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Narrando La Historia Desde La Noviolencia Y Desde Los Marginados

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NARRANDO LA HISTORIA DESDE LA NOVIOLENCIA Y DESDE LOS MARGINADOS

SANTIAGO ESPITIA FAJARDO


Instituto de Bioética, Pontificia Universidad Javeriana
Correo electrónico: santiagoespitiafajardo@gmail.com / s.espitia@javeriana.edu.co

Resumen

La historia suele narrarse a partir de dos supuestos: primero, el de la violencia, se ha contado


partiendo de hechos violentos; segundo, se ha narrado desde lo ocurrido a personas
estereotipadas en los relatos. Estos supuestos han contribuido a la domesticación de la
violencia en la sociedad; en este proceso, la enseñanza de la historia ha sido protagonista de
dicha normalización. Dada esta realidad, los procesos de enseñanza-aprendizaje deben tener
cambios significativos. En la presente ponencia se proponen dos: cambio de énfasis donde la
historia sea enseñada desde la noviolencia. Y, en segundo lugar, que los protagonistas cambien,
es decir, aquellos que históricamente han sido marginados y víctimas de distintas formas de
violencia, ahora serán los personajes principales.

Palabras clave

Noviolencia, violencia, historia, enseñanza, narración, paz.

Introducción

A lo largo del tiempo, se ha narrado la historia a partir de dos supuestos. En primer lugar, la
narración se ha fundamentado y ubicado partiendo de hechos violentos: guerras, magnicidios,
genocidios, entre otros. Éstos, se han convertido en hitos, los cuales van a ser referenciados, no
sólo cronológicamente (20 de Julio de 1810), sino simbólicamente (día patrio) y

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hermenéuticamente (día de la ‘independencia de Colombia’). Es decir, la historia se va a


interpretar y a comprender a partir de tales hechos violentos.

En segundo lugar, la historia ha sido enseñada a partir de lo que se conoce como “historia de
bronce” (De Roux, 1999). Esta expresión hace referencia a contar la historia, principalmente, a
partir de lo ocurrido a personas o actores privilegiados en el relato: Simón Bolívar, Cristóbal
Colón, Napoleón Bonaparte, etc. Dichos personajes tienden a cumplir con unas características,
las cuales a su vez llegan a convertirse en estereotipos: la “historia de bronce” es protagonizada
por hombres (varones) blancos, de clase económica alta, apuestos, con rasgos de ‘héroes’ y, en
muchos casos, con características de hombres militarizados.

Los supuestos mencionados, conllevan no sólo a un entendimiento parcial y no estructurado de


los procesos históricos, sino que han contribuido, de manera significativa, a la formación de
ciudadanos acostumbrados a distintas formas de violencia. La guerra, así como la violencia, se
ha normalizado en la sociedad y, la enseñanza de la historia, ha sido protagonista de esta
normalización.

Dado lo anterior, es necesario que dicha enseñanza tenga cambios significativos. A


continuación, se proponen dos: en primer lugar, un cambio de énfasis, es decir, que la historia se
enseñe enfatizando la noviolencia. En segundo lugar, que los protagonistas cambien, siendo
ahora, aquellos que históricamente han sido marginados, principalmente, las víctimas de
distintas formas de violencia: sus narraciones, así como sus testimonios.

Cambio de énfasis: narrando la historia desde la noviolencia

La historia de la humanidad es, en buena medida, la historia de la guerra y, esta a su vez, es la


historia de la lucha por la tierra y por el territorio. Desde relatos antiguos hasta narraciones
contemporáneas, la historia va girando en torno a cómo hombres y mujeres luchan por acceder o

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tener un ‘pedazo de tierra’. El acceso a la misma, no es, en la mayoría de los casos, por medios
pacíficos, sino por medios violentos.

Y las historias que se van narrando, van reiterando, recreando, emulando y exaltando dichas
guerras. Ante este panorama pareciera que la guerra y la violencia hacen parte de la naturaleza
del ser humano. Pareciera que se transmitiera de generación en generación un ‘gen de la
violencia’; sin embargo, vale la pena recordar que las personas no son violentas por naturaleza,
esto no es algo genético o propio de alguien. De ser así, nada podríamos hacer para cambiar
esta condición. La violencia es un aprendizaje social y cultural y, por tanto, se puede
desaprender.

La paz y la noviolencia no ha sido un aprendizaje de los colombianos. Al contrario, se enseña,


de diferentes maneras (intencionadamente o no), a practicar la violencia. Por tanto, es necesario
desaprender la guerra y aprender la paz, desaprender la violencia y aprender la noviolencia.
Estos son aprendizajes que deben generarse de manera intencional. Es necesario desarrollar
habilidades con miras a comprender y superar los conflictos armados en Colombia (que todavía
hay muchos, en muchas regiones del país).

