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Diálogo universal
Fue en la Feria del Libro de Almería. Acompañaba a la poeta Ángeles Mora, que esa
tarde daba un recital junto a Amalia Bautista en el mirador de la Avenida Federico García
Lorca. ¿Puede haber un nombre más granadino y literario como marco para hablar con Juan
Carlos Rodríguez en la ciudad vecina a la de la Alhambra? Este profesor, que por sus ideas,
actitud y temperamento ha ido forjando —quizá sin quererlo— una leyenda poco cándida, una
trayectoria con tintes de medio sabio medio lobo feroz, pasó el recital de Ángeles Mora sentado
entre el público, escuchando buenos versos lanzados al aire con los ojos cerrados, cabizbajo,
taciturno. El coloquio de los perros quiso conocer algo de ese misterio que lo acompaña
siempre. Todas las sorpresas han sido gratas. Granada, Federico, Literatura… Nos falta una
palabra: Universidad, pero no en el sentido tan extraño y absurdo con que ahora se practica, sino
en su sentido primitivo y etimológico. El diálogo de Juan Carlos Rodríguez abarca todos los
campos de la ficción, es universitario, es, por tanto, universal.
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has leído bien De qué hablamos cuando hablamos de literatura —gracias— añadiré sólo
que Borges, en el diván, hubiera tenido que desbloquear sus contornos sexuales y
eso le hubiera horrorizado. ‘Ulrica’, su único relato algo “porno”, no está logrado.
Aunque él lo considerara magnífico. Pero sí que resulta sintomática la asociación
barrio / mujer que establece en ‘Hombre de la esquina rosada’, algo muy parecido a
la imagen ciudad / mujer que analizo a propósito de Ganivet. Lo increíblemente
borgiano es que a él, que odiaba explicitar la sexualidad, los peronistas lo
nombraran “sexuador de pollos”. ¿Qué le hubiera dicho de eso a Freud? El Borges
posterior a El libro de arena no me interesa mucho, excepto ciertos poemas. Lo
curioso es que Borges defendió siempre al máximo el materialismo de la escritura y
luego era otra cosa al margen de la escritura, como es obvio y como se ha señalado
tantas veces.
—JCR: Gracias por lo de la aulas. Hay mucha gente que aún piensa que la otra
sentimentalidad fue sólo una cuestión de elitismo nocturno. En realidad fue un debate
teórico y político muy serio en torno al marxismo y a la pérdida de una izquierda
auténtica. La posmodernidad de los 80 nos demostraba que efectivamente había
existido mucha progresía antifranquista en España, pero muy poca izquierda
antisistémica. Ya he contado en Dichos y escritos todo el meollo del asunto y que el
grupo sólo existió como tal identidad entre 1979 y 1983 u 84. Luego cada uno se
fue por su lado, como es lógico. ¿Hoy? En Granada sigue habiendo una muy buena
cosecha de poetas, hombres y mujeres, jóvenes y menos jóvenes, de primera fila.
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Ocurre sin embargo que, por un lado, nadie quiere vivir bajo la sombra de aquellos
tiempos; y por otro lado existe un indudable desconcierto: falta el debate teórico de
fondo no sólo respecto a la poética sino en cualquier otro sentido, como en toda
nuestra civilización globalizada. Hoy, como mucho, sólo se habla de dictaduras vs.
democracia, y en literatura se llega como máximo a la discusión entre “realismo”
(historia) vs. “neosimbolismo” (naturaleza). Y fíjate si esta controversia es añeja en
el lenguaje poético. Un triste ritornello porque ya nadie cree que exista una vida no-
histórica, y además después de Irak y Nueva Orleáns imagino que la
posmodernidad sí que ha roto sus diques. Quizá sólo sigan siendo válidos los
debates en torno al feminismo, que hoy, creo, ha superado ya los problemas a
propósito de la diferencia y la igualdad. De cualquier modo el potencial poético de
Granada sigue siendo muy rico. Si faltan cauces teóricos más profundos quizá sea
porque la lógica del capitalismo se ha convertido en nuestra única lógica de vida, y
eso ciega a cualquier escritura. Y en cualquier parte. Lo grotesco es que hasta el
comienzo del Tratado de la Unión Europea remueve sustratos supuestamente
“líricos”: Inspirados, Convencidos… parecen apelar a las Musas o reescribir la Eneida.
—JCR: No, ni a las drogas duras. Eso es un mito romántico y bohemio que
recuperaron los beats americanos y el 68 europeo. Sólo hay un buen libro que
parece escrito bajo el recuerdo de las drogas, pero es un libro de
guerra, sobre el Vietnam, algo excepcional: Despachos de guerra de
Michel Herr. Si te refieres a la leyenda en torno a Javier Egea te
aseguro que todos sus grandes poemas los escribió completamente
sobrio. Hace poco tiempo me llegó un manuscrito de Javier, escrito
al parecer en una de sus noches de alcohol y era un verdadero
desastre. La escritura sólo posee un amigo: tener algo que decir y
saber cómo decirlo. Y el enemigo obviamente es la página en blanco.
Y eso ya lo escribió Rubén casi mejor que Mallarmé. Los “paraísos
artificiales” no existen durante la escritura; pueden existir antes o
después, pero “en medio” lo único que ayuda es la obsesión por vencer a la página.
Si eso te provoca dolor de cabeza se puede recurrir a un paseo o a una aspirina.
Pero el compromiso con la escritura no admite camas redondas: es monogámico.
¿Quizá Rimbaud o Malcolm Lowry sean excepciones? Habría que comprobarlo más
allá de las leyendas.
—JCR: Para que algo te decepcione tienes primero que haber creído en ello. Más
que los libros a veces te decepcionan los autores, aunque la relectura a veces
también pasa facturas muy fuertes. Es posible que alguna vez creyera en algo o en
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alguien y luego me decepcionara, pero arrepentirse no sirve para nada, salvo para
aprender. Y todos lo sabemos desde Nietzsche.
© Zoraida Angosto
—JCR: Bueno, veo que también te has leído mi Althusser, Blow-up. Gracias otra vez.
La verdad es que fueron el profesor Carlos Enríquez del Árbol y otros amigos
quienes enviaron a Althusser el libro Teoría e historia de la producción ideológica que yo
acababa de publicar, a primeros del 75. El grupo althusseriano de L’Ècole Normal
estaba ya prácticamente disuelto: Balibar, Badiou, Rancière, Macherey… ya casi no
estaban allí. Althusser buscaba nueva gente porque le gustaba trabajar en equipo:
Dominique Lecourt, yo mismo, etc. Pero aunque a mí me asustaba —me
consideraba con poca experiencia— trabajar con alguien como él, desde el primer
día nos hicimos muy amigos y en realidad fue Hélène quien “me adoptó” como un
intelectual “víctima del franquismo”. Bueno. La verdad es que pasé unos cinco años
en contacto con ellos. Althusser tenía un rigor impecable e implacable y este es el
problema de sus libros (los pocos que publicó antes de la locura). Quiero decir, que
(aparte de que habría que quitar cierta jerga lingüística de aquel momento) hoy no
estamos acostumbrados a ese rigor teórico: el pensamiento débil, el pensamiento
único, han hecho estragos. Yo recomendaría de Althusser los textos que analizo en
mi libro: prácticamente los recogidos en el libro Posiciones y también La transformación
de la filosofía. De todas maneras hoy en el mercado español me parece que todo eso
está descatalogado. A la gente sólo le ha interesado, acaso, la negación de sí mismo
que hace Althusser en El porvenir es largo, pero incluso en medio de ese delirio se
nota su inteligencia.
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—ECP: Y ya que estamos con inteligencias únicas, ¿qué opinión le merece
ahora mismo Noam Chomsky, su posición como intelectual?
—JCR: Desde los años 70 hasta el 2001 (en que apareció la versión definitiva de La
norma literaria) me planteé la disyuntiva que Chomsky sigue representando para mí.
A saber: cómo era posible que a partir de unos presupuestos teóricos llenos de
agujeros Chomsky hubiera alcanzado unos resultados técnico/prácticos tan
impresionantes en lingüística. Llegué a la conclusión de que tales planteamientos
teóricos habían sido el único camino posible para enfrentarse al conductismo empirista
imperante en los USA. Es decir, acogerse al liberalismo racionalista y llevarlo hasta
sus raíces más profundas, hasta el innatismo de Descartes, etc. Ese innatismo
profundo, convertido en racionalismo político, es el que impregna también la
honestidad radical de sus posturas pacifistas y antiimperialistas. Si no lo han
expulsado del MIT es porque él sabe cifrar y descifrar códigos concretos mejor que
nadie. Pero creo que lo suspendieron unos meses de empleo y sueldo. Debió ser
una historia curiosa.
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—ECP: Hablemos de narradores. ¿Puede considerarse un triunfo para un
novelista contemporáneo el que su obra sea prácticamente imposible de
adaptar al cine?
—JCR: ¿Quieres decir que hay quien escribe pensando en la adaptación de sus
novelas para el cine? Posiblemente, aunque también Balzac o Galdós escribían sus
obras pensando en el folletín del periódico. No quiero hacer idealismo literario,
pero está claro que una buena novela debería sostenerse por sí sola y que el lenguaje
de Joyce es distinto al lenguaje cinematográfico. De todas formas tu pregunta es
muy insidiosa, puesto que hoy una novela se legitima sobre todo a través del
circuito del mercado. El resto son casos excepcionales. Y además vendría el
problema de la novela como “género”. Hasta Terry Eagleton, que sostiene como yo
que la literatura no existe en tanto que forma sustantiva, se descuelga luego diciendo
que Raymond Chandler es mala literatura. Para mí, en cambio, El largo adiós es una
obra maestra. De cualquier manera, y ya que hablamos de él, está claro que Joyce no
escribió Dublineses para el cine y sin embargo Huston hizo una gran película a partir
de ese texto.
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oficiales. Lo único cierto es que hoy es muy difícil que la gente sepa apreciar El
Quijote. Pero tampoco lo sabían apreciar en el XVII.
—JCR: Sí, en La norma literaria (veo que también te la has leído) digo lo del “escritor
ibérico” a propósito de Baroja. Como persona Cela fue un censor, posiblemente un
plagiario, un delator de sus amigos liberales y un esbirro de otro dictador en
Venezuela (La catira). Creó una buena revista, Papeles de Son Armadans, con Caballero
Bonald, y curiosamente fue un novelista sin argumentos: por eso se le llama
experimentalista del lenguaje, etc. La colmena es un buen testimonio de aquella
posguerra “suya” que nunca debió existir. Pero la verdad es que el Cela escritor
desapareció relativamente pronto. El para-fascismo de Cela ya lo han estudiado
otros.
—ECP: Dígame tres títulos de novelas (que no sean de amigos suyos) que
estime ahora como sus favoritas.
—JCR: El Tristram Shandy de Sterne, El hombre sin atributos de Musil y El tercer libro
sobre Ajim de Uwe Johnson. En español, El llano en llamas de Rulfo, Cien años de
soledad, de García Márquez y Ficciones, de Borges. Si me dejo a todo el siglo XIX
detrás es porque ahí la novela fue decisiva en la formación literaria. Sería
redundante hablar de Stendhal, Balzac, Dickens, Galdós, etc. En España la última
sorpresa me la llevé con Días de llamas, de Juan Iturralde.
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Tamara Rojo
El movimiento de la perfección
—ECP: Decía John Blacking que la actitud de los hombres ante la vida y
forma de pensar el mundo son el resultado de la danza y del canto. Incluso
Vico anticipaba la danza como un estado previo de la Humanidad antes de
saber caminar. A ese respecto, supuesta ya tu extraordinaria profesionalidad,
¿crees que el baile y su disciplina influye más allá, en otras facetas de tu
carácter o sentimiento, y en otros ámbitos de tu vida?
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—ECP: Una de las características en la que más insisten tus críticos es que
aúnas la técnica más depurada con una caracterización dramática en tus
personajes. Esa disociación entre perfección formal y encantamiento
pasional, puede ser fruto de un esfuerzo doble o como se ha dicho de ti
«sabes que la verdad del corazón sólo puede ser dicha a través de la
perfección estética». ¿En tu preparación tienes en cuenta ambos ámbitos
expresivos o son indisolubles?
—ECP: Es curiosa una crítica que he leído sobre tus actuaciones, pues
acentuó que triunfaste a pesar de la coreografía. Y es significativo porque
supone en cierta medida una trascendencia de la forma, de lo ya establecido.
Creo que puede tener relación con la búsqueda de nuevas coreografías para
una misma obra musical, nuevas experiencias contemporáneas con Ullate y
Denae, e incluso miradas a las formas de Isadora Duncan. ¿Cómo y hasta
qué punto puede una bailarina dar su sello personal a una coreografía y
recíprocamente, es posible que determinadas coreografías puedan adaptarse
o realzar características expresivas de determinados bailarines?
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esta manera, muchos aficionados escogen las representaciones en que acudirán al
teatro, en función del elenco de bailarines protagonistas, pues saben, por
experiencia, que si cada representación es de por sí única, lo es mucho más
dependiendo de quien la baile. A veces es necesario recordar que el coreógrafo,
antes de lograr que el bailarín baile, es alguien que tiene una idea, por lo tanto, a
pesar de que hoy en día la importancia del intérprete en la labor de creación de la
coreografía en España no está reconocida, en mi opinión, su aportación es
fundamental. Hasta tal punto lo es, que es habitual ver obras maestras destrozadas
por la interpretación y obras mediocres salvadas por los bailarines. Tengo que
recordar al respecto que en muchos países los bailarines que desarrollan y estrenan
una coreografía son reconocidos como co-creadores.
—ECP: Supongo que tu forma de sentir la música debe ser diferente al del
resto de los melómanos. Un curioso estudio científico revelaba que los
oyentes en los conciertos acumulan tensiones involuntarias en las piernas,
como si quisieran bailar o marcar el ritmo de lo que oyen. A
ese respecto, aún puede diferenciarse la regularidad métrica
de los ballets clásicos de Adam, Chaikowsky con las
innovaciones de Strawinsky o Henze. ¿Es la música un mero
soporte que te sirve para acentuar el desarrollo de la danza o
por el contrario la interiorizas de forma especial, dotando de
vida a cada sonido? ¿Influye el estilo de la música o del
compositor a la hora de matizar la expresividad?
—TR: Parto del principio de que la danza es arte escénico por excelencia. No
podemos olvidar que muchas de las grandes obras de Molière son comedias ballet, y
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que muchos autos sacramentales y obras del teatro isabelino se representaban
mezcladas con danzas. Es cierto que la danza permite la abstracción, incluso la
danza por la danza, pero creo que las obras que trascienden, tanto al bailarín como
al público, exceptuando algunas obras de Balanchine y muy pocos más, son las
obras dramáticas, con personajes substanciales. A este respecto, tengo que apuntar
que, aunque en España nunca se hayan representado en su totalidad, coreografías
como Manon, Mayerling, Margarita y Armando, etc, estas obras requieren de una
potencia expresiva de los bailarines, en mi opinión, superiores a los conocidos
ballets románticos. Son este tipo de composiciones coreográficas, junto con los
grandes ballets clásicos, los que crean afición por la danza al ser capaces de trasmitir
emociones profundas al público.
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—ECP: Parece externamente haber una divergencia entre el ballet clásico y
el contemporáneo, y parece que en España la mayoría de las compañías, con
Duato a la cabeza, se dedican a este último. Y que hay que marchar al
extranjero no sólo para perfeccionarse sino para trabajar. A ese respecto,
primero preguntaría hasta qué punto muchos de tus repertorios lindan entre
lo clásico y lo contemporáneo y si esa distinción es más convencional que
real. Por último, ¿piensas que el Premio Príncipe de Asturias puede suponer
un certero reconocimiento a ese trabajo que tú y otros realizan fuera de
España?
—ECP: Como revista literaria que El coloquio de los perros es, no podemos
dejar pasar la oportunidad de preguntarte sobre tu nombramiento de
embajadora de la Fundación Hans Christian Andersen el año pasado.
Estando en el bicentenario de su nacimiento me gustaría preguntarte acerca
de los objetivos que tiene dicha Fundación, además de que pueda resaltar la
vinculación de Andersen con España, del que llegó a ser consumado
visitante.
—TR: La Fundación Hans Christian Andersen 2005 tiene como fin principal
conmemorar y expandir por todo el mundo la memoria de Andersen y de su obra
mediante la celebración de eventos y el apoyo a iniciativas con el mismo propósito.
