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¿Cultura Dual o Cultura Residual?

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¿Cultura dual o cultura residual?

(a modo de introducción)

Antonio Casado da Rocha 1 y Natxo Rodríguez Arkaute 2

Palabras clave: cultura, extensión, proyección universitaria, acción cultural,


formación dual

L
a universidad como institución 3 siempre ha considerado imprescindibles los
escenarios laborales para iniciarse en el ejercicio de una profesión. Como
explica Jordi Coiduras, las experiencias de inmersión en el trabajo (aquello
que, simplificando mucho, aquí llamaremos «lo dual») tienen un largo arraigo en
la educación superior, especialmente en los ámbitos de la formación docente y sa-
nitaria, con una incorporación más reciente en otros estudios; hoy día crece el in-
terés por los beneficios de la experiencia dual en formación profesional, así como
por las nuevas experiencias universitarias impulsadas por el enfoque de las compe-
tencias, pero el escenario académico está sujeto a cambios y convulsiones que difi-
cultan su implantación. 4
La universidad es un organismo que está en constante redefinición. A pesar de
contar con una maquinaria pesada, de ritmo lento, en el que las decisiones y los
1
  Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU), Donostia-San Se-
bastián (Gipuzkoa), antonio.casado@ehu.eus
2
  Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU), Leioa (Bizkaia),
natxo.rodriguez@ehu.eus
3
  La universidad en general, que aquí escribiremos con minúscula para diferenciarla de las
Universidades particulares.
4
  El profesor de la Universidad de Lleida compartió esta descripción en el contexto de la jor-
nada «La formación dual en las titulaciones del ámbito educativo», celebrada en la Facultad de
Educación, Filosofía y Antropología de la UPV/EHU el 6 de junio de 2018.

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cambios se aplican a medio plazo (tirando a largo), su dinamismo interno y la mul-


titud de relaciones simultáneas que tienen lugar en el día a día hacen que el mismo
concepto de universidad sea una idea poliédrica en constante movimiento. Incluso
en la UPV/EHU, de la que somos parte, una universidad pública y generalista,
conviven diferentes maneras de verla y sentirla. Entre otras cosas por ser una co-
munidad en la que participan muchas y diferentes personas entre alumnado, per-
sonal de administración y servicios, personal docente e investigador, trabajadores y
trabajadoras externos, visitantes, empresas, asociaciones e instituciones colabora-
doras, etc., que de una u otra manera y en conjunto codeterminan y cocrean su
identidad mediante la interacción cotidiana. 5
En nuestra universidad, como en otras de su entorno, la acelerada interacción
entre las expectativas y las legítimas demandas del entorno (sean gobiernos, em-
presas o la ciudadanía) y sus fines tradicionales o internos está provocando una
cierta crisis de identidad que se refleja en su dimensión cultural, esa «tercera mi-
sión» que la universidad debe atender además de la enseñanza-aprendizaje y la
investigación-transferencia. Esas interacciones y crisis requieren una gestión espe-
cialmente cuidadosa, pues la universidad es un campo de cultivo pero también de
batalla en las sociedades contemporáneas, habitualmente descritas —como vere-
mos más adelante— en términos de «sociedad del conocimiento» o de «capitalis-
mo cognitivo». Al servicio de la academia y las ciencias, pero también de las artes
y humanidades, la universidad está situada en una posición clave o central entre el
Estado y el mercado, entre la escuela y la industria, reproduciendo y a veces ampli-
ficando las tensiones entre esos agentes. Se diría que nunca antes se han depositado
tantas y tan diversas expectativas en la universidad: de independencia, pero tam-
bién de transparencia; de innovación social, científica y tecnológica, pero también
de rendición de cuentas y preservación del patrimonio; de transformación radical
y al mismo tiempo de resiliencia; de conciencia crítica y vanguardia cultural, pero
también de aplicación para mejorar la calidad de vida.
Es en el contexto de esa suma compleja de diferentes miradas sobre la universi-
dad actual —una universidad atravesada por miradas externas que, a su vez, se
plantea cómo atravesar esa sociedad en la que se inscribe— donde situamos esta
reflexión sobre lo dual en la universidad y concretamente en su dimensión cultural.
De alguna manera, la «universidad dual» como propuesta plantea cierto cambio de
paradigma en las relaciones entre la universidad y su entorno, ese campo que he-

  Por naturaleza, la UPV/EHU es una universidad bilingüe donde el euskera y el castellano


5

son protagonistas en pie de igualdad, aunque cada vez más conviven con otras lenguas. Sin olvidar su
organización descentralizada organizada en torno a tres campus (Araba, Bizkaia y Gipuzkoa), abar-
cando todas las áreas de conocimiento: ciencia, tecnología, salud, ciencias sociales, arquitectura, hu-
manidades..., además esta comunidad universitaria está atravesada por otras instituciones, empresas
y en general por todas las personas y agentes de su entorno. Esto hace que en esta, como en otras
muchas, hablar de una universidad no sería adecuado porque, en realidad conviven diferentes visio-
nes de una misma universidad…

