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Juan Francisco Henarejos López

Antonio Irigoyen López


(editores)

Escenarios de familia: trayectorias,


estrategias y pautas culturales,
siglos XVI-XX
ESCENARIOS DE FAMILIA: TRAYECTORIAS, ESTRATEGIAS Y
PAUTAS CULTURALES, SIGLOS XVI-XX
Juan Francisco Henarejos López
Antonio Irigoyen López
(editores)

ESCENARIOS DE FAMILIA: TRAYECTORIAS,


ESTRATEGIAS Y PAUTAS CULTURALES, SIGLOS XVI-XX

UNIVERSIDAD DE MURCIA
2017
1ª Edición, 2017

Esta obra ha sido financiada por el Proyecto de Investigación


HAR2013-48901-C6-1-R: Familias e Individuos: Patrones de Modernidad
y Cambio Social (siglos XVI-XXI), financiado por el Ministerio de
Economía y Competitividad del Gobierno de España.

Colección Familia, Élite de poder, Historia social


Directores: Francisco Chacón Jiménez y Juan Hernández Franco

© Universidad de Murcia, Servicio de Publicaciones, 2017

ISBN: 13 978-84-697-3461-2
CONSEJO CIENTÍFICO
Colección Familia, Élite de Poder, Historia Social

Carlos de Almeida Prado BACELLAR (Universidad de São Paulo, Brasil)


Joan BESTARD (Universidad de Barcelona, España)
James CASEY (Universidad de East Anglia, Norwich, Reino Unido)
Dora CELTON (Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad, Conicet-Universidad
Nacional de Córdoba, Argentina)
Ricardo DELILLE, Gerard (Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, París, Francia)
John ELLIOTT (Universidad de Oxford, Reino Unido)
Silvia EVANGELISTI (Universidad de East Anglia, Norwich, Reino Unido)
Francisco GARCIA GONZÁLEZ (Universidad de Castilla-La Mancha, España)
Mónica GHIRARDI (Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad, Conicet-Universidad
Nacional de Córdoba, Agentina)
Pilar GONZALBO AIZPURU (El Colegio de México, México)
Antonio IRIGOYEN LÓPEZ (Universidad de Murcia, España)
Giovanni LEVI (Universidad de Venecia, Italia)
Nuno G. MONTEIRO (Instituto de Ciencias Sociales, Universidad de Lisboa, Portugal)
Pilar MORAD DE MARTINEZ (Universidad de Cartagena de Indias, Colombia)
Pablo RODRIGUE (Universidad Nacional de Bogotá, Colombia)
René SALINAS MEZA (Universidad de Santiago de Chile, Chile)
Ana VERA ESTRADA (Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, La Habana, Cuba)
Bernard VINCENT (Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, París, Francia)
Índice

Introducción 11
Juan Francisco Henarejos López y Antonio Irigoyen López

Insaculación, familia y grupos de poder municipal en Monforte del Cid durante 15


el siglo XVII
David Bernabé Gil

La nobleza rural en La Mancha: cambio generacional y movilidad social entre el 25


Antiguo Régimen y la Revolución Liberal
Ángel Ramón del Valle Calzado

Familia y poder en el Almadén del azogue. La alcaidía de la real cárcel de 37


esclavos y forzados en el siglo XVIII
Rafael Gil Bautista

Pobres del oro: trayectorias de individuos y familias no blancas en la América 51


portuguesa
Mônica Ribeiro de Oliveira

Poder, cambio generacional y encumbramiento social: la familia Piédrola de 57


Vélez-Málaga en el siglo XVIII
Pilar Pezzi Cristóbal

Una aproximación a la cultura y poder en el linaje de los Fernández de Córdoba 69


Sarai Herrera Pérez

Mérito personal, tradición familiar y clientelismo político en el ayuntamiento de 79


Alcoy durante la primera mitad del siglo XVIII
Mª del Carmen Irles Vicente
Miradas cruzadas y prácticas matrimoniales dentro del parentesco familiar: 89
algunos ejemplos del reino de Murcia (siglos XVI-XIX)
Francisco Chacón Jiménez, Raquel Sánchez Ibáñez y José Antonio Martínez Martínez

Trayectoria social y política de una familia de juristas valencianos: los Sisternes 101
Laura Gómez Ortiz

Estrategia matrimonial y redes sociales entre los comerciantes extranjeros de 111


Alicante. Los Cassou y los Carrere, dos ejemplos extrapolables
Mª Luisa Álvarez y Cañas

La estrategia matrimonial en una familia infanzona de la Montaña 121


María Isabel Cobo Hernando

“De tanto tiempo que no hay hombres en contrario”: el largo recorrido de los 135
Torreblanca (Navarra, siglos XVI-XVIII)
Ana Zabalza Seguin

De la clientela a la familia, ¿un camino de ida y vuelta? El fenómeno del 145


padrinazgo en el valle de Iguña (siglos XVII-XIX)
Héctor Fernando Sánchez Diez

El Conde de Toreno. Estrategias familiares y redes sociales 159


Pelayo Fernández

Além da pia batismal: relações de compadrio na família silveira (c. 1750 – c. 171
1810)
Rachel dos Santos Marques

El rey de su casa y la libertad de sus hijos: los efectos de la pragmática de 1776 183
en los matrimonios aragoneses
Daniel Baldellou Monclús

La reproducción social de los fidalgos gallegos. Apuntes a través de sus archivos 195
familiares
Iago Rodríguez Palmeiro

Redes y relaciones en el espacio dinástico de los Borbones. Macanaz y los 211


Courtois-Tamison (1725-1760)
Francisco Precioso Izquierdo

El peso del apellido Borja-Borgia 221


Santiago La Parra López
El precio de la lealtad. La familia Montanaro y la ciudad de Cartagena durante la 235
Guerra de Sucesión
Juan Francisco Henarejos López

Comprar y vender en canarias a fines del Antiguo Régimen. Aproximación al 243


comercio al por menor en Santa Cruz de Tenerife (1750-1818)
Mª Eugenia Monzón Perdomo y Ana Rosa Pérez Álvarez

Trabajo y curso de vida. Los artesanos de Albacete (1636-1792) 257


Carmen Hernández López

El surgimiento de una actividad artesanal –la alfarería en el arrabal zamorano de 271


Olivares– a partir del asentamiento de un clan familiar –los Cabañas–
Eduardo Velasco Merino

Prácticas familiares y relaciones sociales en el mundo rural: Torre de don Miguel 285
en la segunda mitad del siglo XVIII
Mª Angeles Hernández Bermejo

A ourivesaria popular no património familiar do Baixo Minho (1750-1810) 295


Olanda Vilaça

Familia, migración y matrimonio en una villa, modelo de atracción: Molina de 305


Segura en los siglos XVII-XIX
Encarna Meseguer Hurtado

Los desplazamientos espaciales de las familias que conformaron las élites de las 315
ciudades de la provincia de Buenos Aires en la segunda mitad del siglo XIX
Bibiana Andreucci

Familia, hogar y agregados domésticos en la primera mitad del siglo XIX en 327
Extremadura
Ana Mª Prieto García

Parientes de leche a partir de ordenanzas reales en la Monarquia Borbónica en 341


España
Elena Soler

La adopción de expósitos a través de los fondos notariales. La casa cuna de 355


Antequera (1667-1800)
Milagros León Vegas

La proteccion y el interes del menor en la sociedad española. Las figuras 367


juridicas del tutor y el curador
Ana Chacón Martínez
Mujer y subsistencia, las viudas pobres en Alicante durante el siglo XVIII 375
María Teresa Agüero

Aportación al estudio social de las viudas en Sevilla a fines del siglo XVI 385
Clara Bejarano Pellicer

La sociedad del sur valenciano frente al riesgo climático y natural en la segunda 397
mitad del siglo XVIII
Adrián García Torres

El difícil equilibrio entre solidaridad familiar e interés individual: los desafíos del 409
primer liberalismo en la España de comienzos del siglo XIX
Cristina Ramos Cobano

El matrimonio entre consanguíneos y afines. Política y procedimientos para la 423


obtención de las dispensas en el siglo XIX
Margareth Lanzinger

Espacio doméstico y cultural material: una propuesta de análisis diferenciado 433


desde las tierras del Campo de Montiel (1650-1850)
Carmen Hernández López

Vistiendo a la mujer vallisoletana: el atuendo femenino, 1700-1850 445


Rosa María Dávila Corona

Apariencia y movilidad social. El atuendo español en el siglo XVII 455


Arianna Giorgi

Espacios de convivencia en el Madrid del siglo XVIII: casas y cuartos 463


Natalia González Heras

Consumos y apariencias de la burguesía leonesa: los interiores domésticos 471


(1700-1850)
Juan Manuel Bartolomé Bartolomé

Entre lo tradicional y lo moderno: la ropa interior en el entorno murciano 483


(1759-1808)
Elena Martínez Alcázar

Los discursos sobre la familia y el matrimonio en la juventud católica de La 497


Habana y el semanario católico, dos periódicos del siglo XIX
Francisco Javier Crespo Sánchez
La familia como eje vertebrador de una propuesta interdisciplinar: cambios y 509
permanencias en El sí de las niñas, de Fernández de Moratín
Ana Isabel Ponce Gea y Antonio Oliver Laso

El fenómeno del coleccionismo fotográfico y los álbumes familiares durante el 521


siglo XIX: una aproximación al estudio de la colección fotográfica Fontes
Pascual de Riquelme Viudes
Asensio Martínez Jódar
Introducción Juan Francisco Henarejos López
Antonio Irigoyen López

INTRODUCCIÓN∗
Juan Francisco Henarejos López
Antonio Irigoyen López
(Universidad de Murcia)

La familia –y, por extensión, el parentesco– se revela como una potente herramienta
teórica y metodológica para adentrarse en el análisis de la complejidad de la realidad social. Y si
existe un rasgo que sobresale por encima de otros es su carácter dinámico, lo que justifica que,
precisamente, sea la Historia una de las ciencias sociales y humanas más pertinentes para su
estudio. Por consiguiente, cualquier investigación que intente profundizar en el conocimiento de
la sociedad del pasado, y también del presente, encuentra en las relaciones familiares un
imprescindible factor explicativo. A fin de cuentas, como es bien sabido, la familia es la unidad
básica de socialización. Sea por esta razón o por otra, el caso que es uno de los vehículos
articuladores de la sociedad. No se pretende dilucidar el factor genealógico, si la familia o si la
sociedad; se trata, simplemente, de entender que, en el conjunto social, conformado
fundamentalmente por relaciones, lo familiar tiene una trascendencia ineludible.

Existe toda una serie de cambios y permanencias a lo largo de la historia, que solo se han
podido vislumbrar a través de la historia de la familia. La proliferación de trabajos en este campo
permite profundizar en esta cuestión. Esta obra es el resultado de nuevos estudios, en donde el
individuo y la familia son los protagonistas. La dualidad del matrimonio, puesto en práctica por
los nobles y por otros grupos sociales, muestra comportamientos similares en cuanto al re-
encadenamiento familiar. Los grupos nobiliarios tienen unos intereses marcados por la sucesión
de títulos y la alianza con otras casas nobiliarias. Esta tendencia irá en detrimento con la abolición
de los mayorazgos en el siglo XIX. La familia permanece, adaptándose a las idas y venidas de las
trasformaciones sociales que se van gestando. La primera parte del presente volumen sirve para
conocer este planteamiento, a través del estudio de caso de diversos grupos sociales. Los
escenarios familiares son amplios, llegando hasta la óptica más privada. Son trabajos que se
nutren de estos nuevos enfoques y planteamientos que, en la actualidad, se dibujan en el
horizonte historiográfico y que permiten situar a la familia y su capacidad explicativa en un
primer plano, como antes se ha señalado. Pero esto no es algo que no esté exento de problemas
respecto a los mecanismos de relación, ya que es necesario averiguar cómo toman forma los
destinos individuales y en qué medida son influenciados, organizados y encuadrados por las
estructuras y las relaciones sociales. Es evidente que durante el Antiguo Régimen nos
encontramos en plena fase de cambio y transformaciones. La historiografía en los últimos años,


Este trabajo forma parte del Proyecto de Investigación “HAR2013-48901-C6-1-R: Familias e Individuos: Patrones de
Modernidad y Cambio Social (siglos XVI-XXI), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad del
Gobierno de España”
se ha dedicado a realizar obras de conjunto sobre la familia, aportando una visión global de su
dimensión.

La razón es sencilla: entre otras muchas cosas, la familia es también un conjunto de


relaciones. Pero son relaciones que, en primera instancia, vienen impuestas. En las familias
biológicas, no se eligen los padres, ni los hermanos, ni los abuelos, ni los primos… Incluso se
podría decir que las primeras relaciones sociales, que no se basan en el parentesco, también
vienen determinadas por la familia. El individuo no es nada sin su familia. Y lo que es, se debe en
gran parte a su familia, aunque luego sea él quien irá generando nuevas relaciones sociales; de ahí
la necesidad de conocer los mecanismos que las hacen posibles. Una simple partida parroquial de
bautismo ya puede servir para mostrar la maraña de vínculos en que se movían las personas.

Se puede hablar de diferentes familias según los grupos sociales, según los espacios
geográficos, según los contextos históricos… Variarán las estructuras, los comportamientos, las
estrategias… Sin embargo, existe y persiste una concepción que puede tener una validez casi
universal: contemplar la familia como un apoyo para las personas que las componen. De tal
manera que la identidad individual siempre lleva aparejada la identidad familiar. Quizás en la
sociedad actual no tenga sentido hablar de esta forma, aunque esto es discutible. Pero en las
sociedades del pasado, en concreto, en la sociedad del Antiguo Régimen, esto era indiscutible. La
filiación por parentesco era uno de los compontes fundamentales, seguramente el más
importante, de la identidad individual. El peso de la tradición y el ideal de perpetuación no hacían
más que apuntalar la fuerza del parentesco1.

La familia, por tanto, preparaba a los individuos para su inserción en la sociedad. Allí
estaba siempre dando cobijo y soporte, mas también oportunidades, posibilidades y expectativas.
Sin embargo, no hay que entender lo anterior referido únicamente de los familiares más directos,
sino que también atañía a los parientes, tanto consanguíneos como afines. De tal suerte que las
comunidades locales pueden ser vistas como un conjunto de redes de parentesco
interrelacionadas entre sí y que servían para identificar socialmente a los individuos. A pesar de
que, ciertamente, no todo era parentesco, lo que es indudable es que traspasaba los límites
estrictos de las relaciones personales y se “colaba” en diferentes ámbitos de la realidad social,
económica y política.

Por esta razón, ha sido en los estudios relacionados con las instituciones de poder donde
con más éxito se ha ensayado este tipo de enfoque. De esta forma, el funcionamiento de los
concejos o de otros órganos de gobierno local se explica mejor si se tienen en cuenta los lazos de
parentesco que unían a sus diferentes componentes. Esta vía analítica, como se acaba de señalar,
ha producido notables obras y en este volumen se podrán encontrar valiosos trabajos que inciden
en este tratamiento. De igual modo, se podrán encontrar otros estudios que, en cierto modo,
complementan la perspectiva anterior, pero que ponen el foco de atención, no ya en las
instituciones, sino en los grupos familiares que intentan introducirse y participar del poder. Son,
pues, estudios de trayectorias familiares que evidencian un hecho fundamental: existía toda una
planificación por parte de las familias para conseguir una posición preeminente dentro de la
comunidad local, utilizando las redes de parentesco, en primera instancia, y, después, las redes de

1Francisco CHACÓN JIMÉNEZ, “Hacia una nueva definición de la estructura social en la España del Antiguo
Régimen a través de la familia y las relaciones de parentesco”, Historia Social, nº 21, 1995, pp. 75-104.

12
relaciones sociales para conseguirlo. La literatura científica social ha acuñado un concepto para
este tipo de actuación: el de estrategias familiares2. No obstante, hay que ser prudente en su
utilización y no todo puede explicarse desde ellas. Pero, evidentemente, las familias maniobraban
persiguiendo un objetivo: reproducir y, si es posible, mejorar la posición social de sus
componentes. Es lo que explica que el término estrategia aparezca en no pocos de los estudios
presentes en esta obra. Estas contribuciones permiten comprobar las dificultades y adversidades
que, con frecuencia, debía afrontar aquellas familias que buscaban el ascenso social. Lo que
conduce directamente a la cuestión de la conformación de las élites sociales y a las relaciones de
todo tipo que se tejían a su alrededor y que, a menudo, se fundían o desbordaban los contornos
del parentesco y generaban todo tipo de relaciones sociales, principalmente de tipo vertical,
destacando por encima de ellas, el patronazgo y el clientelismo.

Pero este esquema no puede quedar circunscrito sólo a las élites. A la postre, los lazos de
sangre entre individuos tienen un calado social muy profundo, aunque convencionalmente solo
se ha prestado atención a grupos de poder. El ciclo de vida es esencial como forma de conocer
los procesos de movilidad social de unos individuos que se valían de las decisiones que se
tomaban en sus familias, frecuentemente supeditadas por su condición social. En este libro, se
hallan importantes contribuciones que privilegian a los artesanos o comerciantes, en
contraposición a los linajes nobiliarios, los cuales, por supuesto, siguen teniendo cabida y, de esta
forma, se incluyen trabajos que permiten avanzar en su conocimiento.

Pero, como se indicó al comienzo, las relaciones sociales son cambiantes, lo mismo que
las estructuras sociales en que se insertan. Por tanto, las familias deberán ir adaptando sus
actuaciones. En última instancia, como señala Ricardo Cicerchia, la familia es una organización
social que contiene intrínsecamente cambio y tradición, novedad y hábito, estrategia y norma. Es
decir, se trata de una institución compleja, cuando no, contradictoria 3.
Y en las postrimerías del Antiguo Régimen, por poner una fecha aproximativa, comienzan
a vislumbrarse cambios de gran trascendencia que tendrán su repercusión en la familia, como
pueden ser el asentamiento definitivo de ese ente de poder que se ha convenido llamar Estado, o
la emergencia de la esfera pública. De esta forma, los nuevos regímenes políticos, a través de la
legislación, intervendrán en la organización familiar. Es en el siglo XIX donde las corrientes
ilustradas y la política liberal comenzarán a construir toda una normativa en torno a la familia y
los códigos civiles serán los primeros resultados.

2 Llorenç FERRER ALÒS, “Notas sobre el uso de la familia y la reproducción social”, Boletín de la Asociación de
Demografía Histórica, nº 13, 1995, pp. 11-27.
3 Ricardo CICERCHIA, “¿Astucias de la razón doméstica? Formas familiares y vida material: Estrategia,

performance y narrativa de un teatro social”, en Francisco Chacón y Cosme J. Gómez Carrasco (eds.), Familia y
recursos materiales, Murcia, Universidad de Murcia, 2014, pp. 42.

13
Insaculación, familia y grupos de poder… David Bernabé Gil

INSACULACIÓN, FAMILIA Y GRUPOS DE PODER MUNICIPAL EN MONFORTE


DEL CID DURANTE EL SIGLO XVII (*)
David Bernabé Gil
Universidad de Alicante

La vinculación familiar ha sido tradicionalmente uno de los principales cauces e


instrumentos a través de los cuales los grupos de poder constituidos en el ámbito municipal
trataron de hacer prevalecer su preeminente situación de dominio y de asegurar su continuidad al
frente de las instituciones locales. Más que en ningún otro espacio de poder de superior amplitud,
donde las posibilidades de configurar y hacer operativas determinadas redes clientelares podían
encontrar obstáculos derivados de su propia complejidad y de la posible competitividad interna
por alcanzar su control, el marco municipal resultaba especialmente idóneo para tratar de
desarrollar estrategias de autorreproducción, por parte de determinadas familias con aspiraciones
a ejercer el liderazgo social. A través de la perpetuación de los oficios, sobre todo cuando
procedía de compra-venta e iba acompañada por la fórmula a juro de heredad, no resultaba difícil
constituir linajes de servicio en la res publica local. De gran difusión entre los municipios
castellanos, es sabido que estas vías no siempre estuvieron disponibles, sin embargo, para las
potenciales oligarquías municipales que pudieron llegar a configurarse en otros territorios de la
Monarquía Hispánica. Pero, aun careciendo de mecanismos de ese tipo, más o menos
formalizados, para asegurar la continuidad al frente del poder local, no por ello ha de inferirse
una absoluta incapacidad para alcanzar resultados, si no similares, sí al menos lejanamente
parecidos 1.
Allí donde la renovación de los oficios municipales gozaba de periodicidad anual y se
confiaba al sorteo su provisión ordinaria, pudiera parecer, a priori, que resultaría más difícil hacer
prevalecer criterios basados en buena medida en la asignación familiar, a la hora de alcanzar y de
mantener el dominio de los resortes del poder por parte de un reducido núcleo de linajes o
apellidos. Tal podría ser, supuestamente, el caso de los municipios realengos de la Corona de
Aragón antes de la implantación del modelo regimental castellano, durante la etapa en que
estuvieron regidos por procedimientos de insaculación. El análisis de la dinámica experimentada a
medio y largo plazo por la clase dirigente de algunos de estos municipios, a partir del seguimiento
de la aplicación práctica de dicho sistema electoral, ha ido mostrando, sin embargo, la efectividad
de los mecanismos a través de los cuales un puñado de familias pudo llegar a ejercer un elevado

(*) Este trabajo ha sido realizado en el marco del Proyecto de Investigación HAR2011-27062, financiado por el
Ministerio de Ciencia e Innovación.
Abreviaturas:
ACA: CA: Archivo de la Corona de Aragón: Consejo de Aragón
AMMC: Archivo Municipal de Monforte del Cid
ARV: Archivo del reino de Valencia
1 De la extensísima bibliografía al respecto, destacar como visiones de conjunto: Antoni PASSOLA I TEJEDOR, La

historiografía sobre el municipio en la España Moderna, Lleida, Universidad de Lleida, 1997; José Manuel de BERNARDO
ARES y Jesús Manuel GONZÁLEZ BELTRÁN (Eds.), La Administración Municipal en la Edad Moderna, Cádiz,
Universidad de Cádiz-A.E.H.M., 1999; José Manuel de BERNARDO ARES y Enrique MARTÍNEZ RUIZ, El
municipio en la España moderna, Córdoba, Universidad de Córdoba, 1996; José Ignacio FORTEA PÉREZ, “Corona de
Castilla-Corona de Aragón. Convergencias y divergencias de dos modelos de organización municipal en los siglos
XVI y XVII”, Melanges de la Casa de Velázquez, nº 34, 2, 2004, pp. 17-58.

15
Insaculación, familia y grupos de poder… David Bernabé Gil

grado de control sobre su propia reproducción como grupo de poder 2. Con la presente
comunicación se trata de contribuir a este conocimiento, al tiempo que incidir en las limitaciones
que podían mediatizar la consecución de esos objetivos, a partir del estudio de un nuevo caso
concreto: el correspondiente a la universidad de Monforte de Cid, en el sur valenciano,
perteneciente al término general de la ciudad de Alicante y, por consiguiente, al distrito de la
Gobernación de Orihuela 3.
La universidad de Monforte obtuvo el privilegio de insaculación, que la facultaba para
extraer cada año por sorteo los oficios municipales y los escaños del consell, en tiempos de
Fernando del Católico. Aunque se desconoce el texto de ese documento, su vigencia fue efímera,
pues durante la revuelta agermanada los rebeldes destruyeron las bolsas o sacos que contenían los
nombres de los insaculados y los documentos que los acreditaban; volviéndose a restaurar el viejo
procedimiento de cooptación. No fue hasta 1539 que, a petición del consistorio y con el decisivo
apoyo del Gobernador de Orihuela, D. Pedro Maza de Lizana, consiguió reintroducirse
nuevamente el sistema insaculatorio, mediante privilegio expedido en 22 de abril, que sería
revalidado una vez más en 1564. La concesión –ya definitiva, de 1539- se inscribe en un contexto
marcado por un cierto distanciamiento temporal respecto de los desestabilizadores
acontecimientos que tuvieron lugar durante las Germanías en varios municipios valencianos,
donde provocaron efectos similares sobre los sistemas electorales. Y también forma parte de una
renovada actividad municipalista que parece desarrollarse bajo el virreinato del Duque de
Calabría, y que habría de traducirse en un impulso a las iniciativas insaculatorias, del que
constituyen ejemplos, además del caso de Monforte, las concesiones otorgadas a Guardamar,
Onteniente, Alcoy y LLiria 4.

2 Solo para el reino de Valencia, han sido objeto de estudios específicos los modelos insaculatorios de varias bolsas
desarrollados en los siguientes municipios: Valencia (Amparo FELIPO ORTS: Insaculación y élites de poder en la ciudad de
Valencia, Valencia, Ed. Alfons el Magnànim,1996); Orihuela (David BERNABÉ GIL: Monarquía y patriciado urbano en
Orihuela, 1445-1707, Alicante, Universidad de Alicante, 1989; y, del mismo: “La insaculación como instrumento de
reproducción social y familiar de una élite de poder urbana. La clase dirigente oriolana entre 1445 y 1707”, en Francisco
CHACÓN JIMÉNEZ, Juan HERNÁNDEZ FRANCO y Antonio PEÑAFIEL RAMÓN (eds.), Familia, grupos sociales y
mujer en España (ss. XV-XIX), Murcia, Universidad de Murcia, 1991, pp. 95-115); Alicante (Armando ALBEROLA
ROMÁ, Jurisdicción y propiedad de la tierra en Alicante (ss. XVII y XVIII, Alicante, Ayuntamiento-Universidad de
Alicante, 1984, pp. 87-156; del mismo: “Elites urbanas en el gobierno municipal de la ciudad de Alicante durante los
siglos XV y XVI”, en Francisco CHACON JIMÉNEZ (coord.), Familia, parentesco y linaje, Murcia, Universidad de
Murcia, 1997, pp. 121-129; del mismo: “Oligarquías urbanas en las ciudades y villas alicantinas durante el reinado de
Felipe II”, en Ernest BELENGUER CEBRIÁ (coord.), Felipe II y el Mediterráneo, vol. II, Madrid, Sociedad Estatal
para la Conmemoración de los Centenarios de carlos V y Felipe II, 1999, pp 295-310); Castellón (Magín ARROYAS
SERRANO, El Consell de Castellón durante el siglo XVII, Castellón de la Plana, Ajuntament de Castelló, 1989);
Onteniente (Alfred BERNABEU SANCHIS, Ontinyent, vila reial. (De les Germaníes a la Nova Planta) Tesis doctoral
inèdita, Universidad de Valencia, 1991); Guardamar (David BERNABÉ GIL, “Insaculación y oligarquía municipal en
Guardamar del Segura durante el siglo XVII “, en José Manuel DE BERNARDO ARES y Jesús Manuel
GONZÁLEZ BELTRÁN (Eds.), La administración municipal en la Edad Moderna, Cádiz, Universidad de Cádiz-
Asociación Española de Historia Moderna, 1999, pp. 501-508); Jijona (David BERNABÉ GIL, “Insaculación,
oligarquía municipal e intervencionismo regio en la villa de Xixona (siglos XVI-XVII)", Revista de Historia Moderna, nº
19, 2001, pp. 79-122); Ibi (David BERNABÉ GIL, “Insaculación y participación vecinal en el consistorio ibense
(1578-1706)”, Estudios de Historia Moderna en Homenaje a la Profesora Emilia Salvador Esteban, Valencia, Universidad de
Valencia, 2008, vol. I, pp. 55-71); Almoradí (David BERNABÉ GIL, Almoradí en la edad moderna (ss. XV-XVIII),
Almoradí, Ayuntamiento de Almoradí, 2013, pp. 236-251). Acerca de sus connotaciones sociales, ofrecí un
planteamiento general, para los municipios de mayor relieve, en "Elites de poder municipal en el Reino de Valencia
durante la época foral moderna", Cheiron, nº 41, 2005, pp. 135-156. Asímismo, son de interés las siempre atinadas
observaciones de James CASEY, El Regne de València al segle XVII, Barcelona, Curial, 1981, pp. 190-204.
3 Sobre la inserción de Monforte en el término general de Alicante, vid. José V. CABEZUELO PLIEGO, “Un caso

fallido de segregación en el Bajo Vinalopó a mediados del siglo XIV: La aldea de Nompot”, Anales de la Universidad de
Alicante. Historia Medieval, nº 9, 1992/93, pp. 241-255; y Mª Carmen DUEÑAS MOYA, Territorio y jurisdicción en
Alicante: el término general durante la Edad Moderna, Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1997, págs. 141-144.
4 Sobre estas cuestiones, vid. David BERNABÉ GIL, Privilegios de insaculación otorgados a municipios del Reino de Valencia

en época foral, Alicante, Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, 2012, pp. 7-33.

16
Insaculación, familia y grupos de poder… David Bernabé Gil

El modelo insaculatorio de Monforte, parecido al implantado en Guardamar en fechas


cercanas y, décadas más tarde, en las restantes universidades de la Gobernación de Orihuela –
Callosa, Almoradí, Muchamiel y San Juan-Benimagrell- se distinguía –al igual que los
mencionados- por la dotación de una bolsa única de insaculados, donde eran introducidos los
nombres de los aspirantes a todos y cada uno de los oficios municipales. Eran éstos el justicia, los
dos jurados, el sobrecequiero y el mustasaf, así como los 10 puestos del consell 5. La reducida base
demográfica de Monforte, cuyo vecindario se situaba por entonces en torno al centenar de casas,
y la previsiblemente escasa diferenciación social interna –propia de un núcleo rural con escasa
incidencia del regadío y alejado de centros urbanos-, probablemente fueran factores que
desaconsejaron el establecimiento de varias bolsas; tal como venía siendo habitual en los restantes
municipios valencianos. 6 Para poder concurrir a los sorteos anuales se establecía un requisito de
índole patrimonial, consistente en la posesión de bienes raíces personales por un valor superior a
100 libras de moneda valenciana; y otro de tipo dedicacional, pues quedaban excluidos quienes se
alquilaran en trabajos agrícolas o acudieran a la ciudad de Alicante a vender trigo. Otras
incompatibilidades de carácter general, comunes a los demás municipios valencianos –como la
intervención en el arrendamiento de las sisas, en el abastecimiento de las carnes o del trigo, ser
deudores a las arcas municipales y mantener pleitos con el consistorio- eran también
expresamente señaladas 7.
Pero, más que la concurrencia a los sorteos anuales, el elemento clave del sistema era el
acceso a la condición de insaculado, pues, al ser ésta vitalicia, una vez obtenida garantizaba la
inclusión en el grupo dirigente, al tiempo que dotaba al individuo de una consideración social de
preeminencia en el seno de la comunidad. Controlar el procedimiento de acceso resultaba
asimismo primordial, ya que la institución que pudiera ejercer tal prerrogativa estaría en
condiciones de desarrollar estrategias de reproducción de los grupos de poder; especialmente, al
no establecerse más criterios objetivos que aplicar a los candidatos que la observancia de los
requisitos patrimoniales y laborales ya señalados y el régimen de incompatibilidades. Y no menos
relevancia tenía, asimismo, el número de insaculados y la periodicidad de los actos de habilitación
o graduación de los nuevos aspirantes, que habrían de celebrarse para reponer las bajas que se
fueran produciendo por defunción, senectud, incapacidad o emigración.
* * *
Según establecía el privilegio de 1539, tras la confección de la primera nómina de
insaculados, a propuesta del consell y con la intervención del Gobernador, que habilitaron a un
total de 30 vecinos, cada tres años debía procederse a la inclusión de nuevos candidatos, mediante
votación secreta emitida por una comisión de 9 insaculados extraída por sorteo de entre los
veteranos. La primera configuración de la bolsa arrojó, por tanto, un elevado grado de
representación de la comunidad vecinal, pues –para una población de 94 casas- suponía
aproximadamente uno de cada tres vecinos 8. El número de familias representadas, con un total
de 15 apellidos, muestra ya, sin embargo, una relativa concentración, pues, aunque no se dispone
de una relación nominal coetánea que permita conocer cuantas de aquéllas se quedaron sin un
solo insaculado, si tomamos como referencia el vecindario de 1510 –que recoge 64 vecinos

5 En realidad, el consell lo integraban 12 vecinos, pues a los 10 extraídos cada año por sorteo se añadían los dos
jurados salientes.
6 Aunque, por otro lado, la posterior extensión del modelo precisamente en el ámbito de la Gobernación de Orihuela

-y solo en ella-, donde constituyó peculiaridad propia diferenciada, con independencia de los factores
socioeconómicos, invita a sospechar también la existencia de otras motivaciones. Cfr. David BERNABÉ GIL, “Los
municipios valencianos de bolsa única: Identidades sociales en la implantación de la insaculación”, en Mª Angeles
FAYA (ed.), Las ciudades españolas en la Edad Moderna. Oligarquías urbanas y poder municipal, Oviedo, 2014, pp. 63-90
7 Incluyo transcripción del privilegio de insaculación de Monforte, de cuyo texto procede la información sobre su

contenido, en Privilegios de insaculación…, op. cit., pp. 287-296.


8 Procede el dato demográfico, referente a 1535, de Primitivo J. PLA ALBEROLA, “La población”, en VVAA,

Historia de la ciudad de Alicante. Vol. III: Edad Moderna, Ayuntamniento de Alicante, 1990, p. 34.

17
Insaculación, familia y grupos de poder… David Bernabé Gil

cristianos- resultaría que 22 apellidos no tuvieron ningún representante 9. Y algo más llamativa
resulta la desigual distribución del promedio obtenido, pues, en realidad, entre solo 6 familias
acapararon las dos terceras partes de la bolsa en 1539. Con todo, no parece que esta primera
configuración de la bolsa de insaculados resultara excesivamente discriminatoria, al propiciar la
participación de una elevada porción de la comunidad con aptitudes personales y patrimoniales
suficientes.
La favorable evolución demográfica experimentada a lo largo del Quinientos, que derivó
en una duplicación de los efectivos humanos de Monforte ya a principios del siglo XVII, acabó
rebajando, no obstante, aquellas proporciones; especialmente, al decretarse, por parte del
comisario regio, Dr. Teófilo Berenguer, una significativa reducción a 25 del número de
insaculados. La mencionada reforma estatutaria, producida en fecha indeterminada, pero no
demasiado anterior al año de 1605, es posible que se limitara -en esta materia- a hacerse eco de
una situación de hecho, cual era la previsible tendencia decreciente del número de insaculados,
ahora elevada a la categoría de norma 10.
Pero la estipulada reducción de las listas electorales vino también acompañada por el
establecimiento de un mínimo patrimonial mucho más elevado que el inicialmente decretado,
hasta llegar a triplicarse. La posesión de bienes valorados en 300 libras –en lugar de las 100
tradicionales-, como requisito exigido a los insaculados a partir de las nuevas ordenanzas
promulgadas por el Dr. Berenguer, sobrepasaba ampliamente cualquier interpretación basada en
una simple adecuación a la inflación del Quinientos; y, junto al mencionado estrechamiento de la
bolsa, apunta claramente al desarrollo de una estrategia de signo restrictivo 11. Carencias
documentales impiden asegurar, por el momento, hasta qué punto ambas iniciativas partieron del
sector mejor situado de los grupos dirigentes locales, especialmente interesado en reducir las
bases de reclutamiento, excluyendo a los sectores medio-bajos del vecindario, justamente en los
momentos de mayor crecimiento demográfico y, seguramente, económico. Pero la trayectoria
posterior y las actuaciones de las comisiones de graduación -cuyas actas se conservan ya a partir
de 1605- parecen avalar esta sospecha.
Si el cupo de 30 insaculados inicialmente estipulado es de prever que no llegara a
prolongarse durante muchas décadas, tampoco su reducción a 25 habría de ser, en efecto,
escrupulosamente respetada en adelante; y no podrá argumentarse que se debiera precisamente a
falta de candidatos aptos y suficientes. Tanto en 1605 como en 1614, una vez efectuado el
recuento de los “redolines” donde se hallaban escritos los nombres de los insaculados, el consell
resolvió suspender los correspondientes actos de habilitación previstos, por entender que, al estar
ya cubierto el cupo, no procedía incrementar su número 12. Es posible que se tratara de las dos
únicas ocasiones a lo largo de la centuria en que concurrió tal circunstancia. Pero, durante ese
período, la situación más frecuente fue aquella en que no llegó a alcanzarse el número
establecido; ni siquiera tras el preceptivo acto de la graduación, teóricamente trianual, y cuyo
cometido era precisamente la reposición de las bajas producidas.
A veces, en efecto, se dejó transcurrir más de tres años entre una graduación y la
siguiente, incluso cuando -desde hacía tiempo- el reducido número de insaculados no justificaba,
en modo alguno, esa inexplicable demora. Aunque no se han conservado la totalidad de las actas

9 Existe publicación de la relación nominal del vecindario de 1510: El cens de 1510. Relació dels focs valencians ordenada per
les corts de Montsó, (ed. a cura de Rafael VALLDECABRES RODRIGO), Universidad de Valencia, Valencia, 2002, pp.
442-443.
10 Son varias las referencias a dicha reforma estatutaria. Por ejemplo, en AMMC, Leg. 617/1, Cabildos de 1614, ff. 28-

28v
11 Ibídem, Cabildos de 1605, ff. 31-32v; Leg. 617/3, Cabildos de 1641, ff. 365-365v, entre otras referencias.
12 Así se declaró expresamente con motivo de la habilitación prevista para el 19 de febrero de 1614; y así debió

suceder 9 años atrás, cuando el recuento de insaculados también arrojó la cifra de 25. AMMC, Leg. 617/1, Cabildos de
1614, ff. 28-28v; Cabildos de 1605, pássim.

18
Insaculación, familia y grupos de poder… David Bernabé Gil

de las graduaciones producidas –como parece deducirse de la comparación de las listas de


insaculados correspondientes a años próximos entre sí-, no hay el menor indicio de que se
convocara habilitación alguna, por ejemplo, en 1623, ni en 1632, a pesar de que en este último
año solo permanecían 21 insaculados y no había motivos objetivos para diferir la renovación de la
bolsa. Y tampoco parece probable que durante toda la década siguiente al año 1670, con unos
niveles de efectivos que descendieron por debajo de la veintena, se efectuara ninguna; lo que,
seguramente, acabó precipitando la realización de una habilitación extraordinaria llevada a cabo
por un oficial real, en 1672 13.
Buena prueba de que la reposición de las bajas no se producía con la inmediatez prevista
en el reglamento es que la media anual de insaculados, por quinquenios, fluctuó entre 21 y 23 a lo
largo de todo el siglo XVII, con unos mínimos en el período 1675-89, en que descendió hasta 17
y 18, y unos máximos durante la década de 1620 y los años centrales del siglo. Unicamente a
finales de la centuria, merced a una intervención extraordinaria por parte de un comisario regio,
experimentó la bolsa un vertiginoso crecimiento, para aproximarse a la treintena de integrantes,
sobrepasando así claramente el cupo vigente hasta el momento. Por consiguiente, hasta llegar a
esta coyuntura finisecular, en que debió obrar alguna reforma estatutaria correctiva, de signo más
aperturista, solo se alcanzaron los 25 insaculados, como mucho, algunos de los años en que fue
convocada la preceptiva graduación y, si acaso, en otros inmediatos. Pero como éstas se
aplazaban con frecuencia más allá del trienio estipulado, es díficil encontrar el cupo reglamentario
en más de dos o tres años de cada decenio 14.
Aunque en la explicación de estas tendencias no cabe descartar del todo la probable
incidencia de una cierta desmotivación por parte de determinados sectores del vecindario, que
contemplaban la dedicación a la res publica más como una carga que como una fuente de prestigio
y de poder -o como una plataforma propiciadora de algunos negocios lucrativos-, parecen
predominar los efectos de ciertas estrategias de signo restrictivo, practicadas por una buena parte
de las familias tradicionales, celosas de su arraigada hegemonía consistorial. La composición
familiar de los insaculados y la dinámica que aquella presenta a lo largo del Seiscientos, así como
los resultados de las graduaciones en las que los grupos ya consolidados valoraban las aptitudes
de los nuevos candidatos, parecen apuntar, en efecto, hacia aquella dirección.
Al cabo de tres generaciones desde que, en 1539, se implantara la insaculación, el primer
listado completo de insaculados conocido, correspondiente a 1605, revela la presencia en la bolsa
de solo 5 nuevos apellidos 15, que, junto a los 15 ya registrados aquel primer año 16, hacen un total
de 20. Seguramente fueron más los apellidos que, en ese intervalo temporal correspondiente a
dos generaciones, llegaron a tener acceso a la insaculación; lo que relativiza bastante cualquier
conclusión apresurada que, a partir de aquella constatación, pudiera desprenderse. Pero el hecho
de que, durante la generación siguiente a 1605 –el período comprendido hasta 1634-, con una
población que casi duplica la existente décadas atrás, fueran también solo cinco las
13 Aunque se ha conservado la mayor parte de los cabildos correspondientes a casi todos los años de la centuria, a

veces faltan algunos cuadernos, que no fueron finalmente cosidos para su encuadernación; por lo que no podemos
estar seguros de que la ausencia de las actas de las habilitaciones denote siempre su no realización. A través de la
comparación de las listas de insaculados en años próximos entre sí, es posible detectar la aparición de algunos
nombres que debieron incorporarse recientemente, a pesar de que no haya constancia de su admisión en habilitación
alguna. La habilitación extraordinaria de 1672, en AMMC, Leg. 620/1. Cabildos de 1663-1699, ff. 185v-186.
14 Procede esta valoración de la consulta de todos los libros de cabildos del siglo XVII, en 5 volúmenes, y la

correspondiente reconstrucción de las listas de insaculados que es posible obtener de su análisis minucioso. Salvo
expresa indicación en contrario, los cálculos que siguen se basan en estas fuentes. AMMC, Leg. 617/1, 617/3, 617/4;
620/1; Libro de cabildos de 1643-63. Elaboración propia.
15 Beltrà, Gurrea. Morant, Rodríguez y Soria
16 El listado de los primeros insaculados de 1539 figura en el propio privilegio de insaculación, publicado en David

BERNABÉ GIL, Privilegios de insaculación…, op. cit., concretamente en p. 294. Los 15 apellidos son los siguientes:
Aracil, Bataller, Benito, Burgunyo, Busaldo, Caparrós, Cerdà, Diez, Ivanyes, Martínez, Miralles, Mirambell, Orgellés,
Pujalt y Valera.

19
Insaculación, familia y grupos de poder… David Bernabé Gil

incorporaciones procedentes de familias ajenas a esa veintena ya anotada para el siglo XVI 17 -para
un total de 23 individuos-, sugiere que no debieron ser demasiados los apellidos no identificados
con representación en la bolsa durante la etapa primitiva.
Partiendo, pues, del supuesto de que la veintena de apellidos registrados hasta 1605,
incrementada en cinco más si prolongamos el período hasta 1634, refleja de forma bastante
aproximada la composición de las familias tradicionales que venían repartiéndose los oficios
municipales de Monforte -incluidos los escaños del consell-, su trayectoria posterior muestra que,
en los 70 años que siguieron -hasta las vísperas de la abolición del municipio foral-, solamente se
añadieron 8 nuevos apellidos 18, para un total de 65 insaculados detectados, incluidos los que
accedieron al margen del procedimiento ordinario. El promedio de renovación resultante, a razón
de un nuevo apellido por cada ocho nuevos individuos habilitados, es, así, sensiblemente inferior
al del período anterior; y refleja una clara acentuación del predominio de las familias consolidadas
a la hora de colocar nuevos efectivos en las bolsas.
Ha de advertirse, por otro lado, que más de la mitad de esos 13 supuestamente nuevos
apellidos que consiguieron registrarse en las bolsas a lo largo de la centuria comprendida entre
1605 y 1704 llegaron a contar finalmente con más de un representante; puesto que, una vez
obtenida la primera admisión, luego resultaba más fácil conseguir introducir a otros miembros del
mismo linaje. Por consiguiente, de los 65 vecinos que consiguieron insacularse a lo largo del siglo
–mención aparte de los 25 que ya lo estaban en 1605-, 43 contaban ya con antecedentes
familiares en la bolsa en el momento de ingresar. Y, entre los 25 apellidos que suministraron la
totalidad de esos 90 nuevos insaculados, predominaban claramente los de mayor arraigo y
tradición; que, posiblemente por haberse dispersado ya entre varias ramas familiares, a veces
multiplicaron su presencia. Tales fueron los casos de los Pujalt, con 16 nuevos habilitados; Aracil,
con 10; Martínez y Miralles con 8; y Benito, con 6. Más de la mitad de los vecinos incorporados a
la insaculación durante esta centuria pertenecía, por consiguiente, a uno de esos cinco linajes, que,
de forma prácticamente ininterrumpida, siempre contaron con representantes en la bolsa. Y
también algunas de esas 13 familias de nueva promoción consiguieron colocar varios parientes
directos durante el mismo periodo; destacando a estos efectos los Castelló, con cinco habilitados;
y los Sirvent, con cuatro. Una vez conseguida la presencia de un primer miembro familiar,
quedaba más expedito el camino para los sucesores.
El acaparamiento de las bolsas por parte de un estrecho núcleo de familias tuvo su lógico
contrapunto en el alejamiento de un buen número de apellidos de cualquier posibilidad de llegar a
contar con algún representante. Así, a partir de sendos vecindarios nominales de 1646 y 1663, y
de la relación de mozos participantes en un sorteo para el reclutamiento de la milicia realizado en
1696, es posible calcular de forma aproximada que –como mucho- solo uno de cada tres
apellidos, de entre más de un centenar que llegaron a figurar como vecinos de Monforte durante
el siglo XVII, dispuso en algún momento de representación entre los insaculados 19.
El dominio ejercido por un reducido número de linajes sobre el procedimiento
insaculatorio como sistema de reproducción social y familiar se expresaba fundamentalmente en
la mecánica de las habilitaciones. El carácter secreto del voto emitido por los integrantes de las

17 Agudo, Mira, Pardo, Romero y Sirvent.


18 Alzamora, Asensi, Blasco, Castelló, Gras, Pastor, Terol y Segura.
19 Cfr. el vecindario de 1646, realizado para el servicio de cortes de 1645, en ARV, Generalitat, 4.829. El de 1663 fue

confeccionado para el repartimiento de una derrama vecinal y se conserva en AMMC, Leg. 620/1, ff. 25-28v. El de
1696, finalmente, recoge un total de 237 varones con edades comprendidas entre 18 y 50 años, para el sorteo de los
14 soldados que le correspondieron a la universidad para el Batallón de la defensa del reino de Valencia; en AMMC,
Leg. 1.016/47. Aunque el número total de apellidos computados en las tres fuentes señaladas no alcanza el centenar,
es seguro que, a lo largo de la centuria, también debieron estar avecindados –aunque no por mucho tiempo- otros
que no quedaron recogidos en aquéllas; sobre todo durante las cuatro primeras décadas, para las que se carece de
relaciones nominales.

20
Insaculación, familia y grupos de poder… David Bernabé Gil

comisiones de graduación permitía aplicar a los candidatos criterios de evaluación no explicitados


y, en consecuencia, perfectamente discrecionales, cuando no decididamente arbitrarios. Además
de la posesión del mínimo patrimonial dispuesto en las ordenanzas –incrementado
ostensiblemente a 300 libras, desde poco antes de 1605-, que constituía requisito objetivo
imprescindible, también se valoraba algo tan subjetivo como la aptitud personal para el
desempeño de la función pública; o -para expresarlo con palabras de los aspirantes-: que se
tratara de “persones honrrades y benemerites que tenen totes les qualitats y requisits necessaris
per a ser insaculats” 20. Pero, sin llegar a ser necesariamente la cualidad más determinante y a pesar
de que nunca fuera esgrimida como argumento –ni a favor ni en contra-, el apellido de los
pretendientes a la habilitación era, sin duda, un elemento insoslayable en el momento de emitir el
voto secreto sobre su idoneidad. Así fue expresamente denunciado en 1685 por el visitador real
Dr. Damián Cerdá, cuando, refiriéndose al escaso número de concurrentes a las habilitaciones en
Monforte, aseguraba que “los que tienen la mano en el gobierno solo convienen en admitir a los
que por amistad y parentesco siguieren sus dictámenes, estrechando a que aquel gobierno esté
falto de número y en pocas familias” 21.
La composición familiar, no ya de los insaculados, sino de quienes presentaron su
candidatura, reafirma, en efecto, la importancia del apellido como elemento que podía favorecer u
obstaculizar la integración efectiva en el grupo de poder local. Y, seguramente conscientes de esta
realidad, no debieron ser pocos los que llegaron a considerarla con detenimiento y sopesaron sus
posibles efectos, antes de decidirse a proponer su candidatura. Así, fueron solo 14 los aspirantes
sin antecedentes familiares que se presentaron a las 13 habilitaciones de que tenemos noticia; y,
de ellos, únicamente la mitad resultaron insaculados por las comisiones municipales
correspondientes 22. Frente a éstos, el número de candidatos que concurrieron respaldados por su
apellido ascendieron a 56; de los cuales 39 –esto es, el 70 por ciento- fueron admitidos. Por
consiguiente, quienes no contaban con antecedentes familiares en la bolsa solían mostrarse más
remisos a participar, pues –asumiendo unas expectativas de éxito supuestamente mermadas de
antemano- tenían menos posibilidades de ingresar en la misma; al menos durante la primera
tentativa. Una vez fracasado en su primer intento, sin embargo, luego resultaba más fácil obtener
el beneplácito de las comisiones de habilitación, presentándose a la siguiente habilitación. Y éste
fue precisamente el caso de dos de los aspirantes que no contaban con precedentes familiares 23.
Junto a varios de los advenedizos -escasos en número- que, habiéndose decidido a probar
suerte, no obtuvieron el resultado esperado, también algunos de los numerosos candidatos que
contaban con familiares en la bolsa resultaron rechazados en las votaciones. Aunque
generalmente contaron con un índice de aceptación superior, en torno a una veintena de
aspirantes con apellidos consolidados vieron, en efecto, frustradas inicialmente sus aspiraciones
de integrarse en el grupo dirigente, al no obtener la mayoría de votos favorables.
Descartadas las razones de índole patrimonial –pues, al constituir requisito imprescindible
para presentar la candidatura, hay que presumir su cumplimiento por todos los concursantes-, los
rechazos en las graduaciones pudieron estar vinculados a la competencia interna establecida entre
las familias tradicionales por alcanzar o mantener determinadas posiciones hegemónicas dentro
de la bolsa. En tanto que posible reflejo y expresión de una no siempre explicitada –o, a veces,
latente- pugna entre facciones, la denegación de la insaculación cobraba una especial significación
como estrategia orientada a impedir, no ya solamente la incorporación de advenedizos, sino
también la relativamente desproporcionada representación de determinados linajes, debido a la

20 ARV: Real Audiencia. Procesos 1ª parte, J/2963 (1628)


21 ACA, CA, Leg. 824, exp. 17/2.
22 Joan Agudo y Esteve Romero, en 1635; Miquel Asensi, en 1645; Bonifacio Gras y Miquel Pastor, en 1657;

Cristofol Blasco, en 1660


23 Concretamente, Joan Agudo, que había sido rechazado en la habilitación de 1629, fue admitido en la de 1635; y

Miguel Asensi, que tampoco consiguió ver cumplido su propósito en 1635, lo obtuvo finalmente en 1645.

21
Insaculación, familia y grupos de poder… David Bernabé Gil

acumulación de miembros coetáneos. El hecho de que la mayoría de los rechazados en las


graduaciones -12 de un total de 21- contaran, en el preciso el momento de producirse las
votaciones, con más de un supuesto pariente entre los insaculados activos, sugiere, por
consiguiente, la presencia de estrategias de amplio seguimiento orientadas a bloquear una excesiva
concentración del poder municipal en manos de un reducidísimo grupo de familias.
Pero estos objetivos, supuestamente implícitos en muchas de las actuaciones rigurosas de
las comisiones de habilitación, no siempre habrían conseguido imponerse a medio y largo plazo
pues, aunque en la corta duración su consecución dependía en gran medida de la composición
nominal de aquéllas -que eran extraídas por sorteo-, a la larga resultaba difícil de alcanzar. La
búsqueda del conveniente equilibrio entre la admisión indiscriminada de cualquier nuevo linaje en
ascenso, por un lado, y la excesiva preponderancia de determinados sectores de entre los ya
consolidados, por otro, parece guiar, por tanto, la estrategia desarrollada por la mayoría del grupo
dirigente. De su aplicación, de forma más o menos continuada, y en combinación con la
tendencia orientada a mantener el cupo de insaculados por debajo del número prefijado, -incluso
llegando a comprometer las necesidades de reposición de la bolsa-, se siguieron unos índices de
rechazo del 38 por ciento para todo el período; con una distribución cronológica que presenta
bastantes altibajos y que, en general, pueden calificarse de relativamente elevados.
Teniendo en cuenta, por otro lado, la totalidad de puestos a cubrir cada año, los niveles
de concurrencia de potenciales aspirantes a las habilitaciones convocadas difícilmente permiten
detectar entre el vecindario un cierto desinterés por formar parte del consistorio. Por el contrario,
a pesar del riesgo que asumía el pretendiente, en caso de que fuera rechazada su candidatura, en
lo tocante a su reputación personal, la presentación a la habilitación denotaba una inquebrantable
voluntad por entrar a formar parte del reducido grupo de elegidos destinado a llevar las riendas
de la administración municipal. En 1599, uno de los rechazados, Joan Ferrer, expresó “que
haventse presentat una persona honrrada per a dita insaculació, haverla repellida es posar nota e
infamia en aquella”, de modo que “aço sía en dany y perjuhi de la universitat y del dit suplicant, lo
qual tots temps ha procurat lo be públich y comú de aquella” 24. Buena prueba de la perniciosa
imagen que proyectaban en la comunidad vecinal tales rechazos es que no fueron pocos los que
se negaron a aceptar el dictamen de las comisiones habilitadoras o, incluso, trataron de eludirlas,
acudiendo en ambos casos ante la Real Audiencia de Valencia para obtener la insaculación por
mandato directo del alto tribunal.
* * *
El recurso al alto tribunal valenciano para que interviniese en la resolución de supuestos
agravios cometidos durante la celebración de las insaculaciones municipales se estaba
convirtiendo en una práctica cada vez más extendida en muchos municipios del reino de
Valencia; incluso allí donde los privilegios locales remarcaban la completa autonomía de las
comisiones habilitadoras en esta materia 25. Más extraño resultaba, en cambio, la concesión de
mandatos imperativos, por parte de la Audiencia, para que se atendieran las pretensiones de
quienes aun no habían sido rechazados, por no haberse sometido formalmente siquiera al acto de
habilitación. Y, sin embargo, tampoco resultó desconocido este tipo de intromisión precaucional,
que tan eficazmente contribuyó a resquebrajar la teórica autonomía municipal en materia electoral
que establecían los privilegios fundacionales.

24 ARV, Real Audiencia. Procesos 1ª parte, J/1551 (1599).


25 Ejemplos varios, en buena parte de la bibliografía citada en supra, nota 2. También, Mª Victoria BLÁZQUEZ
SOLDEVILA, "El régimen insaculatorio en la jurisprudencia de la Real Audiencia", 1490. En el umbral de la
Modernidad. El Mediterráneo europeo y las ciudades en el tránsito de los siglos XV-XVI, València, Generalitat Valenciana,
1994, II, p. 191-202; David BERNABÉ GIL, "Els procediments d’intervenció reial sobre els municipis valencians
(segles XVI-XVII)", Recerques, nº 38, 1999, pp. 27-46

22
Insaculación, familia y grupos de poder… David Bernabé Gil

Entre el vecindario de Monforte, concretamente, se ha podido detectar a lo largo del siglo


XVII hasta una docena de casos exitosos de solicitudes de insaculación presentadas en Valencia,
y uno de resolución incierta. Precisamente el que encabeza esta muestra, por orden cronológico,
aseguraba en 1599 que no era la primera vez que se planteaba tal aspiración, pues ya contaba con
7 u 8 precedentes en la propia universidad monfortina, y muchas más en otras villas y ciudades
del reino 26. Dejando para otra ocasión –por cuestiones de espacio– un análisis más
pormenorizado de una variada casuística concreta al respecto y de las reacciones que suscitó,
interesa adelantar aquí, no obstante, que, de las trece peticiones detectadas, solo tres procedían de
vecinos que carecían de familiares insaculados. Por consiguiente, la mayoría de quienes acudieron
a Valencia a obtener la insaculación pertenecía a linajes ya consolidados. Disconformes con el
dictamen negativo de las comisiones habilitadoras, cuyas resoluciones comprometían sus
respectivas reputaciones personales -y, por extensión, podían afectar también a las del apellido-, o
bien anticipándose a las actuaciones de aquéllas, los recurrentes expresaban de este modo su
firmeza y perseverancia, asumiendo sin reparos los costes económicos que esa vía representaba.
Para una valoración final, ha de advertirse, en primer lugar, que las vinculaciones
familiares no se limitaban, obviamente, a las que pudieran deducirse directamente de las
concordancias entre apellidos; en segundo término, que en las redes familiares operaban otras
relaciones de parentesco opacas a las meros listados nominales, que solo un profundo estudio de
reconstrucción de familias podría poner al descubierto; y, finalmente, que, en sentido contrario, la
coincidencia de apellido no expresa necesariamente pertenencia a la misma rama familiar. Todo
ello relativiza las conclusiones que, en términos estrictamente estadísticos, pudieran extraerse del
método aquí empleado, consistente fundamentalmente en el seguimiento de una sola variable,
como es el apellido de los insaculados. Aun así, consideramos que aporta elementos de juicio
suficientes como para plantear la efectiva incidencia de esa variable –y lo que pueda representar-
en los procesos de conformación de los grupos de poder municipal basados en el procedimiento
de la insaculación. Por otro lado, tampoco se trata de postular que el vínculo familiar era el único
elemento a tener en cuenta, de forma tácita, por las comisiones de graduación, a la hora de emitir
sus votos secretos; pero probablemente sí se convirtió en uno de los fundamentales. El caso de
Monforte representaría, en definitiva, un ejemplo más que añadir a esa lista de municipios
valencianos en los que la insaculación propició la formación de estrechos grupos de poder local.

26 ARV: Real Audiencia, Procesos 1ª parte, letr. J, exp. 1551.

23
Insaculación, familia y grupos de poder… David Bernabé Gil

Resultado de las habilitaciones conocidas.

Año Presentados Habilitados Rechazados

Con Con Con Con Con Con


Apellidos Apellidos Apellidos Apellidos Apellidos Apellidos
viejos nuevos viejos nuevos viejos nuevos

1611 9 0 4 0 5 0

1617 6 (5) 0 4 0 2 0

1626 2 2 1 0 1 2

1629 7 1 4 0 3 1

1635 7 (6) 3 (2) 4 2 3 1

1645 3 1 (0) 2 1 1 0

1649 3 1 1 0 2 1

1654 5 1 5 0 0 1

1657 6 (4) 3 5 3 1 0

1660 6 1 3 1 3 0

1680 2 1 2 0 0 1

1686 4 0 4 0 0 0

TOTAL 60 (56) 14 (12) 39 7 21 7

TOTAL 74 (68) 46 28

(..): Presentados por vez primera a la insaculación.

24
La nobleza rural en La Mancha… Ángel Ramón del Valle Calzado

LA NOBLEZA RURAL EN LA MANCHA: CAMBIO GENERACIONAL Y


MOVILIDAD SOCIAL ENTRE EL ANTIGUO RÉGIMEN Y LA REVOLUCIÓN
LIBERAL1
Ángel Ramón Del Valle Calzado
Universidad de Castilla La Mancha

Entre los miembros de las élites de la Restauración en La Mancha aparecen un buen


número de familias y linajes de la nobleza castellana y manchega que hunden sus raíces en el
Antiguo Régimen. Entre una época y otra han sucedido diversas generaciones que a lo largo del
tiempo juegan sus bazas de adaptación y supervivencia. Especialmente interesante es la
experiencia vivida a lo largo de la crisis del Antiguo Régimen y la revolución liberal. Las
generaciones que afrontaron ese difícil periodo no sólo supieron mantenerse, sino que mejoraron
social y económicamente. Si se supone que el liberalismo traía aparejado la crisis de la nobleza y
sucede lo contrario, ¿cómo se produce ese proceso que en muchas ocasiones se retrotrae a los
albores de la época moderna? Su naturaleza e hitos principales merecen un análisis detallado,
centrado en este caso no en los segmentos más elevados de la nobleza sino en los de la pequeña
nobleza provinciana y rural, formada por un pequeño núcleo de titulados nobiliarios de segunda
fila y un numeroso grupo de hijosdalgos no titulados. Se presta una especial atención a algunas
trayectorias concretas y a los cambios que van surgiendo de una generación a otra, y que permiten
su conversión en muchos casos en extensas redes caciquiles, que dichos linajes fueron
entretejiendo con el paso del tiempo hasta culminar en la Restauración. En concreto, vamos a
estudiar el papel crucial que jugó la desamortización en su consolidación patrimonial, política y
social gracias al trabajo realizado con un amplio abanico de fuentes para conocer a fondo el proceso
desamortizador y a sus protagonistas2.

HACIA UNA CARACTERIZACIÓN DE LA NOBLEZA Y LA HIDALGUÍA


MANCHEGA EN EL ANTIGUO RÉGIMEN3
En la provincia de La Mancha, como así se denominó hasta la división provincial de 1833,
la presencia de las Órdenes Militares limitó la formación de grandes señoríos nobiliarios y la

1 El presente trabajo forma parte del proyecto de investigación “Familia, desigualdad y cambio generacional en la
España centro-meridional, ss. XVIII-XIX”, referencia HAR2013-48901-C6-6-R, concedido por el Ministerio de
Economía y Competitividad.
2 Se han consultado los fondos de la delegación de Hacienda conservados en el Archivo Histórico Provincial de

Ciudad Real (en adelante AHPCR) relativos a la desamortización (entre otros los expedientes de subastas de bienes
nacionales –legajos 1-120-, los libros auxiliares de cuentas corrientes –del número 942 al 963- y los libros registro de
fincas vendidas –legajos 875 a 877, 932 y 1.213-) y las escrituras de nueve notarías (Manuel Barragán, Agapito López,
Fernando Menchero, Tomás Romeralo, José Cachero, José Díaz, Pedro Rico, José Peñalver y Isidoro Espadas). También
las fuentes impresas imprescindibles (Boletín Oficial de Ventas de Bienes Nacionales de la Provincia de Ciudad Real, Boletín Oficial de
la Provincia y la Gaceta de Madrid). Debemos de recordar que esta investigación actualiza dos viejos trabajos, el del Francisco
QUIRÓS LINARES, "La desamortización, factor condicionante de la estructura de la propiedad agraria en el Valle de
Alcudia y Campo de Calatrava", Estudios Geográficos, nº 96, 1964, pp. 367-407 y el del Francisco SIMÓN SEGURA, "La
desamortización de 1855 en Ciudad Real", en Hacienda Pública Española, nº 27, 1974, pp. 87-114. Para todo ello ver Ángel
Ramón DEL VALLE CALZADO, El liberalismo en el Campo. Desamortización y capitalismo agrario en La Mancha, 1855-1910,
Ciudad Real, Instituto de Estudios Manchegos, 2014.
3 Para el conocimiento de este grupo son fundamentales la obra de Jerónimo LÓPEZ-SALAZAR, Estructuras agrarias y

sociedad rural en la Mancha (s. XVI-XVII). Ciudad Real, Instituto de Estudios Manchegos, 1986, pp. 254-309 y las
investigaciones sobre el Catastro de Javier María DONÉZAR, Riqueza y propiedad en la Castilla del Antiguo Régimen. La
provincia de Toledo en el siglo XVIII. Madrid, Ministerio de Agricultura, 1984, pp. 255-379.

25
La nobleza rural en La Mancha… Ángel Ramón del Valle Calzado

presencia de la nobleza titulada4. Por el contrario, si se constata la existencia de un apreciable grupo


de nobles que, en buena medida, no responde a los parámetros clásicos dado que ni es señorial, ni
absentista y que sólo en unos pocos casos posee título nobiliario. Podríamos decir que forman parte
de los estratos medios-bajos de la nobleza a nivel nacional, que no sobresalía ni por su número ni
por la calidad nobiliaria de sus antepasados, pero si por formar un sólido grupo económico. La
hidalguía manchega se caracteriza por ser muy activa económicamente, con una estructura
patrimonial basada en la posesión de haciendas mixtas agrícolas-ganaderas con pocas tierras, pero
una alta capacidad de labranza y grandes ganados. Solían ser arrendatarios de tierras de las Órdenes
Militares y de los Ayuntamientos y, sobresalen porque explotan directamente sus tierras.
Aunque la hidalguía aparece por toda la geografía provincial, los linajes más relevantes
residían en las localidades más importantes. La propia capital de la provincia como las cabeceras de
las demarcaciones, muy ligadas históricamente a las sedes de las Órdenes, como Almagro y
Villanueva de los Infantes, son los lugares donde encontramos un mayor número de familias
hidalgas.
Los orígenes de esta nobleza local se remontan, en algunos casos, a los tiempos medievales,
aunque López-Salazar subraya como esta se incrementó notablemente en el siglo XVI al conseguir el
acceso a la hidalguía por diversos medios, algunos no muy limpios5. Una vez conseguido el
ennoblecimiento, estos nuevos hidalgos intentaron consolidar su ascenso social mediante diversas
estrategias como el servicio a la Corona, la obtención de hábitos de las Órdenes Militares o de algún
título de nobleza6, la presencia en los ayuntamientos, la formación de relevantes patrimonios que
pervivían gracias a la buena administración y el mayorazgo y, sobre todo, por las alianzas familiares
mediante sus muy frecuentes lazos matrimoniales7. No obstante, las difíciles circunstancias del siglo
XVII supondrán la desaparición de algunos de estos linajes y la supervivencia de otros8.

LA NOBLEZA MANCHEGA ANTE LA REVOLUCIÓN LIBERAL


La instauración de un nuevo sistema político como el liberal y la difícil e inestable
situación política en el siglo XIX es evidente que podía laminar las bases del poder de la nobleza
local. Algunos habían sido capaces de sobrevivir, adaptarse y crecer en los siglos modernos, pero
ahora la situación era más compleja. Estaba en peligro su trabajada posición en el marco local.
¿Cómo les afectó la revolución liberal?, ¿supuso un cambio en sus estrategias?
Las medidas que más podían dañarles al extraer gran parte de sus rentas del sector
primario eran las relacionadas con la reforma agraria liberal. Dado que no eran ni mucho menos
señores ni titulares de señoríos, su abolición no tuvo consecuencias para ellos. Si fue mucho más
relevante la desvinculación dado que solían ser titulares de mayorazgos. Aunque no está bien
4 La nobleza titulada presente en la provincia se debe a la venta de villas durante los siglos XVI y XVII y se limita al
Marqués de Santa Cruz quién compró las villas del Viso, Santa Cruz de Mudela y Valdepeñas; el Conde de Salinas que
compró la villa de Villarrubia de los Ojos y el Duque de Medinaceli quién a finales del XVII, por lazos familiares,
consigue la villa de Malagón.
5 Destacan, por ejemplo, figuras como Gonzalo Muñoz Treviño de Loaisa, Alvaro Muñoz Torres o María Catalina de

Torres. “Se enriquecieron, fundaron mayorazgos, levantaron capillas, compraron cargos perpetuos, lograron la mitad
de oficios, acudieron al Consejo de Hacienda o a la Chancillería y, en definitiva, fueron adquiriendo lustre en un
proceso no exento de marañas, pleitos, rivalidades, envidias y murmuraciones”, Jerónimo LÓPEZ-SALAZAR,
“Hidalgos de carne y hueso en la Mancha cervantina”, Pedralbes, nº 25, 2005, p. 51.
6 La mayor parte de los títulos se obtienen a finales del siglo XVIII como es el caso del Conde de Montesclaros (1766),

del Conde de la Cañada (1789), del Marqués de Casa-Treviño (1789) o el Conde de Casavaliente (1791). Uno de los
pocos titulados algo más antiguo es el de Conde de las Cabezuelas (1690).
7 Un seguimiento exhaustivo de sus genealogías se puede ver en Juan de la BARREDA ACEDO-RICO, Viejos linajes

de Ciudad Real, Ciudad Real, autor, 2007. También en Carlos PARILLA ALCALDE y Miguel PARILLA ALCALDE,
Linajes y blasones de Ciudad Real, Ciudad Real, Biblioteca de Autores Manchegos, 2008 y de los mismos autores Linajes y
blasones del Campo de Montiel, Ciudad Real, Diputación Provincial de Ciudad Real, 2003.
8 Jerónimo LÓPEZ-SALAZAR, Estructuras agrarias y […], op. cit., pp. 309-463.

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La nobleza rural en La Mancha… Ángel Ramón del Valle Calzado

estudiada parece que fue un factor de debilitamiento de la hidalguía, aunque preservada por la
tradición de favorecer en el proceso de transmisión del patrimonio al titular de la casa. Por el
contrario, la venta de bienes nacionales fue una herramienta usada, en mayor o menor medida,
por esta hidalguía, primero más tímidamente en la Desamortización eclesiástica9 y de una forma
más generalizada en la Desamortización General.
En este último proceso participó una parte significativa de la nobleza manchega y, en
conjunto, constituyen el cuarto grupo social que más se benefició de las ventas. En total se han
localizado a 78 personas de este grupo, cuyas compras en porcentaje se sitúan en torno al diez por
ciento del total de los compradores identificados profesionalmente. En realidad este conjunto de
beneficiarios se reducen a unas veinte y cinco familias, que forman en entramado central de la
oligarquía manchega durante la Restauración 10. En los censos electorales suelen calificarse como
“propietarios”, grupo en el que aparecen integrados como poseedores de importantes
patrimonios rústicos. Estudiemos el protagonismo de sus compras.

NOBLEZA LOCAL Y DESAMORTIZACIÓN


En Almodóvar del Campo, centro y cabecera del Valle de Alcudia, vivían algunos hidalgos
ligados a la ganadería. De todos ellos la familia Salido fue una de las grandes protagonistas de la
desamortización en esa comarca. Ya en la etapa eclesiástica los hermanos Salido Estrada (Agustín,
Antonio y José Andrés) participaron, junto con otros banqueros madrileños, en la compra del
Derecho Maestral. La familia Salido ya figura ocupando cargos municipales en el siglo XVIII y el
padre abrazó la causa liberal en los tiempos de la Guerra de la Independencia. Uno de los hijos,
Agustín Salido Estrada, se convirtió en unos de los más insignes representantes del liberalismo
moderado en La Mancha como diputado en varias legislaturas e incluso gobernador de la
provincia11. En la Desamortización General, el gran protagonista fue Francisco Laso Salido, nieto
de José Salido Estrada. Compró 2.310 hectáreas, con una inversión cercana al millón de reales, lo
que da prueba de su potencial económico. En 1875 figuraba en las listas de mayores contribuyentes
de la provincia, y las compras desamortizadoras realizadas en 1877 no hicieron sino reforzar esa
posición, como lo demuestran las certificaciones de bienes presentadas para ser admitido a senador,
puesto que ocupó entre 1886 y 1896. Anteriormente había sido diputado provincial y alcalde de
Almodóvar, todo ello por el partido liberal. Mantuvo un férreo control político de Almodóvar y del
Valle de Alcudia hasta su muerte en 1900. Fue además presidente y gerente de la Sociedad
Compradora del Término Municipal de Almodóvar del Campo, creada al efecto para comprar y
especular con todas las fincas de propios y comunes del pueblo y que se vendieron a finales del siglo
XIX12.
Otra familia de raíces hidalgas son los Corchado, presentes en Almodóvar desde el siglo
XVI13. El que mayor protagonismo tendrá en la desamortización será Felipe Corchado Gijón que
invirtió cerca de cuatrocientos mil reales para adquirir 861 hectáreas, la mayoría de ellas pertenecía a
uno de los millares del Valle de Alcudia, el quinto Guijo de los propios de Almodóvar. Al morir sin
herederos directos, su fortuna pasó a su hermano José María que se emparentó por matrimonio con
los Medrano Maldonado, y alcanzó un puesto relevante en la oligarquía de la Restauración tanto

9 Ángel Ramón DEL VALLE CALZADO, Desamortización y cambio social en La Mancha, 1836-1855, Ciudad Real,
Instituto de Estudios Manchegos, 1996, pp. 187-197.
10 José María BARREDA FONTES, Caciques y electores. Ciudad Real durante la Restauración, 1876-1923, Ciudad Real,

1986.
11 Ángel Ramón DEL VALLE CALZADO, Desamortización y cambio social […], op. cit., pp. 194-195 y 282-283.
12 Vicente CENDRERO, “¿Privatización o expolio? La desamortización del monte público en Almodóvar del Campo,

Ciudad Real (1845-1897)”, Historia Agraria, nº 63, 2014, pp. 89-114.


13 Carlos PARILLA ALCALDE y Miguel PARILLA ALCALDE, Linajes y blasones de […], op. cit., p. 135.

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La nobleza rural en La Mancha… Ángel Ramón del Valle Calzado

como gran contribuyente (el cuarto de Almodóvar) como político al ser diputado provincial y
diputado a cortes en varias legislaturas por el distrito de Almadén 14.
En Almagro, sede histórica de la Orden de Calatrava, residían un buen número de linajes
nobiliarios, que se fueron consolidando a lo largo del Antiguo Régimen. No obstante, la gran
mayoría no participaron en la desamortización. Sólo las familias Ceballos y Rosales aparecen en los
listados de compradores, aunque con un papel relevante. Ya en la desamortización eclesiástica José
Antonio Ceballos, contador de la Mesa Maestral, y su mujer invirtieron cantidades importantes. Su
hijo Juan Jerónimo Ceballos participó en ambas, en la eclesiástica y en la General, aunque en esta
última muy modestamente. Fue uno de los líderes indiscutibles del progresismo manchego, y
diputado nacional en seis legislaturas entre 1836 y 1852. Por su parte la familia Rosales si va a tener
un papel más relevante en la desamortización de Madoz. Los Rosales se habían instalado en el
Campo de Calatrava a finales del siglo XV, primero en la pequeña villa de Corral de Calatrava y
después en Almagro, donde aún permanece la casa solariega, en las inmediaciones de la Plaza
Mayor. A finales del siglo XVIII la rama principal se instala en Argamasilla de Calatrava, una
localidad situada en los límites del Campo de Calatrava con el Valle del Alcudia. La excelente
política matrimonial facilitó su asentamiento económico y a estar emparentados con los linajes
manchegos más relevantes (Medrano, Maldonado, Treviño, Barreda, Acedo-Rico…). La situación
de la familia no podía ser mejor a las puertas de la revolución liberal 15 y esta mejoró
sustancialmente con la desamortización. Durante la primera etapa desamortizadora, entre 1836 y
1854, algunos miembros de la familia realizaron compras de tierras modestas. Juan Pedro
Rosales Cabezas de Herrera adquirió casi 76 hectáreas con una inversión de 24.820 reales.
Mucho más significativa, en estos mismos años, fue su participación en la compra del Derecho
Maestral de Argamasilla de Calatrava. Pero fue en la Desamortización General donde hicieron sus
mayores compras. En total los diferentes miembros de la familia Rosales adquirieron más de
8.000 hectáreas con una inversión cercana a las dos millones y medio de reales. El mayor
comprador fue Juan Pedro Rosales Cabezas de Herrera con cerca de 3.500 hectáreas,
configurando lo que será la base patrimonial del linaje con centro en Argamasilla y extendido
hacia las localidades de Abenojar y Mestanza. Su hermana Antonia Cabezas de Herrera
Rosales y sus hijos José y Francisco Rosales Medrano redondearon un importante patrimonio
con compras en Argamasilla. Otra rama de los Rosales también participó en las compras. Nos
referimos a Pedro Cabezas de Herrera y Armengol, y a su sobrina Antonia Cabezas de
Herrera Rosales. El primero, uno de los mayores contribuyentes del pueblo a finales del XIX,
adquiere un quinto en Puertollano procedente de la Encomienda de Clavería y los millares
Dehesa Pulido y Guijuelo en el Valle de Alcudia 16. Gracias a las compras en la desamortización
los Rosales terminaron por configurar un núcleo patrimonial de grandes dimensiones, que había
empezado a formarse mucho antes, en el siglo XVII. Varios matrimonios provechosos y las
compras desamortizadoras fueron los instrumentos básicos para su formación. La posesión de un
patrimonio tan vasto les permitía ejercer un control exhaustivo de la sociedad en la que vivían.
Los Rosales son un ejemplo de la oligarquía del Antiguo Régimen que aprovecha los resortes de
la revolución liberal para “mantenerse arriba”, objetivo básico de cualquier elite. José Rosales
Medrano, diputado provincial y alcalde, fue el cacique de Argamasilla de Calatrava hasta su
muerte en 1912, y su familia extendió su influencia política en la villa hasta la dictadura franquista.
Pariente de la rama almagreña de los Rosales, era Valeriano López Torrubia, el primer
contribuyente por territorial en Granátula de Calatrava en 1878 y el decimoctavo en la lista

14 BOPCR, 8/12/1884 y José María BARREDA FONTES, Caciques y electores […], op. cit., pp. 208-209 y 317.
15 Para más detalles ver, Ángel Ramón DEL VALLE CALZADO, “La consolidación de la pequeña nobleza rural
manchega en la transición al régimen liberal: el caso de los Rosales”, en Ciudadanos y familias. Identidades socioculturales en
evolución durante el Antiguo Régimen (siglos XVII-XIX), Valladolid, Universidad de Valladolid, 2013.
16 El matrimonio en 1819 de José Rosales Ladrón de Guevara y Antonia Cabezas de Herrera facilitó que parte de la

familia Cabezas de Herrera se asentara en Argamasilla.

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La nobleza rural en La Mancha… Ángel Ramón del Valle Calzado

provincial de 1875. En su pueblo compró, entre otras fincas, algunos quintos de la Encomienda
Clavería en el entorno del Santuario de la Virgen de Oreto o Zuqueca. Se definía asimismo como
monárquico absolutista, aunque en puridad era un carlista reconocido. Fue sobrino del clérigo del
mismo nombre Valeriano López Torrubia que fue fusilado por el propio Narváez, siendo éste
Comandante General de la Mancha en la primera guerra carlista, por su participación en uno de
los hechos más violentos de esta guerra en esta provincia, el asesinato en masa de los milicianos
nacionales de Calzada y de muchos de sus familiares al incendiar la Iglesia en que se refugiaron,
en total 164 muertos 17. Es evidente que sus ideas no le impidieron participar en la
desamortización y a la altura de su muerte era el propietario de un enorme palacio, que aún se
conserva. Realizó importantes donaciones para el Santuario Nuestra Señora de Zuqueca, situado
a orillas de la histórica Oreto. Muere, en 1880, siendo el más rico del pueblo 18.
En la segunda mitad del XIX, los Rosales también emparentaron con los Márquez de
Prado de Chillón, un linaje de origen extremeño. Los hermanos Márquez de Prado Mena
(Ventura, Melchor y José) fueron grandes compradores de bienes desamortizados. El que
configuró un mayor patrimonio fue Ventura que invirtió más de un millón doscientos mil reales
en diversas fincas que en total superaban las dos mil trescientas hectáreas, constituyendo una base
para sus actividades políticas, ya que fue diputado provincial entre 1879 y 1882, por las mismas
fechas que su suegro Pablo Yegros era presidente de la misma 19. También invirtieron cantidades
significativas Fernando Márquez de Prado Cárdenas y José Tardío Márquez de Prado, otra
familia de Chillón, también emparentada con los Rosales. Los abundantes bienes de propios del
Ayuntamiento de Chillón quedaron prácticamente en manos de los Márquez de Prado y de la
familia Tardío, aunque Ventura amplió su campo de acción a las dehesas del Valle de Alcudia en
Almodóvar. Esto le permite ser, junto su hermano José, el mayor contribuyente de Chillón en
1877.
En Ciudad Real capital residen cuatro de los linajes más representativos de la provincia: los
Maldonado, los Medrano, los Muñoz y los Treviño. Juan de la Barreda nos cita una coplilla popular
del XIX muy ajustada:
“Para dinero Muñoz,
La política Medrano, y,
para limpieza de sangre
Treviños y Maldonados”20.
Los que más participaron en las subastas fueron los Medrano y los Maldonado, linajes
ambos muy unidos entre sí, a los que debemos sumar a Rafael Acedo-Rico Amat, conde de la
Cañada, que pasa a residir en Ciudad Real a partir de su matrimonio con una mujer en la que se
fundían las dos ramas anteriores, Josefa Medrano Maldonado. El matrimonio se dedicó con
ahínco a la compra de bienes nacionales, con casi 2.500 hectáreas y una inversión de algo más de
setecientos mil reales21. También compraron la madre de Josefa (Ana María Maldonado Treviño,
aunque en poco volumen) y su hermano, José Medrano Maldonado, este último con adquisiciones
muy significativas, algo más de 1200 hectáreas, localizadas no sólo en el término de la capital sino en

17 Manuela ASENSIO RUBIO, El carlismo en la provincia de Ciudad Real, 1833-1876, Ciudad Real, Biblioteca de Autores

Manchegos, 1987, pp. 75-77 y 324. El impacto de la matanza fue tal en la época que un relato de la misma aparece en
las obras de Pío Baroja (La estrella del capitán Chimista) y en uno de los episodios nacionales de Pérez Galdós (Narváez).
Encabezó la lista carlista en el distrito de Almagro en las elecciones de marzo de 1871. Años después, en 1875, juró,
pese a sus opiniones carlistas, obediencia a Alfonso XII (BOPCR, 19/07/1875).
18 Una pequeña biografía en Inocente HERVÁS Y BUENDÍA, Diccionario histórico geográfico de la provincia de Ciudad-

Real, Ciudad Real, 1890, p. 353.


19 José María BARREDA FONTES, Caciques y electores […], op. cit., pp. 318-319.
20 Juan de la BARREDA ACEDO-RICO, Viejos linajes de […], op. cit., p. 565.
21 A estas cantidades debemos sumar las 100 que adquiere en la eclesiástica con una inversión de 155.126 reales. Ver

Ángel Ramón DEL VALLE CALZADO, Desamortización y cambio […], op. cit., p. 189.

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La nobleza rural en La Mancha… Ángel Ramón del Valle Calzado

zonas más alejadas como el Valle de Alcudia. Este último era en 1877 el segundo mayor
contribuyente de Ciudad Real y el primero en Membrilla.
En el caso concreto del matrimonio Acedo-Rico y Medrano, la desamortización si fue una
herramienta fundamental para constituir un sólido patrimonio, antes casi inexistente, que les ayudó a
labrarse un puesto principal dentro de la oligarquía local. La trayectoria del Conde de la Cañada
como militar y político es muy amplia, y recorre casi todo el siglo XIX, desde las guerras carlistas
hasta la Restauración, régimen al que apoyó denodadamente, siendo recompensado poco después
con la Grandeza de España y con un puesto de senador vitalicio. Durante las primeras décadas de la
Restauración y hasta su muerte en 1891 ocupó un puesto preferente en la oligarquía provincial tanto
por su posición política como por su importante patrimonio, formado gracias a su matrimonio y a
las compras en la desamortización, que le permiten encaramarse a la decimoquinta posición entre los
mayores contribuyentes de la provincia en 1875. Tras su muerte, sus descendientes siguieron sus
estrategias matrimoniales, uniéndose a otras ilustres familias como los Jaraba y ocupando puestos
políticos relevantes hasta 192322.
Dos de los primos de José y Josefa Medrano Maldonado, José Joaquín y Manuel
Maldonado Rosales son, a su vez, grandes compradores23. Ambos eran hijos de Álvaro Pedro
Maldonado Treviño, señor del mayorazgo de Galiana24, y de Calixta Ramona Rosales, que procedía
de otro significado linaje de la hidalguía calatrava, con lo que unían en su estirpe tres de las sagas más
importante de la nobleza provincial (Maldonado, Treviño y Rosales). Las compras más importantes
fueron las de Manuel Maldonado Rosales, más de 2.600 hectáreas con una inversión muy importante
de más de un millón seiscientos mil reales. Dado que no era el primogénito, su alta posición como
mayor contribuyente (decimosexto en la lista provincial de 1875 y tercer mayor contribuyente de
Ciudad Real capital en 1877) se debía en gran parte a sus compras en la desamortización. Las
adquisiciones de su hermano José Joaquín fueron menores, pero no secundarias (753 hectáreas por
482.849 reales). La historia de esta familia es bastante llamativa, ya que eran significados carlistas al
contrario que buena parte de la nobleza local, tanto que el pretendiente Carlos VII de Borbón
concedió en 1869 a José Joaquín el título de Conde de la Galiana. Eso no impidió a los hermanos,
como vemos, participar en la desamortización, llegando a adquirir bienes del clero secular y del
maestrazgo de la Orden de Calatrava, y redondear con ello su patrimonio, que les facilitaba aparecer
en 1875 entre los mayores contribuyentes de la provincia. José adquirió, entre otras, una dehesa
emblemática de los propios de Ciudad Real, Benavente, ciudad de la que precisamente había sido
alcalde entre 1852 y 1853. Tenemos algunos datos de sus ideas políticas. En 1869 fue condenado a
garrote por comandar una partida guerrillera carlista y se le expropió la matriz del antiguo
mayorazgo, la Finca Galiana, por negarse a jurar la Constitución de 187625.
Otra rama de la familia Maldonado residía en Calzada, villa muy relacionada con el Sacro-
Convento de Calatrava La Nueva. Carlos José Maldonado Maldonado, hijo de Santiago
Maldonado Treviño y Antonia Maldonado, una mujer con una gran riqueza patrimonial, invirtió en
la compra del quinto Umbría de Trujillo del Maestrazgo de Almagro, de casi doscientas hectáreas.
En 1877 era el primer contribuyente de su lugar de residencia. Al igual que otros Maldonados
simpatizaba con los carlistas, lo que no le impidió hacer esa compra. Lo cierto es que el grueso de su

22 José María BARREDA FONTES, Caciques y electores […], op. cit., pp. 207-208.
23 Otro primo, Carlos José Maldonado Maldonado, vecino de Calzada, fue también comprador, aunque en una
cuantía menor. Era hijo de Santiago Maldonado Treviño, hermano de Álvaro Pedro y de Ana Maldonado Treviño.
24 Fue éste quien heredó una de las posesiones más emblemáticas de la familia Treviño, el señorío de Galiana, fundado en

el siglo XVI y que recayó finalmente en él tras diversos avatares y pleitos. Ramón José MALDONADO, “La casa de
Treviño en Ciudad Real”, Cuadernos de Estudios Manchegos, nº 10 (1980), pp. 91-92. Ver también, Juan de la BARREDA
ACEDO-RICO, Viejos linajes de […], op. cit., p. 586 y Jerónimo LÓPEZ-SALAZAR y Juan Manuel CARRETERO
ZAMORA, “Ciudad Real en la Edad Moderna”, en Historia de Ciudad Real, Ciudad Real, Ayuntamiento, 1993, p. 211.
25 Juan Antonio INAREJOS, Ciudadanos, propietarios y electores en la construcción del liberalismo español. El caso de las provincias

castellano-manchegas (1854-1868), Madrid, Biblioteca Nueva, 2008, p. 207.

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La nobleza rural en La Mancha… Ángel Ramón del Valle Calzado

patrimonio familiar no proviene de la desamortización 26. Con Valeriano López Torrubia, algunos de
estos Maldonados son la excepción carlista entre una hidalguía mayoritariamente liberal, aunque
conservadora.
La familia Treviño también compró, aunque en menor medida que los citados
anteriormente. Su relevancia en la capital desde la época de la fundación de la ciudad la deja clara el
genealogista Maldonado y Cocat:
“la gran casa de Treviño está en la primera línea de las tierras manchegas. Fue tan
poderosa, tan noble y tan respetada que cualquier otra probará […] su antigüedad, su
nobleza o su limpieza por sus entronques, sus enlace o uniones con los Treviño,
hasta el punto que puede llegar a decirse que ninguna familia noble manchega deja de
tener en sus venas algo de la sangre de este generoso solar” 27.
Esta familia fundó diversos mayorazgos, entre ellos el muy conocido de Sancho Rey, y
consiguió un título de nobleza, el marquesado de Casa Treviño Gotor en 1789, en la figura de
Francisco Treviño y Dávila, miembro del Consejo de Hacienda en época de Carlos IV. Su única hija
casó en segundas nupcias con Francisco Medrano Treviño, señor del mayorazgo de Valderachas. Al
morir estos sin descendencia su título y bienes pasaron a la descendencia de un hermano del primer
marqués, a Juan Bautista Treviño y Facende, III Marqués, quién casó en Ciudad Real con Doña
María Cortés López-Guerrero, que una vez viuda realizó una pequeña compra en la
desamortización en 1867. Su hijo y IV Marqués, Juan Bautista Treviño López-Guerrero (1829-
1903), otro de los mayores contribuyentes provinciales en 1875, también participó en la
desamortización al adquirir algunas fincas procedentes de los propios de Ciudad Real (273 hectáreas
por 69.041 reales).
Otra rama de los Treviño, que se había aposentado en Campo de Criptana por un enlace
con los Baíllo, también participaron. Se trata de Francisco Treviño Medrano y de su hijo, José
Treviño Medrano. En ambos casos las compras tampoco fueron desorbitadas. Los Treviño no
hicieron sino redondear con adquisiciones puntuales sus patrimonios con la desamortización. El hijo
del IV Marqués y su sucesor, Juan Manuel Treviño Aranguren fue uno de los políticos más
destacados de la provincia hasta su asesinato en 1936 28. La base económica de su poder político no
procedía en este caso de la desamortización.
Algo bastante similar ocurre con los Muñoz, otro de los linajes históricos de la ciudad. Ya
en el siglo XVII eran importantes “señores de ganado”29 y formaban parte de lo más granado de la
oligarquía local. En el siglo XVIII el matrimonio de Diego Muñoz y Catalina de Torres les facilitó
configurar una gran hacienda al heredar buena parte de los mayorazgos de la casa, magníficamente
descrita en el Catastro de Ensenada. Catalina de Torres, una vez viuda, fue una “excelente
administradora” y tenía a su cargo, a mediados del XVIII, 167 criados30. Ya a mediados del XIX
Diego Muñoz seguía siendo uno de los mayores contribuyentes de la ciudad. Dos de sus hijos
hicieron algunas modestas compras en la desamortización. Gaspar Muñoz Antolínez de Castro en
Ciudad Real y Luis Muñoz Antolínez de Castro en La Solana donde residía por su enlace
matrimonial con una Jaraba. Un hijo de este matrimonio, Gaspar Muñoz Jaraba, fue otro de los
políticos más relevantes de la Restauración en la provincia, ligado en este caso al partido liberal 31. En

26 Antonio MEJÍA, La desamortización en el siglo XIX. Calzada de Calatrava, Puertollano, Ed. Ámbito, 2001, pp. 286-
287.
27 Para la cita Ramón José MALDONADO, “La casa de Treviño [..], op. cit., p. 73. Los datos genealógicos y familiares

han sido obtenidos de este mismo trabajo.


28 José María BARREDA FONTES, Caciques y electores […], op. cit., p. 209.
29 Ver el estudio que sobre la hacienda de Diego Muñoz hace Jerónimo LÓPEZ-SALAZAR, Estructuras agrarias […],

op. cit., pp. 382-394.


30 Juan de la BARREDA ACEDO-RICO, Viejos linajes de […], op. cit., pp. 524-525.
31 José María BARREDA FONTES, Caciques y electores […], op. cit., p. 208.

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La nobleza rural en La Mancha… Ángel Ramón del Valle Calzado

el caso de los Muñoz también es evidente que el grueso de su patrimonio no se formó a raíz de la
desamortización, sino que tiene orígenes mucho más lejanos en el tiempo.
Ligado a los Muñoz aparece Fernando Palacios Azaña, conde de Montesclaros de Sapán.
Su abuelo, virrey del Perú en tiempos de Carlos III, obtuvo el título de nobleza en 1766 gracias a los
servicios prestados al Rey. Este noble no tiene una relación especial con Ciudad Real hasta que se
casa en 1781 con Ana María Muñoz Jofre de Loaisa, perteneciente a uno de los linajes más antiguos
de la ciudad. A partir de entonces residen ocasionalmente en ella y pasan a formar parte de la elite
local. El tercer conde, Fernando Palacios Azaña, es el sexto mayor contribuyente de la ciudad en
1852. Había comprado algunas fincas (150 hectáreas) en la desamortización eclesiástica a lo que le
suma ahora unas pequeñas adquisiciones en la General. Posteriormente y seguramente por su
segundo enlace matrimonial se desliga de la ciudad y se establece en Madrid, donde muere en 1894.
Por lo tanto, la ligazón de este linaje con la ciudad fue ocasional, así como sus compras en el propio
proceso desamortizador.
Por último, en Ciudad Real, aunque también alguno de sus miembros se instaló en
Manzanares por cuestiones matrimoniales, residían los Enríquez de Salamanca. El padre, Ángel, que
llegó a presidir la Junta Provincial de Agricultura en 1856, añade una pequeña compra a las que
anteriormente había realizado en la época de Mendizábal. Ocupó numerosos cargos políticos a nivel
local y provincial, y buena parte de su fortuna procedía de los beneficios que obtuvo como
administrador de rentas decimales32. Su hijo, Vicente Enríquez de Salamanca Jiménez, abogado
avecindado en Manzanares y ligado por matrimonio a los Ceballos de Almagro, ocupará un lugar
relevante como miembro de la oligarquía de la Restauración, ya con un título de nobleza bajo el
brazo, el marquesado de la Concepción, concedido en 1868 gracias a la relación familiar con Sor
Patrocinio y la influencia de ésta con la reina Isabel II 33. Sus compras si fueron relevantes pues se
acercó a las seiscientas hectáreas con una inversión, eso sí, no muy elevada, algo más de doscientos
mil reales, mientras su hermano José sólo participa de manera testimonial.
Otros grandes compradores pertenecientes a la hidalguía en Manzanares son los García-
Noblejas, especialmente uno de los hermanos Sebastián, que centró su esfuerzo inversor en los
bienes de propios de la vecina población de Membrilla. La familia García-Noblejas configurará otro
feudo conservador en esta población, que perdurará hasta los tiempos finales de la Restauración.
En el cercano Priorato de San Juan, en Campo de Criptana, viven los Baíllo, que fueron
significados compradores. Los primeros Baíllo se instalaron primero en el Campo de Montiel en el
siglo XV, pero se trasladaron a La Mancha, y desde muy pronto aparecen como titulares de
relevantes mayorazgos, aunque era de nobleza dudosa, pues esta se le reconoció previo pago de
cierta cantidad de dinero. Parte de la riqueza procedía de su relación con el linaje de los Migueles,
que dominaron la vida de Campo de Criptana durante el XVI34. El definitivo éxito del linaje se
confirma a finales del XVII, cuando Gregorio Baíllo de la Beldad consigue el título de Conde de las
Cabezuelas. El primer conde había logrado entrar en los círculos de la corte por su relación con Juan
José de Austria, con el que había trabado conocimiento a partir de su nombramiento como Gran
Prior de San Juan. Es el primer linaje de la nobleza manchega que lo consigue. Su riqueza
patrimonial es creciente. Si el primer conde tenía siete mayorazgos, el quinto, a principios del XIX,
reúne la significativa cantidad de 62. A la riqueza adquirida en los siglos modernos le van a añadir la
procedente de la desamortización.

32 Ver más datos en Ángel Ramón DEL VALLE CALZADO, Desamortización y cambio […], op. cit., pp. 192-193.
33 La tía de Vicente, Rosario, estaba casada con el hermano de Sor Patrocinio. Según Voltes esta fue la razón
fundamental para la concesión del título, cuya intitulación está directamente relacionada con la orden de la monja.
Pedro VOLTES, “Las cartas de la M. Patrocinio a Isabel II conservadas en la Real Academia”, Boletín de la Real
Academia de la Historia, nº 1, 2001, p. 63.
34 Jerónimo LÓPEZ-SALAZAR, “Hidalgos de carne […], op. cit., pp. 68-69.

32
La nobleza rural en La Mancha… Ángel Ramón del Valle Calzado

El VI Conde, Juan de la Cruz Baíllo de la Beldad y Marañón fue un importante


comprador de bienes de propios en Alcázar y Campo de Criptana. En total algo más de 500
hectáreas y una inversión superior a los trescientos mil reales. Estas adquisiciones más su anterior
caudal patrimonial le permite convertirse en 1875 en el mayor contribuyente de la provincia. Además
su hijo el VII Conde, Ramón Baíllo Marañón, redondeó aún más el patrimonio familiar con
compras más sustanciosas en idénticos lugares y algunas otras en Pedro Muñoz y Tomelloso (1.070
hectáreas con una inversión de más de un millón de reales). Con esta base patrimonial los Condes se
convirtieron en personajes relevantes de la oligarquía provincial en la Restauración, formando uno
de los clanes políticos de mayor relevancia, adscrito al partido conservador y que dominó el partido
de Alcázar de San Juan durante largo tiempo 35. Precisamente en esta localidad residía José Antonio
Marañón y Baíllo, sobrino del VI Conde, y gran contribuyente tanto en la propia ciudad ferroviaria
como a nivel provincial dado que ocupaba la posición número veintiuno en la lista provincial de
1875, aunque sus compras fueron limitadas36.
Otros miembros de la familia aparecen como significados compradores. Un hijo del IV
conde, también hermano del V, José Vicente Baíllo de la Beldad Jaramillo ya compró en la de
Mendizábal, así como su hijo Juan Bautista Baíllo de la Beldad Justiniano, aunque además este
último siguió activo en la General, haciéndose con casi 1.200 hectáreas, situadas en Campo de
Criptana, Tomelloso y Alhambra 37. Su hermano Francisco de Paula, que residió en Alcaraz,
también se hizo con algunas fincas de los propios de Villanueva de la Fuente, mientras su hijo
Gregorio Baíllo Chacón lo hacía en Criptana donde vivía38. La última generación del XIX de los
Baíllo también compró, aunque poco. Es el caso de Francisco de Paula Baíllo de la Beldad y
Castilla-Portugal, nieto de José Vicente y también dedicado a la política. Encontramos, en fin, a
abuelos y nietos de una misma familia participando de la desamortización, una familia que dominó
largamente la vida política de toda una comarca. En este caso las compras desamortizadoras
reforzaron enormemente su grado de influencia y deja clara la conexión entre posesión de la tierra y
poder político.
También en Alcázar de San Juan aparecen otros personajes de la pequeña hidalguía
manchega que participan en la desamortización como los Álvarez de Lara. En Socuéllamos
tenemos a Pedro Acacio Parra, un gran comprador de bienes desamortizados y figura central de un
clan oligárquico. Aparece, en otras ocasiones, avencidado en Villarrobledo, donde también realizó
importantes compras39. En Herencia realizan ciertas compras Gabriel Enríquez Antolínez de
Castro y su madre Catalina Antolínez de Castro. El primero recoge dos estirpes hidalgas: los
Enriquez de la Orden, procedentes de Alcázar y los Antolínez de Castro de La Solana. Ya en el
Catastro y en censos posteriores aparecen como importantes propietarios de tierras y ganados,
patrimonio que se verá incrementado con las compras desamortizadoras40.
Como hemos dicho los Antolínez de Castro procedían de La Solana, en donde aparecen ya
en el siglo XVI. Atesoraban un caudal patrimonial muy relevante y consiguiendo uno de ellos
35 José María BARREDA FONTES, Caciques y electores […], p. 206.
36 Para los datos genealógicos y referentes a los mayorazgos nos hemos guiado por Juan de la BARREDA ACEDO-
RICO, Viejos linajes de […], op. cit., pp. 177-318.
37 Ángel Ramón DEL VALLE CALZADO, Desamortización […], op. cit., p. 192. También compra en Albacete, en El

Bonillo, 2.797 has. por 757.200 reales, Antonio DÍAZ, La desamortización en la provincia de Albacete (1836-1909),
Albacete, Instituto de Estudios Manchegos, 2001, p. 391.
38 Habría que sumarle las compras que hizo en la provincia de Albacete (800 has. por 111.000 rs.), Antonio DÍAZ,

La desamortización en […], op. cit., p. 402.


39 Antonio Díaz, La desamortización en […], op. cit., p. 402. En 1865 era el tercer mayor propietario de Villarrobledo y

en 1875 el decimoctavo de la provincia albaceteña, Rosa SEPÚLVEDA LOSA, “Propiedad de la tierra en


Villarrobledo en la segunda mitad del XIX”, Al-Basit, nº 10, 1981, p. 134. Sobre su papel como oligarquía, Eduardo
GONZÁLEZ CALLEJA y JAVIER MORENO LUZÓN, Elecciones y parlamentarios. Dos siglos de historia en Castilla-La
Mancha, Toledo, Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 1993, pp. 189-190.
40 F. HUERTA et al, Herencia y la Orden de San Juan (siglos XIII-XIX), Ciudad Real, Instituto de Estudios Manchegos,

1991, p. 66. En 1877 vendió parte de sus bienes a Joaquín Acacio Moreno, BOPCR, nº 1, 1886, p. 8.

33
La nobleza rural en La Mancha… Ángel Ramón del Valle Calzado

acceder a un título en el siglo XVIII como conde del Mérito41. José Enríquez Antolínez de Castro
fue un importante comprador al adquirir más de 2.100 hectáreas, aunque con una inversión no muy
elevada. En 1871 formaba parte de la lista de mayores contribuyentes de la provincia y en esos
mismos años fue diputado provincial al igual que uno de sus familiares directos y también
comprador, Alfonso Antolínez de Castro42. Igualmente, Luís Muñoz Antolínez de Castro fue
fruto de la unión de la poderosa familia Muñoz de Ciudad Real y de los Antolínez de Castro de La
Solana, y acabó casado con una Jaraba. Formó un considerable patrimonio apuntalado por algunas
compras en la desamortización que le permiten ser el cuarto mayor contribuyente provincial en
1875.
No obstante, el linaje más significado de La Solana es el formado por los Jaraba, que
entroncó a lo largo de los siglos modernos con los Muñoz, los Antolínez de Castro o los Ballesteros,
y ya en el propio XIX con los Acedo-Rico e incluso con otros foráneos como el muy relevante linaje
extremeño del Marqués de Castro Serna. Precisamente de la unión de un Jaraba y una Antolínez de
Castro nace uno de nuestros más importantes compradores, Francisco de Paula Jaraba Antolínez
de Castro, que adquirió algo más de mil hectáreas. Era uno de los mayores contribuyentes
provinciales en 1871 y en 1875. Por azares del destino y su matrimonio con la heredera del título, su
hijo, Gabriel Jaraba y de la Torre, se convirtió en el Conde de Casa Valiente, un título concedido a la
familia Pérez Valiente en 179143, y consolidó otro cacicato político en la comarca durante la
Restauración. Su hermano José Joaquín también participó, pero no tanto como otro familiar,
Francisco de Paula Jaraba Merino, un gran comprador (1.771 has. por 295.656 reales), por lo que
ocupaba posiciones relevantes en las listas de mayores contribuyentes tanto en 1871 como en 1875.
En general los Jaraba, los Antolínez de Castro o los Muñoz Antolínez copaban los primeros puestos
de la contribución territorial en La Solana en esas mismas fechas.
En el Campo de Montiel residía otra parte importante de la pequeña nobleza y, más
concretamente, en su cabecera, Villanueva de los Infantes. Aquí algunos linajes utilizaron el proceso
desamortizador para labrarse, primero, una sólida situación patrimonial en toda la comarca y,
segundo, una zona de influencia política. Por esta razón el Campo de Montiel vivirá durante la
Restauración el dominio político, social y económico de estas familias con raíces en el Antiguo
Régimen pero que aprovecharon las oportunidades que les prestó la revolución liberal.
Uno de los linajes más significados y que además participaron de forma significativa en la
desamortización, fueron los Ballesteros, familia “que cubrió con su presencia cuatro siglos en la vida
del municipio”44. Por lo tanto, sus orígenes se remontan, al menos, a los inicios de la Edad Moderna.
En sucesivos matrimonios fueron entroncando a los primogénitos y titulares del mayorazgo familiar
con otras familias de hijosdalgos manchegos como los Guevara de Ciudad Real o los Muñoz del
Bado de Membrilla, ambos en el siglo XVII o como los Fernández Buenache, los Canuto o los
Antolínez de Castro en el XVIII. Ya en el XIX nuestro principal protagonista Diego José
Ballesteros Buenache se casó con la solanera Francisca Antolínez de Castro y una de sus hijas,
Patrocinio, enlazó con Pedro Ignacio Pérez Valiente, conde de Casavaliente. Su padre ya compró
bienes desamortizados en el Trienio y él, ligado a la causa liberal, seguirá haciéndolo en la época de
Mendizábal y de Madoz, aumentado su ya de por sí cuantioso patrimonio. En nuestro estudio sobre
la desamortización eclesiástica ya comprobamos que fue uno de los prototipos clásicos de
beneficiario de la desamortización. Diego José era hidalgo, pero también un gran propietario
41 Carlos PARILLA ALCALDE y Miguel PARILLA ALCALDE, Linajes y blasones […], op. cit., pp. 91-112.
42 BOPCR, nº 1, 1886, p. 8 y Ángel Ramón DEL VALLE CALZADO y Rafael VILLENA ESPINOSA, “Diputación
y estado liberal, 1833-1874”, en Isidro SÁNCHEZ SÁNCHEZ (coord.), Historia de la Diputación Provincial de Ciudad
Real (1835-1999), Ciudad Real, Diputación Provincial, 1999, pp. 121-122.
43 Su tercer titular, Pedro Ignacio Valiente Merino, hizo una pequeña compra en el periodo de Mendizábal, Ángel

Ramón DEL VALLE CALZADO, Desamortización y cambio […], op. cit., pp. 189-190.
44 Carlos PARILLA ALCALDE y Miguel PARILLA ALCALDE, Linajes y blasones […], op. cit., pp. 178-195. En estas

páginas se puede consultar la genealogía familiar. También C. CHAPARRO, Memoria en plata. Una historia social de la
fotografía en el Campo de Montiel (1863-1940), Ciudad Real, Biblioteca de Autores Manchegos, 2014, pp. 72-74.

34
La nobleza rural en La Mancha… Ángel Ramón del Valle Calzado

agrícola-ganadero, que va a aprovechar las oportunidades de la revolución liberal para enriquecerse


aún más. A la cantidad adquirida en la época de Mendizábal (unas 100 hectáreas) se le suman ahora
la nada despreciable suma de 3.700 hectáreas. Debemos añadir además que sus estrategias inversoras
pasaron por adquirir bienes no sólo en su lugar de residencia o pueblos limítrofes sino por una
extensa área del Campo de Montiel, comprando en Infantes, Torre de Juan Abad, Villamanrique,
Villahermosa, Alhambra, Carrizosa, Fuenllana y Montiel. La configuración de este importante
patrimonio a nivel comarcal permitirá a la familia Ballesteros aparecer en lugar preferente en la lista
de mayores contribuyentes de 1875 y formar un área de enorme influencia política en la época de la
Restauración. La certificación de bienes que presenta en 1841 al ser nombrado senador demuestra el
potencial de su patrimonio antes de sus compras en la época de Madoz, pero tampoco se puede
negar que ese caudal aumentó exponencialmente con sus adquisiciones en las subastas45. Otra rama
de los Ballesteros, también muy poderosa y dueña del conocido Palacio de los Ballesteros en
Infantes, participó en el proceso desamortizador, pero en menor medida. Nos referimos a Diego
Andrés Ballesteros Marañón.
También de Infantes son los Melgarejo, otro linaje antiguo ligado al Campo de Montiel y
La Mancha desde el siglo XVI, aunque avencidados en Infantes a finales del XVII. Ya en la de
Mendizábal Nicolás Melgarejo Melgarejo adquirió algunos bienes. A mediados del XIX era el
mayor contribuyente de Infantes y el segundo del partido, además de presidente de la
mancomunidad de pastos del suelo y Campo de Montiel 46. Su hermano Juan Antonio Melgarejo
Melgarejo sí que compra en la Desamortización General una cantidad de tierras significativa,
cercana a las mil quinientas hectáreas repartidas entre varias poblaciones como Cózar y Montiel. Uno
de sus sobrinos, José María Melgarejo Enseña se convirtió en un gran comprador, al adquirir más
de 3.700 hectáreas en cinco términos municipales, aunque las más significativas fueron las realizadas
en Villamanrique y Villahermosa. En 1875 era el sexto mayor contribuyente de la provincia. En 1883
por una serie de avatares sucesorios consiguió acceder a un título nobiliario con grandeza de España,
el ducado de San Fernando de Quiroga, y su hijo Nicolás, también heredero del título, fue un
significado cacique a finales del XIX47. Otro sobrino de Juan Antonio y Nicolás, Ramón Melgarejo
Melgarejo, hijo de Joaquín y Mercedes Melgarejo, realizó también importantes compras, casi mil
hectáreas, y en 1875 aparecía como el decimotercer mayor contribuyente provincial. Este personaje
ocupó el Palacio de la familia de la calle Caldereros, y construyó después el nuevo palacio en la calle
Mayor. De esta forma estas familias trasladaban su dominio social en el imaginario colectivo a través
de la construcción de palacios y casas señoriales48.
También poseedores de otro palacio era los Fontes Fernández de Córdoba. Los dos
hermanos, Antonio y Juan, no sólo estuvieron casados con la misma mujer, Reyes Ballesteros
Antolínez de Castro (hija del gran comprador Diego José Ballesteros, que tras fallecer su primer
marido Antonio se volvió a casar con su cuñado Juan), sino que participaron en la desamortización.
La hacienda del matrimonio Antonio y Reyes era la más importante de Infantes en la segunda mitad
del XIX y en parte se configuró con bienes desamortizados. A la muerte de Reyes Ballesteros, Juan
Fontes se casó con Dolores Barnuevo, hija de un hidalgo residente en Santa Cruz de Mudela, José
Barnuevo López de Haro, nieto de la Condesa de Montenuevo, de la que fue uno de sus
herederos, y un gran comprador de bienes desamortizados en ambas etapas, unas 2.800 hectáreas
con una inversión de más de un millón de reales, repartidos por el Campo de Montiel y La

45 Ángel Ramón DEL VALLE CALZADO, Desamortización y cambio […], op. cit., pp. 190-191. Su expediente personal
puede consultarse en la web del senado (http://www.senado.es).
46 Para los datos genealógicos Carlos PARILLA ALCALDE y Miguel PARILLA ALCALDE, Linajes y blasones […],

op. cit., pp. 263-277. Para el resto Ángel Ramón DEL VALLE CALZADO, Desamortización y cambio […], p. 191.
47 José María BARREDA FONTES, Caciques y electores […], op. cit., p. 207.
48 Carlos CHAPARRO, ¿Quiénes eran los grandes hacendados de Villanueva de los Infantes en el siglo XIX y cuáles

eras sus casas?, blog La Historia de Infantes en migajas, diciembre de 2012. (http://www.balcondeinfantes.com/).

35
La nobleza rural en La Mancha… Ángel Ramón del Valle Calzado

Mancha49. Sus hijos emparentaron con lo mejor de la hidalguía manchega como los Acedo-Rico y
los Treviño, y aparecen con cierta frecuencia en la política de la Restauración e incluso en la más
reciente. En otras villas del Campo de Montiel aparecen otras familias hidalgas que participaron en
las compras. En Torre de Juan Abad y Villamanrique, por ejemplo, están los Frías se quedaron con
buena parte de los bienes de propios de ambos pueblos. El que más compró fue Juan Tomás Frías
Ayuso que se hizo con más de 3.200 hectáreas, casi todo concentrado en dos grandes fincas de los
propios de Villamanrique. En 1875 era el vigesimotercer gran contribuyente provincial y fue
diputado provincial por el partido conservador seis años, entre 1875 y 1881. Su hijo Mariano Frías
Pérez de los Cobos también realizó alguna pequeña compra, mientras otra hija, María, se casó con
un Fontes Ballesteros, enlazando así con los más importantes linajes del Campo de Montiel, y de
hecho el palacio de los Fontes en Infantes recayó finalmente en una rama conjunta de los Frías, los
Fontes y los Ballesteros50. En Montiel residen los Gutiérrez de la Vega (José Antonio y su hijo
Andrés María). El que más compró fue el hijo (424 has. por 528.000 reales). Ambos se dedicaron a la
política en el partido conservador. El padre fue diputado en dos ocasiones, pero Andrés María
realizó una brillante carrera política, siendo uno de los baluartes del partido conservador en el
Campo de Montiel. Fue además de diputado provincial, diputado del distrito durante once años,
Director General de Prisiones y Gobernador Civil de Santander. La prensa lo llamaba “el señor de
los Campos de Montiel” y lo definía así: “Es gran propietario del distrito, en donde su familia tiene
viejo abolengo” 51.
CONCLUSIONES
Después de este amplio repaso podemos concluir que una fracción de la nobleza
manchega no sólo se mantuvo, sino que logró encaramarse a la elite local en la transición al
régimen liberal, un régimen con el que la mayoría se comprometieron. Esta oligarquía local fue
primero defensora del reformismo ilustrado y después del liberal. No todas las familias hidalgas
sobrevivieron al convulso siglo XIX y las que lo hicieron utilizaron un arsenal de recursos variable:
estableciendo redes, estrategias matrimoniales y tomando decisiones económicas importantes
relacionadas con la irrupción del nuevo sistema capitalista, entre ellas, la de comprar en la
desamortización, pero también la forma en cómo superar la desvinculación, cómo adaptarse a las
nuevas fórmulas hereditarias, etcétera. Parte de la rancia oligarquía no fue ni mucho rancia en sus
decisiones microeconómicas. Supieron adaptarse, conservar y ampliar su ya de por si importantes
patrimonios. Unos no participaron en la desamortización, otros lo hicieron de manera puntual y
algunos más de manera muy significada. Sea como fuere no sólo la desamortización les facilitó la
transformación de oligarcas a caciques. La Revolución Liberal, en su conjunto y con ella la
desamortización, les permitió el ascenso social a la cúspide de la sociedad rural local, que tuvieron
que compartir con otros nuevos grupos sociales en ascenso. Como ya defendimos hace unos
años no estamos hablando de simple continuidad social sino de la culminación de unas
transformaciones sociales que se venían gestando desde los siglos anteriores, y que la revolución
liberal no hizo sino culminar. Y muchos de estos hidalgos intuyeron que el liberalismo era el
instrumento que les iba a facilitar su definitivo arraigo como una elite que, por fin, podría
sobrepasar el marco local. Y por esta razón no sólo no lo combatieron, con unas pocas
excepciones, sino que lo apoyaron denodamente 52.

49 Ver datos biográficos sobre su figura en Ángel Ramón DEL VALLE CALZADO, Desamortización y cambio […], op.
cit., p. 201.
50 Blog Balcón de Infantes, nº 208 (XII, 2009), p. 21 (http://www.balcondeinfantes.com/).
51 José María BARREDA FONTES, Caciques y electores […], op. cit., p. 213.
52 Para un mayor desarrollo de esta tesis ver Ángel Ramón DEL VALLE CALZADO, “Desamortización eclesiástica

y cambio social en La Mancha, 1836-1854”, en Sociedad y Utopía, nº 5, 1995, pp. 47-70. Para comprobar el apoyo de esta
oligarquía al liberalismo, Juan Antonio INAREJOS, La Revolución de 1854 en la España rural. El Bienio Progresista en Ciudad
Real (1854-1856), Ciudad Real, Instituto de Estudios Manchegos, 2010, pp. 21-38.

36
Familia y poder en el Alamdén… Rafael Gil Bautista

FAMILIA Y PODER EN EL ALMADÉN DEL AZOGUE. LA ALCAIDÍA DE LA


REAL CÁRCEL DE ESCLAVOS Y FORZADOS EN EL SIGLO XVIII

Rafael Gil Bautista


Universidad de Alicante. IES Mare Nostrum (Torrevieja)

Los diferentes yacimientos mineros del alfoz almadenense, así como el nombre de la
propia villa de Almadén, que cabalga sobre uno de sus principales pozos, deben su reputación a la
riqueza de su subsuelo. De sus vetas de cinabrio, del que después de su extracción y destilación se
obtiene el azogue, han dependido hasta hace sólo unas décadas el devenir histórico y
socioeconómico de sus gentes. Aunque está bien documentado que desde la Antigüedad se
explotaron estos filones, no será hasta bien entrado el siglo XVII (tras el descubrimiento y
aplicación del proceso de amalgamamiento del mercurio con la plata y el oro) cuando se
convirtieron en un baluarte económico para la Corona hispánica.
Brevemente, aun a riesgo de ser demasiado simplistas, podemos reducir a dos los
procedimientos empleados en su gestión minera y económica en las etapas modernas y
contemporáneas: el sistema de arrendamientos y el control directo por parte del Estado. En
cuanto al primer método, fueron banqueros, hombres de negocio o personalidades del ámbito
político los que firmaron los contratos con la Corona. El sistema se heredaba de las centurias
finiseculares del Medievo; entre los rubricantes cabe distinguir a los prestamistas judíos de
Augsburgo, los Fúcares (Fuggers en lengua germánica), quienes ejercieron su oligopolio como
recompensa por las dádivas entregadas para el nombramiento imperial de Carlos de Gante, recién
nombrado Carlos I de España, desde 1525 hasta 1645.
A partir de esa fecha, coincidiendo con la grave crisis del Seiscientos, fue la Hacienda
Pública la que tuvo que hacerse con el control del establecimiento, hasta que en el segundo tercio
del siglo XIX otro ilustre linaje de banqueros e inversores, los Rothschild, lo controlase en
régimen de monopolio hasta principios del siglo XX 1. Por consiguiente, el tramo cronológico que
nos ocupará en esta aproximación a la realidad almadenense, las últimas décadas del siglo XVII y
toda la centuria dieciochesca, estará marcado por esta segunda manera de gestión, la estatal.

LOS DOS ESPACIOS CARCELARIOS: LA CRUJÍA (1550-1755) Y LA CÁRCEL


NUEVA (1752-1969)
En este periodo, además de unos modestos calabozos municipales situados en unas
dependencias próximas al ayuntamiento, por tanto, ajenos al establecimiento minero, dos fueron
los recintos destinados a los esclavos y forzados que Su Majestad tenía en esta villa manchega: la
cárcel vieja, tradicionalmente conocida como la Crujía, y la nueva cárcel.
El primero de ellos, que podemos localizar en el mapa adjunto con la letra A, estaba
situado en los arrabales de la población. Su ubicación le permitía tener fácil acceso tanto a las

1Véase: Antonio MATILLA TASCÓN, Historia de las Minas de Almadén, Madrid, Minas de Almadén y Arrayanes, S.
A. e Instituto de Estudios Fiscales, 1987, 2 vols.; Victoriano MARTÍN MARTÍN, Los Rothschild y las minas de
Almadén: el servicio de la deuda pública española y la comercialización del mercurio de Almadén, Madrid, Instituto de Estudios
Fiscales, 1980, 644 pp.

37
Familia y poder en el Alamdén… Rafael Gil Bautista

galerías subterráneas de la mina de El Pozo, como al inmediato cerco de destilación, conocido


como Buitrones. Desde su edificación cuando mediaba el siglo XVI, hasta que fue sustituida dos
centurias después, tenemos noticias documentadas que nos permiten conocer su distribución
espacial, así como las duras condiciones que tenían que soportar quienes allí estaban recluidos.
Sobre estos últimos y las insalubres vicisitudes que sufrieron destacamos el magnífico trabajo de
Germán Bleiberg en la última década del Quinientos 2. De la recopilación que Mateo Alemán –
juez visitador enviado por el Consejo de Órdenes, entonces, e insigne literato de la novela
picaresca, siempre–, nos ha legado tras una estancia cercana a dos meses en estos pagos, todos los
que nos hemos aproximado a la realidad almadenense nos hemos enriquecido. De manera
sucinta, la parte que más nos puede interesar ahora son los datos aportados tras los
interrogatorios a 12 de los 13 forzados. Gracias a ellos tenemos repetidos testimonios de las
ingratas jornadas en los tornos evacuando en zaques las aguas que se filtraban, de los maltratos y
azotes si se quejaban, o de las penalidades que padecían en los hornos de destilación al desbrasar,
sacar y cernir las cenizas de las fundiciones, “porque de ello se azogan los hombre y quedan
tontos y fuera de juicio y vienen a enfermar gravemente” 3.
En referencia a las instalaciones y dependencias de la Crujía, nos podemos hacer una
idea muy aproximada de las mismas gracias a que cada vez que se producía un nuevo
nombramiento de alcaide se debía proceder a inventariar las personas y bienes que cada una de
las estancias contenían. Como ejemplo de lo que estamos diciendo puede servirnos lo sucedido
en el otoño de 1701, cuando recién estrenada la centuria y bajo la superintendencia de Miguel de
Unda Garibay, se produjo el fallecimiento de Antonio Mayordomo y se dio el relevo a Andrés
Martín Chamorro 4.
El recorrido que realizaron será el mismo que nosotros iremos trasladando al papel. En
primer lugar, el citado superintendente, el contador Gaspar Fernández de Noya, el escribano de
minas y el interesado pasaron a la despensa. Los enseres allí relacionados eran los habituales en
un espacio de estas características romanas: trébedes, tinajas con diversas capacidades para el
vino, los panes existentes, la carne de “macho” guardada, calderos y algunos muebles. A estos
habría que añadir peanas de hierro, cadenas con sus grillos, esposas, argollas y serpentines
propios del lugar.
A continuación, se relacionaron los nombres y apellidos de los 57 forzados. Junto a cada
uno se aclaraba en primer término si portaban cadenas, grilletes y peanas, para añadir después si
tiraban agua de los tornos, tenían alguna enfermedad –tullidos, convalecientes en la enfermería
y/o azogados– o si alguno gozaba de la suficiente confianza como para servir en la casa de la
Superintendencia, hacer las funciones de pregonero, trabajar en las herrerías de la mina, enviarlo
como recadero, ejercer de enfermero, incluso como roncador 5. En términos muy similares se
detallaban los 32 esclavos recluidos, por lo que no nos vamos a detener en ello, eso sí, en algunos
se especificaba si eran moros, turcos o de cualquier otro origen.
La posterior sala que visitaron fue la Crujía propiamente dicha. Allí se reconocieron 94
jergones con sus respectivas mantas, más 3 cadenas para asegurar los esclavos y forzados durante
la noche, algunos grillos y virotes 6, una lámpara grande de hierro para el alumbrado nocturno de
la estancia y algunos candados con sus llaves para guarnecer las puertas.

2 Germán BLEIBERG, “El «Informe Secreto» de Mateo Alemán sobre el trabajo forzoso en la Minas de Almadén”
en Estudios de Historia Social: Revista del Instituto de Estudios de Sanidad y Seguridad Social, nº 2-3, julio-diciembre 1977, pp.
357-443.
3 Ibídem, p. 368.
4 Archivo Histórico Provincial de Ciudad Real (en adelante AHPCR). Protocolos Notariales, leg. 4912, fs. 215 y ss.
5 Persona de confianza del alcaide que entregaba y repartía diariamente los galeotes a los responsables de los pozos,

desagües y herrerías.
6 Hierro largo que a modo de maza se colgaba de la argolla sujeta al cuello de los esclavos que solían fugarse.

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Familia y poder en el Alamdén… Rafael Gil Bautista

Los siguientes pasos les llevaron a la enfermería. En ella, además de las ropas de cama y
utensilios que se pueden considerar como los habituales (sábanas y almohadas de lienzo de La
Vera, colchones y tarimas para aislarlos de la humedad del suelo, almirez con su mano, jeringas o
cajas para los ungüentos de la botica), se anotaron dos lienzos de temática religiosa –uno de
“Nuestra Señora del Rosario” y otro de “Cristo atado a la columna”–, algunos muebles y otros
útiles vinculados a la función carcelaria: un candado en la puerta que la comunicaba con la capilla,
una cadena para aprisionar a los galeotes de noche o una cerradura que estaba pendiente de
instalarse en la puerta de la Crujía.
Terminaba la visita con la relación detallada de las piezas que componían la capilla de
San Miguel. De la gran cantidad de elementos religiosos destacaremos: dos estatuas (una del
Santo Cristo y otra de san Miguel), unas andas para procesionar al arcángel protector, atriles,
misales, campanillas, ropa de misa de la más variada calidad, vinajeras de plata, candeleros,
cornucopias, purificadores o un estandarte de tejido de Damasco carmesí con sus escudos y
borlas.
De toda esta relación de pertenencias y personas, aunque abreviada por nosotros, se
daba por enterado y conforme el nuevo alcaide Martín Chamorro, tanto en forma de depositario,
como de administrador de esas instalaciones. En ese sentido las palabras que redacta el escribano
son contundentes: “a cuyo cumplimiento obligó su persona y bienes, muebles y raíces, habidos y
por haber, con poderío de justicias y en especial a dicho superintendente”.

España. Ministerio de Defensa. Archivo Cartográfico y de Estudios Geográficos del Centro Geográfico
del Ejército. Planos y mapas núm. 247.- Plano y perspectiva geometrica de la villa de Almadén (detalle). Firmado
F. Cruz. 2ª mitad del siglo XVIII

Por lo que respecta a la nueva cárcel, que consta con la letra B en el mapa que se aporta,
como se puede visualizar estaba más alejada que la anterior del entramado minero y municipal,
pero encontrar un espacio suficiente para la edilicia del nuevo complejo requería de una superficie
que difícilmente encajaba en la escarpada planimetría urbana de Almadén.
Un cúmulo de factores hicieron posible que se pusiera en marcha su construcción.
Entre los más importantes: a) la necesidad real de espacio físico donde tuvieran cabida los
galeotes con mayor desahogo y en mejores condiciones higiénico-sanitarias; b) los numerosos
informes que se habían elevado a la Superintendencia General de Azogues y al Consejo de Indias
–por medio de visitadores, de los propios superintendentes (Cortés de Salazar (1746) o Sánchez

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Familia y poder en el Alamdén… Rafael Gil Bautista

de Villegas (1751) o de ilustrados que reconocieron las minas y sus dependencias–;pero, sobre
todo, c) el pavoroso contagio de fiebres palúdicas que produjeron una terrible mortandad en los
años 1750 y 1751. Las dramáticas consecuencias para la villa, donde se tuvieron que habilitar
temporalmente edificios no hospitalarios para acoger a tal cantidad de enfermos, y para la propia
cárcel –con 32 forzados y 35 esclavos fallecidos en los años mencionados– propiciaron
sobremanera la decisión.
En cuanto al edificio, o mejor aún, al complejo de habitáculos que lo conformaban, se
estructuraba en torno a dos rectángulos concéntricos, cuya fachada meridional miraba a la
población. Se trataba de una amplia construcción de unos 100 m. de largo y de casi 50 m. de
ancho. Sus cuatro lados se disponían del siguiente modo: las habitaciones para los oficiales y
tropa de resguardo, así como las cuadras para los caballos en el lateral sur; la panda oriental
acogía la capilla de San Miguel (como no podía ser de otro modo dada la longeva tradición al
arcángel justiciero), la sacristía, la enfermería y la casa del médico; en dirección opuesta, es decir
hacia poniente, se localizaban las salas de morada de los empleados y dependientes de la cárcel;
mientras que la zona septentrional se dedicaba a las celdas de los reos. Como se intuye en el
plano que aportamos, el rectángulo interior quedaba dividido en tres espacios (aunque el central
duplicaba en espacio a los otros dos), que trazaban unos robustos porches porticados, cuyos
arcos de medio punto apeaban en gruesos pilares rectangulares.
Pero la parte más lúgubre y siniestra es la que estaba por debajo del nivel del suelo: las
celdas de los presidiarios. Se trataba de unos habitáculos reducidos, que en algunos casos
compartían a modo de ventana un hueco vertical donde a duras penas cabía la mano. Además,
tenían un orificio practicado en el suelo, el cual serviría de letrina. Desde estos calabozos, por una
angosta galería subterránea entraban y salían los penados a sus malsanos quehaceres, sin ver la luz
del sol, ni recibir la más pequeña brisa de aire limpio.

Aspecto de las celdas y de una de las “ventanas” de la Real Cárcel de Almadén. Verano 2103.

Las obras del recinto se realizaron con cierta rapidez, pues dieron comienzo en 1752 bajo
la supervisión técnica del ingeniero Silvestre Abarca, del malagueño Everardo Pavís –como
maestro mayor de obras– y de su teniente Francisco Felipe Camps, en tan solo dos años las obras

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Familia y poder en el Alamdén… Rafael Gil Bautista

habían finalizado. Por coincidir temporalmente con las averiguaciones del Catastro de Ensenada,
podemos ampliar el nombre de otros 3 aparejadores que allí intervinieron: Miguel de Azor,
“sobrestante de la Nueva Crugia o Carcel de Forzados que se está construyendo”, Juan José de
San Martín, “de estado hijosdalgo, pero que no fue recibido como tal en la villa. Sobrestante de
las obras que se están construyendo en dicha villa” 7, y Antonio Grande, igualmente sobrestante
en Almadén para las labores que se estaban practicando para levantar el presidio de esclavos y
forzados.

SER ALCAIDE EN EL ALMADÉN DEL AZOGUE


Tal vez hoy a muchos de nosotros nos pueda resultar difícil entender que hubiera cierto
interés por desempeñar tal oficio. La grima actual por controlar, alimentar, cuidar y responder de
un grupo social tan marcado para nada se ajusta a la visión que se tenía en el Setecientos. Es más,
se percibía como un asunto utilitarista, donde los presidiarios cumplían una función indispensable
para la buena marcha de aquellas cárcavas mercuriales, puesto que era fundamental evacuar las
aguas subterráneas. Si se ponía énfasis en el cuidado y manutención de los galeotes era por la
fuerte inversión económica que en aquellos infelices se hacía desde la Hacienda pública. En este
sentido las palabras que redactaba el amanuense sobre los compromisos que asumía el nuevo
alcaide Lucas Escribano Montoya, cuando este aceptó su nombramiento en 1715, son lo
suficientemente esclarecedoras:
“servira dicho oficio y cargo de tal alcaide con la puntualidad y cuidado que se requiere, y
en todo tiempo executara las ordenes que le fueren dadas por su señoría y demas
superintendentes que fueren en estas dicha Rs. Minas, y cuidara con todo desbelo de la
guarda y custodia de los forzados y esclavos que son y fueren de su cargo y los cuidara con
las raziones, besttidos, camisas, zapatos, jergones y mantas para sus lechos como sea
estimado y dara cuenta de ellos; y si por su descuido, omission, o neglixencia alguno o
algunos hizieren fuga pagara a Su Magestad los daños, intereses y menoscabos que se
siguiesen por la dicha fuga, y finalmente hara y cumplira con la obligacion de su oficio” 8.
Como se puede apreciar no solo era cuestión de atender con el mayor rigor las órdenes de
la superioridad o de poner el celo debido en los encargos recibidos sobre ropa o alimento, sino
que, si en algún momento algún preso lograba huir, lo que sucedió en más de una ocasión, debía
reponer a otro esclavo o forzado por el precio y por el tiempo que le restaba al huido.
Sirva de muestra de lo que decimos lo que acaeció en marzo de 1727, siendo alcaide Juan
Antonio Garzón. Este reconocía que se había escapado un forzado de nombre Jacobo Biridi,
(mayor, azogado y de confianza hasta que se fugó en diciembre del año anterior), y que no
obstante de haber practicado diligencias y persecuciones infructuosas para localizarle, se veía
obligado a realizar como donación a las reales minas de un esclavo que había adquirido en el
colegio de los agustinos descalzos de la villa de Almagro, “moro de nazion, llamado Cosimo
Lemi, color amembrillado y picado de biruelas y demás de dos baras de altura” 9.
Para asegurar y demostrar que era útil para el servicio, desde la Contaduría se hizo
examinar por el médico y el cirujano, quienes dejaron constancia por escrito de que “estaba sano
de sus miembros y para poder serbir en cualquier ejercicio de los de estas minas, y que tendría
veinte y tres años de edad con corta diferencia”. El decreto que desde esa misma Contaduría se
emitió, en base a los precedentes anteriores en casos de evasión, además de enriquecer la
casuística y los diferentes precios que se abonaron en otras situaciones, terminaba por aceptar
para el servicio a Cosimo Lemi y saldar así la deuda contraída por el alcaide con la Real Hacienda.

7 AHPCR. Catastro de Ensenada, leg. 643.


8 AHPCR. Protocolos notariales, leg. 4764, f. 30v.
9 Ibídem, f. 3 y ss.

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Familia y poder en el Alamdén… Rafael Gil Bautista

Por otra parte, unas líneas más arriba mencionábamos el ejercicio de sus
responsabilidades. Aunque sea de forma concisa, dos aspectos queremos destacar: en primer
lugar, el control del equipamiento con que debían vestir y calzar a aquellos infelices; en segundo
término, su alimentación y atenciones sanitarias. En realidad, los dos aspectos, con independencia
de la generosidad y bondad de cada uno de los alcaides, respondían a ese fin utilitario que antes
hemos citado: cuanto más robustos y mejor nutridos estuvieran aquellos reos, mayor provecho se
les podría sacar.
Con el fin de poderlos diferenciar en el seno de las oscuras galerías mercuriales lo
habitual era que, sumadas a las cadenas y grilletes que portaban, fueran rapados y vestidos de
paño rojo. Para ello se les debía calzar con zapatos, todo un pequeño lujo, pues la mayoría iban
descalzos o llevaban unas abarcas de esparto. La explicación radica en su ocupación, ya que la
mayoría pasaban el día en los tornos evacuando las aguas subterráneas para que la mina estuviera
practicable o se les sacaba a los hornos de fundición para ayudar en la carga de los mismos o en
descarga de las cenizas y escorias que se retiraban. Para el abastecimiento de las suelas y pieles
con las que se confeccionaban los zapatos se sacaba a pública subasta, como otros muchos
pertrechos con los que se debía abastecer la mina y la propia cárcel, y se adjudicaban al mejor
postor.
Algo muy similar ocurría con el lienzo de paño colorado con que se vestían. El
equipamiento hoy nos parecería de lo más rudimentario: un jergón que le cubría el cuerpo y unos
calzones las piernas, al que se le añadiría una anguarina que, a modo de gabán rústico y sin
mangas, les cubría del polvo y las goteras, a la vez que los identificaba. El suministro de este
tejido durante décadas, a pesar de salir a puja anualmente, estuvo en manos de tejedores y
comerciantes de la villa cordobesa de Torremilano, actualmente Dos Torres.
En cuanto a la alimentación tres productos destacan sobre el resto: el pan, el vino y la
carne de carnero. Aunque en los tres casos se procedía a regularizar su avituallamiento por medio
de una obligación contractual con la mina, el pan solía abastecerse a nivel local. Habitualmente
correspondía hornearlo a las mujeres, bien estuvieran casadas (en cuyo caso siempre se hacía
constar el consentimiento del marido, quienes así figuran en las escrituras firmadas) o bien se
hubiesen quedado viudas (habitualmente con cargas familiares); no obstante, en alguna ocasión
también hemos localizado algunos mineros de edad avanzada, azogados y temblones, solicitando
permiso para ello. Lo más frecuente era que se les hiciera entrega de una determinada cantidad de
trigo y ellas se encargaban de devolver un número concreto de panes, a cambio de una suma de
reales fijada en la subasta 10. Eso sí, a satisfacción del propio alcaide, quien en teoría debía
comprobar si la cocción y presencia de los panes era la adecuada. Como el acuerdo tenía una
vigencia anual, a principios de enero se pactaba lo aquí explicado.
Cuestión distinta era la carne pues, aunque pudiera surgir algún hombre de negocios local
que se arriesgase en su provisión, lo más frecuente fue que los forasteros se hiciesen cargo de su
abasto. Al tratarse de una sociedad profundamente teocratizada, las obligaciones para el surtido
se firmaban en primavera, justo después del periodo de ayuno cárnico que fijaban los mandatos
eclesiásticos. La relación contractual establecía que se empezaba a servir el Lunes de Pascua de
ese año y que se prolongaba hasta el Sábado Santo del año siguiente. Como en los casos
precedentes el precio se fijaba por contrato, así como la fianza del que rubricaba el
compromisario, pues tanto para la villa como la mina era fundamental en la pobre dieta de los
mineros.
Pero si esas eran sus obligaciones más señaladas, como contrapartida estaban las
prestaciones pecuniarias que recibían tanto el alcaide como las personas más significativas
vinculadas al recinto penitenciario almadenense. Una magnífica ocasión para ello nos lo brindan

10 En adelante usaremos rs. para indicar los reales y mrs. para los maravedíes.

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Familia y poder en el Alamdén… Rafael Gil Bautista

las Ordenanzas de 1735, especialmente en sus capítulos XX-XXII 11. Como responsable principal,
se fijaba su salario en 200 ducados y 18 fanegas de trigo al año.
Para las funciones que correspondían al sotalcaide, que era el segundo mando,
trasladamos lo que recogen las mencionadas Ordenanzas, aunque ya anticipamos que se le asignaba
por esa labor un salario de 4,5 rs. al día.
“El sotalcayde es un ayudante del alcayde, que sirve para traer las llaves y abrir y cerrar las
puertas de la carcel, assiste con el alcayde a hacer las visitas de noche, tiene su habitacion
inmediata a la misma carcel y debe estar siempre promto para abrir y cerrar de dia y de
noche, y assistiendo al alcayde en todo lo que alli se ofreciere; se mantendrá este oficio, por
ser tan necessario en la forma que presentemente se practica” 12.
Además, otras dos personas estaban vinculadas directamente al presidio en las labores
asistenciales: el médico y el cirujano. Estos tenían la obligación de visitar diariamente a los
enfermos, recetando la medicación que estimasen necesaria y cuidando de que el alcaide hiciese
cumplir sus orientaciones sanitarias. Al doctor se le fijaban, entones, 34.260 mrs., 50 fanegas de
trigo y otras tantas de cebada; mientras que para el cirujano se estipulaban 2.000 rs., más casa
propia o si no disponía de ella 300 rs. para su arrendamiento. Cabe indicar que, además de este
médico, en la villa existía otro galeno que contrataba directamente el ayuntamiento de la
localidad, pero quien gozaba de mayor prestigio y por consiguiente de mayor retribución era el
que estaba vinculado a estas minas.
Por último, cabe mencionar: al boticario, que obviamente se encargaba de preparar los
ungüentos y medicinas que recetaba el doctor; al capellán, que la mina nombraba entre los
eclesiásticos de la villa; al pregonero, que impartía sus sermones en Cuaresma y que era enviado
desde el vecino convento franciscano de San Antonio de Chillón (como contrapartida a dicha
congregación se le entregaban al año 12 fanegas de trigo); y, finalmente, a algún enfermero que se
elegía entre los reclusos de confianza y/o que estaban inútiles para tirar agua en los tornos.

UN CARGO EN MANOS DE LAS FAMILIAS MÁS PODEROSAS


El tándem mina y villa funcionó constantemente en el Almadén moderno. No en estricta
igualdad de condiciones, ya que siempre prevaleció el interés del establecimiento sobre los cargos
que desempeñaron en el concejo. De manera nada casual las personas que tenían las ocupaciones
de mayor prestigio en el organigrama minero nos las volvemos a encontrar cuando escudriñamos
entre los nombramientos de las actas municipales, empezando por el propio superintendente, que
era a su vez gobernador de la villa, y continuando por un amplio elenco de oficios que
compaginaban, hasta donde podían, sus obligaciones en ambos terrenos 13.
Para lo que ahora nos ocupa, la alcaidía de la Real Cárcel, salvo en contadas ocasiones, se
puede mantener esta misma línea argumental. Por tanto, vamos a ofrecer algunos ejemplos que
ratificarán y concretarán lo que estamos exponiendo. Con ello no pretendemos dar por cerrados
todos los casos, entre otras razones porque se escapa de las posibilidades de que ahora

11 Biblioteca de la Real Academia de Historia. Ordenanzas de Su Magestad de treinta y uno de enero de mil setecientos y treinta y
cinco, para el gobierno de las Fabricas y Minas de azogue del Almadén: modo de laborearlas, entibarlas o ademarlas, sacar los metales y
fundirlos, labar el azogue y purificarlo; ministros, oficiales y operarios que se han de ocupar en ellas, sueldos que han de gozar, y
obligaciones de cada uno y lo demás que se ha de observar. Ms. 3/2227. Ver para el alcaide, cap. XX, art. 214-243; para el
sotalcaide, solo el apartado 244 del cap. XXI; y, finalmente, para el médico y cirujano de la cárcel, el cap. XXII, art.
245-247.
12 Ibídem, cap. XXI.
13 El primer superintendente en acaparar ambos cargos fue Pedro del Pozo Bustamante, quien ejerció sus

responsabilidades desde mayo de 1656 hasta agosto de 1665. Era un hombre de sólida formación, ya que entre otros
títulos poseía los de alcalde mayor de Toledo, abogado de los Reales Consejos y consultor del Santo Oficio.

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Familia y poder en el Alamdén… Rafael Gil Bautista

disponemos, sin embargo, nos permitirá aproximarnos prudentemente a algunas de las cunas de
mayor prestigio que ostentaron tal oficio.
El primer apellido que deseamos resaltar es el del linaje Resa. Fue esta una familia que
llegó a la villa minera en la segunda mitad del siglo XVII desde las tierras navarras ribereñas del
Ebro. El primero de ellos fue Jerónimo de Resa Corroza, quien ejerció la jefatura de la alcaidía
entre 1684 y 1690. Al margen de su valía personal, de la que poco podemos aportar, estamos
convencidos de que su situación profesional se vio favorecida tanto por el hecho de que su tío,
Juan Ruiz de Corroza Araciel, ejerciese en esta real fábrica de pagador (segundo cargo en el
escalafón del organigrama minero tras la superintendencia, al menos entre 1666 y 1684); como
porque su hermano, Juan de Resa Corroza, continuase como hombre de confianza en la
contaduría y la pagaduría (llegando a ejercer interinamente en dicho empleo en más de una
ocasión).
Las ocupaciones que desempeñó en el concejo hemos tenido ocasión de acreditarlas en
los folios que conforman los Libros de Actas del Archivo Municipal almadenense 14.En ellos
consta como segundo regidor en 1698, primer alcalde de la Santa Hermandad en 1709,
aposentador de la Santa Bula (1712) y comisario para las fiestas del Corpus (en 1709 y 1722),
como elector en reiteradas ocasiones, pero sobre todo como regidor perpetuo a partir de 1714,
fecha en que adquirió por compra el título.

ÁRBOL GENEALÓGICO SIMPLIFICADO POR LA FAMILIA RESA

Fuente: Archivo Diocesano de Ciudad Real (en adelante ADCR) y http://www.familysearch.org. Libros
parroquiales de Santa María de la Estrella de Almadén. Elaboración propia

En el ámbito personal su matrimonio con María Antonia Marjalizo en 1706 le permitió


consolidar su posición social entre la élite almadenense. Tuvieron una amplia prole, aunque a
nosotros nos interesa destacar a su segundo hijo varón, Jerónimo de Resa Marjalizo (Almadén,
1711-1768). Añadamos que en la documentación que hemos manejado consta como familiar del
Santo Oficio del Tribunal de Toledo. Sin ser este un cargo de relumbrón dentro del entramado
inquisitorial, lo que sí es cierto es que le permitiría gozar de ciertas preeminencias sociales dentro

14Archivo Municipal de Almadén (en adelante AMA). Legajos 31-34. Sería muy deseable que tan importante archivo
estuviera en mejores condiciones de visita y consulta. De su riquísimo fondo todos nos veríamos beneficiados.

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Familia y poder en el Alamdén… Rafael Gil Bautista

de la comunidad, al menos los amanuenses de los libros parroquiales no se cansan de


recordárnoslo.
Respecto a su hijo, aun salvando las distancias temporales, pues lo volveremos a ver
como alcaide en 1749 –por tanto, casi 60 años después– los paralelismos son constantes. Tanto la
cuna como el matrimonio le volverán a situar entre lo más distinguido de la sociedad
almadenense. No obstante de vivir contextos diferentes, los cargos de responsabilidad concejil
fueron muy parecidos a los de su progenitor (alcalde de la Santa Hermandad, elector, aposentador
de la Santa Bula y, de nuevo, primer regidor tras una rocambolesca historia 15). La endogamia
entre las familias de mayor alcurnia, que fue uno de los rasgos distintivos del Antiguo Régimen,
tiene en esta familia un ejemplo paradigmático. De hecho, como podemos ver en el árbol
genealógico que se adjunta, otro cuñado suyo, José Agustín Fernández Mellado, sería boticario en
la Real Cárcel mientras él ejerció de alcaide.

ÁRBOL GENEALÓGICO SIMPLIFICADO DE FELIPE TIRADO SAVARIEGO

Fuente: ADCR y http://www.familysearch.org. Libros parroquiales de Santa María de la Estrella de Almadén.


Elaboración propia

Un segundo ejemplo de las relaciones entre mina, municipio y alcaidía lo podemos hallar
en Felipe Tirado Savariego (Almadén, 1686-1736). Igualmente, el linaje corresponde a otra familia
importante, pues ambos apellidos los podemos localizar entre lo más florido de la villa minera.
Por su partida bautismal sabemos que nació el primer día de mayo de 1686, aunque no recibió las
aguas sagradas hasta unos días después. En ella figura como hijo de Juan Tirado Savariego, en
aquel instante escribano del ayuntamiento, y de María de Astorga Baños, teniendo como padrino
al médico de la villa Martín Ruiz Savariego Tirado, cuya similitud de apellidos parece evidente 16.

15 Tras la muerte de su padre y posterior reparto de bienes, el cargo de regidor perpetuo fue vendido, carambolas del

destino, a quien más tarde sería su cuñado, Diego Fernández Acuña Noya. Tras la muerte de éste y la cesión de su
cuñada, Jerónimo volvería a ocupar asiento en el ayuntamiento como regidor perpetuo.
16 ADCR. Libro de Bautismos de Nuestra Señora de la Estrella núm. 6, f. 126v. Aunque la confusión por el baile de

apellidos era ciertamente habitual, según nuestras averiguaciones se trataría de su tío carnal.

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Familia y poder en el Alamdén… Rafael Gil Bautista

En cuanto a su recorrido vital y profesional las coincidencias se vuelven a repetir. El


matrimonio con María Teresa Barea Codiz de Escobar, en la primavera de 1713, le vinculará con
otra de las estirpes de renombre, además de proporcionarle una amplia descendencia 17. Su esposa
era hija de Matías Barea, médico de esta villa calatrava, y de Úrsula Codiz de Escobar. Entre los
padrinos y testigos se anotaron algunas de las personalidades más significativas de aquel
momento: como el licenciado Gonzalo Savariego Tirado o el presbítero Pedro Marjalizo Pizarro,
comisario del Santo Oficio de la Inquisición en aquellos años.

ÁRBOL GENEALÓGICO SIMPLIFICADO DE JUAN ANTONIO GARZÓN

Fuente: ADCR y http://www.familysearch.org. Libros parroquiales de Santa María de la Estrella de Almadén.


Elaboración propia

Sus ocupaciones en el ámbito minero nos vienen a manifestar nuevamente una doble
realidad: por una parte, que contaba con la confianza de sus superiores; por otra, que disponía de
la faltriquera o de los bienes suficientes para responder a tal desafío. Referente a lo primero,
trabajó como alcaide de forzados (1722-1723); posteriormente como capataz de herrerías en la
mina del Pozo; y, más tarde, por la muerte de Cristóbal Garzón Chicharro, desempeñó un cargo
de mayor enjundia, mayordomo de Buitrones, donde debía controlar todas las mercancías y
personas que entraban y salían del recinto de destilación, incluido el bien más preciado del
establecimiento: el azogue. En cuanto a lo segundo, no debemos olvidar que en cada uno de los
nombramientos se debía afianzar con las correspondientes hipotecas, lo que ponía de manifiesto
que la superintendencia tenía que tener en mente a aspirantes que pudieran presentar los avales
correspondientes. En el caso que nos ocupa desde luego que lo pudo hacer, eso sí, de forma
mancomunada con su mujer, que aparece como su fiadora y avalista 18.
Por lo que hace referencia a sus ocupaciones concejiles, estas se acumularon en el tramo
final de vida. Salió propuesto y elegido cuarto regidor en 1728; elector y comisario de las fiestas
que se celebraban en honor a Nuestra Señora del Rosario de 1732, y nuevamente elector en 1733,
1735 y 1736, año en que le sobrevino la muerte. A la vista está que, siendo cargos de perfil más
bajo, lo cierto es que vuelve a poner de manifiesto los vínculos que se fueron tejiendo entre la
mina y la villa a lo largo de toda la etapa moderna.
Cerraremos la terna de los personajes que hemos seleccionado y que se ocuparon de la
alcaidía con Juan Antonio Garzón (Alcalá de Henares-Almadén, 1746). Gracias a su partida de

17 ADCR. Libro de Desposorios de Nuestra Señora de la Estrella núm. 3, f. 214.


18 AHPCR. Protocolos notariales, leg. 4764, s/f. El documento está fechado el 31 de julio de 1723.

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Familia y poder en el Alamdén… Rafael Gil Bautista

matrimonio, sabemos que era hijo del doctor José Garzón Castillo y de Teresa de Garaycoechea,
quienes habían llegado a la villa calatrava en las postrimerías del Seiscientos. Igual que su padre,
era natural de Alcalá de Henares, pero como tantos otros acudió hasta estas tierras manchegas
para ejercer sus labores nosológicas 19. Sin embargo, su proyección social fue más lejos, ya que
ejerció en distintos momentos de elector, procurador síndico o regidor bajo la superintendencia
de Unda Garibay.
Con semejante cuna, sin menospreciar los sentimientos y atracción que sintiera por la
que sería su esposa, es fácil de entender que a la hora de buscar matrimonio lo hiciese con alguna
de las estirpes más acaudaladas. La elegida fue Inés Sánchez Trincado, hija de Mateo Sánchez
Trincado de Escobar y de María de Mora, antiguo mayordomo en la mina de El Pozo y hombre
de cierta fortuna, quien igualmente se había sentado en los sillones consistoriales para las más
diversas funciones 20. En el enlace los padrinos fueron el alcalde de Gargantiel Fernando Dorantes
Sotomayor y su esposa, Prudenciana Tirado Savariego, cuyos apellidos también nos acercan al
anterior alcaide 21.De este matrimonio, a diferencia de los anteriores carceleros, no hubo una gran
pole, todo lo contrario: el único vástago que hemos localizado, Manuel Antonio, vivió poco más
de dos años, ya que nació en junio de 1713 –la fecha elegida para recibir las aguas bautismales fue
el día de san Juan, de emotiva raigambre en Almadén– y falleció en el otoño de 1715,
coincidiendo con un brote epidémico en la villa del azogue 22.
Ya que estamos citando los libros parroquiales en ellos consta Juan Antonio con cierta
frecuencia como padrino. En unos casos la justificación es clara, ya que son sobrinos o familiares
directos; otras por la proximidad de su cargo con los empleados de la cárcel, tal cual fue el caso
de adoctrinar al hijo del médico extremeño Alejandro Félix de Medina en 1737; pero sobre todo
donde queremos hacer mayor hincapié es cuando lo tuvo que hacer por ser alcaide de la real
cárcel de forzados. Aunque han sido varias esas situaciones, nosotros hemos elegido por
significativa la partida redactada en la primavera de 1729, pues recoge con precisión el sentir y
proceder de la época respecto a estos galeotes.
[...] “Baptize solemnemente como manda el ritual romano a un moro de edad de veinte y
un años, poco mas o menos, quien había nacido en la villa de Argel, Reyno del Gran
Sultan, el que se llamaba Mostafa y profesaba la ley mahometana y que no sabe como se
llamaba su padre, pero que su madre se llamaba Asia y su abuelo Soliman y que havra siete
años que le captivaron y esta en tierra de cristianos y que es mozo soltero, al qual puse por
nombre Francisco Raphael, y dicho baptizado esta sirviendo en las Minas del Rey Nro. Sr.
(q. D. g.) fue su padrino que le toco y asistió a todos los actos y ceremonias de dicho
baptismo D. Juan Antonio Garzón alcayde de los forzados y esclavos de Su Magestad,
vezino de la villa y natural de la ciudad Alcala de Henares, a quien advertí el parentesco
espiritual y obligación de conocer y enseñarle la doctrina christiana; fueron testigos D.
Fernando Vigil de Quiñones, cura rector de dicha parrochial y D. Diego Valdes y Giron,
Governador de esta villa y D. Francisco Antonio Tirado Sabariego, presbítero de ella, y lo
firme = D. Diego Alfonso de Velasco” 23.
En cuanto a sus compromisos en el municipio, por ser muchos y dilatados en el tiempo,
preferimos sintetizarlos en el cuadro resumen adjunto. A la vista está que fue un hombre versátil,

19 ADCR. Libro de Desposorios de Nuestra Señora de la Estrella nº 3, f. 200.


20 En los Libros de Actas del ayuntamiento lo hemos localizado como: regidor (1725 y 1728), mayordomo del
hospital (1712), alcalde de la Santa Hermandad (1702), comisario para las fiestas del Corpus (1703), comisario de
Nuestra Señora del Rosario (1715); mayordomo de la ermita de san Sebastián (1717), entre otros muchos oficios.
21 ADCR. Libro de Desposorios de Nuestra Señora de la Estrella nº 3, f. 200.
22 ADCR. Libro de Bautismos de Nuestra Señora de la Estrella nº 8, f. 55. El padrino fue la misma persona que

apadrinó el enlace matrimonial, Fernando Dorantes Sotomayor, en ese instante mayordomo de la iglesia parroquial.
Para constatar la muerte hemos buscado en el Libro de Defunciones de Nuestra Señora de la Estrella nº 1, f. 204v.
Los meses de noviembre y diciembre de 1715 fueron los que registraron las peores cifras de fallecidos de toda la
década, con especial virulencia en los párvulos y niños.
23 ADCR. Libro de Bautismos de Nuestra Señora de la Estrella nº 9, f. 24v. El documento está fechado el 1 de marzo

de 1729.

47
Familia y poder en el Alamdén… Rafael Gil Bautista

puesto que supo compaginar sus tareas carcelarias durante varios lustros (nosotros lo situamos al
frente del presidio entre 1721 y 1746, con un breve intervalo en 1722-1723) con sus quehaceres
municipales. Precisamente en este ámbito, lo encontramos lo mismo de elector que de regidor,
como alcalde de la Santa Hermandad, procurador síndico o bien como mayordomo en distintas
ermitas. Por cierto, que falta el cargo que ocupaba en el momento de su óbito, el de mayordomo
de la iglesia parroquial, circunstancia que le evitó a su mujer tuviera que pagar los derechos de
rompimiento de su sepultura, pues ya hemos mencionado que ningún descendiente le sobrevivió.

CARGOS MUNICIPALES EJERCIDOS POR JUAN ANTONIO GARZÓN

1715 Segundo alcalde de la Santa Hermandad

1716 Mayordomo del sr. San Juan

1717 Mayordomo del sr. San Juan

1718 Cuarto regidor

1719 Cuarto regidor

1720 Tercer regidor

1721 Mayordomo de san Sebastián

1725 Elector y procurador síndico

1726 Tercer regidor

1729 Elector

1731 Primer regidor y aposentador de la Santa Bula

1732 Primer regidor y aposentador de la Santa Bula

1733 Procurador síndico y comisario para las fiestas de Nuestra Señora del Rosario

1735 Elector

1736 Elector y primer regidor

1737 Primer regidor

1738 Primer regidor y aposentador de la Santa Bula

1739 Mayordomo del Hospital de la Caridad

1741 Procurador síndico

1742 Comisario para las fiestas de Nuestra Señora del Rosario

1743 Elector

Fuente: AMA, leg. 31-34. Elaboración propia

48
Familia y poder en el Alamdén… Rafael Gil Bautista

Con este último personaje cerramos, por ahora, nuestras aportaciones a la figura del
alcaide de la Real Cárcel de forzados y esclavos. La simbiosis entre la villa y el establecimiento
minero (especialmente durante el siglo XVIII, aunque no exclusivamente) hemos tenido ocasión
de comprobarla en las líneas precedentes. Naturalmente que no quedan agotadas aquí todas las
líneas de investigación sobre este particular, pero una cuestión destaca por encima de las demás:
que la familia (entendida como cuna y parentesco) ha sido y, en gran medida, continúa siendo una
forma de ascenso y consolidación social.
De la habilidad para entablar lazos sentimentales con apellidos ilustres que les
permitiesen ascender en el Almadén del Setecientos los ejemplos a los que nos hemos
aproximado pueden ser buena muestra. Desde luego, parece obvio que los vínculos familiares
posibilitaron a nuestros protagonistas acaparar el poder, aunque fuera en el ámbito local.
Admitiendo que lo aquí expuesto difícilmente se puede extrapolar a otros contextos y villas del
Campo de Calatrava, o incluso de toda La Mancha, parece notorio que los mecanismos de
ascenso social por medio de la endogamia y el clientelismo no fue un caso aislado en la España
dieciochesca.

49
Pobres del oro… Mônica Ribeiro de Oliveira

POBRES DEL ORO: TRAYECTORIAS DE INDIVIDUOS Y FAMILIAS NO


BLANCAS EN LA AMÉRICA PORTUGUESA
Mônica Ribeiro de Oliveira
Universidade Federal de Juiz de Fora

En el presente trabajo se llevará a cabo un ejercicio de análisis basado en una fuente del
siglo XVIII producida para controlar el pago de los impuestos relacionados con la extracción de
la minería de oro. Ese documento se prestaba a un objetivo importante, que era hacer un
reconocimiento inicial de la población local para el pago de la “derrama”. Ésta consistía en el
cobro de cualquier déficit en ingresos fiscales anuales del oro hasta alcanzar el nivel requerido por
la Corona y se aplicaba sobre el valor total de cada uno de los residentes de las zonas mineras.
Identifiqué en este documento una ventana de percepción del comportamiento de los
agricultores establecidos en los alrededores de la región de Minas. Por otra parte, nos permite
vislumbrar el universo de pobres coloniales, un grupo heterogéneo y difícil de identificarse en las
fuentes.
La mayoría de las fuentes disponibles para el siglo XVIII fue producida por las
autoridades y los sectores más acomodados, todos inmersos en los prejuicios y desconfianza de
estos segmentos. Además, la condición de pobreza los ha llevado a producir unos pocos
registros: no participaban en el mercado formal, no pagaban impuestos, no adquirieron muchas
posesiones y no legitimaban sus relaciones. Los nombres de pila raras veces se acompañan de los
apellidos, lo que dificulta aún más el acceso a los pocos registros producidos como las actas de
bautismos y óbitos.
Para desbordar estas dificultades elegimos cruzar la información descrita aquí con los
registros de otros tipos, tales como apuntes de bautismo y los inventarios. Esta elección se
justifica por nuestra propuesta metodológica para el uso de la perspectiva micro histórica.
Comprender las situaciones cotidianas, los comportamientos individuales o colectivos, las
principales acciones políticas y económicas de los individuos y grupos y su red de relaciones, nos
permitió un mejor acercamiento a la compleja realidad en la que se vivía en el interior de la
América portuguesa. 1
Elegir el pobre colonial como objeto de investigación nos lleva a hablar de los problemas
teóricos y metodológicos al manejar una categoría ambigua y fluida ya ampliamente discutida por
la historiografía. En el Diccionario Bluteau del 1728 importante referencia para los estudios sobre
la América portuguesa, los pobres serían aquéllos que no tenía lo necesario para su supervivencia.
El autor analiza una serie de situaciones en las que se emplea el término como el pobre del
Fidalgo con poca renta, o el hombre pobre más pródigo de las Escrituras, y la lista de los adagios
portugueses sobre los pobres y realiza la misma descripción de la noción de pobreza. 2 Las
diferentes aplicaciones del término que figuran en Bluteau revelan la relatividad del concepto.
En las fuentes de la época no es frecuente el uso del término. Uno que no paga el
impuesto debido al “derrama”, o que se excluye del cobro del “quinto” por su condición de
pobreza o misma indigencia (establecido en tierras de otros individuos cuyos activos estaban

1 Giovanni LEVI, A herança imaterial: trajetória de um exorcista no Piemonte do século XVII, Rio de Janeiro, Civilização
Brasileira, 2000, p. 47.
2 Raphael BLUTEU, http://www.brasiliana.usp.br/pt-br/dicionario/edicao/1

51
Pobres del oro… Mônica Ribeiro de Oliveira

restringidos a la posesión de una bestia, por ejemplo) se denomina simplemente como "no
pagante". Por lo tanto, para esta investigación deduje que los individuos y las familias objetos del
estudio eran los "pobres de oro", pero para ello tuve la precaución de explicar a qué tipo de
pobreza yo me refería, a saber, pobres hombres libres en una forma o de otro modo vinculado al
cautiverio, los propietarios o arrendatarios, o aquellos que tenían la posesión de pequeñas áreas
de cultivo, del interior de Minas Gerais durante el siglo XVIII y la mitad del siglo XIX y sobre
todo los que no tienen honor y prestigio – de acuerdo con los criterios de jerarquía social en la
sociedad ibérica. Fueron sobre todo los que tenían vínculos remotos o más directos con la
esclavitud, es decir, me refiero al grupo de los mestizos y negros libres.
Las dificultades para obtener más información acerca de estos grupos nos han llevado a
utilizar una estrategia de investigación que consiste en seguir a través de los registros de aquellos a
quien se subordinaban, es decir, los grandes terratenientes locales que tenían bajo lazos de
clientela individuos y grupos desposeídos. Desenredamos las redes de clientela de los grandes
terratenientes de la región, más específicamente un gran propietario – el de mayor referencia en el
documento, ya que era dueño de la mayoría de las tierras ocupadas. Con ese procedimiento
tratamos de entender las distintas relaciones entre los diferentes grupos sociales que vivían allí y
obtener informaciones más significativas respecto a la trayectoria de los desposeídos.
El grupo de “pobres coloniales” era bastante heterogéneo en cuanto a su origen étnico.
Como ya se lo dijo, se percibe que la mayoría era de mestizos y negros, pero también se observa
la presencia de portugueses da la región del Minho viviendo lado a lado con otros blancos
pobres, todos sometidos a lazos de clientela. En general, la comunidad que se encontró en la
capilla de la Borda do Campo representa una síntesis de la sociedad colonial.
Reflejaba las contradicciones de esa sociedad, marcada por la coexistencia en el mismo
espacio de distintos grupos sociales, como los grandes, medianos y pequeños terratenientes,
hacendados y personas sin ninguna fortuna conviviendo en un contexto institucional y
económicamente débil, sin la presencia de un Estado fuerte, capaz de reglamentar las relaciones
entre los individuos en diferentes ámbitos de la vida, sea en las normas de convivencia social, la
religiosidad, la sociabilidad, la adquisición de activos (tierras y esclavos, por ejemplo), así como en
lo que se refiere a la cobranza de los impuestos por parte del fisco (llamativa característica de la
empresa minera).
En este contexto, el estudio del parentesco es de importancia fundamental. El
establecimiento de los lazos de sangre y rituales cumplirían la función de reconstrucción de lazos
en una sociedad formada por esclavos que se volvieron libres, y mestizos de todo tipo y, a la vez,
sirvió para reforzar las relaciones de poder, a través de las redes verticales. El parentesco cumplía
la función de cementar las relaciones entre los individuos y las familias, sobre todo en una
sociedad caracterizada por la inestabilidad y la movilidad, alimentada continuamente con nuevos
miembros, recién libertados del cautiverio y mulatos libres de otras áreas de la colonia en busca
de acceso a la tierra y para extraer oro de forma autónoma.
Los primeros años de los descubrimientos auríferos estuvieron marcados por la
incertidumbre y el desafío de encontrar los mecanismos más adecuados para recaudar los
derechos de la corona, fundamentales a la supervivencia del imperio. La Corona tenía que crear la
estructura fiscal que permitiera el flujo del oro para los cofres reales y evitar los desvíos. Después
de una sucesión de resoluciones y de afrontamientos de resistencias locales, fueron
institucionalizados las “casas de fundición” (1724 – en donde se fundía oro en polvo y se extraía
el impuesto) y más tarde hubo la ampliación de los contribuyentes a través de otro impuesto, la
“capitación” (1735 - recaudación por cada esclavo que participa en la minería) y el "quinto" (el
20% de todo el oro extraído). Se recreaban formas de control fiscal sobre la producción de oro
que sirvieron al doble propósito de aumentar los ingresos fiscales y también la influencia del

52
Pobres del oro… Mônica Ribeiro de Oliveira

poder real, como parte de un proyecto para fortalecer los lazos que unen el reino, el centro de
poder a las regiones más remotas.
Han ocurrido avances y retrocesos de las órdenes reales para la tributación adecuada del
oro, que enfrentaba el poder privado ejercido por los pudientes locales. En la mitad del siglo
XVIII, la Corona estaba enterada de que la rebeldía y el contrabando eran los responsables por la
caída de los ingresos, y cada vez más aumenta la presión por mejorar el sistema de recaudación de
los impuestos, sustituyendo la “capitación” por el “quinto”. En este contexto se creó la
“derrama”, o sea, una recaudación con objetivos de hacer una recuperación de cualquier déficit
de los ingresos anuales, hasta llegar a la cuota anual de cien arrobas (la arroba en el Brasil colonial
equivalía a casi 15 kilos). 3 Se sabe que en el momento de la creación de la “derrama” la minería de
oro aún no estaba en decadencia, sin embargo, el foco en esta vez ya no era el minerador, sino
otros grupos sociales, con el objetivo de que el combate al contrabando se generalizara y volviera
en bandera de todos, en el anseo de que fueran eximidos de ese cobro extra de impuesto.
La “derrama” debería gravarse a través del poder municipal, con la asistencia de varios
funcionarios, incluyendo los tesoreros de Intendencias que deberían elegir los recaudadores de
impuestos locales responsables de su distrito. Se preparaba una lista conteniendo la población
total del distrito, independientemente de tener bienes o no. La “derrama” se aplicaba sobre un
porcentaje del valor total de los bienes de cada uno de los residentes. Cada condado, cuatro en
total, debería recoger individualmente el equivalente a su participación en la deuda total. La
primera “derrama” se llevó a cabo entre los años 1763 y 1764 tratando de recoger 17 arrobas de
oro correspondientes a 13 años de “quintos” (el otro impuesto) insuficientes. 4
Vamos a utilizar una lista de la “derrama” de 1764 para los residentes del distrito de
Borda do Campo y a través de ella, cumplir con los objetivos de esta propuesta de investigación,
que es, comprender el comportamiento de los grupos e individuos más pobres y sus relaciones
con otros segmentos sociales de esa sociedad. Nuestro interés se fija en el análisis de la
coexistencia, en un mismo espacio, de diferentes grupos sociales, insertados en diferentes lugares
en la jerarquía social local. Centraremos nuestra atención principalmente en el comportamiento
de los grupos no blancos libres, es decir, respetando las nomenclaturas de la misma fuente,
libertos, mulatos y negros libres.

Tabla 1
Residentes de la capilla de la Borda do Campo: Blancos y no blancos libres, Derrama 1764
Total de residencias listadas: 72

Residencias lideradas por blancos Residencias lideradas por no blancos libres

57 79,16 15 20,83

Pago de la derrama Pago de la derrama

Pagaron No Pagaron Pagaron No Pagaron

28 49,12% 29 50,87% 05 34% 10 66%


Fuente: Derrama de la capilla de la Borda do Campo. Documentos avulsos. Casa de los Cuentos, Archivo Nacional

3 L Figueiredo destaca que el cobro de la derrama revelaba una concepción de fiscalidad más pegada al pombalismo y
a las nuevas concepciones de las relaciones coloniales, en las que el colono deja de ser el objeto de la política y pasa a
partícipe de ella. Luciano R. FIGUEIREDO, “Derrama e política fiscal ilustrada”, Revista do Arquivo Público Mineiro,
disponible en: http://www.siaapm.cultura.mg.gov.br/acervo/rapm_pdf/Derrama_e_politica_fiscal_ilustrada.PDF,
4 La segunda derrama transcurrió entre 1771-1777.

53
Pobres del oro… Mônica Ribeiro de Oliveira

Respecto a los no blancos, éstos correspondían a una categoría marcada por la diversidad.
De un total de 15 viviendas, 10 de ellas fueron exentas de pagar porque eran muy pobres; 11 de
ellas no tenían acceso a la tierra y fueron nombradas como "tierras en favor de ...". Si para
muchos el acceso a la libertad significaba la autonomía, para este grupo de personas, además de la
pobreza que los caracterizaba, la libertad perpetuaba una relación de dependencia. La mitad de
esas viviendas de no blancos era encabezada por negras libres, en el control de sus posesiones sin
la presencia de un solo bien, simplemente eran nombradas campesinas que viven con sus hijos.
El gran propietario de las tierras que fueron ocupadas de "favor" era Manoel de Oliveira Lopes y
no por casualidad era el teniente-coronel, el mismo que elaboró la lista de los residentes locales a
petición del Gobernador de la Provincia.
El 60% de los jefes de hogar en la localidad vivía bajo lazos de clientela; casi el 80% de
ellos era hombres libres blancos pobres, o, al menos, no fueron declarados como esclavos
libertos, negros libres o mulatos.
Así llegamos a la categoría de las personas blancas. Alrededor de la mitad de ellas no pagó
la “derrama” y el 35% fue declarado como desposeídos, sin ningún bien, pese la presencia de
pequeños cultivos con tan sólo la fuerza de trabajo familiar. Entonces, ¿cuál era el color y el
origen de los pobres coloniales? ¿No eran necesariamente negro o mestizos, lo que nos lleva a
considerar que la capa de pobres y desposeídos no era necesariamente formada por egresados del
cautiverio? En las comunidades del interior reinaba una jerarquía basada en el control directo de
los menos pudientes, independiente del color y origen.
Como ejemplo, encontramos en esa comunidad dos hogares de inmigrantes portugueses,
casados con mujeres de la región, muy pobres y por lo tanto no contribuyentes. Cercano a ellos
una vivienda de un negro liberto, Tomé Barbosa Lage que se destacó entre todas las otras
personas no blancas libres por sus bienes, siete esclavos, veinteún bueyes y dos caballos, poseía
una pequeña fortuna. El origen de esta propiedad es desconocido para nosotros. Podría haber
sido legado por carta de manumisión, lo que representaba una posibilidad en el momento 5.
Trasciende nuestra meta esta discusión sobre el papel de la manumisión en la multiplicación de
nuevas jerarquías sociales o incluso la posibilidad de que se enfríen las tensiones sociales y, por
tanto, han servido como un instrumento de legitimación de la esclavitud, pero el hecho es que el
esclavo liberto se distingue de los otros más empobrecidos. Investigamos más de cerca sus pasos
en otras fuentes. Thomé, casado con la liberta Ana Dias da Costa, bautizó a sus cuatro hijos y fue
capaz de extender sus redes familiares hacia los grupos sociales más ricos, e incluso tuvo como
madrina de uno de sus propios hijos la cuñada de Manoel de Oliveira Lopes. 6 ¿Serían sus
objetivos protegerse a sí y a sus hijos, o simplemente lograr el reconocimiento social? Thomé se
comportaba como la mayoría de los dueños de esclavos en no extender su red de compadres al
mundo de los cautivos, sin embargo permitía a sus esclavos que actuaran como padrinos de una
serie de otras parejas de africanos. 7
La trayectoria del ex esclavo Thomé nos hace pensar sobre los significados de la
movilidad social en el período. Sheila Faria dice que la búsqueda por la movilidad social constituía
un aspecto preferencial de la conducta de los hombres coloniales y que ésta no se pasaba sólo por

5 Márcio de Souza SOARES, A remissão do cativeiro: a dádiva da alforria e o governo dos escravos nos Campos dos Goitacases, c.
1750 – c. 1830, Rio de Janeiro, Apicuri, 2009; y Andrea, LISLY, As margens da liberdade: estudo sobre as práticas de alforria
em Minas Colonial e provincial, Belo Horizonte, Fino Traço, 2011.
6 Actas Paroquiales de bautismo- Archivo del Arcebispado de Mariana y Archivo Histórico del Arcebispado de Juiz

de Fora- MG.
7 Hay un rico debate en la historiografía brasileña sobre los significados de la red de compadres entre los esclavos.

Consultar: Stuart SCHWARTZ, “Escravos, roceiros e rebeldes”; Robert W. SLENES, “Senhores e subalternos no
Oeste Paulista”, en Luiz Felipe de Alencastro (org.), História da vida privada no Brasil. Império: a corte e a modernidade
nacional, São Paulo, Companhia das Letras, 1997.

54
Pobres del oro… Mônica Ribeiro de Oliveira

la iniciativa individual, sino como una decisión regida por la familia. Roberto G. Ferreira subraya
que la movilidad creaba patrones diferenciados entre los propios hombres negros, convirtiéndose
en un proceso de cambio social en general, pero sobre todo dentro del grupo. En un sentido más
amplio la movilidad social recreaba y solidificaba las jerarquías sin promoción de rupturas 8.
Para los desposeídos en general, de color blanco o no blanco en el contexto de la falta de
recursos y difícil acceso a la tierra, vivir bajo la tutela de un potente local se constituyó en
alternativa más estable para mantener la supervivencia alimentaria, la seguridad y la vida en
comunidad. Específicamente sobre Manoel, él no apadrina las familias de pobres portugueses, ni
extende sus lazos de parentesco espiritual a cualquier jefe de familia de los estratos más bajos, así
como a negros libres. Levantamos todas las actuaciones de Manoel en las tierras ubicadas en las
regiones montañosas de la Mantiqueira y encontramos entre 1738, el año del primer registro, y
1803, la fecha del último registro de Manoel, 41 asientos de bautismos en los que él se presenta
como padrino. Confirmando otros estudios sobre las relaciones de compadres con sus cautivos,
en los que esta relación es menos evidente, él apadrinó en su mayoría, a sus familiares y amigos,
es decir, con aquellos con los que mantenía y tenía intereses en la ampliación de los lazos de
parentela consanguínea de la confianza y la lealtad.
Entre todos estos registros encontramos que en 10 de ellos Manoel aparece apadrinando
cautivos, y en el chequeo de los nombres nos dimos cuenta de que se trataban de propiedad de
otros grandes propietarios locales, vinculados por redes de amistad y de parentesco con Manoel. 9
El establecimiento de lealtades entre pares formaba parte de las estrategias de las familias
consanguíneas de los ricos, incluso si tenían que romper con las prácticas cotidianas.
La red de compadres mantenida por el potentado Manoel no reforzaba sus relaciones
paternalistas con los esclavos y los negros libertos, que vivían bajo su favor, lo que no significaba
la ausencia de relaciones de subordinación. El principal medio de dominación y, por lo tanto, la
recreación de relaciones de clientela, eran las concesiones de vivienda y la explotación de los
cultivos agrícolas como "de favor", posibilitado de manera indiscriminada a los hombres libres
pobres de la localidad. Éstos ocupaban de forma productiva las “sesmarias” (parcelas de tierra)
que fueron donados a Manoel y éste mantenía un grupo de posibles agregados para la asistencia y
administración de sus activos.
Encontramos también una serie de asientos de bautismos en que esclavos de Manoel
aparecen como padrinos de otros esclavos ingenuos y adultos de propiedad de su propia familia.
Esta práctica fue utilizada por señores de esclavos con fines de incorporar los africanos recién
llegados más rápido, y también sugiere el interés en formar vínculos entre los esclavos de sus
propiedades. La socialización podría significar una ganancia, un logro para los esclavos pero, por
otro lado, podría favorecer el control y la subordinación de los mismos por el grupo local de los
grandes terratenientes.

CONSIDERACIONES FINALES
La posición social que ocupaba cada grupo se mantenía sin cambios: libertos,
preferentemente, solicitaban compadres de mejor condición o del propio grupo de libertos,
indicando que las alianzas con hombres libres podrían llevar a un mejor reconocimiento social;

8 Roberto FERREIRA GUEDES, “Egressos do Cativeiro”, en João Fragoso, Manolo Florentino, et al., Nas rotas do
Império: eixos mercantis, tráfico e relações sociais no mundo português, Espírito Santo, EDUFES, 2006.
9 Investigadores encontraron poquísimos casos de compadres de esclavos con sus señores. Para mayores detalles lea:

Roberto GUEDES FERREIRA, Na pia batismal. Família e compadrio entre escravos na Freguesia de São José do Rio de Janeiro
(Primeira Metade do Século XIX). (Dissertação de mestrado. Universidade Federal Fluminense, 2000); Tarcísio
RODRIGUES BOTELHO, “Batismo e compadrio de escravos: Montes Claros (MG), século XIX”, Locus. Revista de
História, nº 3, 1997, pp. 108-115; Sheila FARIA, A Colônia em Movimento. Rio de Janeiro: Nova Fronteira, 1998.

