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Atria Razon Bruta

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Aproximaciones a la categoría de subjetividad en clave sociológica desde

las perspectivas de Danilo Martuccelli y Hugo Zemelman

Isabel Cristina Bernal Vinasco 1


Resumen
Se pretende indagar por el concepto de sujeto y subjetividad en dos autores
latinoamericanos, el chileno Hugo Zemelman y el peruano Danilo Martuccelli. El
artículo propone que dichos autores se relacionan y diferencian en varios de los
elementos que constituyen al sujeto y la subjetividad, a saber: historicidad,
experiencia, identidad, crisis, dolor, reflexividad, memoria y utopía. El texto se
divide en tres momentos: el primero introduce el tema en torno a la emergencia del
sujeto en las ciencias sociales; el segundo expone la visión de sujeto y
subjetividad de Martuccelli y Zemelman; y el tercero propone algunas relaciones y
distinciones entre los dos sociólogos.
Palabras claves: Sujeto, Subjetividad, Hugo Zemelman, Danilo Martuccelli.

Abstract
It seeks to investigate the concept of subject and subjectivity on two Latin
American authors, the Chilean Hugo Zemelman and the Peruvian Danilo
Martuccelli. The article proposes that these authors relate and differentiate in
several of the elements that constitute the subject and subjectivity, namely:
historicity, experience, identity, crisis, pain, reflexivity, memory and utopia. The text
is divided into three moments: the first introduces the matter around the
emergence of the subject in the social sciences; the second exposes the subject
and subjectivity vision of Martuccelli and Zemelman; and the third proposes some
relations and distinctions between the two sociologists.
Keywords: Subject, Subjectivity, Hugo Zemelman, Danilo Martuccelli

1
Bibliotecóloga, Universidad de Antioquia. Especialista en Ciencia Política, Universidad Nacional de
Colombia. Candidata a Magíster en Educación y Desarrollo Humano, Universidad de Manizales en convenio
con CINDE. Profesora Universidad de Antioquia. E-mail: ibernalvi@gmail.com
Introducción

Este artículo se produce en el marco de la investigación “Los rasgos en la


subjetividad política del maestro/a en el contexto de la calidad de la educación”
realizada por la Fundación Centro Internacional de Educación y Desarrollo
Humano – CINDE- y la Universidad de Antioquia, la cual planteó como objetivo
general comprender los rasgos en la subjetividad política del maestro/a desde el
lugar de las experiencias vitales orientadas al mejoramiento de la calidad de la
educación. Especialmente, este artículo selecciona y prioriza, de manera crítica,
las comprensiones y propuestas teóricas de Danilo Martuccelli y Hugo Zemelman
sobre la subjetividad, desde la perspectiva sociológica, al pretender hacer visible
el lugar del sujeto en las Ciencias Sociales.

Esta revisión descriptiva fue guiada desde los siguientes interrogantes ¿qué se
entiende por subjetividad?, ¿cuáles son sus rasgos, características y tendencias
de la subjetividad?, ¿cuáles son los aportes de la sociología a la emergencia del
sujeto en las ciencias sociales? Estas inquietudes delimitaron la búsqueda
bibliográfica, así como la selección de algunas de sus obras y artículos.
Igualmente, fueron invitados a la conversación a algunos de los comentadores de
sus obras, los cuales fueron elegidos teniendo en cuenta las discusiones y
aportes directos al tema, por lo tanto, la selección no asume un concepto
cuantitativo, sino cualitativo. Posteriormente, se utilizaron fichas analíticas y
matrices para organizar la información e identificar afinidades o contrastes en las
propuestas teóricas de Zemelman y Martuccelli en la categoría subjetividad. A
modo de cierre, se presentan algunas consideraciones en torno a la categoría de
subjetividad nutrido por el diálogo entre los dos autores.
Emergencia de la subjetividad en las ciencias sociales

En la contemporaneidad, las ciencias sociales han sufrido un proceso de


restructuración. En este marco, se han acogido enfoques y categorías que
reconocen y resignifican la relevancia y la complejidad de la subjetividad en los
procesos sociales. De hecho, en las construcciones académicas e investigativas
cada vez son más frecuentes categorías como identidad, reflexividad, memoria,
procesos sociales, entre otras.

