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"Tres Ensayos para Una Teoría Sexual" (1905)

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“Tres ensayos para una teoría sexual” (1905)

Primer ensayo: “Las aberraciones sexuales”

1- ¿Cómo define Freud al objeto sexual y al fin sexual?

La persona hacia la cual parte la atracción sexual, se denomina objeto sexual, y el acto o
acción hacia el cual impulsa la pulsión constituye el fin sexual.
Aquí Freud todavía ubica como persona al objeto.

2- ¿Por qué Freud no concuerda con la definición “la inversión es una congénita
degeneración nerviosa”? ¿Qué relación existe entre los invertidos y los neuróticos con
respecto a la elección de objeto?

Freud no concuerda con la primera apreciación de la inversión. Para él, esta caracterización
contiene dos notas que deben ser juzgadas independientemente: el carácter innato y la
degeneración.
Freud dice que la degeneración está expuesta a las objeciones que se levan, en general, contra
el uso indiscriminado de esa palabra. Se ha hecho costumbre imputar a la degeneración todo
tipo de manifestación patológica que no sea de origen estrictamente traumático o infeccioso.
Una clasificación de la época hace que ni siquiera una actividad nerviosa de óptima
conformación general quede necesariamente excluida de la aplicación del concepto.
Entonces, cabe preguntarse, según Freud, qué utilidad y qué nuevo contenido poseen en
general el juicio “degeneración”. Él dice que es más adecuado hablar de degeneración sólo
cuando:
a) coincidan varias desviaciones graves respecto a la norma
b) la capacidad de rendimiento y de supervivencia aparezcan gravemente deterioradas.

Varios hechos hacen ver, entonces, que los invertidos no son degenerados en este sentido
legítimo del término:

1) Se halla la inversión en personas que no presentan ninguna otra desviación grave


respecto a la norma, de decir, que no presentan graves anormalidades.

2) Se halla en personas cuya capacidad de rendimiento no sólo está deteriorada, sino que
poseen un desarrollo intelectual y una cultura ética particularmente elevados.

3) Si se prescinde de los pacientes que se presentan en la experiencia médica y se


procura abarcar un círculo más basto, en dos direcciones se tropieza con hechos que prohíben
concebir a la inversión como signo degenerativo:
a) es necesario considerar que en pueblo antiguos, en el apogeo de su cultura, la
inversión fue un fenómeno frecuente, casi una institución a la que se confiaban importantes
funciones;
b) la inversión se halla extraordinariamente difundida en muchos pueblos salvajes y
primitivos, mientras que el concepto de degeneración suele circunscribirse a la alta
civilización.

Al tomar el carácter congénito, Freud prefiere llamarla innatismo. Este carácter se ha


aseverado únicamente respecto a los invertidos absolutos; la clase más extrema y por cierto
sobre la base de la afirmación de estas personas en el sentido de que e ningún momento de su
vida se presentó en ellas otra orientación de la pulsión sexual. La existencia de las otras dos
clases de inversión, los invertidos anfígenos y los ocasionales, es difícilmente compatible con
la concepción de un carácter innato. Por eso los que sostienen está opinión se inclinan a
separar el grupo de los invertidos absolutos de todos los demás, lo que trae por consecuencia
la renuncia a una concepción universalmente válida de la inversión. De acuerdo con ello, en
una serie de casos esta poseería carácter innato; en otros, podría haber nacido de otra manera.

Opuesta a esta concepción es la que afirma que la inversión es un carácter adquirido de la


pulsión sexual. Se apoya en las siguientes consideraciones:

1) En muchos invertidos (aún absolutos) puede rastrearse una impresión sexual que los
afectó en una época temprana de su vida y cuya secuela duradera fue la inclinación
homosexual.
2) En muchos otros es posible indicar las influencias externas favorecedoras e
inhibidoras que llevaron, en época más temprana o más tardía, a la fijación de la inversión
(trato exclusivo con el mismo sexo, camaradería en la guerra, detención en prisiones, los
peligros del comercio heterosexual, el celibato, la insuficiencia sexual, etc.).
3) La inversión puede eliminarse por vía de sugestión hipnótica, lo cual sería asombroso
si se tratara de un carácter innato.
Entonces puede ponerse en entredicho la existencia de una inversión innata. No obstante, la
certeza que parece haberse adquirido cesa por esta observación en contrario: se demuestra
que muchas personas están sometidas a esas mismas influencias sexuales (aun en la temprana
juventud: seducción, onanismo mutuo) si por ellos convertirse en invertidas o permanecer
duramente tales. Así, Freud se ve llevado a la conjetura de que la alternativa innato-adquirido
es incompleta, o no abarca todas las situaciones que la inversión plantea.
La hipótesis de que la inversión es innata no explica su naturaleza, como no lo explica la
hipótesis de que es adquirida. En el primer caso, es preciso puntualizar, qué es en ella lo
innato; de lo contrario se caería en la explicación mas burda, a saber, que una persona trae
consigo, innato, el enlace de la pulsión sexual con un objeto sexual determinado. En el otro
caso, cabe preguntar si las múltiples influencias accidentales alcanzan para explicar la
adquisición sin la necesaria solicitación de algo que existiría en el individuo. Según las
investigaciones, no es lícito negar este último factor.