55
Pobres del oro… Mônica Ribeiro de Oliveira

grandes señores de esclavos utilizaban la relación de compadres para la extensión y el


fortalecimiento de los lazos de parentesco y afinidad, y esclavos raramente se incluían en las redes
de compadres que involucraban los señores. 10 Se percibe la existencia de lugares definidos para
cada grupo en la conformación de una sociedad fuertemente jerarquizada. El clientelismo, el
paternalismo, vínculos sociales y los lazos personales configuraban la organización social de estas
comunidades. Según A. M. Hespanha, la movilidad social, cuando ocurría, "casi no se la veía,
poco se la esperaba, apenas se la quería", era casi invisible, y concebida como la estabilidad
social 11.
En las relaciones entre los segmentos más ricos y los menos, las conexiones no se
revelaron muy significativas, lo que nos lleva a creer que en las comunidades agrarias del interior
los grupos de diferentes estamentos sociales no se mezclaban, o muy poco se interrelacionaban.
Cuando se pasaba la relación de padrinos entre los cautivos y un selecto grupo de grandes
pudientes locales, los apadrinados formaban parte del propio grupo de esclavos, lo que
presupone el interés señorial de socialización e integración de sus cautivos.
Respecto a los estratos más inferiores libertos, blancos o no blancos, sometidos a los
lazos de dependencia, éstos permanecían aislados de la vecindad más rica, es decir, los datos no
nos muestran las conexiones entre estos grupos. Pero posibles relaciones entre los menos
pudientes deberían existir, sin embargo, no pudimos obtenerlas a través de las fuentes
disponibles. Por cierto, crearon formas comunitarias de solidaridad que los identificaban más allá
de la condición de desposeídos: el espacio de la sociabilidad, las relaciones de apoyo con los
vecinos, o cualquier otro mecanismo para la asociación de las familias que condujera a la creación
de seguridad entre los miembros de la comunidad.
Por otra parte, cuando nos proponemos identificar las formas comunitarias de relaciones
tendríamos que incluir en ellas las tensiones y los conflictos que por cierto existieron 12.
Percibimos el conflicto de autoridad entre los gobernadores y los potentados locales; la tensión
que debería significar la obligación de los pequeños agricultores a someterse a la "derrama”.
Inmiscuirse en la vida rutinaria de las personas y familias es una tarea difícil delante de las fuentes
disponibles, sin embargo, se constituye una experiencia de búsqueda intentar superar la escasez
de datos y proponer reflexiones sobre el comportamiento de las comunidades agrícolas pobres de
los interiores de la América portuguesa en el siglo XVIII. Éste fue nuestro objetivo.

10 Para mayores detalles sobre las relaciones de compadres entre esclavos lea: Cacilda MACHADO. “As muitas faces

do compadrio de escravos: o caso da Freguesia de São José dos Pinhais (PR) na passagem do século XVIII para o
século XIX”, Revista Brasileira de História, São Paulo, v. 26, nº 52, 2006, pp. 49-77.
11 A.M. HESPANHA, “A mobilidade social na sociedade de Antigo Regime”, en

http://www.scielo.br/pdf/tem/v11n21/v11n21a09.pdf.
12 F. Barth destaca que los agentes sociales estaban ubicados para la acción, realizaban elecciones condicionadas por

las obrigaciones, derechos y recursos disponibles, pero esas interacciones eran atravesadas por conflictos y tensiones.
Frederick, BARTH, O guru, o iniciador e outras variações antropológicas. Rio de Janeiro, Contra Capa Livraria, 2001, pp. 39-
45.

56
Poder, cambio generacional… Pilar Pezzi Cristóbal

PODER, CAMBIO GENERACIONAL Y ENCUMBRAMIENTO SOCIAL:


LA FAMILIA PIÉDROLA DE VÉLEZ-MÁLAGA EN EL SIGLO XVIII 1
Pilar Pezzi Cristóbal
Universidad de Málaga

La nueva historia social iniciada en España por Domínguez Ortiz marcó nuevas e
interesantes vías para el estudio de los grupos sociales, y en aquellos que acaparaban el poder
convergieron con la nueva historia política 2 y la historia social de la administración iniciada por
Molas 3. Desde el ámbito de la historia de la familia también se abordó el análisis de estas elites,
sobre todo en lo que respecta a su reproducción social: “estrategias y alianzas, redes y vínculos,
formas preferenciales de organización familiar, y modos de vida y comportamientos” 4. En este
sentido, el “ideal de perpetuación” era el objetivo prioritario de estas sagas, entendido éste como
consolidación y mantenimiento en el poder a través de la institución donde lo desempeñaban5.
Sin embargo, en opinión de Soria, el evidente avance de las investigaciones en estos
campos 6 ha tardado en reflejarse en las oligarquías municipales, y destaca la confusión conceptual
y la visión estática del grupo como principales carencias 7. El Congreso Internacional “Las élites
en la época moderna” de 2006 pretendió paliarlas y, a tenor del juicio de su editor, se habían
conseguido algunos avances historiográficos 8.
Al mismo tiempo desde la demografía se señalaba la importancia del estudio del “ciclo de
vida, con especial atención a la movilidad intergeneracional” 9, que nos permitía conocer las fases

1 El presente trabajo forma parte del proyecto de investigación I+D+I “Familia, desigualdad social y cambio
generacional en la España centro-meridional, 1700-1900”, referencia HAR2013-48901-C6-6-R subvencionado por el
Ministerio de Economía y Competitividad, dentro del programa “Retos de investigación” 2013.
2 Xavier GIL PUJOL, “Notas sobre el estudio del poder como una nueva valoración de la historia política”, Pedralbes,

nº 3, 1983, pp. 61-88.


3 Pere MOLAS RIBALTA, “Vivir la Historia de las élites”, en E. SORIA MESA, J.J. BRAVO CARO y J.M.

DELGADO BARRADO (eds.), Las élites en la época moderna: La Monarquía Española. Vol. 1, Córdoba, Universidad,
2009, pp. 133-141. Vide también Studia Histórica, vol. 15, 1996.
4 Juan HERNÁNDEZ FRANCO, “El reencuentro entre historia social e historia política en torno a las familias de

poder. Notas y seguimiento a través de la historiografía sobre la Castilla Moderna”, Studia Histórica, nº 18, 1998, p.
187.
5 Francisco CHACÓN JIMÉNEZ, “Hacia una nueva definición de la estructura social en la España del Antiguo

Régimen a través de la familia y las relaciones de parentesco”, Historia Social, nº 21, 1995, pp. 75-104.
6 Sirvan de referencia sin afán de exhaustividad: James CASEY y Juan HERNÁNDEZ FRANCO (eds.), Familia,

parentesco y linaje, Murcia, Universidad, 1997. José M. de BERNARDO ARES y Jesús M. GONZÁLEZ BELTRÁN
(eds.), La Administración Municipal en la Edad Moderna, Cádiz, Universidad, 1999. Francisco J. ARANDA PÉREZ
(coord.), Poderes intermedios, poderes interpuestos. Sociedad y oligarquías en la España Moderna, Cuenca, Universidad, 1999.
Juan L. CASTELLANO, Jean P. DEDIEU y Mª Victoria LÓPEZ CORDÓN (eds.), La pluma, la mitra y la espada.
Estudios de Historia institucional en la Edad Moderna, Madrid, Marcial Pons, 2000. Francisco CHACÓN JIMÉNEZ y
Juan HERNÁNDEZ FRANCO, Familia, poderosos y oligarquías, Murcia, Universidad, 2000.
7 Enrique SORIA MESA, “Los estudios sobre las oligarquías municipales en la Castilla moderna. Un balance en

claroscuro”, Manuscrits, nº 18, 2000, pp. 185-197.


8 Raúl MOLINA RECIO, “La historiografía española en torno a las élites y la Historia de la familia. Balance y

perspectivas de futuro”, en E. SORIA MESA y R. MOLINA RECIO (eds.), Las élites en la época moderna: La Monarquía
Española. Vol. 2, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2009, pp. 9-38.
9 Sesión Estado e Iglesia en la creación de formas de estratificación social y profesional en el II Congreso Italo-Ibérico de

Demografía Histórica celebrado en Savona en noviembre de 1992. Francisco CHACÓN JIMÉNEZ y Nuno G.

57
Poder, cambio generacional… Pilar Pezzi Cristóbal

sufridas por cada familia y las distintas opciones planteadas a los individuos, en función de la
transmisión del patrimonio y de los oficios y cargos, que posibilitaban la promoción social 10.
Nuestra investigación pretende afrontar el estudio del ciclo de vida y la movilidad social de
una saga de regidores, que están presentes en el cabildo municipal de Vélez-Málaga durante todo
el siglo XVIII, a través de tres personajes relevantes 11. Nos parece peculiar el hecho de que los
Piédrola recalasen en la ciudad sin apenas bienes propios 12 y que, con certeros enlaces
matrimoniales y su gestión de los impuestos reales, en apenas tres generaciones consigan un
encumbramiento social importante 13. No hemos de obviar las dificultades que el carácter de uno
los miembros provocó en ese proceso, obligando a poner en juego todo tipo de estrategias
familiares 14.
Los protagonistas son Juan Morante Piédrola, que consiguió su título de regidor en 1692 15;
su hijo Antonio Morante y Piédrola, que en 1710, aún en vida de su padre, comenzó una brillante
y controvertida carrera política ocupando distintos puestos de responsabilidad 16; y su nieto, Juan
Antonio de Piédrola Coronado, menor de edad al fallecimiento de Antonio en 1737, quien
accedió al oficio capitular en 1755 17, y en 1790 ingresó en la Orden de Carlos III, logrando así un
alto grado de reconocimiento social y político.
La principal fuente de información para nuestro estudio de la trayectoria vital y relevo
generacional en esta estirpe es el informe realizado para que a Juan Antonio Morante y Piédrola
Coronado le fuera concedida la Orden de Carlos III 18. Además, han resultado imprescindibles los
fondos del Archivo Municipal de Vélez-Málaga, en cuyo concejo ejercieron sus funciones
políticas, así como los del Archivo Histórico Provincial y de otros archivos con documentación
sobre dicha urbe en el siglo XVIII.

MONTEIRO (eds.), Poder y movilidad social. Cortesanos, religiosos y oligarquías en la Península Ibérica (siglos XV-XIX),
Madrid, CSIC, 2006, pp. 11-13.
10 Francisco CHACÓN JIMÉNEZ, “Propuestas teóricas y organización social desde la Historia de la Familia en la

Historia Moderna”, Stuvia Histórica. Historia Moderna, nº 18, 1998, p. 20.


11 Francisco GARCÍA GONZÁLEZ, “La edad y el curso de la vida. El estudio de las trayectorias vitales y familiares como espejo

social del pasado”, en F. CHACÓN JIMÉNEZ, J. HERNÁNDEZ FRANCO y F. GARCÍA GONZÁLEZ (coords.),
Familia y organización social en Europa y América, siglos XV-XX, Murcia, Universidad de Murcia, 2007, pp. 89-108.
12 El estudio de la familia Alfaro Munera en Albacete presenta también la peculiaridad de no poseer grandes

extensiones de tierra ni propiedades, cuestión paliada con su poder político y las redes informales que crearon a partir
de ellos. Cosme J. GÓMEZ CARRASCO, “Élites, poder y burguesía a finales del Antiguo Régimen. Un complejo
sistema de relaciones (Albacete, 1750-1808)”, en Las élites […] Vol. 2, op. cit., p. 199.
13 Bastante más rápido que el caso de los Lucas en Murcia estudiado por Antonio IRIGOYEN LÓPEZ y Raquel

SÁNCHEZ IBÁÑEZ, “Conflicto y consenso en las familias de las elites locales: los Lucas en Murcia (ss. XVI-
XVIII)”, en Las élites […] Vol. 2, op. cit., pp. 285-293.
14 Francisco GARCÍA GONZÁLEZ, “Familia, poder y estrategias de reproducción social en la sierra castellana del

Antiguo Régimen (Alcaraz, siglo XVIII)”, en Poderes intermedios […], op. cit., pp. 202-203. Francisco CHACÓN
JIMÉNEZ, “Prólogo”, en F. GARCÍA GONZALEZ (coord.), La Historia de la Familia en la Península Ibérica (Siglos
XV-XIX). Balance regional y perspectivas, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2008, pp. 9-22.
15 Archivo Municipal de Vélez-Málaga [AMVM], Actas Capitulares [AC], Signatura II-1-17, Libro 3º, Cabildo 17

diciembre 1692, ff.215-216v.


16 AMVM, AC, Sig. II-1-20, Lib. 3º, Cabildo 9 agosto 1710, ff. 86-88.
17 [Ibidem, Sig. II-1-29, Lib. 1º, Cabildo 3 julio 1755, f.69]. Con el preceptivo informe de la Real Cámara.
18 Archivo Histórico Nacional [AHN], Orden Carlos III, 1.723, Exp. 400. Una copia de estos autos se conserva

dentro de la escribanía de José Antonio de Ayala, fechada también en febrero de 1790. Archivo Central de Melilla
[ACM], Papeles de Vélez [PV], CD 14, C6, L5, 1790.

58
Poder, cambio generacional… Pilar Pezzi Cristóbal

LA FAMILIA PIÉDROLA EN VÉLEZ-MÁLAGA


Juan de Morante Piédrola, el primer miembro de la familia con regiduría en Vélez, nació en
Arjonilla en 1641 19, hijo de Juan de Morante Zamora y de Ana de Morales Piédrola, casados en
1622 20, y nieto por parte paterna de Marcos de Morante y de Isabel Rodríguez y, por la materna,
de Pedro Morales Mingo y de Catalina de Piédrola, ambos también de Arjonilla, en el reino de
Jaén.
Pocas noticias tenemos de esta rama familiar, apenas el testamento del padre, que hace
referencia a los hermanos dejados atrás por el hijo pequeño en su emigración a Vélez: María de
Morante y Zamora, viuda de Alonso Parra, Pedro, Marcos y Felipe. Se registra en el expediente
únicamente lo concerniente a la filiación, omitiendo las referencias a los bienes heredados,
aunque es interesante la anotación del escribano que lo copia al precisar:
están conformes con las de su original en el que se lee todo bien excepto el apellido del
otorgante que con la gravedad de la enfermedad y poco saber escribir se dificulta dicho
apellido si es Morente o Morante y, por lo tanto, va escrito en el mismo modo que se ve en
el registro 21.
No fue un problema la transcripción del apellido en la vida de Juan, pues el Morante irá
perdiendo importancia mientras tomó mayor relevancia el más sonoro de Piédrola 22, que servía a
la postre para entroncarlo con otras sagas ilustres del reino de Granada 23, o del de Córdoba,
donde incluso llegarían a ser marqueses de Valdecañas 24. Pero resulta curioso que fue tras la
muerte de su progenitor cuando Juan solicitó ser recibido como hijosdalgo en la villa de
Lahiguera, cercana a Arjona, como lo fueron sus padres y abuelos, señalando que se habían
sorteado en la vara de hijodalgo en Arjona, Cazalilla y Arjonilla 25. Sin embargo, no consta que a
mediados del XVIII quedaran miembros de esta familia con apellidos similares en los oficios
municipales de dichas poblaciones, pertenecientes a la Orden de Calatrava. Si encontramos un

19 Nacido el 18 de noviembre, fue bautizado el 24 de noviembre de 1641, su padrino Alonso de Carmona, AHN,

Orden Carlos III, 1.723, Exp. 400, f. 10.


20 El velatorio y el desposorio fue realizado por el Lcdo. Juan Calixto de Piédrola, sin duda familiar de la esposa,

siendo testigos el Lcdo. Juan de Morales Jiménez presbítero, Manuel de Lara y Fernando Aguilera y sus padrinos
Martín de Carmona y Aldonza Jiménez, su mujer. [Ibídem.]
21 Testamento del 25 de junio de 1665 ante Miguel López de Porcuna en Arjonilla. [Ibídem, ff. 10v.-12.]
22 No podemos afirmar con rotundidad que se tratara también de un apellido ajeno, pero si es sospechoso que se

tratara de uno con gran raigambre en la zona, vide José C. DE TORRES “El mayorazgo fundado por Cristóbal de
Piedrola y su mujer Isabel Palomino de Arjona (1525)”, en Boletín. Instituto de Estudios Giennenses, vol. 202, 2010, pp.
137-204. Félix LÓPEZ GALLEGO “Un Piedrola en el castillo de Linares. Documentos inéditos del año 1692”,
Boletín. Instituto de Estudios Giennenses, nº 167, 1997, pp. 227-250. Tenemos otros casos bien estudiados, vide Enrique
SORIA MESA, “Tomando nombres ajenos. La usurpación de apellidos como estrategia de ascenso social en el seno
de la élite granadina durante la época moderna”, en Las élites […] Vol. 1, op. cit., pp. 9-27; y Gregorio SALINERO e
Isabel TESTÓN NÚÑEZ, “Introducción. Movilidad y antroponimia”, en G. SALINERO e I. TESTÓN NÚÑEZ
(eds.), Un juego de engaños: movilidad, nombres y apellidos en los siglos XV a XVIII, Casa de Velázquez, Madrid 2010, pp. 1-
8.
23 Rafael M. GIRÓN PASCUAL, “Biblioteca privada y ascenso social en el seno de la Élite. La biblioteca de don

Manuel de Piedrola Narváez y doña Teresa de Olivares Raya vecinos de Guadix (1707)” en E. SORIA MESA y J.J.
BRAVO CARO (eds.), Las élites en la época moderna: La Monarquía Española. Vol. 4, Córdoba, Universidad, 2009, pp.
165-184.
24 Sobre los Valdecañas, vide José M. de BERNARDO ARES, “La decadencia de los señoríos en el siglo XVIII. El

caso de Lucena”, en Lucena, apuntes para su historia, Lucena, Ayuntamiento, 1991, pp. 61-83. Jean P. DEDIEU y
Christian WINDLER, “La familia ¿una clave para entender la historia política? El ejemplo de la España Moderna”,
Stuvia Histórica, nº 18, 1998, pp. 207 ss.
25 AHN, Orden Carlos III, 1.723, Exp. 400, ff. 23-26v. Solicitaría pues la vecindad el 11 de junio de 1668 con

confirmación de su condición hidalga para que constara a efectos fiscales. Sobre los tipos de hidalguía vide Antonio
MORALES MOYA, “La hidalguía de privilegio”, Studia Zamorensia, nº 1, 1994, 219-222.

59
Poder, cambio generacional… Pilar Pezzi Cristóbal

Luis de Piédrola en Bailén a finales del XVII, aunque no podamos establecer la relación
familiar 26.
Probablemente, Juan Morante Piédrola residiera en Lahiguera con su esposa Catalina
Alonso Moyano y Aguilar, que le dio dos hijos, Diego y Ana, y tras enviudar se plantearía un
desplazamiento. Era por tanto un hidalgo del reino de Jaén, de quien desconocemos ocupación y
patrimonio, que aparentemente sin apoyos cambia de ámbito espacial, sin duda buscando ciertas
oportunidades que son hoy una incógnita documental pero que es posible intuir por sus
resultados.
Podemos apuntar una hipótesis que justifique su irrupción en la ciudad y su sorpresivo
acceso al poder político, dado que los protocolos notariales de principios del XVIII nos sitúan a
otro miembro de la familia en esta zona, un presbítero y licenciado llamado Juan Francisco de
Morante y Piédrola 27. Este clérigo quizás estuvo en la región antes y propició su emigración, pues
bien sabida es la movilidad de los miembros de la Iglesia y sus habituales gestiones en pro de su
familia y linaje 28.
Estos contactos pudieron ser origen del ventajoso matrimonio que Juan estableció al poco
de su llegada con una acomodada viuda natural de Canillas de Aceituno 29, villa de señorío
propiedad del marquesado de Comares 30. Isabel Pardo Lasso de la Vega, nacida en 1652 31, había
sido esposa de Pedro Vázquez de la Cuadra pero no tenía descendencia, y se casó en 1685 con
Juan teniendo como padrinos a sus hijos Diego y Ana de Piédrola 32.
Los padres de la novia, Bartolomé Pardo Camacho y su esposa María Lasso de la Vega,
llevaban generaciones radicados en la zona, afirmándose en el expediente que sus ascendientes
“vinieron a poblar a esta villa desde la de Martos, de donde eran vecinos, después de la rebelión
de este reino” 33; un origen giennense que pudo también tener que algo que ver en el enlace. El
progenitor había desempeñado los oficios de teniente de corregidor, capitán a guerra y alférez

26 Archivo General de Andalucía [AGA], Casa Ducal de Medinaceli, Santisteban del Puerto, Leg. 17, Pieza 1. 1647-
1717. Autos ejecutivos ante la justicia de Córdoba seguidos por Pedro Vázquez de Vega, como capellán de la
capellanía fundada por Marina de Castro contra Luis de Piedrola y herederos, por 56 ducados que éste le debía de los
corridos de un censo. Antecede escritura de censo a favor de la capellanía que fundó María García de Castro contra
Luis de Piedrola.
27 Archivo Histórico Provincial de Málaga [AHPM], Protocolos Notariales [PN], P5015, Luis de Ortega

Vozmediano, 5-10-1705, f.141. Aparece con un poder de Felipe Barrientos y Galindo vecino de Riogordo y patrón
del patronato y buena memoria del Hospital de las Llagas de Vélez-Málaga, para sustituir a Felipe Torrentes Hurtado.
28 Francisco GARCÍA GONZÁLEZ (coord.), La Historia de la Familia en la Península Ibérica (siglos XVI-XIX). Balance

regional y perspectivas, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 2008.


29 Sobre el papel de las viudas en el siglo XVIII vide Juan F. SANZ SAMPELAYO, “Importancia de las nuevas

nupcias contraídas por viudos en los ciclos demográficos antiguos”, en Actas del I Congreso de Historia de Andalucía.
Tomo I, Córdoba, Caja de Ahorros, 1978, pp. 253-267 y Mª del Mar SIMÓN GARCÍA, “Poder y viudedad.
Estrategias matrimoniales de la élite rural de Jorquera (ss. XVIII.XIX)”, en Las élites […] Vol. 2, op. cit., pp. 361-373.
30 En el siglo XVIII Canillas de Aceituno se integraba en el ducado de Medinaceli, Mª Luisa DE VILLALOBOS Y

MARTÍNEZ-PONTREMULI, “Señoríos de la provincia de Málaga (siglos XV-XVIII). Datos para un estudio


territorial del régimen señorial español”, En la España Medieval, nº 5 (2), 1986, p. 1317. Por lo que también pudieron
ser relaciones entabladas en virtud de este ducado con propiedades en el reino de Jaén. Francisco CHACÓN
JIMÉNEZ y Sebastián MOLINA PUCHE, “Familia y elites locales en las tierras de señorío. Las relaciones
clientelares como elemento de promoción social”, en F. ANDÚJAR CASTILLO y J.P. DÍAZ LÓPEZ (coords.), Los
señoríos en la Andalucía Moderna. El Marquesado de los Vélez, Almería, Instituto de Estudios Almerienses, 2007, pp. 57-
75.
31 Fue bautizada en la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Rosario de Canillas de Aceituno el 4 de octubre de

1652, siendo su padrino el Lcdo. Antonio Rosado Montenegro beneficiado de la villa. AHN, Orden Carlos III,
1.723, Exp. 400, f. 13.
32 La boda se celebró en la iglesia parroquial de San Juan el 17 de diciembre de 1685, oficiada por Francisco Pardo

Lasso de la Vega presbítero y hermano de la novia, siendo testigos el Lcdo. José de Vera presbítero, Fernando de
Salcedo y Bartolomé Pardo Lasso de la Vega también su hermano, velándose el 20 de febrero de 1686. [Ibidem, f. 14.]
33 [Ibidem, f. 58 y v.]

60
Poder, cambio generacional… Pilar Pezzi Cristóbal

mayor de Canillas de Aceituno, pero también los de escribano del rey y público de Vélez-Málaga,
donde residía la familia 34. En su testamento, fechado bastantes años antes, declaraba tener los
siguientes hijos: Francisco Pardo Lasso de la Vega, clérigo de menores órdenes; Bartolomé,
casado con Francisca Centellas, residente en Canillas; María Lasso de la Vega, viuda de Pedro
Palomino; y tres doncellas mayores de 25 años, Luisa Camacho, Isabel y Josefa 35.
Así nos encontramos con un matrimonio entre un hidalgo reconocido y una mujer de
familia poderosa, a la cual vendría bien ese reconocimiento legal. De hecho, años después se
instruiría una averiguación de nobleza para la rama de la familia Lasso de la Vega 36 (los Morante
Piédrola no la precisaban), donde dejar constancia de “la reputación continua, pública e
inveterada” 37 a través de testigos, quienes los calificaron como:
cristianos viejos, limpios de toda mala raza, personas nobles y de la mayor estimación,
hijosdalgo notorios en posesión y en propiedad, y por tales tenidos y reputados, así en esta
villa como en las demás partes donde han vivido y viven, y siempre han usado empleos
honoríficos y de estimación […] personas poderosas muy estimadas, y como tales tenían
muchos privilegios y distinciones, como era llevar sus mujeres cuando iban a la iglesia
tapetes y almohadas de terciopelo en que sentarse y oír misa desde las ventanas de su casa,
que caía en frente de dicha iglesia, para lo cual habían ganado buleto de su Santidad 38.
Las declaraciones certificaban la reproducción por parte de dicha familia de modelos de
comportamiento y valores propios de la aristocracia: “habían visto muchas veces pasearse por las
calles de esta villa […] en caballos de regalo, adornadas sus personas con cadenas de oro, y
esclavos que les acompañaban” 39, lo que no era óbice para que pudieran constituir elementos
fraudulentos, pues los doce testimonios adjuntados son tan parecidos como sospechosos 40.
El matrimonio de Juan e Isabel se instaló en Vélez-Málaga y en 1692 el esposo obtendría
una regiduría municipal en sustitución de Pablo de Estrada, quien había fallecido sin
renunciarla 41. Parece evidente que Juan había conseguido capitalizar a su favor las relaciones de
parentesco, clientelismo y vecindad entabladas por la familia de su esposa desde su
establecimiento en la zona 42.
Las condiciones de la concesión real de su título fueron muy amplias. Le permitía nombrar
sustitutos y crear mayorazgos o vínculos a favor de quien quisiese, aún “en perjuicio de las

34 Aparece como escribano de Vélez en 1675. AHPM, PN, P5009. Y en 1677. ACM, PV, CD 5, C13, L3.
35 Testamento realizado en Vélez el 12 enero de 1677 ante Cristóbal de Vargas. AHN, Orden Carlos III, 1.723, Exp.
400, f. 91v.-93v.
36 Está inserta también en AHN, Orden Carlos III, 1.723, Exp. 400, f. 29v.-69v. Expediente de nobleza de Juan

Manuel Pardo Lasso de la Vega, su primo, para el ascenso de su sobrino, sargento de caballería en el regimiento de
Bravante, en mayo de 1722 en Canillas de Aceituno.
37 Antonio M. HESPANHA, “Las estructuras del imaginario de la movilidad social en la sociedad del Antiguo

Régimen”, en Poder y movilidad […], op. cit., p. 32.


38 AHN, Orden Carlos III, 1.723, Exp. 400. Expediente de nobleza de Juan Manuel Pardo Lasso de la Vega […],

Declaración de José Muñoz Murillo, f. 36r-v.


39 [Ibidem, Declaración de José Jiménez Ortiz, f. 56v.]
40 Jorge PÉREZ LEÓN, “El fraude en la hidalguía: intrusiones en el estado de hijosdalgo durante el siglo XVIII”,

Estudios Humanísticos. Historia, vol. 9, 2010, pp. 121-141. Señala esos elementos como propios de una sociedad
castizo-estamental, vide Juan I. GUTIÉRREZ NIETO, “Estructura castizo-estamental de la sociedad castellana del
siglo XVI”, Hispania, nº 125, 1973, pp. 538-540.
41 Pablo de Estrada aparece en los cabildos de suertes de Vélez-Málaga entre 1653 y 1684. AMVM, AC. Miembro de

una prestigiosa familia de origen norteño con nobleza e hidalguía reconocida. ACM, PV, CD 12, C3, L2 1624, ff. 1-
112. Según las leyes en esos casos el oficio revertía en el Rey quien podía volver a enajenarlo, como hizo en este caso,
Francisco TOMÁS Y VALIENTE, “Las ventas de oficios de regidores y la formación de oligarquías urbanas en
Castilla (siglos XVII-XVIII)”, en Actas de las I Jornadas de Metodología aplicada a las Ciencias Históricas. Metodología de la
Historia Moderna. Economía y Demografía, Santiago, Universidad, 1975, p. 529.
42 Juan HERNÁNDEZ FRANCO, “Estudios sobre las familias de las élites”, Penélope, nº 25, 2001, p. 162. Se trata de

la herencia inmaterial señalada por Giovanni LEVI, La herencia inmaterial, Madrid, Nerea, 1990.

61
Poder, cambio generacional… Pilar Pezzi Cristóbal

legítimas de los otros hijos, con que siempre el sucesor nuevo haya de sacar título” 43. Esta
circunstancia nos indicaría que fue su esposa quien aportó los fondos imprescindibles para la
compra del oficio, quedando de esta manera el primogénito de su primer matrimonio condenado
al ostracismo, y beneficiando expresamente a su progenie con el encumbramiento social.
El mayor de los hijos de estas segundas nupcias fue el heredero de la saga, Antonio
Morante y Piédrola, nacido en Vélez-Málaga en 1687 44, que accedió al oficio capitular en 1710,
tras la cesión paterna 45. Posiblemente, porque Juan comenzó a dedicarse a actividades de menos
lustre, aunque más lucrativas, pues en 1713 consiguió arrebatar el arrendamiento de los impuestos
reales a otro regidor, Diego Enríquez, ocupándose directamente de ellos hasta 1717 46.
En su testamento, fechado en 1718 y donde ejercieron como testigos eminentes figuras del
ayuntamiento, declaraba como hijos de su segundo enlace a Antonio, Alonso y Catalina, difunta,
aunque citaba como heredero también a Diego, quien lógicamente no podía recibir los bienes de
Isabel Pardo 47. Por el testamento de su bisnieta, más de cien años después, conocemos el
establecimiento de un vínculo para Antonio que incluía únicamente la casa familiar y la
regiduría 48.

LA INCERTIDUMBRE DE UN MAL CARÁCTER


Los Piédrola eran ya considerados como una familia dirigente de Vélez-Málaga, de pública
nobleza, a principios del siglo XVIII, hasta el punto de obviar la presentación de instrumentos en
el alistamiento de nobles de 1706 49. Una cuestión que no pasó inadvertida para el corregidor Juan
Suárez de Carvajal, quien señaló según certificación del escribano de cabildo, “la admitía cuanto
ha lugar en derecho, y en este caso se permite, en atención a la grande urgencia con que su
majestad se halla para la defensa de estos reinos” 50, reconociendo así la notoria hidalguía de sus
miembros 51.
Antonio había heredado el oficio de regidor en Vélez-Málaga aún en vida de su padre, y su
hermano Alonso obtendría otro, primero en Alhama y luego en Vélez-Málaga, donde ejercería
como teniente de Rodrigo José de Orozco por su minoría de edad, hasta su fallecimiento 52.
Tenemos referencia a otro miembro de la familia, que es citado también como hermano de
Antonio, Carlos Morante Piédrola Villalobos, pero sin verificar su filiación 53.

43 AMVM, AC, Sig. II-1-17, Lib. 3º, Cabildo de 17 diciembre 1692, ff. 215-216v.
44 Nacido el 3 de febrero de 1687 y bautizado en la parroquia de San Juan el 14 de febrero de 1687 como “Antonio,
Josef, Blas, Hipólito”, siendo su madrina su hermana Ana de Piédrola Morante. AHN, Orden Carlos III, 1.723, Exp.
400, f. 3.
45 AMVM, AC, Sig. II-1-20, Lib. 3º, Cabildo 9 agosto 1710, ff. 86-88.
46 ACM, PV, CD 2, C 8, L 1 1713, ff. 61-64.
47 Testamento de 11 enero 1718 ante Sebastián Francisco Barranquero, testigos: Lope Carrión, Francisco Lasso de la

Vega y Antonio Polo, eminentes figuras del cabildo municipal. AHN, Orden Carlos III, 1.723, Exp. 400, f. 75-76v.
48 AHPM, PN, P5063, Manuel García y García, 22-5-1821, ff. 273v.-274.
49 Francisco J. GUTIÉRREZ NÚÑEZ y Pilar YBÁÑEZ WORBOYS, “El llamamiento a la nobleza de las “Dos

Andalucías” de 1706”, Revista de Historia Moderna, nº 25, 2007, pp. 53-87.


50 AHN, Orden Carlos III, 1.723, Exp. 400, f. 86v.
51 “Para una familia que se considerara noble, tener que litigar por su hidalguía era penoso, caro y desagradable, sobre

todo porque hacerlo implicaba no ser de «nobleza notoria»”, Mª del Mar FELICES DE LA FUENTE, “Procesos de
ennoblecimiento. El control sobre el origen social de la nobleza titulada en la primera mitad del siglo XVIII”, en F.
ANDÚJAR CASTILLO y M.M. FELICES DE LA FUENTE (eds.), El poder del dinero. Ventas de cargos y honores en el
Antiguo Régimen. Madrid, Siglo XXI, 2011, p. 252.
52 AMVM, AC, Sig. II-1-20, Lib. 5º, Cabildo 2 enero 1714, ff. 89-92; Sig. II-1-21, Lib. 2º, Cabildo 31 mayo 1718, f.

44v.
53 AHN, Consejos, Sala de Gobierno, Leg. 65. Autos hechos en el Consejo a instancias de D. José Fernández Ortega

vecino de Vélez-Málaga contra D. Lope de Carrión y otros consortes sobre ciertos excesos cometidos. Francisco
Carlos Piédrola y Villalobos, clérigo de menores órdenes, aparece en 1720 como vecino de Málaga y apoderado del

62
Poder, cambio generacional… Pilar Pezzi Cristóbal

Diego Sebastián Piédrola Morante, el hijo del primer matrimonio, siguió con los otros
negocios familiares, mucho menos honoríficos que los de Antonio, que seguiría, no obstante,
colaborando en ellos. En 1722 Diego era el encargado de hacer postura judicial para el
subarriendo de las rentas de millones, nuevos impuestos, alcabalas, cientos, milicias y fiel
medidor, obligando sus bienes 54. También tenía intereses en los abastos públicos, aunque a través
de intermediarios, como entre 1715 y 1723, cuando controlaba el abasto de jabón mediante
Miguel Mansilla y Carlos Perones 55.
Sin duda, Antonio Morante Piédrola fue todo un personaje, aunque su comportamiento no
siempre fue aceptado en la sociedad veleña, llegando a tener amplias repercusiones legales como
queda reseñado documentalmente. Su carácter pendenciero y conflictivo, desde su juventud,
provocó una diatriba con un enviado del Padre Provincial de los Carmelitas cuando le recriminó
“jugar a la pelota contra la fachada del convento, embarazando la entrada a la iglesia y hablando
didarachos a las mujeres” 56.
Pese a que sus iguales, los caballeros regidores, intentaron soslayar estos abusos en la
medida de lo posible, resultó imposible evitar que se le llegaran a abrir algunas causas judiciales,
como la derivada de haber tirado “un pistoletazo al S.D. José Zençano siendo corregidor” 57, por
haber intentado disolver un baile en que se hallaba presente. Para evitar las consecuencias de este
acto se ausentó de la ciudad, sentando plaza de soldado pero, tras la finalización del mandato del
delegado real, dejó su puesto y volvió a Vélez-Málaga, donde su padre le cedió el oficio capitular.
Un cambio generacional que quizás pretendía poner fin a una juventud tumultuosa con nuevas
responsabilidades de prestigio.
Sin embargo, su acceso al ayuntamiento no mermó sus excesos. En la sumaria ya
mencionada se citan, entre otros, un auto de prisión por defraudador de tabaco, problemas con
maderas decomisadas y desaparecidas, y numerosos enfrentamientos con vecinos de la ciudad
durante sus empleos como alguacil mayor y comisiones varias. Podemos afirmar que el poder
había acentuado aún más su mal carácter, dado que se sentía inmune ante las personas ofendidas.
De hecho, Antonio reconoció haber estado dos veces preso, aunque solo refería una de ellas: “la
quimera de algunos individuos en la distribución de aguas en tiempos de Juan Sánchez Escudero
como corregidor” 58, es decir entre 1709 y 1713 59.
Este Piédrola fue uno de los miembros más activos del cabildo, haciéndose cargo de la
Procuraduría General, que se encargaba de gestionar los pleitos de la ciudad 60. En 1714 consiguió
la entrada en la Real Congregación del Dulce Nombre de Jesús, una de las más exclusivas de la
ciudad61, y al año siguiente viajó a la corte para gestionar asuntos municipales en una comisión

Convento de religiosas del Arcángel San Miguel, de la Orden de Santo Domingo. AHPM, PN, P5016, Pedro
Martínez de Sarriá, 11-3-1720, f.45.
54 Ante Gaspar Francisco de Campos el 15 de enero de 1722 dio su poder a Mateo Sedeño y Gudiel para acudir al

Corregidor de Málaga, Superintendente de Rentas y otros encargados para presentarlas. ACM, PV, CD 2, C 3, L 2
1722, ff. 8-11.
55 AHN, Consejos, Sala de Gobierno, Leg. 65.
56 [Ibidem].
57 José Zençano y Chavarrí fue corregidor de Vélez-Málaga entre 1700 y 1703. Pilar PEZZI CRISTÓBAL, El gobierno

municipal de Vélez-Málaga en el siglo XVIII, Málaga, Diputación Provincial, 2003, p. 440.


58 AHN, Consejos, Sala de Gobierno, Leg. 65. Sumaria contra D. Antonio de Piédrola.
59 Pilar PEZZI CRISTÓBAL, El gobierno municipal […], op. cit., p. 440.
60 En 1710 sugirió recobrar el derecho del 25% sobre todos los artículos que se cargaban por el puerto de la ciudad.

Su labor logró el agradecimiento del Cabildo por su interés en favor del bien común. AMVM, AC, Sig. 11-1-20, Lib.
3º, Cabildo 10 septiembre 1710, f. 90v.; Lib. 5º, Cabildo suertes 17 agosto de 1714, f. 145.
61 Pilar PEZZI CRISTÓBAL, “Fiesta religiosa y ostentación social. La Real Congregación del Dulce Nombre de

Jesús de Vélez-Málaga y la puesta en escena del paso”, en F. NUÑEZ ROLDÁN (coord.), Ocio y Vida Cotidiana en el
Mundo Hispánico en la Edad Moderna, Sevilla, Universidad, 2007, pp. 271-284.

63
Poder, cambio generacional… Pilar Pezzi Cristóbal

que, pese a sus reticencias, se fue incrementando y lo mantendría fuera de la ciudad hasta 1717,
cuando rindió cuentas62.
En este periodo madrileño consta que estuvo amancebado con una mujer casada, una
relación ilícita que continuó tras su vuelta a Vélez y que acabó provocando que el corregidor, por
orden del Presidente de Castilla, sacara a la mujer de la casa para devolverla a su esposo. Este
suceso, sobre el que no tenemos más menciones que la sumaria ya citada, debió tener lugar en las
fechas de su accidente más conocido y documentado: las fiebres de tabardillo, que lo llevaron a
tomar una insólita decisión en 1718 63. Antonio, al borde de la muerte, remitió al cabildo un
memorial de su puño y letra declarándose responsable de la sustracción de ciertas cantidades de
caudales públicos en su comisión madrileña y solicitando el perdón 64. El hecho se difundió con
gran notoriedad y, dado el cuestionamiento que suponía de la honorabilidad de las actuaciones
municipales, se inició una investigación interna, rápidamente entorpecida por el principal
implicado, que una vez repuesto de su enfermedad señalaba:
la resolución tomada fue efecto de su grave accidente, que únicamente le gravó el sentido
por haber cargado toda su gravedad en la cabeza […] y que habiéndose restituido a su cabal
juicio y desembarazo del grave accidente no halla cosa que le grave la conciencia, ni la
discurre 65.
Se inició un movido pleito en la Chancillería que dividió a los capitulares y animó las
reuniones de todo el año, pero sin resultados concretos, pues en 1719 Antonio Morante Piédrola
estaba ejerciendo de nuevo como regidor con una gran actividad, haciéndose incluso cargo de
pagos y cobranzas de altas cantidades para el consistorio. No se resintió de este suceso ni siquiera
su vida social y religiosa, siendo nombrado nombrado Hermano Mayor de la Real Congregación
del Dulce Nombre de Jesús en 1723 66, y obteniendo además los títulos de Familiar y Alguacil
Mayor del Santo Oficio.
Sin embargo, uno de sus incidentes más graves y de mayor repercusión documental fue el
ocurrido con José Fernández Ortega, jinete de la Compañía de las Guardias Viejas y Caballería de
Castilla. El 8 de diciembre de 1723, cuando se celebraba una festividad en el monasterio de Santa
Clara, el soldado fue expulsado del templo y apaleado por Antonio y otros regidores en su
pórtico 67. La causa llegó al tribunal eclesiástico, que decidió embargarles los bienes y
excomulgarlos, pero el corregidor demoraba el cumplimiento de la sentencia, probablemente de
manera intencionada, y José Ortega recurrió a tribunales superiores solicitando mayor
imparcialidad. La Chancillería de Granada sospechó de la actuación del oficial real y envió a un
oidor para hacer averiguaciones, aunque cuando llegó a la ciudad los testigos estaban
amedrentados por:
Don Alonso de Carrión, sus hijos, Don Mateo Téllez y Don Antonio de Piédrola siempre
que montan en sus caballos sea por la ciudad o por los campos, llevan sus trabucos y
pistolas descubiertas, sin miedo de las justicias […] con que de esta suerte todos les temen,
porque el corregidor pone más cuidado en conservar su amistad que en administrar
justicia 68.

62 AMVM, AC, Sig. 11-1-20, Lib. 5º, Cabildo 18 febrero de 1715, f. 211; Sig. 11-1-21, Lib. 1º, Cabildo 2 diciembre de

1715, f. 8v.; Cabildo 13 octubre 1717, ff. 231v.


63 Pilar PEZZI CRISTÓBAL, “Temor ante la muerte: la experiencia de un regidor veleño, Antonio Morante

Piédrola”, en Mentalidad e ideología en el Antiguo Régimen, Murcia, Universidad de Murcia, 1993, pp. 419-430.
64 AMVM, AC, Sig. II-1-21, Lib. 2º, Cabildo 18 mayo 1718, ff. 38-42.
65 [Ibidem, Cabildo 23 mayo 1718, f. 43.]
66 AHN, Orden Carlos III, 1.723, Exp. 400, f. 70.
67 Pilar PEZZI CRISTÓBAL, “Entre el claustro y el mundo: las monjas clarisas veleñas en el siglo XVIII”, en P.

PEZZI CRISTÓBAL y F.J. TORRES DELGADO (coords.), Las Claras de Vélez. Quinientos años de presencia en la
ciudad. Vélez-Málaga, Ayuntamiento, 2003, pp. 157-174.
68 AHN, Consejos, Sala de Gobierno, Leg. 65. Memorial de José Fernández de Ortega, f. 29v.

64
Poder, cambio generacional… Pilar Pezzi Cristóbal

La apertura del juicio penal hizo refugiarse a los implicados, primero en el Hospital de San
Juan de Dios y luego en la ermita de la Cabeza; en cambio, Antonio Piédrola, posiblemente por
sus menores apoyos locales, fue rápidamente detenido y, desde abril de 1724, estaba en la cárcel
de Vélez esperando el traslado a Granada, custodiado por seis soldados y un cabo veterano. Pese
a la presencia de un oidor, los autos no avanzaban por la presión de sus familiares y se llegó
incluso a pensar en desterrar temporalmente a los parientes para conseguir testimonios más
libres.
Antonio acudió al Consejo de Castilla, a través de uno de sus primos maternos, reclamando
contra su acusador, como también lo hizo el soldado agraviado para un mejor seguimiento del
pleito. El poder ostentado por la familia Carrión en Vélez se hizo evidente: sus miembros
acusados se pavonearon ante el pueblo desde los balcones de la casa consistorial, en el
levantamiento del pendón real por Luis I, y luego en las fiestas y regocijos de toros, sin que el
corregidor los prendiera como estaba ordenado. Durante este periodo inicial de reclusión,
alegando estar enfermo de perlesía y a punto de morir, solicitó ser trasladado a su casa para seguir
el tratamiento médico y desplazarse a Alhama a reponerse. Concedido el permiso y recuperada la
salud, numerosos testigos señalaron que mantuvo la ficción de su enfermedad para poder salir de
caza con sus perros y no volver al encierro.
La sentencia final, después de 64 testigos del sumario y 92 del querellante, pretendió ser
ejemplar, y se dictó en febrero de 1725, condenando con las mayores penas a Lope de Carrión y
Mateo Téllez, mientras que Antonio de Piédrola, el único detenido, obtuvo un veredicto de diez
años de destierro, inhabilitación para cargo público y 200 ducados para costas, más 100 ducados
destinados al culto del Santísimo también ofendido por su exceso. Tras la revista, en atención a
llevar año y medio detenido en la cárcel con una guardia sufragada por él mismo, el alejamiento
de la población fue reducido a seis años.
Posiblemente, Antonio de Piédrola cumplió su destierro en Torrox, aprovechando ese
tiempo para pactar un buen matrimonio con el que conseguir descendencia; algo que parecía no
haberle preocupado hasta dicho momento, pese a estar cercano a los cuarenta años. Aunque ya
no vivía su padre para pactarle un buen enlace, las características requeridas estaban claras: una
mujer acorde con su posición social, ligada al cabildo municipal en el que se desenvolvía, pero
también perteneciente a una familia que aceptara el carácter conflictivo del futuro marido 69.
Encontró la opción perfecta en la hermana de un compañero regidor, vecina de Torrox,
donde su padre era alcaide del Castillo Bajo, muy bien vinculado a las élites militares de la costa
del reino de Granada, y receptiva hacia el maduro pretendiente. Así en 1727 se desposó con
Isabel Coronado y Navas 70, nacida en 1705 y considerablemente más joven que su esposo, con el
padrinazgo de sus padres Julián Coronado y Guzmán, capitán de caballería de las antiguas
guardas de Castilla, y María de Navas Carvajal y Artes, ambos de Vélez 71.

69 El matrimonio supone un ejercicio consciente de parentesco de afinidad entre poderosos, una estrategia para

conservar lo alcanzado o para incrementarlo. En este caso se trataría de un enlace entre familias poderosas menos
influyentes que recurren al matrimonio para aumentar sus conexiones y acrecentar su poder, en un proceso de
ascenso social, según Ángel RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, “El poder y la familia. Formas de control y de
consaguinidad en la Extremadura de los tiempos modernos”, en F. CHACÓN JIMÉNEZ y J. HERNÁNDEZ
FRANCO (eds.), Poder, familia y consanguinidad en la España del Antiguo Régimen, Barcelona, Anthropos, 1992, pp. 15-
34.
70 El 9 de febrero de 1727 se desposó con palabras de presente sin amonestaciones por habérselas dispensado el

Vicario y Provisor Gonzalo de Prado Enríquez, sus testigos fueron Manuel de Figueroa, Juan Balcárcel, y Juan de
Ortega, vecinos de Vélez. El 15 de febrero de 1727 recibieron las bendiciones nupciales. AHN, Orden Carlos III,
1.723, Exp. 400, f. 6.
71 Nacida el 12 de octubre de 1705 y bautizada en el convento Hospicio de Torrox el 3 de noviembre de 1705 como

“Isabel María Nicolasa”, siendo su padrino José Coronado, vecino de Málaga. AHN, Orden Carlos III, 1.723, Exp.
400, ff. 4-4v. Su padre nacido el 15 de enero y bautizado el 2 de marzo de 1671 en San Juan y su madre el 7 de marzo
y bautizada el 4 de junio de 1679 “condicionalmente (…) por haberle echado agua su padrino en su casa por

65
Poder, cambio generacional… Pilar Pezzi Cristóbal

Antonio de Piédrola y su consorte residieron durante algunos años en Torrox, con la


familia política y cumpliendo el destierro, hasta que finalmente las presiones sobre el soldado
ofendido lograron el perdón de sus agresores, requisito imprescindible para un indulto real que
pondría en juego la eficacia de su red social 72. Entonces aparecieron los huidos, listos para que
con ocasión del feliz parto de la Reina, en junio de 1730, fueran indultados y no hubiera
inconveniente para la vuelta a sus oficios municipales, siendo admitidos al cabildo de suertes de
1731 mientras llegaba la confirmación de la amnistía 73. Todos volvieron así a sus quehaceres
públicos sin ninguna reprobación social, de hecho, Antonio fue teniente de corregidor en 1735 74
y, de nuevo, Hermano Mayor de la Real Congregación del Dulce Nombre de Jesús en 1731 y
1735, y Secretario en 1732, 1734 y 1736 75.

EL RECONOCIMIENTO DE LOS SERVICIOS A LA CORONA


En 1737 tenemos constancia de un poder de Antonio para que su esposa testara en su
lugar, declarando como sus hijos legítimos a María y Juan 76. Juan Antonio Morante Piédrola y
Coronado nació apenas dos años antes de la muerte de su padre, cuando era teniente de
corregidor, y fue su padrino la máxima autoridad de la ciudad: el licenciado Martin de Ibarguen y
Jausolo, corregidor de Vélez 77. Atrás quedaban los conflictos con otros oficiales reales.
Desempeñó su oficio, durante su minoría de edad, el compañero y camarada de fechorías de su
padre, Antonio de Carrión y Anaya, miembro de otra importante estirpe capitular, entre 1742 y
1755 78. Creció, por lo tanto, huérfano de la influencia paterna y manifestó un comportamiento
ejemplar a lo largo de su vida, en la línea de lo que se podía esperar de un miembro de tan
relevante familia veleña.
Entró de congregante en la Real Congregación del Dulce Nombre de Jesús en 1752 y
ocupó los cargos de Secretario en 1762, Consiliario en 1766 y 1787, y Hermano Mayor en 1775.
Se alistó como hidalgo para el reemplazo del ejército cuando le fue solicitado 79 y, tras su
recepción en el ayuntamiento, cumplió con diligencia sus funciones. Solo dejaría de acudir a las
reuniones en torno a 1779, cuando fue nombrado comisario municipal en las obras del camino de
Málaga a Vélez y miembro de la Junta de Caminos de Granada 80.
Tras la finalización de la carretera entre Málaga y Antequera, en 1784, se ordenó al
ingeniero Fernando López Mercader la apertura de otra hasta Vélez-Málaga con un ramal a
Macharaviaya, que permitiera la exportación de sus naipes. La Junta de Vélez se ocuparía del

necesidad que tuvo”, el padrino era Sebastián de Valderrama. [Ibidem, ff. 16 y 17.] El testamento del padre con la
declaración de sus hijos en 1737 [Ibidem, ff. 81-83.]: Juan Pedro, regidor perpetuo y teniente de auditor de la gente de
guerra de la costa del reino; Antonia María Manuela, esposa de Fernando de Villanueva y Estrada; Agustín, alférez
del regimiento de caballería de la costa; Rosa, religiosa profesa de velo negro en las Claras; Francisco Javier, alférez
de caballería en el regimiento de Santiago; Carlos y Francisca, aún sin estado.
72 Francisco TOMÁS Y VALIENTE, “El perdón de la parte ofendida en el Derecho penal castellano (siglos XVI,

XVII y XVIII)”, Anuario de Historia del Derecho Español, nº 31, 1961, pp. 89-ss. Tomás A. MANTECÓN
MOVELLÁN, “Los criminales ante la concesión del indulto en la España del Siglo XVIII”, Prohistoria: historia,
políticas de la historia, nº 5, 2001, pp. 70 ss.
73 AMVM, AC, Sig. II-1-23, Lib. 4º, Cabildo 2 enero de 1731, f. 147.
74 [Ibidem, Sig. II-1-24, Lib. 2º, Cabildo 10 enero de 1735, f. 31 v., hasta Cabildo 29 octubre de 1735, f. 81v.]
75 AHN, Orden Carlos III, 1.723, Exp. 400, f. 70.
76 Poder del 25 de marzo de 1737 y testamento del 28, ante Fernando Ortega. [Ibidem, f. 72v.-75.]
77 Nacido el 13 de marzo fue bautizado en la parroquia de San Juan el 22 de marzo de 1735 con los nombres de

“Juan Antonio Martín, Leonardo, Benito”. [Ibidem, f. 2.]


78 AMVM, AC, Sig. II-1-29, Lib. 1º, Cabildo 3 julio 1755, f.69. Con informe de la Real Cámara.
79 AHN, Orden Carlos III, 1.723, Exp. 400, f. 94v.
80 Archivo de la Real Chancillería de Granada [ARCG], Cabina 321. Leg. 4.391, Nº 60. Pilar PEZZI CRISTÓBAL,

Pasa y limón para los países del Norte. Economía y fiscalidad en Vélez-Málaga en el siglo XVIII, Málaga, Universidad de
Málaga, 2003, pp. 218-ss.

66
Poder, cambio generacional… Pilar Pezzi Cristóbal

trayecto desde el arroyo de Iberos hasta su ciudad, dejando el otro tramo encargado a la de
Málaga. En estos cometidos se ocuparía Juan Antonio de Piédrola junto con el corregidor D.
Diego José Carrillo y el comandante militar Don Francisco Larrachea, hasta concluirlo en
diciembre de 1787 81. Tenemos constancia de que fue el depositario de los fondos destinados a las
obras, procedentes de distintos impuestos sobre la exportación 82, y su buena actuación lo hizo
acreedor al nombramiento, en noviembre de 1789, como caballero de la Orden de Carlos III,
constituida para premiar a la nobleza que hubiera hecho servicios a la Corona 83.
A fin de hacer efectivo dicho honor se realizó en Vélez-Málaga una averiguación sobre su
nobleza, con un cuestionario similar al que su padre hizo respecto a su pariente en Canillas 70
años antes. En este caso los testigos son de mayor calidad, como también lo es la ciudad que los
acoge, se cita al beneficiado de la parroquial de San Juan, al de Santa María, a regidores perpetuos
y a personajes relevantes, los cuales ofrecen ofrecieron declaraciones muy similares sobre la
nobleza y calidades del pretendiente y su estirpe. Sin embargo, debemos destacar que se introduce
una sexta pregunta interpretable como un intento de separación o distanciamiento de Juan
respecto a las actuaciones y comportamientos de su padre que pudieran perjudicarle: “Y
finalmente, si saben que yo, dicho D. Juan Antonio de Morante y Piédrola Coronado, soy de
buena y arreglada vida y loables costumbres, y que no estoy infamado de caso grave y feo” 84.
Parece evidente que el ascenso social de la familia, frenado en cierta medida por el carácter
y actuaciones de Antonio, recobra su ritmo ascendente con su hijo una vez que este cumplió con
los requisitos de “buena y arreglada vida y loables costumbres”, lo que no fue óbice para que éste
se dedicara, como otros de sus parientes, a cometidos tan provechosos como el préstamo 85.
Tenemos constancia de distintas obligaciones de este tipo por parte de diferentes vecinos de
Vélez y pueblos cercanos, habitualmente pequeñas cantidades para sus urgencias 86. Y también de
un conflicto con el Comandante de las Armas en 1775 respecto a un acuartelamiento que le causó
un momentáneo encarcelamiento 87.
Siguiendo las estrategias habituales enlazó matrimonialmente con otra estirpe de regidores
veleños al desposarse con Antonia de Igualada y Ríos, con la que tendría en 1762 una sola hija,
Encarnación Piédrola Igualada, a quien dió poder para hacer su testamento en diciembre de 1804,
ante Miguel del Álamo. Las únicas informaciones que disponemos a este respecto proceden de la
última voluntad de Encarnación, donde reconoció haber recibido 5.000 ducados de dote en
“alhajas, bienes muebles y raíces” en 1783, cuando contrajo nupcias con Pedro Ignacio
Altamirano y Andrade, hijo del coronel Lorenzo de Altamirano y Mendieta y de Catalina de
Andrade y Concha, y haber heredado tanto de su tía María 88 como de su padre todos los bienes

81 Juan BROTONS PAZOS (resp.) Relación de las obras públicas que se han executado en los caminos que desde la ciudad de

Málaga se han abierto hasta las de Antequera y Vélez…, Madrid, Ministerio de Obras Públicas, 1995, p. 127.
82 AHN, Consejos, Sala de Justicia, Escribanía Escariche, Leg. 24.135; Sala de Gobierno, Leg. 1.272.
83 Jordi MORETA I MUJUNOS, “Los caballeros de Carlos III, Aproximación social”, Hispania, nº 41, 1981, pp.

409-420.
84 AHN, Orden Carlos III, 1.723, Exp. 400, f. 97v.
85 Mónica MARTÍNEZ MOUTÓN, Eva Mª GIL BENÍTEZ y Jorge CHAUCA GARCÍA, “Escrituras de obligación

y crédito a corto plazo en Málaga en el primer tercio del siglo XVIII”, en V.J. SUÁREZ GRIMÓN, E. MARTÍNEZ
RUIZ y M. LOBO CABRERA (coords.), El comercio en el Antiguo Régimen, Las Palmas, Universidad de Las Palmas de
Gran Canaria, 1995, pp. 109-118.
86 AHPM, PN, P5037, Pedro Guirao y Rengifo, 10-10-1774, f.124; 6-10-1775, f.97.
87 ACM, PV, CD 1, C1, L5, 1775, ff. 1-8.
88 Su tía María era la única hermana de su padre, casada con Manuel Tello y Valladares, regidor perpetuo de Motril,

que falleció dejando como único heredero a Juan quien llegó a un compromiso con su cuñado para evitar pleitos.
AHPM, PN, P5039, Pedro Guirao y Rengifo, 4-3-1787, f.18.

67
Poder, cambio generacional… Pilar Pezzi Cristóbal

familiares 89. Su esposo era sobrino de D. Francisco de Paula Altamirano Manrique de Lara,
regidor perpetuo de Málaga, quien consiguió el marquesado de Isla Hermosa en 1793 90.
La lista de bienes que Encarnación deja en su testamento para su nutrida descendencia es
considerablemente superior al escueto vínculo formado por el iniciador de la saga, Juan Morante
y Piédrola, su bisabuelo, que “consiste en la casa principal de mi habitación […] en la calle Alta
de San Francisco y en un oficio, ya extinguido, de regidor perpetuo de esta ciudad” 91.
El proceso de consolidación y ascenso social de la familia Piédrola en Vélez-Málaga
contaba con un principio básico: una hidalguía reconocida legalmente, la cual garantizaba su
aceptación entre las elites de una zona, como la Axarquía veleña, donde esta condición era
habitualmente notoria, pero de difícil justificación documental. El desplazamiento abrió nuevas
posibilidades y una certera utilización de las estrategias matrimoniales facilitó el establecimiento
de relaciones, a la vez que aportaba cierta fortuna y, con ella, el acceso al poder municipal.
Aunque el proceso pasó por momentos de incertidumbre motivados por el difícil carácter
de uno de los miembros, nunca se puso en duda su categoría ni su ascendiente, reavivándose el
ritmo ascendente con la siguiente generación. Esta circunstancia demuestra que las regidurías
constituían un excelente trampolín social, al permitir introducir otro elemento clave: el servicio a
la Corona, no estrictamente pecuniario. Esta colaboración en aquellos proyectos de especial
interés para el gobierno, permitió obtener un nombramiento de caballero y culminar, en apenas
tres generaciones y menos de un siglo, el encumbramiento social.

89 [Ibidem, P5063, Manuel García y García, 22-5-1821, ff. 272-278v.]


90 Enrique SORIA MESA, “La creación de un grupo. La nobleza titulada del Reino de Granada en el siglo XVIII”,
en J.P. DÍAZ LÓPEZ, F. ANDÚJAR CASTILLO y A. GALÁN SÁNCHEZ (eds.), Casas, Familias y Rentas. La
nobleza del Reino de Granada entre los siglos XV-XVIII, Granada, Universidad de Granada, 2010, p. 134.
91 AHPM, PN, P5063, Manuel García y García, 22-5-1821, ff. 273v.-274.

68
Una aproximación a la cultura y poder… Sarai Herrera Pérez

UNA APROXIMACIÓN A LA CULTURA Y PODER EN EL LINAJE DE LOS


FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA
Sarai Herrera Pérez
Universidad de Jaén

De este modo, si cada uno de los ámbitos en los que fijamos nuestra atención se muestra
proclive a la definición de los Fernández de Córdoba como un linaje de relevancia para la
Historia de España, tampoco podemos obviar su trascendencia desde una perspectiva cultural.
En este sentido, son dos los aspectos fundamentales en los que debemos centrar nuestra
atención, de un lado, la labor realizada por los Córdobas como mecenas de ciertos literatos, y de
otro, el patronazgo artístico desarrollado por los miembros de la estirpe. Así, en ambas
cuestiones, aunque sobre todo a través del arte y de la heráldica, el concepto de
autorepresentación se hace aún más manifiesto.
Si nos centramos en el análisis de la influencia ejercida por el linaje a la literatura de su
tiempo, a priori, debemos advertir la importancia del conjunto de las dedicatorias que, desde las
obras literarias, se realizan a los Córdobas. Estas inscripciones nos remiten tanto a la importancia
del grupo familiar como a la acción de protección que brindaron a numerosos escritores, los
cuales, posiblemente, en señal de agradecimiento, les dedicaron sus trabajos. Consideramos que
no incurrimos en equívoco alguno al pensar que bajo estas dedicatorias entre los escritores y los
Fernández de Córdoba subyacen ciertas relaciones e intereses, que se materializará en redes
clientelares y de patronazgo 1.
La nómina de autores que tuvieron al linaje como referente viene a ser amplia, ya no sólo
si nos ceñimos al hecho de que el asunto de la obra estuviera relacionado con cualquier aspecto
referente al linaje 2, sino también en el ámbito de las dedicatorias, que se desarrolla más allá de la
temática a la que se dedicara la obra. En ambos casos se cuenta, por tanto, con un denominador
común: el deseo de prosperar bajo la protección de alguno de sus miembros, teniendo en cuenta
el importante papel desempeñado por algunos de ellos en el contexto de poder del momento. Por
lo que podemos advertir cómo estas dedicatorias se desarrollan en dos sentidos fundamentales,
uno hacia los parientes de los biografiados y otro, a modo de agradecimiento o simple intento de
lograr el mecenazgo de los Córdobas. Para ilustrar esta cuestión adjuntamos un esquema
sinóptico en el que se recogen las obras más destacadas que fueron dedicadas a los Fernández de
Córdoba.

1 Esta cuestión es tratada por José DOMÍNGUEZ BÚRDALO y Antonio SÁNCHEZ JIMÉNEZ, El mundo del libro
a través de las relaciones clientelares en la Sevilla de entresiglos, 1582-1621, Navarra, Servicio de Publicaciones de la
Universidad de Navarra, 2009, pp. 256-317.
2 Este rasgo viene a ser común a la nobleza del momento, dado que algunas personalidades encargan o corren con

los gastos de edición de las obras de determinados escritores, fundamentalmente genealogistas, con el objeto de que
éstos exaltaran la magnificencia de sus ancestros.

69
Una aproximación a la cultura y poder… Sarai Herrera Pérez

Autor Título Fecha de edición Dedicatoria

? Chronica del Gran Capitán 1584 Dedicada a don Diego de


Córdoba, caballerizo de Felipe II

Diego Fernández Arte de caza de altanería 1585 Dedicada a don Alonso


Herrera Fernández de Córdoba y
Figueroa, V marqués de Priego

Juan de Ávila, Fray Luis Obras del padre Maestro 1588 Dedicada a don Alonso de
de Granada (editor) Iuan de Auila Aguilar, marqués de Priego

Juan Martínez de Rozas Compendio histórico de la 1588 Dedicada a don Alonso de


y Velasco Casa Córdoba y Aguilar… Aguilar, marqués de Priego

Martín de Roa Singularium locorum... 1600 Dedicada a don Pedro


Fernández de Córdoba, marqués
de Priego

Martín de Roa Historia general de la 1600 Dedicada a Luis Ignacio de


provincia de Andalucía… Córdoba, marqués de
Montalbán

Luis de Góngora y De las damas de palacio 1600 Dedicada a don Diego


Argote Fernández de Córdoba, marqués
de Guadalcázar

? Sermón predicado en el 1601 Dedicada a don Pedro


convento de Santa Clara de Fernández de Córdoba, marqués
Montilla... de Priego

Juan de la Cueva Conquista de la Bética... 1603 Dedicada a don Antonio


Fernández de Córdoba,
primogénito de la casa de
Guadalcázar

Martín de Roa Vida de doña Ana Ponce de 1604 Dedicada a don Pedro
León... Fernández de Córdoba, marqués
de Priego

Lope de Vega El peregrino en su patria 1604 Dedicada a don Pedro


Fernández de Córdoba, marqués
de Priego

Álvaro Pizaño de Sermón a las honras de don 1606 Dedicada a Luis Fernández de
Palacios Francisco Fernández de Córdoba, obispo de Salamanca
Córdoba...

Francisco Fernández de Didascalia multiplex 1615 Dedicada a Luis Fernández de


Córdoba, abad de Rute Córdoba Cardona y Aragón,
duque de Sessa

Martín de Roa Vida y maravillosas virtudes 1615 Dedicada a don Diego


de doña Sancha Carrillo Fernández de Córdoba, marqués
de Guadalcázar

Diego de Cisneros Sitio, naturaleza y propiedades 1618 Dedicada a don Diego


de la ciudad de México… Fernández de Córdoba, marqués
de Guadalcázar

70
Una aproximación a la cultura y poder… Sarai Herrera Pérez

Álvaro Pizaño de Sermón que predicó el doctor 1620 Dedicada a don Diego
Palacios Álvaro Pizaño de Palacios… Fernández de Córdoba, deán y
marqués de Armuña

Juan Bautista de Jornada de África del rey don 1622 Dedicada a don Juan Fernádez
Morales Sebastián de Portugal de Córdoba y Aguilar, titular de
la casa del Bailío

Juan Bautista de Pronunciaciones generales de 1623 Dedicada a Alonso Fernández


Morales lenguas, Ortografía… de Córdoba, marqués de Priego

Gabriel José de Arriaga Fiestas que celebró la noble 1628 Dedicada a don Francisco
villa de Baena a la Fernández de Córdoba y
canonización… Figueroa

Varios autores Fama póstuma a la vida y 1636 Dedicada a don Luis Fernández
muerte del doctor fray Lope de Córdoba Cardona y Aragón,
Félix de Vega Carpio duque de Sessa

Lope de Vega La nueva victoria de Gonzalo 1637 Dedicada a don Luis Fernández
de Córdoba de Córdoba Cardona y Aragón,
duque de Sessa

Lope de Vega Las cuentas del Gran Capitán 1638 Dedicada a don Luis Fernández
de Córdoba Cardona y Aragón,
duque de Sessa

Alonso Chirino Panegírico nupcial 1640 Juana Fernández de Córdoba,


Bermúdez hija del V marqués de Priego

Gonzalo de Hoces y Todas las obras de don Luis 1644 Dedicada a don Francisco
Córdoba (Editor) de Góngora en varios poemas Antonio Fernández de Córdoba,
marqués de Guadalcázar

Francisco de Llamas y Epítome de las grandezas de 1648 Dedicada a don Luis Mauricio
Aguilar la Casa de Córdoba… Fernández de Córdoba y
Figueroa, marqués de Priego

José Pellicer y Tóvar Justificación de la grandeza del 1649 Dedicada a don Luis Mauricio
marquesado de Priego Fernández de Córdoba y
Figueroa, marqués de Priego

Luis Mercado y Solís Tratado apologético de vidas y 1654 Dedicada a don Francisco Luis
virtudes del venerable varón… Antonio Fernández de Córdoba,
señor de Belmonte

Francisco de Llamas y Árbol genealógico de la casa de 1667 Dedicada a Luis Mauricio


Aguilar Priego y sus elogios Fernández de Córdoba, marqués
de Priego

Miguel de Pineda Sermón en la célebre 1668 Dedicada a don Luis Mauricio


solemnidad, que la nobleza de Fernández de Córdoba, marqués
Montilla de Priego

Francisco de Quevedo De los remedios de cualquier ? Dedicada a don Antonio Juan


como reconocimiento del Luis de la Cerda,VII duque de
amparo Medinaceli

71
Una aproximación a la cultura y poder… Sarai Herrera Pérez

Francisco de Quevedo Traducción de El Rómulo, ? Dedicada a don Antonio Juan


de Virgilio Malvezzi Luis de la Cerda, VII duque de
Medinaceli

José Niño de Guevara Compendio genealógico del ? Dedicada a don Manuel


Exmo. Sr. D. Manuel Fernández de Córdoba y
Fernandez de Cordova y Fi- Figueroa, VIII duque de Feria y
gueroa… VIII marqués de Priego

Asimismo, no debemos olvidar cómo los escritores buscan estar al amparo de la nobleza
como vehículo para lograr reconocimiento, beneficios económicos y ascenso en la esfera social 3.
Estos escritores, para lograr la concesión de este amparo, no sólo exaltarán la excelencia del linaje
nobiliario, sino que incluso llegarán a entrometerse en disputas de naturaleza política 4 con la
finalidad de obtener la tan valorada protección. En definitiva, advertimos como cultura y nobleza
se articulan como nuevas bases de desarrollo de los usos cortesanos 5. Quizás, el caso más
destacado en cuánto al mecenazgo literario, o mejor dicho, en cuanto a la vinculación entre
nobleza y literatos, lo encontramos en el IV duque de Sessa, Luis Fernández de Córdoba Cardona
y Aragón 6, quien llega a convertirse en uno de los más importantes protectores de Lope de Vega 7.
La relación entre Lope de Vega y el duque se iniciaría alrededor del año 1605, prolongándose
hasta la muerte del escritor. No debemos olvidar como Lope de Vega llega a convertirse, incluso,
en su secretario personal 8.
Otra de las cuestiones que refieren la relación existente entre el linaje y la literatura es la
propiedad de bibliotecas. Debemos tener en cuenta que el estudio de las bibliotecas viene a ser una
temática de cierta importancia a lo largo del desarrollo de la historiografía. De este modo, han sido

3 Más allá de estas mercedes, con referencia a la vinculación entre literatos y nobles también podemos encontrarnos
ante ciertos inconvenientes. De un lado, que el autor, en el desarrollo de su obra, viera mermada su capacidad
creativa bajo las instrucciones del noble o, de otro lado, que el autor corriera el mismo destino del patrón, tanto en lo
referido a la suerte como a la desgracia
4 Consideración que nos parece lógica si tenemos en cuenta que la vinculación a un protector contaba con la

significación de formar parte de su red clientelar


5 Isabel, ENCISO ALONSO-MUÑUMER, “Nobleza y mecenazgo en la época de Cervantes” en Anales Cervantinos,

vol. XL, 2008, p. 48.


6 Nos referimos a la figura de Luis Fernández de Córdoba Cardona y Aragón, VI duque de Cabra y VI duque de

Sessa.
7 De forma anterior, también aparece vinculado a las figuras del marqués de Malpica o del conde de Lemos.
8 Teresa, FERRER VALLS, “Teatro y mecenazgo en el Siglo de Oro: Lope de Vega y el duque de Sessa” en Aurora

Gloria, EGIDO MARTÍNEZ y José Enrique, LAPLANA GIL. (Coords.), Mecenazgo y Humanidades en tiempos de
Lastanosa: Homenaje a Domingo Ynduraín, Huesca, Institución Fernando el Católico, 2008, p. 113.

9 El binomio entre biblioteca y poder es también considerado en las siguientes obras: Fernando, BOUZA
ÁLVAREZ, Corre manuscrito: una historia cultural del Siglo de Oro, Madrid, Marcial Pons, 2001; Fernando, BOUZA
ÁLVAREZ, Del escribano a la biblioteca: la civilización escrita europea en la Alta Edad Moderna (siglos XV-XVII), Madrid,
Síntesis, 1992. ; Fernando, BOUZA ÁLVAREZ, El libro y el cetro: la biblioteca de Felipe IV en la Torre Alta del Alcázar de
Madrid, Salamanca, Instituto de Historia del Libro y de la Lectura, 2005; Rafael María, GIRÓN PASCUAL,
“Biblioteca privada y ascenso social en el seno de la élite. La biblioteca privada de don Manuel de Piedrola Narváez y
doña Teresa de Olivares Raya, vecinos de Guadix, 1707” en Enrique, SORIA MESA, y Juan Jesús, BRAVO CARO
(Coords.), Las élites en la Época Moderna: La Monarquía Española. IV. Cultura, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2009,
pp. 176; José Manuel, PRIETO BERNABÉ, La seducción de papel: el libro y la lectura en la España del Siglo de Oro, Madrid,
Arco Libris, 2000; José Manuel, PRIETO BERNABÉ: Lectura y lectores: la cultura del impreso en el Madrid del siglo de 0ro
(1550-1650), Mérida, Editorial Regional de Extremadura, 2004 Y José Manuel, PRIETO BERNABÉ, “Espacios,
formas y manifestaciones modernas de la cultura escrita: España y Portugal (siglos XVI-XIX)”, Hispania: Revista
española de historia, nº 221, 2005, pp. 809-812.

72
Una aproximación a la cultura y poder… Sarai Herrera Pérez

sometidas a estudio las colecciones bibliográficas pertenecientes a la monarquía, al estamento


eclesiástico o a la nobleza, e incluso, aquellas otras que se encontraban en posesión de los artistas.
Las bibliotecas constituyen uno de los recursos más idóneos con los que cuenta el historiador
para aproximarse al conocimiento de las dominantes culturales y de las corrientes ideológicas que
imbuyen las actitudes mentales de un grupo social. De este modo, si nos acercamos al individuo a
través de su propiedad literaria, se nos proporcionara una noción muy próxima a su persona, a su
pensamiento, a su ideario, e incluso a su intimidad. Si, además, estos escritos son analizados
teniendo en cuenta la pertenencia y representatividad del individuo con relación al estamento al
que pertenece.
Entendemos que la cultura, en sí misma, puede ser tomada como un elemento de
diferenciación, para ser aplicado en la carrera que se emprende hacia el pretendido ascenso social.
No podemos olvidar cómo la cultura actúa distinción entre aquella élite que no la posee y la que
no. La propiedad de una biblioteca se encuentra, por tanto, en la misma línea que marca el
patronazgo de capillas o de templo, puesto que distingue a los miembros pertenecientes a un
mismo estamento social 9. Quizás los objetivos que llevaban a una personalidad a conformar su
propia biblioteca pudieron llegar a ser diversos, pero quizás complementarios y no excluyentes
entre sí. En este sentido, podemos citar tanto el interés en lograr una formación cultural o, por lo
contrario, al afán de demostrar el poder, la riqueza o la vanidad personal. Por otra parte, debemos
hacer referencia a la relación existente entre la formación de bibliotecas personales y el progreso
en la cultura o en la formación, a la que no todo el mundo, sólo los privilegiados, los que gozan
de un poder adquisitivo, tienen acceso. Por ello, como ya hemos mencionado, la cultura en sí, ya
suponía un signo de distinción social.
De todos modos, el paradigma que parece alcanzar una mayor notabilidad, en el contexto
de este linaje, es el correspondiente a don Pedro Fernández de Córdoba, destacado noble andaluz
de su época que recibe el título de primer marqués de Priego en el año 1519 10. La biblioteca que
llegó a atesorar este miembro del linaje ha sido estudiada de modo pormenorizado por
Quintanilla Raso, que nos indica que su contenido fue registrado en un inventario que data del
1518 11, un año después de su muerte, y al que hemos podido acceder a partir de la transcripción
contenida en el artículo de la citada autora. La relación es extensa y abarca un número de 309
volúmenes. Entre las obras que la conforman abundan los clásicos, destacando cuantitativamente
los autores latinos en consonancia a los rasgos culturales del momento. Los textos de Cicerón,
Ovidio, Terencio, Marcial o Séneca, entre otros muchos, ocupan un puesto de primer orden en la
biblioteca del marqués. De todos modos, la literatura griega se encuentra también representada,
en este caso, por escritores de relevancia como Platón y Aristóteles. Por otra parte, las profundas
convicciones religiosas del marqués se manifiestan a partir del amplio número de textos de
carácter religioso, elemento que resulta común a otras colecciones bibliográficas de la época.
Además de Biblias completas, abunda la obra de autores como los cuatro doctores de la Iglesia
latina: San Juan Crisóstomo, San Bernardo, San Alberto Magno, Santo Tomás, San Buenaventura.
La presencia de estos textos resulta también frecuente en las bibliotecas privadas de la época. De
cualquier modo, la corriente del humanismo italiano, afín a la emergente mentalidad del
momento, también se encontraba presente, y así, la producción de Dante, Petrarca, Bocaccio
Valla o Ficino formaba parte de la recopilación de don Pedro Fernández de Córdoba.
Pero si los Fernández de Córdoba fueron un referente de trascendencia en la literatura, no
lo fueron menos en el campo del arte, dónde ejercieron un patronazgo de cierta proyección del
que han quedado numerosas muestras, tal y como se manifiesta en la arquitectura de sus palacios,
en las iglesias erigidas bajo su fundación y en el resto de obras de arte que sufragaron. La labor de
mecenazgo, en los Córdobas, no se registra con frecuencia si atendemos a una protección de

10 Alfredo, ALVAR (dir.), Gran enciclopedia cervantina, Vol. 3. Madrid, Castalia, 2006, p. 162.
11 ADM, sec. Priego, leg. 7, doc. 1.

73
Una aproximación a la cultura y poder… Sarai Herrera Pérez

determinados artistas, sino que fundamentalmente se desarrolla en el desempeño de un


patronazgo que contará con repercusión en el ámbito plástico. Así, fueron ellos quienes
financiaron una importante cantidad de obras de naturaleza artística, tanto en las iglesias de sus
villas como en las capillas de las que fueron patronos o en sus residencias privadas. Las muestras
de esta labor resultan ser incontables y, prácticamente, se extienden por toda España. En este
aspecto, debemos destacar el sustento que es concedido a determinadas órdenes religiosas,
fenómeno que resulta común entre la nobleza del momento como prueba ostensible de su
magnificencia, y que derivará en un amplio desarrollo de la actividad arquitectónica. A lo largo de
estas páginas podremos apreciar que el arte se erigirá como una herramienta, fundamental y
pragmática, en la transmisión de los valores y de las convicciones que son propugnadas por el
linaje de los Córdobas 12. A este propósito se le suman otros, como aquellos que nos refieren la
relevancia que obtienen, en este contexto, conceptos como el de autorepresentación, el de
ostentación o rivalidad familiar y cómo no, la pretensión de perpetuar la grandeza del linaje, de
hacerlo eterno a través de los siglos.
Por tanto, y a modo introductorio, con el objeto de aproximarnos en el conocimiento de
las empresas artísticas desarrolladas por los Córdobas, núcleo fundamental de la que será nuestra
tesis doctoral, proponemos el siguiente esquema que, ordenado alfabéticamente en atención a un
criterio geográfico, nos introduce en el conocimiento de los bienes artísticos que resultaron del
patrocinio de los Fernández de Córdoba durante los siglos de la Edad Moderna. En él se
contienen, por tanto, ciertos ejemplos relevantes de las empresas artísticas que, promovidas por
los Córdobas, se emplazan en las ciudades y villas de señorío donde radicó el linaje.
A continuación, a modo de conclusión, adjuntamos un cuadro sinóptico a partir del cual
podemos obtener una visión general, pero precisa, de la labor de patronazgo que es ejercida por
nuestro linaje.

Nombre del Acción del patronazgo Localización Cronología


personaje/ línea del
linaje

Catalina Fernández de Iglesia parroquial de Nuestra Señora del Aguilar de la 1530


Córdoba Soterraño Frontera,
Córdoba

Luis Fernández de Iglesia parroquial de Santa María Albendín, 1er. tercio del
Córdoba Córdoba siglo 16

Diego Fernández de Iglesia conventual de Madre de Dios Baena, Córdoba 1510


Córdoba

Diego Fernández de Iglesia parroquial de Santa María: Baena, Córdoba 1er. tercio del
Córdoba construcción del templo parroquial y de la siglo 16
capilla mayor destinada a su enterramiento

Pedro Fernández de Iglesia parroquial de Nuestra Señora de Baena, Córdoba 1er. tercio del
Córdoba Guadalupe siglo 16

María Sarmiento de Iglesia conventual de San Francisco Baena, Córdoba Mediados del
Mendoza (esposa del siglo 16
primer duque de Baena,

12Para adentrarnos en el conocimiento de la relación existente entre los conceptos arte, poder y sociedad
durante Edad Media véase Joaquín, YARZA LUCES, La nobleza ante el rey: los grandes linajes castellanos y el arte en el siglo
XV, Madrid, El Viso, 2004.

74
Una aproximación a la cultura y poder… Sarai Herrera Pérez

Gonzalo Fernández de
Córdoba)

Antonio León Iglesia parroquial de Santo Domingo Cabra, Córdoba 1550


Fernández de Córdoba

Cabra Iglesia de San Juan de Dios Cabra, Córdoba 1586

Cabra Colegio de las Madres Escolapias Cabra, Córdoba 1635

Diego Fernández de Monasterio de San Jerónimo de Valparaíso: Córdoba 1ª mitad del


Córdoba (Casa de patronato de la Capilla Mayor del Monasterio siglo 16
Comares) de San Jerónimo de Valparaíso

Aguilar/Sessa Palacio de los Señores del Bailío Córdoba 1ª mitad del


siglo 16

Deán Juan Fernández Residencia palacial Córdoba Mediados del


de Córdoba siglo 16

Antonio de Córdoba Colegio de la Compañía de Jesús: fundación y Córdoba 1552


construcción

Diego Fernández de Portapaces del marqués de Comares, Catedral Córdoba 1578


Córdoba de Córdoba.

Gómez de Córdoba Capilla de San Antón de la Catedral de Córdoba 1579


Córdoba: patronato

Francisco Pacheco de Composiciones pictóricas para el retablo Córdoba 1594


Córdoba mayor de la iglesia del colegio de la
Compañía de Jesús.

Gonzalo Fernández de Iglesia del monasterio de San Jerónimo: Granada 2ª década del
Córdoba y Aguilar construcción de la capilla mayor y dotación siglo 16
de su retablo mayor, de su reja y de túmulos
funerarios

Diego Fernández de Palacio de los marqueses de Guadalcázar Guadalcázar, Principios del


Córdoba y Melgarejo Córdoba siglo 17

Diego Fernández de Convento de carmelitas descalzos: fundación, Guadalcázar, Principios del


Córdoba y Melgarejo construcción y dotación de elementos Córdoba siglo 17
muebles.

Luis Fernández de Convento de carmelitas descalzos: Retablo Guadalcázar, 1612-1620


Córdoba Portocarrero mayor y pila bautismal Córdoba

Luis Fernández de Convento de las bernardas de la Concepción: Guadalcázar, 1625


Córdoba Portocarrero fundación, construcción y dotación de Córdoba
elementos muebles

Diego de Córdoba y Convento de San Francisco: Capilla Mayor Jaén Mediados del
Mendoza siglo 16

Diego Fernández de Iglesia parroquial de San Mateo: fundación, Lucena, 1498


Córdoba y Arellano construcción primitiva y dotación de retablo.
Córdoba

75
Una aproximación a la cultura y poder… Sarai Herrera Pérez

Luis Fernández de Iglesia conventual de San Francisco: Lucena, 1550


Córdoba y Pacheco fundación y construcción primitiva
Córdoba

Luis Fernández de Santuario de la Virgen de Araceli: efigie de Lucena, Mediados del


Córdoba y Pacheco Nuestra Señora de Araceli siglo 16
Córdoba

Ana Enríquez de Iglesia parroquial de Nuestra Señora del Lucena, 1605


Mendoza (Esposa de Carmen
Córdoba
Luis Fernández de
Córdoba y Pacheco)

Luis Fernández de Catedral de Málaga: intervención en la capilla Málaga 1615-1623


Córdoba Portocarrero mayor

Luis Fernández de Catedral de Málaga: donación de frontal de Málaga 1615-1623


Córdoba Portocarrero altar de plata

Luis Fernández de Recinto amurallado: torreón del Obispo Málaga 1615-1623


Córdoba Portocarrero

Pedro Fernández de Iglesia parroquial de Santiago Montilla, Principios del


Córdoba y Figueroa Córdoba siglo 16

Catalina Fernández de Iglesia de la Encarnación (antiguo templo del Montilla, Mediados del
Córdoba colegio de la Compañía de Jesús): fundación Córdoba siglo 16
y construcción de la primitiva fábrica

Luis Fernández de Oratorio de San Luis Obispo y San Montilla, Mediados del
Córdoba Ildefonso: fundación y construcción Córdoba siglo 16

Priego/Medinaceli Palacio de los duques de Medinaceli Montilla, Mediados del


Córdoba siglo 16

Alfonso Fernández de Cáliz del Comendador de la Iglesia parroquial Montilla, 1560


Córdoba de Santiago de Montilla Córdoba

Pedro Fernández de Crismeras de la Iglesia parroquial de Santiago Montilla, 2ª mitad del


Córdoba y Figueroa Montilla Córdoba siglo 16

Casa de Priego Portapaz de la Piedad de la Iglesia parroquial Montilla, Siglo 17


de Santiago de Montilla Córdoba

Pedro de Alcántara Portaviático de la Iglesia parroquial de Montilla, 1786


Fernández de Córdoba Santiago de Montilla Córdoba
y de la Cerda

Francisco de Mendoza Catedral de Oviedo: impulso al desarrollo de Oviedo 1525-1527


y de Córdoba las obras y retablo de la capilla mayor

Diego Fernández de Real monasterio de Santa María de Poblet: Poblet, 2ª mitad del
Córdoba “El Africano” donaciones de ornamentos, composiciones siglo 16
Tarragona
pictóricas y esculturas.

76
Una aproximación a la cultura y poder… Sarai Herrera Pérez

Luis Fernández de Colegio-Seminario: conclusión de las obras Santiago de 1622-1624


Córdoba y Portocarrero Compostela

Luis Fernández de Catedral: intervenciones Santiago de 1622-1624


Córdoba y Portocarrero Compostela

Luis Fernández De Palacio Arzobispal: reformas y conclusión. Santiago de 1622-1624


Córdoba y Portocarrero Compostela

Luis Fernández de Torreón del Muelle nuevo Santiago de 1622-1624


Córdoba y Portocarrero Compostela

Luis Fernández de Palacio Arzobispal: intervención y Sevilla 1624-1625


Córdoba y Portocarrero construcción de nueva escalera

Pascual Agustín Catedral de Toledo: donaciones, Toledo 2ª mitad del


Fernández de Córdoba construcción del camarín de Nuestra Señora siglo 17
del Rosario y de las dependencias anejas a la
sacristía

Pascual Agustín Convento de madres capuchinas de la Toledo 2ª mitad del


Fernández de Córdoba Purísima Concepción de Santa María: siglo 17
fundación, construcción y dotación de
ornamentos y elementos muebles

77
Mérito personal, tradición familiar… María del Carmen Irles Vicente

MÉRITO PERSONAL, TRADICIÓN FAMILIAR Y CLIENTELISMO POLÍTICO EN


EL AYUNTAMIENTO DE ALCOY DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO
XVIII*
Mª del Carmen Irles Vicente
Universidad de Alicante

En los últimos años de vigencia del sistema municipal foral, el gobierno de la villa de
Alcoy estuvo en manos de una serie de individuos que fueron accediendo a los cargos de justícia y
jurats al ser extraídos sus nombres, por suertes, desde las bolsas en que se hallaban insaculados1.
Después de los decretos de Nueva Planta de 29 de junio y julio de 1707, fueron introduciéndose
otros mecanismos para conseguir idéntico objetivo, esto es, dotar de personal al nuevo
ayuntamiento alcoyano.

EL PRIMER AYUNTAMIENTO DE PROVISIÓN REGIA


Tras un período de titubeos, en Alcoy -como en las restantes sedes corregimentales
valencianas- se introdujo el consistorio de regidores perpetuos de dotación regia, a imitación de la
práctica vigente en Castilla.
Después de un arduo proceso de averiguaciones, a fin de no errar en la selección del
personal que debía asentar el nuevo modelo municipal 2, en octubre de 1709 se expidieron los
primeros títulos de regidores 3. Las correspondientes credenciales fueron presentadas en el
ayuntamiento el día 18 del mes siguiente, al tiempo que cada uno de los nuevos capitulares iba
tomando asiento en el lugar que tenían asignado en función del orden en que iban propuestos y
fueron designados por el rey. Para darles posesión, y ante la inexistencia de un órgano
debidamente acreditado, fue necesario que Pedro Buendía y Arroyo, magistrado de la chancillería
de Valencia, se desplazara hasta Alcoy para tomarles el debido juramento4.
Habida cuenta la sensible modificación experimentada en la forma de designación del
personal encargado de regir el municipio alcoyano antes y después de la Nueva Planta, cabe
también preguntarse si el cambio acontecido afectó, asimismo, al contingente humano que ocupó
dichos cargos; esto es, si la naturaleza de la variación introducida, a raíz, no lo olvidemos, de un
conflicto bélico –la Guerra de Sucesión al trono hispano- acabó desposeyendo, o al menos
alterando, la composición de las elites ciudadanas con representación en el consistorio. Pues bien,

* El presente trabajo se enmarca dentro del proyecto de investigación HAR2011-27062, financiado por el Ministerio
de Ciencia e Innovación.
1 Sobre el tema David BERNABÉ GIL, Privilegios de insaculación otorgados a municipios del Reino de Valencia en época foral,

Alicante, Instituto Alicantino de Cultura “Juan Gil-Albert”, 2012. También Josep Lluís SANTONJA, La desfeta
d’Alcoi. Una vila valenciana entre l’Àustria i el Borbó, Alcoi, Arxiu Municipal d’Alcoi, 2008, pp. 17-18.
2 Mª del Carmen IRLES VICENTE, “De jurados a regidores. Los cambios en la administración municipal valenciana

tras la Nueva Planta”, en Ricardo FRANCH (ed.), La sociedad valenciana tras la abolición de los Fueros, Valencia, 2009, pp.
105-132.
3 Los títulos de regidor estaban fechados el 8 de octubre de 1709.
4 El presidente de la Chancillería, Pedro Larreategui, encargó al relator de dicho tribunal, Pedro Buendía, la tarea de

tomar el juramento a los individuos designados para ocupar las primeras regidurías de nombramiento regio en San
Felipe, Alcira, Onteniente, Carcagente y Alcoy. En esta última población la toma de posesión se produjo el 18 de
noviembre de 1709; seis regidores juraron su cargo en el consistorio, mientras que los dos restantes –José y Vicente
Descals- lo hicieron en su propio domicilio, al encontrarse enfermos. Vid. Archivo Municipal de Alcoy (en adelante
A.M.A.). Cabildos. Sig. 47, cabildo de 18 de noviembre de 1709.

79
Mérito personal, tradición familiar… María del Carmen Irles Vicente

las investigaciones realizadas para tratar de arrojar luz sobre el tema nos han permitido constatar
que esos cambios fueron mínimos y, sobre todo, que los mismos apenas se percibieron en los
primeros años de vigencia del nuevo modelo, pues apellidos como Merita, Descals, Puigmoltó,
Sempere, o Valor –presentes en las nóminas de justicias y jurados forales- continuaron
prodigándose entre los titulares de las regidurías 5.
Fueron ocho los capitulares designados por Felipe V en 1709; el primero de ellos y,
consiguientemente, regidor decano del ayuntamiento, fue Juan Merita y Capdevila 6, acompañado
en segundo lugar por su hermano Damián Merita. Completaban la nómina otros dos caballeros,
José Descals y Basilio Puigmoltó, así como cuatro ciudadanos, Vicente Descals, Ignacio Senpere,
Juan Senpere y Antonio Valor; todos ellos debieron abonar 480 reales a las arcas regias en
concepto de media anata por el cargo que acababa de serles concedido.
Aún no había transcurrido una década desde la instauración del nuevo ayuntamiento,
cuando corregidor y regidores supervivientes remitieron una representación al monarca en la que
exponían la notable mengua experimentada en la composición del mismo, al fallecer varios de sus
integrantes; se trataba de “D. Basilio Puigmoltó, de Vicente de Scals y de Juan Sempere” 7. Con su
escrito perseguían, básicamente, que el vacío producido quedara subsanado y contar, de esa
manera, con la colaboración de más individuos a fin que las medidas de gobierno que se
adoptaran en el ayuntamiento fueran las más adecuadas 8. Un último punto queremos destacar, no
obstante, y es el papel que pretendía asumir el consistorio en la renovación de su personal, al
solicitar en la parte final del escrito “permiso para proponer a su majestad los sujetos que
parezcan más apropiados para el ministerio y dignos de la honra de su real aprobación”.
El escrito del ayuntamiento alcoyano obtuvo una rápida respuesta, pues el 6 de febrero se
acordaba pedir informe a la Audiencia de Valencia de los individuos que considerase más a
propósito para cubrir los regimientos vacantes. Nótese, sin embargo, cómo se establecía una clara
jerarquización institucional a la hora de fijar el procedimiento para renovar las regidurías. Si en la
primera dotación de capitulares había tenido un peso decisivo Pedro Larreategui, el presidente de
la chancillería, que había sido el encargado de realizar las correspondientes averiguaciones para
comprobar la idoneidad de los propuestos, a la hora de cubrir las vacantes la tarea se encargaba a
un órgano colegiado, el Real Acuerdo, esto es, la Audiencia bajo presidencia del capitán general.
La información solicitada desde el Consejo y Cámara de Castilla por su secretario, Juan
Milán de Aragón, no tardó en ser remitida desde la Audiencia, que redactó un listado con los
nombres de los individuos que consideró más beneméritos, y entre los que figuraban D. Isidoro
Puigmoltó, para la vacante en clase de caballeros, así como Blas Valor de Juan Diego, José

5 Mª del Carmen IRLES VICENTE, “Oligarquía y poder local en vísperas de la Nueva Planta”, en El món urbá a la
Corona d’Aragó del 1137 als decrets de Nova Planta: XVII Congrés d’Història de la Corona d’Aragó, Vol. II, Barcelona,
Publicacions de la Universitat de Barcelona, 2003, pp. 178-179.
6 Sobre la trayectoria política de este personaje vid. Josep Lluís SANTONJA, La desfeta d’Alcoi […], op. cit., pp. 14-

15. Datos muy interesantes sobre la familia Merita pueden encontrarse en Marqués de TEJARES, “Genealogías
alcoyanas. Nobleza. Merita”, en El Archivo de Alcoy, t. I (julio, 1919), cuaderno II, en El Archivo de Alcoy. Revista de
investigación histórica local y Boletín del Excmo. Ayuntamiento, edición facsímil, vol. I, Alicante, Universitat d’Alacant-
Institut Alacantí de Cultura Juan Gil-Albert, 2006, pp. 20-25.
7 Archivo Histórico nacional (en adelante A.H.N). Consejos. Leg. 18.332. La villa y corregidor a D. Juan Milán de Aragón.

Alcoy, 11 de enero de 1717. Como se podrá observar a lo largo del texto, las grafías de los apellidos de los regidores
no siempre son las mismas-Descals/de Scals, Senpere/Sempere-, siendo ésta una tónica habitual en la
documentación en el caso alcoyano y que, en alguna ocasión, induce a confusión respecto a la filiación familiar a la
que se pertenece, no tanto en el primer caso cuanto en el segundo, por existir múltiples variantes que en ocasiones
no responden a distintas familias, sino a la falta de unos criterios claros de uniformidad gráfica (Semper, Samper,
Senpere, Sempere, Sampere, Sanpere…).
8 Previamente a la redacción del escrito se había acordado en una reunión del consistorio la necesidad de completar

el número de regidores con que había sido dotado en 1709 “para que concurriendo más número de votos en el
ayuntamiento se afiance mejor el acierto en los acuerdos para las providencias del buen gobierno”, en A.M.A.
Cabildos. Sig. 47, cabildo de 11 de enero de 1717.

80
Mérito personal, tradición familiar… María del Carmen Irles Vicente

Sampere de Marcelino, Antonio Asensi, José Gisbert de Miguel y Buenaventura Gisbert para las
acaecidas en la de ciudadanos 9.
Llegada la información a la Cámara, ésta no tardó en hacer suyo el parecer de la
Audiencia, de ahí que el 15 de marzo se procediera a nombrar a los primeros propuestos y remitir
el correspondiente aviso al corregidor dos días más tarde.
El nombramiento auspiciado desde la Cámara conllevaba el reemplazo de Basilio
Puigmoltó por otro individuo del mismo apellido 10, mientras las vacantes de Vicente Descals y
Juan Sanpere eran cubiertas por Blas Valor de Juan Diego 11 y José Sanpere de Marcelino 12,
respectivamente. Pese a la rapidez con que se había llevado a efecto el proceso de renovación de
las regidurías desde la llegada a la Cámara del escrito notificando las vacantes existentes, esa
celeridad desapareció tras producirse el nombramiento de los sustitutos. De hecho,
transcurrieron más de tres años sin que ninguno de los designados tomara posesión, razón por la
cual se desarrolló una activa correspondencia entre el corregidor de Alcoy, Luis de Costa
Quiroga, y Juan Milán de Aragón en aras a subsanar el correspondiente vacío. En uno de esos
escritos, fechado en el verano de 1720, apuntaba el primero:
“en conformidad de las repetidas órdenes que V.S. me tiene comunicadas a fin de obligar a
D. Isidoro Puigmoltó, a José Sampere y a Blas Valor, nombrados regidores de esta villa,
acudan a sacar los despachos necesarios para ejercer los referidos sus empleos, les he
apercibido al tenor de lo que V.S. me previene por su última carta que recibí días
pasados” 13.
Tras ser objeto de apercibimiento, dos de los provistos accedieron a cumplir
“prontamente” el encargo 14, mientras Valor se escudó en su condición de familiar del Santo
Oficio para rehusar el empleo 15. Ante esta negativa, el 21 de octubre fue confiada la vacante a
Antonio Asensi. Finalmente, todos ellos tomaron posesión el 24 de marzo de 1721 16.

LA PROVISIÓN DE REGIDURÍAS EN LA DÉCADA DE LOS TREINTA


Completado en 1721 el número de ocho regidores, que fue el introducido en 1709, el
consistorio alcoyano estuvo funcionando con normalidad hasta 1731, momento en que falleció
uno de los capitulares, Ignacio Sampere. Al producirse dicha vacante, el abogado Cristóbal
Gisbert, doctor en ambos derechos, presentó un memorial al monarca en solicitud de la misma.
En el escrito destacaba su condición de familiar del Santo Oficio, pero, sobre todo, la fidelidad
familiar a la causa de Felipe V en la contienda sucesoria, personificada en su padre, de nombre
Nicolás, quien había abandonado la villa de Alcoy –donde residía- durante la guerra para

9 A.H.N. Consejos. Leg. 18.332. Informe de la Audiencia de Valencia, 9 de marzo de 1717.


10 En diferentes documentos redactados con ocasión del nombramiento encontramos, asimismo, variantes en el
onomástico de Puigmoltó, que es denominado Isidoro en alguna ocasión e Isidro en otras.
11 Blas Valor había formado parte del primer cuerpo de regidores nombrados para la villa de Alcoy por el caballero

D’Asfeld en 1708, si bien no consiguió ser refrendado por el monarca al año siguiente al no figurar su nombre en la
lista de propuestos, en A.M.A. Cabildos. Sig. 47, cabildo de 6 de febrero de 1708.
12 José Sanpere de Marcelino participó activamente en la defensa de los intereses de Felipe V en los comienzos del

conflicto sucesorio, desde su puesto de capitán de una de las compañías formadas en la villa de Alcoy para proteger
el territorio valenciano de las incursiones de la flota inglesa, en Josep Lluís SANTONJA, La desfeta d’Alcoi […], op.
cit., p. 26.
13 A.H.N. Consejos. Leg. 18.332. Luis de Costa a Juan Milán de Aragón. Alcoy, 20 de julio de 1720.
14 La razón que les había impedido sacar el real título era, según manifestaron, “no poder juntar para la satisfacción

de la media anata el dinero que necesitaban, por la miseria que todos padecían en aquella villa”.
15 Apuntaba el corregidor que Blas Valor se negaba a tomar posesión escudado en su condición de familiar del santo

tribunal de la Inquisición, “por cuyo empleo se le asegura está exento de servir semejantes cargos contra su
voluntad”.
16 Los tres títulos habían sido expedidos en Madrid el 23 de diciembre de 1720, en A.M.A. Cabildos. Sig. 47, cabildo

de 24 de marzo de 1721.

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Mérito personal, tradición familiar… María del Carmen Irles Vicente

trasladarse a Ibi, en la vecina Hoya de Castalla, “con toda su familia y (sic) hijos, con el fin de
mantenerse bajo del patrocinio y dominio de VM, como fiel vasallo, lo que logró con mucha
pérdida y menoscabo de su hacienda” 17.
Como ocurriera unos años atrás, también esta vez se solicitó el informe de la Audiencia
sobre el aspirante, y ésta, al tiempo de evacuarlo en sentido positivo –“tiene por digno del
regimiento al suplicante”-, se permitió añadir otros nombres de cualificados alcoyanos 18, a lo que
se respondió desde la Cámara con el nombramiento de uno de ellos, el Dr. Juan Sampere, según
se apuntaba, hijo del difunto.
Conocedor del negativo resultado de su pretensión, Cristóbal Gisbert recurrió
nuevamente al monarca indicando lo que en su opinión era un grave desajuste entre la normativa
establecida tras la Nueva Planta y la aplicación práctica recientemente acaecida. Según manifestó,
el agraciado con la vacante de Ignacio Sampere no era un hijo suyo, como se había afirmado por
la Audiencia, sino de José Sampere, regidor en ejercicio en el consistorio alcoyano, y “según lo
prevenido por leyes reales, no pueden ser a un tiempo regidores padre e hijo en una misma
ciudad”, por lo que solicitaba la nulidad de dicho nombramiento y que se le confiara a él, que sí
reunía “todos los requisitos necesarios para poderle obtener” 19.
La confusión producida, y la denuncia de que fue objeto por parte de Gisbert, debió estar
en el origen de la renuncia practicada poco después por José Sampere en favor de su hijo, aunque
el regidor la fundara en “su cansada edad y accidentes”. Nuevamente, fue la Audiencia la
encargada de informar si en el vástago recaían las “circunstancias” requeridas para el desempeño
del regimiento. La opinión de los magistrados no pudo ser más positiva, tanto al enjuiciar la
trayectoria desarrollada por el padre como las cualidades que adornaban al hijo; en este sentido
afirmaron que:
“el referido José Sampere ha servido muchos años con gran satisfacción, desempeñando
siempre las obligaciones del empleo; y que el expresado doctor Juan Bautista Sampere, su
hijo, tiene iguales prendas y partidas, en que se asegura servirá también el empleo,
continuando, ya que no quepa adelantar, los aciertos de su padre” 20.
El procedimiento habitualmente utilizado para proveer las regidurías se vio parcialmente
alterado a comienzos de la década de los treinta. Hasta ese momento las vacantes habían sido
cubiertas, básicamente, con individuos propuestos por la Audiencia de Valencia; a partir de 1733
empezaron a proliferar los memoriales de sujetos que se mostraban pretendientes a ocupar
dichos cargos. Así, para cubrir las plazas que habían quedado vacantes por fallecimiento de
Ignacio Sempere y Antonio Valor 21 presentaron memorial seis individuos: el Dr. Cristóbal
Gisbert -de quien ya hemos hablado-, Juan Valor -hijo del segundo de los finados-, Vicente
Sempere, Juan Bautista Asensi, Ignacio Sempere y Merita, y D. Cristóbal Llácer.
Las cualidades de las que hicieron gala la mayor parte de los aspirantes eran tanto de
carácter personal, como heredadas de sus ascendientes. Juan Valor se creía acreedor a la regiduría

17 A.H.N. Consejos. Leg. 18.332. Memorial de Cristóbal Gisbert.


18 A más de Cristóbal Gisbert, la Audiencia recomendaba al Dr. Juan Sampere, hijo del difunto, a D. Tomás Jordá,
así como a D. Gaspar y D. Nadal Almunia; también consideraba adecuados a los doctores Vicente Blas e Ignacio
Samper, así como a Jerónimo Gisbert -hijo de Nicolás-, Andrés Margarit y Andrés Gisbert –hijo de Tomás-; en
A.H.N. Consejos. Leg. 18.332. Informe de la Audiencia. Valencia, 2 de octubre de 1731.
19 Aunque Gisbert tuviera razón al señalar la ilegalidad de dicha coincidencia familiar en un mismo consistorio,

también es cierto que situaciones similares se dieron con cierta frecuencia, especialmente en los años inmediatos a la
Nueva Planta; ejemplos en dicho sentido pueden encontrarse en Mª del Carmen IRLES VICENTE, El régimen
municipal valenciano en el siglo XVIII. Estudio institucional, Alicante, Institut de Cultura “Juan Gil-Albert”, Generalitat
Valenciana, Conselleria d’Educació i Ciència, 1996, pp. 65-66.
20 A.H.N. Consejos. Leg. 18.332. Informe de la Audiencia. Valencia, 9 de diciembre de 1732.
21 La plaza que ocupara Ignacio Sempere se hallaba vacante desde su muerte, ocurrida en 1720, en tanto que la otra

era más reciente, pues su titular, Antonio Valor, había fallecido el 17 de enero de 1732; en A.H.N. Consejos. Leg.
18.332. Representación del Ayuntamiento de Alcoy, 15 de febrero de 1732.

82
Mérito personal, tradición familiar… María del Carmen Irles Vicente

que había ocupado su padre. Vicente Sempere también presentó como méritos los de su
progenitor, ya difunto, Gregorio Sempere, quien “antes de la abolición de los fueros […] sirvió a
dicha villa de jurado primero y otros empleos de correspondiente honor”; así como los de su
suegro, Ignacio Sempere, quien había sido agraciado con una regiduría por Felipe V en atención a
“su fidelidad y recto celo en el tiempo más calamitoso de dicho reino”; como no podía ser de
otro modo, Vicente Sempere deseaba “imitar a sus mayores, y progenitores, en el buen fin de
servir a su patria”. Juan Bautista Asensi apuntaba que “sus padres y ascendientes han gobernado
dicha villa, rigiendo los empleos de justicia y más honoríficos en los años pasados”; concretando
su afirmación indicaba que era hijo de Basilio Asensi, nieto de Francisco Asensi y bisnieto de
Pedro Juan Asensi, “y descendiente de otros que, arraigados y domiciliados en dicha villa, la
rigieron en los referidos empleos”. Ignacio Sempere y Merita cargaba las tintas en el componente
honorífico a la hora de solicitar una regiduría, indicando que se hallaba “comprendido en las
familias de distinción que hay en dicha villa, y por tal es reputado por todos sus vecinos”; en
idénticos términos se expresaba D. Cristóbal Llácer, aspirante, como los anteriores, a
incorporarse al consistorio alcoyano.
Comentadas las ventajosas circunstancias que, siempre en opinión de los pretendientes,
adornaban sus personas, haciéndoles merecedores del cargo solicitado, veamos cuál fue el parecer
de la Audiencia. En dos informes distintos, evacuados en la misma fecha, el Real Acuerdo
valenciano calificó a los aspirantes. En el primero de ellos, decía de Vicente Sempere que era “de
las primeras familias de Alcoy, tiene un entendimiento vivo y claro, con que discurre y explica
bien; es de recta intención y buen natural”. Aunque no tenía ninguna experiencia de gobierno, no
cabía descartarlo por dicha razón, pues -con las buenas prendas que lo caracterizaban- se
presumía que “desempeñará cualquier confianza, como con su padre lo experimentó la villa”.
En términos elogiosos se referían, asimismo, a Juan Valor, quien era calificado como “de
maduro juicio; de mucha aplicación, celo y recta intención, con que ha desempeñado diferentes
encargos de aquel común”. Juan Bautista Asensi presentaba un cierto inconveniente pues, aunque
nacido en Alcoy, llevaba muchos años residiendo en la vecina Penáguila, “donde tiene su
domicilio y gobierna”. De Ignacio Sempere y Cristóbal Llácer se limitaba a apuntar que no eran
convenientes, aunque sin especificar la razón.
Junto a la valoración de los pretendientes, la Audiencia apuntaba, asimismo, su opinión
sobre otros alcoyanos que parecían beneméritos “para desempeñar a satisfacción las obligaciones
de los empleos”. Los dos más sobresalientes parecían ser Gerónimo Gisbert y Andrés Margarit 22.
Extraña, del informe anterior, la falta de detalles explicativos que argumentasen la
aseveración formulada respecto a Sempere y Llácer. La existencia de un memorial dirigido al rey
por parte del corregidor de Alcoy, fechado en septiembre de 1732, y un segundo informe de la
Audiencia centrado en describir la conducta partidista de dichos aspirantes, permiten aclarar la
razón.
En el escrito del corregidor, Luis de Costa y Quiroga exponía que, desde su llegada a
Alcoy en 1715, había gobernado una población tranquila y pacífica, sin contratiempos de ningún
tipo, situación que había variado sensiblemente desde hacía algún tiempo. El responsable de que
la paz ciudadana hubiera desaparecido no era otro que el abogado Cristóbal Gisbert; a él se
refería en los siguientes términos:
“habiendo atraído con sus mañas, a su facción y dictamen, a diferentes ciudadanos y
vecinos, con sus malos influjos han parcializado este pueblo; de suerte que me ha

22Gisbert era “de muy recta intención y aplicado, con mucha actividad”, ventajas que reunía, asimismo, Margarit,
quien era “de iguales calidades y muy honrado”.

83
Mérito personal, tradición familiar… María del Carmen Irles Vicente

ocasionado, y ocasiona, más cuidados de poco más de un año a esta parte, que en los
quince antecedentes” 23.
Lo que más temía el corregidor es que dichos altercados, lejos de sosegarse, fueran a más,
y en esa dirección apuntaba la estrategia diseñada por Gisbert y sus coligados, quienes estaban
intentando incorporarse al consistorio para desde él poder imponer su criterio con entera
libertad.
Según Costa y Quiroga, tanto Ignacio Sempere, como el Dr. Ignacio Valor y D. Cristóbal
Llácer se hallaban coligados con Gisbert, por lo que temía que de entrar alguno de ellos en el
ayuntamiento “se han de seguir en este cabildo irreparables inquietudes y desórdenes, y de éstos
las malas consecuencias que suelen producir”, de ahí que pusiera en antecedentes al monarca para
que lo tuviera presente a la hora de proveer las vacantes existentes en el consistorio.
Si el corregidor escribía al rey para evitar el nombramiento de cualquiera de los cuatro
referidos pretendientes, el regidor decano, Juan Merita y Capdevila, se dirigía a Lorenzo de
Vivanco, secretario de la Cámara, para recomendar la continuidad de los Valor al frente del
consistorio, pues solicitaba su intercesión para que la vacante ocurrida por fallecimiento de
Antonio Valor se confiara a su hijo Juan:
“Me atrevo a suplicar a VS., como lo hago, con las mayores veras, sea servido dispensarme
la honra de proteger la pretensión del dicho, para que se provea en él la plaza vacante por
muerte de su padre” 24.
Antes de formular dicha petición, no obstante, Merita apeló a la buena memoria de
Vivanco al insinuarle: “discurro que VS. no habrá olvidado mi nombre del tiempo en que por
interino serví este gobierno”. Dicha aclaración se hacía necesaria para el logro del favor
apetecido, pues los escritos solicitando gracias diversas eran muy frecuentes en la corte.
Merita cerraba su escrito intentando acallar los posibles escrúpulos de conciencia de su
interlocutor, al asegurar que su protegido reunía las cualidades necesarias para ejercer el cargo -
“desempeñará enteramente su obligación, como me lo prometo por la reiterada experiencia con
que me hallo en los diferentes encargos que se han fiado a su cuidado”-, pero también
manifestando su agradecimiento y mostrándose dispuesto a “devolver” el favor que pedía en
cuanto le fuera requerido –“lo que apreciaré infinito, como igualmente que VS. se sirva tenerme
en su memoria para mandarme en su servicio, al que me repito, como debo”.
En los informes practicados en aras a completar la nómina de regidores se observaron
divergencias entre el parentesco que unía a Ignacio y Juan Sempere, por lo que pareció
conveniente buscar una tercera opinión, en este caso de la Audiencia. En el segundo informe de
10 de marzo de 1733, al que hacíamos referencia anteriormente, se aclararon convenientemente
dichos extremos.
Por los datos recabados se pudo averiguar que Juan Bautista Sempere no era hijo, sino
yerno de Ignacio Sempere, como yerno era también otro de los pretendientes a incorporarse al
consistorio a comienzos de los años treinta, Vicente Sempere, pues ambos habían casado con dos
de las tres hijas del fallecido regidor; el primero con Mª Laura, y el segundo con Vicenta María 25.
El informe practicado por la Audiencia fue aprovechado, asimismo, para arrojar luz sobre
la personalidad de Cristóbal Gisbert “y sus coligados”. El parecer de los magistrados valencianos
vino a coincidir con la denuncia presentada por el corregidor, manifestándose en los siguientes
términos:
“es cierto tienen parcialitado (sic) aquel pueblo con sus malos influjos, de forma que
habiendo sido siempre el ejemplar de la uniformidad y paz, sin limitación de tiempos, hoy

23 A.H.N. Consejos. Leg. 18.332. Representación de D. Luis de Costa y Quiroga. Alcoy, 27 de septiembre de 1732.
24 A.H.N. Consejos. Leg. 18.332. Juan Merita y Capdevila a Lorenzo de Vivanco Angulo. Alcoy, 15 de febrero de 1732.
25 A.H.N. Consejos. Leg. 18.332. Informe de la Audiencia. Valencia, 10 de marzo de 1733.

84
Mérito personal, tradición familiar… María del Carmen Irles Vicente

se ve en la mayor consternación, desunión y perturbación, por la mala conducta y


disensiones que fomentan continuamente dicho doctor Gisbert y sus coligados”.
El corolario del informe del tribunal valenciano fue su rechazo a que fueran nombrados
para regimiento alguno tanto el Dr. Gisbert como sus parciales.
En escrito aparte, redundaba en idénticos términos la máxima autoridad valenciana, el
capitán general, príncipe de Campoflorido, que proponía, además, la adopción de medidas
drásticas, como el alejamiento de la villa de Alcoy del susodicho Gisbert 26. Para fundar su
petición hacía referencia al estrecho conocimiento que tenía del sujeto, así como a la conducta
mantenida por éste.
Según apuntó Campoflorido, hacía ya tres años que, para moderar su comportamiento,
había llamado a Gisbert a Valencia y le había reprendido; sin embargo, éste, en lugar de
enmendarse, había pretendido, y conseguido, el fuero del Santo Oficio, a fin de librarse de la
jurisdicción real. Logrado el fuero inquisitorial, las facultades de actuación del representante regio
quedaron mermadas, por lo que únicamente cabía recurrir al destierro 27.
Desconocemos si llegó a adoptarse alguna medida punitiva contra Gisbert, lo que sí
sabemos es que, merced a la favorable opinión vertida por la Audiencia en el primero de los
informes practicado en marzo de 1733 sobre la persona y conducta de Vicente Sampere y Juan
Valor, fueron ellos los provistos para cubrir las vacantes de Ignacio Sampere y Antonio Valor,
dos meses más tarde.
Momentáneamente, el consistorio había quedado libre del influjo del Dr. Gisbert y sus
coligados, pero ello no fue óbice para que un tiempo después renovara alguno de ellos su
pretensión, tras ser conocedor del fallecimiento de otro capitular, esta vez de la clase de nobles,
Isidoro Puigmoltó.
Tras el deceso de Puigmoltó en 1734, se mostraron aspirantes D. Gaspar Jordá y Aynat y
D. Cristóbal Llácer. En los memoriales remitidos por ambos destacaron convenientemente su
“fidelidad a la real persona de Vuestra Majestad”, así como la condición de doctor en ambos
derechos, y graduado en la universidad de Valencia, en el caso de Jordá.
Ninguno de los pretendientes, ni de los propuestos algún tiempo después por la villa 28,
logró la designación, por lo que, transcurrida casi una década, desde la Cámara se pidió
información a fin de adoptar la resolución más adecuada. Había contribuido a refrescar la
memoria, en lo que a la vacante se refiere, el memorial tramitado por Juan Bautista Asensio en
solicitud de la plaza que llevaba harto tiempo sin cubrir.
Asensio era consciente de que no reunía la condición de noble, necesaria para obtener en
propiedad la vacante existente, de ahí que solicitara su disfrute de forma interina “y hasta que
haya persona del mismo estado que la ejerza”; llegado este caso, Asensio pretendía que se le
confiara la futura de la primera regiduría que vacare perteneciente al estado de ciudadanos, con la
condición, además, de que fuera “perpetua y por juro de heredad para el suplicante, sus hijos y
descendientes” 29; para ello se ofrecía a entregar un servicio de 5.000 rls. de vellón.
De nuevo fue la Audiencia la encargada de valorar la pertinencia de nombrar a uno u otro
personaje, ya fuera aspirante al cargo o bien recomendado por cualquiera de las instancias

26 “Convendría apartar de aquella villa al referido Dr. Cristóbal Gisbert, por la mala inclinación con que va
perturbando aquel pueblo”, en A.H.N. Consejos. Leg. 18.332. El príncipe de Campoflorido al Abad de Vivanco. Alicante, 26
de marzo de 1733.
27 Apuntaba el capitán general en ese sentido que “habiendo hablado a los inquisidores, me dijeron que estando ya

con la gracia de familiar, no podían revocarla, pero que no se opondrían a que yo le desterrase de aquel pueblo”.
28 Fueron propuestos D. Vicente Sampere, D. Lorenzo Descals y D. Vicente Merita, en A.H.N. Consejos. Leg. 18.332.

El ayuntamiento de Alcoy a D. Salvador de Alagón. Alcoy, 9 de noviembre de 1741.


29 A.H.N. Consejos. Leg. 18.332. Memorial de Juan Bautista Asensi.

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Mérito personal, tradición familiar… María del Carmen Irles Vicente

habilitadas para proponer candidatos. Entre los primeros, consideró claramente más benemérito
a Cristóbal Llácer que a Gaspar Jordá; entre las razones aducidas en menoscabo de este último
cabe apuntar su condición de soltero, poco versado en el trato con la gente, o su escaso
patrimonio 30. Por su parte, Cristóbal Llácer era un individuo “muy cristiano en su proceder y de
buen celo”, cualidades que se habían puesto de manifiesto en el desempeño de empleos como el
de alcalde de la hermandad, que había desempeñado por espacio de dos años, o el de repartidor,
que ejercía en aquel momento.
Entre quienes no se habían mostrado aspirantes, pero contaban con el respaldo del
ayuntamiento, cabía destacar a D. Vicente Sampere, calificado como de “muy sobresaliente
expedición, muy aplicado y celoso en el cumplimiento de sus obligaciones […], y también muy
cristiano en su proceder”, aspectos todos ellos puestos de manifiesto en los diferentes empleos
públicos que había ejercido. De los otros dos propuestos, uno había fallecido –D. Lorenzo
Descals 31-, mientras el otro, D. Vicente Merita, se hallaba imposibilitado de ejercer empleo alguno
a causa de su deteriorada salud 32.
Visto el referido informe en la Cámara, ésta se inclinó por Llácer; los años transcurridos y,
sin lugar a dudas, los cambios experimentados en el panorama político local, contribuyeron a
modificar el deseo expresado por aquél a incorporarse al ayuntamiento, por lo que no tardó en
remitir un memorial al rey solicitando la exoneración del cargo, al tiempo que escribía también a
Francisco Campo de Arbe, secretario de la cámara, pidiendo su patrocinio e intercesión a fin de
obtener la renuncia apetecida.
“paso a la parte de suplicar a VS. apadrine mi súplica, que va en el memorial incluso, que es
lo mismo que le suplica mi primo D. José Moreno de Hurtado, para que logre el alivio y
quietud que deseo, pues mis accidentes son estorbo para cumplir, según mi deseo, con mi
obligación. De lo que quedaré sumamente agradecido a los favores de VS.” 33
Con el memorial tramitado por Llácer, en solicitud de la exoneración del cargo, dio
comienzo una espiral de renuncias 34 que haría sumamente difícil encontrar un momento, en las
décadas siguientes, en que estuviera completo el número de ocho regidores establecido en 1709.

LAS DIFICULTADES PARA ENCONTRAR REGIDORES EN LOS AÑOS


CUARENTA
En el escrito remitido por Cristobal Llácer a la corte planteaba dos graves inconvenientes
que, en su opinión, resultaban incompatibles con el puntual desempeño de la regiduría que
acababa de concederle el monarca: su delicada salud y la precisa supervisión de sus propiedades
rústicas; en ese sentido no dudó en apuntar que:

30 Se apuntaba que Jordá, “por su genio solitario y arrinconado, se ha extrañado de todos, de suerte que con nadie

comercia, ni se le conoce aplicación alguna, por lo cual no se puede asegurar con sólido fundamento sobre su
expedición en los negocios, a más de hallarse sin haber tomado estado, ni tener más hacienda que la cantidad anual
que, por vía de alimentos, le mandaron en sus testamentos su padre y un hermano eclesiástico”, en A.H.N. Consejos.
Leg. 18.332. Informe de la Audiencia de Valencia, 28 de mayo de 1742.
31 La trayectoria de la familia Descals ha sido trazada por Primitivo J. PLA ALBEROLA, en algunos de sus trabajos,

como “La Jurisdicción Alfonsina como aliciente para la recolonización del territorio”, en Revista de Historia Moderna.
Anales de la Universidad de Alicante, 12 (1993), pp. 79-139; “La carta puebla de un lugar sin nombre”, Alberri, 21 (2011),
pp. 77-155; “Señorío y repoblación a fines del siglo XVIII. Dificultades tras la fundación del Lugar Nuevo de San
Rafael (1773)”, en María José Pérez Álvarez y Alfredo Martín García (eds.), Campo y campesinos en la España Moderna,
Universidad de León, 2012, pp. 497-509; "La Sarga, solar de los Descals", en Libro jubilar en homenaje al profesor Antonio
Gil Olcina, Alicante, Instituto Interuniversitario de Geografía, Universidad de Alicante, 2014, pp. 881-906.
32 De él se decía que “está por ahora imposibilitado de empleo alguno, por hallarse de dos años a esta parte tan

postrado de sus accidentes que apenas le permiten que tal cual día deje la cama”.
33 A.H.N. Consejos. Leg. 18.332. D. Cristóbal Llácer a D. Francisco Campo de Arbe. Alcoy, 26 de agosto de 1742.
34 Mª del Carmen IRLES VICENTE, “El Ayuntamiento de Alcoy en el siglo XVIII: la renuncia como práctica

generalizada”, Baetica nº 29, 2007, pp. 303-319.

86
Mérito personal, tradición familiar… María del Carmen Irles Vicente

“como todos mis caudales consistan en tierras, que necesitan de un continuo desvelo y
asistencia personal para el logro de las cosechas; hallándome al mismo tiempo molestado
de muchos y muy penosos accidentes, que me impiden la frecuente asistencia a los
ayuntamientos, y mayor exactitud para el desempeño de mi obligación al nuevo honor que
a Su Majestad le merezco” 35.
Considerados suficientes los argumentos presentados por Llácer, le fue admitida la
renuncia el 7 de septiembre de 1742 y, acto seguido, se procedió a efectuar un nuevo
nombramiento, que recayó en esta ocasión en el segundo de los propuestos por la Audiencia de
Valencia, esto es, D. Vicente Sampere, a quien le fue comunicada la gracia un par de semanas más
tarde 36. Sin embargo, tampoco éste acudió a la Cámara a sacar el correspondiente título, antes
bien se aprestó a comunicar al monarca la existencia de un grave impedimento que le obligaba a
solicitar la dimisión, y que no era otro que su condición de acreedor censalista de la villa por una
cantidad de 4.750 libras 37. Admitida también esta vez la dimisión, a mediados del mes de
diciembre la Cámara solicitó de la Audiencia la elaboración de un nuevo listado de candidatos a
ocupar la vacante existente en clase de caballeros.
Parece que el tribunal valenciano se tomó su tiempo para practicar las necesarias
averiguaciones, por lo que no redactó el correspondiente informe hasta mediados de junio
siguiente; en él proponía a D. Miguel Galiano de Espuig, caballero de la orden de Montesa, así
como a D. Rafael Descals, D. Gaspar Almunia y D. José Jordá. Todos ellos eran considerados
“sujetos de conocida nobleza, de aptitud e inteligencia” para el desempeño del oficio, por lo que a
comienzos de julio fue designado el primero de los propuestos.
Tampoco Galiano se encontró con fuerzas para asumir la regiduría y, como los anteriores,
se aprestó a presentar la renuncia. En esta ocasión los argumentos esgrimidos fueron su avanzada
edad y achaques, que le habían llevado a renunciar el cargo de alférez mayor que poseía en
Almansa, de donde era natural, en su hijo Francisco Joaquín hacía casi una década. También
alegó su intención de mudar de vecindad, trasladándose desde Alcoy a la villa que le vio nacer 38.
Preguntada la Audiencia sobre los extremos alegados, los corroboró uno por uno,
destacando que, en efecto, se hallaba aquejado de “accidentes de melancolía, dolores de cabeza y
angustias, con alguna frecuencia”; que había cedido a su hijo el alferazgo mayor de Almansa, y
que allí tenía intención de trasladarse “si se le agravan sus accidentes”. Sin embargo, el informe
del tribunal no se limitó a valorar la legitimidad de la petición formulada por Galiano, sino que
fue más lejos al aportar información sobre la posible razón última de esa proliferación de
renuncias que, según intuía, podía radicar en el carácter vitalicio de las regidurías:
“presiente que la causa de excusarse los caballeros de entrar en el gobierno de dicha villa es
por ser sus regimientos perpetuos y, por consiguiente, arriesgados a la cuenta de muchos
años, a lo que les parece no estarían expuestos siendo los regimientos anuales” 39.
***
Por último, y a modo de conclusión, nos gustaría destacar una serie de cuestiones que
consideramos suficientemente probadas tras los ejemplos analizados. No cabe duda que los
méritos familiares suponían la piedra angular sobre la cual cimentar la proyección de un individuo

35 A.H.N. Consejos. Leg. 18.332. Memorial de D. Cristóbal Llácer.


36 A.H.N. Consejos. Leg. 18.332. D. Juan Merita y Capdevila al Sr. D. Francisco Campo de Arbe. Alcoy, 21 de septiembre de
1742.
37 A.H.N. Consejos. Leg. 18.332. Testimonio del escribano José Mataix. Alcoy, 11 de octubre de 1742.
38 Miguel Galiano aludió en el memorial tramitado a la corte que le resultaba imposible servir el empleo “por sus

muchos accidentes habituales y crecida edad de más de 62 años […], por cuyas razones renunció el oficio de alférez
mayor de la villa de Almansa, su patria, que le pertenece en propiedad, en D. Francisco Joaquín, su hijo, el año de
1734 […], estar próximo a mudar de residencia a la referida villa de Almansa”, en A.H.N. Consejos. Leg. 18.332.
Memorial de D. Miguel Galiano.
39 A.H.N. Consejos. Leg. 18.332. Informe de la Audiencia de Valencia, 29 de octubre de 1743.

87
Mérito personal, tradición familiar… María del Carmen Irles Vicente

para lograr asumir el control del poder local; así como que dichos méritos podían ser tanto de
carácter personal, como heredados de sus ascendientes.
Aunque el mérito personal resultó fundamental para el logro de una plaza en el
ayuntamiento alcoyano -o la falta de éste un obstáculo insalvable-, al margen de la trayectoria de
individuo y familia, a la hora de lograr ser elegido entre un conjunto de aspirantes o propuestos,
jugaron también otros factores como los vínculos de clientelismo o amistad existentes con
personalidades afincadas en la corte –muchas veces el propio secretario de la Cámara-; así lo
testimonian claramente las misivas cruzadas entre personajes como el regidor decano de Alcoy,
Juan Merita y Capdevila, y Lorenzo Vivanco; o Cristóbal Llácer y Francisco Campo de Arbe,
entre otros.
Un apunte sobre los términos en que se establecía dicha relación podemos constatarlo a
tenor de las palabras con que se expresaba Merita en su escrito, y que reprodujimos más arriba.
Además, tan importante era contar con valedores si se pretendía una regiduría, como si el
objetivo era eximirse de ella; en este sentido resulta también significativa la petición formulada
por Juan Merita y Capdevila en 1749 tendente a evitar que recayera uno de dichos cargos en su
hijo Joaquín, para lo cual no dudó en dirigirse al consejero de Castilla Blas Jover en los siguientes
términos:
“estando a la vista, en todo caso de ver inclinados a los señores de la Cámara a nombrar a
mi hijo, se sirva continuarme su favor aplicando su mucha autoridad, y más eficaces oficios,
para estorbarlo […]. Espero que V.S. se sirva favorecerme como en todas ocasiones lo
acostumbra, y no me tenga tan ocioso en su servicio, al que me repito” 40.

40 A.H.N. Consejos. Leg. 18.332. D. Juan Merita y Capdevila a D. Blas Jover. Cocentaina, 17 de mayo de 1749.

88
Miradas cruzadas y prácticas matrimoniales… Francisco Chacón Jiménez, Raquel Sánchez Ibáñez
y José Antonio Martínez Martínez

MIRADAS CRUZADAS Y PRÁCTICAS MATRIMONIALES DENTRO DEL


PARENTESCO FAMILIAR: ALGUNOS EJEMPLOS DEL REINO DE MURCIA
(SIGLOS XVI-XIX)
Francisco Chacón Jiménez, Raquel Sánchez Ibáñez y José Antonio Martínez Martínez.
Universidad de Murcia

INTRODUCCIÓN
En la siguiente comunicación se exponen algunos de los resultados obtenidos tras el
análisis de la información incluida en la base de datos Linking Families. Una herramienta
informática para el estudio de las familias y sus relaciones sociales, diseñada por el Seminario
Familia y Elite de Poder de la Universidad de Murcia, a partir de sucesivos proyectos de
investigación financiados por el Ministerio de Ciencia e Innovación 1, y que tiene como base el
software de Microsoft Access. La base de datos relacional Linking Families está estructurada en
torno a lo nominativo puesto que su objetivo es la reconstrucción de familias, trayectorias vitales
y relaciones sociales. Por ello, las personas con sus nombres y apellidos, sus circunstancias y
relaciones constituyen el eje alrededor del cual se articulan los distintos campos de la base de
datos. Linking Families contiene cuatro campos que sirven para recoger las relaciones entre las
personas que aparecen en la documentación histórica. En concreto, se introducen las relaciones
consanguíneas y no consanguíneas existentes entre dos personas teniendo en cuenta la
direccionalidad de las mismas. Al respetar la direccionalidad de las relaciones se consigue realizar
consultas diversas centradas en cualquiera de las dos partes de la relación. Este campo además
está configurado para que despliegue un listado de relaciones tipificadas que se va
retroalimentado con cada nueva entrada. En la actualidad se han introducido más de doscientas
relaciones y un total de cinco mil cuatrocientas noventa y dos personas. Un último conjunto de
campos recoge la información biográfica de las personas que se citan en la documentación
introducida. Las relaciones entre los campos diseñados en la base de datos Linking Families
permiten la reconstrucción de las trayectorias vitales de las personas, que pueden visualizarse a
través de informes elaborados de forma automática por el programa. La migración automática de
contenidos desde la base de datos Linking Families al programa genealógico GenoPro permite el
levantamiento de genealogías y la representación de las relaciones sociales.

1 El diseño teórico y técnico de la base de datos Linking Families se ha gestado a lo largo de dos proyectos de
investigación financiados por el Ministerio de Ciencia e Innovación dirigidos por D. Francisco Chacón Jiménez
(Universidad de Murcia), que llevan por título: “Sociedad, familia y grupos sociales. Redes y estrategias de
reproducción socio-cultural en Castilla durante el Antiguo Régimen (siglos XV-XIX)” (2006-2009), y el proyecto
coordinado “Realidades familiares hispanas en conflicto: de la sociedad del linaje a la sociedad de los individuos,
siglos XVII-XIX” (2011-2014), en el que participan las universidades de: País Vasco (José María Imízcoz, I.P.),
Valladolid (Máximo García Fernández, I.P.), Castilla La Mancha (Francisco García González, I.P.) y Extremadura
(José Pablo Blanco Carrasco, I.P.). Por otro lado, la concesión de una acción integrada hispano-francesa financiada
por el Ministerio de Educación y Ciencia en 2007 con el título “Sociedad, familia y poderes en el Mediterráneo
Occidental durante el Antiguo Régimen”, dirigida por D. Juan Hernández Franco (Universidad de Murcia-España) y
D. Michel Bertrand (Université de Toulouse-Francia), permitió la presentación de la base Linking Families en la
Université de Toulouse II-Le Mirail en noviembre de 2007 y en la Casa de Velázquez (Madrid) en mayo de 2009.
Queremos agradecer asimismo la colaboración en la concepción, diseño y puesta en práctica de dicha base de datos
de los profesores Joaquín Recaño Valverde (Centre D´Estudis Demografics. Universidad Autónoma de Barcelona), y
Pedro Manuel Díaz Ortuño (Facultad de Comunicación y Documentación. Universidad de Murcia).

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Miradas cruzadas y prácticas matrimoniales… Francisco Chacón Jiménez, Raquel Sánchez Ibáñez
y José Antonio Martínez Martínez

Si bien la base de datos contiene en la actualidad información procedente de


documentación de diversa naturaleza, para este estudio nos centramos en fuentes judiciales, en
concreto, en expedientes de pleitos de familias murcianas por la posesión de mayorazgos. El
intervalo temporal de la documentación es bastante amplio pues se recogen documentos que van
desde el siglo XV hasta bien entrado el XVIII. Este hecho es fundamental para la consecución de
los dos objetivos del trabajo. En primer lugar, el análisis de los comportamientos matrimoniales y
sucesorios de los linajes de poder murcianos, para comprender por dónde circula la posesión de
los bienes principales de las familias (vínculos, mayorazgos, oficios, hábitos, títulos) y, en segundo
lugar, el análisis del papel de la mujer como poseedora de mayorazgos de prelación femenina y en
los casos de ausencia de varonía del linaje. En síntesis, este trabajo busca aproximarse a las
prácticas matrimoniales y hereditarias de las familias de poder, para caracterizar posibles modelos
de comportamiento de los linajes de cara a su reproducción social en el interior de la nobleza de
la Edad Moderna.

COMPORTAMIENTOS MATRIMONIALES Y SUCESORIOS DE LOS LINAJES


NOBILIARIOS MURCIANOS
La élite de poder del reino de Murcia en el Antiguo Régimen estaba compuesta por un
conjunto de familias que desde mediados del siglo XV y primera mitad del XVI acapararon
durante generaciones los puestos de control político del reino, y se beneficiaron de la política
regalista de los sucesivos monarcas españoles. Esta política de enajenaciones reales iniciada por el
primero de los Austrias que comprendía la venta de oficios municipales 2, el derecho a la
percepción de impuestos reales, e incluso la “venta de vasallos”, alcanzó su plenitud en el reinado
de su biznieto: el monarca Felipe IV. En el reino de Murcia, las primeras décadas del siglo XVII
fueron testigo del boom que generó este tipo de prácticas 3. Las familias de la élite murciana,
procedentes tanto de las villas vecinas a la capital del reino (Lorca, Cartagena, Caravaca, etc.)
como de la propia ciudad de Murcia, acumularon de esta forma varias regidurías en el concejo
murciano y, en algunos casos, llegaron a convertirse en señores de vasallos; al participar de las
ventas de señoríos jurisdiccionales realizadas en la primeras décadas del siglo XVII sobre los
heredamientos 4 que miembros de la oligarquía local tenían fundamentalmente en la zona de
huerta de la ciudad como Espinardo (1615), Cinco Alquerías (1614), La Vuznegra (1617) y Santa

2 Algunas obras básicas para comprender lo que significaron estas venta de cargos son: Antonio DOMÍNGUEZ

ORTIZ, “La venta de cargos públicos en Castilla y sus consecuencias económicas y sociales”, Instituciones y sociedad en
la España de los Austrias, Barcelona, Ariel, 1985, pp. 146-183; Antonio DOMÍNGUEZ ORTIZ, Las clases privilegiadas
en el Antiguo Régimen, ISTMO, Madrid, 1973, pp. 49-85; Francisco TOMÁS Y VALIENTE, “las ventas de oficios de
regidores y la formación de oligarquías urbanas en Castilla (siglos XVII-XVIII), Actas de las I Jornadas de Metodología
aplicada a las ciencias históricas, III, Historia Moderna, Santiago de Compostela, 1976, pp. 551-568, también “Ventas de
oficios públicos en Castilla durante los siglos XVII-XVIII”, en Gobiernos e Instituciones en la España del Antiguo Régimen,
Madrid, Alianza, 1982.
3 Para comprender algunas de estas ventas de señoríos sobre términos dependientes del Concejo murciano, véase:

Francisco CHACÓN JIMÉNEZ y Vicente MONTOJO MONTOJO, “Señoríos y poder monárquico en Murcia
(siglos XVI-XVII)” en Eliseo SERRANO MARTÍN y Esteban SARASA SÁNCHEZ (Coord.), Señorío y feudalismo en
la Península Ibérica (ss. XII-XIX, Vol. 2., 1993, pp. 445-456. De los mismos autores: “Aproximación al estudio de los
señoríos murcianos en la Edad Moderna”, Madrid, Coloquio C.S.I.C.-Maison des Payses Iberiques (en prensa). Una
obra a nivel general para Murcia es Guy LEMEUNIER, Los señoríos murcianos. Siglos XVI-XVIII. Universidad de
Murcia, Murcia, 1998. Para Córdoba véase Enrique SORIA MESA, La venta de señoríos en el Reino de Granada bajo los
Austrias, Granada, 1995. Para Asturias véase Alfonso MENÉNDEZ GONZÁLEZ, Ilustres y mandones: la aristocracia de
Asturias en el siglo XVIII, Oviedo, 2004, pp. 39-43.
4 El monarca Felipe III al Concejo. Dada en Belén de Portugal a 28 de junio de 1619: “por vuestro voto decisivo en el

Servicio de los deiz y ocho millones con que el Reyno nos a servido por el consultivo de sus ciudades es, por quanto de algunos años a esta
parte sean vendido por el nuestro consejo de Hazienda las jurisdicciones de algunos eredamientos que vecinos particulares tenían en el
termino y huerta dela dicha ciudad todo con mucha cercanía della...”. AMM. Cartas antiguas y modernas. Sig. 784. vol. II. Caja
25 bis, expediente nº 113.

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Miradas cruzadas y prácticas matrimoniales… Francisco Chacón Jiménez, Raquel Sánchez Ibáñez
y José Antonio Martínez Martínez

Cruz (1614), todos ellos dependientes del Concejo murciano y que fueron sustraídos de su
dominio en apenas veinte años.
A finales del siglo XVII, la relación de servicios de la élite del reino de Murcia con la
monarquía hispánica se realizó fundamentalmente a través de servicios tales como la participación
de los procuradores murcianos en las Cortes, las prorrogaciones del servicio de Millones o los
donativos voluntarios al monarca 5. Todos ellos continuaron incrementando las cotas de honor y
prestigio social de las familias de la élite murciana mediante la concesión fundamentalmente de
hábitos de órdenes militares, especialmente de Santiago, que la Corona concedió con cierta
regularidad en compensación a dichos servicios 6. Igualmente, la participación destacada en alguna
de las empresas bélicas de los reinados de Carlos II y Felipe V se utilizó del mismo modo como
medio de ascenso social. Es precisamente de esta última forma como varias Casas patricias del
reino de Murcia obtuvieron entre 1690 y 1760 un título nobiliario en recompensa a unos servicios
destacados en una empresa armada puntual o bien como colofón a una carrera militar ya sea
individual o familiar. Como muestra más representativa podemos indicar que de contar con un
reducido número de caballeros de hábito y sólo dos títulos nobiliarios (conde de Albatera y
marqués de los Vélez), la élite del Reino de Murcia pasó a estar constituida por casi una veintena
de titulados a finales del setecientos (Fontes, Puxmarín, Molina, Roda y Riquelme, entre otros) 7.
Se percibe así pues en la nobleza murciana una recuperación del espíritu militar que había estado
poco presente en los siglos XVI, y sobre todo XVII. Esta nueva inclinación de los miembros de la
nobleza a prestar servicios militares al monarca en la centuria del setecientos se ha manifestado
igualmente en otras regiones y parece que se dio con generalidad en los distintos territorios de la
monarquía hispánica 8.
A lo largo de las dos primeras generaciones de titulados murcianos, estas familias
buscarán enlazar matrimonialmente con otras Casas que compartan con ellas idéntico estatus
nobiliario. Dos vías fueron las opciones posibles, la primera, entablar matrimonios entre el
conjunto de familias tituladas murcianas, y la segunda, buscar posibles enlaces con otras casas
aristocráticas de fuera del reino. El estudio de la política matrimonial de la nobleza titulada
murciana revela que la mayoría enlazaron con linajes de distinta procedencia geográfica. Así por
ejemplo, el I marqués de Beniel, don Gil Francisco de Molina y López de Ayala, se casó a los 19
años en Milán donde servía como capitán de caballos con doña Eleonora Gonzaga y Tresini,
perteneciente a una familia influyente de nobles titulados milaneses. Su padre era marqués de
Vescovado y Príncipe del S.R.I., y su madre, doña Aurelia Tresini, era hija del conde de Tresini.
Este matrimonio significaba un salto cualitativo para la Casa Molina que hasta el momento sólo
había enlazado matrimonialmente con familias de la élite murciana. Ninguna generación anterior
del linaje Molina había establecido lazos de parentesco con miembros de la nobleza titulada. El
punto de inflexión aparecería justo en el instante en el que el primogénito de la rama principal de
la familia obtiene la categoría de marqués. Al igual que había ocurrido en la Casa Molina, la

5 Francisco Javier GUILLAMÓN ÁLVAREZ y José Javier RUIZ IBÁÑEZ (eds.), Lo conflictivo y lo consensual en
Castilla. Sociedad y poder político. 1521-1715, Murcia, 2001.
6 Para Córdoba en el siglo XVII véanse Raúl MOLINA RECIO, Los señores de la Casa de Bailío. Análisis de una élite local

castellana (Córdoba, siglos XV-XIX), Córdoba, 2000, pp. 218-221 y Enrique SORIA MESA, Señores [...], op. cit., pág. 197.
Para Madrid véase Mauro HERNÁNDEZ BENÍTEZ, A la sombra de la Corona. Poder local y oligarquía urbana (Madrid,
1606-1808), Madrid, 1995, pp. 224-225.
7 Sobre el incremento de títulos nobiliarios en los reinados de Carlos II y Felipe V véase para Málaga Paula

ALFONSO SANTORIO, La nobleza titulada malagueña en la crisis de 1741, Málaga, 1997, pp. 57-226. En Asturias
ocurre una situación muy similar al Reino de Murcia, puesto que de tres títulos nobiliarios existentes a mediados del
siglo XVII se pasa a 11 nuevos títulos concedidos durante los reinados de Carlos II y Felipe V. Véase Alfonso
MENÉNDEZ GONZÁLEZ, Ilustres [...], op. cit., pp. 27-35.
8 A este respecto véanse los trabajos de Francisco ANDÚJAR CASTILLO, Los militares en la España del siglo XVIII.

Un estudio social, Estudios Históricos Chronica Nova, Granada, 1991 y Francisco ANDÚJAR CASTILLO, El sonido
del dinero. Monarquía, ejército y venalidad en la España del siglo XVIII, Madrid, 2004.

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Miradas cruzadas y prácticas matrimoniales… Francisco Chacón Jiménez, Raquel Sánchez Ibáñez
y José Antonio Martínez Martínez

condesa de Montealegre y su segundo esposo Antonio Montoliú y Puxmarín concertaron el


matrimonio del que iba a ser II conde de Montealegre y I marqués de Albudeite con Gabriel de
Ortega y Guerrero, II marqués de Valdeguerrero y IV señor de Villar de Cantos y de la
jurisdicción de Vara del Rey. Este noble titulado vecino de Madrid ostentaba de una envidiable
posición social derivada no sólo de su título sino además de su carrera militar y política al ser
coronel de caballería, gobernador del Real Sitio, gentilhombre de S.M, y lo más importante,
ministro del Consejo Superior Supremo de Hacienda. Otros ejemplos que pueden citarse son: el
matrimonio del I vizconde de Huerta con la hija de una familia oriunda de la villa y Corte de
Madrid de nombre Teresa de Salvatierra y Moretoy el matrimonio concertado por el I marqués de
Torre-Pacheco para casar a su hijo primogénito con la hija de un militar de alta alcurnia, oriundo
de Madrid y miembro de la Corte, Francisco Alonso de Paz y Castilla, que fue capitán de
Dragones en Flandes, alcalde por el Estado Noble de Frenegal y menino de la Reina-Madre.
En líneas generales, los enlaces matrimoniales de la nobleza murciana con estas familias
también tituladas posibilitará que estas Casas murcianas accedan a nuevas redes clientelares desde
las que poder potenciar sus cotas de poder social, económico y político9. Desde el inicio de sus
carreras nobiliarias a comienzos de la edad moderna, cuando de forma mayoritaria fundaron sus
mayorazgos, estos linajes murcianos comenzaron a transmitir su patrimonio vinculado siguiendo
la línea de primogenitura. Los primogénitos ostentaron no solo el grueso del patrimonio familiar,
sino que fueron atesorando cargos que perpetuaron a lo largo del siglo XVII y otros elementos de
distinción social como hábitos, señoríos y capellanías, etc. De esta forma, lo que podemos llamar
como el tronco principal de las familias fue sosteniéndose generación tras generación y
nutriéndose de más bienes, libres y vinculados, a través de las dotes y arras que llegaban por vía
matrimonial. Además del reforzamiento de las líneas de primogenitura, otras líneas también
proliferaron mediante matrimonios ventajosos, carreras administrativas y militares exitosas y la
ayuda de la parentela, a través de la fundación de vínculos para segundones o de prelación
femenina. Estas prácticas permitieron en la segunda mitad del siglo XVII y primeras décadas del
siglo XVIII, época de mayor crecimiento nobiliario de los linajes, que de ellos surgieran dos y
hasta tres casas nobiliarias. Así, por ejemplo, el linaje Molina se desgajó en las Casas de Beniel,
Corvera y Huerta y el linaje Fontes en las Casas de Villaleal, Torrepacheco y Ordoño.
Sin embargo, esta tendencia reproductiva de los linajes nobles comenzó a disminuir a
mediados del siglo XVIII, cuando en muchos de ellos empiezan a extinguirse algunas líneas por
falta de descendencia, mientras que de forma paralela se observa una desaparición de la varonía en
las líneas de primogenitura siendo mujeres las que ostentan los mayorazgos y títulos de las
principales Casas murcianas. Esta circunstancia generalizada entre las Casas aristocráticas del reino
de Murcia contrasta significativamente con la tendencia de crecimiento demográfico
experimentada, tanto en la península ibérica como el continente europeo10. Las repercusiones de
esta tendencia son varias. De un lado, en muchas Casas nobiliarias la línea de varonía se extingue,
como acontece tras el V marqués de Beniel, Pedro Andrés de Molina y Saavedra, o mucho antes,
con el título de vizconde de Huerta; que de los Borja Muñoz de Castilblanque pasa a una rama de
los Molina al casarse la única heredera del título doña María Josefa Vicente Borja con Salvatierra

9 Entre la nobleza titulada de Asturias también comienza a arraigar con fuerza a comienzos del siglo XVIII una
exogamia territorial que trata de buscar mayores cotas de promoción social. Los Miranda, por ejemplo, se instalarán
en la Corte en la década de los veinte; los Navia Osorio se unirán por vía matrimonial con la nobleza titulada
catalana; los Duques de Estrada enlazarán con titulados guipuzcoanos y los Queipo de Llano contraerán
matrimonios con miembros de la nobleza titulada de Madrid y Málaga. Véase Alfonso MENÉNDEZ GONZÁLEZ,
Ilustres [...], op. cit., pp. 87-90.
10 Muchos historiadores han calificado el siglo XVIII como una época de “revolución demográfica”. Más allá de

calificativos, el crecimiento demográfico resulta incuestionable y se inscribe en un fenómeno mundial, aunque a nivel
particular exprese situaciones diversas o ritmos diferentes según el caso. Una visión general del panorama
demográfico puede verse entre otras en M. W. FLINN, El sistema demográfico europeo, Barcelona, 1989, o M. LIVI-
BACCI, Ensayo sobre la historia demográfica europea. Población y alimentación en Europa, Barcelona, 1988.

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Miradas cruzadas y prácticas matrimoniales… Francisco Chacón Jiménez, Raquel Sánchez Ibáñez
y José Antonio Martínez Martínez

con Alejo de Molina y Molina. En otros casos, la descendencia familiar se limita a un único hijo o
recae en un pariente próximo (hermano/a, primo/a, sobrino/a) como le sucede al II marqués de
Torre-Pacheco cuando de los diez hijos que nacen de su matrimonio, siete de ellos fallecen en la
década central del siglo XVIII 11. Esta circunstancia obliga a suceder en el título de marqués y el
patronazgo de la Casa al hijo menor y único heredero, don Antonio Fontes y Paz nacido en 1730.
Una situación similar experimenta el II marqués de Corvera, Pedro José de Molina y Guevara,
regidor de Murcia y gentilhombre de Boca de S.M. fallecía sin hijos a mediados del siglo XVIII,
sucediendo el título su hermana Ana Teresa de Molina y Guevara casada con Cristóbal de Bustos
Carrasco (natural de Baza); padres del IV marqués de Corvera, Pedro José de Bustos y Molina que
moría a finales de siglo sin dejar descendencia.

Figura n.º 1. Genealogía de los marqueses de Corvera de Murcia

Francisca
María Ladrón
Pedro José de Molina y de Guevara
Rodríguez de Junterón.
Regidor de Murcia
(1667-1683). I Marqués
de Corvera (1685)

Cristóbal de Bustos
Carrasco Balboa Calvillo Catalina
Pedro José de Molina y Ana Teresa de de Molina
Carrillo Señor de las villas
Guevara II Marqués de Molina y Guevara. y Guevara
de Cotillas y Casas Albas,
Corvera, Regidor de Murcia III Marquesa de
Regidor de Murcia 1720-46
1693, Gentilhombre de Boca de Corvera
S.M. 1711. SIN DESCENDENCIA

Nicolasa Pedro José de Bustos y Rafael Antonio de Bustos Juana de Antonia María de Ana de María de
Lucas Guill Molina, IV Marqués de y Molina V Marqués de LLamas de la Piedad Bustos Bustos
Celdrán Corvera, Regidor de Murcia Corvera, Señor de Cotillas, y Molina Bustos de Bustos y Molina y Molina
1753. SIN DESCENDENCIA Torreblanca y Benandin, y Molina y Molina
Regidor de Murcia
1780

Rafael de Bustos y Llamas. Félix de


VI Marqués de Corvera, Bustos y
Regidor de Murcia Llamas

A juzgar por los matrimonios posteriores parece que las familias encontraron en la
endogamia familiar una forma de contrarrestar los inconvenientes de la extinción de ramas del
linaje 12. Ejemplos de esta conducta son, entre otros, el III marqués de Torre-Pacheco que contrajo
matrimonio con la hija de unos parientes próximos en grado, señores de Guadalupe y casó a su
hija en 1780 con el I marqués de Pinares, don Bernardo Riquelme Salafranca de la Rocha. La III
condesa del Valle de San Juan doña Ana González de Avellaneda y Roda casó con su tío Miguel
González de Avellaneda. Tras la muerte de la IV condesa de Montealegre y II marquesa de
Albudeite, Josefa de Puxmarín y Ortega, que falleció sin hijos de sus dos esposos, su hermana y

11 La extinción biológica de linajes también está presente en la nobleza titulada de Asturias, véase MENÉNDEZ
GONZÁLEZ, A., Ilustres y mandones [...], op. cit., pp.48-69. Para Málaga véase Paula ALFONSO SANTORIO, La
nobleza [...], op. cit., p. 41.
12 La conveniencia de las uniones homogámicas para mantener el estatus adquirido limitó la posibilidad de elección

matrimonial elevando a altas tasas los matrimonios consanguíneos entre la nobleza titulada. Para Asturias véase
Alfonso MENÉNDEZ GONZÁLEZ, Ilustres [...], op. cit., pp. 49-52. Los enlaces entre primos y tío-sobrina también
se producen en un corte cronológico similar en la Casa de Osuna, véase Ignacio ATIENZA HERNÁNDEZ,
Aristocracia, poder y riqueza en la España Moderna. La Casa de Osuna. Siglos XV-XIX, Madrid, 1987, pp. 74-77.

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Miradas cruzadas y prácticas matrimoniales… Francisco Chacón Jiménez, Raquel Sánchez Ibáñez
y José Antonio Martínez Martínez

sucesora María Encarnación de Puxmarín y Ortega, contrajo matrimonio con su primo Juan de
Puxmarín y Guevara.
Figura n.º 2. Genealogía de los marqueses de Albudeite de Murcia
D. 1733

Antonio Montoliú y Gabriel de Ortega y Guerrero. III Marqués de Valdeguerrero, María Josefa
Josefa Puxmarín y Puxmarín. Barón de IV Señor de Villar de Cantos y de la Jurisdicción de Vara Sandoval y
Carcelén. I Condesa de Chirles y La Nupcia del Rey, Gentilhombre de S.M., Coronel de Caballería, Zambrana
Montealgre (20-10-1706) Gobernador del Real Sitio de Aranjuez, Ministro del Consejo
Superior Supremo de Hacienda.

TIO SOBRINA
TIO SOBRINA / c.1687
/ c.
PRIMOS
PRIMOS 1687
HERMANOS
HERMANOS
1691 - 1762

José Puxmarín Fajardo María Gerónima


Tomás Rocaful Juan Rocaful Juana Ortega Guerrero
Rocaful y Dávalos. II Puxmarín y
Conde de Montealegre, Puxmarín y de Zambrana y Sandoval
Fajardo Fajardo Guevara
I Marqués de Albudeite
(31-08-1711)
12-04-1712

1714 1716 1717 1718


298

José Puxmarín Rocaful Joaquín Josefa Puxmarín Rocaful Luis Bernardo Juan José Mª Encarnación Francisco Antonio Gerónimo
y Ortega. III Conde de Luján y Fajardo y Ortega. IV de Tejeiro y Puxmarín Rocafull de Vera Fajardo Rocaful
Moltealegre. II Marqués Colón Condesa de Montealgre, Vozmediano y Guevara Puxmarín y Barona y Zúñiga. Puxmarín
de Albudeite. Nacido III Marquesa de Albudeite Ortega IX Marqués de y Ortega
Fatuo Espinardo

04-06-1737 PRIMOSHERMANOS
PRIMOS HERMANOS / 1733
/ 1733

Esta política matrimonial endogámica producirá tanto la unión de varias ramas de un


mismo linaje como el reforzamiento de unas pocas familias que concentrarán la mayoría de los
títulos nobiliarios otorgados en Murcia entre 1690 y 1760. Este hecho produce la acumulación en
algunas Casas aristocráticas de un capital social, económico y simbólico sin precedentes. Como
consecuencia, la distancia social entre aquellas familias que consiguen reunir dos y hasta tres
títulos nobiliarios en un sólo núcleo conyugal 13, y el resto de familias murcianas que forman parte
del estado noble, se incrementa de forma considerable. Tengamos en cuenta que la mayor parte de
los titulares de estas casas nobles murcianas son poseedores de mayorazgos que han ido pasando
de generación en generación a lo largo de la línea de primogenitura. La salvaguarda de esta política
de transmisión de mayorazgos produce el refuerzo de una línea del linaje en la que se concentran
los bienes más antiguos y principales del linaje, bienes que otorgan además de forma simbólica la
identidad a la Casa familiar.
El comportamiento matrimonial de la nobleza titulada del reino de Murcia analizado a
través del estudio de las genealogías sociales de las familias, evidencia del grado de intencionalidad
que se esconde tras la elección de los cónyuges en cada una de las generaciones. El hecho de que
la mayoría de las familias tituladas murcianas emprendieran políticas matrimoniales semejantes
prueba la existencia de una intencionalidad a la hora de mantener y mejorar el estatus adquirido a
través de los matrimonios. Este hecho refuerza la idea de que más allá de los intereses individuales
el objetivo de perpetuación del estatus familiar diseñó las estrategias matrimoniales y hereditarias
de los linajes con el objetivo de perpetuar un estatus social privilegiado14. Es evidente que existe
una interacción entre el individuo como ser social y el entramado familiar en el que está inmerso,
pero en la sociedad del Antiguo Régimen en la que son determinantes factores como la
desigualdad social, la jerarquía y el estatus social, la dialéctica entre ambas categorías se declina en
favor de la entidad familiar, en la medida en que es ésta la que adscribe socialmente al individuo.
De tal forma que no podemos sino concluir que la política matrimonial y hereditaria de la nobleza

13 Es el caso de doña María de la Concepción de Molina y Paz IV Marquesa de Beniel que contrae matrimonio con
don Antonio Lucas y Celdrán, I Marqués del Campillo, quien al morir sin sucesión designa como heredera a doña
maría Francisca Vera y Aragón, VIII Marquesa de Espinardo.
14 Pierre BOURDIEU, “Les stratégies matrimoniales dans le système de reproduction”, Annales ESC, 27 (1972), pp.

1105-1125. James CASEY, Historia de la Familia, Madrid, 1990, pp. 60-73 y, sobre todo, del mismo autor “La famille
espagnole et européene, aux XVIè et XVIIIè siècles”, Revue d´Histoire Moderne et Contemporaine, 41-2 (1994), pp. 275-
295 y James CASEY y Juan HERNANDEZ FRANCO (eds.), Familia, parentesco y linaje, Murcia, 1997, pp. 13-16.

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Miradas cruzadas y prácticas matrimoniales… Francisco Chacón Jiménez, Raquel Sánchez Ibáñez
y José Antonio Martínez Martínez

titulada del reino de Murcia era, como se ha visto, un eficaz instrumento estratégico a la hora de
cumplir los objetivos de perpetuación del estatus adquirido y de reproducción social.

LOS MAYORAZGOS DE PRELACIÓN FEMENINA


Además de una política matrimonial endogámica, las élites de poder del Reino de Murcia
desplegaron sistemáticamente a partir de la primera mitad del siglo XVI una serie de prácticas y
estrategias hereditarias y sucesorias orientadas al mantenimiento de su estatus y a la reproducción
de su condición y posición social privilegiada 15. El pilar básico de esta práctica hereditaria, como
es sobradamente conocido y ya hemos señalado, descansa sobre la concentración patrimonial que
estas familias poderosas procuraron mediante las figuras jurídicas –especialmente vínculos,
mayorazgos y capellanías– permitidas por el derecho castellano.
El uso del mayorazgo se generalizó en Murcia, al igual que en otros territorios
castellanos, a partir de las facilidades que las Cortes de Toro de 1505 introdujeron para vincular el
tercio de libre disposición y el remanente del quinto de los bienes sin la necesidad de obtener para
ello la preceptiva licencia real 16. Es entonces cuando las élites municipales murcianas comienzan a
vincular sus posesiones en la ciudad y en la huerta: en 1520, por ejemplo, Juan Vázquez del
Campillo, alcalde de sacas y regidor de la ciudad de Murcia, fundó un mayorazgo sobre sus
posesiones de Cinco Alquerías 17; en 1530 sería Diego Lisón el que fundaría un mayorazgo, luego
convertido en uno de los más importantes de la ciudad, en sus posesiones del campo y de la
huerta 18y cinco año más tarde, Gil Rodríguez de Junterón, protonotario apostólico y arcediano de
Lorca, poderoso personaje que estuvo durante algún tiempo en la corte del papa Julio II, fundó
un mayorazgo en cabeza de su sobrino homónimo sobre las 3200 tahúllas de tierra que poseía en
el lugar de Beniel 19. Otro tanto ocurre con los oligarcas de las villas del reino (en su inmensa
mayoría caballeros cuantiosos venidos a más): así, por ejemplo, Juan de Mora, personaje que
estuvo al servicio de los Reyes Católicos en la Guerra de Granada y en Italia, fundó hacia 1530 un
vínculo sobre sus posesiones de Caravaca, cabeza de encomienda de la Orden de Santiago, y el
tesorero Nicolas Garri vincularía ya más tardíamente, en 1565, los bienes que poseía en la ciudad
costera de Cartagena 20. Son tan sólo algunos ejemplos que ilustran muy bien un comportamiento
generalizado entre las élites o familias dominantes murcianas (de hecho, no hubo familia
relevante que a finales del siglo no contara al menos con un vínculo o mayorazgo) que fue
15 Sobre las prácticas hereditarias existe una abundante bibliografía, a modo de ejemplo consúltese Francisco
CHACÓN JIMÉNEZ, “Patrimonio y matrimonio. Sistemas hereditarios y cambio social en la Europa Mediterránea
(siglos XV-XVIII)”, Simonetta CAVACIOCCHI, La familia Nell´economia Europea secc. XIII-XVIII, Attidelle 40
Settimane di Studi di Prato, Firenze University Press, pp- 66-80.
16 Sobre el mayorazgo en Castilla es de obligada consulta el ya clásico estudio de conjunto de Bartolomé CLAVERO,

Mayorazgo y propiedad feudal en Castilla, 1369-1836, Madrid, 1974. Para el caso concreto de Murcia consúltese el libro de
María Teresa PÉREZ PICAZO, El mayorazgo en la historia económica de la región murciana, expansión, crisis y abolición (ss.
XVII-XIX), Madrid, 1990. Desde la perspectiva de la historia social consúltense el trabajo de Juan HERNÁNDEZ
FRANCO y Antonio PEÑAFIEL RAMÓN, “Parentesco, linaje y mayorazgo en una ciudad mediterránea. Murcia
(Siglos XV-XVIII)”, Hispania, Vol. 58, Nº 198, 1998, pp.157-183. Sobre el relevante papel desempeñado por vínculos
y mayorazgos en los procesos de reproducción y perpetuación social de la familia, véase el artículo de Francisco
CHACÓN JIMÉNEZ, “Hacia una nueva definición de la estructura social en la España del Antiguo Régimen a
través de la familia y las relaciones de parentesco”, Historia Social, Nº 21, 1995, pp. 75-104.
17Sobre este particular véase el estudio de Vicente MONTOJO MONTOJO, “Aproximación al estudio de los

señores de vasallos murcianos en la Edad Moderna”, Investigaciones históricas: Época moderna y contemporánea, nº 30, 2010,
p. 132.
18 Miguel RODRÍGUEZ LLOPIS, Historia General de Murcia, Murcia, 2008, p. 210.
19 Para más información sobre la fundación del mayorazgo de Beniel consúltese la obra de Guy LEMEUNIER, Los

señoríos murcianos [...], op. cit. p. 69.


20 Vicente MONTOJO MONTOJO y Juan HERNÁNDEZ FRANCO: “Patronazgo real y familias urbanas:

comportamientos de poder (Cartagena, siglos XVII-XVIII)”, Francisco CHACÓN JIMÉNEZ y Juan


HERNÁNDEZ FRANCO (Edit.), Poderes, familias y oligarquías, Murcia, 2000.

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Miradas cruzadas y prácticas matrimoniales… Francisco Chacón Jiménez, Raquel Sánchez Ibáñez
y José Antonio Martínez Martínez

modificándose, como veremos seguidamente, según las necesidades y estrategias articulas por las
familias en cada determinado momento.
Lo normal, tanto en el Reino de Murcia como en otros territorios castellanos, al menos
en los primeros momentos, era que los fundadores de vínculos y mayorazgos regularan la
sucesión atendiendo a los clásicos criterios de masculinidad, primogenitura y legitimidad (esto es
lo que se ha llamado mayorazgo regular), pero a partir de la segunda mitad del siglo XVII
comenzaron a proliferar entre las familias dominantes murcianas tanto las fundaciones de
vínculos de prelación femenina como los vínculos en cabeza de segundogénitos. No fueron la
norma, es cierto, pero tampoco fueron la excepción. La documentación introducida en la base de
datos LinkingFamilies sobre este particular todavía sigue siendo escasa, pero tiene la suficiente
entidad y es lo suficientemente significativa como para permitirnos, con las debidas reservas,
trazar algunas líneas de trabajo y esbozar las primeras hipótesis.
El mayorazgo de prelación femenina o más propiamente de contraria agnación era,
como su propio nombre indica, aquel que regulaba la sucesión anteponiendo siempre los
derechos de la mujer sobre los del hombre. Es decir, los bienes vinculados pasaban
generacionalmente de mujer en mujer. Los restantes requisitos impuestos por los fundadores para
suceder en los bienes afectos eran prácticamente los mismos que regían los mayorazgos regulares:
primogenitura, legitimidad, etc. Casi nunca eran rigurosos, es decir, a falta de legítima
descendencia de féminas podían suceder sin problemas los varones del linaje 21. Los instituyen
tanto hombres como mujeres, aunque aún debemos precisar si son más frecuentes entre los
padres o si bien son los parientes cercanos que no tienen descendencia legítima (curas, viudas,
beatas, solteras, etc.) los que realizan este tipo de fundaciones para sus sobrinas o hermanas. Lo
que si queda claro es que tanto las instituciones de vínculos o mayorazgos de prelación femenina
como los vínculos en cabeza de segundogénitos tan solo se aprecian en familias con elevados
recursos económicos 22 y con cierta consideración social; familias, en definitiva, cuya línea
primogénita ya cuenta con uno o varios mayorazgos de rentas lo suficientemente importantes
como para garantizar a las futuras generaciones la reproducción social familiar.
Los mayorazgos reservados a las mujeres cumplían dentro de la familia una doble
función: por un lado —dado que los bienes no podían ser enajenados— garantizaban cierta
independencia económica de la poseedora (sobre todo en caso de viudedad); por el otro, la
reforzaban patrimonialmente para facilitarle un buen matrimonio sin que los padres tuvieran que
hacer grandes dispendios en los adelantos de la legítima, lo cual, desde luego, también repercutía
beneficiosamente en la cuantía de las dotes del resto de hermanas, posibilitando mejores
matrimonios y por extensión el aumento del capital relacional de la familia. Asimismo, los
vínculos en segundogénitos y en mujeres cumplían con el objetivo de perpetuar el apellido en las
líneas segundonas y femeninas y con él parte del legado simbólico del linaje.
Esta proliferación de vínculos de prelación femenina y de segundogénitos aparece en un
contexto específico, una vez generalizada la fundación de mayorazgos entre las ramas principales
de los linajes murcianos (a principios del siglo XVII y ya con mayor intensidad en la segundad
mitad del mismo): parece claro, en este sentido, como ya he hemos referido, que una vez
garantizada la reproducción social de la líneas primogénitas, las familias dominantes intentarán
reforzar otras ramas para conservar dentro del linaje el patrimonio y evitar el descenso social de
los segundones y de las líneas femeninas. No era algo nuevo, en todo caso, aunque ahora aparece
en un contexto social diferente. Así, en la segunda mitad del siglo XVI, aquellas familias que
contaban con los recursos económicos suficientes dividieron su hacienda proporcionalmente y
fundaron un vínculo para cada uno de sus hijos. Pedro Muñoz “el viejo”, por ejemplo, un rico

21 Enrique SORIA MESA, La nobleza en la España moderna: cambio y continuidad, Madrid, 2007, pp. 227-228.
22 Ibídem, pp. 227-228.

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Miradas cruzadas y prácticas matrimoniales… Francisco Chacón Jiménez, Raquel Sánchez Ibáñez
y José Antonio Martínez Martínez

ganadero afincado en el último cuarto del siglo XV en la villa de Caravaca, fundó en 1559 un
vínculo para cada uno de sus tres hijos varones 23. Otro tanto ocurre en la cercana población de
Cehegín con los Chinchilla (luego apellidados Fajardo), criados de los marqueses de los Vélez y
una de las familias, junto con los Carreño, más relevantes de la villa. En este caso, lo que se
persigue con estas fundaciones, más que intentar evitar el descenso social de las ramas
segundonas, es excusar los pleitos y diferencias entre hermanos para evitar por un lado que se
consumieran los bienes en interminables procesos judiciales y por el otro mantener cohesionado
el linaje, todo ello en el contexto de luchas de bandos y de la conflictividad social inherente al
siglo XVI.
Un ejemplo típico de vínculo o mayorazgo de prelación femenina lo encontramos en el
que fundó doña Catalina Muñoz de Otálora por disposición testamentaria el 21 de marzo de
1614 24. Es importante que nos detengamos en algunos acontecimientos importantes de su vida
para explicar esta fundación. Doña Catalina Muñoz de Otálora, hija del licenciado don Alonso
Muñoz, del Consejo de Indias, y de doña Catalina de Otálora, hija del licenciado Sancho López
de Otálora, nació en Caravaca en el seno de una rica familia ganadera de la oligarquía urbana con
cierta proyección en la corte y muy bien relacionada —especialmente a partir de la segunda mitad
del siglo XVI— con diferentes personajes adscritos a los tribunales y consejos de la monarquía.
En 1575 contrajo matrimonio en la iglesia parroquial del Salvador de Caravaca con el oligarca
murciano don Juan Calvillo Carrillo, señor de Cotillas 25. “A priori” era un buen matrimonio para
Catalina, pero según un testimonio de la época:
“[…] a pocos años que estuvo casada vino el dicho don Juan, su marido, a cegar de unas
viruelas y no solo cegó de los ojos corporales, más del entendimiento, porque solicitó la
muerte de su muger, dicha doña Catalina, por cuia ocasión don Pedro y don Sancho, sus
hermanos, como otros cavalleros, la çacaron de cassa de su marido y la llevaron a Carauaca
a la de su madre 26”.
Hubo pleito ante el obispo de Cartagena, el cual, tras disponer que hubiera divorcio,
condenó al señor de Cotillas a pagar a su mujer una renta anual de 400 ducados. Catalina, tras
vivir algunos años con su madre en Caravaca y en Granada, se trasladó primero a Valladolid y
después a Madrid con sus hermanos don Pedro Muñoz de Otálora, caballerizo de la Reina y
caballero del hábito de Santiago, y don Alonso Muñoz de Otálora, alcalde de casa y corte. No
tuvo hijos de su enlace con don Juan Calvillo y lo cierto es que tampoco contrajo matrimonio en
segundas nupcias, así que, sin hijos legítimos que sucedieron en sus bienes, decidió fundar un
vínculo en cabeza de su sobrina, doña Catalina Muñoz de Otálora, hija legítima de don Pedro
Muñoz de Otálora, caballerizo de la reina, su hermano, y de doña María Díaz de Tudanca.Doña
Catalina Muñoz de Otálora impuso como criterios reguladores de la sucesión en su mayorazgo la
feminidad y la primogenitura, es decir después de su sobrina los bienes afectos al vínculo debían
correr por su descendencia de hija mayor en hija mayor. Parece meridianamente claro que la
voluntad de la fundadora era reforzar la línea femenina de la familia, proveyendo a su sobrina y a
su futura descendencia femenina de un importante patrimonio que les garantizara, o al menos
procurara, un buen matrimonio. Agotada toda la línea femenina, autorizaba la sucesión de los

23 Archivo Real Chancillería de Granada (ARCHG). Caja 9081-007. 1559-IX-02. Escritura de fundación de

mayorazgo de Pedro Muñoz el viejo a favor de Francisco Musso, alférez mayor de Caravaca, licenciado Alonso
Muñoz, del Consejo de Indias, y Pedro Muñoz, regidor y fiel ejecutor de Caravaca, sus tres hijos varones. Fols.
8r/14r. Cada uno de los tres mayorazgos que fundó Pedro Muñoz “el viejo” fue valorado en 1.467.449 maravedís, tal
y como consta en la hijuela y entrego que se hizo al licenciado Alonso Muñoz de la tercera parte de los bienes de
tercio y quinto que le correspondía. Fols. 14r./16r.
24Archivo General Simancas (AGS). CME, 130, 34. Testamento de Catalina Muñoz de Otálora.
25 Archivo Iglesia Parroquial de El Salvador de Caravaca. Matrimonios. Libro I (1565-1596), fol. 39r. 10/XI/1575.

Velaciones de don Juan Calvillo Carrillo de Albornoz y de doña Catalina Muñoz de Otálora.
26 Fundación Sancho el Sabio. FSS_OZ_ARRATABE, C. 13, N .6, D. 1. Noticias genealógicas de la familia Otálora

hecha por mano de Pedro de Otálora.

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Miradas cruzadas y prácticas matrimoniales… Francisco Chacón Jiménez, Raquel Sánchez Ibáñez
y José Antonio Martínez Martínez

varones del linaje. Ahora bien, es importante señalar que no llamaba a suceder al hijo varón
primogénito, sino al segundogénito. Parece claro que doña Catalina pretendía evitar la
concentración de todo el patrimonio familiar en la línea mayorazgo de la familia, seguramente por
dos motivos principales:
1. La línea primogénita de la familia disfrutaba ya de varios mayorazgos que generaban
anualmente crecidas rentas. En este sentido, cabe señalar que Pedro Jacinto Muñoz de
Otálora, sobrino de Catalina, mayorazgo de la familia, disfrutaría, además de las vinculaciones
de sus padres, los mayorazgos fundados por Pedro Muñoz “el viejo”, el licenciado Alonso
Muñoz, consejero de Indias, y doña Catalina de Otálora, abuelo y padres respectivamente de
doña Catalina.
2. Garantizar, o al menos procurar, que la línea segundona de la familia mantuviera el estatus y
no descendiera socialmente.
Además de la feminidad y la primogenitura, doña Catalina impuso como condición para
suceder en su mayorazgo que la poseedora llevara el apellido Muñoz de Otálora. Este requisito,
aunque era muy frecuente en todo tipo de mayorazgos y vínculos, como ya hemos explicado
anteriormente, rara vez se cumplía cuando el poseedor disfrutaba más de un mayorazgo. Además,
prohibió taxativamente la venta, el trueque y la enajenación de los bienes afectos al vínculo y
advirtió que si alguno de sus parientes —especialmente su hermano Pedro Muñoz o alguno de
sus hijos— ponía pleito o reclamaba algo de su hacienda, la fundación no tuviera efecto,
quedando su alma como universal heredera de todos sus bienes. Finalmente, dispuso que,
entretanto su sobrina cumpliera los 21 años y tomara estado de casada, la administración del
mayorazgo quedara a cargo de fray Gregorio de Lezcano, abad del monasterio de San Benito de
Valladolid, el cual habría de acrecentar el legado echando renta en juros y comprando bienes
raíces.
Tras cumplir los 21 años, Catalina contrajo un buen matrimonio con don Gregorio
López de Mendizábal, relevante personaje que tras pasar la Real Chancillería de Granada y el
Consejo de Guerra llegaría incluso a ser miembro del Consejo de Castilla 27. De un segundo
matrimonio de don Gregorio descienden los señores de San Gregorio, Condes de Torrubia. Era
este un matrimonio dentro de la homogamia social y profesional, efectuado entre personajes
adscritos a los diferentes tribunales y consejos de la monarquía (conviene recordar, en este
sentido, que Alonso Muñoz, abuelo paterno de Catalina, había sido Consejero de Indias, al igual
que su abuelo materno, Pedro Díaz de Tudanca, etc.). La dote ofrecida por don Pedro Muñoz,
padre de doña Catalina, fue generosa: 12000 ducados. Si el mayorazgo no alcanzaba para cubrir
completamente la mencionada cantidad el resto se entregaría a cuenta de la legítima de la novia.
Doña Catalina Muñoz de Otálora murió en Granada el día 30 de noviembre de 1628, ciudad en
que estaba destinado su marido como oidor de la Real Chancillería. No tuvo hijos, así que, a falta
de mujeres en la familia, según la regulación impuesta por la fundadora, correspondía la sucesión
en el mayorazgo al hijo segundogénito de don Pedro Muñoz de Otálora y doña María Díaz de
Tudanca, don Alonso Muñoz de Otálora, su hermano. Pero don Alonso estaba destinado a la
Iglesia y poco antes tomar el hábito de los Clérigos de las Órdenes Menores de Alcalá renunció
en su padre los frutos que le correspondían de dicho mayorazgo. Don Pedro Muñoz de Otálora,
caballerizo de la reina y caballero de la orden de Santiago, dispuso por el testamento que otorgó
en 1622 que, llegado el caso de fallecer su hija sin sucesión —como ciertamente ocurriría algunos
años más tarde—, administrara el mayorazgo durante los días de su vida doña María Díaz de
Tudanca, su esposa, con la carga de echar 100 ducados en renta para fundar una capellanía a
servir en la ermita que habían fundado en sus tierras de Singla, en el campo de Caravaca. Tras la

27AGS. CME, 304, 20. 1639-VI.29, Madrid. Testamento cerrado de don Gregorio López de Mendizábal y de doña
Teresa de Uribe Insaurraga.

