Rossi Meryconstructiismo PDF
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SANTIAGO
2014
ÍNDICE
RESUMEN…………………………………………………………... 5
Introducción y Antecedentes………………………………………. 6
Objetivos………………………………………………………….…. 12
Metodología…………………………………………………………. 13
Marco Teórico……………………………………………………….. 14
2
2.2 Técnicas Procedurales………………………………… 65
2.2.1 Metacomunicación………………………………… 67
2.2.2 Exploración Experiencial…………………………. 70
2.3 Intervenciones Psicoterapéuticas…………………….. 72
3
4.2.3 Variables del Paciente: Expectativas y Recursos
Personales………………………………………….. 120
4.3 Síntesis de la Propuesta………………………………… 124
4.4 Conclusiones y Discusión………………………………… 136
Bibliografía…………………………………………………………………. 141
4
RESUMEN
5
Introducción: Antecedentes y Relevancia del Problema
6
constituye como un sistema de psicoterapia que cuenta con una teoría
unificada de la personalidad y la psicopatología.
7
Posracionalismo. Su meta fue desarrollar un modelo clínico fundado en una
fisiología de la experiencia normal y de este modo aproximarse a una
comprensión en primera persona de las alteraciones psíquicas (Zagmutt, 2008)
Esta evolución teórica surge de una modificación epistemológica y
paradigmática profunda, que traerá por tanto, repercusiones en el quehacer
psicoterapéutico, impulsando al diseño de nuevas técnicas de intervención.
Estos son sólo algunos ejemplos de situaciones clínicas que motivan preguntas
como: ¿Debemos conceptualizar estos fenómenos como expresión de
resistencia del paciente? Probablemente en muchas ocasiones la respuesta
puede ser positiva; sin embargo ¿El terapeuta tiene también responsabilidad en
términos de dirigir efectivamente su accionar hacia las necesidades de la
terapia? Si la respuesta es positiva, la pregunta que emerge es ¿Qué tipo de
técnicas e intervenciones deben utilizarse en qué tipo de pacientes y en qué
momento evolutivo de la psicoterapia, para aumentar la probabilidad de éxito
del proceso?
Este trabajo tiene una relevancia teórica, pues se realizará un análisis que
contribuye al desarrollo de la Teoría Clínica Constructivista Cognitiva,
aportando a la solidez del modelo. Se delimitará un marco conceptual que
ampliará la teoría clínica actual, principalmente en el ámbito de los
fundamentos teóricos que contribuyen a la planificación del proceso
terapéutico. Posee además una relevancia práctica, pues este modelo teórico
podría ser aplicado en la planificación y aplicación de la psicoterapia
constructivista cognitiva en la práctica clínica, por lo tanto permitirá optimizar
los recursos y eventualmente aumentar la eficacia y eficiencia del modelo, lo
que podría traducirse en un beneficio para los pacientes, quienes serán
receptores de una terapia diseñada en función de su condición clínica y
recursos personales.
10
además de la teoría clínica que se desprende de cada uno de ellos. En el
segundo capítulo, se hace una sistematización de las intervenciones clínicas y
las técnicas operativas y procedurales más relevantes. En el tercer capítulo se
revisan algunos antecedentes teóricos que generan un punto de partida para
la construcción de un modelo de indicación de las técnicas e intervenciones
en psicoterapia constructivista cognitiva, tales como algunas consideraciones
psicopatológicas, hallazgos relevantes de la investigación en psicoterapia, el
modelo de la psicoterapia expresiva-de apoyo desde la teoría psicodinámica y
finalmente se exponen algunos conceptos vinculados a los fundamentos
neurobiológicos de la psicoterapia y su relación con los procesos de cambio.
En el capítulo final se realiza una propuesta teórica donde se resumen las
contribuciones de la metateoría constructivista cognitiva al ejercicio de la
psicoterapia y se genera un modelo de indicación, basado principalmente en
la condición clínica y características idiosincráticas del paciente. Se propone
de esta manera, la delimitación conceptual de un “Continuo Operativo-
Procedural”, que organiza las técnicas e intervenciones en niveles crecientes
de complejidad, generando criterios de indicación en base a consideraciones
clínicas, que permiten la flexibilidad de su aplicación. Finalmente, se exponen
algunas conclusiones y se genera una discusión con respecto a los beneficios
y limitaciones de este modelo.
11
Objetivos
Objetivo General:
Formular una propuesta teórica que permita orientar los criterios de indicación
de las técnicas operativas, procedurales e intervenciones clínicas en el ejercicio
de la Psicoterapia Constructivista Cognitiva
Objetivos Específicos
12
METODOLOGÍA
13
MARCO TEÓRICO
.1 Momento Conductual
Surge en las primeras décadas del siglo XX, producto de una profunda
revisión de los objetivos, métodos, alcances y concepciones fundamentales
de la psicología de esa época. Desde la perspectiva del conductismo, cuyo
fundador es el psicólogo norteamericano John Watson, los procesos
mentales constituyen un postulado que entorpece el avance de la
Psicología como ciencia, pues no son observables directamente a través
de la metodología empírica. Este autor utiliza como referencia los avances
obtenidos en la fisiología de la escuela rusa del siglo XIX, representada por
Pavlov y Sechenov, quienes partiendo de una concepción reflexológica
(estudio de las conductas reflejas), postulan que no todos los reflejos son
de carácter innato, sino que pueden ser “aprendidos” frente a la presencia
de nuevos estímulos en base mecanismos asociativos.
14
del aprendizaje, enfocado en cambio, en lo manifiesto, en el
comportamiento observable (Compas & Gotlib, 2002). De esta manera, la
“mente” es apartada de su campo de acción, considerándola como una
entidad no empírica y por lo tanto, que no es susceptible de investigación
científica. Considera a la conducta como el objeto de estudio de la
Psicología, que se convertirá entonces en una Ciencia de la Conducta. Por
otra parte, no reconoce línea divisoria alguna entre el ser humano y el resto
de los animales, considerando al hombre como una “totalidad animal” que
responde ante las exigencias del medio físico.
16
Bajo esta concepción, cabe destacar que el ejercicio clínico es el
despliegue de un dispositivo técnico que permite implementar una serie
de procedimientos en un paciente determinado, quien también es
concebido como un receptor pasivo frente al psicoterapeuta, que será
el representante del conocimiento, y que le ayudará a disminuir el
sufrimiento desde su experticia en la teoría psicológica.
17
De acuerdo a Yáñez (2005) esta corriente, al igual que el conductismo,
mantiene una epistemología positivista como fundamento, planteando la
existencia de una realidad independiente del sujeto y cognoscible mediante
la dotación sensorial y la razón. Sin embargo, la principal modificación con
respecto al período conductual se da a nivel paradigmático, pues se genera
una ampliación del objeto de estudio y de la metodología de conocimiento.
“El conocimiento es el resultado de fenómenos mediacionales, que son
constructos hipotéticos que dan cuenta de procesos mentales subyacentes
y que determinan la conducta final, intermediando entre el estímulo y la
respuesta, y que por sí solos son capaces de explicar el comportamiento.
El método de estudio de estos fenómenos mediacionales es la
racionalidad y la experimentación, postulando a la lógica, la deducción y la
inferencia racional como una forma válida de conocimiento científico en la
Psicología…” (Yáñez et. Al, 2001, pp. 100). En este momento, podemos
mencionar algunos autores que realizan contribuciones a una teoría de la
personalidad, la clínica y psicoterapia cognitiva, tales como Albert Ellis,
Aaron Beck, Donald Meichembaum, George Kelly, entre otros.
18
1.2.1 Teoría Clínica Cognitiva
20
comprensión idiosicrática de seres humanos, que no pueden ser
reducidos a un modelo lineal-categorial a la hora de dar cuenta de la
experiencia subjetiva, que al parecer es infinitamente compleja y tiene un
predominio de variables emocionales en su constitución, lo que impulsa
la emergencia de nuevas perspectivas.
21
en la construcción de su realidad según su estructura y organización
particular, la que depende de la interacción con un otro significativo y da
cuenta de su funcionamiento personal más que de una realidad objetiva y
externa. Este sujeto actualiza continuamente, y de manera, inconsciente,
los patrones de interacción con personas significativas que estableció
durante sus primeros años de vida. La relación del sujeto con la realidad es
a través del conocimiento de ésta y se fundamenta en estructuras
cognitivas llamadas Esquemas Cognitivos Interpersonales, que sustentan
las representaciones de sí mismo y de los otros, y se activan y actualizan
en nuestras relaciones presentes.
22
1- Comprensión Teórica: El abordaje clínico se continúa centrando,
desde el punto de vista teórico-conceptual, en los esquemas cognitivos
del paciente, sin embargo los terapeutas comienzan a hacerse cargo del
“cómo” se generan los esquemas cognitivos de sus pacientes, además
de abordar el “qué” de los mismos: El terapeuta se ve impelido no sólo a
situarse en un eje sincrónico en la relación, sino a desplazarse por la
diacronía en la interacción con su paciente, fomentando una
comprensión longitudinal y biográfica de su estado actual.
2- Rol y “persona” del terapeuta: El terapeuta deja de ser un
representante “objetivo” de la realidad consensual, pues, al igual que su
paciente es un sujeto interpersonal, que contribuye a la relación diádica
y al emergente que resulta de esta interacción. Emerge un “sujeto
terapéutico” que pone en juego su propia subjetividad en la relación,
aspecto del que ahora es consciente y por tanto, debe hacerse cargo de
este nuevo conocimiento. Lo anterior no sólo tiene consecuencias a
nivel epistemológico, sino que implica una redefinición de la metodología
terapéutica.
3- Metodología terapéutica: De acuerdo a Kühne (2004), esta manera
de concebir una psicoterapia en que el foco de trabajo incluye al
terapeuta, implica también que sus propios contenidos emocionales
pueden formar parte del proceso. Las autorrevelaciones del terapeuta o
metacomunicaciones (Safran y Segal, 1994) pasan a formar parte
importante del proceso terapéutico. Esta nueva concepción se basa en
una reformulación del concepto de emoción: Las emociones son formas
de conocimiento y de aprehensión de la realidad interpersonal, por lo
que no pueden ser entendidas como un mero subproducto de los
procesos cognitivos. Las emociones informan al sujeto de quién es él,
quién es el otro y la calidad del vínculo (Safran y Segal, 1994). Por lo
tanto, las emociones del terapeuta son una importante herramienta de
conocimiento del paciente, que pueden ser utilizas para mejorar su
comprensión (en los ejes diacrónico y sincrónico) y también para
intervenir técnicamente al ser desplegadas. La metacomunicación
permite al paciente descentrarse y tomar conciencia del efecto
23
emocional que puede tener en los otros. Esta concepción de las
emociones y su modo de ser utilizadas en el contexto terapéutico,
implica un cambio importante en el modo de hacer y entender la
psicoterapia dentro del modelo cognitivo (Kühne, 2004).
