Investigación Cualitativa y Trabajo Social PDF
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Gustavo Parra∗
∗
Lic. en Trabajo Social. Docente de la Universidad Nacional de Luján. Master en Trabajo Social y alumno
del Doctorado en Trabajo Social de la Pontificia Universidad Católica de San Pablo – Brasil.
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profesional, permitiendo de este modo la renovación y creación de prácticas innovadoras
y originales1 .
El carácter práctico e interventivo de la profesión, particularidad constitutiva del
Trabajo Social, en muchas ocasiones ha sido transmutado por un pragmatismo o
inmediatismo de la acción, conduciendo indefectiblemente a prácticas reiterativas,
burocratizadas y mecánicas. La acción inmediata, y por lo general institucionalizada y
burocratizada, acabó convirtiéndose en el objetivo fundamental de la profesión. Pero, ¿de
qué modo reflexionar, mirar críticamente nuestro ejercicio cotidiano, comprender e
interpretar la realidad social en la cual se desarrolla nuestra intervención, si no contamos
con el aporte de la investigación?
“A esa capacidad operacional es indispensable que se sume la consistencia
argumentativa, la fundamentación teórica, la construcción del saber”. (Martinelli,
1994:6)
Históricamente, los trabajadores sociales han mantenido una relación de
exterioridad con la investigación, en algunos momentos aproximándose y en otros
rechazándola abiertamente; priorizando, en general, la acción sobre la reflexión, el análisis
y la interpretación teórica, y considerando, en muchas ocasiones, el componente
investigativo como un mero subsidio, instrumento o accesorio para la intervención. No es
nuestra intención introducirnos aquí en uno de los núcleos “conflictivos” de la profesión, la
relación teoría -práctica, pero sí resaltar que esta relación parece atravesar todo el
desarrollo de la profesión, tensionando y problematizando a los profesionales y sus
prácticas.
De todos modos, y aunque aparezca como un trazo persistente en la profesión,
realizando una lectura atenta de la primera sistematización sobre el Trabajo Social, - nos
referimos al libro “Social Diagnosis ” de Mary Richmond -, la autora planteaba la
importancia de la investigación para el Trabajo Social, a la cual denominó de “diagnóstico
social” y que podemos considerarlo como los prolegómenos de la investigación científica
1
Las preocupaciones por la consolidación de la investigación en Trabajo Social y por la producción de
conocimiento desde la disciplina, entre otros, se encuentran claramente expuestas en Rozas (1993) y
Grassi (1995).
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en Trabajo Social. Es decir, si bien desde una perspectiva positivista, existió desde los
inicios de la profesión una significativa preocupación por investigar la realidad, con la
particularidad de que esta investigación apuntaba a una intervención concreta, a la cual
Richmond denominó de “tratamiento”. En este sentido, queremos señalar que la
investigación, en cuanto proceso racional de búsqueda, conocimiento y análisis de la
realidad, no constituye un agregado posterior al núcleo fundante de la profesión, muy por el
contrario, consideramos que la misma es constituyente del Trabajo Social, más allá de las
particulares relaciones históricas que los profesionales establecieron con la investigación
científica.
En el camino de rescatar la importancia de la investigación y de la producción del
conocimiento en Trabajo Social, consideramos pertinente señalar algunos aspectos
fundamentales, tanto en lo que se refiere a la investigación en Trabajo Social, como
particularmente a la importante contribución que la investigación cualitativa puede brindar
para el avance y consolidación de la profesión en su totalidad teórico-práctica.
Es necesario remarcar, e insistir de manera persistente sobre este tema: la
fragilidad que conlleva una acción inmediatista y empirista, en la cual la acción se
convierte en objetivo, justificación y fin de sí misma, y consecuentemente limitando la
intervención a su dimensión instrumental y manipuladora. En tal sentido, la investigación
constituye una mediación necesaria e insustituible para la práctica social, en otros
términos, es el camino idóneo para la reflexión, la crítica y la superación de la práctica
profesional, para superar la mera apariencia de la realidad y llegar a desentrañar su
esencia.
