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Habermas y Ratzinger

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Introducción

Planteando este trabajo nos permitimos entender los planteamientos acerca de Atenas o
Israel , explicados y defendidos por Habermas según sus planteamientos y los de
Ratzinger según sus ideales, podemos iniciar planteando quien es Habermas; Jürgen
Habermas (Düsseldorf, 18 de junio de 1929)es un filósofo y sociólogo alemán
reconocido en todo el mundo por sus trabajos en filosofía práctica (ética, filosofía
política y del derecho). Gracias a una actividad regular como profesor en universidades
extranjeras, especialmente en Estados Unidos, así como por la traducción de sus
trabajos más importantes a más de treinta idiomas, sus teorías son conocidas, estudiadas
y discutidas en el mundo entero. Habermas es el miembro más eminente de la segunda
generación de la Escuela de Frankfurt y uno de los exponentes de la Teoría crítica
desarrollada en el Instituto de Investigación Social. Entre sus aportaciones destacan la
construcción teórica de la acción comunicativa y la democracia deliberativa.
Y quien es Ratzinger; Joseph Aloisius Ratzinger (Marktl am Inn, Baviera, Alemania, 16
de abril de 1927), fue el 265.° papa de la Iglesia católica y séptimo soberano de la
Ciudad del Vaticano Resultó elegido el 19 de abril de 2005 tras el fallecimiento de Juan
Pablo II, por los cardenales que votaron en el cónclave. El 28 de febrero de 2013
renunció al solio y asumió el título de papa emérito, con la intención de dedicarse a la
oración y el retiro espiritual. Su renuncia fue anunciada por él mismo días antes, el 11
de febrero, y es una decisión excepcional en la historia de la Iglesia, ya que, si bien el
sumo pontífice que renunció al papado más próximo fue Gregorio XII (1415), el
precedente de Celestino V (1294) es el único del que puede asegurarse que fue de forma
libre y voluntaria.
Habermas y Ratzinger, en su debate, señalan las patologías de las sociedades herederas
de la Modernidad y consideran que el diálogo entre religión y razón puede sanar estas
dolencias. En consecuencia, el escenario de su diálogo es la Modernidad. El cauce
adecuado para ese intercambio de opiniones es la filosofía como proceso reflexivo y
crítico. En esta tarea, la filosofía de la religión –creación de la Ilustración europea “está
mejor equipada que la teología natural para convivir con la agitada sucesión de
cosmovisiones del s. XIX” puede desempeñar un papel emancipador que permita
objetivar el lugar de la religión junto a la razón.
Para superar la crisis vigente de la razón, este filósofo asume el postulado de la
superación de la religión en las sociedades modernas. Quiere, además, dar respuesta al
escepticismo epistemológico, el pluralismo relativista y el nihilismo ontológico de una
época pos metafísica. En su apertura “coexistente” con la problemática religiosa tiene
en cuenta la helenización del cristianismo y la historia plural de una tradición filosófica
que ha hecho suyos contenidos de la tradición judeocristiana. La religión se convierte en
doctrina humanista con un núcleo ético y asistencial. Pero este pensamiento sobre el
lugar de la religión en las sociedades se ha matizado a lo largo de su trayectoria. Su
análisis del fenómeno religioso, desde la perspectiva de la epistemología, la
antropología y la sociología, responde a su teoría de la acción comunicativa.
Joseph Ratzinger, como teólogo y profesor de universidad primero, como arzobispo y
después como cardenal y prefecto de la Congregación para la doctrina de la Fe, hasta su
pontificado como Benedicto XVI, ha hecho de la necesidad del diálogo entre religión y
razón uno de sus principios intelectuales. Su punto de partida es considerar la fe
profundamente racional. Por eso cabe el diálogo entre razón y religión. La razón y la fe
pueden convivir en armonía, enriqueciéndose y generando un debate vertebrado en los
siguientes aspectos: la propuesta de una nueva Ilustración, las patologías de fe y razón,
y su propuesta a los laicos de actuar moralmente veluti si Deusdaretur –organizar la
vida como si Dios existiera– frente al postulado ilustrado de comportamiento etsi Deus
