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El Coloquio de Los Perros 6

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BIENVENIDA

Estamos contentos con la prosperidad que nos acompaa hasta la fecha


en nuestra particular batalla literaria y cultural. Mientras tanto, el mundo
contina su caracterstica tctica de construccin y derrumbe en nombre de
una cosa que se ha convenido en llamar nacin.
Cada pas tiene un lema de orgullo patrio. En Espaa tenemos la
sentencia de origen militar que reza Todo por la patria. Alguien quiere dar
todo por la patria? Verdaderamente, esa mxima no se pens para gente como
nosotros, inocentes soldados de la tecla.
Por otro lado, nos produce arcadas escuchar de los labios de Bush la
contradictoria, egocntrica y hertica frase God bless America!, o cuando la
CNN no cesa de ofrecer imgenes de feos descendientes de irlandeses
gritando USA, USA!. Es entonces cuando uno, desde el escepticismo y el
sentimiento aptrida, gira la cabeza a otros pases y culturas y observa que la
trayectoria de la mayor parte del planeta es semejante. Francia an arrastra la
soberbia intelectual que goz en el siglo XIX. Los pases suramericanos tienen
muy aprendida la leccin patritica. Es difcil conocer a algn chileno,
argentino o brasileo al que le d exactamente igual haber nacido en Santiago,
en Buenos Aires o en Ro de Janeiro. Muchos nacidos en Marruecos, Israel,
India, China, Egipto, tambin creen que guardan un tesoro escondido que
solo les pertenece a ellos.

Hay tpicos que desgraciadamente se siguen repitiendo. Aunque no lo


creis, todava existen extranjeros que nunca han visitado Espaa y creen que
cuando vengan a nuestro pas encontrarn a gitanos en caravana por las calles
o a universitarios yendo a la facultad embutidos en traje de luces.
Sera posible una conciencia bien entendida de mundializacin cultural
transmitida desde la familia y la escuela, o brindamos otra vez por Don
Quijote?
Siempre hemos defendido que la lectura o el viaje, cogidos de la mano,
son dos instrumentos que ayudan a resquebrajar prejuicios sobre la mayora de
los asuntos relacionados con la civilizacin. En este nmero 6 os proponemos
un viaje, el de la palabra.
Bienvenidos.
JUAN DE DIOS GARCA

CANUMFORA
Alicia Grinbank
(Buenos Aires, Argentina, 1949)
Entre su obra potica publicada destacan Bruma y verdor (1987), Curanto (1992) y
Alguien que amo rodea mi cintura (1993) en coautora con Manuel Bendersky. Coordina talleres
literarios y es profesora y traductora de francs. Su poemario indito La balsa de la medusa
ser prximamente publicado. De l extraemos estos cuatro poemas.

Incmoda
o es el dolor en la espalda
o es el agujero en el alma
o es la flor en la azalea.

Tango
Si me cortan la ciudad en pedazos
adnde ir a parar con mis huesos y mi
alma?
si no me dejan siquiera un friso
un conventillo un bar
si de todo hacen polvo de estrellas
shopping olvido.

Mudanzas
De todas las cosas que se fueron
qued una tetera blanca.
La prxima vez
en qu mesa?
ser la pieza n 24 en el remate?
alguien la oler buscndome?

La balsa de la medusa
Las casas navegan y nosotros perdemos pie
boyamos.
El amanecer nos despierta amontonados.
Bailotea el pavor en los ojos.
Flotan puertas mechones en la almohada.
Es alta la mar y quieta.
Si viniera esa tormenta de una vez:
hundirse ser ms bello
y todo volver a ser bello sin nosotros.

Amada G. Puentes
(Cartagena, Espaa, 1956)
Pedagoga y psicloga. Es autora del libro Viento de Levante (Nausica, 2001), del cual
extraemos estos dos poemas.

Ensoacin
Cmo ser esta noche Damasco.
Cuntos amantes reunirn los cafetines
cubiertos de seda con los brazos
abandonados entre la piel vestida
slo de perfume.
Las margaritas blancas cercan las bocas
humedecidas en aromas errantes
con la luz de las estrellas,
junto a la estela de un navo.
Naufrago por tener tantos rumbos.

Otoo
Te esperaba tras la ventana.
Llegas complaciente y, audaz,
conduces el brillo en penumbra.
Tu aire cuenta todo el ayer.

Aurora Saura
(Cartagena, Espaa, 1949)
Pasa su infancia en Alicante, pero se licencia en Murcia, en la especialidad de
Filologa Romnica. De sus tres libros publicados hasta la fecha Las horas (1986), De qu
rbol (1991) y Retratos de interior (1998) sobresale este ltimo por su intimismo y su
calidad. Es una poetisa que enamora en todas las formas posibles en que la poesa puede
hacerlo. En el interior de la sencillez concentra ella su bsqueda. Los dos poemas que aqu
presentamos son ms o menos inditos, puesto que como la propia Saura nos confiesa, est
rescribiendo toda su obra anterior.

Eternidad
La eternidad slo
podra ser ese instante
en el que diceel aire est tan quieto
que el agua se olvida de helarse.
Pero, quin querra esa
inmovilidad sin aristas
para siempre?
Cmo habitar la ausencia
de los gestos,
sentirse vivo
en la parlisis del viento?

Despedida
Triunfar del olvido
tu hermosura

T no te moriras.
La muerte no vendra a tocar tus ojos puros
y estaras a salvo
en mis palabras.
Este da es de fiesta
y de abandonos:
se aparta cada cual a su orilla
y nuestras horas
ya van tomando un aire

de mansitud y olvido.
An quisiera hoy que volvieras los ojos
por desear de nuevo
como antes tantas veces
que la muerte no tocara ese gesto
sino con el fervor
con que te miro.

Daniel Muoz
(Cartagena, Espaa, 1976)
Cursa estudios de Filologa Hispnica en la UNED. Este poema pertenece a su
primer libro Palabras sin recoger (2001).

SE fue. Ella por la ventana.


Se at en las caderas
mis agujereadas sbanas
y doblando las esquinas
qued una despedida lnguida.

Eduardo Chirinos
(Lima, Per, 1960)

Es autor de Cuadernos de Horacio Morell, Crnicas de un ocioso, Archivo de huellas digitales,


El libro de los encuentros, Rituales del conocimiento y del sueo, Canciones del Herrero del Arco,
Recuerda, Cuerpo..., El equilibrista de Bayard Street, Abecedario del agua y la seleccin Naufragio de
los das (1978-1998). Su obra ensaystica comprende El techo de la ballena, La morada del silencio
y un libro de crnicas literarias titulado Epstola a los transentes. Actualmente reside en
Missoula (Montana). Estos tres poemas pertenecen al libro Escrito en Missoula, que saldr
publicado prximamente en la editorial Pre-Textos.

Un perro mojado de roco


El da entra en la casa
como un perro mojado de roco
Jorge Teillier

Si todo fuera silvestre y las aves


gorjearan sin molestar y la vecina
no arrojara sus puchos al jardn.
Y si la noche

fuera un fulgor ebrio


donde escucho el silencio de Dios.
Si desatara la lengua de Dios
y pudiera pronunciar esa palabra
que tiembla cuando te veo aparecer
tal vez no vuelvas.
Y vendran otras noches
como un perro mojado de roco
a desbaratarlo todo.

Okapi herido de muerte

Desde hace aos me persigue ese ttulo


Okapi herido de muerte.
Debo haberlo ledo de nio.
Hojeando las pginas de un lbum,
o las figuras de un libro de animales.
Guardo conmigo la escena.
El zarpazo felino
un fondo de acacias
y el terror de la vctima
tratando de huir, intilmente.
Raro animal el okapi.
Indeciso entre cebra y jirafa. Temeroso
y nocturno, en peligro de extincin.
Cuando fui a verlo al zoo de Berln
se acerc desde la pgina remota
y me dijo en secreto:
An estoy herido de muerte.

La casa del cuerpo


1/ Cicatrices
Lo que queremos decir y no podemos
lo cubrimos con un manto azul y transparente.
Cicatrices
donde el silencio dice su verdad
y pudre poco a poco nuestra lengua.
Las cicatrices han crecido conmigo.
Desde hace aos habitan mi cuerpo
flores discretas
y mudas que a nadie le pude ofrecer.
A veces las contemplo con ternura
las pellizco
pero no me responden.
A veces las miro con horror y pienso
que alguien quiso corregirme y no pudo.
Y me dej en silencio bajo un manto azul y transparente.

2/ Odos
Mis odos son mi fuerza. Sin ellos
escuchara absolutamente todo: el zumbido
de las moscas, el crujido de la arena
las notas del timbal.
Transforman la palabra
en otros universos, la basura en ritmo
los murmullos
en frases locas que me hacen rer y rer.

Ellos escuchan por m.

Ellos me protegen.
del mundo se estrella en su burbuja
se deshace a mis pies y le digo:
Yo te conozco, ven cuando quieras.

La maldad

Y la escucho con los odos bien abiertos.

Emilio Batista
(Madrid, Espaa, 1975)
A este madrileo inquieto nos lo encontramos una noche extraa de lluvia en
Oviedo. No era extraa por la lluvia, sino por el grupo en el que bamos. Nos haban
invitado los amigos de la asociacin Voces del Chamam. Desde entonces, Emilio
compone y sigue en su inquietud. ltimamente anda por Finlandia, sacando preciosas fotos
nevadas de Helsinki.

LOS nios robados


son un efecto secundario
de mis galletas.
Lavarse la cara y llevar camisa,
como los nios educados que hemos sido.

LOS nios robados slo suenan con el vagn vaco.


Los dedos se te manchan de cola de arrancarles la cara
y los tirones les dejan arrugas profundas
en las que est escrita la miseria.
Otros nios lloran asustados
de los payasos.

LOS nios robados llevan sucia la cara.


Tienen azadas
y picos y martillos
en sus manitas pequeas.
Son nios solamente
por contraste de luz.

LOS nios robados tienen sangre muerta debajo de las cejas.


Las vagonetas del carbn seccionan falanges

como papel quemado.


Yo me froto los ojos,
ellos se frotan los ojos:
no creer en otra cosa
ms all del cuerpo blando de mi almohada
ms all de la mugre oscura de la mina.

Esteban Moore
(Buenos Aires, Argentina, 1952)
Ha traducido a Seamus Heaney, e.e. cummings, Wallace Stevens, Auden, Carver,
Bukowsky, Craig Czury, Heather Thomas, Ide Hintze, Ginsberg, Jack Collom y
Ferlinghetti. Como autor ha publicado La noche en llamas (1982), Providencia terrenal (1983),
con bogey en casablanca (1987), Tiempos que van (1994), Instantneas de fin de siglo (1999) y Partes
mnimas y otros poemas (1999). De este ltimo libro seleccionamos estos cuatro poemas en
prosa.

Aqu en el silencio, oigo


(Eugenio Guasta)
una brisa nocturna - atraviesa los campos roturados agita las hojas del
eucalipto - el crecido follaje de los caaverales - roza sonora - las grandes
ruedas de un tractor detenido

The pebble is a perfect creature

Zbignew Herbert
ese canto rodado - que se desplaza lento en el repetido ciclo de las aguas podr exponer en la palma de una mano - el mudo resplandor de su apariencia
- al tacto inseguro de tus dedos - una estructura nica

Like a thunderbolt he falls


Lord Tennyson
la onda de aire clido - que flota el cielo del pequeo valle - sostiene al halcn
en magnfico planeo de alas abiertas - y de l - el ojo atento - que mide la
distancia que separa la presa elegida de sus garras - ojo certero que dirige
preciso - los relmpagos del instinto

Bienes de la tierra
Francisco de Quevedo
los dedos pulgar e ndice - levemente combados en labor de pinzas presionan el contorno irregular - de esa piedrita que has recogido a la orilla del
ro - la colocan bajo la luz de una lmpara elctrica - que alumbra de su figura
- la suavidad de los bordes - el tallado paciente de las aguas

Fernando Caniza
(Buenos Aires, Argentina, 1970)
Es periodista del diario La Nacin. Posee un libro indito, Germen del abismo, del cual
hemos seleccionado este poema fragmentado numricamente.

Tornasoles
1
Cruel, cruel, cruel,
los dientes muerden pocas memorables
ventanas, luces, espritus otoales.
2
El loco permanece en su gran secreto
lleno de vida y de muerte.
3
Es seguro que el extremo fatiga
al satisfecho y no al sediento.
4
Los puentes viejos abandonados.
5
Los barcos a la deriva en alta mar.
6
La lluvia es intensa y bella
aunque aglomera grises cascadas.

Madejas. Sueos sin mstiles.


7
Las manos fras asustan a los locos.
8
En la calle la basura es pblica
y los crmenes ensucian las casas
de mrmol
con su monstruoso secreto.
9
Ojos duros.
10
Flores rojas para una muchacha desnuda.
11
Aqu los cuadros son mercado,
espanto de naturaleza muerta.
12
Enredarse con la abulia colectiva
disfrazada de encuesta-vedette
con muecas de momia.
13
Tesoros guardados en catedrales
para ser admirados y no tocados
por locos y pobres

14
El borracho.
15
La ciudad empuja al vagabundo
fuera de sus fronteras. El loco
cobija su ser bajo su manta deshilachada.
16
Si el alma lo abandonase morira
con la herida de un cantaor.
17
Calle angosta.
Credulidad sin fundamento
salpicada por los autos
al pasar sobre un charco.
18
Los nios juegan sin temores
y los gusanos oscurecen el techo.
19
Gol! Gol! Gol!
Nosotros, vosotros, ellos, gritamos
todos con las gargantas irritadas
festejando el impacto de las olas
contra la escollera.
20

El tnel luminoso lleno de aventureros.


Una falacia.
21
Cadenas que atan al loco y lo arrastran. Crueles asesinos
sueltos esparcen su ponzoa repugnante.
El loco no llora ni re. Canta su poema a deshora,
con la certeza que fluye de su corazn cristalino.
22
Agua de estanque invitada al baile de
mscaras. Noche. Temblores.
23
Espacio. Nombres sin cuerpos
Nos llevan hacia un recuerdo en la cornisa
Espectros aparecidos en oraciones.
24
Haba una vez un gato muerto
sobre un piano de teclas amputadas
Basta de magia primitiva!
25
Navidad. Navidad. Todo el ao
Navidad.
El vaho perfumado se asoma intacto
detrs de parapetos de turrones
y pan dulce.
26

Humor negro en situaciones negras.


27
Atrs la risa infame de los fantoches!
28
Los versos ebrios en un mundo salvaje.
Cruel. Cruel, es el recuerdo del
loco.
29
Las flores arden en el pecho y sus alrededores.
30
El amor perdido.

Isabel Alamar
(Valencia, Espaa, 1970)
Licenciada en Filologa Hispnica por la Universidad de Valencia, especializada en
Literatura Espaola y en Lengua y Literatura Valenciana. Es autora de diversos poemarios
como Un mundo para ti (1993), Galera de sentimientos (1995) u Hombres y mquinas (1999).
Algunos de sus poemas han aparecido en publicaciones como Etctera, Hojas literarias,
Aguamarina, Alas de mosca, Ventana abierta y en algunas revistas digitales. Su obra Con rabia y
erotismo (que incluye el poema Barrio marginal) va a ser publicada prximamente como
libro electrnico por la editorial digital Bronte.

Barrio marginal
Son las ocho de la maana
cuando abro la puerta del ascensor
y me encuentro un preservativo
tirado en el suelo.
Salgo a la calle y me cruzo
con dos putas cansadas
de ser jodidas en la noche.
Me detengo en la parada del bus
junto a dos yonquis que discuten
entre trago de cerveza y calada.
Procuro apartar mi vista hacia otro lado
y la poso en la acera de enfrente donde
un abuelo que pasa arranca y escupe
en medio de la calle.
Buenos das, barrio marginal.

Jos Cabanillas Nez


(Lima, Per, 1964)
Es periodista y autor del libro de poemas indito Paisaje disperso, del cual publicamos
estos dos textos.

Trazos para una pintura de Brueghel


Ahora que me hallo desnudo
frente al mar.
Los amantes hacen el amor
como yo el poema.
Clavo en mi lengua las palabras imposibles,
las cenizas que contemplo
en la boca del ocano.
El cielo es una figura triste como una sbana,
el mar una hoja de papel en blanco.
Pongo en el cielo mis manos.
Camino por esta calle desconocida.
Mi desnudez es imperceptible.
A los ojos del amor
soy una sombra asediada por luces de nen.
Y el blanco semen goteando en los tejados
como la lluvia.
Las palabras caen sobre
las hojas secas en el otoo.
Pjaros heridos en sus alas.
Abatidos por el sueo, los objetos
se confunden en mis ojos
y soy un cuerpo frgil para el tiempo.
Un instante frente al mar indetenible me seduce.
Mis dedos perforan las paredes,
mi cuerpo el cielo
y esta playa extranjera donde habito.

Tinieblas

Casi como poner el dedo en un ventilador.


Yo, seor de las moscas y dueo de un cuerpo momentneo.
A pesar de lo que inefablemente me rodea
mis ojos no alcanzan a ver la imagen exterior,
la tierna cadencia de un nio hurfano de sus aromas verbales,
pero s que estoy muriendo secretamente como ustedes,
caigo en el lodo de una soledad confusa que acompaa mis palabras.
La historia se reduce a contemplar desde lo alto
la cada de un pjaro.
No hay cdigos, nmeros, cuadros, estadsticas que puedan elaborar,
cuantificar
esta soledad vaca, sin vida.
Pero s que alguien est muriendo ahora no muy lejos de m.
Nuestra historia no es ms que un deseo mutilado,
como un barco que se sita exactamente
en la viva apariencia de un deseo,
no esta soledad en tinieblas que sostiene mi cuerpo.
Y mi cuerpo rueda por unas calles aparentemente limpias de toda
oscuridad.
Mis manos pugnan por salir del naufragio csmico sonoro
y mis ojos se inundan de imgenes oscuras,
de un gozo supremo parecido al olvido,
metafsico, socrtico, existencial.
Pero este querer amar el olvido no es ms que una palabra precisa
cuando descienden en nmero de mil las mil necesidades posibles.
Y qu decir de este aire que infla mis pulmones?
De esta metfora se valen los poetas para construir la utopa de Aldous
Huxley.
Ciencia de Dios es el deseo de vivir dos veces
y la voluntad de amar un verso de Dylan Thomas.

Lorenzo Plana
(Lrida, Espaa, 1965)
En su libro Ancla este creador encontr una voz propia. En Extrao se hace notar,
en palabras de otro gran escritor, Lorenzo Olivn, que Plana ha vivido ms y ha ganado en
madurez. En definitiva, hablamos del futuro de la literatura espaola en forma de verso.
El poema Infancia y mujer pertenece al libro La historia de Silly Boy. El poema
Huckleberry Finn pertenece al libro Ancla.

Infancia y mujer
Desde el tren en marcha veo las casas,
troceadas por los rboles
como nios que transitan
ms que una, muchas infancias.
He visto por un instante
a una mujer acariciar sus piernas
y el tren ha interrumpido mi vida.

