Actos Lingüísticos Básicos
Actos Lingüísticos Básicos
Actos Lingüísticos Básicos
lingüísticos
básicos
Grupo y
Liderazgo
1
El lenguaje. El habla. La
escucha
Actos lingüísticos
¿Recuerdas que en el Módulo 1 habíamos mencionado que consideramos
al habla como acción? Siempre es la persona quien establece un vínculo
entre la palabra, por un lado, y el mundo, por el otro. Entonces, cabe
preguntarse lo siguiente cuando hablamos:
Cuando se trata de qué palabra se debe adecuar al mundo y qué dice esa
palabra, cuando el mundo es el que conduce a la palabra, hablaremos de
afirmaciones. Cuando, por el contrario, la palabra modifica al mundo, y
podemos decir que el mundo requiere adecuarse a lo dicho, hablaremos de
declaraciones.
2
Si la palabra es la que se adecua al mundo, hablaremos de afirmaciones.
Las afirmaciones son el acto lingüístico que pertenece a las
descripciones.
Pero ¡recordemos que no sabemos cómo las cosas son, sino cómo las
observamos! Con esta aclaración, resaltamos que con las afirmaciones no
decimos cómo las cosas son, sino solo como las vemos. Dado que los seres
humanos comparten, por un lado, una estructura biológica común y, por el
otro, la tradición de distinciones de su comunidad, les es posible compartir
lo que observan a partir de las descripciones y lograr ciertos acuerdos
sobre lo que ven en común.
3
“El 25 de diciembre en Argentina festejamos Navidad”; “Juan es doctor,
puesto que recibió su título en octubre pasado”.
4
La declaración del no
Decir no es una declaración de las más importantes que una persona puede
hacer. Decir no guarda un lazo directo con nuestra dignidad como
personas, puesto que el precio de decir que no es alto, y depende de
nosotros “pagarlo” o no.
La declaración del sí
La declaración del sí pareciera no ser tan poderosa como la del no, puesto
que, si no decimos que no, de alguna manera estamos aceptando. Cuando
declaramos un sí o un acepto, ponemos en juego el poder de nuestra
palabra, dado que un sí constituye una promesa, un compromiso asumido.
Este tema lo veremos con mayor desarrollo más adelante.
La declaración de ignorancia
La declaración de gratitud
5
El agradecimiento nos permite hacernos cargo del otro, otorgarle
reconocimiento y evitar el resentimiento. Nos acerca, de alguna manera, a
las inquietudes del otro.
El perdón puede declararse en dos actos. El primer acto, “te pido perdón”,
es distinto del segundo acto, “te perdono”; sin embargo, ambos actos son
extremadamente maravillosos. El perdón del otro no nos exime de
responsabilidades como resultado de nuestras propias acciones. El
segundo acto es necesariamente el salvavidas que nos rescatará del
espacio de resentimiento, tema que abordáramos anteriormente.
Pero hay un tercer acto declarativo, que no tiene que ver con pedir perdón
o perdonar, sino que guarda una relación más íntima aún, y se trata del
permitirse el perdón de uno mismo; el perdonarse. El perdón a sí mismo
tiene el mismo espacio liberador y de expansión que tiene perdonar; es un
acto de amor para con nosotros mismos y para con la vida.
Los juicios
6
El supuesto de que el lenguaje describe la realidad nos hace
comúnmente considerar la aseveración «IBM es una
compañía de computación» como del mismo tipo que «IBM
es la compañía de mayor prestigio en la industria de la
computación» En efecto, se ven muy parecidas. Desde el
punto de vista de su estructura formal ambas atribuyen
propiedades a IBM; ambas parecen estar describiendo a
IBM. La única diferencia parece ser una de contenido: las
propiedades de las que hablan son diferentes. En un caso,
hablamos acerca de la propiedad de ser «una compañía de
computación» y en la otra, de ser «la más prestigiosa
compañía en la industria de la computación».
Hemos dicho desde el inicio de este tema que hablar no es algo inocente,
que cada vez que hablamos nos comprometemos de una forma u otra en la
comunidad en la cual hablamos dado que, según decíamos, cuando
hablamos estamos hablando de cada uno de nosotros, y todo hablar tiene
eficacia práctica en la medida en que modifica el mundo y lo posible.
7
Los juicios son como veredictos, con ellos creamos realidades. Los juicios
no apuntan a describir cualidades o atributos de un sujeto u objeto. La
realidad que generan es totalmente una interpretación, son enteramente
lingüísticos. Los juicios son declaraciones, pero no todas las declaraciones
son juicios necesariamente. Como sucede con las declaraciones, su eficacia
reside en la autoridad que tengamos para hacerlos. Sin embargo, la gente
emite juicios aun sin que se les haya otorgado autoridad.