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Miradas cruzadas y prácticas matrimoniales… Francisco Chacón Jiménez, Raquel Sánchez Ibáñez
y José Antonio Martínez Martínez

muerte de doña María Díaz de Tudanca sucedió en el mayorazgo don Pedro Jacinto Muñoz de
Otálora, caballero de hábito de Santiago y caballerizo de la reina, su hijo primogénito y poseedor
de todos los mayorazgos de la familia, entre los que se incluían tanto los fundados por Pedro
Muñoz “el viejo”, el licenciado Alonso Muñoz y su esposa Catalina de Otálora, como el de
prelación femenina de Catalina Muñoz de Otálora y los fundados por María Díaz de Tudanca,
Pedro Díaz de Tudanca, del consejo de Indias, y su esposa Marina Trigueros de Prado 28. Una
abrumadora concentración patrimonial que, como ya vimos, Catalina Muñoz de Otálora había
tratado de evitar previniendo que a falta de descendencia femenina siempre sucediera en su
mayorazgo el hijo segundogénito. Tras la muerte en 1652 de Pedro Jacinto Muñoz de Otálora sin
descendencia legítima hubo pleito por sus bienes entre su hijo natural, don Pedro Jacinto Muñoz
Orozco, y sus parientes más cercanos, tanto por el costado de los Muñoz de Otálora como por el
costado de los Díaz de Tudanca. Finalmente los pleiteantes llegaron a un acuerdo y se repartieron
más o menos amistosamente los mayorazgos de los Muñoz de Otálora Díaz de Tudanca,
recayendo en Pedro Jacinto, hijo natural del último poseedor, el mayorazgo de prelación
femenina que años atrás fundó doña Catalina Muñoz 29. En 1677 don Pedro Jacinto concertó el
matrimonio de su hija primogénita, Josefa Muñoz, con Miguel Francisco de Toledo y Roa
Castillo y Maza, natural de Granada, gentilhombre de casa de S. M, propietario, como poseedor
de los mayorazgos de los Toledo y de los Roa, de sendas capillas en la Catedral de Córdoba y en
San Francisco el Grande de Granada. La novia llevo como dote el mayorazgo de Catalina Muñoz
y otros 5000 ducados que posteriormente serían agregados al vínculo 30.

28 ARCHG. Cab. 502. Leg. 388, exp. 5. Testamento mancomunado de don Pedro Díaz de Tudanca y de doña Marina
Núñez de Prado Trigueros.
29 Archivo Histórico Nacional (AHN). CONSEJOS, 25857, Exp. 5. Juan Bautista Sáenz de Navarrete contra Pedro

Jacinto Muñoz de Otalora, sobre la tenuta de unos mayorazgos de Pedro Muñoz el Viejo. Madrid y Caravaca
(Murcia). Por otra parte, los vínculos de los Díaz de Tudanca, tras el fallecimiento del Padre Alonso Muñoz de
Otálora, en abril de 1668, se dividieron entre doña Maria Manuela Diaz de Tudanca, esposa de Francisco Marañón y
Goñi, señor del palacio de Marañón y lugar de San Millán, y el capitán Pedro Jacinto Muñoz de Otálora.
30 ARCHG. Caja 9081-007. Ejecutoria en forma de sentencias de vista y revista en esta corte dadas y pronunciadas en

pleito en ella seguido entre D. Antonio Francisco de Toledo Muñoz de Otálora y Tudanca, vecino de la villa de
Caravaca, con don José Miguel de Cañaveral, vecino de esta ciudad, sobre la sucesión en propiedad de los
mayorazgos que fundaron Pedro Muñoz el viejo, el licenciado Alonso Muñoz, doña Catalina de Otálora, su mujer,
Pedro Díaz de Tudanza y Marina Núñez, a pedimento de doña Ana Francisca de Toledo.

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Miradas cruzadas y prácticas matrimoniales… Francisco Chacón Jiménez, Raquel Sánchez Ibáñez
y José Antonio Martínez Martínez

Figura n.º 3. Genealogía de la familia Muñoz de Otálora

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Trayectoria social y política de una familia… Laura Gómez Orts

TRAYECTORIA SOCIAL Y POLÍTICA DE UNA FAMILIA DE JURISTAS


VALENCIANOS: LOS SISTERNES*
Laura Gómez Orts 1
Universitat de València

INTRODUCCIÓN
La familia Sisternes fue una importante y extensa familia de juristas valencianos, algunos
de sus miembros formaron parte de la Real Audiencia de Valencia a lo largo de diversas
generaciones; uno de ellos llegó a formar parte del Consejo Supremo de Aragón como regente; y
otro alcanzó una notable proyección extraregnícola al ser nombrado regente de la Cancillería de
Cerdeña y posteriormente de la de Mallorca. Además, otros miembros siguieron la tradición
familiar de estudiar derecho, y aunque no llegaron a servir a la Monarquía en ninguna institución,
también ejercieron como juristas. La cronología abarcada comprende desde mediados del siglo
XVI hasta principios del XVIII, lo que nos permite abarcar prácticamente la totalidad
cronológica de la edad moderna foral en la Corona de Aragón, y más concretamente, en el Reino
de Valencia. Es por todos conocido el hecho de que hasta hace unas décadas la historiografía
tradicional se había ocupado en gran medida del estudio de las instituciones, es decir, del
conjunto de la organización jurídico-administrativa de la Monarquía; dejando de lado las personas
que la componían y las prácticas llevadas a cabo por ellas. Sin embargo, estos últimos elementos
son indispensables para intentar hallar una imagen lo más completa posible de la realidad de las
instituciones de la época moderna. De ahí que nuestro trabajo intente ofrecer, a través de la
prosopografía, una mirada sobre la elite social valenciana del siglo XVII principalmente, tomando
como punto de partida a la importante familia de juristas que fueron los Sisternes.
Por ello el presente trabajo pretende ofrecer un análisis detallado de esta familia
estructurado a través de las tres generaciones que la componen, mostrando una especial atención
a las relaciones sociales desarrolladas por los Sisternes, es decir, las familias con las que enlazaron,
para comprender así sus mecanismos de proyección social y política. Por ello resulta
imprescindible acompañar esta explicación del árbol genealógico de la familia Sisternes, incluido
al final del artículo, para facilitar su comprensión. Debido a la obligada brevedad de este escrito
no será posible adjuntar los árboles genealógicos de las familias con las que emparentaron los
Sisternes. En primer lugar, nos centraremos en la trayectoria social de esta familia, para
adentrarnos posteriormente en las importantes carreras administrativas y políticas desarrolladas
por tres de los miembros más destacados de esta familia. En el árbol genealógico insertado al
final se han destacado en negrita los nombres de estos tres juristas, representantes cada uno de
ellos de una generación distinta, para facilitar su localización.

TRAYECTORIA SOCIAL DE LOS SISTERNES


Esta saga de juristas se inicia con Marc Antoni Sisternes de Oblites y Torregrosa, que
nació en Alcoi en 1550. Sus padres fueron Gaspar Sisternes de Oblites y Margarit y Jerónima
Torregrosa y Gil. Marc Antoni se casó con Esperanza Centoll y Veana (-1636), cuyos padres

* Este trabajo se ha realizado dentro del Proyecto de Investigación DER2012-39719-C03-02, titulado “Cultura
política, doctrina jurídica y gobierno en Cataluña y Valencia (ss. XVI-XVIII)”, dirigido por el prof. Xavier Gil Pujol.

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Trayectoria social y política de una familia… Laura Gómez Orts

fueron Melchor Centoll y Fores, notario, y Francisca Veana y Bot. El ascenso social de Marc
Antoni se inició en 1586 al obtener familiatura de la Inquisición y título de consultor del Santo
Oficio unos años más tarde, en 1594 2. Posteriormente, en 1596, recibió privilegio militar; la
culminación de este ascenso llegó en 1612 cuando Felipe III le concedió título de nobleza 3,
consolidando así su posición social y la de su familia. Marc Antoni falleció en 1633.
Ha llegado el momento de referirnos a la descendencia que tuvo el matrimonio de Marc
Antoni Sisternes y Esperanza Centoll, tuvieron seis hijos: Francisca, Melchor, Vicente, Sabina,
Jusepa y Eugenia. Su primera hija, Francisca, se casó en febrero de 1610 con Vicente Pujasons,
generós, señor del lugar de Benasau 4, en la sierra de Aitana, natural de Cocentaina. Sus hijos
fueron: Marc Antoni, Plácido, Luís y Paula. Marc Antoni Pujasons y Sisternes (1613-1658) tomó
el hábito de la orden de Montesa en 1633 5. Llegó a ser gobernador del marquesado de Elche,
además de señor de Benassau. Se casaría con Vicenta García Salat. La orden de Nuestra Señora
de Montesa y San Jorge de Alfama fue la orden militar propia del Reino de Valencia. Este hecho,
la pertenencia a la orden de Montesa, va a ser una característica constante de las diversas
generaciones de esta familia, a lo largo de este trabajo comprobaremos cómo muchos de sus
miembros formarán parte de ella.
Del primogénito varón de Marc Antoni y Esperanza (Melchor) nos ocuparemos más
adelante, ya que forma parte de la segunda generación de juristas de esta familia, y su trayectoria
social y política merece una consideración especial. Por tanto, hablemos ahora de su hermano
Vicente Sisternes y Centoll (1595-1654). Se doctoró en derecho, y aunque no llegó a formar parte
de la Real Audiencia valenciana, ejerció como jurista. También formó parte de la orden de
Montesa. Se casó con Paula Vidal, aunque según J. Cerdà años antes había obtenido licencia para
hacerlo con Rufina Belloch i Roig 6, sin embargo por el momento desconocemos si se llegó a
efectuar dicho enlace. En el caso de Paula Vidal sí que sabemos con certeza que el matrimonio
con Vicente Sisternes fue el segundo, pues ya había estado casada con Joan Batiste Verdejo, quien
falleció en 1622. De este primer matrimonio tuvo un hijo, Josep Verdejo, muerto en edad infantil.
Paula Vidal falleció en 1690 sobreviviendo largo tiempo a su segundo marido. Como más
adelante señalaremos, Vicente Sisternes tuvo un hijo ilegítimo con Vicenta Badenes, Melchor,
personaje que debemos retener en la memoria ya que tendrá una trayectoria profesional muy
destacada, por ello lo incluiremos como máximo representante de la tercera generación de juristas
de la familia Sisternes.
Otra de las otras hijas de Marc Antoni y Esperanza fue Sabina Sisternes y Centoll (1598-
1672). Ésta se casó en 1620 con su primo Vicente Sisternes Descals (hijo de Gaspar, hermano de
Marc Antoni, y Vicenta Descals). El hermano de Vicente, Miguel, formó parte de la orden de
Montesa. Sabina fundó, junto a su sobrina sor Inés Sisternes de Oblites, el Convento del Corpus
Christi de la orden de Santo Domingo en Carcaixent, donde profesó como monja unos años
después de quedar viuda (1644) y fallecer todos sus hijos, concretamente lo hizo en 1657 7. Sabina
y Vicente tuvieron tres hijos, Marc Antoni (1621-), que obtuvo hábito de la orden de Montesa 8;

2 Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN), Consejo de Inquisición, leg. 1313, exp. 14.
3 Jaume PASTOR i FLUIXÀ, “Nobles i cavallers al País Valencià”, en Saitabi, 43, 1993, pp. 13-54. Archivo del Reino
de Valencia (en adelante ARV), Real Cancillería (en adelante RC), 369, f. 12v-13r y f. 44v-47v. Y ARV, RC, 381, f.
181v-185r.
4 Sus padres fueron Luis Juan Pujasons, señor de Benassau, natural de Cocentaina y Ana Capdevila, natural de

Penàguila.
5 AHN, OOMM, Caballeros de Montesa, exp. 378. Y Josep CERDÀ i BALLESTER, Els cavallers i religiosos de l’orde de

Montesa en temps dels Àustria (1592-1700), Tesis doctoral inédita, Valencia, Universitat de València, 2012, p. 611.
6 Joan de BORJA, Breve resolución de todas las cosas generales y particulares de la Orden y Cavallería de Montesa, Valencia,

Institució Alfons el Magnànim, 2004, p. 223. Y Josep CERDÀ i BALLESTER, Els cavallers i religiosos…, op. cit, p. 732.
7 Emilio CALLADO ESTELA, “Sor Inés Sisternes de Oblites o la observancia dominicana en el siglo XVII”, en

Valencianos en la Historia de la Iglesia V, Valencia, Facultad de Teología San Vicente Ferrer, 2014, pp. 123-159.
8 AHN, OOMM, Caballeros de Montesa, exp. 459.

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Trayectoria social y política de una familia… Laura Gómez Orts

Ramón, y Andolsa, que llegó a casarse con Gaspar Salvador y Pardo (1622-1668). Éste fue doctor
en derecho, asesor de la Gobernación en Orihuela y miembro de la Real Audiencia valenciana
desde 1655 al ser nombrado abogado fiscal, para más tarde obtener privilegio para ejercer como
juez de corte en 1659 9.
Jusepa Sisternes y Centoll (1598-1628) es otra de las hijas de Marc Antoni y Esperanza.
Se casó en 1613 con Llorens Bou Penaroja y Zapata, hijo de Gaspar Bou Penaroja y Casanovas y
María Zapata de Mercader. Llorens fue jurado y justicia por los caballeros de la ciudad de
Valencia. Este matrimonio tuvo dos hijos: Teresa (1627-) y Policarpo (1628-1703).
La última hija de Marc Antoni y Esperanza fue Eugenia. De toda la familia quizá sea la
persona que nos resulte más desconocida. Únicamente podemos afirmar que estuvo casada con
Pere Baltasar Barberá (1562-1641), era hijo de Nofre Barberá, generòs, y de Clara Anna Blasco 10.
Pere y Eugenia tuvieron una hija llamada María. Él se graduó en derecho en Lleida. Fue asesor
del Justicia Civil y del Criminal, llegando a ser asesor del Gobernador e incluso afirma que actuó
como abogado patrimonial, supliendo a su suegro Marc Antoni Sisternes 11.
Una vez realizado este breve recorrido por la descendencia de Marc Antoni Sisternes y
Esperanza Centoll ha llegado el momento de referirnos por fin a su primogénito Melchor
Sisternes y Centoll (1580-1642), representante de la segunda generación de esta importante
familia de juristas.
Melchor contrajo matrimonio con Casilda Pellicer y Cebrià (-1639), hija de Vicent Pau
Pellicer y Francisca Cebrià. Conviene detenernos en los Pellicer 12 para comprobar como, igual
que los Sisternes, estos son una familia de clara tradición de servicio a la Monarquía. El abuelo de
Casilda, Cristóbal Pellicer (-1592), fue abogado patrimonial de la Real Audiencia valenciana desde
1576, para unos años más tarde entrar a formar parte del Consejo Supremo de Aragón como
abogado fiscal y patrimonial, desde 1582 y hasta su fallecimiento, ocurrido diez años después. Su
hijo, y padre de Casilda, Vicent Pau Pellicer (-1607) fue asesor del Gobernador en las causas
criminales, y miembro de la Real Audiencia de Valencia entre 1593 y 1607 como oidor civil.
Recibió privilegio militar en 1599 13. Su hijo, y hermano de Casilda, Vicent Pau Pellicer (1588-
1634) llegó a ser abogado patrimonial (1632) y acabó recibiendo título de nobleza en 1633 14.
Veremos más adelante cuando entremos a analizar el cursus honorum de los Sisternes
cuán parecidas discurren las vidas de los miembros de ambas familias, forman parte de la Real
Audiencia de Valencia, y algunos de sus componentes culminan sus brillantes carreras en el
Consejo Supremo de Aragón. Obviamente, no podemos pensar que fuera una casualidad el que
los Sisternes enlazaran matrimonialmente con una familia tan semejante a la suya desde todos los
puntos de vista.
Del matrimonio de Melchor Sisternes y Casilda Pellicer nacieron tres hijos: Pau, Joan y
Felicia. Su primogénito, Pau Sisternes (-1683), fue caballero de la orden de Santiago15 y paje del
rey Felipe III 16. Contrajo matrimonio con Isidora Pertusa y Sorell (-1670), hija de Simón Pertusa

9 Teresa CANET APARISI, La Magistratura valenciana (s. XVI-XVII), Valencia, Universitat de València, 1990, p. 176.
Vicente GRAULLERA SANZ, Juristas valencianos del siglo XVII, Valencia, Biblioteca valenciana, 2003, p. 315.
10 Sus abuelos paternos fueron Gaspar Barberà y Delfina Blasco. Un primo hermano suyo: Gaspar Barberà y

Guzmán perteneció a la orden de Montesa. Josep CERDÀ i BALLESTER, Els cavallers i religiosos […], op cit., p. 34.
11 Vicente GRAULLERA, SANZ, Juristas valencianos […], op. cit., p.141.
12 Jon ARRIETA ALBERDI, El Consejo Supremo de la Corona de Aragón (1494-107), Zaragoza, Institución Fernando el

Católico, 1994, p. 622. Teresa CANET APARISI, La Magistratura valenciana […], op. cit., p. 265; Vicente
GRAULLERA SANZ, Juristas valencianos […], op. cit., p. 280 y 333.
13 ARV, RC, 373, f. 47v-48r y f. 132r-135r.
14 Jaume PASTOR I FLUIXÀ, “Nobles i cavallers al País Valencià”, Saitabi, 43, 1993, pp. 13-54. Y AHN, Consejos,

2515, f. 55-55v.
15 AHN, OOMM, Expedientillos Santiago, exp. 663.
16 AHN, Consejos, l. 2514, f. 197v-199v.

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Trayectoria social y política de una familia… Laura Gómez Orts

(1586-1634) y Anna Sorell. Él fue paje de Felipe II, gentilhombre del príncipe Filiberto de
Saboya, caballero de Montesa 17 y comandador de Borriana. La abuela materna de Isidora, Josepa
Salvador, señora de Vinalesa, había estado casada con Cristóbal Juan Monterde y Real (1564-
1630), caballero y abogado patrimonial de la orden de Montesa. Además, fue doctor en leyes,
oidor de la Real Audiencia de Valencia (1601) y regente de la Cancillería de Mallorca (1604) 18. Pau
Sisternes e Isidora Pertusa únicamente tuvieron un hijo: Melchor (-1672), caballero de Santiago
como lo había sido su padre. Parece ser que Melchor fue una persona de salud delicada y ya en
edad avanzada ocupó cargo de síndico de la Generalitat y la Diputación de Valencia. Estuvo
casado con Luciana Ferrer, pero no tuvieron descendencia.
El segundo hijo varón del matrimonio de Melchor Sisternes y Casilda Pellicer fue Joan
Sisternes (1627-1693). También formó parte de la orden de Montesa, sin embargo fue necesario
obtener una dispensa de edad para poder acceder al hábito al contar únicamente con seis años de
edad en el momento de la concesión 19. Fue gobernador y capitán del Maestrazgo de dicha orden.
En 1661 se le concedió licencia para casarse con Isabel Pellicer, hija de Joseph Pellicer y
Constanza Vázquez 20.
La única hija de Melchor Sisternes y Casilda Pellicer fue Felicia Sisternes (-1682). Se casó
con Llorens Bou Penaroja, éste ya había estado casado con Jusepa Sisternes, tía de Felicia.
Llorens y Felicia tuvieron como descendencia a Gaspar, Miguel y Baltasar. Los dos últimos
formaron parte de una orden militar, en este caso de la orden de San Juan de Malta. Por el
contario, su hermano Gaspar Bou Penaroja y Sisternes (1643-1712) fue caballero de Montesa 21 y
se casó con Ángela Navarro Ferrer.
Finalizaremos hablando de Melchor Sisternes de Oblites y Badenes (1619-1689),
representante de la tercera generación de esta familia. Es necesario recordar en este momento la
mención realizada a este personaje al hablar de Vicente Sisternes, su padre, como ya habíamos
adelantado Melchor fue su hijo ilegítimo, su madre era Vicenta Badenes22, de Villahermosa.
Vicente finalmente lo reconoció en 1645 como se acredita en un proceso del brazo militar de las
citadas Cortes valencianas 23. Melchor siguió la tradición familiar y también se convirtió en
caballero de la orden de Montesa 24. Se casó con María Martínez Ros, dos de sus hijos, Vicente y
Juan, fueron colegiales del Colegio de Corpus Christi. Otro de sus hijos, Plácido, se casó con
Maria Ángela Manca y Sana de Cerdeña. La numerosa descendencia de Melchor Sisternes y
Badenes todavía nos es desconocida debido, en gran parte, como veremos a continuación, a que
Melchor se trasladó a Cerdeña, donde permaneció toda una década, por lo tanto, queda pendiente
realizar un viaje a dicha isla con el fin de continuar allí esta investigación y ampliar nuestro
conocimiento sobre estos miembros de la familia Sisternes.
Una vez hemos presentado a la familia Sisternes y conocemos también las familias con
las que enlazaron matrimonialmente, conviene hacer una breve referencia a la situación
económica de esta familia para determinar la posición social en la que se encontraban.
Posteriormente nos adentraremos en las carreras profesionales de los tres miembros más
destacados de esta importante familia de juristas valencianos.
17 Josep CERDÀ i BALLESTER, Els cavallers i religiosos […], op cit., p. 593. Tomó el hábito en la iglesia del Temple el

29 de noviembre de 1591.
18 Teresa CANET APARISI, La Magistratura valenciana […], op. cit., p. 165; Josep CERDÀ i BALLESTER, Els

cavallers i religiosos […], op. cit., p. 520.


19 AHN, OOMM, Caballeros de Montesa, exp. 460. Y Josep CERDÀ i BALLESTER, J. Els cavallers i religiosos […],

op cit., p. 729.
20 AHN, OOMM, Casamientos, exp. 154.
21 AHN, OOMM, Caballeros de Montesa, exp. 63.
22 Conviene señalar que en el árbol genealógico incluido al final del texto no se incluye su nombre como madre de

Melchor debido al intento de sintetizar en un único esquema la complejidad de la familia Sisternes.


23 ARV, RC, 522.
24 Josep CERDÀ i BALLESTER, Els cavallers i religiosos […], op cit., p. 723.

104
Trayectoria social y política de una familia… Laura Gómez Orts

La reconstrucción del patrimonio de la familia Sisternes, su composición, localización y


transmisión resulta un elemento fundamental para situarlo en el ambiente socio-económico de la
época, incluso nos permite realizar comparaciones con otras familias de similar posición social 25.
Marc Antoni Sisternes poseía inmuebles urbanos por valor de más de 11.000 libras, entre ellos se
contaban un horno de pan en la plaza Pellicers de Valencia; una casa en la plaza de la Bailía, en la
parroquia de San Pere, posiblemente la más grande y señorial de cuantas poseía; otra casa situada
en la calle Serrans y otra más en la calle Rosell, cerca del Baño de Pavesos 26. La posesión de
bienes inmuebles es característica de la posición socioprofesional y económica de la que gozaban.
Como recuerda Isabel Baixauli “la propietat d’immobles urbans és un signe de poder econòmic i
una font de riqueses. L’arrendament dels immobles produeix un valuosa renda anual desitjada per
tothom. Posseir immobles urbans (a més del propi habitatge) és una estratègia econòmica pròpia
de les famílies rendistes i més poderoses de la ciutat”27.
A esto debemos añadir la posesión del pueblo de Benillup, situado a 15 kilómetros de la
ciudad de origen de nuestro jurista: Alcoi. Benillup había quedado prácticamente despoblado tras
la expulsión de los moriscos en 1609, hecho que indudablemente pudo favorecer su adquisición
por parte de Marc Antoni a finales de la década de 1620. En 1630 Marc Antoni se lo donó a su
primogénito Melchor Sisternes y Centoll, quien creó sobre él un vínculo ligado al apellido
Sisternes, objeto de múltiples disputas familiares a lo largo de los años. En su momento no
encontramos ninguna valoración económica sobre este lugar, sin embargo, podemos pensar que
posiblemente tuviera más importancia la cuestión honorífica, el ser propietarios, más que la
búsqueda de rentabilidad económica. Tanto la posesión de este vínculo como la significativa
importancia de su patrimonio urbano muestran claramente la imagen social que la familia
Sisternes deseaba proyectar.
Con el paso de las generaciones el patrimonio de la familia no hizo sino aumentar. En
general, la información patrimonial de los Sisternes permite situarlos entre los estratos mejor
situados, económicamente hablando, de la sociedad valenciana de la época. Poseían una situación
económica holgada, su patrimonio fue, sin duda, un apoyo imprescindible para sus carreras
administrativas, y el éxito conseguido en ellas permitió a su vez el incremento de dicho
patrimonio. Por ello resulta ineludible detenernos en esas exitosas trayectorias políticas
desarrolladas por tres de los miembros de esta familia de juristas.

TRAYECTORIA POLÍTICA DE LOS SISTERNES


Empezaremos por el iniciador de esta auténtica saga de juristas valencianos, por Marc
Antoni Sisternes de Oblites. Se doctoró en leyes en 1581. Entre 1589 y 1592 fue asesor del
portant-veus de general governador de Valencia en las causas civiles. Ese último año fue
nombrado abogado patrimonial, si bien es cierto que este cargo no suponía la entrada oficial en la
plantilla de la Real Audiencia, su desempeño facilitaba el acceso al alto tribunal del reino. Este es
el caso de Marc Antoni Sisternes, ya que en 1597 fue designado como oidor de las causas civiles
en la Real Audiencia valenciana. Permaneció en el cargo durante casi tres décadas, concretamente,
hasta 1624, momento en el que se le concede la jubilación.

25 Por ejemplo: Teresa CANET APARISI, “Matrimonio, fortuna y proyección social en la élite administrativa
valenciana del siglo XVII. Los casos de Sanz y Matheu”, en Estudios de Historia moderna en homenaje a la profesora Emilia
Salvador Esteban, Universitat de València, 2008, pp. 73-100. Y Nuria VERDET MARTÍNEZ, “Enriquecimiento y
ascenso social en la magistratura valenciana del seiscientos. Patrimonio y familia de don Francisco Jerónimo de
León”, en Estudis. Revista de historia moderna, nº 37, 2011, pp. 467-484.
26 ARV, Real Audiencia, Procesos. Parte 2ª, Letra V, nº 313.
27 Isabel BAIXAULI JUAN, Casar-se a l’Antic Règim. Dona i família a la València del segle XVII, Valencia, Universitat de

València, 2003, p. 137.

105
Trayectoria social y política de una familia… Laura Gómez Orts

Debido a su larga trayectoria, y a su experiencia acumulada se ocupó de asuntos de gran


importancia: colaboró en la recopilación de la pragmática de la segunda sala civil de la Audiencia
de Valencia, fue asesor de la visita de las amortizaciones, participó en asuntos importantes como
la expulsión de los moriscos en 1609, centrado sobre todo en el tema de la falsa moneda; y en
otros ámbitos como el de la imposición de nuevas sisas, el abastecimiento de trigo a la ciudad;
además efectuó sendas visitas a la acequia real, entre muchas otras cuestiones.
Parece ser que también realizó una destacada labor de asesoramiento e intermediación
entre la jurisdicción civil y la eclesiástica, llegando a resolver conflictos entre el arzobispo de
Valencia y el virrey el marqués de Tavara 28. Por último, nos referiremos a la labor de Marc Antoni
Sisternes como asesor del virrey en las causas tramitadas mediante el sistema de la audiencia
verbal 29. Éste mecanismo permitía al alter ego del rey resolver determinadas cuestiones judiciales
por si mismo, para lo que era imprescindible el apoyo jurídico prestado por un miembro de la
Real Audiencia, en este caso nuestro protagonista. Se agilizaban así esas causas, dándoles un
tratamiento de juicio rápido, tan característico de este sistema. Marc Antoni desarrolló esta tarea
durante varios años, iniciándola en 1598, hasta 1604 30, aproximadamente, momento en que se
establece un sistema rotativo entre todos los jueces de la Audiencia valenciana.
Su hijo Melchor Sisternes de Oblites y Centoll se doctoró en leyes en 1600. En 1609 fue
abogado extraordinario de la ciudad de Valencia. Ejerció como letrado de la orden de Montesa, y
como abogado fiscal y patrimonial de la misma, llegando a ser nombrado en 1638 asesor general
de la Orden. También fue abogado fiscal del Consejo de la Cruzada, Bula y Excusado y en 1631
fue examinador de Leyes y Cánones de la Facultad de Derecho de Valencia. Su brillante carrera
administrativa comenzó en 1610 al convertirse en asesor de la Gobernación de Valencia para las
causas criminales. Ese mismo año ya entra a formar parte de la Real Audiencia de Valencia al ser
nombrado abogado fiscal, puesto que ocupa hasta 1617; momento en que es nombrado juez de
corte, y tan sólo unos meses más tarde, en noviembre de ese mismo año, es designado oidor de
las causas civiles. Melchor Sisternes continuó su ascenso profesional al obtener el cargo de
regente de la Cancillería valenciana en 1629. Tres años más tarde culminaría su brillante carrera al
alcanzar el puesto de regente del Consejo Supremo de Aragón, donde permanecería durante una
década, hasta su fallecimiento (1632-1642).
Como podemos comprobar Melchor Sisternes consagró gran parte de su vida al servicio
a la Monarquía a través de los diferentes cargos que ocupó. Esa dedicación y la destacadísima
labor desarrollada se ven continuamente recompensadas por las promociones obtenidas a lo largo
de los años. Ya hemos dicho que en 1629 obtiene el puesto de regente de la Cancillería valenciana
(1629-1632), lo que suponía la culminación de la carrera judicial en el reino de Valencia, por ello
los escogidos debían ser personas que contaran con una amplia trayectoria profesional, como es
el caso del jurista que nos ocupa.
Una de sus principales funciones era asesorar al virrey, de ahí la importancia otorgada a
su experiencia. Además, el regente presidía de forma efectiva la Real Audiencia, ya que
nominalmente se le atribuía al lugarteniente general del Reino. El hecho de presidir la Audiencia
hacía que el regente se encargara por completo de la administración de justicia, presidía una de las
dos salas civiles del tribunal valenciano, participaba en la votación de las sentencias, que debían
contar siempre con su firma, y decretaba las avocaciones de causas y las distribuía entre los
doctores, entre otras tareas. Obviamente como regente de la Cancillería se encargaba de dirigir
esta oficina, la encargada de la elaboración, expedición y autentificación de documentos. El
regente intervenía en esa expedición y vigilaba su correcta realización, controlando de esta forma
la totalidad de la producción escrita emanada de dicha oficina.

28 Archivo de la Corona de Aragón (en adelante ACA), Consejo de Aragón (en adelante CA), leg. 624, exp. 17.
29 ACA, CA, leg. 624, exp. 10.
30 ARV, RC, 1513 a 1536. Son los volúmenes correspondientes a los años que van de 1598 a 1604.

106
Trayectoria social y política de una familia… Laura Gómez Orts

Este breve recordatorio de las funciones atendidas por Melchor Sisternes desde su cargo
de regente de la Cancillería valenciana nos muestra el tremendo valor otorgado a su experiencia y
el éxito conseguido en el desarrollo de su trabajo, siempre al servicio de la Monarquía 31. La
constatación más evidente de esto la encontramos en el ascenso que supuso para él el
nombramiento obtenido en 1632 como regente del Consejo Supremo de Aragón.
Durante los diez años que se mantuvo en dicho puesto, hasta su fallecimiento, Melchor
Sisternes se ocupó de asuntos de gran importancia. En esa misma época es nombrado asesor
general de la orden de Montesa 32, lo que hace que recaigan en él los más diversos asuntos, desde
los referidos a la limpieza de sangre, o a las licencias otorgadas a los miembros de la orden para
poder casarse, entre muchos otros. Este es un campo en el que todavía debemos adentrarnos
para analizar la labor desarrollada por Melchor Sisternes. Hecho que nos servirá igualmente para
profundizar en el conocimiento de la propia orden de Montesa y en los cargos que la componían.
Es significativo del importante trabajo realizado por Melchor Sisternes y de su
experiencia acumulada a lo largo de tantos años de servicio a la Monarquía, el hecho de que al
quedar vacante el puesto de regente de la Cancillería valenciana tras el fallecimiento de Gaspar
Tárrega en 1635, y encontrarse ya nuestro personaje sirviendo en el Consejo Supremo de Aragón,
se toma la decisión de aplazar el nombramiento de una nueva persona y se le encarga a Melchor
Sisternes que se desplace a Valencia para ocupar de forma interina ese cargo. Recordemos que él
había desempeñado ese oficio durante los tres años anteriores a su traslado a la corte. Esta
situación transitoria se alarga hasta 1638, cuando Juan Jerónimo Blasco recibe su nombramiento
como regente.
Durante ese periodo de tres años Melchor Sisternes recibe instrucciones directas del rey
y del Consejo de Aragón para encargarse personalmente de diferentes asuntos durante su estancia
en Valencia 33. Entre ellos, debe realizar la visita al Colegio del Corpus Christi de dicha ciudad,
tarea que recaía en el regente de la Cancillería, y que en ese momento debe asumir él. Debido a la
imprescindible brevedad de este escrito no podemos realizar un análisis pormenorizado de todos
los cometidos encargados al regente, en otro momento comprobaremos la pluralidad de
funciones y asuntos que recaían en dicha figura
Por último, referiremos la trayectoria política de Melchor Sisternes de Oblites y
Badenes, nieto de Marc Antoni y sobrino de Melchor, representante de la tercera generación de
juristas de esta familia. Como sabemos, siguió la tradición familiar al doctorarse en leyes en 1643.
En 1649 fue elegido conseller jurista, desde 1654 fue asesor de la Gobernación para las causas
civiles. En 1660 es nombrado juez de corte, iniciando así su carrera en la Real Audiencia
valenciana. Unos años más tarde, en 1666, fue ascendido al cargo de oidor de causas civiles. En
1672 recibe su nombramiento como regente de la Cancillería de Cerdeña, culminando así la
proyección extraregnícola iniciada en la generación anterior, con su tío Melchor Sisternes, cuando
éste accedió al Consejo Supremo de Aragón.
Melchor Sisternes y Badenes ocupó el puesto de regente de la Cancillería sarda durante
diez largos años. En 1682 fue nombrado regente de la Cancillería de Mallorca. La experiencia
obtenida en ambos puestos y la confianza en su gestión le hizo merecedor del cargo de regente de
la Cancillería de Valencia, como recompensa por los excelentes servicios prestados a la
Monarquía a lo largo de toda su carrera administrativa. Dicho puesto había quedado vacante a
principios de 1689 al fallecer el regente valenciano Carlos Valterra y Blanes, sin embargo,
desgraciadamente Melchor Sisternes y Badenes sólo pudo ocupar ese cargo unos meses, al

31 Laura GÓMEZ ORTS, “Administrar y juzgar desde la Cancillería de un reino. La gestión del regente valenciano

Melchor Sisternes de Oblites (1629-1632)”, en M. J. Pérez Álvarez y A. Martín García (ed.), Culturas políticas en el
Mundo Hispánico, León 2012, pp. 1567-1579.
32 AHN, Consejos, l. 554, f. 142r a 143r.
33 ACA, CA, leg. 710.

107
Trayectoria social y política de una familia… Laura Gómez Orts

fallecer en junio de ese mismo año, truncándose así su impresionante trayectoria política y
administrativa desarrollada a lo largo de ambas orillas del Mediterráneo occidental.
La estancia de Melchor Sisternes y Badenes en Cerdeña a lo largo de esos diez años
(1672-1682) es tremendamente interesante, debido, entre otras cosas, al hecho que en dos
ocasiones llegó a ocupar el puesto de presidente del reino de Cerdeña al quedar vacante el puesto
de virrey, concretamente en 1675 y 1678. Queda pendiente realizar una investigación en
profundidad en los archivos sardos para esclarecer esta situación, es decir, conocer la
problemática a la que se enfrentó, los asuntos tratados, la labor desarrollada; esto nos permitirá
además plantear una historia administrativa y política comparada entre los reinos de Valencia y
Cerdeña sobre el tema de los relevos virreinales.
Igualmente analizar la labor llevada a cabo por Melchor Sisternes y Badenes al frente de
la Cancillería de Cerdeña también será importante en si misma, ya que ese profundo
conocimiento nos permitirá, por ejemplo, realizar una interesante comparación con las funciones
desempeñadas por el regente de dicha institución sarda con las llevadas a cabo por su homólogo
valenciano. Otro tanto podría decirse del período en que ocupó el puesto de regente en Mallorca
(1682-1689). La investigación en los archivos mallorquines será igualmente importante. El
conocimiento de la labor desempeñada en dichos reinos nos permitiría avanzar y enriquecer así, a
través del análisis de las personas concretas y de un estudio comparado, nuestro conocimiento
sobre las instituciones que regían la Corona de Aragón en la edad moderna.
Todo ello sin olvidar, el aspecto personal de este personaje, es decir, centrarnos en su
descendencia, en las alianzas mantenidas con otras familias de su entorno y su posición social, en
su arraigo en ambas islas mediterráneas. Sería el paso previo imprescindible para determinar la
posición social de esta familia dentro de las elites sardas y mallorquinas del momento.

A MODO DE CONCLUSIÓN
Como hemos tenido ocasión de comprobar a lo largo de este breve trabajo, la familia
Sisternes constituye un ejemplo paradigmático de un linaje de juristas ligado al servicio a la
Monarquía. Es llamativo que esta vocación de servicio se desarrolle a lo largo de tres
generaciones, abarcando así un enorme periodo cronológico, prácticamente la totalidad del siglo
XVII. Iniciaron sus carreras profesionales en las diferentes plazas de la judicatura de la Real
Audiencia de Valencia, para posteriormente alcanzar sus expectativas de proyección
extraterritorial, al obtener las promociones para cargos en la corte (Consejo de Aragón) y en otros
territorios de la Corona de Aragón (Cerdeña y Mallorca). La movilidad de profesionales entre las
diferentes instituciones de la Monarquía es algo mucho más habitual de lo que podíamos pensar
para la época, es una práctica corriente y completamente extendida en este momento.
Encontramos regentes de un reino que luego lo serán de otro, y no en una única dirección, todo
lo contrario, las promociones se daban en ambas direcciones.
Es sabido que la endogamia era una práctica social muy extendida en la época tratada,
aseguraba el mantenimiento de la familia dentro de su grupo social y de los niveles económicos
del mismo. En el caso que nos ocupa, la familia Sisternes destaca por la intensa práctica de ese
comportamiento. A pesar del sintético recorrido que nos hemos visto obligados a realizar por la
extensa y compleja genealogía de los Sisternes, se ha evidenciado la tradición familiar que suponía
estudiar derecho, convertirse en juristas, ellos lo son, y sus descendientes también lo serán; lo
importante es que tienden a establecer matrimonios y a relacionarse con familias de su mismo
ámbito social y profesional. Un claro ejemplo es la familia Pellicer, que cuenta con varias
generaciones de juristas en sus filas. Se va configurando así una densa red de relaciones
mantenidas con otras familias presentes en la judicatura, en el municipio, es decir, con familias
que forman parte de la clase letrada y de la baja nobleza local valenciana. Esa intensa práctica de

108
Trayectoria social y política de una familia… Laura Gómez Orts

la endogamia fortaleció sin duda la posición de la familia Sisternes dentro del grupo socio-
profesional al que pertenecían.
Otra cuestión que llama la atención es la relación de la familia Sisternes con las órdenes
militares. Hemos visto como la gran mayoría de los miembros de esta familia formaron parte de
la Orden de Montesa, propia del reino de Valencia, y que también lo eran algunos de los
miembros de las familias con las que emparentaron. Formar parte de una orden militar los situaba
entre los grupos más sobresalientes de la sociedad. En el seno de estas órdenes se tejían
relaciones y amistades útiles a lo largo de toda la vida, se reforzaba el sentimiento de grupo,
podían establecerse matrimonios entre sus descendientes, quienes a su vez también accederán a
esa orden militar, haciendo carrera dentro de la misma, como es el caso de Joan Sisternes, que
llegó a ocupar el cargo de capitán del Maestrazgo de dicha orden de Montesa.
A través del estudio de esta familia de juristas, perteneciente a la elite social y política
valenciana, contamos con la posibilidad de ampliar y profundizar nuestra comprensión sobre ese
grupo social, en este caso centrado por razones evidentes en el mundo de la judicatura. Sin dejar
de lado el hecho de que este análisis de las prácticas políticas llevadas a cabo por los miembros de
la familia Sisternes nos permite avanzar en el conocimiento de varias instituciones de época
moderna en las que desarrollaron su labor. De esta forma se irá completando la visión que
aportan los imprescindibles estudios existentes sobre estas instituciones, dotándolos del factor
humano tan necesario para obtener una imagen lo más completa posible del aparato
administrativo-judicial de la Monarquía.
Al ser este trabajo parte de una investigación en curso, quedan muchos campos por
cubrir, muchas cuestiones a las que atender, por ello no podemos dar una visión completa y
exhaustiva de la trayectoria profesional de estas personas. Mirando al futuro quedan importantes
cuestiones a las que atender. Ya hemos tenido ocasión de referirnos al hecho de que Melchor
Sisternes de Oblites y Badenes desempeñó cargos en la administración y gobierno del Reino de
Cerdeña. Su análisis nos permitirá obtener interesantes datos sobre el funcionamiento del sistema
de gobierno y justicia sardo que podremos comparar con los valencianos coetáneos. Además, otra
de las prioridades será atender a su significativa descendencia para determinar su posición social
en dicho territorio. Sabemos que uno de sus descendientes será obispo de Cáller ya en el siglo
XVIII, lo que nos permitirá seguir la evolución sociológica de esta parte de la familia más allá del
periodo foral. Quizá en futuros encuentros podamos presentar más detalles en este sentido.
Por ello, nuestro trabajo no sólo pretende acercarse al estudio de las elites valencianas,
sino también al de las sardas y mallorquinas. El análisis, tanto desde el punto de vista profesional,
como del personal, de la trayectoria del jurista Melchor Sisternes de Oblites y Badenes en las islas
de Cerdeña y Mallorca nos permitirá avanzar en el análisis de las elites sociales y políticas de
ambos territorios, que contaron con una significativa presencia de familias de origen valenciano,
en una relación tremendamente interesante mantenida a lo largo de los siglos. Igualmente, los
resultados de nuestra investigación podrán arrojar algo más de luz sobre los sistemas
administrativos-judiciales de los diferentes territorios de la Corona de Aragón, permitiendo, como
decimos, un interesante análisis comparativo entre todos ellos, centrando la mirada en los
profesionales que dieron alma a esas instituciones.

109
FAMILIA
SISTERNES

110
Estrategia matrimonial y redes sociales… María Luisa Álvarez y Cañas

ESTRATEGIA MATRIMONIAL Y REDES SOCIALES ENTRE LOS


COMERCIANTES EXTRANJEROS DE ALICANTE. LOS CASSOU Y LOS
CARRERE, DOS EJEMPLOS EXTRAPOLABLES

Mª Luisa Álvarez y Cañas


Universidad de Alicante

La destacada presencia de una numerosa población de origen extranjero en Alicante,


especialmente de procedencia francesa, al igual que en otros municipios del Mediterráneo
español 1, dio lugar a la formación de notables redes familiares entretejidas con mimbres de
variados intereses. A partir del asentamiento individual de estos inmigrantes, a veces modesto,
también provisional en su inicio y, por tanto, cargado de incertidumbre, pero también de
aspiraciones, se desarrolló un proceso de vida que los vinculó a la ciudad de forma estable.
Atraídos en su mayoría durante el siglo XVIII, amparados por la legislación borbónica, por las
posibilidades de negocio que ofrecía el puerto 2, así como por el reclamo de una consolidada
colonia de compatriotas, participaron en la formación de una familia, establecieron importantes
lazos sociales, y colaboraron de forma activa en la comunidad a la que se adscribieron de forma
voluntaria.
Con el trasfondo de los graves acontecimientos políticos que desembocaron en la crisis
del Antiguo Régimen, es decir, la Guerra contra la Convención (1793-1795) y la Guerra de la
Independencia (1808-1814), sobrevivieron a la condición de su origen galo mediante su definitivo
establecimiento como ciudadanos naturalizados españoles 3.
A través del ejemplo de las familias Cassou y Carrere, representativas y extrapolables en
su comportamiento a otros casos, es posible analizar su evolución a través de los años de
residencia en Alicante, sin olvidar las múltiples dificultades que tuvieron que solventar con
ocasionales destierros, el respaldo y solidaridad que obtuvieron en los tiempos de crisis, tanto de
parte de sus familias como de su círculo social 4.
Para ello es necesario conocer la procedencia de Luis Carrere y de Juan Claveríe Cassou,
que con su presencia en Alicante inauguraron ambas sagas familiares.

1 A imagen de otras metrópolis comerciales como Cádiz, Málaga, Cartagena y Valencia. R. FRANCH BENAVENT,
“El papel de los extranjeros en las actividades artesanales y comerciales del Mediterráneo español durante la Edad
Moderna”; P. PEZZI CRISTOBAL, “El predominio extranjero en el comercio exportador de Vélez-Málaga durante
el siglo XVIII”, en I Coloquio Internacional “Los extranjeros en la España Moderna”, Málaga, M. B. Villar García y P. Pezzi
Cristóbal (eds.), 2003, Tomo I, pp. 39-71 y pp. 529-541; P. FERNÁNDEZ PÉREZ, El rostro familiar de la metrópoli,
Madrid, Siglo XXI de España Editores, S.A., 1997, 315 p.
2 E. GIMÉNEZ LÓPEZ, Alicante en el siglo XVIII. Economía de una ciudad portuaria en el Antiguo Régimen, Valencia,

Institución Alfonso el Magnánimo, 1981, pp. 267-390


3 Mª. L. ÁLVAREZ Y CAÑAS, “El control político y social de la colonia francesa de Alicante en los momentos de

crisis bélica (1793-1808)”, en Mª. L. Álvarez y Cañas (dir), La Guerra de la Independencia. Alicante (1808-1814), Alicante,
Instituto de Cultura “Juan Gil-Albert”, 2010, pp. 201-238.
4 M. L. ÁLVAREZ Y CAÑAS, “El protagonismo de la mujer de la colonia francesa de Alicante. La defensa de sus

intereses patrimoniales en un periodo de crisis (1793-1795)”, en Familias y relaciones diferenciales: género y edad, Murcia,
coord. por Pilar Gonzalbo Aizpuru, Editum, 2009, pp. 81-94; La Guerra de la Independencia en Alicante. Cambio político y
crisis del Antiguo Régimen (1808-1814), Alicante, Patronato Municipal del 5º Centenario de la Ciudad, 1990, 173 p.

111
Estrategia matrimonial y redes sociales… María Luisa Álvarez y Cañas

ORÍGENES, FORMACIÓN DE LOS HOGARES Y DESCENDENCIA


Entre las décadas de 1740 y 1760, años gran afluencia de franceses a licante, que prosiguió
en ascenso hasta el periodo 1770-1793, se establecieron en la ciudad los que se constituyeron
como cabezas de familia de los apellidos Carrere y Cassou, el primero en solitario, y el segundo
acompañado de varios hermanos.
Por orden de antigüedad, Juan Claverie Cassou se domicilió en España a partir del año
1741. A lo largo de varios años le acompañaron sus hermanos Juan Pablo y Jaime, que con el
tiempo se afincaron en Lorca, e Ignacio, que se trasladó a Alicante en 1759 5. Descendientes de
Juan Pedro Claveríe Cassou y de Magdalena Lasala Sartou, eran naturales de Lahourcade en el
Principado de Bearne 6. Además, pertenecían a una extensa familia que, en consecuencia,
mostraba importantes diferencias generacionales entre los hermanos, si tenemos en cuenta que
Ignacio vino al mundo el mismo año de la llegada de Juan a Alicante, mientras que Jaime nació en
el año 1747, fecha en la que Juan Pablo se estableció en Lorca 7.
Luis Carrere era hijo de Pedro Carrere y de Catalina Poeymarlé, natural de Doûen, en el
obispado de Olorón (Bearne), donde nació en el año 1740. En plena juventud, a partir del año
1764 y hasta 1766, se comenzó a registrar su actividad como negociante francés, interesado en el
comercio al por mayor que se desarrollaba a través del puerto alicantino, en principio sólo en
nombre propio, aunque probablemente comisionado por algún compatriota 8. En poco tiempo
pudo establecer contactos con otros comerciantes que se encontraban plenamente establecidos al
frente de la administración y gerencia de compañías de firma francesa, consolidadas en
actividades diversificadas de exportación e importación de materias primas y manufacturas, así
como en el flete de embarcaciones.
Así fue como a partir de 1769 Carrere entró al servicio de una compañía de comercio
dirigida por Juan José Revel, negociante de origen francés, también procedente del Bearne, cuya
familia había establecido sus negocios en Málaga a finales del siglo XVII, con gran éxito. Varios
de sus miembros se instalaron en Alicante desde principios del siglo XVIII, y a partir de 1745
Revel inició sus operaciones empresariales 9. Fue socio de las compañías establecidas en esta
ciudad y tituladas Revel y Jaume y Revel y Beraud 10, para finalmente poseer su propia razón social:
Revel y Compañía.
Una vez afincados en la ciudad de Alicante, Cassou y Carrere pronto abandonarían la
soltería para fundar sus respectivas familias. En la elección de esposa se reflejaba el círculo social
en el que se desenvolvían, al menos al principio de su estancia, pues por su procedencia siempre
se encontraban relacionadas con el ámbito profesional donde desarrollaban sus actividades
económicas, es decir, entre los comerciantes, así como con sus orígenes nacionales, entre
franceses o descendientes de los mismos.

5 Archivo Municipal de Alicante (en adelante, A.M.A.), Arm. 9, Leg. 102: “Ramo de don Ignacio Cassou, año de

1793”, fols. 3v.-6v.


6 Lugar de tradicional inmigración francesa que recaló en el Levante español y consolidó su presencia a lo largo del

siglo XVIII. V. MONTOJO MONTOJO y F. MAESTRE DE SAN JUAN PELEGRÍN, F, “Le Béarn et le Levant
espagnol”, Revue de Páu et du Bearn, nº 32, 2005, p. 215-228.
7 Juan Pablo se encontraba al frente de la delegación comercial Juan Pablo Cassou y Cia. J. GRIS MARTÍNEZ, “La

barrilla del Campo de Lorca en el siglo XVIII”, Revista Internacional de Ciencias Sociales, nº 2, 1982, pp. 25-42.
8 A.M.A., Quintas, Libro nº 5, años 1770-1771.
9 Habitaba una casa arrendada al comerciante genovés don José Ansaldo, y efectuaba su giro en un almacén

propiedad de la viuda y herederos de don José Franqui, situado, al igual que su domicilio, en la plaza del Mar. Las
rentas correspondientes a su disfrute eran altas, pues el alquiler de la casa era de 50 libras, y del almacén por contrato
ascendía a 120 libras, aunque sólo los tres primeros años, pues en esas fechas se había reducido a 80 libras. A.M.A,
Arm. 16, Libro 1: “Justiprecios originales de casas y tierras para el nuevo padrón. Años 1756 y 1757”, fols. 9v.-10.
10 Archivo Histórico Provincial de Alicante (en adelante, A.H.P.A.), Protocolos Notariales, Juan José Revel,

Negociante, Poder, Sig. 1660, 1-7-1750, Sig. 1660, fols., 96-96v; S. 806, Obligación, 17 de marzo de 1745, fols. 34-
34v.

112
Estrategia matrimonial y redes sociales… María Luisa Álvarez y Cañas

Juan Claverie Cassou emparentó por matrimonio con la alicantina Francisca Antonia
Guimbeu Cerdá, hija del comerciante francés Pedro Guimbeu y de la española Ana Mª Cerdá, el
primero nacido en Monein (Bearne) 11. Pedro Guimbeu emprendió sus negocios en la ciudad a
partir de la década de 1730, en contacto con otros paisanos como Juan José Revel, al tiempo que
invirtió sus ganancias hasta lograr un saneado patrimonio en bienes muebles e inmuebles que
legaría a sus hijos: Francisca Antonia, Juan, Francisco Javier y Pedro 12.
También los cuñados de Cassou constituyeron unos miembros muy activos en la vida
económica de la ciudad y reprodujeron los esquemas de parentesco practicados por la mayoría de
sus compatriotas: Juan Guimbeu se casó con Juana Larroy Lasala 13, descendiente de comerciantes
franceses 14; Francisco Javier lo hizo con Antonia Morales y Salinas15, hija del comerciante español
Sebastián Morales, y Pedro tomó los hábitos y ejerció de presbítero y archivero en la Iglesia de
Santa María 16.
Respecto al resto de los hermanos Cassou, Juan Pablo permaneció soltero, Jaime contrajo
matrimonio con María Ortiza, descendiente de comerciantes 17, e Ignacio siguió las pautas de
elección de esposa en el ámbito más cercano a sus intereses comerciales, en esta ocasión con un
mayor grado de endogamia, pues contrajo matrimonio con su sobrina Mª Antonia, hija de su
hermano Juan y su cuñada Francisca Antonia Guimbeu. La boda se celebró el 25 de diciembre de
1781, tras obtener la necesaria dispensa apostólica, y contando con unas condiciones económicas
inmejorables para ambos contrayentes, pues Ignacio aportó un capital de 57.780 pesos, 8 sueldos
y 6 dineros. Además, entregó a la novia otros 2.000 pesos en calidad de arras por el valor de
bienes y alhajas, “deseoso de manifestar su particular aprecio” 18.
El matrimonio formado por el cabeza de familia, Juan Cassou, junto a Francisca Antonia
Guimbeu, había procreado hasta 13 hijos, de los que sólo sobrevivieron a una edad adulta: José,
Juan, Antonio, Pedro, Luis, Mª Antonia, Teresa y Mª Luisa.
Luis Carrere encontró a la que sería su primera esposa en la compañía de comercio en la
que trabajaba, poco después de la muerte de su titular, pues contrajo matrimonio con Magdalena
Requier, viuda de Juan José Revel, cuando contaba con 35 años de edad, el 4 de abril de 1775.
Magdalena, aunque natural de España, también era de procedencia francesa y sus hermanos Rosa
y Esteban Requier se hallaban afincados en Valencia, este último dedicado a la exportación de
seda 19. En un principio Carrere se hallaba empadronado en la calle Labradores en el año 1770, en
el domicilio de Revel, junto al piamontés Juan Marcidio, al servicio de la mencionada compañía

11 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S.1.649, Poder, 17 de febrero de 1732, fols. 34-34v.


12 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 1.656, Carta de Pago, 21 de agosto de 1744, fols. 116-116v; S. 1.660, Fianza, 17
de septiembre de 1750, fols. 124-124v.
13 Su hermana Rafaela estaba casada con el francés Lorenzo Darreglade, poseedor de la compañía Lorenzo Darreglade

Padre, Hijo y Sobrino


14 Juan Larroy y Agustina Lasala, esta última hermana del comerciante de Vinaroz Juan Bautista Lasala. Mª L.

ÁLVAREZ Y CAÑAS, “La contribución de la mujer en tiempos de crisis. Empresas con nombre femenino”, en
Modernas de Época. Mujeres que vivieron el Alicante de la modernidad (ss. XVI-XVIII), Alicante, Instituto Alicantino de
Cultura “Juan Gil-Albert”-Ayuntamiento de Alicante, 2013, (en prensa).
15 Sus hermanas también contrajeron nupcias con comerciantes: Teresa con Tomás Amérigo y Ortiza; Rosa con dos

franceses, Juan Pedro Casamayor, y al enviudar de este con Juan Laviña (que estuvo casado con Margarita Delaplace
Almiñana, hermana de otro conocido negociante de origen galo, socio principal de la compañía Delaplace y Laporta). M.
L. ÁLVAREZ Y CAÑAS: “El protagonismo de la mujer […]”, op. cit., pp. 81-94.
16 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 1.237, Arrendamiento, 4 de febrero de 1788, fols. 32v.34v.
17 Fallecido antes de 1781.
18 Dicha cantidad resultaba de la suma de 52.930 pesos, 8 sueldos y 6 dineros en efectivo, 3.000 pesos por el valor de

una hacienda situada en la villa de Elda, y 1.850 pesos por un almacén que poseía en Villajoyosa. A.H.P.A.,
Protocolos Notariales, S. 1232: “Declaración”, 13 de diciembre de 1784, fols. 61-63v.
19 R. FRANCH BENAVENT y D. MUÑOZ NAVARRO, “Minorías extranjeras y competencia mercantil: franceses

y malteses en el comercio valenciano del siglo XVIII”, Minius, n.º 20, 2012, pp.61-92.

113
Estrategia matrimonial y redes sociales… María Luisa Álvarez y Cañas

de comercio20. En 1775 continuaba en dicha sociedad junto a Pedro Bergeire, recién llegado en
esas fechas de Francia, y encargado de los libros de contabilidad, y Pedro Die, empleado en la
correspondencia mercantil 21.
El matrimonio Carrere-Requier sólo pudo tener un descendiente, llamado Pascual
Francisco de Paula, ya que como consecuencia del parto la madre falleció. Durante la infancia de
su hijo Luis Carrere administró los bienes que como heredero universal recibió de su madre,
beneficiaria a su vez del patrimonio de su primer marido, Juan José Revel. Como tutor de su hijo,
vendió a don Miguel Pascual de Bonanza una casa en la calle Mayor que alcanzó el precio de 417
libras 22. También, mediante poderes de su hijo, Luis Carrere compro al mismo Pascual de
Bonanza una casa en la calle Labradores, sujeta a señoría directa al Obispo y Cabildo de Orihuela
con pensión de 4 libras, por precio de 1.577 libras 23. Del mismo modo se encargo de cobrar las
cantidades que se adeudaban a Juan José Revel cuya suma debía recaer en su hijo 24, y de reclamar
junto a su tía Rosa Requier la herencia que le correspondía de su tío don Esteban Requier, tras el
fallecimiento de la esposa de este, Francisca Bladó, en Valencia 25.
Finalmente, con motivo de la muerte Pascual Carrere Requier, que permanecía soltero,
Carrere reinvirtió el capital de sus bienes en su propia compañía de comercio.
Luis Carrere se volvió a casar, en 1783, esta vez con Teresa Casamayor Rey,
perteneciente de nuevo a una familia de origen francés, cuyos ascendientes también habían
establecido sus negocios en la ciudad de Málaga, mientras que su padre, Pedro Casamayor, se
instaló en el comercio de Alicante a mediados del siglo XVIII 26. La dote aportada por Teresa al
matrimonio fue de 3.572 pesos, en dinero metálico, ropas y alhajas, incluida en esa cantidad la de
1.600 pesos que le donó Carrere en concepto de arras. Por otro lado, Carrere contribuyó al nuevo
estado con 17.400 pesos de capital 27. De este matrimonio nacieron tres hijos: Mª del Rosario,
Teresa y Pedro, que también perdieron a su madre durante la infancia, ya que Luis Carrere
enviudó a finales de siglo 28.

DESARROLLO EMPRESARIAL, ALIANZAS Y TRASMISIÓN DE EXPERIENCIA


Los inicios en los negocios de las familias Carrere y Cassou fueron muy similares, pues
contaron con el apoyo de compatriotas establecidos con anterioridad en la ciudad de Alicante y
que poseían compañías de comercio, si bien en principio también emprendieron transacciones en
solitario.
Desde los inicios estas empresas dieron cabida a los parientes más cercanos y sirvieron de
escuela para el aprendizaje de los mismos. En cuanto las transacciones prosperaban y se obtenían
ganancias, también sirvieron para expandirse a otras sedes, a modo de delegaciones, e incluso a
desdoblar las empresas con la creación de otras nuevas.

20 A.M.A, Quintas nº 5, “Alicante, años 1770 y 1771”.


21 A.M.A., Quintas, Libro nº 15, “Listas de comerciantes separadas en tres ramos, 10 de abril de 1775”.
22 Esta casa se encontraba cargada con dos capitales de censo de 400 libras: uno de 300 a la administración de D.

Juan Bautista Musteli, y el otro de 100 a favor de la Colegial de San Nicolás. A.M.A., Arm. 19, Leg. 79, Tomo II de la
“Giradora del Libro Padrón General de Bienes de la Ilustre Ciudad de Alicante”, fols. 811-812.
23 A.M.A., Arm. 19, Leg. 79, Ibidem, fols. 812-813.
24 Como el recibo de 80 libras de José Bernabéu de Plácida, labrador de Muchamiel, resto de 240 libras que le había

prestado Juan José Revel. A.H.P.A., Protocolos Notariales, S.1.312, Carta de Pago, 27 de julio de 1789, fols. 74-75.
25 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 679, Poder de D. Luis Carrere a D. Luis Croiselles, 7 de enero de 1790, fols. 4-

4v.
26 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 782, Poder, 6 de enero de 1715, fols. 4-5; S. 787, Poder, 15 de enero de 1721,

fols. 434-434v.; S. 638, Carta de Pago, 19 de septiembre de1760, fols. 127-127v.; S. 649, 13 de julio de 1766, fols. 39-
41.
27 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 1.549, Testamento de D. Luis Carrere, 8 de octubre de 1808, fols. 161-163v.
28 Nacidos en los años 1793, 1794 y 1796, respectivamente.

114
Estrategia matrimonial y redes sociales… María Luisa Álvarez y Cañas

Las actividades laborales de Juan Cassou experimentaron una compleja evolución a lo


largo de su vida en Alicante. Con toda probabilidad emprendió sus primeros negocios al amparo
de su suegro Pedro Guimbeu, mientras que su hermano Juan Pablo se estableció en la ciudad de
Lorca, aprovechando el auge del comercio de la barrilla, acompañado por Pedro Mouliaá 29, hijo
de una hermana y llegado de Francia en 1766, para trabajar en calidad de aprendiz, en la firma
Cassou Hermanos, Sobrino y Compañía, donde tenía participación Juan.
En 1764 Juan e Ignacio Cassou establecieron una sociedad junto a los también hermanos
Juan y Pedro Juan Vergez, titulada Vergez, Cassou y Compañía. Aunque esta fue renovada en 1768,
al año siguiente los Cassou destinaron sus fondos a la administración de los Vergez, pero con la
intención de iniciar otro comercio por su cuenta, a partir de la mitad del beneficio obtenido y de
los capitales propios, pero con el compromiso añadido de que se mantendrían los salarios y
manutención de Jaime Cassou y los criados hasta entonces empleados 30.
Mientras tanto, en 1769 Juan e Ignacio se asociaron con su cuñado Francisco Javier
Guimbeu, esta vez bajo el nombre de Juan Cassou y Compañía, donde se invirtieron los fondos de
Juan y el capital de la legítima heredada por Francisco Javier a la muerte de su padre 31. Aunque
Ignacio no aportó ningún caudal, “en mérito del trabajo que hace”, se concedía a cada uno de los
socios 1/8 de los beneficios y, en su caso, de las pérdidas, la compañía sustentaría los gastos de
manutención y salarios, y todos, incluyendo a la familia, llevarían por separado las cuentas del
desembolso en el vestir y necesidades particulares de sus propias ganancias y sin extraer cantidad
alguna del capital social 32.
En 1775 continuaba el negocio como empresa dedicada al comercio al por mayor, cuyos
propietarios eran considerados extranjeros domiciliados: Juan Cassou e Ignacio Cassou, socios
principales, más Pedro Mouliaá, que regresó a Alicante “para perfeccionarse en la carrera” 33 y se
ocupaba del registro de los libros, y Juan Giraldel empleado en la correspondencia 34.
El año 1781 fue una fecha crucial para la familia Cassou. A principios de año falleció en
Lorca Juan Pablo, antes de lo cual había convenido con María Ortiza y Jaime Cassou, viuda e hijo
de su hermano Jaime, la cesión de varios bienes, mientras que por testamento otorgó la calidad de
herederos universales a sus hermanos Juan e Ignacio. Este último, dada la cuantía de la herencia,
se trasladó temporalmente a Lorca, aunque más tarde delegaron la administración de los bienes
en su sobrino Jaime y el comerciante Fernando Raxa 35. A partir de entonces, las inversiones de
los Cassou fueron constantes y muy diversificadas, en la adquisición de terrenos, almacenes, casas
o una fábrica de papel en Alcoy 36. Para afianzar el enriquecimiento y el éxito de sus transacciones
comerciales y su favorable posición social en Alicante, adoptaron la nacionalidad española 37, y en
diciembre se produjo el enlace de Ignacio con su sobrina.

29 A.M.A., Quintas, Libro nº 4: “Declaración de Pedro Mouliaá, de nación francés”, Alicante, 12 de abril de 1771,

fols. 261-261v.
30 Sin embargo, esta alianza se disolvió en 1780 con pérdidas para los hermanos Vergez y una ganancia de 4.642

pesos para los Cassou. A.M.A., Quintas, Libro nº 4: “Contrata, 20 de enero de 1769”, fols. 130-132; A.H.P.A.,
Protocolos Notariales, S. 1.796, Declaración y Carta de Pago Recíproca, 27 de enero de 1780, fols. 19-20.
31 Estimada en 3.349 pesos, 11 sueldos y 11 dineros.
32 A.M.A., Quintas, Libro nº 4: “Contrata de compañía, Alicante, 1 de febrero de 1769”, fols. 133-134v.
33 A.M.A., Quintas, Libro nº 4: “Declaración de Pedro Mouliaá, de nación francés, Alicante, 12 de abril de 1771”,

fols. 261-261v.
34 A.M.A., Quintas, Libro nº 15: “Listas de comerciantes separadas en tres ramos que integran el comercio de esta

plaza”.
35 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 1.230, Poder, 24 de enero de 1781, fols. 15v.-16v.; Declaración y ratificación de

escritura, 14 de marzo de 1781, fols. 52-53; Poder, 18 de abril de 1781, fols. 72v.73.
36 Como la compra a Pedro Arabet, cónsul imperial en Alicante, de una casa y un almacén en la calle del Vall,

valorada en 6.720 libras. A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 1.230, Venta Real, 30 de abril de 1781, fols. 78-81v.
37 Por Real Cédula del 10 de mayo de 1781.A.M.A., Arm. 19, Leg. 102, “Testimonio, Aranjuez, 10 de mayo de 1781”,

fols. 3v.-6v.

115
Estrategia matrimonial y redes sociales… María Luisa Álvarez y Cañas

En 1784 Juan e Ignacio delegaron la dirección de Cassou Hermanos, Sobrino y Compañía


a su sobrino Pedro Mouliaá, con un interés para éste de 1/8 de la sociedad, para aumentar dicho
porcentaje en las siguientes subcontratas a 1/6, ¼ y ½ en 1798. A partir de 1808 se disolvió la
compañía, suprimiendo la firma, que liquidó un total de más de 100.000 libras de fondo y
beneficios 38. Mouliaá continuó con la compañía de Lorca a su nombre y alcanzó el
reconocimiento de nobleza para su apellido 39
A finales de 1792 se produjo el fallecimiento de Juan Cassou 40, pero su negocio nunca
perdió la identidad de Juan Cassou y Compañía. Precisamente, pocos meses después, tras la orden
de expulsión de los franceses del reino de Valencia en abril de 1793, Francisca Antonia Guimbeu,
junto a su hija y mujer de su cuñado Ignacio, Mª Antonia, fueron las encargadas de preservar los
negocios. Mientras Ignacio seguía en activo en Lorca, recibiendo poderes de varios clientes y
otorgando los propios en distintos lugares donde poseían bienes, como una hacienda en Novelda
o tierras en Monovar 41.
En 1794, cuando aún todos los franceses domiciliados en Alicante se encontraban
desterrados del reino de Valencia, la compañía se encontraba en manos de los hijos y sobrinos de
los hermanos Cassou, y presentaba la siguiente nómina: Juan, de 34 años y soltero, como “otro
de los principales directores” y encargado de los libros; Pedro Cassou, de 32 años y soltero, socio
“con las mismas voces” y responsable de la caja; José, de 17 años, también soltero, “que por
fallecimiento de su padre tiene haberes en dicha compañía”, empleado en la correspondencia.
Una vez recuperado el domicilio en Alicante, la razón social Luis Cassou y Compañía
mostró la capacidad de renovación de sus trabajadores, así como su magisterio en la
especialización de cada miembro de la familia, con Juan Cassou (socio), Luis Cassou (para la
correspondencia), Antonio Cassou (considerado “principiante”), Sebastián Cazorla (escribano y
agente), Pedro Raymond (destinado en el almacén y los cobros), y Beltrán Hourcades (mozo) 42.
En 1800 se produjo el reconocimiento como nuevos socios de Luis y Antonio, concediendo al
primero 1/16 parte y al segundo 1/20 sobre los beneficios de la empresa 43.
En cuanto a la trayectoria comercial de Luis Carrere, se mantuvo bajo la firma Revel y
Compañía, hasta poco después de la muerte de su propietario (1769-1775), pues en 1777 ya se
encontraba al frente de Luis Carrere y Compañía, empresa dedicada al comercio al por mayor en la
que participaron varios compatriotas en distintos empleos: Pedro Bergeire, como tenedor de
libros y antiguo compañero, y Francisco Javier Laussat, encargado de la correspondencia, y
emparentado con Carrere por ser primo de su segunda esposa 44. Laussat había llegado a España
procedente de Olorón y contaba entonces con 21 años de edad.
Tanto Bergeire como Laussat contaron con la plena confianza de Carrere pues en varias
ocasiones les cedió las riendas de la compañía. El primero ejerció la dirección de la empresa en
varias oportunidades y distintas fechas. Así, con motivo de la marcha de Carrere en septiembre de
1786 a Francia, donde le reclamaban sus intereses económicos, Bergerie le representó junto a

38 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 1.553, Disolución de Compañía, 26 de agosto de 1814, 223v.-228v.


39 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 1.550, Poder, 27 de junio de 1810, fols. 78-80v.
40 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 1.241, Sustitución, 24 de enero de 1792
41 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 1.242, Poder, 2 de mayo de 1793, fols. 155v.-156v; S. 82, 19-11-1794, Poder

Sres. Arabet, Arabet y Longden, fols. 180v.-182.


42 En 1793 dejó como apoderado y fiador de sus bienes a Pedro Cassou con motivo de su salida del reino como

francés domiciliado. A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 1.739, Fianza, 13 de julio de 1793, fols. 35-35v.; S. 1.242,
Poder, 11 de diciembre de 1793.
43 “Aplicándose con el mayor esmero para adquirir los conocimientos relativos a fin de hacerse útiles a la sociedad”.

A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 429, Declaración, 27 de febrero de 1801, fols. 16v.-17v.


44 Teresa Casamayor Rey Laussat. A.M.A., Arm. 9, Libro 72, Cabildos 1777, “Lista de comerciantes y dependientes

del comercio por mayor, Alicante, 7 de enero de 1777”.

116
Estrategia matrimonial y redes sociales… María Luisa Álvarez y Cañas

Ignacio Cassou como síndicos comisarios facultados por el Real Consulado en la junta de
acreedores de la Compañía Pedro Laviña e Hijos, entonces en quiebra 45.
Francisco Javier Laussat se convirtió en socio de la compañía a partir de 1802 46, y fue
nombrado albacea testamentario junto a Pedro Cassou y José Delaplace, así como tutor y
administrador de los hijos de Carrere, en caso de su fallecimiento, durante la minoría de edad de
los mismos 47. Las relaciones entre compatriotas y entre colegas profesionales cimentaban la
solidaridad y la colaboración de ese grupo, reforzada a través de los enlaces matrimoniales.
También Laussat encontró a su esposa en este estrecho ámbito, pues en 1800 contrajo
matrimonio con Mª Luisa Cassou Guimbeu. Con ese motivo, su tío y cuñado, Ignacio Cassou,
donó a la novia una casa de habitación y su almacén en la calle de San Francisco 48.
El devenir político de la Guerra contra la Convención, también afectó a esta empresa, que
había ampliado sus dependientes y sirvientes con la incorporación de Juan Mirán, Juana Purcheu
y Pedro Soube. Los intereses de la compañía fueron defendidos por Juan Guimbeu, cuñado de
los Cassou mientras la familia Carrere se trasladó al completo a Murcia, y Francisco Javier Laussat
a Almansa. La ausencia total de los propietarios dificultó la custodia del capital hallado en su casa,
debido a la cuantía del mismo (15.400 pesos), de modo que se traslado en un arcón a la casa de
del comerciante Sebastián Morales (cuñado de Francisco Javier Guimbeu), nombrado por el
alcalde mayor junto a Jaime Lantier, en calidad de depositarios 49. Además, la firma comercial
también perdió a sus empleados, pues Pedro Bergeire sería expulsado en 1793, con destino a
Génova; Pedro Die, partió para Argel; el mozo Juan Mirán salió con destino a Rosas para
embarcarse fuera de España, pues todos ellos fueron considerados transeúntes. Sólo Juana
Pucheu, soltera y criada, consiguió su traslado a Murcia como domiciliada.

LA INTEGRACIÓN Y EL FUTURO DE LAS NUEVAS GENERACIONES


Todos los sectores sociales contaron con la colaboración de los Cassou y los Carrere, que
vieron facilitada su integración mediante la obtención de prerrogativas. Así los primeros
consiguieron el privilegio de la fabricación de salitre para la obtención de pólvora 50; la
administración de los derechos de peaje (barcaje y tiraje) sobre las embarcaciones del puerto de
Alicante 51; delegados por el cuerpo de comercio para el abasto de trigo durante la escasez de
1802 52. Incluso el gobernador político-militar de la ciudad de Alicante, teniente general Antonio
Oliver, nombró a Ignacio Cassou apoderado de sus bienes tras su promoción al gobierno de
Cádiz 53.
Luis Carrere junto a Ignacio Cassou fueron comisionados como síndicos comisarios en
causas judiciales de quiebra por el Real Consulado 54. Y el primero también contribuyo a sus
expensas para la recluta de cinco hombres con destino a servir en las tropas reales 55.

45 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 1.229, Poder, 17 de septiembre de 1777, fols. 102-103; S. 1.230, Sustitución, 24

de agosto de 1781, fols. 145v.-146; S. 1.343, Poder, 5 de septiembre de 1786, fols. 92-92v.
46 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 688, Poder, 17 de noviembre de 1802, fols. 183-183v.
47 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 1.549, Testamento de D. Luis Carrere, 8 de octubre de 1808, fols. 161-163v.
48 Según palabras de Ignacio Cassou “para efectuar esta alianza y enlace a satisfacción de ambas familias”. A.H.P.A.,

Protocolos Notariales, S.429, Donación, 14 de diciembre de 1800, fols. 52v-54v.


49 Fue designado por Carrere en calidad de encargado de asegurar los bienes de su casa y compañía, A.M.A., Arm. 19,

Leg. 102 “Ramo respectivo a D. Luis Carrere. Año 1793”


50 P. HERIARD, “Les francáis à Alicante (1746-1793)”, Memoria de Maestría, Universidad de París-Sorbona, 2000,

p. 180. [Consulta facilitada por el A.M.A]


51 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 1.346, 21 de julio de 1790, fols. 57-57v.
52 Junto al comerciante francés Esteban Die. A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 429, Poder, 7 de mayo de 1803, fols.

14-15.
53 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 1.464, Poder, 20 de abril de 1786, fols. 41-42.
54 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 1.343, Fianza carcelera, 29 de mayo de 1786, fols. 55v.-57.

117
Estrategia matrimonial y redes sociales… María Luisa Álvarez y Cañas

La Iglesia también mantuvo estrechas relaciones con miembros de estas familias en


distintas facetas. Ignacio y Juan Cassou fueron nombrados por las religiosas del Convento de la
Sangre de Cristo como administradores de sus bienes 56; e Ignacio aportó una fianza de 600 libras
como dote de una novicia del convento de la Santa Faz 57.
La elección de esponsales en la segunda generación de estas familias mostraba los
esfuerzos por consolidar su posición, su patrimonio y su asimilación a las élites socio-económicas
de la ciudad, de manera que estos enlaces podían considerarse de conveniencia y ventajosos en
todos los sentidos.
La hija mayor de Luis Carrere, Teresa, efectuó sus esponsales con José Gadea, oficial de la
Contaduría del Real Consulado, propietario de la casa de comercio José Gadea y Compañía, que
poseía un rico patrimonio inmobiliario e inversiones en tierras 58.
Mª del Rosario Carrere Casamayor tuvo que afrontar la circunstancias adversas de solicitar
una dispensa para casarse con su primo Agustín Garay, hijo de su tía Juana Casamayor Rey y de
Francisco Garay, residente en el reino de Aragón, y del conflicto de la Guerra de la
Independencia, para llevar a cabo su enlace 59.
Pedro Carrere Casamayor contrajo matrimonio con Ana Mª Christiernin Fleming, hija del
cónsul de Suecia Federico Christiernin. Su llegada a España se produjo en el año 1783, con
destino a la casa de comercio establecida por su tío, Juan Jacobo Gahn, representante de la misma
nación en Cádiz. En esa ciudad se casó con Ana Mª Fleming, nacida en el Puerto de Santa María
y de religión católica, que recibió una dote de 10.000 libras en vales reales cedida por su cuñado,
el comerciante Carlos Christiernin 60. En el año 1798 Federico se trasladó a Alicante con el
propósito de establecerse en el comercio al por mayor, con grandes rendimientos en el mismo.
Con esta misma familia emparentó uno de los hijos del socio de Carrere, Pedro Laussat Cassou,
que celebró nupcias con Rosa Christiernin Fleming en el año 1835. Su hermana Mª Antonia
Laussat Cassou lo hizo con Francisco Bushell, hijo del comerciante inglés Juan Bushell, casado
con irlandesa católica y socio de Jorge Moore y Compañía 61.
Los descendientes de Cassou también estrecharon lazos muy semejantes, y en el círculo
más cercano, pues además de las nupcias contraídas por Ignacio Cassou con su sobrina Mª
Antonia, y de Mª Luisa Cassou con Francisco Javier Laussat, Teresa Cassou Guimbeu contrajo
matrimonio con Federico Christiernin, que había enviudado, en abril de 1814 62.
En cuanto al resto de los hermanos, Pedro y Juan Cassou permanecieron solteros,
mientras que el Ejército se nutrió del ingreso de José y Luis Cassou en el cuerpo de Infantería 63.
Ignacio y Mª Antonia Cassou no tuvieron descendientes y situaron su domicilio en
Villajoyosa, tras haber recibido en 1808 los derechos de recaudación de las rentas reales del tercio

55 A.M.A., Arm. 19, Leg. 102, “Ramo respectivo a D. Luis Carrere, Alicante, 7 de abril de 1793”.
56 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 378, Carta de Pago, 18 de diciembre de 1784, fols. 104-104v.; S. 1.241,
Sustitución, 14 de enero de 1792, fols. 13v.-14.
57 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 853, Fianza, 29 de abril de 1787, fols. 22-22v.
58 A.M.A., Arm. 19, Leg. 70, “Sobre la declaración de bienes y comercios para la contribución Extraordinaria de

Guerra, Alicante, 28 de julio de 1811”.


59 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 475, Poder, 28 de mayo de 1813, fols. 26-27.
60 Debido a la disparidad de culto, pues Christiernin era protestante, debieron obtener un breve del papa. A.M.A.,

Arm. 19, Leg. 55, “Pretendiente a viceconsulado de Suecia, Alicante 19 de agosto de 1800”, fols. 1-2.
61 A.M.A., Quintas, Libro 23, “Año 1794. Relación de los comerciantes extranjeros y sus dependientes”.
62 Aportó una dote de 10.305 libras por el valor de dos casas, alhajas, ropas y efectos de ajuar. A.H.P.A., Protocolos

Notariales, S.1.553, Recepción de dote, 29 de abril de 1814.


63 En plena guerra contra la Convención, Francisca Antonia Guimbeu se comprometía a asistir a su hijo como

cadete. A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 1.242, Declaración y Obligación, 25 de agosto de 1793, fols. 224v.-225.

118
Estrategia matrimonial y redes sociales… María Luisa Álvarez y Cañas

diezmo de los frutos de Villajoyosa 64. Cuando el matrimonio se trasladó a Villajoyosa dejaron a
Pedro Cassou , sobrino y hermano, respectivamente, como apoderado de sus intereses en
Alicante 65.
La implicación en la vida económica continuó de la mano de Pedro Cassou, en diversos
empleos del Real Consulado: fue consiliario en 1799-100 y en 1827-1828; y cónsul en los años
1821-1822. También Pedro Carrere ejerció como cónsul en 1834-1835; vicepresidente de la Junta
de Comercio en 1836 y prior en 1842 66. Ellos y sus sucesores se encontraron entre los mayores
contribuyentes y propietarios de fincas rústicas y urbanas, gracias al éxito de su diversificación de
inversiones. Para conseguir un retrato más completo y exhaustivo de ambas familias merecerían
un capítulo aparte el análisis sobre la calidad y el volumen de los negocios, su movilidad en
España y el extranjero, el patrimonio acumulado o el reparto de herencias, que exceden el marco
de esta comunicación.
Sí se puede constatar que los estrechos lazos entre las familias de la colonia francesa y de
sus descendientes fue una constante, tanto en el terreno laboral como en el social. En la
formación de sus hogares siempre destacó un moderno componente de confianza, tanto hacia las
esposas como hacia los hijos, unidos en búsqueda de los mismos objetivos sociales y
profesionales. La familia se convirtió en una prolongación de la empresa, y ésta en una
continuidad de aquella, binomio que podía parecer un mundo cerrado al resto de la sociedad; sin
embargo, también los intereses comunes a los comerciantes españoles dieron lugar a alianzas,
colaboraciones y corporativismo en situaciones comprometidas o de crisis. El acierto de la
acogida de estas familias en la sociedad alicantina, y el éxito de sus integrantes, convirtió a varios
de sus descendientes a lo largo del siglo XIX en destacados miembros de la burguesía, con plena
actividad en las instituciones sociales, políticas y económicas. Considerados inmigrantes en sus
orígenes los progenitores consiguieron el apoyo de las autoridades agradecidas por la labor de
revitalización de la economía alicantina, y los descendientes supieron aprovechar esta herencia
para perpetuar su presencia como españoles.

64 Por espacio de cuatro años, y precio de 3.050 libras anuales. A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 1.549, Convenio,

27 de abril de 1808, fols. 101v.-107v.


65 A.H.P.A., Protocolos Notariales, S. 693, Retroventa, 18 de enero de 1813, fols. 35v.-38.
66 Por Real Cédula de 26 de junio de 1785 Alicante contó con la creación de un consulado, independiente de

Valencia, donde tuvieron cabida y representación los comerciantes más acaudalados.

119
Estrategia matrimonial y redes sociales… María Luisa Álvarez y Cañas

Juan Pedro Claverie Cassou Magdalena Lasala Sartou

Juan C.
Cassou Ignacio C.
Cassou
Frca. Antonia
Juan Pablo C. Guimbeu Jaime C. María

Juan Jos Antoni Pedro Luis Federico F. Javier


Teresa Mª Mª Juana
Christierni Laussat Jaime
i
n

Rosa P. Javier
Christierni Laussat
Fleming

120
Estrategia matrimonial de una familia infanzona… María Isabel Cobo Hernández

ESTRATEGIA MATRIMONIAL EN UNA FAMILIA INFANZONA DE LA


MONTAÑA 1
María Isabel Cobo Hernando
Universidad de Cantabria

A pesar de la controvertida acepción del concepto de estrategia aplicado al campo de la


historia de la familia, las estrategias matrimoniales durante la Edad Moderna fueron uno de los
medios de reproducción y promoción social utilizados por las familias notables. La historiografía
ha ofrecido buena prueba de ello en las últimas décadas, aunque esto no ha cerrado el debate.
La familia era la primera y principal de las instituciones sociales en la Edad Moderna, era
la célula básica de la sociedad, como explica J.M Imízcoz "los vínculos de familia y parentesco
eran los lazos personales más inmediatos y universales. Tenían un fuerte poder estructurante para
la organización de la vida económica, social y política de las personas" 2. A principios de la década
de los ochenta, la historiografía de la familia se centraba principalmente en el proceso de la
formación de la familia moderna occidental, desde diferentes disciplinas de la historia, como la
demografía histórica, o la historia social y cultural, centrándose principalmente en tipificar a las
familias o analizar la estructura del grupo doméstico. Es a finales de la propia década de los
ochenta y, sobre todo, a partir de la década de los noventa el momento en que la historiografía de
la familia ha ampliado su estudio hacia problemáticas relacionadas con las estrategias familiares, y
el modo de vivir la familia, como los enlaces matrimoniales, los sistemas de herencias, la
emigración, entre otros. Estos enfoques han tenido resonancias en la investigación directa dentro
de la historia regional, tanto en España como en otros espacios del entorno Europeo.
Centrándonos en los estudios sobre las familias nobles; es cierto que ya se habían desarrollado
investigaciones relativas a la historia de las familias notables castellanas antes de que apareciera la
historia de la familia como la conocemos actualmente, debido a que en la década de los sesenta y
setenta, como consecuencia del auge de la historia social, aparece una gran cantidad de estudios
sobre familias poderosas en Castilla, esta reaparición en España se debió principalmente a las
investigaciones del historiador social Antonio Domínguez Ortiz a través de varios de sus
trabajos 3; y más tarde de algunos trabajos de José Antonio Maravall 4. A partir de estos trabajos, se
empiezan a estudiar otros aspectos de la nobleza como la cultura, el estilo de vida… no sólo
sobre cuestiones políticas como sucedía antes de los años setenta. Para el caso de Cantabria, a
partir de la década de los noventa, no se han realizado una gran profusión de estudios sobre las
familias notables de La Montaña, pero si se están realizando más aportaciones a este campo,
como Mantecón Movellán 5 para el caso de los Velarde y los Bracho de Santillana, o Mar Díaz

1 Esta investigación forma parte del proyecto I+D+I HAR2009-13508-C02-01: Policía e identidades urbanas en la Castilla
Moderna, expresiones y proyecciones.
2 José María IMÍZCOZ BEUNZA, “Familia y redes sociales en la España Moderna”, en Francisco Javier Lorenzo

Pinar (coord.), La familia en la Historia, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2009, p. 137.
3 Antonio DOMÍNGUEZ ORTIZ, La Sociedad Española en el siglo XVII, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones

Científicas, 1963; o Antonio DOMÍNGUEZ ORTIZ, Las clases privilegiadas del Antiguo Régimen, Istmo, Madrid, 1973.
4 José Antonio MARAVALL, Poder, honor y élites en el siglo XVII, Madrid, Siglo XXI, 1979.
5 Podemos encontrar estudios sobre las familias infanzonas en Tomás Antonio MANTECÓN MOVELLÁN,

“Indianos, infanzones y campesinos en la Cantabria Moderna: mecenazgo y estrategias familiares”, en Luis


SAZATORNIL RUIZ (ed.), Arte y mecenazgo indiano: del Cantábrico al Caribe. Gijón, Trea, 2007, pp. 105-140, o en
Tomás Antonio MANTECÓN MOVELLÁN, Conflictividad y disciplinamiento social en la Cantabria rural del Antiguo
Régimen, Santander, Universidad de Cantabria, 1997.

121
Estrategia matrimonial de una familia infanzona… María Isabel Cobo Hernández

para el caso de los Ríos y Velasco en Reinosa 6 o el estudio de Osvaldo V. Pereyra sobre los
Velasco7. También encontramos algunos interesantes estudios de la nobleza hidalga en la Cornisa
Cantábrica, como los de Pegerto Saavedra 8, que no se concentra en una familia específica, sino en
las élites del norte peninsular.
Para el análisis de la estrategia matrimonial de la familia Guerra de la Vega en la
Cantabria de la Edad Moderna, se ha desarrollado una metodología que afronta la investigación
como una "biografía colectiva"; siguiendo una metodología propuesta ya por Charles Tilly en los
años ochenta del siglo XX, pero poco desarrollada por la historiografía, que permitirá ofrecer
material nuevo y ópticas contrastadas para un debate más amplio. Para obtener la información
necesaria para realizar esta biografía colectiva se han analizado diferentes documentos
conservados en diferentes archivos a nivel regional y nacional. Los Guerra de la Vega era una
familia noble infanzona; los infanzones eran la élite de la sociedad de la Cantabria Moderna, su
estilo de vida será analizado para comprender mejor las estrategias de la familia. Los infanzones
conformaban una élite, que como advierte Pegerto Saavedra era una élite rural en cuanto
"minoría selecta o rectora", ya que las élites en la Edad Moderna son principalmente urbanas,"el
poder, la riqueza y la cultura letrada, que constituyen las atribuciones que definen a las élites, se
concentran en ciudades y villas, comenzando por la Corte" 9. Por lo que teniendo en cuenta las
escalas, debemos entender este tipo de élite en su contexto y entorno.

EL MATRIMONIO COMO ESTRATEGIA DE REPRODUCCIÓN SOCIAL


Las familias nobles en la Edad Moderna buscaron la reproducción social a través de
diferentes mecanismos cuyo fin era la perpetuación de la propia familia, así como su posición
preeminente dentro de la sociedad, e intentar ascender siempre que fuera posible, para ello
utilizaban diferentes estrategias entendiendo las estrategias familiares como "un conjunto de
prácticas llevadas a cabo de forma consciente o inconsciente por los individuos o las familias,
tienen, como objetivo primordial, asegurar la descendencia familiar para, de esa forma, mantener
o acrecentar su posición o propiedades" 10 como la vinculación de bienes, la elección de carreras
políticas, militares o eclesiásticas… o las propias alianzas matrimoniales, entre otras.
El matrimonio no era solo un sacramento católico a partir del cual se generaba una
nueva unidad familiar, sino que para el caso de la nobleza, el nuevo matrimonio proporcionaba
nuevos vástagos a la familia que perpetuarían el apellido y nuevos parientes que podrían ayudar
en la promoción social, así como ayudar económicamente a sus nuevos parientes, como explica
Soria Mesa, el "matrimonio venía a ser no tanto el sacramento que consagraba la unión de dos
personas, como el eje que conectaba entre sí dos conjuntos familiares de distinta procedencia,
uniéndolos por firmes lazos que permitían, en numerosas ocasiones, una eficaz sintonía de
intereses" 11. A través del matrimonio no solo se buscaba principalmente la propia reproducción

6 Mar DÍAZ, “Las estrategias familiares de los Ríos y Velasco en el siglo XVIII”, en Tomás Antonio Mantecón
Movellán (coord.), De peñas al mar: sociedad e instituciones en la Cantabria moderna, Santander, Ayuntamiento de
Santander, 1999, pp. 135-157.
7 Los Velasco eran una familia originarios de la llamada Región Oriental de la antigua merindad de Castilla la Vieja, la

información sobre esta familia para los siglos que van del XIV al XVI lo encontramos en el Trabajo de investigación
para la obtención del DEA de Osvaldo Víctor PEREYRA ALZA, Señorío, Linaje y poder en la España Septentrional de la
Temprana Edad Moderna, Santander, Universidad de Cantabria, 2010.
8 Pegerto SAAVEDRA FERNÁNDEZ, “Las élites rurales de la España Cantábrica y Noratlántica”, en Enrique

Soria Mesa, Juan Jesús Bravo Caro y José Miguel Delgado Barrado (coords.), Las élites de la época moderna: la monarquía
española, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2009, pp.199-224.
9 Pegerto SAAVEDRA FERNÁNDEZ, “Las élites rurales de la España” […], op.cit, p.199.
10 Mar DÍAZ, “Las estrategias familiares” […], op.cit, p.142.
11 Enrique SORIA MESA, “El matrimonio”, en La nobleza en la España moderna. Cambio y continuidad, Madrid, Marcial

Pons, 2007, p. 123.

122
Estrategia matrimonial de una familia infanzona… María Isabel Cobo Hernández

biológica a través de los hijos, sino también la obtención de nuevos lazos familiares que
contribuyesen en el proyecto familiar.
El matrimonio para los siglos modernos entre la nobleza no era una cuestión de amor,
ya aparecería más adelante entre los cónyuges, sino que era otra estrategia de reproducción social,
una de las que más rentabilidad podían obtener si manejaban bien sus opciones. El matrimonio
no solo tenía implicaciones en el ámbito familiar sino que "era un elemento importante en la
construcción de alianzas y de facciones nobiliarias y, como tal, tenía un gran significado para la
articulación socio-política de los estados reales y señoriales" 12. Para las familias nobles no se
trataba de una decisión que afectara solamente a los padres de los cónyuges, en la mayoría de los
casos se trataba de una decisión grupal, ya que un enlace matrimonial de éxito o fracaso, afectaba
a toda la parentela. A través del matrimonio se ampliaban los parientes con los que se mantienen
no solo relaciones familiares, sino relaciones económicas a través de negocios, ayudas para la
promoción social de diferentes miembros de la familia; se ayudaban y colaboraban entre ellos en
diferentes aspectos de la vida desde la defensa en un pleito, la ayuda para pagar una deuda…
desarrollando por lo tanto no solo estrategias de reproducción social, sino también de solidaridad
y de protección entre familiares.
La familia noble de la cual vamos a analizar su estrategia matrimonial en el siguiente
apartado es la familia Guerra de la Vega, originarios de Ibio, localidad situada en la actual
Comunidad Autónoma de Cantabria, la mayoría de sus miembros varones ocuparon puestos
militares a lo largo de la Edad Moderna. La Casa Solar se encontraba en Ibio, localidad en la que
eran reconocidos como nobles infanzones, así como en otras localidades de la Cantabria
Moderna, donde se ha podido localizar a la familia en diferentes fuentes, como Bárcena de Pie de
Concha, Santillana del Mar o la propia Villa de Santander, en esta última localidad será donde,
desde mediados del siglo XVII hasta mediados del siglo XVIII, se localiza a la familia del
mayorazgo. La familia poseía varios privilegios en el Valle de Cabezón como el señorío del Agua,
los derechos sobre la Herrería o el patronato de la Iglesia de San Pedro y San Felices de Ibio. La
familia pertenecía al grupo de nobleza denominado infanzona que será analizado más adelante,
debido a la importancia que tiene la pertenencia en este grupo en el desarrollo de sus estrategias
matrimoniales.

LOS ENLACES MATRIMONIALES DE LOS GUERRA DE LA VEGA EN LA EDAD


MODERNA
En este apartado analizaremos la estrategia matrimonial a lo largo de los siglos de la
Edad Moderna de la familia Guerra de la Vega, tanto de los mayorazgos como de los hermanos y
hermanas, siempre que sea posible. Para obtener la información de los matrimonios de la familia
se han consultado diferentes fuentes; el Archivo Catedralicio de Santander 13 ha aportado la gran
mayoría de las informaciones sobre todo en el caso de hermanos y hermanos del mayorazgo,
aunque se han consultado otras fuentes complementarias como Protocolos Notariales en el
Archivo Histórico Provincial de Cantabria 14, diferentes documentos como la fundación del

12 José María IMÍZCOZ BEUNZA, “Familia y redes sociales” […], op.cit, p.156.
13 Se ha consultado diferentes libros conservados en el Archivo Catedralicio de Santander, principalmente se han
localizado informaciones de la familia en los libros parroquiales (bautismos, matrimonios y defunciones)
correspondientes a los siglos XVII y XVIII de la Iglesia Colegial de Santander y de la Parroquia de San Pedro y San
Felices de Ibio.
14 Se han consultado diferentes documentos, principalmente testamentos de la familia y padrones: Archivo Histórico

Provincial (AHPC), Protocolos Notariales (P.N), Sección Santander (ST), Leg 149, ff42-48; AHPC Leg
Corregimiento 28-47; AHPC, Leg Corregimiento 28-46; AHPC, Leg Corregimiento 1-37, o el Catastro de Ensenada.

123
Estrategia matrimonial de una familia infanzona… María Isabel Cobo Hernández

mayorazgo conservada en la Biblioteca Municipal de Santander15, entre otros archivos como el


Archivo Histórico Nacional 16 o el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid 17. El análisis de la
estrategia matrimonial se hará desde los fundadores del mayorazgo en el siglo XVI hasta el IX
Mayorazgo a mediados del siglo XVIII.
El mayorazgo de la Casa de la Guerra de Ibio fue fundado en 1522 por Juan Sánchez
Guerra de la Vega y su esposa Doña Catalina de Salazar, quien era hija de los señores de la Casa
de Salazar de Somorrostro. En el mayorazgo se establece que el mismo sea heredado por el hijo
varón mayor legítimo, sucesivamente de mayor en mayor, sin exclusión de las mujeres, pero
teniendo prevalencia el varón sobre la mujer.
El matrimonio tuvo varios hijos, de las fuentes que estudiamos podemos saber que al
menos tuvieron tres hijos varones y una hija. Álvaro Sánchez de la Guerra era el mayor, se casó
con Catalina González. Era el hijo primogénito, quien debía heredar el mayorazgo, pero murió
sin descendencia y sin haber heredado el mayorazgo antes de 1534, por lo que el primer
mayorazgo fue su hermano Gonzalo. Gonzalo, el I Mayorazgo, era militar, se casó con Leonor
Hoyos Osorio y Rojas. Su esposa era hija de los señores de la casa Hoyos, y su familia era
descendiente de los Marqueses de Poza y de los Castañedas. El matrimonio fundador tuvo un
tercer hijo varón llamado Juan, pero desconocemos con quien contrajo matrimonio. En algún
documento sobre el mayorazgo se menciona a una hija de los fundadores, llamada Juana de la
Guerra esposa del Bachiller Villa, pero no se ha localizado más información al respecto.
El matrimonio del I Mayorazgo con su esposa tuvo al menos tres hijos varones llamados
Juan, Gonzalo y Diego. Juan Guerra de la Vega, era el primogénito, realizó carrera militar, se
convirtió en el II Mayorazgo; y se casó con Mariana de Guzmán; hija legítima de Antonio de
Guzmán y de doña Isabel de Herrera. La familia de Mariana era originaria del norte de Burgos, su
padre fue descendiente legítimo de la familia de los Osorios, señores de Abarca; su madre era
descendiente de los Herreras de León. A través de las fuentes conocemos que el matrimonio tuvo
tres hijos varones Diego, Juan y Gonzalo.
Don Gonzalo Guerra de la Vega, fue el segundo hijo del I Mayorazgo, contrajo
matrimonio en la villa cántabra de Bárcena de Pie de Concha con Doña Ana de Obregón
Castañeda. Doña Ana era hija legítima de Antonio Obregón Castañeda y su primera mujer Doña
María de la Hoz, su padre pertenecía a un linaje noble importante de Bárcena de Pie de Concha.
Gonzalo fue militar y realizó diferentes servicios a la Corona en Castilla y Nápoles. Sin embargo,
cuando se retiró, se trasladó a vivir a Bárcena de Pie de Concha donde se había establecido tras su
matrimonio, aunque no pierde sus lazos con la rama principal de los Guerra en Ibio; murió en
torno a 1608. En Bárcena de Pie de Concha su familia posee un reconocido prestigio entre sus
habitantes como noble infanzón. A pesar de que él fue un segundón, su segundo hijo Álvaro se
convirtió en el V Mayorazgo. Aparte de Álvaro este matrimonio tuvo otros hijos; Antonio,
Gonzalo, Juan, Pedro y María.

15 Se han consultado diferentes documentos en este archivo: Biblioteca Municipal de Santander (BMS), Doc 1062,
Sección Fondos Modernos (Ms) 528; BMS, Doc 1061, Ms 674; BMS, Doc 324, Ms 547; BMS, Doc 1058, Ms 518;
BMS, Doc 1060, Ms 546; BMS, Doc 1057, Ms 526.
16 En este archivo se han consultado principalmente Expedientes de concesión de Hábitos de diferentes órdenes

como Santiago, Calatrava...o pruebas de nobleza para entrar en la Universidad: Archivo Histórico Nacional (AHN)
ESTADO-CARLOS_III, Exp.581; AHN UNIVERSIDADES, 663, Exp.66BIS; AHN ESTADO-CARLOS_III,
Exp.1170; AHN ESTADO-CARLOS_III, Exp.544; AHN OM-EXPEDIENTILLOS, N.3884; AHN OM-
CABALLEROS_SANTIAGO, Exp.3647; AHN CONSEJOS, 8978, A.1796, Exp. 408.
17 Se ha consultado algún pleito relacionado con la familia como el pleito por el mayorazgo en 1637: Archivo de la

Real Chancillería de Valladolid (ARCHV), Registro de Ejecutorías (RE), Caja 2656,37, Leg. 1339.37; o el pleito de la
esposa del IV Mayorazgo con su madre por un problema económico ARCHV, RE, Caja 2041,85, Leg. 1031.85; así
como un pleito del IV Mayorazgo contra un vecino que le insultó públicamente; ARCHV, RE, Caja 2274,21, Leg.
1151.

124
Estrategia matrimonial de una familia infanzona… María Isabel Cobo Hernández

Diego, fue el tercer hijo del I Mayorazgo, fue militar y murió sin sucesión durante una
batalla al sur de la Península.
El II Mayorazgo, Juan Guerra de la Vega, tuvo varios hijos con su esposa Mariana de
Guzmán. Diego, era el primogénito de este matrimonio, realizó carrera militar en La Montaña
como capitán de la Gente de Guerra del Valle de Cabezón; y se convirtió en el III Mayorazgo, se
casó en Santillana con Lucia Velarde, hija de Juan de Velarde de la Torre, mayor de la Casa de los
Velarde y de Doña Catalina de Barreda, pertenecía a una familia infanzona de la villa de Santillana
del Mar, más adelante volveremos a hablar sobre esta familia a través de otro enlace matrimonial
de los Guerra con esta familia. El matrimonio tuvo cuatro hijos Juan, Diego, Leonor y Francisca.
Diego, el III Mayorazgo, tuvo dos hermanos; ambos, tanto Juan como Gonzalo,
realizaron carrera militar fuera de La Montaña; de hecho, Gonzalo murió en 1621 en los
contornos del Rhin ejerciendo su oficio, pero no se ha localizado si llegaron a contraer
matrimonio, o si dejaron descendencia.
El III Mayorazgo tuvo cuatro hijos; el mayor fue Juan Guerra de la Vega y Guzmán, se
convirtió en el IV Mayorazgo, como su padre heredó el oficio de Capitán de la Gente de Guerra
del Valle de Cabezón, se casó en Ibio en 1604 con una noble santanderina llamada Juana de
Cubillas. Juana era la única hija de su padre Francisco de Cubillas, pero no de su madre María de
Herrera Escalante; quien tras enviudar se había vuelto a casar con Don Diego Arce Bracamonte,
con quien tuvo una hija llamada Petronila. Para Juan era su primer matrimonio, pero Juana era
viuda de Antonio Guerra de la Vega, con quien se había casado en 1600 "a distancia", primo de
Juan y hermano del futuro V Mayorazgo Álvaro, quien no perderá la relación con la familia de
Juana, ya que contrajo nupcias con Petronila Arce, la medio hermana de Juana.
El matrimonio del III Mayorazgo tuvo un segundo hijo varón llamado Diego, pero no
debió llegar a edad adulta, y dos hijas, ambas fueron casadas con herederos de mayorazgos de
lugares cercanos al Valle de Cabezón. Doña Francisca se casó con Don Luis de Bustamante
Manrique señor y mayor de la Casa de Collantes, una familia infanzona del Valle de Iguña.
Francisca murió sin descendencia entorno a 1632. La otra hermana, llamada Leonor, contrajo
matrimonio en Buelna con Juan de Ceballos Cos. Su esposo era el señor y mayor de las Casas de
Ruedas y Cevallos del valle de Buelna, señor de la casa de Villena, y familiar del Santo Oficio. El
matrimonio tuvo varios hijos, el mayor Manuel, será por quien pleitearán el mayorazgo tras la
muerte de Juan, el IV Mayorazgo, sin herederos.
Sólo Juan y Leonor sobrevivieron a sus padres, y sólo Leonor dejo descendencia, lo que
dio lugar a un pleito dentro de la familia por la herencia del mayorazgo entre Álvaro Guerra de la
Vega, (hijo de Gonzalo y Ana de Obregón) y Leonor y su esposo Juan de Cevallos para su hijo
Manuel, que finalmente ganó Álvaro Guerra de la Vega, debido a que en el mayorazgo de la casa
de la Guerra prevalecía el varón sobre la mujer en la línea sucesoria.
Álvaro Guerra de la Vega se convirtió en el V Mayorazgo tras ganar el pleito hacia 1647,
era hijo de Gonzalo Guerra de la Vega 18 y Ana de Obregón, este matrimonio tuvo varios hijos.
Don Álvaro era el segundo hijo del matrimonio, se convirtió en el V mayorazgo tras ganarle el
pleito a su prima Leonor por el mayorazgo de la familia. Álvaro se casó tres veces, pero sólo tuvo
descendencia con su segunda mujer. Su primera esposa fue Petronila Arce, era la única hermana
de Juana de Cubillas 19, la esposa viuda de su hermano fallecido Antonio. Tras enviudar se casó
con Micaela de Santiago Quevedo Arredondo y Herrera, hija legítima de Don Alonso de Santiago
Quevedo, y de Doña María Arredondo y Herrera vecinos de Santander. Por parte de padre
pertenecía al linaje de los Santiago, considerado en la Edad Moderna como uno de los linajes más

18 Su padre era hijo del I mayorazgo de la Casa de la Guerra, Gonzalo Guerra de la Vega, y por tanto tío del II
Mayorazgo, Juan Guerra de la Vega.
19 Tras enviudar de Antonio Guerra de la Vega, se casó con el IV Mayorazgo Juan.

125
Estrategia matrimonial de una familia infanzona… María Isabel Cobo Hernández

antiguos de la villa de Santander, la familia materna de Micaela también eran de nobleza


infanzona. De este matrimonio nació su único hijo y heredero Fernando. Álvaro se casó por
tercera vez con Doña Clara de Cudeyo Velasco, otra noble de la villa de Santander. Álvaro murió
en 1651.
Álvaro tuvo más hermanos, al igual que él originarios de Bárcena de Pie de Concha.
Don Antonio, era el varón mayor, pero murió en Medina del Campo a la vuelta de un viaje de
Sevilla, en torno a 1601, se había casado "a distancia" en 1600 con Juana de Cubillas, quien
después se casó con el IV Mayorazgo como hemos mencionado anteriormente. Otro hermano de
Álvaro fue Juan, quien realizó carrera militar en Flandes, se casó con Juana de Vargas de quien
desconocemos su origen, y con quien no tuvo hijos. Murió en Bruselas sirviendo a la Corona,
donde fue enterrado en 1623. Los otros tres hermanos realizaron carrera eclesiástica, por lo que
no tuvieron estrategia matrimonial. Gonzalo fue Presbítero en Pie de Concha, Pedro fue religioso
premostratense y la única hermana llamada María, sólo hemos localizado que fue monja en San
Andrés de Arroyo.
El V Mayorazgo, Álvaro, tuvo sólo un hijo con su segunda esposa Micaela, llamado
Fernando, quien se convirtió en el VI Mayorazgo. Fernando Guerra de la Vega, nació en 1623, se
casó con María Velarde Calderón en 1644. María era hija legítima de Don Pedro Velarde
Calderón y Doña Catalina Calderón, la esposa del VI mayorazgo, pertenecía a una familia
infanzona muy importante de la villa de Santillana del Mar. Su padre era el varón mayor de sus
apellidos, era además el hermano mayor de Lucia Velarde, anteriormente mencionada por ser la
esposa de Diego Guerra de la Vega, el III Mayorazgo. Por lo tanto, ya se habían producidos otros
enlaces entre la Casa de la Guerra de Ibio y los Velarde de la Torre-Barreda de Santillana.
El matrimonio tuvo dos hijos Álvaro y Petronila, pero ninguno sobrevivió a Fernando
quien murió en 1697, pasando el mayorazgo al hijo mayor legítimo de Álvaro, Joseph Luis, quien
se convirtió en el VII Mayorazgo. Don Fernando murió en Santander en 1697. Sobre sus hijos
sabemos que Doña Petronila nació en Ibio en 1646, profesó como monja en el convento de
religiosas franciscanas de Medina de Pomar.
Don Álvaro Guerra de la Vega era el único heredero varón legitimo, había nacido en
1645 en Ibio, pero murió antes que su padre, por lo que nunca ostentó el mayorazgo, se casó en
Galizano en 1671 con Doña Andrea de Liermo Albarado y Rivera. Su esposa era hija legitima de
Don Antonio de Liermo Albarado y Rivera señor de las casas de su apellido y Doña Ángela
Calderón de la Barca, quien era la única sucesora de los mayorazgos de su familia. El matrimonio
según las fuentes tuvo cuatro hijos, pero sólo dos llegaron a edad adulta.
Álvaro llegó a ser Paje del Rey Felipe IV y obtuvo el primer hábito de la familia como
Caballero de la Orden de Santiago. Álvaro tuvo también dos hijos ilegítimos con Sebastiana
Camargo, Joseph y Fernando. Álvaro murió en Santander entorno a 1697.
Don Joseph Fernando Luis Guerra de la Vega se convirtió en el VII Mayorazgo,
bautizado en Ibio en 1678. Heredó de su abuelo Fernando los mayorazgos, entre otros adquiridos
por vía de su abuela paterna y los de su madre Andrea Liermo. Realizó carrera militar siendo
Alcaide y Capitán del Castillo de la Santa Cruz de la Cerda, como su abuelo. Se casó en 1699 en la
Ermita de San Bartolomé de Monte con Doña Margarita de Landa y León. Su esposa era hija
legítima de Don Pedro de Ampuero y Doña Inés de León. Joseph Luis murió en 1712, tuvo once
hijos, pero solo llegaron a edad adulta un varón, llamado Ignacio y cinco hijas.
Don Francisco Antonio era el segundo hijo de Álvaro y Andrea de Liermo, nació en
Santander en 1682. Se casó con María Ignacia de Ampuero y Landa en Santander en 1705, con
quien tuvo tres hijos. María Ignacia era la hija del Capitán Don Pedro de Ampuero e Inés María
de León, vecinos de Santander, por lo tanto, hermana de Margarita la esposa del VII Mayorazgo.

126
Estrategia matrimonial de una familia infanzona… María Isabel Cobo Hernández

Tras enviudar en 1712 Francisco Antonio no vuelve a casarse y realiza carrera eclesiástica,
apareciendo en 1752 en el Catastro de Ensenada como Presbítero de la Colegiata de Santander. 20
Álvaro tuvo dos hijos ilegítimos con Sebastiana Camargo, una noble hidalga originaria
de Peñacastillo, donde había nacido en 1647, hija de Josef Carrera Camargo, y doña María Cacho.
La ilegitimidad de los hijos de Sebastiana se pone en duda en algunas fuentes, en el testamento de
Fernando Guerra de la Vega, así como en la mayoría de fuentes parroquiales y en algunas
probatorias de hidalguía como la de Francisco Guerra de la Vega, nieto de Álvaro y Sebastiana,
para la concesión de la gracia como Caballero de Carlos III, aparecen como hijos ilegítimos o
naturales; sin embargo, en otras aparecen como hijos legítimos. Por ejemplo en la pruebas de
nobleza para la concesión de la merced de la Cruz y Pensión de la Real Orden española de Carlos
III a Don Francisco Javier Fondevila y Guerra, bisnieto de Álvaro y Sebastiana, se presentan
varios documentos que prueban que Fernando fue hijo legitimo de Álvaro, como la partida de
bautismo de Fernando en la parroquia de San Lorenzo del lugar de Castillo en 1668, donde
aparece como hijo legitimo, y se presenta una partida de matrimonio de la misma parroquia del
año 1666 entre Álvaro y Sebastiana, sin embargo ambas partidas no han podido ser comprobadas
porque no se conservan libros parroquiales de la Parroquia de San Lorenzo de esas fechas. Ni
siquiera en las fuentes más fiables como las fuentes parroquiales aclaran al cien por cien este
problema ya que, si bien en su partida de matrimonio se menciona a Fernando como hijo natural,
por otro lado, en algunas partidas de bautismo de sus hijos aparece como hijo legitimo, por lo
que es un problema que no se ha podido resolver.
De los hijos naturales de Álvaro tenemos más información sobre el mayor Fernando,
nacido a mediados del siglo XVII. Sobre el otro hermano apenas tenemos información, su abuelo
menciona en su testamento que Joseph es un religioso franciscano ciego. En el mismo
testamento del VI Mayorazgo, Fernando aparece como trabajador en la Herrería de la familia,
pero más adelante consigue un puesto militar en el Castillo de la Santa Cruz donde su hermano
Joseph Luis es Alcaide. Se casó y vivió en Santander, aunque al final de su vida se trasladó a vivir
a Ibio donde murió en 1744. Fernando se casó dos veces y tuvo varios hijos con ambas esposas.
Con su primera esposa Ana Gómez, vecina de Santander, se casó en 1695, su esposa era hija de
Pedro Gómez y Doña Francisca de la Maza, probablemente nobles hidalgos. Antes de fallecer
Ana en 1710 el matrimonio tuvo cuatro hijas. Fernando tras enviudar se casó con Francisca de
Cobos en 1714 en la Colegiata Santander, su esposa era originaria de Matienzo una localidad de
Cantabria, hija de Pedro de Cobo y Doña María de Corlado. Con su segunda esposa tuvo once
hijos, de los cuales le sobrevivieron diez.
Don Joseph Luis, VII mayorazgo, y su esposa tuvieron once hijos, cinco varones y seis
mujeres. Ignacio Martin Diego Antonio Guerra de la Vega nació en 1708, como único hijo varón
legítimo se convirtió en el VIII mayorazgo, se casó con Doña Ángela Ana de Peredo Barreda,
hija de Don Luis de Peredo, Caballero del hábito de Calatrava y Doña María Antonia de Barreda
Yhebra. El matrimonio vivió en Santander, donde Ignacio murió en 1748, sólo le sobrevivió una
hija llamada Margarita quien se convirtió en la IX Mayorazgo.
Ignacio tuvo cinco hermanas, Josepha Luisa nacida en 1703, Antonia Mathias nacida en
1706, Nicolasa Antonia nacida en 1707, Margarita Ignacia nacida en 1710, y Margarita Mathias
nacida en 1712, solo conocemos el nombre del cónyuge de esta última, quien se casó con Andrés
de Pérez Bracho en 1746 en Santander. Los padres de Andrés eran Don Andrés Pérez Bracho y
María Sainz de Rivas, vecinos del Valle de Cabezón. Su esposo era intendente de los reales
ejércitos residente en la ciudad de Burgos.
Margarita Manuela Antonia Guerra de la Vega y Peredo, era la hija de Ignacio, el VIII
Mayorazgo, y su esposa. Nació en 1732 en Ibio, se convirtió en la IX Mayorazgo al no tener

20 En AHPC Catastro de Ensenada, Santander, Leg 849, f.142r; y en Leg 852, f.77r.

127
Estrategia matrimonial de una familia infanzona… María Isabel Cobo Hernández

hermanos varones, se casó con Don Francisco Javier Cevallos Guerra en 1746. Ambos eran
parientes, ya que Francisco Javier era descendiente directo de Leonor Guerra de la Vega, hermana
del IV Mayorazgo. El esposo de Margarita era hijo de Don Manuel Francisco Cevallos, Caballero
de la Orden de Calatrava y Doña Inés María Cevallos y Padrura, vecinos del valle de Buelna. Don
Francisco Javier era Caballero de la Orden Calatrava, Señor y Pariente Mayor de sus apellidos. El
matrimonio residió en San Felices, donde tuvieron diez hijos, siendo Manuel, el primogénito,
quien heredó el mayorazgo.
A través de este matrimonio se unieron dos grandes familias infanzonas que con el paso
del tiempo habían ido disminuyendo su protagonismo dentro de la región de La Montaña, pero
continuaban siendo reconocidos como nobles infanzones. De hecho, los descendientes de esta
unión lograron un gran ascenso social, la mayoría de los hijos varones de este matrimonio
lograron puestos importantes dentro del ejército español y de la Administración de la Corona,
destacando entre ellos el tercer hermano, Pedro Félix, quien llegó a ser entre otros cargos Primer
Ministro de Estado, y se convirtió en un personaje muy importante tanto del gobierno bajo el
Reinado de Carlos IV como de Fernando VII.
En el siguiente apartado se analizará la estrategia matrimonial desarrollada por la familia
Guerra de la Vega, tratando de explicar diferentes cuestiones en torno a la misma como la
elección del cónyuge o la importancia de los matrimonios de los diferentes miembros de los
Guerra de la Vega dentro del proyecto familiar.

ANÁLISIS DE LAS ESTRATEGIAS DE LOS GUERRA DE LA VEGA: ENDOGAMIA


SOCIAL PARA LA HEGEMONÍA DE GRUPO
Una vez analizados los matrimonios realizados por los miembros de la familia Guerra
de la Vega, la primera estrategia matrimonial que aparece es la endogamia social, ya que todos los
cónyuges son nobles, en su mayoría pertenecen a la nobleza infanzona de Cantabria y
alrededores. La endogamia social para la elección de un cónyuge infanzón, que se repite
generación tras generación, respondía al propio estilo de vida de los infanzones de La Montaña,
por ello para entender esta estrategia matrimonial, debemos entender su estilo de vida.
Los infanzones conformaban la élite no sólo de la sociedad en general cántabra, sino
también dentro de la propia nobleza de La Montaña bastante extendida entre la población
cántabra. La actual Comunidad Autónoma de Cantabria, en la Edad Moderna, no conformaba
una unidad jurídica, jurisdiccional, ni territorial; predominaba el paisaje rural, y apenas aparecen
poblaciones urbanas salvo algunos casos como las villas San Vicente de la Barquera, Laredo,
Castro Urdiales, pero de escasa población, incluso para finales del siglo XVIII no superaban los
5.000 habitantes, exceptuando Santander que ya convertida en Ciudad en 1755, era la única que a
finales del XVIII se encuentra en vías de superar la barrera de los 5.000 habitantes 21. Se han
conservado datos que ofrecen información sobre el perfil de la población cántabra en los siglos
modernos, "las fuentes fiscales demuestran que en el temprano siglo XVI más del 83% de la
población que habitaba los territorios de la actual Cantabria era hidalga" 22 mientras que "los
pecheros, no podían significar más del 17%" 23. Por lo tanto, la gran mayoría de la población era
hidalga, pero ese 83% de población para el caso del siglo XVI no representaba a la élite, sino que
dentro de la hidalguía existía una jerarquía, y en lo más elevado de la jerarquía hidalga se

21 Datos obtenidos en José Ignacio FORTEA PÉREZ, "La ciudad y el fenómeno urbano en la España de la
Ilustración", en Manuel-Reyes García Hurtado, Ofelia Rey Castelao y Domingo L. González Lopo (coords.), El
mundo urbano en el siglo de la Ilustración, Tomo I, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, 2009, pp. 59-93.
22 Tomás Antonio MANTECÓN MOVELLÁN, "Población y sociedad en la Cantabria Moderna" en II Encuentro de

Historia de Cantabria. Actas del II Encuentro celebrado en Santander los días 25 a 29 de noviembre del año 2002, Santander,
Universidad de Cantabria, 2005, p.455.
23 Tomás Antonio MANTECÓN MOVELLÁN, "Población y sociedad […], op.cit, p.455.

128
Estrategia matrimonial de una familia infanzona… María Isabel Cobo Hernández

encontraban los infanzones, y estos sólo representaban el 4% de la sociedad cántabra 24. En este
contexto rural la hidalguía era prácticamente universal en los siglos de la Edad Moderna, mientras
que en el resto de la península, los hidalgos conformaban una minoría que sobre todo vivía en
ámbitos urbanos 25.
En una sociedad en la que ser noble no era un símbolo de distinción entre la mayoría de
la población, los infanzones se esforzaron por distinguirse, sobresalir sobre el resto de hidalgos.
Los infanzones utilizaban diferente simbología visual para mostrase como la élite y cabeza de la
sociedad a través de la casa familiar blasonada, el solar, la capilla familiar, así como la propia
posición de la capilla o los sepulcros privados 26, y el sitio preferencial que ocupaban los
miembros de la familia tanto en las misas como en las procesiones o la propia la historia familiar,
(que a veces podía ser real o ficticia), que se remontaba a la etapa de medieval en la que sus
antepasados ayudaron a los reyes a luchar contra los musulmanes.
Todos estos rituales y lenguajes visuales se expresaban para mostrar su preeminencia
social, siendo todas estas expresiones reconocidas por la comunidad, al fin y al cabo "debían su
posición al reconocimiento por parte de la comunidad en la que realizaban «inversiones» de
diversa naturaleza" 27. Thompson explica que la comunidad es la que reconoce como hidalgo o
como persona importante de la comunidad 28, esta idea en el caso de los infanzones se reflejaba
no solo en ser reconocidos por la sociedad como infanzones sino también en ser diferenciados
del resto de hidalgos.
Los infanzones viven en un contexto en el que tratan de diferenciase de otros nobles
hidalgos remarcando su preeminencia social, por ello necesitan desarrollar unas estrategias
familiares que les permitiera continuar no solo con su proyecto familiar de ascenso en la escala
social, sino también diferenciarse del resto de sus vecinos hidalgos, esto se ve reflejado en su
estrategia matrimonial principalmente basada en elegir sólo infanzones como cónyuges,
reforzando su hegemonía como grupo, excluyendo de su grupo situado en la élite, no solo a
pecheros, sino también al resto de hidalgos como posibles cónyuges, como hemos podido
observar en el caso de los Guerra de la Vega.
Esta estrategia basada en la endogamia social, en principio, debía ser la que utilizase
toda la nobleza castellana ya que en la Sociedad Moderna el matrimonio ideal era el homogámico,
la Castilla del Antiguo Régimen era una sociedad estamental donde en principio no debía
producirse una mezcla entre los diferentes órdenes; sin embargo la idea de la promoción social
por parte de las familias nobles (y no tan nobles) provocó, como explica Soria Mesa en su libro:

24 Tomás Antonio MANTECÓN MOVELLÁN, "La organización familiar: infanzones y campesinos ante la
reproducción social", en Conflictividad y disciplinamiento […], op.cit, p.159.
25 Dentro de la nobleza hidalga también existía una jerarquía, Bartolomé de Bennassar Perillier, ofrece en uno de sus

artículos, una división en cuatro categorías dentro de la nobleza hidalga: hidalgos de solar conocido, hidalgos
notorios, hidalgos de ejecutoria y los hidalgos de privilegio. De estas cuatro categorías aparecen diferencias sobre
todo en el prestigio y reconocimiento, mientras que los hidalgos de solar conocido o los notorios, su prestigio no es
puesto en duda y es reconocido por toda la comunidad; los hidalgos de ejecutoria, a pesar de estar en posesión de un
documento que les otorgaba la nobleza, su prestigio era inferior, ya que se había dudado de su nobleza, y el hidalgo
de privilegio, eran los que tenían menos prestigio porque a veces escondía la compra de la hidalguía, lo que disminuía
su nobleza, ya que se entendía que la verdadera nobleza era la inmemorial.. Información obtenida en Bartolomé
BENNASSAR, "Los hidalgos en la España de los siglos XVI y XVII: una categoría social clave", en Fernando Bouza
Álvarez, Pedro Manuel cátedra García y otros, Vivir el Siglo de Oro. Cultura e historia en la Época Moderna, Salamanca,
Universidad de Salamanca, 2003, pp.49-60.
26 Normalmente se enterraban en las iglesias de sus localidades siguiendo un orden jerárquico, los sepulcros de los

infanzones estaban situados lo más cerca del altar posible, de este modo más cerca se encontraban de la Santa
Custodia, y por tanto de Dios.
27 Pegerto SAAVEDRA FERNÁNDEZ, "Las élites rurales de la España […], op.cit, p.199.
28 I.A.A, THOMPSON, "Hidalgo and pechero: the language os «states» and «clases» in early-modern Castile",

Corfield, P.J (ed), Language, History and Class, Oxford, Blackwell Publ, 1991, p.53-58.

129
Estrategia matrimonial de una familia infanzona… María Isabel Cobo Hernández

La nobleza en la España Moderna 29 , que aunque la homogamia fuera el ideal de la sociedad "casi
ninguna familia noble renunció a practicar casamientos hacia arriba o hacia abajo en la escala
social cuando las circunstancias se lo permitieron o se lo impusieron, respectivamente" 30, aunque
no toda la nobleza castellana como explica Soria Mesa respetó la homogamia ideal, esto si ocurría
en el caso de los infanzones en Cantabria y en particular en la familia Guerra de la Vega, como
hemos observado no realizaron matrimonios hacia arriba o hacia abajo, practicaron una
endogamia social para remarcar su preeminencia como grupo hegemónico de la sociedad de La
Montaña.
Sin embargo los infanzones a través de la endogamia social, no solo remarcaban su
preeminencia social como grupo sino que reforzaban los lazos dentro del grupo con otros linajes
infanzones, ya que debemos tener en cuenta que "la endogamia matrimonial contribuía a
configurar grupos de parentesco bastante densos, en los que los parientes de una familia eran
generalmente parientes entre sí y se hallaban ligados muchas veces por parentescos múltiples" 31.
Estos matrimonios fomentaron la conservación del patrimonio evitando su dispersión, pero
también la propia acumulación de patrimonio al recaer sobre descendientes comunes como se ha
observado en la familia de la Guerra en varios casos. En este sentido, a través de la estrategia
matrimonial, existían dos vías para atraer patrimonio a la familia, por un lado, a través del
matrimonio de los varones, principalmente del mayorazgo casándose con mujeres con
posibilidades de heredar un mayorazgo, o cuando las mujeres de la familia se casaban con
primogénitos que les permitiera a sus hijos heredar un mayorazgo que en un futuro pudieran
incluir al de la familia.
Sobre la primera vía encontramos algún caso dentro de la familia de los Guerra de la
Vega, como es el caso de Micaela de Santiago, segunda esposa del V Mayorazgo, este
matrimonio, aparte de aportar el ansiado heredero, aportó patrimonio a la Casa de la Guerra al
incorporar varios mayorazgos, así como casas en la villa y capillas en la Colegiata de Santander,
además de la posibilidad de poder ocupar cargos en la villa de Santander reservados solo a los seis
linajes más antiguos y principales de la villa como procurador general, regidor y alcalde de la
Hermandad, permitiendo la expansión de los Guerra de la Vega fuera del valle de Cabezón hacia
la villa de Santander, donde los mayorazgos siguientes residirán hasta Margarita, el IX Mayorazgo,
quien por su matrimonio se trasladó a vivir a San Felices de Buelna. Trasladarse a Santander
proporcionó nuevas opciones de oficios y relaciones, y el nieto del V Mayorazgo logra hacerse un
puesto en la Corte. El matrimonio de Álvaro, hijo del VI Mayorazgo, es otro ejemplo de
acumulación de patrimonio, ya que su esposa Doña Andrea de Liermo no entregó dote al casarse,
pero aportó a la Casa de la Guerra varios mayorazgos heredados de sus padres.
El caso de las hermanas Juana Cubillas y Petronila Arce, ambas casadas con mayorazgos
de la familia en la primera mitad del siglo XVII, a pesar de que ninguna tuvo descendencia con
sus esposos, también esta relacionado con la búsqueda de nuevo patrimonio en este caso
monetario, el hecho de que Juana fuera la única heredera de su padre, la convertía en un buen
partido para aportar patrimonio a la nueva familia, al igual que su hermana como su heredera,
cuando Juana murió sin sucesión.
Los enlaces matrimoniales de las hijas debían pensarse bien, no solo por aumentar el
patrimonio familiar, sino por el hecho en sí de que el matrimonio de una hija supone una pérdida
del propio patrimonio, ya que la dote, supone cercenar una parte del patrimonio de los bienes
libres. De todas maneras, a través del matrimonio de las hijas o hermanas se buscaba también
capturar otros mayorazgos, probablemente tras esa idea se encuentren los matrimonios de las
hermanas del IV Mayorazgo, ya que ambas casaron con herederos de mayorazgos de valles

29 Enrique SORIA MESA, La nobleza en la España moderna. Cambio y continuidad. Madrid, Marcial Pons, 2007.
30 Enrique SORIA MESA, "El matrimonio […], op.cit, p. 129.
31 José María IMÍZCOZ BEÚNZA, "Familia y redes sociales […], op.cit, p.145.

130
Estrategia matrimonial de una familia infanzona… María Isabel Cobo Hernández

cercanos al Valle de Cabezón, y el de una de ellas Leonor, permitió unificar las dos ramas
familiares años más tarde con el enlace de su descendiente Francisco Javier Cevallos Guerra con
Margarita, la IX Mayorazgo. En un mercado matrimonial tan limitado no es de extrañar que la
endogamia familiar, también fueran practicada por los infanzones, en este caso por la familia
Guerra de la Vega, para evitar también la dispersión del patrimonio, sobre todo cuando no
existían herederos varones; siendo este el caso del único mayorazgo femenino de la familia, quien
no sólo realiza una endogamia social, sino que también es familiar. Margarita se casó con
Francisco Javier Cevallos Guerra, descendiente de Leonor Guerra de la Vega, hermana del IV
Mayorazgo, a través de este matrimonio ambas líneas vuelven a unirse, probablemente en este
matrimonio se tuvo en cuenta una de las indicaciones de la fundación del mayorazgo32 donde se
expresaba, que a ser posible se casase a las mujeres de la familia con hombres cercanos a la
familia, para que no se dispersarse el patrimonio, además en este caso se unieron varios
mayorazgos los que aportaba Margarita como señora de la casa de la Guerra y los que aportaba
Francisco Javier como señor de Rueda y Cevallos del Valle de Buelna. Aunque en principio es la
única endogamia familiar que hemos encontrado dentro de la estrategia matrimonial de los
Guerra de la Vega.
Aparte de la evidente endogamia social, encontramos otras pequeñas estrategias dentro
de la familia Guerra de la Vega, aunque no se repiten generación tras generación, como el
casamiento de dos hermanos con dos hermanas, denominada endogamia paralela, como fue el
caso de las hermanas Juana de Cubillas y Petronila Arce, quienes se casaron con varones de la
familia, pero más adelante Don Joseph Luis Guerra de la Vega y su hermano Francisco Antonio,
se casaron con dos hermanas, tras este tipo de enlaces cruzados también suele aparecer el
reforzamiento de los lazos solidarios y familiares entre los nuevos parientes que se convierten en
familia a través del matrimonio.
La norma de los cónyuges infanzones sólo la rompe Fernando, el hermano ilegitimo del
VII Mayorazgo, quien no se casa con nobles infanzonas sino con nobles hidalgas. En la familia
Guerra de la Vega como sucede en la mayoría de familias nobles castellanas, los hijos ilegítimos
no eran apartados de la familia sino que a diferencia que en el resto de Europa, en Castilla, como
explica Soria Mesa, los hijo ilegítimos dentro de las familias nobles a veces se les protegía y
entraban a formar parte de las estrategias familiares de promoción social y solidaridad 33. En este
caso comprobamos que la estrategia matrimonial de Fernando es diferente a la de sus hermanos
nacidos dentro de matrimonio legítimo, mientras que sus hermanos casan con mujeres
infanzonas, las esposas de Fernando son solo hidalgas; sin embargo, sus hijos y nietos gracias a la
solidaridad familiar lograron tener un gran ascenso social en el siglo XVIII. A pesar de que no se
ha podido comprobar la ilegitimidad o no de los hijos de Álvaro y Sebastiana, lo que si se ha
comprobado en las fuentes es que los hermanos legítimos mantuvieron contacto y relación
familiar, al menos con Fernando como se comprueba al aparecer sus hermanos como padrinos
de sus hijos, o la obtención de un puesto militar de Fernando en el castillo donde su hermano era
Castellano. De hecho alguno de los descendientes de Fernando logró una gran promoción social;
por ejemplo los hijos de su hija María Rosa, nacida en 1703 y casada con Jerónimo Fondevila
Condor 34. Este matrimonio tuvo tres hijos: Don Francisco Javier fue Archivero en la Secretaria
de Guerra de España, realizo carrera militar logrando ser Capitán de los Reales Ejércitos y oficial
Mayor de la Secretaria del Despacho de Guerra; Don Joaquín fue asistente en Pamplona de
Indias del nuevo reino de Granada, y Don Jerónimo fue comerciante en Cádiz. Por otro lado,
Francisco, hijo de Fernando con su segunda esposa, fue comerciante en Cádiz, y gracias al

32 BMS, Doc 1058, Ms 518.


33 Enrique SORIA MESA, "El matrimonio […], op.cit, pp.184-185.
34 El matrimonio se produjo en 1727 en Santander; su esposo era natural de la villa de Ager, en Cataluña y pertenecía

a una familia infanzona aragonesa.

131
Estrategia matrimonial de una familia infanzona… María Isabel Cobo Hernández

ejercicio de su profesión, logró no solo la concesión de la gracia de Caballero de Carlos III, sino
la obtención del título de Marqués de la Hermida a finales del siglo XVIII.
Tras un enlace matrimonial encontramos las estrategias familiares infanzonas para
conservar y continuar escalando en la preeminencia social, por tanto, es una decisión grupal, con
implicaciones políticas y económicas. Tras los enlaces matrimoniales encontramos "la
supervivencia de la familia, la permanencia de la varonía y de las señas de identidad colectivas, la
concentración o dispersión de los patrimonios, la creación de nuevas redes de parentesco y de
influencias…" 35. Tratándose de una estrategia de promoción social, en la elección del cónyuge
lógicamente no primaban los sentimientos, sino que era una decisión grupal, en la que pesaba en
el caso de los infanzones, qué candidatos eran convenientes para entrar a formar parte de la
familia. Una mala decisión podía hacer descender en la escala social, afectando a su honor y
riqueza, y al contrario un buen enlace podía aumentar las posibilidades de promoción en la
sociedad de toda la parentela.
El éxito de un enlace matrimonial no sólo estaba en conseguir emparentar con otra
familia, y aumentar el patrimonio, sino que a veces las estrategias matrimoniales podían fracasar
por factores ajenos, como el hecho de no tener descendencia, que podía deberse a la esterilidad
de los cónyuges o la propia alta mortalidad infantil de esta etapa histórica; por ello "la
importancia de los vástagos es doble; por un lado, por el sentimiento paternal, y por otro, por
asegurar la descendencia de la saga familiar y evitar la fragmentación de la propiedad, sobre todo
en una sociedad en la que la familia y el linaje poseen una relevancia tan grande" 36. Por ejemplo,
el hecho de no tener descendencia el IV Mayorazgo, provocó un conflicto dentro de la familia
por la herencia del mayorazgo, aunque se solucionó al haber descendientes varones, en este
sentido los Guerra de la Vega no tuvieron problemas de herederos varones a lo largo de la Edad
Moderna, excepto el caso del mayorazgo femenino a mediados del XVIII, el cual se solucionó al
casarse con un descendiente de los Guerra de la Vega.
Los matrimonios de las familias infanzonas eran una estrategia más dentro del proyecto
familiar para obtener la reproducción social; Tomás Mantecón explica que las familias infanzonas
para su propósito de reproducción, elaboraron y emplearon un proyecto familiar, en el cual
estaban implicados todos los miembros de la parentela solidariamente para mantener y ampliar
no sólo los medios de poder, sino también el capital económico y simbólico 37. Estas familias se
organizaban en torno al pariente mayor, quien generalmente heredaba el mayorazgo, viviendo de
las rentas y propiedades que este le proporcionaba, pudiendo heredar oficios vinculados al
mayorazgo y dependiendo de la etapa histórica realizando carrera militar en el ámbito local o
fuera de Castilla; pero el resto de hermanos debían buscarse por un lado su sustento económico,
a la vez que aportar recursos económicos a la parentela, ya que todos participan en el proyecto
familiar.

CONCLUSIONES
El matrimonio como hemos podido comprobar se convirtió en una estrategia de
promoción social muy importante para la familia Guerra de la Vega, ya que a partir de ella generó
nuevas relaciones, ampliando la red familiar, fortaleciendo el linaje y permitiendo a veces mayores
posibilidades de promoción social como ocurrió con el enlace del V Mayorazgo, a través del cual
permitió el traslado de la familia desde el valle de Cabezón a la villa de Santander y de este modo
permitió a la familia tener nuevas opciones de promoción. Además, como miembros de la élite
35Enrique SORIA MESA, "El matrimonio […], op.cit, p. 124.
36 Mar DÍAZ, "Las estrategias familiares […], op.cit, p.154.
37 Tomás Antonio MANTECÓN MOVELLAN, "La familia infanzona montañesa, un proyecto intergeneracional",

en James Casey y Juan Hernández Franco (eds.), Familia, Parentesco y Linaje, Murcia, Universidad de Murcia, 1997, pp.
111-120.

132
Estrategia matrimonial de una familia infanzona… María Isabel Cobo Hernández

infanzona, el matrimonio les permitía mantener su hegemonía de grupo diferenciándose del resto
de hidalgos, al excluirles como posibles cónyuges dentro de sus estrategias matrimoniales. A la
hora de elegir contrayente, practicaron una endogamia social y a veces también familiar; teniendo
presente la idea de que la elección del cónyuge era proteger, mantener, y en la medida que se
pudiera aumentar el patrimonio y la posición social.
El matrimonio del heredero al mayorazgo debía ser un enlace exitoso; ya que sobre su
persona recae la responsabilidad del futuro familiar, así como la perpetuación del apellido. Por un
lado, a través del matrimonio se buscaba la reproducción "biológica" del grupo a través de la
descendencia, pero también como hemos podido comprobar a través de algunos enlaces de la
familia, se podían acumular nuevos mayorazgos que serian incorporados al patrimonio familiar.
Dentro de las familias nobles no sólo era importante el matrimonio del mayorazgo, sino también
el de las hermanas y hermanos del mismo; teniendo en cuenta que las mujeres de los hermanos
aportarán dote a la familia, mientras que los casamientos de las hermanas supone un quebranto
del patrimonio familiar, ya que es la familia de la esposa la que debe pagar la dote, aunque a
cambio se estrecharan lazos con nuevos parientes y nuevas posibilidades de ascender en la escala
social. En los matrimonios de las hermanas no solo preocupaba la cuantía de la dote sino la
posible dispersión de la propia herencia familiar, ya que si sus hermanos varones morían sin
descendencia ella se convertiría en la heredera pasando el patrimonio familiar a una nueva familia.
En los casos que hemos analizado no encontramos conflicto entre los cónyuges, o
resistencia por parte de los miembros de la familia para contraer matrimonio, más allá de que
algunos miembros tuvieron hijos ilegítimos, pero en general, aunque no se ha podido estudiar en
profundidad porque no se han localizado capitulaciones o cartas privadas, no se han encontrado
problemas entre los enlaces. El único conflicto lo protagonizó Juana de Cubillas, esposa del IV
Mayorazgo, quien pleiteó con su madre porque no la permitía casarse con Juan Guerra de la
Vega, ya que su madre le había dado la promesa de matrimonio a otro hombre, pero
probablemente detrás de esa promesa encontramos una compensación económica que la madre
buscaba de su hija como única heredera de su primer esposo.
De las estrategias matrimoniales de la familia de la Guerra, se ha podido sobre todo
analizar los matrimonios de los herederos al mayorazgo, no así del resto de hermanos. No
siempre se ha podido localizar a todas las hermanas, ya que es complicado localizarlas en las
fuentes, normalmente, a pesar de ser costoso, suelen aparecer en los libros parroquiales, o en los
testamentos pero no siempre aparece el nombre de su marido. En el caso de la familia de la
Guerra se ha localizado a algunas hermanas, aunque no siempre se ha localizado el cónyuge. Con
los hermanos del mayorazgo sucede parecido a las hermanas, aunque a veces se les localiza mejor
que a las hermanas porque dejan testamento, o suelen aparecer en otro tipo de fuentes a través de
sus carreras militares o eclesiásticas. El hecho de no encontrar cartas o documentación privada,
sólo información a través de protocolos notariales o libros parroquiales, nos impide ver el
aspecto de la elección y opinión individual del cónyuge para los matrimonios realizados por los
miembros de la familia de la Guerra, así como conocer en profundidad posibles resistencias,
aspectos que si han podido ser estudiados en otras familias. Por último, para poder realizar el estudio
de los diferentes enlaces matrimoniales dentro de la familia Guerra de la Vega, se ha desarrollado una
biografía colectiva, para poder analizar a través de un ejercicio de micro historia problemas relacionados con
el matrimonio, de este modo el microanálisis, se convierte en una herramienta útil y válida para el estudio de
las familias infanzonas, debido principalmente al funcionamiento y origen de este tipos de familias, quienes
elaboran y emplean un proyecto familiar para lograr una promoción social, que en el caso de los Infanzones
remarque su preeminencia social sobre el resto de nobles hidalgos de la Montaña de quien quieren
diferenciarse, a la vez que les ayude a lograr una reproducción social y continuar ascendiendo en la
promoción social.

133
De tanto tiempo que no hay hombres en contrario… Ana Zabalza Seguin

DE TANTO TIEMPO QUE NO HAY HOMBRES EN CONTRARIO”: EL LARGO


RECORRIDO DE LOS TORREBLANCA (NAVARRA, XVI-XVIII)

Ana Zabalza Seguin


Universidad de Navarra

INTRODUCCIÓN: LA CONQUISTA DE NAVARRA (1512)


De ser uno de los doce ricoshombres originarios del reino de Navarra, a afrontar graves
problemas de solvencia y un cierto aislamiento social. Así podría resumirse, en pocas palabras, la
trayectoria de un linaje que, a comienzos del siglo XVII, conservaba todavía algunas de las señas
de identidad de un glorioso pasado, pero debía luchar ante los tribunales para evitar perderlas y
verse así degradado aún más. La trayectoria de los Torreblanca puede ser significativa del
reequilibrio de fuerzas que se operó en el interior del reino de Navarra tras el torbellino de
acontecimientos que sacudieron el final de la edad media y comienzo de la moderna: problemas
en la cúspide de la pirámide social –el sordo enfrentamiento del heredero príncipe de Viana con
su padre, Juan II de Aragón- que acaba por fracturar al entero cuerpo social, en apoyo de uno o
de otro, a causa de lo que puede ser calificado simplemente como deseo de acaparar las rentas y
honores del reino 1. La banderización del reino acabó conduciendo a una guerra civil a partir de
1451 que dejó a Navarra dividida y arruinada. Tras la muerte de la reina Leonor, hermana menor
del príncipe de Viana, el trono acabará pasando a una dinastía francesa; Catalina de Foix y Juan
de Albret serán los últimos reyes privativos de Navarra –lejos de mostrarse imparciales, ambos
beneficiarán ostensiblemente a uno de los bandos, los agramonteses, frente a sus rivales
beamonteses, manteniendo así encendida la discordia-. Finalmente, en 1512 Fernando el Católico
decidirá la invasión del pequeño territorio, lo que conseguirá en un tiempo realmente breve 2; tres
años después, en 1515 –se cumplen ahora 500 años- y ya en vísperas de su muerte, el Católico
optará por incorporar el espacio recién adquirido a la corona de Castilla, y no a la de Aragón, de
la que era titular.
A partir de 1512 se van a suceder una serie de reajustes que, con distinto ritmo e
intensidad, irán consagrando la forma de inserción de Navarra en la corona castellana. Las
consecuencias de este cambio son obviamente importantes y van siendo cada vez mejor
conocidas 3. El presente trabajo se centra en algunos aspectos del cambio social desencadenado
por los sucesos recién mencionados: la pirámide estamental navarra quedó privada de sus reyes; el
nuevo soberano pasó a ser el castellano, representado en la ciudad de Pamplona por un virrey,
cargo que nunca desempeñó un natural de este territorio. Las transformaciones hubieron de
afectar necesariamente a los estamentos privilegiados, en particular a la nobleza.

1 Alfredo FLORISTÁN IMÍZCOZ, El reino de Navarra y la conformación política de España (1512-1841), Madrid, Akal,
2014, p. 43.
2 Recientemente se ha publicado un trabajo que arroja abundante luz sobre la conquista y las razones que la

explicarían, combinando una síntesis de la historiografía antigua y reciente con nuevos datos: Luis Javier FORTÚN
PÉREZ DE CIRIZA, “Derrumbe de la monarquía y supervivencia del reino: Navarra en torno a 1512”, en Alfredo
FLORISTÁN (coord.), 1512. Conquista e incorporación de Navarra. Historiografía, derecho y otros procesos de integración en la
Europa renacentista, Barcelona, Ariel, 2012, pp. 201-298.
3 Prueba de ello son los trabajos recogidos en el volumen recién citado, Alfredo FLORISTÁN (coord.), 1512.

Conquista e incorporación […], op. cit.

135
De tanto tiempo que no hay hombres en contrario… Ana Zabalza Seguin

En cuanto al origen de la nobleza navarra, como en otras monarquías, también en ésta


existen relatos escasamente apoyados en documentación que nos remiten a la comitiva que desde
la alta edad media acompañaba al monarca, asistiéndole con sus consejos y, llegado el caso,
proporcionando herederos al trono si faltasen al rey o poniendo su vida por la del soberano. De
modo paulatino fue fraguando la idea de que eran estos magnates los que, tras recibir el
juramento real que comprometía al monarca a respetar los derechos de sus súbditos, procedían a
la ceremonia que equivalía a la coronación, y que consistía en el alzamiento del nuevo rey sobre
un pavés. Interviene en la formulación de este relato el interés, muy posterior, por demostrar el
origen pactado de la monarquía pamplonesa 4. En cualquier caso, en torno a la figura regia
aparecen esos ricoshombres, para los que también más adelante se fijará el número simbólico de
doce. En realidad, los doce como grupo perfectamente configurado no aparecen en la
documentación de la cancillería navarra en los siglos siguientes; incluso, cuando sus escudos se
esculpen en el techo del refectorio de la catedral de Pamplona, se opta por plasmar solo diez,
debido a razones del espacio disponible. Quienes han estudiado con detalle esa decoración
reconocen que cuando se realizó, hacia 1330, varios de esos linajes o bien se habían extinguido o
bien habían caído en desgracia hacía tiempo; la razón que se apunta es que, para los nuevos
miembros de ese selecto grupo podía resultar prestigioso verse acompañados por nombres otrora
ilustres 5. Uno de esos doce linajes –el quinto- es el que va a ser objeto de atención en este texto:
se trata de los Urroz-Torreblanca.

UNO DE LOS DOCE RICOSHOMBRES ORIGINARIOS DEL REINO DE


NAVARRA: LOS URROZ-TORREBLANCA COMO EJEMPLO
En otros lugares he expuesto algunos datos sobre los orígenes del linaje, su localización
geográfica y su adscripción política durante la guerra civil y en los años siguientes 6. Ante todo,
conviene subrayar lo ya mencionado: se trata de un linaje de ricoshombres, grupo reducido que
constituye lo más selecto de la aristocracia del reino. Como sucede en otros casos –también en
Castilla, como señaló en su día Salvador de Moxó 7- también aquí nos encontramos con que los
Torreblanca hunden sus raíces en la descendencia ilegítima de la familia real navarra.
Precisamente la banderización del reino, a la que más arriba se ha hecho referencia, tuvo no poco
que ver con el deseo de situar de manera decorosa a la abundante prole ilegítima de los soberanos
y de sus familiares más directos, así como a sus descendientes, repartiendo entre ellos honores y
prebendas.
Por lo años de la guerra civil, el noble linaje que nos ocupa aparece asentado en la villa de
Urroz, una localidad situada a escasos 19 km de Pamplona, con unos 100 vecinos –no llegaría a
los 500 habitantes-; en su término radicaban desde época medieval bienes patrimoniales de la
corona. Situada en uno de los ramales del camino de Santiago, era asimismo lugar de paso en la
ruta que desde la ciudad de Pamplona conducía al reino de Aragón. Lo estratégico del
emplazamiento de este enclave en la edad media, unido a su activo mercado, explican que fuera
una de las que tenía asiento en Cortes en el brazo de universidades. Los miembros del linaje son
conocidos por el nombre de esa localidad, que es utilizado como apellido, si bien de modo
progresivo irán abandonándolo, para terminar usando exclusivamente la denominación de su

4 Rafael D. GARCÍA PÉREZ, Antes leyes que reyes. Cultura jurídica y constitución política en la Edad Moderna (Navarra, 1512-
1808), Milán, Giufrrè, 2008.
5 Faustino MENÉNDEZ-PIDAL y Javier MARTÍNEZ DE AGUIRRE, Emblemas heráldicos en el arte medieval navarro,

Pamplona, Gobierno de Navarra, 1996, pp. 283-286.


6 Ana ZABALZA SEGUÍN, “Escribanos y procuradores: los representantes del tercer estado en las Cortes de

Navarra tras la incorporación a Castilla”, en Mercedes GALÁN LORDA (dir.), Gobernar y administrar justicia: Navarra
ante la incorporación a Castilla, Pamplona, Thomson Reuters Aranzadi, 2012, pp. 61-94.
7 Salvador de MOXÓ, “De la nobleza vieja a la nobleza nueva. La transformación nobiliaria castellana en la Baja

Edad Media”, en Cuadernos de Historia, III, 1969, p. 120.

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De tanto tiempo que no hay hombres en contrario… Ana Zabalza Seguin

solar, la Torre Blanca o Torreblanca 8. En la villa rivalizarán con el otro palacio local, el de Santa
María, si bien los avatares de la guerra civil acabarán favoreciendo al de Torreblanca 9. En efecto,
la villa, bastión del bando beamontés en un punto estratégico del territorio, había sido tomada
por los agramonteses -que apoyaban a Juan II frente a su hijo, el príncipe de Viana don Carlos-
en el verano de 1456. Como represalia al incondicional apoyo de los Santa María al príncipe don
Carlos –con quien estaban emparentados asimismo por vía ilegítima-, su palacio fue incendiado y
sus dueños tuvieron que abandonar la villa, para terminar instalándose en Pamplona, en unas
casas cedidas por don Carlos. En aquel momento se encontraba al frente del solar del otro
palacio, el de Torreblanca, una mujer, Isabel, hija única y muy probablemente viuda. Juan II,
antes de abandonar la comarca, debió de forzar su matrimonio con un hombre probablemente
muy joven, pero de su entera confianza, Juan Martínez de Oricin, quien garantizaría la
conservación de la plaza recién conquistada. De este modo, el de Torreblanca quedó como único
palacio de la villa, con su dueño como garante del sometimiento de la población 10.
La patrimonialización de oficios públicos por parte del nuevo señor, unida sin duda a
unas maneras prepotentes, enconaron y mantuvieron la ya de por sí conflictiva situación que
debía de vivirse en la villa. Puede así entenderse la duradera fractura que se aprecia a partir de este
episodio entre este linaje y los vecinos de la villa, manifestado prácticamente de todas las maneras
posibles, que van desde discusiones por el lugar que debían ocupar dentro de la iglesia y por el
uso del escudo de la villa como si fuese propio del linaje, hasta, en el caso más grave, el intento de
asesinato de 1537, perpetrado ya contra el hijo de Oricin, Juan Martínez de Torreblanca, quien le
había sucedido al frente de la casa a su muerte, en 1522 11.
En efecto, la tensión entre la comunidad y sus palacianos no se suavizó; el equilibrio de
fuerzas no se había modificado, a lo que pudo contribuir el ejercicio de los oficios antes
mencionados 12, que también asumió Juan Martínez de Torreblanca. Juan, quien participó
activamente en todas las guerras de su tiempo, tanto la de Navarra en distintas fases como contra
los comuneros de Castilla, al morir en 1558 dejó la casa endeudada, dos hijas sin casar y una
amarga sensación de desasosiego y de sacrificio en vano que acompañará a sus descendientes, o al
menos ésa es la impresión que se desprende de la documentación que generan. Esta amargura se
percibe tal vez con mayor claridad cuando, en cada nueva generación que llega a la cabeza del
linaje, es preciso mendigar acostamientos a fin de sostenerse con decoro; mucho tuvo que doler a
Luis de Torreblanca, hijo de Juan, el que, al disputar en 1561 por uno de ellos a poco de morir su
padre, se le respondiera que
“… en este Reyno ha habido y hay muchas personas que sirvieron mucho más que el dicho
Juan de Torreblanca, y no se les ha dado ni da más ni aun de lo que se le dio y él llevó 13”.
En su deseo de ser considerado un súbdito leal del rey de Castilla, Juan había llegado a
traducir su apellido al castellano, pasando de Dorrezuri a Torreblanca, hecho que el linaje

8 Por cierto que desplegarán una notable energía en la defensa del uso con carácter exclusivo de este apellido,
litigando duramente ante los tribunales para privar de tal derecho a ramas secundarias, ya a comienzos del XVIII:
Ana ZABALZA SEGUÍN, “Escribanos y procuradores” […] op.cit., pp. 81-82.
9 Ibídem, pp. 81-82.
10 Oricin estuvo presente en las Cortes de 1513, apenas un año después de la conquista, como uno de los dos

procuradores de la villa de Urroz por el brazo de universidades; para entonces ya había obtenido, seguramente a
través de proceso judicial, que se le reconociera su condición nobiliaria y en consecuencia la exención fiscal:
Recopilación de Resoluciones de las Cortes de Navarra (1503-1531), Pamplona, Parlamento de Navarra, 2014, n. 132 y 271;
Luis J. FORTÚN PÉREZ DE CIRIZA, “Derrumbe de la monarquía […]”, op. cit., p. 218 (equivocadamente se
sitúa en Aoiz el palacio).
11 ARCHIVO GENERAL DE NAVARRA (AGN), Consejo Real: Procesos; nº 317749 (1537).
12 AGN, CO_PS. 1ª S, Leg. 6, N 29, Copia certificada del nombramiento del cargo de almirante de la villa de Urroz a

favor de Juan de Torreblanca, hijo de Juan de Oricin, como sucesor de su padre, 24 de abril de 1522.
13 AGN, Consejo Real: Procesos, nº 097195 (1561).

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De tanto tiempo que no hay hombres en contrario… Ana Zabalza Seguin

ocultará o incluso negará, como si siempre hubiera sido castellano14. Orgullosos de su sangre, de
su largo recorrido de servicio a la corona, acomodados desde antiguo en el organigrama de la
monarquía inmediatamente por debajo del rey, el gran dispensador de mercedes, estos
ricoshombres habían logrado superar la profunda crisis bajomedieval para encontrarse finalmente
con que la incorporación de Navarra a Castilla dejaba sin ningún valor su condición. Desde el
reinado de Carlos V, con la aparición de la grandeza de España, sus pares serían precisamente los
grandes, pero está claro que no podían equipararse con ellos, del mismo modo que el pequeño
reino pirenaico no admitía comparación con Castilla, sin olvidar que ahora su dependencia del
monarca ya no era inmediata. Carentes incluso de título nobiliario, los viejos linajes o bien se
habían puesto con anterioridad al servicio del monarca castellano –caso de los Baztán, el cuarto
en la lista de los doce ricoshombres, que acabará convirtiéndose en Bazán- o bien habían
procurado por distintas vías el acercamiento a Castilla. Tal aproximación comenzaba, no pocas
veces, por el traslado de la residencia familiar a las poblaciones del valle del Ebro, al sur del
territorio navarro, en particular a aquellas limítrofes con Castilla, pues allí se situaban las aduanas
fiscales y se habían convertido en centros de un activo comercio, tanto lícito como ilícito 15.
Tras años de disputas, los vecinos terminaron por quemar este palacio con todas sus
pertenencias –el señor se lamentará más adelante de la destrucción de su archivo 16-, obligando a
los Torreblanca a abandonar definitivamente Urroz en torno a 1551. A comienzos de 1551 es
seguro que Luis de Torreblanca –nacido en 1529-, señor del palacio, ya no residía allí 17. Por tanto,
quedaba la villa privada de vecinos nobles, liberándose así de las enojosas consecuencias que
habían padecido; pero no tardarían en ser conscientes del vacío que habían dejado, en particular
cuando llegase la hora de nombrar procuradores en Cortes, ya que cada vez sería más difícil
encontrar en la villa vecinos capacitados para desempeñar tal papel 18. Por lo que respecta a Luis
de Torreblanca, respaldado sin duda por su extensa y bien situada red de contactos, no tardó en
ser regidor y alcalde de Tafalla, al tiempo que continuaba vinculado al oficio de las armas, pero
también al comercio de ganado y de lana 19.
El lugar escogido por Torreblanca para su nueva residencia no fue una de las pequeñas
aldeas del valle de Orba, rico en pastos, donde los Torreblanca tenían propiedades, diseminadas
en un rosario de lugares 20, sino la villa de Tafalla –ciudad desde 1636-, próxima a dicho valle, en
el centro geográfico de Navarra, atravesada por el camino real de Pamplona a Tudela –y por
tanto a la Corte-. Se trataría de un ejemplo más del desplazamiento que por esas fechas se está
dando de manera general en Europa, si no fuera porque en este caso hay un claro componente
forzoso. Como en tantos otros casos, la mudanza no significaba el abandono de su patrimonio
raíz –pues suponemos que buena parte del mueble se perdió en el incendio-, ni desde luego de
todos los elementos de la herencia inmaterial. En cuanto a lo primero, aun quemado el palacio,
los Torreblanca continuaban siendo señores del solar de ese nombre, ahora abandonado; entre
sus tierras conservaban en particular una relativamente extensa y valiosa, de unas 80 robadas, en

14 Ana ZABALZA SEGUÍN, “Escribanos y procuradores” […], op. cit., pp. 77-78.
15 Como han estudiado Mª Concepción HERNÁNDEZ ESCAYOLA, Negocio y servicio: Finanzas públicas y hombres de
negocios en Navarra en la primera mitad del siglo XVIII, Pamplona, Eunsa, 2004, y Ana M. AZCONA GUERRA, Comercio
y comerciantes en la Navarra del siglo XVIII, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1996, obras en las que se hace referencia a
los antecedentes en el siglo XVII. También Ana ZABALZA SEGUÍN, “De 1512 a 1812 y de la periferia al centro:
Navarra y la construcción del Estado español”, en Fernando Durán, Hacia 1812 desde el siglo ilustrado, Gijón, Trea,
2013, pp. 115-134.
16 Ana ZABALZA SEGUÍN, “Escribanos y procuradores” […] op.cit., p. 79.
17 En 1553 aparece ya en los protocolos notariales de Tafalla vendiendo lana a un tal Jimeno de Calatayud: AGN,

Protocolos Notariales: notaría de Tafalla, Miguel de Echeverri, 1553.


18 Ana ZABALZA SEGUÍN, “Escribanos y procuradores” […] op.cit., pp. 91-92.
19 AGN, Consejo Real: Procesos, nº 044498, 3 de marzo de 1660.
20 Y donde incluso habían vivido temporalmente en momentos de tensión, como sucedió a Juan Martínez de Oricin,

que residió en algún momento en Unzué: AGN, Tribunales Reales, procesos 241674: declaración de Martín de
Labiano, vecino de Pamplona, 3 de diciembre de 1565.

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De tanto tiempo que no hay hombres en contrario… Ana Zabalza Seguin

parte “pieza” (tierra de cereal) y en parte viña, conocida por el significativo nombre de Gasteluzar
o Gasteluzarra (“palacio viejo” en lengua vasca), designación que se mantenía, con la característica
fijeza de los topónimos, cincuenta años después de la salida de sus propietarios.
A ello habría que sumar la propiedad de un molino, conocido todavía mucho tiempo
después como Dorrezuri (Torreblanca) 21, más el oficio de alcalde de mercado22: de contenido ante
todo judicial, que enajenaron a cambio de dinero, poniendo así fin no solo a su presencia en la
villa sino también a su posición de dominio sobre los vecinos de la misma. A partir de ese
momento, don Luis y luego sus sucesores gobernarán el patrimonio que aún conservaban
mediante un administrador, que acudirá cada año a Tafalla para rendir cuentas de su gestión 23; de
las labores de la tierra se hará cargo un campesino arrendatario, que significativamente no era de
Urroz 24.
Las nuevas circunstancias van a ir acompañadas de una nueva política a la hora de elegir
cónyuge, en particular para el hijo heredero. Si durante el siglo XV había sido frecuente el
entronque con familias de la Baja Navarra –la parte del reino situada al norte de los Pirineos-,
como también sucedía entre los Santa María-Lizarazu o los Solchaga, relacionados con los
Torreblanca, en las décadas que acompañan y siguen a la conquista prefieren a casas de la
Navarra peninsular, de su misma adscripción política, entre las que aparecen algunos de los
principales apellidos navarros, como Ayanz o Beaumont. Así, Juan Martínez de Torreblanca –el
hijo de Oricin-, tras enviudar de su primera esposa, María de Ayanz, hermana del señor de
Guenduláin, contrajo segundas nupcias con Leonor de Beaumont, hermana del señor de
Mendinueta. A partir de esta generación se aprecia un cambio de tendencia que inicia su hijo Luis,
casado en 1551 en Tafalla con Jerónima de Altarriba y Echeverri, hija de un militar catalán
llamado Agustín de Altarriba, quien a su vez era hijo de mosén Gaspar de Altarriba, dueño del la
villa de Fígols en el principado de Cataluña; mosén Gaspar se había casado con Ana de Unzué,
miembro de una destacada familia arraigada en esta comarca navarra 25. Jerónima de Altarriba y
Echeverri era hija única, huérfana desde temprana edad –parece que vivía al cuidado de su abuela,
Ana de Unzué- y propietaria de una notable cabaña ganadera. Se trató de un matrimonio entre
dos herederos; sobre sus bienes se fundó un mayorazgo al que más adelante dedicaremos
atención.
Como su padre, su abuelo y su suegro, Luis de Torreblanca es un hombre de armas; sigue
en esto la tradición de su linaje y lo que es propio de la nobleza. Nacido ya, como veíamos, en la
Navarra incorporada a Castilla, es al rey castellano a quien sirve –reclamando por ello su
recompensa económica-. Pero, en cuanto hombre de armas, continuaba integrado en el antiguo
encuadramiento banderizo. Antes de casarse, se encontraba al servicio del condestable de
Navarra, cabecilla del bando beamontés –con quien le unían vínculos de sangre- y vivía en Lerín,
feudo de dicho noble; al casarse, se instaló en la cercana Tafalla. Esto sucede en marzo de 1551,
cuando habían transcurrido 39 años desde la conquista de Navarra por Fernando el Católico: es
decir, algo más de una generación; pero todavía la división banderiza que había arruinado el reino
seguía viva, como tal vez confirma esta circunstancia. El enlace con Jerónima de Altarriba fue sin
duda muy ventajoso, en particular si tenemos en cuenta que el expolio del patrimonio de los
Torreblanca ya se había iniciado en la generación anterior. La rica herencia de los Altarriba-
Echeverri-Unzué es descrita así por un vecino de Tafalla en 1602:
21 También en este caso la toponimia conservó el viejo nombre del linaje tiempo después de que se tradujera el
apellido y dando la razón en este punto, según todos los indicios, a los acusadores de los Torreblanca.
22 AGN, Consejo Real: Procesos; nº 040481 (1601); declaración de Joan de Burunda, vecino de Tafalla, p. 85.
23 AGN, Consejo Real: Procesos; nº 040481 (1601).
24 Venía del cercano señorío de Mendinueta: AGN, Consejo Real: Procesos: nº 241674: declaración de Pedro de

Garralda,12 de junio de 1706.


25 AGN, Consejo Real: Procesos; nº 241674 (1719). Para su matrimonio, Luis de Torreblanca recibió como dote 600

ducados de oro viejo, al tiempo que su familia entregó a la novia, Jerónima, 80 ducados también de oro viejo en
concepto de arras: AGN, Consejo Real: Procesos: nº 040481 (1603).

139
De tanto tiempo que no hay hombres en contrario… Ana Zabalza Seguin

“… con mucha hacienda muy rica y de grande nombre de ganaderos de ganado menudo,
porque al tiempo no había número en la dicha villa [se entiende cupo restringido], y
podrían tener todo lo que quería cada vecino, y como tan ricos y sobrados oyó decir tenían
más de mil cabezas de ganado de vientre y otras muchas de borregos y cabras y su cría, y la
mayor administración de la dicha villa por tener como tenía mucha tierra blanca, muchas
viñas, cerrados y olivares, y también sabe y oyó decir que como casa tan sobrada tenía
muchas yeguas y vacas y su casa muy amueblada y efecto de todas cosas muy sobrada y
bastecida” 26.
Según los testimonios que nos han llegado por parte de algunos de los que le trataron en
esta etapa de su vida, al llegar desde Lerín a Tafalla para su boda, don Luis era
“muy mozo, grande jugador de pelota y naipes, y cazador de podenco y de liebres, y de ordinario
se entretenía en estos ejercicios con mucha gente honrada, llevándoselos a su casa a comer y
regalarlos, y su persona muy honrada y adrezada siempre, teniendo en su casa muchos perros de
caza y teniendo azores, y siempre criando caballo en su caballeriza y gastando mucha hacienda
con sus amigos en convites y fiestas” 27.
Otro testigo añade:
“… solía andar jugando fuera de la villa y solía andar cazando, y cuando había algunos torneos y
fiestas se hallaba en ellas de ordinario” 28
Al tiempo que califica a don Luis de “hombre muy generoso”.
Sin duda su comportamiento llamó la atención entre los vecinos de Tafalla, en particular
por cuanto la hacienda de la que con tanta liberalidad disfrutaba era de su mujer; cabe suponer
que su espléndido estilo de vida había sido adquirido durante su servicio al condestable. Como él
mismo recordaría en su testamento, otorgado en octubre de 1584, en su contrato matrimonial
habían vinculado en mayorazgo todos los bienes raíces que ambos aportaban29. No contento con
los bienes de que disponía en Tafalla, adquirió algunos más. Los gastos de la casa debieron de
incrementarse al ir naciendo sus hijos: tuvo al menos cuatro hijos varones. Al ir creciendo,
Torreblanca se preocupó de que recibieran la mejor educación:
“… todos ellos los crió en muy honrado hábito y gastando en ellos mucha hacienda,
porque a uno le tenía con el duque de Alba, y este presentante [don Juan, a quien más
arriba nos hemos referido] en la universidad de Alcalá y el otro murió en la guerra y el otro
murió de cierta enfermedad, y sabe y vio que con mucho cuidado los crió y alimentó,
gastando con ellos mucha hacienda, y aun siendo niños los tenía fuera de su casa en
pupillaje a los cuatro con Juan Navarro, maestro capilla, [a] los unos enseñaba cantar, leer y
buena crianza, y a los otros lo propio” 30.
Además del hijo muerto en la guerra de Flandes, falleció también el primogénito, de
modo que sólo sobrevivió Juan, el estudiante de Alcalá. Cabeza del linaje en el tránsito al siglo
XVII, se buscó para él un enlace con una familia castellana, concretamente de la sierra de
Cameros, en la actual Rioja: la elegida fue doña Isabel de Rivera y de la Plaza, vecina de Torrecilla
de Cameros. Era ésta una casa que entroncará de modo reiterado con linajes navarros, con
vástagos dedicados al servicio al rey en la península o en Indias mientras otros son señores de

26 AGN, Consejo Real: Procesos; nº 040481 (1601); declaración de Miguel de Hualde, teniente de alcalde de Tafalla,

14 de abril de 1602.
27 AGN, Consejo Real: Procesos; nº 040481 (1601); declaración de Miguel de Hualde, teniente de alcalde de Tafalla,

14 de abril de 1602.
28 AGN, Consejo Real: Procesos; nº 040481 (1601); declaración de Martín de Arguiñano, vecino de Tafalla, 14 de

abril de 1602.
29 AGN, Consejo Real: Procesos; nº 040481 (1601); testamento de Luis de Torreblanca; Tafalla, 14 de octubre de

1584, p. 96.
30 AGN, Consejo Real: Procesos; nº 040481 (1601); declaración de Miguel de Hualde, teniente de alcalde de Tafalla,

14 de abril de 1602.

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De tanto tiempo que no hay hombres en contrario… Ana Zabalza Seguin

Lagunilla, Nestares y Ventas Blancas (actual Rioja); los vínculos entre los de Rivera y algunos de
los más destacados linajes navarros se reforzarían en las siguientes generaciones. 31
La erosión del patrimonio era de prever:
“Y al cabo de algunos años vio este testigo que la casa dio grande caída, porque la administración
no se trataba con el cuidado que antes […] y así sabe que con estas cosas y como sabía poco de
casa de granjería, vino a dar grande caída” 32.
Obligado por la necesidad, Luis comenzó entonces la venta de bienes muy valiosos, como
el molino harinero de Urroz, con cuyo importe pudo al menos momentáneamente mantenerse;
con los aproximadamente 1.400 ducados que obtuvo por las enajenaciones de patrimonio en
Urroz, entre otras cosas compró piezas y viñas en Tafalla; a juicio del mismo testigo, “así vio que
al cabo de algunos años volvió a empobrecer la casa, y vio vender de nuevo algunas piezas y viñas
y aunque decían que eran del mayorazgo, no sabe este testigo cómo pudo ser aquello” 33. Junto a
ello, Torreblanca tomó a censo cantidades de distintas personas e instituciones: por ejemplo, 300
ducados del cabildo de Tafalla, 100 más de un vecino de Olite,
“y algunas veces le vio buscar dinero prestado, porque este testigo siempre fue hombre que
trató mucha amistad con el dicho Luis de Torreblanca, y así sabía los secretos, y entre otras
cosas de sus necesidades le comunicó que cierta arrendación de los molinos de esta villa se
había hecho, y por estar su casa con necesidad de trigo, le rogó a este testigo que
secretamente le hiciese dar una parte en él, para que de allí tuviese trigo para sustentar su
casa; y después vio que compelido de necesidades se reportó y principió a tener cuenta con
su hacienda, y así con este cuidado vivió y murió siempre con alguna necesidad” 34.
En cuanto al estado en que quedó la hacienda al morir don Luis, hacia 1584,
“… quedó la dicha casa mucho menoscabada, porque no había tanto ganado, aunque dejó ganado
menudo, y no dejó vacas ningunas 35…”

EL RETORNO AL ESCENARIO NAVARRO Y EL FINAL DEL LINAJE


En 1601, cincuenta años después de la salida del solar de Urroz, don Juan de Torreblanca
y Altarriba debía cinco anualidades de la renta correspondiente a un censo tomado en 1567 por
su padre, don Luis, por un valor de 200 ducados, para el que se habían hipotecado el palacio y la
gran pieza y viña de Gasteluzar. Cada año debían pagar doce ducados, de modo que eran sesenta
los que ya se adeudaban. El prestamista no era otro que don Fermín de Elso, señor de los
palacios de Artázcoz, linaje que había emparentado en esa misma generación, y volvería a hacerlo
en la siguiente, con una rama secundaria de los Torreblanca, con quienes éstos mantendrían una
agria y larga disputa entre otras cosas por el uso del apellido: es decir, en caso de insolvencia, los
Torreblanca corrían el riesgo de que su palacio cayese en manos de sus primos y enemigos, los
Berrio. Dispuesto a no dejar pasar la ocasión, don Fermín de Elso envió a un escribano con
requerimiento a su deudor para conminarle al pago, pero don Juan se había ausentado y se
encontraba en Logroño. Elso continuó presionando para apropiarse de los bienes hipotecados.
Como estaba estipulado, antes de proceder a la expropiación y subasta era necesario pregonarlo

31 Rocío GARCÍA BOURRELLIER, Nobleza titulada y organización señorial en Navarra. Siglo XVII, Pamplona, Eunate,

2013, p. 324-325.
32 AGN, Consejo Real: Procesos; nº 040481 (1601); declaración de Miguel de Hualde, teniente de alcalde de Tafalla,

14 de abril de 1602.
33 AGN, Consejo Real: Procesos; nº 040481 (1601); declaración de Miguel de Hualde, teniente de alcalde de Tafalla,

14 de abril de 1602.
34 AGN, Consejo Real: Procesos; nº 040481 (1601); declaración de Miguel de Hualde, teniente de alcalde de Tafalla,

14 de abril de 1602.
35 AGN, Consejo Real: Procesos; nº 040481 (1601); declaración de Joan de Burunda, vecino de Tafalla, 14 de abril de

1602.

141
De tanto tiempo que no hay hombres en contrario… Ana Zabalza Seguin

por las calles de la villa tres veces: así se hizo los días 28 de marzo, 3 de abril y 24 de mayo de
aquel año de 1601; en las dos primeras ocasiones nadie compareció, pero en la última se presentó
un individuo que ofreció por la casa y tierras 64 ducados “con el cargo de los 200 ducados que
deben de principal” a Fermín de Elso. Al no haber otro postor, le fue adjudicado. El comprador
–sería mejor decir el postor en la subasta- era Martín de Aroztegui, de profesión zapatero y
vecino de la villa; hay que suponer que actuaría como testaferro, muy posiblemente del propio
Elso. Pues bien, de ninguno de estos avisos tuvieron noticia ni Torreblanca ni –lo que es más
extraño, ya que el señor vivía fuera- su administrador, lo que permite suponer alguna connivencia
de los vecinos con los Berrio y Elso. Cerrada ya la puja, Francisco Serrano, el administrador, tuvo
conocimiento de los hechos gracias a “ciertos vecinos de la villa”, que le pusieron al corriente de
los pregones y del remate por parte de Aroztegui, aunque no de la cantidad que éste se había
comprometido a pagar. Inmediatamente escribió a don Juan, quien se presentó en Urroz “muy
ajeno a la dicha ejecución”, dispuesto a buscar al portero real para tratar de revocar la venta. A
través de un pariente y amigo que testificó en su favor sabemos que don Juan “vive y reside y
hace su habitación y morada personal con su mujer y familia en la villa de Tafalla y a temporadas
en la ciudad de Logroño, y que así entiende este testigo que no pudo saber del remate que se hizo
hasta que se lo hicieron saber de la villa de Urroz” 36. Se inició un proceso judicial en el que, tras
una primera sentencia adversa a Torreblanca en la Corte mayor del reino, el palaciano recurrió al
Consejo Real, que por dos veces le dio la razón.
Los Torreblanca, por tanto, consiguieron retener el palacio, si bien continuaron con su
residencia en Tafalla. Sin embargo, parece significativo que, a partir de esta generación, la de Juan
e Isabel de Rivera, la política matrimonial que había llevado a enlaces castellanos se truncase. De
los tres hijos varones que conocemos, Francisco fue caballero de la orden de San Juan de
Jerusalén; Martín, alférez, sirvió al rey en Nápoles; y el heredero, Pedro, contrajo matrimonio
hacia 1620 con doña Agustina de Zuría y Ezpeleta, natural de Olite, ciudad vecina a Tafalla.
Agustina descendía de uno de los principales clanes del bando agramontés en la guerra civil del
XV, los Ezpeleta; por contraste, en el origen bajomedieval de los Torreblanca –y en enlaces
posteriores- encontramos la sangre de los Beaumont, si bien el golpe de timón dado por Juan II
al conquistar Urroz había impuesto a un agramontés al frente del linaje, pero ya en la siguiente
generación se había regresado al enlace con los Beaumont, como veíamos. Las parcialidades no se
habían disuelto con el fin de la guerra y la conquista castellana; sin embargo, en 1628 las Cortes
de Navarra acordaron poner fin a tal división:
“… que de aquí adelante, en las provissiones de las plazas y las demás cosas […], no se
atienda a las parcialidades biamontessa o agramontesa, sino que estas parcialidades y
bandos queden confundidos y yguales, sin distinción ni particularidad ninguna, sino que
sean como si nunca los hubiera habido […] 37”
El enlace Torreblanca-Zuría parece acompañar en incluso preceder a este nuevo estado
de cosas, pero supone al menos aparentemente un repliegue sobre el territorio navarro. Pocos
años antes, en 1618, Felipe III había concedido a los Zuría asiento en Cortes en el brazo noble o
militar por el palacio de Atondo, sólo un mes después de que dicho monarca otorgara la misma
merced a los Torreblanca 38. Parecen por tanto más dispuestos a participar en la política local que
en la de la monarquía, al tiempo que continúan cediendo en arrendación los bienes de Urroz-villa
y siguen luchando por la concesión de más y mejores acostamientos. Esta línea de actuación
pudo haber sido una mera situación transitoria, pero la realidad era que el viejo linaje caminaba
hacia su pronta extinción. A su temprana muerte, Agustina de Zuría dejó cuatro o cinco hijos: tal
vez tres mujeres, de las que las dos documentadas fueron religiosas –una de ellas en el convento
36 AGN, Consejo Real: Procesos; nº 040481 (1601); declaración de don Luis de Beaumont, señor de Mendinueta.
37 Actas de las Cortes de Navarra (1530-1829), libro 2 (1611-1642), Pamplona, Parlamento de Navarra, 1993, p. 145-
146.
38 Alfredo FLORISTÁN IMÍZCOZ, “Honor estamental y merced real. La configuración del Brazo Militar en las

Cortes de Navarra, 1512-1828”, en Príncipe de Viana, nº 234, 2005, p. 183.