24
organización de un sujeto particular. El sujeto constructivo genera y co-
construye su realidad particular, en la dinámica internacional, por lo que no
es posible sostener la afirmación de que existe una realidad única y
externa, lo que implica un “salto” epistemológico trascendental (Yáñez et.
Al, 2001)
25
cognitiva ni por cualquier otro tipo de déficit, sino que se generara cuando
se configuran discrepancias significativas entre los dos niveles de
procesamiento de la experiencia humana.
29
1.4.2. Dimensiones Operativas
31
de manera estereotipada y que atenta contra la mantención del equilibrio del
sistema. Estos mecanismos rígidos pueden expresarse por ejemplo en un
operar donde cobran protagonismo algunas disfunciones como las
“distorsiones cognitivas” que dificultan la detección de puntos medios y la
modulación emocional a través de los matices (Guidano, 1987).
Es importante considerar que la persona que con cierta flexibilidad ha logrado
adaptarse a situaciones específicas, tiende a generar recursos eficientes , sin
embargo la excesiva flexibilidad puede ser vista también como una limitación
en términos de eficacia para la diversificación, que genera dificultades en la
incorporación de nuevas estrategias, configurando una aparente flexibilidad,
que es más bien una “rigidez encubierta” en incluso podría afectar el sentido de
continuidad en el tiempo.
Vittorio Guidano (1987) plantea la subjetividad del ser humano como una
complejidad auto-organizada, en cuya auto-organización emergen niveles cada
vez más complejos de funcionamiento, centrados en la diferenciación, el
sentido unitario de sí mismo y la continuidad histórica. En esta senda se
producen espontáneamente exclusiones de eventos, lugares, personas que por
sí mismas pueden ser exclusiones necesarias o adaptativas. Si bien la
necesidad de incluir o excluir un contenido se determina multifactorialmente, en
base a las características idiosincráticas del individuo y del medio circundante,
no existe un principio lógico subyacente que permita predecir el
comportamiento de esta dimensión operativa. El mecanismo transcurrirá en el
interjuego entre la realidad y elementos tácitos, como la continuidad de la
historia de la persona, la relevancia de la situación para ese sujeto en
particular, la coherencia interna que lo sostiene y su contenido asociado, el
momento emocional actual, entre múltiples otros factores.
Es importante destacar que en los procesos de formación de la identidad
durante la niñez, los padres o cuidadores tienen una gran influencia en la
manera en que los niños aprenden a identificar las emociones que conforman
su espectro emocional. Según Bowlby, si el niño siente emociones muy
diferentes a las de los padres frente a una determinada situación, los padres
tenderán a excluir estos sentimientos o pensamientos asociados de la
experiencia posible del niño (Guidano, 1987).
33
d) Proactividad – Reactividad: Weimer a través del desarrollo de las teorías
motoras de la mente, cuestiona la concepción del ser humano como un ente
pasivo, eminentemente receptivo y que sólo se deja impactar por los estímulos
externos, instalando una nueva perspectiva epistemológica en la que el ser
humano es quien construye activamente el conocimiento a partir de la
información percibida, interactuando con la realidad circundante y
modificándola en este acto (Guidano, 1987). Esta dimensión depende de las
características innatas e ideográficas del sujeto, que inciden en un estilo de
enfrentamiento ante las demandas que ejerce la relación con el mundo. Se
refiere al grado de persistencia y permanencia de los niveles de respuesta
conductual, emocional y cognitiva, ante los desafíos o amenazas.
De esta manera, el sujeto “sano” adoptará una actitud preferentemente
proactiva de la persona frente a las demandas que surgen del ambiente, lo que
permite anticipar los eventos y tener un mejor manejo de la situación,
desplegando en sus respuestas sus potencialidades y generando estrategias
de afrontamiento más provechosas, lo que aportará al incremento de la
complejidad del sistema. La psicopatología presente en esta dimensión se
refiere al polo de la reactividad, entendida como la activación consecuente y
mínima del sistema, resultante de la interacción no prevista y anticipada con el
entorno, que presenta inminentes y desbordantes demandas, vivenciadas
como tales por un sistema hipoactivo desde el punto de vista motor, emocional
y cognitivo. (Yáñez, 2004).
Tal como en la concepción conductista original, nos encontramos frente a un
sujeto despojado de autoría, que responde más bien a los estímulos
ambientales sin una mayor contribución que implique la emisión de una
respuesta más elaborada, en base a la articulación de sus propios recursos.
37
1.4.5 Psicoterapia Constructivista Cognitiva
40
2. Capítulo II: Técnicas Psicoterapéuticas e Intervenciones en la Teoría
Clínica Constructivista Cognitiva
44
basadas en el principio de la Inhibición Recíproca planteado por Wolpe
(1958).
b) Técnicas de Exposición
49
conducta se ha aprendido y consolidado. El procedimiento consta de dos
fases:
a) Fase aditiva: Se proporcionan las ayudas hasta que el sujeto
consigue emitir la conducta objetivo.
b) Fase sustractiva: Las ayudas se retiran gradualmente hasta que la
conducta pueda emitirse sin ninguna influencia externa. La retirada
puede realizarse de tres maneras: disminuyendo su intensidad,
demorando su aparición o disminuyendo la extensión de la ayuda.
En ambas fases se proporciona un refuerzo continuo y contingente
a los avances del sujeto en la emisión de la conducta. Algunas
ayudas o señales instigadoras pueden ser la guía física (ayudar
físicamente al paciente), gestos (señalar con el dedo), modelado
(mostrar la conducta correcta), guías verbales (utilizar palabras
como pistas o claves), estímulos instigadores ambientales
(preparar el entorno físico para favorecer la emisión de la
conducta), entre otras.
Es una técnica particularmente útil en el trabajo clínico con
pacientes autistas o con retraso mental y también en la terapia
sexual, favoreciendo el recondicionamiento de intereses sexuales,
mediante el desarrollo e incremento de nuevas preferencias
(Olivares & Méndez, 1998).
5. Control estimular: Técnica utilizada principalmente en el abordaje clínico
de las adicciones y consiste en evitar la exposición a claves ambientales
que se asocian a un alto riesgo de consumo. En esta técnica no se
pretende controlar las reacciones interoceptivas del paciente, sino más
bien reestructurar su medio ambiente, de tal manera que disminuya la
probabilidad de emisión de las conductas problemáticas (Caballo, 2002).
58
1. Identificar, elicitar y registrar cogniciones: Desde esta tradición teórica se
asume que el terapeuta debe educar al paciente en los fundamentos
básicos de la teoría cognitiva. De esta manera, el terapeuta explicará
brevemente algunos conceptos como pensamiento automático,
distorsiones cognitivas, entre otros, ayudándole a identificar estos
componentes de la experiencia, distinguiéndolos de las emociones y las
conductas. Así mismo se proporcionará una explicación ejemplificada de
la relación existente entre pensamiento, emoción y conducta.
Posteriormente se incentiva al paciente a registrar eventos que eliciten
pensamientos automáticos en situaciones de la vida cotidiana. Para
estos efectos se utiliza una planilla de auto-registro donde se consignan
estos componentes.
2. Sondeos cognitivos: En esta técnica, el terapeuta y el paciente
identifican incidentes que esclarecen algunas dificultades y concentran la
atención en las bases cognitivas de esos incidentes. A menudo,
interrogando con habilidad, el terapeuta llega al punto de partida
(esquema nuclear) e identifica las fallas en el proceso de extraer
inferencias y conclusiones por parte del paciente. (Beck & Freeman,
2005).
3. Someter pensamientos a la prueba de realidad: Una vez que se
identifican los pensamientos automáticos y distorsiones cognitivas y se
han identificado las reacciones concomitantes (emocionales y
comportamentales), el terapeuta ayudará al paciente a evaluar estas
cogniciones. Es importante que no asuma una actitud descalificadora
frente a estas cogniciones, pues, en primer lugar, no sabe de antemano
si estos pensamientos implican una distorsión, y además en alguna
medida son portadores de una verdad para el paciente, por lo tanto se
debe validar su percepción e interpretación de la realidad. En segundo
lugar, una actitud descalificadora transgrede uno de los principios
fundamentales de la terapia cognitiva: el empirismo colaborativo, donde
terapeuta y paciente deben examinar juntos los pensamientos, ponderar
su validez y/o utilidad y desarrollar interpretaciones y respuestas que
resulten más adaptativas
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INTERROGATORIO ACERCA DE PENSAMIENTOS AUTOMÁTICOS.
1. ¿Cuál es la evidencia?
¿Cuál es la evidencia a favor del pensamiento?
¿Cuál es la evidencia en contra?
2. ¿Hay alguna explicación alternativa?
3. ¿Cuál es la peor cosa que podría ocurrir? ¿Podría sobrellevarlo?
¿Qué es lo mejor que podría ocurrir?
¿Cuál es la posibilidad más realista?
4. ¿Cuál es el efecto de creer en ese pensamiento automático?
¿Cuál sería la consecuencia en caso de cambiarlo?
5. ¿Qué debo hacer al respecto?
6. ¿Qué le diría a _____ (un amigo) si estuviese en esta misma
situación?
Figura Interrogatorio acerca de pensamientos automáticos.
(Beck, 2000)
60
5. Gradualización y operacionalización (técnica del continuum): Consiste en
operacionalizar los constructos con los que el sujeto se evalúa a sí
mismo y a las situaciones. Es particularmente útil cuando existe
presencia de pensamiento dicotómico y el paciente conceptualiza en
categorías extremas y absolutas. El terapeuta ayuda a operacionalizar el
constructo para luego relativizarlo en una dimensión cuantificable. La
escala que se obtiene puede ser aplicada a diferentes ámbitos de sí
mismo o de la realidad, lo que permite realizar apreciaciones más
matizadas (Gómez e Ibáñez, en Riquelme & Quijada, 2006).
6. Análisis consecuencial (técnica de la flecha descendente): Técnica
utilizada para identificar creencias intermedias y creencias centrales. El
terapeuta debe identificar un pensamiento automático clave, que podría
relacionarse directamente con creencias disfuncionales. Posteriormente
indaga junto al paciente en los significados subyacentes a este
pensamiento. Continuará con esta actitud hasta encontrar creencias
intermedias y realizará preguntas sucesivas acerca del significado de
estas creencias, las que suelen dejar al descubierto una creencia
central. Es por esto que adopta el nombre de “flecha descendente” pues
la exploración va desde los pensamientos más “superficiales” o próximos
a la conciencia, hasta llegar a aquellas creencias más implícitas y
estables del sujeto.
