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Período Helenístico

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Período helenístico

Se denomina período helenístico o helenismo o periodo alejandrino (por


Alejandro Magno) a una etapa histórica de la Antigüedad cuyos límites cronológicos
vienen marcados por dos importantes acontecimientos políticos: la muerte de
Alejandro Magno (323 a. C.) y el suicidio de la última soberana helenística,
Cleopatra VII de Egipto, y su amante Marco Antonio, tras su derrota en la batalla de
Accio (31 a. C.). Es la herencia de la cultura helénica de la Grecia clásica que recibe
el mundo griego a través de la hegemonía y supremacía de Macedonia, primero con
la persona de Alejandro Magno y después de su muerte con los diádocos (διάδοχοι)
o sucesores, reyes que fundaron las tres grandes dinastías que predominarían en la
época: Ptolemaica, Seléucida y Antigónida. Estos soberanos supieron conservar y
alentar el espíritu griego, tanto en las artes como en las ciencias. Entre la gente culta
y de la aristocracia «lo griego» era lo importante y en este concepto educaban a sus
hijos. El resto de la población de estos reinos tan dispares (Egipto, Siria, Macedonia)
no participaba del helenismo y continuaba con sus costumbres, su lengua y sus
religiones. Las ciudades-estado griegas (Atenas, Esparta, Tebas…) habían llegado al
declive y habían sido sustituidas en importancia por las ciudades modernas de
Alejandría, Pérgamo y Antioquía, cuyo urbanismo y construcción no tenían nada
que ver con las anteriores. En todas ellas se hablaba la lengua griega, en la variante
llamada koiné (κoινή), que es un adjetivo griego que significa «común». Vale decir,
la lengua común o panhelénica, principal vehículo de cultura.

Es considerado como un período de transición entre el declive de la época clásica


griega y el ascenso del poder romano. Sin embargo, el esplendor de ciudades como
Alejandría, Antioquía o Pérgamo, la importancia de los cambios económicos, el
mestizaje cultural y el papel dominante del idioma griego y su difusión son factores
que modificaron profundamente el Oriente Medio antiguo en esta etapa. Esta Venus de Milo. Es una de las
herencia cultural será asimilada por el mundo romano, surgiendo así con la fusión de obras más representativas del
período helenístico. Milo, es una
estas dos culturas lo que se conoce como «cultura clásica», fundamento de la
isla de Grecia, al sur del Mar
civilización occidental. Egeo

El término «helenístico» fue utilizado por primera vez por el historiador alemán
Johann Gustav Droysen en Geschichte des Hellenismus (1836 y 1843), a partir de un criterio lingüístico y cultural, es decir, la
difusión de la cultura propia de las regiones en las que se hablaba el griego (ἑλληνίζειν – hellênizein), o directamente
relacionadas con la Hélade a través del propio idioma, un fenómeno alentado por las clases gobernantes de origen heleno de
aquellos territorios que nunca tuvieron relación directa con Grecia, como pudo ser el caso de Egipto, Bactriana o los territorios
del Imperio seléucida. Este proceso de helenización de los pueblos orientales, y la fusión o asimilación de rasgos culturales
orientales y griegos, tuvo continuidad, como se ha mencionado, bajo el Imperio romano.

Los trabajos arqueológicos e históricos recientes conducen a la revalorización de este período y, en particular, a dos aspectos
característicos de la época: la importancia de los grandes reinos dirigidos por las dinastías de origen griego o macedónico
(Lágidas, Seléucidas, Antigónidas, Atálidas, etc.), unida al cometido determinante de decenas de ciudades cuya importancia fue
mayor que la idea comúnmente aceptada durante mucho tiempo.
Índice
La evolución política del mundo helenístico
La conquista de Alejandro Magno, siglo IV a. C
El período de los diádocos, 323 – 281 a. C.
El equilibrio del siglo III a. C.
El final político del helenismo y el auge romano, siglo II a. C
La monarquía helenística
Culto al rey
Deificación de los ptolomeos
Vasos de la reina
Deificación de los seléucidas
Grecia durante la época helenística
Grecia continental
Grecia insular
Las koiná
Las ciudades
Ciudades seléucidas
Ciudades ptolemaicas
Ciudades atálidas
Los edificios públicos
El ágora
Los pórticos
Teatros
Gimnasios
Los negocios

Religión y filosofía
Las escuelas y academias
Academia Antigua
Academia Media
Academia Nueva
Escuela peripatética
Escuela del escepticismo
Escuela del epicureísmo
Escuela del estoicismo
Cultura helenística
El sabio y la ciencia
Biología y medicina
Judaísmo helenístico
Decadencia y fin
Cronología (400 a. C. – 100 d. C.)
Véase también
Notas
Bibliografía
Enlaces externos

La evolución política del mundo helenístico


La conquista de Alejandro Magno, siglo IV a. C
En el año 336 a. C., a los 20 años de edad, el hijo de Filipo II fue proclamado rey
de Macedonia como Alejandro III, siendo reconocido como el gobernante de
toda la Hélade tras su aplastante victoria sobre Tebas dos años más tarde.
Durante su breve reinado, que duró apenas 13 años hasta el 323 a. C., realizó la
conquista más rápida y espectacular de toda la Antigüedad. El pequeño reino
balcánico, en alianza con algunas polis griegas, se convirtió inesperadamente en
el imperio más grande de la época, tras sojuzgar al Imperio persa de Darío III.
Este soberano aqueménida fue derrotado en cuatro años (334–330) tras tres
batallas: en el río Gránico, en Issos y en la llanura de Gaugamela. Durante los
cuatro años siguientes (hasta el 327 a. C.) Alejandro se dedicó a la lenta y difícil
conquista de las satrapías de Asia Central, además de asegurar, en el 325 a. C., la
dominación macedónica en el valle del río Indo. En ese momento Alejandro,
presionado por sus agotadas tropas, hubo de renunciar a proseguir con su
epopeya, regresando a lo que se había convertido en el núcleo de su imperio,
Mesopotamia. En ese momento sus dominios se extendían desde el Danubio al
Indo y desde Egipto hasta el Sir Daria.

A fin de asegurar su poder en todo el territorio, trató de asociar la clase dirigente Con Alejandro Magno se inició el
período helenístico (siglo IV d. C.).
del antiguo Imperio aqueménida a la estructura administrativa de Macedonia.
Busto hallado en Alejandría, Egipto
Intentó crear una monarquía que asumiera, a la vez, la herencia macedónica y
griega y, por otro, la herencia persa y, en términos generales, la asiática. La
muerte inesperada del rey, víctima probablemente de la malaria a la edad de 32 años, puso fin a esta tentativa original, que fue
muy criticada por el entorno macedónico del soberano.

El período de los diádocos, 323 – 281 a. C.