142
De tanto tiempo que no hay hombres en contrario… Ana Zabalza Seguin

de San Pedro extramuros de Pamplona-, y dos varones. Don Luis, el mayor, nacido a finales de
1622, era “mozo de buena salud y que ha servido al rey desde la edad de diez años 39”. Recibe por
vía materna el palacio de Atondo, que llevaba aparejado el asiento en Cortes antes citado. Tras
solicitar en 1649 el hábito de Calatrava, se puso en camino para recibirlo; entonces, “viniendo del
ejército de Cataluña a ponérsele en esta ciudad, murió antes, por cuanto le traían enfermo de
dicho ejército”. Quedaba aún otro hijo, don Baltasar, diez años más joven –nació en Olite, como
su hermano, en 1632-. También al servicio del rey con las armas –en 1652 lo encontramos en
Badajoz, en el ejército de Andalucía-, en él va a recaer la herencia de las dos ramas, paterna y
materna, que incluye el llamamiento a Cortes tanto por el palacio de Atondo como por el de
Torreblanca.
Obtuvo el hábito de Santiago; pero por alguna razón su trayectoria vital no respondió a lo
que sus contemporáneos esperaban de él. En particular, en la villa de Urroz, donde debían de
seguirse con interés las noticias que llegaban de sus antiguos palacianos, se preguntaban por qué
“no tomaba estado de matrimonio […], por ser ya persona de muy suficiente edad” 40. Muerto
antes de 1705 sin hijos, se extinguió con él la rama principal, y quedó como heredera su única
prima, doña Isabel de Torreblanca, hija de don Martín, al que veíamos sirviendo al soberano en
Nápoles. Casada con don Martín Jacinto de Rada, caballero de Santiago, y vecina de Pamplona,
queda viuda y contrae nuevo matrimonio con don Juan Agustín de Sarasa, vecino de Tafalla y
“archivista de Tribunales Reales”; los tribunales reales custodian no poca información sobre estos
personajes, a causa de los interminables pleitos con sus primos Berrio, a quienes siempre negaron
el derecho a usar el apellido Torreblanca, ahora envalentonados al sentir próxima la extinción de
la rama principal, pues Isabel no tuvo hijos de ninguno de sus matrimonios. Esta situación
alimentó asimismo la curiosidad de los vecinos de Urroz, que hacia 1696 se maravillaban de que
se hubiera dejado abandonado el palacio, “de muchos años a esta parte está derruido”, y sin que
nadie lo cuidara; puestos a dar una explicación, esgrimían “que sus dueños no cuidaban de
componerlo por no tener sucesión, y ser de mayorazgo 41”.
El recorrido de este antiguo linaje refleja, a mi parecer, los avatares de la sociedad navarra
en los años que siguieron a su incorporación a la corona de Castilla. La nobleza tuvo que
experimentar de modo rápido e intenso las consecuencias de su nueva situación, al quedar ahora
supeditada a un rey lejano y desconocido, rodeado por otros nobles con los que no se podía
rivalizar. La única manera de salvar esta situación era tendiendo puentes hacia Castilla: por
ejemplo, mediante enlaces matrimoniales, acompañados del cambio de residencia hacia
poblaciones de mayor entidad y mejor comunicadas con la Corte. En el ejemplo estudiado, no
deja de ser significativo que, tras dejar el solar nativo en una villa del camino de Aragón, se
establezcan en otra en el camino de la Corte, para terminar pasando temporadas en la ciudad de
Logroño, ya en el reino de Castilla, en la ruta hacia Valladolid o Madrid. Se busca una mayor
cercanía al monarca, el gran dispensador de gracias y mercedes, pero al menos este quinto linaje
de ricoshombres originarios del reino de Navarra fracasó en su tardío empeño y no tardó en
replegarse sobre el territorio que había sido su cuna.
En los Torreblanca, durante el periodo analizado, pueden encontrarse tanto
comportamientos ya arcaicos como otros que manifiestan una mayor modernidad. Entre los
primeros cabe destacar su dependencia del condestable, uno de los cabecillas banderizos
bajomedievales, unida a su tradicional dedicación a las armas, presente de un modo u otro en
todas las generaciones, primero bajo los reyes privativos de Navarra y a continuación a las
órdenes del castellano. La pervivencia de la división del reino en dos bandos se manifiesta en las
dependencias, relaciones, amistades y matrimonios, al menos hasta comienzos del XVII, cuando,
pasado un siglo desde la incorporación a Castilla, llega el momento de cerrar esa herida, tal vez
39 Cita proceso.
40 AGN, Consejo Real: Procesos: 241674 (1719).
41 AGN, Consejo Real: Procesos: 241674 (1719).

143
De tanto tiempo que no hay hombres en contrario… Ana Zabalza Seguin

primero con los hechos y luego con la ley. La actividad guerrera va unida a una serie de ejercicios
que constituían un entrenamiento en épocas de paz, como era el mantenimiento de caballos y la
destreza al montarlos, así como la caza y los torneos.
De Urroz y Dorrezuri a Torreblanca: del viejo linaje vascongado al apellido solariego
castellano: encontramos asimismo rasgos de modernidad, que se plasman en la salida de la
pequeña villa medieval donde tienen su solar –presionados como hemos visto por las
circunstancias- hacia una población pujante, pronto ciudad, camino de las urbes castellanas. Sin
dejar de usar, custodiar y defender su patrimonio inmaterial y lo que consiguen salvar del
material, en su nueva etapa se van a volcar en nuevas actividades relacionadas con el comercio de
la lana, el gran negocio sin duda de este reino. A ello se suma una política matrimonial que tiende
a Castilla, si bien no llega a consolidarse. En la segunda mitad del XVI, aunque en la educación
del primogénito continúan primando valores tradicionales y se le coloca bajo la tutela del
condestable, en cambio para el segundo hijo se opta por los estudios de la Universidad de Alcalá,
lo que constituye toda una declaración de intenciones. Del primer Juan de Torreblanca al que se
refieren las fuentes en 1538 42 como noble vascongado, a su nieto homónimo, estudiante de Alcalá
a fines de ese mismo siglo, ha habido un largo camino en el que se han alternado luces y sombras.

42 AGN, Consejo Real: Procesos: 130487 (1538).

144
De la cientela a la familia… Héctor Fernando Sánchez Diego

DE LA CLIENTELA A LA FAMILIA, ¿UN CAMINO DE IDA Y VUELTA? EL


FENÓMENO DEL PADRINAZGO EN EL VALLE DE IGUÑA (SIGLOS XVII-XIX)
Héctor Fernando Sánchez Diego 1
Universidad de Cantabria

INTRODUCCIÓN
La Historia de la Familia es un campo en expansión que comprende una serie de
problemáticas cada vez más diversas, entre las que se encuentra la del parentesco espiritual y el
padrinazgo 2. El estudio de los lazos de naturaleza “artificial”, como así a menudo se denomina,
nos aporta una visión más completa de la red de relaciones entre la que se movían nuestros
antepasados, y nos habla de un sistema de solidaridades e interdependencias complejas que aún
hoy no terminamos de comprender del todo. Hasta el final del Antiguo Régimen, e incluso
escasas décadas atrás, dependiendo del lugar, el bautismo era un momento de especial significado
para toda la comunidad, en particular en un entorno rural, como lo era –y sigue siendo hoy- el del
Valle de Iguña, en torno al que nos centraremos en esta comunicación. Se presentaba a un nuevo
miembro de la parroquia, encuadrado a su vez dentro de una familia en particular que contaba
con unas determinadas simpatías y enemistades, alianzas y feudos para con el resto de vecinos y
moradores, circunstancias que se hacían visibles con motivo del bautizo, y ante las que dicha
ceremonia podía suponer un cambio o una reafirmación. Así, este primer sacramento tenía un
contenido de carácter eminentemente social, aparte del puramente religioso, y la ceremonia,
pública, en la que debían imponerse los óleos, la crisma y el agua a la criatura recién nacida, era a
su vez una oportunidad para la renovación de lazos preexistentes, de sangre, vecindad,
solidaridad, negocios, etc., o bien para el establecimiento de otros nuevos y así extender la red de
conocidos o quizá favorecer la resolución de alguna disputa. A lo largo de las siguientes líneas
trataremos de discernir la importancia que jugó el parentesco de sangre en la elección de los
padrinos y madrinas, así como su evolución durante la Edad Moderna. Asimismo, trazaremos en
lo posible el mapa de relaciones de las familias formadas por foráneos, que en el siglo XVIII
llegan a constituir un porcentaje nada desdeñable en este espacio, observado también al trasluz de
los vínculos de padrinazgo y parentesco espiritual.
El Valle de Iguña es un espacio de carácter rural situado en el centro de la actual región
de Cantabria, que durante la Edad Moderna formaba parte de las llamadas Asturias de Santillana,
encontrándose desde 1444 bajo la jurisdicción señorial de los Manrique de Lara, marqueses de
Aguilar y condes de Castañeda 3. Las parroquias elegidas para su análisis dentro de este Valle, San
Esteban de Arenas y San Jorge de Fraguas, conformaban el Priorato de San Román de Moroso,
dependiente del Monasterio de Santo Domingo de Silos. Al filo del siglo XVII, la población de

1 Licenciado en Historia y Máster en Historia Moderna por la Universidad de Cantabria, donde actualmente disfruta
de una beca de investigación predoctoral otorgada por dicho centro. Asimismo, es miembro del proyecto de
investigación Ciudades, gentes e intercambios: Elites, gobierno y policía urbana (HAR 2012-39034-C03-01), financiado por el
Ministerio de Economía y Competitividad.
2 Una buena muestra de esta pujanza y diversidad aparece representada en la obra coordinada por Francisco García

González, La historia de la familia en la Península Ibérica. Balance regional y perspectivas, Cuenca, Ediciones de la Universidad
de Castilla-La Mancha, 2008.
3Rogelio PÉREZ BUSTAMANTE, Sociedad, economía, fiscalidad y gobierno en las Asturias de Santillana, s. XIII-XV,

Santander, Ediciones de Librería Estudio, 1979, p. 107.

145
De la cientela a la familia… Héctor Fernando Sánchez Diego

estas parroquias, según el censo de 1591, era de 73 vecinos, es decir, en torno a 274 habitantes 4,
cifra que a principios del XIX se habría elevado hasta 649 almas5, o lo que es lo mismo, se habría
más que duplicado. El periodo de mayor crecimiento demográfico parece que tuvo lugar durante
el segundo tercio del siglo XVIII, que se sumaba a la estabilización y ligera recuperación de
finales de la centuria anterior. Esta tendencia alcista de la población, un rasgo generalizado en la
segunda mitad del Siglo de las Luces en prácticamente toda la región 6, cuenta con un especial
revulsivo en forma de infraestructura, esto es, el Camino de las Harinas, cuya construcción
permitió enlazar de manera “rápida” y directa el interior de Castilla y el puerto de Santander,
desde donde exportar las harinas y otros productos al Nuevo Mundo. Dicha vía cruzaba de Sur a
Norte el Valle de Iguña, lo que se aprecia en la creciente presencia de foráneos, como veremos
más adelante. A continuación, trataremos de establecer cuáles fueron las principales prácticas de
padrinazgo en lo que se refiere a los criterios de elección de esta figura por parte de los padres, así
como su evolución a lo largo de todo el periodo sujeto a este análisis.

LA SOCIEDAD MONTAÑESA AL TRASLUZ: STATUS Y PADRINAZGO


Las fechas tope entre las que se encuadra nuestro análisis, 1619 y 1811 coinciden en
buena medida con lo que se ha venido en denominar como “la era clientelar del padrinazgo” 7, un
término que define de manera bastante aproximada la situación predominante en este Valle. En
una región como la de las Montañas Bajas de Burgos, donde el estatuto de hidalguía podía
considerarse prácticamente universal, pero en que la presencia de la nobleza titulada no era en
absoluto habitual, el poder era ejercido habitualmente por un pequeño grupo de linajes locales de
profundas prácticas endogámicas. Constituían una minoría que trataba de distinguirse del resto
mediante el uso de una serie de elementos simbólicos (casonas palaciegas, blasones, posiciones
preferentes en los acontecimientos públicos, etc.). El linaje más importante presente en Iguña es
sin duda el de los Collantes, un grupo familiar al que buena parte del común recurría a la hora de
elegir a los padrinos de sus hijos, en especial en Las Fraguas, donde se situaba su solar y casa
principal. Dos miembros del linaje ejemplifican de manera cristalina esta circunstancia; en primer
lugar, el mayorazgo Don Luis de Bustamante Manrrique, que ejerció de padrino en no menos de
treinta ocasiones entre 1619 y 1634, un 19’35% del total bautismos; por otro lado, don Diego de
Velarde Calderón -casado con doña Francisca de Bustamante Manrique, heredera, y más tarde
poseedora del mayorazgo-, sería el padrino de cincuenta y dos niños entre 1635 y 1657, es decir,
que fue protagonista en alrededor de uno de cada cuatro bautizos.
Dado que el matrimonio era un tipo de lazo cuyas fronteras sociales eran especialmente
rígidas, el recurso al parentesco espiritual constituía un método secundario para el establecimiento
de vínculos con el resto de familias de un lugar dado. Al menos el caso que nos ocupa, no me
cabe apenas duda de ello, dadas las más que evidentes connotaciones clientelares y de patronazgo
asociadas a una concentración tan excesiva del ejercicio del padrinazgo por parte de un mismo
linaje. Así, si bien esos dos personajes son los miembros que más aparecen en las partidas
bautismales de estas parroquias –junto con sus esposas-, sus sucesores siguieron constituyendo

4 Hemos aplicado un coeficiente de 3’75 conforme a lo sugerido por José R. LANZA GARCÍA, La población y el

crecimiento económico de Cantabria en el Antiguo Régimen, Madrid, Universidad de Cantabria-Universidad Autónoma de


Madrid, 1991, pp. 70-74.
5 Leg. 230-231, Mapas y varios, Archivo Histórico Provincial de Cantabria (AHPC).
6 Tomás A. MANTECÓN MOVELLÁN, “Población y sociedad en la Cantabria moderna” en Manuel Ramón

GONZÁLEZ MORALES Y Jesús Á. SOLÓRZANO TELECHEA (eds.) II Encuentro de Historia de Cantabria, vol. 1,
Santander, Universidad de Cantabria, 2005, p. 446.
7 Guido ALFANI, “I padrini: patroni o parenti? Tendenze di fondo nella selezione dei parenti spirituali in Europa

(XV-XX secolo)”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En línea], Coloquios, Puesto en línea el 24 marzo 2008, consultado el
01 diciembre 2013, URL: http://nuevomundo.revues.org/30172;
DOI: 10.4000/nuevomundo.30172

146
De la cientela a la familia… Héctor Fernando Sánchez Diego

un stock recurrente al que acudir ante la proximidad de un bautizo. A finales del siglo, entre 1672
y 1680, nos encontramos con otro mayorazgo, don Bernardo de Bustamante Manrique, como
padrino de doce criaturas, y ya en el siglo XVIII, doña María Antonia de Bustamante Manrique y
doña María Antonia de Bustamante –por problemas de homonimia no nos es posible establecer
con claridad en cuántas ocasiones fueron madrinas por separado estas tía y sobrina- fueron
elegidas en al menos veintisiete ocasiones entre 1722 y 1764 para llevar a las criaturas a la pila
bautismal.
En cuanto a los propios padrinos y madrinas de los Collantes, se evidencia un cierre de
filas en torno a miembros de, por un lado, su mismo estrato social y, por otro, de su misma
parentela, especialmente en el siglo XVIII. Pese a que no contamos con la genealogía detallada de
este linaje, a hemos podido observar este hecho a través de los datos complementarios señalados
por el propio párroco en las partidas bautismales, así como del recurso de la homonimia, del que
nos hemos servido -como se apreciará mejor más adelante- por su utilidad pese a ciertas
imperfecciones de las que dicho método pudiera adolecer.
Aunque éste se trataba del linaje más importante del Valle, no era el único que trató de
desarrollar parte de su red social mediante el padrinazgo, pues el resto de infanzones contaban a
su vez con recurrencias propias llegado el momento de la elección de los padrinos de sus
descendientes, así como a la hora de ser ellos mismos elegidos para tal fin. De las 2420 partidas
de bautismo cuyo contenido aquí manejamos, en alrededor de un veinticuatro por ciento, uno de
los progenitores –al menos- utiliza el tratamiento de “don”, símbolo de nobleza, presente aquí en
un porcentaje que quizá parezca más alto de lo normal, pero que no lo resulta tanto si tenemos en
consideración las especificidades antes comentadas de la sociedad de la Cantabria Moderna. Si
nos fijamos en los padrinos, este porcentaje se dobla y en prácticamente uno de cada dos
bautizos -en un cuarenta y siete por ciento concretamente- uno de los padrinos es elegido como
mínimo de entre el grupo de infanzones que utilizan el mencionado tratamiento. De manera más
precisa, un treinta y nueve por ciento de los bautizados con ambos padres del común contaron al
menos con un padrino que utilizara el “don” o “doña”. A juzgar por los primeros cálculos
realizados, este porcentaje se habría mantenido entre un cuarenta y un cuarenta y cinco por
ciento, para comenzar a descender en la segunda mitad del siglo XVIII a un treinta
aproximadamente.
Estos son indicadores de, por un lado, la estructura social de dichas parroquias como,
por otro, de la verticalización de los lazos de padrinazgo que se produce tras la aplicación de los
cánones tridentinos, introducidos en esta zona a partir de las Constituciones sinodales de 1575.
En ellas se expone la decisión de los padres conciliaros en torno a la reducción del número de
padrinos permitidos a un máximo de dos, un hombre y una mujer, un modelo de pareja que se
impuso tras un largo periodo en todo el orbe católico, a diferentes ritmos según la región. Los
primeros registros bautismales que hemos utilizado datan de principios del siglo XVII, pero
sabemos que ya desde mediados del siglo XV las Constituciones sinodales del obispado de
Burgos –en cuya parte norte se encontraba el Valle de Iguña- pretendían imponer esta reducción,
por los problemas a que daba lugar para las autoridades eclesiásticas, en especial particular en
materia de impedimentos matrimoniales. Como sabemos, por medio del padrinazgo se establecía
un vínculo de parentesco “ficticio” 8, espiritual, que, como el carnal, daba lugar a una serie de
prohibiciones matrimoniales 9, si bien en la práctica, hasta la generalización de los libros

8 Francisco CHACÓN, “Identidad y parentescos ficticios en la organización social castellana de los siglos XVI y
XVII. El ejemplo de Murcia”, en Augustin REDONDO, Les parentés fictives, París, Publications de la Sorbonne, 1988,
pp. 37-50.
9 Hasta Trento, estos impedimentos se establecían en relación a aquellos vínculos espirituales que creaban

parentesco, es decir, entre padres y padrinos (compadrazgo); entre ahijados y padrinos (padrinazgo); entre ahijados e
hijos de los padrinos (fraternitas spiritualis); así como entre el oficiante y el bautizado. Tras el Concilio, tanto los lazos

147
De la cientela a la familia… Héctor Fernando Sánchez Diego

parroquiales varias décadas después del Concilio de Trento, la comprobación empírica por parte
de los párrocos de la existencia o no de un lazo de este tipo entre los contrayentes era
prácticamente imposible. A esta ventaja precisamente recurrían estos últimos y sus familias en su
propio beneficio de tal modo que “se levantan pleitos matrimoniales y acaesce dirimirse algunos
matrimonios que se deverian de firmar y firmarse algunos que se deverian dirimir (…) por
ignorancia: o por ventura por malicia deponen contra la verdad en gran peligro de sus animas y
encargo de las conciencias de los litigantes” 10.
Sin embargo, los sujetos objeto de nuestro análisis nacen más de cincuenta años después
del Concilio, en un espacio donde ya hemos sugerido –y si no aquí lo reiteramos- que buena parte
de las transformaciones sociales respecto al parentesco espiritual se habría iniciado con cierta
antelación a las de otras regiones. Por esto, no es de extrañar el porcentaje tan elevado de
infanzones o “dones” entre los padrinos elegidos, y aún más fácil de entender si tenemos en
cuenta la cuestión de la propiedad de la tierra. Una de las principales bases de poder de los
infanzones se encontraba en la propiedad de la tierra 11, obtenida por herencia, matrimonio (en
forma de dote) o compra, tierra que ellos mismos no labrarían sino que en buena medida
arrendarían a labradores y jornaleros a cambio del pago periódico de una renta, monetaria y en
especie. De este modo si una determinada familia arrienda un terreno durante varias generaciones
es posible que paralelamente sucesivos descendientes de los propietarios ejerzan de manera
habitual como padrinos para los miembros de aquella. Entablar una relación de compadrazgo
entre propietarios y arrendatarios añadía una capa más a la dependencia preexistente, lo que
favorecería las relaciones de tipo clientelar o de patronazgo por las que el patrón veía
incrementado su control sobre la población del espacio que le rodea. La reciprocidad de este
vínculo estribaría en la consecución de un mayor contacto con las familias de la élite local, lazos
que podrían servir de ayuda dadas determinadas dificultades futuras. De comprobarse esta
hipótesis, se trataría de una estrategia similar a la seguida por la nobleza albaceteña tal y como lo
describen Gómez Carrasco y García González 12.
Otro ángulo que debemos abordar al respecto de la relación entre status y parentesco
espiritual es su funcionamiento cuando el bautizado en cuestión formaba parte de estos mismos
linajes infanzones. Alrededor de un ochenta y ocho por ciento de los bautizados cuyo padre es
registrado como “don” cuenta con un padrino o madrina del mismo estrato social; si por el
contrario es la madre la que lo utiliza –en su caso el tratamiento de “doña”-, entonces el
porcentaje se reduce ligeramente hasta un ochenta por ciento aproximadamente; una diferencia
mínima que no desdibuja un panorama dominado por la horizontalidad en lo que al parentesco
espiritual se refiere en los estratos más elevados de la sociedad. Es este un rasgo que también han
observado otros, fundamentalmente Guido Alfani, quien utilizara el término de “endogamia
espiritual” para referirse al fenómeno 13. Las familias infanzonas, se situaban en la cúspide social
de su entorno, y además no desarrollaban vínculos en su vida cotidiana con miembros de otros
estratos superiores, si bien en contadas ocasiones se producían. Así, en 1638 14 Doña Mayor de
Quevedo, en representación de la que aparece descrita como “marquesa del Infantado” (sic),
ejerce de madrina de Sancho, hijo de la pareja formada por Don Sancho Mesones Velasco y

de parentesco derivados del padrinazgo como los impedimentos asociados a estos se redujeron al padrinazgo, el
compadrazgo y la relación bautizado-oficiante.
10 Íñigo LÓPEZ DE MENDOZA, Compilación de las Constituciones sinodales antiguas y nuevas del Obispado de Burgos. Alcalá

de Henares, 1534, fol. XII.


11 Ramón LANZA, La Población y [...], op. cit, p. 371
12 Cosme Jesús GÓMEZ CARRASCO y Francisco GARCÍA GONZÁLEZ, “Parents, amis et parrains. Parenté

spirituelle et clientèles sociales à Albacete (Castille-La Manche), 1750-1830”, en Guido ALFANI, Philippe
CASTAGNETTI, Vincet GOURDON (dirs.) Baptiser. Pratique sacramentelle, pratique sociale (XVIe et XXe siècles),
Publications de l’Université de Saint-Étienne 2009, p. 404.
13 Guido ALFANI, Fathers and Godfathers: Spiritual kinship in Early Modern Italy, Ashgate, 2009, p. 61.
14 Partida de Sancho de Mesones. [29/09/1638], fol. 40 vº, Libro I de Bautismos Arenas de Iguña (1619-1682), ACS.

148
De la cientela a la familia… Héctor Fernando Sánchez Diego

Doña Margarita Álvaro de los Ríos, miembros de sendos linajes muy arraigados en el Valle. A su
vez el padrino Don Antonio de la Guerra, sin llegar a ser de la nobleza titulada, se trata de un
infanzón procedente de fuera del valle. Se trata de una excepción, pues la pauta habitual era,
como decimos, que eligiesen, o bien a miembros de otras familias de las élites del valle, o bien a
sus propios consanguíneos y afines, una tendencia esta última compartida por buena parte de sus
convecinos, como trataremos más adelante.
En este periodo, al menos en términos generales, los progenitores escogían a los
padrinos de sus hijos –aunque no siempre, como veremos- fuera de su grupo familiar, en tanto
que la elección de un tío o una abuela, por poner un par de ejemplos, suponía el desperdicio de
una oportunidad de extensión de los lazos sociales a otros miembros y familias de la comunidad,
todavía más si cabe en el contexto postridentino. La reducción del número de padrinos aplicada
en base a los cánones de Trento había tenido como consecuencia principal la simplificación de las
posibilidades del parentesco espiritual en cuanto a su perspectiva social. Hasta entonces el
padrinazgo y, sobre todo, el compadrazgo, eran instrumentos de relativa eficacia en el
mantenimiento de la cohesión y paz social, tanto como medio de resolución de disputas como en
términos de formalización o afianzamiento -por decirlo de alguna manera- de un lazo de amistad
o vecindad preexistente. A estos fines se añadía, por supuesto, la dimensión de reproducción y
ascenso social, pero era uno más de ellos; sin embargo, a partir de finales del siglo XVI será esta
faceta del padrinazgo la que sobreviva y prevalezca en términos generales. Ahora bien, ¿qué papel
jugaba la familia en todo esto? A esta cuestión dedicaremos el siguiente apartado de la
comunicación.

DEL PARENTESCO ESPIRITUAL AL CARNAL


Diversos estudios nos sugieren que según la región, hasta finales del siglo XVIII 15 o
incluso hasta el tan cercano siglo XX 16 la elección de padrinos de entre los familiares próximos
no se convierte en una realidad generalizada como ocurre hoy en día. Pese a ello, no faltan
ejemplos de niños que contaran con familiares entre sus padrinos en épocas anteriores; pues se
trataba, en definitiva, de una cuestión de estrategias, es decir, de la intención de los padres en
torno a la extensión o la intensificación de sus lazos sociales 17. El primer término se refiere a la
elección de padrinos fuera de la parentela para favorecer y estimular relaciones de trabajo,
vecindad o amistad, entre otras; mientras que el segundo significa encaminar el padrinazgo a
reforzar lazos de sangre (o afinidad) preexistentes. Bestard 18 sostiene a este respecto cómo el
parentesco espiritual, puede ser utilizado en la actualidad para mantener una relación de
familiaridad con los colaterales y sus descendientes, relaciones que hoy se perderían por la escasa
memoria genealógica de las familias actuales. Este razonamiento, con matices, puede ser
asimismo utilizado para comprender en parte este recurso a los familiares, recurso que podía
servir también como método para la conciliación de desacuerdos dentro de la parentela.
Para afrontar la cuantificación de esta realidad en las parroquias objeto de este análisis
hemos intentado superar ciertas dificultades fundamentalmente en relación a la naturaleza de la
propia fuente, es decir, las partidas de bautismo. En ellas, pese a que párrocos y mayordomos

15 En Nonantola, entre 1700 y 1800 el porcentaje de familiares que son elegidos como padrinos pasa del 21’21% al

49’69%. Guido ALFANI Y Cristina MUNNO, “Parrains, partecipanti et parenté. Tendances de longue durée dans la
sélection des parents spirituels au sein d’une communauté exceptionelle: Nonantola, XVIe-XVIIIe siècles”, en Guido
ALFANI, Philippe CASTAGNETTI, Vincet GOURDON (dirs.) Baptiser. Pratique sacramentelle, pratique sociale (XVIe et
XXe siècles), Publications de l’Université de Saint-Étienne 2009, p. 310.
16 Guido ALFANI, Fathers and Godfathers: Spiritual kinship in Early Modern Italy, Ashgate, 2009, p. 219.
17 “Angelots, famille, patrie: parrrains et marraines à Bouafles (Eure) au XVIIIè siècle”, en Guido ALFANI, Philippe

CASTAGNETTI, Vincet GOURDON (dirs.) Baptiser. Pratique sacramentelle […] op. Cit., pp. 190-192.
18 Joan BESTARD, Casa y Familia. Parentesco y reproducción doméstica en Formentera, Institut d’Estudis Baleàrics, 1986, p.

41.

149
De la cientela a la familia… Héctor Fernando Sánchez Diego

anotaban datos sobre la filiación de los padrinos, no lo hicieron con cierta regularidad hasta el
siglo XVIII, y aun así no del todo. En multitud de ocasiones no se deja constancia más que del
nombre, y tan sólo podemos llegar a intuir qué tipo de relación les vinculaba con los padres de
los bautizados; de hecho, en el último tercio del siglo XVII apenas se menciona parentesco
alguno entre aquellos, y no resulta plausible que tal cambio se produjera en la realidad. En un
intento de paliar esta ausencia de información por infrarrepresentación hemos recurrido a la
búsqueda de homónimos entre progenitores y padrinos, tal y como se observa en el siguiente
gráfico.

Gráfico 1. Evolución del grado de Parentesco entre Padrinos y Ahijados

Se trata de un fenómeno difícil de cuantificar, dadas las reducidas dimensiones del


espacio objeto de estudio, pues se trata de dos parroquias rurales que apenas superaron entre
ambas los 600 habitantes en su mejor momento, por lo que los lazos de consanguineidad y
afinidad son extremadamente comunes, y por tanto, la diversidad de los apellidos es reducida. Es
decir, se comparte el mismo apellido en multitud de ocasiones pero eso no significa que existiera
una relación familiar directa 19, si bien es probable que ambas tuvieran algún ancestro común, lo
que nos llevaría también a cuestionarnos hasta dónde llegaba la percepción del sentimiento
familiar. Son preguntas que el investigador debe de considerar en su interpretación de las cifras
obtenidas. Si tomamos como referencia exclusivamente las relaciones familiares explicitadas
como tal en los registros se observa un acusado descenso durante toda la segunda mitad del siglo
XVII, tendencia que se ve muy matizada cuando se introducen los porcentajes de homonimia en
el periodo. Así, dicho descenso vería reducida su extensión temporal, así como su intensidad,
pues se registra un incremento considerable en el porcentaje de padrinos homónimos, lo que si
bien no puede considerarse como un reflejo por entero fiel a la realidad, nos permite descubrir
una situación un tanto diferente.
Considerados en su conjunto los datos de homónimos, consanguíneos y afines –
explícitamente registrados-, se obtiene como resultado que entre 1619 y 1809 (no hemos tenido
en cuenta los datos de los dos últimos años ya que desvirtuaban la escala de la gráfica) en torno a
un 27% de los padrinos podría haber sido elegido en función de sus lazos familiares con los
padres del bautizado. En cuanto a la evolución de esta variable, se observa una relativa estabilidad

19 Debemos tener en cuenta ciertos problemas metodológicos a que puede dar lugar el uso de homónimos. Jean-

Pierre BADET, “Angelots, famille, patrie: parrrains et marraines à Bouafles (Eure) au XVIIIè siècle”, en Guido
ALFANI, Philippe CASTAGNETTI, Vincet GOURDON (dirs.) Baptiser. Pratique sacramentelle […] op. cit., pp. 170-
176.

150
De la cientela a la familia… Héctor Fernando Sánchez Diego

entre 1670 y 1750 aproximadamente, espacio de tiempo durante el que el porcentaje de familiares
escogidos de entre los padrinos se situaría en torno al 37’7%, para comenzar una trayectoria lenta
aunque visiblemente descendente que se acelera a partir de los años ochenta del siglo XVIII hasta
alcanzar su punto mínimo –un 21%- en la última década de 1800, momento a partir del que se
produce un ligero ascenso cuya evolución inmediatamente posterior desconocemos.
En un espacio rural como el Valle de Iguña, donde los apellidos se repiten generación
tras generación y cuyo flujo migratorio es, en todo caso, negativo, al menos hasta la apertura del
Camino de Reinosa, resulta lógico el recurso a la parentela. Por ello, en este caso, es muy posible
que el recurso al vecino significara en multitud de ocasiones hacer uso de los lazos familiares.
Precisamente, el descenso irregular que se observa claramente en la segunda mitad del siglo
XVIII en la gráfica puede atribuirse al aumento relativamente considerable de la población, así
como a la creciente presencia de foráneos que, casados, bien con vecinos, bien con otros recién
llegados –circunstancia en relación con el paisanaje y los diferentes espacios y prácticas de
sociabilidad-, bautizaban ya a sus descendientes en Arenas y Las Fraguas. Sobre los foráneos y sus
prácticas de padrinazgo volveremos más adelante.

Gráfico 2. Evolución de los diferentes vínculos familiares entre padrinos y ahijados. Cifras totales, no porcentajes.

Una vez planteados brevemente nuestros datos y razonamientos acerca de la evolución


del número de padrinos y ahijados entrelazados por un vínculo familiar, es el momento de tratar
con más detalle qué parentescos sanguíneos y afines eran los más habituales entre aquellos. Para
ello hemos elaborado otro gráfico en el que se refleja los tipos de parentesco familiar más
habituales entre principios del siglo XVII y los albores de la Guerra de Independencia, elaborado
a partir de los vínculos expresamente recogidos en las partidas bautismales, por lo que debemos
de proceder con cautela en su interpretación, en particular en lo concerniente al siglo XVII, por
los problemas ya comentados.
Los lazos familiares existentes en una mayor proporción entre padrinos y ahijados son -
entre los registrados durante todo el periodo- los colaterales, es decir, los tíos y tías, seguidos de
cerca por abuelos y abuelas; lo que se ajustaba a la costumbre habitual de otras zonas de Europa
en periodos posteriores, cuando el proceso de “familiarización” 20 se generaliza. Si nos centramos,
por pisar terreno más firme, en el siglo XVIII, observamos como durante los dos primeros
tercios los tíos son la opción más común, pero durante los últimos treinta años el abuelo se

20Guido ALFANI y Vincent GOURDON (ed.), Spiritual kinship in Europe, 1500-1900, Palgrave MacMillan, 2012, pp.
26-36.

151
De la cientela a la familia… Héctor Fernando Sánchez Diego

convierte en la primera elección de los padres. Habría que cotejar estos datos con otros extraídos
de documentos testamentarios y reconstrucciones genealógicas para comprobar hasta qué punto
este cambio tiene su reflejo en la realidad, o si es tan solo un problema derivado de un registro
poco exhaustivo por parte del párroco. Pese a ello, y si así fuera el caso, una razón que podría
explicar esta variación podríamos encontrarla nuevamente en los flujos de población, puesto que
la apertura del Camino de Reinosa no sólo favoreció la llegada de personas procedentes de otros
lugares, sino que también habría promovido la salida de población (en dirección sobre todo a
Andalucía y las Indias 21). Precisamente son los hombres jóvenes los que más emigran, con lo que
el stock familiar de tíos se habría visto disminuido, siendo compensado entonces por la mayor
presencia de los abuelos; hablamos en este caso exclusivamente de varones, tías y abuelas no se
verían especialmente afectadas por este condicionante, no en este periodo al menos.
Sin embargo, no ocurría así en toda Europa, pues, por ejemplo, contamos con el caso de
Albacete , donde, también hacia finales del XVIII al menos un tercio de los padrinos eran tíos y
22

tías de sus ahijados, mientras que abuelos y abuelas constituían tan solo un seis y medio por
ciento. En un contexto mucho más reciente, referido a las formas de padrinazgo de la
Formentera de finales del siglo XX 23, resultaba habitual que los elegidos fueran los colaterales,
quienes en dicho papel dotarían, por medio del parentesco espiritual, de individualidad al sujeto,
esto es, al bautizado 24. En ese mismo espacio, el papel de los abuelos sería el de servir de
epónimos, es decir, daban su nombre al bautizado, siguiendo una alternancia de las ramas paterna
y materna que privilegiaba a la primera sobre la segunda y a hombres sobre mujeres, lo que se
evidenciaba en los bautizos de sucesivos hermanos.
Por otro lado, si nos fijamos en aquellas partidas en las que ambos padrinos se
encuentran emparentados con el bautizado nos damos cuenta de que, y esto no extrañará a nadie,
la “pareja” más habitual fue la formada por un tío y una tía de la criatura en cuestión, seguidos
bastante por detrás del par abuelo-abuela, y en tercer lugar, del binomio abuelo-tía. En todos ellos
parece que lo más habitual era que ambos padrinos procedieran de la misma rama familiar, fuera
esta paterna o materna, aunque bien es cierto que hay varios casos en los que ambas ramas están
presentes. De todas formas, hasta la fecha aún no hemos podido establecer a qué rama de la
familia del bautizado pertenecen todos los sujetos, fundamentalmente en aquellos casos donde el
apellido o apellidos no coinciden con los de los progenitores. Es decir, que aunque intuimos que
se trata del cónyuge de algún otro familiar carnal, no sabemos a ciencia cierta quién en concreto.
Por otro lado, encontramos multitud de diferentes relaciones entre aquellos padrinos que se
encontraban, a su vez, emparentados entre sí, desde cuñados hasta primos, aunque lo más
habitual era encontrarse con cónyuges25 (abuelos o tíos del bautizado), padres e hijas (abuelo y tía
del bautizado) y hermanos (tío y tía del bautizado).
Para finalizar este epígrafe, y antes de pasar al tercero y último, me gustaría abordar
brevemente cómo interactuaban status y parentesco carnal respecto al padrinazgo. Nuevamente
hemos recurrido a la homonimia para tratar de obtener un dato orientativo al respecto,
incluyendo a aquellos mencionados como parientes expresamente en los registros bautismales.
Así, obtenemos como resultado que un 30’85 por ciento de los bautizados, cuyos progenitores
pertenecen al común, cuentan con familiares entre sus padrinos, mientras que ese porcentaje se

21 Ramón LANZA, La Población y [...], op. cit, pp. 383-384.


22 Cosme Jesús GÓMEZ CARRASCO y Francisco GARCÍA GONZÁLEZ, “Parents, amis et parrains. Parenté
spirituelle et clientèles sociales à Albacete (Castille-La Manche), 1750-1830”, en Guido ALFANI, Philippe
CASTAGNETTI y Vincent GOURDON (dirs.) Baptiser. Pratique sacramentelle […] op. Cit, pp. 393-413.
23 Joan BESTARD, Casa y Familia […] op. Cit., pp. 33-42.
24 Según este antropólogo “los tíos se transforman en padrinos y los sobrinos en ahijados. Íbidem, p. 33-42.
25En Lyon, a mediados del siglo XVIII tan sólo un uno por ciento de los bautismos involucraba a matrimonios ya

emparentados con el bautizado. Étienne COURIOL, “Godparenthood and social relationships in France under the
Ancien Régime: Lyons as a case study” en Guido ALFANI y Vincent GOURDON (ed.), Spiritual kinship in Europe, […]
op. cit pp.134-135.

152
De la cientela a la familia… Héctor Fernando Sánchez Diego

eleva al 48% cuando nos referimos a los hijos de parejas donde al menos uno de los progenitores
es registrado con el tratamiento de “don”. Al formar parte de un grupo social mucho más
reducido, es plausible esta diferencia en tanto que el nicho de familias entre las que elegir a un
padrino sería mucho menor para los miembros de la élite local siguiendo la lógica de la
“endogamia espiritual” 26. A continuación, trataremos de conocer un poco mejor cuáles fueron las
estrategias de parentesco espiritual desarrolladas por un colectivo muy concreto dentro de la
población de estas parroquias, como era el de los foráneos.

MOVIMIENTOS MIGRATORIOS: LA IMPORTANCIA DEL PAISANAJE


Es difícil cuantificar el fenómeno de la llegada de forasteros a Iguña debido, una vez
más, al escaso celo de los diferentes párrocos, por lo que hemos decidido centrarnos en el siglo
XVIII que, no sólo es la época en la que más población foránea llega al Valle, sino que es en la
que las partidas nos pueden aportar mayor cantidad de información de tipo cualitativo al respecto
del origen de los padres de los bautizados. Por no dejar un vacío señalaremos que durante el siglo
XVII se aprecia una fuerte endogamia si bien no deja de haber un cierto flujo de personas
procedentes de los valles cercanos, en especial de los de Anievas, Cieza y Buelna, a quienes no
entiendo como foráneos puesto que les unían fuertes lazos de parentesco con los locales.
Asimismo, encontramos a algún forastero procedente de comarcas un poco más lejanas como
Toranzo, o los valles pasiegos, quienes suponemos que llegaban para trabajar como jornaleros o
en el servicio doméstico y se casaban en su mayor parte con locales, lo que les habría permitido
integrarse fácilmente en las redes sociales locales. Durante la primera mitad del siglo XVIII
encontramos ya algún que otro ejemplo de forastero de tipo diferente al hasta entonces habitual,
en concreto dos varones procedentes de Asturias y Sevilla, y una mujer valenciana, casados todos
con locales, siendo los padrinos de sus hijos o bien parientes cercanos de los oriundos de Iguña,
o bien miembros de la élite infanzona; en especial en el caso de la mujer, Doña Luisa de Amorós,
cuyo marido, don Baltasar de Mesones, pertenecía a uno de los principales linajes del Valle. Por
otro lado, también llega un matrimonio procedente de la zona norte de Burgos –en concreto eran
naturales de Lerma y Belorado- anticipando una tendencia que será bastante importante a
posteriori.
De todas formas, no será sino hasta los años cincuenta del siglo XVIII cuando la
presencia de foráneos en Iguña se incremente de una manera bastante visible y, sobre todo,
amplíe sus focos de origen a lugares más lejanos y diversos. Esta tendencia tiene mucho que ver,
como hemos venido anunciando, con el Camino de Reinosa o “de las Harinas”, construido entre
1749 y 1753, cuya apertura supuso una mejora importante de las comunicaciones terrestres,
permitiendo a Santander entrar en liza en Bilbao como uno de los principales puertos del
Cantábrico. Esta circunstancia atrajo población no sólo a la población de la villa marinera, sino
también a los valles limítrofes y a las comarcas por las que dicho Camino transitaba, entre ellas el
Valle de Iguña situado prácticamente a mitad de camino entre Santander y Reinosa, ocupándose
muchos de sus habitantes a la carretería como actividad complementaria 27.
La importancia de esta nueva vía en la llegada de forasteros a la comarca se hace patente
cuando nos fijamos en que uno de los principales focos de origen de estos recién llegados a Iguña
es precisamente la comarca de Campóo y la mitad norte de las actuales provincias de Palencia y
Burgos, dentro del área de influencia económica de esta novedosa infraestructura. Junto a este
foco destaca otro no menos importante como es el de vascos y navarros que se asientan temporal
o permanentemente en el Valle, colectivo bastante homogéneo en cuanto a su procedencia,
puesto que los pueblos y villas de los que eran naturales se sitúan, en general, en una zona muy

26 Guido ALFANI y Vincent GOURDON (ed.), Spiritual kinship in Europe, […] op. cit., p. 31.
27 Ramón LANZA, La Población y [...], op. cit, pp. 438-443.

153
De la cientela a la familia… Héctor Fernando Sánchez Diego

delimitada de la actual provincia de Guipúzcoa, un espacio que quizá haya sido una secular fuente
de emigración y que, abierto el Camino, podría haber redistribuido parte del flujo en dirección a
nuestra región.
Quizá la mejor forma de observar las formas de padrinazgo entre estos grupos de recién
llegados sea fijarnos en dos familias 28 formadas por pares de locales así como por matrimonios
mixtos local-foráneo. Tomemos por caso el matrimonio formado por los residentes en Fraguas
Asensio Ugarte, procedente de Zarauz (Guipúzcoa) e Hipólita Revuelta Prado, originaria de la
Vega de Pas, padres de seis niños -tres varones y tres mujeres- nacidos entre 1774 y 1792, un
periodo de casi veinte años que nos habla de un asentamiento de tipo permanente en el Valle.
Los padrinos escogidos para los hijos de esta primera generación de forasteros podrían dividirse
en tres categorías: paisanos, vecinos y familiares.
En el primer caso encontramos tan solo a Isidro Zabala, natural, como el padre, de
Zarauz, cuyo ahijado sería el primogénito del matrimonio; una opción lógica ante la imposibilidad
de contar con un miembro de la élite local o de un familiar, y en un momento en el que
posiblemente el matrimonio llevara poco tiempo en Fraguas. Sin embargo, ya entonces Hipólita
había conseguido enhebrarse en parte dentro de la sociedad local como ahora veremos, lo que
nos lleva a hablar sobre la segunda categoría de padrinos. En 1773, esta joven pasiega había sido
elegida madrina de Juan José, hijo de un matrimonio con el que, a su vez, compartía situación,
dado que el marido, Antonio Cuevas, era natural de Rioseco, localidad situada fuera del Valle, a
unos veinte kilómetros al sur, si bien en su caso estaba casado con una mujer de Las Fraguas,
Teresa Ruiz de Collantes. Cuando el primer hijo de Hipólita y Asensio fue bautizado en 1774,
junto a Isidro Zabala se encontraba Antonia, hermana mayor del mencionado Juan José, en el
papel de madrina, lo que demuestra la existencia de una reciprocidad y un vínculo entre ambas
familias. Esta situación se repetirá en los sucesivos bautizos del resto de sus hijos; de lo que
resulta que de los doce padrinos que estos reciben un cincuenta y ocho por ciento eran naturales
de Arenas y Las Fraguas y, de una forma u otra, relacionados mediante lazos de familia con los
compadres de Hipólita, señal de la importancia de las relaciones de compadrazgo. La tercera
categoría es la constituida por los padrinos elegidos de entre miembros de la parentela, una
opción que ya hemos visto que tenía lugar aquí con cierta frecuencia, y en el caso de familias de
corta radicación en una sociedad determinada, podía llegar a constituir un recurso aún más
habitual. En este caso Lorenza Revuelta, hermana de la madre, y Miguel López, marido de ésta -
natural de San Pedro del Romeral y originario por tanto de la misma comarca que su esposa y su
cuñada- fueron padrinos por separado del segundo (1780) y tercer hijo (1782) de Hipólita y
Asensio, así como conjuntamente del quinto (1789). Tampoco se trata en esta ocasión de una
relación unidireccional, sino que Asensio e Hipólita también llevaron a su sobrina Manuela a la
pila bautismal en 1788. No me gustaría dejar de apuntar que los padrinos de los hijos e hijas de
este matrimonio fueron asimismo sus epónimos, empezando por el propio Isidro, quien
continuará esta tradición. La prenominación29 es una problemática que espero tratar en trabajos
futuros.
Pues bien, si extendemos el análisis de esta familia en el tiempo apreciamos que se
produce un cambio importante en la segunda generación, dado que los tres hijos varones ya
contraerían matrimonio con mujeres naturales de las Fraguas. Por tanto, el establecimiento y la
renovación de vínculos de parentesco espiritual han favorecido la integración de una familia de
forasteros en la comunidad local, sobre todo en los primeros años desde su llegada. Su mayor
expresión es en este caso precisamente la pareja conyugal formada por Isidro Ugarte y Teresa

28Todas las partidas a las que hago mención en este apartado se encuentran contenidas en los Libros II (1683-1753),

III (1753-1785) y IV (1785-1811) de Bautismos de Arenas de Iguña, Archivo Catedralicio de Santander (ACS).
29 Beatriz Castro abordó en un estudio reciente esta cuestión en Pontedeume, Galicia. Beatriz CASTRO DÍAZ.

“Familia, apadriñamento e onomástica na bisbarra eumesa: unha aproximación histórico-etnográfica (séculos XVII-
XIX)”, Cátedra. Revista eumesa de estudios, nº 18, 2011, pp. 411-474.

154
De la cientela a la familia… Héctor Fernando Sánchez Diego

González de Collantes, prima carnal de la madrina de éste, y señal de la culminación de una


relación familiar iniciada más de dos décadas antes.
Ya hemos observado, hasta aquí, la evolución a través del parentesco espiritual de una
familia de origen vasco -al menos en parte-, así que resulta pertinente que, para completar el
rompecabezas, dirijamos nuestra atención a una familia oriunda del otro gran foco de inmigración
a Iguña, es decir, la comarca de Campóo y la zona norte de Burgos, como ya comentamos. No
sólo eso, sino que en este caso se trata de una historia de ascenso en la escala social que permite
la integración dentro del reducido grupo que conformaban las élites de este entorno rural. José de
Cendrero, natural de Contreras (Burgos), desposa, en agosto de 1745, a Doña Gregoria Díaz de
Terán, natural de la villa de Reinosa, donde tuvo lugar dicha ceremonia. Así, se establecen en
Arenas, donde él ejercerá como boticario, oficio de reducido beneficio en este lugar “por ser
partido corto y bastante esteril en la que no se practica ajuste ninguno” 30, por lo que
complementaba su estipendio con lo obtenido del trabajo de ciertas tierras que había arrendado.
Previamente a su matrimonio ya había vivido en este concejo durante varios años, periodo en el
que nunca había sido llamado a la pila bautismal para ejercer de padrino. Sin embargo, tan solo
unos meses después de los esponsales, Don José ya aparece como padrino, junto a su esposa, de
un niño, Francisco Antonio, hijo de Francisco Gómez del Olmo, cirujano, una profesión
profundamente asociada a la de boticario, de lo que se derivaría un trato cotidiano entre ambas
familias. Tendrá Don José otros tres ahijados, siempre en compañía de su mujer, lo que nos lleva
a inferir, junto a lo que veremos a continuación, un importante papel de ésta en la consolidación
del capital social relacional de esta familia, de cuyo matrimonio sobreviviría tan solo un hijo.
Pocos años después, Don José muere, y su viuda contrae muy pronto nuevas nupcias con otro
boticario, Don Juan Manuel de Armañanzas, también natural de Burgos, aunque esta vez de la
propia ciudad arzobispal. Juntos tendrán, entre 1757 y 1768, cuatro hijos, dos mujeres y dos
varones, cuyos nombres, compuestos de dos, o incluso de tres elementos –como en el caso de
María Brígida Apolonia-, nos remiten a un estrato socioeconómico que buscaba diferenciarse del
de las familias de labradores que componían la mayor parte de la población local, como era la de
Asensio Ugarte.
Se observa, una diferencia importante, asimismo, en el status de los padrinos propios de
los hijos nacidos de este segundo matrimonio, pues parece que todos ellos pertenecen a la
hidalguía infanzona a la que antes nos referíamos. Si aplicamos a los padrinos las mismas
categorías que en el caso precedente se aprecia que este matrimonio cuenta con una red social de
conocidos bastante mayor; de los ocho padrinos que eligen para sus hijos cuatro son del Valle de
Iguña, dos del Valle de Anievas y otros dos de Reinosa. El criterio de paisanaje no parece que
haya sido un condicionante importante, pues tan solo encontramos a dos padrinos que procedan
del mismo lugar de origen que uno de los padres, en este caso por parte de la madre, si bien al
menos uno de ellos es pariente suyo. Éste, llamado, Don Juan Díaz de Terán, se trata además de
un clérigo –presbítero medio racionero-, una opción que se daba, si bien no era la más común, o
al menos no desde que los padres conciliares determinaran la reducción a dos del número
máximo de padrinos, lo que habría llevado a que los padres prefirieran encaminar la elección de
los padrinos de sus hijos hacia aquellos sectores cuyo potencial relacional fuera lo más amplio
posible, es decir a las familias de las élites 31. El resto de padrinos de los hijos de este matrimonio
habrían sido elegidos en razón de su calidad de vecinos pero, sobre todo, parece que respetando

30Archivo Histórico Provincial de Cantabria, Catastro de Ensenada, Leg. 53, fol. 339.
31Una variable, la del padrinazgo eclesiástico, que por falta de espacio no hemos abordado, pero que se puede ver en
Antonio IRIGOYEN LÓPEZ, “Ecclesiastical godparenthood in Early Modern Murcia”, en Guido ALFANI y
Vincent GOURDON (Eds.), Spiritual kinship in Europe, 1500-1900, Ashgate, 2012. En mi Trabajo de Fin de Máster
realicé asimismo una primera aproximación: Héctor F. SÁNCHEZ DIEGO, El parentesco espiritual en la Cantabria
Moderna: el papel del padrinazgo en el Valle de Iguña, 2012. Disponible en línea en Repositorio Institucional de la UC.
Consultado el 01 diciembre 2013.
URL: http://repositorio.unican.es/xmlui/handle/10902/1480

155
De la cientela a la familia… Héctor Fernando Sánchez Diego

escrupulosamente en cuenta el criterio de la “endogamia espiritual”, del que ya hemos hablado. Y


es que sin duda el elemento principal que diferencia a los Cendrero-Armañanzas-Díaz de Terán
de los Ugarte-Revuelta es, como comentábamos, más que su procedencia, su status. Lo cierto es
que su integración fue considerablemente rápida; y si consideramos, tal y como lo hacen Carvalho
y Campos 32, que ser elegido como padrino constituía un símbolo de prestigio, entonces este
matrimonio, para ser un recién llegado, acumuló en pocos años un nada desdeñable capital social
dentro de la comunidad local, como venimos observando. Entre 1751 y 1766 Don Juan Manuel y
Doña Gregoria fueron elegidos como padrinos en un total de diecinueve ocasiones, cuatro de
ellas de manera conjunta, y mientras que él en solitario fue elegido en otras cuatro ocasiones. Ella,
por su parte, fue madrina por derecho propio en otros once bautismos, lo que constituye un
diferencial importante, algo que me conduce a pensar, junto a lo ya expuesto, que Doña Gregorio
fue la verdadera artífice o nodo social que permitió el ascenso de esta familia dentro del Valle de
Iguña, en base a unos vínculos preexistentes con la comunidad, al menos en lo que a esta
generación se refiere.
Respecto los descendientes de esta pareja -pues el hijo superviviente fruto del matrimonio
con José Cendrero no volvería a aparecer en ninguna partida-, solo contamos con datos acerca
del varón mayor, Juan Paulino de Armañanzas, quien, a la vista de la información de las partidas,
se casa también con una mujer de Arenas, llamada María de Rasilla, no constando ya ninguno de
los dos como “don” o “doña”. Sus tres hijos, dos mujeres y un varón, reciben como padrinos a
vecinos del común del lugar, mientras que como madrinas encontramos a Doña Josefa de
Quevedo, que lo había sido de la hermana de Juan, y nuevamente vuelve a ejercer dicho papel
para las dos hijas mayores de éste. La madrina restante, Ángela Ruiz Carriedo, no solo era del
común, sino que ni siquiera era natural del pueblo, pues procedía de San Pedro del Romeral.
Parece que, aunque se ha producido la integración total de la familia en el Valle, su status parece
haber empeorado, lo que afectaría a su vez a quienes eligen como padrinos. Paralelamente a la
llegada de castellanos y vascos durante las últimas décadas del siglo llegaron al valle algunas
familias de otras regiones, como Galicia, Asturias o Andalucía; e incluso algunas extranjeras,
procedentes de Francia o Italia. En este último apartado hemos preferido realizar un
acercamiento de tipo más cualitativo, que nos permitiera comprender la relación entre
migraciones y parentesco espiritual de una manera más gráfica, pero en un futuro trataremos de
hacer lo posible por conocer mejor los patrones desarrollados por todas estas familias y
establecer pautas más generales.

CONCLUSIONES
En esta comunicación se presentan los primeros resultados de un análisis que abarca de
1619 a 1811, un espacio de tiempo lo suficientemente amplio como para poder observar las
tendencias a largo plazo de un fenómeno con un profundo carácter social como el padrinazgo.
Hemos escogido dos parroquias rurales cuyo tamaño nos permite con una mayor facilidad la
combinación del análisis cuantitativo con el cualitativo, un enfoque que creemos es el más
apropiado para tratar una temática como esta, puesto que a las estadísticas se les escapa en
muchas ocasiones el factor humano. Gracias a esta conjunción de dato y número hemos podido
establecer la importancia que jugaron determinados factores como el status, la parentela o el
origen en la elección de los padrinos, tanto juntos, como por separado. Así, los hidalgos
infanzones fueron una de las primeras opciones por parte del pueblo a la hora de elegir un buen
padrino o madrina para sus hijos durante todo el periodo, si bien su influencia comenzaría
lentamente a desdibujarse en las postrimerías del siglo XVIII. Es precisamente en esas últimas

32 Joaquim CARVALHO y, Rosario CÁMPOS, “Interpersonal networks and the archaeology of social structures;
using social positioning events to understand social strategies and individual behavior”, Revista de História da Sociedade e
da Cultura, nº 7, 2007, pp. 175-193.

156
De la cientela a la familia… Héctor Fernando Sánchez Diego

décadas de nuestro estudio en las que se observa un ligero descenso en la presencia de familiares
entre los padrinos, si bien habría que prolongar el análisis hasta un momento más avanzado del
XIX para comprobar si esta tendencia se mantiene o es un punto de inflexión en relación con los
cambios socioeconómicos que se producen con motivo de la apertura del Camino de Reinosa. A
lo largo de esta comunicación hemos intentado explicar cómo el padrinazgo en la Edad Moderna
fue una herramienta que trataba de mantener un complejo equilibrio entre élites y el pueblo,
facciones familiares, foráneos y naturales y, por supuesto, sociedad e individuo, favoreciendo en
términos generales la cohesión social. Finalizamos aquí llamando la atención sobre la riqueza del
estudio del parentesco espiritual y el padrinazgo como fenómeno histórico, que cuenta con
multitud de dimensiones de análisis que no se encuentran en absoluto agotadas, tal y como se
desprende del presente trabajo.

157
El Conde de Toreno… Pelayo Fernández

EL CONDE DE TORENO. ESTRATEGIAS FAMILIARES Y REDES SOCIALES


Pelayo Fernández
Universidad de Oviedo

BREVES ANTECEDENTES HISTORIOGRÁFICOS, METODOLOGÍA Y BASE


DOCUMENTAL
La familia Queipo de Llano, cuyos orígenes más próximos podrían ser delimitados en
1526 con la creación de su mayorazgo, es una de las más notables dentro del ámbito de la nobleza
asturiana. Como tal, ha sido estudiada a través del tiempo desde distintos puntos de vista. Los
miembros de la misma que han ido alcanzando distintos puestos de importancia política o
religiosa se han visto reflejados a lo largo de los siglos en distintas obras, ya fuese de forma
biográfica o enumerándolos dentro de distintos colectivos (como aquellos ostentando hábitos de
caballería) pero sin centrarse específicamente en la propia familia. Una mirada más atenta, desde
el punto de vista genealógico, la encontramos en el Blasón de España de Augusto de Burgos (1860),
si bien sólo mencionando al linaje más próximo a los condes de Toreno y su ascendencia directa.
Durante el último siglo, hemos podido encontrar diversos análisis más en profundidad de la
familia Queipo de Llano, tanto desde el punto de vista de su patrimonio material como de su
ascenso social y su servicio a la corona, dentro de estudios más amplios como Nobleza y poder en la
Asturias del Antiguo Régimen (KRK, 2007) o Nobleza y ejército en la Asturias de la Edad Moderna (KRK,
2007).
El presente estudio trata de complementar, en cierta medida, estos análisis previos, a
través de la metodología de redes y mediante un corpus documental muy concreto como es la
correspondencia del I conde de Toreno. Utilizando la metodología de redes para aprender más
acerca del entorno familiar de Don Álvaro Queipo de Llano y Bernaldo de Quirós, I conde de
Toreno, se aspira a comprender mejor la extensión y hasta cierto punto de la influencia de esta
familia a principios del siglo XVII. Fundamentalmente, el estudio se ha realizado a partir de la
reconstrucción de una red egocentrada en torno a D. Álvaro, sin descender demasiado en
profundidad dentro de un análisis cualitativo de las relaciones que allí se indican. El contenido de
la correspondencia que aquí se ha trabajado, no obstante, si se ha utilizado de forma más
superficial para resaltar los ámbitos de influencia dentro de la citada red.
El corpus documental del que parte este estudio procede del archivo de la Casa de
Toreno, más concretamente la correspondencia relativa al período del I conde de Toreno. La
presente investigación fue hecha y presentada sobre lo que se creía era la totalidad de esta
correspondencia, sin embargo, una investigación posterior desveló aún nueva correspondencia
recibida y emitida por el I conde de Toreno, así como cartas entre otros corresponsales
pertenecientes al mismo periodo, que elevaba el total a 610 cartas procedentes de 195
corresponsales. Por esta razón, este estudio se centra únicamente en aproximadamente dos
tercios de este corpus documental, localizado cronológicamente entre los años 1635 y 1662 y
compuesto por 442 cartas de la mano de 133 distintos corresponsales.
Esta correspondencia no está relegada únicamente al Principado de Asturias, sino que
procede de muy variados puntos de la Península Ibérica e incluso más allá (como es el caso de
distintas cartas procedentes de Roma). No obstante, se ha trabajado con una muestra menor
dentro de este conjunto de correspondencia, limitándose a trabajar con aquellos que comparten

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El Conde de Toreno… Pelayo Fernández

lazos familiares con D. Álvaro Queipo de Llano y Bernaldo de Quirós, el que devendría (en un
periodo posterior al de estas cartas) en I conde de Toreno. Así, el análisis concreto
correspondiente a este estudio se ha realizado sobre 139 cartas procedentes de 32 corresponsales:
17 dentro de la familia de sangre del conde (con una producción de 81 cartas) y 15 entre su
familia política (habiendo producido 58 cartas). Como puede observarse, y aunque será
actualizado más adelante con la nueva información obtenida, esta investigación parte de una rica
base documental que permite un estudio serio de las relaciones de D. Álvaro. A continuación,
exponemos dos tablas en las que puede verse la relación numérica entre cartas y corresponsales,
en ambos casos.

Familia de sangre

Corresponsal Cartas enviadas Cartas recibidas

Gutierre de Argüelles y Valdés 3 1

Catalina del Espíritu Santo 1 -

Diego García de Tineo y Llano 1 -

Juan González de Uzqueta y Valdés 2 -

Melchora de Heredia y Bernaldo 1 1

Fernando de Llano y Valdés 8 1

Juan Queipo de Llano y Navia 2 1

Francisco de Llano y Valdés 8 2

Ares de Omaña y Queipo 1 -

Antonio Valdés Herrera 4 2

Juan Queipo de Llano y Flores 11 6

Antonio Queipo de Llano 1 -

Diego Queipo de Llano 4 -

Fernando Queipo de Llano y Valdés 27 -

Fernando de Valdés y Llano 1 -

Fernando Queipo de Llano y Lugo 3 -

Suero Queipo de Llano 3 -

81 14

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El Conde de Toreno… Pelayo Fernández

Familia política

Corresponsal Cartas enviadas Cartas recibidas

Francisco de Zúñiga (abad de la Banza) 1 -

Juan Aleña Vega Arango 1 -

Alonso Carreño de las Alas 2 -

Ana María Josefa de Chaves y Lugo 2 -

Francisco Alonso de Cívico 2 1

Francisca Flórez de Valdés 1 -

Fernando García de Doriga 12 9

Diego López de Zúñiga 2 -

Juan de Lugo y Quiroga (cardenal de Lugo) 8 6

Francisco de Lugo y Quiroga (padre de Lugo) 5 1

Francisco de Lugo y Puebla 14 -

Martín de Lugo 2 2

Fernando de Malleza Oronte 2 1

Pedro Manso y Zúñiga 1 -

Manuel de Zúñiga y Acevedo 3 1

58 21

Es necesario matizar ciertas cosas. Por un lado, mencionar qué hemos entendido por
familia a la hora de seleccionar los corresponsales. La división entre familia de sangre y familia
política parece, a priori, obvia, pero no está exenta de elementos limítrofes: por ejemplo,
Francisca Flórez de Valdés posee vínculos de sangre con D. Álvaro; sin embargo, es agrupada
con su familia política por ser al mismo tiempo su cuñada. La familia (tanto política como de
sangre) es identificada principalmente (aunque no necesariamente de forma única) por sus
apellidos (Queipo de Llano, Llano o Valdés en el caso de la familia de sangre; Lugo y Zúñiga
respecto a la política), o bien por referencias explícitas dentro del contenido de las cartas,
fórmulas de cortesía o expresiones tales que indiquen una relación familiar.
En ocasiones, se encuentran corresponsales que no parecen corresponderse a ninguno
de los casos anteriormente expuestos, pero que sin embargo se encuentran en estrecha relación
con la familia de sangre D. Álvaro o su familia política. En el caso de Gutierre de Argüelles y
Valdés, pese a su intermediación entre éste y el cardenal de Lugo, he decidido clasificarlo como
familia de sangre por la importante relación de los Queipo de Llano con la familia Valdés, que
será posteriormente analizada; en el de Francisco Alonso de Cívico, pasa al grupo de la familia

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El Conde de Toreno… Pelayo Fernández

política por hallarse no sólo en contacto con el citado cardenal, sino por señalar una relación
familiar directa con doña Inés de Zúñiga (2ª esposa de D. Álvaro) y sus hijos. El conde de
Monterrey (Manuel de Zúñiga y Acevedo) y el obispo de Oviedo (Antonio Valdés Herrera), a
pesar de no expresar vínculos familiaridades o familiaridad alguna, son posicionados dentro de la
familia política y de sangre respectivamente por sus apellidos. Individuos como Juan Aleña Vega
Arango, Alonso Carreño de las Alas, Fernando García de Doriga o Fernando de Malleza Oronte
son contabilizados como por familia política, por emparentarse con el conde a través de
matrimonios de familiares de sangre, en mayor o menor grado.
Debe resaltarse igualmente, respecto a la tabla precedente, la fila referente a las cartas
recibidas por los corresponsales. Se expone allí una muestra numérica que no debe ser tomada al
pie de la letra, puesto que, a excepción de Juan Queipo de Llano y Navia (obispo de Guadix, del
que hemos podido consultar su correspondencia), no sabemos a ciencia cierta cuantas cartas
habían recibido procedentes de D. Álvaro. El número presente parte, con la excepción ya
señalada, de la propia correspondencia emitida por ellos, en donde mencionan haber recibido
determinadas cartas de D. Álvaro en momentos concretos.
Por último, y puesto que el análisis de este epistolario tan sólo incluye a las personas con
la que D. Álvaro se relacionaba a través de sus cartas, no debemos presuponer que esta red
egocentrada sea perfecta. 489 Lógicamente, no refleja las relaciones que, por su proximidad
geográfica, no se comunican por carta. Afortunadamente, la dispersión geográfica de la influencia
de los Queipo de Llano en el caso que estudiamos es lo bastante amplia como para permitirnos
tener en cuenta un nutrido grupo de familiares de D. Álvaro, lo que permite solventar en cierta
forma estos puntos muertos por otra parte inevitables por la inexistencia de fuentes
documentales con la familia más cercana, físicamente hablando.

ORIGEN Y DESARROLLO DE LA FAMILIA QUEIPO DE LLANO


Aunque la fundación del mayorazgo de la familia Queipo viene fundado por Suero
Queipo y María Alfonso en 1526, tuvo varias agregaciones posteriores. La mayor parte de su
patrimonio material se encontraba en Asturias, en el partido de Cangas y Tineo y en los valles de
Laciana, pero también más allá del Principado, en la comarca del Bierzo y diversos juros en
Sevilla (donde los Queipo habían depositado diversos intereses). En 1592, la segunda, Juan
Queipo de Llano mejora en el tercio y remanente del quinto de todos sus bienes a su
primogénito, el capitán Suero Queipo de Llano, quien lo trasladaría a su hijo Suero Queipo de
Llano y Bernaldo de Quirós. Al morir éste sin descendencia lo transmitiría a su hermano Álvaro
Queipo, el que nos ocupa, quien la aumentaría igualmente. Su tío, Fernando Queipo de Llano y
Valdés, agregaría en 1639 el patronato y presentación de la parroquia de Santa María Magdalena
de Cangas de Tineo, cuya iglesia había fundado el año anterior. Igualmente poseían cargos
públicos a nivel regional y local, que se habían comprado durante la última mitad del siglo XVI en
Cangas y Tineo, fortaleciendo el control sobre su casa y patrimonio. A esto se le unía, por parte
de D. Álvaro a finales del mismo año, el señorío de Toreno y Tombrío de Abajo en Ponferrada,
que les otorgaba el derecho a administrar justicia y la percepción de derechos señoriales como
nombrar a jueces, escribanías y otros cargos (derechos de los que ya gozaban en Cangas). Todo
esto se combinaba con su creciente influencia en la Corte, así como la obtención de distintos

José María IMÍZCOZ BEUNZA, “Las redes sociales de las élites. Conceptos, fuentes y aplicaciones”, en Enrique
489

SORIA MESA, Juan Jesús BRAVO CARO, y José Miguel DELGADO BARRADO (coord.), Las élites en la época
moderna: la monarquía española: Nuevas perspectivas, vol.1, Universidad de Córdoba, Córdoba, 2009, p. 103.

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El Conde de Toreno… Pelayo Fernández

puestos de poder político y religiosos por distintos miembros del linaje, que ya se citarán
posteriormente. 490
De la genealogía del primer conde de Toreno, mencionaré desde su ya citado abuelo
paterno, resaltando personas concretas que podrían actuar como semáforos de atención más
adelante. Fue su abuelo don Juan Queipo de Llano, señor de la casa de los Queipos, y su abuela
Dª Catalina de Valdés Llano y Salas, sobrina segunda del arzobispo de Sevilla, D. Fernando de
Valdés. Generalmente se suele identificar éste parentesco como el principio del acceso de la Casa
a distintos colegios mayores y menores en Salamanca y Valladolid491 e, indudablemente, puede ser
contemplado como un punto de inflexión dentro de la trayectoria de la familia Queipo de Llano.
No olvidemos los méritos de Fernando de Valdés, protegido del cardenal Cisneros, quien fue
obispo sucesivo de Elna, Orense, Oviedo, León, Sigüenza, arzobispo de Sevilla, presidente de la
Real Chancillería de Valladolid, inquisidor general, presidente del Consejo de Castilla y consejero
del Consejo de Estado.

Fernando Juan de Elvira Velázquez


de Valdés Llano Valdés de Cienfuegos
Salas (Salas) (y la Rúa)

Juan Catalina de
Queipo Valdés Llano
de Llano y Salas

Suero Queipo Fernando de Diego Gómez Catalina Francisca María de


de Llano y Valdés Queipo de Tineo y Valdés de Quirós Llano y
Valdés de Llano Llano y Llano y Llano Valdés

No resulta extraño que este matrimonio actuase como un elemento importante para la
familia Queipo de Llano, como resultado de la construcción de una red de alianzas nobiliarias.
Las alianzas de los notables configuraban redes de parentesco vinculando las casas más
preeminentes de una comunidad 492, y en este caso, elevándolas más allá de los límites locales al
acercar a los miembros de la familia al entorno de los altos cargos administrativos y religiosos
peninsulares. A este respecto destaca D. Fernando de Valdés Queipo de Llano (obispo sucesivo
de Teruel, León y Sigüenza, arzobispo de Granada y presidente de Castilla), tío del conde, nacido
del matrimonio ya citado. Al menos tres nietos de D. Juan y Dª Catalina obtendrían igual
preponderancia en el ámbito eclesiástico: D. Juan Queipo de Llano y Navia sería obispo de
Guadix y Coria, Juan Queipo de Llano Flórez obispo de Pamplona y de Jaén y presidente de la
Chancillería de Valladolid, y D. Fernando Queipo de Llano inquisidor de Valladolid; los tres
aparecen directa o indirectamente ligados a la correspondencia del I conde.

490 Marta LÓPEZ BAAMONDE, "Los Queipo de Llano, condes de Toreno: servicios a la monarquía" en María
Ángeles FAYA DÍAZ y Evaristo MARTÍNEZ-RADIO (coords.), Nobleza y ejército en la Asturias de la Edad Moderna,
Oviedo, ediciones KRK, 2008, pp. 217-219.
491 Ibídem., p. 215.
492 José María IMÍZCOZ BEUNZA, “Familia y redes sociales en la España Moderna”, en Francisco Javier

LORENZO PINAR (ed.), La familia en la historia, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2009, pp. 146-
147.

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El Conde de Toreno… Pelayo Fernández

Exceptuando a D. Fernando, la política matrimonial de los hijos de este matrimonio fue


la típica entre los miembros de la nobleza local, estrechando lazos con familias que en ocasiones
ya estaban emparentadas entre sí. D. Diego Gómez de Tineo y Llano casó con Dª Teresa de
Llano (fundando la casa de Abdalid, posteriormente refundida en la de los condes de Nava), y Dª
María de Llano y Valdés contrajo matrimonio con D. Francisco García de Doriga. El capitán
Suero Queipo de Llano, primogénito de D. Juan y Dª Catalina, hizo lo propio casándose con Dª
Isabel Bernaldo de Quirós; una unión de la que nació D. Suero Queipo de Llano (caballero de
Santiago, casado con Francisca Flores Valdés, señora de la casa de Piedrafita, sin descendencia),
Dª Catalina (que casó con D. Lope de Omaña, señor de la casa de Omaña), Dª Clara (que casó
con D. Sancho de Merás) y D. Álvaro (el que nos ocupa). El resto de hijos se dedicaron a la vida
religiosa o (como D. Fernando) tuvieron matrimonios extralocales.

Isabel Suero Queipo


Bernaldo de Llano y
de Quirós Valdés

Suero Queipo de Catalina Queipo de María Leonarda Clara Queipo de Juan de Álvaro Queipo de Fernando
Llano (y Bernaldo Llano (y Bernaldo Queipo de Llano (y Llano (y Bernaldo Llano y Llano (y Bernaldo Queipo de
de Quirós) de Quirós) Bernaldo de Quirós) de Quirós) Valdés de Quirós) Llano y Valdés

Francisco de Petronila Gerónimo Usenda


Lugo Puebla de Harra y de de
y Acosta Mendoza Zúñiga Trejo

Ana Mauricia Inés de


de Lugo y Zúñiga
Acosta (y Trejo)

Fernando Francisco Isabel


Queipo de Queipo de Queipo de
Llano y Lugo Llano y Lugo Llano y Lugo

Don Álvaro Queipo de Llano y Bernaldo de Quirós, futuro I conde de Toreno, casaría a
su vez dos veces. La primera, con Dª Ana Mauricia de Lugo Puebla y Acosta, señora de la casa de
Lugo, hija de D. Francisco de Lugo Puebla y Acosta, veinticuatro de Sevilla, y de Dª Petronila de
Harra y Mendoza, su mujer. Del primer matrimonio nacieron D. Fernando (futuro II conde de
Toreno), D. Francisco (caballero de la orden de Santiago y maestre-escuela de Sevilla) y Dª Isabel
(que heredaría el señorío de Llansol de Torella en el reino de Valencia a la muerte de su esposo
D. Antonio de Calatayud y Toledo). El segundo matrimonio tuvo lugar con Dª Inés de Zúñiga y
Trejo, señora de Valparaiso, hija legítima y de legítimo matrimonio de D. Gerónimo de Zúñiga
(caballero de Calatrava) y Dª Usenda de Trejo, y no se le conoce descendencia (aunque por las
cartas, hay sospechas de muertes infantiles en el seno de la familia). 493 No obstante, es reseñable
señalar en relación a este enlace que Dª Inés era sobrina del cardenal Gabriel de Trejo, presidente

493 Augusto de BURGOS, Blasón de España: libro de oro de su nobleza: reseña genealógica y descriptiva de la Casa Real, la
grandeza de España y los títulos de Castilla, vol. 6, Madrid, Imprenta y estereotipia de M. Rivadeneyra, 1860, pp. 135-137.

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El Conde de Toreno… Pelayo Fernández

del consejo de Castilla entre 1627 y 1629, lo que suponía otra vía de influencia dentro de la
administración castellana para D. Álvaro494.

INTERACCIONES DEL I CONDE DE TORENO


En el siguiente apartado, como ya se había adelantado previamente, reconstruiremos
una red egocentrada en D. Álvaro Queipo de Llano y Bernaldo de Quirós, basándonos en los
vínculos familiares mostrados a través de su correspondencia. En un primer momento
reconstruiremos una representación gráfica entre el futuro I conde de Toreno y su familia de
sangre, para después hacer lo propio con su familia política, intersectando ambas variables para
finalizar. El resultado, unido a un cierto análisis cualitativo, debería proporcionarnos una visión
más nítida del ámbito de influencia del I conde y sus familiares.

En esta gráfica podemos observar como el nodo principal es D. Álvaro, algo lógico en
el momento en el que sabemos que todas las demás personas son corresponsales con respecto a
él. Sin embargo, podemos ver igualmente, de forma muy visual, a los nodos que gozan también
de un mayor número de conexiones con otros corresponsales, y éstos se corresponden no sólo a
familiares más cercanos a D. Álvaro, sino más concretamente a aquellas personas que se
encuentran en altas posiciones dentro de la administración, la Iglesia o ambas. Este es el caso de
Juan Queipo de Llano Flórez (obispo de Pamplona y Jaén, y presidente de la Chancillería de
Valladolid), Fernando de Valdés Queipo de Llano (arzobispo de Granada y presidente del
Consejo de Castilla) o Juan de Llano y Valdés (padre jesuita).

494 Marta, LÓPEZ BAAMONDE, "Los Queipo de Llano […]”, Op. cit., p. 222.

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El Conde de Toreno… Pelayo Fernández

En el segundo gráfico pueden encontrarse un número bastante mayor de corresponsales


independientes unos de otros, y que sólo tienen en común su conexión con D. Álvaro (aparecen
excepciones, no obstante, como Alonso Carreño de las Alas, Fernando García de Dóriga o Juan
Aleña Vega Arango). Sin embargo, la parte izquierda de la gráfica resalta una conexión dentro de
la familia de Lugo y un individuo afín a ella (como es Francisco Alonso de Cívico). Francisco de
Lugo y Puebla sirve de vínculo a D. Álvaro con sus parientes Juan y Francisco de Lugo y
Quiroga, ambos en importantes puestos eclesiásticos: Juan, como cardenal, participó en el
cónclave que eligió a Inocencio X como Papa; Francisco en la congregación jesuita para escoger
general. Ambos ofrecen favores a cambio de conseguir mejoras en la estancia del cardenal en
Roma, en el caso más claro de economía moral dentro de este segmento de la correspondencia de
D. Álvaro. Podemos encontrar una relación (si bien indirecta) entre sus dos familias políticas
(fruto de los dos matrimonios de D. Álvaro) a través de Pedro Manso y Zúñiga. Éste se ofrece en
servicio para el cardenal de Lugo en relación con el arcedianato de Lorca en Cartagena concedido
por el Papa, pero no de forma directa, sino actuando D. Álvaro como intermediario.

En el último gráfico, en el que hemos fusionado la familia de sangre de D. Álvaro (en


azul) con la familia política (en rojo), podemos observar como las tendencias que hemos señalado

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El Conde de Toreno… Pelayo Fernández

por separado confluyen en cierta forma. Es importante observar como los dos grupos familiares
del conde no son compartimentos estancos: tanto la familia de Lugo (especialmente los
religiosos) como los miembros de la Queipo de Llano en mayor posición de poder ganan en
interacciones con nuevos corresponsales, muy especialmente entre sí, reforzando una
preponderancia que ya se había hecho destacar por separado.
No obstante, una influencia familiar ya preexistente en la Corte no implica,
necesariamente, que D. Álvaro no tuviese influencia propia. Al contrario, numerosos
corresponsales le escriben con la intención obtener de él favores y mercedes directos, no como
intermediario ante terceras personas. Aunque sin duda entró en contacto con el mundo cortesano
arropado por sus familiares, D. Álvaro hizo amplios méritos propios a la Corona durante toda su
vida. La obtención del condado de Toreno en 1659 (a la que había precedido la compra del cargo
de alférez mayor de la Junta General del Principado de Asturias en 1636, la obtención del señorío
de Toreno en 1639 y la previa concesión del vizcondado de Matarrosa en 1657) vino justificada
por parte de Felipe IV “teniendo en consideración a lo que me aveis servido en todo lo que os he
encomendado con satisfacion mia”, ya que previamente, D. Álvaro había servido como
gentilhombre y concertador de privilegios suyo (1634), consejero de Hacienda y corregidor de
Málaga, Granada (1637) y Madrid (1644 y 1654). 495 Aunque no aparece mencionada en la
correspondencia, nos consta que como corregidor de Granada, D. Álvaro reclutó 1.000 hombres
para la guerra de Portugal, y aún volvió como tal tras el corregimiento de Madrid, a fin de atajar
un amotinamiento en Granada derivado de una baja de la moneda de vellón y la consecuente
paralización de las actividades mercantiles. 496
En la correspondencia podemos encontrar numerosas referencias a sus obligaciones
para la Corona, resaltando distintos campos de influencia: cobranza a los prestamistas de la
familia Fugger (un encargo revisado por Fernando de Llano y Valdés), referencias a las cosechas
del trigo y la cebada en el sur peninsular (Fernando de Llano y Valdés, Martín de Lugo o
Francisco de Lugo y Puebla nos dan información de problemas con las cosechas o el comercio, a
este respecto, a veces en relación con la llegada y partida de los galeones a Sevilla), de juros (con
su suegro) o los más delicados como servicio a la Corona (a juzgar por la premura que se les da al
mencionarlos), como son la compra de caballos (tema tratado con Juan González de Uzqueta y
Valdés y Manuel de Zúñiga y Acevedo), la aportación de dinero para los galeones o la leva,
reclutamiento y remisión de soldados (mencionada por Fernando de Llano y Valdés, Francisco de
Lugo y Puebla y de nuevo Manuel de Zúñiga). Esta última se realizaba en distintos lugares
(Cartagena, Málaga) con distintos destinos (Italia y Portugal), y se sabe que D. Álvaro también
dispuso la orden del Rey de excusar al servicio militar a los caballeros de hábito siempre y cuando
sustentara a sus sustitutos con 15 ducados (la paga de un mes).
Por último, mencionar que existe un caso concreto que liga a algunos de los miembros
más cercanos de la familia (tanto política como de sangre) de D. Álvaro. Es bien sabido que los
valores de economía moral que sustentaban las redes relacionales familiares en esta época eran
inculcados desde edades tempranas por diferentes vías, siendo una de las más importantes el
enviar a los niños a casa de unos parientes a cuya autoridad quedaban sometidos, con la
correspondiente creación de relaciones de dependencia y patrocinio, respectivamente. 497 En
relación con esto encontramos menciones dentro de las cartas con respecto a los dos hijos
varones de D. Álvaro, Fernando y Francisco, que permanecen separados de su padre durante la

495 María Ángeles FAYA DÍAZ, "La nobleza asturiana: servicio a la Corona y ascenso social" en María Ángeles
FAYA DÍAZ y Evaristo MARTÍNEZ-RADIO (coords.), Nobleza y ejército en la Asturias de la Edad Moderna, Oviedo,
2008, ediciones KRK, p. 163.
496 LÓPEZ BAAMONDE, Marta; "Los Queipo de Llano, condes de Toreno: servicios a la monarquía" en FAYA

DÍAZ, María Ángeles y Evaristo MARTÍNEZ-RADIO (coords.), Nobleza y ejército en la Asturias de la Edad Moderna,
Oviedo, 2008, ediciones KRK, pp. 221.
497 José María IMÍZCOZ BEUNZA, “Familia y redes sociales…”, Op. cit., 2009, p. 157.

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El Conde de Toreno… Pelayo Fernández

mayoría del tiempo. Las cartas nos muestran como en un principio permanecen en Asturias (a lo
que el cardenal de Lugo se opone, puesto que no lo considera un entorno digno para su crianza),
hasta que se trasladan a vivir a Sevilla junto a su abuelo, Francisco de Lugo y Puebla. Es desde allí
donde recibimos noticias de su formación, su desarrollo y su alfabetización (incluyendo cartas
manuscritas de Fernando), aunque el conde no deja de recibir noticias de ellos también por parte
de otros familiares que las recibieron a su vez de Francisco de Lugo, o por contacto directo con
la familia.

CONCLUSIONES
La familia Queipo de Llano había sido estudiada, hasta la fecha, principalmente desde el
punto de vista genealógico y material. No obstante, el análisis de la correspondencia del I conde
de Toreno nos permite observar, de forma limitada, una red de favores y servicios que no había
sido estudiada aún en esta familia nobiliaria asturiana, y que se extiende mucho más allá de su
patrimonio material. A pesar de ser ésta una red egocentrada en el I conde, ya hemos situado al
origen de sus influencias más allá del ámbito local, varias generaciones por detrás.
Durante el s. XVI, la Corte del monarca comenzó a ejercer una atracción para la
nobleza, que vio sus intereses más ligados a los del soberano y su gobierno. En consecuencia, se
crearon vínculos entre individuos de poder situados en la Corte del rey y las élites locales de los
territorios provinciales de la Península. Estas redes clientelares diferenciaban espacios de poder y
reforzaban el prestigio de ambas partes involucradas, en sus respectivos contextos, 498 pero en la
mayoría de los casos no dejaban de ser meros contactos con las verdaderas fuentes de poder
cortesano, no auténticos participantes. Sin embargo, José María Imízcoz ya señaló un proceso
según el cual, desde finales del siglo XVII al XVIII se produjo un proceso de transición de
nuevos grupos hacia los puestos de poder de la monarquía castellana. Los protagonistas de este
proceso se caracterizaban, según Imízcoz, por pertenecer a la pequeña y mediana nobleza de la
periferia peninsular, especialmente entre los territorios hidalgos del norte de la Península Ibérica.
Estas familias superaron sus tradicionales marcos de influencia extendiéndose a toda la
monarquía católica y (en ocasiones) su imperio colonial, y una vez establecidos, tendieron a
proteger y auspiciar el ascenso de sus propios parientes. Estas familias no sólo se reprodujeron
socialmente en la administración, sino también dentro del alto clero, todo lo cual facilitó una
dinámica de intercambios de favores y apadrinamiento de parientes que se mantuvo durante más
de un siglo. 499
La red de influencias que hemos estudiado tiende a perpetuarse y aumentar según el
proceso señalado por Imízcoz, si bien encontramos que en el caso de los Queipo de Llano (aún
es pronto para dictaminar si este fenómeno podría abarcar más casos en el territorio asturiano)
no comienza a finales del siglo XVII, sino más bien a principios de éste, si no a finales del XVI.
Esta red de favores tiene un centro importante en D. Álvaro, pero existen nodos de gran
influencia de sus numerosos parientes en altos puestos eclesiásticos (y en menor medida,
administrativos), que redundan (o intentan ser utilizados) por parte de parientes más lejanos.
A través de esta correspondencia, nos encontramos con que parece predominar más la
economía moral que el conflicto en el seno de esta familia. La economía moral se sustentaba por
un entramado de intercambios, solidaridades y reciprocidades dentro de la familia, de tal forma
que las relaciones de confianza y respeto que ello creaba suponían el núcleo para el buen
funcionamiento de las dinámicas familiares. 500 No pocos casos encontramos en donde las cartas
498 Ibídem, pp. 181-182.
499 José María IMÍZCOZ BEUNZA, “Élites administrativas, redes cortesanas y captación de recursos en la
construcción social del Estado Moderno” en Trocadero: Revista de historia moderna y contemporánea, Nº 19, 2007, pp. 12-
16.
500 José María IMÍZCOZ BEUNZA, “Familia y redes sociales…”, Op. cit., 2009, pp. 153.

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El Conde de Toreno… Pelayo Fernández

únicamente se refieren al hecho de ponerse al servicio de D. Álvaro, reiterando los favores que le
deben, tanto en el seno de la familia política (Ana María Josefa de Chaves y Lugo, sobrina
política) como en la de sangre (Antonio Valdés Herrera, obispo de Oviedo; Antonio, Diego y
Suero Queipo de Llano, etcétera), si bien suelen ser más abundantes aquellos que piden
directamente favores y mercedes (sin dejar por ello de recordar las deudas que tienen para con D.
Álvaro).
Como mucho, respecto a conflicto, encontramos negativas a favores por imposibilidad
de concederlos, o excusas ante peticiones reiteradas con la fórmula “disculpe vuestra merced
estos enfados”. Las mayores tiranteces las encontramos tras la muerte de Fernando de Llano y
Valdés, arzobispo de Granada y los trámites en relación a su testamento, pero nunca parece darse
a entender que haya habido una ruptura de relaciones dentro del seno familiar, ni siquiera un
conflicto abierto. Participan en este tema corresponsales como Juan Queipo de Llano Flores
(obispo de Pamplona, mencionado como fuente de cierta discordia de acuerdo al testamento),
Juan Queipo de Llano y Navia (obispo de Guadix) y Diego García de Tineo y Llano.
Podemos apreciar como un paso previo para emprender la carrera administrativa o
eclesiástica, y que por tanto puede ser considerado como el primero en el proceso de protección
y elevación familiar, es la entrada en colegios mayores de Valladolid y Salamanca y en el menor de
San Pelayo en Salamanca. Estos asuntos se tratan únicamente en la correspondencia desde la
familia de sangre (con menciones de Juan Queipo de Llano Flores, Juan de Llano y Valdés, y
Fernando de Llano y Valdés), mientras que se aprecia un esfuerzo también desde la política en el
caso de la obtención de distintos hábitos de caballería, un paso tan importante como los colegios
universitarios para medrar posteriormente en la Iglesia o la Corte real. 501
Respecto al hábito de la orden de Santiago, los Queipo de Llano parecían especialmente
ligados a obtenerlo. Tres generaciones directas lo consiguieron (D. Suero, padre del primer
conde, en 1626, el mismo conde en 1633, y su hijo Fernando en 1637), pero también otros
parientes, como Fernando Arango y Queipo (tío segundo del primer conde, que llegaría a obispo
de La Paz y Charcas), Arias Omaña y Queipo (pariente lejano), Rodrigo Queipo de Llano (en
1639, primo del primer conde), siendo éstos los más notables para el caso que nos ocupa. 502 En
este sentido, podemos ver como no siempre existe una relación directa entre la concesión de
estos títulos y los méritos propios (aunque existen casos, como el del propio I conde), sino que
generalmente se obtienen por méritos de un familiar, influencias en la Corte, o ambas (como es el
caso de Fernando Queipo de Llano, segundo conde de Toreno, que obtuvo su hábito de Santiago
con 4 meses de edad). 503
Así, encontramos un esfuerzo por parte del conde y sus familiares para obtener un
hábito indeterminado para su suegro, Francisco de Lugo y Puebla (quizás para facilitar la
obtención del hábito de sus nietos, estas diligencias fueron llevadas por Francisco de Llano y
Valdés, y con la colaboración de Fernando de Llano y Valdés). Consta ampliamente el poder e
influencia del arzobispo de Granada, su poder en la corte y su apoyo a familiares. Sabemos que el
hábito de Santiago le fue concedido a Rodrigo Queipo de Llano por propuesta suya, e igualmente
por su intercesión obtuvo el primer conde dos escribanías del juzgado de la alcaldía mayor de
Cangas y Tineo. 504 Lo más notable, no obstante, es el envío de testimonios de la Inquisición con
genealogías de Francisco por parte de su abuelo materno (el citado Francisco de Lugo y Puebla),
relacionándolo directamente con su hermano Fernando, seguramente en un intento de obtener
un hábito de caballería para su segundo hijo varón (algo que no nos consta consiguiese, si bien sí

501 María Ángeles FAYA DÍAZ, "La nobleza asturiana…”, 2008, pp. 155-157.
502 María Ángeles, FAYA DÍAZ y Lidia ANES FERNÁNDEZ, Nobleza y poder en la Asturias del Antiguo Régimen,
Oviedo, 2007, ediciones KRK, pp. 100, 107 y 109.
503 María Ángeles FAYA DÍAZ, "La nobleza asturiana…”, 2008, pp. 155.
504 Ibídem., pp. 163.

169
El Conde de Toreno… Pelayo Fernández

sabemos que terminaría convirtiéndose en maestreescuela de Sevilla, ya fuera por influencia de su


padre, su abuelo, o ambos).
Si bien la rama principal (continuadora del condado de Toreno) tendrá un papel más
limitado, sabemos que las ramas menores de los Queipo de Llano aún continuarán ejerciendo
importantes cargos administrativos y religiosos durante el resto del s. XVII y todo el XVIII. 505 Si
los siguientes condes de Toreno se mantuvieron en cierta forma más aislados de la corte
madrileña, es de suponer que revertirían a la situación habitual entre la nobleza periférica durante
el XVI; es decir, las ramas menores actuando como intermediarios cortesanos para reforzar los
intereses e influencias provinciales de la familia Queipo de Llano en el Principado. En este
sentido, continuar estudiando la correspondencia de estos condes puede ser fundamental para dar
validez a esta hipótesis y entender este proceso.
Respecto al entorno del I conde, esta investigación es sólo un primer paso: un análisis
del resto de cartas de D. Álvaro recibidas por sus familiares nos permitiría comprender más en
profundidad esta realidad. Afortunadamente, el hecho de que parte de ellos ostentasen altos
puestos eclesiásticos o administrativos probablemente facilite el acceso a estas fuentes, dando
lugar a una mayor comprensión del potencial y profundidad del capital relacional del I conde de
Toreno, y definiendo mejor los límites de su influencia en el seno de la monarquía hispánica de su
época.

505 Marta LÓPEZ BAAMONDE, "Los Queipo de Llano…”, Op. cit., 2008, pp. 222.

170
Além da pia batismal… Rachel dos Santos Marques

ALÉM DA PIA BATISMAL: RELAÇÕES DE COMPADRIO NA FAMÍLIA SILVEIRA


(C. 1750 – C. 1810)
Rachel dos Santos Marques ∗
Universidade Federal do Paraná

O estudo de estratégias, sejam elas bem-sucedidas ou não, é importante na medida em


que aponta para caminhos possíveis aos atores sociais, revelando assim aspectos do funcionamento
de uma sociedade talvez não perceptíveis de outra maneira. Na pesquisa aqui apresentada foram
estudadas as estratégias sociais de um grupo familiar do Rio Grande de São Pedro (atual estado
do Rio Grande do Sul, Brasil) entre o final do século XVIII e o início do século XIX, período de
grandes mudanças políticas, econômicas e sociais 1. Tal grupo manteve-se, de alguma forma, no
topo da hierarquia social, mesmo atravessando diferentes e difíceis conjunturas. Dentre as
estratégias analisadas, focam-se, nesse momento, aquelas relacionadas às relações de compadrio
estabelecidas pelos membros de uma geração da família, a saber, as filhas e genros do casal
Antonio Furtado de Mendonça e Isabel da Silveira, o qual migrou da Ilha do Faial para o
Continente do Rio Grande de São Pedro, acompanhado de suas cinco filhas, no início da década
de 1750. Essa família, entre suas várias gerações, atravessou um século durante o qual seus
membros obtiveram, mantiveram e ampliaram prestígio e cabedal que permitiram que fossem
galgando posições na hierarquia social.
O início da trajetória desse grupo no Continente do Rio Grande de São Pedro se deu
por meio dos casamentos de Maria Antônia, Ana Inácia, Mariana Eufrásia, Isabel Francisca e
Joana Margarida – mulheres que possuíam prestígio perante uma parcela significativa da
população e, portanto, um cabedal imaterial – com Mateus Inácio, Manuel, Francisco, Manuel
Bento, Antônio e Domingos – homens que forneceram a esses enlaces as possibilidades
econômicas que possuíam em suas atividades de negócio, seu cabedal material, portanto.
Os maridos das irmãs Silveira foram comerciantes, detentores de sesmarias de grandes
proporções, de grandes rebanhos de gado, de cargos de governança da República, de patentes
militares, de contratos régios. Possuíam negócios e terras em sociedade, alternavam-se em cargos
da Câmara de Viamão/Porto Alegre, possuíam patentes nas mesmas companhias. Juntamente
com suas esposas, estabeleceram relações com pessoas das mais diversas posições na hierarquia
social, instituindo uma diversificada base de sustentação à sua posição dentro da sociedade. Pode-
se ter uma ideia da existência desses laços através da grande quantidade de vezes em que foram
chamados à pia batismal na condição de padrinhos. Esse é um exemplo de que esses atores eram,
pelo menos, reconhecidos como bons padrinhos em diversos patamares da escala social e eram
reiteradamente buscados para cumprir tal papel.


Graduada em História pela Universidade Federal de Pelotas, Mestre em História pela Universidade Federal do
Paraná, Doutoranda em História pela Universidade Federal do Paraná sob orientação da Prof.ª Dr.ª Martha Daisson
Hameister. Bolsista CAPES.
1 No contexto mais imediato em que se situava o grupo familiar em questão, o Rio Grande do Sul deixou de ser

apenas um fornecedor de animais – cavalgaduras e bovinos - para o Sudeste da América portuguesa e passou a ser o
mais importante produtor da proteína consumida nas grandes áreas escravistas, sob a forma de charque.
Politicamente, passou de “Continente” para “Capitania” e depois para “Província”. Militarmente, é no final do século
XVIII que a situação de guerras com as tropas dos “castelhanos” se apaziguou. Por outro lado, em 1835 tem-se a
Revolução Farroupilha, que abalou mais uma vez essa sociedade.

171
Além da pia batismal… Rachel dos Santos Marques

Os membros da família Silveira aparecem seguidamente nos registros de batismo dos


locais em que viveram, especialmente Rio Grande, Viamão e Porto Alegre. Algumas vezes, seus
nomes aparecem na condição de pais dos batizandos: foram encontrados vinte e um registros de
batismos de filhos de Maria Antônia, Ana Inácia e Mariana Eufrásia e vinte e sete registros de
batismos de netos seus. Em cada um desses batismos essas mulheres e seus maridos escolheram
padrinhos e madrinhas para seus filhos, estabelecendo, consequentemente, relações de
compadrio. As escolhas realizadas por ocasião do batismo de um novo membro da família,
momento crucial numa sociedade cristã da América Portuguesa, podem sugerir proximidade
entre atores, formação de alianças, existência de amizades e reiteração de laços já existentes.
Outras tantas vezes as irmãs Silveira e seus maridos aparecem nos registros batismais
por terem sido convidados para serem padrinhos ou madrinhas dos filhos de pessoas das mais
diversas posições na hierarquia social. Constam entre seus compadres ilhéus, membros de
famílias tradicionais do Continente, migrantes de outros locais do Brasil, agricultores, soldados,
capitães, agregados, sesmeiros, “Donas”. Ocasionalmente tomavam como afilhados um exposto 2
ou uma criança escrava. Tudo isso sem falar, claro, na reiteração ou estreitamento e diversificação
de laços já existentes com seus irmãos, cunhados e sobrinhos. Ter um vasto conjunto de
compadres poderia significar ter um conjunto de relações potencialmente utilizáveis em
momentos de necessidade. Mais do que isso, pode indicar a existência de uma base de
sustentação à posição que os membros da família ocupavam na hierarquia social.
Relações de compadrio são relações sociais intermediadas pela religião cristã, pois se
formam no momento do batismo entre os pais daquele que recebe o sacramento e os padrinhos
por aqueles escolhidos. As regras e formas com que esse tipo de relação se manifesta podem
variar muito no tempo e no espaço. Segundo o antropólogo Stephen Gudeman, ainda que exista
essa grande variação, trata-se em todos os casos de uma mescla entre os costumes locais e os
dogmas da Igreja, sendo que regra e realidade influenciam uma à outra, modificando-se
mutuamente num processo contínuo. Ainda assim, a instituição do compadrio possui um padrão
central, que foi resumido pelo autor citado como consistindo em três papéis, criança, pai e
padrinho, e três relações: “um laço de parentesco entre pai e criança; um laço espiritual entre
criança e padrinho; e um laço espiritual entre padrinho e pai”. 3
Por serem considerados irmãos espirituais, os compadres devem estabelecer entre si
relações de respeito mútuo. É nesse ponto que o compadrio vai além do aspecto religioso, e é
aqui que se percebe sua importância social. Sendo uma relação sacramentada pela Igreja, com
características de parentesco, ela moralmente modifica a relação dessas pessoas fora da Igreja,
dando-lhe um outro caráter. De acordo com Gudeman, a relação entre os compadres se torna
mais segura, e essa segurança é atingida porque o laço do compadrio, laço da esfera do sagrado,
elimina a desconfiança entre as casas: ao menos em tese é seguro permitir que as crianças
brinquem na casa de seus padrinhos, assim como, devido ao tabu sexual e marital existente entre
compadres, é seguro para um homem deixar sua mulher sozinha com o padrinho de seu filho, já
que compadres são uma ordem diferente de pessoas, e são considerados irmãos espirituais, o que
torna qualquer relação marital ou sexual entre eles incestuosa. 4
Devido à importância desse laço é que existem regras na escolha dos padrinhos, ainda
que tais regras possam variar muito nos diversos contextos. Gudeman aponta, porém, alguns
padrões entre as variações. O primeiro deles é que os pais são universalmente proibidos de se
escolherem para padrinhos. O segundo é que, dentro de uma determinada cultura, a retribuição

2 Crianças, geralmente recém-nascidas, abandonadas em casas de terceiros.


3 GUDEMAN, Stephen. “The Compadrazgo as a Reflection of the Natural and Spiritual Person”. In: Proceedings of the
Royal Anthropological Institute of Great Britain and Ireland, v. 0, 1971, p. 45. Tradução livre.
4 Ibídem, p. 51.

172
Além da pia batismal… Rachel dos Santos Marques

da escolha pode ser obrigatória, permitida ou proibida. 5 Reversão da escolha acontece quando o
padrinho ou madrinha de alguém convida o compadre ou comadre para apadrinhar seu próprio
filho, devolvendo, assim, um convite ao compadrio feito em momento anterior, reforçando o
laço. No caso do contexto tratado, quando a escolha de um padrinho se faz quase sempre no
interior de grupos social ou moralmente superiores, a reversão da escolha pode significar que os
dois compadres se consideram como iguais, o que resulta na simetria da relação.
Embora se possa conjecturar acerca dos motivos que fizeram com que algumas pessoas
recebessem muitos convites para apadrinhar ou amadrinhar os novos cristãos, é bem mais difícil
tentar entender a relação no sentido inverso, ou seja, tentar encontrar padrões que revelem os
aspectos que influenciavam a escolha feita pelos pais do batizando em cada caso específico. Em
cada localidade, o número e a qualidade dos padrinhos em potencial podiam variar muito (por
exemplo, em uma comunidade nova, poucos poderiam ser os cristãos disponíveis), as
possibilidades de escolha mudavam de acordo com a posição social dos responsáveis pela escolha
dos padrinhos, de acordo com as relações que possuíam, e de acordo com as estratégias que
engendravam, o que tinham em mente no momento da escolha.
É preciso lembrar que entende-se aqui que tais escolhas eram realizadas a partir de uma
racionalidade limitada 6, o que faz com que se tenha em consideração as características do momento
em que se vive, e também uma ideia de futuro feita a partir da (pre)visão limitada que se possui.
O momento do batismo é único, representa desejos de alianças, manutenção ou criação de laços
tanto para os pais/compadres quanto para o futuro do batizando/afilhado. Entretanto, as
intenções com que se estabelecem laços nesse momento nem sempre surtem os efeitos desejados.
Não necessariamente a relação formada vai ser “posta em funcionamento”, vai ser utilizada
“socialmente”. Ainda assim, ela gera necessariamente uma possibilidade que não existia antes da
formação da relação. A manutenção dos laços criados fica a cargo dos atores e do contexto.
Todas essas características das relações de compadrio – de serem relações
sacramentadas utilizadas também com objetivos “mundanos” e de possuírem uma série de regras
para serem iniciadas e postas em funcionamento – é que tornam seu estudo válido quando se
busca entender parte das relações entre os atores sociais, das alianças estabelecidas entre eles, e de
suas estratégias.
Parte das relações de compadrio tecidas pela família Silveira já foram estudadas por
alguns autores. Entre estes estudos está o de Martha Hameister, que realizou um levantamento
dos compadrios estabelecidos através dos batismos dos filhos de Mateus Inácio da Silveira e
Maria Antônia da Silveira, Manuel Fernandes Vieira e Ana Inácia da Silveira, e Francisco Pires
Casado e Mariana Eufrásia da Silveira na Vila de Rio Grande, até o ano de 1763. A autora
observou que a maior parte das escolhas feitas por esses casais recaíram em pessoas da família
das mães dos batizandos:
“as madrinhas, quando existem, eram todas cunhadas dos pais da criança. Ou seja, não foi
eleita madrinha externa à família consangüínea. Já os padrinhos, ou eram os cunhados ou
gente de estatuto social semelhante. As filhas e genros de Furtado de Mendonça se
alternavam no batismo de seus sobrinhos. Vê-se nesse ato, a reiteração de alianças e
amizades previamente existentes, amalgamadas nos casamentos que inseriram os homens
nesta família que tinha predominantemente, senão somente, mulheres colocadas ao
mercado matrimonial. Os demais compadres das filhas e genros de Furtado de Mendonça
também pertenciam aos estratos mais privilegiados dessa sociedade.” 7

5 GUDEMAN, Stephen. “Spiritual Relationship and Selecting Godparent”. In: Man, New Series v. 10, n. 2. June
1975, p. 222.
6 LEVI, Giovanni. A herança imaterial: trajetória de um exorcista no Piemonte do século XVII. Rio de Janeiro:

Civilização Brasileira, 2000.


7 HAMEISTER, Martha Daisson. Para dar calor à nova povoação: estratégias sociais e familiares na formação da Vila do

Rio Grande através dos Registros Batismais (c.1738-c.1763). Tese (Doutorado) – UFRJ, Rio de Janeiro, 2006, p. 237.

173
Além da pia batismal… Rachel dos Santos Marques

Além de buscarem reiterar laços com pessoas com quem eram aparentados, como dito
pela autora, as demais pessoas convidadas por eles para apadrinhar seus filhos eram de estatuto
social semelhante ou superior. A pesquisa de Hameister, entretanto, se restringe à Vila do Rio
Grande no período anterior à tomada pelos castelhanos, ou seja, até 1763. Sabe-se, no entanto,
que houve batizados dos filhos desses casais em período posterior, especialmente nas localidades
de Viamão e Porto Alegre.
Para a presente pesquisa levantaram-se, além dos batismos realizados em Rio Grande
até 1763, também os batismos de Viamão e Porto Alegre no período imediatamente posterior ao
ano citado até o final do século XVIII. Obteve-se, também, os registros batismais redigidos em
Rio Grande após a retomada da Vila (1776), assim como aqueles realizados na Freguesia de São
Francisco de Paula de Pelotas a partir de 1812. Nesse largo período foram encontrados batismos
de filhos e netos de Maria Antônia, Ana Inácia e Mariana Eufrásia, que serão analisados a seguir. 8

Batismos dos Filhos de Maria Antônia da Silveira e Mateus Inácio da Silveira

QUADRO 1 - COMPADRIOS DE MARIA ANTÔNIA DA SILVEIRA E MATEUS INÁCIO DA SILVEIRA

Criança Data Bat. Local Padrinho Madrinha

Nicolau 06/12/1754 Rio Grande batizado em casa por necessidade

Francisco 03/10/1756 Rio Grande Francisco Pires Casado [tio] Mariana Eufrásia da Silveira [tia]

Alexandre 04/08/1758 Rio Grande Francisco Lopes de Souza, solt. Não consta

Dorotéia 17/02/1760 Rio Grande Manuel Bento da Rocha [tio] Joana Margarida da Silveira

Maurício 07/03/1762 Rio Grande Cap. Mor Francisco Coelho Osório Isabel Francisca Silveira [tia]

Inácio 17/03/1765 Viamão Manuel Bento da Rocha [tio] Isabel Francisca da Silveira [tia]

José 17/07/1766 Viamão Sargento-mor José da Silveira Bitencurt Inácia Xavier Pires [corroído]

Fontes: AHBRG: 2º, 3º e 4º Livros de Batismo de Rio Grande; 2º Livro de Batismos de Viamão. In: NEUMANN,
Eduardo; KÜHN, Fábio (Org.). Projeto Resgate de Fontes Paroquiais - Porto Alegre - Viamão (século XVIII). UFRGS, 2009.
CD-ROM.

Nesses batismos as madrinhas são todas tias das crianças, com exceção de Inácia Xavier
Pires, sobre quem não foi possível obter maiores informações, mas acredita-se ser a mulher do
Sargento-mor José da Silveira Bitencurt, com quem fez par na pia batismal. Com relação aos
padrinhos, há uma alternância na escolha entre tios dos batizandos e homens não aparentados às
crianças, ou que pelo menos não tiveram o parentesco identificado. Eram todos, entretanto,
pessoas de destaque na sociedade sulina.
Mateus Inácio e Maria Antônia convidaram ao compadrio as irmãs de Maria Antônia e
seus maridos, fortalecendo assim laços já existentes e provavelmente estreitando a relação entre
eles. Chama a atenção o fato de que tanto Isabel Francisca da Silveira quanto Manuel Bento da
Rocha foram convidados duas vezes. Considerando-se que nenhum dos filhos desse casal faleceu
enquanto jovem – o que justificaria um novo convite – parece ter sido percebido como mais

8 Os registros batismais trabalhados têm os seguintes recortes: Rio Grande: 1753-1763 e 1776-1806; Viamão: 1747-

1799; Porto Alegre: 1772-1799; São Francisco de Paula (Pelotas): 1812-1825. Os filhos cujos registros de batismo
não pude acessar são: Joaquina Eufrásia da Silveira (segundo seu registro de óbito, nascida no Rio de Janeiro) e José
Inácio da Silveira.

174
Além da pia batismal… Rachel dos Santos Marques

importante reforçar um laço já constituído do que usar a oportunidade do batismo de um novo


filho para diversificar as relações do casal, estreitando laços com outras pessoas.

Batismos dos Filhos de Ana Inácia da Silveira e Manuel Fernandes Vieira

QUADRO 2 - COMPADRIOS DE ANA INÁCIA DA SILVEIRA E MANUEL FERNANDES VIEIRA

Criança Data Bat. Local Padrinho Madrinha

Vicência 25/07/1753 Rio Grande João de Souza Rocha Não consta

Clemência 15/08/1756 Cap. Antônio Lopes da Costa, Mariana Eufrásia da Silveira [tia]
Rio Grande morador na Cidade do Rio de
Janeiro

Manuel 15/08/1761 Anacleto Elias da Fonseca. morador Não consta


Rio Grande na Cidade do Rio de Janeiro

Ana 27/01/1765 o Governador do Continente, Isabel Francisca da Silveira [tia]


Viamão
Coronel Custódio de Sá e Faria

Joaquim e sua mulher dona Joana Maria de


26/07/1766 Viamão Anacleto Elias da Fonseca
Seixas

Maria [capitão] Inácio, solteiro Vicência Maria do Rosário, solteira


25/05/1768 Viamão [irmã]

Fontes: AHBRG: 1º, 2º e 4º Livros de Batismo de Rio Grande; 2º Livro de Batismos de Viamão. In: NEUMANN,
Eduardo; KÜHN, Fábio (Org.). Projeto Resgate de Fontes Paroquiais - Porto Alegre - Viamão (século XVIII). UFRGS, 2009.
CD-ROM.

Talvez a motivação maior nesse caso não fosse a reiteração da relação de compadrio,
mas a criação de uma relação de apadrinhamento que poderia ser vantajosa para essa criança no
futuro. Por outro lado, nem Ana Inácia da Silveira nem seu marido, Manuel Fernandes Vieira,
constam como padrinhos dos filhos do casal em questão. Uma vez que Ana Inácia e Manuel
Fernandes também não chamaram Maria Antônia e Mateus Inácio ao compadrio, imagina-se que
talvez a relação entre os dois casais não fosse tão próxima. Com relação aos padrinhos que não
eram membros da família, trata-se de homens de destaque no Continente, sendo principalmente
homens de negócio e/ou proprietários. 9Os convites ao compadrio realizados por Ana Inácia da
Silveira e Manuel Fernandes Vieira por ocasião do batismo de seus filhos destacam-se por não
incluírem nenhum dos cunhados de Ana Inácia, como acontece nos batismos dos filhos dos
demais casais.

9Francisco Lopes de Souza foi dito solteiro no momento do batismo de Alexandre, seria Alferes da Ordenança e
“homem de negócios”; Francisco Coelho Osório foi Capitão-mor do Distrito do Rio Grande até 1763, quando se
deu a tomada da vila pelos castelhanos. Era proprietário de escravos e um dos homens mais convidados à pia
batismal em Rio Grande no período em que fora capitão-mor; José da Silveira Bitencurt: foi Sargento-mor e Juiz
ordinário da Vila de Rio Grande no momento em que a mesma foi tomada pelos castelhanos. Era homônimo de seu
pai, que era Capitão. Na década de 1750, ambos lidavam com o comércio de gado e foram arrematadores dos
contratos de cobrança de impostos sobre os animais levados “em pé” para serem vendidos fora do Continente.

175
Além da pia batismal… Rachel dos Santos Marques

Batismos dos Filhos de Mariana Eufrásia da Silveira e Francisco Pires Casado

QUADRO 3 - COMPADRIOS DE MARIANA EUFRÁSIA DA SILVEIRA E FRANCISCO PIRES CASADO

Criança Data Bat. Local Padrinho Madrinha

Rosália 12/01/1755 Rio Grande Francisco Antônio da Silveira Joana Margarida da Silveira [tia]

Maurícia 01/10/1758 Rio Grande Manuel Fernandes Vieira [tio] Maria Antônia da Silveira [tia]

Manuel 17/02/1760 Rio Grande Manuel Bento da Rocha [tio] Isabel Francisca da Silveira [tia]

Francisca 02/08/1762 Rio Grande Domingos de Lima Veiga Não consta

Isabel 03/02/1769 Antônio Moreira da Cruz, casado Damasia da Silva, casada


Viamão [tio]

Maria 09/04/1770 cap Antônio Pinto Carneiro, Nª Sª da Conceição


Viamão solteiro

José 03/01/1772 frei Francisco e frei Manuel de Não consta


Viamão Santa Helena

Fontes: AHBRG: 2º, 3º e 4º Livros de Batismo de Rio Grande; 2º e 3º Livros de Batismos de Viamão. In:
NEUMANN, Eduardo; KÜHN, Fábio (Org.). Projeto Resgate de Fontes Paroquiais - Porto Alegre - Viamão (século XVIII).
UFRGS, 2009. CD-ROM.

Enquanto as madrinhas, quando presentes, seguem sendo da família (de cinco batismos,
em dois não constava a madrinha, duas madrinhas eram irmãs de Ana Inácia e uma era irmã do
batizando), os padrinhos eram todos homens de destaque no Continente ou na praça comercial
do Rio de Janeiro, não aparentados ao casal (ou pelo menos não foi possível identificar
parentesco). Essa peculiaridade poderia ser reflexo da importância das relações que Manuel
Fernandes mantinha com esses homens nos negócios. 10
O casal que mais reforçou laços com membros da família Silveira por meio do
compadrio foram Mariana Eufrásia da Silveira e Francisco Pires Casado. Entre os padrinhos de
seus filhos, pelo menos um “representante” de cada núcleo familiar aparece. Talvez isso fosse
facilitado pelo fato de que esse foi o casal que mais teve filhos. Entretanto, nos três primeiros
batismos já aproximam todos os núcleos da família, já que constam como padrinhos Joana
Margarida da Silveira, Manuel Fernandes Vieira, Maria Antônia da Silveira, Manuel Bento da
Rocha e Isabel Francisca da Silveira. Os tios das crianças foram padrinhos em cinco dos nove
batismos a que se teve acesso, mesmo número de vezes em que as tias foram madrinhas.
O batismo de Maurícia representou a devolução dos convites recebidos dos outros dois
casais com filhos, configurados nos batismos do menino Francisco, afilhado de Mariana Eufrásia
e de Pires Casado, e de Clemência, afilhada de Mariana Eufrásia. Esse segundo convite (que se

10João de Souza Rocha: sabe-se que foi Almoxarife e posteriormente Tesoureiro da Fazenda Real, mas não foi
possível obter mais informações; Antônio Lopes da Costa: tinha a patente de Capitão e era morador na Cidade do
Rio de Janeiro, provavelmente tinha negócios com Fernandes Vieira, mas não foi possível averiguar; Anacleto Elias
da Fonseca: comerciante de grosso trato da Praça do Rio de Janeiro; Coronel Custódio de Sá e Faria: foi Governador
do Continente, era engenheiro militar e cartógrafo renomado. Participou da expedição de demarcação de territórios
que tomou lugar em 1750 por conta do Tratado de Madri.

176
Além da pia batismal… Rachel dos Santos Marques

configura numa “retribuição” do primeiro) pode ser interpretado como o reconhecimento de


uma simetria na relação entre os compadres. 11
As outras irmãs Silveira, Isabel Francisca e Joana Margarida, não tiveram filhos. Talvez
isso tenha influenciado para que elas fossem seguidamente convidadas para serem madrinhas de
seus sobrinhos: Joana Margarida apadrinhou três crianças e Isabel Francisca teve cinco afilhados
dentro da família, sendo a única que foi comadre de todos os casais com filhos.

FONTE: ARQUIVO DA DIOCESE PASTORAL DO RIO GRANDE: 1º a 5º Livros de Batismos de Rio Grande;
2º a 4º Livros de Batismos de Viamão; 1º e 2º Livros de Batismos de Porto Alegre. In: NEUMANN, Eduardo;
KÜHN, Fábio (Org.). Projeto Resgate de Fontes Paroquiais - Porto Alegre - Viamão (século XVIII). UFRGS, 2009. CD-
ROM ARQUIVO DA MITRA DIOCESANA DE PELOTAS: 1º Livro de Batismos de São Francisco de Paula.

Ao observar todos os batismos dos filhos das Silveira, percebeu-se que, embora as
madrinhas não fossem todas da família (como apontado anteriormente por Hameister), as tias
maternas dos batizandos continuavam prevalecendo como mães espirituais de seus sobrinhos.
Além disso, boa parte dos padrinhos escolhidos também eram tios dos batizandos. Não apenas a
maior parte dos padrinhos e madrinhas eram tios e tias, como eram na maior parte das vezes
aparentados das mães dos batizandos – irmãs ou cunhados – e dificilmente aparentados dos pais,
ainda que alguns deles fossem, inclusive, sócios de seus irmãos. Ou seja, a reiteração de relações
se dava principalmente entre os membros do grupo formado pelas irmãs Silveira e seus maridos.
Convidar ao compadrio pessoas com quem já se possuía uma relação parental pode
indicar um desejo de reiterar e de fortalecer essa relação, dando a ela um novo caráter, mais
sagrado. O casal que mais vezes buscou reforçar laços por meio do compadrio foram Mariana

11 Demais compadres: Padre Pedro Pires da Silveira: Além de ser um pároco, foi o único irmão de Francisco Pires

Casado a ser convidado ao compadrio, ainda que se saiba da existência de pelo menos dois outros irmãos de
Francisco habitando no Continente; Francisco Antônio da Silveira: Provavelmente estava envolvido nos negócios de
gado; Domingos de Lima Veiga: Natural de Portugal, possuidor de escravos, foi Sargento, Alferes da Cavalaria de
Ordenança e Capitão da Ordenança na Vila do Rio Grande. Foi também oficial da Câmara em 1767 e escrivão da
Fazenda Real na década de 1770; Antônio Pinto Carneiro: era membro de uma família já estabelecida no Continente.
Recebeu a patente de Capitão de Dragões no ano de 1762, e foi Cavaleiro do Hábito de Cristo. Foi comandante da
Aldeia dos Anjos (aldeamento indígena de Viamão) a partir de 1763. Além disso, tinha fazendas e campos nas regiões
de Triunfo, Rio Pardo e Vacaria; não foi possível saber muito a respeito dos padrinhos do menino José, frei
Francisco e frei Manuel de Santa Helena; Damasia da Silva: O registro de batismo da menina Isabel não trazia
outra informação sobre sua madrinha além do nome e do fato de ela ser casada, e ela não foi encontrada batizando
nenhuma outra criança no período e locais que esta pesquisa abarcou.

177
Além da pia batismal… Rachel dos Santos Marques

Eufrásia e Pires Casado. Talvez o fato de que tiveram mais filhos (e portanto puderam
diversificar mais suas escolhas) tenha influenciado nesse aspecto. Por outro lado, esse reforço de
laços já está presente nos batismos de seus primeiros filhos, e algumas pessoas, como Manuel
Bento da Rocha, foram convidadas mais de uma vez, o que reforça a ideia de um desejo de
reiteração e estreitamento de laços.
No mesmo sentido, os poucos laços de compadrio formados por Ana Inácia e Manuel
Fernandes no interior da família podem indicar um certo afastamento desse casal do restante do
grupo. Embora não estivessem totalmente ausentes (Manuel Fernandes Vieira é padrinho de uma
sobrinha do casal), parecem não ter relações tão próximas com o restante da família. Por outro
lado, esse afastamento do casal pode apenas indicar um outro tipo de estratégia e o desejo de
fortalecer relações, enquanto compadres, com comerciantes do Rio de Janeiro de quem Manuel
Fernandes era sócio. Isso pode ter sido importante não apenas para Manuel Fernandes (e para
seus negócios) mas também para seus filhos – é possível que alguns dos filhos de Manuel
Fernandes Vieira tenham se empregado, por exemplo, como caixeiros de seus padrinhos
comerciantes do Rio. Infelizmente, não foi possível verificar.
Por outro lado, os apadrinhamentos por parentes também podiam significar vantagens
para algumas pessoas, como é o caso da herança recebida por duas afilhadas de Isabel Francisca
da Silveira. Dona Isabel faleceu em 1822 e, não tendo filhos, pôde dispor de todos os seus bens,
entre eles a sesmaria de Pelotas, que deixou em testamento a duas sobrinhas-netas e afilhadas
suas, Dona Dorotéia Isabel da Silveira e Dona Maria Regina da Fontoura. 12
Tem-se outro exemplo no testamento de Isabel Francisca da Silveira, sobrinha
homônima da citada acima, datado de março de 1849. No testamento, ela favoreceu algumas
sobrinhas, das muitas que teve, e apenas um sobrinho: justamente aquele que era também seu
afilhado. 13 Esse exemplo se refere a um apadrinhamento de um neto de Mariana Eufrásia e
Francisco Pires Casado (Alexandre Inácio Pires era filho de Maurícia Inácia da Silveira e Inácio
Antônio da Silveira), o que poderia indicar uma certa regularidade na escolha de padrinhos
internos à família, mesmo na geração seguinte. Em um segundo momento analisaram-se, ainda
que rapidamente, não os convites ao compadrio realizados pelos membros da família, mas
aqueles recebidos por eles. Encontrou-se um total de 224 14 registros de batismos nos quais pelo
menos um membro da família consta como padrinho ou madrinha nos Livros de Registro de
Batismo de Rio Grande, Viamão, Porto Alegre e Pelotas. Em algumas dessas localidades há
Livros de Registro de Batismo separados para livres e escravos, e nem sempre foi possível
investigar o livro destinado à população escrava (é o caso de Rio Grande, já que desapareceram
os Livros de Registro de Batismo de Escravos do período anterior à tomada da Vila por tropas
castelhanas). Os únicos livros destinados exclusivamente à população escrava consultados foram
os dois primeiros livros de batismo de escravos de Porto Alegre (1772-1800). O número de
convites recebidos em cada localidade por cada um dos onze membros da primeira geração está
organizado no quadro 5.

12 GUTIERRES, Ester J. B. Negros, Charqueadas e Olarias: um estudo sobre o espaço pelotense. Pelotas: Editora
Universitária/UFPel; Livraria Mundial, 1993; MAGALHÃES, Mario Osorio. Opulência e Cultura na Província de São
Pedro do Rio Grande do Sul: um estudo sobre a história de Pelotas (1860-1890). Pelotas: Editora da UFPel/Livraria
Mundial, 1993. O testamento de Isabel Francisca da Silveira é repetidamente citado, sem que qualquer referência à
sua atual localização seja feita por esses autores. Como ele tampouco foi encontrado no Arquivo Público do Estado
do Rio Grande do Sul, até o momento não foi possível saber se essas são as únicas afilhadas de Isabel que foram
suas herdeiras. Sabe-se que as duas irmãs realmente herdaram a fazenda por meio do testamento de João Duarte
Machado – que era testamenteiro de Isabel Francisca - e também por meio de referências à fazenda e seus
proprietários em medições existentes no Arquivo Público e na Biblioteca Pública Pelotense.
13 ARQUIVO PÚBLICO DO ESTADO DO RIO GRANDE DO SUL. Inventário e Testamento de Isabel Francisca da

Silveira. 1829.
14 Nesse número estão incluídos os batismos das crianças da família, já tratados.

178
Além da pia batismal… Rachel dos Santos Marques

QUADRO 5 - CONVITES RECEBIDOS

Nome Rio Grande Viamão Porto Alegre Total

Maria Antônia da Silveira 06 01 - 07

Mateus Inácio da Silveira 05 - 02 09

Ana Inácia da Silveira 02 03 - 05

Manuel Fernandes Vieira 07 02 - 09

Mariana Eufrásia da Silveira 05 08 - 13

Francisco Pires Casado 10 11 - 21

Isabel Francisca da Silveira 08 31 08 47

Manuel Bento da Rocha 08 33 10 51

Joana Margarida da Silveira 02 11 - 13

Antônio Moreira da Cruz 03 04 - 07

Domingos Gomes Ribeiro 02 24 01 27

Total: 209

FONTE: AHBRG: 1º a 5º Livros de Batismos de Rio Grande; 2º e 3º Livros de Batismos de Viamão; 1º e 2º Livros
de Batismos de Porto Alegre. In: NEUMANN, Eduardo; KÜHN, Fábio (Org.). Projeto Resgate de Fontes Paroquiais -
Porto Alegre - Viamão (século XVIII). UFRGS, 2009. CD-ROM ; AHDP: 1º Livro de Batismos de São Francisco de
Paula 15

O grande número de convites ao compadrio recebidos por esses atores revela o


prestígio que possuíam no Continente. Isso é extremamente importante numa sociedade regida
por parâmetros de Antigo Regime, segundo os quais as relações estabelecidas, a influência e o
prestígio obtidos podiam influenciar as possibilidades que os atores possuíam de engendrar
estratégias para manter e ampliar recursos econômicos e sociais.
A constituição de uma vasta rede de compadrio era parte integrante das estratégias de
sustentação da posição que os atores ocupavam na hierarquia social. O compadrio não servia
apenas para construir e reforçar laços com pessoas de status semelhante, mas também, e
principalmente, para estabelecer laços de reciprocidade com pessoas das demais posições sociais.
As sociedades de Antigo Regime eram extremamente hierarquizadas, mas essa característica não
era naturalmente constante, e sim recriada e mantida dia a dia. Mais do que a manutenção da
hierarquia em si, era preciso que os atores mantivessem sua própria posição dentro dela, já que
estar no topo não era uma característica dada, mas socialmente construída. Para que a
conformação da sociedade, ciosa de sua hierarquia como era, pudesse ser mantida, era preciso o
consentimento de todos os setores, ainda que tal consentimento não fosse necessariamente
consciente. Era preciso que todos participassem do jogo social, que ocasionalmente também
modificava suas regras, construindo e reconstruindo a realidade constantemente. Para isso

15Esse número é o total de compadrios estabelecidos por pessoa, mas não o total de batismos, já que algumas vezes
dois membros da família apadrinhavam uma mesma criança (ex. Manuel padrinho e Isabel madrinha). O número
total de batismos é de 137.

179
Além da pia batismal… Rachel dos Santos Marques

estabelecia-se uma série de negociações que, embora tivessem seus limites, exerciam papel
fundamental na diminuição de possíveis conflitos.
A existência de relações de compadrio entre pessoas de diferentes posições sociais –
relações assimétricas, portanto – não servia apenas aos interesses dos setores mais bem
colocados, de onde saíam, geralmente, os padrinhos mais escolhidos de uma comunidade. É
preciso lembrar que os convites partiam sempre dos pais de um batizando (ninguém poderia,
pelo menos em tese, se oferecer como padrinho), e esses pais eram, na maior parte das vezes,
hierarquicamente inferiores ao padrinho e madrinha escolhidos. Dentre o leque mais ou menos
limitado de opções que possuíam, devia existir, por exemplo, mais de uma pessoa situada no
patamar social condizente com a escolha: eles deviam ter seus motivos para escolher uma em
detrimento da outra. Os setores subalternos também possuíam seus planos, suas estratégias, seus
objetivos, e as opções que faziam levavam isso em conta. Nas palavras de Fragoso, “[se para as
elites] estratégias sociais significavam a manutenção do poder, para os grupos subalternos, tê-las
podia representar a própria sobrevivência física”. 16
O caso do compadrio é especial, já que não se trata de relações comuns, mas de relações
sociais sacramentadas por meio do ritual do batismo, momento em que é feita uma oferta de um
“bem” espiritual muito superior a qualquer bem material existente: os pais da criança oferecem
um filho espiritual ao padrinho. A não ser que o padrinho um dia retribua o convite, chamando
os pais de seu afilhado para apadrinhar um filho seu, tal oferta nunca será retribuída, gerando
uma dívida entre os atores.
Martha Hameister chamou esse fenômeno de uma inversão na lógica do dom, referindo-se
aos trabalhos de Marcel Mauss e Maurice Godelier, nos quais o primeiro trata das três obrigações
do dom: dar, receber e retribuir, e o segundo fala de uma quarta obrigação, ocorrida na
reciprocidade entre desiguais, onde são oferecidos bens tão superiores que jamais poderão ser
retribuídos na mesma medida. É o que aconteceria nas relações entre os seres humanos e suas
divindades: o ser humano jamais poderá retribuir o dom da vida, ficando sempre em dívida com a
divindade, obrigado a oferendas que, embora possam ser muitas e vastas, jamais retribuirão a
dádiva inicial. 17
No caso da relação entre desiguais, como ocorre no exemplo do dom da vida por parte
de uma divindade, a dádiva superior, aquela que não pode ser retribuída, parte de quem é
superior na relação. É por isso que Hameister considera que no compadrio se dá uma inversão
dessa lógica, já que a dádiva principal parte daquele de posição inferior:
“Inverter-se-ia, assim, não a direção dessa relação, mas o sentido da mesma: partia de quem
tem menos a oferta inicial e inexistia a possibilidade de quitação da dívida na mesma moeda
por parte de quem tem mais. Havendo uma relação assimétrica, dos menos aquinhoados,
como se verá melhor adiante, viria o ato de “generosidade ou violência”, havido sob forma
de uma oferta de cunho religioso, que obrigava os mais aquinhoados à dívida impagável.” 18
Sem poder retribuir a oferta, as pessoas em melhor situação social, os padrinhos, ficam
eternamente endividadas, obrigadas assim a realizar uma série de pequenos favores em prol de
seus compadres. A relação assimétrica de compadrio traz, por meio de sua dupla desigualdade,
vantagens para os dois lados envolvidos na relação. Por meio dela, quem convida adquire um
compadre de posição superior, capaz de fornecer pequenos presentes e influenciar na obtenção
de alguma pequena mercê, e quem é convidado adquire um afilhado a respeitá-lo, e a lealdade,
apoio, e respeito de seus compadres, que passarão a fazer parte de sua rede clientelar.

16 FRAGOSO, João. “Afogando em nomes: temas e experiências em história econômica”, TOPOI, Revista de
História do Programa de Pós-graduação em História Social da UFRJ, n. 5. 2002, p. 48.
17 GODELIER, Maurice. O Enigma do Dom. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 2001.
18 HAMEISTER, Martha Daisson. Para dar calor à nova povoação [...], op. cit., p. 364.

180
Além da pia batismal… Rachel dos Santos Marques

Os membros da família Silveira possuíam um vasto número de compadres, adquirindo


assim prestígio e ampliando a sua base de sustentação no Continente. Encontrou-se um total de
cento e trinta e sete batismos nos quais pelo menos um membro da família foi padrinho ou
madrinha do batizando. Em dezesseis desses a criança era sua sobrinha, neta ou irmã, gerando a
reiteração de laços discutida anteriormente. Em mais de cem batismos, portanto, se estabeleceu o
parentesco espiritual com pessoas que ocupavam as mais diversas posições na hierarquia social.
Alguns eram capitães, sargentos, donas, outros eram escravos, forros e agregados, mas a maior
parte de seus compadres era composta de gente sem qualquer qualificativo especial
acompanhando seu nome no momento em que o padre produziu o registro do batismo. Pessoas,
por assim dizer, comuns, sobre quem não é possível saber mais no âmbito da presente pesquisa,
mas que acredita-se terem sido elementos fundamentais nas diversas estratégias que geraram o
prestígio que essa família obteve no Continente por mais de duas gerações.
Entre as pessoas que mais constavam como compadres das Silveiras e seus maridos
estavam os ilhéus, o que não causa espanto, considerando que essas mulheres eram provenientes
do Faial, descendentes de nobreza da Ilha, e seus maridos, embora não fossem todos ilhéus
(Mateus Inácio da Silveira e Francisco Pires Casado eram), tinham condições de influir nas vidas
de muitos dos casais das Ilhas, por serem detentores de patentes dos regimentos de ordenanças.
Além dos filhos de ilhéus, entre as crianças por eles batizadas encontram-se dez filhos
de escravos e forros, quatro crianças expostas e pelo menos um filho de um casal de agregados.
Se comparado com os batismos de filhos de homens de alta patente e descendentes das principais
famílias do Continente, isso demonstra a diversidade das relações estabelecidas por eles, o que,
como já foi indicado, era parte essencial da manutenção de sua posição.
Além de receberem convites ao compadrio de pessoas de diferentes estatutos sociais,
muitos casais reiteraram essa escolha convidando várias vezes a mesma pessoa, ou várias pessoas
da família. Observou-se, no conjunto de compadrios, que quanto mais próximos da família e de
seu estatuto social estavam os pais das crianças batizadas, mais frequente era a reiteração de laços.
Infelizmente ainda não foi possível verificar até que ponto os descendentes da primeira
geração mantiveram ou não essa tendência de diversificação das relações, ou se há uma mudança
no padrão até aqui encontrado. O que é certo é que buscaram - convidando para o compadrio,
adotando seus nomes - reforçar as relações parentais que tinham com seus pais, avós, tios e tias,
demarcando assim não apenas suas afinidades, mas o pertencimento a um grupo bem
posicionado e muito bem relacionado no Rio Grande de São Pedro.

181
El rey de su casa y la libertad de sus hijos… Daniel Baldellou Monclús

EL REY DE SU CASA Y LA LIBERTAD DE SUS HIJOS: LOS EFECTOS DE LA


PRAGMÁTICA DE 1776 EN LOS MATRIMONIOS ARAGONESES 1
Daniel Baldellou Monclús
Universidad de Zaragoza

INTRODUCCIÓN Y ESTADO DE LA CUESTIÓN: LA PRAGMÁTICA COMO LEY


Y COMO REALIDAD
Después de las decisiones tomadas por el Concilio de Trento, el libre albedrío se convirtió
en la piedra angular de la Contrarreforma. Esta certificación definió la posición de la iglesia
católica europea a lo largo del Antiguo Régimen: dentro del sacramento del matrimonio primaba
la libertad de elección. Salvo por cuestiones que invalidasen la unión automáticamente, la libertad
de decisión de los contrayentes debía prevalecer sobre cualquier otra consideración 2. Los
moralistas, sin embargo, promulgaban la obediencia a los padres sin oponerse directamente al
libre albedrío, por lo general optaban por dar una serie de pautas que definían bajo qué
circunstancias se podía prescindir del beneplácito paterno.
"Pero acerca de esto se ha de considerar si hay o no justa causa para dejar de obedecer al
padre porque si la mujer que quiere dar el padre al hijo, aunque sea rica es de familia
desigual o inferior, o enferma fea fatua o vieja no peca el hijo no obedeciendo al padre.
También si el hijo quiere guardar castidad en estado de celibato o quiere entrar en religión
puede no obedecer al padre que le manda casarse" 3.
La Iglesia, pese a su insistencia en el libre albedrío, recomendaba por una parte contar con
el consentimiento de los padres; y por otra, hablando de una sociedad donde el matrimonio era el
principal elemento de transmisión de propiedad, resulta evidente que no se concebía que un
negocio tan importante fuese realizado de manera unilateral por la joven pareja 4.
La historiografía acerca de la importancia de la familia en la organización de la sociedad
del Antiguo Régimen es extensa, aunque la investigación sobre la elección del cónyuge es todavía
un campo de grandes posibilidades 5. Es de común acuerdo, que el matrimonio normalmente
estaba regulado por numerosos actores sociales que influenciaban la toma de decisión sobre las
parejas de los individuos. Este consenso sobre la importancia del matrimonio no implicaba sin

1La investigación reflejada en la presente comunicación se realizó dentro del proyecto HAR2012-34576.
2Esta libertad quedaba por supuesto subordinada a cuestiones definidas que invalidaban cualquier matrimonio, entre
ellas destaca la siempre frecuente consanguinidad, véase: Francisco CHACÓN JIMÉNEZ y José, HURTADO
MARTÍNEZ, "Matrimonio y Consanguinidad en Lorca y su comarca, 1723-1850", en Francisco CHACÓN
JIMÉNEZ y Juan HERNÁNDEZ FRANCO (Eds.), Poder, familia y consanguinidad en la España del Antiguo Régimen,
Barcelona, Anthropos, 1992, pp. 215-250. Jean GAUDEMET, El matrimonio en Occidente, Madrid, Taurus, 1993, pp.
380-383.
3 Fray Francisco LARRAGA (Dominico): Prontuario de la teología moral, 1706, citado en: A. MORGADO GARCÍA:

"Los manuales de confesores en la España del siglo XVIII", Cuadernos Dieciochistas, 5, 2004, pp.123-145.
4Leroy LADURIE, "Family structures and inheritance Customs in the Sixteenth Century" en Jack GOODY, Joan,

THIRSK and Edward Palmer THOMPSON, Family and inheritance: Rural Society in Western Europe (1200- 1800),
Cambridge, Cambridge University Press, 1976, pp. 37-70.
5 Para consultar el volumen historiográfico sobre familia y sociedad española conviene especialmente tener en cuenta

a: Francisco GARCÍA GONZÁLEZ, (ed.), Historia de la familia en la península ibérica, balance regional y perspectivas:
homenaje a Peter Laslett, Albacete, Universidad de Castilla la Mancha, Servicio de Publicaciones, 2008. También resulta
especialmente relevante el trabajo coordinado por David KERTZER y Marzio BARBAGLI (Coord.), La vida familiar
a principios de la era moderna (1500-1789), Barcelona, Paidós, 2002.

183
El rey de su casa y la libertad de sus hijos… Daniel Baldellou Monclús

embargo estabilidad. Al contrario, el valor que suponía contar con la mayor autoridad para
decidir sobre los enlaces fue fuente de numerosos conflictos, no solamente entre padres e hijos:
luchas entre familias, tribunales de diverso signo e incluso rivalidad entre distintas instituciones
eran situaciones cotidianas que tenían la elección del cónyuge como telón de fondo.
Dentro de este conflicto con numerosos protagonistas, la posición tridentina defendida
por la iglesia fue predominante, aun contando con todos los matices que en la práctica pudiesen
hacer los párrocos. El poder real, más tendente a reconocer la autoridad paterna, intentó en
diversas ocasiones implantar medidas que garantizasen la autoridad paterna sobre el matrimonio
por encima de la simple consulta 6. Estas leyes, sin embargo, no llegaron a traducirse ni en una
obediencia de los términos ni en una respuesta enérgica contra su seguimiento. Hasta la
promulgación de la Pragmática de 1776, se puede decir que, pese a las numerosas presiones, el
punto de partida para un matrimonio era la libertad de elección. Por otra parte, el aumento de
interés por parte de la administración por el control familiar sugieres que la desobediencia a los
padres comenzaba a ser un problema serio 7.
La Real Pragmática de Carlos III no supuso, en principio, contradicción alguna contra el
libre albedrío que promulgaba la iglesia. Lo único que esta ley implicó fue la transformación de la
obligatoria información a los padres en obligación de contar con su explícito permiso. La
obligación de contar con el permiso informado supuso la posibilidad de que los padres pudieran
impedir legalmente un matrimonio que considerasen inadecuado hasta que sus hijos cumpliesen
los 25 años. Esta ley no implicaba un cambio sustancial con respecto al contenido de sus
precedentes, salvo por el hecho de incluir a todos los hijos sin importar su sexo. Sin embargo,
frente a los resultados obtenidos con otras iniciativas, la Pragmática de 1776 implicó un cambio
importante entre las relaciones entre padres e hijos. Sus principios, bastante flexibles en cuanto a
evitar la oposición paterna, se fueron limitando a lo largo de las siguientes décadas mediante
nuevas Pragmáticas que para algunos autores supusieron la primera piedra en el camino a la
secularización del matrimonio 8.
La "Real Pragmática Sanción para evitar el abuso de contraer matrimonios desiguales" fue
aprobada el 23 de marzo de 1776 después de que un año antes se hubiera creado una comisión
para tratar el grave problema del aumento de matrimonios entre desiguales. La historiografía
española ha prestado una especial atención a esta Pragmática y existen numerosos trabajos que
indagan sobre sus orígenes y su intencionalidad9.
El análisis de esta Pragmática se ha llevado a cabo a menudo dentro de estudios de mayor
envergadura que desde el punto de vista del derecho abordan la Pragmática como el más claro
precedente de los códigos civiles liberales que trasladaron la base de la legislación familiar al
recién nacido estado, en detrimento de la iglesia como varios autores apuntan 10. Se ha trabajado

6 José María LAÍNA GALLEGO, Libertad y consentimiento paterno en la legislación española, Tesis doctoral dirigida por
Don Alberto Panizo y Romo de Arce, Universidad de Zaragoza, 1992, pp. 41-44.
7 Stephanie COONTZ, Historia del matrimonio. De cómo el amor conquistó el matrimonio, Madrid, Gedisa, 2006, pp. 199-

233. Isabel MORANT DEUSA y Mónica BOLUFER PERUGA "Historia de las mujeres e historia de la vida
privada. Confluencias historiográficas", Studia Historica, Historia Moderna, 19, 1998, pp. 17-23.
8José María LAÍNA GALLEGO, Libertad y consentimiento paterno [Op.Cit.], p. 182 y Luis CRESPO DE MIGUEL, La

secularización del matrimonio, intentos anteriores a la revolución de 1868, Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra S.A.
1992, pp. 40-45.
9Entre estos trabajos destaca especialmente la aportación de Francisco CHACÓN JIMÉNEZ y josefina MÉNDEZ

VÁZQUEZ, "Miradas sobre el matrimonio en la España del último tercio del siglo XVIII", Cuadernos de Historia
Moderna, 2007, 32, pp. 61-85 y Mari Luz ALONSO, "El Consentimiento del matrimonio para los miembros de la
familia real, (sobre la vigencia de la pragmática de Carlos III de 1776)", Cuadernos de Historia del Derecho, 4, 197, pp. 61-
89.
10Rafael OLAECHEA, "Relaciones entre la Iglesia y el Estado en el siglo XVIII", en A. ALBEROLA y E.

LAPARRA (eds.), La Ilustración española. Actas del Coloquio Internacional (Alicante, 1-4 octubre 1985), Alicante 1986, pp.
271-298.

184
El rey de su casa y la libertad de sus hijos… Daniel Baldellou Monclús

también sobre la intencionalidad de esta ley, planteando diversas explicaciones sobre las razones
de su promulgación en 1776. El texto señalaba como objetivo principal los crecientes problemas
de conflictividad entre padres e hijos que, aunque habían sido una constante a lo largo de la Edad
Moderna, estaban aumentando de manera alarmante. En vista de la actividad legal producida y de
los testimonios anteriores y posteriores a la promulgación de la ley que analizaremos a
continuación, resulta evidente que en efecto la Real Pragmática tuvo una buena acogida que
quedó reflejada tanto en la actividad desplegada basándose en este nuevo derecho paterno como
en las apologías publicadas al respecto 11.
Pese al efecto su efecto de regulación de matrimonios desiguales, varios autores han
indicado también que podían existir otras razones para la promulgación de la Pragmática. Entre
estas razones destaca la de evitar que el infante Don Luis de Borbón heredase la corona. Perder
los derechos como heredero era la pena establecida en el texto por desobedecer el disenso de los
padres contra un matrimonio. Varios autores sostienen que este mecanismo permitió garantizar
que el polémico infante no tocaría la herencia familiar 12. Este tipo de interpretaciones parecen
cobrar fuerza si tenemos en cuenta que ni ilustrados ni moralistas acogieron de forma unánime
esta Pragmática; fueron muchos los que la consideraron innecesaria y problemática, pues no
serían pocos los padres que querrían utilizarla de manera egoísta 13.
Los estudios sobre la promulgación de la Pragmática y las reacciones a la misma, han
permitido una importante aproximación para determinar cuál fue su motivación y cuáles fueron
sus efectos sobre una sociedad que poco entendía de infantes o regalismo, pero en la que las
tensiones de parejas y familias por causas matrimoniales estaban a la orden del día 14. Para
determinar en qué consistía dicha conflictividad, se ha llevado a cabo un análisis de los pleitos por
disenso que tras la promulgación de la Pragmática aparecieron con fuerza en municipios,
audiencias y chancillerías. En este trabajo, nos hemos centrado concretamente en los casos
llevados a la Audiencia de Aragón, un territorio en el que, como en la mayoría, estas cuestiones
de conflictos prematrimoniales habían sido competencia tradicional de la iglesia 15.

LOS CASOS: QUIÉN, CUÁNDO Y POR QUÉ DISENTIR


El espíritu de la Pragmática de 1776 estaba fuertemente imbuido de paternalismo y de
ideología regalista. No es difícil trazar el paralelismo entre la situación en la que quedaban los
padres para con sus familias con la imagen del monarca paternalista como protector y regente de
un reino al que guiaba en pos de su felicidad16. En este supuesto de que los padres guiaban a sus
hijos hacia lo mejor para ellos estaba basada la Pragmática; de hecho, la sociedad entendía la

11Conviene citar especialmente las de: Joaquín AMORÓS, Discurso en que se manifiesta la necesidad y utilidad del
consentimiento paterno para el matrimonio de los hijos y otros deudos. Madrid, 1777. Pascual ARBUXECH y ESCOTO,
Consideraciones políticas sobre la conducta que debe observarse entre marido y mujer. Madrid, 1792.
12José MARILUZ URQUIJO, "Victorián Villalba y la Pragmática de 1776. Sobre matrimonios de hijos y familia",

Revista del Instituto de Historia del Derecho, Buenos Aires, 1960.


13Daniel BALDELLOU MONCLÚS, "La posición de la mujer ante el matrimonio en las familias aragonesas del

siglo XVIII", Mujer y Cambio Social en el Valle del Ebro, siglos XVI-XVIII, Zaragoza, Prensas Universitarias de
Zaragoza, 2013, pp. 75-110.
14La creciente conflictividad relacionada con la libertad matrimonial y los problemas de herencias quedaron reflejados

especialmente en la investigación de Llorenç FERRER I ALÓS, "Indicios de cambio en el sistema de heredero único
en Cataluña (S. XIX)", Revista de Historia Contemporánea, 31, 2005, pp. 481-504.
15 Sobre las actividades de los tribunales eclesiásticos en cuestiones prematrimoniales véase: María Luisa CANDAU

CHACÓN, Los delitos y las penas en el mundo eclesiástico sevillano del XVIII, Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1993.
Yolanda SERRANO SEONÉ, "El sistema penal del tribunal eclesiástico de la diócesis de Barcelona en la Baja Edad
Media. Primera parte: estudio", Universidad de Barcelona, Clío & Crimen, 3, 2006, pp. 334-429.
16Sobre el despliegue de políticas regalistas a partir de la mitad del siglo XVIII véase: Maximiliano BARRIO

GOZALLO, "Madrid y Roma en la segunda mitad del Siglo XVIII. La lucha contra las «usurpaciones» romanas",
Revista de Historia Moderna, nº 16, 1997, pp. 69-82.

185
El rey de su casa y la libertad de sus hijos… Daniel Baldellou Monclús

ubicación de los hijos en buenos matrimonios más como una obligación de los padres que como
un privilegio. Sin embargo, la versión de 1776 se reservaba algunas cláusulas, como el límite de
edad en el que los padres podían vetar un matrimonio y sobre todo la necesidad de que estos
aportaran razones de peso para impedir el matrimonio. Las razones están en el propio texto: los
legisladores eran conscientes del uso egoísta que se podía hacer de la patria potestas 17. Por su parte,
quedaban claras las transgresiones que se pretendían evitar con esta ley que dotaba a los padres de
las armas para evitarlas. Entre las razones por las que se podía justificar el legítimo disentimiento
contra un matrimonio estaban contempladas en la Pragmática como principales la "Grave ofensa
al honor familiar" y "El perjuicio que se le pudiera hacer al estado con ella" 18.
Una vez hecho público el disentimiento del padre, ningún párroco estaba autorizado a
consagrar el matrimonio. Sin embargo, los hijos podían recurrir a los tribunales para intentar
demostrar que el disenso de los padres era injustificado. En otros casos, los padres optaban por
presentar ante el tribunal una queja porque sospechaban que sus hijos pretendían contraer
matrimonio aún tras su disentimiento. Existían dos autoridades principales ante las que se podían
presentar este tipo de pleitos: los tribunales municipales y las audiencias regionales. Aunque el
pleito podía ser presentado tanto por padres como por hijos, lo más habitual era que fuesen estos
últimos los que planteasen una queja por la actitud de sus progenitores. El alto número indica que
los hijos frecuentemente necesitaban recurrir a una autoridad externa al núcleo familiar para
obtener apoyo contra el disenso paterno; lo que parece sugerir que esta facultad de disenso que se
otorgó a los padres fue, en reglas generales, bien acogida por las comunidades como una
herramienta eficaz de control social.
Las denuncias acogidas por la Audiencia podían ser de dos tipos, independientemente del
demandante. Por una parte, la Audiencia acogía denuncias de primera instancia, pero como
tribunal de apelación también llegaba a esta corte todas las revisiones de casos sentenciados en
los tribunales municipales. Existía un claro desequilibrio entre aquellos que acudían en primera
instancia al tribunal municipal o la Audiencia de Zaragoza. Hemos podido comprobar que,
mientras los padres o tutores preferían presentar sus alegaciones en el municipio, los hijos
agraviados optaban por dirigirse directamente a la Audiencia de Zaragoza. Las razones son
difíciles de discernir, pero es probable que los padres contasen con que el tribunal de su propio
municipio fuese más tendente a preservar el orden social dando la razón a los cabezas de
familia 19. Estos tribunales daban más confianza a la autoridad paterna que una serie de jueces
profesionales alejados de su red de apoyo comunitario que atendería a las causas de disenso desde
una perspectiva más neutral 20.
Las situaciones desplegadas en estos pleitos demuestran que uno de los grandes
fundamentos de la disputa estaba en los problemas económicos. Según la foralidad aragonesa que
se mantuvo vigente a lo largo del siglo XVIII, la legítima herencia que debía repartirse entre los
hijos no era igualitaria. Sin embargo, la costumbre dictaba que todo matrimonio debía contar con
una donación al hijo o una dote a la hija lo bastante alta como para que pudieran formar un

17 Manuela FARGAS PEÑARROCHA, "Hacia la autoridad contestada: Conflictividad por la dote y familia en
Barcelona (ss. XVI-XVII)", Investigaciones históricas, 30, 2010, pp. 99-118.
18José María Laína, Libertad y consentimiento paterno [Op.Cit.], p.118.
19 No hay que olvidar que el objetivo final de los tribunales del Antiguo Régimen estaba más próximo a mantener el

orden que a hacer cumplir la ley a rajatabla, véase: Tomás MANTECÓN MOVELLÁN: "El peso de lo infrajudicial
en el control del crimen durante la Edad Moderna", Estudis, Revista de Historia Moderna, 29, 2002, pp. 43-76.
20En este tipo de situaciones, los padres solían contar con los apoyos de la comunidad, que a la altura del siglo XVIII

solía considerarse plenamente autorizada a opinar e influenciar sobre este tipo de crisis familiares que también
afectaban a su equilibrio: Nicole CASTAN, "The public and the private", Philippe ARIES y Georges DUBY
(General Editors), A History of Private Life, Roger CHARTIER (Editor), Volume 3, Passions of the Renaissance,
Cambridge, Belknap Press of Harvard, 2003, pp. 403-445.

186
El rey de su casa y la libertad de sus hijos… Daniel Baldellou Monclús

núcleo familiar estable 21. La obligación implícita de los padres a "dotar adecuadamente a su hijo o
hija para el matrimonio", tal y como sentenciaban los tribunales, llevaba a muchos padres a
buscar una resolución legal que demostrara la legitimidad de su disenso. Por otra parte, ante la
negativa de un padre a dotar a su hijo, este podía solicitar al tribunal una revisión de las
circunstancias para que el juez declarase irracional la disenso del padre y le obligase a permitir el
matrimonio "y dotarlo adecuadamente" 22.
En otros casos, la disputa solía ir más allá de la simple discusión económica. Según las
observancias aragonesas, la Patria Potestas no se contemplaba en el territorio aragonés 23. Sin
embargo, tal como ocurría con el reparto de la herencia legítima, que no estuviera registrada en la
ley escrita no significaba que no se observase. La autoridad paterna sobre la familia era un pilar
básico de la organización social europea del Antiguo Régimen. A este respecto, un pleito por
disenso no solo ponía en juego una cuestión económica también era una cuestión de respeto a la
autoridad paterna 24. Los jueces del tribunal eran conscientes de la importancia de respetar el
derecho paterno al disenso. En consecuencia, los veredictos que declaraban su oposición
irracional debían estar basados en sólidas argumentaciones.
Las sucesivas revisiones a las que se vio sometida esta ley mostraban dos tendencias:
endurecerla y clarificarla. En efecto, la Pragmática no especifica exactamente las circunstancias
por las cuales un matrimonio podía ser declarado "deshonroso para la familia", esta ambigüedad
era lo que realmente se determinaba en los pleitos. La deshonra para la familia podía traducirse en
la mayoría de los casos como desigualdad, sin embargo, era preciso definir dónde estaban los
límites de estas jerarquías sociales cada vez más borrosas. La argumentación de la mayoría de los
padres consistía en atribuir a su familia un estatus superior a la familia con la que su hijo o hija
quería contraer matrimonio y argumentar que dicha unión supondría socavar el honor familiar.
Otro tipo de circunstancia deshonrosa también presente, aunque menos común, era la
consanguinidad de los contrayentes que si no contaba con los atenuantes necesarios podía
legitimar un disenso paterno totalmente legal.

ARGUMENTOS DE PESO: HONOR PARA EL PADRE Y LIBERTAD PARA EL


HIJO
Pese a que estos pleitos por disenso son la base de nuestra investigación, sería incorrecto
pensar que era en estos casos en los que se discutía sobre la libertad de matrimonio. Siempre
dentro de su propio orden, la iglesia católica fue una de las más firmes defensoras de la libertad
matrimonial. Los pleitos por esponsales incumplidos o los procesos de secuestro solían ocultar
un caso de matrimonio impedido o forzado. Resulta importante mencionar que en este tipo de
procesos no eran pocos los padres que, descontentos con las libertades que se tomaban sus hijos
bajo el paraguas del libre albedrío, reclamaban la falta de un recurso que les permitiera ejercer su
derecho como padres de una forma más contundente.

21José Antonio SALAS AUSÉNS y Francisco José ALFARO PÉREZ, "¿Familia compleja o familia nuclear?
Dinámica de las estructuras familiares en el Valle Medio del Ebro (1750-1800)", Actas del VI Congreso de la Asociación
de Demografía Histórica, Castelo Branco, Escola Superior de Educaçao, 2004. 153-171. Antonio MORENO
ALMARCEGÜI, "Pequeña nobleza rural, sistema de herencia y estructura de la propiedad de la tierra en Plasencia
del Monte (Huesca). 1600-1855", en Francisco Chacón Jiménez y Juan Hernández Franco (Eds.), Poder, familia y
consanguinidad [Op.Cit.], pp. 71-106.
22Las referencias utilizadas pertenecen a los pleitos del Archivo de la Audiencia de Zaragoza sitos en el Archivo

Provincial de Zaragoza, (Abreviado APZ).


23Pascual SAVALL DRONDA y Santiago PENEN Y DEBESA, Fueros, observancias y actos de corte del reino de Aragón,

Tomo III, Zaragoza, Justicia de Aragón, 1998, p. 196.


24Elizabeth FOYSTER, Manhood in Early Modern England, Honour, Sex and Marriage, London, Longman, 1999, pp. 55-

94.

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El rey de su casa y la libertad de sus hijos… Daniel Baldellou Monclús

Podemos destacar el pleito por incumplimiento de palabra de esponsales que presentó


Antonio Casasnobas en Barbastro contra Doña Juana Noguero, con quien se había prometido
años atrás. Tras las primeras declaraciones de carácter ambiguo por parte de Juana Noguero, su
padre Don Bautista Noguero tomó las riendas del pleito defendiendo que era cierto que su hija se
había comprometido, pero que lo hizo "de forma irracional y sin consultarle", con lo que
consideraba que la promesa era inválida. Ante la decisión del tribunal de respetar los solemnes
esponsales y la voluntad de los contrayentes, Bautista Noguero realizó una apasionada defensa de
su derecho como padre a decidir lo más provechoso para su hija, que desde luego no era casarse
con un cordelero. La característica más sobresaliente de este caso es que la declaración de
Bautista Noguero está fechada en 1775, un año antes de que se promulgara la Pragmática cuyos
principios defendió inconscientemente casi al pie de la letra, como se muestra a continuación:
"Que son muchas las provincias católicas que castigan el contraer esponsales sin el
consentimiento del padre, hasta el caso de poner pena de muerte a los que introducen y
fomentan semejantes esponsales y matrimonios fundada la razón de estas leyes en lo
cristiano y lo político. [...] Por la causa pública interesa que los matrimonios se contraigan
con la debida conservación de las familias, con exclusión de litigios, riñas y pendencias que
producen la inconsideración de unos jóvenes y la preocupación de su concupiscencia,
viéndose deplorables consecuencias de tales libertades a que ocurrieron dichas leyes
eclesiásticas y seculares reconociendo en ello el pecado y la destrucción de la república"
[…]"Y si bien es cierto que es posible indemnizar al hijo de tal obligación si el padre es
injusto e irracional, este no se trata de dicho caso... " 25
Aunque nunca quedó muy claro qué provincias católicas eran esas en las que se
condenaba a muerte a los que se prometían matrimonio a escondidas, este testimonio es uno de
tantos en los que un padre justificaba la invalidación de una promesa de matrimonio por la
concupiscencia y la juventud de su hija que no sabía qué era lo mejor para su ella. Este y otros
casos constituyen un ejemplo de cómo la conflictividad por la libertad de matrimonio era un
problema en ascenso. Por otra parte, la frecuente invocación a la Real Pragmática de 1776 en este
tipo de pleitos tras su promulgación indica que padres como Bautista Noguero recibieron esta
nueva ley como agua de mayo. Conviene indicar también que los jueces eclesiásticos
interpretaron a menudo que ciertos actos como una promesa pública o un desvirgamiento igual
de público conducían al matrimonio por encima de cualquier posicionamiento paterno 26.
Pese a las diferentes posiciones, no cabe duda de que tras 1776 el disenso se convirtió en
una herramienta ampliamente utilizada. Frente a ella, la mejor opción que tenía la pareja era la de
reclamar que el disenso paterno era injustificado y que existían segundas intenciones en la
decisión de los padres o tutores. De entre estas motivaciones ocultas que podían alegar, la
acusación más grave era que los tutores estaban retrasando o directamente impidiendo el
matrimonio para evitar el consiguiente desembolso económico. La autoridad paterna que
otorgaba la ley estaba justificada en el convencimiento de que los tutores actuaban buscando lo
mejor para sus tutelados e impedir el acceso al matrimonio, sobre todo de una doncella, por
motivos económicos era uno de los actos más inmorales que podían cometer 27.
La obligación moral de los padres para dotar adecuadamente a sus hijos era algo que se
daba generalmente por supuesto, sin embargo, la realidad era distinta cuando el cabeza de familia
pasaba a ser también uno de los beneficiarios de la herencia paterna. Veamos por ejemplo el caso
que se presentó en Jaca el año 1787. El disenso fue presentado por el hermano de Joaquina
Lagarda, nombrado tras su matrimonio Señor de la casa y por lo tanto heredero universal de sus

25ADB, 1775, Don Bautista Noguero contra Antonio Cassasnobas, 11 P -1010060.


26Martine CHARAGEAT, "Cópula carnal, La preuve de mariage dans les procès à Saragosse au XV siècle", Mélanges
de la Casa de Velázquez, tomo 33 (1), Casa de Velázquez 2003, pp.47-63.
27Impedir el matrimonio de un hijo era ir contra la ley natural y divina. Ya que se consideraba que el consentimiento

de los cónyuges era tanto causa eficiente como causa formal del matrimonio. José María FERNÁNDEZ
CASTAÑO, Legislación matrimonial de la iglesia, Salamanca, San Esteban, 1994, p. 69.

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El rey de su casa y la libertad de sus hijos… Daniel Baldellou Monclús

padres ya fallecidos. Su transformación en señor de la casa era la premisa común de la


transmisión de la herencia indivisa según la tradición de las casas de montaña en los Pirineos y en
buena parte de Aragón28. Por otra parte, sería obligación de este heredero universal el dotar a su
hermana con parte de su patrimonio para garantizarle un buen matrimonio. En la siguiente
selección, podemos ver la declaración de dicha Joaquina quien solicita al tribunal que revisara, no
los motivos por los que se pueda disentir a su matrimonio, sino el derecho que su hermano tiene
a hacerlo.
"Que aunque la aprobación o desaprobación de los ejecutores testamentarios del difunto
Don Antonio Lagarda para el caso de tomar estado de sus hijas no corresponde a este
juicio considera que acomodará a sujetar su aprobación o desaprobación en cuanto a las
facultades como tal ejecutor que le concede el testamento a lo que se decida por el Alcalde
mayor de Jaca" 29.
Según el texto legal, el matrimonio debía ser sancionado en primer lugar por el padre, en
su ausencia por la madre, en caso de faltar ambos por los abuelos y en última instancia por un
consejo de parientes que no tuvieran un interés directo en el matrimonio. José María Laína hizo
constar la ambigüedad que suponían estas situaciones 30. En este caso concreto, podemos hablar
incluso de un choque entre tres fuentes legales: por una parte, puede considerarse que el hermano
de Joaquina Lagarda tenía un interés en el caso; por otra parte, el padre de ambos le había dejado
al cargo de la familia lo que le daba plena potestad según los fueros y finalmente entraba también
en conflicto con la costumbre, que implicaba la obligación moral para Antonio Lagarda de
procurar un matrimonio para su hermana.
Este conflicto quedó resuelto cuando el tribunal de Jaca dictaminó que Antonio Lagarda
no podía oponerse por sí solo al matrimonio que pretendía su hermana, pues consideraron que
para ello era necesaria la unanimidad de los ejecutores del testamento de su padre además de la
suya. Esta decisión se tomó después de escuchar las declaraciones de la interesada y una extensa
presentación en la que desmontaba los argumentos de su hermano sobre la desigualdad de esta
con su prometido. En ningún momento dicha doncella llegó a acusar a su hermano de impedir su
matrimonio por puro interés económico, pero sí se aseguró de que el tribunal viera que la
supuesta desigualdad entre familias no existía y por lo tanto no había razón legítima para disentir
contra dicho matrimonio. Apelar contra la disensión de un padre o un hermano mayor suponía
para una doncella una doble transgresión, ya que debía enfrentarse a una autoridad masculina a la
vez que a su tutor legítimo. Se ha indicado que esta Real Pragmática no estaba falta de una
perspectiva de superioridad del varón por encima de la mujer en la que quedaba subordinada a la
decisión de sus familiares por encima de su propia autonomía 31.
Dentro de las razones legítimas para oponerse a un matrimonio, la consanguinidad y la
desigualdad social destacaban por encima de las demás. Dicha consanguinidad sin embargo podía
en varias ocasiones incluirse también dentro de las "razones falsas de oposición", ocultando a
menudo razones más profundas relacionadas con problemas económicos.
La consanguinidad se trataba de un problema matrimonial de primer orden que ha sido
analizado en profundidad por diversos profesionales 32. Precisamente por tratarse de un problema
común, existían vías para obtener dispensas sin demasiadas complicaciones. Una relación de

28Joaquín COSTA, Derecho Consuetudinario y economía popular de España, Zaragoza, Guara, 1981. Severino
PALLARUELO CAMPO, “Casa, matrimonio y familia en una aldea del Pirineo aragonés”, Temas de antropología
aragonesa, 2, 1983, pp. 62-79.
29APZ, Archivo de la Audiencia de Zaragoza, 1787, Pleito por Disenso, 102057-2.
30José María LAÍNA, Libertad y consentimiento, [Op.Cit.], pp. 80-84.
31Francisco CHACÓN JIMÉNEZ y Josefina MÉNDEZ VÁZQUEZ, Poder, familia y consanguinidad, [Op.Cit.], pp. 61-

85.
32Fernando MANZANO LEDESMA, "Aproximación al estudio de las dispensas matrimoniales en la Vicaría de San

Millán del Obispado de Oviedo (siglos XVII-XIX) ", X Congreso de la ADEH, Albacete, 18-21 de junio de 2013.

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El rey de su casa y la libertad de sus hijos… Daniel Baldellou Monclús

consanguinidad entre los pretendientes era en principio un impedimento dirimente, no solo por
disenso paterna sino por derecho. Sin embargo, podía haber casos en los que la consanguinidad
se trataba solamente de una excusa para impedir un matrimonio que el padre o tutor no deseaba
por otras razones.
Según el derecho canónico, las dispensas por consanguinidad podían otorgarse dentro de
una serie de circunstancias concretas, siendo la más habitual la imposibilidad de casar con ningún
otro debido a la estrechez del lugar u otras circunstancias como estar estigmatizado por la familia
o el oficio.
Si la consanguinidad venía dada por este tipo de circunstancias, no era extraño que
primero las autoridades eclesiásticas y desde 1777 los tribunales de las Audiencias dieran vía libre
a este tipo de matrimonios una vez que hubiesen demostrado la necesidad de los mismos.
Llegamos a esta conclusión después de analizar los argumentos presentados ante ambas
autoridades y comprobar que seguían argumentaciones similares. Citamos a continuación los
argumentos con los que en 1795 el causídico de Paula Ros dio la vuelta al argumento del padre de
esta para demostrar que el matrimonio con un primo tercero era su mejor opción para lograr un
matrimonio entre iguales ya que:
"Resulta sabido que de los pretendientes que ha tenido la dicha Paula Ros de la villa de
Caspe, uno es accidentado de una hernia y por ello no entro en quinta y otro que dicen habló y
trató con ella ha sido y es estudiante hasta ahora y por ello no puede ser trabajador ni entender de
labranza y otro que se ha dicho que pretendió a dicha Paula es muy inferior su patrimonio al de
esta". 33
El representante legal de Paula Ros desmontó el disenso del padre de esta utilizando los
propios argumentos que le daba la Pragmática de 1776. El matrimonio con su primo tercero era
necesario porque: debido a la estrechez del lugar, los pretendientes que tenía esta doncella no
permitían lograr un matrimonio igualitario; ya fuese por dificultades físicas, inferioridad
económica o incompatibilidad con la fuente de ingresos de la familia. Los argumentos
desplegados por este causídico sirven también para introducir las principales razones aceptadas
por el tribunal para legitimar un acto de disenso: una manifiesta desigualdad social entre los
contrayentes que pusiera en peligro la estabilidad del núcleo familiar o el honor de las familias de
sus respectivos. Los pleitos en los que los padres se negaban a consentir un matrimonio por la
pérdida de honor que supondría a su familia conforman el grueso de los casos presentados.
A la altura del siglo XVIII, el honor y la reputación seguían siendo valores indispensables
para mantener autoridad social dentro de una comunidad. Sin embargo, la posibilidad de perder
este honor nunca estaba demasiado lejos, principalmente porque raramente dependía de un solo
individuo. Estamos hablando de una sociedad en la que la familia era la medida de la posición
económica y el principal centro de toma de decisiones, esto significa que también era la medida
de la posición social de cada individuo: un hombre era lo que era su familia, de forma que un acto
vergonzante realizado por un familiar bastaba para afectar negativamente al honor y a la posición
social de todo el núcleo. La deshonra pasaba de una persona a otra de una forma que podríamos
calificar de contagiosa: a mayor comunicación con un sujeto vil mayor era la sospecha de que
compartieran su vileza y dentro de la escala de relaciones sociales, el matrimonio y la sangre eran
las más inapelables de todas 34.
La condición social se transmitía de padres a hijos, pero también a través del matrimonio
cuando cada cónyuge se veía afectado por el estatus del otro. Esta concepción no solo
funcionaba de forma descendente, si un hijo contraía matrimonio con alguien considerado

33APZ, Archivo de la Audiencia de Zaragoza, 1795, 102356-8.


34Georges VIGARELLO, Historia de la violación, siglos XVI-XX. Madrid, Catedra, 1998, pp. 25-30.

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El rey de su casa y la libertad de sus hijos… Daniel Baldellou Monclús

inferior, el honor de la familia se vería afectado 35. En estas circunstancias, un matrimonio libre era
un peligro para toda la familia, los hijos podían ser una fuente de deshonor familiar y
especialmente las doncellas, cuya honorabilidad nunca parecía estar suficientemente garantizada 36.
La fama de las familias podía aumentar o decrecer por innumerables factores. Sin
embargo, existían una serie de casos que se repetían a menudo en las denuncias por disenso. El
argumento más empleado por las familias para denunciar al pretendiente y su familia de
comportamiento vil era el ejercicio de un oficio maldito, generalmente cortante o pregonero en
los casos aragoneses. En una frecuencia mucho más inferior encontramos acusaciones de
condenas por delitos, vida disoluta o, en casos muy concretos, condición de extranjero.
Es ampliamente conocido que el concepto de honor estigmatizaba a aquellos que
trabajaban con las manos y muy especialmente a ciertos oficios que, por sus implicaciones
simbólicas, se tenían por propios de personas viles y carentes de honor. La Real Cédula de 1783
en la que Carlos III declaraba honrados todos los oficios tuvo, al menos a corto plazo, un escaso
efecto sobre los pleitos por disenso. Pese a la vindicación de las labores manuales, estos procesos
siguieron aceptado el ejercicio de un oficio maldito como una de las principales razones para
denegar un matrimonio. De entre todos los oficios estigmatizados, los cortantes eran los peor
considerados en las comunidades aragonesas. Son conocidas en Zaragoza el alto número de
dispensas solicitadas por este gremio debido a que, en muchas ocasiones, a los hijos de los
cortadores de carne en sitios públicos solo les quedaba la opción de casarse entre ellos. Cortantes
y en segundo lugar pregoneros parecía ser los peores empleos posibles para contraer matrimonio
en el territorio aragonés, hasta el punto en el que conocidos burladores lo tenían más fácil para
esquivar un disenso que estos cortadores de carne.
Pese a lo contundente que resultaban este tipo de acusaciones para evitar el matrimonio
de un hijo, el tribunal no siempre aceptaba este tipo de acusaciones como dirimentes. En
numerosas ocasiones, la queja no partía de que una joven intentase casarse con otro que ejercía el
oficio maldito, sino en que dicho pretendiente tenía relaciones de parentesco con uno de estos
intocables. La Pragmática otorgaba un amplio margen de flexibilidad para determinar qué era
desigual y qué no lo era. Esto dejaba en manos de los jueces la decisión sobre hasta qué punto la
relación con un cortante o pregonero deshonraba lo bastante al pretendiente como para impedir
su matrimonio. Estas “escalas de deshonra” eran con toda probabilidad fruto de la percepción
popular previamente existente antes de la imposición de la Pragmática. Precisamente por tratarse
de convenciones sociales previas, existían innumerables matices que ratificaban o solventaban
esta supuesta inferioridad.
El primer aspecto en el que el tribunal se fijaba era en quién, dentro de la familia acusada,
era el que ejercía efectivamente de cortante. Como hemos señalado, las actividades deshonrosas
dentro de una familia afectaban negativamente a todo el conjunto. Sin embargo, si el pariente que
ejercía el oficio estaba convenientemente alejado en el parentesco, o mejor aún muerto, el
tribunal no solía poner objeciones. La vinculación con el cortante podía no estar basada en la
sangre sino en lazos matrimoniales. Podemos poner como ejemplo un caso de 1777 en el que se
dio por buena una disenso en la que el padre negó permiso de matrimonio a su hijo al certificar
“que en el día, Antonia Murillo hermana carnal de la Manuela está casada con el actual cortante
del abasto de carne de esta ciudad Santiago Pinilla 37“. Resulta llamativo en este caso el hecho de
que Manuela Murillo tenía efectivamente relación familiar con un cortante; pero por otra parte
también era hija de infanzones, es decir, perteneciente a la baja nobleza. El padre de Calixto Sola,

35 Constanţa VINTILA-GHITULESCU, “Rapiécer un honneur perdu”: filles, parents et sexualité dans la société
roumaine (XVIIIe siècle), Popolazione e Storia, Revista de la Societá Italiana di Demografía Stórica, 1, 2013, pp. 105-128.
36Martine CHARAGEAT, La delinquance matrimonialle, Couples en conflit et justice en Aragon (XV-XVI siècle), Paris,

Publications de la Sorbonne, 2011, Introduction.


37APZ, Archivo de la Audiencia de Zaragoza, 1777, 10045-1.

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El rey de su casa y la libertad de sus hijos… Daniel Baldellou Monclús

quien intenta casarse con Manuela Murillo, "no le niega el honrado nacimiento a dicha Murillo
que es público y bien conocido" 38, sin embargo pesa más en su ánimo el que un pariente ejerza
un oficio deshonroso. Al parecer esta opinión fue compartida por el tribunal que declaró legítimo
el disenso, dando más peso al oficio ejercido que a la nobleza de sangre.
No queda ninguna duda sobre el peso terrible que suponían los oficios negativos,
precisamente por ello resulta sorprendente que, en su día, unos infanzones accediesen a casar a su
hija con alguien que ejercía de cortante. Contamos con otros pleitos por disenso en el que, como
defensa, los familiares del cortante afirmaron que en algunos lugares era posible ejercer el oficio
como un arriendo durante un breve espacio de tiempo o que incluso en ciertas comunidades se
trataba de un cargo rotatorio 39. La mancha por haber ejercido este tipo de oficios solía rastrearse
hasta parientes muy lejanos como una apuesta segura para evitar un matrimonio. Sin embargo,
este método podía convertirse en un arma de doble filo; puesto que nada impedía a la familia
acusada de deshonrosa hacer lo mismo y demostrar que el acusador era tan vil como ellos. Dadas
las largas vinculaciones de sangre que se daban en las comunidades pequeñas, no era realmente
difícil contrarrestar una lacra familiar con otra, pues como espetó a su padre Jorge Morlanes ante
el impedimento que impuso su padre contra su matrimonio con la hija de un cortante:
"que su comprometido matrimonio no era tan desigual como el contrario se ha prometido,
contentándome yo con hacer presente que los linajes son largos y que si se escudriñan los
de los que viven en los pueblos con atención se encontraría en ellos de todo y por más que
se blasone que todos somos de tierra y la tierra que descuelle en monte y declina en valle,
será tierra y nada más". 40
Jorge Morlanes dio a entender a su padre y al tribunal que, si escudriñasen atentamente el
linaje de su casa, tampoco sería complicado demostrar que su familia no estaba tan limpia como
pretendía. Ya fuese por falta de pruebas o por respeto a su familia, este estudiante se limitó a
insinuar esta posibilidad al tribunal que acabó por darle la razón a su padre. Otros litigantes no
fueron tan escrupulosos y dado que intentar desvincular el oficio de los familiares con la persona
prometida era una mala estrategia, fueron muchos los que optaron por un cambio de enfoque: si
no era posible aumentar la honra de la familia de sus parejas, rebajarían la de su propio clan hasta
demostrar que ambos eran igual de viles.
Por sorprendente que pueda parecer esta estrategia en una sociedad con tan alta
valoración del honor familiar, cuando un joven veía su matrimonio amenazado podía optar por la
polémica estrategia de airear sus propios trapos sucios hasta demostrar lo igualitario que iba a ser
su enlace. Dado el considerable número de litigantes que optaron por esta estrategia, está claro
que daba sus frutos. Contamos así con numerosos casos en los que, si los padres acusaban a las
parejas de sus hijos de tener familias deshonrosas, sus propios hijos sacaban a relucir familiares
que habían ejercido oficios similares.
Veamos como ejemplo el caso de disenso de Vicente Moliner contra su hijo Martín en el
año 1800. Dicho Moliner declara que la familia de la novia de su hijo: "Es hija de pregonero y
también nieta de pregonero, cualidad que ofende gravemente al honor de mi familia y como sea
esta mi familia es de buen crédito y reputación y honrada sin que se sepa haya estado mezclada
con familias viles".

38Ibídem
39APZ, Archivo de la Audiencia de Zaragoza, 1803, 10094-7 y 1786, 102058-10.
40APZ, Ibídem. Las dos últimas frases de la declaración son a su vez una cita extraída, probablemente por el propio
Morlanes, se indica que es estudiante, de la obra del Padre Antonio CODORNIU Índice de la Filosofía Moral Cristiano-
Política, dirigido a los nobles de nacimiento y espíritu, Impresor Antonio Oliva, Calle de las Ballesterías, 1753, Gerona, pp.
214-215.

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El rey de su casa y la libertad de sus hijos… Daniel Baldellou Monclús

Afirmación que su hijo no pretende negar pero que responde de la siguiente forma: "Que
su padre y el mismo declarante han sido hospitalarios de oficio y enterradores cuyo ejercicio
jamás se ha desempeñado en dicha villa sino por personas de la más ínfima plebe" 41
Los documentos atestiguaban en este tipo de casos auténticos malabarismos en los que
los hijos comenzaban a buscar oficios infamantes en parientes vivos o muertos mientras que sus
padres buscaban razones para demostrar por qué en el caso de las parejas de sus hijos eran vilezas
imperdonables y en los suyos factores irrelevantes. Son muchos los casos que por lo ilustrativo de
sus circunstancias requieren un análisis en profundidad, sin embargo, podemos afirmar que la
tónica general de los tribunales solía ser la de dar por válida esta estrategia para obtener el
permiso de matrimonio. También se percibe una tendencia por parte de padres e hijos a evitar
lanzar este tipo de acusaciones vergonzosas en los tribunales municipales, son varios los casos en
los que durante la primera instancia apenas sí se hacen menciones a las vilezas de una u otra
familia y sin embargo en las apelaciones llevadas a la Audiencia este tipo de acusaciones aparecían
más a menudo y con mucha más intensidad, probablemente en un intento de evitar provocar un
escándalo mayúsculo en una comunidad pequeña.
Los oficios deshonrosos componían el grueso de razones para justificar la desigualdad de
los matrimonios. Existían no obstante otras razones que llevaban a los padres a considerar que las
parejas de sus vástagos eran inferiores a su propia familia. Un historial delictivo, tanto del propio
prometido como de su familia era una buena razón para alegar deshonra, sin embargo estamos
hablando de una época en la que la solución para un estupro podía perfectamente ser concertar
su matrimonio con la forzada 42.

