La Discursividad Indigena. Caminos de La PDF
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Kumay
Huitzilihuitl no. 100, Col. La preciosa
Azcapotzalco, Ciudad de México
México, CP 02460
kumayediciones@gmail.com
ISBN: 978-607-97573-3-5
Derechos reservados conforme la ley.
Hecho en México
Made in Mexico
ÍNDICE
Presentación...............................................................................................11
A modo de introducción................................................................................15
Bibliografía...................................................................................234
La dedicatoria es agradecimiento, vayan pues las gracias:
Este trabajo nace a partir de las reflexiones cotidianas: por qué al ha-
blar a través de la lengua española, ésta no refleja lo que expresa el
lenguaje indígena; por qué, sabiendo que no se dice lo mismo, se sigue
articulando un discurso para el otro; cómo se aprendió la traducción de
sistemas lingüísticos; cuáles son las implicaciones del proceso discur-
sivo dislocado; qué nos dice el proceso discursivo al despojarlo de los
encubrimientos.
Hace años, mientras vivía en Mëykyëjxm —o lo que no es lo mismo
pero es traducido al español como “Zacatepec”—, comencé a escribir
la novela Matsa’a, esta actividad que parecía inocente no lo resultó tan-
to, cuando me pregunté ¿para quién escribo? Al narrar la historia en las
primeras líneas, era evidente que decir “indio”, “mixe” o “ayuuk ja’ay”,
no tenían las mismas implicaciones. Tampoco era lo mismo, si me diri-
gía a los hispanohablantes que a la gente de la comunidad. Las formas
narrativas diferían sustancialmente. Dejé la novela, pensando que no
era el momento para escribirla.
Fue entonces que me pregunté si había autores indígenas y cómo
estaban escribiendo. Al tiempo inicié mi actividad como profesora de
primaria, en la comunidad de Jayacaxtepec, Mixes. Ahí comencé a notar
que los problemas de teoría del conocimiento se volvían más comple-
jos al estar entroncados por dos lenguas. Los niños podían aprender
a leer en español, sin entender absolutamente nada de lo que leían,
porque su lengua materna era otra.
Me hice aficionada a leer a escritores indígenas por el gusto de
aprender cómo hacían sus traducciones y narraciones al español, aun
cuando no entendiera su lengua. Fui cotejando entre una lengua y otra
las palabras, con la intención de hacerlas cercanas. Cualquier hoja, fo-
lleto o libro que pudiera adquirir, era un gran tesoro. Poco a poco me
fui haciendo de un acervo cultural sin miras a otra meta, que la de
aprender otra forma de escritura.
El camino siempre me llevó por diferentes lugares, conocer a per-
sonas de otras comunidades, ciudades y lenguas. Todo se dio en la co-
tidianidad del trabajo, entre campesinos, empleadas, obreros y personal
de oficios, es decir, gente de clase trabajadora. Aún sin saberlo, aque-
llas experiencias me fueron confiriendo una particular reflexión que,
al llegar de adulta a la Universidad, le impregnaron a mis trabajos una
indagación singular.
Los años me hicieron notar cómo los discursos entre una lengua
y otra eran desfases epistemológicos que enunciaban una dislocación,
una ruptura que expresaba mucho más allá de lo que sus enunciantes
estaban conscientes. Si bien, en las conversaciones entre indígenas esto
no es algo extraordinario, lo es el hecho de que, al expresarse para el
otro, la forma originaria se pierde para dar paso a las fórmulas conoci-
das por los oyentes.
En las conversaciones privadas, en la intimidad de la comunidad,
las personas se expresaban libremente, sin los prejuicios propios del
español, lo cual quedaba trastocado al expresarse en la segunda len-
gua: aquello me parecía un fraude, aun sin comprender qué lo había
ocasionado. Así, comencé a poner más atención sobre aquello que no
se decía, que era un secreto tan evidente que la obviedad era lo que lo
opacaba.
Con el tiempo, las reflexiones hicieron nacer más preguntas, cues-
tionando e investigando sobre otras culturas, lo que me llevó a com-
prender un fenómeno recurrente en las sociedades indígenas, incluso
cuando cada una tiene sus propios senderos. He aquí, algunas de esas
reflexiones formalizadas por el estudio de diferentes culturas.
Si bien este trabajo tiene como reflexión a las culturas náhuatl,
maya, quechua y mapuche, nació del análisis entre el mixe y el español.
Así que detrás del estudio sistemático, se encuentra la búsqueda por la
comprensión de un interés personal.
La poesía no sirve para nada
me dicen
[…]
La poesía es el hondo susurro
de los asesinados
el rumor de hojas en el otoño
la tristeza por el muchacho
que conserva la lengua
pero ha perdido el alma
Elicura Chihuailaf
(Mapuche)
1
Angélica Tornero, “Introducción” a Angélica Tornero (coord.), Discursare, p. 9.
2
Michael Foucault, Microfísica del poder, p. 18.
sividad, el discurso expresado en español cuya enunciación es particular
a los indígenas.
Es necesario recalcar que la construcción discursiva que se ha he-
cho sobre los indígenas no debe confundirse con el discurso indígena
o indio. El discurso sobre el indio, y en cierto punto, el del pensamien-
to indigenista, es importante para entender el discurso por repetición
que el indígena ha enunciado para los otros, pero éste es parte de las
interpretaciones hechas por los europeos y latinoamericanos, lo que no
niega su influencia, pero se trata de un aspecto que está ligado con los
sujetos que la producen.
El discurrir indígena está guiado por la grafía de la Palabra Sagrada,
Palabra Antigua o la Palabra Grande, después por la lengua del español,
pues tal como lo expresó el escritor náhuatl Natalio Hernández: “noih-
qui toaxca caxtilan tlahtoli (el español también es nuestro)”.3 La discursivi-
dad indígena mantiene una continuidad, se transforma y crea, en su seno
se manifiesta la dislocación regularizada entre el discurso de la lengua
propia y el producido por y para el otro. Justo por estas características
es que se puede rastrear la transformación del pensar en los pueblos
originarios desde tiempos antiguos.
El discurso indígena, aunque es una categoría contemporánea, tie-
ne su antecedente en el virreinato, por la génesis de la categoría del
“indio” y el nuevo orden que se establecía. No obstante, que la lengua
española nos remite, por su enunciación a un punto concreto de la
historia, el sentido de un discurso indígena, que está en relación con las
personas que se autodenominan como “originarios”, refiere a tiempos
más antiguos, antes de la llegada de los europeos. Por lo tanto, lo “in-
dio/indígena” queda subsumido a un sentido más amplio, en donde es
parte de la continuidad de un discurso.
La forma de registro del discurso también es sumamente anterior a la
escritura latina: “antes de que en el área mesoamericana existiera alguna
forma de registro en soporte material, los hombres crearon y conserva-
ron de la manera descrita un número que presumimos importante de
discursos historiográficos”.4 El registro de los sentidos en los pueblos,
no sólo de Mesoamérica, se produjo en la oralidad como en formas ma-
teriales (códices, pinturas, grabados, cerámica o quipus), con sus diferen-
3
Palabras pronunciadas en la clausura del 11° Congreso de las Academias de
Lengua Española que se efectuó en la ciudad de Puebla, en octubre de 1998.
4
José Rubén Romero Galván, “Introducción” a José Rubén Romero Galván,
Historiografía Novohispana de Tradición Indígena, p. 13.
16
tes vertientes. El discurso indígena, de registro material u oral es lo que
nos permite comprender la interpretación de un mundo anterior a los
europeos y la continuidad después de la denominación “indio”.
En este último aspecto las historias muestran los cruces de sentidos,
los juegos entre una lengua y otra. La historia es también el regreso a
la memoria, una escritura y reescritura. Reconstruir el registro de la
memoria es declarar la intencionalidad de un proceso propio, aspecto
que pone a la persona como creadora —y cautiva de su proceso. La
persona es formación narrativa, pero dicha narración está compuesta
de una serie de discursos que le posibilitan el actuar.
Por lo que “de existir algún sistema de registro [prehispánico], el
proceso de historiar entra en una dinámica que se antoja mucho más
compleja. Es este el momento del surgimiento del texto de contenido
histórico, de la historia escrita. El paso es cualitativamente significa-
tivo”.5 La historia y la forma en cómo se ha ido guardando es lo que
nos acerca a los sentidos indígenas: “podemos estar ahora en situación de
aceptar como punto de partida del quehacer historiográfico a aquellos
discursos guardados en la memoria y transmitidos de viva voz, a través
de los cuales tantas comunidades: antes de inventarse otra forma de re-
gistro, conservaron el recuerdo de aquellos acontecimientos que tenían
por trascendentes y por ello significativos en la constitución de su ser”.6
El discurso indígena actual tiene sus orígenes en la era prehispá-
nica, mostrando el proceso complejo a lo largo de la historia, la len-
gua del español es sólo un eslabón en la larga sucesión de hechos que
lo han ido modificando, aunque es con el español que hay un punto
de inflexión para el cambio radical de los sentidos. Las relaciones de
poder y la lucha que han sostenido los pueblos indígenas son aspec-
tos fundamentales para comprender la constante reconformación, tal
como indica Luisa Eguiluz Baeza, para el caso mapuche: un discurso no
interrumpido.7
Dado que ante un hecho se abren múltiples interpretaciones, el que
una se haya superpuesto a la otra, en este caso la europea a la indígena,
no significa que se haya eliminado la segunda, simplemente, fue igno-
rada. Esto tampoco significa que el discurso indio haya estado al pen-
diente del discurso no-indígena: está permeado, pero no conquistado.
La colonización del lenguaje y el discurso, es un discurso del y para el otro, pero
5
J. R. Romero Galván, Op. cit., p. 10.
6
Ibid., p. 13.
7
Cf. Luisa Eguiluz Baeza, “Poesía mapuche: un discurso no interrumpido”, pp. 11-21.
17
no es tal, sino que responde a una estrategia discursiva y a la represen-
tación de una ruptura epistemológica. Los indígenas al ser actores de
sus propios procesos le dan características únicas a su discursividad.
La persona es espacio narrativo, constructor de los sentidos en el
que moldea y se moldea, dado que “el poder es siempre relacional, no
sustancial”,8 se trata de presentar un sentido condicionado por el proce-
so histórico y sus paradigmas, en el que las relaciones de poder están
intrínsecas como “una programación que va más allá de las regulacio-
nes biopolíticas o de las tentativas de intromisión en la esfera privada
y alcanza los modos de subjetivación. […] Los poderes de control son
dispositivos autoconstructivos de mantenimiento, unos poderes de
campo ampliado que se convierten en la sustancia de supervivencia
para la gente y que, como se verá, modulan los límites de lo humano”.9
Ahora bien, el discurso y el texto “se volvieron, en algún momento,
intercambiables; sus límites difusos y su uso poco claro”.10 Las fron-
teras difusas muestran que: “el texto es ‘complejo del lenguaje que se
expresa en un acto comunicativo”.11 Es cierto que en el caso de los
textos se tiende a estudiarlos a partir del narrador, pero “texto será para
nosotros un resultado del proceso discursivo de interpretar, sentido
construido ya. Implica poner la mirada en el cierre, no en el transcu-
rrir”,12 es decir, el texto nos permite analizar una estación en el proceso
discursivo, dentro de “la lingüística del discurso donde el aconteci-
miento y el sentido se articulan”.13
El discurso depende de la lengua que le da vida. Lícitamente, el
discurso se escinde cuando la explicación de un hecho involucra len-
guajes dispares, cuando los sentidos de uno y otro no empatan. La
expresión en el segundo idioma está sujeta a las prácticas sociales y
oficialidades del español; supera el problema de la traducción y la
interpretación de sistemas culturales, puesto que al estar sujeta a un
sistema socio-político, el “decir” queda limitado a la forma expresiva
construida para tales fines.
8
Salvador Gallardo Cabrera, La mudanza de los poderes, p. 11.
9
Ibid., p. 12.
10
A. Tornero, Op. cit., p. 10.
11
Ma. Elena Barroso Villar, “Algunas perspectivas sobre el discurso literario y cues-
tiones conexas”, en A. Tornero, Op. cit., p. 23.
12
Ibid., p. 27.
13
Angélica Tornero, “Discurso, texto y literatura en la hermenéutica de Paul Ri-
coeur” en A. Tornero, Op. cit., p. 106.
18
Existe una brecha entre una lengua y otra, un problema de intradu-
cibilidad que se repite en otros idiomas, pero si se considera el contexto
en que se presenta la traducción, como el discurso, entonces la tra-
ducción lingüística queda superada por las situaciones que generaron
la equivalencia de sentidos. El caso del quechua Titu Cusi Yupanqui
en la época virreinal es una constante: “de la lectura de la Instrucción
corroboramos la aseveración de Venuti que traducir nunca puede ser
simplemente una comunicación entre iguales porque es fundamental-
mente etnocéntrica, y que ejerce un enorme poder en la construcción
de la representación de la cultura extranjera”.14
Cuando se entiende que la relación asimétrica se inclinó hacia la
visibilidad de una interpretación y las otras formas no se conocieron,
entonces se muestra el secuestro de una voz para hacerla decir lo que
se quería escuchar. Las poblaciones que han quedado silenciadas por
otras están supeditadas a los sentidos producidos para ellas, la dife-
rencia con otras naciones es la forma en cómo se ha ido subsanando
la brecha, negociando constantemente, cosa que no se ha dado con
los indígenas.
Entre las muchas preocupaciones que conlleva la intraducibilidad
de sistemas, la que mayor resalta es el socio-político, pues al dar cuenta
de un fenómeno social éste puede quedar irresuelto por las diferentes
interpretaciones que no logran empatar. Al estar enfrentados a una so-
ciedad/ cultura/ Gobierno/ Estado cuya pretensión es la dominación
de los territorios y las personas, el desfase social implica la fractura de
las soluciones. La respuesta no se encuentra en el mismo nivel episte-
mológico; la solución política es una pantomima que se sostiene por el
soliloquio gubernamental.
Los textos indígenas en español manifiestan un problema discursi-
vo al expresar desajustes en las representaciones que dan cuenta de los
fenómenos sociales. Así, cuando el estudio de los textos indígenas se
hace a partir de las situaciones que los escritores experimentan —como
sujetos que son parte de la colectividad—, nos pueden dejar ver con-
flictos mayores. La escritura como defensa de la cultura o transcripción
de la oralidad, queda superada al ser una práctica social que revela las
dislocaciones normalizadas.
A través del proceso discursivo indígena se puede comprender el
condicionamiento para actuar, la manera en cómo nos modulamos a
19
partir del lenguaje, las construcciones de sentidos a partir de dos sis-
temas disímiles y cómo ópera el conocimiento entroncado por estos
lenguajes. Por ende, el presente texto podrá ser una aproximación a
una historia discursiva indígena expresada en español. Para entender
por qué la discursividad indígena se expresa tal y como lo hace en
la actualidad hay que revisar la historia y establecer una continuidad,
semejante a una historia de las ideas, como se ha venido trabajando en
Nuestra América.15 Este acto nos permite comprender el proceso dis-
cursivo, los sentidos que van cobrando fuerza hasta volverse una forma
de entender el mundo.
El discurso contemporáneo demuestra que éste responde a los
siglos precedentes, escritores indígenas, como actores sociales y so-
ciedad en general expresan el resultado del proceso. Una historia dis-
cursiva está en relación con los discursos indígenas propios, los indí-
genas de otros grupos, a los africanos y afrodescendientes, a América
Latina, Europa y el resto del mundo. En esta interdiscursividad hay
que hacer hincapié en las condiciones para que ciertas formas de
pensar se prolonguen, para que nos adueñemos de cierto sentido más
que de otro; a no perder de vista que el lugar desde dónde se piensa
tiene profundas implicaciones y que ese modo de pensar nos condi-
ciona para actuar; a comprender qué orden discursivo persiste debido
a la influencia de los otros y qué implicaciones tiene en la vida.
15
Si bien la filosofía latinoamericana ha retomado el concepto de “Nuestra Améri-
ca”, a partir del ensayo de José Martí, aquí lo rescato en el sentido de un “filosofar
nuestroamericano”, propuesta de Horacio Cerutti Guldberg, con las implicaciones
de un filosofar desde Nuestra América, en una visión integradora de las diferentes
posturas, planteamientos y habitantes de este continente.
16
Pablo Dávalos, “Movimientos Indígenas en América Latina: el derecho a la pa-
labra”, p. 29.
20
La temporalidad abarca del siglo XVI al XXI. El campo de estudio se
limita a los discursos náhuatl y maya (México), quechua (Perú) y ma-
puche (Chile). En la primera sección se expone el cambio comenzado
por la transformación de la estructura lingüística, de la partícula básica
de la palabra. Dado que la “palabra” tiene un sentido diferente en las
culturas indígenas, se muestra cómo es entendida; se revisa, además, la
conformación del “otro/español /europeo” por los indígenas. Así, se
explica la conformación de los desajustes de la discursividad indígena,
sus características, la reconstrucción y continuidad de los sentidos.
En el segundo apartado se analiza el discurso indígena en español,
cómo fue caminando del virreinato al siglo XX, en la llamada “literatu-
ra indígena” por lo que la exposición gira en torno a cómo las personas
y la escritura están siendo moduladas por el contexto histórico, partiendo
de la forma relacional del poder, en donde lo estamos modificando y
mutando constantemente.
Finalmente, en la última sección, se presentan los escritos de los
autores indígenas contemporáneos, finales del siglo XX a lo que va del
siglo XXI, en los que se pueden establecer una continuidad discursiva
y la transformación que da cuenta de representaciones singulares. En
esta misma sección se teoriza sobre algunas interpretaciones de la lite-
ratura indígena que nos ofrecen una mirada a los conflictos cotidianos
y sociales que atraviesan las personas y pueblos, y que a su vez son
representados en la escritura. En fin, se trata de mostrar que la discur-
sividad escrita es síntoma de las dislocaciones normalizadas que operan
en los diferentes ámbitos de la existencia.
21
PRIMERA PARTE:
Desajustes
I
CONFORMACIÓN DE LOS
DESAJUSTES DISCURSIVOS
Los desfases
Existían diferentes concepciones territoriales, convivían todas ellas en
ocasiones dentro de un mismo territorio físico: Cen Anáhuac, Ma’ya’ab,
Tawantinsuyu, Wallmapu, Abya Yala, cada lengua contenía un mundo
concebido. La lengua de los españoles daría nombre al continente de
“América” pasando por encima de las otras configuraciones —y para
el caso de los lugares, castellanizando algunos más—, por lo que la ho-
mogeneización cobra vida a través de su lenguaje, pero las diferentes
concepciones se mantuvieron, a excepción en donde las poblaciones se
aniquilaron o desapareció el idioma propio.
La reconfiguración territorial no sólo está atravesada por la concep-
ción de “América”, sino por la reterritorialización de los virreinatos,
además, estos no estuvieron exentos de los desplazamientos de fronte-
ras. Nueva Extremadura pasó a ser el Reino de Chile y después confor-
mar la Capitanía General de Chile dependencia del Virreinato de Perú.
A su vez, el Virreinato se fracturó en el Virreinato de Nueva Granada
y en el Virreinato del Río de la Plata, que incluía al Corregimiento de
Cuyo de Chile. Y las capitanías también sufrieron otro tanto, como fue
en el caso de Yucatán, que ora dependía de la Ciudad de México, ora
de Guatemala. Así, el sistema epistemológico que hizo nacer a Amé-
rica, con sus formas territoriales, se adheriría a las concepciones más
antiguas, a su vez, que éstas se modificaron al articularse en pueblos,
reducciones, rancherías, haciendas, encomiendas, mitas.
A los habitantes de los territorios, también se les renombró. La
noción “indio” se configura con una carga de pre-juicio (ser asiático),1
imaginario (salvaje) y el establecimiento de un ser comprendido para
comunicarse y conocerse. De este modo, la designación a las personas
como “indios”, va adquiriendo una carga teórica específica. El califica-
tivo termina por convertirse en un sustantivo. Los arquetipos se fueron
asumiendo como parte de las formas comunicativas habituales y una
referencia precisa en los textos, de tal suerte que el sentido se fue afir-
mando con los años.2
La dicotomía del buen salvaje y el caníbal se empieza a esbozar en la
narrativa colombina. Los próximos viajeros, más o menos, seguirán las
líneas marcadas, si bien dan cuenta del establecimiento de una clasifica-
ción involuntaria, pues su intención era ofrecer una relación de hechos,
sus descripciones fueron configurando la comprensión de la tierra nue-
va, y todo lo que habitaba en ella, en una especie de taxonomía narra-
1
Noción desarrollada por Enrique Dussel en su libro 1492: El encubrimiento del Otro.
2
Cf. Ana Matías Rendón, “Un acercamiento al problema de la construcción de
la alteridad india a través de las narraciones en los inicios de la conformación de
América” en Tierra Baldía, no. 54, pp. 18-25.
26
tiva. Cada uno detalla según su interés, lo fantástico, el imaginario, lo
real se confunde por las maravillas y la extrañeza nunca antes vistas, pero
dentro de sus narraciones se conforma una normativa.
A lo largo de estas taxonomías narrativas, entre la realidad y el ima-
ginario, el sentido del “indio” se está configurando; de norte a sur,
de este a oeste, la homogeneización del indio, como un ser de color
cobrizo, desnudo, sin razón, manso, salvaje, o en ocasiones bárbaro,
monstruo, es un ser con posibilidades de ser mandado: “El texto que
se empezó a dibujar en el Diario de Bordo de Colón, y que se continuó
produciendo a lo largo del período colonial, ya trae las marcas funda-
mentales de lo que sería, en siglos venideros, el discurso sobre América
Latina”.3 Antes que el discurso de América, el discurso sobre el indio,
pues lo indígena es lo que da identidad a América, la partícula más pe-
queña y, a su vez, su esencia.
Es por lo que, el “indio” dejó de pertenecerle a las Indias, este
vocablo se llenó de un nuevo sentido que justificará, en cierto modo,
el proceder en su contra. Susan Bassnett al seguir el estudio de Ed-
ward Said sobre la noción de «orientalismo» y el efecto del vocabulario
nuevo, cita: “Oriente era una palabra que más tarde acabó acumulan-
do una amplia gama de significados, asociaciones y connotaciones, y
éstas no se referían necesariamente al Oriente real, sino al campo que
acompañaba la palabra”.4 Una analogía semejante se puede seguir con
el concepto de “indio”, se trata de una invención narrativa que tendrá
una amplia gama de significados, asociaciones y efectos reales en las
personas.
Los arquetipos, narrativa y cotidianamente, estaban en funciona-
miento, aunque, como Susana Bautista Cruz (investigadora mazahua)
señala:
27
fue incluida también en los diccionarios franceses: Dictionnaire Uni-
versel, Géographique et Historique (1708) de Thomas Corneille, Dictionnarie
Universel (1708) de Antoine Furetière y el Le Grand Dictionnaire Géo-
graphique et Critique (1726) de Bruzen de la Marinière.5
5
Susana Bautista Cruz, “De la literatura indigenista a la literatura indígena. Una
revisión”, p. 229.
6
Persona nahua (del pueblo), maya, mapuche, quechua (gente).
7
J. Millalén, “La sociedad mapuche prehispánica: kimün, arqueología y etnohistoria”,
en José Millalén et al., ¡Escucha Winka!, p. 20.
28
das para heredarla, a los matrimonios concertados con gente fuera del
poblado e incluso a los caprichos individuales. Las nociones cristianas
sobre la familia y el matrimonio se irán ajustando a la vida, pero no en
el sentido planeado por los peninsulares, las leyes se moverán constan-
temente para dar sustento a las formaciones cotidianas. La adopción de
los valores culturales tuvo diferentes causas, la implementación del nue-
vo orden es el origen, pero las implicaciones se debieron a las interac-
ciones. Hay que dejar en claro que no será lo mismo la transformación
del indio noble que la del pobre, la posición social también le dará una
diferencia crucial en su trato.
En el espacio de la vida urbana, el ascenso social será la constante
de las personas menos favorecidas. Eventualmente, con la llegada de
los africanos, como de otros grupos sociales, ya no cabría indicar sólo
dos sistemas culturales confrontados, estrictamente, se debería consi-
derar otras influencias en la vida cotidiana y en la transformación del
pensamiento, además de las nuevas identidades gestadas. También hay
que considerar que los grupos indígenas separados y no avasallados
por la avanzada de los españoles generaron otras dinámicas de vida.
Por supuesto, había una jerarquía colonial, como experiencias cotidia-
nas que rompían con las leyes, separaciones tajantes, transgresiones al
orden moral y legal, en este caos inaprensible se sucedieron las formas
de vida prehispánicas, siendo formas de vida contemporánea.
Ante la confrontación de sistemas existe una mediación manifesta-
da por el dispositivo colonial: “el Estado colonial era, desde su cons-
titución, un aparato de mediación. De mediación no entre intereses
en competencia, sino entre cuerpos con privilegios particulares, entre
potestades eclesiásticas y civiles, entre culturas e identidades distintas”.8
Mediación desfasada que se sustentaba en lo político-jurídico. Tal pare-
ce que dicha unidad legal permitía la existencia de las diferencias y tam-
bién las leyes para combatir algunos aspectos indeseables, por lo que
no se quería aniquilar todas las formas de vida, sino aquellas necesarias,
igualmente, son las luchas continuas a lo largo del periodo colonial lo
que impide el aniquilamiento, y las leyes las que deberán removerse
para evitar los conflictos.
La organización misma de las “repúblicas de indios” respondía a
esa lógica. Los indios no eran súbditos sin más, eran miembros de
corporaciones con una representación política particular; sus autorida-
des eran, jurídica y socialmente, un mecanismo de intermediación: “los
8
Fernando Escalante Gonzalbo, Ciudadanos imaginarios, p. 109.
29
principales entre los vecinos de los pueblos eran pues verdaderos inter-
mediarios; lidiaban con ambos mundos, el indígena y el español; habla-
ban dos idiomas; vinculaban a dos sociedades, y sobre todo mediaban
entre la República y las autoridades españolas en términos políticos,
y entre los comuneros del pueblo y los empresarios y rancheros veci-
nos, en términos económicos”.9 Son las experiencias de los pueblos las
que le darán una identidad peculiar a cada uno en su relación con los
españoles y en donde cada uno irá produciendo la dualidad nosotros/
ustedes.
Las estrategias de sobrevivencia y lucha contra los españoles y su so-
ciedad se pusieron en marcha desde los primeros choques culturales. La
lengua española trajo cierta homogeneización, con ello, ocultó para las
sociedades europeas y, eventualmente, latinoamericanas, las concepcio-
nes indígenas. La presencia española intentó establecer algunas condicio-
nes de vida, sólo que los indígenas dentro del entramado de la estrechez
de movimiento urbano, en la lucha por el territorio o la vida en la comu-
nidad, iban forjado su destino. La vida indígena tenía voluntad propia, si
bien estuvieron obligados a ciertas formas de sometimiento, decidieron
el bando, adoptaron libremente algunos aspectos y también eligieron no
hacerlo y pelear, de cualquier modo, siguió caminando. Las diferentes
decisiones y el resultado de sus peleas son el carácter nada pasivo de su
lugar en las colonias españolas. Estamos lejos de ver un estado idílico de
conquista.
La Palabra y el otro
El sentido se va configurando con el tiempo, existen varios hechos que
permiten que se viva uno concreto. El sentido no es perenne, se trata
de entenderlo acorde al tiempo. En la misma medida que para el mun-
do europeo se conforma América y el indio, en las lenguas indígenas se
configura al otro y se cambia las estructuras lingüísticas de la Palabra
Sagrada.
Las sociedades indígenas eran diferentes, sin embargo, compartie-
ron algunos códigos epistemológicos. La cercanía entre un grupo de
Norteamérica con otro del hemisferio Sur se explica por las antiguas
territorizaliciones que permitieron mayor cercanía entre diferentes gru-
pos, además de la conformación de una red de interacciones. Pablo
Marmán Quemenado, historiador mapuche, también lo entrevé de esta
9
Brígida von Mentz, Pueblos de indios, mulatos y mestizos (1770-1870), México, CIESAS,
1988, p. 95 apud F. Escalante Gonzalbo, Op. cit., pp. 109-110.
30
manera: “el mundo indígena al contrario de lo que se nos ha enseñado,
estuvo interrelacionado desde los primeros tiempos”.10
La red lingüística es una forma de ver la red cultural por la cual se po-
dían compartir algunos códigos epistemológicos; en el caso de los mapu-
che “se trataría de grupos antiguos que fueron evolucionando y cambian-
do. Es probable que también establecieran contacto con otros pueblos
del norte. […] Podríamos decir, simplificando, que las culturas fueron
aprendiendo unas de otras de norte a sur, a través de muchos siglos”.11
La difusión por contacto es una de las razones por las cuales se pue-
den encontrar rasgos similares en una y otra lengua, un aspecto trascen-
dental para articular los puntos clave en que los hilos de la red se cruzan,
sobre todo, para entender por qué en la lengua del español, algunas
expresiones indígenas coincidirán —independientemente del ámbito de
la experiencia compartida en contra de las sociedades extranjeras—, son
las vivencias que antecedieron al asentamiento colonial:
31
Gobierno Inca, no obstante, no es la que tiene mayor influencia sobre
el territorio andino, la lengua aymara tendrá un dominio más fuerte,
inclusive sobre las concepciones quechuas:
14
Gustavo Solís Fonseca, “Políticas de Estado e idiomas indígenas en el Perú” en
Ariruma Kowii (comp.), Identidad lingüística de los pueblos indígenas de la región andina, p. 58.
15
L. K. Vergara Romaní, Op. cit., p. 169.
16
Ibid., pp. 176-177.
32
Una constante en las diferentes culturas indígenas es la Palabra Sa-
grada interpretada por un grupo de sabios. La Palabra, igualmente, es-
taba vinculada al conocimiento a través de los signos de la naturaleza
y del “buen decir”. Al contacto con el español, se integra otro modo
de entender la palabra, cuyo soporte trae una mudanza de paradigma.
Para los mayas, la Palabra Sagrada, está relacionada con el canto sa-
grado del Gran Ceibo: “Ya’ax che’ es el nombre maya de la ceiba, que
etimológicamente significa ‘el árbol verde’. La etimología del nombre
subraya que se trata del árbol por excelencia. Es de género masculino,
de manera que debe pensarse en él como ‘el Ceibo’, no ‘la Ceiba’, de ahí
que se le anteponga Yum no Yunan”.17 La palabra Yum puede traducirse
como Señor, haciendo referencia a la grandeza, de ahí que en español
se conozca como el “Gran(de)”. El tronco del Gran Ceibo es la tierra
donde habitan las personas, las raíces se sumergen bajo la tierra y la copa
es el cielo. En los mayas como los náhuatl, la Palabra Sagrada sólo podía
ser interpretada por los sacerdotes.
En la lengua mapudungun, lengua mapuche, la Palabra Sagrada está
relacionada con el espíritu de Azul (Kallfv). Mapudungun, significa: mapu:
tierra, y dungu(n): lengua, habla, palabra. Sin necesitar mayores explica-
ciones se percibe la relación entre la tierra y la lengua, y los hombres
que son de la tierra; mapu: tierra, che: gente.
17
Jorge Echeverría Lope, nota 2 de “X-La’ boon suumij” en Carlos Montemayor y
Donald Frischmann, Los nuevos cantos de la Ceiba, p. 124.
18
Lucía Golluscio y Ana Ramos, “El ‘hablar bien’ mapuche en zona de contacto:
33
Es necesario aclarar que antes era usado el vocablo reche, para hacer
referencia a la persona, así lo aclara el historiador mapuche José Millalén
Paillal: “Una revisión general de la bibliografía referida a los mapuche da
cuenta de que éstos siempre han tenido conceptos de autoidentificación
colectiva. Según Boceara (1999), en el periodo prehispánico se usó la ca-
tegoría de reche —originarios— para diferenciarse de otros grupos. Esta
misma denominación posteriormente los diferenció de los wigka españo-
les. Luego, se pasó a la autoidentificación de mapuche”.19
La Palabra no sólo representa el habla de las personas, es también el
lenguaje de la Naturaleza/Universo, de ahí que sólo algunos puedan in-
terpretarla. Los líderes, principales, gobernadores, sacerdotes, son quie-
nes tienen la Palabra y la voz del pueblo; está unión no será disuelta, lo
que se transformará será su contenido, es decir, la palabra en minúsculas
o la estructura lingüística.
El cambio en las estructuras lingüísticas, necesariamente, arrastra
un cambio de sentido, uno de los más profundos será la configura-
ción del otro, el hombre europeo, español o blanco. La aparición de
las personas con una estructura epistemológica diferente va cobrando
preponderancia, cuando éstas toman el control de los territorios. En-
tonces las formas de configuración se irán alterando en una serie de
hechos y experiencias que, a su vez, estarán generando nuevas clasifi-
caciones.
La categorización del otro se basa en las atribuciones de sus acciones.
Natalio Hernández, investigador náhuatl, señala en su libro In tlatoli,
in ohtli (La palabra, el camino), que las categorizaciones coloniales hicie-
ron surgir una conciencia colectiva para defender “nuestra verdadera
identidad”, y la demarcación en el lenguaje para indicar “nosotros”
(entiéndase el nombre de origen étnico) y ellos-otros,20 los calificativos se
extendieron tanto en lengua indígena como en español, en esta última
bajo los conceptos de los extranjeros, los extraños, los venidos de lejos,
los blancos, los que engañan, usurpadores, ladrones, mentirosos, entre
otros más.
En el Libro de Chilam Balam de Chumayel se hace referencia a los dzu-
les, descritos por los mayas como los extranjeros comedores de anonas,
es decir, los españoles: “El aparente orden del que hablan los textos
34
se ve interrumpido de manera abrupta por la llegada de los españoles,
los dzules, extranjeros comedores de anonas, y se inicia otro tiempo
histórico, con otros personajes y otra dinámica”.21 La relación de los
elementos culturales con respecto a estos hombres se extendió de for-
ma particular: “Y entonces vinieron los dioses Escarabajos, los desho-
nestos, los que metieron el pecado entre nosotros, los que eran el lodo
de la tierra”.22 Con el tiempo, se fue grabando la referencia en la cultura
maya, Jorge Miguel Cocom Pech, escritor maya contemporáneo, en su
libro Muk’ult’an in Nool (Los secretos del abuelo), relata: “cuando los blan-
cos atacaban a los mayas, los exterminaban sin miramientos. Lo mismo
mataban a mujeres y a ancianos que a niños”.23
En la obra Chayanta: tragedia de Atau Wallpa, se caracteriza al aunqa-
sunk’a o enemigo de barba, por parte de los quechuas, lo que se mues-
tra en diferentes cantares con más o menos las mismas líneas:
21
Laura Elena Sotelo Santos y María del Carmen Valverde, “Historiografía maya de
tradición indígena (siglos XVI-XIX)” en J. R. Romero Galván (comp.), Op. cit., p.142.
22
Anónimo. “Libro de Chilam Balam de Chumayel”, en Mercedes de la Garza
(comp.), Literatura Maya, p. 225. [Trad. del maya al castellano de Antonio Mediz Bolio.]
23
Jorge Miguel Cocom Pech, Muk’ult’an in Nool / Secretos del abuelo, p. 27.
24
Gaya Makaran, “La realidad nacional boliviana en el espejo de la literatura
quechua-aymara”, p. 13.
35
En las lenguas se fue integrando al otro, que se mostraba totalmente
diferente. Esto por supuesto, no significa que antes de que los españoles
implantaran un nuevo orden no existieran adjetivos negativos para los
grupos indeseables. El bárbaro también estuvo presente en las lenguas
indígenas, tal es el caso de los chichimecas, que eran mal apreciados
por los mexicas debido a su nomadismo. Conforme el orden colonial
se establecía y las batallas por defender la tierra no fueron suficientes,
se muestra que la experiencia permitió hacer de la diferencia una nueva
categoría.
La homogeneización de los grupos prehispánicos a la noción “in-
dio”, también trajo la conformación de lo no-indio, aunque tal conno-
tación no haya existido más que en su forma de sustantivar al otro, que
no son de nosotros, ni son de otro grupo como nosotros. A la par, hay que
tener en cuenta, a los sujetos que se quedaron en medio, en Mesoaméri-
ca el “ladino” también tendrá una imagen negativa. El concepto utiliza-
do por los peninsulares para referirse a ciertos judíos es sugerente para
la configuración del mestizo, cuya situación se encontraba en medio de
ambos grupos al inicio de la reconfiguración de estas tierras, así como
también al mestizaje de la cultura, y al dominio del español por parte
de los indios, es decir, que con este vocablo se alude a quienes hablan
español y tienen las costumbres propias de la lengua. El caso de Chipas
se extiende a otros territorios indígenas:
25
Olivia Gall, “Guerra interétnica y racismo en la historia de Chiapas. Ladinos e
indios, miedos y odios”, p. 65.
36
inclusivo refiere a que todos somos parte de la misma comunidad, el
nosotros exclusivo alude a que hay alguien que no es de la misma so-
ciedad, pero se incluye en la partícula nosótrica. No obstante, cuando
se pretende insultar a ese otro (ellos) al que no se quiere incluir, nace la
forma despectiva sin que participe del “nosotros”.
La configuración del otro, del blanco/europeo, blanco-español/,
blanco/criollo, responde a las estructuras lingüísticas y epistemológi-
cas de algunos pueblos originarios. A partir de lo anterior se entiende
cómo la categoría del otro surge de las relaciones específicas de la con-
frontación y de las estructuras epistemológicas. La noción de lo que no
es propio y relacionado con los otros es una manifestación generalizada
en los pueblos y que no se aplica a otro-indígena.
En el caso de los mapuche es interesante ver el cambio de sentido
en la palabra winka, wingka, wigka o, antes, escrito como huinca. Dicho
vocablo era utilizado para referirse a los Inca, quienes intentaron inva-
dir su territorio, por lo que el sentido está relacionado con el extranje-
ro-invasor. A la llegada de los españoles, cambiará de sujeto, a quienes
acusaron de ladrones e invasores, así winkadungun es la lengua de los
ladrones, por ello se les nombró pu inca (nuevo inca). Las ideas de in-
vasor y usurpador se irán adaptando a los nuevos sujetos. En lo que
corresponde a la estructura lingüística de los mapuche:
26
F. Zúñiga, Op. cit., pp. 96-97.
27
Cf. Ana Matías Rendón, “Preámbulos para una mirada a los afrodescendientes
entre los indígenas”, en Pensares y Quehaceres, núm. 3. En este ensayo profundizo dicha
37
tructura lingüística o la palabra, tendrá una transformación fundamen-
tal a partir del comportamiento de los invasores, por lo que la Palabra
Sagrada también se modificará, sólo que se hará bajo otros cánones.
II
EL DISCURSO CONTINUO
38
bramiento de la realidad para comunicarla, por lo tanto, las limitaciones
del pensamiento nacen juntamente con las posibilidades.
La narrativa en español
La nueva lengua se impuso a partir del virreinato. La Colonia fue un
proceso que intervino, entre otros aspectos, en las formas narrativas
que conducían los modos del decir. La lengua española traía consigo sus
sentidos, pero también construyó nuevos a partir de una otredad a la
que estaba definiendo, por su lado, los indios, recreaban sus propias na-
rraciones a partir de su alteridad, por un lado, bajo su tutela y, por otro,
en la oralidad de sus comunidades en las que cimentaban la memoria.
En el área mesoamericana: “bastaron las primeras décadas colo-
niales para que la retórica más culta de idiomas como el náhuatl, el
maya, el zapoteco, el mixteco y muchos otros, pasara a ser portadora
de significaciones distantes y ajenas a las mentalidades del mundo ame-
ricano”.29 La narrativa que sufre la mayor fractura es la expresada en el
idioma de los hombres de barba. La narrativa indígena se configura por
dos lenguas y a través de múltiples experiencias culturales.
La narrativa prehispánica es colectiva, así cualquier individuo dentro
de la comunidad puede ser el narrador, mientras que las crónicas espa-
ñolas son las historias individuales, sin embargo, en el cambio narrativo
se debe considerar los aspectos del acto de narrar: “[…]tener en cuenta
al mismo tiempo el acto y las circunstancias de su enunciación”,30 puesto
que se trata de entender las motivaciones del escritor y del receptor a
quien es dirigido y acepta los sentidos creados.