non daretur –aun en el caso de que Dios no existiera.
para Ratzinger, la alianza entre fe y razón supuso una auténtica Ilustración para la fe
cristiana y una elevación para la razón humana. La fe cristiana ha dialogado de modo
continuo con la razón secular.
los argumentos de ambos intelectuales partían de posiciones diferentes, pero
manifiestan preocupaciones compartidas. En el caso de Ratzinger, se produce un
esfuerzo de acercamiento al renunciar a utilizar el Derecho natural pues, como reconoce
el teólogo, este ha sido –especialmente en la Iglesia católica– el argumento con el que se
apela a la razón común en el diálogo con la sociedad laica y pluralista y las demás
comunidades religiosas. Pero este instrumento ha dejado de ser fiable. A efectos
expositivos, los términos del debate se han vertebrado en cuatro líneas argumentales
relevantes: el diálogo entre la fe y la razón a través de la filosofía, las patologías que
dicho desencuentro ha generado en la Modernidad, la fundamentación de la democracia
liberal y su carga de relativismo y, finalmente, las relaciones entre creyentes y no
creyentes en las modernas sociedades pluralistas.
Habermas asume el diálogo entre fe y razón, como hemos visto, por medio de la defensa
de la Ilustración frente al escepticismo epistemológico y el nihilismo. La religión, en
esta tarea, actúa como núcleo humanista y acervo cultural y se convierte en uno de los
fundamentos de la Modernidad. Además, Habermas actúa interpelado por la reflexión
teológica que ha asumido los contenidos de la crítica ilustrada. Mantiene el criterio de
demarcación entre filosofía y teología, así como su ateísmo metodológico, para
reconocer que las tradiciones religiosas están provistas de una fuerza especial para
articular intuiciones morales. Este potencial hace que los lenguajes religiosos tengan
posibles contenidos de verdad que puedan ser traducidos desde el vocabulario de una
comunidad religiosa a un lenguaje universalmente accesible. Este trabajo de traducción
tiene que ser entendido como una tarea cooperativa en la que toman también parte los
ciudadanos no religiosos.
Ratzinger, por su parte, cree necesario reconocer la correlación y complementariedad
entre fe y razón, entre religión y Modernidad, a través de la filosofía –la plataforma
común aceptada por creyentes y no creyentes–. Siempre ha defendido que la Ilustración
es de origen cristiano y ha permitido replantear los valores originales del cristianismo al
tiempo que devolvía a la razón su propia voz53. De esta polifonía puede crecer un
proceso universal de purificación en el que resplandezcan los valores y normas que
todos los hombres conocen o intuyen para responder a las amenazas que pesan sobre la
existencia54. Para el teólogo, la religión aporta el elemento de la fe ante una mentalidad
técnica que ha relegado la moral al ámbito subjetivo. Esta certeza fundamental no
procede de la pura razón, sino que descansa en vestigios de conocimiento judeocristiano
existentes todavía.
La teoría de la acción comunicativa de Habermas ha evolucionado hasta el punto de
reconocer a la tradición católica en general, y a la teología de la verdad de Ratzinger en
particular, que las sociedades postseculares no pueden prescindir de la sabiduría moral
que se desprende de las tradiciones religiosas. Al fin Habermas, de modo parecido al
Ortega de los años 30, tiene que considerar críticamente el laicismo; más aún, éste tiene
un componente totalitario de difícil defensa.
En otras palabras, la filosofía racionalista nos enseña que el anticlericalismo deviene en
puro analfabetismo, salvajismo totalitario, cuando le cuesta reconocer, como diría María
Zambrano, que es imposible comprender la calidad de una cultura sin entender
previamente la calidad de sus dioses, o mejor, de su Dios.
Para Habermas y Ratzinger, Dios tiene un lugar en el discurso de la conversación
pública. Para el primero es un argumento que debe ser traducido a términos racionales.
Para el segundo es una posibilidad de la razón. Dios se asienta como elemento
relacional entre creyentes y no creyentes, un elemento compatible con las sociedades
plurales.

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