Relación entre neuróticos e invertidos:


La teoría del hermafroditismo psíquico presupone que el objeto sexual de los invertidos es el
contrario al normal. El hombre invertido sucumbiría, como la mujer, al encanto que dimana
de las propiedades del cuerpo y de las almas viriles; se sentiría a sí mismo como mujer y
buscaría al hombre.
Pero si bien esto se aplica a toda una serie de invertidos, se encuentra muy lejos de denotar un
carácter universal de la inversión. No cabe ninguna duda de que una gran parte de los
invertidos masculinos han conservado el carácter psíquico de la virilidad, presentan
relativamente escasos caracteres secundarios del otro sexo y en verdad buscan en su objeto
sexual rasgos psíquicos femeninos. De otro modo sería incomprensible el hecho de que la
prostitución masculina, que, como en la Antigüedad se ofrece a los invertidos, copie a las
mujer en todas las exteriorizaciones del vestido y el porte; de no ser así; en efecto, semejante
imitación ofendería el ideal de los invertidos. Entre los griegos, donde los hombre más viriles
se contaban entre invertidos, es claro que lo que despertaba el amor del hombre por el efebo
no era su carácter masculino, sino su semejanza física a la mujer, así como sus propiedades
anímicas femeninas: pusilanimidad, timidez, necesidad de enseñanza y de ayuda. Tan pronto
como el efebo se hacía hombre, dejaba de ser un objeto sexual para el hombre y tal vez él
mismo se convertía en amante de los efebos. Por tanto, en este caso como en muchos otros, el
objeto sexual no es lo igual en cuanto al sexo, sino que reúne los caracteres de ambos sexos,
la transacción entre dos deseos orientados hacia cada uno de los dos sexos.
Bajo gran cantidad de condiciones, y en un número sorprendentemente elevado de
individuos, la clase y el valor del objeto sexual pasan a un segundo plano. Alguna otra cosa
es lo esencial y los constantes en la pulsión sexual.
Freud dice que todos los individuos son capaces de una elección homosexual de objeto y que
esto lo han llevado a cabo en sus inconscientes. La falta de toda relación de dependencia entre
el sexo del individuo y su elección de objeto, y la posibilidad de orientar indiferentemente
esta última hacia objetos masculinos o femeninos, parecen constituir la actitud primaria y
original, a partir de la cual se desarrolla luego el tipo sexual normal o el invertido, por la
acción de determinadas restricciones y según el sentido de las mismas.

3- Explique la expresión “¡la pulsión no tiene objeto!”.

La expresión “¡la pulsión no tiene objeto!” se refiere a que Freud dice que la experiencia
recogida con los casos considerados anormales enseña que entre la pulsión sexual y el objeto
sexual no hay sino una soldadura. Esto lo lleva a ver que en el caso considerado normal,
donde pareciera que la pulsión trae consigo al objeto Freud dice que se debe “aflojar” estos
lazos entre pulsión y objeto. La pulsión sexual es al comienzo independiente de su objeto, y
tampoco debe su origen a los encantos de este.

4- ¿A qué considera fin sexual normal? ¿Cuáles son los tres fines preliminares que
comparten los perversos y neuróticos y a partir de qué se los puede diferenciar?

Se considera fin sexual normal a la conjunción de los genitales en el acto llamado coito, que
conduce a la solución de la tensión sexual y la extinción temporal de la pulsión, esta nunca se
extingue definitivamente.
Los tres fines preliminares son ciertas relaciones intermediarias, existentes en el camino que
conduce al coito, con el objeto sexual. Estos fines los comparten perversos y neuróticos y
son:
- contemplación​: la impresión visual es el camino por el que mas frecuentemente es
despertada la excitación libidinosa.
- tocamiento​: es el hecho de tocar o ser tocado.
- sadomasoquismo​: es la tendencia a causar dolor al objeto sexual o ser maltratado por
el. Es la más frecuente e importante de las perversiones. El concepto de sadismo comprende
una posición activa y dominadora con respecto al objeto sexual. El concepto de masoquismo
reúne todas las actitudes pasivas con respecto a la vida erótica y al objeto sexual, no es otra
cosa que la continuación del sadismo, dirigida contra el propio yo, que se coloca ahora en el
puesto del anterior objeto sexual.
La diferencia que existe entre perversos y neuróticos es que para los primeros, no alcanzan el
fin sexual normal, las metas sexuales preliminares, consideradas como estadios intermedios
en el camino que llevan al coito, y que aumentan la exitación que debe mantenerse para llegar
a ese fin normal, son para los perversos, definitivas. Una vez que han llegado a ellas, se
detienen y no siguen el camino. Para ellos las metas preliminares son el fin sexual en sí
mismo. Estas relaciones intermedias en el caso de los neuróticos son rápidamente
reconocidas en el camino hacia el fin sexual definitivo.