En efecto, en los textos seleccionados por Miguel León Portilla,
en la Visión de los vencidos, que narran la conquista y lo que sobrevino
después, se interpretan los mensajes de las fuerzas naturales como pro-
fecías cumplidas: “la respuesta de los relatos indios, que es más una
descripción que una explicación, consistiría en decir que todo ocurrió
porque los mayas y los aztecas perdieron el dominio de la comunica-
ción”.31 Asimismo, en los libros sagrados mayas se puede leer la idea de
un destino inevitable. Los relatos muestran una explicación que mani-
fiesta una situación más compleja, en el que la enunciación está com-
29
Dora Pellicer, “Oralidad y escritura de la literatura indígena: una aproximación
histórica” en Carlos Montemayor (coord.), Situación actual y perspectivas de la literatura
en lenguas indígenas, p. 15.
30
Tzvetan Todorov, La conquista de América, p. 60.
31
Ibid., p. 69.
39
prometida con una oficialidad a la que hay que alinearse, al igual que
una cuenta temporal propia de ciclos repetitivos.
El pueblo inca sucumbirá más tarde, su posición estratégica como
la mexica, permitirá que las instituciones y el gobierno de los españoles
establezcan los centros de control en sus ciudades:
40
las oficiales para el mundo hispano; y, por otro lado, la transformación
de un pensamiento que se ha mezclado, pero que efectivamente, será
producido por quienes son clasificados como indígenas, en su mayoría
pertenecientes a las élites indias del Virreinato, o de quienes podrán
acceder al alfabeto latino y lo utilizarán para grabar los conocimientos
antiguos.
Este divisionismo no pretende ser esencialista. Sería muy difícil de-
terminar las fronteras claramente, aunque de forma colectiva sólo es
una guía que nos remite a entender las formas generales de los movi-
mientos que se crean a partir de las categorías sociales para identificar
a los grupos humanos y, sobre todo, para comprender que no tendrán
las mismas implicaciones, para el habla hispana que para las lenguas
indígenas, las recreaciones del pasado con un nuevo sentido.
Existe una constante en señalar lo indígena como estado acabado, y
cuando se refiere a su transformación, se hace hincapié en el contenido,
pero pocas veces se hace referencia a su relación con la persona; por
ejemplo, en los papeles Paxbolón-Maldonado es considerado indígena
“ya que, a pesar de haber sido redactado bajo los cánones europeos y
guardando una estructura fundamentalmente occidental, en él se conser-
va parte de la historia prehispánica, la organización política y la religión
nativa de Acalan, así como el desarrollo posterior a la conquista desde
la perspectiva indígena, reflejando el conflicto entre la cultura europea y
la maya”.34 Con respecto a la obra de Cristóbal del Castillo, Historia de la
venida de los mexicanos y la Historia de la conquista, los comentaristas novo-
hispanos como los posteriores, tenían la preocupación sobre el origen y
posición étnica del autor, pues “influían profundamente en su obra”.35
Lo que lleva a considerar la configuración de lo indio/indígena más allá
del concepto que es utilizado por los europeos.
El transcriptor, el informante indígena, los límites de la expresión,
la adhesión al nuevo orden y las conveniencias personales generan la
forma particular a llamarse “india/indígena”, en el que el idioma espa-
ñol visualiza el lenguaje antiguo. Los desfases narrativos son la repre-
sentación de una fractura vivencial. Esta fragmentación se traduce en
una narrativa que crea las representaciones españolas en desfase con
las indias, y las simulaciones de lo que se representa en papel y lo que
está sucediendo.
41
Las crónicas europeas se conducen hacia la oficialidad epistemoló-
gica, lugar en el que se deberán mover las personas. La legalidad conce-
dida a sí mismos, instaura su sistema. El indígena al aprender el español
no sólo deberá expresar su pensamiento en un nuevo idioma, aprehende
las viejas y nuevas significaciones europeas. Los nuevos paradigmas
que se abren a través de los intercambios serán piezas fundamentales
para el quehacer narrativo, con ello, la forma de registro de dicho pen-
samiento.
La escritura latina es la representación material del cambio discursi-
vo: “la escritura conservó el código de las lenguas orales pero rompió
la relación que mantenían con la cultura y el pensamiento, es decir, con
la oralidad: Izcatqui Ycuepa Yn Pater Noster (El padre nuestro en lengua
mexicana), repetían los indios en el primer texto de alfabetización de la
Colonia […]”.36 La ruptura no fue totalmente abarcadora. Los indíge-
nas que tuvieron la posibilidad de aprender el alfabeto latino eran de la
clase noble —sin descartar la participación de algunos macehuales—,
muchos de ellos conservaron parte de la tradición oral en la lengua
escrita. La importancia de la lengua española, como la lengua oficial,
determina la forma expresiva imperante, si bien, en las comunidades,
al igual que en la clandestinidad de las ciudades, se defendía el idioma
propio, es de resaltar las implicaciones que tuvo el expresarse en espa-
ñol y el que los indios tuvieran que practicarlo para comunicarse con
los otros.
Los religiosos evangelizadores elaboraron vocabularios, diccionarios,
gramáticas, y aun cuando se puede percibir como positiva la sistematiza-
ción de las lenguas indígenas, también permitieron que los significados se
tergiversaran. Los españoles intentaron usar las lenguas de los antiguos
regímenes, el quechua en Perú y el náhuatl en México, para la evange-
lización y administración de gobierno, para luego hacer la transición a
la castellanización, aunque es pertinente mencionar que durante el siglo
XVI “la corona española fue cambiante en cuanto a los criterios sobre
la predicación en lenguas indígenas, ora pidiendo que sólo se predicara
en castellano, ora demandando que tal se hiciese en la lengua propia de
la región”.37
Cuando los eclesiásticos utilizaron el conocimiento de las lenguas
indígenas para su labor evangelizadora moldearon igualmente la for-
42
ma comunicativa: “las palabras, las metáforas y otras figuras de estilo
recibieron el bautizo de nuevas significaciones y tuvieron que entregar
su forma al servicio de Padres nuestros y Salvajes reginas, Doctrinas y Con-
fesionarios”.38 Cada pueblo indígena se vio inserto en esta dinámica con
diferencias expresivas.
El orden colonial empuja a sobrevivir bajo nuevos modelos, ser
parte del nuevo mundo, a ser un hombre cristiano; no se trata sólo de
buscar una mejor posición social, sino de vivir dentro de las reglas. La
oralidad y la escritura serán instrumentos de registro indígena, la escri-
tura limitada y la oralidad con mayor autonomía. La narración indígena
en español arroja luz para entender cómo el discurso, a partir de la in-
fluencia de otra lengua, está transformándose. El sistema lingüístico del
español trae consigo sus aspectos ideológicos, sólo que al ser asumidos
por los indígenas son revertidos. El registro del discurso en español,
paralelamente, nos muestra cómo cada pueblo sobrelleva su cambio.
38
D. Pellicer, Op. cit., p. 24.
43
nos permite hablar de escritura; la negación de su existencia es
sólo parte del etnocentrismo que justifica la dominación cultural
europea, como lo era también la negación de la naturaleza humana
del indio (problema ampliamente debatido entre los sabios espa-
ñoles del siglo XVI).39
39
Edmundo Bendezu Aybar (comp.), Literatura quechua, p. XV.
40
F. Navarrete, Op. cit., p. 293.
41
Rolena Adorno, Guaman Poma: Literatura de resistencia en el Perú Colonial, p. 110.
44
Anteriormente, se ha comentado la naturaleza colectiva de la narra-
ción, ello no excluye a las figuras importantes en el quehacer del registro
en la larga tradición escrita; en la cultura náhuatl se distinguen a el tlama-
tinime y el tlacuilo. El sabio, tlamatinime, es el historiador y sacerdote de su
pueblo, depositario de la Palabra Antigua; el tlacuilo, el pintor, escritor de
la historia y los conocimientos: “de la indudable producción de libros de
estos especialistas ‘reales’ han quedado los que para nosotros son obras
de arte. Sus libros los hicieron con el oficio que llamaban amatlacuilolli,
es decir, ‘la pintura de libros’, el arte de la escritura con la ‘tinta negra
y los colores’ para el tecpan o palacio, sede del poder estatal, y para el
teopan o templo, sede del poder religioso”.42 Al escribir pintando se adhiere
la escritura latina, “esta nueva forma de registro, de la que se conservan
ejemplos importantes no sustituyó la antigua de los códices exclusiva-
mente pictográficos, misma que siguió existiendo”.43
Los mayas también usaron las nuevas formas sin eliminar las an-
tiguas: “la necesidad de reconocer su origen y conservar sus tradicio-
nes, que está presente desde los tiempos prehispánicos, pervivió entre
los mayas coloniales quienes al aprender el sistema de escritura latina
transcribieron sus antiguos textos y los emplearon entonces también
como un mecanismo activo de resistencia ante el dominio español”.44
En Perú, Guaman Poma revela la resistencia a través de la escritura y
la pintura. En cuanto a los mapuches se debe considerar que si bien su
proceso fue diferente, gradualmente, sumaron las formas de registro
europeo.
El material de las memorias también se transformó, de los muros, ce-
rámicas, quipus, códices, a la manufactura en papel. Así la escritura latina
no fue sólo una actividad adherida a las nuevas formas del quehacer del
registro, el soporte también resulta crucial para entender las transforma-
ciones de las concepciones prehispánicas. Los textos que se produjeron
después de la conquista heredan en buena medida los sentidos del pen-
samiento prehispánico, en consecuencia, los registros se entrelazan en la
nueva escritura: “[…] los códices, la tradición oral y las toponimias. Por
la otra, la española, con los relatos de los conquistadores, de los religiosos
y de los funcionarios civiles. De estas dos corrientes surgió un estilo dis-
tinto de narración histórica, que expresaba sus pensamientos en lengua
castellana, pero en los que se percibe el sentimiento indígena”.45
42
Carlos Martínez Marín, “El registro de la historia”, en J.R. Romero Galván, Op.
cit., p. 38.
43
J.R. Romero G., “Introducción” a J. R. Romero Galván, Op. cit., p. 15.
44
L.E. Sotelo y M. del Carmen Valverde, Op. cit., p.140.
45
Rosaura Hernández R., “Diego Muñoz Camargo”, en J.R. Romero G., Op. cit., p. 308.
45
Es menester señalar que el registro del discurso se vincula con la
historiografía. Al revisar qué fue lo que se guardó, vemos los senti-
dos perpetuados y, además, se comprende mejor la dirección con las
bifurcaciones que se dieron en la historia escrita en español y los en-
tronques que le permitieron regresar y reconstruir la memoria: “debe
entenderse que los discursos allí registrados, al constituir la historia de
los gobernantes de cada señorío, contenían los elementos necesarios
para justificar el dominio de los señores sobre sus gobernados. Eran,
en suma, historias de poder”.46 Indicaban el poder de los españoles,
al igual que la justificación de los autores por participar de éste. Otras
comunidades más modestas hicieron lo propio para que al poblado le
fueran reconocidos sus derechos por la Corona.
Las relaciones en el ejercicio del poder son el punto crucial de los
desfases discursivos. Por un lado, se comprende la continuidad discur-
siva indígena, por otro que, al intentar empatar ambas vías en la escri-
tura, la complejidad del análisis salta a la vista. Uno y otro discurso se
conjugan, creando dificultades; tanto la escritura antigua como la latina,
requieren de intérpretes para ambas sociedades, mientras que las cró-
nicas indígenas se elaborarán con las estructuras occidentales, un tanto
de los sentidos históricos construidos por los españoles se filtran en los
sentidos propios: “lo más notable de estos documentos es su capacidad
para hacer confluir en un mismo discurso información distinta para
servir a diferentes finalidades al mismo tiempo. Valiéndose de la tradi-
ción pictográfica indígena y del alfabeto latino traído por los europeos,
unieron, felizmente, la antigua tradición con los nuevos elementos”.47
Ni tan felizmente, pues un lenguaje dislocado se hacía evidente.
La historiografía es un asunto importante para comprender el dis-
curso indígena. Los sentidos de los que hoy participamos se han ela-
borado en lo que se considera la historia y en la forma de su registro:
Cabe hacer la aclaración de que aunque el hacer historia para los
mayas, y en general para el resto de los grupos mesoamericanos,
haya implicado fundamentalmente lo mismo que para el hombre
occidental: el registro intencionado de suceso, hechos o aconteci-
mientos que se dieron en un momento determinado, mostrando
así una actitud crítica y reflexiva hacia el pasado, el resultado de
tal práctica en los dos casos fue necesariamente distinto, ya que la
concepción del tiempo y del hecho histórico en ambos mundos
no es equiparable.48
46
José Rubén Romero Galván, “Introducción” a J.R. Romero G., Op. cit., p. 14.
47
Miguel Pastrana Flores, “Códices anotados de tradición náhuatl”, en J.R. Romero
G., Op. cit., p. 84.
48
L. E. Sotelo y M. del Carmen Valverde, Op. cit., p. 134.
46
La historiografía es una práctica anterior al orden novohispano. El
devenir de los pueblos se muestra, pues, en los primeros registros de las
comunidaes. Esta conciencia histórica: “con la llegada de los españoles
esta Babel histórica no desapareció, sino que se complicó aún más,
pues a los tradicionales públicos indígenas (el local de la comunidad y
el general de las demás etnias) se añadió el público español y cristiano,
a quien había que persuadir de la legitimidad de la posición histórica de
cada pueblo para así obtener el reconocimiento de sus derechos territo-
riales y políticos”.49 Por supuesto, a nivel discursivo es difícil interpretar
la intencionalidad, pero, si bien, se dio una pérdida de sentidos, en parte
por la destrucción de documentos prehispánicos, es cierto que existen
fuentes que nos permiten el rastreo (por ejemplo, la oralidad), incluso
en la forma escrita posterior a la instauración de la Colonia.
Lo que nos dicen los registros indígenas es que diferentes tipos
coexistieron al mismo tiempo y que la idea de “mito” para la historia
indígena es un arcaísmo: “por lo anterior, resulta necesario tener pre-
sentes las narraciones que actualmente se han catalogado bajo catego-
ría de mitos, puesto que además de constituir historias verdaderas, dan
cuenta de la misma concepción indígena de la historia y de su manera
particular de concebir el desarrollo de sus propios pueblos”.50
El discurso histórico revela a los indígenas como actores princi-
pales: “en efecto, si alguien preguntara cuál es el contenido de la Cró-
nica mexicana, la respuesta idónea vendría a ser: los mexicas hacen la
guerra para obtener honores y riquezas”.51 El dominio en el ejercicio
del poder, en el caso náhuatl, era ya conocido antes de los españoles,
como fue la historiografía hecha por Tlacaélel y que se siguió practi-
cando después de la derrota con los españoles: “También es común el
‘retoque’ de la historia para no mencionar acontecimientos poco gra-
tos o suavizar otros, como es el caso del Códice Azcatitlan en el cual
no se registran las derrotas mexicas prehispánicas, ni se aclara que las
primeras conquistas realizadas por ellos fueron bajo el mando de Az-
capotzalco. […] En este renglón cabe mencionar cómo algunas veces
los indígenas se representaban a sí mismos tan o más importantes que
los españoles, como por ejemplo en el Lienzo de Tlaxcala y el Códice de
49
F. Navarrete, Op. cit., p. 294.
50
Silvia Limón Olvera, “Los códices transcritos del Altiplano Central de México”,
en J.R. Romero Galván, Op. cit., p. 88.
51
José Rubén Romero Galván, “Hernando Alvarado Tezozómoc”, en J.R. Romero
Galván, Op. cit., p. 321.
47
Tlatelolco”.52 En éstos las figuras de los indígenas son más grandes para
destacar su participación.
El discurso indígena se comprende cuando vemos a los indíge-
nas como protagonistas de sus procesos: “los indígenas se muestran
como actores fundamentales de su propia historia y ya se ha esta-
blecido como frente a los españoles manejan una imagen de igual a
igual, lo que implica una conciencia de que son esencialmente iguales,
aunque los europeos ocupen el poder”.53 Antes de la llegada de los
españoles, como después, los pueblos indígenas han luchado por sus
propios intereses, mostrando que su identidad colectiva ha estado
definida, no por su lengua, sino por su propia conciencia histórica y
del devenir del pueblo: “entre los indios el particularismo histórico
era tan viejo como la división étnica: cada pueblo tenía su tradición
histórica que narraba su historia y que apuntalaba sus derechos sobre
su territorio y su posición política respecto a los demás pueblos”.54
Aquí se encuentra la base de las formaciones bélicas y discursivas de
cada pueblo indígena. Así, tenemos Alvarado Tezozómoc defendien-
do la historia mexica, y a Ixtlilxóchitl, la acolhua: “Esta reivindicación
era muy importante para cualquier autor indígena, pues establecía su
derecho a reproducir la tradición de su pueblo y además confirmaba
la verdad de su obra”.55 En el Virreinato de Perú también los autores
se definen dentro de cada pueblo, así se halla Juan de Santa Cruz
Pachacuti Yamqui Salcamaygua (collagua), Guaman Poma de Ayala
(yarovilca-colla), Titu Cusi Yupanqui (inca) y Garcilaso de la Vega,
aunque los orígenes inca serán el punto de coincidencia.
Tanto en las crónicas, códices, cantos, poesías, cartas, relatorías,
pinturas y demás documentos se exalta al grupo étnico, presentando
su propia verdad de los acontecimientos y diferenciándose de otros
pueblos: “todas ellas tienen como denominador común el interés por
recuperar la memoria del pasado y enaltecer la historia de su pue-
blo”.56 Esta diferencia en las concepciones del registro de la memoria,
obviamente, le dará un matiz particular a cada grupo social. Lo que es
de resaltar es que cada historia resulta verídica para cada sociedad, lo
que evidencia el plano disímil epistemológico de las confrontaciones,
52
M. Pastrana Flores, Op. cit., p. 54.
53
Ibid., p. 84.
54
F. Navarrete, Op. cit., p. 294
55
Ibid., p. 295.
56
S. Limón Olvera, Op. cit., p. 114.
48
por ello, no sólo están presentes las armas, sino el mundo interpreta-
do que los ha llevado al enfrentamiento.
III
LA DISCURSIVIDAD INDÍGENA
49
cipiente forma de pensamiento indigenista de humanistas y religiosos
que los defendían también se mezclaba; una tercera línea, todavía más
elemental, buscaba dominar el idioma español, con todos sus elemen-
tos culturales.
La discursividad en español
En el Virreinato surge una voz particular, la voz sobre el indígena, aque-
lla que se hace para rescatar su conocimiento, moldeado por razones
católicas, las cuales esconden las justificaciones de dominación y nace
en conjunto con lo que se espera del indio. La construcción del perso-
naje del indio dibujado en la narrativa de los viajeros europeos tiende
a ser un concepto identitario que se va definiendo, sin embargo, esta
imagen configurada necesita la modulación de su voz, justificar en su
palabra lo que se instaura. En gran medida, inicia el peligro del pensa-
miento indigenista, el pensamiento sobre lo indígena: tomar lo escrito
sobre lo indígena como lo indígena: “los planteamientos americanistas de
los ‘indigenistas’ tienen sus antecedentes históricos en los defensores
de los indios y partidarios de la ‘Leyenda Negra’ en los siglos XVI
y XVII y en especial, Fray Bartolomé de las Casas, Fray Antonio de
Montesinos y el Padre Francisco de Vitoria en su conocida obra”.57
Hay posturas que condenan a la persona imprevisible, por el supues-
to salvajismo, dando a conocerlo como un bárbaro, a la par, personas
intentaran revertir los daños, para ello, serán los traductores, transcrip-
tores y escritores de los indígenas, su postura será tal que, lo que redac-
ten, se tomará por indígena. Los textos producidos y valorados como
“indios” ayudarán al respecto, fundando un vicio. El discurso creado
sobre los indígenas será el discurso de los indígenas repetido para los otros.
El problema de la voz construida es el desfase y la simulación dis-
cursiva. Así, el lenguaje lascasiano, podría ser el principio del discurso
en español, lo que se espera de los indígenas. Cuando se aprenden las
fórmulas de la expresión para los indígenas, se va recreando el discurso
indígena en español para los otros, simulando el diálogo y la traslación de
los sentidos propios a los del idioma imperante.
El pensamiento lascasiano se define por el “[…] empleo de las ideas
de fray Bartolomé de las Casas y a la manera cómo estas se reflejan en
las crónicas y documentos coloniales, quedando por lo tanto sujetas al
uso e interpretación que de ella hagan los distintos autores de esa épo-
57
Javier Ocampo López, Los orígenes ideológicos de Colombia contemporánea, p. 33.
50
ca”.58 Se trata de una mentalidad, un paradigma, la forma de pensar lo
indígena. Y para comprender esto último, hay que ver las implicaciones
que tiene el texto de Tenamaztle en México y el de Guaman Poma en
Perú. El primero “tiene” una carta de su defensa en Valladolid cuando
fue exiliado, y en el que interviene Las Casas como su defensor, ni uno
ni otro dominan la lengua de su interlocutor. El argumento es lascasia-
no; el sentido de defensa indígena queda oculto. En el segundo caso, el
escritor quechua hace referencia a diferentes textos de su época repro-
duciendo extractos completos de otros autores. El argumento católico
proviene de las resonancias de los textos sobre los indígenas.
El pensamiento lascasiano está presente por influencia de Fray Luis
de Granada en Guaman Poma, en el mismo sentido que Fray Marcos
García lo es para Titu Cusi Yupanqui. La Instrucción (1570) de Titu Cusi
fue compuesta con la interpretación al español del sacerdote Marcos
García, pero muchas de las palabras no fueron traducidas, mostrando
la dimensión de la intervención del pensamiento europeo y sus efectos
postergados.59
Al reescribirse la historia en español se facilita la creación de la voz
indígena oficial, el pensamiento sobre lo indígena influyó en la forma:
“los discursos y teatralidad, como parte de la representatividad que un
discurso oral debía contener; y la presentación y el manejo de la historia
como estrategias retóricas. Por lo tanto, los mismos aspectos conside-
rados ‘andinos’ pudieron provenir de una mediación occidental”.60 Lo
andino, lo náhuatl, lo indígena queda secuestrado por una voz ajena.
Así, para el conocimiento europeo y, posteriormente, el latinoamerica-
no, el discurso oral debía contener ciertos aspectos indígenas.
En la traducción por Marcos García, de la Instrucción redactada en
quechua, puede notarse ciertas estrategias de manipulación, aunque
hubiera habido buenas intenciones para ello, semejante a la traducción
del pensamiento náhuatl que hizo Las Casas de Tenamaztle. Esto le
da un carácter de legitimidad a la voz indígena, quechua o náhuatl:
“un método de traducción que encuentra la necesidad de plasmar la
obra al pensamiento occidental hegemónico”.61 Hay un cuidado en la
representación de las “cosas de los indios”, para evitar el retorno a
la idolatría, en el caso quechua, de los huacas o tumis, ocultándolos,
58
Liliana Regalado de Hurtado, “Denominadores comunes en las críticas y propuestas de
‘Buen Gobierno’ según las crónicas de los Siglos XVI y XVII”, p. 16.
59
Cf. M. Cattan, Loc. cit.
60
Ibid., pp. 170-171.
61
Ibid., p. 175.
51
cambiando su sentido, o intentando emparejar los sentidos católicos
con los de la Palabra Antigua, tergiversando los significados originales.
La traducción e interpretación desvirtuó la voz originaria. Los cam-
bios de sentidos son importantes. Cuando Tenamaztle redacta su carta
se dirige a un interlocutor al que debe hacer entender su pedido de
absolución:
52
Esta forma de traducción actúa en otras esferas de manera cotidia-
na. Del mismo modo, otras partes del texto fueron alteradas, como la
explicación del usnu cuando los españoles se adueñan de él:
53
“El alcance de la intervención del agustino lo sitúa como un coautor de
la obra y, sin embargo, la crítica actual sigue reconociendo este docu-
mento tan solo como una versión nativa”.67 ¿Qué es lo que sobreviene
a la idea de que un documento es la carta de Tenamaztle y no de las
Casas, o que la Instrucción de Titu Cusi Yupanqui traducida al español
por Fray Marco García es el contenido quechua pero no la invención
de una mano española? ¿Cuáles son las implicaciones de decir que es la
voz indígena? ¿Cuáles son las implicaciones sobre los propios indios?
El discurso por repetición se vuelve conocimiento por repetición. El
conocimiento por repetición es un saber que ya no se pone en duda,
no viene comprobado por las evidencias sino por la opinión repetida.
Comienza el discurso de lo que debe ser el indio. Más allá de si está bien
o mal, la reconstrucción del pasado a partir del supuesto texto redacta-
do en español del indígena sobre sí mismo, ya está en funcionamiento.
Pero el discurso para el otro, repetido por los indígenas, también
permite ir conociendo y dominando el pensamiento del otro. Dentro de
la misma discursividad nace la expresión propia indígena en español, la
cual no está dirigida para los otros, es una expresión para sí.
El discurso indígena en español tiene una identidad propia, en las
diferentes negociaciones de la escritura se intentan grabar los sentidos
de un sistema propio, en el que se nota la influencia de otro sistema
epistemológico, pero dicha comprensión no anula a las formas propias,
al ocultarlas las transforma en un discurso para el otro y en un discurso
para sí, de este modo, la traducción surge de las circunstancias bélicas
y políticas.
Es claro que, aun cuando se habla de discurso indígena, narración
indígena o crónica indígena, éstas no tienen las mismas implicaciones
para el hispanohablante que para las personas de una lengua indígena;
tampoco puede hablarse de que las estructuras occidentales se super-
pusieron a las indígenas o pretender que la oralidad no está influyendo
en la escritura.
La idea de una forma mestiza desaparece, por lo menos, en el dis-
curso indígena. No es que la narración indígena se vuelva mestiza, en
todo caso ya era mestiza pues contiene los conocimientos de varias de
sus culturas congéneres y las que le precedieron, es que está caminando
a través de dos lenguas. En otras palabras, el discurso indígena está na-
ciendo y a su vez se está transformando por las personas que lo hacen
posible. Por ende, lo que puede entenderse como discursividad indígena
67
Ibid., nota 7, p. 191.
54
tendrá que ver con los sentidos perpetuados en relación con su enun-
ciante náhuatl, maya, quechua o mapuche, que se expresa en español,
en el que se entrelazan las concepciones de dos lenguas.
Aunque los textos hayan sido descubiertos tiempo después, aun
cuando los lectores fueran pocos, y la mayor parte de las personas no
estuvieron en contacto directo con el texto, e incluso lo hayan desco-
nocido, es el efecto de las ideas de la época lo que nos permite com-
prender el discurso en el cual se movían los individuos. No se trata
del texto en sí, sino de lo que representa su contenido, de cómo éste
ha ido perdurando, cuál dejó de funcionar o se afirmó o si únicamente
se volvió tan abigarrado que la escisión entre un mundo y otro fue
sostenido por las palabras. Tanto es así que la continuidad del discurso
no puede ser posible sin mostrar la continuidad del sentido. La repeti-
ción de palabras sería insuficiente, sin un contenido que remita a una
concepción específica, para de ésta mostrar la transformación. El “dis-
curso indígena en español del virreinato” tendrá diferentes sentidos,
para la sociedad hispano-americana está en relación con su “pasado”
y los pueblos conquistados, mientras que para las sociedades indias,
será sólo una forma en su continuidad. El discurso escrito sólo es un
registro de los sentidos producidos en el virreinato, el cual revela la
elaboración y reelaboración del discurso.
Estamos ante las construcciones de la realidad
—sentidos— de los indígenas, en donde la categorización sobre el otro
(español-americano), ya está implícita: “la relación de desigualdad entre
los grupos indígenas y la república de españoles se refleja en estos do-
cumentos, pues en ellos se refieren las hazañas de sus antepasados,
sus antiguas posesiones, sus valiosos méritos para con la corona o los
agravios sufridos para mantener su unidad comunitaria y, en el caso de
los nobles, su posición como grupo privilegiado dentro de las mismas
comunidades”.68 Además, la escritura produce una identidad propia a
nivel gramatical: “el uso del gerundio y el empleo de la hipotaxis de-
muestran que en los textos de los indígenas domina una sintaxis bas-
tante compleja”.69
La mudanza de sentidos es un proceso que no puede detenerse, los
indios mantienen un papel activo en las representaciones que produ-
cen, al grado de distinguir diferentes conformaciones textuales:
68
M. Pastrana Flores, Op. cit., p. 84.
69
Ulrike Kolbinger, “Escritores indígenas y textos del ámbito jurídico-administrativo
en el virreinato del Perú (siglos XVI y XVII)”, p. 14.
55
l. Implantación y consolidación del sistema colonial /resistencias
indígenas.
2. “Paz” colonial/ resistencia cultural y movimientos locales de
subordinación.
3. Reestructuraciones coloniales del siglo XVIII / movimientos
surreccionales.
4. Expansión latifundista/ luchas indígenas contra el despojo.
5. “Modernización dependiente” / movimientos indígenas nuevos.70
56
nos de las cosas que ellos no tenían y agora tienen, lo qual hazen
los latinos muchas vezes, usando términos griegos y hebraicos, y
hazemos los españoles cada día, aprovechándonos de términos
estrangeros, para significar sus cosas, de que carescíamos, y al pre-
sente usamos. Los exemplos se podrían traer fácilmente. Assí los
indios usan de nuestros términos para significar nuestras cosas, de
que ellos carescían, v.g. antes que nosotros fuéssemos allá no te-
nían el misterio de la missa, no tenían confessión, no tenían noticia
de gracia, ni de las demás cosas de nuestra fe, ni de otras muchas
cosas [fol. 74].72
72
Gladys Merma Molina, Contacto lingüístico entre el español y el quechua, p. 32.
73
Roberto Pineda Camacho, “Trayectoria y desafío de la política de las lenguas
indígenas en Colombia” en A. Kowii (comp.), Op. cit., p. 43.
74
Ibid., p. 47.
57
rrativas, de acuerdo con Salvador Velasco: el diacrónico, la cronología
de la historia que va de la fundación del Anáhuac al tiempo del autor; el
sincrónico que se centra en el relato etnográfico de ritos, ceremonias, can-
tos y demás rasgos culturales, sin embargo, resalta la reinterpretación
de la gesta militar que reconstruye en favor de Tlaxcala:
75
Salvador Velasco, “El ‘Coloquio de Tlaxcala’ de Diego Muñoz Camargo”, p. 323.
58
autoridades y realezas), el reclamo sobre las injusticias, el exaltamiento
de los principios y virtudes indígenas.
Los escritos realizados a partir de las conquistas tienen un efecto
transformador. La conquista existe narrativamente, lo que no niega
los hechos vividos, existe en un plano que construye la realidad. La
“conquista” no es la dominación epistemológica, esto no significa
que algunos pueblos hayan sido aniquilados o subyugados, muestra la
complejidad de los procesos en choque.
La colonización es un proceso de dominación que se filtra en varias
formas, una de ellas, es el lenguaje español, en cuyo caso concede acep-
tar ciertas disposiciones que no son dadas en la lengua indígena. Lo que
puede verse es que distintas culturas, sociedades y pueblos tienen su
propia versión, se diferencian los códices, los cantos, y las crónicas de
las sociedades, pero responde cada uno a su paradigma de relatar. Las
diferentes interpretaciones nos guían a una línea de encuentro en los
que se pueden distinguir las coincidencias de aquello llamado “conquis-
ta y colonización”, y las diferencias de cada pueblo; pero cabe indicar
que coincidir no significa “real”, sino negociación. En este proceso los
indios y los españoles están construyendo sus propios conocimientos.
El cambio diversificó las funciones del relatar, la transformación
conserva algunos modos, adhiere otros, el punto se encuentra en que
cualquier otro fenómeno social que hubiera sido fundamental para
el pueblo, hubiera virado el camino: “La poesía empezó a cumplir
el papel de resistencia frente a la nueva realidad de discriminación
y marginación de lo ‘indio’, luchó por preservar los valores de los
tiempos de paz y mantener la fe de los conquistados”.76 El canto será
el antecedente de la poesía escrita, pero de ningún modo desaparece,
se transforma para la categoría enunciada en español. La función de
la Palabra es justamente hablar por la comunidad, por ende, siempre
ha estado presente en las luchas sociales. No puede concebirse una
guerra sin la Palabra Sagrada, y ésta no puede concebirse sin el len-
guaje de la Naturaleza. El dominio del español por los indígenas es la
negociación del discurso: “la Instrucción es empleada como un espacio
polisémico de negociación de poder dentro de la colonia”.77 Además,
lo que sucede para el texto de Nueva Corónica, de Guaman Poma,
sucede para otros escritores e indígenas que enfrentan la cotidiani-
76
G. Makaran, “La realidad nacional boliviana en el espejo de la literatura quechua-
aymara”, p. 12.
77
M. Cattan, Op. cit., p. 171.
59
dad de la fragmentación: “Felipe Guaman Poma de Ayala, tradujo su
experiencia al lenguaje del ‘otro’.”78 Traducir la experiencia propia al
lenguaje del otro ha sido el reto de los discursos. La colonización es
un rasgo que transforma la discursividad, pero no la conquista.
60
rechos de los españoles, aunque se haya interpretado así cuando al-
gún grupo se alineaba al virreinato, al contrario, defendía sus propios
intereses, sólo que cada grupo originario tiene como antagonista al
español. Por ende, no hay un bando único “indígena”. Cada pueblo
tiene su identidad expresada en su lengua que lo diferencia de otros
pueblos, incluyendo a la sociedad hispanohablante que es otro pueblo
—epistemológicamente hablando, desde la postura india.
Ante cada proceso discursivo indígena que contiene diferentes sis-
temas que se van engarzando se manifiesta un discurso particular en
español, una expresión de sí, la discursividad. Esta forma es la configu-
ración del desfase enunciado por los indígenas. Los sentidos indígenas,
entonces, tendrán vida en las relaciones cotidianas, complejizando su
presentación y creando nuevas configuraciones. El desfase discursivo
produjo un nuevo entendimiento, los sentidos en español son muestra
de la transformación del pensar y del conocimiento.
La “cuenta de los días” no es sólo el cambio del calendario, es la fa-
cultad espacio-tiempo para concebir el mundo: el Caminar del Sol (y la
Luna) está en relación con lo sagrado y el conocimiento. En la cultura
quechua se distinguen tres formas para conocer:
61
de una raíz o base, se agregan sufijos que permiten nuevos significados;
como sufijo, pacha puede dar pie al “desde”; pacha, también con su vín-
culo indisoluble con lo Sagrado y la Naturaleza refiere a las siguientes
conformaciones: Pacha k’anchay, Luz del Sol; Pacha kuyuchix al sacudidor
del mundo, cuyo don le pertenece a Pacha Kamax, Señor del terremoto,
y Pacha Mama que representaba a la Tierra. Las tres formas de conoci-
miento quechua están relacionadas con lo Sagrado y el espacio-tiempo.
La concepción del espacio-tiempo es más compleja, de acuerdo con
Atuq Eusebio Manga Qespi, investigador quechua, el concepto de Pa-
cha se desglosa en más nociones, como lo son: dos espacios cósmicos
(janaj y uju), dos conceptos sincretizadores (tiqui y kaylla) y un concepto
generalizador (kay pacha).82 El desprendimiento, no obstante, sólo nos
sirve para comprender en español las diferentes manifestaciones de
Pacha, para los hablantes del runa simi las relaciones son más que evi-
dentes, además de considerar otras configuraciones, como los cuatro
ciclos y la espiral espacio-temporal. Igualmente, es pertinente mostrar
cómo en la misma lengua se aprecia el desprendimiento espacio-tiem-
po: “kaylla”, un concepto usado por Guaman Poma, es equiparado con
“kinray”, el espacio hipotético, es decir, el espacio que se encuentra en
el horizonte (kinray), no visible al observador.83
Esto es una muestra de que se está frente a otra epistemología.
Asunto no menor, en cuanto que se trata de la comprensión del mun-
do, de la explicación que se les da a los hechos, y donde el habla expre-
sará los límites y posibilidades del conocimiento. Las evidencias para
argumentar una teoría, son imprescindibles: “en el secoya se encontró
contraste en las oraciones que expresan evidencia visual y otros tipos
de evidencia”.84 Claro, hay que advertir que está forma de establecer
un conocimiento son propias de Occidente, como es el proceso de
su organización en una ciencia y filosofía, pero finalmente la institu-
cionalidad y las formas de señalar qué es conocimiento también se da
en el mundo indígena bajo otras dinámicas, como lo es la validación
comunitaria.
Así la configuración del conocimiento histórico de los fenómenos
como la llegada de los españoles, estará emparentado con la concep-
ción del sistema epistemológico que lo expresa. El discurso constante
82
Cf. Atuq Eusebio Manga Qespi, “Pacha: un concepto andino de espacio y
tiempo”, passim.
83
Ibid., pp. 158-160.
84
L. K. Vergara Romaní, Op. cit., p. 165.
62
sobre los españoles, blancos, criollos, mestizos como los invasores,
los explotadores, entre otros adjetivos, está condicionado —incluso
en la actualidad— en parte por las concepciones espacio-temporales,
por supuesto, sumado a las relaciones efectivas de un avance conti-
nuo de dominio:
85
Ibid., p. 99.
86
M. Martín, Op. cit., p. 44.
87
Ibidem.
63
respecto del tiempo, las lenguas mochica y yagua distinguen futuro
y no futuro; por su parte, el cashina distingue pasado y no-pasado.
Finalmente, el quechua, el cocama, el secoya y el amarakaeri disn-
tinguen pasado, presente y futuro. Cabe señalar que las lenguas
amazónicas subdividen al pasado de acuerdo con la distancia tem-
poral que separa al presente del evento, en el caso del yagua llegan
a marcar hasta cinco distinciones.88
64
Los pueblos, como entidades de voluntad, cambiaron siguiendo sus
propias concepciones, algunas veces fue inevitable por obligación, pero
otras había plena conciencia. Ciertos sentidos en español expresaban al-
gunas continuidades suficientes para la vida, aunque no hayan sido es-
critas se verán que son puntos clave para las articulaciones que vendrán
en los siglos posteriores. Una de ellas será el sentido de comunidad. El
virreinato se formaba de cuerpos políticos que marcaban los privilegios
y obligaciones, entre estos cuerpos “[…] existieron miles de pueblos de
indios en el virreinato, cuyos consejos municipales, denominados con el
término ‘cabildos’ o ‘repúblicas’, ejercieron el gobierno local y realizaron
varias actividades políticas desde sus sedes, las ‘casas de comunidad’”.92
En las casas de comunidad se realizaban las elecciones de los gober-
nantes indígenas, quienes tenían representación legal, incluyendo la de-
fensa de las tierras comunales, entre otras actividades administrativas
—como impartición de justicia—, estas elecciones se hacían conforme
a las usanzas antiguas: por asamblea, por consejo de principales o por
designación de la autoridad.
Si el planteamiento de una elección democrática, antes del libera-
lismo, se acepta, se tendría que afirmar la larga historia democrática
indígena, incluyendo la idea de república: “estos cuerpos gubernativos se
llamaban ayuntamientos en las ciudades y villas de españoles y en los pue-
blos de indios; el consejo gubernativo se llamaba república”.93 El con-
cepto de “República”, sin embargo, no está bien definida: “no siempre
la palabra ‘república’ se usó con el mismo significado y, aunque la his-
toriografía se hizo eco de esas expresiones, no se detuvo a analizar lo
que significaban en cada caso”.94
Las dinámicas comunales pueden observarse, en algunos casos, an-
tes de la llegada de los españoles, perpetuadas en la época virreinal; en
otras, simplemente fueron adoptadas. La homogeneización en español
también trajo estas formas de ser de los indígenas. Eventualmente se usa-
ron otros términos como casa de cabildo, cabildo y casa pública, pero casa de
comunidad fue utilizado frecuentemente, según D. Tanck:
92
Dorothy Tanck de Estrada, “El espacio de poder político de los indios: la casa
de comunidad en los pueblos de indios, arquitectura civil del siglo XVI”, en Pilar
Gonzalbo Aizpuru (ed.), Espacios en la historia. Invención y transformación de los espacios
sociales, p. 234.
