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03 El Brujo Postergado Borges

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El Brujo Postergado

Jorge Luis Borges1, Historia Universal de la Infamia, 1935.


En Santiago había un deán que tenía codicia de aprender el arte de la magia. Oyó decir que don
Illán de Toledo la sabía más que ninguno, y fue a Toledo a buscarlo.
El día que llegó enderezó a la casa de don Illán y lo encontró leyendo en una habitación apartada.
Éste lo recibió con bondad y le dijo que postergara el motivo de su visita hasta después de comer.
Le señaló un alojamiento muy fresco y le dijo que lo alegraba mucho su venida. Después de comer,
el deán le refirió la razón de aquella visita y le rogó que le enseñara la ciencia mágica. Don Illán le
dijo que adivinaba que era deán, hombre de buena posición y buen porvenir, y que temía ser
olvidado luego por él. El deán le prometió y aseguró que nunca olvidaría aquella merced, y que
estaría siempre a sus órdenes. Ya arreglado el asunto, explicó Don llián que las artes mágicas no se
podían aprender sino en sitio apartado, y tomándolo por la mano, lo llevó a una pieza contigua, en
cuyo piso había una gran argolla de fierro. Antes le dijo a la sirvienta que tuviese perdices para la
cena, pero que no las pusiera a asar hasta que la mandaran. Levantaron la argolla entre los dos y
descendieron por una escalera de piedra bien labrada, hasta que al deán le pareció que habían
bajado tanto que el lecho del Tajo estaba sobre ellos. Al pie de la escalera había una celda y luego
una biblioteca y luego una especie de gabinete con instrumentos mágicos. Revisaron los libros y en
eso estaban cuando entraron dos hombres con una carta para el deán, escrita por el obispo, su tío, en
la que le hacía saber que estaba muy enfermo y que, si quería encontrarlo vivo, no demorase. Al
deán lo contrariaron mucho estas nuevas, lo uno por la dolencia de su tío, lo otro por tener que
interrumpir los estudios. Optó por escribir una disculpa y la mandó al obispo. A los tres días
llegaron unos hombres de luto con otras cartas para el deán, en las que se leían que el obispo había
fallecido, que estaban eligiendo sucesor, y que esperaban por la gracia de Dios que lo elegirían a él.
Decían también que no se molestara en venir, puesto que parecía mucho mejor que lo eligieran en
su ausencia.
A los diez días vinieron dos escuderos muy bien vestidos, que se arrojaron a sus pies y besaron sus
manos, y lo saludaron obispo. Casando don Illán vio estas cosas, se dirigió con mucha alegría al
nuevo prelado y le dijo que agradecía al Señor que tan buenas nuevas llegaran a su casa. Luego le
pidió el decanazgo vacante para uno de sus hijos. El obispo le hizo saber que había reservado el
decanazgo para su propio hermano, pero que había determinado favorecerlo y que partiesen juntos
para Santiago.
1. Fueron para Santiago los tres, donde los recibieron con honores. A los seis meses
recibió el obispo mandaderos del Papa que le ofrecía el arzobispado de Tolosa, dejando en
sus manos el nombramiento de sucesor. Cuando don Illán supo esto, le recordó la antigua
promesa y le pidió ese título para su hijo. El arzobispo le hizo saber que había reservado el
obispado para su propio tío, hermano de su padre, pero que había determinado favorecerlo y
que partiesen juntos para Tolosa. Don Illán no tuvo más remedio que asentir.
Fueron para Tolosa los tres, donde los recibieron con honores y misas. A los dos años, recibió el
arzobispo mandaderos del Papa que le ofrecía el capelo de Cardenal, dejando en sus manos el
nombramiento de sucesor. Cuando don Illán supo esto, le recordó la antigua promesa y le pidió ese
título para su hijo. El Cardenal le hizo saber que había reservado el arzobispado para su propio tío,
hermano de su madre, pero que había determinado favorecerlo y que partiesen juntos para Roma.