Huckleberry Finn
Un da me escap de nuestro piso,
me estuvieron buscando mil ventanas.
S que ha pasado el tiempo:
llegarn a decirme que nadie invent el mar.
Y qu importa, si tienes
un instante despus de cada instante
y hay mil ventanas rotas,
un universo desproporcionado,
un mar sin inventar.

Manuel Vilas

(Barbastro, Espaa, 1962)


Es autor de los libros en verso El rumor de las llamas (Olifante, 1990), El mal gobierno
(Libertarias, 1993), Las arenas de Libia (Huerga y Fierro, 1998) y de los libros en prosa Los
aos felices (Mira, 1996) y La regin intermedia (Prames, 1999). Este poema ha sido extrado del
libro El cielo (DVD, 2000).

La luz
Entraba la luz de la tarde, posndose en las pequeas botellas
del minibar de la habitacin de mi hotel, una luz de montaa
estbamos en el hotel ms caro de los Alpes, que traa el fro
de finales de agosto. Desde la terraza, ponte un jersey si sales
a la terraza, se poda ver esos pinos enormes, religiosos, fragmentos
de la carne de un dios inocente, por qu no quieres ver a nadie,
cabrn antisocial, te pasas los das aqu metido, bebiendo
y mirando los pinos?, me preguntaste, y yo te lo dije bien claro,
estoy jodidamente muerto, soy slo un cadver que viaja
por el mundo, un cabrn de vacaciones eternas, un asaltador
de minibares de hoteles de lujo, un consumidor de minibotellas,
y slo me importa esta luz, esta luz que ilumina la habitacin
porque esta luz es lo ms misterioso que he visto nunca,
parece como si en ella cupiese la vida que he vivido
y la que no podr vivir, todo mezclado, claro fantasma.
Tu falda y tus bragas negras estaban en la silla, y t sentada en el suelo
bebiendo un gintonic, si no me gustases tanto, dijiste, ven aqu,
volvamos a la cama, y empec a comerme tus brazos,
tus manos, tus uas bien cortadas, y la luz segua entrando
y resplandeca en las etiquetas de las pequeas botellas
del minibar. Eres un guarro, hijodeputa, no me lo hagas as,
eres un guarro, seguas diciendo, pero la luz no se marchaba nunca.

Y ella que hablaba de su vida y de sus ilusiones,


y su ropa interior esparcida por la habitacin,
decentemente esparcida, y quejndose
de que, en vez de salir por ah, nos quedsemos jodiendo
toda la noche, y luego, colmada, dicindome eso
de eres un guarro, hijodeputa, te he dicho que no me lo vuelvas
a hacer as, toda la noche llamndome, repitiendo lo mismo.
Me qued dormido un rato, me levant de la cama, desnudo,
fui al minibar, cog el ltimo botelln y me lo beb de un trago,
fui al lavabo y dej correr el agua hasta que sali fra
y luego beb, y moj mi boca y mi lengua mucho tiempo,
t seguas durmiendo, an tena lquidos tuyos por todo mi cuerpo,
saliva tuya y aguas de tu sexo y de tu boca, escocindome,
y la luz ya se haba ido, trayendo una paciente oscuridad.

Miguel Snchez Robles


(Caravaca de la Cruz, Espaa, 1957)
Ha sido galardonado con premios como el Miguel Hernndez, Esquo, Ciudad de
Irn, Ciudad de Zaragoza, Rafael Morales, etc. Entre su obra potica publicada destacan La
perra diecinueve y La voz en los espejos. En 1999 le concedieron el Premio Barcarola por El tiempo
y la sustancia (Barcarola, 2000), libro del que seleccionamos cuatro poemas.

Cuando todo se calla


muere un ngel
o alguien se ha suicidado
por nosotros.

Muchas veces
la certidumbre de vivir me asombra
y luego una pasin
y luego nada.

Yo tambin estoy harto


de lo que nunca tuve
ni tendr.
Brilla lo que se quema.
El adobe se comba.
Los palomares se derrumban solos.

Estar.
Estar es este lento
desguace inadvertido,
este hbito de ruina
de los ltimos mitos,
este sueo tan largo
de piedras y semanas
mientras arde la vida
y el silencio es un sntoma
que escarba.

Roberto Lpez Belloso


(Maldonado, Uruguay, 1969)

Periodista. Su libro poemas encontrados en una gua michelin (y otros paisajes) obtuvo en
2000 el Premio de la Intendencia de Montevideo. En 2002 le fue concedida una mencin
en el Premio Casa de las Amricas por su libro poemas encontrados en un ao cualquiera. Su
primera obra editada es poemas encontrados en una sala vaca. De dicho libro seleccionamos
estos tres poemas.

slo el estruendo
el metal de las orugas
los gritos de la carne destrozada
por lo dems todo es silencio
no hay nieve
en malaposka
en pomerania
en ninguna de las siete riberas que ya han sido rebasadas
no hay nieve
es noviembre todava
tambin ser noviembre
a la hora de la ltima defensa acribillada
las huellas se confundirn congeladas en su fuego
caballos blancos
cargando contra tanques

es tu vrtigo lo que arrastra y no el torrente


de una ciudad que apenas rodea con altas chimeneas
tu privado jardn
alisas el reflejo arrugado de un pjaro

un nio ciego camina en una habitacin vaca


balanceas
insegura
en el balcn enrejado tus abismos
muerdes una plegaria
es tu vrtigo y casi no sabes
sostener la copa
y la mirada

tu primer amigo se llamar bei-dao


te sentars con l en ese banco doble de madera apenas barnizada
te dejar escribir tu nombre con la punta del comps
pero no dir
los secretos de la escuela de la bruma
al menos no lo har muy fcilmente
te har dormir esta noche cerca de uno de sus libros
dejar que te avergences o lo avergences
y maana
cuando amanezca
limpiar los rastros de la sangre
y la ceniza

EL PERRO
DE LOS BASKERVILLE
Antonio Orejudo
NOVELA FERROVIARIA
ngel Manuel Gmez Espada

Licenciado en Filologa Hispnica y doctorado en EEUU, donde trabaj como


profesor durante siete aos, Antonio Orejudo (Madrid, 1963) fue ganador del XV Premio
Andaluca de Novela con la obra Ventajas de viajar en tren. Su debut literario fue con
Fabulosas narraciones por historias (1996), galardonada con el Premio Tigre Juan a la mejor
primera novela del ao. Se le incluy en la antologa de nueva narrativa espaola Pginas
amarillas (1997). Ha publicado diferentes trabajos relacionados con su especialidad
profesional, Cartas de batalla (1993), Las epstolas familiares (1994) y una edicin anotada de las
Novelas ejemplares (1997).

EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Ha dicho en alguna ocasin


que su novela Ventajas de viajar en tren es un mero contagio de
Coloquio de los perros, la novela ejemplar de Cervantes, hecho que nos
congratula sobremanera. Puede explicarnos un poco esa afirmacin?
ANTONIO OREJUDO: Ventajas de viajar en tren debe mucho a dos novelas
cervantinas, El casamiento engaoso y Coloquio de los perros, que pueden leerse
como una novela o como dos. Qu me atrae de estas dos novelas ejemplares?

La libertad del lector para elegir si est ante una o ante dos novelas. El lector
de Ventajas de viajar en tren tambin puede elegir si est leyendo una novela o
una coleccin de cuentos. Pero la principal deuda es que Ventajas de viajar en
tren, como El casamiento engaoso y Coloquio de los perros es una alegora de la
lectura. Todo lo que sucede en la novela no es ms que la conversacin de un
hombre y una mujer y las consecuencias que sta tiene en la vida de ella.
ECP: La gente ya no viaja en tren por el puro placer de hacerlo,
verdad? Y es cierto que se pueden encontrar tantos personajes
extraos?
AO: El mundo est lleno de personas extraas y feas. Nos cruzamos con
ellos todos los das. Lo que sucede es que en un viaje estamos mucho tiempo
sentados, mirando el paisaje y el pasaje, y tenemos ms tiempo para percibirlo.
Pero todos tenemos un personaje extrao dentro de nosotros. Unos lo dejan
suelto y otros no.

ECP: Ventajas de viajar en tren es una continua sorpresa, un cmulo


de situaciones cotidianas, a veces insostenibles, de personajes
deteriorados por un entorno que nos es comn e irritante a la vez.
Cmo concibe esa novela?
AO: Uno no sabe cmo concibe una novela. En mi caso, que tengo un
modo catico de trabajar, rescribiendo la novela una y otra vez, recordar cul
fue la idea inicial es una tarea poco menos que imposible. S recuerdo que
quera hacer una novela con muchas voces entremezcladas, muchas historias
cruzndose y contaminndose. De hecho, la primera versin de la novela se

titulaba Selva. En la versin final se han eliminado muchos personajes, voces e


historias. El resultado, como en mi novela anterior, es una narracin que
provoca incertidumbre.
ECP: Todo el mundo habla de irona en su novela triunfadora del
Premio Andaluca, pero: no es cierto que son personajes reales,
productos de una sociedad que desacredita lo que no entiende y slo
logra aterrorizarse por aquello que ve en televisin?
AO: Pensar que uno vive en la normalidad y que los personajes de esta
novela son extravagantes es una presuncin un tanto ridcula. Yo dira que mi
novela tiene bastante de representacin mimtica de la realidad. Lo que sucede
es que la realidad es grotesca. Nosotros mismos (y ese personaje extrao que
todos llevamos dentro) tambin lo somos. Los presupuestos de un arte realista
aplicados a nuestro mundo conducen a un tipo de literatura desquiciada.
ECP: El escritor espaol est descubriendo una vez ms a
Cervantes? Por ejemplo, en su novela nos encontramos con el
manuscrito hallado de forma casual.
AO: sta es otra de las deudas, pero la ms importante la mencionaba ms
arriba: la historia de la novela es la historia de una mujer que lee, que escucha
a un hombre desconocido contar su vida. El rechazo de toda trascendencia en
la escritura es otra de las actitudes que he aprendido de Cervantes, y que est
presente en la mayora de los escritores que admiro.
ECP: Podra incluso llegar a decirse que estamos ante una mirada
muy cervantina de nuestra sociedad. No slo, como hemos comentado,
aparece el tema del manuscrito, sino tambin el del viaje como excusa y
el del loco.
AO: Y tambin una idea de la literatura como juego, que molestaba
entonces y sigue molestando hoy a cierto tipo de lectores.

ECP: La novela, en general, tiene un margen de error puesto que el


narrador es el nico yo que tiene licencia para distraerse?
AO: No s si entiendo bien esta pregunta. Siempre que escribo una novela
pienso en el lector, pero no en el lector que lee el libro por primera vez, sino
en aquel que lo coge por segunda vez. Esta novela y la anterior se disfrutan
ms si se leen por segunda vez.
ECP: Mucho se ha hablado del fin de la novela. No obstante, parece
que sigue siendo el gnero que ms vende. No cree que eso es una
verdadera contradiccin?
AO: La muerte de la novela es un tema recurrente a lo largo de la historia
de la literatura, lo cual es un sntoma inequvoco de buena salud. Quienes
quizs hayan muerto son los novelistas. Al menos los novelistas del siglo XIX.
Aunque parezca imposible hay muchos novelistas del siglo XIX escribiendo
en el siglo XXI. Un gnero tan dctil y amorfo como la novela, con esa
capacidad de metstasis tan desarrollada, es difcil que muera. Seguro que se
est haciendo el muerto.
ECP: Bueno, tambin est muerta la poesa para casi todos despus
de casi tres mil aos de existencia. Dganos, cree ms en esa teora del
fin del gnero novelstico o en una evolucin como la que se dio a
finales del siglo XIX?
AO: Como he dicho antes, creo ms bien que se trata de una evolucin,
que tardar bastantes aos en clarificarse. Los novelistas somos enanos
trabajando en un proyecto muy amplio.
ECP: Volviendo a la nomenclatura de gneros, al esparcimiento, a la
disgregacin o evolucin que est sucediendo en la novela y a los
artificios del crtico por salir airoso de lo que no entiende, por qu
Ventajas de viajar en tren es una novela y no una coleccin de cuentos,
como podra ser el caso de La gran novela de Barcelona, otro
esplndido libro de Sergi Pamis?
AO: Como he dicho antes, puede ser una coleccin de cuentos,
efectivamente. El lector tiene libertad absoluta para elegir una modalidad u
otra. Tiene libertad incluso para no leerla.

ECP: Beln Gopegui, Juan Bonilla, Martnez de Pisn, Sergi Pamis,


Juan Manuel de Prada, Eloy Tizn, usted... Cree que se puede hablar
de generacin con puntos comunes entre ustedes?
AO: Es normal que las personas que viven en el mismo espacio y en el
mismo tiempo tengan coincidencias ideolgicas. Todava es pronto para saber
quines de los nombres que usted cita tienen inters literario. Incluso es
posible que los nombres verdaderamente importantes no se conozcan todava.

ECP: El joven novelista: entiende los premios literarios como la vela


que ilumina el inicio del camino o como la cera que le quemar la
mano?
AO: Los premios son siempre buenos. Sobre todo si tienen una generosa
dotacin econmica. Lo nico que hay que evitar es la prisa para presentarse a
uno de ellos.
ECP: Qu le parece que la crtica lo mime tanto? Lo ve como algo
positivo?
AO: No tengo conciencia de que la crtica me mime. De hecho, tengo la
sensacin de que no me han ledo como me leo yo. Pero, bueno, teniendo en
cuenta que en Espaa publicar un libro es una especie de osada por la que
uno debe pagar un peaje, el precio que estoy pagando no es demasiado alto.
ECP: Recientemente, Javier Cercas coment que el crtico tiende a ir
en contra del escritor que tiene lectores. Eso quiere decir que usted ha
vendido poco.
AO: Si me comparo con Prez Reverte, he vendido poqusimo. Si me
comparo conmigo mismo hace cinco aos, he multiplicado por diez mis
lectores.

ECP: Por ltimo, dganos dnde se encuentran ms a gusto sus


narradores, dentro de un cuento o de una novela?
AO: Posiblemente en ese gnero hbrido compuesto de pequeas historias
individuales que dibujan una trama ms amplia. Nada nuevo como ve: una
novela.

Juan Bonilla
EL DORMILN INSOMNE
ngel Manuel Gmez Espada

Sera pesado para el lector coloquial enumerar las virtudes del currculum literario de
este jerezano, de modo que tan slo apuntaremos que es autor de diversas novelas Yo
soy, yo eres, yo es (1995), Nadie conoce a nadie (1996), Cansados de estar muertos (1998), libros de
cuentos El que apaga la luz (1994), La compaa de los solitarios (1998), poemarios Partes
de guerra (1994) y Multiplcate por cero (1996) y trabajos periodsticos Veinticinco aos de
xitos (1993), El arte del yo-yo (1996), La holandesa errante (1998) y Academia Zaratustra (1999)
. Se nota que la impaciencia nos come por hablar con este best-seller ibrico alternativo,
verdad?

EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Un autor todoterreno como


usted, en qu gnero se encuentra ms cmodo a la hora de coger el
papel?

JUAN BONILLA: El hecho de que me ponga a trabajar, ya determina el


gnero. La verdad es que slo me hago esas preguntas cuando alguien me las
formula. Nunca se me ocurre pensar: qu cosas determinan que escribas un
relato o un poema? En cualquier caso, me siento cmodo en todos los que
practico. Una vez trat de escribir una obra de teatro, me incomod y no la
escrib. Tampoco he escrito nunca ensayos largos: tambin me acabo
incomodando.
ECP: Se pas a la narrativa porque la poesa no da para comer o
porque, como el difunto Cela, piensa que el verso es cosa de gays?
JB: Afortunadamente no coincido con Cela en casi nada. No me pas a la
narrativa desde el verso: mi primer libro fue uno de cuentos. Y el dinero no
tiene nada que ver con esto.
ECP: Es desmesurado el xito que tiene la narrativa actual espaola
fuera de nuestras fronteras?
JB: No tengo ni idea. Lo que s me parece desmesurado es el xito que
tienen algunas narrativas extranjeras en Espaa.

ECP: La crtica ha elogiado sus cuentos ms que sus novelas, hecho


que no suele ser lo habitual. Como lector, qu importancia le da al
gnero cuentstico?
JB: La misma que a la novela o a la poesa: me parece imprescindible que el
cuento sea memorable.
ECP: En su primer libro de poesa, Partes de guerra, hay una especie
de denuncia de los tiempos de guerra y cmo el amor en esos tiempos
juega un papel fundamental. Pero, al mismo tiempo, tambin parece

que el amor resulta difcil en cualquier sociedad. Intent dar esa


imagen de amor imposible en nuestra sociedad?
JB: He tenido que encender un cigarrillo para contestar a esta pregunta.
Palabras demasiado grandes, Amor, Guerra, Sociedad... Honestamente debo
responder slo: no s.
ECP: Tiene usted insomnio habitualmente? Vemos que es un tema
recurrente en sus primeras obras, tanto en poesa como en cuento.
JB: El insomnio era por supuesto una metfora: metfora de la
imposibilidad de librarse de la conciencia de que uno es uno. Por lo dems,
duermo mucho; en realidad es casi lo nico que hago.
ECP: Qu tal se ofrece Borges como personaje literario?
JB: Creo que le he sacado todo el partido que pude sacar de l en mi relato
Borges el cleptmano.
ECP: En cierta ocasin creo que coment que su ltima novela,
Cansados de estar muertos, estuvo inspirada en un curiossimo suceso
acaecido en Murcia. Nos lo podra recordar?
JB: En efecto, una madrugada iba con el poeta Carlos Marzal buscando
algn sitio donde tomar algo. Era ya de madrugada y se nos inform de que
no encontraramos nada abierto: la ordenanza municipal cerraba los bares a las
dos. Marzal dijo: si hay algn sitio abierto, eso lo sabr un taxista. Entramos
en un taxi, le preguntamos y nos dijo que a aquellas horas la gente que quera
seguir tomando copas tena que ir a la cantina del tanatorio. Ah naci mi
novela.

ECP: El periodismo le hace enfocar su narrativa desde otro punto


de vista diferente al de escritor?
JB: No.
ECP: Por ltimo, dganos tres libros que tirara usted a la hoguera.
JB: Me limito a no tener libros que no me interesan, regalarlos o cambiarlos
en las libreras de viejo: las hogueras se las dejo a los crticos literarios, que se
excitan mucho con esas cosas.

Consejos para presentar un libro


MARCOS WINOCUR
Sucede que suena el telfono y es para invitarte a participar en una
presentacin de libro. S; eres cuate del autor, o fuiste su maestro en alguna
poca, cuando le auguraste un brillante porvenir en las letras; o supuestamente
eres entendido en la materia.

