LAR Historias Web PDF
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Historias incluidas:
Informe de Inteligencia del SIE: Resumen de las Localizaciones Clave del
planeta Makeb
Informe de Inteligencia Imperial: Personas de Interés en Makeb
Una carta del ejecutivo especial Rasmus Blys
Trabaja con orgullo. Trabaja con Czerka.
CZ-198 y el Estado de la Corporación Czerka
Entrevista Exclusiva de las Noticias de la HoloRed: Barón Deathmark
Entrevista Exclusiva de las Noticias de la HoloRed: Barón Deathmark, Parte
2
Un Registro de los Amos del Terror
La Búsqueda de Oricon
Entrevista Exclusiva de las Noticias de la HoloRed: Barón Deathmark
Desde KOTOR: Manaan
Diario de Lana Beniko: Darth Arkous
Detalles de la Superficie
Se busca: muerto y desmantelado
Remanentes
El Ascenso de los Revanitas
Hora de Dormir en Concordia
Rishi: Lugares de Interés
La Cala del Saqueador: Personas de Interés
El Precio del Poder
Una noche en el Refugio del Comerciante
La Prueba Final
Arrepentimientos
La Sexta Línea: Parte Uno
La Sexta Línea: Parte Dos
Vacaciones
Hermanos
La esperanza de una madre
Historias cortas
Anónimo
Estas historias forman parte de la continuidad de Leyendas.
Traducción: CiscoMT
Recopilación: Bodo-Baas
Maquetación: Bodo-Baas
Revisión: Satele88
Version 1.0
12.02.17
Base LSW v2.21
Star Wars: La Antigua República: historias cortas
Declaración
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El grupo de libros Star Wars
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Anónimo
Plantación Avesta
Propiedad del magnate de los negocios local Shalim Avesta. Avesta debería ser el
punto de contacto principal para cualquier fuerza de la República que despleguemos. Su
plantación está bastante apartada y, de momento, intacta por la toma de poder del Cártel
Hutt. Los locales han levantado defensas lo mejor que han podido, pero no van a resistir
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
contra un asalto concentrado. Sugiero que cualquier fuerza de avance priorice una mejora
defensiva.
Ganchos celestiales
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Anónimo
Ciudad Talaos
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
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Anónimo
Fortaleza 1
Este lugar solía ser la tesorería principal de Makeb. Probablemente el punto más
naturalmente defendible del planeta, ya que alguien estuvo lo suficientemente loco como
para construirlo en medio de un volcán. No puedo siquiera imaginar los costes del
contratista.
Las fuerzas del Cártel están por todas partes en este lugar, con alguna actividad naval
significante. Mi mejor suposición es, que los Hutts están almacenando algo aquí, pero no
puedo acercarme lo suficiente como para decir qué están tan ansiosos por mantener
encerrado. Sugiero que nuestras fuerzas le den campo abierto hasta que tengamos
significantes recursos a tierra.
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
Palacio de Toborro
Este es el centro de operaciones de todos los esfuerzos del Cártel en Makeb. Si vamos
a hacer un ataque serio al planeta, vamos a tener que golpear este lugar antes o después.
No será algo fácil.
Mis hallazgos iniciales acerca del propio Toborro están detallados en la hoja de
perfiles adjunta, pero lo destacable es: loco de poder y paranoico. Aconseje a cualquier
personal de los equipos de tierra que no subestimen lo lejos que este Hutt está dispuesto a
ir para mantener sus créditos fluyendo.
Conclusiones
Sólo para reiterar: cualquier intervención en Makeb va a ser una pesadilla. Opciones de
despliegue severamente limitadas, posicionamiento defensivo del Cártel significante, y
aparte de algunos locales entusiastas, no hay mucho en el camino de los recursos
amistosos.
Cualquiera que mandemos aquí va a tener que ser muy, muy bueno.
—FIN DEL INFORME—
DOCUMENTO ADJUNTO: Lecturas Atmosféricas de Makeb//REDACTADO
DOCUMENTO ADJUNTO: Datos de transacción financieros de Solida
Hesk//REDACTADO
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Anónimo
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
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Anónimo
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
«Arreglador» del Cártel Hutt. Las intervenciones en las operaciones del Cártel en
Ylesia, Quesh y Kintan demuestran una dedicación considerable al avance del Cártel sin
importar los costes personales. Asumió el título de «Arconte» en referencia a los
defensores del antiguo Imperio Hutt, sugiriendo una mayor entrega a la glorificación y al
avance de su especie en el escenario galáctico.
POTENCIAL DE RECURSO: Ninguno. Al contrario que la mayoría de los Hutts,
Szajin no parece vulnerable a los sobornos. Su entrega a la ascensión del Cártel parece
inamovible.
POTENCIAL DE AMENAZA: Alto. Controla o dirige extensas fuerzas del Cártel.
Entregado a la vigilancia en contra de amenazas potenciales a los intereses del Cártel.
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Anónimo
Líder sénior dentro del Cártel Hutt. Director definitivo de todas las actividades del
Cártel en Makeb. Como Szajin, demuestra una significante intención de expandir la
influencia Hutt por toda la galaxia, aunque su interés en el ensalzamiento personal es
significativamente más pronunciado que el del Arconte. Las tendencias psicológicas
potenciales hacia la megalomanía y la paranoia deben ser consideradas en todos los
planes operacionales, dados sus enormes recursos.
POTENCIAL DE RECURSO: Ninguno. Toborro no tiene nada que ganar ayudando
al Imperio, y está demasiado seguro de sí mismo para ser amenazado, chantajeado o
coaccionado eficientemente.
POTENCIAL DE AMENAZA: Alto. Dada su significante inversión personal al éxito
de las operaciones de Makeb, Toborro probablemente responda a cualquier amenaza
percibida con una fuerza inmediata, abrumadora.
Los informes de datos de acceso completos y las estimaciones psicológicas
extendidas serán enviados en las subsiguientes transmisiones. Continuaré con la
observación de actividades estándar hasta ese tiempo. ¡Gloria al Imperio!
FIN DE LA TRANSMISIÓN
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¡Saludos!
Me llamo Rasmus Blys, y tengo el gran honor de servir como Ejecutivo Especial para
la Corporación Czerka: la entidad de negocios más dinámica en todo el espacio conocido.
La historia de Czerka es larga y rica; tenemos siglos de innovación y éxito a los que mirar
atrás, con mundos enteros debiendo su desarrollo económico y social a nuestra valiosa
visión y generosa cooperación. Cuando consideramos todo lo que nuestra corporación ha
logrado, creo que bien podemos sentirnos orgullosos de nuestros roles en la Czerka de
hoy.
¿Pero cuál es mi rol exactamente? ¿Qué es lo que hace el «Ejecutivo Especial» para
CZ-198 todo el día, en cualquier caso?
Me gusta pensar en CZ-198 como un castillo: un hogar fortificado donde nuestra
familia Czerka puede unirse y llevar a cabo nuestros grandes trabajos en una atmósfera de
total seguridad. Un lugar con muros fuertes, de forma que los problemas y trifulcas del
resto de la galaxia simplemente rebotan con apenas un sonido. Un lugar con tropas leales:
hombres, mujeres y droides valientes que protegen nuestras vidas con las mismas armas y
tecnología que desarrollamos.
Por supuesto, cualquier buen castillo necesita un castellano, y así es como veo yo mi
rol como «Ejecutivo Especial»: meramente un sirviente de muchos, responsable de
asegurar que toda la gente y máquinas de CZ-198 tienen todo lo que necesitan para
trabajar juntos y lograr su máximo potencial. Después de todo, no querríamos
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Anónimo
desperdiciar los tremendos recursos que somos tan afortunados de manejar, ¡o arriesgar a
mancillar el brillante legado que la marca Czerka ha desarrollado tan inmaculadamente!
¿Pero quién es el gobernante de nuestro gran castillo? ¡El consumidor, por supuesto!
Las exigencias del mercado son nuestros decretos reales, por siempre guiándonos y
empujándonos hacia nuevos y mejores diseños. Nuestros speeders y naves estelares son
carrozas brillantes, asegurando que nuestros clientes puedan viajar segura y
glamurosamente a cualquier destino. Y nuestras armas son los guardaespaldas reales de
los clientes, protegiéndolos a ellos y a sus intereses de cualquier daño posible.
Por lo tanto, nuestro rol es claro: debemos entregarnos a nosotros mismos, nuestro
tiempo y nuestros recursos para crear los más finos productos y tecnologías que
podamos; bienes excepcionales dignos de reyes y reinas, en el mercado y a la venta para
cualquier ser pensante en la galaxia. ¡Cualquier otra cosa sería traición!
Tenemos nuestro castillo, CZ-198: fuertemente construido en el cruce entre la
tecnología y el talento. Tenemos nuestra meta, noble y pura: servir a nuestros clientes con
todo medio a nuestra disposición. Y tenemos nuestra historia: una tradición de éxito y
dinamismo que no tiene rival en el mercado galáctico.
Somos la Corporación Czerka. ¡Juntos, daremos forma al futuro!
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
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Anónimo
*Debido a la naturaleza sensible del trabajo asociado con nuestra instalación de I+D, las vacaciones sólo pueden
tomarse dentro del término atmosférico del Complejo Global Czerka designado CZ-198.
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LAMALLA RANN: Barón Deathmark, es un enorme placer hablar con usted hoy. Es
una leyenda viviente, tiene legiones de fans que le admiran, y huele a guantes de cuero
hechos a mano. ¿Cómo es la vida para el ser parlante número uno del Huttball?
BARÓN DEATHMARK: ¡La vida es buena, Lamalla! He apuñalado, quemado,
aplastado y gritado para abrirme paso hasta la cima, y no podría haberlo hecho sin el
apoyo de todos aquellos asombrosos fans que acabas de mencionar. ¡Es difícil creer que
un escuálido niño del Sector Nikto podría llegar tan lejos!
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
LR: De hecho, creo que aún puede ver el Sector Nikto desde uno de los cinco
balcones de su ático, ¿no es cierto?
BD: ¡Por supuesto! Es importante recordar de dónde vienes.
LR: Hablando de su ático —un lugar encantador, tan gustosamente decorado,
déjenme decir— había una planta donde no se nos permitió llevar nuestras holocámaras.
¡Tan misterioso! ¿Puede contarle a nuestra audiencia lo que está ocurriendo allí abajo?
BD: ¡Esas son mis instalaciones de entrenamiento personal de alto secreto, Lamalla!
Trescientos setenta y seis estaciones de trabajo diferentes, desde equipo de peso hasta
muñecos de entrenamiento hasta trampas mortales automáticas, todo desarrollado desde
las propias técnicas de mi carrera combinadas con años de experiencia al ver el juego de
primera mano.
LR: ¿Pero por qué tanto secretismo? ¿Qué está planeando el Barón Deathmark…
podría ser un regreso del retiro?
BD: Oh, no, Lamalla. No voy a volver al Pozo… ¡me dirijo directamente a los
hogares de mis fans con el Huttball del Barón Deathmark para el Desarrollo de la
Salud… de la Muerte! ¡Sólo cincuenta créditos te comprarán un vistazo a mi centro de
entrenamiento junto con una rutina de ejercicios especialmente diseñados garantizada
para transformar a cualquiera en material de Rotworm o Frog-Dog prácticamente en una
noche!
LR: ¡Una increíble oportunidad para los esperanzados por el Huttball, Barón! Y
hablando de nuevas oportunidades, se ha hablado mucho acerca de la más reciente
aventura de Giradda el Hutt.
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BD: ¡No me sorprende! Las arenas de Giradda van a ser la próxima gran cosa en el
deporte atlético sangriento basado en equipos, te lo aseguro.
LR: ¡Denos su visión! ¿Qué separa a esas arenas del Huttball que todos conocemos y
amamos?
BD: Bueno, por supuesto, el elemento central del Huttball es el Huttball. Quita eso,
¿y qué tienes? Dos equipos, armados hasta los dientes, encerrados en una habitación
hasta que alguien es el ganador. Y creo que la mayoría de la gente estaría de acuerdo, en
que eso puede dar un gran entretenimiento.
Sólo hay un problema. Los equipos de Huttball son grandes… puede requerir un
tiempo que tanta gente realmente se brutalice los unos a los otros. Así que Giradda pensó,
hagamos los equipos más pequeños, ¡y tienes lo bueno incluso más rápido!
LR: Algo visionario… ¡por no mencionar excitante! Giradda definitivamente conoce
a su audiencia.
BD: Realmente es un Hutt del pueblo.
LR: Ahora, me temo que nos hemos quedado sin tiempo, Barón. ¿Algunas últimas
palabras para su audiencia?
BD: Bueno, un entrenador una vez me dio un consejo que realmente se ha quedado
conmigo. «No importa lo que diga el marcador, siempre hay tiempo para salir de ahí y
mutilar realmente a alguien». ¡Un buen consejo sin importar dónde estés en la vida!
LR: ¡Palabras de sabiduría del propio Barón Deathmark en persona! Eso ha sido todo
por hoy, chicos, pero aseguraos de volver la próxima vez, ¡cuando el Barón nos dé un
tour VIP por las nuevas arenas de Giradda el Hutt!
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
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Anónimo
LR: Guau. Eso suena… intenso. Y así, mirando a esta arena aquí… ¿Son esos
terminales de la Red de Comercio Galáctico?
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
BD: Lo son, pero ya no funcionan. En nuestras pruebas previas de juego aquí en esta
estación espacial, la cual Giradda ganó en una apuesta, ¡encontramos que los
competidores acababan pasando la mayor parte de su tiempo en la RCG comprando en
lugar de matando!
LR: ¿Fue esta la primera Arena de Muerte?
BD: ¡Sí, la original! Pero ya que Giradda disfruta tanto de viajar, ¡ha decidido que
esta arena no era suficiente y empezó una franquicia por toda la galaxia!
LR: Y eso nos lleva al núcleo galáctico. ¿Por qué escoger Corellia, de todos los
lugares?
BD: En cualquier parte donde encuentres un montón de ajetreo, también encontrarás
gente hambrienta de entretenimiento. La verdad es que esta parte del planeta ya estaba
siendo utilizada para deportes de combate sin licencia. ¡Giradda compró el área de
inmediato, puso una valla, y lo hizo oficial!
LR: Debió haber sido una empresa asequible, considerando el valor de los terrenos
aquí alrededor.
BD: A no ser que sea acerca de mi paga, nunca hablo de créditos con Giradda. ¡Yo
sólo encolerizo a la multitud y llevo la batuta!
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Anónimo
LR: Aquí en Tatooine, ahora… ¿qué tiene de especial esta granja de humedad?
BD: Ahora es una Arena de Muerte… eso es lo que tiene de especial para mí. Para
Giradda, sin embargo, es más personal. Esta granja le fue entregada por uno de sus
deudores, que trágicamente pereció cuando una nave estelar misteriosamente chocó en su
morada. Tras un breve pero respetuoso periodo de luto, ¡Giradda convirtió la granja en
una arena oficial, llena de lujosos palcos construidos en la fachada de la roca!
LR: ¿Son estas arenas que me ha enseñado las únicas arenas?
BD: ¡Ni por asomo! ¡Estos centros de acción sin barreras van a barrer la galaxia con
su formato desgarrado y su brutalidad desmesurada! Giradda tiene grandes planes para el
deporte, y estoy orgulloso de ser parte de ellos.
LR: Puedo verlo. Gracias por su tiempo, Barón.
