su experiencia espiritual durante su estancia
agitado [176 y 177]) para elegir, examen de nuestra indiferencia, compromiso e identificación y seguimiento de
Cristo [164-168], etc.
15 El énfasis de esta actitud de búsqueda, de vigilancia, de sospecha a la que Ignacio pretende llevarnos, se
recoge mediante las más diversas expresiones: mirar, ponderar, considerar, investigar y demandar, echar cuenta,
dudar, estudiar, etc.
559
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
en Manresa (ver [AU 99]), lo cierto es que el santo le proporcionaría una organización
de la que había carecido hasta ese momento [16] (Arzubialde, 2009).
16 Su aportación tenían que ver con los siguientes aspectos: 1. El objetivo preciso y delimitado; 2. La
concentración a un tiempo de esfuerzo sobre aquel pecado (o vicio) dominante; 3. El anotar por escrito; 4. La
comparación de los resultados por días o semanas, y el control del progreso; 5. Los dos exámenes después de
comer y cenar.
17 Es por ello que este tipo de examen se utiliza durante la práctica de Ejercicios del mes de modo coextensivo
al itinerario espiritual con el fin de adiestrar al ejercitante en él, para que elimine los posibles defectos y
negligencias en que incurre así en los ejercicios como en la práctica de las adiciones de cada día [90, 160, 207].
18 Los Ejercicios pueden considerarse en buena medida como un proceso continuo de comparación dentro de
esa estructura dialógica de dos términos en disputa por la cual el hombre objetiva su realidad evaluándola con
exactitud ante Dios o ante los demás. Sólo a través de la comparación se puede verificar el índice del cambio.
560
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
de ordinario tendrá lugar al final de la misma [44]. Por lo que respecta a la materia
sobre la que versa, Loyola conserva el mismo contenido de los confesionales de la
época [19] presentado los tres ámbitos en donde se configura la acción: el pensamiento
[33-37] [20], la palabra [38-41] [21], y la obra [42] [22]. Lo que se persigue con este examen
entonces es que el ejercitante de nombre, fecha y circunstancia a su conciencia de
pecado; un objetivo que emparienta diáfanamente con el segundo ejercicio de esta
semana (lo que denominamos “psicología del pecado”).
19 La misma materia aparece también en el Kempis (1418/1944): Libro I Cap. 19,4.
20 Se concreta en el dominio del mundo instintivo del apetecer [87], donde se fragua la decisión cuando
todavía ésta no ha hecho su aparición en el mundo exterior, “para que la sensualidad obedezca a la razón” [87].
21 “Quien controla su lengua controla todo su ser” (Evangelio de Santiago, 3, 2ss).
22 El examen de conciencia cristiano es, finalmente, un diálogo por el que el hombre verifica la conformidad
o disconformidad de sus acciones con la ley divina, de la Iglesia, o con la tradición.
561
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Figura 6.3. Edición de 1635 del Directorium in Exercitia Spiritualia S.P.N. Ignatii
realizada en Antuerpiae (Países Bajos). Universidad Complutense de Madrid.
3. Los peligros del mucho examinarse. Las notas para sentir y entender
escrúpulos [345-351] y la hiperreflexividad.
562
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
Así pues, en tanto que las notas sobre los escrúpulos hablan de neutralizar el
efecto de las mociones nocivas que vienen de fuera, estas han de entenderse a su vez
23 Ver [AU 22-24]): Tras siete horas de rezo, levantándose todas las noches, en continuo ayuno, con una
higiene descuidada, nos es extraño que albergara tales pensamientos. En la Autobiografía dice: “no hallaba
ningún remedio para sus escrúpulos, siendo pasados muchos meses que le atormentaban, antes bien, de tal
manera se recrudecían que le venían ganas de suicidarse” (ver [AU 23 y 24]). Así mismo, se ha escrito que las
reglas de Ignacio sobre escrúpulos son eco de las enseñanzas del P. Nider, autor de un libro titulado “Consolarium
timoratae constientiae”, por aquella época muy leído y recomendado (Arzubialde, 2009).
563
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
564
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
Puestos al final del libro de los Ejercicios, los modos de orar se tratan de un
complemento del mismo y forman, junto con los “Misterios de la vida de Cristo”
24 De aquí que la tesis expuesta en el [32] acerca del triple origen del pensamiento, que tradicionalmente
sirvió de base a la vez para el discernimiento y el examen, Ignacio la modificara y aplicase exclusivamente a este
último, separando así los dos documentos incluso desde el punto de su localización en el texto.
25 La originalidad ignaciana es que la voluntad divina no se encuentra en la obediencia de mandamientos o
reglas, sino por el discernimiento que se ejerce a través de las mociones sentidas.
26 Atender a la noción de retórica demoníaca, como los argumentos que uno se da en contra (yo dialógico)
para abandonar.
565
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
******
Como hemos visto, los cinco ejercicios de la semana [45-72], los exámenes
de conciencia [24-31 y 32-43], las notas sobre los escrúpulos [345-351], las reglas
27 Es por ello, que en los ejercicios leves que prevé la Anotación [18] se practique este tipo de oración junto
con el examen de conciencia, como forma de repasar todos los aspectos importantes de la fe.
28 Para entender bien la experiencia primigenia que subyace a este modo de oración, es preciso tener en
cuenta que en tiempo de Ignacio la confesión era una práctica o bien anual o bien muy esporádica. Espaciada
a lo largo de la vida, duraba dos o tres días y en ella tenía lugar una formación catequética de gran envergadura
con el telón de fondo del sacramento de la reconciliación. Se mantenía vivo el sentido del pecado y de la
compunción, y ésta última formaba parte esencial de la educación cristiana. Se aprovechaba, por tanto, el
momento de la confesión para una catequesis existencial de enorme seriedad, que comprometía muy seriamente
la libertad. Experiencia que daba paso a un cambio profundo de costumbres y a la revitalización de la práctica
sacramental (Arzubialde, 2009).
29 Todas estas materias aparecen tal cual entre las materias de examen que se enuncian los Confesionales de
la época – compuestos con miras a la confesión general-, con las mismas palabras y pospuestas las potencias a
los sentidos (Calveras, 1949). Es pues, manifiesta la relación existente entre el primer modo de orar y dichos
manuales.
566
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
LUCIFER
Ángeles
Historia Desobediencia
Adán y Eva INFIERNO
del pecado / Desorden
Humanidad
Mi pequeñez e DIOS
Distancia insignificancia
ontológica
Lo que he hecho (pasado)
CRIATURA Lo que hago (presente) CRISTO
Lo que debo hacer (futuro)
Obediencia /
orden
PECADOR
Buen Espíritu
Discreción de Mociones Libertad
Espíritus
Mal Espíritu
Coloquios VIRGEN
567
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Dante Alighieri
(Comedia. Paraíso, Canto V, sentencia 40-42)
30 Ignacio selecciona y presenta 51 misterios de la vida de Cristo. Esta selección nace inicialmente en Loyola,
como extractos de la vida de Jesús, sacados del Vita Christi de Ludolfo de Sajonia. El texto [261-312] se puede
dividir en cuatro grandes bloques: Los misterios de la infancia [262-272], la vida pública de Jesús [273-288], la
Pasión [289-298], y los misterios de la Resurrección [299-312).
31 Esta tendencia a la contemplación de la humanidad de Cristo, ya lo dijimos en el capítulo tres, es propia
del movimiento antiespeculativo de la mística que encarnaba la Devotio Moderna.
568
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
connaturalidad; es decir, que sus afectos, carentes en este momento de objeto por
su desconexión durante la Primera Semana, se adhieran e identifiquen con los
sentimientos y la historia de Jesús durante la elección que es el contenido de este
periodo. Es por ello que a partir de ahora la petición del segundo preámbulo de cada
ejercicio suele ser el “demandar conocimiento interno del Señor [32], que por mí se ha
hecho hombre, para que más le ame y le siga” [104]. De esta forma, Loyola prevé que
el ejercitante poco a poco quede asombrado y afectado por la divinidad manifestada
en la humanidad sensible de Cristo [33]. En consecuencia, el modo de orar cambia por
completo. La oración es ahora contemplación de los misterios de la vida de Cristo y la
dinámica del ejercitante sentirse comprometido en el seguimiento (Ambruzzi, 1930).
32 El interno ha de entenderse en la doble dirección: “interno” en cuanto a la persona del ejercitante, ya que
no se queda en la esfera de la sensibilidad o en el nivel de los conceptos, sino que penetra el “centro” sensible de
la persona. Ha de llegar al “modo de ser” de Jesús.
33 La contemplación ignaciana pone juntas estas dos cosas, al hombre y al misterio, prolongadamente, para
que haya resonancia y asimilación de la una por la otra.
569
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
de Jesús al explicitar los valores recogidos en [23] [34] a partir del código ético medieval
de la caballería andante propio de la época de Ignacio [35].
34 Es por ello que, en cierto sentido, este ejercicio sería equivalente al Principio y Fundamento de las etapas
que se encaminan a la elección.
35 Ignacio fue un caballero medieval pretridentino. Era lógico, por consiguiente, que viviera y formulara la
llamada de Dios desde el horizonte hermenéutico de su época y desde el ideal humano propio de las categorías
del marco del tardo Medievo (García Mateo, 2000). La instancia paradigmática para un hombre de su época era
que el Rey llamara a un caballero al servicio de las armas. El caballero “se lo debía todo” a su señor y quedaba
obligado por ello a un servicio que no podía en modo alguno eludir. De ahí que el eje dialéctico de esta pequeña
parábola recaiga, en última instancia, sobre el sentimiento de honor y su reverso, la vergüenza, que constituyen
la identidad del caballero. El eje sobre el que gravita toda la parábola es, por ello, el hiriente contraste entre
las dos únicas respuestas antagónicas descritas en su aguda irreductibilidad. La ética medieval era una ética del
honor (A. Tornos, 1981: “la moral renacentista tenía algo de moral nietzscheana; una moral del honor, más allá
del bien y del mal; de honradez personal; de creación en uno mismo, de lo que es más que ser un hombre a
secas”. Citado en Arzubialde, 2009, p. 291). Este constituía al individuo como hombre y como persona social.
Por ello, todo caballero se sentía llamado a comprometerse en “los trabajos” de la empresa de la guerra, llevando
hasta el extremo tanto los valores de la magnanimidad como del desinterés. Ignacio elaboró el ejercicio del Rey
Temporal a modo de Prólogo de toda la vida de Jesús, conforme al modelo preexistente en los Flos Sanctorum,
escrito en Toledo el año de 1511 por el cisterciense aragonés Gauberto Fabricio Vagad (Leturia, 1928).
