Aristoteles R
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Aristoteles R
1. Contexto histórico.
Reinstaurada la democracia en Atenas, después del gobierno de los Treinta Tiranos, el dominio de
Esparta sobre ella durará todavía unos 20 años (399-379 a.C.).
La democracia del siglo IV naufragó y estuvo a punto de convertirse en demagogia (2ª época de la
sofística). Los magistrados son acusados frecuentemente de traición y malversación, los jefes militares y
políticos procesados. Se desencadenan luchas y venganzas personales.
a) Tebas contra Esparta.
Tebas se levanta contra el dominio imperialista y brutal de Esparta venciendo en el 362, pero al
intervenir la mayoría de las ciudades alineadas en uno u otro bando deja a todas ellas exhaustas y Grecia
queda desgarrada. Todos ansían la paz pero nadie tiene la fuerza para imponerla.
b) El imperio de Alejandro Magno.
Macedonia es una región situada al norte de Grecia. Filipo II, su rey, aprovecha las disensiones
internas de las ciudades griegas para imponerse.
Atenas y Tebas se oponen en alianza pero son derrotadas en el 338 a. C. por Filipo y su hijo de 18
años -general de sus tropas- Alejandro Magno que le sucederá en el trono a la edad de 20 años.
Alejandro conquista Babilonia, Jerusalén, Libia, funda Alejandría, y llega hasta Persia. Crea un gran
imperio por el que difunde la cultura griega. Muere a los 32 años.
2. Biografía y obras.
Nace en Estagira en el año 384, 20 años después de las guerras del Peloponeso. No es ateniense,
sino macedonio. Es hijo de Nicómaco, médico del abuelo de Alejandro Magno.
En el 367, a los 17 años, marcha a Atenas para estudiar en la Academia de Platón donde permanece
hasta que muere éste, veinte años después.
En el 347 abandona Atenas, y en el 343 marcha a Assos donde recibe el encargo de Filipo de
Macedonia para que se ocupe de la educación de su hijo Alejandro (éste tiene sólo 13 años y Aristóteles
42). Le acompaña en muchas de sus campañas y terminada su misión educativa -en el 335 muere Filipo
de Macedonia y sube al trono su hijo Alejandro- vuelve a Atenas donde funda el Liceo, su propia escuela,
en el 334.
El Liceo, donde había amplios programas de trabajo y equipos de investigación sistemática, fue
un claro precedente de lo que después sería el Museo-Biblioteca de Alejandría. Tenía una importante
biblioteca donde el material de estudio era reunido y clasificado.
En el año 323 a. C. muere Alejandro y gana en Atenas el partido antimacedonio. Por ser
colaborador y amigo de Alejandro se le acusa de impiedad y se tiene que marchar. Se va de la ciudad,
dice "para evitar un segundo atentado contra la filosofía" (recordando a Socrátes). Muere en Eubea a la
edad de 62 años en el 323 a.C.
En cuanto a sus obras hay un primer período de creación muy cercano al platonismo, al que
posteriormente intenta criticar desde dentro para acabar elaborando una filosofía propia en la concepción
de la Metafísica y un posterior abandono de estos estudios para centrarse en temas de investigación
natural.
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Platón escribió diálogos en los que suelen abordarse múltiples cuestiones. Aristóteles escribió
tratados dedicados a exponer sistemáticamente cada una de las ramas del saber y, en este sentido, presenta
un aspecto más riguroso, más escolar, que Platón.
En el siglo I a. C. Andrónico de Rodas ordena y clasifica la obra aristotélica de la siguiente
manera:
1. Lógica (Organon): Categorías, Sobre la interpretación, Analíticos primeros, Analíticos posteriores,
Tópicos y Argumentos sofistas.
2. Ciencias de la Naturaleza (Biología, Física, Psicología): Física, De la generación y la corrupción,
De caelo, Historia de los animales, De Ánima.
3. Filosofía primera: Metafísica.
4. Moral y política: Ética a Nicómaco, Política, Constitución de Atenas.
5. Poéticas o técnicas: Retórica, Poética.
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4. La Naturaleza y las causas: la física.