93
Ibid., p. 337.
94
Abelardo Levaggi, “República de indios y República de españoles en los reinos
de Indias”, p. 419.
65
Para entender el papel de la casa de comunidad en el gobierno
municipal de los pueblos de indios, es necesario tomar en cuenta
dos acontecimientos: primero, el significado del término comunidad
la legislación de aquella época, y segundo, la relación de estos edi-
ficios ‘de comunidad’ con la formación de los cabildos indígenas
en los pueblos.
En las leyes de las Indias, cuando se hacía referencia a los pueblos
de indios, la palabra comunidad no significaba una población de
indígenas ni un grupo de personas indias. No tenía nada que ver
con personas o grupos, sino que tenía que ver con tierras, bienes
y fondos de los indios. Andrés Lira ha explicado que en las leyes
del periodo virreinal, “al referirse a los pueblos en su aspecto eco-
nómico se habló de ellos como comunidades”. Por eso, el térmi-
no “comunidad” tiene que ver con el “aspecto económico” del
pueblo. En general, podemos considerar que la “comunidad” era
equivalente al patrimonio colectivo o en otras palabras, la tesorería
municipal del pueblo.95
95
D. Tanck de Estrada, Op. cit., p. 349.
96
Ibid., p. 355.
97
Ibid., p. 336.
66
gobernantes indígenas pudieran administrar justicia, no solamente se-
gún las leyes españolas, sino según sus usos y costumbres antiguos”.98
La reterritorialización implicó una identidad colectiva —en el que la
lengua tiene mucha presencia:
67
se reconformaba con la reterritorialización y el lenguaje español: “la
noción clásica de república, cuando no se trataba de la república ideal,
estuvo asociada a comunidades, ciudades o pueblos identificados con
nombre propio, distinguibles unos de otros [...]. Así, fue aplicada a cada
una de las culturas aborígenes: república de los aztecas, república de los
tlaxcaltecas, república de los mayas, república de los chibchas”.102
Cabe recordar que “también el rey pidió ‘pinturas’ para los puertos
y para las ‘islas pertenecientes a la costa’. Vale la pena notar que durante
el siglo XVI no se usaba el término ‘mapa’ cuando se hacía referencia
a los pueblos de indios, sino siempre ‘pintura’”.103 Esta ambigüedad
semántica juega en favor de las producciones de los indios que recogen
las “pinturas”, mapas junto a las historias propias de sus comunidad.
Uno no podrá existir sin lo otro.
La escritura irá recogiendo los antiguos sentidos y los nuevos, en
ocasiones sin dar mayores anotaciones. En los textos indígenas del vi-
rreinato se podrán leer conceptos como “comunidad” o “los días”,
pero siempre habrá que preguntarnos qué hay detrás de ellos, y consi-
derar diferentes textos indígenas para comprenderlos.
102
A. Levaggi, Op. cit., p. 426.
103
D. Tanck de Estrada, Op. cit., p. 339.
68
SEGUNDA PARTE:
Modulaciones
IV
LOS DISCURSOS DEL VIRREINATO
1
S. Gallardo Cabrera, La mudanza de los poderes, p. 12. El autor muestra en su
planteamiento las diferencias de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control, a
través de la mudanza de los poderes: “La disciplina moldeaba, el control modula”,
para demostrar los modos de subjetivación, sin embargo, la modulación es un acto
mucho más amplio retomado como parte intrínseca de las relaciones de poder.
El registro de la historia y las características de la cultura indígena
en la época del virreinato, es la identidad del discurso en construcción:
“el proceso historiográfico designado con este nombre tiene como ca-
racterística principal el estar profundamente vinculado con la manera
de concebir y registrar la historia entre los pueblos indígenas de la re-
gión que por tres siglos se llamó Nueva España”.2 Aunque, el Virreinato
de Perú dista del proceso discursivo de la Nueva España, hay una base
en común: la instauración de la oficialidad. La amalgama que se está
produciendo en el lenguaje español tiene varias vías. Las memorias
construidas bajo la tutela de los españoles no sólo serán el material de
los sentidos para la sociedad novohispana, sino que al ser memorias
definidas como “indígenas” tendrán una influencia en los individuos
clasificados como tales.
El proceso discursivo indígena constantemente negocia entre el
mundo expresado en español y la lengua propia. La conquista no ga-
rantizó la sujeción. En la heterogeneidad parece que no hay concierto,
sin embargo, existe una armonía en el discurso indígena, todo depende
de quién lo enuncia, cuál pueblo, cuál individuo. Las posiciones tan
contradictorias de los pueblos se deben a su voluntad, a la vida que asu-
men ante la presencia del otro. La lengua indígena presenta en sí misma
la lucha contra el otro, escrita u oral, es la afirmación de la identidad
colectiva, la concepción, la discursividad y, sobre todo, de una continui-
dad de vida. Es la presencia de un mundo paralelo que, por difícil que
sea de comprender, es la prueba de una explicación diferente de los
fenómenos de la experiencia.
El discurso náhuatl
Los icnocuícatl (cantares tristes) y los āmoxtli (códices) recuperados por
los poetas postcortesianos, reflejan las emociones-historias, el recuer-
do de la experiencia sufrida por la cultura náhuatl del valle de México.
En algunos extractos de origen Tlatelolca, se registra la memoria y los
sentidos que reflejan los modos cruzados en la prosa-historia, los poe-
mas-cantos y la escritura-oralidad:
Y todas las humildes gentes del pueblo su- Gusanos pululan por calles y plazas,
frieron mucho, tuvieron mucha hambre. y en las paredes están salpicados los sesos.
2
Ibid., p. 12.
72
Muchos murieron de hambre. Ya nadie Rojas están las aguas, están como
bebía buena agua, agua limpia. No bebían teñidas,
más que agua salitrosa, por lo que numero- y cuando las bebimos,
sas personas murieron. Y numerosas per- es como si bebiéramos agua de salitre.
sonas por esa causa un flujo de sangre, por Golpeábamos, en tanto, los muros de
lo que murieron. Y se lo comieron todo: la adobe,
lagartija, la golondrina, la paja de maíz y y era nuestra herencia una red de
la grama del natrón. Y masticaron la ma- agujeros.
dera colorada del tzompantli, y masticaron Con los escudos fue su resguardo, pero
lirios acuáticos, y argamasa, y piel curtida, ni con escudos puede ser sostenida su
y cuero de venado que ponían a tostar, a soledad.
cocer, a asar, que cocinaban para comérse-
lo; y el arbusto tétzmetl, y polvo de ladrillo Hemos comido palos de colorín,
que masticaban. hemos masticado grama salitrosa,
Nada se parece a este sufrimiento tan gran- piedras de adobe, lagartijas,
de que derrama terror cuando se es sitiado. ratones, tierra en polvo, gusanos…
Y en gran número murieron de hambre. Y Comimos la carne apenas,
muy suavemente, los españoles nos apretu- sobre el fuego estaba puesta.
jaban contra las casas, muy suavemente nos Cuando estaba cocida la carne,
amontonaban.3 de allí la arrebataban,
en el fuego mismo, la comían. 4
3
Anónimo. “Códice Florentino” en George Baudot y Tzvetan Todorov, Relatos
aztecas de la conquista, pp. 60-61.
4
Ms. Anónimo de Tlatelolco, 1528. (Biblioteca Nacional de México.) Apud. “Los
últimos días del sitio de Tenochtitlan” en Miguel León Portilla, Visión de los vencidos,
p. 158-159.
73
la duda sobre su origen—, resalta las representaciones de la época y
la forma en cómo los sentidos en español, con base religiosa, se van
filtrando en las narraciones náhuatl.
Así en el texto de Sahagún, el que escribió en español, en algunos
apartados dista considerablemente de la paleografía náhuatl. Un ejem-
plo de lo que está sucediéndose a nivel lingüístico, pero que, como
podrá apreciarse, las implicaciones serán más profundas, es el siguiente
extracto que corresponde a la versión española de Miguel León Portilla:
Somos gente vulgar,
somos perecederos, somos mortales,
925. - déjenos pues ya morir,
déjenos ya perecer,
puesto que ya nuestros dioses han muerto.5
En la versión de Sahagún, dice: “Si muriéremos, muramos; si pere-
ciéramos, perezcamos; que a la verdad los dioses también murieron”.6
Esto supone una diferencia en la manera de expresarse en náhuatl el sen-
tido en español. La versión del fraile es una respuesta de derrota, los
dioses también murieron, sin que haya otra forma de interpretación, pero
en los versos que transcribe León-Portilla es ya nuestros dioses han muerto,
es una oración intransitiva reciente. En el estudio paleográfico de León
Portilla sobre el facsímil de Sahagún, debería ser:
5
Miguel León Portilla, “Ideas metafísicas y teológicas de los nahuas”, p.130.
6
Cristian Duverger, La conversión de los indios de Nueva España. Con el texto de los
Coloquios de los Doce de Bernardino Sahagún (1564), p. 72.
7
Miguel León Portilla, Los diálogos de 1524 según el texto de fray Bernardino de Sahagún y
sus colaboradores indígenas (edición facsimilar), p. 149.
8
Miguel León Portilla, Filosofía náhuatl, p. 136.
74
autóctono, la idea de mal no existe como valor autónomo: se expresa
siempre con referencia al bien. El bien se dice qualli, el mal, amoqualli o
aqualli, literalmente: ‘no bien’”.9 Entra en el vocabulario de los nahuas
nuevos significados y, con ellos, nuevas maneras de concebir el mun-
do y los dioses: “los dioses mexicanos tienen funciones, pero ninguno
tiene poder”,10 los dioses o Señores son otras formas de la naturaleza,
por lo que su poder está unido a ella, pero en el catolicismo dios es rey
y divinidad. Al seguir a Duverger y León-Portilla, “Dios soberano” en
náhuatl es in teotl in tlatoani, al conjugarse el vocablo de dios y el Tlatoani
se niega la separación, ya no hay tlatoani, porque ahora dios es todo.
Hasta ese momento los náhuatl habían conocido dioses que no eran
soberanos y soberanos que no eran dioses.
La traducción al náhuatl del texto del diálogo de 1524 representa
una fuente del cambio paradigmático de los sentidos entre una lengua
y otra:
Pero si se trata de mostrar un hecho pasado o de honrar, para el
prestigio de la orden seráfica, la memoria ya más o menos mítica
de los primeros doce apóstoles, ¿por qué dedicarse a traducir tal
documental al náhuatl? Es ahí donde interviene la ‘mexicanidad’
de Sahagún: para él, la lengua histórica de México es el náhuatl. El
episodio de la conversión de los indios pertenece no a la historia
española sino a la historia de México.11
75
la Virgen de Guadalupe. Los indígenas no sólo son responsables de su
propio proceso sino, en parte, de los descendientes mestizos.
Hay varios puntos que llaman la atención de este texto definido
como “náhuatl”: las referencias al antiguo mundo nahua compartiendo
el espacio narrativo con Castilla; el mismo Juan Diego, un macehual,
pobre y cristiano, en lugar de un indio respetable, es ya un atentado a
la propia cultura, pero el nacimiento de un nuevo mundo. La Virgen
no sustituyó a ninguna otra divinidad, es una madre, la madre del cie-
lo, sólo eso. En el mundo indígena seguramente encontraremos fuer-
zas más potencializadoras. En el mundo mestizo, es posible que sea
la fuerza sagrada contumaz. La “creación” de tonantzin Guadalupe,
indica una “creación” colectiva, no cabe duda, pero sólo a partir de una
analogía con otros seres que alcanzaron el lugar sagrado (Ahuízotl o
Ilhuilcamina) y, por lo tanto, ni es creación ni es extraordinaria.
La forma de referirse a la Virgen de Guadalupe como doncella (ichpo-
chtli), señora mía, noble señora (notecuiyoé, fihuapillé), la noble señora del
cielo (llhuicac ihuapilli), incluso de la palabra to-nantzin (nuestra madre),
son vocablos utilizados para las personas y en forma de adjetivos, no
sustantivos que sustituyen los nombres de los Grandes Señores, esto
tampoco significa que la persona “alcance” dicha forma, pero muestra
justamente un acto más cotidiano que extraordinario, y no le quita que
sea especial.
El empleo de la palabra “dios” por imposición religiosa, para evitar
contaminar al dios católico de las referencias demoniacas de los indios,
y quizá otro tanto para referirse a una divinidad extranjera por parte de
los indígenas, sí muestra en cambio, las formas cuidadosas en que los
indígenas expresaban el español y modificaban sus paradigmas, tal es
en el enunciamiento de “Dios inantzin”, que muestra el nivel que tiene
en la propia visión del mundo, por mucho que se esfuerce el autor
náhuatl en darle la connotación del Dador de la vida. Las fórmulas de
la oralidad distan de los pronunciamientos embelesados del español.
Duverger señaló que los náhuatl no mataban a los dioses de los
súbditos dominados, los absorbían en sus nuevas creencias; por ello el
“politeísmo” era recurrente y algunos dioses se repetían con otros nom-
bres. Los náhuatl, aunque derrotados, absorbieron al dios y las creencias
nuevas, porque la muerte en los sacrificios es la prolongación de la vida,
al decir hagan con nosotros lo que quieran que también los dioses han muerto,
sabían que el sacrificio traía la vida; una práctica recurrente también de
otros pueblos, que envuelven con fervor al dios cristiano.
76
Para Sahagún, el Anáhuac era una tierra vencida sin remedio, por
tener una vida consagrada a Satanás.13 La conquista es la expiación.
Este sentido es el que no puede desprenderse con facilidad. Es al indio
bueno, al indio cristiano, al buen salvaje, al que se le abrirán las puertas;
el indio que se rebela es el condenado, el seguidor de Satanás, el bár-
baro. El náhuatl acusado de bárbaro será uno de los pueblos que van a
correr la misma suerte: “la purificación total de su culpa sólo se alcanza
en la destrucción de su civilización y en la muerte de sus dioses”.14 La
nueva expresión tiene como base fundamental la religión, una religión
que condena las costumbres indias: “bien puede verse que la idola-
tría por extirpar estaba arraigada en la cotidianidad de los indígenas,
trasvestida y confundida con los rasgos de la cultura que los europeos
pretendían imponer”.15
En la ordenanza de 1571 se insta a realizar una serie de descripcio-
nes sobre el estado de las Indias, elaboradas entre los años 1579 a 1585,
en la cuales destacan las de Diego Muñoz Camargo, hijo de un español
y una mujer náhuatl. En Historia de Tlaxcala (1580-1585 y 1585-1994),16
redactó una versión de la matanza de Cholula en la que se percibe
cómo la narrativa y prácticas discursivas se están manifestando y el me-
canismo de la religión para su funcionamiento, en éste, el historiador
refleja que el pueblo fue el culpable de su destino.
Alva Ixtlilxóchitl, narrador de la historia y descendiente de la fami-
lia de Nezahualcóyotl, escribe con un criterio ambiguo, intenta recoger
la voz colectiva indígena, a su vez que responde a las exigencias del
orden colonial, pero tanto su historia como la de Diego Muñoz han
desplazado la forma originaria y la voz e historia indígena se adhieren
a las formas del español y del contexto socio-histórico que viven los
autores. Cabría indicar que los relatos de Diego Muñoz Camargo y
Alva Ixtlilxóchitl difieren del caso de Guaman Poma de Ayala (Perú) y
Cristóbal del Castillo (México), como el de otros cronistas “indígenas”,
13
Cf. Luis Villoro, Los grandes momentos del indigenismo, p. 47.
14
Ibid., p. 52.
15
J. R. Romero Galván y R. Camelo, Op. cit., p. 251.
16
Cabe aquí la aclaración de Salvador Velasco, acerca de los cambios que hizo el
mismo Diego Muñoz a lo largo de los dos periodos, del título mismo del texto
y la suerte que corrió el texto en su mutilación y conservación en diferentes
lugares: “Esta obra es la que conocemos como Historia de Tlaxcala cuyo título es,
según René Acuña, ‘enteramente ficticio’ (‘Estudio preliminar’ 1981,25) ya que el
primitivo era el de Descripción de la ciudad y provincia de Tlaxcala…”. Nota 1 de
Salvador Velasco, Op. cit., p. 307.
77
pues son mestizos, tanto en su forma como en su biología, aunque
muchas veces se clasificarán como “crónicas indígenas”.
En cuanto a los códices náhuatl, éstos tienen diferentes intencio-
nalidades. En los códices anotados se observa el uso de la lengua indíge-
na como instrumento para preservar información ajena a la vigilancia.
Entre los temas primordiales se encuentra la migración como inicio de
la historia del pueblo y los lugares en donde ocurrió algo significativo.
La interpretación no sólo nos provee de datos o información histórica,
sino de la forma de representar un hecho, en este caso de las guerras:
“representadas de manera tradicional nunca muestran escenas de bata-
llas propiamente dichas: dos individuos armados, pertenecientes a los
grupos beligerantes, representados uno frente al otro indican guerra;
mientras que un templo incendiado con su respectivo topónimo se-
ñalan la conquista de ese lugar”.17 La batalla también nos indica una
concepción distinta en la representación de la muerte, que se reserva
para los sacrificios.
La autoría material e intelectual es otro punto importante que se
puede destacar en los códices anotados. La narración tiene una formación
colectiva, aunque el autor tenga un nombre concreto: “si bien el pro-
blema de la autoría es relevante, no lo es menos el de a quién se dirigían
estos documentos”.18 Los tres destinatarios son: la propia comunidad
—como es el caso del Códice de Tlatelolco—, las autoridades españolas y
las locales, para buscar apoyo en peticiones, por lo que el texto se ela-
bora en nombre de la comunidad, un ejemplo es el Lienzo de Tlaxcala.
Lejos de ser sólo una recuperación del pasado, los códices también
están configurando los conflictos de sus autores y pueblos.
Para el caso de los códices transcritos la presencia de la lengua indígena
en caracteres latinos es otra constante:
17
M. Pastrana Flores, Op. cit., p. 53.
18
Ibid., p. 55.
19
J. R. Romero Galván, “Introducción” a J.R. Romero G., Op. cit., p. 16.
78
Estas formas “hacen de los relatos contenidos en ellos ejemplos, en
verdad reveladores, de lo que fueron los antiguos discursos históricos,
conservados, ya en la memoria, ya en los códices pictográficos, por los
hombres que habitaron estas tierras antes de la conquista española”.20
Los códices transcritos con pictografías presentan las palabras en español
de la oralidad indígena: “el documento original, escrito en lengua ná-
huatl, intercala diversas palabras en castellano e incorpora conceptos
traídos por el conquistador, según se puede apreciar en el siguiente
ejemplo: ‘lacatlxiuitl ypan yn españoles nican can Noeua España yndiot-
lalpan’”.21 En éstos se muestran las limitantes de la expresión de los
sentidos que provienen de la lengua indígena:
20
Ibidem..
21
S. Limón Olvera, Op. cit., p. 110.
22
Ibid., p. 113.
23
Silvia Limón Olvera y Miguel Pastrana Flores “Códices transcritos con
pictografías”, en J. R. Romero Galván, Op. cit., p. 122.
24
S. Limón Olvera, Op. cit., p. 113.
79
mexicas, desde su salida de Aztlan hasta la llegada de los españoles.
Esta crónica guarda una sorprendente similitud con el volumen de
la obra, de fray Diego Durán en el cual se relata también la historia
de este mismo grupo.25
80
En los diferentes textos, la escisión es la norma que rige los documen-
tos. El discurso para el otro y la narrativa sobre sí. Una dislocación que se
forma en la modulación constante de las relaciones de poder que viven los
autores, y la población en general.
El discurso maya
Para estudiar el discurso maya es necesario emplear los mismos con-
ceptos de sus textos, pues a diferencia de los náhuatl, ocultaron muchos
de sus libros sagrados y su escritura está libre del ojo escrutador de la
religión y política.
El Canto del Gran Ceibo, transformó su Palabra, así fue grabado en
el Chilam Balam de Chumayel:
81
la significación religiosa y epistemológica que trae la idea de culpa y
delito, las enfermedades sin cura para los indígenas y los latigazos que
hacen encorvar al cuerpo. El nuevo signo se siente abrupto y sólo pue-
de ser entendido como el designio del Universo. Finalmente, las leyes
del cosmos se rigen por la escritura sagrada.
Del Este, del camino rojo, llegan los Dzules y, ellos, traen un pro-
ceso complejo de dominación. La ruptura castró al Sol, el caminar de los
días, en consecuencia, murió: “¡Castrar al Sol! Eso vinieron a hacer aquí
los extranjeros. Y he aquí que quedaron los hijos de sus hijos aquí en
medio del pueblo, y esos reciben su amargura”.33 El tiempo de la amar-
gura y del dios vengativo se hicieron presente en los primeros años de
la ciudad blanca sobre los mayas: “Estoy en 20 de agosto del año de
1541. Marqué los nombres de los años en que empezó el cristianismo”.
34
Entra el cristianismo, el orden cultural, moral, político y religioso se
trastoca: “Yo soy hereje. Vas a purificarme. Me vas a bautizar. Voy a
cambiar mi nombre, el Martínez. ‘Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu
Santo’ es mi nombre”.35 Cambiar el nombre, transformar el mundo.
En el Libro de Chilam Balam de Chumayel se muestra la amalgama re-
ligiosa en la concepción del mundo: “Allí donde no había cielo antigua-
mente, he aquí que la Palabra nació por sí misma, dentro de lo oscuro.
He aquí que las piedras de una sola vez fueron creadas, y fueron las
montañas. Y esta tierra, la que fue cogida para labrar a Adán, también.
Por eso él es su hijo. Y entraron al Lugar de los Gemidos”.36 Ésta es la
dominación de los mayas sobre la Palabra de Yahvé, el nuevo dios ca-
tólico no estará sobre los Señores Sagrados, sino a la par, será adherido
a la concepción del antiguo mundo. La Palabra Sagrada se come a la
Palabra Católica, en un acto de sacrificio.
32
Anónimo. Libro de Chilam Balam de Chumayel, p. 58.
33
Ibid., pp. 58-59.
34
Ibid., p. 56.
35
Ibid., p. 126.
36
Ibid., p. 111.
82
De forma semejante al Chilam Balam, en el Popol Vuh, las palabras
divinas de los dioses hacen surgir al mundo creadoras de la tierra y los
valles. El sistema lingüístico del español trae consigo sus aspectos ideo-
lógicos, sólo que al ser asumidos por los indígenas el sentido se tras-
toca, como está escrito en los Anales de los cakchiqueles: “Esta es nuestra
genealogía, que no se perderá porque nosotros conocemos nuestro
origen y no olvidaremos a nuestros antepasados”.37 La cuestión del
origen, es algo que pretende ser defendido con todo y la admisión de
la nueva religión.
Uno de los aspectos más notables de la cultura maya es la elabora-
ción de diferentes libros sagrados en las dos lenguas, en maya y espa-
ñol, y en dos lenguajes, escritura latina y la representación jeroglífica,
ocultándolos de las autoridades virreinales. Por lo que muchos conser-
van un lenguaje maya originario, lo cual no significa que no tenga com-
ponentes españoles, sino que al asumir algunos elementos de la cultura
europea, son quiénes elijen cómo reproducirlos. Así que, pueden en-
contrarse desde diálogos dirigidos a sus sacerdotes, como denuncias de
los tratos, historia y concepciones temporales mayas y cristianas, entre
otros aspectos, tal como está presente en el Popol Vuh: “La historia pre-
hispánica quiché continúa hasta el siglo XVI; en algunos documentos
se narran episodios de la conquista y se sigue con la secuencia de los
linajes, llegando incluso, con anotaciones aisladas, hasta los siglos XVII
o XVIII”.38 Las obras producidas en el Virreinato, también irán cam-
biando gradualmente hasta el siglo XVIII, algunas con anotaciones en
el siglo XIX, como el Chilam Balam.
Pero, algo que hay que resaltar es el tono bélico de una sociedad que
se niega a someterse: “Si se ahorcara al gobernador de esta tierra, sería
el fin de la miseria de los hombres mayas. Y se aligeraría la venida de
los Uaymiles, para que todo tomara su camino recto”.39 En la denuncia
de lo que hacen los españoles, también se encuentra la amenaza de
la guerra: “Nos cristianizaron, pero nos hacen pasar de unos a otros
como animales. Y dios está ofendido de los Chupadores”.40 El hecho
de que la interpretación del dios católico por los mayas, sea un dios que
castigará a los españoles, es una acción que revela la afrenta misma al
sistema imperante, pues si “la tierra suave de la Orilla del Pozo [Chi-
37
Anónimo, “Anales de los cakchiqueles”, en Mercedes de la Garza (coord.),
Literatura maya, p. 211. [Trad. Adrián Recinos]
38
L. E. Sotelo y M. del C. Valverde, Op. cit., p.156.
39
Anónimo, Libro de Chilam Balam de Chumayel, p. 165.
40
Ibid., p. 105.
83
chén] dice que allí llegaron conquistando, al golpe de la guerra”,41 los
mayas responderán con el mismo clamor: “se levantó la guerra entre
los blancos y los otros hombres de aquí de los pueblos, los que eran
capitanes de los pueblos antiguamente. Eso es lo que pagáis hoy”.42
Estos libros sagrados “que claramente fueron escritos con el pro-
pósito fundamental de fortalecer la religión maya y ‘desterrar el cristia-
nismo’, frente al afán de los frailes de ‘desterrar la idolatría’, los más
importantes son el Popol Vuh, los Anales de los cakchiqueles y los Libros
de Chilam Balam, aunque eventualmente estas obras también pudieron
haber servido para confirmar la autenticidad de los linajes y defender
los derechos sobre las tierras”.43 Estos libros son importantes por la
expresión religiosa y la relación con el conocimiento maya, aún más,
por la transformación que están sufriendo las sociedades mayenses. La
influencia de las ideas cristianas se revela en las narraciones, pero en
muchos casos intentan mantener su base originaria; en lo que respecta
a la relación entre dios y humanos: “la idea expresada en el Popol Vuh
es acorde con el sentido que tenía la vida del hombre para los pueblos
prehispánicos: alimentar a sus dioses porque estos son insuficientes,
idea que dista mucho de la hebrea, en la que Dios es omnipotente y
perfecto”.44
La resistencia maya se dio en el combate cuerpo a cuerpo. Los tex-
tos que se produjeron después de la conquista heredan en buena me-
dida los sentidos del pensamiento prehispánico, en consecuencia, los
registros se entrelazan en la nueva escritura: “es decir, los Chilames, que
conservaron la forma de redacción maya prehispánica en cuanto a su
estructura discursiva, por eso en ocasiones su contenido resulta oscuro.
[…] obras históricas de tradición maya, pero de estructura occidental,
dentro de las que se encuentran las crónicas y los anales”.45
El enfrentamiento entre las repúblicas, de indios y españoles, hizo
de la diferencia la base de la lucha. Yucatán al principio del virreinato
dependió de la Audiencia de Guatemala, posteriormente de la Audien-
cia de México (1560) —ambas audiencias formaban parte de la Nueva
España—, para finalmente formar la Capitanía General, sólo que su
lejanía le permitió una cierta separación en su vida social, enfrentando
a los mayas con los “blancos”.
41
Ibid., p. 112.
42
Anónimo, Libro de Chilam Balam de Chumayel, p. 56.
43
Mercedes de la Garza, “Prólogo” a Literatura Maya, p. XXV.
44
Ibid., p. XXXIV.
45
L. E. Sotelo Santos y M. del C. Valverde, Op. cit., p. 136.
84
En el registro maya, a manera de profecía cumplida, se muestra en
el Katún de la Flor la llegada y el asentamiento de los españoles y, tam-
bién, el tiempo en que terminará; asimismo, lo empatan con algunas
fechas cristianas:
46
Anónimo, Libro de Chilam Balam de Chumayel, p. 123.
47
Testimonio, interrogatorio de Canek, “Doc. 30: interrogatorio del rey Canek,
31 de marzo de 1697” en Martín Lienhard (comp.), Testimonios, cartas y manifiestos
indígenas, p. 99.
85
bre y de dónde era. A que respondió que se llamaba Canek, que era rey
y señor absoluto de aquel petén y sus territorios; que en él había nacido
y vivido siempre”.48
Del siglo XVI al XVIII es el katún del pecado, pero el inicio de un
proceso nuevo que luchará contra los dzules, un proceso que también
es nuevo, debido a que antes no existían los paradigmas que lo sostie-
nen: “El Trece Ahau es el Katún en que fundaron la ciudad de Ma-
yapán. Hombres mayas se llamaron. En el Ocho Ahau abandonaron
sus tierras y se derramaron por todo el país. En el Seis Ahau fueron
dispersados y acabó su nombre de mayas. Once Ahau es el nombre del
Katún en que cesaron de nombrarse mayas. ‘Mayas cristianos’ se nom-
braron todos, vasallos de los sucesores de San Pedro y de la Majestad
del Rey”.49 Serán mayas cristianos hasta que se retome el Maya’ab.
La rueda del Katún inicia con la llegada y termina con el gobier-
no de los españoles. Kukulkán cerrará su ciclo, y retornará con él, el
equilibrio. Cada ciclo se repite en los opresores, en cada ciclo, en cada
tiempo, hay opresores. Así, en cada Katún se lucha y se muere, para
iniciar el ciclo del Sol y la vida. Cada Katún, y cada rueda de Katún son
formaciones de la serpiente que se muerde. El Once Katún abarca los
250 años de la vida virreinal, antes de las señales del cambio de Katún.
Para finales del siglo XVIII, inicia el nuevo Katún. Yucatán abarca-
ba la península maya, sólo para 1786 se establece como una Intenden-
cia. La reterritorialización del Ma’ya’ab también es otra representación
del proceso de colonización. Y se repite el ciclo:
86
Mérida el 29 de abril de 1579, siendo obispo de Yucatán. Landa prota-
goniza los Autos de Fe de Maní, cuando quema varios libros sagrados
y manda a colgar a los herejes; por ende, puede entenderse la defensa
a los libros sagrados y su ocultamiento, y por qué la muerte de Landa
fue consignada.
Cabe hacer notar la importancia de Maní y de las profecías, una
en particular que indica que el único ojo de agua del mundo52 será el del
cenote de Maní, donde los dzules y los mayas volverán a enfrentarse,
los Señores ancestrales convertidos en piedra a la entrada del cenote
cobrarán vida nuevamente, sólo que esta vez los mayas vencerán. Chi-
lam Balam fue un sacerdote del pueblo de Maní, de donde surgirán
los mayas que enfrentarán a los españoles: “He aquí a Maní, el tronco
del país”.53 El corazón del tronco del Gran Ceibo, es Maní. La ciudad
blanca, Mérida, es la ciudad de los españoles.
Los diferentes documentos indígenas, aunque muestran la diversifi-
cación escrita de la discursividad indígena en la Nueva España son un
ejemplo de cómo la expresión oral pudo cambiar. El uso constante de
las dos lenguas, la preocupación por la identidad, las relaciones con los
otros, las luchas por su territorio, las nuevas representaciones adheridas
y la conformación de los sentidos indígenas son elementos clave de la
discursividad, asuntos que en la actualidad siguen vigentes.
El discurso quechua
El registro de sentidos, en el caso quechua, también se cruza en dife-
rentes formas, en el poema “Príncipe culpable” recopilado de la orali-
dad por Guaman Poma de Ayala y la narración en Nueva Corónica sobre
la captura de Atahualpa, se ve reflejado:
88
El propósito de Garcilaso de la Vega es escribir sobre lo que conoce
del Imperio Inca en el discurso de la historia, sin contradecir lo que se co-
noce por los españoles, pero corrigiendo, como intérprete de la lengua,
la corrupción que se ha dado al confundir la fonética de las palabras, así
servir a la república cristiana; entre los primeros puntos que comenta
es el nombre de Perú, de ahí continua con la historia: “para atajar esta
corrupción me sea lícito, pues soy indio, que en esta historia yo escriba
como indio con las mismas letras que aquellas tales dicciones se deben
escribir. Y no se les haga de mal a los que las leyeren ver la novedad pre-
sente en contra del mal uso introducido, que antes debe dar gusto leer
aquellos nombres en su propiedad y pureza”.59
La falta de cronistas andinos se puede unir al planteamiento que,
“cuando los primeros textos de escritores indígenas aparecen, alrede-
dor de 1600, ya se ha impuesto e instaurado un sistema de adminis-
tración centralizado y burocratizado. La Iglesia y la Corona aseguran
luego su poder gracias a la elaboración de estructuras administrativas y
jurisdiccionales”.60 Pero lo cierto es que se dio una situación en la que
la lengua quechua, por decirlo de algún modo y parafraseando a Martín
Lienhard en su idea de un discurso secuestrado, también estaba secues-
trada como la crónica indígena.
El estudio de la lengua quechua fue una actividad de las élites in-
dígenas y españolas, pero son estas últimas las que podrán emplearla
oficialmente, en 1551 se establecía una Cátedra en la Universidad Na-
cional Mayor de San Marcos “en cuyos claustros se graduó de Bachiller
en 1597 el cusqueño Francisco de Avila, gran recopilador de los mitos
de Huarochirí”,61 el libro que recuperaba la Gramática y vocabularios
por Antonio Ricardo se realizó en 1586, “esta gramática, editada por
Antonio Ricardo, es la que proporcionó al quechua el carácter de len-
gua oficial normativizada para la evangelización (Calvo, 2000c:141)”.62
La información recogida por los cronistas del virreinato está clasificada
a partir de la presencia del Virrey Toledo en pretoledanos, toledanos y
postoledanos:
Durante las tres últimas décadas del siglo XVI, tiene lugar el asalto
masivo contra los remanentes vivos todavía del incario. Lo inicia
el Virrey Toledo con sus Informaciones que pretendían probar la
tiranía de los incas. En 1583 un concilio en Lima ordena la des-
59
Ibid., p. 17.
60
U. Kolbinger, Op. cit., p. 6.
61
E. Bendezu Aybar, Op. cit., p. XIV.
62
G. Merma Molina, Op. cit., p. 35.
89
trucción de los quipus. En 1613 el padre Arriaga se regocija con
la destrucción material de instrumentos musicales y signos religio-
sos. En 1614 las autoridades católicas prohíben las fiestas y bailes
indígenas y de manera especial los cantos en quechua.63
63
E. Bendezu Aybar, Op. cit., p. XXVII.
64
Ibid., p. XXVII.
65
Martín Lienhard, Testimonios, cartas y manifiestos indígenas, p. XIX.
90
Dado que el discurso no puede encontrarse en las crónicas no sig-
nifica que no haya otras referencias textuales para encontrarlo. Y la im-
portancia epistolar en el discurso quechua es de gran valor, pues estas
cartas-relación dan cuenta de la situación de los pueblos, de la forma de
pensar y de la mudanza epistemológica. Ante los testimonios epistola-
res, Lienhard se pregunta si son informantes o actores, tal distinción
nos conduce hacia la afirmación de un proceso propio:
Nacida, como los testimonios, en un contexto de negociación, la
práctica epistolar indígena es, en un sentido amplio, “política”. La
sustenta casi siempre, apoyado en las formulaciones más diversas, un
gesto “reivindicativo”. Cuando aparece, la expresión de “sentimien-
tos”, lejos de toda subjetividad, no sirve sino para reforzar una argu-
mentación política. Más en general, la incorporación de discursos no
directamente “reivindicativos” –historiográficos, etnográficos, poéti-
cos, etc.– se subordina a esta orientación básica.66
66
Ibid., p. XXIX.
67
U. Kolbinger, Op. cit., p. 10.
91
“autónomo” y de envergadura insospechada. Nos referimos, es-
pecialmente, a la extensa carta-narración (66 folios) que el Inca
Titu Cusi Yupanqui, autoridad suprema del estado inca rebelde de
Vilcabamba, dictó en 1570 para su colega el rey español Felipe II
[Yupangui 1985], y a la carta-crónica de vastísimas dimensiones
(1.189 folios) que el supuesto cacique quechua Guaman Poma de
Ayala [1980] quiso destinar, hacia 1615, a Felipe III. […] Otras
crónicas indígenas, como la de Pachacuti Yamqui, en el Perú, o el
“Compendio histórico del reino de Texcoco” de Ixlilxóchitl, des-
cendiente de los señores del mismo lugar, se acercan, aunque no
explícitamente, a una práctica epistolar en los términos que hemos
venido definiendo.68
92
nica en Cuba. Los escritos y dibujos de Guaman Poma nacen en
esta coyuntura cultural de conflicto y contacto; el autor aprovecha
todo ello y propone entonces una manera diversa de aprehender
ese mundo nuevo y trágico del coloniaje. Esta mirada mestiza le
permite al cronista desvelar los significados de la realidad andina y,
a la vez, sobrepasar modalidades de conocimiento exclusivistas.70
La imagen del indígena entre los dos mundos ha sido una preocupa-
ción constante en los análisis intelectuales: “Raquel Chang-Rodríguez
nos presenta desde distintos ángulos al personaje y a su obra. Felipe
Guaman Poma fue un indio ladino que asimiló la cultura europea y se
empeñó en ubicar a ‘su’ gente en la nueva sociedad, en el nuevo mundo
impuesto por el dominio castellano”.71 Este empeño es una respuesta
a un sistema, más que una obstinación, un asunto político, social y
reivindicativo. Chang encuentra en Guaman Poma a un novelista, en la
primera parte de Nueva corónica:
93
En cuanto a las representaciones icónicas de la Nueva coróni-
ca..., y las Relaciones..., después, y en otro contexto, el vínculo fue
también sugerido por Maarten van de Guchte y Walter Mignolo.
El primero propone que quizá, Guaman Poma, por medio de los
cuestionarios de las Relaciones geográficas..., u otras vías, podría
haber estado al tanto del uso de pinturas en documentos legales
mexicanos; cuando el segundo examina las pinturas de ciudades y
villas de la crónica andina, las juzga muy adaptadas a lo pedido en
la pregunta diez del cuestionario oficial de las Relaciones de 1577
—recordemos que dicha pregunta pedía “el sitio y asiento” de los
pueblos y “la traça de ellos”—, y especula que su autor pudo ha-
ber conocido los dibujos o mapas novohispanos. En este sentido
conviene notar dos aspectos: el soberano español había pedido
(1533) testimonios gráficos, en particular sobre la Nueva España;
esta solicitud se extiende a otras posesiones españolas en América,
y se reitera en 1577, 1584, 1621 y 1765.73
94
Guaman Poma al representar el mundo prehispánico, revela la ima-
gen del descabezamiento del mundo inca y su relación con el mito de
Inka Ri, es de resaltar que esta imagen será retomada en la muerte de
Atahualpa (1533) y de Tupaq Amaru I (1570):
[…] el Inka legítimo y el Inka rebelde de Willkapampa yacen echa-
dos, orientado su cuerpo en el mismo sentido, mientras un español
les cercena la cabeza con un gran cuchillo, en tanto que otro lo
sujeta por los pies. Ya sabemos que Atawallpa no murió de esta
manera, pues fue sometido a la pena del garrote. En el caso de
Tupak Amaru I la representación es más fiel, y la cercanía vivencial
al cronista más evidente.
La similitud de ambas figuras induce de modo natural a un “efecto
flash back”, que nos permite ver en ellas una interpretación y no una
descripción de los hechos. La sociedad indígena fue descabezada.
Esta imagen se enraíza en los mitos de Inka Ri (cuya cabeza crece
bajo la tierra, hasta que un día se unirá al cuerpo), que aún hoy se
cuentan en comunidades del sur del Perú.