Don llián no tuvo más remedio que asentir. Fueron para Roma los tres, donde los recibieron con
honores y misas y procesiones. A los cuatro años murió el Papa y nuestro Cardenal fue elegido para
el papado por todos los demás. Cuando don Illán supo esto, besó los pies de Su Santidad, le recordó
la antigua promesa y le pidió el cardenalato para su hijo. El Papa lo amenazó con la cárcel,
diciéndole que bien sabía él que no era más que un brujo y que en Toledo había sido profesor de
artes mágicas. El miserable don Illán dijo que iba a volver a España y le pidió algo para comer
durante el camino. El Papa no accedió. Entonces don Illán (cuyo rostro se había remozado de un
modo extraño), dijo con una voz sin temblor:

1Jorge Luis Borges (1899 1986).


Pues tendré que comerme las perdices que para esta noche encargué.
La sirvienta se presentó y don Illán le dijo que las asara. A estas palabras, el Papa se halló en la
celda subterránea en Toledo, solamente deán de Santiago, y tan avergonzado de su ingratitud que no
atinaba a disculparse. Don Illán dijo que bastaba con esa prueba, le negó su parte de las perdices y
lo acompañó hasta la calle, donde le deseó feliz viaje y lo despidió con gran cortesía.
(Del Libro de Patronio del infante don Juan Manuel, que lo derivó, a su vez, de un libro árabe: Las
cuarenta mañanas y las cuarenta noches.)

“El Brujo Postergado”, en Historia Universal de la Infamia, es una traducción libre de Jorge Luis Borges del
cuento número 11, “Historia del Deán de Santiago y el Mago de Toledo” del Libro de los enxiemplos del
Conde Lucanor et de Patronio (1330 1335) del Infante Don Juan Manuel, considerado la obra cumbre de la
narrativa en prosa del siglo XIV de la literatura española.
El libro está formado por dos prólogos y cinco partes bien definidas, la primera de las cuales consta de 51
“enxiemplos” o apólogos (fábulas). Cada cuento se estructura de manera idéntica: Un joven señor feudal, el
conde Lucanor, consulta a su ayo Patronio ante los muy diversos problemas que se le plantean en el gobierno
de sus estados. Patronio le responde con un cuento o ejemplo alusivo al problema planteado y deduce una
enseñanza moral. Después el autor dice que el conde sigue el consejo de su ayo y que le va bien. Don Juan
Manuel resume la moraleja en un pareado que remata el enxiemplo.
Los diferentes temas que aparecen a lo largo de toda la obra son muy variados y de todos los estados y
estratos sociales – ricos y pobres, nobles y plebeyos, mercaderes, frailes, burgueses y prelados – están todos
presentes en ella. Con ello don Juan Manuel nos muestra la realidad española de la época en toda su riqueza y
complejidad.
Los ejemplos proceden de cuentos y fábulas orientales, fuentes clásicas greco-latinas, la tradición española y
la eclesiástica (la Biblia). Don Juan Manuel rehace estos cuentos y los convierte en una pequeña obra maestra
con un sello personal.
Don Juan Manuel, nació en Escalona (Toledo) en 1282 y era sobrino de Alfonso X, el Sabio, y nieto de
Fernando III, el Santo. Instruido en las artes militares, en latín y en historia, intervino activamente en las
luchas nobiliarias durante la minoría de edad de Fernando IV y Alfonso XI. Expresa en su obra literaria las
intrigas políticas que vivió intensamente y se pone de relieve una fuerte contradicción: por un lado el orgullo
que sentía por su linaje, su pode social y económico, y por otro la humildad que como escritor manifiesta a
veces. Participa valientemente en batallas contra los árabes y en 1348 muere y es enterrado en el monasterio
de Peñafiel (Valladolid).
Don Juan Manuel es un signo más de la transformación que se estaba produciendo en el siglo XIV, al
abandonar la aristocracia su aislamiento e incultura y hacerse cortesana y culta. Desaparece la diferenciación
entre el caballero – hombrede armas – y el clérigo – hombre de letras. Ambas actividades combinadas se dan
en la persona de don Juan Manuel.
