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Tesis
en cumplimiento parcial de los requisitos para
optar al grado de Licenciatura en Ciencias Teológicas
Profesor guía
Doctor Martin Hoffmann
Tesina
Sometida el 12 de octubre de 2013 al cuerpo docente de la Universidad Bíblica
Latinoamericana en cumplimiento parcial de los requisitos para optar el grado de
Licenciatura en Ciencias Teológicas por:
César Augusto Barahona Calderón
___________________________________________
Dr. Martin Hoffmann, Profesor Guía
___________________________________________
Dra. Genilma Boehler, Dictaminadora
___________________________________________
Mgr. Elizabeth Cook, Decana
Hermoso jalón de historia de una de las búsquedas más creativas y
complejas de las instituciones de la vida consagrada en la experiencia peruana, no
por el éxito de las mismas, sino por la audacia profética de la búsqueda hacia
adelante. Creo que la vida religiosa como específicamente monástica se condice
con la fuerza profética de los 12 apóstoles y Jesús, minoría de minorías. Y es que
estamos ante lo que Serge Moscovici llamara minorías activas.
(Dr. Alejandro Cussianovich, Profesor Amauta, marzo de 2014).
PROBLEMA
OBJETIVO
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
JUSTIFICACIÓN
Interesa este estudio, porque luego de iniciarse la celebración de los 50 años del
Concilio Vaticano II en octubre de 2012, gracias a la memoria histórica y teológica de los
pueblos cristianos, hoy se ven ‘favorablemente’ desafiadas ciertas influencias teóricas y
prácticas de los presupuestos conciliares. Y por correspondencia, la praxis de liberación,
fruto latinoamericano del Concilio, las ópticas episcopales de las conferencias
latinoamericanas del CELAM,22 y el testimonio de 2 fundaciones monásticas
benedictinas en Perú, enfrentan hoy los cuestionamientos de un mundo en constante
cambio y con nuevas necesidades; ante ello esperamos responder e intervenir, sin la
tardanza o indiferencia de anteriores intervenciones.
Tales influencias, fundamentalmente teológicas, representaron y representan aún
para la vida benedictina, monástica y laical, en el Perú, una vía de comunicación por
donde es necesario evaluar interdisciplinariamente lo influyente de la tradición
monástica, no dejando invisibilizados los casi 50 años de la escuela de San Benito, en las
2 fundaciones monásticas ya concluidas y en la actual Familia Benedictina de la
Resurrección, fuente indiscutible de inspiración contemplativa, bíblica y litúrgica, para la
práctica liberadora del espíritu conciliar en la actualidad.
Lo puesto en marcha desde 1966 en Perú, ha ido tejiendo una tradición teológica y
monástica que intentó e intenta lograr responder desde el Evangelio a las necesidades de
22
Consejo Episcopal Latinoamericano.
8
una sociedad peruana atacada por dictaduras, crisis económicas, violencias terroristas,
una encubierta corrupción del propio Estado, y la consiguiente descomposición
sistemática de sus instituciones, sin que por ello la dinámica monástica de la acogida, el
acompañamiento, la mutua evangelización, el ecumenismo y la interculturalidad
(exigencias todas de una vida teológica contemplativa, litúrgica, salmódica, de lectio
divina), se desentendieran de sus dos particulares contextos como los de Ñaña en Lima, y
Chucuito en Puno.
La tradición del monasticismo peruano-belga que permanece viva tanto en Ñaña
como en Chucuito, sigue siendo tan influyente dentro del actual espíritu conciliar vigente,
por ser semilla teológica de éste; pero a su vez, recibe la invitación al aggiornamento del
propio monasticismo benedictino, el mismo que -aún como propuesta tentativa- deberá
ceder paso a nuevos centros de monasticidad, filtro sutil pero verdadero de grupos
humanos posicionados entre el mundo (civil o eclesial) y la estructura profética y
milenaria del monasticismo.
En esto radica la importancia de esta tesis, síntesis para posteriores aproximaciones
al caso fundacionalmente benedictino en el Perú, así como también al protagonismo de
hermanos y hermanas, belgas, peruanos y peruanas, hijas e hijos del Concilio Vaticano II.
Creemos aportar así justificadamente a la memoria del espíritu teológico del Concilio,
que impulsa a iniciar constantemente desde el altiplano empobrecido de Chucuito y la
urbe empobrecida de Ñaña, una nueva familia como la benedictina, monástica y laical,
con nuevas y nuevos protagonistas.
De no justificarse este intento, el propio espíritu del Concilio sin incidencia social
podría seguir engendrando sin advertirlo un monasticismo benedictino inconsecuente.
Evaluar lo influyente -e incidente- del Concilio, de su encarnación latinoamericana, y de
las dos frágilmente conocidas fundaciones monásticas peruano-belgas, en Lima y en
Chucuito, a la luz de la Palabra, corresponde a un momento de gran responsabilidad
histórica y teológica, más allá de los negacionismos y silenciamientos presentes hasta en
la propia superficie de la fe popular, y que, al permanecer desde mucho antes del
Concilio, podrían interferir a esta y otras mucho más consolidadas investigaciones.
Tenemos la convicción de que ambas voces, monástica y conciliar, benedictina y
liberadora, en medio siglo de camino, han sabido responder y sentir con el mundo
9
MARCO TEÓRICO
Estado de la cuestión
23 Cfr. ‘Criterios hermenéuticos para una historia del Vaticano II’, en: Cristianismo e iglesias de América Latina en vísperas del Vaticano II / Editado por José Oscar
Beozzo. San José, DEI 1992.
24 Cfr. ‘Diagnóstico teológico a los 50 años del Vaticano II’, en: Revista de Ciencias Religiosas y Pastorales ‘Senderos’, No 99, Año 33, mayo-agosto. San José:
30 Cfr. http://es.wikipedia.org/wiki/Concilio_ecum%C3%A9nico.
31
Cfr. http://mercaba.org/CONCILIOS/los_concilios.htm.
32 Cfr. http://es.wikipedia.org/wiki/Conferencia_episcopal.
33 Ver U. Ranke-Heinemann, Das frühe Mönchtum. Seine Motive nach den Selbstzeugnissen. Hans Driewer Verlag, Essen 1964, 95. Disponible en;
http://mercaba.org/ConFT/M/MONACATO.pdf
34 Experiencia de la realidad como temporal y eterna a la vez. En: Raimon Panikkar, El mundanal silencio. Una interpretación del tiempo presente. Barcelona,
Metodología Ver-Juzgar-Actuar
36 Ibid., 31.
37 Ibid., 37.
38 Simón Pedro, Ensayos Andinos. La Paz: Instituto de las Culturas Andinas IDECA y Ed. Verbo Divino, 2009, 4.
39
Carta Encíclica Mater et Magistra. Sobre el reciente desarrollo de la cuestión social a la luz de la doctrina cristiana. Roma: 1968, 236.
14
Asimismo, unidos a la paternidad del Papa Juan XXIII, inspirador además del
espíritu metodológico del Concilio, ofreceremos ensayos hermenéuticos sobre dicha
situación a la luz de la fe, fe que manifiesta el plan divino sobre la entera vocación del
hombre, y orienta la mente hacia soluciones plenamente humanas,40 ensayando así
Juicios provisionales desde los cuales tomar posición frente a los hechos expuestos,
fortalecidos por la Revelación que nos invita a la conversión del corazón de todo el
Pueblo de Dios, y de la creación entera.
Como tercer paso, propondremos líneas aplicativas para futuros centros de
monasticidad, considerando las exigencias ‘posibles y obligatorias’ que enmarcan el
caminar hacia el Reino de Dios, de acuerdo con las circunstancias de tiempo y lugar.41
Hay un plan divino sobre la entera vocación del ser humano en el corazón de las y los
más empobrecidos; por tal razón, esperamos que nuestras pautas y recomendaciones,
influidas por el espíritu conciliar y la vida monástica (que alcanzan las dos
implantaciones benedictinas actuales), impulsen a ‘inventar con imaginación creadora la
acción que corresponde realizar, con la audacia del Espíritu y el equilibrio de Dios’, 42 es
decir, tentativas de centros de monasticidad (benedictina) para un futuro cercano.
&&&
40 Concilio Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual: Gaudium et Spes, 11.
41 Carta Encíclica Mater et Magistra, Idem., 236.
42
Conferencia del Episcopado Latinoamericano de Medellín, Introducción. Medellín: 1968, 3.
15
INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO I
VISIÓN, REVISIÓN Y PREVISIÓN
Si bien es cierto que después de los 50 años del Concilio Vaticano II todo hace ver
que se trata de un antes y un después al interior del cristianismo al menos católico-
romano, al mismo tiempo, la transitoriedad proyectada hacia el papado de Juan XXIII por
parte de la Curia resultó convirtiendo al Concilio en una impostergable conciencia de
transición que no ha dejado de concluir. Aún no dejamos de ver el tránsito de la Iglesia,
Pueblo de Dios, impulsada hacia una nueva praxis evangélica. Asistimos, pues, todavía al
constante ensanchamiento del espíritu conciliar, que deja ver el nuevo Pentecostés que
nos sigue impulsando a dar varios pasos más hacia adelante. Tras 50 años del Concilio,
seguimos dejando atrás la identidad institucionalmente expuesta de una Iglesia tridentina
y constantiniana, hacia una Iglesia servidora del Reino, Iglesia de los pobres al servicio
de éstos, llamada primero a la conversión y a creer también en la Buena Nueva (Mar 1,
15), sin dejar de lanzarse hacia lo que está por delante (Fil 3, 13); negarlo es negar
nuestra dinámica de transición, renovación y purificación intraeclesial a la que nos invita
el propio espíritu conciliar, afirmarlo nos hace estar dispuestos a servir y a responder a las
necesidades del mundo, a transformarlo dejándonos transformar por él.
Revisando incluso la influyente inspiración de los Padres y Madres de la Iglesia, de
la que se embebió el Concilio, nos conmueve la impactante actualidad de una enseñanza
tan evangélica y tan llena de Espíritu Santo, como la frase de Ireneo, que nos impulsa a
reposicionarnos como Iglesia de los pobres, y conciliarmente guiada bajo dos vertientes
que comulgan inseparables: la que indica que la Gloria de Dios es el ser humano vivo (lo
ético), y que además señala que la gloria del ser humano es la visión de Dios (la
espiritualidad).43 Sin ambas claves, toda comunidad cristiana entra en sospecha.
Animados entonces por esta misma tónica mística y profética (aggiornadas) del
Concilio Vaticano II, haremos las previsiones necesarias para que el espíritu conciliar se
vea mostrado en su primer y directo aterrizaje en América Latina y el Caribe, es decir, la
Teología de la Liberación (TL), pues si bien del movimiento de la Liberación han fluido
hasta nuestros días espiritualidades liberadoras, y en particular la vida religiosa
43
Ireneo de Lyon, Adversus Haereses, IV, 20, 7. ‘Gloria Dei vivens homo, vita autem hominis visio Dei’.
18
44
Josep-Ignasi Saranyana, Cien años de Teología en América Latina (1899-2001). San José: Ediciones Promesa, 2004. 50-59.
19
45 Que ‘estuvo todavía marcada por el contexto de neocristiandad, o sea, de apología frente al mundo moderno y de una acción de reconquista
para la fe católica, tributaria del eclesiocentrismo aún reinante’. En: Agenor Brighenti, ‘Documento de Participación de la V Conferencia.
Presentación y comentario analítico’. Disponible en: http://www.servicioskoinonia.org/relat/370.htm.
46 Josep-Ignasi Saranyana, Ibid., 66-67.
47 Jeffrey Klaiber sj, ‘Perú’, en: Cristianismo e iglesias de América Latina en vísperas del Vaticano II. Editado por José Oscar Beozzo. San
sj, La Iglesia en el Perú: su historia social desde la independencia. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica, 1996, 368.
20
49
Josep-Ignasi Saranyana, Op. Cit., 76-77. La cursiva es nuestra.
21
presencia social del Cristo en la humanidad miserable, que sería algo así como su
‘sacramento visible’?50
50
José Míguez Bonino, Concilio Abierto. Una interpretación protestante del Concilio Vaticano II. Buenos Aires: Ed. La Aurora, 1967, 41.
22
Se distingue un silencio casi absoluto del lado monástico por un lado, y por otro, el
anuncio papal de un concilio ecuménico que deja perplejos a los entendidos. No hace
51 De la homilía del Papa Juan XXIII en la Basílica de San Pablo Extramuros, 25 de enero de 1959 (Conversión de San Pablo), con claro
énfasis en la defensa de las víctimas del comunismo. Las cursivas son nuestras.
52 Marcelo Barros osb, Op. Cit., 63.
53
Ver: http://www.basilicasanpaolo.org/interno.asp?id=32&lang=spa
23
falta indicar el evidente sentido de la acogida a los asistentes por parte de los monjes
benedictinos en la abadía durante el anuncio; pero lo que sí nos parece necesario señalar
es que dicha actitud institucional de discreción silenciosa y de recibimiento fraterno -que
caracterizan la vida monástica y benedictina-, volverá a mostrarse durante los siguientes
eventos que aquí esperamos exponer bajo la forma de aproximación teológica, previendo
la imperiosa necesidad de suspender tan prolongado silencio.
No es de extrañar que carezcamos de fuentes bibliográficas específicas sobre este
primer signo monástico, y nuevamente hasta la fecha ‘sobreabunde’ literatura teológica
alrededor del espíritu conciliar y post-conciliar, con el acostumbrado silencio e
invisibilidad de la vida monástica benedictina alrededor. Sin embargo, tanto la abadía
como la basílica benedictina de San Pablo extramuros (donde además se clausuraría el
Concilio, el 8 de diciembre de 1965), siguen conservando una discreción de la que
posteriormente esperamos hallar responsabilidad.
56 Libro referido a la ‘cura de almas’ (entendida como ‘arte de las artes’), escrito ya antes de ser papa. ‘El lector no sospecharía que está hecho
por un papa, pues en él no se encuentra ni la más leve indicación en tal sentido’, en: Albert Erhard, Op. Cit., 378.
57
Giuseppe Alberigo, Op. Cit., 26-27.
58Ver Simón Pedro Arnold osb, ‘Releer Gaudium et Spes de cara al tercer milenio’, en: Preparando los 40 años del Concilio Vaticano II.
Revista de teología de la Universidad Católica Santa María de Arequipa Perú. Año 4, n° 10 y 11. Setiembre 2001. Arequipa: Instituto de
Investigación y Formación Teológica de Arequipa “William Morris”, 2001. Disponible en:
http://www.clar.org/clar/index.php?module=Contenido&type=file&func=get&tid=6&fid=descargarevista&pid=7
59 Lumen Gentium y Dei Verbum, doctrina; Sacrosanctum Concilium, liturgia; y Gaudium et Spes, praxis.
60
Ver Simón Pedro Arnold osb, ‘Releer Gaudium et Spes de cara al tercer milenio’.
25
fundamentalmente mística y doctrinal, dogmática y litúrgica, sin que por ello lo doctrinal
y lo pastoral dejen de aparecer en una relación de constante ida y vuelta.
Insistimos finalmente en la necesidad de no separar -como bien lo ha señalado
Giuseppe Alberigo- el ser del Concilio (anunciado e inaugurado por Juan XXIII), del
hacer del mismo, en el que posteriormente incidieron más las decisiones de Pablo VI,61
porque precisamente la pastoralidad conciliar se halla en ese ser y hacer traslucidos por
una influencia benedictina incuestionable que Juan XXIII, propiciador del Concilio en
1959, revelaría por contraste, pero falleciendo pronto el 3 de junio de 1963, a casi sólo
ocho meses después de iniciado formalmente el gran acontecimiento.
mayo de 1961, de la primera encíclica social de Juan XXIII, Mater et Magistra, telón de
fondo a la posterior empresa conciliar:
El problema tal vez mayor de nuestros días es el que atañe a las relaciones que
deben darse entre las naciones económicamente desarrolladas y los países que aún
están en vías de desarrollo económico: las primeras gozan de una vida cómoda; los
segundos, en cambio, padecen durísima escasez. ( ) No es ya posible que reine entre
ellos una paz duradera y fecunda si las diferencias económicas y sociales entre ellos
resultan excesivas.65
Otro ejemplo emblemático del gran paso hacia delante de la nueva eclesialidad
pastoral por parte del Concilio, fue el intento profético de Pablo VI, quien del 04 al 06 de
enero de 1964 viaja a Jerusalén, para entrevistarse en Tierra Santa con el patriarca de
Constantinopla, Atenágoras I, y celebrar con él el primer encuentro entre un Papa y un
Patriarca Ortodoxo de Constantinopla desde 1439, signo reconciliador en el camino
ecuménico.66 Previamente a esto, el propio Patriarca había hecho lo mismo yendo a
visitar al papa Juan XXIII en diciembre de 1960, y aun anticipadamente en la Epifanía de
1959 (días antes de la convocatoria al Concilio) aplicara al Papa las palabras del
Evangelio: Hubo un hombre enviado por Dios, cuyo nombre era Juan.67 Transcurrieron
casi dos años luego de estos signos de inconfundible trascendencia, y con algunos días
apenas antes de concluir el Concilio, para que nuevamente en la propia basílica de la
abadía benedictina de San Pablo Extramuros se reuniera Pablo VI junto con los padres
del Concilio, y los observadores a título de representantes de las numerosas Iglesias y
comunidades cristianas no católicas, para celebrar conjuntamente una liturgia de la
palabra el 4 de diciembre de 1965. Tres días después, el 7 de enero la Iglesia romana y la
Iglesia de Constantinopla levantaban el anatema con que se habían fulminado
recíprocamente en 1054;68 el 8 de enero concluía el Concilio.
65
Encíclica Social, Mater et Magistra, 157. Texto publicado en dicha encíclica a semanas de haberse conformado el Movimiento de los Países-
No-Alineados, que señalaría su definitiva independencia de los dos bloques, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y los Estados
Unidos. Y es por este posicionamiento del papado que Juan XXIII fue reconocido internacionalmente el 11 de abril de 1963 con el premio
Balzan por la paz: fue el papel del propio pontífice durante la crisis de Cuba en la que se hallaban a punto de confrontar los bloques
mencionados. Ese mismo día el ‘papa bueno’ publicaba su última encíclica: Pacen in Terris, referida a la dignidad humana, la convivencia
internacional y la paz mundial, en relación dialógica con el mundo de entonces, y como preocupación posteriormente inscrita en la constitución
Gaudium et Spes. El propio Concilio Vaticano II, en la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et Spes, 4 y 11, dirá:
‘Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, [para que] la Iglesia
[responda] a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura, y sobre la mutua relación de
ambas. Es necesario por ello conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones. ( ) El Pueblo de Dios ( ) procura
discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales participa juntamente con sus contemporáneos, los signos verdaderos de la
presencia o de los planes de Dios’.
66 René Metz, Op.Cit., 104-105.
67 Ver Revista Eclesiástica Brasileña, REB, Petrópolis, v. XXI, fasc. 2 (1961), 396. En: Marcelo Barros osb, Op. Cit., 64.
68
René Metz, Op.Cit., 112.
27
69 Ver: http://es.wikipedia.org/wiki/Curia_Romana
70
Entre ellos, Manuel Larraín, obispo de Talca-Chile, entonces presidente de la Consejo Episcopal Latinoamericana (CELAM).
28
De todos modos contrasta que antes, durante y después del Concilio Vaticano II, la
verdad de la revelación, así como todo el paquete de la dogmática teológica y el poder
institucional, aparezcan inextricablemente unidos hasta nuestros días, y que además la
Curia Romana no sea únicamente la responsable de todo. De hecho, encontramos entre
los obispos y cardenales del colegio conciliar, benedictinos también representativos como
el montserratino Anselm Albareda, y obispos o superiores de abadías nullius.73
La tendencia conservadora intentó constantemente [durante el Concilio] ubicar el
problema en el plano de la Verdad. ( ) Pero el problema real no se hallaba en el
plano de la verdad, sino en el del poder. ( ) Sólo una plena libertad crea las
condiciones para la proclamación de la Verdad que corresponda a la naturaleza de
la Verdad cristiana -la Verdad que prefirió la cruz a doce legiones de ángeles.74
2001, 411. Incluida la ‘discreción’ de los abades generales cistercienses, el abad primado, y los presidentes de las congregaciones benedictinas.
74 José Míguez Bonino, Op. Cit., 44.
75
Ibid., 62.
29
nuncios y cardenales, las leyes civiles y morales, y el tan difundido ‘encarcelamiento’ del
papado por parte del episcopado de la Curia, el mismo que se contradiría con la
representación autoritativa del apóstol Pedro que no gobernó la Iglesia solo, sino ‘en
medio de los hermanos’ en el apostolado (Hechos 1, 15), es decir, los laicos y laicas con
los sacerdotes, y éstos con el obispo, en una horizontalidad de gobierno aún no
practicada. Tal vez no estamos tan distantes de aquellos años 60 en los que el Concilio
fue también percibido más como un Concilio conservador, asustado por las
transformaciones culturales radicales que empezaban,76 mientras que por otro lado los
signos pastorales de apertura ecuménica y autocomprensión eclesial, tuvieron que haber
cohabitado con ciertos signos de constantinismo (tanto eclesiástico como eclesial), que
aún son visibles en nuestras Iglesias cristianas. Observamos aún con incertidumbre que la
Iglesia a partir del Concilio es una nueva Iglesia que intenta autocomprenderse
permanentemente, y así lo esperamos que lo haga dejándose interrogar e interpelar, hasta
las últimas consecuencias.
Resultando así que por primera vez una Iglesia cristiana conciliarmente reunida,
pedía disculpas públicas con un papa presidiendo un Concilio Ecuménico en
representación de la Iglesia universal, y bajo inspiración del Espíritu Santo, reconociendo
las fallas de la misma (como lo hará a su vez Juan Pablo II en 1992). Pero ya la
ecumenicidad de Juan XXIII afirmaba que la unidad sólo podía alcanzarse mediante la
caridad, ideal que posteriormente fue comprendido como ecumenismo de la caridad; y de
76 Ibid., 50.
77 Ibid., 109.
78
Ibid., 49.
30
hecho, ya cuando ejercía como Patriarca de Venecia sostuvo que el camino de la unión de
las varias confesiones cristianas era la caridad, tan poco practicada de una y otra parte.
Pablo VI, por otro lado, en la parte final del texto de la última sesión conciliar, dejó
entender que la Iglesia del Concilio había amado con un corazón ecuménico, amplio,
humilde y abierto a todos los hermanos todavía fuera de la perfecta comunión con la
Iglesia una, santa, católica y apostólica.79 Pero sobre todo es de destacar que ese mismo
espíritu de unidad en la caridad, quedó reflejado en la sesión de clausura pública, en la
que el Concilio concluyó importantes textos como el Decreto sobre el ecumenismo,
Unitatis Redintegratio, aprobado exactamente por 2137 votos contra apenas 11.80
El Concilio Ecuménico del Vaticano II logró que la unidad en la caridad alcanzara
a un mundo verdaderamente necesitado de ecumenismo religioso y social, intentando así
forjar una nueva identidad eclesial. Sin embargo, con sereno realismo reconocemos
también que después de la Conferencia de Puebla de los Ángeles - México (1979), fiel al
espíritu de Medellín, ya no se volvió a vivir el mismo clima ecuménico de entonces. Las
Conferencias de Santo Domingo -República Dominicana (1992) y Aparecida - Brasil
(2007), finalmente, son expresiones de una Iglesia católica en su conjunto mucho más
conservadora y encerrada sobre sí misma.81
Sin embargo, la apertura ecuménica del Concilio no podía ser simple disposición
para aceptar a los otros en abstracto, sino el inicio de una relación [con todas y todos] en
la plenitud de su existencia concreta.82 Sólo así la aspiración ecuménica del Concilio
llevaría a que la pastoralidad conciliar distinguiera acciones y reflexiones valientes en
favor de la oración, la teología y el acercamiento entre hermanos católico-romanos y los
de denominación no-católico-romana (protestantes, luteranos, anglicanos, adventistas,
metodistas, pentecostales, evangélicos, entre otros), que universalmente unidos en la
dinámica de la caridad, y con una aspiración de renovación intraeclesial permanente por
parte de todas las Iglesias, pudieran resignificar el nuevo caminar de nuestra
universalidad identitaria en Cristo (que no es universalismo ideológico ni
integracionismo), y responder sin ambigüedades ni retrocesos, a las exigencias de nuestro
79 Ibid., 72-73.
80 René Metz, Op. Cit., 108.
81 Marcelo Barros osb, Op Cit., 68.
82
José Míguez Bonino, Op. Cit., 80.
31
tiempo que aún reclama tanto la necesaria transformación social como la de los corazones
humanos.
Luego, una de las aspiraciones ecuménicas del Concilio que influyen hoy a la
comunidad eclesial, pueden ser retomadas con las palabras del papa Benedicto XVI,
quien comprende que...
...el campo de la Misión ad gentes se ha ampliado notablemente, y no se puede
definir sólo basándose en consideraciones geográficas o jurídicas. ( ) Los
verdaderos destinatarios de la actividad misionera del Pueblo de Dios no son sólo
los pueblos no cristianos y las tierras lejanas sino también los ámbitos
socioculturales y, sobre todo, los corazones.83
83 Papa Benedicto XVI, ‘Discurso a los miembros del Consejo Superior de las Obras Misionales Pontificias’, 5 de mayo de 2007. Citado por:
Paulo Suess, ‘Misión, el paradigma-síntesis de Aparecida’, en: VALENTINI Demetrio. Aparecida, Renacer desde una esperanza. San José:
Editorial DEI-Fundación Amerindia, 2007
noviembre 2007, 198.
84
Concilio Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual: Gaudium et Spes, 1.
85 CELAM reunido en Medellín, entre el 20 de agosto y el 6 de setiembre de 1968.
86 García M. Colombás, e Iñaki Aranguren, La Regla de San Benito (RB). Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2000, LIII, La acogida de
propia vida, inaugurando una Liberación que ciertamente se hizo cristiana y teológica en
la crítica de la praxis histórica de liberación a la luz de la fe.
Si el espíritu conciliar y la TL llevaron a cabo una honda transformación del
lenguaje teológico, antes escolástico y esencialista, con mayor razón hoy nuestros
lenguajes teológicos deben seguir respondiendo al acontecimiento de la postmodernidad,
a la exigencia de un compromiso social con los pobres, y a la demanda ética ante los
continuos avances de las ciencias.89 Lo cultural, lo social y lo científico, luego de la veta
socio-económica, emergen como los grandes desafíos para una teología latinoamericana
esencialmente práctica, y que si desea seguir siendo teología no debe dejar de liberar,
salvar, abrir, sanar, unir, pues estos son sus más auténticos lenguajes.
Es el espíritu conciliar que impulsa a dar el paso de una Iglesia antes comprendida
como ‘sociedad perfecta’ ante el mundo, a una Iglesia de los pobres y con el pueblo pobre
de Dios. Hablamos así de una emergencia teológica, encarnada y liberadora que inaugura
una eclesiología latinoamericana de comunión, pues ‘frente a los países subdesarrollados
la Iglesia se presenta como es y quiere ser: como la Iglesia de todos, y particularmente la
Iglesia de los pobres’,90 visualizando así claramente dos aspectos que están no en
contradicción, pero sí en una tensión fecunda; limitarse a uno de ellos es perder los dos.91
Es decir, una tensión como constitutiva de la nueva teología latinoamericana y liberadora,
en la que si su preocupación esencial en una primera etapa fue de corte ético, la fuente de
todo cambio ético de la historia era y sigue siendo la mística al servicio del pueblo pobre.
Las primeras páginas del libro de Gustavo Gutiérrez, 1968, definen la propuesta de la TL
como una experiencia contemplativa de la historia.92 Y es a partir de esta radicalidad que
el espíritu conciliar aterriza en el propio corazón del pueblo pobre de América Latina,
casi inmediatamente durante los años 60, como pensamiento teológico.
89 Juan Bautista Libanio sj, ‘Caminando hacia la V Conferencia de Aparecida’, en: Selecciones de Teología. Vol. 46. Abril-Junio. No 182.
Catalunya: Instituto de Teología Fundamental, 2007, 96.