Alguien podría decirnos en la calle que somos tontos por A o B, pero ese
alguien para nosotros no es importante, con lo cual lo que diga nos tiene
sin cuidado. Pero si nos lo dice nuestro padre, nuestra madre o nuestro
jefe, la emoción que va a acompañar dicho juicio va a ser totalmente
diferente. La autoridad que le conferimos a esa persona también se la
conferimos a su palabra.
Otro ejemplo: si vamos por la calle y alguien nos grita: “¡Qué feo que viste
usted!”, tal vez nos interese, pero es probable que no le prestemos
atención o no le otorguemos la autoridad necesaria y terminemos
contestando: “¿Por qué no se mira usted mismo?” O “¡No mire si no le
gusta!”. Todas estas son respuestas que denotan que no le otorgamos
autoridad a lo que nos dicen.
Los juicios serán válidos cuando guarden estrecha relación con la autoridad
formal de quien los declare. Al mismo tiempo, serán fundados cuando
estén basados en observaciones concretas de acciones ejecutadas en el
pasado que dan cuenta del juicio que hemos declarado. Pero es pertinente
remarcar que los juicios también hablan del futuro, lo cual nos permite
anticipar lo que puede suceder más adelante. Los juicios operan como una
brújula al darnos el sentido de dirección que nos cabe esperar en el futuro,
y esto nos permite anticipar las acciones de otras personas o de nosotros
mismos.
Respecto de los juicios, como ocurre con los estados de ánimo, los
tenemos y nos tienen.
Es muy valioso comprender cómo los juicios nos conectan con nuestro
pasado, nuestro presente y nuestro futuro, lo que se llama la estructura de
temporalidad de los juicios.
8
Las afirmaciones, por ejemplo, no suelen llevarnos al pasado, a pesar de
que pueden parecer más fuertes. Los juicios representan el núcleo de
identidad de las personas y se fundan en acciones pasadas, dado que, en la
medida en que modifiquemos nuestras acciones, modificamos nuestra
identidad: transformamos nuestro ser.
1) Siempre que emitimos un juicio es por algo o para algo. Este juicio nos
abrirá o cerrará oportunidades. Están basados en acciones que le
otorgan sentido a nuestro juicio (Por ejemplo: Carla es simpática o
eficiente). Nos valemos de acciones ejecutadas en el pasado para, de
alguna manera, anticipar el futuro.
Pero no solo juzgamos las acciones, sino también las apariencias, las
cosas en general. Estos juicios provienen de tradiciones particulares,
expectativas sociales. Los juicios son históricos, puesto que los
utilizamos para hacerlos cambiar con el tiempo. Emitimos un juicio y a
menudo lo consideramos como verdad.
9
habíamos prestado un dinero que nunca fue devuelto, solemos
también pensar que posiblemente no sea confiable en su ámbito
laboral, familiar, etcétera.
4) Las afirmaciones juegan un papel importante en la fundación de los
juicios. Si no podemos proveer afirmaciones, no podremos fundar los
juicios. Pensemos, pues, cuando nos preguntan acerca de si una
persona es eficiente, confiable, etcétera. En estos casos nos
remitiremos a acciones en el pasado que den cuenta de ello, sea cual
fuere –positiva o negativa– nuestra respuesta. Dependiendo del juicio
que formulemos, necesitaremos más o menos afirmaciones.
En resumen
Pero vale decir también que los juicios tienen una doble cara, pues toda
acción, como dijimos, todo lenguaje revela el tipo de ser que la ejecuta, nos
dice algo acerca de cómo es quien dijo tal o cual cosa. Recordemos, este es
el segundo principio ontológico: actuamos de acuerdo con cómo somos.
Lenguaje y acción
La capacidad del lenguaje da cuenta o revela el ser que habla. Los juicios
tienen una doble cara: una que mira al mundo y otra que mira al ser que
somos.
10
“Los juicios siempre hablan de quien los emite” (Echeverría, 2008, p. 73).
Reflexiona: ¿el pintor habrá pensado que la modelo era una “diosa”?
Hoy, ¿consideramos que esta modelo es bella?
11
Figura 1: Fernando Botero (1932) dibujante, pintor y escultor colombiano
Figura 2:
12
Figura 3: Diego Rivera. Mural en el Palacio Nacional (fragmento), 1942.
Ciudad de México
“Toda idea es siempre dicha por alguien que, al emitirla, revela quién
es” (Echeverría, 2008, p. 73).