4.1. La concepción aristotélica de la naturaleza.
El crecimiento de una encina es un cambio natural; su destrucción por un rayo es cambio violento;
la construcción de una mesa con su madera es un cambio artístico, técnico. Los dos últimos cambios son
originados por un agente exterior a la encina –el rayo y la acción del artesano-. No son movimientos
naturales. El crecimiento de la encina, por el contrario, es un cambio o movimiento que tiene su origen no
fuera, sino en la propia encina. Es, por ello, un cambio o movimiento natural.
A partir de estos ejemplos podemos entender como para Aristóteles la naturaleza (physis) es un
principio interno del movimiento (y del reposo) que se da en los seres naturales. Estos, en efecto, al
contrario que los seres artificiales, poseen en sí mismos el origen o principio de su propia actividad, de sus
cambios y movimientos.
4.1.1. Naturaleza y teleología.
La naturaleza es, pues, principio interno de movimiento. A la naturaleza de cada cosa le
pertenecen ciertas capacidades de actuación cuyo fin es, precisamente, realizarse, actualizarse: en nuestro
ejemplo, la capacidad de crecimiento de la encina se actualiza en el proceso de su desarrollo, y llega a su
cumplimiento cuando esta alcanza la plenitud de su estado adulto. La naturaleza de cada ser tiende, pues,
a actualizarse; todos los seres naturales tienden a alcanzar la perfección que le es propia.
Esta convicción fundamental de que los seres naturales tienden a alcanzar su propio estado surgió
y fue elaborada por Aristóteles bajo la influencia de sus estudios biológicos. Aristóteles se dedicó
ampliamente a la biología, y no cabe duda de que los procesos biológicos son los más difíciles de
interpretar de un modo puramente mecanicista. En efecto, los procesos biológicos parecen presididos por
un plan, por su finalidad interna que los orienta y dirige. El modelo aristotélico de la naturaleza –
basado en la biología- es, pues, un modelo teleológico.
Aristóteles fue discípulo y colaborador de Platón durante veinte años, y jamás abandonó el espíritu
del platonismo. Rechazó, eso sí, la teoría de las ideas cuando llegó a su madurez intelectual. Negada la
existencia de las ideas, el bien no podía concebirse ya como una realidad trascendente; es decir, existente
en sí (idea de bien). En consecuencia, Aristóteles interpretó el bien como cumplimiento de la tendencia
que lleva a todos los seres hacia su propia perfección.
En la filosofía aristotélica, pues, la teleología es inmanente; esto es, el bien/fin al que tienden
todos los seres naturales es interno a ellos mismos, no es otra cosa que su propia perfección.
4.1.2. Naturaleza y movimiento.
Posibilidad y definición del movimiento.
Puesto que la naturaleza es principio interno de movimiento, a la ciencia que estudia los seres
naturales le corresponde estudiar el movimiento. Esta ciencia es la física.
La realidad del movimiento es un hecho incuestionable, un dato irrefutablemente mostrado en la
experiencia. En principio, pues, no hay necesidad alguna de demostrar que hay movimientos, que el
movimiento es algo real. No obstante, la tradición filosófica anterior había resultado conmocionada por la
argumentación de Parménides, que declaraba la imposibilidad racional del movimiento. De ahí que
Aristóteles, en la física, comience el estudio del movimiento discutiendo su posibilidad y refutando la
posición de Parménides.
Para Parménides, todo movimiento o cambio real es imposible, ya que equivaldría al tránsito de
no-ser a ser o de ser a no-ser. A juicio de Aristóteles, Parménides cometía un error en su argumentación; el
error de utilizar las nociones de “ser” y de “no-ser” como si tuvieran un único sentido, cuando en realidad
cabe distinguir dos. Tomemos un ejemplo sencillo. Una piedra no es un árbol, una semilla tampoco es un
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árbol, pero entre ambos casos existe una gran diferencia: la piedra no es ni puede llegar a ser un árbol; la
semilla no lo es, pero puede llegar a serlo.
Esta distinción nos muestra que hay dos maneras de no ser algo: hay un no-ser absoluto (ni se es
ni se puede ser), y hay un no-ser relativo (no se es, pero se puede llegar a ser). El movimiento o cambio es
imposible en el primer caso, pero no en el segundo. Y como lo que no es, pero puede ser, se halla en
potencia (la semilla es un árbol en potencia), y aquello que es actualmente se halla en acto (el árbol es
árbol en acto, actualmente, efectivamente). Aristóteles explica y define el movimiento como paso o
tránsito de la potencia al acto.