90 ‘Radiomensaje al mundo Lumen Christi, Ecclesia Christi’, en Luis Marín, Juan XXIII, Retrato eclesiológico. Barcelona: Herder, 1998, 425.
91 Gustavo Gutiérrez, ‘Aparecida: la opción preferencial por el pobre’, en: VALENTINI Demetrio. Aparecida, Renacer desde una esperanza.
93 Jeffrey Klaiber sj, La Iglesia en el Perú: su historia social desde la independencia, 372.
94 Josep-Ignasi Saranyana, Op. Cit., 79.
95 ‘La Conferencia Episcopal Latinoamericana [promovió] una propuesta teológica, la Teología de la Liberación, de la cual se gesta una
espiritualidad y a la vez un movimiento inmediatamente posterior, en tanto aplicación y adaptación del Vaticano II al continente, releyendo el
cristianismo desde tres dimensiones olvidadas: ‘la dimensión histórico-escatológica utópica, el reinocentrismo y la opción por los pobres’. En:
José María Vigil cm, Op. Cit., 255.
34
Sin embargo, durante las elecciones presidenciales de 1962, ante una aparente
victoria del Partido Aprista, las Fuerzas Armadas tomaron el poder, anulando las
elecciones y convocando a unas nuevas para 1963. En esos años en que se iniciaba el
Concilio, reinaba en el Perú un ambiente de grande expectativa en favor de la democracia
y la reforma social. La Iglesia más tradicional por su parte, como en el resto de América
Latina, se aliaba a grupos conservadores, dejando de ser opción para muchos peruanos de
tendencia liberal, de las clases altas y medias.97 El movimiento y espiritualidad de la
Liberación asumió todas estas contingencias, desde una Lima tradicionalmente
centralizada, hasta un altiplano peruano subdesarrollado, con grandes aspiraciones
democráticas e intromisiones injustamente militarizadas a la vez. Dentro de este contexto
es que surgen muchos militantes de la Acción Católica,98 demostrando que hubo católicos
(minoritarios) con un alto sentido social, incluso ya desde los años 50. A diferencia del
caso chileno y otros países de la región, los laicos en Perú, en general, estaban más
avanzados en cuestiones sociales que la mayoría del clero.99
96
Jorge Fernández Maldonado, ‘Fuerzas Armadas, cristianismo y revolución en el Perú’, en: Participación, agosto de 1973, 9-10.
97 Jeffrey Klaiber sj, ‘Perú’, 372.
98 José Dammert, Gustavo Gutiérrez, Héctor Cornejo Chávez (co-fundador de la Democracia Cristiana), entre otros.
99 Jeffrey Klaiber sj, ‘Perú’, 159.
100 Si bien la TL logró valerse de ciertas categorías marxistas, apelando al aspecto liberador de las mismas, un marxismo posible se daría en
relación al desenvolvimiento de las interpretaciones sobre aquella. Reconocemos el valor de la mediación socio-analítica marxista a la teología
cristiana, pero sería importante agregar con precisión si el marxismo contemporáneo también logró reconocer el valor de las teologías
35
emergentes de la Liberación, desde América Latina, para la propia evolución del pensamiento marxista, lejos de lo insalvable de ciertas
teologías cristianas como de los marxismos anteriores.
101
Gustavo Gutiérrez, Op.Cit., 130-131.
102 Concilio Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia: Lumen Gentium, 8c. Y es de resaltar la centralidad de los pobres expuesta
durante el Concilio, en Lumen Gentium, 38, 41; Gaudium et Spes, 1, 63, 66, 69, 88, 90; Presbiterorum ordinis, 6; Perfectae Caritatis, 13; Ad
gentes, 5, 12).
103 José González Faus, ‘Ya voy, Señor. Contemplativos en la relación’, en: Cristianisme i Justícia. Barcelona: Ed. Rondas, 2011, 15.
104 García M. Colombás, e Iñaki Aranguren, Op. Cit., LIII, La acogida de los huéspedes, 15.
105
Juan Bautista Libanio sj, Op. Cit, 87.
36
112
“En la Conferencia General en Puebla, México, en 1979 [año de la disolución de Oficina Nacional de Información Social ONIS, en el
Perú], un grupo de teólogos y teólogas tomó la iniciativa de elaborar una colección teológica titulada: ‘Teología y Liberación’. En 1984 se
constituyó un Consejo Editorial con 13 de los teólogos más representativos de la Teología de la Liberación: Leonardo Boff, Sergio Torres, José
Comblin, Gustavo Gutiérrez, Ronaldo Muñoz, Enrique Dussel, José Oscar Beozzo, Pedro Trigo, Ivone Guevara, Jon Sobrino, Virgilio
Elizondo, Juan Luis Segundo, y como consultor en asuntos ecuménicos Julio de Santa Ana. Para guiar al grupo se elaboró un pequeño
documento intitulado: ‘Compromisos de trabajo’, cuyo objetivo era: ‘Desde los pobres y su Iglesia, hacemos teología. Nuestro objetivo global,
con el carisma teológico, es la formación de personas que apoyan las comunidades de base, confirmando la fe del pobre’. ( ) Los tres primeros
volúmenes se publicaron en 1986, con los nombres de los 121 obispos, encabezada por el Cardenal Arzobispo de San Pablo, Brasil, Paulo
Evaristo Arns. El primer volumen, en portugués y español fue el de Eduardo Hoornaert: ‘La Memoria del Pueblo Cristiano. Una historia de la
Iglesia en los tres primeros siglos. Serie I: Experiencia de Dios y Justicia’. El título fue todo un signo; el rechazo radical e inmediato de esta
obra teológica, por el Cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, fue un signo visible que la Iglesia caminaba
hacia atrás”. Ver Pablo Richard, ‘50 años después del Concilio Vaticano II. La reforma de la Iglesia Católica no se detiene’. Disponible en:
http://www.dei-cr.org/50-anos-despues-del-concilio-vaticano-ii-la-reforma-de-la-iglesia-catolica-no-se-detiene/
113 Fue conocida la jerga usada en los años noventas alrededor de la Teología de la Liberación, vista despectivamente como una teología de
izquierdas, y llevada a cabo por comunistas ‘pitucos’ (peruanismo referido a las clases acomodadas y pudientes).
114 CELAM reunido en Puebla, Primera parte: visión pastoral de la realidad latinoamericana. México: 1979, n°31-39: ‘Los rasgos sufrientes de
Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela: rostros de niños, golpeados por la pobreza desde antes de nacer, por obstaculizar sus
posibilidades de realizarse a causa de deficiencias mentales y corporales irreparables; los niños vagos y muchas veces explotados de nuestras
ciudades, fruto de la pobreza y desorganización moral familiar; rostros de jóvenes, desorientados por no encontrar su lugar en la sociedad;
frustrados, sobre todo en zonas rurales y urbanas marginales, por falta de oportunidades de capacitación y ocupación; rostros de indígenas y con
frecuencia de afroamericanos, que, viviendo marginados y en situaciones inhumanas, pueden ser considerados los más pobres entre los pobres;
rostros de campesinos, que como grupo social viven relegados en casi todo nuestro continente, a veces, privados de tierra, en situación de
dependencia interna y externa, sometidos a sistemas de comercialización que los explotan; rostros de obreros frecuentemente mal retribuidos y
con dificultades para organizarse y defender sus derechos; rostros de subempleados y desempleados, despedidos por las duras exigencias de
crisis económicas y muchas veces de modelos de desarrollo que someten a los trabajadores y a sus familias a fríos cálculos económicos; rostros
de marginados y hacinados urbanos, con el doble impacto de la carencia de bienes materiales, frente a la ostentación de la riqueza de otros
sectores sociales; rostros de ancianos, cada día más numerosos, frecuentemente marginados de la sociedad del progreso que prescinde de las
personas que no producen’. Asimismo, CELAM reunido en Santo Domingo, Capítulo II, La promoción humana. Santo Domingo: 1992, n° 178;
y CELAM reunido en Aparecida. Brasil, 2007, n° 65, 393, y 402.
39
...el católico que con lucidez y con sufrimiento ve los problemas producidos en su
Iglesia por las deformaciones del Vaticano II, debe encontrar en este mismo
Vaticano II la posibilidad de un nuevo comienzo; el Concilio es suyo.115
Dios, impulsada por el Espíritu Santo. Y en este mismo sentir, si la quinta y última
Conferencia Episcopal en Aparecida (Brasil, 2007), admite el cruce de tales
incertidumbres, también nos expresa el retorno del método ver-juzgar-actuar,118 la
reafirmación de la opción preferencial por las y los más pobres, implícita en la fe
cristológica,119 el cuidado del medio ambiente (aunque desde una perspectiva
excesivamente antropocéntrica), el desafío pendiente de las y los discípulos, misioneros y
misioneras, en favor de las y los excluidos (que ya no están ‘abajo, en la periferia, o sin
poder’, sino ‘afuera’), incluido el clamor silenciado de mujeres sometidas a formas de
exclusión y violencia en todas sus formas (y en todas las etapas de sus vidas), mujeres
pobres, indígenas y afrodescendientes.120 Por tanto, caminar hasta el reciente
acontecimiento de Aparecida es no dejar de reconocer y anunciar la memoria histórico-
teológica, en las mismas palabras de Jon Sobrino (usadas ya en 1985).
Medellín y Puebla hablan de la tarea liberadora de la Iglesia como defensa de los
oprimidos y denuncia de los opresores, como análisis de las causas estructurales de
la pobreza, propuestas de una sociedad más justa, cambios radicales de estructuras,
y la participación de los mismos pobres en la toma de decisiones para configurar su
propio destino como pueblo.121
Se menciona sólo como ejemplo -y por una sola vez- la palabra monástica en todo
el documento de Aparecida, sin profundizar sobre la misión monacal de este mismo tipo
de vida.
124
Ibid., 216.
42
únicamente a una función reproductora de textos y doctrinas, y menos aún tras 50 años
insinuar un canto de victoria. Teniendo al Concilio por directriz teológica en el servicio al
pueblo pobre de Dios, ella ha reteologizado crítica y liberadoramente sus exhortaciones a
la luz de una tradición originariamente carismática y laical, a fin de encarnar el mensaje
conciliar en nuestro continente, mostrando una Iglesia y una vida religiosa contemplativa
decididas a no dar marcha atrás, hacia el Sepulcro de una cristiandad impracticable. Con
pasos hacia adelante, hacia la praxis liberadora de un nuevo Pentecostés, fue acompañada
por el Espíritu de Dios que aleteaba sobre las aguas de los años 60.
Exponemos a continuación algunas interrogantes que surgen dentro del mismo
espíritu conciliar, frente a tres documentos que contrastan con las exigencias de la vida
contemplativa, en el ámbito de la Iglesia católico-romana, y que, sin embargo, nos
introducen también más particularmente a la tradición propiamente dicha de la vida
monástica y benedictina.
no sólo estén muertos al pecado, sino que renunciando al mundo vivan sólo para Dios.’128
Pero, ¿se puede vivir sólo para Dios renunciando a un mundo sin atender o intervenir en
las demandas de injusticia y desigualdad social? ‘Dichos miembros deben seguir a Cristo
como lo único necesario, escuchando su palabra, y dedicándose con solicitud a las cosas
que le atañen.’129 Sin embargo, no se precisa cuáles son esas ‘cosas’ que le atañen,
haciéndonos ingresar al menos textualmente a un vacío especulativo y casi platónico.
De todos modos, el énfasis que se le da al cultivo de la vida espiritual130 es
influyentemente místico, aunque con una ambigüedad que la vuelve poco menos que
transformadora.131 El párrafo siguiente describe más claramente lo que cotidianamente se
viven en los monasterios, la celebración de la Liturgia de las Horas que tiene por centro y
culmen la Eucaristía, fuente inagotable que sacia la vida espiritual:
Alimentados así en la mesa de la Ley divina y del sagrado Altar, amen
fraternalmente a los miembros de Cristo, reverencien y amen con espíritu filial a sus
pastores, vivan y sientan más y más con la Iglesia, y conságrense totalmente a su
misión.132
[La castidad] ‘libera de modo especial el corazón del hombre para que se inflame
más en el amor a Dios y a todos los hombres... Evocando así ellos [el] maravilloso
connubio instituido por Dios, y que habrá de tener en el siglo futuro su plena
manifestación...136 [Por lo cual, se insta a poner la] confianza en el auxilio divino y
[practicar] la mortificación y la guarda de los sentidos...137
En este tenor, el voto o profesión de castidad apela primero a una liberación del
corazón que -inflamado- alcanza un amor a Dios y a la comunidad, pero luego la mera
individualidad del candidato es reservada al ámbito de la continencia perfecta138 (sexual
por antonomasia), señalando un celibato consagrado a Dios; voto o profesión que no
parecen involucrarse con la exigencia de una castidad más integral, auténticamente
comunitaria y universal, no reducida únicamente al sexo sino más bien colaboradora de la
transformación del pecado estructural, la reproducción de las injusticias y la incidencia
social; de hecho, parece importar más ‘el connubio escatológico’.
[Sobre el voto de pobreza] es menester que los religiosos sean pobres en la realidad
y en el espíritu, teniendo sus tesoros en el cielo...139 Los mismos Institutos
esfuércense en dar testimonio colectivo de pobreza y contribuyan gustosamente con
sus bienes a las demás necesidades de la Iglesia y al sustento de los pobres, a
quienes todos los religiosos deben amar en las entrañas de Cristo.140
142
Concilio Vaticano II, Decreto sobre la adecuada renovación de la vida religiosa, Perfectae Caritatis, 4b, 11b, y 14b.c.
143
Jeffrey Klaiber sj. La Iglesia en el Perú: su historia social desde la independencia, 413-414.
144‘Recuperación de los recursos naturales de la Nación [caso de la International Peruvian Corporation], reforma agraria, formación de
comunidades laborales, [reforma de la educación, apoyo a la movilización social’. En: Documento Justicia en el Mundo, n° 3.
46
libertades básicas del hombre en nombre del cristianismo; con ello la Iglesia plantaba la
semilla de su futuro distanciamiento del Gobierno.145 El enfoque fundamental era la
liberación de la dependencia, de la opresión política y económica, así como de ‘todo lo
que [mantuviera] al hombre imposibilitado de realizarse como tal, personal y
comunitariamente’.146
Entretanto, surge la presencia de una nueva vida religiosa, contemplativa y activa,
que en aquel entonces expresó proféticamente una deserción vocacional común, sin dejar
de reconocer sus contradicciones. La fundación monástica de Ñaña aparecía entonces
como conscientemente independizada de ciertas normas canónicas que habrían limitado
su contacto con la realidad eclesial y estatal, radiografiadas -primera vez- por un
documento episcopal de tamaña magnitud. Ningún tipo de vida monástica tradicional se
habría permitido 'acceder' a este tipo de información.
El documento había sido preparado para ser presentado en el Sínodo de todos los
obispos en Roma, en setiembre de 1971,147 y entre las propuestas dirigidas a ese Sínodo,
el documento pide que la Iglesia respalde a los gobiernos que buscan construir ‘una
sociedad socialista, con contenido humanista y cristiano’,148 siendo éste el único
documento en el que una Conferencia Episcopal en su conjunto ‘menciona explícitamente
al socialismo como una opción legítima para un cristiano’.149 Posteriormente, al final se
señala que la comunidad cristiana y sus pastores no pretenden respaldar cualquier
socialismo, ni siquiera dar a entender que sólo el proyecto socialista pueda resolver el
problema social.150 Lo central seguirá siendo:
[Evangelizar con] un compromiso en la lucha contra la situación de dominación,
[pasando] de una pastoral doctrinal y expositiva ( ) a una auténtica asimilación del
Evangelio que transforme la vida. El Evangelio, lejos de favorecer una evasión de
las responsabilidades terrenas, lleva a asumirlas y a vivirlas ante el Señor.151
145 Incluso, ‘la fama “roja” de la Iglesia del sur andino nació hace treinta años, en 1977: en una carta pastoral conjunta los pastores católicos de
Sicuani, Ayaviri, Puno, Cusco y Juli denunciaron la represión de Estado del entonces gobierno militar. ( ) Iracundos, los militares tildaron a los
obispos del sur andino de “rojos” y “comunistas”’. Hildegard Willer, Pecados Cardenales. La Iglesia del sur andino en peligro. Nº 180, marzo
2007, 79.
Disponible en: http://www.idl.org.pe/idlrev/revistas/180/hildegard.pdf.
146
Documento Justicia en el Mundo, n° 8a, y Jeffrey Klaiber sj. La Iglesia en el Perú: su historia social desde la independencia, 413-414.
147 Sínodo titulado: La Justicia en el Mundo, Nuevas responsabilidades de la Iglesia en el campo de la justicia. Sínodo Mundial de Obispos,
Roma 1971.
148 Documento Justicia en el Mundo, n° 13.
149 Jeffrey Klaiber sj, La Iglesia en el Perú: su historia social desde la independencia, 414.
150 Jeffrey Klaiber sj, Ibid.
151
Documento Justicia en el Mundo, n° 30.
47
152
Documento Evangelización, algunas líneas pastorales, 1.6.
153 Ibid., 2.
154 Ibid., 3.1.3.
155 Ibid., 3.3.2.
156 Ibid., 3.3.3.
157 Encíclica Populorum Progressio, 20-21.
158
Ibid., y Documento E, 3.3.5.
48
Junto a estas instituciones, la fe y las culturas andinas, y más tarde las culturas
amazónicas, lograban autocomprenderse como sujetos de su propia evangelización.
Precisamente durante los años 70, los misioneros ya no sólo se sentían padres sino
también hermanos, no sólo profesores sino alumnos del campesino, que de ignorante
pasaba a ser visto como sabio, de sujeto evangelizado a sujeto evangelizador. Se intentó
redefinir la pastoral, el concepto de Iglesia autóctona, la función del clero y el agente
pastoral, atendiendo al delicado problema de la tierra.164
La Iglesia demandó una reforma agraria y, dando el ejemplo, devolvió las tierras a
los campesinos que sus antepasados habían donado a la Iglesia. De esta manera la
Iglesia en el Sur Andino, pudo quitarse ( ) la imagen de una Iglesia terrateniente y
latifundista.165
162
Miembro de la congregación de los Sagrados Corazones, ex integrante de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) durante la
reciente década pasada, y presidente de la Mesa de Concertación para la Lucha Contra la Pobreza.
163 Domingo Llanque Chana y otros, Op. Cit., n°5.
164 Se supo del desenvolvimiento de ciertos eclesiásticos comprometidos con los mismos terratenientes y hacendados: -‘...“una razón era que
los ministros de la iglesia no pertenecían al pueblo indígena, sino eran gente blanca y mestiza… y habían hacendados que al final de su vida en
vez de vender su propiedad o abandonarla, optaban por regalarla a los ministros del Señor para que con los beneficios obtenidos satisficieran
sus necesidades, mantuvieran el templo y promovieran la religión. El sistema funcionaba así: Yo, hacendado, dono estas tierras de Asillo a la
curia diocesana con tal que ésta se comprometa a celebrar unas 50 misas al año por mi alma. Se firmaba un documento como contrato. En Puno
se llegó a tener 19 latifundios. Entonces el obispo era latifundista y hacía causa común con sus compañeros del gremio diríamos así” (J. M.
Calderón, hombre de esperanza: 90). Recién en 1986 el presidente constitucional Alan García Pérez dio el decreto de restructuración de la
tierra en la región de Puno, y paralelamente ese año aparece el valioso documento “La tierra, don de Dios, derecho del pueblo” (30 de marzo
1986), que firmó Monseñor Jesús Mateo Calderón con los otros obispos del Sur Andino’.- Ver: Luis Zambrano, ‘Acción social de la Iglesia: su
compromiso y trabajo permanente’, en: Revista Testimonios de fe. 50 años del Concilio Vaticano II en el Surandino. N° 2, julio. Puno:
Sagitario Impresores, 2011, 25-26.
165
Domingo Llanque Chana y otros, Ibid.
50
resolver en las Semanas Sociales,166 hasta hoy. Vale decir, que a los agentes pastorales de
estilo horizontal, andino y participativo,167 se les tilde de ‘ideologizados’, o se extienda
mediáticamente el énfasis dado a ‘los intereses sociales, en desmedro del cuidado pastoral
para las poblaciones indígenas’.168 Observemos el contexto.
Cuando Sendero Luminoso realizó sus primeros actos de violencia en el sur andino
[años 80], los agentes pastorales -sacerdotes, religiosos y laicos formados-
articularon su trabajo en defensa de la vida y fundaron las vicarías de solidaridad de
Juli, Ayaviri y Sicuani, que sirven hasta hoy de referencia para cualquier trabajo de
derechos humanos en el sur andino. El Informe de la Comisión de la Verdad y
Reconciliación menciona expresamente la labor eclesial de derechos humanos en el
sur.169
166
Encuentros colectivos pastorales de la iglesia surandina en el Perú, donde se analiza hasta hoy la coyuntura social, política, económica y
cultural, del momento presente, a la luz de la fe y los desafíos eclesiales.
167 Formados íntegralmente tanto en la fe como en nuevas técnicas agropecuarias, en cursos sobre realidad socio-política y económica. Jaime
Madden, sacerdote Maryknoll, destaca además que se realizaron: ‘investigaciones, publicaciones y cursos de idioma, sociología, antropología,
doctrina social de la Iglesia, pastoral de conjunto, liderazgo, coyuntura local, nacional e internacional, teología, eclesiología, entre otros. Se
formaron coordinaciones entre jurisdicciones eclesiásticas: en catequesis, trabajo con jóvenes, niños, mujeres, promotores de salud, oficinas de
derechos humanos y civiles, medios de comunicación. En tal sentido, los obispos y prelados eran verdaderamente “hermanos” por su trabajo y
apoyo mutuo. Todos los agentes pastorales seguían ésta inspiración bajo un mismo sentir. En momentos críticos que vivían las poblaciones
provocadas por las injusticias, violencias, y violaciones de sus derechos, obispos y prelados marcharon públicamente, todos unidos, insistiendo
en defensa de la verdad y la justicia. ( ) Antes de nuestra salida de la Prelatura de Juli, a fines del año 2008 realizamos la Asamblea Prelatural
para formular el plan operativo para los siguientes cinco años; 120 personas participaron en esa asamblea, 100 de ellas eran laicos y laicas y los
otros 20 eran compuestos por el prelado, sacerdotes y religiosas. Fue extraordinaria la participación del laicado en esta instancia de animación
eclesial.’ Ver: Jaime Madden, ‘Las Fuentes: una inspiración’, en: Revista Testimonios de fe. 50 años del Concilio Vaticano II en el Surandino.
N° 4, julio. Puno: Sagitario Impresores, 2013, 36-39.
En: Revista Testimonios de Fe. 50 años del Concilio Vaticano II en el Surandino. Maryknoll en el Surandino. N° 4, julio. Puno: Sagitario
Impresores, 2013, 36 y 39.
168 Es de supina inexactitud señalar que en la iglesia surandina durante las décadas pasadas (1970-2000) hayan surgido secuelas de ‘mucha
ideología’, sin reparar en la ‘ideología de lo sagrado’ que se pretende imponer con cierto sacramentalismo descontextualizado. Confrontar:
http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2006/11/13/title_1212
169 Hildegard Willer, Op. Cit., 80.
170
Xavier Albó, América Indígena, ‘Jesuítas y Culturas Indígenas’, Vol. 26, Nº 4, p. 426, México, 1966.
51
171 Testimonios de Monseñor Alberto Koenigsknecht, Promotor de la iglesia del Sur Andino, Misionero Maryknoll, Prelado de Juli, desde
marzo de 1973 a 9 de febrero de 1986, día de su partida al Padre.
172 Ver: http://www.redescristianas.net/2008/08/30/solidaridad-con-la-iglesia-del-sur-andino-peruano
173 Concilio Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual: Gaudium et Spes, 41.
174
Ver Jesús Espeja, Inculturación y teología indígena. Salamanca: Editorial San Esteban, 1993, 36 y 112.
52
una ética ritual propiamente aymara, el suma qamaña como teología política del buen
vivir, el discernimiento en las hojas de coca, ayni-reciprocidad como energía del
universo, lo impersonal de lo divino, prácticas doctrinarias andinas y género, tentativa
cosmo-te-ándrica en los Andes, lectura intercultural bíblica, así como el ejercicio
ecuménico de la predicación de los agentes pastorales andinos [pastores, pastoras y
pastor*s], quienes -como señala Calixto Quispe- se valen de elementos propios del ciclo
agrícola y su vida cotidiana, sin filosofar o teorizar175 del modo necesariamente
occidental.
&&&
Calixto Quispe, ‘La posición de los indígenas en la Iglesia de Bolivia’, en: Cuaderno de Investigación en Cultura y Tecnología Andina,
175
&&&
176 Ver Documento Eclesiástico Informe sobre la Fe, Ibid. La cursiva es nuestra.
177
En dicha Conferencia Episcopal Latinoamericana (Santo Domingo, 1992), se obvia la metodología Ver-Juzgar-Actuar.
54
178Padre André Jacobs osb, monje fundador, que llegaría a Lima en 1966, no retornaría ni siquiera por vacaciones al monasterio madre de
Saint Remacle en Wavreumont-Bélgica, sino después de siete largos años, como lo asegura el propio p. Bernardo de Briey osb. en
conversaciones espontáneas.
55
teológica para ser usada en posteriores trabajos, definitivamente mucho más incisivos;
pero primero haremos un rastreo a la espiritualidad benedictina y a su fundador, en sus
formas particularmente históricas y teológicas, y poder así llegar a nuestra cartografía
pendiente.
179 Pablo Richard, Memoria del movimiento histórico de Jesús. Desde sus orígenes (años 30) hasta la crisis del Sacro Imperio Romano
Cristiano (siglos IV y V). San José: Departamento Ecuménico de Investigaciones, 2009, 350.
180 Ver José Ignacio González Faus, ‘Monacato y Opción por los pobres: mística y profecía’, Conferencia tenida en Salamanca, 31 de agosto de
2007. En: Revista Latinoamericana de Teología. San Salvador: Centro de Reflexión Teológica Universidad Centroamericana José Simeón
Cañas, 2008, 319.
181 Dicho Concilio prohibió a los monjes entrar en el servicio militar, aceptar un servicio mundano y contraer matrimonio posteriormente. ( )
Los monasterios griegos se quedaron en lo esencial en asociaciones de laicos con un laico a la cabeza. Pacomio fue quien más lejos llegó en
esta cuestión al excluir por principio de su monasterio a los clérigos y llamar a sacerdotes de fuera para el culto.’, en: Albert Erhard, Op. Cit,
168-169.
182 ¿San Pacomio, San Benito?
183 ‘El cenobio o koinonía en la tradición de Pacomio, se convierte en una unidad económica, cultural y religiosa con identidad propia,
alternativa al mundo romano dominante; movimiento altamente peligroso para la jerarquía eclesiásticas, que los mismos ‘herejes’ donatistas y
arrianos’, en: Pablo Richard, Memoria del movimiento histórico de Jesús, 351.
56
184 Albert Erhard, Op. Cit., 365. Incluida la peste del 07 de febrero de 590.
185 García M. Colombás, e Iñaki Aranguren, Op. Cit., LIII, La acogida de los huéspedes, 15.
186
Hechos 4, 32. 34-35.
57
Antes de iniciarse el siglo VI, durante todo el siglo anterior, Roma y la península
italiana recibieron invasiones catastróficas como la de 410, la de 455 y finalmente la de
472, en que la misma Roma fue pasada a sangre y fuego. Nursia, en cambio, pertenecía a
una pequeña provincia físicamente protegida por montes, en una geografía algo aislada
pero preferida por aristócratas y grandes propietarios, quienes abandonando Roma se
retiraban a sus propiedades rústicas. De ahí que en la propia Nursia se realizaba una gran
parte del tráfico y los hechos de la vida social,188 de lo cual san Benito no estaba absento.