Freud dice que se habla también de perversión cuando:


a) existe una trasgresión anatómica de los dominios corporales destinados a la unión
sexual donde no son los genitales lo que se utilizan • sobreestimación del objeto sexual
• uso sexual del orificio anal
• sustituto inapropiado del objeto sexual

b) existe una detención en fines sexuales intermedios y estos pasan a constituir, en lugar
del coito, el fin sexual en sí mismo.
Freud dice que la perversión reside en esas dos características, ya que el perverso, al igual
que los neuróticos, utilizan las mismas acciones u objetos, relacionados o inapropiados para
producir excitación, y la diferencia reside en que el neurótico llega a través de estadios
intermedios, al fin sexual “normal”, el coito, mientras que los otros se quedan en ellos.
Lo que evita que neuróticos queden detenidos, como lo hacen los perversos, en fines sexuales
intermedios, son los denominados “diques”.
• el pudor para la contemplación o miramiento
• la repugnancia al tocamiento
• el dolor para el sadomasoquismo (físico y psíquico)

Estos diques presentes en todos los neuróticos no existen en los perversos.

5- ¿Por qué Freud dice que los síntomas neuróticos son un sustituto de tendencias que
toman su fuerza de fuentes de pulsión sexual?
Freud dice que todas las psiconeurosis descansan en fuerzas pulsionales de carácter sexual.
Con ello no quiere decir que la energía de la pulsión sexual preste una mera contribución a
las fuerzas que sustentan a los fenómenos patológicos (síntomas) sino aseverar expresamente
que esa participación es la única fuente energética constante en las neurosis, y la más
importante, de suerte que la vida sexual de las personas afectadas se exterioriza de manera
exclusiva, o predominantemente, s sólo parcial, en estos síntomas. Los síntomas son la
práctica sexual de los enfermos. Los síntomas neuróticos se basan, por una parte, en la
experiencia de las pulsiones libidinales y, por otro, en el velo del Yo, en la reacción contra
ellas.
Los síntomas son un sustituto de aspiraciones que toman su fuerza en la fuente de la pulsión
sexual. Armoniza plenamente con ello lo que sabe sobre el carácter de los histéricos (tomados
como modelo de todos los psiconeuroticos) antes de contraer su enfermedad, y sobre las
ocasiones de esta última. El carácter histérico permite individualizar una cuota de represión
sexual que rebasa con mucho la medida normal; un aumento de las resistencias a la pulsión
sexual, resistencias que se conocen como vergüenza, asco y moral; una especie de huida
instintiva frente a todo examen intelectual del problema sexual, que en los casos más
acusados tiene por consecuencia mantener una total ignorancia sexual aun después de
alcanzada la madurez genésica.
Entonces, para Freud los síntomas son la sustitución o trascripción de una serie de procesos,
tendencias y deseos anímicos afectivos, a los que un particular proceso psíquico (la represión)
les ha impedido una salida normal por medio de la actividad anímica conciente, estos
complejos psíquicos retenidos en el inconsciente tienden a una exteriorización, a una
descarga, y esta la encuentran en los síntomas; es decir, en fenómenos o inervaciones
somáticas.
En síntesis, los síntomas neuróticos serían representantes de tendencias que toman su fuerza
en pulsiones sexuales, que aparecen cuando los deseos son reprimidos y esa tendencia
alcanza una salida por medio del síntoma.

6- Explique la expresión: “la neurosis es el reverso de la perversión”.


En las neurosis, los síntomas en modo alguno nacen únicamente a expensas de la pulsión
llamada “normal” (no, al menos, de manera exclusiva o predominante), sino que constituyen
la expresión convertida de pulsiones que se designarían “perversas” si pudieran exteriorizarse
directamente, sin desviación por la conciencia, en designios de fantasías y acciones. Los
síntomas se originan por lo tanto a costa de la sexualidad anormal.
Por loa tanto, la diferencia que existe entre la neurosis y la perversión, y que determina su
oposición, es que en la neurosis aquellas pulsiones perversas son exteriorizadas sólo en
fantasías o síntomas, mientras que en los perversos las satisfacen directamente. Los
neuróticos “fantasean y reprimen”, mientras que los perversos “actúan”.