Es importante que durante toda la indagación el terapeuta adopte una
actitud empática, validando las reacciones emocionales que emergen
durante el proceso. Algunas preguntas tipo que utilizará el terapeuta
son: “¿Y qué pasa si eso es verdad?”, “¿Por qué sería tan malo?”,
“¿Qué es lo peor que podría pasar?”, “¿Qué significa eso respecto de
ti?” (Beck, 2000)
7. Análisis de ventajas-desventajas (toma de decisiones): Técnica que
permite evaluar la conveniencia de mantener ciertos pensamientos y
creencias, llevar a cabo ciertas conductas o bien, la aplicación de un
plan para resolver un problema. Permite flexibilizar creencias, logrando
desarrollar la capacidad de predicción sobre los efectos futuros de las
conductas o planes de acción (Gómez e Ibáñez en Riquelme & Quijada,
61
2006). Cuando existen dificultades para tomar decisiones, el terapeuta
le pide al paciente que confeccione una lista de las ventajas y
desventajas asociadas a cada una de las soluciones posibles,
ayudándolo a evaluar cada una de ellas y llegar a la conclusión de cuál
opción es la más conveniente. Es importante que el ejercicio continúe
hasta que el paciente tenga la percepción de que ha evaluado
exhaustivamente los aspectos vinculados a cada opción, y además que
el terapeuta refuerce esta conducta para que se generalice a otros
ámbitos de la vida cotidiana (Beck, 2000).
8. Distracción y refocalización de la atención: Es una técnica útil para el
control inmediato de síntomas como la ansiedad, la rumiación y el
craving. El objetivo es que el paciente logre refocalizar la atención desde
el foco que genera los síntomas hacia otro estímulo externo o bien hacia
una tarea cognitiva (Gómez e Ibáñez, 2011). Incluso el estímulo al cual
se refocaliza la atención puede ser una tarea que elicita emociones
placenteras, utilizando los principios del contracondicionamiento. Ej.:
Tratamiento de fobias específicas, trastornos por control de impulsos y
adicciones.
En general es mejor que el paciente realice una evaluación de los
pensamientos automáticos que dan origen a los síntomas, y que pueda
evaluarlos y modificarlos in situ. Sin embargo, es importante considerar
esta técnica como una segunda opción cuando el paciente no logra
ejercer un control sobre los procesos cognitivos. El terapeuta le ayudará
tratando de averiguar cuáles han sido las estrategias que le han
permitido reenfocarse en el pasado y a visualizar la aplicación futura de
ésta u otras estrategias, ensayando incluso en la situación terapéutica
(Beck, 2000).
9. Técnicas metacognitivas: Son técnicas dirigidas a la modificación de
estrategias metacognitivas, o de procesamiento de la información que
resultan disfuncionales o desadaptativas. Dentro de ellas se incluyen
técnicas como la refocalización de la atención, postergación o abandono
de episodios de preocupación, interrupción de la rumiación y
62
entrenamiento “conciencia plena” (mindfulness). (Gómez e Ibáñez,
2011).
10. Ensayo conductual: Se refiere al proceso de implementación de una
conducta o plan de acción poco habitual en el paciente. El terapeuta
guía el plan de acción repasando mediante imagenería o role playing,
cada uno de los pasos a seguir, agregando posibles dificultades que
puedan surgir en el ambiente o bien dificultades provenientes de los
proceso cognitivos, conductuales y emocionales. El ensayo puede ser
complementado con técnicas de autoinstrucciones y la generación de
visualización de imágenes placenteras y motivadoras (Gómez e Ibáñez,
en Riquelme & Quijada, 2006).
11. Experimentos conductuales: Consisten en diseñar situaciones para que
el propio paciente ponga a prueba la validez de una determinada
creencia. Estos experimentos se pueden realizar en la situación
terapéutica misma o fuera de ella. El procedimiento habitualmente es el
siguiente:
a) El paciente expresa una predicción negativa y el terapeuta le
propone evaluarla durante la sesión o inter sesiones.
b) En conjunto decidirán cómo, cuándo y dónde se realizará la
comprobación. En esta etapa el terapeuta debe sugerir posibles
cambios y/o adaptaciones al experimento.
c) Se deben utilizar otras técnicas cognitivas para abordar las
consecuencias del experimento, diseñando respuestas de antemano
o bien reevaluando las condiciones que emergen tras la realización
del experimento (Beck, J., 2000).
Ej.: Convenir junto al paciente introvertido que se comporte
deliberadamente de manera extrovertida en una situación particular y
evalúe el impacto emocional y la validez de sus creencias; paciente que
se considera “fome”, que contraste esta percepción preguntando a otras
personas qué piensan acerca de su supuesta “fomedad”; paciente que
cree que se desmayará en una crisis de pánico, incentivarlo a marearse
junto al terapeuta, girando en una silla mientras hiperventila.
63
12. Entrenamiento en autoinstrucciones: El entrenamiento en
autoinstrucciones es una técnica cognitiva diseñada por Meichenbaum
en 1969. Su objetivo es modificar el diálogo interno de la persona para
facilitar el afrontamiento de una determinada tarea o situación. En
general es útil cuando el individuo necesita adquirir una nueva habilidad
o cuando se identifican distorsiones cognitivas que interfieren en el
desempeño o dificultan el afrontamiento de una situación. De esta
manera, el entrenamiento en autoinstrucciones no sólo implica instaurar
reglas generales para guiar la conducta del individuo, sino que también
eliminar, incrementar o adaptar sus verbalizaciones internas en función
de los objetivos. Se ha utilizado con éxito en el TDAH, disminución de la
impulsividad, dificultades de aprendizaje, FEs y otros trastornos de
ansiedad.
13. Copyng cards o tarjetas de apoyo: Cuando un paciente no logra evaluar
sus pensamientos automáticos perturbadores por sí mismo, puede
utilizar una estrategia “gráfica” como una tarjeta de apoyo que diseña
anticipadamente junto al terapeuta. Estas tarjetas de apoyo consisten en
pequeñas fichas o papeles que el paciente tiene a mano, que contienen
diversos contenidos que resumen conclusiones obtenidas en la
psicoterapia. Se alienta a que las lea sistemáticamente y particularmente
en situaciones donde emergen los síntomas. Es importante que las
tarjetas estén disponibles en lugares visibles o bien sean portables
(formato de bolsillo, notas en el teléfono celular, etc.). Algunos formatos
posibles de estas tarjetas son: la descripción de pensamientos
automáticos o creencias en el anverso de la tarjeta y la respuesta
adaptativa a esas cogniciones en el reverso; algunas frases de
afrontamiento frente a situaciones problemáticas específicas, secuencia
de acciones para llevar a cabo una tarea, recursos disponibles para
abordar un síntoma o situación problemática, etc. (Beck, J., 2000).
14. Tareas para el hogar: Las tareas para el hogar no son un elemento
anexo, sino que constituyen una parte fundamental de la terapia
cognitiva (Beck, 1983). Otorgan una experiencia “extra sesión” que
permite poner en práctica herramientas conductuales y cognitivas,
64
maximizando los logros de la psicoterapia y otorgando al paciente una
sensación de autosuficiencia. Varios investigadores han demostrado que
los pacientes que asisten a terapia cognitiva y realizan tareas en el
hogar tienen más resultados positivos que aquellos pacientes que no las
realizan (Neimeyer & Feixas, 1990; Persons et al., 1988, en Beck, 2000).
No existe una fórmula general de asignación de tareas, pues deben
adaptarse al paciente en particular, siendo fijadas en conjunto y
diseñándose de acuerdo a los contenidos de la sesión, los objetivos de
la psicoterapia, la etapa en curso del tratamiento, etc. Algunos ejemplos
de tareas son: programación de actividades, práctica de entrenamiento
en relajación, ejercicios de exposición en vivo, registro de pensamientos
automáticos, biblioterapia, el repaso de las sesiones anteriores, entre
otras. Esta última tarea consiste en la lectura de los apuntes durante las
sesiones o entre ellas (que incluyen pensamientos automáticos y
distorsiones cognitivas frecuentes, respuestas adaptativas frente a las
cogniciones, las principales conclusiones obtenidas junto al terapeuta,
etc.)
65
psicoterapia. Este modelo propone dos técnicas procedurales diferentes y
complementarias: La Exploración Experiencial y la Metacomunicación (Yáñez,
2005). Ambas técnicas permiten que el paciente reordene de manera gradual la
experiencia desde sus patrones afectivos, logrando un autoconocimiento mayor
y la aceptación, ampliación y flexibilización de su forma de sentir, explicar y
actuar. De esta manera, el sujeto es capaz de auto-observar su tonalidad
emotiva y reordenar sus experiencias, otorgándoles una coherencia que
concuerde con un sentido de sí mismo único y continuo en el tiempo (Gaete &
Vergara, 1999, en Mandakovic, 2005). Son técnicas que operan en un nivel
simbólico y que movilizan condiciones abstractas en la terapia y transcurren
como procesos metódicos de deconstrucción y reorganización de la
experiencia del paciente, así como de las explicaciones que le otorga a ésta,
basado en el sentido de Sí Mismo (identidad) (Yáñez, 2005).
Estas técnicas pretenden reorganizar aspectos estructurales profundos en el
paciente y que incluyen además, en el caso de la metacomunicación, el análisis
de la dinámica relacional que transcurre entre paciente y terapeuta, utilizando
elementos transferenciales y contratransferenciales como recursos técnicos
para facilitar el cambio.
A continuación se revisarán estas técnicas, que permiten que el paciente
experimente su propio rol en la construcción de la realidad, lo que se
denomina descentramiento. Aprenderá por tanto la habilidad de distanciarse de
su experiencia inmediata observándose a sí mismo. De esta manera, empieza
a ser consciente de la forma en que construye su realidad y al mismo tiempo
adquiere una mayor apertura tanto emocional como cognitiva (Leiva &
Vásquez, 2000)
2.2.1. Metacomunicación
66
agente activo en las interacciones y no como víctima impotente atrapada en
circunstancias que escapan a su comprensión.
Para llevar a cabo esta técnica, el terapeuta debe asumir la posición de
observador (punto de vista objetivo, orientado hacia el paciente) participante
(punto de vista subjetivo, orientado hacia sí mismo) Esta posición le permite
observar la interacción en que participa con el paciente y al mismo tiempo
sentir el influjo interpersonal de éste (Leiva & Vásquez, 2000).
En la medida que el paciente ejerce una fuerte influencia sobre el terapeuta,
probablemente suscitará en éste una respuesta complementaria a su
conducta. Las personas a menudo no se dan cuenta a qué están respondiendo
cuando alguien les incita a actuar de un modo complementario. Del terapeuta
entrenado se espera que posea la habilidad técnica de reconocer los
marcadores interpersonales de su paciente, que pueden ser definidos como
“acciones del paciente que parecen estar asociadas o vinculadas con los
sentimientos y tendencias a la acción suscitados en el terapeuta. Estas
acciones van desde conductas manifiestas hasta sutiles comunicaciones y
posturas corporales paralingüísticas y no verbales”. (Safran & Segal, 1994, pp.