Don Juan Manuel proporciona muchos datos biográficos en sus obras y deja pruebas fehacientes de su
responsabilidad de escritor, de su conciencia literaria y de asumir plenamente la autoría de sus obras. Para
evitar que se le atribuyera algo que pudiera obedecer a ignorancia o a al descuido de copistas apresurados,
depositó sus manuscritos en el monasterio de Peñafiel.
Pertenece a la tradición literaria didáctico–moralizante de la Edad Media: educa y moraliza de manera
agradable, es decir, enseña deleitando.
En El conde Lucanor, el empleo de una lengua tan selecta es el resultado de la búsqueda constante de un
estilo personal. La selección del vocabulario, la claridad de la expresión y la concisión nos revelan el gran
afán didáctico del autor.
Se distingue la presencia de un léxico abundante y selecto, la adjetivación precisa y las frases cargadas de
intención. Pero aparecen rasgos de inmadurez lingüística como la constante repetición de la conjunción
copulativa “et...et”. Aparte de esto se aprecia una reiteración del verbo “dezir”, a veces sustituido por los
verbos “contar, preguntar, responder, rogar,...”
El propósito de la obra se expresa claramente en el primer prólogo: se pretende el provecho para aumentar
la fama, la honra y la hacienda – preocupaciones típicas del noble castellano – y además conseguir la
salvación del alma.
El texto original sigue a continuación.
EX11: De lo que contesçió a un deán de Sanctiago con don Illán, el grand maestro de Toledo
Otro día fablava el conde Lucanor con Patronio, et contával’ su fazienda en esta guisa:
–Patronio, un omne vino a me rogar quel’ayudasse en un fecho que avía mester mi ayuda, et prometióme que
faría por mí todas las cosas que fuessen mi pro et mi onra. Et yo començél’ a ayudar cuanto pude en aquel
fecho. Et ante que el pleito fuesse acabado, teniendo él que ya el su pleito era librado, acaesçió una cosa en
que cumplía que la fiziesse por mí, et roguél’ que la fiziesse et él púsome escusa. Et después acaesçió otra
cosa que pudiera fazer por mí, et púsome escusa como a la otra; et esto me fizo en todo lo quel’ rogué que’l
fiziesse por mí. Et aquel fecho porque él me rogó non es aún librado, nin se librará si yo non quisiere. Et por
la fiuza que yo he en vós et en el vuestro entendimiento, ruégovos que me consejedes lo que faga en esto.
–Señor conde –dixo Patronio–, para que vós fagades en esto lo que vos devedes, mucho querría que
sopiésedes lo que contesçió a un deán de Sanctiago con don Illán, el grand maestro que morava en Toledo.
Et el conde le preguntó cómo fuera aquello.
–Señor conde –dixo Patronio–, en Sanctiago avía un deán que avía muy grant talante de saber el arte de la
nigromançía, et oyó dezír que don Illán de Toledo sabía ende más que ninguno que fuesse en aquella sazón; et
por ende vínose para Toledo para aprender de aquella sciençia. Et el día que llegó a Toledo, adereçó luego a
casa de don Illán et fallólo que estava lleyendo en una cámara muy apartada; et luego que legó a él, reçibiólo
muy bien et díxol’ que non quería quel’ dixiesse ninguna cosa de lo porque venía fasta que oviese comido. Et
pensó muy bien de’l et fizol’ dar muy buenas posadas et todo lo que ovo mester, et diol’ a entender quel’
plazía mucho con su venida.
