His Light in The Dark PDF
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His Light in The Dark PDF
Clau Caronin84
Desiree Nanis
Srta. Ocst
Nanis
Kyda
Mi primer recuerdo es de una bofetada fuerte en el rostro: el escozor en mi
mejilla y la sacudida en mis huesos cuando reboté en mi cama. Fue mi padre quien
me golpeó.
Había tenido cuatro.
La mayoría de mis recuerdos eran más de lo mismo y nadie nunca vio, nunca
nadie luchó para ayudarme, nunca le importó a nadie.
Luego nos mudamos.
A mi nuevo vecino le importó, rescató al niño de doce años que había sido de
una golpiza. Siempre creí que sufriría la pesadilla sola, estaba mal.
Maze Donati me salvó ese día de todas las formas que una persona podía ser
salvada.
Y su hija, Mia, se convirtió en la amiga que siempre había querido, mi
conciencia cuando la mía vacilaba, la luz que me guiaba a casa cuando había perdido
mi camino.
Pero cuando te das cuenta que eres más parecido a tu padre que a las buenas
personas quienes te acogieron y te dieron un hogar, el único modo de devolver su
generosidad es dejarlos ir.
Los dejé ir, tan perdido en las sombras que ya ni siquiera podía recordar quién
era. Mia nunca se dio por vencida conmigo. Luchó por mí, mantuvo la luz encendida
para que encontrara mi camino de regreso.
Y cuando lo hice, la vida nos lanzó una bola curva. Tuve que lastimar a Mia
para salvarla.
Pero cuando mi pasado regresa para atormentarme y casi la pierdo, estoy listo
para luchar por ella… para encontrar el camino de regreso a su corazón mientras
evito que los demonios de mi pasado terminen lo que empezaron.
Cole Campbell.
Estaba hambriento. Mi estómago duele. Me senté en el escalón más alto
sosteniendo mi vientre, ya que temía ir abajo porque papá se enojaba si iba abajo
cuando él tenía un amigo. Intente realmente tanto no pensar en el dolor en mi
vientre, pero comí cuando me levanté y ahora era casi la hora de acostarse. Tal vez
no me iba a ver si estaba muy silencioso y entraba de puntillas.
En la parte inferior de la escalera, oí un ruido raro y cuando me asomé a la sala
de estar, no vi a papá, pero había una señora y no tenía nada de ropa. Ella era la que
estaba realizando el gracioso sonido. Me asusté, ¿estaba enferma? Y entonces abrió
los ojos y miró directamente a los míos. Se llevó las manos hacia arriba y me dio la
espalda.
―Carl, ¿Tienes un hijo?
La cabeza de papá apareció. Estaba enojado, tan enojado que no era agradable,
se movió tan rápido que la señora casi se cayó del sofá. Él no tenía nada encima, al
igual que como me veía cuando me metía en la bañera. Cuando se dirigía a mí, mi
cuerpo no podía dejar de temblar porque se veía muy, muy enojado.
Tiró de mi brazo con tanta fuerza que dolía más que mi estómago.
―¿Qué estás haciendo abajo?
―Mi estómago duele. Tengo hambre.
―¿Hambre?
Me arrastró a la cocina, pero no vi lo que agarró antes de que me tirara por las
escaleras. Me empujó en mi habitación, pero yo sabía que no iba a dormir si no
llenaba mi vientre.
―Pero papá, tengo hambre.
Arrojó algo en mi cama. Eran galletas. Me encantaban las galletas. Antes de
que pudiera decir gracias, papá se acercó y me golpeó, su gran mano contra mi
mejilla dolió tanto que grité mientras volaba hacia atrás en mi cama.
―Jodidamente no vuelvas a bajar de nuevo cuando estoy con alguien más.
La puerta se cerró de golpe. Pis mojo la parte delantera de mi pijama y goteó
por mi pierna, pero tenía miedo de hacer un sonido y traer a mi padre al piso de
arriba, así que me acurruqué en una bola ―mi cara lastimada tan fuerte― y lloré
durante tanto tiempo que me quedé dormido y sin llenar nunca mi barriga.
Aprendí mucho después de esa noche. Aprendí a ser invisible, incluso en una
multitud de personas, podría pasar totalmente desapercibido; aprendí que la
manera de manejar los conflictos en la escuela era con mis puños; Descubrí que no
era tan diferente de mi padre, porque cada vez que me golpeó, avivó la llama en mi
interior que había comenzado aquella noche, la necesidad de golpearle de vuelta.
Pero sobre todo aprendí que a nadie le importaba una mierda; no a mis maestros o
a los padres de los niños en la escuela, al empleado de la tienda o incluso a los
médicos y enfermeras que habían atendido más de un hueso roto de los míos. En
este gran mundo, no había una sola persona a la que le importase una mierda si vivía
o moría.
Cole
Tuvimos que mudarnos. El viejo hizo todo un escándalo cuando el propietario
le entregó la orden de desalojo. Incluso a los doce, sabía que tienes que pagar la renta
o eres echado. Aparentemente mi padre no creyó que las reglas aplicaran para él.
Vinimos desde Camden, y terminamos en el sur de Filadelfia ―en un viejo
vecindario en Packer Park― así que no fuimos muy lejos. No estoy seguro de cómo
el hombre hizo esto, el lugar era dulce; incluso aunque estábamos pegados a los
vecinos, las casas eran de buen espacio, los escalones a las puertas principales les
añadían privacidad y de hecho teníamos pasto de verdad y un par de árboles. No
muy lejos de nosotros había un parque comunitario y el complejo de deportes. Tan
bueno como era, nuestra casa no se quedaría de esa forma por mucho tiempo porque
mi padre no conocía el significado de la palabra limpiar.
No estaba seguro de cómo pagó la mudanza ya que el hombre no tenía trabajo,
estaba retirado por discapacidad y constantemente se quejaba por no tener dinero.
Por supuesto, había dinero para cerveza y whisky. Él estaba adentro hablando con
alguna mujer, probablemente la propietaria. Me ordenó quedarme afuera y mientras
estaba sentado en las escalones de la casa, observé el vecindario. Jardines,
brillantemente coloreados, acomodados en pequeñas parcelas de pasto que
adornaban el frente de la mayoría de las casas. Las escaleras de entrada estaban
decoradas con macetas y sillas, la gente saludaba con la mano a sus vecinos. No
pasaría mucho tiempo antes de que comenzaran los susurros sobre el ruido viniendo
de este lugar, los vecinos se cuidarían de hacer contacto visual o las miradas de
lástima en mi dirección. Supongo que más o menos entendía por qué la gente no
quería involucrarse, a riesgo de tener la ira de mi padre apuntada hacia ellos, y aun
así me enfurecía cada vez que un vecino apartaba la mirada.
El sonido de la risa de una niña llamó mi atención a los vecinos de la casa de al
lado justo cuando una pequeña niña, vestida como princesa con corona y todo, bajó
corriendo la escalera principal. Justo detrás de ella, estaba su padre; el hombre era
enorme con tatuajes en sus brazos, pero era la expresión en su cara la que me causó
una punzada de envidia. Estaba sonriendo mientras perseguía a su hija; un hombre
a quien de verdad le gustaba ser un padre y aún más, no tenía problema en
demostrarlo. Sólo con mirarlos, no pude contener mi propia sonrisa porque era tan
natural el afecto entre ellos. Él la agarró y la arrojó sobre sus hombros como un saco
de harina; su chillido de risa se escuchó por toda la calle. Me golpeó como un tren
de carga, casi llenando de lágrimas mis ojos.
Con anhelo.
No había punto en torturarme viendo algo que jamás tendría, así que me paré
y miré hacia la calle, pero la visión del tipo y su hija me atormentaban de todos
modos.
Tan pronto como llegué a casa después de la escuela, quise seguir de largo.
Papá estaba de pie afuera esperándome. No sabía que había hecho, parecía que se
enloquecía sin ninguna razón últimamente.
―¿Crees que estamos hechos de dinero?
No podía responder porque no sabía de qué estaba hablando.
―No es suficiente con que no hagas nada por aquí sino que ahora estás
rompiendo las cosas. Como si estuviera hecho de maldito dinero. ―El vaso. Debió
haberlo visto en la basura. Debí haber sacado la bolsa al contenedor de afuera. Era
un vaso, difícilmente valía la pena pegarme por eso, pero para Carl Campbell era la
única excusa necesaria. Normalmente no me tocaba hasta que estábamos dentro de
la casa, pero hoy no. Algo debió haberle sucedido que no le gustó y naturalmente,
como era su forma de ser, me culpó a mí. Tirándome del cabello, grité, justo antes
de que me lanzara a los escalones, mi grito se interrumpió en seco cuando el aire fue
sacado de mis pulmones. Tratando para recuperar el aire, no me cubrí el rostro
contra el golpe de nudillos con el dorso de la mano que aterrizó bajo mi ojo o el duro
golpe a lo largo de mi cara.
Escurriéndome hacia atrás por los escalones de la puerta, capté un movimiento
justo detrás de mi padre. Al siguiente minuto, el hombre de la casa de al lado
apareció con una rabia imponente. Levantó a mi papá del pavimento y lo lanzó hacia
las escaleras.
―¿Cómo se siente? ―espetó el vecino.
―Salga de mi propiedad.
―Golpeó a su hijo, yo lo golpearé a usted.
Mi mandíbula cayó abierta, también la de mi papá.
―Llamaré a la policía. ―Mi papá estaba asustado, su voz se rompió, pero
mirando a mi salvador, yo también lo estaría.
―Llámelos. Me gustaría que vieran cómo trata a su hijo.
―¿Por qué demonios se mete?
―Veo a un viejo idiota dándole una paliza a su niño, es malditamente seguro
que me voy a meter.
―Debería meterse en sus propios malditos asuntos.
El vecino se movió justo enfrente de la cara de mi padre, con la furia marcando
sus palabras.
―Sus asuntos acaban de convertirse en los míos. ―El hombre sacó su teléfono
y llamó al 911. Mi papá se puso mortalmente pálido.
Mientras esperábamos por los policías, el hombre jamás se apartó de mi lado.
Los moretones habían comenzado a aparecer. Sólo había un corte bajo mi ojo, pero
papá inventaría una excusa para eso convirtiéndolo en su palabra contra la del
vecino. Había poco que los policías pudieran hacer y si papá se la jugaba bien, estaría
de regreso en la casa donde podría hacer lo que quisiera. Pero estaba borracho, de
mal humor, y por ese momento su odio se movió de mí al vecino. Tanto así que atacó
al hombre, incluso con la apariencia más fina de Filadelfia. Los policías olieron el
alcohol en su aliento y claramente estando ebrio, lo detuvieron; una noche en la
cárcel para que se calmara. Con papá lejos, llamaron a los servicios sociales.
―¿Vendrías conmigo? Podemos limpiar tu corte.
No respondí, así que el vecino tomó eso como un sí; su mano sobre mi hombro
era amable y aunque estaría en un infierno después, esa noche se sintió como la más
segura de mi vida.
Mia
Mi primer recuerdo era de él. Estaba viendo Cenicienta; amaba las princesas.
Papá había estado mirándola, pero el vecino estaba haciendo escándalo de nuevo.
Acaba de mudarse, pero papá no me dejaba acercarme a su casa porque dijo que el
hombre no era una persona agradable. Con la cantidad de gritos que salían de su
casa, no sonaba en absoluto agradable. Papi se había perdido toda la escena del baile,
así que cuando escuché pasos en el pasillo, lo llamé.
―Corre, papi. Vas a perderte el carruaje convirtiéndose en calabaza.
Girándome desde mi lugar en el sofá, mis siguientes palabras se me olvidaron
porque papi no estaba solo. Un chico estaba con él y tenía un corte debajo de su ojo
que estaba sangrando. Lucía casi como se veía Cenicienta cuando sus hermanastras
malas rompieron su vestido, derrotado. Era nuestro vecino, lo había visto frente a
mi ventana un par de veces. Siempre estaba saliendo de casa, nunca parecía
quedarse mucho tiempo y con todo el griterío, no lo culpaba. ¿Su papá le había hecho
el corte? El latido de mi corazón se aceleró con miedo porque, ¿cómo un papá haría
eso?
Mi papi llevó al chico al sofá y lo obligó a sentarse, podía decirlo porque el
chico no quería sentarse. Parecía como si quisiera salir corriendo, lejos y rápido. Papi
desapareció por un minuto, regresando con un botiquín de primeros auxilios, el
mismo que le había ayudado a llenar con curitas de princesas. Quería preguntar qué
pasaba, pero el chico no parecía como si estuviera ahí aunque estuviera sentado a
mi lado. Y papi, estaba enojado, en verdad enojado. Nunca lo había visto tan
enojado, pero sus manos estaban temblando por eso.
El timbre sonó y papi miró hacia mí.
―Mia, él es Cole. Necesito atender la puerta. ¿Puedes vendar este corte como
te enseñé?
Un trabajo, me encantaba cuando papá me daba uno.
―Síp, incluso compartiré mis banditas con Cole.
Papá sonrió, lo que era gracioso porque todavía estaba muy enojado.
―Estoy seguro de que a Cole le encantará. Cole. ―Los ojos del chico fueron de
la pared a la cara de papá―. Te quedarás esta noche aquí. Yo me encargaré.
El chico asintió antes de que papá dejara la habitación. Me acerqué más y añadí
el líquido de la botella café en la bola de algodón justo como papá me enseñó. Los
ojos del chico se movieron hacia mí; eran tan claros y azules, pero se veían con más
edad que él de alguna forma.
―Mi nombre es Mia.
Sus ojos jamás dejaron lo míos cuando limpié el corte bajo su ojo.
―¿Qué te pasó?
―Mi papá.
Mi mano se estremeció cuando el miedo hizo que mi cabeza cosquilleara.
―¿Por qué?
―Un vaso roto.
―¿Un vaso de agua?
―Sí.
No entendí por qué alguien golpearía por un vaso, pero me quedé en silencio.
Terminé con el corte, pero no sabía qué hacer con las marcas negras y azules
que estaban comenzando a aparecer en su rostro.
―Lamento que tu papá te haya golpeado.
―Estoy acostumbrado.
Mi corazón se apretó porque estaba acostumbrado a eso. Eso no parecía
correcto, ¿pero era normal? ¿Mi papi me golpearía también? Él sabía lo que estaba
pensando cuando dijo:
―Tu papá va intentar detenerlo.
Sonreí ampliamente porque cuando papi intentaba algo lo conseguía. Siempre
decía: No hay que intentar, lo haces o no.
―Él hará que pare.
―Eso espero.
Nos sentamos por un rato como si estuviéramos en la iglesia, en silencio. Mi
corazón se sentía extraño, como si estuviera muy pesado, porque, ¿cómo podía un
padre lastimar a su hijo? Sabía que lo monstruos existían, mi papá me lo dijo, es sólo
que jamás pensé que un papá podría ser un monstruo. Deseé que hubiera algo que
pudiera hacer por Cole, algo que quitara esa mirada perdida de sus bonitos ojos.
Mi collar. Pasando las manos detrás de mi cuello, lo desenganché.
―Papi me dio esto porque me da miedo la oscuridad y no por los monstruos
bajo mi cama, sino por perderme en la oscuridad. Él dijo que San Antonio era una
luz en esa oscuridad, que jamás dejaría que me perdiera. Hay monstruos en tu
oscuridad, tal vez esto mantendrá a los monstruos alejados.
Sus manos estaban sobre su regazo, pero estaban apretadas en puños con
fuerza. Esperé a que las abriera y cuando no lo hizo, pensé que no quería el collar. Y
entonces su mano se abrió.
No respondió, pero sí noté que su mano se cerró alrededor de mi collar como
si de verdad quisiera aferrarse a lo que estaba allí.
Cole salía con papi cada vez que estaba afuera y papi estaba afuera mucho más
de lo normal en la semana que siguió a esa noche. Se sentaban en la mesa de la parte
de atrás hablando, Cole incluso ayudó a papi con el patio. No vi al papi de Cole,
estaba feliz por eso ya que pensaba que podría caminar hasta él y patearlo en las
espinillas con mis bonitos zapatos rosas.
Quería estar con ellos, quería sentarme al lado de Cole, tal vez tomar su manos,
porque se veía muy triste. Su rostro todavía tenía puntos morados y amarillos, el
corte debajo de su ojo todavía estaba sanando, pero sus bonitos ojos azules lucían
peor. No había luz en ellos. Ojos así de bonitos deberían brillar, como mis zapatos,
pero estaban oscuros, como si estuviera perdido y no pudiera encontrar su camino.
Eso hacía que mi corazón doliera, estar perdida en la oscuridad era mi mayor miedo
y Cole parecía estar viviendo esa pesadilla. No veía mi collar, pero esperaba que lo
tuviera.
No había almorzado, así que salté de mi lugar en la terraza y corrí a la cocina.
Hice un desastre preparando los sándwiches, pero se veían bien, el malvavisco y la
mantequilla de maní se derramaban por los costados. Agarrando dos botellas de
jugo, puse todo en una bandeja y con cuidado fui afuera. Papi me vio primero y
sonrió.
―Mia.
―Les hice el almuerzo.
Papi me recibió la bandeja, sus ojos se abrieron ante la visión de los
sándwiches. Sonaba emocionado, cuando dijo:
―Estos lucen bastante… bien.
―Los hice extra especiales. ―Miré hacia Cole, quien estaba mirándome, pero
no había expresión en su cara―. Hola, Cole.
―Mía.
―Te hice el almuerzo. Es mi sándwich favorito.
Papi puso el plato de Cole enfrente de él y sus ojos se abrieron también. Lo hice
muy bien.
― ¿Eso es malvavisco?
―Sí, y mantequilla de maní y bananas. ―Me incliné más cerca a él y añadí―:
También puse salsa de chocolate en el tuyo.
Sus ojos se giraron hacia mí y por un segundo vi una luz en ellos mientras sus
labios se curvaban desde un costado.
―Gracias, Mia.
―Síp.
Me senté al lado de Cole, al otro lado de papi, y los observé mientras comían
sus sándwiches. Lo hicieron lentamente, como si estuvieran saboreándolos. Mi
corazón se sintió grandísimo, de verdad los hice muy bien porque por un segundo,
Cole no parecía perdido.
Mia
Sentada en la parte trasera, miraba como Cole ayudaba a papi a guardar las
herramientas. Él había estado ayudando a papi a arreglar el porche. Papi
desapareció adentro, pero Cole se quedó parado un rato más mirando el trabajo que
habían hecho. Aunque me pregunté si no estaría asustado de volver a su casa; si yo
viviera con su papi, tampoco querría volver a casa.
Poniéndome a su lado, puse mis manos en mis caderas como lo estaba
haciendo él.
―Se ve bonito.
Él se giró con el sonido de mi voz, luciendo como yo me sentía cuando tenía
que hablar delante de mi clase, nerviosa. Su respuesta fue tan suave que casi no lo
oí.
―Así es.
―Debes de estar hambriento. Sé que cuando papi trabaja tan duro, siempre
esta hambriento.
Una pequeña sonrisa apareció en sus labios y pareció que sus nervios se
aflojaban un poco.
―Sí, debería irme a casa.
―Quédate a cenar aquí.
―No podré.
―¡Papi!
Él apareció en la puerta trasera, viéndose como si acabara de correr desde
dondequiera que estuviese. Ooops. Cuando se dio cuenta que no estaba en peligro,
sus ojos se entrecerraron.
―Mia, ya sabes cómo me hace sentir cuando gritas así.
―Lo siento. ¿Puede Cole quedarse a cenar?
Papi cambió su atención hacia Cole.
―Por supuesto.
―No podré.
―Con tu ayuda, eso tomó la mitad de tiempo. Lo mínimo que puedo hacer
es darte de cenar.
―Solo di que sí. ―Cogí la mano de Cole y lo arrastré hacia la puerta―. Tengo
que poner la mesa.
Cuando llegamos a la cocina, papi estaba sacando el sartén del armario.
―Lávate, Cole. Mia, trae el tomate picado. Cole, los ajos y la carne de la
nevera.
―Papi está haciendo salsa ―le dije a Cole.
―¿Haz hecho salsa alguna vez, Cole? ―preguntó papi.
―No.
―¿Quieres aprender?
―Sí.
―Esta es una salsa rápida, normalmente se tiene que hervir a fuego lento todo
el día.
Me senté en el mostrador mientras papi enseñaba a Cole cómo cocinar la
carne, dorar el ajo, añadir el vino y los tomates triturados, el pimentón y la sal, y un
toque de azúcar. Yo sabía cómo hacerla, papi ya me había enseñado, así que mi
atención estaba centrada en la expresión de Cole porque parecía como si papi le
acabara de dar el secreto de cómo encontrar el final del arcoíris. Papi hacía este tipo
de cosas conmigo todo el tiempo, incluso cuando arreglaba algo en el coche, me
enseñaba mientras lo hacía. ¿El papi de Cole no hacía eso? Papi nos dio a cada uno
una cucharada llena de salsa para probarla y los ojos de Cole se abrieron
ampliamente.
―Eso está delicioso.
―Ahora ya sabes cómo hacerla.
―Gracias señor Donati.
―Llámame Mace.
No sé lo que estaba pensando Cole, pero la expresión de su cara puso una
sonrisa en la mía. Papi hirvió los macarrones y entre él y Cole, se comieron todo el
paquete menos una pequeña porción que comí yo. Después de cenar, Cole nos
ayudó a limpiar la cocina antes de acomodarnos en el salón.
―Yo elijo película ―grité y corrí hacia el televisor y mi colección de películas
de vídeo y DVDs―. Creo que Blanca nieves.
―¿Princesas otra vez?
―Síp.
Papá gimió, pero era mi turno para elegir así que él tenía que verla. Yo veía
sus películas cuando era su turno de elección.
―Cuando es el turno de Mia, siempre tocan princesas. La próxima vez le
tocará escoger a Cole, para descansar un poco de princesas.
―De acuerdo, pero creo que a Cole le van a gustar mis princesas.
―Lo dudo ―dijo Cole, pero estaba sonriendo.
Miré toda la película; papi y Cole se durmieron a la mitad. Ellos se lo
perdieron.
Esa noche más tarde quise un vaso de agua así que fui de puntillas al salón,
pero en realidad quería ver a Cole durmiendo. Lo había hecho unas cuantas veces,
colarme cuando estaba durmiendo, porque se le veía feliz cuando dormía. Me paré
justo detrás del sofá y miré sobre él para descubrir que estaba despierto, con sus ojos
fijos en mí. Yo salté hacia atrás, tropecé y caí de culo. Él saltó del sofá y se arrodilló
junto a mí en un suspiro.
―¿Estás bien?
―Sí.
―¿Qué haces aquí afuera?
―Cogiendo un vaso de agua.
Él sonrió. Me gustaba cuando sonreía.
―No hay agua en el sofá.
―Está bien, me atrapaste. Me gusta mirarte cuando duermes.
Su cara se puso rara, como si estuviera confuso o algo.
―¿Por qué?
―Te ves feliz.
Me estudió por un minuto y su voz sonó rara cuando dijo:
―Soy feliz.
―¿Cuántos años tienes?
―Doce.
―Vaya, eres realmente viejo. ―Acercándome, mire fijamente a su cara.
―¿Qué estás haciendo?
―Buscando arrugas. Con doce ya tendrías que tener un montón.
―Tengo doce, no cuarenta. Tu padre tiene veinticuatro y tampoco tiene
arrugas.
―Lo sé. Él dice que es magia.
Cole se rió.
―¿Quieres que te traiga un vaso de agua?
―Realmente no quiero agua.
―Ya lo pensaba. ¿Estás lista para volver a la cama?
―No. ¿Quieres ver una película?
―¿De princesas? ―preguntó.
Yo quería mirar una de princesas, pero sabía que a Cole no le gustaban.
―Podemos ver algo más.
Se sentó sobre sus talones y me miró por un minuto.
―¿Qué te parece la segunda parte de La Sirenita?
Sabía que mi cara se había iluminado, podía sentirla.
―¿De verdad, mi DVD nuevo?
―Síp.
Me tiré a sus brazos porque realmente quería ver una película de princesas.
Su cuerpo se paralizó, sentí que se tensaba, y luego sus brazos se movieron a mi
alrededor y me abrazó, como si esta fuera la primera vez que alguien lo había
abrazado.
―Estoy feliz de que estés aquí, Cole.
Su voz sonó rara de nuevo cuando susurró:
―Yo también.
Cole
Si me quedaba realmente callado, él olvidaría que estaba aquí. Todavía no
había empezado con el whisky, solo cerveza, lo que significaba que tenía a alguna
mujer viniendo a casa. Eso era siempre bueno porque nunca me molestaba cuando
había una mujer. Era solo después de que ella se fuera, especialmente si la noche no
le iba bien, que la tomaría conmigo. Una vez le pregunté por qué no me abandonaba
ya que claramente me odiaba. Su respuesta me dio escalofríos, honestamente
todavía me los daba. Me dijo que yo había arruinado su vida así que pretendía
arruinar la mía. No estaba seguro de qué es lo que había hecho, así que simplemente
asumí que se la arruiné solo por haber nacido.
Durante casi un año, la vida se sentía casi idílica porque había pasado la
mayoría del rato con los Donati. Ese día, hacía casi un año, papá la había cagado…
pegándome mientras todavía estábamos afuera. Nunca había visto nada así; este
tipo musculoso y lleno de tatuajes salió de la nada y cargó contra mi padre como si
fuera un toro en estampida. Había visto rabia, pero normalmente iba dirigida a mí.
Ver lo mismo en mi defensa, nunca olvidaré el miedo en los ojos de mi padre.
Alguien que era más grande y más fuerte que él lleno de furia, doblándolo como el
demonio enseñándole la lección que él tanto amaba enseñarme, y por un hombre
que ni siquiera me conocía. Hasta ese punto en mi vida, a nadie le había preocupado
lo que me pasaba y pensaba que a nadie nunca le importaría.
Estaba equivocado.
Mace se convirtió en un dios para mí en ese momento; vendería mi alma al
diablo si él me lo pidiera. Y después conocí a Mia, nunca pensé que una familia
pudiera ser así. Aunque solo eran Mace y Mia, había amor allí. Solo éramos mi padre
y yo, mi madre se había ido como la madre de Mia, pero a diferencia de mí, Mia
tenía un padre genial. A veces deseaba que él también fuera mi padre.
Acción de Gracias sería en unos cuantos días; nunca había tenido un auténtico
día de Acción de Gracias. Los Donati me habían invitado a unirme a ellos; tía Dee y
Dylan también estarían allí, una familia real para Acción de Gracias. Quería ir,
quería eso más de lo que nunca había querido nada, así que tenía que mantenerme
fuera de la vista y tan silencioso como fuera posible para no llamar la atención.
Especialmente porque mi padre odiaba a los Donati después de que Mace lo
denunciara. El hecho de que él todavía no se hubiese quejado de que pasara tiempo
con ellos, aun sabiendo que normalmente él estaba tan borracho que no lo notaría o
como para importarle, me afectaba porque era solo cuestión de tiempo antes de que
se convirtiera en un problema.
Mia me había prometido enseñarme a decorar el perfecto hombre de pan de
jengibre; el suyo sin duda estaría cubierto de rosa y cosas brillantes. Para una chica
con un padre como Mace, ella realmente era muy aniñada. Y a pesar de su extraño
amor a las princesas y a todo lo que tuviera diamantina, yo buscaba su compañía;
hasta me había sentado innumerables veces a ver sus películas de princesas, porque
su inocencia brillaba con luz propia. Como en sus películas, Mace y Mia eran mis
ángeles guardianes, mi luz en la oscuridad. El collar de ella, el que me dio la primera
noche en que nos conocimos, iba siempre enganchado a la parte interior de mi
camiseta. Si lo hubiera colgado alrededor de mi cuello, habría sido solo una excusa
más para que mi padre me dañara, pero nunca iba sin él. Aunque todo estuviera en
mi cabeza, se había convertido en mi talismán, me hacía sentir fuerte aunque en la
realidad era todo lo contrario.
Con el sonido del timbre, mis hombros se relajaron porque la cita de papá
estaba aquí. Una noche menos y solo tres más para que llegara el día.
En ese año que continuó, llegué a saber lo que era ser querido y amado. No
viví con temor hacia mi padre, temiendo si se emborracharía lo suficiente o si se
enojaría lo suficiente para no prestar atención al aviso de Mace. Nunca fui a la cama
con hambre y después de un tiempo incluso comprendí qué se siente al oír a alguien
decirte que te quiere. Mace, aunque tenía casi catorce, me arreglaba las mantas por
la noche, besaba mi cabeza y me decía que me quería. Nunca en mi vida había tenido
a nadie que dijera que me quería. Haría cualquier cosa por Mace y Mia, sacrificaría
todo por ellos y tristemente, un año más tarde, terminé haciendo eso justamente.
Mia
Al encontrar el papel que papá había dejado arriba de la mesa, noté la imagen
del barrio, el Melrose Diner, allí hacían batidos geniales. Un tipo, Carter Stein, un
local tratando de hacerse un nombre para sí mismo. Ese era un beneficio de nuestra
comunidad, todo el mundo estaba para todos, y los logros de una persona eran los
logros de la vecindad.
Otra cosa buena de nuestra comunidad, todos nos manteníamos juntos. La
forma en que se manifestaron con respecto a Cole había sido impresionante. La gente
se había dado cuenta de lo que sucedía con Cole, y cuando papá dio un paso adelante
para detenerlo, la gente se alineó detrás de él. Al parecer, la unidad del vecindario
contra él, no era algo con lo que Carl Campbell quería tratar, por lo que Cole había
vivido felizmente con nosotros durante dos años. Papá todavía se preocupaba, ya
que Carl podría empujarlo y probablemente ganaría, pero hasta el momento
permanecía en silencio. ¿Cómo un padre podría tratar a un hijo de la manera en que
lo hicieron con Cole?, ―abusando de él y luego descartándolo― no lo entendía, pero
me alegraba que no estuviera haciendo un problema con los nuevos arreglos en la
vida de Cole, porque Cole era feliz. Sus ojos, que habían lucido tan atormentados
cuando nos encontramos por primera vez, ahora estaban relucientes todo el tiempo.
Se suponía que debería estar trabajando en mi tarea, pero estaba enojada.
Bueno, y alterada también. Acababa de comenzar quinto grado y por mucho que me
gustaba la escuela, algunos niños habían comenzado a burlarse de mí porque era un
poco torpe. Tenía diez años, pero mi cuerpo estaba creciendo mal, mis brazos y
piernas eran demasiado largos y era flaca y ni hablemos de mi cabello que parecía
como si hubiera puesto los dedos en un enchufe. Como que me veía como una
piruleta, uno de los muchos apodos que los niños habían empezado a llamarme. No
quería decirle nada a papá porque se volvería loco y decirle a la tía de Dee y Dylan
y no a papá no parecía lo correcto. Un ruido me sobresaltó, justo cuando apareció
Cole, viniendo de la casa. Había estado cortando el césped.
―Hola, Cole.
―Mia. ―Se instaló junto a mí, su mirada escrutadora―. ¿Estás bien?
En los tres años desde que habíamos sido amigos, había crecido mucho. Era
casi tan alto como papá y su rostro era diferente, más maduro decía papá. Yo no fui
la única en notarlo; las chicas habían empezado a estar alrededor. No entendía cuál
era la gran cosa. Y qué si era más alto o su voz más profunda. Sin embargo a Cole le
importaba, porque había oído por encima un par de conversaciones entre papá y
Cole hablando sobre sexo seguro. Asqueroso.
―¿Por qué tengo un aspecto tan torpe?
Sus dedos se quedaron en el periódico, levantando su mirada hacia la mía.
―¿Torpe?
―Mis piernas son demasiado largas así como mis brazos, que casi se
arrastran por el suelo cuando camino. ¿Y qué, en el nombre de Dios, pasó con mi
cabello? Cole, mira mi cabello. Es como si estuviera una rata anidando en él. No me
parecía raro cuando era más joven. Sabes que no. ¿Voy a salir de esta al crecer?
Lucía irritado. Yo también estaba irritada a medida que continuaba.
―Los niños han comenzado a burlarse de mí, pero no puedo culparlos. Tengo
un aspecto divertido. Papá no lo tiene, y tampoco tía Dee, pero yo, soy el patito feo.
―¿Patito feo? No eres un patito feo. ¿Tienes algún papel ahí? ―preguntó,
mientras hacía un gesto a mi bloc de notas.
―Sí.
―Dame una hoja y el lápiz.
―¿Por qué?
―Sólo hazlo, Mia.
―Bien, no tienes que ser tan irascible.
Su risa me sacó una sonrisa, y le entregué el papel y el lápiz. Mientras
observaba, él me dibujaba. No tenía ni idea de que podía dibujar. Cuando terminó,
puso el papel delante de mí.
―¿Ella luce como un patito feo?
―Bueno, no en la forma en que me dibujaste, no, pero no luzco como eso.
―Sí, lo haces.
―No lo hago.
―Mia, ¿cuál de nosotros dos te está mirando en este momento? Confía en mí,
lo haces. Puedes sentirte torpe, pero no luces así. ¿Son los chicos quienes se burlan?
―Sí.
―Les gustas.
―Tengo diez.
―No importa cuántos años tienes.
―¿Te gustaban las chicas a los diez?
Su sonrisa fue malvada.
―Cariño, salí del vientre gustándome las chicas.
―Eres un idiota.
―¿Idiota? ―Su expresión cambió, convirtiéndolo en lo que parecía un villano
de dibujos animados―. Tienes hasta la cuenta de diez y entonces te haré cosquillas
hasta que me supliques que pare.
No esperé a oír lo último de su amenaza; nuestra casa estaba en la esquina,
un escape fácil. Volé fuera de mi patio y por la calle. Él me alcanzó con facilidad y
repartió mi castigo y luego me llevó por un helado.
El día que aprendí que los rumores sobre Cole eran ciertos fue el más triste y
el más espantoso de mi vida. Estaba en camino para conseguir el almuerzo de papá
y Dylan cuando oí ruidos extraños viniendo de un callejón no muy lejos del
restaurante. No sé qué me hizo mirar; era un callejón, ruidos extraños desde un
callejón nunca podían ser buenos. El miedo fue lo primero que me movió, seguido
por el horror porque Cole estaba ahí, a la vista, y estaba golpeando a algún tipo. Mi
pie se clavó en la acera mientras lo veía golpear al hombre, repetidamente.
Con su rostro fijo en duras líneas, sus ojos fríos y tan concentrados y su pie
implacable mientras chocaba en la cara del hombre. La golpiza era tan severa, el
hombre estaba en sus rodillas y Cole seguía golpeándolo, una y otra vez. Nunca vi
a su padre golpearlo, pero sabía que tendría que haberse visto justo como lo que
veía. Cole, quien había sido golpeado tan salvajemente, era ahora el que daba la
golpiza. Lágrimas quemaron mis ojos y rodaron por mis mejillas porque, ¿cómo
alguien que había vivido con el dolor que él había pasado podía ser el que ahora
infringía ese dolor? Debo haber hecho un sonido porque se detuvo, su cabeza
levantada, y la mirada en sus ojos tuvieron mis pies moviéndose porque lucía loco.
Alejándome de él, corrí todo el camino de vuelta al taller. No fui directamente
al interior, me senté en la mesa de picnic en la parte trasera y traté de reponerme,
pero la visión de él en el callejón estaba grabada en mi cerebro. Aquel chico en el
callejón no era Cole. Ya no.
Cole
No podía sacar la expresión en el rostro de Mia de mi cabeza, incluso sabiendo
que tenía que dejar ir esa parte de mi vida. La idea de que me veía como un
monstruo, me veía como mi papá, atravesó mi indiferencia y me apuñaló justo en el
corazón. Quería distancia, la quería tan lejos de mí como fuera posible, pero tampoco
podía soportar la idea de ella pensando en mí bajo una luz cruel. Y eso era estúpido
porque no podía tener las dos cosas, actuar como un animal y esperar que Mia me
viera como algo diferente.
Ella me observaba; lo supe porque la observaba también. Probablemente
podría demostrar que la estaba acechando, pero la verdad de eso era que no podía
mantenerme completamente alejado. Estaba atraído a su inocencia sin
preocupaciones. No vivía en un mundo de cuento de hadas. Su madre la dejó
cuando era un bebé, yo la dejé, y aun así ella seguía encontrando la voluntad de no
sólo seguir adelante sino de encontrar lo bueno. Le envidiaba eso, cómo podía seguir
viendo el lado positivo, Sí, la observaba; en parte mis actos eran egoístas porque
disfrutaba viendo el mundo a través de sus ojos. Su versión de esto era de lejos un
mejor lugar que el mío.
Y fue porque la observaba que sabía su rutina. Caminaba al parque, no lejos
del taller de Mace, y era ahí que la esperaba. No me vio inmediatamente, su cabeza
estaba volteada ligeramente a la derecha, viendo a los niños en el patio de recreo.
Una leve sonrisa tocando sus labios, pero había tristeza en ella, colgando tan
pesadamente sobre ella que sentí el peso de eso desde donde me encontraba. Al
minuto en que me vio su pie se detuvo, pero fue la expresión en su rostro lo que me
silenció: miedo.
―Mia.
―Cole. ―Su voz tembló; la idea de que me temía no se sintió bien y luego me
destruyó con sus próximas palabras―. No le contaré a nadie. En realidad no vi nada,
pero prometo que no diré nada.
Su cuerpo tembló, y recordando el tiempo cuando conocí el miedo tan
profundamente que me afectaba físicamente, la idea de que ella sintiera ese tipo de
miedo por mí era impresionante. La culpa volvió mi voz dura.
―¿Piensas que te lastimaría, que estoy aquí para intimidarte?
Se esforzó por mantener el contacto visual, su labio inferior tembló.
―El Cole que yo conocía nunca me lastimaría, pero el Cole que vi en el callejón,
no lo sé.
Y los golpes continuaban llegando.
―Tengo que irme. ―Se dio la vuelta y en lugar de sentir el calor de su luz que
siempre me empapaba cuando estaba cerca, realmente sentí un maldito frío.
