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El Silbote

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El Silbote

JAVIER HERNANDEZ ARSUAGA

En pos de sus orígenes: tratamiento de su trayectoria histórica

A ún a pesar de ser relativamente reciente su aparición, si com aramos


Y
con la dilatada existencia del instrumento de donde procede: e Txistu,

r
nada sabemos acerca de los pormenores circunstancias que originaron la
creación del Silbote. Desconocemos detal es fundamentales como el nombre
de su descubridor, la fecha y el lugar de su realización y las características
técnico-instrumentales de su construcción. N o cabe duda que esta situación
por falta de datos concretos se enmarca dentro del contexto que en general se
encuentra todo lo concerniente a nuestra cultura.
Bien puede afirmarse que el Silbote no se impuso definitivamente hasta la
tercera década de nuestro siglo. Todavía en los grandes certámenes de txistu-
laris que en el año 1929 organizaban tanto el Ayuntamiento de Bilbao como
el de San Sebastián, se concursaba en dos modalidades: grupo A y rupo B.
%
El primero para bandas completas y el segundo, para 2 txistus y ata al, a fin
de dar, de esta forma, oportunidad a las agrupaciones que aún no habían
incorporado el silbote a sus conjuntos.
La banda de txistularis del Ayuntamiento de San Sebastián, por iniciativa
de Ansorena, incorporaba el silbote a su plantilla oficial el año de 1923. La
banda municipal de Vitoria, lo hacía en 1924 y la del Ayuntamiento de
Bilbao, en 1930. La banda municipal de txistularis de Pamplona se creó ya
completa, el año de 1942.
Fue la constitución en 1927 de la Asociación de Txistularis del País Vasco
determinante y fundamental para reconocer al silbote, mediante la publica-
ción en su boletín «Txistulari» de obras completas para trío y atabal, obli an-
%
do en muchas ocasiones a añadir el papel de silbote a partituras que ha ían
sido creadas sin él a los compositores a tratar necesariamente sus obras con
d'
el elemento bajo e la familia. Asimismo, la Asociación, bajo el consejo de
ilustres personalidades y compositores, convoca sus propios premios de
composición a partir de 1930, para banda completa de txistularis.
Manuel de Gaínza, compositor y director de la banda de música de Get-
xo, escribía en su obra «Poza ta Atsegiña», ganadora del segundo premio en
uno de estos concursos de composición de obras musicales para txistu convo-
cado por la Asociación de Txistularis en el año 1932, una nota que decía lo
siguiente: «Las diez iezas que componen esta colección han sido escritas con
B
vistas a ser ejecuta as entre dos txistularis, como es costumbre general. El
silbote no es más que una tercera voz añadida a los dos silbos, carece por
tanto de interés rítmico-melódico; no obstante su corrección y pensando en
JAVIER HERNANDEZ ARSUAGA

tocarse las tres voces, podría, previo retoque del segundo, dársele más varia-
ción». Resulta esto ilustrativo de la situación sin generalizar, que ostentaba el
silbote todavía en aquel año, pero que señala claramente el esfuerzo de la
Asociación por conseguirlo.
Antes de producirse el trascendental acontecimiento para la familia txistu-
lari de la creación de su asociación, a venían escribiendo sus partituras de
txistu con el silbote incorporado, es Lcir para banda completa, los com osi-
!i
tores: Pablo Sorozábal, con sus obras «Baserritarra»y «Bigarren Kalez- ale»
(1926) y ~LenengoKalez-kalem (1925): José Olaizola: «Etxeko Jaun-Zezena
Dator» (1925), «Mendian Bai Alai» (1924) y «Erriko Jaietanm; Luis Urteaga:
<<Rapsodiade Aires Vascos n.O 3 (1925), «Alborada» y «Rapsodia n.O 2»
(1923), siendo de destacar el papel preponderante que otorga en esta obra al
silbote, haciéndole cantar dentro del conjunto: Santos Intxausti: «Contra-
p á s ~(1916); Ignacio Bereciartúa: ~TxistularienKontrapasa» (19212); José
Maria Usandizaga: «Contrapás», de Mendi Mendiyan (1910); Miguel de
Oñate: «Otzoal»y ~Jaizkibelm,zortziko éste premiado or el Consistorio de
E
Juegos Florales Eúskaros; Cleto de Zavala: «Euzko A endaren Ereserkija*
(1904); Ildefonso Lizariturri: «Ariñ-ariñ» (1901), «Fandango» (1900) y «Fan-
dango» (1899).
Eusebio Basurko y Julián Unanue, txistularis 1 y 2.0 de la banda munici-
.O