Y bien, con anticipacin el autor te enva un ejemplar de su libro, lo lees


y necesariamente tu juicio oscilar entre dos extremos: magnfico! y
horroroso! pasando por un no est mal. En los dos ltimos casos es
aconsejable reservarse los propios juicios y, no obstante, participar del evento
cultural. Pues, bien visto, a santo de qu entrar a juzgar si el libro es bueno o
malo, si ha sido escrito con la cabeza o con las patas? Hay dos modos de salir
del paso sin calificar, sin externar un juicio comprometedor.
Mi consejo es limitarse a una recreacin del texto. Me explico. Si se
trata de narrativa o poemas, puedes seguir al autor a los cielos de la fantasa,
dando cuenta de las imgenes suscitadas por tan estimulante lectura. Si se trata

de ensayos, puedes descender con el autor a los profundos interrogantes del


ser. Una frase como nunca haba visto un libro as no te compromete y el
auditorio, ms que la irona encubierta, retendr la excepcionalidad manifiesta.
Y luego estn tiempo y eternidad; alteridad, lo uno en lo otro y lo otro
en lo uno; muerte, nostalgia, el no ser de las cosas, soledad; hombre ldico;
postmodernidad; multimedia y multimercadeo; incomunicacin, ah, no, sta ya
pas de moda. En fin, no faltan referentes a los cuales echar mano.
Conviene a esta altura asociar al autor con ilustres predecesores en las
letras. Quin podra negar que est bajo la influencia de Rulfo, de Vallejo o
de Joyce? Aguas! Se trata de dignas filiaciones y no que el autor se los haya
fusilado. Altamente recomendable es traer a colacin a un escritor
recientemente descubierto, que se haya puesto de moda. Por ejemplo, si se
trata de poesa, Vasko Popa. Ignorado por aos, circula entre nosotros desde
hace un tiempo gracias a Octavio Paz y ha sido objeto de estudios y ediciones
crticas. Adems escribe en idioma servocroata! Con las guerras desatadas
entre las nacionalidades y etnias de la ex-Yugoslavia, su mencin no puede ser
ms oportuna. Y se leen unos versos del autor presentado junto a otros de
Vasko Popa, el efecto es increble. Desde los ms dormidos entre el pblico
hasta los ms despiertos, se confunden, ya nadie sabe quin es quien: si el
autor presentado o el tomado como referente. Han sido colocados a la par,
uno es famoso, el otro no tardar en serlo. Y t, presentante, no has tenido
necesidad de arriesgar juicio alguno ni eres responsable de la mala
comprensin del auditorio.

Otra variante vine a aprender hace poco. Se trata de introducir una


conferencia en la presentacin, as nada tenga que ver. S, una conferencia
propia, para tu lucimiento personal, que por cierto no estaba programada. De
qu tema? No importa, t arrancas bien lejos en la Historia, por ejemplo, la
Edad Media. All explicas, primaba la conciencia colectiva bajo manto de
religiosidad. Despus, con el Renacimiento, la Reforma y la Revolucin
Francesa, la Inglesa tambin, el individuo se hizo su lugar. Con el
advenimiento del comunismo, otra vez domin la conciencia colectiva, esta

vez bajo manto poltico. A su cada, el hombre recupera su individualidad, su


rol protagnico. As, con este distole-sstole de la Historia, has demostrado tu
sapiencia, cubriste los siglos!
Qu tiene que ver todo esto con el libro presentado? Nada y todo y
as concluyes tu conferencia: con l culmina la Historia. Claro, no se debe
exagerar; no dirs culmina sino se inscribe en ese decurso de los tiempos,
arrancando de la Edad Media. Y te has echado tu propio rollo erudito a costa
del autor, sin que ste pueda reclamar nada puesto que tu conferencia remat
a favor suyo.

Denville
SKAR SARASKY
Aquello era demasiado. La persistencia del canto logr que Juan perdiera
la nocin del ritmo del reloj, del tren, de la planta ensambladora de tractores, del
cantar de los pjaros, y hasta de la brisa misma.
Cansado de adivinar qu podra ser el ruido que lo desvel por varias
noches, busc una escopeta y camin hacia el ro. Camin con sus pasos lentos
y firmes. Pas por encima de un tronco viejo, pis un puado de hojas, rode
una piedra milenaria y se hundi hasta los tobillos en un riachuelo lleno de
desperdicios que soltaba la fbrica de empaques para hamburguesa.

llanto.

Aquel tena que ser el ruido ms extrao jams escuchado. Pareca un

En Turrialba Juan haba escuchado muchos cuentos que hablaban de una


mujer que tuvo un hijo sin permiso ni sacramentos. Como castigo, los
encargados del Santo Oficio ordenaron que su hijo fuera llevado al ro y
abandonado, para que los animales salvajes acabaran con aquel fruto del pecado.
Cuando la mujer supo dnde haban llevado a su hijo, se fue al ro y lo busc.
Decan que camin por el ro por varios meses, esperando encontrar aunque
fuera los despojos de la ropa de la criatura. Con el pasar de los aos, la mujer se
volvi arisca y dej de hablarle a las personas, tan slo caminaba por las orillas
de los ros, llorando. La empezaron a llamar La Llorona. Decan que el penar de
aquella mujer era el ms profundo, y que su llanto hechizaba a quien iba a morir
en soledad; escuchar su llanto era seal de mal agero, pronosticaba muerte.
Juan recordaba todo aquello cuando cay en cuenta que no estaba en
Turrialba, sino en Nueva Jersey y que en este pueblo, suyo desde haca ms de
veinte aos, estas cosas no podran suceder. Bueno, realmente no era tan suyo,
sino que ah era donde viva. Porque los vecinos, europeos todos, se lo haban
dejado saber desde que lleg. Por eso no cruzaba palabra alguna con nadie,
apenas lo necesario. Iba al cine y al dinner solo, para evitar los malos gestos y el
murmurar de los caucsicos. Adems, Juan haba perdido contacto con todos en
su tierra natal, exceptuando las cartas espordicas que reciba de su hermana
desde la muerte de su madre.
Por esa razn Juan trataba de estar solo la mayor parte del tiempo: iba a la
fbrica y regresaba a su casa sin detenerse en ninguna parte, y desde la peste de
las cabezas rapadas, Juan haba adquirido un permiso para portar un arma. Era
un rifle viejo, que el mismo alguacil le vendi para que se defendiera de los
animales salvajes que a veces llegaban desde los bosques aledaos.
Empezaba a oscurecer. Las hojas secas continuaron bajo sus pies. A
medida que caminaba, el llanto pareca estar ms cerca. Pensando en todas las
noches que haba estado sin dormir, carg el rifle con un placer casi morboso, lo
recost sobre su hombro y peg el dedo al gatillo. Camin con cautela. Al llegar
a la orilla del ro, se detuvo. Calcul la distancia y, por la mirilla del rifle, la pudo
ver. No baj el can, pero continu mirando por la ranura.
Sentada en una piedra, como si fuera una sirena moderna, con los pies en
el agua, estaba lo que pareca una mujer. Su cabello era casi rojo, largo. Tena la
cabeza mirando al ro. Juan hizo un ruido con la boca, como cuando se espanta
a un animal peligroso. Esper que se volteara y sospech lo peor: un ser
abominable o quiz alguna loca deformada que se haba escapado de algn
manicomio. Porque eso de las sirenas no era posible; adems, las sirenas era
presagio de mal agero y con la economa tan estable y las cosas marchando
bien, no haba por qu pensar que fuera tal cosa.
Pshhhh! y slo hubo silencio, pshhhh! Esper. Esper. Ya casi no
quedaba da, y la noche segua invadindolo todo. Respir profundamente.

Prob el ruido con su boca una vez ms, y entonces, lentamente, ella se volte y
vio que l la sealaba con su rifle. Lo mir y como si no entendiera el riesgo que
corra, y nuevamente volvi su mirada hacia la espuma caf-crema del agua y
sigui quejndose, o cantando.

Estaba completamente desnuda. Es una loca, pens Juan. Primero le


habl en ingls. Le habl en espaol. Le dijo dos palabras que saba en alemn, y
luego una en coreano, pero ella no contest. Sigui contemplando el vaco en la
distancia, con su mirada lnguida de luna amordazada. El ro empezaba a crecer
y la noche se haba apoderado de todo. Gracias al poco de luna, Juan pudo
comprobar que la mujer segua ah.
Se acerc an ms y fue entonces que ella pareci sorprenderse. Juan le
hizo una sea con la mano, alguna sea universal donde le mostraba las palmas
de las manos en alto, de manera que ella supiera que no la pensaba agredir.
Luego, puso la escopeta en el suelo, se quit la chaqueta que llevaba puesta y se
la puso sobre los hombros a la mujer. Ella ni se inmut. Se acerc an ms, y
lentamente la tom por el brazo: le hizo seas para que se levantara.
Al llegar a la casa, Juan encendi las luces y le indic que permaneciera
donde l la haba dejado. Misteriosamente, y a pesar del tremendo fro otoal, la
mujer no temblaba. No es posible que lleve tanto tiempo ah, ya se hubiera
muerto pens Juan. Estaba quieta como un animal asustado. Juan la dej
mirando hacia la ventana y fue a la cocina a llamar a la polica.
Los oficiales se rieron del caso y le dijeron que si era una mujer desnuda
que llegaran de inmediato. Cuando llegaron, ella haba dejado de llorar, de
gemir, de sollozar, o lo que fuera. Le hablaron pero al igual que con Juan, no les
dijo nada. Pareca no entender lo que le decan. No hay avisos de una mujer
extraviada por estos lugares, le dijo el sargento ODorty. Luego intentaron
hablarle por seas, pensando que era sordomuda. Le mostraron imgenes, para
sacarla de su estado taciturno. Pero no hubo suerte.

Los oficiales la levantaron, uno de cada brazo, y fue cuando por fin la
mujer pareci asustarse. Se puso muy alterada y se quit las manos de los brazos
con un tirn. Mir a Juan y en su mirada pareca pedirle que no dejara que se la
llevaran. Juan dijo algo, pero los policas no supieron responder porque ellos
tambin estaban algo sobresaltados. La tomaron por las muecas y le pidieron
que los acompaara. Juan no supo qu decir: era su imaginacin, pero era el
canto, o llanto, de la loca que se llevaban que no lo haba dejado dormir durante
tantas noches lo que lo hizo imaginar que ella le suplicaba que la dejara quedarse.

Pobre loca dijo uno de los uniformados, con mucha pena en la


mirada. Le ech encima una frazada azul y ambos la dirigieron hasta la patrulla.
Se la llevaron. Y a pesar de que Juan suspir pensando que esa noche iba a
dormir en paz, pas toda la noche pensando en ella. Tampoco dormira bien la
noche despus de esa, ni la prxima y, para no seguir, mejor anunciarlo ya y
decir que Juan no dormira tranquilo por el resto de sus das ya que el llanto o lo
que fuera aquello lo seguir acosando hasta el da de su muerte.
Al da siguiente quiso saber qu haba pasado con ella. El sargento
ODorty le dijo que la haban llevado al hospital St. Claire porque pensaron que
era una vctima de violacin. Fue al hospital pero no lo dejaron verla porque no
era pariente; luego regres y dijo que era un primo, pero no se lo creyeron y lo
amenazaron con llamar la polica si segua molestando. Durante varios das, Juan
no pudo ir a trabajar. No haca ms que pensar en ella. Encenda el televisor
esperando que dijeran algo sobre la mujer, pero cuando las noticias no
informaban nada sobre el hallazgo, encenda la radio. Y cuando ni la radio ni el
televisor ni tampoco los diarios dijeron nada, decidi llamar al hospital. El
problema sera identificarla. Llam a ODorty, quien le dijo que preguntara por
la mujer sin nombre, y diera la fecha en que la haba encontrado. Pero,
sargento, me amenazaron con... Diles que me llamen, que yo responder por

ti. Juan le dio las gracias y pens que los irlandeses eran gente agradable, al
menos esa haba sido su experiencia con ellos.
En el hospital le dijeron que su estado se haba deteriorado
aceleradamente, cuando la trajeron, y que haca varias horas haba muerto. Juan
se puso muy plido, y se tuvo que sentar. Pobre mujer dijo en voz alta.
Pronto, todos se dieron a la tarea de buscar a sus familiares y las fotos de
la mujer recorrieron la televisin, circularon por los diarios y se ofreci
recompensa. Pero nadie reclam el cadver. El Denville Post ofreci, en su
edicin del sbado 14 de marzo de 1987, al lado de una noticia relacionada con
la reunin entre el presidente Reagan y el primer ministro Mulroney, sobre el
acid rain, una recompensa de mil dlares por cualquier informacin sobre la
mujer; adems, un pasaje ida y vuelta a Hawaii cortesa de American Airways y
tres meses de cereal CocoSweet, cortesa de McReynolds Inc.
Pero nadie respondi.

Juan se encerr en su casa. Se paseaba por la casa sin decir nada, sin
hacerle caso a los sonidos insignificantes, al reloj, a los pjaros, al zumbido
lejano de la maquinaria. Dej de beber caf, cuando por cuarta vez en una
semana se levant sin haber cerrado los ojos durante la noche. Empez a
encontrar refugio en el t chino, un t incoloro pero que lo calmaba ms que las
pastillas que le haba recetado el mdico. Como si no fuera poco el castigo que
se propinaba, empez a abandonar su pasin, lo que ms lo haca feliz, y dej de
cocinar.
De la morgue le avisaron que la mujer recibira si ltimo adis el da
diecisis. Juan fue el nico presente para despedirla, pero no esper a que
sacaran las cenizas, se fue a penas metieron el cadver en el incinerador. Le dijo
adis con la mano en alto, y regres a su casa. Al llegar encontr una nota del
trabajo donde le daban dos das para presentarse a su puesto o de lo contrario
asumiran que daba por terminado el contrato. Ech el papel a la basura y se fue
a MacDonalds. Jams haba comido esas cosas, pero como penitencia empez a

llenarse el estmago de Big Macs, Quarter Pounders y del nuevo adelanto de la


ciencia: McRibs a la barbacoa.
Al da siguiente regres a la fbrica y dijo que necesitaba unos das ms
para recuperarse porque un pariente suyo haba muerto. Esto es demasiado le
respondi el encargado de personal, pero por ser usted un buen trabajador, y
por no haber faltado nunca en los ocho aos que lleva con nosotros, le concedo
tres das para que guarde luto. Juan le dio las gracias. Al salir del trabajo, se
compr cuatro hamburguesas, papas fritas y un shake de fresa.
Como era de esperarse, al da siguiente sinti que el estmago se le haba
abultado de tal manera que los gases intestinales lo tumbaron al piso. Bebi
bicarbonato de sodio. Bebi Brioschi. Sal Andrews. Aceite de Oliva. Un batido
de bananos verdes. Ocho onzas de fcula de trigo con leche de cabra. Pero el
dolor persisti; era tan exagerado que jur que al da siguiente no vera el
amanecer. Esa fue la manera ms terrible de castigarse por la muerte de aquella
mujer, a quien pens haber matado.

A mediados de julio, hubo una tormenta descomunal que hizo que el ro


creciera tanto que los denvilianos pensaron que el pueblo iba a desaparecer. Para
entonces, Juan ya haba salido de su depresin y todo haba vuelto a la
normalidad, incluso su estmago. El agua arras con ms rboles que la fbrica
de calzoncillos desechables, ms rboles que la planta de Conair, y ms rboles
que los que MacDonalds derribaba en un da para poner a sus vacas a pastar.
Dej piedras grandes y chicas en todos los jardines. A una mujer polaca, los
vecinos la tuvieron que ayudar a sacar una piedra, de casi una tonelada, de su
jardn de tomates plsticos.
Lo que ms extra a la gente fue el ro haba trado consigo algas
marinas. Era difcil arrancarlas de los corredores y de los rboles, incluso cuando
estuvieron secas. La Bayer trajo pesticida gratuito para todos los habitantes, ya

que se pens que no eran algas sino algn tipo de parsito de ro que intentaba
invadir la civilizacin.
Esa noche, cuando acab la tormenta, Juan estaba sentado frente al
televisor, viendo comerciales, tirado sobre una alfombra con olor a agua de mar,
cuando se tuvo que poner de pie. Camin hacia la puerta. Sali. Se dirigi hacia
el ro, nuevamente, cuando escuch el llanto, o el quejido, o el canto, que se
desplazaba en la distancia como una brisa de luna. Y sonri.

Puntarrn
[fragmento]
SALVADOR GARCA JIMNEZ
Las callejas colgando, en rosario de guijarros hasta el ro, aguantan las
desgalichadas casuchas del barrio spero y renegrido. Este puntal de Cehegn
tiene estampa de postracin hincada, acatando el sufrimiento del ms mineral
de sus hombres. Entre ellas, enarenadas por las ltimas lluvias que han sacado
lustre al pueblo, se pone a prueba la fatiga y, conforme los aos sentencian a la
carne, un resoplido de niebla desparrama nostalgias que se cuelan a travs de
las rendijas y cerraduras de los postigos de almagra. As, los viejos,
arregostados a la altura, llegan con la saliva reseca y las piernas desmayadas,
igual que una de esas brisas flojas que al instante de aparecer cae en picado
sobre las espigas, para beberse en la taberna un tinto y jugrselo a las cartas
mientras sus nietos distraen la espera agazapados en cualquier refugio, con el
dedo ndice en ficcin de pistola, a punto de ponerse manos arriba.

Las callejas, afilndose lo inverosmil, dejan habitar mondo a un rayo de


sol, semejantes a varios ojos de aguja enfilados. No obstante, se deambula
entre ellas al rozarlas, bajo una calma celeste y milagrosa que simboliza la
salvacin; pero, de padecer, se le ha surcado la sonrisa a los hombres y abierto
una torrentera, bajo las miradas, a las mujeres.
Los viejos impresionan con su plante de madera de encina, de menhir.
Lo saben. Se vanaglorian y cacarean que no habr quinta nunca ms duradera
que la suya, pues los vicios de hoy frenan vuelos de vida. Lo pregonan cuando
parten las almendras con los dientes propios o descargan los motocarros de
chamarasca de sus yernos. Y no cesa esa sangre de lagartija, temiendo que el
tiempo sacuda alas de orn en la mismsima flor de sus msculos.
Durante el da babean sol las fachadas, sobrecogidas por un miedo a
sucumbir secular, copiado del que llevan a sorbo callado sus habitantes
acartonados. A la noche, el viento arrastra de la luna una franja algodonosa de
nubes, hecha pus espectral, y cae un helor lvido sobre la sinfona gris de los
tejados. Lo experimentan todos, que han pegado aldabonazos de madrugada
tras prolongar sus juergas con la cabeza empaada de aguardiente, con los
agudos y secretos escalofros que, como una tormenta, relampagueaban en sus
carnes.
Son pobres de pobres sin vislumbre de redencin: el que la tuvo la
vendi barata o puso candado definitivamente a sus huellas, llevndose con
los dedos una seal de la cruz a los labios y esculpiendo despus con un
juramento sobre la cuesta; y el que no la aprovech, prefiri madurar all, con
su amargura conocida ms que con una alegra sin certeza de porvenir en
cualquier otra tierra. Malviven as, se resisten: hoy, una pella de barro a la
esperanza; maana, Dios dir. Nacieron y les gustara hincar el pico en el duro
y abrasador acantilado de su arrabal.
Lo bautizaran con el nombre de Puntarrn cuando el sol se le pusiese,
rebosante de mugre, tirado a la bartola, cumplido, con telaraas bajo el alero
de sus tejados, dando las finales boqueadas. Quien lo atalay antao
ensimismado, con la baba cada de su vitalidad y su fuerza, al contemplarlo
hoy ardera en deseos de proferir como sus octogenarias de pauelo enlutado
a la cabeza En gloria lo gocis, percatndose de que no existen remedios. Y
con una conformidad truculenta le ahuyentarn las moscas a manotazos,
moscas que regresarn viciadas en los hediondos desperdicios; pero a la
postre, saliendo del paso, se le ir su desazn y a la par la tristura de saberse
motejado con el nombre astroso y desestelado.