CONCLUSIONES: EL POLÉMICO ACCESO AL MATRIMONIO


Los pleitos por disenso fundamentados en la Pragmática de 1776 no reflejaban
únicamente los principios legales recogidos en la nueva normativa. La ley era lo bastante abierta
para que cada tribunal o incluso cada familia decidiesen qué entendían por matrimonio desigual.
Es por ello que estos pleitos no son solamente el reflejo del cumplimiento de una ley, sino el de
toda una concepción sobre leyes no escritas acerca de los matrimonios. Normas que tuvieron que
ser puestas por escrito cuando pasaron a ser discutibles ante un juzgado. Como fuentes, los
pleitos por disenso muestran disputas que raramente eran reflejadas en pleitos, resulta chocante
ver a un hijo recordando a un padre que su familia tenía parientes de los que no estar orgullosos,
sin embargo, no se separa mucho de los testimonios que tenemos sobre disputas domésticas a
gritos. La Pragmática de 1776 supuso un gran apoyo para los padres que vieron ratificado por ley
un derecho con el que de todas formas contaban y que según varios autores había comenzado a
ponerse en duda. Sin embargo, la ley escrita probablemente no agregó nada que no estuviese en el
derecho consuetudinario. La propia ambigüedad de la ley a la hora de determinar qué se entendía
por matrimonio desigual parecía estar en concordancia con las dudas y las objeciones que los
mencionados autores expusieron sobre los riesgos de dar tanto poder a los padres.
Estos riesgos no parecieron ser tenidos en cuenta por los reformadores. La Pragmática de
1776 fue solo la primera piedra de un entramado legislativo que inició una regulación de los
matrimonios que hasta entonces solo habían dependido de la autoridad eclesiástica. Todo este
aparato legislativo sentó las bases de una traslación de la autoridad sobre el matrimonio a manos
del poder real, tanto desde un punto de vista simbólico como legal.
En relación a lo que hemos mencionado sobre los oficios malditos, en 1783 también se
declararon honrados todos los oficios. Sin embargo, ello no implicó un cambio inmediato de la

41APZ,Archivo de la Audiencia de Zaragoza.


42RenatoBARAHONA, Sex crimes, honour and the law in Early Modern Spain, Vizcaya, 1528-1735, Toronto, University of
Toronto Press, 2003.

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El rey de su casa y la libertad de sus hijos… Daniel Baldellou Monclús

percepción de estos, la prueba está en los mismos pleitos por disenso que certifican cómo se
siguió considerando legítima la degradación de las familias que los ejercían. Ambas leyes tenían en
común intentar poner fin a una fuente de conflicto social. Sin embargo, resulta evidente que no
supusieron el fin de la conflictividad, sino el principio del cambio de una mentalidad fuertemente
enraizada. Los problemas que otros autores han señalado en la estabilidad del camino al
matrimonio aumentaron a lo largo del siglo XVIII, la Pragmática de 1776 sacó a la luz algunos de
estos choques que hemos expuesto a lo largo de esta comunicación. Sin embargo, del mismo
modo que nuevas formas de organización se agitaban en núcleo de las familias, el regalismo y las
corrientes ilustradas también impulsaban un cambio que llevó al poder civil a tomar conciencia
sobre la importancia de controlar la organización familiar. Nos encontramos por lo tanto ante un
cambio en dos sentidos, por una parte, la Pragmática y las leyes que la siguieron implicaron un
impulso a la autoridad paterna; por otra, promovieron el control del matrimonio desde la
autoridad civil. Dos cambios que transformaron la percepción social de las familias y sin los
cuales la promulgación del primer código civil español en el siglo XIX resultaría incomprensible.

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La reproducción social de los fidalgos gallegos… Iago Rodríguez Palmeiro

LA REPRODUCCIÓN SOCIAL DE LOS FIDALGOS GALLEGOS. APUNTES A


TRAVÉS DE SUS ARCHIVOS FAMILIARES
Iago Rodríguez Palmeiro
Universidad de Santiago de Compostela

INTRODUCCIÓN
En los primeros compases del siglo XVII, un campesino acomodado llamado Pedro
Martínez de Matacobo, natural de la feligresía de Santa María de Xermar, en el ayuntamiento de
Cospeito (provincia de Lugo), había alcanzado un importante logro para cualquier miembro de su
grupo social: casar a su hijo, de nombre Juan, con doña Isabel da Barreira, una mujer proveniente
de una antigua familia hidalga y desde luego, mucho mejor posicionada que la de su nuevo
marido. A mediados del siglo XIX, los descendientes de esta pareja señoreaban territorios que se
extendían por las cuatro provincias gallegas, cobraban un elevado número de rentas en especie, y
contemplaban, paradójicamente, el lento declinar del grupo social fidalgo.
De un extremo a otro tuvo lugar una evidente y positiva transformación cuyo éxito, más
allá de diferentes factores como la expansión patrimonial o el dominio del poder local, recayó
también en la centralidad del mayorazgo como garantía de la estabilidad y crecimiento de los
bienes (según el caso) y la adopción de un modelo sucesorio no igualitario (común, por otro lado,
en las élites nobiliarias españolas y europeas1); en él, el matrimonio concertado y el celibato se
erigirán como relevantes estrategias dentro de la reproducción social de la familia. Ello es así
porque el recurso al primero estaba limitado por las cargas económicas de conllevaba, por lo que
el señor debía elegir cuidadosamente qué miembros de su prole se casarían y con quién; y cuáles
llevarían una vida célibe.
En la presente comunicación analizaremos, de un modo somero, las estrategias puestas
en marcha por cuatro parentelas fidalgas del interior de la provincia de Lugo: los ya mencionados
Martínez Barrera, los Pardo Rivadeneira (Navia de Suarna), los Quiroga Rivadeneira y los Losada
Somoza (Quiroga) 2. Debido a que se trata de una investigación en curso, nos centraremos

1 En este sentido siguen siendo referencia los estudios sobre la reproducción social de la nobleza portuguesa, cfr.
Nuno G. FREITAS MONTEIRO, O crepúsculo dos grandes. A Casa e o patrimonio da aristocracia em Portugal (1750-1832),
Lisboa, Imprenta Nacional Casa da Moeda, 1998; Mafalda SOARES DA CUNHA, A Casa de Bragança, 1560-1640.
Práticas senhoriais e redes clientelares, Lisboa, Estampa, 2000; en Francia, la renovada edición del clásico estudio de
Nassiet sobre la pequeña nobleza bretona, cfr. Michel NASSIET, Noblesse et pauvreté. La petite noblesse en Bretagne au
XVe-XXVIIIe siècle, Presses Universitaires de Rennes, 2012 y el apartado social del reciente y completo estudio de
Figeac sobre la nobleza francesa, cfr. Michel FIGEAC, Les Noblesses en France, Armand Colin, Paris, 2013; en el
mundo anglosajón, destaca Keith M. Brown, cfr. Keith M. BROWN, Noble society in Scotland. Wealth, Family and Culture
from Reformation to Revolution, Edimburgo, Edinburgh University Press, 2000. En el ámbito español es imperativo
referirse a la escuela modernista murciana y concretamente a los investigadores y publicaciones surgidas en torno al
Seminario Familia y élite de poder, cfr. entre otros, Francisco CHACÓN JIMÉNEZ y Juan HERNÁNDEZ FRANCO,
Poder, familia y consanguinidad en la España del Antiguo Régimen, Barcelona, Arthopros, 1992; Juan HERNÁNDEZ
FRANCO (ed.), Familia y poder. Sistemas de reproducción social en España (siglos XVI-XVIII), Murcia, Universidad de
Murcia, 1995; James CASEY y Juan HERNÁNDEZ FRANCO (eds.), Familia, Parentesco, Linaje, Murcia, Universidad
de Murcia, 1997; Antonio IRIGOYEN LÓPEZ y A. L Pérez Ortiz, Familia, transmisión y perpetuación, Murcia,
Universidad de Murcia, 2002; Jaime CONTRERAS CONTRERAS (coord.) y Raquel SÁNCHEZ IBÁÑEZ (comp.),
Familias, poderes, instituciones y conflictos, Murcia, Universidad de Murcia, 2011.
2 Las cuatro familias pertenecen a distintas áreas geográficas de la provincia lucense: los Martínez Barrera, se

establecen en el municipio de Cospeito, comarca de la Terra Chá, al norte de la capital provincial; los Pardo

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solamente en el análisis de los matrimonios y el número de hijos por generación. En la


conclusión, trazaremos una síntesis de estos procesos, encaminados esencialmente al triunfo
social y la perduración de la memoria familiar.

MATRIMONIO Y NÚMERO DE HIJOS/AS POR CADA GENERACIÓN


El matrimonio es la célula básica de la reproducción humana. Es una pieza fundamental
en la conformación de alianzas y la formación y dispersión del parentesco, las redes y las
solidaridades sociales, y posee una fuerte carga simbólica. Cuando hablamos de matrimonio en la
Edad Moderna nos referimos las más de las veces a un contrato donde dos partes pactan el
enlace buscando siempre un beneficio mutuo, dejando en un plano secundario los sentimientos
de los contrayentes. El ideal muestra un camino a seguir: el casamiento entre iguales, pero la
práctica demuestra que es el menos frecuentado, debido a que las circunstancias imponen en
muchos casos uniones dispares, siendo esto así también para los hidalgos.
Michel Figeac resume muy bien la importancia del matrimonio en el devenir de las
familias nobles, tanto en el aspecto puramente social como en el patrimonial, insistiendo en el
alto grado de planificación que conlleva:
“En raison de l’incertitude quant à l’avenir des familles, le mariage représentait bien la
sauvegarde de la descendance, la perpétuation du blason, la pérennité du sang noble, mais
aussi la préservation du patrimoine. Il était en principe longtemps préparé, mûrement
réfléchi et l’on peut dire, sans aucune connotation péjorative, que c’était d’abord une
affaire, car il se concluait un peu comme une véritable alliance entre deux royaumes” 3.
El tema del matrimonio en la sociedad moderna gallega ha sido oportunamente
estudiado en una serie de trabajos centrados en sus características propias 4 y en cuestiones
particulares relacionadas con el mismo, como pueden ser el enlace a trueque, la articulación de la
familia en el interior de Galicia, etc 5.
En la cuestión específica de la hidalguía, debemos tener en cuenta dos perspectivas: la
de las familias que aspiran a alcanzar el ascenso social y la de aquéllas que ya pertenecen a este
grupo y pretenden consolidar o, incluso, mejorar su posición. En el primer caso, las familias de
campesinos acomodados, escribanos, procuradores… ambicionan emparentar a sus hijos con
algún hidalgo, a ser posible cercano geográficamente, que permita el ascenso social. La otra parte
busca algún tipo de compensación económica en el trato, que justifique la disparidad del mismo.

Rivadeneira residen en Navia de Suarna, en las montañas que dividen Lugo y León; por su parte, los Quiroga
Rivadeneira y los Losada Quiroga Somoza son naturales del ayuntamiento de Quiroga, sito en la Ribeira Sacra, en el
límite con la provincia de Ourense.
3 Michel FIGEAC, Les Noblesses en […], op. cit., pp. 237-238.
4 Camilo FERNÁNDEZ CORTIZO, C., “Estrategias familiares y pequeña explotación campesina en la Galicia del

siglo XVIII”, en P. Saavedra y R. Villares (eds.), Señores y campesinos en la Península Ibérica, siglos XVIII-XX, Barcelona,
1991, vol. 2, pp. 310-345, “A una misma mesa y manteles: la familia en la Tierra de Montes”, Cuadernos de Estudios
Gallegos, XXXIII, (1982), pp. 237-276, y “En casa y compañía: grupo doméstico, y estrategias familiares en la Galicia
Occidental a mediados del siglo XVIII”, en J. C. Bermejo (ed.): Parentesco, familia y matrimonio en la historia de Galicia,
Santiago de Compostela, 1989, pp. 145-165; Isidro DUBERT GARCÍA., Los comportamientos de la familia urbana en la
Galicia del Antiguo Régimen. El caso de Santiago de Compostela en el siglo XVIII, Santiago de Compostela, 1987, y La Historia
de la familia en Galicia durante la época moderna, 1550-1850 (Estructura, Modelos hereditarios y Conflictividad), Sada, 1992;
Isidro DUBERT GARCÍA y Hortensio SOBRADO CORREA, “La familia y las edades de la vida”, en I. Dubert
(coord.), Historia de la Galicia Moderna, Santiago de Compostela, Servicio de Publicacións e Intercambio Científico,
2012, pp. 95-150.
5 Ofelia REY CASTELAO, “Mecanismos reguladores de la nupcialidad en la Galicia atlántica. El matrimonio a

trueque”, en VV.AA., Obradoiro de Historia Moderna. Homenaje al Profesor Antonio Eiras Roel en el XXV aniversario de su
cátedra. Santiago de Compostela, 1990, pp. 247-268; Pegerto SAAVEDRA FERNÁNDEZ, “Casa y comunidad en la
Galicia interior”, en J. C. Bermejo (ed.): Parentesco, familia y matrimonio en la historia de Galicia, Santiago de Compostela,
1989, pp. 95-143; Hortensio SOBRADO CORREA, La ciudad de Lugo en el Antiguo Régimen. Siglos XVI-XIX, Lugo,
2001, pp. 64-100.

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En el segundo caso, los señores fomentan uniones que repercutan positivamente en el


patrimonio de la Casa, explorando entronques con otras familias de un nivel económico similar o
superior que permitan obtener el control de otros vínculos 6. Destacan sobremanera las nupcias
entre primos para evitar la diseminación de los bienes; o los enlaces recurrentes entre casas
hidalgas que refuerzan sus lazos a lo largo de los años. Se va tejiendo así un entramado de
vínculos entre los componentes de la élite local: esta particular endogamia cerrará el grupo sobre
sí mismo, con negativas consecuencias en la reproducción biológica a largo plazo.

CASA DE LA BARRERA
La historia familiar de la Casa de la Barrera transcurre entre los siglos XVI, XVII, XVIII
y XIX, siempre según nuestra documentación, aunque es posible que se remonte a la época de las
Guerras Irmandiñas. Durante el XVII y XVIII se expandió desde su área de origen, Cospeito,
por numerosos enclaves de la provincia de Lugo y otros de A Coruña. El cénit de su poder llegó
en el siglo XIX, cuando los señores ya residían habitualmente en la ciudad de Lugo. La
decadencia vendría con el último cuarto del siglo XIX y la partición de todos sus bienes entre los
herederos de don Francisco Barrera y Montenegro.
La política matrimonial de esta familia persigue siempre enlaces beneficiosos, de una u
otra forma, para la institución. De los nueve matrimonios que tuvieron lugar en su seno, ocho se
dan con miembros de la hidalguía, y uno, el primero, con un capitán, hijo de un campesino
acomodado. A través de estas uniones, la Casa acumula un patrimonio realmente extenso e
influencia en zonas muy diversas de la geografía gallega, llegando incluso a agregar otras entidades
en el siglo XIX 7.

6 Por ejemplo, el matrimonio entre doña Elvira Eáns, hija de Martín Rodríguez de Xunqueiras, que se casó con
Gonzalo López Mozón, un escudero que aportó al matrimonio una serie de heredades a través de la dote que pagó
su primo Juan Núñez de Isorna, vid. A. S. IGLESIAS BLANCO, A Casa de Xunqueiras nos séculos XVIII E XIX.
Contribución ó estudio das economías fidalgas, Valga, Concello de Valga, 2004, p. 31. Otro ejemplo es el del enlace entre
Esteban Tenreiro (hijo) y Antonia Fernández de Selle, por el cual el hijo de ambos heredará sustanciosas
aportaciones de su abuelo, vid. V. M. MIGUÉS RODRÍGUEZ, As terras, as pousas e os vinculeiros, Sada, Edicións do
Castro, 2002, p. 57.
7 Los resultados de esta política de agregación de vínculos a través de los matrimonios dejaron resultados

sorprendentes a la altura del siglo XIX. Por ejemplo, el Marquesado de Ombreiro llegó a agregar quince casas, V. M.
MIGUÉS RODRÍGUEZ, As terras, as pousas […], op. cit., pp. 52-122. En 1838, cuando recae sobre don José Ramón
Ozores el título de señor de Rubianes, son incorporados los bienes sobre los que tenía derechos hereditarios.
Concretamente las Casas de Luaces, Ozores y Calo Romero, vid. Antonio PRESEDO GARAZO, “El dominio de
Rubianes en el siglo XIX: Composición del mayorazgo y desvinculación”, Cuadernos de Estudios Gallegos, 42, 1995 pp.
69-94. Otros ejemplos del mismo autor los encontramos en Os devanceiros dos pazos. Economía e estratexias sociais da
pequeña fidalguía na Galicia interior (ss. XVI-XVIII), Santiago de Compostela, Sotelo Blanco, 1997, pp. 107-115. Estas
agregaciones aparecen también en Luis DOMÍNGUEZ CASTRO, Viños, viñas e xentes do Ribeiro. Economía e patrimonio
familiar, 1810-1952, Vigo, Xerais, 1992, pp. 18-28; Isidro GARCÍA TATO, La Casa de Outarelo de Valdeorras. Formación
y desarrollo de su patrimonio (Siglos XIV-XX), Santiago de Compostela, Trevinca, 2001, pp. 17-41. La Casa de Candendo,
ubicada en el noroeste de la provincia de Ourense, pujante durante los primeros siglos de la Modernidad, fue
absorbida por los Quiroga Taboada, una rama secundaria de los Garza de Tor (Monforte de Lemos), en los inicios
del siglo XVIII, vid. Iago RODRÍGUEZ PALMEIRO, “Hidalgos del Ribeiro de Avia: La Casa de Candendo en San
Miguel de Lebosende (Leiro), siglos XVI-XVII”, Cuadernos de Estudios Gallegos, 127, 2014, pp. 81-115.

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Gráfico 1. Entronques de la Casa de la Barrera con otras casas hidalgas


S. XVI Rois Montenegro

S. XVII Sanjurjo Aguiar Aguiar Luaces Rivera Taboada

S. XVIII

Vila Castro Díez Freijo Yebra Pardo Sanmartiño P.

S. XIX

Casa de la Barrera
Fuente: Elaboración propia a partir de AMPL, Archivo de la Casa de la Barrera, Sección Barrera, 13 cajas.

Según el Gráfico 1, la incorporación de otros solares aumenta progresivamente en el


tiempo merced a esta política. De una sola agregación en el siglo XVII, pasamos a cuatro en el
XIX. Debemos observar, además, que la unión del patrimonio de los Sanmartiño Pambley hacia
finales de dicho siglo supone la suma de varias casas al mismo tiempo (Virigo, Perdigueira,
Tormaleo, San Antolín…), es decir, una multiplicación evidente del patrimonio. Este éxito
responde a los frutos de unas estrategias familiares bien calculadas, en las que los señores tenían
una influencia decisiva, en el sentido de que el matrimonio se entendía como un contrato
socioeconómico previamente pactado entre las familias de los dos contrayentes. Esta
planificación permitía considerar las ventajas y las desventajas de un arreglo matrimonial antes de
que se produjese y excluía, las más de las veces, cualquier tipo de romanticismo en el arreglo.
Algo parecido a lo que ocurría en las islas británicas, donde prevalecía siempre el interés familiar
sobre el individual, como indica Jonathan Dewald:
“Such tensions between the family’s collective needs and the wants of its individual
members emerged most visibly in the sphere of marriage, for here the individual’s
preferences conflicted most directly with the family’s needs. Individuals may have wanted
companionship, love, and sexual pleasures from marriage –but their families expected
marriage to provide political power, status, and cash” 8.
De una forma similar se pronuncia Guy Chaussinand-Nogaret cuando analiza la nobleza
francesa del XVIII:
“Dans une société largement clanique, le mariage n’intéresse pas moins les deux individus
qui s’unissent que les familles auxquelles ils appartiennent. Un mariage se conclue comme
une alliance entre deux royaumes. La sympathie et l’amour peuvent céder le pas à des

8 Jonathan DEWALD, The European nobility, 1400-1800, Cambridge, Cambdridge University Press, 1996, p. 168

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impératifs sociaux et économiques. Deux gens unissent leurs noms, leurs dignités, leur
crédit, leurs fortunes” 9.
Estas imposiciones de los dirigentes derivaron en ocasiones en graves enfrentamientos en
el seno de las familias, pese a que no fuese un hecho demasiado frecuente. En Galicia se han
constatado algunos casos aislados entre la pequeña nobleza de Betanzos 10, no obstante, las más
de las veces los componentes de la parentela se doblegaban (aunque fuese con resignación) a la
voluntad del pater familias 11.

Mapa 1. Vectores geográficos de los matrimonios en la Casa de la Barrera (Siglos XVII-XIX)

Fuente: La misma que para el Gráfico 1.

Como podemos apreciar en el Mapa 1, la distancia entre los contrayentes aumenta con
el paso del tiempo. Así, en el siglo XVII se lleva a cabo el matrimonio que une a los Barrera con
los Rois Montenegro, familia hidalga asentada en la ciudad de Lugo (27 km.). En el XVIII, la
Casa celebra tres enlaces. El primero los une con la poderosa Casa lucense de los Sanjurjo y
Aguiar, el segundo con los Aguiar Luaces, oriundos de Riotorto (36) y el tercero con los Rivera y
Taboada de Monterroso (65). Es decir, las novias proceden de distintas partes de la provincia
lucense. En el XIX, la Casa de la Barrera amplía todavía más los vectores geográficos, uniendo a
su patrimonio el de la familia Vila Castro de A Coruña (90). Las otras uniones tendrán lugar con
herederas de las Casas de Quiroga (111), Begonte (16) y Virigo (79). Vemos pues que la

9 Guy CHAUSINNAND-NOGARET, La noblesse au XVIIIéme siècle. De la Feodalité aux Lumières, Bruselas, Complexe,
1984, pp. 163-164
10 Berta VAQUERO LASTRES, “La hidalguía en Betanzos en el siglo XVIII”, Anuario Brigantino, 9, 1986, p. 56.
11 Enrique GACTO FERNÁNDEZ, “El marco jurídico de la familia castellana. Edad Moderna”. Historia, instituciones,

documentos, 11, 1984, pp. 37-66; Francisco CHACÓN JIMÉNEZ, “Hacia una nueva definición de la estructura
social en la España del Antiguo Régimen a través de las relaciones de parentesco”, Historia Social, 21, 1995, pp. 75-
104.

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expansión geográfica de los matrimonios es más que evidente, si a principios del XVII la Casa
incorporaba el vínculo fundado por Pedro Martínez en el área de Cospeito, el resto de enlaces se
llevaron a cabo con miembros de la hidalguía residentes en otras áreas de la provincia o de
Galicia, buscando entronques beneficiosos. Este progresivo incremento en la distancia de los
pretendientes ha sido estudiado por Vítor Migués en su obra sobre el Marquesado de Ombreiro,
con resultados similares a los que aquí aportamos 12.
Esta evolución responde a las tendencias de la Casa. Si al principio el objetivo se
centraba fundamentalmente en la acumulación de patrimonio en el área cercana a su solar, la
progresiva urbanización experimentada por estos grupos conllevará la búsqueda de consortes en
las villas o las ciudades 13. Ello demuestra también un cambio de una mentalidad local a una más
cosmopolita, no sólo en sus intereses socioeconómicos.

Gráfico 2. Hijos/as por cada generación en la Casa de la Barrera

7
6
5
4
n.º de hijos
3
2
1
0

Fuente: La misma que para el Gráfico 1.

El total de generaciones de las que tenemos constancia documental es de ocho. La


media de hijos por cada una es de tres, siendo la más fructífera la primera (1.ª mitad del siglo
XVII) que alcanza los seis. En las cinco siguientes, correspondientes a la 2.ª mitad del siglo XVII
y al XVIII, la media es bastante reducida, siendo don Francisco Antonio Barrera, con tres, el que
más descendientes tiene. Habrá que esperar al siglo XIX para encontrar una natalidad más
elevada. Juan Barrera llega a tener cinco retoños y su heredero Francisco tres. Como podemos
observar, siempre siguiendo las fuentes consultadas, el número de nacimientos por generación no
es cuantioso 14.

12 V. M. MIGUÉS RODRÍGUEZ, As terras, as pousas […], op. cit., pp. 109-123.


13 Froilán de Troche y Zúñiga, gran experto en archivística y conocedor de la hidalguía, ya destacó en su momento
este carácter urbano del sector más rico de los hidalgos en la etapa final del Antiguo Régimen reprochándoles el
haber abandonado sus solares rurales y haber perdido el contacto con los campesinos, mientras derrochaban
fortunas en las ciudades siguiendo el ritmo de las modas, vid. Pegerto SAAVEDRA FERNÁNDEZ, “La vida en los
pazos gallegos, entre la literatura y la historia”, Pedralbes. Revista d’Historia Moderna, 23, 2003, p. 293. Podemos
encontrar más información sobre este personaje en V. M. MIGUÉS RODRÍGUEZ, “A Obra de Froylán Troche y
Zúñiga: A fidalguía galega a comenzos do século XIX”, Anuario Brigantino, 18, 1995, pp. 117-128.
14 Este dato es inferior al arrojado por Iglesias Blanco, que señala una media de 3,5 hijos por pareja, cifra que, sin

contar con los cinco señores que no tuvieron descendencia legítima, se elevaría hasta 4,9 hijos; y si se incluyese el
escaso número de hijos ilegítimos, las cifras se situarían entre 3,9 y 5,5 hijos, respectivamente. La evolución en
Amarante pasa de 5,4 hijos para las primeras generaciones a 6,2 para los últimos, vid. A. S. IGLESIAS BLANCO,
“La Casa de Amarante, siglos XVI-XIX” Obradoiro de Historia Moderna, 18, 2009, pp. 287-288. Presedo Garazo, da una
media de 3,4 hijos (sin contar las posibles muertes de párvulos) para diferentes Casas del interior gallego, cfr. Antonio
PRESEDO GARAZO, A., “Dinámica de Casa y reproducción social en la hidalguía gallega durante el siglo XVIII”,

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La reproducción social de los fidalgos gallegos… Iago Rodríguez Palmeiro

Esta cantidad de hijos de los señores es un dato que viene condicionado, a nuestro
juicio, por el hecho de que la documentación está incompleta. Por ello, creemos probable que el
número real de hijos/as (y hermanos/as) de los señores sea superior al reflejado aquí. Esto es así
porque hemos trabajo con fuentes familiares, que no incluyen los vástagos que pudieron haber
muerto antes de realizarse el relevo generacional, por lo que el dato es aproximativo.

Tabla 1. Estado civil de los miembros de la Casa de la Barrera (siglos XVII-XIX)

Período Varones Mujeres

Jefes Hermanos Jefas Hermanas

Casados Solteros Casadas Casadas Solteras

S XVII 1 — 1 — —

S. XVIII 3 3 — — —

S. XIX 4 2 — 4 2

Total 8 5 1 4 2

% 40 25 5 20 4

Fuente: La misma que para el Gráfico 1.

Como indica la Tabla 1, los varones suponen el 65% del total de miembros,
representando las mujeres el 35% restante. Los hombres que llegan a la jefatura siempre se casan,
no existiendo ningún soltero. Los hermanos de los señores permanecen invariablemente en dicho
estado, y tres de los cinco siguen la carrera eclesiástica. Sólo tenemos un caso de una mujer que
desempeñe la dirección (doña Isabel Barreira) que se casa con Juan Martínez. Las hermanas de
los señores tienden a unirse con otros componentes de la hidalguía, quedando un tercio de ellas
célibes. Así pues, el número de varones solteros es superior al de las féminas. Nuestros datos son
similares a los aportados por Antonio Presedo al analizar la reproducción social de distintas
moradas hidalgas del interior de Galicia 15. El mayor acceso de ellas al matrimonio se debe a que
permiten forjar alianzas con entidades ajenas e incluso heredar patrimonio de otras que acaben
agregándose 16.

CASA DE VIRIGO
La historia de Virigo discurre por los siglos XVI, XVII XVIII y, en menor medida, el
XIX. Los árboles genealógicos nos remontan a varias generaciones anteriores a los fundadores.

Espacio, tiempo y forma, Serie IV, Historia Moderna, 17, 2004, p. 132. Un valor parecido (3,32) es reflejado por el mismo
autor en “O clero secular galego de orixe fidalga na Época Moderna: unha poderosa elite local”, Compostellanum, LII,
2007, p. 659. Nuestro dato dista también de los 5,8 hijos de las “familias de un nivel socio-económico superior a la
media de la jurisdicción” en Xallas, vid. Baudilio BARREIRO MALLÓN, La jurisdicción de Xallas en el siglo XVIII.
Población, sociedad y economía, Santiago de Compostela, Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Santiago,
1978, p. 186.
15 Antonio PRESEDO GARAZO, “O clero secular galego […]”, art. cit., pp. 658-659. No obstante, contrasta con el

alto número de solteros que se registran en las familias hidalgas de Arzúa y Melide, vid. Antonio PRESEDO
GARAZO, “Dinámica de Casa y reproducción social […]”, art. cit., pp. 117-141.
16 V. M. MIGUÉS RODRÍGUEZ, As terras, as pousas […], op. cit., pp. 95-96; Antonio PRESEDO GARAZO, “O

clero secular galego […]”, art. cit., p. 660.

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La reproducción social de los fidalgos gallegos… Iago Rodríguez Palmeiro

Gráfico 3. Entronques de la Casa de Virigo con otras casas hidalgas


S. XVI Becerra Pardo

S. XVII Quindós/Mon Saavedra Quiroga Valcarce Quindós

S. XVIII

Losada Quiroga Tormaleo Sanmartiño Pambley

S. XIX

Casa de Virigo
Fuente: Elaboración propia a partir de AMPL, Archivo de la Casa de la Barrera, Sección Virigo, 4 cajas.

Las referencias iniciales a los mismos las encontramos en la segunda mitad del XVI y la
primera del XVII, sobre todo a la señora de la que conservamos mayor cantidad de
documentación: doña Constanza Pardo.Los señores realizan diversas compras y un buen número
de arriendos constatados a través de las escrituras. Hacia finales del XVII y comienzos del XVIII
se vinculan con otros solares del área de Navia y del ayuntamiento de Ibias, en Asturias. En la
segunda mitad del XIX se unen a la Casa de la Barrera por el matrimonio de doña Carmen
Sanmartiño y don José María de la Barrera.
La información que tenemos para los enlaces de Virigo es menor, por lo que en muchas
ocasiones desconocemos la filiación de los/las novios/as que entroncan con los señores.
Tampoco sabemos qué bienes se agregan mediante estos acuerdos, a excepción de los últimos.
Siguiendo el Gráfico 3 y de una manera similar a lo que ocurre en la Casa de la Barrera,
las incorporaciones aumentan en los siglos XVIII y XIX. De una en el XVII, pasamos a tres en el
XIX. Si bien no hay tanta diferencia como en el caso anterior, la evolución es evidente. Además,
debemos tener en cuenta que la unión que se produce en el siglo XIX entre la Casa de Virigo y
las de Tormaleo y Coea implica la agregación de un elevado número de moradas
correspondientes a la familia Tormaleo (p. ej. San Antolín, Perdigueira, Rezigüeño, Vega de Cabo,
etc.). Así pues, queda demostrado el éxito de la planificación matrimonial en Virigo,
fundamentalmente en el siglo XIX. Tenemos que recordar que esta residencia será asimilada por
la Barrera a finales de la centuria.

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La reproducción social de los fidalgos gallegos… Iago Rodríguez Palmeiro

Gráfico 4. Hijos/as por cada generación en la Casa de Virigo

6
5
4
3 nº de hijos
2
1
0

Fuente: La misma que para el Gráfico 3.

La media de hijos/as por generación en Virigo es de 1,8, realmente baja si la


comparamos con la de la Casa de la Barrera, que es de tres. El bajo número de retoños de las
primeras generaciones probablemente se deba a la falta de documentación sobre los mismos en
este archivo 17. Destacan Manuel Joaquín, señor hacia mediados del siglo XVIII, que tiene cinco
hijos, y doña Vicenta, (primera mitad del XIX), última señora que disfrutó del patrimonio íntegro
antes de la partición entre sus cuatro hijas 18.

Tabla 2. Estado civil de los miembros de la Casa de la Virigo (siglos XVII-XIX)

Varones Mujeres

Período Jefes Hermanos Jefas Hermanas

Casados Solteros Casadas Casadas Solteras

S XVII 1 — 2 — —

S. XVIII 3 2 — — —

S. XIX 1 2 2 1 1

Total 5 4 4 1 1

% 33,3 26,6 26,6 6,6 6,6

Fuente: La misma que para el Gráfico 3.

En la Tabla 2 podemos comprobar el estado civil y la reproducción social de los


miembros de esta Casa naviense. A la luz de los datos, la cantidad de hombres (60%) es superior
al de las mujeres (40%), desemejanza menos marcada que la que aparece en el caso precedente.
Los jefes masculinos se desposan siempre mientras que sus hermanos no lo hacen nunca. La

17 Este inconveniente se refleja en diferentes obras, entre ellas Antonio PRESEDO GARAZO, “O clero secular
galego […]”, art. cit., p. 659 y “Dinámica de Casa y reproducción social […]”, art. cit., p. 132. Además de A. S.
IGLESIAS BLANCO, “La Casa de Amarante [...]”, art. cit., pp. 287-288.
18 Partija realizada en 1889 (sin fecha concreta). AMPL, Archivo de la Casa de la Barrera, Sección Virigo, caja 3, s. n.

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La reproducción social de los fidalgos gallegos… Iago Rodríguez Palmeiro

principal diferencia que sostiene este solar con el antecedente es que presenta un número más
elevado de féminas (4) que alcanzan la jefatura, mientras que en el anterior sólo una lo consigue.
En lo que respecta a las hermanas, una se casa y la otra permanece soltera. Así pues, se mantiene
la tendencia mostrada en la Casa de la Barrera que apunta a un mayor cupo de hermanos varones
célibes, que en Virigo siguen en su totalidad la carrera eclesiástica 19.

CASA DE LA HERMIDA
La Casa de la Hermida es de fundación tardía 20. Su origen radica en las últimas
voluntades de don Francisco Losada y Somoza (1717) y doña Francisca Díaz (1716), en las cuales
establecieron vínculo a favor de su hijo don Bernardo. Durante el siglo XVIII se amplió y
entroncó con otras como la Granja de San Julián, de Sarria; la Casa de Santalla de Pascais o la
Casa de las Moreiras. En el siglo XIX todo su patrimonio recaló en la Casa de Virigo de Navia de
Suarna, uniéndose al de otros solares como Perdigueira, Son, Estremar…etc.
La documentación familiar que ha llegado a nosotros adolece de un problema básico.
Existe una diferencia de información considerable entre los enlaces que tienen lugar antes de la
fundación del vínculo y los posteriores. Las escrituras en las que aparecen los miembros más
antiguos del linaje no son muy profusas en detalles.
De los exiguos testimonios de los ascendientes emanan dos carencias que debemos
resaltar. En primer lugar, la complejidad de fijar el origen social de los contrayentes y en segundo
lugar, la procedencia geográfica de cada uno. En lo que se refiere al primero, la única variable que
nos permite medirlo es el uso o no del “don” antes del nombre para diferenciar a los hidalgos de
los que no lo son, puesto que carecemos de ejecutorias de hidalguía. El segundo es difícil de
dilucidar, porque la información siempre refiere la residencia de la pareja una vez efectuada su
unión, no así la anterior. No obstante, las escrituras son mucho más claras una vez llevada a cabo
la vinculación y constituida la Casa.
Pese a esta problemática sí sabemos que la tendencia en los enlaces es mucho más local
que la de la Barrera. Es decir, los señores de la Hermida contraen matrimonio en numerosas
ocasiones con hidalgos de su entorno más inmediato, aun en las etapas finales del linaje, que
suelen caracterizarse por la dispersión geográfica 21. Es esta política la que permite la unión con las
Moreiras, otra notable casa de una parroquia cercana.

19 Como es bien sabido, una salida muy socorrida por las familias, dado que tenía una fuerte significación social y
simbólica para el orgullo de la Casa. Además, los bienes que acumulaban en vida podían acabar fortaleciendo el
patrimonio de la Casa, vid. Antonio PRESEDO GARAZO, “O clero secular galego […]”, art. cit., pp. 664-665.
20 Los estudios sobre hidalguía han constatado fundaciones de tipo tardío, fundamentalmente en el siglo XVIII.

Entre otras, la fundación de la Casa da Fraga, o el ascenso de la familia Quindós, ambas en el siglo XVIII, vid.
Antonio PRESEDO GARAZO, A., “A pequena fidalguía rural e a parcería de gando: A Casa da Fraga de San Xiao
de Carballo -Friol-, 1680-1800”, Cuadernos de Estudios Gallegos, 109, 1997, pp. 53-78; y María de los Ángeles
FERREIRO NOVO, Contribución al estudio de la nobleza en Galicia: los bienes de la condesa de Santiago en la provincia de Lugo,
ss. XVIII-XIX, Tesina (inédita), Santiago, 1986.
21 Véanse los casos de la Barrera o Virigo, comentados con anterioridad. Estas entidades logran presencia territorial

progresiva, que Vítor Migués y Antonio Presedo denominan como cosmopolitismo local. Antonio PRESEDO
GARAZO y V. M. MIGUÉS RODRÍGUEZ, “Los privilegiados” en Isidro DUBERT GARCÍA (coord.), Historia de
la Galicia Moderna, Santiago de Compostela, Servizo de Publicacións e Intercambio Científico, 2012, p. 286.

204
La reproducción social de los fidalgos gallegos… Iago Rodríguez Palmeiro

Gráfico 4. Entronques de la Casa de la Hermida con otras casas hidalgas

S. XV Vázquez Quiroga

S. XVI López Somoza Rodríguez Osorio Díaz Lafuente

S. XVII

Novoa Movilla Díez Freijo Quiroga Valcarce Andrade Pimentel

S.
XVIII

Casa de Virigo
Fuente: Elaboración propia a partir de AMPL, Archivo de la Casa de la Barrera, Sección Losada-Somoza, 6 cajas.
En resumen, las estrategias que llevan a cabo los señores de la Hermida son claras,
detrás de sus uniones con las hijas de hidalgos vecinos subyace la idea de un aumento del poder
local a través del entroncamiento con los restantes miembros de la hidalguía quiroguesa
(Rodríguez Osorio, Díaz Lafuente, Quiroga Valcárcel) e incluso familias de un rango geográfico
más extenso (Novoa Movilla o Andrade Pimentel). Esto resulta patente con los enlaces que
tienen lugar en el siglo XVIII, aunque el déficit de información con respecto a las estrategias
anteriores a la fundación del vínculo no nos permite sacar una conclusión firme. Esto es así
porque las escrituras omiten el origen social y geográfico de las parejas fijando únicamente la
residencia conjunta una vez consumado el matrimonio.

Gráfico 6. Hijos/as por cada generación en la Casa de la Hermida

6
5
4
3 n.º de hijos
2
1
0

Fuente: La misma que para el Gráfico 5.

205
La reproducción social de los fidalgos gallegos… Iago Rodríguez Palmeiro

Como podemos apreciar en el Gráfico 4, la evolución en la política matrimonial de los


Losada Somoza es evidente. De un solo entronque en el XVI, pasamos a tres en el XVII y cuatro
en el XVIII. A diferencia de los casos de la Barrera y Virigo, no se producen entronques en el
XIX por el mero hecho de que la casa ya ha sido absorbida por los hidalgos navienses 22. Dada la
breve extensión temporal de este linaje, hemos decidido incluir también en el gráfico las uniones
anteriores a la fundación del vínculo, retrotrayéndonos al XVI, aunque, en puridad, la Casa como
tal, nace y muere en un siglo, con lo que su política de enlaces comenzaría con la unión con los
Díaz Lafuente de Bendollo y finalizaría en las nupcias con el heredero de los Andrade Pimentel
de Virigo.
La media de hijos en la Hermida es idéntica a la de Virigo (1,8) e inferior a la de la
Barrera (tres). Constatamos de nuevo el bajo número descendientes en las primeras generaciones,
debido probablemente a las carencias de la documentación familiar. La sexta generación, que
corresponde al matrimonio de don Francisco de Losada y Somoza y doña Francisca Díaz
(primera mitad del XVIII) es la más numerosa, con cinco hijos. Asimismo, es la mejor
documentada, puesto que es la inmediatamente posterior a la fundación vincular y aglutina
diversas agregaciones en la persona de don Bernardo José. En las dos últimas el número de hijos
vuelve a descender de manera drástica.
La Tabla 3 refleja que la proporción entre hombres (43,7%) y mujeres (56,2%) en la
familia Losada Somoza beneficia a las segundas sobre los primeros. Un dato característico es el
alto número de féminas que alcanzan la jefatura, idéntico al de Virigo (cuatro). El promedio de
hermanos varones es muy escaso, mientras que el de hermanas es elevado. Ellas se casan siempre,
con tan sólo una excepción, al mismo tiempo que, de los dos hermanos varones, uno contrae
matrimonio y el otro queda célibe 23.

Tabla 3. Estado civil de los miembros de la Casa de la Hermida (siglos XVI-XIX)

Período Varones Mujeres

Jefes Hermanos Jefas Hermanas

Casados Solteros Casados Casadas Casadas Solteras

S. XVI 1 — 1 2 — —

S XVII 2 — — 1 1 —

S. XVIII 2 1 — 1 3 1

Total 5 1 1 4 4 1

% 31,2 6,2 6,2 25 25 12,5

Fuente: La misma que para el Gráfico 5.

22 Se trata de una reacción en cadena. La Hermida y las Moreiras, cuyos patrimonios a la altura del XIX ya están

unidos, pasan a formar parte del conglomerado de Casas que aglutina Virigo, que, a su vez, será absorbido en el XX
por la Barrera. Ya hemos tenido ocasión en este trabajo de comprobar esta sucesión de entroncamientos de la
hidalguía en el XIX. El caso más paradigmático en Galicia lo supone quizás el Marquesado de Ombreiro, que
acabaría aglutinando un número elevado de solares hidalgos, vid. V. M. MIGUÉS RODRÍGUEZ, As terras, as pousas
[…], op. cit., pp. 52-122. Otro ejemplo lo tenemos en los entronques de la Casa de Outarelo (Suárez de Deza y
Tineo) con la de O Castro (Flórez Losada), vid. Isidro GARCÍA TATO, La Casa de Outarelo […], op cit., pp. 32-37.
23 De una manera similar a lo que ocurría con la Barrera, el bajo número de célibes contrasta con los elevados índices

de soltería recogidos por Presedo Garazo para los hogares hidalgos de Arzúa y Melide (68%), cfr. Antonio
PRESEDO GARAZO, “Dinámica de Casa y reproducción social […]” art. cit., pp. 117-141.

206
La reproducción social de los fidalgos gallegos… Iago Rodríguez Palmeiro

CASA DE LAS MOREIRAS


La historia de las Moreiras corre pareja a la de la Hermida, si bien es de germen más
antiguo. Éste se remonta concretamente a la mejora vincular ejecutada en 1677 por Martín
González para su hijo don Lucas González Rivadeneira, clérigo de Santa María de Quintá de Lor,
que fue el fundador del vínculo por testamento fechado en 1711, en el que deja por heredero a su
hermano don Felipe González. Durante todo el siglo XVIII esta Casa estuvo regida por jefatura
femenina, a través de la cual se fusionó con la Hermida y derivó al patrimonio de Virigo.

Gráfico 7. Entronques de la Casa de las Moreiras con otras casas hidalgas

S. XVI Losada Sánchez Quiroga

S. XVII Vega y Valcárcel Saco Quiroga Losada Somoza Andrade Pimentel

S. XVIII

S. XIX

Casa de Virigo
Fuente: La misma que para el Gráfico 5.

La extensión temporal de esta Casa es muy similar a la de la Hermida. Su creación tiene


lugar cinco años antes. El análisis documental no ha permitido dilucidar las generaciones de
familiares anteriores a la fundación del vínculo, de manera que el número de matrimonios al que
hemos tenido acceso es menor. De nuevo, se han presentado dificultades para establecer el
origen social y geográfico de los contrayentes.
Como refleja el Gráfico 7, el número de entronques (seis) de la Casa de las Moreiras es
relativamente corto, más si lo comparamos con la situación de la Hermida, de Virigo o la
Barrera 24. La principal razón es la complejidad que ha surgido para trazar las líneas de ancestros,
pudiendo sólo acceder a la historia de la misma una vez constituido el vínculo, con lo que el
número de enlaces y posibles entronques se reduce ligeramente. Así, durante el siglo XVII sólo
aparecen en el archivo dos enlaces, que responden al padre y al hermano menor del fundador
que, recordemos, es clérigo y, por tanto, no puede contraer nupcias. Durante el siglo XVIII, los
señores de las Moreiras comienzan a realizar pactos matrimoniales en aras de expandir su poder,
por lo que los consortes provienen de solares hidalgos del entorno, con la excepción de la familia
Andrade Pimentel, originaria de Navia. El logro esencial de esta política está en la unión con la

24 La Casa de La Hermida realiza ocho uniones, Virigo y la Barrera, siete.

207
La reproducción social de los fidalgos gallegos… Iago Rodríguez Palmeiro

Casa de la Hermida. La búsqueda del afianzamiento local a través de los enlaces con moradas que
en un principio podían rivalizar en influencia con la propia es una característica importante de la
reproducción social hidalga, a fin de engrandecer sus patrimonios y eliminar competencia en el
monopolio del poder local.

Gráfico 8. Hijos/as por cada generación en la Casa de las Moreiras

10
9
8
7
6
5 n.º de hijos
4
3
2
1
0
1.ª generación 2.ª generación 3.ª generación 4.ª generación 5.ª generación

Fuente: La misma que para el Gráfico 5.

Una de las principales diferencias de los Rivadeneira Quiroga con las otras familias que
trata este trabajo es la menor cantidad de generaciones estudiadas, por los motivos que hemos
expuesto anteriormente, y una media de vástagos más elevada (3,6). Esto responde a un número
destacado de hijos en la primera generación (nueve), que desciende en las siguientes pero se
mantiene constante a lo largo del siglo XVIII hasta la absorción de la familia 25. Es necesario tener
en cuenta, además, que los datos sobre los hermanos de los señores son más completos, mientras
que en los casos precedentes están más oscurecidos.

Tabla 4. Estado civil de los miembros de la Casa de las Moreiras (siglos XVII-XVIII)
Período Varones Mujeres

Jefes Hermanos Jefas Hermanas

Casados Solteros Solteros Casados Casadas Casadas Solteras

S XVII 2 1 2 — — 2 3

S. XVIII — — 1 — 3 3 1

Total 2 1 3 — 3 5 4

% 10 5 15 — 25 41 33

Fuente: La misma que para el Gráfico 4.

Otro apunte interesante es la importancia de las mujeres. Por las habitaciones de las
Moreiras pasaron doce (66%), una cantidad que contrasta con la escasez de varones (33%). De
ellas, tres llegaron a ser señoras, cinco pasaron por la vicaría y cuatro no contrajeron matrimonio.
Los hombres cedieron el poder una vez traspasado el umbral del siglo XVIII, que sólo vería

25La cifra media sigue siendo elevada si la comparamos con otros casos estudiados y que ya hemos reflejado
anteriormente.

208
La reproducción social de los fidalgos gallegos… Iago Rodríguez Palmeiro

mujeres rigiendo los destinos de la Casa. Otro dato que llama la atención es el hecho de que el
fundador y señor durante los inicios del XVIII fue un clérigo, que cedió el vínculo a su hermano
antes de su muerte 26.

CONCLUSIONES
El eje sobre el que se asientan las estrategias sociales de las casas estudiadas es un
sistema hereditario no igualitario, asentado en la figura del mayorazgo o vínculo, según el caso,
con la intención de agrupar la mayor parte de los bienes en manos de un solo heredero. La
elección responde a la necesidad de garantizar una estabilidad económica y social que perdure a
través del tiempo, limitando el acceso del resto de familiares al mercado matrimonial debido a la
fuerte carga que suponían las dotes en las arcas hidalgas. Ello no obsta para afirmar que, en
muchos casos, estos elevados dispendios producían enormes beneficios merced a volcados
patrimoniales posteriores. De esta forma, mediante las calculadas uniones entre los señores de
estos solares y los herederos de otros se produjo un número nada desdeñable de agregaciones,
fundamentalmente en el siglo XIX, cuando un elevado número de las parentelas se extinguen
biológicamente y sus bienes redundan en provecho de otras. Así, la Casa de la Barrera agrega a la
de Virigo a finales de dicho siglo y ésta a terceras como Tormaleo, Perdigueira, Hermida,
Moreiras…dependiendo del poder e influencia de cada una, los vectores geográficos de los
enlaces pueden ampliarse a un ámbito provincial o incluso regional. En lo que a estas cuatro
familias se refiere, el alcance de la Casa de la Barrera es más extenso que el de las otras tres, que
raramente salen a buscar consortes fuera del ámbito local.
La jefatura de las familias solía estar ejercida por un varón, a excepción de las Moreiras,
que supone un raro ejemplo de matriarcado. El número de hijos por generación resulta muy
cambiante dependiendo del caso analizado: desde los 1,8 de Virigo o la Hermida, hasta los 3,6 de
las Moreiras. Estos datos están muy condicionados por las carencias de los archivos, muchas
veces deficitarios en las primeras generaciones. Aquellos individuos que están llamados a heredar
el patrimonio se casan siempre, mientras que la asignación reservada al resto de hermanos/as
varía según el caso. No obstante, las mujeres suelen tener mayor acceso al mercado matrimonial,
en tanto que los varones acostumbran a permanecer célibes, dedicando sus vidas a la carrera
eclesiástica. Sea como fuere, los destinos de todos y cada uno de los miembros estaban unidos a
la voluntad del señor, que imponía su disciplina para asegurar la supervivencia de la familia y la
Casa.
Así pues, y de forma provisional, podemos afirmar que los casos estudiados avalan el
esquema de familia extensa ceñida a las disposiciones del señor o de la señora, donde todos y
cada uno de los componentes tienen un rol asignado dentro del mecanismo que garantizará la
perduración a lo largo de las generaciones y la memoria en el mundo futuro. El acierto o el error
en la planificación de las estrategias sociales y económicas decidirán, en último término, qué
Casas sobreviven y cuáles se pierden en la niebla del tiempo.

26Para una mayor información sobre la importancia de los clérigos en la conformación de los vínculos hidalgos vid.
PRESEDO GARAZO, A., “O clero secular galego […]”, art. cit., pp. 665-669.

209
Redes y relaciones en el espacio dinástico… Francisco Precioso Izquierdo

REDES Y RELACIONES EN EL ESPACIO DINÁSTICO DE LOS BORBONES.


MACANAZ Y LOS COURTOIS-TAMISON (1725-1760) ∗
Francisco Precioso Izquierdo
Universidad de Murcia

POLÍTICA DINÁSTICA Y MOVILIDAD SOCIAL EN LA EUROPA DE LOS


BORBONES
Los tratados y acuerdos internacionales que certificaron el final de la intervención
de las potencias extranjeras en la Guerra de Sucesión española (Utrecht y Rastadt, 1713-
1715), confirmaron la pérdida de los territorios extra peninsulares de la Monarquía
Hispánica (Flandes e Italia)1. Las gravosas consecuencias territoriales del conflicto
marcaron por entero el reinado de Felipe V, quien intentó enmendar en lo sucesivo el
menoscabo suscrito casi al comienzo del mismo. Con independencia del grupo de
ministros o consejeros que coparan el favor del monarca, iba a imponerse desde entonces
una línea de crítica y revisión dirigida fundamentalmente a la recuperación de la influencia y
presencia española en el Mediterráneo 2. Se priorizaba la reivindicación de Italia como
medio para neutralizar la situación de preponderancia inglesa en el control meridional del
continente. En esta política, animada por las integrantes maniobras de la reina Isabel de
Farnesio y su “mezquina pasión de mujer3”, Flandes y el norte de Europa quedaban
reducidos a un notorio segundo plano.


Este texto ha sido realizado gracias a la concesión de una beca pre-doctoral por la Fundación Séneca,
Agencia de Ciencia y Tecnología de la Región de Murcia (15520/FPI/10). Así mismo, forma parte de los
proyectos de investigación: “Nobilitas II- Estudios y base documental de la nobleza del Reino de Murcia,
siglos XV-XIX. Segunda fase: análisis comparativos”, financiado por la Fundación Séneca, Agencia de
Ciencia y Tecnología de la Región de Murcia (15300/PHC/10) y “Familias e individuos: Patrones de
modernidad y cambio social (siglos XVI-XXI)”, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad
(HAR2013-48901-C6-1-R).
1 Sobre las consecuencias de los tratados anteriores, en especial el de Utrecht, vid. Virginia LEÓN SANZ,

“La llegada de los Borbones al trono”, en Ricardo GARCÍA CÁRCEL, Historia de España. Siglo XVIII,
Madrid, 2002, pp. 56-62; Lucien BÉLY, “Casas soberanas y orden político en la Europa de la Paz de
Utrehct”, en Pablo FERNÁNDEZ ALBALADEJO, Los Borbones. Dinastía y memoria de nación en la España del
siglo XVIII, Madrid, 2002, pp. 87-90; José María JOVEZ ZAMORA y Elena SANDOICA, “España y los
Tratados de Utrecht”, en VV. AA., La época de los primeros Borbones. La cultura española entre el Barroco y la
Ilustración. (1700–1759), vol. I, tomo XXIX, Madrid, 1985, pp. 399-406; así mismo, remitimos al anejo XIII de
los Cuadernos de Historia Moderna coordinado por Virginia León Sanz sobre los Tratados de Utrehct.
2 Antonio BÉTHENCOURT MASSIEU, Patiño en la política de Felipe V, Valladolid, 1954, pp. 7-11.
3 De gran interés el reciente análisis realizado por Vázquez Gestal sobre el tratamiento de la historiografía del

siglo XIX y XX acerca de la reina Isabel de Farnesio: Pablo VÁZQUEZ GESTAL, Una nueva Majestad. Felipe
V, Isabel de Farnesio y la identidad de la monarquía (1700-1729). Madrid, Marcial Pons, 2013, pp. 172-205. El papel
de Farnesio en la dirección de la política exterior del reinado, cada vez mejor contextualizado y matizado, dio
lugar a un animado debate historiográfico en la segunda mitad del siglo XX. Por un lado, insignes
historiadores como Domínguez Ortíz y el propio Ozanam, quienes seguían viendo la mano de la reina como
principal causa de la obstinación italiana del rey (vid. Antonio DOMÍNGUEZ ORTÍZ, Sociedad y Estado en el
siglo XVIII español, Barcelona, 1976, pp.55-56 y 63-64; Didier OZANAM, "La política exterior de España en
tiempo de Felipe V y de Fernando VI", en VV.AA., La época de (…), op. cit., pp. 443–699, espec. 634-636).
Por otro lado, quienes como Seco Serrano y Bethencourt, advertían otros móviles que conectaban
directamente con la propia vocación mediterránea de la monarquía española (vid. Carlos SECO SERRANO,

211
Redes y relaciones en el espacio dinástico… Francisco Precioso Izquierdo

Superadas las reticencias iniciales que tensaron las relaciones entre Borbones a uno
y otro lado de los Pirineos 4, Francia se confirmaría a partir de la década de 1720 como la
principal aliada –la más habitual- de la monarquía española de Felipe V. El instrumento que
hizo posible el desarrollo de esa comunión de intereses borbónicos (dinásticos, al fin y al
cabo) fue la política del Pacto de Familia, acuerdos biliterales entre las coronas franco-
españolas que permitieron a Felipe V contar con un apoyo más o menos constante en su
proyectada reconquista italiana 5.
La mutua identificación entre borbones franceses y españoles dibujó una política
que escapó a los objetivos meramente nacionales, adquiriendo una dimensión que respondía
en buena medida a directrices dinásticas. La recuperación de los territorios italianos mediante
el establecimiento de sendos tronos borbónicos, es en sí mismo, una prueba del
dinasticismo que impulsó la política exterior en Europa a lo largo de la primera mitad del
siglo XVIII 6. La consecución de esos fines dinásticos perseguidos por Felipe V y tolerados
–no siempre de buena gana- por Francia, generó enormes posibilidades de acción para
multitud de familias, grupos e individuos. En este sentido, contribuyó a consolidar un
nuevo espacio de circulación y movilidad social que conectaba a élites y familias de
territorios como el español (peninsular y americano) con el francés. Pero, sobre todo, se
ponía el foco en aquellas otras zonas en las que se ventilaba algún tipo de interés dinástico,
como Italia e incluso buena parte del antiguo Flandes español, territorios que podían
considerarse integrantes de un nuevo espacio social articulado por un sinfín de lazos,
vínculos y relaciones que rebasaba fronteras jurisdiccionales.
Atendiendo a la lógica dinástica de la actuación exterior de Felipe V, perfilando los
márgenes relacionales del espacio a que nos referimos y reduciendo la diversidad de
trayectorias a la unidad del servicio dinástico, se descubren nuevos componentes que
desplazan nuestra atención desde la corte y el rey con sus ministros hacia otros sujetos de
enorme interés. Si bien la función directriz y la impronta de los grandes hombres de
gobierno -con el monarca a la cabeza- nos es bien conocida por haber merecido la atención
primordial de la historiografía 7, nuestro planteamiento relacional de la política dinástica
puesta en marcha en el reinado de Felipe V, revela la importancia de otros protagonistas en
la sombra que ayudaron a tejer numerosas redes de relaciones con las que mantener en
contacto territorios geográficamente distanciados y jurídicamente separados.
Élites y grupos de españoles y franceses, pero también italianos y flamencos de
origen español –vinculados por tradición al servicio de la monarquía- continuaron mirando
al rey de España como fuente de ascenso y promoción de sus carreras. Si hemos concluido
que las monarquías compuestas, como la española de los siglos XVI y XVII, fue por encima de
la yuxtaposición de territorios e instituciones comunes, un agregado de familias, grupos e
individuos que se movían y circulaban por diversos territorios unidos por la dinámica del

“El reinado de Felipe V en los Comentarios del Marqués de San Felipe”, en Vicente BACALLAR y SANNA
(Marqués de San Felipe), Comentarios a la Guerra de España e Historia de su rey Felipe V el Animoso [Edición y
estudio preliminar de Carlos Seco Serrano] Madrid, Biblioteca de Autores Españoles-Editorial Atlas, 1957,
pp. XXXVII-XXIX; Antonio BÉTHENCOURT MASSIEU, Patiño en la (…), op. cit., pp. 9-11.
4 Didier OZANAM, "La política exterior (…), op. cit., pp. 579-593.
5 Didier OZANAM, "Dinastía, diplomacia y política exterior”, en Pablo FERNÁNDEZ ALBALADEJO, Los

Borbones. Dinastía (…), op. cit., pp. 17-46.


6 Lucien BÉLY, “Casas soberanas y (…), op. cit., pp. 94-95.
7 Sobre los nuevos derroteros historiográficos de la historia de las relaciones internacionales, vid. Juan Carlos

PEREIRA CASTAÑARES, “De la Historia Diplomática a la Historia de las Relaciones Internacionales: algo
más que el cambio de un término”, Historia Contemporánea, nº 7, 1992, pp. 155-182.

212
Redes y relaciones en el espacio dinástico… Francisco Precioso Izquierdo

servicio-beneficio a la corona 8, ese componente social ¿desaparecería sin más tras la firma
de los tratados anteriores?, ¿en qué situación quedarían las familias de los territorios
italianos y flamencos ligadas hasta 1715 a la corona española?
Sólo recientemente algunos historiadores han comenzado a dar respuesta a tales
interrogantes. El caso de Italia, cuyas élites y familias de la aristocracia local se insertaron
pronto en la política de pacto y alianza con las autoridades imperiales, es bien significativo 9.
Davide Maffi ha defendido la permanencia de fuertes vínculos clientelares entre Madrid y
varias regiones italianas a lo largo del siglo XVIII. Un entramado de redes y relaciones que
tendría su expresión en las numerosas carreras de italianos en el ejército español del
setecientos. Varios cientos de familias e individuos cuya participación “en los planes de
Felipe V servía para mantener viva la esperanza de recuperar los territorios perdidos al final
de la guerra de Sucesión española (…), lo que en último término favoreció la persistencia
de un fuerte sentimiento filo español” 10.
En cuanto a Flandes y los Países Bajos, la integración de sus noblezas en el
escenario imperial español fue más delicada. El proceso se vio frecuentemente
interrumpido por la problemática relación política y religiosa mantenida entre las élites
locales y la monarquía 11. Dependiendo de la coyuntura, el acceso a la maquinaria
administrativa del Imperio, la concesión de honores y privilegios e incluso el propio
mercado matrimonial (mecanismos efectivos que favorecían la formación de vínculos
hispano-flamencos) se reducía o ampliaba notoriamente. A finales del siglo XVII, la
reactivación de las relaciones entre la aristocracia de los Países Bajos y la española 12, fruto
también de la importante labor desplegadas por otros agentes e intermediarios
(comerciantes, religiosos, militares, etc. 13), daría lugar a la formación de un creciente
entramado relacional, fundamental a la hora de entender la interacción entre ambas
unidades políticas ya en el setecientos. Thomas Glesener, al analizar la masiva participación
de fieles flamencos al lado del duque de Anjou en la contienda sucesoria y su presencia
posterior en el ejército de Felipe V, nos muestra multitud de ejemplos de familias
originarias de los Países Bajos que, enroladas en el servicio dinástico, mantuvieron
importantes relaciones con España después de la pérdida de sus territorios 14.

8 Bartolomé YUN CASALILLA, “Introducción”, op. cit., pp. 14-17; Xavier GIL PUJOL, “¿Centralismo y
localismo? Sobre las relaciones políticas y culturales entre capital y territorios en las monarquías europeas del
Barroco”, en Albert ROSSICH y August RAFANELL, El Barroc catalá, Barcelona, 1989, pp. 23-45.
9 Manuel RIVERO RODRÍGUEZ, “Italia en la Monarquía Hispánica (siglos XVI-XVII)”, Studia Histórica, nº

26 (2004), pp. 19-41; la mayoría de los grupos y familias de la élite local predominantes en el periodo de
dominio español, apenas sufrirán merma en su posición en la jerarquía social tras la separación de la
monarquía española, vid., Antonio ÁLVAREZ-OSSORIO ALVARIÑO, “De la conservación a la
desmembración. Las provincias italianas y la Monarquía de España (1665-1713)”, Studia Histórica, nº 26, 2004,
pp. 191-223; una visión de conjunto, vid. Cristopher STORRS, La resistencia de la Monarquía Hispánica (1665-
1700). Madrid, Actas, 2013, pp. 343-373.
10 Davide MAFFI, “Al servicio del Rey: la oficialidad aristocrática de “nación” italiana en los ejércitos

borbónicos (1700–1808)”, Cuadernos de Historia Moderna, anejo X, 2011, pp. 120-121.


11 FAGEL, R., “Es buen católico y sabe escribir los cuatro idiomas. Una nueva generación mixta entre

españoles y flamencos ante la revuelta de Flandes”, en Bartolomé YUN CASALILLA, Las redes del (…), op.
cit., pp. 289-312; Miguel Ángel ECHEVARRÍA, Flandes y la Monarquía Hispánica (1500-1713), Madrid, 1998,
pp. 119-133.
12 René VERMEIR, “Je t´ aime, moi non plus. La nobleza flamenco y España en los siglos XVI-XVII”, en

Bartolomé YUN CASALILLA, Las redes del (…), op. cit., pp. 333-337.
13 En el reciente libro colectivo publicado por la editorial Sílex, se estudian algunos ejemplos de trayectorias

flamencas vinculadas a España a finales del siglo XVII, vid. René VERMEIR, Maurits EBBEN y Raymond
FAGEL, Agentes e identidades en movimiento. España y los Países Bajos (siglos XVI-XVIII), Madrid, 2011.
14 Thomas GLESENER, “La hora felipista del siglo XVIII: auge y ocaso de la nación flamenca en el ejército

borbónico”, Cuadernos de Historia Moderna, anejo X, 2011, pp. 77-101.

213
Redes y relaciones en el espacio dinástico… Francisco Precioso Izquierdo

Diferentes ejemplos que demuestran el modo en el que los vínculos de buena parte
de esas familias y grupos, súbditos de la monarquía española hasta 1714, no tuvieron
porqué romperse totalmente con la firma de los tratados de Utrecht y Rastadt. Por debajo
de las nuevas fronteras, permanecería una capa de relaciones que permitió comunicar
territorios y personas con intereses coincidentes. Interesada en la revisión de las pérdidas
territoriales, la corona podía seguir contando con un núcleo importante de familias de la
élite italiana y flamenca pendientes a su vez de mantener su vínculo con la fuente de
ascenso y promoción que todavía representaba para ellos la España borbónica, bien en el
ejército, la administración 15, la corte 16, etc. Un interés mutuo que nos ayuda a reconsiderar
la tradicional dirección de la política exterior del reinado filipino, poniendo el acento en la
capacidad de “influencia recíproca” 17 tanto de la corona como de las élites italianas y
flamencas, subrayando de esta forma el papel de las últimas en la orientación y
participación de la acción internacional de Felipe V.
El caso de las trayectorias entrelazadas de los Macanaz y los Courtois-Tamison
puede resultarnos útil para valorar la definición y el alcance de lo expuesto hasta ahora. Se
trata de dos familias conectadas matrimonialmente a mediados de la década de 1720; los
primeros proceden del sur de Castilla, mientras que los Courtois-Tamison son una familia
flamenca de origen español afincada en Lieja bastante tiempo atrás. Si los Macanaz hicieron
de la carrera regimental y del servicio al rey su plataforma de ascenso y promoción, los
Courtois destacaron en la segunda mitad del siglo XVII por el servicio al príncipe Elector
de Baviera, José Clemente. ¿Casualidad que ambas familias se encontraran en Lieja –límite
con Francia, otra corona borbónica- y decidieran ligar su sino?, ¿por dónde se mueven los
Macanaz y los Courtois-Tamison?

LOS MACANAZ Y COURTOIS-TAMISON. DOS FAMILIAS EN EL ESPACIO


DINÁSTICO DE LOS BORBONES
La evolución de los Macanaz presenta una serie de peculiaridades que merecen un
comentario previo. Es sabido que tras haber dejado atrás el concejo de Hellín (cuna de la
familia) como parte de la élite política de su comunidad, la falta de oportunidades para
rebasar los límites de mando y distinción alcanzados en la segunda mitad del siglo XVII,
llevó a la nueva generación a mirar más allá de lo local para seguir creciendo. La ejecutoria
de don Melchor Macanaz Guerrero (1670-1760) marcó un nuevo hito en el desarrollo del
proceso de promoción social de la familia 18.
En muy pocos años, don Melchor lograba culminar sus estudios de Leyes y
Cánones en la Universidad salmantina (1689-1694), vinculándose como abogado a una de
las casas aristocráticas más antiguas y prestigiosas de la España Moderna, los Villena 19.

15 María del Carmen IRLES VICENTE, “Italianos en la administración territorial española del siglo XVIII”,
Revista de Historia Moderna, nº 16, 1997, pp. 157-176.
16 VÁZQUEZ GESTAL, Pablo, Una nueva Majestad (…), op. cit., pp. 138-145.
17 Utilizamos el concepto de “influencia recíproca” propuesto por Ana Ma RAO y Steinar SUPPHELLEN,

“Las élites del poder y los territorios «dependientes»”, en Wolfgang REINHARD, Las élites del poder y la
construcción del Estado, México D. F., 1997, pp. 107-131, espec. 122-123.
18 Francisco PRECIOSO IZQUIERDO, “Encumbramiento familiar, proyección política: los Macanaz (1630-

1700)”, Chronica Nova, nº 38, 2012, pp. 203-220; mismo autor, “Del concejo al consejo: bases locales en la
promoción social de los Macanaz (siglos XVII-XVIII)”, Norba. Revista de Historia, vol. 24 (2013), pp. 85-96.
19 Francisco PRECIOSO IZQUIERDO, “Patronazgo nobiliario en la administración borbónica. Macanaz y

el beneficio relacional de la fidelidad”, en Juan HERNANDEZ FRANCO, José Antonio GUILLÉN


BERRENDERO y Santiago MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, Nobilitas. Noblezas en España y en Europa en los
Tiempos Modernos, Doce Calles, Madrid, 2014, pp. 349-367; mismo autor, “El beneficio de la fidelidad: Melchor
Macanaz y la casa de Villena (1694-1706)”, en José MARTÍNEZ MILLÁN, Carmen CAMARERO

214
Redes y relaciones en el espacio dinástico… Francisco Precioso Izquierdo

Desde esta plataforma, Macanaz consiguió darse a conocer entre los grupos y redes pro
borbónicos de la corte de Carlos II, participando en la Guerra de Sucesión hasta formar
parte del cuerpo de administradores encargados de poner en marcha el programa inicial de
reformas institucionales de la monarquía 20. Su carrera en ascenso le llevó a ocupar cargos
en la Valencia borbónica (juez de confiscaciones del reino y encargado de la reconstrucción
de la ciudad de Xátiva, 1707-1710) y diversos empleos fiscales en Aragón (1711 y 1712). La
defensa de las prerrogativas absolutas del rey mantenida por Macanaz frente a autoridades
locales, territoriales y eclesiásticas, le valió su nombramiento como fiscal general del
consejo de Castilla (noviembre de 1713), cargo desde el que pilotó el proceso de reformas
más ambicioso de los primeros años del reinado de Felipe V 21. La desaparición de la reina
María Luisa de Saboya (febrero de 1714), unido a la caída en desgracia de la princesa de los
Ursinos (diciembre de 1714), convirtieron a Macanaz en el blanco fácil de los múltiples
enemigos que su obra de gobierno generó. En febrero de 1715, el rey cesaba a don
Melchor, quien ponía rumbo a Francia donde comenzaba un largo exilio de más de tres
décadas22.
Sin embargo, la defenestración del todopoderoso fiscal general del consejo de
Castilla no supuso su muerte política. Felipe V protegió a don Melchor en su particular
“travesía en el desierto” 23, utilizándolo como agente diplomático oficioso para ciertas
misiones relacionadas con el más puro interés dinástico. Una especie de agente personal del
monarca para asuntos personales en lugares que el primer borbonismo intentó vertebrar
como espacio político común. En este contexto, se entiende la utilidad de contar con fieles
servidores como Melchor Macanaz, un recurso que fue aprovechado por la corona en el
diseño del complejo escenario europeo dibujado tras el final de la Guerra de Sucesión
española.
Muestra de la especial protección que Felipe V brindó a Macanaz en sus años de
exilio fue la firma de un real decreto en el que reconocía la imposibilidad de que éste
regresara a España para declarar por los delitos de herejía de los que era acusado por la
Inquisición, manifestando que don Melchor se encontraba “de especial orden mía fuera de
estos Reinos y en lugares de la frontera de Francia”, una forma un tanto velada de proteger
a su antiguo fiscal, reteniéndolo sine die en Francia lejos del alcance de los inquisidores 24.
Los treinta y tres años que Macanaz vivió entre Francia y los Países Bajos tienen un
indudable valor político. Más allá del conjunto de peripecias personales, desengaños y
decepciones, el desempeño de ciertas funciones diplomáticas convierte a Macanaz en actor
de excepción de la política exterior de los Borbón-Farnesio 25. Una función que se refleja en
la regular correspondencia mantenida a lo largo de este tiempo con los diferentes
secretarios de Estado, en especial, con Grimaldo, Orendain y el marqués de Villarias26. A
ellos transmitía numerosas informaciones fruto de la observación y conversación con la

BULLÓN y Marcelo LUZZI, La Corte de los Borbones: Crisis del modelo cortesano. Vol. II. Madrid, Ediciones
Polifemo, 2013, pp.1163-1181.
20 Carmen MARTÍN GAITE, Carmen, Macanaz, otro paciente de la Inquisicón, Barcelona, 1982, pp. 116-184.
21 Juan HERNÁNDEZ FRANCO y Francisco PRECIOSO IZQUIERDO, “Discursos enfrentados en los

albores de la monarquía borbónica. Reacciones al pedimento fiscal de Macanaz”, Mediterranea. Ricerche Storiche,
nº 30 (2014), pp. 61-82; Concepción de CASTRO MONSALVE, “La Nueva Planta del Consejo de Castilla y
los pedimentos de Macanaz”, Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea, nº 37, 2012, pp. 23-42
22 Carmen MARTÍN GAITE, Macanaz, otro paciente (…), op. cit., pp. 331-459.
23 Xavier GIL PUJOL, “¿Centralismo y localismo?”, op. cit. pp. 23-45.
24 Carmen MARTÍN GAITE, Macanaz, otro paciente (…), op. cit., pp. 354-361.
25 Didier OZANAM, “La política exterior de España en tiempo de Felipe V y Fernando VI”, VV.AA., La

época de los primeros Borbones. La nueva monarquía y su posición en Europa (1700–1759). Historia de España.
Menéndez Pidal. Tomo XXIX, vol. I. Madrid, 1985, pp. 443–699.
26 La serie de correspondencia que se conserva de Macanaz con la corte durante parte de su exilio: A. G. S.

Estado, leg. 4690-4695.

215
Redes y relaciones en el espacio dinástico… Francisco Precioso Izquierdo

mayor parte del personal diplomático radicado en Francia y los Países Bajos; diferentes
noticias de diversa gravedad de las que se hacía eco en las cartas y memoriales que
continuamente remitía a la corte de Madrid desde Pau, Lieja, Huy o Bruselas.
En estos años, Macanaz llevó a cabo determinadas misiones que mediaron casi
siempre en la línea de lo oficial, natural en quien conserva todavía la confianza del rey en
una situación política del todo adversa 27. Entre los papeles políticos desempeñados por don
Melchor, cabe destacar su temprana intervención en la relación que distanció a las cortes de
Madrid y Versalles durante las regencias de los duques de Orléans y Borbón. La labor de
espionaje desarrollada en los meses previos a la llamada conjura de Cellamare (1718) 28, así
como los empleos de asesor y acompañante de los plenipotenciarios españoles en los
congresos de Cambray y Soissons (celebrados a lo largo de la década de 1720), da buena
prueba de la utilización diplomática de Macanaz en este periodo. Poco después, fue uno de
los miembros de la comitiva que acompañó a la infanta María Ana Victoria mientras se
negociaba su frustrado matrimonio con Luis XV, actuando como una especie de protector
que daba cuenta a la corte de todo lo que se movía alrededor de la hija de los reyes (1724-
1725) 29.
El servicio al rey llevó a Macanaz a recorrer durante parte de su exilio Francia y los
Países Bajos. Será en el último donde recale a mediados de 1725 junto al diplomático,
Berreti Landi, plenipotenciario de Felipe V en el congreso de Cambray 30. A su llegada a
Bruselas, informaba Macanaz de la reacción positiva que había causado la presencia de los
embajadores españoles entre los buenos flamencos: “quienes han comenzado a enjugar sus
lágrimas por el consuelo de poder ver un día a sus antiguos reyes y tratar a sus amados
españoles 31”. Tras el fallecimiento del marqués en octubre de 1725, se había ordenado a
don Melchor pasar a Lieja “y mantenerse allí con vida retirada y sin mezclarse en negocios
públicos 32”. Muy posiblemente fue en esta ciudad donde casó -a lo largo de 1726- con doña
María Maximiliana Courtois y Tamison, acontecimiento del que informaba a la corte de
Madrid, dando noticia de la familia de su mujer, hija de don Jacobo Courtois, de quien
decía que el Elector de Baviera, José Clemente (refugiado durante la Guerra de Sucesión en
la Francia de Luis XIV), lo había tenido por su primer ministro 33.
El enlace con los Courtois-Tamison permitió a Macanaz establecer una base sólida
en aquel espacio repleto todavía de familias de origen español. Para los Courtois, el
matrimonio de doña María garantizaba una línea a través de la cual poder canalizar sus
aspiraciones de servicio a la monarquía filipina. En este sentido, pronto se manifestaron las
ventajas de contar con una persona como Macanaz, quien todavía fuera de España, seguía
conservando el favor y el reconocimiento de muchos. Prueba de ello fueron las gestiones
realizadas en 1728 por don Melchor a favor de sus dos cuñados, don José y don Jacobo
(naturales de Lieja) con el objeto de ser admitidos en el real servicio “con grado de teniente

27 Un agente diplomático oficioso que no comprometía al rey, pero del que se sirve para la realización de ciertas
misiones; a este papel se referirá Didier OZANAM, “La diplomacia de los primeros Borbones (1714-1759)”,
Cuadernos de investigación histórica, nº 6, 1982, pp. 189-190.
28 A su papel en la preparación y desarrollo de la Trama de Cellamare, se referirá en la narración atribuida al

mismo don Melchor (1726): “Agravios que me hicieron y procedimientos de que usaron mis enemigos (…)”.
Una copia en AHN. NOBLEZA.FERNÁN NÚÑEZ, C. 2043, D.6; así mismo, vid. Rosa María ALABRÚS
IGLÉSIES, “El pensamiento político de Macanaz”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie IV, Historia Moderna, nº 18-
19, 2005-2006, pp. 177-201.
29 Carmen MARTÍN GAITE, Macanaz, otro paciente (…), op. cit., pp. 379-386.
30 Ibíd., pp. 387-389.
31 AGS. Estado. Leg. 4691, Bruselas, 15 de junio de 1725, s/n.
32 Carmen MARTÍN GAITE, Macanaz, otro paciente (…), op. cit., p. 397.
33 AGS. Estado. Leg. 4693, París, 9 de mayo de 1729, s/n.

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Redes y relaciones en el espacio dinástico… Francisco Precioso Izquierdo

o de alférez” pues “desean pasar a España y emplearse en ella para toda su vida 34”. Pocos
meses después, sabemos por carta de Macanaz que los hermanos Courtois (ya
castellanizados como Cortés), no habían sido admitidos en el Regimiento de Guardias
Walonas por no poder garantizar de asistencia al mes 4 doblones, lo que motivaba la
consiguiente queja de don Melchor, quien asumía dicha cantidad “pues será menos sensible
para mí carecer de esta parte que el que en los Países Bajos se sepa que dos caballeros, que
han salido bajo el amparo de SM, se dejan en un tal abandono 35”. A finales de diciembre de
1729, don Melchor volvía a solicitar al marqués de la Paz la admisión de sus dos cuñados
“en memoria de lo que esta familia mereció en servicio de los señores electores de
Baviera”, pidiendo que se les concediera alguna “bandera o vacante” en el Regimiento de
infantería de Córdoba, pues como el mismo Macanaz subrayaba “puede llegar muy en
breve la ocasión de que hombres de su carácter sean muy útiles al servicio en los Países
Bajos” 36.
De la trayectoria posterior de los hermanos Cortés conocemos la de don José,
nombrado capitán del regimiento de Córdoba y coronel en 1747. Cercano a los círculos
flamencos de la corte, con el paso de los años se convirtió en uno de los hombres de
confianza del marqués de Croix, quien se refería a él como su dependiente: “M. de Cortès,
lieutenant colonel de nos troupes et porteur de ma lettre, est un de mes amis intimes qui va
d'ici à Bruxelles, Namur et Liège pour y terminer quelqu'affaires de M. de Macanas, son
beau-frère" 37.
Junto a Croix aparece a lo largo de las décadas de 1740 y 1750 como sargento
mayor en las plazas de Ceuta, La Coruña y como teniente del rey en Valencia. Encargado
de las pertenencias que Macanaz dejó en los Países Bajos tras su regreso a España, tanto
Croix como su cuñado parece que favorecieron a don Melchor durante su estancia en la
prisión de La Coruña, facilitándole cierta correspondencia, recepción de libros e incluso el
traslado a una casa mejor acondicionada que el castillo de San Antón38.
La conexión entre los Macanaz y Courtois-Tamison redimensionó a su vez la
evolución familiar de los primeros en España. En Hellín, el único de los hermanos que
continuaba en la casa familiar, el presbítero don Ginés, dedicó sus últimos años de vida a
asegurar la conservación del escaso pero significativo patrimonio de la familia. Muestra del
interés de don Ginés fue el pleito iniciado en 1720 por la posesión de la capellanía de San
Ildefonso fundada por sus antepasados, don Alonso Ximénez y Ana de Moya, a comienzos
del siglo XVII 39.
No menos importante fue la serie de adquisiciones, renuncias y cesiones de oficio
de regidor en las que se vio envuelto a lo largo de la década de 1730. Los objetivos de tales
operaciones se concretaban unas veces en la reunión de varias mitades o bien en la cesión
del oficio a familiares y personas del entorno más próximo. Los intercambios arrancan en
abril de 1731, fecha en la que doña María Macanaz cede a su hermano Ginés su parte en la
mitad del oficio de regidor que ambos heredaron tras la muete de su padre 40. Pocos días
después, don Ginés compraba a los herederos de don Alonso Pérez Vela una mitad con la

34 AGS. Estado, Leg. 4692, […], 9 de septiembre de 1728, s/n.


35 AGS. Estado. Leg. 4693, París, 9 de mayo de 1729, s/n.
36 Ídem.
37 Debo este dato a la generosidad del profesor Dr. Thomas Glesener. Procede del Archivo General del

Reino de Bruselas (AGR), Familles, 13, Charles de Croix au Marquis d’Heuchin, Madrid, 18 de septiembre
de1749, s/n.
38 ABAM. Ms. 740-V-3, s/f.
39 AHPA. Prot. Not. Leg. 1970, ff. 31r-32r.
40 AHPA. Prot. Not. Leg. 1978, ff. 33r-34v.

217
Redes y relaciones en el espacio dinástico… Francisco Precioso Izquierdo

que el presbítero lograba al fin completar un oficio 41. El montante de la adquisición, mil
reales, se recuperaba un día después (17 de abril de 1731) al vender esa misma mitad de
oficio a don Alonso Núñez de Prado 42.
En 1732, don Ginés y su sobrino, don Rodrigo, capitán de caballos del regimiento
de Calatrava, renunciaban conjuntamente a una regiduría formada por dos mitades de la
que cada uno era propietario. El receptor del oficio no era otro que don Luis Montesinos
Rubio Macanaz, nieto del viejo regidor don Juan Rubio Macanaz 43. Tras el fallecimiento de
don Ginés en 1736, don Rodrigo -que había recibido en herencia la mitad del oficio de su
tío 44- volvía a renunciarlo a favor de don Luis 45.
Los contactos entre ambas ramas de los Macanaz se consolidaron años después. En
1754, la única hija de don Melchor, doña María Maximiliana Macanaz Courtois, casaba con
el capitán del regimiento de Montesa, don Antonio Macanaz Garaicoa, nieto de don Juan
Rubio Macanaz 46, criado en Hellín tras el fallecimiento de sus padres (don José Macanaz y
doña Antonia Garaicoa 47). La significativa unión de los Rubio Macanaz con los Garaicoa,
originarios de la villa burgalesa de Belorado pero asentados en Cádiz desde mediados del
siglo XVII, incorporaba al espacio familiar trayectorias tan relevantes como las de los tíos
del pequeño don Antonio, fray Juan Garay, prior del convento de la Orden de San Juan de
Dios en Madrid o el capitán don Francisco Garaioca, gobernador de la ciudad de
Portobello a mediados de la centuria 48.

CONCLUSIONES
El despliegue de la política internacional de los Borbón-Farnesio dio lugar a una
honda reacción entre las muchas familias implicadas en los espacios en juego. La pléyade de
servidores que participaron en el diseño y orientación de la empresa diplomática de la
monarquía española, se vio fuertemente influida por su desarrollo. Fueron hombres, como
Melchor Macanaz, los que contribuyeron al éxito y fracaso de los grandes planteamientos
dibujados en la esfera internacional española de la primera mitad del siglo XVIII. A través
de ellos se fue tejiendo una red de funcionarios y agentes oficiales y oficiosos de la corona
que permitió mantener viva la presencia española en territorios como Italia o los Países
Bajos. A su vez, actuando como catalizadores de un interés latente en el servicio a Felipe V,
lograron contactar y mantener importantes vínculos y relaciones con grupos y familias
originarias de aquellos territorios que continuaban mirando a España como fuente de
gracias y servicios.
La trayectoria de la familia castellana, Macanaz, y la familia flamenca de origen
español, Courtois-Tamison, nos ha servido de ejemplo para contrastar los límites de
nuestra propuesta. Tras el fracaso del programa de reformas políticas intentado por don
Melchor en el bienio 1713-1715, su defenestración no iba a suponer el final de su carrera.
La importante labor de información y mediación diplomática llevada a cabo por el ex-fiscal

41 AHPA. Prot. Not. Leg. 1978, ff. 40r-42v.


42 AHPA. Prot. Not. Leg. 1978, ff. 43r-44r.
43 AHPA. Prot. Not. Leg. 1978, ff. 128r-128v.
44 AHPA. Prot. Not. Leg. 1979, ff. 110r-111v.
45 AHPA. Prot. Not. Leg. 1979, ff. 114r-114v.
46 Según el testamento de su abuelo, había nacido en Cádiz en 1714. AHPA. Prot. Not. Leg. 1970, ff. 127r-

130v.
47 Testamento de don Juan Rubio Macanaz: AHPA. Prot. Not. Leg. 1976, ff. 127r-130v.
48 La información sobre los Garaicoa procede del testamento de don Ventura Garaicoa (padre de doña

Antonia), fechado en Cádiz el 23 de diciembre de 1691. AHPC. Prot. Not. Leg. 2160, ff. 82r-83v.

218
Redes y relaciones en el espacio dinástico… Francisco Precioso Izquierdo

tanto en Francia como en los Países Bajos, permtió a don Melchor seguir conectado a los
derroteros políticos de la corona.
Un trabajo que supuso –ante todo- una creciente movilidad en un espacio de gran
interés para la monarquía. Francia e Italia pero también los Países Bajos fueron durante la
primera mitad del siglo XVIII tres objetivos prioritarios de la política internacional
española. A ellos se dirigió don Melchor y en ellos participó de numerosas relaciones con
grupos y familias que mostraron notable interés en el servicio al rey de España. Fruto de
esa misma labor llevada a cabo por Macanaz fue su matrimonio y la vínculación con la
familia flamenca de los Courtois-Tamison, un enlace que además de proporcionarle cierta
estabilidad en el territorio flamenco, sirvió para asegurar la descendencia familiar de los
Macanaz y sentar las bases de la reproducción social de la familia en la administración de
finales del siglo XVIII 49.

49 Francisco PRECIOSO IZQUIERDO, Poder Político y Movilidad Familiar en la España Moderna. Los Macanaz
(siglos XVII-XIX), Tesis Doctoral, Universidad de Murcia, Murcia, 2015, pp. 293-316.

219
El peso del apellido Borja-Borgia… Santiago La Parra López

EL PESO DEL APELLIDO BORJA-BORGIA


Santiago LA PARRA LÓPEZ
(Universidad Politécnica de Valencia-
Escuela Politécnica Superior de Gandia)

A la memoria de Manuel Ardit, fallecido cuatro días antes del


comienzo del Congreso. Universitario excepcional por su
humildad, ejemplo de rigor científico y generosidad intelectual,
sentó cátedra con su obra científica, que es lo que permanece.
Gracias, Manolo, y hasta siempre.

EL PESADO LASTRE DEL MORBO


El peso del apellido Borja, que es ya enorme de por sí, acaba haciéndose insoportable
por el lastre del morbo añadido con el que parece condenado a convivir, como piedra de Sísifo.
Sobre todo, en su forma italianizada, el patronímico «Borgia» ha acabado convertido
universalmente en sinónimo de crimen y depravación, asociado a todo tipo de vicios. Tan
perversa identificación, construida con trazo grueso y manifiesto abuso de sal gorda, ha quedado
acrisolada y difundida por todos los medios posibles, desde la novela al cine, pasando por el
teatro y la televisión, sin que a la cita oportunista falte la ópera e incluso libros de historia.
El único objetivo de todas estas creaciones panfletarias es mercantil, sólo buscan la
rentabilidad económica, y lo más paradójico de tan inmenso despropósito es que la imaginación
de todos esos autores –incluidos los historiadores pseudoborgianos, como los llamaba el P.
Batllori- no alcanza, ni de lejos, el interés que la sutileza de los matices añaden a la realidad. El
mejor consejo para los guionistas y novelistas que aspiren a escribir sobre tema borgiano sería
simplemente que ahorren en imaginación e inviertan todo su esfuerzo en documentarse; o, dicho
con otras palabras, que sigan el ejemplo de Maria Bellonci en su “novela histórica” –como ella
misma la calificó- sobre Lucrecia Borgia, una de las obras más interesantes hasta la fecha sobre la
protagonista y su familia, que conserva la lozanía de una envidiable juventud a los 75 años de su
primera edición. 1 Actuar de forma contraria conduce a resultados tan decepcionantes como los
de La cárcel del amor, de Luis Racionero, 2 o la mismísima O César o nada, de Manuel Vázquez
Montalbán, 3 que, pese a sus notorias limitaciones, quedan a una cierta distancia cualitativa de la

1 M. BELLONCI, Lucrècia Borgia, València, Edicions Tres i Quatre, 1992 (orig. en italiano: 1939; hay traducción al
castellano en ed. Miracle, Barcelona, 1948, pero es mucho más recomendable la versión que citamos, en valenciano, a
cargo de Joan F. Mira, aunque ninguna de ellas reproduce el corpus documental del original).
2 La novela ganó en 1996 el Premio Azorín, que otorga la Diputación de Alicante y publica la editorial Planeta; vio la

luz en abril de dicho año y ese mismo mes salió ya la 2ª edición, lo que avala el éxito de la obra o, acaso, la
rentabilidad de una buena campaña publicitaria, pues la calidad literaria nos parece muy discutible y la ambientación
histórica paupérrima, a base de diálogos toscos y muy poco imaginativos, con algunos incisos pretendidamente
provocativos pero que acaban volviéndose contra su autor como, por ejemplo, escribir (p. 152) que los inquisidores
“solían ser reprimidos sexuales de la orden dominica, y cuyos medios sólo se utilizaban en países bárbaros ajenos a
Italia”.
3 Barcelona, Planeta, 1998. Pese a la similitud del título, no tiene nada en común con el César o nada de Pío BAROJA

(1910), quien se sirve ahí de la familia valenciana como excusa histórica para su crítica sociocultural a la España de su
tiempo, rural y beata, recurriendo a Gregorovius para las puntuales referencias a los personajes históricos y a la guía
Baedeker para moverse, con gran dificultad, por las calles y rincones de Roma.

221
El peso del apellido Borja-Borgia… Santiago La Parra López

obra póstuma de Mario Puzo, terminada por su compañera y colaboradora Carol Gino, cuyo
interés juzgamos nulo, se mire como se mire. 4
Aunque aquí no podemos detenernos en la polémica relación entre novela e historia,
quede al menos apuntado que, en nuestra opinión, las referencias concretas a hechos históricos o
a personajes con nombre y apellidos conocidos exigen un mínimo de rigor también al autor de
ficción, de modo que su imaginación debe ceder el paso a los hechos conocidos cuando maneja
los datos concretos y recuperar toda su libertad creativa a la hora de interpretarlos. Alterar la
realidad para que se ajuste a la interpretación que buscamos es como inocular un virus al enfermo
para que la enfermedad responda al diagnóstico previo de la misma. Aplicando este principio a la
obra de Vázquez Moltalbán (que nos parece la más destacada de las citadas), se nos antoja un
punto grosero y hasta manifiestamente reaccionario, por machista, que el autor pusiera en boca
de Lucrecia Borja, dirigiéndose a su hermano César: “¿Es mi vagina lo que va a contribuir al
esplendor de los Borja?” (p. 271); juzgamos grotesco que se presente a Miquel Corella (asesino a
sueldo de César Borgia) como un intelectual que recita a Virgilio, a Séneca, a Ausiàs March o a
Jorge Manrique y llegue a proclamar: “soy un humanista” (p. 150); creemos que dice poco de la
imaginación del autor el recurso a todos los tópicos al uso, incluido el de la manida camisa de
Isabel la Católica (a quien nos la presenta -p. 85- como “una castellana insoportable”); juzgamos,
en fin, completamente fuera de lugar, por desenfocadas, las reiteradas alusiones peyorativas a
María Enríquez (“una mujer horrible”, dice de ella en la p. 25), la prima de Fernando el Católico
que se casó con Juan, el segundo duque de Gandía, y fue, por tanto, abuela de san Francisco de
Borja; mujer tan inteligente que acertó a mantener una cordialísima correspondencia con su
cuñada Lucrecia (pese a la distancia, también física, que las separaba); durante su regencia al
frente del ducado gandiense (1497-1511) no sólo hizo mayor de edad el estado señorial fundado
por su suegro, Alejandro VI, sino que se reveló como mecenas generosa y muy avanzada para su
tiempo, sin que ninguno de estos méritos la apartara de su verdadera vocación de monja, que
acabó ejerciendo durante el tramo final de su vida, hasta la fecha incierta de su muerte. 5 Si, como
se ve, la imagen difundida de los Borja no es precisamente edificante, mucho menos todavía lo es
la de «las» Borja, como no podría ser de otra manera en nuestra arraigadísima tradición cultural
machista, que aflora por los poros.
Nuestra conclusión es que con mimbres defectuosos no se puede hacer un buen cesto y,
por tanto, nos resulta muy difícil aceptar que se pueda proponer una reflexión seria sobre temas
universales que no prescriben (el amor, el poder, la ambición…) reduciendo la realidad a una
caricatura irreconocible. Sea Vázquez Moltalbán, criticando cómo la irresistible atracción del
poder puede inducir a violar todos los límites de la ética, o fuera en su día el propio G.
Apollinaire (1880-1918), recreando exageradamente los vicios que pretende criticar en La Roma de
los Borgia (1913), 6 donde su supuesto fin moralizador se atasca en una deshilvanada sucesión de
escándalos con protagonistas históricos caricaturizados. Y es que los ejemplos que se eligen
equivocadamente o que se usan mal acaban actuando en contra de lo que se quiera avalar con
ellos.
Con razón abría Martí Domínguez su aplazado ensayo sobre la familia de los papas
valencianos advirtiendo de que “en sonar la paraula Borja –o els Borja-, diríeu que l’ordenança

4 Mario PUZO, Los Borgia, Barcelona, Planeta Internacional, 2001; el original en inglés es de ese mismo año (Puzo
había fallecido en 1999). Preocupante síntoma de la salud cultural de nuestra sociedad es que en el mismo 2001 se
publicaran sendas versiones en catalán, por Columna Edicions en Barcelona y Bromera en Alcira (Valencia), y que no
haya dejado de reimprimirse en castellano.
5 A falta de la biografía que merece un personaje tan atractivo como la duquesa de Gandía, se puede consultar la voz

correspondiente, escrita por nosotros mismos, en el vol. XVII (2011) del Diccionario Biográfico Español, publicado por
la Real Academia Española de la Historia.
6 La novela la escribió con su amigo René DALIZE y la edición original apareció en «Bibliothèque des Curieux»;

nosotros manejamos la de Icaria, Barcelona, 1981, 2ª ed. (1977)

222
El peso del apellido Borja-Borgia… Santiago La Parra López

d’un tribunal ha cridat «¡Audiència pública!»”. 7 La imagen tópica de nuestros protagonistas como
encarnación del mal nos la topamos donde y cuando menos se espera. En El hombre tranquilo, 8 por
ejemplo, le ofrecen un vaso de leche en lugar del whisky que él esperaba al entrañable
casamentero Michaleen Oge Flynn (interpretado por el genial secundario Barry Fitzgerald) y este
fiel devoto de Baco (suponemos que también de San Patricio, pues la acción transcurre en
Irlanda) replica contrariado: “¡ni a los Borgia se les habría ocurrido semejante mezquindad!”
Muy lejos de los guionistas de Hollywood, el propio Ortega proponía “la Roma de los
Borgia” (sic) como referencia paradigmática del estigma sobrevenido de la descristianización que,
según él, caracterizaría el tránsito del teocentrismo medieval al antropocentrismo renacentista, en
un proceso que “lanza al hombre sobre el mundo con un apetito y una conducta tan
profundamente irreligiosa que, sin vacilar, puede considerarse ésta como la etapa más irreligiosa
que haya habido en toda la historia europea”. 9 Una afirmación tan discutible y radical como ésta
se asienta en la autoridad intelectual de su autor (de otra suerte pasaría desapercibida) y sólo
parece posible en un contexto donde se da por establecido el consenso sobre la perfidia intrínseca
de los Borja. No parece, pues, exagerado ni extemporáneo hablar de la leyenda negra borgiana
(que haberla, hayla), si bien ésta no nace, sino todo lo contrario, como previsible réplica a una
previa leyenda rosa o blanca, tal y como matiza Ricardo García Cárcel sobre el origen de la
leyenda negra española. 10
La leyenda negra borgiana no sólo existe sino que, en nuestra opinión (y no estamos
orgullosos por la originalidad de la constatación), es la visión que predomina sobre estos
personajes, cuya imagen nos llega, por tanto, muy distorsionada. Es el carísimo peaje que hay que
pagar por un lastre así de pesado. Ante evidencia tan triste, nuestro propósito no es, en modo
alguno, recorrer el camino a la inversa; o sea, trocar el color negro de la leyenda por otro tono
más amable, sino intentar ajustar el enfoque y diafragma del objetivo para que la imagen nos
aparezca lo más nítida posible. En cualquier caso, peor nos parecería que se nos alineara con la
cruzada reivindicativa emprendida por don Elías Olmos y Canalda en pleno apogeo del
nacionalcatolicismo (al que no hacía ascos), con tan buenos propósitos -queremos suponer-
como falta de acierto y ausencia de todo rigor. 11 Puestos a decirlo todo, tampoco compartimos el
empeño paralelo de Francisco Almela y Vives, quien –dicho sea en su descargo- contaba con
menos apoyos bibliográficos en su tiempo. 12

7 M. DOMÍNGUEZ, Els Borja, Gandia, CEIC Alfons el Vell, 1985, p. 1 (El original, que permaneció inédito durante

bastante tiempo, fue rescatado con motivo del V centenario del nacimiento del ducado borgiano de Gandía).
8 The Quiet Man, 1952, producida por Republic Pictures y dirigida por John FORD, con guión de Frank S. NUGENT y

J. FORD a partir de una historia de Maurice WALSH; protagonizada por John WAYNE y Maureen O’HARA.
9 José ORTEGA Y GASSET, En torno a Galileo (Esquema de la crisis), Madrid, Alianza Editorial, 1982, p. 200-201 (ed.

original en Madrid, Revista de Occidente, 1947).


10 “La leyenda negra no es sino el anverso de la medalla de la leyenda rosa, de la versión oficial de la política del

país… [y, en consecuencia,] la leyenda negra no puede entenderse sin su paralela leyenda rosa” (R. GARCÍA CÁRCEL,
La leyenda negra. Historia y opinión, Madrid, Alianza Editorial, 1992, p.104).
11 E. OLMOS, Reivindicación de Lucrecia de Borja. Notas para la historia de los Borja, Valencia, 1951 y de Reivindicación de

Alejandro VI, Valencia 1953, 4ª ed., donde la deuda con el aparato documental, que sí aporta el belga monseñor
Pedro de Roo, es mucho mayor de la que el archivero catedralicio de Valencia reconoce expresamente (Cfr. P. de
ROO, Los Borja de la leyenda ante la crítica histórica. Material para una historia del Papa Alejandro VI, sus deudos y su tiempo,
Valencia, Publicaciones de la Academia Borja del Centro de Cultura Valenciana, 1952).
12 Lucrecia Borja y su familia, Barcelona Ed. Juventud, Barcelona, 1943. El autor se empeñaba aquí, con esfuerzo digno

de mejor causa, en hacer sobrinos y nacidos en Valencia a los hijos italianos de Rodrigo Borja y Vannoza Catanei,
convirtiendo en “hijo del misterio” al desgraciado «Infans Romanus», el penúltimo hijo de Alejandro VI. Cfr. S. LA
PARRA, “La mirada sobre los Borja. (Notas críticas para un estado de la cuestión)”, Revista de Historia Moderna. Anales
de la Universidad de Alicante, 15 (Alicante, 1996), pp. 387-401 y José Mª CRUSELLES GÓMEZ, “Los Borja en Valencia.
Nota sobre historiografía, historicismo y pseudohistoria”, Revista d’Història Medieval, 11 (Departament d’Història
Medieval. Universitat de València, 2000), pp. 279-305.

223
El peso del apellido Borja-Borgia… Santiago La Parra López

SOBRE LOS COLORES DE LA LEYENDA


Nuestro anunciado propósito de no intentar cambiar el color de leyenda alguna responde
básicamente a estas dos razones elementales, sin contar el consejo del sentido común: primero,
porque, ciertamente, no todos los escándalos que se atribuyen a los Borja son fruto de la
imaginación ni leyenda alguna; y, en segundo lugar, porque tampoco es cierto que todo lo
relacionado con los Borja sea de color negro.
Respeto a lo primero, nadie nos tiene que convencer de que los Borja no eran ángeles,
aunque tampoco creemos que fueran unos demonios (como pretenden los más, puestos a elegir)
y se nos permitirá no detenernos aquí en matizaciones sobre los asesinatos que se les atribuyen y
el procedimiento empleado en los mismos, pues no fueron tantos los crímenes como se da por
supuesto que cometieron y en los que sí se vieron implicados (normalmente a través de un sicario
a sueldo) el arma homicida preferida fue el puñal o la cuerda antes que el arsénico (la famosa
«cantarella de los Borja» con un supuesto efecto retardado). Muchos otros de los escándalos en los
que se les involucra, con frecuencia los más impactantes, son directamente inventados, pura
leyenda, como es el caso paradigmático del famosísimo baile de las castañas, imprescindible en todo
relato borgiano de serie B, que son la inmensa mayoría. Tal y como lo cuenta el puntilloso
maestro de ceremonias Johan Burckard (quien no podía dejar escapar bocado tan suculento
contra Alejandro VI) 13 se trataría de una verdadera orgía celebrada en el Vaticano el domingo 31
de octubre de 1501; según su relato, tras la cena se esparcieron castañas 14 por el suelo, que medio
centenar de cortesanas, completamente desnudas, debían ir recogiendo como pudieran para
regocijo del papa y sus hijos César y Lucrecia. Este supuesto aquelarre (como lo califica con
razón Marion Hermann-Röttgen, atendiendo a su celebración en la víspera de Todos los
Santos), 15 sólo existió en la perversa imaginación del anónimo autor de la carta a Savelli, 16
seguramente un Colonna, quien la envió desde el campamento napolitano de El Gran Capitán
para desacreditar a Alejandro VI ante el emperador Maximiliano. 17
Y en segundo lugar –decíamos- tampoco es cierto que todo lo relacionado con nuestros
protagonistas sea de color negro. Puestos a poner etiquetas, y a convertir Hollywood en una de
las fuentes de esta comunicación, nos parece oportuno recordar aquí la cínica alusión a los Borja
añadida, al parecer, por Orson Welles al guión original de El tercer hombre. 18 La escena transcurre

13 Johannes BURCKARD, Dietari secret (ed. de Mariàngela VILALLONGA), València, Eliseu Climent editor, 2003, p. 408.
Este alsaciano, de turbio pasado al servicio del obispo de Estrasburgo, sería protagonista fundamental en la
construcción de la leyenda negra borgiana. A Mario Menotti le parecía “hombre de talento común y de cultura
mediocre, que quizás tenía intención de ser diligente y concienzudo”; y añadía, sin un ápice de buena intención, este
mecenas apasionado de los Borja: “Pero, ¡ay!, el amor por el vino de las colinas del Lacio nubla muchas veces la
mente y compromete la seriedad de sus afirmaciones” (M. MENOTTI, Los Borja. Historia e iconografía, ed. de M.
BATLLORI y X. COMPANY, con un estudio de M. CARBONELL, Valencia, Bancaixa, 1992, p. 51; hay también versión
en valenciano; original en italiano, Roma 1917).
14 Extrañamente Manuel VICENT habla de avellanas en su recreación teatral Borja Borgia (Barcelona, Destino, 1995;

hay versión en valenciano), donde Maquiavelo psicoanaliza a Alejandro VI en su consulta neoyorkina de Broadway,
mientras pasa el desfile de la victoria en la I Guerra del Golfo.
15 M. HERMANN-RÖTTGEN, La familia Borja. Historia de una leyenda, Valencia, IVEI Alfons El Magnànim, 1994, p. 71

(ed. orig. en alemán: 1992).


16 Donde no falta la inevitable nadería del pacto de Alejandro VI con el diablo y otros aspectos, tanto o más

morbosos que esa orgía, como la famosa escena (datada a 11.XI.1501, jueves) en la que unos caballos montaban a
unas yeguas en un patio interior del Vaticano, bajo la ventana desde la que el papa y su hija Lucrecia se divertían
contemplando el espectáculo (J. BURCKARD, Dietari secret […], op. cit, p. 410)
17 Kari LAWE denuncia los anacronismos que descalifican el documento, en “La llegenda dels Borja: les fonts

contemporànies i la seua funció”, en L’Europa renaixentista. Simposi sobre els Borja, Gandia, CEIC Alfons el Vell y
Editorial Tres i Quatre, 1998 (originales de 1994), págs. 63-81, concretamente en p. 74. El propio Ivan CLOULAS,
cuya obra borgiana no es precisamente un dechado de rigor, califica este documento apócrifo de “carta panfleto”
(Los Borgia, Buenos Aires, Javier Vergara Editor, 1988, p. 263; ed. original en francés: 1987).
18 El tercer hombre (The Third Man), 1949, dirigida por Carol REED, con guión de Graham GREEN; protagonizada por

Orson WELLES, Joseph COTTEN y Alida VALLI.

224
El peso del apellido Borja-Borgia… Santiago La Parra López

en la noria de feria desde la que se divisa la Viena devastada tras la II Guerra Mundial y Orson
Welles (en el papel de Harry Lime) le comenta a Josep Cotten (Holly Martins en la película):
“En Italia, en 30 años de dominación de los Borgia hubo guerras, terror, sangre y muerte,
pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor y
fraternidad, 500 años de democracia y paz y ¿qué tenemos?: el reloj de cuco”.
Sirva para corregir tan manifiesta exageración la constatación de que mientras que en los
escasos 50 años que median entre la elección papal de Alfonso de Borja (Calixto III, 1455-1458) y
la de su sobrino Rodrigo (Alejandro VI, 1492-1503) la Iglesia católica sólo conoció estos dos
papas no italianos, durante los quinientos años siguientes a la muerte del segundo papa Borja (o
sea, desde de 1503 hasta 2003) hubo ese mismo número de pontífices “extranjeros”: el holandés
Adriano de Utrecht (Adriano VI) y el polaco Karol Wojtyla (Juan Pablo II).
El dato es sugerente, pues no somos nosotros los únicos en pensar que su condición de
forasteros en Roma fue el verdadero y más grave pecado mortal de los Borja, alimentado por el
empeño de Alejandro VI en fortalecer el poder temporal del papado 19 en una Italia que no pasaba
de ser, a la sazón, un mero concepto geográfico, mientras en Europa se asistía al parto de las
primeras monarquías nacionales. Para intentar aplicar ese programa político no escrito, el
segundo papa Borja debía estar muy atento, por una parte (concretamente la transalpina), a la
disputa de Nápoles entre las dos grandes potencias vecinas: la monarquía «cristianísima» (Francia)
y la «católica» (España). 20 Y, por otra (la cisalpina), su tablero de ajedrez era el mosaico político
italiano, donde finos diplomáticos se codeaban con los más despiadados asesinos. En ese
complejo campo de operaciones, los dos estados más fuertes eran el que gobernaba directamente
el Papa desde Roma, rodeado de sus estados feudatarios, y Nápoles (el Reino por antonomasia),
mientras el resto se lo repartían los grandes apellidos señoriales, cuyos segundones
monopolizaban el trono de San Pedro en una rotación aleatoria (atribuida a la directa influencia
del Espíritu Santo) que los Borja –insistimos- rompieron por dos veces en menos de medio siglo
y, a mayor abundamiento, con el recuerdo todavía fresco de la amarga experiencia de Avignon…
Cuando 250 años después se enfiló la recta final hacia la unificación italiana, Pío IX
recuperó aquel viejo sueño neogüelfo (acaso sin conocer el protagonismo en el mismo de su
díscolo antecesor setabense), cuya frustración daría lugar al largo contencioso de «la Cuestión
Romana». 21 El nuevo estado italiano acabó forjándose en torno a la figura de Víctor Manuel II de

19 Con frecuencia este proyecto pionero de Alejandro VI se le atribuye a Julio II della Rovere, el gran enemigo de los
Borja. La proyección política del papado de Alejandro VI nos parece lo más destacable, con diferencia, de la obra de
divulgación de Óscar VILLARROEL GONZÁLEZ, Los Borgia. Iglesia y poder entre los siglos XV y XVI, Madrid, Sílex, 2005
(hay una segunda edición reciente). Marià CARBONELL I BUADES explica el reflejo de dicho programa político (no
escrito) en la iconografía de los apartamentos Borgia en su sugerente aportación a la citada obra de M. Menotti:
“Rodrigo de Borja, cliente y promotor de obras de arte. Notas sobre la iconografía del apartamento Borja del
Vaticano”, pp. 389-487.
20 Tras la invasión de Italia por Carlos VIII, don Enrique Enríquez (padre de María, la duquesa regente de Gandía)

intercedió ante a Alejandro VI para que concediera el título de «muy católicos» a los monarcas hispanos y
equipararlos al de «muy cristianos» o «cristianísimos» que venían ostentando los de Francia desde 1464; el papa
accedió finalmente a la solicitud de su consuegro (bula Si convenit, del 19.XII.1496), aunque rebajando la concesión a
«católicos» (Miquel BATLLORI, “Palos de la Frontera, 3 d’agost de 1492”, en Iberoamèrica: del descobriment a la
independència, vol. XIV de Obra Completa, València, Eliseu Climent Editor, 2000 –original de 1961-, 31-40). Cfr.
Eusebio REY, S. I., “La bula de Alejandro VI otorgando el título de «Católicos» a Fernando e Isabel. I: Evolución del
tema y texto”, Razón y Fe. Revista Hispano-Americana de Cultura, tomo 146, nº 654-655 (julio-agosto, 1952), pp. 59-75 y
II: “Interpretación histórica”, Ibid, tomo 146, nº 658, pp. 324-347. Sobre las polémicas relaciones de Alejandro VI
con los Reyes Católicos es fundamental el magnífico estudio de Álvaro FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA MIRALLES,
Alejandro VI y los Reyes Católicos. Relaciones político-eclesiásticas (1492-1503), Roma, Pontificia Universitas Sanctae Crucis.
Falcultas Theologiae, 2005; de este mismo autor “Imagen de los Reyes Católicos en la Roma pontificia”, En la España
medieval-28 (2005), pp. 259-354.
21 Este litigio se solventaría con la firma del Pacto de Letrán (1929) entre Mussolini y Pío XI. Hasta entonces, los

papas consideraban que el nuevo estado italiano había usurpado los territorios pontificios y ellos se sentían
prisioneros en el Vaticano, desde donde mantenían su anatema (Syllabus errorum) contra el modernismo y el

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El peso del apellido Borja-Borgia… Santiago La Parra López

Saboya, no del papa, y luchando contra los ocupantes austriacos. El tardío nacionalismo italiano
fomentó la dosis necesaria de xenofobia para aglutinar a los patriotas contra el invasor extranjero
y desplegó el velo romántico de los sentimientos, al son de la música de Verdi, para ocultar los
intereses materiales de la industriosa burguesía septentrional, necesitada de un mercado
“nacional” que le abasteciera de la mano de obra barata procedente de los latifundios
meridionales y le garantizara el proteccionismo aduanero para asegurarse la rentabilidad de sus
negocios. En paradójica consecuencia, al final de este proceso unificador los Borja dejaron de ser
definitivamente referencia remota de la idea de unidad italiana para convertirse en los chivos
expiatorios más idóneos de los males de la Iglesia Romana, dada su condición infamante de
extranjeros, que no habían ocupado territorios como los austriacos sino –peor aún- habían
«usurpado» la cátedra de San Pedro. Los aficionados a la ópera tenían perfectamente asumida la
mala fama de los Borja, pues la venían oyendo desde 1833, año del estreno de la Lucrecia Borgia de
Gaetano Donizetti, con libreto de Felice Romani basado en el drama romántico de Victor Hugo
(1802-1885).
No creemos que el gran novelista francés hubiera pasado a la historia de la literatura por
esta obra sobre la hija de Alejandro VI, donde inventa bulos para atraer la atención del lector.
Pero el historiador no debe jugar con los sentimientos, pues su objetivo no es conmover sino
explicar. Por eso nos ha resultado tan llamativo el reciente ensayo aparecido en Valencia con el
rotundo título de Contra els Borja. 22 Hemos de confesar que la publicación en cuestión nos pareció,
de entrada, inquietante y un punto desconcertante, pues no acertábamos a imaginar cómo se
puede estar contra toda una familia tan extensa y variopinta, de modo que manifestarse «contra
los Borja» se nos antojaba, a priori, algo así como estar en contra de los nombres que comiencen
por una determinada letra.
La lectura, luego, nos resultó decepcionante, pues las ansiadas explicaciones nos
parecieron escasas y muy pobres; cuando se aducen, que no es siempre, se hace sin notas a pie de
página, lo que no sólo no contribuye necesariamente a aligerar la lectura, como se pretende, sino
que, además, priva al lector del oportuno aparato probatorio -documental y bibliográfico- y de las
sugerencias u orientaciones para completar o ampliar determinados aspectos de interés. En
cuanto al fondo de la cuestión, los autores (profesora universitaria y periodista, respectivamente)
concentran la mayor parte de su animadversión en uno de los Borja, Alfonso (papa Calixto III),
quien pese a sus orígenes plebeyos y un pasado “urgellista” fue ascendiendo en la corte del
Magnánimo, paso a paso, hasta llevar su apellido a la cima de la Iglesia. Pero lo que aquí se
concluye (p. 42) es que, “en ascendir al papat, s’oblidà dels seus orígens i va voler exercir com un
monarca absolut”. Alfonso de Borja sería el primer valenciano en ceñir la mitra de Valencia y a
los autores no les pasa desapercibido, desde luego, ni el notorio absentismo del flamante obispo
ni sus desencuentros con el «consell» de la capital, desaires por su parte incluidos. Para este punto
concreto recurren, sobre todo, a la documentada aportación de Agustín Rubio Vela, 23 pero
pasando por alto la opinión reiterada de este autor, según la cual “tal vez estemos ante la persona

liberalismo, tal y como recogía fielmente la esquela de Pío X en el nº 744 (año XV) de Revista de Gandía, aparecido el
sábado 22.VIII.1914, dos días después del fallecimiento del último pontífice canonizado hasta el día de hoy. La
revista ultracatólica gandiense se refería ahí a Pío X como “Papa y Rey” y añadía: “Terminó su carrera en el tiempo y
pasó a la eternidad en su prisión del Vaticano… Siguiendo las huellas de sus gloriosos antecesores, jamás transigió
con la iniquidad triunfante representada por el llamado reino de Italia, restauró todas las cosas en Cristo, condenó el
modernismo, proclamó la necesidad de defender la tesis católica contra toda clase de liberalismo y dilató en el mundo
la llamada del amor a la Sagrada Eucaristía…”
22 Júlia BENAVENT i Manuel MUÑOZ, Contra els Borja, Paiporta, Centre Francisco Tomás y Valiente (UNED Alzira),

2013.
23 A. RUBIO VELA, Alfons de Borja y la Ciutad de Valencia (1419-1418). Colección de documentos del Archivo Histórico

Municipal, Valencia, Fundación Valencia III Milenio, 2000. 23 Júlia BENAVENT i Manuel MUÑOZ, Contra els Borja,
Paiporta, Centre Francisco Tomás y Valiente (UNED Alzira), 2013.
23 A. RUBIO VELA, Alfons de Borja y la Ciutad de Valencia (1419-1418). Colección de documentos del Archivo Histórico

Municipal, Valencia, Fundación Valencia III Milenio, 2000.

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El peso del apellido Borja-Borgia… Santiago La Parra López

[Alfonso de Borja] que más ha contribuido a hacer universal el nombre de Valencia” (escribe en
p. 11 y reitera, casi en esos mismos términos, en p. 96).
A partir de aquí disparan por elevación contra todos los miembros de la familia. En la p.
40 dan por sentado que “València oblidà els Borja com els Borja s’oblidaren de València” y
añaden en la 60: “els Borja no tenien cap estima per la terra que els va veure néixer”. Ese
supuesto desapego de los Borja para con su lugar de origen, su nación, lleva a estos autores
incluso a cuestionar su amor a la lengua, poniendo en duda (de una tacada y sin más pruebas) la
tesis al respecto de autores tan solventes como Max Cahner 24 e incluso del mismísimo P.
Batllori, 25 lo que se nos antoja ejercicio intelectual muy arriesgado y poco meditado.
En nuestro rosario de desacuerdos pasaremos por alto errores puntuales como, por
ejemplo, afirmar rotundamente (como hacen en la p. 54) que Alejandro VI ya “tenia nou fills
quan va arribar al Vaticà en qualitat de papa”, pues lo cierto es (y no lo juzgamos detalle menor)
que procreó sus dos últimos vástagos ciñendo ya la tiara pontificia. Tampoco nos detendremos
en analizar hasta qué punto quepa admitir que fueron “els cants castellans” (¿sólo los
castellanos?) los difusores durante el Seiscientos (¿antes no?) del espurio origen real de los Borja.
Transigimos con la confusión de algún obispo de Barcelona con el de Valencia (aunque
recomendamos tener siempre a mano la obra de Batllori cuando se hable de la familia Borja)…
Pero sí criticamos el tufo maniqueo que desprenden ciertas comparaciones, algunas de ellas tan
extemporáneas como lo que podríamos denominar la “valencianidad” de los Borja y la de San
Vicente Ferrer y otras, que dejaremos en peculiares, como el contraste que glosan entre el
mecenazgo de nuestros protagonistas y el de grandes apellidos castellanos, como los Mendoza o
el propio Cisneros, que no sabemos si son los modelos de mecenas culturales que nos proponen
los autores…
Nadie pretende que los papas Borja fueran grandes humanistas ni santos, pero creemos
que los autores infravaloran algunas de sus realizaciones (atribuyendo una “clara desídia”, por
ejemplo, a la firma de la bula fundacional del Estudi General de Valencia) y descalifican otras,
como la adquisición del ducado de Gandía por el entonces cardenal Rodrigo Borja, con la
sorprendente acusación de que actuó en este “negocio” (el término es nuestro, tomado
directamente del propio Rodrigo Borja para referirse al caso) como un especulador, cosa
totalmente cierta (y nada sorprendente), tal y como deja en evidencia la ubérrima correspondencia
con su hijo Juan, el díscolo II duque de Gandía. 26 Tenemos, en fin, la impresión de que los
autores conocen poco y mal el ducado borgiano de Gandía y que, así mismo, critican el mezquino
mecenazgo de los Borja sin tener en cuenta lo que sí hicieron allí, en Italia, 27 y sobre todo aquí, en

24 En contraste con lo que ocurría, a la sazón, en la corte “aragonesa” de Nápoles, “a la cort d’Alexandre VI, el català,
llengua del papa i dels nombrosos familiars i compatriotes seus establerts a Roma, tingué un paper preponderant, fins
al punt d’ésser parlat i escrit també pels aragonesos i castellans de palau”, escribía M. CAHNER en la «Introducció» a
su Epistolari del Renaixement, Albatros, València, 1977-78, 2 vols., I, 21.
25 Cfr. la recopilación de artículos de este autor sobre el tema en “El català, llengua de cort a Roma durant els

pontificats de Calixt III i Alexandre VI”, en Miquel BATLLORI, La família Borja, vol. IV de su Obra Completa, València,
Elisèu Climent editor, 1994, pp. 145-168
26 Esta apasionante correspondencia creemos que es, además, el mejor retrato de la faceta paternal del segundo papa

Borja; la publicó Sanchis Sivera en 1919 y, ante la dificultad para su consulta, nosotros mismos hicimos una edición
facsímil (a la que añadimos un Estudio Preliminar y notas, con la actualización de los textos en valenciano a cargo de
Vicent Martinez) en Alguns documents i cartes privades que pertanyeren al segon duc de Gandia en Joan de Borja. Notes per a la
història d’Alexandre VI, Gandia, CEIC Alfons el Vell, 2001. Sobre la formación del ducado de Gandía son
fundamentales los estudios de José Luis PASTOR ZAPATA, en especial su Gandia en la Baixa Edat Mitjana: la Vila i el
Senyoriu dels Borja, Gandia, CEIC Alfons el Vell, 1992. Cfr. S. LA PARRA, “El nacimiento de un señorío singular: el
ducado gandiense de los Borja”, Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante, 24 (Alicante, 2006), pp.
31-66.
27 Cfr. el magnífico estudio de Ximo COMPANY sobre Alexandre VI i Roma. Les empreses artístiques de Roderic de Borja a

Itàlia, València, Eliseu Climent editor, 2002. Del mismo autor “La potència artística dels Borja”, Saó (monográfico nº
5: Els Borja, abril, 1990), pp. 23-28.

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El peso del apellido Borja-Borgia… Santiago La Parra López

Valencia, que es lo único que, al parecer les interesa. 28 No pedimos a estos autores, tan críticos
con la compleja familia de los papas valencianos, que reparen en lo que se haya podido perder 29 y
menos esperamos de ellos un acto de fe sobre lo que pueda faltar aún por descubrirse. 30 Pero sí
cabe exigirles que, hablando con esa rotundidad «contra els Borja», eviten juicios tan sumarios,
basado en pruebas parciales y sin tener en cuenta lo que se sabe del tema. 31

EL SUEÑO DE LA RAZÓN PRODUCE MITOS Y PERPETÚA TÓPICOS


Lo peor de las leyendas, sean blancas o negras, no es tanto lo que enseñan como lo que
no dejan ver porque lo tapa la imagen distorsionada que proyectan. En este sentido, la ausencia
de análisis rigurosos –nuestra razón dormida- produce mitos (a veces, efectivamente
monstruosos, como ocurre con los «Borgia») y perpetúa tópicos.
La figura histórica del IV duque de Gandía, el santo, ejemplifica a la perfección lo que
decimos, pues hasta su iconografía institucionalizada es fruto de la leyenda (piadosa pero falsa,
como todas las leyendas). El elemento peculiar que identifica su imagen es una calavera coronada,
con la que se evoca el impacto que le causó contemplar el cadáver en descomposición de su
buena amiga, la bellísima emperatriz Isabel de Portugal, cuando abrieron el ataúd para cerciorarse
de que era a ella a quien se enterraba (mayo de 1539) en la cripta de la catedral de Granada,
panteón real a la sazón. Ante espectáculo tan desagradable, se le atribuye a Borja la famosa
promesa de no servir más a señor alguno mortal, que resulta del todo inverosímil porque desde
allí mismo, desde Granada, partió hacia Barcelona para tomar posesión como virrey de Cataluña,
al servicio –por tanto- del emperador Carlos I, que era monarca muy poderoso, pero no
exactamente inmortal. Limitándonos a los hechos, sin más, la falsedad de la anécdota se impone
por su propio contenido, pues darle crédito a la misma implicaría considerar a Borja un cínico
que rompía tan pronto sus promesas. Pero es que, además, nos consta que ese supuesto
compromiso es una recreación de su confesor y primer biógrafo, P. Dionisio Vázquez, quien
sitúa la escena, que él mismo ambienta, no exactamente en la cripta de la catedral sino en la
soledad de la pensión donde se alojaba Borja. 32

28 Cfr. Mariano GONZÁLEZ BALDOVÍ i Vicent PONS ALÒS, Vicent, Xàtiva, els Borja: una projecció europea, Xàtiva,
Generalitat Valenciana i Diputació de València, 1995, 2 vols.; de estos mismos autores El hogar de los Borja (catálogo
de la exposición en Játiva, del 16.XII.2000 al 28.II.2001), Valencia, Generalitat Valencia, 2001 (hay versión en
valenciano). Sobre las huellas borgianas en Valencia, cfr. nuestra obra de divulgación La ruta valenciana de los Borja,
Gandía, Ediciones Escapa-Punto Cero, 1997, un resumen actualizado de la cual es La tierra de los Borja, Gandía, CEIC
Alfons el Vell, 2009 (hay versión en valenciano e inglés).
29 Estamos pensando no sólo en el incendio borbónico de Játiva sino también en que la construcción de la actual

colegiata setabense arruinó, por ejemplo, la capilla de Santa Ana, erigida por el cardenal Alfonso de Borja en la
antigua colegiata como destino final de sus restos mortales y los de sus familiares directos.
30 Nuestra fe en este punto no es exactamente la del carbonero, pues algunas de esas novedades se podrán pronto

contemplar en el anunciado museo que se abrirá en Gandía con las obras aún conservadas en el convento de Santa
Clara, tan estrechamente vinculado al patrocinio borgiano. Un avance de la riqueza de este fondo ya se ha dado a
conocer públicamente en la exposición, con su correspondiente catálogo (celebrada en la Casa de Cultura de Gandía,
del 5 de mayo al 29 de junio 2003), a cargo de Vicente PELLICER I ROCHER, Els tresors de les clarisses de Gandia,
València, IMAC-Ajuntament de Gandia-CEIC Alfons el Vell, 2003, edición bilingüe castellano-valenciano.
31 Cfr. Ximo COMPANY I CLIMENT, Paolo da San Leocadio i els inicis de la pintura del Renaixement a Espanya, con Apéndice

documental a cargo de Lluïsa TOLOSA i X. COMPANY, Gandia, CEIC Alfons el Vell, 2006, que es el estudio más
completo de este pintor italiano, coautor de los ángeles músicos en el ábside de la catedral de Valencia, cuya obra
más importante realizó en Gandia al servicio de la duquesa regente. De este mismo autor: Pintura del Renaixement al
ducat de Gandia. Imatges d’un temps i d’un país, València, IVEI Alfons El Magnànim, 1985 y L’art i els artistes al País
Valencià modern (1440-1600), Barcelona, Curial, 1991, con abundantes referencias al ducado de los Borja. También
Vicent PELLICER I ROCHER, Història de l’Art de la Safor. Segles XIII-XVIII, Gandia, CEIC Alfons el Vell, 2007.
32 Dionisio VÁZQUEZ, S.I., Historia de la vida del P. Francisco de Borja, Tercero General de la Compañía de Jesús, (c. 1586);

edición crítica de S. LA PARRA, Gandía, CEIC Alfons el Vell, 2012. Este texto ha permanecido inédito hasta ahora

228
El peso del apellido Borja-Borgia… Santiago La Parra López

Por lo que al peso del apellido se refiere, el heredero de D. Juan de Borja Enríquez (III
duque de Gandía) y de Dña. Juana de Aragón y Gurrea vino al mundo (Gandía, 28.X.1510)
siendo bisnieto por vía materna de un rey (Fernando el Católico) y ni más ni menos que de un
papa (Alejandro VI) por la paterna. Con tales antecedentes pasa desapercibido que el padre de su
madre fuera arzobispo de Zaragoza (y que legara la mitra a otro hijo suyo) o que dos de sus
hermanos llegaran a ser cardenales con apenas veinte años el mayor de ellos. A este singular
punto de partida vital, Francisco le iría añadiendo, sucesivamente, el título de I marqués de
Llombay (regalo de bodas de su buen amigo el emperador, de quien fue cortesano y albacea), el
cargo de virrey de Cataluña, la condición de Grande de España inherente a la de IV duque de
Gandía y, finalmente, su elección como tercer General de la flamante Compañía de Jesús. Todos
estos títulos terrenales culminarían con la canonización en 1671, a los 99 años de su muerte
(Roma, 30.IX.1572), lo que implicaba, como daño colateral, el traslado inmediato de su biografía
al empalagoso territorio de la hagiografía. Si la losa que pesa sobre la memoria de sus
«depravados» antecesores está lastrada por la irresistible atracción de lo morboso, lo que enturbie
la imagen del santo de la familia será la sobredosis de moralina hagiográfica.
Los románticos, sobre todo, pretendieron hacer más llamativo todavía el sorprendente
giro copernicano dado a su vida por el duque de Gandía, añadiéndole unas briznas de picante de
cosecha propia a su etapa en la corte. Y así, por ejemplo, el Duque de Rivas urdió la trama de El
solemne desengaño sobre unos inverosímiles amoríos entre nuestro protagonista y la emperatriz
Isabel de Portugal, 33 de cuya belleza han dejado testimonio fehaciente los pinceles de Tiziano, si
bien aquella mujer era, a la vez, tan recatada que en su testamento dejó expresamente prohibido
ser embalsamada para que hombre alguno tocara su cuerpo desnudo ni aun después de muerta.
Pretender una supuesta relación más allá de la sincera y castísima amistad entre ambos resulta así
mismo impensable por parte del entonces marqués de Llombay, pues él fue hombre de una
moralidad muy estricta desde antes de hacerse jesuita y de una coherencia vital inquebrantable,
que a nosotros nos parece, por cierto, aspecto determinante de su personalidad no valorado en su
justa medida por sus biógrafos hasta la fecha.
No podemos soslayar los dos tópicos fundamentales que, en nuestra opinión, lastran la
memoria de «san Borja» (como es conocido en su Gandía natal) y que tienen la fuerza de una
aparente e incontestable verosimilitud. Porque hemos de reconocer, en primer lugar, que
efectivamente resulta tan fácil caer en la tentación de considerar a san Francisco de Borja el
contrapunto de su bisabuelo paterno como, hablando de Alejandro VI, creerse más papistas que
el papa (y nunca mejor dicho). El otro gran tópico sobre este Borja «atípico» insiste, por su parte,
en emplazarlo cerca de las antípodas culturales y mentales del humanismo de su padre. Veamos,
aunque sea con la brevedad que nos impone el espacio disponible, ambos estigmas.
Respecto al primero de ellos, hay unanimidad en ver en el duque de Gandía el necesario,
eficaz y urgente antídoto frente a la maldad que representaría su bisabuelo, el papa; algo así como
el clavo que saca otro clavo. Saint Paulien, por ejemplo, proclamaba ya en el título mismo de su
obra citada la supuesta función del santo duque como «expiador» de los pecados familiares; Joan
F. Mira, desde el otro extremos del arco ideológico, da por sentado que “en sus años romanos

por el veto expreso a su publicación del propio general de la Compañía Claudio Aquaviva, que fue quien hizo el
encargo de su escritura.
33 A los jesuitas Federico CERVÓS y Juan Mª SOLÁ, el Duque de Rivas les parecía “tan erudito en antigüedades

heráldicas, como excelente poeta, si no afease sus romances con pensamientos falsos e indecorosos a la memoria de
San Francisco de Borja” (El palacio ducal de Gandía. Monografía histórico-descriptiva, Barcelona, 1904; hay edición facsímil,
con prólogo de Manuel Revuelta González, S.I., por Palau Ducal dels Borja con la colaboración del Ajuntament de
Gandia y el CEIC Alfons el Vell, Gandia, 2004, p. 86-87). SAINT PAULIEN, pseudónimo del también jesuita Maurice-
Yvan SICARD lo calificaba de “poeta mediocre” en su patriotera hagiografía San Francisco de Borja, el expiador, Madrid,
Ediciones Paulinas, 1963, p. 38.

229
El peso del apellido Borja-Borgia… Santiago La Parra López

Francisco de Borja, por supuesto, nunca quiso saber nada de su bisabuelo papa” 34 y según Ó.
Villarroel, en fin, Alejandro VI acabó siendo “ignorado y dejado a la suerte de la Leyenda Negra
por su propia familia hispana”. 35
Pues bien, frente a estos argumentos aparentemente tan lógicos y coherentes, ya el P.
Batllori matizó que Francisco de Borja bastante tenía con sus propios pecados como para
preocuparse por los de los demás, familiares incluidos. 36 Nosotros mismos hemos explicado en
otro lugar, a donde remitimos para detalles más concretos, 37 que no sólo no es cierto que el
duque de Gandia se desentendiera de la memoria de sus polémicos antepasados sino que, muy al
contrario, fue precisamente él, el santo, quien institucionalizó en su propia familia y corte ducal
una actitud de reconocimiento y expreso agradecimiento hacia la figura de su bisabuelo, el
papa…, “per quant amor se ha de pagar ab amor”, tal y como él mismo dejaba escrito en el item
14º de su testamento (Gandia, 26.VIII.1550), instando a su heredero a que no olvidara pagar las
500 libras anuales que dejaba instituidas para sufragar el colegio que la Compañía pensaba abrir
en Roma (conocido durante algún tiempo como Colegio Borgiano), “pus… ab açó satisfarà esta
Casa lo que de Roma ha tret…, encara que sia ab bona consciència”. 38 Y ni qué decir tiene que
esa Roma era la metonimia de Alejandro VI. Pero si hay que decirlo todo, esta conclusión nuestra
nos pareció novedosa hasta que conocimos el texto del P. Dionisio Vázquez, donde leemos que
su admirado Padre Francisco “era… hechura y criatura del papa Alejandro Sexto”. 39
Y en cuanto al segundo de los dos grandes tópicos que denunciamos, no es menor el
riesgo de avanzar conclusiones precipitadas sobre la mentalidad de Francisco de Borja,
contraponiendo el rigor de sus prácticas espirituales con el humanismo de su padre,
pretendiendo, así, que el hijo supondría un paso atrás respecto a ese espíritu más abierto y, si se
nos permite el anacronismo, progresista del III duque de Gandía. Nosotros estamos convencidos
de que D. Juan de Borja Enríquez era seguramente lo más parecido a un príncipe renacentista que
podemos encontrar entre la nobleza valenciana y aun más allá de los límites del reino. El duque
cultivaba los placeres terrenales con fruición y si su cuadra causaba envidia, 40 la exuberancia de su
mesa dejó atónito al cronista Gonzalo Fernández de Oviedo. 41 Esa dedicación al cuerpo no le
impedía cuidar el alma y la mente. Aunque los hagiógrafos de su hijo alaban la piedad de don
Juan, nosotros no entraremos aquí en cuestiones del alma (pues opinamos, como Pedro Crespo,
que “el alma sólo es de Dios”). Por lo demás, si una biblioteca personal es reflejo de las
inquietudes culturales de su dueño, la de don Juan de Borja nos retrata a un hombre culto, que

34 J.F. MIRA, “Los Borja: historia y leyenda”, en Learco ANDALÒ y Eduard MIRA (coordinadores), Los Borja. Del

mundo gótico al universo renacentista, catálogo de la exposición celebrada Valencia (22/XII/200 al 16/III/2001)
organizada por Generalitat Valenciana y Palazzo Ruspoli (Fondazione Memmo), Valencia, 2001, pp. 109-114, cit. de
p. 114.
35 Ó. VILLARROEL, Los Borgia […], op. cit, p. 352
36 M.BATLLORI, S.I, “El ambiente familiar de san Francisco de Borja”, Razón y Fe. Revista Hispano-Americana de Cultura,

186 (1972), p. 393-403, concretamente p. 401.


37 “El ducado de Gandía y la memoria familiar de san Francisco de Borja”, Revista de l’Institut Internacional d’Estudis

Borgians (IIEB), 2: Actes del II Simposi Internacional sobre els Borja (València-Gandia, 2007), edición digital en pag. web del
IIEB, València, 2009, pp. 81-103.
38 El testamento de san Francisco se transcribe en Monumenta Historica Societatis Iesu (MHSI). Sanctus Franciscus

Borgia…, I, Madrid, 1894, p. 545-546 y de forma mucho más respetuosa con el valenciano del texto original, por Joan
IBORRA GASTALDO, “El testament de Francesc de Borja i Aragó, IV duc de Gandia”, Miscel·lània Josep Camarena,
Gandia, CEIC Alfons El Vell y Ajuntament de Llocnou de Sant Jeroni de Cotalba, 1997, p. 43-67.
39 D. VÁZQUEZ, Historia de la vida […], op. cit, p. 187.
40 El 5.V.1527 le escribía don Juan al vizconde de Évol (su cuñado, confidente y buen amigo), explicándole que le

envía su caballo «Favorito» porque «Castaño», que es el que le pedía, lo tenía el virrey, duque de Calabria, quien se lo
había pedido antes “para justar con él” (Enrique GARCÍA HERNÁN –editor-, Monumenta Borgia VI (1478-1551), vol.
156 de los MHSI, Valencia-Roma, Generalitat Valenciana (Biblioteca Valenciana) e Institutum Historicum Societatis
Iesu, 2003, p. 137
41 Batallas y quinquagenas, Biblioteca de la Universidad de Salamanca, ms. de 1528-1552 (ed. de Juan Bta. DE AVALLE-

ARCE, Salamanca, Diputación Provincial, 1989, concretamente p. 462).

230
El peso del apellido Borja-Borgia… Santiago La Parra López

había manejado los 280 volúmenes que integraban su muy bien dotada colección de libros, donde
el autor más repetido (con 27 títulos) era Erasmo 42 y, desde luego, no podían faltar obras de su
buen amigo Juan Luis Vives, quien le dedicó su De officio mariti (Brujas, 1529). El mismo duque
parece que impulsó algunas obras de tono subido, como Thebayda, Seraphina e Hipólita, que así
mismo le fueron dedicadas. 43
Frente a éstos y otros datos que hablan de una corte ducal abierta y bastante tolerante,
los hagiógrafos del santo duque glosan unas prácticas religiosas muy rigurosas, que comenzaba
por practicar consigo mismo y que impuso no sólo dentro de su palacio (a su familia y criados)
sino en la propia ciudad de Gandía:
“la casa del duque don Francisco –escribía D. Vázquez- no solamente parecía un convento
de recogida religión, mas aun en todo el pueblo era gran consuelo ver la reformación de las
costumbres y la devoción y obras pías y uso de los sanctos sacramentos de confesión y
comunión en que los más principales del pueblo se exercitavan”. 44
Si don Juan de Borja tuteló a Bernardo Pérez de Chinchón, canónigo en la colegiata de
Gandia y el más destacado traductor de Erasmo en su tiempo, 45 su hijo y sucesor Francisco se
trajo consigo desde Barcelona a Gandía a Juan de Texeda, un atrabiliario lego franciscano de
espiritualidad fanática, muy próxima al iluminismo, que cautivó al propio duque (cosa que nos
desconcierta) y estuvo a punto de causar estragos irreparables en otros individuos menos
formados o más débiles, como el P. Andrés de Oviedo -primer rector del colegio y universidad
de Gandía- o el P. Cordeses, S.I. 46 Ignacio de Loyola, que conocía bien (por experiencia propia)
de qué iba el asunto, cortó de raíz estos excesos que atentaban contra el espíritu de la Compañía y
lo que en ella se esperaba de sus miembros.
Pero insistimos en que conviene no sacar conclusiones precipitadas de estos datos,
aparentemente contundentes por su elocuencia, porque, ya de entrada, el terreno de la
espiritualidad (las cuestiones del alma, en general) se nos antoja muy delicado. Al propio Bataillon
se le ha «acusado» (no sin razón) de magnificar la influencia del erasmismo en España y, al
parecer, no siempre es fácil separar el grano de la paja, la ortodoxia de la desviación. Así, F. Pons
Fuster, quien ha estudiado estas cuestiones en Valencia, en general, y el ducado de Gandía, en
particular, llega a la conclusión de que efectivamente “Francisco de Borja convirtió Gandía en
una especie de santuario de espiritualidad”, pero “erasmismo e iluminismo, personificado en la
figura de Bernardo Pérez de Chinchón, acaban fundiéndose”. 47

42 José Luis PASTOR ZAPATA, “La biblioteca de Don Juan de Borja Tercer Duque de Gandía († 1543)”, Archivum

Historicum Societatis Iesu, LXI (Roma, 1992), 275-308. Según Francisco PONS FUSTER, “ninguna corte nobiliaria
valenciana, tampoco la virreinal, mantuvo un compromiso tan prolongado con las obras de Erasmo, con Luis Vives y
con los humanistas valencianos como la del duque de Gandía, Juan de Borja” (Erasmistas, mecenas y humanistas en la
cultura valenciana de la primera mitad del siglo XVI, Valencia, Institució Alfons el Magnànim, 2003, p. 322).
43 José Luis SIRERA, Historia de la literatura valenciana, Valencia, Edicions Alfons el Magnànim, 1995, p. 206.
44 D. VÁZQUEZ, Historia de la vida […], op. cit, p.199. Esa imagen de Gandía como convento la usa también el P.

Jacobo Saboya, S. I, en carta (Gandía, 29.IV.1567) a Francisco de Borja, en Roma (MHSI. Sanctus Franciscus Borgia…,
IV [1565-1568], Madrid, 1911, p. 459).
45 F. PONS FUSTER, “Bernat Pérez (de Chinchón). Un erasmista en la Cort dels Borja a Gandia”, Afers. Fulls de recerca i

pensament, 23/24 (1996), pp. 153-176 y de este mismo autor: “Nuevas aportaciones biográficas sobre el maestro
Bernardo Pérez de Chinchón”, Escritos del Vedat, vol. XXXIII (Valencia, 2003), pp. 329-367; Carmen MORÓDER y
Carmen VALERO, “Notes sobre la traducció de la “Historia de las cosas que han passado en Italia” de Galeazzo
Flavio Capella per l’erasmista Bernardo Pérez de Chinchón (València, 1536)”, Afers, 5/6 (1988), 125-181 y Joaquim
PARELLADA, “Nuevos datos sobre la raça del maestro Bernardo Pérez de Chinchón”, Boletín de la Real Academia de
Buenas Letras de Barcelona, XLVI (1997-1998), pp. 157-198.
46 Manuel RUIZ JURADO (S.I.), “Un caso de profetismo reformista en la Compañía de Jesús. Gandía 1547-1549”,

AHSI, XLIII, fasc. 86 (julio-dicbre 1974), pp. 217-266.


47 “El mecenazgo cultural de los Borja de Gandía: erasmismo e iluminismo”, Estudis, 21 (1995), pp. 23-43, cits. de pp.

35 y 43, respectivamente

231
El peso del apellido Borja-Borgia… Santiago La Parra López

Francisco de Borja, en efecto, debía incluso su antropónimo al santo de Asís y no por


casualidad, pues el franciscanismo envolvía el palacio y hasta la Gandía que lo vio nacer. El
convento gandiense de Santa Clara, que acogió a tantas Borja, 48 sería el foco irradiador por toda
la Península Ibérica de la reforma coletina, de estricta observancia, incluyendo entre sus múltiples
fundaciones los hoy tan populares conventos de la Santa Faz en Alicante o el zamorano del
«Tránsito» y el selectísimo de las Descalzas Reales. Pero sorprendentemente, cuando el duque de
Gandía decidió ingresar en religión no lo hizo en la de los seguidores del «poverello» de Asís,
como parecería lo más lógico, a priori, por ese ambiente en el que se formó 49 e incluso por
razones sociales de prestigio, como le comentaba sin ambages su buen amigo el emperador, quien
nunca acabó de entender la decisión de Borja (aunque él mismo abdicara de la corona para
retirarse a Yuste).
Borja optó por la Compañía de Jesús. La decisión desconcertó no sólo al emperador
sino también a los historiadores actuales. Una de las razones (y no la menor) que podrían ayudar
a entender esta polémica decisión sería la atractiva personalidad de Ignacio de Loyola y el enorme
poder de persuasión que le otorgaba al fundador de la Compañía su conocimiento de las personas
(don, por cierto, que no acompañaba a Borja). La incipiente orden ignaciana necesitaba, para
afianzarse, de las influencias sociales y los recursos económicos del duque de Gandía. Y a
Francisco, por su parte, nosotros creemos que le atraía precisamente el carácter moderno de
aquella orden nueva, hija de la imprenta, cuyos miembros no vivían en conventos, cuidaban
mucho la formación intelectual y se dedicaban a propagar la fe de Cristo por lugares remotos y a
defender la ortodoxia católica en la Europa dividida por la Reforma.Borja fue, en efecto,
«hombre del Renacimiento y santo del Barroco». 50 Su formación, de hecho, se ajustaba
perfectamente a las pautas que, según B. Castiglione, definían al cortesano ideal. 51
Definitivamente, Borja no sólo era un hombre de su tiempo, sino verdadero protagonista del
mismo, como evidencia, a mayor abundamiento, su cordial relación con el monarca más
poderoso del momento y haber acabado al frente de la orden religiosa más influyente de la era
moderna…, cuya incursión en la docencia superior se inició, por cierto, precisamente en la
Gandía del IV duque con la universidad que él mismo fundó. No se pueden vivir los
acontecimientos históricos desde la primera fila, liderando algunos de los cambios más
importantes del momento, con los pies en el presente y la mente en el pasado. Es imposible. Y, si
lo que no puede ser, parece verosímil, lo que falla no es la realidad sino la explicación de la
misma.

CONCLUSIÓN
La familia Borja es un buen ejemplo de hasta qué punto el peso del apellido puede llegar
a aplastar a los individuos, deformándolos para ajustarlos a la imagen establecida. Visto lo visto, a

48 Luis AMORÓS (O.F.M.), El monasterio de Santa Clara de Gandía y la familia ducal de Gandía, Gandía, 1981 (ed. original
en Archivo Ibero-Americano, 1960-1961, nº 21, pp. 441-486 y nº 22, pp. 399-458) y Santiago LA PARRA, "La dona
reclosa: monges en la Gandia dels Borja", en S. LA PARRA (coord.), La memòria amagada. Dones en la història de Gandia,
Gandia, Departament de la Dona (Ajuntament de Gandia), 2002, pp. 81-128.
49 Como escribía a principios del s. XVII el P. Gabriel ÁLVAREZ (S.I), “al duque se le iva el coraçón tras el hábito y

pobreza del seráphico padre san Francisco, cuya devoción havía mamado con la leche” (Historia de la Provincia de
Aragón de la Compañía de Jesús, prólogo fechado a 12.III.1607, Ms. 452 de la Biblioteca Universidad de Valencia, II, fol.
16rº.).
50 Uno de los actos con motivo del V centenario del nacimiento de san Francisco de Borja fue un Simposio

Internacional con ese título (celebrado en Gandía y Valencia, octubre-noviembre de 2010), de cuyas actas somos
editores junto con Maria TOLDRÀ: Francisco de Borja (1510-1572), hombre del Renacimiento, santo del Barroco, Gandia,
CEIC Alfons el Vell-IIEB-Acción Cultural Española (Ministerio de Cultura), 2012.
51 Esto lo abordamos en nuestra participación en ese Simposio: “Francisco de Borja y Gandía: la formación del

cortesano”, Francisco de Borja (1510-1572) […], op. cit, p. 83-105.

232
El peso del apellido Borja-Borgia… Santiago La Parra López

nosotros nos parece que no le faltaba razón a Vicente Blasco Ibáñez (quien nos interesa más
como cronista de su tiempo que como escritor) cuando concluía en su novela A los pies de Venus
(fechada en junio-septiembre de 1926) que “unos Borja fueron héroes; otros, santos; otros,
terribles pecadores, pero ninguno vulgar ni mediocre”.Al final, el mayor pecado de todas esas
leyendas, negras o blancas, es que, en efecto, hace vulgares y muy previsibles a unos personajes
tan atractivos, verdaderos protagonistas de su tiempo, pertenecientes a una familia valenciana que
dio dos papas en menos de 50 años y un santo en plena Reforma Católica. Y, además, la realidad
es mucho más atractiva que esas ficciones previsibles y de una vulgaridad anodina.

233
El precio de la lealtad. La famila Montanaro… Juan Francisco Henarejos López

EL PRECIO DE LA LEALTAD. LA FAMILIA MONTANARO Y LA CIUDAD DE


CARTAGENA DURANTE LA GUERRA DE SUCESIÓN 1
Juan Francisco Henarejos López
Universidad de Murcia

INTRODUCCIÓN
El Reino de Murcia jugó un papel destacado en la Guerra de Sucesión. Tras finalizar el
conflicto es bien sabido como el propio monarca, Felipe V, otorgó la séptima corona de su
escudo sobre un león y una flor de lis. El lema “Priscas novissime exaltar et amor” dio constancia de
la lealtad borbónica mostrada. No obstante, 300 años después de la firma del Tratado de Utrech,
aún son muchas las luces y sombras de este conflicto que marcó toda la Modernidad Europea.
Esa división de la sociedad, algo que nos recuerda a unos de los episodios más trágicos de nuestra
historia reciente. Nadie discute el carácter de guerra civil que adquirió este conflicto. Por otro
lado, se pone en entredicho la lealtad Austracista y el posicionamiento en ambos bandos, hecho
bastante discutible. Al igual debemos tener en cuenta las dificultades que en términos militares,
tenía el Alto Mando español. En este sentido, además de combatir una guerra civil se rechazaba
una invasión extranjera 2. El enclave de Cartagena como ciudad portuaria se sitúa como un
ejemplo más que ilustra esa hegemonía comercial europea. Es evidente como manifiestan
diversos autores que la Guerra de Sucesión Española escondía bajo la máscara de un simple
conflicto dinástico, una encrucijada entre dos concepciones de Europa y de las relaciones
internacionales3. En este estudio se va a analizar el comportamiento de la oligarquía local de la
ciudad porturia de Cartagena, en especial la colonia de comerciantes extranjeros, a través de un
estudio de caso: la actuación de la familia Montanaro 4. Se pretende comprobar el grado de
compromiso y fidelidad hacia los dos bandos para superar las visiones en exceso reduccionistas
pues se comprobará cómo incluso dentro de una misma familia se apoyaban a bandos distintos.
La hipótesis que se baraja es que más que una convicción política a estos individuos de la élite
comercial de Cartagena les movía su propio interés.

EL PROGRESO DE LA FAMILIA MONTANARO


Durante el último tercio del siglo XVII la familia Montanaro se establece en Cartagena.
La elección de esta ciudad mediterránea viene promovida por la fructífera actividad comercial que
esta familia realizaba por el mediterráneo. Desde Génova se trasladan a la Cartagena. Juan

1 Este trabajo ha sido posible gracias al proyecto “Realidades familiares hispanas en conflicto: de la sociedad de los
linajes a la sociedad de los individuos. Siglos XVII-XIX, referencia: HAR2010-21325-C-05-01, del que es
investigador principal Francisco Chacón Jiménez; financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad.”
2 Así lo define en un trabajo clásico sobre la Guerra de Sucesión Charles Petrie en referencia a la magnitud que

adquiere este conflicto en términos europeos. En Charles PETRIE, “La Guerra de Sucesión y la Guerra de
Independencia”, Revista de Historia Militar, nº 6, 1960, p. 22.
3 Agustín JIMÉNEZ MORENO, “La búsqueda de la hegemonía marítima y comercial. La participación de Inglaterra

en la Guerra de Sucesión Española según la obra de Francisco de Castellví: Narraciones Históricas”, Revista de
Historia Moderna, nº 25, 2007, pp. 144-178.
4 Se han hecho diversos estudios en torno a la repercusión social de esta familia. El primero de ellos es el de Rubio

Paredes, en dónde manifestaba la repercusión social de la familia Montanaro en Cartagena.Véase José María RUBIO
PAREDES, Nicolás de Montanaro. Observaciones sobre antigüedades de Cartagena. Ed. Molegan, Cartagena, 1977.

235
El precio de la lealtad. La famila Montanaro… Juan Francisco Henarejos López

Bautista Montanaro será el patriarca de una familia de comerciantes acomodada y con muchas
ambiciones. Sus orígenes manifiestan que Juan Bautista procedía del patriciado genovés, donde
gozaba de gran poder e influencia. Se les podía considerar como la familia más destacada respecto
a la exportación de lana desde Cartagena 5. Sus miembros tenían buenas relaciones con Venecia y
Génova. Juan Bautista Montanaro fue hijo de Jaime Montanaro y Maonero, gobernador de Barazi
(Varese) y de Jerónima de Occa.
Cartagena se componía de un gran núcleo de extranjeros, muchos de ellos dedicados al
comercio. Ciudad que por su posición portuaria y la actividad comercial favorecerá el
afincamiento de este tipo de familias. Según datos del padrón vecinal de 1634, para la ciudad de
Cartagena se contabilizaban 1.174 vecinos de los que 85 tenían procedencia extranjera. 6 De ellos,
un 33% eran genoveses. Los Montanaro pertenecían a este sector.

Diagrama I. Genealogía de la Familia Montanaro.

Jaime Montanaro y
Jerónima Maonero (Gobernador
de de Varese-Génova)
Occa
16__?

Mª Septimia Juan Bautista


Aurelia Ansaldo Mª Ana Montanaro
Leonardís Concepción Verona de Occa
Montenegro

167_?
1679
1698
1702

Nicolás Antonio Mª Montanaro Jose María Juan Agustín Juan Rosalía Jerónima
Montanaro y Leonardíz (I Marqués Montanaro Montanaro Montanaro Montanaro Montanaro
Ansaldo de Montanaro) 1685 1690 1699 1700 1701

Fuente: Elaboración propia.

Los respectivos matrimonios que contrató Juan Bautista Montanaro muestran diversas
estrategias matrimoniales, así como el carácter endogámico de los mismos. Todas las contrayentes
pertenecían a familias adineradas de comerciantes y la mayoría de origen genovés. Su último
enlace con María Concepción Montenegro Corvari Imperial Preve le rentará grandes beneficios.
En calidad de dote y arras propternupcias obtendrá bienes valorados en 10.000 ducados. 7Pese a
que las circunstancias favorecían al crecimiento de esta familia, no estuvieron exentos de
problemas durante el siglo XVII. El más destacado data de febrero de 1684 por un navío
procedente de Génova, que fue interceptado por navíos de guerra franceses 8. Juan Bautista
Montanaro recurrió al Concejo de la ciudad, sobre las graves pérdidas que les había provocado

5 En la ciudad de Cartagena el crecimiento comercial que se intensificó entre 1560 y 1630, a pesar de que el alumbre

y la lana experimentaron la imposición de derechos fiscales desde 1558, pues su demanda fue capaz de sostener una
exportación creciente. Es por tanto donde la familia Montanaro obtiene una coyuntura favorable a sus intereses. En
Vicente MONTOJO MONTOJO, Cartagena en la época de Carlos V, Academia Alfonso X el Sabio, Murcia, 1987.
6 Francisco VELASCO HERNÁNDEZ, “La colonia extranjera de Cartagena en los siglos XVI y XVII: Poder

económico y arraigo social”, en I Coloquio internacional Los extranjeros en la España Moderna, Tomo I, Málaga, 2003, p.
683.
7 Federico MAESTRE- DE SAN JUAN PELEGRÍN, “La Aristocracia de Cartagena en el siglo XVIII”, en

Murgetana, nº 125, Murcia, 2011, p. 113.


8 Archivo Municipal de Cartagena (En adelante AMC), Actas Capitulares, 1684-1695, Cabildo 26-3-1684, fs. 23 r.-24

r.

236
El precio de la lealtad. La famila Montanaro… Juan Francisco Henarejos López

este revés. La reacción causa-efecto fue inmediata. En ese mismo año, Juan Bautista Montanaro
solicitó a la ciudad de Cartagena, una Jarcia con víveres, ropajes y demás intendencia destinada a
los ejércitos de Cataluña 9. Es posible que todo ello hiciese que Juan Bautista Montanaro y su Hijo
Antonio María, se volviesen más afines a la causa Austracista y pasasen a ser parte de ese grupo
de “conspiradores”. El pretendiente francés podría afectar a sus intereses comerciales y como les
ocurrió a otros muchos pertenecientes a esa burguesía emergente, el navegar a contracorriente
podría ser algo beneficioso. Es el momento clave cuando comienza de forma activa a participar
en el conflicto bélico que se avecinaba y a manejar el mejor recurso que esta familia poseía: el
dinero.
Por otra parte, Nicolás Montanaro será afín a la causa borbónica. Así lo demuestra en la
contienda mediante la financiación de tropas. Es muy significativa la situación en que se
encuentra esta familia, fragmentada por la Guerra, pero dentro de una perfecta armonía. Las
operaciones realizadas por los Montanaro no solo serán de índole local, sino provincial e incluso
internacional. El apoyo logístico que realizan será clave en diferentes operaciones en Alicante,
Orihuela, Cartagena y Barcelona. Al tiempo, Juan Bautista Montanaro de convierte en prestamista
y acreedor de la ciudad de Orihuela, financiando y obteniendo gran beneficio por su apoyo en la
sombra a las tropas del Archiduque Carlos. A través del estudio del ciclo vital de esta familia
podemos obtener distintas lecturas. Los Montanaro se posicionarán en ambos lados, padre y
primogénito del lado Austracista e hijo segundo de la parte Borbónica. El Archiduque Carlos
compensara con honores el servicio prestado en la contienda, con la posibilidad de legar un título
nobiliario y un mayorazgo a su familia. Por otro lado, Nicolás Montanaro se convertirá en regidor
perpetuo de la ciudad de Cartagena por su fidelidad a la causa Borbónica, obteniendo la
consolidación familiar deseada en la ciudad de Cartagena. La dinámina familiar, se verá
condicionada tras el legado obtenido en esta época. El mayor legado a sus herederos será las
mercedes borbónicas y austracistas tras la firma de los tratados de Utrecht y Rastald.

LA CIUDAD DE CARTAGENA COMO FOCO DE CONFLICTO


En su participación en la guerra de Sucesión, Cartagena no entrará en un primer plano
hasta 1706. En diciembre de 1700 las calles de Cartagena fueron recorridas por una comitiva
municipal, que anunciaba la muerte de S. M. el rey Carlos II, acaecida el 1 de noviembre de 1700.
El pueblo esperaba conocer la persona en quién recaería en máximo poder español. Cartagena
recibe al Duque de Veragua quien decide comenzar a reclutar efectivos y conducirlos a Sicilia 10.
La proclamación de Felipe V en esta ciudad castellana era un hecho inminente.
Los comerciantes franceses afincados en esta ciudad ven muy provechosa la unión
franco-española Juan Bautista y su primogénito, Antonio María Montanaro, se suman
rápidamente a la causa Austracista. Antonio María envía ayuda a la resistencia de Alicante,
asediada por tropas borbónicas, 150 fanegas de trigo y otras 60 reducidas a harina. Aunque lo
más significativo es que el siguiente hijo de Juan Bautista Montanaro, Nicolás, se posiciona a
favor de la causa borbónica; realiza la misma labor que su padre y hermano, pero posicionado
con el bando contrario.
La trascendental batalla de Almansa 11 el 25 de abril de 1707 y a consecuencia de esta, el
bloqueo de tropas que marchaban a Andalucía, como un punto de inflexión decisivo en la

9 AMC, Petición de Juan Bautista Montanaro a la Ciudad de Cartagena para remitir en una Jarcia surta en su puerto,
paños para vestir a la gente de Guerra y cebada para los ejércitos de Cataluña, 1684, CH02289, 00015.
10 María Dolores COTALLO DE ARANGUREN, Cartagena y el primer Borbón de España. Guerra de Sucesión (1700-

1715), Servicio de Publicaciones de la Diputación Provincial, Murcia, 1982, pp. 37 y 38.


11 Sobre esta batalla existen diversos trabajos que analizan la trascendencia en esta batalla en el desarrollo de la

Guerra de Sucesión. Véase Francisco GARCÍA GONZÁLEZ, La Guerra de Sucesión en España y la Batalla de Almansa,
Sílex, 2009; Germán GARCÍA SEGURA, “Almansa (1707): La nueva infantería española en acción”, Revista de

237
El precio de la lealtad. La famila Montanaro… Juan Francisco Henarejos López

victoria borbónica. Previa a esta decisiva batalla, ocurrieron otros acontecimientos que pasaron
más desapercibidos. De este modo, un año antes, Cartagena proclamaba de forma popular al
Archiduque Carlos de Austria como rey de las Españas, el 24 de junio de 1706. Esta
excepcionalidad existente en proclamar rey al candidato de los Austrias en una ciudad castellana
es un hecho relevante, pero no único. Oligarquías urbanas, burguesía y sectores nobles
compartían estas aspiraciones políticas y dinásticas, como ocurría en una u otra medida, en otras
ciudades del Reino 12.

Mapa1: Puerto de Cartagena, Anónimo.

Fuente: Archivo General de Simancas. MPD XXVI-65, Guerra y Marina, Leg. 2338.

En su participación en la guerra de Sucesión, Cartagena no entrará en un primer plano


hasta 1706. En diciembre de 1700 las calles de Cartagena fueron recorridas por una comitiva
municipal, que anunciaba la muerte de S. M. el rey Carlos II, acaecida el 1 de noviembre de 1700.
El pueblo esperaba conocer la persona en quién recaería en máximo poder español. Cartagena
recibe al Duque de Veragua quien decide comenzar a reclutar efectivos y conducirlos a Sicilia 13.
La proclamación de Felipe V en esta ciudad castellana era un hecho inminente. Los comerciantes
franceses afincados en esta ciudad ven muy provechosa la unión franco-española Juan Bautista y
su primogénito, Antonio María Montanaro, se suman rápidamente a la causa Austracista. Antonio
María envía ayuda a la resistencia de Alicante, asediada por tropas borbónicas, 150 fanegas de
trigo y otras 60 reducidas a harina. Aunque lo más significativo es que el siguiente hijo de Juan
Bautista Montanaro, Nicolás, se posiciona a favor de la causa borbónica; realiza la misma labor
que su padre y hermano, pero posicionado con el bando contrario.

Historia Militar, nº 51, 2007, pp. 245-281; Josep M TORRAS I RIBÉ, “Catalunya després de la Batalla d´Almansa: Els
desastres de la Guerra contra la població civil (1707-1711)”, Pedralbes, nº 24, 2004, 311-334, entre otros.
12 Uno de los mayores especialistas en esta cuestión es Muñoz Rodríguez, quien ha planteando la problemática

existente en el Reino de Murcia durante la Guerra de Sucesión: Julio D., MUÑOZ RODRIGUEZ, Felipe V y cien mil
murcianos. Movilización social y cambio político en la Corona de Castilla durante la Guerra de Sucesión, Universidad de Murcia,
Tesis doctoral, 2010.
13 María Dolores COTALLO DE ARANGUREN, Cartagena y el primer Borbón de España. Guerra de Sucesión (1700-

1715), Servicio de Publicaciones de la Diputación Provincial, Murcia, 1982, pp. 37 y 38.

238
El precio de la lealtad. La famila Montanaro… Juan Francisco Henarejos López

Mapa 2: Actividad desarrollada por la Familia Montanaro durante la Guerra de Sucesión.

Fuente: Elaboración propia.

El conflicto bélico llega directamente a Cartagena en los primeros meses de 1706, cuando
se conoce la presencia de fuerzas navales inglesas en el Mediterráneo. Fue en el mes de junio,
cuando son avistadas doblando el Cabo de Palos. Desde Murcia acuden tropas para atacar el
puerto de Cartagena. Pero la traición del conde de Santa Cruz de Los Manueles, cuadralbo de las
galeras de Felipe V, posibilitó que el día 24 de junio de 1706, las tropas austriacas, italianas e
inglesas, al mando del Duque de Peterborough y el almirante Leake, hicieran su entrada en
Cartagena. Montanaro, al igual que su primogénito, apoyan de forma activa la entrada de estos
contingentes. Los invasores reforzaron el sistema defensivo del puerto cartagenero con la
fortificación de la Puerta de San José, la construcción de la torre de San Julián y la instalación de
baterías en Los Picachos y el Cabezo de los Moros. Cuando el curso de la guerra parecía
favorecer a los aliados, Luis XIV envió un cuerpo expedicionario bajo el mando del Duque de
Berwick, cuya intervención resultó determinante. El Duque de Berwick, acude en ayuda del
obispo Belluga y marcha sobre Cartagena, venciendo en la batalla del Albujón. El conde de Santa
Cruz de los Manueles, huye en dos galeras que, hasta ese momento, defendían la entrada del
puerto.
La conquista de Cartagena por Berwick sucedió el día 19 de noviembre de 1706. Liberada
la ciudad de Cartagena de fuerzas Austracistas, comienzan días amargos y trágicos de saqueos y
caos. Primero, por los partidarios del Archiduque Carlos y, posteriormente, por las tropas

239
El precio de la lealtad. La famila Montanaro… Juan Francisco Henarejos López

borbónicas. Pese a las fortificaciones llevadas a cabo en esta ciudad, en ningún momento
Cartagena se convirtió en un bastión que ofreciese resistencia 14.

VICTORIA Y EXILIO TRAS LA GUERRA DE SUCESIÓN: LA CONTINUIDAD DE


LOS MONTANARO
Tras la participación de Antonio María en la Guerra de Sucesión del lado austracista, éste
se establece de forma permanente en Viena 15, formando parte del séquito personal del
Archiduque Carlos. El hijo de este último matrimonio, Agustín María Montanaro, heredará el
título de Marqués de Montanaro, como hemos comprobado en su testamento 16. La tensión entre
descendientes del mismo Antonio María Montanaro derivó en un largo pleito 17, no solo por la
herencia del título, sino por la posesión del mayorazgo fundado por Juan Bautista Montanaro. El
mayorazgo fue heredado por José Juan Montanaro y Aguado, último poseedor del mismo entre
1759 y 1764. Tal y como indicábamos, la familia Montanaro, de procedencia genovesa, se
establece en la ciudad de Cartagena a mediados del siglo XVII. Juan Bautista Montanaro como
principal cabeza de familia, pronto comienza a establecer relaciones siguiendo la estrategia de
alianzas matrimoniales. En torno a la concesión del título de Marqués de Montanaro existen
ciertas controversias y contradicciones. Por una parte, el titulo de Marqués de Montanaro se le
atribuye a Antonio Mª Montanaro Leonardíz, por su apoyo y compensación durante la Guerra de
Sucesión. Montanaro tuvo una gran implicación y entrega a favor de la escuadra angloholandesa
en Cartagena en apoyo y proclamación del archiduque como rey. Este título se concedió por el
mismismo Archiduque Carlos de Austria, el 31 de marzo de 1708. De forma inicial se le otorgó el
título de Marqués de Huércal-Overa, señor de los Alcázares y sus aljibes, que tras la entronización
borbónica se cambio por el de Marqués de Montanaro.
“El Archiduque Carlos de Austria me tiene hecha merced del título de Castilla, Marqués de Huercavera
(Huércal-Overa).” 18
El final de la guerra afectó de forma notable a su patrimonio, ya que sufrió diversas
expropiaciones por una finca situada en Almoradí tras la ocupación borbónica de la zona de
Orihuela. La explicación fue su condición de austracista, así como de acreedor y prestamista del
Ayuntamiento de Orihuela 19. Con el acceso de los Borbones, Juan Bautista Montanaro se exilió a
Barcelona; previamente había fundado un mayorazgo. Testó a favor de la amplia familia que
poseía, falleciendo allí en 1710. Existe abundante información en el Archivo Histórico Nacional 20
en torno a su marcha a Barcelona pero que no termina de esclarecer la concesión del título. Lo
que si conocemos es que la familia Montanaro, mediante méritos militares, consiguió la concesión
de mayorazgo y un título nobiliario que incrementó más su poder. Nicolás Montanaro, fiel a la
causa borbónica, permaneció en Cartagena, convirtiéndose en regidor perpetuo de la misma. La
repercusión social de la Guerra de Sucesión en esta familia fue su perpetuación en el levante
mediterráneo y la conservación de los dominios adquiridos durante el conflicto.

14 Así se pone de manifiesto en diversa correspondencia que llega desde Madrid, en la que exigen que se defienda la
ciudad de Cartagena con una mayor firmeza, dada su importancia geoestratégica. AMC, Misivas desde Madrid a la
Ciudad de Cartagena, Extrañándose que esta ciudad no haya hecho demostración alguna para la defensa de esta
plaza, confiando en que más adelante lo haya con mayor celo y firmeza, 1709, CH 02194, 00001.
15 Archivo Histórico Nacional (En adelante AHN), CONSEJOS, 5240, Exp. 34.
16 Archivo General de la Región de Murcia (En adelante AGRM), Protocolo Notarial 4916, referencia al testamento

de Agustín María Montanaro, Marqués de Montanaro.


17 AHN, Sec. Consejo de Castilla, Leg. 31.594, Nº 3.
18 AMC, Expediente de Hidalguía instruido a favor de Pedro Montanaro, CH00341 00007, Año 1784. Fragmento

perteneciente a la copia del testamento de Juan Bautista Montanaro, fechado a 5 de agosto de 1710. p. 13.
19 Vicente MONTOJO MONTOJO, “Confiscaciones de bienes en Orihuela desde Murcia durante la Guerra de

Sucesión”, Murgetana, nº 21, Murcia, 2009, p.125.


20 Archivo Histórico Nacional, Consejo de Castilla, Leg. 31594, Nº3.

240
El precio de la lealtad. La famila Montanaro… Juan Francisco Henarejos López

La monarquía borbónica eligió a Cartagena como base naval para la defensa de los
intereses españoles en el Mediterráneo, los que durante el siglo XVIII fueron múltiples, dado el
continuo estado de lucha contra la piratería berberisca, la situación de frontera marítima contra
los norteafricanos y la necesidad constante de fortificación, avituallamiento y dotación de tropas a
los presidios allí establecidos, las reiteradas guerras contra los ingleses o las periódicas
expediciones que tenían a nuestra ciudad como base de partida o de apoyo, así las de las
conquistas de reinos en Italia para los hijos de Isabel de Farnesio o las expediciones a Argel (1775
y 1783) 21.

CONCLUSIONES
A modo de conclusión, el estudio de la Familia Montanaro nos ha permitido conocer
mejor el estudio de una etapa más de la Guerra de Sucesión en el frente mediterráneo y el como
una familia de comerciantes genoveses llega a ser tan decisiva en este conflicto. El caso de los
Montanaro es un perfecto ejemplo de cómo la participación en la Guerra de Sucesión condicionó
las estructuras de poder local a finales del Antiguo Régimen. La concesión de títulos y bienes será
resultado de la lealtad mostrada, así como de la participación activa en el conflicto. El
posicionamiento de diversos miembros de esa familia en la causa Austracista y la causa Borbónica
permitirá la perpetuación de esta familia en Murcia y Cartagena durante todo el Antiguo Régimen.
La familia se superpone a la lealtad monárquica, buscando el único objetivo de su perpetuación.

21Federico MAESTRE DE SAN JUAN PELEGRIN, “La aristocracia en Cartagena en el siglo XVIII”, Murgetana, nº
125, 2011, p. 114.

241
Comprar y vender en Canarias a fines del Antiguo Régimen… María Eugenia Monzón Perdomo
Ana Rosa Pérez Álvarez

COMPRAR Y VENDER EN CANARIAS A FINES DEL ANTIGUO RÉGIMEN.


APROXIMACIÓN AL COMERCIO AL POR MENOR EN SANTA CRUZ DE
TENERIFE (1750-1818)1
Mª Eugenia Monzón Perdomo
Ana Rosa Pérez Álvarez
Universidad de La Laguna

Las Islas Canarias, desde su incorporación a la Corona de Castilla, han servido de puente
o puerta, como definen algunos autores 2, para los intercambios en el Atlántico. El rápido
desarrollo en suelo canario de productos dedicados a la exportación favoreció los contactos con
los centros comerciales más activos de Europa. La dependencia político administrativa de la
Corona castellana las introduce en el próspero comercio con las colonias americanas y su
exclusiva situación geoestratégica, junto al continente africano, las convierte en el punto de
partida o de llegada de las expediciones africanas.
El modelo económico basado en la producción y transformación de artículos
demandados y muy cotizados en los mercados exteriores (azúcar en el siglo XVI y vino en el
XVII y XVIII), permitió, desde fechas muy tempranas y a lo largo de toda la Edad Moderna, que
éstas pequeñas islas del Atlántico fueran un referente internacional para el comercio. En
contrapartida, los altos beneficios obtenidos hicieron que la economía insular se sustentara sobre
los ligeros hilos de la prosperidad de los intercambios, primero con el norte de Europa y
posteriormente con América 3.
El proceso de colonización implicaba para las autoridades isleñas cubrir el abastecimiento
de productos de primera necesidad para una población en aumento. Desde los inicios del
asentamiento castellano se distinguieron en el comercio interior dos grandes sectores: minoristas
y mayoristas, los primeros eran revendedores bien de artículos previamente adquiridos o bien a
comisión, recibían nombres diversos como regatones, vendederas, treceneras o triperas, y sus
actividades estaban perfectamente reguladas para cumplir el objetivo previsto: agilizar el mercado
sin encarecer los productos 4.
Las necesidades básicas de la población, alimentos y vestidos, procedían de las
producciones locales, pero las tempranas relaciones comerciales entre el Archipiélago y los
mercados europeos constituyen un factor decisivo para que, al menos en las islas centrales,
circularan mercancías venidas del exterior.

1 Este trabajo forma parte de un proyecto más amplio bajo el título “Arqueología Moderna. Familia, infancia y
formas de vida en la sociedad canaria del siglo XVIII”. Referencia HAR-2011-27413, financiado por el Ministerio de
Economía y Competitividad (Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación”. El tema se desarrolla
desde otra vertiente en la Tesis Doctoral en curso de Ana Rosa Pérez Álvarez titulada “Objetos de adorno personal,
vida cotidiana y ritual funerario, procedentes de yacimientos arqueológicos del Archipiélago Canario (siglos XV-
XIX)”.
2 Juan M. SANTANA PÉREZ, Germán SANTANA PÉREZ, La puerta afortunada. Canarias en las relaciones hispano-

africanas de los siglos XVII y XVIII, Madrid, Catarata, 2002.


3 Francisco MORALES PADRÓN, Comercio y emigración canario-americana, en Historia de Canarias. Siglo XVIII, vol. III,

Las Palmas de Gran Canaria, Prensa Ibérica, 1991, p. 546.


4 Eduardo AZNAR VALLEJO, La integración de las Islas Canarias en la Corona de Castilla (1478-1526), Las Palmas de

Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1992, p. 413.

243
Comprar y vender en Canarias a fines del Antiguo Régimen… María Eugenia Monzón Perdomo
Ana Rosa Pérez Álvarez

El fácil acceso a los artículos foráneos en el territorio insular está indisolublemente unido
al establecimiento de mercaderes mayoristas europeos. La escasez de recursos financieros locales
para hacer frente al creciente volumen de negocios, favorece la instalación de numerosas colonias
de comerciantes de variadas procedencias: genoveses y portugueses inicialmente, a los que se
suman aportes de otras naciones como flamencos, franceses, ingleses e individuos de diversas
zonas de Italia 5. Ellos se encargaron de organizar los intercambios, financiar todo tipo de
empresas comerciales y actuar de cambistas cuando era necesario6.
La tendencia de estos mercaderes fue el asentamiento definitivo 7, buscaron la integración
social a través del mecanismo más usual del Antiguo Régimen: el enlace matrimonial. Un ejemplo
temprano es el protagonizado por la colonia flamenca: el enraizamiento de la familia les llevaba a
casarse con doncellas isleñas para consolidar el arraigo y conseguir una posición más sólida que
les permitiera ampliar los beneficios. Prueba de ello es la rápida “canarización” de los flamencos,
a través de la castellanización de sus apellidos, símbolo de su deseo de sumergirse rápidamente en
el ambiente social de acogida 8.
El último eslabón de la prolongada convivencia de los extranjeros con los propios es la
naturalización. Este proceso solía ser largo, se requería una estancia mínima de veinte años, diez
de ellos casados con naturales del reino, pero una vez logrado se beneficiaban de las ventajas
económicas que disfrutaban los canarios lo que les permitía seguir manteniendo el control de las
actividades comerciales tanto las internacionales como las del ámbito interinsular y local 9.
Los comerciantes se instalan en las principales ciudades de las Islas (Las Palmas, La
Laguna, La Orotava, Garachico, Santa Cruz), atraídos inicialmente por las transacciones a larga
distancia, pero rápidamente constataron la posibilidad del negocio que suponía el establecimiento
en lugares que permitían comerciar con los efectos que traían en los barcos que posteriormente
zarpaban de los puertos canarios cargados de azúcar o vino. La posición geoestratégica de

5 Elisa TORRES SANTANA, El comercio de las Canarias orientales en tiempos de Felipe III, Madrid, Cabildo Insular de

Gran Canaria, 1991, p. 33; Alexis BRITO GONZÁLEZ, “La colonia maltesa en Las Palmas en el Antiguo Régimen”
en I Coloquio Internacional “Los extranjeros en la España Moderna”, T. I, Málaga, 2003, p. 229.
6 Algunas referencias bibliográficas sobre el asentamiento de los comerciantes extranjeros en Canarias: Buenaventura

BONNET Y REVERON, “Lugo y los mercaderes genoveses”, Revista de Historia Canaria, 90-91, 1950, pp. 248-250;
José BORDES GARCÍA, “La participación de los mercaderes florentinos en el comercio (siglos XV-XVI), en La
Torre, Homenaje Emilio Alfaro Hardisson, La Laguna, Artemisa Editores, 2005, pp. 145-159; Alexis BRITO
GONZÁLEZ, “Un ejemplo de integración social: el flamenco Nicolás Martínez de Escobar”, Vegueta, 4, 1999, pp.
153-168; Alexis BRITO GONZÁLEZ, Los extranjeros en las canarias Orientales en el siglo XVI, Las Palmas de Gran
Canaria, Cabildo de Gran Canaria, 2002; Josette CHANEL-TISSEAU DES ESCOTAIS, “Le consulat de France aux
Canaries, au XVIIIe siècle: une affaire de families les Porlier et les Casalon”, Pouvoirs de la famille, familles de
pouvoir, Coloquio Internacional de FRA.M.ESPA, 2000, Toulouse, 2005, pp. 227-238; Agustín GUIMERÁ RAVINA,
Burguesía extranjera y comercio atlántico. La empresa comercial irlandesa en Canarias 1703-1771, Santa Cruz de Tenerife, CSIC,
1985; Mª Luisa IGLESIAS HERNÁNDEZ, Los extranjeros en Gran Canaria. Primer tercio del siglo XVIII, Las Palmas de
Gran Canaria, Consejería de Cultura y Deportes, 1985; Manuel LOBO CABRERA, El comercio canario europeo bajo
Felipe II, Canarias, Gob. Canarias-Gob. Madeira, 1988; Manuel LOBO CABRERA y Elisa TORRES SANTANA,
“Los extranjeros en Canarias durante el Antiguo Régimen”, I Coloquio Internacional “Los extranjeros en la España
moderna”, Málaga, 2003, pp. 79-97; Enrique OTTE, “Los Sopranis y los Lugo”, II Coloquio de Historia Canario-
Americana, T. I, 1977, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo de Gran Canaria, 1979, pp. 239-260.
7 Manuel de PAZ SÁNCHEZ, Flandes y Canarias. Nuestros orígenes nórdicos, 3 vol. Santa Cruz de Tenerife, Taller de

Historia, 2004; Alexis BRITO GONZÁLEZ, “Naturalizaciones de extranjeros en Canarias en el Antiguo Régimen”
en XV Coloquio de Historia Canario-Americana, 2002, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo de Gran Canaria, 2004, pp.
274-287; Alexis BRITO GONZÁLEZ, “Matrícula de extranjeros en Canarias durante la segunda mitad del siglo
XVIII” en Anuario de Estudios Atlánticos, nº 45, 1999, 219-260.
8 José M. RODRÍGUEZ YANES, Comercio y comerciantes flamencos (1560-1630). Algunos ejemplos de mercaderes, en Manuel

DE PAZ SÁNCHEZ, (Dir.), Flandes y Canarias. Nuestros orígenes nórdicos, T. I, Santa Cruz de Tenerife, Taller de
Historia, 2004, p. 266.
9 Alexis BRITO GONZÁLEZ, “Matrícula de extranjeros […] op.cit., p. 225.