Siguiendo la tradición danesa, la fundación Hans Christian Andersen está formada
por una directiva y un amplio consejo artístico compuesto por tres representantes
de cada rama artística. Por supuesto, la danza tiene sus tres representantes [...] De
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las iniciativas y proyectos conmemorativos realizados en España, para celebrar este
bicentenario, sólo tengo referencia de una exposición itinerante sobre su viaje por
España realizado por la Asociación de Amigos del Libro Infantil y Juvenil. Sí tengo
información de primera mano sobre el proyecto de un nuevo ballet basado en El
patito feo, impulsado por el músico danés Micael Castor.
—ECP: Por último, nos gustaría que nos contaras sobre tus proyectos: los
inmediatos y los que puedes atisbar en el horizonte. Por un lado creo que en
noviembre actuarás en Bilbao y Madrid con el Blancanieves de Emilio
Aragón y Ricardo Cué. Aparte de ello, ¿Qué otros caminos piensas recorrer
en la danza y qué deseos tienes para el futuro, tanto en España como en
otros países?
—TR: Mis proyectos siguen basados en el Royal Ballet, donde tengo dos estrenos
importantes en otoño. Quiero escaparme en octubre para ir a Oviedo, luego en
noviembre para estrenar Blancanieves, un proyecto muy arriesgado, ya que se trata de
realizar un nuevo ballet, sin las estructuras mínimas que ello requiere. En enero del
año que viene volveré a Madrid para bailar con Julio Bocca y así, entre escenarios y
aeropuertos tengo la agenda llena [...] En cuanto a los planes algo más lejanos,
preferiría no imitar a la lechera del cuento, pues la imaginación de lo que me
gustaría hacer y la realidad que contemplo no casan fácilmente. Sigo deseando, y
trataré de ayudar para lograrlo, que el público español tenga mayor acceso a la gran
danza, a las obras importantes del repertorio de forma natural y no esporádica y
aleatoria como ahora. Para ello se necesitan los medios que no son otros que la
creación de compañías estables adecuadas para realizarlo.
124
David Russell
Para Vigo me voy
125
—DR: Me gustaría dar la misma atención a cualquier compositor cuya música haya
decidido tocar. Esto obviamente no siempre es posible. También me inspira tocar
piezas escritas por amigos.
—DR: Si tengo poco tiempo entre viajes tengo que hacer menos técnica y dedicarle
el tiempo a las obras que voy a tocar, pero si estoy en casa y tengo tiempo me gusta
empezar con 30-40 minutos de técnica.
—ECP: ¿Ha sentido esa famosa ‘magia’ que dicen que se siente entre el
público y el intérprete en el escenario o esos momentos del directo son más
fríos de lo que parecen para el artista?
—DR: Puede ser imaginario pero aun así no deja de ser real lo que sentimos, ya que
la música vive en lo imaginario. También he sentido la magia desde los dos lados
del escenario, en conciertos míos y en conciertos de otros. Si no, casi no valdría la
pena ir.
—DR: Sí. El alumno debe tener pasión por la música y entusiasmo. Sin esto no va
lejos.
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—ECP: ¿Cree que va a elevar su consideración social y artística el haber
conseguido un Grammy para un intérprete clásico en 2005 por su disco Aire
Latino?
—DR: Es un honor que la Universidad de Almería haya abierto una cátedra con mi
nombre.
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—DR: No me siento capacitado como compositor como para exponer mis
invenciones. Ya tengo que pasar muchas horas con la guitarra para tocar la música
de otros. El tiempo de descanso lo hago sin notas musicales delante. Soy mejor
arreglista que compositor.
—ECP: ¿Tiene alguna manía o costumbre que deba realizar siempre antes
de salir al escenario?
—ECP: ¿Ser un artista tan prestigioso le permite gozar de tiempo para vivir
otras experiencias además de la musical?
—DR: En un año normal tengo mucho tiempo libre, no siempre en casa, pero
como viajo siempre con mi mujer, intentamos disfrutar de los sitios remotos que
visitamos. En este sentido somos privilegiados. En casa también intento disfrutar
de la vida aparte de la música.
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ULI SCHWANDER
El día y la noche en arenisca
—US: Claro que se siente. Se siente en muchos lugares de Horice, sobre todo en
esa Montaña del Gotthard: un parque que recoge las esculturas realizadas desde
1966 hasta el 2000. También se siente esta tradición de escultura en arenisca en
lugares cercanos como Betlem y el Hospital Kuks, donde se encuentra la extensa
obra del escultor barroco Matías B. Braun.
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ningún volumen de 2,50x1x1m que eran las medidas que yo buscaba para mi
proyecto. La única posibilidad que veía era juntar un par de bloques para llegar a ese
volumen o hacerme albañil consiguiendo el volumen con piedras pequeñas. Pero
ninguna de las dos favorecía mi proyecto de construir un reloj de arena
intencionadamente inacabado. La situación me tenía bloqueado y estuve así horas
con este cabreo. Entonces me di cuenta de que lo que más había eran losas,
volúmenes largos con poco espesor. Vi tres losas así, y una piedra que parecía una
cama fue la primera que me interesó por su forma natural. Cuando empezó a llover
más fuerte los trabajadores abandonaron su trabajo y yo me di una vuelta por una
parte más antigua de la cantera y me encontré de pronto con una losa muy grande
de 4 m de largo y 3 m de anchura. Pregunté al encargado si podía tenerla y con
bastante dificultad se transportó al lugar de trabajo, la cantera de San José, en
Horice. La elegí sin saber realmente lo que iba a hacer. Surgió entonces un nuevo
proyecto con el reloj de arena como tema. Al mirar la losa tengo claro cómo
hacerlo: atravesar la piedra con la forma del contorno del reloj de arena [...] Al final
he disfrutado de condiciones óptimas; no estaba limitado por lo que había elegido,
podía utilizar restos de piedra de otros años. Y decidí elevar la piedra de la cama
sobre varios rulos, en concreto cuatro y tres detrás, siete como los días de la
semana. El hecho de elevar la piedra le da ligereza y esa idea va muy bien con la
noche: en ella nos movemos hacia atrás, a lo inconsciente [...] Se trata de darle
sentido a lo material, darle vida, es decir, espiritualidad a la escultura en piedra. Y
eso es desmaterializar y una manera de desmaterializar es hacerla ligera.
130
—US: Al levantar la losa tuve mis dudas. Fue necesario trabajar en horizontal y al
levantarla no sabía si había elegido bien el lugar del reloj. Pero he comprobado que
queda a la altura de los ojos, que uno lo
aprecia de pie y puede mirar a través de él
(40cm) [...] Estoy contento con mi
trabajo. He recibido críticas positivas de
colegas. Lo que quiero hacer es
precisamente escultura
contemporánea y las circunstancias para la
creación del trabajo han sido positivas: me
vi obligado a desprenderme de lo
que tenía pensado a favor de una nueva
posibilidad. Las situaciones accidentales, si se saben aprovechar, son muy positivas:
tienes que desprenderte de algo que te ha guiado y entonces puedes recibir una
nueva idea [...] En el proceso creativo un objeto coge vida, va creciendo y acumula
sus propias experiencias hasta que está preparado para su propia existencia, es decir,
existe. Yo he ido a un simposio donde he sido elegido para desarrollar un concepto
(la idea sobre una escultura inacabada de un reloj de arena) sin necesidad de bocetos
o maquetas y he disfrutado de la máxima libertad [...] Un aspecto importante es que
todo lo he trabajado a mano, lo adecuado en el entorno natural en el que estaba. He
trabajado con cinceles y con trozos de arenisca he suavizado las superficies
interiores del reloj. He reducido a arena el volumen que contiene la forma del reloj
y el contorno de esa imagen del reloj de arena atraviesa la piedra.
—US: Gracias.
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Luis Antonio de Villena
Poeta cazatalentos
Por fin dimos con él, aunque no le escuchamos recitar. Una pena. La visita a Almería del
solicitado Villena fue en calidad de antólogo y protector literario, pero nosotros, claro,
aprovechamos las circunstancias para hablar de la poesía que recopila y de la que su ingenio
escribe. Venía acompañado de algunos autores jóvenes pertenecientes a la cantera que el maestro
madrileño apadrina en La lógica de Orfeo, última muestra en verso del estilo y nuevos nombres
por los que apuesta: Álvaro García Ana Merino, Eduardo García, y Javier Rodríguez Marcos,
cuatro representativas voces que brillaron aquella tarde declamando textos inéditos, los mismos
textos que se lucirán, junto a otros, en los futuros libros que irán trazando el mapa completo de la
constelación poética hispánica en el primer cuarto del siglo XXI. Villena asume ese riesgo porque
sabe mucho de literatura, de hacerla y de leerla; también sabe de su poder mediático, trabajado
durante décadas de lección magistral y debate en radio, prensa y televisión. Tras el micrófono,
postula sus razonamientos con una fluidez convincente que no arranca el aplauso impulsivo, sino
un silencio admirativo generalizado. No sé qué será mejor, la verdad. Lo que nos importa es que,
al acercarnos, este profesor de la noche y presidente de cafetería bohemia a la antigua despejó con
amabilidad todas las dudas que teníamos guardadas. Comprobémoslo.
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—LAV: Brodsky siempre me pareció un poeta interesante, pero no tiene mucho
que ver con el clima de Las herejías privadas (libro rebelde y psicoanalítico) lo cito en
razón de su exilio vital, porque tuvo que cambiar de patria, cosa en la que yo pensé
a menudo.
—LAV: No debo citar nombres concretos pero la poesía está llena de magníficos
poetas (por movernos en el nivel de la excelencia) que carecen de inteligencia lógica,
aunque podían tener un numen muy poderoso. Octavio Paz fue un gran poeta muy
inteligente. Dylan Thomas un gran poeta sin racionalidad. Por poner ejemplos muy
obvios. No hablo de tontos, naturalmente.
© Zoraida Angosto
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—LAV: La noche es para mí tanto un mundo real como simbólico. Creo en la
noche porque creo en las marginaciones y disidencias que tradicionalmente ampara.
Gatos y búhos, como digo en Los gatos príncipes.
—LAV: Sí, el hedonista debe huir del dolor, pero nunca lo conseguirá
del todo porque el dolor es un componente de la vida. Hay que
buscar, con Epicuro, la aritmética de los placeres.
—ECP: ¿Podría decirse que Luis Antonio de Villena y José María Álvarez
son poetas dandis con una producción paralela pero con tendencias sexuales
diferentes?
—LAV: Álvarez y yo somos amigos y creo que cada uno tiene su camino y su
sexualidad. Creo que el dandismo es sólo como un telón de fondo. Me gusta su
poesía, la última sobre todo, más que la “novísima”.
—ECP: ¿Espera algún día que su obra narrativa sea tan valorada como la de
otros novelistas españoles: Mateo Díez, Vila-Matas, Jesús Ferrero, Pombo...?
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—LAV: Es una cuestión de etiquetas de la pereza crítica: yo estoy etiquetado de
poeta y no de narrador (y no me quejo), a Pombo y a Ferrero les ocurre al revés,
tienen tres o cuatro libros de poesía publicados, pero están etiquetados como
narradores. Pereza crítica y falta de tiempo o de atención, como digo.
—LAV: Siempre queda mucho por hacer. Si uno considerase haberlo hecho todo
estaría acabado. El arte es un camino, si el artista aguanta, jamás deja de caminar.
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TRADUCCIONES
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Borís Akunin
(G
eorgia, 1958). Pseudónimo de Grigorij Shalvovich Chkhartishvili,
escritor, especialista en cultura japonesa, crítico literario y traductor.
Desde 1958 vive en Moscú. Estudió Historia y Filología en el Instituto
de los Países de Asia y África de la Universidad Estatal de Moscú. Se
dedicó a la traducción de obras literarias del japonés e inglés al ruso.
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El miedo y el deber
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Hablar de esta pesadilla en familia no era admitido, como si no existiera y ya
está. Las primeras semanas, Polina Apolónovna andaba sombría y rehuía mirar al
esposo, pero después se dominó, entendió que si ella también comenzaba a
presionar al marido, Gavril Lvóvich se vendría abajo, no lo soportaría. No es que
tuviera lástima de este perjuro y putero, no. Sólo pensaba en el deber. Por un lado,
estaba Gánechka, cuyas debilidades y pecados ella había estudiado muy bien
durante tantos años de matrimonio; por otro lado, estaba el procurador general
Kuriátnikov, hombre de estado y de honor. En fin, estaba bastante claro que Gavril
Lvóvich no debía esperar nunca el perdón de la esposa, pero, al menos, el respeto
de su cónyuge no lo había perdido. Así como el suyo propio.
Sí, era débil y pecador. Él lo supo toda su vida, incluso desde la época del
Seminario de Pazheski, cuando, después de los rezos nocturnos, trepaba por la valla
y se perdía hasta el amanecer en los prostíbulos baratos de la Ligovka.
El terrible y fuerte demonio al que se le da el nombre de lascivia desgarraba
el cuerpo y el alma de Gania Kuriátnikov desde niño con su feroz seducción. En la
juventud de sus años, Gavril Lvóvich no supo superar esta adversidad en absoluto,
pero ni una sola vez cayó, a causa de su fogoso temperamento enamoradizo y de su
sensualidad desenfrenada, en aventuras temerarias. Cómo sólo en la carrera jurídica
se contuvo es un misterio. Probablemente, el ángel de la guarda de Kuriátnikov, el
arcángel Gabriel, lo libró de la destrucción para una gran causa. Pero la destrucción
anduvo cerquita de cuando en cuando. Hasta ese momento, durante el tiempo
húmedo, un trozo de bala se manifestaba, atrincherado bajo el codo derecho,
recuerdo de un antiguo duelo con el secretario segundo del Comité de distrito de
San Daniel, a causa de una damita de cabellos dorados. Y también, después, ya en la
capital, sucedió otro caso. Polina Apolónovna, entonces simplemente Polinka,
soportó la amargura, las lágrimas y las amorosas afrentas.
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Y Kuriátnikov supo dominar al pérfido demonio. La vida, hasta entonces
turbia y embriagadora, de repente se transformó en un lecho raso de paz. Polinka
renació, rejuveneció, dio al marido dos hijas, bellas e inteligentes. Y, con su carrera,
todo caminó hacia la armonía: se convirtió Gavril Lvóvich en el camarada más
joven del procurador general y, después, en el plazo debido, fue considerado digno
de encabezar este honorable departamento.
Y sólo el mismo Dios —más bien el diablo— sabe qué suplicios, qué
fabuloso esfuerzo de voluntad costó a Kuriátnikov contemplar impasiblemente a las
secretarias de esbeltas piernas con minifaldas ceñidas; a las rollizas diputadas de
exuberantes pechos del grupo Damas de Rusia; a la ministra de asuntos benéficos,
Amalia Frantsevna von Bezé; o, incluso, simplemente, a las sonrientes locutoras del
canal NTV (a Su Excelencia le gustaba especialmente una morenita con un ligero
estrabismo en sus dulces ojillos).
Al alcanzar los cincuenta, Gavril Lvóvich decidió que ya
estaba bien, que no le quedaba mucho tiempo para atormentarse:
pronto comenzaría a serenarse, a calmarse el frenesí de las
hormonas, su disoluto cuerpo se estrecharía y dejaría paso a la
tranquila sabiduría, a la bendita recompensa de la edad adulta. Así
fue verdaderamente, como si se volviera más tranquilo. Aunque los
sueños desvergonzados, abrasivos, lo atormentaban como antes. Eso
son los sueños: como ya se sabe, una materia irresponsable y fuera
de la fuerza de la voluntad.
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Un día, Su Excelencia se aproximaba al edificio de la procuraduría en su
Daimler-Benz blindado. Apartó los ojos del sobre confidencial y perdió el sentido.
Junto a la cochera se encontraba una señorita esbelta con sombrero de pluma de
avestruz y con velo. Al descubrir la mirada del hombre de estado, apartó la gasa
ahumada de su delgado rostro, dio un paso adelante (la limusina frenó un poco) y a
Gavril Lvóvich se le oprimió el pecho a causa del tintineo de sus brillantes ojos
verdes.
Y aquel mismo día, más exactamente por la noche, cuando Kuriátnikov
estaba con su colega suizo en la Ópera Helicón para ver los Cuentos de Hoffman,
contempló a la citada desconocida en el palco vecino. Ella se volvió y el procurador
general descargó un fuerte golpe: los ojos de la seductora no eran ahora verdes, sino
muy azules. Gavril Lvóvich se dominó, al acordarse de la existencia de lentes de
contacto de colores, y se entregó completamente a la violencia enfermiza de
Offenbach.
La ruina del consejero en activo llegó el día siguiente, en la recepción del
embajador inglés, sir Andrew Wood.