Podría haber dejado que se alejara, podría haber dejado que creyera esa
impresión de mí, pero maldita sea, he estado en el frío y la oscuridad por demasiado
maldito tiempo. Y la verdad, cuanto más tiempo trabajaba con Donny, más me daba
cuenta que había diferentes tipos de monstruos en el mundo y yo no estaba tan lejos
de querer convertirme en él. El temor de que estaba en ese camino fue otra razón por
la que había buscado a Mía.
―Nunca te lastimaría.
Se detuvo.
―¿Por qué estabas golpeando a ese hombre?
―Es lo que hago.
Girándose hacia mí, una genuina confusión remplazó el miedo.
―¿Qué?
―Mi vida tomó un desvío, no soy el hombre que pensé que sería cuando
éramos más jóvenes.
―Bueno, entonces vuelve a la senda.
―Desearía que fuera así de fácil.
―Lo es. ―Levantó su mano antes de que pudiera objetar y un poco de sus
agallas se mostró, trayendo esa calidez de vuelta―. Mira, antes de que empieces el
que yo no entiendo porque sólo tengo catorce no diecinueve, la vida te tiró una bola
curva. Y qué. Quieres cambiar, entonces cambia. Haz esas elecciones ahora que
volviste al camino en que quieres estar. Aceptando que tu vida está preparada, que
nunca te saldrás del camino en el que estás ahora es una mierda.
―Suenas como tu papá.
―Es un hombre muy inteligente.
―Tu papá me ofreció un trabajo. ―¿Por qué demonios le dije eso? Porque
quieres que te diga que lo tomes, para reconocer, sin más miramientos, que ella te quiere
alrededor, idiota.
―¿Lo vas a tomar?
―Quizás. ―Quizás. ¿Qué coño?
―Cuando te enviaron lejos, te extrañé terriblemente. Quería tan
desesperadamente visitarte, pero papá dijo que tenía que respetar tus deseos.
Cuando llegaste a casa, esperé cada día a que entraras por la puerta principal. Y cada
día que pasaba, más se rompía mi corazón. Y no pretendo entender por lo que has
pasado, pero sé que ese hombre en el callejón no eres tú. Estás perdido, Cole, pero
puedes encontrar tu camino a casa; la vela ha estado en la ventana desde que te fuiste
y hemos estado esperándote. ―Por primera vez en años, estaba casi abrumado por
la emoción.
Vaciló, como si esperara una respuesta que era incapaz de dar, antes de alejarse
de mí caminando; me dijo sobre su hombro:
―Espero que tomes la oferta de papá. Te he extrañado, Cole.
Y a la mierda todo, pero la he extrañado también.
Cole
Dicen que cada hombre tiene su límite y yo había llegado al mío. Donny era un
bastardo sádico, pero razoné conmigo mismo que a todos los que había hecho daño
en su nombre se lo merecían; ellos habían hechos sus propias camas. Golpear
fuertemente a alguien era una cosa, ser parte de asesinato, era otra. Nunca, en los
casi dos años que había estado trabajando para él, hice que mi rabia me llevara al
punto de matar. La única persona que alguna vez había querido ver muerto era a mi
viejo. Donny era otra cosa.
Como un miembro de confianza de su pandilla, fue poniéndose cada vez más
cómodo a mi alrededor, lo suficiente que había empezado a hacer alusión a los otros
trabajos que hacía. Trabajaba para personas que estaban en el centro de atención,
donde las situaciones desagradables, no eran favorables. No hacía falta un grado en
criminología para saber lo que él quería decir con solucionar el problema, había un
problema y él se encargaba. Hasta el momento nada de lo que me había dicho podía
ser usado en su contra, era demasiado inteligente para eso. Hasta que tuve un cuerpo
que enterrar, no se dio por vencido, pero no tenía ningún deseo de añadir mi cuerpo
a la cuenta. Uno era suficiente.
Salir de mi trabajo actual no iba a ser fácil, ya que era muy parecido a como me
imaginé que sería la mafia, una vez que estás dentro, estás dentro. La suerte estaba
de mi lado, porque Donny había tomado un nuevo cliente. No compartió los
detalles, pero necesitaba agilizar sus actividades o estaba el riesgo de perder al
cliente y los montones de dinero en efectivo que venían con él. Era ahora o nunca
para mí.
Mi entrevista de salida iba a ser brutal. No me iba a ir sin un sonido de golpiza.
Había tomado golpes antes, podía tomar uno más. Abriendo la puerta del club,
limpié mi expresión, porque alrededor de gente como él, nunca tenías que darle
nada.
Donny había estado esperándome; sus ojos me perforaron tan pronto como
entré a su oficina.
―Así que, he oído que estas queriendo dejarnos.
―Sí, quiero probar algo diferente.
―¿Diferente? ¿De verdad crees que alguien te contratará? ―Ladeó su cabeza;
lo que hacía cuando medía a alguien―. Ya tienes un trabajo en mente.
―Nada concreto.
―No un competidor, espero.
―No.
Se puso de pie y se tomó su tiempo para caminar alrededor del escritorio. Su
movimiento deliberado y su intención de despistarme luciendo simpático, no podía
negar la malicia en su mirada.
―He estado pensando acerca de reducir el personal, la diversificación en otras
empresas, por lo que voy a aceptar tu renuncia.
Como un rayo, así de rápido el hombre podía moverse. Sus dedos largos y
huesudos se cerraron alrededor de mi cuello, su cara a sólo centímetros de la mía.
―Me jodes, y te cazaré, cazaré también a esos dos que quieres tanto. ¿Me
entiendes?
Él podría intentarlo, pero nunca se acercaría a Mace y Mía.
―Sí.
Me estudió, pareciendo ver la verdad en mi respuesta, antes de quitar su mano.
―Muy bien. ―Se dirigió a los otros dos en la habitación con nosotros―. Denle
a Cole un regalo de despedida.
El primer golpe aterrizó, incluso, antes de que él cerrara la puerta.
Habían pasado dos días desde la golpiza y todavía probaba mi propia sangre.
Me dolía por todas partes y al moverme daba la impresión de ser una viejita, pero
estaba hecho y ahora necesitaba hacer lo que Mia me había sugerido. Tomar las
decisiones que me pusieran de nuevo en el camino que quería estar.
Ante el sonido de la puerta, era el momento de hacer precisamente eso.
Abriendo la puerta para Mace, diría que parecía enojado, pero definitivamente no
era la misma calidez que había llegado a esperar cuando me miraba. Mi culpa.
Haciéndome a un lado, mantuve la puerta abierta.
―Gracias por venir.
―Sí. ―No entró a mi casa y no podía culparlo, vivía en una pocilga. Limpia,
ya que había vivido en la mugre y nunca volvería a hacerlo de nuevo, pero no podías
sacarle brillo a la mierda para ser nada más que mierda. Moviéndome a la cocina,
Mace me siguió. Sabía que él notaría la rigidez en mis movimientos, el hombre no
se perdía nada, pero esperó hasta que nos instalamos en la mesa para preguntarme
al respecto.
―¿Qué te ha pasado?
―Decidí dejar mi último trabajo, esta fue la entrevista de salida.
―¿Por qué te saliste?
―No estaba de acuerdo con los métodos de mi jefe.
―¿Qué quieres hablar conmigo?
Era más difícil de lo que pensaba, sentado frente a Mace como si fuéramos
extraños. No lo culpo, pero eso no lo hacía más fácil.
―¿Ese trabajo sigue en pie?
La sorpresa se extendió por su rostro.
―¿Hablas en serio?
―Sí. Tuve una conversación con Mia el año pasado…
―¿Viste a Mia?
―Sí. Ella me dijo que aceptara la forma en que mi vida había resultado ser una
mierda y que tenía que tomar las decisiones para volver a donde yo quería estar.
Estoy haciendo esa elección.
―¿Y por qué debería contratarte?
―Sí fuera tú, no lo haría, pero no quiero ser como mi papá. Quiero ser, así,
como tú.
Y entonces Mace sonrió y la tensión que había endurecido mis hombros se
alivió.
―Eres más parecido a mí de lo que crees. ―Pasó una mano por su cabello antes
de apoyar los codos sobre la mesa―. ¿Estás fuera?
―Sí.
―¿No hay posibilidad de que te quieran de vuelta?
―No.
―Entonces sí, el trabajo es tuyo.
―¿Sólo así?
―Sí, sólo así. Es posible que hayas perdido tu camino por un tiempo, pero
nunca me di por vencido contigo. Tampoco Mia.
Mia.
―Sin embargo, hay una condición. Tengo que mantener cierta distancia de
Mia.
―¿Por qué?
―No soy el chico que era y no quiero que la fealdad de mi pasado la toque.
―Lo que no dije es que si ella se ofrecía a mí como cuando éramos niños, lo tomaría,
todo, lo anhelaba y sería tan malditamente egoísta.
―A ella no le va a gustar.
―Tiene quince años. En pocos años estará en la universidad y luego el resto de
su vida y yo sólo seré el chico del barrio.
―Creo que subestimas lo que significas para ella.
―Y creo que subestimas cómo es ella conmigo y que eso no tiene nada que ver
conmigo. Es sólo su manera de ser.
―Está bien. Si eso es lo que quieres.
―El hombre para el que trabajaba, Donny, es peligroso, y tengo la sensación
de que va a expandirse, haciéndose más que conocido en el vecindario.
―¿De qué manera?
―No estoy seguro, es sólo una impresión. Él sabe de ti y Mia, amenazó con
venir por ti si alguna vez lo traicionaba. No existen planes de jugar en las cloacas de
nuevo, pero necesitas saberlo.
Había visto a Mace lucir tan mortal como lo estaba en ese minuto solo una vez
antes.
―No llegará a ninguna parte cerca de nosotros.
Mia
Vincent era una leyenda en South Phill. Situado en la calle 9 entre Catharine y
Fitzwater, era el lugar de reunión del vecindario. E incluso en un barrio donde el
cambio se estaba volviendo más y más común, la popularidad de Vincent no cambió.
A mí, me encantaba Vincent porque la comida era muy buena. Sabía que papá lo
amaba tanto como yo, porque celebrábamos ahí cada cumpleaños y cada ocasión
importante.
Era el cumpleaños de mi tía Dee; ella, Dylan, papá y yo estábamos acomodados
en nuestra mesa favorita. Había un juego en las pantallas de televisión que estaban
sujetas a las paredes cerca de la larga barra, un lugar que normalmente era tan
concurrido como el restaurante. Por mucho que me gustara estar aquí, estaba un
poco triste también, porque Cole una vez había sido parte de estas cosas y después
de nuestra conversación del año pasado, tenía la esperanza de que lo estuviera de
nuevo. Pero habían pasado más de ocho meses desde que hablamos y nada.
―¿Pollo a la parmesana para ti, Mia?
Mi papá no necesitaba preguntar ya que era lo que pedía cada vez que venía
aquí.
―Sí. Y un Shirley Temple con cerezas extra.
―¿Cerezas extra? ―Sonrió papá―. No es que la bebida no fuera lo
suficientemente dulce.
―Nunca es demasiado dulce.
―Espera hasta que seas vieja y luego tendremos esta conversación de nuevo.
―Soy más vieja. Tengo quince.
Una emoción se movió a través de la cara de mi papá, pero no estaba segura
de sus pensamientos. Estuve a punto de preguntarle por qué se veía feliz y al mismo
tiempo un poco triste, pero luego nuestra camarera se acercó. Era Vicki Antonio. Ella
nos atendía mucho, creo que porque le gustaba mi papá. Su cabello rubio tenía las
raíces más oscuras y aunque yo llevaba el look ombré2, su look era más como una
falta de esfuerzo. Sus ojos eran de color verde pálido y tenía una bonita sonrisa, pero
se reía demasiado. Ni siquiera era una risa agradable, sonaba como un gato
muriendo. Nunca había oído a un gato morir, pero estaba segura que si lo hiciera,
sonaría como su risa. Se detuvo justo a la izquierda de mi padre, su cadera
inclinándose en su silla. Él no parecía darse cuenta, aún no había apartado la vista
del menú.
―Hola Mace. ―No sabía que la gente podía ronronear, pero eso realmente
sonaba como un ronroneo.
Él la miró y sonrió con aire distraído, pero incluso yo me di cuenta que no
estaba interesado.
―Hola, Vicki. Mia tendrá el pollo a la parmesana y un Shirley Temple…―Los
ojos de papá se levantaron y se reunieron con los míos mientras una sonrisa tiraba
de su boca―. Con cerezas extra. ―Seguro, que era un poco mayor para un Shirley
Temple, pero simplemente lo amaba. Papá continuó―: Dee y yo tendremos la carne
medio hecha, con papa y brócoli al vapor.
Una semana más tarde, Cole llegó al taller para ser recibido por los ojos de mi
muñeco Ken colgando de una de las mangueras suspendidas del techo. En su
camiseta, había puesto una nota que decía: "No puedo ir más de compras". Los ojos
de Cole encontraron los míos y juro que hubo una chispa en ellos antes de que
apartara la mirada, quitara al Ken y se pusiera a trabajar.
Era sábado, así que estaba en el taller. Cole estaba trabajando y me sentía
esperanzada después de haber recibido una respuesta de él, me senté en un taburete
cerca del auto en el que trabajaba. Sostuve una conversación con él, pero ya que no
me respondió, realmente lo había hecho conmigo misma.
―¿Has visto alguna nueva película? Vi un tráiler de una el otro día que era
una autentica basura. Se llama Aguamarina. Se trata de una sirena y sé que tienes
afición por las sirenas, al haber escogido la Sirenita II sobre todas las otras películas
cuando eras más joven. Es su cola brillante, ¿verdad?
La cabeza de Cole se levantó y juro que la más leve de las sonrisas curvó su
boca de un lado.
Estaba haciendo progresos con Cole, eran muy lentos, pero papá y yo
habíamos notado un marcado cambio en él. Todavía no me hablaba, pero lo estaba
haciendo más y más con papá, aunque algunas veces lo había sorprendido mirando
en mi dirección y si no era demasiado fantasiosa, había ternura en su expresión. Ver
eso era impresionante teniendo en cuenta lo bien que ocultaba sus emociones.
Cada semana, venía con algo nuevo, algo divertido, y algo que obligaba a sacar
una reacción de él. La mayoría de las veces su reacción era tan leve, que si no
estuvieras mirando te la perderías, pero yo lo observaba como Alan Grant3
observaba la eclosión de esos huevos de aves rapaces en Parque Jurásico, por lo que
veía todo.
Mi última travesura fue un par de Chucks que había recogido del fondo de la
beneficencia o Goodwill que me habían deslumbrado. Dejé los tenis brillantes para
Cole. La nota: “Como sé realmente cuánto te gustaron los míos cuando éramos más
jóvenes”. Él entró en el garaje, poco después de que los dejé y tan pronto los vio, se
detuvo y sólo los miró. Observándolo desde la oficina de papá no estuve
completamente preparada para lo que hizo entonces, lo que hizo que mis rodillas
casi se colapsaran porque fue tan hermoso e inesperado. Se rió a carcajadas; un
sonido que había estado esperando escuchar de nuevo. Sus carcajadas estruendosas
sacaron a papá y a Dylan de su trabajo, mientras miraban a Cole que se agarraba el
estómago de tanto reírse. Los ojos de papá me encontraron por primera vez, me di
cuenta de que había estado tan preocupado y ocupado por Cole como yo, y por
primera vez desde que Cole volvió a nosotros, se veía como yo me sentía: con
esperanza.
Cole no tiró esos zapatos. De hecho, los acomodó como una especie de trofeo
en su puesto, al igual que alguien cuelga dados de felpa en su espejo retrovisor.
Durante meses, seguí mi asalto a Cole, pero no obtuve ninguna reacción, que
se pudiera comparar a la broma de los zapatos. Tenía la esperanza de que la broma
fuera el punto de inflexión, pero por desgracia permaneció cerrado y distante.
Desalentador, sí, pero no renunciaría. Necesitando mi fuerza para continuar con mis
esfuerzos, estaba almorzando en la mesa de picnic detrás del taller mientras papá y
Dylan hacían inventario. Se me estaba terminando el material y me estaba
devanando los sesos por otros trucos que pudiera lanzar hacia Cole. Oí acercarse a
4
Shaun of Dead: Película de zombis de comedia.
―Solo cállate y déjame por lo menos desinfectarlo.
Tan pronto como mis dedos tocaron su brazo para sostenerlo firme, sentí una
sacudida eléctrica que quemó desde la punta de mis dedos subiendo por mi brazo
hasta chisporrotear por mi columna. Mi corazón dio golpes y mi respiración se
volvió errática. En lugar de ocuparme de su corte, me quedé inmóvil mirando
fijamente mi mano, que sostenía su brazo, tratando de entender qué estaba pasando.
―¿Mia? ―Su voz brusca pareció cuestionar mi comportamiento extraño.
―Lo siento. ―Forzándome a enfocarme en mi tarea, mojé la bola de algodón
con peróxido, un déjà vu tuvo a mis ojos parpadeando hacia Cole y de nuevo sentí
ese fuego que me quemaba incluso mientras mi cuerpo se sonrojaba de vergüenza.
Y fue mientras estaba de pie ahí, con la bola de algodón suspendida a pocos
centímetros del corte de Cole, que me di cuenta de los sentimientos perversamente
fuertes causando que mi cuerpo se volviera loco de sensaciones que no tenía derecho
a sentir.
Negando, me alejé un paso de Cole.
―¿Lo puedes manejar?
No esperé por una respuesta, presioné el algodón en su mano y luego hui de
la oficina. Era Cole; no podía tener sentimientos por él. Estaba mal; era como un hijo
para mi padre. E incluso mientras trataba de racionalizar mis sentimientos, supe que
era una batalla inútil porque, si he de ser sincera, esos sentimientos no eran nada
nuevo.
En el año que siguió mis sentimientos por Cole sólo se hicieron más fuertes. Lo
que era más inquietante, no sólo ya no encontré más el concepto de nosotros juntos
incorrecto, me encontré deseándolo incluso sabiendo que él era muy mayor para mí.
Mi cerebro liberaba una guerra consigo mismo, mi súper-ego diciendo: no, no, no y
mi identificación diciendo: tendrás dieciocho el próximo año. Quizá tenía la moral de
una ramera, pero esperaba que ganara mi identificación.
En un intento por salirme del lado oscuro, empecé a salir con chicos de mi edad.
Y honestamente estaban cerca de ser tan estimulantes como una planta de casa y
ninguno de ellos llenaba sus camisetas como Cole lo hacía. E incluso mientras mi
súper-ego me chasqueaba, mi identificación y yo nos sentábamos en la oficina de
papá incapaces de sacar nuestros ojos de la vista de Cole inclinado sobre el capó del
auto en el que estaba trabajando. ¿Cuándo consiguió tantos músculos? La forma en
que su camiseta lo abrazaba, llenando el algodón de una manera fabulosa, tenía mi
boca seca. Y su rostro, últimamente no quería nada más que lamer sus labios,
chupándolos en mi boca por una probada. Estaba mal y a pesar de todo no se sentía
incorrecto.
Cuando estaba cerca de él, mi cuerpo reaccionaba de una manera que nunca
había hecho antes. Es inquietante, este cambio por un chico que conozco desde que
tenía siete. Sin embargo no tenía control sobre eso, mi cuerpo tenía mente propia y
sólo la vista de Cole tenía a todo mi estómago agitado y mis manos húmedas. Incluso
mi piel se sentía como si estuviese en llamas y estaba avergonzada de admitir que
empecé a tener dolores donde no tenía que tener. Si mi padre alguna vez descubriera
mi fuerte enamoramiento por Cole, el Cole de veintidós años, me enviaría a un
convento.
Y el almuerzo se volvió mi infierno personal. Cole y yo seguíamos
compartiendo nuestras comidas, pero no quería la mitad de su sándwich que no
había tocado, quería la mitad que estaba comiendo; quería mis labios donde los
suyos habían estado. Estaba tan mal, pero no había manera de detener la locura. No
era amor, era lo suficientemente inteligente para apreciar eso, pero no creía que
tomara mucho tiempo para que mis sentimientos se convirtieran en amor. Conocí a
Cole por mucho tiempo, gustándome desde hace mucho, y ahora lo quería de una
manera que me estaba consumiendo.
No trajo novias, de hecho, ni siquiera sabía si tenía una, o alguna vez había
tenido una, aunque un hombre así sólo se mantenía soltero si quería estar soltero.
Estaba agradecida por eso porque verlo de primera mano con otra mujer sería
demasiado para que soportara mi joven corazón.
Demasiado distraída por mis pensamientos libidinosos no me di cuenta que
Cole había llegado a la oficina.
―Mia.
Apoyado contra el marco de la puerta, los músculos de sus brazos tan
atractivos que quería correr mis manos sobre ellos, también mi boca. ¿Cómo se
sentirían?
―Mia.
Quitando mis ojos de sus brazos, miré a su cara. Error. Demasiado
malditamente hermoso para ser real.
―¿Lista para el almuerzo?
Oh, infiernos sí, si la comida eres tú.
―Tierra a Mia.
¡Despierta, Mia!
―Sí, estoy lista para almorzar. Tomemos una rebanada de pastel de cannoli.
Podemos compartir… ―Con un tenedor. Mi cuerpo comenzó a palpitar.
―Bien. ―Se movió hacia el teléfono, su atención todavía en mí―. ¿Estás bien?
Te ves un poco sonrojada.
Quiero que te envuelvas a mi alrededor como una manta, quiero sentir tus brazos
rodeándome, quiero que me beses, mi primer beso real. Mi voz se volvió un poco ronca
cuando contesté.
―Estoy bien, un poco acalorada. Está un poco caluroso aquí, ¿no crees?
Estaba alcanzando el teléfono pero se detuvo a medio camino, sus ojos
cortándome. Oh mierda, él sabía.
―En realidad está un poco frío aquí dentro. Tal vez estás incubando algo.
No algo, tú.
―Estoy bien, no te preocupes por mí, Cole.
Preocúpate por mí, Cole, llévame a casa y cuídame hasta que me recupere,
preferiblemente mientras vistes sólo esos vaqueros descoloridos que se asientan tan
deliciosamente en tus caderas.
No dijo nada más y ordenó nuestro almuerzo.
―Te veo en media hora.
―Estaré aquí.
Me estudió por otro minuto antes de que una sonrisa tirara en la esquina de su
boca y caminó de vuelta al auto en el que había estado trabajando.
―Soy una idiota. ―Bajando mi cabeza hacia el escritorio, presioné mi frente
en el libro abierto.
―Interesante manera de estudiar.
Mi papá. Elevando mi cabeza, la apoyé en mi mano.
―Aprendiendo por ósmosis, estoy viendo si ese mito urbano es verdad.
Rió entre dientes antes de encontrar la orden que necesitaba y partió de su
oficina.
―Déjame saber cómo te funciona eso.
―Lo haré.
Necesito seriamente controlarme, ser fría, detener el enamoramiento. Podría
hacerlo, podría hacerlo totalmente, y sin embargo cuando a la media hora había
terminado, prácticamente corrí de la oficina, saltando de alegría ante la idea de
almorzar con Cole. Era patética.
La negación de citas, eso lo que había llamado a mis intentos para alejar mis
sentimientos inapropiados por Cole, saliendo con chicos de mi edad. Incluso había
pasado de citas a un novio estable, pero la relación no duró mucho. Lance lo había
terminado oficialmente, pero considerando que no me había aparecido en primer
lugar realmente, procurar alejarme de mis sentimientos por Cole y hacerlo en verdad
aparentemente no son la misma cosa, sentí que la ruptura fue una decisión mutua.
El problema fue que Lance empezó a burlase de mí y eso se volvió inaguantable.
Virgen, lirio blanco, y monja… esos fueron algunas de las burlas de las que él y su
grupo de matones se reían disimuladamente a mis espaldas. Era un imbécil, pero no
podía mentir, las burlas dolieron un montón.
―Mia. ―El suave golpe en la puerta era tan diferente al de mi papá.
Normalmente sólo se precipitaba dentro de mi cuarto, pero hablamos sobre el
espacio personal cuando me volví una adolescente y tanto como esto le molestó, me
lo concedió.
―Puedes entrar, papá.
Tan pronto me vio, tuvo esa mirada. La que significaba que iba a asesinar a
alguien. Amaba esa mirada, particularmente desde que era Lance el que iba a ser
asesinado. El cretino se lo merecía.
―¿Qué pasó?
―Lance rompió conmigo.
No dijo nada, pero conocía lo suficientemente bien a papá para saber que no
estaba infeliz con esa noticia. Confirmó mi suposición cuando dijo:
―No era lo suficiente bueno para ti.
―Según tú, nadie es lo suficiente bueno para mí.
―Con jodida razón.
Frustrada, me volví a caer en mi cama y me cubrí los ojos con mi brazo.
―Si fuera a tu manera, sería una vieja solterona con dieciséis gatos.
―No, no desearía dieciséis gatos sobre ti. ―Se sentó en la esquina de mi
cama―. ¿Puedo preguntar qué sucedió?
Volteándome sobre mi lado, me encontré con la mirada imperturbable de mi
papá.
―Él me quería para…
―¿Para qué? ―La voz de papá tomó ese borde de furia.
―Quería que lo tocara, ahí abajo. Yo no quería, así que rompió conmigo.
Realmente no me preocupo que haya roto conmigo, pero él y algunos de sus amigos
empezaron a burlarse de mí.
―¿Qué diablos estaban diciendo?
―Sólo que era una niña porque no haría… ya sabes.
―Sólo tienes diecisiete. Eres demasiado joven.
Y sin embargo mi papá tuvo sexo incluso antes de los diecisiete porque aquí
estaba yo, la hija de diecisiete de un hombre de treinta y cuatro años. Decidí no
señalarle eso.
―Papá, tengo diecisiete no doce.
Empujando una mano por su oscuro cabello, una acción que mientras crecía
había incrementado, trabajó para controlar su temperamento.
―Creo que no eres lo suficiente grande para entender todo lo que implica una
relación sexual. Ahora bien, eventualmente vas a tener sexo y cuando estés lista,
habla conmigo para que estés preparada y segura. Y cuando estés lista, no hagas
nada que te haga sentir incómoda. No me importa cuán mayor seas, si estás
incómoda, dices no. ¿Entiendes?
Rodé los ojos porque estaba acostumbrada a las sobrerreacciones de mi papá.
―Mia, ¿cuáles son las palabras que necesito oír de ti?
―Jesús, lo prometo papá. ―Pero amaba que se preocupara tanto, amaba que
no escondiera el hecho de lo que hacía.
―Así que, ¿cuál es el apellido de Lance? ―Una pregunta simple, pero también
una muy reveladora. Lo bien que mi papá me conocía. No había estado preocupado
por mi relación con Lance, había captado mi tedio, porque ni siquiera preguntó por
el apellido del chico. Si hubiera sido alguien por el que estuviera soñando, tendría
cada dato que había sobre el chico, incluyendo su tipo de sangre y si era un donador
de órganos.
―¡Papá!
―Sólo necesito el apellido, Mia.
Le di a mi papá su apellido, sin embargo no sabía lo que intentaba hacer con
eso.
Esa noche mi papá y yo estábamos dirigiéndonos a Vincent para reunirnos con
tía Dee y Dylan para cenar, pero nos detuvimos en el taller en el camino. Papá estaba
en su oficina mientras yo estaba de pie afuera.
Cuando Cole se acercó a mi lado, mi cuerpo se volvió loco otra vez. Con
esfuerzo, me repuse e intenté ser casual cuando pregunté:
―¿Alguna vez vas a casa?
Se apoyó contra la pared a mi lado antes de empujar sus manos dentro de los
bolsillos delanteros de sus jeans. Si sólo me inclinara ligeramente, todo mi lado
derecho estaría presionado contra su lado izquierdo. En verdad quería inclinarme.
―Quería terminar con el auto.
―Estamos yendo a Vincent para cenar, deberías venir. ―Por favor ven, así puedo
mirarte y soñar.
Miró a su ropa manchada de aceite.
―No así.
―Ve a casa y cámbiate.
―No esta noche. ―Me ojeó desde la cabeza a la punta del pie, quizás la
primera vez que lo hacía, mientras un hormigueo barría todo mi cuerpo―. Te ves
realmente bien, Mia.
Consigan el desfibrilador5 porque me estaba desmayando. Me estaba llamando
linda otra vez. Sólo debería besarlo. Papá nos unió. O no.
―Ven con nosotros, Cole.
―No puedo, pero gracias.
Mientras papá y yo salíamos hacia Vincent, la decepción me llenó porque odié
que Cole aún se ocultara. Odiaba que incluso aunque quisiera más, él no se
permitiría tenerlo. Y odié aún más que no lo hubiera simplemente besado.
Una semana después, las burlas en la escuela se detuvieron. De hecho, Lance
se salía del camino para evitarme. No sé lo que papá había hecho, pero de alguna
forma sabía, que lo que sea que había hecho, Cole había sido parte de eso.
Papá había salido y tía Dee había terminado. Había estado haciendo eso mucho
últimamente, se iba después de que estaba en la cama. Sospechaba que tenía una
novia. Debería preguntarle pero lo haría sentir incomodo, sobre todo desde que
estaba en nada de sexo para Mia. Así que no lo haría para que no me enterara que
estaba teniendo sexo. No estaba interesada en el sexo, bueno lo estaba pero no con
cualquiera y al único que deseaba no me deseaba. En realidad no me importaba que
mi papá me ocultara a sus amiguitas. Lo prefería así, porque probablemente me
sentiría sobre ellas de la misma forma que él se sentía sobre los chicos con quien
salía. Nadie sería lo suficientemente buena para él, especialmente no después de
conocer más sobre mi mamá.
Tía Dee estaba inusualmente tranquila esta noche, su ánimo era normalmente
alegre.
―¿Estás bien, tía Dee?
―Lo siento, estoy un poco distraída.
―¿Todo bien?
―Sí, es solo que la ferretería donde trabajo está cerrando.
Eso fue noticia, ya que el lugar era unos de los pilares fundamentales del
vecindario, siendo dirigida por la misma familia durante generaciones.
―Eso es una sorpresa.
―Sí, una nueva ferretería abrió en esa misma calle y no pueden competir. Tony
no quiere cerrar, pero no tiene opción. Mantenerla abierta esta comenzado a afectar
sus ahorros.
―Eso apesta.
―Lo hace, pero parece una tendencia en el vecindario. La competencia está
forzando a los negocios más antiguos y familiares a cerrar. Lo entiendo, el progreso
y todo, pero es lamentable que el progreso sea a expensas de los propietarios de
pequeños negocios, porque es la historia de la zona lo que nos hace especiales.
El nerviosismo se extendió por mi cuerpo porque papá tenía un pequeño
negocio.
―¿Crees que papá está en riesgo?
Lo que dijo no era lo mismo que expresaban sus ojos.
―Oh no, estoy segura que Mace estará bien.
Realmente esperaba que eso fuera verdad, pero había una parte de mí que no
estaba segura.
―Cole deberías pintar ese Trans Am6 de rosado. Pienso que al dueño le
gustaría mucho.
Sus labios se torcieron y sacudió la cabeza, algo que había aprendido a lo largo
de los años significaba que él pensaba que era ridícula. Me gustaba pensar que creía
que yo era adorable y ridícula, pero conseguir una reacción de él en absoluto era un
deleite.
―Podrías poner una plantilla de un unicornio en la parte delantera, ya sé que
lo puedes dibujar.
Sus ojos me encontraron, esos hermosos ojos azules. Me referí al dibujo que
hizo de mí cuando era más joven, un dibujo que aún tenía.
―No.
―Sabes, de tan a menudo que te escucho hablar, todavía me sorprende cómo
puedes conseguir terminar un trabajo cuando cotorreas todo el día.
―¿Cotorreo?
―Si, como mandibulín7
―¿Qué diablos es un mandibulín?
―¿Un hombre viejo como tú no sabe quién es mandibulín? Vaya, no hay
palabras. ―Por supuesto que solo sabía de esa vieja caricatura, el predecesor de Bob
Esponja, a causa de repeticiones en Boomerang, pero no se lo diría a Cole.
―¿Hombre viejo?
Seguro que era cinco años mayor que yo, pero no era un hombre viejo; era
perfecto. Cada centímetro de él era perfecto y el hecho de que estaba todavía loca
Cole
Mace se paseaba por mi sala de estar; estaba enojado y tenía todas las razones
para estarlo. Había estado escuchando los rumores en el vecindario, la presión que
se estaba aplicando a los negocios y las tácticas no tan éticas que utilizaban para
obligar a aquellos negocios a buscar la jubilación anticipada. Stein caminando
directo a la oficina de Mace y aplicando un poco de presión fue bastante osado. Los
detalles que tenía a Mace dando vueltas era que Stein había hecho recientemente un
nuevo conocido, mi antiguo empleador Donny Alfonsi. Tenía que darle a Donny
crédito; era más inteligente de lo que había juzgado. No había estado bromeando
cuando habló de reducción de personal durante mi entrevista de salida. Él no solo
despidió, se fue prácticamente a lo clandestino.
Reapareciendo ahora, después de mantener un bajo perfil, y estableciendo
contacto con Carter Stein, era inteligente. La mayoría no lo conocía, de sus actos, sin
duda, pero muy pocos podían señalar al hombre responsable de esos hechos. Si
alguien había llegado a dominar el arte de ser un fantasma, era Donny. Un aliado
político, un guardaespaldas, sin embargo Donny eligió cubrirse, nadie se daría
cuenta de sus actividades nefastas del pasado, solo los que conocíamos al hombre.
Y eso era lo que me tenía inquieto. Mi asociación con Donny puso a Mace y a Mia en
peligro y un hombre buscando mejorar su situación en la vida, como Donny estaba
haciendo, no querría la amenaza constante. Querría atacarme, y conociendo su
modus operandi, lo haría a través de ellos. No le daría la oportunidad, pero decir
que me mantenía tranquilo por la noche sería una mentira.
Mace dejo de pasearse y se volvió hacia mí.
―¿Estás seguro de que Donny está en la nómina de Stein?
―Está o muy pronto lo estará.
―Vamos a tener que mantener nuestros oídos alertas. Tengo algo que Stein
quiere y sabemos la clase de hombre que es Donny.
―Sin mencionar, que se está moviendo rápido; es probable que no tenga idea
de mis palabras o estaría de regreso en la alcantarilla.
―Nunca le has dado ninguna razón para creer que lo delatarías.
―Lo sé, pero la mente de Donny no funciona como la mayoría de la gente. No
me siento cómodo tomando decisiones cuando se trata de él.
―Vamos a tener que mantenernos cerca de Mia. Viste la forma en que ese
bastardo la miraba.
Oh, lo vi. Tomo un tiempo que ni siquiera sabía que tenía, evitar retorcerle la
vida al maldito.
―Ella ira a la universidad pronto.
―Sí, y tengo una idea sobre eso. Lo discutiremos más adelante, pero ahora
necesito saber tu opinión sobre dónde una prostituta de alto nivel haría su trabajo.
―¿Hay algo que quieras decirme?
Mace captó el humor en mi pregunta, una sonrisa tirando de su boca.
―La mamá de Mia es una prostituta, así que es su compañera de cuarto quien
está desaparecida. Le dije a Cynthia que preguntaría.
La mamá de Mia era una puta. Eso era noticia.
―¿Sabe Mia sobre su mamá?
―Sí, lo descubrió cuando Cynthia apareció en mi casa.
―¿Cómo se lo tomó?
―Conoces a Mia, muy poco la afecta.
Le afectaba a ella y aun si esto estaba mal, me encantó que estuviera tan
pendiente de mí como yo lo estaba de ella. Mace no tenía que saber los sentimiento
que estaba albergando por su hija, que eran cualquier cosa menos familiar, por lo
que me centré en su pregunta.
―Sí, hay algunos lugares. Será fácil llevarte, además si la compañera de piso
se metió en problemas, querrá alguien cuidando su espalda.
―Gracias, Cole.
Mía
Sentada en una banca del parque, observé a papá entrenar al pequeño equipo
de béisbol. Lo ha estado entrenando por años, incluso cuando yo jugaba en él.
Golpear las pelotas se me daba bien, pero correr a las bases no tanto. Como cuando
era más joven, me sentaba comiendo un helado, pero no lo suficientemente rápido
haciendo que se derritiera en mi mano, dejando mis dedos pegajosos.
Un hombre trabajaba con papá, parecía co-capitán. Se veía como si estuviera
recién salido de una cancha de fútbol, construido como un deportista: Músculos
largos y delgados. Su cabello era café claro, ojos color avellana y una sonrisa fácil.
―Hola
Mi cuerpo se tensó cuando vi a Cole sentarse junto a mí en la banca.
―Hola
Alcanzó mi mano, llevando el cono de helado a su boca donde tomó un gran
bocado de él. Mi estómago hizo algo extraño, mis ojos pegados a sus labios
cubiertos de crema. Quería lamer el helado de esos labios.
―¿Qué tal?
―Bien
―Está mucho mejor que bien.
―¿Quién es ese?
¿Quién qué? ¿Qué estaba diciendo? Deja de hablar solo déjame lamerte.
―¿Mia?
Levanté mi vista de sus labios, a sus ojos, los cuales estaban llenos de
diversión.
―¿Qué? ―dije intentando concentrarme en la conversación.
―¿Quién es el chico?
―Ah, creo que el co-capitán.
―¿Cómo se ve el equipo?
¿Quería hablar del equipo? Mejor hablemos de mi helado y cómo me gustaría
derramarlo sobre su cuerpo desnudo y lamerlo todo, cada gota de ello. Parece que
esperé demasiado tiempo para responderle de nuevo puesto que ahora me miraba
como si acabara de escapar del mundo de las hadas. Dejando mis pensamientos
lujuriosos atrás le respondí:
―Buenos bateadores, algunos son buenos jardineros, y ese chico de ahí que
puede correr las bases como Superman.