Este resurgimiento e interés por la subjetividad en las ciencias sociales ocurre por
dos procesos. El primero de ellos, asociado a los fenómenos contextuales y a las
reivindicaciones sociales evidenciados en “el surgimiento histórico de dinámicas
nuevas, como las luchas sociales por el reconocimiento de identidades étnicas,
sexuales, de género y generacionales, los nuevos movimientos culturales, los
efectos simbólicos de las tecnologías de la información y la comunicación, así
como de la globalización y las migraciones internacionales” (Torres, 2006: 88).

El segundo, está relacionado con la configuración clásica de las Ciencias Sociales,


puesto que la realidad social desbordó el aparataje metodológico y teórico de
estas disciplinas. Concretamente, la tradición del positivismo en las Ciencias
sociales se desbordó ante la contundencia de porosos e indeterminados
fenómenos y procesos que “han venido reivindicando los elementos imaginarios,
simbólicos, emocionales y lúdicos de la vida social” (Torres, 2006: 88)

En esta perspectiva, la subjetividad como categoría bisagra y polisemántica,


agrupa diversas disciplinas, teorías y metodologías que posibilitan otras
comprensiones de la realidad social, ampliando el potencial analítico de las
Ciencias Sociales, pues ésta es reconocida como un “espacio de las diferencias
individuales, de la autonomía y la libertad que se levantan contra formas opresivas
que van más allá de la producción y tocan lo personal, lo social y lo cultural”.
(Torres, 2006: 88)
Desde estas propuesta, a la subjetividad se le asignan tres funciones centrales: 1)
cognitiva, al posibilitar la construcción de la realidad social; 2) practica, pues a
partir de ella los individuos dan sentido y elaboran sus propias experiencias en el
mundo; y 3) identitaria, al aportar elementos para que los individuos y los
colectivos definen sus identidades y sus adscripciones colectivas (Torres, 2006:
92). Por lo anterior, en las investigaciones y reflexiones propuestas desde las
ciencias sociales contemporáneas, es frecuente encontrar construcciones teóricas
y metodológicas en las cuales el sujeto, la subjetividad social y política sean
categorías centrales.

Sin duda, estas funciones amplían los marcos interpretativos de la subjetividad en


la compleja realidad social. Al diversificar sus comprensiones, es posible afirmar el
resurgimiento de esta categoría está asociado al reconocimiento de su “carácter
simbólico, histórico y social; así como su naturaleza vinculante, magmático,
transversal, tensional, y de alteridad” (Torres, 2006: 92) que sustenta el aporte que
ofrece a las ciencias sociales.

Sumado a lo anterior, la subjetividad se encuentra anclada al universo cultural, en


el tejido de símbolos y relaciones, en el que los sujetos están consigo mismo, con
otros y el mundo, es decir, se vincula el Yo, con un nosotros amplio y plural. Esta
naturaleza simbólica de la subjetividad se aprehende a través de diversos
lenguajes por medio de los cuales se accede a los universos simbólicos
disponibles y permiten configurar experiencias en el mundo de la vida. Es por ello,
en parte, que el lenguaje científico de las ciencias sociales clásicas resultaba
insuficiente puesto que no capturaba las múltiples expresiones o narrativas
empleadas en la enunciación del mundo social, las recientes perspectivas incluyen
estos saberes, experiencias y narrativas para reivindicar otras voces y otras
epistemes.
Otro rasgo de la subjetividad es su carácter social e histórico. Este se despliega en
contextos sociales concretos pues se trata de una construcción cultural que, al
mismo tiempo, organiza y abre posibilidades de transformación de los procesos
sociales. En este sentido, la subjetividad es transversal a la vida social, se
encuentra en todos los ámbitos de la realidad social, en las escalas micro y macro,
en la vida cotidiana e institucional, en la que además se tejen vínculos, afectos y
emociones. A esto podría sumarse la idea de que la subjetividad requiere de la
presencia de los otros con quienes se establecen interacciones y relaciones para
significar el mundo y habitar en él. Es así como la subjetividad es intersubjetiva, es
decir, se construye y despliega en los intercambios con el mundo y con los otros.