570
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
571
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
de valores que sustituya al anterior y le lleve a una vida recta. Así pues, para lograr
tal propósito, conocedor de las muchas y complejas ramificaciones y estratificaciones
del psiquismo humano, Ignacio va despejando el camino para propiciar la libertad
de elección. Este es el motivo por el que la colección de documentos pertenecientes a
este asunto y su acondicionamiento en un libro tan breve como es el de los Ejercicios
ya indica la importancia y la dificultad de la materia tratada [36] (Bakker, 1995). Con
esta serie de documentos, Ignacio pretende conseguir tres cosas esenciales: 1) preparar
convenientemente el espíritu del ejercitante para que haga una elección conforme a la
razón cristiana ; 2) estudiar y pensar con detenimiento qué tiempo (o tiempos) es el
más adecuado para ello; 3) dar reglas prácticas para lograr ese fin.
Con respecto a la primera parte, tras las contemplaciones de los tres primeros
días dedicadas al Rey temporal y a la Encarnación [101-109] y el Nacimiento de
Cristo [110-117], que ponen de relieve la llamada de Dios de establecer su Reino
universal [93-95] por las que se hace realidad (paralelismo con el Rey temporal) y el
comienzo de la identificación del ejercitante con la persona de Cristo, con la pobreza
y humildad con la que da comienzo su vida mortal, en el cuarto día se comienza
a disponer la actitud del ejercitante para la elección que más tarde realizará. A este
objetivo van encaminados las dos meditaciones que comprende esta jornada junto con
36 Está centralidad que Ignacio concede a la elección viene recogida de manera concisa en el Directorio del
P. Gil González Davila en su número [100]: “No hay cosa más difícil en todos los Ejercicios que saber bien
gobernar este negocio de elección, ni donde sea menester más destreza y más discreción espiritual, por ser este
tiempo sujeto a diversas mociones del ánimo, y a veces a engaños, que el hombre echa mano de lo malo con
especie de bien. Es tiempo de parto, donde hay tristezas involuntarias que suelen ahogar; y si no hay luz del cielo
y prudencia de arriba, corre peligro, si no se hace oficio de buena partera, que no venga a luz todo lo que se ha
trabajado, que se malogre todo con ruin suceso” (Lop Sebastiá, 2000. Citado en p. 280).
572
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
Asimismo, en el texto se percibe con claridad esa retórica bélica que empleara
Erasmo en su Enquiridion (1503/1999), que sitúa al ejercitante en el escenario de
una guerra, de una contienda entre dos ejércitos cuyo campo de batalla es su propia
alma [38]. Ignacio quiere que el hombre conozca y distinga con claridad los ardides de
Satanás, del mal caudillo [39], y la vida verdadera que muestra “el sumo y verdadero
capitán y gracia para le imitar” [139]. Por tanto, se trata de un discernimiento de la
37 Tras la meditación del Rey temporal, los primeros compases de la Segunda Semana le han podido causar
al ejercitante la engañosa impresión de hallarse en un mundo irreal – los misterios de la infancia y vida oculta
de Jesús- alejado por completo de su problemática intramundana (Arzubialde, 2009). La finalidad de este
documento es concretar esa respuesta genérica de seguimiento a los diferentes estados, alternativas, formas del
ejercitante. Así los “estados de vida” serán los distintos medios elegibles, que se ordenan a la consecución del
único fin, y a la búsqueda en cualquiera de ellos del único estado de perfección posible.
38 Nos podemos remontar a Agustín de Hipona (426/2010) para ver el origen de esta metáfora y a la vez gran
síntesis teológica con la ciudad de la tierra y la ciudad de Dios. El individuo debe saber a qué ciudad pertenece.
39 Influencia de la dramatización de las malas artes del demonio en los Autos Sacramentales de los maestros
del Siglo de Oro; por ejemplo, Tirso de Molina en “El colmenero Divino” (1984).
573
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
vida ordinaria con el fin de verificar si en ella el hombre va “hacia arriba” movido por
el deseo de la autoafirmación, o bien se halla en un proceso de identificación con Jesús
“por el descenso hacia la libertad”.
Aunque el término latino binarius significa por lo general “doble” o “par”, en este
caso, para Ignacio designa la idea de “prototipo” o modelo estandarizado de persona
indeterminada (Alburquerque, 1995). Con estos tres binarios, Loyola pretende abarcar
esquemáticamente todo el espectro de los estados emocionales posibles frente a la
decisión de la libertad, es decir, las tres determinaciones que puede adoptar la voluntad
con las que el ejercitante puede cotejar su propia situación; descubrir cómo se halla y
hasta qué punto su voluntad está condicionada aún por el desorden para que retome
su libertad, y ya con pleno dominio de sí, pueda elegir y disponer de su vida y acciones
particulares “sin determinarse por afección alguna que desordenada sea” [21].
40 Recordemos la importancia que cobra en el Cristianismo el tema de la pobreza durante el Renacimiento.
574
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
Hasta ahora, hemos visto cómo Ignacio prepara la antesala de la elección con los
ejercicios de Dos Banderas y Tres Binarios. Ahora, en la segunda parte de la semana,
575
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
576
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
Pero no basta sólo con abstenerse de las cosas malas o desordenas; como indica la
tercera manera [167], también es igualmente necesario practicar las buenas y ordenadas
siguiendo el principio de “solamente deseando y eligiendo lo que más conduce para
el fin que somos criados” [23]. Y es que en este tercer grado, Ignacio considera que
el ejercitante opera la identificación plena con Jesús, pudiendo estar seguro de que su
actitud es la idónea para hacer buena y sana elección.
Como vemos, mientras que en las dos primeras formas la humildad significaba
obediencia y sumisión a la voluntad divina manifestada por la ley de Dios en tanto que
el pecado actúa como sistema de regulación heterónoma de la acción, en la tercera,
en cambio, esa humildad significa adhesión personal a Cristo e identificación con
su destino histórico, por la sumisión y obediencia al proyecto salvífico del Padre
(Arzubialde, Ibíd.). Ignacio ofrece, por consiguiente, la visión panorámica de toda
evolución positiva de la libertad, concebida como un ascenso escalonado desde la
dependencia creatural (a imagen de Dios) hasta la plenitud de la vida filial, hasta las
formas más elevadas del amor desinteresado (la semejanza) [41].
41 Loyola retoma así la visión patrística del retorno al estado adámico original por la semejanza al Hijo.
577
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Para describir esa materia, Ignacio plantea las propiedades que ésta puede tener:
1) la bondad del objeto por referencia al fin último [170]; es decir, que lo que se
propone para elegir ha de ser moral, puesto que algo inmoral nunca puede ser objeto
42 De hecho, algunos directorios dan primero el Principio y Fundamento y luego este preámbulo.
43 Calveras (1943a) aclara la razón sobre la objetividad de esta materia porque se refiere a “las cosas en las
que, teniendo en cuenta las personas y las circunstancias más conformes al servicio divino y al mayor provecho
del alma, no existe norma general a la que acomodar invariablemente nuestra conducta” (p.264).
578
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
44 Con respecto a las cosas indiferentes, estas no están prohibidas por ninguna ley, por lo que pueden ser
materia apta para la elección en tanto que el ejercitante puede transformarlas ordenadamente de indiferentes a
buenas.
45 La elección sería de Dios si hubiese sido hecha siguiendo el camino de las leyes formuladas por Ignacio.
Pero si la persona lo hizo desde el desorden de sus afectos, prescindiendo de toda clase de elección espiritual, o
hizo elección pero ésta no era ordenada, no parece que sea vocación divina.
46 Dios no cambia de parecer como nosotros. Por lo tanto, si nos hizo sentir su voluntad en alguna elección,
eso deberá considerarse inmutable.
579
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Al igual que el primer tiempo para elegir, el segundo también se trata de una
experiencia de consolación. No obstante, aceptando que en esta ocasión tal experiencia
no posee ya el carácter privilegiado y evidente del primer tiempo, teniendo ahora un
rango oscilatorio y dinámico que constantemente se desplaza en su valor. Además,
tal consolación puede ser provocada así por la actividad del ejercitante -por medio de
alguna meditación-, por algún agente externo –el ángel bueno o el malo [331]-, o por
un objeto previo (“sin ningún previo sentimiento o conocimiento del algún obyecto”
[330]), elementos todos ellos, ajenos a la pura inmediatez divina del primer tiempo.
Como vemos, en este clima de elección, el ejercitante se encuentra sometido así a la
580
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
Como resulta evidente, para Ignacio el tiempo ideal para elegir es el primero y, en
su defecto, el segundo; y ambos por la misma razón: porque se fundan en el lenguaje de
Dios que va más allá de la lógica. Sin embargo, Loyola contempla un tiempo extra, al
que califica de “tranquilo”, pues recoge la situación en la que se encuentra el ejercitante
cuando no es agitado por los diversos espíritus [47]. Es, por tanto, un tiempo subsidiario
en el que el hombre debe emplear libremente sus potencias naturales cuando no se dan
las circunstancias para la aparición de los otros dos climas. Así pues, el tercer tiempo se
basa en la aplicación racional del Principio y Fundamento [177]. No obstante, Ignacio
concibe dos modos diversos, aunque complementarios, de practicarlo: uno que tiene
forma de oración [178-183], y el segundo [184-188] semejante a la confrontación
con unas consideraciones normativizadas, a las que Loyola denomina como reglas [48],
para que el ejercitante ponga a prueba su afección o indiferencia, y de este modo no
se deje engañar.
47 No olvidemos las reservas de la Inquisición contra los alumbrados y otras clases de iluminismo espiritual.
48 Cuando Ignacio habla de “puntos” se refiere al ámbito oracional. En cambio, cuando dice “reglas” se
refiere a normas generales de análisis o comportamiento por las que el hombre se debe regir, bien para valorar
sus mociones [313-336], bien para poner a prueba su afección o indiferencia [184-187] y [338-341], bien para
purificar su actitud frente a la Iglesia [352-370], o bien, por último, se refiere a las pautas
581
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Así pues, mediante tal distancia crítica, el hombre pretende ganar aquella
libertad (objetividad) de toda carga emocional que le vincula a la cosa. Las otras dos
situaciones que se proponen son bastantes dramáticas, en tanto que llevan al hombre
hasta el límite de las instancias últimas de su libertad “ante Dios”: la muerte [186] y el
582
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
juicio final [187] [49]. Así pues, desde estos dos lugares privilegiados, la libertad recupera
su seriedad y hondura definitivas, y percibe íntimamente, la “forma y medida” de la
disponibilidad ideal a Dios, por la que siempre debería dejarse guiar (Melloni, 2011).