La demora en mi respuesta era comprensible, debido a las hormonas y todo
eso, pero ahora que no estaba imaginando a Cole como la cuchara de mi helado, la
curiosidad reemplazó el deseo. ¿Por qué estaba aquí? Nunca había venido a las
prácticas. De hecho, ni siquiera sabía que él supiera que mi papá era el entrenador.
―¿Qué estás haciendo aquí?
―Mace lo mencionó el otro día, pensé que debía pasar.
Parecía extraño, especialmente considerado que él tendía a mantenerse alejado
de todo lo que no estuviera relacionado con el trabajo. Una parte de mí quería decir
algo más acerca de eso ya que era una persona preguntona, pero Cole se sentó a mi
lado, en el parque, compartiendo mi helado, nuestras piernas casi tocándose. No
estaba demasiado interesada en su repentino interés en la pequeña liga de béisbol.
Nos sentamos en un silencio cómodo y después de una media hora cuando la
práctica llegó a su fin, papá y su amigo caminaron hacia nosotros.
―Hola Mia. Cole. Este es Bruce. Trabaja para el departamento de policía de
Filadelfia, son quienes están patrocinando el equipo este año.
―Genial. Encantada de conocerte Bruce.
―Igualmente.
Cole asintió en su dirección, pero no dijo hola ni ofreció su mano. Si Bruce
pensó que era rudo, no lo podías notar en su rostro.
―Voy a llevar a los niños al camión por helado. ¿Quieres algo Mace?
-―No, estoy bien. Nos veremos en la próxima práctica, ¿cierto?
―Sí. ―Bruce se volteó hacia mí―. Encantado de conocerte Mia. Cole.
―Adiós.
Se movió en dirección a los niños, sabía que estaban ansiosos por su helado ya
que esa también era mi parte preferida de la práctica.
―¿Te nos unirás para la cena, Cole?
―No. Te veo mañana. ―Y luego ya se había ido.
―¿Por qué hace eso? ―pregunté, un poco molesta porque Cole pudiera pasar
de caliente a frío tan fácilmente.
―Es un hombre solitario, Mía.
―Y aun así aquí estaba. ¿Por qué estaba aquí?
―Tal vez esté intentando ser menos solitario con nosotros.
Moviéndome de la banca, ayudé a papá con el equipo.
―Necesita intentarlo más duro.
Mi papá se rió en respuestas, y fue un buen sonido.
Habían pasado ocho días desde que Cole puso su número en mi teléfono y
durante ocho días tuve que detenerme de usarlo. Tenía el número de celular de Cole
y aunque era sólo un número de teléfono, sentía como si me hubiera tocado el
premio gordo. Estúpido, realmente, pero tenía algo extra en mi paso, una constante
sensación de excitación revoloteaba justo detrás de mi caja torácica porque tenía esa
conexión con Cole. Estaba siendo una tonta completa y sin embargo no me
importaba en lo más mínimo. Soñadoramente, mire en el barrio mientras caminaba
hacia el taller de papá y me sorprendí al darme cuenta que tía Dee había tenido razón
sobre el progreso sucediendo; nuestro barrio había tenido un cambió durante la
noche. Muchas de las tiendas más antiguas habían cerrado y nuevos edificios
estaban siendo construidos.
¿Las tiendas más antiguas se habían visto obligadas a cerrar como la ferretería
Tony’s? Creo que Cole había tenido razón sobre Carter Stein interesado en la tierra
sobre la que estaba el taller de papá. ¿Era él el responsable de todo el cambio
ocurriendo en nuestro barrio? ¿Era él el que alejó a las empresas más antiguas? Si es
así, el progreso realizado, y Carter, no eran tan grandes en mi libro. Y mientras
reflexionaba sobre eso, vi al hombre con el cabello pálido de nuevo. Habían pasado
un par de semanas desde la última vez que lo había visto. Al otro lado de la calle y
más abajo de mí, estaba apoyado en su auto. Pero el hecho de que sus ojos llenos de
sombras estuvieran mirando en mi dirección tuvo a mis pies moviéndose más
rápido. Él se movió de su auto, en dirección hacia mí a grandes zancadas. Mi corazón
galopaba en mi pecho, porque, ¿qué pensaría hacer cuando me alcanzara? Mi
velocidad bajó mientras sacaba mi teléfono. E incluso queriéndole marcar a Cole,
odiaba que fuera la razón por la que tuviera que hacerlo. Mis dedos temblaban
mientras marcaba su número. Contestó a la primera llamada.
―¿Mia?
―El raro de cabello pálido me está siguiendo.
―¿Dónde estás?
―En la calle del taller.
―Voy para allá.
Prácticamente corriendo, todavía me sentía ganándole a cabello pálido. El
miedo que había pasado un largo tiempo desde que había sentido y esto hizo que lo
que sentía por Cole palideciera en comparación. En el siguiente momento, una
motocicleta rugió por la calle, parándose justo a mi lado, actuando como un
amortiguador entre el espeluznante hombre y yo. Cole. Nunca había sentido alivio
de la manera que lo hice en ese momento. No dijo nada, simplemente se quitó el
casco y me lo ofreció.
Sin perder tiempo, me puse el casco y me acomodé detrás de Cole en su moto.
Era un testimonio de mis sentimientos por Cole, porque el terror que había sentido,
ocupaba ahora un lugar secundario mientras una emoción más agradable se movía
a través de mí por estar tan cerca de él. Una acogedora calidez se desplegó en mi
vientre mientras me acurrucaba más cerca de su cuerpo grande y fuerte. Mis dedos
se cerraron alrededor de su cintura y la necesidad de presionar mi pecho en su
espalda casi me hizo hacerlo. Esto estaba mal, este era Cole, y sin embargo no se
sentía mal en absoluto.
Avanzamos por la calle e incluso sintiendo la euforia que tenía, estaba
preocupada por quedarnos también porque ese hombre había estado determinado
a llegar a mí, pero, ¿con qué propósito? Agitado en una de las bahías, la expresión
de mi padre daba miedo.
―¿Quién era?
Estaba dirigido a Cole.
Y aunque Cole no habló ni una palabra, de alguna manera todavía respondió
porque papá parecía aún más enojado. Se paseó, claramente con muchas cosas en la
cabeza, antes de volver su atención sobre Cole.
―Gracias, Cole.
―Sí. ―La única respuesta de Cole antes de caminar de regreso al auto en el
que había estado trabajando y aunque lo hacía ocasionalmente, la furia parecía
irradiar de él también. ¿Por qué? Cuando miré a mi padre esa pregunta se fue, igual
que cualquier otro pensamiento en mi cabeza, porque sabía que algo estaba muy
mal. En lugar de compartirlo conmigo, sin embargo, sólo dijo:
―No más caminar hacia o desde la escuela.
―Debido al hombre.
―Sí.
―No me vas a decir lo que está pasando, ¿verdad?
―Es más seguro para ti permanecer en la oscuridad, pero no más caminatas.
Entendido.
―Sí.
―Lo siento, Mia.
―¿Todo va a estar bien?
Me respondió de inmediato, pero en lugar de sentirme reconfortada, me sentí
inestable porque sus ojos lo delataban. La mirada en ellos contradecía lo que decía.
―Sí.
Cole me encontró más tarde, mientras trabajaba en mi tarea en la mesa de
picnic.
―¿Mia?
―Sí.
―¿Has tenido clases de defensa personal?
El tiempo de su pregunta no era una coincidencia. Así que lo que sea que estaba
pasando tenía tanto a papá como a Cole nerviosos.
―Papá me enseñó algunas cosas.
―¿Como qué?
―Ir por los ojos, la nariz, el cuello, las rodillas o la ingle.
―¿Y puedes?
―No sé, pero creo que sí.
―Ponte de pie.
Por mucho que la idea de pelear con Cole me ataba a todos niveles, ya no estaba
tan segura de que fuera una gran idea.
―¿Por qué?
―Mia, no me retes.
—Está bien. ―Sonó tan parecido a mi padre en ese momento. Dejando caer el
lápiz, me moví de la mesa y quedé de pie justo enfrente de él.
―Voy a ir hacia ti, desvíame.
―No quiero hacerte daño.
―No lo harás. Quiero ver tus movimientos.
―Está bien.
Y luego atacó; no estaba preparada para lo rápido que fue. Sus brazos se
envolvieron alrededor de mí con tanta fuerza que tuve problemas para respirar. Me
soltó, su cara se apretó con un poco de emoción antes de que dijera entre dientes:
―Una vez más.
Y de nuevo se movió demasiado rápido.
―De nuevo.
Durante una hora me sometió, pero hacia el final de esa hora no recibió ni un
resbalón de mí.
―Te traeré un poco de espray de pimienta mañana. Llévalo en el bolso y
asegúrate de mantener tu teléfono cargado.
―Cole, ¿debería estar preocupada?
―No, sólo sé inteligente. ―Me tomó la mano y la sensación de mi pequeña
mano retenida en la suya grande, callosa, me dejó sin aliento―. Cualquier cosa
puede ser utilizada como arma. Tu mochila, incluso tu teléfono pondrá dar un golpe.
―Me llevó a través del taller señalando artículos diarios que se podrían convertir en
armas. Incluso sugirió que la tapa del baño, si la balanceabas correctamente, podría
noquear a un atacante. No era como si necesitara esa pequeña parte de información,
pero la guardé ya que parecía ser tan importante para Cole. El hecho de que
estuviera preocupado, de que le importara, también agitaba esas sensaciones que
había intentado no sentir por él.
Después del tour de armas, se acercó a la mesa de picnic antes de dirigirse de
nuevo al taller. Le dije:
―Gracias por la lección.
Él dijo de regreso:
―Puedes darme las gracias manteniéndote a salvo.
Cole
No me había duchado; la esencia de Mia estaba en todo mi cuerpo. El golpe
que el carburador tomó fue brutal, pero cada vez que mis pensamientos derivaron a
la última noche, que era sin parar, me sentí dividido por lo que alimentó mi rabia.
¿Por qué había ido con Mia, por qué había instigado algo que sabía que no tenía por
qué iniciar? Especialmente con la mierda pasando con Stein y Donny, un vínculo
conmigo era peligroso.
Ella estaba lejos de eso, protegida, y luego fui y llevé ese problema justo a su
dormitorio. ¿Y por qué? Debido a que la deseaba, malditamente la ansiaba, como un
adicto necesita una dosis, y ahí está el dilema.
Querer algo que no tenía por qué desear en un momento en que era peligroso
mostrar debilidad, y ella era sin duda mi debilidad.
―¿Cole?
Mia. Volviéndome hacia ella y viendo la duda, y peor aún, el miedo al rechazo,
se sintió como una daga en el corazón.
―¿Tienes un minuto?
―Sí. ―Agarrando mi toalla, me limpié las manos mientras la seguía fuera.
Visiones de ella, de la noche anterior, golpearon mi cabeza, haciendo jodidamente
difícil caminar.
Fiel al estilo de Mia, tiró su golpe.
―¿Qué pasó anoche?
Mirando fijamente a esos ojos color whisky, supe que con las siguientes
palabras que dijera, me odiaría a mí mismo durante mucho tiempo, y sabía que ella
también lo haría.
―Un error.
Reaccionó como si la hubiera abofeteado. Hubiera recibido un sinfín de golpes
de mi papá para eliminar esa mirada de su cara.
―¿De verdad crees eso?
―Creo que tienes todo el mundo por delante, mirar hacia atrás cuando
deberías estar viendo hacia adelante es un error.
―Te quiero.
Dios, me estaba matando.
―Tienes diecinueve, no estás segura de lo que quieres. Soy cómodo y familiar,
no hay que confundir eso con algo más.
―Es una estupidez y lo sabes. Mis sentimientos se derivan de años de
conocerte, y crecer contigo. Cómodo y familiar, ¿en serio? Interpretas a Jekyll y Hyde
mejor que Jekyll y Hyde.
―Mia.
―Quieres que siga adelante, está bien. No voy a rogar por tu afecto, pero no
me mires a los ojos y me digas que no sentiste lo que sentí. Que no sufriste de la
manera en que lo hice. Todavía estás en mí; no me duché, no quiero perder tu aroma;
Lo quiero como una marca. Dime que no sientes lo mismo y voy a seguir adelante y
nunca miraré hacia atrás.
Era una mentira, una pequeña mentira, y habría logrado mi objetivo final,
apartándola de mí y poniéndola en el futuro que le esperaba y, sin embargo, no
podía hacerlo. No podía mirar a la cara de la única mujer que alguna vez amaría y
decirle que no sentí lo correcto de nosotros.
―Lo sentí.
Su reacción no fue para lo que estaba preparado, sonrió: tan plena y brillante
que casi me cegó.
―Voy a seguir adelante, por ahora, por los próximos cuatro años me centraré
en mi futuro, pero, tú y yo Cole, estamos lejos de haber terminado.
Esta vez se alejó, pero saltó mientras lo hacía, y malditamente me hizo sonreír.
Mia
El segundo año, era difícil de creer que había terminado todo un año de
universidad. Me había decidido por contabilidad, como mi especialidad, porque me
encantaba matemáticas y resultó que era buena en eso. No sólo estaría manejando
la oficina de papá, sino que también podría hacerme cargo de los libros, incluso en
tiempo de impuestos, ya que papá realmente odiaba todos los aspectos del negocio
del taller. Y Dylan, quien hacía el trabajo ahora, no tendría que hacerlo nunca más.
Según lo prometido, me centré en la universidad y puse a Cole en un segundo
plano, pero no era tan fácil alejarlo de mis pensamientos, porque cada vez que
escuchaba su confesión, dicha suavemente, de quererme tanto como yo lo quería, no
podía evitar la emoción o la anticipación de terminar lo que habíamos comenzado
esa noche en mi dormitorio. Llegaríamos allí, algún día.
Pensar en él me tenía extrañando casa; sorprendería a papá, y a Cole, con una
visita. El viaje no fue largo y cuando llegué, el estacionamiento del taller estaba lleno,
el negocio estaba en auge, así que estacioné al final de la calle. Conduje a través del
barrio, el orgullo me llenó al ver lo bien que se veía; muchas de las casas habían
terminado los trabajos y los coches nuevos estaban estacionados en paralelo en las
calles. La señal para el taller de papá era visible desde cuadras de distancia, la simple
señal en blanco y negro. Estaba a medio camino del lugar de estacionamiento,
cuando oí las voces que se alzaban. Mirando alrededor de la esquina, sin querer
interrumpir y curiosa como el infierno del porqué papá y Dylan estaban discutiendo,
escuché a escondidas… algo que no era capaz de dejar de hacer.
―¿Qué has hecho, Dyl?
―No sabía que más hacer, Mace. Lo siento Nunca pensé que llegaría tan lejos.
―Mierda hombre, sabes la clase de personas que son. ¿Por qué diablos te
involucrarías en eso?
―No tuve otra alternativa.
―Mierda. ―Mi papá se veía lívido―. ¿Por qué demonios no me lo dijiste? ¿Por
qué esperaste a que lo oyera de Cole?
Mi corazón saltó cuando vi a Cole, no podría haber controlado mi reacción a
verlo, más de lo que podría haber controlado las fases de la luna.
Dylan se veía horrible, como atado hacia fuera y asustado. Cuando papá se
volvió hacia Cole, supuse que tenía más que decir a Dylan, pero no quería una
audiencia.
―Gracias por el aviso. ¿Terminas el día?
―Sí.
―Está bien, nos vemos en la mañana.
Cole claramente leyó las intenciones de papá también, cuando se dirigió hacia
la bahía más alejada de mí. La ligera vacilación en su marcha y la forma en que
inclinó su cabeza hacia mí, dejaron claro que sabía que estaba allí. El hecho de que
fuera tan consciente de mí como yo de él, hizo que un poco de frío delicioso bajara
por mi espina dorsal. Él continuó fuera del taller y lo seguí. Me esperaba porque se
quedó allí.
―Mia. ¿Mace sabe que estás en casa?
―No, extrañaba estar en casa así que pensé en pasar por aquí, tal vez cenar.
―Señalando hacia el taller le pregunté―: ¿Qué está pasando con Dylan? ¿Está todo
bien con el taller?
Su respuesta no combinaba con su expresión; se veía extraordinariamente
molesto.
―Todo está bien.
Él siempre estaba allí, cubriendo la espalda de papá. Necesitaba saber que no
sólo lo reconocíamos, sino que también estábamos agradecidos.
―Gracias por estar siempre cuidando de papá y de mí. Tiene suerte de llamarte
amigo. También soy tu amiga, lo sabes ¿cierto?
No fue una de sus sonrisas de pura perfección, pero aun así fue bastante
fantástica.
―Lo sé, Mia.
―Sé que quieres que siga adelante, por ahora, pero si alguna vez me necesitas,
ya sabes cómo encontrarme.
―Igualmente. Ve a ver a tu padre, una visita es justo lo que necesita. ―Y luego
se volvió y se alejó.
Cole no estaba equivocado, papá se veía demacrado cuando entré de nuevo en
el taller, pero en cuanto me vio, sonrió de oreja a oreja.
―¡Mia! ―Me abrazó y me mantuvo allí más tiempo del necesario, lo que
inmediatamente provocó mi preocupación.
―¿Estás bien?
―Sí, mejor ahora que estás aquí.
―Pensé que podríamos ir a cenar.
―Vamos a casa, voy a hacer la cena. Ha sido demasiado tiempo desde que
tuvimos una comida juntos en casa.
―¿Te estás poniendo sentimental por la edad?
Envolvió su brazo alrededor de mis hombros.
―No, sólo extrañaba a mi hija.
Cole
―¿Cómo demonios terminamos involucrados en esta mierda? ―Mace sonaba
tan molesto como me sentía.
―Porque una prostituta te pidió que buscaras a otra prostituta.
―¿Estás tratando de ser gracioso, Cole? ―Y aunque lo dijo con una expresión
impasible, escuché el humor en su voz―. Si hubiera sabido en ese momento lo que
sé ahora, nunca hubiera dejado a Mia salir de la casa.
―Como si pudieras detenerla. ―Ella era una fuerza de la naturaleza; no era
extraño que me volviera loco en el jodido buen sentido―. ¿Regresó a la escuela?
―Sí. Pudiste haberte reunido con nosotros en la cena.
―Después de enterarte de lo Dylan, una cena tranquila con Mia,
probablemente era lo que necesitabas.
―Y que lo digas. No tengo ni una maldita idea de lo que Dylan estaba
pensando.
―Parece que no ha estado pensando demasiado. Mia escuchó la discusión
ayer.
―Me lo imaginé, esa chica ha estado escuchando por casualidad desde que
empezó a caminar.
Sonreí al pensar en una Mia más joven, con todo ese cabello salvaje y esos ojos
demasiado grandes para su rostro, escuchando conversaciones que no debía.
―He visto la forma en que tú y Mia se miran.
La sonrisa cayó de mi rostro. Oh, mierda.
―Han estado dando vueltas alrededor del otro desde hace mucho tiempo.
―Mace, mira, yo…
―No me estoy oponiendo, Cole, todo lo contrario. Me gusta la idea de ustedes
dos juntos.
Sorprendido con esa declaración, pisé los frenos demasiado duro, lanzándonos
hacia delante en nuestros asientos. Me detuve junto al bordillo, ya que mi
concentración estaba demasiado lejos para conducir, y me moví en mi asiento para
mirar a Mace.
―No estás bromeando.
―No.
―Mia merece algo mejor.
―Amas a mi hija. No estoy preguntando, puedo verlo. Has cambiado tu
mierda por ella. Estás ayudándome por ella. Te mantienes alejado de ella, por ella.
Un hombre que está dispuesto a cambiar, a renunciar a lo que quiere, todo por
querer lo mejor para la mujer que ama, es lo suficientemente bueno. No hay nadie
mejor para Mia que tú. Sabes lo que siento por Mia y te lo aseguro, Donati y
Campbell, siempre me ha gustado cómo suena.
―¿De verdad quieres que estemos juntos?
Mace se reclinó en su asiento.
―Sí, me gustaría eso.
No pude evitar sonreír, porque rara vez la gente me sorprendía, pero estaba
sorprendido como el infierno.
―A mí también.
―Bien, ahora vayamos por un trago. Nos lo merecemos.
Bueno, mierda. Mace acababa de darme su bendición y joderlo todo, pero
estaba jodidamente feliz de tenerlo.
Mia
La lluvia no había parado; los vientos eran tan fuertes que pensé que las
ventanas saldrían volando de los marcos. Mañana era el cumpleaños de tía Dee y
como era costumbre, íbamos a celebrarlo en Vincent.
Mi graduación era en dos meses, todavía no podía creer que habían pasado
cuatro años, a pesar que mis estudios me habían mantenido muy ocupada. Papá y
yo habíamos hablado acerca de trabajar para él como encargada del taller de
Reparaciones Mace; estaría desempeñando la clase de trabajo que esperaba hacer,
con el beneficio adicional de que estaría pasando mis días con papá y Dylan. Y Cole.
Él era la razón principal por la que no creía en lo rápido que habían pasado los
últimos cuatro años, porque normalmente cuando querías algo por lo que tenías que
esperar, el tiempo se movía con lentitud. Lo quería y, contrariamente a su
predicción, mis sentimientos no eran solo un enamoramiento, ni siquiera cerca. Su
tiempo se había terminado.
Como regalo anticipado de graduación, papá me encontró un apartamento
ubicado cerca de la calle South sobre Rodman. El apartamento quedaba de espalda
a la calle South y era un lugar pequeño y acogedor. Me insistió para que lo comprara,
no que lo alquilara, por lo que me entregó el dinero para el pago inicial y se ofreció
a pagar el crédito mensual hasta que comenzara a ganar mi sueldo. No tenía
intención de conseguir un lugar tan pronto, especialmente porque aún no estaba
trabajando, pero papá había sido insistente, me quería en ese apartamento, por lo
tanto acepté su muy generosa oferta. Me mudé una semana después de mi
graduación.
Era tarde, pero todavía estaba levantada; papá había salido, probablemente
con una de sus amigas. Sabía que mi padre tenía citas. Nunca las había traído a casa
cuando vivía aquí, sin embargo, ocasionalmente una mujer pasaba por el taller. Él
era sexy, así que no me sorprendía el interés de las mujeres. Siempre deseé que
encontrara a alguien, ese alguien especial, pero siempre tuve la sensación de que las
mujeres estaban más interesadas en mi padre que él en ellas. Tal vez después de
Cynthia, la idea de comprometerse con alguien le producía un gran rechazo. No
podía culparlo por eso.
El sueño se acercaba sigilosamente, pero no quería irme a la cama hasta que mi
padre estuviera en casa. El golpe en la puerta llegó a las tres de la mañana. Debí
haberme quedado dormida porque el golpe me sobresaltó. Le eché un vistazo al reloj
y mi corazón comenzó a latir con fuerza. ¿Quién estaría llamando a esta hora? Espié
por la mirilla y, aunque los rasgos del hombre estaban ocultos en la sombra, supe
que era Cole.
Abriendo la puerta, le pregunté:
―Cole, ¿qué estás haciendo aquí?
No dijo ni una palabra, sólo dio un paso hacia mí y me rodeó con sus brazos.
―¿Cole? ¿Qué sucede? ¿Sabes qué hora es?
Unos minutos después, un auto de la policía se detuvo frente a la casa. Las
luces parpadeaban, el rojo y azul se reflejaban en la casa al otro lado de la calle.
―¿Por qué está aquí la policía?
Apartándome de Cole, di un paso atrás.
―Cole, ¿por qué está aquí la policía?
―Mia… ―Cole estaba llorando, había lágrimas corriendo por su rostro. En el
fondo, sabía por qué estaba aquí la policía, sabía por qué Cole estaba llorando en la
puerta de la casa de mi padre, pero si lo decía en voz alta se haría realidad. Sacudí
la cabeza, rehusándome a creerlo, rehusándome a aceptar una realidad que nunca
sería capaz de superar.
―Mia.
―No, Cole. No puedo creerlo. ¡NO PUEDO CREERLO!
―Lo siento. Lo siento jodidamente tanto.
―¿Señorita Donati?
Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no las dejaría caer, mientras miraba a los
oficiales de la policía en el vestíbulo.
―Mace Donati estuvo involucrado en un accidente de tránsito esta noche, lo
lamento, pero no sobrevivió.
Cada parte de mí se paralizó, mi respiración, mi corazón, incluso la sangre
corriendo en mis venas pareció tomarse un momento antes que el dolor estallara
dentro de mí. Caí de rodillas y un grito de angustia escapó de mi garganta.
Envolviendo los brazos a mi alrededor, desesperada por mantenerme unida al sentir
que me estaba rompiendo en pedazos, me mecí deseando a la única persona que
siempre había hecho que todo estuviera mejor y sabiendo que nunca volvería a
hacerlo de nuevo. Apoyé la cabeza sobre mis rodillas y los sollozos sacudieron mi
cuerpo; mi padre estaba muerto. Quería gritar mi negación en voz alta. La idea de
que nunca volvería a ver su amado rostro de nuevo, sentir sus brazos alrededor de
mí cuando estaba sufriendo, o escuchar su voz simplemente diciendo mi nombre,
me hacía sentir vacía. Nunca trabajaríamos juntos, nunca me acompañaría al altar y
nunca abrazaría a sus nietos.
Unos fuertes brazos se envolvieron a mi alrededor. Cole me acunó en su
regazo, sosteniéndome cerca y ofreciéndome consuelo a la vez que lo buscaba; él
estaba tan destrozado como yo. Tocando su rostro, sus ojos se abrieron y había tanta
devastación en ellos.
―Realmente se ha ido.
―Sí.
―No vamos a tenerlo de vuelta, ¿verdad? ―Incluso al decir las palabras,
seguía sin poder creerlo. Me sostuvo más cerca, abrazándome más fuerte.
Mi padre se había ido. No podía aceptar vivir en un mundo en donde él no
estuviera. Todavía teníamos tanto por hacer. No podía estar muerto y, sin embargo,
mi corazón se rompía en pedazos al saber que por mucho que intentara negarlo, aún
tendría que enfrentarme al hecho de aceptar su pérdida. Enterrando mi rostro en el
pecho de Cole, el dolor era incontenible. Un dolor que supe, llevaría conmigo
durante el resto de mi vida. La histeria bordeaba mis palabras; no podía perder a
Cole también. Si me dejaba, sería la única perdida en la oscuridad. Envolviendo los
brazos alrededor de su cuello, lo sujeté con fuerza.
―Por favor no me dejes. No puedo perderte también.
No me respondió, sólo me sostuvo mientras lloraba hasta quedarme dormida.
En la mañana cuando desperté, Cole se había ido.
Cole
Entré dando un portazo en la habitación que Terence y su equipo usaban como
base de operaciones, queriendo sangre. Ver a Mia desmoronarse, ver la devastación
y la pérdida en su rostro y saber que aún tenía más para perder, casi acabó conmigo.
Pero maldita sea, la muerte de Mace no iba a quedar sin resolver. Accidente de
tránsito mi trasero.
―¿Qué demonios sucedió?
Terence se puso de pie de un salto, viendo mi estado de ánimo y tratando de
evitar que hiciera algo que lamentaría.
―Cálmate, Cole.
―¿Que me calme? En un momento Mace está respirando y al siguiente ya no
lo está. El único cambio en su mundo fue ayudarte. Así que pregunto de nuevo, ¿qué
sucedió? ¿Cómo se cruzaron las señales para que él se fuera sin mí?
―No estaba haciendo algo para mí.
―¿Qué?
―No lo llamé. A donde sea que fue, a quienquiera que fue a ver, no provino
de mí. ―Terence era muchas cosas, pero deshonesto no era una de ellas.
―Y aun así fue.
―Sí.
La implicación de eso me dejó anonadado; una mirada a Terence lo confirmó.
―No vio a la persona como una amenaza. ―Incluso al decir las palabras,
todavía no podía creerlo.
En una rara muestra de emoción, los hombros de Terence se hundieron y
pareció envejecer justo allí delante de mí.
―Sí. Mace conocía a la persona que lo asesinó.
Y eso quería decir que quienquiera que lo asesinó probablemente también
conocía a Mia. Había perdido a Mace; no iba a perderla a ella.
La vigilaría, la mantendría a salvo y para hacer eso debía permanecer alejado
de ella; Mia tenía que perderme a mí también. Rara vez bebía mucho alcohol, tenía
que agradecerle a mi padre por eso, pero esta noche iba a terminar borracho.
Mia
Hace seis meses pendí a mi papá y el dolor todavía era tan crudo como se sintió
esa noche. Algunas veces me despertaba convencida de que era sólo una horrible
pesadilla, pero luego la realidad volvía y lo perdía todo de nuevo. Mi vida entera
había sido papá y yo. No estaba realmente segura de quién era Mia Donati sin Mace
Donati a mi lado. Todavía tenía a la tía Dee y Dylan, pero la relación con mi papa
había sido especial. Nos habíamos forjado juntos, hecho una vida juntos que era
malditamente cercana a la perfección, y algunas drogas en el camino alejaron eso de
mí. Nunca pensé que un corazón podría doler tan gravemente y seguir funcionando.
El dolor de su perdida no se había aliviado con los meses, de hecho el dolor sólo
había aumentado más cuando pasaban los días en que hubiera querido compartir
algo con él sólo para que la cruda verdad golpeara contra mí que él no está aquí y
nunca lo estaría de nuevo.
Me sorprendió cuánto una vida podría cambiar en tan corto tiempo. Estaba de
vuelta en mi viejo vecindario porque tía Dee y yo estábamos empacando las cosas
en la casa de papá para venderla. No podía cree que teníamos que vender mi casa
de la infancia, odiaba que la casa en que mi papá había pasado tanto tiempo
haciendo suya, algún día le pertenecería a alguien más. Pensaba tomarla, abandonar
mi apartamento y mudarme de nuevo a casa, pero papá realmente me había querido
en el apartamento, había insistido en comprarlo, así que dejarlo se sentía como un
acto de desafío.
Lo que odiaba más que nuestra casa siento vendida era ver los vehículos de la
construcción alineados en el estacionamiento del taller de Reparaciones Mace. Al
parecer, el lugar no estaba haciéndolo tan bien como papá nos había dejado creer.
Dylan, como el socio de negocio de papá, había cubierto la deuda pendiente en el
taller, pero no era posible para él mantenerla funcionando así que lo vendió. Carter
Stein lo compró y eso lo rayó. Papá no hubiera querido venderlo y sin embargo ahora
él lo poseía. No culpaba a Dylan, no tenía opción y Carter era implacable, pero se
sentía mal.
Para agregarse a mi angustia, después de esa horrible noche, Cole había
cambiado de nuevo. Él siempre estaba allí, nunca puso en duda el que si lo
necesitaba, estaría ahí, pero se quedó en el fondo. Por mucho que quisiera explorar
mi sentimientos por él, el dolor por él, lo que me lastimaba incluso más era la
pérdida de su amistad; una relación que había luchado por mantener, pero perdido
de todos formas.
Amargura y resentimiento eran algunas de las emociones que alimentaba
cuando pensaba en Cole, pero curiosamente era una mezcla también. Tenía tantas
preguntas para él. Por ejemplo, ¿cómo supo de mi padre antes que los policías?
¿Había estado allí? ¿Dónde había estado papá? Pensaba que había tenido una cita.
Planeaba preguntarle a Cole, demandaría que respondiera, pero no estaba allí
todavía.
―Mia, tomate un descanso cariño. Has estado trabajando por horas ―dijo tía
Dee mientras entraba a la oficina de papá.
―Está bien, sólo quiero terminar esta habitación.
No estaba realmente mirando nada porque sabía que si de verdad me
concentraba en lo que estaba haciendo, me hubiera roto y nunca terminaría. Todo
estaba almacenado, algunas en casa de tía Dee y algunas en mi apartamento.
Eventualmente tendríamos que clasificarlo y mantener lo que quisiéramos y
deshacernos del resto. Sólo que todavía no estaba allí tampoco.
Tía Dee se colocó junto a mí en el suelo y alcanzó mi mano para detener mis
esfuerzos de embalaje.
―Si esto es demasiado duro para ti, puedo hacerlo yo misma.
―Como si no fuera difícil para ti.
―Lo es, pero este es tu hogar y él era tu papá.
Lágrimas, que parecían caer libremente estos últimos seis meses, brotaron de
mis ojos.
―No puedo creer que se haya ido.
La voz de tía Dee se volvió áspera por sus propias lágrimas.
―No puedo creerlo tampoco.
―Un accidente de auto, no parece irónico que papá debiera morir en un
accidente de auto.
Ella pasó una mano por su cabello.
―Él te amaba. Mi hermano era un hombre duro, no dejaba descubrir mucho
pero, desde el momento en que naciste, te amó. Repentinamente su vida entera
cambió de enfoque, su único propósito de ser era estar para ti.
―Y lo había estado.
―Lo sé.
―¿Esto siquiera se vuelve más fácil?
―Tengo que creer que lo hace.
Cole no estaba muy apresurado ya que me encontré con él bastante rápido. Tal
vez sabía que lo seguiría, puesto que siempre tenía la extraña habilidad de leer mi
mente. O quizás yo leía su mente, porque su destino era la casa de papá. Se sentó en
el porche, el recuerdo de papá y yo haciendo eso mismo el día después de que Cole
hubiera entrado por primera vez en nuestras vidas, tenía lágrimas quemando en la
parte trasera de mis ojos. Él sacó dos latas de cerveza de su chaqueta y abrió una, la
puso junto a él en el porche antes de abrir la segunda, ofreciendo una especie de
saludo, y le dio un sorbo. No quería entrometerme; se sentía mal interrumpir un
obvio momento para Cole, así que me giré para irme pero su voz me detuvo.
―Mia.
Me giré de nuevo hacia él, ya no estaba sentado pero se quedó de pie en la base
de la escalera, su atención completamente en mí. Preguntó:
―¿Estás bien?
―Stein es un imbécil.
Su expresión se volvió dura.
―Estoy de acuerdo.
―Los recuerdo a ustedes dos sentados en la cocina o en el patio trasero,
bebiendo cerveza y charlando. Amaba verlos a los dos juntos. Lo extraño demasiado.
―Extrañaba a Cole también, pero no podía atreverme a decirlo.
―Yo también lo hago.
Desplazando mi atención a la casa de papá, mi garganta consiguió apretarse.
―No puedo creer que tengamos que venderla. Es de papá, cada centímetro de
esa casa tiene recuerdos de él. No creo que pueda hacerlo.
―No tienes que hacer nada por el momento. Tomate tu tiempo y vivé tu pena.
El resto puede esperar.
Mi atención se movió de vuelta hacia él, una sonrisa tocó mis labios porque
sonó como papá.
―Suenas como él.
―Él era un buen hombre.
―También lo eres.
Realmente podía ver la pared subiendo entre nosotros, ladrillo a ladrillo. Por
unos pocos minutos, él había sido el viejo Cole.
―¿Por qué me evitas?
―No te estoy evitando, estoy liberándote.
―¿Qué significa?
―Tu vida acaba de empezar, tu futuro es tuyo para elegir.
―¿Y el tuyo no?
―Estoy donde quiero estar.
―También lo estoy. Bueno, casi donde quiero estar. Tú y yo, tenemos negocios
sin terminar.
―No los tenemos. Sólo soy algún tipo del vecindario que conocía a tu papá y
estás confundiendo tus sentimientos por él conmigo.
―Amaba a mi papá, pero mis sentimientos por ti no tienen nada que ver con
él o su recuerdo y sé que lo sabes. Si ya no te sientes más de esa forma por mí lo
entiendo, pero se honesto contigo mismo y conmigo. Perdí a papá y luego te perdí a
ti, pero tú perdiste a papá y a mí. Parece estúpido sufrir sola cuando mi mejor amigo
está de pie justo enfrente de mí.
―No puedo ser eso para ti, Mia.
―¿Por qué?
No iba a responderme; podía verlo en la posición de sus hombros y el apretar
de su mandíbula. No iba a conformarme sin una respuesta, no esta vez. Me trasladé
arriba hasta su espacio personal, de pie tan cerca de él que estábamos prácticamente
tocándonos. Mi cuerpo respondió al estar tan cerca de él, me sentí como una flor
estirándose por el sol, cada parte de mí quería estar presionada contra él, quería
sentir el calor de su cuerpo, quería su aroma saturándome, quería sus brazos
halándome y sosteniéndome cerca. Él no me tocó.
―Quiero una respuesta Cole, una respuesta real y no alguna mierda medio
elaborada sobre dejarme en libertad. Me debes eso. ¿Por qué te mantienes a distancia
cuando sabes que te quiero cerca, tengo que rogarte para mantenerte cerca?
En una rara muestra de emoción, la cara de Cole se volvió atormentada, sus
ojos ardieron con algo oscuro y peligroso.
―Su muerte es por mí.
―Fue un accidenten de auto. ―Había más que rabia en su mirada; vi
culpabilidad―. Fue un accidente de auto, ¿no?
―Se supone que yo cuidaba su espalda y se ha ido. Le fallé a él y a ti. ―Se veía
ligeramente salvaje después de esa confesión, extendió su mano hacia mí, sus dedos
se curvaron alrededor de la parte superior de mi brazo en un agarre firme―. Lo
perdí, pero no te voy a perder a ti también. Si tengo que guardar distancia para
mantenerte a salvo, entonces eso es lo que jodidamente haré.
―¿Mantenerme a salvo?
Él dejó caer sus manos y dio un paso atrás, poniendo distancia entre nosotros.
―Déjalo ir Mia.
―Cole…
―Te estoy pidiendo que lo dejes ir. Necesito que lo dejes ir.
Determinación y algo oscuro me devolvió la mirada, lo cual fue la única razón
para agregar:
―Por ahora, pero responde a esto y se honesto. Si papá aún estuviera aquí y lo
que sea que siguiera no fuera pasado, ¿en qué podríamos habernos convertido tú y
yo?
Alcanzó un mechón de mi cabello, girándolo alrededor de su dedo, cambiando
su atención. Ternura y un poco de soledad se reflejaba en esos magníficos ojos.
Arrastrando su dedo a lo largo de mi mandíbula, rozó mi labio inferior con la yema
de su pulgar y luego se alejó. Una respuesta silenciosa, pero escuché su respuesta
fuerte y claro; él me quería también y por ahora eso era suficiente.