Una descripción muy útil (más que una definición), es la desarrollada por Galtung (1998), en la
cual afirma que la violencia puede ser visible o invisible, directa o indirecta: la violencia visible o
directa sería aquella que se expresa en agresiones contra los cuerpos, riñas callejeras, heridos,
mujeres violadas, daños psicológicos y emocionales, entre otros. La violencia visible es algo a lo
que la sociedad puede acostumbrarse, es decir, no criticar, normalizar. La violencia visible es
como la punta de un iceberg en el mar. Sin embargo, ese iceberg tiene una profundidad, y su
dimensión invisible así como su impacto pueden ser muy grandes.

La violencia indirecta o invisible (que también ha recibido el nombre de violencia estructural),


hace referencia a aquellas condiciones económicas, sociales, políticas que permiten, causan,
estimulan o perpetúan la violencia directa. En la práctica, puede ejemplificarse como la ausencia
de garantías para la plena vigencia de los derechos humanos, la falta de garantías y condiciones
para que las personas y comunidades puedan desarrollar sus potencialidades y capacidades en
igualdad de condiciones con otros. La violencia estructural se expresa como inequidad,

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exclusión, marginación, pobreza, formas de injusticia, falta de oportunidades, carencia de


recursos básicos, entre otros.

Tanto la violencia estructural como la violencia directa son legitimadas por medio de prácticas
instaladas en la cultura y reforzadas por medio de argumentos, discursos, imaginarios y distintos
tipos de representaciones a nivel de la sociedad. Éstas pueden presentarse como formas de
superioridad moral expresadas en ideas que soportan sistemas de exclusión e inequidad, por
ejemplo: el patriarcalismo, el racismo o las supuestas superioridades basadas en dogmas
religiosos.

¿Y qué de la noviolencia? Ante el panorama descrito, la desesperanza pareciera ocupar un lugar


protagónico, sin embargo, como se mencionó con antelación, así como se aprende también se
puede desaprender.

Entre otras, los seres humanos tienen la capacidad tanto de aprender, como de tomar
decisiones. Por tanto, los seres humanos pueden transformar situaciones y conductas violentas
en conductas cooperativas y solidarias. Esto quiere decir que la violencia no es ni la primera, ni
la única alternativa a la hora de afrontar un conflicto. Quiere decir también, que pueden
emplearse símbolos, discursos, argumentos e imaginarios desde la noviolencia. La creatividad,
es otra capacidad del ser humano para asumir posturas y decidir cursos de acción en diferentes
momentos de su existencia.

La noviolencia no es pasividad, no es sumisión ni querer ser mártir. Por el contrario, es


respeto por la dignidad de la persona; búsqueda de la justicia para todo ser humano… es
no dejar que otra persona tome ventaja pues los derechos merecen ser respetados y
aunque no busca el sufrimiento, es reconocer que hay riesgo y sufrimiento en ambos
estilos de vida: violento y noviolento y que las opciones no son entre sufrimiento y
seguridad, sino entre acciones destructivas o acciones y respuestas que afirman la vida
(Arrieta, 2005, p.176).

Es decir, el ser humano tiene la capacidad de decidir si sigue el camino de la violencia o busca
soluciones alternativas. En línea con esto, puede afirmarse que es posible leer la historia desde

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la noviolencia. Es decir, es posible interpretar hechos y acontecimientos enfatizando, no las


acciones violentas, sino aquellas de resistencia y transformación. Esto puede sonar aburrido o
pensar en que puede generarse desinterés, la razón es porque precisamente la sociedad se ha
acostumbrado a escuchar y leer historias centradas en hechos violentos.

El interés por la violencia ha mostrado que el resultado termina siendo el morbo. Es decir, a
pesar de que la paz es un tema cotidiano en nuestro país, lejos está de ser una realidad vivida,
instalada y mucho menos practicada. Esto puede evidenciarse tanto en la población adulta
como en jóvenes, en las niñas y en los niños. Muchos jóvenes de las ciudades tanto en colegios
como en universidades están desinteresados, mal informados y, en muchos casos,
desesperanzados en cuanto a la paz y temas relacionados, pero, paradójicamente, sí hay un
interés en cuanto a la guerra o elementos cercanos a ella 1. El desinterés, la incredulidad y la
desesperanza parecieran agudizarse en la medida que hay un sentimiento de ‘lejanía’ del
conflicto armado y sus consecuencias. Pareciera que ‘como esto no me toca, entonces no me
afecta, por tanto, no me importa’.

Ahora bien, lo anterior no implica negar u ocultar los daños e impactos causados por la violencia.
Sí implica, por ejemplo, no resaltar la voz de los victimarios, sino la de las víctimas; implica
resaltar las acciones de resistencia y transformación frente a la adversidad; implica enfatizar las
verdades, no las mentiras; implica contar causas, no sólo efectos; implica entretejer las distintas
narraciones desde distintos lugares y actores.

