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Paulicianos

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CAPITULO IV.

LAS IGLESIAS PAULICIANAS Y BOGOMILIANAS.


Las fuentes de información. Los griegos. Es lamentable que la mayor
parte de la información acerca de los Paulicianos provenga precisamente de
sus enemigos. Las fuentes son dos. La primera es la de los escritores griegos
Pothius (Adv. Recentiores Manichaens. Hamburgo. 1772) y Petros Sikeliotes
(Historia Manichaeorum qui Pauliciani. Ingoldstat, 1604), fuente que ha sido
conocida por mucho tiempo y que fue utilizada por Gibbon en la preparación
del brillante capítulo 54 de su historia. No mucho más ha sido añadido de esa
fuente desde entonces. Las narraciones están profundamente prejuiciadas, y
aunque Gibbon sospechó lo malvado y venenoso de estos escritores, llegando
a exponer mucha de la malicia expresada por ellos, inclusive él se vio en
ocasiones mal guiado en cuanto a los hechos por ellos. Él no tuvo a su
disposición la totalidad de la información que era realmente necesaria para
una clara y completa delineación de la historia de los Paulinos.

Los armenios. La segunda fuente de información con relación a los


Paulicianos es de origen Armenio y recientemente fue dada a conocer con
ilustraciones. Existía un viejo libro de los Paulicianos titulado “La Llave de la
Verdad”, mencionado por Gregory Magistos, en el siglo once.
Afortunadamente, el Sr. Fred C. Conybeare, M. A., antiguo Asociado del
Colegio Universitario de Oxford, tenía un fuerte interés en los asuntos en
Armenia. Él estuvo por segunda vez en ese país en 1891, en búsqueda de
documentos que le ilustraran acerca de la historia de los Paulicianos. Él
encontró una copia del libro “La Llave de la Verdad” en la Biblioteca del
Santo Sínodo en Edjniatzin. Solicitó y obtuvo una copia de dicho libro en
1893; el texto, con una traducción al idioma Inglés, fue editado por el Sr.
Conybeare en 1898. Acompañó al texto mucha y muy importante información
recibida de historias Armenias, así como de otras fuentes. Como puede
estimarse, ésta no es sólo una nueva sino también una muy importante
fuente de información. Podría decirse que, al fin, los Paulicianos pudieron
defenderse por sí mismos. Gracias a esta información nosotros podemos,
prácticamente, reconstruir la historia de los Paulicianos.

“La Llave de la Verdad”. Las iglesias Paulicianas fueron de origen


apostólico, habiendo sido plantadas en Armenia durante el Siglo Primero. “A
través de Antioquia y Palmira, la fe debió haberse extendido a Mesopotamia y
a Persia; en esas regiones vino a ser la base de la fe, al extenderse a los
Montes Tauro, hasta llegar a Ararat. Ésta fue la forma primitiva del
Cristianismo. La ubicación de las iglesias en los Montes Tauro daba forma a un
enorme hueco o nicho circular hacia el cual fluía la temprana fe Paulina;

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como si hubiera sido una especie de represa que protegió a aquella fe del
exterior, la fe Paulina fue recibida y mantenida por siglos,” (Bury’s edition of
Gibbon’s History, VI. 543). El más temprano centro del Cristianismo en
Armenia fue Taron, que era el asiento constante y base de operaciones de los
Paulicianos.

El origen apostólico. Ellos reclamaban ser de origen apostólico. “La Llave


de la Verdad” dice:

Sometámonos, entonces, humildemente, a la santa iglesia universal, y


sigamos sus obras, que actuaron con una mente y una fe, y nos
enseñaron. Porque aun recibimos en el único y adecuado tiempo el santo y
preciosos misterio de nuestro Señor Jesucristo y del Padre Celestial, es
decir, en el tiempo del arrepentimiento y de la fe. Tal y como aprendimos
del Señor de la iglesia universal y apostólica, así procedemos: y
establecemos en la perfecta fe a todos aquellos que (hasta ese entonces)
no han recibido el santo bautismo (Al margen: Es decir, a los Latinos, a los
Griegos y a los Armenios que no han sido bautizados), ni han probado el
cuerpo o bebido de la santa sangre de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto,
conforme a la Palabra del Señor, primero debemos traerlos a la fe,
llevarlos al arrepentimiento y luego administrárselos (Al margen: el
bautismo). (pp. 76-77).