Esta visión sombría y premonitoria, que se expresará históricamente
en la gran rebelión de 1781 (Tupaq Amaru II, Tupaq Katari y otras
figuras emblemáticas de esa continuidad interrumpida) puede aún
contrastarse con la imagen del Indio Poeta y Astrólogo, aquel que
sabe cultivar la comida, más allá de las contingencias de la historia.76
95
También que Su Majestad sepa que mi padre Mango Ynga Yupan-
gui, hijo que fue de Guaina Capac y nieto de Topa Ynga Yupangui,
y ansí por sus abolengos descendiendo por línea recta, fue el señor
prencipal de todos los reinos del Pirú, señalado para ello por su
padre Guaina Capac y tenido y obedecido por tal en toda la tierra
después de sus días, como yo lo fuí, soy y he sido en ésta después
que el dicho mi padre falleció.77
96
española, con el objetivo de idealizar el pasado incaico y contrastar su
grandeza con el caos y el desastre provocados por ‘los enemigos de
barba’”.79 Giovanni Anello Oliva escribe sobre los incas y la conquista:
“la imagen que Oliva ofrece acerca de los incas y su organización está
idealizada y la usa de alguna manera para oponer lo positivo que tiene
el gobierno de los naturales frente a los monarcas cristianos”.80
Cabe rescatar la postura del “buen gobierno”, asunto que es rele-
vante en el Virreinato de Toledo y quien también aplica sus ordenanzas
con este título, por lo que no es casualidad el texto de Nueva Corónica y
Buen Gobierno de Guaman Poma. La idealización inca frente a la Corona
española, es la conducción a la identidad peruana: “el hecho de que
Oliva coincida con Guaman Poma, en el caso de la entrevista —dona-
ción de Guaman Mallqui con los españoles—, revela que la posición
de los cronistas en el XVII es bastante homogénea respecto al punto
de los derechos de los indígenas, su soberanía y la relación con la mo-
narquía cristiana”.81 Pero, si bien tienen coincidencias, las implicaciones
serán diferentes para los quechuas, españoles y peruanos.
En el siglo XVIII se rompe la comunicación en el proceso epistolar:
El discurso de tales manifiestos, libre de rasgos de enunciación
oral y de corte ilustrado, deja de incorporar fragmentos de pro-
cedencia oral. Perfecta, la adecuación a las normas del horizonte
cultural del interlocutor ya no significa, sin embargo, la sumisión
política a la autoridad colonial o criolla. No es más, ahora, que un
recurso táctico que permite asegurar la cabal recepción del mensa-
je. Moldeado en unas formas “aceptables”, el mensaje que trans-
miten estos textos siendo (aunque sin la connotación de “prehis-
pánico”, “indígena”, porque corresponde a una de las “líneas” que
se vinieron desarrollando dentro del mundo indígena).82
97
donde son protagonistas de su propio proceso expresado en español.
Es la media lengua un rasgo identitario, entre aquellos que viven en
dos mundos-lenguas: el hispanohablante y el quichuahablante, una de-
cisión deliberada de las lenguas mixtas: “en este caso serían los hablantes
bilingües los que crearon conscientemente una tercera lengua a partir
del quichua y el castellano, como rasgo que los distingue de los mo-
nolingües quichuas y los monolingües castellanos, con sus respectivos
ámbitos socioculturales”.83
Walter Mignolo, sobre el texto de Guaman Poma de Ayala, mues-
tra la tensión de dos sistemas: “Waman Poma miraba y comprendía
desde la perspectiva del sujeto colonial (el sujeto formado y forjado
en el Tawantinsuyu y en el Keswaymara, confrontado con la presencia
repentina del castellano y del mapamundi de Ortelius) y no del sujeto
moderno que en Europa comenzó a pensarse a sí mismo como sujeto
a partir del Renacimiento”.84 En las primeras décadas la representación
de dos sistemas diferentes es algo que puede determinarse con certeza,
quechua y español, pero en el nuevo lenguaje que mezcla ambos, ya no
lo será. El sistema runa simi no es enteramente colonial, pues no se ex-
presa a partir de las concepciones, exclusivamente, europeas y tampoco
quechuas, ha modificado su lenguaje.
La escritura en Mesoamérica como en el área andina, es una prác-
tica de resistencia, pero “la resistencia indígena, como se señaló, no se
expresó en tanto que reacción visceral contra los intrusos, sino que se
desarrolla a través de la experiencia práctica del sistema colonial. La
historiografía ‘indohispánica’ y la literatura epistolar o ‘notarial’ de los
caciques y principales constituye, cuando existe, uno de los aspectos de
una toma de conciencia indígena”.85
Así, ya no se trata sólo del cuerpo al que se designa “indio”, sino de
su contenido y de todo un dispositivo de lo indio, cómo funciona e inte-
ractúa con el mundo. Por supuesto, no será sinónimo ser quechua a indio.
No hay tal sinónimo ni analogía. Los sentidos son diferentes, sin em-
bargo, ambas categorías funcionan sobre la misma persona. Guaman
Poma en su relato se refiere a sí mismo y su sociedad como quechua en
su lengua runa simi, pero en español como indio. En el texto en español,
la palabra indio está regada por todo el documento de Nueva Corónica y
Buen Gobierno. El nombramiento “indio” sólo es una designación a un
83
Jorge Gómez Rendón, Mestizaje lingüístico en los Andes, p. 152.
84
Walter Mignolo, “El pensamiento des-colonial. Desprendimiento y apertura: Un
manifiesto”, p. 34.
85
M. Lienhard, La voz y su huella, p. 98.
98
mundo que tiene una vida y contexto más extendido. Existe una actitud
negativa sobre el indio, configurado por el europeo, pero también otro
sentido que se niega a verse a sí mismo de esta manera.
En esta misma línea están los testamentos y documentos jurídicos
de Cajamarca, del siglo XVII:
Las escrituras notariales parecen exhibir una relación social y
política y atestiguan, al establecerlo por escrito tal como si fuera
un hecho jurídico, un alejamiento entre dos mundos. Acerca del
mundo nativo americano, Tamar Herzog nota que la transición de
“una forma de almacenar la información (indígena) hacia otra (de
estilo europeo)” fue diferente en México y en Perú. En México,
los indígenas usan “notarios al estilo español, desarrollando una
escritura alfabética en náhuatl”, mientras que en el Perú, apenas se
encuentran unos pocos escritos notariales en quechua.86
99
en el siglo XVIII —cuando surgieron las primeras rebeliones in-
dígenas— se prohibió el uso de las lenguas nativas en todo el te-
rritorio conquistado. A finales de ese siglo, en el Cuzco surgió una
especie de renacimiento literario quechua, que reflejaba el descon-
tento social de los oprimidos y que desembocó en la rebelión de
Tupac Amaru. Los gobernantes asociaron el movimiento con la
sublevación, prohibieron la literatura en lengua indígena y trataron
de imponer el castellano.89
El discurso mapuche
El caso de los mapuches es diferente al proceso virreinal al que se vieron
sometidos los náhuatl o quechuas. Los cronistas eran españoles y chilenos,
pero no mapuche ni de origen mapuche, esto no significa por supuesto, que
no tuvieran sus propios registros: “la sociedad mapuche de Chile y Ar-
gentina mantuvo sus discursividades regidas por principios y normas
predominantemente intraculturales hasta la llegada de los españoles,
la que provocó una relación de contacto intercultural inevitable y per-
manente de carácter asimétrico. Esta situación fue acentuada por la
mestización provocada por la obligada convivencia y el aprendizaje de
89
L. K. Vergara Romaní, Op. cit., p. 177.
M. Lienhard, Testimonios, cartas y manifiestos indígenas, p. XXXVIII.
90
100
la lengua española por parte de los mapuche, que los transformó en
bilingües y, con ello, en biculturales”.91
La obligación de la lengua del español es distinta como su relación
con la Capitanía General de Chile, por consecuencia, con el Virreinato
de Perú. Sí, los mapuche se vuelven bilingües y biculturales con rela-
ción a la sociedad española, pero tendrán otro tipo de asimetría:
Existían rivalidades entre indígenas, y esas disputas favorecieron la
participación de mapuches (principalmente picunches y gente del
norte del Maule) en las batallas, por el lado del español. Pero no
es el caso de México o Perú, donde el nivel de desarrollo alcanzado
por estas sociedades había llevado a que se estructuraran fraccio-
nes, agrupaciones, grupos políticos articulados (dinastías), etc. que
poseían rivalidades objetivas. Al llegar Pizarro al incanato, éste se
encontraba dividido en dos reinados o principados. Esa rivalidad
fue aprovechada para la destrucción del Tawantinsuyo. Lo mismo
ocurrió en el México azteca, en que el imperio de Tenochtitlan do-
minaba por la fuerza, y en forma a menudo sangrienta, a numerosas
sociedades subordinadas. Nada de esto ocurría en Chile.92
101
dos formaciones sociales históricas diferenciadas: una de ellas, con un
sustrato étnico cultural ancestral, y, la otra, como un nuevo sujeto social
colectivo donde el mestizaje biológico —y cultural durante un tiem-
po— serán sus características sociológicas esenciales”.95
La complejidad del discurso mapuche está intrincada por la Guerra
de Arauco durante el siglo XVI y XVII, aunque las batallas se suceden
hasta principios del siglo XIX contra los españoles y criollos. El dis-
curso en español, entonces, se inscribe en el contexto de las batallas:
Las primeras décadas del segundo período —tras la llegada de los
españoles— estuvieron marcadas, entre otras cosas, por persona-
jes que hoy en día algunos recuerdan como grandes figuras de
la resistencia: Michimalonco (recuérdese el incendio de Santiago
aquel primer 11 de septiembre de la historia de Chile, en 1541),
Lautaro, Galvarino, Caupolicán y Pelantaro. Dos hitos importan-
tes en las relaciones entre los mapuches y los colonizadores espa-
ñoles fueron el Parlamento de Quilín (1640) y el último Parlamen-
to de Negrete (1803).96
103
el discurso en español el que defiende el territorio, la cultura y la lengua
del mapu.
Los cronistas chilenos recogieron los cantos mapuche, intentando
trasladar los sentidos, y el registro de las batallas de confrontación,
uno de los que destaca es Alonso de Ercilla, con La Araucana; existirán
varias obras, todas ellas, al margen de la cultura mapuche, incluyendo
los estudios sobre su lengua: “los primeros estudios sobre el mapu-
dungun se remontan desde comienzos del siglo XVII (Valdivia 1606,
1621) hasta mediados del siglo XVIII (Febrés 1765, Havestadt 1777).
Rodolfo Lenz (1895-1897) publicó una serie de estudios detallados tan
interesantes como útiles”.102 A pesar de los esfuerzos por conquistar a
los mapuche y de recoger el conocimiento de su cultura, los mapuche
harán frente para impedir cabalmente ser sojuzgados por los españoles.
El discurso en español de los mapuche sirve a los propósitos de sus
pueblos, negociando los sentidos de las dos lenguas.
V
LAS CARTAS INDÍGENAS DEL SIGLO XIX
102
F. Zúñiga, Op. cit., p. 45.
104
El fondo cultural, las estructuras económicas, las vías políticas, las
estructuras cognitivas-epistemológicas de los líderes latinoamericanos,
los conocimientos (casi todos exportados de Europa), la ideología y
las creencias, todo lo que hace nacer a las naciones y sus participan-
tes, neófitos y descendientes ciudadanos, es el dispositivo en el cual se
mueven los indígenas. En fin, la forma en cómo los Estados tienen que
crearse y sobrevivir es la manera en que influye en las decisiones de las
luchas de los pueblos indígenas. La nueva posición del indio en las na-
ciones está relacionada con las pretensiones de éstas, en las decisiones
políticas y necesidades económicas.
Los textos-cartas en este periodo están inscritos en las batallas, la
ausencia de impresos nos indica el proceso caótico y la separación que
impide a los indígenas publicar; paralelamente, la importancia de la
oralidad, en sus diferentes artes, continúa como el mayor soporte de
los discursos. Cabe indicar que, si bien los náhuatl y los mayas serán
convertidos por la nación en “indígenas mexicanos”; los quechuas, en
“campesinos peruanos”, y los mapuche en los “araucanos chilenos”,
ocultando y dificultando las identidades particulares de los pueblos,
éstos no desaparecerán. La dificultad de su visibilización estará en rela-
ción con la mirada y el lenguaje de su otredad, pero su identidad seguirá
manifestándose.
Por consiguiente, en este periodo de turbulencia, la escritura indíge-
na está envuelta en las querellas y los textos se basan primordialmente
en las cartas. Los documentos responden en gran medida al acomoda-
miento nacional, pero sin olvidar o delegar que son una continuidad a
su propia sociedad, a los conflictos, dislocaciones discursivas y expre-
sión de su identidad colectiva. A través del proceso histórico, en las
fuerzas que chocan, surgen las naciones y las nuevas luchas indígenas,
más allá de una balanza asimétrica del poder, es la confrontación la que
produce el nuevo orden. Otra vez, se configurarán nuevas concepcio-
nes territoriales, estructuras de gobierno, leyes, moralidades e “histo-
rias oficiales”, aunque se conservarán sentidos del antiguo régimen.
Este tiempo de transición hacia los tiempos contemporáneos, nos per-
mite observar cómo se conducirá el proceso discursivo.
105
ron despojados casi por completo. Jorge Pavez Ojeda hace una recopi-
lación exhaustiva de diferentes fuentes: revistas, periódicos, suplemen-
tos, todo lugar que le permitió recolectar una carta; en donde se puede
analizar desde el entorno familiar, hasta los mensajes producidos por
las luchas.
Las cartas del primer periodo del siglo (1803-1827) son cordiales, se
señalan algunos tratados, los intercambios comerciales, las peticiones
de justicia, los acontecimientos del día, mostrando la cotidianidad antes
de los sucesos turbulentos. En una carta de Francisco Inalikang al Go-
bernador Intendente de la Provincia de Cuyo, en 1815,103 se muestra la
misiva de un pueblo que tiene que lidiar con el gobierno de Argentina
y Chile, pero aun siendo parte de una misma concepción territorial.
Paulatinamente el contenido epistolar se transforma, el intercam-
bio se adecúa a la situación socio-política y el discurso tiene que hacer
frente a las situaciones. Así, Chile requiere la invasión del territorio
mapuche que había mantenido su autonomía durante el virreinato.
Chile, que era una gobernanza dependiente y abastecedora de Perú,
se perfiló como una nación de gran potencial. Para conformar la nue-
va nación, Chile se basó en una campaña publicitaria para ofrecer los
terrenos mapuche: “en 1860 Martin de Moussy se refirió al espacio de
los lagos del sur de Chile recientemente colonizados y el área andina de
la norpatagonia, aún bajo el control indígena, como la Suiza Sudame-
ricana. La ocupación de estos espacios por los respectivos estados na-
cionales se expresó en la ‘nacionalización’ del concepto rebautizándose
como la ‘Suiza argentina’ y la ‘Suiza chilena’”.104
A partir de la segunda mitad del siglo XIX el territorio de los ma-
puches comenzó a cambiar, con la campaña de la “Pacificación de la
Araucanía” (1860-1883) en Chile, la “Conquista del Desierto” en Ar-
gentina (1879) y, finalmente, con la radicación indígena (1884-1930),
por lo que fueron reducidos. Pablo Marmán Quemenado, historiador
mapuche, señala que: “las consecuencias de la incorporación de los Ma-
puche al Estado no se hicieron esperar. Hemos visto que su economía
se transformó por la pérdida de la mayor parte de la masa ganadera, la
cual fue consumida por la tropa que participaba en la campaña militar
y distribuida y subastada entre la población que acompañó el proceso
103
Cf. Francisco Inalikang, “Carta al Gobernador Intendente de la Provincia de
Cuyo, José de San Martín. San Luis, octubre 19 de 1815” en Jorge Pavez Ojeda,
Cartas mapuche. Siglo XIX, p. 137.
104
Ibid., p. 11.
106
de colonización”.105 Marmán también expone cómo su pueblo se vio
obligado a vivir en reducciones con menor calidad para la agricultura y
ganadería, lo que también se vio reflejado en el aspecto cultural:
hablar de pérdida del territorio Mapuche nos lleva a pensar en las
posibilidades de desarrollo no tan solo materiales, sino también
culturales, pues como hemos visto a través de esta historia la cultu-
ra e identidad Mapuche florecieron en un contexto de abundancia.
Sin embargo al reducirse la ‘propiedad’ y su uso, la cultura y la
posibilidad de mantener una identidad independiente se ven afec-
tadas, así muchos han llegado en momentos de sus vidas a asociar
cultura mapuche con pobreza.106
107
bien el gobierno mapuche se manifestaba en sus lonko y los cons-
tantes xawün (parlamentos) que los convocaban a deliberar, estos
no institucionalizaron el poder de manera de dejar funcionarios y
representantes a cargo, pagándose de un sistema de tributaciones
impuestos a su población, como en las sociedades de clase de la
época, como tampoco lo hicieron con su religión o con la difusión
del conocimiento.109
108
Lo interesante de resaltar el proceso histórico mapuche es su sen-
tido singular del discurso. La lucha que se remonta a la llegada de los
españoles, a Leftraru, conocido como Felipe Lautaro, en la guerra cons-
tante contra los winka españoles, pero que ahora se continúa contra los
winka chilenos. La carta de Mangil muestra la transición de sistemas y
la continuidad discursiva:
El presagio de la invasión chilena lo persiguió hasta su lecho de
muerte en noviembre de 1860, cercano a los 80 años: «Antes de mo-
rir llamó a sus hijos [Külapang, Epulew y Kallfükew] Les aconsejó que
no se rindieran a los chilenos, porque le robarían sus terrenos y esclavizarían
a sus hijos. Así se lo prometieron. Creía que con su muerte se entrarían los
wingka». […] El legado de Mangil fortalecerá el newen de Külapang,
quien intentará emular a su padre en el poder de convicción y
el don de la palabra ante los principales de la antigua federación
arribana.114
114
J. Kallfükura & J.M. Zuñiga [1912], op. cit., 2002, p. 88 apud J. Pavez Ojeda, Op. cit., p. 85.
115
B. Pradel, «Carta a José María Guzmán: Perquenco, agosto 14 de 1861», en:
«Documentos relativos a la Revolución de la Frontera en 1859», El Meteoro, Los
Ángeles, 30 de octubre de 1869 apud J. Pavez Ojeda, Op. cit., p. 83.
109
Yefül (o Yefülikang) de Renayko, a quien escribe en 1861 el exsecretario
de Mangil, Bernardino Pradel, para saber porqué se ha enemistado con
el gobiernista nagche Katrülew”.116
Edmond R. Smith, un viajero norteamericano, queda sorprendido
por la “civilización” de algunos jóvenes mapuche:
Por el camino encontramos una partida de jóvenes que creí serian
chilenos de la clase media vestidos a la europea, sin ponchos, a pe-
sar de que esa prenda se usa por todas partes de Chile, fuera de las
ciudades grandes. Les saludamos en español, pero nos contestaron
en mapuche. Eran los hijos de un cacique vecino llamado Juan
Yevulcan o más generalmente Juan Yevul, hombre de grandes ri-
quezas, de mucha importancia y más inteligente que la mayor par-
te de sus compatriotas. Vivió por largos años entre los chilenos,
hablaba bien el español y había adquirido muchas ideas europeas,
adoptando en parte el modo de vivir de los blancos; pero mantenía
un serrallo de ocho mujeres y pensaba duplicar su número. Sus tie-
rras, por las cuales pasamos, son muy extensas y mejor cultivadas
que las otras que habíamos visto y se decía que su casa era grande
y amoblada en un estilo más o menos civilizado […] seguí mi ca-
mino con los mozos, sin ver a este maravilloso indio que se sienta
en una mesa para comer y duerme entre sábanas…117
116
J. Pavez Ojeda, Op. cit., p. 67.
117
E.R. Smith [1855], op. cit., 1914, p. 191-192 apud J. Pavez Ojeda, Op. cit., p. 67.
118
Ibid., p. 46.
110
A pesar de la firmeza, las reducciones y las batallas perdidas van
haciendo mella, las cartas de finales del siglo XIX lo constatan, pero no
por ello, es una capitulación total, aunque la causa parezca perdida, se
intenta negociar con lo que se tiene. La carta de Esteban Romero, es
un ejemplo de ello, pero también de la situación de reducción y la adhe-
sión al orden nacional, ésta va dirigida al Presidente de la República de
Chile, Federico Errázuriz, en 1896, junto a las listas de las familias afec-
tadas y de un informe al Inspector General de Tierras y Colonización:
111
suelve favorablemente, aceptará las condiciones de Argentina, da mues-
tra de que no dejarán de luchar y negociar hasta que no les quede nada.
En este orden de ideas, son importantes también las recopilaciones
de Roberto Lehmann-Nitsche en Argentina, en los primeros años del
siglo XX (1899-1926), quien recopiló diferentes textos transmitidos.
Aunque este antropólogo tiene un trabajo controversial señalando la
relación entre lengua, raza y cultura, son ideas propias de su época:
“[…] postuló que las diferencias craneales consideradas aisladamen-
te no determinaban la pertenencia a una ‘raza’, sino que requería ‘la
conexión del idioma’ a fin de ‘admitir con más o menos verosimilitud
[un] parentesco consanguíneo’ entre grupos que presentan similitudes
somáticas (1899: 132)”.120
Lehmann-Nitsche recoge en una serie de documentos, basados en
la oralidad y textos de 26 mapuche, tanto en español como en mapu-
dungun, en donde: “los interlocutores, fieles a su lengua materna y su
cultura nativa, dedicaron muchas horas a dictar sus textos, a traducir-
los y corregirlos con Lehmann-Nitsche”.121 En estos documentos se
puede acceder a una serie de historias de los longko y de la transición a
las nuevas generaciones, como es el caso de Namuncura (1811 o 1821-
1897), quien prácticamente atravesó toda la vida del siglo XIX siendo
un personaje importante de la resistencia.
Cabe señalar también que algunos cantos mapuche fueron recogi-
dos por los chilenos, en cuyo contenido se percibe que la guerra en la
que se ven envueltos corresponde al de la defensa, por resguardar su
modo de vida, pero regresarían con gusto a su casa:
Después del alba iré
Iré al otro lado del Cautín
iré a ver a mis animales
cómo están,
si acaso me han robado alguno.
Todos los iré a dejar juntos
Iré a revisar mis animales
mis caballos todos iré a ver,
si acaso están todos.122
112
so mapuche sigue su camino y responde a los nuevos acontecimientos
que le esperan.
La resistencia quechua
Después de la prohibición de las lenguas andinas para los indígenas
(pues los españoles podían emplearla), en Perú se puede ver un declive
en la literatura escrita. En el siglo XIX hay un uso aceptado y difundi-
do de las obras en quechua, pero no significa la escritura por parte de
los runa. La división del territorio en las diferentes naciones tiene re-
percusiones en cómo los pueblos quechuas se sumergen en diferentes
procesos escriturales y discursivos.
Como fenómeno discursivo tiene en su base una densa
problemática, su escritura acusa un doble estatus: como
soporte de la lengua nacional (transliteralización) y como
representación del espacio andino en la lengua dominante.
Será necesario recordar que el uso de la escritura tiene en
el ámbito andino esa deuda con la dominante, usa el so-
porte escritural para su fijación. Pero al hacerlo, ha creado
a lo largo de casi quinientos años una tradición donde la
apropiación del alfabeto queda en un segundo plano y da
cuenta de un conjunto de textos escritos que hoy dan lu-
gar al corpus literario quechua.123
113
segundo momento, respecto a lo que se conoce como “el siglo de
oro del quechua literario”, este segundo florecimiento tuvo lugar
después de la Guerra del Pacífico hasta aproximadamente media-
dos de nuestro siglo.124
Este proceso tiene que ver con la gesta emancipadora que orienta
sus proclamas a la creación de la imagen del hermano indio y que
supuso la promesa del bilingüismo, promesa que, por cierto, se
rompe al acentuarse el discurso decimonónico de la nación. Fue
el momento en el que se configuran las aldeas letradas quechuas,
pues supuso, para intelectuales de diversos segmentos sociales, en
América del sur, la invención de una historia diferente a la vivi-
da hasta entonces y cuya expresión mayor se puede indagar en el
cancionero quechua, que luego se traducirá en la invención de un
autor quechua como Walparrimachi.125
124
Ibid., p. 108.
125
Ibid., p. 106.
126
J. Ocampo López, Op. cit., p. 24.
127
G. Espino Relucé, Op. cit., p. 110.
114
Luis Cordero Crespo escribió poemas en quichua. Los países que com-
parten la mayor parte de la zona andina, Perú, Ecuador y Bolivia (sin
contar Argentina) pretenden un bilingüismo que no se concreta por el
afán de construir una nación mestiza y un indio digno del museo.
Existe un segundo momento que surge a finales del siglo XIX en el
cual “los países andinos ponen en cuestión su viabilidad como naciones
y se festeja los cuatrocientos años de la presencia española en territorio
americano. [...] Entre estos polos podemos identificar el cancionero
quechua y la producción teatral en Cuzco y Ayacucho; la producción
poética en Oruro y Cochabamba; la difusión de textos del cancionero
popular en Quito y los textos producidos en Salta”.128
En gran medida la falta de producción literaria de los quechuas en
Perú se debe al proceso virreinal el cual mantenía a una clase privile-
giada en la producción cultural, la nación no pretende romper esos
vínculos. Sin embargo, el runa está detrás de “lo indígena” y de los
levantamientos “campesinos”. En este sentido, es difícil encontrar las
cartas y textos que especifiquen quiénes son los que escriben, pues el
nombramiento es genérico: indígenas o campesinos.
Esta forma de identificación nos indica la identidad ocultada por la
lengua del español, y que tendrá implicaciones en los escritores del siglo
XX. Ahora bien, la forma en cómo lo quechua queda ligada a la cultura
inca en Perú, también es importante, porque está vinculado a un pasado
histórico exaltado por la nación, cuando en el virreinato fue condenado.
Para acercarse a las cartas de origen quechua, se puede hacer median-
te algunos elementos culturales, la mención de algunos vocablos en runa
simi —por ejemplo los wamani—, el lugar de producción, o el lugar del
sujeto productor, de este modo, se pueden hallar en las luchas campesi-
nas contra el despojo en los años 1880. Cabría aclarar, que la necesidad
de la diferenciación quechua no tendría por qué ser necesaria, pues si
los “quechuas” no se ven a sí mismos —en el idioma español—, como
tales, sería inadecuado continuar por esta línea, de todos modos las cartas
arrojan información sobre los sentidos indígenas-campesinas en el que
los involucrados quieren participar de la nación y cómo lo desean, igual-
mente, el cambio de sus condiciones ante el despojo agrario. Finalmente,
el “quechua” como lengua, es de las élites, los runa hablan runa simi, y son
“campesinos” o “indios”.
Una carta de los inicios del siglo es valiosa para entender la trans-
formación de los pueblos indígenas en Perú, no sólo a nivel social y
128
Ibid., p. 107.
115
cultural, sino de las estructuras epistemológicas en cómo entienden y
viven el mundo después de la colonización. El movimiento mesiánico
de 1811 de Juan Anampa en Lircay (Huancavelica) da muestra de va-
rias situaciones: el mundo de la oralidad, en runa simi evidentemente, la
identidad en español en la que no importa cómo se les llame pues tiene
una base negativa, la escritura como un acto que no será importante
más que para comunicarse con los otros, y el discurso escindido.
El 12 de noviembre de 1811, en Lircay, se le toma declaración a
Juan Anampa y la forma nos revela el lugar jerárquico: “[...] compare-
ció Juan Anampa, indio tributario de esta doctrina, a quien, después de
habérsele instruido sobre la gravedad del juramento y verdad que debe
guardar en lo que exponga bajo de él, se le recibió por in[ter]pretación
del nombrado [Joaquín Mendiolaza], haciéndolo por Dios Nuestro Se-
ñor y una señal de la Cruz”.129 En el mismo año, pero el 9 de diciembre,
algunos principales de Lircay, escriben al Señor Gobernador Intenden-
te, don Lázaro Ribera, para denunciar las vejaciones:
Don Féliz Martínez, alcalde poder, don Ubaldo José Inga, alcalde
pasado, don Féliz Ipr [Ispar], también alcalde pasado, don Ignacio
Caruapoma, alcalde campo, don Inocencia Llancari, don Francis-
co Gavriel, cobrador de reales tributos, don Santiago Llacctahua-
man, y demás principales con el común del pueblo de Lircay. Ante
vuestra señoría, postrados a sus reverentes plantas y en la forma
que más haya lugar en derecho, parecemos y decimos que se ha-
llan presos en la cárcel de aquel nuestro pueblo y con soldados
de guardia de vista doce indios tributarios con otras tantas sus
mujeres en separada casa el tiempo de cerca de un mes, por orden
del capitán don Juan de Bidalón, sin mayor delito que por haber
concurrido a una junta convocatoria que citó un tal Pedro Alanya
(que también se halla preso) a un paraje nombrado Canlalay, don-
de les figuró que en aquel sitio aguardaba un mensajero y ministro
del Altísimo para poner remedio oportuno sobre precaverse de
una cruel hambruna que sobrevendría a todo nuestro pueblo en
caso de no haber algún preparativo para que las sementeras diesen
buen fruto; y que para ello hicieron un general riego, trayendo la
agua de aquel cerro.130
116
a diferencia de los mapuche cuyos longko son autoridades de sus pue-
blos, los líderes indígenas son consecuencia del orden colonial, algunos
puestos por su pueblo, otros impuestos por el gobierno español. Pero,
lo que importa es ver en manos de quién está la escritura, pues en los
mapuche, hay evidencia que no sólo está en la pluma de los líderes, ya
que algunos han usado a escribientes para dictar sus discursos y luego
constatados con otros y leídos en voz alta para confirmar lo escrito.
Desde la época colonial a los indígenas nobles se les apartó de las de-
cisiones políticas, por el peligro que siempre ostentaron, así en el siglo
XIX seguirán estando apartados. Por lo pronto, la escritura no parece
ser una actividad común, por lo que cabe suponer la transmisión de las
misivas de forma personal, lo que lleva a un recelo y separación de la
sociedad nacional.
En 1880, entonces, las revueltas campesinas y guerrilleras en la
sierra del Perú son la manifestación en contra del orden nacional que
no terminaba por definirse y en el que los campesinos se ven envueltos
en exigencias tributarias. En la carta de los jefes guerrilleros (Sierra
central) a un terrateniente colaboracionista, el 16 de abril de 1882, se
muestra el levantamiento por la falta de “patriotismo”, pues siendo pe-
ruanos parece que se les castiga más a ellos que a los chilenos —estos
enfrentamientos, se deben quedar en la mente como antecedente de lo
que serán las guerrillas en el siglo XX y las implicaciones del Sendero
Luminoso para la cultura quechua—, mientras, estas confrontaciones
surgen en medio de la guerra entre Chile y Perú con la Guerra del
Pacífico, en el que la resistencia del general Avelino Cáceres ha sido
derrotada.
En 1887, cuando Cáceres ya es presidente de Perú, los alcaldes del
distrito de Huaraz escriben un memorial, en el cual no escapa la forma
expresiva que proviene de la oralidad, y de las condiciones por las cuales ya
no pueden seguir pagando los impuestos:
Los infrascritos, alcaldes ordinarios y de estancia de los distritos de
La Independencia y Restauración de la provincia del Cercado de
Huaraz, ante V. E. con el más profundo respeto y como más haya
lugar en derecho, nos presentamos y decimos: que según la ley
de descentralización fiscal dada por el Soberano Congreso en 25
de octubre de 1886 y en conformidad con el artículo 3o estamos
obligados a satisfacer la contribución personal, o sea la cantidad de
dos soles de plata al año, a contar desde el presente.
Bien comprende V. E. que este gravamen, que tan pequeño parece,
es una imposición superior a nuestras fuerzas y una obligación
imposible de cumplir por nuestra parte.
117
V. E., que se ha alojado en nuestras humildes cabañas, conoce,
como nosotros mismos, la miseria que nos rodea. V. E., que ha
sufrido en nuestro hogar hambre y sed, debidos a la indigencia
que nos oprime; V. E., que ha palpado la mísera condición en que
estamos sepultados, mide, mejor que los infrascritos, el imposible
que se nos quiere obligar […] 131
Existe una persecución tenaz y sin tregua contra los indios, que no
cesa desde el virreinato, pero que también manifiesta la vida y resisten-
131
Nicolás Granados, Apolinario V. de Paz y otras 52 firmas, “Doc. 94: memorial
de los alcaldes ordinarios de dos distritos de Huaraz al presidente Cáceres, 24 de
marzo de 1887”, en M. Lienhard, Testimonios…, p. 287.
132
Ibid., pp. 288-289.
133
M. Lienhard, Testimonios, cartas y manifiestos indígenas, p. 287.
118
cia de los indígenas. En esta lucha, los indígenas resguardan su cultura,
su lengua y su forma de vida en la sierra, siguiendo el discurso para el
otro que constituyeron desde la llegada de los enemigos de barba.
119
gena, no se trata sólo de un modo de aculturación o de interiorizar el
juicio del otro sobre su persona, como lo indica su confidencia en el
papel del indio Nicolás: “se conocía que era un indio, pero no un indio
abyecto y servil, sino un hombre culto, ennoblecido por el trabajo y
que tenía la conciencia de su fuerza y de su valer”,134 sino que el indíge-
na se ha transformado.
El indio recurre a las mismas estrategias discursivas de la sociedad
hispanohablante, podría señalarse que se dirige al lector que no es in-
dio, sin embargo, el texto es reflejo de la realidad social del autor, por lo
que también está provocando y representando interpretaciones que se
diluyen en las conversaciones cotidianas. El hombre se va conforman-
do con lo narrado, a partir de la conceptualización narrativa que se fue
haciendo de él. Y es que el problema tenía profundas raíces, el indígena
sentía la diferencia, se sabía en desventaja. Altamirano lo entiende. En
“Yautepec ya no hay indios puros”, esto también nos habla de un retro-
ceso de la lengua india, se están diseminando los indios. También nos
aclara el sentir de la sociedad nacional, Manuela se expresa del indígena
que la pretende, “no me casaré nunca con ese indio horrible a quien
no puedo ver... Me choca de una manera espantosa, no puedo aguantar
su presencia... Prefiero cualquier cosa a juntarme con ese hombre”.135
El meollo está en el lugar que ocupa Altamirano en el proceso
nacional: “Ignacio Manuel Altamirano ejerció en México mediante la
crítica y la historia literaria, una especie de magisterio intelectual des-
de 1868 hasta 1890”.136 Las representaciones literarias del siglo XIX,
entonces tiene que tomar en cuenta la influencia del indio y su postura
en el contexto político. El sentido del ascenso económico (posterior-
mente, cultural, y entrado el siglo XX, educativo) va de la mano al
de dejar de ser indio, a través de algo tan inocente como lo es la novela
costumbrista: “las novelas costumbristas que tienen lugar en el campo
describen la lucha por el ascenso socioeconómico de hombres con una
existencia al margen de la ley, revolucionarios, traficantes o ladrones
(Astucia, Los bandidos de Río Frío, Los plateados de Tierra Caliente, El Zarco,
La Bola, Ensalada de pollos y Antón Pérez)”.137 El Zarco es una obra más
134
Ignacio Manuel Altamirano, El Zarco, p. 29.
135
Ibid., p. 24.
136
Mario Calderón, “La novela costumbrista mexicana” en Belem Clark de Lara y
Elisa Speckman Guerra, La República de las Letras. Asomos a la cultura escrita del México
decimonónico. Vol.1: Ambientes, asociaciones y grupos. Movimientos, temas y géneros literarios,
p. 316.
137
Ibid., p. 318.
120
allá de sus límites literarios, si como Mario Calderón expone: “desde la
perspectiva psicoanalítica, puede afirmarse que en la novela mexicana
de costumbres existen protagonistas con distorsión del aparato psíqui-
co, pues buscan la transformación del ello (los instintos) hacia el super
yo (la civilización, la cultura, el estatus) mediante un yo equivocado,
un yo que pretende la realización personal y el éxito en la sociedad sin
el trabajo”.138 Así, cuando Altamirano hace decir al indio que ya no es
servil ni abyecto sino que se ha ennoblecido por el trabajo, muestra la
salvación del indio.
En un argumento paralelo, se puede seguir la postura de Frantz Fa-
non a mediados del próximo siglo, pues él propondrá cómo la figuración
de lo “negro” interviene en el comportamiento del hombre de piel oscu-
ra (igualmente, en el hombre blanco). El hombre negro quiere ser blanco,
pero no es casual ni ingenuo, tiene que ver con los años de colonización,
con los siglos de privaciones, la degradación de la dignidad, con el deseo
de ser el otro-privilegiado, y el anhelo de felicidad que concebimos en
este otro. Fanon desentraña cómo a partir de las categorías “blanco” y
“negro” se desprende un comportamiento específico. Tanto el blanco
como el negro se comportan acorde a lo que se espera de ellos: “El ar-
quetipo de los valores inferiores se representa por el negro”.139 Por ello,
señala que tanto uno como otro, viven en una prisión: “El blanco está
preso en su blancura. El negro en su negrura”.140 Se puede resumir su
planteamiento en que la prisión del negro se enmarca en las invenciones
que se han hecho sobre él, lo que él ha aceptado sobre ese imaginario y
cómo lo ha condicionado para actuar.
Esto último tiene una relación cercana con el “indio”, pues también
ha tenido que luchar contra su propio estigma: su condena a verse
como un ser miserable; su religión, superstición; su cuerpo, feo; su
lengua, dialecto. Demostrar su capacidad como la del blanco y mestizo:
dominar el español para no ser señalado, educarse para no verse como
salvaje. Finalmente, responder al estereotipo del indio/indígena, con su
vestimenta, sus tradiciones y creencias: “Este deseo de ascenso se ex-
plica porque, aunque en todas las épocas ha existido movilidad social,
es evidente que ésta era mayor después de la Independencia, cuando
México nacía y, consecuentemente, los individuos y los núcleos socia-
les se hallaban en un momento de reacomodo”.141 Además, y aún más
138
Ibidem.
139
Frantz Fanon, Piel negra, máscaras blancas, p. 162.
140
Ibid., p. 44.
141
M. Calderón, Op. cit., p. 318.
121
importante, la alineación política al liberalismo que tanto Altamirano
como Juárez defienden a ultranza: “Las novelas mexicanas costumbris-
tas son liberales con excepción de las obras de Payno”.142
Si a lo anterior se añade, la forma en cómo se construyen las no-
velas de la época, a parte de la influencia del romanticismo histórico
francés, se podrá ver la creación literaria como un servicio o, mejor
dicho, en conformación con la vida política nacional:
142
Ibid., p. 321.
143
Ibid., p. 318.
144
Ibid., p. 324.
145
Ibid., p. 321.
122
que no serán beneficiados con un modelo extranjerizante: “toda ne-
cesidad que existe es real, y sólo observo, que unos individuos tienen
habitudes y deseos que no hay en otros”.146 Además, como el gran
observador que era, encuentra: “esa profunda y constante agitación [en
defensa de sus tierras] despertará también el espíritu de empresa; y los
que ahora se buscan y comprometen para recobrar sus bienes perdidos,
mañana se entregarán en concordia a la apertura de caminos y de cana-
les, a la formación de escuelas, a la conservación de los bosques y a la
consecución de todos los bienes sociales”.147
Benito Juárez será el pináculo de la representación discursiva en
conflicto en el momento en que México está naciendo. El hecho de que
el país atraviese por el proceso de la formación identitaria de la nación,
pretendiendo ocultar las diferencias, permitirá que la voz indígena se
homogenice a los sentidos del español.
Un texto emblemático es su autobiografía, donde relata su niñez:
“mi tío me enseñaba a leer, me manifestaba lo útil y conveniente que
era saber el idioma castellano y como entonces era sumamente difícil
para la gente pobre, y muy especialmente para la clase indígena adoptar
otra carrera científica que no fuese la clase eclesiástica”.148 El relato
permite comprender la época —que a veces no parece tan diferente
al actual—, en el cual, el idioma del colonizador fue privilegiado, pero
también mucha gente lo desconocía, como en su pueblo donde “ni
siquiera se hablaba la lengua española”.149 La única forma posible de
aprender era migrando a la ciudad, así él decide viajar a la ciudad de
Oaxaca, “mi deseo era ir a otra sociedad”,150 y ese viaje tal como lo dice
es a “otra” sociedad.