Los juicios, entonces, guardan estrecha relación con el ser. Estos tienen un
impacto directo sobre la vida de las personas y, sobre todo, en la forma de
ser de ellas. Pero los juicios también tienen dimensiones particulares,
veamos algunas:
Hay personas que viven de juicios ajenos, es lo que Rafael Echeverría llama
“la condición de inautenticidad” (2008, p. 74). Las personas que viven en
esta condición han delegado toda autoridad en los demás, para emitir los
juicios que les importan. De este modo, se alegran enormemente al recibir
juicios positivos y se deprimen profundamente al recibir juicios negativos.
13
Sus vidas pasan a estar controladas por fuerzas que ellos no controlan y
son el resultado de una variedad de juicios que reciben.
Otra observación de los juicios se refiere a que hay personas que los tratan
como afirmaciones sin hacer distinciones entre ambos. Es el caso de las
personas que, como consecuencia, operan desde la rigidez, la intolerancia
y la no apertura al aprendizaje. Solo los juicios emitidos por ellos son
válidos y el emitido por otros es totalmente falso. Estas personas crean un
espacio altamente intolerante, fundamentalista y cerrado a la
transformación. Entonces encontramos que dicen: “Yo lo conozco, siempre
ha sido un inoperante”. Si insistimos y preguntamos sobre los fundamentos
de dicho juicio, vuelven a decir: “¡Pero si lo conozco desde hace años!
Siempre ha sido así”. Estas verbalizaciones encierran un problema grave: la
imposibilidad de reconocer que esos juicios que estamos haciendo no
necesariamente son ciertos, o válidos, y que dependen en gran medida del
observador, que es quien los emite.
Por último, están las personas que no pueden distinguir entre juicios
fundados e infundados y, como consecuencia, viven en espacios de
decepción permanente con respecto a sus expectativas, con gran dificultad
para diseñar su futuro. No logran entender por qué las cosas no se les dan
como ellos esperan. Viven de interpretaciones mágicas y la vida por lo
general les resulta un misterio; viven como injusticia sus propios fracasos.
Encontramos algunos que dicen: “¡Yo tengo siempre mala suerte! ¡Es que
he roto muchos espejos en mi vida, por eso me pasa lo que me pasa! Nada
me puede salir bien”.
Peticiones y ofertas
Cuando alguien nos hace o cuando hacemos una promesa, significa que
nos hemos comprometido a ejecutar una acción en el futuro: “La semana
14
que viene te pago”; “Te llamo pasado mañana para que arreglemos la
salida”; “No voy a hacer eso nunca más”. Esto le permite al otro, o a
nosotros mismos, hacer planes en relación con lo declarado. “Cuando
alguien me promete que… va a ejecutar una determinada acción en el
futuro, yo puedo tomar compromisos y ejecutar acciones que antes
hubieran sido imposibles” (Echeverría, 2008, p. 54).
1) Un orador.
2) Un oyente.
3) Una acción que llevar a cabo.
4) Un factor de tiempo.
Hemos dicho que las promesas son acciones lingüísticas que nos permiten
coordinar acciones mutuamente. Para que esto sea posible, necesitamos
que las partes comprometidas lleguen a un acuerdo. Si alguien nos dice:
“Mañana te pago”, pero nosotros respondemos: “No, prefiero la semana
que viene”, necesariamente tenemos que llegar a un acuerdo para que
constituyamos un compromiso, una promesa. Ambos debemos acordar
que el pago será la semana próxima o bien mañana. Este acto lleva consigo
una conversación, involucrando dos actos: por un lado, un ofrecimiento de
la promesa, y por otro, el acto de aceptarla, o bien pedir una promesa y
aceptarla.
15
Ahora tomemos por parte lo hasta aquí dicho para entender mejor: al
hacer una declaración o afirmación, suponemos que alguien nos escucha,
incluso cuando sostenemos conversaciones privadas (aquellas en las que
hablamos con nosotros mismos). A diferencia de estos actos lingüísticos, en
la promesa esperamos del otro algo más que solo nos escuche, de modo
que involucramos las acciones de ofertar una promesa (hacer una
promesa) y que el otro la acepte o la desestime. Esto genera, en uno u otro
sentido, la aceptación de la promesa o su rechazo. Como nos dice
Echeverría utilizando una metáfora para representar la idea de la promesa:
“es como una hebilla, necesita de dos lados para cerrarse” (2008, p. 56).