Respecto a este punto, Adeney dice: “Es por tanto argumentable que ellos
deben ser reconocidos como los representantes de un tipo primitivo del
Cristianismo” (Adeney, The Greek and Eastern Churches, 217). Y luego agrega,
“Antiguos Bautistas Orientales, estas gentes eran –en muchos aspectos—
Protestantes antes del Protestantismo” (Adeney. The Greek and Eastern
Churches, 219).

Ellos rechazaban a personas de otros grupos religiosos. Los Paulicianos


no reconocían a personas de otras comuniones como pertenecientes a las
iglesias. “Nosotros no pertenecemos a estas”, decían. “Ellas han roto la
relación con la iglesia mucho ha, y han sido excluidas.” Tal es el testimonio de
Gregory Magistos, (1058 D. C.) cuyo libro de historia es una de las principales
fuentes de información.

La historia de Constantino. Sólo podemos tocar ligeramente unos cuantos


eventos relacionados con su historia. La historia de la conversión de
Constantino, en 660 D. C., es interesante. Este joven Armenio dio asilo a un
diácono cristiano quien huía de las persecuciones Musulmanas. Como muestra
de agradecimiento, Constantino recibió de aquel diácono una copia del Nuevo
Testamento. “Este libro llegó a ser la medida de sus estudios y su regla de fe;
y los Católicos, quienes disputaban sus interpretaciones, reconocían que su

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texto era genuino y sincero. Constantino se apegó con especial devoción a los
escritos y al carácter de Pablo: y el nombre de “Paulicianos” se derivó de
algún líder desconocido; pero yo estoy confiado que ellos se gloriaban en su
afinidad con el Apóstol de los Gentiles” (Gibbon, The Decline and Fall of the
Roman Empire, V. 386).

Constantino sintió que él había sido llamado a defender y a restaurar el


Cristianismo primitivo. Habiendo quedado fuertemente impresionado por los
escritos de Pablo, él tomó el nombre de uno de sus seguidores, Silvano, y las
iglesias fundadas por él fueron nombradas con los nombres de algunas de las
congregaciones primitivas. La totalidad de este grupo fue conocida como
Pauliciano, a causa de su apego a las enseñanzas de Pablo. Estas
declaraciones de la simplicidad apostólica de estos devotos cristianos dicen
más acerca de las maneras, costumbres y doctrinas que volúmenes de
prejuiciados relatos recibidos de sus enemigos. Con el Apóstol Pablo como su
guía, ellos no podían estar demasiado lejos de la verdad del Nuevo
Testamento.

Los Sabianos. El Profesor Wellhausen, en su “Vida de Mahoma”


(Enciclopedia Británica, XVI. 571, 9ª Edición), da una muy interesante
narración de los Bautistas del desierto Sirio Babilónico. Él dice que eran
llamados “Sabianos”, Bautistas, y que practicaban las formas primitivas del
Cristianismo. En efecto, “Sabian” es una palabra incorporada al idioma Árabe,
cuyo significado es “Bautista”. Ellos literalmente llenaron con sus miembros a
Siria, Palestina y Babilonia (Renan, Vida de Jesús, capítulo 12). Ellos eran de
la línea de los principales avances del Cristianismo, y su simplicidad primitiva
jamás fue tocada.

La conexión con los Musulmanes. Muchas de sus cosas externas las


derivaron de los Musulmanes. No debe ser disminuida la importancia de esto.
“Difícilmente sería equivocado el concluir”, dice el Profesor Wellhausen,” que
estos anónimos testigos del Evangelio, no mencionados en la historia de la
iglesia, esparcieron la semilla de donde surgió el germen del Islam.” Estos
cristianos no nombrados fueron los Paulicianos.