Considerando que la realidad es una totalidad compleja, histórica y socialmente
determinada, su comprensión, análisis e interpretación no se encuentra en la simple
aprehensión del fenómeno tal cual se presenta, es decir en su apariencia, ni tampoco este
proceso es inmediato. Es necesario un ejercicio racional que permita superar la mera
apariencia y aprehender la realidad en cuanto totalidad conteniendo apariencia y esencia.
En otras palabras, la investigación nos permite superar el mundo de la
pseudoconcreción –siguiendo el planteo de Kosík (1996)-, es decir superar la mera
apariencia de los fenómenos y desentrañar, desvendar su esencia, aprehendiendo su
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movimiento y las múltiples determinaciones que la constituyen. Lo cual nos permite
comprender la realidad humano-social como un producto del sujeto histórico, al mismo
tiempo que este sujeto se revela en esta realidad, como productor y producto, como sujeto
y objeto de esta realidad.
En esta línea de análisis, entendemos la práctica profesional como una práctica
social, histórica y políticamente determinada, y por lo tanto su comprensión y ejercicio no
se encuentran únicamente limitados a sí mismos, por el contrario, tiene como referencia
una particular problemática social, económica y política. Aproximarnos al análisis y
comprensión de nuestro ejercicio profesional, de nuestras prácticas, requiere que
consideremos que esta práctica social forma parte de una totalidad mayor que la contiene
y determina al mismo tiempo que la totalidad es constituida por las múltiples
determinaciones de la primera.
“El pensamiento dialéctico (...) afirma que el pensamiento nunca avanza en línea
recta, pues toda verdad parcial sólo asume su verdadera significación por su
lugar en el conjunto, de la misma forma que el conjunto sólo puede ser conocido
por el progreso en el conocimiento de las verdades parciales. La marcha del
conocimiento aparece así como una perpetua oscilación entre las partes y el
todo, que se deben esclarecer mutuamente”. (Goldmann, 1991:5)
La investigación se presenta, por lo tanto, como una necesidad para el Trabajo
Social, tanto para su intervención profesional como para su consolidación como disciplina
con estatuto académico y científico. No es posible construir prácticas nuevas e
innovadoras únicamente con lo ya producido, el saber acumulado. Entendemos que las
prácticas sociales no son construcciones abstractas, modelos lógico-formales
prefabricados, listos para ser ejecutados, sino, muy por el contrario, “las prácticas son
eminentemente construcciones socio-políticas, son eminentemente históricas”
(Martinelli, 1994:6). Por lo tanto, el Trabajo Social requiere de la investigación científica y
de la producción de conocimiento para enfrentar los nuevos desafíos que le son puestos
por la realidad, una realidad social que se encuentra en permanente movimiento, cambio y
transformación.
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La investigación en Trabajo Social, nos enfrenta al desafío de realizar una lectura y
análisis de la coyuntura social y política de la realidad en la cual intervenimos, al mismo
tiempo que esta constituye su particularidad, puesto que nos confronta con la producción
de nuevas prácticas profesionales, nuevos conocimiento sobre esta realidad que nos
permitan superar en nuestra intervención los límites que nos marcan las instituciones.
“La especificidad que particulariza el conocimiento producido por el Servicio
Social es la inserción de sus profesionales en prácticas concretas. El asistente
social se enfrenta a las mismas cuestiones que otros cientistas sociales, lo que lo
diferencia es el hecho de tener siempre en su horizonte un cierto tipo de
intervención: la intervención profesional. Su preocupación está en relación con
la incidencia del saber generado sobre su práctica: en el Servicio Social, el
saber crítico apunta hacia el saber hacer crítico.” (Baptista, 1992:64-65)
Por otra parte, queremos enfatizar en la importancia de la investigación cualitativa,
lo cual de modo alguno significa negar o excluir lo cuantitativo, muy por el contrario existe
una relación de complementariedad, necesaria e imprescindible. Pero privilegiar el
abordaje cualitativo es reconocer el enorme potencial que él mismo tiene para la profesión
y sobre todo para las prácticas profesionales. Aunque es necesario destacar que la
opción teórico-metodológica por la investigación cualitativa presupone tener en cuenta
tanto posiciones sociopolíticas como particularidades inherentes a la investigación y al
papel del investigador.