Clases de movimiento.
Una vez garantizada la posibilidad del movimiento, del cambio en general. Aristóteles procede a
su clasificación, distinguiendo:
1) El cambio sustancial, cuyo resultado es la generación de una sustancia nueva o la destrucción
de una sustancia ya existente. Ejemplo: las sustancias vegetales que ingieren los animales son
destruidas y convertidas en sustancias animales.
2) El cambio accidental, en el que no se generan ni se destruyen sustancias, sino que estas –sin
resultar afectadas en su persistencia sustancial- sufren modificaciones en aspectos no
esenciales de su ser; es decir, soportan modificaciones accidentales.
El cambio accidental, que puede ser de tres clases: cuantitativo (aumento/disminución en el
tamaño), cualitativo (alteración) y local (desplazamiento, traslación).
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4.1.3. La teoría hilemórfica
Puesto que en la generación de las sustancias naturales la materia última adquiere una forma
determinada podemos decir que las sustancias naturales se componen de materia y forma. A esta
teoría se la denomina hilemorfismo.
La forma es la esencia (lo que cada sustancia es, lo que hace que la materia, indeterminada de
suyo, sea precisamente esta sustancia y no cualquier otra), y es también la naturaleza de las sustancias;
es decir, aquello que determina sus actividades específicas y propias. Vemos que Aristóteles “ha bajado”
las ideas o formas de Platón a la naturaleza, a las cosas. Para Aristóteles lo que determina a las cosas, su
esencia, no puede estar fuera de ellas.
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Platón concebía el alma como principio de conocimiento y ello posibilitaba su inmortalidad.
Aristóteles concibe el alma fundamentalmente como principio vital, como principio de vida. La
contrapartida de esta interpretación hilemórfica de la unión del alma y el cuerpo es, obviamente, la
negación de la inmortalidad del alma individual.
Además del alma corruptible, que es forma y acto del cuerpo, Aristóteles admite la presencia
en el hombre de un entendimiento incorruptible, inmortal. Este entendimiento no es personal, sino
que es el mismo para todos los hombres, para toda la especie humana. ¿Es acaso Dios? ¿Cómo está
presente en el hombre? Los escritos de Aristóteles no permiten dar una respuesta definitiva a estas
preguntas.
Tipos y funciones del alma.
Aristóteles distingue entre tres capacidades o funciones del alma:
1. Alma vegetativa: es la única que poseen las plantas. Es el grado ínfimo de alma. Lleva en sí las
funciones de crecimiento, nutrición y reproducción. Su finalidad es la conservación del
individuo y de la especie.
2. Alma sensitiva: junto con la anterior la poseen los animales. Supone un orden más alto en la
jerarquía de los vivientes: los animales tienen apetencias, deseos, percepciones sensibles y
movimiento local.
3. Alma intelectiva o racional: es propia y exclusiva del Ser humano -que también posee las dos
anteriores-. El ser humano tiene la capacidad para pensar y entender. El alma humana está formada
por dos principios: uno pasivo, el entendimiento paciente, y otro activo, el entendimiento agente.
6. De la ontología a la teología.
Aristóteles le da un valor fundamental a una disciplina de carácter general que se ocupa " del Ser
en cuanto Ser y de los atributos que le corresponden por el solo hecho de ser". No se confunde con
ninguna ciencia ya que ninguna de ellas considera en general el Ser en cuanto Ser, sino únicamente
una parte del mismo. Su objeto es estudiar la estructura del Ser: lo común a todos los entes. No a un
determinado tipo de ellos, sino a todos en cuanto son. Esta disciplina, a la que Aristóteles no le dio
ningún nombre determinado, se la denominó a partir de la modernidad ontología. De ella se ocupa en
los primeros libros de su “Metafísica”, pero a partir del libro “delta”, la metafísica aristotélica se
transforma en Teología. En vez de un estudio del ser en general pasa a ser un estudio del ser en su
sentido primordial. En virtud de un análisis del ser concreto, singular, compuesto de materia y forma,
descubre finalmente que lo que es, en sentido absoluto, es la sustancia inmaterial, la que es forma
pura. El ser en cuanto tal no aparece entonces como el ser en general sino como el ser en sí, el
absoluto, el acto puro. En Él no hay no hay potencialidad alguna.
