LEUCEMIA
LEUCEMIA
LEUCEMIA
INTRODUCCIÓN PAG 8
OBJETIVOS GENERALES PAG. 9, 10
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
PRESENTACIÓN PAG. 11
LEUCEMIA PAG. 12
EL DESCUBRIMIENTO DE LA LEUCEMIA Y CLASES PAG. 13 – 16
TIPOS PAG. 17 -24
TIPOS DE CELULAS SANGUINEAS PAG. 25 – 28
LEUCEMIA LINFOBLASTICA AGUDA PEDIÁTRICA PAG. 29 – 30
ETIOLOGÍA PAG. 30 – 32
FISIOPATOLOGÍA – ORIGEN PAG. 32 - 35
DIAGNOSTICÓ DIFERENCIAL PAG. 35 – 37
DIA GNOSTICO CLINICO Y BIOLOGICO PAG. 38 – 41
SUBTIPOS GENETICOS PAG. 41 – 49
CONTRIBUCIÓN DE LOS GRUPOS COPERATIVOS PAG. 50 – 53
TRATAMIENTO DE PRIMERA LÍNEA DE LA LLA PAG. 53
INDUCCIÓN A LA REMISIÓN: PAG. 53 - 54
CONSOLIDACIÓN O INTENSIFICACIÓN PAG. 54 - 57
SEGUIMIENTO Y EFECTOS SECUNDARIOS PAG. 57 – 58
LEUCEMIA DEL LACTANTE PAG. 59
LEUCEMIA EN NIÑOS CON SIDROME DE DOWN PAG. 59 – 79
TRASPLANTE ALOGÉNICO DE
PROGENITORES HEMOPOYÉTICOS PAG. 79 – 84
CONCLUSIONES PAG. 85
4
REFERENCIAS: PAG. 86 – 88
GLOSARIO PAG. 89 – 94
ANEXOS PAG. 95 – 101
CONCLUSIONES PAG. 102
BIBLIOGRAFÍA PAG. 103
INTRODUCCIÓN
5
En la LLA existen subgrupos de pacientes de alto riesgo como aquéllos con LLA Ph+ y
LLA--‐T, en los que los factores clínicos y biológicos clásicos no son útiles para predecir
el riesgo de recaída. El hecho de que estos subgrupos sean enfermedades infrecuentes
dificulta el estudio de factores pronósticos. Por tanto, es necesario disponer de series con
un gran número de pacientes para poder identificar variables con impacto pronóstico. Por
otro lado, en el subgrupo de pacientes con LLA Ph+ del adulto se ha demostrado que el
tratamiento con inhibidores de tirosín--‐quinasas (TKI) ha tenido un impacto favorable en
su supervivencia. La experiencia de estos tratamientos en la LLA Ph+ pediátrica es escasa
y se hace necesario analizar su impacto pronóstico en los pacientes de esta edad.
--‐El análisis de series amplias de pacientes tratados de forma homogénea con protocolos
del grupo SHOP, que reúne la mayoría de pacientes pediátricos con LLA en España,
permitirá reconocer factores pronósticos predictores de recaída que pueden ser aplicables
en futuros protocolos de tratamiento.
--‐El análisis de las variables pronósticas identificadas permitirá comprobar si los cambios
en el tratamiento aplicados en protocolos sucesivos se traducen en un aumento de la
supervivencia en estos pacientes de alto riesgo.
--‐La eficacia que han mostrado en los pacientes adultos los tratamientos con TKI frente a
una diana biológica compartida (LMC y LLA Ph+) sugiere que estos tratamientos podrían
tener un impacto favorable en la supervivencia de los pacientes pediátricos con LLA Ph+.
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OBJETIVOS GENERALES
Identificar factores pronósticos en una serie amplia de pacientes con LLA Ph+ tratados
de forma homogénea según protocolos sucesivos del grupo SHOP.
Identificar variables con impacto pronóstico en una serie amplia de pacientes con LLA-
-‐T tratados de forma homogénea según protocolos sucesivos del grupo SHOP.
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
Analizar la tasa de remisión molecular y los niveles de ERM en los pacientes tratados
con imatinib y quimioterapia intensiva.
Comparar los resultados obtenidos con los protocolos del grupo SHOP con los obtenidos
por otros grupos cooperativos internacionales.
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PRESENTACIÓN
Sangre negra, sangre roja, sangre azul, sangre blanca. La leucemia no necesita, para ser
entendida como nombre de enfermedad, ninguna de las desinencias al uso: -algia, -noso, -
itis, etc.
Las leucemias agudas avanzan rápidamente y son más frecuentes en niños y adultos
jóvenes.
Las leucemias linfáticas afectan a los linfocitos mientras que las leucemias mieloides
afectan a los mielocitos.
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LEUCEMIA
LA HISTORIA DE LA LEUCEMIA
En las personas con la leucemia, la médula ósea produce un gran número de las células
blancas de la sangre que se conocen como las células de la leucemia o los leucocitos. En
las etapas iniciales, las células de la leucemia funcionan con normalidad. Sin embargo,
con el tiempo comienzan a saturar las células de la sangre y hacer que sea difícil para la
sangre llevar a cabo su labor. La capacidad del cuerpo para combatir las infecciones se
reduce. En algunos casos, el número de las células de la leucemia o los leucocitos son tan
altas que la sangre en realidad tiene un tono blanquecino.
10
EL DESCUBRIMIENTO DE LA LEUCEMIA
Además, en el 1970 se confirmó que la leucemia puede ser curada, y por los años 1980 y
1990 los pacientes fueron curados en torno al 70%. Esto aumentó las esperanzas de todos
los pacientes en todo el mundo. La gente ha estado luchando contra el cáncer durante
mucho tiempo, con la diferencia de que no sabían los detalles en contra de que estaban
luchando.
Hoy en día, el número de los niños que se ven afectados por esta enfermedad es muy alto.
La razón puede atribuirse a los cambios de la vida que han llegado a lo largo. Una razón
importante es que el porcentaje de las madres que amamantan a sus hijos se ha reducido
drásticamente. Durante la lactancia, el sistema inmunológico del niño se encuentra con los
anticuerpos del cuerpo de la madre y evoluciona para responder a las infecciones después
del nacimiento. Sin embargo, los niños que no han sido amamantados son más propensos
a desarrollar la leucemia, ya que no se enfrentan a los microbios en sus primeros años.
11
Las naciones industrializadas son más susceptibles a la leucemia porque las personas que
residen en esas naciones están constantemente en contacto con los productos químicos
tales como los altos niveles del benceno y el formaldehído (en lugares del trabajo). La
exposición a la radiación a través de la explosión de una bomba atómica o los
tratamientos médicos como la quimioterapia y la gran cantidad de los pesticidas son
también los factores de riesgo que pueden conducir a la leucemia. Las personas que
sufren del síndrome de Down también son propensas a esta enfermedad de la sangre.
El tratamiento más antiguo y primario para la leucemia era el arsénico. En el siglo 18,
Thomas Fowler creó una solución que comprende el trióxido de arsénico y el bicarbonato
de potasio, y lo llamó solución de Fowler. Esta solución se convirtió en un remedio
estándar para el tratamiento de la enfermedad de Hodgkin, la anemia y la leucemia. Sin
embargo, en el siglo 20, el arsénico se sustituye por la terapia de la radiación. La terapia
de la radiación se encontró que era muy beneficiosa en la curación de la leucemia.
La Sociedad Americana del Cáncer dice que los primeros radiólogos utilizaban la piel de
sus manos para poner a prueba la fuerza de la radiación de las máquinas de la radioterapia
en busca de las dosis adecuadas (para obtener la piel de color rosa después de la
radiación), que iba a ser la cantidad adecuada para el tratamiento. Lamentablemente, la
mayoría de ellos se enfermó con la leucemia.
Fue sólo después de la Segunda Guerra Mundial que la quimioterapia entró como un
tratamiento para la leucemia. Además, en la década de 1940 más y más nuevos
tratamientos, tales como la aminopterina, 6-mercaptopurina, 6-mercaptopurina se produjo.
El descubrimiento del ADN ha ayudado a comprender los mecanismos detallados del
cáncer y de las razones por las que se producen. Los trasplantes de la médula ósea se sabe
que es la mejor cura para la leucemia en la actualidad. El análisis genético se espera que
abra nuevas puertas hacia los tratamientos y la cura de la leucemia en el futuro.
12
La leucemia de un vistazo es un cáncer de las células de la sangre y, aunque la causa de
esta enfermedad no se conoce, los factores del riesgo que conducen a ella han sido
identificados. La gente tiene que tener mucho cuidado con la cantidad de la radiación y a
los productos químicos que están siendo expuestos.
Se define como la proliferación neoplásica de células hematopoyéticas en una estirpe
celular con posterior proliferación y expansión, cuya acumulación se acompaña de una
disminución del tejido hematopoyético normal en médula ósea y posterior invasión de
sangre periférica y otros tejidos. En las leucemias agudas la población celular
predominante está formada por células inmaduras (blastos), y en las crónicas la
celularidad presenta un mayor estadio madurativo.
Su diagnóstico se realiza mediante el examen de sangre periférica y de médula ósea. En
cuanto a la etiopatogenia sean descrito ciertas cromosomopatías, radiaciones ionizantes,
fármacos mielotóxicos (fenilbutazona, cloranfenicol y citostáticos), virus y ciertos
factores genéticos (inactivación de genes supresores, activación de oncogenes).
Las leucemias, en general, son más frecuentes en hombres (56%) que en mujeres. La
incidencia varía de acuerdo a la edad y tipo de leucemia. En USA, las leucemias
representan 25% de todos los cánceres que se presentan en niños menores de 20 años. En
cambio en los adultos, especialmente en los mayores de 50 años, las más frecuentes son la
Leucemia Linfática Crónica y
13
Estas células cancerosas se diseminan por la sangre, y además pueden invadir otros
órganos, como el hígado, los riñones, los ganglios linfáticos, el bazo y el cerebro.
A medida que la enfermedad progresa, las células malignas interfieren en la producción
de otro tipo de células sanguíneas, como los glóbulos rojos y las plaquetas, lo que tiene
como consecuencia el desarrollo de anemia y el incremento del riesgo de contraer
infecciones.
Las leucemias tienen una incidencia aproximada de dos o tres casos por cada 100.000
habitantes y año. Son las neoplasias más frecuentes en la infancia (alrededor del 25% de
los cánceres infantiles son leucemias), y afectan con más frecuencia a los varones.
Aunque la causa de las leucemias no se conoce exactamente, se sabe que hay diversos
factores que pueden provocar la aparición de esta enfermedad.
• Genéticos.
• Inmunodeficiencias.
• Factores ambientales.
En cuanto a la relación de los factores genéticos con el desarrollo de leucemia, se sabe
que la enfermedad es más frecuente en gemelos que en el resto de la población, y padecer
trastornos genéticos como el Síndrome de Down y el síndrome de Fanconi supone un
factor de riesgo asociado a la aparición de leucemia.
Las personas con el sistema inmunitario debilitado por la administración de quimioterapia
o fármacos inmunosupresores (que se suministran a pacientes que han sufrido un
trasplante de órganos), también son más susceptibles de desarrollar leucemia.
Uno de los factores más estudiados son los factores ambientales, sobre todo la exposición
a radiaciones ionizantes, sustancias químicas como el benceno y ciertos fármacos, y los
virus.
La relación entre las radiaciones ionizantes y la leucemia se descubrió a partir de
accidentes nucleares (explosiones o incidentes en centrales nucleares).
14
TIPOS
Existen varios criterios para clasificar las leucemias. Una forma de clasificación se basa
en su historia natural:
• De Novo: cuando ocurren sin que exista un proceso previo que desencadene la
enfermedad.
• Secundarias: cuando existe un proceso previo que desemboca en leucemia, como
por ejemplo una enfermedad sanguínea.
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linfáticos, para extenderse después al hígado y al bazo, e invadir posteriormente la médula
ósea. Esta enfermedad progresa lentamente, y el pronóstico depende de factores como la
cantidad de linfocitos en la sangre y la médula ósea, la gravedad de la anemia, y la
capacidad del sistema inmune del paciente para luchar contra las infecciones que pueda
contraer.
SÍNTOMAS
La clínica de la leucemia depende, por un lado, de la insuficiencia medular provocada por
el crecimiento de las células cancerígenas, que impide el crecimiento del resto de células,
y por otro lado, de la infiltración de estas células anómalas en órganos y tejidos.
16
El comienzo es casi siempre agudo, de forma brusca (excepto en los tipos crónicos), y el
tiempo que transcurre entre la aparición de los síntomas y el momento del diagnóstico
generalmente no sobrepasa los tres meses.
Lo normal es que los pacientes presenten síntomas en el momento del diagnóstico, pero a
veces permanecen asintomáticos (sin síntomas) y la leucemia se diagnostica al realizar
una analítica de sangre. Con frecuencia refieren:
• Astenia (cansancio)
• Anorexia (falta de apetito) y
• Pérdida de peso.