Sólo cuando, conforme a estas cuatro reglas me conste (“sienta en mí”) que, al elegir
la cosa concreta, el motivo formal último (la afección) no sólo está ordenado por el
desinterés, sino que “es sólo por Criador y Señor” – que, cuando elijo, elijo sólo a
Dios-, podré entonces tomar la determinación definitiva de acuerdo con tal moción
[188 y 342]. En este examen, la estricta aplicación de las reglas, o normas de proceder,
será la garantía de que la elección se hace en conformidad con Dios.
49 La lógica de este ejercicio deriva sin duda de la praemeditatio malorum del Estoicismo.
583
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
El Diablo es tan astuto, y tenemos motivos para creerlo así, que, por poco que emplee
sus artificios, sabe enseguida si tales pensamientos que ha sugerido han producido o no
su efecto; la acción de la persona lo descubrirá bien pronto, por lo menos a él, que está
siempre alerta y observa todas las palabras, todos los gestos y todos los pasos que siguen a su
actuación.
Daniel Defoe
(Historia del Diablo)
Durante la Primera Semana, Loyola considera que el mal espíritu opera a través
de las desolaciones [317], “tentando al ejercitante groseramente”, provocándole
turbación, moviéndole a la falta de fe, y generando estados como la tristeza, la pereza
o la tibieza que le apartan de Dios. Sin embargo, una vez vencidas esas resistencias,
el influjo del mal es ahora más sutil; el enemigo ya no seduce al ejercitante de forma
abierta, pues en tal caso sería rechazado, sino que ahora se presenta bajo la apariencia
de verdad, (sub angelo lucis [50], dice Ignacio) “bajo capa de bien”, provocando una falsa
consolación y siendo su ámbito de actuación la dimensión racional del ejercitante
[332]. Como vemos, la acción del mal espíritu pasa del “ser” de la primera semana,
584
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
Por el contrario, frente al engaño del mal espíritu, en este periodo Dios también
se puede manifestar al ejercitante, a diferencia de la Primera Semana, por medio de lo
que Ignacio denomina como una “consolación sin causa precedente” [330], asociada
con el primer tiempo de elección que ya vimos [52], y cuyos criterios de análisis de tal
experiencia, que debe realizarse con “mucha vigilancia y atención”, se recogen en [336].
Obviamente, también Dios podrá suministrar consolaciones con causa al ejercitante
por medio de los ángeles. Pero esta situación, propia del segundo tiempo de elección,
estará igualmente sujeta al influjo del mal espíritu, por lo que el ejercitante deberá
escudriñar el signo de la moción [331].
51 En Primera Semana, los “síntomas” (el ser) propios de consolación o desolación, se corresponden
directamente con la experiencia que se está atravesando, de desolación o consolación asociados a los movimientos
de la voluntad, a los estados afectivos; mientras que en la segunda no, pues pueden aparecer síntomas de
consolación, pero tratarse de los comienzos de una desolación, por lo que parecen estar en relación más estrecha
con el ámbito racional (pensamientos y razones).
52 Tomás de Aquino se ocupó en occidente de una cuestión especulativa de índole bien diversa, y ajena al
discernimiento, pero que a Ignacio ciertamente le preocupó: si Dios actuaba a veces directa e inmediatamente
sobre la libertad humana sin servirse para ello de una representación objetal de carácter intelectivo o mediación,
y si tal actuación inmediata sobre la voluntad supondría para el hombre una privación de su libertad. Pero más
allá de las influencias recibidas, Loyola deseó hablar de modo original sobre un “lenguaje de Dios” de tal calidad
que, independientemente de sus efectos sobre la decisión, revelara por sí mismo la acción “inmediata” de Dios.
Y el signo de tal inmediatez fuera precisamente la ausencia de una causa previa proporcionada a la consolación
que el hombre experimentaba sin motivo perceptible o racional (Sampaio, 2004).
585
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Las reglas para distribuir limosnas [337-344]. Una aplicación práctica del
discernimiento de espíritus.
53 Este asunto lo vio Fessard (2010), al pretender captar la dinámica y lógica en las reglas de discernimiento
y representarla gráficamente en unas balanzas.
54 El tema de la limosna puede ser visto como un paradigma de reforma de un conjunto de situaciones mucho
más amplio: el desprendimiento, la dedicación, el trabajo, la convivencia, la relación interpersonal, etc.
586
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
*******
55 La limosna está vinculada además a la oración y a la penitencia, porque la caridad cubre la multitud de los
pecados). De ahí que la misma palabra eleemossine (limosna) provenga precisamente de eleos (misericordia).
587
Vuelta a 1ª
Semana
588
PECADOR
1º
ESPECTADOR
Tres 2º 1º
Binarios
Tres Mutable
YO 3º maneras 2º
Ejercito Cristo Humildad Materia
3º ELECCIÓN
Dos Inmutable
ELECTOR Banderas
1º
Acepto
Ejercito Lucifer Tres
Llamamiento 2º
tiempos Modo 1
Rey Reglas para
eternal distribuir 3º
limosnas
No acepto
Modo 2
EJERCITANTE
Reglas discreción
espíritus 2ª
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
Vuelta a 1ª Semana
Semana
PECADOR DIOS
Coloquios CRISTO
VIRGEN
John Dowland
(Seven teares)
56 Al igual que en la Primera Semana, el sufrimiento y el dolor se convierten en motor indispensable de
reflexión.
589
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
La finalidad que persigue la Tercera Semana es entonces aquella que se repite una
y otra vez en la petición de cada ejercicio de este periodo [203]: “(…) dolor con Cristo
doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas, pena interna de tanta pena que
Cristo pasó por mí”. Como vemos, esta petición supone así una vuelta a las demandas
de la Primera semana -incluso se da un paralelismo verbal entre los números [48, 53
y 55] y [193, 197 y 203]-, si bien de un modo nuevo: la dialéctica de la comparación
que había sido la base de la Primera Semana, en donde el ejercitante ahondaba en la
conciencia de su pecado [50 y 59] (“vergüenza y confusión de mí mismo” [48]), se
transforma ahora, por la inmediatez del contacto con la humanidad de Jesús, en el
“dolor, sentimiento y confusión” (“padecer con”) propios del amor, “porque por mis
pecados va el Señor a la pasión” [193] (González Buelta, 2011). Se pasa así de una
distancia entre “yo” y “él”, a un “nosotros” integrador fruto de la comunión de las
sensibilidades, de la convergencia de los corazones que se recoge en la figura 6.8. La
invitación a “venir conmigo”, considerada en la llamada del Rey temporal [91-98], se
lee ahora de una nueva manera.
57 Las adiciones [206] tratan de cuidar, disponer y preparar, con todo esmero, hasta sus más mínimos detalles,
el estado anímico de la compunción. Se ordenan a orientar habitualmente el espíritu hacia el Cristo sufriente,
y a recordar (“traer a la memoria”) durante todo el día su misterio de abajamiento y humillación. El hombre
se dispone así, física y psicológicamente, con todo su ser, para la experiencia de la identificación, con el fin de
posibilitar la gracia de semejante configuración [195].
590
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
Las reglas para ordenarse en el comer [210-217]. Bloqueando todas las vías
de escape del deseo desordenado.
591
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
58 Si bien el hombre ha ordenado sus deseos de cosas vanas, elija lo que elija, tendrá que seguir comiendo y
descansando diariamente.
59 Por tanto, el tema del “dominio de sí mismo” en la comida era tradicional, suficientemente conocido,
e incluso había sido estructurado ya a modo de reglas. Casiano, Orígenes, etc.: relación de la discretio con la
temperancia en los hábitos. san Vicente Ferrer, por su parte, en su Tractatus de vita Spiritualis (c. 8, 9 y 10),
escribió unas reglas sobre la comida y la bebida que, por su parecido con las de Ignacio, han inclinado a pensar
a algunos investigadores que posiblemente fueron la fuente en que Loyola se inspiró. Tal vez aboguen a favor
de esta hipótesis el número tan copioso de versiones, tanto latinas como castellanas, de la obra de Casiano que
durante el siglo XV y comienzos del XVI aparecen en España (Arzubialde, 2009).
592
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
la medida exacta, la distancia crítica que permite llegar a un criterio razonable entre
los extremos viciosos de lo que el hombre realmente necesita [217]: a) Conviene
usar habitualmente de lo “vulgar” [60]; b) En cuanto a la bebida, la sed, parece todavía
más conveniente a la temperancia, porque en este terreno existe un mayor riesgo de
atentar contra la salud; c) Y, finalmente, se debe guardar la mayor abstinencia por lo
que atañe a los “alimentos exquisitos” y delicados [213]. Tales criterios persiguen que
el ejercitante sienta el lenguaje de Dios [214-216] que será el que definitivamente, por
medio de mociones, acabará por mostrarle [89] el medio que le conviene y debe tener,
en aquello que necesita de modo indispensable para su salud [61].
CONTEMPLACIONES
DE LA PASIÓN
SEGUIDOR / CRISTO
IMITADOR
PECADOR
YO
Coloquios
EJERCITANTE
Reglas para
ordenarse en el
comer
60 Porque, cuando el individuo usa de lo vulgar, de lo que le aprovecha a la salud o simplemente usa de lo que
necesita con medida, su apetecer tienen menos peligro de desordenarse que cuando se ve comprometido con lo
sutil y lo refinado (lo exquisito) o con aquello más apetecible en que experimenta con más intensidad la avidez
compulsiva, por ejemplo, la sed.
61 Ver la similitud de estas reglas con la décima adición [83, 84, 87 y 89].
593
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Richard Wagner
(El ocaso de los dioses)
62 La Resurrección de Jesús es la manifestación más patente del amor y la fidelidad de Dios a la historia de
los hombres.
594
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
gozo de Cristo nuestro Señor”. De igual forma, las adiciones van dirigidas a potenciar
ese sentimiento de júbilo [229] (traer a la memoria cosas motivas a placer, y alegría,
usar de claridad o de temporales cómodos, etc.). La Cuarta Semana equivale, en este
sentido, a la última purificación que conduce al hombre a la alegría y a la esperanza.