Entretanto, en 492 moría a traición Odoacro, príncipe de los hérulos y gobernante
de Ravena en la que se circunscribía la población de Nursia, y Teodorico, rey ostrogodo,
imponía la paz en Italia, asegurando las vías de comunicación, e intentando que Roma
esperara un renacimiento189 al ver su llegada en la primavera del año 500, arrodillándose
ante la tumba de San Pedro, y reconociendo a la Iglesia Católica sus anteriores derechos,
una paz que sólo duraría seis meses.190 Invasiones, asedios, amenazas y codicias de los
lombardos, más los reposicionamientos dentro de la diplomacia eclesiástica e imperial de
Oriente y Occidente, siguieron su curso. En ese sentido, con Gregorio Magno en el
papado, la Iglesia católico-romana no dejó de ser la mayor latifundista de la región, con
‘bienes raíces en toda Italia y en todas las provincias desde el norte al sur, sobre todo en
Sicilia’.191
Este cuadro de violencia regional, inestabilidad política y contrastante inseguridad
social, influirá sobre las aspiraciones de un Benito de Nursia radicalmente desencantado y
crítico de la fisionomía no sólo cultural de Roma, sino también moral y espiritual.
192 De cartas compiladas en: André Jacobs, Crónicas del Perú (1967-1978), única edición en francés, conservada en el Monasterio de
Wavreumont - Bélgica.
193
Jirón Coronel Inclán 540, distrito de Miraflores. Casa facilitada por el padre Gerardo Alarco Larrabure, profesor de la Universidad Católica
de Lima.
194 En diciembre de 1966 llega el padre André Jacobs, hospedándose de paso y por unas semanas en un monasterio femenino del cercado de
Lima (¿Jirón Lampa 771 ó Jirón Ancash, Cercado de Lima? ¿Monasterio de las Trinitarias?), luego de realizar un viaje extenso, recorriendo
Nueva York USA y Medellín Colombia, precisamente pasando por el Monasterio Benedictino de Medellín (¿12-18 de diciembre?), donde en
conversaciones con la comunidad hallaría la aprobación y solidaridad del propio padre Prior (16 de diciembre). En: André Jacobs, Op. Cit., n°
1, febrero 1967.
59
195 Barriadas caracterizadas por una carencia de servicios públicos: agua, electricidad, salud, educación, caminos, desagües, limpieza y
vigilancia de calles, etc.
196 Albert Erhard, Op. Cit., 466.
197 Ibid., 467.
198
Mariella Carpinello, Op. Cit., 5.
60
vertebral tanto para san Benito de Nursia como para la vida monástica de hoy, señala aún
una pendiente liberación del pecado personal y estructural en el contexto no sólo eclesial
de Lima y el altiplano, sistemáticamente 'empobrecidos' en el Perú.
vida por envenenamiento. Según los Diálogos de San Gregorio, al momento de bendecir
el vino que le presentaban durante la comida, éste estalló en pedazos, y fue la señal de
que no podía permanecer más entre ellos, volviendo de nuevo a la soledad, a vivir
‘consigo mismo’. Más tarde, a la 2° fundación comunitaria le seguirán las siguientes
implantaciones monásticas, prefiguradas ellas en su famosa regla benedictina.
207 Bernardo de Briey osb, ‘L’histoire du Monastère de Wavreumont’, texto facilitado por el propio autor (en enero 2013), ex-prior del
monasterio de Wavreumont, que actualmente en 2013 es miembro de la comunidad del monasterio benedictino de la Resurrección, en
Chucuito-Puno-Perú; él mismo se sirve de las correspondencias y memorandos dictados por André Jacobs, monje fundador de la primera
comunidad monástica benedictina en Perú, formada por belgas y peruanos. Algunas partes de lo trabajado, corresponde a una traducción de
estos textos escritos en francés, y ha sido revisada por el propio hermano Bernardo de Briey, durante algunas conversaciones espontáneas. Por
otro lado, nos valemos también de conversaciones sucesivas con el padre Jorge Álvarez Calderón, uno de los padres de la Liberación (que
conoció a André Jacobs, y le trasmitió a éste la necesidad y el deseo de un monasticismo comprometido con la pobreza en el Perú); y de
conversaciones recientes con Servais Theisen, ex monje benedictino, miembro del primer equipo que vino a fundar la primera comunidad
monástica benedictina (actualmente poseedor de una ‘desconocida biblioteca’ personal en un distrito de la capital).
208 Una sociedad monástica normalmente dividida en clases, que hacía una distinción entre monjes sacerdotes y monjes hermanos, y cada uno
de estos ‘grupos’ con una liturgia ‘específica’. Y es que hasta entonces, el Monasterio de Mont César reproducía, al igual que los otros
monasterios de la época, la imagen de una sociedad dividida en clases.
63
para los monjes de Wavreumont. El siguiente prior, padre Rombaut van Doren, prefirió
no dar tanta independencia, siendo así que en 1955 se dispersa la mayoría de los
miembros del grupo fundador, prefiriendo el exilio a volver a la casa-madre. Estos
hermanos contestatarios se reagruparon en Burdeos, lugar de peregrinaje, situado en
Pontenx-les-Forges, dentro del bosque de Landes, en una hermosa Iglesia románica y un
viejo presbiterio. El Obispo Mateo, obispo de Dax, logró recibirlos ofreciéndoles un
proyecto de nueva fundación que se concretaría en enero de 1956, bajo el nombre de
Fraternidad de la Virgen de los Pobres. Estas serían las primeras semillas históricas y
teológicas de una nueva monacalidad emergente que arraigaría mucho más tarde en
tierras peruanas, limeñas y altiplánicas. Los miembros de dicha Cofradía o Hermandad -
entre los que se incluye a André Jacobs-, llevarían una vida monástica cerca del ideal
primitivo de silencio y soledad; escribiendo una regla de vida con normas propias,
inspiradas en San Benito y Charles de Foucauld, viviendo entre los pobres más pobres,
sin distinguirse en nada de sus vecinos. Sin embargo, André Jacobs, buscador y peregrino
por excelencia, a comienzos de los años 60 retornará nuevamente a Mont-César, y más
tarde regresará a Wavreumont con el mismo espíritu contemplativo de pobreza, esta vez
quizás con nuevos proyectos y aspiraciones monásticas en mente.
En 1961, el Padre Bernard de Géradon, monje de Lieja, de la abadía de Maredsous,
es designado como nuevo prior para el monasterio Saint-Remacle Wavreumont,209 mismo
año en que André Jacobs retorna a dicho monasterio. En la primavera de 1963 el clima
había cambiado. Un viento de cambio entusiasmaba a pesar de su precaria situación. El
pequeño grupo de monjes se vio estimulado por proyectos futuros, se hablaba de la
posibilidad de una o varias fundaciones en el Tercer Mundo.210 El 13 de abril de 1966, el
209 Este nuevo prior propuso dos cosas: construir una hospedería más grande de las apenas tres o cuatro habitaciones que habían, y construir un
nuevo monasterio para que el antiguo se vuelva hospedería; lo segundo, mandar un equipo a un país del Tercer Mundo para hacer una
fundación monástica. Quizás André Jacobs habría influido sobre esta segunda propuesta, porque de hecho al haber bastantes ingresos de
novicios, la fundación se habría organizado rápidamente. Finalizado el Concilio (octubre de 1965), Bernard de Géradon, prior de Wavreumont
fue a Roma (junto con su amigo íntimo, Prosper Poswick, embajador belga en el Vaticano; Ver: Gilbert Muytjens, ‘Bernard de Géradon, prieur
et inspirateur de Wavreumont’, Diocèse de Liège, 2013, 2), para tomar contacto con varios obispos, y ver concretamente futuras posibilidades;
coincidentemente habían asistido obispos del Perú, los mismos que hicieron propuestas más concretas y calurosas, al menos tres para las
ciudades peruanas como Trujillo, Arequipa y Lima. Por otro lado, en Navidad de 1965 y fines de ese año, un mes después de la visita a Roma
por parte Bernard de Géradon, hubo una reunión en Wavreumont, en la que se invitó a un grupo de estudiantes peruanos (15 o 20), teólogos de
Lovaina. El capellán de ellos era Gustavo Gutiérrez. En dicha reunión se expuso la situación religiosa del país, [tratando de influir al] cambio
de perspectiva europea, siendo central el tratar de tomar contacto con el medio universitario. (De conversaciones con Bernardo de Briey).
210
Y en este preciso ambiente de cambios y renovadas aspiraciones, fue que hasta el propio hermano prior, Bernard de Géradon, alguna vez
intentó hacerse ingresar a prisión, para conocer la realidad de los presidiarios de Bélgica, y al parecer llegó a conseguirlo. Simón Pedro Arnold
osb, ha indicado que: ‘El padre de Géradon, que era abogado, al terminar su tiempo de prior se puso de acuerdo con un juez de sus amigos para
‘cometer un pequeño delito en Francia’ y así ser condenado de manera ficticia en Bélgica. Este tipo de estrategia sería imposible hoy, creo.
Estuvo recluido en una cárcel de Lovaina durante varios meses, y redactó un informe sobre la situación carcelaria. El rey Balduino se enteró de
esta experiencia e invitó al Padre Bernard a que le exponga, en audiencia privada, su punto de vista.’ Se desconoce en qué terminó tal informe.
Había dejado el monasterio ‘vestido de vagabundo, con la complicidad un amigo. Los dos parten a Francia. Llegados a Borgoña, se separan. Su
64
amigo se dirige a la policía, y declara haber sido despojado de su cartera por un vagabundo. Al día siguiente, Bernard, el vagabundo, es
detenido, encarcelado y procesado en Dijon. Comparte una celda -lejos de la comodidad monástica- con otros dos acusados. Condenado a seis
meses de reclusión, es liberado después de tres’. (La traducción es del autor de esta tesis). Ver: Gilbert Muytjens, Op. Cit., 2. Disponible en:
http://www.pastoralescolaireliege.be/site3/data/files/ANNEE_DE_LA_FOI/DOSSIER_JANVIER_2013/Bernard-de-Geradon.pdf
211 André Jacobs llegaría primero a Lima en diciembre de 1966, mientras que los demás hermanos (Servais, Phillipe, Francis) desde marzo o
abril 1967 en adelante (siendo que algunos hermanos permanecerían sólo algunos años en la nueva fundación de Ñaña, retirándose
posteriormente después de la Orden Benedictina).
212 André Jacobs, Op. Cit., n° 5, hermano Francis, 26 de enero 1968.
213 El hermano Servais va en helicóptero acompañado por unos jesuitas, luego de enterarse de la catástrofe, trasladando medicinas y alimentos
En diálogo reciente con el propio hermano Servais, se afirma que dicho helicóptero sufrió averías en las alturas de una cordillera, cayendo
posteriormente al vacío con todos sus tripulantes, entre ellos el propio Servais, Imelda Vega Centeno, y otros; después de lo cual salvaron la
vida comunicándose por radio.
65
214 André Jacobs se compromete con el acompañamiento sobre todo de religiosas del Sagrado Corazón de Jesús, entre las cuales, con Delfina
Tello concretará formalmente una relación sentimental a futuro, y para siempre (De conversaciones con hermano Bernardo de Briey).
215 La Unión de Estudiantes Católicos (UNEC-PERÚ), particularmente durante los años 60 y 70, había reconocido el descubrimiento del pobre
en su realidad concreta y cotidiana. Lo que supuso para todos sus militantes, empezar a formar parte del proyecto popular a través de la
inserción en las organizaciones populares, sintiendo la necesidad de una presencia mayor y convocadora en el medio universitario.
216 Charles Foucauld, aristócrata francés, que tras una vida mundana se convierte totalmente al Señor, logra llevar a cabo una vida de presencia
evangélica silenciosa, paciente y caritativa en medio del mundo islámico africano, lo cual inspira las fraternidades de los Hermanitos y
Hermanitas de Jesús, y de los Hermanitos del Evangelio.
217 Ya antes de ir a Burdeos, André Jacobs había conocido en Argelia al Padre Voillon, fundador de los Hermanitos, y es gracias a él que va a
estilo de vida a la realidad del presente. Ante esto, la vida monástica no podía ser ajena a
los tiempos cambiantes, por lo que tuvo que adaptarse y responder a las exigencias de una
ciudad limeña en situación de pobreza y desigualdad social, y superar los altercados
culturales de los años 60 y 70 entre belgas y peruanos. Las Crónicas del Perú están
rodeadas de todas estas exigencias de vida cotidiana, de gestos, de reacciones, de
fragilidad, de crisis, pero también de entrega total entre los primeros hermanos monjes,218
sorprendidos por la pobreza de los barrios marginales multiplicados dentro de la capital, y
con el desafío de encarnar monásticamente el espíritu conciliar y latinoamericano.
El hermano Bernardo de Briey osb, prior de Wavreumont durante los años 70,
finalmente termina afirmando que ‘Ñaña comenzó a hacer compromisos personales,
sociales y políticos’, reconociendo que ‘el pequeño grupo no estaba preparado para hacer
frente a ese desafío’ y que ciertamente ‘la vida litúrgica y comunitaria [se iba reduciendo]
al mínimo’. Vendrían entonces las consecutivas deserciones de casi todos los hermanos,
incluyendo los peruanos. Wavreumont no pudo enviar refuerzos sobre todo formativos,
cerrando irremediablemente el monasterio y dar por concluida la 1° fundación, entre 1978
y 1979. Jorge Álvarez Calderón señala que:
La TL había hecho laberinto en el sentido que el compromiso con la historia
cuestionaba demasiado a un monasticismo muy tradicional: deshacía, o traía
demasiado desorden. (Pero) la casa de Ñaña fue pensada con cuidado. Deseaba ser
una fraternidad benedictina pobre, acogedora, profunda. El primer grupo de
hermanos llegó inmediatamente después del Concilio, y era lógico que todo lo que
habíamos soñado con Andrés, en Mont-César, por enero o febrero de 1960,
encontrara el contexto favorable para iniciar la experiencia.219
218 Entre tales hermanos sobresalen: Jaime Ochoa (colombiano), Pepín (cubano), y Humberto San Martín, Samuel Barreto, Manuel Akamine,
Willy Gómez (peruanos), y Benoît Pardon (belga de 23 años, desde noviembre de 1969).
219 De conversaciones y comunicaciones recientes con el padre Jorge Álvarez Calderón: ‘A principios del 60, antes de regresar definitivamente
al Perú, fui a hacer los ejercicios espirituales ignacianos con un jesuita, en esa época maestro de novicios de la compañía. Como él vivía en
Lovaina, yo escogí alojarme en Mont César (los ejercicios los hice en atmósfera benedictina!). André Jacobs era el hotelero [en Mont César]:
hicimos muy buenas [amistades]: yo era muy cercano a los Hermanitos de Jesús, él acababa de estar en el Sahara con ellos. Casi a diario
hablábamos. Cuánto soñamos de una iglesia pobre, de la necesidad de una experiencia osb pobre... Andrés había ido a pasar unos meses, antes
de regresar a Lovaina, en un pequeño monasterio de Nuestra Señora de los Pobres, por Burdeos. Yo, después de Mont César fui a pasar unos
días ahí. Yo deseaba mucho que hubiera una experiencia osb de ese tipo en el Perú! El sueño nació ahí y Andrés lo empezó a implementar. En
1967 vino y se alojó en una casa en Miraflores. Se hizo amigo de Noé Zevallos [hermano De La Salle], consiguió el terreno de Ñaña, yo le
conseguí el arquitecto (Sánchez Griñán…), y así salió todo… ya estábamos en el inicio del post-concilio, antes de Medellín y de ONIS. Pero
estos tuvieron lugar en 1968. Ahí ( ) tuvimos tanta relación con Ñaña’.
67
Los hermanos benedictinos Servais Thissen y Francis Van Menxel fueron los
únicos monjes en asistir a una semana de estudios para sacerdotes y laicos en
Cieneguilla223 (reunión donde asistirían sacerdotes, pastores protestantes, religiosos,
intelectuales de izquierda, y se leería la ‘Carta de los sacerdotes peruanos’,224 con el
220 Ver Young-Hyun Jo, Sacerdotes y transformación social (1968-1975). México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2005.
221
Jeffrey Klaiber sj. La Iglesia en el Perú: su historia social desde la independencia, 427.
222 De conversaciones recientes con el padre Jorge Álvarez Calderón.
223 André Jacobs, Op.Cit., 6° Crónica, 29-04-1968, 2. ¿Primera reunión formal de ONIS, 9 de marzo de 1968?
224 Texto que -según Alfredo Garland, Como lobos rapaces. Lima: Atlántida, 1978, 35- terminaría de redactarse posteriormente en el balneario
de Ancón (Lima), como ‘Declaración de sacerdotes peruanos sobre las estructuras socioeconómicas del país’. Entre los ‘sacerdotes’ firmantes
de Cieneguilla, están los nombres de los hermanos Servais Thissen y Francis Van Menxel; en: Revista OIGA, n° 265. Año VI, 22 de marzo de
1968, 34.
68
apoyo total del Cardenal Landázuri). Dichos hermanos habían hecho amistad con
estudiantes universitarios, haciendo obra social en las barriadas de Lima,225 y al mismo
tiempo acogiendo en el monasterio a los miembros de ONIS, cuando éstos pasaran por
Ñaña.226 Pero es posible que por estas preocupaciones y movimientos, de radicalidad
evangélica y popular, el hermano Servais se haya identificado cada vez más con el
espíritu de ONIS y con la acción social, participando luego más directa y
administrativamente desde 1968 en la Comisión Episcopal de Acción Social CEAS,
asistiendo después a una conferencia de Pablo Richard sobre marxismo y cristianismo en
Chile, antes del exilio de este último en 1973; durante la dictadura de Pinochet hubieron
muchos refugiados chilenos que lograron ser acogidos en el Perú, y en este caso, es muy
posible que el propio Pablo Richard haya sido clandestinamente recibido en el monasterio
de Ñaña.
Hermano Servais señala que el propio padre Gustavo Gutiérrez le confió la acogida
de un sacerdote colombiano, exiliado por vínculos con una guerrilla. En todo caso,
situaciones de la vida cotidiana de aquellos años. La doctora Imelda Vega-Centeno, por
su parte, nos explica un poco más informadamente sobre este ejemplar benedictino.
[Trabajó] con Servais entre 1969-1973 en la CEAS. Su trabajo era más formal en
cuestiones administrativas y activismo, respecto a algunos problemas sociales. No
realizó tareas de análisis social ni de elaboración teológica o pastoral; era una forma
de acompañamiento a la pastoral social de la Iglesia peruana.227
225 En ese sentido, ya André Jacobs desde 1966 notaba la diferencia entre las dos Limas: una más ‘americanizada’ que las propias ciudades de
Europa, y la otra formada de ‘barriadas y gente sufriente’. En: André Jacobs, Op. Cit., n° 1, 21 o 31 de marzo, 1967.
226 El monasterio, en los años 60 y 70, no sólo fue casa de acogida para el grupo ONIS, sino que venían de distintos espacios religiosos y
229 Ya de retorno al monasterio de Wavreumont-Bélgica en 1979, más adelante se desempeñaría como maestro de novicios, desde 1981 hasta
1990.
230 Concilio Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual: Gaudium et Spes, 74.
231
Movimiento Revolucionário Túpac Amaru.
70
que se producirán tres estancias monásticas estratégicas, dos veces dentro del mismo
medio popular urbano de Ñaña (1984 y 1986), y una vez en un pueblo andino marginal de
Capachica-Puno (1988).232 Bernardo de Briey, prior del Monasterio Saint Remacle
(Bélgica), con su comunidad, tomará la decisión de hacer en Perú tales permanencias
provisionales de tres meses con equipos formados por tres monjes (incluyendo al mismo
prior), mostrándose un poco más insertos que antes en medio de la gente de Ñaña, pero
buscando fórmulas sencillas y provisionales, sin los afanes socio-políticos del pasado,
aunque realistamente no se dispusieran de fuerzas humanas para iniciar una nueva
fundación.
En el mundo benedictino no se podía hacer una fundación sino al menos con seis o
siete monjes’. Se pensó así en una fórmula de ‘monjes peregrinos’ que se instalarían
en una casa habitación de la parroquia de Miguel Grau (Ñaña), y que unos
hermanos morfortianos prestarían a los tres monjes llegados de Bélgica.233
Así, durante los años 80 se decidió mandar distintos monjes para comprender la
realidad peruana de manera más estratégica. La estadía pasajera de nuevos monjes
benedictinos durante tres meses en el distrito de Ñaña, buscaba animarlos para que
llegando a Perú decidieran quedarse por un plazo más largo. La primera estadía en 1984
fue conformada por los hermanos belgas, Simón Pedro Arnold, Etienne Demoulin y
Michel Mertens, quienes alquilaron una casa en la zona de ‘Puerto’ (entrada de Ñaña),
intentando contactarse con amistades de años pasados, sin dejar de visitar el monasterio
edificado anteriormente. Más tarde en junio de 1986, los hermanos Bernardo (prior de
Wavreumont), Etienne y Philippe, se quedaron en una casita prestada por los hermanos
monfortianos, en la zona de ‘Miguel Grau’ (Ñaña), en un contexto de violencia social,
terrorismo y asesinatos sorpresivos. De hecho, habiendo llegado los hermanos a inicios
de junio de 1986, el 18 de ese mes ocurre la matanza del Frontón (cárcel ubicada
entonces en una isla cercana a Lima), debido a un amotinamiento de los internos
acusados de terrorismo. Por la mañana toda la carretera central presentaba inscripciones
con la hoz y el martillo, propias del partido comunista peruano Sendero Luminoso,
mientras que jóvenes de Ñaña venían llorando, diciéndoles a los hermanos: ¡van a matar a
nuestros hermanos, a nuestros primos! Pocos días después un señor preguntó al hermano
Bernardo por la razón de su presencia, y qué es lo que venían realizando. Era un policía
vestido de civil. Y es que en realidad, aquellas estadías monásticas provisionales podían
parecer ‘un poco raras,’ pero no por ello menos evangélicas ni poco benedictinas. El
ambiente era como estar en un verdadero nido de terroristas, pero desde ahí se intentaría
rehacer una nueva experiencia benedictina en medio de gente pobre, siendo aquella
pequeña casa alquilada un centro de encuentro y conversación para jóvenes de Miguel
Grau.
La tercera estadía durante 1988 fue realizada por primera vez en el altiplano, en la
península de Capachica-Puno, bahía de Escallani, a orillas del Lago Titicaca, experiencia
que animaría a los hermanos Bernardo, Michel y Rudy (guatemalteco que permanecería
cinco años en Wavreumont), a definir una posible implantación monástica en 1992,
animados y acompañados por el diocesano Manuel Vasallo (párroco de Caracoto). Esta
última estadía tomaba definitivamente distancia del peligro inminente que representaba el
terrorismo en el país. El surandino altiplánico puneño, durante los años del terrorismo se
había caracterizado por ser no un foco radical de violencia como sí lo fueron otras
regiones; sin embargo, el ‘senderismo’ no pudo estar menos ausente en la zona aymara
que en otras. Y por contraste, el movimiento teológico de la Liberación se había
reposicionado en la región altiplánica, luego de la disolución de ONIS, mediante la
asunción de una Iglesia compacta en términos de no-violencia, y socio-políticamente muy
bien autocomprendida.
El edificio del monasterio de la Resurrección en Ñaña, quedaría aún desocupado al
menos monásticamente. Los años 80 señalan una nueva experiencia de vida religiosa
contemplativa, donde lo monástico se pone en contacto con gente muy pobre, celebrando
misas, visitando familias y enfermos, acogiendo en la pequeña capilla de Ñaña a muchos
jóvenes de la parroquia de Miguel Grau, con mucha animación, muchos cantos, en un
contexto de crisis, sospechas y terrorismo latente. Los monjes tampoco alcanzarían a
tener consciencia plena de la situación; había un ambiente de guerra civil, sospechas,
temores y asesinatos. Incluso, en el grupo de jóvenes había alguno que otro que estaba
vinculado con Sendero Luminoso,234 siendo cristianos convencidos y a la vez
234Idem. ‘Entre ellos una familia, pareja joven con dos pequeños niños, [con quienes] celebraron el bautismo... Una familia muy cercana de
nosotros. Un día la esposa llega a la casa a decir “esta noche la policía ha tomado a Carlos [Turrín] y lo han encarcelado”, joven con mucha
inquietud que conversaba mucho con hermano Etienne (Esteban) Demoulin’. Esta información sobre los años 80 corresponde con lo que
72
recientemente en conversaciones señala Simón Pedro Arnold osb: ‘En cuanto a mi experiencia con la izquierda peruana de los años 70, estuve
en un pequeño grupo partidario (Izquierda Popular, si no me equivoco) compuesto esencialmente de intelectuales cristianos. Algunos de los
líderes hicieron carrera política después. Para mí fue una excelente formación política y, más ampliamente, un espacio para entender mejor el
Perú y las sociedades complejas. Paralelamente trabajé todo el tema de las culturas indígenas con Neptalí Liceta. Esta experiencia doble
(política y teológico-antropológica) fue la base de mi tesis de doctorado en Lovaina. En Ñaña formábamos una célula de este grupo político con
jóvenes del barrio, lo que también fue una escuela social interesante aunque, a distancia, bastante ingenua. ( ) Algunos de esta célula terminaron
en Sendero [Luminoso], lo que nos hizo tomar conciencia de las contradicciones y ambigüedades de nuestro discurso’.
235 Entre los participantes de ese grupo de reflexión bíblica, se mencionan nombres como los de Natalia, Rosa, Gladys Roldán Castillo,
Graciela, Juan, Delia Llactahuamán Sauñe, Barbarita, María, Julia, entre otros.
236 La casa de Ñaña (Monasterio de la Resurrección) fue ocupada por una congregación de monjas de la selva que habían convertido el antiguo
recinto monástico en lugar de crianza de animales, gallinero, dejándolo todo ensuciado. De conversaciones con Bernardo de Briey osb.
73
por lo que algunos hermanos y hermanas laicos tuvieron que vivir en la casa de manera
vigilante y permanente.237
Al regresar en 1991, los hermanos Simón Pedro, Domingo y Juan Alberto, se
encontraron con un pequeño grupo algo más identificado de laicas y laicos. Manuel
Akamine, amigo de años atrás, pedía participar en el nuevo proyecto; hermana Eveline,
Rosa, Delia, Juan, Natalia, Gladys y Jesús, responsabilizados del cuidado de la casa de
Ñaña, junto con el señor Agapito y la señora Petronila, empezaban algo más formalmente
el camino de la Fraternidad Laica, en medio de una situación difícil en la que la epidemia
del cólera y la desnutrición hacían estragos, y en lo socio-político Sendero Luminoso
seguía generando un ambiente de inseguridad, por lo que el equipo monástico en 1992
decidió ir al altiplano en Chucuito-Puno, luego de la invitación formal del Obispo de Juli-
Puno, el vicentino Msr. Raymundo Revoredo238. Antes, hubo un tiempo de inserción
importante que consistió en hacer presencia discreta pero fuerte, que podía dar coraje y
fortaleza,239 inclusive al costo de exponerse al asalto y al secuestro por desconocidos,
volviéndose signo de fidelidad profética a la comunidad de Ñaña, víctima del cruce de
balas perdidas y de las amenazas del ‘senderismo’.
En ese momento se confió el cuidado de toda la casa de Ñaña a los hermanos y
hermanas de la Fraternidad, fortaleciendo los lazos de la nueva comunidad monástica
unida a ésta. Especialmente la hermana Gladys Roldán Castillo240 y familia (su esposo
Jesús y su hija Sumac), elegidos por la Fraternidad, vivieron durante dos o tres años,
237
Todavía una biografía pormenorizada de Eveline de Bloch, está pendiente. Sin embargo, no sorprende que su desempeño anterior a los años
80 corresponda con su propia colaboración en la secretaría del Cardenal Süenens, inspirador directo de casi toda la profética teológica del
acontecimiento conciliar durante los años 60. Quisiéramos, por tanto, releer en trabajos posteriores el protagonismo de la ermitaña Eveline y su
testimonio desde Nueva Nazaret - Ñaña.
238 Los hermanos respondieron a una invitación del Obispo de Juli asegurando la creación de un centro de formación espiritual algo retirado de
las diócesis de los Andes del Sur. Los hermanos, sin embargo, prefirieron mantener su independencia, y mudarse a una casa (vecina y
alquilada) de Chucuito, por más de cinco años, llevando una vida cercana a la gente, tratando de conocer la mentalidad y la cultura, pero sobre
todo tratando de discernir si ese era el lugar donde iban a instalarse para siempre. Ver el artículo de Bernardo de Briey osb, ‘L’histoire du
Monastère de Wavreumont’.