Se respirar una mezcla de paz y de honrada bestialidad cuando el toque


de campana celebre el ocaso y la prtiga del ltimo rayo de sol le caiga rota
entre los guijarros. Le vaciarn los vecinos, a hurtadillas, sus calderos de
basura y orinales. Forzosamente al anochecer, presagiando insomnios
desgarradores, bajar con lgrimas turbias hasta el ro Argos, sin decidirse
pudoroso a contarle su jornada. Llegar, remojar su fatiga caliente, lavar las
manos polvorientas, magulladas, y dar la sensacin de encender un cigarro al
confundirse su brasa con la punta de algn lucero parpadeante. Al cabo,
alcanzar la serenidad y concluir por abrir su talega de secretos al Argos
indeleble, que traer murmullos para asentir en voz baja y unas sales de su
nacimiento para curarle las ampollas reventadas.
La gente que se recoge a sus hogares, ausente y con la desgracia en los
talones, nunca se tropieza con el fantasma encalado del Puntarrn.
No notas la casa fra? pregunta un hombre a su mujer.
Que ya somos muy viejos, Manuel!
Pero, la notas?
Y se rizan en ovillo, pasmados ante la soledad o la cercana muerte. El
Puntarrn se paraliza. La alcanca de su corazn no zurre ahora con ningn
pesar. Junta las manos; las apoza, robndole al Argos un caldern con
estrellas que se lleva la sed.
El matrimonio no consigue conciliar el sueo.
Debamos de liar los brtulos y marchar con los nuestros a
Barcelona.
No nos apaaramos.
Se acercan tratando de acoplarse en las arrugas.
Esto pegar un barquinazo.
Dios aprieta, pero no ahoga.
Nos quedaremos como los pulpos, pegados a esta cueva.
El viejo toma la paciencia de la vega en los inviernos ridos. A las
mujeres se les dirige al pico del corazn hacia la tierra de los hijos.
No se aclimataran.
Ya vers como todo vuelve a su sitio.

No nos engaemos.
No va a ser peor que cuando la guerra.
Terminaron por no hacerse cbalas. Nadie arrancara de las piedras del
Puntarrn al terco y soador ceheginero.
Parece que han cado chuzos en la alcoba.
Ella doblega su voluntad y deposita un beso en la frente del hombre
que suspira agotado. Flota sobre sus hombros la cabellera deshecha. Se
dejaran cortar ambos un brazo por recuperar aquellos besos largos, fragantes
de juventud, que ahora resultaba intil recuperar.
Se retiran avergonzados, sofocando sus pensamientos, a cada extremo
de la cama, rezando una oracin rutinaria para procurar dormirse.
...Maslibranosdelmalamn.
El Puntarrn apa su corazn canso a la grupa de los sonmbulos
morciguillos. Cuatro lmparas solamente a sus costados representan la vela
de un muerto, lo destacan con su luto reciente de coraza. Un gorigori asciende
del Argos cantado por un orfen de ranas.

Sin embargo, tiene otra cara el barrio malherido: de barahnda, de


charanga, de bullicio, puesta a la curiosidad incesante de los nios. Con ellos
muestra en las carcajadas la dentadura negra de sus rejas; pestaea con sus
bombillas al no poder seguirlos en sus inacabables correras. Se entusiasma el
Puntarrn con sus hijos y lo abandona todo, todo: que no se corta el pelo
verdirrubio de musgo, crecido en los carriles de sus tejados. Y se aprieta el
vientre de paredes bufadas para no destronarse de risa cuando con cisco le
rascan la piel al dibujarle monigotes. Hay momentos en que l tambin se las
trae en bromas; los zancadillea con sus msculos de guijarro; les tira vencejos,

chamarices, gorriones a las cabezas que el sol le abras en la suya. Y les asusta,
si se retiran mucho a la fuente del Recuesto, al cabecico de San Agustn, el que
se vaya reduciendo hasta volverse casi un boln de china. Tambin al
medioda les mete miedo en los huesos, cuando lo observan despus de darle
de comer a sus padres a la huerta; y se mueve, vibra con un halo azulado,
como si fuese a dar un brinco a otra roca ms alta por la baba del sol que lo
lame, y ellos se lo imaginan en silencio un monstruo legendario, un lagarto
colosal aprisionado por un cielo de jarapa.
Al volver, lo saludan. Vienen cargados con un saco de panochas tiernas
para asar en la lumbre, encorvados como una humillacin que les hace la
noche por irlo reconquistando a medida que lo acarician con sus pasos
menudos.
No lo cambiaran ni por un rascacielos, ni por un chal en la playa,
aunque murieran un da sin haber visto el mar. Lo tienen tan multiplicado, tan
presente en los mismos charcos de agua de lluvia donde luce un moo de
nubes indiferentes; en las alas que les proporciona el ejercicio de sus cuestas,
en la piel tostada por su tacaera con las sombras..., que se partiran la crisma
con el que les dijera que su barrio estaba podrido. Si se contagiasen de la mala
corazonada de los viejos, seguro que el pecho se les quebrantara de tristeza.
de la novela Puntarrn (Ayuntamiento de Cehegn, 2002)

EL CURIOSO PERTINENTE
Nabokov y su lectura de El Quijote
CARLOS YUSTI

En nuestro pas, Venezuela, tuvimos un presidente, de cuyo nombre no


quiero acordarme, que en sus alocuciones oficiales y entrevistas resolva todo
a fuerza de refranes y frases hechas. Su aspecto regordete y su cara de cerdo
picarn enseguida nos remita a Sancho Panza. Quijotes hay en todas partes.
Muchas personas, las cuales no se han ledo la novela de Cervantes, se
etiquetan as mismas como quijotescas por el simple hecho de ser obtusos y
obstinados. Nuestros polticos de guardarropa, con una cultura elemental y
apasionados lectores de la gaceta hpica, citan aquella frase: si los perros
ladran, significa que avanzamos. Quiz han escuchado la frase por azar y
cuando sus adversarios le sacan los trapos sucios de sus trapaceras polticas y
financieras con prontitud sueltan la frase en los medios sin empacho alguno y
con el caradurismo grafo de siempre. O sea que El Quijote impregna la vida
de los hispanohablantes de manera sesgada, resumida y en muchos casos hasta
deformada. Nuestra alma se ha empapado de la periferia de la novela de
Cervantes; nos aguijonea el cotilleo, el mito, la crtica laudatoria que envuelve
al caballero de la triste figura, pero el libro como tal, como lectura necesaria y
urgente, parece no haber sucedido. No sin razn el pensador y escritor
espaol Fernando Savater reconoce que de Don Quijote personaje se habla

mucho, se le utiliza como metfora, receta retrica y hasta como advertencia y


que la mejor forma de olvidar El Quijote es leerlo.
En lo personal he ledo El Quijote de manera anrquica y durante varios
aos. Hice muy joven una lectura del libro saltndome todas las noveletas e
historias que Cervantes deja colar en la historia principal. Luego me le la
novela slo rastreando la vida de Sancho. Luego lo le leyendo slo los
captulos impares. Tambin me he ledo el Quijote de Avellaneda. Luego he
seguido leyendo el libro a travs de otros escritores.
He ledo textos de Borges, Groussac, Savater, Azorn, Torrente
Ballester, Thomas Mann, Ortega y Gasset, Kenneth Rexroth. De todos esos
escritores que han comentado la novela, Vladimir Nabokov fue, sin lugar a
dudas, el ms equilibrado, certero, completo y pasional de sus lectores.
Fredson Bowers escribe que Nabokov lleg a Estados Unidos en 1940.
Con el plan preconcebido de trabajar como profesor de literatura en alguna
universidad, el escritor ruso ya haba preparado algn material sobre literatura
europea. Las lecciones sobre El Quijote, recopiladas pstumamente en un libro
titulado Curso sobre El Quijote, fueron escritas cuando ya tena un puesto fijo en
la Universidad Cornell. Para preparar el material de su curso eligi la
traduccin realizada por Samuel Putnam, publicada en 1949 por la editorial
Viking Press.
La lectura que hace Nabokov de la novela de Cervantes es soberbia por
su profundidad de anlisis, por su humor y sus ecunimes puntos de vista.
Nabokov no realiza un estudio achacoso del libro, sino que trata de
desentraar para sus alumnos esas magias parciales de las que habl Borges y
no lo hace desde el plpito crtico, sino a ras de pgina como un acucioso,
sistemtico y contestatario lector.

El curso sobre la novela de Cervantes se inicia delineando lo real y lo


ficticio. Trata de establecer los parmetros entre el mundo de las novelas y el
mundo real. Por esa razn escribe: Vamos a hacer todo lo posible por no

caer en el fatdico error de buscar en las novelas la llamada vida real. Vamos a
no tratar de conciliar la ficcin de los hechos de la ficcin. Para el autor de
Lolita las novelas eran slo cuentos de hadas excelsos. Contenan mundos
originales en s mismas muy distantes/distintos del mundo real del lector. De
all que remate as su punto de vista: Pensemos en el dolor fsico o mental, o
en cosas como la bondad, la misericordia, la justicia, o en la locura; pensemos
en estos elementos generales de la vida humana, y estaremos de acuerdo en
que sera provechoso estudiar de qu manera los maestros de la narrativa lo
trasmutan en obra de arte.
A Nabokov le interesaba El Quijote como expresin esttica con sus
defectos o sus aciertos artsticos y no como mito intelectualizado, como
apologa humanista ni revelacin psiquitrica y moral. No estaba interesado en
perderse en esa palabrera rebuscada de crticos que colocaban la novela en un
altar lleno de mistificaciones tan disparatadas como el personaje principal de la
historia. En torno a El Quijote se desarrolla un choque de opiniones, a decir
del mismo Nabokov, que algunas tienen el timbre de la mente firme pero
pedestre de Sancho y otras recuerdan la furia de don Quijote contra los
molinos. Existe toda una comparsa gazmoa y erudita que busca ahogar las
pretensiones sencillas de su autor como fue la de contar una historia
entretenida con un personaje fuera de serie. A este respecto el escritor ruso
escribe: Se ha dicho de El Quijote que es la mejor novela de todos los
tiempos. Esto es una tontera, por supuesto. La realidad es que no es ni
siquiera una de las mejores novelas del mundo, pero su protagonista, cuya
personalidad es una invencin genial de Cervantes, se cierne de tal modo
sobre el horizonte de la literatura, coloso flaco sobre un jamelgo enteco, que el
libro vive y vivir gracias a la autntica vitalidad que Cervantes ha insuflado en
el personaje central de una historia muy deshilvanada y chapucera, que slo se
tiene en pie porque la maravillosa intuicin artstica de su creador hace entrar
en accin a don Quijote en los momentos oportunos del relato.
As mismo le atraa el libro como novelista, trataba de encontrar los
mecanismos estilsticos y no esa periferia que rodeaba a la novela de
Cervantes, atiborrada de apologas y crticas laudatorias pomposas. Le
importaba una higa lo poco que se conoca de la vida de Cervantes y por esa
razn le dice a sus alumnos: Slo puedo echar una mirada de reojo a su vida,
que ustedes, sin embargo, encontraran fcilmente en diversas introducciones a
su obra. Aqu lo que nos interesa son los libros, no las personas. Lo de la
mano tullida de Cervantes no lo sabrn por m.

Las comparaciones que hacen los eruditos y crticos especializados


entre Cervantes y Shakespeare son inevitables. Ambos escritores murieron en
1616. (Aunque por Nabokov se entera uno que murieron bajo diferentes
calendarios y existe por lo tanto una diferencia de diez das). La influencia
intelectual de ambos es inmensa. Muchos crticos equiparan la inteligencia, la
imaginacin y el humor de dramaturgo ingls con el sentido de humor de
Cervantes, su imaginacin desbocada y su capacidad intelectiva. Debido a esta
exageracin Nabokov dice: No, por favor: aunque redujramos a
Shakespeare slo a sus comedias, Cervantes seguira yendo a la zaga en todas
esas cosas. De El Rey Lear, El Quijote slo puede ser escudero.
En un libro reciente, Cmo leer y por qu, Harold Bloom repite los lugares
comunes en torno a Shakespeare y Cervantes: Si se me permite ser
totalmente secular, a m Cervantes me parece el nico rival posible de
Shakespeare en la literatura imaginativa de los ltimos cuatro siglos. Para m
que el seor Bloom tampoco ha ledo El Quijote. Se ha quedado en su periferia
y repite como loro lo ledo hace mucho tiempo. Nabokov escribe: No nos
engaemos. Cervantes no es un topgrafo. El bamboleante teln de fondo de
El Quijote es de ficcin, y de una ficcin, adems, bastante deficiente. Con esas
ventas absurdas llenas de personajes trasnochados de los libros de cuentos
italianos y esos montes absurdos infestados de poetastros dolientes de amor y
disfrazados de pastores de la Arcadia, el cuadro que Cervantes pinta del pas
viene a ser tan representativo y tpico de la Espaa del siglo XVII como Santa
Claus es representativo y tpico del Polo Norte. Si Cervantes se salva a la larga
es nicamente porque pudo ms el artista que llevaba dentro.
Imagino cmo un lector acucioso como Nabokov leer El Quijote en el
futuro digitalizado: Aparece en la pantalla un mapa de la poca para ubicar el
tiempo real del libro. Resea del autor. Una voz explica todo al tiempo que el
texto se dibuja en la pantalla. Luego aparece el texto. Una voz va sealando las

notas a pie de pgina y descifrando los usos del lenguaje de la poca. Quiz El
Quijote se lea como curiosidad lingstica, pero un lector atento descubrir la
magia del caballero andante y su singular escudero. Lo escrito por Nabokov
valdr para este tiempo y muchos otros: Estamos ante un fenmeno
interesante: un hroe literario que poco a poco va perdiendo contacto con el
libro que lo hizo nacer; que abandona su patria, que abandona el escritorio de
su creador y vaga por los espacios despus de vagar por Espaa. Fruto de ello
es que don Quijote sea hoy ms grande de lo que era en el seno de Cervantes.
Lleva trescientos cincuenta aos cabalgando por las junglas y las tundras del
pensamiento humano, y ha crecido en vitalidad y estatura. Ya no nos remos
de l. Su escudo es la compasin, su estandarte es la belleza. Representa todo
lo amable, lo perdido, lo puro, lo generoso y lo gallardo. La parodia se ha
hecho parangn.

Nos vemos
DOMINGO NAVARRO
La lengua oral, cuyos estudios de mayor rigor analtico se han
potenciado en la segunda mitad del siglo pasado, presenta caracteres
sobresalientes e inditos. Uno de los ms interesantes es sin duda alguna su
extremada y aleatoria configuracin estructural en el hecho comunicativo; se
permiten as las transformaciones ms singulares. Lo que en la lengua escrita
sera un atentado contra la norma, en la lengua coloquial es un uso
perfectamente aceptable, incluso estratificado, consolidado en la masa social.

As las cosas vemos como meros hablantes/oyentes que el mayor


observatorio humano de las variedades orales lo constituye con toda certeza
el sector joven o adolescente (16-23 aos especialmente). Es posiblemente el
entorno ms fluctuante; tergiversan los registros, modalizan las
pronunciaciones, acortan las palabras, formalizan lo que seran lenguajes
crpticos, etc...
Dentro, por tanto, de estas capacidades de que han dotado a la lengua
oral, uno de los fenmenos tambin indito y que es quizs uno de los ms
consolidados y visibles en el estudio de los mrgenes conversacionales versa
sobre los modos de despedida, las formas o muletillas que hoy estn al da.
Los tpicos adis a secas, hasta luego, hasta maana, y otras maneras
tradicionales sucumben ante estructuras que, si no fieles a la norma, s por lo
menos son chocantes para los no adeptos a su empleo por tradicionalismo o
por desconocimiento de las mismas: chachi, hace, me vale, nos vemos,
venga, sin problemas... hecho, etc.
Como se puede ver, el fenmeno, explicado gramaticalmente, hablara
de una transcategorizacin, metbasis o cambio de categora gramatical.
Podemos as dilucidar fcilmente el elemento constante, el verbo, suplantado
su carcter de rgimen por el de circunstancia adverbial.

Tanto avanza la lengua que no slo se ve amenazada por los cambios


de categora, como estamos viendo, sino por ende, en otros casos, por otro de
sus fenmenos quizs ms abrumador y personalizado en la lengua oral, la
elipsis. Para quienes gustan de un lenguaje pomposo y deleitable esto sin
duda alguna es un atentado; sin embargo, estos procedimientos son
desgraciadamente incontrolables. Significativamente, si seguimos nuestro uso
consciente del lenguaje, nuestro cdigo podra convertirse en una lengua
como la china: un smbolo, una idea, asociado a nuestro clavario lingstico,
una palabra, todo un mensaje amplio, ayudado, no olvidemos, por la mmica y
cualquier otro signo gestual, cuya relevancia en los procesos orales actuales es
sobrecogedora (suspiros, alzar las cejas, bostezar, etc...). Ciertamente podemos
reiterar que el significado que se produce al usarse el lenguaje es mucho ms
que el contenido de las proposiciones enunciadas, abarca una realidad mayor
en intencin que el puro mensaje lingstico. Los gestos, una postura, el tono
de voz, todo significa; incluso ms lejos, el silencio tambin produce
significado, porque es un hecho lingstico, en la medida en que consiste en
no decir, y eso connota en la mayora de los casos un desacuerdo

dependiendo de gestos concretos, o, al no replicar, un asentimiento en


relacin a las propuestas realizadas.
Seamos realistas. Sobre todo en lengua hablada, no nos comunicamos
con oraciones, sino con unidades mayores y, en descenso gradual, tambin
con simples palabras o gestos, que dentro de un contexto tienen sin duda un
significado pleno. As pues, hasta qu punto se llegar a constreir la lengua?
Junto a este fenmeno mencionado, las frmulas modernas de despedida,
otros muchos (anacolutos, focalizacin, refuerzo poderoso de la mmica,
etc...), son tambin inditos y hasta cierto punto, simpticos, segn sea el
contexto y el objeto de empleo, pero no se puede llegar tan lejos; deben
establecerse los lmites pertinentes, aunque la solucin no pasa por estudios en
los despachos, sino que la realidad est en la calle, y por tanto una cuestin
difcil de regir o erradicar. Como todos sabemos, las lenguas, semejantes a la
raza humana, nacen, crecen, se reproducen y mueren. Si esto es as, con
nuestros juegos lingsticos, con el tiempo lo que haremos tambin ser
avistar una despedida.