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mos llamado la «interacción universidad-sociedad». En ese espacio, vista desde la


universidad la cultura tiene un movimiento centrífugo, cuando la universidad se
extiende o proyecta en la sociedad, y un movimiento centrípeto, cuando las cues-
tiones que preocupan a la sociedad se interiorizan y trabajan en el ámbito universi-
tario. Y es que la universidad siempre ha tenido cierto carácter dual en relación
con la cultura, en lo que tiene de introducir la escuela en la vida (también en la vida
laboral) y la vida en la escuela, mediante la formación integral de la comunidad
académica.
Recordemos que los tres ejes o misiones de la universidad son la docencia, la
investigación y la extensión universitaria. Alrededor de esta última, la extensión, es
donde pivota todo aquello que tiene que ver con la cultura universitaria más allá de
lo estrictamente académico o investigador. Es cierto también que el concepto mis-
mo de extensión ha ido evolucionando, mutando en denominación y objetivos,
combinándose con otros términos y áreas de actuación. Algunas veces por razones
históricas de lógica evolución de la institución, otras por simples cuestiones termi-
nológicas y otras mezclándose de una manera no demasiado clara con otras funcio-
nes de la universidad. Así, asociadas a la extensión nos hemos ido encontrando
áreas como la proyección universitaria, la acción cultural o incluso la transferencia.
Sin embargo, no es este el momento de abordar ese debate, sino más bien de situar
la mirada alrededor de ese espacio movedizo que ocupa la cultura universitaria y
que ahora proyectamos hacia el concepto de lo dual, recién llegado a la universi-
dad, al menos oficialmente.
Sin profundizar en los orígenes de la propuesta, en el marco de la formación
postobligatoria y sus relaciones con la formación orientada a la profesionalización,
la universidad dual plantea de partida muchos interrogantes y no pocas suspica-
cias: la idea de una universidad centrada en la formación como profesional de alto
nivel, consecuencia directa del modelo de la formación profesional dual o en alter-
nancia; las condiciones más o menos precarias con las que los y las estudiantes se
integrarán en las empresas; o el diseño de una formación según la demanda y nece-
sidades coyunturales externas con lo que ello supone de dependencia de los movi-
mientos de un mercado laboral inestable en el que predecir las necesidades forma-
tivas con cierta antelación es cuando menos complicado. Sin embargo, aunque
todos estos debates son interesantes, hay otra cuestión, quizá de carácter más sub-
jetivo, que consideramos crucial. Tiene que ver con la inversión de factores que
supone para las dinámicas de definición de la propia universidad. Es decir, si tra-
dicionalmente la autonomía universitaria era la herramienta que le permitía tener
la iniciativa y la libertad para autodeterminarse como institución a la hora de esta-
blecer prioridades y diseñar sus propias políticas, contribuyendo así a su rol de li-
derazgo social y cultural, invertir los términos, trasladando el foco a una supuesta
demanda del mercado laboral, condiciona sin duda su nivel de autonomía. De al-
guna manera se da la vuelta a la universidad «sin condición» que planteaba Derri-
da (2002) y se convierte en una universidad condicionada por el mercado (laboral).