239 Ver Carta de Wavreumont, ‘Carta de hermano Dominique [Solot], del 17 de abril’, Periódico Trimestral n° 40, Stavelot-Bélgica, 1991, 10.
240 Colaboradora en la fundación del actual distrito de Huaycán en 1984, formando parte de la directiva central en el mismo lugar, en entrevista
reciente (marzo de 2013) nos ha comunicado: ‘cuando yo estuve viviendo ahí [en el monasterio], vino un señor del servicio de inteligencia,
pero se metió [al recinto del monasterio, tal vez por tiempos de ‘retiro espiritual’] primero como novicio [o postulante a Misionero de la
Reconciliación] del Señor de los Milagros. Paraba en la biblioteca, y se le veía bien raro. ( ) Yo me di cuenta... y después renunció a la
comunidad, hizo su empresa de vigías, de policías particulares... pero era del ejército. Nos habrá investigado a mí... a la comunidad [de los
benedictinos], todo, porque entraba a la biblioteca, y qué habrá dicho viendo esos libros. Ha sido en 1990, hasta el 93 o 94. Su nombre no me
acuerdo, después descubrieron que no era su nombre, después me contaron. [Venía] días, viernes, sábado, domingo, [para hacer retiro], durante
un año...’ De hecho, el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), todavía permanecía preocupado entre 1990 y 1992 (año de la captura de
Abimael Guzmán R., líder de Sendero Luminoso), pero no sabemos si Ñaña y los monasterios ‘femeninos’ de alrededor representaban algo más
para el SIN dentro de esa misma preocupación, en cierta forma. Lo notorio es que el Monasterio Benedictino de la Resurrección en Ñaña, y con
la presencia de los monjes recién retornados en 1991, todavía se prestaban a ciertas sospechas y observaciones por parte del Estado, incluso si
la misma comunidad monástica no lo hubiera tomado en cuenta, y partiese para el surandino altiplánico aymara durante el siguiente año, 1992.
Gladys Roldán Castillo, agrega que durante el año 1991: ‘[Durante] la época del terrorismo, nosotros ya [entrábamos] a vivir [en el recinto de
la casa monasterio, para su cuidado y vigilancia], en una de esas pusieron una bomba al frente [del monasterio], en el Colegio “[Nuestra
Señora] de la Sabiduría”, reventó la bomba y toda la luna se vino abajo, volaron la puerta todo... nuestra puerta de madera chocó hasta la pared
del comedor, y voló todo desastillado, y por gracia de Dios no nos pasó nada...’
74
241
Ella quizás pronto vuelve a Francia, regresando posteriormente a Perú para vivir desde 1994 como ermitaña benedictina, cuatro años en
Ñaña, y luego los siguientes cuatro en la comunidad de Camacani-Chucuito; por razones de salud baja a Lima a partir del 2003-4???, hasta hoy.
242 A 500 años del descubrimiento de un encontronazo entre dos mundos, y año de la 4 Conferencia Episcopal Latinoamericano reunida en
difícil: no podían mandar más hermanos. La luz verde fue dada con mucha
prudencia, y mucha dificultad. El inicio fue más acompañar quizás a un grupo de
jóvenes con su dinámica propia, poniéndonos al servicio de la Iglesia; pero en
verdad el código no era totalmente claro. Entonces, por fin Wavreumont cedió en
estos años a una línea más clásica de una fundación con las etapas de postulantado,
noviciado, para que más rápidamente el monasterio se vuelva monasterio de
peruanos.246
246De conversaciones recientes con Bernardo de Briey osb. Los primeros hermanos novicios serían Hernán, Elmer, Javier, entre los peruanos
aymaras; luego se vincularían, Ildefonso (que ya estaba algo más vinculado a la comunidad como amigo cercano, desde finales de los años 70)
y Alexander, entre otros.
76
orante, y la opción preferencial por las y los más pobres. El Concilio cumplía sus
primeros 30 años.
Por su parte, la casa de Ñaña siguió manteniendo la vida monástica como hasta en
nuestros días, pero con un servicio integral de hospedería que ofrece espacios de retiro,
reflexión, acogida y posada, charlas y acompañamiento, dirigidos y animados a la vez por
la Comunidad Monástica y la Fraternidad Laical, conservando, cuidando y cultivando el
espíritu benedictino. Luego ya a partir de 1998, los hermanos Domingo Solot y Roberto
Padilla Moreno retornarían a Ñaña por cuestiones de salud o estudio, teniendo que
recrear nuevamente la vida monástica, aunque esta vez acompañados por la presencia de
la Fraternidad Benedictina, que se vio fortalecida tanto por el trabajo de estos hermanos
monjes, como por la siguiente llegada de dos laicas belgas muy comprometidas con el
caminar de San Benito en la Oblatura Benedictina de Wavreumont en Bélgica: la
hermana Madeleine Livron, que sacaría adelante el proyecto de quesería en el propio
monasterio de Ñaña, y en el que colaborarían monjes y laicos benedictinos; y la hermana
Ana María Mamburg Resimont, psiquiatra de profesión, que se dedicaría a la pastoral
social y de salud en la diócesis de Chosica, más tarde iría a Puno para ejercer docencia
universitaria, acompañamiento y servicio de escucha en el Centro de Espiritualidades
Emaús a personas afectadas por la violencia política y terrorista, hasta la última década
pasada. La administración, el mantenimiento, la economía, y la hospedería de la casa de
Ñaña, y el cultivo del campo colindante, serían de la directa responsabilidad de algunos
miembros de la Fraternidad.
En Chucuito la vida contemplativa y monástica de la 2° fundación se expresará
todavía algo más exigente que Wavreumont, pero manifestando una cercanía cotidiana e
insustituible con las y los más pobres. Dicha fundación seguirá siendo también lugar de
retiro y encuentro espiritual, más que lugar de conversación, instrucción, elaboración o
debate, como lo fue Ñaña.
249 ‘El silencio es el verdadero crisol del Espíritu en nuestra vida. ( ) En nuestra experiencia monástica, el silencio no es un espacio vacío, un
simple no hablar o no hacer bulla. Si lo fuera se reduciría a un ejercicio vano de disciplina. Para nosotros, "hacer" silencio tiene un sentido
activo y de plenitud. Se trata de crear silencio adentro de sí mismo y entre nosotros como en los ambientes de la casa para que nos tomemos
morada del Dios, silencio del Espíritu. Hacer silencio es una actividad espiritual que consiste en hacer advenir el Espíritu en medio de nuestra
vida. Se trata de una tarea primordial del monje porque, desde este advenimiento del silencio, todo cobra consistencia espiritual: nuestras
palabras, nuestros pensamientos, nuestros trabajos, nuestros afectos y relaciones humanas. Es el crisol que transforma el hierro frío de nuestros
egoísmos en metal fundido e incandescente de amor divino. Es desde el silencio que toda realidad deja de ser una simple anécdota, plagada de
nuestros prejuicios, para volverse misterio y don de Dios. Es en el silencio que nuestro hermano ya no es una simple personalidad con su
carácter más o menos agradable para mi carácter y se vuelve rostro de Dios contemplado con los ojos del Espíritu desde mi interior silencioso y
constantemente "silenciado". Es desde el silencio espiritual que el frío de la mañana, la austeridad de la disciplina monástica dejan de ser una
carga para volverse vía láctea, camino hacia Dios, espera ansiosa y gozosa del Señor de la luz. Es desde y dentro de este hacer silencio que se
va forjando poco a poco nuestra persona interior más allá de nuestra personalidad psíquica. Es desde este crisol activo, desde esta tarea
cotidiana que nuestro rostro se va transfigurando para nosotros mismos, para los hermanos y para el mundo, en rostro de Dios. Esta tarea
fundamental del monje implica, por cierto, respetar y asumir la disciplina algo ruda del silencio material, especialmente en las horas indicadas,
una atención a la discreción en las palabras y en el ruido (radio etc.) interior y exterior a lo largo del día’, en: Simón Pedro Arnold osb,
Conferencias Espirituales, ‘El tiempo del Espíritu’. Pentecostés, 13 de mayo 2005. Biblioteca del Monasterio Benedictino de la Resurrección,
Chucuito Puno.
250 ‘Cumplamos nosotros lo que dijo el profeta: «Yo me dije: vigilaré mi proceder para no pecar con la lengua. Pondré una mordaza a mi boca.
Enmudecí, me humillé y me abstuve de hablar aun de cosas buenas». Enseña aquí el profeta que, si hay ocasiones en las cuales debemos
renunciar a las conversaciones buenas por exigirlo así la misma taciturnidad, cuánto más deberemos abstenernos de las malas conversaciones
por el castigo que merece el pecado. Por lo tanto, dada la importancia que tiene la taciturnidad, raras veces recibirán los discípulos perfectos
licencia para hablar, incluso cuando se trate de conversaciones honestas, santas y de edificación, para que guarden un silencio lleno de
gravedad. Porque escrito está: «En mucho charlar no faltará pecado». Y en otro lugar: «Muerte y vida están en poder de la lengua». Además,
hablar y enseñar incumbe al maestro; pero al discípulo le corresponde callar y escuchar. Por eso, cuando sea necesario preguntar algo al
superior, debe hacerse con toda humildad y respetuosa sumisión. Pero las chocarrerías, las palabras ociosas y las que provocan la risa, las
80
Los días sábados 07.30pm Vigilias (no Completas; oración que anticipaba la
solemnidad de la Resurrección de cada domingo). Los días domingos se iniciaba un poco
después, 06:00am, con sólo Laudes (sin Maitines), y se podía conversar más amenamente
durante las demás horas hasta las Vísperas, tiempo en que se volvía al recogimiento
regular. Durante el domingo, se celebraba la Eucaristía en la parroquia Nuestra Señora de
la Asunción (Plaza de Chucuito), reuniéndose con los vecinos del pueblo, niños, jóvenes
y adultos, compartiendo necesidades y alegrías, caminado por parques, bodegas, el cerro
Atojja, paseando por el lago Titicaca, con conversaciones abiertas entre los hermanos,
música, guitarra, y cierta modificación discreta de la dieta (carnes, huevos y postres). Es
decir, la vida monástica de abril 1998 hasta fines de 2006, no dejó de cultivar los 4 pilares
de la mesa (ad-intra): oración, trabajo, vida fraterna y hospitalidad, sin desentenderse de
los 5 compromisos definidos comunitariamente como no negociables (ad-extra): vida
contemplativa, opción por los pobres, vida eclesial, inculturación, y no violencia.
condenamos en todo lugar a reclusión perpetua. Y no consentimos que el discípulo abra su boca para semejantes expresiones’, en: García M.
Colombás, e Iñaki Aranguren, Op. Cit., VI, La Taciturnidad.
81
251Y como bien lo señaló María Julia Ardito op, durante la celebración de los 10 años de presencia y fundación monástica en Chucuito, -año
2002- seguramente también narcisismos, personales, comunitarios e institucionales, que muchos hoy viven en instituciones de vida religiosa.
82
252
Cfr. Gilbert Muytjens, Op. Cit., 2.
83
personajes’, porque entonces nos quedamos entre imágenes y roles, y los seres
humanos son más que eso: no hay que confundir el ser humano y una máscara’.253
El año 2002 era una llamada de atención con mayúscula. La llegada de vocaciones
peruanas no tenía por qué haber suscitado la edificación definidamente estructural de un
nuevo monasterio, más o menos alejado de la zona central del distrito; de todos modos la
preeminencia de una formación monástica y el acompañamiento a una comunidad semi-
individualizada, resultaron accesorios. La comunidad monástica entonces resultó
hallándose en la delgada línea de una presencia inserta y la impulsiva necesidad de fundar
y forjar una comunidad con peruanos. A todas luces ambas expresiones de la vida
monástica podían ir sencillamente juntas, inserción con monasticidad, sin embargo, el
padre Manuel Vasallo, presente en la celebración, precisó que aquel ‘cambio’ de un tipo
de presencia inserta a otra nueva como fundación con peruanos, se hallaba en función del
proyecto de la misma vida monástica, y que la decisión por el cambio había sido tomada
253 Etienne Demoulin, ‘De la Evaluación de los 10 años de presencia benedictina en los Andes. Chucuito, 22 de octubre de 2002.’ Revista
trimestral Carta de Wavreumont, dedicado al Perú, 2002, 6.
254
Ibid., 14-15. Las cursivas son nuestras.
84
‘eclesialmente’255 (no sólo había sido una decisión de los hermanos belgas). De todas
maneras, el proyecto de una vida monástica en Chucuito no debió de haber dado sólo un
paso hacia el clásico intercambio de contenidos culturales, sino hacia algo que
esencialmente permanecía y permanece en el Pueblo de Dios y en todas las culturas
humanas: una monacalidad que ni monjes belgas o peruanos han logrado identificar con
certeza hasta hoy. Todo hace pensar que al menos hermano Esteban Demoulin, era
implícitamente consciente de ello, al afirmar que...
...el pueblo de Dios tiene algo que decir, porque tiene el derecho de recibir una
experiencia monástica también. Del mismo modo, no podemos vivir la vida
monástica sin recibir de alguna manera lo que el pueblo de Dios vive.256
crítica de la realidad a través de la relectura bíblica o lectio divina, sin dejar de hacer
opción por las y los más pobres, y desde una liturgia recreada por una nueva eclesialidad,
monástica y laical.
257
Ver Simón Pedro Arnold osb, Tú sígueme.
87
258 Raimon Panikkar habla de la ‘misión cosmoteándrica’ de Cristo en virtud de su condición humana y divina. Jesucristo es el símbolo viviente
de la divinidad, de la humanidad y del cosmos. En: Raimon Panikkar, La plenitud del hombre. Una cristofanía. Madrid: Siruela, 1999, 220.
259
García M. Colombás, e Iñaki Aranguren, Op. Cit., PRÓLOGO, 1. (Cf. Prov 4,20; 1,8; 6,20; Sal 44,11; Eclo 51,21; 1 Re 8, 58).
88
260 Ibid., IV, Cuáles son los instrumentos de las buenas obras, versículo 21.
261 Simón Pedro Arnold osb, Conferencias Espirituales. ‘Dejarse abrir los ojos por Jesús’. Biblioteca del Monasterio Benedictino de la
Resurrección, Chucuito Puno.
262 García M. Colombás, e Iñaki Aranguren, Op. Cit., XXXIII, Si los monjes deben tener algo en propiedad; LV, La ropa y el calzado de los
264 Ver Simón Pedro Arnold osb, La foi sauvaige. Bilan provisoire d’un théologien perplexe. Paris: Khartala, 2010.
265
Ver José Ignacio González Faus, ‘Monacato y Opción por los pobres: mística y profecía’, 331.
90
Llegando casi al final de este primer capítulo, el reto no sólo está en visibilizar lo
influyente de lo conciliar y lo benedictino, monástica y laicalmente, hasta Chucuito en
Puno, sino en cómo todo ello debe seguir inspirando e influyendo a las siguientes
generaciones particularmente inscritas en las dos últimas implantaciones benedictinas, y
cómo todo ello debe y tiene el derecho de influir a la luz de la Buena Noticia del
Evangelio a toda condición humana, e incluso cósmica.
Finalmente, luego de ser la Familia Benedictina receptora de toda esta cartografía
teológica, llena de influencias, diálogos y dificultades, desde lo conciliar y lo monástico
benedictino, está llamada a influir desde su escuela de San Benito, y su vida
contemplativa, su lectio, su opción, y su propuesta litúrgica en sus dos implantaciones,
tratando de que todo lo que se celebre litúrgica, auténtica y conscientemente, sea danza
sagrada de nuestro propio misterio, porque nosotros mismos somos liturgia,268 liturgia
266 Simón Pedro Arnold osb, Conferencias Espirituales. ‘Pentecostés, 13 de mayo 2005’.
267 Ibid., ‘4 de septiembre 2005’.
268
Ver Simón Pedro Arnold osb, La foi sauvaige.
91
que anticipa la fiesta del pueblo reunido alrededor del Misterio, y que participa de una
misma liberación eucarística: el ser mismo de Jesucristo.
Sólo así, la Familia Benedictina, monástica y laical, será consciente e influyente de
una nueva eclesialidad, y de su eclesialidad, en tanto práctica evangélica y aspiración
litúrgica que a la luz del espíritu conciliar y benedictino, acompañan una tradición viva y
aggiornada, capaz de engendrar una verdadera Familia litúrgica, humana, y servidora,
con germen de Reino.
[La] figura laical del monaquismo [iniciada con san Benito de Nursia] propone ( )
[una nueva eclesialidad], es decir, una dinámica de relaciones eclesiales, plural y
familiar. De alguna manera, la Iglesia monástica es un prototipo del pueblo de Dios
en su inmensa diversidad hasta de generaciones. Ver los capítulos [de RB] sobre los
niños, lo jóvenes y los ancianos, de clases sociales (nobles y pobres), y de género
(ver el episodio del encuentro de Benito con su hermana Escolástica en los
Diálogos de San Gregorio). (...) La intuición de San Benito contiene una utopía de
Iglesia y de sociedad, sumamente actual y fecunda. El monasterio, entendido [así],
es algo como un prototipo de una nueva eclesialidad y de nuevas relaciones
sociales, inspirado de las bienaventuranzas evangélicas.269
&&&
269
Simón Pedro Arnold osb, Tú sígueme, 31 y 49.
92
CAPÍTULO II
ENSAYO HERMENÉUTICO DESDE LA FE
A una Iglesia auténticamente liberadora y contemplativa, hija del Concilio, le queda aún
dar varios pasos más hacia adelante, no porque no los hubiera dado sino porque esos mismos
pasos deben ser siempre dados como nuevos e indetenibles, pasos de aproximación, de cercanía,
de acompañamiento y participación –al menos crítica– en el desenvolvimiento de las cosas del
mundo. Hoy mucho más en un contexto como el latinoamericano y peruano, donde una vida
benedictina, monástica y laical, ha seguido recreándose y repensándose como afirmación
profética y expresión directa de una sabiduría no solamente eclesial ni sólo monástica, afirmación
y sabiduría encarnadas precisamente en casi cincuenta años desde las y los más pobres. El no
constatar los brazos que unen la Iglesia del Concilio y una vida benedictina en el Perú, sólo las
destinará por estaticidad institucional o por monotonía monástica, a una caja de museo repleta de
leyendas y caricaturas.
Aquí intentaremos visibilizar hermenéuticamente dos cosas: las influencias de una
conciliaridad liberadora representada por el Concilio Vaticano II, y el influjo de una memoria
histórica de la vida monástica benedictina en el Perú, que logran contemplativa y liberadoramente
dar alguno de esos pasos hacia adelante en términos teológicos. Paralelo a ello, haremos un
diálogo crítico y permanente de fe entre ellas.
270 Con ese ser y hacerse de la nueva Iglesia servidora, se confirma lo que ha señalado más arriba Giuseppe Alberigo. Op.Cit., 25-26.
271 Parafraseando las primeras líneas del Prólogo de la RB. Ver García M. Colombás, e Iñaki Aranguren, Op. Cit., PRÓLOGO, 1
272 Al final del Concilio, el 16 de noviembre de 1965, un grupo de 40 obispos se reunió en la catacumba de Sta. Domitila y allí firmaron el llamado Pacto de las
Catacumbas, por el que los obispos presentes se comprometían a llevar una vida pobre, sencilla. El Pacto de las Catacumbas fue ignorado por los demás obispos,
pero tuvo una gran importancia porque fue el origen de la Conferencia de Medellín. Entre los 40 obispos firmantes estaban: Dom Helder Cámara, Dom Antonio
93
influyentes, varios de ellos latinoamericanos, cuya teología sería profundamente marcada por una
nueva forma de vivir, evangélica y episcopalmente, según el modo ordinario de la gente,
renunciando a apariencias y a toda imagen de riqueza, empezando por el vestir, evitando todo
aquello que se vinculara con privilegios, primacía o preferencia a ricos y poderosos. Iba a tono
con el proceso de una teología que aspiraba a un mundo donde se crearan leyes, estructuras e
instituciones sociales a favor de la justicia, la igualdad y el desarrollo armónico, y en pro del
advenimiento de un orden social, nuevo y digno de los hijos y las hijas de Dios, un nuevo orden
social rumiado y escuchado obedientemente por las y los nuevos discípulos de Latinoamérica y el
Caribe. En el Pacto de las Catacumbas se decidía entonces, desde un reducido foro episcopal, por
un compromiso formal y público, inmediatamente postconciliar, intentando liberar del
sufrimiento a las inmensas mayorías en situación de miseria física, cultural y moral; lo
benedictino –monástico y laical– no estará jamás exento de esta búsqueda profundamente interior
y contemplativa, en el reconocimiento de su propia miseria peruana y belga a la vez. De hecho, si
ser y hacerse servidora del Reino (como lo propuso en voz alta la Maestra) podía llevarse a cabo
en los mismos espacios europeos, sin embargo, no se trató de trasladar el Evangelio a un nuevo
espacio como el peruano, sino de descubrirlo y anunciarlo en el corazón de las y los
empobrecidos que aún irrigan el corazón de la espiritualidad benedictina.
En el Pacto de las Catacumbas se pidió adoptar acciones políticas en contra del
empobrecimiento de las naciones pobres, en un mundo cada vez más enriquecido a costa de las
mismas. Nítidamente, las ideologías de las que pudo haber estado revestida esta auténtica
profética episcopal, no alcanzarán aún el prurito de incertidumbre de los años 80. El espíritu
conciliar, compañero de camino, favorecía a que las nuevas teologías cristianas, también de pasos
hacia adelante, se identificaran como movimiento y espiritualidad, y no como meros productos
institucionalizados o admitidos por el ‘establishment’ eclesiástico. Aun con el contraste entre los
40 obispos y los más de 2000 que, discutiblemente o no, no dieron este tipo de pasos hacia
adelante, resalta luminosamente el Pacto de las Catacumbas de innegable valor para las teologías
posteriores en Latinoamérica y el Caribe.
Para el caso monástico belga, representado por André Jacobs y el equipo benedictino de la
primera fundación en el Perú, no parece haberse identificado directamente este tipo de documento
episcopal, pero sí constatamos muchos pasos hacia adelante desde la radicalidad monástica a
Fragoso, Dom Aloisio Lorscheider (brasileños), Don Manuel Larraín (chileno), Don Leonidas Proaño (ecuatoriano), Don Samuel Ruiz (mexicano), Don José
Dammert (peruano). Disponible en: http://www.redescristianas.net/2010/11/17/pentecostes-en-la-catacumba-de-santa-domitilagabriel-sanchez-montevideo-uruguay/
94
veces jalados por un compromiso socio-político en muchos de los casos clandestino, y una
correspondiente incomprensión por parte del monasticismo europeo de la casa madre en Saint
Remacle. El Monasterio Benedictino de la Resurrección (Ñaña), sede y centro de reflexión,
encuentro, retiro y oración, para la teología y el movimiento de la Liberación en sus distintas
vertientes académicas y pastorales, estaba habitado por un pequeño grupo de monjes testigos que
no estaba preparado para afrontarlo. En realidad, no era el equipo ideal para un trabajo ideal, en
una situación ideal,273 pero de acuerdo con la coordenada de ser y hacerse Iglesia
fundamentalmente ‘monástica’ y servidora del Reino de Dios, había la necesidad de descubrir
aquello que debía ser la vida monástica para ese momento y para ese lugar, como lo fue la Iglesia
latinoamericana de incontrastables pasos hacia adelante.
Esta es una interpelación a la que los propios peruanos y peruanas no deben dejar de
responder, con o sin monasticidad, o con o sin monasticismo posible, ya que portan una semilla
monacal que habita en todo ser humano, no solamente cristiano, peruano o belga. Y no podía ser
un servicio al Reino de Dios desde las y los más pobres, que desde lo benedictino no admitiera
una formación monástica profundamente humana, espiritual y teológica a la vez,274 tratando de
hacer nacer verdaderos monjes -y monjas- que pudiesen servir al Reino, viviendo radicalmente
del trabajo de sus propias manos.
Dentro de una formación monástica así, André Jacobs preguntaba: ¿excluiríamos de
nuestra fraternidad a personas que buscan a Dios, pero que son ‘incapaces’ de ganar su pan
cotidiano en la sociedad actual, sin poner en peligro su equilibrio espiritual? Respondía: ‘la
práctica de la fraternidad me parece más importante que el testimonio de la pobreza’,275 no
porque con fraternidad y sororidad termina por ser maquillada la pobreza, sino porque ambas la
acompañan al ser ésta lugar privilegiado donde la pobreza de Cristo nos enriquece, nos
transforma y compromete, sin diluir a Jesús de Nazaret en la miseria humana o separarlo de ella,
porque ello significaría en ambos casos no una valoración de la humanidad sino su traición.276
Los monjes auténticos, tal como dom García Colombás lo indica, no se preocupan jamás de
dar ‘testimonio’; lo considerarían una presunción, un orgullo, e incluso una hipocresía.277 De
hecho, frase dura y difícil para los teólogos liberacionistas de los años 60 y 70, al mismo tiempo
solidarios de esta ‘especie rara’ que recién se implantaba en las tierras de Ñaña, bajo forma de un
monaquismo señalado como vulgus pecus (rebaño vulgar) o novum inauditumque monstrum
(nuevo monstruo inaudito), hipócrita y alienado por excelencia,278 pero que lejos de la caricatura
y la etiqueta del ‘testimonio’, forjaban relaciones humanas nuevas, con un servicio de Iglesia
monástica puesto en marcha hacia el Reino, desde la reconciliación con las y los más pobres.
Era una identidad y una actitud a las que André Jacobs desde su proyecto monástico apostó
por no defraudar, asumiendo no un siglo de atroces y destructivas invasiones bárbaras alrededor
de la decadente Roma en tiempos de Benito, sino una lamentable crisis nacional que se iniciaba
con la devaluación de la moneda peruana durante setiembre de 1967, y que repercutiría en los
movimientos sociales representados por la clase media intelectual, atentos al surgimiento de la
nueva historia del Perú y a las irradiaciones dolorosas de la deuda social, política, económica y
religiosa, caldo de cultivo de la futura guerra interna de un Sendero Luminoso aún en ciernes.
Y por cierto que el Concilio Vaticano II recibía también un mundo así, lleno de tristezas y
angustias, pero también de alegrías y esperanzas. De todos modos, si a una Iglesia de pasos hacia
adelante le correspondió un Pacto de las Catacumbas, la Iglesia peruana correspondió al
Concilio con una ‘revolucionaria’ Declaración de los sacerdotes peruanos, firmada en abril de
1968, donde aparecían como firmantes dos de los hermanos benedictinos, Servais Thissen y
Francis Van Menxel, cuya orientación monástica apostaría por un trabajo de Iglesia servidora del
Reino desde las y los pobres, y no por un trabajo de promoción meramente socio-económica.
Se comprende luego la preocupación de los monjes de Saint Remacle (Wavreumont), al
consultar en setiembre del siguiente año sobre si no se corría el riesgo de una ‘dispersión’ de la
comunidad monástica.279 Había una presencia de vida en común que salvaguardaba a toda costa
la asistencia de los monjes en el Oficio280 (o Liturgia de las Horas), pero también era el momento
de revitalizar una vida religiosa seria, con un compromiso que fuera signo de que no se
desentendían de los problemas cruciales de la Iglesia y del país,281 participando con toda
disponibilidad evangélica durante una lluvia torrencial de magnitud a fines de 1969, o luego del
terremoto de Huaraz-Yungay (al norte de Lima), el domingo 31 de mayo de 1970. Rondaba la
pregunta por los valores monásticos que podían y debían ‘funcionar’ en el mundo de entonces,
insistiendo en la necesidad de formar monjes del mañana en su especificidad monacal.
Una nueva teología de firma y sello episcopal de igual magnitud que Justicia en el mundo y
Evangelización, hijas propiamente dichas del Concilio Vaticano II, por un lado, y por otro, la
efervescencia teológica liberadora a favor de las y los más pobres, animarían -con no poca tensión
interior y penumatológica- a las posteriores fundaciones monásticas benedictinas en el Perú.