Juárez relata su experiencia cuando entrega un trabajo en la escuela,
en donde se revela el trato desigual, pues lejos de que el profesor le
mostrara
123
dad con que se daba la enseñanza en aquel establecimiento que
se llamaba la Escuela Real; pues mientras el maestro en un depar-
tamento separado enseñaba con esmero a un número determi-
nado de niños, que se llamaban decentes, yo y los demás jóvenes
pobres como yo, estábamos relegados a otro departamento, bajo
la dirección de un hombre que se titulaba ayudante y que era tan
poco a propósito para enseñar y de un carácter tan duro como
el maestro.151
124
pueblos por ello, una ofensiva en regla para terminar con el ‘espíritu de
tribu’, repartiendo las tierras y sujetando los pueblos a las autoridades
políticas”.156 El problema se sumió a erradicar las diferencias, pero las
del indio, y con ello, las comunidades: “La disolución de las comu-
nidades era un objetivo explícito de la desamortización, y no podía
ser de otro modo. El modelo liberal de Estado exigía la supresión de
esas lealtades locales, y la uniformidad de la autoridad estatal. Nece-
sitaba fundar su dominio sobre una sociedad de individuos: no podía
negociarlo con cuerpos y comunidades”.157 Uno de los colaboradores
más fehacientes del juarismo trabajaba para eliminar las querellas por
los poblados: “Incuestionable —escribía el ministro Lerdo— es que
no debe tolerarse la subsistencia de comunidades de indígenas, procu-
rándose por el contrario la repartición de los bienes de que han sido
propietarios, y éste es cabalmente uno de los principales preceptos de
la ley”.158
La institucionalidad de Juárez lleva, inexorablemente, al intento del
exterminio de los indígenas: “no renunció nunca Juárez a su idea de
imponer en México una autoridad ‘decorosa’: sólo cambió los medios,
para ir sustituyendo, sin pausa pero sin prisa, a los viejos intermediarios
por los leales de su propia red. Era, por ponerlo así, una solución de
compromiso, que trataba de institucionalizar, bajo las formas legales,
el orden real”.159
En estos autores se pueden encontrar las formas discursivas de una
expresión india que ha mudado de sentido, en el que el español ha in-
fluido en la forma de comprender el mundo. La visión nacional sobre
Juárez o Altamirano expresa que son más “mexicanos” que chontal o
zapoteco, y se les reconoce como “indios” sólo para resaltar que fueron
educados. Los indígenas terminan siendo víctimas del propio sistema
que ayudan a construir.
En Perú y México debe considerarse la desarticulación de las zonas
urbanas. Las culturas imperantes a la llegada de los españoles tuvieron
que enfrentarse a una mayor influencia hispana, y luego a las nacio-
nalistas, la discriminación e interiorización de valores ajenos. No hay
duda que declararse de una etnia, era marcarse como un marginado.
156
F. Escalante Gonzalbo, Op. cit., p. 64.
157
Ibid., p. 65.
158
Carta del ministro Miguel Lerdo de Tejada al gobernador de Michoacán, sobre
la aplicación de la ley de desamortización, en 1857. Citado en ibídem, p. 640 apud F.
Escalante Gonzalbo, Op. cit., p. 65.
159
Ibid., p. 127.
125
Los poblados más alejados pudieron resistir mejor, conservando en
mayor medida sus valores sin tantas variaciones, en ocasiones, siendo
monolingües.
Los indios que, individualmente, sobresalen son excepciones en el
país, en el otro extremo están los indios en colectividad, los que segui-
rán luchando por su forma de vida. Hay que considerar que “la lucha”
también es un lenguaje, y en éste se inscriben muchos pueblos. Algunos
indígenas son “respetuosos con los vínculos comunitarios tradiciona-
les, e indios conscientes de su condición de ciudadanos, que daban
prioridad a su dependencia respecto a los nuevos ayuntamientos”.160
Para el caso de las cartas escritas por los náhuatl hay que hacer notar
cómo en México, la diferencia étnica se encubre en la categoría genéri-
ca de indios, dificultando, como en el caso de los quechuas, revisar si son
náhuatl, mazatecos o zapotecos, asimismo son los elementos culturales
los que permitirán entender a qué grupo pertenecen. Lo fundamental
también es resaltar que los indígenas están expresando una identidad
que se narra desde el proceso de vida, es decir, ser de un grupo en
específico ya no importa cuando hay que expresarse en una lengua
que limita pero que se domina para que la oiga el otro. Su narrativa se
desdobla en un doble juego, el que habla en lengua materna dentro de
las comunidades y la segunda lengua cuyo vicio sirve para provocar en
el otro un determinado efecto.
Las luchas en contra del despojo y la implantación del modelo libe-
ral llevan a movimientos que, paralelamente, serán el alma de la anar-
quía nacional, así, no sólo los intereses de los próceres nacionales son
los que incitan al caos, sino que los indígenas tienen su propio “decir”
en los levantamientos.
Los movimientos anti-latifundistas en la Sierra Madre Occidental, de
1842 a 1849, en donde hay una buena concentración de náhuatl, entre
otros grupos, es la muestra de que las sociedades indígenas se niegan a
claudicar. Domingo Santiago desafía al Subprefecto de Tlapa (Guerrero)
en el año de 1843, y le increpa la utilización de los indios para los intere-
ses particulares, de la siguiente manera:
En primer lugar, que usted dice que se alucinan los pueblos con-
migo, de los que pertenecen al distrito Tlapa; que usted les ofrece
paz y tranquilidad; pero el dolor que los pueblos han tenido, eso
usted no repite. Quiere que los pueblos se apresuren a presentarse
para participar los comandantes que deben recorrer toda la línea
126
de todos estos rumbos, y de mi parte, que marchen los comandan-
tes a la hora que quisieren. Saldremos derrotados unos a los otros
en estos montes, y si los comandantes no pueden venir, yo saldré
con mis marchas dobles para ver la hombría.161
La lucha maya
El caso de los mayas es un tanto diferente a los nahuas y al resto de in-
dígenas mexicanos. En la época virreinal, Yucatán había dado muestras
de ser una entidad autónoma. Cuando el orden de la Nueva España se
rompe, parece inevitable que sea parte de México, pero los yucatecos
tienen la intención de seguir manteniendo su identidad apartada. Auna-
161
Domingo Santiago, “Doc. 36: el líder indígena Domingo Santiago desafía al
subprefecto de Tlapa (Guerrero), 22 de mayo de 1843”, en M. Lienhard, Testimonios,
cartas y manifiestos indígenas, p. 115.
162
M. Lienhard, Testimonios, cartas y manifiestos indígenas, p. XLII.
127
do a esto, está el hecho de que la península es mayoritariamente maya
(y sus alrededores de ramas mayenses: tsotsiles, tojolabales, tzeltales),
a diferencia de los náhuatl que su territorio abarca una franja alargada
por el territorio central y sur de México, incluso llegando a lo que hoy
es Honduras, los mayas se concentran desde la península a los países
que hoy día conforman Centroamérica, obligando en muchas ocasio-
nes a guiarse por la administración de Guatemala y por la propia. Esta
distinción hace que las sociedades blancas e indígenas sean cercanas
opositoras, haciendo de lado la formación nacional por ambos grupos.
Ibid., p. 118.
163
128
Que reprobando como siempre hemos reprobado en unión de
todos los indígenas que forman nuestra República, el absurdo y
escandaloso levantamiento de los indios orientales, nacidos para
mengua y oprobio de nuestra noble raza, y ardiendo en deseos de
acreditar, por medio de una pública y ostensible manifestación,
la sinceridad de nuestros sentimientos en materia de tan vital im-
portancia para el estado, y de tan grave trascendencia para el buen
nombre y bien sentada opinión de la prole mansa, bondadosa,
pacífica y tranquila de los indios de Yucatán, ocurrimos a Vues-
tra Excelencia por la vía legal, con el objeto de hacerle presente
nuestra absoluta obediencia al menor de sus mandatos, nuestra su-
jeción sin límites a sus órdenes, nuestra abominación a la conducta
indigna e inauditos procedimientos de esos hombres bárbaros, sin
fe, sin conciencia, sin honor y sin humanidad, que usurpan nues-
tro nombre y se apellidan con descaro hermanos nuestros. Da-
mos este paso, excelentísimo señor, no tan sólo para que seamos
partícipes de los beneficios y graciosas concesiones que han sido
ofrecidas y dispensadas a todos aquellos que, siendo individuos de
nuestra raza, no han tomado parte alguna en el execrable y nefasto
levantamiento de los indios orientales, sin [ o] que también con
la mira laudable de ofrecer a V. E. nuestros espontáneos servi-
cios para reprimir, si lo tiene a bien, con las armas en la mano las
audaces tentativas y monstruosos planes de los calenturientos o
salvajes revolucionarios del oriente de nuestra península.164
Lázaro Can, et al., “Doc. 38: Los caciques indígenas de Campeche reprueban
164
129
profeta, Juan de la Cruz, lanza sus primeras proclamas a fines de
1850. Impulsada por la “cruz parlante”, la combatividad maya
vuelve a alcanzar una gran intensidad.165
130
para el negro o para el indio; [...] no se venderán las tierras, y serán labra-
das donde quiera el blanco, donde quiera el negro y donde quiera el indio,
pues ninguno podrá evitarlo”.168 Aunque la carta intenta ser una negocia-
ción, la continuidad de la beligerancia sigue en la mesa:
168
José María Barrera, et al., “Doc. 42: Los dirigentes indígenas reafirman sus
posiciones, 7 de abril de 1850” en M. Lienhard, Testimonios, cartas y manifiestos
indígenas, p. 127.
169
Ibidem.
170
Ibid., p. 128.
131
rio Díaz intenta culminar en contra de ellos y, en la respuesta que dan
a través de la Revolución Mexicana.
El aspecto religioso es un punto que no puede deslindarse en los
movimientos. Si los elementos religiosos pueden resultar asombrosos
durante el virreinato, en el siglo XIX se puede decir, sin miramientos,
que el dios católico ya no es de los españoles, sino es maya. Al respecto
es importante la figura de Juan de la Cruz y la “cruz parlante”, pues se-
gún Lienhard es un cristianismo indígena de reivindicación, asimismo
lo que hay que señalar es la forma de escritura, pues lo hace en verso,
un ejemplo es la carta del 28 de agosto de 1851, dirigida al Gobernador
Barbachano:
¿Qué sentido tiene el hecho
De que mi semilla fuese destruida en mi nombre?
¿No se dan cuenta
De que la semilla mía
Que ellos destruyeron
Es la vida de ellos?
Ese es su aliento;
Esa es su fuerza.
Porque si esa semilla mía no existiera,
Ninguna de mis gentes engendradas aquí,
En el mundo,
Podría entonces hablar.171
Juan de la Cruz, “Doc. 44: carta del profeta Juan de la Cruz al gobernador
171
132
Si la inversión de los papeles del “vasallo” y del “señor” resulta, en
este texto, verdaderamente espectacular, el rechazo de las conven-
ciones epistolares no es menos evidente. Como los demás autores
insurrectos que se manifestaron a lo largo de la “guerra de castas”,
Juan de la Cruz impone, en el diálogo con el jefe de los dzules, el
uso del idioma maya.172
VI
DEL INDIGENISMO A LA LITERATURA Y FILOSOFÍA
INDÍGENA
133
telectuales y políticos, por la tergiversación de quienes intervienen a fa-
vor. Así, más que una corriente indigenista, los gobiernos, instituciones
y personas operan en diferentes y constantes reindigenismos.
El acomodo de los grupos sociales se mostrará durante el siglo
XX. Así como no hay una colonialidad completa y total, los Estados
nacionales no abarcarán toda la vida indígena, la cual también se trans-
forma para hacer frente a las nuevas adversidades. La nación aún no ha
ganado la batalla, lo hará hasta que los diferentes pueblos que la “com-
ponen” sean una masa homogénea, caminen bajo la luz de sus códigos
epistémicos; entretanto, los pueblos indígenas mantienen su rumbo.
Indigenismo / indígena
La literatura indigenista se caracteriza por exponer “con vehemencia
la degradada situación en que se encuentra el indígena mexicano [y
latinoamericano], habitante de un paisaje de extrema dureza física y de
un hábitat social segregado del resto de la población del país”.173 Así
“[…] queda implícito el grito del escritor indigenista por evidenciar
las condiciones de vida y la humillación social que experimentan los
indígenas y, por tanto, la necesidad de la justicia social a la que tiene
derecho como ser humano”.174 Los autores se sucedieron, hubo una
explosión de verdadero frenesí por denunciar las atrocidades come-
tidas contra los indios: “a partir de esta etapa, el tema indígena desde
una perspectiva analítica realista estuvo dirigido a condenar la discrimi-
nación racial, la pobreza y la explotación del indio. Se hablaba de bus-
car su regeneración y reivindicación”.175 Antropólogos, periodistas y
poetas denunciaron por escrito las condiciones indígenas y plantearon
posibles soluciones. La imagen del indio que es un condenado social
es el centro de los textos, los retratos sobre un ser miserable se dibujan
con detalles escandalosos y realistas, sin embargo, sigue habiendo una
distancia por más que se pretenda la cercanía.
El asunto es que el indígena vuelve a tener un lugar en el imaginario
e idealismo de las sociedades que lo ven como un ser extraño y ajeno,
el desplazamiento entre las personas y la imagen del indio sigue ma-
nifestado. Cada tiempo histórico y región ha respondido al problema
173
Gilda Waldman, “El florecimiento de la literatura indígena actual en México.
Contexto Social, significado e importancia”, p. 65.
174
Ibid., pp. 65-66.
175
Francisco Javier Romero, “La literatura indígena mexicana en búsqueda de una
identidad nacional”, p. 4.
134
indígena con algunas diferencias teniendo una base única. El despla-
zamiento entre el concepto “indio” y la persona no es un problema
actual ni tampoco surgió con el nacionalismo del siglo XX, ni del siglo
XIX. El desfase se dio con el equívoco colombino, lo que se debe ver
es cómo el indio ha cambiado de posición a partir de un mismo sen-
tido: las condiciones en cómo se ha tomado al personaje para hacerlo
encajar, primero en el individuo, después en los discursos propios de
un contexto histórico específico.
El indigenismo, como lo señaló Mariátegui era algo más que una
corriente literaria, abarcaba las esferas filosóficas y políticas, implican-
do en los discursos cotidianos. El indigenismo comprendió también las
artes, la música, pintura y el cine. Finalmente, más que ser una corrien-
te, fue una manera moderna de afrontar a los indígenas y de actualizar
el discurso.
El indigenismo nacionalista mantenía paralelismos en los diferentes
países latinoamericanos, el cual se caracterizaba por el sometimiento
del indio y su imagen como sustento ideológico y literario de la nación,
debido a la supravaloración176 de su cultura tergiversada. El “indígena”,
ha sido un objeto moldeable de los discursos del virreinato y del pen-
samiento europeo, de los tratados filosóficos, un recurso literario y de
utopías, por ello, en el siglo XX, no será sorpresivo que aparezca en las
políticas públicas que sustentan el capitalismo responsable o en el cine
con los arquetipos construidos y, peor aún, se mantenga en el imagi-
nario de la vida cotidiana con un sentido malversado. El punto crucial
que no se puede dejar pasar, para el caso específico de las personas
denominadas indio/indígena, es su negación como un individuo inde-
pendiente y el problema que representa.
El problema indígena ha sido un reto colonial y nacional, el problema
para integrar y asimilar al indio. Ariruma Kowii define el problema indíge-
na para la zona andina de Ecuador, de la siguiente manera, pero puede
verse fácilmente que aplica para el resto de Latinoamérica:
135
nos, así como en la construcción de discursos y propuestas teóri-
cas orientadas a conseguir los mismos fines.177
136
Donoso indica el gesto y las formas, pero estos fueron concebidos antes
del Congreso, son producto del afuera que se concretó en un espacio es-
pecífico: “cabría anotar que muchas de las ‘verdades’ políticas que usaba
el gobierno en su sentido y dirección, tenían su correlato en las posturas
que sobre y para lo indio se iban modelando”.181
El problema indígena en el Congreso atraviesa varios temas: bio-
lógicos, antropológicos, culturales, étnicos, sociales, económicos, edu-
cativos y políticos. El indigenismo trajo una serie de medidas a nivel
político e intelectual, con profundas implicaciones en la cotidianidad.
Los indios también habían aprendido el discurso indigenista, y no será
contradictorio que lo usen para sus propios fines, en un discurso actua-
lizado para el otro. En el juego de las relaciones discursivas, de lo que se
trata es del efecto que tienen las palabras.
Donoso hizo hincapié en la Revista América Indígena para mostrar “la
unión que entre saber y poder se teje a fin de afianzar un orden social”,182
a partir de esto, se puede hacer notar cómo el discurso se juega en las
relaciones de poder. Flavio Barbosa, por su parte, sobre el concepto de
“indio”, establece los cambios y continuidades que se fueron dando en
el discurso indigenista, centrando la atención en la revista, de 1941 a la
última publicación en 2006. En su análisis se centra en las limitaciones y
potencialidades que generó el discurso “para percibir las relaciones con
que hombres y mujeres tejen y construyen en sus interacciones cotidia-
nas un entramado social y argumentativo diferente al hegemónico”.183
Este entramado también implica al mismo indígena: “el presente análisis
parte de esta perspectiva y trata, entonces, de las ‘verdades’ académicas,
políticas y sociales que se fueron diseñados para limitar las potencialida-
des”.184 Las limitaciones del oprimido que necesita ayuda.
El discurso indigenista, como discurso que crea sentidos perpe-
tuados, genera las condiciones en las que se vive, construye represen-
taciones de la realidad, desde las limitaciones, muestra los términos
de entendimiento que se construyen por las relaciones de poder: “es
decir, se trata del estudio del entramado discursivo que produce efec-
tos de verdad y se transmite mediante los aparatos, las instituciones y
los mecanismos de enunciación que son creados o apropiados por el
181
Flavio Barbosa de la Puente, “Lo que américa indígena nos dejó. Una revisión
del indigenismo interamericano para Bolivia, 1940-1970”, en G. Makaran, Perfil de
Bolivia, p. 27.
182
V. Donoso Torres, Op. cit., p. 37.
183
F. Barbosa de la Puente, Op. cit., p. 26.
184
Ibidem.
137
Estado”.185 El discurso por repetición sobre el indígena, en este periodo
histórico, es un conocimiento bien afianzado, dando por hecho qué es
lo indígena.
El indigenismo influyó en gran medida en las políticas de las nacio-
nes: “a partir de los setenta se comienza a editar un nuevo discurso, el
de la autonomía y determinación de los pueblos indígenas. Discurso
ya inscrito en diferentes países de América Latina, pero que se con-
vierte en unívoco como el indigenismo de corte estatal, se comienza a
establecer como un discurso fomentado incluso por las burocracias in-
ternacionales”.186 “Reivindicación” o “autonomía”, nuevamente serán
conceptos que serán revertidos por los indígenas.
Cabe resaltar la participación de Chile en el Congreso Indigenista,
pues los mapuche son de los pocos indígenas que intervienen: “quizá
lo más relevante de la asistencia chilena al primer Congreso Indigenista
Interamericano fue la participación de dos representantes mapuches
en la delegación: César Colima y Venancio Coñuepán, dirigentes de la
Corporación Araucana (CA), la más importante de las organizaciones
mapuches del período 1940-1950”,187 por el vínculo entre la organiza-
ción mapuche, Corporación Araucana y su líder Venancio Coñuepán,
con el Instituto Indigenista Chileno (1949) formado a instancia del
Congreso Indigenista de El Cuzco. Pero no sólo fue su asistencia, pues
había delegados indígenas de México, sino que lo hicieron como represen-
tantes legales de Chile.
El discurso mapuche tiene una perspectiva muy cercana al indigenismo,
con diferente implicación, Coñuepán y Colima “comienzan resaltando
la importancia del Congreso, en el que —dicen— se discutirán ‘los
múltiples problemas de estas razas, cuya solución está en relación di-
recta con un efectivo progreso material y cultural de los pueblos ame-
ricanos’ (Coñuepán y Colima 1940:1)”.188 Pero los mapuche tienen un
valer de ser un pueblo legendario que poco se acostumbra a ser parte
de una nación chilena, desde 1910, tienen organizaciones instituciona-
les, lo que indica que a pesar de “pertenecer” a Chile, no han dejado
de pelear por sus propios intereses: “en un gesto diplomático, aunque
no carente de cierta pretensión, afirman a continuación que existe un
185
Ibidem.
186
Sergio Ricco Monge, “Cambios y continuidades en la Bolivia indígena”, en G.
Makaran, Perfil de Bolivia, p. 110.
187
Jorge Iván Vergara y Hans Gundermann, “Chile y el Instituto Indigenista
Interamericano, 1940-1993. Una visión de conjunto”, p. 129.
188
Ibid., p. 130.
138
movimiento indigenista mapuche desde hace 30 años, una fecha que
corresponde, aproximadamente, a la fundación de la Sociedad Caupo-
licán, de donde provienen ambos dirigentes”.189 Entre los puntos “indi-
genistas” se expone el atraso económico y cultural y la responsabilidad
del Estado: “la falta de una legislación adecuada a las necesidades del
pueblo mapuche. La actual es totalmente inadecuada, salvo en el otor-
gamiento de los títulos de merced. Pese a ello, son optimistas en cuanto
a que las soluciones propuestas permitirían ‘incorporar fácilmente a
este pueblo a la civilización nacional’ (Coñuepán y Colima 1940:2)”.190
Las exigencias mapuches llevan más bien a una reversión del papel del
Estado: al reforzamiento del pueblo mapuche, en un indigenismo reversi-
ble —según J. I. Vergara y H. Gundermann. Las demandas piden una
nueva legislación para reintegrar las tierras usurpadas por los blancos, la
colonización indígena con recursos del Estado y servicios públicos,
como educación, servicios médicos y sociales, una reorganización eco-
nómico-social con un banco indígena y préstamos agrícolas:
El importante rol asignado al Estado en revertir la situación nega-
tiva en que se encuentra el pueblo mapuche, así como el énfasis de
su discurso en la necesidad de integrarlo a la civilización, acercan
a Coñuepán y a Colima al indigenismo integracionista. Las otras
propuestas, como la entrega de tierras a los indígenas, la educación
escolar inicial en lengua indígena y la creación de una subsecretaría
indígena apuntan en una dirección distinta, en cuanto ponen el
acento en el reforzamiento como pueblo y cultura, garantizando
su continuidad en el tiempo, la que se encontraría gravemente Chi-
le y el Instituto Indigenista Interamericano, 1940-1993.191
189
Ibidem.
190
Ibidem.
191
Ibidem.
139
de los dirigentes mapuches, que es a su vez el de la Corporación
Araucana, comprende aspectos de las dos grandes visiones con-
frontadas en Pátzcuaro. Por sobre todo, no puede ser calificado
como puramente asimilacionista. En el contexto histórico en que
se dio, su llamado a la integración constituyó una apelación a la
sociedad chilena para poner fin a la marginación de su pueblo, no
una invocación a la asimilación cultural. La solución de los proble-
mas mapuches no podía darse única ni principalmente a partir de
las propias fuerzas; requería el apoyo del Estado, pero desde una
institucionalidad en la que la dirigencia indígena tuviera una parti-
cipación relevante.192
140
y soluciones. Desde diferentes lugares la lucha indígena continúa. Más
allá de 500 años de colonización, los indígenas expresarán: 500 años de
resistencia. La continuidad de sus luchas afirma su postura y, por su-
puesto, la continuidad discursiva. Esto podrá ser América, pero también
es el Mayaab, Cem Ānáhuac, Tawantinsuyu, Wallmapu o el Abya Yala.
Al festejo de los 500 años del “Encuentro de dos mundos”, en
los 90 por los indigenistas que pretenden reconciliar las culturas, los
indios responderán con los 500 años del encontronazo, del choque de
culturas, y en varios partes, se expresará en voz alta: “si como indios
nos conquistaron, como indios nos liberaremos” (expresión dicha por
los quechuas-aymaras, los mayas, los náhuatl, en diferentes espacios,
en Bolivia, Perú, Guatemala y México). La “autonomía” o la “reivin-
dicación” son conceptos de un discurso, cuyos sentidos han estado
siempre presentes, son un mero recurso conceptual a una acción que
ha enfrentado a las sociedades virreinales y nacionales.
En uno de los espacios indigenistas, Franco Gabriel Hernández se
expresaba de la siguiente manera: “para un hombre como yo, que desde
su niñez conoció la palabra indio como sinónimo de tonto, de hombre
o mujeres morenos de baja estatura que viven en una comunidad apar-
tada, lo indio existe como algo que lastima”,196 lo indio es el concepto
vivido en el lenguaje español con el sentido construido por los otros: “lo
indio sólo nació en mí cuando conocí al otro, al que me trató como tal;
porque entre nosotros, los del mismo pueblo, lo indio no existe, sino
hasta que uno ha interiorizado ese menosprecio, ese sentimiento de
querer lastimar”.197 Sí, hay un sentido desvalorativo creado a través de
la lengua del otro, pero también un sentido que viene de una lengua que
expresa un mundo diferente, un sentido que proviene de los hombres
designados como “indios”, del mapuche, del runa simi, el nauatl o maaya,
de los lenguajes de los pueblos originarios. Natalio Hernández, uno de
los precursores de la literatura indígena en México sentenció: “nos pro-
pusimos desgastar el término para darle un nuevo contenido: de lucha
y dignidad. Empezamos a decir con orgullo: somos indios”.198
141
señalarán que lo han hecho por responder al indigenismo que había
usurpado su identidad; los indigenistas, sin embargo, se verán como
los precursores y patrocinadores de los espacios, libros e instituciones
para que la literatura indígena floreciera. Lo cierto es que, por el mo-
mento histórico, sería inevitable acallar las voces. Así, se sucedieron
una serie de cambios. En México después de la Revolución y de las
reformas agrarias, el indio consiguió encontrar un lugar en la nación;
en Perú, aunque no hubo tal revolución, la reforma agraria de 1969 y
después del periodo de Fujimori, se abrieron a trompicones algunos
espacios para la revaloración de la cultura. Los mapuche, simplemente,
continuaron su proceso. Profesores o investigadores académicos, en
la mayoría de los casos, son los promotores de su lengua, literatura,
cultura y propuestas políticas.
Los relatos de cómo nació la etiqueta de “literatura indígena” es
algo que se atribuye a los movimientos indigenistas que impulsaron los
espacios para que se diera dicha corriente, aunque efectivamente, los
indígenas recibieron apoyo de los indigenistas, ha sido una inclinación
fruto de otros procesos, en el que han ido impulsando el movimiento.
El escritor náhuatl, Natalio Hernández, señala: “la consideración de la
literatura indígena en las letras nacionales y descarta el término ‘indige-
nista’. Asegura que: ‘por inercias históricas hemos privilegiado el pen-
samiento cultural proveniente de ultramar, pero ya es hora de cambiar
para revalorar nuestra propia cosmovisión’”.199
En los espacios oficiales, a partir de un proceso social que “mos-
traba” las condiciones de los indígenas, se fue aceptando la actualidad
de los indios. En México, después de las leyes agrarias, se asentaron en
las agendas presidenciales las reivindicaciones sociales y culturales de
los indígenas. A partir de los años cuarenta y cincuenta se dan algunas
tentativas, algunos escritos sueltos, para Juan Gregorio Regino, escritor
y crítico mazateco: “la literatura indígena contemporánea se inicia con
el escritor zapoteco Andrés Henestrosa; su obra, Los hombres que dispersó
la danza, está recreado de las costumbres de su pueblo e introduce vo-
cablos zapotecos en el español que emplea. Andrés Henestrosa no sólo
escribe narrativa en español, sino también poesía en su lengua mater-
na. De esta generación de escritores zapotecos figuran también Gabriel
López Chiñas y Pancho Nácar y más tarde, Víctor de la Cruz y Macario
Matus”.200
199
Krishna Naranjo Zavala, “Literatura indígena contemporánea: panorama,
perspectivas y retos”, p. 3.
200
Juan Gregorio Regino, “Literatura indígena. Otra parte de nuestra identidad”
142
Para los años 70, algunos promotores y profesores bilingües inician
el camino de la escritura impresa; para los años 90 la “literatura indí-
gena” resurgió públicamente (tal término indica que los indígenas ven a la
literatura indígena antes de la llegada de los españoles) con el apoyo
de especialistas como Carlos Montemayor, de este modo “el gobierno
implementó el Programa de Lenguas y Literaturas Indígenas en 1993
y se publicaron dos colecciones importantes en ediciones bilingües:
Letras Indígenas Contemporáneas y Lenguas de México”.201 El apoyo
institucional, gubernamental u oficial tenía la intención de asimilar al
indígena a la sociedad nacional, pero como varios de los proyectos para
integrarlo, la escritura y la educación resultaron insatisfactorias y, con
ellas, se adhirieron nuevas herramientas.
Parece clara la diferencia entre el acto de escribir y la escritura de
creación; cualquiera con conocimientos básicos escribe, la segunda es
una profesión reconocida. El propósito de la actividad hace la dife-
rencia, pero ésta vale en una sociedad que se rige por dicha distinción,
por ello, cabe aclarar que el quehacer de los primeros impulsores, tie-
ne una intencionalidad clara: la defensa de la identidad y representar
los conocimientos y condiciones de los pueblos. Es en el siglo XXI,
con las jóvenes promesas que ya se puede hablar de una escritura de
creación, pues estos jóvenes acceden a niveles superiores y posgrados,
continuando el quehacer literario con otras perspectivas, no obstante,
lo que sigue manifestándose en la transición es el compromiso con su
pueblo. Los escritores que impulsaron la literatura indígena de los años
70 eran muy jóvenes, muchos de éstos son los maestros de las nue-
vas generaciones, conviviendo actualmente en algunos espacios. Tanto
unos como otros son contemporáneos, pues los primeros siguen pu-
blicando.
La literatura mapuche, propiamente, entendida como la escritura
de creación y profesional nace con Sebastián Queupul Quintremil, en
1950, con algunos poemas publicados en diferentes revistas:
[…] son los primeros textos literarios elaborados por un escritor
mapuche, regidos en forma simultánea y paralela por las reglas y
normas de la etnoliteratura mapuche y de la literatura chilena. Por
lo tanto, Queupul es el primer escritor mapuche que supera las
convenciones de la etnoliteratura indígena y de la poesía chilena y,
al hacerlo, se incorpora en la institución y en el proceso literario
143
de la sociedad global, manteniendo su identidad étnica y, además,
contribuyendo a la fundación de una poesía etnocultural.202
144
mentos estilísticos y patrones culturales de los pueblos indígenas.
Esta literatura, refleja no sólo el sentir y la sensibilidad de cada
creador, sino que está impregnada del pensamiento filosófico de
los pueblos, de la palabra de los ancianos, los acontecimientos his-
tóricos y cotidianos, así como la concepción de belleza y armonía
que cada cultura posee. Esta literatura se diferencia de la literatura
indianista, indigenista y la literatura en lenguas indígenas, pues cada
una tiene sus propias características […]206
145
propia puede limitar el campo de los lectores sobre aquellos que no
hablan la lengua y también sobre quienes no la saben leer. La lectura en
español de la traducción de la lengua originaria tiene en el primer círculo
de lectores a los indígenas del mismo grupo étnico y lingüístico, luego
ser comprendido y apropiado por otros grupos y, por supuesto, aquellos
lectores no-indígenas que se podrán ver más enriquecidos si conocen el
contexto. Escribir sobre sí (colectivo) para sí (receptor colectivo) tiene
una funcionalidad concreta, dirigirse a miembros de su propia comu-
nidad, sin los vicios que ha acompañado la expresión en español (del
discurso para el otro).
De este modo, la literatura escrita está construyendo su camino. La
heterogeneidad de las características de la literatura indígena se cons-
tituye también por las diferentes experiencias de sus creadores. La co-
munidad no es el único escenario en el que se mueven las historias, el
espacio de la ciudad también es importante para expresar sus propias
preocupaciones y reflexiones. Lo fundamental en la creación literaria
es la visión única que puede ofrecer un escritor y la forma verbal para
representarla.
Los indígenas han hecho de la letra escrita un modo para plasmar
su pensar: “es cierto que son otros tiempos y la literatura indígena hoy
se considera desde la escritura. Sin embargo, la oralidad adquiere ‘for-
ma’ al ser recuperada en sus contextos, pero lo más importante es que
al resguardarla es posible transmitir este pensamiento”.208 Igualmente,
es innegable que los indígenas mantienen vínculos con la literatura ins-
titucionalizada.
Los escritores indígenas están transformándose con la palabra es-
crita, a diferencia de la imposición discursiva en el virreinato, ahora los
escritores se permiten experimentar sobre sus propias formas: “tran-
sitando desde la oralidad hacia una literatura escrita, los escritores en
lenguas autóctonas han reabsorbido los parámetros modernos para
reactualizar su historia a través de un universo simbólico propio”.209
Cabe aclarar que no es una transición de oralidad a la escritura, pues
la escritura ha estado presente en las culturas, sino una expresión pú-
blica que expresa el simbolismo propio. Durante siglos, los indígenas
han usado la escritura bajo la tutela de las autoridades virreinales, para
dirigirse a los diferentes gobiernos, comunicarse con los otros, muchos
de sus conocimientos han sido compilados por los otros, ahora los indí-
146
genas son quienes deciden cuáles son los saberes que desean compartir,
cómo presentar los textos, qué imprimir para dar a conocerse de forma
pública. Han tomado el control de la escritura pública sobre los indíge-
nas, sobre sí, frente a las sociedades no-indígenas.
La literatura también se puede distinguir por la escritura en espa-
ñol (quienes no saben escribir en su idioma), en la lengua de origen (a
veces sin traducción), y los bilingües (en los dos idiomas). Aquí lo que
importa es el sujeto productor y el lugar de enunciación. La literatura
indígena, entonces, es un movimiento más amplio, responde a las situa-
ciones socio-políticas de los Estados y es la manifestación de las luchas
de su pueblo.
La expresión de la segunda lengua supone más que la apropiación de
un idioma, es la dominación del pensamiento mismo. En algunos casos
el escritor de las dos lenguas se ubica en un espacio fronterizo: “escri-
bir en lengua indígena y traducir al español o viceversa supone no una
actividad mimética, sino una redefinición del texto en el ‘otro’ idioma,
trascendiendo la mera equivalencia lingüística para abrirse y expandirse
hacia nuevas esferas culturales”.210 En este punto es que la tradición
oral deviene en un nuevo relato interpretativo: “escribir en ambos idio-
mas supone, entonces, que el espacio de la frontera cultural aparece en
constante movimiento”.211 La narrativa indígena mantiene un alto grado
de la tradición oral que se refleja en su literatura, sin embargo, a pesar
de la riqueza y de la abundancia en símbolos que presenta para el arte
universal, la marginación es una constante dentro del mundo universal
de las letras.
En la literatura indígena se encuentran diversos tópicos: “se puede
advertir la preocupación por preservar la cultura ancestral a través de la
literatura y otras formas de manifestación artística, ensayística y lingüís-
tica, sin que esto signifique estatismo sino readecuación (bajo su propia
determinación) […]”,212 igualmente, las preocupaciones sociales que,
como grupo étnico, viven todos los días; por cierto, Víctor de la Cruz
expresó que una de las preocupaciones latente de los indios es demostrar
su inteligencia y humanidad; la justificación repercute en los modos
discursivos que expresan las preocupaciones de una identidad: “los
precursores de este movimiento procuraron demostrar su inteligencia:
210
Ibid., p. 70.
211
Ibid., p. 71.
212
Ezequiel Maldonado, “Literatura popular indígena: Entre la marginalidad y el
canon”, p. 48.
147
indios pero inteligentes. Y para demostrarlo aprendieron el idioma del
vencedor sin olvidar su lengua”.213 Juan Gregorio Regino, señala: “la
realidad que se vive en el campo y en la ciudad, las diferencias sociales
entre ricos y pobres, la discriminación entre blancos e indios, la lucha
entre los que tienen y no tienen tierras y otros temas constituyen más
adelante la preocupación y el motivo de la nueva literatura indígena”.214
Es pertinente resaltar que “no hay literatura que no hable de los proble-
mas del hombre y su tiempo”,215 incluso cuando los indígenas hablan
en sus obras de reivindicación o de un personaje indio como lo ha he-
cho la literatura en general, está mostrando un pensamiento particular.
Así se distingue la Literatura Indígena como una identidad que defi-
ne a un grupo social a la par de la Literatura Latinoamericana, Mexicana,
Chilena, Peruana, Francesa o Europea. La Literatura Indígena contiene
diferentes literaturas que se definen por la identidad de sus producto-
res: náhuatl, maya, mapuche, quechua, aymara, zapoteca, mixe, lenca,
guaraní, etcétera. Es posible considerar una propuesta divisoria para
entender la transformación de la escritura pública en español:
213
Víctor de la Cruz, La flor de la palabra, México, Premiá, 1984, p. 18 apud Nata-
lio Hernández, “La formación del escritor indígena” en C. Montemayor, Situación
actual..., p. 109.
214
J. Gregorio R., “Escritores en lenguas indígenas” en C. Montemayor, Situación
actual..., p. 123.
215
E. Maldonado, Op. cit., p. 48.
148
y monolingües (lengua indígena o español), transcripciones y
adaptaciones, estructuras occidentales e historias ficcionales.
Los géneros se diversifican en: poesía (comunitaria e individual),
cuento, relatos comunales, transcripción de los saberes, cuentos
de estructura occidental, ensayo, artículos históricos y cultura-
les, ensayo literario, crítica literaria, teatro (teatro comunitario
y teatro occidental en lenguas indígenas), novela indígena y la
oralidad (prácticas y ritos, cantos, oraciones, bailes…).
216
J. Gregorio R., “Escritores en lenguas indígenas” en C. Montemayor, Situación
actual..., p. 119.
217
Cf. Miguel Ángel May May, “Los talleres de la literatura maya, una experiencia
nueva en Yucatán” en C. Montemayor, Situación actual..., pp. 173-196.
149
lengua, la alfabetización de lectores, los recursos económicos, la nor-
malización de la lengua del español, la difusión, pero siguen manifes-
tando el pensar de los pueblos indígenas, como sujetos colectivos.
Al ser una manifestación discursiva y no sólo una disciplina litera-
ria, la literatura indígena puede estudiarse como un proceso discursivo
más asequible para los hispanohablantes. Si bien pueden encontrarse
análisis propios de la disciplina literaria, éstos se sobrepasan para mos-
trar la transformación discursiva. Tal como lo indicó Juan Gregorio:
esta literatura, refleja no sólo el sentir y la sensibilidad de cada creador, sino que
está impregnada del pensamiento filosófico de los pueblos, de la palabra de los an-
cianos, los acontecimientos históricos y cotidianos, así como la concepción de belleza y
armonía que cada cultura posee. Esta literatura sólo es un nombre genérico
para la escritura pública indígena, la cual incluye a la Filosofía (así con
mayúscula), pues al compararlos con los escritos producidos en los
movimientos sociales, con los testimonios y con la Palabra de la orali-
dad, se puede notar el proceso discursivo, los sentidos perpetuados y
transformados.
150
TERCERA PARTE:
Dislocaciones
VII
MANIFESTACIONES DISCURSIVAS
Mediaciones
Las literaturas indígenas han sido objeto de debate sobre su calidad,
encuadrada por moralismos tradicionales que perpetúan los prejuicios
sobre lo que debe ser la “literatura” y lo “indígena”. Gran parte de las
limitaciones del análisis literario se someten a la perspectiva de cómo
empatar los dos sistemas culturales, de tal modo que ninguno salga per-
diendo y se pueda dar una respuesta a las incógnitas de la apreciación
y recepción estética. Entre esta dicotomía aparecen los elementos de
tradición oral y lengua escrita, casi siempre enfrentadas.
Empero, en la literatura indígena no se excluye la oralidad por la
escritura, señalarlo y confrontarlos es caer en una mirada parcial. Al
analizar la continuidad discursiva indígena, se puede notar que no han
estado confrontadas, sino que la escritura ha sido un dispositivo del
discurso y de los movimientos indígenas, por lo tanto, ha sido la escri-
tura la que se ha visto, en ocasiones, sometida; lo que ofrece estudiar la
discursividad a través de una textualidad ampliada de oralidad (lengua
indígena) y escritura (idioma español).