pal de San Sebastián, escribían sus obras con silboee en las entregas ue, como
f
parte integrante de sus obligaciones, debían hacer anualmente a Ayunta-
miento de San Sebastián. Eusebio Basurko lo hace en el período comprendi-
do entre 1894 y 1911;y Julián Unanue, sin poder precisar el comienzo (ya lo
realiza en 1898) hasta 1910, según datos recogidos del trabajo de José M.
Rodríguez Ibabe, titulado: «San Sebastián y el Txistu en el siglo XIX y
principios del XX», publicado en la revista «Txistulari». Estas labores de
componer con silbote se efectúa siempre de acuerdo con las circunstancias
que las situaciones de interinidad de la plaza de silbote en la banda, producían
en aquella época.
Al margen de estas obligaciones con el Ayuntamiento, Eusebio Basurko
también escribía sus obras con silbote, como un ~Zortzikoncompuesto en
1912 que sirvió como pieza impuesta en las fiestas eúskaras de Santo Tomás,
del mismo año.
En 1894, Raimundo Sarriegui, el autor de la marcha de San Sebastián y la
tamborrada, escribe la obra «Contra ás» para banda completa de txistu, y la
E
dedica a su ahijado Raimundo Basur o, hijo de Eusebio Basurko. Raimundo
Basurko ingresa a los 13 años, en 1893, como silbote de la banda municipal de
txistularis de San Sebastián, junto con su padre Eusebio, Julián Unanue y el
atabal Luis Castañeda, y ejerce su labor durante más de 10 años, 5 de los
cuales los realiza de forma gratuita y el resto mediante una gratificación que
le otorga el Ayuntamiento, hasta que renuncia a su cargo sin haber obtenido
la plaza en propiedad, a pesar del patrocinio de su padrino y el empeño de su
padre. Tras una corta sustitución por otro silbotari, el Ayuntamiento de San
Sebastián decide en 1910 suprimir la plaza de silbote por no ser muy necesaria
y obtener una mayor economía en la banda juglar. Este hecho coincide con la
decisión de Eusebio Basurto y Julián Unanue de dejar de componer con
silbote a partir de 1910. (Datos también tomados del trabajo referido a José
M. Rodríguez Ibabe).
EL SILBOTE

Sin embargo con anterioridad y recogiendo datos del reiterado trabajo de


José M. Rodríguez Ibabe, el Ayuntamiento de San Sebastián ya había mostra-
do, aun ue en otro nivel, interés por el silbote. Y así en un examen para
3
proveer a plaza de txistulari vacante en el año de 1877, su sexto ejercicio
consistía en: «componer un aire del país para dos silbos y silbote, con las
transcripciones que se le designarán, en el término de hora y media, debiendo
constar este trozo por lo menos de 24 compases». También en otro examen
para la provisión de otra vacante en 1859, su sexto ejercicio consistía en
«componer un zortziko y una contradanza en el término de tres cuartos de
hora, para dos silbos y silbote». Las bandas de entonces se componían de 2