En la escalera de mármol, junto al espejo, Kuriátnikov vio a la maravillosa
desconocida como si estuviera dividida en dos. En principio, decidió que era una
broma; sin embargo, al acercarse comprendió que, en realidad, había dos
muchachas. Una tenía los ojos azules, como el agua del mar Rojo en Eilat; la otra
los tenía verdes, como las hojas de la menta. A Gavril Lvóvich le vino a la mente el
cuadro de John Everett Milles Hojas de otoño, y, aunque Kuriátnikov sabía que
gustarle a uno los prerrafaelitas era un rasgo de gusto vulgar (precisamente estuvo
charlando de esto con el Primer Ministro en su último encuentro en el Kremlin), sin
embargo este cuadro precisamente, en el cual están representadas dos misteriosas
muchachas con ojos seductores e inquietantes, ya desde la niñez inundaba su alma
de una angustia inexplicable.
141
Él mismo se acercó a las gemelas, nadie lo arrastró con un lazo. Se entabló
una conversación. Una se llamaba Odilia; la otra, Norma. Ni los apellidos, ni el
lugar de servicio de sus nuevas amigas conocía Gavril Lvóvich: le daba vergüenza
preguntar. Finalmente, a causa de su cargo y de sus posibilidades investigadoras casi
ilimitadas, no le costaría nada aclarar estas minucias; pero el espiar a las damas,
incluso desde una perspectiva personal, estaba en contra de la idea de Kuriátnikov
sobre el honor.
Y comenzó la alucinación. A Gavril Lvóvich se le aparecía en sueños unas
veces Odilia, la joven de ojos verdes; otras veces era Norma, la de ojos azules; y a
veces —y esto era más placentero— las dos a la vez.
El nudo se deshizo inesperadamente.
Un día, hará medio año, una secretaria trajo un sobre. En él había una nota
que olía al perfume Kenzo (la hija menor del procurador general, estudiante de la
Facultad de Historia y Filología de la Universidad Estatal de Humanidades de Rusia
usaba el mismo perfume). En la nota no había ni una sola palabra; sólo una
dirección, escrita en diversas direcciones con lápiz de labios encarnado.
142
Saltarse la tapa de los sesos: esto sería una debilidad disculpable, pero en lo
que no pensó Gavril Lvóvich ni un minuto fue en un retiro voluntario. ¡No tener en
cuenta el deber, no llevar hasta el final la importantísima investigación de la cual
dependía el futuro no sólo de Rusia, sino de toda la humanidad! No, era necesario
manifestar dureza, portar su cruz hasta el final.
Al procurador general caído en desgracia le volvieron la espalda
muchos, muchísimos. Pero no todos, ya que para la burocracia rusa la
palabra ‘honor’, gracias a Dios, no es palabra vana.
Gavril Lvóvich se negó a responder a las interpelaciones de los
senadores y diputados, porque un hombre noble no habla públicamente de
sus mujeres, incluso si ellas se comportaban indignamente. Y a decir
verdad, hasta hoy mismo por la mañana, en el pobre corazón de Su
Excelencia ardía débilmente una esperanza tímida, casi insensata: ¿pudiera ser que
Odilia y Norma también fuesen víctimas de una intriga monstruosa? Y entonces
vino en su ayuda un principio sagrado, cuyo nombre es Conjetura.
Y hoy, un nuevo golpe: “Acusaciones escandalosas de unas jovencitas de
ligera conducta”…
Como en el final de El rey Lear: “Rómpete, corazón. ¿Cómo es que no te has
roto?”
Caminando en silencio, Gavril Lvóvich atravesó el salón y se detuvo junto a
la puerta del dormitorio de su esposa.
Polinka, noble ángel, todavía dormía.
143
Eugénio de Andrade
(P
ovoa de Atalaia, 1923 - Oporto, 2005). Nos ha dejado
recientemente, sin darnos tiempo a reponernos de la pérdida de
su contemporánea y compatriota Sophia de Mello Breyner. Los
caprichos de los dioses ya sabemos que tienen a veces estas
casualidades. Con la muerte de ambos, Portugal se queda
completamente huérfana en el campo de la poesía. Nosotros
queremos rendirle un pequeño homenaje a este gran autor, que
ha sido traducido a casi todas las lenguas y que ha engrandecido
aún más si cabe la poesía europea del siglo XX, donde, por mucho que otros
insistan, la poesía ibérica ocupa un lugar indiscutible. Para los desconocidos del
gran Andrade, recomendamos Materia solar (1980) y O outro nome da tierra (1988).
Siendo un gran autodidacta en su infancia y adolescencia, su trabajo, que poco o
nada se acercaba al mundo poético, le lleva a Oporto en 1950, ciudad en la que vive
hasta su muerte y en donde en 1991 se crea una fundación que lleva su nombre.
Desde 1983 ha sido miembro de la Académie Mallarmé de París y en 2001 se le
concede el importante premio Camões, considerado el Cervantes portugués.
144
Quase nada Casi nada
O amor El amor
é uma ave a tremer es un ave temblorosa
nas maos de uma criança. en las manos de un niño.
Serve-se de palavras Se sirve de las palabras
por ignorar pues ignora
que as manhas mais limpas que las mañanas más limpias
nao têm voz. no tienen voz.
Ha muito que são velhas, vestidas Hace mucho que son viejas, vestidas
De preto até à alma. de negro hasta el alma.
Contra o muro Pegadas a la pared
Defendem-se do sol de pedra; se defienden del sol de piedra;
Ao lume Junto al fuego
Furtam-se ao frio do mundo. se esconden del frío del mundo.
Ainda têm nome? Ninguém ¿Aún tienen nombre? Nadie
Pergunta, ninguém responde. pregunta, nadie responde.
A língua, pedra também. La lengua, piedra también.
E Natal, nunca estive tão só. Es Navidad, nunca estuve tan solo.
Nem sequer neva como nos versos Ni siquiera nieva como en los versos
Do Pessoa ou nos bosques de Pessoa o en los bosques
Da Nova Inglaterra. de Nueva Inglaterra.
Deixo os olhos correr Dejo que los ojos corran
Entre o fulgor dos cravos entre el fulgor de los claveles
E os dióspiros ardendo na sombra. y los caquis ardiendo en la sombra.
Quem assim tem o verão Quien tiene así el verano
Dentro de casa dentro de casa
Não devia queixar-se de estar só, no debería quejarse de estar solo,
Não devia. no debería.
145
Joan Margarit
146
Perdiu jove Perdiz joven
147
Enric Sòria
(O
liva, España, 1958). Ha publicado mayoritariamente libros de poesía y
ensayo, como L’instant etern (1999, premio Carles Riba) y L’espill de
Janus (2000, premio Crítica Serra d’Or de ensayo). También ha
obtenido el premio Carles Rahola de ensayo por el dietario La lentitud
del mar.
Estos dos poemas son inéditos (en libro) traducidos al español.
148
Mar matinal Mar matinal
149
Abans del vespre Amuletos
150
ARTÍCULOS
151
Crecer con los cómics
ANA MERINO
152
cuando ya supe leer, los releía mil veces. Allí estaba Lulú dándole lecciones a los
chicos del club que no admitían mujeres. Lulú tratando de resolver algún enigma
con la ayuda de su amigo Tobi. Aquellas viñetas me hicieron valorar desde muy
niña ese espacio expresivo y estético de los cómics. Me hicieron respirar el
aliento mágico y vital de la creación. Me sumergí en las aventuras del gato Félix
viajando a la luna, los álbumes de Titín o Asterix, todos los personajes de la
escuela Bruguera, Mafalda, Luky Luke, los super Mickey (con las
historias de Donald de Carl Barks), El príncipe Valiente, Flash Gordon,
Popeye o El Hombre Enmascarado. La lista es extensa, y cada vez que
me encuentro con maestros de escuela no me importa repetirla una
y mil veces, y explicarles por qué creo que los buenos tebeos ayudan
a los niños a ser creativos y a tener imaginación. En un mundo cada
vez más manipulado por los medios audiovisuales, leer tebeos es un
respiro, es una pausa para la reflexión. Pero hay que tener criterio.
Al igual que dedicamos tiempo a la literatura y buscamos calidad y
accesibilidad para niños y jóvenes, tenemos que hacer el mismo esfuerzo cuando
incluimos los tebeos. Sabemos que si a los niños no se les motiva con lecturas de
calidad, tanto en el ámbito de la narrativa como en el de la poesía, es muy difícil
seducirles cuando son mayores. Sin embargo hay muchas personas que de niños
leyeron tebeos con pasión y no se atreven a crecer con los cómics. Es como si
hacerse mayor significase dejar de leer tebeos y cómics. No son capaces de crecer
con ellos. Han pasado de la narrativa infantil a la de adultos sin problemas pero a
los cómics los dejan al margen porque los asocian con los juegos infantiles y con
la niñez. No saben, no se dan cuenta de que existen cómics para adultos, novelas
gráficas que tocan la realidad desde todos sus ejes y se sumergen en las
profundidades de la fantasía con la misma pasión que cualquier otro género
creativo. Uno puede crecer con los cómics y descubrir su multiplicidad
ideológica, estética y expresiva reconstruyendo nuevas historias. Por otra parte la
fascinación de la niñez permanece intacta cuando releemos
aquellos cómics que nos secuestraban los ojos a la hora de
la merienda. Los buenos tebeos infantiles, como la buena
literatura para niños, logra mantener intactos los anhelos de
la primera imaginación lectora. La literatura de adultos nos
espera cuando crecemos, al igual que aquellos cómics
herederos de la contracultura, o del movimiento
alternativo, o de la línea clara. Hay un mundo de novelas
gráficas de gran calidad que necesita que los lectores
crezcan con ellos. Son cómics de autor que nos describen
el mundo con una voz y un trazo personalísimo. Siempre
reivindico el cómic, el buen cómic, y la necesidad de construir un canon, de
reorganizar las bibliotecas para que tengan un espacio en todas sus secciones.
También reivindico a los buenos lectores, aquellos que aprendieron en su niñez
la capacidad para alimentar la imaginación con la lectura. Crecer con los cómics,
153
reeducar a los que temen que la creación se pueda expresar en viñetas.
Reivindicar un género donde la imaginación habita en todas las edades.
154
Crisis en Tierras Infinitas
(Una reflexión sobre el cómic americano de
superhéroes de la década de los 80)
RAÚL QUINTO
155
haya bajo la máscara (hasta cierto punto el alter-ego de los héroes es intercambiable,
piénsese sino en cuántos inquilinos ha tenido la armadura de Iron-Man desde el
más conocido y ya añejo Tony Stark; o la sucesión de ayudantes de
Batman conocidos como Robin que no son el primigenio Dick
Grayson, hasta el caso de que Frank Miller llegó a concebir un Robin
mujer). Lo dicho: el uniforme define al personaje. Es habitual que se
produzcan cambios moderados para adaptarse a la moda de la época,
pues nada tienen que ver los años 50 con los 80 o con los actuales, y
por eso el traje de Superman varía pero siendo el mismo en esencia; lo
que sucede es que a Spider-Man se le transforma absolutamente, una
estrategia peligrosa (no sólo porque el mundo del cómic sea el mundo
de lo inmutable y sus lectores más radicales los guardianes de la ortodoxia) sino
porque Spider-man era y es la marca de la Marvel Comics, su sello, su identidad.
Sucedió en una colección que yo leí de niño, las Secret Wars, donde un ser de
otra galaxia llamado (agárrense) el Todopoderoso reúne en un lugar indefinido del
universo a un grupo de los más conocidos superhéroes junto a otro de similares
características compuesto por villanos, para que se enfrenten en una lucha a muerte.
Era una idea descaradamente comercial que venía a contrarrestar y emular, a su
manera, a una colección de la D.C. (Crisis en Tierras Infinitas) que por entonces fue
también un éxito y sobre la que volveré más adelante; y dentro de esa estrategia de
marketing, quisieron dar el golpe de mano con el asunto del traje del hombre araña:
un traje negro con una enorme araña blanca en el torso que se encuentra en ese
mundo extraterrestre y que enseguida asume y acepta (tanto es el empeño en la
construcción de un nuevo icono que en la misma serie aparece de la nada una nueva
Spider-woman, que en vez de llevar un trajecito ceñido imitando el azul y rojo de
toda la vida como hacía el personaje original, luce un modelo de similares
características al nuevo traje extraterrestre de Peter Parker). Pues una vez acabada la
serie, de un nivel bastante mediocre, y aprovechado el tirón de (“en el próximo
capítulo veremos el nuevo traje de Spider-Man”), los lectores empezaron a
abominar a ese intruso que ya no era Spider-Man y las ventas bajaron bastante.
Como respuesta, la editorial volvió a colocar a la araña su traje de siempre y
convirtió al traje negro en un enemigo más del héroe, algo así como su némesis
oscura, Veneno, que como villano se ha convertido en uno de los más carismáticos
para las nuevas generaciones. Irónico.
El caso es que la Marvel ante la crisis del medio (que como el cine
siempre ha tenido su principal enemigo en la TV y hoy más si cabe en
los videojuegos) hizo una apuesta que perdió. Su rival, la D.C., había
hecho algo similar décadas atrás al cambiar sustancialmente el uniforme
de personajes tan importantes de la franquicia como Flash o Green
Lantern, claro que si se hubiese atrevido con Superman o Batman el
resultado habría sido idéntico.
Más o menos cuando leí Secret Wars llegaron también a mis manos los doce
números de Crisis en Tierras Infinitas. Para explicar el argumento de esta serie tendré
que remontarme mucho tiempo atrás, y a las artimañas que los guionistas de la D.C.
156
ingeniaron para justificar por un lado el presente eterno (propio de los comics) en el
que se desenvolvían sus personajes, algunos de ellos en activo desde los años 30, y
por otro lado, algo que ya habíamos adelantado: algunos cambios de look muy
evidentes en todos los héroes, puse el ejemplo de Green Lantern o el más
conocido, quizá, de Flash (este corredor superdotado en un principio iba ataviado
con alguno de los atributos de Hermes/Mercurio tales como el casco alado y unas
pequeñas alitas en los pies, también llevaba un pantalón azul que perdió en los años
60 cuando la compañía remozó prácticamente todos los uniformes, y alguna que
otra identidad secreta como el mismo Flash: Barry Allen, que así se empezó a
llamar, iba enteramente vestido de rojo y en vez de ese casco de resonancias
mitológicas llevaba una máscara al estilo del Capitán América). Otro tanto pasó con
todos y cada uno de los personajes: a Superman y a Batman, por ejemplo, les creció
el tamaño de la capa, variaron levemente sus símbolos o logotipos y el hombre
murciélago contó con unas orejas más puntiagudas, altas y amenazantes. La propia
D.C. habla de su “edad de oro” refiriéndose a los años 40 y 50, justo la de los
personajes/uniformes que de alguna manera había liquidado en los 60 (que también
conocen como la “edad de plata”, claro).
157
pequeñas y en quiebra como Blue Beetle, The Question o el Capitán Marvel
(conocido en las viejas ediciones de Vértice como Shazam).
Lógicamente esto devino en una confusión poco productiva a nivel
comercial y a unas tramas difíciles de seguir incluso, para unos expertos en los
vericuetos imposibles como son los lectores de tebeos de superhéroes mainstream.
Entonces decidieron acabar con el guirigay, ordenar un poco ese caos en el que
habían convertido su universo y de paso vender unos cuantos miles de comics, con
Crisis en Tierras Infinitas. Lo de las Tierras infinitas creo haberlo aclarado ya, y la crisis
a la que se refiere no es sino una vuelta de tuerca para acabar con el problema: un
elemento destructivo llamado Antimateria, algo así como la Nada ideada por
Michael Ende para acabar con Fantasía, está devorando y haciendo desaparecer
universo tras universo, Tierra tras Tierra; entonces un personaje llamado El
Monitor reúne a unos cuantos héroes y les ordena que vayan a distintas Tierras a
detener el avance de la desaparición, por otra parte su némesis, el Antimonitor,
convoca a unos villanos para que se lo pongan difícil.
En principio es bastante parecido a lo que planteaban las Secret
Wars de la Marvel, pero aquí pronto la cosa se complica un punto
más, y vemos cómo van cayendo las distintas Tierras y cómo sólo
sobreviven los personajes que a la compañía les interesa seguir
explotando comercialmente, asistimos incluso a la muerte de algún
personaje carismático como Superman o Wonder Woman, cosa
inaudita en un medio donde lo habitual es el presente eterno y la
propia ausencia del concepto muerte, salvo contadas excepciones (al
menos hasta estos años 80 que yo entiendo como del cambio sustancial); al final los
buenos, como es de ley, acaban venciendo, pero todas las Tierras han acabado
unidas en una sola, la antigua Tierra-1, y sólo hay un Superman, un Batman, un
Flash, etc. Para justificar esa reordenación o por pura estrategia comercial, la D.C.
rompió muchas de las reglas inalterables, muchos de los códigos establecidos, por
no decir que volvió del revés su propia estructura mitológica.