282 ‘Los españoles no introdujeron ninguna orden contemplativa para hombres’. En: André Jacobs, Op. Cit., 4° Crónica, Setiembre 1967, 6. No justificamos la
ausencia y el silencio histórico de lo benedictino, que cada vez más termina por ser coparticipante de una Conquista del Perú, pero en pasivo.
283 Pregunta inmediatamente lanzada al inicio de su alocución en el aula conciliar.
284 Esteban Demoulin, ‘De la Evaluación de los 10 años de presencia benedictina en los Andes. Chucuito, 22 de octubre de 2002.’ Revista trimestral Carta de
monástica- desde los pobres, con los pobres, y para los pobres? ¿Constructores de monasticidad
no reducida a simple ‘oasis de paz’, sino llamada a responder a una vida contemporánea cargada
de miseria, violencia, desdicha, desarraigo, y permanentes desafíos cotidianos? El presente urge
de respuestas, pero en este preciso decir de sí mismos habita la impostergable influencia conciliar
de una tensión creativa que aún hasta hoy no termina de interrogar.
¿Sólo se trató de un vacío teológico en América Latina durante los años 80, junto a otro
vacío benedictino que dejó de lado su memoria histórica y teológica luego de un caminar de casi
50 años, o tal vez como benedictinos y benedictinas fueron indiferentes a la efervescente
ideologización de la teología, con la coincidente y prolongada ausencia de vida monástica,
benedictina y estructural, entre 1979 y 1992? ¿Qué dicen de sí mismos las y los benedictinos,
cuando hoy surge una crisis socio-económica, educativa y ambiental, que puede ir incubando
nuevas formas de violencia en el Perú, acostumbrados aún a la ambigüedad de una Iglesia
peruana comprometida a medias, y luego diplomáticamente distanciada de los causantes de las
injusticias y desigualdades sociales?
¿Qué decir de sí mismos, monástica y laicalmente, en la permanente hora del misterio de la
Iglesia madre de los pobres, en la hora del misterio de Cristo sobre todo en el pobre?285 ¿Son
constructores de una comunidad de fe y de bienes (Hechos de los apóstoles), que implique la
integración comunitaria de la eclesialidad y la sociedad,286 con una nueva toma de consciencia de
la realidad social y religiosa, sin unirse a las alianzas del mundo y las instituciones económicas,
políticas y religiosas, dominantes? Quizás lo sustancial de todas estas tensiones creativas, se
encuentre de cierto modo en el proyecto de Dios, que no es lo que la persona hace, sino lo que la
persona es,287 y dice de sí misma individual y comunitariamente.
Estas tensiones creativas puestas a la intemperie por la audacia del Espíritu, expresan los
‘dolores de parto’ tanto para una Iglesia que se autocomprendía de manera novedosa, como para
un monasticismo benedictino que arriesgaría conflictos de identidad en la sociedad tercermundista
de los años 70 y 90, dispuestos a servir al Reino de Dios en el mundo de las y los más pobres, y a
nacer del agua y del Espíritu aun con la gran sabiduría de los ‘Nicodemos’ anteriores.288
285 Cardenal Giacomo Lercaro, ‘La doctrina evangélica de la pobreza en la Iglesia’, 35 Congregación General (6-12-1962), en: AUTORES VARIOS, Vaticano II,
Enciclopedia Conciliar: Historia, Doctrina, Documentos. Barcelona: Ed. Regina, 1967, 827.
286 André Jacobs, Op.Cit., 14° Crónica, 2-3.
287 Etienne Demoulin osb. Op. Cit., 6.
288
Juan 3, 1-8.
98
Después del Vaticano II, no se puede entender a la Iglesia fuera del trinomio Iglesia-Reino-
Mundo, por cuanto son tres realidades que se interpenetran.289 La Iglesia [a la luz de la
cristología y la pneumatología] existe para ser signo e instrumento del Reino de Dios en el
mundo.290
Lejos de una pneumatología conciliar sistematizada, la pastoralidad de Juan XXIII mostró
la tensionalidad del Espíritu que prefiguraba ya Gregorio Magno en su Regula Pastoralis, con
moderación, dulzura, paz, concordia, unión, exhortación moral, análisis y adaptación a la realidad,
instrumentos espirituales de un amor personal e histórico de Dios por las y los más pobres. Así, la
tensión creativa suscitada por el Espíritu no dependía de superar la verdad, sino de hacerla en el
encuentro amoroso con el mundo, desde el lugar de las y los pobres, encaminados hacia el Reino.
Ya desde finalizado el Concilio en 1965 para la universalidad de la Iglesia, y desde 1966
para la actual Familia Benedictina, se inicia todo este proceso evolutivo de autocomprensión
sobre sí mismas. Lo central del espíritu conciliar y benedictino será la apertura de pensamiento, la
disponibilidad a la reflexión, la capacidad de interrogar, interpretando cómo van los latidos del
corazón universal a nivel de la fe y de las instituciones eclesiásticas y monásticas. La encíclica
Populorum Progressio de Pablo VI, por eso consolida estas instancias tensionales, finalmente
edificantes porque son instancias engendradas desde la fuente Trinitaria,291 crística y pneumática
a la vez.
Nuestros hermanos querrán ampliar su esfuerzo común y concertado a fin de ayudar al
mundo a triunfar sobre el egoísmo, el orgullo y las rivalidades, a superar las ambiciones y
las injusticias, a abrir a todos los caminos para una vida más humana, en la que cada uno
sea amado y ayudado como su prójimo y su hermano.292
discreta pero fuerte, que pueda dar coraje y fortaleza,294 presencia divina difícilmente mensurable,
pero indubitable.
Caminamos en una transición importante, conciliarmente concientes de que redescubrimos
el valor propio de la misión permanente del monacato y su monacalidad en cuanto tales,
particularmente no subalternos de ningún sacerdocio institucional o jerarquía, sin negar que en
Occidente la mayoría monjes durante siglos pasaron a ser ordenados del presbiterado.295 En esta
‘recuperación’ transicional y conciliar del monacato benedictino habita una monacalidad anterior
que la supone potencialmente monástica y sacerdotal, aunque no de manera exclusiva, y en este
sentido, ella tendrá que ser capaz de interrogarse por el ejercicio de un sacerdocio y un monacato
co-participativos de ciertas jerarquías,296 para luego dar un paso hacia adelante en este impase.
Si la transición a la que nos invita el Concilio, desde hace más de 50 años, lleva la impronta
de una Iglesia de pasos hacia adelante por el Reino, la monacalidad benedictina no está exenta
de tal direccionalidad. Como dimensión realizable de lo humano, y constitutiva de la
autocomprensión del propio monacato, la monacalidad forma parte de la identidad de éste, pero
también de su respuesta a la vida de las y los más pobres en el mundo. De ahí que la monacalidad
se refiera a menudo a experiencias radicales de desierto, vacío, soledad, pobreza, ultimidad,
simplicidad, liberación, tempiternidad,297 experiencias previas y quizá distantes de todo monacato
y sacerdocio, pero que transicionalmente edifican la identidad de lo humano y responden
directamente a todo aquello que nos separa del amor de Cristo298 y de la obra de Dios.299 De
hecho, en algún sentido, los 40 obispos del Pacto de las Catacumbas, aparecen imbuidos sin
ninguna duda de cierta monacalidad, sabiéndolo o no.
La transición señalada por el Concilio implica además un proceso de conversión que no
sólo señala las distintas instancias externas de lo institucional, sino más específicamente una
realidad interior por donde transicionamos de un corazón de piedra a un corazón de carne.300 Para
los benedictinos, dicha realidad interior es monacal en tanto confrontación desconcertante con el
mundo, y en ruptura frente a las alianzas ofrecidas por el mismo, no sin el riesgo a veces de
institucionalizar lo monacal, que conlleva una especialización destinada a volverlos exclusivos.301
294 Ver Dominique Solot osb, ‘Carta del 17 de abril’, en: Carta de Wavreumont, Periódico Trimestral n° 40, Stavelot-Bélgica: Monasterio Saint Remacle, 1991, 10.
295
García M. Colombás, Ibid., 424.
296 Hablamos del sacerdocio formado por hombres que en tanto servidores del ‘altar’ institucional, se desentienden de ser ellos mismos Altar para el pueblo de Dios.
297 Raimon Panikkar, El mundanal silencio. Una interpretación del tiempo presente. Barcelona, Ediciones Martínez Roca S.A., 1999, 44.
298 Carta a los Romanos 8, 35.
299 García M. Colombás, e Iñaki Aranguren, Op. Cit., XLIII, 3.
300 Ezequiel 11, 19. 36, 26.
301
Raimon Panikkar, Elogio de la sencillez, 29.
100
Al profundizar y teologizar sobre los textos conciliares, las discusiones, las decisiones, los
enfrentamientos, los antecedentes, las anécdotas y contingencias mediáticas infaltables,
constatamos que todo el testimonio del espíritu conciliar, antes, durante y después del Concilio, se
halla como envuelto en una verdadera atmósfera de monacalidad pneumatológica profundamente
interior, y que, desde una óptica teológico-contemplativa, dicho testimonio en cierto modo intenta
ir más allá del contenido mismo de los textos y de la institucionalidad que representa. Por ello, de
haber ido más allá de lo que fue el Concilio, y haber dado varios pasos más hacia adelante, ‘sin
monacalidad’ habría resultado excesivo e imprudente.
De hecho, sin el halo de monacalidad, los intentos de aterrizaje teológico en Latinomérica y
el Caribe no habrían sido posibles, o habrían quedado en la incertidumbre; pero tampoco sin
dicho aterrizaje latinoamericano y caribeño tampoco una tal monacalidad. Por ello, la
monacalidad pneumatológica que rodea al Concilio debe ser redescubierta y nuevamente
recepcionada -como identidad y como respuesta- en el contexto de una vida benedictina
contemporánea que teológica e históricamente aquí tratamos de exponer. Aun si bien...
no se pudieron implementar mediaciones concretas para la aplicación de sus directrices a la
propia Iglesia, a su reforma democrática y participativa, a temas como celibato, sexualidad,
colegialidad, primado, reinterpretación de puntos de implicación epistemológica; ( ) la
teología no puede dejar de plantearse [los] nuevos problemas no atendidos, y elaborar
nuevas respuestas. ( ) El Pueblo de Dios necesita la ‘caridad intelectual’ (Rosmini, Bertone)
de la teología consciente de su función profética.302
Luego, siguiendo a José María Vigil, uno de esos problemas que no sólo queda enmarcado
por lo teológico, es la ausencia de condiciones que nos predispongan al ejercicio de
redescubrimiento y recepción de dicha monacalidad. Para nuestro caso, uno de lugares históricos
y teológicos donde se trata de encarnar el testimonio conciliar, es la actual Familia Benedictina de
la Resurrección, cuya reciente atmósfera intercarismática303 deja constancia de una monacalidad
benedictina transversal, que debe ser también recuperada con los hilos de la cultura aymara y
limeña de hoy. La vida benedictina, monástica y laical, en este momento puede ofrecernos
algunas tentativas influyentes sobre aquellas condiciones monacales aún invisibilizadas.
Nos debemos referir primero al testimonio de una predisposición contemplativa del
Concilio que nace ya desde su convocatoria en los ambientes de la Abadía Benedictina de San
Pablo Extramuros. Destacamos aquí la enorme influencia de esta primera condición monacal de
302 José María Vigil cm, ‘Diagnóstico teológico a los 50 años del Vaticano II’, en: Revista de Ciencias Religiosas y Pastorales ‘Senderos’, No 99, Año 33, mayo-
agosto. San José: Instituto Teológico de América Central, 2011, 253-265, ISSN: 1659-1844, páginas 261, 262 y 264.
303 Hay un intercambio de textos carismáticos de la espiritualidad Foucauld, de San Francisco de Asís, de San Juan de Dios, de San Benito, y de los hermanos de
Bruderhof, que hoy en 2013 intentan construir una próxima asociación intercarismática, teniendo como sede el Monasterio Benedictino en Chucuito-Puno.
102
304 - Vivían unidos y tenían todo en común [lo comunitario]; vendiendo sus posesiones, y repartiendo el precio entre todos, según necesidad de cada uno [lo
económico]. Iban al Templo a diario con perseverancia y con un mismo espíritu [lo religioso], partían el pan por las casas [lo eucarístico] y tomaban el alimento con
alegría y sencillez de corazón [lo emocional]. Alababan a Dios y gozaban de simpatía en todo el pueblo [lo litúrgico]. (Hechos 2, 44-47a).
- Tenían un solo corazón y una sola alma [lo comunitario]. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos [lo social]. ( ) No había entre
ellos ningún necesitado [lo social], ( ) los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta, y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a
cada uno según su necesidad [lo económico]. (Hechos 4, 32.34-35).
305 Y cuya opción radical por Cristo originaria y carismáticamente cruzó, peregrinó y buscó el desierto, la selva oscura y el ‘salvajismo’ de los no-personas, para
desde ahí con ellas y con ellos, entrar en diálogo ‘crítico y amoroso’ con el mundo de las alianzas estatales y eclesiásticas.
103
306 ‘La ya citada nodriza, pidió a las vecinas que le prestaran una criba para limpiar el trigo. Dejóla incautamente sobre la mesa y fortuitamente se quebró y quedó
partida en dos trozos. Al regresar la nodriza, empezó a llorar desconsolada, viendo rota la criba que había recibido prestada. Pero Benito, joven piadoso y compasivo,
al ver llorar a su nodriza, compadecido de su dolor, tomó consigo los trozos de la criba rota e hizo oración con lágrimas. Al acabar su oración encontró junto a sí la
criba tan entera, que no podía hallarse en ella señal alguna de fractura. Al punto, consolando cariñosamente a su nodriza, le devolvió entera la criba que había tomado
rota. El hecho fue conocido de todos los del lugar. Y causó tanta admiración, que sus habitantes colgaron la criba a la entrada de la iglesia, para que presentes y
venideros conocieran con cuánta perfección el joven Benito había dado comienzo a su vida monástica’. En: Gregorio Magno, Diálogos. Vida de San Benito, I.
307 Sin ella no habrían monasticidades ni vida monástica que replicaran proféticamente contra las alianzas del mundo y las estructuras eclesiásticas y estatales, ni
tampoco tradiciones monásticas o conciliares que hoy nos las puedan transmitir, menos aún concilios ecuménicos de la magnitud teológica del Vaticano II.
104
pero a su vez condición monacal que predispone a una perspectiva de Reino, orientada por la
práctica evangélica del servicio divino como taller de paz (contemplación-compromiso), de
reconciliación (con los más pobres), de mutuo autoconocimiento (laicos, Pueblo de Dios), de
interdependencia cultural, y de no violencia. El rumiar monástico de la Palabra abre así a nuevas
relaciones humanas y nueva eclesialidad, con un anuncio y denuncia de todo tipo de divinización
o neo-cesarismo (de Estado, Partido, Templo o Iglesia), mirando vigilantemente al Reino.
Estas condiciones monacales de la tradición benedictina responden al deseo expresado por
el Concilio, anhelante de que los monasterios sean focos de edificación para el pueblo
cristiano.308 Esta respuesta teológica, sin embargo, debe ser actualizada siempre sin abandonar la
primitiva radicalidad evangélica,309 dejando atrás fórmulas europeas o actitudes ‘reproductoras’
de textos y doctrinas, sirviendo sí de influencia a la vida contemplativa de hoy, motor permanente
de liberación, con un mensaje conciliar actualizado para nuestro continente, decididos a no volver
al sepulcro de una cristiandad impracticable y una tradición monástica descontextualizada.
Finalmente, se admitiría una determinada refundación del acontecimiento monástico sólo a
partir de una vida contemplativa y comprometida bajo nuevas condiciones monacales, que sean
hijas de una misma tradición monacal anterior. Pablo VI en 1964, durante la consagración de la
basílica del reconstruido Monasterio de Montecasino310 (afectado en 1944 durante la segunda
guerra mundial), identificará lo que llamaríamos la monacalidad de Benito de Nursia, bajo cuatro
condiciones impostergables para la tradición monacal, y que resultan verdaderamente influyentes:
Ser misionero de paz, formador de la unidad, maestro de la cultura, y organizador de la vida
monástica occidental. (...) Porque la Iglesia y el mundo, por diferentes pero convergentes
razones, necesitan que San Benito viva en la comunidad eclesial y social, (...) por ser signo
indicador de la presencia de Dios entre los hombres’.311
búsqueda.313 Para el caso benedictino, la práctica de las profesiones monásticas, es una vía
antropológico-teológica privilegiada e indetenible hacia ese Reino de Dios, que cruza las
exigencias de una tradición benedictina vivida no como imitatio christi ni como camino de
perfección, sino como incesante búsqueda de Dios en el camino comunitario, camino donde los
corazones humanos, con sus límites y estilos propios, se ensanchan progresivamente por el amor
expresado en la diversidad.314
La obediencia benedictina, como profesión monástica, es una extensión del encuentro
dilatado con la Palabra buscada, escuchada y contemplada, que dice no a la lógica de las
injusticias del mundo y su jerarquicidad superior-súbdito, desobedeciendo proféticamente como
Pedro y los apóstoles ante el Sanedrín.315 Pero la obediencia benedictina es también escucha de la
Palabra encarnada en el pueblo de Dios, y dice sí a los mandatos del Maestro y a lo positivo de la
experiencia espiritual acumulada de la tradición, y es un sí a la escuela del discipulado en tanto
ésta no divida al Maestro de su comunidad, a Cristo de su Iglesia, y a la comunidad humana de
ese horizonte tensional y movilizador del Reino que cruza los siglos. Profesar una obediencia así
en la vida religiosa y contemplativa, es una forma de responder a Dios presente en su comunidad
y en su Palabra, pero debemos estar atentos y atentas a las nuevas condiciones monacales del
futuro que alcancen a crear -en la esfera de lo cristiano- nuevas formas de vida religiosa y nuevas
formas de obediencia.
El voto de pobreza, como lo vimos antes, nervio de la castidad y la obediencia, merece sí
‘reverdecerse’ y resignificarse, pero sobre todo practicarse desde nuevas dimensiones como las
que sugiere la benedictina Joan Chittister: voto de pobreza desde la defensa pública de las y los
pobres, desde la desprivatización de las congregaciones e institutos, y desde la conversión
personal316 y comunitaria, que no es sino todo despojamiento total y donación de sí en ruptura
radical con el origen monopolizado de nuestros prejuicios y nuestra falsas necesidades. Sin estos
elementos prácticos de la pobreza, ni los textos conciliares ni la vida benedictina, monástica y
laical, tienen mayor consecuencia. Jesucristo, hecho pobre para enriquecernos con su pobreza,
nos compromete hoy a transformar la pobreza humana sufriente, reproducida, e ideologizada, en
313
Mateo 6, 33.
314 García M. Colombás, e Iñaki Aranguren, Op. Cit., PRÓLOGO, 49.
315 Hechos 5, 29.
316 Pepa Torres Pérez op, ‘Practicar la justicia: el voto de pobreza, voto de solidaridad y com-partir’, pág. 2. ‘Voto también de expropiación, de des-privatización,
porque “no nos pertenecemos’” La pobreza implica la carencia de muchas cosas: de capacidad física, intelectual, psicológica, afectiva. De falta de poder, de
reconocimiento; de “espíritu” en el sentido trascendente. Incluso, lo usamos para definir al ser humano con respecto a la divinidad’. Disponible en:
http://www.dominicasanunciata.org/81/activos/texto/wdomi_pdf_6391-mRSFMJ34xQ5teImv.pdf
106
317 Joseph Ratzinger, ‘Der Dialog der Religionen und das jüdisch-christliche Verhältnis’, en: IDEM, Die Vielfalt der Religionen und der Eine Bund., Bad Tölz:
Urfeld, 2003 (3ª. ed.), pp. 93-121.
318 Introdujo a la Iglesia en una nueva época y la llenó de entusiasmo y creatividad. No creó los problemas, los reconoció, y con ello posibilitó su afrontamiento. En:
José María Vigil cm, ‘Diagnóstico teológico a los 50 años del Vaticano II’, en: Revista de Ciencias Religiosas y Pastorales ‘Senderos’, No 99, Año 33, mayo-agosto.
San José: Instituto Teológico de América Central, 2011, 253-265, ISSN: 1659-1844, páginas 261, 262 y 264.
319 El voto de estabilidad es una decisión definitiva de permanecer estables en el monasterio, y desde este lugar, con todas sus consecuencias benedictinas hasta la
muerte. Una manera de ser signos del Reino, mediante este voto de estabilidad, es pedirle permiso al vecino: ‘nos quedamos contigo, salvo que no quieras nada de
nosotros; esperaremos pacientemente lo que tú mismo decidas hacer con nosotros’. Simón Pedro Arnold osb, ‘Una comunidad monástica en contexto indígena
aimara: de la inculturación a la interculturalidad’. En: Revista Testimonio, Mundo indígena y vida religiosa, n°257. Santiago de Chile: Conferre, 2013.
320 Juan 9, 3: ‘...porque en Él han sido manifestadas las obras de Dios’.
321
Salmo 130, 6; Isaías 62, 6-7.
107
comprometidamente signada por la acogida y la hospitalidad hacia las y los huéspedes y pobres, y
entre ellos más particularmente los sacerdotes militantes de la Oficina Nacional de Información
Social ONIS, directamente concernidos en la defensa de las y los pobres, la dignidad humana, el
bien común, la justicia social, y la lucha por los Derechos Humanos. A este nivel, había una clara
y nueva toma de conciencia de que, como hasta hoy,
la paz no es mera ausencia de guerra, ni se reduce al solo equilibrio de fuerzas adversarias,
ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama
obra de la justicia (Is 32, 17). Es fruto del orden plantado en la sociedad humana por su
divino Fundador, y que [todas y todos], sedientos de una más perfecta justicia, [hemos] de
llevar a cabo.322
El reasumir con coraje la función crítica de la sociedad por parte de la Iglesia en medio del
mundo, es una directa influencia teológica del espíritu conciliar y latinoamericano que alcanza
riesgos inimaginables; el complemento de una acción teológico-política benedictina posterior,
también. Para junio de 1972, la incansable búsqueda del Reino por parte del equipo monástico de
la 1° fundación, aun con sus potenciales y reales fracasos vocacionales desde 1967, ya estaba
resueltamente puesta al servicio de Dios y de la Iglesia, de los hombres y de los desheredados,323
y había que tamizar la toma de conciencia de la realidad a partir de las siguientes afirmaciones:
Dudo que el canto gregoriano sea el canto de la liberación en el que hemos necesitado
expresar nuestra fe en el Señor de la historia de la salvación y nuestra voluntad de colaborar
con él. ( ) Urge que descubramos [esta espiritualidad para América Latina], si queremos
escapar al vértigo de la vida o de los caminos sin esperanza.324
Los primeros fundadores de la implantación monástica, en Ñaña, eran lo suficientemente
conscientes de que sin claves conciliares ni interpelación benedictina, tampoco habría habido vida
monástica posible, porque la paz benedictina también es obra de la justicia, construida y recibida
en el corazón del monasterio, donde monjes y laicos intentan contemplativa y litúrgicamente
transformar hasta hoy -crítica y vigilantemente- la pobreza inhumana, destructora de la dignidad
humana. Benito de Nursia, iniciador de lo benedictino, dejándose transformar por la pobreza del
Dios servidor, con la inclinación diaria, oyente y obediente de la Palabra, durante su paso por
Roma y Montecasino, intentó responder a su contexto con iguales instrumentos espirituales, no
sin el riesgo de la propia vida amenazada de muerte por los primeros monjes que aceptó dirigir.325
La 1° fundación monástica benedictina propiamente contemplativa en el Perú, de la misma forma
322 Concilio Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual: Gaudium et Spes, 78.
323 André Jacobs, Op.Cit., 22° Crónica, 1.
324 Ibid., 20-06-1972, 4.
325
Gregorio Magno, Diálogos. Libro II, Vida de San Benito, III.
108
al asumir un posicionamiento de lucha, tal vez frágil e inseguro, pero expresando finalmente su
no benedictino y contemplativo a toda opresión deshumanizante y anticristiana durante los años
60 y 70 en la ciudad de Lima, y posteriormente desde los años 90 en Chucuito- Puno.326
Como consecuencia de todo esto, en términos algo conservadoramente monásticos, fue
constatar que en setiembre de 1972327 ya no se realizaban ‘retiros’ tradicionales en el monasterio,
que los oficios y la eucaristía se celebraban con la participación de hermanas (religiosas) de la
comunidad ‘vecina’, pero que sobre todo los ‘fines de semana’ se prolongaban a menudo a dos o
tres días, y que finalmente dejaba mucho que pensar la presencia asidua de ‘amigos’ de la casa
(peruanos y extranjeros).328 Al año siguiente, en 1973 la reintegración de los hermanos, Servais y
el padre Paul Félix, desde Bélgica, y la participación de Samuel Barreto y Willy Gómez,329
revitalizan la vida comunitaria a la luz de las palabras del hermano Paul Félix:
La comunidad de Ñaña depende de un tipo de hombres que se atrevan a creer sin a priori, a
partir de las circunstancias, y a la luz de aquellos principios fundamentales: vida común
fraterna, oración simple tres veces por jornada, compartir la vida con las personas que uno
acoge. Hay aquí algo natural en la forma de vida que hace olvidar todo clericalismo. [ ]
Desde un punto de vista clásico, nuestro género de vida es revolucionario, cuando es sobre
todo una simplificación y reducción a lo esencial, a la vez humana y evangélica.330
En las Crónicas del Perú (cartas enviadas a Bélgica, que comparten la vida cotidiana en el
monasterio de Ñaña) se señala el no benedictino y monástico que relee dramáticamente
el terrible sistema de explotación de las estructuras económicas331 [que se sobreponía a
todo, y era necesario] levantar una voz de protesta [a favor de] una transformación
326 El acompañamiento espiritual que André Jacobs hiciera a religiosas consagradas del Sagrado Corazón de Jesús, y su compromiso político desde la fe al cual
aspiraba, no se dejó de corresponder con su salida definitiva de la Orden Benedictina en 1978, esto fue, más bien, una necesidad que reafirmó su capacidad de
búsqueda insatisfecha de lo monacal. El hermano Servacio Thissen, quien discretamente asistiera a refugiados, exiliados y perseguidos, durante los dramáticos años
70, mediante una labor ‘únicamente administrativa’ en la propia Comisión Episcopal de Acción Social -labor definitivamente desconocida y silenciosa-, dejaría
definitivamente la Orden Benedictina entre 1973 y 1975.
327 Segunda visita del prior Bernard de Geradon osb.
328 Por tanto, se decide volver a enviar a Francis Van Menxel, como un apoyo por dos años más,328 pero con algo de tardanza. En julio de 1972 hermano Servais
vuelve a Bélgica por salud, hermanos Jaime, Humberto hacen estudios en Lima y ahí se hospedan. Se espera también la presencia de un nuevo hermano monje del
monasterio de Maredsous, p. Paul Félix. André Jacobs toma un poco más consciencia de la soledad en la que se encuentra; lo acompañan de vez en cuando Samuel
Barreto y Willy Gómez, amigos de años atrás. Pero aun sin presencia de hermanos monjes, asistirán amigos y visitantes en busca de ‘retiros’ espirituales.
Mencionamos a: Rolando Ames, Susana Villarán (actual alcaldesa de Lima), Gloria Helfer (ex-ministra de Educación), Gustavo Gutiérrez, Jorge Álvarez-Calderón,
Ricardo Antoncich, Alejandro Cussianovich, Hugo Echegarray, Pedro de Guchteneer, Máximo e Imelda Vega-Centeno (hermanos), Noé Zevallos, Carlos Turrín,
‘Pepín’ (antropólogo, ex-guerrillero cubano), y Osmán Morote (futuro líder de Sendero Luminoso). Hubo en verdad un intercambio fecundo al interior de la 1°
fundación monástica benedictina, entre los sacerdotes y universitarios peruanos (con estudios en Lovaina), que alcanzaron posiciones de influencia en el Perú. En
este sentido es inadmisible una actitud meramente pasiva por parte de los hermanos monjes, a los que se les pudiera sólo reconocer un simple servicio de acogida,
más aún si se trataba de relaciones directas con un sector de la Iglesia peruana en plena alerta y con suma lucidez.