r
silbos un atabal, aunque en alguna ocasión y por motivos de compromiso
labora con el Ayuntamiento, llegó a constar de un txistu primero y dos
se undos, con atabal. Debemos hacer mención a la composición del jurado
k.
ca ificador de este examen por la incidencia e importancia ue tiene el mismo
?
a la hora de establecer las bases del concurso con la inc usión del silbote.
Estaba formado por José Juan Santesteban (el amaisubam), Aguirre y Lascu-
rain.
Roke Ansola, txistulari de Elgoibar desde 1850 a 1911, año en que falleció,
segundo de la dinastía de los «Txanboliñ», conocido por «Erroketxo», com-
onía obras para txistu, según nos relata Luis de Ubitarte, para lo que conta-
l a con la colaboración del gran organista y compositor elgoibarrés, Ildefonso
Lizariturry, a cuyo cargo corría la labor de armonización. En la revista
Txistulari figura publicada una obra suya para banda completa, titulada «Al-
borada», fechada en 1883.
El barón Carlos Dembowski, en su obra «Dos años en España y Portu al
durante la Guerra Civil» (1838-1840) y según traducción del P. Hilario O a-
zarán de Estella, refiere como «El zortziko es una danza peculiar de las
Y
provincias vascas. Se ejecuta al son del Tamboril, orquesta compuesta por dos
«fifres»(flautines) y dos etambourins*. Los dos «fifres» están afinados a una
tercera, y mientras uno de los músicos imita con su tambor los castañeteos de
las castañetas, el otro, con redobles más o menos rápidos o fuertes, anima el
aire de la danza. En las grandes ocasiones, como la fiesta del patrón del
pueblo, la or uesta recibe el refuerzo de otros dos músicos, uno que toca el
1
silbato, gran e eflageoletn (flauta dulce) y otro, un tambor más grande y
haciendo, por decirlo así, la voz baja a las voces agudas de los otros dos».
N o cabe duda que a la denominación de «silbato», corresponde la de
silbote, flauta grande que realiza la voz baja. El nombre de silbote viene del
término silbo, con que se conocía al txistu en aquella época, en su grado
aumentativo, como instrumento mayor, y no como en alguna ocasión ante-
rior sostuve como proveniente del instrumentista que lo ejecuta. Quede de
esta forma corregida la situación. El término francés «flageolet»puede refe-
rirse tanto a las flautas dulces como a todas las de pico, en general. La
demonimación también francesa de «fifres» (flautines) se debe a la tesitura
aguda del sonido de los txistus. En cuanto a la afinación a una tercera que
asigna a los mismos, se refiere a la polifonía a dos voces que realizan el txistu
1.O y 2.O
En unas cuentas que aparecen en el Archivo Musical de Bilbao, año 1828,
se dice: «El músico' silbote cobró 600 rs. según su recibo núms. 30 y 31. El
año 1829 se pagaron 240 rs. al silvate*, según nos relata el P. Donostia en su
TAVIER HERNANDEZ ARSUAGA

obra: Historia de las Danzas de Guipúzcoa de sus melodías antiguas y sus


versos - Instrumentos musicales del País Vasco.
El famoso txistulari tolosarra, nacido el año 1800, Francisco María de
Arsuaga, conocido popularmente por el sobrenombre de «Txango», ejerció
como txistulari oficial del Ayuntamiento de Bilbao desde el año 1825 hasta
1881. «Dos txistus y atabal completaban en tiempos de Arsuaga la banda de
tamborileros de Bilbao*, nos dice el Pbro. Francisco de Uriarte, en un trabajo
sobre este txistulari publicado en la primera época de la Asociación de Txis-
tularis. Por otra parte, en un artículo dedicado también a esta ilustre figura
del txistu, publicado en 1885, a los cuatro años de su fallecimiento, Emiliano
de Arriaga, asevera: «Profundamente conocedor de la música, dejó varias
composiciones muy notables en su género, para silbo, silbote y tamboril». Sin
embargo, no hay constancia hoy en día, de la existencia de dichas composi-
ciones.
Humboldt conoció el.silbote. Guillermo de Humboldt realizó dos viajes
a nuestro país: el primero en 1799 y el segundo, en 1801. El mismo P.
Donostia nos relata en su obra anteriormente citada, las referencias que el
sabio alemán nos ofrece del silbote, en sus papeles inéditos, cuyas fotocopias
posee, existentes en la Biblioteca de Berlín: «Para la música en varias partes
usan de otro silbo mayor, que está naturalmente en tono de Capilla, y enton-
ces ése hace de segunda voz».
Por «tono de capilla» puede entenderse la relación tonal a distancia de
CUARTA-QUINTA (tonos de la subdominante y dominante) existente en-
tre miembros de una familia de instrumentos o voces. Por tanto, si el txistu
está afinado en tesitura de contralto, el silbote deberá de estarlo en la de
tenor, a distancia de cuarta (relación FA-DO). Sin embargo, el silbote, con-
servando su tesitura, se establece a distancia de quinta (relación FA-SI be-
mol), procediendo como si se tratase de una relación soprano-contralto, ya
que de esta forma amplía en 1 tono o 2 semitonos, su extensión hacia el grave.
Cuando Humboldt indica que «hace de segunda voz», lo refiere porque
no considera la polifonía mas que cuando la realizan instrumentos de distinta
tesitura. Resulta extraño deducir e imaginar ue el conjunto lo puedan ofre-