BD: No, no… ¡gracias a ti, Lamalla! Y, hablando en serio, me gustaría darle las
gracias a todos mis fans. No estaría aquí donde estoy hoy si no fuera por ellos. Y me
gustaría recordarles que ellos, también, pueden soñar a lo grande, igual que lo hice yo.
Todo lo que necesitan es dar ese gran primer paso, ¡y pueden dar ese paso comprando el
próximo Huttball del Barón Deathmark para el Desarrollo de la Salud… de la Muerte!
LR: [Risas] No puedo pensar en una mejor forma de acabar esta entrevista. Por toda
la galaxia y en su mundo, soy Lamalla Rann para Noticias de la HoloRed. Buenos días a
todos.
Lamalla Rann es una autora y periodista ganadora de premios. Su más reciente
hololibro «Perdiendo el Punto de Mannett: La Guerra Civil Mantelliana Revelada», es
actualmente el trabajo no de ficción más vendido del año.
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
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Anónimo
Desde que traicionaran al Imperio, los Amos del Terror han amasado rápidamente
una fuerza militar propia, a la cual se refieren como sus «Huestes del Terror». Nuestra
investigación sugiere que muy pocos miembros de esta fuerza son voluntarios; la mayoría
son antiguo personal de la República y el Imperio cuyas mentes han sido
irreparablemente dominadas por el poder de los Amos del Terror. Los esfuerzos por
interrogar o tratar a los miembros capturados de las Huestes del Terror han sido
completamente infructuosos. Las manipulaciones psicológicas constantes de los Amos
del Terror han dejado a sus seguidores tanto completamente leales, como incurable y
paranoicamente dementes.
Mientras reunían sus ejércitos, los Amos del Terror también comenzaron a hacer
sutiles incursiones dentro del Cártel Hutt. Mi información sugiere que fue su influencia la
que llevó al antiguo Mogul Supremo del Cártel, Karagga el inquebrantable, a iniciar las
actividades de expansión agresivas que finalmente resultaron en su propia muerte. Las
ramificaciones eran de largo alcance, quizás incluso llevando al reciente conflicto de
Makeb.
Los Amos del Terror expandieron aún más su influencia al tomar brevemente el
control del planeta Denova, un proveedor principal de municiones de explosivos.
Trabajando a través de intermediarios mercenarios, los Amos del Terror se apoderaron de
una desconocida cantidad de explosivos de alta potencia, junto con armas, vehículos de
aire y tierra y otros suministros militares originalmente estacionados en el planeta por la
República.
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
A continuación, los Amos del Terror salieron a por tecnologías más exóticas. Fuerzas
de las Huestes del Terror fueron desplegadas en Belsavis, donde intentaron recuperar
antiguas armas Rakata que habían sido escondidas allí. Otro equipo, más pequeño, logró
infiltrarse en el Enclave Gree y reunir información y materiales de algunos de sus diseños
más complejos. Aunque este equipo fue derrotado en el planeta Asation, creo que
debemos aún suponer que han transmitido con éxito la información que reunieron,
incluyendo los secretos de la tecnología de «hiperpuertas» Gree, de vuelta a sus amos.
Más recientemente, los Amos del Terror intentaron potenciar sus fuerzas al manipular
una vez más al destrozado Cártel Hutt. Una vasta reunión de armas, vehículos y personal
de mercenarios y piratas se reunió en Darvannis, ostensiblemente para competir por los
contratos del Cártel. En su lugar, el Amo del Terror conocido como Styrak intentó
abrumar y convertir a los mercenarios al servicio entre las Huestes del Terror.
Afortunadamente, los planes de Styrak fueron frustrados antes de que pudiera
completarlos del todo, y el propio Styrak fue asesinado… el primer golpe palpable dado
contra los Amos del Terror tras su fuga.
Desde entonces, los cinco Amos del Terror restantes —Brontes, Tyrans, Calphayus,
Bestia y Raptus— han permanecido ocultos. Pese a la pérdida de Styrak y otros
contratiempos, sabemos de hecho que los Amos del Terror aún tienen un vasto ejército de
soldados fanáticos a sus órdenes, así como una colección de tecnología antigua y
poderosa que yace bien fuera de nuestro entendimiento científico. Aún más, la habilidad
de los Amos del Terror de inducir un terror, paranoia y alucinaciones extendidas puede
no haber sido afectada por la muerte de Styrak, y no he encontrado nada en mis estudios
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Anónimo
que sugiriera ninguna defensa a prueba de fallos contra su poder, ni para ti ni para tus
fuerzas.
La tarea que tienes por delante sin duda presenta uno de los mayores desafíos que
nadie en nuestra orden ha enfrentado. Por favor hazme saber si puedo darte alguna
información adicional para asistirte.
Que la Fuerza te acompañe.
FIN DEL MENSAJE
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
La Búsqueda de Oricon
ARCHIVO DE DIARIO: XR7783459098224-AFR-R
NIVEL DE ACCESO: 27V Restringido
OPERATIVO: BALKAR, J
El pobre crío en realidad lo sacó adelante. Oricon.
Teníamos un ejército de piratas informáticos trabajando en turnos codo con codo
durante meses, hemos disparado droides sonda a cada roca del Borde Exterior lo
suficientemente grande como para albergar a seis, y hemos tratado de interrogar a cada
nutjob que los Amos del Terror dejan atrás siempre en una operación. Ni siquiera
obtuvimos nunca una pista. ¡Pero lanza a un recluta sonriente al extremo más profundo
de la charca más psicótica de la galaxia, y seguro, premio!
Cuando le trajeron, pensé que habían perdido la cabeza. Creo que incluso pregunté si
habían recibido un documento de permiso de su mamá, lo cual de algún modo le pareció
más inapropiado a ellos que contratar a un niño para infiltrarse en las Huestes del Terror.
Juraron que había visto un tour completo en Corellia y había hecho algunas entregas de
suministros en Belsavis. Había pasado todos los tests psicológicos, resistido cualquier
dispositivo y químico alterador de la mente que pudieron encontrar. Multitud de
cualificaciones. Y lo que es más, decían que era un poco sensible a la Fuerza. El
candidato perfecto, aparentemente.
Preguntó cómo podían siquiera decir algo así. Decían que tenían gente. Era nuevo
para mí.
Hice pasar al crío por las habituales pruebas de campo, justo como pidieron. Hacer
que interviniera a alguien en la embajada Imp de Nar Shaddaa, hacer que fingiera entrar
con los Justicars durante una semana, sin problemas. El crío incluso logró que un
Senador le diera su firma, su clave de seguridad y su programa semanal sin ni siquiera
mostrar una ID falsa.
Cuando acabó, y preguntaron cómo lo había hecho, pensé en mentir. Aún no se siente
bien, pero había superado brillantemente todo lo que le había lanzado, así que eso es lo
que les dije. Estoy seguro de que hice otro comentario de mal gusto acerca de su edad,
también, pero no lo recuerdo así que no debería haber sido tan grande. Sé que no se
rieron, pero nunca lo hacen, así que eso fue y yo continué hacia el siguiente trabajo.
Hice pasar a otro par de candidatos a través de las pruebas de campo. Pasé un par de
semanas encandilando a una heredera de Kuat que había estado haciendo un montón de
vuelos sin documentar, pero no había nada allí. Comprobar a alguien de la SpecForce,
cuidar de algún que otro asunto personal. Ni siquiera recuerdo lo que estaba haciendo
cuando me llamaron, pero lo que fuera que fuera, no lo terminé.
El crío lo había hecho. No me dirían dónde había ido para ser «reclutado», o cuánto
estaría corriendo con aquellos fenómenos acabados antes de que volviera. Había
pirateado una nave de las Huestes del Terror y la había llevado de vuelta, justo como
habían planeado, pero también había perdido su maldita mente, lo cual por algún motivo
LSW 35
Anónimo
no habían planeado. Estaba sentado solo en su hangar con una gran espada desagradable
y una sonrisa en su cara y ni una palabra para nadie, así que estaban esperando que yo
fuera capaz de hacer que se abriera. Dice justo aquí en mi perfil lo encantador que soy, y
hemos sido amigos durante semanas hace un par de meses, ¿así que qué podía ir mal?
Nunca llegué a preguntarle cómo las cosas fueron de mal a una pesadilla; había
esparcido trozos de ellos por todo el lugar para cuando llegué. Los guardias estaban
muertos, también, pero justo lo normal, el tipo de muerte del asesinato. Supongo que no
merecían el tratamiento especial, incluso aunque hubieran debido disparar al crío cinco
veces cada uno.
Le llevó un momento siquiera percatarse de mí. Cuando lo hizo, preguntó si estaba
orgulloso de él. Le dije que había visto un trabajo de cuchillos más limpio en los droides
de cocina rotos.
No siempre digo lo correcto.
La pelea no fue demasiado. Después de unos dos disparos estaba demasiado ocupado
corriendo y disparando por encima de mi hombro como para hacer nada particularmente
heroico. Cuando el crío finalmente cayó, comprobé mi crono; cinco minutos había sido
una estimación bastante buena. Una vez me aseguré de que realmente, definitivamente,
estaba fuera de juego, volví al hangar.
El ordenador de navegación no fue muy útil, pero la nave no era exactamente lo
último y mejor hablando de tecnología de sigilo, así que hice un par de escaneos y me
reuní con un amigo mío, Niall. Le hice comprobar los escáneres con diarios de
observación de todas aquellas sondas que habíamos lanzado, y después de un par de
horas y un montón de matemáticas que no me preocupé en entender, rastreó la ruta de la
nave de vuelta al inicio y me dio las coordenadas de Oricon. «¡Premio!» dijo él.
Cierto. Dile eso a la gente que vamos a tener que mandar allí ahora.
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
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Anónimo
BD: Bueno, estoy bastante seguro de que esas historias de terremotos han sido
exageradas un poco, pero definitivamente es cierto que Makeb está pasando por un
momento difícil. Ya ves, Giradda simplemente ve eso como una oportunidad… las
evacuaciones nos han dejado un montón de espacio vacío, y los eventos deportivos de
alto perfil son una gran forma de rejuvenecer la economía local. Creemos que es
importante que nuestras Arenas de Muerte den un poco a cambio, después de todo.
LR: ¡Una meta caritativa que todos podemos respaldar! ¿Cree que puede darme un
tour?
BD: Podrías apostar que sí, Lamalla… ¡Giradda incluso ha ofrecido su palco de
visualización personal para el viaje!
LR: ¿Así que usted y Giradda estarán viendo toda la acción desde aquí?
BD: Síp. Incluso después de todos estos años, Giradda ama involucrarse en una vista
personal de la acción.
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
BD: ¡Me alegra que lo preguntes! He visto un par de posts ahí fuera diciendo que esto
es sólo una forma de que minemos más de los recursos naturales de Makeb y sacarlos a
escondidas en contenedores como esos. ¡Es un montón de mentiras, Lamalla! Sólo son
utilería que lanzamos para añadir un poco más de atmósfera… nada más.
LR: ¡Directo de la fuente, gente! Esto parece que es seguro que albergará incluso más
de la excitante acción que los fans de la Arena han llegado a disfrutar tanto, Barón.
Hagamos una última pregunta: un montón de fans están preocupados porque toda esta
acción de la Arena esté arrojando sombras sobre su primer amor, el Huttball. ¿Cómo
responde a eso?
BD: ¡Los fans del Huttball no tienen nada de qué preocuparse, Lamalla! ¡Vamos a
estar intensificando el juego hasta el siguiente nivel muy pronto!
LR: ¿Alguna pista sobre lo que podemos esperar?
BD: Si quieres verlo en persona, compra una máscara respiratoria con lo que sea que
respires… ¡vas a necesitarla!
LR: ¡Una pista emocionante acerca de las cosas por venir! Eso es todo el tiempo que
tenemos por hoy, amigos. Muchas gracias a nuestro invitado de nuevo, Barón Deathmark.
Por la galaxia y a tu mundo, ¡soy Lamalla Rann para las Noticias de la HoloRed!
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Anónimo
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
No lo sabíamos entonces, pero al igual que la leyenda del Tiburón Binexan el Imperio
Sith se alzó de las negras profundidades en una forma más fuerte, más valiente. Cuando
este Imperio resurgente exigió nuestra alianza, mis ancestros trataron de extender la
misma oferta de neutralidad que habían encontrado aceptable en el pasado. Sólo servimos
para enfadarles. Bombardearon nuestro mundo desde el espacio, hundiendo casi hasta la
última estructura de la superficie, Ciudad Ahto incluida.
Con su inacción en nuestro tiempo de necesidad, la República dio el golpe final… y
esto sin haber dado ni un solo tiro. Traicionados y amargados, nos retiramos a las
profundidades, sin estar ya dispuestos a asociarnos con cualquier extranjero de ningún
modo. Para nosotros, todos eran esclavistas. Secuestradores de nuestros niños. Amigos de
aguas tranquilas como mucho.
Muchos dicen que aquellos años fueron los más grandes en la historia de selkath.
Nuestra propia cultura y tradiciones prosperaron. Había pocos conflictos. En nuestra
independencia del resto de la galaxia, estábamos juntos. Pero muchos en secreto añoraban
las formas y medios que la presencia de los extranjeros traía, y llegamos a encontrarnos a
nosotros mismos en una emergencia financiera. Después de una gran cantidad de debate
finalmente se decidió que, pese a las lecciones que nos había dado nuestro pasado,
nuestra ausencia del escenario galáctico no iba a ser permanente.
Como nuestra primera estructura de la superficie en muchos años, la Plaza Mercantil
abrió con estrictas normas acerca de a quién se le daba privilegios de aterrizaje. Al
principio, esto sólo significaba que se permitía visitarla a embajadores especiales de
mundos afiliados a la República. Para entonces estaba fuertemente involucrado en dar
forma a la política extraplanetaria, y presioné para extender una invitación a los Sith.
Había estado insatisfecho con la inactividad de la República en nuestros tiempos de
necesidad y no deseaba invitar a un segundo bombardeo de sus enemigos.
Para cuando una vez más ofreciéramos al Imperio un acuerdo de comercio de kolto y
una presencia en Manaan, la República había demostrados se una aliada más autoritaria y
competente que en el pasado. Puedo decir sinceramente que me han ganado. Eso no
significa, sin embargo, que debamos renegar de nuestro acuerdo con el Imperio. Nos
sirve bien golpear hacia un equilibrio. Después de todo, ¿qué garantías tenemos de que
ningún lado permanecerá al alcance de la mano si no se comprueba?
La respuesta a tal pregunta yace en el batir de nuestro paso.
LSW 41
Anónimo
***
Mi primera impresión de Darth Arkous era la de un hombre de estado vanidoso y
pomposo. Recuerdo no haber estado tan impresionada acerca de él, pero su oferta de
actuar en un rol de consejera para la milicia era una oportunidad demasiado prometedora
como para pasar. Esto era especialmente cierto ya que mi primera exposición al trabajo
de Arkous involucraría supervisar la invasión de Talay, el sitio de uno de los principales
asentamientos y estaciones de comunicaciones de la República.
Pese a la manera confiada en la que llevaba a cabo su plan, tenía que admitir que era
una iniciativa inteligente que minimizaría la resistencia mientras que maximizaría la
confusión entre la población del planeta. Con lo que ni siquiera Arkous había contado, sin
embargo, era con que la República estuviera ejecutando un plan propio que amenazaría
con colocar en peligro su ofensiva.