329 Interesados en la vida monástica benedictina, Samuel se comprometerá con un proyecto de alfabetización y concientización cerca de Ñaña; Willy seguirá estudios
de derecho, aunque los fines de semana participará más presencialmente de la acogida y el ritmo monásticos.
330 André Jacobs, Op.Cit., 26° Crónica, Carta del padre Paul Félix, 27-05-1973, 3, 7 y 8. La estadía importantísima de este hermano monje de Maredsous, sólo duró
ocho meses en Ñaña, de abril a diciembre de 1973; mientras que André Jacobs, de temperamento sensible a las miserias de los otros y otras, y con una particular
toma de consciencia de la realidad, durante su retorno a Bélgica -setiembre-octubre 1973- atravesará una verdadera crisis de fe, escandalizado por el contraste de la
pobreza entre Perú y Europa.330 La última y marcante ausencia de los hermanos Servais y Humberto (que fueron a Bélgica por salud durante 1972), Jaime en
Colombia pero luego colaborando con Pepín en la cooperativa, y últimamente la llegada de Samuel y Willy (que de lejos y cerca lo acompañaban), lo hicieron
consciente de una soledad real, con la que aun así siguió acogiendo proféticamente a los expulsados y exiliados de Chile, en el monasterio. Frente a todo esto, a fines
de 1973 Wavremont interrogará a hermano Paul Félix: - Usted ha tenido la ocasión de estar [de viaje] en Chile y Venezuela, ¿nos podría dar alguna de sus
impresiones del viaje? (…) - ¿Cuál es la posición social de la Iglesia hoy? -Los militares que gobiernan el Perú, ¿son marxistas? - ¿Y nuestra fundación a 22 kms de
Lima? - ¿En qué se distinguiría la fundación del Perú de un monasterio europeo? (André Jacobs, Ibid., 29° Crónica, 7).
331
Ibid., 3° Crónica, comentario de Servacio Thissen, 28-06-1967, 7.
109
dimensión estructurada. Estas cartas contrastan nítidamente con las intervenciones de los demás
hermanos; él se expresa de manera periodística frisando la socio-economía y la geografía social,
apareciendo siempre a distancia, o solo, o como fuera de la comunidad; otros resaltan el
desempeño de lo que realizan laboralmente fuera del monasterio, y sólo Simón Pedro Arnold con
sus propios matices es el que se refiere constantemente a la comunidad.
Cabe examinar entonces si la influencia -no poco discutible- de la vida cotidiana y reflexiva
de un monasterio benedictino, puede llegar hasta nosotros con la impronta conciliar de responder
contemplativa y monásticamente a las necesidades del mundo de hoy, cuando la comunidad
monástica más notoriamente a partir de 1974 vuelve a ser ‘revitalizada’, pero con no pocos altos y
bajos, y sus respectivos antagonismos y ambigüedades.
Para André Jacobs, situar la política en la fe cristiana implica no sólo hacerlas conciliar a
nivel de la reflexión, sino en un plano existencial en el que a veces todo queda como incierto. Aún
con dicha incertidumbre propia de un monje inexperto, insiste en que el servicio monástico no se
puede desentender de trabajar al nivel del pueblo, en favor del conocimiento y la concientización
del país;336 luego, la leyenda de un monasterio apartado del mundo es una contradicción
teológica en sí misma, mientras que su ruptura con las alianzas estatales y eclesiásticas del
mundo, no. Para André Jacobs -dosificado el idealismo-, el proyecto monástico debe reparar en el
hecho de que tanto los gobiernos, los partidos, como la propia Iglesia, muchas veces usan el
lenguaje de la liberación como simple retórica sudamericana.337 Los monjes benedictinos no
podían ser atmosféricos frente al momento político, nacional e internacional de aquellos años,338
se producía una mutación cultural y una ‘purificación’ del Pueblo de Dios (en particular de su
estructura).339 Cabe la relación inextricable entre fe y política, pero sin rigor intelectual que lo
sustente; aun así hay en Jacobs (y parece que sólo en él) una preocupación incontenible por lo
social que dista de todo espiritualismo o romanticismo frente a la realidad, una incontinencia
espiritual y un inconformismo monástico conscientes de la necesidad de responder a un mundo
que se desplaza hacia nuevos paradigmas. Hay un interés por la tradición y la Orden benedictina,
y proyectos de ir a Bogotá y a Buenos Aires para eventos inter-monásticos de magnitud, pero que
336 Fue el caso del hermano Jaime en la cooperativa y panificadora, del hermano Benoît en Pamplona-Villa El Salvador, y del hermano Samuel en la alfabetización.
337 André Jacobs, Op.Cit., 32° Crónica, 7.
338 En el futuro mes de noviembre de 1975, el Perú atravesaría la transición de un gobierno militar de izquierda hacia otro de derecha, el también denominado
gobierno revolucionario de las fuerzas armadas dirigido por el general Morales Bermúdez, que convocaría a una nueva constituyente y a la democracia, 1978-1980.
339
André Jacobs, Ibid., 9.
111
salida de la Orden Benedictina por parte del hermano Servais, y el distanciamiento de los hermanos Humberto y Jaime, pero no nos explicamos la indiferencia, el
silencio o el poco grado de importancia que se le da a este tipo de fragilidad comunitaria. Ni Simón Pedro Arnold ni André Jacobs terminan de clarificarlo, y
prosiguen el curso de la vida cotidiana -con sus crisis- como si nada hubiera pasado con respecto a estos 3 hermanos. En marzo de 1976 aparece una cierta decepción
en comunidad, expresada en la crónica n° 37, pero que contrastan con el optimismo de Bernard de Briey, prior de Wavreumont, en carta de julio de ese año, tras su
112
cartografía teológica no debe ser reducida a sólo los lentes jacobsianos o arnoldianos, aun si las
redacciones de las crónicas pertenecen a sólo estos dos hermanos.349 El servicio de los demás
monjes, desde sus propios aportes al proyecto de la 1° fundación, debe ser teológicamente
destacado: Servais en la oficina de acción social del episcopado, Philippe y Francis desde un
interés común por la historia del Perú, Constantino -monje español- como profesor de religión,
Jaime desde la sociología, Benoît y la concientización comunal en Pamplona-Lima, Humberto y
el servicio de panadería, Paul Félix desde la sabiduría de Maredsous, Samuel y la alfabetización,
Willy y el proyecto de propiedad social, Manuel también desde el derecho, y finalmente Iván que
estuvo desde la primera hora, cuando la instalación de la primera casa en Miraflores, en 1967.
Más adelante, en carta extensa del 17 de mayo de 1975, Simón Pedro Arnold expresa la
delgada línea que lo une a André Jacobs, lejos de la distinción de perspectivas comunitarias entre
ambos, expresando al Monasterio Saint Remacle-Wavreumont que desde Europa rayaba de
angustia, sospecha e incomprensión:350
Ni yo ni André deseamos trocar la vida monástica por la ‘comunión’ estilo ‘Polvorín’. ( )
No vivo ninguna ruptura con esto que es mi vida monástica. ( ) Ustedes hablan de
Búsqueda de Dios, Oficio, Oración, Celibato y Votos como núcleo de la vida monástica,
acogida y compromiso concreto son subsidiarios. ( ) Refuto personalmente vuestra manera
de estructurarlas. ( ) El objetivo de la vida cristiana es única: vivir junto a Jesucristo. El
proyecto cristiano es un ‘vivir’ y no un ‘[cumplir] un cierto número de preceptos’.351 Y, en
cuanto a la ruptura profética, queremos vivirla [en] el compartir de bienes y una cierta
austeridad de vida, el compromiso radical y una toma de posición en el trabajo que sea:
[con la seriedad] y el contenido explícitamente evangélico que le demos. [Vivirla en]
defensa concreta de los oprimidos, denunciando los mecanismos de opresión, es decir, una
opción política alejada de todo particularismo.352
Ya en abril de 1977, sólo el hermano Samuel Barreto hace profesión monástica temporal,
signo de que jurídicamente pasaba a formar parte del proyecto monástico. Pero en enero del
siguiente año, 1978, los tres hermanos peruanos -Willy, Iván y Manuel-, colaboradores externos
del proyecto, responden a la comunidad monástica su decisión definitiva de no continuar con el
camino benedictino. Así, la 1° fundación monástica ingresaba a un momento de oscuridad y de
visita a Lima en el mes de abril, en la que reconoce los detalles pormenorizados del nuevo equipo monástico (2 belgas y 4 peruanos).348 En agosto Simón Pedro
retornará a Bélgica por un mes, y nuevamente la soledad envolverá la personalidad de André Jacobs.
349 En adelante ninguno de los hermanos de Ñaña intervendrá o aparecerá en las redacciones publicadas, sino sólo Samuel Barreto en las últimas crónicas de la 1°
Jacobs, Op.Cit., 34° Crónica, 03-05-1975, 5. Desconocemos realmente de los impases, pero el vacío o la soledad en el que se deja a André Jacobs, coincide con las
aspiraciones de Simón Pedro Arnold a unos estudios de doctorado en Estados Unidos, y su participación externa en el grupo de Izquierda Popular (en Ñaña). Más
tarde, el comentario del propio Jacobs es determinante: ‘¿Tenemos el derecho de pedir a hombres sacrificar los más bellos años de su vida en una vida comunitaria
donde el futuro es incierto? Discierno como tres grandes problemas que yo me siento incapaz de afrontar: 1. Celibato. 2. Compromiso político. 3. Exigencias del
mundo de un trabajo profesional [serio]’. En: André Jacobs, Op.Cit., 37° Crónica, 30-12-1975, 3. Las fragilidades comunitarias aumentarán en intensidad hasta 1978.
351 Ibid., 17-05-1975, 6.
352
Ibid., 17-05-1975, 8.
113
desierto irreparables. Simón Pedro Arnold vuelve a Wavreumont por dos meses, y a su retorno
André Jacobs pedirá retirarse por ‘un cierto tiempo’ del proyecto monástico que había durado un
poco más de 11 años. El intento de conciliar la solidaridad con el pueblo y la búsqueda de Dios,
no fue sólo una tarea de la 1° fundación monástica, sino también a [de] la 2°, y sigue siendo tarea
permanente de la actual Familia Benedictina, solidaria de lo humano, buscadora de lo divino.
355 Cordero Lanza di Montezemolo y Grillo (viuda de guerra), Juliana Thomas, Khouzam (egipcia), Marie Louise Monnet (francesa), Pilar Bellosillo García-Verde
(+2003), presidenta de la Unión Mundial de las Organizaciones Femeninas Católicas, y Cristina Estrada (españolas), Rosemary Goldie, Sabine de Valon, Margarita
Moyano (argentina), y Gladys Parentelli, entre otras. Disponible en: http://www.aciprensa.com/noticias/diario-vaticano-destaca-aporte-de-las-madres-del-concilio-
vaticano-ii/#.UOeUF-TaUaE; http://www.efeta.org/ES/gtemporal.php, y http://blogs.21rs.es/ilusiones/2011/09/07/mujeres-auditoras-en-el-vaticano-ii/; y
http://elpais.com/diario/2003/01/11/agenda/1042239610_850215.html
356 Hechos 1, 14.
357 Incluso a pesar de los prejuicios e indiferencias monásticas de algunos hermanos formandos y amigos externos de la última década pasada.
358
Mateo 27, 56; Lucas 23, 49; Juan 19, 26.
115
culturas, razas y religiones, y nos orienta hacia ‘una fe en el Dios inacabado en su formulación
humana, y en permanente reelaboración en el diálogo de diferencias’.359
Aquí lo sustancialmente influyente de las madres del Concilio, radica en el inicio de un
ecumenismo con presencia de lo femenino y de un feminismo eclesial que -tardíamente o no- ya
están encaminados. En lo que respecta a las mujeres benedictinas, desde los años 70 surge un re-
descubrimiento del Perú como país, de su historia real y sus problemas, junto a una movilización
social que las impulsará a vincularse en distintas dirigencias comunales y grupos de parroquia,
lugares de tradicional encuentro con los monjes fundadores en los inicios de lo benedictino; esto
las llevará a un contacto permanente con lo monástico y a la espiritualidad de San Benito, dando
y recibiendo influencia de su propia monacalidad aun en tiempos de crisis y duras
interpelaciones, como los vacíos institucionales ya descritos entre 1979 y 1991 por parte de los
monjes. Aun así, perseverarán formando un pequeño círculo bíblico con la hermana Eveline
Bloch, y pedirán explícitamente el retorno de un nuevo grupo de monjes, los mismos que se
encargarán de la 2° fundación en Chucuito y el intento de extensión de la ya existente Fraternidad.
Aún no se dispone de una memoria histórico-teológica sistematizada sobre el rol de todas
estas madres, hijas y nietas benedictinas, y sería importante recuperar los hilos de monacalidad
con los fueron tejiendo sus primeras aproximaciones hacia los monjes benedictinos en el Perú, en
la aventura de lo monástico y laical que ellas también fueron construyendo, deconstruyendo,
sospechando y trasngrediendo, en favor del Reino. Un arduo trabajo para hablar género a partir
de ellas, ellos y tod*s los que apostaron y apuestan por lo benedictino, y la novedad conciliar.
&&&
Proponemos esta cartografía teológica a través de la cual el Concilio Vaticano II, el
movimiento de la Liberación, y el caminar de la teología latinoamericana, influyen en lo
monásticamente benedictino en sus casi 50 años de presencia en territorio peruano; pero a su vez,
cómo lo benedictino está casi como en un detrás de cámaras influyendo en la actualización y
encarnación del espíritu conciliar y liberador, hasta su más expresa presencia monástica y laical
en la reciente Familia Benedictina de la Resurrección, en sus 2 implantaciones Lima y Chucuito.
Este primer esbozo de mapa teológico nos aproxima a la tesis de una permanente ósmosis entre el
gran acontecimiento de aggiornamiento eclesial desde el Concilio, el gran relato de la Teología
359
Simón Pedro Arnold osb, Ensayos Andinos, 94.
116
360 Concilio Vaticano II, Decreto sobre el ecumenismo, Unitatis Redintegratio, 4a.
361 Simón Pedro Arnold osb, Ensayos Andinos, 176-177. Es decir, lo que precisamente plantea el misterio de Pentecostés.
362
Concilio Vaticano II, Decreto sobre el ecumenismo, Unitatis Redintegratio, 6-12.
117
necesidades y recíprocos proyectos, sino de identificar más claramente de qué tipos de práctica
ecuménica o intercultural nos venimos haciendo responsables en el presente, y hacia el futuro.
En este sentido, la ética intercultural implica también asumir el misterio intrínseco del otro,
como límite y oportunidad, a la vez.363Aspirar a transformar las desigualdades e injusticias de la
sociedad desde ese preciso misterio es siempre tensional. Lograr dicha transformación y vivir
más plenamente la dignidad humana, cuya razón más alta consiste en la vocación del hombre a la
unión con Dios,364 lo es asimismo en su vocación a la unión con el cosmos, en la lucha contra
toda degeneración del mismo.
Finalmente, la fe cristocéntrica de lo benedictino, lejos de toda reivindicatividad, busca
practicar en la escuela del servicio divino, la progresiva dilatación del corazón en la fraternidad y
la sororidad de monjes y monjas, laicos y laicas, en sus dos actuales implantaciones monásticas,
que son como la ‘casa de todos por ser casa de Dios’, en la casa del cosmos. No obstante, la
radical monacalidad señala que no habría experiencia de encuentro con el Misterio sin amor al
pobre y sin transformación social, y que de hecho nada puede anteponerse al amor de Cristo sin la
unidad de ambas condiciones.365 ‘En Cristo, la unidad cristiana no puede ser introversión ni
autodefensa, ni frente común, sino sólo abierto servicio al hombre’,366 en su misterio, desde una
praxis ecuménica de amor y servicio, que no sólo dialoga en el reconocimiento del otro, sino en la
mutua disposición a rehacer también desde la teología los contratos interculturales pendientes.367
363
Simón Pedro Arnold osb, Ensayos Andinos, 72.
364 Concilio Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual: Gaudium et Spes, 19.
365 Porque, ‘aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a
ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios’. Concilio Vaticano II, Constitución pastoral: Gaudium et Spes, 39b.
366 José Míguez Bonino. Op. Cit., 81.
367 Ver Mathias Preiswerk, Contrato Intercultural: crisis y refundación de la educación teológica. La Paz, Quito: Plural Editores / CLAI-Sinodal / Universidad
368 Aun sin negar la gestación de una civilización europea y ‘benedictina’, por cuanto tal civilización tiene hoy de imaginario, infraestructura, epistemología,
gobernabilidad y cristianismo monásticos, depositados.
369 Mateo 10, 34. Lucas 12, 51.
370 Aunque Metz vaya más allá: ‘¿Es la iglesia realmente algo distinto del mundo?... La iglesia es del mundo: en un cierto sentido, la iglesia es el mundo: la iglesia no
es un no-mundo’. En: J. B. Metz, La iglesia y el mundo en el horizonte escatológico, en Teología del mundo. Salamanca: Sígueme, 1971, 120.
119
371 Hay una presencia carismática importante alrededor del actual monasterio de Chucuito, que bajo la forma de asociación intercarismática puede volver a
inspirarse de las espiritualidades foucauldiana, franciscana, hospitalaria de San Juan de Dios, monacal de San Benito, y de los hermanos de Brüderhof, teniendo
como sede el monasterio benedictino de Chucuito y la monasticidad surandina alrededor.
372
Raimon Panikkar, Elogio de la sencillez, El arquetipo universal del monje. Estella Navarra: Ed. Verbo Divino, 1993, 18-19.
120
rodea, siguen siendo lugar donde también florece el Espíritu,373 confirmando así para la fe de los
últimos 50 años transcurridos, la única presencia actuante de Dios en el mundo, en la Iglesia, y en
la monasticidad. Queremos, por tanto, desligarnos de toda rareza atribuida a la vida benedictina,
puesto que -hay que decirlo- subsiste aún una ignorancia casi continental de lo monástico y de la
monasticidad, que conlleva a la estereotipación de ambos o a la reclamación intolerable de
mundos divididos o separados, incluso monástica y teológicamente por un misticismo 4D.
Paralelo a ello, desligar de todo prurito ideológico que se le pueda achacar a las Iglesias
surandinas y limeñas; jugar al versus entre las ‘secuelas ideológicas’ de cierta pastoral surandina y
las ideologías implícitas de lo sagrado en algún tipo de recta doctrina, sólo genera entelequias que
lindan con pretensiones intrascendentemente sacramentalistas y descontextualizadas; barrunta que
la dificultad no sean los discursos, sino el reposicionamiento del poder.374 Pero más en particular,
luego del ‘bajón’ de la Iglesia surandina en la década del 2000, y el cierre de la 2° fundación
monástica en Chucuito, el quehacer teológico liberador y contemplativo de los futuros ‘centros de
monasticidad’ debe destejer el entramado de aquellas grandes bajas: deserciones, transfuguismos,
espionajes, y descabezamientos de esos años, para no volver a repetirlos. En anteriores trabajos
hemos postulado el inicio de una Comisión Pastoral de la Verdad para los siguientes años, para
afirmar con la boca lo que antes se ha experimentado con la vida.
373 Hippolyte de Rome, La tradition apostolique. D’apres les anciennes versions. París: Éditions du Cerf, 1968, n°35 y 41.
374 Así entonces, de constatarse cierta ideologización, ¿por qué se esperaron episcopalmente tantos años para intervenir en la Iglesia surandina?, ¿o es que era
dificilísimo ‘llamar la atención’ a los obispos y prelados de los últimos 40 años?
121
Pero una vez más, lejos de apologías gratuitas sobre la Iglesia, los pobres, y la justicia, urge
pasar de la ingenuidad a la lucidez, de la fe basada en certezas externas y frágiles, a una fe de
convicción que no necesita ver ni tocar para creer y para optar. En 2009 Simón Pedro Arnold,
desde el surandino señalaba que aun con dudas que afianzan la fe, subsisten creencias ingenuas
que la entorpecen.376
375 Hildegard Willer, ‘Pecados Cardenales. La Iglesia del sur andino en peligro’. Nº 180, marzo 2007.
Disponible en: http://www.idl.org.pe/idlrev/revistas/180/hildegard.pdf. Un medio radial agrega: Edgar Larijo Cutipa, de 43 años, quien es uno de los Implicados del
linchamiento del exalcalde de Ilave, Cirilo Robles Callomamani durante el 26 de abril del 2004, se encuentra en la carceleta del Poder Judicial de la ciudad de Puno.
Hace nueve años, Larijo Cutipa junto a otros lincharon al alcalde luego de protagonizar una protesta por varios días. Él era considerado como el tercer implicado en el
asesinato de Cirilo Robles Callomamani. Edgar Larijo esta solicitado mediante Oficio N° 051-2013 de la Sala Penal Liquidadora de Puno, presidido por el juez
Oscar Coayla Flores, quien en agosto de 2012 sentenció a 30 años de cárcel a Alberto Sandoval Loza y Valentín Ramírez Chino implicados en el asesinato del
alcalde. Disponible en: http://www.rpp.com.pe/2013-04-26-implicado-en-linchamiento-de-exalcalde-de-ilave-permanece-en-carceleta-noticia_589209.html.
376 Simón Pedro Arnold osb, ‘Vivir según el Espíritu’, 31 de mayo 2009. Artículo disponible en:
http://www.festibiblia.org/iindex.php?h120Kja9ailbib=500&yg5WLuw17E=1110111101.
377 André Jacobs, Op.Cit., 16° Crónica, 30-11-1970, 6.
378 André Jacobs, Op.Cit., 3° Crónica, 10-09-1967.
379
A las que les corresponde hoy una nueva configuración social que no sabe con qué se come eso, o que el sólo hablar de vida monástica le suena a malas palabras.
122
acercarse a sus primeros 50 años, desde y con el caminar de hombres y mujeres que intentaron e
intentan encarnar el actuar del espíritu conciliar, latinoamericano, peruano, y finalmente limeño y
aymara. En 1992, Chucuito asume una situación social de múltiples carencias: educación, salud,
vivienda, telefonía, sin electricidad permanente hasta 1996. Se asistirá entonces a una lenta y
progresiva transición que va de lo rural a lo urbano, con relaciones sociales y de producción hasta
hoy vigentes, y que se resisten al avance de la ciudad, ciudad que sigue generando víctimas por
desarraigo dentro de un Mercado totalitario, cada vez más desplazante, omnímodo, tecnologista,
y sin contornos fijos. Sin embargo, las siguientes interpelaciones no suelen venir gratuitamente:
¿Tiene sentido la vida monástica en una era postmoderna y de avanzadas tecnologías? ¿No
es un residuo medieval? ¿Este tipo de existencia tiene algo que ver con lo que vive la gente
de la calle? ¿Es un planteamiento vigoroso, el del monje, que choca con la ideología
‘light’? ( ) ¿Tiene sentido la vida monástica en el umbral del tercer milenio? ¿Puede aportar
algo a sus contemporáneos? ¿Es una opción personal, respetable -cómo no en una época
que valora muchísimo las libertades individuales- que no tienen nada que ofrecer?380
En Lima o en Chucuito la respuesta más sencilla seguirá siendo no. Pero aunque cueste
distinguir una respuesta afirmativa, y por eso mismo, por su difícil distinción, en esta parte
trataremos de exponer la posibilidad de un sí.
Sí tiene sentido, porque lo benedictino no sólo se remite a inclinar el oído universal del
corazón humano a las invitaciones del Maestro, ni tampoco sólo a la denuncia de las crucifixiones
y empobrecimientos de cada tiempo y lugar; más bien -y sin negar ambas expresiones- todo
empieza desde ahí. Sí tiene sentido inclinar el oído de un corazón oyente que opta por la Cruz, en
solidaridad con las y los más pobres, y se hace cruz en las rupturas constantes con las alianzas del
mundo; sólo desde ahí, desde esta aparente simplicidad, es que se da el sí al comienzo de la 2°
fundación monástica, que también será crucificada por el fracaso de sus miembros.
A comienzos de 1992, el sí de la segunda implantación monástica dirá no a las alianzas
eclesiásticas y estatales, postergando la propuesta del Obispo de Juli para dirigirse a vivir en casas
alquiladas. Aparentemente este simple no de lo benedictino a las alianzas del mundo, pudo haber
frisado la tosquedad profética, el desarraigo fáctico, la selva oscura, la soledad patética, y las
demás imágenes místicas del despojo absoluto de todo lo que ‘lo separaría’ del amor de Cristo,
pero dijo no también al falso misticismo; más bien, dijo que sí a un pueblo herido y celebrante.
(1992-1998): [Se quiso] tener monjes aymaras, y para [ello] era urgente inculturar nuestros
estilos de vida, nuestra liturgia y nuestra forma de orar. (...) [Hicimos] dialogar nuestros
380Mercè Cerezo Rellán, osb, Monjes para el tercer milenio, Prólogo. Ediciones Monte Casino, Zamora 2000.
Disponible en: http://prioratodelaconcepcion.weebly.com/vocacioacuten-monaacutestica.html.
123
conocimientos teóricos de la Tradición litúrgica cristiana con lo que nos parecía ser la
lógica del pensamiento y de la celebración indígena. (...) Tuvimos candidatos monjes
aymara, [viviendo] seis años en casas alquiladas del campo, [elaborando] un rito aymara
sofisticado que sólo logramos celebrar 3 o 4 veces bajo la mirada asombrada y algo burlona
de nuestros amigos andinos. Nos miraban un poco como una película de Walt Disney o una
reconstitución hollywoodiana. Entendimos que estábamos tomando el camino equivocado.
La religión originaria andina tiene sus ritos y maneras de estar con Dios, no era necesario
sacarlos de raíz para trasplantarlos en un terruño religioso inadecuado para ellos.381
(1998-2006): Cuando llegaron otros candidatos no aymara, [sino] quechua, o de la costa y
de cultura criolla, nos enfrentamos con la herida del racismo interno de este país, racismo
entre quechuas y aymaras, entre gente más o menos blanca, racismo auto-infligido también
por los propios andinos etc. (...) Las profundas heridas de una cultura humillada durante
siglos no se sanan con buenos sentimientos, ni con el Evangelio. La curación tomará
tiempo y será la obra de las víctimas mismas. No sé si, cuando Tomás tocó las llagas del
resucitado le siguieron doliendo. Sospecho que sí. (...) Decidimos vivir lo nuestro sin teatro,
abiertos a todos y haciéndonos cercanos a todos los hombres y mujeres de paz, como dice
el evangelio de Lucas, acogiendo en silencio y con cariño los sufrimientos y alegrías de
nuestra gente, los niños, los ancianos los jóvenes. (...) Compartimos los ritos andinos hasta
donde nos lo permiten. Algunas veces [celebrando] junto a mi amigo yatiri (sacerdote
andino) José un rito mixto donde cada uno asumimos lo nuestro en mutua adopción. Nos
hacemos discretamente solidarios de los momentos de confrontación y reivindicación
política de nuestro pueblo andino. Sin embargo, como contemplativos, nos limitamos a ser
buenos vecinos, pero vecinos de verdad, hasta que la desconfianza se derrita y que los
corazones empiecen a arriesgarse en algo con nosotros.382
Lamentablemente, muchos de los que pasaron por la formación monástica no perseveraron
con una vocación así, cristiana y hondamente benedictina, hija de la monacalidad interior y de la
monasticidad de los grupos humanos, tal vez por su ‘amenazante’ radicalidad. Pero invisibilizada
o poco advertida por la teología, la pobreza humana tiene también rostro de monje, y de monje
minoría, radicalmente acostumbrado al cotidiano desprecio del mundo sobre su forma de vivir;
hay pobreza con rostro de monje al intentar vivir ‘una vida evangélica’ y luego desertar de ella,
porque lo intenta, lo anhela, lo busca, como al Reino de Dios, y fracasa; y en su pobreza sabe que
puede ‘disparar’ pero opta por el amor, y suele equivocarse; sabe que puede iniciar la gran
revolución social pero opta por la no-violencia o el recogimiento,383 y ni siquiera es nombrado en
las estadísticas. Pobreza con rostro de monje porque el cristianismo para minorías que él
comparte, lo despoja todo y hasta de la propia vocación; y como monje minoría es un loquito que
381 Ver Simón Pedro Arnold, ‘Una comunidad monástica en contexto indígena aimara: de la inculturación a la interculturalidad’. En: Revista Testimonio, Mundo
indígena y vida religiosa, n°257. Santiago de Chile: Conferre, 2013. En 1992, Simón Pedro Arnold osb, ya con un doctorado en Estados Unidos, luego de haber
frecuentado con asiduidad el mundo de las comunidades tradicionales del Ande, lo impregnaban de cierto orgullo y autosuficiencia.