La prematura muerte de Alejandro supuso que sus herederos directos no tuviesen la edad necesaria como para afrontar la tarea de
gobernar el imperio. De los dos hijos varones de Alejandro, Heracles (hijo de Barsine) tenía 4 años, mientras que Alejandro (hijo
de la princesa bactriana Roxana) no había nacido aún en el momento de la muerte de su padre. De esta forma, los llamados
diádocos, los generales y oficiales de Alejandro a lo largo de la campaña persa, fueron quienes lucharon por el control del imperio
durante 40 años, hasta el año 281 a. C. Las sucesivas guerras en las que se enfrentaron Pérdicas, Ptolomeo, Casandro, Lisímaco,
Antígono y Seleuco, por citar a los más relevantes, acabaron tanto con la cohesión del imperio (repartido finalmente entre los
vencedores) como con los familiares de Alejandro: su madre Olimpia, su hermana Tesalónica, y sus dos hijos.

Las regiones de Grecia, Macedonia y Asia Menor fueron las que


más profundamente se vieron afectadas por las incesantes
campañas militares que enfrentaron a los diádocos, mientras que
la parte oriental del imperio se separó rápidamente, creándose
varios reinos griegos en Bactriana. Los generales prestaron poca
atención a la pérdida de los territorios orientales, puesto que lo
esencial para ellos era hacerse con el control total del imperio
luchando contra sus rivales. La excepción fue Ptolomeo, uno de
El mundo helenístico a la muerte de Alejandro
los compañeros de infancia de Alejandro, del que algunos autores
Magno.
aventuran que era un hijo ilegítimo de Filipo II. Con inteligencia
se apoderó enseguida de Egipto y se apresuró a crear un estado
duradero, renunciando a las ambiciones imperiales que consideraba poco realistas. Fue uno de los principales oponentes a la
causa imperial, convirtiéndose de esta forma en uno de los fundadores del mundo helenístico.
Sin embargo, Antígono y su hijo Demetrio fueron quienes más lucharon por restablecer el Imperio macedónico, llegando a
controlar Anatolia y el Levante mediterráneo antes de ser derrotados por una coalición del resto de los diádocos (excepto
Ptolomeo) en la batalla de Ipso (301 a. C.). Muerto Antígono, Demetrio huyó a Europa, donde consiguió apoderarse
temporalmente de Macedonia, antes de ser derrotado y terminar sus días miserablemente como prisionero de Seleuco. El hijo
mayor de Ptolomeo I, Ptolomeo Cerauno, fue expulsado de Egipto por su padre, refugiándose en casa de su cuñado Lisímaco en
Tracia, y apoderándose de su reino y de Macedonia, tras lo cual llegó a asesinar a Seleuco, que se enfrentaba a él. El Medio
Oriente estaba, por tanto, dominado por las ambiciones de estos generales, que con presteza se coronaban reyes, apoyados por sus
tropas, constituidas generalmente por mercenarios griegos y macedonios.

El equilibrio del siglo III a. C.


De esta forma, se estableció en el siglo III a. C. un precario equilibrio entre las tres
dinastías descendientes de los diádocos, (los llamados epígonos —επιγονος—, 'los
nacidos después' o 'sucesores') que se repartieron los territorios de forma poco
homogénea y aun forzada. Macedonia y la Grecia continental fue gobernada por los
descendientes de Antígono (los Antigónidas); Egipto, Chipre y Cilicia por los
Lágidas; y Asia Menor, Siria, Mesopotamia y Persia occidental conformaron el poco
homogéneo Imperio seléucida.

Al lado de las tres monarquías principales, coexistían otros reinos más pequeños,
pero que desempeñaron un papel destacado, como el reino de Pérgamo, controlado
por los Atálidas; el reino del Epiro, en la actual Albania; los reinos del Ponto y de
Bitinia, en Anatolia; o el que fundó Hierón II en Siracusa, en la Magna Grecia.

Es preciso añadir además las confederaciones de ciudades que se oponían a los


intereses de otros reinos mayores, especialmente a Macedonia, como fueron la Liga
Aquea y la Liga Etolia, que desempeñaron un importante papel en la zona egea hasta
Ptolomeo I Sóter, amigo y
la conquista romana. Algunas de estas ciudades llegaron incluso a preservar
general de Alejandro Magno,
completamente su independencia y a mantener relaciones en pie de igualdad con los
heredó Egipto y completó lo
reinos helenísticos, como es el caso de Rodas. planificado, especialmente en
Alejandría. Su reinado y
descendencia se conoce como
El final político del helenismo y el auge romano, siglo dinastía ptolemaica, cuya última
II a. C reina fue Cleopatra (caída ante
Roma). Busto en el Museo del
A finales del siglo II a. C., y tras 150 años de enfrentamientos y debilitamiento de Louvre.
todas las ciudades, Grecia cayó finalmente bajo la dominación romana. Fue a
principios del siglo II a. C. cuando Roma intervino realmente en Oriente. En
principio se enfrentó militarmente a los antigónidas, concretamente a Antíoco III Megas, el más importante de los soberanos
helenísticos antes de Mitrídates y Cleopatra. La derrota de Antíoco fue decisiva en la pérdida de influencia política de los
seléucidas en Asia Central, en Persia y, por último en Mesopotamia. Antíoco III fue el último rey seléucida que todavía poseía los
medios para dirigir una expedición hasta los límites de la India. Durante el reinado de su hijo, los seléucidas no consiguieron
dominar la insurrección de los Asmoneos en Palestina, que consiguieron instaurar un reino judío independiente. La irrupción de
los partos aceleró la descomposición política y, a principios del siglo I a. C., los soberanos seléucidas ya sólo gobernaron en Siria.

Después de su victoria sobre los seléucidas, Roma promovió un lento y complejo proceso de desgaste sobre los reinos
helenísticos, con la complicidad de varias ciudades griegas y del reino de Pérgamo, asegurándose tras dos siglos el completo
dominio del Mediterráneo oriental. El acto final de esta conquista fue la lucha que enfrentó a Octaviano (César Augusto) contra
Marco Antonio y su aliada, la última soberana de Egipto, Cleopatra VII. Tras ser derrotados en Accio, ambos se suicidaron ante
la inminente victoria de Octaviano (30 a. C.).

No obstante, la penetración romana en el Oriente helenístico no se produjo sin resistencia, y los romanos precisaron no menos de
tres guerras para doblegar al rey del Ponto, Mitrídates VI, en el siglo I a. C. El general Cneo Pompeyo Magno suprimió en el
63 a. C. el debilitado reino seléucida, reducido al territorio de Siria, reorganizando el Oriente, según el orden romano. El mundo
helenístico se convirtió desde entonces en el campo de batalla donde se definieron las ambiciones de los diversos generales de la
República romana, como sucedió en Farsalia, Filipos o Accio, donde se impuso finalmente Octaviano.

La monarquía helenística
La monarquía helenística era personal, lo cual significaba que podía llegar a ser soberano cualquiera que, por medio de su
conducta, sus méritos o sus acciones militares, pudiese aspirar al título de basileus. En consecuencia, la victoria militar era, la
mayoría de las veces, el acto que legitimaba el acceso al trono, permitiendo así reinar sobre una provincia o un estado. Seleuco I
utilizó la ocupación de Babilonia en 312 a. C. para legitimar su presencia en Mesopotamia, o su victoria en 281 a. C. sobre
Lisímaco para justificar sus reivindicaciones sobre el Bósforo y Tracia. Asimismo, los reyes de Bitinia sacaron provecho de la
victoria en 277 a. C. de Nicomedes I sobre los gálatas para afirmar sus pretensiones territoriales.