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Sin entrar a valorar qué puede llegar a suponer lo dual para las áreas de corte
más tecnocientífico, no hay duda de que como propuesta tiene más corresponden-
cia con la realidad laboral y formativa de esas áreas. Sin embargo, cabe preguntar-
se en qué medida afectará el giro dual a las humanidades o el arte en la universidad.
Tratemos de imaginar para ello cuál sería, por tanto, la segunda parte de esa corres-
pondencia dual en el ámbito de las humanidades, las artes y la cultura en general.
¿Qué o quiénes jugarían el rol de empresa, instituciones, tejido y realidad laboral
en este ámbito? ¿Podemos suponer que serían las industrias culturales y creativas
(ICC) quienes asumirían el papel de esas empresas? ¿Qué rol correspondería al
entramado institucional público que en nuestro contexto es uno de los únicos sus-
tentos en determinadas áreas de la creación? ¿Existe un escenario de pequeñas y
medianas empresas digno de mencionar en el sector cultural? Y, por último, ¿es
pertinente hablar de un marco estable y adecuado en el que toda esta actividad
cuenta con acomodo normativo para las relaciones laborales que en él tienen lu-
gar?
Aun dando por bueno el ámbito de las ICC como el lugar «empresarial» que
correspondiese a la cultura universitaria, lejos de ser equivalente a industrias como
la del automóvil o la máquina herramienta, este no es lo suficientemente sólido
para acoger el alumnado dual. Esto supondría además dar por sentado que la ICC
sería la receptora idónea de un alumnado que en la universidad está familiarizado
con la producción cultural, sin duda, pero también con el análisis, la crítica, la ex-
perimentación y la investigación. Aspectos estos que no son prioritarios en una
industria más interesada en los productos de masas, los públicos mayoritarios, el
consumo cultural inmediato y la cultura del espectáculo. Experimentación, análi-
sis, crítica e investigación en materia cultural son normalmente atendidos por ins-
tituciones públicas o estatales, pero estas actividades no representan un nicho la-
boral significativo en las políticas duales, principalmente de cara al empleo. Más
aún cuando el ciclo de la crisis iniciado en 2007-2008 mermó los presupuestos
públicos dedicados a la cultura. Por otro lado, entre las iniciativas pequeñas o me-
dias del sector cultural están las que tienen un corte más empresarial más propio
del ámbito de las ICC, con sus particularidades y sus debilidades. Y, aparte, otras
iniciativas más informales, innovadoras en los modos y los objetivos pero que, pre-
cisamente por su carácter informal e innovador dependen demasiado de la admi-
nistración pública y sus políticas de ayudas y subvenciones.
Por su especificidad y complejidad el tema laboral en el sector de la cultura y la
creación merecería un capítulo aparte (véase por ejemplo Estankona, Lauzirika y
Rodríguez, eds., 2014). Se trata, sin duda, de un sector en el que prima la precarie-
dad, en el que los trabajadores y trabajadoras no cuentan con las garantías labora-
les necesarias. No existe un marco normativo que atienda las especificidades labo-
rales del sector. Los contratos en las relaciones no son habituales. Los sindicatos
tienen escasa presencia y la falta de asociacionismo agudiza la desestructuración de
un gremio muy atomizado.

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Si este es el escenario laboral sobre el que varios grados universitarios deberían


fundamentar su oferta, es comprensible pensar que no todas las áreas de conoci-
miento tendrán las mismas posibilidades. Conscientes de esta realidad sería justo
tener en cuenta las especificidades de cada sector y adaptar este y otros cambios
tan significativos a las circunstancias de cada área. Pero la experiencia universitaria
nos demuestra que los cambios sufridos en la universidad europea en los últimos
años, algunos de ellos de gran calado, han implantado modelos de evaluación de la
investigación, organización de la docencia, gestión de la calidad, etc. que nacieron
alejados de las dinámicas propias de las humanidades, el arte y la creación. Es lógi-
co por tanto pensar que, una vez más, estas áreas no tendrán fácil acomodo en un
modelo que sienten como ajeno.
En algún caso, podríamos estar ante una oportunidad para propuestas como
Conexiones improbables o Arteshop, 6 cada una en su escala, que plantean de otra
manera la integración de artistas, creadores y creadoras en empresas y compañías
que no tienen que estar directamente relacionadas con el sector al que supuesta-
mente pertenecen. Participando en la toma de decisiones, resolución de problemas
o formando parte de programas de investigación, desarrollo e innovación transdis-
ciplinar, no como generadores de artefactos culturales o prestadores de los habi-
tuales servicios culturales o creativos, sino como agentes activos con su lenguaje,
sus herramientas y procedimientos (conceptuales y técnicos), con un bagaje forma-
tivo, cultural y audiovisual propio. Pero ni en el mejor de los casos este modelo
sería capaz de responder a la demanda que se generaría.
En un contexto laboral tan incierto como es el sector de la producción cultural
y las humanidades y dentro de la lógica de relaciones universidad-sociedad que nos
propone el modelo dual, ¿sería también el mercado laboral hegemónico de la in-
dustria cultural y del entretenimiento quien determinase según sus criterios el fu-
turo dual de la universidad? Ante esa pregunta no podemos dejar de recordar que,
según Bauman, los criterios vigentes en la producción cultural tienen un carácter
más «residual» que «dual», si se nos permite el juego de palabras:

[Se trata de] criterios de mercado de consumo, de aquellos que dan prioridad al
consumo, la gratificación y la rentabilidad instantáneos. Un mercado de consumo diri-
gido a satisfacer necesidades no ya eternas sino, simplemente, a largo plazo sería un
contrasentido. Los mercados de consumo fomentan la circulación rápida, el acorta-

6
  Conexiones improbables es un proyecto que a través de una metodología de Innovación
Abierta / Open Innovation forma equipos híbridos de trabajo para tratar de dar solución a problemas
y necesidades reales de empresas y organizaciones integrando en estas artistas y personas vinculadas
a la creación y el pensamiento (http://conexionesimprobables.es). Arteshop, por otro lado, es una
propuesta de la Facultad de BBAA de la UPV/EHU y el Ayuntamiento de Bilbao que en cada edición
anual, desde 2011, plantea intervenciones de estudiantes de la Facultad en setenta y cinco comercios
de Bilbao. Son propuestas específicas para cada uno de los comercios, surgidas del diálogo entre es-
tudiantes y comerciantes, intentando responder a necesidades y circunstancias de cada lugar.