Un trozo de historia explicará un hecho que hasta ahora ha sido difícil de


entender. Los emperadores habían determinado expulsar a los Paulicianos de
sus dominios. Ellos se refugiaron “en los dominios Musulmanes,
principalmente, en donde ellos eran tolerados y en donde sus propias
doctrinas jamás dejaron de ser consideradas ortodoxas.” Esto lo sabemos por
Juan el Filósofo. Los Árabes habían resistido exitosamente la influencia
Romana en Armenia desde el 650 D. C. La misma protección, probablemente,
preservó a las iglesias Paulicianas por muchos años. Es un hecho demostrado

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que los Paulicianos fueron leales con los árabes, y que los musulmanes no les
fallaron en la hora de la prueba.

El número de los Paulicianos. El número de los Paulicianos se


incrementaba constantemente, atrayendo muy pronto la atención de sus
enemigos. En el año 690 D. C., Constantino, su líder, fue muerto a pedradas
por órdenes del Emperador; y el sucesor de Constantino fue muerto en la
hoguera. La Emperatriz Teodora inició una persecución en la que se dice que
cien mil Paulicianos en la Armenia Griega perdieron la vida.

El estado libre de Teprice. En el Siglo Noveno, los Paulicianos se rebelaron


en contra de sus enemigos, expulsando a Michael III, y estableciendo en
Armenia el estado libre de Teprice. Éste es un sitio bien conocido, a unas
setenta millas de Sivas, sobre el Río Chalta. Ellos dieron una absoluta libertad
de expresión a todos sus habitantes (Evans, Historical View of Bosnia, 30). De
la capital de este estado libre, Teprice, salió un ejército de misioneros a
convertir a la fe de los Paulicianos a las tribus Eslávicas de Bulgaria, Bosnia y
Serbia. Esto es declarado en forma positiva por Sikeliotes. Su éxito fue
grande, tan grande que un gran número de los habitantes del estado libre
migraron a lo que eran entonces estados independientes fuera del control del
Emperador. El estado de Teprice permaneció libre durante ciento cincuenta
años, cuando fue conquistado por los Sarracenos. En todo su derredor se
habían desatado persecuciones por causa de la conciencia (ellos mismos
habían perdido cien mil miembros a causa de la persecución de Teodora), sin
embargo, aquí existía un refugio tanto para los creyentes como para los
incrédulos. Ésta es una característica muy particular de los Bautistas.

La libertad religiosa. Los Bautistas siempre han establecido la libertad de


creencias doquiera han tenido la oportunidad. Conybeare, hablando de los
Paulicianos, comenta con justicia:

Un punto a su favor debe ser observado, y es éste: Su sistema era, al igual


que el de los Cathari en Europa, en su concepción e idea básica, ajeno a la
persecución pues la membresía en sus iglesias dependía del bautismo,
voluntariamente solicitado, al grado de suplicarlo con lágrimas, por los adultos
fieles y penitentes. No podría existir en una iglesia así la presión para que
pertenecieran a ella quienes no lo deseaban. Al contrario, el propósito del
escrutinio al que era sujeto el candidato al bautismo era el de asegurarse que
tanto su corazón como su mente habían sido ganados, evitando así la mera
conformidad externa, que es todo lo que un perseguidor puede pretender
imponer. Uno de los peores resultados del bautismo infantil fue que al hacer a
los infantes miembros de la iglesia en forma mecánica y meramente externa,

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hicieron de la membresía en la iglesia algo muy barato, pavimentando así el
camino de los perseguidores (Conybeare. La Llave de la Verdad, xii).

En el 970 D. C., el Emperador Juan Tzimiscos, trasladó a algunos de los


Paulicianos a la Tracia y les concedió libertad religiosa; ha quedado registrado
a favor de estos que fueron fieles a los intereses del Emperador. A principios
del Siglo VIII sus doctrinas y creencias fueron introducidas y extendidas en
Europa; sus principios pronto se arraigaron en aquellas tierras extranjeras.