Mia
Dylan y yo estábamos en Vincent’s cenando, estaba feliz de que se presentara.
Había estado tratando de mantenerme en contacto con él desde la muerte de papá,
pero su culpa por vender el taller lo mantuvo a distancia, lo que no entendía. ¿Qué
más pudo haber hecho? No podía mantenerlo y no tenía sentido pender más dinero
al tener el lugar abierto cuando papá hubiera querido que lo vendiera.
―Deberías pasar y ver a tía Dee. Realmente lamentaba no venir esta noche,
pero consiguió un ascenso a gerente de la tienda y tenía que hacer el inventario.
―Estoy feliz por ella.
―¿Y qué acerca de ti, Dyl? ¿Qué tal el nuevo empleo?
―Está bien. Todavía trabajo con autos, así que eso es todo.
Me estiré para tomar su mano.
―Lo he dicho antes, pero lo diré de nuevo. Está bien que hayas vendido el
taller. En tus zapatos, papá hubiera hecho lo mismo.
Su rostro perdió el color y sus ojos se veían extrañamente húmedos, pero no
dijo nada en respuesta a eso, y en su lugar dijo:
―Extraño a tu papá.
―También yo.
El rostro de Dyl cambió nuevamente, se endureció cuando su mirada cayó
sobre algo detrás de mí, como si lo hubiera hecho sentir enojado. Seguí su mirada y
vi a Cynthia, mi madre de nacimiento. Sabía que a él no le agradaba más que a mi
papá y a tía Dee. Estoy segura que incluso le disgustaba más que estuviera en
Vincent’s, ya que este había sido el lugar de Mace. Más interesante, la reacción de
ella al ver a Dylan conmigo, se veía tan fastidiada como él. No se quedó, giro sobre
sus talones y salió por la puerta, pero no pude evitar preguntarme por qué estaba
aquí, desde que en todos los años que hemos estado cenando en Vincent’s, ni una
vez la vi salir enfadada por la puerta.
La tarde del viernes me encontraba en la oficina de mi jefe. Mientras estaba
sentada ahí, me pregunté, y no por primera vez, si la ventana estaba sellada, porque
si no lo estuviera, un buen empujón y mi jefe estaría aprendiendo cómo volar. Qué
bueno que los pensamientos no fueran monitoreados, porque si lo fueran, estaría en
prisión. Seguramente la cantidad de tiempo que meditaba en asesinar a mi jefe era
enfermiza.
Trabajaba para una firma de contabilidad mediana en Center City
Philadelphia. Me gustaba el trabajo y a pesar de no romper ningún techo con mi
salario, tenía un estilo de vida decente. Lo que no me gustaba era mi jefe. Cuando
me contrató, parecía un chico bueno y un jefe justo. Este pensamiento duró alrededor
de un mes, antes que cambiara, y el chico divertido se convirtió en un idiota. Siempre
sobre mi culo, siempre metiendo sus narices en mis asuntos, contantemente mirando
sobre mi hombro. Me dio asignaciones complicadas y luego se puso impaciente
cuando no las completé lo suficientemente rápido. No creía que nadie pudiera
completar el trabajo tan rápido como él quería, ni siquiera él. Su ataque se sintió
personal, como si lo hubiera molestado de alguna manera, y no tenía ni una pista
sobre lo que había hecho todavía.
Frederick Nathaniel Tatum Jr. era el hijo de uno de los socios de la firma, la
única razón por la que mantenía su puesto. Bueno, eso me dije, a pesar que sabía
que el hombre tenía un cerebro en la cabeza. Trabajar en un ambiente hostil no era
para mí, por lo tanto, me puse a tantear terreno por un nuevo trabajo. Lo estaba
haciendo en secreto, ya que sólo había comenzado hace tres meses y no pensaba que
era un buen augurio querer irme después de sólo tres meses. Mientras tanto, toleraba
sus molestias, me quedaba hasta tarde, y trabajé muy duro, pero conspiraba su
muerte, mientras más variado y creativo el método, mejor.
―Mia, necesito eso en cinco.
―Lo tendré listo para usted.
―Revisa dos y tres veces tus números. No quiero ningún error.
Claro, porque me hice un hábito de hacer trabajos acribillados con errores.
Irritando e insultado, su delicado, pero gran Freddie.
―Lo revisaré una y otra vez. ―Mi tono fue extra dulce, incluso cuando mi
mirada enviaba dagas hacia él, pero estaba muy ocupado mirándose en el reflejo de
la misma ventana por la que esperaba empujarlo, así que ni siquiera se dio cuenta.
―Muy bien. Puedes retirarte.
Oh, ¿podía? Me encantaría hundir el abre cartas en su nuca, idiota. Me puse de
pie.
―Espero que tenga un buen fin de semana.
No respondió, pero tampoco esperaba que lo hiciera. Cerrando la puerta de su
oficina, caminé por el pasillo y suspiré de alivio. No fue tan terrible como algunas
de nuestras reuniones… esas en las que me delegaba el equivalente a seis días de
trabajo, y me decía que lo tuviera terminado en dos. Ya había terminado lo que me
pidió, lo que significaba que podía irme de aquí a las cinco. Tenía otro lugar en
donde estar.
Vincent´s se veía igual que el hombre mismo, incluso a los setenta y, aún
trabajaba en la cocina. Su fuerte y colorida voz, era casi como sonido de ambiente
ahora, su tono y cadencia tan familiares como los manteles de color rojo y blanco a
cuadros y los jarrones de vidrio llenos de flores recién cortadas.
Tía Dee estaba ahí, su personalidad normalmente burbujeante estaba apagada.
Y cuándo vi el ceño de su frente, tomé su mano.
―¿Estás bien?
Sus ojos de gato se centraron en mí.
―Lo siento. Estoy distraída. Hay algo que necesito hablar contigo.
―¿Estás enferma? ―Ese era mi mayor temor, perder a tía Dee también. La
sorpresa apareció en su rostro.
―¿Qué? No, no querida Mia, no estoy enferma.
―Gracias a Dios.
―No sé cómo abordar esto, así que sólo voy a ir directo al grano. Tu madre ha
estado en contacto conmigo.
―¿Mi madre? ¿Qué? ¿Cuándo?
―En repetidas ocasiones desde la muerte de tu padre, pero he estado
esquivándola ya que renunció a sus derechos cuando se fue.
―Estoy totalmente de acuerdo. ¿Qué es lo que quiere?
―No va a decirlo, solo que le gustaría conocerte. Supongo que está pensando
que, ahora que Mace se ha ido, estarás más abierta a conocerla.
―¿Con qué fin? Nunca se preocupó por mí mientras crecía, así que, ¿por qué
me importaría ahora?
Tía Dee se encogió de hombros.
―Queda totalmente en ti si la conoces o no. Sólo estoy compartiendo contigo
lo que sé porque no estoy cómoda ocultándolo.
―Y aprecio eso, tía Dee, de verdad, pero no tengo el menor deseo de conocer
a mi madre. No la conozco, y estoy bien con eso.
El alivio cruzo su rostro.
―Está bien. Entonces eso es todo.
―¿Pensaste que me gustaría verla?
―No estaba segura, a pesar que es una tonta, es tu madre y con Mace muerto…
No hubiera tratado de detenerte si decidías conocerla, pero conozco a tu madre y
todo lo que hace es auto-servicio. Incluso esto, estoy segura que hay algo más en su
deseo de conocerte.
―Estoy de acuerdo.
Tía Dee estaba notablemente más relajada, en realidad era una persona muy
diferente de la que estaba conmigo cuando entró a Vicent´s. Había estado realmente
preocupada por mi respuesta a la solicitud de Cynthia.
―Tía Dee, ella nunca llegó al funeral de papá, así que, en lo que a mí respecta,
no hay nada que pudiera hacer u ofrecer para que me atraiga conocerla. Hizo su
elección, la elección equivocada, y ahora tiene que vivir con las consecuencias.
―No podría estar más de acuerdo. Así que ahora que eso no es un tema, vamos
a comer. Estoy hambrienta.
Mía
Tickled Ivories estaba bastante lleno para un día de semana, aunque
sospechaba que era el conjunto de jazz con su sonido conmovedor que atraía a las
multitudes. Tomando una copa de vino, miré alrededor del lugar, pero mis
pensamientos estaban en lo que tía Dee había compartido la otra noche en relación
con Cynthia. Ella era como una moneda falsa, siempre levantándose, lo cual era
extraño porque había sido la única que se fue. Para alguien que no quería tener nada
que ver con su familia, seguro que tenía tendencia a buscarlos.
Tal vez tía Dee tenía razón; instinto maternal, tal vez ahora que papá se había
ido el instinto maternal de Cynthia la había pateado. Realmente no creo que fuera
posible, pero entonces lo imposible era sabido que sucedía. Yo no estaba interesada,
cualquiera que sea su motivación. Había sido insignificante en toda mi vida; no
había ninguna razón para darle la bienvenida ahora, sobre todo cuando el hacerlo
se sentía como una traición a papá.
Un hormigueo bajó por mi espalda, mi enfoque cambió hacia mi derecha,
donde una figura oscura estaba sentada en un rincón. No podía ver su rostro, pero
no podía negar que el cuerpo pertenecía a un hombre. Cómo sabía que me estaba
mirando, no podía decirlo, a excepción de la deliciosa sensación que se movía por
mi espina dorsal, como la caricia de un amante. Al no ser de esas de una sola noche,
había pasado mucho tiempo desde que había tenido sexo y si el hombre en la
esquina podía mover mi sangre con solo sus ojos entonces, ¿qué podía hacer con el
resto de él? La idea era tan intrigante y casi erótica sobre acercarme a él para
aprender precisamente eso.
Durante la siguiente hora, mi cuerpo quemaba por su mirada y un dolor que
pedía ser aliviado había comenzado entre mis piernas. Las mujeres se acercaban a
su mesa, ninguna de ellas por mucho tiempo o persistente y a través de eso todo lo
que sentí fueron sus ojos en mí. Tenía la tentación de acercarme a él, pero con lo mal
que mi cuerpo dolía, probablemente terminaría haciendo algo de lo que me
arrepentiría. Pagando mi factura, empecé a levantarme al mismo tiempo en que él
lo hizo. Los segundos se sintieron como minutos cuando me mantuve inmóvil y
esperé a que él se acercara a la luz. En el momento en que lo hizo, mis rodillas casi
se doblaron debajo de mí. Era Cole. Esos ojos azules estaban mirando directamente
a los míos y aunque su expresión no me daba absolutamente nada, me sentí marcada
como si él, en silencio, estuviera poniendo en juego su reclamación. ¿Y qué demonios
fue todo eso? En el siguiente segundo, se dio la vuelta y se alejó para desaparecer en
una sala en la parte trasera de la barra. Lo seguí, golpeando la puerta antes de
simplemente entrar. Se paró detrás de un escritorio, su foco en la ventana. Su cabeza
se giró bruscamente, sus ojos arponeándome a través del cuarto.
―¿Qué fue eso? ―le pregunté sin preámbulos.
―Mia.
La ira sustituyó la confusión porque este hombre me estaba volviendo loca.
―Quieres alejarte de mí, ¿pero me miras de esa manera?
―¿Quieres una copa?
―No, me gustaría saber por qué, si estás tan decidido a permanecer lejos de
mí, ¿te burlas de mí con miradas como esa?
Siguió el silencio.
―¿Nada? ¿No tienes nada que decir? Esa noche en mi dormitorio, me querías
tanto como yo te quería. Eso afuera ahora mismo, demuestra que todavía lo sientes
y te estás mintiendo a ti mismo si crees que puedes luchar contra ello. Se ha estado
cociendo a fuego lento durante mucho maldito tiempo.
Los dedos de la mano alrededor de la botella se volvieron blancos y su
mandíbula se apretó, pero no dijo nada.
―Cuando estés listo para actuar sobre esa mirada que me diste, para terminar
lo que empezaste en mi dormitorio esa noche, ya sabes dónde vivo.
Me tomó unos minutos para conseguir que mis piernas funcionasen antes de
salir con poca gracia del club.
Al día siguiente, cada vez que veía a Freddie no podía evitar mi sonrisa,
recordando su malestar causado por su propio padre. Era evidente que había
problemas familiares pasando y tenía la sensación de que había sido utilizada como
un arma de batalla. ¿Era posible que no le gustara a Freddie debido al elogio de su
padre? Si era así, ponía una luz completamente diferente en la situación en el trabajo,
una con la que potencialmente podría trabajar para encontrar la paz que tanto quería
en la oficina. Cómo hacer para traer el cambio que buscaba, se me escapaba porque
si lo que sospechaba era cierto, la única manera de suavizar la opinión de mí que
tenía Freddie, era comenzar a aflojar en mi trabajo y eso no era algo que pudiera
hacer. Tendría que ponderar la situación, pero al menos tenía la esperanza de que
las cosas pudieran mejorar. Ese era un paso en la dirección correcta.
Después del trabajo pasé por la casa de tía Dee y apenas llegué a su puerta
cuando se abrió y apareció una mujer, Cynthia. Claramente, mi madre no era más
que una prostituta, pero una muy bien pagada. Vestida con ropa de diseñador,
luciendo como la imagen del éxito. Mi tía apareció justo detrás de Cynthia, con su
rostro rojo por el temperamento.
Mi enfoque se dirigió de nuevo a Cynthia cuando dijo:
―¿Mia?
Incluso su voz había cambiado, sus palabras perfectamente articuladas y
cultas.
―Cynthia.
―Ahora no es el momento, Cynthia. Si y cuando Mia decida ponerse en
contacto contigo, va a ser en sus términos.
―¿Por qué estás aquí? ―le pregunté.
Una ligera vacilación siguió antes de que dijera:
―Esperaba que Dee te animara a reunirte conmigo.
―¿Con qué propósito? ¿Qué podríamos posiblemente tener que hablar? Tal
vez quieres discutir el hecho de que te fuiste tan pronto como nací y nunca miraste
atrás. O tal vez quieres explicar por qué no fuiste al funeral de mí papá. ¿Eso es lo
que tenías en mente cuando dijiste hablar?
―He cometido errores, pero somos familia.
―Creo que nuestra definición de familia es muy diferentes. No eres mi familia.
No te conozco y no tengo ningún deseo de conocerte. Venir aquí y acosar a mi tía no
me va a animar a cambiar de opinión sobre eso. Déjala sola y déjame en paz. Si tengo
un cambio de corazón, voy a estar en contacto contigo. ¿Estamos claros en eso,
Cynthia, o tengo que usar palabras más pequeñas?
La furia ardía en sus ojos, lo cual estaba en contraste con su casi quejosa súplica.
Tía Dee había dicho que esta mujer era interesada y considerando la persistencia que
estaba demostrando en su deseo de hablar conmigo, sospechaba que era verdad. No
podía mentir; despertó mi curiosidad, lo suficiente como para considerar aceptar su
invitación por ninguna otra razón más que ver lo que realmente quería.
Sacó una tarjeta de su bolso. Se veía como una tarjeta de negocios, pero no
había un logo de una compañía en ella; solo tenía su nombre, un número de teléfono
y una dirección de email.
―Espero que me llames, Mia. Tenemos mucho para ponernos al día.
Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas.
―¿Quién tiene la culpa de eso?
Ahí estaba de nuevo, la furia devolviéndome la mirada, lo cual contrastaba con
su voz tranquila.
―Fue un placer finalmente conocerte.
No esperó para escuchar mi respuesta y se alejó por la calle con sus tacones de
diseñador de diez centímetros.
―¿Qué fue todo eso? ―le pregunté a tía Dee tan pronto como Cynthia
desapareció al doblar la esquina.
―No tengo idea. Quería hablar contigo, pero no estoy segura de porqué. No
paraba de hablar sobre Mace, pero lo que decía no tenía sentido.
―¿Qué tenía que decir sobre papá?
―Honestamente no lo sé. Creo que solo se siente culpable y está un poco
arrepentida de haberlo tratado como lo hizo ahora que él se ha ido.
―Cambiando de tema. Se ve impresionante ―dije a regañadientes, porque a
pesar de que costaba admitirlo, realmente se veía estupenda. Tía Dee parecía
incómoda, por lo que añadí―: Sé lo que es.
―¿En serio?
―Sí, la escuché hablando con papá en la casa cuando era más joven. Ella quería
salir de la pobreza y parece que lo ha logrado.
―Acostada de espaldas.
―Sobre gustos no hay nada escrito.
―Eso es muy generoso.
―Si no hubiera sido mi madre, no le reprocharía que encontrara una manera
de salir de una situación que no quería. Si a ella no le molesta ser una prostituta,
¿por qué debería molestarme a mí?
―Eres mejor persona que yo.
―En realidad no. Tú y papá estaban involucrados emocionalmente, ella tenía
un vínculo conmigo y me falló. Como madre apesta y ambos tenían todo el derecho
de odiarla. Ya que no pienso en Cynthia como mi madre, realmente no tengo
sentimientos por ella de una manera o de otra. ¿Cómo se conocieron Cynthia y papá?
Son como el agua y el aceite.
―Ella creció en el vecindario. Era diferente cuando éramos jóvenes, tan
carismática. No fue una sorpresa que llamara la atención de tu padre. No creo que
alguna vez la haya amado, pero le gustaba. Y cuando se enteró que estaba
embarazada, le pidió que se casara con él.
―¿Lo hizo? Ahora la odio.
―Lo hizo por ti porque quería que tuvieras a ambos padres. Ella lo rechazó y
luego te abandonó. Tu padre siendo un mecánico, uno que hizo una buena vida, no
estaba dirigiéndose en la dirección que Cynthia quería: hacia afuera y hacia arriba.
―Me alegra que no se casara con ella.
―A mí también, porque él hubiera terminado asesinándola y yo habría tenido
que ayudarlo a enterrar el cuerpo, e incluso eso es más esfuerzo de lo que ella se
merece.
―Eres un poco despiadada tía Dee. Me gusta eso.
―Está en la sangre, cariño.
―Tal vez esa es la razón por la que constantemente estoy tramando la muerte
de mi jefe.
―Eso y además el hombre es un imbécil.
―Absolutamente cierto, aunque he tenido una pequeña epifanía relacionada
con su actitud hacia mí.
―¿En serio? Cuéntame sobre eso, pero primero tomemos una copa de vino.
La epifanía sobre Freddie no era la única que había tenido. Ver a Cynthia, su
insistencia en querer hablar conmigo, me obligaba a verme de una manera similar
cuando se trataba de Cole. Y aunque las situaciones eran diferentes, el genuino
afecto que existía entre Cole y yo, a diferencia de la no-relación que compartía con
mi madre, no cambiaba el hecho de que él quería que me mantuviera alejada y, aun
así, no hacía caso a ese deseo. No sabía por qué me quería lejos, por qué sentía la
necesidad de mantenerme a salvo y, hasta que no lo supiera, no iba a alejarme de él.
Sobre todo, porque yo era como una polilla a una llama cuando se trataba de Cole.
Tenía que preguntarle de una vez, la razón de la distancia entre nosotros, aun
temiendo la respuesta. Pero, de una manera o de otra, las cosas entre Cole y yo, iban
a ser diferentes después de esta noche.
En el viaje en autobús a Tickled Ivories después del trabajo, recité las palabras
que necesitaba decir, deseando haber reforzado mi coraje con una bebida o dos. Sin
embargo, me sentía orgullosa cuando llegué al club, porque mis pasos eran seguros
mientras caminaba con determinación hacia mi destino, su oficina. Llamé a la puerta
y no esperé antes de entrar. Cole no estaba solo, una mujer estaba sentada a su lado
en el sofá; prácticamente encima de él. Bonita, mayor como él y, basándome en la
mirada de sorpresa en su rostro, no esperaba la interrupción. Por suerte para mí,
tuve una mejor elección del momento oportuno con Cole de lo que había tenido con
Janie.
―Lo siento.
Cerrando la puerta, me dirigí hacia el bar. Si alguna vez había un momento
para beber alcohol, ese momento era ahora. A pesar de que no sabía exactamente lo
que acababa de descubrir, no se podía negar lo que la mujer quería y Cole no era
ningún estúpido. La ira que corría a través de mí era tan feroz que casi regresé a su
oficina para darle un puñetazo. Yo estaba sufriendo y él estaba teniendo encuentros
en secreto con Barbies de pechos grandes. Mi vida apestaba.
En realidad no logré llegar al bar; la mano de Cole en mi brazo me detuvo.
―¿Qué sucede?
Eres un imbécil y yo una perdedora, eso sucede.
―Quería hablar contigo, pero estás ocupado.
―Rochelle, vamos a retomar esto de nuevo en la mañana.
Su mirada furiosa me apuñaló, claramente no feliz de que su interludio
estuviera siendo reprogramado. Sintiéndome un poco petulante, le sonreí. Si las
miradas pudieran matar, Cole tendría un desastre en sus manos. Ella sonaba
sorprendentemente tranquila, considerando que parecía una demente; como un
zombi esperando darse un festín con mis entrañas.
―Traeré café.
Oh, ella va a traer el café. Espero que su taza gotee. No me di cuenta de que en
realidad dije esa última parte en voz alta, hasta que Cole dijo:
―Eso no es agradable, Mia.
Apartándome de su agarre, continué caminando hacia el bar.
―Lo que digas.
Necesitaba alcohol. Le hice señas a Claire, nos llamábamos por el primer
nombre; sí, esa era la frecuencia con la que venía aquí. Conocía a la bartender tan
bien que consideraría pedirle que fuera parte de mi cortejo nupcial si alguna vez
llegaba a casarme y me trajo una copa de vino.
Cole apareció a mi lado.
―Querías hablar.
―Ya no. Probablemente puedas evitar que Roxy se vaya.
Su ceja se arqueó levemente.
―¿Roxy?
―Sí, la Barbie con las tetas y las piernas. No fue mi intención arruinar tus
planes para la noche. Solo tomaré mi bebida y me iré.
―¿Mia?
―¿Cole?
―¿Estás tratando de hacerme enojar a propósito?
―No lo sé, Cole, ¿lo estoy? Has pasado una gran cantidad de tiempo
observándome, así que debes conocerme a la perfección.
―Estás molesta.
―¡Oh, Dios mío, denle al hombre un premio! ¿Te diste cuenta de todo eso tú
solo?
El aire salió de mis pulmones cuando me arrojó sobre su hombro. No respondí
de inmediato porque no podía creer que realmente me había arrojado sobre su
hombro. En su oficina, me puso de pie, ofreciéndome una vista perfecta de la furia
ardiendo detrás de sus ojos.
―Habla.
―¿Que hable? Bien, hablaré. Eres tan exasperante. ―Me aparté de Cole y
caminé hacia el otro lado de la habitación. Dándome media vuelta, él estaba apoyado
contra la pared pareciendo relajado, pero no había nada relajado en su mirada:
dirigida únicamente hacia mí―. Entraste en mi mundo y te entrelazaste a él tan
fácilmente. En un momento no estabas allí y al siguiente eras como de la familia.
Durante tres años, fuiste mi familia, tan cercano a mí como mi padre. Y luego te
habías ido y me querías lejos. Eso me lastimó, pero lidié con ello. Años después,
regresaste tan cambiado y luché como el infierno para recuperarte y de alguna forma
lo hice, hasta el punto en que viniste a mi dormitorio, casi me hiciste el amor y luego
te habías ido de nuevo, emocionalmente lejos de mi alcance. Mi padre murió y fuiste
la persona que vino a consolarme en el peor momento de mi vida. Y luego
jodidamente me dejaste otra vez y te encerraste tanto en ti mismo que también
podrías haberte mudado lejos al otro lado de la galaxia. En toda nuestra relación has
estado acercándome y luego alejándome. E incluso ahora no me quieres y, sin
embargo, me das miradas intensas como la otra noche y, aun así, te encuentro con
Roxy, quien podría solo trabajar contigo, pero te devoraría si le dieras la luz verde
que perfectamente sabes. No te vi apartándola de tu regazo.
Cole no movió ni un músculo, sus ojos quemaban agujeros dentro de mí con
su intensidad.
―No sé si parte de lo que te mantiene alejado de mí es lo que te sucedió cuando
eras más joven. Tu padre era un hijo de puta enfermo. Mi único arrepentimiento es
no haber estado allí para sostener tu abrigo mientras le pateabas el trasero. El hecho
de que muriera, fue el karma que falleciera por las heridas causadas por su hijo que
lo golpeó para defenderse a sí mismo. Tal vez esa no es la reacción que has recibido
de otros, o como te sientes al respecto, pero sé que papá se sintió de la misma
manera, porque sabes tan bien como yo que él nunca hubiera permitido que te
acercaras a mí si pensara que eras culpable de algo más que defensa propia. Siento
como si hubiera estado esperando mi vida entera que vinieras a mí y me estoy
cansando de esperar. Creo que lo sientes también, pero tengo la terrible sensación
de que lo que podría haber entre nosotros no sucederá y eso es una tragedia también.
No dijo nada, ni una palabra.
―¿Nada, no tienes nada para decir? ¿Estoy derramando mi corazón aquí y no
tienes nada para decir? ¿Sabes qué? Está bien, tú ganas. Mantén tu distancia, vive tu
vida en el pasado, yo voy a seguir adelante. Tú y yo, supongo que realmente no
tenemos ningún asunto sin terminar.
Me alejé esta vez, con las piernas temblorosas y el corazón roto. Janie tenía
razón, era hora de dejarlo ir, porque acababa de agarrar al toro por los cuernos y él
no tuvo ninguna reacción.
Mía
―Mia, esto debía estar hecho desde ayer.
Mi jefe estaba de un humor particularmente exigentes y ya que todavía estaba
echando humo sobre el épico fracaso de la noche con Cole, su actitud no ayudaba a
mi estado de ánimo. Al parecer, se había olvidado una fecha límite y dejó caer el
proyecto en mi regazo y estaba montando mi culo para lograr que se hiciera en un
tiempo récord.
―Trabajo tan rápido como puedo. ¿Quizás podría pedir una extensión?
Su expresión cambió, se hizo oscura como un nubarrón. Claramente, esto era
la cosa incorrecta de decir.
―Una extensión es inadmisible.
Una vena apareció en su frente. Parecía un hombre a punto de estallar. Si yo
no hubiera estado luchando contra mi propia ira, realmente habría disfrutado
viendo su berrinche.
―Trabajas para mí, así que mis plazos son tus plazos.
―Pero no puedo trabajar en algo si ni siquiera saber de qué se trata.
―Ahora ya sabes de qué se trata, así que deja de discutir y vuelve al trabajo.
Detuvo mi trabajo cuando pisoteó a mi escritorio como un niño excesivamente
mimado. Yo estaba tentada de decírselo cuando se marchó, pero, ¿cuál sería el
punto? Realmente necesitaba encontrar un nuevo trabajo.
Cuando el reloj dio las cinco, estaba tan lista para una bebida, varias, de hecho.
Como de costumbre, había completado el proyecto pero no recibí ni una sola palabra
de agradecimiento. Cerrando por la noche, cogí mi bolso y me dirigí a los ascensores.
La luz de mi jefe estaba todavía encendida lo que era extraño ya que el hombre nunca
se quedaba hasta las cinco. No deseaba quedarme atrapada por él y que lanzara
sobre mí cualquier trabajo que lo hiciera quedarse hasta tarde para hacerlo, tomé las
escaleras. Una vez fuera, respiraba profundamente mientras caminaba hacia el
autobús. No suelo conducir al trabajo ya que el autobús me trae mucho más rápido;
además, conseguir estacionar en la calle alrededor de South Street no era fácil y
teniendo un lugar casi enfrente de mi edificio, no estaba moviendo mi auto.
Comprobando mi reloj, aceleró mi ritmo ya que me encontraría con Kevin
Lowell en una hora. Normalmente, hubiese ignorado su invitación, pero después de
anoche necesitaba una distracción porque si pensaba demasiado en Cole,
probablemente estaría quemando su club. Me negué a pensar en él, o lo que pasó
anoche. Yo había pensado y había luchado lo suficiente durante los años. Era su
turno. Kevin era unos pocos años mayor que yo, nos habíamos conocido a través de
Janie en mi último año en la universidad y, aunque había intentado salir con él, la
verdad, no me gustaba mucho.
En el exterior, era perfecto: el cabello perfectamente peinado, la ropa
perfectamente a la medida, perfectos rasgos. Me recordaba a las esposas de Stepford
demasiado perfecto, bajo esa perfecta fachada se escondía lo realmente feo.
Necesitaba controlar todo: dónde comíamos, lo que comíamos, con quién nos
relacionábamos Incluso en el dormitorio, buscó el control. La única vez que
dormimos juntos, había sido consensuado, no habíamos hecho el amor, había sido
follar. Yo no tenía problema con follar con la persona adecuada; creo que follar
podría ser muy muy divertido, pero con Kevin se limitó a poco saludable.
Había llamado de la nada y me dijo que tenía algo muy importante para
discutir conmigo. Sabía que era un investigador privado, pero no tenía ni idea de lo
que podría tener que discutir conmigo que encontraría incluso ligeramente
interesante. Pero se ofreció a llevarme a la cantina para la cena, a unos pocos pasos
de Vincent´s y ya que siempre había querido probar el lugar, acepté. Trivial,
completamente, pero si tengo el estómago lleno de buena comida, estaba bien con
ser trivial. Y ya que mi cita era igualmente trivial, probablemente ni siquiera me
recogería.
Vestida con uno de mis más elegantes trajes, no me molesté en ir a casa
primero. Además, me estaba muriendo de hambre.
El autobús me dejó a un par de cuadras de distancia y era un poco temprano,
tomé mi tiempo para caminar. Me encantaba este barrio, todavía regresaba a
menudo a visitar a tía Dee, pero mi corazón estaba pesado caminando por las calles
debido a que la muerte de papá era todavía demasiado fresca. Había sido demasiado
joven. Había tanto que quería hacer; tanto que habíamos querido hacer. Como un
viaje a Las Vegas. Papá y yo queríamos ver Las Vegas de la peor manera. Habíamos
planeado un viaje este verano que pasó, una parte de mi regalo de graduación, pero
no fui. La idea de ir sin él parecía mal.
Caminé alrededor de la esquina, vi que los valet estaban ocupados en el bar.
Definitivamente no quisiera ser un valet en el sur de Filadelfia. El auto ridículamente
caro de Kevin se detuvo al acercarme. Yo no era consciente que los investigadores
privados hicieran mucho dinero, pero el hombre vestía ropa muy fina hasta su reloj
y gemelos. Viendo cuando bajo desde su auto, no pude evitar el escalofrío que
pasaba por la parte baja de mi espina dorsal. Había algo que me ponía en el borde.
Tal vez no era tan sabio de mi parte seguir ningún tipo de relación con él. Él no miró
al chico que tomó sus llaves pero yo sabía que la orden de no hacerle ningún rasguño
había sido dicha y en un tono amenazante, puesto que había dicho las mismas
palabras muy a menudo cada vez que usaba el servicio de los valet. No miró
alrededor de su entorno y en su lugar hizo cara como si todo el mundo lo tenía que
observar. Como si fuese el mayor regalo de Dios para el mundo. No sé por qué no
había notado esto cuando estábamos saliendo. Supongo que porque me recordaba
a un camaleón: actuando exactamente como requiere la situación. Ahora que ya no
estábamos saliendo, no vio la necesidad de mantener la apariencia.
Físicamente sentí cuando su enfoque cambió a mí, mi cuerpo tensándose. Era
como ese sexto sentido tratando de todas las formas de decir: Mía, ¡despierta! Este
hombre es un perdedor.
Me preparé para su beso, sería un poco húmedo y siempre a la derecha en mi
boca. Era otra manera de intentar controlar la situación, ignoraba mi mejilla y va a
la boca.
―¿Vienes del trabajo?
Allí estaba, la excavación sutil que yo no estaba buscando como la mayoría de
veces cuando salí a cenar con él. De repente estaba pensando en mi excusa para ir al
cuarto de señoras y luego abandonarlo y salir a Vincent´s en su lugar, pero los olores
provenientes de la cantina me impedían hacerlo. Pegué una sonrisa falsa.
―Sí, tenía que trabajar hasta tarde. Te ves increíble. ―Una mentira, pero
desvió su atención hacia él.
Su mano se posó en mi espalda baja, por lo general me encantaba cuando un
hombre me tocaba allí, pero no este hombre antes de que me escoltara al interior.
Nos instalamos en una mesa, una en una ubicación privilegiada con una buena vista
de todos los rincones del restaurante, ordenó vino. Estaba agradecida por eso, sobre
todo después de derribar mi primera copa en un tiempo récord. Un entumecimiento
feliz se asentó sobre mí.
―¿Cómo va el trabajo? ―preguntó Kevin justo antes de tomar un sorbo de su
Maker's Mark.
―Mi jefe sigue siendo un idiota, pero me gusta lo que hago.
―Hay una vacante en mi oficina.
Directo, fuera de la sartén y en el fuego.
―Gracias, pero estoy bien. Entonces, ¿qué hay de nuevo contigo?
Otra copa de vino mágicamente apareció cuando Kevin inició su monólogo
sobre como su vida había sido desde la última vez que nos habíamos visto. Esto me
gustó porque iba a dominar el resto de la conversación, lo que significaba que podría
desconectarme y disfrutar del zumbido del alcohol en mi sangre.
Me hizo esperar hasta que el postre fue servido antes de llegar a la razón detrás
de su llamado.
―He estado investigando el accidente de tu papá.
Acababa de tomar un bocado de tiramisú e inmediatamente empecé a
ahogarme con él. El aguijón del espíritu del alcohol, quemó mi nariz por la fuerza
de la tos necesaria para desplazar el bocado.
Una vez que fui capaz de respirar otra vez, necesité unos pocos minutos
adicionales para calmarme o iba probablemente a arrojarme a través de la mesa y
estrangular a Kevin con mis manos desnudas. Sabía que él estaba controlado, pero
esto era solo el camino al infierno incorrecto. Inclinándome más cerca, prácticamente
gruñí:
―¿Por qué diablos investigas el accidente de mi papá?
―Cálmate, Mia.
―¿Calmarme, Kevin? Me acabas de decir que estás investigando la muerte de
mi padre, una muerte que todavía estoy tratando de hacerle frente y mi exnovio se
lo toma para sí, para meterse donde no le importa.
La ira volvió sus ojos más oscuros.
―Estoy buscando en ello debido a un caso en el que estoy trabajando.
Eso aplacó un poco mi ira, confusión rápidamente reemplazada por la furia.
―¿Qué demonios significa eso?
―Fui contratado por la familia de una víctima de asesinato. El sospechoso en
custodia afirma que no pudo haber asesinado a la chica en cuestión porque estaba
en otra parte.
―¿Significa?
―Afirma que ya estaba trabajando, en un accidente hace varios meses.
―¿Y esto, cómo lo relaciona con mi padre? Tienen que haber cientos de
accidentes en el sur de Filadelfia cada año.
―Él mencionó a tu padre específicamente.
Cada músculo de mi cuerpo fue adormecido y mi corazón se sentía como si
bombeara demasiado rápido, como si estaba en peligro inminente de romper mi caja
torácica y sacarlo de mi pecho.
―Dilo de nuevo.
―Afirma que había un precio por la cabeza de tu papá y él lo cobro.
―¿Y le creíste? No soy un asesino pagado pero hasta yo sé que un accidente
de tráfico es probablemente la manera más estúpida de matar un objetivo. ¿Cómo
puedes estar seguro que has tenido éxito?
―Puedes si el objetivo está muerto ya.
Era como si estuviera hablando de alguna persona desconocida y no de mi
papá porque de lo contrario estaría histérica ahora.
―¿Estás diciendo que afirmó haber matado a mi papá primero y luego utilizó
el accidente para encubrirlo?
―Sí.
Él comentario de Cole por no tener cubierto a papá de nuevo brilló a través de
mi cabeza. Querido Dios, ¿podría haber algo de verdad en lo que estaba diciendo
Kevin?
―El experto que la familia contrató consiguió el acceso al informe médico
sobre tu papá. Había algunas inconsistencias que atrajeron algunas preguntas sobre
la línea de tiempo.
―¿Como por ejemplo?
―No entró en detalle.
Aunque no quería creer nada de esto, una parte de mí ya lo había hecho. Mi
corazón cayó, las lágrimas llenaron mis ojos y sentí mi cena moviéndose a mi
garganta. Salté de la mesa, caminé al baño antes de devolverla. Las lágrimas caían
por mi rostro; las palabras de Kevin eran como balas rebotando alrededor de mi
cráneo. Asesinato, encubrir. Estaba sugiriendo que mi padre había sido asesinado. Mi
estómago se detuvo y tuve arcadas. No podía ser, lo que dio a entender… no podía
ser.
Mis piernas no eran estables cuando salí del cuarto de baño. Kevin me esperaba
y su brazo rodeó mis hombros.
Me alejé, mi furia en guerra con la angustia e incredulidad.
―Tienes demasiado coraje, Kevin. Quédate un infierno lejos de mí.
―Mia.
―Pierde mi número. ―Y entonces salí del restaurante. Cuando caminaba por
la calle Catharine, mi corazón dolía tanto que tuve que parar un par de veces y forzar
el aire a mis pulmones. La historia de Kevin era ridícula y de todos modos el
escenario que tan cruelmente me obligó a ver era horrible. ¿Quién diablos querría
ver a mi padre muerto? Nadie, y por eso quería creer que Kevin me estaba
manipulando como una manera de buscar el control, pero otra parte de mí se
preguntaba si realmente había algo más en la muerte de papá.
Pasando por Vincent´s, mis pies me movieron a través de la puerta y cuando
el sonido familiar de abajo de Vincent´s me recibió, me sentí más estable. Me instalé
en la barra, pedí otra copa de vino ya que quería estar adormecida, quería olvidar
todo intento atroz de Kevin para meterse conmigo.
Tres copas de vino más tarde, había conseguido entumecimiento y negación,
eligiendo creer que era solo Kevin siendo Kevin.