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miento de la distancia entre el «usar» y el «tirar» (y la posterior eliminación de los resi-


duos), así como la inmediata sustitución de aquellos bienes que ya no son rentables.
Todo ello está en contradicción directa con la naturaleza de la creación (Bauman,
2006, p. 63).

Dentro de ese esquema de relaciones universidad/empresa, público/privado,


dual/residual, ¿qué tipo de crítica se podría ejercer desde la universidad a ese mo-
delo? Precisamente es en el ámbito de la cultura donde lo público desempeña una
función crucial al ejercer de contrapunto a la industria de la cultura y el entreteni-
miento. Es desde las instituciones y los recursos públicos desde donde se puede
garantizar la diversidad, el acceso universal a la cultura como derecho, la atención
a las expresiones minoritarias, el fomento de la creación y la experimentación,
frente a una industria y un mercado que homogeniza y simplifica y que, como
apuntaba Bauman, fomenta un consumo cultural rápido que es más rentable eco-
nómicamente. Un modelo cultural industrial que priorice el pago por visión, la
escasez de los productos culturales y las restricciones de uso, y que cuando actúa
como lobby intenta (y consigue) condicionar normas y leyes que restringen el acce-
so a la cultura, perjudica el dominio público y esquilma los bienes culturales comu-
nes. Evidentemente la universidad pública debería tener algo que decir y defender
en ese terreno. Si desplazamos la toma de decisiones universitaria hacia el mercado
y la industria, la reflexión y la crítica sobre estos modelos se verá inevitablemente
«condicionada»; aunque, por otro lado, ¿no ha sido siempre así?
Es necesario repensar, pues, las relaciones entre universidad, sociedad y cultura.
Como hemos visto, el reto para la universidad es mejorar su integración en el tejido
social y productivo, conectando los saberes y las capacidades de la ciudadanía, y al
mismo tiempo preservar la tradición de pensamiento crítico que ha sido parte de
la identidad universitaria desde sus orígenes. Abordar ese reto supone hacerse
ciertas preguntas que a menudo las personas que integramos la academia no tene-
mos tiempo de plantear y discutir: ¿cómo y cuándo surge esa dimensión cultural
en la universidad? La extensión, proyección o transferencia del conocimiento a la
sociedad ¿es tan prioritaria como su generación y preservación? ¿Puede la univer-
sidad actual fomentar una cultura interna que, al proyectarla al exterior, sirva de
ejemplo para otras instituciones, por ejemplo en lo que se refiere a la igualdad de
género o la sostenibilidad ambiental? ¿O es la universidad una institución en deca-
dencia, incapaz de mantener sus valores en un mundo crecientemente gobernado
por el afán de lucro? La antigua idea de la universidad como búsqueda cooperativa
del bien, la verdad y la belleza ¿es un ideal platónico o puede encarnarse en la
academia de hoy? ¿Qué nuevas identidades están emergiendo en un escenario
cada vez más autorreferencial, dominado por una industria de la publicación que
ha mercantilizado la generación de conocimiento, habitado por académicos que a
menudo acaban siendo explotadores de sí mismos y de su entorno? ¿Conviene
reproducir en artes y humanidades los modelos de gestión que funcionan en las

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ciencias y las ingenierías? ¿Se puede escapar a esa dicotomía entre las «dos cultu-
ras», la humanística y la cientificotécnica?