382 Ibid.
383 ‘Sumergirse en Dios, como forma privilegiada de contemplación, no es [sólo] anegarse en un misterio metafísico, sino envolverse en una atmósfera de relación:
en un misterio interpersonal donde la persona se define como relación, donación y unión’. González Faus, ‘Ya voy, Señor. Contemplativos en la relación’, 7.
124
anda por ahí, con la única propiedad privada de su ser interior, sabiendo que todo eso no es una
novedad,384 y que por antítesis existe una...
tendencia a mantener las viejas instituciones monásticas como piezas de museo e
impidiendo su evolución, ya que evolucionar es algo considerado como una traición a su
antigua y auténtica vocación.385
Todo lo que venimos señalando en esta tesis, es precisamente extensión de la dimensión
evolutiva y dinámica de la monacalidad interior, hacia nuevas monasticidades no sólo eclesiales,
y hacia nuevos monasticismos aún borrosos en el horizonte. La monacalidad interior que es su
fuente, tanto para Ñaña como para Chucuito, luego de la concluida 2° fundación, aún se debate
entre una simple presencia monástica sin mayores aspiraciones, y una monasticidad que no se la
distingue plenamente autocomprendida. Pero frente a la delgada línea de una presencia inserta
(bien formada y madurada), y la necesidad de fundar una comunidad con peruanos, reconocemos
que ambas expresiones de la vida monástica van sencillamente juntas, no por obligación jurídica
ni por un proyecto predeterminado, sino por una opción que fermenta lenta y progresivamente en
la inserción monástica de peruanos y peruanas, de extranjeros y extranjeras, con una fundamental
monasticidad -esencial aunque no solamente benedictina- que no puede ser monopolio absoluto
de ningún monasticismo.386
Luego entonces, cómo distinguir en la región aymara, señales de monacalidad -originaria y
mestiza- incluso hasta antes de 1992. Es decir, un tipo de monacalidad que las culturas andinas
estén hoy en disposición de ofrecer, incluso sustentando la posibilidad de un monasticismo ‘pre-
benedictino’, no institucionalizado, que dijo no al mundo de la modernidad colonialista, totalitaria
y hegemónica. Cómo distinguir semillas de monacalidad que ni monjes belgas ni peruanos han
logrado identificar con certeza, y si es que también tiene sentido esta distinción, en tanto tradición
ascética y contemplativa, cuya semilla había Dios esparcido con frecuencia en las antiguas
culturas antes de la proclamación del Evangelio.387 Es aún bizarro que la monacalidad de los
monasterios y las monasticidades recientes estén gestando una especie de nuevo arquetipo de
monje y monja, ‘sin monasterios’. Sin embargo, ¿eso que vive el pueblo de Dios, será
monacalidad frente a la cual aún nos reservamos el derecho de admitirla?388 ¿Recibir una
384 ¿Cabe optar por las y los más pobres, recibiendo a Cristo en cada uno de las y los monjes, sujetos eclesiales minoritarios en el mundo, y en condición marginal?
385
Raimon Panikkar, Elogio de la sencillez. El arquetipo universal del monje. Navarra: Editorial Verbo Divino, 1993, 196.
386 Benedikt Reetz, Archiabad de Beuron: ‘Cristo [ha] instituido la Iglesia, no conventos ni monasterios; [es] para todos el llamamiento a la perfección de Aquél’. En:
propio Concilio Vaticano II reconoce ‘las tradiciones ascéticas y contemplativas, cuyas semillas había Dios esparcido con frecuencia en las antiguas culturas antes de
la proclamación del Evangelio. [Y que] la vida contemplativa pertenece a la plenitud de la presencia de la Iglesia’. En: Concilio Vaticano II, Ad Gentes, 18b-d.
125
experiencia monástica y benedictina hoy para ese pueblo, implica abrirnos a la entrega gratuita y
por entero de una monacalidad aymara que no imaginábamos acoger, y de la que no
esperábamos monasticidad alguna?389 Si las constantes transformaciones de la cultura
contemporánea, incluidas las de la versión aymara y limeña en su pluralidad, son también un
‘verdadero signo del Espíritu que no deja de conducir la historia de los hombres y de los pueblos
hacia su vocación’390 (la unión con Dios, con la comunidad y el cosmos); luego, hay monacalidad.
389 ‘[Volviendo] al misterio escatológico, asumiendo su vocación martirial simbólica como signo precursor del advenimiento de Jesucristo’. Ver Simón Pedro
Arnold osb, Tú sígueme.
390 CELAM reunido en Medellín, Introducción, n° 4.
391 Ver Johann Baptist Metz, ‘Hacia una Iglesia Universal, culturalmente policéntrica. La Iglesia Católica en la actualidad’, 1.
Pero precisémoslo bien: monasticidad (orientada por una monacalidad interior) es aquel
contacto sutil y verdadero del mundo en su diversidad (incluso eclesial) con lo monástico, y
bilateralmente influidos; mientras que monasticismo es la estructura histórica y profética no sólo
cristiana ni institucional, enfrentada de maneras diversas al desplazamiento del mundo hacia las
alianzas eclesiásticas y estatales, de todos los siglos y de todas las religiones.
Por otro lado, las monasticidades también pueden enfrentarse ante el mundo y ante los
monasticismos retrógrados, mientras que el monasticismo -al menos teológico- se fundamenta a
su vez en una monacalidad profundamente interior. La monasticidad lleva connaturalmente un
origen carismático y laical, no institucional, pocas veces reconocido, y puesto incluso al margen
de la propia ‘marginalidad identitaria’ de los monasticismos;392 el monasticismo, en cambio, es
una institución que apela finalmente a su ‘condición’ laical y carismática para no hallar -en
muchos casos- la decadencia por muerte natural.
Lo que intentamos decir es que la policentricidad de lo monástico debe remitirse también a
nuevos ‘centros de monasticidad’ o monasticidades, que reoxigenen la inspiración y el primer
amor de la vida benedictina. San Benito de Nursia no se resistiría a una monasticidad -y
monacalidad- entre las y los aymaras de Chucuito, aun por la sola resistencia mayúscula de éstos
a la vida solitaria; tampoco se resistiría a una monasticidad -y monacalidad- entre las familias
urbanas de Ñaña, por la sola presencia mayoritaria de parejas laicas y amistades independientes,
que ya participan de la gestión litúrgica y administrativa del monasterio limeño.
De ser evaluada esta autocomprensión policéntrica de lo monástico, se identificarán más
fácilmente las nuevas eclesialidades monásticas, y entre ellas alguna suerte de monasticidad
‘legendaria’ tal vez resguardada en el devocionalismo y el emocionalismo, porque -admitámoslo-
ni el Concilio ni el postconcilio en sus expresiones latinoamericanas, han ahondado de manera
debida sobre el acontecimiento -inicialmente cristológico y pneumatológico- de la vida monástica
y laical, inspiradas por el espíritu benedictino de los últimos 50 años, menos aún en la
marginalidad de su monasticidad.
Sin embargo, el protagonismo de las y los benedictinos, monjes y mujeres, silenciado e
invisibilizado (no sólo por la discreción monástica institucional de la Orden), no debe reducirse
únicamente al foro interno de la teología. Dios permita que el caso peruano intente ser una
primera aproximación policéntrica de lo monástico, pero no la última.
392Sin embargo, al poseer una ‘marginalidad identitaria’ –final y felizmente institucional–, habría que interrogar si dicha marginalidad resultó ser recibida con
toda justicia, o injustamente impuesta, aunque proféticamente optada.
127
&&&
CAPÍTULO III
PAUTAS Y RECOMENDACIONES
PARA CENTROS DE MONASTICIDAD
397
CELAM reunido en Aparecida, 492.
130
Cuatro momentos. Aspiramos a que los futuros centros de monasticidad giren en torno a
cuatro momentos, orantes, prácticos y críticos a la vez, dinámicamente enlazados por la
contemplación y el compromiso, como una manera nueva de ser familia y escuela benedictinas:
dando de la contemplación (1) anhelo de liberación (2), y recibiendo en la hospitalidad
benedictina (3) la contemplación de Cristo (4). Un dar y recibir como acto único, jalado por
cuatro exigencias fundamentalmente teológicas y benedictinas en el origen, pero más
ampliamente comunitarias dentro de una perspectiva adaptada a las demandas del mundo.
Momentos ascendentes los dos primeros, con un movimiento centrífugo que re-envía a
cada uno a la misión de su medio de vida y a su vocación propia; cristología desde abajo: vida
contemplativa y eclesial, opción por las y los pobres, hundimiento, acogida, interculturalidad y
reconciliación. Momentos descendentes los dos siguientes, con un movimiento centrípeto que va
de la hospitalidad admirativa frente a las y los más pobres, hacia la inclinación oyente del corazón
1. DAR DE LA CONTEMPLACIÓN
Los centros de monasticidad partirán de la contemplación orante de la realidad, ya sea ésta
de índole social, político, económico, religioso, cultural, o teológico, es decir, contemplación de
una realidad que será escuchada y buscada, monástica y laicalmente, a la vez. Escuchada desde el
oído inclinado del corazón, y buscada con predisposición encaminada hacia el Reino de Dios.
Contemplar la realidad desde estas instancias espirituales, expresará la exigencia de estos centros,
y la característica de su identidad, la asunción de su monacalidad interior. Sin este grado de
contemplación, será en vano dar anhelo de liberación que terminaría siendo ideológica o poética.
a. Escucha. El oído inclinado y ejercitado del corazón de estos centros de monasticidad,
señalará el valor de una permanente escucha a la realidad del mundo, pero a la vez recibirá la
invitación exigente a escucharse a sí mismo para escuchar a los demás, sin resistencias,
escuchando una realidad de Cruz en la vida propia y en la ajena, aprendiendo a ser cruz y ruptura
frente a lo que intente separarnos del amor de Cristo, raíz de toda monacalidad cristiana.
Dar de la contemplación en la escucha es oír los latidos de nuestra propia vida crucificada
con el mundo y para el mundo, pero unida al amor de Cristo, expresado de manera especial y
sorprendente en su amor arriesgado y decidido hacia las y los más pobres desde todo contexto,
amor que será practicado en los centros de monasticidad, generando un cambio de opinión, de
actitud, de mentalidad, hasta ejercer la transgresión profética.
b. Búsqueda. Dar de la contemplación implicará también darse por completo a la búsqueda
de Dios y de su Reino, búsqueda de vida, paz, justicia, amor, con reconocimiento de todo derecho
considerado humano para el bien de los seres humanos. Esta búsqueda de Dios no dependerá de
una predisposición extática o metafísica de la contemplación, sino de una mística intrínsecamente
unida a la vida ordinaria de nuestro mundo, dentro del cual en la oración contemplativa de lo
benedictino aún escuchamos el llanto del Dios empobrecido que anhela la liberación de su pueblo.
‘No me buscarías si no me hubieras encontrado; no me puedes encontrar sin seguir
buscándome’, dice san Agustín. Los centros de monasticidad van en ese sentido, ahí donde la
espesura de la condición humana puede alcanzar incluso un grave riesgo, ahí se han encontrado
con Dios y por eso se le busca, así como también en el ardor de un sufrimiento aún imperecedero
de la pobreza. La propia oscuridad es parte de este hundimiento ejercitado y contemplativo de la
escucha y de la búsqueda, en la exigencia de toda monasticidad cristiana.
c. Espiritualidad. Dar de la contemplación es un ejercicio orante que nos hace explorar con
asiduidad nuestro universo interior y el de toda realidad humana, donde yacen escondidos los
misterios del Reino.404 Pero esta misma capacidad orante y contemplativa nos permite distinguir
al menos 3 espiritualidades que los centros de monasticidad (en este caso benedictinos) deberán
volver a poner en práctica, en correspondencia con el anhelo de liberación que aún toda nuestra
región surandina, limeña, eclesial y culturalmente mantiene: lectio divina, experiencia de soledad
y liturgia, favoreciendo así al reenvío de cada uno y cada una a nuestro medio de vida, y a nuestra
más auténtica vocación: la unión con Dios.405
No obstante, el ejercicio de la contemplación desde donde proponemos dar anhelo de
liberación, supone también la participación de la espiritualidad aymara y limeño-andina, con
todos los imaginarios de su propia cultura y su comprensión de mundo. Los centros de
monasticidad deberán, por tanto, admitir también la participación de otras espiritualidades,
religiones y credos -cuya pedagogía de la contemplación incluso antecede a lo cristiano-, y de esa
manera servir mejor a las comunidades eclesiales de base, y grupos sociales diversos que deseen
profundizar más en la espiritualidad benedictina, desde la escucha y la búsqueda incesantes, que
404 Simón Pedro Arnold osb, Conferencias Espirituales. ‘Escucha hijo. inclina el oído de tu corazón’, 9 de abril 2005.
405
Concilio Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual: Gaudium et Spes, 19.
133
406 Vale decir, lectura intercultural de la Biblia, hablar género desde la Biblia, lectura popular de la Biblia desde los Andes, con una determinada presencia de cada
comunidad eclesial o civil. San Pacomio, laico fundador de la institución monástica oriental en comunidad, inició un movimiento de lectura popular con campesinos;
sin embargo, ‘el nombre de monje implica saber leer. ( ) Pacomio, en los orígenes mismos del cenobitismo, había lanzado esta especie de consigna (RP 139-140),
que fue seguida a rajatabla. ¿Cómo iban a aprovecharse de los tesoros de la Escritura si eran incapaces de descifrarlas? En: García M. Colombás osb, Op. Cit., 388.
407 ‘¿Cómo realizar hermenéutica liberadora [y contemplativa] que posibilite la transformación de las mentalidades y subjetividades marcadas por la colonialidad
presente en la sociedad? [ ] Los textos bíblicos, surgieron en contextos imperiales y coloniales. ( ) Realizar una lectura consciente de los contextos coloniales, es estar
atentas(os) a los grupos invisibilizados en los textos, preguntándose por los imaginarios que están siendo construidos y reforzados en cada lectura’. En: Silvia Regina
de Lima Silva, ‘Colonialidad, descolonización y Lectura Popular de la Biblia’. En Revista Pasos, San José: Departamento Ecuménico de Investigaciones DEI, abril-
junio, 2011. Disponible en: http://issuu.com/teologadocentroamerica/docs/lecturas_comunitarias_de_la_biblia_del_dei.
134
cultura urbana limeña, los centros de monasticidad tendrán la tarea de adentrarse en la soledad
benedictina, tratando de vivir a profundidad una monacalidad cada vez más urgente en nuestros
tiempos. Toda experiencia fundante de soledad, lejos de enseñanzas indescifrables, tiene para las
y los benedictinos, su hundimiento en la propia vida de Benito, quien se dispone a ir a la soledad,
desencantado de las ciencias liberales y los vicios de Roma, y quizás también desencantado de los
monasticismos anteriores alrededor de Nursia. Benito sale al desierto, y decide vivir en una cueva
estrechísima durante 3 años; luego, dirige la palabra a un sacerdote -siendo las primeras palabras
que Benito pronuncia en los Diálogos-: ‘Para mí hoy es Pascua, porque he merecido verte’...408
Esta viene a ser la Natividad y la Resurrección ‘monástica’ a la vez, rodeada de
monasticidad en la nana que lo cuidó con ternura en Effide (género en la urbe), en el monje
Román que le enviaba pan (monasticismo), en el encuentro con el sacerdote (mundo clerical), en
los pastores que curiosean la gruta de Benito (cultura campesina), hallando con admiración la
monacalidad del eremita orante.
Por ello es necesario que los centros de monasticidad se remitan a esta experiencia de
desierto no necesariamente monástica ni estructural, pero sí crítica, estratégica, capacitante,
progresiva, desintoxicante, ‘exorcizante’ de toda negociación con un mundo que domina o
subordina lo humano, lo divino o lo cósmico. Desierto y soledad en la escucha de una realidad
cosmoteándrica también dañada, y en la búsqueda de esta misma realidad por donde el Pueblo de
Dios -y Dios mismo- gimen de dolor camino al Reino. Desierto y soledad como signo profético
de una nueva condición humana posible, y de una sociedad que ansía transformar las injusticias
sociales, unida a los sufrimientos que atraviesan las iglesias, las naciones y los monasticismos,
hoy invadidos de nuevos tipo de empobrecimiento. Desierto y soledad, identidad y respuesta,
para centros de monasticidad.
El no del desierto y la soledad no es el no de un ‘niño’, sino el no generoso y consciente que
anuncia la posibilidad de otro mundo posible, de una capacidad de ser mejor ser humano, y de
caminar con el Dios de Jesucristo cada vez más presente, desde el desierto; por eso hablamos de
una cristología desde abajo que consiste en arar la tierra de la soledad, sembrando semillas
fecundas de monacalidad eclesialmente comunitaria, hasta que el desierto y el sequedal se
408Gregorio Magno, Diálogos. Libro II, Vida de San Benito, I. Esto sigue siendo hoy para la vida benedictina, monástica y laical, la epifanía del Cristo Monje, que
nace de la soledad a la comunidad, que nace del desierto hacia el cenobio, de la crisis social romana a la alternativa de un mundo posible, de algún posible ‘centro de
monasticidad’ a la fundación posterior de la Europa que actualmente conocemos; Cristo Monje que nace de la voz del Bautista en el desierto, hacia la Palabra
profética en medio de Jerusalén.
135
* Liturgia por resignificar y sentido renovado (imagen litúrgica que representa lo familiar)
Se apela a liturgias familiares y domésticas, que capaciten a los centros de monasticidad, a fin de que
estos se impregnen totalmente del espíritu y de la fuerza de la Liturgia
Dar anhelo de liberación bíblica y contemplativa, anhelo de liberación eclesial y social en el mundo.
Intensificar con gozo ritual y celebrativo su referencia anticipada al Reino.
Ser verdaderas escuelas de pluralismo benedictino, eclesial, social, intercultural e interreligioso.
Desafío: que cada familia sea centro de monasticidad.
2. ANHELO DE LIBERACIÓN
El anhelo de liberación de los centros de monasticidad partirá de su disposición de escucha
a las y los más pobres en quienes se recibe a Cristo, sin dejar de buscar en ellos un encuentro con
el misterio y con el Reino que les habita. Hablamos así de lectio divina existencial (escucha de la
Revelación en la pobreza), y de búsqueda de contemplación del Reino de Dios encarnado
(cuerpos despreciados de las y los más pobres).
137
Luego entonces surge la ‘tentación’ de liberarlos, y anhelar con ellas y ellos la libertad; sin
embargo, en nuestro presupuesto para centros de monasticidad, el anhelo de liberación no
depende de sistematizar teológicamente algo o de un proceso de liberación ofrecido en un manual.
a. Hundirse en el amor. Los centros de monasticidad darán anhelo de liberación no como
receta médica, sino como hundimiento radical en el amor a las y los más pobres y en el amor que
entre ellas y ellos surja. Esta es la opción cuya encarnación concreta se hace al caminar con
dirección al Reino, caminar que se realiza en este caso de manera contemplativa. Donde no hay
camino no hay amor, y donde no hay amor nada se encamina.
Este hundimiento de amor no parte de una gran idea preconcebida o una ideología
constructiva y liberadora, sino del Dios que se encarna en nuestras propias contradicciones junto a
las de los empobrecidos y empobrecidas, que es por donde anda Dios. Así, todo lo que comporta
escucha, búsqueda y camino hacia el Reino, implicará la realización de una liberación por el
amor, amor a las y los más pobres, capaces de llevar a cabo su liberación, vale decir, escucha,
búsqueda, y camino de hundimiento amoroso como primer anhelo de liberación.
b. Acoger. Los centros de monasticidad tendrán la humildad de no ‘llegar’ a realizarla por
completo, porque aprenderán a ser primero pura y dramática contemplación liberadora: acogida
del misterio mostrado en cada uno de los huéspedes y visitantes que se acercan a los monasterios
-como lo veremos más adelante-. Es decir, ser primero pura y dramática 'apreciación' y amor
político (económico, socio-cultural o religioso), a las y los más despreciados, sin-identidad, sin-
derechos, no-personas, siempre extraídos y extraídas (no sólo de las estadísticas).
El encuentro con Jesucristo en las y los más pobres, muestra la dimensión constitutiva de
nuestra fe: contemplación de su rostro sufriente en ellos,414 y contemplación de un rostro que los
acoja, los reciba y los libere. Y no obstante, en la sombra de estos centros de monasticidad
quedará ya iniciada contemplativamente la transformación del corazón, el hundimiento y la
identificación de la monacalidad que los envuelve, por ser centros de monasticidad
acompañantes y protagonistas de la pobreza de hoy, puestos en presencia de la misma
monacalidad que envuelve el corazón de las y los más pobres, aymaras y limeños. Anhelar
liberación es, pues, acogerlos iniciando el Reino pero sin tocarlo, tocar a Dios incluso en las y los
más pobres, y liberar sin autoritatividad.
414
CELAM reunido en Aparecida, 257.
138
contra los neoliberales acérrimos, contra los terroristas religiosos, y contra los demás
herejes de nuestra hora.417
El esfuerzo intercultural en centros de monasticidad no puede quedar indiferente frente a
los nuevos procesos identitarios que se expresan y se comunican desde nuevas hermenéuticas y
epistemologías a veces desconcertantes, y nacidas de los mismos pueblos originarios; desde estas
nuevas instancias, los centros de monasticidad aprenderán a resignificar el no profético y
contestatario a las alianzas del mundo, desde nuevos lenguajes e identidades, y resignificando el sí
a la vida que puede también emerger del mismo. Por esa misma razón, estos centros imprimirán
un cierto sentido de adopción pacífica, penetración y selección recíproca y modulada, de los
mensajes preexistentes y externos que cada cultura y espiritualidad no deja de construir, pero sin
desatender los mensajes que habitan en el corazón de nuestra propia humanidad.
Finalmente, así como el catolicismo popular de hoy muestra ser un espacio creativo de
mística popular, tanto como la religión originaria en su etapa ‘cristiana’ actual,418 la monasticidad
alrededor de las dos actuales implantaciones, limeña y surandina, deberá ofrecer lingüística e
identitariamente una nueva manera de expresar su mística y su profética de desierto, para nuevos
centros de monasticidad, anhelantes de una liberación también inculturada, apelando a una
permeabilidad entre lo interteológico e intercultural.419
e. Esperanza actuante. A partir de la memoria histórico-teológica ofrecida desde el
Vaticano II hasta la vida monástica en Chucuito, esperamos que los centros de monasticidad sean
expresión anhelante de liberación al intentar vivir eclesialmente al servicio de las y los más pobres,
acogiendo las tensiones creativas que suscite el Espíritu de Dios, asumiéndose conscientemente
en la transición eclesial constante a la que invitó el Concilio, y profundizando en el caminar
histórico y teológico de hoy, monástico y laical, de lo benedictino y de la monasticidad limeño-
surandina.
Esperamos que se ensayen nuevas formas de anhelar liberación, y seguir haciendo opción
por las y los más pobres, por la interculturalidad en donde aletea el Espíritu de Pentecostés sin
entender aún ‘su’ idioma intercultural, opción por las y los sujetos en condición de sufrimiento y
empobrecimiento política e interculturalmente correctos, en un contexto no sólo de indiferencia
sino de prescindencia. Queda aún por ensayar un proceso de reconciliación de lo monástico
417 José Ignacio González Faus, ‘Monacato y Opción por los pobres: mística y profecía’, 333.
418Ver Simón Pedro Arnold osb, La foi sauvage.
419Diego Irarrázaval habla de ‘poli-inculturación’. De todos modos, la teología latinoamericana, hija del Concilio, también lo es de una nueva forma de pensar la fe
desde la praxis de liberación histórica, que hunde sus raíces en las inculturaciones, interculturalidades y monasticidades, anteriores a nuestros pueblos originarios.
140
propiamente dicho, con las necesidades y maneras de ser del mundo de hoy, y qué mejor
ensayarlo que con las monasticidades autocomprendidas en su monacalidad originaria e interior,
la que impulsa por acción del Espíritu Santo a nuevas teologías y monasticidades indígenas y
urbanas, releídas desde la sabiduría de las y los nuevos sujetos que anhelan liberación.
Anhelar liberación desde la contemplación, no sólo diseñada sino ejercida desde el oído
inclinado, desde el corazón abierto, desde la voz escuchada, desde la acogida de un café con
leche, es lo que hará reconocer la esperanza en los centros de monasticidad como lugares donde
se hace la liberación sin llegar a completarla, donde la pluralidad no comienza por la raíz
cuadrada de los conceptos sino por el contacto con los cuerpos y las identidades de los
despreciados y acogidos, donde la liberación ‘casi realizada’ durante 50 años anticipa el Reino de
Dios, pero el mismo Reino nos devuelve a la tarea de reconciliación nacional en el Perú aún
pendiente.
Esperamos que los centros de monasticidad pasen a formar una rama más en el árbol de la
actual familia de la Resurrección, a la luz del acontecimiento conciliar y benedictino,
respondiendo a las necesidades del mundo de hoy, junto a las y los nuevos sujetos teológicos,
mujeres, indígenas, negros, sujetos sexuales, creyentes y no creyentes, actores permanentes de
interpretación en los contextos bíblico-teológicos y sociales de la nueva monasticidad.
f. Reconciliación. Si hay algo que de verdad también nos hace caminar en el anhelo de
liberación, es no poder olvidarnos de nuestra historia, tejida por acontecimientos que nos remiten
a una identidad común, la de una humanidad que camina con los destrozos de tal historia en
ciertos aspectos, pero también con los anhelos de transformar dichos destrozos en esperanza y
sanidad interior, identidad anhelante de liberación que impone obligación de realizarla, recordarla,
celebrarla y reconciliarla dentro de nuestra historia -y en el recuerdo de ella-, como un servicio
público de reconstrucción histórica y reconciliación con las heridas, destrozos y rencores entre las
y los peruanos. Los centros de monasticidad se pondrán al servicio de esa identidad común y del
recuerdo anhelante de liberación, cuya reconciliación nacional cruza aún los ríos profundos de
nuestra historia peruana, y espera ser realizada a la luz de una práctica conciliar y benedictina.
Esta tarea de reconciliación nos recuerda que aún faltan sanar heridas de pueblos enteros, y
reconstruir identidades dramáticamente signadas por las y los empobrecidos de hoy en el Perú.
Dios ha sido y es uno de ellos, y lo sigue siendo. El Dios empobrecido y asesinado de hoy que
141
virtualmente es espada afilada que reclama a la memoria.420 Por ello, el anhelo de Liberación en
el Perú aspira a recordar su historia, y quiere recordarla ‘sin dolor’, identificando y releyendo los
errores y tragedias del pasado, para no volverlos a repetir.
Lejos del dolor de recordarlo como en años anteriores, concierne a centros de monasticidad
el hecho de que queda aún mucho camino de reconciliación hacia el Reino. Ya Jesús invita a sus
discípulos a la reconciliación (cf. Mateo 5, 24), al amor a los enemigos (cf. Mateo 5, 44), y a optar
por las y los más pobres (cf. Lucas 14, 15-24).421 Por tanto, estos centros deberán conservarse
como lugares de encuentro, conversación, instrucción, elaboración y debate, respecto a los temas
como el de reconciliación nacional, a la luz de lo que llegó a ser el monasterio de Ñaña de los
años 70. Optando por las víctimas de nuestra reciente historia de violencia terrorista y corrupción,
escuchándolas y recibiéndolas en la contemplación orante y comprometida de la realidad, donde
ellas mismas sean las autoras de la historia, eso ya es aspirar a la reconciliación de un país no
sanado aún de sus heridas históricas y raciales; los centros de monasticidad y de reconciliación,
devolverán así a la vida benedictina, monástica y laical, el rostro crístico y pneumático de una
nueva Familia Benedictina, que escucha y se deja escuchar, al interior de estos centros.