Entre los Albigenses en Francia. Fue en la tierra de los Albigenses, en las


provincias sureñas de Francia, donde los Paulicianos se asentaron con más
fuerza, y desde aquí mantuvieron correspondencia con sus hermanos en
Armenia. La fe de los Paulicianos “vivió y permaneció en Languedoc, y a todo
lo largo del Río Rhine, tal y como había acontecido con el sumergido
Cristianismo de los Cathari, y, tal vez, también entre los Valdenses. En el
período de la Reforma, este Catharismo vuelve a surgir a la superficie,
particularmente entre los Anabautistas y los Cristianos Unitarios. “La Llave de
la Verdad” nos provee con dos grandes contactos o eslabones entre los
cristianos más primitivos y los Anabautistas, junto con los Cristianos
Unitarios”. (La Llave de la Verdad, x).

Persecuciones. Los Paulicianos fueron perseguidos por los Papas, y todas


las huellas de ellos, literarias o de cualquiera otra índole, fueron destruidas.
Pero “las asambleas visibles de los Paulicianos en Albigeois, fueron
extirpadas por la espada y por el fuego; y el sangrante remanente huyó, se
ocultó, o simplemente fue tolerado por los Católicos. En el estado, en la
iglesia, y aún en lo oculto, una sucesión latente fue preservada por los
discípulos de San Pablo, quienes protestaron en contra de la tiranía de Roma,
abrazaron la Biblia como la única regla de fe y práctica y limpiaron su credo
de todas las impurezas de la Teología Gnóstica” (Gibbon, Decline and Fall of
the Roman Empire, V. 398).

Conybeare sobre el tema de la Sucesión Bautista. Muchos historiadores


además de Gibbon, tales como Muratori y Mosheim, consideran a los
Paulicianos como los precursores de los Albigenses y, de hecho, como si
fueran una y la misma gente. Alguien que ha sido repetidamente citados aquí,
el Profesor Conybeare, una de las más grandes autoridades en el mundo en el
tema de la Historia de los Paulicianos, afirma que la verdadera línea de
sucesión se encuentra entre los Bautistas. Dice él:

La iglesia siempre se ha adherido a la idea de la regeneración espiritual a


través del bautismo, aunque al bautizar a los bebés ella se ha ridiculizado
a sí misma y ha abandonado la verdadera esencia del bautismo. No puede
negarse el hecho de que el bautismo de Jesús, tal y como fue presentado

