Entrevista Al DR
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Takiwasi, “La casa que canta”, en lengua indígena, utiliza la medicina occidental, la
sicoterapia transpersonal y la medicina chamánica, cuya base es una diversidad de
plantas, entre ellas, la ayahuasca o yajé. Un brebaje preparado con la liana
ayahuasca, que actúa como inhibidor enzimático, y con el arbusto chacruna,
compuesto por el enteógeno DMT, conocida como la “molécula espiritual o de Dios”.
El DMT se encuentra presente en pequeñas cantidades en la orina y el cerebro
humano, amén que, según algunos científicos, es también liberada en el cuerpo ante
la cercanía de la muerte.
“Cuando niño -declara Mabit-, viví en África y Oceanía, conviviendo en el colegio con
niños y niñas de distintas procedencias culturales, lo que me gustaba mucho”.
Seguramente de esa experiencia emergió la emoción del respeto a la diversidad
cultural y la vocación sanadora y espiritual, inspirada en ese mismo ánimo.
¿Cuándo fue el encuentro del médico francés con la medicina chamánica?
En un vídeo suyo cuenta que en una sesión de ayahuasca fue invitado a lo que
sería su vocación vital.
Así es. Con la ayahuasca rápidamente tuve visiones. Los espíritus guardianes de la
selva, que ni sabía que existían, me hablaron para decirme que si yo quería aprender
de las plantas tenía que asumir la misión de trabajar con adictos. Me designaron para
eso.
Asertiva la instrucción.
Fue una sorpresa total. Nunca había pensado en aquello, no me interesaba, sabía
que el trabajo con adictos es complejo, frustrante. Me resistí durante tres años. Hasta
que finalmente acepté.
Del mismo modo que un individuo pasa por las etapas de niño, adolescente, adulto
y vejez, la humanidad también evoluciona en etapas y en ellas hay grandes mitos
fundadores. Éstos son la expresión máxima de lo que el ser humano puede concebir en
ese momento en su relación con el mundo. A cada uno de esos mitos los podemos
conectar con los elementos tierra, agua, aire y fuego. El mito de la Justicia se asocia a
la tierra, que no solo es la tierra como suelo y materia, sino la Tierra-madre en sí y la
madre, que tiene connotaciones emocionales, sicológicas y espirituales. El mito del
Amor, propio de los últimos dos mil años, se vincula al agua, tiene que ver con los
sentimientos. El mito de la Libertad se asocia al aire, pues la libertad es espiritual. En la
transición del mito del Amor al mito de la Libertad, como no sabemos lo que es la
libertad, la vamos descubriendo, tanteando. Por ejemplo, erróneamente buscamos la
libertad en la dimensión material y tendemos a entenderla con un “hago lo que
quiero”, “como lo que quiero”, “consumo lo que quiero”, “viajo donde quiero”,
etcétera, lo que explica el hedonismo actual de la sociedad.
Es que en Occidente tenemos que hacer un “mea culpa” histórico nada trivial.
Cierto. Aunque, reitero, en Occidente el reto es reconciliarnos con las raíces. Por
ejemplo, al cristianismo, a la Iglesia, hoy se le rechaza todo. No se trata de negar que
en la Iglesia como institución hay una historia con su parte negra. Pero, “si tú madre es
vieja y enferma y sabes que se ha equivocado, no dejas de querer y amarla, la podrás
criticar, sin renunciar a lo que está en el corazón.” El problema es que estamos en
guerra con una tradición de la que estamos impregnados, entonces, debemos
reconciliarnos o seguir viviendo de manera esquizofrénica. En ese marco, es bueno
volver a los inicios del cristianismo, a la Patrística, a los místicos.
La planta es una planta, no tiene opción cultural. Se adapta a los usos que en la
evolución se va haciendo de ella. La ayahuasca no crea nada, tan solo revela en las
personas lo que ya está en función de su historia. Los occidentales somos muy
mentales, muy en la ideología, y la ayahuasca te hace volver a la encarnación, nos
recuerda que tú eres un espíritu encarnado, que lo único que nos pertenece es el
cuerpo. Al nacer lo hacemos con el cuerpo y al morir perdemos el cuerpo, que es
donde mora nuestra memoria, las emociones, lo inconsciente, que son las fuentes para
el autoconocimiento. La ayahuasca correctamente usada realiza una suerte de
revelación progresiva para el descubrimiento de la vocación, de la libertad personal. Y
eso, en la actual transición, es muy importante.
La prohibición del incesto, por ejemplo, que funda las sociedades humanas.
“El bien ha vencido”, considerando la persistencia del mal en estos dos mil años,
más parece un desafío. La imagen que me interpreta es que el cielo y el infierno están
en nuestros corazones. El desafío sería que en nuestro corazón, proceso de
individuación mediante, termine por hegemonizar el bien. Que es lo mismo que
integrar o domeñar el mal, aquella sombra que emerge tras las heridas de todo niño
en su convivir real.
Lo que se nos propone es que cada uno reviva la pasión de Cristo. Jesús sufrió el
mal, siendo inocente, y lo venció. Cada uno de nosotros somos a imagen de Cristo. Y
comprometerse en ese proceso personal de transformación supone una tensión
espiritual. Ahí es cuando empiezan los problemas.
Estos días aprendí en Takiwasi sobre el rol biofísico de la sal, que al consumirla abre
el campo energético de los cuerpos humanos en su relación con la alteridad y al no
consumirla lo tiende a cerrar. Esto me pareció muy interesante en la reflexión sobre la
historicidad de la conciencia humana. Me explico, en tanto el consumo y uso masivo
de la sal se abre con las civilizaciones (estrechando nuestro campo energético), ahí
emerge la conciencia de separatividad. Esto, a diferencia de lo que ocurría en el
animismo primitivo, que vivía en un estado de fusión (con nuestro campo energético
muy abierto), en una conciencia integrada con la alteridad.