La investigación cualitativa nos permite un modo singular de aproximarnos a
nuestro objeto de estudio, y es esta particularidad, la cual tiene múltiples relaciones con la
particularidad del Trabajo Social. Entendiendo que el trabajador social realiza su práctica
en el espacio de la vida cotidiana de los sujetos, y que dicha práctica no constituye una
acción “aislada”, “abstracta” o “independiente” de las múltiples determinaciones que
constituyen la realidad, la investigación cualitativa se presenta como el camino fecundo
para aproximarnos al descubrimiento, conocimiento y valorización de los sujetos histórico-
sociales con los cuales construimos nuestra práctica profesional.
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La investigación cualitativa prioriza la indagación del modo de vida de los sujetos
con los cuales trabajamos, es decir, es la búsqueda de la experiencia que dichos sujetos
construyen; es salir al encuentro de los significados, las interpretaciones, las historias de
vida de los sujetos. La investigación cualitativa nos enfrenta al desafío de conocer sujetos,
de conocer personas y sus historias, nos enfrenta a escuchar al otro; sin conocer a los
sujetos con los cuales desarrollamos nuestra intervención, ¿cómo podremos realizar
nuestra práctica y superar estereotipos, tipologías, prejuicios o la tan común
“naturalización” de las problemáticas sociales?.
“Si tenemos una práctica que transita entre demandas, carencias y necesidades,
sólo podremos conocerlas, identificarlas, en la medida que estemos realmente
escuchando lo que el otro tiene para decirnos y no apenas trabajando con
indicadores, con tablas, con índices.” (Martinelli, 1994:7)
La investigación cualitativa nos permite redescubrir al ser social, como ser político
e histórico, descubrir a los sujetos con quienes “construimos socialmente” nuestras
prácticas. Prácticas, que no son sólo formas de aparecer sino también de ser, y donde la
investigación y la producción de conocimiento nos permiten aproximarnos a “las
condiciones en que se da la construcción de esa práctica y del vivir histórico de los
sujetos que la realizan” (Martinelli, 1994:7).
Podemos remarcar que la investigación cualitativa nos brinda la posibilidad de
reposicionar al sujeto como núcleo fundante de la práctica profesional, de aproximarnos a
su vivir histórico, a su cotidianeidad, a sus experiencias, valores, sentimientos,
significados; nos permite trascender el terreno de la demanda, la carencia y la necesidad,
como núcleo exclusivo de la intervención profesional, y buscar descubrir los sujetos
histórico-sociales portadores de estas demandas, carencias y/o necesidades, al mismo
tiempo que nos permite contextualizar estas necesidades y de este modo superar la
dimensión asistencial y rescatar fundamentalmente la dimensión política de nuestras
prácticas.
De acuerdo con el planteo de Martinelli, podemos encontrar que la investigación
cualitativa tiene algunos presupuestos: en primer lugar, reconocer la singularidad del
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sujeto, lo cual de modo alguno significa desconocer la dimensión universal; en segundo
lugar la importancia de conocer la experiencia del sujeto, no apenas sus circunstancias de
vida, sino como construye y vive su cotidianeidad, lo cual envuelve sentimientos, valores,
creencias, costumbres y prácticas sociales. Por último, conocer el modo de vida
presupone el conocimiento de su experiencia social, es decir, los significados que los
sujetos les atribuyen a sus vivencias, las dimensiones culturales de sus experiencias.
Por último, es necesario resaltar, que al hacer referencia al sujeto individual,
necesariamente hacemos referencia al sujeto colectivo. Las prácticas sociales no se
comprenden a través de sujetos aislados, sino que el sujeto de la acción es un grupo, o en
términos de Goldmann (1991:18) “es una relación de comunidad que llamaremos de
‘Nosotros’, expresión de una acción común sobre un sujeto físico o social”.
Para concluir, queremos señalar que las posibilidades que nos brinda la
investigación cualitativa, -la búsqueda de trayectorias de vida, de experiencias sociales de
los sujetos, el rescate de los modos de vida-, nos permiten, tanto a los profesionales como
a los sujetos con los cuales trabajamos, expresarnos como sujetos políticos y sociales.
