Regimenes Autoritarios PDF
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Manuel Lo.[(
AYER :n*2000
126 Manuel LrdT
por las grandes potencias liberales, cada uno de ellos con su propia
«formalización y expresión nacional» como, además, competiría a quie-
nes se reivindicaban de las formas más exacerbadas de nacionalismo
entre todas las que en la era contemporánea se configuraron.
Resulta fácil deducir que la generalidad de los estudiosos de la
naturaleza de los regímenes que aplican al análisis del salazarismo
y del franquismo criterios taxonomistas, evaluando sus posibilidades
de adecuación a modelos ideales, y por lo tanto sujetándolos a ope-
raciones comparativas con los regímenes mussoliniano e hitleriano, les
atribuyen características autoritarias y no fascistas. Por ejemplo, la sis-
tematización comparativa entre casos marginales como el portugués y
el español, tan obvia, a mi juicio, no ha sido tan frecuentemente intentada
cuanto induce la cercanía geográfica, ideológica, social o de modelo
en general -y ésa es, una vez más, consecuencia de una sobrevaloración
de los modelos alemán e italiano con consecuencias bastante eviden-
tes-o Por el contrario, los que perciben un proceso de fascistización
de las dos dictaduras en esa fase muy específica que se extiende del
inicio de la guerra de España (19:36) hasta la degradación definitiva
de la capacidad internacional del Eje (194:3) -entre los que me encuen-
tro 1 _ , podrían ser considerados «historicistas», y, sin duda alguna,
rechazan las fórmulas que, subsumiendo al fascismo en el concepto
del totalitarismo, excluyen de toda esta familia política a los dos regí-
menes ibéricos.
En muchos casos, independientemente del autor y de la interpre-
tación propuesta, es posible percibir que se está hablando de realidades
muy distintas. Me gustaría aquí plantear muy brevemente dos problemas:
el primero, el de la definición conceptual de lo que es un régimen
político. Una visión que restringe el concepto a lo que con bastante
seguridad se pueden considerar sus intenciones, sus objetivos, en defi-
nitiva su proyecto político y sus consecuencias, permite percibir, por
ejemplo, en los dos regímenes ibéricos intenciones y prácticas fascistas
en distintos momentos de su trayectoria -la movilización, represión
y expectativas ante la evolución política europea durante las guerras
civil y mundial, las «refascistizaciones» del salazarismo que sostiene
la guerra colonial en los años sesenta y del franquismo que reacciona
«hay que llegar a comprender toda la complejidad de una trama política que
ha visto fenecer a su lado los experimentos de Hitler, Mussolini, Pétain, Trujillo,
Perón, Salazar o Selassie; que ha coexistido con las democracias capitalistas
avanzadas y con los países del tercer mundo, con Castro y con Mao, con
el Eje y con la OCDE».
reglas del juego internacional. Sabernos bien cómo esta estrategia tuvo
efecto en la removilización de sus soportes sociales y en el remozamiento
de sus élites, mientras desmovilizaba y dividía muy seriamente, por
lo menos por una década, a las fuerzas oposicionistas. Pero, por detrás
del triunfalismo con el que salían pintados los éxitos diplomáticos,
resultaba muy evidente la contradicción fundamental entre la ret6rica
hipernacionalista de los regímenes y el marco de negociaci6n inter-
nacional hacia el que se veían empujados sus gobiernos.
En un contexto semejante, y en el proceso de ingreso en la OTAN
(I948-1949), el gobierno portugués, por ejemplo, «pode escolher a cor
que quiser, desde que escolha preto porque nao há outra» (Ant6nio
Telo), metáfora que sintetiza hasta qué punto resultaba irrecusable la
propuesta angloamericana de incluir a Portugal en el sistema de defensa
occidental, después de la previa cesi6n de bases a británicos y a nor-
teamericanos (desde 1943-] 944), pero sobre todo de falta de autonomía
y de cumplimiento de la opciones fundamentales de defensa formuladas
por el salazarismo (las colonias antes que Europa Occidental; defensa
articulada con España). Por el contrario, la opción de resistencia a
ultranza a cualquier forma de descolonizaci6n, que tuvo como con-
secuencia los trece años de una guerra colonial (1961-1974) combatida
en tres largos frentes africanos, movilizando a uno de los ejércitos euro-
peos más numerosos del tiempo y a una proporci6n desmedida de los
recursos de una de las economías más pobres de Europa, demuestran
hasta qué punto un gobierno periférico corno el portugués podía, bajo
el empecinamiento de Salazar y de la élite dominante portuguesa, arro-
pados por la estructura autoritaria del régimen, imponer durante un
largo período una concepción aut6noma, aunque trágica para tantos,
de su política exterior.
Siendo cierto que la paciente lucha por la recuperaci6n (en 1951)
de la dignidad internacional del régimen de Franco, de las manos de
las grandes potencias occidentales, ha sido todo un éxito político para
un régimen que hacía pocos mios había asumido públicamente las más
alucinantes visiones de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, la firma
de los pactos hispanoamericanos de 1953 revelaba un Estado dipuesto
a «aceptar numerosos desequilibrios, faltas de correspondencia y limi-
taciones a la libertad de acci6n exterior» (Ángel Viñas). Más allá del
pragmatismo, el régimen franquista fij6 muy claramente los límites que
merecía la pena extravasar en aras a la conservaci6n de su estabilidad
en el poder. Eso explicará, al final, que el «Centinela de Occidente»
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Obras referenciadas