La mitad de los pacientes presentan fiebre y sudoración, sobre todo nocturna. En el 50%
de los enfermos se aprecia diátesis hemorrágica cutánea o mucosa (hemorragias en la piel
o las mucosas).
Puede haber dolores articulares y óseos, sobre todo en los niños. Lo más frecuente es que
las células leucémicas invadan el hígado, el bazo y los ganglios linfáticos, produciendo
hepatoesplenomegalia (aumento del tamaño de hígado y bazo) y adenopatías. En
ocasiones puede afectarse el sistema nervioso, con parálisis de nervios o aumento de la
presión intracraneal (dentro del cráneo). La afectación de otros órganos es rara, aunque en
las recaídas pueden afectarse las mamas, los testículos y la piel o las mucosas.
Los glóbulos blancos, implicados en la defensa del organismo, pueden ser deficientes o
disfuncionales. Esto puede causar que el sistema inmune del paciente sea incapaz de
luchar contra una infección simple. Debido a que la leucemia impide que el sistema
17
inmunitario funcione con normalidad, algunos pacientes experimentan infecciones
frecuentes, que van desde las amígdalas infectadas, llagas en la boca, diarrea, neumonía o
infecciones oportunistas.
Por último, la deficiencia de glóbulos rojos produce anemia, que puede causar disnea y
palidez.
De manera resumida, algunas de sus manifestaciones clínicas más importantes son:
Uno de los síntomas frecuentes en este padecimiento es “La fatiga”, relacionada con el
cáncer, misma que tiene efectos nocivos en diferentes dimensiones del ser humano, dado
que somos seres biopsicosociales, afectando entonces, la parte física, social y cognitiva,
18
así como el funcionamiento profesional del sujeto, causando angustia emocional y
espiritual para los pacientes y sus familias. El National Comprehensive Cancer Network
en 2014, definió la fatiga relacionada con el cáncer como una inusual sensación
persistente y subjetiva de cansancio que no va de acuerdo a la actividad que realiza el
paciente de manera cotidiana, interfiriendo en su funcionamiento habitual.
Algunos pacientes con leucemia no tienen una alta cantidad de glóbulos blancos visibles
durante un recuento sanguíneo normal. Esta enfermedad menos común se denomina
aleucemia. La médula ósea contiene las células cancerosas aún blancas de la sangre que
perturban la producción normal de células sanguíneas. Sin embargo, las células
leucémicas se alojan en la médula en lugar de entrar en el torrente sanguíneo, donde
serían visibles en un análisis de sangre. Para un paciente aleucémico, el recuento de
glóbulos blancos en la sangre puede ser normal o baja. La aleucemia puede ocurrir en
cualquiera de los cuatro tipos principales de leucemia, y es particularmente común en la
leucemia de células pilosas.
DIAGNÓSTICO
La anemia es un dato prácticamente constante en el paciente con leucemia. Por lo general
la cifra de leucocitos se halla aumentada (leucocitosis), aunque en algunos casos puede
estar disminuida (leucopenia). La cifra de plaquetas es inferior a lo normal (trombopenia).
19
Los síntomas que pueden indicar la presencia de la leucemia son debilidad y sensación de
ahogo (a causa de la anemia), infección y fiebre (por la escasez de glóbulos blancos), y
hemorragias (sangrado de la nariz y encías).
Cuando se examina una muestra de sangre del paciente al microscopio, se observan
glóbulos blancos muy inmaduros (blastos). Una biopsia de médula ósea servirá para
confirmar el diagnóstico y determinar qué tipo de leucemia sufre el paciente.
Los trastornos bioquímicos que se registran con mayor frecuencia son hiperuricemia
(ácido úrico elevado), hipocalcemia (calcio bajo), hiperfosfatemia (fósforo elevado),
hiperpotasemia (potasio elevado) e incremento de la actividad sérica de la láctico-
deshidrogenasa (LDH). Estas alteraciones se observan sobre todo en los casos con
leucocitosis, grandes visceromegalias o adenopatías, y reflejan el elevado recambio
celular. En algunos enfermos se detecta hipogammaglobulinemia (bajo nivel de
gammaglobulinas).
No hay una única causa conocida para todos los distintos tipos de leucemia que existen.
Las causas conocidas, que no son factores intrínsecos de la persona, representan
relativamente pocos casos.8 Cada leucemia distinta puede tener varias causas diferentes.
La leucemia, al igual que otros tipos de neoplasias, son el resultado de mutaciones del
ADN. Ciertas mutaciones producen la activación de oncogenes o la desactivación de los
genes supresores de tumores, y con ello alteran la regulación de la muerte celular, la
diferenciación o la mitosis. Estas mutaciones ocurren espontáneamente o como resultado
de la exposición a la radiación o a sustancias cancerígenas, además de la probable
influencia de factores genéticos.9
Entre los adultos, podemos diferenciar entre los factores biológicos (virus como el virus
linfotrópico T humano) y los artificiales (radiación ionizante, benceno, agentes alquilantes
y quimioterapia para otras enfermedades). El consumo de tabaco se asocia con un
pequeño aumento en el riesgo de desarrollar leucemia mieloide aguda en adultos.10 El
20
uso y la exposición a algunos productos petroquímicos y tintes para el cabello se ha
relacionado con el desarrollo de algunas formas de leucemia. También se han descrito
casos de transmisión materno-fetal.10
21
magnéticos de ELF (frecuencia extremadamente baja) ―pero que no sean eléctricos―
podrían causar leucemia infantil. La exposición a campos magnéticos de ELF
significativa podría dar lugar a un doble riesgo excesivo para la leucemia de los niños
expuestos a estos altos niveles de campos magnéticos. Sin embargo, el informe también
dice que las deficiencias metodológicas y sesgos en estos estudios probablemente hayan
hecho que el riesgo sea exagerado.14 No se ha demostrado evidencia de una relación con
la leucemia u otro tipo de tumor maligno en los adultos.14 Dado que la exposición a tales
niveles de ELF es relativamente poco común, la Organización Mundial de la Salud
concluye que la exposición de ELF, que cada año representa solo entre 100 y 2400 casos
en todo el mundo, lo que representa 0,20 a 4,95 % de la incidencia total para ese año
TRATAMIENTO
El objetivo del tratamiento de la leucemia es destruir las células cancerosas, para que las
células normales puedan volver a crecer en la médula ósea, y evitar la recidiva. En general
el tratamiento de la leucemia se basa en la quimioterapia y los trasplantes de médula ósea.
Las pautas de la quimioterapia varían dependiendo del tipo de leucemia, de modo que
debe individualizarse para cada paciente.
Durante el tratamiento puede ser necesario realizar transfusiones al enfermo para corregir
la anemia y las hemorragias, y administrarle antibióticos para tratar las infecciones.
En la quimioterapia se suelen emplear combinaciones de fármacos, y si las células
leucémicas reaparecen al cabo del tiempo, el trasplante de médula ósea puede resultar la
mejor alternativa de curación para el paciente. Sin embargo, para que esto sea posible es
necesario obtener la médula ósea de una persona compatible (HLA-compatible) con el
enfermo, normalmente un familiar cercano.
22
TIPOS DE CÉLULAS SANGUÍNEAS
Los glóbulos rojos transportan oxígeno desde los pulmones a todos los demás tejidos del
cuerpo, y llevan el dióxido de carbono hasta los pulmones para su eliminación. Una
cantidad insuficiente de glóbulos rojos en el cuerpo (anemia) puede causar cansancio,
debilidad y dificultad para respirar debido a que los tejidos del cuerpo no reciben
suficiente oxígeno.
Las plaquetas en realidad son fragmentos celulares producidos por un tipo de célula de la
médula ósea que se llama megacariocito. Las plaquetas son importantes para detener el
sangrado al sellar pequeños orificios en los vasos sanguíneos. Tener muy pocas plaquetas
(trombocitopenia) puede hacer que usted sangre o presente moretones con facilidad.
Los glóbulos blancos ayudan al cuerpo a combatir las infecciones. Tener muy pocos
glóbulos blancos debilita su sistema inmunológico y puede que usted sea más propenso a
contraer una infección.
Tipos de glóbulos blancos
Los linfocitos son células maduras que combaten infecciones que se desarrollan de los
linfoblastos, un tipo de célula madre de la sangre en la médula ósea. Los linfocitos son las
principales células que forman el tejido linfático, que es una parte importante del sistema
inmunológico. El tejido linfático se encuentra en los ganglios linfáticos, el timo (un
órgano pequeño detrás del esternón), el bazo, las amígdalas y las glándulas adenoides, y
la médula ósea. También se encuentra disperso en todo el sistema digestivo y el sistema
respiratorio. Hay dos tipos principales de linfocitos:
Los linfocitos B (células B) ayudan a proteger el cuerpo contra gérmenes, tal como las
bacterias y los virus. Producen proteínas llamadas anticuerpos que se adhieren al germen,
23
y lo marcan para que otros miembros del sistema inmunológico lo destruyan.
Los linfocitos T (células T) también ayudan a proteger el cuerpo contra los gérmenes.
Algunos tipos de células T destruyen directamente a gérmenes, mientras otras
desempeñan una función al reforzar o desacelerar las actividades de otras células del
sistema inmunológico.
Los granulocitos son células maduras que combaten infecciones que se desarrollan de los
mieloblastos, un tipo de célula productora de sangre en la médula ósea. Los granulocitos
tienen gránulos que aparecen como manchas al observarlos con un microscopio. Estos
gránulos contienen enzimas y otras sustancias que pueden destruir gérmenes como las
bacterias. Los tres tipos de granulocitos, neutrófilos, basófilos y eosinófilos, se distinguen
bajo el microscopio por el tamaño y el color de los gránulos.
24
Con frecuencia la leucemia se describe como aguda (que crece rápidamente) o crónica
(que crece lentamente). Casi todas las leucemias en niños son agudas.
Leucemias agudas
Tanto la ALL como la AML se pueden dividir más en subtipos diferentes. Para más
información sobre estos subtipos, consulte la sección “ ¿Cómo se clasifica la leucemia en
niños?”.
Leucemias crónicas
Las leucemias crónicas son mucho más comunes en los adultos que en los niños. Suelen
crecer más lentamente que las leucemias agudas, aunque también son más difíciles de
curar. Las leucemias crónicas se pueden dividir en dos tipos.
25
Tratamiento de niños con leucemia mieloide crónica”). Si desea más información sobre la
CML, consulte nuestro documento Leucemia mieloide crónica.
Leucemia linfocítica crónica (chronic lymphocytic leukemia, CLL): Esta leucemia se
presenta muy pocas veces en los niños. Si desea más información sobre la CLL, consulte
nuestro documento Leucemia linfocítica crónica.
26
LEUCEMIA LINFOBLÁSTICA AGUDA PEDIÁTRICA
Incidencia
La leucemia aguda es el cáncer más frecuente en la edad pediátrica y representa la tercera
parte de todos los cánceres en esta edad. En niños, a diferencia de lo que sucede en la
edad adulta, la LLA es mucho más frecuente que la LMA, con una proporción de 4 a 1.
La incidencia de la LLA en niños menores de 15 años es de 35 casos por millón de
habitantes, con un pico de incidencia entre los 2 y 5 años de edad y oscila según la raza y
área geográfica (US National Cancer Institute’s Surveillance, Epidemiology and End
Results (SEER) program, ver figura 1) (Gurney et al., 1995). Así, es menos frecuente en
los niños de raza negra y más frecuente entre los hispano--‐ americanos que en los niños
de origen caucásico (Glazer et al., 1999) (Pui, 2012). Ver figura 2 (Xu et al., 2012).
27
Figura 2. Incidencia de la LLA pediátrica según la raza. Reproducido de Xu H, et al.
Journal of Clinical Oncology 2012.
ETIOLOGÍA
Sólo en un porcentaje muy pequeño de casos la LLA se desarrolla en pacientes con una
enfermedad genética subyacente con predisposición a la leucemia, como sería el
Síndrome de Down o la ataxia--‐telangiectasia (Pui, 2012). Sin embargo, recientemente se
ha descrito la asociación entre ciertos polimorfismos genéticos en la población general y
el riesgo aumentado de desarrollar LLA pediátrica. Así, determinados polimorfismos en
28
los genes ARID5B (como por ejemplo el rs10821936), IKZF1, CEBPE, BMI1-
-‐PIP4K2A y CDKN2A, se asocian a una mayor predisposición a padecer una LLA (Xu
et al., 2013). Algunos polimorfismos en el gen ARID5B asociados a mayor riesgo de
desarrollar LLA son menos frecuentes en la raza negra y más frecuentes en los hispano-
-‐americanos, lo que podría explicar las diferencias en la incidencia de LLA entre razas
(Yang et al., 2012; Xu et al., 2012). Además, determinados polimorfismos genéticos se
asocian específicamente a ciertos subgrupos biológicos de LLA, como sería el caso de la
LLA hiperdiploide. Así, determinadas variantes polimórficas en los genes ARID5B e
IKZF1 se asocian a la LLA con hiperdiploidía (Papaemmanuil et al., 2009).