RECONSTRUCCION HISTÓRICA
“La historia es objeto de una construcción cuyo
lugar no es el tiempo homogéneo y vacío, sino
aquel pletórico de tiempo-ahora” (Walter Benjamin)2
Proponernos realizar una reconstrucción histórica implica partir del reconocimiento
de que el pasado tiene algo que decirnos, es decir, no se trata de un pasado muerto,
inactivo, “eterno”; ni tampoco de un pasado que debe ser olvidado pensando en las glorias
del futuro. Muy por el contrario es considerar al pasado vivo, en movimiento, es decir como
un tiempo saturado de ahoras.
Benjamin nos confronta con este desafío, identificar una otra historia, descubrir una
otra verdad, en otros términos, superar la concepción de historia como cronología, como
lineal, como mera recolección de datos y fechas, como un tiempo homogéneo y vacío,
como simple apariencia. Es el desafío de descubrir la presencia del pasado en el
presente, es entender la historia en movimiento permanente, es la “singularidad” del
2
“Sobre el concepto de historia”; Tesis XIV.
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pasado que atraviesa el presente, es el descubrimiento de la esencia. No es una
sumatoria de hechos, sino la “unicidad” de los mismos; su carácter único y singular se
convierte en el germen de este otro concepto de tiempo, el “tiempo-ahora”.
Ahora bien, ¿cómo construir esta otra historia?, ¿cómo fundar un otro concepto de
tiempo?, Benjamin nos dice:
“...existe un encuentro secreto, marcado entre las generaciones precedentes y la
3
nuestra...” (1994:223)
para luego agregar:
“El materialista histórico no puede renunciar al concepto de un presente que no
es transición, sino que para el tiempo y se inmoviliza. Porque ese concepto
define exactamente aquel presente en que el mismo escribe la historia. El
historicismo presenta la imagen ‘eterna’ del pasado, el materialista histórico,
hace de ese pasado una experiencia única. (...) Permanece dueño de sus
fuerzas, suficientemente viril para hacer saltar por los aires el continuum de la
4
historia. (1994: 230)
Existen aquí dos elementos fundamentales a tener en cuenta, por un lado la
necesidad del historiador de constituir una experiencia con el pasado, es el encuentro
secreto. No se nos plantea aquí un simple mirar hacia el pasado, Benjamin recalca que es
un encuentro, es una experiencia, es una vivencia y que por lo tanto implica un
protagonismo, necesita de sujetos históricos que concurran a esa cita, tanto del pasado
como del presente, de lo sido como del ahora. No es la mera contemplación pasiva, es el
diálogo, es el movimiento, es el intercambio entre el presente y el pasado. Al mismo
tiempo nos plantea la idea de un presente que es único, que nos inmoviliza, que nos
detiene y que nos da la posibilidad de escribir nuestra propia historia. Un presente que no
es una transición, que no es una simple continuidad, sino que es pleno de vida para ser
vivida. Es esta inmovilidad la que nos permite saltar por los aires y quebrar el “era una vez”
de la continuidad de la historia y de aprehender ese carácter “único”.
3
“Sobre el concepto de historia”; Tesis II
4
“Sobre el concepto de historia”; Tesis XVI
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Nuestra experiencia está marcada por su intensidad y su brevedad, una
experiencia profunda y al mismo tiempo fugaz. He aquí un nuevo desafío, la capacidad de
aferrar la historia en el momento que ella aparece ante nosotros.
“La verdadera imagen del pretérito pasa fugazmente. Sólo como imagen que
relampaguea en el instante de su cognoscibilidad para no ser vista ya más,
5
puede el pretérito ser aferrado.” (Benjamin, 1995: 50)
La imagen del pasado no se nos presenta con claridad, y es sólo en el momento de
su “cognoscibilidad”, en el momento que tomamos conciencia de ella, que podemos
captar la verdadera imagen de la historia; es decir, que sólo a través de la mediación de la
conciencia, de una capacidad creativa y renovadora, de un conocimiento que nos permita
ir más allá de lo aparente, podremos construir esta otra historia. Nos dice Oyarzún Robles
comentando la obra de Benjamin:
“La experiencia no sólo nos confronta con lo inédito: nos cambia; no sólo entrega
el material para nuestro conocimiento: es la condición en la cual éste mismo se
cumple.” (Oyarzún Robles, 1995: 18)
El constituir esta experiencia es enfrentarnos a lo nuevo, a lo inédito, a lo
inesperable, no es el encuentro con lo conocido, con lo que sabemos, sino con aquello que
está oculto, con lo que se encuentra pendiente de ser conocido, y este encuentro nos
cambia. Por otro lado, es únicamente en esta dimensión de experiencia con el tiempo
pasado que podemos conocer esta otra historia, que podemos capturar ese relámpago
fugaz que es el pasado y que tiene algo para decirnos. Y esta experiencia nos transforma
y transforma el pasado en una relación dialéctica; es la permanente transformación, el
permanente cambio, la permanente revolución.