1. Cultura dual. Identidades en interacción universidad-sociedad

La primera parte de este libro se dedica a responder esas preguntas desde el


sistema universitario español, pero en diálogo con el contexto europeo e interna-
cional. En la segunda parte, y en línea con la experimentación activa propugnada
por el programa Etorkizuna Eraikiz de la Diputación Foral de Gipuzkoa, pasamos
del diagnóstico general a una exploración tentativa de algunas vías de trabajo des-
de diferentes disciplinas presentes en el sistema universitario vasco.
Lo que comparten estos ensayos no es su pertenencia o cierre en torno a un
mismo proyecto, sino la apertura hacia una serie de campos o líneas de fuerza ya
presentes en la primera parte. Entre otros, podríamos destacar la redefinición del
concepto de cultura universitaria y con él de la propia misión de la universidad
(Ariño, Boni y Manzano, García, Umerez); la llamada crítica a no desatender situa-
ciones de injusticia y explotación (Arnoso et al., Guerra, Saez de la Fuente y Mar-
tínez, Casado y Delgado); la responsabilidad social o cultural de la universidad
frente al tejido económico y empresarial que la sostiene (Cejudo, Txapartegi); la
aportación a este debate de disciplinas cuya posición en la universidad no es hege-
mónica, explorando nuevos modos de investigar y de difundir los resultados a la
sociedad (Pérez, Miranda); y, en definitiva, la defensa de la identidad e integridad
universitaria frente a amenazas que son globales y van más allá de la supervivencia
o no de la academia (Karlsson, Broncano, y prácticamente todos los demás).
En el primer capítulo, Antonio Ariño presenta la historia de la función cultural
de la universidad, de su institucionalización y naturaleza, describiéndola en rela-
ción con la innovación, la democratización del saber y el acceso al patrimonio
cultural, el liderazgo social y la formación integral de la persona. Su recorrido
parte de los primeros impulsores de la «extensión universitaria» en el contexto
español, como Rafael Altamira, pasa por su justificación dentro del pensamiento
de Ortega o Zambrano y llega hasta su desarrollo legislativo en las sucesivas refor-
mas que nos han dejado el actual modelo de universidad. Un modelo que, siguien-
do a María José Guerra, está seriamente afectado por el neoliberalismo, la burocra-
tización, la obsesión con el control y la rendición de cuentas, provocando una
aceleración patológica de la vida académica que hace imposible cumplir con las
funciones tradicionales de docencia, investigación y gestión sin un coste personal
que recae sobre todo en las mujeres. Su tesis central es que la igualdad de oportu-
nidades entre hombres y mujeres es un objetivo imposible de alcanzar en la «aca-
demia neoliberal» por las propias características de este modelo universitario. Esta
tesis se completa con la propuesta por Mikael Karlsson, centrada en las consecuen-
cias de comercializar la investigación, en particular en lo que él denomina la inves-

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tigación guiada por la curiosidad. Aunque su defensa del papel de las sociedades y
revistas científicas en la recuperación de los criterios que deben guiar la actividad
académica se ciñe sobre todo a la investigación biomédica, lo dicho se podría ex-
trapolar a la relación entre las disciplinas de artes y humanidades con las «indus-
trias creativas y culturales», uno de los temas actualmente en discusión cuando se
habla de formación dual, tal como señala Rafael Cejudo en su capítulo. Ambos
coincidirían en mantener que, en sus relaciones con la industria, la academia debe-
ría reforzar su identidad y sus estándares; como dice Mikael, «la industria puede
ser la aliada de una academia fuerte, pero nadie te quiere cuando estás en las últi-
mas».
Ahora bien, ¿en qué consiste ese modelo neoliberal o de «capitalismo cogniti-
vo»? En su capítulo, Fernando Broncano describe los cambios económicos e his-
tóricos que han convertido la generación y gestión del conocimiento en el factor
clave de las sociedades contemporáneas, describiendo a continuación sus contra-
dicciones culturales, pues la «sociedad del conocimiento» ha devenido también en
una inmensa industria de la desinformación y la ignorancia. La forma neoliberal
del capitalismo distorsiona el carácter social, colectivo y cooperativo del conoci-
miento y hace de la academia un mercado donde la competitividad y la lucha por
el reconocimiento generan adaptaciones de carácter que rozan lo patológico, cuan-
do no entran de lleno en el terreno de lo tóxico. Pese a todo, ser conscientes de tan
sombrío panorama nos permite vislumbrar o imaginar alternativas: hay otras cultu-
ras académicas más allá del «sálvese quien pueda». Que otra universidad es posible
es el argumento principal del capítulo de Vicente Manzano y Sandra Boni. Tras
identificar varios modelos o formas de concebirla, apuestan por una universidad
que permita avanzar en la construcción de conocimiento, en la mejora de la socie-
dad y en el bienestar o goce duradero de la población, incluyendo por supuesto a
la comunidad universitaria. «Hacer bien el bien, estando bien» sería el lema de esa
universidad alternativa. Como remedio a la combinación de microapasionamiento
y macroapatía que caracteriza a la universidad actual, Manzano y Boni proponen
un modelo que, basándose en los principios del desarrollo humano, fomente el
empoderamiento, la equidad, la sostenibilidad y la seguridad.
La universidad no se transforma sola, sino en interacción con su entorno; para
acercarse al modelo imaginado por Manzano y Boni necesita ser espoleada por
agentes sociales como los representados en el colectivo Unibertsitate Kritiko Sarea
(UKS), una red de organizaciones no gubernamentales que colaboran con la UPV/
EHU en diferentes programas culturales y de proyección universitaria para re-
flexionar sobre el devenir de las universidades públicas en el marco del sistema
económico actual. El capítulo que firma Maitane Arnoso con sus colaboradoras
relata el origen y motivación de UKS; su diagnóstico se encuentra en línea con el
de capítulos anteriores, y lo podríamos resumir con M. J. Guerra recordando que
«lo académico es político», y que por lo tanto la universidad tiene una responsabi-
lidad con los saberes y culturas locales, especialmente vulnerables a situaciones de