595
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Para fijar y ahondar a un más en esa vía unitiva, Ignacio prescribió otros dos
modos de oración íntimamente conectados además del primero –que tenía por objeto
asimilar los comportamiento morales expresados en la Ley- que debían ser usados tanto
en la semana de pasión como especialmente en esta de resurrección. Y es que es en este
momento cuando, al no encontrar palabras adecuadas para expresar el agradecimiento
espontáneo que brota del amor que recibe el ejercitante, ha de expresarlo mediante
la economía de medios y gran profundidad que le proporciona la oración (Calveras,
1927 a y b). Y es que su origen proviene de las prácticas más antiguas del Cristianismo
oriental, concretamente en los Padres del desierto, prácticas que luego han seguido
siendo utilizadas hasta la actualidad. De ahí que Ignacio no haga en ellos otra cosa
que presentar sintéticamente una práctica tradicional, proveniente preferentemente
del ámbito catequético contemplativo que presenta por su utilidad (Calveras, 1928a).
Loyola denomina a este segundo modo, como contemplación [249] en tanto que
se ejercita reposadamente con la esperanza de que brote un significado afectivo denso y
oculto hasta ese momento de aquello que se pronuncia (sentir y gustar internamente).
Si en la oración puramente vocal, el practicante sólo ha de fijarse en la adecuada
recitación de un texto determinado, en la oración mixta –vocal y mental a la vez-
presta atención al significado de las palabras y simultáneamente a quién o a qué van
dirigidas éstas. Por ello, Ignacio describe al ejercitante quieto, estático, con los ojos
fijos en un lugar, sin andar variando con ellos [252], y puesta la atención, simple y
sabrosa, en aquello que se pronuncia. Entonces es el interior del orante el que queda
conformado “desde fuera” por el Padre y su amor. La palabra es entonces el vehículo y
el vínculo de comunión.
596
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
El tercer modo de orar es exactamente igual que el segundo, pero por compás. Lo
que añade, o aquello en que se distingue del segundo, es el ritmo. El ritmo del segundo
admitía pausas, incluso prolongadas, porque se detenía afectivamente gustando del
significado. El tercero, en cambio, no, sino que recita rítmicamente palabra por
palabra o frase por frase (el sentido de la repetición consiste en rumiar con gusto y
afecto deseado aquellas cosas que sentimos y gustamos en Dios), tomando por medida
el propio vivir (Spidlík, 2008). Y es que todo habla posee un ritmo que depende del
propio ritmo vital expresado en la respiración. Así pues, en este modo de oración, en
cada “anhélito o resollo” [258] se dice una palabra del Padrenuestro, del Avemaría, etc.
Así, pues, el puente que une a Dios con el orante es ininterrumpido, la conversación
con la divinidad no cesa porque se repite sucesivamente el ritmo de la respiración. Una
idea que concuerda con el Principio y Fundamento en tanto que al reconocerse como
esencialmente criatura, cae en la cuenta de que Dios habita en él [23].
Así mismo, al igual que las otras, la Cuarta Semana también cuenta con sus
propias reglas de discernimiento que deben prolongarse como una actitud, como un
hábito en la manera de ser a lo largo de la vida. En esta ocasión, el discernimiento se
trata en transferir el amor personal a Cristo y sus intereses individuales, a su mediación
histórica encarnada en un cuerpo colectivo: “nuestra santa madre la Iglesia jerárquica”
[353]. Sólo en este caso, para Ignacio, indudable hombre de Iglesia, la positividad de
la ley externa se impone a la experiencia de la propia conciencia [63] (Corella, 1996). En
63 En esta afirmación no deja de percibirse una incoherencia con la filosofía de los Ejercicios. Ignacio se
aparta aquí de su antropocentrismo, dando más peso a la inspiración del Espíritu a la Iglesia jerárquica, que al
seguimiento de la propia conciencia en la línea más matizada apuntada por santo Tomás sobre la validez de la
597
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
las Constituciones de la Compañía de Jesús se apela por igual a una obediencia ciega
y pasiva sobre la Iglesia (de hecho, los jesuitas comprenden un cuarto voto exclusivo
respecto a otras órdenes de obediencia directa al Papa). Estas reglas tratan temas como
la vida litúrgica y sacramental [354 y 355], la veneración de imágenes y reliquias en la
religiosidad popular [358-360], el valor de la vida consagrada [357], etc. [64].
A la luz del momento histórico que atravesaba la Europa del siglo XVI, llena de
movimientos religiosos heréticos y un clima de protestantismo cada vez mayor, uno no
puede sino sospechar de que tales reglas no tuvieran otro objeto que aumentar la dosis
de credibilidad en la ortodoxia del librito de los Ejercicios de cara a los inquisidores
parisinos y romanos que lo juzgaron. Era una manera de posicionarse al lado de
la Iglesia universal (católica) y así disipar cualquier duda que pudiera existir sobre
Ignacio y su orden como iluminados o alumbrados (Bataillón, 2007). Por este motivo,
las reglas para “sentir” con la Iglesia (es decir, para guardar la misma concepción del
mundo), son reglas de discernimiento en tanto que son de orientación y sentido, el
“ABC” del catolicismo [65].
598
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
Whalt Whitman
(Hojas de hierba)
¡Qué tozudez la suya exiliándose a sí mismo de aquel corazón amante! (…). Pero ya
todo estaba arreglado, todo alcanzaba la perfección, la lucha había terminado. Se había
vencido a sí mismo definitivamente. Amaba al Gran Hermano.
George Orwell
(1984)
599
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
CONTEMPLACIONES
DE LA RESURRECCIÓN
SEGUIDOR /
IMITADOR CRISTO
YO
Segundo y tercer
DIOS
modo de orar
EJERCITANTE
ACCIÓN ORDENADA
SOBRE EL MUNDO Y
Contemplación para SOBRE MÍ
alcanzar amor
CATÓLICO
Coloquios
A lo largo de las páginas que componen estos tres últimos capítulos, hemos
abordado las claves de la antropología ignaciana que sustentan el proceso de
transformación del ejercitante que finalmente culmina en una nueva forma de estar
en el mundo proveyéndose de un buen número de recursos mentales para poder
gobernarse.
600
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
Pero el yo no podría surgir sin las emociones, pues sin éstas la actuación del
agente sería inviable por cuanto informarían al yo de “lo que sucede” en la medida
en que se trata de un objeto que el agente posee y que por tanto es susceptible de ser
ponderado, de tal forma que pueda orientar sus acciones en relación a ese objeto para
controlar sus actuaciones.
Del mismo modo que la emoción, sostuvimos que el desarrollo del sujeto reflexivo
exigía igualmente una nueva destreza; la voluntad, entendida como la capacidad de
propiciar o inhibir –elegir, en definitiva- diversos cursos de acción posibles en una
situación de ambivalencia que admite diferentes interpretaciones. Así pues, dijimos
que en tanto que la voluntad se trata de una propiedad de la acción humana sustentada
sobre las gramáticas de sentido culturales, su dimensión práctica –recogida en el
concepto de “querer”- se vería por tanto inscrita en una determinada racionalidad en
la que el agente se entendería a sí mismo y al mundo, a la que debe unirse el desarrollo
de la capacidad de poner en acto “eso que se quiere”: las virtudes. Y es que, en tanto que
el yo, las emociones y la voluntad son componentes de la acción reflexiva susceptibles
601
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
De esta forma, del juego entre las distintas disposiciones del yo, las emociones
y la voluntad, resultará la actuación en tanto que actividad intencional que permite
al agente dirigir su propia experiencia y autogobernarse bajo el amparo de la
observación de sí mismo y en la toma de conciencia de tales disposiciones psicológicas
susceptibles de deliberación en tanto que recursos culturalmente edificados que éste
sabe que emplea para dar sentido a su realidad. Así pues, en tanto que ese gobierno
de las propias acciones se concibe en la intersección de los horizontes personales del
individuo y las prescripciones y metas que le proporciona la cultura, la subjetividad
debe concebirse entonces dentro del dominio axiológico de los sistemas éticos y
morales (Rosa, en prensa). Dicho de manera concisa: el yo es un objeto moral que cada
sociedad construye a su manera como aspiración última del querer, de “lo que debe
ser” una persona. Es por ello, que podemos hablar entonces del cultivo del yo y de la
subjetividad como algo que se puede perfeccionar o malograr, corregir o desatender
en aras de un determinado horizonte axiológico en tanto que se trata de un objeto
susceptible de continuas transformaciones.
66 Robert Innis (2016) habla del mundo de la cultura como un reino de valencias afectivas. En este mismo
sentido, Langer (1953) dice que las formas culturales objetivas, más allá de suscitar ideas en un sentido
racionalista del término, encierran por igual un rico panorama de tonos afectivos.
602
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
603
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
REALIDAD
SENTIR
ONTOLOGÍA
AXIOLOGÍA
PRINCIPIO Y CONOCIMIENTO
YO
FUNDAMENTO (Acto sensorial) INTERNO
ACCIÓN
AFECTO VOLUNTAD
(Acto (Acto volitivo)
afectivo)
ESQUEMA SEMIÓTICO
SENTIMIENTO QUERER
ESQUEMA IGNACIANO
EPISODIOS OBJETIVOS
EMOCIONALES GRAMATICA CULTURAL DE LA EXPERIENCIA Y METAS
VENCERSE A
SÍ MISMO ASCÉTICA
604
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
605
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
67 Como dijimos hace un momento, durante las cuatro semanas podemos advertir esa ganancia en el
autodominio en el tránsito de un control heterónomo de la acción (moral) como el que se formula en las dos
primeras, a una regulación heterónoma, ética, nacida del convencimiento personal sobre la bondad en el sistema
de valores de las dos últimas semanas en las que se opera una identificación estrecha con la humanidad de Cristo.
606
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
ambos aspectos con ello en una mayor destreza y capacidad del agente para actuar y
comprometerse en su acción sobre el mundo y sobre su realidad personal y social [68].
68 La antropología ignaciana vincula inseparablemente a la persona con su proceso de ir logrando su realización
personal. Un proceso, además, que lleva a la persona a re-descubrir la propia realidad y a re-ordenarla, tal como
se indica en [1].
69 ‘Idea de Langer (1953) de que el significado deviene de la forma de la experiencia. Los dos conceptos están
indisolublemente unidos, en lo que Langer denomina con la categoría “forma del sentir.” La forma simbólica se
encuentra lista para tomar significados y expresar ideas que no han tenido ningún vehículo antes” (pp. 203) de
tal manera que el único acceso a estas ideas es a través de la forma misma en sí, de la que no se puede separar.
607
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
608
Capítulo 6. Construyendo una nueva sensibilidad
Figura 6.12. Modelo condensado del proceso de Ejercicios a diferentes niveles de análisis.