“La misma preocupación de salvar el pasado en el presente gracias a la
percepción de una semejanza que los transforma a los dos: transforma el pasado
porque este asume una forma nueva, que podría haber desaparecido en el
olvido; transforma el presente porque este se revela como siendo la realización
posible de esa promesa anterior, que se podría haber perdido para siempre, que
5
“Sobre el concepto de historia”; Tesis V
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aún se puede perder si no la descubrimos inscripta en las líneas de lo actual.”
(Gagnebin, 1994; 16)
Es esta otra historia, que no es la de los dominadores, la de los vencedores sino la
de los oprimidos; es la historia de los “sufrimientos acumulados y las esperanzas
frustradas”, que se encuentra allí delante de nosotros pero que exige de nuestra
capacidad, de nuestra conciencia para poder ser aprehendida. Es una historia que surge
de la memoria, del recuerdo y que presenta un carácter de urgencia. Son la memoria y el
recuerdo colectivo los que permiten que el pasado no caiga en el olvido, que no sea
considerado una mera continuidad de acontecimientos, una naturalización de la historia. Y
es la urgencia la que nos habla del protagonismo del sujeto histórico, de su dimensión
política, de su carácter revolucionario.
Es la invitación a redescubrir el pasado, pero no a la luz del presente, sino en su
relación dialéctica con el presente. Pero este redescubrir necesariamente implica un
posicionamiento crítico que permita ir más allá de las meras apariencias y desentrañar
sus fundamentos, implica penetrar en la complejidad de la trama social que no se limita a
personajes, fechas o acontecimientos, es la búsqueda de una identidad que se construye
en el ámbito de lo cotidiano, que nos permite desvendar las múltiples relaciones que
construyen los sujetos históricos.
Por otro lado, la idea de discontinuidad de la historia, es la que nos permite ver ese
momento del pasado como un momento singular y único, nos permite alejarnos de la
naturalización de la historia, abandonar el camino de la factualidad e internarnos en el
camino de su esencialidad. No son sólo los hechos los que nos cuentan la historia, sino
que es mucho más, son las experiencias, las vivencias, los significados, el modo particular
en que ocurrieron los hechos. No es la búsqueda de sus regularidades, sino de sus
irregularidades, es la búsqueda de lo discontinuo de la historia, de las marcas de lo
inédito, de lo novedoso. Es allí donde esta la posibilidad de transformación, de cambio, de
revolución. Muy claramente nos plantea Benjamin esta crítica a quienes buscan en la
historia sólo la homogeneidad, ese tiempo lineal que justifica el presente y nos plantea:
“Aquello que para los otros son desviaciones, para mí son los datos que
determinan mi curso. - Sobre las diferenciales del tiempo, que para los otros
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perturban los ‘grandes lineamientos’ de la investigación, erijo yo mis cálculos”.
(Benjamin, 1995: 111)6
Asimismo, la idea de un pasado pendiente, es uno de los pensamientos centrales
en la obra benjaminiana, la revalorización de este tiempo como un pasado que no pudo
realizarse en su presente. Aquí es donde se abre la idea de futuro y esperanza. Es sobre
las esperanzas frustradas que se puede construir una otra historia, es sobre el recuerdo
que se abre la perspectiva del cambio, de la transformación y donde adquiere nuevas
dimensiones el presente.
Experiencia, discontinuidad de la historia, tiempo-ahora, atraviesan el pensamiento
de Benjamin; sus planteos nos hablan de la necesidad de construir una “otra” historia, una
historia de los oprimidos, una historia de la memoria colectiva, una historia que en sí
misma es revolucionaria, una historia que busca desentrañar el pasado en su ahoricidad,
en su presencialidad en el presente, una historia inseparable de una dimensión política.