112). El proceso de metacomunicación comprende tres etapas (Leiva &
Vásquez, 2000)
1. Etapa de Enganche
El terapeuta en esta etapa se siente impactado con la conducta del paciente.
Esta conducta lo fuerza a responder en forma restringida. El terapeuta se ve
impulsado a actuar confirmando y no cuestionado el ciclo cognitivo
interpersonal del paciente.
2. Etapa de Desenganche
En esta etapa el terapeuta debe advertir, entender y tratar de catalogar lo que
le suscita el paciente, para luego interrumpir las respuestas complementarias.
La capacidad de tomar plena conciencia de los propios sentimientos y
tendencias a la acción mientras se interactúa con el paciente, es por lo tanto un
requisito previo para llevar a cabo con eficacia esta técnica. Mientras el
67
terapeuta no advierta lo que está sucediendo internamente, se encuentra
atrapado en el interjuego relacional del paciente.
3. Etapa de Intervención
En esta etapa el terapeuta expresará directamente al paciente los fenómenos
que transcurren en la interacción entre ambos, haciendo referencia explícita a
la respuesta distintiva del terapeuta a determinadas conductas del paciente.
La manera en que se transmite esta retroalimentación tiene vital importancia:
debería ser a modo de hipótesis, en lenguaje proposicional y bajo el contexto
de una alianza terapéutica sólida, de forma tal que el paciente comprenda que
el terapeuta está tratando honestamente de dilucidar sus propios sentimientos
y transmitirlos de un modo que invite a seguir explorándolos.
Se pueden reconocer cuatro fases en esta etapa:
a) Fase de Despliegue: En esta fase el terapeuta transmite sus propios
sentimientos para ayudar a los pacientes a tomar conciencia del efecto
que su propia conducta tiene sobre otras personas y, por lo tanto, del
papel que les corresponde en la interacción.
b) Fase de Exploración: el terapeuta transmite sus sentimientos a los
pacientes para sondear la experiencia interna de éstos.
c) Fase de Aclaración: El terapeuta identifica y señala los marcadores
interpersonales de los pacientes para ayudarles a tomar conciencia del
papel que tienen en la interacción.
68
d) Fase de Interpretación: El terapeuta utiliza el marcador interpersonal
identificado como una coyuntura propicia para la exploración
cognitiva/afectiva. En la práctica, puede ser que estas fases se den en
forma simultánea, secuencial o aislada.
Una vez que el terapeuta ha iniciado el proceso de metacomunicación
con el paciente, es importante que continúe manteniendo la actitud de
un observador participante. El terapeuta debe aprender a desgancharse
de la respuesta emocional que le produce el paciente para posibilitar el
proceso terapéutico, de otra manera esta intervención puede estar al
servicio de aliviar un estado interno incómodo en el terapeuta y
constituirse por tanto como una respuesta de “acting-out”.
72
la experiencia en curso y el restablecimiento de un equilibrio en el
funcionamiento de las dimensiones operativas. Dentro de este grupo se
encuentran la escucha terapéutica, exploración, clarificación, reflejo locutivo e
ilocutivo y señalamiento. Un segundo grupo, denominado intervenciones de
acción, está constituido por dispositivos cuyo despliegue implica una
participación más activa por parte del terapeuta, y además generarán una
influencia directa sobre el paciente. El terapeuta irá elaborando los contenidos
y conductas desplegadas por el paciente, identificando sus regularidades y
estableciendo relaciones novedosas entre los contenidos. Planteará además
algunas hipótesis acerca del funcionamiento del sujeto, ayudándolo a
establecer relaciones entre elementos explícitos e implícitos, lo que favorece la
emergencia de nuevas perspectivas acerca de sí mismo. Por lo tanto, estas
intervenciones, además de demandar al terapeuta el despliegue de mayores
recursos personales y técnicos, generan en el paciente un mayor nivel de
perturbación, pues apuntan a la reorganización del operar del sí mismo, y
pueden contribuir con mayor facilidad al cambio profundo, mediante nuevas
construcciones de significados más representativas de la propia experiencia.
Dentro de estas intervenciones es posible mencionar la metacomunicación,
adlaterización, rotulación, confrontación, e interpretación
73
torno a los contenidos desplegados, su estructura y la dinámica de la
relación en curso.
Una de las dificultades relacionadas con esta intervención consiste en
lograr un equilibrio en la “cantidad” de escucha. Cuando este es el único
instrumento utilizado en la terapia, faltará dirección de las sesiones y
habrá escasa efectividad. Por otra parte, si el terapeuta no escucha
suficientemente, las sesiones podrían estar sobre estructuradas, en
perjuicio del paciente.
2. Exploración: Es una intervención que se aboca a encauzar el relato del
paciente hacia algún área o contenido no referido espontáneamente por
éste. La exploración se puede centrar por ejemplo en la indagación de
síntomas psicopatológicos o bien para abrir áreas o subáreas de
funcionamiento (familiar, interpersonal, laboral, etc.), mediante preguntas
generales. Se puede decir que la exploración es un tipo de escucha
dirigida.
3. Aclaración (Clarificación): Esta intervención está orientada a precisar el
uso de ciertas categorías conceptuales o bien las descripciones de
situaciones relatadas por el paciente. Su utilización se recomienda
especialmente cuando existen algunos elementos ambiguos o confusos.
Son preguntas breves que no deben cambiar el curso del relato del
paciente, sino más bien contribuir a la comprensión más detallada de la
categoría o situación. Preguntas como ¿a qué se refiere con “liberarse de
todo”? ¿qué sentía usted, cuando estaba cursando esas “crisis de
pánico”?
4. Reflejo Locutivo (Paráfrasis): Consiste en la repetición de algunas
palabras o contenidos del discurso del paciente, con el objetivo de
establecer consensualidad en torno a un categoría conceptual entre el
terapeuta y el paciente; y por otra parte instigar al paciente a la reflexión
en torno a si la categoría empleada es concordante con su intención y
experiencia. De esta manera se facilita el descentramiento acerca del uso
de la categoría conceptual, que al ser escuchada desde el punto de vista
externo puede facilitar el ajuste, redefinición o reafirmación de esta
categoría. Por ejemplo el paciente dice “mi hermana es una
74
sinvergüenza”. El reflejo locutivo implica entonces que el terapeuta debe
repetir la categoría conceptual (sinvergüenza), deteniéndose en esa
palabra y apoyándose en el uso de los elementos no verbales del
discurso.
5. Reflejo Ilocutivo: En este caso lo que se refleja es la intención de lo dicho
por el paciente, poniendo énfasis en la categoría ilocutiva de un acto de
habla. En la repetición, el terapeuta debe poner el énfasis suprasegmental
sobre la acción del verbo. Ej.: “mi hermana es una sinvergüenza”. El
reflejo sería “¿Es una sinvergüenza? De esta manera el paciente
escucha desde fuera la idea que está promoviendo, en este caso de su
hermana, y el cuestionamiento se basa en lo apropiado o no apropiado
(en cuanto a si es representativa o no) de la categoría atribuida.
6. Señalamiento: Esta intervención opera sobre contenidos expresados por
el paciente, los que han sido abordados de un modo insuficiente o bien
excluidos del relato de manera defensiva, pero que sin embargo el
terapeuta hipotetiza la existencia de estos contenidos, a un nivel implícito.
De esta manera el terapeuta construirá una frase breve en torno a un
contenido que tenga estas características y la frase debe ser respaldada
con buenos recursos no verbales, particularmente utilizando pausas y
silencios. Es muy importante además identificar el timing adecuado de la
intervención, para que esta produzca el efecto deseado de manera
oportuna. Ej.: Frente a un paciente que relata, de manera tangencial en su
historia clínica el ser portador de una condición física de carácter crónico
y discapacitante, el terapeuta podría preguntar “¿Y cómo ha sido para
usted, vivir la vida con esta malformación congénita?”.
7. Metacomunicación: La metacomunicación como intervención, al igual que
como técnica, se basa en el efecto interpersonal que el paciente produce
con sus acciones, en el terapeuta. En el caso de la técnica, el punto de
partida siempre será un marcador interpersonal del paciente, que impulsa
a la detección de un esquema cognitivo interpersonal subyacente. Sin
embargo, en el caso de la intervención, es sólo una expresión que revela
un estado subjetivo del terapeuta, que es desencadenado por el relato del
paciente y que “refuerza” la necesidad de exploración, aclaración,
75
profundización o revelación de ciertos contenidos. De esta manera la
intención es generar material clínico más que movilizar una
reorganización de la experiencia del paciente. Ej.: “Me preocupa esta
intención de “desaparecer” que usted tiene…” o bien, “este último punto
que usted plantea me genera bastante confusión…”
8. Adlaterización: Esta intervención es utilizada principalmente para abordar
estilos defensivos rígidos, primitivos e incluso la excesiva racionalización
de un contenido, que revela un operar rígido y concreto por parte del
paciente en el ámbito de lo relatado. Consiste en “sumarse” al contenido
declarado por el paciente, de un modo afirmativo, pero exagerando sus
interpretaciones y los efectos de éstas, incluso podría utilizarse en
algunos casos la caricaturización de ciertos contenidos. Si es bien
utilizada puede ayudar a vencer las resistencias e incluso a fortalecer la
alianza. Ej.: Frente a una paciente que expresa sistemáticamente en el
curso de la terapia “yo no debería estar contándole estas cosas” una
posible adlaterización podría ser “sí, quizás usted tiene razón, mejor no
me cuente nada más…”
9. Rotulación: En esta intervención, el terapeuta utiliza o propone una
categoría conceptual para definir alguna característica del paciente u otro
significativo que esté incluido en su relato. El objetivo es sintetizar en esta
categoría una serie de atributos, que implica una “condensación” de
diversos elementos que han ido emergiendo en el curso de la terapia,
para generar un sobreentendimiento entre terapeuta y paciente, y crear
una “clave” que facilita los procesos de elaboración e integración en el
paciente. Para que esta intervención se lleve a cabo, deben considerarse
ciertas condiciones tales como: la inmediatez emocional, el uso de un
lenguaje proposicional (en el ámbito verbal y no verbal) y se debe
evidenciar claramente un efecto de sentido en el paciente. Ej.:
¿Podríamos decir entonces que tu jefe puede ser visto como un “tirano”?