En el libro XII de la Metafísica se encuentra el argumento que utiliza Aristóteles para demostrar la
existencia de Dios: partiendo del principio de que “todo lo que se mueve es movido por otro” y
analizando los diversos movimientos hasta llegar a los de los astros, concluye en la necesidad de que
exista un motor inmóvil que sea fuente de movimiento y que no necesite ser movido por otro: este es
precisamente Dios. Si Dios se moviera, ello denotaría imperfección por su parte, pues ello indicaría
que con respecto a algo está en potencia y necesita moverse para conseguirlo.
Este Dios, a cuya existencia llega Aristóteles analizando metafísicamente el movimiento, es
concebido esencialmente como pensamiento. De acuerdo con la supervaloración que hace Aristóteles
de la vida contemplativa –en ella consiste la felicidad, como veremos más adelante- es lógico que haya
hecho consistir la esencia de Dios en pensamiento.
Dios es forma pura sin materia, acto puro sin mezcla de potencialidad, realidad infinita, eterno,
inmutable, separado de todas las cosas. Aristóteles identifica por primera vez lo inmaterial con el
espíritu, pues sólo este está constantemente activo. Por eso es Dios la suprema realización del
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pensamiento. Este pensamiento no tiene por objeto las cosas externas, mudables, pues entonces
introduciría mudanza en Dios. Su pensar es purísimo pensar en sí. Dios es el pensamiento que se
piensa a sí mismo.
Aristóteles llega ya a un alto concepto de Dios, pues su monoteísmo está científicamente fundado,
enseña un Dios trascendente distinto del mundo e identifica lo inmaterial con lo espiritual.
Se comprende que Tomás de Aquino no se enlazara con Platón, sino con Aristóteles. Sin embargo
este Dios no es aún el cristiano, pues Aristóteles no conoce la creación, rechaza la providencia ysu
Dios no es un ser personal.
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Común también a los animales superiores y al ser humano permite conservar y reproducir las
sensaciones en ausencia del objeto que las produjo. Para Aristóteles las imágenes con las que trabaja la
memoria son una especie de huella que dejan grabada las sensaciones. Permiten al ser humano y al
animal el aprendizaje.
7.2.3. Experiencia.
Integra los niveles de conocimiento anteriores. Cuando algunas sensaciones se repiten en
determinada secuencia causal, los animales superiores y el ser humano son capaces de prever lo que va
a ocurrir (supone anticipación, previsión).
Estos tres primeros niveles se centran en acontecimientos concretos y singulares, el siguiente
requiere una capacidad abstractiva y generalizadora que sólo el ser humano posee.
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8. Felicidad y virtud: la ética.
8.1. La conducta humana y la felicidad.
Aristóteles parte en su ética de que el fin último, la meta de todos los seres humanos, es la
felicidad. Con esta afirmación estarán de acuerdo seguramente todos los hombres, sean cuales sean su
credo y sus convicciones. El desacuerdo comienza al concretar en qué consiste la felicidad. Se trata de
una dificultad seria para toda teoría moral: ¿cómo determinar en qué consiste la felicidad? Ante esta
pregunta caben básicamente dos actitudes:
a. La primera consiste en dejar que cada uno determine por sí y a su arbitrio qué es lo que
puede hacerle feliz: tal actitud renuncia a la teoría moral; es decir, renuncia a preguntarse
por un modelo generalizable de felicidad, desentendiéndose de la cuestión sin intentar
siquiera contestarla.
b. Si, por el contrario, se adopta una actitud teórica, como hace Aristóteles, la pregunta sólo
puede ser respondida analizando la naturaleza humana. Aristóteles se vuelve al estudio de
la naturaleza humana, estableciendo que cada ser es feliz realizando la actividad que le es
propia y natural. Es fácil observar que este principio –que la felicidad consiste en el
ejercicio de la actividad propia de cada ser- es una consecuencia que se sigue de la
concepción teleológica de la naturaleza en Aristóteles.