Esta monarquía personal no tenía reglas de sucesión precisas, por lo cual eran frecuentes querellas incesantes y asesinatos entre
los muchos aspirantes. Tampoco existían leyes fundamentales ni textos que determinaran los poderes del soberano, sino que era el
propio soberano quien determinaba el alcance de su poder. Este carácter absoluto y personal era, a la vez, la fuerza y la debilidad
de estas monarquías helenísticas, en función de las características y la personalidad del soberano. Por tanto, fue necesario crear
ideologías que justificaran la dominación de las dinastías de origen macedonio y de cultura griega sobre los pueblos totalmente
ignorantes de esta civilización. Los lágidas pasaron, de este modo, a ser faraones ante los egipcios y tenían derecho a aliarse con
el clero autóctono, otorgando espléndidas donaciones a los templos.

En cuanto a los pueblos de origen griego y macedónico que también gobernaban, los soberanos helenísticos debían mostrar la
imagen de un rey justo, que asegurase la paz y el bienestar de sus pueblos, existiendo así la noción de evergetes, el rey como
benefactor de sus súbditos. Una de las consecuencias, acaecida ya en el reinado de Alejandro Magno, fue la divinización del
soberano, a quien rendían honores los súbditos y las ciudades autónomas o independientes que habían sido favorecidas por el rey,
lo que permitió reforzar la cohesión de cada reino en torno a la dinastía reinante.

La fragilidad del poder de los soberanos helenísticos les obligaba a una incesante actividad. En primer lugar era necesario vencer
militarmente a sus adversarios, por lo que el periodo se caracterizó por una serie de conflictos entre los propios soberanos
helenísticos o contra otros adversarios exteriores, como los partos o la incipiente Roma. Los soberanos se veían obligados a viajar
constantemente a fin de instalar guarniciones, a la vez que erigían ciudades que controlasen mejor las divisiones administrativas
de sus reinos, siendo sin duda Antíoco III el monarca helenístico que más viajó entre Grecia, Siria, Egipto, Mesopotamia, Persia y
las fronteras de India y Asia Menor, antes de morir cerca de la ciudad de Susa en 187 a. C. A fin de mantener sus armadas y
financiar la construcción de las ciudades, fue indispensable que los soberanos desarrollaran una sólida administración y
fiscalidad. Los reinos helenísticos se convirtieron así en gigantescas estructuras de explotación fiscal, erigiéndose en herederos
directos del Imperio Aqueménida. Este trabajo agotador, al que se unían las incesantes quejas y recriminaciones (ya que el rey era
también juez para sus súbditos) hicieron exclamar a Seleuco I:

Si las gentes supieran cuánto trabajo conlleva el escribir y leer todas las cartas, nadie querría ocupar
una diadema, aunque se arrastrara por el suelo.

Plutarco, Moralia, «Si la política es el quehacer de los ancianos», II


Alrededor de estos soberanos gravitaba una corte en la que el cometido de los favoritos se volvió gradualmente preponderante.
Por regla general, eran los griegos y los macedonios los que casi siempre ocuparon el título de amigos del rey (philoi). El deseo
de Alejandro Magno de asociar las elites asiáticas al poder fue abandonado, por lo que esta dominación política greco-
macedónica adquirió, en muchos aspectos, la apariencia de una dominación colonial. Para conseguir unos colaboradores fieles y
eficaces, el rey tenía que enriquecerlos con donaciones y dominios pertenecientes al dominio real, lo cual no impidió que algunos
favoritos mantuvieran una dudosa fidelidad, y en ocasiones, especialmente en caso de una minoría de edad real, ejercer
efectivamente el poder. Son los casos de Hermias, del que Antíoco III no pudo deshacerse fácilmente, o Sosibio en Egipto, al que
Polibio achacó una reputación siniestra.

Estos reyes disponían de un poder absoluto, pero estaban sometidos a múltiples obligaciones, como asegurar sus fronteras, vencer
a sus enemigos y poner a prueba su naturaleza real por medio de su comportamiento, legitimando su función por la divinización
de su persona. En la época clásica, el modelo de la monarquía, rechazada por los filósofos griegos, era asiático; en la época
helenística era griego.

Culto al rey
La monarquía helenística se apoyó en una aristocracia creada por el propio rey y desarrolló un carácter especialmente
cosmopolita, muy lejos de la anterior nobleza solariega. En adelante el rey no sería elegido libremente por sus ciudadanos. Los
reyes helenísticos y sus nobles fueron elegidos por el propio rey pero para llevar a cabo con éxito y ante el pueblo tal sistema,
insistieron en la idea de la divinidad, es decir, el rey tenía derecho a gobernar y a seleccionar la nobleza porque su poder lo había
obtenido a través de su linaje divino y porque él mismo era en cierto modo un dios. El paso siguiente fue iniciar el culto al rey.

Este sistema de divinización fue más político que religioso y tenía sus antecedentes en el pensamiento griego anterior con
ejemplos de veneración a héroes y otros personajes mortales que se convirtieron en deidades después de su muerte, como es el
ejemplo de Asclepio y otras figuras menores que habían sido jefes militares o fundadores de ciudades. La deificación o apoteosis
en vida de los reyes helenísticos nunca o casi nunca fue un asunto puramente religioso o espiritual; nadie fue a rezar o a pedir
gracias especiales a ninguno de estos personajes. Sin embargo fue necesario establecer el poder político en seres considerados por
sus súbditos como dioses.

El culto al rey había empezado ya en la figura de Alejandro Magno que fue reconocido como un mortal realizador de grandes
hazañas y descendiente de Heracles, confirmado en el oráculo de Siwa como hijo del propio Zeus-Amón. La deificación de
Alejandro en vida le sirvió en muchas ocasiones como aprobación y reconocimiento legal de su poder real. El propio Alejandro se
tomaba su deificación como algo muy serio. Después de su muerte muchas de las ciudades helenísticas siguieron este proceso,
deificando a algunos de sus diádocos, como ocurrió con Demetrio Poliorcetes, Antígono II Gónatas, Lisímaco de Tracia,
Casandro de Macedonia, Seleuco I Nicátor y Ptolomeo I.

Deificación de los ptolomeos


Ptolomeo I nunca pidió honores divinos pero su hijo Ptolomeo II organizó la ceremonia de la apoteosis para su padre y su madre
Berenice, con el título de Dioses Salvadores (Sóter). Más tarde, hacia el año 270, Ptolomeo II y su esposa Arsínoe fueron
deificados en vida con el título de Dioses hermanos (Filadelfo). Se sabe que se les rindió culto en el santuario de Alejandro
Magno que aún existía, donde su diádoco Ptolomeo I había depositado el cuerpo (en la actualidad es un misterio el paradero de
este santuario).

Los reyes y reinas sucesores de Ptolomeo II fueron deificados inmediatamente después de su ascenso al trono, con ceremonias de
apoteosis en que podía verse la influencia de la religión y tradición egipcias. En el Egipto helenístico el culto al rey fue una fusión
entre las tradiciones griegas para la deificación política y las tradiciones egipcias, con una gran carga religiosa.