“Si nos recordamos que el término ‘Geschichte’, como ‘historia’, designa tanto el
proceso de desarrollo de la realidad en el tiempo como el estudio de ese proceso
o de un relato cualquiera, comprenderemos que las tesis ‘Sobre el concepto de
historia’ no son apenas una especulación sobre el devenir histórico ‘en cuanto
tal’, sino una reflexión crítica sobre nuestro discurso con relación a la historia (a
las historias), discurso ese inseparable de una cierta práctica. Así, la cuestión de
escribir la historia remite a cuestiones más amplias de práctica política y de
actividades de narración.” (Gagnebin, 1994: 7)
Es esta dimensión política del pensamiento de Benjamín que quisiéramos recalcar.
Siguiendo las reflexiones de Oyarzún Robles, reconocer la discontinuidad de la historia es
descentrarnos de una ontología del presente que sustentan las posiciones de la
continuidad de la historia. El presente encuentra su legitimación en el pasado, en este
tiempo lineal, vacío y homogéneo, en ese continuum progresista, en ese tránsito, lo cual es
para Benjamin la legitimación de la dominación. La idea de un pasado pendiente, el
reconocimiento del pasado como pasado, la singularidad de los momentos, implican
6
“La Obra de los Pasajes (Convulto N). <Fragmentos sobre teoría del conocimiento y teoría del
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desmontar al presente como dimensión dominante de la historia, como justificación del
ahora. Es esta crítica, pues, una ontología política del presente (Oyarzún Robles, 1995:
33-34).
“Por su parte, en el fundamento de la historiografía materialista hay un principio
constructivo (...) En esta estructura reconoce el signo de una interrupción
mesiánica del acontecer, o dicho de otra suerte, de una chance revolucionaria en
la lucha por el pasado oprimido, la aprehende para hacer saltar a una
determinada época del discurso homogéneo de la historia...” (Benjamin, 1995:
7
63)
Para concluir, queremos señalar que las aproximaciones que hemos desarrollado
sobre el concepto benjaminiano de historia, y en particular sobre la reconstrucción
histórica, constituyen un terreno fecundo para el Trabajo Social, tanto como un camino
para abordar la investigación cualitativa como para rescatar el vivir histórico de los sujetos
con quienes construimos cotidianamente nuestra práctica profe sional.
HISTORIA ORAL
Dentro de la perspectiva cualitativa de investigación, uno de los recursos de mayor
importancia y relevancia, tanto teórica como práctica, es la Historia Oral. Los estudios
históricos y sociales se han acercado a esta perspectiva de trabajo, enfrentando la
hegemonía del documento escrito y del dato cuantificable, y recreando una nueva forma de
investigar y de aproximarse a la realidad a través de los testimonios de sujetos histórico-
sociales. Ferreira señala que durante el siglo XIX hubo un dominio absoluto de los
documentos escritos como fuente, “en detrimento de la tradición oral, expulsando la
memoria a favor del hecho”. (Ferreira, 1994: 1)
Es durante el siglo XX que se producen diferentes movimientos y corrientes
buscando otro abordaje sobre la historia, primeramente centradas en las relaciones entre
pasado y presente, luego en la valorización de los análisis cualitativos y en el rescate de
las experiencias individuales. Son estos nuevos caminos los que nos llevan a la idea de
una historia del tiempo presente, un tiempo que no nos es extraño, con el cual
progreso>”. [N 1, 2].
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compartimos nuestra contemporaneidad y donde, al mismo tiempo, encontramos a los
protagonistas de esta historia, testimonios vivientes de una determinada época. Su
importancia radica en que no se trata de un tiempo muerto, sujeto al olvido, sino que es un
tiempo en movimiento y que permite ser reinterpretado desde el posicionamiento del aquí
y ahora de los actores.
“Asociada a la Historia Social contemporánea, más preocupada por los
procesos que por los personajes destacados, ha desempeñado un papel
importante contra la vieja historiografía puramente descriptiva de héroes y
acontecimientos. Esta “nueva” historia presta más atención a los actores
anónimos, y a esferas mucho más diversificadas de la actividad humana, su
interés no son sólo los actores políticos, también las fuerzas contestatarias de
oposición, los movimientos sociales”. (Schwarzstein, 1991:7)
Encontramos aquí una puerta para la reconstrucción histórica, la posibilidad de
recurrir a ese testimonio vivo, ir en búsqueda de los relatos, de las vivencias del pasado,
pero de un pasado que nos transmite vitalidad y dinamismo. Un pasado que no se limita a
hechos, sino que contiene una carga emotiva, vivencial de la historia, porque nos es
narrada por aquellos que participaron de esa construcción.