En efecto, puesto que todo ser natural tiende a realizar determinadas actividades, su ejercicio
traerá consigo la satisfacción de sus tendencias y, con ello, la perfección y la felicidad. Ahora bien, la
actividad más propia y natural del ser humano, la que corresponde más adecuadamente a su naturaleza, es
la actividad intelectual. Por tanto, la forma más perfecta de felicidad para el hombre ha de ser la actividad
contemplativa.
Pero Aristóteles sabe que el hombre no es sólo razón, entendimiento. Una vida dedicada por
entero a la contemplación sólo sería posible si el ser humano no tuviera necesidades corporales,
problemas económicos, interferencias sociales, etc.
Este ideal de felicidad es, pues, una aspiración tácticamente irrealizable para la inmensa mayoría
de los hombres, y aun los que pueden dedicarse a la contemplación sólo pueden hacerlo durante escasos
periodos de su vida. El ser humano no puede, pues, alcanzar plenamente esta felicidad absoluta propia de
Dios, sino que ha de contentarse con una felicidad limitada.
La consecución de esta forma humana de felicidad exige la posesión de ciertos bienes corporales
(salud, etc.) y exteriores (medios económicos, etc.). Exige, además y muy especialmente, la posesión de
las virtudes morales.
8.2. Las virtudes morales.
En su reflexión acerca de la virtud, Aristóteles distingue dos tipos de virtudes en el ser humano:
las virtudes intelectuales, que perfeccionan el conocimiento, y las morales, que perfeccionan el carácter, el
modo de ser y de comportarse.
Entre las virtudes intelectuales Aristóteles introduce una de enorme importancia para la vida
práctica: la prudencia (que también podría denominarse “buen juicio” o, incluso, sabiduría práctica.
Platón concedía a la prudencia un lugar preeminente en su doctrina de las virtudes, considerándola la
virtud propia de la razón, del entendimiento, es decir, de la parte superior del alma. También en
Aristóteles ocupa un lugar destacado, ya que a ella le corresponde determinar atinadamente qué es lo
correcto y adecuado en el ámbito práctico de la conducta.
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El justo medio.
Aristóteles define la virtud moral, en general, como “un hábito de elegir consistente en un
término medio relativo a nosotros”, término medio que es “definido por la razón, a saber, por la razón
con que lo definiría el hombre prudente”. De acuerdo con esta definición, las virtudes morales:
1) Son disposiciones estables (por eso se denominan “hábitos”).
2) Nos facilitan elegir en cada caso lo más correcto y conveniente.
3) Ahora bien, lo correcto y conveniente consiste siempre en un término medio entre acciones o
actitudes extremas.
4) Este término medio debe ser racionalmente establecido. De ahí la importancia de la
prudencia, pues es esta la que determina dónde se haya el término medio razonable para cada
tipo de acción y en cada caso particular.
Las distintas virtudes constituyen, pues, un término medio razonable entre dos posiciones
extremas, excesiva la una y defectuosa la otra: así, el valor es algo intermedio entre la temeridad alocada y
la cobardía; la moderación constituye el término medio entre el desenfreno y un rigorismo excesivamente
represivo o insensible al placer; etc.
La justicia.
Junto a la prudencia (de la que depende toda la actividad práctico-moral), Aristóteles concede un
lugar destacado a la justicia.
Al ocuparnos de la moral platónica vimos que, para Platón, la justicia no es una virtud particular,
no es la virtud de una parte del alma (como sí lo son la prudencia o el valor), sino el orden general que
reina en el alma cuando cada una de sus partes realiza adecuadamente la función que le corresponde.
En Aristóteles, encontramos una noción semejante: en este sentido, la justicia no es una virtud
particular, sino general; la virtud integral del hombre que posee todas las virtudes. Esta justicia
general, denominada por Aristóteles justicia legal, consiste en el cumplimiento de la leyes. En efecto, el
conjunto de las leyes determina prudentemente los modos virtuosos de comportarse.
Además de esta noción general, Aristóteles se refiere a la justicia como una virtud particular,
específica, que regula las relaciones interpersonales imponiendo un trato equitativo, de modo que a cada
cual se le dé lo que le corresponde.