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Comprar y vender en Canarias a fines del Antiguo Régimen… María Eugenia Monzón Perdomo
Ana Rosa Pérez Álvarez

Canarias, en el eje de las rutas comerciales que atravesaban el Atlántico, favoreció la difusión de
nuevos hábitos en el consumo de artículos inexistentes en el entorno 10.
El estudio de la circulación de esos productos en los mercados insulares es el objetivo del
presente trabajo. La apertura de almacenes, tiendas o lonjas, lugares de exposición y venta de las
mercancías importadas, unidos a la venta ambulante llegaron a constituir un importante reclamo
para el consumo de la población isleña. La cronología del trabajo abarca el siglo XVIII y primeros
años del siglo XIX cuando el comercio al por menor arraiga definitivamente en las principales
ciudades del Archipiélago, especialmente en la isla de Tenerife.
Las fuentes de información no son muy abundantes, ciertamente es un tema difícil de
rastrear, la inmersión en los protocolos notariales de fines del siglo XVIII ha aportado
inventarios de tiendas y memorias de surtimiento donde se detallan los productos más vendidos y
demandados. También la documentación de los despachos de productos que los comerciantes
importaban, informan de los elementos con los que traficaban las diferentes empresas
estudiadas 11. Otro foco de interés ha sido la localización de las ventas en el plano de las ciudades,
los padrones de habitantes realizados entre 1797 y 1818 en Santa Cruz de Tenerife, han permitido
establecer el ritmo de crecimiento del comercio.

EL COMERCIO DE SANTA CRUZ DE TENERIFE. TIPOLOGÍA DEL


COMERCIANTE
El lugar de Santa Cruz, sin ser todavía el centro administrativo de la isla, acapara en el
siglo XVIII el mayor volumen de población y desarrollo económico, en detrimento de la capital
lagunera que en la centuria ilustrada ve decaer su antiguo protagonismo, siendo un síntoma
inequívoco de ello el traslado de los comerciantes asentados en la capital hacia el floreciente
puerto santacrucero 12.
Las actividades comerciales de la ciudad estaban organizadas en, al menos, tres categorías
de negocios. Siguiendo los pasos de los comerciantes de Santa Cruz a través de los protocolos
notariales aventuramos la siguiente clasificación.
En primer lugar, están los mercaderes, designados en la documentación como “vecinos y del
comercio”, mayoritariamente de origen extranjero: irlandeses, italianos y franceses representan las
procedencias más repetidas, a ellos se unen ingleses, flamencos y algún gibraltareño,
especializados en el tráfico mediterráneo y atlántico conocido como “comercio del Estrecho”.
Muchos aspiraban a culminar su proceso de asentamiento definitivo en la isla iniciando el
procedimiento para obtener la naturalización, la mayoría de las solicitudes presentadas en el siglo
XVIII se concentran en Tenerife, con cierto predominio del Puerto de Santa Cruz, lo que les
abría nuevas puertas, el acceso a los cargos públicos y a la participación, en pie de igualdad con
los naturales, en el comercio con América 13.
Los mercaderes foráneos habían conseguido una posición ventajosa a través del control
del comercio del vino imponiendo sus condiciones a los cosecheros de las islas, permitiéndoles
amasar importantes fortunas 14, sin embargo, las colonias de extranjeros conformadas en el siglo

10 Máximo GARCÍA FERNÁNDEZ, Entre paños y algodones: petrimetres y castizas. ¿”la nueva moda en arca se vende”?, en
Manuel R. GARCÍA HURTADO (Ed.), La vida cotidiana en la España del siglo XVIII, Madrid, Silex, 2009, p. 125.
11 Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife (AHPSCT), Delegación Provincial de Hacienda, años 1770

y 1779.
12 José Miguel RODRÍGUEZ YANES, “Los Extranjeros en La Laguna en el Antiguo Régimen”, en Anuario del

Instituto de Estudios Canarios, LII, 2009, p. 101.


13 Alexis BRITO GONZÁLEZ, “Naturalizaciones de extranjeros […] op. cit. p. 278.
14 Agustín GUIMERÁ RAVINA, Burguesía extranjera y comercio […], op. cit., pp. 95-155.

245
Comprar y vender en Canarias a fines del Antiguo Régimen… María Eugenia Monzón Perdomo
Ana Rosa Pérez Álvarez

XVIII constituían un grupo social nuevo abocado a convertirse en la verdadera burguesía


comercial de la isla no sin solventar antes los conflictos con la terratenencia tinerfeña 15.
Forman parte de una élite social que se consolida y aumenta a medida que avanza la
centuria. En los Protocolos Notariales de Santa Cruz, entre 1770 y 1779, hemos podido rastrear
50 personas dedicadas al comercio, trabajando solos o asociados con otros miembros de la
familia, controlan todos los movimientos mercantiles de los puertos insulares. De estas 50
personas, 25 participan en 13 empresas que a lo largo del tiempo tuvieron hasta 19 nombres
diferentes.
El grupo lo completan comerciantes venidos de la península (Cádiz, Navarra, Cataluña o
Vitoria). No faltan tampoco naturales del puerto de Santa Cruz o trasladados de otras localidades
de la isla. Algunos de los incluidos en este último listado no pueden esconder su procedencia
familiar, sus apellidos les delatan. Dicen ser de Santa Cruz D. Thomas Cambreleng o D.
Bernardo de Hanty, descendientes, sin duda, de franceses e irlandeses 16.
La mayor parte de ellos tenían el comercio como principal fuente de riqueza combinando
los intercambios a gran escala con otro más reducido de carácter insular17o interinsular. Las
compañías que agrupan a estos vecinos del comercio sirven como elemento de cohesión familiar,
es habitual encontrar alianzas entre hermanos, padres e hijos, tíos y sobrinos, que garantizan la
continuidad del negocio, aunque haya desaparecido el fundador de la dinastía. Incluso se dio el
caso que al fallecer uno de los asociados el que sobrevivió formó compañía con la viuda de su
compañero 18.
Aunque ciertamente los foráneos siempre habían tenido sus tiendas en la isla centradas en
las ventas al por mayor o en las operaciones de crédito a los hacendados, en el siglo XVIII se
introducen definitivamente en la distribución de los productos al por menor; ya en 1749 el
personero general de Tenerife eleva una crítica al Cabildo señalando que el número de tiendas
propiedad de mercaderes foráneos era casi mayor que las pertenecientes a los naturales de la isla.
Los datos manejados en 1752 señalan la existencia de dos ó más tiendas de extranjeros en cada
calle de Santa Cruz, el crecimiento debió llamar la atención máxime cuando 20 años antes las
tiendas dedicadas al comercio de exportación se limitaban a un único local en La Laguna,
especializado en surtir a toda la isla de tejidos lujosos 19. La apertura de estos lugares de venta está
directamente relacionada con el crecimiento económico de un sector de la sociedad isleña capaz
de demandar y consumir productos de importación. Al mismo tiempo su función es la de surtir al

15 Juan R. NÚÑEZ PESTANO, La Nivaria triunfante y su capital gloriosa o los orígenes del pleito insular, Santa Cruz de

Tenerife, Servicio de Publicaciones de la Universidad de La Laguna, 2001, pp. 31-61.


16 D. Tomás Cambreleng nació en Santa Cruz de Tenerife y era hijo de D. Esteban Cambreleng, natural de

Berlaimont en Francia, y de Dª Rita Piar y Lotín, hija de D. Felipe Piar. Tanto su suegro como su padre eran
comerciantes. (AHPSCT), Protocolos Notariales (P.N.) 1606, folios (fol), 132r-148v, 05/06/1770. (Apertura del
testamento de D. Esteban Cambreleng)
D. Bernardo de La Hanty también nació en Santa Cruz era hijo del comerciante D. Roberto de La Hanty, natural de
Irlanda, y Dª Isabel Macarty; y se casó con Dª Águeda Bignoni Logman, hija del genovés D. Nicolás María Bignoni.
Archivo Parroquial de la Iglesia de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife (APICSCT), Libro de matrimonios VI,
fols. 49r-49v.
17 Alexis BRITO GONZÁLEZ, “Naturalizaciones de extranjeros […] op. cit. p. 279.
18 Algunos ejemplos de compañías creadas entre familiares: “D. Francisco y D. Pascual Bignoni Hermanos”

AHPSCT, P. N. 1293, 1777; “Compañía de Bini y Dugi”. AHPSCT, P. N. 1293, 1777 o “D. Francisco Dugi y
Compañía”. AHPSCT, P. N. 1294, 1784; “Francisco Casalón y Sobrinos Devigneau” Archivo Municipal de La
Laguna, (AMLL), Sección Iª, E-XXIII, documento 1, 1793.
19 Juan R. NÚÑEZ PESTANO, La Nivaria triunfante […], op.cit. pp. 50-51.

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Comprar y vender en Canarias a fines del Antiguo Régimen… María Eugenia Monzón Perdomo
Ana Rosa Pérez Álvarez

resto del comercio insular 20, proveer a las tiendas de menor categoría, la diferencia entre ambas
radica en la variedad y calidad de la oferta y la extracción social de la clientela.
El inventario de la tienda de D. Esteban Mandilo, situada en la planta baja de su casa de la
calle Castillo de Santa Cruz, apunta a la venta casi exclusiva de productos textiles, de ahí la
variedad de tejidos que ofrece 21; también las calidades de las telas se aprecian a través de
calificativos como ordinario, fino, común; el surtimiento se completa con accesorios como
botones, cintas, hebillas, sombreros y zapatos, además de escasos artículos no relacionados con la
vestimenta como cajas, usadas frecuentemente para el traslado de la mercancía, libros 22, navajas,
papel y tabaco 23.
Por su parte, el inventario del establecimiento de Dª Juana María Lotín 24, ubicada en la
calle de La Marina, también en los bajos de su residencia, es mucho más variado con predominio
de los textiles 25 acompañados de calcetas, medias, sobreros, cintas, encajes, botones, guantes,
gorros, zapatos, accesorios 26. También hallamos enseres domésticos 27 y productos de
alimentación 28, mayoritariamente especias. Tiene una oferta diversa, pero sigue siendo un
comercio de categoría superior.
Todo apunta a la consolidación del comercio minorista en la centuria ilustrada, como
afirma Alejandro Cioranescu, la tipología de las tiendas y su dedicación debió ser un tanto
promiscua como ocurría en el lugar de Santa Cruz “todos venden de todo, desde que hay algo
para vender y alguien para comprar” 29. No es privativo del comercio isleño, en las ciudades
castellanas la venta al por menor presentaba una organización interna pluriseccional con reducida
o nula especialización 30.
El segundo escalón del comercio lo ocupan las lonjas y las tiendas de mercerías, o
simplemente tiendas. No existe información que aclare las distinciones entre unas y otras
acepciones, probablemente en esa promiscuidad de productos las primeras tenderían a
especializarse en el abastecimiento de alimentos, y las segundas a cubrir todo tipo de demandas.
La tienda, como espacio de venta al por menor, es una realidad temprana en las islas, las más
numerosas son las que abastecen de alimentos 31.

20 Rosa María DÁVILA CORONA, Transformaciones y permanencias del comercio minorista vallisoletano. 1750-1870 en
J. TORRAS y B. YUN, Consumo, condiciones de vida y comercialización. Cataluña y Castilla, siglos XVII-XIX. Valladolid,
Junta de Castilla y León, 1999, p. 359.
21 Señala el inventario una amplia oferta textil: anascote, bayeta, bombasí, brin, camelote, caserillo, coleta, coletilla,

cotín, crea, crudo, estopilla, holandilla, lamparilla, lienzos, lino, listado, monfort, paño, sangaleta, sarga, seda,
sempiterno, tafetán, terciopelo. AHPSCT, P. N. 1292, fols. 155r-278v, 1775.
22 Una única obra titulada “Mítica Ciudad de Dios”.
23 “70 libras de pimienta de tabaco que estaban dentro de un barril”.
24 Viuda del comerciante D. Felipe Piar
25 Relación de telas: bretaña, camelote, chupas, farfalaes, género, paño de grasalema, holán batista y clarín, lienzo,

paños, persiana, sangaleta, seda, segrí, tafetán, clarín, etc. AHPSCT, P. N. 1593, fols. 543 r.-744 r., 1753.
26 Abanicos de diversas calidades (bastos, más bastos, con flores doradas, con varillas de hueso y carey), abanillos,

cruces (de metal, de metal y piedras falsas, para rosarios), zarcillos (de metal, de metal con piedras), rosarios.
27 Botijas y botijones, cajetas (de carey, de carey con matices de plata, esmaltadas en plata de Bolonia, etc.), cajitas con

espejuelos, calderas de cobre, candeleros, cuberterías (cucharas, tenedor, cuchillo de hierro, tenedores con cabo de
marfil, dedales, escudillas, espabiladeras, espejos, estampas de papel, fechaduras, navajas de barbear, vasos, vidrios
para lámparas, etc.
28 Aceite (de almendra, de linaza), azafrán, cacao, clavo, cominos, matalahúva, pimienta negra, etc.
29 Alejandro CIORANESCU, Historia de Santa Cruz de Tenerife, T. II, Santa Cruz de Tenerife, Servicio de

Publicaciones de la Caja General de de Ahorros de Santa Cruz de Tenerife, 1977, p. 19.


30 Francisco J. SAINZ DE LA HIGUERA, “De tiendas por Burgos (1750-1794)”, en Investigaciones Históricas, 26,

2006, p. 185; Rosa María DÁVILA CORONA, Transformaciones y permanencias […], op. cit. p. 359.
31 Mª Eugenia MONZÓN PERDOMO, “Las mujeres en los espacios públicos. El abastecimiento del mercado

interno como experiencia laboral para las mujeres del Antiguo Régimen en Tenerife”, en Revista de Historia Canaria,
191, 2009. Mª Eugenia MONZÓN PERDOMO, Género y Vida cotidiana. Oficios femeninos en las ciudades canarias en el

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Comprar y vender en Canarias a fines del Antiguo Régimen… María Eugenia Monzón Perdomo
Ana Rosa Pérez Álvarez

Algunas descripciones puntualizan que se trata de una tienda con ropas, no


específicamente de ropas, sino que entre las mercancías que se despachan también hay tejidos.
Varios rasgos diferencian este tipo de comercio respecto del regentado por los
mercaderes. Está mayoritariamente en manos de comerciantes naturales de Tenerife o de otras
islas, y aumenta la presencia de mujeres. Mientras que en la categoría de comerciantes
encontramos sólo tres mujeres al frente del negocio familiar 32, en el comercio al menudeo el total
de tiendas atendidas por féminas asciende a 26 frente a 17 hombres.
Probablemente cuanto más capital movía el comercio más se distanciaba de las manos
femeninas. A pesar de ello, la atención al público tras el mostrador parece que se convirtió en una
ocupación bien vista por los cónyuges, y algunos que emigraron encargaron a sus esposas poner
tienda en su ausencia para ayudar a sobrellevar las penurias familiares 33.
La memoria de surtimiento de la tienda que Manuela Hernández dejó en herencia su hija
Cathalina de Cárdenes donde suministraban telas 34, pañuelos, encaje, hilo, botones y cintas
muchas de ellas procedentes de la producción local: “sintas de Icod, sintas de La Palma”. Se
acompaña de especias35 y enseres diversos 36. El negocio de Manuela Hernández entraría en la
categoría del pequeño comercio de limitada capacidad económica que naturalmente condiciona la
variedad y calidad de los géneros, habitualmente de escaso valor 37, dirigido a abastecer a un sector
más humilde de la población.
Tanto en el comercio de mayor escala como en la pequeña actividad mercantil no solía
haber separación entre el lugar de residencia y el negocio. La propia tipología constructiva de las
edificaciones isleñas desde los inicios de la colonización lo demuestra.
La arquitectura canaria del siglo XVIII confirma el arraigo de las llamadas construcciones
comerciales que fueron financiadas por los hombres de negocio de Santa Cruz, extranjeros o
isleños 38.
La proliferación de espacios de venta al público en la ciudad de Santa Cruz debió ser algo
llamativo, el plano de la ciudad da cuenta de la ubicación del comercio con los nombres que se
dieron a las calles. La calle de la Caleta era de las de más tráfico por ser el paso obligado por el
que transitaban las mercancías que iban a La Laguna. En paralelo a ésta, y a corta distancia, se
hallaban las dos calles dedicadas al comercio, la de las Lonjas, hoy de la Candelaria, y la de las
Tiendas, hoy de Cruz Verde. Así mismo, en el entorno de la actual Plaza de la Candelaria,
anteriormente Plaza Real, del Castillo Grande o de la Pila, se localizaron los primeros almacenes

Antiguo Régimen, en Gloria FRANCO RUBIO (Ed.), La vida de cada día. Rituales, costumbres y rutinas cotidianas en la
España Moderna. Almudayna, Madrid, 2012, pp. 273 - 298.
32 La “Compañía Russell e Hijos” de la que figura como titular Dña. Elena Prendergast la hereda su nuera Dña.

Margarita Urte y Rusell. Son dos de las tres mujeres que figuran al frente de Compañías comerciales en el periodo
consultado. AHPSCT, P. N. 560, sin foliar (s/f.) 06/04/1772. Testamento de Dª Elena Prendergast.
33. […] Antonia Manrique de Lara, vecina de Santa Cruz, mujer lexitima de Antonio Marrero de León […] digo que

al tiempo de hacer su viaje el dicho mi marido me dejo encargado que solicitara una casa en esta referida ciudad
(Santa Cruz) comoda y en buen paraje para el exercicio de tienda de mercería […]. AHPSCT, P. N. 1592, fols. 539 r.
-541 r., 1752.
34 Referencias a los tejidos: estupilla, olandilla de sangaleta, arralladillo, cotin, balleta, tocas y sedas. AHPSCT, P.N.

551, fols. 331.-332r, 1760.


35 Azafrán, clavo, pimienta, cominos, matalauva, engrudo, incienso, alcaparras, añil, almidón, alcanfor, etc. AHPSCT,

P.N. 551, fols. 331v.-332r, 1760.


36 Papel, libros de doctrina y cartillas, rosarios, cruces, cascabeles, dedales, broches, espejitos, espejuelos, cucharas,

navajas de barbiar, tijeras, cuchillo, agujas, escarmenadores, peines de palo, alfileres, hebillas (acero y peltre), botones,
formillas, tinteros, barajas, cuerdas de biguela, anillos, alambre, anzuelos, etc. AHPSCT, P. N. 551, fols. 314r-335r,
1760.
37 Rosa María DÁVILA CORONA, Transformaciones y permanencias […], op. cit. p. 358.
38 Fernando G. MARTÍN RODRÍGUEZ, Arquitectura doméstica canaria, Santa Cruz de Tenerife, Aula de Cultura de

Tenerife, 1978, p. 34.

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Comprar y vender en Canarias a fines del Antiguo Régimen… María Eugenia Monzón Perdomo
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de la ciudad y posteriormente en el siglo XVIII se dedicaron a oficinas y despachos, con la


residencia de los interesados en la parte alta. Aunque las casas que bordeaban la plaza fueron
pasto de dos incendios devastadores que asolaron la ciudad en 1727 y 1784, las edificaciones
volvieron a levantarse rápidamente por ser el centro de negocios más importante de la isla a fines
del siglo XVIII 39.
La última categoría dentro del comercio es la venta ambulante, documentada en toda
Europa como medio adecuado de suministrar todo tipo de objetos a las comunidades rurales más
alejadas de los núcleos urbanos. Los vendedores itinerantes del siglo XVII en Inglaterra llevaban
libritos, cintas, tabaco barato, telas para confeccionar sábanas, camisas, ropa interior 40.
Si el comercio al por menor ha estado desde tiempos medievales regentado por mujeres 41,
la venta ambulante se convertirá en una actividad “apropiada” para la mano de obra femenina.
Inicialmente vinculada a la comercialización de lo que ellas mismas elaboraban: embutidos,
quesos, mermeladas o dulces, era considerado una extensión de las tareas domésticas, la venta del
excedente de productos de consumo habitual constituía una aportación en rentas a la siempre
maltrecha economía familiar 42, en ocasiones, se trataba de un empleo temporal que cubría la
demanda estacional de productos de consumo. Así lo reflejaba Sabino Berthelot “[…] (De
camino a La Laguna) las campesinas bajan con sus cestas rebosantes de frutas: nueces, manzanas
y castañas […] Proseguimos nuestra marcha. Vemos pasar a la panaderas de La Laguna, a las
lecheras de los Valles, a las carboneras de la Esperanza […]” 43.
Muchas mujeres se animaban a participar en el negocio porque no requería una inversión
previa de capital, la falta de establecimiento fijo libraba a las vendedoras de tener que pagar la
licencia a las autoridades municipales, así mismo no requería de fiador y el deambular de casa en
casa ofreciendo sus productos les permitía eludir fácilmente el control de las autoridades.
No siempre se limitaron a la distribución de alimentos, sus canastos solían completarse
con tejidos y otras mercadurías. En el testamento de una mujer otorgado en 1803 afirmaba que se
sostenía, y con ella su hija y sus nietos, gracias a la venta al menudeo. Las dos mujeres “iban de
lugar en lugar a vender ropa con que cobré algunos realitos y compré dos casas” 44.
También Elizabeth Murray en sus Recuerdos de Gran Canaria y Tenerife cuenta el espectáculo
que ofrecían cuando ofertaban sus mercancías,
“[…] los vendedores ambulantes de ropas femeninas que exponen de una forma muy
tentadora sus variados artículos. Luego, vienen también los comerciantes de plata vieja y los
joyeros ambulantes, con un gran surtido de oro y piedras preciosas. […] más tarde aparece
la mujer que trae mercancías procedentes de Manchester […]” 45.
El origen de los productos que se venden no siempre coincide con la denominación dada
por la vendedora. Son genéricamente procedentes de Manchester cuberterías llegadas de Francia,
peines que dicen ser franceses y tienen grabados la frase “English comb”, perfumes ingleses
preparados en Francia y un largo ectétera. No importa el lugar exacto en el que fuera hecho, lo

39 Alejandro CIORANESCU, Historia de Santa Cruz […], T. I, op. cit. pp. 135-137.
40 Raffaella SARTI, Vida en Familia. Casa, comida y vestido en la Europa Moderna, Barcelona, Crítica, 2003, p. 247.
41 Francisco RAMIRO MOYA, Mujeres y trabajo en la Zaragoza del siglo XVIII, Zaragoza, Prensas Universitarias, 2012,

pp. 211-245; Margarita ORTEGA LÓPEZ, “Las trabajadoras madrileñas del pueblo llano durante el siglo XVIII”, en
Arenal. Revista de Historia de las Mujeres, vol. 13, nº 2, 2006, pp.313-334.
42 Margarita ORTEGA LÓPEZ, “Las trabajadoras madrileñas […] op. cit. p. 326.
43 Sabino BERTHELOT, Primera estancia en Tenerife (1820-1830), Tenerife, Instituto de Estudios Canarios, 1980, p. 34.
44 Manuel HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Las ventas, los oficios y el comercio al por menor en La Orotava en el

siglo XIX”, en El Pajar. Cuaderno de etnografía canaria, nº 20, 2005, p. 70.


45 Elizabeth MURRAY, Recuerdos de Gran Canaria y Tenerife, Introducción, traducción y notas de José Luis GARCÍA

PÉREZ, Santa Cruz de Tenerife, Editorial Pedro Duque, 1988, p. 24.

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Comprar y vender en Canarias a fines del Antiguo Régimen… María Eugenia Monzón Perdomo
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destacado es que entran en la categoría “de fuera” que crea en el auditorio asistente a la
exposición del muestrario un gran interés 46.
Las vendedoras ambulantes constituyeron el sector más vulnerable del comercio urbano.
Por una parte sus beneficios fueron inferiores a los obtenidos en las tiendas estables y, por otra
parte, el trabajo solía exigir mayores sacrificios 47. También fueron el blanco de críticas venidas de
todos los sectores, las autoridades desconfiaban del cumplimiento de las normas establecidas y el
comercio regulado las veía como serias competidoras para dar salida a sus productos.
Fruto de esta desconfianza generalizada son las reiteradas leyes promulgadas a lo largo de
la edad moderna que culminan con las Reales Cédulas de 1781 y 1783 que pretendían acabar con
este sector de la economía 48.
La Real Cédula de 1783, inspirada en las ideas ilustradas, trata de erradicar la “vagancia”
instalada en los pueblos de la monarquía; asimilan la venta ambulante con el desorden y, sobre
todo, con las pérdidas económicas que ocasiona a la Real Hacienda la falta de control sobre estas
actividades comerciales49 desempeñadas, afirma la cédula, por extranjeros (malteses, genoveses,
piamonteses, etc.). La aplicación de la citada ley genera en las islas un animado debate en la
sociedad ilustrada a través de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife a
instancias del escrito presentado por un grupo de mujeres 50, vecinas de La Laguna, que dicen ser
vendedoras ambulantes en la citada ciudad y estar dedicadas al abastecimiento de lienzos 51.
El debate de los miembros de la Real Sociedad Económica gira en torno a los beneficios y
perjuicios que acarrea el comercio ambulante, sin olvidar la obligación o no de todos los súbditos
de acatar sin disidencia las leyes dictadas por el monarca.
Los argumentos esgrimidos abundan en el beneficio que supone para la economía canaria
la venta de género local a través de las vendederas. El escaso desarrollo de la industria textil
insular 52 se vería afectado si desaparecieran, son ellas las encargadas de mover de un lugar a otro
las producciones isleñas localizadas en los pueblos del norte, ante la inexistencia de medios para

46 Ibidem, p.27. “[…] la mayoría de la gente está absorbida por el contenido del cesto de la vendedora, que, lo mismo
que la cornucopia de algún experto prestidigitador, parece poseer una gran variedad de artículos tentadores, que hace
que los viejos, los jóvenes, los ricos y los pobres se sientan irresistiblemente atraídos”,
47 Francisco RAMIRO MOYA, Mujeres y trabajo en […] op. cit. p. 237.
48 Novísima Recopilación de las Leyes de España, Leyes XII y XIII T. IV, Libro IX, Título V, p. 257-258.
49 “[…] así mismo he advertido el grave perjuicio que ocasiona a mi Real Hacienda, y al fomento y progreso del

Comercio los Malteses, Piamonteses, Genoveses y otros viandantes Buhoneros, Estrangeros y naturales de estos
Reynos que andan por las calles, huertas y campos vendiendo varios géneros de Lencería, Lana, Estambre, texidos de
Algodón y Seda, y demás ultramarinos, y del País, llevándolos a las casas sin domiciliarse, ni establecerse; pues
además de no arraigarse en estos Reynos, extraen de ellos sus ganancias, y no pagan mis reales contribuciones, de
modo que vienen a ser más privilegiados que los naturales y domiciliados en el Reyno contra toda buena razón
política. […] Y finalmente os mando no permitáis, ni consintáis que los Malteses, Genoveses y demás buhoneros
estrangeros, ni naturales vendan por las calles, casas, huertas y campos géneros algunos, sino que lo hagan
precisamente en tiendas y casas de comercio, avecindándose, y eligiendo, desde luego domicilio fixo […]”. AMLL,
Sección Iª, R-XXVIII, documento nº 10, fol. 75.
50 Ana Rosa PÉREZ ÁLVAREZ, “Vendederas o vendedoras de cesto. Las vendedoras ambulantes de Tenerife en

los textos de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife (1783) I y II”, en El Día. Suplemento La
Prensa, 9 y 16 abril 2005.
51 Ibídem, p. 2, “[…] que hallándonos empleadas y destinadas de mucho tiempo a esta parte en el exercicio de vender

por las calles los efectos de liensos blancos, y otros precisos para el abasto de vestirse, cuia ocupasion tenemos por
propio oficio en que nos hallamos acreditadas, y por lo mismo dan al fiado algunos de dichos efectos y otros a dinero
de contado los Dueños de los almagrenes de dicha Ysla de thenerife […]”.
52 Juan R. NÚÑEZ PESTANO, Carmen L. HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, José Á. GARCÍA MARTÍN, Las

Manufacturas textiles en Tenerife. Algunas consideraciones acerca de la decadencia de la industria popular y la crisis del Antiguo
Régimen, La Laguna, Universidad de La Laguna, 1984.

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Comprar y vender en Canarias a fines del Antiguo Régimen… María Eugenia Monzón Perdomo
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la distribución de sus manufacturas 53. En aras del adelanto de la industria de las islas los ilustrados
canarios abogan por permitir la venta ambulante.
Es evidente que los debates y las leyes no acabaron con el comercio ambulante en las
islas, nuevamente los viajeros de la segunda mitad del siglo XIX dan cuenta de ello, dice Verneau
de las vendedoras callejeras “[…] hacían sus viajes a pie, descalzas y llevaban sus cestas en la
cabeza, apoyadas en una almohadilla llamada <<rodilla>>, hecha de retales o plantas, y sin ayuda
de las manos. El calzado era tan valorado que iban descalzas y se los ponían al llegar al destino
[…]” 54.

LAS MERCANCÍAS
La importancia del comercio canario en los mercados europeos y la presencia constante
de extranjeros afincados en el territorio insular, que adaptaron el mobiliario de sus casas y la
indumentaria que lucían a las modas y costumbres de sus lugares de origen, facilitó que desde
fechas muy tempranas los habitantes de las islas estuvieran en contacto con un modo de vida, y
unas formas de vestir y adornar las casas, que pronto quisieron imitar como símbolo de distinción
social.
Las transformaciones en los métodos de comercialización, distribución y promoción de
los productos textiles al por menor, a través de las tiendas estables 55, puso al alcance de las élites
sociales, que contaban con el poder adquisitivo necesario, tejidos de importación para
confeccionar prendas de vestir a la moda inglesa y francesa. Posteriormente, el afán imitador de
otros grupos sociales generalizó el consumo de productos extranjeros.
En el siglo XVII existía una cierta especialización en la procedencia de los tejidos más
finos de Flandes y Amsterdam 56, Francia, Inglaterra o Alemania 57.
La colonia de flamencos durante el siglo XVIII continúa aprovisionando el mercado de
tejidos, sombreros, zapatos, muebles, campanas, cofres y objetos de arte, joyas, armas,
instrumentos musicales, artículos de ferretería: clavos, agujas, etc. en definitiva, todo tipo de
efectos susceptibles de ser vendidos en las islas completando el flete del tornaviaje 58. Los objetos
de lujo también proceden de otros lugares como Hamburgo que enviaba telas y lino; Francia
cuyas exportaciones principales consistían en lino fino, ropas, sombreros, calcetines y pañuelos

53 “[…] la mujer del campo viene al pueblo con su lienzo casero, tocas, calcetas, medias de lana, cordoncillo, etc.

quiere volverse en el día a su casa, de donde la llaman sus labores, y el cuidado de su familia, para lo que ha de llevar
empleado en lo que necesita, el importe de su tosca industria. No le es posible poner una tienda, ni esperar: busca
quien le compre tocando en una puerta y otra puerta. Viene el paisano de Canarias con una corta porción de mantas,
lienzo, sombreros, texidos de lana, escobas, etc. Se ha de dar prisa; porque su casa, sus necesidades, o el barco instan
[…] si esto se prohíbe se corta el principal ramo de nuestra Yndustria […]”, Archivo de la Real Sociedad Económica
de Amigos del País de Tenerife (ARSEAPTFE), Súplicas, Libro, nº 26, fol. 303-311.
54 René VERNEAU, Cinco años de estancia en las islas Canarias, La Orotava, J.A.D.L., 1982, p. 9.
55 Máximo GARCÍA FERNÁNDEZ, Entre paños y […], op. cit. p. 126.
56 Elisa TORRES SANTANA, El comercio de las Canarias […], op. cit., p. 199. “Bramantes, pasamanos, holandesas

finas y bastas, las sedas labradas y los terciopelos”; Germán SANTANA PÉREZ, El comercio exterior de las Canarias
Orientales durante el reinado de Felipe IV, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo de Gran Canaria, 2002, p. 93 y 102.
“Lencerías, ropas de lana, crea cruda, sombreros, lana, lino, lienzo, misales, breviarios, estampas, de Italia proceden
las medias de seda, terciopelos, tafetanes o damascos”.
57 Elisa TORRES SANTANA, El comercio de las Canarias […], op. cit., p. 199. “[…] de Francia llegaban los ruanes y

lienzos de diversas texturas y colores; de los puertos ingleses lienzos, lencería de Alemania, paños, sargas, bayetas
frisas y frisetas”.
58 Miguel Á. GÓMEZ GÓMEZ, Endogamia, comercio y poder. Consideraciones en torno a la presencia flamenca en Tenerife

(1600-1750), T. II, en Manuel DE PAZ SÁNCHEZ, (Dir.), Flandes y Canarias. Nuestros orígenes nórdicos, T. I, Santa
Cruz de Tenerife, Taller de Historia, 2005, p. 35.

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Comprar y vender en Canarias a fines del Antiguo Régimen… María Eugenia Monzón Perdomo
Ana Rosa Pérez Álvarez

de seda; de Génova ropas de terciopelo; de Gran Bretaña lana, sombreros, medias o lino en
bruto 59.
Los despachos de comerciantes enclavados en los principales fondeaderos de Tenerife,
como el Puerto de Santa Cruz, reciben las mercancías que venderán en sus tiendas y distribuirán
al comercio al por menor tanto en Tenerife como en Gran Canaria. Los productos consignados
genéricamente como “mercerías” serán transportados en cajas, cajetas o cofres por diversos
valores entre los 1.200 reales que recibe el despacho de D. José Martinón a los 7.461 reales
percibidos por D. Francisco Dugi en 1779 60.
Abundan en los recuentos consultados artículos de escritorio 61, decoración doméstica 62,
accesorios en general 63, artículos para la confección o adorno textil 64, aderezos personales 65, etc.
La agilidad del comercio tinerfeño en la segunda mitad del siglo XVIII permitía afrontar
la demanda prácticamente de todo el Archipiélago. La correspondencia de los comerciantes con
sus representantes en la isla vecina ofrece datos de los productos más requeridos en Gran
Canaria, el pedido realizado por Cipriano de Avilés a la “Compañía D. Juan Cólogan e Hijos” en
1777 hace hincapié en los siguientes géneros “[…] adbierto que de los camelotes anchos no
manden vms. mas que algunas piezas asul, y encarnado, y tal cual pieza pardo para alguna capa
por ser generos que ya poco se estilan por aca […]”, en cambio si solicita “[…] botones llanos
amarillos, y plateados finos para uniformes, y de los chiquitos para calzones, y si fueren con la
formilla de hueso seràn mejor que de palo, por que hasta en esto ai modas” 66.
La familia Cólogan se había especializado en la importación de productos textiles, en el
inventario de bienes realizado en 1749 figuran en el 61,3% de las mercancías existentes en sus
almacenes, dato que va en aumento, y en 1771 pasaron a representar el 86,6% del total
almacenado. El destino de estas mercancías era la venta a los vecinos de las islas, bien
directamente o por medio de otros comerciantes 67.
El monopolio ejercido por las compañías importadoras establecidas tiempo atrás se ve
truncado con la llegada de los malteses a las islas a mediados del siglo XVIII. Fue una colonia que
creció a gran velocidad al haber implantado un sistema de comercio desde Malta hasta Canarias,
que pasaba por todo el Mediterráneo 68. Se centraron en las ventas al por menor, jugando ellos

59 Nicolás GONZÁLEZ LEMUS, “Domiciliados, transeúntes y comerciantes en Canarias durante la crisis del
Antiguo Régimen y la independencia de las Repúblicas iberoamericanas” en XIX Coloquio de Historia Canario
Americana, 2010, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo de Gran Canaria, 2012, pp. 1779-1803.
60 AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-12, caja 3, 1779, fols. 6v-8r.
61 “900 plumas de escribir, una docena de compases de metal, 16 docenas de tinteros”. AHPSCT, Delegación Provincial

de Hacienda, H-2-12, caja 3, 1779, fols. 6v-8r.


62 “[…] seis docenas de espejos dorados, una docena de veloncitos de vidrio […]”. AHPSCT, Delegación Provincial de

Hacienda, H-2-12, caja 3, 1779, fols. 6v-8r.


63 En el despacho de D. José Martinón: “doce cajetas de cerdas para zapatos, seis mazos de peines de hueso, dos

docenas de abanicos de caña, dos gruesas de alfileres de coco, dos gruesas de escarmenadores de madera al aire”.
AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-12, caja 3, 1779, fol. 6v.
64 En el despacho de D. Francisco Dugi: “[…] 143 docenas de hebillas ordinarias de metal, 55 gruesas de botones de

madera de aire, 6 gruesas de tijeras ordinarias, 7 gruesas de botones amarillos ordinarios, 4 pares de hebillas de piedra
para mujer, 7 piezas de cinta de Francia angosta, 28 dragonas charreteras de plata y oro para oficiales […]. AHPSCT,
Delegación Provincial de Hacienda, H-2-12, caja 3, 1779, fol. 8r.
65 En el despacho de Dugi: “[…] una docena de cruces de cristal, 25 anillos ordinarios […]”. En el despacho de D.

Anastasio de Grandy: “[…] 27 mazos de abalorios de colores […]. AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-12,
caja 3, 1779, fols. 7r-8r.
66 AHPSCT, Fondo Zárate-Cólogan, Sección 7ª: Correspondencia, 08/01/1777.
67 Agustín GUIMERÁ RAVINA, Burguesía extranjera y […] op. cit., p. 309.
68 El 29 de mayo de 1770 pasa por la Real Aduana de Santa Cruz la carga del bergantín inglés “Nely” procedente de

Génova que había hecho escala en Marsella y Canarias, con mercancías dirigidas al despacho de “Mateo Tabony y
Compañía Malteses”. AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-11, caja 3, 1770, fols. 20r -23v.

252
Comprar y vender en Canarias a fines del Antiguo Régimen… María Eugenia Monzón Perdomo
Ana Rosa Pérez Álvarez

mismos el papel de importadores y vendedores 69. Para algunos autores la aparición del comercio
especializado en Santa Cruz en las llamadas tiendas de menudencias se produjo por la presencia
de estos comerciantes, que ofrecían objetos de lujo o modas en torno a 1730-1750 70.
El asentamiento de los malteses en Santa Cruz es notorio en las últimas décadas del siglo
XVIII, los protocolos notariales muestran una comunidad activa tanto en Tenerife 71como en
Gran Canaria y La Palma 72. Formando compañías o atendiendo directamente sus tiendas se
localizan entre los años de 1770 y 1779 hasta treinta y cinco comerciantes oriundos de Malta
traficando en la ciudad portuaria.
A través de las mercancías que recibían en sus despachos podemos deducir que en la
década de los setenta del siglo XVIII se habían convertido en los principales aprovisionadores del
comercio al por menor de las islas.
El registro de la Real Aduana de Santa Cruz consigna mercancías de diversa naturaleza,
como por ejemplo los alimentos 73, siendo en su mayor parte especias y artículos difíciles de
conseguir en las islas. Pero el grueso de la carga lo constituyen las telas74, el adjetivo más usado
para calificar los diversos tipos de tejidos es ordinario o común, lo que indica la baja calidad del
producto. Los envíos se completan con elementos accesorios para vestir o para confeccionar
vestimenta 75, adornos 76, zapatos 77, complementos de arreglo personal 78 como peines y jabón de
afeitar. Es de destacar, por ejemplo, que las importaciones de los peines atienden a demandas de
diversas calidades, siendo los de marfil los importados en menor cantidad frente a los de madera
de aire que son los más numerosos.
A estos se añade una gran variedad de artículos de usos diversos: enseres útiles para la
vivienda 79, libros, juguetes, instrumentos musicales, barajas, pipas de fumar 80 y adornos
personales 81.

69 Alexis BRITO GONZÁLEZ, “La colonia maltesa […], op. cit. pp. 229-240
70 Alejandro CIORANESCU, Historia de Santa Cruz […], op. cit., p. 19.
71 Se han consultado los protocolos notariales de Santa Cruz entre 1770 y 1779 conservados en el AHPSCT, y en el

rastreo se localizaron algunas cartas de connaturalización fechadas entre 1771 y 1775 AHPSCT, P.N. 1607, 1608,
1609.
72 Alexis BRITO GONZÁLEZ, “Matricula de extranjeros […] op. cit., p.241.
73 El Despacho de “Nicolás Calazón y Compañía Malteses” traía procedente de Génova: arroz, fideos, cominos,

clavo de comer, salchichón, quesos; mientras que “Mateo Tabony y Compañía Malteses” recibía además canela,
dátiles, avellanas, frasquitos de aceitunas, alcaparras, anchoas, etc. AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-11,
caja 3, 1770, fols. 5v-8r y 20r-23v.
74 El apartado de los tejidos presenta una enorme varieda: lienzos de diversas calidades, estopillas, seda fina, tafetán,

badana, anascote, brocatel, gamucilla, pelillo. De todas ellas destaca por la cantidad recibida el tafetán (1086 varas),
griseta (637 varas), pelillo (1204 varas), lienzo romano (1012 varas) o la persiana común (720 varas). AHPSCT,
Delegación Provincial de Hacienda, H-2-11, caja 3, 1770, fols. 5v-8r y 20r-23v.
75 Abundan los sombreros bastos, ordinarios, de paja para hombres y muchachos; gorros de hilo basto; medias de

lana, de hilo ordinario, de capullo y de seda, para cubrir la demanda de mujeres, hombres y niños; pañuelos comunes
bastos de hilo, de hilo algo mejores que los comunes, y de seda para la nariz. AHPSCT, Delegación Provincial de
Hacienda, H-2-11, caja 3, 1770, fols. 5v-8r y 20r-23v.
76 En la categoría de los adornos entran los quitasoles (96 unidades), cintas de diversos materiales, seda angosta, seda,

terciopelo. AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-11, caja 3, 1770, fols. 5v-8r y 20r-23v.
77 También de diferentes calidades 112 pares bordados de oro y plata, 231 pares llanos de mujer, 48 pares llanos para

niños de pecho y 8 docenas de cortes de zapato de badanilla. AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-11, caja
3, 1770, fols. 5v-8r y 20r-23v.
78 Peines de diversos materiales: marfil (14 docenas), de palo (20 gruesas), de hueso (50 docenas), de madera de aire

(120 docenas) y escarmenadores de madera de aire (40 docenas). Jaboncillos para la barba (40 docenas). AHPSCT,
Delegación Provincial de Hacienda, H-2-11, caja 3, 1770, fols. 5v-8r y 20r-23v.
79 Las láminas de santos de diversos tamaños (446) y de países (108) eran habituales en la decoración de todos los

hogares isleños, a éstas se añaden láminas con vidrios y en menor cantidad reciben espejos (38). También 3 docenas
de figurillas de barro algo averiadas. AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-11, caja 3, 1770, fols. 5v-8r y 20r-
23v.

253
Comprar y vender en Canarias a fines del Antiguo Régimen… María Eugenia Monzón Perdomo
Ana Rosa Pérez Álvarez

El éxito de este comercio reside en la posibilidad de ofrecer productos de primera


necesidad a precios más competitivos que los de otros comerciantes importadores. La explicación
a este hecho radica en primer lugar, en la propia naturaleza del comercio que desarrollan, han
eliminado los pasos intermedios, son ellos cargadores e importadores, es posible rebajar los
costes al mantener en sus manos todo el proceso desde la adquisición de los productos hasta su
distribución en las islas 82.
En segundo lugar, por la calidad de los géneros, casi todas las mercancías están
confeccionadas con materias primas ordinarias, bastas, es decir, son de mala calidad. Estas
prácticas comerciales fueron denunciadas por el Personero D. Antonio Vizcaíno Quesada a
través de una representación que eleva al Cabildo de Tenerife en 1769 83.
No solo los bajos precios de los productos favoreció el éxito de las mercancías maltesas,
también la forma de pago “[…] no tomar dinero de pronto, sino al fiado, hallan compradores que
queriendo fomentar el lujo y la profanidad se cargan de drogas y deudas que después paran en
litigios y recrecidos costos” 84. La venta a crédito se convirtió en un comportamiento habitual del
comercio al por menor que ha quedado reflejado en las deudas consignadas por los comerciantes
en sus últimas voluntades.
La dura competencia de los malteses en las transacciones locales afecta también al
aprovisionamiento de otras islas. Nuevamente el despacho de los Cólogan es reemplazado en el
abastecimiento de las tiendas de Las Palmas “[…] de los paños asules […] del superfino mui
poco, y grana ninguna; porque los Malteses an traido para uniformes de todo esto, y tendrán poca
salida” 85.
Con estas facilidades es lógico que el consumo de productos de importación se disparara
en las islas y con ello la proliferación de los lugares de venta.
Algunas voces se alzaron para criticar los malos hábitos que estaba adquiriendo la
población de las islas como consecuencia de la amplia oferta que tenían a su alcance tanto en las
tiendas como de la venta ambulante. Las quejas procedentes de los miembros de la Real Sociedad
Económica se dirigen al supuesto proceder de las vendedoras itinerantes
“[…] ellas (las vendedoras) contribuyen en algun modo al fomento del luxo, y de la
superfluidad, por que presentando cosas de mero gusto, y adorno, obligan con el atractivo
de estas bujerias, à que se compren las que no se irian a buscar a una Tienda, por que no las
precisan, sino la ocasion de berlas es la que mueve a comprarlas; y a veces lo que se gasta
en esto haria falta para cosas de necesidad” 86.
La llamada a la vida austera que promueven los ilustrados canarios, aunque raramente la
practicaban ellos mismos, les lleva a rechazar la distribución de los productos importados porque
fomentaba el consumo, sobre todo entre las mujeres que se veían tentadas por los ofrecimientos

80 12 misales y 1 biblia, 2 barrilitos con juguetes de niños, varios juguetes de palo para niños, 2 violines, 140 gruesas

de barajas, 2 docenas de boquines de barro con sus cañas para chupar, y 2 docenas de cachimbas de barro para
chupar. AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-11, caja 3, 1770, fols. 5v-8r y 20r-23v.
81 4500 medallitas de metal y 320 docenas de rosarios de palo. AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-11, caja

3, 1770, fols. 5v-8r y 20r-23v.


82 Alexis BRITO GONZÁLEZ, “La colonia maltesa […] op. cit. p. 235.
83 “Su tráfico principal se reduce a los géneros de seda, que sobre faltarles aquel ancho y condiciones que prescriben

las leyes de estos reynos, son en si tan endebles y de poca duración y quando ese notable perjuicio debiera retraer a
nuestros naturales de tomar para su uso unos géneros tan poco estimables, los prefieren a los que se traen del reyno,
no más sino porque engañados con la barateza superficial con que los venden, no consideran que pagan mucho
mayor precio en lo que pierden por la falta de ancho y por su ligera fábrica […]. Representación del Personero
General de Tenerife sobre los males que provoca el comercio practicado por los malteses (23-1-1769). AMLL, Leg.
E-XX, doc. 29. Citado en Juan R. NÚÑEZ PESTANO, La Nivaria triunfante […], op. cit. p. 50.
84 Ibídem, p. 50.
85 AHPSCT, Fondo Zárate-Cólogan, Sección 7ª: Correspondencia, 08/01/1777
86 ARSEAPTFE, Libro 26: Súplicas, fol. 316r.

254
Comprar y vender en Canarias a fines del Antiguo Régimen… María Eugenia Monzón Perdomo
Ana Rosa Pérez Álvarez

de las vendederas. Pero, como señala Cioranescu, los habitantes de las ciudades en la segunda
mitad del siglo XVIII ya se habían contagiado de las modas europeas, a pesar de la insistencia de
alguna autoridad civil o religiosa que recordaba a través de las leyes o sermones lanzados desde el
púlpito sobre aquellas mujeres que “olvidan la santa simplicidad de la tradición y sacrifican a las
mantillas de blonda” 87.
La indumentaria femenina fue uno de los elementos de distinción social más acusados en
la centuria ilustrada. La extensión de las modas y tejidos importados contribuyeron de manera
decisiva al distanciamiento social a través de la apariencia. No solo los materiales empleados
distinguían a sus portadoras, la tradicional mantilla que lucían tanto las damas como las
campesinas, tiende a ser sustituida, entre las primeras, por la mantilla de encaje o seda fina,
introduciendo además los colores claros 88.
Las actividades mercantiles constituyeron en el Antiguo Régimen uno de los negocios
más prósperos del ámbito insular, el ascenso social de numerosas familias de comerciantes
demuestran esta afirmación, los beneficios del comercio también alcanzaron a las tiendas al por
menor, estas fueron no solo el mantenimiento de numerosas familias isleñas, sino que también
propiciaron el enriquecimiento de algunos que iniciaron su labor con una modesta tienda en
Santa Cruz o en La Laguna, “[…] con una tienda de lanas y lienzos adquirió caudal […]89. Incluso
llegaron a convertirse en miembros notables de la sociedad lagunera como reflejaba, no sin cierto
fastidio, José de Anchieta en su diario “[…] que de vendederos e hijos de taberneros los veo
capitanes y puños de oro en los bastones y pardos de linaje, que en mis días a unos y a otros
hacer informaciones de nobles, siendo hijos de oficiales y nietos de gente muy de bajo linaje […]
sino de verles la vanidad que tienen […] 90.
Similares circunstancias relata Ciranescu de una vecina del comercio de Santa Cruz, que
con los beneficios que ha obtenido de su venta ha conseguido cargos y oficios para su esposo 91.
Es por ello que el comercio al por menor en las ciudades isleñas no dejó de aumentar a lo
largo del siglo XVIII y sobretodo en el XIX, a través de los recuentos de población realizados en
1803 y 1818 se observa la extensión de la ciudad de Santa Cruz y con ella el aumento del
comercio, pasando de los 158 contabilizados en los inicios de siglo XIX a los 287 en los albores
de los años veinte. El emplazamiento del comercio santacrucero sigue concentrándose en las
calles y plazas del núcleo urbano originario, donde residían las clases medias y altas, y las
profesiones liberales, es la zona en la que se desarrolla el mercado diario, como ocurre en otras
ciudades peninsulares 92.
Las tiendas crecían al calor de la demanda, cada vez mayor, de una población en aumento,
ávida de consumir las nuevas ofertas que el sector comercial proporcionaba.

87 Alejandro CIORANESCU, Historia de Santa Cruz […], T. II, op. cit. p. 322
88 Ibídem, pp. 322-323.
89 AHPSCT, José de Anchieta, Cuaderno de citas J L, fol. 21v. (Transcripciones cedidas por D. Daniel García

Pulido).
90 AHPSCT, José de Anchieta, Cuaderno de citas M N O, fols 149r-150v.
91 Alejandro CIORANESCU, Historia de Santa Cruz […], T. II, op. cit. p. 309. “[…] Ana Martín de Castillejo

despacha víveres en su tienda de Santa Cruz, lo cual no impide a su marido, Miguel de Rivas, el llegar a capitán,
regidor, veedor y contador de la gente de guerra y ser una de las personas distinguidas del lugar, gracias sin duda al
dinero de la tienda”.
92 Rosa María DÁVILA CORONA, Transformaciones y permanencias […], op. cit. p. 357.

255
Trabajo y curso de vida. Los artesanos de Albacete… Camen Hernández López

TRABAJO Y CURSO DE VIDA. LOS ARTESANOS DE ALBACETE


(1636-1792) 1
Carmen Hernández López
Universidad de Castilla La Mancha

LA SALIDA DEL HOGAR PATERNO Y LA ENTRADA EN LOS TALLERES


ARTESANALES O EN LAS CASAS DE SERVICIO (EN EL CASO DE LAS
SIRVIENTAS DOMÉSTICAS)
El enfoque basado en el curso de vida introduce una nueva dimensión en el estudio e
interpretación de la familia, como decía Tamara Hareven, ha pasado de ser un simple examen de
las etapas del ciclo familiar a constituirse en un análisis de la evolución cronológica de las
transiciones familiares e individuales, todo ello en relación con el tiempo histórico 2.
Y el primer paso en esa evolución cronológica de las transiciones familiares e individuales, es,
sin lugar a dudas, la salida de los hijos del hogar paterno y su entrada en los hogares artesanos.
Muchos de ellos eran niños de corta edad, que en el caso de las niñas, implicaba el paso al trabajo
laboral remunerado.
En la villa de Albacete a finales del siglo XVII y principios del XVIII, los contratos de
aprendizaje localizados en las notarías de la villa de Albacete ascendían a 90, de los que el 37,7%
eran para aprender el oficio de alpargatero y cordelero; casi un 15% aspiraban a zapateros y cerca
del 10% para cuchilleros y espaderos. Son los tres gremios que aglutinaban al 63% de los
aprendices en Albacete.
En cuanto a las “cartas de soldada”, todas corresponden a mujeres y ascienden a un total de
84 contratos. Estas muchachas firmaban el contrato de soldada y en él, a diferencia de lo
comentado en los aprendices, se estipulaba el precio de su trabajo. Hemos revisado las escrituras
notariales de once escribanos, en total 68 legajos (siglos XVII y XVIII) y el escaso número de
contratos hallados, nos indica claramente que estos contratos eran casi excepcionales, siendo el
acuerdo verbal el que predominaba. J.P. Gutton 3, para el caso francés así lo señalaba, a veces,
dice, bastaba una simple mención en el libro donde se registraba el salario del criado para
considerarlo ya contratado. En Galicia, Isidro Dubert 4 indica igualmente el carácter verbal de las
contrataciones, que se renovaban de manera automática cada año. También similares
circunstancia comenta F. J. Lorenzo Pinar 5 para el caso de los criados salmantinos, donde los
asientos de las mozas de servicio se concretaban tras un periodo previo de trabajo, regulado
simplemente por un acuerdo verbal entre las partes.

1 El presente trabajo forma parte de los proyectos de investigación de referencia HAR2010-21325-C05-03 y


HAR2013-48901-C6-6-R concedidos por el Ministerio de Economía y Competitividad.
2 Tamara HAREVEN, “Historia de la familia y la complejidad del cambio social”, Boletín de la Asociación de demografía

histórica, XIII, I, 1995, p. 115.


3 J.P. GUTTON, Domestiques et serviteurs dans la France de l’Ancien Régime, París, Aubier Montaigne, 1981, p. 69.
4 Isidro DUBERT, “Criados, estructura económica y social y mercado de trabajo en Galicia rural a finales del

Antiguo Régimen”, Historia Agraria. Revista de Agricultura e Historia Rural, 35, 2005, p. 10.
5 F.J. LORENZO PINAR, “Los criados salmantinos durante el siglo XVII (1601- 1650): las condiciones laborales”,

en Obradoiro de Historia Moderna, nº 18, 2009, pp. 233-262.

257
Trabajo y curso de vida. Los artesanos de Albacete… Camen Hernández López

La edad de inicio para el 25% de los aprendices (Gráfico 1) era de doce años, si bien
desde los 7 años se están firmando contratos de aprendizaje en Albacete. Cerca del 7% tenían
entre siete y diez años, y el 33 por ciento no superaba la edad de quince años. No obstante,
solamente en la mitad de los contratos analizados, se reflejaba la edad del joven aprendiz, por lo
que estos datos pueden ser aproximativos. Para las sirvientas domésticas se observan algunas
diferencias, como es la edad de entrada en el servicio, mucho más precoz. Un 26% no superaban
los diez años y el 38% tenían entre los once y quince años. A partir de esta edad disminuye el
número de contratos de soldada, y es que pasados los 20 años quedaban pocas mujeres fuera del
matrimonio, aspecto que determinaba la salida de la casa y del servicio laboral doméstico.
Pensemos por un momento en la vida de estos jóvenes que lejos de su hogar, se verán
integrados en un mundo adulto, en un hogar desconocido y en un sistema manufacturero que, en
muchas ocasiones, les someterá a una severa disciplina. Tras la firma del contrato el joven pasaba
de una etapa infantil a una etapa de vida adulta, en la que debía asumir largas jornadas laborales,
de trabajo continuo, impuesto por todas aquellas personas que sobre él ejercían alguna autoridad;
desde el maestro, a oficiales, pasando por la mujer del maestro e incluso los sirvientes que hubiera
en la casa. Todo ello para poder aprender un oficio y hacer una carrera profesional, que había
sido igualmente impuesta por sus padres o tutores legales.

Gráfico 1

Edades de inicio en el aprendizaje, por porcentajes.


Albacete, 1636-1708
30

25

20
18,33 18,18
15
11,66 11,66
10 9,09
8,33
6,81 6,66
5 5 4,54
2,27 2,27 2,27
0 0
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20

Aprendices Sirvientas

Fuente: AHPA, Sección Protocolos notariales, 180 contratos aprendizaje y cartas de soldada. Albacete, 1636-1708

En esa nueva etapa vital de integración en el hogar del maestro y formación en el taller, se
incluirá una nueva dimensión, las relaciones socio-laborales, al funcionar los talleres artesanos
como tiendas donde se recibía a los clientes. Así, desde la perspectiva del curso vital, observamos
que estas tres dimensiones de la personalidad humana, se irán desarrollando de manera
simultánea entre la población juvenil artesana, desde los doce años, como edad media.
Las oportunidades para poder acceder al aprendizaje del oficio dependían de la familia, de
la vecindad y paisanaje, y del oficio a aprender. En los contratos analizados comprobamos que el
92,2% habían sido otorgados a instancias de algún familiar: padre, padrastro, madre, tíos, cuñado
o hermano. Las madres, en ausencia del padre, eran las encargadas de buscar taller y maestro para
el hijo y los huérfanos eran representados por el procurador o los tutores. Las condiciones en los

258
Trabajo y curso de vida. Los artesanos de Albacete… Camen Hernández López

talleres para estos muchachos solían ser peores que las que disfrutaban en una familia, al menos
es lo que se deja ver en algún contrato, donde ni siquiera se indicaba que al final del aprendizaje
se les un daría vestido nuevo.
Aprendices y jóvenes criadas pasaban a la casa del amo o maestro para ser educados e
instruidos según las normas y conductas que se exigían para ellos. Este aprendizaje constituía la
base del sistema de reproducción del mundo del trabajo, sobre todo en el caso de los aprendices
de artesanos, porque ninguno de ellos podía llegar a ejercer un oficio, a tener tienda o taller, sin
haber pasado por este largo, y en muchos casos, correctivo aprendizaje. Y será en el hogar y con
la familia del amo o maestro, el espacio donde se llevará a cabo su formación mecánica o la
dedicación laboral de las muchachas que entraban al servicio doméstico. Y es que como nos
indica José Carlos Enríquez 6, el aprendizaje de un oficio en las casas-talleres artesanales
vehiculará, efectivamente, la dedicación laboral de muchas generaciones adolescentes, de la
misma manera que el servicio doméstico estructurará el trabajo femenino durante siglos.
¿Qué tipo de conductas y valores se transmitían a los jóvenes? Desde los contratos o
cartas de soldada se hablaba de vida honesta y honorable, responsabilidad, laboriosidad, y sobre
todo disciplina. Sin embargo, en la práctica, la situación educativa de estos jóvenes, no exentos de
malos tratos y amenazas, debió forjar en ellos un carácter sumiso y obediente, un obrero fácil
decían los franceses de Annales, hábil, mañoso, recatado y productivo. En cuanto al servicio de
soldada, desde el momento que entraban a trabajar de “balde”, eran trabajos gratuitos, nos lleva a
pensar que nos encontramos ante una figura sustitutiva de la esclavitud, viviendo en una situación
de subsidiariedad y dependencia de los amos y señores.

Gráfico 2

Profesión de los amos de las sirvientas domésticas


(Albacete, 1638-1708)
Tundidor Abogado Alcalde o regidor
3% 3% 12%
Sastre Barbero
9% 3%
Boticario
9%
Presbítero Calcetero
37% 3%
Licenciado Doctor Cirujano
Escribano 6%
6% 3%
6%

Fuente: AHPA, Sección Protocolos notariales, cartas de soldada. Albacete 1636-1708

Sabemos que muchas de estas jóvenes sirvientas entraban en casas de maestros artesanos
y constan como criadas, pero sus funciones iban más allá de las que por su condición se les
otorgaba. En algún caso encontramos datos de matrimonios con los oficiales o aprendices.
Gaspar López, artesano a finales del siglo XVI se había casado con la criada de la casa de Juan7.
Cerca del 20% de las sirvientas domésticas aparecen con artesanos, barberos, tundidores, sastres

6 J.C. ENRÍQUEZ, “Trabajo, disciplina y violencia. Los aprendices en los talleres artesanos vizcaínos durante la Baja
Edad Media”, en J. M. IMIZCOZ, Casa, familia y sociedad, Universidad del País Vasco, 2004, pp.17-50
7 AHPA, Sección Municipios, leg.210, distrito de Albacete.

259
Trabajo y curso de vida. Los artesanos de Albacete… Camen Hernández López

o calceteros. Con miembros del clero, un 37%. El 18% entraban en casas de las elites, alcaldes,
escribanos o regidores y un 24% con licenciados, doctores, boticarios o cirujanos (Gráfico 2).
Con la firma del contrato y la entrada en el taller, el joven aprendiz deberá someterse a la
disciplina gremial y cumplir y obedecer lo que el maestro y la sociedad le demande. Varios
testigos firmaban el contrato, que adquiría así una dimensión pública, al que asisten el maestro, el
padre y no sabemos si en todos los casos estaría presente el muchacho, puesto que muchos de
ellos eran muy jóvenes.

Tabla 1. Años de aprendizaje y porcentaje sobre el total de contratos. Albacete, 1661-1708


Número de Número de % sobre el Número de Número de % sobre el
años como aprendices total de años como sirvientas total de
aprendiz contratos sirvienta contratos
1 1 1,1 1 - -
2 2 2,2 2 2 2,3
3 5 5,5 3 - -
4 7 7,7 4 5 5,9
5 6 6,6 5 6 7,1
6 34 37,7 6 19 22,6
7 21 23,3 7 11 13
8 7 7,7 8 17 20,2
9 4 4,4 9 4 4,7
10 - - 10 9 10,7
11 1 1,1 11 1 1,2
12 - - 12 6 7,1
13 - - 13 2 2,3
14 - - 14 1 1,2
Sin datos 2 2,2 Sin datos 1 1,2
Contratos: 90 100 Contratos: 84 100
Fuente: AHPA, Sección Protocolos notariales, 180 contratos aprendizaje y cartas de soldada. Albacete 1636-1708

El periodo de aprendizaje para el artesano en Albacete se estipulaba mayoritariamente


entre los 6 y los 7 años, para el 61% de estos jóvenes aprendices. El resto (tabla 1) oscilaban entre
un año y los 11 años que acordaban el aprendizaje de un tal Alonso de Zafra, huérfano de padre,
que pasaría al taller del maestro Blas Pastor, como aprendiz de guarnicionero, contaba 9 años de
edad. En el caso de las jóvenes sirvientas, la media estaba entre los seis y los ocho años de
permanencia en el servicio doméstico, un 56% de los contratos oscilaba entre estos años. Con
diez o más años de servicio se firmaron veinte contratos de soldada. Isabel Báez tenía solamente
seis años cuando su madre, Isabel Valiente, la pone en servicio doméstico para un total de 13
años, con Petronila Carbonell, estipulando que “los cuatro primeros años, de balde, los seis años
siguientes a dos ducados y los tres últimos a tres ducados cada uno”8.
Si observamos la trama temporal de los aprendizajes en la villa de Albacete, (gráfico 3), la
media más elevada es la del guarnicionero, pero no la consideramos representativa, dado que solo
tenemos un contrato; quedando en primer lugar los aprendices de cuchilleros y espaderos con 6,7
años, y en el caso de las sirvientas de soldada que superaban los siete años de media.
Existe bastante relación entre la duración del aprendizaje y la habilidad necesaria en el
oficio a aprender. El oficio de cuchillero requería ciertas destrezas para trabajar el metal, unido al
hecho de que algunas navajas, al igual que las tijeras, sables o espadas, eran de encargo y
decoradas artísticamente, el joven aprendiz debía someterse a un largo aprendizaje y prepararse

8 AHPA, sección Protocolos, leg.3271, folio 60, distrito de Albacete.

260
Trabajo y curso de vida. Los artesanos de Albacete… Camen Hernández López

bien para satisfacer a la clientela más exigente. Otros aprendizajes más largos los relacionamos
con su temprana incorporación y no tanto por la dificultad del oficio.

Gráfico 3

Fuente: AHPA, Sección Protocolos notariales, 180 contratos aprendizaje y cartas de soldada. Albacete 1636-1708

Por sectores, la media del aprendizaje en Albacete difiere bastante de la que Juan Carlos
Zofio encuentra en Madrid. (Tabla 2). En la rama de la construcción, albañiles y carpinteros,
obtenemos una media de 5,6 años en su aprendizaje, en Madrid no alcanzan los 5 años de media.
El ramo del textil, de gran importancia en las economías de la zona, sobre todo si lo analizamos
desde los aportes dotales, requería una media de 4,7 años y en Madrid se acercaba a los 4 años.
Los artesanos del metal, herreros y cuchilleros registraban la mayor duración de estos contratos,
6,35 años en Albacete y 4,4 para Madrid. Los oficios artísticos, pintores, plateros y entalladores
tenían también un largo aprendizaje, que en Madrid se acercaba a los cinco años y en nuestro
caso alcanzaba los seis.
La mayor parte de los aprendices procedían de la propia villa, un 70%, y el 30% restante
eran vecinos de las poblaciones del entorno o de algunas más alejadas en la provincia de Cuenca,
caso de San Clemente, Quintanar del Rey o Villanueva de la Jara. Un reclutamiento de mano de
obra de origen rural y de escasa o nula discriminación a la hora de contratarles. Los más
selectivos eran los cuchilleros. Todos los aprendices contratados procedían de la villa de Albacete,
con 14 años cumplidos en todos los casos. Su larga duración implicaba una formación completa y
el acceso a un amplio círculo social que les permitirá ascender en su trayectoria profesional. Los
oficios que requerían una mayor especialización preferían nutrirse de los aprendices formados

261
Trabajo y curso de vida. Los artesanos de Albacete… Camen Hernández López

desde muy pequeños en el propio taller, como eran sus hijos o parientes más cercanos, y a un hijo
no se le hacía contrato de aprendizaje.

Tabla 2. Media de los años de aprendizaje por sectores en Albacete y Madrid


(Albacete, 1661-1708 y Madrid 1500-1650)
Sectores Albacete Madrid
Construcción 5,6 4, 9
Artísticos 6 4,8
Metal 6,35 4,4
Piel 7,1 4,2
Profesiones liberales 4,8 3,1
(barbero y boticario)
Textil 4,7 3,8
Fuentes: Albacete, AHPA, sección Protocolos notariales. Madrid, Juan Carlos ZOFIO LLORENTE, Las culturas del
trabajo en Madrid, 1500-1650: familia, ocio y sociabilidad. Tesis doctoral, 2002, p. 320.

El 33% de las jóvenes sirvientas eran naturales de Albacete, por lo que el 67% procedían de
otras poblaciones limítrofes, sobre todo de la provincia de La Mancha: Madrigueras, La Roda,
Almansa, Casas Ibáñez, Cañavate, Malagón, Mahora, San Clemente… Estas entregas de las hijas
desde edades tan tempranas quedan patentes en numerosos contratos, cuando los padres o
tutores, sobre todo en caso de orfandad, indicaban que solicitaban con antelación una parte de la
soldada. La pobreza y precariedad de estos hogares está detrás de las entregas a soldada. Maria
luisa era natural de Malagón, cuando firman el contrato de soldada tenía 10 años, y durante trece
serviría como criada en la casa y hogar del escribano de la villa de Albacete, Juan Millan, “y por
precio y cuantía, los cuatro primeros años de balde y los ocho siguientes a dos ducados cada uno
y les entregara el dicho Juan Millan 20 Reales a cuenta de dicha soldada” 9.
En cualquier caso, y al margen de situaciones extremas de pobreza, las criadas más jóvenes se
vieron sometidas a relaciones contractuales de hasta 14 años, los primeros años de alguna manera
se trataba de criarlas, por lo que no se les daba soldada alguna durante ese tiempo. No obstante,
la mayoría de las jóvenes realizaban su trabajo principalmente a cambio de la manutención. El
salario se entregaba al final del periodo, junto con alguna ropa de vestir. Por las edades que
finalizaban el contrato, muchas de ellas salían de la casa del amo directamente al matrimonio, de
ahí los textiles acordados como precio final de su salario y el complemento económico
acumulado que formaba parte de la escasa dote para su matrimonio.

DESDE EL APRENDIZAJE A LA OFICIALÍA. LA FORMACIÓN EN EL TALLER,


EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA
En el recorrido vital de los artesanos de Albacete, nos llama la atención que tras la
finalización del aprendizaje no existiesen contratos de entrada en la categoría de oficial. Y es que
una gran variedad de transacciones escapará a nuestra observación, puesto que se realizaban de
forma verbal, como era el caso de la contratación de oficiales. Estos silencios, para algunos
historiadores pasan a ser actos cotidianos de la sociedad preindustrial 10. No encontramos ni un
solo contrato escrito de oficiales artesanos en la villa de Albacete. ¿Cómo es posible que estas

9AHPA, sección Protocolos notariales, leg.3269, folio 42, distrito de Albacete.


10
J. C. ZOFIO LLORENTE, Las culturas del trabajo en Madrid, 1500-1650: familia, ocio y sociabilidad. Tesis doctoral,
2002, p. 37.

262
Trabajo y curso de vida. Los artesanos de Albacete… Camen Hernández López

relaciones de contratación entre oficiales y maestros, por ejemplo, se hagan de forma verbal y los
contratos de aprendices o las cartas de soldadas de las sirvientas eran escritos? La respuesta no es
otra que el carácter de tales contratos. En el caso de los oficiales y maestros se definía en
términos jurídicos, Según la tradición de la ley natural, el trabajo era una obligación natural y los
trabajadores tenían derechos naturales de propiedad sobre su trabajo. De ahí que la relación entre
el empleador y el empleado, se definía social y jurídicamente antes que económicamente. El
salario de los sirvientes era el precio de su contrato; el salario pagado a los oficiales era el precio
de su trabajo 11.
Probablemente el hogar del maestro ya no era la corresidencia de los oficiales, así lo
constatamos en algunos de los padrones, repartimientos, censos e incluso en el propio Catastro
de Ensenada. Se evidencia que la mayoría de los oficiales de Albacete residía en una casa de su
propiedad o en una vivienda arrendada que compartían con mujer e hijos.
Nicolás de Arias constaba como oficial de zapatero en el Repartimiento de 1689, viviendo en
una casa de la calle Zapateros 12. Cuatro años más tarde aparecía como maestro zapatero en el
contrato de compraventa de un viñedo que compraba al albacea testamentario de Miguel
Fernández, presbítero de la villa. También Miguel de Espinosa se registraba como oficial de
alpargatero, y al igual que Nicolás de Arias, residía en la calle Zapateros. Y así constatamos hasta
10 oficiales de alpargatería viviendo en casas particulares y distribuidas por diferentes calles de la
villa, según el Repartimiento de 1689 y el censo de 1702 para el casamiento de Felipe V.
La vida de los oficiales era muy diferente de la de los aprendices, sus circunstancias y
diferencias no se explican solo por el cambio de edad, sino más bien se deban al nuevo estatus
social adquirido que se correspondía con la estabilidad laboral que ahora iban adquiriendo, lo que
les permitía una mayor movilidad. Las relaciones entre el maestro y el aprendiz van a
experimentar un cambio significativo cuando éste pase a la categoría de oficial. Y situaciones
como la sumisión o el paternalismo que marcaban los primeros años en la casa del maestro,
daban paso a una relación mucho más impersonal y distante, no exenta de algunos
enfrentamientos entre oficiales y maestros, hasta que aquellos podían optar al examen de
maestros.
Entre la documentación revisada para esta investigación registramos 90 exámenes de oficiales
artesanos de Albacete para obtener el grado de maestro entre 1665 y 1754 (Gráfico 4). El examen
era el elemento principal para el acceso a la maestría y, por lo tanto, sobre el que gira la
reproducción del oficio. De suma importancia en la trayectoria artesana, tanto es así que como
señalaba Kaplan, para un artesano, “la maestría era su capital y su rango” 13, les permitiría cambiar
de estatus y obtener el reconocimiento profesional. El cuchillero Gabriel de la Vega, se declaraba
hábil y suficiente en el oficio pues había estado practicando el oficio de cuchillero con maestros
examinados durante varios años 14. También Miguel Rebolloso, oficial alpargatero señalaba en
1662 que ha practicado y usado el oficio de alpargatero y cordelero muchos años con maestros
examinados y es hábil para usar los géneros 15. Y en 1754, Martín López García, para obtener el
título de maestro agrimensor decía que “ha ejercido y practicado el arte de medir tierras de toda
suerte y figuras según la orden de agricultura, con maestros examinados y se halla hábil y
suficiente para usar el referido arte de ajustar y liquidar sus cuentas, puntualizar y declarar” 16.

11M. SONENSCHER, Work and Wages. Natural Law, Politics and the Eighteenth−Century French Trades, Cambridge
University, 1989, pp. 67-72, citado por J.C. ZOFIO, Las culturas del trabajo en Madrid…, op. cit., p. 38.
12 Cantidad pequeña si la comparamos con la indicada por algunos maestros zapateros, como Alonso Sánchez con

270 reales o el cuchillero Juan Montero, 50 Reales (AHPA, Leg. 178, exp. Repartimiento de 1689).
13 Steven L. KAPLAN, “Social Classification and Representation in the corporate world of eighteenth-century

France”, en S. L. KAPLAN and C. J. KOEP (eds), Work in France, London, 1986, pp. 182-183.
14 AHPA, Sección Protocolos, 1017, leg. 5.
15 AHPA, 3262, prot. 2, p. 282.
16 AHPA, 1023, leg. 4, p. 9.

263
Trabajo y curso de vida. Los artesanos de Albacete… Camen Hernández López

Gráfico 4

Porcentaje de exámenes a maestros artesanos. Albacete 1665-1754

25

20 20
18,88 18,88

15

11,11
10 10 10

5
3,33
2,22 2,22
1,11 1,11 1,11
0
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Fuente: AHPA, Sección Protocolos notariales, Albacete 1665-1754

Situaciones similares nos ofrecen los zapateros, tejedores, peinadores, sastres. Es decir, existía
una amplia nómina de oficios que observaban cierto grado de experiencia profesional para poder
realizar el examen y alcanzar el grado de maestro. Experiencia, trabajo y aprendizaje que superaba
los diez años en algunos oficios de Albacete como el de cuchillero, alpargatero o curtidores de
piel.
Los exámenes eran la prueba que medía las habilidades y destrezas para el desempeño del
oficio, requerían un alto grado de especialización y sobre todo de licencias, fianzas o fiadores ante
la cuantía exigida por los examinadores. Y es que para el paso a la condición de maestro la cuantía
económica requerida, lo que se consideraban derechos de examen, en algunos casos llegaba a ser
un impedimento para todo el que no podía satisfacer dicha cantidad; así lo confirma J. C. Zofio
para el caso de Madrid, hecho que califica una vez más estas corporaciones como cerradas y
privativas.
Las cantidades requeridas para un oficial podían resultar elevadas, pero entre los artesanos de
Albacete no fueron un obstáculo para el aspirante, dado que en todos los casos escriturados se
buscaba el aval de un fiador. Como es el caso de Martín García, contaba con dos fiadores, Alonso
del Barrio y Benito González, para satisfacer los derechos del examen a peinador 17
No tenemos constancia de que los maestros consolidados o los examinadores de esta
villa, pusiesen trabas a sus oficiales para el acceso al examen, y así retenerlos, por ser buenos
oficiales en sus tiendas y talleres. Tal vez el ocultamiento de ciertas habilidades a los oficiales para
templar las navajas, en el caso de los maestros cuchilleros, era más evidente, y evitaban que éstos
dejasen la oficialía para pasar el examen de maestros. Más común era la sustitución y conclusión
de una obra principal por el artesano oficial. Traemos el ejemplo del maestro pintor Francisco
Bergonzoli, quien escribía una circular a la corporación municipal de la villa, e indicaba que se
encontraba enfermo para continuar las obras, por lo que dejaba el trabajo en manos de un oficial:
“imposibilitado de seguir las obras principales de las Salas Capitulares de
esta villa, para cuya conclusión está esperando la llegada de un oficial pintor,

17 AHPA, caja 3267, prot17, p.473

264
Trabajo y curso de vida. Los artesanos de Albacete… Camen Hernández López

discípulo del exponente, el que dará por concluida la especificada obra en el


espacio y tiempo […] y suplicaba se sirva suministrar la cantidad de
doscientos Reales para sufragar la dieta del citado oficial y que sin cuyo
auxilio no puede continuar la obra, a cuyo reintegro, responsabilidad y
satisfacción queda el exponente” 18

TRAYECTORIAS DE VIDA
Tejedores: del taller a la viña
Es a través del testamento y en ese momento de la vida del artesano cuando exponían los
cambios y se marcaban los tránsitos más importantes. Entendemos que es desde la esfera
individual y familiar desde donde se produce la movilidad social y la mejora de las condiciones
laborales y materiales, como indicaba Juan Carlos Zofio para el caso de Madrid 19, eran pequeños
saltos cuantitativos acompañados de variaciones cualitativas en sus ocupaciones ejercidas.
El hecho de tener una casa y una viña, además del oficio, suponía un gran avance en las
economías de hogares con escasos bienes y muchas deudas, como fue el de Julián Fuerte, tejedor
de lienzos. De sus años de aprendizaje han quedado pocas huellas. Sabemos que su padre, Julián
Fuerte era pastor, en calidad de mozo sirviente y vivían en la calle del Cornejo, según consta en el
Repartimiento de 1637. Por aquellos años, el joven aprendiz de tejedor entraría a aprender el
oficio con alguno de los quince maestros tejedores que había en la villa. No hay contrato de
aprendizaje, por lo que es muy probable que se formase en el taller de Juan de Arenas, su cuñado,
casado con su hermana Victoria Martínez, quienes vivían en la casa y taller de la misma calle del
Cornejo.
Esta calle a mediados del siglo XVII no pasaba de ser una callejuela estrecha, que
comunicaba con la calle Santa Quiteria, donde se ubicaban varios artesanos de la lana, bataneros,
peinadores, tejedores, cardadores y tundidores. Aquí todos se conocían y en la calle, negociaban,
murmuraban, establecían sus vínculos y relaciones. Todo un flujo de acontecimientos que
concurrían en cada casa, pero fundamentalmente este universo relacional formaba parte de la vida
del taller y de los jóvenes aprendices y oficiales. Para Julián Fuerte el acceso a la vida de los
tejedores y de sus talleres surgió en el seno familiar y se alimentó en la propia calle, en su
cotidianeidad como vecino de tejedores.
Familiarizado con el trabajo y el taller, se casó con María de Honrubia, cuya aportación al
matrimonio fue de poca consideración, 500 reales, que unidos a los 780 que aportó él, formaba su
escaso capital inicial. Y señalamos escaso porque las dotes medias entre los tejedores de Albacete
superaban los dos mil reales. Sin embargo, lo que más se valoraba en estos hogares no eran los
ajuares que aportaban los contrayentes, sino disponer de medios para el trabajo, como las
herramientas del oficio, pasar el examen de maestro para poder abrir tienda y taller propios, así
como alguna pequeña parcela de tierra para complementar la economía, un viñedo o majuelo.
Como maestro de taller, Julián Fuerte acumuló más deudas que bienes, además tuvo que
hacerse cargo de dos niñas menores en distintos momentos de su vida. Solo tuvo una hija, María
de Honrubia y cuando esta enviudó llevó a su casa a María Jover, su hija menor, “con la
obligación, por parte del abuelo, de alimentarla y cuidarla mientras viviera a cambio de la casa y la
viña, que pertenecía a Victoria Martínez, mi hermana, viuda de Juan de Arenas” 20. Dentro de un
contexto donde predominaba la familia nuclear, los parientes corresidentes en estos hogares eran
escasos. En 1787 la cifra para Albacete era de 0,05 parientes por hogar. Según las investigaciones

18 AHPA, caja 537, Sección Municipios, leg. Industrias y oficios, año 1829
19 J.C. ZOFIO LLORENTE, Las culturas del trabajo en Madrid…, op. cit., pp. 711-12
20 AHPA, Sección Protocolos, exp. 1006, leg. 4, p. 7.

265
Trabajo y curso de vida. Los artesanos de Albacete… Camen Hernández López

de Cosme J. Gomez Carrasco sobre el total de los hogares albacetenses, el 4,2% contienen en su
interior a parientes corresidentes 21. La corresidencia entre los artesanos está en relación con la
solidaridad familiar que ante la imposibilidad de poder mantener a estos menores se delegaba en
otros familiares para que pudiesen hacerse cargo de ellos, bien porque han quedado huérfanos o
porque no se encontraba otra posibilidad de amparo. En el caso de Julián Fuerte, éste percibió
una casa y una viña tras la acogida de la pequeña María Honrubia, pero cuando murió su padre,
tuvo que hacerse cargo de otra niña: “María López, su sobrina y mi prima hermana, hija de Juan
fuerte y Marta Jover, de la que era administrador y curador de su persona y bienes y estuvo en mi
casa tres años hasta que murió y se enterraron conforme se declaró ante el escribano 22. Estas dos
circunstancias le obligaron a la venta de sus escasos bienes, precisamente la viña que adquirió tras
la acogida de su nieta y que fue vendida a Tomás Royo en 760 reales 23. En el momento del
testamento no tenía más propiedad que algunos maravedíes para las 150 misas rezadas que
encargaba por su alma.
Situaciones que se repiten en otros tejedores y que apuntan hacia trayectorias y procesos
de movilidad descendentes. Como es el caso de Juan Parras, solo llevó al matrimonio “un telar
equipado y varios paños y enseres por valor de 500 reales”, y su mujer Juana Duarte, “trajo la
legítima de su padre que importaba otros 500 reales”. Las economías mixtas eran la solución más
extendida entre los hogares de medios tan escasos, de ahí que Juan Parras compaginase su trabajo
de tejedor con la crianza de ganado lanar 24. Juan Parras murió joven, tuvo hija que dejó huérfana
siendo aún menor.
La conjunción de varios trabajos para complementar el oficio era una estrategia bastante
extendida entre los artesanos. En 1669 algunos vecinos de la villa denunciaban precisamente la
venta de productos desde los talleres sin licencia para ello:
“Josep Matamoros. Antonio Jiménez y Alonso Vázquez decimos que Bartolome Cañavate,
Diego López Sarrión. Diego Cañadas, Martín Lucas, Andrés de Honrubia, Diego López,
alpargatero... vecinos de esta villa de algunos años a esta parte venden en sus casas, sin
tener licencia azúcar, arroz, garbanzos, lienzos, bayetas, ropa de cama”. 25
Pero a finales del siglo XVII, otro tejedor, Nicolás Rebolloso 26 también complementó su
economía con los ingresos complementarios que le reportaba el ser arrendador de diezmos y
administrador de la casa de un importante hacendado. Casado con Francisca Ruiperez, su
matrimonio empezó bien. Al tiempo que nos casamos- declaraba- “trajo mi mujer al matrimonio
la herencia de sus padres y después heredó de Pedro de Sevilla, su hermano”, en total aportó
2500 reales. Tuvieron dos hijos, el padre fray Martín Rebolloso y una hija, Isabel Ana. El hecho
de enviar un hijo al convento va a condicionar la vida de esta familia, como también lo hará la
vinculación a una hermandad religiosa.
Todos los testamentos examinados denotan un intenso fervor religioso, traducido en
mandas pías, memorias, legados a las cofradías y muchas misas por la salvación de sus almas.
Nicolás Rebolloso además fue hermano de las hermandades de nuestra Señora de los Llanos,
desde donde entabló fructíferas relaciones sociales que le llevaron a otros cargos de mayor rango.
La hermandad tenía muy diversos fines, los puramente religiosos y devocionales a través de
limosnas, así como otros de tipo más social o profesional. En cualquier caso, la pertenencia a ellas

21 C. J. GOMEZ CARRASCO, Entre el mundo rural y el mundo urbano. Familia, parentesco y organización social en la villa de
Albacete (1750-1808), Instituto de Estudios Albacetenses, Albacete, 2007, p. 102.
22 AHPA, Sección Protocolos, exp. 1006, leg. 4, p. 7.
23 El testamento se firmaba ante varios testigos y el escribano el 24 de septiembre de 1670. AHPA, Exp.1006, leg. 4,

p. 7.
24 AHPA, Sección Protocolos, Exp. 1019, Leg. 1, p. 6.
25 AHPA, sección Municipios, exp.537, leg. Gremio de alpargateros.
26 En el testamento de Nicolás Rebolloso firmado el 7 de agosto de 1685 declaraba, ante el escribano Mateo López

Carbonel, los momentos clave de su vida y de sus oficios, AHPA, sección Protocolos notariales, Exp. 3282, p. 154.

266
Trabajo y curso de vida. Los artesanos de Albacete… Camen Hernández López

tenía carácter voluntario y su composición por tanto era muy heterogénea entre todos los vecinos
de esta población. No podemos decir que la hermandad de N.S de los Llanos estuviese
homogeneizada por gremios profesionales o cohesionada por un determinado estamento. Esta
heterogeneidad no debe confundirnos y aventurar en ellas una capacidad innata para estructurar
las relaciones sociales 27. Pero también es cierto que debemos reconocer en ellas la creación de un
espacio de sociabilidad que indudablemente crearía redes de solidaridad y de amistad que
trascendían más allá de la hermandad.
Y así fue como Nicolás Rebolloso pasó pronto a ejercer como sacador de la uva y de
otros diezmeños que tocaron a los señores Dean y Castillo en las tercias de esta villa, además de
arrendador de lo menudo, después entró de mayordomo en la administración de la hacienda de
don Pablo Carrasco, de cuyas cuentas dejó constancia por un memorial firmado por su hijo fray
Martín Rebolloso. Para Nicolás este cargo supone un momento de suma importancia en su vida,
así lo resaltaba en su testamento y ser el mayordomo de esta hacienda fue, sin lugar a dudas, un
salto cualitativo en su trayectoria vital. A pesar de todo esto, llama la atención que en el momento
de su testamento no había gananciales, aunque sus paños y tejidos se vendieron en otras
provincias, sobre todo en el campo de Cartagena y en Murcia, donde tenía cobradores en su
nombre. Y es que gran parte de sus gananciales, más de 400 ducados los tenía gastados en su hijo
fray Francisco, “al tiempo que ingresó en el convento de san Agustín, y en la profesión que hizo
tras el noviciado en Murcia”. En cambio, con su hija, indicaba, “no he gastado nada”. De ahí que,
para poder pagar las deudas de un censo contraído, a favor de los herederos de Pérez Peña, por
un importe de 257 reales, tuvo que vender una viña a Miguel Tafalla de dos mil vides. A su
muerte mandaba que se le enterrase donde dispusiera su mujer, Francisca Ruipepez y solo pudo
encargar 50 misas por la salvación de su alma.
Y es que la primera generación, e incluso la segunda de algunas familias tejedoras no
fueron ventajosamente productivas, y hay que esperar a la tercera generación para encontrar
alguna trayectoria de movilidad ascendente. Como puede ser la referente a los descendientes de
Miguel de la Cuesta.
Cuando falleció el tejedor Miguel de la Cuesta (1742) quedaban dos hijas de corta edad y
el hijo mayor, Miguel de la Cuesta el menor, se obligaba con su persona y bienes a custodiar y
administrar los bienes de sus hermanas menores al ser nombrado tutor curador por su difunto
padre 28. De nuevo la orfandad de los menores obligaba a los hermanos mayores a fundar un
nuevo hogar y, en este caso, continuar el oficio paterno. Huérfano de madre, con la muerte de su
padre, se inicia el momento que marcaría el paso de este joven hacia la vida adulta, a trabajar
activamente en el taller para mantener a las dos hermanas menores y labrarse su propio porvenir.
Perteneciente a una familia artesana, su abuelo igualmente llamado Miguel de la Cuesta,
era barbero y en 1675 compraba una casa de morada, con pila y pozo en la calle Padre Romano
de la villa, valorada en mil cien reales. Casado con María Romera, tuvieron 7 hijos. Precisamente
uno de sus hijos mayores, Miguel de la Cuesta se independizaba del hogar hacia 1718 cuando
adquiría un solar para construirse su vivienda en la calle del Carmen 29, donde instaló el taller y la
tienda como tejedor de paños y lienzos. Como indicábamos al comienzo de su trayectoria,
falleció joven y dejaba tres hijos huérfanos. Desde la muerte de su padre Miguel de la Cuesta el
menor, ejercía como tejedor de lienzos, y en torno a 1750 debió de contraer matrimonio, al
menos en esta fecha aparece como receptor de la dote matrimonial que llevó su mujer María
León, hija de Pedro León, artesano albañil y de María de los Angeles Lario que le entregaron en
adelanto de la legitima, una dote tasada en mil reales.

27 J. AMELANG, “People of the Ribera: Popular Politics and Neighborhood Identity in Early Modern Barcelona”,

citado por J.C. ZOFIO LLORENTE, Las culturas del trabajo en Madrid…, op, cit, p. 762.
28 AHPA, Sección Protocolos, exp. 3293, Prot. 52, p. 31.
29 El solar fue vendido por el presbítero don Amador Cebrián, AHPA; caj 1020, leg. 5, p. 289.

267
Trabajo y curso de vida. Los artesanos de Albacete… Camen Hernández López

Es importante destacar las redes relacionales que en torno al gremio artesanal se tejían. Lo
que Francisco García González denominaba la afinidad “espontánea” que vincula a personas y
familias con similar posición y categoría social 30, se deja ver en cada una de las trayectorias de
vida. Los contactos con vecinos y artesanos, además de una buena situación laboral propiciaron
que a mediados del siglo XVIII los intereses del artesano se moviesen más hacia el mundo agrario
que al menestral. Así, en 1753 Miguel de la Cuesta compraba al tejedor Antonio Sánchez 2500
vides, además a su cuñado y hermana les compró la mitad de una casa de morada tasada en 1106
reales, “haciendo esquina con la calle mayor”. Si bien las ventas entre parientes llevaban
aparejadas otras servidumbres y por ello los precios solían ser más bajos, en este caso el precio se
ajustaba a los valores de venta de inmuebles similares. De hecho, adquirió otra casa en la calle de
La Cruz que fue tasada en 1750 reales. Y ese mismo año compraba al herrero Pedro de Molina un
majuelo de dos mil vides. Su situación fue progresando y en poco tiempo había conseguido una
posición destacada que le permitió en 1754 adquirir más tierra en el lugar de El Salobral tras la
compra de otras dos mil vides. La hacienda aumentó al año siguiente cuando compraba a la viuda
Marta Ramírez 1335 vides de majuelo. Sucesivas escrituras de compraventa se firmaron en los
años siguientes, evidenciando una holgada situación económica. Y, sobre todo, que la inversión
en tierras y en viñedos, era una estrategia muy recurrente entre los artesanos que alcanzaban
ciertas mejoras o ganancias. Estas mejoras y aumentos de capital llevaban aparejados otros
cambios cualitativos, sin duda alguna, el aumento del prestigio y la estima social. Miguel de la
Cuesta, el menor, aparece como fiador en la causa de su cuñado Juan García, preso en la cárcel
“por la corte de los pies de carrasca en el monte de San Pedro, para lo cual se ha ofrecido a dar la
fianza Miguel de la Cuesta y para ello obliga su persona y bienes” 31. Y meses más tarde será
también el fiador del preso Antonio López, labrador en Ontalafia, sobre atribuirle exceso en
haber labrado un haza en el collado de Ontalafia y dando fianza Miguel de la Cuesta de estar a
derecho y entretanto de dicha causa, sea suelto de la prisión 32. Su relación con los grupos de
labradores evidencia de nuevo la estrecha vinculación con la tierra por parte de los artesanos, que
a mediados del siglo XVIII sigue siendo una actividad complementaria, pero tan importante
como el oficio artesano, consecuencia de unas débiles estructuras manufactureras.
Por lo que la situación de muchos tejedores en estos dos siglos se movía entre los
procesos de movilidad descendente y alguna mejora ocasional. Si tradicionalmente se ha
entendido el gremio como la asociación de artesanos unidos por el mismo oficio, las diferencias
en el seno de los mismos eran tan profundas que no podemos afirmar que se trataba de un
colectivo homogéneo, cohesionado.
Podemos decir que en todo este contexto socio-laboral y material había un componente
común que no es otro que las diferencias de capital y de reconocimiento social en el interior de
cada grupo. Pero había algo más, posiblemente el corporativismo de estos grupos, además de las
oportunidades que podía ofrecer para sus artesanos, la pertenencia al gremio proporcionaba
seguridad en sus ventas y trabajos, en algún caso bajo el amparo de la propia Corporación
municipal. Precisamente los maestros alpargateros de esta villa a finales del siglo XVII se
organizaron en rebeldía ante las incursiones de vendedores sin licencia y sin el título requerido.
Antonio Maeso y Lucas Jiménez, en 1685, en nombre del gremio de alpargateros, se
manifestaban a la Corporación municipal contra la venta de alpargates por vendedores no
agremiados, sin licencia de tienda y oficio: “la prohibición a los revendedores de la venta de
alpargates, que se ha causado una enorme rebeldía a causa de estársenos violentando una antigua
posesión y estancados los gremios de nuestro oficio, les acusamos la segunda rebeldía” 33.

30 F. GARCIA GONZALEZ, Las estrategias de la diferencia. Familia y reproducción social en la Sierra (Alcaraz, siglo XVIII),

Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Madrid, 2000, p. 285.


31 AHPA, Sección Protocolos, exp. 3300, leg, Prot 68, p. 2.
32 AHPA, Sección Protocolos, exp. 3300, leg, Prot 68, p. 104.
33 AHPA sección Municipios, exp.537, leg. Gremio de alpargateros.

268
Trabajo y curso de vida. Los artesanos de Albacete… Camen Hernández López

Debido precisamente a las diferencias existentes en el seno de estos grupos, sin duda
alguna, no eran colectivos igualitarios, ni mucho menos. Desde los inventarios de bienes post
mortem, las dotes o los gananciales se evidencian las desigualdades persistentes que, en muchos
de ellos, perduraban toda su vida. Y es que cada oficio, cada artesano, tenía una relativa
autonomía en el modo de organizar y estructurar su trabajo, que derivaba en las diferencias de
capital o de reconocimiento social. Un prestigio que los cuchilleros de la villa de Albacete se
fueron ganando a través de estos dos siglos, registrando una cultura del trabajo de la cuchillería,
creando como diríamos hoy, una marca, un estilo, que les hacía diferentes. Por esta razón
ninguna Pragmática pudo acabar con el oficio, controlado desde comienzos del siglo XVII por
una minoría de maestros, que detentaba el mayor poder y rango en el sector, empeñados en
mantener la reproducción social del oficio, artesanos con una identidad propia y muy marcada,
con una gran formación.

269
El surgimiento de una actividad artesanal. La alfarería… Eduardo Velasco Merino

EL SURGIMIENTO DE UNA ACTIVIDAD ARTESANAL –LA ALFARERÍA EN EL


ARRABAL ZAMORANO DE OLIVARES– A PARTIR DEL ASENTAMIENTO DE
UN CLAN FAMILIAR –LOS CABAÑAS–
Eduardo Velasco Merino
Asociación Benito Pellicero (Zamora)

INTRODUCCIÓN
Las actividades artesanales y ocupacionales minoritarias, con frecuencia, solían estar
ligadas en buena parte de su recorrido histórico a “clanes familiares”, que trasmitían generación a
generación su conocimiento y su “arte”. Un modus vivendi que posibilitaba el que un “linaje”
estuviera sujeto a una actividad profesional durante varias generaciones. La subsistencia y el
modo de vida se adaptaban de tal forma a la economía doméstica del hogar, que todos sus
integrantes asumían un rol participativo en el devenir cotidiano. Este comportamiento llegaba a
convertirse en una herencia mimética que se transmitía de forma continuada de padres a hijos.
La investigación efectuada ha consistido en un análisis familiar y socio-profesional de un
clan familiar de artesanos alfareros —los Cabañas—, que se establecen en uno de los arrabales
zamoranos a finales de la segunda mitad del Setecientos y que, junto a otros agregados
domésticos con los que tienen en común su procedencia y su actividad profesional, establecen las
bases para el asentamiento y el desarrollo de la alfarería moderna y contemporánea en la ciudad
de Zamora.
La supervivencia prolongada del clan nos ha permitido profundizar en el
comportamiento singular y cotidiano de sus integrantes, así como en el conocimiento plural y
evolutivo de los hogares que conforman la red familiar.
El proceso metodológico empleado para la obtención de los objetivos fijados al inicio
de la investigación, se ha basado en un seguimiento genealógico de todas y cada una de las
familias implicadas en este “proceso”, es decir, el de todas las familias alfareras 1. Hemos
efectuado un vaciado nominal de todos los libros sacramentales de la parroquia de San Claudio
de Olivares, al cual hemos de sumar el vaciado parcial de las parroquias de aquellas localidades de
origen de determinados individuos, los pioneros del asentamiento alfarero en Zamora. Además,
estos datos de origen eclesiástico, se han cruzado con aquellos otros procedentes de los diferentes
recuentos de población consultados 2, así como con los protocolos notariales emanados de las

1 “El objetivo es la exploración de las redes de relaciones que se tejen en un contexto determinado, percibir la
creación y el intercambio de vínculos y captar las estrategias elaboradas y seguidas por los propios actores sociales.”
Francisco GARCÍA GONZÁLEZ, “La edad y el curso de la vida. El estudio de las trayectorias vitales y familiares
como espejo social del pasado”, en CHACÓN JIMÉNEZ, F., HERNÁNDEZ FRANCO, J. y GARCÍA
GONZÁLEZ, F. (eds.) Familia y organización social en Europa y América, siglos XV-XX, Universidad de Murcia, Murcia,
2007, p. 96-97.
2 Los recuentos de población vaciados y empleados en esta investigación han sido: para el siglo XVIII, el Catastro del

Marqués de la Ensenada [1752-1753], un padrón de Cahe-Hita de la ciudad de Zamora [1768], las revisiones del
Catastro del Marqués de Ensenada [1770], los datos primarios del Censo de Godoy [1798]; para el siglo XIX, la
matrícula de la Riqueza Industrial de Zamora [1819], los repartimientos de población de los años 1838 y 1842, los
padrones de los años 1860, 1869, 1880 y 1889 y, por último, las matrículas parroquiales de los años 1905, 1935 y
1942. Todos los documentos anteriores se encuentran depositados en el Archivo Histórico Provincial de Zamora
(A.H.P.Za), salvo las matrículas parroquiales que se encuentran en el Archivo Histórico-Diocesano de Zamora
(A.H.D.Za).

271
El surgimiento de una actividad artesanal. La alfarería… Eduardo Velasco Merino

escribanías de Zamora y con la información contenida en los libros de actas del ayuntamiento de
la ciudad. Un ingente corpus documental que nos ha permitido sumergirnos en el interior de los
diferentes agregados domésticos que ostentan el protagonismo del análisis familiar y social
realizado3.
Los actores singulares son “los Cabañas”, aunque no hemos obviado a aquellos
individuos que por su condición de parentesco o vecindad mantienen una estrecha relación con
ellos, si bien, por razones de espacio, no podremos explayarnos en esas relaciones ni en el análisis
de los agregados domésticos ajenos al clan protagonista.

ESPACIO PLURAL Y SINGULAR DE UN ASENTAMIENTO ALFARERO EN


ZAMORA: EL ARRABAL DE OLIVARES
La ciudad de Zamora durante la Edad Moderna estaba flanqueada por cinco pueblas o
arrabales, todos ellos, en este período histórico, con un contingente de población muy escaso. El
arrabal de Olivares tiene, al inicio de la segunda mitad del Setecientos, un total de 264 habitantes,
repartidos en 78 hogares 4.
Su población se caracteriza por una fuerte volatilidad, de tal forma que el flujo de
habitantes que llega y abandona su espacio es una constante. Así, podemos afirmar que este
arrabal se erige como un lugar de tránsito para la población que llega procedente del mundo rural
y la que marcha para asentarse en el casco urbano de la ciudad, lo cual dificulta sobremanera el
seguimiento genealógico de sus vecinos.
El espacio que ocupa la puebla de Olivares es muy reducido [Figura 1] 5. Algunos de sus
linderos naturales —el río Duero y las peñas de Santa Marta, sobre las que se asienta la muralla de
la ciudad— le restan posibilidades a una expansión urbana horizontal. Por ende, su capacidad de
ampliar el número de casas es escasa, quedando la misma reducida a una continua división en
vertical de sus viviendas. Esta carencia de espacios habitables propiciaba que un elevado
porcentaje de los descendientes de las familias vecinas se vieran abocados a abandonar el arrabal.
Además de esta restricción, se observa que los medios de producción imperantes
estaban vinculados al sector primario, mientras que la actividad artesanal tenía una representación
muy escasa, en la que sobresalen dos oficios: la alfarería y la fabricación de tejas; mientras que el
sector terciario es meramente testimonial. Por lo tanto, los medios de producción dominantes en
el arrabal tampoco eran susceptibles de generar nuevos puestos ocupacionales que contribuyesen
a un incremento significativo de la población.

3 “La reconstrucción de los linajes, su seguimiento nominal, la recomposición y anclaje de sus actos y decisiones a

través de complementar la documentación parroquial y la notarial es uno de los ejercicios más gratificantes para un
investigador en su afán de ir más allá del conocimiento anónimo de las estructuras y acercarse a las diferentes
realidades individuales a través de la cuales se puede acceder al grupo o a la familia.” Laureano M. RUBIO PÉREZ,
Arrieros maragatos. Poder, negocio, linaje y familia, siglos XVI-XIX, Fundación Hullera Vasco-Leonesa, Madrid, 1995, p.
47.
4 La población de la ciudad de Zamora, en 1752, es de 7.262 habitantes. José Carlos RUEDA FERNÁNDEZ, Juan

Francisco FERNÁNDEZ VECILLA y Eduardo VELASCO MERINO, “La población zamorana, siglos XVI-XIX”
en AA.VV. Historia de Zamora, T. II: La Edad Moderna, Diputación de Zamora, Zamora, 1995, p. 268. La del conjunto
de sus cinco arrabales de 1.258. Eduardo VELASCO MERINO, “La evolución demográfica de los arrabales de la
ciudad de Zamora durante las 2ª mitad del S. XVIII” en Actas del Primer Congreso de Historia de Zamora. T. 4. Moderna y
Contemporánea, Instituto de Estudios Zamoranos “Florián de Ocampo”, Zamora, 1993, p. 162.
5 Archivo Cartográfico y de Estudios Geográficos. Centro Geográfico del Ejército, Sección de documentación, nº

339. Plano de la plaza de Zamora con los proyectos de las obras provisionales que se proponen para su defensa.
Zamora, 11 de Marzo de 1766. Juan Martin Zermeño

272
El surgimiento de una actividad artesanal. La alfarería… Eduardo Velasco Merino

Figura 1. Arrabal de Olivares. Detalle del plano de la ciudad de Zamora de Juan Martín Zermeño (1766). [La
línea roja señala el perímetro del arrabal de Olivares]

Aunque en el arrabal de Olivares se localizaban otros representantes del sector


secundario de la economía, en concreto, aquellos que tienen una relación directa con las aceñas
ubicadas en el propio arrabal, serán los alfares y tejares los que propicien que sus titulares, así
como sus descendientes, tengan un asentamiento más prolongado en el arrabal, pues ambas
actividades se trasmitían, generación tras generación, de padres a hijos fidelizando su arraigo en el
arrabal. Por el contrario, aquellos otros oficios, cuyos medios de producción eran de propiedad
eclesiástica y, por ende, sus titulares tenían la condición de arrendatarios, no iban a estar nunca
ligados a unas genealogías familiares perdurables y prolongadas.
El espacio singular del hogar alfarero era la casa-taller. Desde su establecimiento, y hasta
su desaparición definitiva, los alfares estuvieron ubicados en el interior de las casas en las que
residían los alfareros con sus respectivas familias. En éstas, amén de la vivienda y el taller, se
encontraban las diferentes dependencias que el maestro precisaba para el desempeño de su
trabajo y el de sus aprendices, e incluso, en las mismas se comercializaba la alfarería que
producían.
Con el trascurrir del tiempo comenzaron a aparecer algunas dificultades como
consecuencia de la reducción del espacio, propiciado éste por la división de las casas-taller. La
segregación de las mismas era consecuencia del sistema imperante del reparto igualitario de la
herencia. Así, a la muerte del alfarero, el inmueble era dividido entre sus herederos, lo cual
favorecía el surgimiento de espacios minúsculos. Las nuevas dependencias eran incapaces de
cumplir la doble funcionalidad primitiva de la casa-taller. Para solventar esta insuficiencia de
espacio, el heredero o herederos, continuadores de la tradición artesanal del progenitor alfarero,
solía adquirir a sus hermanos la parte de la casa que les había correspondido en herencia y, de esta

273
El surgimiento de una actividad artesanal. La alfarería… Eduardo Velasco Merino

forma, volver a la configuración espacial anterior 6. Esta práctica habitual explica que la
generalidad de las operaciones de compra-venta, que efectuaban los alfareros de Olivares, se
realizará en el seno de su red parental.
La mayoría del resto de las operaciones de compra-venta, que trascendían el nivel de
consanguinidad y afinidad de la red familiar, solían restringirse al ámbito ocupacional. Era
frecuente, que un alfarero adquiriera la casa-taller de aquellos otros fallecidos, cuyos herederos no
daban continuidad a la actividad artesanal de su progenitor, o cuando el desaparecido carecía de
descendientes directos.
Así, podemos concluir: que las transacciones de bienes raíces que protagonizaban las
diferentes familias alfareras de Olivares, se enmarcaban en un “mercado endogámico” de índole
familiar y ocupacional.
Por último, apuntar que los alfares ubicados en Olivares se concentraban en dos puntos
concretos del arrabal: uno, junto a la iglesia parroquial, en la calle Cerrada de las Campanas; y el
otro, en la calle El Arenal. En el primero de ellos llegamos a encontrar, a partir de los recuentos
de población consultados, que en determinados espacios de tiempo todos sus vecinos eran
alfareros y pertenecían al clan de “los Cabañas”.
En la actualidad, cuando la “alfarería de Olivares” es un vago recuerdo de una
desaparecida actividad popular, permanece en el arrabal la denominación de “Pasaje de Lucas
Cabañas”, aunque la mayoría de sus vecinos desconocen la identidad de este personaje.

LOS ALFAREROS PIONEROS


El asentamiento de los primeros alfareros en el arrabal de Olivares tiene lugar en la
primera mitad del Setecientos. El pionero en establecerse en la ciudad iba a ser José Valderías.
Aunque ignoramos la fecha exacta de su llegada, nos consta, a partir del asiento del acta de
bautismo de su hijo Gregorio, que ya residía en el arrabal en 1734. Natural de Jiménez de Jamuz 7,
localidad en la que contrae sus dos primeros matrimonios, en 1727 con Petrona Tocino y en 1730
con Isabel de las Casas. Posteriormente, en 1754, contrae terceras nupcias con Manuela Cordero
Álvarez. Antonio Cabañas será el segundo cabeza de familia en asentarse en Olivares. Al igual
que su predecesor, también es jimieniense, aunque había estado residiendo algunos años en la
localidad zamorana de Pozoantiguo, en la que nacerán los cuatros hijos que le acompañan a su
llegada a Zamora.
En la documentación del Catastro del Marqués de la Ensenada figuran dos “bañeros”:
José Valderías y Antonio Cabañas; y un “alfarero”, Alonso de las Casas, natural de la localidad
leonesa de San Mamed y San Pelayo. Alonso era sobrino de la segunda esposa de José Valderías y
se inició en este oficio en el alfar de su tío. En 1752 se casa en Olivares, en su iglesia parroquial
de San Claudio, con Agustina de Tábara, natural de Montamarta (Zamora).
Ignoramos el motivo o las causas que propiciaron la llegada de estos primeros alfareros,
aunque es factible que en este proceso migratorio se conjugarán al unísono los factores de
“expulsión” y “atracción” 8. La causa del abandono de su localidad de origen vendría como

6 “Junto al concepto de familia se encuentra también el de casa (…) la casa hay que interpretarla como un
archipiélago de unidades familiares dispersas por calles y barrio (…). Una vertiente y realidad muy plástica y, a la vez,
muy urbana es la de la casa que se divide, se vuelve a unificar, incorpora partes de la casa vecina y cede de la
originaria …”. Francisco CHACÓN JIMÉNEZ. “Familias, sociedad y sistema social. Siglo XVI-XIX”, en Francisco
CHACON y Joan BESTARD (dirs.). Familias. Historia de la sociedad española (del final de la Edad Media a nuestros días),
Cátedra, Madrid, 2011, p. 337.
7 Concha CASADO LOBATO, “Artesanía popular leonesa: la alfarería de Jiménez de Jamuz” en Tierras de León,

XIX, nº 36-37, 1979, pp. 111-121.


8 Jan DE VRIES. La urbanización de Europa 1500-1800, Crítica, Barcelona, 1987, p. 279.

274
El surgimiento de una actividad artesanal. La alfarería… Eduardo Velasco Merino

consecuencia del desmesurado número de alfareros en Jiménez de Jamuz 9, lo que hacía ya


inviable el incremento de alfares en esta pequeña localidad leonesa. Una vez que algunos
individuos optan por emprender la senda emigratoria, aparece el interrogante de dónde
establecerse. Aquí, entra en acción el otro factor, el de la atracción y parece evidente, que las
oportunidades eran más amplias en un entorno urbano que en uno rural, y en particular en
aquellas ciudades, como Zamora, en las que la actividad alfarera era residual.
A los factores apuntados cabe añadir el que denominaremos “efecto llamada” 10. El
protagonista principal de este agente iba a ser el pionero de todos ellos, José Valderías, ya que la
llegada de los siguientes alfareros –Antonio Cabañas y Alonso de las Casas– se la podríamos
imputar al asentamiento inicial de éste. Éstos y otros posteriores, posiblemente conocedores del
vacío existente en la ciudad de Zamora de este tipo de artesanos, deciden emprender el camino
hasta esta ciudad, estableciéndose no en un lugar cualquiera de la misma sino en el mismo arrabal
en el que residía el supuesto informante.

EL CLAN DE “LOS CABAÑAS”


El patriarca inicial de la saga en Zamora iba a ser Antonio Cabañas Prieto, hijo de José
y Ana, que contrae matrimonio, a la edad de veintidós años, en su localidad natal el quince de
enero de 1733 con Águeda Vivas Pérez, paisana suya, que tenía en el momento del enlace
matrimonial veinticuatro años. Los bienes que aportan ambos cónyuges al matrimonio, tal y
como manifiesta Antonio en el testamento que escritura en 1768 11, tenían una valoración
aproximada de cuatrocientos cincuenta reales, si bien en el testamento que ella otorga en 1772 12
manifiesta que, en el momento de casarse, ambos eran “pobres”.
A su llegada a Olivares, el hogar de Antonio estaba formado por el matrimonio y cuatro
hijos –Lázaro, Benito, José Ramón y Bernarda Antonia–, todos ellos nacidos en Pozoantiguo, ya
que su primogénita –Escolástica–, nacida en Jiménez de Jamuz, había fallecido prematuramente.
Fijan su residencia inicial, en régimen de arrendamiento, en una casa ubicada en la calle
Larga, propiedad de Manuel Treitiño, al que le abonan una renta anual de treinta y ocho reales.
Posteriormente adquieren una vivienda en la calle Nueva en la que este matrimonio permanecerá
hasta el final de sus días.
Los tres hijos varones de Antonio iban a ejercer de alfareros en Olivares, mientras que
su hija Bernarda Antonia no iba a dar continuidad a la tradición familiar, puesto que su primer
cónyuge, Francisco Vidal, ejercía de tejero, y el segundo, Manuel Francisco Tascón, era hortelano.
Lázaro, que se casa en agosto de 1754, será el primero en abandonar el hogar paterno.
Su cónyuge, Manuela, era hija del alfarero José Valderías. Este primer enlace, entre vástagos de
alfareros, será el que dé inicio el sistema endogámico de matrimonios entre descendientes de los
alfareros asentados en el arrabal de Olivares.
Lázaro, que accede al matrimonio a la temprana edad de diecinueve años, iba a ser
propietario de su propio alfar, en el cual se iba a ejercitar como aprendiz su cuñado Gregorio
Valderías. Posiblemente, la relación de maestro y aprendiz, además de su nexo de parentesco,
llevó a ambos individuos a mantener una estrecha relación que se pone de manifiesto, pocos años

9 Según las RR.GG. del Catastro de Ensenada, esta localidad tiene un total de 72 vecinos, de los cuales 42 son
alfareros.
10 “El «efecto llamada», el reclamo de familiares y paisanos, efectuado por los emigrantes pioneros que desde el

destino informan a los que quedaron en el origen, animándoles con su experiencia a emigrar y ofreciéndoles ayuda en
el destino.” Rocío GARCÍA ABAD. “Las redes migratorias entre el origen y la Ría de Bilbao a finales del siglo XIX:
una aproximación metodológica”, Revista de Demografía Histórica, XX, I, 2002, segunda época, pp. 21-51, p. 27.
11 A.H.P.Za. Notariales. Leg. 2.159, fols. 298-r y ss. Año 1768.
12 A.H.P.Za. Notariales. Leg. 2.163, fols. 62-r y ss. Año 1772.

275
El surgimiento de una actividad artesanal. La alfarería… Eduardo Velasco Merino

después, cuando ambos hacen un frente común contra José Valderías, suegro y padre
respectivamente, como consecuencia de las desavenencias surgidas en torno a la herencia de la
esposa de éste. El conflicto se salda con una escritura de apartamiento13 por la que Lázaro, en
representación de su esposa, y Gregorio reconocen que la legítima materna, que les correspondía
por la muerte de Isabel de las Casas, era correcta y ajustada a derecho.
Lázaro, en compañía de su cónyuge, abandona el arrabal para asentarse en Talavera de la
Reina, dejando a su único hijo, Benito, en compañía de sus abuelos paternos. Todos los
componentes de este hogar van a desaparecer sin que ninguno diera continuidad al trabajo
alfarero.
Benito será el segundo en abandonar el hogar paterno. Contrae matrimonio, el doce de
noviembre de 1760, con Ángela María Martín Rodríguez, natural de Olivares e hija de un tejedor.
Fruto de este matrimonio iban a nacer siete hijos: Alonso, Bernarda, Atilana, Manuela, Antonio,
Ángela y Josefa María.
Al igual que su progenitor, Benito Cabañas iba a ejercer de alfarero y como tal figura en
los censos de 1768 y 1770. En el último de éstos, junto a su mujer y su dos hijos, aparece un
quinto integrante del hogar, se trata de un criado, Luis de las Casas, hijo del también alfarero
Alonso de las Casas. Se repite, al igual que sucede en el alfar de su hermano, que los hijos de los
alfareros realizan su aprendizaje, o al menos una parte del mismo, en los alfares ajenos a los de
sus progenitores.
Después del fallecimiento de su esposa, Benito contrae segundas nupcias, el diecinueve
de junio de 1776 en la parroquia zamorana de San Antolín, con Alfonsa Emperaile García, hija de
un panadero, vecino de la mencionada parroquia. Fruto de este segundo matrimonio nacerán
cinco hijos, aunque todos ellos, excepto José Toribio, van a fallecer siendo aún párvulos.
En el momento de su muerte, que tiene lugar en junio de 1801 como consecuencia de
un ataque de apoplejía, tan sólo sobreviven dos hijos 14: Antonio, hijo del primer matrimonio; y
José Toribio, hijo del segundo. Ambos ya estaban casados en esta fecha, y al igual que su padre,
iban a ejercer como alfareros contribuyendo así a dar continuidad a la tradición ocupacional de la
familia.
A partir de la documentación procedente de la revisión del Catastro conocemos que su
casa se encontraba ubicada en la calle Cerrada de las Campanas, la cual había recibido en herencia
de su suegro. Un patrimonio que paulatinamente fue incrementando de forma sustancial: de una
parte, a través de herencias recibidas; y de otra, a partir de las compras efectuadas en el transcurso
de su vida. La singularidad de habitar una vivienda en esta calle, en la que tenía establecido su
alfar, no es insustancial, pues a partir de este individuo, el asentamiento de los descendientes de
los Cabañas en esta calle va a perdurar hasta el primer tercio del siglo XX. En 1899, el
Ayuntamiento para honrar a uno de los descendientes de esta Saga, acuerda cambiar la
denominación de la calle 15, la cual pasará a denominarse “Lucas Cabañas”, denominación que aún
se mantiene.

13 A.H.P.Za. Notariales. Leg. 2.777, fols. 323-r y ss. Año 1760.


14 En el testamento, que otorga el 8 de octubre de 1799, especifica que ha entregado a su hijo Antonio la legítima
materna y como anticipo de la paterna le tiene entregados 3.000 reales, cantidad que posiblemente hiciera efectiva en
el momento en el que éste contrajo matrimonio. Respecto a la legítima del otro hijo, José, no figura referencia alguna,
lo cual se explica porque en el tiempo de escriturarse este documento aún no había contraído matrimonio, y por ser
menor de 25 años nombró a su esposa, Ildefonsa Emperaile, como su tutora y curadora. A.H.P.Za. Notariales. Leg.
2.788, fols. 760-r y ss. Año 1799.
15 A.H.P.Za. Secc. Municipal, L.A. nº 258, fol. 346-v (sesión del 6 de noviembre de 1899). “Homenaje al exconcejal

Don Lucas Cabañas. De conformidad con la proposición de varios señores concejales, admitida en sesión de 16 de
octubre pasado y con la propuesta acerca de la misma por la Comisión de Hacienda y el Ayuntamiento acordó en
justo homenaje al que en vida fue digno y celoso concejal y honrado ciudadano, Don Lucas Cabañas, conceder a la

276
El surgimiento de una actividad artesanal. La alfarería… Eduardo Velasco Merino

Benito será el primero de los Cabañas que iba a desempeñar un cargo público. En 1780
es nombrado “alcalde de barrio” del arrabal 16, un empleo que también iban a ostentar en años
posteriores otros descendientes del “clan” —Antonio Cabañas, Diego Cabañas, José Cabañas,
(…), e incluso el aludido Lucas Cabañas —.
Bernarda será la siguiente en emanciparse, lo hará al contraer matrimonio el veintiséis de
noviembre de 1763 con Francisco Vidal Gregorio, de oficio tejero. Este matrimonio, entre
descendientes que provienen de hogares alfareros y tejeros, va a significar el punto de concordia
inicial entre los representantes de los dos colectivos artesanales con mayor arraigo en el arrabal
durante los siglos XVIII y XIX.
Viuda de su primer marido contrae segundas nupcias, el doce de agosto de 1769, con
Francisco Tascón González —hortelano—. Sus descendientes: tres hijas de su primer enlace
matrimonial; y dos del segundo, van a permanecer ajenos al mundo alfarero, pues los dos que
alcanzan la edad de adultos —Ignacia y Cipriano— no van a tener relación alguna con el mundo
alfarero.
José Ramón, el menor de los hijos de Antonio Cabañas, se casa el tres de junio de 1767
con Águeda Martín Rodríguez, hija de un tejedor del arrabal y hermana de la esposa de su
hermano Benito. Siguiendo con la tradición familiar ejerce también como alfarero en Olivares,
aunque ninguno de sus descendientes, todas mujeres, darán continuidad al oficio.
En los alfares de los Cabañas, como ya hemos apuntado anteriormente, ejercieron su
aprendizaje algunos miembros de otros clanes alfareros —Gregorio Valderías y Luis de las
Casas— y, también trabajaron en ellos, en calidad de criados, otros individuos, algunos de los
cuales, como es el caso de Isidoro Paredes, terminaron emparentando con integrantes del clan.
La incorporación de criados, integrándose en los alfares, constituye una de las pocas vías
de permeabilidad del clan. El mencionado Isidoro Paredes, natural de Burgos, se casa en
septiembre de 1770 con Escolástica Vivas Hernández, sobrina de Antonio Cabañas. Otra
admisión es la que protagoniza José Romeo, natural de la localidad zaragozana de Villafeliche,
que en julio de 1819 contrae matrimonio con Alfonsa Ignacia Cabañas Juárez.

&&&
Los integrantes de la segunda generación del clan, los nietos de Antonio Cabañas Prieto,
nacen todos ellos en Olivares. Los continuadores de la tradición alfarera serán: Antonio y José
Toribio, ambos hijos de Benito y de sus dos respectivas mujeres. Antonio, nacido del primer
matrimonio con Ángela Martín, y José Toribio hijo de su segunda esposa, Ildefonsa Emperaile.
Antonio Cabañas Martín contrae matrimonio, en julio de 1791, con Josefa Silva San
Martín, vecina del arrabal de San Lázaro. Fruto de esta unión conyugal nacerán siete vástagos,
aunque tan sólo sobreviven tres —Diego, Bernarda y Nicolasa—, mientras que el resto fallecen
siendo aún párvulos.
La situación económica de este alfarero debió de ser bastante holgada. Además de las
compras de tierras que efectúa, con frecuencia lo encontramos ejerciendo como fiador de
diferentes personas, en su mayoría relacionadas con la comunidad alfarera, lo que viene a sumar
un eslabón más a la tupida red social que se teje en el seno del colectivo alfarero de Olivares.
Su oficio iba a encontrar continuador en la persona de su hijo Diego. Por lo que se
refiere a sus hijas: Bernarda, contraerá matrimonio con Juan Antonio Martín de la Iglesia, hijo y

memoria de éste, una sepultura en propiedad con todos los gastos anejos; y dar el nombre de “Lucas Cabañas” a la
calle Campanas del barrio de Olivares”.
16 A.H.P.Za. Secc. Municipal, L.A. nº 152, fol. 189-r [sesión del 31 de diciembre de 1779].

277
El surgimiento de una actividad artesanal. La alfarería… Eduardo Velasco Merino

nieto de tejeros, ocupación que el mismo llegará a desempeñar; mientras que Nicolasa se casará
con Benito Sobrino, molinero. La solvente situación de esta familia se ve refrendada en los
matrimonios que contraen sus vástagos, ya que todos los tres van a emparentar con
descendientes de familias de una posición socio-económica muy acomodada.
Antonio muere en 1833. Su esposa, Josefa, vivirá a partir de esta anualidad, y hasta su
fallecimiento en 1837, en el hogar de su hija Nicolasa, a la que en su testamento 17 mejora en el
tercio y el quinto de sus bienes.
José Toribio Cabañas Emperaile, hermanastro del anterior, se casa en noviembre de
1800 con Manuela Juárez Vidal, natural, al igual que su cuñada, del arrabal de San Lázaro. Esta
pareja iba a tener una numerosa descendencia, diez hijos, tres de los cuales fallecen siendo
párvulos y un cuarto durante su etapa de juventud. En cuanto a los seis que alcanzan la edad de
adultos, nos consta que dos de ellos —Diego y José Pablo— dan continuidad a la tradición
ocupacional el “clan”, y que una de sus hijas —Alfonsa Ignacia— se casa con el también alfarero
José Romeo Pascual, por lo que ésta también contribuye a dar continuidad a la actividad artesanal
familiar.
José Toribio muere en diciembre de 1837, mientras que su esposa había fallecido el
veintiuno de enero de 1836.

&&&
En la última década de la primera mitad del siglo decimonónico encontramos como
titulares de alfares, según se observa en el padrón confeccionado en 1842, a los integrantes de la
tercera generación de la saga: Diego Cabañas Silva y sus primos, José Pablo y Diego Cabañas
Juárez. Además de éstos, también figura como alfarero el mencionado José Romeo Pascual. Los
titulares de esta generación encarnan el establecimiento centenario de la saga Cabañas en el
arrabal zamorano.
Diego Cabañas Silva contrae matrimonio, en agosto de 1816, con Ignacia Martín
Valencia, natural de Olivares e hija de Esteban Martín —labrador— y Juana Valencia. Un enlace
que se vio truncado en poco más de un lustro, pues ella fallece en julio de 1823. Fruto de este
enlace matrimonial nacerán tres hijos: Ildefonso, Vicenta y Benito, aunque ninguno de ellos
ejercerá el oficio de su progenitor. Diego se casa en segundas nupcias con Isabel Martínez, con la
que llega a tener una abundante prole, seis hijos y cuatro hijas. De ellos, cuatro —Juan de Mata,
Jacinto Saturnino, Benito y Agustín— acabarán ejerciendo el oficio de alfarero, por lo que la
contribución de sus descendientes a la tradición alfarera familiar la podemos calificar de
sobresaliente.
Su familia habita durante bastante tiempo en la vivienda que sus ancestros poseían en la
calle Cerrada de las Campanas, pero en 1835 permuta la misma por otra ubicada en la calle Larga,
cuyos propietarios eran el matrimonio formado por José Alonso y Manuela Fernández Cabañas,
biznieta, al igual que Diego, del primer Cabañas, Antonio Cabañas Prieto. Esta operación de
trueque, así como otras de compra venta, era una práctica habitual entre los integrantes del clan,
la cual, en no pocas ocasiones, se hacía extensible también al resto de hogares alfareros. Por lo
tanto, las transacciones comerciales de los bienes raíces de los alfareros zamoranos se solían
circunscribir al interior de la propia comunidad artesanal.
Diego e Isabel otorgan, en enero de 1842, un testamento conjunto 18, lo cual era bastante
inusual, pues lo habitual era que cada persona otorgase un testamento individual. Él fallece,

17A.H.P.Za. Notariales. Leg. 2.924, fols. 87-r y ss. Año 1837.


18Hemos localizado para la población del arrabal un total de 354 testamentos, de los cuales, 22 son conjuntos, lo que
arroja un porcentaje de un 6,2 por ciento.

278
El surgimiento de una actividad artesanal. La alfarería… Eduardo Velasco Merino

víctima del cólera, en agosto 1855, mientras que su esposa morirá casi una década después, en
abril de 1864.
Diego Cabañas Juárez, hijo de José Toribio y Manuela, se casa en la parroquia de San
Lázaro en septiembre de 1830 con Gerónima Pérez Prada. Estos consortes tendrán una docena
de hijos, aunque la mitad fallece siendo aún párvulos. Los seis supervivientes, cinco mujeres y un
hombre, contraen todos ellos matrimonio en Olivares, aunque tan sólo permanecerán viviendo
en el arrabal tres de ellos: Josefa y Gregoria, que se casan con sendos alfareros 19, y Lucas, que será
el continuador más destacado del clan alfarero de los Cabañas.
Aunque su aportación al matrimonio, tal y como manifiesta en su testamento, fue nula,
su actividad laboral le debió reportar unos ingresos importantes, pues nos consta que adquiere
diferentes inmuebles en el propio arrabal. El motivo que le impulsó a la compra de varias casas
pudo ser el deseo de concentrar de nuevo la casa taller de sus progenitores, la cual, a la muerte de
éstos, se había fraccionado en cuatro partes que habían heredado sus hijos. Así, en 1844 20 compra
dos partes de la antigua casa paterna a sus hermanos José y Antonia, culminando su operación en
1852, año en el que adquiere la tercera parte que le restaba a su hermano Silvestre.
Diego muere en 1864 como consecuencia de una afección pulmonar, y esposa fallecería
dos años más tarde, víctima de una pulmonía.
Este alfarero va a encarnar el paradigma de la solidaridad familiar, tal y como
detallaremos a continuación, la cual se manifestará como una de las características clave para el
mantenimiento y el sostenimiento de los Cabañas.
José Pablo Cabañas Juárez, al igual que su hermano mayor, se casa —en diciembre de
1841— con una vecina el arrabal del San Lázaro, María Florentina Matilla García. Fruto de este
matrimonio nacerán once vástagos. Al menos seis de ellos alcanzan la etapa de adultos, aunque de
éstos, tan sólo uno, Manuel, dará continuidad a la tradición alfarera familiar. Ni su hermano
Prudencio, ni sus hermanas iban a tener relación ocupacional alguna con la alfarería.
A los pocos años de casarse adquiere dos casas: una, en 1845; y la otra, en 1847. La
compra de éstas no tendría mayor trascendencia si no fuera porque ambos propietarios eran
integrantes del “clan”. La primera, se la compró al matrimonio formado por José Alonso Alonso
y Manuela Fernández Cabañas, los cuales se la habían adquirido a su hermano, Diego Cabañas
Juárez. Los propietarios de la segunda casa, adquirida en 1847, eran Tomás Pastor y su esposa
Bernarda Cabañas Silva —prima de José Pablo—, los cuales se habían hecho propietarios de la
misma mediante un trueque con Benito Sobrino y su esposa, Nicolasa Cabañas Silva —hermana
de Bernarda e igualmente prima de José Pablo—. Esta serie de operaciones comerciales, como
apuntábamos anteriormente, entre los integrantes de la red parental de los Cabañas fue una
constante que iba a perdurar durante los dos siglos de existencia del “clan” en Olivares.
El segundo lustro de la década de los años cuarenta fue una etapa de solvencia
económica para este alfarero y su familia. Sin embargo, la siguiente década tuvo un signo
totalmente opuesto. Sus dificultades económicas le llevan a solicitar en 1855 dos préstamos: uno,
por un importe de tres mil reales, para remediar “sus urgencias”; y el otro, de mil ciento setenta
reales “para remedio de su casa”. No obstante, estos empréstitos no debieron surtir los efectos
deseados, y un año después, se ve abocado a poner en venta su casa.
La operación de compra venta de la misma que era, al unísono, centro de trabajo y
residencia familiar, va a poner de manifiesto la solidaridad imperante en el seno del clan. El
veintisiete de octubre de 1856 se escritura el documento de venta de la casa-taller, cuyo

19 Josefa contrae matrimonio con Andrés Antón Martín, mientras que Gregoria lo hará con Luis Bruno Pereira.
Ambos individuos figuran como alfareros en el Censo de 1860.
20 A.H.P.Za. Notariales. Leg. 8.113, fols. 21-r y ss. Año 1760.

279
El surgimiento de una actividad artesanal. La alfarería… Eduardo Velasco Merino

comprador fue su hermano Diego Cabañas; el importe de la operación se cifra en seis mil reales.
Ese mismo día, Diego, arrienda el bien adquirido mediante otra escritura notarial a su yerno, Juan
Núñez, y éste se la entrega en usufructo a su tío, y anterior propietario, José Pablo Cabañas, al
tiempo que se compromete a entregarle un salario, a él y a su esposa María Florentina, para que
continúen ejerciendo la actividad alfarera en el taller que había sido de su propiedad 21.
Esta compleja operación de compra, arrendamiento, cesión y contratación sirvió para
mitigar la caótica situación económica del hogar de José Pablo. Algunos años después, en 1859,
éste recompra a su hermano Diego la casa que le había vendido, si bien ahora la adquiere por la
mitad del precio —3.000 reales—. Así, su hermano, en otra demostración de solidaridad familiar,
accede a venderle la casa-taller por la mitad de lo que él le había pagado tres años antes.
No obstante, y a pesar de las ayudas familiares, este alfarero no llegó a sortear nunca sus
penurias económicas. Tres meses antes de fallecer, vende a su hijo Prudencio la casa en la que
habita con la condición de mantener el usufructo de la misma mientras viva. Además, en la
escritura de obligación que otorga a su hijo, once días después de escriturarse la venta de la casa,
éste se compromete a dispensarle los cuidados y la alimentación que precise, amén de entregarle
los primeros días de cada mes y hasta el momento de su muerte, la cantidad de quince pesetas.

&&&
En el primer recuento de población de la segunda mitad del siglo decimonónico —
1860—figuran como nuevos alfareros, integrantes del “clan”, lo siguientes individuos: Juan
Cabañas Martín y, su hermanastro, Jacinto Saturnino Cabañas Martínez, ambos hijos de Diego
Cabañas Juárez; Luis Bruno Pereira y Andrés Antón Martín, esposos respectivamente de las
hermanas Gregoria y Josefa Cabañas Pérez; y, por último, Miguel Cerrón Prada, casado con
Mónica Tomasa Romeo Cabañas.
Con esta importante representación, “los Cabañas” se iban a garantizas su presencia en
Olivares durante las décadas siguientes. Una presencia que fue efectiva, tal y como hemos podido
constatar a través de los diferentes censos que se elaboran en la segunda mitad del siglo. Si bien la
trayectoria de la genealogía comienza a bifurcarse en múltiples ramas, aunque en una buena parte
de las mismas, el apellido “Cabañas” queda relegado a unas posiciones que desaparece de la
información documental. No obstante, la metodología genealógica de reconstrucción familiar
empleada nos ha permitido verificar el seguimiento de la totalidad de los integrantes del clan que
ejercieron como alfareros en el arrabal zamorano hasta la desaparición de esta actividad artesanal.
Sin embargo, no disponemos del espacio suficiente para reseñar los datos biográficos y
la trayectoria socio-ocupacional de todos y cada uno de los integrantes de los Cabañas en el
último tercio del siglo XIX y el primero del siglo XX. Por ello, para concluir el análisis
individualizado de sus integrantes nos centraremos tan sólo en la figura de Lucas Cabañas Pérez,
el alfarero más “insigne” del clan en su trayectoria histórica en la ciudad de Zamora.
Lucas 22 Cabañas Pérez, hijo de Diego y Gerónima, nace en Olivares el once de febrero
de 1838. En julio de 1867 contrae matrimonio con Ángela Rábano Blas, natural de la localidad
zamorana de San Cebrián de Castro, aunque su madre —Francisca— y sus abuelos maternos —

21 “La propiedad, hoy día un bien material que enlaza a individuos a través del mecanismo algo impersonal del
mercado, era en la sociedad preindustrial una institución para asegurar la cohesión de un conjunto de personas que
reconocían alguna obligación de solidaridad entre ellas.” James CASEY, “La conflictividad en el seno de la familia”,
Estudis. Revista de Historia Moderna, nº 22, 1996, p. 9.
22 Aunque pueda ser interpretado como anecdótico, aunque no exento de significado, el que a este descendiente se le

impusiera el nombre de Lucas –lo encontramos en 1752 en Jiménez de Jamuz y nunca antes se había utilizado en el
arrabal de Olivares–, lo que viene a demostrar que en la “memoria colectiva” del clan se mantienen latentes las raíces
familiares de sus ancestros jiminiegos.

280
El surgimiento de una actividad artesanal. La alfarería… Eduardo Velasco Merino

Tomás y Andrea— eran naturales del propio arrabal. Fruto de este enlace matrimonial iban a
nacer diez hijos, sin embargo, ninguno de ellos alcanzará la adolescencia, pues todos fallecen
prematuramente. Lucas iba a quedar viudo el treinta y uno de agosto de 1885, fecha en la que
fallece su esposa Ángela, víctima del cólera. Dos años más tarde, contrae segundas nupcias con
Decorosa María Bernardino Venayas, natural de Tapioles (Zamora), aunque era vecina del arrabal
de San Frontis. Fruto de este segundo matrimonio nacerán cinco hijos, aunque tan sólo tres de
ellos logran sobrevivir.

Figura 2. Decorosa María Bernardino Venayas, segunda esposa de Lucas Cabaña

Lucas, continuador de la tradición alfarera familiar, amén de su ocupación artesanal


también tuvo un destacado “protagonismo político”, ya que llegó a ejercer como concejal en el
consistorio zamorano 23. Además de concejal, había ocupado con anterioridad el cargo de “alcalde
de barrio”, empleo que como hemos señalado también habían desempeñado otros integrantes del
clan familiar.
Lucas, que había quedado de nuevo viudo en diciembre de 1898, fallece el tres de
octubre de 1899.

A MODO DE CONCLUSIÓN FINAL


Desde su asentamiento en el arrabal de Olivares, en la primera mitad del Setecientos,
hasta su desaparición, sobrepasado el primer tercio del Novecientos, los diferentes miembros, así
como sus respectivas familias, que integran el “clan de los Cabañas” son transmisores y herederos
de unas pautas de comportamiento, tanto en el ámbito socio-familiar como en el ocupacional,
que sirvieron de base y garantizaron la supervivencia del clan familiar. El devenir histórico de los
“Cabañas” no se puede disociar de la actividad alfarera de Olivares, y aunque la cerámica que un
día salió de los alfares zamoranos del pequeño arrabal de Olivares no fue un monopolio de esta
saga familiar, resultaría imposible analizar y explicar la evolución de esta actividad artesanal al
margen de los integrantes de las familias de los Cabañas.
El análisis y el estudio circunscrito a un clan específico, el que nos ocupa de los
Cabañas, no supone que el mismo sea una observación diferenciada y exclusiva, es tan sólo una

A.H.P.Za. Secc. Municipal, L.A. nº 243, fol. 91-v. Año 1884. Figura, junto a otros miembros de la Corporación
23

Municipal, encargado del área de paseos y montes.

281
El surgimiento de una actividad artesanal. La alfarería… Eduardo Velasco Merino

aplicación metodológica, cuya finalidad nos ha servido para aproximarnos al conocimiento de una
comunidad artesanal integrada por una pluralidad de familias. Así, los comportamientos y las
señas de identidad de este linaje familiar son susceptibles de extrapolarse al resto de familias que
constituían la histórica comunidad socio ocupacional de los alfareros zamoranos.
Durante la sucesión descriptiva de la genealogía familiar de “los Cabañas” ya hemos
mencionado algunos de los rasgos más definitorios y determinantes. Ahora, tan sólo vamos a
enfatizar aquellos que consideramos más significativos.
Así, queremos resaltar el carácter cerrado de la comunidad alfarera, la permeabilidad del
aprendizaje de este oficio era muy escasa, y tan sólo iba a ser sorteada por unos pocos individuos
que eran incorporados como criados a los diferentes alfares. Una admisión, que en un principio
tiene un carácter estrictamente profesional, y que posteriormente, en un buen número de casos,
acaban formando parte de las familias que integran la comunidad alfarera 24.
Aunque los alfareros constituyesen una “comunidad cerrada”, ello no supone que su
comportamiento social, en su entorno vecinal inmediato, fuese de aislamiento, pues su
compromiso y su participación en la cotidianeidad vecinal fue equiparable a la del resto de las
familias asentadas en el arrabal de Olivares. Los Cabañas, así como el resto de los integrantes de
las familias alfareras, participan de una forma activa en el arrabal, tanto en las organizaciones
sociales, ocupando el cargo de “alcalde de barrio”, como en las eclesiásticas, ejerciendo como
“mayordomos” de las cofradías que existían en la parroquia del arrabal. En cuanto a las relaciones
socio-ocupacionales con otros oficios artesanales, destacar que las más estrechas las mantienen
con los tejeros, otro colectivo con una dilatada trayectoria, similar a la de los alfareros, en el
arrabal zamorano.
En el plano demográfico es evidente la existencia de una estrategia concebida en el seno
de estas familias. En los años iniciales de su asentamiento la estrategia de las primeras familias
alfareras, cuando el número de éstas era exiguo, se basaba en que sus descendientes contrajesen
matrimonios entre sí. Con posterioridad, cuando su número aumenta y la estabilidad económica
de las mismas está consolidada, la estrategia matrimonial se relaja, aunque nunca llega a
desaparecer de una forma total. En esta segunda fase, garantizado el concierto matrimonial entre
los descendientes de las diferentes familias de alfareros, observamos un aumento significativo en
el número de descendientes que resultan de estas familias
En la segunda mitad del Setecientos el número de vástagos en los hogares alfareros,
salvo excepciones, no superaba los seis. A partir del primer tercio del siglo decimonónico, y hasta
alcanzar el mismo tercio del Novecientos, el número de hijos en los hogares alfareros alcanza con
facilidad la decena. Es evidente que esta abundante descendencia sólo fue posible cuando la
economía de estos hogares estaba asentada sobre unas bases sólidas y seguras, lo que iba a
permitir que optaran por una estrategia vinculada a una abundante descendencia. El elevado
número de descendientes, que siempre se iba a ver diezmado por las diferentes crisis de
mortalidad, suponía una garantía de continuidad de la tradición familiar alfarera.
Por último, tan sólo nos resta apuntar la hipótesis que explicaría la desaparición de este
clan alfarero, así como del resto de las familias alfareras del arrabal zamorano, ya que esta
investigación no ha concluido y, por ende, no podemos aseverar las causas finales y definitivas.

24 “Cada oficio tenía su propia cultura, entendida como el conjunto de habilidades y secretos de su trabajo,
transmitidos de generación en generación”: Peter BURKE, La cultura popular en la Europa Moderna. Alianza Editorial,
Madrid, 1996, p. 78.

282
El surgimiento de una actividad artesanal. La alfarería… Eduardo Velasco Merino

La actividad productiva alfarera de Olivares mantuvo durante toda su existencia, una


estructura propia del Antiguo Régimen25, más próxima a un sistema gremial del Medievo que al
que surge de la tardía Revolución Industrial española. Las bases de este sistema no evolucionaron,
y aunque durante años sirvieron para garantizar la subsistencia familiar, llegado el siglo XX, las
mismas comienzan a dar síntomas de agotamiento. Su incapacidad para mantener su cuota de
mercado y competir con productos más novedosos y de un menor coste de producción, propició
que los descendientes del clan familiar abandonasen paulatinamente la tradición ocupacional de
sus ancestros y vehiculasen su futuro ocupacional a otras actividades económicas, de tal forma
que la alfarería de Olivares desaparece por un efecto de inanición.

25“Pese a los impresionantes progresos del nuevo capitalismo, entre 1848 y 1914 la agricultura, el suelo urbano y las
manufacturas para el consumo siguieron aportando las bases materiales fundamentales de los anciens régimes
europeos” en Arno J. MAYER. La persistencia del Antiguo Régimen, Alianza Editorial, Madrid, 1981, p. 27

283
Prácticas familiares y relaciones sociales… Mª Ángeles Hernández Bermejo

PRÁCTICAS FAMILIARES Y RELACIONES SOCIALES EN EL MUNDO RURAL:


TORRE DE DON MIGUEL EN LA SEGUNDA MITAD DEL S. XVIII
Mª Angeles Hernández Bermejo
Universidad de Extremadura

INTRODUCCIÓN
Este trabajo forma parte de un proyecto en el que abordamos, en un contexto espacial más
amplio, el estudio de una comarca situada al norte de la provincia de Cáceres, conocida como
Sierra de Gata 1. Se trata de una línea de trabajo que nos llevó en primera instancia al vaciado de
los registros de matrimonio correspondientes a varios núcleos de población ubicados en esta
zona, lo que nos ha permitido avanzar en el conocimiento de la nupcialidad y de modo particular
de los niveles de endogamia y exogamia observados en estas comunidades. 2
El siguiente paso nos ha llevado a la explotación de los registros notariales, con el objeto
de identificar el comportamiento de los protagonistas del ciclo vital, en especial en los momentos
clave del ciclo familiar, es decir su formación y disolución, un procedimiento que ya habíamos
tenido ocasión de aplicar en otros trabajos sobre núcleos urbanos o semiurbanos, como la villa de
Cáceres o la ciudad de Plasencia, en un marco temporal más extenso 3.
En esta ocasión, nuestro propósito ha sido analizar los mecanismos utilizados por las
familias que vivieron en Torre de Don Miguel, un pequeño núcleo de población situado en esta
comarca del norte de Extremadura, para adaptar el sistema igualitario de transmisión de bienes a
sus necesidades y preferencias, en un marco temporal que se corresponde con el tercer cuarto del
siglo XVIII. 4
La consulta y vaciado de los registros notariales, nos ha permitido confirmar algo que ya
habíamos podido percibir en un anterior trabajo: la práctica inexistencia de escrituras de dote, así
como de inventarios post-mortem o partijas de bienes 5. Es muy probable que la corta entidad de los
bienes existentes y el deseo de evitar un gasto considerado innecesario, hizo que los vecinos de
estos núcleos de población no acudieran al escribano y prefiriesen recurrir en ocasiones a realizar
memorias e inventarios de carácter privado, tal como se refleja en algunas de las escrituras de

1 El trabajo se inscribe dentro del proyecto coordinado Ciclo vital, familias y comunidades en el ocaso del comunitarismo. Crisis
y adaptaciones del mundo rural hispano en una época de cambio. Extremadura (1700-1868). MEC. Ref. HAR 2101-21325-C05-
04. Ha contado además con el apoyo del GEHSOMP.
2Mª Ángeles HERNÁNDEZ BERMEJO y Mercedes SANTILLANA PÉREZ, “Parentesco y consanguinidad en la

Extremadura rural a finales del Antiguo Régimen”, comunicación presentada al X Congreso de la Asociación de
Demografía Histórica. Albacete, 2013. En prensa.
3 Mª Ángeles HERNÁNDEZ BERMEJO.: La familia extremeña en la Edad Moderna. Badajoz. Diputación provincial.

1990. Mº Ángeles HERNANDEZ BERMEJO. y Mercedes SANTILLANA PEREZ, “Familias y estrategias de


transmisión patrimonial en Extremadura: la ciudad de Plasencia en el siglo XVIII”, en Familias, recursos humanos y vida
material, Universidad de Murcia, Murcia. 2014.
4 Para ello hemos procedido al vaciado sistemático de los registros notariales pertenecientes a Torre de Don Miguel

entre los años 1750 y 1775, con el objeto de localizar las escrituras de dote, donaciones y testamentos, así como
algunos otros tipos documentales que nos pudieran proporcionar información de interés.
5 Los núcleos analizados fueron Torre de Don Miguel y Valverde del Fresno y los protocolos correspondientes a

ambos entre 1700 y 1730. Vid.: Mª Ángeles HERNÁNDEZ BERMEJO y Mercedes SANTILLANA PEREZ,
“Parentesco y consanguinidad […]”. Op. cit.

285
Prácticas familiares y relaciones sociales… Mª Ángeles Hernández Bermejo

testamento manejadas6. De manera que sólo hemos podido conocer de manera indirecta la
información relativa a la configuración de los patrimonios disponibles, tanto en el momento de
formación de nuevas familias, como a la hora de proceder al reparto y transmisión de los bienes
tras la muerte de los padres, basándonos en los testamentos 7.
Esto ha supuesto una importante limitación a la hora de determinar el proceso de
adquisición y transmisión de bienes por parte de estas familias y ha convertido a las escrituras de
testamento en la base fundamental para la realización de este trabajo, una fuente cuyas
potencialidades no es necesario recordar aquí pues son de sobra conocidas. Gracias a ellos, y
dado que contamos con una muestra suficientemente representativa 8, hemos podido conocer de
que manera se materializó en la práctica el sistema de transmisión de bienes en este medio rural y
en qué medida, a pesar del marco normativo y legal que obligaba a la división igualitaria en el
sistema de herencia castellano, estas familias hicieron uso de una serie de mecanismos para
adaptarlo a sus necesidades y controlar -de forma muy precisa en ocasiones- el destino de los
bienes, marcando ciertas diferencias entre los distintos componentes de la unidad familiar.

CONFIGURACIÓN Y TRANSMISIÓN DEL PATRIMONIO FAMILIAR EN EL


MUNDO RURAL
Como ha señalado Llorenç Ferrer y Alós, el acceso a los recursos por parte de las
familias estaba determinado por diferentes variables que definían la producción de bienes, así
como su consumo y transmisión. En las sociedades preindustriales y especialmente en el mundo
rural, la dedicación agrícola era la que permitía fundamentalmente obtener bienes y servicios en
mayor medida, aunque no fuera la única. A ello habría que añadir otros elementos como las
capacidades individuales, la existencia de individuos y familias con mayor capacidad de
negociación social y la existencia de prácticas legales 9.
En cualquier caso, todos estos elementos harán que las familias desarrollen unas
estrategias que les permitan optimizar su situación o evitar su degradación, teniendo en cuenta no
sólo el acceso a los recursos sino otra serie de variables, tanto externas como internas que entran
en juego.
Torre de Don Miguel, el núcleo sobre el que hemos centrado nuestro análisis, formaba
parte de ese mundo rural y la mayoría de sus 240 vecinos, casi el 80%, desempeñaban actividades
relacionadas con el sector agrario, tal como se refleja en las informaciones recogidas en el
Catastro de Ensenada 10 , coincidiendo con lo observado en otros trabajos sobre esta misma
zona 11. Por tanto, su estructura socio-profesional se caracterizaba, al igual que la de todos los

6 Prueba de ello es la declaración que Jerónimo Rodríguez Álvaro, casado en segundas nupcias, hizo en su
testamento, en el que afirmó que los bienes que su mujer había aportado al matrimonio “constan de un inventario o
memoria que se halla en mi poder firmada de mi letra y puño”. También en el testamento de María García, viuda, se
aludía al “asiento o carta de dote” de los bienes entregados a una de sus hijas cuando contrajo matrimonio. Archivo
Histórico Provincial de Cáceres. Protocolos notariales de Torre de Don Miguel. Leg. 521 y 522.
7 También las informaciones catastrales relativas a nuevas familias avecindadas en algunos de estos núcleos de

población, proporcionan datos de interés en este sentido. Vid.: José Pablo BLANCO CARRASCO, “Notas sobre el
matrimonio y el inicio de la vida familiar en el mundo rural extremeño del s. XVIII”, en Mª José PEREZ ALVAREZ
y Laureano RUBIO PEREZ (eds), Campo y campesinos en la España Moderna, Fundación Española de Historia
Moderna, Madrid, 2012, pp. 1066-1077.
8 La muestra total de escrituras con la que hemos trabajado está integrada por 172 testamentos.
9 Llorenç FERRER i ALOS, “Acceso y distribución de los medios de producción. Herencia y reproducción social”,

en Francisco CHACON y Joan BESTARD (dirs), Familias. Historia de la sociedad española (del final de la Edad Media a
nuestros días). Madrid. Cátedra, 2011, pp. 255-324.
10 Archivo General de Simancas. CE RG L151.
11 El término estaba constituido por 9.375 huebras de tierra de diferentes calidades cuya dedicación se concentraba

en el cultivo de la vid, el olivo, castaños, regadío de linaza y hortalizas y frutales en huertas, siendo buena parte del
término infructífero. Torre de Don Miguel tenía mancomunidad de pastos con otros pueblos vecinos como

286
Prácticas familiares y relaciones sociales… Mª Ángeles Hernández Bermejo

núcleos circundantes, por la presencia mayoritaria de jornaleros y labradores. Por lo que se refiere
a la actividad artesanal, ésta ocupaba al 12,5% de la población 12. También se empleaban los
vecinos de esta villa en el servicio de siete molinos de aceite y un horno de pan, en los que
trabajaban como jornaleros por temporada. No existía ninguna actividad comercial, sólo se
celebraba un mercado semanal y tampoco había arrieros, aunque algún vecino realizase viajes de
manera ocasional. Un tejido laboral que, como ha señalado J.P. Blanco estaba dominado por las
dedicaciones agrarias y en el que el trabajo en el campo no solía tener un desempeño único 13.
Quienes desempeñaban los oficios en el ayuntamiento, así como el procurador síndico,
junto a un escribano, un médico, un maestro y preceptor de gramática, además del párroco,
integraban una pequeña élite local, entre la que destacaba la familia Arias Camisón, que disfrutaba
del título de hidalguía y controlaba la propiedad de buena parte de las tierras existentes en el
término de la villa y otros colindantes y que utilizó la práctica endogámica como uno de los
mecanismos para conservar y acrecentar su patrimonio y su posición 14.
Teniendo en cuenta la estructura socio-profesional de la villa y las informaciones
relativas a los recursos disponibles, hemos de considerar que las estrategias desarrolladas por la
mayoría de estas familias serían adaptativas e implicarían la toma de decisiones que les afectaron a
corto plazo, dado que sus recursos serían bastante limitados. Sólo en el caso de un número
reducido de familias, el objetivo sería incrementar su poder social, económico y político dentro de
la comunidad, es decir podríamos hablar de estrategias acumulativas 15.
Matrimonio y herencia constituían los dos elementos fundamentales en la transmisión
de la propiedad durante el periodo moderno. La formación de nuevas familias dependía de la
posibilidad de disponer de los bienes necesarios para poder hacer frente a sus necesidades. Y la
dote era sin duda la base fundamental sobre el que se basaba la constitución de estos patrimonios
iniciales, especialmente en las zonas donde el modelo de residencia neo-local era dominante, a la
que se sumaban las aportaciones realizadas por los varones. Aun cuando no disponemos de datos
que nos permitan conocer la estructura de las familias de Torre de Don Miguel, si podemos
suponer que al igual que en buena parte del territorio extremeño 16, la familia nuclear era
dominante y por tanto la residencia neo-local era lo habitual a la hora de iniciar la vida familiar
por parte de las parejas recién casadas, de ahí la importancia que tenía el poder disponer de estos
bienes.
A pesar de que no disponemos de informaciones precisas sobre la composición de las
dotes otorgadas en Torre de Don Miguel, algunas de las declaraciones contenidas en los
testamentos, nos permiten afirmar que, a diferencia de lo que era habitual en núcleos urbanos o
semiurbanos, entre los bienes que se entregaron por esta vía a las jóvenes de la villa se incluyeron

Villasbuenas de Gata, Villa del Campo, Hernán Pérez y Cadalso. Respecto al ganado dos cortas piaras de ganado
cabrío, 8 ó 10 vacas, algunas puercas de cría y un hato de cabras. Unas 200 colmenas formaban parte también de su
actividad agropecuaria.
12 Estaba representada por 10 tejedores, 5 zapateros, 3 carpinteros, 3 boteros, 2 maestros de sastre, 2 albéitares, 2

albarderos, 1 albañil, 1 herrero y 1 cerera.


13 José Pablo BLANCO CARRASCO, “Notas sobre el matrimonio […]”. Op. Cit. p. 1069.
14Mª Ángeles HERNANDEZ BERMEJO y Mercedes SANTILLANA PEREZ, “Parentesco y consanguinidad […]”.

Op. cit.
15 Llorenç FERRER i ALOS, “Acceso y distribución de los medios de producción […]”. Op. cit. p. 260.
16 Una realidad que ha podido constatarse en otros trabajos relativos al estudio de la familia en nuestra región. Mª

Ángeles HERNÁNDEZ BERMEJO, “Estructuras familiares y sistemas de transmisión patrimonial en Extremadura.


La ciudad de Coria en el siglo XVIII”, Tierra y familia en la España meridional. Siglos XIII-XIX. Formas de organización
doméstica y reproducción social, Universidad de Murcia, Murcia, 1998. pp. 133-153. Mª Ángeles HERNANDEZ
BERMEJO e Isabel TESTÓN NÚÑEZ, “La familia cacereña a finales del Antiguo Régimen”, Studia Histórica.
Historia Moderna, nº 13, 1991, pp.143-158. José Pablo BLANCO CARRASCO, Demografía, familia y sociedad en la
Extremadura Moderna. 1500-1860, Universidad de Extremadura, Cáceres, 1999. pp. 287 y ss. Felicísimo GARCIA
BARRIGA, Estructuras y dinámica familiar en La Extremadura del Antiguo Régimen, Universidad de Extremadura, Cáceres,
2007. pp. 122 y ss.

287
Prácticas familiares y relaciones sociales… Mª Ángeles Hernández Bermejo

bienes raíces. Es cierto que a menudo se trataba de pequeñas propiedades o participaciones en


algunas de ellas, de viñedo, olivo, linares o huertos, junto a la ropa de uso cotidiano y enseres,
pero aún así desempeñaban un papel importante, dado que en el medio rural la interrelación entre
la tierra y la familia constituía un binomio en torno al cual giraba no solo la articulación o la
estructura social sino también la formación y desarrollo de nuevas unidades familiares 17.
En cualquier caso, los bienes dotales, escriturados o no, entregados a las jóvenes, así
como los que eran aportados por los varones, constituían un anticipo de la herencia y sirvieron
para hacer frente a las necesidades de la familia. No fueron pocos los maridos que reconocieron
en su testamento el haber vendido o trocado algunos de ellos, haciendo uso del derecho que la ley
les reconocía como administradores de estos bienes, aunque también expresaron su voluntad de
que su valor le fuera restituido a sus mujeres en el momento de su fallecimiento. Una restitución
que debía hacerse bien en dinero o por vía de compensación en la propiedad de algunos de los
adquiridos durante el matrimonio.
Así lo declaró al testar Alonso Cansado en 1769: había vendido bienes dotales en
hacienda raíz de su mujer María Chorrero por valor de 238 rs que debían serle compensados en la
casa en que vivían y que habían adquirido durante el matrimonio. Sin embargo, en ocasiones la
mujer renunciaba a estos bienes dotales que habían sido vendidos por su marido, por considerar
que habían existido circunstancias en el transcurso de su vida matrimonial que lo justificaban.
Francisca García Buesa, llevada casada más de treinta años con Benito Pacheco, y tenía cinco
hijos, cuando al hacer testamento mandó que no se pidiera nada a su marido, a pesar de que había
vendido un corral y una caballeriza que eran parte de su dote, por lo que había gastado en su larga
enfermedad 18.
En ocasiones, el disfrute de estas propiedades, a las que teóricamente deberían tener
acceso al casarse, se dilataba en el tiempo y había que esperar a la muerte de los padres para que
esta cesión se materializase. En 1774, Jerónimo de Mora mandó a su hijo Jerónimo cuatro poyos
con diferentes olivos y algunas parras, en una heredad de su propiedad, en recompensa del
usufructo de una huebra de olivar y tres cuarterones de viña que le correspondían como parte de
los gananciales de su madre difunta, que debería haber percibido desde que contrajo matrimonio
y que sin embargo había estado disfrutando su padre 19.
Al igual que en otras muchas zonas del interior castellano, en Extremadura la dote se
consideraba como un anticipo de la herencia y el valor de estos bienes se convertía en elemento
de referencia para establecer la cuantía por la que debían ser compensados e igualados el resto de
los herederos a la hora de establecer un reparto igualitario 20. A diferencia de lo que se solía ser
habitual en algunos núcleos urbanos, como es el caso de la villa de Cáceres, los bienes recibidos,
no se “traían a montón” sino que estos anticipos de la herencia, recibidos por diversas vías, eran
descontados de la herencia que les correspondía e incluso en ocasiones, perdonados por los
padres que expresaban su voluntad de que no se tuvieran en cuenta a la hora de hacer el reparto.
En el testamento que otorgó Juan Gago, que se había casado dos veces y tenía cuatro hijos de su
primer matrimonio declaraba tener entregados a sus hijos los bienes de su legítima materna con
igualdad y de los suyos “aquellos que he podido todo con igualdad y sin agravio”, por lo que
quería que cada uno se quedase con lo que había recibido sin “colacionar” cosa ni parte de lo

17 Mª J. PEREZ ÁLVAREZ y L. RUBIO PEREZ, “Familia y comunidad rural. Modelos agrarioscolectivismo social
y comportamientos familiares en la provincia de León durante la Edad Moderna”, Studia Histórica. Historia Moderna, nº
36, 2014, pp. 177-212.
18 Íbidem. Fol. 183r.
19 Íbidem. Leg. 523.
20 En 1773, María Martín, viuda, declaró en su testamento que cuando tomaron estado de matrimonio sus dos hijas-

una de ellas ya difunta- se les dieron en dote diferentes alhajas de ropa “aunque de poca monta”. Dado que tenía otro
hijo, Juan, era su voluntad que antes de partir sus bienes se le diera a éste “otra tanta cantidad como importó la
dote”. A.H.P. CC. Protocolos notariales. Leg. 523.

288
Prácticas familiares y relaciones sociales… Mª Ángeles Hernández Bermejo

recibido, con lo que por su muerte hubieran de haber. “Que sólo han de dividir y partir los bienes
que queden por mi muerte y estos con igualdad”. Para dar mayor fuerza a su disposición
establecía que si alguno de ellos mostrase alguna objeción, lo desheredaría y mejoraría al resto de
sus herederos 21.
Evitar el fraccionamiento de unos patrimonios a menudo escasos, sobre todo cuando el
número de hijos era elevado, llevó a alguno de estos vecinos a establecer una serie de mandas
testamentarias claramente dirigidas a este fin. Las circunstancias familiares influyeron sin duda en
este tipo de disposiciones, que podían modificarse a lo largo del ciclo vital de estas familias.
Como ejemplo podemos citar el caso de Juan Flores Arellano, casado con Juana de Ontiveros en
1737 22 y que acudió ante el escribano al menos en dos ocasiones para hacer testamento. En
ambas escrituras vamos a encontrar una serie de disposiciones que también fueron habituales en
buena parte de los testamentos que hemos manejado para este trabajo, además de aportarnos
información sobre esta familia en particular. El primero de estos testamentos se escrituró en
1755, y en él mandó a su mujer, la mitad de un linar y una parte de casa que habían adquirido
durante el matrimonio, en compensación de una cuarta de viña y media huebra de olivar que
formaban parte de sus bienes dotales y que él había vendido 23. Le mandaba también todos “los
bienes, frutos y alhajas” que al tiempo de su fallecimiento se hallaren “de puertas adentro” en las
casas de su morada. En esa fecha eran siete los hijos mencionados en el testamento, todos
menores y que quedarían bajo la tutela materna cuando se produjese su fallecimiento. Todos
ellos, designados como herederos, fueron además destinatarios de otra serie de mandas que
incluían bienes raíces, aunque no de manera individual 24. El segundo testamento lo hizo catorce
años después, en 1769. En esos años, el matrimonio había tenido otros dos hijos, con lo cual eran
nueve los que heredarían sus bienes, esa fue probablemente la razón que le llevó a incluir otra
manda a su mujer, relacionada con los bienes adquiridos durante el matrimonio:
“Declaro que durante el matrimonio con dicha Juana Ontiveros, mi presente mujer, hemos
adquirido diferentes bienes raíces que se hallan en distintos sitios y para evitar su partición
entre dicha mi mujer e hijos es mi voluntad el mandar como mando a la susodicha mi
mujer dos huebras cortas de olivar que tengo y poseo […] y linda con más heredad que en
dicho sitio me queda por cuya razón quiero se entienda lo que llevo mandado a la
sobredicha mi mujer sólo los olivos y tierra que al presente se laborea con bueyes y arado y
asimismo mando a la susodicha una cuarta de viña que se compone de un poyo […] y una y
otra heredad se la mando con la condición de que la susodicha no pueda pedir ni pida cosa
alguna de lo que le corresponde de los bienes gananciales que hemos adquirido durante
nuestro matrimonio[…]” 25
Esta nueva disposición le llevó también a cambiar las mandas que había hecho
anteriormente a sus hijos, ya que en esta ocasión sólo dos de ellos se vieron beneficiados en el
testamento paterno: a Juan Flores le mandó una capa de paño y a Francisco media cuarta de viña
con cinco olivos “para siempre jamás” 26.
Al igual que Juan Flores, fueron bastantes los testadores casados – tanto varones como
mujeres- que incluyeron la manda al cónyuge superviviente de los denominados “bienes de
puertas adentro”, es decir los bienes muebles que existieran en la vivienda habitual, así como las
reservas de grano, vino, aceite u otros alimentos y que podía o no incluir “la caballería mular y
cebón”. Esta manda solía hacerse con carácter permanente “para siempre jamás”, y en ocasiones
incluía también la parte de la casa de vivienda y la de otros bienes gananciales que le
21 A.H.P. CC. Protocolos notariales. Torre de don Miguel. Testamento de Juan Gago. 1752. Leg.521.
22 Archivo Diocesano de Coria- Cáceres. Libros de matrimonios de Torre de Don Miguel.
23A. H. P. CC. Protocolos notariales. Torre de Don Miguel. . Leg. 521. Fol. 139r.
24 A Juan Flores y Francisco Flores, les mandó tres cuarterones de rozo, a Domingo Flores, media huebra de olivar,

“para siempre jamás”. A su hija María, cinco pies de olivos con unas parras. A los otros tres, Diego y Pedro Flores y
Catalina Ontiveros, una huebra de olivar y una peonada de viña para que los partieran por iguales partes. Íbidem.
25Ïbidem. Leg. 522. Fol. 4r y v.
26 Probablemente se trata de los dos mayores ya que en ambos testamentos son citados en primer lugar.

289
Prácticas familiares y relaciones sociales… Mª Ángeles Hernández Bermejo

correspondían al testador. En este caso, sobre todo si se trataba de bienes raíces, lo habitual era
que lo hicieran por “los días de su vida”, es decir, lo que se cedía era el usufructo de los bienes, lo
que no impedía que en caso de necesidad el viudo o la viuda pudieran recurrir a la venta de los
mismos, sin que los herederos pudieran reclamárselos. Es evidente que existe una clara voluntad
de asegurar el futuro inmediato del marido o la mujer en lo relativo a la conservación de la casa
familiar y de los bienes necesarios para el desarrollo de la vida cotidiana, tanto si los hijos eran
menores como si éstos se hubieran ya independizado al contraer matrimonio, asegurando
también que tras el fallecimiento del usufructuario, pasarían a manos de sus herederos. 27
Los cónyuges fueron también los destinatarios de otras mandas en las que se incluían
bienes de todo tipo, de mayor o menor entidad- al margen de los gananciales- y que se legaban
bajo ciertas condiciones, entre las que figuraba el que pudieran contraer un segundo matrimonio,
en cuyo caso también pasarían a poder de sus herederos, o bien eran cedidos en propiedad.
El segundo momento en la transmisión patrimonial, y por tanto en el acceso a la
propiedad de los bienes de la familia coincidía con el nombramiento de herederos. En
Extremadura, como en el resto de la Corona de castilla era la división igualitaria y el derecho de
mejora del tercio y remanente del quinto de libre disposición la que de acuerdo con la ley estaba
vigente. En el caso de Torre de Don Miguel, fueron muy pocos los testadores que hicieron uso
de la mejora con el objeto de favorecer a alguno de sus herederos, pero sí fue mucho más
frecuente la inclusión de una serie de mandas testamentarias 28 en las que uno o varios hijos van a
percibir por esta vía no sólo prendas de ropa, pequeñas cantidades de dinero u otros objetos
personales sino que también se transmiten mediante esta fórmula pequeñas propiedades 29 que -de
este modo- quedarían excluidas de la herencia en el momento de llevar a cabo el reparto entre los
herederos. 30. Como muy bien ha señalado L. Ferrer, estas mandas, al igual que las mejoras
cuando se hacía uso de ella, han de ser consideradas no tanto como una vía hacia la desigualdad
dentro de los límites de la partición igualitaria, como una elemento de compensación. 31
El objeto de estas mandas “por amor de Dios y para siempre jamás” probablemente no
era muy distinto al de las mejoras que se explicitaban como tales, aunque pocas veces se hacía
constar el motivo que llevaba a los padres a hacer este tipo de legados. Hijas solteras 32, o quienes
a pesar de haber tomado estado eran compensados por haber recibido menos bienes que sus
hermanos, por ser menores o haber ayudado a sus padres, bien en el mantenimiento de sus
haciendas o el cuidado de sus personas, atendiéndolos o alimentándolos, fueron los destinatarios
de estos bienes. Un ejemplo: en 1752, Ángela Mateos, viuda, mandó en su testamento media
huerta que formaba parte de los bienes gananciales pro-indivisos a dos de sus seis hijos, dos hijas
solteras que la habían ayudado en la asistencia de un horno de amasar para vender y habían
cuidado de su persona y bienes. En caso de que alguno de sus otros hijos, todos ellos casados,
reclamasen esta propiedad, mandaba que se pagase a sus hijas lo que les correspondiese en

27 De los 170 testamentos con los que hemos trabajado, 122, es decir el 71% correspondían a varones y mujeres

casados. Pues bien, el 69% incluyó alguna manda dirigida a su cónyuge, y en más del 50% de los casos se incluyó esta
disposición, aunque el porcentaje es ligeramente superior en el caso de los varones, algo lógico si tenemos en cuenta
que las mujeres viudas tenían mayores dificultades para mantenerse.
28 La muestra sobre la que hemos trabajado nos permite confirmar que tanto la mejora como las mandas

testamentarias y los legados actuaban como mecanismos correctores del igualitarismo hereditario, si bien la mejora
explicitada como tal apenas es significativa, dado que sólo el 1% de los testadores recurrió a ella.
29 En el 48% de los casos en que se incluyen mandas a uno o varios hijos, éstas incluyen algún bien raíz, si bien es

cierto que se trata de pequeñas propiedades o partes de ellas.


30 Aunque referido al ámbito urbano y a las familias burguesas, esta práctica también ha podido constatarse en el caso

de otras zonas de la Castilla interior. Juan BARTOLOME BARTOLOMÉ y Máximo GARCIA FERNANDEZ,
“Patrimonios urbanos, patrimonios burgueses. Herencias tangibles y transmisiones inmateriales en la Castilla
interior”, Studia Histórica. Historia Moderna, nº 33, 2011. pp. 20-60.
31 Lloren FERRER i ALOS, “Acceso y distribución de los medios de producción […]”. Op. cit. p. 301.
32 Miguel Sánchez perdonó a uno de sus dos hijos el dinero gastado en el aprendizaje del oficio de boticario, aunque

a su hija le mandaba el valor de 550 rs en la casa en que vivía más una cama de ropa y algunos enseres.

290
Prácticas familiares y relaciones sociales… Mª Ángeles Hernández Bermejo

concepto de soldadas y asistencia. 33. Los testamentos ponen de manifiesto el deseo de los padres
de no perjudicar a unos hijos frente a otros y utilizan este mismo recurso para compensar estas
diferencias respecto a los bienes recibidos.
Pero, además, si tenemos en cuenta que estas familias tampoco acudieron al escribano
para escriturar inventarios de bienes post-mortem, ni partijas, el testamento se convertía en el
instrumento principal para dar validez a una serie de decisiones que el testador había tomado en
el transcurso de su vida, relacionadas con la entrega de bienes, por diferentes motivos y en
distintos momentos, a sus herederos, así como a otras personas con las que tenía vínculos de
parentesco o de amistad. El testamento, por tanto, se convertía en instrumento fundamental- en
manos del padre o madre de familia- para decidir a manos de quien deberían ir a parar
determinados bienes, aunque se respetase la ley y se procurase igualar a todos los hijos, ya que en
ocasiones prácticamente todos los herederos eran objeto de alguna de estas mandas. En 1756
María Maseda, casada en segundas nupcias con Pedro Rodríguez Sotomayor, otorgó una escritura
de testamento en la que fue dando cumplida cuenta de lo que había ido entregando a sus dos
hijos, de algunos de los bienes adquiridos durante su matrimonio, de las mandas que hacía a su
marido, a su nuera, a sus nietos y antes de proceder al nombramiento de albaceas y herederos
declaraba:
“(…) que todos los bienes y alhajas muebles que constan y se hallan asentados en una
papeleta fecha en el día del otorgamiento de éste (testamento) la que se halla firmada a mi
ruego son míos propios de mi patrimonio y herencia de mis padres y todos los demás
bienes y alhajas que se hallan puertas adentro en las casas de mi morada son gananciales”.
34.

El control sobre el destino de los bienes que irían a parar a manos de sus herederos se
evidencia también en el testamento de Catalina Hernández, una mujer viuda, en el que se refirió a
“la partija y división” de los bienes raíces que eran de su propiedad y que se había realizado,
previo acuerdo entre ella y sus dos hijas y yernos, ya que ambas estaban casadas. Al testar, esta
mujer expresó su voluntad de que:
“los susodichos estén y pasen en todo tiempo por dicha partija, quedándose cada uno con
lo que le cupo y tocó en quiñón, sin que tengan arbitrio para que se vuelva a hacer dicha
partija de dichos mis bienes por haberse practicado la hecha con todo arreglo y quiero que
subsista en todo tiempo como dicho llevo por haber sido tasada la hacienda como
corresponde pues así es mi voluntad” 35
El testamento servía también para dar carácter de continuidad a algunas donaciones o
préstamos que habían sido hechos con anterioridad atendiendo a las circunstancias vitales de la
familia y que se orientaban a garantizar la supervivencia de los hijos mientras no se recibía la
herencia. De manera similar a lo que se ha constatado en algunos estudios realizados en otras
zonas del interior peninsular como la Mancha, en los que se hace referencia a cómo a través de
estas mandas y legados los testadores intervenían en el reparto de su hacienda, asignando gran
parte de sus bienes, no sólo a sus herederos forzosos, sino también a otros herederos o personas
con vínculos de parentesco o no 36. Son varios los ejemplos que evidencian este intervencionismo
por parte de los testadores, como el de Catalina Requejo, una mujer casada sin hijos, que además
de las mandas a su marido, hermanos y sobrinos, en las que se incluían algunas propiedades que
formaban parte de sus bienes gananciales, a la hora de designar a sus herederos, estableció una
clara distinción entre los bienes heredados de su padre, que irían a parar a manos de uno de sus
hermanos, los heredados de su madre que recibirían sus sobrinos, y el resto, que se repartiría

33Íbidem. Fol. 47 r.
34 Ibidem.
35 Ibidem. Leg. 523.
36 Carmen HERNANDEZ LOPEZ, La casa en la Mancha oriental. Arquitectura, familia y sociedad rural (1650-1850), Sílex,

Madrid, 2013. pp. 226 y ss.