Un intento más radical de sacudir los propios cimientos fue el
que planteó Marvel Comics con el experimento de su “Nuevo
Universo Marvel”, un fracaso comercial que pretendía rejuvenecer la
crítica situación de la compañía mediante nuevas series con nuevos
enmascarados (que nada tenían que ver con los antiguos)
ambientadas en un mundo real mucho más crudo y cercano, valga la
redundancia, a la realidad. De todas estas series sólo recuerdo Justice,
la cual compré, cegado por el marketing, hasta que la clausuraron
por falta de ventas.
Todos estos cambios en el entramado superheroico de las dos grandes
compañías estaban sin duda contaminados en sus cimientos por la visión que dio
Alan Moore de los superhéroes en su obra maestra Watchmen (de la que sería un
poco impúdico hablar aquí, cosa que entenderán los pocos lectores de mis libros de
poemas), pero esa visión, es decir, desnudar a los superhéroes de sus más férreos
códigos, volverlos humanos en un mundo real con todas sus consecuencias (vejez,
158
muerte, enfermedad, sexo, psicopatía, etc.) y ofrecer una versión para adultos, más
cercana al cómic de autor que al habitual circo carnavalesco y de exigua
profundidad que ha venido siendo este subgénero, llegará a tocar de lleno, y
también en esta década, a los grandes totems del comic-book. Si Moore nos
presentaba a unos héroes inventados por él (aunque con ciertas y patentes
reminiscencias de algunos clásicos del medio), lo que hará Frank Miller será
mostrarnos, bajo un prisma parecido, al mismísimo Batman, en otra singular obra
maestra llamada El regreso del Señor de la Noche, donde, entre otras muchas cosas, se
nos presenta a un Batman envejecido, ya retirado, a una secta de locos justicieros
que en nombre del enmascarado desaparecido realizan mil y una atrocidad, a un
Robin mujer, o al mismo Superman jugando al golf con el presidente de los EEUU
y convertido en un símbolo de poder autoritario, un arma del imperialismo
americano totalmente ajeno a la realidad.
159
al personaje que supuestamente da nombre a la serie). Del mismo modo, muchas
series de superhéroes actuales están escritas con un estilo afectado que pareciera
incurrir en los logros y la literatura de las primigenias pero que no dejan de ser
ejercicios fallidos o ejemplos claros de aquello que Umberto Eco denominaba la
middle cult.
Por otra parte la fractura ya nítida de los códigos casi eternos del género, dio
lugar también (por las mismas razones, casi todas de índole comercial, aunque, algo
también aplicable a todos los cambios ya comentados, a una asunción de los
propios cambios sociales e históricos) a que empezaran a cambiar
las reglas básicas de comportamiento de los personajes. Si durante
décadas, como se ha dicho, se estaba sujeto al principio del
presente continuo, de un discurrir del tiempo que no va a ningún
lado, que no discurre sino en un presente que no acaba
desembocando en ningún futuro que deje notar sus efectos, (por
ejemplo: Superman tiene alrededor de 30 años siempre, Lois Lane
ha sido su compañera siempre) esto también cambia, y no de
manera puntual como en el caso del Batman de Miller sino de
manera irreversible (aunque nunca de una manera radical y cercana
a lo natural): los personajes contraen matrimonio, tienen hijos, etc.
Si pensamos en el icono que simboliza Spider-Man, sin irnos más lejos,
pensaremos en un universitario llamado Peter Parker que se gana algún dinero
haciendo fotos para el Daily Bugle; pues bien, en un momento determinado, Peter
Parker se casa con su “eterna” novia Mary Jane Watson. Mr. Fantástico y la Chica
Invisible tienen un hijo. Todo esto significa que cambia lo inmutable, entre otras
cosas porque hace patente, introduce de lleno en este mundo la idea y conciencia
del sexo. El cómic mainstream de superhéroes ha estado preso de la más cruda
censura (externa o interna) en todo aquello relacionado con el sexo. Como dije,
Superman y Lois Lane siempre han estado juntos, pero nunca llegando a completar
su unión de forma carnal más allá de algún esporádico y casto beso al final de un
capítulo.
Otra cosa que irrumpe de manera en principio subrepticia es el
recrudecimiento de la violencia en la parte visual y argumental; algo que había sido
siempre definitorio del género, aunque tratado con cierta estilización que la
convertía en una especie de violencia abstracta bastante inocua, y
enmascarada por los cosméticos de la causa, la virtud y la justicia. El
héroe es violento porque la violencia es necesaria para hacer el bien.
Wolverine, de los X-Men irá desarrollando a lo largo de los años 80
una personalidad basada en la sed de sangre, y su violencia no será el
estilizado puñetazo de Flash en los 50, sino la carne lacerada por sus
garras, la mutilación, la muerte. Wolverine es un asesino que a duras
penas se contiene, está justo en el límite entre el héroe clásico sujeto
a un código de honor y el no-héroe amoral y anarquista. Ni que
decir tiene que es uno de los personajes más populares y comerciales
de la franquicia marveliana.
160
Podríamos decir que cuando el lobezno creció se convirtió en Lobo. Lobo es
un personaje de la D.C. que encarna la antítesis de todos los valores que los héroes
de comics han defendido y significado a lo largo de la historia, si Wolverine estaba
justo en el quicio Lobo lo ha traspasado con creces. Este personaje es el último
superviviente de su planeta y de su raza (como Superman), a los que exterminó él
mismo cuando era un niño, recorre el espacio subido en una especie de Harley
sideral mientras escucha una emisora de heavy metal mediante un chip que lleva
injertado en su cerebro, el d.j. de la radio está, lógicamente, amenazado de muerte
para programar “ad infinitum” las canciones favoritas de Lobo; no puede morir
porque sus heridas y amputaciones sanan enseguida, su arma predilecta es un
enorme gancho de carnicero cuyos efectos se muestran de la forma más explícita en
las viñetas. Lobo mata, y lo hace por dinero. Así que su violencia, cuando no es
injustificada, no se ampara nunca en nada parecido a la virtud y la justicia, en nada
parecido a aquello que define al héroe canónico. Sin embargo esta serie ha sido una
de las más vendidas de los últimos años, convirtiéndose en un fenómeno de masas,
de una nueva masa de lectores ávida de lo políticamente incorrecto (tanto que
incluso en un capítulo se dedica a cazar al mismísimo Santa Claus).
Lobo sería como el final del camino, por dejarlo en algún lugar evidente, los
180 grados impensables antes de esta década de los 80 sobre la que he estado
especulando, una década que no hay que olvidar portaba una serie de características
que seguramente hicieron posible estos cambios en gran medida revolucionarios,
enumero:
161
3) La crisis interna del género y del medio se veía integrada en una crisis
global, no sólo de carácter estético, sino de connotaciones ideológicas e históricas,
pues nos encontramos en el punto álgido de la Guerra Fría, en el triunfo en EEUU
de la revolución neoliberal iniciada en los años 70, en la decadencia final del bloque
soviético y el fin del orden bipolar y su andamiaje ideológico, entre el que podemos
incluir las representaciones artísticas, y por supuesto, el cómic.
Todo esto, como dije en un principio, se presenta así desnudo, como un héroe
sin máscara, ahora que el peso de los años y de la cultura (mucha, poca o ninguna
que pueda uno tener) ha deformado mi forma de ver las cosas; claro está que ya no
es lo mismo, yo soy otro, pero algo queda de aquellos años: una
sana afición por el noveno arte, algunas de cuyas páginas me han
hecho y siguen haciéndome disfrutar del placer del buen Arte; y
claro, lo insoslayable de mi educación sentimental: los cimientos
de mi imaginación están hechos de viñetas llenas de trajes de
colores chillones y absolutamente kichst, donde otros tuvieron a
Sandokan, D´Artagnan o Quatermain yo tuve a Batman, la
Patrulla X o Spider-Man, para bien y para mal.
R aúl Quinto (Cartagena, 1978), poeta y licenciado en Historia del Arte por la
Universidad de Granada.
162
Dersu uzala
Una película de personajes
ANTONIO LAFARQUE
163
y familia, al estilo tradicional, y de que la desaparición de ésta cambiase la
orientación de su existencia. Por si quedan dudas, con la llegada de Dersu a la
acampada la banda sonora musical es sustituida por los sonidos que nacen en la
boscosa oscuridad, muy al estilo del cineasta japonés interesado especialmente en
los sonidos reales capaces de enriquecer la capacidad de sugerencia de las imágenes.
Los planos medios que Kurosawa dedica a Dersu lo emparientan con los
dedicados anteriormente a Arseniev, sentados ambos junto al fuego. Bastan escasos
planos para presentarnos la relación entre ambos y centrar el eje argumental.
Arseniev, fascinado por la personalidad del cazador, le ofrece ser el guía de la
expedición. La perspicacia y el sentido de solidaridad del gold irán convenciendo al
capitán de que se encuentra frente a un ser excepcional que, en determinados
momentos, remite al mito del buen salvaje. Los espectadores valoramos aún más
dicha relación cuando la comparamos con la incredulidad y las mofas de los
soldados hacia la persona de Dersu, que con el tiempo se transformarán en un
profundo sentimiento de admiración, respeto y cariño que les hará enmudecer de
emoción cuando se produzca la despedida del cazador.
Los protagonistas son filmados inexcusablemente unidos al medio natural
que aparece como un personaje secundario, a veces, o como el protagonista, en
otras, o como fondo y primer término escénico, sin más. En cualquier caso,
constante presencia de la naturaleza. «Si la naturaleza desaparece, la humanidad
desaparecerá irremediablemente», es una declaración de principios de Kurosawa (2).
La película parece fotografiada a modo de documental, no por la forma de
encuadrar sino por la fuerza antropológica de los personajes y el respeto que
transmite hacia la naturaleza. A ello también contribuye en buena medida la
soberbia interpretación de todos los actores y que el rodaje tuviese lugar muy cerca
de donde transcurrieron verdaderamente las expediciones de Arseniev, en la ciudad
que —como homenaje— lleva su nombre, situada a pocos kilómetros de
Vladivostok.
La historia carecería de sentido rodada fuera de un ámbito natural, salvaje,
porque resultaría imposible entender y asimilar todo el sentido poético que
encierran determinadas secuencias y planos, como aquel breve pero intensísimo en
164
belleza, en el que sobre un cielo semiiluminado vemos el sol a la derecha y la luna a
la izquierda del encuadre mientras asoman, en el límite inferior, los dos
protagonistas junto a un teodolito. Dersu se dirige al capitán haciéndole ver la
importancia de los dos cuerpos celestes a los que se refiere como “personas” y de
los que dependen nuestras vidas. Tiene hacia ellos un trato reverencial, litúrgico,
como para el resto de elementos de la naturaleza a los que admira y respeta: fuego,
agua, aire, vegetales, animales.
No hay excesos formales con la cámara, ni ampulosidad, ni subrayados. Todo
lo más que llega Kurosawa es unos travellings paralelos a la acción en la secuencia
del salvamento de Dersu de las aguas turbulentas y a algunas suaves panorámicas y
grúas, es decir, contención de formas frente a exuberancia de fondos: emotividad,
épica, aventura. En las secuencias corales los personajes se mueven con soltura, es
decir con naturalidad, dentro del encuadre aunque la acción sea intensa, entrando y
saliendo sin asomo de teatralidad, lo que denota un uso magistral de la puesta en
escena en formato panorámico. Escasísimos primeros planos —sólo en el interior
de la cabaña improvisada para guarecerse de la tempestad de viento en el lago
helado y el plano final— y apenas recurso al plano/contraplano en una historia de
amistad y compañerismo. Esto no es una novedad porque ya en Trono de sangre
(1957) apenas utilizó estos recursos para acercarse a las emociones de los personajes
frente a lo que era habitual en el cine japonés de la época. Kurosawa casi siempre
coloca a la naturaleza (ramas, lluvia, hierbas, animales, troncos, ríos) entre los
personajes y la cámara, como no queriendo inmiscuirse en la acción sino
sencillamente ser testigo de la misma, a excepción de las escenas más intimistas, o
sea, las rodadas alrededor de un fuego de campamento o en los primeros planos
comentados.
165
y posterior despedida de ambos, y en la segunda, el reencuentro y la muerte de
Dersu—, salpicadas de episodios que muestran el efecto que causa el viejo cazador
y sus enseñanzas entre los expedicionarios.
La acción fluye de modo natural a la manera de uno de los ríos que cruzan
los expedicionarios o realmente como una expedición misma, es decir, una aventura
en tanto transcurre en una región desconocida, bajo el punto de vista del narrador,
el capitán Arseniev, que puntea la historia con sus comentarios. Se alternan las
escenas de contenido personal y de conocimiento mutuo entre Dersu y Arseniev —
rodadas por lo general al calor del fuego nocturno de campamento— con las del
destacamento.
Kurosawa vuelca con cariño hacia los personajes todo su saber
cinematográfico, definiéndolos con gestos y miradas tanto o más que con palabras.
Así, en la fordiana escena del reencuentro, cuando a la luz de la lumbre dispone a
Dersu y al capitán a un lado del plano, y al otro, a los soldados que contentos
cantan —más bien arrullan— a la pareja, feliz tras la reunión. O como en el caso de
Li Tsun Bin, el anciano chino que vive solitario en el bosque, que al igual que Dersu
Uzala ha sido empujado al medio natural por una tragedia personal (su esposa y su
hermano huyeron juntos). Tsun Bin es un ser desplazado a la soledad, desvalido
como un cervatillo, que llega a provocar una profunda desazón
en el ánimo del espectador. Kurosawa “coloca” al personaje en el
centro de nuestro sentimiento y nos alegramos cuando, tras
aceptar las viandas que le ofrece Arseniev y ver a éste y a Dersu
departir amistosamente a la luz del fuego, decide a la mañana
siguiente volver a su casa tras cuarenta años de aislamiento. Es
significativa su despedida de Arseniev. Mientras el anciano se
inclina en señal de agradecimiento, el capitán acepta el gesto
golpeando con cariño su mano derecha contra el brazo izquierdo
de Tsun Bin teniendo como decorado de fondo los troncos de
los árboles. Se diría que La rendición de Breda, a eje cambiado, le
sirvió de inspiración a Kurosawa para diseñar la escena.
Estamos, sin asomo de exageración, ante una de las películas más
impresionantes de la historia del cine desde el punto de vista paisajístico, no sólo
por la belleza intrínseca del medio natural en el que se desarrolla la acción sino
fundamentalmente por la importancia dramática del paisaje en su conjunto y de sus
elementos a título individual. En este sentido, es paradigmática la formidable
secuencia en el lago helado, ejemplo de progresión dramática en sus 19 minutos de
duración. Tras mostrarnos la serenidad y majestuosidad de un inmenso lago helado
en un paisaje de silencio absoluto, Kurosawa da la vuelta a la moneda y nos enseña
la cruz inexorable de la misma, el progresivo acontecer de la noche acompañado
por una iracunda ventisca que amenaza las vidas de Arseniev y Dersu, perdidos, y
cuya sensación de desamparo se acrecienta con los apabullantes planos rodados a
contraluz del poniente. La naturaleza como aliada por los recursos que ofrece
(alimentos vegetales, caza) y como enemiga por los peligros que tiende (tormentas).
La secuencia evoca, por momentos, dos óleos: Los gavilladores (1850-1851) de Jean-
166
François Millet, cuando cortan las hierbas que les servirán de refugio, y El sembrador
(según Millet) (1888) de Vincent van Gogh, cuando el sol comienza a desaparecer tras
el horizonte.
Kurosawa maneja el tiempo de la acción ajustándolo al de la propia
naturaleza que, a su vez, delimita al de los personajes. Los espectadores nos
encontramos no con una película lenta, sino por suerte con una película sin prisas,
ceremoniosa, serena. Nos situamos temporalmente por el paso de las estaciones y
los rótulos de los años no tienen más valor que el orientativo por la inclusión del
flashback.
167
dónde ha ido a parar su pasado aún tan cercano. La grabación que hace el hijo de
Arseniev de la voz de Dersu es la constatación de la desaparición definitiva de una
forma de vida, el canto de cisne de los cazadores de la taiga: el final de un sueño.
Sólo nos quedan para recordar la voz grabada y las fotos tomadas en el bosque por
los propios expedicionarios. La ciudad significa para el gold la pérdida de la libertad
—a pesar del cariño con que es acogido por la esposa y el hijo del capitán—, una
especie de cárcel con comodidades que no lo son en realidad: su dormitorio es una
“caja”, no puede disparar para limpiar la escopeta, se enfada porque hay que
comprar agua para beber y leña para calentarse, no le dejan dormir en la calle.
Kurosawa plantea, quizá de forma maniquea, la antigua dicotomía medio
urbano/medio natural o civilización/primitivismo, que acaba con la detención
policial de Dersu por talar un árbol del parque y con la súplica a Arseniev para que
le deje volver a la taiga.