No obstante, la subjetividad también es un campo de tensiones debido a las


fuerzas instituidas e instituyentes que la construyen. Es instituida, porque se
refiere al orden jurídico, al poder político y a las fuerzas hegemónicas, esto es, al
campo de ‘lo político’; y es instituyente, pues ella misma es lo resultante de
procesos socio-históricos situados, de cuestionamientos al orden, en el que tienen
lugar las prácticas subalternas y contrahegemónicas que interrogan el orden
político y se pregunta por el horizonte de actuación frente a las estructuras
instituidas. Así que, a través de lo instituido “se legitiman los poderes hegemónicos
y se garantiza la cohesión y el orden social; como instituyente, la subjetividad
alimenta los procesos de resistencia y posibilita el surgimiento de nuevos modos
de ver, sentir y de relacionarse que van en contra el orden instituido y que pueden
originar nuevos órdenes de realidad. (Torres, 2006: 94) Por esta razón, la
subjetividad no es un campo homogéneo y libre de tensiones y disputas, es una
realidad compleja y convulsa, que reivindica al sujeto como actor y constructor de
esta realidad.

En síntesis, el rescate o regreso al sujeto no se agota en la crítica presentada por


distintas corrientes epistemológicas con la relación positivista entre sujeto-objeto,
sino que también pretende interrogar las visiones deterministas, rígidas y
homogéneas del “sujeto atado, amarrado a las estructuras de significación, de
poder y de producción” (Torres, 2006: 95) y no como un sujeto con ‘conciencia
histórica’ en tanto reconoce los condicionamientos y las estructuras (lo instituido)
para construir nuevas realidades sociales (lo instituyente).

Danilo Martuccelli y la gramática del individuo

Danilo Martuccelli (1964) en su obra desarrolla una sociología del individuo y la


teoría de la individuación. Su punto de partida es la construcción de una
“cartografía del pensamiento social que le permita comprender un mundo
heterogéneo y global, donde tienen lugar las experiencias y la realidad singular de
cada uno de los individuos. Es decir, logra una conceptualización de lo social y de
la producción de la subjetividad que desnuda la puja de poder entre los
condicionantes estructurales y las prácticas que se agencian los individuos”
(Seoane, 2013: 1). En este sentido, presenta un panorama general de los
discursos sociológicos sobre la subjetividad en la modernidad, c omo oposición a
los estudios trans-históricos de ella.

Estos postulados están presentes en obras como: Sociología de la modernidad


(1999), Gramáticas del individuo (2007), La consistencia de los social (2005),
¿Existen individuos en el Sur? (2010). Y en colaboración con otros autores, La
plaza vacía. Las transformaciones del peronismo (con aristella Svampa, 99 ),
En la escuela. Sociología de la experiencia escolar (con ran ois ubet, 998),
En qué sociedad vivimos (también en colaboración con ran ois ubet, 999),
Las sociologías del individuo (con ran ois de Singly, 2012) y Desafíos comunes
(con Kathya Araujo, 2012).

Específicamente en Gramáticas del individuo, Martuccelli expone las diversas


dimensiones del individuo: soporte, rol, respeto, identidad y subjetividad, y
establece diferencias conceptuales, puntos de encuentro y secuencias. En este
artículo se abordará la subjetividad, su relación con la identidad y reflexividad, en
el marco de sus transformaciones en la sociedad contemporánea. Además se
retomará su propuesta de la sociología del individuo, en la cual se busca recobrar
las experiencias de los individuos para explicar los procesos y las estructuras
sociales.

En efecto, para Martuccelli, la subjetividad es la suma de las representaciones


sociales en el individuo y no se limita al espacio de la interioridad, ésta se expresa,
entre otras manifestaciones, en los relatos comunes de los sujetos sociales como
el amor y la crisis. En el amor, la subjetividad se expresa como una aspiración de
fuga mediante la aceptación de la alteridad del otro como afirmación de sí. Es por
ello que “la experiencia amorosa se convirtió en un verdadero imperativo
existencial, a veces encubierto por normatividad psicológica o a veces como
momento indispensable de la maduración afectiva, más ampliamente como
experiencia central de la exploración de sí” ( atuccelli, 200 :404).