Et después que ovieron comido, apartósse con él, et contól’ la razón porque allí viniera, et rogól’ muy
afincadamente quel’ mostrasse aquella sciençia que él avía muy grant talante de la aprender. Et don Illán
díxol’ que él era deán et omne de grand guisa et que podía llegar a grand estado –et los omnes que grant
estado tienen, de que todo lo suyo an librado a su voluntad, olbidan mucho aína lo que otrie a fecho por ellos–
et él que se reçelava que de que él oviesse aprendido de’l aquello que él quería saber, que non le faría tanto
bien como él le prometía. Et el deán le prometió et le asseguró que de cualquier vien que él oviesse, que
nunca faría sinon lo que él mandasse.
Et en estas fablas estudieron desque ovieron yantado fasta que fue ora de çena. De que su pleito fue bien
assossegado entre ellos, dixo don Illán al deán que aquella sçiençia non se podía aprender sinon en lugar
mucho apartado et que luego essa noche le quería amostrar do avían de estar fasta que oviesse aprendido
aquello que él quería saber. Et tomól’ por la mano et levól’ a una cámara. Et en apartándose de la otra gente,
llamó a una mançeba de su casa et díxol’ que toviesse perdizes para que çenassen essa noche, mas que non las
pusiessen a assar fasta que él gelo mandasse.
Et desque esto ovo dicho, llamó al deán; et entraron entramos por una escalera de piedra muy bien labrada et
fueron descendiendo por ella muy grand pieça, en guisa que paresçía que estavan tan vaxos que passaba el río
de Tajo por çima dellos. Et desque fueron en cabo del escalera, fallaron una possada muy buena, et una
cámara mucho apuesta que ý avía, ó estavan los libros et el estudio en que avían de leer. De que se assentaron,
estavan parando mientes en cuáles libros avían de començar. Et estando ellos en esto, entraron dos omnes por
la puerta et diéronle una carta quel’ enviava el arçobispo, su tío, en quel’ fazía saber que estava muy mal
doliente et quel’ enviava rogar que sil’ quería veer vivo, que se fuesse luego para él. Al deán pesó mucho con
estas nuebas; lo uno, por la dolençia de su tío; et lo ál, porque reçeló que avía de dexar su estudio que avía
començado. Pero puso en su coraçón de non dexar aquel estudio tan aína, et fizo sus cartas de repuesta et
enviólas al arçobispo, su tío.
Et dende a tres o cuatro días llegaron otros omnes a pie que traían otras cartas al deán en quel’ fazían saber
que el arçobispo era finado, et que estavan todos los de la eglesia en su eslección et que fiavan, por la merçed
de Dios, que eslerían a él, et por esta razón que non se quexasse de ir a lla eglesia; ca mejor era para él en
quel’ esleciessen seyendo en otra parte que non estando en la eglesia.
Et dende a cabo de siete o de ocho días, vinieron dos escuderos muy bien vestidos et muy bien aparejados, et
cuando llegaron a él, vesáronle la mano et mostráronle las cartas en cómo le avían esleído por arçobispo.
Cuando don Illán esto oyó, fue al electo et díxol’ cómo gradescía mucho a Dios porque estas buenas nuebas le
llegaran a su casa, et pues Dios tanto bien le fiziera, quel’ pedía por merçed que el deanadgo que fincava
vagado que lo diesse a un su fijo. Et el electo díxol’ quel’ rogava quel’ quisiesse consentir que aquel deanadgo
que lo oviesse un su hermano; mas que él le faría bien, en guisa que él fuesse pagado, et quel’ rogava que
fuesse con él para Sanctiago et que levasse aquel su fijo. Don Illán dixo que lo faría.
Fuéronse para Sanctiago. Cuando ý llegaron, fueron muy bien reçebidos et mucho onradamente. Et desque
moraron ý un tiempo, un día llegaron al arçobispo mandaderos del Papa con sus cartas en cómol’ dava el
obispado de Tolosa, et quel fazía gracia que pudiesse dar el arçobispado a qui quisiesse. Cuando don Illán oyó
esto, retrayéndol’ mucho afincadamente lo que con él avía passado, pidiól’ merçed quel’ diesse a su fijo; et el
arçobispo le rogó que consentiesse que lo oviesse un su tío, hermano de su padre. Et don Illán dixo que bien
entendié quel’ fazía gran tuerto, pero que esto que lo consintía en tal que fuesse seguro que gelo emendaría
adelante. Et el obispo le prometió en toda guisa que lo faría assí, et rogól’ que fuesse con él a Tolosa et que
levasse su fijo.