Una elipsis magistral, con el inserto de un telegrama, nos comunica la muerte
de Dersu, tras su vuelta a la naturaleza, asesinado para robarle un rifle último
modelo, regalo de despedida de Arseniev. Ironías del destino: el viejo cazador
cazado con un arma moderna. Al menos se cumple el deseo de Dersu de morir
donde vivió tantos años. Arseniev, avisado por la policía, lo encuentra en
Korfovskaya, tumbado boca arriba en la nieve y cubierto con un saco. El
plano es magnífico y encierra, sin sentimentalismos, todo el dolor que se
puede expresar con una cámara acentuado por el contraste entre la
blancura de la nieve y el tono oscuro de las vestimentas. Kurosawa no deja
detalle olvidado y en el momento de procederse a la colocación del cuerpo
en la fosa cavada en el bosque, cambia el plano y vemos en el ángulo
inferior derecho las llamaradas de una fogata, el símbolo natural de la amistad entre
ambos.
La película termina con Arseniev ante la tumba pronunciado el nombre de su
amigo: «Dersu…». Un plano que nos traslada al comienzo cuando el capitán mira la
tierra donde debería estar ahora la tumba de su amigo, arrasada por la construcción
de un campamento maderero. Con su habitual elegancia Kurosawa reserva para el
final uno de los escasos primeros planos de la película: el cayado del cazador,
símbolo de su autoridad —ética, por supuesto— que el capitán Arseniev ha clavado
en la tumba. Sobreimpresionados, los créditos.
La película sigue la obra homónima de Arseniev (3) —escritor, etnógrafo,
geólogo e investigador que entre 1902 y 1930 llevó a cabo doce grandes
expediciones a Siberia— pero la poetiza porque mientras el explorador ruso se
interesa por el relato naturalista relegando a segundo término las relaciones
humanas, el director japonés se vuelca en éstas estilizando los elementos naturales
hasta incorporarlos a la diégesis como resortes dramáticos.
Dersu Uzala (1975) admite múltiples lecturas, desde la anecdótica hasta la
plena. Podemos verla como una película que enseña a sobrevivir en la naturaleza —
bien sosegada o bien desaforada—, al estilo boyscout o marine, o como una
exposición moral e incluso filosófica porque trasciende lo físico para instalarse en lo
religioso. En este último sentido, se aprecian indicios sintoístas por la evidente
168
veneración a la naturaleza, por los diversos elementos y fuerzas naturales (fuego,
árboles, viento, astros, animales, etc.) tratados como kami (divinidades o santos)
que protegen a los que les respetan y viven en armonía con ellos, por el sentido
práctico que desprende en relación con dichas divinidades y por la evolución de
Dersu, hombre sobresaliente que se incorpora tras su muerte a la misma naturaleza
como un inmortal kami más, en relación con Arseniev.
La película no es, por una parte, deudora de la tradición fílmica del director
porque carece de teatralidad en el sentido menos cinematográfico del término, de
grandiosidad, de dobles o triples tomas proporcionadas por varias cámaras, ni en
apariencia tiene sujeción a determinantes de producción. Es, o parece ser, una
película rodada con libertad y así también parece que actúan los personajes,
desligados de cualquier lastre emocional con el pasado. Aunque Dersu se viera
obligado a adoptar vida de cazador en la taiga no es un personaje atormentado por
circunstancias vitales o anímicamente convulso. Mas por otra, revela el universo de
preocupaciones de Kurosawa: la vejez, la espiritualidad, la ecología, la soledad, la
redención. No obstante, el tema recurrente es la relación maestro-alumno o la vida
entendida como enseñanza y aprendizaje, tradicional en la filmografía del director.
«El espectáculo de un ser que progresa hacia la madurez y la perfección me fascina.
Por eso muchos de mis protagonistas son principiantes. Yukie, de No añoro mi
juventud; Murakami, el policía de El perro rabioso; el joven Katsushiro, de Los siete
samurais; los aprendices de Sanjuro; Yasumoto, el alumno de Barbarroja, o el capitán
Arseniev, de Dersu Uzala...» (4). A la lista podemos añadir a Shanshiro, de La leyenda
del gran judo, su debut como director; los nietos de Rapsodia en agosto y los alumnos de
Madadayo, su última película.
¿Por qué gusta o es tan admirada Dersu Uzala incluso entre los detractores de
su director? Creo que por una razón tan simple como rotunda: es una película con
personajes que progresan emocionalmente según transcurre la acción, mínima o
anecdótica, hay que reconocer en este caso. Antes que espectadores somos
personas y, como tales, admiramos a nuestros mejores semejantes y necesitamos
referentes etológicos. Dersu y Arseniev, éste último en su evolución, nos transmiten
169
la grandeza de vivir humanamente, dicho sea sin atisbos de retórica o
sentimentalidad. Esta película equipara a Kurosawa con los grandes directores
retratistas de personajes, como Ford y Hawks, por ejemplo. Dersu Uzala es, en
palabras de Miguel Marías, «...uno de esos films que, por sí solos, bastan para
justificar la carrera de un cineasta...». (5)
—————
(1) Positif, nº 190, febrero de 1977. Citado por Hubert Niogret y extraído de Manuel Vidal Estévez, Akira
Kurosawa, Madrid, Cátedra, col. Signo e Imagen/Cineastas nº 12, 1992.
(2) “Akira Kurosawa a Lola Infante”, Cambio 16, nº 966, 28 de mayo de 1990. Citado por Manuel Vidal
Estévez, Akira Kurosawa, Madrid, Cátedra, col. Signo e Imagen/Cineastas nº 12, 1992.
(3) Edición española: Dersu Uzala, Barcelona, Grijalbo, 1978 (traducción del francés por Teresa Ramonet).
(4) Aldo Tassone, Akira Kurosawa, París, Flammarion, 1990. Citado por Manuel Vidal Estévez, Akira
Kurosawa, Madrid, Cátedra, col. Signo e Imagen/Cineastas nº 12, 1992.
(5) Dirigido por..., nº 40, enero de 1977.
170
En busca de la paz entre religiones
El ejemplo universalizable del misticismo a
través de Ibn ‘Arabi y su sufismo
CÉSAR NAVARRO
Etimología
La palabra sufí viene de la raíz suf- que significa lana, material que se empleó
durante siglos en las toscas prendas de vestir que llevaron los ascetas del próximo
oriente durante siglos. Si bien el origen de sufí es lana, se le empezó a dar bien
pronto otras connotaciones, afirmando por ejemplo, que la lana era el material
preferido por la mayoría de los profetas. Otra etimología, propuesta por el filósofo
al-Biruni es la que relaciona sufí con ‘sophos’ (Emilio García Gómez es de la misma
opinión).
La creación de la palabra sufí en sentido prescriptivo se debe,
en gran parte, a al-Sulami (m.1021), que elaborará una vasta obra
sobre el sufismo. Como él, los primeros escritores sufíes nos dirán
que, al igual que muchos otros términos técnicos religiosos, se acuñó
más tarde, como reflejo de la creciente especialización de las
vocaciones religiosas musulmanas. El término sufí se empleaba ya en
esta época para designar una amplia gama de cualidades espirituales,
y esto explica que las primitivas biografías de los sufíes escritas por
al-Sulami y otros eruditos de la época incluyeran a numerosas figuras
religiosas, que, a lo largo de su vida, no fueran conocidas como
sufíes propiamente dichos. Veamos lo que a continuación nos dice
al-Sulami:
En las suras coránicas, Dios ensalza a los buenos y a los piadosos, y llama a
sus prójimos, a los lisiados y a los que sufren, y también al paciente, al sincero, a los
que recitan y a los que aman. El nombre sufí comprende todas las distinciones de
esos nombres. Este nombre no existía en los tiempos del Mensajero de Dios,
aunque, según dicen, ya existía en tiempo de sus seguidores.
171
También se va a vincular el término sufí a la palabra árabe ‘suffa’, que
significa banco (y que en castellano dio lugar a la palabra sofá). Este sentido evoca a
la memoria histórica del Pueblo del Banco, un grupo de seguidores pobres del
profeta que no tenían casa y que dormían en un banco en la ciudad de Medina,
compartiendo el alimento y sus escasas pertenencias.
Por último, también se relacionó el vocablo sufí con otras raíces árabes,
como safa (pureza), o safua (los elegidos).
A pesar de su relevancia teórica y simbólica, el término sufí no se solía aplicar
a menudo a los seguidores del movimiento. En efecto, existía la creencia general de
que un verdadero sufí nunca reclamaría ese título. Entonces, para cubrir estas
contingencias se acuñaron diversos términos derivados como ‘conocimiento’,
‘viaje’, ‘amor’, ‘obnubilación’, ‘maestría’ o ‘santidad’.
Primeros viajeros
172
auténtica cristiandad, la filosofía griega y las místicas especulaciones del Vedanta
indio.
Reflexiones actuales
173
Sufismo y teología
Hermenéutica profética
174
hecho referencia multitud de veces los místicos de todas las religiones. En las
religiones abrahámicas tenemos ejemplos maravillosos entre los sufistas, en la
Kabala judía (Ibn Gabirol), o en la mística cristiana. Esta forma de
autocomunicación divina de persona divina a persona humana, de Tú a tú, como
tal, es directa, no mediatizada por instituciones religiosas. No habría, pues, una sola
palabra divina, sino muchas. No un solo Mesías, sino muchos. Jesús sería uno, Buda
otro, Mahoma otro, Mitra otro, etc. Pero el hombre es egoísta. El egoísmo le lleva a
la ‘tentación’ del monopolio de la palabra divina. El Monoteísmo de las religiones
reveladas abrahámicas, en lo que tiene de ‘tentación’ de monopolio excluyente de la
Palabra divina revelada sería un gigantesco y profundo acto de egoísmo, que está
entre las raíces últimas de la lógica de la violencia de estas religiones, siempre
latente, cuando no expresa, en tantas Guerras de Yahveh judías, Guerras Santas
musulmanas o las Cruzadas cristianas.
175
Los métodos de los sufíes no son especulativos, o sea no están compuestos a
base de premisas y silogismos, sino que, según ellos, el conocimiento de Dios y de
los otros se encuentra en el alma al despojarla de pasiones. Éste método, aunque
reconocemos su existencia, no se da en la generalidad de los hombres en tanto
hombres, pues entonces sería vana y ociosa entre los hombres la vía especulativa, y,
por otro lado, todo El Corán es una invitación a la consideración y a la especulación
racional.
Por último, merece destacar el comentario que Ibn Jaldún sobre esta cuestión
nos dice en su Muqqaddima, donde resalta que la felicidad sólo es posible alcanzarla
mediante el sufismo.
Ibn ´Arabi (1165-1240) está considerado como uno de los principales sufíes
de todos los tiempos y su tumba es venerada y centro de peregrinación en Damasco
hoy en día. Nacido en Murcia, irá recorriendo diversos países para morir finalmente
en Damasco. Que se sepa de una manera fiable, se han contabilizado unos 200
libros suyos. Su obra, Revelación de la Meca (unos 4000 folios), está considerada como
la Biblia del esoterismo musulmán. La principal influencia de Ibn ´Arabi le vendrá
dada por Ibn Massarra (883-931), maestro del gnosticismo islámico y que hizo suya
cierta filosofía cosmológica griega.
Dentro del carácter ascético-místico de todos sus libros existe un hilo
conductor: el de reconocerse a sí mismo en Dios, esto es, realizar la Unidad o
Realidad última con Dios, a la que se refieren los místicos sufíes como estado de
iluminación al que escalonadamente asciende el corazón, mediante la
contemplación interior. El fin es ver a Dios en uno mismo.
En su Tratado del amor (insertado en su gran obra Revelaciones de la Meca), se
encuentran paralelismos con el amor platónico de los griegos y el amor cortés
176
occitano. Una misma esencia filosófica que conduce a la contemplación de la Faz
Divina.
Ibn ´Arabi va a utilizar una vía para llegar a Dios basada en la atracción que
el amante percibe de Dios por medio de un sutil poder magnético que llamamos
Amor. Es una atracción atenta sólo a su propia esencia indefinible y principio de la
existencia universal.
En su Tratado del amor nos dice: «Del amor hemos nacido, / según el amor
hemos sido hechos, / hacia el amor tendemos, / al amor nos entregamos».
Es el amor inextinguible y perpetuo como llama de amor viva, que diría San
Juan de la Cruz, y conducto único entre el ser y su esencia. Se practica la religión del
Amor.
Ibn ´Arabi permaneció siempre fiel a este credo, de ahí la universalidad
espiritual de su mensaje. Es un estado de amor en el que el amante colma sus
anhelos espirituales, donde se sitúa además fuera de toda ley religiosa y sus
prescripciones formales, puesto que actúa bajo los efectos del amor, movido por la
pasión, sin que intervenga la especulación y la razón.
Otro libro emblemático de Ibn ´Arabí es Los engarces de la sabiduría. Este libro,
tratado hasta la saciedad por los sufíes, ha llegado a ser acusado de panteísta. En él,
la ciencia de la Unicidad alcanza su perfección, ya que, llevado de su metodología
unitaria, esboza una genealogía de la sabiduría profética que va desde Adán a
Mahoma, pasando por Jesús. Los diferentes profetas son para Ibn ‘Arabi el
presentimiento genealógico de una Unidad siempre restablecida.
Además de acaparar tendencias filosóficas como la platónica, Ibn ´Arabi va a
influenciar de un modo directo a obras cristianas como la del mallorquín Ramón
Llull o las sorprendentes concomitancias entre el Peregrino querubínico de Angelus
Silesius y frases de la obra de nuestro autor. Ibn ‘Arabi, en su Tratado del amor,
dedicó un comentario a la famosa historia de Layla y Magnun, destacando el amor
del amor que consiste en preocuparse por el amor hasta el punto de olvidarse de
aquel de quién se está enamorado.
El personaje emblemático de Majnún, el loco de amor, fue incorporado al
simbolismo sufí ya en el s. IX, pasando a designar al amante mismo por excelencia
en su unión mística con Dios. Posteriormente, lo retomará el misticismo cristiano
de Ramon Llull, para su libro Llibre d´amic e amat, impregnado de sufismo. Ramón
Llull nos transmite su experiencia de Dios en el amor, mediante el simbolismo sufí
(al parecer, Llull tomó contacto con una escuela del movimiento sufí en Murcia).
177
Conclusiones
En todo caso, creo que el sufismo puede ser una herramienta más que válida
como el vínculo de unión del Islam con otras religiones, ya que rechaza las
manifestaciones exteriores, proclamando como única bandera al Amor. Y este
símbolo está presente en todas las religiones. En fin, que si queremos superar los
clubes exclusivos de Binladen’s, Papa’s y Busche’s de misa diaria, se habrá de
potenciar aquello que los místicos de todas las religiones proclaman: un amor
universal hacia todas las cosas como partes integrantes de un todo. Vivir y dejar
vivir: Mi corazón se ha hecho capaz de todas las formas. / Es pradera para las
gacelas y monasterio para los monjes; / Tempo para los ídolos y K’aba del
peregrino, / Tablas de la Torá y Libro del Corán. / Profeso la religión del Amor y
cualquier dirección / que tome su montura, el Amor es mi religión y mi fe. (Ibn
‘Arabi).
Bibliografía
—CARL, Enrst, Sufismo, Barcelona, Oniro, 1999.
—MIGUEL, Asín Palacios, El Islam cristianizado, Madrid, Hiperión, 1981.
—HENRY, Corbin, La imaginación creadora en el sufismo de Ibn Arabi, Barcelona, Destino, 1993.
—JESÚS AVELINO, Pienda, Una religiosidad humana y muchas religiones.
—ESQUERRA Nonell. El magisterio espiritual de Ibn ‘Arabi.
—IBN ‘ARABI, Tratado del Amor, versión de Maurice Gloton, trad. Alfonso Colodrón, Madrid, Edaf, 1996.
—IBN ‘ARABI, Los engarces de la sabiduría, Trad. Abd. M. Maaná, Madrid, Hiperión, 1991.
—RAMÓN, Llull, Llibre d’amic e amat, Mallorca, Moll, 1987.
178
Georges Perec o la literatura como arte
combinatoria. Instrucciones de uso
ADOLFO VÁSQUEZ ROCCA
Una lista de las pinturas colgadas en una galería de arte, 81 variaciones sobre
una receta de cocina para principiantes, una simple enumeración de cosas o de
suposiciones, una serie de datos precisos acerca de sucesos intrascendentes, no
parecen configurar la estructura ideal para el trabajo de un escritor.