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«epistemicidio» en el panorama neoliberal. Por otra parte, también sería epistemi-


cida imaginar alternativas sin conocer el terreno en que la universidad ha de llevar
a cabo su misión. Y hoy, como señala Ekai Txapartegi en su capítulo, vivimos en
una «era empresarial», en el sentido de que la empresa representa un modelo cul-
tural del que no cabe evadirse. La idea de que todo sea susceptible de «gestionarse
como una empresa» define nuestro presente.
Junto con Rafael Cejudo, es Txapartegi quien examina de manera más explícita
la posibilidad de llevar la formación dual a estudios universitarios de artes y huma-
nidades, como por ejemplo gestión cultural, bellas artes o filosofía. Txapartegi es
consciente de que en las facultades y departamentos de filosofía lo políticamente
correcto es la retórica antiempresarial o como mínimo la sospecha permanente
hacia lo que M. Karlsson denomina «comercialización». Pero detectar y rechazar
los peligros del modelo neoliberal no supone renunciar a alianzas con la empresa
que permitan a la universidad perseguir los fines que le son propios; más bien al
contrario: Txapartegi sugiere que hay maneras de concebir y gestionar una empre-
sa que pueden ser filosóficas e incluso contribuir a ese «hacer bien el bien, estando
bien» propugnado por Manzano y Boni. El desprecio elitista hacia la industria y la
autocomplacencia presente en algunas defensas de la torre de marfil académica
pueden resultar contraproducentes en el escenario actual y a la larga erosionar aún
más la propia institución universitaria, ya bastante maltrecha. En ese contexto, las
artes y humanidades se perciben a sí mismas en peligro pero también en transición
hacia nuevos modelos en los que poder desarrollar su aportación a la humanidad. 7
En esa tarea es necesaria cierta autocrítica pues, como sugieren UKS además de
Casado y Delgado, la enseñanza de la ética, la filosofía, la poesía o las artes en ge-
neral no es algo liberador de por sí; puede llegar incluso a ser una tapadera si esa
formación no se puede llevar a la práctica mediante una cultura verdaderamente
emancipadora y al servicio de la sociedad.
La universidad actual ha heredado una dualidad entre estudios «de letras» y
«de ciencias» que aún es corriente entre el alumnado y, por supuesto, en la socie-
dad en general. En sus respectivos capítulos, Umerez y García Rodríguez abordan
desde perspectivas complementarias la posibilidad de reunir o acercar la cultura
literaria y la cultura científica. Esta cuestión se remonta por lo menos al célebre
ensayo de C. P. Snow sobre las «dos culturas» (1959), que ha generado a su vez
múltiples intentos de conciliación, entre otros el de John Brockman con su concep-
to de tercera cultura. Jon Umerez ve en las ciencias de la complejidad surgidas en
la década de 1980 un precedente de lo que podría llegar a ser esa «tercera cultura»,
pero advierte también del peligro de reproducir las Science Wars de los noventa,
cuyas secuelas aún siguen latentes en la academia. Umerez propone que la filosofía
recupere protagonismo en este debate, haciendo una contribución a la tercera cul-
tura libre de los excesos anteriores; por su parte, Marta García Rodríguez analiza
7
  La expresión «humanidades en transición» es de Marina Garcés (2017).

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16 Antonio Casado da Rocha y Natxo Rodríguez Arkaute

en detalle las diferentes variantes en que se ha intentado resolver la dicotomía entre