10. Confrontación: “La confrontación es la respuesta verbal mediante la cual
el terapeuta describe las posibles discrepancias, conflictos, y mensajes
mixtos de los sentimientos, pensamientos o acciones del cliente” (Cormier
& Cormier, 2000, pp.175). La confrontación cumple al menos dos
76
propósitos: uno de ellos consiste en ayudar al paciente a ser más
consciente de las discrepancias o incongruencias entre los pensamientos,
sentimientos y acciones. El segundo consiste en ayudar al paciente, a
explorar otras posibilidades explicativas, generando una categoría
conceptual alternativa, que da cuenta de un significado diferente al
utilizado habitualmente por el paciente para referirse a sí mismo, a otra
persona o a una situación, que busca la adopción de un punto de vista
alternativo frente a ciertos contenidos. Esta intervención se utiliza por
ejemplo, en explicaciones rígidas, muy sesgadas ideológicamente o
“distorsionadas”, que se basan excesivamente en la especulación o
fantasía, o en cualquier contenido o explicación actual o pasada, que
interfiera en la configuración del sí mismo. Es muy importante que esta
intervención se realice en el timing adecuado, con una alianza
sólidamente establecida, y poniendo énfasis en el objetivo de la
confrontación más que en el contenido, fomentando la generatividad. Ej.
1: T: “Durante las sesiones que hemos tenido, te has definido como una
persona “segura” e “independiente”. Por otra parte hoy hemos hablado
acerca de cómo tienes la necesidad permanente de preguntar a tu mamá
antes de tomar decisiones… ¿Cómo podemos relacionar estas dos
cosas? Ej. 2: P: “Mi hermana es una sinvergüenza”. T: “¿No será quizás
que tu hermana está asustada y es por eso que no se ha acercado a ti?”
12. Bisociación: En esta intervención el terapeuta realiza una asociación de
un contenido expresado por el paciente, con otro contenido que no está
mencionado en el relato actual pero que ha aparecido en otro momento
de la psicoterapia. De esta manera es una asociación novedosa, que
genera un impacto emocional, habitualmente de sorpresa en el paciente,
que indica que probablemente la intervención se ha llevado a cabo con
éxito. Es importante que esta intervención se despliegue en el contexto de
una alianza sólida y que se identifiquen contenidos significativos no
unidos en el relato del paciente. La propuesta debe ser breve y realizada
en un lenguaje proposicional. Ej.: Cuando tiene que exponer en clases y
se siente ridículo… ¿Se siente exactamente de la misma manera que
cuando su madre lo retaba en público…?
77
13. Interpretación: En esta intervención el terapeuta plantea una relación
entre una hipótesis del funcionamiento general del paciente y un
contenido contingente, pudiendo realizarse sobre el contenido desplegado
por el paciente, sobre su interpretación e incluso sobre los fenómenos
emergentes en la relación terapéutica. “Definimos la interpretación como
una afirmación del terapeuta que asocia y establece relaciones causales
entre varias conductas, ideas o sucesos del cliente o presenta una posible
explicación de la conducta del cliente (incluyendo los sentimientos,
pensamientos y acciones observables)…maneja también (la
interpretación) la parte implícita del mensaje, la parte que el cliente no
verbaliza explícita o directamente. (Cormier & Cormier, 2000, pps. 179-
180).
Esta intervención es siempre una opinión del terapeuta y se aplica a
aquellos contenidos saturados en el discurso y que están en estado de
presimbolización. “Su función es facilitar la integración de contenidos que
provienen de la dinámica de la ipseidad hacia los procesos de mismidad,
de modo de elevar los niveles de generatividad interpersonal y
complejidad sistémica” (Yáñez, 2005, pp. 164). De acuerdo a Cormier &
Cormier (1994, en Yáñez, 2005) esta intervención tiene múltiples
ventajas: contribuye a mejorar la alianza terapéutica, permite identificar
relaciones entre los mensajes implícitos y explícitos del paciente, permite
que el paciente evalúe su conducta desde una perspectiva diferente y
genera un cambio de actitud frente a algunos problemas, por lo que
favorece el cambio de conductas disfuncionales por conductas
funcionales. Los autores proponen además un serie de fases y
condiciones técnicas para implementar esta intervención (véase en
Cormier & Cormier, 1994). Ej.: T: “¿Esta actitud de ser agresiva y
descalificadora, no tendrá que ver con el temor a ser “desechada” por los
otros, y por lo tanto, para evitar que esto ocurra, usted se comporta de
esta manera para intentar tener el control sobre la situación?”
78
3. Capítulo III: La Psicoterapia desde otras perspectivas y su relación
con el problema de la indicación.
79
3.1.1. El continuo Expresivo-De Apoyo en Psicoterapia Psicodinámica
81
naturaleza del encuentro paciente-terapeuta, que es casi imposible de
cuantificar.
82
debido a que su yo puede estar abrumado por el trauma reciente. Una vez
transcurrida esta condición, después del proceso de apoyo, estos pacientes
pueden a veces girar hacia una dirección expresiva. Aunque estas indicaciones
son focalizadas en los dos extremos del continuo expresivo-de apoyo, la
mayoría de los pacientes presentarán una mezcla de indicaciones, algunos
señalando en la dirección expresiva y otros señalando hacia el extremo de
apoyo. El terapeuta evaluará continuamente cómo y cuándo debe cumplir un
rol de apoyo o expresivo a medida que el proceso avanza (Gabbard, 2002).
EXPRESIVO APOYO
83
Intervenciones
84
3.2. Investigación en Psicoterapia: El problema de la Efectividad
86
estableciendo un “puente” entre la Psiquiatría y la Psicoterapia, fomentando el
diálogo y el abordaje interdisciplinario.
Lambert y Bergin (1994), tras una amplia revisión de estudios meta analíticos,
sintetizan los resultados de la investigación en psicoterapia en los siguientes
puntos:
Con respecto a las variables inespecíficas del paciente vinculadas al éxito del
proceso terapéutico, podemos sintetizar los siguientes hallazgos (Krausse et.
Al 2006, Horvarth, 2005, Wallerstein, 2000)
89
8. Psicopatología de menor severidad: Al parecer los padecimientos
“neuróticos” se beneficiarían más de la psicoterapia en comparación con
pacientes del espectro limítrofe o psicótico.
90
3.3. Psicoterapia y Mecanismos de Cambio: Una Conceptualización
desde la Clínica y las Neurociencias
91
diferencia entre las intervenciones psicofarmacológicas y
psicoterapéuticas: los psicofármacos actuarían de un modo “Down-Up”
en el cerebro, es decir, generando modificaciones en la neuroquímica y
neuroplasticidad cerebral desde las estructuras subcorticales cerebrales,
responsables de los procesos emocionales (SNA simpático y
parasimpático, sistema límbico hipotalámico) hacia estructuras corticales
(corteza prefrontal dorsolateral y ventromedial). Por otra parte, la
psicoterapia opera de un modo “Up-Down”, es decir mediante la
captación de estímulos ambientales a través de las cortezas sensoriales
y el procesamiento de estas experiencias principalmente en las
estructuras prefrontales, que permiten una rearticulación simbólica de la
experiencia dando origen a nuevas interpretaciones más flexibles y
adaptativas, que favorecen la regulación emocional en las estructuras
mesolímbicas y subcorticales.
92
3- La psicoterapia produce cambios en el metabolismo de la serotonina: El
aumento de la captación de la serotonina tanto en estructuras corticales
como subcorticales se asocia a la reducción sintomática de diversos
trastornos mentales, principalmente en aquellos que se relacionan con
la regulación de la ansiedad, el ánimo y el control de los impulsos. Las
intervenciones psicoterapéuticas eficaces parecen modificar la actividad
del sistema serotoninérgico, lo que contribuye a la regulación de estas
dimensiones de la actividad mental.
93
adecuadas. Los déficits significativos en el patrón de apego facilitan el
despliegue de repertorios neuroconductuales desorganizados que se
caracterizan por una pobre capacidad de autorregulación. De esta
manera, la psicoterapia puede ser concebida no sólo como una
conversación entre dos sujetos donde transcurre un intercambio de
ideas, sino que su correcta implementación permite la emergencia de
una nueva relación de apego, que se traduce en un proceso que es
capaz de reestructurar la memoria implícita y regular patrones
neurobiológicos. En el proceso psicoterapéutico, no sólo existe un
contacto verbal, visual y auditivo, sino que al parecer, el cerebro del
terapeuta, tiene una acción sobre el cerebro del paciente y viceversa. La
palabra del terapeuta al parecer ejerce una actividad que puede llegar a
ser duradera en la “mente del paciente” y un generar un cambio en su
cerebro. Pareciera ser que esta acción transcurre especialmente a nivel
del hemisferio derecho que es el correlato neuroanatómico de los
procesos no verbales de interacción y que desde el punto de vista
ontogenético, consolida su desarrollo en los primeros años de vida,
generando una “impronta” de patrones vinculares característicos y
tonalidades emotivas recurrentes que tienden a mantenerse en el
desarrollo evolutivo posterior (Shore, 2008). Existen innumerables
demostraciones del efecto que genera la psicoterapia en el cerebro,
incluso un procedimiento psicoterapéutico podría llegar a ser observado
o controlado mediante las técnicas de neuroimágenes. (Retamal &
Salinas, en Correa, Silva & Risco, 2006).
94
muchas de las expectativas implícitas y explicitas de las personas, lo que daría
cuenta de la principal razón por la que el insight por sí solo puede fallar a la
hora de articular un cambio terapéutico.
Durante muchos años, hemos asumido que las intervenciones más importantes
apuntan a los procesos psicológicos más profundos. Esta aseveración, hace
sentido, al menos desde el punto de vista clínico. La experiencia clínica sugiere
que cuando nos enfocamos en los aspectos conscientes (como por ejemplo en
la terapia cognitiva de Beck), tienden a producirse cambios de corta duración, y
el examen cuidadoso de las bases empíricas de dicho tratamiento respaldan
esta mirada. (Westen & Morrison , 2001, en Riquelme & Thumala, 2005) La
investigación reciente en neurociencia cognitiva nos orienta al respecto: los
procesos implícitos son distintos fisiológica y neurológicamente de los
explícitos, por lo tanto, tener como blanco sólo aquellos procesos que son
conscientes es no abordar importantes y extensas zonas de la experiencia
subjetiva y de nuestro cerebro.
96
tema que requiere una reflexión e investigación. Los pensamientos conscientes
pueden amplificar sentimientos, lo que a su vez puede guiar a las personas a
realizar o evitar acciones que afecten significativamente su vida. Esto podemos
observarlo frecuentemente en pacientes con dinámicas de auto derrota, cuyas
actitudes conscientes e inconscientes hacia sí mismo, contribuyen a sus
dificultades interpersonales. En general les señalamos a estos pacientes como
se boicotean a sí mismos, anticipan las peores consecuencias, menosprecian
sus habilidades, etc. Si bien al hacer esto es poco probable que cambien las
redes inconscientes de asociación, se puede ayudar a los pacientes a detener
las dinámicas de auto derrota, permitiéndole tomar mejores decisiones en su
vida, lo que tendrá un impacto positivo en su experiencia subjetiva.