Maana comenzaremos un nuevo tema..., venga (estupendo)... nos


vemos (hasta maana); sin duda, coexisten registros propios de la lengua
escrita y de la oral, pero vemos cmo difieren en ese respeto y adaptacin al
criterio gramatical. Es uno de los fenmenos ms constatados, especialmente
en el sector joven, amn de los usos de aquellos que quieren seguir
perteneciendo a ese sector o bien meterse en la onda (padres con hijos). Va
a la alza, lo cual nos obliga a admitir cmo este y otros procesos orales ms
raros estn tomando cuerpo, si bien hemos de saber que la pureza de una
lengua debe en la medida de lo posible mantenerse imperturbable. Seamos
conscientes y realistas! La infraestructura de la lengua es intocable, pero estos
devaneos superficiales la complementan y ayudan a suscitar y proyectar
estudios sincrnicos.
Nos vemos en el prximo artculo, tiene sentido y la estructura
sintctico-semntica es tambin apropiada, pero desde el punto de vista
normativo parece poco serio u oportuno.
La medusa en la mitologa griega, con slo mirarla a los ojos te
converta en piedra; el patrimonio lingstico debemos cuidarlo sin dejar de
acoplarlo a los tiempos modernos, pero sin excesos! El camino hacia ese
estado mineral y sin vida no est tan lejos como nosotros pensamos.

Inadaptacin, psicosis y sexo


en la vida de Reinaldo Arenas
(Un anlisis alternativo sobre el libro
Antes que anochezca)
MARICEL MAYOR MARSN
Desde la aparicin del libro Antes que anochezca, la filmacin de una
pelcula bajo el mismo ttulo por el cineasta Julian Schnabel y su posterior
nominacin a un scar, se han conjurado todo tipo de leyendas y argumentos,
tanto favorables como detrimentales, acerca de la figura del fallecido escritor
cubano Reinaldo Arenas. Si bien muchas de las situaciones que l expone en
su obra autobiogrfica son ciertas, existen muchos elementos en la misma que
corresponden ms a sentimientos de ira, resentimiento, odio, psicosis y un
deseo desproporcionado de venganza en contra de todo lo que l consideraba
parte de la conspiracin en contra de su felicidad. El libro ha sido explotado
ampliamente desde el ngulo poltico por posiciones e ideologas que se
contraponen. A m me interesa analizar el aspecto humano de este escritor.

Partiendo de la base esencial de su procedencia campesina, pobre y de


una familia en particular desestructurada, con un historial de disfuncionalidad,
en donde la violencia, el abuso infantil y el abandono eran un denominador
comn, es comprensible que la personalidad de Reinaldo Arenas con el
tiempo llegara a desarrollar un estado de psicosis y una actitud
definitivamente antisocial. Especialmente, en un medio dominado por las
pautas machistas en donde la homosexualidad era un tema tab y, por ende,
totalmente rechazada. Por otra parte, la ausencia de un padre en la vida
familiar, la terquedad e ignorancia del abuelo, el constante lamentar de su
madre, el pulular de sus tas fracasadas dentro del hogar y la falta de una
persona que pudiera orientar desde temprana edad al escritor en ciernes de
manera adecuada, contribuyeron a un estado de estrs constante que con el
tiempo y los diferentes eventos que se llevaron a cabo en su vida aumentaron
el registro de emociones negativas. Cuando logr despegarse del hogar
materno en Holgun e irse a La Habana con el propsito de continuar sus
estudios, comenzar su carrera de escritor y buscar nuevos horizontes, se
encontr con nuevos conflictos y barreras. La capital ofreca diferentes
oportunidades, pero a su vez puso al descubierto toda la problemtica del
recin estrenado sistema poltico de la isla de Cuba, que padeca tambin del
mismo mal que aquejaba a sus parientes: la homofobia.
Fue precisamente a mediados de los aos sesenta que se llev a cabo
una ofensiva en contra de todos los homosexuales y desafectos en general de
la revolucin, enviando a todos aquellos que estimaban pertinente las
autoridades a la UMAP (Unidad Militar de Ayuda a la Produccin), que eran
una especie de campos de trabajo forzado. Como si el ser homosexual y
oponerse a la revolucin fueran la misma cosa. El miedo y las persecuciones
se pusieron de moda. Muchas personas que haban militado en las filas del
ejrcito revolucionario, as como muchos que fueron fidelistas confesos desde
el principio de la revolucin terminaron por separarse del proceso y llegar a
odiar al sistema que haban apoyado en sus inicios. Muchos terminaron en la
crcel por cualquier motivo. Otros se marcharon de Cuba. Ese fue el caso de
Arenas. Un tiempo despus de salir de prisin, se march tambin de la isla en
cuanto se le present la oportunidad del xodo del Mariel.
Conoc la obra de Reinaldo Arenas mucho antes de que llegara a
Estados Unidos por medio de la flotilla martima de Mariel. Supe que haba
sido ganador de un premio literario con la novela Celestino antes del alba en un
concurso de la UNEAC (Unin Nacional de Escritores y Artistas de Cuba) en
el ao 1963 y luego volvi a ganar en el ao 1966 en el mismo concurso y
categora, primera mencin, con su segunda novela El mundo alucinante. Ms
tarde empezaron a aparecer publicaciones y escritos suyos por Europa, pero
se saba poco de su trayectoria intelectual dentro de Cuba en la dispora
cubana. Para la mayora de las personas en Miami l era un total desconocido,
incluso para aquellos que se desenvolvan en los crculos literarios. Tal era el
desconocimiento acerca de su persona que su llegada y presencia fue

prcticamente inadvertida, a no ser por una invitacin que le hicieron por


sugerencia del fallecido poeta y novelista cubano Heberto Padilla, para
compartir en pblico una presentacin.

Aunque Heberto Padilla haba venido unos meses antes a los Estados
Unidos, su llegada a Miami no lleg hasta finales del mes de mayo de 1980. La
Universidad Internacional de la Florida (FIU) lo invit a una presentacin
ante el pblico expectante que deseaba escucharlo en la capital del exilio
cubano. Padilla, quien ya haba entrado en contacto con Arenas, sugiri el
nombre de quien pensaba era su amigo, desde el tiempo en que ambos
estaban en desgracias dentro de Cuba, para una presentacin que tena
programada en el Ateneo de dicha universidad. Arenas apenas llevaba tres
semanas en el sur de la Florida y recuerdo perfectamente el evento de esa
noche en el auditrium. Yo era parte de ese numeroso pblico que se
congreg para escuchar a Padilla y a su acompaante de panel, cualquiera que
hubiese sido ste. Lo dems es pura fantasa. Las personas se preguntaban
quin era Reinaldo Arenas. No obstante, lo que pas ese da marc la ruta de
ambos escritores en los Estados Unidos. Segn el brevsimo captulo dedicado
a Miami en la autobiografa de Reinaldo Arenas Antes que anochezca, una pgina
y media, el escritor dice:
La Universidad Internacional de la Florida me invit a dar una conferencia el
primero de junio de 1980. La titul El mar es nuestra selva y nuestra esperanza y habl por
primera vez ante un pblico libre. Junto a m estaba Heberto Padilla; l habl primero.
Realmente, su caso fue penoso; lleg absolutamente borracho a la audiencia y, dando
tumbos, improvis un discurso incoherente y el pblico reaccion violentamente contra
l. (p. 308)

Sorprendentemente, el autor, al escribir su autobiografa, olvid la fecha


exacta de dicha presentacin, la que tuvo lugar el da treinta de mayo y no el
primero de junio como l asevera. En cuanto al hecho de que Padilla lleg
borracho, incoherente y dando tumbos, puedo decir, como testigo presencial
de aquel da, que no fue cierto. Padilla ciertamente improvis e hizo un
recuento pblico de su vida personal y literaria, incluyendo detalles sobre su
vida como corresponsal de Prensa Latina en Mosc y elogi al pueblo
sovitico, as como su participacin en la nomenclatura literaria cubana de los
primeros aos de la revolucin; lo cual no gust. Aunque tambin habl del
Caso Padilla, de los aos difciles, de una dcada entera de ostracismo y
marginacin dentro de Cuba en los aos setenta, el pblico presente no
pareci escuchar sus ltimas palabras debido a que no pronunci el discurso
esperado desde un comienzo y eso fue lo que motiv la reaccin de disgusto y
el cierto desgano al aplaudir. Por otra parte, Reinaldo Arenas s supo utilizar
el momento y dijo las palabras que todo el mundo quera escuchar de boca de
Padilla, pero que slo Arenas supo articular. Habl de poltica, de persecucin,
de prisiones, de destruccin, de marginacin y describi a una Habana vieja
apuntalada por sus propios escombros; desde ese momento, Padilla se
convirti en un indeseable en muchos crculos de Miami, por lo cual prefiri
desarrollar su existencia lejos de dicha ciudad y, Arenas, el desconocido, se
convirti en protagonista inmediato, rey y seor de la literatura cubana
ultramar.
Dada la personalidad de Reinaldo Arenas, no resulta incomprensible
que a pesar de la buena acogida que tuvo en Miami, el escritor tampoco se
sinti a gusto en dicha ciudad. Segn l, Lydia Cabrera le inst a irse de Miami
a Nueva York, a Pars o a Espaa, porque ella se refera a Miami como El
Mierdal (p. 312). Aunque rinde palabras respetuosas a los escritores Carlos
Montenegro, Enrique Labrador Ruiz y a la misma Lydia Cabrera, sus
comentarios en general hacia los escritores de Miami son de un tono cido y
ofensivo, como si descargara todo el odio comprimido del mundo que
portaba consigo en contra de todos ellos; si bien es cierto que algunas de las
descripciones coinciden con la realidad, sus observaciones no se ajustan a una
visin objetiva de la situacin y corresponden a un subjetivismo estrecho,
propio de una persona que apenas vivi en ese medio y se relacion de
manera limitada. Es ilgico pensar que pudiera llegar a las conclusiones que
lleg en tan breve perodo; siete meses para ser exactos; en el ao 1980, Miami
apenas tena 84 aos de haber sido fundada y slo 21 aos de constante
crecimiento poblacional, a raz del flujo ininterrumpido de cubanos hacia la
misma, por lo que no era posible esperar un desarrollo de las artes y las letras
en una ciudad de creacin tan reciente. En el mismo captulo nombrado El
exilio, de donde extraigo estos comentarios, el autor dice:
...Los escritores cubanos, a travs de todos los tiempos, en la isla ramos
condenados al silencio, al osstracismo, a la censura y a la prisin; en el exilio, al desprecio y

al olvido por parte de los mismos exiliados. Hay una especie de sentido de destruccin y de
envidia en el cubano; en general, la inmensa mayora, no tolera la grandeza, no soporta que
alguien destaque y quiere llevar a todos a la misma tabla rasa de la mediocridad general; eso
es imperdonable. Lo ms lamentable de Miami es que all prcticamente todo el mundo
quiere ser poeta o escritor, pero sobre todo poeta. (p. 312)

Lo anterior dicho refleja una contradiccin en el anlisis de valoracin


que hace Arenas. Por una parte acusa a los exiliados de ignorar y despreciar a
los escritores y por otra parte menciona a manera de lamento el hecho de que
existe un culto hacia la prctica de la escritura y de la poesa, en particular,
desmesurado. En otra descripcin sobre Miami, Arenas se pronuncia de la
siguiente manera:
Yo no quise estar mucho tiempo en aquel lugar, que era como estar en la caricatura
de Cuba; de lo peor de Cuba; el dime que te dir, el chanchullo, la envidia... En Miami el
sentido prctico, la avidez por el dinero y el miedo a morirse de hambre, han sustituido a la
vida y, sobre todo, al placer, a la aventura, a la irreverencia. (p. 313)

Slo vi a Reinaldo Arenas en persona dos veces. La primera, durante su


presentacin en la Universidad Internacional de Florida, como parte del
pblico asistente, y la segunda, despus de un viaje a Cuba, cuando le traje una
carta de un escritor conocido de ambos que me encarg su entrega personal.
Durante este encuentro, me pude percatar a travs de la conversacin, de su
disfuncionalidad social. Ya el escritor que me haba encargado la entrega de la
carta me haba advertido. l no tena sentido de lo necesario que era trabajar
para subsistir, del dinero y de las responsabilidades. Por el contrario, me dio la
impresin de una persona controversial, problemtica y vulgar. Todo era

motivo de crtica y lo nico que pareca interesarle era la inmediatez de sus


necesidades ms bsicas. Como no frecuentbamos los mismos crculos, no lo
volv a ver. En lo que s estaba claro era que la sociedad cubana en Miami
tena manifestaciones tan homofbicas como las que se vean en La Habana.
De esto nos dice en su libro:
Lo primero que me dijo mi to cuando llegu a Miami fue lo siguiente: Ahora te
compras un saco, una corbata, te pelas bien corto y caminas de manera correcta, derecha,
firme; te haces adems una tarjeta que diga tu nombre y que eres escritor. Desde luego, lo
que quera decirme era que tena que convertirme en todo un hombrecito machista. La
tpica tradicin machista cubana en Miami ha logrado una especie de erupcin
verdaderamente alarmante. (p. 313)

Lo curioso de todo este tema es que en la pelcula de Julian Schnabel, el


captulo sobre Miami y las opiniones del escritor sobre El exilio cubano en la
autobiografa son omitidas totalmente, como si no fueran fundamentales para
explicar el caso Arenas. Es cierto que Reinaldo Arenas fue una vctima ms de
los atropellos en contra de las libertades individuales que han tenido lugar en
Cuba durante los ltimos aos. Pero no es menos cierto que todos los
elementos conjugados de su vida se dieron cita en l para convertirlo en un
personaje atormentado por la psicosis y convertirlo en un eterno patrn de la
inadaptacin social. Tanto dentro como fuera de Cuba, Arenas se convirti en
un individuo marginado por su propio desajuste mental y por tanto vivi en
un mundo de irrealidades. No se sinti a gusto en ninguno de los dos lugares.
An, tras su traslado a Nueva York, l confiesa:
En Agosto de 1980 acept una invitacin para ofrecer una conferencia en la
Universidad de Columbia, en Nueva York. Sin pensarlo prepar la conferencia en menos
de dos horas y tom el avin, hua de un sitio que no era el apropiado para sumarlo a mis
angustias y a mi manera de ser; hua tambin para siempre de m mismo. (p. 314)

En realidad, su mudada no se hizo efectiva hasta el 31 de Diciembre de


1980, tras concluir un semestre como profesor de literatura en FIU. Al
principio de su estancia en la Gran Manzana, el escritor se siente a gusto, se
dedica a las fiestas, al sexo maratnico y a su literatura, hasta que comienza a
sentir el rigor de la vida estructurada y se revela de la siguiente manera:
Tambin en 1983 el dueo del edificio en que viva decidi echarnos del
apartamento... En Cuba una de las cosas que ms haba padecido era el hecho de no tener
un lugar donde vivir y tener que andar siempre ambulante; tener que vivir en el terror de
que en cualquier momento me pusieran en la calle y no tener nunca un lugar que me
perteneciera. Y ahora en Nueva York tena que pasar por lo mismo. De todos modos no
me qued ms remedio que cargar mis brtulos y mudarme para el nuevo tugurio. (p. 332)

Con lo que denotaba una falta de adaptacin a cualquier orden social,


ms all de las diatribas en contra del exilio, as como de sus opiniones y
denuncias polticas en contra de Fidel Castro y la revolucin cubana. Nunca
experiment el ms mnimo sentido de la responsabilidad individual. En sus
opiniones acerca de los Estados Unidos, el escritor resume:
Era difcil mantener una guerra contra los poderosos, sobre todo cuando uno no
tiene ni la residencia en un pas extranjero y desconoce hasta el idioma y el lenguaje
jurdico... Despus de vivir en este pas por algunos aos he comprendido que es un pas
sin alma porque todo est condicionado al dinero. (p. 332)

En diez aos no se preocup de aprender el idioma ingls, por lo


menos lo suficiente como para poder comunicarse en la ciudad y el pas donde
viva. Tampoco pudo regular su situacin inmigratoria dentro de los Estados
Unidos, ya que nunca obtuvo la residencia. Jams supo lo que era un seguro
mdico. Nunca se percat de la necesidad imperiosa de una estabilidad
econmica para poder liberarse de presiones exteriores. Prefiri llevar una
vida de miserias y bohemias en pleno Manhattan.
En su carta de despedida, que dej para ser publicada luego de su
suicidio y que sirve de eplogo al libro, Arenas responsabiliza al sistema
poltico de la isla de todos sus infortunios y sufrimientos del exilio, de la
soledad y hasta de las enfermedades adquiridas por vivir en el destierro,
desestimando su propia responsabilidad, directa o indirectamente, en el hecho
de contraer el virus del SIDA. Y se despide con un Cuba ser libre. Yo ya lo
soy. (p. 343)

Si la existencia normal de cualquier ser humano nos resulta compleja y a


veces difcil de entender, la vida de Reinaldo Arenas es un verdadero caso de
anlisis para cualquier psicoanalista. Su inadaptacin provocada por el estado
de psicosis que desarroll entre la niez y su juventud, producto del atropello
familiar, social y poltico, lo llevaron a vivir al margen de todo contexto
posible de normalidad, al punto de que slo la muerte fue capaz de librarlo de
esa carga pesada.
Bibliografa
Arenas, Reinaldo, Antes que anochezca, Coleccin Andanzas, Barcelona, Tusquets, 1992.
Freud, Sigmund, Selected Writings (Introduction by Robert Coles), U.S.A., W.W. Norton & Company, Inc., 1997.
James, Williams, Selected Writings (Introduction by Robert Coles), U.S.A., W.W. Norton & Company, Inc., 1997.

LA MSICA Y LAS FIERAS


Jos Antonio Martnez Muoz
BLUES Y POESA
Juan de Dios Garca

Existen dos buenos motivos para que intercambiemos palabras de sabidura sobre
blues, jazz y literatura con Jos Antonio Martnez Muoz (Murcia, 1959): uno, por ser
locutor radiofnico desde hace aos de un espacio dedicado exclusivamente al blues, y
otro, por ser un excelente poeta y prosista que en muchos de sus versos y prosas formula
esa atmsfera jazzstico-literaria que tan escasos buenos resultados ha producido entre los
escritores espaoles de la segunda mitad del siglo XX. Seguiremos amparndonos en la
famosa excusa de Es que es una msica que no pertenece a nuestra cultura, o bien
empezaremos a romper esquemas de una vez sobre la anquilosada idea del respeto y
continuacin de las tradiciones heredadas de nuestro pasado? Escuchemos, para ver si nos
alumbra un poco, a este bluesman ibrico de la literatura.

EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Jos Antonio, presentas un


programa sobre blues, La frontera, emitido en Onda Regional de
Murcia los domingos a las 11 de la noche, al mismo tiempo que un
programa sobre poesa, Las personas del verbo, los domingos a las 930
de la maana. Qu ocurre? La cultura se arrincona en el domingo,
cuando Dios descansa? La poesa es matutina y el blues pertenece a la
noche?
JOS ANTONIO MARTNEZ MUOZ: Lo que sucede es que los
programas culturales y/o minoritarios suelen quedar arrinconados fuera de las

horas y los das de mxima audiencia. Hasta cierto punto es normal y hasta
cierto punto es beneficioso, ya que la audiencia de estos espacios es reducida
pero fiel y no se ve sometida a los vaivenes de otras franjas horarias. Pero,
claro est, a m me gustaran ms otros horarios mejores.

ECP: Cuntanos cmo fue naciendo en ti la aficin simultnea a la


literatura y al blues, o no fueron simultneas? Eres acaso un cantante
frustrado de blues metido a escritor por despecho? Cambiaste el
micrfono y la armnica por el bolgrafo y la tecla? Tuvo algo que ver
en esto la mala suerte de no haber nacido en el Delta del Mississippi,
sino en el sureste de Espaa?
JAMM: Supongo que si ambas aficiones nacieron simultneamente es
porque ambas se comenzaron a manifestar en la poca de la vida en que uno
se abre al mundo y establece su escala de valores y preferencias. Digamos que
desde los quince aos el blues y la poesa han tenido un papel central en mi
vida y no slo a nivel intelectual o esttico, pero no se dieron la mano
hasta muchos aos despus, cuando escrib moanin (some blues) y el relato en
que se integran esos nueve poemas, evil blues.
ECP: Mick Jagger dijo en los aos 60 que para el rock no era
necesario escribir buenas letras, pues toda la poesa que necesitaba el
rock ya estaba escrita en el blues. Ests de acuerdo con esa teora, no?
JAMM: No voy a opinar sobre las letras del rocknroll ni del pop porque
me saldra del campo de accin de esta entrevista. Pero s que declaro estar
relativamente de acuerdo con la segunda parte de la afirmacin de Jagger. Si
tenemos claro que en las letras del blues (o del tango, o del flamenco, o de la
tonadilla, o...) no vamos a encontrar lo que slo nos van a dar los poetas
mayores, s encontraremos momentos de un lirismo y una capacidad expresiva

que asombra. Quiz el mayor poeta del blues adems de otras tantas
cosas haya sido Willie Dixon, pero hay muchos hermosos ejemplos de
verdadera poesa en los textos del blues, como estos versos de Robert
Johnson, que traduzco librrimamente de su Me and the devil blues: Entirrame
a la vera del camino / para que mi viejo y malvado espritu / pueda subir a un
Greyhound y alejarse.

ECP: Crees que la literatura popular que nace del blues podra ser
culturalmente paralela a las coplas populares flamencas, a textos
antiguos y annimos de canciones celtas, a la literatura popular cubana
musicada en el son, a las primeras milongas de los arrabales
bonaerenses, etc?
JAMM: Quiz esto requiera ms conocimiento y estudio de lo que yo
tengo. Tal vez an estn por hacer las lecturas crticas y en profundidad de
estas letras. En cualquier caso, s que hay un elemento comn importantsimo
entre el blues y el flamenco (quiz tambin entre ms gneros): su origen en la
injusticia y el sufrimiento humanos.
ECP: De qu manera naci la idea de escribir tu extenso poema
nocturno para saxo? Cmo planteaste su modo de escritura? Te
inspiraste quiz en algn tema jazzstico de largo aliento? Escuchabas
msica mientras lo componas? Por qu se abre y se cierra con citas de
Luis Rosales y Safo? Puedes contestarme por partes, eh.
JAMM: El deseo de escribir un largo y torrencial poema amoroso me
oblig a buscar una frmula que permitiese vertebrarlo e impedir que se
cayera. Decid inspirarme en la estructura con que ejecutan los jazzmen los
standars: una meloda que se desarrolla y a la que se retorna despus de
romperla con los breaks improvisados. Adems, esta estructura cclica me
permita intentar una atmsfera obsesiva y de cancelacin temporal que

probablemente no habr conseguido plasmar [...] Las citas de Rosales y Safo


estn ah por razones puramente poticas. Juan Ramn Jimnez le peda a su
intelijencia el nombre exacto de las cosas. Creo que estas citas son nombres
exactos de aquello a lo que se refieren.

ECP: Otro conjunto de poemas tuyo se titula moanin (some blues) y


est dedicado a la memoria de Robert Johnson. Tienes alguna
hiptesis particular acerca del mito maldito que encarna el personaje de
Johnson? Por qu crees que las maldiciones, el esoterismo y todo lo
relacionado con lo supersticioso ha calado tanto en los bluesmen a lo
largo de la historia?
JAMM: Lo bueno de las leyendas es que basta con que sean hermosas, no
precisan ser ciertas. Yo no creo en pactos con el diablo, o mejor dicho: no
creo en pactos con otro diablo que el que el creador lleva dentro. Creo que era
Manuel del Cabral quien dijo que no hay obra de arte sin la colaboracin del
diablo [...] Respecto a las supersticiones en el blues, me limitar a considerarlas
lgicas con el origen rural y humilde del gnero.
ECP: S lo ms objetivo y selectivo que puedas y dinos qu msicos
colocaras en el altar infernal del blues, aquellos sin los cules t
piensas que la historia de este gnero musical no hubiese sido igual.
JAMM: Como siempre, lo difcil no es elegir, sino descartar. No har listas
ni clasificaciones, pero el blues no sera lo que es sin Blind Lemon Jefferson,
Sonny Boy Willliamson I, Charly Patton, Bessie Smith, Muddy Waters, B.B.
King, John Lee Hooker... Y sobre todo y sobre todos tengo en mi estima a
Robert Johnson.
ECP: El blues y el tango son gneros de brillantes canciones
independientes una de otra. En cambio, otros estilos como el pop o el

jazz, practican esa clase de discos llamados conceptuales desde hace


tiempo, discos pensados a conciencia como una obra que hay que
escuchar de principio a fin para degustarla. A qu crees que se debe
esto?
JAMM: Quiz se deba a que el concepto de autor y de autora no es el
mismo en este gnero que en otros. Adems, en el blues prima ms el
concepto de intrprete que el de autor. Se puede rastrear los viejos blues
clsicos casi desde el principio del registro fonogrfico hasta hoy y cada
intrprete le aporta su toque. Fueron los blancos (Canned Heat y su
Partenogenesis, por ejemplo) quienes intentan el lbum conceptual que, adems
de poner el acento en el disco y no en la cancin, trasluce cierto complejo de
inferioridad mal llevado frente a la msica culta que los negros no suelen
tener.

ECP: Recuerdas cul fue el primer blues que logr estremecerte el


alma hasta dejarte ya enganchado para siempre?
JAMM: S. Era la versin de los Cream de Sitting on Top of the World, un
blues de Chester Burnett, al que se conoce ms y mejor como Howlin Wolf.
Hace de esto ya ms tiempo del que parece: corra el ao 73 o 74.
ECP: Los oyentes de La frontera todava recuerdan aquella vez que
se te ocurri hacer la locura de pinchar una hora entera el tema A Love
Supreme de John Coltrane, quiz el ms extenso de la historia del jazz.
Llegaste a ajustar los minutos exactos para que se oyese todo el tema
entero en una hora de programa?

JAMM: Me encant pinchar A Love Supreme. La verdad es que me lo estuve


pensando varias semanas, porque me pareca una pasada (y quiz lo fuera). S
que hubo que hacer algn pequeo pacto con los compaeros de informativos
respecto a la duracin de los boletines para no cortarle el rollo a Coltrane, lo
que hubiera sido imperdonable.
ECP: Te atrae la figura de un supuesto intruso en el blues como ha
sido el guitarrista blanco Eric Clapton? Y del famossimo disco de Gary
Moore Still got the blues, qu nos puedes decir?
JAMM: Clapton ha dado siempre lo mejor de s mismo en el blues o en sus
aledaos. Quiz sea ms un intruso en el pop que en el blues [...] Still Got The
Blues es un lbum inevitable en el momento en que se grab, cuando se
produca la tercera ola de moda del blues, algo que viene llegando cada 30
aos o as. Tuvo de bueno, como otros discos similares, llevar el blues hasta
pblicos que no conocan el gnero, pero el aficionado de verdad no creo que
enloquezca con estas cosas.

ECP: Crees que B. B. King, con sus conciertos multitudinarios por


EEUU y Europa rompe un poco los esquemas del bluesman? Lo ves
como algo positivo? Cmo te explicas que sea tratado como una
estrella del rock masivo all donde va?
JAMM: A B. B. King le pasa como le pas a Louis Armstrong: su fama va
ms all del gnero, e incluso de la msica. Es un excelente embajador y
bandern de enganche para el blues. Digamos de paso que cuando lo
entrevist en Murcia me encontr con que es todo un caballero, una de las
personas de trato ms afable y exquisito que me he encontrado como
periodista. Los dioses le (nos) bendigan con muchos aos ms de blues.

ECP: En los aos 80 aparece un nuevo bluesman, Robert Cray, que


con su Strong Persuader comenz a cavar su hueco en la historia del
blues. Qu opinin te merece Cray?
JAMM: Sin duda, Cray es uno de los grandes y uno de los ms firmes
candidatos al parnaso del Blues. Sigo su carrera con enorme inters y procuro
no perderme ni un disco suyo.
ECP: Desde los aos 90 hasta ahora han surgido los nombres de una
nueva generacin de cantantes: Vasti Jackson, Kenny Neal, Lucky
Peterson, Joe Louis Walker y la familia de los Kingsey Report.
Destacaras a alguno como posible candidato al trono de los bluesmen
del siglo XXI?
JAMM: ste es un gnero de madurez y no de juventud. En ms de uno de
estos casos es pronto para opinar, aunque talento no falta en esta lista. Yo
apostara por Taj Mahal o por Robert Cray.
ECP: Aparte de Rayuela de Julio Cortzar, podras recomendar a
nuestros lectores algn libro relacionado con el jazz o el blues escrito
en espaol o en otros idiomas?
JAMM: Recomiendo encarecidamente la lectura de Lady Sings The Blues,
memorias de Billy Holliday, editadas en castellano por Tusquets. Es una
lectura maravillosa. Y creo imprescindible intentar hacerse con todas las letras
que sea posible, en especial del viejo Dixon, que sigue siendo para m el sumo
pontfice del blues.
ECP: Tienes algn proyecto literario ms relacionado con el blues,
el jazz y sus derivaciones culturales?
JAMM: Hombre, no slo de blues vive el hombre. Por ahora no proyecto
cometer ningn otro blues, pero todo se andar.

La casa de las luces azules


Para un negro, llegar hasta donde yo estoy no es que sea mucho. Es
normal. Soy el camarero de un antro de mala muerte de esta ciudad del Medio
Oeste. El dueo un cerdo blanco, anglosajn y protestante tiene la osada
de llamarle La Casa de las Luces Azules, como el burdel ms famoso de
Nueva Orleans. Mi vieja madre siempre me repite: Hijo, esas luces azules
sern tu ruina.
Lo primero que pens es que se trataba de un incendio. Result ser ella,
su melena pelirroja al viento, enmarcando dos grandes ojos azules, como los
faros de un coche corriendo en la noche. Mi vida cambi. S que decir esto
parece una sandez, y quiz lo sea, pero yo s que ya no soy el mismo. All,
azotada por el viento, en aquella esquina, all estaba y, Dios!, por un momento
cre que me miraba. Pero una chica as no mira hacia abajo nunca, jams
mirara a un negro.
Llegu al trabajo y, no sin esfuerzo, intent concentrarme ms en servir
a la canalla que llenaba el local que en pensar en aquella chica tan hermosa, tan
lejana. Pocas veces pierdo la calma, pero cuando la vi entrar cre encontrarme
en el centro de un terremoto. Un gintonic, una sonrisa y la puerta vuelve a
abrirse, ahora con violencia. Mi pelirroja est asustada, incluso con esta luz es
evidente su palidez. Seguro que su miedo viene por este hombre alto, por este
perfecto cowboy que ahora la toma del brazo, sin delicadeza, y la acompaa a
la puerta. Se han ido y yo despierto de un sueo del que solo quedan un par
de billetes arrugados encima de la barra.
Al cerrar, casi amaneciendo, me fui, claro est, solo. Tena todo el da y
toda la soledad para pasear por las calles, por estas calles que por la hora y por
la fina lluvia que caa parecan an ms dudosas.
An no lo puedo creer. Entre sollozos y nervios he llamado a la pasma.
S que debera irme. S lo que pensar la polica si me encuentra aqu y en este

estado. Pero no me importa, la he vuelto a encontrar y el jodido vaquero no


est. No quiero irme. l se fue despus de acabar su obra. La he vuelto a
encontrar y me quedar con ella. Slo que no est de pie en una esquina
azotada por el viento. Est sobre un charco que no quiero mirar y con agujero
en la frente. Me quedar, aunque un negro que trabaja bajo luces azules no
deba mirar hacia arriba. Aqu estn ya las luces azules de la poli. Espero que
me dejen llamar a mi vieja; le gustar saber que, despus de todo, tena razn.
Publicado en la revista Boca a boca (enero, 1991)

El jazz y los dems


JOS ANTONIO VERA
Y en esto lleg el jazz. El verano en Espaa huele a mar y a Pirineo, a
arena y fiestas populares, pero tambin a msica, a conciertos, al jazz al aire
libre que envuelve la costa vasca y Galapagar, Almucar, Barcelona, Tenerife,
Pontevedra, Ezcaray, San Javier y en el Mediterrneo en general.

Me piden los colegas de El coloquio de los perros que les escriba algo sobre
el pop. Otro da escribir del pop, porque hoy lo que me pide el cuerpo es
hacerlo sobre el jazz. O sea. Sobre cmo en un principio todo fue blues, y
cmo de ah sali el rock y el pop, y tambin el jazz y lo dems. Reconozco
que el jazz me encanta. Pero no el jazz petardo de los que aporrean sin
compasin sus instrumentos, ni el jazz de vanguardia carente de ritmo y

meloda, ni el jazz cochambroso de los que se van por los cerros de beda
haciendo experimentos que te destrozan las neuronas. Me gusta el jazz que
sali de Orleans y extendieron los negros por todo el mundo, y que hoy es
tocado en todo el mundo por negros y por blancos, por indios y amarillos.
Algunos se empean en presentar al jazz como lo que no es. Le buscan
parentescos con el rock, con el flamenco, con la msica clsica. Y no es nada
de eso. El jazz es sonido de la calle, improvisacin, la fuerza de un saxo que
habla y que se re, la meloda y el ritmo de un solo de piano, el tempo que
imponen los platillos, la batera, el contrabajo. All That Jazz fue el nombre de
una pelcula en la que la vida era solamente jazz. Son muchos los que viven
por y para el jazz. Hay jazzmanacos que sienten esta msica como una
pasin. Hay quien escribe slo de jazz porque el jazz es su sustento. Hay
quien adora el jazz, pero que lo sigue a trompicones, como un servidor, pues
las guerras del periodismo y las otras guerras te dejan sin tiempo para nada.
Los jazzmen montan su vida en torno al jazz. Aman, sufren, disfrutan del jazz,
viajan con el jazz, duermen y suean con el jazz. El jazzmen se supera con los
aos. Toca mejor cuanto ms viejo es. Sigue en el escenario con 50, con 60,
con 70 aos o ms.

Ray Brown, uno de los ms grandes maestros del contrabajo, marido de


Ella Fitzgerald, muri hace unas semanas en la habitacin del hotel cuando
descansaba en plena gira. Brown tena 75 y form grupo con todos los
grandes, entre ellos Dizzy Gillespie, Oscar Peterson y Duke Ellington. Pero
Brown no es la excepcin. B. B. King, el legendario bluesman de Missouri,
cumple en septiembre 77 y todava da ms de 100 conciertos al ao. De l han
bebido todos los astros de la guitarra moderna, muy especialmente Eric
Clapton, Jimi Hendrix y Mark Knopfler. La semana pasada tuve ocasin de
ver y escuchar en San Sebastin, la patria del jazz hispano, al incombustible
Elvin Jones, egregio batera de 75 aos que ha grabado ms de 500 discos.

Pese a cargar con un hueso artificial en una pierna, mueve de forma


independiente las cuatro extremidades sobre siete tambores y cinco platillos,
en una suerte de polifona que sorprende y cautiva. Jones fue batera de John
Coltrane, el ms grande saxofonista de todos los tiempos. Curiosamente,
Coltrane muri muy joven, a los 40 aos, pero dej una obra intensa, extensa,
revolucionaria. Sac al jazz de los burdeles y lo meti en los estudios. Rompi
con las drogas y se volc en la espiritualidad. A Coltrane le llamaban Trane,
pues los solos de su saxo recordaban el paso arrollador de los ferrocarriles.
Trane invent la msica continua. Sus temas duraban entre 30 y 40 minutos.
A Love Supreme, su obra cumbre, es una suite de varios movimientos
construida sobre cuatro nicas notas. Alguien se imagina lo que es soplar un
saxofn durante una hora seguida? Coltrane lo haca sobre un escenario sin
perder la meloda, improvisando sin parar. Se ha dicho de l que usaba el saxo
para hablar. Y es verdad. Cuando lo escuchas con atencin parece como si
recitara, como si rezara, como si llorara, como si dialogara con el pblico o
con otros instrumentos. Intent imitar la voz humana y casi lo logr. Un
cncer, hace ahora 35 aos, lo fulmin en unos das y le impidi consumar su
esplndida obra. Trane tocaba con su mujer al piano y se form con
Thelonious Monk y con Miles Davis, pero abandon a ste antes de su deriva
hacia el jazz elctrico. Davis hizo lo mejor de su msica con Coltrane y con
Bill Evans, aunque un da decidi que haba que cambiar y se adentr en la
selva del jazzrock con Herbie Hancock, John McLaughlin y otros
representantes del convulso mundo del electrojazz, en el que fascinaron Chick
Corea, Stanley Clark y Jaco Pastorius, reputado bajista de una de las mejores
bandas de los setenta: Weather Report.

El jazzrock era estresante, nervioso, ruidoso, excesivo. No as el sonido


Detroit de la Motown, otro ahijado del jazz, que pari a Stevie Wonder y a
Marvin Gaye, a Smokie Robinson y a Diana Ross, a los Temptations y a Rare
Earth, grupo que triunf con Get Ready, un soberbio tema de treinta

minutos, al estilo Coltrane. En la Motown todos sonaban parecido, con un


fondo de blues, con un fondo de jazz negro americano fusionado con la
msica electrnica de los blancos. Ahora se hace buen jazz, desde luego,
aunque al saxo de Coltrane nadie lo ha superado. Stan Getz y Dexter Gordon
no lo lograron, y eran buenos. Charles Lloyd y David Murray suenan bien,
pero tampoco. Este ao han tocado ambos en San Sebastin, ciudad en la que
se reunieron en enero Perico Sambeat, Alfons Carrascosa y Gorka Bentez,
tres saxofonistas espaoles, para improvisar una memorable jam session con
dos trompetas, dos bateras, dos pianos y un contrabajo. La sesin fue
registrada en un ced fabuloso, que recomiendo. Y es que hoy no se hace mal
jazz en Espaa. Pedro Ruy Blas, Jorge Pardo y Carles Benavent son ya
clsicos. Pero hay msicos nuevos que sorprenden. Hay pasin por el jazz,
hambre de jazz, ganas de ver y or buen jazz. Mucho jazz.