El lenguaje oral tiene una función clave en la expresión de la identi-
dad de la sociedad indígena, por tal virtud “la escritura es resultado de
largos procesos históricos a través de los cuales va creando un código
diferente al habla pero que se identifica con ésta porque comparte fun-
ciones”.1 En estricto sentido, no cabría suponer cierta superioridad de
una sobre la otra, sino de perspectivas diferentes de expresión, asunto
que se puede constatar en tiempos contemporáneos, pues la escritura
nos muestra el discurso indígena (tanto en lengua indígena como en
español).
Algunos estudios de la crítica literaria de los no-indígenas han se-
ñalado como respuesta a la transformación indígena, el intercambio de
elementos culturales a los que sus autores se han visto sometidos. Con
ello, han señalado las formas negativas y positivas de las relaciones so-
154
ciales que se reflejan en los textos. Una de ellas, quizá la más socorrida
sea el sincretismo cultural. A partir de la religión, los antropólogos
denominaron a las prácticas religiosas indígenas en las que se mezclan
los elementos católicos y propios como “sincretismo”, aspecto que fue
definido para los diferentes pueblos. La oralidad y la escritura también
se han visto sometidas a la idea de sincretismo y de mediación cultural.
El concepto ha ayudado a definir las adopciones indígenas, re-
solviendo con esto, la obligación por la cual han tenido que practicar
el catolicismo y la resistencia ocultada en la práctica de las costum-
bres propias, para dar vida a una nueva religiosidad, una mezcla que
da como resultado la apropiación de los elementos. La mediación ha
intentado resolver el problema que creó la interpretación de un pen-
samiento dualista, en el que la ideología del mestizaje ha estado como
telón de fondo.
Así surge una especie de mestizaje cultural en la literatura, en algu-
nos casos siguiendo la vía de la producción de José María Arguedas,
quien al estar entre dos mundos creó una expresión particular. Lo des-
tacable es la postura en una tensión entre los elementos. En Todas las
sangres de José María Arguedas se capta las diferentes realidades com-
plejas de la diversidad cultural andina: “esta co-existencia está llena de
tensión; a veces los diferentes sectores que combaten entre sí —que-
chuas, europeos, mestizos— logran una cohesión y a veces terminan
en caos”.2 Del mismo modo se traslada esta idea a la literatura indígena
que expresa tensiones entre un mundo y otro. Lo que resulta curioso
de este tipo de postura es notar que se hiciera con admiración ante un
hecho que lleva varios siglos de vida.
En un planteamiento más de la crítica literaria, la “hibridación” es
otro elemento sui generis para estudiar las formaciones narrativas que
denuncian las implicaciones de las culturas disímiles a través del con-
flicto étnico-lingüístico. En la obra del autor q’anjob’al (rama maya;
Guatemala) Gaspar Pedro González esta hibridación se da en varios
grados: “En La Otra Cara esta hibridación se representa no tanto a
nivel de reproducción biológica, racial, sino a nivel étnico lingüístico”.3
La cuestión es que la hibridez no se sujeta a los límites de la obra,
si observamos el contexto, este proceso puede resultar de una repre-
sentación de la experiencia del autor que funciona en la cotidianidad.
2
Maureen E. Shea, “Los universos indoamericanos en Todas las sangres de José
María Arguedas y La otra cara de Gaspar Pedro González”, en Asociación Cultural
B’eyb’al, Literatura indígena de América, p. 184.
3
Ibid., p. 185.
155
El intercambio de experiencias entre personajes indígenas, mestizos,
europeos, afrodescendientes y otros grupos humanos (chinos, judíos,
etcétera), que viven lado a lado, creando nuevas alternativas, sería un
proceso de hibridez. La hibridez de sangre como la mediación manifesta-
da por la tensión de los contrarios, es el acto sexual que compromete
el deseo y la repulsión: “si la aversión domina, los dos lados se sienten
distintos y se estructuran en contra de sí mismos”,4 y la hibridez cul-
tural en la representación de Rendón Willka, el personaje quechua con
ropa europea de la novela de Arguedas, en el que se puede encontrar al
indígena traidor y al indio moderno, son casos en donde se aprecia una
transgresión a los órdenes.
El análisis de la hibridación recae en la idea que existen dos ele-
mentos que pueden ser definidos sin problemas, tal es el caso mapu-
che “[…] entendiendo por hibridación un estado de cosas en el cual
simultáneamente convivimos con valores y prácticas propias de la mo-
dernidad y con otras que pertenecen a lo más profundo de las for-
mas culturales tradicionales latinoamericanas, agudizándose esto por
un proceso peculiar de sincretización en el cual ni lo tradicional ni lo
moderno se presentan químicamente puros”.5 Sólo que la asimilación
de los contrarios no se da de forma equitativa: “es así, como las formas
culturales populares, en tanto formas híbridas, conforman un universo
heterogéneo en el cual ni la modernidad ni lo tradicional se expresan
con exclusividad, edificando un escenario simbólico y conductual
desigual, incluso dentro de una inserción semejante al interior del
sistema productivo, fenómeno en torno al cual la antropología y
sociología han debido dar cuenta”.6
La hibridez ha tocado también el estudio de la filosofía para negar
la autenticidad de lo indígena:
desde la llegada de los españoles hasta hoy, ha habido un proceso
de transformación de la cultura mapuche a partir de la incorpora-
ción de elementos ajenos a su vida, lo que en muchos casos se dio
en forma violenta y en otros de manera más somera, como lo fue
con el proceso de la evangelización, de la escolarización y otros.
Con ello podemos sostener que en la actualidad no hay contenidos
auténticos, más bien, una cultura híbrida o altamente mezclada y
4
Ibid., p. 186.
5
Miguel Alvarado Borgoño, “Elogio de la pereza. Notas y aproximaciones
respecto de las posibilidades del estudio de la etnoliteratura mapuche actual como
etnografía del texto”, pp. 8-9.
6
Ibid., p. 9.
156
supeditada bajo las normas de la ley del hombre blanco (Moreno,
2006; Salas, 2007 a y 2008).7
157
Estas interpretaciones son el resultado de un pensamiento dialécti-
co, que busca en oposiciones la mediación, así la síntesis recae en con-
ceptos como mestizaje, hibridación, sincretismo, llegando en algunos
casos a señalar la adaptación de los medios occidentales con el conte-
nido propio, marcando las diferencias, entre lo propio y lo extranjero.
Tales denominaciones pudieron ser funcionales en los primeros con-
tactos del virreinato en los que quedaban más claras las distinciones. A
varios siglos de diferencia, el plano interpretativo nos obliga a pensar
en las exigencias de las experiencias actuales.
Los sentidos han sido de intercambio, pero no por una historia de
mediación que constantemente equilibra las fuerzas, sino por un pro-
ceso que en ocasiones no tiene fronteras claras, incluso en el que las
fronteras no existen, sino que son transcursos diferentes que chocan
entre sí, se amalgaman, se rompen, se invaden; fenómenos que coexis-
ten de forma sucesiva, procesos de existencia. No son dos opuestos,
son múltiples formas de convivencia que se reescriben y reinterpretan
constantemente.
La crítica literaria hecha por los propios indígenas, sin embargo, de-
veló problemas más profundos: ¿qué se expresa en español? ¿Son los
mismos sentidos pensados en lengua indígena que los que se dice en
la lengua del otro? Las implicaciones epistemológicas surgen inmediata-
mente, el conflicto del conocimiento surgido de las relaciones de poder:
qué le está permitido pensar al indio cuando se expresa en español; si el
conocimiento está limitado por las circunstancias y el lenguaje español,
cómo se relacionan los lenguajes dispares y la subjetivación del indio.
El problema: la convivencia de dos lenguas que han construido
sentidos diferentes, y que en español han tenido que usar los mismos
vocablos, intentando empatarlos cuando el otro le ha dado significados
diferentes. La escritura en dos lenguas por los escritores indígenas revela
el problema de empatar sentidos.
Traducción indígena
Trasladar los sentidos de una lengua a otra no es sencillo, el problema
está más allá de establecer vínculos similares entre dos sistemas lingüís-
ticos disímiles. La narrativa como práctica discursiva11 encierra una ideo-
logía.12 La literatura es una ideología porque ella en sí misma contiene
la ideología de su tiempo. La relación de las formas narrativas con las
Cf. E. Cros, Op. cit., p. 203.
11
158
estructuras sociales muestra el vínculo de la ideología predominante y
su influencia con el pensamiento indígena.
Por lo tanto, el traslado de un sentido de un sistema cultural a otro
se vuelve más complejo que una traducción lingüística, en todo caso
ésta tiene otra connotación que sólo hablar de signos y significantes,
pues en medio de esta operación, está el sentido epistemológico, las
posibilidades del pensar y los límites del conocimiento.
La traducción e interpretación son dependientes de los parámetros
de la ideología dominante, por lo tanto, no es inocente y no se hace en
el vacío, está condicionada a los procesos culturales:
[…] translation does not happen in a vacuum, but in a continuum;
it is not an isolated act, it is part of an ongoing process of in-
tercultural transfer. Moreover, translation is a highly manipulative
activity that involves all kinds of stages in that process of transfer
across linguistic and cultural boundaries. Translation is not an in-
nocent, transparent activity but is highly charged with significance
at every stage; it rarely, if ever, involves a relationship of equality
between texts, authors or systems.13
13 Susan Bassnett and Harish Trivedi, Post-colonial Translation. Theory and practice. p.
2. “[…] la traducción no sucede en el vacío, sino que es un contínuum; no es un
acto aislado, es parte de un proceso continuo de transferencia intercultural. Ade-
más, la traducción es una actividad altamente manipulativa que implica todo tipo
de estados en el que el proceso de transferencia atraviesa los bordes lingüísticos y
culturales. La traducción no es una actividad inocente y transparente, sino que está
altamente cargada de significados en cada estado, en que, raramente, envuelve una
relación de equidad entre texto, autor o sistema”. [La traducción es mía.]
14
Dora Sales S “Pensar las narrativas de transculturación”, p. 185.
159
Ante la creciente actividad de la escritura en lenguas originarias han
surgido, en el seno de la producción, problemáticas propias. Los escri-
tores se cuestionan sobre su quehacer literario, la forma en cómo escri-
ben. Irma Pineda, escritora, poeta y traductora zapoteca, señala que un
problema que surge en la escritura es el de la traducción:
La literatura indígena, como la conocemos actualmente, no puede
concebirse sino de manera bilingüe, ya que es una creación pen-
sada en alguno de los idiomas originarios de nuestro país, pero
de permanecer sólo en éste, su difusión estaría restringida al ám-
bito comunitario, por lo que para poder llegar a una diversidad
de lectores y escuchas, necesariamente tiene que ser traducida al
español. Y aquí comienza el problema... […] transferir todo esto
a un idioma distinto del que nació, nos mete en serios aprietos.15
15
Irma Pineda. “La autotraducción en la Literatura Indígena: ¿cuestión estética
o soledad?”, texto presentado en el “Coloquio sobre Traducción Literaria”,
organizado por el Colmex y la UNAM, p. 1. Texto en línea en: http://www.
culturaspopulareseindigenas.gob.mx/cp/pdf/la_autotraduccion_irma_pineda.pdf
16
Ibid., p. 2.
160
explicaciones, y las tiene que dar porque está sujeto al dominio de la
interpretación del otro y si tiene que interpretar, entonces ¿cómo expre-
sar lo originario?
En nuestros idiomas producimos obras que pueden ser de gran
calidad literaria según los cánones estéticos de la propia cultura,
pero este mismo texto, al ser trasladado al español puede resultar
no sólo incomprensible sino horrible cuando se traduce sin cuidar
el lenguaje, y para justificarnos, varios de los escritores indígenas
recurrimos al discurso que la traducción es la que arruina el texto,
ya que creamos algo muy bueno en nuestro propio idioma pero
que al traducirlo carece de elementos estéticos porque no se en-
cuentran las ideas para expresarlo en español.17
161
en español, entonces en maya sonará mejor”. La trampa consiste
en que se escribe en español para que suene bonito, pero al leerlo
en maya no corresponde culturalmente porque dicen en maya lo
que piensan en español, cuando debería pensarse y expresarse en
maya, sin traducción al español para que los jueces puedan tener
una apreciación más objetiva.20
162
hacerse coincidentes mediante la traducción aproximada: “la traduc-
ción de los textos a otros sistemas semióticos, la asimilación de los dis-
tintos textos, el desplazamiento de los límites entre los textos que per-
tenecen a la cultura y los que están más allá de sus límites, constituyen
el mecanismo de la apropiación cultural de la realidad. La traducción de
una porción determinada de la realidad a uno de los lenguajes de la cul-
tura, su transformación en texto […]”.23 La semiosis o el proceso para
que un signo potencial cobre significado, tiene que estar relacionado
con un objeto dado, y ser interpretado como tal, por el sujeto o lector,
pero en este punto cómo hacer aprehensible para un lector no-indígena
“el hilo del corazón que se enhebra en la oreja”,24 por supuesto ayuda el
contexto en el que está dicho, pero ¿puede ser entendido de la misma
manera por sujetos de distintas culturas? O bien, ¿el escritor indígena
tendrá que cambiar el sentido para el lector de otro sistema cultural?
El signo tiene que hacerse reconocible, así que es posible que estemos
hablando de dos posibilidades que deben unirse para comprender una
literatura de otra cultura. Dicha línea podrían ser la significación que
cobra sentido a través del sistema semiótico literario (estética y com-
prensión del texto) y su traducción al sistema semiótico cultural (en el
que el lector no indígena se mueve). Por supuesto, escuchar/leer una
expresión literaria diferente no la hace ser de calidad, la sublimación de
la expresión y su respectiva apreciación también está sujeta a que los
receptores conozcan la lengua y la cultura.
La traducción intersemiótica que cuida que el sentido de un texto se
traslade de un sistema de signos a otro, procurando conservar el conte-
nido, está fijada por dos sistemas lingüísticos que son equivalentes, por
lo que es posible una traducción preestablecida; la literatura indígena al
pertenecer a un sistema cultural y un lenguaje diferente no es traducida
literalmente.
La negociación de los significados y sentidos en la traducción es
algo que debería ser considerada con mayor detalle. En el caso de la li-
teratura india, podría alejar al lector del texto original, como suele pasar
en obras que son traducidas a una segunda lengua de la cual derivarán
el resto, perdiendo con ello, el sentido. El problema que se plantea aquí
es que la literatura en lenguas originarias no tiene todavía la difusión
necesaria, ni los lectores gozan de un conocimiento amplio de la cul-
Yuri Lotman, Semiótica de la cultura, p. 38.
23
enhebró en la oreja como tu primer arete”. Briceida Cuevas Cob, “A Yáax tup/
Tu primer arete” en C. Montemayor y D. Frischmann, Los nuevos cantos de la Ceiba,
pp. 192-193.
163
tura en la que está inscrita y aún menos de la lengua, para cuestionar la
traducción o comprender el texto original.
Las lenguas indígenas tienen palabras compuestas que generan una
imagen completa. Nuestra recepción como lectores está sujeta a la tra-
ducción al español, es obvio que se requiere que el traductor domine el
lenguaje literario, ya no sólo se trata de decir que la literatura indígena
es bella, por ser diferente o para defender lo “originario”, sino que
pueda trasmitirse al lector los ritmos, las variantes estilísticas, el sentido,
la estética, para que tenga un significado con el resto de la obra y en
consonancia con la forma enunciativa.
Para llevar a fin una traducción intersemiótica no basta entonces
conocer los sistemas lingüísticos, se requiere además generar un senti-
do, interpretar los sentidos y transmitirlos, lo que incluye un problema
epistemológico, pues para comunicar, se deberá reconstruir los senti-
dos, así la traducción de un texto de una lengua a otra no es suficiente,
hay que generar posibilidades semánticas. Pero no hay una sola realidad
semiótica, tampoco hay una única semiótica ni una unidad, por ello,
preguntarse por cómo establecer una traducción intersemiótica, queda
superada por un problema mayor. Los sentidos epistemológicos, aque-
llos que nos permiten pensar al mundo, que son las categorías, nues-
tras posibilidades del pensar limitan las reinterpretaciones. El punto es
cómo lidiar con esas limitaciones.
Irma Pineda se cuestiona: “esto nos lleva a otra preocupación de
los escritores y traductores indígenas, ¿debemos continuar con la au-
totraducción o debemos comenzar el ejercicio de que algún otro com-
pañero de la lengua nos traduzca?”25 Para contestar dicha pregunta se
requiere un estudio formal sobre la pertinencia de una u otra alternati-
va, pero tendrá que ser bajo los propios parámetros que la lengua y el
discurso indígena proponen.
Valquiria Wey en sus estudios y trabajos de traducción confiesa:
“pienso que ante el desafío de la traducción de un texto prehispánico
el traductor interpreta su tarea colocándola dentro del modelo extremo
que le ofrece su propia tradición: la traducción literaria. Por otra parte,
el criterio de la interpretación vendrá necesariamente contaminado del
gusto literario que corresponde a la época del traductor”.26 Esto indica
que las traducciones realizadas por “especialistas” a los textos indíge-
Valquiria Wey, “Miguel Ángel Asturias; la traducción como una operación básica
26
de la cultura”, p. 138.
164
nas prehispánicos o de los textos coloniales derivan hacia la traducción
cultural, pues lo que está en juego es cómo se cuenta y cómo se elabora
el discurso intelectual.
Wey al estudiar la traducción del francés al español del Popol Vuh
por Miguel Ángel Asturias señala que responde al interés de la época
por recoger los textos indígenas, así indica que no sólo se debe con-
siderar el tiempo de la enunciación sino la variación de la traducción
en el tiempo: “aunque es difícil establecer una medida para el cambio
lingüístico es evidente que el lenguaje está en permanente cambio”.27
También hay que resaltar que la traducción del texto, aunque sea del
francés y no del maya-quiché, está provocando una situación en los
receptores, no importa incluso que no se haya leído de forma direc-
ta, es el caso semejante, con la escritura de la Colonia, las lecturas no
eran públicas, sin embargo, las ideas tenían un efecto en las personas,
en este caso, la forma en cómo se conoció la obra, y que moldeaba el
contenido.
La traducción es un acto amplio, no sólo de cruzar el tiempo, la tras-
lación de un sistema lingüístico a otro, emparejar sentidos es una lectura
constante de interpretación: “si la lectura es una traducción y como
una cosa lleva a otra, ¿no podríamos también plantearnos la formación
de la cultura americana, o de las culturas americanas en sus diversos
estratos sociales, como traducciones, actos de interpretación múltiple
de un gran texto que designaríamos esquemáticamente como la cultura
central?”28 La dificultad del acercamiento cultural se hace patente:
He aquí el problema: cómo traducir la propia cultura y las propias
tradiciones, cómo hablar de uno mismo con el idioma y con los
elementos que nos da la otra cultura. La necesidad de expresión de
la propia identidad nos lleva en algunos casos a retomar e incluso
revertir elementos que nos dio la propia cultura hegemónica.
Juego de espejos, pero juego de espejos rotos, en la imagen poética
de Octavio Paz: traducir la propia tradición para los representantes
de otra tradición es una tarea que se ha repetido durante siglos,
y que ha implicado una primera operación negativa de puesta a
prueba y desarticulación, para su posterior reconstrucción y rear-
ticulación en otros términos, en una compleja “doble articulación”
identitaria.29
27
Ibid., p. 135.
28
Ibid., pp. 135-136.
29
Liliana Weinberg, “La identidad como traducción. Itinerario del Calibán en
el ensayo latinoamericano”, artículo en línea en la página de la Revista Estudios
Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe: http://eial.tau.ac.il/index.php/eial/
article/view/1225/1253
165
No es lo mismo traducir dos lenguas que comparten los códigos
culturales, es decir, no es lo mismo traducir del español al francés o del
náhuatl al maya, que del francés al maya, pues hay un universo cultural
distinto:
[…] la traducción del francés al español representa el esfuerzo más
superficial dentro de las posibilidades de transferencia cultural, ya
que sólo traspone una barrera idiomática a nivel gramatical. En reali-
dad ambas lenguas participan, cada una dentro de sus peculiaridades
léxicas y sintácticas de la misma “masa idiomática”. Una traducción
a nivel mucho más complejo estaría representada por una versión de
un idioma a otro que perteneciese a un universo cultural distinto y,
por tanto, se fundara en un ámbito referencial poco conocido. Ese es
el caso de la traducción del maya al francés, o en las ediciones poste-
riores a la de Asturias, del maya al español.30
166
como el principal impulsor de la “Guerra Defensiva” propuesta
hacia inicios del siglo XVII como una variante estratégica para lo-
grar el sometimiento de la sociedad mapuche al dominio español,
nos ha dejado un valioso registro etnolingüístico. Sin embargo, la
traducción o la aproximación al significado que le asigna a algunas
de estas palabras y conceptos distan mucho de su real sentido, o
por lo menos se confunde, hasta el punto de perder sentido desde
el mapuzugun.33
33
J. Millalén Paillal, “La sociedad mapuche prehispánica: kimün, arqueología y
etnohistoria”, pp. 29-30.
34
Ibid., p. 30.
35
L. Eguiluz Baeza, Op. cit., p. 15.
36
Ibid., p. 17.
167
El problema de la traducción surge en el momento en que se clasi-
fica al texto: “ya el título de la colección a la que pertenece este texto,
Poemas mapuches en castellano (Carrasco, 1991), se manifiesta como mixto.
La palabra poema no pertenece a la cultura mapuche, en la que se habla
de canto. Pasa lo mismo con los títulos mixtos de los propios poemas
y con la disposición de los versos en dísticos”.37 Todavía habría que
preguntarse si “canto” sería el concepto correcto o, simplemente, el
español queda limitado.
Leonel Lienlaf, poeta mapuche, expresa la contundencia de dos
mundos que siguen irreconciliables:
168
a expresarse de cierto modo. Por ello, Natalio Hernández tiene que
señalar que, para expresar su pensamiento, el que viene de su cora-
zón náhuatl, tendrá que romper con la sintaxis del español: “en esta
reunión quiero expresar lo que siento. Es posible que no respete las
normas que han establecido; es posible también que no use el lenguaje
que acostumbran en este tipo de reuniones; disculpen ustedes”.40 La
modificación de la conducta narrativa, señalada por Wey, es a nivel discursi-
vo. La relación diglósica se evidencia para mostrar cómo las relaciones
de poder modulan el discurso expresado en una lengua imperante.
Diglosia discursiva
Charles Ferguson, en 1959, propone su tesis de diglossia para explicar
los factores sociolingüísticos y las diferentes funciones que se estable-
cen en una existencia social entre lenguas, las cuales se presentan en
distintos ámbitos como la literatura y la cotidianidad: “en el mismo
sentido hay que entender el uso destacado del concepto de normali-
zación (como codificación y extensión social a todos los ámbitos de
la comunicación), que implica una connotación etnocéntrica”.41 Esta
relación lleva a la normalización del español, en oposición semántica
con otra lengua que quedará como “anormal”. La disparidad lingüística
sobrelleva la disparidad semántica.
Zimmermann propone estudiar la diglosia novohispana, con ello
señala que las lenguas indomexicanas mantenían un estatus diferente. El
náhuatl destaca en cuatro puntos: uno, su posición en tanto lengua do-
minante y su proyección en otras regiones provocando el bilingüismo
en otros pueblos; dos, a la llegada de los españoles, como lengua utili-
zada por misioneros; tres, al reducir la lengua al arte por los misioneros,
se normativiza y simplifica, conservando su prestigio y permitiendo su
formalización; cuatro, el dominio escrito que ofrece una gran cantidad
de documentos coloniales en náhuatl.
Las lenguas son diferentes: “en la construcción de los valores socia-
les tenemos que suponer la existencia de diferentes valoraciones y por
ello una construcción mental diferente de la situación sociolingüística.
La inexistencia de datos al respecto de las sociedades indígenas no nos
permite entrar en aseveraciones más pertinentes”.42 Así, hay que consi-
40
N. Hernández, Op. cit., p. 95.
41
Rainer Enrique Hamel y María Teresa Sierra, “Diglosia y conflicto intercultural.
La lucha por un concepto o la danza de los significantes”, p. 98.
42
Klaus Zimmermann, “Diglosia colonial en México”, pp. 189-190.
169
derar la escritura del español, que si bien en el siglo XVI estaba estan-
darizada, es innegable que tanto en aquella época como en la actuali-
dad, es una actividad de unos cuantos: “la formación de un castellano
escrito culto (de calidad de variedad alta) se ve en el estilo de los textos
escritos en la época y en el hecho de que la habilidad de elaborar tales
documentos escritos en lengua castellana fue una habilidad de expertos
como hoy en día”.43
El uso de latín como lengua culta, en la época virreinal, no tiene
el mismo peso que la española: “su uso quedó restringido a una capa
reducida y a un grupo especial de la población. Cabe añadir que desde
la perspectiva de las sociedades indígenas esta diferencia no debe haber
sido percibida: desde su visión quedó el castellano como un bloque
frente a sus lenguas”.44 Desde esta perspectiva se muestra una diglosia
de esquema doble.
Lienhard, por su lado, ha señalado que las lenguas sufrieron una
serie de modificaciones, en tres procedimientos básicos: “la incorpo-
ración de palabras que expresan, en el otro idioma, la realidad que se
quiere nombrar (préstamo); la recreación, a partir de los recursos del
idioma receptor, de un concepto del otro (calco semántico o, más sim-
plemente, ‘traducción’); la apropiación de un concepto del otro idioma
mediante la reorientación semántica de un vocablo preexistente (rese-
mantización)”.45
El primer punto, la incorporación de palabras para nombrar la rea-
lidad es crucial en el desfase de sentidos, piénsese en conceptos como
Indio o América, los cuales refieren concretamente a un sentido ajeno
cuya equivalencia se rompe en la lengua indígena, la traducción pue-
de funcionar para algunos objetos y fenómenos pero es justo por el
problema del préstamo que la traducción queda comprometida, y la
reapropiación mediante reorientación semántica permite la continui-
dad discursiva en un movimiento de resistencia y reactualización. El
préstamo dará lugar a la naturalización del injerto conceptual, gradual-
mente, podrá ir cambiando la lengua receptora,46 pero cabría indicar,
que también ocultando el sentido de una sobre otra, como es el caso
del “indio”, macehual (el indio común) que en español será lo mismo
que pīpiltin (indio noble).
43
Ibid., p. 190.
44
Ibidem.
45
M. Lienhard, La voz y su huella, p. 141.
46
Cf. Ibidem.
170
El segundo elemento, el calco semántico que recurre a los elemen-
tos de la lengua receptora, puede verse como ejemplo en la lengua
quechua: “en la medida en que respeta las normas lingüísticas, no pro-
voca interferencias mayores en el idioma europeo: si una crónica del
Perú, en vez de tomar prestado el termino quechua (aqlla huasi) designa
esa famosa institución incaica con el término -calco del quechua- «casa
de las elegidas», su discurso se mantiene dentro de la normalidad lin-
güística más estricta”.47 La situación andina difiere del náhuatl, al ser
el quechua la lengua del imperio pero fuertemente influenciada por el
aymara: “Por supuesto, el español, en su calidad de lengua mayorita-
ria, es la que ejerce mayor influencia sobre el conjunto de las lenguas
indígenas, mientras que el quechua, en su calidad de lengua indígena
mayoritaria, es, a su vez, la que ejerce mayor influencia sobre las otras
lenguas indígenas”.48
Por ello, la complejidad diglósica debe considerar las múltiples situa-
ciones que atraviesa una lengua y la particularidad de ésta con relación
a otras a partir de su contexto: “En estudios posteriores de situaciones
de bi- o multilingüismo colectivo en el mundo resultó que existen ca-
sos mucho más complejos a partir de los cuales se propusieron otros
tipos. Además del caso ‘simple’ de diglosia, Fasold (1984: 44s.) distin-
gue tres tipos de diglosia compleja o poliglosia: 1) doble superposición
diglósica; 2) diglosia de esquema doble (o doblemente incrustada); 3)
poliglosia lineal”.49
Cabe también situar la función de la lengua en espacios urbanos
y rurales, sobre todo, por aquellas que serán vulneradas con mayor
fuerza, el quechua y el náhuatl en las zonas centro de su poder, y los
poblados alejados que se mantendrán monolingües.50 Además, consi-
derar que la diferencia espacial influye, pero no es determinante, los
sentidos se trasladan por el contacto entre los humanos que cruzaban
los territorios.
Ahora bien, la situación de monolingüismo acentúa algunas ca-
racterísticas vividas en la Colonia con los primeros contactos: “hubo
durante siglos un monolingüismo que se notaba incluso hasta en el
siglo XX en muchas regiones. Se deben considerar a estas comunidades
como entidades comunicativas más o menos cerradas, independien-
tes de la sociedad colonial, y, de hecho, no integradas lingüísticamente
47
Ibidem.
48
L.K. Vergara Romaní, Op. cit., p. 173.
49
K. Zimmermann, Op. cit., p. 178.
50
Cf. Ibid., p. 183.
171
en la sociedad novohispana, mereciendo cada una de ellas un estatus
propio. Cada comunidad debería estudiarse por separado en cuanto a
diglosia o no”.51
El náhuatl tendrá un desarrollo más amplio en comparación a otras
lenguas que se enfrentan a una sistematización de un par de décadas
o aquellas que no se expresan en alfabeto latino, además, conserva el
prestigio en la sociedad nacional, incluso para su conocimiento en es-
pacios académicos, pero no significa que el náhuatl enunciado por un
indígena tenga el mismo valor que al ser expuesta por un indigenista o
especialista (blanco-mestizo), basta asomarse a la conferencias sobre la
cultura o a los salones de las universidades. El quechua, como se ha ve-
nido estudiando, ha sido una práctica pública escrita de la élite española
y después privilegio de los intelectuales en la vida nacional. En cuanto
al dominio del español, aún en los textos de escritores “profesionales”
se encuentra la desigualdad, sobre todo en la representación del discur-
so oral, la diglosia salta a la vista: “el ejemplo del México colonial nos
demuestra que el tipo de diglosia encontrado no es el producto de un
proceso natural, sino de intervenciones políticas y jurídicas”.52
Por lo tanto, estamos ante una situación en la que se puede seña-
lar que lo sentidos están en una relación desigual, los sentidos de una
lengua quedan limitados por las leyes, políticas y la normalización de
la lengua imperante, que incluso cuando una lengua indígena está por
encima de otras, su relación no mejora frente al español, también que
una tercera lengua indígena queda supeditada a una lengua indígena
imperante y de la lengua normalizada del español.
Rainer E. Hamel y María Teresa Sierra estudian la diglosia entre
el español y el otomí en el Valle del Mezquital, México, publicado en
1983, que justo caracteriza a una lengua cuyo contacto con el español
ha sido lento, en dos tendencias históricas: la expansión del español y el
desplazamiento del otomí, en el que la base monolingüe indígena pier-
de terreno en el uso, lo que señalan los autores es la compleja relación
que no queda determinada con una definición clara, pero que se hace
a nivel discursivo:
Si operamos con la definición de diglosia como conflicto lingüísti-
co entre una lengua dominante y otra dominada, tenemos que de-
finir con más claridad lo que aquí significa lo “lingüístico”. En las
prácticas discursivas concretas de los otomíes hemos observado
que la relación de dominación se manifiesta a través de múltiples
Ibid., p. 187.
51
Ibid., p. 191.
52
172
expresiones bastante complejas. De ninguna manera corresponde
a un esquema simple que vincula al español con la sociedad nacio-
nal y el discurso dominante, y al otomí con la etnia indígena y el
discurso dominado.53
173
ción lingüística en Paraguay, aunque su estudio está alejado de las cul-
turas de este trabajo, hay que resaltar el efecto del mito del bilingüismo
(que se da por sentado, aun en el caso de los escritores indígenas, sin
poner en duda los esquemas epistemológicos) y del nacionalismo. Para
ilustrar el caso expone las narraciones míticas nacionales que enuncia
el bilingüismo, justificando el poder imperante, a través de un discurso
legitimador. Esto descubre una serie de valores contradictorios:
p. 188.
174
(Gómez, 2006: 132); el castellano se impone en los tiempos de paz
como el lenguaje oficial de la administración estatal, el signo de
poder y de prestigio.58
58
Ibid., p. 196.
59
Ibid., p. 197.
60
Hernán Casares Cámara, “Ideas racistas: Persiste en Mérida, en varios sectores
sociales, una ideología que discrimina a las personas de piel morena”, p. 14.
61
Ibidem.
175
élite yucateca, a Iturriaga, lejos de contradecir el argumento, lo reafirma
sin pretenderlo:
Esta señora, doctora en Antropología, investigadora de la Uady y
presunta experta en el tema, quien tiene 17 años viviendo en Yuca-
tán, viene y juzga a un pueblo, a un Estado que como pocos tiene
y siente un profundo amor por sus raíces, su gente, su comida, su
vestido, hamacas y no digamos nuestros artistas plásticos, músi-
cos, poetas... Si en algún Estado se reconoce el talento y la pro-
funda sabiduría de los mayas es en Yucatán. […] Somos un pueblo
que ayuda a su gente, que la hospitaliza, que la alimenta, con la cual
comemos en sus mesas, en casas de paja cientos de veces. […] El
cariño es de ida y vuelta. No despreciamos a los morenos ni a los
mayas. Es una osadía muy grande y muy grave venir a insultarnos
de esta manera. […] Los mayas son gente noble, discreta, leal,
sabia. No sentimos más que una profunda admiración y cariño
por ellos. No se confunda la investigadora. Hemos aprendido de
ellos muchas de las cosas por las cuales nos sentimos orgullosos;
no sólo hablamos aporreado, ese hablar nos distingue del resto del
país. Estamos tan orgullosos, que no nos cansamos de invitar a
que se conozcan nuestra comida, nuestras ruinas, nuestros mares,
nuestras costumbres. Y no sólo la “elite”, sino todos en Yucatán
nos queremos y respetamos.62
p. 199.
176
una lengua que conocían poco o nada. Otra de las consecuencias de
este tipo de prácticas es la incapacidad de leer y escribir en su lengua
materna, a pesar de dominarla perfectamente en contextos orales”.64
Esta constante entre escritura (español) y lengua indígena (oralidad)
es una relación de poder que influye en la representación del discurso.
Esteban Krotz señala en su estudio de la diglosia maya, que se vive
una degradación de la verdadera lengua maya, pero para evitar los mo-
ralismos que pueda generar la palabra “degradación”, hay que revisar
su estudio como la transformación inexorable de una lengua y discur-
so que tiene que enfrentarse a situaciones existenciales difíciles que la
llevan a reformar sus potencialidades, en donde se dejan en el camino
algunos sentidos y se producen otros, aunque las personas encuentren
difícil aceptarlo, pues su percepción está modulada por el discurso he-
gemónico de la valoración de lo indio como estado acabado y no con
una voluntad propia.
Krotz distingue las formas diglósicas en los autores mayas, en ex-
periencias anónimas recoge la forma en cómo aprendieron el español
en las escuelas, cómo su lengua tuvo que ser desplazada por un sistema
que negaba la posibilidad de aprender en su idioma y de un trato de
los maestros que menoscaba sus personas y cultura, de ello recoge la
postura de Ferguson:
Diglosia lingüística: coexisten dos variedades lingüísticas (pueden
ser dos idiomas, o bien las modalidades formal e informal de un
mismo idioma) en una región, una con mayor prestigio que la otra.
De esta situación deriva la diglosia literaria: cada variedad lingüística
posee formas discursivas particulares que entran en contacto con
las de la otra variedad, lo que ocasiona que se influyan mutuamente,
creando formas hibridas del discurso, o bien, desapareciendo algu-
nos modos discursivos de una variedad y aumentando el número
de realizaciones de los de la otra (Véase Ferguson 1984: 247-765)65
Ibid., p. 202.
64
200.
177
profundas, el impacto de la conquista española no termina todavía; hay
un sentido de autodesprecio hacia los valores mayas. [...] No considero
que se les quite a esa gente los prejuicios. Las personas están tan marca-
das profundamente por el entorno familiar y de la región, que es difícil
que cambien”.66
Al revisar el caso mapuche, quienes han enfrentado la situación pre-
nacionalista en una soberanía de sus tierras, y bajo un cambio reciente
al colonialismo nacional, también se encuentra un desplazamiento lin-
güístico. Fernando Wittig, siguiendo a Xavier Albó, plantea la diglosia:
Albó acude a la imagen de la atrofia y la proyecta a tres planos
diferentes. En el plano netamente lingüístico remite al empobreci-
miento léxico, la pérdida de oposiciones fonológicas y la alteración
de rasgos gramaticales considerados sólidos en cada una de estas
lenguas. También ejemplifica la atrofia de estos idiomas en “la ino-
perancia de los intentos de reducirlos a una escritura uniforme”
(Albó, 1988: 85) y, por último, en las actitudes de vergüenza y
autorrepresión de los hablantes hacia la lengua del grupo que los
identifica con los sectores más desprestigiados de la sociedad de la
cual forman parte.67
66
Ibid., p. 202.
67
Fernando Wittig G., “Desplazamiento y vigencia del mapudungún en chile: un
análisis desde el discurso reflexivo de los hablantes urbanos”, p. 139.
68
Ibid., p. 144.
178
de ninguna ciudad de la región»”.69 La diglosia lingüística implica en
la expresión y el conocimiento. El discurso queda moldeado en estas
formas desiguales de relación. Para analizar el efecto en cada lengua
se debe considerar su contexto particular, así ver la transformación,
pues “la adaptación implicó la adopción de significantes y significados
de la lengua dominante, reteniendo la matriz étnica de la lengua re-
ceptora; en otros casos, los más extremos, la adaptación significó una
restructuración global de la lengua, acompañada de una redefinición
de la identidad étnica de sus hablantes como parte de un proceso de
etnogénesis”.70
En el caso quichua “la incorporación de elementos léxicos del cas-
tellano tiende a conservar los rasgos semánticos que tienen en esta
lengua y que expresan conceptos o ideas que no se encuentran en la
sociedad y la cultura quichuas”.71 Pero el asunto trasciende en cuál es
el tipo de discurso que se adopta y que da cuenta de la realidad, pues
aunque se señale el sentido en español, éste no es homogéneo, por ello,
el contenido semántico queda superado por el sentido epistemológico.
Jorge Gómez Rendón sigue el estudio de la diglosia y la media len-
gua, en su investigación recoge la historia de un hombre en el que
presenta la modulación discursiva:
El narrador (en adelante JM) es un hombre de 45 años de edad,
vecino de la comunidad de Casco Valenzuela, profesor de escue-
la, bilingüe en media lengua y castellano. El relato establece una
línea narrativa que muestra la cohesión intratextual a nivel de los
elementos referenciales (anáfora, catáfora, elipsis). Aunque re-
produce el habla espontánea en un ambiente informal, el texto
no representa toda la variedad de géneros recogidos durante la
investigación de campo. El relato muestra cómo un hablante se
construye como sujeto narrador y objeto narrado a partir de sus
relaciones con otros individuos y con su comunidad, formando
con ellos un sujeto colectivo distinto del protagonista individual
de las narraciones autobiográficas tradicionales.72
69
María Natalia Castillo Fadić y Enrique Sologuren Insua, “La lengua mapuche
frente a una política indígena urbana: marco legal, acción pública y planificación
idiomática en Chile”, p. 162.
70
J. Gómez Rendón, Op. cit., p. 15.
71
Ibid., p. 35.
72
Ibid., p. 127.
179
es causa, efecto y consecuencia. El que la persona y la lengua estén
condicionadas por su contexto, no significa que estén determinadas,
como sujetos de voluntad y movimiento están reconformando al mis-
mo mundo que los afecta, y reconformándose:
El indígena en proceso de castellanización es visto a menudo
como un individuo en proceso de aculturación y desvinculación
paulatina de su comunidad, cuyos lazos étnicos, comunitarios y
familiares se disuelven poco a poco. No obstante, los “vencidos”,
como los llamara Wachtel (1969), no son bajo ningún concepto
sujetos pasivos que aceptan sin protestas la dominación del ven-
cedor; al contrario, son sujetos con iniciativa histórica que des-
pliegan estrategias de resistencia en el rescate de sus raíces y el
replanteamiento de su identidad étnica (cf. Belote 1998; Whitten
1993). Los resultados de esta investigación sugieren que la media
lengua es una de esas estrategias.73
180
Interdiscursividad
Los indígenas han aprendido y asumido las representaciones creadas
en los textos europeos, virreinales, literarios e indigenistas; han acudido
a las escuelas, han sido influenciados en los movimientos migratorios,
por el contacto con los otros, aún en situaciones de monolingüismo han
sido afectadas por el proceso de urbanización y las personas que han
regresado a la comunidad. Por ello, cuando se analiza un texto indígena
se puede establecer una intertextualidad.