Un equipo del SIE ya estaba a bordo de la nave de Arkous cuando salimos de
Dromund Kaas. Yo estaba meditando, liberando mis pasiones a que se agitaran y
extendieran. A los espías se les enseña a resistir los poderes persuasivos de la Fuerza, a
proteger sus mentes del daño. Mientras que este tipo de disciplina es útil contra una
confrontación directa de alguien como yo misma, tiende a ser una medida bastante inútil
de camuflaje mental. De hecho, actúa como una baliza virtual para cualquier familiar Sith
con los signos delatores de alguien que está protegiendo sus pensamientos.
Podía percibir que los efectivos del enemigo —cuatro de ellos— estaban separados
los unos de los otros, incapaces de comunicarse por miedo a ser descubiertos. Busqué al
más cercano a mí y, tras cierta resistencia inicial, le convencí de contármelo todo. Iban a
piratear cualquier dato que pudieran y luego a detonar remotamente un dispositivo
explosivo en nuestro navío desde la seguridad de una vaina de escape. Había estado
preocupada por que los espías fueran mandados para subvertir la iniciativa Talay, pero
estaba claro que no sabían nada de ella. No aún, al menos. Aún tenían una probabilidad
razonable de revelar nuestro plan a sus superiores, y una probabilidad incluso aún mayor
de matarnos a todos.
Me extendí hacia Arkous, advirtiéndole del peligro. Separados pero trabajando juntos
silenciosamente acechamos y eliminamos a dos más. Entonces llegué a la última agente
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
del SIE, que estaba ocupada colocando el dispositivo explosivo en la tripa de la nave.
Pensé que la había atrapado, pero tenía mejoras quirúrgicas. Inhumanamente alerta e
imposiblemente rápida. Golpeé y fallé y para cuando me recuperé ella ya estaba de
camino a las vainas de escape.
Sin la necesidad del subterfugio, hice sonar la alarma. Mientras trabajaba por
desactivar la bomba, la tripulación hacía lo que podía por detener al agente, pero
fracasaron. Ella ya había lanzado la vaina de escape. Comuniqué al puente que
interrumpiera todas las comunicaciones y luego dejé que Darth Arkous decidiera si tirar
de ella vía rayo tractor o destrozarla con nuestros cañones. Ahí fue cuando ella detonó un
dispositivo secundario dentro del cuadro eléctrico de la nave.
No teníamos comunicación. No teníamos rayos tractores. No teníamos armas. Y no
teníamos ni idea de lo que podía haber aprendido de nuestra iniciativa, y no había nada
que pudiéramos hacer al respecto. Incluso la Fuerza no podía evitar que comunicara los
datos si lo quería. Observé la vaina partir, deseando haber hecho más, cuando vi algo
realmente asombroso.
La vaina frenó mientras una figura salía de nuestra nave. Era Darth Arkous, vestido
para el espacio. Chocó contra la vaina y clavó su sable láser en ella. Eso fue suficiente
como para comprometer la integridad de la vaina. Su interior se convirtió en la tumba de
la agente.
Darth Arkous fue arriba y más allá para preservar la ventaja del Imperio contra la
República. Podría haberse hecho el burócrata importante, pero por sus acciones sin duda
era un patriota entregado y devoto. De ese momento en adelante, estaba segura de que
había tomado la decisión correcta al convertirme en su consejera.
***
Mi sujeto recientemente hizo los arreglos para pilotar una lanzadera a Onderon. Clamaba
que debía negociar un asunto sensible con la temperamental reina del planeta en cuanto a
la entrega de tropas. Eso sería bueno y estaría bien si realmente estuviera yendo a
Onderon.
Ha llegado a Manaan en su lugar. Sin los códigos de aterrizaje adecuados me
encuentro incapaz de aterrizar, pero debo lograrlo, aunque sea para demostrar que
simplemente está metido en algo insignificante o vergonzoso. Desafortunadamente, no
creo que demuestre tal cosa. Siento con cada fibra de mi ser que esto es algo más.
Algo terrible.
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Anónimo
Detalles de la Superficie
—Siguiente.
Varko le dio al hidro-dispensador de su escritorio un rápido golpecito, entonces frotó
los fluidos en la piel de sus manos. Había oído que podía llevar un par de semanas
acostumbrarse a pasar tanto tiempo fuera del agua. Ajustarse al trabajo de la superficie
era más duro de lo que había imaginado, pero Varko estaba determinado a superarlo.
Cuando alzó la mirada, un extranjero había llegado a su escritorio, identificación en
mano. Un humano. Varko aún estaba pillándole el truco a distinguir sus géneros; estaba
bastante seguro de que este era un hombre. Pequeños implantes cibernéticos punteaban la
bronceada piel de su cara. El pelaje sobre su cabeza era corto y puntiagudo… Varko
había visto a un par de humanos que se habían afeitado sus parches de pelaje, y no podía
entender por qué no lo hacían todos. Era mucho menos horrendo así.
—Bienvenido a Manaan. Su identificación, por favor.
El humano le dio sus credenciales.
—Gracias. Habla muy bien el básico.
Varko evaluó si estaba haciéndole un cumplido o siendo condescendiente; el humano
estaba mostrando sus pequeños diente óseos, una señal de felicidad en su especie, así que
Varko se tomó sus palabras como sinceras.
—Estudié durante muchos años, gracias. Tev Fith, ¿no?
—Tev Fith, ese soy yo. La mayoría de la gente no lo pronuncia bien. —Sus dientes
estaban expuestos de nuevo; aparentemente este humano se impresionaba con facilidad.
—¿Viaja a menudo, entonces? —El ordenador reveló que era un ciudadano de la
República, y listó varios otros planetas que había visitado.
—Lo hago, lo hago… es mi primera vez aquí, aún así. Probablemente sea así para la
mayoría de sus visitantes, ¿eh?
—Lo es, sí. —El centro de aduanas había abierto junto con el resto de la Plaza
Mercantil, la primera estructura de la superficie abierta a los visitantes extranjeros en
décadas—. ¿Cuál es el propósito de su visita?
—Esperar pasar la mayor parte del tiempo en el agua, pero supongo que mi jefe
espera que trabaje un poco, también. —Cuando Varko no dijo nada, él continuó—. Hago
investigación. Muestras de agua y aire, escaneos sensores, ese tipo de cosas.
—¿Con qué propósito?
—Sinceramente, no leí el contrato demasiado de cerca. Creo que es para una
compañía de biotecnología. Probablemente buscan vender sus productos aquí, quieren
asegurarse de que el clima es acogedor. Puedo obtener los detalles si necesito un permiso
o algo.
—Sólo si pretende viajar una distancia de más de doscientos metros o cincuenta
metros en profundidad desde esta plataforma. La Orden no permite a los visitantes
extranjeros más allá de eso sin un permiso especial.
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
—Oh, ya sabe, creo que mi jefe podría haber hecho la solicitud cuando llegó aquí.
Quizás habló con él… ¿un tío alto, cabeza afeitada?
¡El hombre sin pelaje! Varko sabía que había visto uno recientemente, y asintió
confirmando como sabía que hacían los humanos.
—Sí, hace dos días. Uno de los extranjeros más grandes que he conocido.
Más dientes.
—¿Podría comprobar y ver si hizo una solicitud para mi permiso mientras estaba en
ello?
Varko sacó los registros en su ordenador, encontró la imagen del hombre más grande.
—Sí, hizo una solicitud de dos permisos para permitir el viaje a la subsuperficie
profunda, empezando mañana. —Varko se detuvo cuando vio el registro para la segunda
persona—. El segundo permiso es para alguien completamente diferente, aún así.
Fith arrugó los músculos de su cara. ¿Confusión?
—Eh. Puede que no fuera mi jefe después de todo. No se preocupe.
—¿Está seguro? ¿Quizás los registros fueron introducidos incorrectamente? —Varko
ocultó sus archivos, mostrando sólo la cara del humano más grande mientras volvía la
pantalla hacia Fith—. ¿Es este su empleador?
Fith miró a la pantalla sólo brevemente.
—Nop, no trabajo para ese tío. El jefe debe haber hablado con un agente de aduanas
distinto.
Varko asintió de nuevo.
—Sí, debe ser eso. ¿Le gustaría iniciar su propia solicitud de permiso?
La cabeza del humano se giró suavemente, de lado a lado.
—No, estoy seguro de que si necesitara uno, mi jefe habría hecho la solicitud él
mismo. Simplemente me dirigiré a mi habitación y me pondré en contacto con él desde
allí.
Varko le devolvió las credenciales a Fith.
—Tenga una estancia placentera, Maestro Fith.
—¡Gracias! —otro mostrar de dientes mientras se alejaba.
Varko cerró el archivo del ordenador de Fith y extendió la mano hacia el hidro-
dispensador de nuevo.
—Siguiente.
***
El resto del día fue suavemente. Mientras el turno de Varko estaba a punto de terminar,
otro humano llegó al escritorio de Varko. Esta parecía ser mujer, con incluso más pelaje
en la cabeza que el hombre y una piel más pálida.
—Bienvenida a Manaan. Identificación, por favor.
Ella no mostró sus dientes.
—No necesitas ver mi identificación.
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
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Anónimo
—¿Sabes cuánto tiempo he estado tras ese par? Cuando empecé, la única cosa… —
trago, gruñido—, …la única cosa que le faltaba al droide era su consciencia.
Sus ojos brillantes parpadearon de nuevo. Siempre pensando. Siempre molestando.
—Los droides no tenemos consciencia. Tenemos lo que nos han hecho tener.
La mano de Kern encontró una forma de señalar a su vaso acusadoramente.
—Deberías saberlo mejor que yo. —Él celebró su ingenio con otro trago.
Más parpadeo. Más pensar.
—¿Por qué perseguir a esos individuos durante tanto tiempo?
—Tú tienes sus antecedentes. —Kern había sido testigo de ocho de los veintisiete…
tacha eso, treinta y un… asesinatos documentados, probablemente más de cincuenta de
los doscientos dieciséis asaltos. Más vandalismo, robo y contrabando de lo que podía
recordar. Y por no hablar de lo que habían hecho que nunca fue registrado—. ¿Tienes
alguna idea de cuánto puede vivir un Wookiee?
—Se ha documentado que las esperanzas de vida Wookiee alcanzan…
—Cállate. —El droide realmente lo hizo; una Victoria digna de otro trago—. Cientos
de años. Cientos. Si no le hago caer, aún estará robando y traficando y matando cuando
mis nietos mueran de viejos.
—¿Obligación moral? Vaya una traba, para un cazarrecompensas.
Kern se rió. Extendió el brazo hacia la botella de nuevo, pero sólo logró tirarla del
otro lado del escritorio. Golpeó la espinilla del droide, rebotó y giró hacia la esquina. Los
ojos brillantes no se movieron.
—¡El gran BH-7X! —Los brazos de Kern encontraron una postura dramática
aceptable—. ¿Se supone que te pague una fortuna para que hagamos equipo, y ni siquiera
puedes esquivar una botella?
—Aparentemente, tampoco tú puedes hacerlo.
—¡No creo que sea un crimen tomar una o dos copas en mi oficina! —las palabras
dificultosas de Kern se mezclaron con una risa entre dientes. Trató de acabar su bebida,
se dio cuenta de que su teatralidad había vaciado el contenido de su vaso contra la pared,
y se rió aún con más fuerza.
—No, eso no es un crimen. —Kern no vio el brazo del droide moverse. Sólo vio el
resplandor de luz, y se encontró a sí mismo de repente mirando al techo.
Extraño. Sus oídos estaban sonando, y olía a algo cociéndose.
—Financiar la compra y transporte de especia brillestim ciertamente no está
aprobado. La recompensa por su captura y su confesión grabada debería al menos cubrir
mis costes de viaje por esta aventura desperdiciada.
Los ojos brillantes surgieron a la vista, se alzaron sobre él. El ruido se desvaneció,
reemplazado por el sonido de una bomba de carbonita en acción en alguna parte en el
interior del droide. Las extremidades se negaban a moverse.
—Me alegro de que pudiéramos hacer negocios juntos después de todo, Kern.
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
Remanentes
Kaya esprintaba a través de la jungla de Rakata Prime, haciendo lo que podía por ignorar
a las ramas y las hojas que le arañaban y conspiraban contra su apresurada huida. Un
claro surgió a la vista delante, pero ella lo evitó; hasta el momento, los árboles habían
servido para interceptar las armas que le lanzaban los nativos que habían matado al resto
de su equipo, y eso parecía un buen trato que mantener. Encontró un tronco lo
suficientemente grande como para esconderse detrás de él y presionó contra él,
escuchando en busca de sus persecutores. Un crujido urgente y gritos ininteligibles
hacían eco a través de los arbustos.
Ella había sonreído cuando su gerente del Intercambio había sacado el trabajo.
¿Contrabando de antigüedades? ¿En serio?
Oh, sí, le había dicho ella. Muy lucrativo, y un poco más seguro que la especia o las
armas.
Él había sido el primero en morir, lanceado en la espalda con una de las mismas
lanzas ensambladas que Kaya podía oír claqueteando contra la corteza en la distancia. La
emboscada llegó en la tercera isla que visitó el equipo, mientras estaban ocupados
buscando a través de una pequeña colección de edificios destrozados, esculturas derruidas
y trozos de tecnología con la que no habían trabajado en milenios. Viejo e inútil como lo
era todo, los locales preferían aferrarse a ello. Se parecían un poco a los ongree, con
largas cabezas, delgadas, y ojos en pedúnculo sobresaliendo de los lados, pero sus bocas
tenían una caída baja y eran capaces de algunos gritos de guerra particularmente
inquietantes.
Kaya comprobó el panel de su muñeca… trescientos metros hasta la nave. Ella miró
hacia delante, vio un saliente rocoso y corrió hacia él. Más gritos hicieron eco hacia ella,
así que ella apuntó uno de sus blásters hacia atrás y disparó un par de tiros a ciegas en
respuesta. El arma fue a su cartuchera mientras patinaba tras la cobertura de las rocas, su
mano buscando una de las cargas de proximidad que había cogido del jefe de seguridad
klatooiniano de su equipo. Deteniéndose lo justo para activar la carga y plantarla en la
fachada de roca, Kaya rodó hacia delante, siguiendo el borde del saliente mientras se
extendía cuesta arriba.
Supuestamente, esos bárbaros habían gobernado un imperio interestelar gigantesco
hacía varios miles de años. No era fácil de imaginar, pero la persistencia de las criaturas
al menos lo mantenía en el reino de la posibilidad. La única cosa interesante que había
ocurrido en Rakata Prime desde la prehistoria fue una batalla de la República en órbita, e
incluso eso fue hacía un par de años en el pasado… aún antiguo en la mente de Kaya.
¿A la gente realmente le importa esta chatarra? Ella se había quedado
principalmente fuera del camino mientras el equipo reunía todo lo suficientemente
pequeño como para llevarlo. Su trabajo era el transporte, no la labor.
Se nos paga lo suficiente como para que nos importe un poco. Al klatooiniano no le
gustaba la actitud en el trabajo. La había alcanzado tras el ataque inicial, luego había
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Anónimo
colapsado a sus pies, sucumbiendo a más heridas de las que había tenido tiempo de
contar. Mientras Kaya se aproximaba a la cima de la colina, se preguntó si habría
repetido lo mismo acerca de Rakata Prime siendo un trabajo fácil. La carga de
proximidad explotando golpeó su mente de vuelta al presente, y ella salió disparada hacia
delante.
Otro claro. Casi se detuvo, pero entonces vio el brillo de la luz del sol en los motores
de su nave en la distancia, y nada más importó. Ignorando sus pensamientos previos
acerca de la cualidad defensiva del follaje de la jungla, corrió directamente hacia la
rampa de abordaje, sacando su comunicador de un tirón de camino.