¿Qué interés artístico puede tener la simple enumeración de algunas de las
infinitas posibilidades de ordenar los libros de una biblioteca...? Es difícil que un
amante de los crucigramas, los acrósticos y las fugas de vocales pueda llegar a
considerar a estos trabajosos pasatiempos como formas literarias. Sin embargo en
obras como La vida, instrucciones de uso (1978) Georges Perec, escritor y trapecista,
escritor de culto y amigo de Ruiz, demuestra a través de una sucesión de
descripciones —articuladas según el arte combinatoria— una apasionante forma de
describir el universo partiendo sólo de lo hallado en una casa.
1.
179
coerciones formales como la gramática y las reglas de estilo, persiguiendo siempre la
expansión del campo de posibilidades narrativas. Explorar los juegos y las
combinatorias posibles dentro de las reglas convencionales de la literatura.
El inclasificable talento narrativo de Perec crece bajo la influencia,
precisamente, de los experimentos realizados al interior del OULIPO. Es así como
en 1969 presenta su novela La disparition [El secuestro], una novela policial que relata
la misteriosa desaparición de Tonio Vocel y una secuencia delirante de maldiciones,
asesinatos, incestos, venganzas y todos los componentes de una tragedia pequeño
burguesa: banquetes, accidentes de tránsito, pistas falsas, policías rudos, informes
desclasificados de inteligencia, variaciones del Zahir borgeano, paráfrasis a Melville,
citas a un desconocido poeta chileno, descripciones de vestidos Chanel color gris o
blanco, discusiones sobre arte moderno, variaciones sobre música docta, la
utilización arbitraria de algunas palabras, cartas testimonio delirantes, y la
desaparición o secuestro de la letra “e” (la más utilizada en la lengua francesa), que
en el excelente trasvasije del equipo traductor derivó en la desaparición o secuestro
de la letra “a” en nuestra lengua castellana, tan omnipresente como su contraparte
francesa.
180
de poesía china, pero sobre todo el título, en La nueva novela, de uno de sus poemas
y la dedicatoria de otro de ellos, a saber, en el primer caso ‘La desaparición [La
disparition]’ y, en el segundo, la dedicatoria del poema o artefacto ‘La grafología’ a
Françoise Le Lionnais —el matemático y fundador junto a Queneau del Ouvroir de
Littérature Potentielle—.
Tras este breve excursus volvamos sobre la obra de Perec, ahora para
referirnos a la que es, seguramente, su obra más importante, La vida, instrucciones de
uso.
2.
La vida, instrucciones de uso no es más que una descripción de una finca, pero
tan barroca y pormenorizada que llegará a cubrir buena parte de la historia,
geografía, política y bellas artes del último siglo.
Cada uno de sus breves capítulos está dedicado a una estancia del edificio —
el comedor del tercero a la derecha; el dormitorio de los Foulerot; un tramo de
escaleras— y consiste en una descripción meticulosa y exacta de la habitación y de
los objetos allí presentes: mobiliario, adornos, cuadros y estampas, cualquier cosa
nos será dibujada con palabras, tantas como sea necesario para evitar
ambigüedades. Las descripciones de centenares de objetos podrían ser recuperadas
para un catálogo de venta por correo, siendo más fieles y vivaces que muchas fotos.
Si, por casualidad, se encontrase alguien en la pieza bajo estudio (persona, animal o
recuerdo de antiguo inquilino), también nos será descrito, con menos énfasis en lo
físico que en sus ocupaciones y breve biografía. En caso de existir anécdotas
interesantes protagonizadas por el personaje, o por alguien muy próximo, nos serán
relatadas en este momento.
Algo no muy distinto a lo que ha hecho Ruiz al adaptar al cine En búsqueda del
tiempo perdido de Proust.
Capítulo a capítulo, el libro se enriquece con una variada colección de
objetos, personas e historias que poco a poco, al establecerse nexos entre ellos, van
dibujando algo mucho mayor que una simple aglomeración de
habitaciones, tal como las teselas de un mosaico van formando una
figura: una “novela de novelas”, riquísima, con interesantes personajes
cuyas aventuras se extienden, durante décadas, por varios océanos y
continentes. Dentro de todas ellas, un par de metáforas de la novela: el
pintor que quiere representar en un gran lienzo a todos los inquilinos de
la casa, presentes y pasados, y el inglés excéntrico que dedica su vida a no
dejar huella, mediante un complicadísimo procedimiento en el que los
puzzles juegan el papel principal. Como prueba del abrumador contenido
del libro, varios índices al final: de nombres, cronológico, de historias.
Es en el preámbulo a su La vida, instrucciones de uso donde nos ofrece como
clave de la novela una defensa del hecho epistemológico del puzzle o rompecabezas
181
(es el conjunto el que determina a los elementos), seguido de una sucinta
descripción de las piezas que lo constituye.
La vida, instrucciones de uso pretende la mirada parcial pero totalizadora de un
edificio, sus lugares y sus habitantes. Cada nuevo capítulo supone la descripción
exhaustiva de un espacio, según sean los objetos dispuestos sobre las mesas (según
sean estas mesas y el resto del mobiliario), los cuadros sobre las paredes (y lo que en
ellos queda ilustrado). Dispuesta la escena, según sea el momento, se sucede la
posibilidad de una historia, ya sea de lo que acontece o lo que ha acontecido, a
partir de lo cual revisa antecedentes o consecuencias.
182
catálogo. Se trata entonces, como en la novela policíaca —otra máquina de
rigores— de un juego en el que queda representada la gesta trágica del héroe,
desdoblada en sus alcances sobre el lector, quien —en una continuidad de
parques— acaba por recorrer (y ser parte de) el laberinto, trampa que esconde el
último sinsentido de toda historia.
Aquí el espacio circunscrito por la narración tiene rasgos próximos a las
escenas oníricas donde nuestra vitalidad se nutre de la obliteración sucesiva de la
conciencia, alejándonos de este modo de nuestra historia, hundiéndonos en una
oscuridad que advertimos como falla constitutiva de la memoria.
La escritura puede, sin embargo, dispensar a nuestra
memoria, a la consciencia de nuestro vivir: las palabras le brindan
consistencia a los itinerarios vanos del movimiento por el que las
cosas se digieren a sí mismas en nosotros. Así, esta necesidad de
enumerar y clasificar, de pensar y describir, bien puede resultar la
irrenuencia de una aspiración de ser. Sin embargo, hecha esta
concesión, es preciso señalar que lo que resta en la escritura no es
el sujeto ni su historia, el yo ni las cosas, sino el vacío de una
historia, su mero itinerario sin rumbo definido ni finalidad. De
modo que la aspiración de ser no significaría ya el ser que aspira a
constituirse o permanecer, sino el que resulta aspirado en la
escritura quedando tan sólo la huella impresa del vacío que el
mismo ser es.
En la obra de Perec existe una vocación de arqueólogo de lo sentimental. A
lo largo de sus páginas, los personajes cobran consistencia gracias al catálogo que
determina sus vidas, situándolos en medio de intrigas melodramáticas, misteriosos
vínculos con objetos y síntomas compulsivos que dan lugar a aquellos particulares
diagnósticos, heredados de la patología de autores de la modernidad decimonónica.
Se trata de un breve museo íntimo que servirá para anclar la existencia de estos
personajes al inventario a partir del cual se reconocen y alinean. El catálogo, pues,
determina las posibilidades de su historia, y su lugar en la trama.
3.
Así también en su novela Las cosas los actos pueden leerse —como
caligramas— en las cosas, viene dicha, en varios niveles, su procedencia y su uso.
Distendido, pero con vocación clínica, Perec hace la descripción que enumera y
significa los objetos según una acción que se sucede en la inercia que supone el
misterio revelado detrás de su enlistado. Dos mundos quedan superpuestos en tal
descripción, el de las cosas, que en tal orden y sucesión suponen una expectativa (y
por tanto, una carencia), un gusto (y por tanto una mirada), un conocimiento (y por
tanto, una cifra). Está el mundo de las cosas y el mundo que dice a las cosas,
separación que parece arbitraría en la tensión paradójica de su mutua dependencia.
183
En Las cosas, la rígida separación sucesiva del catálogo es desleída en una
descripción que suple —a la manera de Balzac en La piel de Zapa— una mirada
posible, recorrido que podría ser emulado por una cámara, para que el lector, como
entendido, lea en la disposición del escenario la naturaleza del crimen. Al igual que
en un grabado de Durero, donde cada cosa y disposición le dice algo al entendido.
Hay una vocación irresistible de Perec por el signo, tan lleno de posibles referencias
—o claves— en uno u otro contexto —no siempre dicho— inerme en su sentido
para quien no puede o no tiene una lectura exhaustiva, y por tanto, perdido por
omisión de su intención original.
En las primeras páginas de Las cosas, Perec se dedica a describir lo que nos
revela después como un anhelo aún no conseguido, por los dos personajes centrales
(y su círculo de amigos) que viven a través de los objetos que acumulan, desechan,
añoran y consiguen. Son las cosas en su sucesión las que permiten la acción de la
novela, desposeída de finalidad última (una desvirtuada felicidad en términos
aristotélicos) que constituyen el grado cero de la novela burguesa, sin redención
posible, desesperada en una acumulación frente a la nada.
Pero ante el vacío queda la posibilidad de sostenerse (o de menos, asirse) en
la cuerda floja del texto, novelado en su agotamiento como negación que señala y
evidencia sus mecanismos, como máquina revelada desde la que cabe descifrar la
naturaleza de lo sagrado, que se escurre en el trazo del plano cartesiano que da un
lugar a cada elemento que constituye al paisaje narrado. Es en la perversidad natural
de este esquema —en la necesidad que se tiene de un ordenamiento a pesar de su
inutilidad final— que Perec redime al mundo, desde el gesto hecho signo, de sus
coordenadas. Roto, fragmentado, el plano cartesiano pierde sentido, cada mínimo
espacio de la cuadrícula cumple con una taxonomía pero no con un sentido. De ese
trazo, Perec deriva al que produce un rompecabezas.
4.
184
del comentario exegético propio de la hermenéutica judía, y por otra, como una
aproximación a una narrativa de estructura hipertextual.
Aquí, en primera instancia no es posible establecer una secuencia lineal en la
que ocurren los acontecimientos, sino, a lo menos, tres ejes de narración: el relato
del rastreo de un hombre con falsa identidad al que se le encomienda una misión; la
descripción institucional —sistemas de valores, leyes y costumbres— de una
comunidad fueguina fanática del deporte llamada W; y las ensoñaciones de un
hombre que presenta su infancia manipulando los recuerdos de su niñez.
En esta última secuencia es que Perec bifurca el ya bifurcado texto central,
realizando comentarios y comentarios de comentarios; generando con ello una
estructura cada vez más compleja en la que se desplaza constantemente
el centro de atención. Esto plantea desafíos al lector que deberá
primero sobreponerse a la creencia de que es un libro mal escrito, y
segundo deberá ser capaz de transitar de una secuencia narrativa a otra
encontrando los puntos de intersección que comuniquen de un modo
casi siempre no explícito las unidades de lectura. De este modo, el
lector también deberá atenerse a la posibilidad de que el texto se
multiplique exponencialmente, atisbando con ello una mirada al
infinito; o hacia varios infinitos pues la geometría tanto cabalística
como hipertextual establece constructos ordenados con varios centros.
Sin embargo, si se tratara de descubrir un mismo fondo a partir del cual se
articulan las distintas secuencias narrativas, éste sería el problema del poder. En
efecto, se advierte una preocupación fundamental acerca de las instituciones y los
totalitarismos políticos, incluso cercanos. El orden interno de la obra sería,
entonces, el de la meditación sobre el poder desde distintas perspectivas, logrando
con ello una visión desde la marginalidad.
185
Horacio Oliveira y el swing
JOSÉ DANIEL ESPEJO
Horacio Oliveira
186
de los mortales. Se puede bajar hasta el tejido básico del signo Rayuela para decir
que ésta es, entre otras miles de cosas, una búsqueda. ¿De qué, por dónde? Eso no
lo sabe Horacio ni tampoco Cortázar, probablemente porque todo conocimiento de
esa clase debería ser expresado en palabras y lo que se persigue es más bien
extralingüístico. Una manera diferente de vivir, radicalmente opuesta a las corrientes
circulares de rutina que nos mueven, al encasillamiento, a lo consabido, al tedium
vitae que asola por igual a un cartero de Lavapiés y a un miembro de la bohemia
más enloquecida, a los usos sociales más o menos fáciles, a la evasión individual
llámese ésta arte posmoderno, erótica del poder, erudición, especialización miope o
drogas de diseño. Sobre todo una forma de vivir no construida en oposición a otra,
sino una unidad clara y distinta, un brave new world completo al que Horacio a) no
puede entrar, como cualquier hijo de vecino, y b) sigue probando, dándose de
cabezazos contra la pared, como muy, muy poca gente. Esa mezcla de pobre
antihéroe marginado y cretino como pocos, y valiente perseguidor de una vida digna
del ser humano, crea el genuino sabor Oliveira y lo hace entrar en nuestra lista de
herramientas para descifrar el mundo. Dice Morelli en uno de los momentos que
más me gustan de la novela (y además el que suscribe ha notado que este discurso
tiende a volver a la mente en fases de alcoholizamiento feliz):
En algún rincón, un vestigio del reino olvidado. En alguna muerte violenta, el castigo por
haberse acordado del reino. En alguna risa, en alguna lágrima, la sobrevivencia del reino (...). Se
puede matar todo menos la nostalgia del reino, la llevamos en el color de los ojos, en cada amor, en
todo lo que profundamente atormenta y desata y engaña. Wishful thinking, quizá; pero ésa es otra
definición posible del bípedo implume.
187
llamamos vida en el planeta Tierra, no es como conclusión sino como elemento
contra el que luchar con uñas y dientes.
¿Entonces, por qué es este Horacio tan cretino y tan insensible? ¿Cómo deja
escapar (más bien lo expulsa) al amor de su vida? ¿Por qué mira a sus amigos como
un entomólogo a los bichos? Oliveira está metido en su búsqueda hasta un punto
de no retorno. No tiene un modo de querer (y sí, esta palabra viene al caso, Rayuela
también es una novela de amor) definido y el que viene dado por el mundo
occidental desde el Decamerón hasta Love story no le sirve. Ante la duda, prefiere herir
a calzar en la plantilla, porque siente que haciendo lo esperado ya no sería del todo
él el que quiere, sino una ecuación en la que él es sólo un factor, sumado o restado a
la serie de sistemas que odia, llámense San Valentín o la frase hoy te quiero más que
ayer, por poner unos ejemplos en este campo. Y por desgracia tampoco es muy
dado a tratar de expresarse con claridad, porque a) no sabe, e inmediatamente el
discurso se le llena de figuras abstractas que a continuación se relacionan con la
metáfora X de Fulanito de tal (y otra vez el sistema cultural, el enemigo, se le mete
en casa), o se va por las ramas; y b) no confía del todo en la posibilidad de un
entendimiento real con otro, porque también ha tenido que poner la comunicación
en duda y, por otra parte, si no confía en sí mismo y en el éxito de su búsqueda,
¿cómo va a confiar en el que tiene delante? Todo esto lo coloca a una distancia
prudencial de cualquier otro (y otra). Desde su atalaya, Horacio mira a la Maga y
piensa en ella, en algunas de las declaraciones de amor más resplandecientemente
hermosas jamás escritas en este idioma (Dónde estarás, dónde estaremos desde hoy, dos
puntos en un universo inexplicable, cerca o lejos, dos puntos que crean una línea, dos puntos que se
alejan y se acercan arbitrariamente (...) los dos, Maga, estamos componiendo una figura, vos un
punto en alguna parte, desplazándonos, vos ahora a lo mejor en la rue de la Huchette, yo ahora
descubriendo en tu pieza vacía esta novela, mañana vos en la Gare de Lyon (si te vas a Lucca,
amor mío) y yo en la rue du Chemin Vert, se dice Oliveira tras la ruptura). En muchos
momentos, los demás personajes, como Babs, sobre todo, o Talita y Traveler,
tachan a Horacio de autista, pero yo creo que se equivocan. Oliveira siente hasta las
heces, sus sentimientos son lo único que tiene para orientar su persecución, el
problema viene en el trasvase a palabras. Nuestro hombre siente cierta aprensión
por las palabras, pasa media novela vigilando que no le hagan caer en los lugares
comunes que odia, juega con ellas constantemente en actitud vengativa
(poniéndoles haches, por ejemplo, para ridiculizar a las más tremebundas, en los
188
momentos más pastosos del discurso); en resumen, desconfía de ellas y tiende a no
usarlas para operaciones comprometidas tipo confesión o declaración de amor o
reconocimiento de culpa. Horacio, a pesar de su gigantesca cultura, es incapaz de
escribir una línea. Ya tendrá bastante con lo que tiene, por seguir citando a mi abuela.