7- Explique con sus palabras el lugar que Freud da a la sexualidad en su teoría. ¿Por qué
no coincide con las concepciones populares o biológicas de la época?
Freud da un papel fundamental a la sexualidad en el desarrollo del individuo porque según
los posibles camino que esta tome, determinará la estructura psíquica del mismo. Freud
insistía en considerar a los traumas psíquicos que causaban síntomas histéricos o diversas
enfermedades, relacionados con la sexualidad. En sus “Tres Ensayos sobre una Teoría
Sexual” separa la sexualidad de su relación inmediata con la genitalidad, ya la incluye desde
estadios infantiles del desarrollo y despega el concepto de instinto (donde el objeto y la meta
vendrían prefijadas por la naturaleza) de pulsión (donde el objeto y la meta sexual se
constituye a partir de un desarrollo libidinal particular). Freud también da una teoría racional
para entender las perversiones.
Estos postulados provocaron rechazo en toda la sociedad de su época.
Las concepciones de la biología atribuían a la pulsión sexual las necesidades sexuales del
hombre y del animal, al instinto de reproducción.
Las concepciones populares decían saber mucho sobre sexualidad. Declaraban que no existía
pulsión sexual alguna en la infancia y que la sexualidad se constituía en un proceso de
maduración que se daba recién en la pubertad, y de allí que la pulsión sexual se exteriorizaba
en fenómenos de irresistible atracción de un sexo sobre otro. El fin de esta pulsión estaba
constituido, según esta concepción, por la cópula o, por lo menos, por los actos que a ella
conducen. Freud propone los conceptos de objeto y fin sexual, y ve que en las múltiples
desviaciones que pueden existir en ellos, ignoradas por la concepción popular, los elementos
que llevan a estas a cometer errores relativos a la consideración de la los traumas psíquicos
que causaban síntomas histéricos o diversas enfermedades, relacionados con la sexualidad.
En sus “Tres Ensayos sobre una Teoría Sexual” separa la sexualidad de su relación inmediata
con la genitalidad, ya la incluye desde estadios infantiles del desarrollo y despega el concepto
de instinto (donde el objeto y la meta vendrían prefijadas por la naturaleza) de pulsión (donde
el objeto y la meta sexual se constituye a partir de un desarrollo libidinal particular). Freud
también da una teoría racional para entender las perversiones.
Estos postulados provocaron rechazo en toda la sociedad de su época.
Las concepciones de la biología atribuían a la pulsión sexual las necesidades sexuales del
hombre y del animal, al instinto de reproducción.
Las concepciones populares decían saber mucho sobre sexualidad. Declaraban que no existía
pulsión sexual alguna en la infancia y que la sexualidad se constituía en un proceso de
maduración que se daba recién en la pubertad, y de allí que la pulsión sexual se exteriorizaba
en fenómenos de irresistible atracción de un sexo sobre otro. El fin de esta pulsión estaba
constituido, según esta concepción, por la cópula o, por lo menos, por los actos que a ella
conducen. Freud propone los conceptos de objeto y fin sexual, y ve que en las múltiples
desviaciones que pueden existir en ellos, ignoradas por la concepción popular, los elementos
que llevan a estas a cometer errores relativos a la consideración de la sexualidad.
Lo trataban a Freud de pansexualista, es decir, que sus teoría iban contra los valores. Su
exploración científica fue considerada como una morbosidad sexópata. Sus Tres Ensayos
provocaron fue tomado primeramente como un “ataque contra la dignidad del hombre”,
contra un atentado contra la inocencia infantil, y muchas otras clases de agravios, que luego,
ya en 1924, cuando Freud publica “Las resistencias contra el Psicoanálisis”, son descriptas
como fueron vividas por él.
Muchos acusaban al Psicoanálisis de relacionar absolutamente todo con lo relativo a la
sexualidad, y en cierto modo puede ser cierto, siempre que se considere a la sexualidad en un
amplio sentido.
En 1925, Freud habló de la extensión del concepto de sexualidad. Dicha extensión fue doble.
En primer lugar se separa de su conexión inmediata con lo genital, y se lo considera una
función más amplia cuya meta es el placer, y que sólo secundariamente serían los fines de
reproducción. En segundo lugar, los impulsos sexuales incluirían todos aquellos impulsos
meramente afectivos y cariñosos a los que se les aplica el término “amor”.

Segundo ensayo: “La sexualidad infantil”


1- ¿Qué postula la opinión popular acerca de la sexualidad en la infancia? ¿Cómo explica
Freud la razón de esa opinión?
Forma parte de la opinión popular acerca de la pulsión sexual la afirmación de que ella falta
en la infancia y sólo despierta en el período de la pubertad. Freud dice que no es este un error
cualquiera: tiene graves consecuencias, pues el principal culpable de la presente ignorancia
acerca de las bases de la vida sexual.
Un hecho notable es que los autores que se han ocupado de la investigación y explicación de
la sexualidad le han dedicado más atención, a la vida de los antepasados que a la época
infantil del sujeto, reconociendo más influencias a la herencia que a la niñez. Freud reconoce
que en la literatura existen observaciones referentes a prematuras actividades sexuales
infantiles, erecciones, masturbación o incluso actos análogos al coito, pero siempre como
sucesos excepcionales y curiosos o como ejemplos de una temprana corrupción. Freud dice
que no existe ningún autor que haya reconocido con claridad que la existencia de una pulsión
sexual en la infancia posee carácter de ley. Y en los numerosos escritos acerca del desarrollo
del niño, casi siempre se omite tratar el desarrollo sexual.