Figura 4:
16
temprano lo prometido se cumplirá. Una promesa que no lleva consigo un
vencimiento no obliga y, por lo tanto, no puede considerase una promesa.
Entonces, completemos el esquema:
Figura 5:
17
La escucha: la matriz básica
Sabemos que la comunicación humana posee dos facetas: hablar y
escuchar. Según la doxa, el hablar aparece como con mayor importancia
que el escuchar. A la escucha se le atribuye una cualidad de pasividad,
mientras que, al habla se le atribuye actividad. La mayoría de las veces,
suponemos que, si alguien habla lo suficientemente bien (fuerte y claro),
será más escuchado que otros que no hagan esto. Si tomamos esto como
válido, entonces, ¿depende de cómo hablemos que el otro escuche?
Sin embargo, podemos percibir que hay una nueva visión sobre este
fenómeno, que implica la importancia del escuchar. Encontramos cada vez
más a personas que comienzan a aceptar que no saben escuchar o que
escuchan mal. Reconocen dos cosas: que les es difícil escuchar a otros y a
su vez que tienen dificultades para hacerse escuchar en la forma que
desearían. Este fenómeno ocurre en todos los dominios de nuestras vidas.
Echeverría (2008) sostiene al respecto que
18
Hablamos para ser escuchados
“Los juicios siempre hablan de quien los emite” (Echeverría, 2008, p. 73).
“El problema, por supuesto, radica en ¿cómo hacerlo?, ¿en qué consiste
saber escuchar?” (Echeverría, 2008, p. 81). Desde esta nueva percepción, la
escucha es sin lugar a dudas la competencia fundamental y más importante
de la comunicación humana.
19
Es necesario interpretar, comprender, escuchar
La escucha guarda un carácter activo. Esto significa que, si cada vez que
escuchamos activamos el proceso de la interpretación, la escucha pierde su
carácter pasivo por completo.
Los prejuicios nos tienen y los tenemos, así como a veces nos habilitan
oportunidades y otras veces esas oportunidades nos son negadas por los
prejuicios. De allí la importancia de poder desprenderse de ellos, soltarlos y
permitirnos entrar en el proceso de transformación y dar lugar a la
escucha.
20
A partir de aquí, podemos relacionar sus lazos con el tiempo. La escucha
opera en el tiempo: en la medida en que pasa el tiempo, nuestra capacidad
de escucha comienza a afinarse. Pensemos, por ejemplo, en esos
momentos en que alguien nos dijo algo, ofrecimos una interpretación y,
luego de un tiempo, cuando regresamos y recordamos lo que oímos, le
otorgamos nuevas interpretaciones, generamos nuevos descubrimientos y
nos decimos: “Ahora entiendo lo que me quiso decir”.
Uno dice lo que dice y el otro escucha lo que escucha: esto implica decir
que la interpretación le pertenece al tipo de observador que somos, en el
cual confluye nuestro pasado, nuestro presente y nuestras expectativas.
Creemos decir algo y el otro cree escuchar otra cosa. Ahí radica la
importancia de la comunicación desde la ontología del lenguaje y una
mirada diferente.
“Toda escucha está condenada, en el mejor de los casos, a ser siempre una
aproximación al otro” (Echeverría, 2009, p. 168). Esto implica reconocer
que la escucha (y la interpretación) tienen un límite, dado que, al escuchar,
interpretamos desde nosotros mismos, y el otro, al hablar, está
interpretando desde él mismo. Tenemos, entonces, tantas escuchas como
personas presentes.
Dado lo dicho hasta ahora, es evidente que existe una brecha entre lo que
orador dice y lo que el oyente escucha; podemos acortar más o menos esta
brecha, pero nunca será inexistente. Esto da cuenta de que la
interpretación de un individuo nunca será plena.
21
Sabiendo esto, entonces ¿cómo hacemos para achicar esa brecha y
mejorar la escucha? Primero, aprender que existe esta diferencia y
respetarla, entendiendo que está presente en toda relación. A partir de allí,
generamos otra herramienta además del reconocimiento de la brecha y su
respeto. A partir de allí, podemos monitorearla, haciéndonos responsables
de la escucha.
22
dice, sino que usa ejemplos y nos sugiere ideas; muy pocas veces expresa
completamente sus inquietudes.
No sabemos cómo son las cosas. Solo sabemos cómo las observamos o
cómo las interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos.
23
Referencias
Art finding. (2015). Gallery-Botero. Recuperado de
http://www.artfinding.com/modules/lot/index.php?recherche=botero%2B
Echeverría, R. (2008). Ontología del lenguaje (5.a ed.). Buenos Aires, AR: Granica.
24