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a San Pablo y a los evangelistas, fue un concepto que pronto abandonaron
las iglesias ortodoxas … Hoy en día escuchamos mucha discusión respecto
a la validez de las órdenes, Inglesas, Latinas, u Orientales. El sincero
estudioso de la historia de la iglesia no puede menos que sorprenderse de
que nunca se le haya ocurrido a uno de estos participantes de las
controversias de la Iglesia de Inglaterra el preguntarse si, después de
todo, no estarían contendiendo por una sombra; de plantearse la pregunta
de si cualquiera de ellos tiene las verdaderas órdenes en el sentido
primitivo en el que ellos tanto proclaman tenerlas. Las varias sectas de la
Edad Media, quienes se conocían a sí mismas simplemente como
Cristianos, retuvieron el bautismo en su forma y significado original, y
consistentemente se rehusaron a reconocer como válido el bautismo
infantil de las ‘grandes iglesias ortodoxas’ que tanto los perseguían. Y ellos
definitivamente tenían la razón, tanto por lo que toca a la doctrina como a
las tradiciones. No es necesario decir que las grandes iglesias
abandonaron mucho tiempo atrás el bautismo genuino; (por tanto)
realmente no pueden tener más sacramentos, ni sacerdocio y, hablando
en términos estrictos, ni siquiera tienen Cristianismo. Si quisiesen reentrar
al camino del Cristianismo, tendrían que acudir, no a Roma o
Constantinopla, sino a algunos de los oscuros círculos de cristianos,
principalmente en el Este, quienes jamás han perdido la verdadera
sucesión del sacramento bautismal. Estos serían los Paulicianos y los
Armenios; la secta de los Bogomilianos en los alrededores de Moscú, cuyos
miembros se llaman “de Cristo”, y los adultos Bautistas (es decir, porque
practican solamente el bautismo de adultos); entre los Sirios y en el Valle
del Tigris, al Norte, y quizás, aunque no con certidumbre, a los popelikans,
los Menonitas y las grandes comunidades Bautistas en Europa. Esta
condenación de las (así llamadas) iglesias grandes y ortodoxas parece
áspera y pedante; pero no hay manera de escapar de ella, y nosotros nos
colocamos en el mismo terreno en el que ellos profesan estar. La sucesión
del bautismo era más importante en los primeros siglos de la iglesia que la
sucesión de órdenes: tan importante así que incluso el bautismo de los
herejes era reconocido como válido. Si se dio importancia a la sucesión
continua de obispos, fue sólo debido a que una de las funciones del obispo
era la de vigilar la integridad del rito inicial de la religión. Los obispos de la
iglesia fueron sumamente negligentes en el cumplimiento de su deber y,
después del siglo tercero, puede decirse con autoridad que ni siquiera
entendieron el concepto. Todo esto puede verse en el abuso y en el
crecimiento descontrolado, después del tercer siglo D. C., del rito del
bautismo, lo cual resulta, no después de mucho, en su absoluta invalidez
(Conybeare, The History of Christians. Publicado en The American
Hourney of Theology).

Justin A. Smith. El Dr. Justin A. Smith, el erudito y por mucho tiempo editor
de The Standar, en Chicago, dice de los Paulicianos:

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El resumen de todo esto es que, ya sea que se pueda o no establecer una
sucesión de iglesias Bautistas a través de la Edad Media, como algunos
creen, hasta llegar a la fecha en que la historia de nuestra denominación
se inicia, en su sentido más estricto, podemos decir que la línea de
nuestros ancestros sigue un camino en el que sólo el cristianismo puro
sobrevivió; y que entre nuestros progenitores Bautistas, en este sentido,
hubieron hombres y mujeres que tuvieron el destacado honor de ser
perseguidos por aquellos cuya historia demuestra que eran adeptos a la
calumnia y al homicidio (Smith, Modern Church History, 227).

Ampliamente esparcidos en Europa. Una cosa es cierta, y es que en Italia,


en Francia, y a todo lo largo del Río Rhine, se encontraron Paulicianos y
Albigenses en los mismos territorios, y no había grandes diferencias entre
ellos en doctrina y práctica. Los escritores incluso han llegado a aseverar que
hubo una sucesión de iglesias y de intereses. Es un hecho bien demostrado
que a mediados del Siglo XI ellos eran muy numerosos en Lombardía e
Isurbia, pero especialmente en Milán, Italia; y no es menos cierto que ellos
viajaron a través de Francia, Alemania, y otros países, y por la pureza de su
vida ganaron muchas de las personas comunes a su manera de pensar. En
Italia eran llamados Paternes y Cathari, en Alemania, Gazari. En Francia eran
conocidos como Albigenses. También eran llamados particularmente Búlgaros
en Francia, porque algunos de ellos habían venido de Bulgaria; también eran
conocidos como Boni Homines (Mosheim, Institutes of Ecclesiastical History; II.
200-202). Sus enemigos alababan su piedad. Una sucesión de ellos se
encuentra a través de la Edad Media.

Los Paulicianos no eran Maniqueos. Los Paulicianos eran acusados de ser


Maniqueos, y muchos perjuicios les han sido acarreados por esta razón. “Los
Paulicianos”, dice Adeney, “han sido los más flagrantemente difamados de
entre todas las sectas Cristianas” (The Greek and Eastern Churches, 216. New
York, 1908). Los Católico Romanos siempre han denunciado las enseñanzas
de Marcion con singular hostilidad. Hoy en día ha quedado perfectamente
establecido que los Paulicianos no eran Maniqueos. “La Llave de la Verdad”
despeja este asunto (página 18). Los modernos eruditos Arminianos no dudan
en corregir este error (Ter Mkittschain, Die Paulikianer im Byzantinischen in
Armenien, Leipzig, 1893). Conybeare no tiene duda alguna al respecto.