letras y ciencias y hace una llamada a la humildad por parte de la filosofía, que ya
no puede presentarse como el único lugar donde abordar la conciliación. La filo-
sofía (ni ninguna otra disciplina aislada, como esa ética entendida como un «txoko»
o gabinete cosmético de imagen pública que también critica Txapartegi) no puede
reclamar una perspectiva privilegiada para pensar la vida buena o plena. Nos pare-
ce más bien que el protagonismo debería tenerlo la universidad en su conjunto; de
ser posible la conciliación, solo podrá ser efectiva mediante una cultura científica
que sea verdaderamente universitaria y, por lo tanto, plural.
Aunque Ariño argumenta que la responsabilidad corporativa universitaria no
es algo distinto o aparte de cualquier actividad que realice propiamente la univer-
sidad —toda actividad académica bien entendida genera beneficios a la sociedad,
al menos cuando se trata de universidades públicas sin afán de lucro—, Cejudo
adapta ese concepto para recordarnos que las empresas tienen responsabilidades
culturales y que por otro lado todas las universidades, privadas o públicas, tienen
deberes frente a la sociedad. Su propuesta es que la cultura en la universidad con-
temporánea vaya más allá de la extensión universitaria, siendo responsabilidad de
la universidad frente a la sociedad el mantener viva la llama de la alta cultura o al
menos de aquella que, por no ser fácil o comercial, sea especialmente vulnerable y
no pueda sostenerse de otra manera. La cuestión sería entonces cómo navegar esa
dualidad entre las urgencias socioeconómicas y la universidad como un espacio de
experimentación libre y activa donde puedan florecer la cultura y las culturas al
margen de su contribución inmediata al desarrollo económico.
La responsabilidad social de la universidad en respuesta a la vulnerabilidad de
las personas y de las culturas también es ilustrada por Antonio Casado y Janet Del-
gado mediante el comentario de una historia o caso imaginado por Kazuo Ishiguro,
premio Nobel de literatura en 2017. Su lección sobre la ambivalencia de la cultura
y las humanidades puede ilustrar también la vulnerabilidad que se genera en las
relaciones educativas y movernos a reconocerla y a fomentar la resiliencia de la
comunidad universitaria y las personas que la integran. Que el mundo imaginado
por Ishiguro no está tan lejos del nuestro puede entenderse mejor en relación con
el siguiente capítulo, en el que Izaskun Sáez de la Fuente y Javier Martínez Contre-
ras amplían el zoom de la discusión a cuestiones éticas y jurídicas tan urgentes
como cercanas: más allá o más acá de la explotación de saberes y órganos denun-
ciada en Never Let Me Go, tenemos aquí y ahora la prostitución organizada y la
gestación subrogada; su abordaje desde la perspectiva de género y de las víctimas
no puede faltar en una cultura o en una universidad que se pretendan críticas, e
ilumina las causas de otras patologías en nuestra forma de vida contemporánea.
Tanto Cejudo como Sáez de la Fuente y Martínez nos recuerdan que esa nece-
saria tarea crítica tiene a Walter Benjamin como precursor. Que no pueda estable-
cerse a priori qué es y qué no es cultura, así como la empatía por las víctimas de la
historia, le llevó a imaginar la filosofía como una tarea de recuperación de los des-

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hechos, «escuchándolos», mostrando lo que dicen esos residuos y haciendo así


algo nuevo con ellos. La antropología social es una de las disciplinas que más pue-
den aportar al estudio de esa «cultura residual», y por ello el capítulo de Elizabeth
Pérez plantea las relaciones entre etnografía, escuela y universidad. Su trabajo
aborda la relación entre el saber y el poder, analizando fenómenos lingüísticos y
socioculturales en contextos multilingües y multiétnicos que pueden generar ex-
clusión e injusticias epistémicas («otrorización») pero también sinergias positivas
de inserción de lo universitario en lo escolar y viceversa. De manera similar, las fa-
cultades de arte albergan saberes y prácticas que pueden aportar nuevos modos de
investigar, también desde la universidad, fenómenos sociales que por su carácter
emergente solo admiten un abordaje cualitativo y tangencial. Es el caso estudiado
por Olaia Miranda en su capítulo, dedicado a ilustrar mediante la evolución de la
obra de Ibon Aranberri cómo el arte contemporáneo se ha convertido en un agen-
te de investigación de primer orden dentro del sistema cultural. En esa fluctuante
zona de contacto entre lo artístico y lo académico, la universidad y otras institucio-
nes han de encontrar maneras de construir «coLaboratorios» (Ariño) donde pueda
darse esa innovación sociocultural que es también una de las dimensiones de la
«tercera misión» de la universidad.
El libro no presenta conclusiones generales, sino varios puntos de partida para
abordar los retos identificados en la interacción entre universidad y sociedad, así
como sugerencias para encarrilar de manera efectiva colaboraciones y vías de tra-
bajo futuro en el ámbito de lo dual. Personalmente, consideramos que la universi-
dad no puede postergar más el debate sobre su dimensión cultural ni obviarlo en
la gestación y ejecución de sus planes estratégicos. Una de las virtudes de lo dual es
que inevitablemente acerca la cultura a sus condiciones materiales: aunque la cul-
tura esté hecha de relaciones humanas, estas no se establecen sin un soporte eco-
nómico y tecnológico, no hay cultura sin esa «cultura material» de infraestructuras,
personal, equipamiento, partidas presupuestarias... Creemos que si quiere ser un
agente cultural con influencia en su entorno, la universidad ha de dotarse de herra-
mientas para profundizar críticamente en esta estrategia dual, llevando la forma-
ción fuera del aula e insertándola de manera reflexiva en redes de profesionales,
gestores y activistas, alimentándolas y alimentándose a su vez de ellas; de otra ma-
nera, su necesaria función de extensión puede acabar siendo meramente residual u
ornamental, reducida a programadora cultural de segunda fila en un contexto so-
cial que está cambiando rápidamente y que no está exento de riesgos para las artes
y humanidades. Hay campus cuya vida cultural se reduce a la financiación de even-
tos, mientras la precarización de las condiciones de trabajo erosiona la motivación
y el sentimiento de pertenencia de la comunidad universitaria; por otra parte, las
actividades y políticas culturales que no se adapten al nuevo panorama acabarán
por devaluarse y desmonetizarse, si es que no lo han hecho ya. Es urgente analizar
esas amenazas, al igual que detectar las oportunidades que también puedan traer
consigo, y de ahí el origen de esta publicación.