En cuanto a los factores ambientales, hay estudios epidemiológicos que han mostrado
asociaciones con algunas exposiciones a agentes físicos o químicos y la LLA, como
radiaciones ionizantes y electromagnéticas, exposiciones laborales de los padres,
consumo de alcohol durante la gestación y otros. Sin embargo, estas asociaciones son
débiles y en algunos casos no se han confirmado (Malagoli et al., 2010; Bailey et al.,
2011; Hsu et al., 2013). En el caso de la leucemia del lactante, por el contrario, sí que
parece que la exposición transplacentaria a inhibidores de topoisomerasa--‐II tenga un
papel importante en el origen de la leucemia. En este sentido, se ha observado que tanto
las leucemias del lactante como las leucemias secundarias a inhibidores de
topoisomerasa--‐II con reordenamiento del gen MLL tienen con mayor frecuencia el
punto de rotura localizado en el intrón 11 (Meyer et al., 2013). Dicho intrón contiene
múltiples dominios de unión a topoisomerasa--‐ II, por lo que sería muy sensible a la
acción de sustancias citotóxicas. Existen componentes naturales y sintéticos con actividad
frente a topoisomerasa--‐II (quinolonas, flavonoides presentes en alimentos y bebidas
como el té). Aunque esta actividad sea mucho más débil que la de los quimioterápicos, la
capacidad detoxificadora podría ser menor en el feto o en algunas gestantes que tuvieran
polimorfismos genéticos asociados a una menor actividad enzimática (Biondi et al.,
2000).
29
En la mayoría de las LLA en niños mayores de 1 año, sin embargo, se desconocen las
causas ambientales que pueden originarla. Entre las diferentes hipótesis destaca la teoría
infecciosa, que podría explicar el pico de incidencia de LLA entre los 2 y 5 años. En esta
teoría se postula que la exposición a infecciones en ciertos momentos del desarrollo y la
respuesta inmunológica a dichas infecciones podría desempeñar un papel importante en la
etiología de la leucemia. Se han propuesto dos hipótesis, una que se basa en la mezcla de
poblaciones (Kinlen, 1997) y otra basada en la infección tardía (Greaves, 1988). La
primera hipótesis se ve apoyada por estudios epidemiológicos en los que la mezcla de
poblaciones y el contacto con ciertos virus frente a los que no se tenía inmunidad, se
asociaron a un aumento en la incidencia de leucemia infantil (Eden, 2010). La hipótesis
de la “infección tardía” postula que el sistema inmune está programado durante el primer
año de vida a anticipar determinadas infecciones y estas exposiciones serían necesarias
para el desarrollo posterior de respuestas inmunológicas eficaces. La exposición tardía a
las infecciones comunes por un exceso de higiene y por la falta de contacto con otros
niños que transmiten estas infecciones podría favorecer la leucemia. En esta teoría se
contempla este retraso en la infección como un evento secundario que sería el
desencadenante sólo en aquellos individuos que ya tienen un evento primario (por
ejemplo, el reordenamiento ETV6--‐RUNX1) y que además tienen cierta predisposición
genética añadida, como podría ser la presencia de determinados polimorfismos en genes
que modulan la respuesta inmune. Esta teoría la apoyan varios estudios epidemiológicos
que describen un aumento de casos de LLA en niños que no acuden a la guardería
(Perrillat et al., 2002) (Ma et al., 2002) (Gilham et al., 2005) (Ma et al., 2009).
30
moleculares recurrentes que definen distintos subtipos de LLA. Algunas de estas lesiones
se consideran las lesiones iniciales o primarias (founding), como la traslocación
t(9;22)(q34;q11)/BCR--‐ABL o los reordenamientos del gen MLL, y otras son
secundarias y cooperan en el proceso de la leucemogénesis, como las deleciones del gen
IKZF1.
Con el fin de comprender mejor este proceso el grupo de Mel Greaves y otros grupos de
investigadores realizaron estudios para identificar el origen de la célula leucémica
(Greaves et al., 2003). Para ello estudiaron la secuencia temporal en el proceso de la
leucemogénesis, comparando las células preleucémicas (portadoras sólo del evento
primario) con las células leucémicas (con alteraciones genéticas añadidas o secundarias).
Realizaron, por un lado, estudios en gemelos univitelinos en los que sólo uno de ellos
desarrolló la leucemia y, por otro, estudios en pacientes con LLA de los que se disponía
de muestra de sangre en el momento de nacer (obtenida de las cartas de Guthrie o de
células criopreservadas de sangre de cordón umbilical). Así, pudieron demostrar no sólo
el origen in utero de una gran proporción de casos de LLA pediátrica, donde tiene lugar el
primer evento, sino también cómo algunas células adquieren posteriormente, en el
periodo post--‐natal, lesiones genéticas secundarias que desencadenan la leucemia. El
estudio de gemelos con LLA y reordenamiento ETV6--‐RUNX1 ha permitido inferir la
historia natural de este subtipo de LLA. Ambos gemelos compartirían el clon pre-
-‐leucémico (con el reordenamiento ETV6--‐RUNX1) debido al paso transplacentario in
utero. Sin embargo, en un gemelo se desarrollaría la leucemia mediante la adquisición de
anomalías genéticas secundarias y en el otro gemelo (sano), el clon preleucémico podría
no adquirir nuevas lesiones y quedarse detenido en su trayectoria evolutiva (Wiemels et
al., 1999) (Greaves et al., 2003) (Greaves, 2009). En el caso de las LLA con
reordenamiento de MLL el grado de concordancia en el desarrollo de la LLA entre
gemelos es mayor, lo que sugiere que la capacidad oncogénica de MLL es superior.
31
con una evolución lineal, en la que aparecen subclones que adquieren nuevas mutaciones,
se va viendo sustituida por una explicación darwiniana, en la que la evolución clonal
tendría una arquitectura ramificada. De esta manera, al diagnóstico de la leucemia ya
existirían diversos subclones de distintas células madre leucémicas o células iniciadoras
de leucemia (leukemic initiating cells) con diferentes alteraciones genotípicas (Notta et
al., 2011). En las recaídas se pueden hallar clones derivados de un clon ancestral diferente
al clon mayoritario que originó la leucemia (Mullighan et al., 2008). Esta teoría tiene
importantes implicaciones en el seguimiento y en el tratamiento dirigido frente a dianas
terapéuticas.
32
En la exploración física los hallazgos más frecuentes son la palidez, las equimosis y
petequias, las adenopatías y/o hepato--‐esplenomegalia. En los varones se deben explorar
los testes, que pueden estar infiltrados. En menos de un 5% de los casos se halla
infiltración del sistema nervioso central (SNC) al diagnóstico. Ésta es más frecuente en
las LLA--‐T, en los niños menores de 2 años y en las leucemias con reordenamiento
BCR--‐ABL. Puede manifestarse con clínica de hipertensión endocraneal o con parálisis
de un par craneal. Más rara vez, puede observarse infiltración ocular, en forma de
hemorragia o infiltración leucocitaria en la retina o en el nervio óptico. Se han descrito
otras manifestaciones clínicas secundarias a infiltración extramedular como los nódulos
subcutáneos, el priapismo o la compresión de médula espinal por masas epidurales, pero
son mucho menos frecuentes en la LLA que en las LMA. Los lactantes con
reordenamiento del gen MLL son un caso particular, con frecuente hiperleucocitosis,
lesiones cutáneas, organomegalias e infiltración del SNC.
El hemograma suele ser diagnóstico por la presencia de blastos en sangre periférica.
Generalmente se observa anemia, plaquetopenia y leucopenia o leucocitosis. Hasta en un
10% de los casos al diagnóstico el hemograma es normal o con alteraciones mínimas, por
lo que si la clínica es sugestiva, se debe realizar un aspirado de médula ósea para
descartar con seguridad la leucemia. Con menor frecuencia que la LMA, la LLA al
diagnóstico puede ocasionar situaciones clínicas de emergencia, con compromiso vital
que requieren un tratamiento urgente. La presentación con alteraciones en la coagulación
o con leucostasis, a diferencia de lo que ocurre en la LMA ocurre rara vez (ver tabla 1).
DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
En la mayoría de los casos el diagnóstico es sencillo con una anamnesis minuciosa, una
exploración física completa y una analítica general. Sin embargo, en un 10% de los casos
la LLA puede ser más difícil de distinguir de otros procesos y debe siempre excluirse
antes de establecer el diagnóstico de enfermedades tales como la plaquetopenia inmune,
la artritis reumatoide juvenil, el neuroblastoma (con células tumorales infiltrando médula
ósea que pueden parecerse morfológicamente a los linfoblastos), la aplasia medular y la
33
mononucleosis infecciosa. Antes de iniciar tratamiento con glucocorticoides en
determinados casos de niños con orientación diagnóstica de plaquetopenia inmune y de
artritis reumatoide juvenil debe realizarse un aspirado de médula ósea para descartar la
leucemia. En los casos de LLA con dolores óseos la radiografía puede ser normal, pero
también puede mostrar signos característicos, como líneas transversas metafisarias. Otros
hallazgos, como las lesiones líticas o formación ósea subperióstica, obligan a establecer el
diagnóstico diferencial con sarcomas óseos.
34
Tabla 1. Situaciones clínicas de emergencia al diagnóstico de la LLA.
35
DIAGNÓSTICO CLÍNICO Y BIOLÓGICO
36
(médula empaquetada) o por fibrosis. Además de la microscopía óptica mediante la que se
realizan los estudios morfológicos y citoquímicos (ver figura 3), en el diagnóstico de la
LLA se utilizan otras técnicas que ayudan a confirmar el linaje y a caracterizar mejor las
células leucémicas:
• Citometría de flujo: establece el linaje de la leucemia y el estadio de diferenciación
de los blastos a través del estudio inmunofenotípico de antígenos de membrana e
intracelulares. Además, facilita el seguimiento de la enfermedad residual mínima (ERM)
por medio del estudio del fenotipo aberrante de las células leucémicas.
37
implicación pronóstica en la LLA, así como estudiar los reordenamientos específicos para
cada paciente del gen de la cadena pesada de las inmunoglobulinas y/o del receptor de
células T (IGH/TCR)(técnicas clonoespecíficas), de gran utilidad para el seguimiento de
la ERM.
38
Estudio citogenético de las células leucémicas al diagnóstico, en el que se objetiva el
cromosoma Ph+. D. Estudio por FISH en el que se confirma la presencia del
reordenamiento BCR-‐ABL. E. RT-‐PCR cuantitativa del transcrito BCR-‐ABL. La
curva de la izquierda es la muestra al diagnóstico y la de la derecha es la muestra al final
de inducción, en la que se objetiva presencia de ERM.
SUBTIPOS GENÉTICOS
Las alteraciones genéticas presentes en la LLA difieren según la edad de presentación, de
manera que en la edad pediátrica predominan las alteraciones de buen pronóstico
(hiperdiploidía, reordenamiento ETV6-‐ RUNX1), mientras que en la edad adulta son
más frecuentes las alteraciones de mal pronóstico, como el reordenamiento BCR-‐ABL .
En las últimas décadas ha habido un gran avance en el conocimiento de las alteraciones
genéticas subyacentes en la LLA y la comprensión de los mecanismos de la
leucemogénesis. Mediante técnicas genéticas y moleculares podemos detectar
alteraciones en el 80% de los casos de LLA. Así, se han podido identificar subtipos
genéticos y moleculares con entidad clínica y biológica diferenciada con valor pronóstico.
39
Figura 4. Frecuencias de los subtipos genéticos en LLA pediátrica. Reproducido de Pui et
al. Blood 2012 (Pui et al., 2012). Frecuencia estimada de los distintos genotipos en la
LLA pediátrica. En dorado se indican aquellas lesiones observadas en LLA-‐T y en gris-
‐azul las observadas en LLA B precursoras. En tonalidades más oscuras se representan a
aquéllas de peor pronóstico.
Dentro de las alteraciones genéticas podemos distinguir unas alteraciones primarias, que
generalmente se excluyen mutuamente y unas alteraciones secundarias, que se adquieren
con posterioridad al evento inicial y que cooperan en el desarrollo de la leucemogénesis.
En las tablas 4 y 5 se describen algunas de estas alteraciones junto con su repercusión
clínica. La descripción de los subgrupos genéticos en la LLA-‐T se realiza más adelante
(ver apartado de biología en la LLA-‐T). A continuación se destacan algunas de las
alteraciones genéticas recurrentes primarias y secundarias en la LLA B precursora:
40
Alteraciones primarias:
41
2) Hipodiploidía baja (30-‐39 cromosomas): constituye el 3-‐5% de LLA de
adolescentes y adultos y es menos frecuente todavía en niños. Se presenta con
monosomías de los cromosomas 3, 7, 15, 16 y 17. Puede presentar un fenómeno de
endoduplicación y aparecer clonas con casi triploidía (60-‐78 cromosomas). Se asocia a
mal pronóstico, por lo que es importante distinguirlo de la hiperdiploidía alta.