Sus doctrinas. Volviendo a las doctrinas y prácticas de los Paulicianos


encontramos que ellos hacían un uso constante del Antiguo y del Nuevo
Testamentos. No había orden alguna que distinguiera entre los clérigos y los
laicos por lo que tocaba a su manera de vivir, su forma de vestir, u otras
cosas; no tenían concilio o institución alguna. Sus maestros eran del mismo
rango. Ellos se esforzaron diligentemente por mantener la simplicidad de la
vida apostólica. Ellos se oponían a la adoración de imágenes que se practicaba

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en la Iglesia Católica. Las famosas reliquias milagrosas no eran sino un
montón de huesos y ceniza, sin vida o virtud alguna. Ellos sostenían una
posición ortodoxa con relación a la Trinidad, así como a la naturaleza humana
y sufrimientos sustanciales del Hijo de Dios.

Las doctrinas Bautistas prevalecían entre los Paulicianos. Ellos sostenían que
los hombres deben arrepentirse y creer, y luego, al llegar a una edad madura,
solicitar el bautismo, que era la única manera de recibirlos en la iglesia. “Es
evidente”, observa Mosheim, “que ellos rechazaban el bautismo de infantes”.
Ellos bautizaban y re-bautizaban por inmersión. Ellos habrían sido
perfectamente clasificados como Anabautistas (Allix, The Ecclesiastical History
of the Ancient Churches of Piedmont. Oxfor. 1821).

El Sínodo de Arras. Algo de las opiniones de los Paulicianos es derivado de


un Sínodo que se realizó en Arras, en el año 1025 D. C., convocado por
Gerard, Obispo de Cambray y Arras. Un tal Gundulphus, un Pauliciano, fue
condenado. Él había enseñado sus doctrinas en muchos lugares. El examen
reveló lo que los Paulicianos sostenían:

La ley y disciplina que hemos recibido de nuestro Maestro no parecerá


contraria ni al Evangelio ni a las instituciones apostólicas, si se analiza
cuidadosamente. Esta disciplina consiste en dejar el mundo, en dominar la
concupiscencia, en proveernos de un medio de vida mediante el trabajo de
nuestras manos, en no hacer mal a nadie y en ofrecer nuestra caridad a
todos los que sean celosos en el logro de nuestros propósitos.

Con relación al bautismo, ellos dijeron:

Pero si alguno dijere que algún sacramento está oculto en el bautismo, la


fuerza del mismo desaparece por tres razones. La primera es que la forma
réproba de la vida de los ministros no puede ofrecer remedio salvador
alguno a la persona que es bautizada. La segunda, porque todos los
pecados a los que se renuncia en el momento del bautismo, son
retomados posteriormente. Y la tercera, porque la voluntad de otro, la fe
de otro, y la confesión de otro no parecen pertenecer, u ofrecer ayuda
alguna a un pequeño quien no sabe cosa alguna acerca de la fe, ni quiere
ni puede solicitar el bautismo, y es completamente ignorante de su propio
bien y salvación; de él no puede esperarse que exprese el deseo de
regenerarse ni que confiese su fe (Allix, The Ecclesiastical History of
the Ancient Churches, 104).

Una Confesión de Fe. Una mejor respuesta no habría podido darse hasta
este día. Existe una Confesión de Fe del año 1024, que es atribuida a los
Paulicianos y que declara:

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Al principio del Cristianismo no había bautismo de infantes; sus
antepasados tampoco practicaron tal cosa y nosotros, desde lo más
profundo de nuestro corazón negamos que en el bautismo, que es un
lavamiento en agua, exista la más mínima posibilidad de que el alma sea
lavada de sus pecados (Mehrning, Der reiligen Tauff Historie, II. 738).