UN CHIEN ANDALOU
El fantasma de Hamlet
NATALIA CARBAJOSA
Poco poda imaginar el bardo de Stratford que, cuatro siglos despus de
haber escrito algunas de las obras ms imaginativas, populares y sublimes de la
literatura universal, estas iban a abandonar su medio natural para ser volcadas
una y otra vez en el nuevo arte de masas. Antes de la aparicin del sonido, ya
se contaban por docenas versiones francesas, italianas, rusas o britnicas de las
piezas ms conocidas, entre las cuales destacan un Hamlet de Georges Mlis
y otro con Sarah Bernhardt en el papel del hroe, tal y como vena
representndolo en el teatro. De entre los Hamlet sonoros, han trascendido a
la historia reciente del cine, por diferentes motivos, los de Olivier, Konzintsev,
Zefirelli y Branagh. Todos cuentan una misma historia y, sin embargo, todos
inventan una historia que jams termina de ser contada.

Como en las restantes obras shakesperianas, el argumento de Hamlet no


es en absoluto original. Se adscribe al gnero de la revenge tragedy, un tipo

de tragedia derivada de Sneca y rescatada por el gusto isabelino y jacobeo


segn un patrn recurrente: comienza la accin con la aparicin del fantasma
del caballero asesinado pidiendo venganza a su familiar o amigo. Al llevarla a
cabo, el vengador a menudo aparenta locura, y urde un plan para
desenmascarar al asesino consistente en representar, en su presencia, el mismo
crimen que se le imputa. Cualquiera que sea la preferencia argumental del
guionista encargado de adaptar la obra para la gran pantalla, el factor
desencadenante de la trama es, indefectiblemente, el encuentro del joven
prncipe de Dinamarca con el fantasma de su padre.
Desde las apariciones aterradoras de rasgos cadavricos hasta las de
fisonoma cuasi humana con algn tinte sobrenatural, la caracterizacin
cinematogrfica del fantasma siempre ha sido lo que en semiologa se conoce
como icnica, esto es, perfectamente ostensible para el espectador: aqu
Hamlet, aqu el fantasma. A veces incluso aparece registrado en el elenco,
como es el caso de John Gielgud (nada menos) en la pelcula de Olivier. Su
intervencin, aunque breve, resulta imprescindible, y sin ella el resto de la obra
carece de sentido.
Los fantasmas del celuloide reproducen la tradicin teatral (en el
escenario, este sola ascender por una trampilla envuelto en humo), y se
adaptan a la atmsfera buscada, ms psicolgica en Olivier, poltica en
Konzintsev, hollywoodiense en Zefirelli y aristocrtica en Branagh segn
Fernando Gil-Delgado en su obra Introduccin a Shakespeare a travs del cine. Si
nos atenemos al texto, cualquier opcin puede ser factible, ya que no hay
acotaciones. Enter Ghost and Hamlet, es lo nico que el autor dej escrito
al respecto.

La teora teatral afirma que ningn texto dramtico est completo hasta
que se representa, y que cada versin puede considerarse, en cierto modo, una
nueva obra. Sin pretender rebatir este planteamiento ni negar la eficacia visual
que proporciona la presencia en escena de un fantasma agente o actante, es
preciso discernir o, cuando menos preguntarse, puesto que as lo permite el

texto, si el fantasma existe ms all de las mentes de quienes creen haberlo


visto. Porque Hamlet no es, como pueda parecer a primera vista, una tragedia
de venganza, sino todo lo contrario: una tragedia contra la venganza, y su
protagonista, un antihroe de nuestros das. Tras haber completado estudios
en Wittemberg, la ciudad cosmopolita donde Lutero proclam sus famosas
tesis, nuestro prncipe vuelve a una Dinamarca ajena a las influencias de la
modernidad. Sabe que tomar venganza no slo no resuelve nada sino que
perpeta un estado de cosas insostenible, pero quienes le rodean en Elsinore
son incapaces de entender semejante planteamiento. Por eso son los
guardianes y su mejor amigo, Horacio, quienes ven al fantasma y le conducen
hasta l: tienen que convencerle de que haga lo que le corresponde hacer, sin
ms consideraciones. El fantasma aparece y desaparece en una niebla que no
es sino la niebla de la conciencia colectiva, la encarnacin fsica de un sistema
de valores y creencias en el que Hamlet ha dejado de creer. Quin no ha
sufrido alguna vez su miedo, remordimiento o duda revestido de una
presencia reconocible, ineludible, conminndolo a plantarle cara? Quin no
cae en la trampa con que los grandes manipuladores de la historia nos instan a
ver fantasmas, es decir encarnaciones del mal, del enemigo, del oponente,
con rostro y nombre humano?

El fantasma de Hamlet est, pues, dotado de una sutileza que no poseen


las figuras estereotipadas de otras obras con el mismo tema (de ah que
aquellas no hayan llegado hasta nosotros), no por l mismo sino por la actitud
que adopta el nuevo hroe hacia su hipottica autoridad, consecuentemente
hacia su existencia. El director que lo entienda as (en este sentido me quedo
con la puesta en escena de Olivier, heredera de la fructfera fiebre del
psicoanlisis trasladada al cine), no tiene por qu suprimir al actor-fantasma,
pero s debe hacer entender de alguna manera al espectador cul es el alcance,
real o imaginado, de su presencia. Al fin y al cabo, Hamlet es mucho ms
que teatro o cine, mucho ms que arte o universo Shakespeare: es parte de
nuestra mitologa moderna, de nuestro padecimiento neurtico ante las

fuerzas que nos impelen a actuar en la direccin equivocada, nuestra


esquizofrenia cotidiana; y su fantasma es tambin el nuestro, por supuesto.

Lo blando detrs del espejo:


un nuevo cine paraso
NICOLS SOTO
A Giuseppe Tornatore

Pues s. Haba un cine Paraso en mi pueblo, precisamente en la esquina


de las calles Retumbo y Paraso. Una casa vieja con techo de tejas calcinadas
por el sol y un cielo raso de cartn piedra, soportado por unos listones de
madera que crujan bajo el corretear de unos ratones hiperkinticos. Solan los
ingrvidos roedores desplegarse en sus aceleraciones justamente cuando un
clmax fulguraba en el ajado lienzo blanco, como, por ejemplo, al surgir de sus
tumbas las horribles momias de Guanajuato a las cuales Santo El
Enmascarado de Plata derrotara, al cabo de tres minutos, haciendo gala de
una astucia engolada y de unos atinados tacles voladores. Por cierto, todava
me pregunto cmo haca el inmortal luchador mexicano para mantener la
necesaria agilidad habida cuenta que de su cintura despuntaban ciertos
cauchitos denotadores de su frecuente ingesta de tamales, tortillas y nachos,
sin dejar de mencionar que sus pectorales y bceps no aguantaran una
comparacin con los Schwazerneggers y Stallones de nuestra poca. Y lo
mismo se podra testificar de Huracn Ramrez, Blue Demon, Neutrn, el Mil
Mscaras y tantos otros hroes del ensogado, gladiadores del cine Paraso, del
Royal y del Tropical, las tres salas que en mi pueblo natal proyectaban nica y

exclusivamente pelculas mexicanas en aquellos tiempos donde el


analfabetismo extendido, el aislamiento cultural de las masas y el dinmico
mercadeo de los empresarios aztecas les aseguraban la parte del len en
nuestras taquillas.

Firmamentos remojados
El cine Tropical no tena techo. Si uno se aburra con la pelcula tena la
alternativa de admirar el cielo cuajado de estrellas siempre y cuando no
lloviera, en cuyo caso haba que correr a todo dar. Es fama (como dira
Borges) que los aguaceros en el trpico se sabe cundo comienzan pero nunca
cundo terminan. La seal para ponerse en movimiento no era la humedad en
nuestras ropas (cualquiera podra confundirla con el consom turbio con que
nos impregnaba el calor de 30 y pico de grados), sino el mareo lloriqueante
que lesionaba la pantalla, como si una miopa aderezada de grises se hubiera
enseoreado de aquellos espectros amables que platicaban recalcando las
eses, aspirando las jotas y aprovechando cualquier intersticio argumental
para atiborrarnos de corridos machistas, de rumberas veleidosas y de boleros
aterciopelados. Muchas veces ese astigmatismo tenue, desencadenado por las
gotas que descendan sin solicitar excusas, se confunda con las lgrimas
opparas de Libertad Lamarque aprehendiendo el aire vaco dejado atrs por
sus hijos descarriados (los susodichos, infaliblemente, se regeneraban en el
ltimo rollo), de Magda Lpez penando el veneno de sus amores ayunos de
compensacin, y de Sara Garca estrujando sus gorgorinos de abuela sin
tiempo. Lgrimas en las nubes suspendidas sobre nosotros y lgrimas en el
paredn que encajaba los caonazos melodramticos de un proyector
traqueteante.
Al desconfort de la intemperie haba que aadirle la carencia de
asientos. Nosotros, nios al fin, no hacamos mientes en tomar el suelo como
sucedneo de invisibles butacas, mientras que los mayores tenan que traer sus
propias silletas de cuero de res. Pero la gota que rebos el vaso fue cuando los
roedores, que en los otros cines deambulaban por encima de nuestras cabezas,

comenzaron a atravesar el improvisado cinematgrafo tropezndose con los


pies de los espectadores. Ni qu decir que las escasas damas que llegaron en
alguna ocasin a frecuentar el cine Tropical chillaron y se esfumaron para no
volver jams de los jamases. Nosotros, zagales al fin, nos dimos a la tarea de
cazarlos a pedrada limpia, con lo cual provocbamos las reacciones airadas de
aquellos que se entretenan cotejando los devaneos de Mara Flix entre Pedro
Armendriz y el Indio Fernndez en Mara La Bandida. Reprendido por el
adulto de turno, uno cesaba la lapidacin y diriga la vista hacia la pantalla para
ver por vez primera en la vida a una meretriz. Jjoles!

No te rajes
La profusin de ratas, creo, decret a la postre la desaparicin del
Tropical. Nos quedaban el Paraso y el Royal para seguirnos identificando con
los charros y los melodramas. En el segundo haba balcn, por el cual se
pagaba un real (unos doce centavos de dlar al cambio de entonces), mientras
que patio costaba el doble, es decir, un bolvar. En las vespertinas de los
sbados nadie en su sano juicio deseaba estar abajo, pues los de arriba los
hacan objeto de bromas pesadas, a veces de muy escasos rasgos higinicos.
Hasta que el propietario se enter y redobl la vigilancia. Los capturados in
fraganti eran inmediatamente expulsados, por lo que deban conformarse con
el relato pormenorizado de quienes s habamos permanecido en la oscuridad
cmplice, sin dejar por ello de tirar la piedra y esconder la mano.
Fue en el Royal donde descubr la esencia de mi venezolanidad doblada
al acento mexicano. Primero con la versin de la vida de Simn Bolvar
realizada en los aos 40 bajo la direccin de Miguel M. Delgado, el sempiterno
regista de Cantinflas, y el rol protagnico de Julin Soler. Todava conservo en
el fondo de mis retinas la impronta, que ahora podra calificar como
neoexpresionismo mestizo, de la secuencia del paso de la cordillera, con los
incontables soldados, troperas y caballos atribulados de soroche (mal del

pramo) y despendose por los profundos abismos; y las facciones


cadavricas del Libertador murindose de tisis en Santa Marta.
Posteriormente, sentira el imberbe que era yo un aguijonazo profundo en el
horizonte umbilical cuando vi a Mara Flix desdoblarse en Doa Brbara, La
Doa, devoradora de hombres a cuenta de guaricha mancillada, para terminar
hundindolos en la argamasa hirviente de un llano que no haba conocido
domadores. Valga entonces esa afinidad peregrina residenciada en la autopista
carente de otoos que enlaza a Mxico y Venezuela, traducida en aquellos
aos 50 y primera mitad de los 60, en las mltiples apariciones de gente
nuestra actuando por all: Alfredo Sadel, Amador Bendayn y hasta el
mismsimo Joselo, empatado hoy en da, de verruga a verruga, con el
mandarn de la mentira y el odio (valga la acotacin).

Pero no es el cine una mentira irredenta que nos impele a traspasar las
barreras de lo intangible en una usanza que es mltiple y a la vez tan singular y
personal, al decir de Guillermo Cabrera Infante y de Juan Nuo, al absorber
aquellos follajes histrinicos en una sala oscura como si fusemos una
tripulacin de elegidos para un viaje transparente y, al unsono, estamos
ngrimos, esculidos, slo guarnecidos por nuestras propias escamas
sensoriales, mientras aquel tiovivo ilusorio nos traga, de la misma forma que el
tremedal se zamp a Lorenzo Barquero, para luego aventarnos sin espasmos
cuando el monoslabo Fin irrumpe ante nuestros ojos. Viene siendo, por
consiguiente, un enganche mltiple que no hace materia, contradiciendo a
Leibniz cuando afirmaba que todas las sustancias son almas y lo que
llamamos 'materia' slo es una confusa percepcin de muchas almas. El
monoslabo nos deporta hacia la realidad, al sueo de Caldern de La Barca
que es ms mentira que la ilusin con que nos arroparan los fotogramas, pues
el cine es la novela desplegada ante el odo y sobre todo ante la vista, la
narrativa que o nos acelera el corazn, o bien nos humedece los prpados, o

termina cuajndonos de la risa. La mentira en cuyos pliegues se transparenta


una gran verdad, al decir de Mario Vargas Llosa.
Dando vueltas y vueltas
A mediados de los sesenta le lleg la hora al cine azteca. Gir sobre s
mismo, sin reencontrarse en la luz de Gabriel Figueroa. Intent permanecer
con unos cmicos que no llegaban al lirismo de Cantinflas, con unos charros
desprovistos del carisma de Pedro Infante y unas divas sin la sensualidad
inequvoca de Mara Flix. La competencia desleal de la televisin, husped
alienante presente ya en la mayora de los hogares, le rest audiencia. Pero
suceda tambin que lo veamos como algo ms trivial, segn el prisma de
nuestros ojos prepberes. Algo suceda: la cinematografa de los manitos ya no
segua dando la talla. Aun en nuestra limitada comprensin de aquel entonces
intuamos que exista una falla que se reflejaba en la pobreza conceptual y
esttica de lo que se perciba en la pantalla. No sera sino muchos aos
despus que nos enteraramos de las rigideces gremiales, del proteccionismo y
del paternalismo que, al igual que el resto de las economas de estos cndidos
pases nuestros, afectaran el libre desenvolvimiento y la competitividad de la
que fuera la primera industria cinematogrfica de habla hispana de toda una
era. Tambin transcurriran unas cuantas lunas para uno poder digerir que el
cine mexicano no fue nicamente aquella caravana complaciente de
melodramas pletricos de moco y de comedias rancheras. Fue, asimismo, el
imperioso refugio de un Luis Buuel escapado de los horrores de la guerra
civil espaola para lograr poner en escena Los olvidados, ese demoledor fresco
sobre la injusticia y la desigualdad que todava nos impacta. Sin hablar de
Viridiana y de Nazarn (y cmo me sigue gustando Lilia Prado en La ilusin
viaja en tranva y Subida al cielo!). No dejemos de soslayo, tampoco, al Indio
Fernndez de Mara Candelaria y Ro Escondido. Y aun cuando es peligroso el
enfrentarse a las cosas sobre las cuales, desde lejos, ponemos a reposar
nuestros recuerdos, segn afirmaba Teresa de La Parra, confieso sin tapujos
el indecible gozo que me produce volver a disfrutar de las astracanadas de
Cantinflas en Ah est el detalle y de Resortes en El beisbolista fenmeno, por no
mencionar sino dos de tantos filmes inolvidables.

Amarillo es lo que luce


En el cine Morichal y en el cine Manapire pasaban pelculas gringas. En
ingls. Con subttulos. De vez en cuando, irrumpan una que otra francesa y
bastantes italianas. En el vestbulo del Manapire, por cierto, colgaba un afiche
de una pelcula de Roger Vadim, El reposo del guerrero, donde Brigitte Bardot, de
cuerpo entero, luca una especie de tnica vaporosa que insinuaba sus
turgencias de fembra placentera y mostraba, casi con impudicia, parte de su
derrire y toda su pierna izquierda, sugiriendo, incitando, provocando. A eso
se le aada aquel brocado dorado que descenda sobre sus hombros, aquellos
labios entreabiertos y el reflejo opaco de un chicuelo que, pese a sus
pantalones cortos, se quedaba contemplando aquel icono de tentaciones y
promesas divinas durante minutos y minutos hasta que sus compaeros lo
conminaban a gritos a entrar a la sala donde ya estaba a punto de comenzar el
vermut o la matine. Adorable B. B. que te has residenciado en estas escotillas
avivadas de ensueos. Ello explicar, tal vez, la manifiesta debilidad que he
sentido durante toda mi vida por las rubias y quin no?
Emocin, tiros y peleas
Cunto le agradecimos en los aos 80 a Spielberg el haberle rendido
homenaje con la triloga de Indiana Jones a tantos seriales que nos cautivaron
en aquellas sesiones sabatinas y dominicales. Los peligros de Nyoka, Los monstruos
de la estratsfera y el Capitn Maravilla nos hacan saltar en las duras butacas de
madera, abuchear a los villanos y aplaudir a rabiar cuando el hroe, el
muchacho, salvaba a la bella protagonista (mejor cuando eran rubias!) de ser
trituradas por el tren que se aproximaba inexorablemente mientras era
desatada de las vas del ferrocarril en un tris. Para luego contener el aliento
cuando el muchacho quedaba guindando con un solo dedo sobre un
precipicio insondable y la cosa quedaba en episodio hasta la semana
siguiente, en que sabamos que el tipo se las ingeniara para salvarse, y

verdaderamente resultaba una tortura tener que aguardar durante aquellos das
interminables. Pero ya tenamos tema de conversacin inextinguible para
todos los recreos de la semana.