Vasos de la reina
Son unas jarras de cerámica vidriada, fabricadas en serie, que se utilizaban en las fiestas que se hacían para el culto de los reyes.
Se levantaban altares provisionales donde se hacían las ofrendas. Las libaciones de vino se depositaban en estas jarras especiales
que solían estar decoradas con el retrato de la reina que ocupaba el trono en ese momento. En el entorno artístico se llaman vasos
de la reina porque siempre viene representada la reina, con una cornucopia en la mano izquierda y un plato de libaciones en la
derecha, con un altar y un pilar sagrado. Los relieves descritos iban acompañados con inscripciones que servían para identificar a
la reina representada. Algunas de estas jarras o vasos han aparecido en distintas tumbas. Estos ejemplares se pueden fechar desde
Ptolomeo II hasta el año 116 a. C. El vestido de las reinas es fundamentalmente griego: llevan un quitón sin mangas y un
himatión enrollado alrededor de la cintura y recogido sobre el brazo izquierdo.

Deificación de los seléucidas


A la muerte de Seleuco I su hijo Antíoco I Sóter preparó la ceremonia para su apoteosis. Más tarde se fundó un sacerdocio
especializado para el culto del monarca vivo y de sus antepasados. Los reyes de Pérgamo dijeron ser descendientes del dios
Dioniso. Estos reyes eran venerados en vida pero sólo después de su muerte recibían el título de theos. Antíoco III en el 193 a. C.
creó una comunidad de sacerdotisas que serían las encargadas del culto a su esposa Laodice. Una de las normas dictadas por este
rey para dichas sacerdotisas fue que en su indumentaria debían llevar una corona de oro decorada con retratos de la reina.

Grecia durante la época helenística

Grecia continental
Aparentemente, algunas ciudades de la Grecia independiente, como Atenas y Corinto, conservaban su autonomía, sus
instituciones y sus tradiciones. Los problemas sociales que iban surgiendo, más el empobrecimiento paulatino hicieron que esta
Grecia clásica, no perteneciente a los estados helenísticos, fuera sufriendo una crisis tras otra hasta la intervención de Roma.

En Atenas, perdido el espíritu democrático, se asistió a una disminución del comercio tras el fin de las cleruquías
(reparto de tierras a los pobres) y del puerto de El Pireo como escala estratégica de las rutas comerciales. La
última crisis económica se dio a partir del saqueo de la ciudad por el ejército de Sila en el 86 a. C., que originó el
descenso de los salarios, el abandono de los cultivos y las limitadas exportaciones de artículos como vino,
aceite y algunos productos de lujo a precios muy bajos. Consecuencias lógicas de la situación fueron el
empobrecimiento del pueblo y el descenso de la natalidad. Estas circunstancias favorecieron el mercenariado, el
bandolerismo y la piratería como formas de subsistencia.

Sin embargo, subsistió un cierto aire intelectual con ayuda de las fiestas, sobre todo las
dionisíacas y los Misterios eleusinos, durante las cuales se representaban comedias
nuevas, y a las que acudían los reyes y gobernantes helenísticos de Asia y Egipto. Las
escuelas filosóficas tampoco perdieron su atractivo y siguieron siendo las más brillantes
del mundo conocido. En época romana, Atenas llegaría a ser el equivalente de una
ciudad universitaria.

En Esparta hubo un resurgir de los tiempos arcaicos, un intento revolucionario para comenzar de nuevo un
Estado, movimiento encabezado por los reyes Agis IV y Cleómenes III. Se abolieron las deudas, se crearon
nuevas clases de ciudadanos, se repartieron tierras y se organizó una nueva milicia que obtuvo algunos éxitos
hasta que fueron vencidos en el 222 a. C. por la Liga Aquea. Cleómenes fue sucedido por el rey Nabis, que fue
el último hasta la intervención de Roma.

Grecia insular
Las islas griegas mantuvieron una cierta prosperidad gracias a las importantes vías creadas para el intercambio entre Asia, Egipto
y Occidente. Contaban sin embargo con la constante inseguridad provocada por los piratas de regiones como Iliria, Creta y
Cilicia.
Respecto a Cos, su economía se basaba en la producción del vino, en la manufactura de cerámicas y en la
fabricación de la bombicina,1 una seda especial que teñían de púrpura. En esta isla se encontraba una escuela
de medicina reconocida en todos los estados helenísticos.

Rodas fue capaz de mantener en pleno período helenístico su estatus de polis. Se consideraba como una
república de comerciantes que se comportaban con inteligencia con aquellos extranjeros que ayudasen a
aumentar su posición económica. Los tres puertos de Rodas, construidos con grandes diques y buenos
arsenales, y situados estratégicamente frente a Alejandría y la costa egea asiática, desarrollaron el papel que
antaño desempeñara El Pireo. La república rodia poseía además una importante marina de guerra que sabía
mantener firmes a los piratas, y se regía por la llamada Lex Rhodia (ordenación helenística del comercio
mediterráneo), convirtiéndose así en un enclave vital para el resto de las ciudades mediterráneas.

En el plano cultural, resplandecieron en Rodas las artes y las ciencias. Se organizó un


gran foco cultural donde acudían sobre todo jóvenes discípulos romanos de la
aristocracia. Tuvo grandes maestros de retórica, empezando por Esquines (orador
enemigo de Demóstenes), de ciencias como Posidonio de Apamea y muy buenos
escultores que crearon escuela.

En cuanto a Delos, obtuvo su independencia en el 314 a. C. de Atenas, siendo gobernada mediante una
constitución democrática. No obstante, en el año 166 a. C. la intervención de Roma devolvió la isla a manos de
Atenas, quien la convirtió en una cleruquía. A partir de este momento su prosperidad fue en aumento, siendo
declarada puerto franco, al cual llegaban mercancías de todas partes, a través de Alejandría y de los puertos
sirios y fenicios.

Delos contaba además con enormes riquezas guardadas en sus templos, razón por la
que pronto los sacerdotes se convirtieron en verdaderos banqueros, conocedores de
elaboradas técnicas económicas. Adoptaron como una de las principales actividades el
cambio y las tasas de interés, generalmente al 10 por ciento. El empleo de la letra de
cambio, el cheque y las transferencias fue práctica habitual. Otra fuente de ingresos fue
el gigantesco mercado de esclavos, en el cual podían llegar a venderse 10 000 por día,
tal como menciona Estrabón.

Al amparo de esta prosperidad y grandeza, la población cambió radicalmente: todos los


nativos fueron deportados a Acaya, quedando en su lugar los colonos de Atenas, los del
Mediterráneo, itálicos, orientales, comerciantes y banqueros de todo el mundo conocido.
Todos ellos formaban grupos bien diferenciados en cuanto a costumbres y religión, pero
mantenían entre sí buenas relaciones. Se trataba de una burguesía mercantil, cuyas
casas estaban decoradas lujosamente y donde podía contemplarse el arte helenístico en
todo su apogeo. Tal prosperidad se alargó hasta el siglo I de nuestra era, hasta los
saqueos y masacres cometidas por Menofaneses, general de Mitídrates IV de Partia,
quien ordenó a sus soldados que mataran a todos los griegos, sin que importase su
edad. Los habitantes que no eran griegos abandonaron la isla, dejándola desierta, lo que
aceleró su ruina.