609
APOCALIPSIS O VÍA UNITIVA:
REINTEGRÁNDOLO TODO
611
Vio Dios todo lo que había hecho (…)
bendijo el día séptimo y lo santificó
porque en el él había descansado
de toda la obra de su actividad creadora.
613
CAPÍTULO 7
615
Capítulo 7. El fin de los tiempos
No dejaremos de explorar
y al término de nuestra búsqueda
llegaremos a donde empezamos
y conoceremos por primera vez el lugar.
T.S. Eliot
(Little Gidding)
Orígenes
(De Principiis, I, 6, 2: PG 11, 166 B)
A estas alturas resulta sorprendente constatar que nuestra búsqueda, que empezó
hace ya varios cientos de páginas con aquello de que “en principio fue…”, encuentre,
por fin, su desenlace. A toda Génesis debe acontecer su particular Apocalipsis. A fin
617
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Es por ello que, en contraste con la lógica de mercado que parece en la actualidad
vertebrar mayoritariamente el modelo epistemológico de disciplinas como la Psicología
preocupada por el “valor” de los resultados, por la obtención de un “producto”, nuestra
posición aboga por las bondades del viaje y no tanto del destino: Ítaca no es la meta
sino la excusa, que diría Cavafis [1]. A nuestro criterio, el final sería tan solo una nueva
1 “Cuando emprendas tu viaje a Itaca, pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias.
(…) Itaca te brindó tan hermoso viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene ya nada que
618
Capítulo 7. El fin de los tiempos
forma de emparentar con el principio y de volver a él, de llevar hasta sus límites la
lógica de la reflexividad encerrada en un juego de continuos espejos que, como en el
canon perpetuus bachiano, se confrontan una y otra vez sin fin; esto se confirma con
mayor nitidez cuando el tema que se trata es el del propio análisis de la racionalidad
realizado desde su mismo ejercicio.
Por tales motivos, nuestro (ficticio) epílogo, nuevamente informado por el tema
que tratamos, adquiere la forma de un examen de conciencia que se fija más en el pasado
y no tanto en el futuro, en tanto que éste ya se encontraría implícito en aquel. Con
más precisión, en tanto que creadores de este universo que el lector ha contemplado,
adoptamos la forma de la apocatástasis (αποκαθιστώ), pues este concepto teológico
condensa e ilustra con claridad nuestra idea del final como retorno al principio en
tanto que hace referencia a la restitución de todas las cosas en el origen (restitutio in
pristinum statum); a la contracción de un universo de significado que se repliega sobre
sí al final de los tiempos de todo lo creado. La apocatástasis supone entonces la idea de
una síntesis recapituladora que ensambla todas las piezas dispersas en una constelación
con forma circular, sin principio ni fin. Describir el curso de ese ciclo infinito será el
objeto de las siguientes páginas. La apocatástasis está íntimamente vinculada con la
Escatología (éskahtos) entendida como el juicio acerca del valor último que aguarda
a todo lo creado; un dictamen que se resolverá en el caso de esta tesis entre la gloria
del reconocimiento o el infierno del olvido. Sólo el porvenir dirá en qué lugar acabará
recalando nuestro particular universo sometido al juicio del tiempo.
La pregunta que dio origen a nuestro trabajo tenía que ver con la función que
la religión, y más concretamente el Cristianismo, habría desempeñado en el modo y
la forma en que los individuos, al menos en occidente, eran capaces de pensar sobre
619
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
620
Capítulo 7. El fin de los tiempos
II
621
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
622
Capítulo 7. El fin de los tiempos
Es por este motivo que el Cristianismo y sus prácticas podría considerarse como
una de las comunidades emocionales más poderosas que el creyente emplearía como
principio organizador de su propia conciencia a través de una serie de formas de liturgia
privada que él mismo se autoadministraría –como vimos en la noción ética de la
conciencia- permitiendo entonces el control autónomo de esos significados extensivos
para la propia ordenación y dirección de su actuación personal.
III
623
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Uno de los sistemas de tecnologías del yo que con mayor intensidad engarza y
condensa todos los niveles de análisis que fuimos desplegando hasta el momento, son
los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola que con extraordinaria fuerza afloraron
en el Cristianismo de orientación católica durante el Renacimiento, en tanto que en
esta época surge de manera generalizada una preocupación constante por la idea del
gobierno (de las almas, de los ciudadanos, de los siervos, de sí mismo, etc.). Así pues,
desde el punto de vista del desarrollo de la subjetividad, la relevancia concedida a los
Ejercicios cobró sentido en el contexto de un cambio de locus de control de la mente,
pasando de una consideración externa ligada a ciertas solidaridades colectivas (masa,
feudo), a otra completamente interna e individualista, que podríamos convenir en
denominar ya como moderna (Verger, 1999). Esta transición fue especialmente intensa
en el ámbito de la vida religiosa, en donde, no por casualidad, la ética y la mística
fueron las prácticas en donde el giro subjetivista se fraguó más rápidamente operando
el desplazamiento de la fe desde la investigación medieval preocupada principalmente
por Dios, a una visión teológica del hombre que buscaba desvelar los misterios de la
metafísica partiendo de la naturaleza humana a través del autodesarrollo y el cultivo
personal. Esta orientación trajo consecuentemente la preocupación por el cuidado
del alma como manifestación de esa nueva tendencia religiosa al interiorismo como
superación de la piedad comunitaria.
624
Capítulo 7. El fin de los tiempos
625
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Monserrat, donde Ignacio entrará en contacto con la mayor parte del legado ascético
de Occidente.
Así pues, conforme a los criterios del estudio cultural de las emociones que
recogimos de Harré, este capítulo trató de dar cuenta de la genealogía de esas prácticas
a través del análisis de la concepción cambiante tanto de las emociones como de la
voluntad, y de la relación de ambas con los ejercicios espirituales dentro de cada ámbito
de racionalidad entendidos como diferentes comunidades emocionales.
De todo este análisis pudimos observar cómo, progresivamente, los ejercicios, más
allá de sus diferentes lecturas, fueron estabilizándose como un conjunto de prácticas
interrelacionadas orientadas al conocimiento de sí adquiriendo una organización
interna (Lectio divina) ligada a una concepción evolutiva de dicho control personal
(las tres vías de la ascética recogidas en muy diversas formulaciones), su distribución
temporal (en días, jornadas, semanas con las reglas monacales y la Devotio Moderna),
fijando los roles de quienes los hacían (incipientes) y quienes los supervisaban
(perfectos), las operaciones del alma que se trabajan en cada fase y los resultados que
debían obtenerse (Epicteto, Filocalia), etc.; en definitiva todo ello los va conformando
como un conjunto bien organizado de prácticas que se acabarán por identificar, y esta
es una de nuestras tesis fuertes, con las formas culturales predominantes en las que se
ha ido cristalizando la lógica del gobierno de sí mismo, lo que hemos denominado
como la gramática del autodominio.
IV
626
Capítulo 7. El fin de los tiempos
una imagen global de los ejercicios de Loyola y sus virtualidades para operar una
transformación en quien los practicara.
Por todo lo que hemos visto en este capítulo, la aportación principal de los
Ejercicios es entonces la de facilitar un sistema, proporcionar un método al ejercitante
que le permita dar “modo y orden”, dirá Ignacio, a su vivencia interior. Otorgar
una forma gramatical al proceso reflexivo del autodominio. A este aspecto estuvo
dedicado el capítulo cinco. En él hablamos del papel y función tanto del que da los
Ejercicios como del ejercitante, conectados ambos por el texto ignaciano, y a partir
del cual emergían nuevas configuraciones de sentido que se ajustaban a las diferentes
perspectivas del proceso. En último término el peso del cambio recaería sobre el
627
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
628
Capítulo 7. El fin de los tiempos
T. S. Eliot
(Four Quartets)
629
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Ignacio de Loyola
El primer asunto que nos gustaría tratar tiene que ver precisamente con ese nuevo
espacio de deliberación que le suponíamos al ejercitante tras su paso por los Ejercicios.
A falta del testimonio de viva voce de dicho cambio, el género literario donde se podría
constatar éste –muy cultivado a partir del siglo XVI-, es sin duda el diario, la escritura
que tiene como objeto al propio sujeto (otra tecnología del yo) y sus vivencias (anhelos,
frustraciones, recuerdos, etc.): una especie de anatomía fenomenológica realizada con
mayor o menor destreza. El caso se vuelve todavía más interesante si el autor de ese
diario es a la vez el objeto y el autor de esos ejercicios, lo cual supone una fidelidad
mayor, diríamos ideal incluso, entre su experiencia y el método por él acuñado para
ordenar ésta.
630
Capítulo 7. El fin de los tiempos
como su reverso: si dijimos que los Ejercicios eran el libro que enseñaba al ejercitante a
formularse una pregunta, el diario es el texto de la respuesta, la confirmación personal
del método [2].
Por el nombre de Diario espiritual los investigadores hacen referencia a los dos
cuadernos autógrafos redactados a la par que las Constituciones de la Compañía de
Jesús por Ignacio cuando éste ya era Prepósito General de la orden en Roma entre el
dos de febrero de 1544 y el veintisiete de febrero del año siguiente (un año y veinticinco
días en total) (Thio, 1989). Lejos de las condiciones ideales de aislamiento recogidas
en la anotación [20], el tiempo en que el diario fue redactado nos hace advertir ya la
vertiente práctica con que Ignacio fue adaptando la metodología de los Ejercicios a la
vida cotidiana, al uso de la meditación en el marco de un tiempo ordinario ocupado
en los numerosísimos asuntos relativos al gobierno de la Compañía [3].
El tema del diario era el despeje de una disyuntiva, la toma de una decisión
que preocupaba sobremanera a Ignacio durante la redacción de las Constituciones:
la conveniencia o no de que las Iglesias pertenecientes a los jesuitas dispusieran de
rentas propias –al igual que las casas profesas- para su conservación y mantenimiento.
Como vemos, el asunto entraba de lleno en el preámbulo para la elección de los
Ejercicios [169]. El diario, el cual Ignacio ordenó que se destruyera a su muerte,
recoge así la intimidad de su proceso deliberativo que resuena en consonancia con la
estructura y ritmo propio del acto de libertad de los Ejercicios que nos advierte de la
emergencia de una nueva forma de subjetividad, en la manera en que el individuo
hace experiencia de sí y el valor que la concede. Razón por la cual cobra gran interés
2 Se da la coincidencia de que, mientras Ignacio redactaba el Diario, supervisaba la trascripción del libro de
los Ejercicios, que hoy se considera el único ejemplar autógrafo, a pesar de tratarse de la obra de un copista, si
bien con correcciones añadidas posteriormente por Loyola.