Con relación a la tradición occidental, afirma que la subjetividad occidental se


manifiesta en el momento de una prueba de sufrimiento y dolor. Y es en esta
experiencia en la que cada uno de nosotros descubre su más profundo valor
humano; en otros términos, la subjetividad moderna se ha configurado a partir de
las experiencias límites y de desgarro, esto es “la subjetividad necesita dolor. No
es más que un relámpago” ( atuccelli, 200 :4 6).

La propuesta teórica del sociólogo peruano amplía las reflexiones sobre


subjetividad, relacionándola con la identidad, la sociología y la reflexividad. Sobre
la subjetividad afirma nuevamente que es el “estado social particular donde los
individuos tienen la sensación, reemplazados por muchas representaciones
sociales, de que su intimidad no puede ya ser anexada dentro de ninguna
representación totalizante” ( atuccelli, 200 :382)

La subjetividad es un único movimiento que emerge como consecuencia de la


modernidad, como triunfo de la racionalidad y la predominancia de las sociedades
científicas, acrecentando las aspiraciones de fuga de los individuos y la evidente
imposibilidad de ejecutar por completo el escape a la modernidad. En este
movimiento, la subjetividad es el origen de las diferencias en la comprensión del
individuo de sí y de su entorno.

Otra de las categorías, la identidad, es considerada como una dimensión de los


actores, la cual cuenta con relevancia a partir de la modernidad, cuando se
reflexiona la biografía a través de las rupturas. Esta dimensión tiene un doble
matiz, una colectiva que expresa lo personal, igualmente la individual que puede
ser colectiva. Esta tensión, subjetividad-identidad, se debe a su mutua implicación
en los siguientes términos:

“la subjetividad resiste a la deglución en cualquier determinación, mientras


que la identidad quiere ser plenamente adquirida en una determinación. La
subjetividad está, pues, siempre en retraso insuperable con respecto al
mundo y a sus propias conductas, puesto que por definición es mesurada a
distancia de toda determinación acabada; la identidad, al contrario, es
siempre lo que nosotros somos en momento dado, la subjetividad es una
permanencia que no se expresa más que por intermitencia, sin que se
pueda decir nunca que las formas que toma la revelan verdaderamente,
mientras que la identidad es totalmente mesurada, incluso aunque, luego, el
hecho de que lo sea resulte ser un problema” (Martuccelli, 2007:391-392)

Otra asociación, es la reflexividad como actitud y estado, contrario a la


subjetividad como intimidad y ejercicio de sí. Esta confronta continuamente a los
individuos a compararse con el otro, pues

No es solamente la transmisión de conocimientos; es también y ante todo lo


propio de un “espíritu” moderno. Cierto, este “espíritu” reviste hoy formas
más críticas y desencantadas, comparte siempre no obstante los grandes
principios de una concepción social específica del progreso, es decir la fe
en la realización y la liberación personales gracias a la adquisición del
saber o, en todo caso, para un retorno reflexivo de sí, los demás y el mundo
(Matuccelli, 2007:422).

En síntesis, la subjetividad es una dimensión sociológica tratada como un


fenómeno transitorio, en perspectiva de la intimidad, es una prueba de sí, por ello
se refleja con mayor énfasis en las experiencias de crisis y el relato
contemporáneo del amor. Desde la dimensión sociológica es la suma de las
representaciones sociales que no pueden llegar a formar parte de
representaciones totalizantes. Por ello, la sociología del individuo se enfoca en la
intersección de la vida interior de los individuos y las manifestaciones sociales en
las que circula.

Hugo Zemelman y el sujeto social

La obra de Hugo Zemelman (1931-20 3) ha girado sobre “tres campos teórico-


problemáticos: la cuestión de la realidad social, el lugar del sujeto y la concepción
del conocimiento social” (Retamozo, 2015: 36). Con respecto a la preocupación
por los sujetos sociales, el pensador chileno manifiesta que ha sido uno de los
“agujeros negros de las ciencias sociales pues no han sido abordados
suficientemente, o cuando lo han intentado, éstas se han quedado cortas en
reconocer su complejidad y su profundidad” (Torres, 2006: 96).