42
t(1;19)(q23;p13)/TCF3-‐PBX1 (E2A-‐PBX1): se halla en el 5% de la LLA pediátrica y
se asocia a fenotipo pre-‐B, aunque en niños no es infrecuente el fenotipo B común. En
este subgrupo de pacientes se demuestra la importancia de la estratificación en grupos de
riesgo y del protocolo de tratamiento aplicado; se trataba de un subgrupo de niños con
mal pronóstico que ha pasado a tener buen pronóstico gracias a la intensificación del
tratamiento y su exclusión del grupo riesgo bajo, con supervivencias en la actualidad
superiores al 80% (Andersen et al., 2011). Se ha descrito una mayor frecuencia de
recaídas en SNC en estos pacientes (Pui et al., 2009), aunque este hecho no se confirma
en otra serie de 49 pacientes con esta traslocación (Andersen et al.,
2011).(17;19)(q22;p13)/TCF3-‐HLF: se trata de una alteración muy infrecuente (<1%)
en la LLA pediátrica. TCF3-‐HLF regula genes que controlan la muerte celular en los
progenitores linfoides, incluyendo LMO2 y BCL2 (Mullighan, 2012). Este tipo de
leucemia se asocia a mayor edad, a coagulación intravascular diseminada y a
hipercalcemia y constituye un subgrupo de muy mal pronóstico. En una revisión reciente
se analizaron 21 casos publicados y todos los pacientes, salvo uno con poco seguimiento,
fallecieron, mayoritariamente tras recaída (Minson et al., 2013).
43
aunque el pronóstico de las diferentes traslocaciones en otros grupos de edad está menos
definido (Pui et al., 2003; Emerenciano et al., 2013).
44
asocian con más frecuencia a un tipo de alteración primaria, los podemos encontrar en
diversos subgrupos genéticos. El conocimiento de estas lesiones se ha visto facilitado por
las tecnologías de análisis genómico masivo. En un estudio realizado por Mullighan y
cols. se analizó el número de copias génicas (amplificaciones y deleciones, copy number
alterations, CNA) en muestras de pacientes pediátricos con LLA y se observó la presencia
de entre 6 y 8 CNA de media por caso. En el caso de las LLA con reordenamiento de
MLL el número de CNA era mucho menor, lo que sugería que el gen MLL es un oncogén
muy potente que requiere pocos eventos secundarios para el desarrollo de la leucemia.
Este hecho podría explicar la corta latencia de las LLA del lactante en las que
mayoritariamente se halla el reordenamiento MLL. En la mayoría de casos de LLA, las
CNA se dieron en genes implicados en la maduración linfoide B (PAX5, IKZF1, EBF,
LEF1 y otros) o en genes reguladores del ciclo celular y supresores de tumores
(CDKN2A/B, PTEN, RB1) y genes de factores de transcripción (ETV6, ERG y otros). En
la tabla 5 se describen estas alteraciones y su implicación clínica.
CDKN2A/B
En el locus CDKN2A/B, en 9p21, se encuentran genes supresores de tumores que
codifican las proteínas p15INK4B, p16INK4A y p14ARF, implicadas en la estabilización
de p53. Se ha observado la deleción de CDKN2A y CDKN2B en alrededor del 40% de la
LLA pediátrica, tanto en LLA B precursora como en la
IKZF1 (Ikaros)
Ikaros es un factor de transcripción importante desde las fases precoces del desarrollo de
los progenitores linfoides. Se codifica en el gen IKZF1, localizado en el brazo corto del
cromosoma 7 (7p12). Las alteraciones de Ikaros se observaron inicialmente en el 80% de
pacientes con LLA Ph+ y en el 66% de casos de crisis blástica linfoide de la leucemia
mieloide crónica (LMC) (Mullighan et al., 2008) y posteriormente se detectaron en el
15% de LLA-‐B precursora pediátrica (Kuiper et al., 2010) (Palmi et al., 2013). Las
alteraciones en IKZF1 en la LLA de línea B tienen un valor pronóstico desfavorable,
45
aunque su aplicación en la estratificación de los pacientes en protocolos asistenciales es
controvertida (Waanders et al., 2011) (Palmi et al., 2013).
PAX5
PAX5 es un gen localizado en el cromosoma 9 (9p13.2) que codifica un factor de
transcripción implicado en la diferenciación linfoide normal. En alrededor de un 30% de
niños y adultos con LLA se han identificado deleciones, mutaciones o traslocaciones de
PAX5. Entre las alteraciones que implican al gen PAX5 se halla la
dic(9;20)(p13.2;q11.2). Estos casos con frecuencia se asocian a leucocitosis e infiltración
del SNC, pero tienen buen pronóstico. A menudo se observa en el cariotipo una
monosomía del cromosoma 20 y la alteración genética debe confirmarse por FISH. Por lo
general, las alteraciones de PAX5 no influyen en la evolución de los pacientes pediátricos
y tampoco en la de los paciente adultos (Pui, 2012) (Iacobucci et al., 2012).
ETV6 (TEL)
Alrededor de un 70% de los casos de LLA con ETV6-‐RUNX1 tienen como alteración
secundaria la deleción del alelo no reordenado de ETV6, que también puede observarse
en otros subtipos de leucemias (Moorman, 2012).
JAK1/2
En un 20% de niños con síndrome de Down y en alrededor de un 10% de niños mayores y
adolescentes sin este síndrome, se hallan mutaciones en JAK1 (1p32), JAK2 (9p24) o
JAK3 (19p13). Las mutaciones que afectan a JAK2 se producen con frecuencia en la
posición R683 y nunca en V617, a diferencia de lo que ocurre en los síndromes
mieloproliferativos crónicos. Las mutaciones de JAK2 se asocian a sobreexpresión de
CRLF2 y ambas cooperan en la leucemogénesis (Mullighan et al., 2009). Estas
mutaciones también son frecuentes en la LLA BCR-‐ABL like (ver abajo) y se asocian a
peor pronóstico (Mullighan et al., 2009).
CREBBP
46
CREBBP es un gen que codifica una proteína con actividad histona acetil-‐ transferasa.
Se han descrito alteraciones de CREBBP en la LMA (Camós et al., 2006), en linfomas y
en el 19% de LLA-‐B hiperdiploides en recaída (Mullighan et al., 2011; Inthal et al.,
2012).
TP53
P53 es una proteína que juega un papel central en la regulación del ciclo celular y la
apoptosis tras el daño producido en el DNA. Su papel en el cáncer es bien conocido, tanto
en tumores sólidos como en neoplasias hematológicas como la LMA y la leucemia
linfática crónica, en los que la pérdida de su regulación confiere mal pronóstico. En la
LLA pediátrica la incidencia de mutaciones o deleciones en TP53 es baja en el momento
del diagnóstico, pero aumenta en las recaídas y se asocia a mal pronóstico (Hof et al.,
2011). En la LLA del adulto tiene una incidencia al diagnóstico del 14% y se asocia a
mala respuesta al tratamiento de inducción (Chiaretti et al., 2013).
47
Una de las claves de los avances en la curación de la LLA ha residido en el tratamiento de
los pacientes por instituciones o grupos cooperativos que aplican protocolos de
tratamiento en el contexto de ensayos clínicos. Ello ha permitido identificar factores
pronósticos y adaptar la intensidad del tratamiento según el grupo de riesgo, así como
aplicar en los protocolos sucesivos las mejores combinaciones y formas de administración
de los quimioterápicos. Así, se ha conseguido pasar de una supervivencia inferior al 10%
a principios de la década de los años 60 al 85-‐90% de curación en la actualidad y ello
con quimioterápicos en su mayoría conocidos desde hace más de 40 años (ver figuras 8 y
9) (Pui y Evans, 2006) (Pui et al., 2011).
Otra de las contribuciones importantes en el tratamiento de la LLA que han realizado los
distintos grupos cooperativos ha sido la modulación de la intensidad de la quimioterapia
según la respuesta precoz al tratamiento, evaluada en sangre periférica tras 1 semana de
prednisona o en médula ósea en el día +8 o +15 (Nachman et al., 1997). Posteriormente,
distintos grupos cooperativos mostraron la importancia de la ERM como factor pronóstico
(Cavé et al., 1998; van Dongen et al., 1998) (Coustan-‐Smith et al., 1998) (Möricke et
al., 2008) (Vidriales et al., 2003) (Schrappe et al., 2011) y en la actualidad es uno de los
principales factores que determinan el tratamiento de los pacientes en la mayoría de los
protocolos terapéuticos.
48
Entre los principales grupos cooperativos se halla el grupo alemán BFM (Berlin-
‐Frankfurt-‐Münster), que empezó a aplicar protocolos de tratamiento a principios de la
década de los 80 y que posteriormente se expandió e incluyó a otros países europeos
(Austria, Italia, Suiza) y también a países con menos recursos como Chile y Argentina, en
los que se adaptó la intensidad del tratamiento a las infraestructuras y recursos
disponibles. En la actualidad, el grupo internacional I-‐BFM está formado por la mayoría
de los países europeos, entre los que se incluye España desde el año 2011 y algunos
países latinoamericanos y asiáticos. Muchos de los países utilizan sus propios protocolos
terapéuticos pero contribuyen al grupo mediante una estrecha colaboración entre los
grupos clínicos y biológicos de los distintos países. Ello ha permitido un gran avance en el
conocimiento de la biología de la LLA y en los resultados de los tratamientos aplicados.
Con los distintos protocolos BFM se ha obtenido una mejoría en la supervivencia y se han
podido realizar cambios destinados a la reducción de la toxicidad a corto y a largo plazo,
gracias a una progresiva mejora en la selección y estratificación de pacientes según el
riesgo de recaída (Schrappe et al., 2013). Los principales hallazgos de estos protocolos
han sido: 1) es seguro omitir la radioterapia craneal en los niños con bajo riesgo de
recaída en SNC y reducir la dosis de radioterapia en aquéllos con más riesgo si se
sustituye por tratamiento intratecal intensivo y dosis altas de metotrexato; la reinducción
tardía es necesaria incluso en los pacientes de bajo riesgo, porque su omisión resultó en
un empeoramiento en la supervivencia de estos pacientes; 3) no se puede acortar el
tratamiento de mantenimiento a menos de 2 años, porque la reducción en 6 meses causó
un aumento de recaídas sistémicas; 4) la respuesta lenta a una semana de tratamiento con
prednisona es un factor pronóstico adverso con gran valor que ayuda en la estratificación
de los pacientes en grupos de riesgo; 5) la dosis de daunorrubicina en inducción puede
reducirse sin empeorar los resultados en los pacientes de bajo riesgo; 6) la consolidación e
intensificación del tratamiento ha conseguido mejorar de forma importante la
supervivencia en los pacientes de alto riesgo y 7) el estudio de la ERM permite refinar la
estratificación de los pacientes y mejorar los resultados en algunos subgrupos de alto
riesgo así como disminuir la intensidad de tratamiento en otros (Schrappe et al., 2013).
49
El grupo cooperativo del Dana Farber Cancer Institute (DCFI) mostró ya a principios de
la década de los 90 que los niños con LLA-‐T podían alcanzar una supervivencia similar
a los de fenotipo B con un tratamiento intensivo y prolongado con asparraginasa.
Otros grupos cooperativos norteamericanos (Children Oncology Group, formado por los
dos grupos Children Cancer Group y Pediatric Oncology Group) y europeos han
colaborado también en las mejoras en el tratamiento de la LLA.
En España, recientemente se han fusionado los dos principales grupos cooperativos para
el tratamiento de la LLA pediátrica: el grupo SHOP, de la Sociedad Española de Hemato-
‐Oncología Pediátrica y el grupo PETHEMA (Protocolo para el Estudio y Tratamiento de
las Hemopatías Malignas).
50
seguridad de la reducción de dosis de antraciclínicos en estos pacientes. En el protocolo
PETHEMA LAL 96-‐RI para pacientes de riesgo intermedio se intensificó la inducción
con ciclofosfamida durante la primera semana de tratamiento y se mostró que la omisión
de radioterapia fue segura, con una SLE a los 5 años del 80%. El protocolo PETHEMA
LAL-‐2005-‐ AR para niños de alto riesgo tuvo entre sus objetivos disminuir las
indicaciones del trasplante alogénico y excluyó del trasplante a aquellos pacientes con
buena respuesta evaluada por el estudio de ERM.