Cambio de protagonistas: narrando la historia desde las víctimas y marginados

Al hablar de historia, memoria, noviolencia y paz, y más aún, al procurar hacer una interrelación
entre estos, es necesario ser realistas en cuanto a la recepción o no que dichos asuntos
adquieren en la sociedad en general y en las instituciones educativas en particular. Se necesita
transformar la indiferencia en interés y el desconocimiento en aprendizaje. Se necesita hacer
puentes, entretejer realidades; relacionar el ‘allá’ con el ‘acá’; relacionar al ‘otro’ con el ‘sí mismo’,
1
Nótese, por ejemplo, el impacto de las ‘narconovelas’ en los jóvenes y en la sociedad en general. Si bien estas no
son generadoras de estereotipos, sí refuerzan los mismos, no sólo a nivel nacional, también ante la comunidad
internacional. Véase: https://www.elheraldo.co/tendencias/estereotipo-de-los-colombianos-culpa-de-las-
narconovelas-203230

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o, en palabras de Ricoeur comprender ‘ el sí mismo como otro’. Esto es, una alteridad que no es
-o no sólo es- de comparación… una alteridad tal que pueda ser constitutiva de la ipseidad
misma. Sí mismo como otro sugiere, en principio, que la ipseidad del sí mismo implica la
alteridad en un grado tan íntimo que no se puede pensar en una sin la otra, que una pasa más
bien a la otra… Más que una comparación (como si dijéramos ‘ sí mismo semejante a otro ’), se
trata de una implicación: ‘sí mismo en cuanto otro’ (Ricoeur, 1996:14).

Y ahí es donde toma fuerza e importancia la necesidad de aprender a escuchar los relatos de las
víctimas, más que de los victimarios. Como se mencionaba en el apartado anterior, la sociedad
ha estado acostumbrada a escuchar, incluso a ensalzar la historia de mafiosos, narcotraficantes,
asesinos, líderes de grupos armados; pero no ha estado acostumbrada a escuchar y ensalzar las
historias de las víctimas de todos ellos. De acuerdo con cifras de la organización Somos
Defensores2, durante el año 2017, 560 líderes sociales fueron víctimas de agresiones en todo el
país. La situación es tan compleja, que ni siquiera existen cifras unificadas, por lo menos por
parte del Estado, que den cuenta de la magnitud del fenómeno y permitan ver qué está pasando
con los liderazgos en zonas en las que, en su mayoría, el conflicto armado se transformó luego
de la firma del Acuerdo Final. Casi que semanalmente están asesinando a un líder social en
Colombia y, esto no atrae o espanta a la ciudadanía. Es más, en muchas ocasiones, hasta llega
a cuestionarse la procedencia e identidad de la persona asesinada, tratando de justificar su
muerte: “por algo lo mataron”.

Al contar o recrear la historia, es necesario buscar otra clase de protagonistas en los relatos,
especialmente aquellos que han sido marginados o, aparentemente, no desempeñan un papel
importante en el trascurso de la narración. Retomando a Ricoeur, hay que apostar al ‘lenguaje
como vehículo privilegiado para acceder a la comprensión de las experiencias fundamentales del
ser humano’ (Ricoeur, 1995). Para Ricoeur, ‘la verdadera naturaleza de la identidad narrativa
sólo se revela en la dialéctica de la ipseidad y de la mismidad’. En este sentido, la narración de
una persona, ayuda a conocer quién es esa persona. Es decir, no sólo sirve para saber algo que
está diciendo, sino que sirve para conocer al sujeto como tal. El conocimiento del sujeto al que
se aproxima la narración es una ‘identificación narrativa’. Sólo la ‘historia narrada dice el quién
de la acción’. Preguntarse, pues, ¿quién es alguien?, exige narrar sus obras, tanto si se hace
2
Ver nota completa en: https://colombia2020.elespectador.com/pais/siguen-matando-lideres-sociales-un-ano-
despues-del-acuerdo-de-paz. Revisado: 3 de abril de 2018.

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referencia a individuos como a comunidades y pueblos. La trama narrativa hace comprensible al


sujeto.

De ahí la necesidad de no privilegiar el discurso-narración del actor armado, del victimario, por
encima del discurso-narración de la víctima. A manera de ejemplo, cabe recordar el discurso del
líder del Movimiento Nacional de Autodefensas, Salvatore Mancuso, ante el Congreso de la
República en Bogotá, el 28 de julio de 2004. En él, Mancuso se presentaba como “creyente en
Dios, en el Dios de la Esperanza, del Amor y del Perdón… (y afirmaba) … Vengo en
irrenunciable misión de paz desde Santa Fe de Ralito… 3”. Ante estas declaraciones vale la pena
preguntarle a los habitantes de Santa Fe de Ralito, de Tierralta y zonas aledañas del
Departamento de Córdoba si así lo percibían a él (como un creyente en el Dios de Esperanza y
como alguien que tenía una misión de paz)… No por nada, en la narración popular de los
campesinos de estas regiones, la manera de referirse a los miembros de las Autodefensas era,
entre otras, como los “mochacabezas”.