Consciente del reto que estriba el análisis del sujeto en las ciencias sociales de
hoy, su perspectiva pretende abordarlo desde dos cuestionamientos centrales en
tensión y articulación: de un lado, la conformación del sujeto político en contextos
de transformación social, y del otro, el sujeto que conoce, investiga y produce
conocimiento. Así, su mirada del sujeto en su extensa obra tiene connotac iones
epistemológicas y políticas. Debe decirse que son epistemológicas debido a que,
como se verá luego, el sujeto social permite una mejor captación de la realidad
histórica; y tiene una connotación política, ya que las fuerzas y poderes
hegemónicos buscan anular su capacidad-posibilidad transformadora, creadora de
alternativas y constructora de utopías.

Estas preocupaciones fueron abordadas con mayor dedicación, aunque no


exclusivamente, en textos tales como: Conocimiento y sujetos sociales (1987),
Sujetos sociales: una propuesta de análisis (1990), Propuestas metodológicas
para el estudio de sujetos sociales: Notas (1994); Sujetos y subjetividad en la
construcción metodológica (1997); Sujeto: existencia y potencia (1998); Voluntad
de Conocer: el sujeto y su pensamiento en el paradigma crítico (2005), Sujeto y
subjetividad: la problemática de las alternativas como construcción posible (2010)
Pensar la sociedad y a los sujetos sociales (2010).

Autores como Ratamozo (2015), Paredes (2013, 2014) y Torres (2000), han
venido reconstruyendo la contribución de Zemelman, como homenaje a su figura y
al entendimiento de horizontes comprensivos sobre los sujetos sociales, en tanto
constructores de historia y con capacidad de agencia 2 sobre la realidad presente,
en otros términos, desde su perspectiva, la capacidad de acción pretende resaltar,
primero, el carácter intersubjetivo de los procesos sociales y, segundo, la
capacidad-posibilidad de los actores de generar efectos, modificaciones, producir
futuros, memorias y utopías desde la realidad social, desde el presente. Es por
ello que el presente, en Zemelman, es potencia, posibilidad y construcción. En
efecto, “el futuro como posibilidad se encuentra inscripto en el presente como
contenido pasible de ser actualizado” (Retamozo, 2015: 48). Dice el autor en
mención que:

Ningún sujeto social puede imponer su futuro si no es apoyándose en toda


la historia que ha cristalizado en su misma existencia. Pero si el presente es
producto cristalizado de carácter histórico-genético y de apertura potencial
(por cuanto es un producto de procesos anteriores, que, junto con

2
Para Ratamozo (2015) en la obra de Zemelman existe una respuesta y discusión de la teoría de la agencia.
Para ampliar ver: Martín Retamozo. La epistemología crítica de Hugo Zemelman: política y metodología (o
una metodología política). Estudios Políticos Volume 36, September–December 2015.
reconocer una lógica objetiva, también es una construcción por constituir un
objeto moldeado por proyectos que luchan por imprimirle una
direccionalidad a los procesos concretos), el carácter de su apropiación
debe ser examinado desde el ángulo de esta mismas complejidades
(Zemelman, 1992:34).

Las dimensiones constituyentes de los sujetos políticos, estrechamente articulados


entre ellas y con otras categorías, son las palabras claves para la concepción del
sujeto en Zemelman, a saber: historicidad, memoria, experiencia, utopía,
conciencia histórica e identidad. El análisis de coyuntura e historicidad, se
encuentran en un primer nivel ya que para el autor los sujetos sociales en tanto
condensadores de historicidad son la entrada a procesos históricos de mayor
escala y temporalidad, de allí que la coyuntura, hecha de presente y vigencia, sea
su principal vehículo para encarar al sujeto como horizonte comprensivo de la
realidad social.