También es interesante la serie de ejercicios casi expiatorios que se impone
Oliveira. A su llegada a París produce una curiosa teoría (de la que más tarde se
burlará) sobre el desorden necesario. En su lucha contra el absurdo de la sociedad
burguesa (recordemos que acaba de llegar de Buenos Aires), se propone desordenar
concienzudamente su vida del falso orden impuesto socialmente, hasta que la Maga,
con su modo natural de estar y ser-en-el-desorden, sin necesidad de producir teorías
justificatorias, le hace ver lo estúpido de su ocurrencia. Es sólo un ejemplo ínfimo
de lo que quiero decir, pero me parece significativo como muestra de los odios y las
tentativas de Horacio. Aunque sólo se hace explícita en una ocasión, la idea de
Heráclito el Oscuro el camino hacia arriba y hacia abajo es el mismo parece rondar por la
mente de Oliveira desde el arranque de la novela, y creo que está detrás de la teoría
del protagonista (tan William Blake, por otra parte) sobre las alfas y las omegas, los
excesos como llaves del conocimiento (siempre lambda o pi, nunca alfa u omega, dice
Horacio de la clase burguesa). Todo esto conlleva que su
búsqueda le hace convertirse en un perro entre hombres, por
usar sus propias palabras, la oveja negra autoconsciente y
orgullosa de estar casi al margen del rebaño, de ser en última
instancia la responsable del cambio (casi genético) de ese
rebaño. Pero esta postura le lleva también a la desesperación y
al aislamiento, en un punto en que cualquier tentativa de
comunicación sincera, cualquier movimiento hacia el reino
fracasa desde el principio. Así con Berthe Trépat, claro. En
este capítulo todo el cretinismo de Oliveira se hace humo: lo
vemos actuar como un ser humano (siento repetir tantas veces
el dichoso sintagma, pero es que Rayuela es también una
exploración en las posibilidades de nuestra especie) digno, un
orgulloso ejemplar de la familia tal y como se nos ha descrito
en los libros sagrados, capaz de conmiseración, solidaridad y
fe en los otros, y fracasar estrepitosamente. En este momento puede uno
identificarse con Oliveira sin peligro, comprender de verdad el tamaño de la
empresa que lleva sobre los hombros y rastrear las heridas que algo así
necesariamente deja. Y Horacio ya no es un antihéroe ni por asomo, y enciende un
cigarrillo, y sigue buscando.
Pero no todo en su extraña vida son derrotas o puertas cerradas. Lo bueno
del texto es que algunas veces consigue hacer ver fragmentos de lo que se busca, y
no por vía argumentativa ni lenguaje figurado. En algunos momentos es el amor,
actos inclasificables de Horacio y la Maga o Pola, de Talita y Traveler, de Ronald y
Babs, clásicamente riendo, clásicamente jugando como actividades de comunicación
pura o relación no determinada por lo establecido; en muchos otros la pura risa (la
de los personajes y la nuestra) salta por sí sola los muros de palabras y nos conecta
189
con Horacio y su frágil mundo con una inmediatez total; en otros las posibilidades
de lo nimio, algo como un hilo de colores hallado en el suelo con el que Oliveira
fabrica artefactos maravillosos, o la sencillez de pequeñas operaciones manuales
minuciosamente descritas, como el acto de cebar mate, que pueden convertirse en
otra cosa a poco que uno se vuelque en ellas con la suficiente fuerza; en otros, ese
punto de vista especial es suficiente para trasformar la realidad en maravilla,
simplemente borrando el cuadriculado heredado, el extraño que desde dentro de
cada cual nos hace contemplar escenas llenas de posibilidades y catalogarlas con una
etiqueta fácil modelo: ahí unos mendigos, allá un puente (Oliveira y la Maga pasan horas
mirando a los mendigos en el Pont des Arts).
Todo lo impuesto le hace daño, todo lo que se repite y se repite sin que se
sepa bien por qué hasta que pierde el brillo, lo enferma. Ahí va otro de los
momentos memorables de la obra que tienden a volver en momentos de feliz
lucidez etílica. Esta vez está en boca de Oliveira y es el final de un capítulo
magnífico, el 67:
La angustia del amigo Horacio parece que no tiene límites. Pero vamos a
entender lo anterior como una figura o un poema. Las revoluciones que se
persiguen son casi todas mentales, ninguna cósmica. Ante todo se refieren a la
manera de ver el mundo, a la forma entre vaga, aburrida, falsa y pasiva que tenemos
de entenderlo y que nos mata en vida y nos convierte en algo que sólo con
optimismo podríamos llamar ser humano. Horacio apela a nuestra fuerza vital y
nuestra mirada más pura una y otra vez, no solamente a que dejemos caer las
categorías más podridas de la cultura de Occidente.
¿Y qué saca con todo eso? ¿Le sirve para algo? ¿Duerme mejor o paga las
facturas con su búsqueda? Para mí sí hay algo que consigue, al menos. Sus esfuerzos
190
continuos le impiden convertirse en aquello que odia, traicionarse a sí mismo.
Oliveira es fiel para consigo hasta el punto de perder a su amor o ser expulsado de
Francia y de su círculo de amigos, pero creo que cerca del final de la novela sabe
eso, es consciente de que al menos no ha sido derrotado. Y creo que eso sí es algo,
al menos una parte pequeña del premio final. Como Ítaca en el poema de Kavafis,
el viaje es el destino o una parte del destino o el premio final está reflejado en las
etapas del viaje. Es sabido que Rayuela no termina, que se crea un bucle en el que
uno de los dos últimos capítulos envía al lector al otro hasta el infinito; pues bien,
valga esa circunstancia para terminar (afortunadamente yo sí terminaré) este
epígrafe diciendo que la victoria de Horacio Oliveira consiste en su no-derrota, en
seguir de pie y luchando, íntegra su preciosa dignidad, perdido entre los capítulos
131 y 58 de su libro, hasta el final de los tiempos.
El swing
Rayuela es, además de otras miles de cosas, puro swing. No hablo de las
frecuentes charlas sobre jazzología que contiene; hablo de una manera de explorar y
escribir, un estilo absolutamente definido y contagioso que tiene mucho que ver
con el feeling adherido al mejor jazz. Descendiendo hasta las características iniciales
de la obra, todo el libro puede ser entendido como ritmo: secuencias que armonizan
extensión y tiempo, pautas secretas que nos llevan en una dirección u otra, pero en
cualquier caso en la misma que al autor. En el proceso creativo de Rayuela, ese
ritmo es el vehículo que une un mensaje primario, no lingüístico, con el resultado
en forma de texto. Una corriente continua capaz de armonizar el producto bruto
del monólogo interno con la obra estética (en el sentido primero). Por eso Rayuela
puede provocar el comentario: novela salvaje, salvajizada; o: discurso primario
estético, estetizado. Igual que el jazz es un paso intermedio entre la comunicación
bruta subconsciente y una sonata de Haydn; no habría más que ver a Charlie Parker
soplando en fa sostenido, saliéndose de los registros extremos de la trompeta,
sudando dolor puro, moviéndose en una zona en la que ni la música ni el lenguaje
tienen ya nada que hacer, para entenderlo. Y ése es el sentido en que se usa la
palabra ritmo: una pauta ajena al lenguaje va extrayendo trocitos de mensaje y los va
191
disponiendo en (más o menos) armónicos. Hay un tema que es poco más que una
excusa, se recorre un par de veces para dejar que fluya lo otro, para que el swing sea
invocado, y entonces plaf, la apertura total. Y Cortázar no sólo lo logra en muchas
ocasiones. Investiga los ensalmos que lo hacen posible, por boca de Morelli. Se
postula la destrucción de las formas literarias; yo creo que lo que se intenta erradicar
es la forma vacía, el bolo que no logra desatar ese ritmo y se deja llevar por lo
aprendido y sabido, dando vueltas mecánicamente en torno a un tema. El swing, el
ritmo es una puerta o una vía de comunicación que Cortázar entiende como
shamánica (Mandala es el primer título que tuvo la novela, en referencia a los
simétricos laberintos pintados usados en algunas religiones orientales como puerta a
la meditación). Si en algún momento esa vía no funciona, si en algún momento
estamos enredados en frases elegantes que no dicen nada, la novela da un ruidoso
salto (como el de un disco de vinilo) y entra en otra cosa. Monstruo hecho de ojos,
todo el texto está lleno de miradas hacia sí mismo, como lo que se dijo de Horacio
Oliveira. En este sentido, el control es total, y sólo con una miopía considerable se
puede decir de la novela que sea desarreglada o caótica. Un solista que se escucha a sí
mismo sería una metáfora no por fácil menos adecuada. Se prefiere el silencio a caer
en melodías dulzonas, y continuamente se abren direcciones nuevas, pasos en el
vacío que son lo que otros han llamado juegos.
El juego en Rayuela lo entiendo como llegada a fronteras extremas del ente
novela y palmadita al lector tipo es por aquí pero yo me vuelvo, che, que al fin y al cabo sólo
estoy hecha de palabras. Así el glíglico, lenguaje inventado, o los proyectos de Morelli
(uno muy significativo consiste en llenar una página sin puntuación ni párrafos con
la frase en el fondo sabía que no se puede ir más allá porque no lo hay, y hacia el
final del texto dejar en blanco un lo como si fuese una ventanita en un
muro, ilustrando muy claramente toda la tentativa del libro), o la
indeterminación del personaje que habla, en un capítulo que el lector
debe completar por sí solo, o la ordenación no consecutiva de los
capítulos, que crea la impresión de texto infinito (de hecho lo es) y la
sensación de leer a saltos... etcétera etcétera. Si digo que Rayuela es una
novela espléndidamente bien escrita lo hago por los fenómenos
deslumbrantes que en ella consiguen el swing y el juego como vehículos
lunares, como telescopios de exploración en lo desconocido. Pero claro, existen
novelas bien escritas como La Regenta y otras que se parecen más o menos a ésta,
no sé, supongo que el término es bastante sospechoso si es capaz de albergar a
ambas debajo. La primera es el resultado de una asimilación ventajosa, la de Clarín-
crítico-insobornable de las formas que se hacían clásicas en la Europa del XIX; la
segunda, una persecución en el vacío, una huida hacia delante desde la rápida
podredumbre del género en el XX. La primera no trata de cambiar nada ni actuar
en contra de nada, le basta una construcción difícil pero que se puede aprender. La
segunda es pura actividad revolucionaria y terrorismo novelístico. La primera capta
el mundo. La segunda lo sacude. No, no hablo de la programación de la tele, pero
prefiero Rayuela, y en el fondo vete a saber por qué. Por Horacio Oliveira llorando
bajo la lluvia, de camino a la rue de la Tombe Issoire, o por Talita y Traveler
192
contándose los sueños, antes de levantarse y desplumar un pato. O por el fantasma
de la Maga que se aparece en la cubierta de un barco. ¿Sigo? No va a hacer falta.
Como maravillosamente acabó Barnie un episodio memorable de Los Simpsons:
¡Que me la inyecten en vena!
193
Hoteles: la metáfora esencial
NATALIA CARBAJOSA
194
La esencialidad de la película es tal en su puesta en escena que prácticamente
se reduce a la presencia de dos personajes de los que nada sabemos, ni siquiera el
nombre, y tres espacios: la calle, la cafetería donde se citan y el hotel. Los dos
primeros se nos muestran abiertamente, incluso participan uno del otro (desde la
calle, y a través del cristal de la cafetería, los vemos conversar animadamente). En el
hotel, sin embargo, hay una puerta infranqueable, la de la habitación, que señala a
través de su obstinada cerrazón ante la cámara la complicidad con esa “fantasía”
que los dos protagonistas, a su vez, han decidido mantener en secreto ante los
espectadores. La puerta cerrada durante cada encuentro se convierte así en la
metáfora esencial de toda la película, no porque deseemos a toda costa que se abra y
revele su celoso secreto sino más bien al contrario, porque debe permanecer cerrada
como salvaguarda de la fantasía común o del resto de datos que desconocemos
(nombre y profesión de sus ocupantes, circunstancias, etc). La puerta cerrada es
precisamente la garantía de que todo lo demás está a salvo.
De hecho, la puerta se abre en el mismo instante en que comienza a peligrar
el acuerdo mutuo con que comenzó la relación, justo cuando deciden hacer el amor
de forma ‘normal’. La habitación deja de ser la metáfora de lo infranqueable para
convertirse en un espacio de intimidad, subrayado además por el contraste cuasi-
pictórico con la puerta y el pasillo que ya conocemos (azul / rojo). Los
protagonistas se ven incluso envueltos en un episodio, el único exterior a ellos
mismos (el viejo que muere en el pasillo) que les obliga a hacer un paréntesis en ese
mundo cerrado que se han construido, para atender momentáneamente a la realidad
en toda su crudeza (muerte, desamor...). A partir de ahí, la relación irá
aproximándose a su fin, porque en el fondo ambos desean que permanezca intacta
en su recuerdo, esencial, a pesar de la fuerte tentación de arriesgarse a construir una
vida juntos y acercarse así al modelo de pareja del que, paradójicamente, habían
querido distanciarse mediante su singular unión.
195
el espectador de reconocer, ante la depuración de elementos, el verdadero (los
verdaderos) significado(s) de dicho ejercicio. Más aún cuando el cine nos tiene, por
desgracia, demasiado acostumbrados al extremo contrario: exceso de trama
argumental, de efectos, de imágenes, de presupuestos, etc, que en ocasiones no
hacen sino provocar una sensación de hartazgo. Incluso los momentos
aprovechables de este tipo de propuestas suelen quedar irremediablemente disueltos
y olvidados (como sucede en la vida) en el marasmo de la superabundancia. Por eso
resulta novedosa, atractiva y cargada de frescura la propuesta de Une liaison
pornographique, necesariamente sostenida por buenas actuaciones (Nathalie Baye,
premio mejor actriz Venecia 1999, y Sergi López, mejor actor europeo 2000), buen
guión y, por supuesto, alguna que otra metáfora esencial, aunque eso sí, no
demasiadas. La puerta cerrada de una habitación de hotel, por ejemplo.
196
Las interrelaciones en el arte pop
DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR
Introducción
197
un estudio de éstas puede arrojar luz sobre este complejo movimiento a través del
análisis entre obras y autores concretos.
198
La ingenuidad viene dada porque son iconos superficiales, que provienen de un
medio ingenuo, sin gran profundidad conceptual, filosófica o artística, pues están
destinados, la mayoría de las veces, a un receptor infantil o juvenil, y con una
función de puro entretenimiento. Además, los colores planos, la ausencia de
profundidad y perspectivas, el brillo del acrílico, son elementos pictóricos que
buscan la ingenuidad por medio de la deliberada falsedad y artificialidad. No buscan
una representación de la realidad, sino la creación de nuevos iconos artificiales,
provenientes de un mundo consumista y serial, en cuyo seno se dan
manifestaciones artísticas como el cómic, nació en y para esa sociedad; una sociedad
en la que las imágenes brillantes y superficiales están por todas partes. Es, por lo
tanto, un arte intertextual e irónico. La ironía proviene de la consciencia del artista
de la artificiosidad de su obra: sabe que es algo ingenuo, superficial, y se recrea en
ello, exalta su belleza y la introduce en los circuitos del arte “serio”, donde esas
“sub-artes” están proscritas.
En este punto de la ironía conviene hacer una distinción importante, aunque
difícil, para no perderse del todo por los inciertos terrenos del pop. Se trata de
distinguir el arte pop de las creaciones artísticas de la cultura de
masas. Es decir, Lichtenstein hace arte pop: expone en museos
de pintura sus obras, caracterizadas por la ingenuidad y la ironía
en relación con la historia de la pintura y el arte; estas obras están
destinadas a un receptor culto, capaz de captar esa ironía. Este
arte pop de Lichtenstein está basado intertextualmente en el
cómic. El cómic no es arte pop: es una manifestación artística de
la cultura de masas, reproducida serialmente, destinada a un
receptor de escasa cultura.
Ahora bien, las cosas no son tan sencillas, y el cómic, arte gráfico que desde
siempre se ha interrelacionado con la pintura, también se interrelaciona con la
pintura pop. Es decir: Lichtenstein se apropia de técnicas del cómic, pero luego
surgen dibujantes de cómic influidos por Lichtenstein. En este caso habría que
hablar de cómic pop; pero sólo en casos puntuales, pues el cómic no es en sí un arte
pop sino un arte de cultura de masas (como el cine).