2- ¿Cuál es la esencia de la amnesia infantil? ¿Qué son los diques anímicos? Explique.
Freud encuentra la razón por la cual la sociedad de su época desconoce la sexualidad en la
infancia, en dos hechos: a) en los reparos convencionales de los autores a consecuencia de su
propia educación, b) y en un fenómeno psíquico que denomina “amnesia infantil”.
Freud alude la amnesia infantil en la mayoría de los seres humanos, no en todos, y dice que
ésta cubre los primeros años de la infancia, hasta el sexto o el octavo año de vida. De esos
años no conservamos en la memoria sino unos jirones incomprensibles. De todos modos,
Freud supone que esas impresiones de la época olvidada dejaron, no obstante, las más
profunda huellas en nuestra vida anímica y pasaron a ser determinantes para todo nuestro
desarrollo posterior.
La existencia de la amnesia infantil proporciona un punto de comparación entre el estado
anímico del niño y del psiconeurótico. Sin la amnesia infantil no habría amnesia histérica.
Para Freud, la amnesia infantil, que convierte la infancia de cada individuo en un tiempo
anterior, por así decir prehistórico, y le oculta los comienzos de su propia vida sexual, es la
culpable de que no se haya otorgado valor al periodo infantil en el desarrollo de la vida
sexual. Entonces, la esencia de la amnesia infantil es el ocultamiento de la sexualidad infantil.
Freud dice que durante el período de latencia total o meramente parcial, se edifican los
poderes anímicos que más tarde se presentarán como inhibiciones en el camino de la pulsión
sexual y angostarán su curso a la manera de unos diques (el asco, el sentimiento de
vergüenza, los reclamos ideales en lo estético y en lo moral). En el niño civilizado se tiene la
impresión de el establecimiento de esos diques es obra de la educación, y sin duda alguna ella
contribuye en mucho. Pero en realidad este desarrollo es de condicionamiento orgánico,
fijado hereditariamente, y llegado el caso puede producirse si ninguna ayuda de la educación.
Los diques anímicos son formaciones reactivas, fuerzas opuestas a la corriente de la
sexualidad que dan como resultado la represión, y refuerzan la amnesia infantil. Estos diques
se ejecuta probablemente a expensas de las mociones sexuales infantiles mismas, cuyo aflujo
no ah cesado, pues, ni siquiera en este período de latencia, pero cuya energía es desviada del
uso sexual y aplicada a otros fines. Mediante esta desviación de las fuerzas pulsionales
sexuales de sus metas, y su orientación hacia metas nuevas (sublimación), se adquieren
poderosos componentes para todos los logros culturales. Un proceso igual tiene lugar en el
desarrollo del individuo, cuyo comienzo se sitúa en el período de latencia sexual de la
infancia.
Entonces, las mociones sexuales de estos años infantiles serían, por una parte, inaplicables,
pues las funciones de reproducción están diferidas, lo cual constituye el carácter principal del
período de latencia, por otra parte, serían en sí perversas, esto es, partirían de zonas erógenas,
y se sustentarían en pulsiones que dada la dirección del desarrollo del individuo sólo
provocarían sensaciones de displacer. Por eso suscitan fuerzas anímicas contrarias (mociones
reactivas) que construyen, para la eficaz sofocación de ese displacer, los mencionados diques
psíquicos: asco, vergüenza y moral.

3- Características de las exteriorizaciones de la sexualidad infantil:

a) Enumere las características generales de estas.


1- Freud toma como modelo de las exteriorizaciones sexuales infantiles el “chupeteo” (el
mamar con fruición). El chupeteo consiste en un contacto succionador rítmicamente repetido
y verificado con los labios. La primera actividad del niño y la de mayor importancia vital
para él, la succión del pecho de la madre, le ha hecho conocer apenas nacido, este placer. Al
comienzo, la satisfacción de la zona erógena aparece asociada con el hambre, pero luego se
hace independiente de ella.
2- Una “pulsión de prensión” que emerge al mismo tiempo suele manifestarse mediante un
simultaneo tironeo rítmico del lóbulo de la oreja y el apoderamiento de una parte de otra
persona (casi siempre de su oreja) con el mismo fin (tener placer).
3- El carácter más llamativo de esta práctica sexual, es el hecho de que la pulsión no está
dirigida a otra persona; se satisface en el cuerpo propio, es “autoerótica”.
4- En el chupeteo o el mamar con fruición se observan los tres caracteres esenciales de una
exteriorización sexual infantil. Esta nace “apuntalándose” en una de las funciones corporales
importantes para la vida; todavía no como un objeto sexual, pues es autoerótica, y su meta
sexual se encuentra bajo el imperio de una zona erógena. Estos caracteres son válidos para la
mayoría de las otras prácticas de la pulsión sexual infantil.
b) Sintetice las características más importantes de la fase oral y explique el modelo del
chupeteo como vivencia de satisfacción.
El chupeteo, que aparece ya en el lactante y puede conservarse hasta la madurez o persistir
toda la vida, consiste en un contacto de succión con la boca (los labios), repetido
rítmicamente, que no tiene por fin la nutrición. Una parte de los propios labios, la lengua, un
lugar de la piel que esté al alcance (aun el dedo gordo del pie), son tomados como objeto
sobre el cual se ejecuta la acción de mamar. La acción de mamar con fruición cautiva por
entero la atención y lleva al adormecimiento o incluso a una reacción motriz en una suerte de
orgasmo. No es raro que el mamar con fruición se conviene con el frotamiento de ciertos
lugares sensibles del cuerpo, el pecho, los genitales externos. Por esta vía, muchos niños
pasan del chupeteo a la masturbación.
En la crianza, el chupeteo es equiparado a menudo a las otras “malas costumbres” sexuales
del niño. Muchos pediatras y neurólogos han objetado con energía esta concepción; pero en
parte su objeción descansa, sin duda alguna, en la confusión “sexual” con “genital” .
La acción del niño chupeteador se rige por la búsqueda de un placer ya vivenciado, y ahora
recordado. Así, en el caso más simple, la satisfacción se obtiene mamando rítmicamente, un
sector de la piel o de mucosa. Es fácil colegir también las ocasiones que brindaron al niño las
primeras experiencias de ese placer que ahora aspira a renovar. Su primera actividad, la más
importante para su vida, el maxilar del pecho materno (o de sus subrogados) no pudo menos
que familiarizarlo con ese placer. Diríamos que los labios del niño se comportaron como una
zona erógena, y la estimulación por el cálido aflujo de leche fue la causa de la sensación
placentera. Al comienzo, claro está, la satisfacción de la zona erógena se asoció con la
satisfacción de la necesidad de alimentarse. El quehacer sexual se apuntala primero en una de
las funciones que sirven a la conservación de la vida, y sólo más tarde se independiza de ella.
Quien vez a un niño saciado adormecerse en el pecho materno, con sus mejillas sonrosadas y
una sonrisa beatífica, no podrá menos que decirse que este cuadro sigue siendo decisivo
también para la expresión de la satisfacción sexual en la vida posterior. La necesidad de
repetir la satisfacción sexual se divorcia entonces de la necesidad de buscar alimento, un
divorcio que se vuelve inevitable cuando aparecen los dientes y la alimentación ya no se
cumple más exclusivamente mamando, sino también masticando. El niño no se sirve de un
objeto ajeno para mamar; prefiere una parte de su propia piel porque le resulta más cómodo,
porque así se independiza del mundo exterior al que no puede aún dominar, y porque se esta
manera se procura, por así decir, una segunda zona erógena, si bien de menor valor. El menor
valor de este segundo lugar lo llevará mas tarde a buscar en otra persona la parte
correspondiente, los labios.