INDUCCIÓN A LA REMISIÓN:
Tiene como objetivo la máxima reducción posible de la carga tumoral con obtención de la
remisión completa (RC). Esta fase consta de la combinación de glucocorticoides
(prednisona o dexametasona) y vincristina y al menos un tercer fármaco (asparraginasa,
un antraciclínico o ambos). En algunos protocolos se omiten o se reducen las dosis de los
antraciclínicos en los pacientes de bajo riesgo. En cuanto a la elección del glucocorticoide
en la inducción, la dexametasona podría tener mayor potencia antileucémica y proteger
mejor frente a las recaídas en SNC, pero se ha asociado a mayor toxicidad (alteraciones
neuro-‐psiquiátricas, mayor incidencia de sepsis e infecciones fúngicas). Se ha descrito
una mayor mortalidad en inducción por infecciones en los pacientes tratados con
dexametasona, en especial en niños mayores de 10 años. En algún estudio se ha mostrado
mayor supervivencia con dexametasona (Mitchell et al., 2005), pero esta ventaja se pierde
si se aumenta el ratio de conversión entre la prednisona y dexametasona (Igarashi et al.,
2005) (Pui, 2012). En cuanto a la asparraginasa empleada, existen diversas formulaciones
51
(nativa de E.coli, la obtenida de Erwinia y la pegilada de E. coli) que difieren en su vida
media, en la inmunogenicidad y en su coste. Hasta la fecha no se han demostrado
diferencias en la supervivencia cuando se utilizan a dosis equipotentes; sin embargo, en la
actualidad la mayoría de los protocolos en países con más recursos utilizan la forma
pegilada por su mayor comodidad de administración (vida media mucho mayor) y por la
menor frecuencia de reacciones inmunoalérgicas (Avramis et al., 2002; Rizzari et al.,
2013).
CONSOLIDACIÓN O INTENSIFICACIÓN
Tiene como objetivo la eliminación de la enfermedad residual. Si bien es una fase de
importancia indiscutible, no existe consenso sobre la mejor combinación de fármacos y su
duración. Uno de los esquemas más utilizados consiste en la denominada reinducción, que
consiste en la aplicación de los mismos fármacos o similares a los utilizados en inducción,
alrededor de tres meses tras la remisión. En la mayoría de protocolos, durante esta fase se
intensifica el tratamiento a los pacientes con respuesta lenta durante la inducción
(Nachman et al., 1997). Algunos protocolos utilizan más de una vez este esquema en los
pacientes de riesgo intermedio o alto (Lange et al., 2002). En esta fase se utilizan además
otros fármacos no utilizados en la inducción, como metotrexato a dosis altas o
mercaptopurina, entre otros. El uso de diversos esquemas de intensificación ha permitido
identificar algunos tratamientos eficaces en distintos subgrupos de LLA. De esta forma, el
uso intensivo de asparraginasa utilizado en los protocolos de DCFI permitió identificar la
importancia de este fármaco en la LLA-‐T y en la LLA con reordenamiento ETV6-
‐RUNX1 (TEL-‐AML1) (Moghrabi et al., 2007) (Pui et al., 2009; Loh et al., 2006;
Silverman et al., 2010).
52
Tiene como finalidad evitar las recaídas, mediante la eliminación de las células
leucémicas que puedan infiltrar el SNC y a las que no se puede acceder mediante el
tratamiento sistémico por la mala penetración de muchos de los citostáticos en SNC. La
primera de las estrategias utilizadas fue la irradiación cráneo-‐espinal, que constituyó uno
de los grandes avances en la curación de estos niños. La radioterapia es muy eficaz pero
se asocia a secuelas graves y se ha ido sustituyendo progresivamente por el tratamiento
precoz e intensivo con quimioterapia intratecal y sistémica con fármacos que atraviesan la
barrera hemato-‐encefálica (Richards et al., 2013), como dexametasona o metotrexato a
dosis altas. Algunos protocolos han conseguido obtener muy buenos resultados aun con la
eliminación de la radioterapia craneal, incluso en pacientes con infiltración del SNC al
diagnóstico (Pui et al., 2009; Veerman et al., 2009).
MANTENIMIENTO:
Es una fase del tratamiento prolongada (entre 2 y 3 años tras el diagnóstico) con
citostáticos a dosis bajas y que tiene como objetivo la reducción de las recaídas tras el
tratamiento de intensificación. Los intentos en el pasado de reducción de la duración de
esta fase resultaron en un aumento de las recaídas (Childhood ALL Collaborative Group,
1996), con la excepción de los pacientes con LLA-‐B madura (tipo Burkitt) que siguen
protocolos específicos. Los principales citostáticos utilizados en el mantenimiento son
antimetabolitos: mercaptopurina diaria oral y metotrexato a dosis bajas semanal,
administrado de forma oral o intramuscular. En muchos protocolos se intensifica el
tratamiento de mantenimiento con la administración de forma intermitente de prednisona
o dexametasona y vincristina. La utilidad de esta intensificación es controvertida y sólo en
algunos protocolos de tratamiento se ha demostrado su eficacia (De Moerloose et al.,
2010) (Conter et al., 2007), por estar probablemente condicionada al tratamiento recibido
en las fases previas al mantenimiento (Eden et al., 2010).
La mejoría progresiva en los resultados obtenidos en estos pacientes se debe también en
gran medida al tratamiento de soporte, como las transfusiones y la profilaxis y tratamiento
de las infecciones. La transfusión de plaquetas que pudo utilizarse de forma rutinaria a
53
principios de los 70 y la profilaxis frente a P. jirovecii (P. carinii) constituyen dos
ejemplos importantes en la disminución de la mortalidad de estos pacientes (Hughes et
al., 1977) (Blajchman, 2008).
Trasplante alogénico de progenitores hemopoyéticos (TPH) en primera RC
54
se utiliza esta última (Fagioli et al., 2013). El régimen de acondicionamiento
recomendado, por el momento, incluye la irradiación corporal total en niños mayores de
2-‐ 3 años. En cuanto a los factores pronósticos en la supervivencia tras el trasplante, uno
de los principales factores es el nivel de ERM pre-‐trasplante (Bader et al., 2009;
Campana y Leung, 2013).
LLA recaída
La principal causa de muerte en los pacientes con LLA es la recaída, que tiene lugar en el
15-‐20% de los niños. La probabilidad de supervivencia en la recaída depende del
fenotipo (la LLA-‐T tiene peor pronóstico), de la duración de la respuesta (<30 meses
desde el diagnóstico, peor pronóstico) y de la localización (recaída extramedular aislada,
mejor pronóstico). Del mismo modo que al diagnóstico, la evaluación de la respuesta
mediante la determinación de niveles de ERM también es un factor pronóstico de gran
55
importancia. El tratamiento se adapta según estos factores de riesgo y sólo los de alto
riesgo tienen indicación de trasplante alogénico. Así, el TPH en segunda RC está indicado
en todas las recaídas medulares de pacientes con LLA-‐T y en las recaídas medulares
precoces en las de línea B. También está indicado en 3ª o posterior RC. Los casos
refractarios o con ERM elevada tras el tratamiento de rescate presentan mal pronóstico
aun con trasplante, por lo que en estos casos estarían indicados tratamientos
experimentales con nuevos fármacos o nuevas estrategias de inmunoterapia.
Nuevos tratamientos
En los últimos años se han desarrollado nuevos fármacos y estrategias de inmunoterapia.
Entre los nuevos fármacos se hallan análogos de los nucleósidos como la clofarabina y
nelarabina (ver apartado de LLA-‐T, más adelante) y formulaciones nuevas de
citostáticos como la vincristina, daunorrubicina y citarabina liposómicas. También se
están realizando ensayos clínicos con anticuerpos monoclonales conjugados con
inmunotoxinas (como inotuzumab), anticuerpos biespecíficos (blinatumomab) y otros
(Locatelli et al., 2012). Por otro lado, se están desarrollando nuevas estrategias de
inmunoterapia que dirigen a células T autólogas frente a la célula tumoral e inducen su
destrucción mediante la transfección de un receptor antigénico quimérico, con
especificidad anti-‐ CD19, denominados CART19 (Chimeric antigen receptor-‐modified
T cells) (Brentjens et al., 2013; Grupp et al., 2013).
56
Este subgrupo de pacientes tiene peor pronóstico, con tasas de curación entre 50 y 60%
(Mann et al., 2010). En gran medida el mal pronóstico de estos niños se debe a la
presencia en el 80% de los casos de reordenamiento del gen MLL. Muchos grupos
cooperativos emplean protocolos específicos con quimioterapia intensiva en la que se
mezclan estrategias de tratamiento para el componente mieloide y linfoide de la leucemia
y en los que se administra citarabina a dosis altas. El TPH se indica en el subgrupo de
pacientes con MLL reordenado y que además tiene otros factores de riesgo (Mann et al.,
2010). La edad inferior a 6 meses, la mala respuesta a la prednisona, la hiperleucocitosis
superior a 300 x 109/L, la presencia de reordenamiento MLL y la ERM elevada son
factores pronósticos adversos (van der Linden et al., 2009; Mann et al., 2010; Van der
Velden et al., 2009). El perfil de expresión génica en estos pacientes ha mostrado patrones
distintos entre los lactantes de menos y más de 3 meses de edad y ha detectado, más allá
de MLL, algunos genes con una fuerte correlación con la supervivencia (FLT3, NEGR1,
IRX2, TACC2, EPS8, TPD52) en dos cohortes independientes de pacientes (Kang et al.,
2012).
57
FACTORES PRONÓSTICOS
La supervivencia global (SG) y la libre de evento (SLE) de la LLA son superiores en
niños respecto a las de pacientes adultos (SG a los 5 años de 85-‐90% en niños frente a
40-‐50% en adultos) y dentro de la LLA pediátrica también varía según la edad.
Entre los factores pronósticos que se utilizan en la mayoría de los protocolos para la
estratificación de los pacientes con LLA pediátrica se hallan factores clínicos y biológicos
presentes al diagnóstico y otros evolutivos que evalúan la respuesta al tratamiento.
El principal factor clínico al diagnóstico es la edad, con mejor pronóstico en los niños
entre 1 y 9 años y un pronóstico adverso en aquellos menores de 1 año. Entre los factores
biológicos destaca la cifra de leucocitos al diagnóstico, con mejor pronóstico si es <50 x
109/L y mejor aún si es <20
109/L. En muchos protocolos se emplea una clasificación que agrupa la edad y la cifra de
leucocitos, y que resulta útil para la comparación de los resultados entre los distintos
58
protocolos de tratamiento. Esta clasificación del US NCI (United States National Cancer
Institute) distingue un grupo de bajo riesgo, con edad entre 1 y 9 años y leucocitos <50 x
109/L, que agrupa a dos terceras partes de los pacientes y un grupo de alto riesgo en el
que se hallan el resto de pacientes (Smith et al., 1996).
La edad y en menor medida la cifra de leucocitos son factores cuyo valor pronóstico
proviene de su asociación con subgrupos genéticos concretos. Así, el 70% de los niños
con edad entre 1 y 9 años tiene alteraciones de buen pronóstico como la hiperdiploidía y
el reordenamiento ETV6-‐RUNX1 mientras que, por el contrario, la edad inferior a 1 año
se asocia en un 80% de los casos a reordenamientos de MLL. Sin embargo, cabe destacar
que las alteraciones genéticas de la célula tumoral no determinan por completo la
probabilidad de curación de los pacientes, ya que ésta depende en gran medida del
tratamiento recibido. Así, los pacientes adolescentes con LLA tratados con protocolos de
59
tratamiento pediátrico tuvieron tasas de curación de hasta un 20% superior a aquellos
tratados con protocolos de adultos (Boissel et al., 2003) (Ribera et al., 2008) y estas
diferencias han disminuido tras la aplicación a estos pacientes de protocolos pediátricos
también en los centros de adultos (Pole et al., 2013). Además del tratamiento recibido,
también contribuyen factores genéticos del huésped, como son polimorfismos en enzimas
que intervienen en el metabolismo de los citostáticos (farmacogenómica). Estos
polimorfismos pueden influir no sólo en las tasas de curación, sino también en el riesgo
de desarrollar toxicidad a corto y a largo plazo. Un ejemplo lo constituyen los
polimorfismos de la enzima tiopurin-‐metiltransferasa (TPMT), implicada en el
metabolismo de la mercaptopurina y tioguanina. Los individuos homocigotos y
heterocigotos para polimorfismos con menor actividad TPMT tienen por un lado una
supervivencia mayor y por otro presentan mayor toxicidad aguda (mielosupresión) y a
largo plazo (leucemias mieloides secundarias y tumores en SNC) (Schmiegelow et al.,
2009) (Relling et al., 1999) (Relling et al., 1998). De igual modo, determinados
polimorfismos en otros genes como los implicados en el metabolismo de metotrexato o en
el metabolismo óseo pueden traducirse en distinta respuesta al tratamiento o toxicidad
(Salazar et al., 2012) (Kawedia et al., 2011; Radtke et al., 2013).
60
de tener valor pronóstico, la utilización de la ERM para dirigir la intensidad del
tratamiento ha logrado aumentar la tasa de curación de los pacientes con niveles de ERM
entre 0,1% y 0,01% al final de la inducción (Pui et al., 2009).
PERSPECTIVA HISTÓRICA
El cromosoma Philadelphia fue el primer ejemplo de una anomalía cromosómica asociada
a un cáncer, la leucemia mieloide crónica (LMC). Peter Nowell y David Hungerford
observaron la presencia de un cromosoma minúsculo en cultivos de células de pacientes
con LMC y lo publicaron en la revista Science en 1960 (Nowell y Hungerford, 1960). A
dicho cromosoma, que se identificó como cromosoma 22, se le denominó cromosoma
Philadelphia por ser la ciudad en la que se describió (ver figura 10). Durante la siguiente
década, se cuestionó la importancia de este hallazgo y se consideró un epifenómeno. En la
década de los 70s, con la mejoría en las técnicas de bandeo de cromosomas y en los 80s
61
con las técnicas moleculares, se describieron otras alteraciones citogenéticas recurrentes
asociadas a leucemias y a otros tumores. Finalmente, se aceptó su papel causal en la
génesis del cáncer y se identificaron otros oncogenes implicados en diversos tipos de
tumores (Nowell, 2007).