97
sus vidas, pues si bien su capacidad de pensar se encuentra intacta, su
dificultad para imaginar y anticipar las consecuencias afectivas de sus acciones
los perjudica. Algo similar ocurre en los psicópatas, donde la dificultad
temprana en experimentar emociones básicas como el temor, incide en la
configuración posterior de sentimientos más propiamente humanos y
evolucionados, como la vergüenza y los sentimientos de culpa. Estos déficits
afectivos inciden significativamente, de modo tal que son incapaces de tomar
decisiones que protejan sus intereses o los de los otros.
Otra razón por la que la psicoterapia debe abordar también como foco los
aspectos conscientes de la experiencia, es porque resulta importante analizar
las estrategias conscientes que utilizan los pacientes para regular sus afectos,
denominadas estrategias de coping. Aunque no siempre se abordan estos
procesos de manera explícita, la modificación de las estrategias conscientes de
afrontamiento proveen un mecanismo de cambio significativo. En algunas
ocasiones, en pacientes con trastornos graves de la personalidad, quienes
carecen de habilidades básicas para regular sus afectos, las estrategias
conscientes de coping son fundamentales y blanco explícito de la acción
terapéutica (Linehan, 1993). Las motivaciones conscientes que guían el
comportamiento de una persona pueden ser desadaptativas y pueden orientar
el comportamiento de tal manera que el sujeto perjudique su bienestar, por lo
que deben constituirse en un objetivo del tratamiento, de la misma manera que
las motivaciones inconscientes. Esto puede verse de manera evidente en el
comportamiento de los pacientes con trastorno límite de la personalidad, cuyas
motivaciones con frecuencia se traducen en conductas donde se perjudican a
sí mismos o a los demás, a propósito de una merma en la función reflexiva.
98
3.3.2. La relación terapéutica como vía de cambio.
99
Otra forma es mediante el trabajo con aspectos transferenciales y
contratransferenciales. De esta manera las características del terapeuta o de la
situación terapéutica pueden activar experiencias nucleares que pueden ser
reelaboradas. Las tendencias a la acción elicitadas en el terapeuta muchas
veces pueden ser un punto de partida para la comprensión y el cambio
terapéutico. Es en este punto donde cobra relevancia en psicoterapia
constructivista cognitiva, la implementación de la técnica procedural de
metacomunicación, pues a través de una experiencia emocional en curso, se
pueden hacer conscientes algunos patrones de relación implícitos, que no
habían sido simbolizados, generando nuevos esquemas cognitivos
interpersonales más “inclusivos” que permiten ampliar el espectro de
representaciones del sí mismo, y por tanto fomentar el cambio de los patrones
relacionales implícitos que se sustentan en la memoria procedural. Este es un
claro ejemplo de un cambio que opera desde los niveles tácitos hacia el nivel
explícito de la experiencia.
100
4. Capítulo IV: HACIA UN MODELO DE INDICACIÓN DE LAS TÉCNICAS
OPERATIVAS, PROCEDURALES E INTERVENCIONES CLÍNICAS EN
LA PSICOTERAPIA CONSTRUCTIVISTA COGNITIVA
102
entre paciente y terapeuta, que promueve la delimitación de condiciones
relacionales estables. En este sentido cobra relevancia la pretensión de
Neutralidad, Abstinencia y Receptividad, como elementos técnicos que
pretenden estandarizar las condiciones contextuales en las que transcurre
la psicoterapia, aportando un marco que regula y favorece el despliegue de
la subjetividad del paciente, como foco de la terapia. De esta manera,
disminuye la probabilidad que los contenidos emergentes de la sesión sean
producto de la vida mental del terapeuta, “estandarizando” las condiciones
contextuales y permitiendo la emergencia de un terreno fértil para el
análisis de los contenidos y procesos relacionales que emergen en la
sesión, en beneficio del paciente. Además, y en concordancia con los
postulados de las neurociencias, la estabilidad de las condiciones
contextuales y relacionales, promueve la emergencia de una relación de
apego donde se favorece un proceso de aprendizaje emocionalmente
significativo, que favorece el cambio, y permite reparar la influencia de
patrones vinculares precedentes que fomentaron la disrregulación
emocional en sujetos portadores de síntomas psicopatológicos. La
delimitación de un encuadre, con la operacionalización de sus constructos
es un aporte en términos de las “variables inespecíficas” de la psicoterapia
que son responsables del cambio psicoterapéutico en un porcentaje
significativo, de acuerdo a la evidencia de la investigación en psicoterapia.
103
psicoterapia entonces, va a adquirir un rol protagónico más allá de la
revisión de los elementos técnicos desplegados en sesión, sino que
además debe focalizarse en la persona del terapeuta.
104
terapeuta constructivista cognitivo comenzará a tener como blanco de la
acción terapéutica no sólo la memoria declarativa, sino que también la
memoria procedural del paciente. Este aspecto es muy relevante, pues
como se mencionó anteriormente, probablemente existe una acción
diferencial de estas técnicas en el sistema nervioso central, pues ambos
sistemas de memoria (declarativa y procedural) se vinculan con estructuras
neuroanatómicamente distintas.
“La metateoría tiene que ver con los aspectos aplicados de la práctica
clínica, permitiendo que el uso de las técnicas y metodologías
psicoterapéuticas se flexibilice y adecue de acuerdo a las necesidades
particulares de cada paciente y su sintomatología. Esto se aprecia con
claridad cuando se hace uso de las técnicas operativas, las que se
caracterizan por exhibir una metodología y estructuración rigurosas en las
indicaciones y procedimientos para su uso, pero que al momento de
105
aplicarlas, requieren de los ajustes y modulaciones necesarios para un
caso particular, de modo que favorezcan las condiciones de cambio
personalizado. La sabiduría con que el terapeuta se ajuste a las demandas
particulares de cada sujeto, proviene en parte del conocimiento que éste
tiene del paciente y sus circunstancias, y en otra parte, de los dispositivos
metateóricos con que cuenta, que le facilitan una perspectiva comprensiva
global, considerando los múltiples aspectos en su análisis del caso. Esta
mirada global, que es una opción técnicamente orientada del terapeuta, le
permite el ir y venir del relato a la interpretación, proviene precisamente del
marco conceptual, en este caso cognitivo, que provee la metateoría….”
(Yáñez, 2005, pp. 89-90)
A continuación, se proponen algunas sugerencias de criterios de indicación,
para posteriormente plantear un continuo operativo-procedural desde un
marco teórico constructivista cognitivo.
Por una parte, existe toda una línea de investigación en psicoterapia vinculada
a la efectividad y eficaciencia de modelos psicoterapéuticos particulares en
condiciones clínicas especificas (Castro Solano, 2001). Esta línea ha sido
ampliamente criticada en diferentes dimensiones y probablemente con
fundamentos: la gran heterogeneidad propuesta por las nosologías descriptivas
más utilizadas, particularmente los sistemas DSM, que al ser sistemas de
diagnóstico predominantemente categoriales y politéticos, no discriminan
características idiosincráticas del sujeto que padece la sintomatología, sino
más bien aporta una tipificación de carácter general a sujetos que presentan
denominadores comunes en las características de su sufrimiento (con mucha
106
variabilidad intersujetos). Por otra parte, las metodologías empleadas para
medir efectividad y eficaciencia son de predominio cuantitativas y registran
cambios objetivables en la conducta. Este último aspecto no es por sí mismo
incorrecto, pues aporta una dimensión objetiva del problema, pero si es
insuficiente en la medida que distancia el foco de los procesos subjetivos
inherentes al cambio.
107
captar su amplia y compleja idiosincrasia. De esta manera cuando se
diagnostica un paciente desde la nosología descriptiva, se está haciendo
alusión a una denominación que incluye un conjunto de signos y síntomas que
se dan en una relación de contigüidad y que generan una dinámica propia, que
se retroalimenta a sí misma y que es susceptible de ser “interrumpida”,
mediante el uso de técnicas psicoterapéuticas, orientando el foco de la acción
terapéutica y permitiendo al mismo tiempo establecer algunas consideraciones
de curso y pronóstico que resultan de utilidad. Por ejemplo al realizar un
diagnostico de trastorno de pánico, podemos dar inicio a una exploración
clínica que se orienta a la identificación de claves interoceptivas y contextuales
que pueden desencadenar el conocido mecanismo del “miedo al miedo” e
intervenir sobre los procesos afectivos, cognitivos y conductuales que
retroalimentan este mecanismo (un estilo cognitivo autoscópico, pensamientos
catastróficos y otras distorsiones cognitivas, conductas de evitación y
reaseguramiento, etc.). Al mismo tiempo, podemos hacer consideraciones
pronósticas, y transmitirle al paciente una idea favorable entorno al
comportamiento de este trastorno a lo largo del tiempo y una respuesta
favorable a la psicoterapia. Esto nos permite un primer nivel de intervención
orientado a la reducción sintomática, sin embargo no limita la exploración de
elementos profundos, sino que más bien fortalece la alianza terapéutica y se
constituye como punto de partida para fomentar los procesos de cambio
profundo.