Las koiná
Las koiná (κoινά, plural de koinón, κoινόν) fueron los estados federales, también llamados ligas, formados por las ciudades más
pequeñas. Estas confederaciones surgieron como una forma de protección y resistencia frente a los gobernantes de Macedonia, el
poder hegemónico de este período, y al que sólo hacían frente estas ligas federales. Fueron dos las más influyentes durante el
periodo helenístico, el Koinón Etolio (o Liga Etolia) y el Koinón Aqueo (o Liga Aquea).

El Koinón Etolio llegó a ser un estado federal muy extenso, agrupando Acarnania, Lócrida occidental y Tesalia.
En las asambleas se agrupaban todos los ciudadanos de cada ciudad aliada, celebrándose dos sesiones al año,
eligiéndose al jefe o estratega para un mandato anual. El koinón etolio demostró constantemente una gran
hostilidad hacia el poder de Macedonia. El declive etolio comenzó al mismo tiempo que el progreso romano,
hasta que en el 189 a. C. perdieron su independencia finalmente.
El Koinón Aqueo fue el rival del Koinón Etolio. Tras apoderarse de Corinto, fue poco a poco anexionándose todo
el Peloponeso, absorbiendo también a la ciudad de Esparta. En un principio este koinón fue aliado de Roma, la
cual nunca confió en esta liga. En el 146 a. C. se declararon abiertamente enemigos de Roma, quien arrasó
Corinto en respuesta, quedando la liga disuelta. Al igual que su rival etolio, su principal enemigo fue el reino de
Macedonia. Contaba con una asamblea a la que podían asistir todos los ciudadanos de la confederación, con
cuatro sesiones al año en el santuario de Zeus, situado en el nomo de Aigio (llamada Egio hasta 1991). Su jefe o
estratega era también designado anualmente.

Las ciudades
Los sucesores de Alejandro tuvieron buen cuidado en seguir el espíritu que su gran general les había infundido: helenizar el
Oriente y llevar hasta los confines conquistados la civilización griega a la que consideraban la mejor (si no la única) para el
hombre. Durante la etapa del griego clásico los grandes centros urbanos fueron llamados polis (Atenas, Siracusa, Corinto), que
eran verdaderos Estados independientes. Las nuevas ciudades del mundo helenístico contaban con una autonomía jurídica y
financiera, estaban gobernadas por magistrados, pero ya no era el Estado independiente sino que todas ellas dependían de un
gobernador nombrado por el rey, llamado epistates. Por otra parte los reyes de los territorios helenísticos participaban
personalmente con su fortuna en el embellecimiento y engrandecimiento de muchas de estas ciudades, siendo los principales
mecenas de la construcción de edificios públicos o de la reconstrucción o restauración. Todas estas ciudades con su régimen de
vida y su política reformada en gran medida favorecieron el auge económico y como consecuencia, el tesoro real.

Aunque en el fondo la política administrativa fue casi la misma en los reinos helenísticos, y el afán de conservar y extender la
cultura griega era un lazo de unión, cada reino dotó a sus ciudades de un estilo propio y diferente. No siempre la fundación de
estas ciudades partió de la nada. Dentro del concepto fundacional se puede incluir un simple cambio de nombre de una ciudad ya
existente (con añadidos y mejoras) o la transformación de un pueblo pequeño indígena en una ciudad próspera.

El trazado de las ciudades era la consecuencia de un estudio bastante serio. Además de la belleza y el sentido práctico se tenían en
cuenta muchos más detalles que se conocen en la actualidad gracias a las inscripciones de reglamentos municipales descubiertas
en los yacimientos arqueológicos. Se daban normas para la anchura de las calles, para la distancia entre las viviendas, para la
construcción de acueductos, recogida de basura, etc.

Ciudades seléucidas
El primero de los reyes, Seleuco I Nicátor fundó 16 ciudades a las que dio el nombre de Antioquía en recuerdo de su padre
llamado Antíoco. Y con otros nombres diversos llegó a fundar hasta 60. Su hijo, Antíoco I Sóter, siguió multiplicando la
fundación de ciudades y más tarde, en época de Antíoco IV Epífanes, hubo otro gran impulso de construcción.

La fundación de una ciudad nueva, desde un punto de vista urbanístico, seguía las reglas difundidas por el filósofo y arquitecto
griego Hipódamo de Mileto hacia el año 480 a. C. y que aconsejan un proyecto cuadrilátero con calles cortadas en ángulo, con
zonas que puedan ocupar los servicios, los edificios oficiales, templos y con otras zonas dedicadas a vivienda. Las mejores
ciudades seléucidas son las construidas en Siria y de todas ellas las más conocidas y estudiadas son Antioquía (en la orilla
izquierda del río Orontes, navegable hasta el mar) y Apamea, situada más al norte de Antioquía.

En la antigua Mesopotamia surgieron zonas de gran actividad urbanística donde aparecieron Antioquía-Edesa, Antioquía-Nisibis,
Dura Europos, Seleucia del Tigris y Babilonia.

Ciudades ptolemaicas
Alejandría fue la ciudad capital de los ptolomeos y la que más importancia tuvo durante el periodo helenístico. Fundada por el
propio Alejandro Magno fue durante muchos siglos la referencia a la grandiosidad y actividad económica así como el gran centro
del estudio de las ciencias y de las artes.

Ptolomeo I Sóter fundó Náucratis y Ptolemaida, pero Alejandría siguió siendo la ciudad por excelencia.
Ciudades atálidas
La capital de los atálidas fue Pérgamo, una ciudad que quiso ser la Atenas de los tiempos clásicos. Tuvo una gran biblioteca y un
museo de escultura donde se dice que nació la crítica de arte. Los arquitectos siguieron en Pérgamo las mismas normas de
Hipódomo de Mileto, pero el enclave que ofrecían los terrenos hizo que los constructores se lucieran edificando una ciudad
totalmente distinta, con la acrópolis en todo lo alto y el perímetro urbano dividido en tres terrazas, cada una con sus templos, que
se unían entre sí por una original vía trazada en zigzag y con grandes escaleras.

Los edificios públicos


Como en épocas anteriores, los edificios públicos fueron un capítulo importante en estas ciudades helenísticas, adaptándolos a la
necesidad de los tiempos, pero siguiendo siempre el modelo griego que tanto admiraban.

El ágora
Se prestó gran atención a este espacio público que en tiempos anteriores se había limitado a ser una simple plaza de mercado. Los
pórticos vinieron a configurar este espacio, favoreciendo su aspecto, dándole nueva y mejor prestancia. El ágora se empezó a
construir de acuerdo con un plan hipodámico (calles trazadas en ángulo recto), es decir, se acotó un espacio rectangular y
porticado en varios de sus lados. Fueron ágoras diseñadas con amplitud, donde se reunía la actividad comercial que podía
disfrutar de un espacio suficiente y cómodo. Cada ciudad tenía al menos una, según sus necesidades. En Delos se construyeron
varias ágoras en las cercanías del puerto. En Atenas también se modificó este espacio y se embelleció con tres nuevos pórticos,
uno de ellos ofrecido a Átalo II.