3 Fundación de colegios, misiones trasatlánticas, nombramiento de prepósitos regionales, misiones diplomáticas
con príncipes, reyes, emperadores, y un largo etc. Baste con comprobar el volumen de la correspondencia
ignaciana de esta época para darse cuenta de ello (Bertrand, 2003).
631
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Así pues, el Diario replica las fases de la elección (Loyola, 1991): el planteamiento,
la consideración de los motivos por el tercer tiempo, el análisis de las mociones por el
segundo tiempo, el discernimiento de los movimientos desordenados de su alma, la
confirmación por el primer tiempo, la acción de gracias, etc. Por tanto un análisis del
diario ignaciano podría proporcionarnos muchas pistas que nos permitan vislumbrar
una nueva organización de la conciencia del sujeto del siglo XVI abierta a todo un
nuevo conjunto de instrumentos del yo y procedimientos para regular su conducta.
El filósofo (…) se presenta ruidosamente como el único capaz de gobernar a los hombres,
gobernar a quienes gobiernan a los hombres y
constituir así una práctica general del gobierno en todos los grados posibles:
Gobierno de sí para gobernar a los otros.
Él es quien gobierna a aquellos que quieren gobernarse a sí mismos,
y quien gobierna a los que quieren gobernar a los otros.
Michel Foucault
(La hermenéutica del sujeto)
4 Mucho más difícil, y casi imposible, es el fijar cada uno de los pasos, ya que no se dan en orden lógico y en
línea matemática, sino con la irregularidad de la vida y entremezclándose y confundiéndose en escalas distintas.
Además, el clarificar es limitar dimensiones, cortar vivencias.
632
Capítulo 7. El fin de los tiempos
René Fülop-Miller
(Les Jésuites et le Secret de leur puissance)
633
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Lara, 1994): “El fin desta Compañía es no solamente atender a la salvación y perfección
de las ánimas propias con la gracia divina, más con la mesma intensamente procurar
de ayudar a la salvación y perfección de las de los próximos” [CO 3].
634
Capítulo 7. El fin de los tiempos
celebrando la unión que nace de esa experiencia y señalando sus valores compartidos”
(Lowney, 2008 pp. 101-103).
635
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
y el gobierno del mundo [5]. Será esta gran versatilidad de la Compañía lo que acabe
permitiendo que la Iglesia recomponga sus relaciones de alianza con los nuevos estados
extendiendo su dominio pastoral a los pueblos de América y de Asia, revitalizando
en consecuencia su vieja pretensión de un gobierno universal de las almas articulado
sobre la fundación de instituciones educativas [6], la promoción y renovación de los
sacramentos católicos (la confesión y la comunión, sobre todo) y de la dirección
espiritual continuada y exhaustiva, el consejo y apoyo a los gobernantes seculares [7],
la cristianización de las sociedades no europeas [8], la redacción y edición de todo tipo
de manuales, guías, instrucciones, sermones, revistas [9], etc. La Compañía instaura
así desde la matriz de los Ejercicios espirituales, que paulatinamente se fueron
sofisticando [10], todo un arte de gobernar cristiano enteramente novedoso, una nueva
ratio gubernationis que se desplegará desde el espacio íntimo de la vida espiritual hasta
los ignotos límites de un mundo por descubrir (Ruidrejo, 2010).
5 En realidad, esta doble tendencia se encontraba ya presente desde los orígenes del Cristianismo como vimos
al hablar de su simbiosis con el imperio romano.
6 Seminarios, colegios y universidades para formar tanto a los aspirantes a entrar en la orden como a los
hijos de las clases dirigentes de la sociedad. A este respecto, tuvo un peso decisivo la ratio studiorum como
documento pedagógico ampliamente tributario de la sabiduría teórico-práctica de los Ejercicios. La pedagogía o
paradigma educativo reproduce la entraña misma de la pedagogía espiritual de los Ejercicios (contextualización,
experiencia, reflexión, acción, evaluación) (Gil Coria, Labrador y Díez Escanciano, et al., 1999).
7 Como decía Ignacio de Loyola, la mejor manera de influir en el conjunto de la población consiste en influir
directamente en las élites políticas, económicas e ideológicas que la gobiernan.
8 El mayor éxito lo obtuvieron, sin duda alguna, en la organización de las llamadas Reducciones jesuíticas del
Paraguay (Díaz Risco, 2014).
9 Ignacio de Loyola contó muy pronto con su propia imprenta en el Colegio Romano, y poco después la
Compañía contaba ya con una potente maquinaria de impresión y difusión de todo tipo de publicaciones
(Royón Lara, 1994).
10 Directorios, casas de ejercicios, etc. Ver Iparraguirre (1946) para una historia de su práctica hasta el siglo
XVIII.
636
Capítulo 7. El fin de los tiempos
Figura 7.1. Carro triunfal de la Iglesia dirigido por San Ignacio, de José Rodríguez
Carnero. Mural de la Iglesia del Espíritu Santo en Puebla (México).
11 La confesionalización como una primera fase del disciplinamiento, muy relacionado con la consolidación
del Estado absoluto y de la obediencia política. asociación entre la Iglesia y el Estado en el desarrollo de los
comportamientos. El que más ha tratado en España este asunto de la confesionalización ha sido Jaime Contreras.
637
desembocando en una uniformización de conductas, gracias a los rituales y símbolos
que servían por igual al Estado y a la Iglesia.
Así pues, como el lector puede adivinar, el análisis que debería sucederse a
nuestro trabajo estaría relacionado entonces con seguir indagando en esa genealogía
de la subjetividad moderna a raíz de la influencia más o menos soterrada de la teología
política (Schmitt, 2009) en el espacio de reconfiguración de las artes modernas de
gobierno en dominios aparentemente tan dispares como pudieran ser el arte [12] o
la ciencia [13] que llegarán hasta nuestros días, hasta el punto de que dispongan las
condiciones de posibilidad para que nos lleguemos a preguntar por ella y su pervivencia
en nuestra formas de vida. Al fin y al cabo, se trata de un juego de espejos en el que unos
ejercicios espirituales hablan sobre otros ejercicios espirituales; por esta razón cobra
todo su sentido un proyecto ambicioso que dé cuenta del devenir de ese conjunto de
prácticas en las que, al abrigo de ellas, fueron cristalizándose y vigorizando las nuevas
formas de ser sujeto, de ser persona. Formas que nos han conducido a preguntarnos
por su propio origen. Pero este trabajo, aún por hacer, requerirá de su propia génesis,
de su propio principio…
639
Referencias Bibliográficas
Aldea, Q. (ed.) (1993). Ignacio de Loyola en la gran crisis del siglo XVI. Santander: Sal
Terrae
Allport, G. (1960). The individual and his religion. New York: MacMillan.
Arellano, T. (1950). ¿En qué consiste el “dar Ejercicios”? Manresa, 22(82), 1-5.
641
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Ariès, P. (Ed.) (1989). Historia de la vida privada III: Del Renacimiento a la Ilustración.
Madrid: Taurus.
Ashmore, R.D. & Jussin, L. (Eds.) (1997). Self and identity: Fundamental issues. USA:
Oxford University Press.
642
Referencias Bibliográficas
Barret, L. F. (2006). Solving the emotion paradox: Categorization and the experience
of emotion. Personality and Social Psychology Review, 10(1), 20-46.
Bataillon, M. (2007). Erasmo y España. Estudios sobre la historia espiritual del siglo XVI.
México: Fondo de Cultura Económica.
Beit-Hallahmi, B., & Argyle, M. (1997). The psychology of religious behavior, belief and
experience. London: Routledge.
Belting, H. (2009). Imagen y culto. Una historia de la imagen anterior a la era del arte.
Madrid: Akal.
643
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Benz, E. (1976). Meditation, Musik und Tanz. Über den “Handpsalter”, eine
spätmittelalterliche Meditationsform aus dem Rosetum des Mauburnus.
Wiesbaden: Akademie der Wissenschaften und der Literatur. Abhandlungen
der Geistes- und Sozialwissenschaftlichen Klasse, Jahrgang Nr. 3.
Billig, M. (1999). Arguing and Thinking. A rethorical approach to social psychology. New
York: Cambridge University Press.
644
Referencias Bibliográficas
Boase, T.S.R. (1972). Death in The Middle Ages: Mortality, Judgement And Remembrance.
London: Thames & Hudson/McGraw Hill.
Bourdieu, P. (1995). Las reglas del arte: génesis y estructura del campo literario. Barcelona:
Anagrama.
Bover, J.M. (1933). Reglas para ordenarse en el comer: ¿por qué en la Tercera Semana?
Manresa, 9(34), 128-133.
Brescó, I. (2009). La construcción narrativa de los eventos del pasado. Una propuesta
teórica. Estudios de Psicología, 30(2), 215-230.
Briggs, J.L. (1970). Never in anger. Cambridge, MA: Harvard University Press.
Brockmeier, J., & Harré, R. (2001). Narrative. Problems and promises of an alternative
paradigm. En J. Brockmeier & D. Carbaugh (Eds.), Narrative and Identity:
Studies in Autobiography, Self and Culture, pp. 39-58. Amsterdam/Philadelpia:
John Benjamins.
645
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Buenaventura (2000). Experiencia y teología del misterio: Itinerario del alma a Dios;
Incendio de amor; Soliloquio; El Árbol de la vida. De la vida perfecta. Madrid:
Biblioteca de Autores Cristianos.
Butler, J. (1993). Bodies that matter: On the discursive limits of sex. London: Routledge.
Cabanas, E. y Sanchez, J.C. (2012). Las raíces de la Psicología positiva. Papeles del
Psicólogo, 2012. Vol. 33(3), 172-182.
Caffarena, J., y Martín Velasco, J.O. (1973). Filosofía de la religión. Madrid: Revista
de Occidente.
Calveras, J. (1949). Los confesionales y los Ejercicios de San Ignacio. AHSI 17, 51-101.
Calveras, J. (1943a). Buscar y hallar la voluntad divina por los tiempos de elección de
los Ejercicios de San Ignacio. Manresa, 15(56), 252-270.
Calveras, J. (1943b). Buscar y hallar la voluntad divina por los tiempos de elección de
los Ejercicios de San Ignacio. Manresa, 15(57), 324-340.
Calveras, J. (1932). Meditación sobre las tres potencias. Manresa, 8(31), 193-209.
Calveras, J. (1928a). Los tres modos de orar. Qué concepto tenía de ellos San Ignacio.