No todos los niños chupetean. Cabe suponer que llegan a hacerlo aquellos en quienes está
constitucionalmente reforzado el valor erógeno de la zona de los labios. Si este persiste, tales
niños, llegados a adultos, serán grandes gustadores del beso, se inclinarán a besos perversos
o, si son hombres, tendrán una potente motivación intrínseca para beber y fumar. Pero si
sobreviene la represión, sentirán asco frente a la comida y producirán vómitos histéricos.
Siendo la zona labial un campo de acción recíproca, la represión invadirá la pulsión de
nutrición. Muchas de las pacientes con trastornos alimentarios, estrangulamiento de la
garganta y vómitos, fueron en sus años infantiles enérgicas chupeteadoras.

c) Sintetice las características más importantes de la fase anal y explique los diferentes
significados que tienen las heces.
La zona anal, a semejanza de la zona de los labios, es apta por su posición para proporcionar
un apuntalamiento de la sexualidad en otras funciones corporales. Debe admitirse que el valor
erógeno de este sector del cuerpo es originariamente muy grande. Por el psicoanálisis se ve,
no sin asombro, las trasmudaciones que experimentan normalmente las excitaciones sexuales
que parten de él, y cuán a menudo conserva durante toda la vida una considerable
participación en la excitabilidad genital. Los trastornos intestinales tan frecuentes en la
infancia se ocupan de que no falten excitaciones intensas en esta zona. Los catarros
intestinales en la más tierna edad tornan “nervioso” al niño, como suele decirse; si más tarde
este contrae una neurosis, cobran una influencia determinante sobre su expresión sintomática
y ponen a su disposición toda la suma de trastornos intestinales. Y con referencia el valor
erógeno del tracto anal (valor que se conserva, si no como tal, al menos en su
transmudación), no puede tomarse a risa la influencia de las hemorroides, a las que la vieja
medicina concedía tanto peso para la explicación de los estados neuróticos.
Los niños que sacan partido de la estimulabilidad erógena de la zona anal se delatan por el
hecho de que retienen las heces hasta que la acumulación de estas provoca fuertes
contracciones musculares y, al pasar por el ano, pueden ejercer un poderoso estímulo sobre la
mucosa. De esta manera tienen que producirse sensaciones voluptuosas junto a las dolorosas.
Uno de los mejores signos anticipatorios de rareza o nerviosidad posteriores es que un
lactante se rehúse obstinadamente a vaciar el intestino cuando lo ponen en la bacinilla, vale
decir, cuando la persona encargada de su crianza lo desea, reservándose esta función para
cuando lo desea él mismo. Lo que le interesa, desde luego, no es ensuciar su cuna; sólo
procura que no se le escape la ganancia colateral de placer que puede conseguir con la
defecación.

El contenido de los intestinos, que, en calidad de cuerpo estimulador, se comporta respecto de


una mucosa sexualmente sensible como el precursor de otro órgano destinado a entrar en
acción sólo después de la fase de la infancia, tiene para el lactante todavía otros importantes
significados:
1- lo trata como a una parte de su propio cuerpo
2- representa el primer “regalo” por medio del cual el pequeño ser puede expresar su
obediencia hacia el medio circundante exteriorizándolo, y su desafío, rehusándolo
3- a partir de este significado de “regalo”, más tarde cobra el de “hijo”, el cual, según
una de las teorías sexuales infantiles, se adquiere por la comida y es dado a luz por el
intestino.

La retención de las heces, que al comienzo se practica deliberadamente para aprovechar su


estimulación masturbadota, por así decir, de la zona anal o para emplearla en la relación con
las personas que cuidan al niño, es por otra parte una de las raíces del estreñimiento tan
frecuente en los neurópatas. La significación íntegra de la zona anal se refleja, además, en el
hecho de que se encuentran muy pocos neuróticos que no tengan sus usos excrementicios
particulares, sus ceremonias y acciones similares, que mantienen en escrupuloso secreto.
En niños mayores no es nada rara una genuina estimulación masturbatoria de la zona anal con
ayuda del dedo y provocada por una picazón de condicionamiento central o sostenido
periféricamente.

d) Enumere las teorías sexuales infantiles.