Los pórticos
La construcción de pórticos fue una moda que se extendió de manera asombrosa por todas las ciudades. La sensación de
magnitud y suntuosidad que ofrecían estas grandes obras hicieron que las ciudades que poseían un pórtico fueran las más bellas y
armoniosas. Pero además se consideraban de gran utilidad dando cobijo en las horas de mucho sol o en los días de lluvia. Los
pórticos monumentales de las ciudades importantes llamaron enseguida la atención de los romanos cuando tuvieron contacto con
ellas en sus conquistas de Oriente. Muchos historiadores y críticos de arte, como José Pijoán, opinan que fue a la vista de estos
pórticos cuando los romanos desarrollaron el gusto por el arte griego. Muchas veces se construía un pórtico por el capricho de
embellecer un santuario, el rincón de una ciudad o por delimitar un ágora.

Teatros
Los teatros también se multiplicaron. Se construyeron a la antigua usanza, generalmente adosados a la ladera de una colina o
elevación del terreno. En esta época tuvieron una modificación que dio lugar al escenario permanente donde actuaban los actores.
Anteriormente éstos se situaban sobre una plataforma que se colocaba en el momento de la actuación delante del proscenio. Uno
de los teatros que más información puede dar al respecto es el de Priene del año 150 a. C.

Gimnasios
Éste fue el complejo arquitectónico más difundido en el mundo helenístico. No hubo ciudad o poblamiento por muy humilde que
fuera que no tuviese construido su gimnasio. El gusto por los ejercicios físicos (heredado de los griegos) fue general en este
periodo y fue parte de la educación de los jóvenes. Además, en el complejo gimnástico no sólo se realizaban ejercicios físicos
sino que se daban enseñanzas diversas, conferencias, y se organizaban lo que hoy se llamaría «actos culturales». Los edificios
solían estar rodeados de grandes jardines con bonitos y agradables paseos donde los discípulos escuchaban las charlas de sus
maestros filósofos. Tampoco olvidaron el tema religioso, de manera que los gimnasios fueron protegidos y dedicados a un dios o
en algunos casos a un héroe como Hermes o Heracles.
Estos centros fueron de una gran ayuda para la educación de los nativos, sobre todo en Asia. Acudían a ellos con gran entusiasmo
y deseos de aprender. Llegaron a formar asociaciones que de manera general eran llamadas apo tou gymanasiou ('los que salen
del gimnasio').

Los negocios
El mundo de los comerciantes y de los negocios también tuvo necesidad de enclaves especiales. Se construyeron edificios
comparables con las cámaras de comercio y otros menos importantes pero igualmente necesarios como almacenes y despachos.
Las excavaciones de Delos han dado abundante información sobre estos edificios, en especial sobre el conjunto de los
Posidoneístas de Bertos, actual Beirut, que poseían un importante complejo formado por una lujosa residencia llena de obras de
arte, y sobre el otro conjunto de los Negotiatiores itálicos con un ágora particular, tiendas, despachos y demás dependencias. Los
romanos lo imitarían en época imperial en Ostia con la Plaza de las corporaciones.

Religión y filosofía
La religión consistía en una suerte de sincretismo entre el panteón clásico, los
dioses locales y las deidades del antiguo Oriente. Entre las divinidades propias
de este período destacan la diosa Tique (Τύχη) y el dios grecoegipcio Serapis
(Σέραπις). Asimismo, cobraron gran relevancia los cultos de Isis, Dionisos y
Cibeles.

La filosofía, que en épocas anteriores abarcaba todos los saberes, se desmembró


paulatinamente de las ciencias empíricas y se quedó como ciencia del
pensamiento cuya preocupación se inclinó más a los problemas individuales que
a la propia naturaleza del mundo. En este período surgieron varias sectas y
escuelas filosóficas de entre las que cabe mencionar:

Cínicos
Cirenaicos
Epicúreos
Escépticos
Estoicos
Megáricos
Ilustración de la Tique de Antioquía
de Eutíquides, circa 300 a. C.
Las escuelas y academias
La mayor parte de las escuelas del siglo IV subsistieron en época helenística. La
escuela de Platón continuó la obra filosófica y la Academia sobrevivió hasta el siglo I a. C., recibiendo en distintas etapas
distintos nombres.

Academia Antigua
Su característica es seguir siendo fiel al maestro Platón. Después de este filósofo los directores de la Academia fueron: su sobrino
Espeusipo (407–339 a. C.) durante ocho años, su discípulo Jenócrates (c. 395–314 a. C.) que fue director hasta su muerte,
Polemón (351–270 a. C.) que estuvo al frente desde el 314 hasta su muerte y el tebano Crates.

Academia Media
Se caracteriza por la introducción del escepticismo y sus directores fueron el escéptico Arcesilao de Pitane en Eolia (c. 315–
240 a. C.) (fue maestro de Eratóstenes), Carnéades de Cirene (214–129 a. C.) que había estudiado en la propia Academia con
Hegesino, Clitómaco de Cartago, filósofo cartaginés discípulo del anterior y Metrodoro de Estratonicea.

Academia Nueva
Sus filósofos se centran más en el eclecticismo, abandonando las teorías del escepticismo. Su director fue Filón de Larisa (150–
83 a. C.) que departió sus enseñanzas en Roma y tuvo como discípulo a Cicerón sobre quien ejerció una gran influencia; su
discípulo Antíoco de Ascalón fue su rival en la dirección de la Academia. Después tuvo lugar el neoplatonismo de Plotino cuyo
máximo exponente fue Proclo.

Escuela peripatética
La escuela de Aristóteles se vio engrandecida con el gran impulso que le dio el orador Arcesilao, fundador de la Academia
Nueva. Su doctrina rechazaba el dogmatismo de los estoicos y trataba de demostrar que lo más importante era buscar y descubrir
lo más verosímil o probable.

Teofrasto de Éreso (370–287 a. C.), alumno de Aristóteles y colaborador, fue también su sucesor en la escuela peripatética que
experimentó un gran desarrollo a partir de su ingreso y colaboración.

Escuela del escepticismo


El escepticismo se desarrolló en gran medida durante el periodo helenístico aunque no hubo ninguna auténtica figura que lo
representase, pero la escuela se mantuvo muy activa aun después de la conquista romana dándose el caso de que sus mejores
representantes son de la época imperial: Enesidemo de Cnoso (en Creta), maestro en Alejandría y Sexto Empírico, perteneciente
además a la escuela médica empírica.

Escuela del epicureísmo


Epicuro (341–270) compró en Atenas una casa con huerto o jardín que se convirtió en el lugar de encuentro de sus alumnos, que
acabaron llamando al sitio «El Jardín». Uno de los fines que llevó a Epicuro a la utilización de esta sede nueva fue el de oponerse
a la influencia de la Academia heredera de las enseñanzas de Platón. El epicureísmo intentaba dar solución al problema de la
felicidad. Los epicúreos buscaban la paz consigo mismos para lo que elaboraron un método que pretendía combatir la tristeza, la
angustia, el aburrimiento y las preocupaciones inútiles que llegaban a acongojar al ser humano.