P 8
cer el txistu rimero a sólo o con el segundo e unísono, tocado a dúo con el
silbote. Por o tanto, cuando señala: «Para la música en varias partes usan de
otro silvo mayor...», debe interpretarse como que al dúo tradicional de txis-
tus, se les une el silbote. De esta manera, tenemos en el siglo XVIII formado
al trío de txistus con sus respectivos tamboriles y atabal, tal y como lo
conocemos en la actualidad.
Mas, ¿cómo ejercitaba este conjunto en aquella época? A las dos voces del
txistu ¿se unía el silbote tocando de memoria las notas fundamentales de la
armonía o, por el contrario, existían partituras para realizarlo?
Entre los papeles inéditos de Humbodlt existentes en la Biblioteca de
Berlín, cuyas fotocopias manifiesta el P. Donostia poseer, refiere también
cómo hay piezas de música a dos txistus.
Interesado por estos papeles musicales, me dirijo a Lecároz y allí, el P.
Jorge de Riezu, con gran amabilidad, los pone a mi disposición, facilitándo-
me fotocopia de los mismos.
Y con gran sorpresa, entre una nutrida colección de piezas para txistu a
solo y a dúo, se encuentra una para silbote solo. ¿Puede ser una <particella»de
EL SILBOTE

su papel corres ondiente en el conjunto o es una pieza para ser tocada a solo?
¿f
Por el interés e su línea melódica, que contiene notas breves y abundantes,
no parece destinada a servir de acompañamiento a voces superiores; sin
embargo, su escritura, realizada en una zona más bien grave y la forma de
algunos de sus giros cadenciales, denotan estar pensada para un instrumento
de carácter bajo. Se trata de una pieza escrita en compás de 3/8, en tonalidad
de Sol mayor, ue consta de 4 frases repetidas de 8 compases cada una. Ante
B
la imposibilida de poder aquí mostrarla, voy a proceder a su interpretación
para Vds.

Esta pieza aparece catalogada en la obra del P. Jorge de Riezu, titulada:


<<MaterialFolkloriko de la Collectánea Lingüística de Humboldt. Canción
del Vino».
Si en esta época ya tenemos conocimiento de la existencia del silbote, una
pregunta nos asalta de inmediato: ¿Cómo es que ha tardado tanto su implan-
tación y generalización? A mi modo de ver, tres pueden ser las causas funda-
mentales: por una parte, el cambio radical que supone entre los txistularis al
perder el tamboril or la necesidad del empleo de las dos manos para su
&
ejecución; de otra, resistencia de los Ayuntamientos a incorporar un ele-
mento más en sus plantillas municipales; y por último, el recelo de los com-
positores ante un instrumento tenor ejerciendo funciones de bajo en e l
conjunto. Pero bien es verdad, que el empeño de los txistularis, la acogida de
JAVIER HERNANDEZ ARSUAGA

los Ayuntamientos y la dedicación de los compositores, han llevado al silbote


al lugar insustituible que hoy ocupa entre nosotros.
Y a partir de esta referencia de Humboldt ya no concemos datos o noti-
cias anteriores acerca del silbote.
El P. Larramendi, que escribió su obra «Coreografía de Guipúzcoa,, hacia
1754, en la que trata entre otros aspectos, de nuestras danzas y da ciertos
detalles del txistu, no hace mención alguna sobre el silbote.
Ante esta perspectiva, podremos fijar el descubrimiento del silbote a la
luz del acontecimiento que supone el establecimiento musical del txistu reali-
zado por Pepe Antón hacia 1780.
Resulta lógico suponer así, ya que difícilmente se concibe pueda el txistu
bajo de la familia realizar su cometido polifónico al margen de las reglas y
normas musicales impuestas al instrumento, sino más bien resulta natural
pensar que este descubrimiento sea su feliz consecuencia como parte impor-
tante de una bien diseñada planificación.
Una intensa búsqueda en los archivos municipales y provinciales, un
minucioso estudio de las partituras de antiguos txistularis y una recuperación
de los instrumentos primitivos, nos llevarán a un mejor, más exacto y más
amplio conocimiento de las particularidades históricas del silbote, que viene a
constituir una época importante y trascendental en el progreso y desarrollo
del txistu.

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