El enigma de la Esfinge​: Para los niños la amenaza que significa la amenaza de un nuevo
niño, y el miedo a que este acontecimiento lo prive de cuidados y amor, lo vuelven reflexivo
y penetrante.

Teorías del Nacimiento​: El principal interés de los niños reside en la pregunta ¿de donde
vienen los niños? En cuanto a la investigación correspondiente a los primero años de la
infancia, los niños piensan que los hijos se conciben por haber comido algo determinado y se
los da a luz por el intestino y el ano, como a la materia fecal.

Premisa universal del falo​: consiste en la adjudicación que hace el niño a los objetos
animados o inanimados de la existencia de un objeto análogo al suyo propio. Se piensa en la
existencia de un solo órgano sexual, el falo. Trae, más tarde, como consecuencia el temor a la
castración en los niños o la envidia fálica en las niñas.

e) Sintetice las características más importantes de la fase fálica.

Entre la zona erógena del cuerpo infantil se encuentra una que no desempeña, por cierto, el
papel principal ni puede ser la portadora de las mociones sexuales más antiguas, pero que está
destinada a grandes cosas en el futuro. Tanto en los varones como en las niñas se relaciona
con la micción (glande, clítoris) y en los primeros está dentro de un saco de mucosa, de
manera que no puede faltarle estimulación por secreciones, que desde temprano son capaces
de encender la exitación sexual. Las actividades sexuales de esta zona erógena, que
corresponde a las partes sexuales reales, son sin duda el comienzo de la posterior vida sexual
“normal”.
Por su situación anatómica, por el sobreaflujo de secreciones, por los lavados y frotaciones
del cuidado corporal y por ciertas excitaciones accidentales (como las migraciones lombrices
intestinales en las niñas), es inevitable que la sensación placentera que estas partes del cuerpo
son capaces de proporcionar se haga notar al niño ya en su período de lactancia,
despertándose una necesidad de repetirla. Si se considera la suma de estas circunstancias y se
repara en que las medidas adoptadas para mantener la limpieza difícilmente tendrán efecto
diversos de los producidos por su ensuciamiento, se vuelve poco menos que forzoso concluir
que mediante el onanismo del lactante, al que casi ningún individuo escapa, se establece el
futuro primado de esta zona erógena para la actividad sexual. La acción que elimina el
estímulo y desencadena la satisfacción consiste en un contacto de frotación con la mano o en
una presión, sin duda prefigurada como un reflejo, ejercida por la mano o apretando los
músculos. Esta última operación es con mucho la más frecuente en la niña. En el caso del
varón, la preferencia por la mano señala ya la importante contribución que la pulsión se
apoderamiento está destinada a prestar a la actividad sexual masculina.

Freud distingue tres fases de la masturbación infantil, la primera pertenece a la edad de la


lactancia, la segunda a la época de florecimiento de la actividad sexual hacia el cuarto año de
vida, y solamente la tercera corresponde a la masturbación de la pubertad.

Tercer ensayo: “La metamorfosis de la Pubertad”

1- Puntualice cuales son los cambios que Freud postula en la pubertad, coincidente con la
etapa genital.

Con el advenimiento de la pubertad se introducen los cambios que llevan la vida sexual
infantil a su conformación normal definitiva.
a) Con relación a la pulsión sexual: Hasta ese momento actuaba partiendo de pulsiones y
zonas erógenas singulares (parciales) que, independientemente una de otras, buscaban un
cierto placer en calidad de única meta.
b) A la meta: Ahora es dada una nueva y única meta o fin sexual, para alcanzarla todas
las pulsiones parciales cooperan, y, al mismo tiempo, todas las zonas erógenas se subordinan
al primado de la zona genital.
La nueva meta sexual asigna funciones diferentes a los dos sexos. En esta nueva meta, la
pulsión se pone al servicio de una función: la reproducción.
c) Al objeto: La pulsión sexual, que hasta ese momento era predominantemente
autoerótica, ahora halla el objeto sexual.

2- En el placer sexual ¿Cómo se condice tensión displacentera y sentimientos de placer?


Explique placer previo y placer máximo.
El estado de excitación sexual presenta el carácter de una tensión. El sentimiento de tensión
conlleva al carácter del displacer, opera pulsionalmente, lo cual es por completo extraño a la
naturaleza del placer sentido. La tensión del estado de excitación sexual se computa entre los
sentimientos de displacer y se tropieza con el hecho de que es experimentada
inequívocamente como placentera. Siempre la tensión producida por los procesos sexuales va
acompañada de placer, aun en las alteraciones preparatorias de los genitales puede
reconocerse un fuerte sentimiento de satisfacción.

Sobre las zonas erógenas recae un importante papel en la introducción de la excitación


sexual. Cuando se produce la excitación en las zonas erógenas se conecta por un lado, un
placer, y por el otro, aumentar el estado de excitación sexual, o provocarlo cuando todavía
falta.
Es decir, que por un lado se da la excitación de una o más zonas erógenas, y a su vez, la
tensión sexual aumenta y se convierte en el más nítido displacer sino se le permite procurarse
un placer ulterior.