En esta dirección, Zemelman reconoce tres modalidades de la historicidad de los


sujetos que tienen una función epistemológica y política, los cuales son elementos
claves para su reconocimiento, entendimiento y ejercicio del pensamiento crítico:
la primera, la historicidad no-parametral implica ruptura y transformación con lo
construido e introduce cambios, innovaciones y realidades no instauradas; la
historicidad como exigencia de especificidad, se refiere a la vinculación y
relacionamiento de diversas posibilidades de futuro; y, tercero, la historicidad
como concreción de contenidos, se refiere a repertorios o habitus, esto es, a los
acumulados culturales que albergan potencialidades (Retamozo, 2015: 49)

La memoria, experiencia y utopía, es una ‘trialéctica’ que hace parte de un mismo


campo de entendimiento del sujeto social, un continuum, vinculado con el pasado,
presente y futuro. El autor considera que la memoria, no sólo vincula el pasado,
sino al presente y al pensamiento utópico. En efecto, lo utópico y el futuro son
recursos del pensamiento y la realidad social retomados y construidos por los
sujetos de sus memorias y repertorios que vinculan contextos, lugares y tiempos
pasados y presentes. Este presente, preñado de pasado y posibilidad de futuro, es
para Zemelman experiencia potencial de la utopía y no una negación de
horizontes de conducción del presente. Es decir, lo que pretende establecer es la
necesidad de ver el presente, la experiencia y la realidad como lo constituyente de
la configuración del sujeto político y la “herramienta para pensar en la objetivaci ón
de lo potencial, es decir, de la transformación de lo deseable a lo posible, a través
de sus distintos modos y niveles de profundidad, dando lugar a que la utopía se
convierta en un proyecto mediante el cual se pretenda imponer una dirección del
presente” (Zemelman, 1995a: 17), es decir, la necesidad de recuperar la
dimensión utópica en la misma realidad presente y no desde visiones a prioris,
artificiales y carentes de posibilidad.

La cuarta categoría que permite entender la concepción de sujeto en Zemelman


es la de conciencia. Este concepto, objeto de amplios debates desde el marxismo
a lo largo del siglo XX, no se agota en la visión dicotómica entre verdad y
alienación o realidad e ideología. Más bien, la interpretación de la conciencia del
sujeto en Zemelman, parte de que éste tiene una condición para apropiarse de lo
real, actuar contextualmente, fijar sus horizontes posibles de acción y reflexionar
sobre su experiencia histórica desde algún lugar, sea cual sea. Esta conciencia
histórica, desligada de toda carga positivista e ideológica, considera que existen
modos diversos en que se pueden construir realidades y tránsitos históricos que
construyen la conciencia del sujeto, es decir, su subjetividad. Es por ello que
conciencia en Zemelman es “conciencia de algo” (Retamozo, 20 5: 49) “visión del
propio ser” (Torres, 2006: 9 ) “voluntad de acción” y “apropiación de lo real que
amplía la conciencia” (Zemelman, 996, p. 62. Citado en Torres, 2006: 9 )

La otra dimensión constituyente de la subjetividad en Zemelman es la identidad, al


decir del cientista social, el sujeto social se expresa en una identidad colectiva,
esto es, una experiencia compartida en la que se elabora un proyecto común y
unas prácticas aglutinadoras en torno a dicho horizonte histórico. Este futuro
colectivo, co-producido, es fuerza que direcciona el presente con relación al
destino deseado y posible, es también una manera en que los colectivos
reivindican y pretenden defender sus intereses y buscan reconocimiento. Dicho
núcleo colectivo construye un ‘nosotros’ diferenciador de ‘ellos’ o de ‘otros’, tal y
como ocurre con la categoría clase social, aspecto importante en el pensamiento
de Zemelman, como también en dimensiones de la identidad como el territorio, lo
étnico, lo religioso, el género, las prácticas culturales, los gremios, entre otros.
Zemelman concibe la identidad entonces como:

El sujeto, más que en una organización unificada, se expresa en una


identidad colectiva. Esta supone la elaboración compartida de un horizonte
histórico común y la definición de los propios (el nosotros) en relación de
oposición a lo que se reconoce como ajeno (los otros) (…) De esta
manera, lejos de ser un agregado de individuos, se convierte en un
espacio de reconocimiento común que trasciende a cada uno de ellos
(Zemelman, 1992:15)

En síntesis, el sujeto en Zemelman es historicidad, ya que sintetiza las fuerzas


resultantes de la lucha entre subjetividades, conciencias, identidades, memorias,
experiencias y proyectos. Dichas subjetividades, por tanto, requieren de una
comprensión compleja y relacional de las conjunciones entre pasado, presente y
futuro de los sujetos, representados en la memoria, la experiencia y la utopía.