Comprobé el horario del autobús, pero había perdido el autobús así que tenía
tiempo hasta el próximo. Un hombre se sentó a mi lado en la barra, sus ojos verdes
me revisaron antes, de decir:
―Hola.
―Hola.
Cuando revisé mi reloj algún tiempo después, me di cuenta que había estado
tan envuelta en hablar con el chico que casi perdía el autobús otra vez.
―Tengo que correr. Fue agradable conocerte.
―Quédate.
Era lindo con su cabello rubio desordenado y penetrantes ojos y yo no tenía
trabajo en la mañana, podría haber sido tentada.
―No puedo. Tengo que levantarme temprano mañana.
―Voy a asegurarme de despertarte temprano ―bromeaba, por lo menos
esperaba que así fuera, pero me apresuré hacia la puerta, ya que su comentario me
había puesto algo nerviosa. Cuando miré detrás de mí, él estaba pagando su cuenta.
Oh, mierda. Me deslicé fuera y caminé hasta la parada de autobús, era realmente
más como una carrera. Le escuché llamar por Alexis, ya que ese era el nombre que
usaba cuando coqueteaba con extraños. Una práctica que había comenzado por
diversión en la universidad y que ahora era casi natural. Sentí su mano en mi brazo,
firme pero suave y en estado de pánico volví mi mano un puño. Nunca hice contacto;
una mano mucho más grande detuvo mi puño, pero fue la voz, esa profunda y ronca
voz, la que congeló mi cuerpo.
―Es maravilloso como has vivido todo este tiempo.
Me tomó un minuto reaccionar porque no estaba muy segura de que Cole
estuviera en realidad aquí conmigo, sobre todo después de la noche anterior, hasta
que el calor que siempre despertaba su toque penetró en mi cerebro nublado. Odiaba
que solo míralo hiciera débiles mis rodillas. Parecía peligroso, corazón palpitando,
sexy pero peligroso. Me gustó que tuviera su mano sobre mí, soy tan estúpida, pero
mi temperamento brevemente siguió porque lo que el…
―No estás realmente aquí. Estoy en el infierno. Tengo que estar en el infierno
y este sería mi infierno, tenerte constantemente alrededor y sin embargo no.
No hubo respuesta. Y entonces mi enfoque cambió al chico con el que había
estado charlando en el bar.
Inconscientemente, di un paso más cerca hacia Cole. No escapó de mi mente
que de los dos hombres, Cole era definitivamente de lejos el más peligroso.
―¿Hay un problema aquí?
―No ―dije. Cole no dijo nada.
―¿Conoces a este hombre?
No, no lo hacía, aunque lo conocía desde que tenía siete, casi había tenido
relaciones sexuales con él, lo quería de una manera que rayaba lo no saludable e
incluso sabía de su pasado oscuro que le había cambiado tan completamente y aun
así no lo conocía. Sin embargo, no parecía poder decir lo contrario.
Evidentemente Cole había tenido suficiente de la conversación porque nos
alejó del hombre y me acompañó por la calle.
―¡Oye! ―gritó el hombre pero yo sospechaba que no nos perseguiría porque
con una mirada al rostro de mi compañero, yo no lo haría tampoco. Se veía
positivamente aterrador.
Las palabras estaban fuera de mi boca antes de que pudiera filtrarlas.
―¿Debo estar preocupada?
Llegamos a un Challenger negro; abrió la puerta del pasajero y la sostuvo para
mí.
―Entra en el auto, Mia.
Y mientras le miraba meticulosamente debido a su arrogancia, me di cuenta de
la cadena de plata alrededor del cuello. Mi mano tembló cuando la alcancé, lo más
sorprendente, él no me impidió alcanzarla, probablemente porque ambos sabíamos
lo que encontraría, mi San Antonio encantado. Mis rodillas se volvieron débiles y
calor quemó me recorrió porque él no solo todavía tenía mi regalo después de todos
estos años, sino que también lo usaba.
―Entra al auto, Mía. ―Y esta vez, hice lo que pidió y entré en el auto.
La puerta del conductor se acababa de cerrar cuando di vuelta hacia él.
―¿Qué haces aquí? ―Sus ojos fueron directo a los míos y durante unos
segundos solo nos miramos fijamente a través del auto el uno al otro.
―Estabas en problemas, otra vez.
Ya lo había sospechado, pero ahora sabía con certeza, que la sensación que
había experimentado infinidad de veces desde que papá murió había sido Cole.
―Y tú prometiste a mi papá que cuidarías de mí. ―La amargura dejó un sabor
desagradable en mi boca, pero también había una buena dosis de dolor porque mi
discurso de ayer por la noche no había hecho ningún impacto. El único interés de
Cole en mí ahora, a pesar de nuestra historia, estaba en cumplir con su obligación
con mi padre.
Dio vuelta a la llave y el motor rugió a la vida.
―Mace me pidió que mantuviera un ojo en ti.
―¿Por qué?
Había estado mirando el parabrisas delantero, pero con esa pregunta su cabeza
dio vuelta hacia mí.
―Eres su hija y tiendes a ser demasiado confiada.
Despertó mi ira.
―¿Como por ejemplo?
―El hombre esta noche, yo.
―¿Tú?
No dijo nada más, se enfocó totalmente en conducir.
―¿Estás diciendo que no eres confiable?
―Estoy diciendo que no me conoces lo suficientemente bien, de una forma u
otra y sin embargo no ofreciste ningún argumento cuando te dije que entrarás a mi
coche. ―Tenía ese tono en su voz, de molestia.
―¿No te conozco lo suficientemente bien? Te he conocido desde que tenía
siete. Creo que además de papá, te conozco mejor que nadie.
Ningún comentario del androide que había asumido el control el cuerpo de
Cole.
―¿Es por eso que crees que es un milagro que he vivido como lo hago? ―No
hubo respuesta―. Otra vez digo que te equivocas sobre mí y no conocerte. ―Esto
me valió su mirada dura otra vez―. Lo que he visto personalmente acerca de ti dice
mucho. Lo que has sufrido y cómo sobreviviste, lo veo como una fuerza a pesar de
como hayas decidido verlo, pero mi padre confiaba en ti y si mi padre confiaba en ti
entonces yo también lo hago.
No podía decir qué estaba pensando. Definitivamente pensaba en algo, pero
en realidad Cole no dijo nada. Se detuvo delante de mi apartamento antes de apagar
el motor, me bajé del auto, él estaba allí para ayudarme.
―Tus llaves. ―No estaba preguntando.
Busqué en mi bolso y se las entregué, nuevamente sacudió la cabeza con
incredulidad antes de murmurar algo que sonaba como demasiado maldito
confiada.
Abrió mi puerta, luego me dio las llaves de nuevo.
―Cierra con llave.
―Lo entiendo, Cole, me llevó un tiempo, pero lo entiendo. Tú y yo ha
terminado, pero quiero hablar contigo acerca de mi padre. ―La horrible forma en
que la noche comenzó, con Kevin y su escandalosa teoría, vino corriendo de vuelta
a pesar de mis esfuerzos contra ella.
―No esta noche. ―Antes de que pudiera ofrecer un argumento añadió―: Has
estado bebiendo y es tarde. Hablaremos, pero no esta noche.
A pesar de que mi temperamento estaba camino a hervir a fuego lento, parecía
justo
―Bien.
Alcanzando la puerta, mi mirada se encontró con la suya y ya que mi papá me
había enseñado modales dije:
―Gracias por el rescate.
La cólera chispeó en sus ojos pero esta fue la única reacción que tuve. Cerré la
puerta y le puse llave y de alguna manera sabía que esperó hasta que escuchó la
cerradura meterse en su lugar.
Mía
Había pasado casi una semana desde que Cole me rescató afuera de Vincent´s
y a pesar de sus palabras de lo contrario, no había hecho ningún intento de
contactarme. Típico. Durante toda esa semana reflexioné sobre lo que Kevin me
había dicho. Cualesquiera que fueran sus intenciones, parecía bastante reacio con
que hubiera habido más en el accidente de mi papá. Por mucho que no quisiera
creerle, ¿qué si había algo de verdad en su reclamación? Eso ciertamente explicaría
los comentarios crípticos de Cole sobre mantenernos a salvo a papá y a mí.
Janie era bastante buena en ver las cosas desde cada perspectiva, tal vez ella
entendería mejor los motivos de Kevin si él buscara joder conmigo. Tomando mi
teléfono, la llamé.
―¿Qué pasa chica?
Janie estaba ebria lo que quería decir que había tenido un horrible día en el
trabajo.
―¿Todo bien?
―Perdí uno.
Mi corazón decayó. Uno de sus niños.
―Oh, Janie.
―Estábamos sacándolo, un par de días más y hubiera sido libre. Odio el
maldito papeleo, la burocracia de mierda por la que tenemos que pasar y todo
mientras que los inocentes están sufriendo.
―¿Quieres que vaya?
―Gracias, pero no, un amigo va a venir. Una buena follada apartará mi mente
de eso por un rato. ¿Necesitas algo?
Ella tenía suficiente en que pensar y no necesitaba que le lanzara más a su día
de mierda.
―Solo llamé para decir hola. Si necesitas hablar después de que tu amigo se
vaya, llámame.
―Si no estoy inconsciente para el momento en que se vaya, no está haciéndolo
bien. ―Había un toque del humor de Janie en esa frase. Ella superaría esto,
afortunadamente, ¿pero cuántas más tragedias sin sentido tenía en ella?
―Aun así, si te despiertas, llámame.
―Gracias, Mia.
Después de la cena, Janie quiso probar un nuevo club del que había escuchado
y yo estaba definitivamente preocupada después de aprender acerca de su club de
sexo. Silver City resultó ser un lugar muy agradable y una forma más elegante a la
que estaba acostumbrada. Tenía a gente observando y la gente era digna de ser
observada; la mayoría de las mujeres vestían ropa de diseñador… trajes que solo se
ven en las revistas.
―¿Cómo te enteraste de este lugar? ―le pregunté mientras nos llevaba a una
pequeña mesa justo al lado de la pista de baile.
―El fiscal me lo contó. Viene a menudo con su esposa para una noche de baile.
No me importaría venir aquí a menudo por una noche de baile. Arañas de
cristal colgaban del techo, mesas vestidas con tela blanca cubrían la mayor parte del
piso a excepción de la pista de baile que estaba en la parte prominente delantera
cerca del escenario en el que tocaba una banda en vivo. El espejo retro, reflejaba la
barra que se extendía por todo un lado del club forrado con figuras negras art deco
y los estantes de licor eran tan altos que una escalera de biblioteca colgaba de un
poste de cobre para acceder a los estantes más altos.
No estuvimos sentadas por mucho tiempo antes de que dos chicos se dirigieran
a nosotras. Sucedió cuando fuimos afuera ya que éramos tan opuestas en nuestras
apariencias. Janie siendo menuda y rubia con la superestrella de la buena apariencia
y una figura de reloj de arena bien formada que hacía que los hombres resoplaran y
yo, que había recorrido un largo camino desde mis días como el patito feo. Crecí
sobre mis miembros, llegando a uno setenta y dos y no era dolorosamente delgada
ya, mis pechos y caderas se habían llenado, aunque no tenía las curvas que Janie. Mi
cabello castaño tenía más rojo y se había incorporado a mí al ir creciendo. Junto con
los ojos color whisky, me parecía mucho a mi padre, una versión femenina y estaba
de acuerdo con eso.
Los chicos que se acercaron eran lindos si estuvieras en el aspecto clásico de
muy buen gusto pero, a mí me parecían demasiado bonitos, demasiado suaves y
demasiado adaptados. Tenía prejuicios, pero mi preferencia era un hombre en jean
gastados y camiseta que no me diera ojos de que quería ir al dormitorio, sino que
me mirara como si viera dentro de mí. Quería a alguien que, a pesar de estar a
distancia, me abrazara mientras me rompía, alguien que después de que hubiera
llorado un río sobre su hombro siguiera viniendo a casa, sano y salvo. No pasaría,
por lo que tal vez debería tomar una página del libro de Janie y participar en el sexo
sin sentido. Tal vez, por solo una noche, necesitaba sentir y no pensar.
―Buenas noches. ¿Les importaría si nos unimos a ustedes? ―preguntó el
rubio.
―No, en absoluto. ―Janie le dedicó su sonrisa matadora y él prácticamente
lamió como un gato un tazón de leche.
―Soy Robert y este es Tom.
―Janie y esta es Alexis. ―Sonreí para mí de que Janie utilizara mi alias. Es
evidente que Robert había reclamado a Janie debido a que Tom se sentó junto a mí.
―Hola.
―Hola.
―¿Qué estás bebiendo? ―preguntó.
―Martini, en las rocas, con tres aceitunas.
Me lanzó una sonrisa, mientras le hacía señas a la camarera, sus dientes
perfectos como para trabajar en comerciales de pasta dental. Casi deseé que tuviera
comida pegada en ellos solo para que pareciera más humano. Tal vez no era Kevin
Stepford; tal vez no era más que el nuevo individuo de la generación. No esperaba
calentarme por un hombre cuyo cabello era más bonito que el mío.
―Entonces, ¿qué haces Alexis?
―Soy aspirante a actriz, pero para pagar las facturas sirvo mesas.
―En serio. ―Las insinuaciones lascivas en esa palabra no se perdieron para
mí.
Tan típicas, que ya había saltado al final de la noche, ya que ahora pensaba que
era fácil; sus ojos estaban prácticamente vidriosos porque ya me estaba visualizando
sobre mis rodillas. Ni siquiera podía decir que eran los hombres en general, ya que
los hombres en mi vida no eran tan superficiales como este, pero en la cosa de citas
que me encontré, me cansé de los asnos engreídos que dimensionaban a una persona
después de solo unas pocas frases, sobre todo debido a que por lo general lo hacían
mal.
Durante la hora siguiente hicimos una pequeña charla, pero Tom parecía estar
cada vez más y más inquieto. Cuando se movió en su asiento por décima vez, mi
mirada se movió a su regazo y a la erección allí. Él me atrapó y sonrió.
―¿Quieres ayudarme con eso?
¿Con un cuchillo? Absolutamente. En su lugar lo miré a través de mis pestañas.
―¿Qué tienes en mente?
Se inclinó más cerca y susurró:
―Toma mi pene en tu boca y luego te devolveré el favor.
Casi me reí alto, porque… asqueroso.
―Bueno. Ve al baño de hombres y te encontraré allí.
Estaba de pie y al otro lado del club cuando Janie me miró; estaba tan
impresionada con Robert como yo con Tom. Le susurró algo a Robert y él también
desapareció en un instante.
―¿Qué le dijiste? ―le pregunté mientras caminábamos rápidamente hacia la
salida.
―No quieres saberlo. Nunca he conocido a nadie tan aburrido en mi vida. Casi
me golpeo a mí misma para mantenerme despierta, estuve tentada a golpearlo para
que se callara. Que charlatán.
―Tom me sugirió que tomara su pene en mi boca, que me devolvería el favor
más adelante.
Janie se detuvo, su boca abierta.
―No lo hizo.
―Oh lo hizo. Tan pronto como supo que era aspirante a actriz, estuvo
dispuesto a dar un paseo.
―Idiota.
Acabábamos de salir cuando un auto grande, lujoso se detuvo junto a la acera
y el chofer se bajó. Casi me tropecé con mis propios pies porque el chofer era el chico
de cabello claro de mi juventud. Cuando abrió la puerta, fue para Carter Stein. Tenía
a una mujer en su brazo, que parecía modelo de Victoria Secret, mientras los dos
entraban en el club. El chofer se volvió al lado del conductor, pero se detuvo cuando
sus ojos claros se encontraron con los míos. Por un momento fui incapaz de
moverme porque tenía la terrible sensación que recordaba exactamente quién era.
Sonrió, esa misma espeluznante sonrisa que me había dado cuando era niña, antes
de subirse al auto y marcharse.
―Mia, ¿lo conoces?
La voz de Janie me sacó del ataque de pánico que parecía inminente.
―No.
Nerviosa por algo más que su mirada familiar, viéndolo con Carter Stein tuve
sospechas en sustitución del pánico, ya que las únicas veces que había visto a mi
padre temblar era cuando uno de esos hombres había estado cerca.
Un taxi se detuvo y Janie y yo subimos. Ella estaba más cerca así que después
de ir a su casa, el taxi me llevó a Tickled Ivories. Pagándole al taxista, me dirigía al
interior porque necesitaba decirle a Cole sobre el de cabello claro y Stein; recordar
lo inflexible que él y papá habían sido tanto por el peligro que suponían. Todavía
era muy temprano, solo después de las diez, cuando fui a la oficina de Cole. Toqué,
pero como tenía el hábito de hacer, no esperé antes de entrar. No lo vi en un primer
momento, ya que no estaba en su escritorio, pero luego me di cuenta de una puerta
que no había notado antes. Estaba ligeramente abierta, el espejo en la pared
mostraba a Cole. Tenía los ojos cerrados; su rostro duro, pero no de ira y luego vi el
cabello rojo de la mujer que estaba arrodillada delante de él.
Los celos me atravesaron, incluso cuando mi corazón se resquebrajó, sabiendo
que había puesto todo allí para él y que esto era lo que había querido. A pesar del
dolor de ardor en mi pecho, no podía apartar los ojos de su rostro. A diferencia de
nuestro momento, sus rasgos eran duros, incluso en la cúspide del orgasmo. Verlo,
me llenó de posesión porque quería ser yo quien estuviera de rodillas, quien le
llevara placer. Sus facciones cambiaron solo ligeramente cuando su orgasmo lo
atravesó. Me dolió mirarlo, sabiendo que le había ofrecido mucho más y que lo
rechazó. En el segundo siguiente, sus ojos se abrieron y su concentración estuvo en
mí en el espejo.
Me fui, salí tan rápido como mis piernas temblorosas me dejaron mientras la
ira se mezclaba con el dolor en mi corazón. Tal vez era injusto de mi parte estar
enojada. No tenía ningún derecho sobre Cole, pero, mientras pensaba eso, sabía que
era mentira. Tenía un derecho sobre él, el mismo que él tenía sobre mí, que había
comenzado el día en que papá lo había traído a mi vida.
Ni siquiera había llegado a la puerta trasera del club antes de que una fuerte
mano fuera alrededor de mi brazo, tirando hacia atrás contra su musculoso pecho.
―¿Qué haces aquí? ―Sus palabras se sentían como un látigo, la acusación
goteaba de ellas.
Traté de controlar mis pensamientos, cuando estaban tan dispersos, no
sucedió.
―Nada.
Volviéndome hacia él, no pude encontrar su mirada dura.
―¿Por qué estás aquí?
La hostilidad quemó a través de mí.
―No me di cuenta que necesitaba una razón. Tonta de mí, pensé que éramos
amigos. No te preocupes, no volveré otra vez.
Me aparté de él y me sentí un poco infantil cuando le dije por encima del
hombro.
―La próxima vez podrías querer darle la vuelta al seguro, a menos que, por
supuesto, te guste que la gente te observe.
Su agarre en mi brazo esta vez fue casi doloroso.
―Te debería poner sobre mis rodillas.
Liberándome de su agarre, puse distancia entre nosotros por temor a hacer algo
que más tarde lamentaría.
―No tendría que poner seguro si la gente realmente esperara a ser invitada
para entrar.
Eso picó.
―¿Por lo menos la conoces? No importa. ―Mi valiente esfuerzo por mantener
las lágrimas a raya, falló; una gran, gruesa lágrima rodó por mi mejilla―. Supongo
que debo agradecértelo. Decir las palabras, aunque quisieras decirlas, no cuenta
cuando todavía estás albergando esperanza.
La confusión barrió su expresión, su voz fue de cuestionamiento.
―¿Mia?
―Él te quería. Sé que lo sabes, pero tal vez no cuánto. Pensaba en ti como en
un hijo. ―Me di la vuelta y me dirigí a mi apartamento; mis ojos ardiendo con
lágrimas que todavía luchaba por evitar que cayeran.
Deteniéndome en la puerta trasera de mi edificio, la abrí pero en lugar de
entrar, miré hacia atrás para ver que Cole no se había movido, su concentración
estaba completamente en mí.
―Me alegro que estuvieras cuidándome, tenía la esperanza de que todavía
pudiéramos ser amigos. No somos amigos sin embargo y no lo hemos sido durante
mucho tiempo. Y sinceramente, no quiero ser tu amiga. Quiero lo que no puedo
tener por lo que te libero de tu promesa a mi padre. No puedo seguir si estás
constantemente allí y me parece que no puedo dejarte ir, necesito que tú me dejes ir.
No esperé su respuesta, las lágrimas cayeron tan pronto como la puerta se cerró
detrás de mí. Mañana llamaría a un agente de bienes raíces y pondría mi piso en el
mercado. Podría ir a casa, pero me estaba moviendo también; ya era hora de que
hiciera más que solo decir.
Mía
―¿Estás segura de esto? ―preguntó tía Dee mientras estábamos sentadas en
la cocina de mi casa de la infancia. En las dos semanas desde que liberé a Cole de la
carga que mi padre había puesto en él, me había trasladado de nuevo a casa.
―Sí. Esto es hogar, aquí es donde pertenezco.
―¿Qué dijo el agente de bienes raíces acerca de tu departamento?
―Tiene la certeza de que encontrará un comprador debido a que la ubicación
es muy buena.
―No quiero influir en tu decisión, pero creo que a tu padre le hubiese
encantado que tomaras el lugar.
―Yo también.
No había compartido con tía Dee lo que me había enterado acerca de la muerte
de papá, no iba a hacerlo porque si todo resultaba en nada, hacerla sentir como me
sentía yo, no estaba bien. Pero tenía curiosidad sobre Carter Stein y el hombre de
cabello pálido, especialmente después de verlos juntos.
―¿Qué sabes sobre Carter Stein?
―No mucho. Es un chico del barrio que golpea a lo grande. ¿Por qué?
―Solo por curiosidad. Lo vi hace un par de semanas y me recordó el momento
en que entró en el taller de papá.
―¿De verdad? ¿Carter fue al taller? Creo que eso no es una sorpresa teniendo
en cuenta la rapidez con que compró el taller cuando Dylan lo puso a la venta.
Sabiendo ahora que él de cabello pálido trabajaba para Stein, tenía todas las
piezas simplemente deslizándose en su lugar como un rompecabezas. Cabello
pálido trataba de intimidar a papá, prestándome demasiada atención a mí. Intimidar
era una cosa, asesinato otra, pero, ¿era posible que Carter se impacientara con papá
para hacerlo entrar en razón de vender el taller y tenía algo que ver con su muerte?
Por más que traté de hablar conmigo misma sobre esa posibilidad, no podía.
Tía Dee se fue después de la cena y pasé algún tiempo buscando en Google a
Carter Stein. Si no me hubiera entretenido con la idea de que tenía una mano metida
en la muerte de papá, lo habría admirado. Vino de la nada, literalmente, no tenía
familia, sin dinero, saliendo y entrando de hogares de acogida y ahora era el hombre
más rico de la ciudad. También podría ser un psicópata asesino.
Por muy tentador que fuera contactar con Bruce sobre Stein, él tenía influencia
y no imaginaba que un funcionario estaría realmente interesado en la excavación de
un hombre tan poderoso como Stein. Sin embargo, sabía de alguien que era
arrogante, titulado y amado por controlar su universo. Quizás Kevin podría hacer
un poco de investigación. Por mucho que no quisiera hablar con él, en realidad tenía
la necesidad de un investigador privado porque quería saber más acerca de Carter
y su conexión con mi padre. Alcanzando el teléfono, llamé a Kevin.
―Mia, no esperaba escuchar de ti otra vez. ¿Estás bien?
―Quiero contratarte.
―¿Qué?
―Me gustaría contratarte para investigar a Carter Stein y su conexión con mi
padre.
Silencio, tan profundo que era incómodo. Cuando Kevin habló de nuevo,
escuché un poco de miedo en su voz.
―¿Carter Stein? ¿Sabes quién es?
―Sí, ¿el hombre que compró el taller de mi papá?
―Tal vez deberías ir a la policía.
―¿No estás a la altura del trabajo?
Sus siguientes palabras estaban teñidas por la ira, tal y como era mi intención
cuando tiré el guante con mi observación.
―Sabes que lo estoy.
―Bien. ―Ahora que había aceptado, algo de mi rabia me dejó. A pesar de lo
que podría pensar de Kevin, él en realidad había estado cuidando de mí cuando
compartió lo que sabía de la muerte de mi papá―. Siento actuar como lo hice cuando
me contaste sobre mi papá. Estaba sorprendida; Todavía lo estoy, siendo
completamente honesta. Si hay mérito en lo que dijo el hombre, necesito saber quién
me arrebató a mi papá.
―¿Y piensas que Stein podría estar implicado?
―Es una posibilidad.
Su voz se suavizó.
―Voy a investigarlo a él, a sus asociados y me contactaré contigo cuando
encuentre algo.
―Gracias, Kevin.
Pero él ya había colgado.
Dejando caer mi teléfono en mi escritorio, el pánico brotó en mí, porque si algo
malo le había ocurrido a papá y Stein estaba detrás de ello, no estaba actuando muy
inteligente metiendo mi nariz en ello. A pesar de que habría tenido mucho menos
sentido ponerme en contacto con la policía. Kevin era un investigador privado y uno
muy bueno, si su ropa, coche y casa era una indicación. También apreciaba quién
era Stein, por lo que no sería estúpido en su investigación y llamaría la atención no
deseada sobre sí mismo y por extensión, a mí. Papá no lo hubiera dejado estar, si
algo le hubiese pasado a alguien a quien amaba, no se habría detenido hasta que lo
supiera todo y, como tía Dee dice a menudo, yo era la viva imagen de mi padre.
―Mia, a mi oficina.
Arrastrando los pies dentro de la oficina de mi jefe, solo sabía que estaba a
punto de tener un montón de trabajo cayendo sobre mí. En realidad no me
importaba, porque mantenerme ocupada me impedía pensar en todas las locuras
que parecía ser mi vida ahora. Si realmente me dejo considerar lo de mi papá, Cole,
Kevin, a mí mudándome a casa, creo que podría volverme loca. Mantenerme
ocupada era bueno y saludable.
Mi jefe se paró frente a la ventana, de espaldas a mí, aunque sabía muy bien
que había entrado ya que él es quien me había convocado. Estaba claro que no veía
la necesidad de saludarme. Estaba tan harta de hombres arrogantes.
―Quería verme. ―Sí y lo había dicho con actitud porque, ¿por qué diablos no?
Cuando el chico Freddie se volvió hacia mí, tuve una especie de enfermo placer
al verlo nervioso.
Aflojándose su corbata y deshaciendo el botón superior de su camisa, se
parecía a un hombre luchando por respirar.
―¿Esta bien? ―¿Tenía asma? ¿Dónde estaba su inhalador?
―Habrá varios proyectos grandes cruzando mi mesa, en las próximas
semanas. Voy a necesitarte a punto para ellos lo que significa que vas a trabajar
algunas largas horas. Te estoy diciendo esto ahora así borras tu calendario, ya que
esto no es una opción, tu presencia.
―Está bien.
―Estas cuentas también son de alto perfil y por lo tanto no puedes hablar de
ellas. ¿Puedes hacer eso?
Bien, porque no había nada más estimulantes que la discusión de la delicadeza
de los número que ganaba para vivir. Lo que activa.
―Si. Por supuesto.
―Bueno. Te dejaré saber cuando te necesite.
Despedida, así como así. Era como el juego de la patata caliente, pasando frente
a las tareas lo más rápido posible. Por desgracia para mí, no podía dejar de pasar de
nuevo al imbécil.
Por el resto del día, trabajé en las pocas tareas que tenía pendiente de modo
que cuando llegara la nueva carga de trabajo, no estaría abrumada. Estaba
terminando por la noche cuando sonó mi teléfono. Era Kevin y a pesar de mí misma,
sentí curiosidad y temor.
―Kevin, hola.
―Mia. ¿Ya cenaste?
Oh no, no vamos a volver a caer en ese patrón.
―Tengo planes para esta noche. ¿Tienes información ya?
―No, solo pensé que te gustaría salir por la noche. Debes estar sintiéndote un
poco abrumada. Ya sabes, si quieres, tengo esa cabaña en las montañas. Podríamos
ir por un largo fin de semana, esquiar un poco. Algún tiempo de tranquila reflexión
para conseguir pensar es justo lo que necesitas.
En la superficie, sonaba como una muy buena oferta; sin embargo, Kevin sabía
que yo no esquiaba y el hecho de que pensaba que sabía que tenía que hacer frente
a la locura que era mi vida ahora, mejor que yo era Kevin en una camiseta. No tenía
intención de ir por la calle con él y mucho menos a una tranquila remota cabaña en
el bosque. Solo la idea ponía mi piel de gallina. El trabajo que mi jefe me dejó caer
en la actualidad se convirtió en una bendición, así que no le estaba mintiendo
completamente a Kevin con mi respuesta.
―Tengo un par de asignaciones próximamente y necesito estar disponible, así
que me quedo con mi agenda libre.
―Si cambias de opinión, llámame.
―Lo haré, Kevin. Gracias.
―Estaré en contacto sobre Stein.
Como era de costumbre, colgó sin decir nada más.
Varias semanas habían pasado sin contacto de Dylan y ya que no estaba
regresando mis llamadas, pasé una noche para una visita no anunciada. No fue hasta
la noche del jueves y, sin embargo, la visión de él me sorprendió, estaba borracho.
―Mia, que sorpresa. Adelante.
Al entrar en su casa, la sorpresa se volvió desconcierto porque el lugar era un
desastre. Dylan nunca había sido un maniático del orden pero su lugar, ahora, era
una pocilga.
―¿Está todo bien, Dylan?
―Genial, no podría estar mejor. ―Se instaló en el sofá, la botella de Jack a una
distancia alcanzable.
―¿Cuándo fue la última vez que tomaste una ducha?
―No lo sé.
―Dyl, toma una ducha y yo limpiaré este lugar.
Tomó una bocanada del tufillo debajo de su brazo.
―Maldición, apesto.
Se puso de pie tan rápido que casi perdió el equilibrio y cayó hacia delante
sobre la mesa de café. En el minuto siguiente, se quitó la camiseta y se bajó el
pantalón y, para mi horror, descubrí que iba a comando. Sobrio, Dylan nunca habría
hecho eso frente a mí, borracho, supongo que no le importaba. La vista desnuda del
hombre que consideraba un tío, iba a dejar una cicatriz. Terapia, necesitaría una.
Agarrando sus ropas desechadas para lavarlas, desvié mis ojos de su forma
retirándose, pero no antes de que me diera cuenta del tatuaje de araña que tenía en
la parte superior de su muslo y parte de su culo, muy realista también.
Definitivamente sería necesaria la terapia.
Mientras se duchaba, limpié su casa y le preparé una comida caliente con las
cosas que encontré en su despensa. Cambié a Jack por agua antes de instalarme
frente a él en la cocina.
―¿Qué está pasando?
―Nada. ―Pero ahora que el zumbido se desvanecía, no podía hacer contacto
visual conmigo.
―Dylan, algo está mal, así que escúpelo.
―Extraño a tu papá, extraño el taller. No me di cuenta de lo mucho que
necesitaba a ambos en mi vida.
Alcanzando su mano, me incliné más cerca.
―Me tienes a mí y a tía Dee, ¿sabes eso, no?
Apretó mi mano; una leve sonrisa apareció en sus labios.
―Lo sé.
―¿Supongo que no te está gustando tu nuevo trabajo?
―Está bien, pero no es lo mismo. ―Su cabeza se sacudió tan rápido que me
sobresaltó―. Amaba a tu papá. Era como un hermano. ¿Sabías eso, no?
―Por supuesto.
―A veces lastimamos a los que más queremos.
―Dylan.
―Estoy cansado. Gracias por la cena y la limpieza.
―¿Vas a estar bien?
―Sí, solo necesito dormir la borrachera.
―Volveré a visitarte pronto y traeré a tía Dee.
―Está bien.
Me acompañó hasta la puerta y dudó un segundo antes de tirarme a sus brazos
y sostenerme cerca.
―Era un buen hombre, tu papá. Un honor llamarlo amigo.
―Él sentía lo mismo.
No tuvo respuesta para eso, pero fue el aspecto devastado lo que ganó mi
atención. ¿Qué estaba pasando con él?
―¿Estás seguro de que estás bien? No luces bien.
―Mejor de lo que merezco, créeme.
Antes de que yo pudiera responder, besó mi cabeza y luego cerró la puerta en
mi cara. ¿Qué demonios había sido todo eso?
Con tía Dee, más tarde, le compartí mi visita a Dylan y ella estaba tan perpleja
como yo.
―La gente maneja el dolor de manera diferente y Dylan no solo perdió a su
amigo, sino su negocio también. Supongo que abatirse no es poco común, pero
vamos a tener que mantener nuestros ojos en él. Ha pasado casi un año desde que
Mace murió, debería estar recuperándose.
―De acuerdo. Vamos a tener que pasar a menudo para asegurarnos que se está
ajustando.
―¿Todavía estás feliz de haber decidido mudarte a casa?
―Lo estoy. Siento a papá aquí, pero en el buen sentido. Lo extraño.
―Yo también.
En mi sala de estar unas cuantas noches más tarde, estaba revisando una de las
cajas de la oficina de mi padre. Por mucho que odiaba tener que hacerlo, ya era hora
de que lo dejara ir a él también y una parte de dejarlo ir era deshacerme de sus cosas.
Afortunadamente, esta caja no guardaba nada sentimental, solo recibos y órdenes
del taller.
Fue mientras revisaba la caja que encontré una de esas carpetas de acordeón.
Nada podría haberme preparado para lo que encontré dentro de esa carpeta; fotos y
todas ellas eran de cabello pálido. Sabía que mi padre había sido cuidadoso con él,
pero, ¿por qué tendría una carpeta llena de fotos de él? Explorando a través de las
imágenes, mi corazón se detuvo y todo el aire salió de mis pulmones ante una en
particular: cabello pálido y él estaban hablando, muy amigablemente, con Cole.
El Cole que yo sabía que era tan cuidadoso con cabello pálido como papá había
sido y ciertamente no estaría charlando con él. El feo pensamiento saltó a mi cabeza
antes de que pudiera eliminarlo. ¿Cole estaba también en la nómina de Stein? Carter
Stein había querido el taller de mi padre y ahora, después de su muerte, lo poseía.
Mi instinto me estaba diciendo que había una explicación para la foto, una que Cole
podría explicar fácilmente, pero cuanto más tiempo estudiaba la imagen, más
enojada me volvía. Él sabía más acerca de la noche en que mi padre murió de lo que
estaba diciendo, demostrado por el hecho de que se había presentado antes que los
policías.
Después de la muerte de papá, él nunca hizo ningún intento de hablar de ello,
de compartir conmigo lo que sabía. Y con esta foto, era evidente aún más su
implicación de lo que yo pensaba. Así que, ¿por qué permanecía en silencio? La
respuesta obvia, que no había sido solo un espectador de lo que le había sucedido a
mi padre, era demasiado atroz para contemplarlo. Y, sin embargo, él había trabajado
para mi padre, tenía muy poco dinero y ahora trabajaba en Tickled Ivories.
¿Trabajaba en el club o lo poseía? Tenía la única oficina y todos los empleados lo
trataban como alguien importante. Así que si lo compró, ¿cómo demonios había
logrado eso? Había una respuesta obvia, una que me tenía llenándome de repulsión.
Si era cierto, ¿mi papá sabía que Cole lo había vendido? Experimentar ese tipo
de traición, especialmente de alguien que él había llevado a su pequeño y apretado
círculo, era un pensamiento insoportable. Todas esas noches, cuando yo era más
joven, los viajes fuera de la casa que mi padre sin duda había hecho con Cole, el que
afirmaba cuidar su espalda. ¿Era posible que uno de esos viajes hubiera sido el que
lo llevó a su muerte?
Las lágrimas se agruparon en mis ojos pensando en esos momentos finales. Él
habría luchado, hasta el mismo final habría luchado. Pero tuvo que haber un
momento en el que sabía que no iba a sobrevivir. ¿Qué pasó por su cabeza?
Secándome los ojos, el dolor en mi pecho era sofocante mientras la furia luchaba con
la tristeza porque, maldita sea, Cole no podría haber sido parte de eso y sin embargo
yo necesitaba escucharlo decirlo.
Agarrando la imagen, salí de mi casa e hice el viaje de veinte minutos a Tickled
Ivories. Haciendo caso omiso de mis palabras de que no invadiría su vida privada
de nuevo, ni siquiera llamé cuando entré en la oficina de Cole; simplemente entré.
Estaba solo, sentado detrás de su escritorio.
Puse de golpe la imagen delante de él.
―Dime que no fuiste parte de esto.
Cole se puso de pie, su rostro alarmado, pero yo estaba demasiado envuelta en
mi propio dolor para temer su reacción.
―Él te amaba, así que por favor dime que no formaste parte de su muerte.
Cole se movió alrededor de su escritorio para pararse justo enfrente de mí.
―¿Crees que estuve involucrado en la muerte de tu padre?
―No, pero creo que ese hombre lo estuvo y te ves muy amistoso con él.
―No es lo que parece.
―Explícalo. Y maldita sea, Cole, si no me das una maldita respuesta voy a
cazar a ese hombre y preguntarle.
Furia rodó por el rostro de Cole en respuesta a mi amenaza, pero resignación
quemaba allí también.
―Cuando salí por primera vez del centro de menores, trabajé para él.
No pude controlar mi repugnancia ante esa noticia.
―¿Trabajaste para ese hombre? ―Y entonces entendí―. El día en el callejón,
tu tiempo como recaudador, estabas trabajando para él.
―Sí.
―¿Y esa? ¿Fue tomada durante tu tiempo recaudando?
―Sí.
―¿Quién la tomo?
Lo de compartir había terminado; pude ver eso en la tensión de su mandíbula.
Frustración, ira y miedo tenían a las siguientes palabras cayendo de mi boca.