La hipertextualidad es “una relación de copresencia entre dos o
más textos”,75 de “presencia efectiva de un texto en otro”.76 Esta for-
ma narrativa no es lineal, en términos históricos, su estructura flexible
permite las aleaciones espaciales y de temporalidad. “No histórico”,
significa “no respetar la intención del autor”, produciendo la propia
interpretación y, en todo caso, en la reescritura, una nueva versión.
Dicho lo anterior se puede analizar: “al mismo tiempo habría que
rechazar el aislamiento con relación a las otras literaturas. El nexo
existente se puede sustentar en los hipotextos que funcionan, como
lo indica Rodríguez, en Carlos Fuentes y en Augusto Roa Bastos, por
ejemplo. Puedo aportar el caso de Jorge Teillier cuyo poema ‘Pascual
Coña recuerda’, incluido en Para un pueblo fantasma (Teillier, 1978), se
basa en las Memorias de Pascual Coña recopiladas por misionario de ori-
gen bávaro Wilhelm de Moeshbash (Cit. Teillier, 1978: 128)”.77 Esto no
significa que los indígenas sólo reproduzcan los sentidos de la sociedad
no-indígena, pues éstas también están intervenidas, pero corresponde a
otro tipo de estudio, por lo pronto, se trata de presentar de qué manera
la intertextualidad está funcionando en la escritura indígena.
En la escritura mapuche se exhibe la intertextualidad dentro del
mismo espacio mapuche:
Entre las estrategias más visibles se encuentra el constante uso
de una paratextualidad asociada a las prácticas ancestrales, a los
seres de los espacios nouménicos y a formas de comunicación
sacralizadas: Ceremonias (Jaime Huenún), Oratorio al Señor de
Pucatrihue (César Millahueique), Üi (Adriana Paredes), Arco de
interrogaciones (Bernardo Colipan), Perrimontun (Maribel Mora
Curriao), Shumpall (Roxana Miranda Rupailaf), Kütral. Instala/
zión Fotopoética en Bábilon Warria (Manquepillanpaillanalan),
entre otros; o, a acontecimientos que aluden a la historia del des-
75
Gérard Genette, Palimpsestos. La literatura en segundo grado, p. 10.
76
Ibid., p. 10.
77
L. Eguiluz Baeza, Op. cit., p. 12.
181
pojo territorial o de la marginación urbana: Reducciones (Jaime
Huenún) o Mapurbe (David Aniñir).78
mapuche”, p. 91.
182
respuestas y de nuevas preguntas, acerca de las relaciones del autor-tex-
to-lector y la reescritura narrativa que se entreteje de un texto primige-
nio; es decir, en cómo puede comprenderse una forma narrativa en el
tiempo y la expresión identitaria de un pueblo que son transformadas
con el contexto socio-histórico, y que a su vez revelan la forma de vida
de los sujetos sociales.
La imagen del indio y los elementos que le permiten hablar y actuar,
como un personaje social, se han ido transmitiendo, los escritores in-
dígenas actuales gozan de alguna formación académica por lo que han
recogido las ideas de otros escritores en su proceso creativo. Sólo que
esto, que podría quedarse en el espacio narrativo de la ficción, mani-
fiesta una expresión de la forma cotidiana.
En el ejercicio de poder todos participamos, aquellos clasificados
como “dominados” son personajes activos. Si la interpretación se mue-
ve al discurso indígena, la lucha nunca se ha acabado, la nación no es
una estructura que contiene a los pueblos originarios, es un proceso
que se extiende a través de sus instituciones, leyes, política y cultura.
Pero esta extensión del proceso sólo es posible a partir de la lengua del
español que permite aceptar las disposiciones de la estructura, pero que
no son representadas en la lengua propia.
Por ende, lo que revela el texto indígena no es sincretismo, ni hibri-
dación literaria, mestizaje cultural o aculturación, es una interdiscursi-
vidad que data mucho antes incluso que los europeos llegaran, aunque
éstos lo hayan transformado de manera extraordinaria. Es un discurso
continuo. Pero, para entrever las formas en cómo el español ha inter-
venido se requiere entender también la forma en cómo el Virreina-
to y Latinoamérica han construido sus sentidos. Por ello, una historia
discursiva entrevé las circunstancias por las cuales se ha llegado a un
sentido particular en la actualidad. La intertextualidad es la materializa-
ción concreta de la interdiscursividad, a partir de los textos indígenas
podemos rastrear las fuentes por las cuales se expresa hoy en día.
Un ejemplo de la interdiscursividad como modulación es la figura
de Fausto Reinaga, su pensamiento que cambió en varias ocasiones, del
marxismo a la reindianización: “En un sentido contrario al de Bartra,
consideramos muy sugerente el artículo Fausto Reinaga y el discurso
indianista de la estadounidense Marcia Stephenson, entre otras razo-
nes, porque vincula la crítica de Reinaga sobre la dominación del indio
a la crítica de Frantz Fanon sobre la dominación del ‘negro’”.79 De las
Gustavo Roberto Cruz, “El soplo vital del indianismo revolucionario: Fausto
79
VIII
ESCRITORES INDÍGENAS
184
imaginario a “Latinoamérica”, sino que sigue manifestando un territo-
rio propio, que se rompe al contacto con la cultura occidental, asimis-
mo, puede ser un pensamiento de frontera, en cuyo caso los escritores
se muestran dentro de la línea en conflicto entre lo que han absorbido
de Occidente y la defensa a su cultura. Otras veces, conociendo la cul-
tura de los otros, reafirman lo propio. Pero, sumado a esto, están aque-
llos que adoptando la cultura occidental y la lengua del otro, se distin-
guen como parte de un pueblo indígena. Las posturas, desde el inicio
de la Colonia han sido variadas y múltiples, cada pueblo y persona ha
optado por una postura diferente, y cada una se define dentro de sus
propios parámetros. Los pueblos no son homogéneos, tampoco sus
discursos, aunque la lengua española haya homogeneizado los sentidos,
existen diferencias.
Los sentidos de un idioma y otro son expuestos por los mismos
autores, han pasado siglos desde que los indígenas eran los informantes
y los escritores al servicio del virreinato, por lo que el lenguaje español
ya forma parte de las estructuras del pensamiento y de la vida, el espa-
ñol tiene nuevos sentidos producidos por los propios indígenas, cuyo
contenido está impregnado de la oralidad (lenguas indígenas), y aunque
el otro no sepa leerlos.
El idioma español a través de los procesos histórico-sociales que las
culturas originarias han sobrellevado contra el otro, y de las circunstan-
cias individuales y culturales de los escritores, revela la transformación
del discurso. Las tensiones y desajustes creados por las relaciones de
poder nos acercan a una discursividad textual que no sólo expresa la in-
tencionalidad del autor, sino que revela las dislocaciones discursivas
de la cultura a la que pertenece, en el que la reinterpretación es una
constante. Para entenderlo, será necesario recalcar que, aun cuando un
discurso ha sufrido un punto de transformación como fue a partir del
idioma español, sigue siendo un discurso continuo en el que las perso-
nas de los pueblos originarios son dueños de sus procesos.
México, tal vez, tenga la mayor cantidad de escritores en lenguas
indígenas, siendo las cuatro con mayor tradición del sistema escrito las
que destacan (náhuatl, maya, zapoteco y mixteco), pero los mapuche,
tienen una mayor variedad de escritores de su misma lengua y diversifi-
cación disciplinaria: historiadores, lingüistas, periodistas, poetas, políti-
cos, líderes, críticos literarios. En ocasiones, un mismo autor realiza to-
das las actividades. En México puede darse el caso de ser investigador,
escritor y poeta, pero no necesariamente se sigue que sean académicos
185
y poetas, como es el caso también de los mayas, quienes tienen mayores
críticos literarios de su lengua. Con el tiempo no hay duda de que se
unieran más disciplinas, conforme se accede a grados académicos y se
transforme la lucha.
En las décadas de vida del siglo XXI ha ido creciendo el número de
escritores profesionales, pero el contenido de estos “escritores profesio-
nales” no es tan diferente de lo que los líderes indígenas, o ciudadanos
comunes, escriben en las arengas de las luchas socio-políticas o se dice en el
habla cotidiana, incluso los sentidos que se fueron transformando desde
los virreinatos, están presentes. Es más, es por los escritores profesionales
y no profesionales, que se puede presentar un discurso continuo de trans-
formación, y en donde las dislocaciones epistemológicas tienen que virar
hacia otra interpretación. ¿Después de 500 años es necesario establecer la
división de dos mundos? Deberá, por supuesto, entenderse que el discur-
so se mantiene de esta disyuntiva, sin embargo, considérese que cada caso
es diferente, que la diglosia discursiva se sigue manifestando, y que dicha
asimetría ya no puede ser tratada como se hiciera en el periodo virreinal.
La dislocación no es lo excepcional; es la norma de la expresión.
Escritores náhuatl
La literatura náhuatl tiene varios representantes, tanto como organiza-
ciones, pero no hay un concepto de “nación náhuatl”, está la concien-
cia de pertenecer al gran pueblo náhuatl que tiene el mismo sentido de
nación, cuya herencia viene de sus antepasados. Las luchas sociales de
los náhuatl son parte de los movimientos indígenas nacionales, com-
prometidas con la defensa de su cultura, como si fueran los nuevos
cronistas, aunque más bien, muestran la singularidad de su comunidad.
Esto se debe a varios factores en el que el proceso de urbanización
ofrece la participación de varios grupos indígenas en un mismo mo-
vimiento, en el que diferentes personas con lenguas distintas se unen
para formar una organización y en donde lo ideal es adherirse a ellas,
mientras se continúa con las luchas locales, también porque los tér-
minos de indio/indígena han ayudado a una identidad en la que no
importa si se es zapoteco o náhuatl, pues hay una experiencia conjunta
que los hermana y que es producto de los movimientos del siglo XIX y
la reterritorialización llevada a cabo desde el virreinato.
Librado Silva Galeana (1942-2014), editor, paleógrafo, investigador
y escritor náhuatl, originario de Santa Ana Tlacotenco, Milpa Alta, D.F.,
inicia su texto Cozcacuauhco / En el lugar de las águilas reales (1995) con
186
un epígrafe que hace referencia al cantar de los antiguos, y que ha sido
clasificado como un poema de Netzahualcóyotl:
No acabarán mis flores,
Ahtlamiz noxochiuh, no cesarán mis cantos.
ahtlamiz nocuic, Yo cantor, los elevo,
yn noconehua, zan nicuicanitL se reparten, se esparcen.
xexelihui, moyahua. Aun cuando las flores
Cohcozahua in xochitl, se marchitan y amarillecen,
za ye oncalaquilo serán llevadas allá,
zacuancalihtic.80 al interior de la casa
del ave de plumas de oro.
187
—Px, ahmo cualli in panotoc, inon —Pues no está bien lo que está pasan-
tlalli toaxca, toaxca. do, aquellas tierras son nuestras, son
—¡Inontin tlatziuhqueh pixcaz- nuestras.
queh ihuan ahmo otequitqueh! —¡Aquellos holgazanes van a cose-
—Tocniuhtzitzihuan ahzo zan iu- char sin haber trabajado!
hqui tiyezqueh, ¿timapilcatazqueh? —Hermanos, ¿nos vamos a quedar así
—¿Zan titlachixtazqueh iuhquin con los brazos colgando?
metoton? —¿Estaremos sólo mirando, como
Occequi, ocachi incualancacopa, borregos? Otros más agresivos decían:
quihtoaya: —¡Sabemos lo que tenernos que ha-
—Ticmati tlein ticchihuazqueh. cer!
—¡Ahmo tocahuetzcazqueh! —De nosotros no se han de reír.
Oquintzincauh innan! 83 —¡Cómo los parió su madre!
Ms. Cantares Mexicanos, Biblioteca Nacional de México, fol. 12v apud L. Silva
84
188
Na ni indio:
ipampa ihquino nech tocatihque coyomeh
queman asico ipan yancuic tlaltipactli.
[…]
Na ni indio:
ihuan namah ica nimotlacanequi ni tlahtoli
tlen yalhuaya ica nech pinatiyayah coyomeh.
Na ni indio:
ihuan namah amo nipinahuia ma ihquino nechilica
ipampa nihmati mocuapolohque coyomeh.
Na ni indio:
ihuan namah sampa nech nelhuayotia tlaltipactli:
tonantzi tlaltipactli.
Yo soy indio:
porque así me nombraron los hombres blancos
cuando llegaron a esta tierra nueva.
[…]
Yo soy indio:
ahora me enorgullece esta palabra
con la que antes se mofaban de mí los hombres blancos.
Yo soy indio:
ahora no me avergüenza que así me llamen,
porque sé del error histórico de los blancos.
Yo soy indio:
ahora vuelve a darme raíces la tierra:
nuestra Madre Tierra.85
189
to, en realidad se está reafirmando el etnocentrismo europeo que ha
predominado hasta nuestros días. Los valores, la historia propia y la
cosmovisión de nuestros pueblos, quedaron soterrados o peor todavía,
enterrados durante todos estos años”.87
Este enterramiento público, más que real, es lo que permite encon-
trar en la Literatura Indígena, el resurgimiento público de la Palabra en
el nuevo Tlacuilo.
Yancuic Tlahcuilo
Tlacatzin yancuic tlahcuilo El nuevo tlacuilo
senquistoc tlayocoltzin El nuevo tlacuilo
ihuan mocochnehnemilia; es un hombre sencillo y soñador;
quiihcuiloa tlen quimachilia escribe lo que siente
quisenticamati tlen moihlia. y comparte lo que piensa.
[…]
[…]
190
más escritores, como Simón Cojito Villanueva, Gustavo Zapoteco Si-
deño, Humberto Tehuacatl, Juan Hernández Ramírez, pues no es que
sea sólo un eco, sino la expresión de los elementos que forman su cul-
tura, y en primera instancia la interpretación de la Palabra Antigua, in-
cluso cuando un poema como “Abrázame” de Yolanda Matias García,
a simple vista es una poesía individualista, mantiene un estilo náhuatl.
Cuando Hernández responde al porqué de su interés en la escritura
transcribe el compromiso: “Mi deseo de escribir surge como una nece-
sidad de dar a conocer el mundo de opresión y discriminación en que
se encuentran inmersos los pueblos indígenas en general”.89 El escritor
náhuatl nunca está desvinculado de la lucha social, prácticamente, nin-
gún escritor indígena:
Han robado mi nombre:
El nombre que dibujaba mi rostro
El nombre que pronunciaba mi lengua
[…]
Natalio Hernández, “Han robado mi nombre”, en Los 43 Poetas por Ayotzinapa, p. 81.
90
191
para evitar la realización del proyecto hidroeléctrico “San Juan Tetel-
cingo”. Este proyecto de la Comisión Federal de Electricidad (CFE)
pretendió construir la hidroeléctrica, sin pedir opinión —aún menos
autorización— del poblado, política recurrente del país en contra de
los pueblos indígenas, para el desplazamiento y explotación de los re-
cursos. Lo que se rescata del documento es la forma discursiva. Nótese
el aspecto cultural e histórico al que hace hincapié el Consejo Nahua
que no dista de los versos de Natalio Hernández:
Señor Presidente: una presa que inundaría todo lo que hemos reci-
bido de nuestros abuelos y todo lo que hemos logrado hacer para
dejar a nuestros hijos y nuestros nietos, nos mataría; nos mataría
como pueblos, mataría nuestros pueblos y nuestras tradiciones, nos
mataría como grupo indígena que ha mantenido su propia forma
de vida. Por eso no podemos desocupar los pueblos donde nos han
dejado nuestros abuelos y los de más antes, quienes fundaron desde
tiempos prehispánicos los pueblos de Oapan y Tlalcozotitlán como
señoríos independientes, y que más tarde formaron parte del impe-
rio azteca.
Señor Presidente: nuestros pueblos son muy conocidos no sólo en
la república mexicana sino en muchos países extranjeros en todo
el mundo por nuestra obra en el papel amate y otras artesanías
muy conocidas también como la alfarería, las máscaras de madera,
las hamacas hechas a mano y muchas otras artesanías que produci-
mos. Nosotros hemos dado mucho al país, tanto que actualmente
en la televisión sale el amate pintado por nosotros con las pala-
bras “México se pinta [so] lo”, pues se ve que nuestro arte ya se
considera parte del patrimonio de todos los mexicanos. ¿Cómo es
posible que México y el gobierno que usted preside, celebraría el
quinto centenario del descubrimiento de América con un proyecto
que destruiría una región de la más auténtica cultura mexicana?
Por eso le escribimos directamente a usted para que tome en cuen-
ta el sentir de nuestras comunidades e intervenga directamente
para parar la construcción de la presa San Juan Tetelcingo.91
192
Al revisar el trabajo de escritores más jóvenes se refuerza la idea de
una continuidad discursiva. Mardonio Carballo (Chicontepec, Veracruz
1974), escritor, periodista y activista en favor de las lenguas originarias,
se inclina por la recuperación de los elementos culturales; un ejemplo
es Tonantzin:
Mi madre, mi mujer, tierrita
No nan, no ziuatl, tonantzin no te duermas que mi corazón tiene miedo
amo xi kochi majmaui no yolotl
duerme y mañana te daré otro beso
xi kochi mostla sempa ni mits tsoponis
mostla sempa ni mits paleuis mañana te voy a ayudar
nij kuiti atl voy a ir a traer agua
nitizis moleré la masa
amo xi kochi no te duermas.
No nan, no ziuatl, tonantzin Mi madre, mi mujer, tierrita
193
madre, con todo ese imaginario y muy orgullosa de su indiez. Eso
nos inculcó dos posibilidades, porque un idioma es eso, posibili-
dades de construirte y reconstruirte. Yo decidí asumir la parte de
la identidad náhuatl, aunque lo fuera desde todos los ámbitos de
la vida genética.94
194
Tonalmeyotl, académico, escritor y poeta, vira hacia diferentes tipos
de textos, lo mismo escribe un artículo periodístico que un poema para
los 43 jóvenes de Ayotzinapa, o un ensayo lingüístico, y de vez en vez se
regresa a su casa para trabajar el campo. El compromiso social y comu-
nitario salta a la vista bajo los elementos propios de la cultura náhuatl:
¡Tajua! no ompa tiuajlo kampa tichantitok ipan ojtle,
kampa timomaxtijketl uan xtla kuelita.
¡Tajua! no ompa tiuajlo kampa ojtin melauak tlachaj,
innakasuan uejueimej ken itla elefante
niman intemiktijkauan,
xkaman kimitaj ipan kalpan
nin ipan kaltekiua kan tetlakanonotsalo.
¡Tú! serás el siguiente porque eres de la calle,
porque eres un estudiante inconforme.
¡Tú! serás el siguiente porque las calles tienen ojos,
tienen orejas del tamaño de un elefante
y sus asesinos,
son invisibles ante el pueblo y ante la justicia.97
195
Ika nochi no tlauele, Con todo mi coraje
Ika nochi no chikauilistli.99 Y con todas mis fuerzas.
Escritores mayas
En los mayas, la lucha y la expresión escrita se manifiestan un tanto
diferente al náhuatl, debido a su lucha constante contra la sociedad
blanca y mestiza en la península, reflejo de los estragos del virreinato y
de la lucha de castas del siglo XIX, más que luchar contra la nación, es
contra su sociedad inmediata.
Los mayas tienen una gran cantidad de representantes de la litera-
tura indígena, la investigación y la crítica literaria. María Luisa Góngora
Pacheco, Jorge Echeverría Lope, Miguel Ángel May May, Santiago Do-
mínguez Aké, Carlos Armando Dzul Ek, Waldemar Noh Tzec, Abi-
mael Chuk, Romualdo Méndez Huchim, Feliciano Sánchez Chan, Bri-
ceida Cuevas Cob, Gerardo Can Pat, Jorge Miguel Cocom Pech, Denis
Pech Dzib, Pedro Uc Be, Marisol Ceh Moo sólo son algunos nombres,
porque la lista se extiende. Abarcan varios géneros: cuentos, relatos,
poesía, novela, teatro, artículos, crítica literaria y ensayos. Francesc Li-
gorred, sin embargo, señala que la poesía es el género por excelencia
de la literatura maya “sobre todo si consideramos la estructura lingüís-
tica de la lengua maya-yukateka en la cual predominan los morfemas
monosilábicos, la presencia de un lenguaje ritual, la armonía vocálica,
los aspectos verbales y el recurso poético del difrasismo o paralelismo
semántico”.100 Lo que puede resaltarse es que el lenguaje, entendido
como “poético”, tiende a conservarse en el idioma español.
99
Astronauta de Tlaltipaktli, “Ni choka kentla siuatl / Lloro como mujer”, pp.
34-35.
100
Francesc Ligorred Perramon, “Literatura maya-yukateka contemporánea
(tradición y futuro)”, p. 356.
196
Se cuenta la anécdota que cuando Carlos Montemayor intentó uni-
ficar el sistema de la escritura maya se encontró con una dura resis-
tencia por parte de los pupilos mayas, se intentó cambiar el empleo
generalizado de los escritores de tz en lugar de ts y el dz en lugar del ts’,
sin embargo, Montemayor tuvo que asentar: “confirmándose así que
los signos defendidos [ts y dz] por ellos cuentan con una fuerte identifi-
cación cultural entre el pueblo maya”.101 Por lo que no pudo cambiarse.
Éstos son los mayas, los que han resistido desde el siglo XVI, en bata-
llas constantes, en las selvas o en las ciudades. Los que han exigido la
recuperación de sus monumentos. Los que luchan contra el extractivis-
mo, aun cuando han sido desaparecidos y asesinados por enfrentarse a
las grandes empresas. Los que no han dejado de escribir. Tal como lo
expresó Waldemar Noh Tzec: “desde el cimiento de mi lengua maya’ y
‘desde el cimiento de mi linaje maya’, definen los valores poético y ét-
nico que caracterizan a la tradición literaria maya”,102 que nos recuerda
a los Anales de los cakchiqueles: Esta es nuestra genealogía, que no se perderá
porque nosotros conocemos nuestro origen y no olvidaremos a nuestros antepasados.
El lenguaje maya es el sonido del colibrí; el zumbido del aleteo, es el
lenguaje de la Palabra Sagrada: “se dice de un experimentado narrador
indígena, el maya Cocom Pech, ‘aprendió el lenguaje de las flores, las
aves, los grillos y escorpiones; el lenguaje de la noche y del viento, en
suma el lenguaje de la Naturaleza, dueña de la sabiduría del universo’”.103
En la escritura se graban los conocimientos como es el caso de
Santiago Domínguez Aké en su cuento “Alux”, en donde enseña “la
utilidad del alux, haría que se deje de creer que los aluxes sólo se de-
dican a asustar y causar enfermedades a los que se topen con ellos”.104
May May reúne los conocimientos colectivos, un ejemplo es su libro
Diez relatos mayas: “en cada uno de los cuentos ha logrado recobrar
viejas consejas que toman vida en las experiencias de campesinos y de
niños”.105 May May por su parte explica: “en todos estos relatos procu-
ré incluir elementos propios de nuestra cultura maya contemporánea,
ya que lo que busco es que el lector se identifique con cada uno de mis
trabajos y a la vez los pueda comprender”.106
101
C. Montemayor, La literatura actual en las lenguas indígenas de México, p. 34.
102
F. Ligorred Perramon, Op. cit., p. 334.
103
E. Maldonado, nota 90, Op. cit., p. 51.
104
Santiago Domínguez Aké, “Alux” en Carlos Montemayor, Los escritores indígenas
actuales I, p. 69.
105
C. Montemayor, La literatura actual en las lenguas indígenas de México, p. 55.
106
F. Ligorred Perramon. Op. cit., pp. 346-347.
197
Santiago Domínguez Aké, quien ensaya sobre la milpa se ha reco-
nocido porque “se ha dedicado al análisis histórico y sociocultural del
fenómeno de la milpa en la zona henequenera del municipio de Motul
o, como en este caso, haciendo referencia al Siijil yetel kuxtal Muxupip
/ Ciclo de vida en Muxupip. No obstante, en sus estudios deja bien
clara, y desde un principio, la reivindicación étnica”.107 En su artículo/
ensayo/cuento U pa’ak’al ixi’im / La siembra del maíz tiene como pro-
pósito mostrar dicha actividad, dando información sobre el maíz y su
importancia, los diferentes tipos de semillas, el clima adecuado para
sembrar, la forma de interpretar los signos de la naturaleza, como entre
otros aspectos: “escuchar el canto ronco y a intervalos de la cigarra es
señal que pronto lloverá; si su canto se escucha demasiado alargado y
agudo no lloverá pronto”.108
Briceida Cuevas Cob es una de las poetas más reconocidas y estu-
diadas de la literatura maya, Celia Esperanza Rosado Avilés señala: “su
poesía se orienta hacia la expresión de sus vivencias en la comunidad
a través de una expresión palpitante, íntima y personal”.109 Los ma-
yas también revaloran su cultura y su lengua, pero como aspecto que
habría que estudiar con más detenimiento, la escritura de las mujeres
afirma, en mayor vehemencia, su posición de género, adhiriéndose al
feminismo, en donde la mayor representante es Cuevas Cob:
A Yáax tup
Tumén chan x-ch’up síijikech,
a naé tu jiltaj jun’ tín u bek’ech súumil u pukík’al
ka tu julaj ta xikín a yáax tupintej
Tu primer arete
Porque naciste hembra
tu madre jaló un hilo de su corazón
y te lo enhebró en la oreja como tu primer arete110
107
Ibid., p. 348.
108
Santiago Domínguez Aké, “La siembra del maíz” en C. Montemayor y D.
Frischmann, Op. cit., p. 172.
109
Celia Esperanza Rosado Avilés y Oscar Ortega Arango, “Los labios del silencio.
La literatura femenina maya actual” en Yucatán identidad y cultura maya, artículo en
línea: http://www.uady.mx/sitios/mayas/articulos/labios.html
110
Briceida Cuevas Cob, “A Yáax tup” en C. Montemayor y D. Frischmann, Op.
cit., pp. 192-193.
111
Cf. F. Ligorred Perramon. Op. cit., pp. 349-350.
198
tuukul, literalmente, ‘regresar a la mente’, ‘regresar al pensamiento’. Se
está diciendo ahí algo más que sólo arrepentirse: es, sí, un proceso de
recuperación, de rescate, de resurgimiento; pero en maya no va unido
a una punición, sino a un reencuentro consigo mismo, a un regreso a
sí, a la propia mente”.112 Los cantos del pensamiento, refiere al regreso con
uno mismo.
Marisol Ceh Moo destaca por ser la primera mujer novelista maya,
con una estructura occidental escribe en las dos lenguas situaciones
con las que se enfrentan los individuos cotidianamente. De sus novelas,
destaco T’ambilák men tunk’ulilo’ob / El llamado de los tunk’ules pues tie-
ne representaciones muy interesantes que recuerdan a Ignacio Manuel
Altamirano en el siglo XIX. En esta obra relata uno de los episodios
de la Guerra de Castas, su novela tiene como protagonista a Santiago
Imán, “héroe” mestizo:
199
ciques conocen a Imán, éste es el hermano mayor, el hombre al que hay
que seguir:
Ibid., p. 309.
116
200
nuestro camino”.117 Leer las diferentes posturas de la literatura maya
nos recuerda que ser maya no es sinónimo de homogeneidad; podemos
constar la enorme riqueza de las diferencias de un pueblo.
Denis Pech Dzib, crítico maya, al estudiar los cuentos: “Ojos ver-
des de piedra” de María Luisa Góngora Pacheco y “Una narración so-
bre Yum Tziles” de Miguel Ángel May May, expone que el discurso de
la resistencia y emancipación son parte de la cultura maya, aun cuando
no estén enunciados explícitamente: “con discurso de emancipación
me refiero a ciertos tópicos o temas recurrentes en la literatura maya
peninsular contemporánea en donde se demuestra un conocimiento de
las leyes naturales y el orden divino que justifican la lógica de pensa-
miento, presente y actualizada, de las comunidades mayas peninsulares
distinta al pensamiento moderno/colonial”.118
Pedro Uc Be, escritor, poeta e investigador, se centra en las cuestio-
nes lingüísticas, los problemas de traducción y recuperación de sentidos
antiguos, antes de que los “especialistas” forzaran la lengua a decir lo
que querían escuchar. Si bien, en la cultura náhuatl y maya hay cientos
de “especialistas”, los representantes de ambas culturas luchan contra
los prejuicios de estos especialistas, y son los mayas los que han dado
una fuerte batalla. Los mayas mantienen relaciones entre los diferentes
pueblos, en el periódico La Jornada tienen una división de noticias en su
lengua, dirigida por Cocom Pech, al igual que diferentes emisiones de
radio, escritores e investigadores. Además existen diferentes organiza-
ciones de lucha social en la que participan escritores, como es el caso de
Lázaro Kan Ek (Pedro Uc Be) para evitar que el territorio del Maya’ab
caiga en manos de empresarios. Los mayas tienden a presentarse, an-
tes que con una nacionalidad mexicana, con su identidad colectiva, en
ocasiones haciendo énfasis en la variante maya, por lo que su rastreo
deberá seguirse con este sentido.
201
rresponde el vocablo en español. Dado que los runa se ven socialmente
como “campesinos”, y para no caer en una arbitrariedad al estudiar su
producción escrita, usaré indistintamente runa /quechua.
El problema literario de Perú es un problema social, de ocultamien-
to, desplazamiento y usurpación, una suplantación de la voz e imagen
del indio. La Literatura Andina refiere a un lugar concreto de produc-
ción, pero no es la literatura runa; la Literatura Quechua comprende los
textos escritos en runa simi, señalando indistintamente a los no-indígenas
y a los runa, negando que pueda haber diferencias en las personas que
la producen. En los años 90 persiste la segregación: “Nuestros Estados
han conservado de la Colonia la conducta de negar la diversidad en pro
de una homogeneidad impuesta como ideología, que tiene al castellano
como el referente lingüístico único. En términos generales, esta pers-
pectiva es la que forma parte del imaginario colectivo en el Perú”.119
A los escritores runa se les ha inscritos en la línea de los autores no
indígenas que escriben quechua, por lo que en Perú se esboza una línea
de continuidad por la lengua y no por las personas:
[…] en su artículo, Zevallos Aguilar da cuenta de dos generaciones
de escritores Quechuas en Perú. La primera de éstas, influenciados
en gran medida por la obras literarias de José María Arguedas, An-
drés Alencastre y César Guardia Mayorga, incluye a Eduardo Ni-
namango Mallqui, Dida Aguirre e Isaac Huamán Manrique quienes
inician su trayectoria literaria haciendo trabajos de traducción al
quechua de obras capitales, como las de Cesar Vallejo. Sus propias
obras llegan a visibilizarse en los años ochenta. A ellos les sigue una
nueva generación de escritores que incluye a Fredy Amilcar Ronca-
lla, Odi Gonzáles y Chaska Eugenia Anka Ninawaman.120
202
Fredy Amilcar Roncalla (1953) es un escritor quechua trilingüe, ra-
dicado en Estados Unidos, su trabajo está inscrito en el viaje sin fin,
en ocasiones malentendido por salirse de los cánones que se esperan
de un escritor quechua. Odi Gonzáles (1962), destaca por sus traba-
jos académicos, aunque también es poeta, tiene la virtud de ser bilin-
güe, pues creció hablando ambas lenguas al mismo tiempo. Eduardo
Samuel Ninamango Mallqui (1947) combina los aspectos culturales de
la escritura y oralidad:
Uyariy taitallay,
Uyariy mamallay,
Uyariy wauqellaykuna:
Kay pachakunasi manañam ñoqanchikpachu,
Kunanqa manam imatapas allin ruray kanchu
Sonqonchikpa huk runakunasis yachachkan.
Escucha padre mío,
Escucha madre mía,
Escuchen hermanitos:
dicen que estas tierras ya no son nuestras
que nuestros sueños de justicia fueron asesinados
y que hoy en nuestros corazones viven gentiles del ayer.121
mayu patachampi en la
kipu watasqa orillita del río
qeñua sachachalla nudoso agarrado
nisiu maqtasu creces
wiñanki arbolito del quinual
manam jatun mayupas ¡maqta ja!
wayra muyuypas ni el río bravo de crecida
kikikinmanchu ni el huracán
kulluykita122 pueden mover tu tronco
121
Eduardo Samuel Ninamango Mallqui, “Pukutay”, artículo en línea: http://
poesiaandina.blogspot.mx/
122
Dida Aguirre García, “Mullaca”, en Festival Iberoamericano de Poesía
“Salvador Díaz Mirón”, 27 de enero de 2011: http://festivaldepoesiasur-sureste.
blogspot.mx/2011/01/dida-aguirrenacion-quechua-peru.html
203
ser el mayor resguardo discursivo, así mientras el mundo escrito guarda
sus conocimientos en papel, el quechua lo hace en la cabeza:
123
Ch’aska Eugenia Anka Ninawaman, “T’ika chumpicha / Poesía oral. Quechua/
kichwa”, artículo en línea: http://www.omni-bus.com/n13/chasca.html
124
Ibidem.
125
Ch’aska Anka Ninawaman, “Chuqik’irawchaw”, en Poesía en quechua /
Chaskaschay, pp. 70 y 72.
126
Cf. Rodrigo Montoya Rojas, “¿Por qué no hay en Perú un movimiento
político indígena como en Ecuador y Bolivia?”, pp. 238-241. Señala que hay dos
organizaciones (Aidesep y Conap), y establece siete elementos para responderse:
ausencia de un grupo de intelectuales, diversidad de pueblos quechuas, dispersión
geográfica, ausencia de la clase burguesa, elemento climático, migración, procesos
peruanos (sendero luminoso, expulsión de terratenientes andinos por reforma
204
nos lleva a preguntarnos sobre el asunto que aquí compete, y es que
¿hay alguna relación entre la supuesta falta del movimiento político en
Perú con los pocos escritores quechuas? Lo habría en la medida de que
son el reflejo de la expresión de una sociedad, pero no es así, puesto
que la invisibilidad de los movimientos indígenas o de la falta de escri-
tores quechuas no significa que no existan movimientos o que no haya
un discurso quechua.
Fabiola Escárzaga, por el contrario, señala que “sí hay indígenas en
Perú, y sufren la opresión colonial, el racismo y el despojo creciente
de sus recursos naturales”.127 La autora señala que en Perú existe una
reivindicación pero que no es suficientemente amplio, y revela una de las
posibles causas al problema de la visibilidad: “Lo comunal y lo étni-
co son parte de un mismo fenómeno. No obstante, en Perú aparecen
disociados en la misma percepción de los actores implicados. El indio
de la sierra no se reconoce como indio pero se reconoce como sujeto
colectivo, como campesino comunitario”.128 Al estudiar el porqué de
esta forma de reconocimiento, Escárzaga muestra que es el producto
de un proceso histórico y de políticas estatales, remontándose a la épo-
ca colonial, pasando por la república oligárquica y continuando con la
reforma agraria (1969) y el conflicto de Sendero Luminoso.
Al apreciar la comparación de la situación de los quechuas y aymaras
en otras naciones, como Bolivia y Ecuador, podemos ver cómo las na-
ciones articulan las políticas y cómo los pueblos se reúnen para luchar.
No es que haya fugas o vacíos en el que a los indígenas se les permite
actuar, o que las leyes y políticas nacionales se hacen permisivas, se trata
más bien que, dadas las circunstancias específicas de cada grupo en con-
flicto, se van acomodando las acciones. Igualmente, las particularidades
de los movimientos de Bolivia y Ecuador difieren entre sí, por lo que,
lo anterior nos ayuda a entender las transformaciones discursivas. No
es fortuito que Evo Morales sea presidente de Bolivia, que Silvia Rivera
Cusicanqui sea una de las grandes exponentes de la escritura y defensa
quechua-aymara, que haya una gran cantidad de textos provenientes de
indígenas, o que antes de ella Fausto Reinaga hablara de reindianización,
o que Felipe Quispe mantenga un discurso contra los q’aras, e incluso
que en Perú algunas organizaciones aymaras se reconozcan como tal.
205
El movimiento quechua existe y ha existido: “no es cierto que en
Perú no existan identidades indígenas. Siempre las hubo, siempre exis-
tieron, dieron origen y sustentaron enormes luchas por la defensa de
la tierra”,129 aunque en esta cita se haga referencia al “despertar” de
los pueblos, como reivindicación ética y cultural, lo cierto es que las
luchas están presentes, campesinas o populares no dejan de ser quechuas.
Lo que esto significa es que hay una dislocación en la lengua española
para entenderlas, pero su existencia está ahí independiente del idioma:
“Entonces, en Perú el problema puede explicarse a partir de la falta de
condiciones entre las propias poblaciones indígenas y —en términos
más amplios— por la falta de condiciones a nivel nacional para la apari-
ción en el espacio público de un orgullo étnico que siempre se mantuvo
reservado en el espacio de lo privado”.130 El ámbito de lo privado tiene
que ser el de la oralidad, el espacio de la comunidad. El discurso sigue
siendo continuo, pero tiene un mayor peso en la lengua runa simi que en
el español. Por ello, Ch’aska Anka habla justamente de los conocimien-
tos que se guardan en la cabeza, no en el papel.
Los quechuas también trabajan en la escritura de su lengua y revi-
talización de su cultura “en los últimos tiempos diferentes pueblos in-
dígenas están enarbolando con fuerza la reivindicación de la educación
bilingüe intercultural para sus miembros. Esta reivindicación no se da
aisladamente, pues es complementaria al reclamo de derechos funda-
mentales (el derecho a la identidad, a la ciudadanía, etc.), o con mayores
niveles de organización alcanzados por las poblaciones amerindias”.131
No puede pasar inadvertida la presencia de Máxima Acuña, por ser
una voz de la oralidad, la voz que en Perú es la que sigue guardando el
corazón de la lengua: “Puedo ser pobre. Puedo ser analfabeta, pero sé
que nuestros lagos de montaña son nuestro tesoro real. De ellos, puedo
conseguir agua fresca y limpia para mis hijos, para mi marido y para mis
animales… ¿Sin embargo, somos los que debemos sacrificar nuestra
agua y nuestra tierra para que la gente de Yanacocha pueda tomar el oro
de vuelta a su país? ¿Se supone que sentarse en silencio y dejar que ellos
envenenen nuestra tierra y el agua? (Máxima Acuña)”132 Las anteriores
palabras expresadas en el año 2016, no difieren de las expresadas al
inicio del siglo XX por Carlos Condori, líder indígena:
129
Ramón Pajuelo, “El despertar del movimiento indígena en Perú”, p. 214.
130
Ibidem.
131
G. Solís Fonseca, Op. cit., p. 72.
132
“Máxima Acuña” en Red de Mujeres latinoamericanas, artículo en línea: http://
redulam.org/peru/mujer-de-agosto-maxima-acuna/#_ftn3
206
La decantada época de la Patria, con todas sus tolerancias y com-
plicidades, ha traído una época desesperante de extremados abu-
sos e injusticias para la raza aborigen. A fuerza de comparecer se
ha expuesto a nuestra raza a la furia criminal de los gamonales y a
miles de calamidades. Desde 1920, por solicitar justicia y libertad
y reclamar sus sagrados derechos ante la comisión investigadora
indígena, nuestra raza sufre lo increíble. Dos poderes del Estado,
el tirano Leguía y la Cámara de Diputados, nos ofrecieron dictar
una ley protectora de indígenas y fundar un tribunal arbitral de jus-
ticia indígena para devolvernos legalmente todas nuestras tierras
despojadas por los gamonales, y no han cumplido.133
Escritores mapuche
Los mapuche resaltan por su discursividad ligada a la lucha, desde las
primeras epístolas del siglo XVI, pasando por el siglo XIX y llegando al
XXI, hay una constante: la colectividad, ser un pueblo (con varios pue-
blos internos) mapuche, su independencia, ser los jamás conquistados
y, en tiempos recientes, su lucha por la recuperación de su territorio e
identidad nacional:
Hasta las cartas mapuche de hoy se pueden observar los rasgos ad-
quiridos por esta escritura epistolar consolidada en el siglo XIX: la
133
Carlos Condori, “Doc. 96: Urviola: manifiesto de la raza indígena en el Perú,
1924”, en M. Lienhard, Testimonios, cartas y manifiestos indígenas, p. 300.