Manresa, 4(13), 22-33.
646
Referencias Bibliográficas
Calveras, J. (1928c). Los tres modos de orar. Utilidades y aplicaciones. Manresa, 4(15),
193-209.
Calveras, J. (1927a). Los tres modos de orar. (I). En qué consisten. Manresa, 3(11),
193-202.
Calveras, J. (1927b). Los tres modos de orar. Qué concepto tenía de ellos San Ignacio.
Manresa, 3(12), 310-319.
Calvez, J.Y. (1995). Experiencia cristiana y experiencia política según San Ignacio.
Manresa, 67(262), 21-26.
Campillo, A. (2011). Del gobierno del alma al gobierno del mundo: el nacimiento de
la Compañía de Jesús. Eikasia. Revista de Filosofía V (37).
Campos, J.J., Frankel, C.B. & Camras, L. (2004). On the nature of emotion regulation.
Child Development. 75(2): 377-94.
647
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Catalá, T. (2008). No el mucho saber, sino sentir y gustar. Manresa, 80(316), 239-247.
Choza, J. (2003). Metamorfosis del cristianismo. Ensayo sobre la relación entre religión y
cultura. Madrid: Biblioteca Nueva.
648
Referencias Bibliográficas
Coe, G. (1900). The Spiritual Life: Studies in the Science of Religion. New York: Eaton
& Mains.
Cohen, E. (2010). The Modulated Scream. Pain in Late Medieval Culture. Chicago:
The University of Chicago Press Books.
Cole, M. (1996). Cultural psychology: A once and future discipline. Cambridge, MA:
Harvard University Press.
Colombás, D.G. (1955). Un reformador benedictino en tiempo de los reyes católicos. García
Jiménez de Cisneros, abad de Montserrat. Barcelona: Abadía de Montserrat.
Corella, J. (1996). Sentir la Iglesia. Comentario a las reglas ignacianas para el sentido
verdadero de Iglesia. Santander: Sal Terrae.
649
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Corrigan, J. (Ed.) (2007). The Oxford Handbook of Religion and Emotion. Oxford, UK:
Oxford University Press.
Corrigan, J. (2004). Religion and emotion: Approaches and interpretations. Oxford, UK:
Oxford University Press.
Corrigan, J., Crump, E., & Kloos, J. M. (2000). Emotion and religion: A critical
assessment and annotated bibliography. Westport, CT: Greenwood Press.
Costall, A. & Leudar, I. (1998). On How We Can Act. Theory & Psychology, 8, 165-
171.
CSIC, (1951). El especulo de los Legos. Texto inédito del siglo XV. Madrid: Instituto
Cervantes.
Danziger, K. (1997). Naming the mind. How Psychology found its language. London:
SAGE.
David, J. P., Ladd, K., & Spilka, B. (1992). The multidimensionality of prayer and its
role as a source of secondary control. Paper at the Centennial Convention of the
APA, Washington, DC.
Dawkins, R. (2002). El gen egoísta. Las bases biológicas de nuestra conducta. Barcelona:
Salvat.
Day, J. (2007). Moral reasoning, religious reasoning, and their supposed relationships:
paradigms, problems, and prospects. Adult Developments: The Bulletin of the
Society for Research in Adult Development, 10 (1), 6-10.
650
Referencias Bibliográficas
De Sousa, R. (1989). The Rationality of Emotion. San Francisco, CA, and London:
Jossey-Bass.
del Río y Álvarez (2007). Pray and the kingdom of Heavens. Psychological tools for
directivity. En J. Valsiner, & A. Rosa, A. (Eds.) The Cambridge Handboock
of Socio- Cultural Psychology, pp. 373-403 Cambridge, Mass: Cambridge
University Press.
Delumeau, J. (2012). El miedo en Occidente (Siglos XIV al XVIII). Una ciudad sitiada.
Madrid: Taurus.
651
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Domínguez, C. (1996). Las tres maneras de humildad. Una relectura desde la teología
y el psicoanálisis. Manresa, 68(268), 287-303.
Durkheim, E. (1895/ 2001). Las reglas del método sociológico. Madrid: Akal.
E.D. (1934). Sobre la parábola del Rey temporal. Manresa, 10(37), 49-64.
652
Referencias Bibliográficas
Ekman P. (1992). Are there basic emotions? Psychological Review. 99 (3), 550–553.
Eliade, M. (1978/2005). Historia de las creencias y de las ideas religiosas. Volumen II.
Barcelona. RBA.
653
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Feigenbaum, P. (2006). Empirical Evidence of the Many Uses of Private and Inner
Speech. En I. Montero (Ed.), Current research trends in private speech.
Proceedings of the first international symposium on self-regulatory functions of
language, pp. 75-102. Madrid: Ediciones de la Universidad Autónoma de
Madrid.
654
Referencias Bibliográficas
Foucault, M. (2007). Seguridad, territorio, población. Curso del Collége de France (1977-
1978). Madrid: Akal.
Foucault, M. (1987). Historia de la sexualidad III. El cuidado de sí. Madrid: Siglo XXI.
655
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
García, J. A. (1997). “Ordenar la vida”. Lectura e interpretación del dolor desde los
Ejercicios Espirituales. Manresa, 69(273), 349-358.
García Domínguez, L.M. (1992). Las “afecciones desordenadas”. Influjo del subconsciente
en la vida espiritual. Santander: Sal Terrae.
García Hirschfeld, C. (1990). Todo modo de examinar la consciencia. Una pieza clave
en el magisterio espiritual de Ignacio. Manresa, 62(244), 251-271.
656
Referencias Bibliográficas
García López, J. (2005). Tomas De Aquino, Maestro Del Orden. Madrid: Ediciones
pedagógicas.
Garvey, D.M. (1967). Simulation, Role-Playing, and Sociodrama in the Social Studies.
With an Annotated Bibliography. The Emporia State Research Studies (16)2.
Gendlin, E.T. (1997). What happens when Wittgenstein asks “What happens when
...?” The Philosophical Forum, 28 (3), 268-281.Gergen, K. (2006). El Yo
saturado. Dilemas de la identidad en el mundo contemporáneo. Barcelona:
Paidós.
Gergen, K. (1991). The Saturated Self: Dilemmas of Identity in Contemporary Life. New
York: Basic Books.
657
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Gil Coria, E., Labrador, C., Díez Escanciano, A., Martínez de la Escalera, J. y de la
Fuente, F. (1999). La pedagogía de los jesuitas, ayer y hoy. Madrid: Universidad
Pontificia de Comillas-CONEDSI.
Godwin, G. (2004). El corazón. Itinerario por sus mitos y significados. Madrid: Espasa.
658
Referencias Bibliográficas
Good, M. D., Good, B. J., & Fischer, M. M. J. (1988). Introduction: Discourse and
the study of emotion, illness and healing. Culture, Medicine and Psychiatry,
12(1), 1-7.
Gothein, E. (1895/2009). Ignatius von Loyola und die gegenreformation. New York:
Kessinger.
Greenberg, L.S. & Safran, J. (1987). Emotion in Psychoterapy: affect, cognition, and the
process of change. New York: Guilford Press.
659
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Harré, R. (Ed.) (1986). The social construction of emotions. Oxford: Basil Blackwell.
Harré, R., & Slocum, N. (2003). Disputes as complex social events: On the uses of
positioning theory. En R. Harré & F. Moghaddam (Eds.), The self and others:
Positioning individuals and groups in personal, political and cultural contexts,
pp. 123-136. Westport, CT: Praeger.
Harré, R., & Van Langenhove, L. (Eds.) (1999). Positioning theory. Malden, MA:
Blackwell.
Harré, R. & Parrot, W. G. (1996). The emotions. Social, cultural and biological
dimensions. Londres: Sage Publications.
Harré, R., & Stearns, P. N. (1995). Discursive psychology in practice. London: Sage
Publications Inc.
Harré, R., & Finlay-Jones, R. (1986). Emotion talk across times. In Harré, R. (Ed.)
The Social Construction of Emotions, (220-223). London: Sage Publications
Inc.
660
Referencias Bibliográficas
Helvé, V. M. y Fornos, F. (2002). Ejercicios para sentir y gustar de las cosas internamente.
La experiencia corporal en las adiciones. Manresa, 74(292), 219-228
Hermans, H.J., & Gieser, T. (Eds.) (2012) Handbook of Dialogical Self Theory.
Cambridge, UK: Cambridge University Press.
Hermans, H.J., Kempen, H.J.G., & Van Loon, R. (1992). The dialogical self: Beyond
individualism and rationalism. American Psychologist, 47, 23-33.
Hermans J.M.M. (2004). Zwolse boeken voor een markt zonder grenzen 1477-1523.
Houten S. 159, 173.
Herrero Salgado, F. (1998). La oratoria sagrada en los siglos XVI y XVII. Tomo III. La
predicación en la Compañía de Jesús. Madrid: Fundación universitaria española.
Hick, J. & Knitter P. F. (Eds.) (2005). The Myth of Christian Uniqueness: Toward a
Pluralistic Theology of Religions. Eugene, OR: Wipf & Stock Pub.
661
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Hill, P. C., & Hood, Jr. (Eds.) (1999). Measures of Religiosity. Birmingham: Religious
Education Press.
Hood, R. W., Jr., Spilka, B., Hunsberger, B, & Gorsuch, R. (1996). Psychology of
Religion: An Empirical Approach. New York: Guilford.
Hormaza, Mª. L. de la (2010). “No el mucho saber harta y satisface al anima, mas el
sentir y gustar de las cosas internamente”. Manresa, 82(324), 221-226.
Hyma, A. (1924). The Christian Renaissance. A History of the Devotio Moderna. New
York: The Century CO.
Iglesias, I. (1989). Dar “a otro modo y orden” [Ex.2]. Manresa, 61(241), 355-366.
Illouz, E. (2008). Saving the Modern Soul. Therapy, Emotions, and the Culture of Self-
Help. Berkeley: University of California Press.
662
Referencias Bibliográficas
Iriarte, M. (1944). La “disposición” del alma en los Ejercicios. Manresa, 16(61), 298-
311.
James, W. (1907/ 1984). Pragmatism: a new name for some old ways of thinking. New
York: Longmans Green.
James, W. (1890/ 1989). The Principles of Psychology. New York: Henry Holt.
663
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Kirkpatrick, L. A., & Hood, R. W., Jr. (1990). Intrinsic-Extrinsic Religious Orientation:
The Boom or Bane of Contemporary Psychology of Religion? Journal for the
Scientific Study of Religion, 29, 442-462.