Resumen
*Hundimiento radical en el amor a las y los más pobres y en el amor que entre ellos surja
Ser pura y dramática contemplación liberadora, con amor político a las y los más pobres, y acogiendo el
Misterio en cada uno y cada una.
Dar inicio contemplativo de la transformación del corazón humano, en la identificación de la
monacalidad que lo envuelve, siendo acompañantes y protagonistas de la pobreza de hoy.
* Participar en procesos permanentes de activa interculturalidad y mutua evangelización
Diálogo intercultural y evangélico de mutuo acompañamiento con otras espiritualidades, religiones y
credos, formas de pensamiento o acción social.
Convergencia entre ora et labora y amor político a las y los empobrecidos.
Ser compañeros de la 'religión popular', que refleja sed de Dios sólo vivida por los pobres.
Dar alegría de encontrar a Cristo en el corazón, en el de los demás y en el corazón de lo que les rodea.
* Edificar una identidad común desde nuestras diversas identidades
Apelar a nuevos lenguajes ecuménicos e interculturales, siempre inagotables, y ofrecer nueva expresiones
de mística y profética de desierto, para nuevos centros de monasticidad.
Resignificar el no profético y contestatario a las alianzas del mundo, y el sí a la vida que puede emerger de
ese mismo mundo.
Ejercer una cierta adopción pacífica, penetración y selección recíproca y modulada, de los mensajes
preexistentes y externos que cada cultura y espiritualidad no deja de construir.
Ofrecer lingüística e identitariamente una nueva manera de expresar su mística y su profética de desierto,
para nuevos centros de monasticidad.
420 ‘No es que se dude del resucitado, o de que esté vivo, pero si Jesús es solidario con su dolor, Él también debe estar sufriendo. Es imposible que todo sea gloria
para un Dios cuyos hijos están aplastados por la opresión y la injusticia. El riesgo más grande en la cristología no es un Jesús sin Cristo, cuanto un Cristo sin Jesús’.
En: Agenor Brighenti, Op. Cit.
421
CELAM reunido en Aparecida, 353.
142
3. RECIBIR DE LA HOSPITALIDAD
Ingresamos al movimiento centrípeto de los centros de monasticidad, los mismos que con
inclinación oyente y obediente del corazón, se dedicarán a una praxis de liberación modulada por
las exigencias del Evangelio y de la tradición benedictina en su dedicación a la hospitalidad.
Lo que antes dimos como anhelo de liberación, ahora queda permanentemente recibido en
un mismo actuar crístico y pneumático, conciliar y benedictino, que contempla, escucha, busca,
anhela y libera, toma consciencia de la realidad (social y personal), y se hunde fraternal y
sororalmente en el amor de una hospitalidad, con dirección a una nueva contemplación de Cristo.
Para los centros de monasticidad, hacer hospitalidad al peregrino, al migrante, y en especial
a las y los más pobres, mediante su participación en el servicio de acogida en los monasterios,
consistirá en recibir y acoger el misterio de un Dios ‘huésped’, peregrino, cansado, necesitado,
con las marcas del camino que deja la historia, y que busca algo más profundo, y no sólo
habitación y comida,422 Dios ‘huésped’ que recíprocamente se muestra entre huéspedes y los que
les acogen, poniéndolos de cara a una revelación mutua y exigente, haciéndolos salir del
narcisismo personal, comunitario e institucional. En tal sentido, los centros de monasticidad no
sólo deben reavivar la hospitalidad propiamente monástica sino también el sentido de
hospitalidad que posee el mundo, sentido de la vecindad acogedora, abierta al visitante y al
Misterio que lo acompaña y lo supera.423
Los Centros de monasticidad participantes de la hospitalidad monástica, deben ser gestores
de nuevas relaciones humanas, en la escucha atenta de los huéspedes y de la realidad humana que
traen consigo, con sus preocupaciones y necesidades, buscando junto a ellos, con un mismo
422 Etienne Demoulin osb. Op. Cit., Intervención de hermana María Julia Ardito op, venida del distrito de Ilave-Puno, 16.
423 ‘En los monasterios primitivos orientales, los monjes y monjas continuaban la antigua costumbre cristiana de hospitalidad, al edificar y sostener posadas, distribuir
limosnas, acoger a los refugiados, hacer trabajo manual para dar de comer al extranjero, al pobre y al hambriento. Con la transición del monasticismo de Oriente a
Occidente, la vida cenobítica se hizo el vehículo para la práctica de la hospitalidad cristiana y la inserción en las necesidades de la iglesia local, [intentando] reconocer
la faz de Cristo en el desconocido y el familiar, [abriendo] sus puertas aún más para compartir sus vidas y sus bienes’. Conferencia de las Prioras Benedictinas de
América, De todos los dones de la tierra. Sobre esta Tradición, III. Benet Press 6101 East Lake Rd. Erie PA 16511, 1980, 7-8.
143
espíritu en el Espíritu, el pequeño relato del Reino en la vida cotidiana compartida. En ese sentido,
la hospitalidad que expresa el gozo de recibir a Cristo en cada visitante, es también gozo de la
acción dinamizadora del Espíritu Santo, que impulsará a los centros de monasticidad a ser casas
de humanidad, santidad, pluralidad y comunión, a la luz de la koinonia de los monasterios, es
decir, casas-signo no sólo para los centros de monasticidad limeña y puneña, sino para el mundo.
La presencia y la actividad del Espíritu no afectan únicamente a los individuos, sino
también a la sociedad, a la historia, a los pueblos, a las culturas y a las religiones. [Y] es
también el Espíritu quien esparce ‘las semillas de la Palabra’ presentes en los ritos y
culturas, y los prepara para su madurez en Cristo.424
El dinamismo del Espíritu Santo se expresa entonces claramente mediante una hospitalidad
fraternal y sororal, abiertas a una vida en común, monástica y laical, desde la ‘casa de todas y
todos, por ser casa de Dios’,425 no sólo en términos humanos sino asimismo cósmicos.
Msr. Elio Aleví Pérez Tapia, exobispo de Juli, deseaba en 2002 que el monasterio sea como
un pararrayos para la prelatura, para el surandino y para la Iglesia.426 Los centros de monasticidad,
por tanto, se apropiarán de este deseo ciertamente pneumatológico, relacionándolo con el rayo
‘signo de Dios’ dentro de la cosmovisión aymara, distinguiendo las consecuencias de esta misma
inspiración a nivel de un servicio de hospitalidad que los abra al diálogo con las culturas y sus
necesidades, pararrayos transmisores de Buena Nueva para los pobres, y Mala Nueva para otros.
La vida en el Espíritu no nos cierra en una intimidad cómoda, sino que nos convierte en
personas generosas y creativas, felices en el anuncio y el servicio misionero. Nos vuelve
comprometidos con los reclamos de la realidad y capaces de encontrarle un profundo
significado a todo lo que nos toca hacer por la Iglesia y por el mundo.427
El servicio de hospitalidad fraterna y sororal, abierta a todo visistante, huésped, o pobre,
exige la participación de los centros de monasticidad en la escucha silenciosa, paciente y discreta
de todas las diferencias sociales, culturales, morales, religiosas, ideológicas, y que supone además
acompañar determinadas vocaciones sedientas del pozo de la espiritualidad benedictina, capaces
de ser nuevas y nuevos misioneros, sal y fermento de transformación,428 para el mundo, para la
Iglesia y para los propios monasterios, anhelantes de liberación, y que desean vivir una vida
cristiana de acuerdo con los valores del Evangelio, y según el espíritu de la Regla Benedictina.
Si bien es cierto la acogida benedictina es centrípeta, sin embargo su apertura es de lo más
universal. Tradicionalmente, en efecto, el monasterio se presenta como un refugio para
424 Cfr. Dominus Iesus, Declaración de la Congregación para la Doctrina de la fe, n°12.
425 Título con el que el Monasterio Benedictino de la Resurrección, en Chucuito, recibe visitas en su Hospedería San Benito, hasta el presente.
426 Etienne Demoulin osb. Op. Cit., 29.
427 CELAM reunido en Aparecida, 285.
428
Ibid., 203, 286, 307, 316, 368, 505, 516.
144
quienquiera (según la bella expresión de Benito), un pozo en el desierto del mundo para
todos los sedientos.429
No obstante, si los espacios de hospitalidad benedictina llevan por principio la no
indiferencia hacia el vecino, por qué no se han realizado ‘retiros’ o ‘encuentros’ espirituales con y
para las y los más pobres, en Chucuito y Ñaña, cuando esto habría comportado una manera de ir
al encuentro con las necesidades de la cultura local, lejos de asistencialismos reductores. Pregunta
para los centros de monasticidad benedictina, que exige un servicio de hospitalidad donde la
escucha, el silencio y la acogida se vuelvan revelación del Espíritu y a la vez espejo del propio ser
espiritual de cada huésped o visitante.
Los centros de monasticidad tendrán que superar de cierto modo la modulada indiferencia
benedictina, y reafirmarse en la decisión de anunciar la Buena Nueva a las y los más pobres,
enfermos, tristes, y cautivos,430 desde la hospitalidad a ellas y ellos. De todas formas, señalamos
la exigencia obligatoria de estos mismos centros en la participación del servicio monástico, sin
dejar de reconocer otras formas cotidianas de profunda acogida benedictina:
Con uno es un cariño balbuciente, con otro es terquedad de querer darles un techo seguro a
sus hijos a pesar de su situación de miseria; para este joven es la voluntad noble y orgullosa
de sustituirse a su papá borracho y a su mamá sin instrucción, para brindar a sus hermanos
menores una vida más esperanzadora y más digna, y por eso busca estudiar lo que sea con
la ingenua ilusión de que así se sale adelante. A veces es una sorpresa: estás seguro que
[ese] que te visita sólo viene para pedir. Pero no, viene a disculparse por una deuda todavía
no cancelada del todo y te trae, casi gratuitamente, leche o verduras. Para otro y otra es el
orgullo de mostrarte su recién nacido. ( ) El locutorio o tu despacho se llenan en un dos por
tres de este olor tan fuerte y tan característico de la pobreza que invade tu espacio. Pero este
olor mismo me invita a buscar a Cristo detrás de la simple funcionalidad de la demanda.431
Benito es consciente de que la disponibilidad en la acogida no debe perturbar la buena
marcha de la comunidad monástica, y encarga a hermanos ‘sabios’ la responsabilidad de este
servicio. Los centros de monasticidad, por tanto, deberán designar servidores y servidoras cuya
llenura de Espíritu Santo les infunda a profundizar en esta sabiduría no sólo benedictina de la
hospitalidad, sino además del sentido de acogida y hospitalidad de los pueblos andinos y aymaras,
cuyo ejemplo de sabiduría originaria y mestiza cruza por la propia dinamicidad pneumatológica
cristiana, pero a su vez manifiesta tentativas de contemplación de un Cristo ‘cosmoteándrico’; pero
‘inacabado por lo menos en su formulación humana’, en la ‘visión acéntrica del mundo andino’.432
4. CONTEMPLACIÓN DE CRISTO
Luego de la tensión creativa entre el dar anhelo centrífugo de liberación, y el recibir
centrípeto de la hospitalidad, hemos distinguido momentos de contemplación y compromiso
directamente dependientes y participantes de la escucha, de la búsqueda, el hundimiento, la
identidad común, la interculturalidad, la reconciliación, y la hospitalidad benedictinas.
La cristología descendente de este cuarto momento, ‘desciende’ desde las y los más pobres
hasta llegar a contemplar la realidad sufriente del cosmos y la madre tierra, comprendiendo el
grado de contaminación, de sobreproducción, y perversión de los intereses humanos a costa de la
naturaleza, además del trastorno climático que daña no sólo la parte externa de dicha realidad sino
la dignidad y la comprensión del mundo que están detrás de ella. Los centros de monasticidad
deberán considerar estas dimensiones para encaminarse así hacia la contemplación de Cristo y de
su Reino, más allá quizá incluso del propio marco conciliar y benedictino.
146
433 Jon Sobrino, ‘El Vaticano II y La Iglesia en América Latina’, en: Casiano Floristán y Juan José Tamayo, Op. Cit., 122.
434Simón Pedro Arnold osb, Ensayos Andinos, 158-159. Aquí notamos que lo cósmico, religioso y social, se aproximan de cierto modo al cuerpo cosmo-te-ándrico
de Cristo, en especial para una religión originaria en su etapa ‘cristiana’ actual.
147
435 Experiencia de la realidad como temporal y como eterna a la vez, y no separada diacrónica u ontológicamente. Tiempo y eternidad son las dos caras de una
misma moneda, trama y urdimbre del mismo tejido de la realidad, aunque no debamos confundirlas’. En: Raimon Panikkar, El mundanal silencio. 44.
436 CELAM reunido en Aparecida, Discurso inaugural, 1c.
437
Ibid., 65.
148
excluidos por el analfabetismo tecnológico, las personas que viven en la calle de las
grandes urbes, los indígenas y afroamericanos, campesinos sin tierra y los mineros.438
La contemplación de Cristo sufriente en el corazón de cada uno, y en el de los demás, se abre
también al corazón cosmoteándrico de todo lo que nos rodea, porque Cristo también se manifiesta
en ese corazón. ‘Amar al otro por Dios y amarlo por sí mismo, no son magnitudes inversamente
proporcionales, sino que crecen ambas en la misma proporción’,439 misma proporción para poder
también amar y contemplar la madre tierra, por Dios y por sí misma, incluso desde una visión
cosmoteándrica que advierta soluciones a la problemática medioambiental.
En ese sentido, los futuros centros de monasticidad, tomando en cuenta dicha proporción,
aprenderán a contemplar al mismo tiempo la Iglesia cósmica, Iglesia miembro del Cosmos,
Iglesia solidaria y servidora de la madre tierra, cuyo horizonte último de todo es el Reino, la vida
en todas sus dimensiones, el proyecto de Jesús, los otros y otras, y el cosmos que es nuestra patria
común.440 Es decir, una contemplación con todas sus consecuencias, puesto que sin ellas no hay
contemplación alguna. De todos modos, ¿qué consecuencias sociales y políticas hoy pueden asumir
los centros de monasticidad de una Iglesia contemplada como ‘cósmica’ (y cosmoteándrica)?
La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su
misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales. No puede replegarse
frente a quienes sólo ven confusión, peligros y amenazas, o de quienes pretenden cubrir la
variedad y complejidad de situaciones con una capa de ideologismos gastados o de
agresiones irresponsables.441
Los centros de monasticidad deberán reparar también en el hecho de que si antes se veía el
mundo a partir de la Iglesia desde una sola concepción teológica (colonizadora), hoy el fenómeno
es inverso: la iglesia es vista y contemplada ‘a partir’ del mundo. Luego, entonces, aprendiendo a
ver y a contemplar la Iglesia como lo ve y lo contempla el mundo, ¿hoy cuáles son los
mecanismos deficitarios o las cobardías de una práctica contemplativa, orante y crítica, que tema
acercarse a una mirada del mundo con visión cosmoteándrica para nuestra realidad de fe?
Pregunta para centros de monasticidad, los cuales, recibiendo de la hospitalidad benedictina la
contemplación de Cristo -y de ésta el anhelo de liberación-, deberán superar también ‘el
escándalo de que el continente con mayor número de católicos sea el más desigual e injusto’,442
escándalo no sólo visto y contemplado a partir del mundo, sino intraeclesialmente también.
Resumen
Comprendiendo el grado de contaminación, sobreproducción, y perversión de los intereses humanos a
costa de la naturaleza, los centros de monasticidad deberán considerar estas dimensiones para encaminarse a una
forma de contemplar a Cristo y su Reino.
Serán invitados a un intercambio con las demás culturas en sus formas contemplativas de recibir a Cristo,
desde un materialismo místico andino-aymara hasta su visión cosmoteándrica mucho más compleja.
Profundizarán las consecuencias de una nueva autocomprensión eclesial ‘demócrata’ para la teología,
contrastada con la realidad monárquica de una estructura eclesiástica.
Aprenderán a contemplar críticamente el estado de ineficacia del sistema democrático al que apelaría un
tipo de Iglesia en la transformación de las estructuras.
Contemplar de manera orante, crítica y practicante, los fenómenos de la realidad andina y eclesial.
El cuerpo místico de Cristo (en sus estructuras y contradicciones), será lugar de verdadera tempiternidad
eclesial para la contemplación de Cristo, en centros de monasticidad.
Será necesario centros de monasticidad, urbanos y rurales, que ofrezcan formas distintas de contemplación
de Cristo y de su cuerpo místico, frente a un mundo lleno de contradicciones.
Contemplar las consecuencias cristificantes, eclesiales, y cosmoteándricas, de los desafíos teológico-
andinos pendientes, no desde una contemplación de Cristo examinadora, pero tampoco ingenua o ‘pasiva’.
Se tendrá apertura al corazón cosmoteándrico de todo lo que nos rodea, porque Cristo también se
manifiesta en ese corazón.
Contemplar la Iglesia cósmica, Iglesia miembro del Cosmos, solidaria y servidora de la madre tierra
(inclusive desde una visión cosmoteándrica).
Contemplación con todas sus consecuencias, porque sin ellas no hay contemplación alguna; aprendiendo
a ver y a contemplar la Iglesia como lo ve y lo contempla el mundo.
¿Qué consecuencias sociales y políticas hoy pueden asumir los centros de monasticidad de una Iglesia
contemplada como ‘cósmica’ (y cosmoteándrica)?
¿Cuáles son los mecanismos deficitarios de una práctica contemplativa que tema acercarse a una mirada
del mundo con visión cosmoteándrica?
Superar el escándalo de que el continente con mayor número de católicos sea el más desigual e injusto.
444
Raimon Panikkar, El mundanal silencio, 26.
445 Disponible en: http://www.raimon-panikkar.org/spagnolo/gloss-cristofania.html
446 Ibid.
447 Raimon Panikkar, La plenitud del hombre: una cristofanía, 50.
448 Raimon Panikkar, El Cristo desconocido del hinduismo, Madrid: Lapuente, 1971, 32.
449 Raimon Panikkar , El espíritu de la política. Homo politicus, Barcelona: Península, 1999, 7.
450
Juan 3, 5.
151
búsqueda del Reino, sin dejar de anhelar la liberación y la transformación dentro de una misma
realidad cosmoteándrica manifiestada ‘cristo-fánicamente’.
Para los centros de monasticidad, el trabajo y la oración (ora et labora) benedictinos, serán
sin duda expresiones de carácter mística y proféticamente cosmoteándricos, por ser caminos
permanentes para hombres y mujeres libres en búsqueda incesante de Dios, de Cosmos, y de
Humanidad, liberadores.
El carácter cosmoteándrico que envuelve todo lo aquí expuesto -en la escucha, la búsqueda,
la espiritualidad, la lectio divina, la soledad, la liturgia, el hundimiento, la acogida, la
interculturalidad, la identidad común, la esperanza actuante, la reconciliación, la hospitalidad y la
contemplación (sin olvidarnos de la opción por las y los más pobres y la realidad cosmoteándrica
excluida)-, señala que los futuros centros de monasticidad deberán recurrir a estas mismas
instancias y contemplar en ellas la responsabilidad con la que se comprometen.
Finalmente, cercanos al pensamiento andino, sin pretender ‘con-vencer’ a ninguna de las
partes, los centros de monasticidad aspirarán a contemplar la estructura trinitaria (teológica,
antropológica, y cosmogónica) de la realidad andina (¿cosmoteándrica?). Aún hay discusión
sobre los tres espacios verticalizados de dicha realidad: mundo de abajo, mundo de aquí y mundo
de arriba. Sin embargo,
el universo andino es concebido como una red infinita de relaciones, [y ] ninguno de estos
tres espacios puede funcionar de manera autónoma prescindiendo de los dos ‘compadres’.
La energía del universo es el Ayni, dinámica de relaciones recíprocas universales que
mantiene vivo y en movimiento el Pacha.451 ( ) El universo andino aparece como un
movimiento perpetuo sin centro y sin jerarquías, donde cada criatura tiene un rol y una
responsabilidad casi litúrgicaen la gran celebración de la vida. Todo lo creado tiene una
función en el ideal de reciprocidad universal.452
Frente a este tipo de comprensión del mundo, los centros de monasticidad intentarán
aproximarse, apelando al movimiento de contemplación ascendente y descendente, aquí
expuesto, y luego propondrán un movimiento de contemplación más horizontal, igualmente
orante, crítico y practicante.453 Más bien, es verdad que se requiere elaborar propuestas de corte
interreligioso e intercultural más incisivos; esperamos que los centros de monasticidad integren a
las mismas la presencia real de Cristo en las demás religiones y espiritualidades, andinas y
amazónicas, originarias y mestizas.
Resumen
Los centros de monasticidad se encargarán de hacer aproximaciones desde tres perspectivas: mística
materialista andina, lo cosmoteándrico, y cristianismo.
Profundizar la definición de la contemplación de Cristo, como ‘cristo-fánica’, puesto que reúne los tres
aspectos de la realidad.
La cristofanía del pozo benedictino para los centros de monasticidad, será la manifestación unísona y
cotidiana de lo cósmico, lo humano y lo divino.
Ambas realidades teológicas (cuerpo místico y cosmoteándrico de Cristo) son expresión de una misma
manifestación ‘cristo-fánica’, unísona y desconcertante, con sus necesidades y contradicciones.
El fundamento bíblico de los centros de monasticidad: aprender a nacer (humanidad) del agua (materia) y
del Espíritu (divino), Juan 3, 5.
El oído inclinado de nuestro corazón contemplará el cuerpo cosmoteándrico de Cristo desde la escucha y
la búsqueda del Reino.
Trabajo y oración (ora et labora) benedictinos, serán expresiones de carácter mística y proféticamente
cosmoteándricos, por ser caminos permanentes para hombres y mujeres libres en búsqueda incesante de Dios, de
Cosmos, y de Humanidad liberadores.
Los centros de monasticidad recurrirán a las instancias expuestas en este capítulo III, contemplando en
ellas la responsabilidad con la que se comprometen.
Contemplar la estructura trinitaria (teológica, antropológica, y cosmogónica) de la realidad andina
(¿cosmoteándrica?): mundo de abajo, mundo de aquí y mundo de arriba.
Intentarán aproximarse a las comprensiones del mundo andino, apelando al movimiento de contemplación
ascendente y descendente; luego propondrán un movimiento de contemplación más horizontal.
&&&
153
CONCLUSIONES
454
Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, 1.
154
las y los más pobres, con un mejor futuro, autocrítico y reconciliado consigo mismo; ¿o quizás
sólo fue monacalidad?
Hemos destacado rasgos de monasticismo, de monasticidad y condiciones monacales, a
partir de la realidad fundacional benedictina en el Perú. Sin embargo, el testimonio vivo del tejido
monástico-benedictino y conciliar en la actualidad, representa una tarea impostergable de
reidentificación con estos rasgos, y de reencarnación al mismo tiempo de esas mismas fuerzas
que histórica y teológicamente ofrecieron al mundo un giro desconocidamente cosmoteándrico,
envuelto de antropologías, teologías y cosmogonías originarias, y que hoy simplemente son
tentadas por el gran silencio de las cristo-fanías. El reto está en empezar a hacer hacerlas hablar.
Hemos evaluado no todas las influencias emanadas del Concilio y lo benedictino, pero sí
las más destacables, por su importancia para lo benedictino y para las Iglesias latinoamericanas y
caribeñas, que pueden hoy -conciliarmente hablando- recuperar su más auténtica monasticidad.
Para nosotros y nosotras, benedictinos y benedictinas ‘de la monasticidad’, la cartografía
histórico-teológica aquí expuesta tendrá que ser usada por las Iglesias cristianas y los grupos
sociales, a fin de iniciar movimientos de contemplación y liberación verdaderamente nuevos y
renovados.
Hemos ofrecido también pautas y recomendaciones para centros de monasticidad, frente a
los desafíos de la Iglesia surandina y limeña, y para la sociedad en general, pero el trabajo
perenne de Reconciliación Nacional incluso hoy nos desafía a un ejercicio metapolítico de
incuestionable valor para una vida benedictina a veces ‘diletante’, y para una comunidad eclesial
a veces cómodamente instalada en condición de ‘paréntesis’. Por tanto: ¿Qué rostro tiene el Dios
que los centros de monasticidad alabarán y contemplarán? ¿Hay relación entre el huésped
visitante, y el Dios huésped revelado y alabado? ¿La alabanza litúrgica y la lectio divina en los
centros de monasticidad, expresan el gemido de la palabra de nuestra solidaridad y nuestra
Reconciliación Nacional con los huéspedes y las y los más pobres, en el cuerpo cosmoteándrico
de América Latina?
Llegamos, finalmente, a la conclusión de que en la plataforma de toda nuestra investigación,
quedan aún temas pendientes, frente a los cuales lo conciliar y benedictino no los podrán dejar en
suspenso:
1. Dar inicio a una Comisión Pastoral de la Verdad y Reconciliación CPVR, llamada a la
autodenuncia de las instituciones eclesiales, monásticas y religiosas.
155
&&&
“En 1979, estando el padre Pablo en el monasterio benedictino de Belmont, y encontrándose el padre David
Birth como párroco en White Heaven, al norte de Inglaterra, el monasterio benedictino recibió la invitación de
Monseñor Fernando Vargas Ruiz de Somocursio, sacerdote jesuita, arzobispo de Piura en el Perú, para fundar un
monasterio. (...) Un 06 de agosto de 1981, tres monjes benedictinos del monasterio de San Miguel y todos los Ángeles,
de la comunidad de Belmont Inglaterra llegaron al aeropuerto Jorge Chávez del Perú: padre Pablo Stonham, padre
David Bird, y padre Lucas ((Worr)) como superior.
“El 20 de agosto de 1981, los tres monjes benedictinos llegaron por mandato divino a la ciudad de Piura,
zona de Tambo Grande, al norte del Perú: Monasterio de la Encarnación, (...) trabajando con las hermanas de Notre
Dame, en la parroquia de San Andrés; posteriormente en la parroquia de San Lorenzo en Tambo Grande.
“En 1990, al padre Lucas se le indicó retornar a Inglaterra por problemas de salud. El padre Pablo continuó en
el Monasterio de la Encarnación. El padre David se desempeñó durante un año como párroco en Piura, y luego 7 años
como párroco en Negritos Talara, viajando luego a Inglaterra por un año.
“En el año 2006, por las lluvias torrenciales y la necesidad de tener centros de estudios más cercanos al
Monasterio para los postulantes, los monjes se vieron obligados a vender el Monasterio de Piura y buscar en Lima un
lugar más asequible.”455
“Cinco años más tarde, en 1986, abre sus puertas como un Priorato Dependiente el Monasterio de
la Encarnación en el Sector 8.4 de la Colonización de San Lorenzo (Tambogrande), bajo la dirección de
Dom Pablo Stonham, establecido como prior del monasterio a lo largo de veinte arduos y perseverantes
años. Buscando mejores tierras para la agricultura y centros de formación para la joven comunidad de seis
miembros, acogen en el año 2003 la invitación del Obispo de Lurín, Monseñor José Ramón Gurruchaga,
siendo recibidos en el año 2006 por su sucesor Monseñor Carlos García, instalándose como un oasis de paz
en el hermoso valle de Pachacámac, allí donde las cerros andinos comienzan y se elevan al cielo para alabar
todos juntos al Altísimo.”456
455
https://www.youtube.com/watch?v=MvqUCbZdgWk https://www.youtube.com/watch?v=PgWMBp6Sii4
https://www.youtube.com/watch?v=37Mr30igFrU https://www.youtube.com/watch?v=WtVnOLlksac
https://www.youtube.com/watch?v=m3j6GN6LIvs https://www.youtube.com/watch?v=YZ-xh9Qmf_0
https://www.youtube.com/watch?v=NHL467OBcME https://www.youtube.com/watch?v=Km6qrr_7MUA
https://www.youtube.com/watch?v=uqkEvI3JkvY https://www.youtube.com/watch?v=YaZxFQvQ4vQ
https://www.youtube.com/watch?v=q3SmPZ08M7g https://www.youtube.com/watch?v=0_dsSLKo0vE
456
http://www.monasteriodelaencarnacion.org/#
156
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