Cuntas pelculas de vaqueros vimos? Hacer una lista de aquellos


briosos caballeros sobre sus giles cabalgaduras podra ser tarea de nunca
acabar. Hoppalong Cassidy, El Llanero Solitario, Red Ryder, Gene Autry, Roy
Rogers, Tom Mix, Zorro (hasta hicieron una versin francesa con Alain
Delon!), Cisco Kid, ms las protagonizadas por John Wayne, Kirk Douglas,
Burt Lancaster, Yul Brynner en 7 hombres y un destino (The magnificent seven,
versin Hollywood de Los siete samurais de Kurosawa), Randolph Scott, James
Stewart, Glenn Ford y, por supuesto, cmo no mencionar a Gary Cooper en
La hora sealada (High Noon) de John Ford, donde por primera vez nos
vacilamos al muchacho de la pelcula dubitativo, desganado y achicopalado. A
m que no me cuenten una de vaqueros porque las vi casi todas. Y todava me
qued adolescencia para atiborrarme de spaghetti westerns, empezando con
los clsicos del subgnero dirigidos por Sergio Leone (Por unos dlares ms y Lo
bueno, lo malo y lo feo ma che dice!).
Touch
Hasta que empezamos a fijarnos ms detenidamente en aquellos
extraos seres que no podan correr tan velozmente como nosotros, o lanzar
o batear la bola con tanta fuerza como nosotros, o hacer tantas diabluras
como nosotros, pero que posean esa cualidad perturbadora que, en resumidas
cuentas, es una promesa de felicidad: la belleza. Y a travs del cine nos
enamoramos, con ese amor lnguido y acuciante de las primeras veces,
porque, parafraseando a Faulkner: Quiz tienen razn cuando introducen el
amor en los libros. Quiz no pueda vivir en otra parte. Mas, las pelculas son

libros de poesa transmutada en la luz, los matices, el encuadre, el balance y la


composicin. Ergo, el amor habita en los filmes con la naturalidad y el
desparpajo del agua, del aire y del sabor que ellos emanan. Cuntos besos
recortados en esos templos de oscuridad sedosa con los cuales se podra editar
una pelcula de puros besos (dgalo ah, monsieur Philippe Noiret!): los castos
de boca cerrada de las viejas y recatadas producciones, y los apasionados de
boca abierta y lenguas vidas que se comenzaron a ver en los 60, dcada de
iconoclastas, de ruptura, de negacin de tabes y de pasin desatada sin
esguinces por todo el medio de la mitad de la calle.

Sin embargo, mi primer beso, con furtiva cogida de mano incluida, me


lo rob al amparo de una de aquellas pelculas de la serie Sissy emperatriz,
donde una portentosa Romy Schneider se enamoraba hasta ms no poder de
un rubicundo prncipe viens y esa fue la razn por la cual la bautic a ella, a la
depositaria de mi primer beso de enamorado crnico, a S., como Sissy, y ella
suspiraba y se sonrojaba, en la exquisita ternura de sus trece aos (era dos
aos mayor que el suscrito!) y yo, en el nterin, dale que te dale y aprendiendo
a besar como vea que lo hacan en pantalla Elvis Presley, Rock Hudson, los
galanes de los filmes playeros de la poca del surfing, el indispensable agente
007 (de todos, Sean Connery, el mejor), Tony Curtis et al, mientras tomaban
en sus brazos y devoraban las bocas divinas de Marilyn Monroe (lindsima e
inmortal Norma Jean), Sophia Loren (excelsa en la secuencia del strip tease,
frente a Mastroianni, en Ayer, hoy y maana de Vittorio de Sica, repetida
jocosamente tres dcadas ms tarde en Prt--porter de Robert Altman), Gina
Lollobrigida, Angie Dickinson, Suzanne Pleshette (Lovers must learn y todava
escucho Al di la), Ursula Andress, Stella Stevens (preciosisma en The nutty
professor con Jerry Lewis), la bella y malograda Sharon Tate, dem Jean Seberg,
pero sin dejar de dar por sentado que mi favorita de siempre (aun cuando no
era rubia) y a quien siempre he deseado besar, tal como la disfrut en Splendor
in the grass, es a Natalie Wood, la bonita de naturalidad Natalia Madera, niamujer de subyugante sonrisa y gestualidad de virgen eterna.

Como nia-mujer fue Sue Lyons en Lolita, del maestro Stanley Kubrick
segn la novela de Nabokov, que pude ver de estreno en el Morichal (aun
cuando a mi pueblo las copias llegaban bien-pero-bien rayadas) porque en tal
apartado rincn de provincias se les olvidaba que exista una cosa denominada
censura o, ms bien, acceso restringido para los menores. Y tuve que dejarme
impresionar por esas artes hechiceras de nnfula confeccionada de brisas,
hacindome hoy en da, casi cuarenta aos despus, una pregunta que no
deseo que se convierta en un epitafio neutro: me convertir yo en un maduro
raboverde infatuado por una ninfeta de ojos de vampirizada miel?

Deca Andr Gide: A veces me parece que escribir me impide vivir y


que uno puede expresarse mejor con actos que con palabras. Yo viv en esas
imgenes rayosas y cambiantes que, al transcurrir de los almanaques en que
uno asume su propia escena, me guiaron a travs de este imaginario
empedrado que es el recuerdo, diccionario de sentimientos y perfumes. De ah
se me qued grabada la muletilla de Rick en Casablanca: Play it again, Sam!

LA ESPAOLA INGLESA
Emilio Coco
(S. Marco in Lamis, Italia, 1940)
Mantiene una intensa actividad como crtico, antologista y traductor de la poesa
italiana al espaol y viceversa. Entre sus numerossimos trabajos podemos recordar
Abanico. Antologia della poesia spagnola doggi (Levante, 1986), Poesa italiana contempornea (Deva,
1991), Antologia della poesia basca contemporanea (Crocetti, 1994), Doce poetisas italianas
(Torremozas, 2000) y El fuego y las brasas (Celeste/Sial, 2001). Como creador ha publicado
Profanazioni (Levante, 1990), Que hago yo aqu esperando que la salsa acabe ya de hervir (Mquina
de Sueos, 1991), Le parole di sempre (Amadeus, 1994) y Piano Bar (El Toro de Barro, 2001),
traducido al espaol por Rosa Lentini. Colabora en programas culturales de la RAI y en
numerosas revistas italianas y espaolas. Dirige la coleccin I Quaderni di Abanico, en la
cual se publican, en edicin bilinge, textos y antologas de poetas espaoles
contemporneos.

Traduccin: Luz Ayuso


Che faccio io qui
Che faccio io qui aspettando che la salsa
finisca di bollire non ho penna
n un pezzetto di carta a cui affidare
la mia tristezza in versi endecasillabi
lacuto desiderio della morte
che insorge proprio quando pi tenace
si fa lattaccamento per la vita

Che faccio io qui seduto nel garage


badando che la fiamma non si spenga
e frugo nella scatola vicina
in cerca di un gessetto una matita
per fissare su un foglio raggrinzito
che faceva da tappo a una bottiglia
le mie cupe inquietudini daccatto
Che faccio io qui arrivato a cinquantanni
senza voglia di alzarmi per andare
a chiudere la bombola del gas
perch da quando ha dato il primo bollo
sono trascorsi trentatr minuti
oh avessi un punteruolo per graffiare
sulla parete un verso ineguagliabile
Che faccio io mentre abbasso la serranda
e premo sul citofono di casa
per dirle che la salsa gi bollita
e che mi butti il mazzo delle chiavi
perch voglio rimettere la macchina
e salire di corsa ad annotare
questi gravi pensieri trascendenti
Che faccio io qui davanti allolivetti
col foglio bianco posto dentro il rullo
in posizione esatta doppio spazio
le lettere sui tasti stampigliate
che ardono sotto il peso delle dita
e meno male che la cena pronta
e la minestra fredda non buona

Qu hago yo aqu
Qu hago yo aqu esperando que la salsa
termine de cocer no tengo pluma
ni un trozo de papel al que confiar
la tristeza ma en verso endecaslabo
el agudo deseo de la muerte
que surge justo cuando ms tenaz

se nos torna el apego hacia la vida


Qu hago yo aqu sentado en el garaje
cuidando que la llama no se apague
y revolviendo en el cajn de enfrente
en busca de una tiza de un lpiz
para fijar en un folio arrugado
que haca de tapn a una botella
mis oscuras y usadas intenciones
Qu hago yo aqu llegados los cincuenta
sin voluntad de alzarme para ir
a cerrar la bombona del butano
porque desde que dio el primer hervor
han transcurrido treinta y tres minutos
oh tener un punzn para grabar
en la pared un verso inigualable
Qu hago yo mientras bajo la persiana
y llamo al telefonillo de casa
para decirle que la salsa est lista
y que me tire el mazo de las llaves
porque quiero guardar el automvil
y subir corriendo para anotar
mis graves pensamientos trascendentes
Qu hago yo aqu delante de la olivetti
el folio en blanco listo en el tambor
en posicin exacta doble espacio
las letras en las teclas estampadas
que arden bajo el peso de los dedos
y menos mal que la cena est lista
y la menestra fra no est buena

Eugenio Montale
(Gnova, Italia, 1896-1981)
Este poeta combati en la I Guerra Mundial, fue fundador y director de varias
publicaciones, lleg a dirigir la biblioteca del Gabinete Vieusseux en Florencia,
abandonando dicho cargo en una Italia preblica a causa de sus convicciones antifascistas.

Fue traductor de autores ingleses y norteamericanos, as como redactor sobre literatura y


msica para el peridico Corriere della Sera, de Miln. Se le concedi el Premio Nobel de
Literatura en 1975. Este poema pertenece al libro Ossi di seppia [Huesos de sepia], uno de los
poemarios con ms prestigio en el siglo XX escrito en lengua italiana. Tratndose de un
libro potico, gozar una quinta o sexta edicin es, sin duda, un privilegio inigualable.

Traduccin: Luz Ayuso

Non chiederci la parola che squadri da ogni lato


lanimo nostro informe, e a lettere di fuoco
lo dichiari e risplenda come un croco
perduto in mezzo a un polveroso prato.
Ah luomo che se ne va sicuro,
agli altri ed a se stesso amico,
e lombra sua non cura che la canicola
stampa sopra uno scalcinato muro!
Non domandarci la formula che mondi possa aprirti,
s qualche storta sillaba e secca come un ramo.
Codesto solo oggi possiamo dirti,
ci che non siamo, ci che non vogliamo.

No nos pidas la palabra que encuadre por cada lado


nuestra alma deforme, y en letras de fuego
la declare y refulja como un azafrn
perdido en medio de un polvoriento prado.

Ah, el hombre que se marcha seguro,


de los otros y de s mismo amigo,
y su sombra no cura ms que la cancula
impresa sobre un desconchado muro!
No nos preguntes la frmula que mundos pueda abrirte,
s alguna retorcida slaba y seca como una rama.
Slo esto hoy podemos decirte,
aquello que no somos, aquello que no queremos.

Tonje Keller
(Londres, Reino Unido, 1972)
Pas en Londres su infancia y adolescencia. Recorri gran parte de Europa, se hizo
arquitecta en Pars y vive desde 1998 en un pequeo pueblo de Mlaga, donde
compatibiliza su profesin tcnica y sus intereses literarios. Desde 1999 ha colaborado con
diversas revistas culturales de Mlaga, Murcia y Madrid. Si bien todava se resiste a escribir
en nuestro idioma, participa activamente en sus traducciones. Ha publicado Victorian
London (1996), De la langue la plus belle (1996) y Scenes of disaster (1998), traducidas al espaol
en el tomo Amor y catstrofe (Ampuries, 1999). Estos poemas pertenecen al libro indito
Jams volver a ti.

Traduccin y nota: Jos Manuel Gallardo Parga

Ya no me quedan sueos
Nac despus de que el hombre conquistara la Luna,
despus de que las drogas descubriesen su nefasto poder.
Crec cuando ya se haba asimilado el absurdo como expresin del alma,
cuando las miradas no eran ya suficiente para expresar las cosas.
Recorr caminos ya trazados, senderos abiertos por pisadas anteriores,
montaas misteriosas de folletos de viaje.
Viaj a pases lejanos cuya lengua aprendieron en la guerra mis mayores.
Cre tocar mi alma, pero la qumica lo explica todo.
Ando por lugares, por costumbres, por inercias de otros tiempos,
y me pregunto por qu si nada hay nuevo en este mundo
me siento tan abandonada por caminos que ya todos conocen.
Ya no me quedan sueos,
pero cada uno de estos instantes es tan nuevo para m

Ya no tengo nombre
Miro el poema,
y est acabado aqu,
sobre la mesa.
Salgo a contemplar el da,
a contemplar la madurez del da,
el trabajo terminado,
la casa en calma,
el poema ya sobre la mesa.
Me echo a descansar,
cierro los ojos
y ya no tengo nombre.

Haiku
Tengo una duda:
si te hablan las flores,
si las escuchas.
En pocos versos:
la nada es el poema

de la memoria.
As el poema:
sentimientos ajenos,
lejanas guerras.

Vicent Andrs Estells


(Valencia, Espaa, 1924-1994)
Ocupa un puesto muy particular en la lrica valenciana de la segunda mitad del siglo
XX. Su temtica y estilstica es de lnea muy variada, en la cual se codean el vitalismo, la
angustia, el desenfado, la crtica o la reflexin sobre su tierra valenciana. Estos tres poemas
de amor pertenecen a su libro Hamburg (1974).

Traduccin: Isabel Alamar


Ja no s lamor el qui mena els teus passos:
thas endinsat en el fosc sentiment,
lhas penetrat, amb afany obstinat,
i has arribat, amarg, a laltra riba:
la soledat planetria, freda,
ladvertiment de la gran soletat.

Aquest amor que fa un any em va prendre


i mai no he dit i en silenci em prospera,

pense sovint que ha de matar-me un dia.


Car el secret, que gelosament guarde,
arriba ms enll del sentiment,
i el pensament lha habitat i poblat.
No puc ja ms, repetiria encara;
per lamor no em deixa mai, cruel,
i em trobe a gust dessota el seu domini,
sabent, com s, que ha de matar-me un dia,
molt lentament, corcant-me a poc a poc.
La seua mort, mai espectacular,
mha darribar duna lenta creixena:
va madurant a les meues entranyes,
exactament com madura lamor.

Amb mans com dorb et vaig palpar el cos


precipitat per un fosc desig brusc.
Vaig avanar pel teu cos com per un
incendi esps, entre un fum, unes flames,
Obrint-me pas, decidit i pens.
Tinc un record vermell a les pupil.les
la vermellor dunes flames o sang,
com el record duna boca de forn
on hagus vist tota la llenya encesa.
Ulls socarrats, incendiats, de veuret.

Ya no es el amor quien dirige tus pasos:


te has adentrado en el oscuro sentimiento,
y lo has penetrado con afn obstinado,
y amargo has llegado hasta la otra orilla:
la de la fra soledad planetaria,
la de la advertencia de la gran soledad.

Este amor que hace un ao me tom


y nunca dije, y que en silencio aumenta en m,
a menudo pienso que ha de matarme un da.

Pues el secreto que celosamente guardo,


llega ms all del sentimiento,
y el pensamiento lo habit y pobl.
No puedo ya ms, repetira todava,
pero el amor, cruel, no me deja jams,
y me encuentro a gusto bajo su dominio,
sabiendo, como s, que ha de matarme un da,
muy lentamente, carcomindome poco a poco.
Su muerte, nunca espectacular,
me llegar de un lento crecimiento
que va madurando en mis entraas
exactamente como madura el amor.

Con manos como de ciego te palp el cuerpo


precipitado por un oscuro y brusco deseo.
Avanc por tu cuerpo como por un
incendio espeso, entre humo y llamas.
Abrindome paso, decidido, con dificultad.
Tengo un recuerdo rojo en las pupilas
la rojez de unas llamas o sangre,
igual que el recuerdo de una boca de horno
donde hubiera visto toda la lea encendida.
Ojos chamuscados, incendiados, de verte.

Margalit Matitiahu
(Tel Aviv, Israel, 1935)
Tras el Holocausto, sus padres, procedentes de Salnica y descendientes de
judeoespaoles de Len, se establecieron en Tel Aviv, llevando con ellos el ladino o sefard
que Matitiahu aprendi de nia. Comenz a escribir en hebreo. En 1988 dio visiblemente el
paso hacia la escritura en la lengua originaria de sus padres con Curtijo quemado, un
desgarrador testimonio de la destruccin nazi. Desde entonces, los libros en ladino se han
sucedido en obras como Los visajes, Alegrica, Cartas, Simientes de amor, Matriz de luz y Las
escaleras de media noche. Se ha convertido en una apasionada investigadora y difusora del
sefard, participando en programas de radio en ladino durante ms de 25 aos, en
congresos y encuentros de todo el mundo. Vive actualmente en Kiriat Ono (Israel).

Pontes de tiempo
Los dias volan sobre pontes
llevados por el aire.
El camino se alonja hasta el lugar
onde los sinios hacen sinios.
Un momento se va
el otro se entrega...
La rutina fragua muros
atados a cuedras con eudos blandos...
Se van desatando en el tiempo
que nace preguntando...
Un momento se va
el otro ya entregado...

El dia nace de la tiniebla


El dia nace de la tiniebla,
espunta dientro un selencio ilusionado,
en los muvimientos de una visin coriendo
un spectcolo sin sinificacion va cayendo
entre las flamas de la luz,
quemndose,
como una noche vasa,
como un esfueo piedrido,
como una pasin ferida.

Saber caminar
Hay de saber caminar,
manobrar entre los mobles
de la camareta...
No destobrar la endependencia de los objectos,
dar pasos siguros,
no romper...
Verso la tadre,
saber estar a tu lado
en la estrechura de la nochada
entre las solombras...

Rosaly
Oh, Rosaly,
la mujer
con la cara que transpara
el frescor de la maana
y la tristeza de la noche.
Oh, Rosaly,
con el corte de su pelo,
con sus vestidos largos,
onde se penetra la soledad de su querpo.
Oh, Rosaly,
la mujer
que crece de sus palabras
al espuntar el da
y la arevatan al escurecer.
Estonses devienen sus cejas
dos cuchillos en combate.
Oh, Rosaly,
la mujer
que planta la luna en el aroma de los campos
onde busca un amor piedrido.
Oh, Rosaly,
la mujer
que es un rbole,
y sus races de poesa
hundidos en la locura,
en el selencio de sus ramos.

DESPEDIDA
Noche de agosto en Cartagena. El ordenador encendido mientras
suenan los grandes clsicos de El coloquio. Fumados, fumando, escribimos este
tardo nmero seis y grabamos canciones para nuestras musas, que, sin querer,
esta noche tambin han venido a visitarnos. Brindamos con cerveza y whisky.

A nuestra manera somos felices y estamos orgullosos de este nmero,


que ahora t, lector inolvidable, estimado y amigo, tienes ante tus narices. El
verano se va apagando. Eso es bueno, nos decimos. Hemos llegado tarde,
como suele venir siendo la norma, pero no nos importa. Los perros nunca,
que se sepa, han tenido prisa por llegar a ninguna parte. Suenan los Rolling
Stones, los tahres del rock, quiz el mejor invento del siglo pasado. Nadie
nos convencer de lo contrario, aunque Bill Gates, ese capullo, nos muestre
estadsticas. Esta noche brindaremos por nuestras musas, que lo estn
pasando mal ltimamente. A veces a ellas tampoco les sonre la suerte. A ellas
dedicamos este nmero y con una gran sonrisa les decimos: Seguid adelante!
Sin vosotras no somos nadie. La literatura, por lo tanto, se acaba.
NGEL MANUEL GMEZ ESPADA

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