―Confié en ti únicamente porque mi padre lo hizo y nunca tuve una razón
para dudar de esa confianza, pero mi padre está muerto y a pesar de que tú sabes
más sobre esto de lo que estás diciendo, no has hecho ningún intento de compartir
lo que sabes. Ahora una foto de ti sale a la luz con un hombre que sé que intimidaba
a mi padre, a petición de su jefe, Carter Stein. El hombre que quería el taller de mi
padre y ahora lo posee. Perdí a mi padre y su legado y tú, un chico que trabajaba
para mi padre, ahora es dueño de una discoteca muy rentable y popular, que tiene
que haber costar un ojo de la cara. No vas a explicar nada de esto y la confianza ciega
ya no funciona más para mí porque mira a dónde llevó a mi padre. Quiero creer que
no tuviste nada que ver con la muerte de papá, pero estás haciendo eso muy difícil.
―Joder, Mia. ¿De verdad crees que yo podría haber lastimado a tu padre?
―Cuando se trata de ti, ya no sé lo que pienso. Eres un extraño, has logrado
ser nada más que un extraño para mí. ―Miré alrededor de su oficina―. Y uno al
que de repente le va muy bien.
Estiró una mano hacia mí, pero me aparté de su toque.
―Permanece malditamente lejos de mí.
Saliendo de su oficina, llamé a Kevin porque ambos estábamos fuera de
nuestras profundidades en esta pesadilla. La llamada fue directamente al correo de
voz.
―Kevin, es Mia. Tienes que dejar de investigar la muerte de mi padre. No creo
que sea seguro. Llámame.
Tickled Ivories estaba abarrotado esta noche y tal vez con suerte habría algún
tipo de problema y podría liberar la tensión persistente con los puños, una tensión
que aún no se había asentado desde mi enfrentamiento con Mia hacía unas cuantas
noches. Normalmente golpeaba una bolsa, había aprendido a controlar mi
temperamento y a pesar de lo que había dejado creer a Mia, nunca peleé por rabia,
solo una vez. Le había matado, quise matarlo, no tuve problema en pasar por el
reformatorio por eso. La gente me había mirado diferente cuando había vuelto a
casa, unos con miedo, otros con disconformidad y algunos con confirmación. No me
había importado realmente lo que la mayoría pensase, solo lo que Mace y Mia
pensaban. Mace había sido un buen hombre, siempre me defendió. Eso era el porqué
estaba haciendo lo mismo por él, no permitiendo que su asesinato no se resolviese y
protegiendo a su hija, incluso si eso significaba de mí.
Una llamada sonó en la radio.
―Cole, hay un problema en la puerta.
―Voy para allí.
Mia
Tía De ese sentó frente a mí en su sala de estar mientras estudiaba una
fotografía de papá y yo tomada el día que comencé la universidad. Tan fea e increíble
como era la situación que rodeaba su muerte, no podía seguir ocultándole la
situación por más tiempo a tía Dee. Sabía que estaba pasando algo porque había
estado callada desde que había llegado hacía una hora. ¿Cómo hacías para dar
noticias como las que tenía que compartir?
―Mia, ¿qué está pasando?
Alzando la mirada de la fotografía, vi a mi padre en su mirada, lo que hacía
mucho más difícil hablar.
―No sé cómo decirlo así que simplemente lo soltaré. Hay una oportunidad de
que la muerte de papá no fuese un accidente.
Tía Dee no entendió las palabras inmediatamente, estaba centraba en mí y aún
no había reaccionado. Le llevó un minuto o dos antes de que el dolor y el agravio se
mostrasen en su rostro.
―¿Qué? ¿Cómo lo sabes?
―Kevin Lowell me contó que alguien en el caso en el que estaba trabajando se
atribuyó el mérito de la muerte de papá. No le creí, así que visité a Bruce y lo
confirmó. Incluso hablé con Cole, después de un poco de persuasión, admitió que
ya había estado pensando en esta dirección.
―¿Quién querría matar a tu padre?
―Stein.
―¿Stein?
―Quería el taller de papá o la tierra y su hombre había tratado de intimidar a
papá a través de mí.
―Querer la tierra y ser un imbécil sobre conseguirla es una cosa, pero
asesinar… es una exageración.
―Estoy de acuerdo, pero entonces, ¿quién?
―Su muerte se determinó como un accidente.
―Aparentemente había algunas incongruencias en el informe forense.
―Y aun así de determinó que su muerte fue un accidente. ¿Por qué?
―No lo sé y honestamente, me encuentro teniendo problemas tratando de
creer nada de esto. Perder a papá fue muy duro pero ahora están todas estas
preguntas sin respuestas. Y tener que enfrentarme a que papá pudo ser asesinado
intencionadamente, odio pensar eso, pero si hay una mínima posibilidad de que sea
verdad, necesitaba decírtelo.
Tía Dee empezó a pasearse por la sala, sus pensamientos transparentes.
―No, estoy de acuerdo pero no consigo entender la idea de que la muerte de
Mace no sea un horrible accidente. Nuestro vecindario tiene problemas pero no
puedo creer que sean tan malos.
―Espero que tengas razón.
―Entonces, ¿qué está pasando, han reabierto el caso de tu padre?
―No lo sé, pero sé que ambos, Bruce y Cole, están determinados a descubrir
lo que pasó realmente esa noche. Supongo que simplemente tenemos que sentarnos
y esperar por las respuestas.
Colocada en el borde del sofá, noté que tenía los ojos húmedos y me pregunté
qué estaba pensando. No me lo pregunté mucho tiempo.
―Habría luchado.
Mis propios ojos quemaban.
―Lo sé.
La furia reemplazó el dolor.
―Si alguien mató a mi hermano…
―Estoy de acuerdo, también quiero un tiempo a solas con ellos. ¿Has
encontrado los libros de contabilidad del taller de papá?
―Sí, los tengo.
―¿Puedes guardarlos por mí? Quería mirarlos, pero no estoy de ánimo.
―Claro. ¿En qué estás pensando?
―Nada, simplemente tratando de conseguir una mejor imagen de las cosas
justo antes…
No acabé el pensamiento y ella no necesitaba que lo hiciese.
―Lo tengo. ―Pasándose una mano por el cabello, se reclinó en el sofá―. Todo
esto parece irreal, Mia y tengo que decir que no sé si creerlo. ¿Creo que Stein es un
bastardo avaricioso? Absolutamente. ¿Creo que ha usado argucias para conseguir lo
que quiere? Seguro, la mayoría rompiendo las reglas. ¿Pero asesinato? No puedo
creerlo.
―No eres la única, pero si hay una posibilidad de que sea verdad, quiero
saberlo.
―Bien, pero Mía, puede que no consigas un cierre. Sé cómo trabaja tu mente
porque Mace era igual. Puede que nunca seas capaz de explicar la muerte de tu
padre. Puede que tengas que enfrentarte a que simplemente es una tragedia sin
sentido y aprender a avanzar desde ahí.
―Tienes razón. Sé eso, lo hago.
―¿Has hablado con Dylan?
―No y no estoy segura de que deberíamos. No le he visto desde mi última
visita, pero no lo está llevando bien.
―Tampoco lo he visto, pero planearé visitarlo. Probablemente tengas razón,
no deberíamos decírselo si ya está teniendo un momento tan malo. Bueno, no sé tú,
pero yo me tomaría una copa ―indicó tía Dee mientras se levantaba y se dirigía a la
cocina.
―El mío que sea doble.
Era tarde, después de las ocho y aún estaba en la oficina con niño Freddie. Los
proyectos con los que me había amenazado exigían tanto tiempo como había
señalado y parte de mí estaba agradecida ya que centrarme en el trabajo me evitaba
pensar en algo más. Había pasado una semana desde que tía Dee y yo hablamos y
sabía que estaba teniendo un momento difícil con los eventos rodeando la muerte
de papá tanto como yo. Éramos gente simple, así que encontrarnos en el medio del
drama que encajaba en una película de televisión era increíble y frustrante.
―Mia, estas deducciones deben ser detalladas.
Niño Freddie realmente era bastante brillante, su enfoque estaba en su mayoría
en contabilidad forense, lo que pensé que era un campo fascinante. También era
incesante en sus demandas, pero trabajaba en cada trozo tanto como yo, así que no
podía quejarme de que holgazanease. Era un pensamiento curioso, ¿por qué me
había seleccionado para esta tarea cuando era tan intolerante conmigo como lo era
durante una jornada normal?
―Ahora estoy trabajando en la lista detallada. ¿Por qué me pusiste en esto
contigo? Es de bastante resonancia y no soy tu trabajadora preferida.
Alzó la cabeza y me miró fijamente.
―Eres muy buena en lo que haces.
―Entonces nos vas a debatir el hecho de que no soy tu persona favorita.
―No es personal.
―Se siente un poco personal.
Bajó el lápiz y se reclinó en la silla, alcanzando su Coca-Cola.
―Tal vez veo mucho de mí en ti.
Dios, esperaba que no. ¿Iba a volverme amargada e infeliz en mi futuro?
―¿En qué sentido?
―Te encanta lo que haces.
―Lo hago. Eso no explica por qué eres estricto conmigo todo el tiempo.
―Tal vez solo estoy empujándote a ser mejor.
―Se siente más como si me estuvieses empujando por la puerta.
―Tal vez lo hago.
Sorprendida de que lo admitiese, mantuve su mirada plana.
―¿Por qué?
―Tal vez elevaste el listón.
―¿Qué listón?
Desestimando mi pregunta, volvió a alcanzar su lápiz.
―Se está haciendo tarde. Acabemos con esto. Podemos trabajar más mañana.
Presionar el tema era inútil, había acabado con lo de compartir, pero ahora
estaba más confundida que antes de que yo abriese la boca. Con suerte no habría
ninguna reacción en contra por su parte después de que hubiese tenido tiempo de
procesar mis comentarios directos y francos.
El siguiente día en el trabajo fui pisando huevos con miedo de que mi jefe,
teniendo la noche para meditar mis palabras de anoche, hubiese considerado nuevas
formas de torturarme, pero hasta ahora se mantuvo en silencio. El teléfono de mi
oficina me salvó de preocuparme y respondí con mucho más entusiasmo del que
realmente sentía.
―Mia Donati.
―Mia, soy tu madre, Cynthia.
La sorpresa, de escucharla al otro lado de la línea, fue rápidamente
reemplazada con irritación. ¿Cómo demonios consiguió mi número de la oficina?
―No eres mi madre y, ¿cómo demonios conseguiste este número?
―Me gustaría hablar.
―Me gustaría parecerme a una joven Cindy Crawford.
―Mia. ―Había enfado en esa única palabra, que solo servía para encender el
mío.
―¿Estás usando ese tono conmigo? ¿En serio? ¿Crees que funcionará?
―Quiero hablar contigo sobre Mace.
―No, no lograrás hablar de mi padre.
―Es importante, pero no quiero hacerlo por teléfono. Por favor, Mia, te estoy
pidiendo que dejes a un lado tu antipatía sobre mí y te encuentres conmigo.
Fue su tono, desesperación como el que había escuchado esa noche que había
ido a la casa, lo que despertó mi interés.
―Tengo tu tarjeta, te llamaré.
―Pronto.
―De acuerdo. ―La reticencia se desplegó en mi instinto mientras colgaba el
auricular, porque tenía un horrible sentimiento sobre lo que fuese que Cynthia
tuviese que decir iba a ser algo que realmente no quería escuchar.
―Mia, a mi oficina.
Ah, mierda. Allá vamos. Simplemente estaba esperando, permitiéndome tener
un falso sentido de seguridad antes de soltar la bomba. Este día se estaba
convirtiendo en uno realmente horrible. Todo lo que necesitaba para hacerlo
oficialmente clasificarlo como el día más espeluznante en la oficina era a Kevin
llamándome y hoy habré experimentado el trío de mierda. Solo había pasado por el
umbral de su oficina cuando saltó directamente a ello.
―¿Llamadas personales en el trabajo?
Esta era una nueva línea de ataque para él.
―No estoy segura de cómo consiguió el número, pero no creo vuelva a llamar.
―A pesar de tu excelente trabajo, he estado pensando en nuestra conversación
de anoche. Si no estás cómoda con mi forma de dirigir, tal vez deberías buscar
trabajo en otro lado.
¿Era en serio? Tal vez debería cambiar su estilo de ser un imbécil.
―Me gusta mi trabajo. ―Me gustaría añadir que podía hacerlo sin escenas
como estas, pero, ¿para qué?
―Para ser un verdadero miembro valioso de este equipo, no es solo calidad de
trabajo sino también actitud. Si no eres feliz tendrá un impacto en tu actitud, lo que
puede tener un impacto en la productividad de mi equipo.
¿Actitud? Si la actitud de alguien apestaba, no era la mía. ¿Esto era realmente
por la pasada noche y mis comentarios sinceros o había algo más para ello? No había
tenido ninguna queja de mis clientes por mi trabajo, de hecho solo lo contrario, ¿o
habían estado allí?
―¿Ha habido quejas con relación a mi trabajo o conducta?
―No.
―Entonces, realmente no estoy entendiendo realmente esta conversación.
Su columna se tensó, así que agité sus miedos con ese comentario.
―Como cabeza de este departamento, es mi responsabilidad asegurar que
todos los trabajadores no están haciendo simplemente su trabajo, también
prosperando.
―¿Y crees que no estoy prosperando?
―Simplemente siendo activa.
Realmente quería empujarlo por la ventana porque me estaba poniendo de los
nervios solo por hacerlo. ¿Para qué? También mencionó la pasada noche, pero
parecía contraproducente ya que no podía funcionar sin mí. ¿Y qué quería decir con
eso de elevar el listón? La conversación con su padre apareció en mi mente, su padre
elogiándome frente a niño Freddie. Entonces había pensado en ello, ¿pero realmente
podía ser así de simple? Celos. Su conducta era un rompecabezas, pero me gustaban
los rompecabezas y al menos este no acabó con un asesinato potencial.
―Me esforzaré para que este orgulloso, señor Tatum.
Su expresión fue tan divertida que casi se me escapó la risa, la sensación
bastante agradable dado el actual estado de las cosas.
Nervioso o tal vez confundido, terminó la diatriba repentinamente:
―Procura hacerlo.
Hubo pasos ligeros mientras volvía a mi mesa, porque me sentía casi normal.
Al final del día, recogí mis cosas y me dirigí hacia los ascensores pero cuando
las puertas se abrieron, mis piernas se negaron a moverse porque de pie al fondo del
ascensor estaba cabello pálido. Me miró con ojos heladores de arriba abajo, lo que
era suficientemente espeluznante y luego dijo:
―Mia, creciste muy bien.
Se me puso la piel de gallina mientras el miedo se enrollaba en mi estómago.
Me recordaba pero más que eso, qué estaba haciendo ahora, era el mismo tipo de
intimidación que había estado haciendo a papá. ¿Pero qué demonios tenía yo que él
quería?
―¿Bajas?
No me salían las palabras, estaba completamente congelada en el sitio. No dijo
nada, simplemente me miró hasta que las puertas se cerraron. No sabía que había
alguien a mi espalda hasta que Frederick Senior preguntó:
―¿Estás bien?
No, no estaba bien.
―¿Conoces a ese hombre? No me gustó la forma en que te miraba.
Ese comentario me sacó de mi repentino caso de mudez.
―No es un buen hombre.
Sin otra palabra, sacó el teléfono del bolsillo.
―Johnny, ¿ves a un hombre alto, delgado con cabello rubio en el vestíbulo? No
se le permite volver a subir. Quédate con ello, solo por si acaso.
El señor Tatum colgó el teléfono.
―No se le permitirá volver. Tenemos su identificación de seguridad y su
nombre así que podemos denunciarlo a las autoridades si fuese necesario.
―¿Qué nombre dio?
―Mace Campbell.
Me mareé y el señor Tatum lo notó cuando me tomó del brazo.
―Mia.
―No se llama así.
―¿Cómo lo sabes?
―Mace era el nombre de mi padre y Campbell es el nombre de un amigo.
―¿Por qué tengo la sensación de que hay más en esta historia?
―Estoy aprendiéndolo yo misma.
―Ven a mi oficina y ponme al corriente. Seré capaz de mantener mejor
seguridad si lo sé todo.
No quería hacerlo, no quería contarle la pesadilla pero saber que lo sabía,
especialmente con lo rápido que había sido actuando con respecto a cabello pálido,
me sentiría mucho más segura si lo sabía.
―De acuerdo.
Mia
El señor Tatum me llevó a casa en coche. A diferencia de su hijo, él era
estupendo. La manera en que tomó control de la situación, incluso llamó a Bruce y
le transmitió lo que había pasado y demandó que hiciera algo acerca de ello. Y sólo
había estado trabajando para él menos de un año. Era el tipo de jefe al que podía
verme dedicándome toda la vida. Sabía cuidar de su gente
Sólo había dejado las llaves en la mesa cuando alguien llamó a la puerta.
Abriéndola, realmente parpadeé unas pocas veces para asegurarme que estaba
viendo lo que estaba viendo. Y después recordando que la última vez que había
aparecido delante de esta puerta mis rodillas se habían debilitado.
―¿Qué ha pasado? ¿Es tía Dee?
El entendimiento suavizó sus rasgos.
―Nada está mal. Sólo estaba en el barrio.
Tomó unos minutos para que mi corazón dejara de palpitar fuerte;
inclinándome contra el marco de la puerta sólo me quedé mirando a Cole porque
amaba verle oscurecer mi umbral.
―Sí. ―Empujó sus manos en los bolsillos delanteros de sus tejanos―. ¿Me vas
a invitar a entrar?
―¿Realmente quieres que te invite adentro?
Sólo dijo una palabra, pero la sentí en cada nervio de mi cuerpo.
―Sí.
Apartándome a un lado, le hice un gesto.
―Entra. ―Y a pesar de que creo que conseguí aparentar indiferencia, mi
interior estaba enrollado en un nudo.
Entró en el vestíbulo, que inmediatamente se sintió pequeño, y estando tan
cerca de él ―el hombre en el que se había convertido― era intoxicante. Era más alto,
sus hombros más anchos y el cabello corto era sexy como el infierno. Sus labios se
movieron, pero me tomó un minuto oír sus palabras.
―¿Trabajando hasta tarde?
Y después el encuentro con cabello pálido volvió en toda su terrorífica gloria y
casi se me escapa el sórdido desastre, pero sospeché que sería una buena manera de
conseguir que Cole se retirara de nuevo. Se lo contaría, pero no esta noche. Había
esperado mucho para que viniera a verme. No iba a estropearlo todo.
―Sí. Trabajando en unos pocos proyectos con mi autoritario jefe.
―¿Autoritario?
―Sí, pero me gusta el trabajo.
―¿Has comido?
―No. ―Mirando al reloj eran más de las nueve―. Es un poco tarde para hacer
nada.
―¿Qué tal un sándwich?
―Cole Campbell está en mi casa ofreciéndose a hacerme un sándwich. ¿Quién
eres y qué has hecho con el verdadero Cole? La última vez que hablamos no querías
retenerme, querías hacer lo correcto dejando que encontrara mi futuro. ¿Qué pasa
con ese cambio de mentalidad?
―Quizás me he cansado de intentar hacer lo que es correcto.
Sea que lo quisiera decir de verdad o no, sus palabras desencadenan todos los
sentimientos que había tratado tan fuerte de no sentir por él y también parecía tener
el poder de sacar completamente la honestidad de mí porque mi boca se abrió y
salieron las siguientes palabras:
―Tenerte cerca es lo correcto, al menos para mí.
Avergonzada por mi más bien cándido comentario, me sorprendí al ver que
me veía dándome la razón. Cambiando la conversación antes de lanzar la
precaución por la ventana y actuar con todos los impulsos desencadenados sólo con
mirarle, dije:
―Podría comer un sándwich.
Señaló a la cocina y después de sentarme, vi como Cole Campbell se movía
alrededor de mi cocina como un hombre que conoce el camino. El sándwich que
hizo es de crema de cacahuete, crema de malvavisco y plátano. Después de ponerme
un vaso de agua, se recostó contra la mesa opuesta a mí, con sus brazos cruzados
por encima de su pecho y me miró mientras comía.
―¿No vas a querer un poco de crema de malvavisco?
―Esa mierda es asquerosa.
―Está delicioso.
―Me alegra que pienses así, comiste mucho de ello mientras crecías.
Mi mirada se encontró con la suya.
―Tú también.
―Nunca nadie me había hecho la comida antes. Me hubiera comido pasteles
de barro si los hubieras hecho.
Mi corazón dolió ante su confesión, incluso mientras me calentaba por dentro
al oír y ver al Cole que había echado de menos durante tantos años.
―Al final nos tropezamos con unos pocos favoritos, como el sándwich de
bacón de papá. Eso sí que era asqueroso.
―Medio kilo de bacón entre pan blanco, totalmente delicioso. ―La sonrisa que
acompañó el comentario hizo que mi estómago diera vueltas.
Me mirada se dirigió a mi plato mientras jugueteaba con mi sándwich.
―A veces pienso que aún está ahí. Sé que se ha ido, pero a veces me dejo creer
que no se ha ido realmente. Estábamos llegando a la parte buena… ―Mi mirada se
movió hacia Cole y lo sentí mirándome―. Teníamos tanto que queríamos hacer y él
era tan joven. Le echo de menos. No creo que el dolor de mi corazón se vaya nunca,
que algún día seré capaz de superar su perdida. Y a pesar de lo que dijiste, su muerte
no es culpa tuya.
Los hombros de Cole se tensaron, su cara como un libro cerrado.
― No tienes ni idea.
―No, no la tengo, pero sé que no eres responsable de su muerte y sé que papá
se pondría lívido al saber que piensas eso.
Su dura expresión se suavizó.
―Tienes razón, lo estaría.
―Mi papá era un hombre muy listo y uno de los movimientos más listos que
hizo fue traerte a casa ese día. Lo ves sólo desde un lado, todo lo que hicimos por ti,
¿pero no ves cuánto hiciste por nosotros? Eras como un hijo para él, has sido tantas
cosas para mí. Un amigo cuando necesité uno, un salvador cuando necesité uno, un
flechazo cuando fui lo suficientemente mayor como para entender esos sentimientos
y un ancla cuando mi mundo se vino abajo y… ―No le pude decir el resto, que se
llevó mi corazón esa noche en mi dormitorio. Ni siquiera me había dado cuenta que
se lo había dado hasta que intenté y fallé en las relaciones porque mi corazón ya no
era mío para entregarlo.
―¿Mia?
Había tantas emociones en su mirada, sentimientos que quería explorar con él,
que había querido explorar desde hace tanto, pero si esto sólo era un momento para
él… Las siguientes palabras eran muy duras de decir, pero tenía que decirlas.
―Me encanta que estés aquí, pero si vas a desaparecer otra vez, lo mejor que
puedes hacer es irte. No puedo continuar haciendo esto, teniéndote cerca y después
ver que te alejas. Y por mucho que quiero creer que estás aquí porque no puedes
evitar lo que sientes por mí, sé que no es eso. Has hecho de evitarme un deporte
olímpico y ahora, después de saber que hay más en la muerte de papá, estás aquí.
No soy una tonta, Cole. Me doy cuenta que estás ligado por obligación a mí, pero
utilizar lo que siento por ti para conseguir mantenerme segura no está bien.
Enfadado es una buena manera de describirle mientras estaba parado allí
apretando su mandíbula.
―Esa es una observación justa y totalmente una mierda.
Mi propio temperamento salió.
―Si me dices que tu repentino interés no está relacionado con que me haya
enterado de lo de papá, puedes marcharte ahora porque es una mentira y ambos lo
sabemos.
―¿Estoy aquí porque quiero mantenerte segura? Joder sí, pero no estoy aquí
sólo por eso.
―¿Por qué has cambiado de opinión?
Pasando una mano por su rapada cabeza, una acción que me recordaba mucho
a papá cuando estaba frustrado, Cole comenzó a pasear por mi cocina.
―Míralo desde mi perspectiva. Mi padre era mierda y su sangre corre por mí.
Durante un tiempo, experimenté cómo podía ser una familia real, tuve un hombre
que estaba orgulloso de llamar padre cuidándome. Y después estabas tú, alguien
que no se lo pensaba dos veces antes de dejarme entrar y me mantenía cerca aun
sabiendo de dónde venía. Incluso después de que mi vida se fuera al infierno, Mace
nunca dejó de creer en mí. Ni tú tampoco. En algún momento mis sentimientos por
ti cambiaron, pero eras la niña de Mace, eras demasiado joven y parecía erróneo
incluso aunque se sentía tan jodidamente bien. Te evitaba porque te merecías algo
mejor, pero tan duro como trataba, no podía dejarte ir. No te miro sólo por Mace, te
miro porque no puedo apartar mis ojos de ti. No puedo aplastar los sentimientos
que tomaron raíces cuando ni siquiera eras legal y que sólo se han ido
incrementando con los años.
Fue una buena cosa que todavía estuviera sentada porque estaría en el suelo
ahora mismo después de esa confesión; sus palabras danzando alrededor de mi
mente dejándome mareada.
―Lo que estoy intentando decir es, no voy a irme a ningún lado, Mia. Te
quiero, siempre te he querido, pero también jodidamente me gustas y te echo de
menos. A pesar de que era mejor mantener mi distancia, no soy mejor en alejarme
de ti de lo que tú lo eres en alejarte de mí.
Las palabras no salían, demasiado sobrepasada con la realidad de lo que estaba
pasando que sólo podía mirarlo con asombro.
Su sonrisa casi para mi corazón.
―Te he dejado sin palabras.
Sí, lo había hecho.
―Tómate tu tiempo y digiere lo que he dicho, pero entiende que quiero decir
cada palabra. Te quiero y si todavía me quieres, te estoy reclamando, Mia.
Estaba a punto de caerme del taburete; quería que me reclamara,
repetidamente. Como una estúpida, todo lo que pude replicar fue:
―Por favor, reclámame.
La mirada que me dio fue una que recordaré siempre, como alguien
encontrando el final de arcoíris.
―Bien, ahora acaba de comer tu sándwich para que podamos ver una película.
Mi corazón se sintió como el Grinch otra vez, el sentimiento agridulce, pero
amaba que Cole tuviera el poder de hacerme esto. Así como mi padre. Me quería,
me reclamaba, casi no podía creerlo y aun así aquí estaba, parado en mi cocina.
Necesitaba digerir sus palabras, así como él sabía que haría, y por ello puse la
enormidad de lo que acababa de pasar en el quemador de atrás para que se cociera.
Sintiendo la conexión que una vez tuvimos dije:
―Podemos ver Frozen.
Y ahí estaba mi Cole, su expresión la misma que tenía cuando de niño le
obligaba a ver mis princesas.
―Frozen, ¿en serio?
―Es maravillosa. La amarás.
―Lo dudo. ―Pero estaba sonriendo cuando dijo eso.
Por la mañana, me sentí flotar más que caminar porque Cole y yo íbamos a ir
a cenar. El nerviosismo batallaba con la excitación porque temía que algo pasaría
para que este particular deseo no se cumpliera.
El trabajo fue eterno, el reloj no pareció moverse para nada, pero a las cinco
volé del edificio y cogí el bus para casa. Tenía una cita con Cole Campbell. Todo
parecía tan irreal incluso siendo una conclusión inevitable, una que sólo había
tardado mucho en ocurrir.
Después de mi ducha, recogí mi cabello en un moño suelto, apliqué maquillaje,
oscureciendo mis ojos y extendiendo mis pestañas antes de meterme en unos tejanos
hasta la cadera, botas y un jersey blanco que colgaba del hombro. Estaba
aplicándome el brillo de labios cuando sonó el timbre de la puerta. Los nervios
hicieron que mis manos se humedecieran y aunque traté de racionalizar que era
Cole, el mismo chico con el que jugué al Príncipe Encantador y Cenicienta miles de
veces cuando éramos niños, las mariposas en mi estómago no podían parar.
Llegando a la puerta, tomé una profunda ―y no muy calmante― respiración
antes de abrirla para que todo el aire en mis pulmones se fuera al ver a Cole parado
con sus tejanos desteñidos, camiseta blanca y chaqueta de cuero. Amaba que se
hubiera afeitado la cabeza porque con una cara como la suya, el cabello sólo estaría
estorbando.
Me tomó un minuto, dado que me lo estaba comiendo con los ojos, darme
cuenta que me estaba estudiando de la misma manera que yo a él. Bueno, él parecía
estar más desnudándome con sus ojos, lo que inmediatamente envió placenteros
dolores a ciertas partes de mi cuerpo.
Su voz grave, con un borde, y sus palabras casi me llevaron a llorar de alegría.
―Eres la maldita cosa más preciosa que he visto nunca.
―Me has dicho eso antes. Me gusta que me lo digas ahora tanto como antes.
―Lo decía en serio antes, lo digo en serio ahora.
Con cada minuto que pasaba, las probabilidades de ir a cenar eran cada vez
menos a nuestro favor, o más si considerabas la alternativa, quitar la ropa de su
cuerpo y adorarle, repetidamente.
―Está un poco caliente aquí.
En el momento en que mis palabras salieron de mi boca, la expresión de Cole
cambió y esta vez definitivamente había posesión en su mirada.
―Me has dicho eso antes.
―Lo hice.
Se movió dentro de mi espacio, no tocando, pero tan malditamente cerca.
―¿Te excitaba entonces?
―Oh sí. Comenzó a los dieciséis y ha estado cocinándose a fuego lento desde
entonces.
Pasando una mano por su rapada cabeza, me estudio por el rabillo del ojo, una
sonrisa curvando sus labios.
―Jesús.
―¿Es eso una cosa mala?
―No, dado que empezó para mí cuando tú tenías dieciséis también.
Sabía que le gustaba, no había sabido que le gustaba.
―¿En serio?
―Sí, luché contra ello porque pensé que eras demasiado joven. Se sentía mal
incluso aunque se sintiera tan correcto.
Saber que él había estado enganchado a mí durante tanto tiempo como yo por
él, nos ponía en el mismo sitio. No me sentí tan débil, queriéndole y trabajándole, ya
que él había estado batallando la misma guerra de una manera diferente.
―Dadas las circunstancias, no creo que fuera incorrecto para nada.
―¿Lo sabía tu padre?
―Claro, como le iba a decir que estaba teniendo sueños sexuales contigo.
Sus ojos fueron de azul a azul marino en un latido.
―¿Sueños sexuales?
―Síp.
Sonó raro cuando volvió a hablar.
―¿Estás lista?
Tocando al tigre, eso es lo que estaba haciendo, pero se sentía tan bien volver
a pisar tierra firme con él.
―¿Tienes prisa, Cole?
―Nos vamos ahora o te voy a inclinar sobre ese sofá. No, estoy adivinando, la
manera en que quieres tomar mi polla por primera vez.
Y aun así la idea era extremadamente atractiva.
―Tienes razón. Voy a coger mi bolso.
Se vio engreído cuando volví de mi habitación pero había dado la vuelta a las
cosas de forma efectiva y me había desequilibrado, así que supongo que tenía
derecho a ser engreído. Su Challenger estaba estacionado un poco más allá en la
misma calle de mi casa. Cole sostuvo la puerta del copiloto para mí, antes de ponerse
detrás del volante.
―¿A dónde vamos?
―Ya lo verás.
―Me gusta tu coche, es muy bonito.
―¿Bonito?
―Perdón, es como totalmente de chico malo, totalmente azotaría a un coche
con un culo bonito. ―Nuestras miradas se encontraron, él se rió―. ¿Está eso mejor?
―Mejor que bonito.
Condujimos a través del familiar barrio que rodeaba Vincent´s.
―Finalmente vas a romper pan conmigo en Vincent´s. Han pasado, cuántos,
¿doce años desde la última vez?
No esperaba una respuesta así que no sentí decepción cuando no la conseguí.
Cole estacionó y caminó alrededor para ayudarme a bajar del coche. A pesar de ello
no dejó mi mano, la sostuvo firmemente en la suya larga y fuerte y nos dirigió a
Vincent´s, los olores familiares trayendo incontables recuerdos que eran a la vez
bienvenidos y agridulces. Después de sentarnos a nuestra mesa, el camarero
apareció
―¿Quieres tu estándar? ―preguntó Cole.
―Por favor.
La sonrisa era tan débil que si no hubiera estado mirando su magnífica cara,
me la hubiera perdido.
―Pollo a la parmesana para la dama, una copa de Chianti de la casa y un
Shirley Temple, hecho con ginger ale, no con Sprite, y con extra de cereza.
Me tomó un momento darme cuenta que el latido constante era mi corazón.
Cole no sólo recordaba mi preferencia de cómo me gustaban mis Shirley Temple,
sino también sabía que prefería el Chianti de la casa con mi pollo a la parmesana y
no Cabernet: mi vino predilecto. Pidió un filete de carne para él, justo como papá
siempre hacía. Una vez el camarero se fue, Cole enfocó su mirada en mí.
―¿Estás bien con estar aquí?
―¿Por papá?
―Sí.
―Le siento aquí, pero no me entristece, demasiados recuerdos felices.
El camarero volvió con nuestras bebidas. Elevando mi vaso, sostuve la
uniforme mirada de Cole.
―¿Dónde vives ahora?
―No lejos de tu casa.
―Has vuelto al viejo barrio, me alegro de oír eso. ―Mi garganta de repente se
secó, así que tomé un sorbo de vino. Había demasiadas preguntas que tenía sobre la
noche que papá murió. Pero ahora no era el momento y aun sabiéndolo dije―:
Tengo preguntas sobre la noche en que papá murió. No las voy a preguntar ahora
porque finalmente tengo a Cole Campbell sentado delante de mí en Vincent´s, pero
en algún momento tenemos que tener esa conversación.
―Es justo.
―Así que cuéntame sobre el club. Me encanta, por cierto. Me encantan las
bandas que tocan durante la semana.
Tomó un sorbo de su cerveza antes de decir:
―La única razón por la que lo tengo es por tu padre.
Cogiendo de nuevo mi vaso, me recliné en mi silla. La noticia no era una
sorpresa para mí, era totalmente algo que papá haría.
―¿Cómo pasó eso?
Una extraña expresión pasó por su cara, quizás nerviosismo, lo cual era extraño
de ver en alguien tan bueno en esconder sus sentimientos.
―Él estaba intentando diversificar, yo estaba buscando intentar algo diferente,
simplemente todo vino rodado.
―¿Pensaste que me enfadaría?
―No estaba seguro. Piensas que obtuve más de él al final, simplemente no
quería añadir más a tu ya errónea creencia.
―Errónea.
Cogió su cerveza.
―Sí.
―No envidio lo que tuviste con mi padre. ¿Sabes eso, no?
―Sí.
―Me alegro que le tuvieras y que él te tuviera a ti y estoy contenta de que
estuviera ahí por ti, de que le dejases estar ahí por ti.
Su atención no menguó, su foco completamente en mí, pero no dijo nada.
―Todo fue como un círculo completo, papá estaba allí cuando le necesitabas,
y estuviste ahí por mí cuando te necesite, así que quizás un día me dejes estar ahí
por ti cuando me necesites.
Estaba totalmente desprevenida para lo que hizo después. Puso sus dedos
alrededor de mi cuello, rudamente acercándome mientras él se levantaba e inclinaba
por encima de la mesa para sellar sus labios sobre los míos para un beso que fue a la
vez posesivo y tierno. Y como hizo esa noche en mi dormitorio, provocó muchos
sentimientos con ese único fantástico beso. Cuando apartó sus labios de los míos,
sólo alivió la presión en mi cuello un poco, lo suficiente como para que pudiera
mirarle a la cara.
―No debería haberme mantenido apartado.
Realmente no debería y a pesar de que le debería haber amonestado por
hacerlo, ¿dónde estaba el punto? Estábamos aquí ahora así que en cambio dije:
―No puedo creer que todo este tiempo tú también lo sintieras.
―No apreciaba la profundidad de lo que sentía hasta aquella noche en tu
dormitorio. No era sólo sexo y si hubiera sabido que tú lo sentiste como yo, no
hubiéramos sido capaces de alejarnos. Estabas justo empezando a ver el mundo, no
era corrector atarte.
―Quería que me ataras.
―Pensé que no eras los suficientemente mayor como para saber lo que te
convenía.
―¿Y ahora?
―Estaba equivocado.
―Ese es un punto en el que coincidimos totalmente.
La sonrisa me quitó el aliento, movió su mano de mi cuello, pasando por mi
mandíbula antes de reclinarse de nuevo en su silla.
―Tengo mucho tiempo que recuperar.
Todavía no estaba del todo segura de qué estaba pasando realmente con Cole,
quiero decir, sabía qué estaba pasando, pero dado que era algo que quería y que me
había sido denegado desde hacía tanto tiempo, no se sentía real. Eso no significaba
que no fuera a disfrutarlo.
―Totalmente a favor.
Se lo pensó, la malvada mirada que me lanzó era prueba suficiente de ello, pero
en cambio dijo:
―Mañana por la noche tengo una reunión de negocios, pero quiero la noche
de después.
Podía tener esa noche y todas las demás después de esa, pero a él le dije:
―Miraré mi calendario
Los celos eran su expresión ahora y joder si no me gustaba esa mirada en él.
―Lo que sea, cancélalo.
Autoritario, absolutamente, prepotente, sí, y aun así lo amaba porque era Cole
y me estaba reclamando, finalmente. Alcanzándole a través de la mesa, pasé mis
dedos por encima de su mano.
―Estoy bromeando. Mi calendario está abierto, lo ha estado desde hace
tiempo.
Sus dedos se enrollaron con los míos, algo de la tensión saliendo de él.
―Bien.
Nuestra cena llegó. El pollo a la parmesana nunca había sabido tan bien como
sabía sentada delante de Cole.
Volviendo a casa, Cole no entró, pero me llevó hasta mi puerta y me besó, largo
y duro. Le quería en mi cama, quería acabar lo que habíamos empezado esa noche
en mi dormitorio incluso queriendo hacerlo como él había sugerido de tomarlo poco
a poco. Lo quería tanto que las palabras estuvieron fuera de mi boca antes de que
las pudiera parar.
―¿Estás seguro que no entrarás?
―No esta noche. ―Tocó mi barbilla para mantener mi mirada en la suya―.