Escuela del estoicismo


Su creador fue Zenón de Citio (335–263), un semita comerciante que optó por dedicarse a la filosofía. Su doctrina se llamó
también doctrina del pórtico, stoa en griego, de donde le viene el nombre de estoicismo. Se trataba del Pórtico de Poecile en
Atenas, lugar donde se reunían sus discípulos. A su muerte la escuela fue dirigida por Cleantes de Aso (ciudad de la Tróade) y
Crisipo de Solos quienes coordinaron y ordenaron sus teorías. Estos tres filósofos enseñaron lo que después se ha llamado antiguo
estoicismo o estoicismo antiguo. En el siglo II se renovaron las teorías con el nombre de estoicismo medio siendo uno de sus
mejores representantes Diógenes de Babilonia, nacido en Seleucia del Tigris, seguido por su discípulo Crates de Mallos y después
Blosio de Cumas que fue maestro de Tiberio Graco. En la segunda mitad del siglo II a. C. destacan dos grandes pensadores y
maestros del estoicismo medio: Panecio de Rodas (180–110 a. C.) y Posidonio de Apamea de Orontes (155–51 a. C.).

Cultura helenística
Las grandes ciudades se convirtieron, en este período, en los centros del saber, de las ciencias y del arte. A partir del siglo IV, la
mayoría de los artistas fueron griegos de las colonias de Asia. Se dio un gran avance en el mundo de las ciencias, medicina,
astronomía y matemáticas. Estas últimas fueron disciplinas estudiadas y enseñadas por grandes sabios como Euclides, Apolonio,
Eratóstenes, Arquímedes, etc.

Nació la filología en todos los aspectos abarcables. Muchos bibliotecarios y hombres de letras dedicaron su vida y sus estudios a
dar forma a las obras literarias, a la gramática, las palabras, la crítica literaria, clasificación de libros, etc.

En literatura, se siguieron los modelos clásicos. Son dignos de mención los nombres de Calímaco de Cirene y de su discípulo
Apolonio de Rodas.

Con respecto a las artes plásticas, el período helenístico alcanzó una grandiosidad y una madurez que no tuvo nada que envidiar
al período anterior. Célebres monumentos, entre los que se encuentran dos de las llamadas por los romanos «Siete Maravillas del
Mundo», se construyeron en esta época: el Faro de Alejandría y el Coloso de Rodas. Asimismo cabe mencionar otras
importantísimas obras como el Templo de Apolo, cerca de Mileto y el Altar de Zeus en Pérgamo.

Hubo también muchos y buenos pintores entre los que se destacó Apeles, el pintor de Alejandro Magno.

En el período comprendido entre el siglo II a. C. y el I a. C., salieron a la luz las esculturas más famosas:

Apolo de Belvedere
Victoria alada de Samotracia
Diana cazadora
Venus de Milo (Milo es una isla situada al sureste de Grecia, en el archipiélago de las islas Cícladas)
Relieves del altar de Zeus en Pérgamo
Sin olvidar las de otros siglos como:

Gálata Ludovisi (225 a. C.), de la Escuela de Pérgamo


Gálata moribundo (225 a. C.), de la Escuela de Pérgamo
Alegoría del Nilo, de la Escuela neoplatónica de Alejandría
El ámbito de las joyas tuvo su estilo propio aunque ligeramente influenciado por la etapa anterior. Se pusieron de moda los
colgantes con formas de victorias aladas, palomas, ánforas y cupidos, utilizando para su elaboración las piedras de colores, sobre
todo el granate. También se utilizaban otras gemas para hacer figuras en miniatura, como el topacio, ágata y amatista. El vidrio
entró en los talleres de los artistas como sustituto de las piedras preciosas y con este material confeccionaban toda clase de
objetos, sobre todo camafeos.

El sabio y la ciencia
Durante el periodo helenístico las ciencias tal y como las entendemos hoy se independizaron de la filosofía, concepto éste que en
la antigüedad comprendía todo el saber. Se constituyeron en materias autónomas, siendo favorecidas para su desarrollo por el
mecenazgo gracias al cual fueron creadas aulas de investigación y museos como el de Alejandría, que comprendía observatorios,
jardines botánicos y zoológicos, salas de medicina y disección, etc. Contribuyó también a este desarrollo la ampliación del mundo
conocido.

El estudio de las matemáticas, sobre todo en Alejandría tuvo una importancia enorme no sólo por la materia en sí sino como
aplicación al conocimiento del Universo. En el museo de Alejandría estudiaron, investigaron y enseñaron grandes sabios como
Euclides (que fue solicitado por Ptolomeo I Sóter), que supo organizar todas las investigaciones precedentes y añadir las suyas
propias, aplicando un método sistemático a partir de principios básicos. Euclides sentó las bases del saber matemático a partir de
las cuales evolucionó dicha materia a través de los siglos hasta llegar a la reciente invención de las nuevas matemáticas.
En geometría el gran maestro en Pérgamo y en Alejandría fue Apolonio de Pérgamo. Ofreció la primera definición racional de las
secciones cónicas. Arquímedes de Siracusa (287–212 a. C.) fue un gran matemático, interesado en el número π al que dio el valor
de 3,1416. Se interesó también por la esfera, el cilindro y fundó la mecánica racional y la hidrostática. Estudió la mecánica
práctica inventando máquinas de guerra, palancas y juguetes mecánicos. Su mejor invento práctico de uso inmediato fue el
tornillo sin fin, utilizado en Egipto para las labores de irrigación. Sóstrato de Cnido, ingeniero y arqueólogo fue considerado
como otro de los grandes sabios. Fue el constructor del faro de Alejandría.

El estudio de las matemáticas favoreció el conocimiento de la astronomía. Se despertó un nuevo interés científico por conocer la
Tierra, su forma, su situación, su movimiento en el espacio. Eratóstenes de Cirene, bibliotecario de Alejandría creó la geografía
matemática y fue capaz de medir la longitud del meridiano terrestre. Aristarco de Samos (310–230 a. C.) fue matemático y
astrónomo y determinó las dimensiones del Sol y la Luna y sus respectivas distancias a la Tierra. Aseguró que el Sol estaba
quieto y que era la Tierra quien se movía a su alrededor. Se le considera como el primer antecesor de Copérnico.

Hiparco de Nicea estaba dotado de un gran don de observación y desde su observatorio de Rodas pudo elaborar un gran mapa del
cielo con más de 800 estrellas catalogadas y estudiadas por él. Gran conocedor de las teorías de los caldeos, comparó sus estudios
con aquellos, descubriendo la precesión de los equinoccios. Hiparco sentó las bases de la trigonometría estableciendo la división
del ángulo en 360 grados que dividió en minutos y segundos.

Posidonio de Apamea además de dedicarse a la filosofía fue un gran científico. Estudió el hasta entonces misterio de las mareas,
explicando científicamente su existencia y su relación con la luna.