En 1973 Janet Rowley y cols. describieron que el cromosoma Philadelphia era el
producto de la traslocación de los cromosomas 9 y 22 (Rowley, 1973) y en 1982 Annelies
de Klein y cols. descubrieron que los oncogenes implicados en esta traslocación eran el
oncogén homólogo humano del virus de la leucemia murina Abelson, c-‐ABL, en el
cromosoma 9 y el gen BCR (Break Point Cluster region) en el cromosoma 22 (De Klein
et al., 1982) (ver figuras 11 y 12).
En 1995 Brian Druker diseñó en el laboratorio un fármaco (imatinib) dirigido a inhibir la
actividad tirosín-‐quinasa de la proteína quimérica BCR-‐ABL (Druker et al., 1996) y en
2001 se demostró su eficacia en el tratamiento de la LMC y en LLA Ph+ (Druker et al.,
2001) (ver figura 13).
Así pues, el cromosoma Philadelphia ha sido uno de los primeros hallazgos que
demostraron el papel de las alteraciones genéticas en el cáncer. Casi 40 años después,
dicho conocimiento se ha traducido en una nueva manera de abordar el tratamiento frente
al cáncer: la terapia frente a dianas moleculares. Imatinib es un fármaco dirigido
específicamente frente a la lesión genética que origina la leucemia Ph+ y ha sido
paradigmático en el diseño de otros fármacos dirigidos frente a diversos oncogenes en
distintos tumores.
62
quimérica con actividad tirosín-‐quinasa incrementada. A nivel molecular, los puntos de
rotura pueden variar y esta traslocación puede dar lugar a 3 transcritos, que codificarán 3
proteínas diferentes: p190, p210 e infrecuentemente p230. La proteína de 190 kDa es más
frecuente en la LLA Ph+, mientras que la proteína p210 suele hallarse en la LMC. En un
3-‐5% de las muestras, la citogenética convencional no detecta el cromosoma
Philadelphia, pero el reordenamiento BCR-‐ABL puede entonces identificarse por FISH
y/o por PCR. En alrededor de la mitad de los casos se asocian alteraciones citogenéticas
añadidas, algunas de ellas recurrentes, como son hiperdiploidías, deleción del cromosoma
7 o de 9p (Heerema et al., 2004). El valor pronóstico de estas alteraciones se discute más
adelante.
Heterogeneidad clínica y biológica dentro de la LLA Ph+
Los pacientes con LLA Ph+ constituyen un grupo con características clínicas y biológicas
propias y recientemente se han aceptado como una entidad diferenciada en la clasificación
de la WHO (Swerdlow et al., 2008).
Clínicamente, los pacientes pediátricos con LLA Ph+ se caracterizan por tener una
mediana de edad y una cifra de leucocitos superiores a las de los demás niños con LLA,
así como por presentar con mayor frecuencia infiltración del SNC y resistencia al
tratamiento quimioterápico convencional. No obstante, los pacientes con LLA Ph+
constituyen un grupo biológicamente heterogéneo (diferentes transcritos de fusión,
distintas alteraciones citogenéticas añadidas) y en los que la respuesta al tratamiento es
variable (Schrappe et al., 1998) (Heerema et al., 2004) (Mullighan et al., 2008)
(Cazzaniga et al., 2011). La identificación de subgrupos pronósticos dentro de esta
entidad podría permitir una mejor adecuación de la intensidad de tratamiento y una
mejoría en las opciones curativas de estos pacientes.
63
La presencia del reordenamiento BCR-‐ABL en la era pre-‐TKI confería un valor
pronóstico muy adverso en los pacientes con LLA, tanto si se trataba de adultos como de
niños. En niños, la SLE a los 5 años era inferior al 40% y en adultos inferior al 20%
(Aricò et al., 2010) (Ribera et al., 2002). En niños la LLA Ph+ constituía una de las pocas
indicaciones de TPH alogénico en primera RC y estaba indicado incluso en aquellos
pacientes con buena respuesta al tratamiento inicial. Si bien en todas las series publicadas
había un pequeño grupo de niños que podían curarse sólo con quimioterapia, el TPH,
tanto familiar como no relacionado, ofrecía mayor probabilidad de supervivencia a largo
plazo (Aricò et al., 2010).
64
pacientes adultos y pediátricos con menor riesgo de recaída (Pane et al., 2005). Cazzaniga
y cols. estudiaron en pacientes pediátricos la cinética de la reducción del clon Ph+
mediante PCR cualitativa del gen de fusión BCR-‐ABL y mostraron que la
negativización precoz de la ERM se asoció a menor riesgo de recaída. Plantearon la
posibilidad de que el subgrupo de pacientes buenos respondedores se tratara únicamente
con quimioterapia intensiva y se omitiera el trasplante (Cazzaniga et al., 2002).
(Druker et al., 2001) (Champagne et al., 2004). Sin embargo, cuando se administró
imatinib en combinación con quimioterapia intensiva en pacientes adultos se consiguió
una mejoría importante de los resultados. Así, se obtuvo un aumento tanto de la tasa de
remisión completa como de la tasa de pacientes que llegaron a trasplante y una mejoría
significativa de la supervivencia a corto y a largo plazo en comparación con controles
históricos de pacientes no tratados con imatinib (Thomas et al., 2004) (Yanada et al.,
2006) (Ribera et al., 2010) (Ribera, 2013). La supervivencia global a largo plazo (4-‐5
años) en pacientes adultos pasó de ser inferior al 20% al 30-‐40% (Ribera et al., 2010)
(Bassan et al., 2010). Entre los pacientes que llegaron a trasplante la SLE a 5 años alcanzó
el 50-‐63% (Lee et al., 2012) (Tanguy-‐ Schmidt et al., 2013). Debido a los mejores
resultados obtenidos con imatinib asociado a quimioterapia, en la actualidad se incluye
65
este fármaco u otro TKI en el tratamiento de los pacientes adultos con LLA Ph+. La
mejoría de los resultados obtenidos en los pacientes adultos al añadir un TKI al
tratamiento quimioterápico seguido de TPH hace que incluso se cuestione el valor
pronóstico adverso de la presencia del cromosoma Philadelphia en la LLA del adulto, ya
que la supervivencia alcanzada no es inferior a la obtenida en la LLA Ph negativa (Ribera
et al., 2012).
(Mizuta et al., 2012) (Lee et al., 2012). En algunas series, la cinética de la ERM pre-
‐trasplante tiene valor pronóstico (Lee et al., 2012), mientras que en otros la ERM pre-
‐trasplante pierde valor pronóstico si ésta consigue negativizarse tras el TPH (Yanada et
al., 2008). Recientemente, se ha descrito el valor pronóstico de la detección de ERM en
una serie de pacientes con LLA Ph+ que recibieron tratamiento con TKIs (imatinib o
dasatinib) en combinación con quimioterapia y a los que no se realizó un TPH. La ERM,
medida tanto por citometría de flujo como por RT-‐PCR cuantitativa del transcrito de
fusión BCR-‐ABL, tuvo valor pronóstico a los 3 meses del inicio del tratamiento y en
momentos más tardíos (Ravandi et al., 2013).
66
supervivencia a corto plazo, incluso aquéllos que no recibieron trasplante alogénico. Con
estos resultados se sugirió que, en la era imatinib, los niños con LLA Ph+ tal vez podrían
curarse sin necesidad de realizar un TPH alogénico. Dada la heterogeneidad clínica y
biológica de estos pacientes y con el fin de plantearse una reducción en la intensidad del
tratamiento, sería muy importante conocer qué factores pronósticos segregarían a aquellos
pacientes con mayor probabilidad de curación sin trasplante. En la era TKI se dispone de
muy poca información sobre los factores pronósticos en la LLA Ph+ en esta población de
pacientes.
En el único estudio realizado antes de la publicación del presente trabajo de tesis sobre
ERM en LLA Ph+ en la edad pediátrica, el valor pronóstico de la
ERM varió según la intensidad recibida del tratamiento con imatinib. Así, en pacientes
tratados con imatinib intermitente, la ERM al final del tratamiento de inducción tuvo
valor pronóstico, mientras que en aquéllos tratados con imatinib continuo y mayores dosis
acumuladas de este fármaco, la ERM al final de inducción perdió su valor pronóstico, ya
que la intensificación del tratamiento permitió rescatar a aquellos pacientes con respuesta
más lenta (Schultz et al., 2009).
Antes de la inclusión de imatinib u otro TKI en el tratamiento de la LLA Ph+, los
pacientes con este tipo de leucemia recibían protocolos de tratamiento para pacientes de
alto riesgo con quimioterapia muy intensiva seguida de TPH alogénico, siempre que fuera
posible. El TPH alogénico había demostrado su superioridad frente a la quimioterapia
tanto en niños como en adultos (Fielding et al., 2009) (Ribera, 2013).
En el tratamiento actual de la LLA Ph+ del adulto se incluye un TKI en combinación con
la quimioterapia ya en el tratamiento de inducción y éste se mantiene durante la
consolidación y hasta el trasplante. Se recomienda la realización de un TPH alogénico en
todos aquellos pacientes en que sea posible por su edad y comorbilidad porque aumenta
las probabilidades de supervivencia a largo plazo (Ribera, 2013).
67
Quedan aún muchos aspectos no resueltos en el tratamiento de estos pacientes. Uno de
ellos radica en hallar la intensidad idónea de tratamiento quimioterápico y del TKI. En
algunos estudios se ha observado que la reducción de la intensidad del tratamiento
quimioterápico asociada a una intensificación del tratamiento con TKI redujo la toxicidad
relacionada con el
tratamiento pre-‐trasplante y aumentó la proporción de pacientes que pudieron recibir
trasplante (Chalandon et al., 2008; Ribera et al., 2012). De igual manera, se desconoce el
papel del trasplante de donantes alternativos no HLA-‐idénticos (cordón, haploidéntico,
mismatched no emparentado) así como de los trasplantes de intensidad reducida (Ram et
al., 2011) (Ribera, 2013). Otro aspecto controvertido radica en el tratamiento post-‐TPH,
sobre si debe administrarse imatinib (u otro TKI) de forma profiláctica a todos los
pacientes (upfront) o sólo a aquéllos en los que se detecta positivización de la ERM (pre-
‐emptive) (Burke et al., 2009) (Nishiwaki et al., 2010) (Pfeifer et al., 2011) (Chen et al.,
2012) (Kebriaei et al., 2012). Por otro lado, queda por demostrar si la utilización de TKI
de nueva generación (dasatinib, nilotinib), activos frente algunas mutaciones en ABL que
confieren resistencia a imatinib y con un espectro de dianas moleculares más amplio en el
caso de dasatinib, podría mejorar los resultados obtenidos con imatinib en la LLA Ph+, tal
como ha sucedido en la LMC (Saglio et al., 2010) (Kantarjian et al., 2010; Kantarjian et
al., 2012). Hasta la fecha, existen muy pocos datos y no ha habido ningún estudio que
demuestre su superioridad frente a imatinib (Ravandi et al., 2010) (Ribera, 2013).
En cuanto a los pacientes pediátricos con LLA Ph+, en el momento del inicio del presente
trabajo de tesis, no se disponía de estudios que analizasen las indicaciones, dosis,
tolerabilidad y eficacia de imatinib en combinación con quimioterapia. Los estudios fase I
de imatinib en monoterapia en niños con LLA Ph+ recaída o refractaria obtuvieron
buenos resultados con un perfil de toxicidad aceptable (Champagne et al., 2004). En vista
de los buenos resultados observados en la LLA Ph+ en adultos con imatinib en
combinación con quimioterapia intensiva, en 2005 el grupo cooperativo SHOP elaboró un
68
protocolo para el tratamiento de la LLA Ph+ pediátrica utilizando este tratamiento
combinado y seguido de TPH alogénico en primera RC. De igual modo, recientemente
dos grandes grupos cooperativos han publicado sus resultados con pacientes pediátricos
afectos de LLA Ph+ tratados con imatinib en combinación con quimioterapia intensiva en
los que se obtuvieron buenos resultados a corto plazo (Biondi et al., 2012) (Schultz et al.,
2009).
Incidencia
La LLA de línea T (LLA-‐T) representa el 10-‐15% de leucemias linfoblásticas en la
edad infantil y alrededor del 25% en la edad adulta (Van Vlierberghe y Ferrando, 2012).