Pero pronto.
Mi cuerpo dolía; quería que él lo aliviara, pero dado que no lo haría tendría
que tomar cartas en el asunto o volverme loca. Para mi vergüenza, él sabía lo que
estaba pensando.
―No te toques, Mia.
Mis ojos se abrieron.
―¿Cómo sabes lo que estoy pensando?
Pasó su pulgar por encima de mi pecho, al pezón que estaba tan duro que dolía.
―Tu cuerpo está dando señales, pero deja que crezca, déjalo cocerse.
―Si yo lo hago, tú también.
―Te lo prometo.
―Sabes que una vez lo prometes no puedes retirarlo, nunca.
―Lo sé.
―De acuerdo, lo prometo también. ¿Es posible morir de lujuria acumulada?
―Los dos lo averiguaremos.
―¿Tú también lo sientes?
―Él día que viniste a mi oficina y me dijiste que suspirabas por mí e insinuaste
que aliviabas tu dolor mientras pretendías que era mi polla, he estado duro desde
entonces.
Palidecí. Había dicho eso, ¿no? Eso fue, vaya, eso fue realmente valiente.
Pareció ver mi vergüenza cuando dijo:
―La jodida cosa más sexy que jamás he escuchado.
―Es verdad. ―Por vergonzosa que fuera la confesión, era verdad.
―Mierda, no lo estás haciendo fácil.
Por mucho que quería meterle en mi casa y salirme con la mía con él, tenía
razón. Teníamos todo el tiempo del mundo; saltar al sexo era estúpido,
especialmente si queríamos algo más y lo queríamos, quería todo de Cole, no sólo
su cuerpo.
―Tienes razón, deberíamos esperar.
―Te lo mereces todo, Mia, tener citas, cenas, ser querida y después te
mantendré en la cama durante una semana.
Quería llorar; esto era duro.
―Promételo.
Su expresión se volvió malvada.
―¿Prometer que te mantendré desnuda y en cama conmigo durante una
semana? Sí, lo prometo.
―Supongo que será una ducha fría para mí.
―Para ti y para mí. ―Después me besó, su lengua barriendo mi boca, sacando
un gemido desde dentro de mi garganta. Mis piernas no estaban estables cuando dio
un paso atrás―. Cierra tu puerta.
―Bien.
―Traeré cena y una película el sábado.
―Bien.
―Dentro cariño.
Oh Dios, ahora me estaba llamando cariño. El hecho de que no me deshiciera
en un charco a sus pies era asombroso.
―¿Cariño?
Ternura llenó su expresión, la vista tan bonita por lo rara que era.
―Dentro. Cierra la puerta.
Sobrecargada, hice como me dijo y entré y cerré la puerta y después tomé la
ducha más fría de mi vida.
Janie quería salir esta noche y dado que no nos habíamos visto en un tiempo,
no perdí la oportunidad. Nos íbamos a encontrar en Silver City y mientras acababa
de vestirme, mi teléfono sonó.
No miré la pantalla, pensé que era Janie, así que oír la voz de Kevin en la línea
me alarmó.
―Kevin. Suenas raro, ¿estás bien?
―Tengo algo de información sobre tu padre.
El temor se movió por mi espina dado que parecía que con cada nueva parte
de información, la imagen se hacía peor.
―¿No recibiste mi mensaje de que quería que dejaras de buscar?
―Sí, pero es demasiado jugoso como para salir.
Mierda. La expresión un perro con un hueso me vino a la mente. Y a pesar del
miedo que sentía porque estábamos fuera de nuestro juego con los jugadores
envueltos, no podía negar que despertaba mi interés.
―¿Qué has aprendido?
―Ven a mi casa. Será más fácil enseñártelo.
―Voy a salir con Janie esta noche.
―Envíale un mensaje, dile que vas a llegar un poco tarde. Vamos, esto es
grande, Mia.
Era grosero, absolutamente. Ya tenía planes hechos, pero quería saber qué hizo
y Janie era conocida por llegar tarde; probablemente acabaríamos llegando al club
al mismo tiempo de todas maneras.
―Está bien.
Le envié un mensaje a Janie, no recibí respuesta así que seguramente todavía
estaba en la ducha. Pensé en enviarle un mensaje a Cole, pero ya lo había hecho antes
para decirle acerca de mis planes para la noche. Además si le enviaba un mensaje
sobre esto, ya podía escuchar sus gritos sobre que no debería estar metiendo mi nariz
en ello, y dado que técnicamente me había echado atrás y le había dicho a Kevin que
también lo hiciera, ninguno de los cuáles era fácil de explicar por mensaje, no se lo
envié. Mañana le diría sobre Kevin, especialmente ahora que parecía que teníamos
algo que compartir. Si aparecía en el club antes que yo, Janie le podía decir dónde
estaba.
Cerrando, me dirigí al coche. Kevin vivía en la calle Green, una calle elegante
que estaba cerca del Museo de Arte de Filadelfia con elegantes casas
significativamente más grandes que la casa en la que crecí. La casa de Kevin era
exquisita, no era sorprendente dado que el hombre disfrutaba de las cosas finas.
Tenía suelos de madera de nogal, una nueva cocina completa con una encimera de
esteatita, un surtido de Wolf y armarios a medida. Todo en su casa hablaba de dinero
y de nuevo me encontré preguntándome cómo podía costearlo con una nómina de
investigador privado a no ser que viniera de una familia de dinero, lo cual era
probable. Sabía muy poco de él. Podía haber compartido un poco de su vida y quizás
no había escuchado porque tendía a evadirme cuando hablaba. No quería evadirme,
pero no podía soportarle mucho tiempo mientras se tiraba flores.
A diferencia de donde vivía, el estacionamiento aquí no era tan malo y tuve
suerte de encontrar un lugar sólo a unas pocas casas de la suya. Era como si hubiera
estado mirando por la ventana esperándome porque abrió la puerta antes incluso de
que tocara. Loco fue la palabra que vino a mi mente al verle.
―¿Estás bien?
Loco y nervioso, sus ojos mirando arriba y abajo de la calle antes de regresar a
mí.
―Sí, entra.
Cerró la puerta y después sólo se quedó parado, como si no estuviera seguro
de qué hacer después.
―¿Así que vas a compartir conmigo lo que has aprendido?
Sin palabra, se movió por su casa y no fue hasta que llegamos a la cocina, donde
saco una botella de Maker’s Mark y se sirvió un vaso doble, también inusual, cuando
dijo:
―¿Sabías que tu padre estaba dándole información al departamento de
policía?
―¿Qué?
―Sí, cosas de barrio y relaciones que implicaban a Stein, las compartía con el
departamento.
Los viajes a altas horas de la noche antes de morir, así que eso es lo que había
estado haciendo.
―No, no sabía eso.
―He estado haciendo un poco de investigación y un hombre no para de
aparecer en relación con Stein. Un tipo espeluznante con el cabello claro, ¿sabes algo
de él?
Un escalofrío me atravesó cuando me acordé de él viniendo a mi oficina el otro
día.
―Sí, ¿por qué?
―¿Qué sabes?
―Sospecho que trabaja para Stein, su matón.
―¿Alguna vez tu padre le mencionó?
―Sólo que tenía que mantenerme lejos de él. ¿Kevin, qué sabes sobre él?
―¿Qué pasa con Cole, lo ha mencionado alguna vez?
―¿Cole?
―Sí, ¿dijo alguna vez algo sobre él?
Algo me dijo que revelar que Cole mencionó que trabajaba para el hombre no
era una buena idea, especialmente no con Cole siendo el propietario de un popular
club nocturno y este hombre claramente siendo malas noticias, así que mentí, de
aquella manera.
―No.
―¿Dónde están todas las cosas de tu padre? ¿Todavía están en tu casa?
La inquietud me recorrió porque me sentí como en un interrogatorio.
―Kevin, dijiste que tenías información de mi padre. Deja de hacerme el
maldito tercer grado y sigue.
―Lo haré, ¿pero sus registros, todavía están en su casa? ¿No la vendiste?
La frustración empuja a la inquietud, por ello fue que hable sin pensar
realmente.
― Vivo allí ahora, no la voy a vender.
―¿Así que las cosas todavía están allí?
―Sí, ¿por qué te importa?
Otra voz apareció detrás de mí.
―A él no le importa, pero a mí sí.
Volviéndome hacia la voz, mi cerebro intento darle el sentido a lo que veía, el
hombre de cabello claro.
Kevin sonó histérico.
―Hice lo que me pediste.
Mi cerebro estaba tratando de entender, así que inicialmente no entendí ambos,
el comentario de Kevin ni su implicación.
―Lo hiciste. Pensé que te creías estar enamorado de ella y aun así le pones una
trampa para salvar tu propio culo.
¿Una trampa? El miedo me recorrió tan poderosamente que mis piernas se
volvieron débiles. Ahora me sentía como la loca porque estaba desesperadamente
mirando alrededor, buscando alguna manera de escapar.
―Lo siento, Mia. ―Mi mirada se dirigió a Kevin, un poco de enfado
elevándose mientras finalmente entendía. Me había hecho venir aquí―. Me iba a
matar.
―Todavía voy a matarte.
Como reacción a la horrible declaración del hombre de cabello claro, los ojos
de Kevin se salieron de sus orbitas. Esto realmente estaba pasando… mi estómago
se encogió. Kevin se movió hacia atrás, la acción parecía totalmente inconsciente; no
llegó muy lejos cuando otro hombre apareció detrás de él.
―Vamos a ver el sótano, ¿les parece? ―Esas fueron las últimas palabras que
escuché antes de que un agudo dolor apareciera en mi cabeza y todo se volviera
negro.
Cuando tía Dee llegó diez minutos más tarde, parecía confundida, y ¿cómo no?
No había tenido una conversación con ella, realmente nunca, por lo que llamarla de
la nada y pedirle que viniera a la casa de su sobrina, una casa donde en la calle había
varias patrullas estacionadas… Sí, estaba confundida y preocupada.
―¿Dónde está Mia? ¿Por qué hay coches de policía aquí?
Bruce había llegado y mientras Terence trabajaba en la escena, tomó el rol
principal con tía Dee. Sabía que lo había hecho no solo porque lo conocía del caso de
Mace, sino porque había sido amigo de Mace, amigo de todos los Donati.
―Bruce, ¿qué está pasando?
―Mia no está aquí, pero su casa ha sido destrozada.
―¿Destrozada? ―Le llevó un par de segundos procesar eso―. ¿Dónde está
Mia?
―No estamos seguros.
―¿Qué demonios significa eso, que no están seguros?
―Temprano, esta tarde, Mia se reunió con un hombre, Kevin Lowell.
―Kevin, ella odia a Kevin. ¿Por qué demonios iba a encontrarse con Kevin?
¿Esto es por lo que le dijo a Mia respecto del accidente de Mace?
―No estamos seguros, pero Mia se suponía que iba a reunirse con Janie
DeLuca, pero nunca apareció y no pueden localizar a Mia o a Kevin. Janie vino a
esperar a Mia y encontró su casa destrozada.
―¿Crees que está en problemas?
―Una vez más, no estamos seguros. Es posible que Kevin y ella estén hablando
en algún lugar, completamente inconscientes de que algo ha sucedido.
Eso era mentira. Kevin estaba muerto y Mia probablemente también, sólo
pensar en eso casi me hizo perder mi mierda. La hermosa y demasiado confiada Mia
estaba en manos de un asesino y no había ni una maldita cosa que pudiera hacer al
respecto. A las únicas dos personas por las que alguna vez me había preocupado,
les había fallado.
Los ojos de tía Dee se estrecharon, la sospecha sustituyendo el miedo. La
familia Donati tenía más que solo rasgos físicos en común.
―Tú no crees eso ―dijo.
―No estoy seguro de qué es lo que creo, pero no voy a saltar a ninguna
conclusión. Te hemos pedido que vinieras porque necesitamos recorras la casa y
veas si falta algo.
La sospecha aún ardía en sus ojos, pero el miedo regresó. Ella quería ayudar a
Mia, estaba dispuesta a hacer lo que se esperaba de ella para ver a su sobrina en su
casa, sana y salva. La familia Donati no era una familia grande, pero eran sin duda
una muy unida y me habían aceptado como uno de ellos. ¡Joder!
―Bueno. Veré. Crees que, quien quiera que haya hecho esto, ¿estaba buscando
algo específico?
―Sí, y muy probablemente algo de Mace.
De nuevo sus ojos se estrecharon.
―Creo que hay más en esta historia de lo que has contado. ―Ella me hacía
recordar tanto a Mia en ese momento.
―Discutiremos esto más tarde.
―Oh, sí, lo haremos detective. ―Lo llamó detective, lo que significaba que
estaba enfadada, antes de comenzar a subir las escaleras, pero se detuvo y se volvió
hacia nosotros―. Si están buscando cosas de Mace, todavía tengo varias cajas de su
oficina en el garaje de mi casa.
―¿Te parece bien que vaya un equipo a revisarlas? ―le preguntó Bruce.
―Si va a ayudar a encontrar a Mia, absolutamente.
Hice un voto solemne en ese momento: cuando vuelva a tener a Mia iba a
decirle exactamente lo que significaba para mí. Ella no era sólo la luz que me guiaba
a mi hogar, ella era mi hogar.
Mía
―¿Hambrienta? ―preguntó el guardia tocándose a sí mismo, haciendo una
mueca por lo que él pensaba que había sido un buen juego de palabras―. El postre
viene después. ―Soltó la bandeja de la comida en la mesa. Por fuera me veía
asqueada, por dentro casi no podía aguantarme porque no había duda que él quería
violarme en cuanto se le presentara la ocasión―. Come, necesitarás todas tus
energías. ―Y con esa amenaza, se marchó, cerrando la puerta tras él.
Como si pudiera comer algo bajo la amenaza constante de ser violada. Estaba
tentada a romperme, de ir a un estado de histeria, pero me negaba a darles a estos
monstruos este tipo de poder sobre mí. Pensé en mi padre y en cómo probablemente
hubiera actuado en la misma situación. Él habría peleado; nunca se hubiera
abandonado en el miedo. Yo era su hija; tampoco me iba a rendir.
―Ayúdame papá, a ser fuerte como tú.
Esperé a oír las fuertes pisadas del guardia en la escalera, no quería que
volviera para ver lo que estaba haciendo, antes de moverme a la ventana, eché las
cortinas a un lado y continúe con mis esfuerzos de sacar los maderos de ella. Prefiero
romperme el cuello cayendo por la ventana a dejar que ese hombre me toque.
No sabía por qué cabello pálido me había cogido, había mencionado
interrogarme, pero eso todavía no había pasado. Había pasado la primera hora
paseando por la habitación y el baño contiguo buscando una manera de salir, pero
la puerta era asombrosamente robusta y todas las ventanas estaban clavadas con
maderos. Cole había tenido razón; yo no tenía ni idea de en lo que me estaba
metiendo. Y era pensando en él cuando las lágrimas que tan forzosamente quería
retener, quemaban mis ojos. Él había pasado por todo esto con mi padre y la idea de
que iba a ser forzado a tener que volver a pasar por ello de nuevo, me destrozaba
por dentro. Su vida entera, nada había sido fácil, casi todo había sido duro y cruel y
aun así siguió adelante, encontró su lugar y siguió siendo el alma más bella a pesar
de todo. Y yo lo amaba y nunca se lo había dicho, nunca había compartido esas dos
pequeñas palabras.
Morir me aterraba, pero dejar este mundo sin decirle a Cole cuánta suerte
habíamos tenido papá y yo de tenerlo en nuestras vidas, cómo había enriquecido
nuestras vidas al haberlo conocido y cuán superior era él comparado con el Príncipe
Valiente porque él era real y defectuoso y perfecto. Tenía que encontrar una salida;
la encontraría por él.
Desperté con un grito. Mi cabello fue estirado tan fuerte mientras era sacada
de la cama, golpeando el suelo como un trapo. Las luces se encendieron pero tomó
a mis ojos un segundo ajustarse y cuando lo hicieron, deseé que no lo hubieran
hecho. Era cabello pálido y su expresión era inquietante.
―Me parece que tu padre tomó unas cuantas fotos incriminatorias de mi jefe,
fotos que quiero. ¿Dónde están?
¿Su jefe? Mi boca se abrió antes de que pudiera pararla.
―¿Stein?
―Sí.
¿Sería posible que hubiera otras fotos y archivos en las posesiones de papá? No
iba a compartir esa información con este hombre porque si papá tenía fotos, eran
importantes o yo no estaría aquí. Contesté con la verdad mayormente.
―Honestamente no lo sé.
Se acercó un paso más a mí, mis manos alzadas en defensa y un débil intento
de que no se acercara más.
―Hablé con Kevin y oíste nuestra conversación en su cocina. Sabes lo poco que
sé de este asunto.
―¿Tenía tu padre una caja de seguridad?
―No lo sé.
Esta vez no fui lo suficientemente rápida; de un tirón me puso de pie y me
golpeó tan fuerte contra la pared que vi las estrellas.
―Ibas a ser su jefa de oficina. Deja ya de joder.
―Pero nunca lo fui, él murió antes de que yo empezara. Yo estaba en la
universidad por el amor de Dios.
―¿Qué banco usaba él?
Sabía exactamente qué banco usaba mi padre, pero no tenía intención de
decírselo a este hombre y luego añadió:
―Me vas a decir lo que quiero saber o le haré una visita a tu tía y no seré tan
paciente con ella. ¿Qué jodido banco?
―Citizens Bank en la esquina de W Oregón y la calle 17 Sur.
―¿Fue eso tan difícil?
―Aunque él tuviera una caja, no te dejaran verla.
―Te sorprendería saber lo que la gente está dispuesta a hacer con el incentivo
correcto. Mírate a ti por ejemplo; una amenaza a tu familia y no te lo pensaste en
darme lo que quería. Es bueno saberlo, lo tendré que mantener en mente.
Y con esas siniestras palabras de despedida, salió de la habitación.
Hundiéndome en el suelo, mi cuerpo comenzó a temblar. Tenía que salir de aquí.
Cole
Habían pasado casi cuarenta y ocho horas desde que Mia había desaparecido
y sabíamos que Donny la tenía. La secretaria de Kevin confirmó que Donny había
visitado la oficina de Kevin unas cuantas veces el mes pasado, había llamado unas
cuantas veces también. La última visita fue en la mañana de la desaparición de Mia.
Tuvimos suerte de que Kevin tuviera cámaras en su casa, así pudimos tener una
fugaz imagen de la matrícula y también la esquina trasera de la furgoneta yéndose
de su casa. Los horarios eran correctos. La sangre en casa de Kevin solo había sido
de Kevin, lo que significaba que Mia seguía con vida, o lo había estado. Bruce buscó
la furgoneta, mientras yo caminaba frente al escritorio de Terence mientras él iba a
través de los archivos en lugares que más gustaban a Donny para sus conversaciones
persuasivas. Tenía que quedarme aquí, aunque yo no fuera de ninguna utilidad;
tenía que saber qué estaba pasando. Necesitaba estar preparado para actuar con o
sin el permiso del departamento de policía.
Bruce apareció.
―Tenemos una imagen de la furgoneta en las cámaras de tráfico, 3ª Sur con
Camden.
―Hijo de puta, uno de sus locales está cerca de la plaza Lanning ―dijo
Terence; yo ya estaba a mitad de camino saliendo cuando Terence añadió―:
Tenemos que formar un equipo.
―No jodas con eso.
―Cole, no podemos entrar ahí disparando las armas.
―No estoy planeando hacerlo.
―¿Significado?
No habría tiempo para esto, Mia había estado en compañía de un monstruo
durante dos jodidos días, dos días más de lo que debería haber estado, pero esto no
era cosa de Bruce solamente, quien probablemente me hubiera dejado correr;
Terence encabezaba la investigación y este hombre lo hacía todo siguiendo el
manual.
―Voy a entrar y sacarla.
―Solo. ¿Ese es tu plan?
―He pasado los últimos cinco años siendo una jodida sombra. Demonios, ha
habido veces que te he atrapado a ti y a tus chicos despistados. No voy a esperar a
que tengas listo un equipo. Voy por ella. Entraré y saldré y de esta manera no tendrás
que inclinar tu mano ante Donny.
―Él la tiene porque quiere algo de ella, quitársela de en medio antes de
conseguirlo lo fastidiaría a él.
―Sí, así que tú mejor te aseguras que tía Dee, Dylan y Janie están cubiertos.
―Más fácil decirlo que hacerlo. No hay fondos para esto, demonios, esta
maldita investigación se supone que está cerrada.
―No es mi problema. Yo voy por ella, no la voy a hacer esperar ni un segundo
más de lo necesario. No la voy a traer de vuelta, la voy a esconder hasta que todo
esto haya terminado.
La mirada fija de Terence era dura y directa, pero me sorprendió cuando dijo:
―De acuerdo, te voy a dar algo de libertad de acción en esto. Te enviaré la
dirección con un mensaje de texto, pero quiero saber cuando ella esté fuera y a dónde
estás yendo.
―No. Te diré cuando ella esté fuera, pero no le voy a decir a nadie a dónde
vamos.
―¿Lo sabes tú siquiera? ―me respondió mientras me giraba y salía de la
central.
Mia
La casa estaba preocupantemente callada; había oído un coche hacia un rato,
pero no podía decir a qué distancia estaba. ¿Se había ido cabello pálido? ¿Estaba sola
con ese hombre? Sentía como si quisiera escapar de mi piel, sabiendo lo que venía
pero no cuándo. Había tratado de forzar la puerta, pero para una casa casi en ruinas,
la puerta y la cerradura eran increíblemente sólidas. El sonido de pisadas subiendo
las escaleras me dejaron congelada donde estaba. Era entre hora de comidas, lo que
significaba que el guardia no estaba viniendo con comida. Frenéticamente busqué
algún arma en la habitación de nuevo, por un momento pensé en usar la madera que
acababa de sacar de la ventana, pero no era lo suficientemente grande para hacerle
daño y tendría que acercarme demasiado para usarla. Corriendo hacia el baño, la
cerré de un portazo y eché el pestillo.
Solo pasaron unos segundos hasta que la puerta se partió abierta en dos.
Terror, entumecida por él, mi corazón golpeaba dolorosamente. No había duda en
absoluto sobre sus intenciones; su pantalón era como una tienda de campaña por
delante. Me giré para moverme, pero no lo suficientemente rápido. Su mano salió
como una flecha, agarrándome dolorosamente por la muñeca mientras me jalaba
hacia él, presionando mi espalda contra su pecho, y su erección clavándose contra
mi culo.
―Por fin solos ―gruñó él. Sus manos eran rudas, haciéndome casi morados
mientras apretaba mis pechos. Lágrimas brotaban de mis ojos pero me rehíce y
pegué un fuerte tirón hacia atrás con mi cabeza, conectando con su mandíbula. Su
agarre se aflojó lo suficiente para que yo pudiera separarme, pero él se movió tan
rápido, cogiendo mi brazo antes de que su mano conectara con mi mejilla. Estrellas
exploraron en mi visión, mi cuerpo se sacudió, bilis subió por mi garganta y usó mi
aturdimiento para rasgarme la blusa, su mano inmediatamente curvándose
alrededor de mi pecho cubierto con el sujetador que él había dejado al aire,
apretándolo tan fuerte que el dolor me atravesó.
Luchar o volar, el instinto de sobrevivir, me convirtió en una persona salvaje.
Empecé a pegar y a patear, pero siendo él el más fuerte me dio la vuelta de un tirón
y me presionó fuertemente contra el lavabo. El borde clavándose en mi estómago
mientras empezó a frotarse contra mí. En una pequeña parte de mi cabeza sin locura
por el esfuerzo de querer huir, miedo paralizante se arraigó, porque no podía
escapar de él, solo tendría la fuerza para luchar un poco más y entonces sentir su
polla dura contra mi espalda creó otra dosis de adrenalina mientras luchaba contra
su agarre; mis esfuerzos no tuvieron mucho éxito.
Sus labios rozaron mi mejilla; su voz un suave susurro:
―Pelea conmigo y haré que te duela cuando te folle.
Y con esas palabras, desgarró mi pantalón, rasgando la parte trasera abierta
para obtener acceso; el miedo paralizador se extendió mientras mi cuerpo temblaba
con el conocimiento de lo que se avecinaba. Sus dedos se hundieron en mis bragas,
tocándome a través de la seda. Girando mi cabello entre sus dedos, dio un tirón
echando mi cabeza atrás para que pudiera ver su cara mientras l me violaba con sus
dedos, empujándolos tan adentro que grité por el dolor de sus uñas hundiéndose en
mi carne tierna.
Impaciente ahora, desabrochó su pantalón y dejó libre su polla, sus dedos
seguían agarrando dolorosamente mi cabello, el cual utilizaba para mantenerme
quieta contra el lavabo. Y luego cambió de posición para poder rasgar mis bragas.
Sin su mano en mi cabello, yo ataqué; girando rápido, alcé mi puño, arañé su cuello,
pero no lo suficientemente fuerte porque en vez de incapacitarlo, solo lo enfadé. Me
tiró contra la pared tan fuerte que me quedé sin aire en los pulmones. Vino hacia mí
y desesperada por usar algo para defenderme, mis ojos fueron hacia laza. Sin
pensarlo, levanté la tapa del tanque del inodoro, cambiando mis manos de posición
como si fuera a golpear con un bate de béisbol, y con él atacándome, cuando el
impacto conectó con su cráneo reprodujo el dolor a través de mis hombros bajando
por mis brazos.
Él no colapsó inmediatamente, pero sus ojos se volvieron cristalinos, antes de
caer sobre su cadera; pero fue la vista de su polla, liberada de su pantalón, gorda y
purpura lo que incendió la rabia en mí, tan primitiva que no pensé mientras
alcanzaba el arma en la pistolera que llevaba en el costado. Soltando el seguro,
apunté a su polla y disparé. Su cuerpo se sacudió, sacándolo de la inconsciencia,
pero solo por un segundo antes de aflojarse de nuevo.
Marché atrás tambaleante, me golpeé contra la pared del baño. La calma y la
lucha me abandonaron, mi cuerpo empezó a temblar, su pistola cayendo de mi mano
entumecida para golpear el suelo de baldosas que rápidamente se estaba volviendo
rojo. Escurriéndome por la pared, mis ojos fijos en la piscina de sangre, vomité hasta
que solo arcadas secas me revolvían de dentro hacia afuera.
Cole
La casa donde Donny tenía a Mia parecía inhabitada, como algunas de las otras
casas del vecindario. Había conducido alrededor del bloque unas cuantas veces para
ver si la casa estaba siendo vigilada, pero parecía que Donny no sentía la necesidad
de esa seguridad añadida, probablemente porque a quien tenía era una mujer,
equivocada suposición cuando se refería a Mia Donati. Un auto de reparto de pizzas
llegó hacia un momento, respondió un hombre. Sin cuidado, teniendo entregas en
una casa que parecía abandonada. Mi conjetura, si Donny no puso a nadie en la calle,
probablemente solo había dejado un hombre custodiándola. Podía escabullirme
dentro, eliminarlo y tener fuera a Mia en menos de diez minutos.
Estacioné al fondo de la calle, atravesando los patios traseros, manteniéndome
en las sombras. Había una ventana en la parte trasera de la casa, la luz encendida, la
silueta de un hombre dentro. Estúpido bastardo, ser así de visible. Cualquiera que
mirase por la ventana podría tener un buen vistazo de él y si algo salía mal, habría
numerosa gente que podía describirle. Claramente, Donny no había usado a su
mejor gente para este trabajo.
Unos minutos después, desapareció y usé la oportunidad para acercarme.
Comprobé la manilla de la puerta trasera, estaba cerrada. Sacando las herramientas
del bolsillo, trabajé en la cerradura. Pocos minutos después, estaba entrando en la
cocina. Un momento después el sonido de un disparo hizo eco en la casa. Aún con
el corazón en un puño, corrí escaleras arriba. La puerta del final del pasillo estaba
entreabierta y entré en la habitación, nada podría haberme preparado para la visión
que me recibió.
El hombre yacía en un charco de su propia sangre, la mancha roja de sangre
empapando su entrepierna era casi de color negro. Pero fue la vista de Mia lo que
tuvo la bestia en mí pidiendo salir. Tenía la ropa desgarrada, tenía moratones por
todos lados y estaba claramente conmocionada, porque tenía los ojos abiertos pero
no la vista enfocada. ¿La había tocado, la había violado? No sabía si el cabrón estaba
muerto, lo sospechaba, pero quería meterle una bala en la cabeza. Casi tomé la
pistola del suelo, pero no sabía qué podría hacerle a Mia.
Arrodillándome cerca de ella, le toqué la mejilla y me encontré que estaba fría
como el hielo. Recuperando rápidamente la sábana hecha girones de la cama, la
cubrí con ella y la alcé en mis brazos. Nunca se movió, no respondió a mí en ningún
modo mientras volvía a mi auto. La rabia bullía en mí, la necesidad de venganza
muy poderosa. Quería bañarme en la sangre de Stein y cada uno de sus putos
secuaces. Atacada, golpeada y muy asustada, se había hundido en las
profundidades de su mente. La coloqué en la parte trasera de mi auto, tocándole la
mejilla con los dedos.
―Mia, nena.
Me dio un vuelco el corazón dolorosamente mirando en sus ojos y no viendo a
Mia devolverme la mirada. Mia que comía malvavisco como si fuese una maldita
exquisitez, Mia que había reclamado un “felices para siempre” cada vez que
habíamos jugado a las princesa cuando niños, Mia que veía lo bueno en todo, incluso
en mí. Mi hermosa y enérgica Mia, rota… el pensamiento casi hizo que me cayese
de rodillas.
―Ahora estás a salvo, dulzura.
Temblando de rabia, me puse detrás del volante y llamé a Terence.
―Cambio de planes. Necesito un médico en mi casa.
―¿Qué sucedió?
―El imbécil trató de violarla, tal vez lo hizo, pero ella le voló la polla.
―Jesús, enviaré un equipo para acordonar la escena, un médico y un policía
para que le tome declaración.
―¿Tienes que hacer eso ahora? Ha estado en el puto infierno.
―Debería estar exigiendo que fuese a un hospital para que le hiciesen un
examen. Los estoy enviando a ti, eso es todo lo que cederé en esto.
―Puede que no obtengas nada de ella, está totalmente conmocionada.
―El examen es algo importante, necesitamos las pruebas. Si es necesario
aplazaremos el interrogatorio.
Era justo.
―Muy bien.
Dejando el teléfono en el asiento, luché contra cada instinto en mí de volver y
despedazar a ese hijo de puta en pequeñas piezas.
Kevin me alcanzó, sus manos sin dedos me agarraron, sus ojos estaban vacíos. Lo que
lo hacía humano se había ido, y lo que quedaba parecía como un animal atrapado tratando de
destrozar una salida, usando cualquier cosa que necesitara para conseguirlo. Traté de correr,
pero él era demasiado rápido. Saltando sobre mí y estampándome contra el suelo. Pero no era
la cara de Kevin llenándome la vista, era la del hombre que maté. Sus ojos sin vida mirando
inquietantemente directo a los míos.
Despertándome de una sacudida, con el corazón en la boca mientras me
esforzaba en recordar dónde estaba, hasta que vi la lámpara nocturna al otro lado
de la habitación, una cosa tan pequeña, pero hecha para reconfortar, algo de lo que
cabello pálido no era capaz. La calma reemplazó algo de mi miedo mientras la
realidad de dónde estaba se alojaba en mí. Empapada, con sudor perlado cubriendo
mi piel, se convirtió en un escalofrió por el aire que entraba a través de la ventana
que dejé parcialmente abierta. Bajándome de la cama, me dirigí hacia el baño,
esperanzada en que una ducha caliente me quitara los escalofríos, aun sabiendo que
ninguna cantidad de duchas los reduciría, porque parte de ello no tenía nada que
ver con la temperatura de la habitación.
El baño se llenó de vapor mientras entraba bajo la ducha caliente, me sentía
como si estuviera en un sueño, pero sabía que estaba en un shock prolongado.
Todavía no había aceptado todo lo que había visto esta semana pasada, no pensé
que alguna vez aceptaría completamente la fealdad que existía en el mundo y cómo
había tocado mi mundo. Kevin estaba muerto; su familia necesitaría ser informada,
pero, ¿cómo compartías con ellos sus momentos finales? Ellos harían preguntas una
vez que lo vieran. Era una cobarde, nunca pensé en mí como eso, pero quería que la
policía me mantuviera fuera de esto; quería que ellos le explicaran a su familia el
horror que Kevin había encarado al final.
La noche en que maté a un hombre nunca estaba lejos de mis pensamientos.
Había matado a alguien. No me arrepentía de lo que había hecho, pero había
terminado con una vida. Eso era incluso más duro de procesar que lo que ese hombre
me había hecho. Y pensar que, Donny Alfonsi no sólo mataba sino que extraía placer
del proceso, solo reforzaba la simple verdad de que el hombre era un monstruo, un
monstruo que quería algo de mí. Presionando mi cabeza contra la pared de baldosas,
deseé a mi padre, quería que me abrazara y volviera a poner las cosas bien como
solía hacerlo. No me di cuenta que estaba llorando, hasta que un sollozo se atascó
en mi garganta y mis ojos picaban por las lágrimas que no podían parar, lágrimas
lavadas inmediatamente de mis mejillas calientes por el chorro de la ducha.
¿Mi vida volvería a ser normal? Después de esta penosa experiencia, ¿normal,
era algo que alguna vez volvería a experimentar? De hecho echaba de menos mi
trabajo, preferiría soportar las irritantes formas de mi jefe a esta pesadilla. ¿Siquiera
tenía un trabajo? Y Janie, debía de estar volviéndose loca de preocupación. Tenía
que avisarle, a Dylan y a tía Dee que estaba bien, segura. Fue con ese pensamiento
que cerré el agua de la ducha y me sequé rápidamente antes de meterme en el
albornoz, porque necesitaba hablar con Cole. Él tenía que enviarles un mensaje. Abrí
la puerta y ahí estaba Cole, llevando solo unos vaqueros, apoyado contra la pared.
Antes que pudiera preguntar por qué estaba ahí de pie, dijo:
―Imaginé que no podrías dormir toda la noche, no quería que estuvieras sola
si te despertabas.
El amor por él me atravesó en una lenta, deliberada onda.
―¿Estás bien? ―preguntó.
―Tía Dee, Dylan y Janie, tenemos que decirles que estoy bien.
―Lo saben.
―¿Lo saben?
―Sí.
El alivio me golpeó primero, pero la curiosidad le siguió rápidamente.
―Kevin dijo que tú les estabas pasando información de Carter Stein y sus
asociados a la policía. ¿Es verdad?
―Sí.
―¿Mi padre también?
―Cosas de mierda estaban pasando en el vecindario que a tu padre no le
gustaban.
―¿Como los métodos de intimidación que utilizaban para hacer que papá
vendiera?
―Entre otras cosas.
―Has estado con esto por años así que, ¿tienes algo contra Stein y cabello
pálido?
―Sí, y sospecho que por eso, Donny se está volviendo descuidado.
―La noche en que papá murió, ¿qué pasó?
Cole se separó de la pared y pasó sus manos por su cabeza rapada.
―No lo sé. Tu padre y yo siempre trabajábamos juntos pero esa noche salió
solo. Para cuando me enteré que había salido sin mí, ya estaba muerto.
El dolor me atravesó pero lo ignoré porque quería saber todo lo que Cole hizo.
―¿Por qué saldría sin ti?
Su mirada buscó la mía, como si estuviera calculando si podía soportar lo
siguiente que tenía que decir.
―Dime, Cole.
―Él no lo hubiera hecho a no ser…
―¿A no ser que qué?
―Que la persona con la que se estaba encontrando no fuera percibida como
una amenaza.
Ahora el entumecimiento me recorrió el cuerpo con lo que Cole implicaba.
―¿Quieres decir que alguien a quien él conocía lo engañó?
No escondió la rabia que endureció la expresión de su cara y oscureció sus ojos.
―Quiero decir que tu padre conocía el juego y a los jugadores. No se habría
metido en algo a ciegas.
La indignidad y el desprecio de Cole por quien había traicionado a mi padre
no eran fingidos, lo que me hacía sentir culpable por haberlo sugerido durante una
de nuestras conversaciones anteriores, que él podría haber sido esa persona.
―Te acusé de eso.
―No serías la hija de Mace si ese pensamiento no se te hubiera ocurrido.
―Entonces, ¿tú no estabas allí cuando él murió?
―No.
―Y cuando te enteraste viniste directamente a mí, ¿cierto?
No contestó, pero no tenía que hacerlo. No pude parar las siguientes palabras
que dije, no es que tuviera que hacerlo porque llegaban con retraso.
―Te he amado toda mi vida.
Su expresión cambió, volviéndose más dura y a aun así suave. Al segundo
siguiente, estaba apretada contra su duro pecho, el calor de su piel desnuda
marcándome. Mis labios rozándolo a él, tan suavemente que casi no era ni un beso.
Una de sus manos subió por mi espina para perderse en el cabello de mi nuca.
Agarrando mi cabello, echó mi cabeza hacia atrás, mis labios abiertos anticipándose
a su lengua. Sus caderas se movieron ligeramente, restregándose contra mí,
recordándole a mi centro cuán desesperadamente lo necesitaba. Estaba desnuda bajo
el albornoz, y el suave material casi dolía contra mi piel súper sensible. Quería que
me tomara aquí mismo contra la pared. Quería que su toque borrara el de ese otro
hombre.
Su voz no fue otra cosa que rasposa.
―Necesitas dormir.
Había una parte de mí que sabía que el momento no era correcto, pero había
otra parte más grande que sintió su rechazo como un bofetón en la cara. Le había
dicho que lo amaba, pero a lo mejor él ya no me quería; a lo mejor ya no era tan
atractiva como lo había sido.
―Mia.
―Tus sentimientos han cambiado, lo entiendo. Me voy a dormir.
En el segundo siguiente, Cole me tenía apretada contra la pared. Su cara estaba
tan cerca, que podía sentir su respiración saliendo en ásperos jadeos, podía sentir su
corazón latiendo tan salvajemente como el mío.