Por otra parte, ciertas características de la pintura pop recuerdan
inevitablemente a la escuela pictórica de los prerrafaelitas, que también basaron su
arte en la interrelación. En ambos casos se da un gusto por la imagen plana, un
rechazo de la perspectiva y la representación realista a favor de una delicadeza
superficial que busca la imagen, el icono. Para ello los prerrafaelitas también
recurrieron a la interrelación con otras artes, en su caso con la literatura: por lo
tanto, aunque también buscan la ingenuidad y la belleza como en el pop, los
modelos son más complejos. Si tomamos por ejemplo la Ofelia de Burne-Jones o la
Beata Beatriz de Dante Gabriel Rossetti, vemos que la técnica es similar: se toma una
figura, se aísla, pero al ser un modelo literario conocido por todos, la importancia
no es tan exclusivamente plástica como en el pop: hay una profundidad que viene
dada por la interrelación con una literatura “seria”, que hace que la delicadeza de la
199
pintura se llene también de profundidad conceptual en la representación de un
icono que es más un personaje.
En Lichtenstein esto no ocurre: las viñetas son puro color, pintura, no hay
profundidad ni pictórica ni conceptual; se trata de una belleza superficial pero
estereotipada, que refleja también el espíritu de la época, el consumismo de la
sociedad actual en la que los estereotipos y la serialización, base de la publicidad
consumista, invaden la sociedad y crean un sustrato sociocultural inevitable. Sobre
este sustrato lanza el pop su mirada a un tiempo irónica por consciente e ingenua
por complaciente, por encontrar también la belleza plástica que contiene. Por eso,
la interrelación con modelos literarios como en el prerrafaelismo carece de sentido,
y es el cómic, la literatura de la cultura de masas, basada en la imagen, el modelo
icónico más adecuado para un artista como Lichtenstein.
Warhol
200
consumo ha creado para que nos parezcamos a ellos, los envidiemos y
consumamos. La repetición y estereotipación son técnicas publicitarias que Warhol
manejó con gran intuición, logrando aunar en sus cuadros esa reflexión sobre la
sociedad con la belleza complaciente. Como la lata de sopas Campbell´s, que se
diferencia en muy poco de Elvis o Marilyn: la serialización lo pone todo al mismo
nivel, el nivel icónico, la imagen.
El componente irónico y consciente de Warhol es
especialmente acentuado: la mejor muestra de ello es la serie que, con
la misma técnica, representa su rostro. Él era consciente de que se
había convertido también en un icono: ya no era un artista llamado
Andy Warhol, era el modelo de artista decadente y excéntrico, era
WARHOL, el estereotipo. Era consciente y le complacía y por eso
realizó su propia serie. Al revés que Marilyn, que carecía de la ironía y
no pudo soportar el ser reducida a un sex-symbol. Las diferentes
reacciones de Warhol y Marilyn sirven también para ilustrar las
diferencias entre arte pop y cultura de masas.
Warhol es arte pop: inteligente, consciente, bello e irónico. Marilyn es cultura
de masas, una imagen que nace para el consumo, sin inteligencia ni ironía, pero cuya
belleza y significado fue extraído por el arte pop. El cine es, por lo tanto, como el
cómic: arte de masas usado intertextualmente por el arte pop. También la
publicidad. No debe pensarse que la publicidad es un arte pop. Es un mecanismo
de la sociedad de consumo, de cuyos temas y técnicas se nutrieron artistas pop.
Ahora bien, luego se dio el fenómeno fagocitador, y muchos publicitarios fueron
influidos por esta corriente artística.
Pero en el pop el concepto de interrelación se puede ampliar hasta borrar por
completo las fronteras. En las obras que he comentado de Lichtenstein y Warhol,
había interrelaciones cuya única anormalidad respecto a las clásicas, era que las artes
implicadas no eran las clásicas música-literatura, sino manifestaciones culturales de
masa: cómic, cine, publicidad. Pero, en cualquier caso, la obra acabada era un
cuadro para exponer en un museo.
Como he dicho, hay casos en que la interrelación puede extenderse hasta
conseguir productos como el Exploding Plastic Unavoidable de Andy Warhol. Este era
un espectáculo en que intentaba aunar todas las artes: en grandes pantallas se
proyectaban sus películas y cuadros, mientras unos bailarines escenificaban la
música que tocaba The Velvet Underground, que incluía la poesía de las letras de
Lou Reed.
Hay en el arte pop toda una corriente que pretende acabar con el concepto
tradicional de arte. El pionero de esta tendencia del arte pop fue el músico John
Cage, a quien muchos consideran el inventor del arte pop. Cage incitó a
los artistas a diluir las fronteras entre arte y vida, atacando las opiniones
preconcebidas sobre la función y el significado del arte, con preguntas
como «¿Puede afirmarse que el sonido de un piano en una escuela de
música sea más musical que el de un camión que pasa por la calle?».
201
Así, muchos artistas pop recurrieron, no ya a la influencia de la publicidad, o
el cine u otras manifestaciones de la sociedad de consumo; recurrieron directamente
a objetos producidos por ésta. En este sentido, Fernand Leger podría considerarse
un precursor del pop, si atendemos a afirmaciones como ésta: «Todos los días la
industria fabrica objetos que tienen un indiscutible valor plástico. El espíritu de esos
objetos domina nuestro siglo».
El objeto, por lo tanto, es un valor estético, al margen de los circuitos y
formas habituales del arte. La vida es arte; hay que crear para la vida y no para el
arte. Oldenburg hace una máquina de escribir y la expone en un museo, sacándola
de su contexto habitual y mostrándola como objeto artístico. John Cage compone
una canción con el ruido de las teclas de una máquina de escribir. Todas estas
manifestaciones tienen un origen anterior; obviamente son hijas del dadaísmo en su
ironía y su revisión del concepto de arte. Los ready-made de Duchamp se parecen a
los objetos del pop art.
202
Pop y literatura
203
significado formal que remitía a la delicadeza refinada de la cultura griega, que tanto
admiraban poetas como Rubén Darío.
La interrelación de los novísimos con el cine (por centrarnos en un arte
concreto, y como introducción a los poemas que ahora comentaremos) cumple una
función similar: por un lado los personajes que aparecen remiten a las características
con que las películas les han dotado, de una forma estereotipada y serial: el gangster
duro, la rubia sexy y tonta, la mujer fatal... pero por otro lado y, sobre todo, remiten
a ese metasignificado formal que se refiere al propio medio, a la estética visual e
ideológica de la cultura de masas: la repetición, el estereotipo convertido en nuevo
icono, nueva figura mitológica en la que se busca una belleza estática
eminentemente formal.
Agredida
204
No hay tiempo que perder.¿Puede andar sola?
Vámonos. Pasará. Se lo aseguro.
Muerta
Casada
205
Brillante
Peligrosa
Degollada
206
Se trata, por lo tanto, como hizo Lichtenstein, de fragmentar: son
fragmentos, y cada poema es dentro de sí fragmentario también. Se elimina así la
trama narrativa que caracteriza al cine negro, para fijarse sólo en su plasticidad, en
su belleza icónica e instantánea. El lector no sabe nada de la historia, es decir, no la
hay, y el poema sería incomprensible incluso en su dimensión de estereotipo, si no
fuera por los títulos que, como emblemas, anuncian el tipo de mujer de cine negro
que contiene el poema: ‘Agredida’, ‘Muerta’, ‘Casada’,... Así, con un solo adjetivo,
sin más circunstancias ni añadiduras: es la figura, el mito, el icono que la cultura de
masas ha creado en sus producciones, y cuya belleza serial, repetitiva, ingenua, toma
Luis Alberto de Cuenca en estos poemas de la “Serie negra”, en cuyo título se
incluye ya el concepto de “serie”, remitiendo al procedimiento pictórico pop, tan
usado por Warhol.
Así, en este poema de Cuenca, las interrelaciones son más complejas. Por un
lado está la evidente interrelación con el cine; pero no es con un cine cualquiera, un
cine de autor europeo o una gran película personal y original. La materia prima es el
cine comercial de Hollywood, y en concreto el cine de género; es decir, cine con
unos patrones básicos que se repiten hasta la saciedad en tiradas de productos
destinados al consumo de las masas.
207
V
208
representaban de forma objetiva, serial e irónica. Gimferrer maneja esos elementos
de otra forma: prescinde de la objetividad y la pureza y simplicidad de formas
planas que caracterizan los cuadros antes citados y la “Serie negra” de Cuenca.
Toma los mismos objetos y los incluye en un espacio de gran densidad subjetiva,
creando con esos elementos planos, icónicos, un mundo de una exacerbada
sensibilidad estética. En este sentido, Gimferrer es el novísimo que muestra la
relación más clara con el Modernismo y los prerrafaelitas.
El sentido icónico de los objetos e imágenes pop es, por lo tanto, de tipo
subjetivo, que remite ya no tanto a la sociedad de consumo, al consumismo
objetivo y publicitario, sino a un mundo subjetivo y personal, tamizado por
Modernismo y Surrealismo, en el que las imágenes pop se cargan de una delicadeza
estética ingenua y bella, (“abofeteada en los night-clubs//mi verdadero y dulce
amor llora en mis brazos”) pero también compleja y caótica (“Sombras abrazan
sombras en piscinas y bares.//En el oscuro cielo combatían los astros”).
Esta técnica, que recuerda al collage, remite a otros artistas pop como Jasper
Jones o Rauschenberg, que incluían los objetos de consumo en creaciones
subjetivas, “sucias” y densas, de forma distinta a la limpieza y superficialidad acrílica
de Warhol o Lichtenstein.
Pop y música
209
supervisada por la crítica irónica. La música pop es una manifestación cultural de
masas, destinada a un público amplio e indiscriminado, con intención consumista,
directa, simple y carente de ironía.
En este sentido, la música pop debería situarse al mismo nivel que el cómic,
la publicidad y el cine; fenómenos populares que han nacido con la sociedad de
consumo, y que, aunque algunos artistas los hayan usado como medio de expresión
de inquietudes completamente originales al mismo nivel que cualquier arte
tradicional, son, en general, productos de consumo.
Lo que ocurre es que el pop es un arte sobre todo de imágenes, y no de
sonidos. Por lo tanto, no hay artistas pop músicos que hayan utilizado la música
pop como material para manipular de forma irónica e icónica. Sí que se han usado
sus imágenes: ya hemos visto la serie de Elvis hecha por Warhol.
El músico norteamericano John Cage es el que más se aproxima a una
concepción sonora del pop, al dar tratamiento artístico a sonidos de la sociedad de
consumo, del mismo modo que los artistas plásticos lo hacían con objetos e
imágenes. El ejemplo más obvio es el de su famosa máquina de escribir.
Lo que sí se produce en la música es el fenómeno que antes se ha
comentado respecto al cómic. Es decir, el cómic no es arte pop, pero ha
sido influido por ésta, y hoy pueden encontrarse cómics con estética pop
influidos por Lichtenstein, Warhol, etc. En la música pop hay artistas que
han sido influidos por el pop art, por su visión irónica y estética de la
sociedad de consumo y por la consciencia de la función icónica que
cumplen esas imágenes, muchas veces ellos mismos.
Así ocurre con David Bowie, cantante que ha creado un personaje
como Ziggy Stardust: una visión irónica y bella de la estrella de rock (la segunda
canción del disco está dedicada a Andy Warhol). Lo mismo podría decirse de Bono,
cantante del grupo U2, muy influido también por Warhol: en sus espectáculos (que
supera lo estrictamente musical, con gran importancia de la imagen), aparece a
veces disfrazado de Elvis, amplificado y repetido en gigantescas pantallas; también
se disfraza de sí mismo, consciente como Warhol de que él mismo es un icono de la
sociedad de consumo.
Conclusión
Hemos visto, entonces, que el arte pop está basado en la interrelación con
unas artes que nacieron con la sociedad de consumo. Esta interrelación se basa en
la ironía, pues se busca en esas imágenes la crítica de la superficialidad de la
sociedad de consumo, pero una crítica ambigua, que toma esa superficialidad
exaltando su belleza también. Por eso se basan en el cine de Hollywood, en la
publicidad, en los fenómenos más masivos y vacuos en general. Pues nadie duda
hoy día que el cómic, el cine, o la música pop sean artes con las mismas
210
posibilidades de expresión que las tradicionales. Lo que ocurre es que nacieron con
la sociedad de consumo y a ella siguen sirviendo la gran mayoría de sus productos.
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Leopoldo hecho letra
Hay que ser grande para ser poeta y venir a morirse en domingo. Leopoldo
Hércules de Solás estaba muerto y, como luces de emergencia, se activaron los
mecanismos compensatorios del cerebro: rápidos, explosivos, frívolos, pero
carentes de fondo ante largas distancias. Las tripas vienen por detrás y siempre
ganan las carreras. Mañana habrá un entierro, pues que duela mañana. Esta noche
quedará un jardín con una rampa, libros con las hojas amarillas y grises, versos en
una pared, en un solar, un tipo simpático que sonríe y te invita a quedarte. Y que
duela mañana, con la humedad y la madera.
(...)
En este sillón de miseria,
inaccesible al presente,
sólo espero la llegada
de un poco de claridad, consciente
de que nada nuevo puede producirse
cuando, insomne,
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cuento con mis diez dedos
las horas que me separan de la muerte.
Y cuánto hiere,
la estacha
que me amarra
a este noray
de mi puerto,
y cuánto duele
la vela arriada
sin el soplo del viento
y cuánto, cuánto sufro,
por haber dejado
de labrar estelas
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(...)
escupo a la cara de los dioses
porque yo no quiero
alcanzar ese cielo de los muertos,
sólo pretendo mi parte de placer,
mi corbata de alegría
y la gloria de estar vivo
porque, pienso convencido, que
aún no he gastado del todo mis zapatos.
Nota:
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Mutaciones
Un juego de interacciones sobre los cuerpos
ALFONSO GARCÍA-VILLALBA
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biotecnología médica. El hombre ha maquillado su cuerpo, lo ha pintado, ha escrito
sobre él, lo ha agujereado, alargado, empequeñecido, quemado, amputado. Lo ha
hecho por placer, estética o como marca del dominio de género. Siempre que su
herencia cultural lo ha permitido ha hecho de su cuerpo el lienzo de sus sueños, la
página en blanco sobre la que crear. Y ahora somos aún más esa página en blanco
(página física). Ahora, más que nunca, los cuerpos son las estatuas que
Michelangelo Buonarrotti soñaba ocultas bajo moles de mármol blanco.
El cuerpo es la Posibilidad. Una selección de mutaciones. La cirugía plástica
une técnica y arte antropomórfico en una suerte de realismo futurista o
trasrrealismo escultórico (o supraescultórico). Cirugía es
Mutación: piernas o manos artificiales que se insertan en el
cuerpo simbiótico del humano-androide; aplicación o anulación
de miembros para la creación de seres transexuales; lifting y/o
liposucción, implante de mamas, reconstrucción facial o
introducción de sustitutivos de masa ósea. Es el placer de
transformar el cuerpo bajo la libre decisión de los hombres y las
mujeres. En los tiempos de la asepsia y la superficialidad, la
modificación plástica de los cuerpos supone la revisión mundana,
popular, accesible (y ¿democrática?) de la transmigración clásica.
Somos, por fin, los agentes de nuestras transformaciones, aunque
éstas sólo tengan lugar en un nivel primario, físico. Somos, por fin, participantes
activos de la revolución de la carne y el implante especializado.
La transexualidad, como paradigma de la mutación corporal, es la obra
maestra de la cirugía estética. El cirujano plástico es el escultor de la
Postmodernidad (o tal vez ya de la Hipermodernidad...). El quirófano, el estudio del
artista, donde la escultura se convierte en prolongación del cuerpo, alteración.
Finalmente la escultura respira, se mueve, tiembla, siente, palpita, se sueña otra. La
escultura piensa y decide ser cómo es porque previamente lo ha soñado. Pero no
existe obra si no hay creador. Por eso todo cuerpo necesita su
cirujano, el mago que hace carne los deseos del hombre, que
infla o desinfla los volúmenes de sus cuerpos insatisfechos. A
la vez que anulamos el fatum de los cuerpos a través de la
intervención plástica, recodificamos la naturaleza del signo que
nuestro cuerpo es; un nuevo individuo es creado porque
transformar es morir, nacer. Y así, al tiempo que nos
distanciamos del Creador y más cerca estamos de ser propia
sustancia creadora, nuestro cuerpo —igualmente— se
convierte mediante esta intervención en otra cosa: otro dato.
La mutabilidad del cuerpo es también cambio de información y
nos convertimos en juego, espectáculo, producto, información
que cambia. Algo que se observa, que se interpreta, acoge o rechaza. La
modificación (o mutación) que antes era solamente modificación artesana (piercing,
tatuaje) o traumática (accidente) pasa a ser ahora arte científica, arte médica, con
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consecuencias en nuestra identidad: somos lo que ves. Y, a su vez, somos lo que
soñamos: El Sueño del Mutante.
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