Kitayama, S., & Markus, H. R. (Eds.). (1994). Emotion and culture: Empirical studies
of mutual influence. Washington, DC: American Psychological Association.
Knuuttila, S. (2004). Emotions in Ancient and Medieval Philosophy. New York: Oxford
University Press.
Kolvenbach, P.H. (1999). Decir… al “Indecible”. Estudio sobre los Ejercicios de san
Ignacio. Santander: Sal Terrae.
664
Referencias Bibliográficas
Leturia, P. (1928). El “Reino de Cristo” y los prólogos del “Flos Sabctorum” de Loyola.
Manresa, 4, 334-349.
Leuba, J. H. (1925). The Psychology of Religious Mysticism. New York: Harcourt Brace.
665
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Luszcynska, A., Dielh, M., Gutierrez-Doña, B., Kuusinen, P. & Schwarzer, R. (2004).
Measuring one component of dispositional self-regulation: attention control
in goal pursuit. Personality and Individual Differences, 37, 555-566.
Markus, H. R., Mullally, P. R., & Kitayama, S. (1997). Selfways: Diversity in modes of
cultural participation. En U. Neisser, & D. A. Jopling (Eds.), The conceptual
self in context: Culture, experience, self-understanding. pp. 13-61. New York:
Cambridge University Press.
Markus, H. R., & Kitayama, S. (1991). Culture and self: Implications for cognition,
emotion, and motivation. Psychological Review, 98(2), 224-253.
Maroto, D. de P. (2012). Espiritualidad Española del siglo XVI (Vól. I). Madrid:
Editorial de Espiritualidad.
666
Referencias Bibliográficas
Martin, L., Gutamn, H. & Hutton, P. (1988). Technologies of the Self: A Seminar
with Michel Foucault. Boston: University of Massachusetts Press.
667
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Masters, R.E.L., & Houston, J. (1972). Mind Games. New York: Viking Press.
Mauss, I. B., Levenson, R. W., McCarter, L., Wilhelm, F. H., & Gross, J. J. (2005).
The tie that binds? Coherence among emotion experience, behavior, and
physiology. Emotion, 5, 175–190.
McDonnell, E. W. (1969). The beguines and Beghards in Medieval Culture: with special
emphasis on the Belgian scene. Lancaster: Octagon Books.
Mead, G. H. (1934). En C. W. Morris (Ed.), Mind, self & society form the standpoint
of a social behaviorist. Chicago: University of Chicago Press.
Menéndez-Pelayo, M. (1950). Historia de las ideas estéticas en España. Vol. II: Siglos
XVI y XVII. Santander: Aldus Artes Gráficas.
668
Referencias Bibliográficas
Mesquita, B., & Leu, J. (2007). The cultural psychology of emotion. En S. Kitayama,
& D. Cohen (Eds.), The Handbook of cultural psychology, pp. 734-759.
Guilford Press, New York.
Mitre E. (2006). Historia del cristianismo. Volúmen II: el mundo medieval. Madrid:
Trotta.
Mitre E. (2006b). El orden social cristiano entre los siglos XI y XIII: imágenes, realidades
y fronteras. En E. Mitre Fernández (coord.). Historia del Cristianismo II. El
mundo medieval. Madrid: Trotta.
Muñoz, J. (1952). Táctica psicológica para la reforma del juicio en los Ejercicios
ignacianos. Manresa, 24(91), 145-164.
669
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Nietzsche, F. (1999). Aurora. Reflexiones sobre los prejuicios morales. Barcelona: Edaf.
Oatley, K., & Jenkins, J.M. (1996). Understanding emotions. Cambridge, MA:
Blackwell.
Ortony, A., Clore, G. & Collins, A. (1988). The Cognitive Structure of Emotions.
Cambridge (UK): Cambridge University Press.
Ozment, S. (1981). The Age of Reform, 1250-1550: An Intellectual and Religious History
of Late Medieval and Reformation Europe. New Haven: Yale University Press.
670
Referencias Bibliográficas
Pargament, K. I. (1997). The psychology of religion and coping: Theory, research, practice.
New York: Guilford Press.
Pargament, K.I., Koenig, H., & Perez, L.M. (2000). The many methods of religious
coping: Development and initial validation of the RCOPE. Journal of Clinical
Psychology, 56(4), 519-543.
Parker, W. R., and St. Johns, E. (1957). Prayer Can Change Your Life: Experiments
and Techniques in Prayer Therapy. Carmel, N.Y.: Guidepost Associates.
Parkinson, B. (1996). Emotions are social. British Journal of Psychology, 87, 663–683.
Peeters, L. (1926). ¿Cuál es el fin principal de los Ejercicios? Manresa, 2(8), 306-321.
Pennington, B, (1998). Lectio Divina: Renewing the Ancient Practice of Praying the
Scriptures. New York: Crossroad Pub.
Plazaola, J. (1996). Historia y sentido del arte cristiano. Madrid: Biblioteca de autores
cristianos.
671
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Polkinghorne, D. E. (1988). Narrative knowing and the Human Sciences. Albany: State
University of New York Press.
Poloma, M.M., & Pendleton, B.F. (1991). Exploring neglected dimensions of religion in
quality of life research. New York: Lewiston.
Popp-Baier, U. (2008). Life stories and philosophies of life: a perspective for research
in psychology of religion. In J.A. Belzen & A. Geels (Eds.), Autobiography and
the psychological study of religious lives (pp. 39-74). Amsterdam: Rodopi.
Post, R.R. (1968). The Modern Devotion. Confrontation with Reformation and
Humanism. Leiden: E.J. Brill.
Pujadas, L. (1936). “Adiciones para mejor hacer los Ejercicios y para mejor hallar lo
que se desea” [73]. Manresa, 12(47), 246-258.
Rahner, H. (1964). Ignatius von Loyola als Mensch und Theologe. Freiburg-Basel-Wien.
Reddy, W. (2001). The Navigation of Feeling. A framework for the History of Emotions.
Cambridge: Cambridge University Press.
Rey Hazas, A. (2003). Artes de bien morir: Ars moriendi de la Edad Media y del Siglo de
Oro. Madrid: Lengua de trapo.
672
Referencias Bibliográficas
Rico Verdú, J. (1973): La Retórica española en los siglos XVI y XVII. Madrid: CSIC.
Riera, F. (2008). “Disponerse” para hacer los Ejercicios. Manresa, 80(316), 213-223.
Riis, O., & Woodhead, L. (2010). A sociology of Religious Emotion. Oxford: Oxford
University Press.
Rosa, A. (en prensa). The Self rises up from lived experiences: A micro-semiotic
analysis of the unfolding of trajectories of experience when performing ethics.
In Valsiner, J; Marsico, G.; Chaudhary, G.; Sato, T. & Dazzani, V. (Eds.).
Psychology as a science of human being: The Yokohama Manifesto. Springer.
673
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Rosa, A., & Monserrat, J. (2003). Cultural symbols, social discourses and personal
sense of actions. A sketch for a natural history of the development of personal
sense. 10th Biennial Conference of The International Society For Theoretical
Psychology. Estambul, Junio 2003.
Rosa, A., Bellelli, G. & Barlhurst, D. (Eds.) (2000). Memoria colectiva e identidad
nacional. Madrid: Biblioteca Nueva.
Roseman, I. J., & Smith, C. A. (2001). Appraisal Theory. In: K. Scherer, A. Schorr,
T. Johnstone (Eds.). Appraisal Processes in Emotion: Theory, Methods, Research.
Oxford: Oxford University Press.
Roseman, I., Wiest, C., & Swartz, T.S., (1994). Phenomenology, behaviors, and goals
differentiate discrete emotions. Journal of Personality and Social Psychology,
67(2), 206-211.
674
Referencias Bibliográficas
Rosenwein, B. (2007). Emotional Communities in the Early Middle Ages. New York:
Cornell University Press.
675
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Sarbin, T. R. (1986). Emotion and act: roles and rhetoric. In R. Harré (Ed.), The social
construction of emotions. Oxford: Basil Blackwell.
676
Referencias Bibliográficas
Schimmel, S. (1997). The seven deadly sins: Jewish, Christian, and classical reflections on
human psychology. Oxford, UK: Oxford University Press.
Selman, R.L. (1973). A structural analysis of the ability to take another´s social perspective:
Stages in the development of role-taking ability. Paper presented at the meeting
of the Society for Research and Child Development, Philadelphia, PA.
Silverman, L. (2003). Spiritual role modeling: The teaching of meaning systems. The
International Journal for the Psychology of Religion, 13, 175-195.
Smith, C. A., & Kirby, L. D. (2001). Toward delivering on the promise of appraisal
theory. In: K. Scherer, A. Schorr, T. Johnstone (Eds.). Appraisal Processes in
Emotion: Theory, Methods, Research. Oxford: Oxford University Press.
Sorabji, R. (2000). Emotion and Peace of Mind. From Stoic Agitation to Christian
Temptation. UK: Oxford University Press.
677
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
Stearns, P., & Stearns, C. (1985). Emotionology: Clarifying the History of Emotions
and Emotional Standards. The American Historical Review, 90(4), 813-836.
678
Referencias Bibliográficas
Tooby, J., & Cosmides, L. (1990). The past explains the present: Emotional adaptations
and the structure of ancestral environments. Ethology and Sociobiology, 11,
375-424.
Valsiner, J. & Rosa, A (2007). The Cambridge Handbook of Socio- Cultural Psychology.
Cambridge, Mass: Cambridge University Press.
Van Engen, J. (1988). Devotio Moderna. Basic writings. New York: Paulist Press.
Vergote, A. & Tamayo, A. (Eds.) (1981). The Parental Figures and the Representation of
God: A Psychological and Cross-Cultural Study. The Hague: Mouton.
679
Tecnologías del yo, afectividad y gramáticas del autogobierno
en los ejercicios espirituales de ignacio de loyola (1491-1556)
VV.AA. (1566/1782). Catecismo del Santo Concilio de Trento para los párrocos ordenado
por disposición de Pio V. Valencia: Don Benito Monfort.
Verger, J. (1999). Gentes del saber en la Europa de finales de la Edad Media. Madrid:
Editorial Complutense.
Wierzbicke, A. (2008). A conceptual basis for research into emotions and bilingualism.
Bilingualism. Language and Cognition, 11(02), 193-195.
Wouters, C. (1989). The social construction of emotions. Theory, Culture & Society,
6(4), 704-707.
Wulff, D. M. (1997). Psychology of Religion. Classic and contemporary. New York: John
Wiley & Sons.
680
Referencias Bibliográficas
681