Et desque llegaron a Tolosa, fueron muy bien reçebidos de condes et de cuantos omnes buenos avía en la
tierra. Et desque ovieron ý morado fasta dos años, llegaron los mandaderos del Papa con sus cartas en cómo le
fazía el Papa cardenal et quel’ fazía gracia que diesse el obispado de Tolosa a qui quisiesse. Entonçe fue a él
don Illán et díxol’ que, pues tantas vezes le avía fallesçido de lo que con él pusiera, que ya aquí non avía logar
del’ poner escusa ninguna que non diesse algunas de aquellas dignidades a su fijo. Et el cardenal rogól’ quel’
consentiese que oviesse aquel obispado un su tío, hermano de su madre, que era omne bueno ançiano; mas
que, pues él cardenal era, que se fuese con él para la Corte, que asaz avía en qué le fazer bien. Et don Illán
quexósse ende mucho, pero consintió en lo que el cardenal quiso, et fuesse con él para la Corte.
Et desque ý llegaron, fueron bien reçebidos de los cardenales et de cuantos en la Corte eran, et moraron ý muy
grand tiempo. Et don Illán afincando cada día al cardenal quel’ fiziesse alguna gracia a su fijo, et él poníal’ sus
escusas.
Et estando assí en la Corte, finó el Papa; et todos los cardenales esleyeron aquel cardenal por Papa. Estonçe
fue a él don Illán et díxol’ que ya non podía poner escusa de non conplir lo quel’ avía prometido. El Papa le
dixo que non lo afincasse tanto, que siempre avría lugar en quel’ fiziesse merçed segund fuesse razón. Et don
Illán se començó a quexar mucho, retrayéndol’ cuantas cosas le prometiera et que nunca le avía complido
ninguna, et diziéndol’ que aquello reçelava en la primera vegada que con él fablara, et pues aquel estado era
llegado et nol’ cumplía lo quel’ prometiera, que ya non le fincava logar en que atendiesse de’l bien ninguno.
Deste aquexamiento se quexó mucho el Papa et començól’ a maltraer diziéndol’ que si más le afincasse, quel’
faría echar en una cárçel, que era ereje et encantador, que bien sabía que non avía otra vida nin otro ofiçio en
Toledo, do él moraba, sinon bivir por aquella arte de nigromançía.
Desque don Illán vio cuánto mal le gualardonava el Papa lo que por él avía fecho, espedióse de’l, et solamente
nol’ quiso dar el Papa que comiese por el camino. Estonçe don Illán dixo al Papa que pues ál non tenía de
comer, que se avría de tornar a las perdizes que mandara assar aquella noche, et llamó a la muger et díxol’ que
assasse las perdizes.
Cuanto esto dixo don Illán, fallósse el Papa en Toledo, deán de Sanctiago, como lo era cuando ý bino, et tan
grand fue la vergüença que ovo, que non sopo quel’ dezir. Et don Illán díxol’ que fuesse en buena ventura et
que assaz avía provado lo que tenía en él, et que ternía por muy mal enpleado si comiesse su parte de las
perdizes.
Et vós, señor conde Lucanor, pues veedes que tanto fazedes por aquel omne que vos demanda ayuda et non
vos da ende mejores gracias, tengo que non avedes por qué trabajar nin aventurarvos mucho por llegarlo a
logar que vos dé tal galardón como el deán dio a don Illán.
El conde tovo esto por buen consejo, et fízolo assí, et fallósse ende bien.
Et porque entendió don Johan que era éste muy buen exiemplo, fízolo poner en este libro et fizo estos viessos
que dizen assí:
Al que mucho ayudares et non te lo conosçiere,
menos ayuda abrás de’l desque en grand onra subiere.

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