“La memoria es también una construcción del pasado, pero pautada en
emociones y vivencias; ella es flexible y los eventos son recordados a la luz de la
experiencia subsecuente y de las necesidades del presente” (Ferreira, 1994: 8)
Es la memoria la que nos permite rescatar la riqueza de la experiencia de los
sujetos, experiencia que tiene componentes de diferentes características: lo vivencial, lo
emotivo, lo social, lo político y que será abordado desde el posicionamiento en el
presente. Una historia que se basa en el rescate de la memoria, nos invita a encontrar
aquello que está oculto, esa trama de relaciones sociales, de representaciones, de
significados que ubica al pasado como una construcción y una transformación.
“Cualquiera que sea la forma asumida por la fuente oral, ella se basa en la
memoria y la memoria es siempre una reconstrucción, evocando un pasado visto
7
“Sobre el concepto de historia”; Tesis XVII
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desde la perspectiva del presente y marcado por lo social, presente la cuestión
de la memoria individual y de la memoria colectiva”. (Lang, 1996: 35)
Esta memoria aunque individual representa al mismo tiempo la memoria colectiva,
dado que el hombre es un ser social y su vida individual se encuentra atravesada por sus
relaciones en sociedad, por su vida cotidiana, que se convierten en puntas de lanzas para
desentrañar la memoria colectiva.
La historia oral se nos presenta como interacción, como encuentro personal con un
sujeto histórico que rescatando su memoria nos permite internarnos en el pasado; pero no
es ese sujeto histórico el objeto de nuestra investigación, es la “narrativa”, es su relato, el
que nos permite desvendar la trama de la historia, descubrir las determinaciones que
particularizan ese momento, que lo hacen único, no limitado a ese sujeto sino a las
relaciones sociales, a las vivencias, a los significados, a las interdependencias, a las
percepciones, a las representaciones, a los posicionamientos que se dieron en la
sociedad en ese momento.
“Es en el individuo en quien la Historia Oral encuentra su fuente de datos, pero su
referencia no se agota en él, dado que apunta a la sociedad. El individuo que
cuenta su historia o da su relato de vida no constituye él propiamente el objeto de
estudio: la narrativa constituye la materia prima para el conocimiento sociológico
que busca, a través del individuo y de la realidad por el vivida, aprehender las
relaciones sociales en que se inserta su dinámica” (Lang, 1996: 36)
Realizar una entrevista o ir en busca de un testimonio es enfrentarnos con la
narrativa, ante nosotros, mediando el lenguaje oral, se construye y reconstruye una historia.
Historia que no se encuentra sujeta a las reglas de la cronología o a la factualidad de los
hechos, es una historia que se construye sobre la experiencia de vida, el recuerdo, la
memoria, una historia que nos habla de significados, de subjetividad en movimiento, un
proceso de interacción entre entrevistado y entrevistador.
“La primera cosa que hace que la historia oral sea diferente, entonces, es que
nos dice menos sobre los acontecimientos que sobre su significado”. (Portelli,
1991:42)
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No es el hecho en sí, en su objetividad cientificista, que la historia oral nos permite
descubrir, es el significado, o en otros términos, la red de significados construidos y
reconstruidos en torno a esos hechos. Es esta característica la que nos permite desvendar
los valores culturales, las experiencias, desentrañar la subjetividad que fue objetivada en
los hechos. Es el descubrimiento de los nexos políticos de una determinada praxis. Si la
historia oral nos brinda la posibilidad de aprehender la subjetividad del entrevistado, ello
no significa solamente aprehender la individualidad del mismo, muy por el contrario, esta
subjetividad es la que nos permite acercarnos al carácter social de los hechos y los
significados, porque ante todo, la memoria además de ser individual es fundamentalmente
social y colectiva.