Clínica
En la edad pediátrica, la LLA-‐T se caracteriza por ser más frecuente en varones y tener
una mediana de edad mayor que la de los pacientes con LLA de línea B. Suele presentarse
con mayor carga tumoral, que se refleja en un cifra mayor de leucocitos y elevación de la
lactato deshidrogenasa (LDH), así como presencia de masa mediastínica y/o gran hepato-
‐esplenomegalia. Los pacientes con masa mediastínica pueden no tener síntomas pero a
menudo refieren ortopnea o tos. En algunos pacientes la masa mediastínica constituye una
de las pocas emergencias médicas en la LLA pediátrica, ya que puede comprimir las vías
aéreas y requerir un tratamiento urgente con corticoides, radioterapia y/o quimioterapia.
En estos casos, es preciso realizar los estudios diagnósticos con urgencia antes de iniciar
el tratamiento y se ha de tener en cuenta que conviene evitar una anestesia general y el
decúbito supino porque pueden agravar el compromiso de la vía aérea. Por otro lado, la
69
infiltración del SNC, tanto en el momento del diagnóstico como en la recaída, es más
frecuente en la LLA-‐T que en la LLA de línea B.
Algunos pacientes presentan un cuadro clínico similar pero sin células leucémicas en
sangre periférica y un grado menor de infiltración en médula ósea o sin infiltración alguna
y se diagnostican de linfoma linfoblástico T.
Este tipo de linfoma se considera la misma entidad que la LLA-‐T en la clasificación de
la WHO y se trata con los mismos protocolos o con protocolos muy parecidos a los de la
LLA-‐T. A nivel biológico comparte muchas alteraciones genéticas con la LLA-‐T,
aunque parecen existir algunas diferencias que podrían explicar el distinto fenotipo de
estos pacientes (Sekimizu et al., 2011).
Biología
La LLA-‐T constituye un tipo de leucemia particularmente heterogéneo y complejo que
resulta de la combinación de múltiples lesiones genéticas que implican a numerosos
oncogenes y genes supresores de tumores, así como a la alteración en la regulación
epigenética. Algunas de las alteraciones genéticas se excluyen mutuamente y se
correlacionan con la detención del desarrollo del linfocito T en un estadio madurativo
específico (inmaduro, cortical, maduro). Con frecuencia, se produce la yuxtaposición de
un oncogén junto a los genes del receptor de células T (TCR), lo que da lugar a su
expresión aberrante en los progenitores T. Entre los factores de transcripción oncogénicos
sobreexpresados mediante éste u otros mecanismos en la LLA-‐T se hallan genes de la
familia bHLH (basic helix-‐loop-‐ helix), como TAL1 o LYL1, genes de la familia
homeobox como HOXA, TLX1/HOX11, TLX3/HOX11L2 y genes LMO (LIM only
domain) como LMO2 (ver tabla 7).
Otras alteraciones genéticas observadas en la LLA-‐T de forma recurrente se comparten
en los distintos subgrupos y alteran los mecanismos normales del control del crecimiento
celular, proliferación, supervivencia y diferenciación del timocito durante su desarrollo.
Entre ellas cabe destacar las mutaciones
70
NOTCH1 es un receptor que tiene un papel principal en el compromiso de linaje celular
durante el desarrollo. En más del 50% de las LLA-‐T se han observado mutaciones
activadoras en distintos niveles de NOTCH1 o mutaciones inactivadoras en FBXW7, que
codifica una proteína que interviene en su degradación. En ambos casos se activa la
señalización de NOTCH1. En cuanto a CDKN2A, es un locus que engloba los genes
supresores de tumores p16INK4A y p14ARF. La pérdida de función de estos genes altera
la regulación del ciclo celular y contribuye a la leucemogénesis en una proporción
elevada de LLA-‐T. La deleción de p16INK4A altera la actividad tanto del gen de
retinoblastoma (RB1) como de p53 y predispone al desarrollo de una LLA-‐T (Volanakis
et al., 2009).
Entre otras alteraciones genéticas descubiertas recientemente, se hallan las mutaciones de
la vía PI3K/AKT, descritas en un 10% de los casos. La vía PI3K/AKT controla múltiples
funciones celulares como la diferenciación y el crecimiento celular. La fosfatasa PTEN es
un regulador negativo de esta vía. Se han descrito mutaciones en PI3K (PIK3CA), en
AKT y en PTEN que, mediante la desregulación de la vía PI3K/AKT, contribuyen a la
patogenia de la LLA-‐T (Palomero et al., 2007) (Gutiérrez et al., 2009). Por otro lado, las
deleciones y mutaciones que inactivan PHF6 se han descrito en un 20-‐40% de los
pacientes con LLA-‐T (Van Vlierberghe et al., 2010). PHF6 es un gen supresor de
tumores que se encuentra localizado en la región autosómica del cromosoma X, Xq26.
Las mutaciones en este gen se han descrito casi exclusivamente en varones. De hecho, su
identificación se realizó precisamente en la búsqueda de genes supresores de tumores que
se hallaran en el cromosoma X y que explicaran el predominio de este tipo deleucemia en
varones (Van Vlierberghe et al., 2010).
71
tratamiento con imatinib u otros TKI con actividad frente a ABL. La búsqueda de otras
dianas terapéuticas en la LLA-‐T ha puesto de manifiesto otras vías de quinasas, como la
vía de TYK2-‐STAT1-‐BCL2. Se ha mostrado que los linfoblastos T precisan de su
activación para su supervivencia y esto apoyaría el desarrollo de tratamientos diana
dirigidos frente a TYK2 u otros componentes de esta vía (Sanda et al., 2013).
72
‐Smith et al., 2009). La presencia de alteraciones genéticas comunes a otras leucemias de
estirpe mieloide sugiere que los pacientes con LLA-‐T ETP podrían beneficiarse de
añadir fármacos dirigidos a la línea mieloide, y/o inhibidores de FLT3 y/o de la vía JAK-
‐STAT (Neumann et al., 2012) (Zhang et al., 2012).
Por lo general, en la mayoría de los protocolos cooperativos pediátricos, los pacientes con
fenotipo T tienen peor pronóstico que los de fenotipo B precursor (Pui et al., 2009)
(Möricke et al., 2009). Entre los factores pronósticos utilizados para clasificar a los
pacientes en grupos de riesgo están la edad, la cifra de leucocitos, la citogenética, el
fenotipo (T o B) y la respuesta precoz al tratamiento (Pui et al., 2009). En la última
década ha adquirido gran importancia pronóstica la valoración de la respuesta a la
quimioterapia mediante la determinación de la ERM en distintos momentos del
tratamiento (Conter et al., 2010) (Cavé et al., 1998). En la LLA-‐T, con la excepción de
la respuesta al tratamiento (citológica y por ERM), los factores pronósticos mencionados
anteriormente carecen del valor predictivo que
Así, en la LLA-‐T el valor pronóstico de la edad varía según las series, con la edad
mayor a 15 años asociada a peor pronóstico en alguna serie y sin valor pronóstico en
otras. De igual forma sucede con la cifra de leucocitos y con la presencia de masa
mediastínica o de infiltración del SNC al diagnóstico (Pui et al., 1990) (Pullen et al.,
1999) (Goldberg et al., 2003) (Schrappe et al., 2011). En cuanto al estadio madurativo del
linfocito T, definido por su inmunofenotipo, tampoco ha resultado de utilidad para
estratificar a los pacientes, con excepción del subgrupo de LLA-‐T ETP (Babusikova et
al., 2009) (Shimizu et al., 2013) (Pullen et al., 1999) (Schrappe et al., 2011).
Probablemente, la falta de resultados congruentes en todos los estudios en cuanto a su
valor pronóstico se deba a que el mismo inmunofenotipo engloba subtipos biológicos
distintos. Respecto a las alteraciones citogenéticas o moleculares, que en la LLA de línea
73
B son factores pronósticos muy importantes y que se contemplan en la estratificación de
los pacientes, en la LLA-‐T no se han incorporado aún a los protocolos de tratamiento
(ver más adelante, en factores pronósticos biológicos).
El principal factor clínico con valor pronóstico en la LLA-‐T y el único que se utiliza en
la actualidad para estratificar a los pacientes en grupos de riesgo es la respuesta precoz al
tratamiento. Así, la respuesta a una semana de prednisona, evaluada en sangre periférica,
es un factor pronóstico de gran importancia y, en el caso de la LLA-‐T, mantiene su valor
incluso cuando se estratifica a los pacientes según su nivel de ERM (Schrappe et al.,
2011). La respuesta evaluada en médula ósea en el día +15 del tratamiento de inducción
también tiene valor pronóstico, aunque menor en los pacientes
con fenotipo T cuando se comparan con los de línea B (Lauten et al., 2012) (Schrappe et
al., 2011). Otra forma de evaluar la respuesta precoz al tratamiento, la ERM, también ha
resultado muy informativa en la LLA-‐T y sirve para guiar los protocolos de tratamiento
(Pui et al., 2009) (Conter et al., 2010) (Schrappe et al., 2011).
74
NOTCH1 se ha asociado a buen pronóstico en algunos estudios y carece de valor en otros
(Asnafi et al., 2009) (Kox et al., 2010) (Zuurbier et al., 2010). Esto podría deberse a
diferencias en los protocolos de tratamiento utilizados. También podría deberse a la
mutación específica de
Se han identificado otros grupos con distintos perfiles de expresión génica, así como
nuevas alteraciones moleculares en la LLA-‐T, pero su valor pronóstico no se ha
validado y su resultados son controvertidos (van Grotel et al., 2006) (Ballerini et al.,
2002). Ver tablas 7 y 8.
Por lo general, en la mayoría de los protocolos cooperativos pediátricos los pacientes con
fenotipo T tienen peor pronóstico que los B, aunque las diferencias se han ido acortando y
han llegado a desaparecer con algunos protocolos de tratamiento. Para obtener esta
mejoría, sin embargo, a estos pacientes nunca se les estratifica en el grupo de bajo riesgo
y reciben, por tanto, un tratamiento más intensivo (Pui et al., 2009), (Goldberg et al.,
2003). Además de la intensificación en el tratamiento, en algunos protocolos existen
modificaciones específicas para pacientes de fenotipo T. Así, en el protocolo actual del
grupo alemán BFM (BFM/ALL-‐2009) un subgrupo de pacientes de pacientes con LLA-
‐T recibe tratamiento con dexametasona en
75
la inducción, a diferencia de los de línea B, que reciben prednisona. En otros protocolos,
como el del SJCRH (Total XV y Total XVI) (Pui et al., 2009) o el protocolo internacional
ALLIC-‐BFM, se aumenta la dosis de metotrexato sistémico a 5 g/m2 en todos los
pacientes con LLA-‐T, mientras que en algunos subgrupos de menor riesgo de línea B se
administra entre 2 y 3 g/m2. El aumento de dosis de metotrexato en estos pacientes se
basa en que los linfoblastos T requieren concentraciones superiores de metotrexato
extracelular para alcanzar los mismos niveles intracelulares que los blastos de línea B
(Kager et al., 2005). Otro fármaco que ha demostrado ser muy importante en la mejoría de
los resultados en los pacientes con LLA-‐T ha sido la asparraginasa. El grupo
norteamericano DFCI consiguió por primera vez, ya en la década de los 90, equiparar los
resultados obtenidos en pacientes pediátricos con LLA-‐T a los de línea B. Uno de los
motivos del éxito de su protocolo de tratamiento fue precisamente la administración muy
intensiva de asparraginasa (Silverman et al., 2001) (Goldberg et al., 2003).
Posteriormente, otros grupos aplicaron dicha intensificación del tratamiento con
asparraginasa en sus protocolos y también consiguieron mejorar sus resultados en los
pacientes con LLA-‐T (Pui et al., 2009) (Al-‐Khabori et al., 2010). Otra medida
terapéutica que puede tener importancia en el control de las recaídas de los pacientes con
LLA-‐T es la radioterapia craneal profiláctica. Si bien en varios grupos cooperativos se
ha conseguido eliminar la radioterapia craneal profiláctica en todos los pacientes con LLA
(Veerman et al., 2009) (Pui et al., 2009), todavía se indica en algunos pacientes con
mayor riesgo de recaída en SNC en muchos protocolos y uno de los subgrupos en los que
se mantiene esta indicación es precisamente el grupo de pacientes con LLA-‐T e
hiperleucocitosis. Otros agentes con importancia enla LLA-‐T son la citarabina y los
alquilantes como la ciclofosfamida. La mejoría alcanzada en la última década en los
resultados del tratamiento en la LLA-‐T se ha debido a la intensificación del mismo y a
la utilización de ciertos citostáticos, mencionados anteriormente, con o sin radioterapia.
Sin embargo, pese que éstos han demostrado su eficacia en la LLA-‐T, ninguno de ellos
resulta indispensable ya que se han alcanzado resultados similares en los distintos grupos
cooperativos con protocolos que utilizan distintos fármacos. A modo de ejemplo, los
76
protocolos UKALL, del Reino Unido, y los del grupo norteamericano DCFI utilizan
dexametasona y asparraginasa pegilada intensiva y en cambio no administran metotrexato
a dosis altas. Éste, sin embargo, sí se administra en el protocolo alemán BFM o el
norteamericano del SJCRH. En todos los protocolos se utiliza asparraginasa pero la dosis
total es muy variable, entre 100.000 UI/m2 y 500.000 UI/m2. De igual manera, la
profilaxis del SNC también es variable, en algunos se utiliza metotrexato a dosis altas, en
otros se aplica la radioterapia y otros se basan más en la dexametasona y en el tratamiento
intensivo con asparraginasa que, aunque no atraviesa la barrera hemato-‐encefálica,
puede producir depleción de asparragina en el LCR.