Placer previo​: este placer es el producido por las zonas erógenas, que brindan mediante una
adecuada estimulación un cierto monto de placer, que hace que se incremente la tensión.
Placer máximo​: es diferente del placer anterior, tiene una gran intensidad y es provocado
enteramente por la descarga, es un placer de satisfacción y con él se elimina temporalmente la
tensión de la libido; es el vaciamiento de la sustancia sexual.

Las zonas erógenas posibilitan por medio del placer previo la producción del placer de
satisfacción mayor.

3- ¿Qué nos dice Freud con relación al papel que juega la bisexualidad en la sexualidad del
hombre?
Sólo con la pubertad se establece la separación tajante entre el carácter masculino y el
femenino, una oposición que después influye de manera más decisiva que cualquier otra
sobre la trama vital de los seres humanos. La activación autoerótica de las zonas erógenas es
la misma en ambos sexos, y esta similitud suprime en la niñez la posibilidad de una quizá
justo en la época en que el niño pudo formarse la representación global de la persona a quien
pertenecía el órgano que le dispensaba satisfacción. Después la pulsión sexual pasa a ser,
regularmente, autoerótica, y sólo luego de superado el período de latencia se restablece la
relación originaria. No sin buen fundamento el hecho de mamar el niño del pecho de su
madre se vuelve paradigmático para todo vínculo de amor. El hallazgo (encuentro) de objeto
es propiamente un reencuentro.

5- ¿Qué papel juega la barrera del incesto?

Cuando la ternura que los padres vuelcan sobre el niño ah evitado despertarle la pulsión
sexual prematuramente (antes que estén dadas las condiciones corporales propias de la
pubertad) y despertársela con fuerza tal que la excitación anímica se abra paso de manera
inequívoca hasta el sistema genital, aquella pulsión puede cumplir su cometido: conducir a
este niño, llegado a la madurez, hasta la elección del objeto sexual. Lo más inmediato para el
niño sería escoger como objetos sexuales justamente a las personas a quienes desde su
infancia ama, por así decir, con una libido amortiguada. Pero, en virtud del diferimiento de la
maduración sexual, se ha ganado tiempo para erigir, junto a otras inhibiciones sexuales, la
barrera del incesto, y para implantar en él los preceptos morales que excluyen expresamente
de la elección de objeto, por su calidad de parientes consanguíneos, a las personas amadas de
la niñez. El respeto de esta barrera es sobre todo una exigencia cultural de la sociedad tiene
que impedir que la familia absorba sus intereses que le hacen falta para establecer unidades
sociales superiores, echa mano a todos los recursos para aflojar los lazos que mantienen con
su familia, los únicos decisivos en la infancia.
Pero ni siquiera quien ha evitado la fijación incestuosa de su libido deja de estar influenciado.
El hecho de que el primero o el primer enamoramiento serio del joven se dirija a una mujer
madura y la muchacha a un hombre mayor, dotado de autoridad, es un claro eco de esta fase
del desarrollo. Estos acontecimientos pueden revivir, en efecto, la imagen de la madre o el
padre.

6- En que esfera nos dice Freud que se consuma la primera elección del objeto? Y ¿Qué surge
a raíz de ello?
La elección de objeto se consuma primero en la esfera de la representación, de la fantasía; y
es difícil que la vida sexual del joven que madura pueda desplegarse en otro espacio de juego
que es el de las fantasías, o sea, representaciones no destinadas a ejecutarse. A raíz de estas
fantasías vuelven a emerger en todos los hombres las inclinaciones infantiles, sólo que ahora
con un refuerzo somático. Y entre estas, en primer lugar, con la frecuencia de una ley, la
moción sexual del niño hacia sus progenitores, casi siempre, ya diferenciada por la atracción
del sexo opuesto. Surgen, de las fantasías de la infancia, dos tipos de elección de objeto:
narcisista, de acuerdo al modelo de uno mismo, y por apuntalamiento, la moción sexual del
niño hacia sus progenitores, como la que mencionamos en primer termino.

7- ¿Qué papel dice Freud que ocupa el Complejo de Edipo en la sexualidad infantil y la
sexualidad del adulto?
El complejo de Edipo tiene consecuencias fundamentales para la sexualidad del niño y del
adulto. En el caso del varón su recuerdo infantil de la ternura de la madre contribuye a dirigir
su elección hacia la mujer, y al mismo tiempo, el temprano amedrentamiento sexual que
experimentó de parte de su padre y su actitud de competencia hacia él lo desvían de su propio
sexo.
Estos factores son válidos también para la mujer, cuya propia práctica sexual esta bajo la
tutela de la madre. El resultado es un vínculo con su mismo sexo, que influye decisivamente
para que la elección de objeto se haga en el sentido considerado normal.
Freud dice que el Complejo de Edipo es el complejo nuclear de la neurosis, la pieza esencial
del contenido de estas. En él culmina la sexualidad infantil, que, por sus consecuencias,
influye decisivamente en la sexualidad del adulto. A todo ser humano que nace se le plantea
la tarea de dominar el Complejo de Edipo; el que no puede resolverla, cae inmediatamente en
la neurosis. El proceso de trabajo psicoanalítico ha destacado con trazados cada vez más
nítidos esta importancia del Complejo de Edipo; su reconocimiento ah pasado a ser
“shibbólet” que separa a las partidarios del análisis de sus oponentes.

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