La cuestión de las realidades construidas a través del discurso, y los acontecimientos reales que
parecen anteceder a la simbolización o representación, es un debate que atraviesa el tema de la
memoria y que nos pone frente a la relación que existe entre ésta y el lenguaje. Elsa Blair
menciona tres aspectos que deben ser considerados: el primero, se refiere al lenguaje y su
cualidad performativa; el segundo, alude a las temporalidades de la memoria y su relación con
las de la narración; el tercero, a la existencia o no de memorias individuales y colectivas.

La narrativa ayuda a generar empatía con el otro -más aún, en una sociedad donde coexisten
distintas formas y contenidos de narrativas e identidades- especialmente con aquel que ha
sufrido el impacto de la guerra y de variadas formas de violencia. ¿Desde dónde habla el otro?
¿Quién es el que está hablando? ¿Cómo enriquece esa otra perspectiva nuestra propia
narrativa? ¿Por qué nos han transmitido lo que pareciera ser narraciones dogmáticas de la
historia de nuestro país? ¿Por qué no nos contaron-narraron la historia, por ejemplo, desde el
lugar de las víctimas? ¿Por qué no se ha contado la historia desde los marginados?

Conclusión

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Ver discurso completo en:
http://lasillavacia.com/sites/default/files/media/docs/17789/discurso_salvatore_mancuso.pdf

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Finalmente, hay que considerar la cuestión de la memoria individual y la colectiva. El individuo


jamás está solo cuando recuerda. La memoria es construcción de un proceso social, pues es en
tanto miembro de un grupo que el individuo recuerda. En línea con esto, la amnesia (término
contrario a anamnesis = memoria) pérdida de la memoria, precisamente significa perder contacto
con aquellos que lo rodeaban entonces. Por tanto, cuando se recuerda, se hace en relación a
otros. Esto no implica que la memoria del individuo desaparezca o se pierda en una memoria
colectiva, al contrario, adquiere mayor significación y entendimiento.

Aquí ayuda mucho la invitación de parte del CNMH a comprender los tejidos entre memoria,
memoria colectiva y memoria histórica. El presupuesto fundamental desde su propuesta
pedagógica es que, para comprender la guerra y desarrollar habilidades con miras a no seguir
repitiéndola, es necesario trabajar tres registros interrelacionados sobre la manera como nos
apropiamos del pasado, vivimos nuestro presente y nos proyectamos a futuro. Estos tres
registros son: la memoria personal, la memoria colectiva y finalmente la memoria histórica
(2015).

La narrativa, especialmente la de las víctimas y marginados por versiones oficialistas de la


historia, se convierte así, tanto en presupuesto ético como en herramienta pedagógica, por
medio de la cual es posible, no sólo conocer la historia (o las historias), sino hacer memoria
histórica, comprendiéndola, aprehendiéndola y usándola en procesos de construcción de paz
desde la noviolencia.

Referencias

Arrieta, A. (2005). Construyendo la Paz en Ambientes Eclesiales. Bogotá: Justapaz.


Blair, E. (2002). Memoria y Narrativa: La puesta del dolor en la escena política. Estudios Políticos
(23). 9-28.
Centro Nacional de Memoria Histórica (2015). Los caminos de la memoria histórica . Bogotá,
CNMH.

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De Roux, R. (1999). La insolente longevidad del héroe patrio . Caravelle.


Galtung, Johan. (1998). Tras la violencia, 3R: reconstrucción, reconciliación, resolución . Bakeaz.
Bilbao.
La Silla Vacía recuperado de:
http://lasillavacia.com/sites/default/files/media/docs/17789/discurso_salvatore_mancuso.pd
f
Kosinski, A. (2015). Una manera de responder ¿quién soy?: la identidad narrativa en Paul
Ricoeur, P. Avatares Filosóficos (2), 213-221.
Redacción El Espectador recuperado de: https://colombia2020.elespectador.com/pais/siguen-
matando-lideres-sociales-un-ano-despues-del-acuerdo-de-paz.
Redacción El Heraldo recuperado de: https://www.elheraldo.co/tendencias/estereotipo-de-los-
colombianos-culpa-de-las-narconovelas-203230
Ricoeur, P. (1995) Tiempo y narración: Configuración del tiempo en el relato histórico . Siglo XXI.
Ricoeur, P. (1996) [1990]. Sí mismo como otro, trad. A. Neira Calvo, Madrid: Siglo XXI.

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