Sin duda, existe ese nexo. El ser humano históricamente evoluciona desde un
estado de fusión con la naturaleza, indiferenciado. En ese proceso hay dos elementos
que van a intervenir, la sal y el fuego, ambos masculinos. Con el uso del fuego nace el
hogar. Esa es una revolución mayor. El fuego trae el calor, la capacidad de cocinar y
la luz. Y la sal, en otra revolución mayor, permite que el ser humano salga de lo
indiferenciado con la madre y la madre tierra. La evolución de la especie es parecida
a la evolución de un ser humano singular. El niño cuando se va separando de la fusión
materna hace un proceso de individuación, experiencia su propia diferencia. Y eso es
lo mismo que históricamente hizo la especie humana. La sal a nivel biofísico crea un
campo energético, el aurea (hoy existen instrumentos que lo pueden ver y medir);
entonces empieza a crearse una distancia del ser respecto a sus instintos. Los puede
amaestrar, empieza a poder decir no y, entonces, aparece el Yo libre.
Es que el exceso de sal conlleva rigidez y detiene la vida. Por eso se pone la sal en
la carne y en los pescados, para mantenerlos y que no se pudran. Si hay demasiada
sal, que es demasiado masculino, se muere la vida. Ahí está la imagen bíblica de Lot,
quién se transforma en estatua de sal. En Takiwasi, en el contexto ritual de una dieta-
retiro eliminamos la sal para que la persona realice una regresión circunstancial al nivel
indiferenciado de su vida, para así resolver cosas que no han sido asumidas y
evolucionar, ir hacia adelante.
Aceptando que no podemos regresar a una fusión, hoy observo que cada vez más
personas transitamos a un cambio tendiente a moderar la conciencia de
separatividad, tan exacerbada en la modernidad, y avanzamos a una conciencia
consciente de la alteridad, aunque re integrándose a la naturaleza, si se quiere, en
respeto a la red de la vida.
¡Qué bello! Nos unimos conscientemente, porque la fusión es pre consciente. Esa
sería la libertad.
Exactamente.
Es que todas las drogas tienen su origen en plantas sagradas (la marihuana, el
tabaco, la coca, la amapola), que han sido mal utilizadas, profanadas. Todas esas
plantas tienen principios activos idénticos a nuestros neurotransmisores, que se pueden
también activar vía la meditación, el aislamiento, las danzas rituales, etcétera. Cuando
las plantas son bien utilizadas, respetando sus leyes, conscientemente, en una
exploración de tú mundo interior, ahí no hay dependencia ni adicción. En Takiwasi
operamos sobre la base de esos principios para sanar las adicciones. Las mismas
plantas son el veneno y el remedio. En realidad nada es malo en la creación. Lo malo
proviene del mal uso que hacemos de cosas buenas.
“Nada en exceso”, como está inscrito en uno de los pilares en la entrada del
templo de Apolo. ¿Cuáles son las claves del procedimiento en Takiwasi?
Acá no se trata de desintoxicar, eso es fácil, se puede hacer en un mes. Pero no
soluciona nada. Acá observamos lo que hay detrás del consumo, qué problemas
emocionales u otros. Si no se va a la raíz, la gente se puede limpiar, pero cuando
vuelve a lo cotidiano, vuelve a las drogas. La primera clave es que el paciente quiera
estar acá, quiera sanar. Esto es voluntario. Él será el protagonista. Dicho eso, utilizamos
tres grandes procedimientos. Primero, el uso de las plantas para limpiar, purgar y
explorar el inconsciente para que ellos puedan aprender desde su propia experiencia,
a partir de lo que surge en las visiones, en los sueños. Segundo, un proceso de
integración a través de la sicoterapia y los talleres, donde se trabajan los temas que en
cada uno surgen, por ejemplo, tengo que enfrentar la impulsividad y la falta de
comunicación. La ayahuasca da indicaciones muy precisas que deben ser aplicadas
cotidianamente en la comunidad de residentes que están acá durante nueve meses.
Ese es el tercer procedimiento, la convivencia en un espacio común en el que se van
co-evaluando, en un diálogo experiencial y terapéutico, las conductas de los
participantes.
Máximo 15 personas.
De 3 pacientes que entran acá, uno sana totalmente. Al salir cambia su vida
estructuralmente y desaparece el problema de la adicción. Otro, se recupera
bastante, cambia su vida, aunque es propenso a una recaída, por eso le hacemos
seguimiento e invitamos a seguir trabajando. Y un tercero, derechamente abandona
en el proceso. Existen más de 50 tesis de investigadores publicadas sobre lo que
hacemos en Takiwasi. Tenemos en curso un proyecto de evaluación científica de alto
estándar, junto al Centro de Adicciones y Salud Mental de Canadá, que tomará sus
años. Hemos avanzado en comparaciones de perfiles de nuestros residentes con
comunidades de Estados Unidos. Eso ha sido importante, pues antes decían que en
Takiwasi los pacientes no son muy complejos, con familias adineradas que les apoyan.
Pero resulta que las comparaciones estandarizadas han probado que los pacientes
que recibimos tienen niveles de gravedad mayor a nivel siquiátrico, de tipo de
consumo y de contexto familiar.
Y tienen indicadores del éxito de la Dieta-retiro para personas que buscan procesos
de autoconocimiento.
En las sesiones de ayahuasca, usted como curandero a veces hace una suerte de
“exorcismo” con algunos sujetos. ¿Qué es eso: erradicar posesiones demoniacas o
erradicar malas energías, una sombra sico-emocional?