—¡Dom, necesito que me cubras! ¡Dispara las armas, ahora! —Cien metros.
—¿Estás siendo perseguida, ama? —la voz del droide no mostró una cantidad
abrumadora de preocupación.
—¡Dom! —Setenta metros.
Los motores de la nave se encendieron y se alzó suavemente en el aire, volviéndose
para mirar a Kaya en lo que pareció un paso glacial.
Cincuenta metros.
—Creo que sería mejor que se tirara al suelo, ama.
Kaya se tiró hacia delante, patinando hasta detenerse en la hierba con un gruñido
jadeoso y envolviendo sus brazos sobre su cabeza. Los cañones rugieron al encenderse
sobre ella, sacudiendo el suelo una y otra vez mientras Dom ametrallaba el claro y la
jungla más allá. Ella cerró los ojos con fuerza, lo cerró todo, centrándose en su
respiración. Se sentía como si no hubiera suficiente aire en todo el planeta como para
recuperar el aliento, pero siguió intentándolo por lo que parecieron horas.
—¿Ama?
Kaya abrió los ojos de nuevo. Dom estaba sobre ella, una de sus manos nudosas
metálicas extendida para ayudarla a levantarse. Un infierno estallaba a través de la jungla
de la que acababa de huir, su humo negro aceitoso escupiendo hacia arriba como un
géiser.
—Será mejor que nos vayamos.
*****
Una vez que la nave rompió la órbita, Kaya salió de la cabina de mandos para comprobar
su cargamento. Dos cajas medianas, llenas hasta los topes con chatarra vieja inútil de sus
dos primeras paradas. Probablemente noventa kilos en total, y seis muertos para
conseguirla. Para el Intercambio, sus vidas valían unos quince kilos de basura cada una.
El sonido de la alarma de tono alto de los sensores de largo alcance llevó a Kaya de
vuelta a la cabina de mandos. Una corveta de la República acababa de salir del
hiperespacio y estaba yendo hacia ellos a máxima velocidad.
Todo el sistema es una zona de no-vuelo de la República. Todo el tráfico está
prohibido, lo ha estado durante trescientos años. Una «reserva histórica», la llaman. El
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gerente del Intercambio se había reído ante la noción. Con la guerra en marcha, nunca
está patrullado. Hemos mandado docenas de tripulaciones durante años, y nunca han
visto ni una nave de la República.
Kaya tomó asiento, moviendo rápidamente la energía a los motores.
—Recuérdame que nunca trabaje para el Intercambio de nuevo, Dom.
El droide estaba conectado al ordenador de navegación, su cabeza rápidamente
girando para ver las diferentes pantallas.
—He iniciado los cálculos para un salto al hiperespacio.
—Casi estamos en el alcance de sus armas. Aguanta. —Tan pronto como sonó la
alerta de proximidad, Kaya empujó la yema de vuelo hacia delante y giró a la derecha tan
fuertemente como pudo. Unas lanzas brillantes de fuego de turboláser surcaron alrededor
de ellos amenazantes mientras la nave iba en espiral hundiéndose rápidamente.
—Esta no es una trayectoria óptima para nuestro salto al hiperespacio.
—Sólo dame un minuto. —Kaya tiró del yugo atrás hacia ella, entonces disparó los
intensificadores, presionándola contra su asiento mientras la nave cogía velocidad.
—Hemos salido del alcance de sus armas, pero están girando para perseguirnos.
—Supongo que a la República realmente le gustan las antigüedades también. —Kaya
soltó los intensificadores para darles tiempo de recargarse, inclinó el cabeceo de la nave y
giró los escudos hacia popa—. ¿Cuánto hasta que salgamos de aquí?
La respuesta de Dom fue ahogada por otra advertencia del sensor de largo alcance. El
droide comprobó la pantalla.
—Otra nave ha salido del hiperespacio. Imperial. Destructor de clase Terminus.
—Bien entonces, salgamos del camino para que esos dos puedan luchar.
—No están luchando, ama.
—¿Qué? —Kaya miró por el visor de popa. Las naves estaban dentro del alcance la
una de la otra, pero ninguna estaba disparando. En su lugar, los Imperiales se habían
girado para unirse a la caza—. ¿Qué demonios está ocurriendo aquí afuera?
—El navío de la República está ganando. Parecen haber movido toda la energía a sus
motores y al rayo tractor. Nos interceptarán varios segundos antes de que podamos saltar
al hiperespacio.
—¡Mantennos firmes! —Kaya trepó de nuevo fuera de su asiento y se dirigió a la
bodega de carga, sus piernas doloridas por la caza a través de la jungla. Las cajas estaban
aseguradas justo donde las había dejado, pero un cierre magnético codificado evitaba que
se abrieran—. ¡Maldito Intercambio!
—Diez segundos para la intercepción, ama. —Gritó la voz de Dom desde la cabina de
mandos.
Kaya desconectó las abrazaderas del cargamento y empezó a empujar una de las cajas
hacia la escotilla de aire. Iba lenta, y toda la nave empezó a vibrar antes de que siquiera
lograra sacarla de la bodega.
—Hemos sido atrapados en el rayo tractor.
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Anónimo
Mi último informe de R-3 antes de su asesinato sugería que estaba a punto de llegar a
recibir un comunicado de una prominente figura Imperial a un capitán de la República.
En ese momento, asumí una posible deserción, pero otras explicaciones vienen ahora a
mi mente. Y cuando la nave de R-27 fue destruida tras el rastro de un embajador
mantelliano en ruta hacia Dorin, mi equipo de recuperación de datos encontró evidencias
de que la nave atacante era un caza de sigilo Imperial. Difícil creer que un único navío
Imperial se aventurara tan profundo en el espacio de la República sin ningún modo de
asegurar su seguridad.
No tengo pruebas de mis sospechas, así que tras este escrito todos los efectivos
adjuntos harán de la Orden de Revan su máxima prioridad. Se debe prestar
particular atención al Coronel de la República Rian Darok y a Darth Arkous. La
comunicación con Dromund Kaas está permitida para la coordinación de una
investigación acerca de Tari Darkspanner, el último Maestro conocido de la Orden de
Revan. Enfrentaos a reunir información únicamente. No buscad reclutamientos ni
toméis ninguna otra acción sin mi aprobación explícita.
Si los asuntos transpiran tal y como los veo, la galaxia está preparada para cambiar de
una forma profunda. Me parece bien el cambio, siempre que esté preparado para él.
Tenéis vuestras órdenes. Ejecutadlas.
S
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
Satisfecho porque sus hijas hubieran colocado su equipo y armas al alcance de sus
manos, Galron volvió a su asiento.
—Creo que tenéis razón. Creo que sólo está esperando.
Eso sacó un suspiro de su audiencia.
—¿Esperando qué? —preguntó Tayn.
—Un auténtico desafío.
Ambas chicas se volvieron, sus expresiones exigiendo una explicación.
—Nunca he oído hablar de nadie vivo que haya visto más batallas que Shae Vizla, y
ella siempre vuelve de una pieza. Quizás simplemente ya no son suficiente para ella.
—¡Pero esta es la mayor guerra! Si esto no es un desafío suficiente, ¿qué lo es? —
Mari estaba incrédula.
—Ni siquiera puedo imaginarlo.
--------
Finalmente, las chicas se acomodaron para una historia acerca de Mandalore el
Conquistador. Parecía imposible que no la hubieran oído antes; Galron sospechaba que le
estaban siguiendo la corriente. Creciendo rápido.
Tayn estaba roncando suavemente ahora, pero Mari estaba inquieta. Sus movimientos
eran apenas audibles sobre el sonido de más leños nuevos partiéndose en las llamas.
—¿Necesitas algo?
La voz de Mari fue suave.
—¿Puedo tomar prestado tu buy’ce?
El casco de Galron estaba posado sobre su mochila; él lo cogió y caminó alrededor
del fuego hacia el lado de su hija.
—¿Qué es lo que amenaza la cabeza de mi hija?, ¿murciélagos-halcón? ¿Bombardeos
orbitales?
—No. Simplemente escuché que los guerreros tienen que dormir con sus cascos a
veces. Quiero practicar.
Una luz naranja danzaba sobre el visor mientras Galron deslizaba suavemente el
casco sobre la cabeza de Mari. Hizo un suave clanc cuando descansó su cabeza de vuelta
sobre el suelo.
—No estás buscando un gran desafío, ¿verdad? —Su voz sonó extraña, haciendo eco
desde el fondo del casco demasiado grande.
—Ya tengo dos. —Galron sonrió ante su reflejo en el visor.
La mano de Mari se extendió y apretó la de él.
—Buenas noches.
—Buenas noches. —Galron volvió a su sitio, cogiendo una rama fina de la pila de
madera antes de sentarse. Sacó un cuchillo de detrás de su armadura pulida y empezó a
tallar.
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No dormiría mucho, pero sus hijas tendrían cada una una nueva espada de práctica
para el amanecer.
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Esta señorita es Kareena. Es dueña de la cantina el Camino del Bláster en la Cala del
Saqueador. Es un buen lugar para meterte en problemas, ¡me encanta! Ella sigue
hablando mal de su cantina, pero tiene un montón de espacio, buenas bebidas, una
sensación auténtica de Rishi, y está justo en la playa para cuando hace buen tiempo…
¡que es prácticamente siempre!
Gorro y yo en el Camino del Bláster. Gorro fue nombrado Cazador Supremo del Goa-
Ato, el cual es como la Gran Cacería pero sólo para rodianos. De hecho, un montón de
Cazadores Supremos continúan compitiendo para el Gran Campeón. Gorro no lo hizo,
aún así. Una lástima, ¡creo que habría tenido posibilidades!
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¿Ves eso? ¡Estrella una nave de ese tamaño y esperarías que los carroñeros en un
lugar como este convirtieran el casco en un gran esqueleto viejo finalmente! Pero estos
restos en particular pertenecen a los Hojas Nova. Esa es la banda que lleva las cosas por
aquí. Convirtieron el interior de esa pila en sus cuarteles generales. De vez en cuando su
tipo, Margok, sale de allí a la ciudad, pero sabes cómo mi piel se eriza cerca de alguien
que camina como si fuera el Rey de la Gran Cosa, así que no le presto mucha atención.
Estaría bien ver el interior de esa nave, aún así, ¿no lo crees?
Este colega es uno de los nativos. Se llaman a sí mismos rishii, y son un grupo
interesante. Unos tipos realmente curiosos. ¡Pillan las lenguas y dialectos y los giros de
frases como nada que haya visto nunca antes! Generalmente no se meten con nadie,
realmente no se involucran o riñen, pero algunos de ellos realmente se han metido en toda
la cosa de contrabandista/bandido/pirata.
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Hablando de piratas, ¡Rishi está lleno de ellos! Cuando vine por primera vez a la Cala
de los Saqueadores, estaba lleno pero un poco tirando a tranquilo. Ahora bandas de toda
la galaxia parecen tener algún tipo de presencia aquí. Los Fauces Blancas, los Garras de
la Muerte, los Canallas, los Expoliadores, los Hojas Nova… ¡di uno! Mi favorita son los
Corsarios Carida. Tienen esos lagartos-mono impertinentes junto a ellos, ¡un escándalo!
¿Sabes? Solía haber un montón de Mandos con los que me juntaba en la Cala del
Saqueador, ¡pero ahora no vienen más por aquí y nadie me dice por qué! Bueno, resulta
que mi colega de beber favorito volvió a la ciudad, pero para cuando lo supe, este fue el
mejor recuerdo de nuestros momentos de diversión que pude lograr. ¡Me pregunto dónde
están viviendo y qué estrellas están tramando!
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La Guardia Imperial estaba atenta mientras Darth Lachris caminaba por el pasillo
hasta la Cámara del Consejo Oscuro. Una arena roja se aferraba a su pelo y túnicas, el
color tan intenso contrastando con los muros estériles de la Academia. Ella no presumía
saber por qué su maestro le había convocado. Las asunciones eran peligrosas, el
movimiento de un acólito que hacía tiempo que ella había dejado atrás.
La puerta se abrió con un siseo. Darth Marr se sentaba solo, quieto como las estatuas
de los Sith muertos tallados en el lecho de roca de Korriban. Al alcanzar la mitad de la
habitación, Darth Lachris se arrodilló. El sudor corría por su espalda pese al aire frío
dentro de la cámara.
—Maestro, —susurró ella.
Las cuerdas y púas de la armadura que encerraban el cuerpo de Darth Marr brillaban
en el brillo azul de la cámara. Permaneció sentado y en silencio, pero ella sabía que era
consciente de su presencia. Su maestro poseía la forma de un hombre, aún así su voz era
carente de emoción, un cascarón humano vaciado para ser llenado por el Lado Oscuro.
Cuando finalmente se dignó a hablarle, el tuétano dentro de sus huesos tintineó.
—Aprendiz, dime lo que sabes de Lord Calypho.
Bueno, esto fue una sorpresa.
—¿El antiguo maestro de Darth Thanaton? Sólo lo que me ha contado… era un
estúpido.
—Un estúpido, sí, pero uno que servía a sus propósitos. —Él le hizo un gesto para
que se levantara—. Como tú servirás a los tuyos.
Darth Marr se levantó, su sombra cayó sobre ella.
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—El poder debe ganarse. Lord Calypho fracasó al entender eso y pagó el precio.
—¿Y cómo los pasos erróneos de Calypho me involucran a mí? —Ella mantuvo su
voz firme. Un único momento de debilidad y él lo agarraría.
Marr se aproximó a ella con pasos lentos, deliberados, las manos descansando en la
espalda. Su maestro nunca corría, siempre mantenía una apariencia de control.
—Percibo un hambre de poder similar en ti. No te molestes en negarlo.
—No veo motivos para hacerlo.
En un instante, se fue. Sus fosas nasales se abrieron ligeramente mientras trataba de
percibir su presencia.
—Crees que te has ganado ese poder, pero te equivocas, —su voz hizo un estruendo
tras ella.
Ella no flaqueó. Lachris había sido la aprendiz de Darth Marr lo suficiente como para
saber cuándo la estaba probando. Él sacó su holocomunicador para mostrar el sistema
Nevoota e hizo zoom para centrarse en un único planeta.
—El Imperio requiere que se pacifique Balmorra, —explicó él—. La Resistencia está
creciendo en parte debido a la chapuza del Gobernador Melchiro. Lo que empezó como
una simple molestia se ha convertido en una espina en nuestro costado que no podemos
ignorar.
Lachris era consciente de la situación en Balmorra. Melchiro ofrecía sólo excusas por
sus fracasos. Era un gusano al que le habría gustado ver marchitarse bajo su bota.
—Has demostrado ser prometedora, tanto en tu entrenamiento como en el campo de
batalla, —continuó Marr—. Pero no puedo simplemente darte Balmorra.
—Debo ganarlo. —Ella lo entendió—. ¿Una prueba entonces?
La imagen parpadeante de Balmorra se desvaneció.
—Algo así. Lo cual nos vuelve a llevar a Lord Calypho. Por estúpido que fuera,
enseñó una lección valiosa.
Cerrando los ojos, Lachris buscó en sus recuerdos. Las enseñanzas Sith le susurraban.
Moviéndose a través de ellas, una intranquilidad se esparció por su cuerpo. La bilis
golpeaba la parte posterior de su garganta, cuanto más ahondaba en sí misma. Entonces lo
encontró.