En otros casos, como por ejemplo en los trastornos de personalidad del cluster
A existe consenso en cuanto a que estos pacientes no se ven beneficiados de
técnicas que favorezcan el insight, como estrategia fundamental, pues la
experiencia reflexiva en torno a sí mismo, genera montos de angustia que
favorecen la desesetructuración. De acuerdo a Dörr-Zegers (1995), es
precisamente la experiencia hiperreflexiva la que favorece el surgimiento de
una episodios psicóticos, el “análisis de los componentes esenciales de la
experiencia”. De esta manera, técnicas como la exploración experiencial,
podrían promover las angustias psicóticas de desestructuración, por lo que
108
podría estar contraindicada; y por el contrario, técnicas operativas podrían
promover la reestructuración y una mejor adaptación a la vida cotidiana
110
y resultará muy difícil por tanto la adquisición de mayores niveles de
complejidad del si mismo, sin intervenciones previas que restituyan funciones
básicas (Ej: regular la labilidad emocional, el control de impulsos y las
conductas autoagresivas en TLP). Algunos pacientes con trastornos graves de
la personalidad pueden requerir de intervenciónones directivas por parte del
terapeuta, por ejemplo cuando muestran dificultades para anticipar las
consecuencias de sus actos. Estas intervenciones favorecen que el paciente
tome decisiones más adaptivas en su vida, lo que puede fomentar también una
experiencia de aprendizaje que favorezca el cambio. Por ejemplo: mostrarle a
una paciente con trastorno límite de la personalidad que exponer a su hija
pequeña a presenciar discusiones y escenas violencias físicas con su pareja
actual pone en riesgo la salud física y mental de la menor, permitió que la
paciente, por una parte pudiera comenzar a anticipar las consecuencias de sus
actos y por otra poner en duda la creencia que siempre es necesario
externalizar la rabia lo antes posible para solucionar sus problemas. La
postergación de la respuesta impulsiva no sólo disminuye la intensidad de la
misma sino que también favorece el proceso reflexivo autónomo y permite que
emerja una experiencia que puede favorecer otros procesos de cambio. La
pregunta es entonces si nosotros como terapeutas constructivistas cognitivos
deberíamos optar siempre por una posición de neutralidad y abstinencia. La
respuesta probablemente es no, pues la existencia de una regla implica por
defecto la excepción. Pareciera ser que ciertos procesos patológicos implican
fuertes disidencias con preceptos ontológicos fundamentales de nuestra
consensualidad compartida, lo que muchas veces puede poner en juego la
sobrevivencia, el bienestar y la adaptación. Ahora bien, probablemente el
problema no tiene que ver sólo con el tipo de intervención o técnica, sino que
también el “cómo” de la intervención que hace alusión a los aspectos ilocutivos
del lenguaje del terapeuta que están involucrados. Será labor del terapeuta
realizar un análisis idiosincrático de cada paciente para elegir el modo más
adecuado de realizar la intervención, teniendo especial cuidado de
desengancharse de las emociones en curso para no promover la mantención
del ciclo cognitivo interpersonal, disfuncional del paciente. Será de central
importancia destacar que este tipo de intervenciones deben reservarse para
111
pacientes con comportamientos muy disfuncionales y deben ser aplicados de
manera adecuada. Incluso podrían estar contraindicadas en algunos tipos de
pacientes que buscan la validación y confirmación excesiva por parte de los
otros. En este sentido, se propone que independiente de la condición clínica o
de las consideraciones ideográficas, todo proceso psicoterapéutico
constructivista cognitivo implica, de alguna u otra manera, la inclusión de
ambos componentes, operativos y procedurales en diferentes estadios del
proceso
112
antítesis manía-depresión o histeria-anancasmo, Desde ahí se puede postular
que más allá de la importancia que posee el contenido de la vivencia, el eje
principal está determinado por la imposibilidad de ser flexible, entre
posibilidades conductuales y vivenciales. De acuerdo a Blankemburg (1983), la
Psicopatología debe abocarse a la relación del sujeto con el mundo, las
modificaciones de las funciones psíquicas y las limitaciones derivadas de los
menoscabos en los grados de libertad para poder vivenciar y poder
comportarse.
Desde esta perspectiva entonces, no existiría necesariamente una polaridad de
las dimensiones operativas que se caracteriza por un operar psicopatológico,
sino que el estancamiento o pérdida de la libertad de tránsito entre los ejes, es
lo que restringe el comportamiento y la vivencia.
113
negativo. Además existe una evitación de situaciones y estímulos
potencialmente reforzadores, y en algunos pacientes hay una exposición
emocional permanente y negativa frente a otras personas, lo que se relaciona
directamente con la activación de la ideación suicida en la inmediatez.
114
permita operar desde la integración de estas representaciones contradictorias.
Esto último podría lograrse mediante el uso del cuestionamiento socrático, la
identificación de distorsiones cognitivas que promueven y prolongan el
desequilibrio emocional, función que puede ser aprendida por el paciente, en
esta nueva relación de apego que promueve un aprendizaje emocionalmente
significativo, que es la psicoterapia.
115
la realidad circundante pueden ser un aporte para las nuevas significaciones
delirantes, que otorgan un nuevo sentido a la experiencia. Conrad (1958)
describe el trema esquizofrénico, como un estado de tránsito, desde la
existencia normal hacia una existencia psicótica, el cual se caracteriza
fundamentalmente por un estado de perplejidad que se vive como una pérdida
de familiaridad con la propia existencia, con los otros y el mundo circundante.
Es en este estado donde el sujeto experimenta extrañeza frente a su
experiencia habitual de situarse en el mundo y en sí mismo. Este “desajuste”
experiencial promueve una actitud de búsqueda desesperada de nuevos
significados, cuando los sistemas explicativos preexistentes no permiten dar
cuenta de esta profunda transformación vivencial, probablemente movilizada
por cambios neurobiológicos que de alguna u otra manera impactan la vivencia
de la propia corporalidad. Emerge una actitud hiperreflexiva y sobreinclusiva
como estrategia para combatir la perplejidad, para escapar de esta experiencia
inmediata desbordante. La actitud del “no psicótico” es discurrir de un modo
espontáneo por el mundo, manteniendo el equilibrio entre la razón y la
emoción, entre lo teórico y lo práctico, la actitud reflexiva y la irreflexiva. Incluso
existe una resistencia natural a dejarse llevar por la reflexión sin límite. Por su
parte, el esquizofrénico pareciera haber perdido esa resistencia y vivir en una
permanente epoché descontrolada, que lo lleva a apartarse cada vez más de
su natural inserción en el mundo, del sentido común, de la cotidianidad, de la
“evidencia natural” desplazando cada vez más su existencia hacia lo abstracto,
lo analítico y el afán por conocer las causas últimas de las cosas, intentando
aprehender la realidad toda en un único acto de conocimiento, lo que
Blankemburg denominara la “amplificación del arco intencional” (Blankemburg,
1962, en Dörr, 1997). Esta actitud, lo lleva a una hipertrofia del mundo interno,
en desmedro de la realidad consensual, donde la Exclusión, como polaridad de
las dimensiones operativas deja fuera elementos consensuales de la realidad
compartida, quedando el sujeto “suspendido” en una realidad delirante propia,
que no encuentra denominadores comunes en el encuentro con otro y que se
traduce en una pérdida radical de la capacidad de construir junto a otro una
noción compartida de realidad, un diálogo y un encuentro genuino, en el
interjuego de la mismidad y la ipseidad.
116
Este modo de operar se puede observar en psicosis crónicas como la
esquizofrenia o los trastornos delirantes. Por ejemplo, en función de las
manifestaciones clínicas predominates de la esquizofrenia y de las
características idiosincráticas del sujeto que la padece, podemos ver por el
contrario un desplazamiento hacia el polo de la concreción. Tal como plantea
Arieti (1975): si en situaciones de angustia severa como los estadios pre
psicóticos ciertos niveles de integración psicológica resultan insostenibles o no
dan los resultados esperados, existe una fuerte tendencia del sistema psíquico
a estructurarse en torno a funciones de niveles más bajos de integración. Este
mecanismo es denominado por el autor como el “Principio de la Regresión
Teleológica” y estaría basado en la filogénesis y ontogénesis del sujeto, ya que
permite un estado involutivo de organización, en un nuevo equilibrio que
resguarda el mandato biológico de la sobrevivencia del sistema. Es un nuevo,
aunque primitivo modo de mantener una homeostasis y una relación de
adaptación con el medioambiente. Ahora, este sistema, requiere dar un sentido
a su experiencia, mediante explicaciones que den cuenta de sus vivencias,
como todo ser humano, que tal como plantea el autor, está dotado por defecto
de un “instinto hacia la racionalización”. En concordancia con el principio de la
regresión teleológica, emerge una nueva forma de simbolización, que el autor
denomina el “Pensamiento Paleológico”, que es portador de una lógica distinta,
no necesariamente de naturaleza “ilógica”, sino que más elemental, en el
sentido que no se rige por los principios de la lógica formal Aristotélica, pero
que permite la resolución parcial del conflicto, disminuyendo la ansiedad. Este
pensamiento se rige por múltiples reglas, que están a la base de la
construcción de los delirios. Dentro de estas, destaca “La incapacidad para
distinguir entre el símbolo y el objeto que éste simboliza” (Arieti, 1975, pp.174),
que hace alusión a una tendencia al pensamiento concreto.
Desde esta perspectiva cabe destacar, que existe una tendencia del sistema a
operar desde la Concreción, no por una incapacidad cognitiva, sino más bien
por un proceso de “Concreción Activa” donde la realidad y su complejidad de
representaciones asociadas, pueden resultar muy amenazantes para un
sistema que está frente a la experiencia de una fractura inminente, y cuya
117
continuidad es viable mediante la adopción de una perspectiva concreta y que
opere además desde la Exclusión, para generar representaciones compatibles
con el estado de equilibrio actual.
Podríamos afirmar que las representaciones del sí mismo podrían resultar más
amenazantes sin la construcción delirante concreta y exclusiva. El delirio sería
entonces la última alternativa para cimentar el sentido de la propia existencia.
Una vez instalado el delirio, en la fase activa de la psicosis, se puede observar
un cambio en el funcionamiento de las dimensiones operativas, que oscilan
hacia el polo de la abstracción e inclusión, incorporando nuevos elementos, en
una actitud hiperreflexiva que busca sustentar el sistema de significados
emergente.
119
relevantes, para facilitar la extinción de algunas conductas socialmente
problemáticas o para desarrollar destrezas y habilidades sociales que le
permitan restituir un cierto nivel de funcionamiento. Por otra parte, las
aproximaciones cognitivas permitirán al paciente tener una actitud más
“realista” frente a sus percepciones delirantes, desarrollar una actitud de
“cuestionamiento” frente a la omnipotencia de sus “voces”
(pseudoalucinaciones auditivas). Sin embargo, si bien estas aproximaciones
son muy relevantes, el clínico deberá hacerse cargo de un sujeto que tiene el
desafío de resignificar una experiencia profundamente disruptiva, que detuvo el
flujo de la experiencia en curso y que obliga a una redefinición del Sí Mismo y
sus representaciones más profundas, con el objetivo de mantener un sentido
unitario, que integre el pasado y que se enfrente a un futuro incierto, donde la
psicosis es nuevamente una posibilidad. Es en este punto donde el abordaje
técnico procedural podría ser de gran utilidad. El desafío está en ser capaz de
identificar las motivaciones genuinas del paciente, sus propios recursos,
limitaciones y expectativas, para poder diseñar un tratamiento de acuerdo a sus
requerimientos.
123
Dentro de los recursos personales, hay que destacar, en base a la evidencia
expuesta que los pacientes con severas disfunciones en las relaciones
interpersonales, podrían experimentar el insight como una “amenaza” sobre
todo cuando el proceso de análisis se centra en la relación terapéutica, lo que
pone en riesgo la continuidad de la alianza. En este caso, nuevamente el
criterio propuesto es el mismo: no “contraindicar” estas técnicas e
intervenciones, sino más bien utilizarlas en función del estado actual del
paciente y de la alianza, en un timing adecuado.
124
emocionales, de modo tal en que se facilita el cambio en un nivel
implícito.