291
Prácticas familiares y relaciones sociales… Mª Ángeles Hernández Bermejo

entre todos ellos. 37Otro vecino de la villa, Miguel Sánchez, que nombró como herederos a los dos
hijos habidos en un primer matrimonio, decidió que buena parte del patrimonio raíz que poseía
en el lugar de Hernán Pérez, de donde procedía, y que había heredado de sus padres junto a otros
bienes que vendió durante su primer matrimonio, quedaran en poder de sus hermanos y sobrinos
a quienes les mandó más de seis fanegadas de tierra 38.
El sistema igualitario de transmisión de bienes suponía a menudo un problema cuando
se trataba de atender al cuidado de los ancianos, ya que la residencia neo-local suponía la marcha
de los hijos de la casa paterna. Este problema podía aminorarse si tenemos en cuenta que en
buena parte del interior peninsular, y también en Extremadura, esta neo-localidad era relativa
dado que los hijos no solían vivir muy lejos y podían hacerse cargo del cuidado de sus personas y
hacienda. Los testamentos nos proporcionan también información sobre algunas fórmulas a las
que se recurrió por parte de los padres, en especial cuando estos habían enviudado para
asegurarse estos cuidados. A diferencia de los que hemos podido observar en el medio urbano y
semiurbano, algunas de las familias de Torre de Don Miguel establecieron acuerdos, bajo la
forma de un contrato- bien de palabra o recogido en un papel privado- por el que alguno de los
hijos se comprometía a hacerse cargo del cuidado de la hacienda y la persona de sus progenitores,
normalmente viudos y de edad ya avanzada. Una práctica que ha sido también documentada en
otros lugares de Extremadura 39 o del interior castellano 40. Este tipo de acuerdos suponían que al
menos durante unos años algunas de estas familias, nucleares en su origen, se convirtieran en
familias extensas, en función de las necesidades e intereses de ambas partes, una cuestión que
tenía mucho que ver con el sistema hereditario.
Este contrato, hecho en papel y con testigos, fue el que se hizo entre Andrés Gómez
San Martín, viudo, y uno de sus hijos, llamado también Andrés, casado al igual que los otros dos
que fueron designados como herederos junto a su nieta, hija de su otra hija difunta, en el
testamento que hizo en 1762. Probablemente se tratase del mayor de todos ellos y de acuerdo
con este contrato, viviría en su compañía, en las casas de su morada, corriendo de cuenta y cargo
de su hijo:
“El alimentarle y vestirle al uso de la tierra, por el tiempo de su vida y la de dicho su hijo y
asistirle en todas las enfermedades de los necesario y cavar sus viñas y arar los olivos y pagar
por dicha hacienda todos los haberes reales, durante el tiempo de su administración como
igualmente pagar los censos de mi cargo, por cuya razón todos los frutos que produjese dicha
mi hacienda durante el tiempo de nuestra compañía había de ser en propiedad de expresado
Andrés mi hijo (…)” 41
Poco después, en 1765, Juan Aparicio, viudo y con cuatro hijos, a los que nombró
herederos junto a los tres hijos de su hijo Francisco, ya difunto, hizo testamento y en él entre
otras disposiciones, declaró haber hecho un trato y convenio similar, aunque en este caso fue con
Andrés Chamorro, su yerno en el que se acordó:
“ que por todo el tiempo de mi vida y la del dicho mi yerno habíamos de vivir y morar
juntos siendo de cargo suyo alimentarme de lo necesario, asistirme, lavar y remendarme la
ropa, cultivar mi hacienda, pagar tributos y censos que se devengaren durante nuestra
compañía y que todos los frutos que produjese mi hacienda durante citada compañía
habían de ser para dicho mi yerno y además ha de ser de mi cuenta y cargo pagar al
susodicho un real por cada uno de los días que me asistiese y alimentase y habiéndolo

37A.H.P. Cáceres. Protocolos notariales. Torre de Don Miguel. Testamento de Catalina Requejo. 1754. Leg. 521. Fol.
90r.
38 Ibidem. Testamento de Miguel Sánchez. 1755. Leg. 521. Fol. 110r.
39 Felicísimo GARCIA BARRIGA, Familia y sociedad en la Extremadura rural de los Tiempos Modernos (siglos XVI-XIX),

Cáceres. 2009.
40 Francisco Javier LORENZO PINAR, “La familia y la herencia en la Edad Moderna zamorana a través de los

testamentos”, Studia Histórica. Historia Moderna, nº 9, 1991, pp.159-201.


41 A.H.P.CC. Protocolos notariales. Torre de Don Miguel. Leg. 521. Fol. 59v y 60r.

292
Prácticas familiares y relaciones sociales… Mª Ángeles Hernández Bermejo

hecho desde dicho día hasta el presente y demás que continuare asistiéndome y
atendiéndome como va referido, se le pague de mis bienes el real dicho” 42
Su incapacidad para trabajar su hacienda le había llevado también a ceder por los días de
su vida a sus hijos una huerta que deberían sortear y que le correspondió en suerte a uno de ellos,
Juan Aparicio, quien de acuerdo con la voluntad de su padre la estaba disfrutando y pagando sus
cargas. La disposición testamentaria establecía que una vez fallecido el padre, la partiesen y
dividiesen entre todos sus herederos 43.
En otras ocasiones esta convivencia bajo un mismo techo no tenía porque derivar de la
firma de un acuerdo o contrato, sencillamente se trataba de proporcionarse ayuda mutua.
Probablemente el hecho de ser viuda llevó a Francisca Rodríguez a compartir durante varios años
su casa con una de sus hijas, Catalina, casada y con hijos, así como el uso y disfrute de un horno
de pan que era de su propiedad y del que ella no podría hacerse cargo. Cuando hizo testamento
en 1773 así lo declaró, expresando su voluntad de que el resto de sus herederos- otros tres hijos y
cuatro nietos de otra de sus hijas ya difunta-, no le reclamasen nada pues todo se lo remitía y
perdonaba. No obstante, el deseo de no perjudicar a unos frente a otros, hizo que Francisca
estableciese también una serie de mandas dirigidas a dos de sus hijos y a sus nietos en las que les
mandaba algunos pies de olivos y un cuarto y medio de viña. 44.
La necesidad de compañía y de un medio para poder mantenerse, fue sin duda frecuente
sobre todo cuando se trataba de mujeres viudas y sin hijos. En estos casos la familia más próxima
cumplía esa doble función y eran hermanos o sobrinos quienes eran recompensados en el
momento de hacer testamento. Por este motivo, María Lorenzo, dejó a su sobrino Andrés como
heredero de todos sus bienes muebles, ya que durante cinco años había estado viviendo con ella y
asistiéndola, manteniéndose ambos con los cortos frutos que producían sus viñas, por lo que no
debería pedírsele cuenta. 45
Porque el ámbito de las relaciones familiares incluía también a otros individuos
emparentados con el testador como hermanos, sobrinos, primos, tíos, cuñados, ahijados, que se
convierten en beneficiarios de las mandas testamentarias, y a quienes se legan sobre todo prendas
de ropa, bien de uso del testador o nuevas, cintas de paño, pequeños objetos de uso cotidiano o
cantidades de dinero, de manera ocasional. Pero la solidaridad se extiende igualmente a criados,
amigos y convecinos, aunque resulte difícil determinar el tipo de relación que existía entre ellos,
una práctica que fue mucho más frecuente entre las mujeres.

42 A.H.P.CC. Leg. 522. Fol. 101 v y 102 r.


43 Ibidem.
44 Ibidem. Leg. 523.
45 Ibidem.

293
A ourivesaria popular no patrimonio familiar… Olanda Vilaça

A OURIVESARIA POPULAR NO PATRIMÓNIO FAMILIAR DO BAIXO


MINHO (1750-1810)
Olanda Vilaça 1
Universidade do Minho

A nossa comunicação sustentar-se-á na inventariação e descrição da ourivesaria dos


agregados domésticos constantes de 600 inventários e nos testamentos apensos para o período
compreendido entre 1750-1810. Muito embora as joias fizessem parte do património familiar, o
sentido de pertença era vivido sobretudo pela mulher. Desse modo, será nosso propósito
identificar os proprietários destes objetos, ou seja, a quem realmente pertenciam, ao homem, à
mulher ou ao agregado. Paralelamente, debruçar-nos-emos sobre as razões que determinaram a
ausência deste item da cultura material nos inventários orfanológicos nesta região. Por último,
daremos a conhecer as diversas tipologias da ourivesaria presentes no quotidiano das gentes do
Baixo Minho de setecentos.

Tabela 1 - Distribuição de joias nos inventários/género do inventariado (1750-1810)

Total de
Concelho Feminino % Masculino % Casal %
inventários

Barcelos 25 43 32 55 1 2 58

Guimarães 34 46,5 34 46,5 5 7 73

Póvoa de
32 47 34 50 2 3 68
Lanhoso

Amostra: Total dos casos observados: Barcelos 58/200 (29%), Guimarães 73/200 (37%); Póvoa de Lanhoso,
68/200 (34%).
Fontes: ADB, AMAP, “Judicial Antigo”.

As joias, apesar das suas diversas funcionalidades estiveram relativamente ausentes nos
patrimónios das famílias desta região do Baixo Minho. De facto, a percentagem de agregados
domésticos com joias nos seus patrimónios, não foi insignificante, mas também não foi muito
alta, se tivermos em conta que se trata de uma tipologia de bens enraizada nas regiões em análise.
No Baixo Minho o ouro fazia parte quer dos dias do cotio como dos dias de festa da rapariga
minhota. E ainda, dos seus rituais de passagem, quer ela pertencesse a famílias mais humildes ou
à elite local. As tradições culturais impunham a todas as mulheres minhotas, pelo menos, o uso
de brincos e fios de contas 2. A posse de outras peças de ourivesaria, como cordões e trancelins 3,
dependia das capacidades económicas das famílias.

1 Doutorada em História, especialidade em História Moderna pela Universidade do Minho. Título da tese de
doutoramento: Cultura material e património móvel no mundo rural do Baixo Minho em finais de Antigo Regime.
2 Fio de contas - fio constituído por contas de ouro.
3 Trancelim - fio feito de elos de filigrana ou folha de ouro interligados, que podia alcançar cerca de dois metros de

comprimento. Rosa Maria dos Santos Mota, Glossário do uso do ouro no Norte de Portugal, Porto, Universidade Católica
Editora, CIONP, CITAR, 2011, p. 99.

295
A ourivesaria popular no patrimonio familiar… Olanda Vilaça

No entanto, a parca quantidade de inventários com joias não significa que os demais
agregados domésticos não as tivessem. Na nossa perspetiva, três razões podem justificar o facto
da maior parte dos inventariantes ou cabeças de casal não terem declarado joias na feitura do
inventário: em primeiro lugar, as joias podiam ter sido legadas em testamento ou em vida; em
segundo, eram consideradas objetos pessoais de quem as usava e por isso não fariam parte do
património do casal; por último, razão que não deve ser de modo algum ignorada, a existência da
taxa de 5% a que estavam sujeitos os herdeiros com a feitura do inventário. Quanto mais rico
fosse o inventário maior seria o seu custo e sendo o ouro um metal de grande valor económico, é
provável que os herdeiros omitissem as joias.
A segunda parte da análise procurará averiguar se as joias estavam concentradas nos
inventariados do sexo feminino, uma vez que era a mulher que geralmente as usava. Os
resultados foram surpreendentes. A distribuição das joias por género foi análoga. Deste modo,
foi necessário observar o estado civil dos inventariados que possuíam joias.

Tabela 2 - Estado do inventariado

Barcelos Guimarães Póvoa de Lanhoso

Estado Mulher Homem Mulher Homem Mulher Homem

Casada(o) 16 24 25 34 22 30

Viúva(o) 8 7 7 0 6 3

Solteira(o) 1 1 2 1 4 1

Total 25 32 34 35 32 34

Fontes: ADB, AMAP, “Judicial Antigo”.

Percebe-se que as joias surgem com forte predominância quando o inventariado era
casado, demonstrando, assim, que eram objetos que pertenciam ao casal. Melhor dizendo,
também o homem tinha propriedade sobre as joias ainda que fossem usadas pelas mulheres. Por
outro lado, o número de inventários nos quais as mulheres referem joias foi, quando comparado
com o dos homens, significativamente mais reduzido, nunca ultrapassando os 40%. Nestes casos,
o que terá levado a que os inventários das mulheres arrolassem um menor número de joias do
que os dos homens? Quando analisámos os testamentos que incluíam joias (96 testamentos),
redigidos nos três concelhos, verificámos que os testamentos feitos por homens legaram
recorrentemente moedas de ouro (35%), ou seja, não incluíam joias. Porém, quando observámos
os legados efetuados por mulheres a situação é diferente. Cerca de 65% das mulheres legaram
joias e/ou moedas de ouro como se verifica nos legados masculinos. A isto acresce um dado
importante que não deve ser desprezado. As joias mencionadas nos testamentos das mulheres
não constam dos inventários respetivos. Este dado poderá ajudar a explicar o número tão
reduzido de inventários de mulheres que referiram joias. Neste sentido, vejamos alguns exemplos
que, em parte, atestam esta hipótese:

296
A ourivesaria popular no patrimonio familiar… Olanda Vilaça

Ana Maria Vieira, inventariada, casada, da freguesia de S. Miguel de Taíde, termo da


Póvoa de Lanhoso, fez seu testamento em Agosto de 1807, vindo a falecer a 7 de
Setembro do mesmo ano. Nos bens legados em testamento, deixa à sua filha Josefa o
seu ouro constituído por um cordão, um laço e uns pelicanos 4.
Maria Teresa da Costa, inventariada, casada, da freguesia de Fontarcada, Póvoa de
Lanhoso, fez seu testamento a 26 de janeiro de 1799, data da sua morte, legando entre
outras peças de ouro, uma venera à sua sogra, a qual não foi inventariada 5.
Custódia da Silva, inventariada, casada, da freguesia de S. Cláudio do Barco, termo de
Guimarães, fez seu testamento a 2 de maio de 1802, falecendo a 22 do mesmo mês.
No seu testamento, a testadora lega ao seu próprio marido, Custódio da Silva, umas
contas e uns brincos, tudo em ouro, “pela boa companhia que dele tem recebido e
com muito amor que lhe tinha 6.
José Carneiro, casado com Ana Fernandes, inventariante, a qual declarou que as peças
que se seguem não entram no inventário porque a dita inventariante as continua a
usar: um cordão de ouro no valor de 16.000 reis, uma laça, 3.000 reis, um fio de
contas, 2.400 reis e umas fivelas de prata de 2.800 reis 7.
Na verdade, após a morte dos maridos, as viúvas continuariam a usar parte das peças de
ouro adquiridas ao longo da vida. Deste modo, estes objetos, caso não tivessem sido legados em
vida, só eram arrolados ao património após a morte das viúvas.
No caso dos inventários respeitantes a viúvos/as, a proporção é inversa da observada nos
inventariados casados. São agora sobretudo as mulheres que arrolam as joias nos seus inventários.
Ou seja, as mulheres viúvas detinham o uso e a propriedade destes objetos. Como referimos, as
peças de ouro só passavam a fazer parte do património após a morte destas. O caso de
Guimarães é significativo, já que nenhum inventário de viúvo listou joias. Deste modo, importa
realçar dois aspetos importantes relativos às joias: por um lado, a sua propriedade, isto é, quem as
detinha, por outro o seu uso. Assim se entende que apenas nos casos em que o inventariado era
solteiro(a) ou viúvo(a) as mulheres possuíam simultaneamente a posse e o uso das joias. No caso
dos casais a situação era diferente. O homem, enquanto cabeça de casal, possuía a propriedade
destes objetos, mas não o seu uso. Enquanto ambos os cônjuges eram vivos as joias eram
consideradas não só adornos femininos mas, nomeadamente, fonte de capital que podia ser
investido ou convertido em numerário. Nestes casos, era o homem que as detinha, ainda que para
dispor delas tivesse de ter a autorização da sua esposa.
As peças que abordaremos em seguida referem-se apenas às que se encontram arroladas
nos nossos inventários orfanológicos e escrituras testamentárias. E, desde já podemos adiantar
que, a diversidade de peças não foi muito relevante. As descrições, embora modestas, incluíam o
essencial: tipologia, matéria-prima e o peso convertido no valor pecuniário. Esta última
caraterística nem sempre foi descrita, sobretudo, quando as peças se encontravam penhoradas.

AS JOIAS E A SUA RELAÇÃO COM O SAGRADO


Era costume dizer-se “para a missa o que puderdes, para a feira quando tiverdes” 8. Por
um lado este adágio popular indica que muitas vezes o ouro podia não pertencer a quem o usava,
mas possivelmente à família alargada (mãe ou sogra) que consentiam que as suas descendentes e
futuras herdeiras o ostentassem, por outro, para a feira as mulheres só deveriam usar o ouro que
era realmente delas e não em quantidades exageradas, uma vez que estariam sujeitas a furtos e
perdas. O mesmo adágio considera a igreja o espaço público mais importante e o mais indicado

4 ADB, “Judicial Antigo”, Póvoa de Lanhoso, ct. 2671, 1807.


5 Idem, ct. 2848, 1799.
6 AMAP, “Judicial Antigo”, Guimarães, ct. C-7-1-135, 1802.
7 ADB, “Judicial Antigo”, Póvoa de Lanhoso, ct. 2862, 1798.
8 José Leite de Vasconcelos, Etnografia portuguesa, vol. VI, Lisboa, Imprensa Nacional - Casa da Moeda, 1983, p. 465.

297
A ourivesaria popular no patrimonio familiar… Olanda Vilaça

para mostrar as peças de ouro. A sua ostentação, ao mesmo tempo que tornava as mulheres mais
vistosas, salientava a capacidade económica da família. A relação das joias com o sagrado está
patente na existência de cruzes, crucifixos, relicários, veneras, Senhoras da Conceição e rosários.
Outras vezes, oferecem-se peças de ouro a santas e santos por dádivas pedidas e/ou concedidas,
de que foi exemplo o inventário de Constantino da Cruz, em que a inventariante, Teresa José da
Silva Ferreira, declarou que o cordão de ouro avaliado em 20.000 reis não fazia parte do
património porque o tinha prometido à Senhora da Abadia 9.
Observemos as caraterísticas destas peças, ou como eram designadas, as “pendurezas”,
por se tratar de joias de pendurar nos fios ou cordões 10. A cruz, na generalidade, era lisa ou com a
imagem de Cristo crucificado. No concelho de Barcelos, no inventário de Custódio Barreto,
lavrador rico da freguesia de Sequeade, foi inventariada uma cruz de ouro adornada com
esmeraldas, no valor de 5.000 reis 11. Ao todo, nos três concelhos, foram inventariadas 41 cruzes
de ouro ou filigrana (21 cruzes em Barcelos, dez em Guimarães e dez na Póvoa de Lanhoso),
cujo valor variou entre 500 e 5.000 reis.
Os crucifixos foram muito pouco inventariados nos três concelhos (três ocorrências nos
concelhos de Barcelos e Guimarães e quatro no concelho da Póvoa de Lanhoso), sendo todos em
ouro e de valor médio de 4.000 reis.
O relicário 12 denominado por “questódia” na linguagem popular, ou por “memórias”, era
uma joia de suspender ao peito, geralmente muito trabalhada, na qual se colocavam relíquias ou
retratos com o propósito de lembrar um ente querido ausente 13. A presença desta joia foi
insignificante nos nossos inventários: dois relicários no concelho da Póvoa de Lanhoso, um de
ouro no valor de 33.600 reis e outro de aljôfar no valor de 5.200 reis e dois relicários no concelho
de Barcelos, estes últimos sem referência à matéria-prima ou ao valor. O mesmo se observou
com as veneras de ouro, as quais tinham trabalhos de relevo de imagens de santos e santas 14.
As imagens da Senhora da Conceição eram muito frequentes, principalmente, a partir da
segunda metade do século XIX na região do Minho. No século XVIII, dispomos de um
exemplar único no inventário de Manuel José Lopes da Costa, no concelho da Póvoa de
Lanhoso, tendo sido inventariada e avaliada juntamente com um cordão de ouro, pelo que não é
possível destrinçar o seu valor 15.
Por último, o rosário, não era uma peça de pendurar como as anteriores, mas de orar.
Muito embora houvesse rosários de diversos materiais, também os havia em ouro; disso é
exemplo o rico rosário com contas maciças no valor de 37.100 reis referido no inventário de
Manuel José Lopes da Costa 16.

9 Constantino da Cruz, casado com Teresa José da Silva Ferreira, inventariante, da freguesia de São Tiago de Oliveira,

termo da Póvoa de Lanhoso. ADB, “Judicial Antigo”, Póvoa de Lanhoso, ct. 722, 1797.
10 “Pendurezas” - termo utilizado no Minho para designar qualquer ornamento que se dependura num fio ou colar.

Rosa Maria dos Santos Mota, Glossário do uso [...], op. cit., 2011, p. 95; da mesma autora, “O uso do ouro nas festas da
Senhora da Agonia, em Viana do Castelo”, in Gonçalo de Vasconcelos e Sousa (coord.), Actas do II colóquio português de
ourivesaria, Porto, CITAR, 2009, p. 197.
11 ADB, “Judicial Antigo”, Barcelos, ct. 3527, 1758.
12 Relicário - o mesmo que custódia. Joia de ourivesaria tradicional de suspender ao peito em forma de caixa onde se

colocavam relíquias. Entrada “relicário” disponível em www.portasadentro.ics.uminho.pt. Consultado a 16 de


fevereiro de 2012.
13 Amadeu Costa, Manuel Rodrigues de Freitas, Ouro popular português, Porto, Lello & Irmão – Editores, 1992, p. 130.
14 Venera – todo o tipo de medalha de caráter religioso. Rosa Maria dos Santos Mota, Glossário do uso [...], op. cit.,

2011, p. 100.
15 ADB, “Judicial Antigo”, Póvoa de Lanhoso, ct. 9, 1810.
16 Idem, ibidem.

298
A ourivesaria popular no patrimonio familiar… Olanda Vilaça

Todas estas “pendurezas”, ao mesmo tempo que enfeitavam, proporcionavam a quem as


usava um conforto espiritual. Partindo dos inventários e testamentos, no que toca a peças
relacionadas com o sagrado, foi clara a preferência pela cruz, símbolo da Igreja de Cristo.

AS JOIAS E A SUA RELAÇÃO COM O PROFANO


Nas festas religiosas, romarias ou na festa do padroeiro, toda a rapariga minhota mostrava
com orgulho, no peito e nas orelhas, o seu ouro, comprado nas lojas, nos ourives feirantes e
ambulantes ou ainda herdado de mães, avós ou madrinhas.
As joias patenteavam uma carga afetiva e simbólica. Mais que um adorno, eram elementos
de distinção social e económica. No entanto, para a mulher minhota, a aquisição e uso de peças
de ouro constituía antes de mais uma forma de entesouramento, ou seja, uma reserva de valor
para ser utilizada nos momentos de crise económica, ou como era costume dizer-se “para nos
valer numa doença, numa grande aflição, temos o nosso ouro, o nosso ourinho” 17.
Desfazer-se do ouro, despoletava sentimentos de tristeza e vergonha. O ouro tinha um
significado afetivo que ultrapassava a mera função de ostentação. Por isso, só em caso de
necessidade é que a mulher minhota vendia ou penhorava o seu ouro.
Os penhores referenciados nas nossas amostras foram feitos sobre peças variadas de
ourivesaria, muito embora a mais sacrificada tivesse sido o cordão. Um cordão de ouro de
elevado valor estaria mais apto a resolver problemas económicos. Em contrapartida, exteriorizava
para a comunidade a fragilidade económica da família, para além de provocar um sentimento de
perda na mulher que dele era obrigada a prescindir.
Nesta região do Baixo Minho, a mulher e as joias eram indissociáveis. Algumas peças
eram usadas diariamente, como os brincos e o colar de contas. Estes bens eram transmissíveis
sobretudo aos familiares do género feminino, filhas, netas ou, ainda, afilhadas.
O ouro, para além de servir de entesouramento de património, estabelecia hierarquias,
criava disputas e permitia a ostentação18. A nobreza local e os lavradores ricos assim como os
grupos medianos da comunidade rural não exteriorizavam a riqueza ou estatuto apenas através do
número de semoventes que possuíam, das colheitas (quantidade de carros de milho ou pipas de
vinho), ou dos caseiros que lavravam as suas terras
Quadras populares e adágios, que permanecem ainda nos tempos de hoje na memória
coletiva da população rural, reforçam bem os significados do ouro no modus vivendi das
populações.

AS PEÇAS DE OURO NO QUOTIDIANO DA MULHER MINHOTA


Muito embora não o possamos depreender a partir da nossa documentação, a aquisição
das joias obedecia a uma hierarquia social. Os rituais de passagem da vida de uma rapariga
caminhavam lado a lado com a posse de joias. Logo à nascença furavam-se as orelhas à menina
para receber os seus botões 19. Apesar de terem sido inventariados alguns pares de botões nos três
concelhos (20 pares no concelho de Barcelos, três em Guimarães e três na Póvoa de Lanhoso),
não é de excluir que se tratasse de botões de punho.

17 Amadeu Costa, Manuel Rodrigues de Freitas, Ouro popular português, op. cit., 1992, p. 23.
18 Idem, ibidem.
19 Designação dada no Minho aos primeiros brincos das meninas. Estes seriam pequenos e em forma de botão. Rosa

Maria dos Santos Mota, Glossário do uso [...], op. cit., 2011, p. 48.

299
A ourivesaria popular no patrimonio familiar… Olanda Vilaça

Em segundo lugar, temos os brincos, os quais assumiam uma importância tal, que na
eventualidade de não lhes serem oferecidos, as raparigas desde cedo começavam a amealhar para
os comprar. Abel Salazar escreveu: “grãozinho a grãozinho, no canto da arca, ao lado da roupa
perfumada de ervas rústicas” estavam “as moedas necessárias para a compra das argolas, que
atormentavam os seus sonhos de moça com orelhas nuas” 20.
Os brincos e o cordão eram as joias mais importantes na vida de qualquer mulher
minhota. Seria lógico esperar que todas as mulheres dos nossos inventários tivessem o seu par de
brincos, mas não era o caso. Apenas 199 inventários em 600 (33%) inventariaram joias no seu
património. Além disso, destes nem todos declararam brincos (Barcelos, 55%; Guimarães, 76% e
Póvoa de Lanhoso, 43%). A inexistência destas peças nos inventários faz-nos voltar ao que
anteriormente já foi referido: a mulher podia assumir os brincos como seus, justificando-se, deste
modo, a relativa ausência de inventariação desta peça e da ourivesaria em geral. Os brincos
inventariados eram, na sua maioria, de ouro, de filigrana e de aljôfar. Quando a riqueza o permitia
podiam ser adornados com pedrarias tais como diamantes e, em casos excecionais, ametistas. A
avaliação dos brincos foi muito variada e oscilou tendo em conta caraterísticas como o peso, a
matéria-prima e a pedraria empregue.
As contas e os fios de conta, como sublinha Rosa Maria dos Santos Mota, eram “o
segundo ouro que se comprava” 21. Muitas contas avulsas foram inventariadas - desde 10 a 56
contas - que depois, seriam aplicadas em fios, formando assim o fio de contas. As contas seriam
compradas à unidade quando as economias da mulher o permitiam. Lisas ou retorcidas, eram
sempre de ouro 22. No entanto, o seu valor variava consoante o feitio. Calculámos o valor médio
das contas nos três concelhos tendo em conta esta variável. Uma conta de ouro lisa poderia
custar em média 75 reis e retorcida, 190 reis, o que significa que um fio de contas retorcidas
ficaria bem mais caro que um fio de contas lisas. Muito terá contribuído para a compra de contas
a venda das colheitas provenientes do trabalho do campo e dos galináceos a cargo da mulher. À
feira, a mulher levava os géneros que ela obtinha da sua labuta e, de lá, trazia as contas que ia
juntando até formar um fio de contas ou amealhava como forma de entesouramento. Para estes
fios, não existia um número exato de contas, variando sobretudo em função da capacidade
económica da sua proprietária 23. O valor final de um fio de contas seria determinado pelo feitio e
pela quantidade de contas de ouro. Entende-se, por isso, a grande diversidade de valores
encontrada: desde 300 reis – neste caso seria talvez um fio com quatro contas de ouro lisas – a
3.000 reis. Não obstante, com poucas ou muitas contas de ouro, o fio de contas tinha um peculiar
significado para a mulher minhota. Tal como os brincos, nunca o tirava do pescoço, mesmo
enquanto dormia. A predileção por esta peça está bem patente nos inventários uma vez que era
normal a posse de dois, três ou quatro fios de contas, tal como comprovou Rosa Maria dos
Santos Mota partindo da análise de testamentos da primeira metade do século XIX 24.
Do fio de contas, passemos para o cordão, aspiração de toda a mulher minhota. Só depois
de possuir dois ou três fios de contas é que a mulher minhota se podia dar ao luxo de ter o seu
cordão de ouro. O cordão, ornato comum da mulher de todos os estratos sociais, era visto como

20 Abel Salazar, Recordações do Minho arcaico. Obras completas de Abel Salazar, Luísa Garcia Fernandes (coord.), Porto,

Campo de Letras, 2002, p. 121.


21 Rosa Maria dos Santos Mota, Gonçalo de Vasconcelos e Sousa (coord.), “O uso do [...]”, op. cit., 2009, p. 197.
22 Maria Fátima Macedo apresenta cinco tipos diferenciados de contas: “quatro utilizando como base o prisma

rectangular (…) e uma, contas bicônicas, formadas por duas lâminas dobradas em tronco de cone, soldadas pela base
maior”. Maria Fátima Macedo, As raízes do ouro popular do noroeste português, Porto, Instituto Português dos Museus,
1993, p. 17.
23 Maria Fátima Macedo no seu trabalho sobre as raízes da ourivesaria popular expõe várias coleções particulares de

fios de contas para os séculos XVIII e XIX, os quais apresentam diferentes quantidades de contas: desde nove a 53
contas de ouro. Idem, pp. 19-22.
24 Rosa Maria dos Santos Mota, Gonçalo de Vasconcelos e Sousa (coord.), “O uso do [...]”, op. cit., 2009, p. 197.

300
A ourivesaria popular no patrimonio familiar… Olanda Vilaça

“uma peça de valor, prestígio e ostentação” 25. Fino ou grosso era o terceiro ouro da rapariga,
assinalando mais um ritual de passagem. Quando recebia o cordão transitava para o estatuto de
“rapariga namoradeira” 26. Não obstante, o cordão expressava também a riqueza ou a pobreza da
sua família como canta o poeta: “Eu não tenho cordão d´oiro / Sou filha de gente pobre / Bem
haja minha mãezinha / Que me traz conforme pode” 27.
O cordão era um importante símbolo de distinção social. Toda a rapariga impossibilitada
de ostentar um cordão seria olhada com desdém pelos outros, sobretudo pelos rapazes de melhor
condição social que a excluíam de imediato do mercado matrimonial. Para além do valor
simbólico, o cordão tinha subjacente um valor económico, ou seja, constituía um investimento,
uma reserva de capital e era “sinónimo de capacidade e estabilidade económica, que fica patente
aos outros” 28. Guimarães foi o concelho com mais cordões inventariados (78 cordões), seguindo-
se Póvoa de Lanhoso (47) e, por último, Barcelos (10). O caso de Guimarães é o que mais realça
a importância do cordão. Apesar de 36% de inventários não referirem esta peça, dos restantes
64%, 46% tinham mais que um cordão. Certas famílias vimaranenses investiram em cordões de
ouro, de que é exemplo o já citado inventário de Lourenço da Costa e sua mulher, Inês Maria,
com cinco cordões de ouro no valor total de 138.200 reis, uns mais grossos outros mais finos,
como é possível depreender mediante o valor atribuído a cada um29. Nos restantes concelhos,
para além de estarmos perante um número inferior de inventários com cordões, a maioria
dispunha apenas de um cordão, à exceção de três inventários na Póvoa de Lanhoso e dois
inventários em Barcelos. As descrições relativas ao cordão foram muito sucintas, limitando-se às
simples expressões, “ouro” ou “ouro fino”, para além da estimativa do valor. Relativamente a
este último a variabilidade foi bastante significativa. A mais valia do cordão estava no seu
comprimento, que se traduzia nas voltas que podia dar ao pescoço, e no peso, embora este último
fosse mais importante. Na nossa documentação não existe referência ao comprimento nem ao
peso de qualquer objeto de ourivesaria, muito embora os louvados ao estimarem o valor do
cordão convertessem a moeda da época (reis) em peso, como já referimos. Todavia, os valores
falam por si. Um cordão de 9.000 reis não podia pesar o mesmo que um cordão de 20.000 ou
30.000 reis. Um cordão de valor inferior a 10.000 reis seria, talvez o cordão de “linha” de que nos
falam Amadeu Costa e Manuel Rodrigues de Freitas 30. Estes cordões seriam ocos para além de
finos, segundo Rosa Maria dos Santos Mota, pesariam cerca de 15 grs. O cordão mais grosso,
denominado também de “soga”, pesava 1kg, e era maciço31. Partindo dos valores dos cordões
dos nossos inventariados tentamos agrupá-los não tendo em conta as referidas denominações -
cordão de “linha” e de “soga” – mas com baixo, médio e alto valor.
No universo de 129 cordões (seis não integram este universo por não terem estimativas
de valor), o valor mínimo estimado para esta peça foi de 1.500 reis e foi registado no concelho da
Póvoa de Lanhoso. O valor mais elevado foi de 48.260 reis, registado no concelho de Barcelos,
no qual, note-se, apenas 10 inventários arrolaram cordões. Por forma a tornar esta análise mais
abrangente, optámos por organizar o valor dos cordões por classes de 1.500 reis. Sendo
posteriormente agrupados em três categorias, como já referimos: baixo, médio e alto valor (ver
gráfico 29). Verificamos que, em todos os concelhos, em especial nos de Guimarães e Póvoa de
Lanhoso, houve maior incidência de cordões de valor médio. No conjunto de 47 inventários com
cordões, no concelho da Póvoa de Lanhoso, 68,1% integram-se nesta categoria. O mesmo se
verifica em Guimarães em mais de metade das ocorrências num universo de 72 inventários.

25 Rosa Maria dos Santos Mota, Glossário do uso [...], op. cit., 2011, p. 68.
26 Amadeu Costa, Manuel Rodrigues de Freitas, Ouro popular português, op. cit., 1992, p. 127.
27 Fernando de Castro Pires de Lima, A arte popular em Portugal, vol. I, Lisboa, Verbo, s/d., pp. 13-137.
28 Eduarda Coquet, Cadeia d´ouro, Tese de mestrado, Lisboa, Faculdade de Ciências Sociais e Humanas da

Universidade Nova de Lisboa, 1990, p. 28.


29 AMAP, “Judicial Antigo”, Guimarães, ct. C-7-1-2, 1806.
30 Amadeu Costa, Manuel Rodrigues de Freitas, Ouro popular português [...], op. cit., 1992, p. 35.
31 Rosa Maria dos Santos, Gonçalo de Vasconcelos e Sousa (coord.), “O uso do [...]”, op. cit., 2009, p. 197.

301
A ourivesaria popular no patrimonio familiar… Olanda Vilaça

Cordões de valor baixo ficam-se pelos 10% em ambos os concelhos – Guimarães e Póvoa de
Lanhoso. Nos inventários do concelho da Póvoa de Lanhoso, o valor máximo de um cordão
atingiu os 33.000 reis. Em Guimarães, existem dois inventários em que o valor do cordão foi
estimado em 36.000 reis, ou seja, de valor alto. E, por último, no concelho de Barcelos, apesar de
poucos inventários incluírem esta peça, 40% são de valor alto.

Gráfico 1 - Valor do cordão de ouro nos inventários orfanológicos (1750-1810)

Amostra: 129 cordões.


Fontes: ADB, AMAP, “Judicial Antigo”.

Os valores indicam que, mais do que ter um cordão, o importante era possuir um bom
cordão. Um cordão de valor médio era já um investimento importante. Se tivermos em conta o
custo da maioria dos objetos do quotidiano deste período, a venda de um cordão médio daria
para colmatar muitas necessidades e até investir num pedaço de terra ou em animais. Ainda sobre
esta questão devemos acrescentar que, um cordão médio ou de alto valor seria suficiente para
comprar não um mas vários ovinos ou caprinos ou ainda suínos, tão importantes para a
sobrevivência das famílias, visto que, o valor médio de uma ovelha ou de uma cabra era de 200
reis, de um porco, embora com maior variabilidade, 5.000 reis e de um bácoro de criação 2.000
reis. O cordão, mais que um adorno, era um investimento que podia ser utilizado para colmatar
necessidades económicas ou para revitalizar e desenvolver a atividade agrícola da família.
O valor afetivo do cordão era diferenciado das demais joias uma vez que era a joia da
família, transmitida de geração em geração, perpetuando o património e a memória dos defuntos.
Por isso, vender, sobretudo, por necessidade, era muito doloroso.
Para além do fio de contas e cordão, a mulher minhota sonhava com um trancelim,
quando as condições económicas eram favoráveis. No entanto, esta joia só seria adquirida
quando possuíssem outras joias, sobretudo cordões. O trancelim não fez parte da ourivesaria das
mulheres inventariadas ou inventariantes, à exceção de Maria Ribeiro Machado, que para além de
um par de brincos de aljôfar, uma laça cravada de diamantes, dois cordões de ouro de alto valor,
tinha ainda um trancelim de ouro avaliado em 30.120 reis 32. Apesar da ausência desta peça de
ourivesaria nos inventários por nós analisados, não significa, todavia, que não fizesse parte do

32 AMAP, “Judicial Antigo”, Guimarães, ct. C-1-4-37, 1802.

302
A ourivesaria popular no patrimonio familiar… Olanda Vilaça

quotidiano das mulheres do Baixo Minho. Como já fizemos notar por várias vezes, muitos
objetos, entre os quais o trancelim, “escaparam” à inventariação.
A laça era uma joia feminina de suspender ao pescoço num fio de seda ou num colar.
Segundo Carlos da Silva Lopes é a “velha jóia portuguesa” por se considerar genuinamente
portuguesa 33. No norte de Portugal a laça ou sequillé 34 (denominação encontrada nos inventários
da Póvoa de Lanhoso) foi fabricada para satisfazer o gosto das mulheres dos “lavradores
honrados”, expressão corrente dos séculos XVII e XVIII, ou seja, os que possuíam casas
agrícolas superiores às dos pequenos proprietários locais e que, de certa forma, se aproximavam
da pequena nobreza local 35. No entanto, não significa que a pequena lavradeira não tivesse a sua
laça, talvez mais singela.
Os principais centros de produção de laças foram o Porto, Guimarães, Braga e
Gondomar 36. Apesar da sua grande produção neste período, a quantidade de laças nos nossos
inventários não foi muito expressiva: Barcelos, 16; Guimarães, 34 e Póvoa de Lanhoso, 30. E,
sendo Guimarães um dos principais centros de produção de laças e o século XVIII o período da
sua difusão, podemos pensar que, tal como outros objetos, a sua ausência dos inventários não
significa que não fizessem parte do quotidiano dos nossos agregados.
A primeira laça inventariada data de 1786, aumentando progressivamente o seu número a
partir de 1793, ou seja, finais do século XVIII. O que terá determinado por um lado, a reduzida
inventariação de laças nestas regiões e, por outro, a sua tardia inventariação nos nossos
inventários?
A laça de ouro ou filigrana, e em alguns casos com diamantes, adornava o peito das
mulheres do Baixo Minho. Para além de joia de suspensão, podia assumir também a forma de
alfinete ou ainda de brincos 37. O valor das laças de ouro ou filigrana sem pedraria, nos concelhos
em análise, oscilou entre os 1.700 reis e os 4.800 reis; com diamantes (não temos informação
quanto ao número de pedras), a média foi de 7.000 reis. Contudo, no inventário de Francisca
Maria Salgada foi inventariada uma laça com diamantes no valor de 48.000 reis 38. Infelizmente as
descrições são muito sucintas, impedindo-nos de ter uma ideia do seu trabalho de ourivesaria e
pedraria.
Nos concelhos de Guimarães e Póvoa de Lanhoso encontramos excecionalmente alguns
exemplos de laças acompanhadas por outras peças de ourivesaria: com brincos e anel (duas
ocorrências); só com brincos (duas ocorrência) e com anel (uma ocorrência). Segundo Carlos da
Silva Lopes estas peças compostas seriam mais requintadas 39. Em suma, as laças, singelas ou
elaboradas, fizeram parte da ourivesaria da mulher do Baixo Minho. Todavia, não foram
exclusivas das mulheres dos “lavradores honrados” porque simples lavradeiras também as
possuíram.

33 Carlos da Silva Lopes, Estudos de história da ourivesaria, Porto, GEAD, 2005, p. 30.
Laça - designação utilizada na Póvoa de Lanhoso. A laça usava-se ao pescoço como pendente ou ainda como alfinete
e também na versão de brincos. Rosa Maria dos Santos Mota, Glossário do uso [...], op. cit., 2011, pp. 85-86.
34 Sequillé - denominação usada no norte de Portugal para definir um alfinete de peito aparentado com a laça. Idem, p.

98.
35 Carlos da Silva Lopes, Estudos de história [...], op. cit., 2005, pp. 30-31.
36 Idem, ibidem.
37 Veja-se na mesma obra algumas imagens de laças do século XVIII e XIX. Maria Fátima Macedo, As raízes do [...],

op. cit., 1993, pp. 51-54.


38 Francisca Maria Salgada, casada, da freguesia de São Paio, Guimarães. AMAP, “Judicial Antigo”, ct. C-3-5-57,

1794.
39 Carlos da Silva Lopes, Estudos de história [...], op. cit., 2005, pp. 31-32.

303
A ourivesaria popular no patrimonio familiar… Olanda Vilaça

O requife 40, peça de ouro ou filigrana, inventariado por vezes com diamantes cravados,
era outro adorno de peito. O seu valor médio foi de 3.000 reis, mas alterava-se tendo em conta a
presença ou não de pedras preciosas. O diamante foi a única pedra aplicada no requife. A
presença desta peça nos inventários dos três concelhos foi muito reduzida: um em Barcelos; 16
em Guimarães e dois na Póvoa de Lanhoso.
Para terminar, não podemos deixar de fazer referência aos anéis. Apesar de, no último
quartel do século XVII e primeiro quartel do século XVIII, se assistir a uma diversificação das
tipologias de anéis - ovais, retangulares, redondos, lanceolados, losangulares, pedraria, esmalte,
pinturas etc. -, não os temos para o período em questão (1750-1810) 41. A lavradeira não tinha por
hábito usar anéis no seu dia a dia. A labuta do campo não o permitia. Apenas as mulheres de
condição social mais elevada, sem necessidade de colocar as mãos na terra, os poderiam usar. Ao
todo foram inventariados 21 anéis: sete em Barcelos, três em Guimarães e 14 na Póvoa de
Lanhoso de valor médio de 1.500 reis, com exceção dos anéis inventariados em Guimarães,
cravados com diamantes, de valor médio de 3.500 reis. Estes pertenciam a mulheres de elevado
estatuto, casadas com lavradores ricos, mercadores, prestamistas e com um juiz dos órfãos. Ou
seja, mulheres mais adstritas ao espaço interior da casa e suscetíveis de frequentar os círculos de
sociabilidade da elite local.

CONCLUSÃO
Para o período estudado e na região do Baixo Minho as joias, independentemente da sua
morfologia, devem ser entendidas como um capital suscetível de ser convertido em numerário,
sobretudo quando as famílias se viam a braços com dificuldades económicas. Para além disso, as
joias assumem um papel importante quando se procura entender o significado de “pertença à
família”. Apesar do uso do ouro ser uma constante nesta região, a verdade é que encontramos –
através dos inventários orfanológicos – alguns patrimónios familiares onde as joias estavam
ausentes. Isto não deverá significar que as mulheres do Baixo Minho não as envergassem. As
joias e outras peças de ourivesaria eram transmitidas aos herdeiros não só através da legítima, mas
também por doações inter-vivos. Esta última forma de transmissão fez parte do quotidiano das
gentes do Baixo Minho. Não havia um momento específico para o fazer; as mulheres doavam-
nas ou legavam-nas pessoalmente ou através das escrituras públicas. Consideramos que a
ausência relativa de peças de ouro nos inventários orfanológicos das nossas amostras se deve
sobretudo a esta forma de transmissão inter-vivos que servia para assinalar os momentos de
passagem da rapariga minhota.
Todavia, não devemos anular a possibilidade de as joias nunca terem figurado no
património de algumas famílias, pois na maioria dos casos não nos é possível saber se algum dia
as possuíram.
Em suma, a ourivesaria demarcou-se pelo seu valor afetivo, ou seja, pelo sentido de
pertença à família. Mais que um “simples objeto”, as peças de ouro guardavam memórias,
sentimentos, e daí que as famílias as procurassem transmitir de geração em geração.

40 Requife - fio batido, de secção reta, com torcidos. Rosa Maria dos Santos Mota, Glossário do uso [...], op. cit., 2011, p.
97.
41 Gonçalo de Vasconcelos e Sousa, A joalharia em Portugal (1750-1825), Porto, Civilização Editora, 1999, p. 103.

304
Familia, migración y matrimonio… Encarna Meseguer Hurtado

FAMILIA, MIGRACIÓN Y MATRIMONIO EN UNA VILLA, MODELO DE


ATRACCIÓN: MOLINA DE SEGURA EN LOS SIGLOS XVII-XIX
Encarna Meseguer Hurtado
Universidad de Murcia

INTRODUCCIÓN
Tanto la Historia de la familia como la Demografía Histórica son cruciales a la hora de
investigar la historia de colectivos y de individualidades, acercándonos más a la historia social del
pasado. La Demografía viene unida al hecho social de la vida y a la familia en su conjunto, no se
puede estudiar la población si no se conocen los individuos que la componen como tampoco sus
relaciones en la sociedad en la que les ha tocado vivir. No podemos por tanto prescindir de ellas
como tampoco de la Historia Social, en el estudio de la reconstrucción de familias.
El estudio de la reconstrucción de familias emprendido en Francia por Louis Henry y
Michel Fleure, ha sido crucial para estudiar la mecánica matrimonial como era obtener las edades
de acceso al matrimonio, la fecundidad marital etc, que nos han ayudado a conocer el vínculo
matrimonial, pero que debe ser revisado con nuevas tecnologías para su dinámica en la obtención
de los datos y en nuevos estudios de las fuentes que supondrán dar un paso adelante en la
historiografía de las ciencias sociales en España.
A partir de los años 70 y 80 del siglo pasado, esta metodología tuvo su plenitud en
distintos estudios y publicaciones. La aportación de la Escuela de Annales ha sido decisiva con
estudios y publicaciones sobre Historia Social. Hoy con la elaboración de genealogías, de las
trayectorias de vida, nos acercamos más a la historia del pasado no sólo en el estudio de su
conjunto sino también en el de las familias e individuos que la forman.
Nuestro estudio se basa en la aportación de los datos obtenidos de las fuentes
parroquiales, en las partidas de matrimonio. Como bien dicen algunos autores como la
portuguesa María Norberta Amorim 1, la demografía histórica nos proporciona elementos y
conexiones fundamentales para conocer la Historia de la Familia y las bases de datos de los
registros parroquiales son imprescindibles para ello. Pero en el análisis de los datos vemos que
estas relaciones van más allá de lo que es la Familia Nuclear, ya que intervienen una serie de lazos
no sólo de sangre sino también de afinidad, en Francisco Chacón 2, la familia también está
formada por lazos de parentesco consanguíneo y lazos de parentesco ficticio. Hay una protección
y solidaridad entre los grupos y por ello la construcción de la familia tiene un espacio social
concreto, donde la Historia Social es la base del estudio de las relaciones y los lazos familiares que
se van formando a partir del vínculo matrimonial.
Además según Reher 3, el matrimonio marcaba el comienzo de la formación del hogar y
abría la puerta a la reproducción demográfica, poniendo en marcha uno de los mecanismos para
la supervivencia de la sociedad. Así el matrimonio se convertía en catalizador para el desarrollo

1 Maria Norberta AMORIM, “Demografía Histórica y Familia. Una propuesta metodológica”, Studia Histórica.

Historia Moderna, nº 18, 1998, p. 1.


2 Francisco CHACÓN JIMÉNEZ y Joan BESTARD (dirs.), Familias. Historia de la sociedad española, Madrid, Cátedra,

2011.
3 David S. REHER, Familia en España, pasado y presente, Madrid, Alianza, 1996, pp. 223-233.

305
Familia, migración y matrimonio… Encarna Meseguer Hurtado

individual y familiar que generaba cambios tanto para los contrayentes como para las familias de
origen.
Las oleadas migratorias también están ligadas a distintos factores, como se dan en el siglo
XVI y XVII, en donde la mortalidad catastrófica debido a las epidemias como las pestíferas, la
falta de alimentos y la falta de excedentes de otros años, hacen posible el movimiento de la
población a otros lugares más productivos y saludables. En el siglo XVIII, hay una revolución
económica y demográfica, por la desaparición de las enfermedades entre otras como la peste y
por otra porque el contexto político, es menos codicioso y costoso que antes con los Austrias.
Esto beneficia a la población que aumenta considerablemente y es por ello que con la revolución
agraria se asentará en sitios donde haya un mayor terreno cultivable y los individuos puedan tener
un nivel de vida mejor. Es por ello que la nupcialidad es decisiva dentro de este nuevo régimen
demográfico. Esto es un punto importante en estudios, como el de Jordi Nadal sobre la
nupcialidad en Cataluña 4 porque hay un fomento y protección del estado matrimonial y eso se
refleja en una obsesión en el contexto socio-económico de la época.
En Massimo Livi Bacci 5, los años que van de 1800-1914, hay una gran transformación, ya
que la población se multiplica por dos y medio. Pero otro punto a destacar es que la agricultura es
un componente importante pero secundario según el autor, porque lo que prima es la renta y la
organización del trabajo.
Concluyendo, todo esto repercute en el aumento demográfico, además de otros factores
como serán el aumento de la productividad, la limitación de las tierras disponibles por el rápido
crecimiento de la población rural, la emigración y por último tener una alimentación mejor y un
nivel de renta superior. Por lo tanto, la reducción de la sociedad rural permitió cambios
demográficos más rápidos, que se van a plasmar en la urbanística de las ciudades. Según Jose
Miguel Martínez Carrión 6 la población de Murcia desde 1860 hasta 1900, crece muy deprisa y
duplica su crecimiento con respecto a la española en general, siendo la región de Murcia una de
las regiones europeas más dinámicas del siglo XIX.
Así pues, las migraciones están condicionadas por múltiples factores, como son el
económico, fiscal, social, familiar y esto se pone de manifiesto en estudios como el de la familia
europea de Kertzer y Barbagli 7 , en donde uno de los factores que favorecieron el éxito de las
migraciones en cadena, fue el que los individuos estuviesen relacionados entre sí y la buena
propaganda de los que habían llegado antes, hacían del lugar, siendo por tanto la emigración
parental una forma de migración familiar. En artícuos como el de Martínez Carrión y Concepción
Fenollos 8, en los años del siglo XIX es cuando hay una mayor ocupación del suelo y se coloniza
en su plenitud el territorio. La entrada en el siglo XX, cambiará el rumbo de la población y las
oleadas migratorias tendrán gran repercusión.
Analizando la población del siglo XIX, hay un peso de la mortalidad excesiva y un
progresivo aumento de la población al mismo tiempo, aunque más en Europa que en España. Y
este desarrollo podemos basarlo sobre todo en una mayor nupcialidad, una prolongación de la
vida y el cese de las emigraciones a países extranjeros. Todos estos factores hacen que la
población española aumente. En el siglo XIX, las nupcias son más frecuentes y la fecundidad más
alta. El cese de los desplazamientos de grandes masas de población que son una característica

4 Jordi NADAL, La población española (siglos XVI a XX), Barcelona, Ariel, 1971, pp. 87-88.
5 Massimo LIVI BACCI, Historia de la población europea, Barcelona, Crítica, 1999, pp. 130-131.
6 José Miguel MARTÍNEZ CARRIÓN, Economía de la Región de Murcia, Murcia, Editora Regional, 2002.Pág. 278-279.
7 David I. KERTZER y Marzio BARBAGLI (dirs), Historia de la Familia Europea, vol. 2: La vida familiar desde la

Revolución Francesa hasta la Primera Guerra Mundial (1789-1913), Barcelona, Paidós, 2003.
8 José Miguel MARTÍNEZ CARRIÓN y Concepción FENOLLOS SORIANO, “Nupcialidad, estructura del hogar

y economía campesina en el valle del Segura durante el siglo XIX”, Áreas. Revista Internacional de Ciencias Sociales, nº 8,
1987, pp. 26-27.

306
Familia, migración y matrimonio… Encarna Meseguer Hurtado

sobresaliente de la época además tendrá repercusiones muy profundas. En los albores del siglo
XX, el éxodo campesino produce la gran corriente migratoria del campo a la ciudad, por ello las
crisis de subsistencias en siglos anteriores, pasarán a ser un factor demográfico secundario en el
siglo XX, donde primará el impacto de la depresión económica y de las guerras (la Guerra Civil
Española y las Guerras Mundiales).
El tema de las migraciones es un tema que ha sido tratado por ser un factor importante en
el desarrollo demográfico y al igual que la Historia de la Familia, son temas de estudio muy
interesantes, y como se expone en el libro Territorios distantes, comportamientos similares 9, es
que hay una necesidad a la hora de abordar la Historia de la Familia de nuevas formas de análisis
y nuevas propuestas de investigación, porque la Familia ha sido la célula básica de la organización
social.

LA INVESTIGACIÓN REALIZADA
En nuestra investigación, lo primero es plantear una hipótesis principal: “las migraciones,
que fueron fundamentales para el desarrollo demográfico, económico y social de la villa de
Molina entre los siglos XVII y XIX se llevaron a cabo, no sólo de forma individual sino también
colectiva”. Observamos que las verdaderas protagonistas del proceso migratorio fueron las
familias. A partir de esta hipótesis podemos desarrollar una serie de objetivos que nos
proponemos a la hora de realizar nuestra investigación. Estos serían los siguientes:
A CORTO PLAZO:
1. Verificar que el aumento en el número de matrimonios no sólo procede del crecimiento
natural de la población sino también debido a oleadas migratorias que se integran en ella.
2. Investigar los índices que nos dan pruebas de migración, como los índices de la
Procedencia de los contrayentes y los padres. Estos índices son “ser natural de”, “ser
vecino/a de”, “ser feligrés/a de “, nos darán la pista de su lugar de origen y si vienen con
sus familias, o han nacido ya aquí porque los padres se establecieron anteriormente.
3. Comprobar el efecto de atracción de la villa a la hora de establecerse en ella debido a su
demanda para el trabajo y para conseguir una tierra, aunque fuese en arrendamiento.
4. Analizar que el peso de estas migraciones en cadena hacía una población, supone un
cambio en su estructura socio-profesional como en la modificación del plano urbano por
el crecimiento sobre todo de barrios nuevos para el asentamiento de estas personas en la
villa.
A LARGO PLAZO:
5. Establecer una comparativa entre diferentes núcleos urbanos de atracción con el fin de
preguntarnos el porqué y el cómo, para confeccionar un modelo de atracción.
6. Verificar que la reconstrucción de familias a través de las partidas de matrimonio son un
valioso instrumento para la Demografía Histórica, para ver los individuos y las familias
que emigran y se establecen, familias que forman vínculos familiares y filiares con las de
su sitio de origen. Por ello la reconstrucción de familias dentro del estudio de las
migraciones también es valiosa para la Historia de la Familia y para la Historia Social.

9 Sebastián MOLINA PUCHE y Antonio IRIGOYEN LÓPEZ (dirs), Territorios distantes, comportamientos similares. De
familias, redes y élites de poder: Una introducción crítica, Murcia, Editum- Ediciones de la Universidad de Murcia, 2009.

307
Familia, migración y matrimonio… Encarna Meseguer Hurtado

EL MÉTODO DE LA INVESTIGACIÓN Y LAS FUENTES UTILIZADAS


La metodología llevada a cabo ha sido a través de las técnicas de investigación aplicables a
cualquier disciplina científica. Partimos de las técnicas cuantitativas porque queremos medir y
descubrir nuevas relaciones con los datos, partimos de una hipótesis y establecemos relaciones
entre las distintas variables obtenidas a través de los datos recogidos. Es por lo que utilizamos la
Estadística que es la técnica cuantificadora por excelencia, viendo las variables e indicadores que
intervienen en el fenómeno histórico expresando sus relaciones a través del análisis de los datos
con gráficos, cuadros etc., y empleando a su vez el método deductivo e inductivo para llegar de lo
general a lo particular y viceversa. Por tanto, nos valemos de la estadística descriptiva, como de la
estadística inferencial o inductiva. El objetivo es conseguir no sólo una investigación cuantificada
sino también cualitativa en su conjunto.
En el libro de Aróstegui 10 en las ciencias sociales la aplicación de la Estadística a
disciplinas como la Economía, Demografía, Sociología, Psicología es normal, pero vemos que en
la Historiografía es sólo la Historia Económica la que ha hecho uso de ella. Es lamentable que no
existan tratados de Estadística pensada para los historiadores y por ello es por lo que escasean
este tipo de publicaciones.
También es imprescindible recurrir al método comparativo. Muy utilizado tanto en la
Historiografía como en otras ciencias sociales pues permite observar tanto las analogías como las
diferencias en distintas investigaciones. También este método es necesario para establecer
generalizaciones históricas, pero con mucha cautela y evidencia empírica en base a otros trabajos,
que es lo que se pretende en esta investigación.
Utilizamos, por tanto, la metodología de la Demografía Histórica, que está dando
respuestas a muchos interrogantes hasta ahora desconocidos, ya que nos permite utilizar el
método estadístico en la crítica histórica de las fuentes y a su vez en la aportación del historiador.
Fundamental para nosotros han resultado las últimas tendencias dentro de la disciplina que tienen
que ver con la atención puesta al ciclo de vida, concepto que se ha revelado como una potente
herramienta para la comprensión de la organización social. Precisamente en nuestro trabajo ha
resultado determinante a la hora de contemplar los procesos migratorios.
Esto es esencial junto con la aportación de la Historia Social, que a partir de la creación
de la Escuela de Annales ha hecho que el historiador pueda percibir la Historia como la Historia
del hombre y su grupo social. Es lo que se trata con este trabajo, poder percibir las migraciones
en la Historia de una villa a través de una serie de personas que vienen de otros lugares para
establecerse y formar una familia que estará dentro de otro grupo social a su vez integrado por
varias familias. Es, en resumidas cuentas, la Historia Social es, en Cardoso y Pérez Brignoli 11:
“una Historia de la Sociedad en movimiento”. También es necesario tener en cuenta estas
migraciones en la Historia de la Familia porque forman parte del conjunto de la sociedad.
Además de estas fuentes ha sido necesario utilizar el Diccionario de Pascual Madoz 12, nos
aporta la información de los pueblos de origen, donde explica sus recursos, sus habitantes y sus
parroquias.
Al margen de los recursos bibliográficos, las principales fuentes documentales que hemos
consultado son los registros parroquiales. Frente a la primera impresión que pudiera tenerse,
respecto a una información que pareciera que se repite, lo cierto es que hay que decir que es
difícil su análisis, debido a algunos problemas que se han planteado:

10 Julio ARÓSTEGUI, La Investigación Histórica: Teoría y Método, Barcelona, Crítica, 2001.


11 Ciro F. S. CARDOSO y Héctor PÉREZ BRIGNOLI, Los métodos de la Historia, Barcelona, Crítica, 1981.
12 Pascual MADOZ, Diccionario Geográfico Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar, Murcia, Centro

Regional de Estadística de Murcia, 1989, p. 114.

308
Familia, migración y matrimonio… Encarna Meseguer Hurtado

1º.- Las fuentes no tienen uniformidad. Esto quiere decir que las fuentes no son tratadas de la
misma manera en los mismos años, ya que cada párroco escribe el registro según él considera.
Esto dificulta el que cuando se llevan leídos varios registros tratados de la misma manera, de
repente cambia porque lo escribe otro párroco y algunos datos o no se especifican o se cambian
de otra forma.
2º.- Las fuentes son distintas según el periodo en el que se estudian. Si observamos los registros
de matrimonio del siglo XVI, XVII y XVIII, sólo hablan de lo básico, del nombre del novio, la
novia y los padres de ambos. Diciéndonos de dónde viene el novio o la novia, es decir, la
procedencia. Conforme nos acercamos al siglo XIX, se comienza a hablar de la procedencia de
los padres y si son feligreses o vecinos. También nos informan del estado de los novios y de los
padres, si son solteros o viudos, y de la legitimidad y del oficio que tienen, aunque no se habla del
oficio de la mujer. Conforme pasan los años, se van teniendo más datos. Ya a mediados del siglo
XIX, se habla de la edad de los novios y a finales del XIX, de los oficios de la mujer. Por ello
cada vez tenemos más aportación de datos que nos sirven para nuestra investigación, pero los
datos en los años de la Edad Moderna, son más difíciles de tratar porque podemos deducirlos
pero no siempre verificarlos.
3º.- Hay dificultad para comparar los datos. Es difícil contrastar los datos si carecemos de
publicaciones en las que se traten los registros parroquiales, no sólo de estudios de Nupcialidad
sino también de otros índices también interesantes, ya que buscamos los referentes a la migración
además de datos que corroboren nuestra investigación.
4º.- Es difícil la aplicación del método estadístico en el estudio de las migraciones. Necesitamos
gran cantidad de datos para poder contrastar la migración, esto es en parte por la dificultad que
tienen en sí mismo los archivos, tan diferentes en el tiempo y en el tratamiento por parte de los
párrocos. Esto supone al mismo tiempo muchas gráficas, tablas etc. Necesitamos por tanto de
tratados de Estadística aplicados a la Historia, para ahorrar tiempo y esfuerzo.

ANÁLISIS DE LA INVESTIGACIÓN
Antes de exponer los pasos a seguir en la investigación objeto de estudio, tenemos que
tener presente ciertos aspectos que van a ser determinantes en la historia de la villa.
A. La Carta Puebla de la villa, redactada el 30 de enero de 1397, durante el señorío de Juan
Alonso Fajardo, concediendo una serie de privilegios a los vecinos de Molina fue muy
beneficiosa para el reparto de tierras y para los nuevos pobladores.
B. La situación dónde se encuentra la villa de Molina de Segura es privilegiada por estar
cerca de varias villas y de la capital (fue importante para el viajero por ser zona de paso de
camino hacia Castilla) y por encontrarse en una zona cercana al río y por ello sus tierras
son también de regadío (grandes zonas de huerta). Por ello el radio de la migración es de
corta distancia en su mayoría, aunque también hay migración de zonas de más de 50 Km
y de ciudades cercanas como Albacete, Alicante, Valencia, Almería y alguna más alejada.
Es una villa de gran atracción agraria.
C. Importancia de las órdenes religiosas, como los jesuitas que hacen de la villa un gran
centro de atracción desde el siglo XVII, pero con más difusión en el siglo XVIII. El
establecimiento de esta orden y la gran cantidad de terreno cultivable que obra en sus
manos atrae a gran cantidad de personas y de familias. Podemos ver en la Imagen nº1 la
gran extensión de terrenos que tiene a su cargo la orden religiosa, es el Colegio-Granja
(Casa de la Compañía) de los Jesuitas de Molina.

309
Familia, migración y matrimonio… Encarna Meseguer Hurtado

Imagen nº 1: Casa de la Compañía de Jesús en Molina de Segura

Fuente: Manuel Arnaldos Pérez, Los Jesuitas en el Reino de Murcia, p. 166.

Ahora analizaremos la investigación en sí y los pasos a seguir:


1) Para comprobar que nuestra hipótesis es viable tenemos que ver si existe
movimiento poblacional como consecuencia del número de matrimonios que
se realizan, para ello se hace un recuento de todos los matrimonios desde el
siglo XVI-XIX, aunque en los que vamos a ver el aumento de matrimonios y
de la migración más claramente es en el siglo XVIII. Es el resultado de la
salida de la población del recinto amurallado, el crecimiento poblacional y el
migratorio. Como consecuencia de todo ello, se construye la Iglesia de la
Asunción para acoger a más gente. Los siguientes gráficos nos muestran el
aumento de los matrimonios en los tres siglos: siglo XVII, XVIII y XIX.
Al observar los gráficos comprobamos que los matrimonios van en aumento, sobre todo
unos años antes de la inauguración de la Iglesia de la Asunción (1769) y en los años posteriores,
manteniéndose estables por encima de los 40 al año a finales del XIX.

Gráfico nº 1: COMPORTAMIENTO DE LOS MATRIMONIOS DURANTE EL SIGLO XVII

FUENTE: Elaboración propia en base a los datos sacados del Registro Parroquial de Molina de Segura. Nº de
matrimonios durante el siglo XVII.

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Familia, migración y matrimonio… Encarna Meseguer Hurtado

Gráfico nº 2: COMPORTAMIENTO DE LOS MATRIMONIOS DURANTE EL SIGLO XVIII

FUENTE: Elaboración propia en base a los datos sacados del Registro Parroquial de Molina de Segura. Nº de
matrimonios durante el siglo XVII.

Gráfico Nº3: COMPORTAMIENTO DE LOS MATRIMONIOS DURANTE EL SIGLO XIX

FUENTE: Elaboración propia en base a los datos sacados del Registro Parroquial de Molina de Segura. Nº de
matrimonios durante el siglo XVII.

Gráfico Nº4: PROCEDENCIA MATRIMONIAL DURANTE EL SIGLO XVIII

FUENTE: Elaboración propia en base a los datos sacados del Registro Parroquial de Molina de
Segura. Nº de matrimonios durante el siglo XVII.

311
Familia, migración y matrimonio… Encarna Meseguer Hurtado

En los gráficos vemos que el siglo XVIII, es un siglo de migración, ya que la villa se
convierte en un centro de atracción rural, debido a su gran extensión de terreno cultivable, de los
grandes señores de la villa, de los Jesuitas, y de pequeños propietarios, arrendado a agricultores y
trabajado por jornaleros. Esto se traduce en un gran aumento matrimonial, lo vemos en el
siguiente gráfico de procedencia de uno de los dos contrayentes.
Esta migración se va mimetizándose con la población, pero será continua durante este
siglo y a lo largo del siglo siguiente.
2) Establecemos varias catas en el siglo XIX para analizar varias variantes que
nos dan información de la migración. Para poder comprender mejor nuestro
trabajo de investigación, vamos a ver un ejemplo durante el siglo XIX, en una
de las catas analizadas.

Cuadro nº 1: PROCEDENCIA DE LOS CONTRAYENTES Y LOS PADRES EN 1832-1836

Novio Novia Padres TOTAL


Molina NF NF 132
Molina NF 33
Molina NF NF NF 24
Molina NF 10
Fortuna NFM* 7
Fortuna NFM* 5
Alguazas NF 4
Archena NF 2
Archena NFM* 2
Espinardo N 4
La Ñora N 3
Blanca NF 3
Alcantarilla NF 1
Alcantarilla NFM* 1
Alhama NFM* 1
Jumilla NFM* 1
Las Torres de Cotillas NF 1
Ciudad de Murcia NF 1
Ciudad de Murcia NFM* 1
Plaza NF NF 1
Era Alta NF 1
Torre Pacheco NF 1
Beniaján NF 1
Bilbao NF NF 1
Cieza NFM* 1
Ulea NFM* 1
Javalí Nuevo NF 1
Cartagena NFM* 1
La Habana NFM* 1
N: natural/es; V: vecino/a, vecinos; F: feligrés/a, feligreses de su villa; FM*: feligrés de Molina
FUENTE: Elaboración propia en base a los datos sacados del Registro Parroquial de Molina de Segura. Nº de
matrimonios durante el siglo XVII.

312
Familia, migración y matrimonio… Encarna Meseguer Hurtado

Estos índices “ser natural de”, “ser vecino de”, “ser feligrés de”, serán decisivos en nuestra
investigación sobre la migración en la villa de Molina de Segura.
3) De las catas analizadas en el siglo XIX, hemos hecho un gráfico de los
principales oficios de la villa. Aquí observamos cómo estamos en una sociedad
rural y las especialidades se desarrollan en torno a ella. Nos demuestra que la
tierra atrae a gran cantidad de gentes. A finales del siglo XIX, irán surgiendo
oficios liberales por el desarrollo urbano.

Gráfico nº5: OFICIO DE LOS CONTRAYENTES

FUENTE: Elaboración propia en base a los datos sacados del Registro Parroquial de Molina de Segura. Nº de
matrimonios durante el siglo XVII.

CONCLUSIONES
A modo de conclusión hay que decir que este trabajo de investigación ha tenido como
finalidad hacer un estudio exhaustivo de los Registros Matrimoniales de Molina de Segura, villa
de atracción por la importancia de los Jesuitas y la desamortización de sus tierras. A través de
estos registros podemos ver la migración o las oleadas migratorias que Molina ha sufrido a lo
largo de los siglos. Aunque en un primer momento ese era nuestro objetivo hemos ido viendo a
través de su análisis que nos ha aportado mucha más información como la de los individuos que
contraen nupcias y de sus familias, así como de la organización social de ese momento.
Hemos ido analizando los datos de las partidas de matrimonio, observando que la
PROCEDENCIA, nos va a dar información de dónde vienen los contrayentes, y de dónde viene
la familia, o sea, los padres. Los índices “NATURAL/ES DE”, “VECINO/A DE”,
“FELIGRÉS/SA DE”, nos dan información de si pertenecen, o no a la parroquia, si han nacido
allí o vienen a casarse allí, si los padres (la familia) se ha establecido allí pero no son naturales de
allí etc. De esta manera a través de una gran cantidad de porcentajes, de gráficos y de tablas
podemos establecer las distintas conexiones y relaciones entre los individuos y sus familias.
El análisis de los matrimonios en esta investigación, se ha analizado desde la Historia
Social a través de la nupcialidad y su crecimiento demográfico desde la Demografía Histórica,

313
Familia, migración y matrimonio… Encarna Meseguer Hurtado

pero además hemos dado otros enfoques. También es cierto que su análisis es complicado ya que
supone hacer un estudio encadenado de los datos de unas fuentes como son las Parroquiales que
no tienen uniformidad ni continuidad en su tratamiento. Tenemos además una dificultad añadida
en el tratamiento de los datos, ya que es necesario el análisis estadístico para poder clasificar tanta
información.
Al final no sólo podemos asegurar que en Molina de Segura hubo una migración continua
sino que también hemos logrado saber el tipo de gentes que vienen a ella, sus familias y su
condición social. Es muy importante conocer que en el análisis de la dinámica matrimonial son
fundamentales la Demografía Histórica y la aportación de la Historia Social y la Historia de la
Familia.
Otro punto a tener en cuenta es la falta de publicaciones en cuanto al análisis matrimonial
de los Registros Parroquiales, en el estudio de las migraciones. Es necesario un análisis
comparativo para poder establecer si los Registros siguen la misma tónica en distintas parroquias.
Las migraciones son un punto fundamental en el crecimiento demográfico de las ciudades o
pueblos, sobre todo las de corta distancia, donde hay un movimiento continuo de gentes de
zonas cercanas a ellas. Quizás es demasiado complicado hacer un estudio de todas las parroquias,
pero sí sería interesante hacerlo de las villas o ciudades que son focos de atracción, tanto rural
como urbana.
En este estudio pues, la familia, la migración y el matrimonio están íntimamente ligados,
las familias se reagrupan muchas veces por la importancia de la posesión de tierras, además del
vínculo de parentesco. El estudio de los archivos parroquiales de las partidas de matrimonio, nos
dan cuenta de familias de distinta índole, con más o menos patrimonio cuyo objetivo es cultivar y
conservar la tierra, ampliándola si es posible. El matrimonio es una pieza clave en este trinomio,
son las familias que se unen por afinidad y por conveniencia muchas veces en un lugar que no es
el suyo. El matrimonio supone la base de la familia y el comenzar una nueva vida en un lugar
donde mejorará la renta de los que la integran y sus hijos tendrán nuevas oportunidades. También
la familia está ligada a la migración, ya que supone buscar un lugar donde establecerse con una
renta mejor. Muchos de los que contraen nupcias son de zonas cercanas en su mayoría que ven
en este lugar una nueva forma de vida, más trabajo y una renta segura.

314
Los desplazamientos espaciales de las familias… Bibiana Andreucci

LOS DESPLAZAMIENTOS ESPACIALES DE LAS FAMILIAS QUE


CONFORMARON LAS ÉLITES DE LAS CIUDADES DE LA PROVINCIA DE
BUENOS AIRES EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX
Bibiana Andreucci
Universidad Nacional de Luján (Argentina)

INTRODUCCIÓN
El proceso de expansión de la producción pecuaria moderna en la región pampeana en
la segunda mitad del siglo XIX fue de magnitud y velocidad sorprendentes, a tal punto que
Argentina pasó de importar cereales a ser uno de los mayores exportadores mundiales de
productos pecuarios en menos de cuatro décadas. Durante estos años la frontera agropecuaria
avanzó más de quinientos kilómetros sobre el espacio relativamente vacío de las provincias de
Buenos Aires, Santa Fé, Córdoba y del Territorio Nacional de La Pampa. Sobre esos territorios,
numerosos pueblos y ciudades surgieron velozmente. De los cincuenta y dos municipios que
contabilizó Maeso en 1855 1 en la Provincia de Buenos Aires, se pasó a setenta y nueve en 1869 -
cuando se levantó el primer Censo Nacional- y a noventa y seis en 1895, con el segundo Censo
Nacional. En esos años centenares de pueblos y algunas ciudades de relativa importancia
alteraron por completo la fisonomía de la Pampa Argentina. La construcción de la Argentina
Moderna supuso ingentes esfuerzos de gestión. Casi de la nada y como mencionamos
anteriormente, en menos de cinco décadas, afloró una sociedad nueva. En la Provincia de Buenos
Aires, los municipios, surgidos por la Ley de Municipalidades de 1854 2, fueron las cédulas
políticas básicas. En el proyecto de la Ley de creación se determinó que el régimen económico y
administrativo de cada uno de los partidos de campaña, quedaba a cargo de una Municipalidad,
compuesta por el Juez de Paz y cuatro propietarios vecinos del distrito: Los municipales que
debían cuidar los intereses materiales del partido con absoluta prescindencia de intereses
políticos. 3 En consecuencia, en cada uno de las ciudades de la provincia, surgió un grupo de
vecinos que pasó a ocupar el poder local y que convirtió a las nuevas municipalidades en el
ámbito de un embrionario accionar político desde el que se gestionó la modernización de la
región. Nos proponemos en esta oportunidad identificar algunos rasgos de las élites locales y más
específicamente por tratarse de un área de reciente colonización, nos detendremos en describir
los desplazamientos espaciales de familias que identificamos como de la élite de algunas ciudades
bonaerenses, para observar en sus derroteros previos las estrategias empleadas por sectores
medios para consolidar su patrimonio y acceder al poder local.
Debemos aclarar, que la historiografía sobre la época ha prestado escasa atención a las
élites de las ciudades y pueblos pampeanos, las que quedaron habitualmente subsumidas bajo la
más potente élite provincial y/o nacional. Respecto a los núcleos más poderosos de la élite,

1 Registro Estadístico del Estado de Buenos Aires correspondiente al 2ª Semestre de 1854, redactado por Justo
Maeso, Mit 8, Tabellen, Buenos Aires, 1855.
2 El 11 de octubre de 1854 el Poder Legislativo de la Provincia sancionó la ley nº 35 que determinó la creación de las

municipalidades.
3 Para acceder al cargo debían tener una renta específica y su función era inspeccionar los corrales del abasto y cuidar

el aseo del pueblo, delinear y cuidar las calles y caminos, velar por el cumplimiento de los reglamentos policiales,
visitar las casas de negocio e inspeccionar las pesas y medidas; encargarse de los establecimientos de instrucción
pública, beneficencia y culto; y recaudar rentas municipales y fondos.

315
Los desplazamientos espaciales de las familias… Bibiana Andreucci

Halperín Donghi 4 demostró que antes de la Revolución de Mayo, los sectores más poderosos no
estaban vinculados a la tierra sino a la actividad mercantil. Las guerras de la independencia
afectaron la minería altoperuana y el comercio a distancia, privando a la elite colonial de su
principal fuente de ingresos, a la vez que la apertura comercial de 1810 colocó a este grupo ante la
competencia de los comerciantes europeos arribados a la región tras el fin del monopolio
comercial español. Estas circunstancias hicieron derrumbar a algunas fortunas rioplatenses; pero
otras, estimuladas por la expansión de la demanda externa y la abundancia de tierras, se
reorientaron hacia la producción pecuaria. Roy Hora 5 indicó que dos tipos de figuras merecen
distinguirse en la élite rioplatense de la primera mitad del siglo XIX. Por una parte, capitalistas
que ya ocupaban posiciones relevantes en el período colonial, que movieron recursos desde el
comercio a la producción agraria y por el otro, numerosas fortunas nuevas surgidas de las
oportunidades que ofrecía el sector rural. Estas últimas ponen de relieve el elevado grado de
renovación que la elite económica experimentó gracias al proceso de crecimiento agrario. Ello no
dio lugar a la formación de dos grupos distintos. Con frecuencia, los empresarios de origen
colonial que se volcaron a la producción rural mantuvieron intereses en otras actividades; muchos
nuevos, por su parte, una vez que alcanzaron cierta escala, giraron capital desde el campo a la
ciudad. Tanto la renovación del universo de empresarios como la diversificación de activos se
hallaron relacionadas con la fuerte inestabilidad institucional que caracterizó a la economía de la
región en la primera mitad del siglo XIX. Los sectores más poderosos se renovaron también
durante el rosismo. Luego de los “Libres del sur” una parte considerable de la elite estanciera
bonaerense sufrió la expropiación de sus propiedades 6. Por otra parte, la igualación social
promovida por la retórica republicana del rosismo, que importantes segmentos de las clases
populares hicieron suya, recortaron la autoridad social de los grupos propietarios 7. Sin embargo,
en esas décadas la gran propiedad no retrocedió sino que se consolidó. 8
A mediados del siglo XIX, el universo social pampeano era muy heterogéneo. Pequeños
propietarios, vecinos sin títulos, labradores y peones ocupaban un lugar importante en la
campaña bonaerense. En esta región la profundización de la economía mercantil, en lugar de
acabar con la economía campesina, favoreció la intensificación de las relaciones de las familias
productoras con el mercado. Pero además, el dinamismo de la economía exportadora dio lugar a
la emergencia de un número muy considerable de nuevas fortunas rurales, muchas de ellas de
origen inmigrante. Fue de esos sectores de los que emergieron las élites locales. En otros
trabajos 9 hemos demostrado como los sectores medios rurales cobraron dinamismo sin renovarse
en el tránsito del rosismo al Estado de Buenos Aires. En éste pondremos la lupa en un grupo
limitado de familias para ver de dónde provenían los miembros de las élites de las nuevas
ciudades pampeanas e identificaremos los desplazamientos espaciales – pero también
económicos- para observar procesos de acumulación y estrategias de reproducción social familiar
desde fines del siglo XVIII hasta fines del XIX. Se analizarán a continuación desplazamientos
hacia la frontera bonaerense de familias de la élite de Santiago del Estero, de labradores de San
Juan, de exiliados de la Banda Oriental y de pequeños y medianos productores de los partidos
cercanos de colonización más antigua. Los miembros de los dos primeros destinos engrosaron la

4T. HALPERÍN DONGHI, Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla, Buenos Aires, Siglo
XXI, 1972.

5 R. HORA Los terratenientes de la pampa argentina. Una historia social y política, 1860-1945, Buenos Aires, Editorial Siglo
XXI, 2002.
6 J. GELMAN, y M. SCHROEDER, “Juan Manuel de Rosas contra los estancieros: Los embargos a los ‘unitarios’ de

la campaña de Buenos Aires”, The Hispanic American Historical Review, Durham, vol. 83, 2003, pp. 487-520.
7 R. SALVATORE, Wandering Paysanos: state order and subaltern experience in Buenos Aires during the Rosas era, Durham,

Duke University Press, 2003.


8 R. HORA, “La elite económica Argentina, 1810-1914”. Rev. Sociol. Polit. [online], vol. 22, nº 52, 2014, pp. 27-46

[cited 2015-03-03].
9 B. ANDREUCCI, Labradores de frontera, Prohistoria, Rosario, 2011.

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Los desplazamientos espaciales de las familias… Bibiana Andreucci

élite local y tuvieron trascendencia provincial y nacional y la de los dos últimos, sólo local. Todas
las familias tuvieron en común historias de desplazamientos –la región no contaba con presencia
blanca un siglo antes- y de cambios rápidos y concisos en los procesos de acumulación.

ANTES DE IR A LA FRONTERA
Desde Santiago
Santiago del Estero, recorrida por los ríos Salado y Dulce, que forman dos valles estrechos, era la
provincia más pobre del Norte. La agricultura basada casi exclusivamente en el cultivo de maíz,
tenía caracteres muy primitivos que la hacían fracasar con frecuencia por las grandes sequías que
la azotaban. La ganadería escasamente desarrollada se componía de animales menores,
especialmente de cabras. Los tejidos domésticos que encontraban dificultades cada vez mayores
en su venta generaban algunos dinerillos en esta economía paupérrima. La pérdida del Alto Perú
impactó con más fuerza en Santiago que en las otras provincias norteñas. Y, la revolución le
agregó nuevos problemas; inseguridad, requisas de ganado para los ejércitos de línea, etc. En
1810 Santiago era un villorrio marginal de aproximadamente cinco mil almas, que contaba con
sólo veintitrés familias de “notables” entre los que estaban los Gorostiaga, los Iramaín, los Frías y
los Carranza. Las rivalidades internas en la región se entrelazaron con las que oponían a Santiago
con la próspera Tucumán. Fueron sobre todo, según Halperin 10, comerciantes y las familias más
ricas de la capital, dueñas de las escasas tierras irrigadas, las que alimentaron esa rivalidad. Su
posición dominante en el Cabildo local que venía del pasado colonial se mantuvo sin esfuerzos
durante la primera década revolucionaria; pero fue este sector el que se vio más perjudicado por
las transformaciones que ocasionó la Revolución: la pérdida del mercado altoperuano y la escasez
de mano de obra. El sector ganadero en cambio, fue el menos perjudicado ya que se benefició
con la apertura del comercio. Además, la devastación que sufrió la ganadería del Litoral aseguró la
demanda sostenida de los cueros santiagueños. A este cambio en el equilibrio económico
acompañó otro en el político militar ya que quedaron a cargo de la frontera las tropas milicianas,
fortaleciéndose sus caudillos, mientras que el ejército de línea se reclutó para la guerra realista. Se
dieron entonces las condiciones para un cambio en el equilibrio político local: la hegemonía de la
capital y de los propietarios de tierras irrigadas que tenían su fortaleza en el Cabildo quedó
amenazada. Complicó aún más la situación el hecho que desde 1814, Santiago quedó bajo la
directa dependencia de la Intendencia de Tucumán. Cuando en 1816 Santiago debió elegir a sus
representantes, los “ciudadanos de mejor representación” se abstuvieron de votar, y sólo Juan
Felipe Ibarra, el elector de Matará –centro principal de la frontera– estuvo de acuerdo en hacerlo.
Ibarra, devenido de este modo un poderoso caudillo, avanzó con sus tropas fronterizas contra las
familias capitulares obteniendo un sorpresivo triunfo, después del cuál y durante los treinta años
siguientes, gobernó Santiago con manos férreas. Las familias Frías, Carranza, Iramaín y
Gorostiaga formaban parte de la élite mercantil con representación en el Cabildo local. El
alineamiento de la élite en contra de Ibarra no fue lineal e incluso algunos miembros de estas
familias, como Pedro Pablo Gorostiaga llegaron a apoyarlo. Vayamos a las historias de estas
familias.
El miembro fundador de la familia de los Gorostiaga en el Río de la Plata fue Joseph
Antonio nacido en San Sebastián, Guipúzcoa, en 1755. Llegó en 1778 a Santiago donde se casó
con Bernardina Luisa Urrejeola, emparentándose con esta antigua familia. 11 Los Gorostiaga, del
mismo modo que los Iramaín, son buenos ejemplos de las transformaciones que a nivel mercantil
generaron las reformas borbónicas: el reemplazo de los comerciantes del Sur de España por los

10 T. HALPERIN DONGHI, Revolución y guerra... Op. Cit.

11O. DI LULLO, “Genealogías Santiagueñas”. Citado en J. PERNIGOTTI, Un Retazo de Historia Lugareña. Las
Saladas, Chivilcoy y Gorostiaga, Chivilcoy, Municipalidad de Chivilcoy, 2006.

317
Los desplazamientos espaciales de las familias… Bibiana Andreucci

del Norte, principalmente catalanes y vascos. Las fortunas de estas familias provenían, según
Halperin, de prácticas comerciales nada innovadoras consistentes en traer mercaderías en
consignación de Buenos Aires, que a su vez eran traídas del mismo modo de España y que les
rendían altas ganancias a estos agentes, no tanto por la amplitud de los mercados sino por la
posibilidad de fijar precios muy elevados. El comercio iba acompañado de funciones políticas,
por eso Joseph Antonio Gorostiaga fue además, procurador y comandante. Falleció muy joven,
cumpliendo funciones militares en la represión de un levantamiento de indios locales, aliados a la
rebelión de Tupac Amaru. Sus hijos continuaron con la tradición endogámica de fortalecer
vínculos con las familias principales a través del matrimonio; Pedro Pablo, se casó con Bernarda
Frías y José Antonio con Sebastiana Taboada. 12 Los Gorostiaga quedaron unidos de este modo a
las tres principales familias de Santiago del Estero: los Frías, Taboada y Urrejeola. Los Frías se
remontan aún más lejos, porque desde principios del siglo XVIII estaban en Santiago del Estero.
El patriarca Don Joseph de Frías y Suárez de Cantilena tuvo ocho hijos nacidos entre 1779 y
1787. Dos fueron sacerdotes y los otros tuvieron una marcada actuación política que incluso
mantuvieron sus descendientes. Uno de ellos, Félix Ignacio, fue secretario del Cabildo porteño
entre 1813 y 1817, Director del Banco de la Provincia de Buenos Aires entre 1824 y 1830, y
Secretario del general Lavalle. Félix Frías falleció en 1831 –a los pocos días del nacimiento de su
hija Luisa– en un accidente provocado por la estampida de los caballos que conducían su carruaje
en el campo “Fortín Ayacucho” ubicado en Las Saladas. Sus descendientes heredaron varios
inmuebles en territorio bonaerense, saladeros y pagarés en monedas extranjeras. Una de sus
hermanas, María Bernarda, como dijimos, se casó con un Gorostiaga con quien tuvo nueve hijos
nacidos en Santiago del Estero. Se trataba de Pedro Pablo Gorostiaga quien, como anticipamos,
supo establecer buenas relaciones con Ibarra en el momento de su ascenso político e incluso en
reiteradas oportunidades lo suplió en su gobierno. Sin embargo, los sucesos de la década de 1820
los distanciaron a tal punto que Ibarra lo mandó a matar. Fue en esa oportunidad, 1835, cuando
su esposa, Bernarda Frías, huyó de Santiago con sus hijos y se afincó en la estancia “Fortín
Ayacucho – ya en la frontera bonaerense-” donde ya estaba su hijo mayor Domingo Gorostiaga,
encargado de los intereses de su tío ya difunto, Félix Frías. De los hijos de Bernarda, José
Benjamín –que se casó con su prima Luisa Frías, hija de Félix– fue quien hizo la carrera más
exitosa: estudió en el colegio de los jesuitas, graduándose de abogado en 1846 y fue constituyente
por Santiago del Estero en 1853, Ministro de Interior, de Hacienda, Miembro de la Corte
Suprema de Justicia, Presidente del Ferrocarril Oeste, etc.
Gregorio Iramaín fue otro de los comerciantes vascos de Santiago del Estero con
intereses en la frontera bonaerense. Su abuelo había sido Gobernador de Armas a mediados del
siglo XVIII, su padre, Domingo Iramaín, fue en los últimos años del siglo XVIII, Alcalde de 1º
voto, Defensor de Menores e importante comerciante de Santiago, casado con Francisca Borges
y Urrejeola. Era miembro de la élite capitular y primo de los Frías y Gorostiaga.

Desde San Juan


San Juan, a trescientas leguas del puerto de Buenos Aires, incomunicada con Chile
durante siete u ocho meses al año, había logrado desarrollar una rudimentaria producción de viña
y árboles frutales de los que obtenía vino, aguardiente y pasas que vendía al mercado porteño y a
las provincias del Interior, aunque cada vez con mayores dificultades, por la competencia de los
productos originarios de España, a los que el libre comercio le abrió el puerto de Buenos Aires.
Bajo estas condiciones esta provincia crecía muy lentamente y todos, desde los descendientes de
los primeros pobladores hasta las castas, compartían el modo de vida y las posibilidades de

12Casas comerciales incorporadas al comercio en Santiago del Estero con fiado, en E. SAGUIER, Genealogía de la
Tragedia Argentina, apéndice B-VI, Buenos Aires, septiembre de 2007. Disponible en http://www.er-saguier.org.

318
Los desplazamientos espaciales de las familias… Bibiana Andreucci

acumulación. Apenas unos pocos jóvenes ilustrados que habían estudiado en Córdoba, visitado
Buenos Aires o Santiago de Chile, según un agudo observador como Damián Hudson, conocían
los sucesos políticos de Europa y Estados Unidos y eran capaces de movilizarse tras las nuevas
ideas; el resto sólo mostraba apatía frente a ellas. 13 A pesar de ello, las guerras civiles fueron
particularmente cruentas en la Provincia; en primer lugar se vivió aquí con gran intensidad los
preparativos de la campaña a Chile, luego la invasión de Quiroga, con su secuela de barbarie y
destrucción; que ocasionó en esta –como en tantas otras provincias argentinas– el clima de
violencia y barbarie que, según Halperin Donghi, sucedió a las guerras revolucionarias.
Fusilamientos, saqueos y matanzas de uno y otro bando se hicieron frecuentes por esos años e
hicieron decaer aún más la producción local. A esto se agregó que esta provincia, alejada de los
escenarios de lucha, actuó como proveedora de hombres, caballos, mulas y vacas a los ejércitos
revolucionarios. Las migraciones de sanjuaninos a la frontera bonaerense deben entenderse en
este contexto, ya que no fueron las más cuantiosas, aunque sí las que involucraron redes
familiares y sociales más extensas.
En las primeras décadas del siglo XVIII, la familia Calderón, oriunda de Chile, cruzó los
Andes y se instaló en San Juan. La residencia durante dos generaciones en esta provincia
convirtió en “vecinos principales” a algunos de sus miembros, a pesar de haber sido censados
como “mestizos” en el padrón de 1812. 14 Por eso no ha de extrañar que Miguel, patricio, oficial
del Batallón de Cívicos en 1817, fuera el elegido para rubricar el acta de incorporación de esa
Provincia en 1820 y, además, fuera representante ante la Honorable Sala hasta 1830. Su hijo, José
Calixto, nacido en San Juan al rayar el siglo XIX, formó parte de los ejércitos revolucionarios y
fue teniente ayudante de Manuel Belgrano en las batallas de Salta y Tucumán. Luego fue capitán
ayudante del general Mansilla en la guerra contra Brasil, siendo herido en Paso Ombú. Malherido,
necesitó dos años de residencia en Buenos Aires para reponerse y cuando regresó a San Juan lo
hizo sólo para buscar su familia; porque ya tenía decidido que su destino sería la frontera
bonaerense, adonde llegó en los albores de la década de 1830, ya casado con la sanjuanina
Petrona Falcato.

Desde el exilio
Las luchas políticas no sólo suponían el enfrentamiento en los campos de batalla, sino
también el exilio. La huída abrupta, ganándole a la ira de un gobernador todopoderoso como
Rosas, los acuerdos y el permiso de retorno, según los vaivenes de los contextos políticos y la
voluntad del gobierno influyeron también en el poblamiento de esta región. La familia Villarino
sirve de ejemplo. Provenientes de Vigo, España, una de las ramas familiares emigró al Río de la
Plata en los albores del siglo XVIII. De esta, descendió Juan José Castelli, integrante de la
Primera Junta 15. De otra rama familiar provino Pablo Villarino, que llegó a Buenos Aires a fines
del siglo XVIII, soltero y con veintidós años. Pablo se dedicó al comercio –tuvo una pulpería en
la calle Suipacha– y compró en 1821 una suerte de estancia de 3.415 ha sobre el río
Samborombón, partido de Magdalena. Adquirió además un terreno en Lorea, del que donó una
parte al Estado para que hiciera una plaza pública, frente a la cuál construyó su amplia barraca,
descripta por José Wilde:
“El frente que mira hacia el Oeste lo constituye una serie de cuartos con un ancho corredor
que comprende toda la cuadra y que es frecuentado por troperos, barranqueros y
acopiadores de frutos del país. En el centro de la fila de cuartos hay un enorme portón que
da entrada a una extensísima barraca, propiedad lo mismo que el edificio del señor don

13 D. HUDSON, Recuerdos históricos sobre la provincia de Cuyo, Tomo I, Imprenta de Juan Alsina, Buenos Aires, 1898.
14 AGN, Sala X, Padrón de 1812.
15 A. CAGGIANO, “Lazos parentales en la frontera del Salado”, en Miradas al pasado desde Chivilcoy, Chivilcoy, Centro

de Estudios en Ciencias Sociales y Naturales de Chivilcoy, 2004, pp. 31.

319
Los desplazamientos espaciales de las familias… Bibiana Andreucci

Pablo Villarino, respetable y acaudalado español, casado con una hija del país y padre de
una numerosa y respetable familia” 16
Los Villarino, en el año 1830, eran una de las familias acaudaladas de Buenos Aires y sus
tertulias fueron frecuentadas por lo más granado de la sociedad local, a tal punto que fueron
objeto de acuarelas de un pintor de la talla de Carlos Pellegrini. 17 Francisco e Ignacio, hijos de
Pablo se hicieron cargo del campo del partido de Magdalena. Francisco hizo construir la Iglesia
de Chascomús y participó de la campaña al desierto comandada por Rosas. Ignacio, en tanto, en
sociedad con Melchor Romero (cuñado de Francisco) recibió la enfiteusis más grande de
Chivilcoy: 14 leguas que mantuvo hasta 1835.
Cuando en la madrugada del 29 de octubre de 1839 estalló la Revolución de los Libres
del Sur, Francisco y su hijo Manuel Villarino estuvieron entre los principales protagonistas. Los
episodios tuvieron ribetes novelescos porque cuando la resistencia se tornó imposible, Francisco
se comunicó con los barcos franceses que bloqueaban Montevideo y acordó con ellos arrasar al
Fuerte y tirar la artillería al pantano, embarcándose luego a Montevideo. No tuvo esa suerte su
hijo Manuel, que fue apresado y enviado a Buenos Aires. Gracias a las redes de esta “gran
familia”, su abuelo Pablo intercedió ante su yerno Manuel Inciarte –Ministro de Gobierno de
Rosas– y logró su liberación, argumentando que Manuel era menor.

Desde los partidos de antigua colonización


Confluyeron a la frontera entonces, personas de las más variadas extracciones, orígenes
e historias, que hicieron que hacia 1850, cuando las comunidades comenzaran a adquirir sus
rasgos de identidad, fueran un gran conglomerado heterogéneo compuesto también por quienes
podríamos considerar “nativos” o oriundos de partidos vecinos, muchos de ellos provenientes de
familias que habían colonizado las tierras de “vieja ocupación” y que buscaban el ascenso social a
través de la propiedad de la tierra.
Una de esas familias fue la de Lobo Sarmiento, vecinos de Luján desde fines del siglo
XVII y con representación en el Cabildo. A principios del siglo XVIII, esta familia compró uno
de esos lotes rectangulares, en que se habían dividido las grandes mercedes, con la cabezada sobre
el río, de ahí su tamaño reducido, y logró mantenerlo indiviso durante varias generaciones,
apelando a la estrategia de enviar a los vástagos a las tierras libres de la frontera.
El caso de la familia Molina es muy similar al de los Lobo Sarmiento. Era también una
familia muy antigua de la Villa que no contó con tierras propias hasta que Isidro adquirió una
pequeña parcela de la merced de Vivar ubicada exactamente enfrente de la Guardia de Luján, en
la margen opuesta del río. Isidro que había nacido en la Villa de Luján en 1762 se casó con
Pasquala Butierrez en 1787 y en una fecha imprecisa se afincó en el lote de la Guardia y se
transformó en uno de los vecinos más influyentes de la región. Isidro Molina tuvo por lo menos
seis hijos. Los dos menores tuvieron una actuación muy destacada en Chivilcoy; ambos fueron
tenientes alcaldes y voceros de la movilización de 1854, del mismo modo que su yerno, el
puntano Francisco Laborde. Isidro y sus hijos tuvieron una participación mínima en las entregas
de tierras por enfiteusis que se efectuaron a partir de 1825 en la frontera (sólo solicitaron un
pequeño sobrante), dando cuenta de una capacidad de acumulación menor que los Lobo
Sarmiento u otras familias. Recién con los loteos que se hicieron en Chivilcoy en 1854,
aparecieron los varones de la familia Molina solicitando tierras públicas. La larga espera de esta

16 J. WILDE, “Buenos Aires, desde setenta años atrás”, Colección Austral, Espasa Calpe. Extraído de A.

CAGGIANO, Chiviloy, Biografía de un pueblo pampeano, Chivilcoy, Imprenta del Diario La Razón, 1997.
17 La esposa de Carlos Pellegrini (h), Carolina Lagos, era bisnieta de Pablo Villarino. Dos acuarelas de Carlos

Pellegrini, Tertulia porteña y Minué en la casa de Villarino representan escenas de esa familia.

320
Los desplazamientos espaciales de las familias… Bibiana Andreucci

familia para consolidar sus posesiones y la participación en este loteo, de pequeñas parcelas,
destinadas a labradores de escasos recursos, habla a las claras de que las capacidades de
acumulación fueron menores que las analizadas anteriormente.

EN LA FRONTERA
De los que vinieron desde Santiago del Estero, como Pedro Pablo Gorostiaga, Gregorio
Iramaín y Felipe Ibarra, además de tener vínculos íntimos por pertenecer a las pocas familias de la
élite santiagueña y compartir, por lo tanto, la cotidianeidad de un villorio de 5.000 almas, sabemos
que formaron parte del Ejército del Norte, bajo las órdenes de Manuel Belgrano. Participaron de
los triunfos de Tucumán y Salta y de las derrotas de Huaqui y Ayohuma. Como demostramos, la
élite provincial santiagueña a la que pertenecían las familias que luego encontramos en esta
frontera sufrió las luchas civiles en forma encarnizada. En primer lugar por su tamaño: eran sólo
veintitrés las “familias principales” de Santiago y por eso los conflictos pueblerinos, las tensiones
y las envidias propias de las comunidades pequeñas pudieron cobrar aquí mayor vigor. En
segundo lugar, por sus marcados rasgos endogámicos; los conflictos necesariamente eran entre
primos, cuñados, tíos, cuando no entre hermanos. Por eso algunos miembros vieron peligrar no
sólo sus bienes sino también sus vidas. La hegemonía de Felipe Ibarra, construida a partir de
redes clientelares tejidas en una región de frontera como Matará, hizo que su desempeño político
no siempre fuera consecuente con los intereses de las familias capitulares, de las que él también
provenía. Las dificultades que se presentaron durante su mandato tiñeron el gobierno de
“violencia” y “barbarie” llevándolo a enfrentar a algunos de sus antiguos aliados. De una larga
lista mencionaremos que Pedro Pablo Gorostiaga fue obligado a beber veneno y que dos
hermanos sacerdotes de Félix Frías, fueron fusilados en 1842. Motivos no faltaron para que varias
ramas de la familia buscaran destino lejos de la esfera de poder de Ibarra y migraron a la frontera
bonaerense. A la luz de este desenlace, quizás resulta paradójico que estas familias, asentadas en
otros ámbitos, utilizaran la lógica que los había guiado en su provincia: endogamia no sólo en el
matrimonio sino también en los negocios, clientelismo y paternalismo. Manifestación de estas
estrategias fue que la enfiteusis de doce leguas que en noviembre de 1825 se le había concedido a
Ángel Carranza –también santiagueño– en diciembre de ese mismo año le fuera transferida a
Félix Ignacio Frías, supuestamente abogado de la firma Iramaín y Cía., pero también Director del
Banco de la Provincia de Buenos Aires. Este lote sería parte del avance de más amplio alcance
realizado por esa élite de comerciantes vascos-santiagueños que desde 1824, y aprovechando el
cargo estratégico de Frías, comenzó a tomar posesión de una vasta superficie que se extendía
desde el río Salado hasta la Laguna Brava en Bragado. El avance se legitimó con la solicitud de
una enfiteusis de más de sesenta leguas en Bragado, a nombre de Gregorio Iramaín. Una vez
conseguida, este último no tuvo problemas en transferir la enfiteusis de Las Saladas sobre la que
estaba la estancia Fortín Ayacucho a María Bernarda, viuda de Pedro Pablo Gorostiaga y
hermana de Félix Frías. Lo que da cuenta del entramado de negocios familiares con rasgos
endogámicos practicados por estas familias.
Las historias de los labradores sanjuaninos –aunque socialmente en un escalón inferior–
transita la misma senda. No formaban parte de la élite local como los Jufré, Zambrano, Morales o
Mallea, descendientes de los conquistadores, sino de extractos medios, que en el contexto de
atraso y pobreza no se diferenciaron en cuestiones sustanciales con la elite local, que incluso
permitía que las castas tuvieran representación política; habían nacido al despuntar el siglo XVIII
y compartían itinerarios, en los que las guerras de civiles ocuparon un lugar central. Sus historias
facilitan la tarea de develar las migraciones en red. Mantuvieron vínculos desde antes de su
partida y, posiblemente, estos se hubieran estrechado con la participación en las guerras de la
Independencia y de Brasil. Las redes tejidas en el frente con militares porteños, que al retornar
pasaron a formar parte del entorno rosista, les abrió el camino a las tierras libres de la frontera, a
las que no llegaron como grandes terratenientes sino como labradores arrendatarios para
321
Los desplazamientos espaciales de las familias… Bibiana Andreucci

dedicarse a la labranza de trigo, a la molienda, al comercio y a participar de la política local como


tenientes alcaldes o jueces de paz, en el mejor de los casos. Incluso, cuando llegaron a Chivilcoy
se asentaron todos juntos manteniendo una estrecha vecindad espacial, que quedó reflejada en el
padrón de 1837 que los censó en hilera uno detrás de otro. Algunos, como los Calderón o Souza
acumularon fortunas de regular tamaño y pasaron a ser los “vecinos importantes” de la frontera;
otros sólo permanecieron un tiempo y optaron por emigrar a Buenos Aires, donde el negocio de
alquiler de propiedades ofrecía rentas seguras aunque no extraordinarias.
Las estrategias que esconden estas operaciones obedecerían al interés de “escapar” de la
esfera de un caudillo irascible como Ibarra, pero también de participar del boom ganadero que
comenzaba a vivir la región rioplatense. Si fuera así este sería un ejemplo de que no sólo la
burguesía mercantil porteña buscó transformarse en terrateniente; sino que también buscó
hacerlo la del Interior. Y, no deberían llamar la atención tales estrategias, atendiendo a los íntimos
vínculos que se tejieron en la segunda mitad del siglo XVIII entre ambas. La existencia de
intereses compartidos de esta índole serviría para cuestionar las imágenes que hicieron hincapié
en la distancia de ideas e intereses entre el Litoral y el Interior.
Los que avanzaban cortos tramos, como los vástagos de familias de pequeños
labradores asentados en los partidos de antigua colonización, llegaban a la frontera para acceder a
sus tierras libres y con ello frenar el proceso de empobrecimiento que la división igualitaria de
bienes ejercía. Por ejemplo, Martín Lobo Sarmiento se afincó entre Mercedes y Chivilcoy y se
casó a fines del siglo XVIII, con María Ignacia Palomeque, miembro de otra antiquísima familia.
Recibió de su padre para colonizar las difíciles tierras de la frontera tan sólo diez bueyes, tres
caballos y doscientas cabezas de ganado vacuno. Ignacia contribuyó con unas pocas varas de
terreno. El hecho de que fueran considerados “estancieros” en los padrones permite ver qué
significados tenía este término a principios del siglo XIX. Ellos sólo tenían un campo muy
pequeño, pocos y diversos animales: vacas, ovejas, corderos, yeguas, caballos y bueyes, así como
otros bienes tales como una carreta, azadas, bateas, hoces, horquillas, tres esclavos, una casa en la
Villa y dos ranchos en la estancia. Fue la “estrategia” de diversificar al máximo la producción, la
que le permitió iniciar una módica acumulación. Por lo menos, dos de sus hijos, Jerónimo y
Rafael Lobo Sarmiento, avanzaron un poco más y accedieron a una enfiteusis en Chivilcoy.
Repitieron el patrón familiar de casarse con mujeres de pagos de antigua colonización. Rafael, que
había nacido en 1775 se casó con Paula Ortega en la Parroquia de Exaltación de la Cruz, de
donde ella era oriunda, en 1807. A través del ciclo de vida de Rafael quedan manifiestos sus
desplazamientos espaciales: nació en Luján, se casó en Exaltación de la Cruz, fue productor en
Chivilcoy, donde falleció.
La historia de los Lobo Sarmiento, similar a otras, muestra las dificultades para
mantener y acrecentar el patrimonio de los más antiguos pobladores fronterizos. Pastores aunque
denominados en la fuente “estancieros”, establecidos en la zona de más antigua colonización
pampeana como la cuenca del río Luján, contaron con patrimonios reducidos que pusieron serios
obstáculos al proceso de acumulación y que hizo que el patrimonio difícilmente pudiera
mantenerse durante varias generaciones. La división igualitaria de los bienes que impuso el
sistema sucesorio castellano les jugó en contra. Sin embargo, los Lobo Sarmiento, del mismo
modo que los Barrancos –y que muchos otros casos analizados– gracias a la enfiteusis pudieron
acrecentar la superficie de tierras que explotaban y consolidar el patrimonio. Por eso, la
generación que accedió a ella fue la más beneficiada. El traspaso generacional siguiente puso en
juego la estabilidad patrimonial que con tantas dificultades se había logrado.

322
Los desplazamientos espaciales de las familias… Bibiana Andreucci

LAS ÉLITES DE LAS CIUDADES NACIENTES. EL PRIMER ESCALÓN: LA


JUSTICIA DE PAZ
Una larga tradición historiográfica afirmó que los grandes estancieros adquirieron en la
primera mitad del siglo XIX centralidad en el manejo de los intereses públicos. Consolidadas sus
fortunas y su poder durante los gobiernos de Martín Rodríguez y luego, el de Juan Manuel de
Rosas, sus políticas locales favorecerían los intereses de los grandes propietarios. Para hacerlo
debieron construir un aceitado aparato de coerción representado en la campaña por la Justicia de
Paz. Sin embargo, actualmente hay evidencia que el proceso de construcción del nuevo orden en
la campaña fue más complejo; el orden fue más inclusivo y en muchos casos estuvo en manos de
sectores medios (mayordomos, comerciantes, labradores enriquecidos) y no en los estancieros
que residían en Buenos Aires. Gelman (2000) llama la atención sobre la dificultad de la tarea de
construir un aparato de dominación legítimo, que luego fuera alejándose de esa misma sociedad y
que respondiera fácilmente a las ordenes del gobierno y a los intereses de los sectores
dominantes. 18 Este autor consideró que el resultado de esta maniobra fue la construcción de una
Justicia de Paz con funcionarios muy inestables, poco formados para la función, muy vinculados
a la sociedad que debían gobernar y muy susceptibles a los sucesivos cambios de gobierno y a las
crisis políticas.
En este sentido no nos ha de extrañar que una vez llegados a la frontera, el primer cargo
ocupado por los personajes que venimos analizando fuera el de jueces de paz o tenientes alcaldes.
Por ejemplo, a Calixto Calderón, cuando se retiró del ejército, en 1836, lo nombraron teniente
alcalde, cargo que ocupó hasta 1843, cuando ascendió a alcalde. No tuvo reparos en suscribir su
adhesión a Rosas y se mantuvo como juez de paz interino hasta 1851. Luego de Caseros se
“reposicionó” y fue miembro de la Comisión Municipal durante años. En el caso del exiliado
Manuel Villarino, una vez liberado y “debiendo tener la casa de sus abuelos como cárcel” huyó de
allí para reunirse con su padre en Montevideo, donde se relacionó con el general Rivera, al que le
arrendó un saladero en el que estableció una jabonería. 19 En 1844, impulsado por su padre,
decidió regresar a Argentina y aceptar la propuesta de Diego White –su tío Ignacio, en 1835, le
había transferido parte de la enfiteusis de catorce leguas que tenía en Chivilcoy– de habilitarlo con
un capital de $ 60.000 para hacerse cargo de su negocio ubicado muy cerca de las barrancas del
río Salado, en el partido de Chivilcoy. Una vez allí, edificó una vivienda rodeada por un foso para
defensa, conocida como “azotea de Villarino”, que oficiaba como pulpería y posta en el camino
hacia Las Salinas. 20 Desde allí controló como Teniente Alcade el cuarte del”Salado” y con el
negocio recuperó la ocupación familiar: el comercio. En cambio, Patricio Gorostiaga, asumió
como Juez de Paz del partido de Chivilcoy después de Caseros. El sí era un acérrimo opositor a
Rosas. Ni bien lo hizo, elevó una nota al Ministerio de Gobierno solicitando la creación de un
centro de población en el partido de Chivilcoy.

LAS MUNICIPALIDADES
En los últimos años del rosismo se consolidaron los sectores medios de las áreas rurales;
en parte porque los labradores se beneficiaron por los elevados y duraderos precios que alcanzó
el trigo en la década de 1840, los ganaderos por el de la lana y los comerciantes por la mejora de
ambos. El ascenso no fue sólo económico, sino también político: el tembladeral que acompañó el

18 J. GELMAN, “Crisis y reconstrucción del orden en la campaña de Buenos Aires. Estado y sociedad en la primera
mitad del siglo XIX”; Boletín de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, n° 21, 2000.
19 AGN, Sala X, 3-6-7, Nota de Rosas a Corvalán.
20 La víspera del día en que tomó posesión de su puesto, su antecesor había sido lanceado y degollado por un grupo

de indios y bandoleros blancos. Villarino, construyó una casa con azotea, a la que dotó de un cañón. En L. HENRY,
Palas. Revista de la Escuela Normal de Chivilcoy, año 1916.

323
Los desplazamientos espaciales de las familias… Bibiana Andreucci

fin del rosismo continuó después de Caseros y produjo grietas, intersticios muy bien
aprovechados por los sectores medios que se estaban asomando a la vida política. Y, además los
debates previos a la sanción de la constitución, reflejados en una verdadera eclosión de diarios y
publicaciones periódicas favorecieron una mayor conciencia política de estos sectore. En este
contexto observamos como muchos Jueces de Paz se reposicionaron después de Caseros, a la vez
que cada vez se hizo más evidente el aumento de la participación política en los nuevos
municipios. En 1854 se promulgó la “Ley Orgánica Municipal” de la Provincia de Buenos Aires.
Esta ley, inspirada en la idea alberdiana de separar la actividad política de la administrativa, le dejó
a los municipios de campaña ésta última y la política quedó para la provincia. De este modo, cada
partido de la campaña sería administrado por jueces de paz nombrados por la provincia a partir
de una terna municipal y por cuatro vecinos. Las atribuciones eran promover los intereses
materiales y morales del Partido (con absoluta prescindencia de los intereses políticos), encargarse
de la seguridad - organizando el cuerpo de serenos- de la higiene, de la educación, de las obras
públicas y de la Hacienda, entre otras.
Sí bien se pretendía que los municipios se limitaran a tareas administrativas, no fue fácil
aislarlos de las cuestiones políticas. En las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XIX, la
construcción de la Argentina Moderna exigió ingentes esfuerzos para una administración pública
aún muy reducida y con escasos funcionarios preparados para ella. Sí se observa con detención,
fueron jóvenes criollos de familias como las que estamos describiendo los que engrosaron la
burocracia local, provincial y nacional en sus primeros momentos. En una región dónde el
analfabetismo era muy alto – según el censo de 1869 en Chivilcoy el 90 % de los niños no iban a
la escuela- los miembros de las familias analizadas sabían leer y escribir. La primera maestra a
llegó a Chivilcoy en 1853 y en su casa, un humilde rancho, enseñaba a leer y escribir a los niños
del pueblo. En el campo el analfabetismo era alarmante; de aproximadamente 4000 niños
menores de 14 años, sólo 40 sabían leer y escribir. En la década de 1860 y ante el crecimiento
vertiginoso de la población local se crearon las primeras escuelas y en 1872 llegó una de las
maestras norteamericanas que Sarmiento trajo a Argentina: Luisa Henry, designada directora de la
Escuela N° 3. Entonces, era casi imposible acceder a una Escuela Primaria en Chivilcoy antes de
la década de 1850, cuando debieron hacerlo los hijos de las familias que estamos analizando. Sólo
se podía aprender en el seno de las familias cuyos progenitores fueran alfabetos. Este era un
capital simbólico inestimable en el mundo rural a mediados del siglo XIX; valioso porque era
muy reconocido entre los pares y porque abría las puertas de la administración pública.
Como hemos demostrado, si bien estas familias formaban parte de los pequeños
grupúsculos alfabetos (incluso en sus provincias de origen), la educación de sus miembros se hizo
más formal a mediados del siglo XIX. A medida que la familias consolidaban su situación
económica, los varones pudieron continuar sus estudios en Buenos Aires. Por ejemplo, de los
nueve hijos que tuvo Calixto, Miguel el mayor, fue un autodidacta que leía las obras de los
constitucionalistas norteamericanos como El federalista de Hamilton, Trabajo y Propiedad; Libertad y
gobierno propio de Franz Liebber; 21 en cambio, su hijo Bernardo, nacido cuando la familia ya se
había instalado en Chivilcoy, pudo educarse en el Colegio Republicano de Buenos Aires. Mitrista
en su juventud, participó en la Guerra del Paraguay y llegó a ser Diputado Provincial, Senador
Nacional y Director del Ferrocarril Oeste, convirtiéndose en uno de los pro-hombres más
importantes de Chivilcoy. Los Gorostiaga, que formaban parte de un linaje más destacado
tuvieron una educación más esmerada: Benjamín fue un destacado constitucionalista en la
Convención de 1853 y su hermano Patricio, fue el gestor de la fundación de Chivilcoy. Pero no
sólo esta élite era depositaria de ideas, sino también gestora del progreso; por ejemplo, Manuel
Villarino, sin ser agrimensor, delineó el nuevo poblado de Chivilcoy.

21Entrevista a Luisa Henry (1916) en Revista Palas, Órgano del Centro de Estudiantes de la Escuela Normal de
Chivilcoy.

324
Los desplazamientos espaciales de las familias… Bibiana Andreucci

La incipiente burocracia que acompañó al nacimiento de los pueblos pampeanos se


nutrió de estos sectores y ellos respondieron positivamente a su llamado. Para ellos, la
administración pública pasó ser la vía alternativa de ascenso social, al permitirles superar las
dificultades que tenían sus familias para reproducirse socialmente, cuando el acceso a la tierra fue
cada vez más difícil. Retomamos la historia de los Calderón para describir la inserción de los
sectores medios en la burocracia nacional: los tres hijos varones de Calixto –de mismo modo que
él– compartieron actividades agrícolas y mercantiles con funciones públicas; Calixto Primitivo y
Miguel, a nivel local y Bernardo, a nivel nacional.
El hijo mayor, Miguel, casado con Mercedes Benítez heredó la casa principal frente a la
plaza, en la que vivía con su familia nuclear, de nueve hijos. Miguel labrador desde 1848 primero
en tierras públicas y luego propias, ocupó también cargos públicos. En 1873 fue procurador y
encargado de Minoridad en la Municipalidad Local; luego, Juez de Paz y por último, Inspector de
Escuelas. Bernardo, el otro hijo de Calixto, tuvo un desempeño público más notable aún. Nacido
en 1838, se educó en el Colegio Republicano de Buenos Aires. Participó de la batalla de Pavón,
como asistente de Mitre y se alistó en la Guerra de Paraguay, en dónde estuvo en los principales
campos de combate, obteniendo el grado de Capitán. De regreso, fue nombrado Juez de Paz y
luego fue electo Diputado Provincial. En enero de 1883 fue vocal de la comisión de Aguas
Corrientes de La Plata; al mes designado Jefe de Policía de la Provincia de Buenos Aires. Fue
senador entre 1884 y 1888; director del Ferrocarril Oeste, Presidente de la Municipalidad de La
Plata y miembro del Consejo de Educación de la Provincia. No enumeramos los cargos
anteriores como un ejercicio de memoria y mucho menos para otorgarle gloria a Bernardo, lo
hacemos para mostrar la variedad de funciones que casi como en un cursus honorum marcaban la
carrera de un hombre público. 22
La generación de los hijos de Calixto se caracterizó por compartir las actividades rurales,
el comercio y el acopio, por un lado; y las públicas, desarrolladas principalmente en la esfera local,
por el otro. En la próxima generación esa dicotomía desaparece y la esfera pública se impone. Las
carreras trascienden el ámbito local y pasan al provincial y nacional, llegando sus miembros a
formar parte de los grupos más selectos de escritores, artistas y jurisconsultos. Ahora sí
necesariamente los esfuerzos se orientaron hacia la educación y la formación profesional,
convirtiéndose en las élites indiscutidas, gracias a su paso por Colegios Secundarios,
Universidades y viajes a Europa.
Antonio Bermejo – hijo de Ana Calderón- en la adolescencia ingresó en el Colegio
Nacional. Doctor en jurisprudencia, su tesis fue sobre la cuestión de límites con Chile. Su paso
necesario por los campos de batalla se lo dio en la Revolución del 80, en puente Alsina. Mitrista,
inició una carrera política prematuramente frustrada cuando se postuló como candidato a
gobernador de Buenos Aires en 1893. El fracaso lo llevó al Ministerio de Justicia e Instrucción
Pública, desde donde creó el Museo de Bellas Artes, la Facultad de Filosofía y Letras, entre otros.
Jurisconsulto de renombre, su carrera culminó en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. 23
Manuel, hermano de Antonio, se graduó de agrimensor y luego se doctoró en Jurisprudencia. Fue
Procurador Fiscal, Juez Civil y Diputado Nacional. Casado con una Civit – descendiente de una
tradicional familia de Mendoza- allí se radicó y fue Ministro de Gobierno y Gobernador de esa
provincia.
En síntesis, hemos abordado los desplazamientos espaciales de familias que
conformaron la élite de un pueblo de la frontera de la Provincia de Buenos Aires como Chivilcoy,
intentando indagar las lógicas de los individuos para entender la adopción de determinadas
estrategias y el recorrido de ciertos caminos y ubicar el análisis en el espacio que media entre la
libertad de los sujetos y factores condicionantes externos e internos. La tarea se ha presentado

22 V. CUTOLO, Nuevo diccionario biográfico argentino (1750-1930), Buenos Aires, Editorial Elche, 1968.
23 O. AMADEO, Vidas Argentinas, Buenos Aires, EMECE, 1934.

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Los desplazamientos espaciales de las familias… Bibiana Andreucci

prometedora pero también difícil ya que el análisis se hizo sobre grupos subalternos, de los que
no abundan las fuentes o son muy incompletas. A pesar de las limitaciones señaladas, hemos
demostrado que en los casi doscientos años analizados, las familias se desplazaron varias veces;
por ejemplo, de España a Santiago del Estero y de aquí a la frontera (Gorostiaga); desde de Chile
a San Juan y desde este destino a la frontera (Calderón). Los desplazamientos coincidieron con
momentos de grandes transformaciones en la historia de la región: reformas borbónicas; guerras
de la independencia, expansión agroexportadora y modernización institucional. De este modo
podemos ver como estos procesos incidieron en las lógicas familiares. La expansión ganadera que
vivió la campaña bonaerense a partir de 1820 no fue sólo atractiva para la burguesía terrateniente
porteña sino también para miembros de la élite santiagueña o para los labradores sanjuaninos.
Demostramos que algunos de los inmigrantes que arribaron en las décadas de 1820-30 cuando
comenzó el crecimiento demográfico del área, habían tenido participación previa en los ejércitos
revolucionarios y la ruptura de los lazos primarios que sus ausencias generaron, el mejor
conocimiento del territorio y de las posibilidades que podía ofrecer cada región, obtenidas del
contacto con pares de otros lugares, facilitó las migraciones. Pero también la búsqueda de una
sociedad más igualitaria y democrática actuó en esa dirección.
Los desplazamientos no fueron actos individuales o al menos no obedecieron a
decisiones adoptadas en soledad, sino que lo que se puso en movimiento fueron redes más o
menos extensas, con intereses en común y solidaridades entrecruzadas. La experiencia política
adquirida en los campos de batalla y el vacío de poder en la frontera le abrió espacio a los
Calderón, Gorostiaga- Frías, Villarino, entre otros, que aquí pudieron profundizar la participación
política que ya habían desarrollado en sus provincias de origen.
Desde que los patriarcas de éstas familias tuvieran actividades públicas en sus provincias
de origen o en los partidos de antigua colonización, todas las generaciones lo hicieron, pero los
cargos pasaron a ser cada vez más importantes y cuando se organizó el Estado Nacional y surgió
una burocracia “moderna” que debió hacerse cargo de la construcción de la Argentina moderna,
los miembros de las familias vieron en ella una excelente vía de ascenso social. Presidente del
Ferrocarril Sarmiento, miembro de la Suprema Corte de Justicia, Gobernador de Mendoza,
inspector de Escuelas, Intendente, estas familias vieron en la administración pública el camino
para formar parte de las élites locales y nacionales. En un verdadero “cursum honorum” fueron
pasando por las diferentes funciones que requería la construcción de la Argentina Moderna.

326
Familia, hogar y agregado domésticos… Ana María Prieto García

FAMILIA, HOGAR Y AGREGADOS DOMÉSTICOS EN LA PRIMERA MITAD DEL


SIGLO XIX EN EXTREMADURA
Ana Mª Prieto García 1

INTRODUCCIÓN
El análisis de la estructura y la composición de la familia y del hogar ha sido uno de los
temas que mayor interés ha despertado dentro de la historia de la familia desde los pioneros
estudios de Peter Laslett 2. En las últimas décadas han sido numerosos los trabajos realizados
sobre los agregados domésticos en España, tanto a nivel nacional 3como regional 4 y local 5, lo que

1Trabajo realizado gracias a la concesión de la Beca de la Fundación Fernando Valhondo Calaff de Cáceres.
Asimismo, este trabajo se inserta dentro del Proyecto de Investigación «Familia y comunidad rural: Mecanismos de
protección comunitaria en el interior Peninsular (ss. XVIII-1900)», referencia HAR2013-48901-C6-5-R, financiado
por el Ministerio de Ciencia e Innovación y cuyo Investigador Principal es José Pablo Blanco Carrasco.
2 Peter LASLETT: “La famille et le ménage: aproches historiques”, Annales, ESC., 1972, pp. 847-872; “Introduction:

the History of the Family”, en Household and Family in past time, Cambridge, 1974, pp. 1-90.
3Isidro DUBERT GARCÍA: Historia de la familia en Galicia durante la Época Moderna, 1550-1830, A Coruña, 1992; Los

comportamientos de la familia urbana en la Galicia del Antiguo Régimen. El ejemplo de Santiago de Compostela en el siglo XVIIII,
Santiago de Compostela, Universidad de Santiago, 1987; Pegerto SAAVEDRA: La vida cotidiana en la Galicia del
Antiguo Régimen, Barcelona, Crítica, 1994; Camilo FERNÁNDEZ CORTIZO: “A una misma mesa y manteles: la
familia de Tierra de montes en el siglo XVIII”, Cuadernos de Estudios Gallegos, XXXIII, 1982, pp. 237-276, Ramón
LANZA GARCÍA: La población y el crecimiento económico de Cantabria en el Antiguo Régimen, Madrid, 1991; Ángel
RODRÍGUEZ SÁNCHEZ: La familia en el Antiguo Régimen, Arcos, Madrid, 1996; Francisco CHACÓN JIMÉNEZ:
Historia Social de la Familia en España, Instituto Juan Gil Albert, Alicante, 1990; “La historia de la familia desde la
perspectiva de la historia social. Notas para nuevas propuestas de estudio” en Santiago CASTILLO (ed.): La historia
Social en España. Actualidad y Perspectivas, Siglo XXI, Madrid, 1991, pp. 261-266; “Propuestas teóricas y organización
social desde la Historia de la Familia en la España Moderna”, Studia Historica, Historia Moderna, nº 18, 1998, pp. 17-26;
José Manuel PÉREZ GARCÍA: “Estructuras familiares, prácticas hereditarias y reproducción social en la Vega Baja
del Esla (1700-1850)”, Studia Historica, Historia Moderna, nº 16, 1997, pp. 257-290, María José PÉREZ ÁLVAREZ:
“El modelo familiar y la crisis del sector artesanal en una villa de Tierra de Campos a finales del Antiguo Régimen”,
Obradoiro de historia moderna, nº 15, 2006, pp. 113-118; Estrella GARRIDO ARCE: “En Casa y compañía: la familia en
la Huerta de Valencia, siglo XVIII. Algunas reflexiones teóricas y metodológicas”, Boletín de la ADEH, X, 3, pp. 63-
82; “Tener o no tener en 1791. Estructuras familiares y tenencia de la tierra en la Huerta de Valencia, siglo XVIII” en
Francisco GARCÍA GONZÁLEZ (ed.): Tierra y familia en la España Meridional, siglos XIII-XIX. Formas de organización
doméstica y reproducción social, Murcia, Universidad de Murcia, 1988, pp. 193-223; David-Sven REHER: Familia, población
y sociedad en la provincia de Cuenca, 1700-1900, Madrid, CIS, 1988; Town and country in preindustrial Spain, Cuenca, 1550-
1870, Cambridge, Cambridge University Press, 1990; Francisco GARCÍA GONZÁLEZ: La Sierra de Alcaraz en el siglo
XVIII: población , familia y estructura agraria, Albacete, Instituto de Estudios Albacetenses “Don Juan Manuel, 1998;
Fernando MIKELARENA PEÑA: “Estructuras familiares en España y Navarra en los siglos XVIII y XIX: Factores
etnoculturales, diferenciación económica y comportamientos estratégicos”, Revista de antropología social, nº 2, 1993, pp.
105-136; Mercedes LÁZARO RUÍZ y Pedro A. GURRÍA GARCÍA: “La familia y el hogar en Logroño durante el
siglo XVIII”, Boletín de la Asociación de Demografía Histórica, vol. 10, nº 3, 1992, pp. 105-114; Felicísimo GARCÍA
BARRIGA: “Hogar y agregado doméstico en la ciudad de Ávila a mediados del siglo XVIII. Un avance”,
Investigaciones históricas: Época moderna y contemporánea, nº 29, 2009, pp. 69-96.
4 José Pablo BLANCO CARRASCO: Demografía, familia y sociedad en la Extremadura Moderna, 1500-1860, Cáceres,

Universidad de Extremadura, 1999.


5 María Ángeles HERNÁNDEZ BERMEJO e Isabel TESTÓN NÚÑEZ: “La familia cacereña a finales del Antiguo

Régimen”, Studia Historica. Historia Moderna, nº 9, 1991, pp. 143-158; Mª. A. HERNÁNDEZ BERMEJO:
“Estructuras familiares y sistemas de transmisión patrimonial en Extremadura. La ciudad de Coria en el siglo XVIII”
en Francisco GARCÍA GONZÁLEZ (ed.): Tierra y familia […] op. cit.; pp. 133-153; Rafael CASO AMADOR: “La
población de Segura de León en 1627: estructura demográfica y composición familiar”, Revista de Estudios Extremeños,
vol. 49, nº 1, 1993, pp. 65-98; José Pablo BLANCO CARRASCO: “Coria, 1753. Un modelo de ciudad agrícola en el
siglo XVIII. Población, sociedad y estructura familiar”, Actas de los XXII Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo,
1995.

327
Familia, hogar y agregado domésticos… Ana María Prieto García

nos han permitido, por un lado, conocer las diversas estructuras y sus pautas de asentamiento, y
por el otro, distinguir dos grandes modelos peninsulares. Uno en el que predominan el sistema
patrilocal, basado en la familia troncal propio de Galicia, Asturias, País Vasco, Aragón y Cataluña,
y el otro, obviamente, imperante en el resto de España, que se caracteriza por un sistema neolocal
en el que prevalece la familia nuclear frente a los exiguos porcentajes de familias extensas y
múltiples. En este último tipo denominado la “España nuclear” 6 se inserta la región extremeña,
en la que ha dominado el modelo de la familia nuclear compuesta, aproximadamente, por cuatro
miembros por hogar, al menos a partir del siglo XVIII, y por un régimen residencial neolocal, lo
que supone que para constituir una nueva familia, la pareja debía disponer previamente de
suficientes medios económicos necesarios para subsistir 7.
El propósito de este trabajo es analizar la unidad doméstica de los hogares de dos
municipios cacereños para suplir la carencia de estudios sobre las estructuras familiares del siglo
XIX, así como comprobar si los patrones de corresidencia del mundo urbano divergen del rural.
Para conseguir nuestro objetivo hemos seguido la metodología propuesta por Laslett en 1974 8,
por lo tanto, en virtud de los modelos laslettianos distinguiremos seis tipologías básicas 9
subdivididas en varios grupos. Las fuentes que hemos utilizado para la elaboración de este trabajo
han sido el padrón placentino de 1847 y el realizado en 1829 de Aldea del Cano. No obstante, la
carencia de información que nos aportan, ha limitado, en gran medida, el desarrollo del presente
trabajo. En este sentido, la indicación de un solo apellido del progenitor y la ausencia de
referencias del parentesco existente entre los miembros del hogar con el cabeza de familia, nos ha
llevado a establecer, a través de la edad o el apellido, los familiares ascendentes, descendentes o
colaterales. Problema que se acentúa cuando se trata de una mujer, sobre todo, si es ascendente,
ya que en la mayoría de los casos los hijos suelen llevar el apellido del padre.
Respecto al ámbito geográfico, nos hemos centrado en dos municipios insertos en la
provincia de Cáceres, concretamente, Aldea del Cano, un pueblo agro-ganadero situado al sureste
de Cáceres que contaba en 1829 con 215 hogares y 820 habitantes; y la ciudad de Plasencia,
ubicada al norte, cuya población en 1847 estaba formada por 1.064 hogares y 4.747 habitantes,
constituida en su mayor parte por jornaleros, artesanos y profesionales liberales y de la
administración.

ESTRUCTURAS FAMILIARES
Como podemos observar (cuadro I) existe una hegemonía, sobre todo en Aldea del
Cano, de las familias nucleares 10, es decir, la mayoría de los hogares estaban integrados por dos
generaciones y su formación viene determinada por el matrimonio tras el abandono del hogar

6 Fernando MIKELARENA PEÑA: “Las estructuras familiares […] op. cit., pp.15-61.
7 J.P. BLANCO CARRASCO: Demografía, familia y […] op. cit., p.287.
8 P. LASLETT: “Introduction: the History […] op. cit., pp.1-90.
9 Solitarios, sin estructura familiar, familia nuclear, familia extensa, familiar múltiple y familia con estructura

indeterminada.
10 El predominio de la familia nuclear frente a los otros tipos de hogares, ha sido constatado en diversos estudios

realizados en distintas áreas de la Península Ibérica: En Cuenca suponían el 72,2% de los hogares en 1840 (D-S.
Reher: “Familias y hogares en Cuenca, siglos XVIII-XIX”, Revista d´Estudis Balearics, nº7, 1985, pp.93-94); en
Castellón 79,1% en 1803 (Modest Barrera Aymerich y Tomás Esteban Castillo: 1803: demografía, familia y economía a
finales del Antiguo Régimen en Castellón de la Plana, Castellón de la Plana, Ayuntamiento de Castellón de la Plana, 1998,
p.48); en Trujillo el 72,13% en 1824 (José Pablo Blanco Carrasco: “Dinámicas familiares en un entorno rural español:
la ciudad de Trujillo a finales del Antiguo Régimen”, en: Familles, pouvoirs, solidarités. Domaine mediterraneen et hispano-
americain (XV-XXéme siécle), Montpelier, Université de Montpelier, 2002, p. 110); en Lorca 78,3% en 1771 (J. Hurtado
Martínez: “Familia y propiedad: análisis del hogar y de la estructura de la propiedad en Lorca (1771)”, en Francisco
Chacón Jiménez (coord.): Familia y sociedad en el Mediterráneo occidental: siglos XVI-XIX, Murcia, Universidad de Murcia,
1987, p.306); en una serie de poblaciones extremeñas en primera mitad del siglo XIX constituía el 69,2% (J.P. Blanco
Carrasco: Demografía, familia y […] op. cit., p. 291).

328
Familia, hogar y agregado domésticos… Ana María Prieto García

paterno. Así pues, los hogares formados por la pareja conyugal y sus hijos constituyen el 68,37%
en el mundo rural y el 39% en el urbano. A éstos les sigue las parejas sin hijos con un 16,28% y
14,17% respectivamente. Esto se debe a que el 60% en Aldea del Cano y el 40,26% en Plasencia
de cónyuges sin hijos se corresponden con personas de avanzada edad, superior a los 40 años,
por lo que los hijos, seguramente, ya hubieran salido del hogar para constituir uno nuevo, o bien,
en el caso del mundo urbano, muchos hijos e hijas abandonarían el hogar paterno a edades
tempranas para trabajar en casa de otras familias, circunstancia que explica la importante
presencia de criados. Por último, el 9% está conformado por hogares nucleares con viudos o
viudas con sus hijos.
El segundo tipo de estructura dominante difiere de un municipio a otro, mientras que en
el Aldea del Cano predominan los solitarios y no existen familias complejas, en Plasencia se
produce un predominio de este tipo de familias, principalmente de las múltiples (12,87%). Se ha
aceptado que los hogares nucleares tienden a convertirse, en algún momento y por distintas
circunstancias, en hogares extensos e incluso múltiples tras el fallecimiento de los padres, de
hermanos, tío o primo. No obstante, los parientes que tienen mayor acogida en estos hogares son
familiares colaterales y descendentes. En los hogares extensos, este tipo de acogida creemos que
obedece a una explicación laboral puesto que es normal encontrarse en una vivienda cuñados o
hermanos solteros que trabajan. Con respecto a los hogares múltiples, la inmensa mayoría
(9,12%), se trata de personas que, con la misma profesión, a veces con lazos de parentesco,
conviven bajo el mismo techo, lo que nos lleva a pensar que seguramente se trataba de casas de
varios pisos.
Por otro lado, esa ruptura es la que produce la aparición de hogares sin estructuras
(4,7%); de ellos el 0,56% están compuestos por hermanos o hermanas que o bien permanecen
solteras o bien por haber enviudado optan por compartir la casa para poder hacer frente al futuro
que les deparaba. Finalmente, la categoría que figura como “estructuras indeterminadas”, está
conformada, por un lado, por los presbíteros y todos aquellos familiares o personas que vivían
bajo su techo, y por otro, por núcleos conyugales que albergan a integrantes de los que
desconocemos cuál es su relación con el cabeza de familia.
Las diferencias en la jefatura del hogar entre los diversos grupos de edad que se
observan en el siguiente cuadro, determinan que ésta, en cierta medida, condiciona la estructura
de los agregados domésticos. Comprobamos como la familia nuclear va a predominar durante
todos los tramos de edad. Sin embargo, a medida que pasa el tramo de los 35-44 años, comienza
a reducirse su peso y en cambio va subiendo el de los hogares complejos. Hay que tener en
cuenta que en ese tramo se sitúa la esperanza de vida tanto para los hombres como para las
mujeres, por lo tanto, es normal que tras la muerte de algún familiar, como ya hemos indicado,
algún padre, hermano o sobrino sea acogido en otros hogares. En el caso de la tipología 1 y la 2,
presentan valores muy parecidos, aumentando, lógicamente por el mismo motivo, con el
aumento de la edad, pasando del 2,56% y 3% en la primera etapa hasta alcanzar cuotas del 8,86%
y 15,19% respectivamente en la última 11.

11 Este mismo hecho se ha observado en una muestra de localidades cacereñas en el primer tercio del XIX
(Felicísimo GARCÍA BARRIGA: Familia y Sociedad en la Extremadura de los Tiempos Modernos (siglos XVI-XIX), Cáceres,
Universidad de Extremadura, 2009, p. 168).

329
Familia, hogar y agregado domésticos… Ana María Prieto García

Cuadro I
Estructura familiar según los tipos de Cambridge. Aldea del Cano y Plasencia

Aldea del Cano (1829) Plasencia (1847) 12

Nº % Nº %
1. Solitarios 12 5,58 47 2,44
1.a. Viudo o Viuda 10 4,65 38 3,57
1.b. Soltero o Soltera 13 2 0,93 9 0,85
2. Sin estructura familiar - - 49 4,61
2.a. Hermanos - - 6 0,56
2.b. Otros lazos - - 34 3,2
2.c. Sin lazos aparentes - - 34 2,92
3. Familia Nuclear 202 93,95 665 62,5
3.a. Pareja conyugal 35 16,28 154 14,47
3.b. Pareja conyugal con hijos 147 68,37 415 39
3.c. Viudo con hijos 10 4,65 26 2,44
3.d. Viuda con hijos 10 4,65 70 6,58
4. Familia extensa - - 116 10,9
4.a. Ascendente - - 29 2,73
4.b. Descendente - - 37 3,48
4.c. Colateral - - 37 3,48
4.d. Ascendente y colateral - - 12 1,13
4.e. Descendente y colateral - - 1 0,09
5. Familia Múltiple - - 137 12,87
5.a. Ascendente - - 2 0,19
5.b. Descendente - - 27 2,54
5.c. Colateral - - 8 0,75
5.d.Ascendente y colateral - - 2 0,19
5.e. Otros - - 98 9,21
6. Estructuras indeterminadas - - 50 4,7
6.a. Tipo I - - 25 2,35
6.b. Tipo II - - - -
6.c. Tipo III - - 25 2,35

Fuente: AHPC, Padrón de Aldea del Cano, 1829; AMPL, Padrón de Plasencia, 1847.

Con respecto a Aldea del Cano, la inexistencia de diferentes tipologías, sobre todo
complejas, no nos permite mostrar sí en algún momento se daba un cambio de un tipo de hogar a
otro. No obstante, aunque la corresidencia no se diera dentro del mismo domicilio sí que se

12 En los diversos cómputos que hemos realizado en este trabajo no se ha tenido en cuenta ni los conventos, ni

hospitales ni administraciones.
13 En los hogares solitarios encabezados por solteros hemos incluido los dos clérigos que viven en Aldea del Cano,

en Plasencia, sin embargo, están dentro del Tipo III, dado que todos ellos conviven y acogen a otras personas en su
hogar.

330
Familia, hogar y agregado domésticos… Ana María Prieto García

produce a lo largo de la calle. Así pues, gracias a la indicación de los apellidos y a la edades de las
distintas familias vecinas, hemos podido apreciar como se da esa “falsa corresidencia” caracterizada
por la proximidad de unidades residenciales unidas por vínculos consanguíneos 14. Este es el caso,
por ejemplo, de Pedro Cordero, de 62 años, viudo y jornalero sirviente, que vive al lado de su hija
Joaquina Cordero de 34 años, al lado de ésta su hermana, Isabel Mª Cordero de 28 años, unas casas
más allá nos encontramos con sus dos hermanos, Juan Cordero Mayor de 61 años y Francisco
Cordero de 53 años.

Cuadro II
Estructura de los hogares según la edad del cabeza de familia (Plasencia 1847)

Tipos/ Edades <25 25-34 35-44 45-54 55-64 ≥65


1 2,56 2,42 2,01 5,31 9,25 8,86
2 3 3,23 4,02 3,1 6,36 15,19
3 69,23 70,16 71,89 65,49 60,12 41,77
4+5 25,64 24,19 22,09 26,11 24,28 34,18
TOTAL 39 248 249 226 173 79
Fuente: AHMP, Padrón de Plasencia, 1847.

Tamaño del hogar y grupo socio-profesional


La dimensión de los hogares no solo estaba condicionada por la edad, la dedicación
profesional de los cabezas de familia o por la de sus componentes, sino también por los factores
demográficos, las razones sociales, económicas y culturales que inciden tanto en la estructura
como en la composición del núcleo familiar. El dominio de la familia nuclear, como vimos en el
apartado anterior, sobre todo, en el caso del mundo rural, unido a la baja esperanza de vida, da
lugar a hogares con pocos miembros, ya que las dimensiones de los hogares son en Aldea del
Cano de 3,81 y en Plasencia de 4, sin criados, valores similares a los que se han obtenido en otras
investigaciones15. Comprobamos como tanto en la ciudad como en el ámbito rural, en aquellas
tipologías en las que coinciden, es decir, en la tipo 3, se han obtenido valores muy parecidos y
con escasa diferencia entre ellos. Lo que nos lleva a pensar, en primer lugar, que a pesar de existir
un intervalo de tiempo de 18 años entre el recuento de las distintas poblaciones no se produce
una variación a corto de plazo de las dimensiones y en segundo lugar, parece que realmente no
existen tantas diferencias entre ambos ámbitos. Si bien es cierto, que en la ciudad se da una mayor
variedad de familias, sin lugar a dudas, su explicación es de tipo económica, es decir, muchas de
las familias complejas están constituidas o bien por padres que conviven con sus hijos u otros
familiares o bien por grupos de jornaleros, artesanos o labradores que se agrupaban y vivían bajo
un mismo techo pero en realidad constituían pequeñas familias nucleares cuyo nexo de unión era
la vivienda o la profesión. ¿Este hecho nos puede estar poniendo de manifiesto que estas
tipologías se adaptaran para poder vivir en la cuidad? Es lo más seguro, sobre todo, si tenemos en

14 José Pablo Blanco Carrasco ya advirtió que este tipo de corresidencia se establecía al menos en 84 casas de Granja

de Torrehermosa (J. P. BLANCO CARRASCO: Demografía, familia y […] op. cit., p. 296.
15 En Cartagena, 3,8 (Francisco CHACÓN JIMÉNEZ et al., “Una contribución a la historia de la familia en el

Mediterráneo occidental, 1750-850”, Annales de Démographie Historique, 1986, p.162); En Logroño 3,83 miembros
(Mercedes LÁZARO RUÍZ: La población de la ciudad de Logroño durante el Antiguo Régimen, Logroño, Universidad de La
Rioja, 1994, p.265); Segovia, con 3,7, y Huelva con 3,6 (Rafael Torres Sánchez: “Población y sociedad”, en Los
Borbones en el siglo XVIII (1700-1808), Madrid, Gredos, 1991, p. 39); en Albacete 3,42 (Cosme Jesús GÓMEZ
CARRASCO: Entre el mundo rural y el mundo urbano. Familia, parentesco y organización social en la villa de Albacete (1750-
1808), Albacete, 2007, p.95); en la Vega Baja del Elsa 3,84 (José Manuel PÉREZ GARCÍA: Un modelo social leonés en
crecimiento: la Vega Baja del Elsa entre 1700-1850, León, Universidad de León, 1998, p.88); en cinco municipios de
Cáceres, 3,5 miembros por hogar (F. GARCÍA BARRIGA: Familia y sociedad […] op. cit., p. 140).

331
Familia, hogar y agregado domésticos… Ana María Prieto García

cuenta que se tratan principalmente de jornaleros. En cualquier caso, los hogares de mayor
tamaño son aquéllos que albergan además del núcleo familiar y sus hijos, a algunos parientes u
otros corresidentes, con 5 y 6 miembros sin tener en cuenta a los criados. Estos últimos
aumentan considerablemente las dimensiones del hogar, sobre todo, las compuestas por las
familias complejas.

Cuadro III
Tamaño de los hogares según su estructura

Plasencia
Tipología Con Criados Sin Criados Aldea del Cano
1 1,64 1,08 1
2 2,94 2,73 -
3 3,97 3,69 3,98
4 5,01 4,63 -
5 6,95 6,65 -
6 4,48 3,78 -
TOTAL 4,34 4 3,81
Fuente: AHPC, Padrón de Aldea del Cano, 1829; AMPL, Padrón de Plasencia, 1847.

Por lo tanto, si la estructura familiar influía en el tamaño del hogar, más aún va a incidir
en él la posición social de los cabezas de familia. Ésta y el poder económico de las familias
determinan la capacidad de acogimiento de parientes, la presencia de criados en los hogares e
incluso el número de hijos 16. Así los datos obtenidos apuntan que los grupos con familias más
pequeñas son aquellos en los que la jefatura del hogar recae en solteros o viudos, como sucede
con los pobres, las mujeres y el clero. En este último grupo, solo son reducidos en el caso de
Aldea del Cano, ya que en Plasencia, sede del obispado con nombre de la misma ciudad,
encontramos que todos ellos acogían en sus casas a otros familiares o personas sin ningún tipo de
parentesco, aparte de a criados, ya que su posición económica se lo permitía. A este grupo, sino
tenemos en cuenta los criados, le seguiría los privilegiados, conformado por la élite, los
comerciantes y los profesionales liberales y de la administración, con casi 4 miembros en el
mundo urbano, mientras que en el rural la élite queda reducida a 2 debido no solo a la falta de
grandes propietarios sino también a que los criados no convivían en la misma casa, sino que
tenían una propia. No obstante, en Plasencia, en este grupo social el agregado doméstico no
familiar es más numeroso debido al reducido número de hijos que es suplido por un importante
grupo de sirvientes que se le añade, lo que produce el aumento de 1 miembro por familia.
Finalmente, los artesanos, sirvientes, labradores y jornaleros presentan valores en torno a los 4
miembros tanto en el ámbito rural como en el urbano. El único grupo que presenta una gran
diferencia entre ambos ámbitos son los ganaderos, tiene casi tres individuos más que en el mundo
rural. Esto se debe a que algunas de las familias de ganaderos que se asientan en Plasencia son
complejas lo que provoca esa gran diferencia con el mundo rural donde son todas nucleares y
también, en cierta medida, puede que en la ciudad la falta de tierras esté limitando la salida de los
hijos del hogar produciendo así una mayor concentración de individuos en la misma casa.

16La posición social condicionaba el número de hijos, puesto que un mayor retraso de la edad de acceso al
matrimonio, sobre todo en los grupos privilegiados, reducía el período fértil de la mujer en el matrimonio, por
consiguiente, la cantidad de hijos.

332
Familia, hogar y agregado domésticos… Ana María Prieto García

Cuadro IV
Tamaño de las familias por grupos sociales

Plasencia
Grupos socio-profesionales Aldea del Cano
Con Criados Sin Criados
Artesanos 3,9 4,3 4,08
Clero/Iglesia 17 1 4,97 4,25
Comerciantes - 4,42 3,76
Criados/Sirvientes 3,93 3,5 3,5
Élites 2 5,27 3,95
Ganaderos 3,33 6,05 5,9
Jornaleros 4,04 4,18 4,17
Labradores 4,06 4,87 4,5
Pobres 2,88 3,12 3,12
Profesionales liberales y de la 4 4,65 3,82
administración*

Trabajos no cualificados - 3,55 3,5


Fuente: AHPC, Padrón de Aldea del Cano, 1829; AMPL, Padrón de Plasencia, 1847. * En los siguientes cuadros
aparecerá abreviado en PLA.

COMPOSICIÓN INTERNA DE LOS HOGARES


Como hemos visto, la pareja conyugal y los hijos son los sujetos predominantes en
los hogares de ambas localidades. Sin embargo, en el mundo urbano la presencia de criados,
parientes y otros individuos aumentan considerablemente el tamaño medio de los hogares
hasta 4,34 miembros. No obstante, no es tan grande la diferencia existente entre ambos
municipios y la distribución interna de los hogares es similar, donde el mayor aporte de los
agregados domésticos lo constituyen los hijos.

Cuadro V
Composición interna de los hogares

Componentes CA CO H P C O Total
Individuos 1 0,85 1,9 - - - 3,81
Aldea del Cano
% 26,22 22,2 51,58 - - - 100
Individuos 1 0,72 1,44 0,27 0,32 0,59 4,34
Plasencia
% 23,04 16,59 33,18 6,22 7,37 13,6 100
Fuente: AHPC, Padrón de Aldea del Cano, 1829; AHMP, Padrón de Plasencia, 1847. CA: Cabeza de familia, CO:
cónyuges, H: hijos; P: parientes, C: criados, O: otros miembros.

EL CABEZA DE FAMILIA
En Extremadura, la mayoría de los cabezas de familia, concretamente más del 85%, a
mediados del siglo XVIII y principios del XIX eran varones. Hay que tener en cuenta, como
indica José Pablo Blanco Carrasco, que la naturaleza y los criterios de elaboración de las fuentes
así como la particularidad del derecho castellano de separar a la mujer de la jefatura del hogar,
pueden incidir en ese porcentaje lo que determina la escasa representatividad de las mujeres como

17Dentro de este grupo se encuentran las personas cuyo oficio estaba relacionado con la Iglesia, es decir, sacristanes,
organistas, músicos, racioneros y pertigueros.

333
Familia, hogar y agregado domésticos… Ana María Prieto García

cabeza de familia 18. En cualquier caso, el acceso a dicha jefatura, en un régimen nuclear y
neolocal, estaba directamente asociado con el matrimonio, motivo que justifica la preponderancia
de las estructuras nucleares. No obstante, cuando la familia constituida en torno al padre o al
marido se rompía, la jefatura recaía en otra persona del hogar produciéndose un cambio en la
estructura familiar.

Cuadro VI
Estado civil y sexo del cabeza de familia

Municipio/Estado Solteros Casados Viudos


Civil Hombre Mujer Hombre Mujer Hombre Mujer

Aldea del Cano 0,93 - 85,12 - 6,51 7,44


Plasencia 3,95 1,69 70,81 1,22 7,87 15,44
Fuente: AHPC, Padrón de Aldea del Cano, 1829; AHMP, Padrón de Plasencia, 1847.

Como se aprecia en el cuadro VI, la mayoría de los cabezas de familia en ambos


municipios son casados, aunque también son bastante significativos los porcentajes de viudos y,
en menor proporción, de solteros pero solo en el caso de Plasencia. Los motivos que explican esa
gran presencia de viudos es la corta esperanza de vida. Así pues, cuando los matrimonios se
truncaban por la muerte de uno de los esposos, el que sobrevivía asumía la jefatura del hogar
familiar. Por otro lado, la mayor presencia de eclesiásticos en Plasencia es la causante del aumento
considerable de los hogares regidos por solteros. En cuanto al sexo, eran los varones las personas
que dirigían la mayoría de los hogares. Sin embargo, dentro de los viudos, son las mujeres las que
predominan sobre los hombres, puesto que tenían una mayor esperanza de vida y también una
mayor dificultad para volver a casarse tras superar la edad fértil. En contraposición, las solteras en
el mundo rural no lideran ningún hogar y en la ciudad solo suponen el 1,69% de los cabeza de
familia, tendencia que se ha observado en Europa y España 19.
Tradicionalmente se ha aceptado que la jefatura del hogar estaba ligada a los hombres,
por lo tanto, a través de la media de las edades de los varones que son los cabezas de familia
podríamos establecer la edad media a la que acceden a la jefatura del hogar. En este sentido,
podemos apreciar en el cuadro VII como la edad media de los cabezas de familia es un poco más
baja en el mundo rural que en el ámbito urbano, concretamente 40,47 años en Aldea del Cano y
43,28 años en Plasencia, cifra similar a la obtenida en Coria, 42 años, para el año 1825 20. Respecto
a las edades medias calculadas por estado civil, comprobamos que en el caso de los solteros no se
ajusta al modelo de una población de Antiguo Régimen, ya que éstos en ambos municipios
superan con creces las edades estimadas para los casados. Este hecho se debe a la computación
de los clérigos en nuestro cálculo. No obstante, si éstos no se tuvieran en cuenta la edad media
estimada para los solteros en el caso de Plasencia, puesto que en Aldea del Cano todos los célibes
son presbíteros, sería de 36,21 años. Tras analizar individualmente los casos podemos concluir
que una minoría de ellos (14,29%) accedió a la jefatura del hogar tras la muerte de su padre, otros
por razones laborales fijaron su residencia en Plasencia junto a otros trabajadores (14,29%) o con
sus hermanas (35,71%). Estos últimos se caracterizan por desempeñar profesiones liberales, tales

18 J.P. BLANCO CARRASCO: Demografía, familia y […] op. cit., p. 298.


19 Inglaterra entre 1574 y 1821 las solteras suponían el 1,3% de las cabezas de familia y en Francia el 1% (P.
LASLETT: “Mean houselhold size in England give the sisteenth century” en Household and Family in past time,
Cambridge, 1974, pp. 125-159). En Cuenca, entre el siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX las solteras
representaban aproximadamente el 3% (REHER, D-S.: Town and country […] op. cit., p.199) y en Extremadura
constituían el 1,2% de los jefes de familia durante el siglo XVIII (J.P. BLANCO CARRASCO: Demografía, familia y
[…] op. cit., p. 299).
20J.P. BLANCO CARRASCO: Demografía, familia y […] op. cit., p. 300.

334
Familia, hogar y agregado domésticos… Ana María Prieto García

como las de abogado y escribano. Finalmente, el 35,71% restante está presidido por solteros que
viven solos, rodeados de un arsenal de criados ya que tenían un poder adquisitivo elevado, como
es el caso del Marqués de Mirabel, o pobres que acaban muriendo solos.

Cuadro VII
Edades de los cabezas de familia por estado civil

Municipio/Estado Civil Solteros Casados Viudos Total

Aldea del Cano 48,5 39,82 47,86 40,47


Plasencia 48,12 41,79 55,84 43,28
Fuente: AHPC, Censo de Aldea del Cano, 1829; AHMP, Padrón de Plasencia, 1847.

En esta misma línea, vemos (cuadro VIII) como el acceso a la jefatura del hogar
obedece a un patrón socialmente marcado. Así pues, aquellos con mayores posibilidades
económicas, los propietarios y acomodados, acceden más tarde que los campesinos y jornaleros,
puesto que éstos no tenían que esperar a que se muriesen sus progenitores para disponer de
medios para formar un hogar. Cabe destacar que tanto en el ámbito rural como urbano los
jornaleros y los artesanos son los que presentan la edad media más baja.

Cuadro VIII
Edad media del cabeza de familia de algunos grupos socioprofesionales

Aldea del Cano Plasencia


Solteros Casados Viudos Solteros Casados Viudos
Grupos socio-profesionales
Artesanos - 39,22 46,5 46 40,5 56,13
Clero/Iglesia 48,5 52 - 52,46 43,36 70,5
Comerciantes - - - 40 40,56 62
Criados o Sirvientes - 45,56 50 - 52,5 -
Élites - - 50,8 40,67 47,35 58,63
Ganaderos - 45,33 - - 44,84 54,33
Jornaleros - 35,63 45,33 34,5 41,34 54,47
Labradores - 40,63 49,2 - 43,37 60
PLA - 38 - 33,17 42,03 49,87
Fuente: AHPC, Padrón de Aldea del Cano, 1829; AHMP, Padrón de Plasencia, 1847.

LOS HIJOS
La importancia de los hijos en el seno de las familias es un hecho evidente, más de la
mitad de las familias que residen en los diversos municipios tienen uno o más hijos a su cargo,
concretamente en Plasencia suponen el 61,84% y en Aldea del Cano el 78,14%, porcentajes
similares a los de otros territorios 21. Así pues, la diferencia entre el mundo urbano y rural
seguramente se debe a que los hijos de las familias campesinas constituían indudablemente una
mano de obra necesaria para mantener el hogar. También comprobamos que el número de
familias placentinas que no tienen hijos, 38,16%, es mayor que las registradas en Aldea del Cano,
21,86%. Esta circunstancia se puede deber en primer lugar a que muchos de los hijos al trabajar
como criados o sirvientes aparezcan reflejados en las fuentes dentro de las familias de sus amos

21En Coria el Catastro de Ensenada indica que en 1753 el 47% de los hogares acogían un hijo o más (Mª. A.
HERNÁNDEZ BERMEJO: “Estructuras familiares y […]” op. cit., p. 141), en Ávila el 58% (F. GARCÍA
BARRIGA: “Hogar y agregado […]” op. cit., p. 86).

335
Familia, hogar y agregado domésticos… Ana María Prieto García

y no en la de sus padres. En segundo lugar, la elevada edad media de los cabezas de familia de
Plasencia supondría una menor concentración de hijos en el hogar. No obstante, la propia
estructura económica de las distintas localidades también está condicionando los valores, ya que
en Plasencia encontramos muchos hogares regidos por personas solitarias o viviendas en las que
conviven individuos cuyo lazo de unión es su actividad profesional, es decir, muchos de ellos se
establecían o fijaban su residencia de manera temporal en la ciudad sin sus familias por motivos
laborables. Por otra parte, dentro de las familias con hijos, en ambos casos, predominan las que
tienen uno, dos e incluso tres hijos, mientras que las que tienen 5 hijos o más representa unos
valores más reducidos, concretamente en el mundo urbano representan el 8,2% y Aldea del
Cano un 6,56%.

Cuadro IX
Distribución porcentual de hogares por número de hijos

Nº de hijos Aldea del Cano (%) Plasencia (%)


1 22 2 1 2
0 21,86 - 38,16 -
1 24,65 31,55 22,56 36,47
2 13,35 19,64 15,79 25,53
3 19,53 25 12,78 20,67
4 13,49 17,26 5,64 9,12
5 3,26 4,17 2,54 4,1
6 0,47 0,6 1,88 3,04
Más de 6 hijos 1,4 1,79 0,66 1,06
Familias con hijos 78,14 100 61,84 100
Fuente: A.H.P.C, Padrón de Aldea del Cano, 1829; AHMP, Padrón de Plasencia, 1847.

Cuadro X
Número medio de hijos por hogares socioprofesionales

Grupos socio-profesionales Aldea del Cano Plasencia


Artesanos 2,3 2,55
Comerciantes - 2,46
Criados o Sirvientes 2,38 1,5
Élites 2,4 2,3
Ganaderos 2,67 2,84
Jornaleros 2,09 2,19
Labradores 2,69 2,29
Pobres 1,62 1
PLA 2 2,32
Trabajadores sin cualificación - 1,7
Fuente: AHPC, Padrón de Aldea del Cano, 1829; AHMP, Padrón de Plasencia, 1847.

Por grupos socioprofesionales, la mayor presencia de hijos por hogar en ambos


municipios se encuentra en las familias ganaderas, artesanas y comerciantes, siendo mayor el peso
de los hijos de labradores y criados, 2,69 y 2,38 respectivamente, en el mundo rural que en el
urbano (2,29 y 1,5). El dato más sobresaliente es la equiparación de los jornaleros con los grupos
privilegiados, circunstancia que se puede deber al hecho de que ambos se encontraban limitados
por la propiedad. Así pues, mientras los primeros evitaban exceder la descendencia para lograr

22 El 1 se refiere al porcentaje de hijos sobre el total de familias y el 2 al porcentaje sobre el total de familias con
hijos.

336
Familia, hogar y agregado domésticos… Ana María Prieto García

mantenerse con los exiguos recursos de los que disponían, los segundos intentaban no
aumentarla con el fin de no perjudicar el patrimonio que aseguraba su supervivencia 23.
Finalmente, eran pocos los hijos que contaban con un trabajo y vivían dentro del hogar
paterno. No obstante, los datos (cuadro XI) muestran que la mayoría de ellos se dedicaban a
actividades productivas, contribuyendo así al sostenimiento del hogar. Así pues, si observamos el
siguiente cuadro podemos apreciar como la distribución de la dedicación de los hijos es parecida
al reparto de profesiones dentro de la población, con un predominio de artesanos seguidos de
jornaleros y los profesionales liberales y de la administración, con un 38,04%, 22,83% y 15,22%.

Cuadro XI
Dedicación de los hijos residentes en el hogar paterno en Plasencia

Oficios Número %
Artesano 35 38,04
Clero/iglesia 1 1,09
Estudiantes 9 9,78
Ganaderos 3 3,26
Jornaleros 21 22,83
Labradores 5 5,43
PLA 14 15,22
Trabajadores sin cualificación 4 4,35
Total 92 100
Fuente: AHMP, Padrón de Plasencia, 1847.

LOS CRIADOS
El último componente que forma parte de la estructura familiar y contribuye a
aumentar o disminuir en gran medida el tamaño de las familias, es el constituido por los criados.
Así pues, en Plasencia suponía el 7,37% de los habitantes de los hogares, valores que varían en
función de los grupos socioprofesionales, siendo mayor la presencia de éstos dentro de la élite y
el clero. Si bien es cierto que hemos encontrado a criados formando un hogar independiente, en
el caso de Plasencia suponen un 0,38% dirigidos el 50% por hombres y el otro 50% por mujeres
viudas, mientras que en Aldea del Cano constituyen el 19,53% de los hogares, todos ellos
encabezados por varones. No obstante, para realizar el cómputo no hemos incluido aquéllos
que no residen en el hogar del amo, motivo que explica la ausencia del análisis de este grupo en
el mundo rural ya que no parece que dentro del resto de las viviendas existieran sirvientes o
criados, sino que éstos tenían sus propias casas. Por lo tanto, a la vista del cuadro XII podemos
indicar que en Plasencia los grupos socioprofesionales que cuentan con más criados son la élite,
dentro de este grupo el 76,92% alberga alguno bajo su techo; le sigue el clero y los profesionales
liberales y de la administración, con un 70% y un 63,46% respectivamente. En contraposición,
los jornaleros, ganaderos y artesanos solo tienen criados en el 1,06%, 4,54% y 18,63% de los
hogares. Por lo tanto, la presencia y cantidad de sirvientes por hogar estaba determinada por el
nivel económico del cabeza de familia. En total, cerca del 32,52 % de los hogares tenían criados
domésticos en su interior.

23 Este hecho ha sido constatado con anterioridad por José Pablo Blanco Carrasco en la muestra de pueblos
extremeños (J.P. BLANCO CARRASCO: Demografía, familia y […] op. cit., p. 303) y por Francisco García González
en Alcaraz (Francisco GARCÍA GONZÁLEZ: Las estrategias de la diferencia. Familia y reproducción social en la Sierra
(Alcaraz, siglo XVIII), Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, 2000, p. 125).

337
Familia, hogar y agregado domésticos… Ana María Prieto García

Cuadro XII
Distribución de los criados por grupos socioprofesionales de Plasencia (1847)

Grupos Nº de hogares Hogares con % Media por hogar


criados

Artesanos 263 49 18,63 1,16


Clero/Iglesia 40 28 70 1,36
Comerciantes 59 28 47,46 1,39
Élite 65 50 76,92 1,74
Jornaleros 295 3 1,06 1
Labradores 63 17 26,98 1,35
Ganaderos 22 1 4,54 3
PLA 104 66 63,46 1,32
Fuente: AHMP, Padrón de Plasencia, 1847.

Por último, de acuerdo con los valores que refleja el siguiente cuadro, apreciamos como
el 72,78 % de los criados tienen menos de 25 años, porcentaje que por sexos es un poco más
elevado en el caso de las mujeres (72,94%) que en el de los hombres (72,22%). Cabe señalar que
la mayoría de los criados que indica el padrón se refiere a mujeres, así pues, éstas representan el
79,32% frente al 20,68% de los hombres. No obstante, a medida que va aumentando la edad
vemos como se reducen los valores, lo que pone en evidencia dos cosas, la primera es que este
grupo está constituido por personas muy jóvenes, y la segunda es que, probablemente, debido al
desigual reparto de la tierra, la gran cantidad de hijos en los hogares y el sistema de transmisión
igualitaria de los bienes producía una gran cantidad de jóvenes en edad de trabajar pero sin
recursos para poderlo hacer por cuenta propia, lo que conlleva al trabajo asalariado como una de
las posibles salidas. A todo ello hay que sumarle los diversos problemas que venían arrastrándose
desde finales del siglo XVIII en el que la agricultura placentina se caracterizaba por la escasez de
tierras cultivables debido a la preferente orientación ganadera de las explotaciones, elevados
terrazgos del arrendamiento y la falta de continuidad de labores agrícolas debido a la anualidad
del arrendamiento, así como, la ausencia de interés de los propietarios por mejorar sus
posesiones.

Cuadro XIII
Distribución de los criados por edad y sexo

Tramos de edad Mujeres Hombres Total


<25 72,94 72,22 72,78
25-34 14,12 12,5 13,76
35-44 5,88 5,56 5,81
45-54 4,31 6,94 4,89
55-64 1,96 1,39 1,83
≥65 0,78 1,39 0,92
Total 79,32 20,68 100
Fuente: AHMP, Padrón de Plasencia, 1847.

CONCLUSIÓN
A través de este estudio hemos podido conocer cómo estaban constituidos los hogares
de dos mundos aparentemente opuestos. Así pues, ambos ámbitos se caracterizaban por ajustarse

338
Familia, hogar y agregado domésticos… Ana María Prieto García

al modelo reinante en la región extremeña, es decir, por la existencia de hogares en los que
prevalece la familia nuclear con o sin hijos que, con el paso del tiempo, en el mundo urbano, se
convierten en familias complejas al acoger parientes, hijos u otras personas sin parentesco dentro
de su seno. En contraposición, en el mundo rural no se producía este tipo de corresidencia sino
que era externa, en casas colindantes, hecho que puede explicarse como consecuencia de las
estructuras familiares y del tipo de vivienda que predominaba en cada municipio, de modo que al
darse la corresidencia dentro de los hogares placentinos, hace que disminuya la externa.
Con respecto a la dimensión de los hogares, el tamaño era similar en Aldea del Cano y
en Plasencia siendo los hijos el mayor aporte de agregados domésticos. No obstante, en el mundo
rural los hijos tienen mayor peso que en el mundo urbano, cuya razón radica en la necesidad de
mano de obra para poder mantener el hogar. Otra diferencia sobresaliente es el aumento del
tamaño de los hogares placentinos debido a la presencia de parientes y, sobre todo, criados que
viven bajo el mismo techo, como consecuencia de la fuerte presencia de clérigos y grupos
privilegiados.

339
Parientes de leche… Elena Soler

PARIENTES DE LECHE A PARTIR DE ORDENANZAS REALES EN LA


MONARQUIA BORBÓNICA EN ESPAÑA 1
Elena Soler
Universidad Carolina de Praga

A lo largo de la historia de la humanidad es fácil encontrar referencias visuales, orales y escritas


de mujeres nodrizas que eran contratadas para la lactancia y crianza de los hijos de reyes y reinas.
En la India, por ejemplo, vemos como los jefes reales hindúes recurrían a mujeres de las mejores
tribus para la lactancia de sus hijos. A partir de este momento, la familia de la nodriza adquiría un
estatus de parentesco de leche. Esto significaba que cuando el niño criado por la nodriza llegase a
ser jefe de la tribu, sus hermanos de leche mantendrían un estatus de prestigio e influencia en la
Corte 2. Al igual que en la India, en China, Japón e incluso en el antiguo Egipto, las mujeres
contratadas como nodrizas reales eran mujeres próximas a la realeza y de un alto rango social.
En el caso de España, y más concretamente en el periodo que nos ocupa, que abarcaría desde el
reinado de Fernando VII en el siglo XIX hasta la proclamación de la Segunda República y
finalización del reinado de Alfonso XIII en 1931, esté método de crianza con su consecuente
nueva relación de parentesco de leche, también se dio, aunque, a diferencia de periodos
anteriores 3, las candidatas a nodrizas para trabajar en la Casa Real fueron preferentemente
mujeres campesinas ganaderas del norte de España siendo las pasiegas de Cantabria, sino la más
demandadas, las que adquirieron más fama. En el año 1830, una mujer de Peñacastillo, pueblo
cercano a Santander, fue seleccionada para la crianza de la princesa Isabel II. A partir de este
momento, la Casa Real empezó a buscar mujeres del norte, concretamente de la comarca de los
valles pasiegos, para la lactancia y crianza de personas reales. Una predilección regional que fue
rápidamente seguida por la aristocracia y alta burguesía a partir de un proceso de emulación hacia
la Corte tan propio de sociedades estratificadas socialmente como era el caso de la sociedad
española.
Este estudio está dividido en dos apartados. Un primer apartado, más teórico, en donde
brevemente se expondrán algunas cuestiones relativas a la importancia que considero ha tenido y
aún tiene la leche en muchas sociedades no sólo como alimento, esencial en muchas ocasiones
para la supervivencia del recién nacido por nuestra condición de mamíferos, sino como símbolo
del parentesco en el caso de circular y ser compartida. Y un segundo apartado, que nos servirá
como referente etnográfico, centrado en el papel que tuvieron las amas de cría, no sólo en la
lactancia y crianza de príncipes, princesas, infantes e infantas, sino en la construcción de un cierto
tipo de parentesco de leche en un periodo que abarcaría desde el primer tercio del siglo XIX
hasta el primer tercio del XX. Un oficio prácticamente invisible en la historia del trabajo
femenino que nos permite poner en evidencia tanto la importancia de la actividad de la lactancia
asalariada y la leche humana en las representaciones del cuerpo: gestación, alimentación y
constitución de la persona, como su papel en unas construcciones identitarias (hermano-a de
1 El presente trabajo, en parte actualizado, forma parte de una investigación más amplia que abarcaría también la
construcción del parentesco de leche entre el campesinado pasiego y la aristocracia y alta burguesía. Esta
investigación está publicada bajo el título, Elena SOLER, Lactancia y parentesco. Una mirada antropológica, Barcelona,
Anthropos, 2011.
2 A.C. LYALL, Asiatic Studies, London, John Murray, 1882.
3 Durante la monarquía de los Austrias lo generalizado es que las nodrizas fuesen de un alto linaje y de zonas

circunvecinas.

341
Parientes de leche… Elena Soler

leche…) que se caracterizan por unas relaciones sociales cuyo eje principal es el parentesco de
leche en toda su dimensión simbólica.
Con respecto a la metodología 4, este estudio es de carácter etnohistórico. Si bien hay un largo
debate respecto a las fronteras disciplinares de la historia y la antropología, mi acercamiento,
como ya he escrito en otras ocasiones, sigue la orientación que borra fronteras y busca la
convergencia en la línea que indica María Jesús Buxó:
“Si cabe extraer alguna lección de este viaje por los lindes de estos dos territorios llamados
Historia y Antropología, esta debe ser la eliminación irreversible de las fronteras académicas y de
investigación. No siendo las culturas islas en el tiempo y en el espacio, la vinculación con la
historia es consubstancial al hecho mismo de etnografiar” 5.

I. LA LECHE COMO SÍMBOLO DEL PARENTESCO ¿PARENTESCO DE LECHE?


Como bien nos demuestra la literatura antropológica, las personas definen las relaciones de
parentesco de forma distinta según las diferentes culturas, utilizando, por tanto, diferentes
patrones de terminología de parentesco para referirse a sus parientes. El caso del parentesco de
leche, como voy a intentar demostrar a lo largo de este trabajo, no es una excepción. El papel del
antropólogo interesado en relaciones de parentesco es llegar a ese sistema clasificatorio,
taxonomía o tipología propia de la sociedad estudiada. Es decir, una taxonomía nativa, emic, que
ha sido desarrollada y reconocida a lo largo de generaciones por las personas que viven en una
sociedad en particular. Lo importante es llegar a ver esa percepción local. ¿Cómo se construye y
reconoce un pariente?, ¿cuáles son los grupos reales de parientes?, ¿cómo piensan las personas
acerca del parentesco? y ¿cómo clasifican a sus parientes? Pero antes de hablar de relaciones de
parentesco quizá sea necesario determinar, ¿qué se entiende por pariente?, ¿en qué se basa el
antropólogo para reconocer un pariente en la sociedad estudiada? y ¿qué relación tiene este
concepto con el compartir un fluido biológico corporal, en este caso, la leche humana?
Siguiendo a F. Heritier6, entre otros antropólogos/as que han trabajado la antropología del
cuerpo y la percepción de los fluidos con relación a cómo diferentes sociedades crean ideas de la
reproducción y con ello del parentesco, en esta investigación partimos de la premisa que desde la
Antigüedad hasta el siglo XIX, que es cuando aparecen descubrimientos en el campo de la
biogenética, uno de los modelos “folk” de procreación que ha imperado en Occidente, es
intrauterino y extrauterino. Un modelo, que incluye cuatro etapas: concepción, embarazo, parto y
lactancia. La leche humana es percibida como sangre menstrual que desaparece durante nueve
meses para alimentar al embrión en el útero y ser desviada y purificada al transformarse en leche.
Una leche, como diría Galeno, sangre blanqueada, que sigue alimentando y configurando la
identidad del recién nacido en el exterior durante el periodo de lactancia. Es decir, la frontera de
los fluidos (sangre-leche) por su carácter de mutación y transformación no está muy definida
siendo la sangre, en su sentido más amplio, el principio rector. Por eso se entiende que dos
personas, hasta el momento no biológicamente relacionadas, el hijo-a de la nodriza y el ajeno-a,
se reconociesen a sí mismas como hermanos-as de leche, al haber sido generados por la misma
substancia, sangre-leche, y como me dijeron en alguna entrevista, “deber la vida a la misma
mujer”.

4 Aquí cabe mencionar que para el desarrollo de esta investigación se trabajó con fuentes primarias del Archivo
General de Palacio en Madrid, correspondencia, prensa de la época, manuales de pediatría y obstetricia, literatura,
fotografías, como entrevistas e historias de vida de nodrizas y descendientes de las mismas tanto en el lugar de
origen, los Montes de Pas, como el de destino (Barcelona, Santander, Madrid...).
5 M.J. BUXÓ, “Historia y Antropología: viejas fronteras, divergencias y nuevos encuentros”, Historia y Fuente Oral, nº

9, 1993.
6 F. HERITIER, “Identité de substance et parenté de lait dans le monde arabe”, en P. Bonte. Epouser au plus proche,

Paris, Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, 1994, pp. 150-164.

342
Parientes de leche… Elena Soler

A partir de esta premisa, algunas de las cuestiones que me planteé en esta investigación, y que
presenté en marzo de 2004 en Londres en un seminario del Royal Anthropological Institute
(RAI) 7, son: ¿Ha reconocido la antropología el parentesco de leche en otras sociedades, incluso
en nuestra propia sociedad a lo largo de la historia? En caso de ser así, ¿cómo ha sido analizado y
clasificado?, ¿“parentesco espiritual”, “pseudoparentesco”, “parentesco ficticio” “parentesco
ritual”? Esto nos lleva al controvertido debate entre el parentesco “real” y “natural”, del
parentesco “artificial” y “cultural”. Si decimos que el parentesco “real” es el que está relacionado
con los hechos de la reproducción -cópula sexual, o el compartir una sustancia biológica-, un
parentesco “biologizado” como diría Starthern 8. Afirmación que está cambiando con las nuevas
tecnologías de reproducción asistida al intervenir en la naturaleza y orientar lo natural hacia lo
artificial, ¿Qué sucede cuando la sustancia compartida no es la sangre, sino la leche humana?
¿Han tenido estos fluidos el mismo significado a lo largo de la historia e incluso en la actualidad
en diferentes sociedades?
En otras palabras, no habrá sido nuestro sistema de clasificación del parentesco, desde sus
mismos inicios, muy reduccionista en sus conceptualizaciones teóricas como categorías analíticas
que muchas veces nos ha impedido ver la existencia de otro tipo de vínculos -vínculos incluso
reconocidos desde el punto de vista “emic” o local, como parentesco- más allá de los generados
por el compartir sangre-genes. ¿Es válido, por tanto, este sistema de clasificación del parentesco
“real” como referente analítico para el estudio transcultural, incluso el de nuestra propia sociedad
a partir de la etnohistoria?
Mi posición al respecto es que los lazos no están en la sangre ni la leche, ni tan siquiera en los
genes, sino en la cultura. Coincido con Schneider en considerar que lo importante a la hora de
analizar el parentesco en otra sociedad, como en nuestra propia sociedad a lo largo de la historia,
es llegar a esa percepción y construcción social de cómo cada sociedad construye y reconoce un
pariente 9. Si decimos que el parentesco, aunque no de forma exclusiva, tiene que ver con los
hechos de la procreación, las preguntas serían: ¿Cuál es el modelo, o modelos de procreación en
la sociedad estudiada? ¿Qué elementos o símbolos forman parte de este modelo de procreación:
sangre, semen, leche, genes, otros y definición de los mismos?, ¿ha sido siempre así? ¿Quién
interviene en este modelo de procreación (hombre-mujer, ambos, otros) y, cómo? Este
acercamiento emic, nos permitirá entender el parentesco no sólo en nuestra sociedad a través de
la historia, sino en un sentido más amplio y completo en las diferentes sociedades estudiadas.
En este estudio, que parte de un modelo de procreación concreto que finaliza con la lactancia, la
leche es analizada en su doble vertiente simbólica cultural: como alimento, método de crianza
infantil; y como un fluido femenino corporal, una sustancia biológica mutable y transformable
sangre-leche, que en caso de circular y ser compartido por mediación de la lactancia, en este caso
de una nodriza, comúnmente denominadas en España, ama de cría, o simplemente ama, ha sido
capaz de generar identidades (hermano-a de leche e incluso madre de leche) consideradas desde el
punto de vista emic o local como parentesco de leche. Un parentesco que, como construcción
cultural que es, defiendo no es universal, pero que, en caso de existir, por lo que he podido
constatar después de años investigando este tipo de parentesco desde una perspectiva
transcultural, ha convivido en muchas sociedades con otros tipos de parentesco sin que la

7 “Mother´s milk. Reconsidering milk kinship in our understanding of family and kinship in Europe”, Royal
Anthropology Institute. 23 de marzo, Londres, 2014 (pendiente de publicación). Mi agradecimiento al director, D.
Shankland, por la invitación, y a todos los participantes por los sugerentes comentarios que surgieron en el debate.
8 Veáse M. STRATHERN. After Nature. English Kinship in the late twentieth Century, Cambridge, Cambridge University

Press, 1992 y M. STRATHERN, Reproducing the Future. Essays on anthropology, Kinship and the new reproductive technologies,
Manchester University Press, 1992.
9 D.M SCHNEIDER, “American Kinship: A Cultural Account. New Jersey, Prentice- Hall, 1968, y D.M

SCHNEIDER. “What is Kinship all about?”, en Kinship studies in the Morgan Centennial Year, Washington D. C., The
Anthropology Society of Washington, 1972, pp. 32-63.

343
Parientes de leche… Elena Soler

antropología lo haya sabido siempre reconocer y analizar, sobre todo en lo que respecta a esta
parte del sur de Europa.