—La visión se vuelve más clara cuanto más cerca estás de la muerte.
—Muy bien.
—Pretende que yo experimente una visión… de Balmorra. —Ella miró su cara
enmascarada y se preguntó si estaba sonriendo. ¿Siquiera le quedaban labios para sonreír
o era cierto que el Lado Oscuro había arruinado sus rasgos más allá del reconocimiento
humano?
Darth Marr se bajó su capucha. Su mano derecha desenganchó el sable láser de su
cadera.
—Te empujaré al borde de la muerte. Me dirás lo que ves. Si mientes, lo sabré, y ya
no necesitaré una aprendiz.
—Que así sea, —dijo ella y desenfundó su propio sable láser.
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
Theron Shan estaba sentado esposado a una máquina de música de una de las salas
traseras del Refugio del Comerciante. El aire estaba cargado, oliendo a olor corporal y
bebidas derramadas. Su labio estaba hinchado del primer puñetazo de la noche y contó al
menos dos costillas rotas.
En retrospectiva, todo esto era inevitable. Podía culpar a la twi’lek que le había
acusado falsamente de hacer trampas en el sabacc, o incluso a su captor houk, pero eran
meramente efectos laterales, una consecuencia de un error más grande. No, sólo había
una persona a la que culpar por esto. El único que le había animado para «pasar la noche
en la ciudad».
Jonas Balkar.
—¡Ey! —Theron se encogió mientras el dedo gordo del houk golpeaba el implante
cibernético de su pómulo izquierdo—. Eso es maleducado.
Por su breve y bastante poco placentero tiempo juntos, había sabido que el houk,
llamado Bolgm, no entendía el concepto de espacio personal.
—Conozco a un tío que pagará buenos creds por esos. —El aliento de Bolgm era más
desagradable que el agua del pantano de Rishi.
—No están a la venta, —escupió Theron—. Permanecerán exactamente donde
están… en mi cara.
La carne arrugada pero firme del dorso de la mano de Bolgm chocó contra la
mandíbula de Theron.
—No estás realmente en posición de hacer exigencias, ¿no, chico?
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Theron sonrió. Que el gusano gordo crea que está indefenso. Seguro, estaba
desarmado e intoxicado, pero había escapado de situaciones peores… recientemente, de
hecho.
Aún así, era vergonzoso lo fácilmente que le habían engañado.
—Beberemos. Jugaremos a las cargas. Quizás incluso compartamos una o dos risas.
¿Qué es lo peor que puede pasar? —Eso es lo que Jonas había dicho.
Las cosas se estaban moviendo rápidamente desde la derrota de Revan en Yavin 4. Se
habían dado nuevos títulos vistosos y nuevas directivas… las señales burocráticas
reveladoras de algo grande en el horizonte. Si la República quería tener una posibilidad
contra el Emperador, Theron necesitaba sus fuerzas de ataque tan pronto como fuera
posible. Lo cual era por lo que se negaba al D&R hasta su regreso a Coruscant.
Sus compañeros del SIE en el Complejo Heorem lo entendían, incluso lo respetaban.
Todos excepto Jonas Balkar. Theron había estado atendiendo a sus propios asuntos,
estudiando dosieres de agentes encubiertos en potencia, cuando Jonas le interrumpió.
—Relájate, Shan. Las bebidas siempre están bien tras salvar la galaxia. Esto no es
Inteligencia Imperial. ¿O te has olvidado después de todo ese tiempo en la playa con una
rubia?
—Al contrario que tú, yo no siento la necesidad de fraternizar con mis contactos,
Jonas.
—Todos tenemos nuestras habilidades. Tú el pensar, yo el encanto. Lo que funcione,
¿verdad? —El hombre era insufrible y más suave que el pellejo de un sleen.
—La cosa es, Jonas, que tu encanto no funciona conmigo. —Theron le hizo un gesto
para que se fuera, volviendo a su trabajo.
Jonas se inclinó contra su escritorio.
—No estoy por encima de jugar la carta del chantaje.
Theron se rió.
—¿Qué podrías tener contra mí?
—Oh no sé… —Jonas estudió sus uñas—. He oído una historia de lo más extraña del
Borde Exterior sobre un iniciado y una cabra con cuernos…
Theron soltó el dossier y frunció el ceño.
—Una bebida.
Esa bebida se convirtió en demasiadas y antes de saberlo, Bolgm estaba lanzándole
fuera de la mesa de sabacc. Jonas había estado demasiado ocupado roncando en su
whiskey como para darse cuenta.
—Tú te has buscado esto. —Fue la twi’lek. Había estado cayada desde sus
acusaciones iniciales, prefiriendo sentarse en una caja de carga, barajando cartas mientras
Bolgm y Theron se conocían mejor—. No deberías haber intentado engañarnos a
nosotros.
No tenía sentido defenderse. La llamada trampa era sólo una treta para llevarle aquí.
La auténtica cuestión era si la twi’lek era una jugadora o un títere en este juego.
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—Sí, bien, la próxima vez déjame fuera. —Theron podía sentir un dolor de cabeza
aproximarse—. Me debes una por esto, Balkar.
—Ya está cubierta… he pagado tus bebidas.
Theron cayó sobre la silla que había junto a él.
—Qué gracioso.
—Eso pensé, —señaló Jonas, colocando un brazo alrededor de los hombros de Lylos.
La camarera volvió con sus bebidas. Jonas alzó su vaso.
—Por el bien merecido ascenso de Lylos.
Ella agitó el líquido marrón en el vaso.
—Eso aún no es seguro.
—Entonces por salvar la galaxia.
—Tampoco eso, —dijo Theron, su tono más sombrío de lo que había pretendido.
—Qué público más difícil. —La adrenalina por la caza se estaba desvaneciendo. Por
un momento, los tres se sentaron en la mesa, perdidos en sus propios pensamientos. La
lista de por hacer de Theron construida en su mente como la condensación del vaso de
whiskey en su mano. Jonas rompió el silencio—. Supongo que simplemente tendremos
que conformarnos con una noche en la ciudad.
Theron suspiró.
—Me conformaré con volver al trabajo.
—Ni por asomo. —Jonas chocó su vaso contra el de Theron y dio un buen trago—.
Siempre vas a lo grande, Shan. Tu cabeza siempre está en las estrellas. No tiene sentido
salvar los cielos si te olvidas de la gente pequeña en tierra.
—Nunca pensé en ti como un sentimental. —Theron se rió entre dientes, dando un
último trago.
Jonas frunció el ceño.
—Deja que te dé un pequeño consejo. Antes de que salgas corriendo a tu próximo lo
que sea clasificado, tómate un tiempo para conocer a la gente a tu alrededor. Podría
salvarte la vida.
—Yo… —Theron se detuvo. Esta noche había estado llena de sorpresas—. No
siempre dices estupideces.
—Que eso quede entre nosotros.
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La Prueba Final
Lana Beniko se despertó con los párpados pesados, su mente y cuerpo quebradizos
contra la fría piedra de la tumba de Tulak Hord. ¿Cuánto tiempo había dormido? El
esfuerzo en sus extremidades le decía que no demasiado, pero temía que habían sido días.
El hambre se aferraba a su estómago, pero Lana se libró de él. Necesitaba seguir
moviéndose, seguir buscando. Permanecer aquí era convertirse en sólo otra reliquia sin
vida de la tumba. La tierra oscura manchaba las uñas de Lana mientras empujaba para
levantarse. El aire corría, agrietando sus labios ya en carne viva.
—Estás despierta, —afirmó una voz dura. Lana había olvidado que no estaba sola.
Bensyn se arrodilló en la entrada de la alcoba que habían escogido como punto de
descanso, su piel roja de Sith de Sangre Pura fácilmente reconocible. Kagan estaba
acurrucada junto a él aún durmiendo, el pelo largo ocultando su cara. Eran todo lo que
quedaba del grupo inicial de acólitos.
—Sí. —La propia voz de Lana sonaba extraña a sus oídos—. ¿Cómo está ella?
—Estable. —Bensyn apartó el pelo de la frente de Kagan, revelando una profunda
herida en sus, de otro modo, rasgos encantadores—. Dejará una cicatriz.
—Nadie sobrevive a las pruebas sin marcas. —Lana miró a la distancia hacia las
sombras, recordando cómo los gusanos k’lor los habían superado. Lana había tratado de
abrir un camino para los otros acólitos, pero habían perdido a Greck y casi a Kagan. Su
brazo aún le dolía de cortar a través de los cuerpos sinuosos de los gusanos.
Si Harkun pudiera verlos ahora… Lana apretó los dientes imaginando la risa
sardónica del supervisor. El hombre era un sádico. Lana había estado erguida mientras él
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se libraba de los débiles, diciéndose a sí misma que así eran las cosas. Había permanecido
en silencio mientras él los insultaba, los golpeaba, y los forzaba a los unos contra los
otros. ¿Por qué debería ella, hija de uno de los más célebres emprendedores de Dromund
Kaas, preocuparse de un grupo de esclavos?
Porque ellos eran Sith y habían aguantado todo lo que Harkun les había lanzado. La
habían impresionado y Lana quería ver la cara de Harkun cuando averiguara que habían
trabajado juntos para completar su prueba final para encontrar el casco de Tulak Hord.
Una tarea que él consideraba imposible.
Kagan se sacudió. Bensyn la ayudó a sentarse.
—¿Puedes moverte?
Ella sonrió.
—No tengo elección.
Bensyn ofreció a Kagan su hombro y los tres se marcharon de la alcoba. Con la
vibroespada de duracero en mano, Lana les llevó bajando un oscuro pasadizo hasta lo que
esperaba que fuera la cámara que contenía la armadura de Hord. Una vez llena de
misterio, la tumba del antiguo Sith había sido prácticamente despojada por parte de
ladrones y de la Academia, pero aún había un par de áreas sin explorar. Lana había
descifrado por los símbolos grabados en los muros de piedra que su destino debería estar
delante.
Incluso los pasos más silenciosos perturbaban las rocas sueltas por el paso del tiempo.
Lana apagó una tos mientras el polvo invadía su nariz y pulmones, los ojos encogiéndose
para ver el camino.
—Necesitamos luz, —susurró Kagan desde detrás.
Lana vaciló. Tal y como estaban, no sobrevivirían a otro ataque.
Percibiendo la trepidación de Lana, Bensyn añadió:
—Las bestias vendrán con o sin la luz. Bien podríamos verlas venir.
Lana transigió y sacó un cristal iluminador de su mochila. El pasillo estaba cubierto
de escombros de una columna caída, pero por otra parte estaba despejado. Kagan, su piel
pálida y sudada, se dobló del dolor mientras Bensyn y Lana la ayudaban sobre los
escombros. Lana trató de mantener un ritmo constante. Si iban a tener éxito, necesitaba
centrarse en la tarea entre manos y canalizar su miedo en una energía más productiva.
Cuando alcanzaron el extremo del pasillo, Lana sostuvo el cristal en alto para ver
tanto de la cámara como fuera posible. Suspiró. Era una ruina. Tablas rotas yacían
esparcidas por el suelo. Estatuas, dañadas y olvidadas, parecían listas para sucumbir ante
el más ligero toque. Requeriría horas moverse a través de ellas, pero si el casco estaba
aquí entonces todo merecería la pena.
—Kagan, descansa un rato. Bensyn y yo despejaremos las piezas más grandes.
—Su compañera acólita miró como si fuera a protestar, pero Bensyn ya estaba
implorándole que se sentara. Lana cerró los ojos y usó la Fuerza para canalizar la poca
energía que poseía para mover una de las tablas a un lado.
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entrenamiento que la zabrak había sido una vez como ellos. Una compañera acólita
lanzada dentro de las tumbas.
Lana bajó su arma y susurró:
—La paz es una mentira, sólo hay pasión.
Los ojos de la zabrak se abrieron como platos. El dolor olvidado.
—Con la pasión… obtengo fuerza.
—Con fuerza, obtengo poder, —la voz profunda de Bensyn hizo eco en la cámara.
Kagan alzó la mirada hacia él y entonces de nuevo hacia Lana y la zabrak.
—Con poder, obtengo victoria.
Juntos, los cuatro acólitos terminaron el Código.
—Con victoria, mis cadenas se rompen. La Fuerza me liberará.
El silencio era tan tenso y frágil como los muros en descomposición a su alrededor.
Lana retrocedió y se volvió hacia la zabrak.
—Vete.
Ella se alejó, aferrando la daga contra su pecho. Bensyn caminó hacia el lado de
Lana, observando a la zabrak escurrirse en la oscuridad.
—¿Eso fue sabio?
—Probablemente no, —admitió Lana—. Pero ella es uno de los nuestros.
Los músculos de la mandíbula de Bensyn se tensaron.
—Me mantendré vigilando. Encuentra el casco.
Lana volvió al trabajo, despejando los escombros de la cámara. Cuando su mente se
cansó demasiado como para concentrarse, ella apartó las rocas rodando hasta que sus
palmas se durmieron y sus articulaciones le dolían. El tiempo no tenía cabida en el Valle
de los Lords Oscuros. Se consumía justo como su energía y ambición sin consideración.
Lana estaba a punto de colapsar cuando lo vio asentado en la esquina: el casco de Tulak
Hord. Sus pies la llevaron a él, un suspiro abandonando sus labios agrietados.
—Lo… lo encontré.
Bensyn alzó la cabeza, pero Kagan permaneció quieta.
—¿Qué?
Lana cerró los ojos, el alivio inundando sus sentidos, mientras tocaba la lisa
superficie de metal del casco. Con los dedos temblorosos, ella lo alzó del suelo y lo llevó
hacia los otros acólitos.
—Está aquí.
Bensyn cuidadosamente recorrió las hendiduras y salientes del casco, una sonrisa
poco característica formándose en su cara.
—Mira, Kagan…
Ella luchó por abrir los ojos, pero Bensyn alzó su brazo de forma que pudiera sentir
su triunfo.
—¿Podemos ir a casa?
—Podemos ir a casa —afirmó Lana.
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Ansiosos por alcanzar la superficie, accedieron a empezar el viaje sin retraso. Bensyn
cargó en hombros el peso de Kagan, mientras que Lana lideraba al grupo, un brazo
protectoramente sosteniendo su premio. Trató de no pensar en los gusanos k’lor o en el
color peligrosamente pálido de la piel de Kagan. Lo lograrían. Tenía que creer eso.
Pasaron la alcoba y tomaron otro túnel en un intento de evitar los nidos. Escuchando
su aliento ajado, Lana miró a Bensyn y a Kagan por encima de su hombro. Él estaba
llevándola por completo ahora. La herida en la frente de Kagan era pegajosa y olía dulce.
—Deberíamos que…
—Continuemos, —ladró Bensyn. No había nada que pudieran hacer por ella aquí.
En el segundo en que Lana se volvió, un cuerpo esquelético cargó desde las sombras.
Ella cayó hacia atrás, un dolor agudo en su antebrazo. Unas piernas huesudas chocaron
contra ella. Los ojos de Lana se abrieron como platos mientras observaba una daga
familiar hundirse en el pecho de Kagan. Los labios pálidos de su amiga se abrieron para
jadear un último aliento antes de caer muerta en brazos de Bensyn.
El Sith bajó la mirada hacia el charco creciente de sangre.
La zabrak sacó la daga y cortó hacia atrás hacia Lana.