La historia oral se constituye en narrativa, donde el narrador realiza una creación
novedosa sobre un determinado hecho de su experiencia, novedoso por ser una creación
única e irrepetible. Jamás se obtendrá el mismo relato, puesto que él mismo está ligado a
la actualidad del narrador y a la relación con el entrevistador. Por lo tanto, la entrevista es
una construcción colectiva tanto del narrador como del entrevistador.
Uno de los puntos más conflictivos, y que más preocupan a los investigadores, es el
carácter objetivo de la entrevista. Desde la perspectiva de Portelli, la historia oral no es
objetiva, ni tampoco pretende serlo, principalmente por ser una situación artificial,
provocada. Es el investigador, quien al ir en busca de un testimonio, permite que se
produzca la situación de entrevista. Pero no radica allí su importancia, debido a que no se
buscan hechos, sino significados sobre los hechos, es por ello justamente que el
testimonio o la entrevista se nos presenta como un proyecto compartido entre entrevistado
y entrevistador, una construcción conjunta. Asimismo, la historia oral se presenta siempre
como una historia en construcción, siempre inconclusa, siempre conteniendo la
posibilidad de nuevos significados y reconstrucciones.
En este sentido, la historia oral implica necesariamente una intencionalidad, un
posicionamiento tanto de quien investiga como de quien es investigado. Esta
característica resalta el carácter político de las fuentes orales, la misma requiere tomar una
posición ante determinado hecho, posiciones que se expresan a través de los significados
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construidos en torno al mismo. Intencionalidad política del investigador a elegir
determinada temática y determinados sujetos sociales para entrevistar.
“La historia oral no tiene sujeto unificado; se la narra desde una multitud de
puntos de vista, y la imparcialidad tradicionalmente reivindicada por los
historiadores es reemplazada por la parcialidad del narrador. Aquí, ‘parcialidad’
equivale a ‘lo inacabado’ y ‘tomar partido’: la historia oral nunca puede contarse
sin tomar partidos, ya que los ‘partidos’ existen en el relato”. (Portelli, 1991:51)
El encuentro con el sujeto histórico, con aquel que revive su pasado desde el
presente es la llave, es el inicio para el encuentro con una realidad más amplia, más
compleja, más plena de determinaciones de un tiempo pasado, son como luces que nos
van indicando el camino para reconstruir esta historia, para superar lo aparente y
descubrir ese momento en su totalidad esencial.
En síntesis, podemos expresar que trabajar con historia oral implica reconocer que
esta tiene una intencionalidad, un objetivo al solicitar un testimonio oral, hay una
direccionalidad en nuestra búsqueda; que existe una interacción entre entrevistador-
entrevistado, necesariamente tiene que existir un encuentro, una comunicación, un diálogo
con sujetos históricos; se trabaja con el rescate de la memoria, es ella la que nos permitirá
recuperar una historia, que no se limita al sujeto, que trasciende al sujeto individual y busca
recuperar el ser social y genérico; la reflexión y el análisis acompañan todo el proceso,
cada rescate de la memoria abrirán nuevas preguntas, nuevos interrogantes, nuevos
problemas a investigar, porque no se trata de un tiempo muerto sino de un tiempo en
movimiento.
Para concluir, queremos destacar que en los tiempos actuales de profundas
transformaciones sociales, el Trabajo Social como profesión, como práctica social
comprometida con los sectores populares, tiene frente a sí el desafío de consolidarse
como práctica de intervención y como disciplina con estatuto académico y científico,
consideramos que uno de los principales caminos para alcanzar tales objetivos es a
través de la consolidación de la investigación dentro del colectivo profesional.
En este sentido, consideramos que la investigación cualitativa, a través de la
reconstrucción histórica y la historia oral, se nos presenta como una metodología de
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grandes posibilidades para el Trabajo Social que nos brinda elementos de gran valor y
extrema riqueza para analizar, reflexionar y comprender nuestras prácticas profesionales y
sobre todo, redescubrir a los sujetos sociales e históricos con los cuales construimos
diariamente nuestra práctica.
BIBLIOGRAFIA
FERREIRA, Marieta de Moraes. 1996. “História e tempo presente”. In: MEIHY, José Carlos
Sebe Bom (org.), (Re)introduzindo História Oral no Brasil. Ed. XAMÃ, São
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