Los Paulicianos, posibles Adopcionistas. Es posible que Los Paulicianos


fueran Adopcionistas. Éste es el punto de vista de Conybeare (lxxxvii), pero
sus puntos de vista a menudos son derivados de inferencias (xiv). Él dice, “Mi
sugerencia de que los Catharis Europeos fueran de origen Adopcionista está
basada también en meras inferencias” (xiv).

La conexión entre este punto de vista con el de los modernos Bautistas es


establecida por Conybeare de la siguiente manera:

Es, por tanto, un prometedor campo para la investigación el preguntarse si


los Paulicianos no fueron inicialmente responsables por muchas de las
sectas que hicieron su aparición en la Reforma y exhibieron, algunos más,
algunos menos, una afinidad con ellos, tal y como está plasmada en “La
Llave de la Verdad”. Éste no es el lugar para embarcarse en tal
investigación, la cual requeriría una obra por separado. Es incluso probable
que ya no exista la información que podría ayudar a establecer los canales
de comunicación entre unos y otros. Lograr este objetivo requeriría una
enorme cantidad de investigación; pero sí parece probable que en al
menos dos de las sectas de los tiempos de la Reforma tengamos
sobrevivientes de esta antigua expresión de la Iglesia Católica que las
páginas de “La Llave de la Verdad” nos revelan ahora. Estas dos sectas
son los Anabautistas y los Unitarios, después llamados Socinianos, por su
gran maestro y líder, Socinus. De estos se han derivado las grandes
iglesias Bautistas de Inglaterra y de América, así como los Menonitas de
Alemania. Los argumentos de los Bautistas del siglo dieciséis en contra de
los Paidobautistas son los mismos que encontramos en “La Llave …” y,
algo que también podríamos esperar, con ellos fue una regla en el pasado
el punto de vista Adopcionista con respecto a Cristo; aunque los modernos
Bautistas, al aceptar la doctrina de la encarnación, han oscurecido su
origen, a la vez que han anulado sus observancias peculiares. La cuestión
del Adopcionismo ha sido natural e indisolublemente asociada al tema del
bautismo de adultos, tal y como el bautismo infantil ha sido asociado con
la Cristología pneumática, según la cual Cristo Jesús fue, desde el vientre
de su madre y en su propia cuna, lleno del Espíritu Santo, un ser divino
preexistente, creador y controlador del universo (Conybeare, La Llave de
la Verdad, cl, cli).

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Sean cuales fueren las conclusiones finales en este asunto, es cierto que el
punto de vista Adopcionista acentuó su oposición al bautismo infantil.

La forma de bautismo. La forma de bautismo que practicaban los


Paulicianos consistía en sumergir al candidato una vez en el agua, mientras
que los griegos lo hacían tres veces. Hay también mucha evidencia de que en
Armenia, la forma de bautismo era la inmersión. Macario, patriarca de
Jerusalén, 331-335 D. C., escribiendo a los Armenios, les dice que el
bautismo era administrado “por medio de una triple inmersión, sepultando al
candidato en el agua de la santa fuente” (Biblioteca de los Padres
Mechietaristas en Viena. MSS. Cod. Arm. No. 100). Hay una oración preservada
del siglo doce, atribuida a Isaac Católicos de Armenia, que revela la práctica
de los Paulicianos. Juan Otzon, 718 D. C., habla de los Paulicianos
descendiendo a la pila bautismal (Otzun, Opera, 25. Venice, 1834). Y también
dice que los Musulmanes trataban de impedirles que bautizaran en los ríos,
por temor de que ellos embrujaran las aguas y las tornaran contaminadas.