—¡El precio! —aulló ella, extendiendo el brazo hacia el casco de Hord. Sin
vacilación, Lana rodó e hizo caer su vibroespada contra el cuello de la zabrak. Le dio con
un crujido enfermizo. El cuerpo demacrado cayó al suelo, inmóvil. Bensyn cayó de
rodillas. La sangre de Kagan manchaba su armadura. Sus ojos, medio abiertos, miraban a
través de él. Lana podía percibir la ira perforando a través de su shock. Él apretó los
hombros de Kagan y cerró los ojos.
Ella se preparó para su ataque. Pero nunca llegó. Lana percibió su rabia disiparse tan
rápidamente como había surgido. Bensyn sostuvo el cuerpo de Kagan cerca de su pecho,
forzándose a levantarse.
—Vamos.
—Bensyn… ella está…
—Cuando entramos en la tumba, dijiste que sólo tendríamos éxito si trabajábamos
juntos… Tenías razón. Encontramos el casco. —Dos dedos rojos cerraron los ojos de
Kagan—. Vamos a dejar este lugar juntos.
Lana asintió. Se permitió darle una última mirada a la zabrak a sus pies. Y entonces
continuó hacia la superficie.
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Arrepentimientos
Jace Malcom tiraba del puño de su manga. Viviendo la mayor parte de su vida en
uniforme, estaba acostumbrado a que las cosas le vinieran de cierto modo. La chaqueta de
cuero previamente escondida en la parte trasera de su armario le venía estrecha por los
hombros y estaba pasada de moda, a juzgar por las narices levantadas del resto de la
clientela del restaurante.
Pese a su posición como Comandante Supremo, Jace generalmente no frecuentaba
establecimientos del Distrito del Senado, prefiriendo una atmósfera más casual. Sin
embargo, el Respiro de Thranta era conocido por servir un auténtico gorak asado, un
plato por el que había cogido gusto de su tiempo en Alderaan. Esperaba que la comida
fuera mejor que la decoración. Los manteles de seda de killik y los menús tallados
delicadamente en madera oro estaban ensombrecidos por chabacanas vistas holográficas
del campo alderaaniano. Todo previo a la guerra civil por supuesto.
Jace exhaló y consideró pedir otro brandy alderaaniano. Theron llegaba tarde. No es
que fuera algo inusual, pero no ayudaba con sus nervios. Había esperado que con el
tiempo, se sintiera más cómodo en presencia de su hijo. Habían compartido un par de
bebidas y se habían mantenido en contacto vía holo una o dos veces, pero Jace
ciertamente no se sentía como un padre. Trató de mantener sus expectativas a raya. No
era justo para Theron que su idea de una relación padre-hijo no encajara con la realidad.
Quizás esa experiencia era sólo una cosa más que el Imperio le había robado.
Jace empujó esos pensamientos a un lado, sabiendo que sólo amargarían la noche.
Mientras hacía un gesto al camarero para una segunda bebida Theron entró. Parecía
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distraído, los ojos cansados y oscuros en los bordes. Un par de magulladuras viejas
marcaban su piel.
Era cruel cuánto se parecía Theron a su madre. No eran sólo sus rasgos; Theron y
Satele compartían maneras similares desde la forma en que caminaban a cómo tiraban de
una silla.
—Siento el retraso, —dijo Theron, su voz rasposa.
—¿Te has metido en una pelea? —preguntó Jace, pasándole un menú.
—¿Qué? No… —Theron suspiró e instintivamente tocó su labio partido—. Es una
larga historia.
Jace puso su mejor sonrisa.
—Tengo tiempo.
—¿El Comandante Supremo de la República tiene tiempo? ¿En mitad de una guerra?
—bromeó Theron—. Seriamente lo dudo.
Jace luchó por encontrar las palabras que estaba pidiendo como un padre, no como un
comandante, pero todas sonaban demasiado suaves, demasiado empalagosas.
El momento pasó. Theron pidió un whiskey corelliano y miró el menú.
—Así que, ¿qué está bueno aquí?
—Yo te recomendaría el gorak asado… es un pájaro…
Theron arrugó la nariz.
—Lo he pasado mal comiendo cualquier cosa parecida a un pájaro desde Rishi.
—Oh. Cierto. —Jace se aclaró la garganta y barrió el menú para encontrar otra cosa.
Era el tipo de hombre que iba a un restaurante por un plato específico. Salirse del camino
no era realmente su estilo.
—Yo probaría el solomillo de nerf. No puedes equivocarte con eso, ¿no es así? —
Theron arrojó el menú de vuelta a la mesa con un golpe seco audible y se recostó, sus
ojos escaneando la habitación. Un agente del SIE de los pies a la cabeza.
El camarero volvió con sus bebidas. Jace se percató de que su uniforme también
estaba hecho de seda de killik, pero teñido de azul oscuro. Probablemente para mostrar
apoyo a la Casa Organa. Después de recitar de un tirón el especial de la noche, recibió
sus pedidos. Jace alzó su vaso y Theron hizo lo mismo.
—Por la República, —dijo él.
—Por la República.
El restaurante estaba vivo de clientes. La risa de una mujer cortó por encima del sonar
de los utensilios y el parloteo «refinado» de la clase alta. Sólo su mesa estaba en silencio.
Jace golpeteaba con sus dedos contra el mantel verde mar.
—¿Cuándo volviste?
—Hace una semana, —respondió Theron, observando la nieve holográfica caer sobre
las Montañas Juran.
—Manteniéndote ocupado, seguro.
Theron se rió.
—Volveré a la oficina después de esto.
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Jace recorrió la lista mental que había preparado para la cena de esta noche. Algunos
temas de discusión eran obvios, podían fácilmente hablar del trabajo o la guerra. Después
de leer el informe de Yavin 5, estaba seguro de que Theron tenía multitud de historias
que contar. Aún así, esas eran conversaciones para compañeros de trabajo. Si quería
acercarse a Theron como padre, quizás era hora de explorar nuevos territorios.
Cogiendo aliento profundamente, Jace comenzó:
—No hay nadie especial esperando…
El whiskey se atragantó en la garganta de Theron.
—Sí, no vamos a hacer esto.
—Soy tu padre, —afirmó Jace con una vergüenza ronca—. Este es un tema de
conversación apropiado.
—¿Has hablado con mamá últimamente? —preguntó Theron, su tono más entretenido
que violento.
—Anotado. —Jace se rió entre dientes, luego aclaró su garganta—. En realidad,
quería preguntarte acerca… de la Gran Maestra Shan.
Theron le miró, lanzando su barbilla hacia delante incrédulo.
—¿Lo dices en serio?
Jace alzó sus manos.
—Sólo tengo curiosidad acerca de cómo fueron las cosas entre vosotros dos.
—¿Ella te hizo hacer esto? —preguntó el hombre más joven, la irritación alzándose
con cada sílaba—. ¿Te pidió que comprobaras a su «agente»?
Jace suspiró.
—No, eso habría sido demasiada duplicidad para ella.
—Pero no contarte acerca de tu hijo durante treinta años… eso no es duplicidad en
absoluto. —Theron puso sus ojos en blanco y acabó con su bebida.
—Yo… —Jace se detuvo, con cuidado de no dejar que sus propios sentimientos
tiñeran las palabras—. Ella hizo lo que pensó que era correcto, Theron. Quizás no para ti
o para mí, pero para la República.
—La República, —murmuró Theron.
—Ella nunca lo diría, pero creo que se arrepiente ahora. —Jace pensó en su
conversación con Satele después del informe de la Lanza Ascendente—. Todos tenemos
arrepentimientos.
Theron se detuvo.
—¿Incluso tú?
—Especialmente yo. —Jace sonrió, profundizando las arrugas de su cara.
Él se inclinó hacia atrás mientras dos camareros vestidos de marineros colocaban sus
platos en la mesa. Había algo en una buena comida que siempre alegraba el humor del
Comandante Supremo. El gorak estaba cocinado de un marrón dorado, el vapor aún
alzándose de la piel crujiente.
—¿Sabe como lo recuerdas? —preguntó Theron, cortando su filete.
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—Casi, —respondió Jace después del primer bocado—. Es difícil especiarlo bien a no
ser que las especias estén frescas.
Los dos hombres comieron en silencio. El paisaje junto a ellos cambió al acuoso
Valle Glarus. Nubes rosas, teñidas de atardecer rodaron sobre las colinas congeladas, su
reflejo agudo en el calmado lago de abajo.
—Entiendo por qué lo hizo, —dijo Theron finalmente—. No puedo culparla por ello.
Jace se limpió la boca y plegó el pañuelo de almidón en su regazo.
—Pero…
—Pero… Yo no soy como ella. —Theron descansó sus codos sobre la mesa—. El
razonamiento no se lleva los sentimientos. Y no sé cómo sentirme respecto a ella.
Jace resopló y cruzó sus brazos.
—No dejes que ese exterior duro te engañe. La Gran Maestra siente justo como
cualquier otro. Sólo que ella es muy buena ocultándolo.
Las cejas de Theron se juntaron, tirando de los cibernéticos alrededor de su ojo
izquierdo.
—No quiero los detalles, ¿vale? Especialmente después de que acabe de comer,
pero… ¿Ella era así incluso entonces?
—Sí. Y no. —Jace sonrió, agitando el brandy en su vaso—. Ella corría más riesgos.
Siendo el tuyo el más grande.
Incluso después de todos aquellos años, era difícil para Jace pensar en su tiempo con
Satele. Rodeado por vistas escénicas de Alderaan sólo hacía que el recuerdo hiriera más
conmovedoramente.
—No puedo decirte qué hacer, Theron. —Dijo el otro hombre—. No cuando se trata
de… tu madre.
Theron sonrió.
—Pero…
—Pero, —concedió Jace—. Ella se preocupa por ti.
—Sí. —Theron asintió amargamente—. ¿Otra copa?
—¿Después de esta conversación? —Jace alzó una ceja—. Absolutamente.
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—No le abandonaré.
—No hay contemplación, sólo existe el deber, —respondió Surro, colocando una
mano firme sobre el hombro de Garault. Sus ojos titubearon y el aire en sus pulmones se
deshinchó como si las palabras le hubieran golpeado en el pecho—. Recuerda la misión.
Garault bajó la mirada y asintió.
—¿Cuál es el plan? —preguntó Onok, quitándole el polvo a su equipo.
La Maestra Surro se volvió hacia el campo calcinado. El cielo estaba teñido de rosa.
La noche caería sobre ellos pronto. Ajustando su mandíbula, ella se preparó para lo que
estaba por venir.
***
Los Imps estaban constantemente montando y desmontando campamentos a lo largo de
las instalaciones de la Fábrica de Armas Balmorrana. Esta estrategia estaba diseñada para
mantener a la Resistencia adivinando, aún así Surro se percató de que el turno de guardia
permanecía siendo el mismo en todos los asentamientos. Aunque eficiente, sus horarios
estrictamente regulados eran una debilidad. Cualquiera con habilidades observacionales
simples podía percibir cambios de turnos así como quién estaría de guardia a qué hora.
Después de observar a los Imps durante meses, Surro podía recitar el horario durmiendo
y saber cuándo los soldados más vagos estarían en sus puestos.
Ocultándose en la oscuridad de la noche, el equipo de Surro exploró cuatro
asentamientos antes de ver a Danak. Yaciendo sobre sus tripas, observaron desde un
saliente cercano mientras Danak, magullado y sangriento, era arrastrado al centro del
campamento.
—¿Crees que lo saben? —preguntó Landai.
—Si supieran que era un Jedi, hubieran sido más cautelosos. Ataduras completas, —
susurró Surro. Ella apartó un bucle extraviado de su frente. Incluso en la muerte de la
noche, el calor era opresivo.
—No se resistió. —Las cejas de Garault se juntaron—. No quiso reventar su
cobertura.
Surro reconoció al oficial Imperial «escoltando» a Danak de anteriores misiones de
reconocimiento. El Capitán Bowenn era una pieza desagradable de trabajo. Disfrutaba
infligiendo dolor más que ningún Sith que hubiera encontrado. Una pequeña multitud de
soldados se reunió, animando mientras Bowenn pateaba a Danak en los dientes.
—Van a ejecutarle, —afirmó Onok.
Surro sintió el silencio tenso con fuerza contra su garganta. Ella se lamió sus labios
agrietados y saboreó la salubridad del sudor. Era su llamada. No hay contemplación, sólo
existe el deber.
—Si cargamos y acabamos con el campamento, Darth Lachris lo sabrá y mostraremos
la mano de la República. —Su voz no contenía emoción, pero encontró las palabras
difíciles de decir.
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—¿Así que le abandonamos? —preguntó Garault, luchando por mantener la voz baja.
—Él conocía el riesgo. —Ella encontró su mirada.
—Sólo existe el deber… —el aliento de Garault era forzado—. ¿Qué hay de nuestro
escuadrón?
—Nuestro deber es para la Orden. No confundas eso con tu apego a Danak. —No
tenía la intención de ser una amenaza, sino un recordatorio de una vieja amiga—. La
misión es lo primero. Si hubiera otra forma…
Un fuerte crujido, luego otro, tiró de su atención de nuevo hacia el campamento.
Bowenn golpeó la culata de su bláster contra el lateral de la cara de Danak. Garault
succionó el aire caliente con un siseo. Sus pupilas se encogieron hasta un punto. Bowenn
rodeó la forma acurrucada de Danak como un nexu famélico. El hombre estaba
prácticamente salivando en anticipación de la matanza. Garault se forzó a ponerse de
rodillas, preparado para atacar, cuando la mano firme de Surro lo contuvo en su sitio.
Bowenn alzó su bláster para que descansara contra la sien de Danak y gritó:
—¡Gloria al Imperio! —antes de apretar el gatillo. Los soldados rugieron de
satisfacción mientras el cuerpo de Danak caía al suelo.
Garault estaba tan quieto como el cuerpo sin vida de Danak, sus ojos brillantes y
descentrados. Surro apartó su mano del brazo de Garault, temerosa de que siquiera el más
suave contacto destrozara la constitución tensa de su amigo. Landai maldijo entre dientes
y apartó la mirada. Onok apretó sus labios, pero no dijo nada.
—No existe muerte, sólo existe la Fuerza, —susurró Surro.
Bowenn hizo una señal a tres soldados para que se aproximaran.
—Limpiad este desastre, —ordenó él, dándole al cuerpo un último golpe con su
bota—. Y traed a Ivo su paga por el hallazgo. Decidle que no hay créditos hasta que se
haga el trabajo.
—Ivo… —Surro recorrió el nombre a través de su memoria, pero se quedó sin ella—.
¿Alguno de vosotros ha oído ese nombre antes?
Onok y Landai sacudieron sus cabezas. Garault no se movió.
Los tres soldados saludaron antes de que dos se llevaran a Danak por sus brazos y
piernas.
—Seguiremos a ese, —dijo Surro, haciendo un gesto hacia el tercer soldado—.
Necesito saber quién es este Iyo.
—Le debemos nuestra propia paga por el hallazgo, —añadió Landai.
***
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finalmente continuó hacia delante, parecía más probable de que esto fuera parte de una
rutina paranoide. No es que pudiera culparle… estaba siendo perseguido.
Pese a su tamaño y estado mental, Garault fue tan silencioso y de pies ligeros como el
resto del equipo. Surro trató de no mirarle o recordar la forma en que la cabeza de Danak
se había sacudido cuando Bowenn le había disparado. Estaba hecho. Surro había
conocido Jedi que pasaban toda una vida enfrentando sus decisiones, cuestionando si
tomaban la decisión «correcta». Lo correcto era irrelevante. A través de un entrenamiento
riguroso, había aprendido a vaciarse de emoción. Este estado mental traía claridad y
Surro podía actuar sin prejuicio o pasión. La contemplación sólo traía dudas… una
entrada a emociones más peligrosas.