Algunas deficiencias

El sistema de notación de los números se hacía con la ayuda del alfabeto, así α era igual a 1, ι era igual a 10, ρ era igual a 100. Si
escribían ρια, estaban escribiendo el número 111. Este sistema dificultaba mucho el manejo de las matemáticas. En el siglo
III a. C. Diofanto aportó una notación algebraica que fue buena pero que todavía resultó insuficiente. Otra deficiencia era la gran
carencia de instrumentos de observación para las ciencias naturales. Pese a todo esto, la humanidad llegó hasta el Renacimiento
utilizando y valiéndose de los grandes inventos y descubrimientos de los sabios helenísticos, sobre todo de los procedentes de
Alejandría, Pérgamo y Rodas.

Biología y medicina
La figura del médico pasó a sustituir al mago o hechicero que se valía de los milagros. Fue un personaje respetado y estimado, fue
considerado un gran sabio en quien se podía confiar no sólo para ayuda física sino también para ayuda psicológica. Los lugares
helenísticos donde floreció principalmente la medicina fueron:

Alejandría, donde ya existía un cierto conocimiento científico a causa de la tradición de momificar y del respeto y
estudio de los despojos mortales.
Cos, lugar de nacimiento de Hipócrates (siglo V a. C.) el célebre médico y escritor, considerado padre de la
medicina. En Cos se mantenía una tradición médica. Lo mismo ocurría en aquellas ciudades en las que existía
un antiguo santuario de Asclepio, como Cnido, Epidauro y Pérgamo.
Herófilo de Calcedonia aprendió en Alejandría mucho sobre anatomía, practicando con la disección de cadáveres e incluso con la
vivisección de seres humanos (criminales convictos). Descubrió el sistema nervioso y explicó su funcionamiento y explicó el de
la médula espinal y del cerebro y estudió el ojo y el nervio óptico. Fue poniendo nombres de objetos que él creía parecidos en la
forma a las partes de anatomía que iba estudiando y descubriendo. Este sabio fue un pionero de la anatomía humana. Sus estudios
y descubrimientos fueron trasmitidos gracias a la labor de la escuela de medicina que fundó y que duró unos 200 años.

Erasístrato de Ceos (315–240 a. C.) trabajó e investigó en Alejandría siguiendo la labor de Herófilo. Fundó también una escuela
de medicina. Se le considera el padre de la fisiología. Se dedicó sobre todo al estudio de la circulación de la sangre cuyos
descubrimientos no fueron superados hasta la aparición de Miguel Servet o William Harvey.
Judaísmo helenístico
A principios del siglo I a. C. tiene lugar la diáspora helenística, vale
decir, la dispersión del pueblo judío a través del mundo alejandrino.
A partir de entonces, gran parte de los judíos —especialmente los
que vivían en Egipto, Cirenaica y Siria— comenzaron a usar el
griego para entenderse entre ellos y también en las sinagogas. De este
modo, comenzó a hacerse distinción entre los «judíos helenísticos»
(o helenizados) y los «hebreos» (o judaizantes), que fueron aquellos
que se opusieron y resistieron a la influencia griega. San Lucas
escribió sobre este tópico en los Hechos de los Apóstoles 6:1 y 11:20.
Es así como el término «helenístico» pasó a designar a grupos
humanos que, aunque no tuvieran sangre griega, seguían y adoptaban
la cultura y la lengua griegas.

En este período tuvo lugar también la traducción griega del Antiguo


Testamento que se conoce con el nombre de Septuaginta o Biblia de
los Setenta, ya que, según se cree, habría sido efectuada por un grupo
de setenta y dos sabios alejandrinos.
Laocoonte y sus hijos, grupo escultórico
De entre los judíos helenizados más destacados, puede mencionarse representativo del período helenístico.
al filósofo Filón de Alejandría y al historiador Flavio Josefo.

Decadencia y fin
Las guerras de los diádocos (herederos del imperio de Alejandro Magno), que duró aproximadamente 150 años, terminó
debilitando a todas las polis griegas y extrahelenísticas. Roma apoyaba las causas de unas y otras, oficiando como mediador y
aportando ejércitos al servicio de estas polis. Hasta que finalmente toma Atenas, Esparta y el reino de Macedonia, pasando a ser
estas provincias romanas, a excepción de Alejandría, que fue ocupada finalmente en el año 30 a. C. Con la llegada de los romanos
y su hegemonía sobre todos estos pueblos de la antigüedad, llegó a su fin, en teoría, el período helenístico; aunque lo cierto es que
Roma, pasados algunos años y como consecuencia del contacto y conocimiento del arte griego extendido por todas sus colonias y
provincias, tomó el relevo y puede decirse que fue la continuación de la cultura helenística, empezando por el propio idioma. La
clase alta tenía a gala hablar griego y se educaba a los hijos en esta cultura. Los grandes políticos romanos, por mucho que
tuvieran un cargo importante, serían siempre menospreciados por el resto si no eran capaces de entenderse en el idioma griego.

Cronología (400 a. C. – 100 d. C.)


Véase también
Alejandría
Biblioteca de Alejandría
Dinastía Antigónida
Dinastía Ptolemaica
Dinastía Seléucida
Historia de la Filosofía (Filosofía helenística)
Pérgamo
Reino de Macedonia
Helenista (en el Wikcionario)
Periodo helenístico de Egipto
Particiones helenísticas (partición de Babilonia,2 323 a. C. y partición de Triparadiso, 321 a. C.)

Notas
1. La palabra «bómbice» significa 'gusano de seda'.
2. Britannica, fuente citada en en:Partition of Babylon

Bibliografía
CANTARELLA, Raffaele: La literatura griega de la época helenística e imperial. Buenos Aires, Losada, 1972.
JOUGUET, Pierre: El imperialismo macedónico y la helenización del Oriente. Barcelona, Cervantes, 1927.
MIRALLES, Carles: El helenismo: épocas helenística y romana de la cultura griega. Barcelona, Montesinos, 1989
(2.ª).
REYES, Alfonso: La filosofía helenística en Obras completas de Alfonso Reyes. México, FCE, 1979, tomo XX.
{ISBN 968-16-0347-8}
SHIPLEY, Graham: El mundo griego después de Alejandro. 323-30 a. C. Barcelona, Crítica, 2001. {ISBN 84-
8432-230-0}

Enlaces externos
Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre Período helenístico.

Cuadro sincrónico de la época helenística (http://www.cibernous.com/crono/cuadros/cuadro3.html).

Viajes de verdad, viajes de mentira: literatura de viajes del período helenístico (https://web.archive.org/web/2010
0705110922/http://revistas.ucm.es/fll/0212999x/articulos/RFRM0606220059A.PDF).

François Rodolphe Dareste de la Chavanne: La Lex Rhodia.

Texto (http://remacle.org/bloodwolf/lois/rhodia.htm) francés en el sitio (http://remacle.org/) de Philippe


Remacle (1944 - 2011). Nouvelle revue historique de droit français et étranger, 1905.

Historia de Grecia
Predecesor: Sucesor:
Período Helenístico
Alejandro Magno Grecia romana
323 a. C.-30 a. C.

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