―Me amas, pero lo que siento por ti no es amor, va mucho más lejos que eso.
Y ahora mismo, quiero follarte tan desesperadamente, quiero sentir que me tomas
tan profundo, y oír cómo gimes cuando te poseo. Quiero borrar el toque de ese hijo
de puta de tu memoria, amándote tan completamente, pero de la manera en que me
siento, probablemente te tragaría entera con esta oscuridad y desesperada necesidad
creciendo dentro de mí. Ese tatuaje, tan duro como he intentado mantenerme alejado
de ti, ahora estoy dentro, del todo y te quiero más de lo que quiero el maldito aire,
pero has pasado por demasiado, tu cuerpo todavía se está recuperando y
francamente, cuanto tomes mi polla, no quiero que haya nada oscuro contaminando
la experiencia. Quiero que sea solo tú, yo y nuestras propias ansias.
Las palabras no podían salir porque, oh vaya, eso fue… Santa mierda.
―Sin palabras, una Donati ha sido dejada sin palabras. ―Su abrazo se
apretó―. Entiende esto, Mia, independientemente de cuándo te haga mía, ya lo eres.
Mi corazón se saltó unos cuantos latidos y estaba felizmente con la cabeza
mareada por su respuesta.
―Sí, lo soy.
Mia
Estando sentada fuera, mis rodillas levantadas contra el pecho, miraba una
ardilla buscando frenéticamente por una nuez para guardar para el invierno. Me
encantaba que Cole no vivía muy lejos de mi lugar de infancia en el vecindario que
una vez fue suyo también. Su jardín trasero tenía un bloque que estaba dividiendo
su jardín del de su adyacente vecino. Tenía un pequeño patio con una mesa, sillas y
una sombrilla azul. Era todo muy normal y acogedor y me encontraba pasando una
gran cantidad de tiempo en este pequeño escondite.
Cole me amaba. Siempre lo había sentido, creyéndolo incluso cuando apenas
me lo había reconocido, pero escucharlo declararlo y viendo más allá de su
distanciamiento de estos sentimientos, me dio una fuerza que no me había dado
cuenta que había perdido cuando mi padre falleció. En la semana que siguió, Cole
siempre estuvo cerca. Sabía que si le llamaba, aparecía en un latido de corazón, pero
mantenía su distancia, ofreciéndome espacio. Al principio, no entendía y estuve
incluso un poco resentida que permanecía a distancia, pero cuando el impacto de lo
que había pasado se desvaneció, un poco de espacio era exactamente lo que
necesitaba.
Mi cuerpo estaba sanando y mentalmente, por la mayor parte, tenía procesada
la pesadilla y apartada. Había momentos cuando sentía una locura llegando, sabía
que si me dejaba pensar en ello me vendría abajo, pero al final había luchado y
sobrevivido. Había sin embargo tantas preguntas. ¿Cómo estuvo papá involucrado
en todo esto? ¿Qué había en la foto que cabello pálido quería? ¿Cómo lo hizo Carter
Stein entrar a jugar esto? No quería realmente saberlo, no estaba interesada en ser
metida de nuevo en esta cloaca. Esto era para los polis e incluso Cole, quien había
elegido ser involucrado, pero yo quería mi normalidad de vuelta. Había visto más
horrores de lo que alguna vez me había preocupado. Quería mi vida de vuelta, tenía
la esperanza de que la tendría algún día.
―Mia. ―Cole salió al patio y justo detrás de él estaba Bruce Knox―. Bruce
pasó por aquí para ver cómo lo estas llevando.
―Hola. Estoy bien, mejor.
Bruce se sentó enfrente de mí en la mesa, Cole se apoyó contra la puerta de
detrás. Ambos estaban estudiándome, intentando determinar si estaba diciendo la
verdad o solo diciendo lo que sabía que ellos querían escuchar.
―Estoy bien de verdad. ―No quería preguntar, pero necesitaba saberlo―.
¿Qué está pasando con el caso del hombre…?
―Cerrado. Un típico caso de autodefensa.
―Pero…
Bruce no me dejo terminar.
―Se todo, no cambia el resultado. Un médico te ha examinado, tenemos fotos,
habías sido secuestrada y tenemos ADN. Ha terminado.
―¿Y Donny?
―Se está escondiendo, pero sospecho que el motivo de esto tiene más que ver
con sus otras actividades.
―Quería acceso a la caja fuerte de mi padre del banco. No quise decirle qué
banco usaba mi padre, pero amenazó a mi tía Dee.
Cole estaba detrás de mi ahora, sus manos en mis hombros reconfortándome,
la aceleración de mi corazón, por hablar de esto, inmediatamente relajo.
―Tengo algunos informes que verificar. Pero supongo que él quiere la
vigilancia en Carter porque está detrás de algo de Carter.
―¿Crees que quiso decir traicionarlo?
―Posiblemente, pero no es algo de que tú debas hablar en este momento. ¿Está
bien?
―Bien.
―He oído un rumor que Cole estaba haciendo la cena, pollo al parmesano.
Creo que debo quedarme por esto.
No sabía esto, mi mirada cambiando a Cole mientras un agradable calor me
atravesaba.
―¿Pollo al parmesano?
―Pensé que si algo te puede hacer comer, sería esto.
Quería tirarme en sus brazos, pero en vez de esto dije:
―De repente, tengo hambre.
Aquella noche más tarde intente mirar la televisión, pero sabiendo que Cole
estaba en la ducha, no podía centrarme. Quería unirme a él y no era solo sexual,
necesitaba estar cerca de él. Él tenía miedo de tocarme, pero era la única persona que
quería que me tocara. Quería sentir sus callosas manos en mi cuerpo, quería que me
devolviera lo que aquel hombre había intentado robar. Saltando del sofá, me dirigí
por las escaleras arriba hasta el dormitorio. La espalda de Cole estaba hacia la puerta,
el agua una cortina bajando por los flexible músculos de su espalda y su culo. Una
mano estaba presionada contra la pared, su cabeza inclinada mientras su otra mano
se movía arriba y abajo en su pene.
―Déjame hacer esto.
Su mirada se deslizo hacia mí, abrasando a través del cristal de la puerta
separándonos. No esperé por una respuesta, desnudándome y pasando a la ducha,
metiéndome bajo sus brazos para estar de frente a él. Por un segundo, dudé,
buscando saborear el momento porque era Cole y estábamos por fin aquí. Intenso
placer me atravesó, al igual que lo hizo la extraña sensación de finalmente estar en
casa. Mi mano estaba firme cuando la envolví alrededor de la suya.
No hablamos con palabras sino que nuestras miradas estaban conectadas y
unidos le llevamos al orgasmo, puro placer pasando por su rostro. Desenlazo
nuestros dedos, enmarcando mi rostro en sus manos al mismo tiempo que me jalaba
por un beso que dejó mis piernas casi inútiles cuando lo terminó, su frente
apoyándose en la mía. Y a pesar de que no hablamos ninguna palabra, fue el
momento más profundo y significativo de mi vida.
Cole se había ido temprano para encargarse de algunos asuntos urgentes del
club, y me sentí muy mal ya que sólo había tenido asuntos urgentes porque había
estado quedándose en casa conmigo. No quería dejarme, intentó salirse de los
asuntos del club, pero me planté firme en que no lo hiciera. No cedió hasta que se
puso en contacto con Bruce y exigió un auto afuera de la casa. Pensé que Bruce
objetaría, pero diez minutos después, un auto sin placas se estacionó afuera en la
calle.
Ahora que se había ido, más o menos deseé no haber insistido en que se fuera.
Lo extrañaba, pero tomé la oportunidad para explorar su casa. Escaso era una buena
palabra, pero no frío. Su espacio era limpio y preciso, luciendo como imaginaba que
los soldados mantenían sus barracas. Su cuarto tenía un poco más de calidez, creada
por un par de fotos en su armario. Fotos que parecían tan fuera de lugar en su cuarto
y sin embargo al ver que tenía instantáneas de papá y mías, decía que de verdad
pensó en nosotros como una familia.
A pesar de todos sus intentos de actuar al contrario, aquí estaba la prueba de
que pertenecía a nosotros tanto como nosotros a él. Saber eso dejó cierta comodidad
en mi pecho. Pegado a la pared al lado del armario, estaba un artículo del periódico.
Era viejo; el diario había comenzado a ponerse amarillo. Acercándome, mi corazón
cayó mientras leía la información sobre la paliza de su padre y su posterior muerte.
¿Por qué guardaba eso? ¿Por qué se obligaría a recordar a ese animal? La respuesta
era obvia, la culpa, ¿pero por qué? El hombre era un monstruo y Cole se había
salvado a sí mismo sin importar cómo pensara en ello ahora. Si el hombre jamás lo
golpeado, Cole jamás hubiera tenido que dirigir sus manos hacia él. Rabia, no
debería haberla sentido, pero lo hice, aunque no podía estar segura a quién iba
dirigida mi ira. A Cole por ser lo suficientemente estúpido como para cargar con un
peso que no tenía por qué cargar o a su padre por ser un inútil pedazo de mierda.
Arrancando el artículo de la pared, me dirigí a la cocina, me serví una copa de
vino y dejé que mi temperamento se calmara.
Cole regresó un par de horas después y para ese momento ya me había
tranquilizado. Entró en la cocina, con el comienzo de una sonrisa apareciendo en sus
labios hasta que vio el artículo en el mostrador. Su rostro se puso completamente en
blanco. Probablemente podría haber sido más delicada cuando presioné con el tema,
pero delicado no era la forma de manejarlo con Cole.
―¿Por qué todavía tienes esto?
―Eso es personal.
―Sí, lo encontré en tu cuarto. ¿Por qué todavía lo tienes?
―Déjalo, Mia.
―No. ¿Por qué?
―Es tarde.
―Cole, has compartido mi dolor y es hora de que comparta el tuyo. ¿Por qué?
No fue sólo la pared que se levantó, sino la rabia, tanta rabia que su voz era
cortante por esta.
―Déjalo.
―¿Por qué mantener el recuerdo de ese hombre?
Furia y justo bajo la furia estaba el auto desprecio.
―Ya basta, Mia.
Harto de la conversación, se dio vuelta y se alejó, pero no lo dejé ir. Él había
estado alejándose por muchísimo tiempo. Agarrando su brazo, luché por detenerlo.
―Mierda, Mia, sólo deja el asunto en paz.
―¿Mi padre era un hombre justo?
Un gruñido retumbó en su garganta y honestamente estuve un poco asustada,
pero había tenido suficiente de que se tortura en silencio.
―¿Lo era?
―Sí, malditamente lo sabes.
―¿Él te estuvo adulando para hacerte sentir mejor?
―No.
―¿Él decía las cosas tal y como eran, verdad? ―Agarrando su rostro, lo
obligué a que me mirara―. Él también te dijo esto, estoy segura, pero estoy
diciéndotelo ahora. Fue en defensa propia. Fue tanta defensa propia como cuando
tomé esa arma y le disparé a un hombre inconsciente. Me dijiste que eso era defensa
propia, entonces si de verdad crees que lo que hiciste a tu papá no fue autodefensa,
entonces lo que le hice a ese hombre tampoco lo fue.
Se estremeció por mis palabras, como si lo hubiera golpeado.
―Piensa en eso, Cole. Ambos somos inocentes, o los dos somos asesinos.
Apartándome de él, regresé a la cocina, pero escuché la puerta cerrarse cuando
se fue de nuevo. Amé a mi papá incluso más, al saber que no dejó que Cole
enfrentara la pesadilla solo. No era sólo que papá hubiera salvado a Cole de ese
monstruo; simplemente lo había salvado.
Una hora después, Cole regresó. Todavía estaba en la cocina, había pasado esa
hora peleando con mi necesidad de quemar ese artículo. Él se movió al mostrador
de al lado, inclinándose contra este, con su atención en mí.
―Eres muy parecida a tu papá.
―Gracias.
Su cabeza cayó, y su voz se profundizó.
―Lo disfruté. Golpearlo, sentir sus huesos romperse, escuchar la sangre que lo
estaba ahogando, ver el miedo en sus ojos… ―su cabeza se levantó―, disfruté
golpearlo hasta la muerte. Si tuviera que hacerlo de nuevo, maldita sea, lo haría.
Y pude ver que así era, vi una clase de retorcido placer quemar en su mirada.
―¿Por cuánto tiempo había estado golpeándote?
―Tanto como puedo recordar.
―Entonces aun cuando eras un niño pequeño, sin ser capaz de defenderte
físicamente por tu cuenta, te golpeó.
―Sí.
―Disfruté volarle el pene de un disparo al idiota. Incluso con la sangre,
viéndola inundar las baldosas, lo único que pasaba por mi cabeza era que no sería
capaz de hacer lo que me hizo a mí a nadie más. El hombre estaba inconsciente, la
puerta estaba abierta y pude haber huido, pero me quedé. Conscientemente, agarré
su arma, solté el seguro, y le disparé. En mi cabeza, sabía que había una buena
posibilidad de que muriera por la herida y no me importó. ¿Me arrepiento de tomar
una vida? ¿Su vida? No.
No respondió, pero no tenía que hacerlo.
Requirió esfuerzo, pero no me acerqué a él. Le di el espacio que de alguna
forma supe que necesitaba.
―Voy a la cama, espero que vengas conmigo.
Era tarde cuando Cole se me unió en la cama, un leve aroma a licor en su aliento
cuando me acercó, curvando su cuerpo protectoramente alrededor del mío. Y sólo
entonces fui capaz de quedarme dormida.
Vincent’s estaba lleno cuando llegamos, pero tan pronto como estuvimos en el
interior, Vincent logró vernos y se acercó.
―Tendré la mesa para ustedes en un minuto. ¿Cómo estás, Bella?
―Estoy bien, Vincent, pero estaré mucho mejor después de un plato de tu pollo
a la parmesana.
―Y un trozo de pastel ―agregó Vincent―, sus comidas van por la casa.
Mia intentó protestar, pero Vincent ya se había marchado y sin duda lo hizo a
propósito para que ella no pudiera hacerlo. Una vez que nos acomodamos en la
mesa, me concentré en Mia quien estaba mirando alrededor del restaurante,
pensando en Mace. Sus siguientes palabras tiraron de mi corazón.
―Lo extraño demasiado. ―Sus ojos se movieron hacia mí―. Así que, ¿dónde
crees que lo dejó?
―Mi conjetura, debajo de esta mesa.
Sus ojos se agrandaron, emoción volviendo sus mejillas de color rosa.
Jodidamente hermosa.
―¿Crees que todavía está allí?
―Era lo suficientemente importante como para dejarlo, así que creo que sí, que
aunque Mace lo escondió, todavía está allí.
―Entonces, ¿cuál es el plan?
Inclinándome más cerca a ella y bajando mi voz dije:
―Creo que deberías meterte debajo de la mesa y echar un vistazo. Y mientras
estés ahí abajo…
Sus pupilas se dilataron, sus mejillas poniéndose aún más rojas, y maldición,
ella lo estaba considerando. Ahora yo estaba duro.
―Tentador.
Sus ojos estaban vidriosos y realmente se lamió los labios con anticipación. Mi
polla se puso recta como una vara.
―Mia, deja de mirarme de esa manera o tú y yo vamos a hacer algo en el baño
de hombres.
Su voz bajó una octava y se puso ronca por la lujuria.
―¿Podríamos?
Poniéndome de pie, agarré su mano y tiré de ella hacia la parte de atrás. Tan
pronto como la puerta se cerró detrás de nosotros, giré la cerradura, la presioné
contra la puerta y tomé su boca. Ella bajó mi cremallera mientras la levantaba,
fijándola en la puerta. Lamiendo mi mano para humedecerla, la busqué y no debería
haber estado sorprendido de encontrarla ya mojada.
―De verdad quieres esto.
―Contigo, oh sí.
Mi lengua se hundió en su boca al mismo tiempo en que mi polla entró en su
dulce y húmedo calor. Sus brazos y piernas me sostuvieron firmemente, su boca tan
hambrienta como la mía, mientras mis caderas se movían. No estaba jugando
cuando dijo que realmente quería esto porque solo tomo unos minutos llevarla al
orgasmo. Atrapé su grito con mi boca o no habría ninguna duda de lo que estaba
pasando aquí. Mis caderas todavía bombeaban mientras su cuerpo se apretaba
alrededor de mi pene, llevándome a mi dulce liberación.
Atrapar su grito había sido inútil porque una mirada a ella y lucía como una
mujer que había sido completamente follada. Sus siguientes palabras fueron un
ronroneo.
―Ahora entiendo el atractivo.
Salí de ella y me subí la cremallera antes de mojar una toalla y limpiar entre
sus piernas, lo cual sacó un gemido desde el fondo de su garganta que fue directo a
mis bolas. Comprobando para asegurarme de que la sala estuviera vacía, la conduje
de regreso a nuestra mesa. Tuve que mantener un brazo alrededor de ella, porque
sus piernas estaban un poco temblorosas. Una vez que se acomodó en la mesa,
alcanzó su vino y bebió la mitad del vaso de un trago.
―Tenemos que hacerlo de nuevo.
La idea era tan tentadora que casi la follo de nuevo sobre nuestra mesa.
Agarrando mi cerveza, tomé un trago profundo para enfriar la lujuria que me
recorría salvajemente. Creerías que yo tendría esta mierda bajo un mejor control,
pero todo lo que hizo falta fue un comentario sugerente de esta arpía frente a mí y
quedé como un completo adolescente después de su primer orgasmo en el coño de
una mujer.
Se inclinó más cerca de mí, imitando mi acción de antes.
―¿Estás bien? Te ves un poco nervioso.
―Soy capaz de ponerte sobre mis rodillas.
Escandalizada era probablemente la mejor manera de describir su reacción
para mis intenciones.
―No lo harías.
Envolviendo mi mano alrededor de su cuello, la atraje más cerca para que
nuestros labios estuvieran casi tocándose.
―Golpear tu culo hasta que se ponga rojo y luego follarte, absolutamente lo
haría.
Indignación desapareció de su expresión para ser reemplazada rápidamente
con deseo, sus ojos vidriosos otra vez. Sus movimientos lánguidos mientras nos
acomodábamos en la silla, contradecían las palabras que decía.
―Nos estamos saliendo del tema
―Me gusta el tema que hemos decidido.
Levantó el vaso para tomar un trago y luego lo miro estupefacta cuando lo
encontró vacío.
―Necesito más vino.
Le hice señas a nuestro camarero, pero me mantuve centrado en ella.
―Volveremos después de que el lugar cierre y revisaremos la mesa.
―Está bien… espera. ¿Qué?
―La mesa, la revisaremos luego.
―¿Cómo vamos a entrar?
Mi única respuesta fue levantar mis cejas.
―Pero el sistema de alarma.
―No es una preocupación. Y antes de que te molestes, involucrar a Vincent
sólo lo pondrá en peligro potencial. Lo que él no sabe no le hará daño. Literalmente.
El hecho que estuviera de acuerdo fácilmente me sorprendió, pero luego con
todo lo que había pasado estas últimas semanas realmente no debería haberlo hecho.
Me preguntó:
―¿Qué crees que es?
―No sé, pero lo que me molesta es la necesidad del secreto.
―De acuerdo, pero, ¿por qué entonces fue a Cynthia?
―No sé mucho sobre ella, pero me imagino que a pesar de ser una perra de
grado A, nunca ha sido nada más de lo que es. Puede que a Mace no le hayan
gustado sus opciones, pero me imagino que nunca le dio causa para no confiar en
ella.
―¿Has pensado en alguien más sobre quien querría hacer daño a mi padre si
realmente no era Donny o Stein?
―No tengo y no puedo pensar en nadie. Tu padre sólo quería mantener segura
la zona. ¿Por qué alguien querría hacerle daño por eso?
―Tal vez fue sólo un accidente. Me pregunto si Bruce podría tener en sus
manos el informe del forense.
Y eso me había estado molestando porque, ¿por qué no lo había hecho? Y sabía
que no lo había hecho porque le había preguntado por él en varias ocasiones.
―Uno pensaría que ya lo habría hecho.
―Piensas que sabe más de lo que dice.
―Creo que no sabemos lo suficiente acerca de esa noche para tener una idea
de qué pensar.
―Bueno, tal vez lo que dejó papá va a llenar algunos de los espacios en blanco.
Sí o tal vez sólo creará más preguntas.
Varias horas más tarde, volvimos con mi auto. Fue una pelea, pero gané y Mia
se quedó en el auto. En la remota posibilidad de que esto se fuera a la mierda, no la
quería involucrada. Forzar la cerradura había sido fácil y ya que sabía el código de
alarma, algo que Mace me había dado algún tiempo atrás, entrar sin ser detectados
también fue fácil. Moviéndome a través del restaurante, llegué a la mesa de Mia y di
la vuelta. Tomó un minuto para encontrar lo que Mace dejó; es obvio que había
entrado después de horas laborales él mismo, porque había cavado un escondite en
la gruesa madera y lo selló con cinta para camuflarlo. Una unidad de memoria, tenía
sentido. ¿Eran estas las fotos que buscaba Donny? Apostaría dinero en ello.
Poniendo la mesa de vuelta, metí en mi bolsillo la unidad antes de restablecer la
alarma y cerrar.
Entrando en el auto, le entregué la unidad a Mia. Sus dedos temblorosos le
dieron vuelta mientras la estudiaba.
―Son las imágenes, ¿verdad?
―Esa es mi conjetura.
De vuelta en mi casa, encendimos mi computadora. Teniendo cuidado de
mantener el contenido de la unidad local, abrí la carpeta. Había un documento y el
resto eran archivos JPEG. Abriendo el documento, sentí a Mia tensarse a mi lado.
Mia,
Si estás leyendo esto, algo salió mal. Lamento que no estoy allí contigo. Todo
lo que hice fue para mantenerte a salvo. Por favor tienes que saber que si podría
haber sido diferente, estaría contigo en este momento. Dalea esta unidad sólo a
Cole; él sabrá qué hacer con ella. Te amo, Mia.
Más tarde esa noche, después de volver de la sala de tatuajes, tomé un vaso de
vino, tomé la unidad de la caja de Cole y me senté frente a su computadora. Cuando
las imágenes aparecieron en la pantalla, se sintió un poco decepcionante. Tonto, pero
esta unidad era por lo que probablemente mi padre había muerto y aun así todo lo
que contenía era fotos de personas en varios clubes. Si no supieras la historia detrás
de la unidad, hubiera parecido absolutamente insignificante.
Reconocí a Stein y a algunas personas, políticos locales, aunque no entendía
quiénes eran así que no entendida la importancia de esas fotos. Seguro, los clubes
lucían como clubes de caballeros, pero eso apenas era digno de noticias. Donny, el
de cabello blanco, estaba en varias de ellas, al igual que su compañero… un hombre
cuyo nombre nunca supe. No pude evitar el temblor que me atravesó, porque esos
hombres eran monstruos depravados.
Sacando la unidad, la coloqué de nuevo en la caja de Cole y fui a la sala de
estar, donde tenía los libros de contaduría de papá. La persistente pregunta de
porqué Dylan necesitaba vender, especialmente sabiendo que papá había comprado
Tickled Ivories, estaba volviéndome loca. Necesitaba entender, mi naturaleza
curiosa que tanto encantaba como frustraba a mi papá y a Cole, lo demandaba.
Dyl no era de tener libros, lo que provocó una sonrisa hasta que en realidad
estudié lo que había hecho. Tomando el otro libro, encontré patrones similares en
sus anotaciones, sin errores, deliberados. Algo oscuro se retorció en mi estómago,
cuando me permití considerar la posibilidad. No era contador forense, pero conocía
alguien que podía confirmar mis sospechas. Freddie me había dado su número de
teléfono cuando estábamos trabajando juntos en esos proyectos y tanto como me
molestó que necesitase su ayuda después de nuestra reunión el otro día, lo llamé.
―Sí.
―Fred, es Mia.
―¿Qué quieres? ―Y aunque me trató con desprecio, todo lo que escuché fue
miedo. Cole había llegado a él.
―Créeme, tu eres la última persona a la que quiero llamar, pero necesito tu
ayuda.
―¿Y crees que te ayudaré después de que tu Neandertal me amenazara?
―Has estado sobre mi culo casi desde el principio y aun así sé que sabes que
has sido un idiota porque por el primer mes, fuiste humano, incluso agradable.
Necesito tu ayuda y ya que has visto innumerables simulacros de incendio, vas a
ayudarme.
―¿O qué?
―¿Qué fue lo que Cole dijo? Si estoy molesta, asumirá que es por tu culpa.
―¿Estas chantajeándome para ayudarte?
―Si quieres verlo de esa forma, seguro.
Maldijo, fuerte, y lo dejé en la línea por unos segundos.
―¿Qué tipo de ayuda?
―Preguntas financieras.
―¿Sobre qué?
―Cuestiones de contabilidad. ¿Podemos encontrarnos en el café al final de la
calle de la oficina?
―¿Ahora?
―No estaría llamando si no fuera importante.
Prácticamente podía escucharlo pasando su mano por su cabello.
―Bien. Te encontrare en media hora. ―Colgó antes de poder responder.
No quería creer lo que estaba pensando, pero los números no mentían. Dejando
una nota para Cole, salí rápido para encontrarme con Freddie. Él ya estaba allí
cuando llegué, sentando en la parte de atrás, bebiendo un café, leyendo algo en su
teléfono.
―Hola. ―Dejando los libros sobre la mesa, saqué un libro y me uní a él.
―¿Entonces qué es tan importante para molestarme un domingo?
―Quiero que mires esto y me digas lo que ves.
―¿Qué son?
―Libros de gastos sobre el taller de mi padre.
Obtuve una mirada, la cual entendí, ¿ya que por qué estaría mirando esto ahora
cuando mi padre y su negocio ya no estaban? No dijo eso en voz alta y, en su lugar,
se puso sus lentes.
―Está bien. ―Pero lo dijo como si acabase de pedirle su riñón mientras
sostenía un arma en su cabeza.
Una hora después, se recostó en su silla, cualquier amargura persistente ida y
en su lugar parecía preocupación mirándome.
―Definitivamente cocinaron los libros.
Mi corazón se desplomó.
―Estaba ocultando gastos, el número de los gastos no recurrentes lanza una
advertencia, sin mencionar los elementos fuera de balance. Quien quiera que
controlara estos libros estaba escondiendo algo.
―Eso fue lo que pensé. Gracias, Fred. ―Me puse de pie, sintiéndome
desanimada porque no había explicación que Dylan pudiera dar que justificase lo
que había estado haciendo; había estado engañando a mi padre. Necesitaba decirle
a Cole.
―Yo tendría cuidado, Mia.
Esto ganó mi atención.
―¿Por qué?
―Podría ser tan simple como robar el dinero de la parte superior, pero podría
ser algo más.
―¿Cómo?
―Grandes sumas de dinero sin explicación filtrándose por un negocio.
Mis piernas se debilitaron cuando caí de nuevo en mi silla.
―Lavado de dinero.
―Sí.
¿En qué demonios se metió Dylan?
―Tendré cuidado. Gracias, Fred.
―¿Comenzarás a trabajar de nuevo mañana?
―Sí.
―Te veo mañana.
Janie llegó primero. Timothy estaba con ella. La ayudó a bajar del taxi, sus ojos
se movieron hacia mí mientras una sonrisa tocaba sus labios, sin duda porque Cole
estaba de pie detrás de mí, con sus manos en mi estómago en un gesto
innegablemente protector.
―¡Mia! ―Corrió hacia mí hasta que notó a mi papá a mi izquierda. Sus pies
trastabillaron, sus ojos se salieron de sus orbitas y entonces movió su atención de
papá hacia mí y de regreso―. ¿Señor Donati?
―Janie.
―Pero…
Las lágrimas aparecieron entonces, derramándose por su rostro, pero no era
consciente de ellas. Ella no conoció a papá muy bien; sus lágrimas eran por mí,
porque había recuperado a mi papá. En el próximo segundo, sus brazos se
envolvieron alrededor de mí. Nos quedamos así por un momento, tan largo que
papá y Cole ayudaron a Timothy a llevar el equipaje de Janie a su cuarto. Tenía seis
maletas.
Tratando de aligerar el ambiente, pregunté:
―¿Por cuánto tiempo se quedan?
Dando un paso atrás, pero aparentemente necesitando el contacto, sus manos
descansaron en mis antebrazos.
―No me hagas reír. ―Y entonces se rió―. Tu papá está vivo.
―Larga historia. Cuando tía Dee llegué, te las contaré.
Su agarre en mis brazos se apretó.
―¿Tu tía no sabe?
―Nop. Está en camino.
―Oh mi Dios, no puedo esperar a ver ese reencuentro. ―Sus labios se
curvaron en una cálida sonrisa―. Desearía haber visto la tuya.
―Todavía estoy atónita. Mi papá regresó de la muerte, Cole me dijo que nos
casaríamos.
―Espera, ¿te dijo?
―Sí, dijo que no había caso en hacer la pregunta porque ya sabía la respuesta.
La risa de Janie salió del fondo de su garganta.
―Dios, me encanta para ti.
―Estoy embarazada.
Su expresión se suavizó, sus ojos fueron a mi vientre.
―Felicidades, Mia. ―Su mano se presionó en mi estómago―. Eres un bebé
muy suertudo. Mia como mamá, Cole como tu papá. Dee como tu tía abuela y Mace
como tu abuelo. ―Sus ojos se movieron de regreso a mí―. El clan Donati, junto de
nuevo.
Tía Dee llegó una hora después. Me mandó un mensaje de texto diciendo que
su taxi estaba llegando, pero en lugar de Cole y yo recibiéndola, papá estaba ahí.
Cuando salió del taxi y vio a papá, tuvo una reacción similar a la mía. Cayó de
rodillas con incontrolables sollozos. Y como había hecho conmigo, papá se puso de
rodillas, la acercó más y la sostuvo hasta que dejó de llorar.
No estaba del todo tranquila cuando papá la puso de pie, así que mantuvo su
brazo alrededor de ella mientras llegaban junto a Cole y yo, y entonces me envolvió
en sus brazos, sus sollozos regresaron, su voz apenas era audible.
―Está vivo, Mace está vivo.
Mis lágrimas evitaron que hablara, pero no necesitaba hacerlo. Sabía
exactamente cómo se sentía, todavía me sentía de la misma forma. Sus sollozos se
calmaron, su cabeza se levantó y una sonrisa tocó sus labios.
―¿Así que supongo que la boda fue una treta?
―No, nos vamos a casar.
―¿Sí? ―Sus ojos fueron de Cole a mí.
―Tengo que convertirla en una mujer honesta.
La mirada de tía Dee volvió a mí, bajando a mi vientre.
―¿Estas embarazada?
―Sí.
Y entonces los sollozos comenzaron de nuevo, más lágrimas de felicidad.
Cole y yo nos paramos ante el ministro, frente a las fuentes del Bellagio. No
muy original, pero lo quise ahí y no en una capilla de Elvis. A Cole no le importaba
dónde nos casáramos, incluso sugirió que simplemente hiciéramos que el ministro
fuera a nuestro cuarto para no tener que ir tan lejos para consumar el matrimonio.
Sí, a papá le hubiera encantado eso, más sin embargo la idea tenía su encanto.
La tía De estaba parada con papá, con su brazo alrededor de él, y viceversa.
Janie y Timothy se miraban embobados entre ellos y tenía el presentimiento de que
esos dos se hubieran casado también, pero el miedo que la ira de su madre por
negarle la boda evitaba que lo hiciera.
Mi vestido fue uno que Cole eligió, uno ajustado de un azul plateado pálido
con pedrería plateada que abrazaba mi figura y rozaba el piso. Él estaba en su traje
negro. Mientras nos vestíamos más temprano, Cole había aparecido en la puerta de
nuestra suite con una caja de zapatos en sus manos. No era cualquier caja de zapatos
tampoco, sino una de Christian Louboutin. Sin decir ni una palabra, le quitó la tapa
para revelar el par de zapatos más hermoso, con cristales incrustados de plataforma
y tacón. Lágrimas cayeron de mis ojos porque papá debió haberle contado a Cole
sobre nuestra conversación cuando era más joven, sobre casarme usando unos
zapatos así. Entonces se dejó caer sobre una orilla, sacó un zapato de la caja, y levantó
mi pie. Y entonces en la interpretación de Cole del Príncipe Encantado, besó mi pie,
su lengua pasó a lo largo del arco y por mis dedos antes de deslizar el zapato en mi
pie. Llegamos un poco tarde a la boda porque me tomó, contra la pared, mientras
no usaba nada más que mis zapatos brillantes.
―¿En qué estás pensando? ―preguntó Cole mientras el ministro se preparaba
para empezar.
Decirle exactamente lo que estaba pensando podría llevar posiblemente a otro
encuentro como ese, pero con papá y tía Dee mirando, no creí que fuera sabio. Así
que en cambio, respondí como una verdad más simple.
―En la suerte que tengo de estar aquí de pie contigo.
Y como era su forma de ser, no esperó a que el ministro hiciera las preguntas
de las que ya sabíamos las respuestas, sino que se saltó al final y besó a su novia.
Mia
Nuestra casa estaba en Bucks Country, una pequeña casa con más terreno que
casa. Papá y Cole no solo habían construido los columpios, también la casa de
juegos, que Cole había pintado de gris oscuro, tan parecido al negro como pudo
conseguir. Papá vivía al cruzar la calle y tía Dee justo calle arriba. Yo aún trabajaba
para niño Freddie, amaba el trabajo y como ambos, padre e hijo, habían intensificado
mi tiempo de necesidad, pero trabajaba a tiempo parcial y podía hacer mucho de mi
trabajo desde casa. Los días que tenía que ir a la ciudad, Cole venía conmigo para
comprobar Tickled Ivories, que ahora tenía un gerente a tiempo completo
ocupándose del lugar. Mi apartamento, Cole lo compró y a veces nos escapábamos
a ese pequeño retiro.
Nuestro hijo, Declan Mace Campbell, era justo como su padre, pero tenía los
ojos Donati. Ver a Cole sostener a Declan siempre hacía que me latiese el corazón
rápido. Grande, fuerte, a veces distante Cole bajando la mirada con asombro, era
una imagen hermosa.
Papá y Cole abrieron juntos un taller, justo en nuestra pequeña ciudad y yo era
su gerente de oficina. Cole me sorprendió cuando vi sus deslumbrantes Chuck
colocadas al lado de su fotografía de Declan y yo en el garaje. Las había mantenido,
las había mantenido todo este tiempo. La mayoría de los días, Declan y yo nos
uníamos a ellos para comer, sentados en la mesa de picnic colocada detrás del taller.
Recientemente Declan había cumplido un año y estaba tan fascinado como lo había
estado yo por las herramientas de papá.
Aún no habíamos encontrado un restaurante de reemplazo para Vincent’s y
hacíamos un viaje un par de veces al año, porque no podía estar mucho tiempo sin
mi dosis de comida parmesana.
Janie y Timothy se casaron cuatro meses después de Cole y yo, su hija Nicole
nació cinco meses después.
Tener a papá de vuelta, viéndole con mi hijo y mi marido y sabiendo que estaba
solo con cruzar la calle, se lo agradecía todos los días a las estrellas.
Y Cole. Casarse y tener un hijo no le había suavizado, aún era un poco duro, a
veces distante y aún tenía esa boca ruda, pero no pasaba un día sin que sintiese su
amor. No cambiaría nada de él, bueno tal vez los azotes, pero pasaban muy rara vez.
No había escuchado acercarse a Cole cuando me rodeó con los brazos y me dio
un beso en la cabeza.
―¿Qué estás haciendo?
―Mirando la casa de juego de Declan.
―¿Por qué?
―Vamos a tener que añadir otra al lado.
El cuerpo de Cole se tensó y apretó los brazos.
―¿Estás embarazada?
―Sí. Y si es una niña pintaremos la casa de rosa.
―Nada de rosa.
―Rosa, Cole, con adornos violetas. ―Girándome entre sus brazos, le rodeé el
cuello―. Dame esto o también voy a adornar la casa.
―Maldita sea. De acuerdo, rosa pero nada de adornos en violeta, en blanco.
―Trato hecho.
Me acarició la mejilla con el pulgar, siguiendo la acción con la mirada.
―Te amo, Mia.
―Lo que siento por ti va más allá del amor.
Y ahí estaba esa sonrisa. Me encantaba cuando sonreía.
―¿Me estás faltando al respeto?
―¿Faltarte al respeto?
―Más creativa. Me está picando la mano.
―No, Cole.
Parecía malvado mientras bajaba la mano hacia mi trasero.
―¿Cuándo va a traer tu padre a Declan a casa?
―En una hora.
―Tiempo suficiente. ―Me levantó en sus brazos.
Mi cuerpo empezó a latir.
―¿Dónde vamos?
―Y aquí estás de nuevo, haciendo preguntas de las que realmente ya sabes las
respuestas.
El deseo me atravesó, de la cabeza a los pies. Era tonto, pero desde que Declan
había nacido encontraba divertido hacer el amor durante el día, especialmente
sabiendo que estaba justo al otro lado de la calle con mi padre. Eso no disuadía a
Cole, que siempre me convencía para pensar como él, pero yo lo seguía comentando.
―Aún no está oscuro.
Dejó de moverse, con voz afilada y su expresión cambiando a cariñosa.
―No y no volverá a ser así.
Y justo cuando pensaba que no era posible amarlo más de lo que ya lo hacía.
Llegamos a la cama y me dejó sobre ella. Con movimientos limitados, que me
sorprendió y a la vez me excitó, nos desvistió a ambos.
―Ahora, sobre esa falta de respeto.
Me cubrió con su gran y hermoso cuerpo. Ser mala nunca se había sentido tan
bien.
L.A. Fiore adora escribir y perderse en el mundo de sus personajes. Cuando
no está escribiendo, con frecuencia la puedes conseguir creando un caos
colorido a través de la jardinería o tocando el piano. Vive con su esposo y
dos hijos en Bucks County, Pennsylvania, donde nació y creció.