El trato equitativo puede, a su vez, revestir dos formas, que Aristóteles interpreta, respectivamente,
como igualdad numérica y como proporcionalidad geométrica.
1) La justicia aritmética exige que a los implicados se les dé exactamente lo mismo: es
la justicia contractual que rige en los intercambios.
2) La justicia geométrica exige que a los implicados se les dé en proporción a sus
méritos, y rige en la distribución social de honores y premios.
La amistad.
Junto a la justicia y en continuada referencia a ella, Aristóteles concede una importancia
extraordinaria a la amistad (philia), a la cual se dedican nada menos que dos libros enteros de la Ética a
Nicómaco y uno completo en la Ética a Eudemo.
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Las ideas aristotélicas acerca de la amistad nos resultan extrañas en algunos momentos, en parte
por las diferencias culturales que nos separan de él y en parte por el desajuste existente entre el
significado de la palabra griega “philia” y el significado de la palabra “amistad”, que, a falta de otra
mejor, utilizamos para traducir la primera.
En su uso aristotélico, la palabra “philia” expresa los lazos afectivos de quienes tienen conciencia
de formar una comunidad, sea esta comunicad del tipo que sea. En este sentido amplio cabe hablar de
“amistad” –y Aristóteles habla de ella- en las relaciones entre amantes, entre padres e hijos, entre
hermanos, entre compañeros, entre miembros de cualquier asociación y, finalmente, entre conciudadanos.
Entre las observaciones aristotélicas acerca de la amistad, las más interesantes para nosotros son
las que se refieren a la amistad en el sentido más próximo a nuestra concepción de ella y en su sentido
más amplio, referido a la comunidad de los ciudadanos.
1) la relación de amistad. Según Aristóteles la amistad es digna de la mayor estima porque:
a) Es una virtud o va acompañada de virtud.
b) Es necesaria para la vida (“nadie querría vivir sin amigos, aun teniendo todas las demás
cosas buenas”).
c) Además de necesaria es algo noble y hermoso.
Para Aristóteles, la amistad constituye el conocimiento, la perfección o excelencia de la condición
social que es propia del hombre. Sin convivencia no hay vida humana; sin amistad (es decir, sin
convivencia con amigos) no hay vida plena ni satisfactoria. Por eso, según Aristóteles, el hombre feliz
necesita amigos.
2) la amistad civil. La amistad puede alcanzar, decíamos, todo tipo de convivencia, toda forma
de comunidad; sirve de estímulo para la justicia (“si se desea hacer que los hombres no se
comporten injustamente entre sí, bastará con hacerlos amigos, pues los verdaderos amigos no
cometen injusticias unos contra otros”).
Aristóteles habla de amistad entre los conciudadanos, amistad civil o política. Este tipo de
amistad, fundamental para la convivencia política, se manifiesta como concordia. La concordia se refiere
a los asuntos prácticos de mayor envergadura. En una ciudad, en un Estado, hay concordia “cuando los
ciudadanos están de acuerdo sobre las cosas que les convienen y las eligen, y llevan a la práctica las cosas
que acuerdan en común”.
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Aristóteles está convencido de que solamente en el seno de la sociedad le es posible al hombre alcanzar su
bien; es decir, una vida digna y feliz.
En este sentido cabría hablar, quizá, del “carácter comunitario del bien”, en cuanto que los seres
humanos solamente pueden lograr su perfección y su bien en convivencia cooperativa con otros seres
humanos, y no en una existencia asocial y solitaria. Pero carecería de sentido hablar del “carácter
comunitario del bien” si con esta fórmula se pretendiera sugerir que hay un “bien común”, un bien de la
comunidad, que está por encima del bien de los individuos.
El Estado, que es la forma más perfecta de sociedad, no tiene otro fin que facilitar a los
ciudadanos el logro de una “vida buena”, digna y satisfactoria.
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Por lo demás, las tres formas de gobierno pueden pervertirse cuando el poder no se orienta a la
realización de la justicia sino al provecho de quien gobierna. Estas formas injustas de gobierno son,
respectivamente, la tiranía, la oligarquía y la democracia “degenerada” o demagogia.
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