Después de dos horas de caminar, una pequeña cabaña surgió a la vista. Surro hizo
una señal a los otros para que aguardaran mientras Ivo desaparecía tras la puerta.
—Landai, ve alrededor. Comprueba si hay una entrada trasera. —Cuando la mirialana
asintió, Surro se volvió a los hombres—. Proteged la frontal en caso de que trate de salir
corriendo.
—Entendido —respondió Onok. Surro mantuvo la mirada sobre Garault, esperando
una afirmación. Tras cierta vacilación, él le dio un corto asentimiento.
Se movieron ágilmente y sin ningún sonido, sus pasos cayendo al unísono. Una vez
en posición, Garault hizo un gesto de todo despejado para que Surro entrara.
Ivo estaba a mitad de preparar la cena cuando Surro cargó a través de la puerta. El
tiempo pareció ralentizarse mientras sus ojos amarillos se abrían como platos, luego se
aceleró cuando saltó hacia su bláster. Pero Surro fue más rápida. Más fuerte. Atrapando
su pierna, tiró de Ivo hacia atrás. Su mandíbula chocó contra el suelo con un crujido
enfermizo.
—No te muevas, —ordenó Surro, una arruga en su ceño.
Ivo se quedó quieto. Las lágrimas se formaron en sus ojos. Surro temió que su
mandíbula se hubiera roto. Se inclinó para confiscar el bláster.
—¿Puedes hablar?
—Eso duele, —graznó Ivo.
—Bien. —Surro se relajó—. Responde a mis preguntas.
Ivo se dobló del dolor mientras asentía.
Surro caminó por la longitud de la cabaña.
—Entregaste a un hombre a un campamento Imperial esta noche. ¿Por qué?
—Era un espía.
—¿Para quién?
—Para ti, obviamente —Ivo puso una mueca.
Surro se detuvo.
—No hago preguntas dos veces.
Ivo se acurrucó en una posición defensiva y cubrió su cara herida.
—¡La Resistencia! ¿Quién si no?
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Anónimo
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
—Nunca os vi.
Las luces estridentes de las calles de Coruscant irradiaban los ojos de Surro. Se
apresuró a través de las multitudes, buscando la tranquilidad de su apartamento básico.
Volviendo un callejón lateral, caminó tres bloques más antes de alcanzar la puerta.
Mientras Surro introducía el código de acceso, percibió que algo iba mal. Había
abandonado la zona de guerra de Balmorra hacía años, pero la sensación del lugar la
perseguía.
Surro entró en la sala oscura y esperó.
—¿Qué quieres?
—Estoy impresionado, —respondió un hombre—. Normalmente puedo acechar a
cualquiera.
—No tengo muchos muebles.
Él se rió entre dientes, luego se movió para encender las luces. Surro se dobló ante la
luz repentina. Su intruso estaba inclinado contra la pared, los brazos cruzados. Llevaba
una chaqueta roja de cuero y cibernéticos adornando su ojo izquierdo.
—¿Sabes quién soy?
—Agente Shan.
—Llámame Theron, —respondió él—. Tú y tu equipo hicisteis un buen trabajo en
Balmorra… allanasteis el terreno para el éxito futuro. Sois diferentes de otros Jedi.
—Te refieres a nuestro apodo, —dijo Surro con una sombra de molestia.
Theron asintió.
—«La Sexta Línea». Un mantra perdido del Código Jedi. Bastante atrevido.
—¿Por qué estás aquí?
—Necesito Jedi con esa determinación. —Theron se apartó de la pared con un
empujón para pararse enfrente de Surro—. Ese nivel de devoción hacia la misión.
Surro vaciló. Ella, Garault, Landai y Onok habían abandonado la cabaña aquella
noche con un fuerte vínculo. Sabía que la seguirían sin cuestionarla. Durante el más breve
momento, Surro se preguntó si deberían.
—¿Adónde?
Theron le dio un informe.
—Ziost.
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Anónimo
Vacaciones
Incluso para los estándares del Borde Exterior, la cantina Sarlacc y Cargado era
considerada el extremo de la línea. El humo manchado por el hedor de los fluidos
corporales y la comida pútrida asaltaba las fosas nasales. Excepto por un letrero
parpadeante sobre la barra, era oscura y húmeda. La arena cubría los suelos y los
asientos. Los clientes no frecuentaban el Sarlacc —sólo los habituales— los mismos
cinco cerdos apenados que se sentaban en las mismas sillas, bebiendo las mismas
bebidas, y murmurando las mismas aflicciones día tras día.
Bajo circunstancias normales, un hombre como Seamus Kaldo no mandaría a sus
sirvientes a tal establecimiento, mucho menos lo visitaría él mismo. Pero el rastro le
había llevado aquí y Seamus había profundizado demasiado como para detenerse ahora.
Nadie había alzado la mirada cuando entraron. A no ser que se les provocara, los mejores
del Sarlacc se conformaban con mantener sus narices en las profundidades de sus vasos
sucios.
—¿Estás seguro de que este es el lugar? —comprobó Seamus con Vhonu, su
guardaespaldas mientras respiraban el aire fétido.
—Encaja con la descripción que recibimos del Hutt. —Vhonu era cerca de la misma
edad que Seamus, pero sus rasgos eran maltrechos, ásperos, y era un pie más alto que el
noble valahari—. Su hombre debería estar aquí, Amo Kaldo.
Seamus cogió aliento profundamente y caminó hacia el camarero molavarano.
—Estoy buscando a alguien.
—Lugar equivocado. —El molavarano suspiró y miró a la reciente pila de arena que
se había asentado en la barra—. Todo lo que tenemos aquí son nadies.
Vhonu colocó un par de créditos en el mostrador y los deslizó hacia el camarero,
dejando un rastro en la arena.
—El Cepo. ¿Dónde está?
El molavarano examinó los créditos, luego se encogió de hombros y señaló por
encima de su hombro.
—En la parte trasera.
Seamus lideró el camino mientras Vhonu mantenía un ojo alerta.
La «parte trasera» era una pequeña habitación decrépita con una mesa y cuatro sillas,
una de las cuales estaba rota. Estaba ocupada por un único hombre que estaba sentado
como si nada, los pies en la mesa, con un sombrero marrón de visera amplia bajada para
cubrir su cara. Seamus arrugó la nariz, el hombre olía más fuerte que lo que fuera que
hubiera en la botella sin etiquetar sobre la mesa. El Hutt había descrito a un
cazarrecompensas sin igual, pero todo lo que veía ante él era un vagabundo. Seamus
estaba preparado para volver a la barra hasta que vio los blásters del hombre, uno colgaba
de su cinturón, mientras que el otro descansaba junto a la botella a medio beber.
Seamus apretó sus puños sudorosos y trató de sonar confiado.
—Estoy buscando al Cepo. ¿Eres tú?
LSW 94
Star Wars: La Antigua República: historias cortas
—Claro, —respondió una voz grave. Una mano enguantada lanzó perezosamente un
único crédito con un sonido audible. El brillo dorado de la moneda dio la voltereta a
través del aire y llamó la atención de Seamus. Vhonu le dio un codazo en el brazo,
alentándole a continuar.
—Me llamo Seamus Kaldo. Tengo un trabajo para ti.
—Lo siento. —Las palabras del Cepo eran aburridas, con dificultad para hablar—.
Vacaciones.
—Vaya lugar has escogido, —intercedió Vhonu, sus ojos encogiéndose.
—Molavar tiene sus encantos. —El Cepo asintió hacia la botella.
Seamus tiró de una de las dos sillas restantes de la mesa. Vhonu cogió la otra.
—Creo que encontrarás los créditos que te ofrezco más que encantadores.
—No estoy atado por los fondos en estos momentos. Sólo es un buen momento.
—Este no es un trabajo ordinario, —presionó Seamus.
—Nunca lo es. —El Cepo bostezó. Su pulgar una vez más lanzó la moneda hacia
arriba.
—¿Has oído el nombre de Nico Okarr antes?
La mano del Cepo se sacudió hacia arriba para atrapar el crédito a medio arrojar. Su
puño permaneció allí durante un momento, agarrando la moneda antes de que deslizara el
dinero en el bolsillo de su abrigo. Bajo el borde desgastado de su sombrero, el cazador
dejó que se deslizara una sonrisa.
—Una o dos veces. ¿Qué es él para ti?
El ceño de Seamus se endureció.
—Un ladrón. Uno al que me gustaría aprehender. Me han dicho que tú eres el mejor
en encontrar gente que no desea ser encontrada.
El Cepo balanceó sus pies fuera de la mesa y se inclinó hacia delante para dar un
trago de la botella.
—La gente, seguro, pero tú estás buscando una leyenda. Cuando se trata de Nico
Okarr… es difícil descifrar lo que es realidad o ficción.
—Lo que robó de mi familia era lo suficientemente real. —Seamus hundió su dedo
índice en la mesa. La pierna de Vhonu saltó.
Frotándose la barba incipiente de su mentón, el Cepo apretó los labios.
—Es personal entonces.
—Es un trabajo. Eso es todo lo que necesitas saber, —soltó Vhonu.
Seamus lanzó a Vhonu una mirada. Por lisonjero que el Cepo pudiera ser, le
necesitaban. Durante meses habían estado cazando el fantasma de Nico Okarr sin suerte.
Vhonu era un guardaespaldas capaz, pero necesitaban un rastreador… y alguien dispuesto
a mantener el trabajo en silencio.
—Okarr podría ser un anciano ahora, pero como tú has dicho, es una leyenda. Piensa
en lo que esto podría significar para tu reputación.
—Oh, lo hago. —El Cepo se rió entre dientes.
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Anónimo
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
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Anónimo
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
Hermanos
Hoy, vi mi cara arder. La piel agrietarse y plegarse mientras el fuego desgarraba la
humedad. La carne chamuscada retirada por el calor y marchitada en una masa negra
apiñada. Un ojo azul, idéntico al mío, me mantuvo en mi sitio… me hizo observar. En un
instante, era la cara de un extraño. Y ya no éramos gemelos.
El recuerdo se aferraba a mi mano, tiró de ella hacia mi mejilla. Me sorprendí por la
suavidad que encontraba las yemas de mis dedos. El agarre fantasma de mi hermano aún
aferraba mi brazo. Sentí los huesos bajo su piel extenderse, tratando de escapar del dolor,
y fracasar. Arcann se había marchitado durante horas antes de que el sueño le concediera
piedad.
Mi propia cama permanecía vacía. Las sábanas estaban tensas e inmaculadas contra el
colchón. Aunque no opulenta, la cama parecía poco apropiada. Su diseño esbelto, simple,
era un insulto a la guerra que rabiaba fuera. Agarré la sábana superior y la froté contra
mis ojos, mi frente, y mi boca, manchándola con sudor y arena. La tela sucia, blanca,
trajo la bilis a mi garganta. La arrugué en una bola y la lancé de vuelta al colchón.
Mi cuarto —una tienda glorificada— proveían de una falsa sensación de seguridad.
Apagaba el viento y los gritos de nuestros heridos, pero yo sabía que la batalla
continuaba. Darth Atroxa no moriría fácilmente. Sus fuerzas eran leales y ambiciosas,
con una fuerte voluntad para vivir. Pero caería. Arcann vería que pasara.
Escuché los pasos de la Caballero antes de que golpeara mi puerta.
—Entra.
—Su Alteza. —Ella se arrodilló al entrar y esperó a que se le hablara. Una danza
agotadora reforzada por Padre.
Usando la Fuerza, tiré de una silla de la esquina de la habitación y me senté.
—Háblame de mi hermano.
—El Príncipe Arcann está estable. —Su cara estaba oculta tras el casco tradicional de
un Caballero Zakuul. Padre cambió nuestras guardias regularmente para evitar el apego.
Los Caballeros de Zakuul eran nuestros sirvientes, pero eran sus seguidores y súbditos. Él
era su dios, nosotros sólo representábamos una extensión de su voluntad.
—No se ha despertado.
Ella vaciló.
—No, mi Príncipe.
Su intranquilidad era molesta.
—No era una pregunta. Lo percibiría si estuviera despierto.
—Yo… sí, Su Alteza. —Su mirada se fijó en el suelo.
Era fácil jugar con los Caballeros. Su devoción ciega a Padre les hacía objetivos
susceptibles. De niños, Arcann y yo nos intercambiábamos las ropas y hacíamos bromas
a nuestros guardias. Pero era demasiado viejo para tales juegos ahora. Podía oler la mugre
bajo su armadura. Esta Caballero había luchado con nosotros hoy, y por eso, merecía mi
respeto.
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Anónimo
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
intimidar como exigió Arcann. La piel calcinada sobresalía por los bordes, un testamento
al rostro arruinado de debajo.
—Déjanos, —ordené. Los droides y sanadores se inclinaron, luego se fueron.
Sólo, Arcann se relajó. Su ceja izquierda expuesta se alzó de dolor mientras bajaba la
mirada al brazo cibernético. Mi estómago se revolvió, mientras ambos evaluábamos las
pérdidas del día.
—Un hombre puede tener cualquier cosa, si está dispuesto a sacrificar. —Las
enseñanzas de Padre eran como veneno en la lengua de Arcann. Su voz modulada sonaba
extraña.
—Has sacrificado suficiente, —le aseguré.
—No, Thexan. —Sus ojos se encontraron con los míos—. Este es sólo el primer
pago. Habrá más.
El tiempo se ralentizó y aún así el mundo daba vueltas a nuestro alrededor mientras
sentía que mi hermano se me escapaba. En Zakuul, Arcann y yo teníamos conversaciones
sin palabras. Nos movíamos en tándem, fluíamos como el agua con una mente y un
propósito. Pero él era diferente ahora. Podía sentir la rabia creciendo en su interior. Una
rabia que yo no compartía.
Le cogí su mano metálica.
—¿Cuánto estás dispuesto a dar?
—Todo, —dijo Arcann sin vacilar—. ¿No harás tú lo mismo?
—Lucharé por ti, hermano, —juré yo—. Tus sueños son los míos.
Unos dedos fríos, de metal, apretaron mi brazo y encendieron una llama de esperanza
dentro de mí. Dicen que el tiempo sana todas las heridas.
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Anónimo
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
No estaba aquí para encontrarse con los Scions en persona, sin embargo. Aún eran
demasiado cautelosos —demasiado vulnerables— como para arriesgarse a quedar
expuestos. En su lugar, la habían mandado para encontrarse con alguien de su tipo. La
vasta mayoría de los Caballeros de Zakuul aún eran leales al Trono Eterno, sin importar
quién se sentara sobre él. Pero dada la violenta historia de Vaylin hacia sus filas, había
algunos que no estaban preparados para jurarle lealtad. Temían que Vaylin desmantelara
—o incluso destruyera— su orden. Esos hombres y mujeres que se atrevieron a alzarse
contra la nueva Emperatriz, habían explicado los Scions en su mensaje, eran ahora la
mejor esperanza de Senya. Tenían equipo y suministros médicos que ella no podía
adquirir, y expertos que sabían cómo usarlos adecuadamente. Y respetaban a Senya.
Había luchado codo a codo con muchos de ellos; los otros la conocían bien por su
reputación. Si podía convencerles de que le ayudaran; de que ayudaran a Arcann…
Ellos me escucharán. Tienen que hacerlo.