134
Ibid., p. 303.
207
dialogía no-jerárquica del remitente y el destinatario (generalmente
una autoridad de Estado, eclesiástica o profesional), la reivindica-
ción de una representación consuetudinaria, la vinculación directa
de la misiva con la negociación para el pacto, la gramatología ma-
puche que gobierna la expresión escrita. Sobre este último punto,
se podrán incluso realizar estudios lingüísticos de estas cartas para
observar la influencia de construcciones sintácticas y gramaticales
propias del mapudungun en el castellano escrito.135
208
a Villagrán”, son perpetuados por la escritura del poeta, por lo que no
puede descartarse el recurso mnemotécnico para la transmisión de los
conocimientos, en este caso, históricos.
La discursividad en los mapuche muestra un menor conflicto, am-
bas lenguas y culturas tienden a conciliarse en un lenguaje. Pedro Cayu-
queo, escritor y periodista mapuche, lo expresa:
139
Pedro Cayuqueo, Sólo por ser indios, p. 255.
140
Elicura Chihuailaf, “El silencio de los bosques” en Elicura Chihuailaf, De sueños
Azules y contrasueños, p. 83.
141
Melanie Cross (transcriptora), “Entrevista a Elicura Chihuailaf grabada en
Santiago de Chile, el 29 de abril de 2003”, p. 11.
142
I. Carrasco M, Op. cit, p. 204.
209
“en estos últimos 30 años, se ha acuñado fuertemente el concepto de
Pueblo y, en la década de 1990, el de Nación”.143
La nación mapuche es un discurso expresado en diferentes niveles o
géneros. Cuando se revisan los textos académicos, por ejemplo, de José
Millalén o Pablo Marimán Quemenado, ambos historiadores, encontra-
mos las mismas preocupaciones, al grado que se les podría reclamar lo
que Pradel reclama a Mangil en el siglo XIX: su creencia de ser una nación
independiente; y es que tal situación no es sólo una creencia, en todo caso
sería el mismo nivel de quienes creen que la nación chilena abarca a
los mapuche. Marimán Quemenado expresa: “Esto nunca fue chileno
ni argentino. A esto le llamamos Wallmapu, el País Mapuche”.144 El “país
Mapuche”, Wallmapu, es una concepción que se afirma ante los otros.
Los versos de Caleta Manzano, poeta mapuche, expresa:
Maipo pigefuy mapu, chew
rupatumum txügkay fantechimu.
Maipo se llamaba la tierra, lugar donde ahora
transitan las carretas.145
210
discursivo que reposiciona la tradición mapuche en el nuevo escenario
cultural. En esta tarea los poetas mapuches transitan desde la oralidad
hacia una literatura mapuche. Si la nación es una narrativa, no duda-
mos, al leer sus poemas, que allí se encuentra una parte importante de
su simbólica”.147
Los mapuche, hace siglos, han compartido los códigos culturales de
los occidentales, los han resignificado, por lo que en tiempos actuales
se puede ver cómo en los espacios urbanos del Wallmapu invadido,
han seguido manifestando sus propias formas de vida y luchado por
su nación:
147
Mabel García Barrera, Op. cit., pp. 99-100.
148
Rodrigo Levil Chicahual, “Sociedad mapuche contemporánea”, en J. Millalén
et al., Op. cit., p. 248.
149
Elicura Chihuailaf, Recado confidencial a los chilenos, p. 32.
211
Los mapuche igualmente tienen todo un aparato moderno de re-
sistencia: periódicos (varios), partido político, radio, cine, futbol, moda,
páginas web, empresarios (corporaciones), redes sociales, música, sím-
bolos nacionales, escritores, poetas, investigadores, en fin múltiples ac-
tividades que afianzan su idea de nación y con las que tienen presencia
internacional, sin menoscabar sus luchas y movilizaciones. Tal como
se expresa la Organización Meli Wixan Mapu: “Son dos siglos de pre-
sencia del Estado en nuestras tierras, porque antes de eso el Estado no
existía…Son dos siglos de política genocida, de matanza, de humilla-
ción, de racismo… Son dos siglos de usurpación y despojo del lugar en
el que habitábamos con libertad. Son dos siglos de ocupación. Son dos
siglos de COLONIZACIÓN”.150
Este discurso contemporáneo es producto de un proceso de larga
data: “Las declaraciones y, en algunos casos las propuestas del movi-
miento mapuche contemporáneo, permiten sostener este planteamien-
to en la medida en que la apuesta por la autonomía dentro del Estado,
se realiza a partir del derecho a la autodeterminación que reclaman,
constituyendo parte sustancial de su discurso”.151 El discurso naciona-
lista mapuche es producto de un proceso histórico que fue cambiando
el sentido de “pueblo” y colectividad, la lengua como identificador ha
sido fundamental, al igual que las decisiones que los pobladores y los
lonko han tomado para ser frente a los winka. La Palabra Kallfv (Azul)
ha ido mudando los sentidos de los vocablos por los cuales las posi-
bilidades del pensar y actuar se han actualizado conforme el contexto
lo exigía, y conforme a las potencialidades de sus propios paradigmas.
IX
RECONFORMACIONES DISCURSIVAS
212
do. La Palabra, el indio y el otro se han moldeado. Algunas situaciones si-
guen manifestándose, como la lucha entre las sociedades, sin embargo,
han ido acomodándose los sentidos producidos por todos los involu-
crados. Es cierto que la lucha entre ambas sociedades revela el desfase
de sentidos, en los que no han conseguido entenderse, pero aunque
son dos lenguajes diferentes, han encontrado el modo de acoplarse: las
luchas indígenas han obligado a cambiar los rumbos de la agenda de
los Estados, el discurso de las sociedades nacionales ha moldeado la
vida de los indígenas, así es que sí, hay una dislocación prolongada ex-
presada en la discursividad, además de un actor que, calificado de “do-
minado”, “subalterno”, “colonizado”, tiene efectos reales en la vida de
quien se ha definido como protagonista de los procesos.
213
Ma huitzyo incuen, la falda de las espinas,
In cohuanenepil, la lengua de las serpientes y
lhuan oc nelli itzopihte xicotl. el aguijón de las abejas.
[…] […]
153
Humberto Tehuacatl, “Ma ye tlahtol / La palabra es” en Eliac, México: diversas
lenguas, una sola nación, pp. 126-127.
154
Ana Daniela Nahmad Rodríguez, “Imágenes insurrectas. Cine, video y repre-
sentación indígena en Bolivia”, en G. Makaran, Perfil de Bolivia, p. 72.
155
Ibid., p. 73.
156
J. Gregorio R., “Escritores en lenguas indígenas” en C. Montemayor (coord.),
Situación actual..., p. 125.
157
A. D. Nahmad Rodríguez, Op. cit., pp. 73-74.
214
Ana Ramos analiza las subjetividades indígenas impuestas y el dis-
curso televisivo en dos casos, Rebelión del Arauco y Otra Justicia, Otra
Cultura, que corresponden a los mapuche de Chile y Argentina res-
pectivamente: “ambas narrativas —tomadas del discurso televisivo—
construyen un ‘otro indígena’ como premisa de un argumento más
amplio. El primero pertenece a un programa chileno en el que el indí-
gena es un ejemplo de violencia ejercida contra el ‘sistema’. El segun-
do corresponde a un informativo argentino en el que la construcción
del conflicto intra e interétnico ilustra la inoperancia del ‘estado’”.158
En el caso chileno, la calificación por parte de los medios, sobre la
forma de conducirse de los mapuche, evidencia una acción por de-
más normalizada, en el que se juzga a partir de la ideología nacional
de tres espacios diferenciados: “el centro, definido por la norma y los
esquemas valorativos o modelos sobre el ‘deber ser’, los márgenes en
los que se inscriben los sujetos que la matriz hegemónica incorpora
como ‘otros internos’, y el afuera en el que son desplazados los sujetos
cuyo accionar se califica como ‘inaceptable’”.159 Esta nueva forma de
categorizar surgida de un modelo de Estado, “ los ‘otros’ ya no son los
‘auto-excluidos’ sino aquellos que el sistema no abarca o excluye, tanto
por principios ideológicos como por inoperancia”.160 Los mapuche que
se ven integrados a los movimientos sociales, tienden a verse de forma
negativa. Hay que recordar que Chile tiene una ley antiterrorista que es
la que ha servido para condenar las luchas mapuches (y Argentina ha
hecho lo suyo en el 2017).
El caso argentino no es tan distante: “El ‘otro’ es incluido en el
sistema nacional como un sujeto ‘cultural’ o ‘folklórico’, y no lo es —o
lo es en menor grado— como sujeto ‘político’ o ‘ideológico’”.161 El
discurso mediático manipula la interpretación de las imágenes y coloca
a los sujetos como salvajes que evitan el diálogo, violentos, que no
entienden cómo funciona la democracia. Ramos resume uno de los
pasajes en el que se ve involucrado el escritor Pedro Cayuqueo:
215
historia, (momento en que cambian las imágenes) y que está convencida de
que todas las formas de lucha son válidas para recuperar aquellas tierras que según
ellos declaran les fueron arrebatadas a sus antepasados”. Las imágenes que se
oponen son: el juego mapuche de la chueca, el baile del purrún y las
tamboreras versus las peleas con carabineros, el bosque incendiado y
una mujer mapuche con un palo en la mano, entre otras escenas. La
instancia enunciativa del programa chileno concuerda con el enun-
ciador mapuche cuando éste inscribe su argumento en un marco de
interpretación culturalista (Kahn 1989). Por el contrario, imágenes y
preguntas retóricas se yuxtaponen para refutar el discurso “ideológi-
co” del representante mapuche (Periodista: “¿Tú crees que es legítima esa
respuesta en un estado de derecho donde existe una democracia?”, “Pero incendiar
una casa porque tú entras a un fundo...pero, ¿tú legitimas el exceso?”, “¿Por qué
hay comunidades que no están dispuestas a priorizar el diálogo respecto a otras
reacciones?”). En síntesis, la trama argumental opone permanentemente
estas dos subjetividades, del mismo modo que enfrenta las demandas
“culturalistas” con los métodos “ideológicos” utilizados.162
216
profundizar en los sistemas de creencias y conocimiento mapuche. Por
otro lado, su público no es el mapuche sino el winka”.164 Así el desafío
de los indígenas sigue siendo defenderse, resistir, luchar para evitar los
efectos de las políticas que tergiversan la presencia del quechua, maya,
náhuatl, mapuche o de cualquier otro grupo indígena, por medio de
una imagen o personaje que sirve para los propósitos de las élites de las
sociedades nacionales.
El recrudecimiento de los proyectos neoliberales y extractivistas, en
ocasiones cambiando de nombre y discurso, dependiendo de la forma
de gobierno y de sus políticas públicas, llevan a los pueblos a buscar
distintas estrategias que los disponen a diferentes posturas. Los territo-
rios que antes no habían sido tocados durante el virreinato, son ahora
ambicionados por sus recursos naturales. Los movimientos indígenas
pelean, incluso bajo las reglas de los otros; desde los años 90: “Lo ‘mul-
tiétnico y pluricultural’ empezó a entrar siquiera de forma declarativa
en todas las constituciones; y los países latinoamericanos fueron ratifi-
cando el Convenio 169 de la OIT (de 1989)”.165 Las luchas sociales han
tenido mucho que ver en los procesos constitucionales. Una constante
en la base de las luchas es la tierra, la cultura y la identidad: “no es algo
nuevo. Desde siempre el principal factor movilizador para las luchas y
rebeliones tanto indígenas como campesinas ha sido la defensa de su
tierra; y, en lo profundo, la Madre Tierra, madre fecunda y fuente de
vida”.166 La Madre Tierra que no es, para nada, un elemento poético,
sino el sustento de la vida (por lo tanto, de la lucha).
Es por esto, que el otro está presente como el usurpador, ladrón,
mentiroso, invasor. El otro, es el blanco, el mestizo, el que no es parte
del nosotros-colectivo, al que hay que combatir. El sentido del otro, ha
cambiado, pero sólo para incluir a los descendientes de los españoles:
criollos y mestizos, que han prolongado la invasión en los territorios
indígenas.
En el caso quechua, se combate al aunqasunk’a (enemigo de barba)
y al misti (mestizo). En 1921 se grabaron los “versos de escarnio contra
los latifundistas” de los “campesinos” en Cuzco, es decir, de los que-
chuas que se enfrentaban a los hacendados: los mistis no han cambiado
para el siglo XXI.
164
Sergio Caniuqueo, “Siglo XX en Gulumapu: De la fragmentación del Wallmapu a
la unidad nacional mapuche. 1880 a 1978”, en J. Millalén et al., Op. cit., p. 138.
165
X. Albó, Op. cit., p. 40.
166
Ibid., p. 43.
217
Kunan punchaymanta Desde el día de hoy
chayqa karaqo tukukapun esto carajo se terminó
tukuyta qonqanayki has de olvidarlo del todo
Suwa suwarunakuna Ladrón hombres ladrones
Maytaq chakrayku Dónde están nuestras chacras
maytaq uywayku dónde nuestros animales
Suwa allqu mistikuna Ladrones perros mistis
kunan makiykupi wañunkichis Hoy en nuestras manos van a morir
Kunan manañan Hoy no somos ya
ñaupañachu kayku como en el tiempo pasado
manañan muspaykuchu ya no estamos delirando
ni puñuykuchu ni durmiendo
Kunanqa allintam rikchariyku Hoy pues empezamos a despertar del todo
Karaqo167 carajo
167
Martín Lienhard, “Pachakutiy taki. Canto y poesía quechua de la transformación
del mundo”, p. 32.
168
M. Lienhard, Testimonios, cartas y manifiestos indígenas, p. 380.
169
N. Hernández, In tlatoli, in ohtli / La palabra, el camino, p. 47.
218
chos humanos a comunidades y dirigentes, en fin, a la riqueza que
aportamos en materia de multiculturalidad para el país ... aunque
nuestros sueños de autonomía los asocien a “Estado dentro de
otro Estado” y comience con esto la danza de estereotipos que los
hace aparecer como un solo cuerpo ( ...¡milagro!...), una sociedad
donde el urbano-popular, el clase media y el ABC sacan a relucir
su escudo y bandera ante el indio.170
219
que nos modula para actuar: “Es posible que mi peñi o lamgen sonrían al
leer lo anterior, al comparar al ‘otro’ con un hámster o un siútico, pero
también los mapuche hemos caído en el mismo sistema. Muchas veces
hemos repetido lo que nos han dicho algunos: ‘que nosotros los mapu-
che somos los primeros chilenos, por haber estado aquí desde siempre’
pero nunca nos hemos cuestionado qué significa ser chileno. También
hemos usado el discurso del mestizo ‘que no existe un mapuche puro,
todos tenemos sangre mapuche y española’”.173
La visión negativa puede ser cuestionada, pero la distancia exis-
tente en los ámbitos económicos, sociales, políticos y culturales entre
los indígenas y no-indígenas conserva estas concepciones. En 1998,
Natalio Hernández indicó: “Los juicios y prejuicios de uno y otro lado
apenas empiezan a aflorar más abiertamente”.174 A casi dos décadas
de distancia, todavía faltan por tratar los prejuicios generados por el
encontronazo, como lo indica: “no siempre el coyote es malo. A veces
establece el puente cultural, comunica las dos realidades sociales, cono-
ce los caminos y los peligros, las cosas buenas y malas”.175
Elicura Chihuailaf en su libro Carta confidencial a los chilenos, inten-
ta dialogar con el ciudadano común, no con la élite que sostiene las
diferencias, pues una y otra también tienen intereses encontrados. El
mensaje pretende abrir los ojos a los prejuicios, y podría instalarse en
cualquier otra sociedad, incluyendo la propia, sobre los sentidos que
nos impiden mirar más allá de nuestros paradigmas:
173
Ibid., p. 132.
174
N. Hernández, In tlatoli, in ohtli / La palabra, el camino, p. 49.
175
Ibid., p. 47.
176 E. Chihuailaf, Recado confidencial a los chilenos, p. 10.
220
Las relaciones dejaron de ser simples —suponiendo que en un pun-
to dado pudieron serlas a la llegada de los españoles—, la multiplicidad
que nació junto a los sistemas cambiantes, ha reconfigurado las fron-
teras, sólo que sin eliminar las concepciones de las diferencias, los dos
sistemas epistemológicos siguen construyendo dos planos de realidad,
los cuales se viven en conflicto. La homogeneidad pretendida por el na-
cionalismo no consiguió su cometido: “los jóvenes indígenas, muchos
de ellos universitarios, releen la historia, su historia, y le otorgan nuevos
significados”.177 Esta resignificación tiene profundas implicaciones, ya
no será la misma forma de comprender el mundo que se habita, pero
seguirá siendo diferente: el sistema epistémico indígena continúa mani-
festándose. José Bengoa señala: “Los conflictos modernos, en cambio,
tienen como reivindicación central los derechos colectivos indígenas, el
reconocimiento de la diversidad en la sociedad, y por tanto la capacidad
reivindicada de autonomía, autogestión y autogobierno”.178 Hay nuevas
concepciones, pero los sentidos se mantienen, es decir, se puede hablar
de “autonomía”, pero el sentido es el mismo de hace siglos: el respeto
a la vida de un pueblo que puede o no quiere participar del modelo de
la sociedad occidental: “ya no son actores rurales puros, ni urbanos
puros. Es una combinación compleja en la que por cierto, las ideas cir-
culan sin fronteras. El uso que los jóvenes dan a Internet y la cantidad
de páginas con información del conflicto en la red, es una evidencia de
esta nueva realidad”.179 Algunos sentidos son insatisfactorios, como el
imaginario que construye al indio, un arquetipo que no responde a la
persona designada, pero se vive y tiene implicaciones.
Representaciones y sentidos
Francisco López Bárcenas, escritor, investigador y abogado mixteco,
se pregunta “¿Existe un pensamiento indígena en México? Y si existe,
¿cuáles son sus características?, ¿qué significa pensar la realidad des-
de la óptica de los pueblos indígenas?, ¿cómo se está elaborando ese
pensamiento?, y sobre todo, ¿están pensando los indígenas en la cons-
trucción de un futuro distinto al que hoy vivimos?”180 Con estas inquie-
tudes abre un artículo sobre el pensamiento indígena contemporáneo,
y la pregunta provocadora para los lectores de un periódico no es in-
177 J. Bengoa, Historia de un conflicto. El Estado y los mapuches en el siglo XX, p. 10.
178 Ibidem.
179 Ibid., p. 11.
180 Francisco López Bárcenas, “El pensamiento indígena contemporáneo”,
artículo en línea: http://www.jornada.unam.mx/2016/08/02/opinion/015a2pol
221
genua. La pregunta en sí misma presenta la pertinencia de luchar contra
los prejuicios: ¿Existe un pensamiento indígena contemporáneo? Así,
sin fronteras nacionales, pero que abarca el territorio de Sur a Norte,
llamado en español “América”.
La pregunta remite a ese imaginario que supone que “lo indígena”
es lo prehispánico, como si no se hubiera transformado, como si no
respondiera a los tiempos posmodernos, como si la Palabra o la Madre
Tierra fueran accesorios de la poética, donde los movimientos indíge-
nas siguen siendo vistos como la obra de hordas salvajes, y el desmem-
bramiento de la literatura/filosofía/historia/cultura llevan a hacer del
pensar indígena un cuerpo roto y sin sentido. Basta levantar el velo para
descubrir la complejidad del sistema epistemológico encubierto por la
lengua del otro. López Bárcena responde:
Lo anterior marca también la forma en que se construye el co-
nocimiento. En los últimos años se ha demostrado que tanto el
mito como el logos tienen su propia racionalidad, y uno no es la
negación o superación del otro, sino una forma racional distinta
de explicar los fenómenos de la vida, que obedecen a situaciones
históricas concretas, cada una con su propia sabiduría, entendida
como la capacidad de exponer de manera ordenada los compo-
nentes de las respuestas fundamentales de la vida. Si aceptamos
lo anterior, también podemos admitir que para la construcción
del pensamiento indígena contemporáneo contamos con los ele-
mentos míticos, científicos, tecnológicos humanistas y filosóficos
construidos a través de la historia, sean indígenas o no. Porque
no se trata de negar lo ajeno, sino de revalorar lo propio para, en
conjunto con otros conocimientos y en igual de valorizaciones,
proyectar una sociedad diferente.
Requerimos de la construcción de un conocimiento que genere
conciencia social de que los pueblos son pueblos, que tienen dere-
cho a seguir siéndolo, y nadie lo tiene para negárselos; que su for-
taleza está en su diferencia del resto de la sociedad dominante [...].
En los escenarios de lucha donde unos piensan que la historia sólo
tiene un sentido y el futuro de la humanidad es el de la dominación
del capital sobre la vida, debemos construir escenarios donde el
centro de todo sea la vida y en eso los pueblos tienen mucho que
enseña al resto de la humanidad. Es nuestra responsabilidad poner
nuestros esfuerzos a esa causa.181
Pero a diferencia del autor, quien señala que para ser contemporá-
neo no sólo se debe de pensar la descolonización, sino practicarla; el
pensar ya es contemporáneo, en la medida que filosofa sobre su rea-
181
Ibidem.
222
lidad y lucha por mejorarla, propone nuevos paradigmas: autonomía,
multi-cultural-lingüístico, pluriétnico, autodefensas, pueblo-nación…
Siempre ha respondido a los tiempos en el que el otro ha querido tras-
pasar las barreras para adueñarse de su territorio o para implantar polí-
ticas injustas, lo que se puede constatar en la persona del mismo López
Bárcenas, quien habla de descolonización mientras lucha por los derechos
indígenas. El asunto está en cuánto del discurso del otro lo repetimos sin
que dé fe de nuestras acciones, es decir, cuánto de la diglosia discursiva
nos está afectando.
Las situaciones han cambiado de nombre, ahora podrán ser califi-
cadas de “colonialismo interno” para señalar la pretensión dominadora
de las naciones al interior de las comunidades; podrán indicar el “cuar-
tomundismo” para denunciar la precariedad de vida, se podrá acudir a
la “decolonialidad” para dar solución, empero, hay una base antigua de
confrontación e intención colonizadora que se ha ido actualizando, como
los discursos, haciendo de la fragmentación una normalización de vida.
Por ello, cabe rescatar la reflexión de Javier Castellanos, escritor,
maestro e investigador zapoteco, y su crítica sobre la idealización de lo
indígena por las sociedades ajenas y el seguimiento discursivo que en
ocasiones hace el propio indígena:
223
Al respecto pone en duda las ideas más “razonables” que han sur-
gido para las soluciones indígenas, como la escuela, la comunalidad o
la política, haciendo referencia a que son inquietudes que brotan del
desconocimiento de la vida de los pueblos originarios.
A pesar del discurso dislocado, en cuyo seno se encuentran la rup-
tura entre el decir en una lengua y lo hecho por el impulso de otra,
están las representaciones que dan cuenta de los sentidos que nos mue-
ven. Los desfases cotidianos que se han venido dando desde la llegada
de los otros, hoy son manifestados en la discursividad que representa
los sentidos. La mudanza es un aspecto al que ningún pueblo puede
escapar, por pequeña que sea, por insignificante que sea a los ojos aje-
nos, siempre hay una variante, algo que hace cambiar el camino. Un
zigzagueo aquí y otro allá, marcan los rumbos de cambio, pero siempre
serán sus actores quienes los muestren, no las figuraciones de un ima-
ginario que supone lo que “es”. Lo que no niega que un hecho tenga
varias interpretaciones por diferentes involucrados, es que sigue pen-
diente la forma de empatar los sentidos epistémicos para entenderse.
Los constantes desplazamientos y alteraciones en los modos de
vida fueron cambiando las concepciones: el territorio, el hogar, los
sentimientos, el cuerpo, la historia, los medios del decir, el registro de
la memoria, la interacción con los individuos, el canto de la Palabra
Sagrada, la interpretación del mundo, los signos de la naturaleza y el
universo, el valor/corazón de las cosas y las personas. Pero los sentidos
están aquí, aunque no se quieran leer, verlos o comprenderlos.
De este modo existe una nueva concepción histórica: “pero ahora,
como ‘versiones del pasado’, éstas ocupan el medio vacío del discurso
—alejado tanto de la objetividad del referente como de la propia sub-
jetividad mapuche. Es siempre el presente —y las relaciones interétni-
cas— el marco situado desde el cual se construyen las versiones del pa-
sado sin la posibilidad de restaurar la veracidad sobre lo que ‘realmente
sucedió’”.183 Lo que realmente sucedió también es una construcción, se
trata de entender las consecuencias de la interpretación, la formación
de la concepción del tiempo histórico:
183
Ana Ramos, “El nawel y el pillañ. La relacionalidad, el conocimiento histórico y
la política mapuche”, p. 60.
224
permitido la construcción de un marco narrativo e interpretativo
“moderno” sobre el pasado, un marco en el cual otras formas
de historicidad pasaron al ámbito de lo impensable. Desde esta
perspectiva, la llamada “conquista del desierto” —en imágenes de
hombres uniformados y a caballo— produce su propia historici-
dad al definirse como una mera línea vacía que cruza el devenir del
tiempo marcando el pasaje hacia la modernidad y el progreso.184
184
Ibid., p. 59.
185
Ibid., p. 58
186
Ibid., p. 71
187
M. León Portilla, Tiempo y Realidad en el Pensamiento Maya, p. 148.
188
Ibidem.
189
Véase Marimán, en Autonomía o Ciudadanía incompleta de Hernández (2003) apud.
J. Millalén Paillal, “Taiñ Mapuchegen…”, p. 332.
225
territorio y la concepción mapu, y hace frente a la nación chilena, con
un Estado que niega al primero y legitima al segundo; en el mismo
camino se perfilan otras naciones indígenas.
Si hay un sistema epistemológico que esté reformulando los senti-
dos de las palabras en español, es razonable ver que el desfase comuni-
cativo se ha normalizado, pues cómo entender de forma semejante la
justicia, cuando detrás de su aplicación hay una serie de dinámicas que
la impiden, en donde, la lengua de la oralidad tiene otros cánones para
ejercerla, y en la que cabría preguntarse si sigue siendo “justicia” o el
español requiere de otro vocablo. El caso mapuche es un ejemplo que
puede verse en otros pueblos:
226
pos cómo construcción de géneros y de rebelarse al sistema patriarcal,
pero que al estudiarse el sentido que tiene en las comunidades no debe-
rá situarse en la exclusividad de sus estructuras epistemológicas, pues
éstas fueron modificadas por las propias indígenas: “el quechua de
Ayacucho no utiliza flexión para marcar el género, excepto en algunos
préstamos que provienen del español; no obstante —como suele suce-
der en muchas lenguas indígenas—, se utilizan diversos términos para
diferenciar el sexo tanto de animales como en los hombres. Así, orqo
cuchi quiere decir ‘puerco macho’ y china cuchi significa ‘puerca hembra’.
En el caso de los humanos se utiliza warmi para decir ‘mujer’ y qari para
‘varón’”.191 Por lo que en “las lenguas de Los Andes y de la Costa care-
cen de sistemas de género y para diferenciar el sexo del referente utili-
zan lexemas específicos; por el contrario, en las lenguas del Amazonas
son frecuentes los sistemas de género o clasificadores nominales. […]
Es interesante destacar que en el cocama existe habla por sexos y que
este rasgo alcanza mayor prominencia en su sistema pronominal”.192
La discursividad indígena, aun cuando se exprese en español, no
enunciará los mismos sentidos que las sociedades no-indígenas. Aquí re-
side la complejidad de las representaciones de la ruptura epistemológica
y el desajuste discursivo normalizado. Los escritos de los autores indíge-
nas son muestra del desfase de los sentidos, incluso cuando parece que
la expresión es inocente. Tómese de ejemplo el sentimiento entendido
como “amor”. Natalio Hernández versa de la siguiente manera:
Te cantaré
Nimitz cuicatis
mujer india,
masehual ichpocatl,
recibe de corazón este canto
xiseli ica moyolo ni cuicatl
te lo ofrece un joven indio.
mitz cuicatia se masehual telpocatl. […]
[…]
Me encanta tu blusa bordada
Tlahuel nicamati moquechtlatzo
muchas cosas se escriben en ella,
miac tlamantlí nopayo ixnesi
contiene la sabiduría de nuestros abuelos
tlahlamiquilistli tlen tocolhua
sabiduría que debes conservar.
tlahlamíquilistlí tlen monequi ticahocuis.
Nicamati san titlatlahuac Me gusta tu color moreno
ipampa tlatlahuac tonana tlaltipactli, porque moreno es el color de nuestra
amo quema xipinahui [Madre Tierra:
tlen quenihqui tiasicoh ipan tlaltípactli.193 no te avergüence llevar este color,
con él llegamos a este mundo, a esta tierra.
191
L. K. Vergara Romaní, Op. cit., p. 95.
192
Ibid., p. 164.
193
Natalio Hernández, “Nimitscuicatis masehual ichpocatl / Te cantaré mujer
india”, en Yancuic Anahuac cuicatl / Canto nuevo de Anáhuac, pp. 20-21.
227
Primero, y sin mayores profundizaciones, nótese la composición
“mujer india”, que en náhuatl se expresa como: masehual ichpocatl, la
cual refiere a una joven humilde, no propiamente como en español
se traduce como “mujer india”, por lo cual no diferencia a una joven
humilde a otra de otras cualidades; segundo, que la “mujer” deja de ser
tal, para convertirse en india. A la inversa se encuentra el joven humilde
enamorado: masehual telpocatl, quien termina siendo un indio, no un jo-
ven universalmente enamorado. El canto, refiere a la Palabra Sagrada,
no a un asunto mundano: lo entrega con el corazón (no hay por qué
dudar). La blusa bordada que guarda la sabiduría del pueblo, porque el
bordado es escritura (no es romanticismo, es otro lenguaje), da cuenta
de que es una joven que conserva su tradición y sabiduría con orgullo;
por último, la relación a la Madre Tierra no podría faltar, cuando se
ofrece algo, cuando se habla con verdad, con el corazón, hay que ofre-
cer respeto a los Señores Sagrados.
En los versos de Briceida Cuevas Cob (maya), clasificados como fe-
ministas, incluso los elementos no pueden afirmarse que sólo están
guiados por las estructuras occidentales:
Mix máak ku yuk’ul tin luuch,
mix máak ku jupik u k’ab ichil in leek,
mix máak ku janal tin laak.
A yaamae’ juntúul tsaya’am ko’il peek’
ch’a’apachta’an tumen máako’ob.
Najil naj ku pa’atal yéetel u xtáakche’il jol naj.
Tu láakal máak yóojel ts’o’ok u chi’iken a yaamaj.
Nadie bebe en mi jícara,
nadie introduce la mano en mi guardatortillas,
nadie come en mi cajete.
Tu amor es un perro rabioso perseguido por la gente.
De casa en casa es esperado con la tranca en la puerta.
Toda la gente sabe que me ha mordido tu amor.194
228
inqipas t’iqi t’iqichataraq con las barriguitas t’iqi t’iqicha
wiqsapas bombo bombocharaq con la pancita bombo bombito
kushkalla kawsakushansunchis.195 ya nunca lloraría.
229
discursividad es la manifestación de la transformación de los sentidos,
esto, parafraseando a Pedro Cayuqueo, no hace menos mapuche, ná-
huatl, maya o quechua a las personas, no les desprende de ser “origi-
narios”, demuestra la fuerza de los pueblos para seguir luchando ante
las sociedades que pretenden expandirse a su costa; simplemente, es la
muestra de que un pueblo sigue con vida, incluso sin que el otro lo vea,
lo comprenda, o carezca de la capacidad para leerlo. Pero cabe recalcar
lo que Sergio Caniuqueo expone: “[…] la interpretación que hacen de
la realidad está determinada por su matriz de sentido, que es la razón y
no una interpretación indígena de la situación”.197 Es decir, no confun-
dir el sistema epistemológico que modula las acciones con una mera
reacción a una situación a la que se ven expuestos: “lo cierto es que
esta matriz de sentido les permite problematizar lo que ven y centrar su
atención en buscar una explicación a qué es el conflicto mapuche y la
violencia que ha subsistido. En esta empresa tratan de ver el origen, las
relaciones de poder, los contextos de encuentros y enfrentamiento de
estas dos sociedades para, finalmente, teorizar una explicación concreta
y dar una solución al problema”.198
Las discursividades muestran diferencias en el proceder de cada
pueblo y las coincidencias, pues: “ser maya, zapoteco, quechua o gua-
raní, tiene significados concretos, diferentes, porque implica participar
en comunidades distintas, con lengua, cosmovisión, historia y prácticas
sociales diversas. Pero ser maya, zapoteco, quechua o guaraní, signifi-
ca también compartir plenamente una condición común: la de indios
[…]”.199 Ser indio va más allá del imaginario del no-indígena, la enun-
ciación ya no le pertenece sólo al lenguaje español, otro sentido que
proviene de las lenguas del maya, náhuatl, quechua o mapuche le han
dotado de nuevas posibilidades.
La discursividad indígena es un proceso que rebate por sí misma,
los juicios morales e intelectuales que sobre ella se han hecho. La dis-
cursividad se transforma, muta, modela, moldea y vive. Actualmen-
te, puede enunciar conceptos como “autonomía”, “decolonialidad” o
“nación”, pero estos sentidos han estado presentes desde que inició la
lucha contra los otros, incluso antes de la llegada de los españoles. Aun
cuando gran parte de la transformación tiene un parentesco con las
relaciones que se han formado con otros grupos no-indígenas, man-
197
S. Caniuqueo, Op. cit., p. 137.
198
Ibidem.
199
S. Ricco M., Op. cit., p. 102.
230
tiene su origen con la Palabra Sagrada. Las estructuras internas de su
lengua se han modificado, pero no su vínculo más importante con el
lenguaje de la Naturaleza, al contrario, le da características especiales a
su expresión y lucha.
La división entre la sociedad indígena y nacional despeja una
ruptura en la forma de entender el mundo. Existe, es real. Concep-
ciones diferentes atraviesan nuestra vida diaria. La “justicia” o el
“amor” no tienen el mismo sentido para las diferentes culturas, aun
en castellano. El discurso en español es aprendido en las escuelas,
a través de los medios de comunicación, en el intercambio social
y cultural cotidiano, a veces provocando la repetición de ciertos
enunciados sin que haya una equivalencia epistemológica con los
de la lengua propia, entonces, esa repetición desplaza la comuni-
cación, oculta la intención de los enunciantes, justifica las políticas
gubernamentales, desfasando el propio decir. Pero no toda la culpa
pertenece a las palabras, sino al silencio y la necedad por no escu-
char, por embelesarse en el discurso sin cuestionarlo.
La diglosia discursiva y la interdiscursividad muestran que los indí-
genas han construido un discurso en español con otras representacio-
nes y sentidos. Al estudiar los textos de los escritores indígenas pode-
mos corroborar la continuidad discursiva desde la época prehispánica
y de la transformación a partir del lenguaje en español. Las rupturas
epistemológicas, a más de 500 años, demuestran la normalización de la
dislocación discursiva y el camino discursivo.
La expresión en español es un lenguaje dislocado normalizado; por
una parte, el lenguaje construido para los indígenas, el indigenismo, y
lo que resultó como el secuestro de su voz para hacerla decir lo que
se quería escuchar, es tan vigente como las disciplinas y teorías que
“interpretan” los actos de los indios, incluso cuando su afán es de-
fenderlos, con ello, permitiendo que este conocimiento específico sea
reproducido por los indígenas. Por otra parte, aun cuando existe una
repetición de enunciados, no son los mismos sentidos expresados por
los hispanohablantes que por los indígenas, abriéndose la brecha que
permite la dislocación.
El conflicto por los conocimientos surgido de las relaciones de po-
der muestra que hay un discurso indígena destinado al otro que limita
la expresión; en el ámbito político, se detecta por la falta de soluciones
satisfactorias, pues estos discursos sólo son la representación de una
simulación de diálogo; y en el ámbito social, cotidianamente, los seres
231
humanos se encuentran ante desajustes constantes. Es la persona la que
vive la dislocación, por un lenguaje que el otro no puede / no sabe / no
quiere escuchar; al indio le está permitido decir, y casi pensar, lo que
expresa en español, aun cuando es insuficiente. La intraducibilidad no
se debe a la falta de facultades para empatar los sentidos, sino a la nor-
ma sobre lo que le está permitido enunciar, a un criterio preestablecido.
El problema de traducción de sistemas lingüísticos reveló que en
el fondo hay un conflicto mayor, pues no se han empatado los senti-
dos epistemológicos que permiten entender los fenómenos de manera
semejante. La dislocación de sentidos lleva a la preocupación para ge-
nerar posibilidades de acuerdos, y uno de los ámbitos más urgentes es
el político.
Los indígenas son pueblos y personas diferentes entre sí, pero tie-
nen en común la lucha por el respeto a la vida de sus comunidades,
esto no es contradictorio con el avance tecnológico, jóvenes profesio-
nistas buscan las formas de empatar constantemente las fuerzas. Lo
“indígena” no es opuesto a la “civilización”, esto es un viejo cliché,
sólo que la reflexión indígena hace que se priorice otra forma de vida,
antes que el avance tecnológico, pues también participa del capitalismo
modificándolo.
El proceso indígena a veces se muestra contradictorio, determinan-
te, vacilante o fuerte, demostrando que está vivo; si está bien o mal,
está por demás juzgarlo, porque corre independiente de nuestras espe-
ranzas; saberlo leer y mostrar hacia dónde va, es un asunto espinoso.
¿Hacia dónde va(mos)? Fue la preocupación surgida al contacto con
los otros, desde entonces las luchas se han ido revitalizando, en ninguna
época existió la pasividad, aun cuando pueblos dejaron de existir, hubo
al menos un individuo que siguió siendo pueblo: la muerte siempre da
paso a la vida, de muy diferentes maneras. Los pueblos que han pereci-
do han sido el alimento para las nuevas generaciones que luchan.
A toda tentativa de dominio, los indígenas respondieron. La orali-
dad y sacralidad nunca fueron erradicadas ni sustituidas, la religiosidad
se comió al dios católico. “Comunidad” y “pueblo” fueron conceptos
revertidos para hacer de la diferencia, la unidad; la idea de escuela pre-
tende integrar los estudios académicos a los de la oralidad, extendien-
do sus funciones; el idioma español también es indígena, sus particu-
laridades han influido en los países nacionales; la escritura en español
es una actividad más de la grafía de la Palabra Sagrada; los indígenas se
“convirtieron” en ciudadanos de su propia nación, la lengua indígena
232
permitió la unidad de los pueblos que comparten una raíz lingüística;
el capitalismo está siendo combatido por las comunidades que no per-
miten el extractivismo, por quienes hacen cooperativas y alternativas
sustentables, y los jóvenes están dispuestos a transformarse sin olvidar
sus orígenes.
El proceso indígena nos enseña que nada hay de positivo o negativo
cuando la vida se extiende encontrando su cauce. Y no significa que
todo vaya viento en popa, significa que la inmutable transformación se
conduce hacia su propio designio. Se transformará el lenguaje, los dis-
cursos se modernizarán, las personas cambiarán, pero por las mismas
personas seguirán vivas las comunidades.
Cada pueblo ha luchado por defender su propia vida, y el texto ha
sido una representación de este camino. La discursividad es la materia-
lidad de la lucha de la Palabra, ésta no ha sido vencida, discurre entre
los pueblos que la expresan y la viven.
233
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LA DISCURSIVIDAD INDÍGENA: CAMINOS DE LA PALABRA ESCRITA
Se terminó de editar en enero de 2019 en los talleres gráficos de Kumay.
Huitzilihuitl no. 100, Col. La preciosa, Del. Azcapotzalco, Ciudad de
México, México, CP 02460.
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