EXPLICACIÒN
EXPERIENCIA
INMEDIATA
EXPLICACIÒN
EXPERIENCIA
INMEDIATA
ENFASIS CONSTRUCTIVISTA
EXPLICACIÒN
EXPERIENCIA
INMEDIATA
128
En principio, se postula que las técnicas operativas deben ser
utilizadas en primera instancia como un dispositivo que busca la
restitución de una homeostasis en el operar del sujeto, para fomentar
la reducción sintomática y promover la restitución de la continuidad
del Si Mismo en el tiempo, pero sus efectos pueden trascender a los
objetivos esperados, fomentando no sólo la habilitación del cambio
profundo, sino que también pueden tener un efecto sinérgico al ser
utilizadas junto a las técnicas procedurales, en diferentes momentos
del proceso terapéutico, de acuerdo a las necesidades del paciente
b) Técnicas procedurales e intervenciones de acción: En el caso de la
exploración experiencial, el ir centrando el foco de análisis en la
experiencia inmediata, la experiencia reflexiva y su convergencia con
elementos ambientales y situacionales, nos provee de una
herramienta terapéutica que facilita la reconstrucción de la
experiencia, para disminuir la discrepancia entre sus dos niveles. De
esta manera, el paciente adquiere nuevas formas de experimentarse
a sí mismo y a la realidad, lo que fomenta el cambio profundo.
En cuanto a la metacomunicación, es una técnica que promueve la
identificación y explicitación de patrones relacionales implícitos, que
son conceptualizados como ciclos cognitivos interpersonales
disfuncionales que se activan ante la emergencia de esquemas
prototípicos que obstruyen las relaciones y generan sufrimiento. Es
decir, es una técnica que permite que ciertos elementos tácitos de la
experiencia del paciente se vuelvan explícitos, lo que apunta hacia
procesos de cambio profundo y modifica al mismo tiempo un cambio
de superficie, que se traduce en un cambio en la dinámica de las
dimensiones operativas. El terapeuta hace “explícito lo implícito”,
aumentando la conciencia del paciente acerca de sus propios
patrones de comportamiento y su vinculación con experiencias
profundas. Es decir, se empieza a construir un significado, ahí donde
sólo había un “automatismo mental”, un síntoma que no tenía relación
y que ahora si inserta en la subjetividad del paciente, tanto en el eje
sincrónico y diacrónico, adquiriendo sentido e inserción biográfica.
129
Se genera un cambio, no sólo a nivel del surgimiento de nuevas
significaciones, sino que además, se genera un cambio
(predominantemente) en la memoria procedural del paciente, que de
acuerdo al marco teórico expuesto, tiene su asidero en estructuras
neuroanatómicas como la amígdala, el cerebelo y los ganglios
basales. Un nuevo aprendizaje, emocionalmente significativo, que
emerge en un contexto protegido, en una relación estructurada de un
modo estratégico, de tal manera que replique las condiciones de un
apego seguro y promueva un cambio duradero en la experiencia.
Estas técnicas por tanto, pueden ser una herramienta de cambio
fundamental, que deben ser indicadas en pacientes que tengan una
motivación al cambio profundo, que tengan los recursos suficientes y
que no estén cursando síntomas psicopatológicos severos. La
evidencia expuesta plantea que las autorrevelaciones y las
interpretaciones transferenciales deben ser utilizadas con precaución,
ya que si bien son muy eficientes en algunos pacientes, en otros
correlacionan negativamente con el cambio terapéutico.
Sin embargo, hay que tener precaución con tomar de manera literal la
consideración psicopatológica del paciente, en el sentido del
diagnóstico sindromático, pues éste describe un operar del sujeto,
pero no representa sus características, habilidades y recursos
idiosincráticos. Al mismo tiempo, hay que hacer consideraciones
evolutivas, en torno al estado actual del paciente, curso y pronóstico,
en función de la multiplicidad de variables involucradas en el análisis
clínico del “caso a caso”. En términos simples ¿Podemos incluir
técnicas procedurales e intervenciones de acción en la psicoterapia
de un paciente con un trastorno del espectro psicótico o con un
diagnóstico de trastorno de personalidad grave? De acuerdo a esta
propuesta, la respuesta es sí. Incluso en algunas ocasiones no sólo
es un elemento que podría potenciar la psicoterapia, sino que además
resulta necesario. En el caso de los pacientes psicóticos, una vez
transcurrida la crisis, el paciente se ve enfrentado a la necesidad de
dar sentido a la experiencia psicótica y seguir construyendo una
130
biografía. En el caso de los pacientes con trastornos de la
personalidad, especialmente la metacomunicación puede ser de gran
utilidad, pues estos pacientes tienen un predominio de síntomas
relacionales, y muchas veces requieren aumentar la conciencia del
impacto que su conducta puede tener sobre los otros, y generar
nuevos patrones relacionales más flexibles e inclusivos, en el contexto
de una nueva relación. Por otra parte, las intervenciones de acción
promueven el cambio profundo, pues establecen novedosas
asociaciones entre elementos tácitos y explícitos, previamente no
conscientes para el paciente y que amplían el espectro de
significaciones posibles. Recordar que la evidencia sugiere la amplia
utilidad de la interpretación como técnica transversal a diversas
escuelas psicoterapéuticas, y el análisis de la relación terapéutica y
las “autorrevelaciones” como herramientas que puede ser de utilidad
clínica. La utilización de estas técnicas e intervenciones deben
considerar entonces en qué momento, con qué paciente en particular,
y en qué “dosis” pueden ser utilizadas.
131
Un Continuo “Operativo-Procedural”
132
(Reducción sintomática) (Énfasis en el proceso y cambio profundo)
135
4.4 Conclusiones y Discusión
Por otra parte se revisaron los aportes clínicos que se desprenden de una
metateoría constructivista cognitiva de la psicoterapia, que en la actualidad se
constituye como un modelo sólido que integra los aportes teóricos de
diferentes momentos evolutivos de la teoría cognitiva y que define una teoría
clínica integrada que permite dar respuesta a diversos problemas clínicos. Se
destaca como aporte central de su teoría clínica y de la psicoterapia, la
inclusión de nuevas técnicas e intervenciones clínicas. Las intervenciones
tienen una amplia documentación en la literatura de la psicoterapia, pero que
sin embargo no habían sido explicitadas en otros momentos de la evolución
del modelo y además se proponen intervenciones novedosas, lo que permite
ampliar el espectro de acciones terapéuticas posibles. Se destaca además la
importancia de una definición conceptual y operacional del encuadre clínico,
como un dispositivo técnico que asegura las condiciones elementales para
que transcurran los procesos de cambio, y que otorga estabilidad a la relación
terapeuta-paciente, factor que resulta muy relevante para el éxito del proceso
136
psicoterapéutico pues facilita el adecuado despliegue de los recursos técnicos
y además contribuye a la inclusión de “factores inespecíficos” de la
psicoterapia favoreciendo las condiciones relacionales que promueven el
cambio.
137
2- El modelo teórico es limitado en la medida que considera sólo algunas
variables implicadas en la indicación. Incluso al establecer la relación entre los
trastornos psicopatológicos y las dimensiones operativas, se toman en
consideración ciertos cuadros clínicos y no otros. Otras investigaciones
teóricas podrían continuar desarrollando la relación entre diversas
condiciones clínicas, su relación con el funcionamiento de las dimensiones
operativas y la orientación de la indicación y además incluir no sólo el marco
teórico de la psicoterapia psicodinámica, la psicopatología, la investigación en
psicoterapia y neurociencias, sino que ampliar el referente teórico utilizando
otros modelos de indicación en psicología clínica y psicoterapia.
138
dar un “salto evolutivo” y operar como un sistema complejo que puede
desplegar múltiples respuestas, de acuerdo a las demandas
medioambientales (nuestros pacientes), sin perder la coherencia interna y
manteniendo su estructura central y organización. Dicho de otro modo, si el
terapeuta constructivista cognitivo realiza una exposición junto a su paciente o
un cuestionamiento socrático de sus distorsiones cognitivas, ¿Se está
transformando en un terapeuta “positivista”, y por tanto que atenta contra su
identidad como sujeto terapéutico?: No. Significa que el terapeuta está
operando sobre un nivel de complejidad diferente, no solo en cuanto al
problema clínico del paciente, sino que también en cuanto a los niveles de
organización de la propia teoría constructivista cognitiva, pudiendo desplegar
operaciones terapéuticas flexibles. Probablemente el terapeuta cognitivo será
capaz de desplegar la flexibilidad necesaria para transitar dentro de este
continuo operativo-procedural, oscilando entre una actitud activa y receptiva,
de acuerdo a los requerimientos del proceso. Sin embargo, será necesario
abordar este desafío de un modo responsable, a través de la continuación de
esta línea de investigación teórica, abordando directamente el problema del
encuadre y sus modificaciones, mediante una propuesta que articule ciertos
parámetros y criterios que guíen esta “plasticidad” terapéutica.
Por otra parte, pese a las limitaciones expuestas, fue posible establecer una
relación entre la condición clínica del paciente, el funcionamiento actual de
sus dimensiones operativas y la indicación de las técnicas en psicoterapia. En
este aspecto se destacan dos puntos centrales: el rol del diagnostico
psicopatológico, como un punto de partida que permite dar cuenta no sólo de
un conjunto de signos y síntomas, sino que permite además una
conceptualización que describe una dinámica de relación entre elementos
conductuales, afectivos y cognitivos, que constituyen un sistema que se
retroalimenta a sí mismo, y que incluso se independiza de los factores
etiológicos contribuyentes, en una dinámica de “segundo orden”. En este
sentido las técnicas operativas permiten dar respuestas atingentes que
permiten interrumpir estas dinámicas disfuncionales, mejorando la calidad de
vida y adaptación del sujeto, y otorgando un terreno fértil para el cambio
139
profundo. En términos clínicos: Si asumimos que un paciente con un T.O.C,
puede ser tratado en principio con una terapia de exposición y prevención de
respuesta, estamos asumiendo por una parte que los principios del
condicionamiento operante (refuerzo negativo) han contribuido al origen y
mantenimiento de la sintomatología obsesiva compulsiva, y por tanto como
terapeutas desplegaremos los recursos técnicos necesarios para facilitar la
interrupción de este mecanismo disfuncional ¿Quiere decir esto que el
síntoma no tiene una inserción biográfica, que no se relaciona con
experiencias patogenéticas tempranas y escenas prototípicas que determina
la organización de sus reglas de funcionamiento actual? Es muy probable que
estos factores sean centrales en la génesis y comprensión de los síntomas,
por lo que el terapeuta constructivista cognitivo debe realizar una
conceptualización de manera paralela en este nivel, anticipándose también a
este foco de trabajo. Pero será el paciente, su idiosincrasia y experiencia
personal quien guiará nuestra conceptualización y el curso de la psicoterapia,
orientando el foco hacia los aspectos profundos, a los aspectos del operar, o
a ambas dimensiones de manera simultánea. Esta propuesta plantea
entonces que los niveles anteriormente descritos contribuyen de igual manera
a la etiología y la mantención de los síntomas psicopatológicos, y que el
terapeuta, en un minucioso trabajo deberá hacerse cargo de estos dos
niveles, abordando el problema de acuerdo a las particularidades de cada
caso.
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