La noche era oscura; las lunas gemelas de Ord Mantell envueltas de unas nubes
densas, nocivas. La única iluminación llegaba de su pica de sable láser, el suave brillo
azul de la hoja justo apenas perforando la negrura a tan sólo un metro por delante.
Sus pasos eran lentos y cautelosos; la costra irregular, apretada, de tierra crujía
suavemente bajo sus botas mientras se abría paso a través de la penumbra impenetrable.
Basándose en las coordenadas que le habían dado, sabía que estaba cerca. Pero algo se
sentía raro. No había señales de un campamento: ningún parpadeo de luz en la distancia;
ningún susurro de movimiento lejano; ningún centinela adelantándose para desafiar su
entrada.
Senya se extendió alerta con la Fuerza, sondeando en la oscuridad que la rodeaba. No
percibió nada inusual, pero sus sondeos eran torpes y raros: su entrenamiento se había
centrado principalmente en usar la Fuerza en combate.
Sus sentidos ahora en alerta, reptó hacia delante hasta que su pie pisó un pequeño
charco. El salpicar audible trajo el aroma agudo, casi metálico, del rhydonium. El olor
enfermizo del combustible amplificó su inquietud, y sus dedos se aferraron alrededor de
la empuñadura de su pica.
Dio otro paso, entonces se percató de algo en el suelo… una sombra oscura, informe,
apenas visible en la iluminación de su pica brillante. Ella inclinó su arma hacia abajo para
revelar un brazo cortado a sus pies. Reconoció el guantelete de metal que lo envolvía: ella
misma había llevado la misma armadura durante décadas. A un par de pasos encontró el
resto del cuerpo yaciendo bocabajo, las extremidades restantes retorcidas y
contorsionadas en posiciones antinaturales.
Calmándose contra un terror en aumento, presionó hacia delante. El segundo cuerpo
estaba sólo a un par de metros, pero en los alrededores negros como el carbón no se
percató de él hasta que estuvo a sus pies. Al contrario que la primera víctima, este estaba
sobre su espalda. En la tenue penumbra de su arma, podía claramente atisbar la expresión
grotesca de puro terror grabada en su cara.
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Anónimo
Incluso aunque no lo reconoció, Senya sintió una conexión con el guerrero caído. Ella
misma había sido una Caballero de Zakuul; estos eran sus hermanos y hermanas. Ella
había entrenado con ellos, vivido con ellos, luchado con ellos.
Moviéndose lentamente, Senya caminó en un amplio círculo en la oscuridad. Charcos
de rhydonium punteaban el suelo, los diminutos charcos cromados reflejando y
amplificando el brillo de su sable láser para revelar los cuerpos rotos de varios caballeros
caídos más. Ella había venido a su campamento en busca de ayuda, sabiendo que no le
darían la espalda a uno de los suyos. Ahora estaban muertos, sus cuerpos rotos y
esparcidos… y Senya sabía que era culpa suya.
Esto no era una coincidencia. Contactar con los caballeros paria había llamado la
atención de Vaylin. Su sangre estaba en sus manos. Pero ella no tenía el lujo de la culpa.
No si quería salvar a su hijo. Era hora de irse; no había nada aquí para ella ahora.
Un suave salpicar desde la oscuridad hizo que volviera la cabeza. Dio un paso hacia
el sonido, extendiendo la punta de la pica para investigar. En la suave iluminación vio
algo que reconoció inmediatamente: un juguete infantil tallado a mano, arrojado y
abandonado en el suelo.
Se preparó mientras unos bruscos pasos se aproximaban. Una figura familiar se
materializó desde la oscuridad, sus manos iluminadas con chispas crepitantes de energía.
Vaylin encendió sus dedos, las chispas arqueándose desde las puntas para atrapar el
charco de rhydonium a sus pies, incendiándolo. El fuego se extendió rápidamente,
saltando de charco a charco, recorriendo el terreno que les rodeaba para tallar un patrón
ardiente que iluminó la noche.
Con las llamas alzándose, Senya finalmente fue testigo de la auténtica carnicería que
Vaylin había desatado sobre el campamento: docenas de Caballeros —cuerpos mutilados
y mermados— habían sido arrojados caprichosamente entre los restos dispersos de naves
y lanzaderas hechas pedazos. Toda la amplitud de la matanza mandó un escalofrío por su
espalda; la sombría evidencia de los horrores de los que era capaz su hija.
Senya alzó su arma, sólo para que fuera arrancada sin ningún esfuerzo de sus manos
por la Fuerza. La pica navegó diez metros a través del aire hacia las manos de Vaylin a la
espera.
Podría aplastar mi cráneo en un instante, se dio cuenta Senya. ¡Y estaría impotente
para detenerla!
Pero cuando Vaylin alzó la pica de sable láser robado y cargó, supo que eso no
ocurriría… su hija quería el placer visceral de cortarla en pedazos en combate.
Usando la Fuerza para tirar del sable láser de uno de los caballeros caídos hacia su
propia mano, Senya se enfrentó a la carga de cabeza. Las hojas brillantes chocaron con
un fuerte siseo crepitante, y por un instante las dos combatientes estuvieron cara a cara,
sólo separadas por centímetros, rodeadas por las llamas naranjas que se extendían
rápidamente a través del campamento.
Senya estaba lo suficientemente cerca como para mirar a Vaylin a los ojos. Ardían
con odio, puro y salvaje; todo rastro de la niña que se había aferrado una vez al costado
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
de su madre había desaparecido. Aturdida por la intensidad del ansia violenta de su hija,
Senya fue forzada a apartar la mirada. En ese instante Vaylin se agachó, balanceando su
pica en un amplio arco de barrido con la intención de cortar las piernas de su madre de
debajo de ella. Pero Senya ya había saltado lejos con una grácil voltereta hacia atrás,
aterrizando en una postura defensiva para enfrentar el próximo asalto de Vaylin.
—¿Tienes miedo de alzarte y luchar contra mí, Madre? —preguntó Vaylin con una
sonrisa taimada. Las llamas ardiendo a su alrededor lanzaban extrañas formas oscilantes
sobre su cara. En lugar de responder, Senya se preparó para la carga que se acercaba,
silenciosamente confiando en sus propias habilidades. Habían chocado antes, y Senya
había prevalecido: su hija podía ser más poderosa en la Fuerza, pero Senya había pasado
décadas dominando el arte del combate mano a mano. Si Vaylin quería luchar contra ella,
el resultado era inevitable.
Como esperaba, Vaylin corrió hacia ella con una furia desatada, la pica
convirtiéndose en un instrumento giratorio, rotante de muerte en sus ágiles manos. Senya
bloqueó la arremetida inicial, redirigiendo cada golpe con sutiles contraataques y reflejos
que le permitieron frenar el impulso de la carga de Vaylin. Entonces cambió de defensiva
a ofensiva, continuando con su propia secuencia de rápidos cortes y empujones que no
pretendían matar, sino hacer retroceder a su hija, manteniéndola fuera de equilibrio y en
una retirada perpetua.
Pero en lugar de ceder terreno, Vaylin contraatacó con otro asalto violento, colocando
a Senya en la defensiva de nuevo. Sorprendida, la mujer mayor se tambaleó hacia atrás,
agachándose hacia un lado mientras la pica rozaba su mejilla lo suficientemente cerca
LSW 105
Anónimo
como para sentir el calor de la hoja brillante. Tocó la punta de su hombro, tallando un
pequeño trozo de su armadura.
El siguiente golpe casi le arranca la pierna bajo la rodilla… en el mismo último
instante Senya apartó su pie. Pero aunque había salvado su extremidad, perdió el
equilibrio y la posición. Vaylin saltó, cortando y atacando a su madre; lo que le faltaba de
técnica lo compensaba de sobra con velocidad y agresión implacables.
Los reflejos e instintos afilados durante treinta años de entrenamiento permitieron a
Senya mantener el golpe mortal a raya… pero sólo vagamente. Se agachó y se lanzó
hacia la izquierda, saltando sobre uno de los muros ardientes de fuego que recorrían el
campamento.
Es más fuerte ahora. Más rápida. Más confiada.
Pero aún había fallos en la forma de Vaylin. Ahora que había medido a su oponente,
Senya veía sutiles imperfecciones que podía explotar.
Su hija saltó sobre el muro de fuego entre ellas y cargó de nuevo. Estaba presionando
la acción, tratando de abrumar a Senya e ir a por la matanza rápida. En el siguiente paso,
Senya dejó que la punta de su sable láser se hundiera, ofreciendo una breve apertura.
Como esperaba, Vaylin aprovechó la repentina vulnerabilidad. Pero Senya estaba
preparada; anticipando el golpe de su hija dio un paso a un lado evitando el golpe y se
acercó lo suficiente como para darle un codazo en el pecho a Vaylin, haciendo que se
tambaleara hacia atrás.
Vaylin recuperó su pie un paso antes de caer en las llamas cercanas. Airada, corrió
hacia su madre de nuevo, redoblando sus esfuerzos. Senya continuó haciendo fintas y
poniendo cebos a su oponente, usando su propia agresión contra ella para controlar la
batalla. Podía percibir la frustración de su hija acumulándose mientras la batalla
continuaba prolongándose… sus ataques se volvieron más desesperados, más frenéticos.
Una y otra vez Vaylin vio lo que pensaba que era una oportunidad para acabar con la
batalla en un único golpe, sólo para verlo ser apartado en el último instante por su elusiva
enemiga.
La fatiga empezó a cobrarse su precio. La velocidad cegadora de los ataques de
Vaylin se ralentizó ligeramente mientras sus músculos empezaban a doler. Estaba
arremetiendo y sacudiendo, fuera de equilibrio y sin recursos. Ambas combatientes
respiraban con dificultad, pero al contrario que su hija, Senya había estado controlándose,
conteniendo algo en reserva.
—Aún luchas con demasiada emoción cruda, —gruñó Senya mientras bloqueaba otro
golpe, esperando que aún hubiera alguna parte de la niña pequeña que había criado dentro
de la criatura salvaje enfrente de ella—. Nubla tu mente.
—Suenas como ESCORPIO, —se mofó Vaylin, golpeando con poca eficacia al aire
donde su objetivo había estado medio segundo antes—. Siempre hablando de la lógica y
la razón.
—¿Es de esa de quien recibes órdenes ahora? —presionó Senya—. ¿De una
máquina?
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Star Wars: La Antigua República: historias cortas
Vaylin dobló su muñeca, lanzando a Senya a través del aire para golpearla contra el
casco de uno de los navíos rotos que rodeaban el campamento. Senya cayó al suelo,
momentáneamente aturdida.
—¡ESCORPIO no es la Emperatriz! —gruñó Vaylin, caminando hacia su oponente
caída—. Ella dirige la flota GEMINIS, pero todos responden ante mí. ¡Yo soy la que se
sienta en el Trono Eterno!
Sacudiendo la cabeza para despejar la niebla, Senya se alzó sobre una rodilla. A un
par de metros a cada lado, filas gemelas de llamas ardían, el humo acre hiriendo sus ojos
y fosas nasales.
No puede derrotarme en un combate mano a mano, pero podría matarme en cualquier
momento que quiera. Ha estado jugando conmigo todo este tiempo.
—¿Por qué siquiera te importa el trono? —preguntó a su hija, aún tratando de razonar
con ella.
Su pregunta congeló a Vaylin a su paso, dándole a Senya el tiempo suficiente como
para volver a ponerse en pie.
—Tu hermano siempre quiso ser el Emperador, —le recordó Senya—. Pero tú nunca
solías preocuparte por eso.
—Zakuul necesita un gobernante fuerte, —respondió Vaylin, hablando lentamente—.
Y el trono es mío, por derecho y por nacimiento.
—Eso suena a palabras de ESCORPIO, —le dijo Senya—. Pero no creo que eso sea
lo que realmente quieres.
Durante varios segundos Vaylin no respondió, el silencio roto únicamente por las
llamas crepitantes.
—Sabes lo que quiero madre… ¡matarte!
Vaylin lanzó su pica de sable láser como una lanza, buscando empalar a Senya contra
el casco de la lanzadera rota. Pero Senya anticipó el movimiento, y rodó fuera del
camino. La hoja cortó a través de las placas de metal y se hundió profundamente en el
lateral del navío.
Un zumbido estridente se alzó como un grito: el sonido del refrigerador presurizado
saliendo por un hipermotor punzado. Senya tuvo justo lo suficiente como para darse
cuenta de lo que había ocurrido antes de que el hipermotor dañado explotara.
Llegó un par de segundos más tarde, atontada, desorientada y con los oídos
sonándole. La explosión la había lanzado veinte metros; diminutos trocitos de metal
torcido, fundido, que habían sido una vez el casco de la nave yacían a su alrededor.
Forzándose a ponerse de manos y rodillas, Senya volvió la cabeza de lado a lado,
buscando a Vaylin. Pero todo lo que vio fue más humo y llamas; los fuegos se habían
extendido para consumir todo el campamento.
¡Arcann!
De algún modo Senya se alzó irregularmente en pie, entonces se puso a correr
tambaleante de vuelta hacia su nave y su hijo. Mientras las llamas caían más y más lejos
tras ella, su cabeza lentamente se despejaba. Sus pensamientos volvieron brevemente a
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Anónimo
los caballeros caídos, consumidos por la pira funeraria que una vez había sido su
campamento. Arriesgaron sus vidas para ayudarla, y Vaylin los había masacrado a todos.
Ella y Arcann estaban solos otra vez. Ningún aliado. Ningún sitio al que volver. Pero
ella aún estaba viva… de algún modo.
El estallido debería haberme vaporizado.
Sólo había una explicación para su supervivencia: Vaylin debía haber usado la Fuerza
para escudarlas a ambas de lo peor de la explosión.
¿Pero por qué? ¿Para que pueda matarme más tarde con sus propias manos? O sólo
estaba tratando de salvarse a sí misma, y yo simplemente estaba lo suficientemente cerca
como para ser atrapada en su escudo. ¿Y dónde está Vaylin ahora?
Sabía que su hija aún estaba viva; en cierto nivel Senya habría percibido su muerte.
Pero incluso escudada por la Fuerza, el estallido habría sido lo suficientemente fuerte
como para dejar a Vaylin desorientada y debilitada. Vulnerable y temerosa por su vida,
debía haber huido.
O quizás ella aún está aquí. ¡Quizás la estoy llevando directamente hacia Arcann!
Senya frenó su paso, aunque ya estaba casi cerca de la lanzadera. Su hija la odiaba; lo
había visto en sus ojos. ¿Pero qué sentía ella —si sentía algo— por su hermano?
¿Y si viene a por él, puedo siquiera detenerla?
Aún no había encontrado una respuesta para cuando alcanzó su lanzadera, la cual
estaba oscura y en silencio como cuando la había dejado. Introdujo el código de acceso y
la rampa de abordaje se extendió. Con una última mirada sobre su hombro, Senya trepó
rápidamente dentro, sellando la nave tras ella.
La iluminación del interior de la lanzadera era tenue, pero comparada con la negrura
de la noche era una amplia iluminación. Su hijo yacía donde lo había dejado;
inconsciente sobre la cama, enredado en la red de tubos, cables y máquinas que le
mantenían con vida.
Senya se agachó sobre él y suavemente acarició su frente. En la punta de sus dedos
sintió su fiebre aún ardiente, tan caliente como las llamas que habían consumido el
campamento de los caballeros.
—Encontraré una forma de salvarte, —susurró ella, dejando su mano caer.
Tomando un asiento en los controles, encendió los motores. Un segundo más tarde el
navío se lanzó hacia el cielo, siendo tragado por la oscuridad.
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