La iglesia oriental. La práctica constante de la Iglesia Oriental era la


inmersión. El Rev. Nicholas Bjerring dice de su bautismo: “El bautismo es
administrado a veces en el templo, y a veces en los hogares particulares,
según sea la necesidad. Se realiza siempre sumergiendo al infante, o al
adulto, tres veces” (Bjerring, The offices of the Oriental Church, xii. New Cork,
1880). Y más adelante, al hablar de la liturgia, narra la ceremonia de la
inmersión. Así practicaban los Paulicianos la inmersión, como lo indican las
Escrituras.

Los Bogomilianos. Los Bogomilianos fueron una rama de los Cataros, o de


los Paulicianos, quienes residían en Tracia. Su nombre parece haberse
derivado de uno de sus líderes de mediados del siglo X, aunque otros dicen
que su nombre les vino de una palabra Eslava que significa “Amados de Dios”.
Los Bogomilianos fueron condenados repetidamente y a menudo perseguidos,
pero ellos siguieron existiendo a lo lardo de la Edad Media, y aún existían en
el siglo dieciséis.

Brockett. Sus historiadores reclaman para ellos una gran antigüedad. El Dr.
L. P. Brockett, quien ha escrito ampliamente sobre la historia de este grupo,
dice:

Entre estos (los historiadores de los Bogomilianos) he encontrado, a


menudo en lugares inesperados, la evidencia más concluyente de que
estas sectas eran todas ellas, durante su historia temprana, Bautistas,
no sólo por lo que se refería a su posición sobre el bautismo y la Cena
del Señor, sino en su oposición al bautismo de infantes, al

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establecimiento de una jerarquía episcopal, y a la adoración de la
virgen María y de los santos, así como en su adherencia a la
independencia de la iglesia, la libertad de conciencia y de adoración. En
resumen, la conclusión a la que he llegado en forma inevitable es que,
en estos cristianos de Bosnia, Bulgaria y Armenia tenemos una
sucesión de iglesias apostólicas, iglesias Nuevo Testamentarias, y que
en fecha tan temprana como el siglo XII, estas iglesias contaban de
una membresía de conversos tan grande como la de cualquier iglesia
Bautista en el mundo hoy en día (Brockett, Los Bogomilianos en
Bulgaria y en Bosnia, II. 12).

Algunos escritores Católico Romanos han afirmado que los Bogomilianos no


practicaban el bautismo, ni observaban la Cena del Señor; y, aún más, que
negaban la validez del Antiguo Testamento. Esto probablemente no significa
más que el hecho de que rechazaban el bautismo infantil, y citaban el Nuevo
Testamento como su autoridad suprema en la materia.

Sus persecuciones. Las persecuciones de los Bogomilianos, como de los


Paulicianos, eran constantes y severas. Se hicieron todos los esfuerzos
posibles para destruirlos. “Aún así, no fueron borrados del mapa”, dice
Conybeare, “sólo fueron obligados a ocultarse. Ellos aun existieron en toda
Europa, especialmente en los Balcanes, y a lo largo del Río Rhine. En estos
escondites parecían unir sus fuerzas en secreto, a fin de surgir una vez más a
la luz cuando se presentara la oportunidad. La oportunidad fue la Reforma
Protestante, en la cual especialmente bajo la expresión de los Anabautistas y
de los Unitarios, esta levadura de la iglesia apostólica temprana es encontrada
mezclándose libremente con, y modificando otras formas de la fe. Nosotros
nos sentimos seguros que los Bogomilianos de los estados Balcánicos jugaron
un importante papel en engendrar este gran movimiento religioso”. (La Llave
de la Verdad, cxcvi).

Libros para consulta:

George P. Fisher (Congregacionalista), A History of the Christian Church, p. 142.


John C. I. Gieseler. A Compendium of Eclesiastical History, II. 208-212; III 494-500.
Gibbon. Decline and Fall of the Roman Empire. Edition of Bury.
F. C. Conybeare. Rituale Armenorum.
F. C. Conybeare. La Llave de la Verdad.
John L. von Mosheim. Institutes of Eclesiastical History. II. 101-105, 135, 136, 201-
205.
Augustus Neander. A general History of the Christian Religion and Church. V.
337-370.

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