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18 Antonio Casado da Rocha y Natxo Rodríguez Arkaute

Este trabajo es, pues, una estación de partida, no de terminus, de la que parten
diferentes trayectos para pensar e implementar esa estrategia o cultura dual a la
que se alude en su título. Una de esas vías pasaría por la investigación universitaria
de las diferentes culturas y «comunidades de práctica» en las que se ensayan res-
puestas a retos que no pueden ser abordados en solitario. La universidad entera
puede bajar de la torre de marfil académica a pie de calle e insertar su actividad,
si no en las relaciones laborales (como sucedería en el modelo dual clásico), sí al
menos en las relaciones cívicas, implantando así un modelo dual light, más cultu-
ral o «líquido» (Bauman) que solidificado en relaciones jurídicas o laborales pero
igualmente al servicio de la sociedad. Sea como fuere, los retos de nuestro tiempo
son tan económicos como culturales, tan de ciencias como de letras, y por ello este
libro aborda el papel de la cultura (entendida en sentido amplio, incluyendo a la
cultura científica) desde una «alianza de saberes» (Garcés), una pluralidad de
disciplinas y posiciones complementarias. Las autoras y autores somos especialis-
tas en filosofía, sociología, antropología, economía, estudios culturales, ciencias
de la salud, artes y humanidades…, pero también escribimos desde nuestra expe-
riencia universitaria, incluyendo en ella la gestión y también la pasión: al fin y al
cabo, el bienestar y el malestar son nociones que siempre han estado ligadas a la
reflexión sobre la cultura.
Esa pluralidad en equilibrio nos parece un logro colectivo de este libro. Por un
lado, que haya en él más autoras que autores resulta especialmente valioso y signi-
ficativo a la luz de lo que se dice en varios de sus capítulos; por el otro, práctica-
mente todos somos doctores y doctoras con experiencia en docencia, investigación
y extensión universitaria, en diferentes estadios de la carrera académica: desde pro-
fesorado adjunto y agregado a titulares y catedráticas/os, pasando por investigado-
res/as postdoctorales y permanentes, incluyendo a personal funcionario y laboral.
La visión de la universidad y de la cultura que emerja de estas páginas tal vez
pueda perder actualidad con los años y los nuevos cambios sociales que se produz-
can, pero al menos establece el estado de la cuestión de manera inclusiva y, a día de
hoy, fiel a su entorno local.
Finalmente, este libro es un resultado del proyecto Etorkizuna Eraikiz-Gi-
puzkoa Taldean 1.3 Formación Dual (I. P. Agustin Erkizia, UPV/EHU) financiado
por la Diputación Foral de Gipuzkoa. También quisiéramos hacer constar la ayuda
del proyecto de investigación «Identidad en interacción», financiado por el MI-
NECO del Gobierno de España, ref. FFI2014-52173-P (I. P. Arantza Etxeberria y
Kepa Ruiz-Mirazo, UPV/EHU). Los créditos de los diferentes capítulos aparecen
en nota al pie de cada uno de ellos. Todos los capítulos son inéditos, salvo la sec-
ción 2 del de A. Casado y J. Delgado, que apareció en una versión anterior en el
número 26 de Dilemata-Revista Internacional de Éticas Aplicadas; algunos pasajes
del capítulo de F. Broncano aparecieron inicialmente en su blog, http://laberinto-
delaidentidad.blogspot.com/; el capítulo de M. J. Guerra fue presentado en agosto
de 2017 en la Universidad Veracruzana y editado en un volumen coordinado por

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¿Cultura dual o cultura residual? 19

María José García Oramas; el capítulo de M. Karlsson fue presentado (en inglés)
como conferencia plenaria en el Centennial Meeting of the Nordic Council of
Ophthalmology; y A. Ariño presentó una versión preliminar de su capítulo en el
Curso de Verano «Cultura en/desde/para la universidad», organizado por la UPV/
EHU y cofinanciado por Kutxa Fundazioa y Tabakalera-Centro Internacional de
Cultura Contemporánea. Agradecemos a editores, autoras y autores la autoriza-
ción para utilizar ese material, así como a las instituciones el apoyo que hace posi-
ble publicarlo y difundirlo.

2.  Referencias bibliográficas

Bauman, Z. (2006), Vida líquida, Barcelona, Paidós.


Derrida, J. (2002), Universidad sin condición, Madrid, Trotta.
Estankona, A., Lauzirika, A. y Rodríguez, N. (eds.) (2014), Áreas emergentes e innovación
en el sector cultural vasco, Bilbao, Servicio Editorial de la UPV/EHU.
Garcés, M. (2017), Nueva ilustración radical, Barcelona, Anagrama.

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