Otro de los aportes de Zemelman, es la concepción de un ‘sujeto social’, distinto al


de ‘sujeto histórico’. El primero, es un sujeto actuante en momentos concretos del
devenir histórico, capaz de reproducir el orden social, pero también, de modificarlo
a partir de sus prácticas, intereses, perspectivas y proyectos, es decir, construir
realidades diversas. Por el contrario, el sujeto histórico, es producto de los relatos
cientificistas, teleológicos y homogéneos, que propende por generalizaciones y
visiones a priori negando la riqueza subjetiva de las personas.
Reflexiones finales sobre el sujeto y la subjetividad en Martuccelli y
Zemelman: relaciones y distinciones

Tanto Martuccelli como Zemelman construyen una teoría sociológica que pretende
problematizar y explicar problemas epistemológicos, antropológicos y políticos de
la sociedad contemporánea, partiendo del sujeto y las subjetividades como
concreción y síntesis de las estructuras y los procesos sociales. Esta perspectiva,
micro-sociológica, es una respuesta a la poca capacidad de la sociología para dar
respuesta a fenómenos del presente y a las singularidades de un complejo mundo
que se construye entre las tensiones de la identidad y la mundialización, lo local y
lo global, entre el individuo y la clase, lo étnico y lo cosmopolita, lo singular y lo
universal, la memoria y la historia y entre la experiencia y la estructura.

Es por ello que Martuccelli propone una gramática del individuo, esto es, una
suerte de biografías y narrativas en las que las experiencias expresan las
dimensiones del individuo (soporte, rol, respeto, identidad, subjetividad)
convirtiéndose en un potente recurso epistemológico y metodológico para
comprender procesos sociales de ‘mayor’ escala y temporalidad. Por su parte,
Zemelman alimenta esta perspectiva comprensiva de la realidad social, en la
medida que propone las dimensiones constituyentes del sujeto social, entre est as
se encuentran, sus memorias, proyectos y experiencias.

La identidad es otro aspecto de la subjetividad en el que hacen causa común los


dos autores, aunque con despliegues comprensivos que divergen en algunos
aspectos. En Zemelman, al igual que Martuccelli, la identidad tiene connotación de
fijo, mesurado, insuperable, estable, “lo que se mantiene” y eso que apela a un
‘nosotros’. artuccelli, a diferencia de Zemelman, establece una compleja relación
entre subjetividad, identidad e identificación en una sociedad contemporánea
marcada por los flujos, lo efímero, la ‘costumbre del cambio’, los signos, los
imaginarios y el consumo. Fenómenos de la sociedad contemporánea que
Zemelman no registró en sus análisis sobre la identidad.
La experiencia es otra de las categorías la que concuerdan. En Zemelman, el
presente es experiencia y, en Martuccelli, es la experiencia que permite captar los
procesos sociales. Por ello, la propuesta de teórico-metodológica de Zemelman
es la historicidad del sujeto a partir del análisis de coyunturas. En Martuccelli, el
sujeto es un actor empírico, en esta medida, en la sociología del individuo lo micro
constituye una gramática de los procesos sociales.

En los dos autores latinoamericanos, hay una tensión entre la mirada histórica-
sociológica y filosófica-psicoanalítica del sujeto. Es Martuccelli quien establece
tensiones, relaciones y cruces más complejos y ricos entre posturas constitutivas
y constituyentes de la subjetividad, ya que logra tejer miradas del sujeto
trascendental y existencial propio de la filosofía y el psicoanálisis donde el sujeto
moderno es un “sujeto con falla”, “incompleto” “falto de”. Esta perspectiva,
contrasta con la mirada sociológica e histórica que acentúa sus análisis en las
formas de subjetivación e individuación, esto es, en los procesos socio-históricos
que permiten la emergencia de ciertas subjetividades y conciencias. Si bien
Zemelman, apelando a visiones existenciales de pensadores como Sartre,
establece articulaciones entre visiones filosóficas y sociológicas, el sociólogo
chileno prefiere las explicaciones desde las historicidades de los sujetos sociales.
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