77
A diferencia de la LLA-‐B precursora, en la que el TPH se reserva para las recaídas
medulares precoces, en la LLA-‐T se indica un trasplante en todas las recaídas
medulares. Ello es debido al mal pronóstico que presentan todas las recaídas medulares en
la LLA-‐T (Tallen et al., 2010).
Nuevos fármacos
En los últimos años han aumentado las opciones terapéuticas en la LLA-‐T, con
aprobación de fármacos nuevos para los pacientes refractarios o en recaída. Algunos de
estos fármacos se están estudiando en ensayos clínicos, incluso en primera línea en
aquellos pacientes con mala respuesta precoz al tratamiento, dado su mal pronóstico con
el tratamiento estándar. Entre ellos se hallan análogos de los nucleósidos como la
clofarabina y la nelarabina, la forodesina, inhibidores de tirosín-‐quinasas e inhibidores
de las gammasecretasas.
78
tratamiento y buenos resultados, con obtención de SLE de alrededor del 70% en pacientes
con mala respuesta precoz al tratamiento (Dunsmore et al., 2012).
Una minoría de pacientes con LLA-‐T (6-‐8%), en los que se detecta el reordenamiento
NUP214-‐ABL u otros reordenamientos o amplificaciones de ABL (BCR-‐ABL, ETV6-
‐ABL y EML-‐ABL), podrían ser candidatos a recibir tratamiento con un TKI como
imatinib u otros, por su acción inhibitoria frente a ABL (Hagemeijer y Graux, 2010) (De
Keersmaecker et al., 2005) (Crombet et al., 2012). De forma similar, los pacientes con
mutaciones que activan JAK1, JAK3 o IL7R se podrían beneficiar de inhibidores de la vía
JAK/STAT que se están desarrollando para el tratamiento de trastornos
mieloproliferativos Philadelphia negativos (Van Vlierberghe y Ferrando, 2012).
Características de los pacientes
Se incluyeron 43 pacientes pediátricos con LLA Ph+ durante el periodo comprendido
entre febrero de 1994 y abril de 2010. De ellos, 27 recibieron tratamiento quimioterápico
sin imatinib (8 según protocolo SHOP/LLA-‐94 y 19 según protocolo SHOP/LLA-‐99).
Dieciséis pacientes recibieron tratamiento quimioterápico con imatinib, según protocolo
SHOP/LLA-‐2005. La quimioterapia en los 3 protocolos fue similar y la principal
diferencia fue la incorporación en el último protocolo de tratamiento (SHOP/LLA-‐2005)
de imatinib de forma continua desde el día +15 del tratamiento de inducción. En todos los
protocolos se indicó la realización de TPH alogénico de donante HLA-‐idéntico en
primera RC, tanto familiar como de donante no relacionado. Las características al
diagnóstico de los pacientes que recibieron imatinib y de los del grupo pre-‐imatinib
fueron comparables y se describen en la tabla II del artículo.
79
recibir quimioterapia de rescate. En cuanto a la ERM determinada mediante PCR
cuantitativa para el reordenamiento BCR-‐ABL, todos los pacientes analizados del grupo
de imatinib estaban en remisión molecular en el momento del trasplante.
Supervivencia
80
En el momento del análisis, de los 43 pacientes de la serie global, 21 permanecían vivos
en primera RC. La mediana de seguimiento fue de 109 meses (extremos 61-‐184) para la
cohorte pre-‐imatinib y de 39 meses (extremos 7-‐55) para el grupo de imatinib. La
probabilidad de SLE a los 3 años fue de 29,6% (± 9%) para la cohorte pre-‐imatinib y de
78,7% (±11%) para el grupo de imatinib, respectivamente (p=0,01) (ver figura 2). La
probabilidad de SG a los 3 años fue de 34,6% (±9%) y de 86,5% (±9%) para los grupos
pre-‐imatinib e imatinib respectivamente (p<0,01) (ver figura 3).
Toxicidad
Por lo general, los pacientes presentaron buena tolerancia a imatinib, a dosis intermedias
de 260 mg/m2/día administrado desde el día +15 del tratamiento de inducción. Los
pacientes que recibieron imatinib presentaron con mayor frecuencia naúseas y mucositis
grado III-‐IV durante la inducción, pero dichas diferencias no fueron estadísticamente
significativas. Además, se observó con más frecuencia en el grupo que recibió imatinib
una elevación importante (grado III-‐IV) de las transaminasas durante el tratamiento de
consolidación. Esta elevación fue transitoria sin interrupción o ajuste de osis del
tratamiento con imatinib y no se asoció en ningún caso a insuficiencia hepática o a
elevación grado III-‐IV de la bilirrubina. Tanto la mucositis como la elevación de las
transaminasas podrían tener relación con la administración concomitante de imatinib y
metotrexato a dosis altas (5g/m2), que se administró durante la fase de consolidación en
los pacientes del protocolo SHOP/LLA-‐2005. Esta dosis de metotrexato fue superior a
la dosis administradas en los protocolos pre-‐imatinib SHOP/LLA-‐94 y SHOP/LLA-
‐99, que fue de 3 g/m2.
Un paciente del grupo que recibió imatinib falleció por sepsis por Aeromonas hydrophila
caviae de origen intestinal durante la fase de aplasia medular tras la administración del
bloque C de quimioterapia, previo a recibir el TPH previsto.
En conclusión, la adición de imatinib a la quimioterapia intensiva y seguida de TPH
alogénico fue bien tolerada en la población pediátrica y consiguió una mejoría muy
81
importante en la supervivencia a corto plazo, tanto la libre de enfermedad como la
supervivencia global.
CONCLUSIONES
Con base en la información recopilada del grupo estudiado, podemos llegar a algunas
conclusiones. Entre ellas, que la totalidad de los pacientes dieron positivo para LMC;
67% de los pacientes presentaron el transcrito b2a2 de BCR/ABL (63%, hombres, 37%
82
mujeres). 33% de los pacientes presentaron el transcrito b3a2 de BCR/ABL y su
distribución fue equitativa (2:2). La LMC se presentó más en hombres (58%) que en
mujeres (42%), 67% de los diagnosticados con LMC eran menores de tres años y 33%
superaban los 4 años. El promedio de edad del grupo fue de 3.8 años (hombres, 4.28 años;
mujeres, 3.2 años).
No hay evidencia estadística suficiente para establecer relación alguna entre variables
como la edad y el sexo frente a cualquiera de los transcritos. Las comparaciones entre
diferentes estudios mundiales consultados no mostraron diferencias estadísticamente
significativas entre las prevalencias, excepto al comparar este estudio con el desarrollado
en ecuador por Paz y Mino en 2002.
Aunque la asociación observada entre las variables no es muy fuerte, las frecuencias y los
porcentajes permiten describir una realidad sobre los diagnósticos de LMC, la
periodicidad de los eventos en tan corto tiempo diciembre-marzo, puede indicar que
existe sub-registro.
La edad, el género, no son variables que influyan de alguna manera en sufrir LMC, el
mayor número de diagnósticos se observo en menores de tres años y fueron más los
hombres que las mujeres en una proporción de 1.4 a 1. El riesgo de padecer LMC
depende de la información genética congénita y el efecto ambiental que activa estos genes
en algún momento de nuestras vidas. No adoptar medidas preventivas: diagnostico
temprano, cambio de hábitos de vida, entre otros puede significar la diferencia entre los
diferentes pacientes con LMC.
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GLOSARIO
86
Leucemia: la leucemia o leucosis es un grupo de enfermedades malignas de la
médula ósea (cáncer hematológico) que provoca un aumento incontrolado de leucocitos
(glóbulos blancos) clonales en la médula ósea, que suelen pasar a la sangre periférica
aunque en ocasiones no lo hacen (leucemias aleucémicas). Ciertas proliferaciones
malignas de glóbulos rojos se incluyen entre las leucemias (eritroleucemia).
Glóbulos rojos: los glóbulos rojos cumplen la importante función de transportar oxígeno.
Estos glóbulos, que flotan en tu sangre, comienzan su travesía en los pulmones, donde
recogen el oxígeno del aire que respiras. Después, se dirigen al corazón, que bombea la
sangre, y reparten oxígeno a todas las partes del cuerpo.
Glóbulos blancos: Los glóbulos blancos son una parte muy importante del sistema
inmunológico. Su función es proteger el organismo de infecciones producidas por
gérmenes. Hay muchos tipos de glóbulos blancos y cada uno de ellos tiene tareas
específicas. Hay linfocitos T y linfocitos B, monocitos y granulocitos.
Médula ósea: es un tipo de tejido que se encuentra en el interior de los huesos largos,
vértebras, costillas, esternón, huesos del cráneo, cintura escapular y pelvis. Muchas veces
se confunde con la médula espinal. Sin embargo, tienen funciones totalmente distintas. La
médula espinal se encuentra en la columna y transmite los impulsos nerviosos hacia todo
el cuerpo.
87
La anemia: es un trastorno frecuente de la sangre que ocurre cuando la cantidad de
glóbulos rojos es menor que lo normal, o cuando la concentración de hemoglobina en
sangre es baja.
88
referimos a la similitud o diferencia de las células entre donante y receptor para una
posible transfusión o transplante.
Carcinógeno: Sustancia química o cualquier otro agente que puede causar cáncer.
Consentimiento informado: El permiso dado, generalmente por escrito, por una persona
antes de la realización de cualquier exploración o maniobra diagnóstica o terapéutica. El
enfermo o sus familiares o tutores, deben entender los riesgos potenciales y los posibles
beneficios del procedimiento diagnóstico y/ o el tratamiento y estar de acuerdo en aceptar
estos riesgos.
89
Ecografía o estudio con ultrasonidos: Técnica diagnóstica de imagen en la cual las
imágenes son hechas con los ecos que provocan los órganos y otras estructuras internas
cuando son atravesadas por ondas sónicas. Con esta técnica se pueden identificar tumores
u otras lesiones.
Médula ósea: Material esponjoso que se encuentra en las cavidades de los huesos y que es
la sustancia en la cual se producen muchos de los elementos de la sangre. Para su examen
es necesario realizar una punción en el hueso para extraerla (generalmente en esternón o
en hueso ilíaco).
Metástasis: Crecimiento canceroso que tiene su origen en células malignas que han
crecido previamente en otra parte del cuerpo.
Modificadores de la respuesta biológica: Sustancias naturales y artificiales que ayudan
al sistema inmunológico en su lucha contra el cáncer.
Monocitos: Tipos de células blancas de la sangre que destruyen a las bacterias invasoras.
90
Radiodiagnóstico o Radiología: Especialidad médica que se ocupa del diagnóstico
mediante rayos X. Los médicos que se especializan en ello se denominan radiólogos.
Resonancia Magnética (RNM): Técnica diagnóstica de imagen que utiliza los campos
magnéticos y las ondas de radio, unidas al ordenador
91
Trasplante de médula ósea: Procedimiento en el cual, tras la supresión de la médula ósea
del paciente, por la acción de la quimioterapia y/o la radioterapia, ésta es reemplazada
por una nueva, procedente del mismo paciente (Trasplante Autólogo) o de un donante
emparentado o no, pero histocompatible (Trasplante Alogénico)
Tratamiento paliativo: Un tipo de tratamiento que tiene como objetivo aliviar los
síntomas de la enfermedad, sin proporcionar la cura de la misma.
Tumor: Un crecimiento anormal de las células o tejidos que forman una masa dentro de
un órgano. Los tumores pueden ser benignos (no cancerosos) o malignos (cancerosos).
92
ANEXOS
93
Anexo 2
94
Anexo 3
95
En una aspiración de médula ósea se extrae una pequeña porción de la misma. El
procedimiento es molesto, pero tanto los niños como los adultos lo pueden tolerar
bastante bien.
96
Los antígenos son generalmente proteínas, virus, hongos, bacterias, toxinas,
sustancias químicas, medicamentos y partículas extrañas. El sistema inmunológico
detecta los antígenos y produce anticuerpos que destruyen las sustancias que los
contienen.
97
98
99
CONCLUSIONES
- Existen varios tipos de leucemia. Las leucemias agudas avanzan rápidamente y son
frecuentes en niños y adultos jóvenes. Las leucemias crónicas se desarrollan de forma
lenta y afectan generalmente a personas de edad media. Las leucemias linfáticas afectan a
los linfocitos, mientras que las leucemias mieloides afectan a los mielocitos.
- Quimioterapia: Los pacientes deben tomar uno o varios medicamentos contra el cáncer
ya sea vía oral o intravenosa.
- Terapia Biológica: utiliza sustancias producidas por el cuerpo para mejorar la habilidad
de combatir la leucemia.
100
BIBLIOGRAFIA
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