II. PARIENTES DE LECHE EN LA MONARQUIA BORBÓNICA


La Corte por definición siempre es espejo de majestuosidad y grandeza. La Corona y el Palacio
Real en todas sus manifestaciones y rituales ceremoniales se presenta como un teatro único. Es su
distanciamiento del pueblo y la aparición en momentos concretos, con todo el ceremonial que
ello conlleva, lo que mantiene a la familia real en una situación de reconocimiento y respeto
especial. Es por ello que el contratar a mujeres del norte de la península para la lactancia y crianza
de príncipes y princesas, infantes e infantas, no se percibió, como diría Bourdieu, como un signo
de distinción social tan necesario entre otros grupos sociales emergentes a lo largo del siglo XIX y
principios del XX, como fue la alta burguesía, porque entre la realeza no hacía falta.
El desarrollo de este mercado de la lactancia asalariada, a diferencia de otros contextos en los
que se desarrolló esta actividad (casas de maternidad, nodrizas domésticas en casas particulares o,
incluso, en sus propias casas), se debió a que ciertos sectores de la Casa Real, y por un cierto
proceso de emulación hacia la Corte, también de la aristocracia y alta burguesía, en un periodo y
contexto cultural concreto percibieron, en ese imaginario creado, a las mujeres campesinas del
norte de España, y muy concretamente de los Montes de Pas 10, como las más adecuadas y aptas
para ejercer la profesión de nodrizas domésticas. La idea de “pureza de sangre”, que se
remontaría a la Edad Media, y que se le adjudicaría en concreto a esta área del norte de la
península y por extensión a su leche (por esa analogía creada entre sangre-leche), así como el
hecho de que estas mujeres fuesen en su mayoría campesinas ganaderas (aquí la comercialización
de su leche se puede entender como una extensión del producto autóctono), fueron algunos de
los factores decisivos que nos pueden ayudar a entender el por qué las mujeres del norte, y muy
concretamente las pasiegas de la provincia de Santander y norte Burgos, fueron las más
demandadas.
Estas mujeres nodrizas fueron esenciales para la Monarquía en España, puesto que no sólo eran
las responsables de la alimentación y primeros cuidados del niño-a lactante, sino de la continuidad
de la realeza al ser la monarquía una institución hereditaria. Así como el objetivo del matrimonio
era el de traer descendencia y en este caso la continuidad de la monarquía, a un Rey nunca le
debía faltar una mujer, tampoco podía prescindir de esa otra mujer-nodriza que le asegurase la
lactancia y crianza de sus hijos-as. En este contexto cultural y social, como podemos observar, la
maternidad, por tanto, era una labor compartida entre la madre biológica, la Reina, y la mujer-
nodriza, quien sería la responsable de finalizar el proceso reproductivo por mediación de la
actividad de lactancia.

COMISIÓN REAL EN BUSCA DE AMAS


Las fuentes nos confirman que una Comisión Real encabezada por el médico de cámara se
desplazó a tierras del norte del país (Burgos, Asturias, Santander, en donde destacarían las
pasiegas) durante algo más de un siglo en busca de nodrizas: amas de cámara y de retén para la
lactancia de príncipes, princesas, infantes e infantas. Para analizar el proceso de selección de
nodrizas y posterior trayecto a la Corte he considerado sugerente transcribir, entre otras fuentes,

10El área pasiega abarcaría las tres villas pasiegas: Vega de Pas, San Roque de Riomiera y San Pedro del Romeral con
sus respectivos barrios y otras zonas consideradas de extensión pasiega, en donde destacaría los municipios de Selaya
y Villacarriedo, aparte de otras zonas adyacentes de la provincia de Santander y norte de Burgos.

344
Parientes de leche… Elena Soler

algunos de los datos del Archivo General de Palacio en Madrid y del trabajo de Cortés Echanove
que es un referente esencial sobre el tema 11.
Este proceso selectivo con su consecuente migración, en el supuesto de ser seleccionadas por lo
que pude constatar, fue espacial (campo-ciudad, en este caso la Casa Real en Madrid), e
institucional (médico, párroco, alcalde), ya que hay que tener en cuenta que, aún queriendo, no
todas las mujeres que quisieron fueron consideradas, según los cánones científicos y morales de la
época, aptas para ejercer la profesión de nodrizas domésticas en la Casa Real. En la España del
siglo XIX principios del XX, nos encontramos en un contexto social y cultural mayoritariamente
católico, con lo cual se esperaba que las candidatas a nodrizas domésticas no sólo estuviesen
sanas, sino casadas. Es por ello, que aparte de la autorización marital, tanto el informe de
recomendación del médico como del párroco local fueron esenciales para poder emigrar. Su leche
tenía que ser una leche 'éticamente' correcta.
Una vez pasaban los dos años de lactancia, que era el tiempo estipulado según los cánones
científicos del momento, la nodriza regresaba a Pas, aunque se dieron casos en los que se quedó
como ama seca, u otra actividad, por lo general relacionada con el servicio de la Casa Real,
aunque siempre manteniendo un status especial.
Durante el reinado de Fernando VII y su esposa, Mª Cristina de Borbón, vemos la primera
referencia de nodrizas cántabras en la Corte de España. Con el nacimiento de Isabel II, el 10 de
octubre de 1830, un nacimiento que se anuncia con bandera blanca, y tan sólo 12 salvas, el rey se
encarga personalmente de la búsqueda de un ama por tierras del norte. La provincia elegida para
tal propósito fue Santander. Una predilección regional que duró prácticamente hasta la primera
mitad del siglo XX. Tal como comenta Cortés Echanove, una Comisión Real, encabezada por
don Francisco Blasco, funcionario de la Mayordomía Mayor de S.M, uno de los médicos de
Cámara, el médico don Sebastián de Aso Travieso, y don José Fernández Merino, oficial de
Veeduria, se desplaza en el verano de 1830 a la provincia de Santander en busca de amas. La
mujer elegida fue Francisca Ramón de 21 años, casada y con un niño de cuatros meses y
procedente de Peñacastillo, pueblo cercano a la ciudad de Santander (aunque en muchas
ocasiones se ha dado el equívoco de considerarla pasiega). Un importante referente a tener en
cuenta, ya que a partir de este momento se empezó a utilizar el término genérico de pasiega al
referirse a las amas de cría de “alcurnia”. Una definición que, entre otras, aún hoy encontramos
en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.
Con respecto a las amas de retén o repuesto elegidas, también vemos que proceden de la
provincia de Santander. En los tres casos se trata de mujeres casadas y con niños recién nacidos
que se ven obligadas a llevarse consigo para que la leche no se les cortase durante el camino12.12
En el segundo embarazo de la reina Cristina se procede de nuevo en la búsqueda de amas por
tierras de Santander, un viaje realizado por el mismo médico Aso.
En el reinado de Isabel II, como en el reinado anterior, el médico de Cámara, en este caso, don
José Figuer y Cubero, es enviado a Santander en el primer embarazo de la reina en busca de amas
y regresa a palacio con dos mujeres: Francisca Guadalupe y María Pelayo. Unas nodrizas que
apenas tienen que ejercer la lactancia al morir el príncipe después de ser bautizado. Con el
segundo embarazo se busca de forma simultánea por diferentes comarcas del norte. En esta

11 L. CORTES ECHANOVE, Nacimiento y crianza de personas reales en la Corte de España (1566-1866), Madrid, CSIC,
1954.
12 Una modalidad muy diferente a las otras mujeres que emigraron, principalmente a casas de alcurnia, que tuvieron

que dejar el niño en el lugar de origen. Una vez seleccionadas, uno de los problemas que se le planteaba a la mujer
pasiega era con quién dejar al niño-a en periodo de lactancia durante su estancia en la Corte. En este caso, las fuentes
orales recogidas confirman que la red femenina familiar y o vecinal, incluso la existencia de un mercado de nodrizas
local, fueron factores decisivos en la emigración. Para ver cómo se desarrolló este mercado de nodrizas local
consultar, Elena SOLER, Lactancia y parentesco [...], op. cit., pp. 96-98.

345
Parientes de leche… Elena Soler

ocasión, es elegida una mujer de Guipúzcoa, Agustina de Larrañaga. En el tercer embarazo de la


reina en 1853, dos comisiones reales se dirigen a Burgos. En este periodo los viajes son más
seguros y el servicio regular de diligencias ya está organizado. Es por ello que la comisión no usa
un coche especial escoltado por tropa de caballería, como en el reinado anterior, con un
pasaporte militar para cada comisión es suficiente. El Boletín Oficial de la provincia se encarga de
anunciar la llegada de la comisión y expone cuáles son los requisitos que estas candidatas a amas
tienen que cumplir para ser seleccionadas. Una de las comisiones se instala en la Fonda de
Correos para hacer la selección que será completada con visitas a Vascongadas y Segovia.
Pero no es hasta el cuarto embarazo de la reina cuando realmente se puede hablar de la presencia
de nodrizas pasiegas en la Corte de España, siendo María Gómez, oriunda de la Vega de Pas, con
25 años de edad y casada con el labrador Juan Mantecón, la primera en pisar la Casa Real. Esta
mujer es seleccionada por la Comisión Real en una la Fonda del Comercio (calle de la Compañía)
de Santander. María Gómez en un principio es seleccionada como ama de repuesto, pero
rápidamente sustituye a la nodriza de cámara en la crianza del príncipe de Asturias, el futuro
Alfonso XII en un viaje oficial que hacen los reyes por España. El príncipe nace el 28 de
noviembre de 1857. Como ama de retén el Doctor Villanueva selecciona a otra mujer de Vega de
Pas en Santander. Con estas dos elecciones es cuando la Comisión Real decide acercarse a los
valles de Pas y Toranzo en busca de amas, sin tener mucho éxito en esta expedición, aunque se
quedan maravillados por la salubridad de la gente y el lugar.
El quinto embarazo de la reina también cuenta con la presencia de una santanderina, Manuela
Oria Ruiz y una burgalesa. Pero no es hasta el séptimo embarazo de la reina cuando vuelve a
aparecer una nodriza procedente de Pas, Manuela Cobo, en este caso, natural de San Roque de
Riomiera. Esta nodriza que es seleccionada como ama de cámara, está en la Corte hasta el destete
de la infanta Doña María de la Paz. En el octavo embarazo es seleccionada una nodriza
santanderina, en este caso, procedente de una zona de extensión pasiega, el municipio de Selaya.
En el Archivo General de Palacio, por ejemplo, se guarda el expediente en “averiguación” así
consta, “de vida, costumbres y sanidad” de la nodriza, Manuela Cobo, a fecha del 26 de abril de
1862. Una fuente que nos puede ayudar a entender cuáles fueron las condiciones físicas y morales
que un ama, así como su familia debía tener. El informe, en el cual ya se reconoce al hermano de
leche del príncipe Luís de Baviera, dice así:
“El temperamento de esta nodriza es sanguíneo, su constitución activa, sus carnes
medianas consistentes, y de buena conformación. El pelo es de color castaño oscuro, los
ojos pardos, y la coloración de la piel del rostro, rosa; boca sana y con buena dentadura.
Tiene cuatro hijos; el 1º es una niña de ocho años de edad; el 2º es un varón y está con los
abuelos; el 3º es el hermano de leche del Príncipe Luis de Baviera y el 4º que también es
varón, es el que está lactando en la actualidad. Todos son de buena salud y bien
constituidos «…»
Los pechos de esta nodriza son de buena conformación «…» La aureola es del color propio
y el pezón de buen tamaño «…». La leche es abundante, de color blanco azulado, azucarada
y de una gravedad específica.
El marido de la nodriza se llama Tomás Labín y Carral, natural de San Roque de Riomiera
provincia de Santander, residente en Valladolid” 13.
Con lo dicho hasta ahora, se puede afirmar que, desde el último tercio del siglo XIX, son
seleccionadas nodrizas pasiegas, pero no en mayor porcentaje que de otras áreas de Santander,
Burgos y zonas del norte de España. Sin embargo, la literatura ha alimentado la construcción del
imaginario creado en torno a ellas al crear esa analogía nodriza pasiega de Santander, igual a
nodriza realenga, tal como vemos en este fragmento del escritor santanderino, Amós de
Escalante, publicado en el año 1873 en Madrid:

13 AGP, caja 241, exp 16.

346
Parientes de leche… Elena Soler

“Así y durante algunos años y en ocasiones diversas, tocó a la Montaña de Santander dar
nodriza a los Príncipes españoles. Dos médicos de Palacio recorrían los valles examinando
a las candidatas, que ya se dejaba entender no serían pocas a pesar de las circunstancias
requeridas, puesto que la crianza del regio vástago suponía la fortuna de la familia entera de
la escogida; y pronunciando el fallo facultativo acerca de dos o tres, las más excelentes en
todos conceptos, así de presencia y condiciones físicas, como de antecedentes y prendas de
carácter eran llevadas bajo la prudente y exquisita custodia de los mismo profesores de
palacio, donde recaía la elección definitiva en la más apta de las tres, o en la que mejor se
congraciaba, al percatarse, la voluntad y simpatía de los Reyes (... )” 14.
El 17 de noviembre de 1870, las Cortes nacidas como consecuencia de la Revolución de 1868,
obligan a Isabel II a salir del país y entregan a Amadeo de Saboya la Corona de España. Un
reinado efímero del que apenas, por lo que tengo constancia, se han encontrado referencias sobre
el tema de la búsqueda de amas.
No es hasta el reinado de Alfonso XII y la Regencia de Mª Cristina cuando volvemos a tener
constancia de esta búsqueda y selección de amas por tierras del norte del país. El médico de
Cámara, don Laureano García, con el primer embarazo de la reina doña María Cristina de
Habsburgo inicia un 6 de agosto un viaje a Burgos, Segovia y Santander con el objetivo de
encontrar amas para la Casa Real. En este viaje, la mujer seleccionada es una mujer pasiega,
Leocadia Fernández, de San Pedro del Romeral. Mujer que es contratada en dos ocasiones: una
primera como ama de repuesto y una segunda como posible ama de cámara en el segundo
embarazo de la Reina junto a otra mujer del valle de Pas, Josefa Ruiz Callejas, y cinco amas más
de la provincia de Santander. En esta selección finalmente sólo dos mujeres de Miera, zona de
extensión pasiega, se quedan en la Corte. Como particularidad de esta selección y trayecto de la
Comisión Real, a diferencia de viajes anteriores, está el uso de la cámara fotográfica y el uso de
papel timbrado con membrete propio para todos los escritos. En el tercer embarazo de la Reina
es seleccionada otra nodriza de Santander, Maximina Pedraja que cría a Alfonso XIII.
No obstante, una de las últimas referencias que tenemos de mujeres pasiegas en la Corte de
España es la de Rosalía Sainz, (oriunda del barrio de Pisueña de Selaya, considerado un barrio de
extensión pasiega) y conocida en la zona como “La Ciriaca”. Una mujer que es seleccionada para
la crianza de uno de los hijos de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battemberg, pero cuyo
destino no fue como el de las demás al tener que dejar el palacio por quedarse embarazada. Si el
niño que nació a su regreso fue un hijo ilegítimo del Rey, no lo puedo afirmar ni desmentir por
falta de datos fiables al respecto, pero lo que sí puedo constatar es que toda esta historia forma
parte del imaginario narrativo local de lo que significó la estancia de las nodrizas pasiegas en la
Casa Real.
Hasta ahora hemos mencionado fuentes que constan en el Archivo del Palacio Real con relación
a esas comisiones reales en busca de amas por el norte del país, sin embargo, y tal como pude
constatar durante mi estancia de campo en las diferentes villas pasiegas, San Pedro del Romeral,
Vegas de Pas y San Roque de Riomiera, como de otras zonas de extensión pasiega, en donde
destacaría los municipios de Selaya y Villacarriedo, esta selección no hubiese sido posible sin la
intermediación de los médicos y párrocos de la zona, aparte de los anuncios en los diarios, que
poca gente los leía pero mucha los utilizaba tanto para ofertar como para buscar trabajo. En este
anuncio publicado en el diario local de Santander El Aviso, el 19 de agosto de 1880, por ejemplo,
se avisa de la próxima visita de la Comisión Real a Santander en busca de amas para la princesa de
Asturias, María de las Mercedes, hija del Rey Alfonso XII y su segunda esposa, María Cristina de
Austria. El texto dice así:
“Habiendo llegado a esta Ciudad la Comisión nombrada de S. M el Rey para elegir en la
provincia las amas de lactancia para el regio vástago que dé a luz. La Reina, las que se crean
con las circunstancias que se requieren y se publicaron en el Boletín Oficial de esta

14 Amos de ESCALANTE, “La Montañesa”, Separata Mujeres españolas, portuguesas y americanas. Madrid, 1873.

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Parientes de leche… Elena Soler

provincia el día 7 del corriente, deben saber que la citada Comisión se halla hospedada en la
fonda de la Sra. Viuda de Redón, donde deberán presentarse al EXCMO Sr. D. Laureano
García Camisón, Médico ordinario de la Real Cámara, y al Sr. D. Antonio Giménez, Jefe de
negociado de la Intendencia de la Real Casa y Patrimonio”.
Con respecto a los médicos locales que tuvieron relevancia en la selección de amas para criar en
la Corte, por citar algunos ejemplos, me gustaría destacar las siguientes personalidades de la zona.
En Vega de Pas, por lo que me comentó S. Carral, ex-alcalde de la localidad, destacó el Dr.
Arenal. A este médico le correspondió examinar candidatas a amas, sin embargo, siempre fue
poco amigo de esta actividad. En la zona, de hecho, aún se recuerda algún discurso público que el
Dr. realizó en la escuela municipal defendiendo la lactancia materna. En estos discursos se
alegaba que toda madre tenía el deber moral de criar a sus hijos, así lo mandaba la naturaleza,
censurando con ello tanto la actividad de la lactancia asalariada, y con ello a todas las mujeres que
recurriesen a nodrizas para la lactancia de sus hijos-as, como a las mujeres que quisiesen ejercer
esta actividad. En San Roque de Riomiera destacó el Dr. Ruiz Abascal y, en el municipio de
Villacarriedo, Don José Joaquín Diego Abascal y su hijo Andrés Diego García de la Quintana. El
Dr. Don José Joaquín Diego Abascal, por ejemplo, llegó a recibir por parte del rey, Don Alfonso
XIII, el título de Comendador de la Real Orden de Isabel la Católica por sus servicios en la
selección de amas de la zona para la familia real. Si algo puedo constatar es que tanto él, como su
hijo Don Andrés Diego de la Quintana 15, se recuerdan con mucho orgullo en la zona, hasta el
punto de que son las fotografías de estos ilustrados las que abren la exposición permanente de
fotografías de nodrizas que hay actualmente en el museo de La Beata en el Santuario de la virgen
de Valvanuz en Selaya, un proyecto impulsado por Felipe Crespo, presidente de la cofradía y un
importante informante y sobre todo apoyo en esta investigación.

INFORME DEL PÁRROCO


Así como el pasar examen médico fue uno de los requisitos para que las mujeres pudiesen ser
contratadas en este mercado de nodrizas, las referencias del párroco local también fueron
importantes por ser una figura imprescindible en la vida de la comunidad en lo que concierne a
autoridad moral. La religión católica, a través de la institución eclesiástica, era la responsable de
suministrar los códigos de conducta adecuados en la sociedad. Por eso se entiende que el párroco
local fuese el responsable de proporcionar a la Casa Real un informe detallado del buen estado
moral, hábitos y buenas costumbres de la candidata a ama y su familia entera. Un informe que
debería estar ausente de faltas y pecados, entendido como pecado el lenguaje de una comunidad
moral (al igual, como nos demuestra la literatura antropológica, que el concepto de tabú en otras
sociedades que diferencia el bien del mal, lo prohibido).
En este informe guardado en el Archivo General de Palacio, por ejemplo, se ve la importancia
del cura en la contratación de amas. En este caso la candidata a ama real fue Manuela Cobo,
nodriza ya mencionada, y su esposo, Tomás Labín. El autor es el cura de la parroquia pasiega de
San Roque de Riomiera. El texto dice así: “Certifico que Tomas Labín y su esposa Manuela
Cobo, han obtenido la conducta moral y política cumpliendo con los preceptos de Ntra Santa
Madre la Yglesia" 16.

15 Entre la correspondencia que pude consultar en el archivo familiar del médico en Villacarriedo destacan dos cartas.
La primera es de agradecimiento al Dr. Don Andrés Diego de Quintana, en la cual Manuel de Baviera aprovecha
para enviar los gastos por los análisis del ama y un adelanto para su viaje. En este caso se le pide al doctor que le
comunique los honorarios por los servicios prestados en la selección del ama y toda la gestión. En la segunda carta,
vemos la solicitud de una revisión médica, en la que se incluían análisis de sangre que el ama Clementina Crespo
Fdez debe pasar antes del nacimiento del niño, que en cuanto nazca ya se le avisará. Esta última carta está firmada
por la Infanta Mercedes el 29 de enero de 1949.
16 AGP, caja 241, exp 16.

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Parientes de leche… Elena Soler

Con lo comentado hasta ahora se puede, por tanto, afirmar que la sociedad y en este caso, la
fuerte incidencia que tuvo la Iglesia al respecto, fueron las que impusieron las normas y el
comportamiento sexual que las mujeres deberían tener durante su ciclo vital. El ideal a seguir era
el de una familia monógama que sólo aceptaba hijos dentro del sagrado sacramento del
matrimonio. Por eso se esperaba que las candidatas a amas no sólo tuviesen una buena conducta
moral y religiosa sino que, como madres que ya eran, estuviesen casadas.
Al llegar a Madrid, las mujeres que fueron seleccionadas como amas de cámara o retén para criar
en el Palacio Real se instalaron en casas particulares de personas de confianza de palacio o en un
lugar especial asignado para ellas. Fernando VII, por ejemplo, decidió que las amas de repuesto
saliesen de la Rectoría, establecida en Portería de Damas en Palacio y se alojasen en la habitación
de don Servando Ángel Solana, responsable a partir de este momento de ellas. Sin embargo, no es
hasta el segundo embarazo de la reina Isabel II cuando se habilitó un espacio especialmente para
ellas. En el año 1851, se reservó una casa denominada “La Pajarera” en los jardines del Buen
Retiro de Madrid. En este espacio las amas de retén o de repuesto se pudieron instalar con sus
hijos lactantes bajo la dirección y supervisión de una rectora de amas a la espera de ser llamadas,
aunque no todas lo lograban.

EL PARENTESCO DE LECHE A PARTIR DE ORDENANZAS REALES


Hasta ahora hemos hablado de cómo se realizó esta selección de amas, sin embargo, no es hasta
el retorno de la mujer pasiega a los Montes de Pas, después de los dos años de lactancia, que será
el tiempo estipulado según los cánones científicos de la época, con la excepción de las mujeres
que se quedaron en la Corte, cuando se expone de manera explícita la importancia que tuvo la
nodriza pasiega en la construcción de un cierto tipo de identidad-es y relaciónes denominadas de
parentesco de leche. Un nuevo tipo de relación más cercana, natural, y alejada, por tanto, de esa
relación contractual que tuvo la mujer pasiega al llegar a la ciudad. En su retorno a Pas, la nodriza
real se convierte en un orgullo para la zona, llegando incluso a configurar parte de esta identidad
local. Hasta el punto de que rara fue la entrevista en la cual no se mencionase la existencia de
mujeres pasiegas en Palacio, un tema que, como es normal, se ha llegado a mitificar
Es por ello que cómo punto de partida en este apartado cabe preguntarse: ¿cuál fue el papel de
la mujer pasiega en la construcción de este tipo de parentesco de leche?, ¿percepción diferencial
entre el campesinado y la Casa Real?, ¿características de esta relación: derechos, obligaciones y
tipo de solidaridad: duradera o difusa, vertical u horizontal?, ¿identidades y relaciones creadas:
hermano-a de leche, madre de leche y significado de las mismos en función de la clase social?,
¿duración? y ¿cómo afectó este tipo de relación generada a partir de la leche de la mujer pasiega
entre dos grupos asimétricamente relacionados en esta sociedad jerarquizada y patriarcal?
Si afirmamos, como nos demuestra la literatura antropológica 17, que el parentesco de leche es
una construcción cultural que se puede presentar como una estrategia dinámica y activa para
conseguir fines específicos según los intereses de cada individuo, grupo o sociedad, se puede
decir que esta realidad cultural no fue una excepción. Por lo que pude constatar a partir de la
investigación es que las relaciones creadas entre un grupo y otro, una vez reconocido ese
parentesco de leche (hermano-as de leche e incluso madre de leche (o ama), llevaron a una serie
de derechos y obligaciones beneficiando, con ello, al grupo más desfavorecido, el campesinado
pasiego. Una estrategia que consistió principalmente en relacionar al campesinado pasiego con un
grupo económicamente más pudiente y con una red de relaciones e influencias más amplia como
es la Casa Real. Entre los beneficios de los que disfrutaron no sólo la nodriza 18, sino los

17V. MAHER, The Anthropology of Breastfeeding. Natural Law or Social Construct, Oxford-Washington, D.C, BERG, 1992.
18 Tal como señala Soledad Campos, aunque en este caso con referencia al siglo XVII, a efectos sanitarios y de
asistencia las nodrizas una vez seleccionadas para la lactancia fueron tratadas como reales personas por los médicos

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Parientes de leche… Elena Soler

hermanos y hermanas de leche, aparte de otros familiares, me encontré con: una buena
remuneración económica, que superaba a muchos salarios de la época; posibilidad de trabajo en
la ciudad e incluso en el palacio real; cartas de recomendación; regalos; exenciones para los hijos
del ama y familiares del servicio militar; herencias; pensiones vitalicias para los hermanos-as de
leche e incluso, como bien consta en el Archivo General de Palacio, hasta la obtención del
privilegio de hidalguía en reinados anteriores 19. Con esta afirmación, no pretendo decir que no
surgiese relaciones emocionales y afectivas entre los dos grupos, todo lo contrario, simplemente
que en esta sociedad tan estratificada socialmente, como era la española, había una realidad y
como me dijeron mis informantes en Pas en varias entrevistas, un aspecto que es esencial
enfatizar, para muchas familias del entorno rural, “el hambre y la necesidad mandaba”.
En el año 1840, la Reina Gobernadora, en nombre de su hija, la reina Isabel II, promulgó una
extensa Ordenanza compuesta por 814 artículos distribuidos en 71 títulos. Dicha Ordenanza fue
expedida el 29 de mayo bajo el título, “Ordenanza General para el Gobierno y administración de
la Real Casa y Patrimonio”. En ella, entre otras cosas, consta de forma explícita el
reconocimiento a un parentesco de leche y en consecuencia los derechos de las amas y hermanos-
as de leche:
“Las que ha Reyes o Príncipes de Asturias hubiesen dado el pecho, aunque fuese una sola
vez, disfrutaran, desde que dejaron de hacerlo, la pensión vitalicia acostumbrada de cuatro
mil y cuatrocientos reales anuales... las de repuesto gozarán la mitad de dicha pensión
vitalicia desde que fueron despedidas. Las amas que hubiesen criado Infantes, hijos del Rey
o Reina o del Príncipe de Asturias, gozarán por pensión vitalicia la mitad de la señalada a
las del Rey. El hijo o hija del ama que hubiere sido separado de sus pechos para la lactancia
del Rey, Reina o Príncipe de Asturias y que, por lo tanto, se considera hermano de leche de
la Real Persona, gozará la pensión vitalicia de tres mil seiscientos y cincuenta reales de
vellón anuales desde que se verifique aquel caso. La mitad de este haber pasivo era el
asignado al hermano de leche de un infante. Los hijos de las amas de repuesto carecían de
pensión” 20.
Esta fuente de archivo es relevante porque expone que para ser reconocido un pariente de leche
se tenía que llevar a cabo la actividad de la lactancia. En el caso de que la nodriza nunca llegase a
lactar y se quedase como ama de repuesto, los beneficios serían diferentes a los de cualquier ama
de cámara aunque, de alguna manera especial, siempre se verá recompensada por parte de la
realeza.
En otra carta tanto el ama de Isabel II, Francisca Ramón, como la hermana de leche, María
Gómez, se vieron en su completo derecho, por ser “cosa de justicia”, de reclamar sus pensiones
vitalicias. El documento, firmado en Santander el 8 de julio de 1876 por la misma nodriza,
Francisca Ramón de Gómez, dice así:
“Muy Sor mio: no sé si recordará VE que estuve a presentarle dos solicitudes una mia y
otra de mi hija para que tuviese la bondad de concedernos las pensiones vitalicias que
solicitamos en vista de ser una cosa de justicia pues la mia es por haber sido ama de la
Reyna Dª Isabel Segunda y la de mi hija María Gómez por ser la hermana de lactancia” 21.

sanitarios y sus comidas, al depender de ellas el buen desarrollo del niño-a, fueron mucho más abundantes y
cuidadas. Un trato especial que no disfrutaron las amas de repuesto llegando, por tanto, a crear jerarquías entre la
misma actividad. S. CAMPOS, “Las enfermerías de damas y criadas en la Corte del siglo XVII”. DYNAMIS.
Acta.Hisp. Med. Sci. Illust, nº 22, 2002, pp. 59-83.
19 Algunas de estas nodrizas, incluso, fueron retratadas por pintores de prestigio de la época. Por citar un ejemplo,

Francisca Ramón, nodriza de la futura Isabel II fue retratada por el pintor de cámara Vicente López en 1830 y
Agustina de Larrañaga y Olave, primogénita de Isabel, en 1851 por Federico Madrazo. Sobre la importancia del valor
histórico de la obra de arte, y en concreto de la pintura europea, como testimonio de la época, consultar el trabajo. Y
V. OLMEDO SANCHEZ, “Mujeres del servicio doméstico en la pintura europea de los siglos XVIII Y XIX”,
Cuadernos de Ilustración y Romanticismo. Revista Digital del Grupo de Estudios del Siglo XVIII, nº 20, 2014.
20 AGP. Ordenanza 1840, título 59 de las pensiones, art. 734.
21 AGP. Caja 805, exp. 26.

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Parientes de leche… Elena Soler

En este tipo de parentesco, al igual que vemos en el Islam 22, nos encontramos con la norma,
aunque sin llegar a rango de ley, que lo legitima y avala. Las Ordenanzas reales estipulan quién es
un pariente de leche, y cuáles son los beneficios (pensiones y tratos especiales) que los
involucrados-as en este tipo de relación (la nodriza y el hermano/a de leche), deben tener.
Si analizamos el tipo de relación generado entre los hermanos/as de leche, es sugerente
transcribir, tal como señala Cortés Echanove, la relación que tuvo la Reina Isabel II con su
hermana de leche, María Gómez Ramón. Una niña que en un principio fue criada por una mujer
de Peñacastillo por la cantidad de seis reales diarios, mientras su madre estaba en el Palacio Real,
pero que rápidamente vio alterado su destino al ser educada en uno de los colegios más
aristocráticos de Madrid. Isabel II, siempre denominó a su hermana de leche, María Gómez, con
tono cariñoso, Mariquita:
“Tenía pensión de diez reales diarios la hermana de leche de la Princesa, pero al llegar ésta
a ser Reina, hizo además que su querida Mariquita, ingresara en el colegio más aristocrático
de Madrid, el Real Monasterio de la Visitación de San María (vulgo Salesas), que para
educar jóvenes de la nobleza fundara la esposa de Fernando VI (...). Por sucesivas
certificaciones firmadas entre 30 de abril e igual fecha de 1847, para cobrar sin duda en la
Intendencia de Palacio el importe del Colegio, la Superiora de aquel Monasterio acredita
que “doña María Gómez, natural de Peñacastillo, hija legítima de don Manuel y de doña
Francisca Ramón, existe en clase de educanda...” 23.
Una relación y protección por parte de la reina que rápidamente se extendió a la familia, afines y
colaterales de su nodriza, la santanderina de Peñacastillo; Francisca Ramón. Su marido, por
ejemplo, pasó a ser el Interventor del Depósito de Santander y desde 1834 el Administrador de
Correos de la misma ciudad, tres de sus hijos accedieron a estudios e incluso, el marido de una
prima del ama fue nombrado, Interventor de la Real Fábrica Platería de Martínez que fundó
Carlos III. En otras palabras, cualquier petición del ama, como de su hermana de leche Mariquita,
era concedida sin tardanza. Una relación de la que muchos se vieron beneficiados y que tuvo
como punto de referencia siempre a la mujer-nodriza, que es al fin y al cabo, quién había iniciado
esta relación de parentesco de leche a partir de la actividad de la lactancia asalariada 24.
Aunque sólo haya sido un breve acercamiento a esta realidad, con los datos aportados podemos
afirmar, por tanto, que la finalización del periodo de lactancia llevó a cambios sustanciales en la
construcción de la identidad de la mujer pasiega en esa redefinición de sí misma y en su relación
con los demás. El haber estado criando en la Casa Real1 llegó a alterar jerarquías tradicionales
dando más posibilidad a la emigrante, una mujer nodriza, como a sus familiares, de ascenso y
movilidad social. Para los que se quedaron en la zona, los ingresos conseguidos, y esas pensiones
vitalicias en muchos de los casos fueron invertidos en la explotación familiar (ganado, pagos de
deudas e hipotecas etc.) favoreciendo, al igual que sucedió con otras migraciones temporales, el
desarrollo económico y social de la zona. No obstante, aparte de los beneficios económicos, si
algo tiene de particular esta realidad social y cultural, fue esta nueva red de relaciones e influencias
que se generó entre el campesinado ganadero y diferentes miembros de la Casa Real reconocido
desde el punto de vista emic o local, como parentesco, un parentesco de leche. Un parentesco

22 La jurisprudencia islámica reconoce tres tipos de parientes: por consanguinidad (Nasab), por afinidad (Musahara) y
de leche (Rida´a). Un parentesco de leche que, a diferencia del caso que nos ocupa, funciona prácticamente como el
consanguineo, es decir, hay una serie de tabúes matrimoniales entre los parientes de leche que están regulados por
ley. Sobre el análisis del parentesco de leche desde una perspectiva transcultural, aunque con un énfasis especial en
sociedades mayoritariamente musulmanas, consultar, Elena SOLER, Lactancia y parentesco [...], op. cit, pp. 29-44 y S.
ALTORKY, S., “Milk kinship in Arab Society. An unexplored problem in the ethnology of marriage”, Ethnology, nº
19, 1980.
23 L. CORTÉS ECHANOVE, Nacimiento y crianza [...], op.cit., p. 306.
24 L. CORTÉS ECHANOVE, Nacimiento y crianza [...], op.cit., p 307.

351
Parientes de leche… Elena Soler

que se intentó activar, en la medida de lo posible, llevando en muchos casos a las mujeres
pasiegas y esos hermanos-as de leche a una movilidad de tipo ascendente en la estructura social 25.
Si esa fue la percepción más generalizada entre las familias campesinas ganaderas, para la familia
real la percepción que se tuvo sobre este nuevo tipo de relación de parentesco de leche fue bien
distinta. A partir de correspondencia (postales y cartas) que me proporcionaron en Pas, por lo
que pude constatar, es que los diferentes miembros de la familia real que fueron criados por
amas, o tuvieron alguna relación con esta actividad, siempre fueron conscientes de que la
lactancia se había dado, en muchos de los casos, a expensas de la completa lactancia y crianza de
los propios hijos-as de las nodrizas. Es por ello, que en su relación siempre estuvo presente esta
sensación de agradecimiento continuo y estar en deuda con su antigua nodriza o ama como
familiares de ésta 26. Dos grupos, por tanto, muy heterogéneos, aunque bien distantes en la escala
social que, inevitablemente, llevó a que las relaciones creadas, temporalidad de las mismas,
estrategias, derechos y obligaciones fuesen muy distintas independientemente del cariño que se
pudiese crear.

CONCLUSIÓN
Para concluir podemos, por tanto, afirmar que en esta parte del sur de Europa mayoritariamente
católica, el parentesco de leche ha convivido con otros tipos de parientes consanguíneos o por
afinidad, matrimonio. Por eso se entiende, que terminologías como hermano-a de leche e incluso
madre de leche, aún formen parte del marco conceptual del parentesco local en la memoria
colectiva de la sociedad española.
Un parentesco de leche que no es universal pero que en caso de existir, como hemos visto en
este contexto cultural concreto de la Monarquía Borbónica, se construyó en función del género,
en este caso femenino (la mujer–nodriza) y la clase social, generando, por tanto unas relaciones
campesinado/ganadero-Casa Real muy diferentes a las relaciones que se pudieron crear entre
hermanos/as de leche del mismo grupo social como, por ejemplo, las que nos encontramos
cuando los hijos-as de las nodrizas se quedaban en Pas a la espera del retorno de sus madres y ser
lactados mientras tanto, por una nodriza local. Es por ello que más importante que la intensidad
de este tipo de relación, ya que hay que tener en cuenta la distancia espacial y social que hay entre
estos dos grupos, fue el reconocimiento mutuo y la continuidad27. Unas relaciones que, en
ocasiones, se han llegado a alargar toda una vida incluso han perdurado hasta en generaciones
posteriores. Aspecto importante a tener en cuenta, si se considera el tiempo que ha pasado,
aproximadamente más de medio siglo, desde que la actividad de la lactancia asalariada, bajo estas
circunstancias y características comentadas en el trabajo, haya desaparecido en su totalidad.
Es decir, lo interesante en esta realidad cultural, siendo esta una de las razones principales que
me motivaron a iniciar esta investigación y en la que después de tantos años aún sigo interesada,
es el ver cómo en algunas sociedades, tanto en el pasado como en el presente, y a partir de un
modelo de procreación concreto (intrauterino y extrauterino) y, por tanto, muy alejado en
muchos casos del modelo de procreación que se impuso con los avances en biogenética a finales
25 En el estudio de E. Montagut se habla de la Casa Real durante los siglos XVI-XVIII como una gran familia en

donde el clientelismo es el que regula las relaciones entre el servicio doméstico y la familia real. Un servicio a cambio
de varas y protección. En este contexto, las nodrizas siempre ocuparon un status especial. Veáse E. MONTAGUT,
“Criadas y nodrizas en la Casa Real. Sus recompensas: varas de aguaciles de casa y corte”, Torre de los Lujanes. Boletín de
la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, nº 20, 1992.
26 Para profundizar sobre el tema de la indumentaria, el denominado traje de gala, joyas y demás atuendos de las

nodrizas, consultar el trabajo de M Antonia Herradón Figueroa, conservadora del Museo del Traje en Madrid, M. A.
HERRADÓN FIGUEROA, “Joyas para el ama de cría”, Altamira. Revista del Centro de Estudios Montañeses, nº 79,
2010, pp. 58-61.
27 Este tema está trabajado en E. SOLER, “Parentesco de leche y movilidad social: la nodriza pasiega”, en G. LEVI

(coord), Familias, Jerarquización y movilidad social, Murcia, Universidad de Murcia, 2010, pp. 171-181.

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Parientes de leche… Elena Soler

del siglo XIX (en el cual los símbolos del parentesco son principalmente la sangre y los genes),
por el simple hecho de circular y compartir la misma leche, esa sangre-leche, o sangre blanqueada,
ya sea por mediación de la lactancia de una nodriza o a través de leche procedente de un banco
de leche (esa leche de una donante anónima, o no (que sería otro tema apasionante de
investigación) se crea un pariente, un pariente de leche.

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La adopción de expósitos… Milagros Léon Vegas

LA ADOPCIÓN DE EXPÓSITOS A TRAVÉS DE LOS FONDOS NOTARIALES. LA


CASA CUNA DE ANTEQUERA (1667-1800)
Milagros León Vegas 1
Universidad de Málaga

LA EXPOSICIÓN Y LA ADOPCIÓN EN EL ANTIGUO RÉGIMEN: UNA


APROXIMACIÓN CUALITATIVA
¿Qué llevó a tantos progenitores a renunciar a sus hijos y dejarlos en un torno o a las
puertas de una inclusa entre los siglos XVI al XVIII? Resulta atrevido intentar adivinar las
causas que arrastraron al alarmante abandono de la infancia desheredada. Con este gesto
quizás esperaban preservar la vida de su vástago y librarle de una penosa existencia. Tal vez
querían salvarle de un deceso seguro. Sin embargo, el fin más repetido de los expósitos era
morir.
En efecto, la pequeña criatura ingresada en una cuna de beneficencia no podía aguardar
otro destino más certero que la muerte. Nacer para abandonar este mundo casi al mismo
tiempo, hace del expósito una realidad dramática y efímera, poco atractiva para ser tinta con la
que escribir la Historia 2.
Los libros de asiento resumían las vidas de estas criaturas, anotando el día de su
abandono, el de la entrega al ama, el de la adopción si procediere, siendo lo normal hallar al
margen del texto un escueto y lacónico “murió”.

1 Docente e investigadora a tiempo completo en el Departamento de Historia Moderna y Contemporánea de la


Universidad de Málaga desde febrero de 2007. Becaria de investigación, entre los años 2001-2005. Premio
extraordinario de licenciatura en 2004 y Premio extraordinario de Doctorado de la Universidad de Málaga en 2012,
este último gracias a la tesis defendida en 2005 titulada: El sistema benéfico-asistencial en la Antequera Moderna. Plan
hospitalario y calamidades públicas (siglos XVII-XVIII). Autora de un gran número de publicaciones destaca su
monografía titulada: Dos siglos de calamidades públicas en Antequera. Crisis epidémicas y desastres naturales (1599-1804), editada
en 2007 y galardonada, en 2010, con el “Primer Premio de Investigación María Zambrano de la Fundación General
de la Universidad de Málaga”. Desde junio de 2012 viene desarrollando tareas de gestión como Secretaria Académica
de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Málaga.
El presente trabajo queda inscrito dentro del proyecto I+D: "Familia y comunidad rural: mecanismos de protección
comunitaria en el interior peninsular (ss. XVIII-1900)", con referencia HAR2013-48901-C6-5-R, cuyo investigador
principal es el Dr. D. José Pablo Blanco Carrasco.
2 Afortunadamente, desde el ámbito historiográfico español, la infancia abandonada cuenta desde las tres últimas

décadas del siglo pasado con interesantes aportaciones. Las primeras son las realizadas por Antonio EIRAS ROEL,
"La Casa de expósitos del Real Hospital de Santiago de Compostela" en Boletín de la Universidad Compostelana, n.º 75-
76, 1967-68, pp. 295-355 y Teófanes EGIDO LÓPEZ, "La cofradía de San José y los niños expósitos de Valladolid
(1540-1757)" en Estudios Josefinos, n.º 53, XXVII, 1973, pp. 77-100. A partir de aquí, encontramos una nutrida nómina
de títulos dedicados a esta cuestión en los cuales se puede vislumbrar la línea magistral trazada, a comienzos de los
años ochenta, por León C. ÁLVAREZ SANTALÓ, Marginación social y mentalidad en la Andalucía Occidental: Expósitos en
Sevilla (1613-1910), Sevilla, Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, 1980. El modelo sevillano perfilado por
este investigador, en el que la estadística demográfica, la historia social y de las mentalidades van de la mano para
configurar una obra pionera en esta materia y de gran envergadura —no sólo cronológica, sino también temática—,
ha inspirado, sin duda, las monografías existentes sobre el tema en multitud de poblaciones españolas. El aumento
exponencial de publicaciones sobre esta cuestión en los últimos años ha llevado incluso a autores como Pedro Carasa
Soto a alertar sobre un problema de "sobresaturación" al respecto, según apunta en su ponencia inédita inscrita en el
Congreso de la Asociación de Demografía Histórica, celebrado en Braga en 1993.

355
La adopción de expósitos… Milagros Léon Vegas

Con suerte, un pequeño porcentaje de ellos lograba salir de la cuna para pasar al cuidado y
custodia de algún vecino piadoso o interesado, por diversas causas, en incorporar un nuevo
miembro al grupo familiar. Precisamente, una de las nuevas líneas historiográficas desarrolladas
en los últimos años es la que pone el interés en historiar el ciclo vital de quienes sobrevivieron al
fatal destino marcado desde su nacimiento, de aquéllos que llegaron a alcanzar la adolescencia y la
edad adulta, pudiendo mantenerse a través de un trabajo y constituir su propia unidad familiar.
Las políticas ilustradas emprendidas durante el siglo XVIII constituyeron el contexto capaz de
propiciar esta inclusión de seres desarraigados en ámbitos útiles para el servicio a la sociedad,
desde el ámbito laboral o militar, desarrollando una conciencia sobre la necesidad de salvar estas
vidas y darles provecho a partir de la formación y la educación 3. En este sentido, resulta de capital
importancia la integración del expósito en familias a través del acto jurídico de la adopción, el
cual puede llevar al reconocimiento de legitimidad y borrar el estigma del abandono o
simplemente, como pasa en la mayoría de los casos, que el contrato carezca de afectividad
parental y suponga la simple incorporación de mano de obra a la familia de acogida con el fin de
ayudar al sustento común. En este caso, la adopción sería un contrato de trabajo encubierto para
el desempeño de un oficio o de tareas domésticas a cambio de la simple manutención. Esta
"integración social del expósito" ocupa normalmente varias páginas en las obras dedicadas a
abordar a la infancia marginal durante el Antiguo Régimen, como las de Manuel Vallecillo, Adela
Tarifa, María Fernández Ugarte o María Gema Cava López, donde tras examinar el volumen de
infantes acogidos en las distintas inclusas analizadas, encontramos un capítulo dedicado a la
adopción o bien a la tutoría y curaduría, entre otras cuestiones 4. Mucho queda por profundizar en
este sentido, aunque encontramos contribuciones muy destacadas gracias a los estudios de
Fresnada Collado y Elgarrista Domeque o en los más recientes de Alfaro Pérez y Salas Auséns 5.
No obstante, la adopción no es una práctica vinculada inequívocamente a la infancia
ilegítima, más bien, al mundo de la pobreza 6. No faltaron padres, sin posibilidades de ofrecer
siquiera un sustento digno a su hijo, que prefirieron entregarlo a un nuevo grupo doméstico
encargado de su crianza, formación y dotación, una vez llegado el momento de contraer

3Son muchos los autores dedicados a incidir en este asunto. Sin ánimo de resultar exhaustivos, citamos los trabajos
de: Antonio CARRERAS PACHÓN, El problema del niño expósito en la España Ilustrada, Salamanca, Universidad e
Instituto de Historia de la Medicina Española, 1977; Bernabé BARTOLOMÉ MARTÍNEZ, "La crianza y educación
de los expósitos en España entre la Ilustración y el Romanticismo (1790-1835)" en Historia de la Educación. Revista
interuniversitaria, n.º 10, 1991, pp. 33-62; Olegario NEGRÍN FAJARDO, "El niño expósito en el Despotismo
Ilustrado. Su crianza y su educación" en Historia de la Educación. Revista interuniversitaria, n.º 18, 1999, pp. 51-66, o Luis
M. MARTÍNEZ DOMÍNGUEZ, "Función educativa de los hospitales y hospicios en España hasta la primera mitad
del siglo XIX. La Cuna de Expósitos en las Palmas de Gran Canaria: de la respuesta socioeducativa a la lucha por la
supervivencia" en M.ª R BERRUEZO ALBÉNIZ y S. CONEJERO LÓPEZ, (coords.), El largo camino hacia la
educación inclusiva: XV Coloquio de Historia de la Educación, Pamplona-Iruñea, 20-30 de junio y i de julio de 2009,
Pamplona, Universidad Pública de Navarra, 2009, pp. 225-234, entre otros.
4 Manuel F. VALLECILLO CAPILLA, Política demográfica y realidad social en la España de la Ilustración. La situación del

niño expósito en Granada (1753-1814), Granada, Universidad, 1990, pp. 99-108; Adela TARIFA FERNÁNDEZ,
Marginación, pobreza y mentalidad social en el Antiguo Régimen: Los niños expósitos de Úbeda (1665-1778), Granada,
Ayuntamiento de Úbeda-Universidad de Granada, 1994, pp. 225-247; María FERNÁNDEZ UGARTE, Expósitos en
Salamanca a comienzos del siglo XVIII, Salamanca, Diputación, 1988, pp. 137-144, y M.ª Gema CAVA LÓPEZ, Infancia
y sociedad en la Alta Extremadura durante el Antiguo Régimen, Cáceres, Institución cultural "El Brocense", 2000, pp. 137-
219.
5 Rafael FRESNEDA COLLADO y Rosa ELGARRISTA DOMEQUE, "Aproximación al estudio de la identidad

familiar: el abandono y la adopción de expósitos en Murcia (1601-1721)" en F.A. CHACÓN GÓMEZ-


MONEDERO (coord.), Familia y sociedad en la Mediterráneo Occidental. Siglos XV-XIX, Murcia, Universidad, 1987, pp.
93-116; Francisco J. ALFARO PÉREZ y José A. SALAS AUSÉNS, "Inserción social de los expósitos del Hospital
de Gracia de Zaragoza en el siglo XVIII" en Obradoiro de Historia Moderna, n.º 10, 2001, pp. 11-27.
6 La adopción no es una práctica iniciada en el Antiguo Régimen, sino constatada desde la Antigüedad y regulada por

el Derecho Romano. Sobre las vicisitudes de la adopción en nuestro derecho histórico consúltese: Alfonso OTERO,
“Sobre la realidad histórica de la adopción” en Anuario de Historia del Derecho Español, nº 27-28, 1957/58, pp. 1141-
1149.

356
La adopción de expósitos… Milagros Léon Vegas

matrimonio 7. Si la familia “adoptante” no tenía prole propia, puede pensarse en una protección
plena y legítima, aunque lo más usual era una relación contractual de servicio en calidad de
criado, obviándose cualquier tipo de salario a cambio del alimento y la dote de emancipación.
Según la tipología adoptiva planteada por Álvarez Santaló, podemos distinguir entre
una modalidad legalista, formalizada ante escribano público, y otra más informal o pseudoadopción,
realizada directamente con el administrador del centro con menor fuerza legal 8. En cuanto al
primer tipo, el citado autor cuestiona la integración plena de la criatura en el seno familiar e
incluso la trasmisión de los apellidos, ciñéndose el compromiso adquirido a la mera manutención
o a los intentos de asegurarles, en determinadas ocasiones, un futuro laboral y familiar a través
del aprendizaje de un oficio o un pequeño capital para matrimoniar, respectivamente.
En relación a la segunda variedad, ésta correspondía al vínculo afectivo alcanzado, en
determinadas ocasiones, por el niño y la ama a la cual se le entregaba la custodia y crianza del
menor por tiempo indefinido, si ella así lo solicitaba, gozando de preferencia sobre otras familias.
Cabe la posibilidad de plantearse si en algunos casos esta ama era la propia madre, quien sin
medios económicos había “expuesto” a su hijo, solicitando, a los pocos días, el encargo de su
lactancia y percibir así unas rentas que asegurasen su sustento 9. En una sociedad donde abundaba
tanto la miseria no debe extrañarnos estos episodios de picaresca. Para evitar dichas “estafas” o
la posible permuta de los expósitos por niños sanos en el momento de la inspección, algunos
centros —como el Hospital Real de Santiago, del cual dependía la crianza de los expósitos—,
utilizaban desde el siglo XVII la aberrante práctica del “marcado” 10. Ésta consistía en imprimir a
fuego un sello distintivo en los bracitos de los pequeños, labor confiada a un cirujano por lo
delicado de la operación 11.
Tampoco resulta extraña la precipitación de las instituciones por entregar a los
expósitos, sin mediar información alguna sobre la idoneidad de los futuros tutores, señal de una
perceptible urgencia por librarse de cuantas más criaturas mejor. Lo cierto es que esta costumbre
de aceptación “informal” de la crianza de un desheredado, muy usual en el siglo XVII, fue
disminuyendo en la centuria siguiente, motivada bien por una pérdida de rentabilidad o por las
exigencias de actuar por el interés común y preservar las vidas de futuros súbditos, en sintonía
con el espíritu de las políticas ilustradas del momento 12. De prolongar la existencia de estos
desheredados se garantizaba el incremento de tributos a la hacienda del país, una mayor cantidad
de manos cultivando sembrados y soldados en los ejércitos. La Monarquía española del siglo
XVIII busca su rescate, de ahí la legislación emitida en dicha centuria para favorecer la
conservación y supervivencia del expósito.

7 El perfil de la persona que decide entregar un hijo no es sólo el de un matrimonio. Una viuda sin recursos o
decidida a contraer nuevas nupcias podía deshacerse de esta carga; un viudo, incapaz de ofrecer unos cuidados
maternos, una madre soltera... De todas estas variables, no informa de manera exhaustiva M.ª Teresa LÓPEZ
BELTRÁN, “El prohijamiento y la estructura oculta del parentesco en los grupos domésticos malagueños a finales
de la Edad Media e inicios de la Edad Moderna. (Aportación a su estudio)” en Mª. B. VILLAR GARCÍA (coord.),
Vidas y recursos de mujeres durante el Antiguo Régimen, Málaga, Universidad, 1997, pp. 49-77.
8 León C. ÁLVAREZ SANTALÓ, Marginación social y mentalidad [...], op. cit., pp. 104-105.
9 En Ceuta, por ejemplo, el elevado índice de adopciones practicadas por las amas, se interpreta en este sentido de

maternidad legítima oculta. Vid. M.ª Dolores CID PÉREZ, “Veinte años de expósitos. Ceuta 1746-1767” en
Cuadernos del Archivo Municipal de Ceuta, n.º 10, 1996, p. 180.
10 La baja condición social y económica de las amas iba aparejada en numerosas ocasiones a desviaciones morales,

produciéndose situaciones extravagantes, con el objeto de engañar a los inspectores y dar muestra de una buena
lactancia cuando no era así. Para evitar su llanto le daban adormideras, para parecer saludables les pintaban las
mejillas, para simular una buena alimentación y secreción urinaria los atiborraban de pan mascado y grandes
cantidades de agua, etc. Vid. Antonio CARRERAS PANCHÓN, El problema del niño expósito [...], op. cit., pp. 54-55.
11 Esta práctica se mantuvo hasta comienzos del siglo XIX. Vid. Delfín GARCÍA GUERRA, El Hospital Real de

Santiago (1499-1804), La Coruña, Fundación “Pedro Barrie de la Maza”, 1983, pp. 333-334.
12 León C. ÁLVAREZ SANTALÓ, Marginación social y mentalidad [...], op. cit., p. 116.

357
La adopción de expósitos… Milagros Léon Vegas

Fuera de la adopción propiamente dicha, pero de igual y mejores efectos, es la


recuperación de estas criaturas por parte de sus progenitores, utilizando una copia o parte de las
cédulas incluidas entre las ropas del niño en el momento del abandono, donde la conciencia de
culpabilidad y el deseo e intención de reclamar al hijo —una vez superadas las difíciles
circunstancias que obligaron a su abandono—, quedaban manifiestas, expiando la gravedad de su
delito con una insinuación de eventualidad 13. Si el niño, por fortuna, era reclamado por sus
progenitores, automáticamente dejaba de ser un expósito para no volver a serlo nunca más, algo
que no ocurría con el adoptado, pues si bien es cierta su integración en el entorno familiar —e
incluso a veces su consideración como un hijo más—, la condición de marginado planeaba sobre
él durante el resto de su vida 14. En consecuencia, el prohijamiento se entiende como una
sustitución defectuosa de la idónea entrega del niño a sus legítimos padres 15. Lógicamente, estos
rescates sucederían con los niños de la cuna antequerana, aunque de ello no se ha conservado
prueba alguna.
Para el caso de Antequera, sólo contamos con los datos e informaciones rastreadas en
el fondo notarial, en concreto en el oficio segundo, empleado por el Hospital de San Juan de
Dios para formalizar todos los asuntos y diligencias con particulares u otras instituciones
locales 16. De tal manera, los datos manejados en nuestro estudio corresponden, en su totalidad, a
adopciones íntegramente legales, con la asunción de una serie de responsabilidades por parte de
los adoptantes. El prior del centro convenía las cláusulas de entrega con las personas dispuestas a
prohijar a un cunero, normalmente, de carácter ordinario y generales, centradas en la crianza,
educación, asistencia en la enfermedad y compromiso de no traspasarlo a otra persona sin
licencia previa del hospital, aunque contemplan otras más excepcionales como la legitimidad y el
derecho de herencia 17. Estos certificados firmados por el prior, recogían la fecha del acuerdo, los
datos del niño y sus nuevos tutores, para ser remitidos al correspondiente escribano, con quien el
centro tenía concertada la tramitación de todos los asuntos civiles. El documento notarial,
reconocido por los prohijadores permanecía en el registro de la escribanía, mientras la papeleta
expedida inicialmente por el superior juandediano, le era devuelta por el fedatario público una
vez protocolizado el contrato. Aunque éstos eran los pasos a seguir, ello no implica la
correspondencia inmediata de la entrega de un niño a un particular con el despacho de este
certificado de legalidad, pudiendo mediar varios años después de tener efectiva custodia del
menor. Tal circunstancia evidencia un cierto descontrol y desidia por parte del Hospital de San
Juan de Dios a la hora de garantizar un destino cierto a los expósitos, aumentando la posibilidad
de ingresar nuevamente en la cuna, en caso de devolución 18. Esta situación de retorno a la inclusa

13 El fenómeno de la recuperación de niños por sus progenitores o familiares directos fue muy apreciable en el siglo
XVII. En el caso sevillano supone un 6% sobre el volumen total de ingresos: León C. ÁLVAREZ SANTALÓ, “La
casa de expósitos de Sevilla en el siglo XVII” en Cuadernos de Historia, n.º 7, 1977, pp. 491-532. Para el caso de
Murcia, el número de niños recuperados entre 1630 y 1721 representaba sólo el 1,54%. Vid. Rafael FRESNEDA
COLLADO y Rosa ELGARRISTA DOMEQUE, “Aproximación al estudio de la identidad familiar [...], op. cit., p.
105.
14 León C. ÁLVAREZ SANTALÓ, Marginación social y mentalidad [...], op. cit., p. 101.
15 Manuel VALLECILLO CAPILLA, Política demográfica y realidad [...], op. cit., p. 106.
16 Una vez más, apuntamos y reiteramos la riqueza de los libros de protocolos, pues no sólo sirven para facilitar

informaciones de tipo económico o artístico del Hospital de San Juan de Dios, sino también ayudan a rastrear y
aproximarnos al mundo de los marginados, en concreto los expósitos.
17 Archivo Histórico Municipal de Antequera [AHMA], Fondo Municipal. Sección Beneficencia, leg. 1014, pieza n.º

19: “Papeletas para que el escribano don Antonio María de Talavera extendiere escrituras de adopción de niños
expósitos. Años 1791 a 1796”.
18 A.H.M.A., Fondo Notarial. Escribanía de Francisco de Alcántara Cabrera, oficio n.º 2, leg. 2680, fols. 1385r-v

(15/09/1654). Beatriz María, soltera, había recibido a un niño expósito a los pocos días de nacer y después de dos
años a su custodia, formaliza la carta de prohijación, prometiéndole una dotación de 50 ducados cuando tuviera edad
de emanciparse.

358
La adopción de expósitos… Milagros Léon Vegas

provoca que un mismo niño genere hasta dos cartas de aceptación de su crianza 19. Veamos, a
continuación, la variada casuística apuntada.

"CARTAS DE ADOPCIÓN" DE LA CUNA ANTEQUERANA: UNA VALORACIÓN


CUANTITATIVA
En líneas generales, todos los estudios relativos a expósitos y a su acogimiento coinciden
en señalar el importante número de adopciones efectuadas durante el siglo XVII, tendencia
perpetuada en la siguiente centuria, si no con la misma intensidad, sí con más persistencia,
debido al calado de la filantropía preconizada por los ilustrados en la sociedad del momento. La
constancia en el nivel de prohijamientos del Seiscientos, hasta el punto de considerarse una
práctica generalizada, lo convierte en palabras de Álvarez Santaló en un “siglo privilegiado en
este aspecto” 20. Algunos autores ven en esta tendencia un cambio en el concepto de familia
producido a partir de 1700, sobre todo si existían hijos, a la vez que las relaciones paterno-filiales
son cada vez más emotivas y el niño resurge como ser necesitado de cuidados y mimos 21. Sin
embargo, aunque Antequera responde a este modelo, el volumen de cartas de obligación
rastreadas evidencia un descenso en los primeros cincuenta años del Setecientos, recuperándose
los valores marcados en la centuria anterior e incluso superándolos cuando examinamos los
datos en la segunda mitad del siglo XVIII. Las cifras hablan por sí mismas: de un total de 536
cartas registradas en el oficio segundo, un 38% de las adopciones se localizan entre 1651-1700,
un 43% entre 1751-1800 y, únicamente, el 19% entre 1701-1750.

Porcentajes de adopción de expósitos antequeranos 22

Total de Total de Porcentaje de


expósitos adopciones adopciones

1667-1700 2687 210 7,81%

1701-1750 3016 103 3,41%

1751-1800 2557 235 9,19%

Totales 8260 548 6,63%

Fuente: A.H.M.A., Fondo Parroquial. Libros Registro de Bautismos. San Sebastián nos 430-
458; San Pedro nos 264-298; San Juan nos 130-143 y Santa María nos 25-36. A.H.M.A.,
Fondo Notarial. Oficio n.º 2: Escribanía de Francisco Alcántara Cabrera; Escribanía de
Carlos Talavera Navarro y Escribanía de Antonio María de Talavera.

A la vista de estos porcentajes se comprueba la importante caída del número de


prohijamientos durante la primera mitad del siglo XVIII, referencia aún más llamativa si
consideramos la cantidad de expósitos contabilizados durante esos años en los registros

19 A.H.M.A., Fondo Notarial. Escribanía de Carlos de Talavera Navarro, oficio n.º 2, leg. 2578, fols. 735r-v
(19/08/1691). Juan Diego Hortelano devuelve a una niña de cuatro años tras quedarse viudo y la prohíja Antonio
Flores. Éste se compromete a dotarla con 100 ducados de vellón y mantenerla hasta los veinticinco años de edad.
20 León C. ÁLVAREZ SANTALÓ, Marginación social y mentalidad [...], op. cit., p. 105.
21 David LÓPEZ VIERA, El niño expósito en Huelva y su tierra durante el Antiguo Régimen, Huelva, Ayuntamiento, 2004,

p. 315.
22 El cuadro ha sido elaborado a partir de los libros de bautismo de las cuatro parroquias de la ciudad, desde 1667 a

1800, y las cartas de adopción consultadas del fondo notarial.

359
La adopción de expósitos… Milagros Léon Vegas

parroquiales 23. Así, a lo largo del periodo señalado, la correlación entre el total de niños de padres
incógnitos bautizados y los que consiguen ponerse bajo la tutela y patrocinio de particulares
demuestra el importante declive del volumen de adopciones —sólo un 3,4% de los niños llega a
salir de la Cuna y son entregados a personas comprometidas con su cuidado—, precisamente
cuando el número de ilegítimos crece por encima de las otras dos fases delimitadas.
Consecuentemente, en Antequera confirmaríamos la reciprocidad inversa de los valores
pues, cuanto más expósitos hay, menos adopciones se producen y al contrario 24. Si entendemos
la continuidad del número de expósitos por motivos de ilegitimidad y el incremento de su
volumen como causa de crisis coyunturales, debemos considerar, para la primera mitad del siglo
XVIII, la conjunción de una serie de factores negativos —la Guerra de Sucesión, las sucesivas
epidemias de tabardillos de 1709, 1730 y 1738, junto a las terribles hambrunas padecidas en esos
tres años—, como generador de un ambiente de pobreza y miseria entre la población
antequerana, caldo de cultivo para la proliferación de los abandonos de párvulos y limitación de
las adopciones. Estas últimas se concentran en la década inicial del Setecientos, antes de la
depresiva fase de los años treinta.
La división quinquenal del siglo XVII y XVIII evidencia periodos más concretos en los
cuales aumentan las prohijaciones de manera significativa. Así, el intervalo de 1691-1695, donde
se confirman hasta 54 acogimientos, es ligeramente superado cien años después, en el
quinquenio de 1791-1795. Estos máximos absolutos se sitúan en fases donde las adopciones
mantienen unos valores sin demasiados altibajos, apreciable a partir de 1750, donde obtenemos
los porcentajes más elevados de la serie global, con un 8,7% respecto al total de bautismos de
ilegítimos rastreados en los libros bautismales de las cuatro parroquias antequeranas.
Expuesta la evolución cronológica lineal, cabe preguntarse por la estacionalidad de las
adopciones en el periodo concreto de un año. A tenor de las fechas consignadas en las cartas
localizadas en la escribanía del oficio segundo, observamos la siguiente distribución:

Porcentajes mensuales de adopción de expósitos antequeranos (1667-1800)


Mes Adopciones
Enero 5,54%
Febrero 7,83%
Marzo 10,70%
Abril 11,66%
Mayo 9,75%
Junio 8,41%
Julio 9,56%
Agosto 8,79%
Septiembre 8,79%
Octubre 8,22%
Noviembre 5,73%
Diciembre 4,97%
Fuente: A.H.M.A., Fondo Parroquial. Libros Registro de Bautismos. San Sebastián
n.os 430-458; San Pedro n.os 264-298; San Juan n.os 130-143 y Santa María n.os 25-36.
A.H.M.A., Fondo Notarial. Oficio n.º 2: Escribanía de Francisco Alcántara Cabrera;
Escribanía de Carlos Talavera Navarro y Escribanía de Antonio María de Talavera.

23 Milagros LEÓN VEGAS, "Un estudio de caso sobre abandono infantil en la Andalucía Moderna: Los expósitos

de la inclusa antequerana" en Revista de Demografía Histórica, 2015 (en prensa).


24 Aunque Álvarez Santaló desecha esta correlación para el caso de Sevilla, no encontramos ningún dato para

invalidarla en nuestra localidad. Vid. León C. ÁLVAREZ SANTALÓ, Marginación social y mentalidad [...], op. cit., p.
106. Para rebatir esta premisa se basa en los altos porcentajes de ilegitimidad y adopción de los siglos XVII y XIX.

360
La adopción de expósitos… Milagros Léon Vegas

En vista de lo expuesto, tenemos que los meses elegidos por los vecinos antequeranos
para prohijar corresponden al trimestre de marzo, abril y mayo. Esta predilección por la
primavera podría justificarse dadas las buenas expectativas suscitadas por la cosecha venidera o
como consecuencia de los sermones moralizadores desplegados durante la Cuaresma y la Semana
Santa 25.
La leve superioridad de expósitos varones, según las cifras desprendidas de los libros de
bautismos, nos lleva a plantearnos si también se ratifica su predominio en las adopciones 26.
Sorprendentemente, los datos nos vuelven a desmantelar la tesis de la mayor utilidad y
preferencia por los niños en detrimento de las niñas pues éstas —con un 53% sobre el total de
cartas de adopción—, son más demandadas durante todo el periodo comprendido entre 1667 y
1800. Aún confirmando siempre el hecho de que el prohijamiento de expósitos se mueve entre
unas cantidades muy exiguas, en todo ese largo tiempo de siglo y medio, un 5,12% de varones
consiguen colocarse bajo la tutela de un protector, frente al 8,57% alcanzado por las niñas. Si
deslindamos las cifras en los tres grandes bloques cronológicos fijados en nuestro estudio, los
resultados varían muy poco:

Distribución de la adopción de expósitos antequeranos por sexo (1667-1800)

Total Niños Total Niñas Edad media Edad media


% %
expósitos adoptados expósitas adoptadas niños (años) niñas (años)

1667-1700 1337 81 6,05 1186 127 10,7 2,16 2,37

1701-1750 1543 35 2,26 1388 67 4,82 2,03 1,93

1751-1800 1360 96 7,05 1255 128 10,19 2,41 2,85

Totales 4240 212 5,12 3829 322 8,57 2,20 2,38

Fuente: A.H.M.A., Fondo Parroquial. Libros Registro de Bautismos. San Sebastián n.os 430-458; San Pedro n.os 264-
298; San Juan n.os 130-143 y Santa María n.os 25-36. A.H.M.A., Fondo Notarial. Oficio n.º 2: Escribanía de Francisco
Alcántara Cabrera; Escribanía de Carlos Talavera Navarro y Escribanía de Antonio María de Talavera.

En los tres periodos, el número de niñas abandonadas es inferior al de varones y el


volumen de adopciones de aquéllas, siempre superior a los valores arrojados por estos últimos,
sin excepción. En realidad, partimos del supuesto de libertad de los futuros tutores para poder
elegir la criatura más acorde a sus intereses y gustos, en cuanto al sexo, condición física, edad...,
aunque no debemos descartar una fijación o preselección por parte del Hospital con vistas a
garantizar el destino del “sexo débil”, más inseguro que el del varón quien, sin necesidad de ser
prohijado, podía valerse por sí mismo, a través de su colocación como aprendiz en algún oficio
desde la temprana edad de seis años, percibiendo un salario por su trabajo y no la simple
manutención y dote prometida a la mujer. En cualquier caso, la incorporación a la vida laboral
durante la infancia y el asegurar un dinero para acceder al matrimonio, no difiere en nada de la
situación vivida por el resto de niños legítimos de la sociedad, aunque sin las carencias afectivas

25 Los porcentajes coinciden con la periodicidad señalada para Úbeda por Adela TARIFA FERNÁNDEZ,

Marginación, pobreza y mentalidad [...], op. cit., pp. 235-236.


26 Los datos sobre expósitos arrojados por los registros parroquiales de Antequera aparecen recogidos en el trabajo

de: Milagros LEÓN VEGAS, “Un ministerio heredado: el cuidado de expósitos y la Orden de San Juan de Dios en
Andalucía (Siglo XVIII)” en el X Congreso Asociación de Demografía Histórica, Albacete, 18-21 de junio de 2013 (en
prensa).

361
La adopción de expósitos… Milagros Léon Vegas

de partida 27. Por otro lado, la prueba evidente de la dificultad de “colocar” a las chicas es la
creación en 1712 de un Colegio para Niñas Huérfanas en Antequera, donde también se
incorporarían aquellas expósitas que no habían logrado ser prohijadas 28. El motivo más común
para elegir a una niña —con independencia del gusto particular de cada uno de los adoptantes o
la sensibilidad especial hacia el género femenino, por esa mayor indefensión—, radica en la
practicidad sobradamente demostrada de ésta en el ámbito del hogar, entendida no sólo en las
tareas de la casa, sino a la hora del cuidado y asistencia a los mayores, en este caso los padres, a
quienes serviría y acompañaría hasta el momento de su emancipación para tomar estado de
casada o religiosa. Quizás la escasa edad con la que niñas y niños eran sacados de la cuna —en
ambos casos, en torno a los dos años y medio—, puede contrariar esta tesis de “utilidad”, tanto
para la economía como para el servicio familiar. La explicación la encontramos en la corta
esperanza de vida de un expósito, motivada por el ambiente hostil e insalubre de la inclusa,
siendo muy pocos los que conseguían superar la barrera de los tres años de lactancia. En
cualquier caso, la valoración precisa de estos datos resulta difícil, pues no todas las cartas de
adopción refieren con exactitud los meses o años de vida de la criatura. A esas omisiones habrían
de añadirse la ambigüedad de expresiones como la “de poco tiempo” o “de pocos días”. Las
edades más elevadas se registran, sobre todo, de 1651 a 1700 y durante la segunda mitad del siglo
XVIII, donde figuran casos máximos de catorce y quince años para ambos sexos. No obstante,
el mayor número de adopciones con edades superiores a los 8 ó 9 años lo hallamos en las niñas,
quienes en una gran proporción eran destinadas al empleo doméstico.
Para intentar explicar, o simplemente establecer hipótesis sobre este complejo
fenómeno de la adopción —intrincado en el entramado de las mentalidades de las sociedades de
la Edad Moderna—, debemos detenernos en el perfil de las personas decididas a tomar a su
cargo una criatura y las mandas impuestas en las cartas de adopción a favor de los niños
rescatados de la miserable inclusa. Si tuviésemos que establecer un modelo, atendiendo a los
casos más repetidos, observaríamos una mayoría de adopciones correspondientes a matrimonios
que escogen a niñas —en un índice algo superior a los varones—, a quienes nombran como
herederas universales de todos sus bienes tras su fallecimiento, o bien las dotan con una cantidad
de dinero para tomar estado de casadas. Sin embargo, las variables son mayores y las
combinaciones múltiples, de las cuales intentaremos resaltar las tendencias generales y los casos
más interesantes.
En cuanto a los adoptantes, cuatro son los modelos registrados desde 1667 a 1800 en
los siguientes porcentajes: matrimonios: 66,9%; viudas: 15,2%; solteros: 12,5%; y solteras: 7,08%.
Si especificáramos entre las tres etapas fijadas en nuestro estudio, poco variarían las cadencias,
siendo los matrimonios quienes mayoritariamente deciden tomar a un cunero para su crianza.
Las parejas casadas sobresalen también, con amplia superioridad, en todos los tipos de
obligaciones contraídas con los menores, según las escrituras protocolizadas. Son quienes en
mayor proporción criaban a expósitos, los dejan como herederos de pleno derecho, dotaban con
más generosidad a sus prohijados cuando alcanzaban la edad suficiente para tomar estado y los
que se comprometían a iniciar al varón en el aprendizaje de un oficio. En definitiva, casi la
totalidad de los matrimonios dejaban un capital a los niños, en unos casos prefijado para servir
de dote, en otros, todo su patrimonio, trasferible en el momento del fallecimiento de los
progenitores. Les seguían, a una gran distancia, las viudas, prácticamente igualadas con los
solteros y, por último, casos excepcionales de mujeres solteras mayores de veinticinco años.

27 Para algunos autores, las inclusas no eran más que “un centro de mano de obra con posibilidades de explotación”.
Vid. Isidro DUBERT GARCÍA, “Mecanismos asistenciales y mortalidad infantil en la Galicia del interior: el Hospital
de San Pablo de Mondoñedo de 1780 a 1850” en Semata, n.º 1, 1988, p. 215.
28 Milagros LEÓN VEGAS, “Origen, actividad y hacienda del Colegio de niñas huérfanas de Antequera” en Estudios

Modernistas sobre el Reino de Granada. Homenaje al Dr. Joaquín Gil Sanjuán, Málaga, Universidad, 2003, pp. 141-180.

362
La adopción de expósitos… Milagros Léon Vegas

Pese a la existencia de esas cláusulas, donde quedaba recogido el compromiso de dejar


en beneficio del adoptado una herencia pecuniaria, ya fueran todos los bienes familiares o el
importe de una dote, no podemos pensar en grandes fortunas pues, la mayoría de los otorgantes
pertenecía a unas categorías económicas medias-bajas 29. Además, las cartas reflejan en contadas
ocasiones referencias al oficio de los adoptantes 30, lo cual puede llevarnos a pensar en la situación
humilde de los mismos, en contraposición a un mínimo de vecinos, cuya actividad tenía mayor
estima social o política: jurado, médico, escribano, abogado o un alférez retirado 31. No faltan
representantes del clero, aunque son los menos, con tan sólo tres casos 32. Es necesario advertir
que el hecho de ser nombrado beneficiario de los bienes patrimoniales no implica la exclusión de
un dinero percibido antes de la muerte de los adoptantes, cuando el menor lograba la mayoría de
edad, para poder emanciparse del núcleo familiar de acogida o bien para montar su propio
negocio. En este sentido, no es raro encontrar cartas donde al niño se le favorezca como
heredero universal mediante una dote o con la obligación de proporcionarle el aprendizaje de
una profesión 33. Cabría hacer más esclarecimientos. A pesar de ser infrecuente consignar en las
cartas de adopción cuando un expósito era designado como fiduciario de la hacienda familiar,
podríamos considerar en tales circunstancias su condición de hijo legítimo con plenos derechos.
Uno de los escasos ejemplos del reconocimiento conjunto de legitimidad y herencia sería el de
Francisco de Paula, adoptado en julio de 1719 por el matrimonio formado por Manuel Cosme y
Francisca López, bajo la siguiente cláusula:
[...] prohijamos y adoptamos por nuestro hijo y heredero forsoso de todos nuestros
bienes, títulos, derechos y acciones que por el fallecimiento de cada uno de nos quedaren,
al dicho Francisco de Paula, niño espósito para que en todos ellos subcedan en su
propiedad y posezión por fin de nuestros días como nuestro heredero forzoso..., sin que
podamos rebocar esta donazión por nuestros testamentos, cobdicilos, poderes ni otro
ningún ynstrumento [...] 34.
El dinero atesorado durante una vida no podía ser entregado, sin más, a cualquier
persona si no había un vínculo afectivo paterno-filial capaz de superar el estigma del abandono y
la marginalidad. Los matrimonios decididos a prohijar, eran normalmente de elevada edad, sin
hijos y sin posibilidad de tenerlos. Su interés iba más allá de dar con un simple heredero, por ello

29 A veces, los recursos eran tan limitados que la esposa del matrimonio adoptante obligaba su dote para hacer frente
a la crianza. Esto ocurre en el calamitoso año de la peste de 1679: A.H.M.A., Fondo Notarial. Escribanía de Carlos
Talavera Navarro, oficio n.º 2, leg. 2655, fols. 928r-v (03/02/1679).
30 El mismo problema se le plantea a Álvarez Santaló en Sevilla, pues no siempre se consigna la situación socio-

profesional de los adoptantes. La superioridad de adopciones por parte del sector artesanal supera al burgués, clerical
y nobiliario, pudiéndose pensar en una mayor sensibilidad de aquel grupo o en un mayor interés en obtener un
beneficio laboral gratuito en un futuro. Vid. León C. ÁLVAREZ SANTALÓ, “La casa de expósitos [...], op. cit., p.
516. Otro estudio donde se pormenoriza los oficios —tanto de las familias de las amas de cría, como el de
adoptantes y posterior dedicación de los expósitos a tenor de las partidas matrimoniales—, nos lo ofrece: Francisco
J. ALFARO PÉREZ y José A. SALAS AUSÉNS, “Inserción social de los expósitos [...], op. cit., pp. 11-27.
31 Las escrituras respectivas de cada uno son: A.H.M.A., Fondo Notarial. Escribanía de Francisco Alcántara Cabrera,

oficio n.º 2, leg. 2654, fols. 1140r-1141v (17/05/1652); Escribanía de Carlos Talavera Navarro, oficio n.º 2, leg. 2673,
fols. 576r-v (07/10/1676); leg. 2660, fols. 316r-v (04/08/1687); leg. 2696, fols. 253r-v (24/04/1690); Escribanía de
Antonio María de Talavera, oficio nº 2, leg. 2512, fols. 39r-v (03/02/1779).
32 A.H.M.A., Fondo Notarial. Escribanía de Carlos Talavera Navarro, oficio nº 2, leg. 2573, fols. 455r-v

(08/07/1675); leg. 2660, fols. 143r-146v (27/05/1687); Escribanía de Antonio María de Talavera, oficio nº 2, leg.
2558, fols. 657r-v (28/11/1791).
33 A.H.M.A., Fondo Notarial. Escribanía de Antonio María de Talavera, oficio n.º 2, leg. 2493, fols. 477r-v

(21/07/1785). Es el caso de un matrimonio que adopta un niño, al que nombran como heredero universal sólo si
moría antes una hija suya natural. El hecho de dejar herencia, indistintamente del volumen de capital transferido,
supone un interés y preocupación de los nuevos progenitores por la futura promoción social de los niños, pues ese
dinero iría destinado a la formación profesional de los varones y a la dote, en el caso de las mujeres, según advierte
M.ª Gema CAVA LÓPEZ, “Economías infantiles: recursos materiales y gestión del patrimonio de los huérfanos
extremeños durante la Edad Moderna” en Obradoiro de Historia Moderna, n.º 8, 1999, pp. 65-98.
34 A.H.M.A., Fondo Notarial. Escribanía de Miguel Francisco de Talavera Navarro, oficio n.º 2, leg. 2515, fols. 177r-

178v (28/07/1719).

363
La adopción de expósitos… Milagros Léon Vegas

no es extraño encontrar en las cartas de adopción una declaración abierta de su amor por la
criatura:
[...] que por quanto estante nuestro matrimonio la divina Magestad de Dios, Nuestro
Señor, ha sido servido de no darnos hijos, ni tenerlos de presente legítimos, ni naturales, y
en considerazión de hallarnos conforme a naturaleza imposibilitados de poderlos tener,
respecto de nuestra hedad por ser mucha; y por tener mucho amor y voluntad a Juan
Bautista Savino, niño espósito que de presente será de año y medio, por lo qual hemos
pedido, encarecidamente, al Padre Prior y demás religiosos del dicho convento y hospital
de Señor San Juan de Dios desta ziudad a cuyo cargo está el criar los niños expósitos nos
lo entreguen, que estamos promptos a prohijarlo, criarlo [...] 35.

Existen casos en los cuales la futura posesión del patrimonio completo queda sujeta a la
condición de no tener más hijos naturales, en cuyo caso se partirían y dividirían entre todos los
vástagos, una prueba más de la legitimidad implícita en el caso de los adoptados como herederos
universales, pues no se anulan sus derechos sino que se consideran iguales a los descendientes
carnales 36. De todas formas, no era necesario dejar todo el capital al “hijo adoptivo” para
considerarlo un vástago natural y en algunas ocasiones, las menos, leemos la expresión “como si
fuera hijo propio por no tener más hijos”, sin que medie ninguna herencia o dotación, tan sólo el
compromiso de costear su sustento 37. La facultad de heredar podía ser rebatida por las mismas
cláusulas de adopción pues, en 1687, una viuda se hace cargo de una niña a condición de obtener
de la menor un periodo de servidumbre suficiente. En caso contrario, la despojaría de toda la
hacienda, salvo una pequeña parte para su dote:
[...] le hacemos gracia y donación yrebocable de todos los dichos mis vienes y hacienda
que quedaren por mi fallecimiento, esto con calidad y condición que la dicha Chatalina
Manuela me a de asistir mientras bibiere yo la otorgante. Y si por causas justas no me
asistiere, desde luego, le mando tan solamente cinquenta ducados para quando tome
estado como sea a mi boluntad y si no lo fuere, no le mando cosa alguna [...] 38.
Normalmente, cuando el niño fallecía antes de alcanzar la edad adulta, en ocasiones la
manda económica quedaba invalidada y en otras —por expreso deseo de los adoptantes—, el
dinero o toda su hacienda pasaban al Hospital para invertirse en el cuidado del resto de niños 39.
También podían fallecer los adoptantes antes que la criatura, en cuyo caso el hospital solía actuar
en régimen tutelar, hasta la mayoría de edad del niño 40. Así, dos mujeres solteras
responsabilizadas de una niña dejan dispuesto —si llegaban a morir antes de que ésta alcanzara la
edad para emanciparse—, lo siguiente:
[...] y caso que fallescamos antes de la dicha se han de entregar dichos quarenta ducados a
dicho hospital para que se guarden en su archivo hasta que la expresada niña tenga edad
suficiente para tomar estado, cuia cantidad ha de ser en dinero físico, y no en trastos o en
ropas, pues lo que tubiere de uso le ha de quedar libre con más los bienes que de nuestra
voluntad quisiéremos aplicarle a la referida expósita [...] 41.

35 A.H.M.A., Fondo Notarial. Escribanía de Carlos Talavera Navarro, oficio n.º 2, leg. 2673, fols. 518r-519v
(07/09/1676).
36 Ibidem, leg. 2714, fols. 762r-v (01/10/1680); leg. 2704, fols. 655r-v (28/07/1681) y fols. 658r-v (04/07/1681); leg.

2708, fols. 1989r-1990v (02/11/1696). En este último caso el matrimonio ya tiene una hija natural y adoptan a un
varón al cual le dejan la mitad de sus bienes.
37 A.H.M.A., Fondo Notarial. Escribanía de Francisco Esteban Galán, oficio n.º 2, leg. 2468, fols. 237r-v

(04/08/1761).
38 A.H.M.A., Fondo Notarial. Escribanía de Carlos Talavera Navarro, oficio n.º 2, leg. 2660, fols. 148r-v

(28/04/1687).
39 Ibidem, leg. 2684, fols. 682r-v (24/09/1695) y fols. 737r-739r (15/10/1695).
40 Ibidem, fols. 220r-221r (11/05/1695).
41 A.H.M.A., Fondo Notarial. Escribanía de Antonio María Talavera, oficio n.º 2, leg. 2469, fols. 69r-v (08/02/1769).

364
La adopción de expósitos… Milagros Léon Vegas

En estas ocasiones es cuando a la Orden de San Juan de Dios le interesa la


protocolización de las escrituras y su validez legal para reclamar los bienes heredados o tutelar los
capitales hasta alcanzar el expósito la mayoría de edad. Cuando el niño era adulto tenía potestad
suficiente para transmitir el acervo pecuniario adquirido a su propia familia, sin poder sacar el
hospital ningún provecho de todo ello 42. Resulta imposible calibrar el volumen del patrimonio
transferido —este dato no aparece en las cartas de adopción—, aunque podemos apuntar el
valor de las dotes y su oscilación entre un máximo de quinientos ducados y un mínimo de veinte,
adjudicados de modo indistinto entre niños y niñas.
Muy en la línea de los planteamientos ilustrados de formar a vasallos “útiles” vemos
incorporada en las cartas adoptivas la obligación de ofrecer al expósito varón la posibilidad de
aprender un oficio, sin consignar ninguno en concreto, sólo aquel donde el niño se mostrara más
diestro, llegado el momento. Este tipo de formación costaba dinero, pues el adoptante debía
pagar los honorarios del maestro encargado de instruir al párvulo 43. En otros casos, incluso,
existe el compromiso de montarle su propio taller para asegurar más firmemente el futuro:
[...] y en teniendo edad ponerlo al ofiçio que elixiere hasta que quede enseñado y maestro
en el todo a nuestra yntención, y siendo maestro, desde luego le ofrecemos y nos
obligamos de darle para que ponga tienda en dicho oficio treinta ducados de vellón en
reales de nuestro propio caudal, y si el susodicho no alcanzase en días le dexaremos así
declarado para que los bienes que dexaremos se le den 44.
Las veces en las que los adoptantes se implicaban en ofrecer una educación algo más
completa, esto es, a leer y escribir, se ciñen a tres casos —como era de esperar, localizados en
el siglo XVIII 45—, aunque no se puede descartar la posibilidad de aprendizaje de otros niños,
en cuya carta de prohijamiento no se consigne esta manda. De todas formas, los casos en los
que los adoptantes firman resultan tan escasos como anecdóticos, coincidiendo con los
elevados e irrebatibles índices de analfabetismo de la época.
Si nos paramos a reflexionar sobre el tipo de compromiso adquirido por los adoptantes,
en cada uno de los tres grandes bloques cronológicos en que dividimos nuestro estudio,
comprobaremos cómo en la segunda mitad del siglo XVIII crece considerablemente la voluntad
de enseñar a los hijos un oficio y el mero compromiso de crianza y dotación, en detrimento de
las herencias del patrimonio familiar. Sin duda, la piedad barroca del siglo XVII, llevó a muchas
personas a hacerse cargo de un menor marcado por el abandono, imbuidos de un profundo
sentimiento de caridad cristiana y compasión que parece condicionar las relaciones con el
expósito desde una cierta sensibilidad y ternura, sustituidas en el Setecientos por un evidente
valor de “utilidad”, a fin de incrementar los efectivos de población a través de la crianza y salida
de la cuna y, al mismo tiempo, formar vasallos aptos para el trabajo; en definitiva, rentables al
Estado, al poder hacer frente a las cargas impositivas del gobierno central.
En vista de todo lo apuntado, resulta muy difícil hablar de un modelo de adopción, de
unas preferencias o tendencias claras, pues la verdadera relación entre un adoptante y el expósito
no aparece reflejada con claridad en ninguna carta de prohijamiento y atiende a motivaciones muy
personales. En todos los estudios sobre este tema, encontramos una argumentación acerca de las
causas generadoras del abandono de un niño y su vinculación al mundo de las mentalidades.

42 A.H.M.A., Fondo Notarial. Escribanía de Francisco Alcántara Cabrera, oficio n.º 2, leg. 2677, fols. 405r-406v
(27/05/1665).
43 Es el caso de Catalina Muñoz, viuda, quien se compromete a pagar al maestro que le enseñara un oficio a

Francisco, niño expósito: A.H.M.A., Fondo Notarial. Escribanía de Carlos Talavera Navarro, oficio n.º 2, leg. 2642,
fols. 212r-v (04/03/1674).
44 Ibidem, leg. 2684, fols. 494r-495r (10/08/1695).
45 A.H.M.A., Fondo Notarial. Escribanía de Miguel Francisco de Talavera Navarro, oficio n.º 2, leg. 2504, fols. 626r-

627r (20/08/1721); leg. 2532, fols. 161r-162v (27/04/1722), fols. 171r-172r (30/04/1722), fols. 596r-597v
(25/08/1722), leg. 2520, fols. 13r-14v (31/01/1747).

365
La adopción de expósitos… Milagros Léon Vegas

Pobreza y rechazo a la ilegitimidad son las conclusiones comunes para dilucidar este asunto, pero
¿cuáles fueron las razones que llevaron a cientos de vecinos de Antequera, ya fueran
matrimonios, viudas o solteros a hacerse cargo de una criatura marcada por la marginación, el
abandono y el desamor? A tenor de lo expuesto, la contribución a la economía familiar,
incorporando una nueva fuerza de trabajo, o suplir el vacío de una paternidad frustrada parecen
las causas más convincentes, aunque no tuvieron porqué ser las únicas. El hecho de salir de la
inclusa era sin duda positivo, pero no tenemos aún constancia de la suerte alcanzada por cada
uno de estos niños tras su salida. Cabe la posibilidad de no existir, en numerosas ocasiones, un
compromiso de prohijación propiamente dicho, tal y como hoy lo entendemos, sino una especie
de contrato laboral a cambio de la simple manutención. Realmente, el tema de la adopción es tan
sugerente como complejo. Responder a estas interrogantes son los pasos a seguir para dar
continuidad a la presente investigación.

366
La protección y el interés del menor… Ana Chacón Martínez

LA PROTECCION Y EL INTERES DEL MENOR EN LA SOCIEDAD ESPAÑOLA.


LAS FIGURAS JURIDICAS DEL TUTOR Y EL CURADOR 1

Ana Chacón Martínez 2


(I.S.E.N. Cartagena. Universidad de Murcia)

INTRODUCCIÓN
El interés y la preocupación por el menor trasladados al plano jurídico-social son uno de
los grandes cambios sociales y culturales que se han producido en la sociedad actual. El niño se
ha convertido en figura clave dentro de la entidad familiar. Su protección en el contexto de las
relaciones paterno-filiales queda garantizada y asegurada por la patria potestad y las figuras
jurídicas de tutor y curador. Dentro de una perspectiva evolutiva es necesario integrar en sus
respectivos contextos y situaciones históricas los problemas que en cada época han planteado los
menores.
La individualización del niño 3 es uno de los procesos más sugerentes desde una
perspectiva histórico-jurídica y social; desde la necesaria perpetuación y continuidad de las líneas
de filiación y herencia familiares, con las fundamentales estrategias matrimoniales que
desempeñan en la reproducción biológico-social, pasando por el necesario y fundamental apoyo
en las actividades de trabajo de distinto tipo, los hijos han constituido el necesario y fundamental
punto de apoyo en las estrategias y en las realidades familiares. Pero esta mirada ha tenido
siempre al niño o al menor como un ser dependiente de los intereses y necesidades paternas. La
atención y protección específica ha ido, paulatinamente, otorgándole protagonismo y reflejándose
en el plano jurídico.
Las relaciones paterno-filiales han sido contempladas desde muchos puntos de vista;
tradicionalmente, ha sido la herencia y el sentido y sentimiento de continuidad y perpetuación,
trasladados en términos genealógicos, los que han imperado en el análisis y estudio de dichas
relaciones. Han constituido, pues, un estudio relevante y fundamental en los estudios de familia.
Las relaciones paterno filiales, el régimen demográfico, las prácticas sociales, la fuerza del
parentesco y los hábitos y costumbres nos ofrecerán una imagen de la minoría de edad en la
sociedad española y de la consideración de la juventud, término que necesita una evidente
explicación y contextualización socio-cultural, dependiendo, muy directamente, de la época
histórica que estemos tratando 4.

1 Este artículo se inserta dentro del proyecto de investigación: Familias e Individuos: patrones de modernidad y cambio social
(siglos XVI-XXI), Ministerio de Economía y Competitividad, convocatoria “Rectos de Investigación 2013”,
referencia: HAR2013-48901-C6-1-R, de cuyo equipo formo parte.
2 Ana Chacón Martinez, Universidad de Murcia (ana.chacon@um.es)
3 J. GELIS, “La individualización del niño”, en P. ARIÉS y G. DUBY, (dirs.), Historia de la vida privada, vol. V: El

proceso de cambio en la sociedad de los siglos XVI-XVIII, Madrid, 1992.


4 La bibliografía sobre la niñez en su perspectiva histórica es no sólo abrumadora sino imposible de referir en esta

nota. Sí me gustaría indicar la consulta, junto a la obra mencionada en la nota anterior, el texto de uno de los mejores
especialistas al respecto: M. GARCÍA FERNÁNDEZ, “Ya en pleitos desde la más tierna infancia: menores, tutores,
litigios”, Revista de Demografía Histórica, XXXI, II, 2015, pp. 87-112.

367
La protección y el interés del menor… Ana Chacón Martínez

Distintas ciencias sociales, especialmente, la sociología y la psicología, han abordado estas


relaciones, pero desde sus propios objetos de estudio y sin ponerlos en relación con el conjunto
de la unidad familiar. Sin embargo, creo que es el derecho y, concretamente, dentro del derecho
civil el derecho de familia, una de las materias que pone en relación a los diferentes protagonistas
de la realidad biológico-institucional y sociológica que es la familia y aunque lo haga dentro de
una normativa y legislación, ésta responde y refleja valores sociales, actitudes, comportamientos e
indica la línea de separación entre lo aceptado y válido y la transgresión y, por tanto, el conflicto.
El estudio y análisis de las familias en las sociedades contemporáneas precisa concretar
sus procesos de evolución, cambio social y conformación actual. Para ello nada mejor que
recurrir a las legislaciones que dan forma y resuelven problemas y conflictos. Pero el derecho no
debe entenderse como un conjunto de normas fruto de una determinada doctrina, sino como la
respuesta que la sociedad ofrece para regular y establecer las formas de relación que ponen de
manifiesto los valores sociales predominantes. Desde este punto de vista, el derecho privado
protege a las personas que, en razón de múltiples motivos, carecen de los medios de defensa ante
aquellos que puedan cometer actos de explotación en sus personas como de eventuales abusos en
su patrimonio.
Una situación habitual pero muy escasamente conocida en su vertiente de prácticas
sociales, es la que tiene como protagonistas a los menores de edad que por razones, normalmente
demográficas, como la muerte de uno de los padres e, incluso, de ambos, acceden a
responsabilidades, sobre todo, económicas y de gestión de patrimonios, y que exigen el
nombramiento de responsables para ejercer la administración de bienes, propiedades y de toma
de decisiones para las que el derecho no les reconoce capacidad legítima ni jurídica.

LAS FIGURAS DEL TUTOR Y CURADOR


La figura del tutor5 y del curador ha tenido una enorme importancia y trascendencia en la
realidad social; sin embargo las prácticas han sido, como suele ocurrir, distintas. La figura del tío
o tía, como curadores; o bien hermanos mayores, así como también la figura del algún clérigo han
sido la que se han impuesto históricamente y también en las prácticas. Es por ello que he
centrado mi atención en el estudio jurídico de las figuras de tutor y curador, con objeto de
precisar la evolución a la que se ha llegado en el tratamiento de las relaciones paterno-filiales.
Desde el punto de vista jurídico y en relación con los padres, podemos afirmar que sólo si
el padre no hizo testamento, o si no designó en él un tutor, o si designó a la misma madre, ésta se
encargará del gobierno y asistencia de los hijos, bien entendido que en calidad de tutora y, en
calidad de tal, sometida al régimen general establecido para regular la institución tutelar: redacción
de un inventario de todos los bienes cuya administración asume, establecimiento de una fianza en
garantía de que indemnizará a los hijos-pupilos en caso de inadecuada administración, periódica
dación de cuentas a los parientes de los niños. Además, como condiciones especiales solamente
exigidas a la viuda tutora, ésta habrá de renunciar formalmente a contraer segundas nupcias, y
perderá el cargo en el supuesto de que, faltando al compromiso, las celebrara.
La literatura jurídica que, en líneas generales, se había manifestado favorable a otorgar a la
madre la patria potestad, en defecto del padre, defendió, lógicamente, que la tutela se confiara a
ella antes que a cualquier otra persona.
Un punto de referencia importante lo constituye la definición que el Diccionario de la
Real Academia de la Lengua Española, en su decimo novena edición (1970), da de las palabras:

5I. HERRERO ALONSO, Nombramiento de tutores: procedimiento para la ejecución del nombramiento. Heredium Abogados.
Presidente de Lexunión, España, 2013.

368
La protección y el interés del menor… Ana Chacón Martínez

Tutor: “persona que ejerce las funciones señaladas por la legislación antigua al curador”.
Respecto al acto de ejercer la función de tutor, tutela se define como: “Autoridad que en defecto
de la paterna o materna, se confiere para curar de la persona y los bienes de aquel que por
minoría de edad o por otra causa, no tiene completa capacidad civil”
Curador: “Persona elegida o nombrada para cuidar de los bienes o negocios del menor, o
del que no estaba en estado de administrarlos por sí”, o bien: “persona que se nombraba para
cuidar y administrar los bienes de un incapacitado”.
Tutela y Curaduría son relaciones “cuasi familiares”. Rubén Celis Rodríguez en su libro 6
“Las Guardas” cita a Ruggiero para explicar que son aquella institución de carácter
suplementario”, ya que entran a operar a falta de la potestad marital o filial. Las guardas “limitan”
esas potestades. Jurídicamente implican obligaciones o deberes para los poderes públicos. Así se
protege a las personas que, en razón de múltiples motivos, carecen de los medios de defensa ante
aquellos que puedan cometer actos de explotación en sus personas como de eventuales abusos en
su patrimonio. Es para ello que el derecho ha configurado una serie de instituciones destinadas a
la protección de dichos incapaces, y que se denominan como las guardas en general.
Las tutelas y las curadurías o curatelas son cargos impuestos a ciertas personas a favor de
aquellos que no pueden dirigirse a sí mismos o administrar competentemente sus negocios, y que
no se hallan bajo potestad de padre o madre, que pueda darles la protección debida (Herrero,
2013).
Las personas que ejercen estos cargos se llaman tutores, curadores o defensor judicial (art.
215 Código Civil).

PRECEDENTES JURÍDICOS Y ACTUALIDAD


La institución de la tutela siempre ha existido. Tiene su origen en el Derecho Romano. En
aquella época, los sui iuris tenían plena capacidad jurídica, pero podían estar imposibilitados para
ejercer sus derecho en cuyo caso iban a necesitar una persona, tutor o curador que supliera esta
incapacidad. En el Derecho Romano la función del tutor y del curador era de la proteger el
patrimonio del incapaz, y no la de cuidar de su persona, ya que el cuidado de la persona solía
corresponder a la madre, o a otro familiar.
En época romana, las personas sometidas a tutela eran los pupilos, impúberes sui iuris
(tutela impuberum), es decir, varones menores de 14 años y mujeres menores de 12 años. Según el
origen del nombramiento del tutor, podía ser una tutela legítima, testamentaria o magistratual. En
la Legítima el tutor era nombrado por la ley, en la Testamentaria por el testador, y en la
Magistratual por el Magistrado. Las 3 clases de tutelas se trasponen en el Código Civil de 1889.
Posterior al Derecho Romano, en el Derecho Medieval también se regula la institución de la
tutela.
Un posterior seguimiento se hace en el Código de Napoleón, el cual fue modificado por
la Ley 13/1983, de 24 de octubre, sobre Reforma de la Tutela, y a su vez por la nueva Ley de
Enjuiciamiento Civil – LEC- (Ley 1/2000, de 7 de enero). Si hacemos referencia a la tutela y
curatela, también debemos de citar el Título X del Código Civil Español de 1889, ya que esta
institución se encuentra regulada en dicho código normativo.
Por tanto, se debe de tener presente la denominación del título, ya que según su formula:
“De la tutela, de la curatela y de la guarda de los menores o incapacitados” se hace referencia a
aquellas personas que necesitan de un representante en su esfera personal y/o económica, así
como también de los menores de edad necesitados de protección.

6 R. CELIS RODRIGUEZ, Las Guardas. Bogotá, 2011.

369
La protección y el interés del menor… Ana Chacón Martínez

Existen tres formas de guarda y protección de la persona y bienes o solamente de la persona o de


los bienes de los menores o incapacitados, como son: la tutela, la curatela y el defensor judicial.

ANÁLISIS DE LA TUTELA
Etimológicamente la voz, “tutela” , proviene del latín tueri , defender, proteger, y
“curatela” , de cura, curatio, cuidado.
La tutela es la institución de guarda y protección de menores e incapacitados que
comporta la existencia de un órgano permanente de actuación habitual y cuyo régimen es el más
extenso e intenso (típico y uniforme) ya que excluye cualquier otro. Los Códigos Civiles, en la
actualidad, con ligeras variantes, la delimitan de manera paralela a la potestad de los padres, como
institución subsidiaria y sustitutiva de la misma. De ahí el carácter familiar con el que se
configura, lo que es esencial en los cargos tutelares. Esto, no obstante, no implica eliminar al juez,
que es esencial en su constitución y a veces en su contenido. Alcanza tanto a la esfera personal
como a la patrimonial de la persona sometida y también comporta la representación legal 7.
Tienen la obligación de promover la constitución de la tutela ordinaria los parientes
llamados a ella, el cónyuge, la pareja estable y la persona o institución bajo cuya guarda se
encuentre el menor o el incapacitado desde el momento en que conocieren el hecho que la
motiva y son responsables de los daños y perjuicios causados por la falta de promoción.
Asimismo, también el Ministerio Fiscal ha de solicitarla y el juez de oficio, desde que conoce que
en el ámbito de su jurisdicción existe una persona que ha de ser sometida a tutela. La entidad
pública competente en materia de protección de menores desamparados, también debe
promoverla (art. 228 y 229 CC). De otra parte, cualquier persona (denuncia pública) puede poner
en conocimiento del Ministerio Fiscal o de la autoridad judicial el hecho determinante de la tutela
(art.230 CC).
La tutela se desempeña, fundamentalmente, a través del cargo del tutor. No obstante, en
determinados casos, puede darse una pluralidad de cargos en el ejercicio de las funciones
tutelares.
El juez constituye la tutela previa audiencia del menor o incapacitado si tiene suficiente
conocimiento y en todo caso si tiene 12 años y si se trata de la tutela de un menor, de las
personas obligadas a promover la tutela y de las que considere conveniente. Si no consta en el
procedimiento, antes de constituir la tutela, el juez ha de solicitar certificados al Registro de
Nombramientos tutelares no testamentarios y al Registro General de Actos de Última Voluntad
que acrediten si existe o no una designación voluntaria de la tutela.
En beneficio de la persona tutelada, el juez puede acordar las medidas de vigilancia y
control de la tutela y de la administración patrimonial y, si lo considera conveniente puede separar
la tutela de la persona de la administración de los bienes y fijar la competencia exclusiva de cada
uno de los cargos (art. 223 y 233 CC).
Hecho el nombramiento, es el juez quien da posesión del cargo al tutor y, en su caso, al
administrador patrimonial (art. 259 CC)
El tutor está obligado a velar por el tutelado y en particular a proporcionarle alimentos, si
los recursos de su patrimonio no son suficientes, y a educarle o procurarle una formación integral
y, si procede procurar todo lo que sea necesario para la recuperación de la capacidad y su mejor
inserción en la sociedad.

7 M. GARCIA FERNÁNDEZ, “Ya en pleitos [...], op. cit., pp. 97-112.

370
La protección y el interés del menor… Ana Chacón Martínez

El tutor único y en su caso el de los bienes (el administrador patrimonial) es el


administrador legal del patrimonio del tutelado y está obligado a ejercer la administración con
diligencia de un buen padre de familia (art. 270 CC) de un buen administrador. Por otro lado, los
frutos de los bienes pertenecen al tutelado.
Respecto a las personas sujetas a tutela, dispone el Código Civil en su artículo 222.4º, que
serán los menores 8 que se hallen en situación de desamparo. Se considera como situación de
desamparo según la legislación civil “la que se produce de hecho a causa del incumplimiento o del imposible o
inadecuado ejercicio de los deberes establecidos por las leyes para la guarda de los menores, cuando éstos queden
privados de la necesaria asistencia moral o material”. Este apartado fue redactado con arreglo a la Ley
21/1987, de 11 de noviembre, que añadió el número 4º, ya que se reconocía por primera vez que
cualquier menor que fuera declarado en “desamparo” la entidad pública pasaría a representar tanto
la esfera personal como la patrimonial de la persona sometida.
Del mismo modo, cuando el Ministerio Fiscal o el Juez competente tengan conocimiento
de que existe en el territorio de su jurisdicción alguna persona que deba ser sometida a tutela – en
este caso, algún menor – pedirá el primero y dispondrá el segundo, incluso de oficio, la
constitución de la tutela.
El artículo 234 C.C. considera beneficiosa para el menor la integración en la vida de la
familia del tutor. Este último párrafo debe su redacción a la LO1/1996, de 15 de enero de
protección jurídica del menor, por la cual se establece que se buscará siempre el interés del menor
y se procurará, cuando no sea contrario a ese interés, su reinserción en la propia familia.
La tutela de los menores desamparados corresponde siempre por ministerio de la ley a la
Entidad Pública pero, no obstante, se procederá al nombramiento de tutor cuando existan
personas que, por sus relaciones con el menor o por otras circunstancias, puedan asumir la tutela
en interés de éste. El Código Civil es taxativo en este aspecto, ya que para que se produzca el
nombramiento de un tutor, debe acordarse la suspensión o la privación de la patria potestad o la
remoción del tutor, en su caso. En este sentido, se debe de privar en primer lugar a los padres
biológicos de la patria potestad de su hijo. Solamente estarán legitimados de las acciones de
privación de patria potestad, remoción del tutor y para la solicitud de nombramiento de tutor de
menores en situación de desamparo, el Ministerio Fiscal, la Entidad Pública y los llamados al
ejercicio de la tutela. Igualmente, también podrán ser tutores de menores las personas jurídicas
que no tengan finalidad lucrativa y cuyo uno de sus fines sea la protección de menores.
En cuanto al ejercicio de la tutela dispone el Código Civil que la entidad pública que
asuma la tutela de un menor por ministerio de la ley o la desempeñe por resolución judicial no
precisará prestar fianza. Sin embargo, para la constitución de tutela, en cualquier caso, y siempre y
cuando no se refiera a menores en situación de desamparo, el Juez puede exigir al tutor la
prestación de una fianza que asegure el cumplimiento de sus obligaciones.
Como hemos dicho anteriormente, el tutor es el representante del menor, salvo aquellos
actos que pueda realizar por sí solo, ya sea por disposición expresa de la Ley o de sentencia. De
igual forma, el tutor está obligado a velar por el tutelado en cualquiera de sus esferas, por
ejemplo, procurarle alimentos, educar al menor, procurarle una formación integral, así como
informar al Juez anualmente sobre la situación del menor. La tutela se extinguirá por la adopción
del tutelado menor de edad.

ANÁLISIS DE LA CURADURÍA
Sin embargo, la curatela se delimita como institución subsidiaria y sustitutiva de la
potestad de los padres y de la intervención de los padres, ya sea en su función de potestad
8 M. SERRANO RUIZ CALDERÓN, Los menores en protección, Madrid, Ed. Difusión Jurídica, 2007.

371
La protección y el interés del menor… Ana Chacón Martínez

prorrogada o rehabilitada, ya en la de asistencia al menor emancipado o habilitado de edad; y


como institución de protección de los que tienen judicialmente limitada su capacidad de manera
parcial (incapacitación parcial).
El curador, a diferencia del tutor no ostenta nunca la representación legal de la persona a
la que asiste, de modo que la protección, generalmente, es parcial y se refiere, de modo
fundamental, a la espera patrimonial.
En esta situación, el presupuesto del que se parte es el de capacidad de obrar de la
persona sometida, el emancipado puede regir su persona y bienes como si fuera mayor, pero
ostenta una capacidad que está limitada para determinados y específicos actos jurídicos en los que
debe contar con la asistencia (complemento de capacidad) del curador.
Esta curatela es temporal, ocasional e incluso la misma persona emancipada está
legitimada para requerir que se constituya. La curatela tiene por objeto la intervención del curador
en los actos que no puedan realizar por sí mismos los menores (art. 288CC). Éstos actos están
delimitados legalmente, son fijos, numerus clausus. No es posible su ampliación ya que como se
trata de una norma que limita la capacidad es de interpretación restrictiva (art. 2 LOPJM).
Los actos concretos que los menores no pueden realizar sin la asistencia del curador son
los que se enumeran en los arts. 323 y 324, 1329 y 1338 CC. Por ejemplo: tomar dinero a
préstamo, gravar o enajenar bienes inmuebles y establecimientos mercantiles o industriales u
objetos de extraordinario valor, así como por ejemplo para hacer capítulos matrimoniales.
Para que proceda esta curatela es necesario, por lo tanto, que exista una declaración
judicial de incapacitación en la que se acuerde, de modo expreso, tanto el grado de discernimiento
del incapacitado (extensión y limites de la capacidad) como que la institución de guarda que
procede es la curatela ( art. 760.1 LEC)9.
La curatela no tendrá otro objeto que la intervención del curador en los actos que los
menores no puedan realizar por si solos. En el caso de los menores, solamente estarán sujetos a
curatela los emancipados cuyos padres hubieran fallecido o quedaran impedidos para el ejercicio
de la asistencia prevenida por la Ley.

CONCLUSIÓN
Respecto a las diferencias entre el tutor y el curador, en el actual derecho español la
protección del curador es mucho menor que la del tutor y supone una menor limitación para el
sometido a curatela. Si bien se entiende que alguien sometido a tutela no tiene capacidad de
obrar, alguien sometido a curatela sí la tiene, pero limitada en ciertos aspectos definidos por
la Ley o por un Juez.
Por ello, un curador sólo debe intervenir aconsejando al menor o al incapacitado,
mientras que el tutor actúa en nombre y por cuenta del tutelado. Esto se debe a que al tutelado
no se le reconoce capacidad de obrar, mientras que en la curatela sólo se busca reforzar esa
figura. También por ese motivo el ámbito de intervención del curador puede estar limitada a
ciertos aspectos de la gestión del patrimonio (como, por ejemplo, compraventa de bienes
inmuebles), mientras que el tutor gestiona todo el patrimonio en general.
En definitiva, estas instituciones nacen de la necesidad de suplir la incapacidad de hecho
de aquellas personas que carecen de los medios de defensa ante aquellos que puedan cometer
actos de explotación en sus personas como de eventuales abusos en su patrimonio. No debemos
olvidar que el estudio de estas instituciones se debe de desdoblar siempre en dos aspectos

9 C. VAZQUEZ IRUZUBIETA, Comentario a la Ley de Enjuiciamiento Civil, Madrid, Difusión Jurídica, 2012.

372
La protección y el interés del menor… Ana Chacón Martínez

fundamentales íntimamente relacionados entre sí: por una parte, el análisis jurídico de las figuras y
por otra su contexto histórico que le sirve de marco de referencia.

373
Mujer y subsistencia… María Teresa Agüero

MUJER Y SUBSISTENCIA. LAS VIUDAS POBRES EN ALICANTE DURANTE EL


SIGLO XVIII
María Teresa Agüero
Universidad de Alicante

INTRODUCCIÓN
“…dice que Luisa Pastor ha sido toda la vida persona honesta, de buenas costumbres,
buena cristiana y temerosa de Dios y de la Justicia Real. Lo sabe porque ha conocido a sus
padres, Juan Pastor y Luisa Cerdá, buenos cristianos que como tales criaron y educaron a
su hija, siendo vecinos del declarante en la localidad de la Cañada del Fenollar en donde
nació y se crió. Que la acusada ha venido a tal estado de pobreza que no tenía caudal ni
bienes con que subvenir sus necesidades en tal extremo que le faltaba el preciso alimento,
de suerte que vivía con gran penalidad y padecía mucha hambre antes de ser presa, y que
según lo aniquilada que está la tierra, especialmente en la ciudad y en los lugares de Agost y
Monforte y la jurisdicción, con la estrechez del tiempo, tiene por cierto que la dicha Luisa
Pastor padecería lo que le han preguntado. La conoce desde hace más de cuarenta años” 1.
Así testificaba el regidor alicantino Juan Colomina en la causa que se inició en 1710 contra
la viuda Luisa Pastor. El dilatado desarrollo de esta causa nos ofrece la oportunidad de acercarnos
al recorrido vital de esta mujer y también aglutina una gran parte de los aspectos que nos
proponemos observar en esta comunicación. No sólo queremos referirnos a aquellas mujeres
cuyo estatus social era precario ya desde el momento de su matrimonio, sino también y sobre
todo, a quienes como consecuencia de su viudedad se vieron abocadas a pasar de un “modus
vivendi” digno a una situación de precariedad, o de extrema pobreza cuando su principal asidero
económico y social desaparecía.
Nos interesa pues, el proceso mediante el cual se generaba este desplazamiento, así como
observar las escasas estrategias de supervivencia que estas mujeres tenían a su alcance. Por otra
parte, saber hasta qué punto el tejido parental, social e institucional era capaz de responder a estas
estrategias ha sido otro de nuestros intentos.
Para ello, y como ocurre casi siempre que se trata un tema referido a las mujeres durante
el siglo XVIII y mucho más ante el tema que intentamos abordar, el principal escollo ha sido la
necesidad de construir un relato a partir de “escrituras ajenas”, en las que muy pocas veces se
tiene la sensación de rescatar siquiera someramente, sentimientos o manifestaciones que nos
permitan acercarnos a lo que fue su sentir y vivir. En otro sentido, aunque el término pobreza en
todas sus apreciaciones es utilizado con profusión en los documentos manejados, bajo estos
términos se abarcaba un amplísimo campo de situaciones y, de vez en cuando, la imagen
descarnada de la pobreza más absoluta aparece a raíz de acontecimientos que nunca hubieran
deseado protagonizar estas mujeres “solas”. Se trata pues de un material escaso y delicado, pero
sólo a través de él podemos recuperar restos de estas voces condenadas, en caso contrario, a
desaparecer a través de los tiempos.
Las fuentes utilizadas tienen como base fundamental documentación recogida en los
registros del cabildo alicantino: Libros de actas capitulares correspondientes al siglo XVIII,
Interrogatorios políticos, Vecindarios, Libros de quintas, Libros de expedientes y veredas y
finalmente el apartado de Pleitos.

1Parte de la declaración del regidor Francisco Colomina, como testigo en el Auto contra la viuda Luisa Pastor en
1710. A.M.A., Sec. Pleitos, Lío nº 4, nº 34.

375
Mujer y subsistencia… María Teresa Agüero

POBLACIÓN Y VIUDAS POBRES


Como ya hemos indicado no nos proponemos hacer un estudio demográfico de las
mujeres viudas en situación de penuria, sino atender a la correlación de circunstancias que podían
precipitar y agravar su pobreza. En todo caso, y teniendo en cuenta la volatilidad de la población
a que nos referimos y la naturaleza de las fuentes, trataremos de seleccionar algunos datos que de
alguna manera enmarquen a modo de referencia este aspecto. En este sentido, es cierto que
cuando el cabeza de familia fallecía, era posible que estas mujeres perdiesen la posesión del hogar
como espacio físico teniéndose que buscar otras fórmulas de supervivencia diferentes al hogar
nuclear, en ocasiones recurriendo al hogar extenso, la co-residencia o en el peor de los casos a la
caridad 2. Estos hogares extensos se nos descubren a veces por fuentes transversales 3y la
itinerancia del grupo familiar, si lo hubiera, o de la mujer sola en busca de un medio de vida
también dificulta el seguimiento de estos grupos 4.
Considerando que Alicante era de 1708 a 1709 una ciudad diezmada por la guerra, recién
salida de un asedio y con un gran número de pobres y mendigos en toda su jurisdicción (Alicante,
Busot, Villafranqueza, Agost, San Juan, Muchamiel y Monforte), los vecindarios realizados en
Alicante en 1714 (el requerido por Felipe V para el repartimiento de contribuciones) y el de 1717
(Campoflorido), también de carácter fiscal, nada nos aportan respecto al tema que nos ocupa.
Aunque tampoco es muy fiable su contenido, sí que nos vamos a guiar en un principio por los
datos del vecindario confeccionado entre 1731 y 1732, también con finalidad fiscal y con objeto
de evitar ocultaciones en el repartimiento de equivalente. En este vecindario el recuento de
pobres de solemnidad era de 317 sobre una población de 4.319 vecinos 5. Los sucesivos
vecindarios tienden minimizar el número de pobres y mendigos y, en las respuestas a los
Interrogatorios, se solía contestar que los indigentes eran en su mayoría extranjeros, y que la
población autóctona generalmente trabajaba. Sólo a partir de la segunda mitad de siglo podemos
hablar de porcentajes.
En nuestro caso, por las fechas en que se realiza, así como por la fiabilidad que ha venido
mereciendo, tomaremos como referencia el Censo de Floridablanca, cuyo recuento se realizó en
Alicante en 1786. Siguiendo los datos de este censo, sabemos que la proporción de varones en la
Comunidad valenciana durante el siglo XVIII, 103 hombres por cada 100 mujeres, era superior a
la registrada en el resto del país donde el número de varones era de 99 y que en 1787 6 la
población de mujeres viudas en el país valenciano era ligeramente inferior a la del resto de
España, con un porcentaje de 12, 24 frente a un 13,76 en el resto del país 7, contabilizándose para
Alicante un total de 937 viudas 8.

2 Este ha sido uno de los aspectos que trata Miguel Ángel GARCÍA SÁNCHEZ en su estudio comparativo:
“Hogares pobres en Madrid y Londres, 1590-1700.Problemas metodológicos y primeros resultados”, IX Reunión
Científica de la FEHM-UMA, Málaga, 2009, pp. 677-692.
3 A través de los registros referidos a las exenciones en las quintas también encontramos este tipo de hogares, donde

convivían grupos familiares sin vínculos biológicos: “En el arrabal de San Francisco, en casa del soldado José Marz,
además de su hijo, vive un muchacho, Joseph Palacios de 17, a cuyo cargo está su madre viuda” Arm. 1, Lib. 60, fol.
39.
4 El debate abierto sobre la composición de los hogares pobres indica la complejidad del tema. Siguiendo la teoría de

Th. Sokoll se podría considerar que la familia pobre era mayoritariamente nuclear, pero con tendencia a agruparse en
hogares amplios bajo la fórmula de la co-residencia. M. A. GARCÍA SÁNCHEZ, en “Hogares pobres en …”, op.
cit., p. 680.
5 Las ocultaciones debieron ser numerosas, aunque lejos de los altos índices de los vecindarios de primeros de siglo.

Enrique GIMÉNEZ LÓPEZ, Alicante en el siglo XVIII, Valencia 1981, p. 40.

7 Pedro PÉREZ PUCHAL, “La población del país valenciano hasta la época estadística”, Cuadernos de Geografía nº 10,
1972, p. 19.
8 Su distribución en cuanto edades era la siguiente:

376
Mujer y subsistencia… María Teresa Agüero

Del censo de Godoy (1797) hemos recogido la información que nos es útil para conocer
el número de mujeres viudas que residían en las casas de acogida existentes en Alicante, unas
cifras muy bajas en función de la población de mujeres viudas que podrían encontrarse en estado
de necesidad extrema. Las recogidas en la Real casa de Misericordia 9 ascendían a nueve, cinco de
“ochenta y tantos” años las otras cuatro “de cuarenta a sesenta, todas ellas impedidas”. A pesar
de no estar en las mejores condiciones para ello, también se especifican los trabajos que las
mujeres hacían en este centro y que se describen así: “…amasan, hacen la cocina, medias, coser,
hilar, remendar y “…demás ocupaciones necesarias para la limpieza de la casa”. En la Real casa
de Corrección también había dos reclusas viudas, sin que se recojan más detalles en cuanto a
edades y circunstancias 10.
Es significativo el alto número de viudas 11 contabilizado en el Interrogatorio de 1803
respecto al de varones en las mismas circunstancias. En este mismo Interrogatorio el número de
pobres de ambos sexos era de 77. En cuanto a los mendigos, se contabilizan únicamente 25,
añadiéndose que “por lo regular en esta ciudad son extranjeros, y aún manchegos: las gentes de
este lugar son aplicadas al trabajo y sólo piden limosna los impedidos” 12.

MUJER, TRABAJO Y DEPENDENCIA. LA PRESENCIA DE LA MUJER VIUDA EN


LOS REGISTROS MUNICIPALES
Una primera consideración respecto a este grupo de viudas con escasos recursos, se
refiere a la dificultad que tenían en cuanto a vivir de sus ingresos, ya que habitualmente sólo
podían acceder a aquellos trabajos peor remunerados, como empleadas domésticas 13, costureras,
lavanderas o empleadas en alguna industria local. Esta posibilidad se reducía aún más cuando la
viuda tenía a su cuidado algún hijo de corta edad, aun cuando los hijos de la gente más humilde
podían comenzar a trabajar muy pronto.
A lo largo del siglo XVIII, las actas municipales del cabildo alicantino recogían un gran
número de memoriales de mujeres viudas en los que el término “quedar en la pobreza” era una
expresión abundantemente repetida, tanto por parte de las viudas de funcionarios municipales
como por otras mujeres en semejantes circunstancias. En cuanto a las primeras, el municipio no
quedaba obligado a ayudar a la viuda por ley, pero sí en algunos casos parecía considerar su
situación y concedía una ayuda a modo de indemnización, que podía aliviar de momento la falta
de ingresos. Lo cierto es que la mujer viuda recurría a aquellos medios que le garantizaran algún

De 16 a 25……..10
“25 a 40………148
“40 a 50……....191
“ + 50………..588
9 La casa de Misericordia de Alicante fue concluida en el año 1751.
10 A.M.A. Expedientes y veredas, año 1797, arm.15, Lib.28.
11 Plaza del mar, calle Mayor, S. Nicolás, Bonayre, Labradores, Plaza de S. Cristobal, Porchins, Empedrado y callizos:

viudos……38; viudas…..108. Arraval de S. Francisco (Liorna, Valle, Plaza de Elche, Barranquet, plaza de S. Javier, y
Morello, S.Francisco, Balseta, Plaza de las Barcas, Bavel, Parador, Virgen de Orito, Mar y callizos: viudos……44;
viudas….198. Arraval de San Antón: viudos…..44; viudas…..252. S. Roque, Llop, Verónica, parte de la calle Mayor y
plaza del Mar, calle Toneleros, plaza de Ramiro, Postiguet y Pescadería: viudos…...23; viudas……73. Villavieja y
Arraval Roig: viudos….43; viudas……141. Partición de Hospital, portería de S. Agustín, Virgen de Belén, Fuente de
San Nicolás, Virgen del Remedio y del Diezmo, calle de Aro, Médicos, Alpargateros, plaza de Norma y calle de
Arque, parte del barrio de S.Roque, barranco del Carmen y S. Ginés: viudos…..43; viudas……141 Partidas
(Condomina, Orchecha, Santa Faz, Campello, Aguas, Rio Monnegre, Tánger y Almajada, Torregroses,
Respeh,Cañada, Moralet y Verdegás;Alcoraya, Olla del Rebolledo y Vallonga, Serreta, Barranco de Colomina y Font
Calent, Bacarot, Saladar, Agua Amarga y huertos del contorno). Viudos…..158; viudas……237.
A.M.A. Interrogatorios Políticos mandados contestar por el Ministerio de Hacienda, 1803, Lib. 99, Arm.5.
12 A.M.A. Ibidem, fol. 88.
13 En 1803 se contabilizaban en Alicante 476 criadas. A.M.A. Interrogatorios […], Ibidem.

377
Mujer y subsistencia… María Teresa Agüero

ingreso que pudiera paliar, en palabras de Francisco Sanz de la Higuera “la pérdida de la llave de
la despensa” 14. Si existía algún hijo en edad suficiente para realizar el mismo trabajo que había
ocupado su padre, la viuda a veces presentaba sus memoriales ante el cabildo solicitando para su
aquél su desempeño. En caso contrario, buscaba la posibilidad de proponer otra persona allegada
que reuniera las condiciones necesarias para hacerlo y, a cambio, asegurar a la viuda y a su familia
algún ingreso. Si estas circunstancias no se cumplían, el camino que se presentaba a estas mujeres
podía ser muy incierto
Por otra parte, aunque sabemos que la mujer joven trabajaba en el ámbito doméstico
mucho más de lo que queda reflejado en los documentos, muchas viudas añadían en sus
memoriales la circunstancia de tener a su cuidado hijas doncellas. En 1753 la viuda de Vicente
Violat, guardaporta del Ayuntamiento se refería a la necesidad de dar cobijo y sustento a sus tres
hijas doncellas, y para ello proponía la ocupación de este puesto para Vicente Cerdá con la
condición de que “socorra de alguna manera a las suplicantes”. 15
Si nos atenemos a los argumentos que estas mujeres aducían en sus memoriales, muchas
de ellas quedaban totalmente desprotegidas. El 30 de enero de 1785, Isabel Juana Galdó, viuda
del maestro de primeras letras Guillermo Estela, exponía haber quedado “…en el más mínimo
consuelo, puesta en la suma miseria por no haber dejado su marido bienes de ninguna especie” 16.
También en 1785, Micaela Hernández, viuda del sereno Juan José Egea argüía que: “…no tiene
medios para volver a su ciudad natal, Murcia, dice que se encuentra en un país extranjero, que no
tiene parientes ni conocidos y que no puede acudir a sus precisos y cotidianos alimentos.
Propone a una persona con la condición que la ayude” 17.
El hogar, símbolo de estabilidad, también se veía a menudo en peligro cuando el padre de
familia desaparecía, más aún si su posesión dependía del trabajo desempeñado. Tal era la
situación de las viudas de los porteros del Ayuntamiento. Año tras año se planteaba en sesión
capitular la necesidad de resolver los conflictos surgidos a partir de la forzada convivencia de las
familias de los porteros en activo con aquellas encabezadas por las viudas de los anteriores
porteros fallecidos. Uno de los últimos testimonios que se nos ofrece al respecto data de
noviembre de 1792. En esta fecha se comunicaba, una vez más, en cabildo que: “a pesar de haber
muerto Manuel Rosell, portero del consistorio, su viuda e hijos aún viven en la azotea del mismo,
así como otras familias de los anteriores porteros” 18. La falta de interés en solucionar el problema
por parte del cabildo nos hace pensar que se confiaba en la buena voluntad de las familias,
obligadas a compartir espacios, mientras no se registraran conflictos mayores. Se relegaba, pues, a
la solidaridad vecinal el acogimiento de estas familias.
En este proceso de vulnerabilidad progresiva, la dependencia de la mujer viuda de edades
más avanzadas se hacía inevitable y en el mejor de los casos podía tener la posibilidad de vivir a
expensas, generalmente, de algún hijo varón. Se trataba ya de un cambio sustancial, que a través
de la documentación existente nos muestra a estas mujeres como sujetos pasivos que en muchos
casos eran útiles en cierta manera para sus supuestos protectores. Un ejemplo claro lo tenemos
con ocasión de los reclutamientos de varones en las temidas quintas. Uno de los requisitos más
efectivos y utilizados para conseguir ser excluido del servicio al Rey era la de ser “hijo de viuda
pobre de solemnidad”. Muchos de estos varones, a veces muy jóvenes, exponían la penuria

14 Francisco SANZ DE LA HIGUERA, “A la sombra de la muerte: viudez espléndida, viudedad paupérrima a


mediados del Setecientos”, Cuadernos de Investigación Histórica, nº 22, 2005, p. 431-461.
15 A.M.A. Arm.9, Lib.43, acta capitular de 10 de mayo de 1753.
16 También añadía esta viuda: “…que su marido ejerció durante más de treinta años con conocida utilidad de muchos

alumnos que hoy se encuentran en honoríficos empleos”. Para corroborar su pobreza aseguraba además “haber
tenido que enterrar a su marido por Dios”. A.M.A. Arm.9, Lib.75, acta capitular de 30 de enero de 1785.
17 Ibidem.
18A pesar de que en cabildo se decidió “tomar las medidas pertinentes”, se advierte una crónica lentitud en desalojar

estas familias. A.M.A. Arm.9, Lib.82, acta capitular de 20 de noviembre de 1792.

378
Mujer y subsistencia… María Teresa Agüero

existente en sus casas ya que el suyo era el único ingreso de la familia. En el libro de exenciones
correspondiente al año 1771, a medida que nos acercamos a los barrios aledaños a la ciudad
donde residían las gentes más humildes, estos eximentes van en aumento, pero también es verdad
que la constatación en cuanto a la veracidad de los mismos quedaba a veces en entredicho, y
muchos de ellos eran rechazados 19.

DE LA POBREZA SUPUESTA A LA POBREZA Y MARGINACIÓN. DOS CASOS


JUDICIALES
Ya nos hemos referido al heterogéneo y amplio contenido que podía encerrar el término
pobreza en los documentos considerados. En dos extremos opuestos podríamos considerar dos
asuntos judiciales que tuvieron por protagonistas a dos viudas alicantinas.
El primer caso se refiere al pleito presentado por Josefa Castillo, “viuda y heredera de
Nicolás Tredós” mediante el cual reclamaba ser declarada “en estado de extrema pobreza”. A
pesar de su situación social destacada y su vinculación tanto por nacimiento como por
matrimonio a familias influyentes, esta mujer declaraba en 1744 que: “…se alimenta a expensas
de una hermana suya, imposibilitándola estos motivos el poder sostener los costosos gastos que
ocasionan los pleitos” 20.Aquí se nos muestra la figura de una mujer viuda que aparentemente
pierde apoyos dentro de su mismo entorno familiar.
Josefa presentó en este año un pedimento a D. José Javier de Solórzano, Juez Pesquisidor
de la ciudad en quien recaía la jurisdicción ordinaria de la misma porque: “para poder continuar
los autos que seguía con la compañía de los negociantes Pedro e Ignacio Geraers, establecidos en
el comercio necesitaba justificar la notoria pobreza y miserable estado de viudez en que se
hallaba”.
La declaración de Josefa Alfonsa Castillo, se dirigía a demostrar que no contaba con
ningún recurso económico 21 y necesitaba recibir las cantidades correspondientes a su legítima
herencia tanto por parte de su marido como de su suegra, cuyos papeles “justificativos” estaban
en manos de sus cuñadas, Josefa y Victoriana Tredós 22. Afirmaba Josefa Castillo que: “muerta la
testadora acudió a reclamar los papeles que justificasen los créditos de los Tredoses y Alcaraces,
encontrándose sin ellos y con altas sospechas de que se los hubieran ocultado”.

19A modo de ejemplo citaremos algunas de las alegaciones presentadas por estos varones para intentar ser
considerados exentos:
Vicente Baeza, calle de san Agustín, afirma ser “…tardo de oído y, en haciendo viento de Levante, sordo del todo; y
así mismo es quebrado, también que tiene una nubecilla bajo la niña del ojo derecho y, últimamente ser hijo de viuda
pobre con dos hermanas de nueve y siete años de edad que viven bajo su amparo”. Se mandó que acreditase lo
declarado. A.M.A., Lib.6, Sec.6, Subsec. C. Año 1771.
Francisco Cerdá en barrio de Santa Cruz: “excluido por hijo de viuda, pobre de solemnidad a quien mantiene
juntamente con un hermano menor, y así mismo por ser tierno de ojos y corto de vista”. A.M.A. Ibidem.
Pedro Gómez, a espaldas del barrio de San Agustín: “… excluido por haber acreditado ser hijo único de viuda pobre
a quien mantiene juntamente con una hermana soltera demente”. Declaraciones de exentos y no exentos hechas por
el Exmo. Señor Gobernador y Corregidor en consecuencia de las Diligencias de primera medida. A.M.A. Ibidem.
20 Declaración de pobreza de Josefa Alonso Castillo. Pleito sobre pérdida de papeles para poder justificar el estado de

pobreza de la viuda Josefa Alfonsa Castillo A.M.A. Sec. Pleitos. Legajo 9/46. Año 1745.
21 Sus cuñadas Victoriana Tredós y Josefa Mª Tredós, afirmaban no saber nada de esos papeles y que nunca habían

sabido nada de ellos. A.M.A. Sec. Pleitos, Ibidem


22 Victoriana Tredós, mujer del regidor José Alcaraz declaraba que “…es incierto que haya ocultado la declarante los

papeles que dicho pedimento menciona, ni mucho menos saber cuáles eran ni dónde paran, sin que hayan oído jamás
decir semejante cosa”. Josefa María Tredós, mujer del regidor Vicente Beviá también declaró que no sabía nada de
esos papeles y que nunca había oído hablar de ellos. A.M.A, Ibidem

379
Mujer y subsistencia… María Teresa Agüero

Finalmente, el 17 de noviembre de 1744, esta mujer conseguía su propósito y el juez así lo


corroboraba en los siguientes términos: “habiendo leído los autos y la información producida
[…] debo declarar y declaro a Josefa Castillo como pobre” 23.
Muy distinto es el caso de otra viuda, cuyo proceso judicial se prolongó durante cuatro
años. Se trata de un trágico episodio ocurrido en 1710 en Monforte, en plena reconstrucción del
territorio tras la larga Guerra de Sucesión, que nos permite acceder a un despliegue de
testimonios en torno a la figura de una viuda, Luisa Pastor, acusada de la muerte por
ahogamiento de su hija, Francisca Morant.
El auto se inicia con una notificación por parte del Alcalde ordinario de la Universidad de
Monforte, dando fe del macabro hallazgo24. Más tarde, el planteamiento de las distintas
exposiciones del fiscal, abogado defensor y testigos nos describen un proceso de pauperización,
marginación y posible locura de una mujer viuda desde una posición social relativamente estable
en cuanto a sus vínculos familiares.
El 22 de febrero de 1710, una niña de muy corta edad (entre cuatro y cinco años) apareció
ahogada en una acequia de Monforte del Cid (Alicante). La principal sospecha recayó sobre su
madre, Luisa Pastor natural de Agost, viuda de Pedro Morant, quien en esas fechas intentaba
encontrar trabajo como criada en este pueblo.
Tras las primeras pesquisas, Luisa Pastor fue detenida e interrogada. Posteriormente fue
llevada presa a las Reales Cárceles de Alicante donde se procedió a un segundo interrogatorio, en
el cual la acusada no desmintió el terrible hecho, yendo ambas declaraciones en el mismo sentido.
Cuando se le preguntó sobre los motivos de tan cruel asesinato su respuesta fue: “… porque se
hallaba sin remedio ni consuelo; necesitada de forma que pasaban los cinco y los seis días sin
comer cosa de sustancia y por ver si hallándose sola la admitirían a servicio en cualquier casa pues
reparaban admitirla por la dicha su hija”.
Pese a que nadie había visto a Luisa Pastor arrojar a su hija a la noria, las declaraciones de
los vecinos de Monforte tendían a acusarla, describiéndola como un ser insensible al dolor
producido. Para ellos esta forastera era la principal y única implicada en la muerte de su hija 25.
Sin embargo, en el desarrollo de esta causa criminal, sorprende la solidez de otras
declaraciones que nos van informando sobre la figura de esta viuda, antes y después de fallecer su
marido. Uno de los testigos fue Francisco Colomina, regidor perpetuo de la ciudad de Alicante,
quien declaró eximiendo a Luisa de una parte de la culpa, haciendo hincapié en las muchas
dificultades y reveses que esta mujer había tenido que afrontar.
La declaración de otros dos testigos, Bautista Marhuenda y Pedro Pina, también tendían a
dar testimonios más favorables en cuanto al pasado de Luisa. El primero aseguraba “…que era
23 Ibidem.
24“En la Universidad de Monforte a 22 días del mes de febrero de 1710, su Merced D. Esteban Aracil, Alcalde
ordinario de dicha universidad, dijo que agora que serán las cinco horas y media de la tarde se ha dado noticia de que
en la noria de los herederos de Joseph Sirvent que está a la orilla de esta Universidad hay una criatura muerta dentro
del agua y no se sabe cuya es ni de dónde. Su merced se fue en derechura a dicha noria juntamente con Juan
Limiñana, alguacil mayor y otros vecinos, la mandó sacar, la cual se halló difunta, vestida con un jubón de Calamanca
de color encarnado y blanco y unas basquiñas de bayeta pajiza muy viejas y unas alpargaticas y por su merced fue
mandado llevarla en casa de la viuda de Juan Martínez para que de allí se libre eclesiástica sepultura y se hagan las
diligencias que convinieren para saber de dónde es y averiguar su muerte que, por ahora se ignora y se reciba la
declaración de una mujer del lugar de Agost para que diga si sabe algo sobre esto por no ser la dicha difunta de esta
Universidad y juntamente los testigos que se pudieren haber para la averiguación y que se hubieren hallado presentes
para en su vista proveer justicia”Doy fe Esteban Aracil Ante mí, Joseph LLopis A.M.A. Sec. Pleitos, lío 4. Nº 34, año
1710.
25 Miguel Benito, vecino de Monforte declaraba que cuando Josefa acudió al lugar donde habían trasladado a su hija

“…se quedó muy poco tiempo y no manifestaba mucho sentimiento”. Otra vecina de Monforte, Magdalena Guillo
decía que “…comenzó a llorar pero no con aquel dolor y sentimiento que debe una madre, y estuvo allí muy poco
tiempo”. A.M.A., Sec. Pleitos, fol 10.

380
Mujer y subsistencia… María Teresa Agüero

una buena cristiana, temerosa de Dios y de la Justicia Real, creyéndola por tanto incapaz de
cometer tal crimen”, mientras que Pedro Pina también aportaba su testimonio:
“… dice que no duda de que estaría en estado de pobreza, porque se fue a servir a la casa
de Lorenzo Loup, banquero del tabaco y administrador de las rentas, y habiendo el
susodicho ido a Valencia, por la misma necesidad se vio obligada a seguirle hasta la ciudad
de Valencia, y por el embarazo de Francisca Morant, la despidió de su casa y se volvió a
Agost, arrastrada por los caminos en los que padecería mucha necesidad y hambre.
También que Luisa Pastor tendría unos cincuenta años pero que por su aspecto corporal
no podría vivir de su trabajo. Ha visto tratar con amor de madre a su hija, y quitarse los
bocados de la boca para dárselos a ella, y antes de que muriese su marido, tenía muchas
pesadumbres con él porque trataba con mucho cariño a su hija y no la castigaba nunca”
Y también el cirujano José Piñuela vecino de Alicante testificaba:
“…que hace tres años que la conoce, así en el lugar de Agost, como en esta ciudad, y
estando en casa de Lorenzo López el banquero de tabaco, sirviéndoles, en donde se fijó y
acomodó por su necesidad , la ha conocido y visto vivir como mujer honesta, recogida, de
buenas costumbres y buena cristiana, temerosa de Dios y de la justicia, de forma que se
edificaba de ver los buenos procederes de dicha Luisa Pastor , y habiendo sucedido la
muerte de su hija, no pueda el testigo presumirse verosímilmente creer que la perpetradora
de dicha muerte haya sido la acusada, mayormente teniendo como tenía mucho amor a sus
hijos y cuidando singularmente de ellos en medio de su mucha pobreza, lo cual sabe el
testigo por haber vivido en dicho tiempo en dicho lugar de Agost y haber visto los
procederes de dicha Luisa Pastor[…] que así en el lugar de Agost, como en esta ciudad ha
oído a diferentes personas que Luisa Pastor es hija de buenos padres, cristianos viejos,
honrados, de buen linaje, de buenas costumbres, fama y opinión.[…]que la mujer de
Lorenzo la despidió por su embarazo de Francisca María por lo que se vio obligada a
volver a Agost, con mucho trabajo por el camino y padeciendo extrema necesidad, según
luego que vino de Valencia en Monforte, el testigo le preguntó que cómo se había vuelto y
ella contestó que por su extrema pobreza.[…]que la acusada tendría unos cincuenta años
pero que los trabajos y penalidades con que vivía la habían ajado y “descaecido” mucho y
que con su trabajo corporal no podría adquirir su preciso alimento, mayormente en estos
tiempos en que generalmente todos padecen necesidad y pobreza 26. Que por haber sido
vecino de la acusada podía decir con certidumbre que el amor de la acusada por su hija era
propio de madre y de maternal amor que la tenía y que se manifestaba que le suministraba
fiel cuidado de suministrarle alimento del poco que para sí tenía, como en no apartarla de
sí, y si le hacían daño otros muchachos, reprenderlos como una madre”.
La última declaración recogida en esta causa criminal hecha por Isabel Ana Soria, viuda de
José Aracil el 30 de julio de 1710, nos aporta datos sobre las horas previas al terrible suceso:
“…dice que Luisa Pastor fue a Monforte solicitando servir a la viuda de Fernando
Martínez, la cual no quería recibirla porque tenía una criatura pequeña y repitiendo Luisa
Pastor que aunque fuera solo por cuarenta reales la serviría, dicha viuda refirió hacerle
cargo de conciencia por la poca cantidad que pedía y también por el reparo de dicha su hija,
y expresándole dicha Luisa Pastor que no hiciese escrúpulo por la poca cantidad , que a ello
le obligaba la mucha necesidad que sentía y que tampoco reparara en dicha su hija, que la
llevaría a Novelda y se la dejaría en casa de un tío suyo, lo cual era por el mes de febrero
próximo pasado y conviniéndose en lo referido, el mismo día partió para ir a llevar a su hija
a Novelda según decía y al toque de las oraciones la vieron llegar a la casa de la viuda de
Fernando Martínez y preguntándola la testigo que de dónde venía tan tarde, respondió que
de Novelda de llevar la muchachica su hija, y quedándose en dicha casa en que estaba la
testigo, el día siguiente fueron las dos a coger aceituna al olivar y viña de dicha viuda de
Fernando Martínez y habiéndolas dicho el ama de la casa que habían de ir el domingo a
Novelda a traer un poco cáñamo, la testigo preguntó si habían de ir y Luisa Pastor contestó
que no tenía mucho ánimo. La testigo, queriendo animarla, le dijo que allí vería a su hija,
pero Luisa no contestó, y no habló más. Después cogieron un poco de ensalada y se fueron
a lavarla a la acequia y cuando estaban lavándola oyó la testigo que una muchacha decía:
una muchachica han sacado ahogada de la azequia y dicen que es de aquella mujer,

26
Ibidem, fol. 49.

381
Mujer y subsistencia… María Teresa Agüero

señalando a Luisa Pastor, ésta volvió a la casa con presteza y dijo: ¿Qué dicen esas
muchachas? Al contárselo, Luisa Pastor se llevó las manos a la cabeza y dijo ¡Virgen
Santísima¡, y no se le oyó decir más palabra”.
La defensa de Luisa Pastor a cargo de Pascual Bueno, también pugnaba por analizar el
proceso de deterioro físico y mental de esta mujer, pidiendo la absolución ya que:
“…necesariamente causaría la debilitación de su cuerpo la extrema debilidad con que se
hallaba. Pues es cierto por experiencia, y nadie duda de aquella imbecilidad que causa la
falta del preciso alimento, perturba el uso de las potencias, el libre ejercicio de la voluntad y
entorpece los sentidos exteriores con el decaimiento del vital espíritu y, por consiguiente, es
muy natural la inadvertencia y la falta de conocimiento que pudiese inducir malicia de
libertad en la ejecución. A que se añade la melancolía que causa la necesidad extrema que es
ordinariamente la causa natural de los accidentes de furor y demencia. Y siendo como es
mujer de edad de más de cincuenta años tiene de su parte las disposiciones de derecho que
la libran de la pena ordinaria de los delitos y templan su rigor con la fragilidad de sexo y la
imbecilidad de edad tan anciana” 27.
“…que en el procedimiento no concurren las solemnidades debidas, carece de debido
tiempo, forma y relación [...] que no es presumible que la dicha Luisa perpetrase y
cometiese el supuesto delito que se le imputa, siendo esta como es y ha sido siempre una
honesta, buena cristiana, temerosa de Dios y de la Real Justicia, de buena fama y opinión,
hija de buen padre de linaje honrado, y tampoco es creíble que siendo la difunta niña como
era hija legítima y natural de la dicha Luisa Pastor, tuviese ésta jamás ánimo deliberado de
quitarle la vida”.
El abogado defensor argumentaba que era más bien posible que:
“…casualmente haya caído en la noria siendo como es de tan corta edad. Que este hecho
no ha dejado vestigios que lo constaten ni testigos que lo hayan presenciado”.
Al considerar la declaración de Luisa en el sentido de que al pasar por la acequia sufrió
una tentación diabólica, el defensor argumentaba que: “…en qué mente sana de un padre se
plantea este hecho criminal”
La causa prosigue con el mantenimiento de la acusación por parte del fiscal quien
consideraba culpable a la acusada, alegando que los testigos en contra: “…son más numerosos,
temerosos de Dios y de sus conciencias y que no deben de ser consideradas de aprecio, las
declaraciones a su favor”.
Este largo proceso llegaba a su desenlace el 6 de septiembre de 1714, con la sentencia de
Francisco esteban Zamora, y Cánovas, abogado de los Reales Consejos, alcalde mayor de la
ciudad de Alicante. Su contenido era el siguiente:
Fallo: Atento a sus méritos a que en lo necesario me refiero que por dicho promotor fiscal
se ha probado su acusación bien y bastantemente como […] la debo condenar y condeno
en la pena ordinaria de muerte en la horca y que después de muerta sea puesta y cerrada en
una cuba o bota y arrojada al mar para que se sepulte y no en la tierra. Dejo de hacer
condenación pecuniaria y de costas por no haber de dónde satisfacerlas, y por esta mi
sentencia definitiva administrando justicia sí lo juzgo, pronuncio y mando
Y ya, el 14 de noviembre, José Vicents, escribano de Cámara de la Corte y real
Chancillería de Valencia certificaba que:
“En los autos criminales sustanciados de oficio por la Real Justicia de la ciudad de Alicante
contra Luisa Pastor, viuda de Pedro Morant, del lugar de Agost, jurisdicción de esta ciudad
presa en la cárcel […] mandan que dicho alcalde Mayor ejecute su sentencia, añadiendo la
calidad de ser arrastrada y que en la cuba se pinten los animales que dispone la ley y para lo
cual se le devuelvan los autos con la certificación”.
Finalmente, el 11 de diciembre de 1714:

27 Ibidem, fol.20.

382
Mujer y subsistencia… María Teresa Agüero

“...entre diez y once horas del día, habiendo precedido en el antecedente el disponer,
confesar y comulgar a Luisa Pastor, se ejecutó en su persona en la sentencia que dicha
causa contiene y habiendo quedado en la horca colgada y muerta en la tarde del mismo día,
fue encubada en una cuba en que se habían pintado los animales que dispone la ley y
cerrada, fue arrojada al mar, concurriendo a uno y otro que se ejecutó con la formalidad del
derecho y común práctica para mucho número de personas a su vez de esta ciudad como
forasteros y extranjeros…”
Un día más tarde se procedía a cerrar el capítulo económico de esta tragedia:
“En la ciudad de Alicante, a doce de Diciembre, de 1714 se hizo pago al verdugo de la
ciudad de Murcia que mediante carta que el Señor Alcalde Mayor de esta ciudad escribió al
corregidor de aquella: vino a ejecutar en Luisa Pastor la sentencia y justicia que refiere la
antecedente fe y diligencia de 75 pesos en que fue concertada, no habiendo podido
ajustarlo por menos, y a seis guardias de la ciudad de Murcia, con sus caballos para custodia
de dicho ejecutor por diez días de venida, estada y vuelta mil ochenta reales de vellón a
razón de dieciocho a cada uno en cada un día, sin el gasto de comida en las posadas y en la
de esta ciudad, que se pagó aparte y todo se ha satisfecho de cien libras que de sus propios
ha dado esta ciudad, veinte la de Monforte que fue donde se cometió el delito y lo restante,
la menor cantidad, a proporción en los demás lugares del partido, que el importe se les
entregó en mi presencia”.

CONCLUSIONES
Mediante este breve recorrido por lo que pudo ser el devenir de la mujer viuda y con
escasos medios durante el siglo XVIII en Alicante, subyace la idea de que eran muchos y variados
los factores y circunstancias que podían afectar su capacidad de subsistencia y en muchos casos,
este desplazamiento hasta la marginación podía producirse desde puntos estables dentro del
tejido social. Si sucesivamente se iban rompiendo aquellos lazos que sustentaban el amputado
núcleo familiar: parentales, sociales, de trabajo e institucionales, el camino hacia la marginalidad
en todas sus variantes, y consecuencias podía estar abierto. Pero la mujer viuda y pobre podía
también pasar de ser un elemento clave en el núcleo familiar a ser un sujeto pasivo de cara a
determinadas situaciones en que se apelaba a su existencia para solicitar ayudas de distinta índole.
Por otra parte, no parece que estas mujeres dejaran de recurrir a su trabajo y a intentar subsistir
por sus propios medios.

383
Aportación al estudio social… Clara Bejarano Pellicer

APORTACIÓN AL ESTUDIO SOCIAL DE LAS VIUDAS


EN SEVILLA A FINES DEL SIGLO XVI
Clara Bejarano Pellicer
Universidad de Sevilla

Es bien conocido que la historia social es un objeto de estudio que, para extraer
conclusiones válidas, exige una metodología serial. 1 El perfil de la viuda, precisamente por
englobar una amplia gama de sectores sociales muy heterogéneos, es uno de los que más necesita
del contraste entre un gran número de muestras. Por fortuna, los ricos e incontables registros
notariales sevillanos ofrecen grandes oportunidades de llevar a cabo este tipo de investigaciones,
aunque en la ciudad hispalense la dificultad no resida en la escasez de fuentes sino precisamente
en su desmedida abundancia. La exploración y el vaciado del archivo notarial es una tarea ingente
que sólo puede ser llevada a cabo por secciones. No obstante su dificultad metodológica, es una
fuente definitiva a la hora de construir la historia social, de la vida cotidiana y de las mujeres. 2
Este estudio viene a ofrecer las conclusiones extraídas de una pequeña muestra de documentos
relativos a las viudas sevillanas de las dos últimas décadas del siglo XVI.
La aleatoriedad de la selección está garantizada por los motivos que le dieron origen. El
denominador común de los diecisiete casos reunidos no es precisamente convencional: la
onomástica. Con el fin de seguir el rastro de una viuda en particular, se han localizado diecisiete
viudas contemporáneas llamadas Leonor Pérez. Aunque no ha sido posible identificar entre ellas
al personaje buscado, que interesa a la historia de la música en Sevilla, ese detalle carece de
relevancia si se tienen en cuenta las posibilidades que ofrece este pequeño conjunto de viudas
para la historia social y para la historia de las mujeres.
El objetivo del rastreo era la investigación sobre una mujer citada en la documentación
municipal de mayordomazgo como Leonor Pérez, viuda, entre 1582 y 1602 en que murió. El
detalle que la caracteriza es que durante el período comprendido entre ambas fechas llevó a cabo
la tarea de proveedora de atabaleros para el cabildo municipal de Sevilla. 3 Puesto que es escasa la
información con la que contamos respecto al cargo en general y a ella en particular, el extensivo
fenómeno de la homonimia ha hecho imposible la identificación de la aludida. No obstante, la
documentación de protocolos notariales ha permitido distinguir entre diecisiete Leonor Pérez
viudas diferentes, la mayor parte de las cuales no presenta ningún obstáculo que les impida ser la

1 Las fuentes notariales, que se utilizaban tradicionalmente para localizar documentos excepcionales para la historia
de la literatura y el arte, desde los años 60 comenzaron a tratarse de manera serial y cuantitativa para estudios de
historia económica y social. En 1982 se celebró el II Coloquio de Metodología Histórica aplicada, sobre las fuentes
notariales. La sección de Protocolos Notariales de Sevilla del Archivo Histórico Provincial consta de veinticuatro
escribanías. Los años más ricos en protocolos son los de la primera mitad del siglo XVII. Sólo algunos oficios y en
algunos períodos ofrecen libros abecedarios que ayudan a explorar este fondo documental. Jesús AGUADO DE
LOS REYES, Riqueza y sociedad en la Sevilla del siglo XVII, Sevilla, Universidad de Sevilla y Fundación Fondo de
Cultura de Sevilla, 1994, pp. 15-18.
2 Rosa María CAPEL MARTÍNEZ, “Los protocolos notariales en la historia de la mujer en la España del Antiguo

Régimen”, en María Carmen GARCÍA–NIETO PARÍS (coord.), Ordenamiento jurídico y realidad social de las mujeres.
Siglos XVI a XX, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 1986, pp. 169-179.
3 Clara BEJARANO PELLICER, El mercado de la música en la Sevilla del Siglo de Oro, Sevilla, Fundación Focus-Abengoa

y Universidad de Sevilla, 2013, pp. 266-267. Archivo Municipal de Sevilla (AMS), Sec. XV, Mayordomazgo, Libro
Manual Mayor de Caja, tomos 3-17.

385
Aportación al estudio social… Clara Bejarano Pellicer

responsable de los atabales municipales. Entre las diecisiete personas localizadas, llamadas
Leonor Pérez y con condición de viudas en las dos últimas décadas del siglo XVI, únicamente
hay una que se puede descartar categóricamente.
La heterogeneidad de las diecisiete viudas es patente en todos los órdenes, pero hay que
comenzar reconociendo que esta muestra, por muy aleatoria que sea, no puede reflejar la
totalidad de la realidad social. Hay que tener presente que para intitular un documento notarial
era preciso tener una cierta posición económica, verse implicada en operaciones o llevar a cabo
actividades comerciales o financieras, o cuando menos tener algún bien que legar a los herederos.
Por tanto, esta selección no representa a todas las viudas, sino al grupo de ellas que tenían
intereses económicos por los que velar. Y si la pirámide social de la muestra, por la naturaleza de
sus fuentes, ha quedado corta en su base, también ha sido seccionada en su vértice porque las
Leonor Pérez lo bastante distinguidas socialmente para recibir el tratamiento de Doña han sido
excluidas, ya que la responsable de los atabales no lo tenía.
Por consiguiente, contamos con una representación de una amplia clase media, que no
obstante presenta gran variedad. Las Leonor Pérez localizadas acudían a seis de las veinticuatro
escribanías de la gran metrópoli sevillana en aquellas fechas de pujanza económica, fuerte
inflación y desbordante crecimiento demográfico. La selección de la notaría no se hacía por
razones espaciales, como se evidencia en la composición vecinal de la clientela de cada una de
ellas. Un oficio tan concurrido con el 1º reunió a seis Leonor Pérez entre sus habituales, y
ninguna de ellas era vecina de la misma collación. En el oficio 7º hemos encontrado a dos Leonor
Pérez, igual que en el 15º y el 20º, mientra que el 23º nos ofrece a cuatro. Estos datos, aparte de
revelar la concentración de la actividad en unas escribanías determinadas de la ciudad, son fruto
de la aleatoriedad.
Lo que sí hay que reseñar es que las integrantes de esta muestra se extienden por todas
las áreas de la ciudad: tenemos dos en la collación de San Gil y dos en la de Santa Ana de Triana,
en dos puntos extremos de la periferia de la ciudad, mientras que el resto se dispersa por las
parroquias de la zona norte de la ciudad (Omnium Sanctorum, San Juan de la Palma, Santa
Marina, San Marcos), las del centro neurálgico (Santa María, la Magdalena), zonas intermedias
como San Andrés, y más orientales como San Román y San Nicolás. La muestra también abarca
mujeres del hinterland de Sevilla (Brenes, Cantillana) y de Jaén, residentes en la capital hispalense
o no, que tienen relaciones con ella a causa de su condición de puerto comercial.
De la mayoría de estas viudas sólo tenemos un testimonio. Son sólo tres aquellas que
acuden varias veces al notario en el período estudiado:
- La de San Nicolás-San Juan de la Palma, que fue dos veces por negocios distintos
y de un año para otro se había mudado de collación.
- La de San Juan de la Palma, que acudió tres veces en años distintos por el mismo
asunto.
- Una de las de Triana, que fue dos veces, aunque la segunda ya había dejado de ser
viuda, por temas distintos.
Aunque tener más negocios entre manos no tiene por qué ser indicio de una economía
más saneada, al menos significa que estas viudas eran más dinámicas y activas que el resto de la
muestra. Aunque sólo represente un 11,7% de ella, nos hace concebir esperanzas sobre la energía
del conjunto de las viudas de Sevilla.
A continuación, veamos los casos individualmente. La primera de las Leonor Pérez
localizadas, cronológicamente hablando, es la de la collación de Omnium Sanctorum. La
conocemos a través de una carta de poder fechada en 10 de mayo de 1572, cuando todavía vivía
Lázaro Pérez, su marido. Ignoramos si efectivamente llegaría a convertirse en viuda más adelante.

386
Aportación al estudio social… Clara Bejarano Pellicer

Ella otorgó poderes a él para que cobrase todo lo que a ella le correspondía como heredera de sus
padres. De estos sólo sabemos que eran vecinos de Castilleja de Guzmán, lugar cercano a Sevilla,
y que se llamaban Cristóbal Pérez y Luisa Díaz, su mujer. Aunque en 1572 declara ser mayor de
veinte y cinco años, Leonor debía de haberse quedado huérfana mientras era menor de edad,
antes de casarse, porque tuvo como curador a un tal Bartolomé Millán, vecino de Castilleja, y a
otras personas antes que él. Todo apunta a que esta mujer era oriunda de esta localidad y se
trasladó a Sevilla cuando se casó con Lázaro Pérez. No sabemos cuál era la profesión de él, pero
sí nos consta que no sabía firmar y que presentó por testigos de su conocimiento a algunos
vecinos de su collación que eran artesanos: un carpintero y la viuda de un herrador. 4
La segunda Leonor Pérez era vecina de la collación de San Nicolás. Era viuda de
Gonzalo de León y recibía el tratamiento de Doña. Sabemos que en 1577 tomó en arrendamiento
una casa de Diego Pérez de León, vecino de San Juan de la Palma. Este inmueble estaba situado
en dicha collación, a las espaldas de las casas del señor de Fuentes, las cuales lindaban con las del
duque de Alcalá. El contrato de arrendamiento se hizo a principios de septiembre en la misma
iglesia de la collación, y era de un año de duración, hasta que acabase el mes de agosto. El precio
anual eran 57 ducados (21.375 maravedíes). Parece que Leonor Pérez no arrendó estas casas para
obtener ninguna ganancia económica, sino para residir en ellas, porque al año siguiente intitulaba
como vecina de la collación de San Juan de la Palma. No asistió a la emisión de la escritura, sino
que envió a un hombre llamado Juan Montañés, cuya relación con ella no se detalla, que pagó en
su nombre el alquiler por adelantado. 5
Los arrendamientos se adjudicaban por una o varias vidas, en pública subasta, aunque en
momentos de inflación serán por poco tiempo, uno o dos años. El crecimiento demográfico de la
ciudad invitaba a la especulación sobre la vivienda. La Iglesia catedral sevillana era la gran
propietaria de la época, patrimonio que había comenzado a reunir desde su fundación en el siglo
XIII. 6 La renta impuesta a Leonor Pérez era más bien baja, pero de acuerdo con las ventas de los
inmuebles de los hospitales reducidos en los años 80, la mayoría de los arrendamientos eran de
precio de hasta 20.000 maravedíes anuales. 7 El alquiler que pagaba Leonor Pérez no es
desaforado, pero roza un status medio. El enigma consiste en preguntarse de qué actividades
obtenía la viuda esta cantidad.
La misma Leonor Pérez visitó al escribano en 24 de marzo de 1578 para pagar una
deuda. Ella había comprado al sevillano mercader Juan de Torres 64 arrobas y media de aceite, al
precio de un ducado cada una (24.187 maravedíes en total). Puesto que él había pagado por ella la
alcabala de la reventa (2.193 maravedíes), Leonor había quedado debiéndole ambas cantidades,
que sumaban 26.380. No podía pagarle hasta que no llegase la flota de Indias, de forma que
mediante una carta de deuda se concedió de plazo más de cinco meses, hasta que acabase el mes
de agosto. Esta noticia nos informa sobre los intereses que Leonor Pérez tenía en los negocios
entre Sevilla y las Indias. La cantidad de arrobas de aceite de que se había provisto también nos
invita a alimentar esperanzas sobre sus actividades comerciales. Sus testigos de conocimiento
fueron dos vecinas de su nueva collación: Ana de Carrión y Mencía Sánchez. 8
La tercera Leonor Pérez se da a conocer a través de su testamento en 1580. Sólo si
hubiera burlado a la muerte en aquella ocasión habría podido convertirse en la responsable de los

4 Archivo Histórico Provincial de Sevilla (AHPSe), Protocolos Notariales de Sevilla (PNS), oficio 1, libro 2º de 1572,
leg. 128, f. 89r.
5 AHPSe, PNS, oficio 1, libro 3º de 1577, leg. 144, f. 27r.
6 Antonio COLLANTES DE TERÁN SÁNCHEZ, “Propiedad y mercado inmobiliario en la Edad Media: Sevilla,

siglos XIII-XVI”, Hispania, nº 169, 1988, pp. 493-527. Juan Ignacio CARMONA GARCÍA, “Valor, rentabilidad y
formas de cesión de la propiedad inmobiliaria en la Sevilla de finales del siglo XVI”, Archivo Hispalense, nº 205, 1984,
pp. 3-38.
7 Ibídem, pp. 3-38.
8 AHPSe, PNS, oficio 1, libro 1º de 1578, leg. 145, f. 1669r.

387
Aportación al estudio social… Clara Bejarano Pellicer

atabales del concejo. Esta vecina de la collación de Santa Marina, viuda del barbero Andrés del
Valle, estaba enferma en 2 de abril de 1580 cuando hizo testamento. La humildad de su situación
económica se refleja en las disposiciones referentes a su entierro: se resigna a ser sepultada en la
parroquia de su collación, donde se le asignara, con el acompañamiento de clérigos que
decidieran sus albaceas. Ofreció dos reales a la cera del Santísimo Sacramento de su parroquia y
otros dos a la cofradía de las ánimas del purgatorio, cinco maravedíes y medio de mandas
acostumbradas y seis a la catedral, y encargó diez misas rezadas y un treintanario de misas por su
alma en su parroquia. Sabemos que tenía dos casas alquiladas, una al hospital de San Gil (donde
había tenido un inquilino llamado Juan Pérez, tendero) y otra al convento de San Pablo, porque
ordena que se pague la renta que debía. Afirmaba categóricamente que no tenía ninguna deuda en
contra, pero que había prestado cuatro ducados al clérigo Pedro García y había dado 140 ducados
a Francisco Núñez para que se los custodiara. Este hombre y su mujer doña Catalina de Silva
eran vecinos de la collación y debían de ser personas de confianza para Leonor Pérez, porque
fueron nombrados sus albaceas. Su sobrina Leonor Martel, hija de su hermana Isabel Pérez, la
cual le había servido bien, recibió la quinta parte de sus bienes. La testadora tenía otro hermano,
también difunto, llamado Francisco Pérez, el cual la había nombrado su heredera. Todavía tenía
que cobrar una de las cosas que él le había legado: el beneficio del arrendamiento de una casa que
estaba en San Gil y pertenecía a Melchor del Alcázar. Leonor Pérez quería que su sobrina
recibiera la cuarta parte de este beneficio. Sus herederos universales serían sus nietos Alonso y
María Pérez, hijos de su hijo Juan Pérez. Sus testigos de conocimiento fueron dos vecinos de las
dos collaciones contiguas entre las que vivió: San Gil y Santa Marina, éste último mercader. 9 Este
testamento, que no es muy explícito por cierto, nos induce a intuir una situación humilde pero
saneada, carente de deudas, con el amparo de familiares y vecinos. Esta Leonor Pérez parece
recurrir al arrendamiento de inmuebles para mantenerse, ya que no nos da ninguna otra pista
sobre sus actividades económicas.
La cuarta Leonor Pérez, que era vecina de Cantillana y tan sólo estante en Sevilla, no era
viuda en 1581 y tampoco sabemos si llegó a serlo algún día. Se encontraba en Sevilla junto a su
marido Domingo Cordero, tratante, por asuntos de negocios. Compraron diez libras de solimán y
una de azogue (dos tipos de mercurio) al mercader genovés Esteban Lercaro. 10 El precio fue de
352 reales de plata, pagados al intermediario Esteban Centurión. Los testigos de conocimiento de
la pareja fueron un vecino de Cantillana y otro estante en Sevilla como ellos. 11 Ignoramos con qué
comerciaban, pero esta compra apunta a las actividades mineras y sobre todo a la plata, cuya
extracción americana en estas fechas estaba en un momento álgido. 12
La quinta Leonor Pérez acababa de enviudar en julio de 1582. Vecina de la collación de
Santa María como tal viuda de violero (artesano de lujo propio de las parroquias céntricas), no fue

9 AHPSe, PNS, oficio 7, libro 1º de 1580, leg. 4972, f. 738r.


10 Los genoveses han sido muy estudiados en la Baja Edad Media y la transición al siglo XVI, y en la Edad Moderna
para el reino de Granada. Manuel GONZÁLEZ JIMÉNEZ, Genoveses en Sevilla (siglos XIII-XV), La Laguna,
Universidad de La Laguna, 1988. Jacques HEERS, “Los genoveses en la sociedad andaluza del siglo XV: orígenes,
grupos, solidaridades”, en Hacienda y comercio: actas del II coloquio de Historia Medieval Andaluza, Sevilla, 8-10 de Abril,
1981, Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1982, pp. 419-444. Francisco ANDÚJAR CASTILLO, “Los
genoveses en el reino de Granada: comercio y estrategias mercantiles”, en Ernest BELENGUER CEBRIÁ (coord.),
Felipe II y el Mediterráneo, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V,
D.L. 1999, vol. I, pp. 357-376.
11 AHPSe, PNS, oficio 15, libro 3º de 1581, leg. 9228, f. 528v.
12 Luis BERRIO DE MONTALVO, Informes para obtener plata y azogue en el mundo hispánico, Granada, Universidad de

Granada, 2008. Rafael DONOSO ALES, El mercado de oro y plata de Sevilla en la segunda mitad del siglo XVI: una
investigacion histórico-contable a través de los libros de cuentas de la Casa de la Contratación, Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla,
1992. Jaime J. LACUEVA MUÑOZ, La plata del rey y sus vasallos: minería y metalurgia en México (Siglos XVI y XVII),
Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos-Universidad de Sevilla-Diputación de Sevilla, 2010. Manuel
CASTILLO MARTOS, Bartolomé de Medina y el siglo XVI: un sevillano lleva la revolución tecnológica a América, Sevilla,
Ayuntamiento de Sevilla, Delegación de Educación, 2001.

388
Aportación al estudio social… Clara Bejarano Pellicer

hasta septiembre cuando recibió los 200 ducados (35.000 maravedíes) que su marido, Fernán
González, le había legado en su codicilo. Los recibió de manos de los dos albaceas de su difunto
esposo, muy tardíamente, cuando se remataron los bienes del finado y cuando los albaceas
recibieron un mandamiento de apremio del alguacil mayor. Por las amenazas de encarcelamiento
de que éste constaba y 550 maravedíes más de costas o indemnización que tuvieron que pagarle,
se presume mala voluntad por parte de Antonio González y Antonio Rodríguez. Éste es un buen
ejemplo de la indefensión en la que se encontraban las viudas a la hora de recuperar su dote. La
dote era una salvaguardia material para la esposa en caso de litigio, abandono o divorcio. Fue
concebida como un adelanto de la herencia. Además, a las mujeres les correspondía la mitad de
los bienes gananciales a la muerte de su marido en la corona de Castilla. 13 Si Leonor Pérez
consiguió cobrar su herencia fue gracias a la intervención de las autoridades públicas, puesto que
le asistían todos los derechos y con la viudez por fin dejaba de depender jurídicamente de un
hombre.
La Leonor Pérez de la collación de San Román, por su parte, tenía un hijo en Lima en
1584. Aunque la flota de Indias llegó en septiembre de 1583, no fue hasta el 4 de febrero cuando
recibió ante notario los 400 reales que su vástago le enviaba del Perú a través del mercader Diego
García de Almonte. 14 Como se puede ver, no todas las viudas estaban solas y debían
desenvolverse por sí solas: algunas contaban con hijos que las ayudaban. Sus testigos de
conocimiento fueron una viuda y su respectiva hija de la vecina collación de Santa Catalina: Ana
de Santana y Beatriz del Espíritu Santo.
La séptima, la Leonor Pérez de San Juan de la Palma, viuda de Miguel de Morales,
recibía 2.678 maravedíes anuales de doña María Robles, doncella de la collación de San Pedro, en
concepto de renta de un tributo que tenía a su favor, desde el 27 de mayo de 1591 en que se lo
vendió la misma, hasta 1598 como mínimo. 15 Probablemente, esta renta hacía mucho por el
mantenimiento de la viuda, ya que vivía en una casa ajena que a buen seguro arrendaba, de doña
Catalina Farfán.
De 1594 también data el testamento de otra Leonor Pérez distinta, vecina de la collación
de San Marcos y viuda de Diego de Cariaca. Vivía en unas casas que eran propiedad del conde de
Castellar. Cuando hizo su testamento estaba enferma, pero eso no nos garantiza que muriera en
esas fechas. Como la otra Leonor Pérez de la que conservamos el testamento, también quería
enterrarse en su propia parroquia por no tener otra alternativa al confesarse pobre. Deseaba una
misa de réquiem cantada ofrendada con pan y vino, otra misa al gusto de sus albaceas, una vigilia
de difuntos y dos misas rezadas. La cera, el acompañamiento de clérigos y el resto de sufragios se
dejaba en manos de los albaceas. Leonor Pérez legaba dos reales para las mandas pías habituales:
uno para la cera del Santísimo Sacramento de su parroquia, y el otro para repartir entre los
destinatarios acostumbrados, cuatro maravedíes cada uno. Obviamente, éste es el ritual mínimo
que podía solicitarse.
El grado de dinamismo económico de la humilde vecina de San Marcos se transluce en
el estado de sus cuentas: no tenía ninguna deuda ni a favor ni en contra, según sus palabras.
Tampoco tenía apenas familiares que la ampararan, puesto que nombró como albacea y heredero

13 Francisco NÚÑEZ ROLDÁN, “Compromiso ajuar y dote femenino en el Bajo Guadalquivir (1513-1556), Archivo
Hispalense, nº 92, 2009, pp. 127-139. Francisco NÚÑEZ ROLDÁN, La vida cotidiana en la Sevilla del Siglo de Oro,
Madrid, Sílex, 2004, pp. 103-124. A. RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, “Las cartas de dote en Extremadura”, en Actas del
II Coloquio de Metodología Histórica Aplicada. La documentación notarial y la Historia, Santiago de Compostela, 1984.
Margarita María BIRRIEL SALCEDO, “Mujeres y género en la España del Siglo de Oro”, en Juan Antonio
MARTÍNEZ BERBEL y Roberto CASTILLA PÉREZ (eds.), Las mujeres en la sociedad española del Siglo de Oro: ficción
teatral y realidad histórica, Granada, Universidad de Granada, 1998, pp. 37-55.
14 AHPSe, PNS, oficio 23, libro 1º de 1584, leg. 16094, f. 501v.
15 AHPSe, PNS, oficio 1, libro 1º de 1594, leg. 193, f. 932v. AHPSe, PNS, oficio 1, libro 1º de 1595, leg. 196, f.

1162v. AHPSe, PNS, oficio 1, libro 1º de 1598, leg. 205, f. 842.

389
Aportación al estudio social… Clara Bejarano Pellicer

universal a su vecino, el jardinero Francisco Hernández, el cual la había acogido en su casa y


socorrido, ganándose la gratitud de la mujer. En los apéndices del testamento Leonor recordó
que tenía un hermano llamado Martín, al que había prestado un asno: renunció a reclamárselo en
un gesto de condescendencia fraternal que no había tenido en el momento de nombrar heredero.
Por lo demás, Leonor presentó por testigos de conocimiento a dos vecinas de su collación, la una
viuda y la otra casada. 16
La novena, la Leonor Pérez de la localidad sevillana de Brenes, era viuda de un tal
Gregorio Martín en 1594. En esa fecha debía a la alhóndiga de Sevilla 168 reales de plata. Había
comprado doce fanegas de trigo traído por mar. Puesto que la Ciudad había creado una comisión
para vender a plazos aquel trigo, el jurado Rodrigo Díaz Castaño se lo había vendido a ella en un
almacén junto al río. Mediante esta carta de deuda, Leonor Pérez se comprometía a satisfacer el
precio en un plazo de seis meses y medio exactamente. No conocemos la profesión de su marido,
pero teniendo en cuenta su vecindad, la naturaleza del género y la condición de labradores de su
fiador y testigos de conocimiento, parece bastante razonable pensar que esta Leonor Pérez
procediera de un ambiente agricultor. Rodrigo Martín, su fiador, debía de ser bastante joven
puesto que declara que es mayor de veinticinco años, límite de la minoría de edad. 17
Nos consta que la alhóndiga debía desprenderse de las existencias de trigo viejo a finales
del invierno o principios de la primavera, en febrero y marzo, especialmente el trigo “de la mar”,
para hacer sitio a la nueva cosecha. Solía bajar el precio y venderlo de saldo, incluso fiado,
captando clientes mediante pregones públicos. En última instancia se daba a los pobres. El año
de 1593 no fue de gran abundancia en la cosecha, más bien fue catastrófico en trigo y cebada a
causa de los temporales, y sin embargo quedó algo de cereal viejo que Leonor Pérez pudo
comprar fiado. En 1592 había llegado gran cantidad de trigo de ultramar (Francia y Alemania)
para paliar la escasez de la cosecha de la tierra de Sevilla, sobre todo al final del año, lo cual
explica que a principios de 1594 todavía sobrara, ya de deshecho. La diferencia entre el precio de
compra y el de venta suponía una pérdida para al alhóndiga. 18
La décima de las Leonor Pérez que poblaron Sevilla en las dos últimas florecientes
décadas del siglo XVI era viuda de Gabriel López ya en 1595. Vivía en la collación de San Gil. En
esas fechas otorgó poderes al presbítero Diego Guerra para que se encargara de recabar lo que a
ella y a su hermano, el pescador Juan Pérez, les correspondía heredar de sus abuelos maternos. La
madre de estos hermanos, llamada Leonor García y casada con Juan Pérez, había muerto antes
que sus propios padres. Bartolomé Gil y Leonor García, los abuelos, habían dejado a sus nietos
como herederos con inventario de bienes. Aunque la herencia podría ser lo suficientemente
apetitosa para que los dos hermanos se aprestasen a cobrarla con asesoramiento clerical, parece
obvio que se trata de personajes humildes que se dedicaban a la pesca, no sabían firmar y
presentan como testigos a un vecino que se titula “trabajador”, esto es, sin cualificación
profesional, y a una viuda de la vecina collación de Omnium Sanctorum. 19
La Leonor Pérez que había enviudado de Domingo Gutiérrez, por el contrario, se nos
revela como una nodriza de cierta edad, puesto que el niño al que había amamantado en 1595 ya
era hombre y estaba en la ciudad de Cuzco. Desde el Perú le enviaba 30 pesos de 8 reales, esto es,
una suma de 240 reales. Aunque estaban destinados a Leonor Pérez, su nodriza, que era vecina de
Sanlúcar de Barrameda, don Diego Martel de Cabrera remitió estos reales a su propia madre,
doña Mencía de Cabrera, mujer del señor Álvaro Durán, que en 1595 era vecina de la collación de
san Martín. Ella tenía la misión de entregárselos a Leonor Pérez ante notario, cosa que hizo en 27

16 AHPSe, PNS, oficio 20, libro 1º de 1594, leg. 13692, f. 309.


17 AHPSe, PNS, oficio 20, libro 1º de 1594, leg. 13693, f. 759.
18 Gregorio GARCÍA-BAQUERO LÓPEZ, Sevilla y la provisión de alimentos en el siglo XVI, Sevilla, Diputación

Provincial de Sevilla, 2006, pp. 139-143 y 167-168.


19 AHPSe, PNS, oficio 1, libro 1º de 1595, leg. 196, f. 1167.

390
Aportación al estudio social… Clara Bejarano Pellicer

de junio de 1595. La acto tuvo lugar en la casa de los Martel de Cabrera, y los testigos de
conocimiento de la analfabeta nodriza fueron miembros de la familia nobiliaria, al parecer: doña
Eloísa de Cabrera y don Francisco Martel Durán. 20 Es obvio que Leonor Pérez ya no tenía una
vinculación profesional con esta familia, porque vivía lejos de ellos, cosa quizá motivada por su
edad avanzada, pero que formaba parte del servicio tradicional de la casa y contaba con el afecto
de sus miembros. No sabemos si la ocupación de nodriza fue llevada a cabo por Leonor Pérez
teniendo ya la condición de viuda, porque ignoramos cuándo murió Domingo Gutiérrez. Por
tanto, es imposible saber si aquella era una actividad a la que pudieran recurrir algunas viudas para
mantenerse a sí mismas.
La duodécima, la Leonor Pérez que vivía en la collación de San Gil en 1595, había sido
mujer de un tejedor de terciopelo llamado Francisco López. Un artesano de productos de lujo
muy demandados en una ciudad de alto poder adquisitivo a la fuerza tenía que dejar a su viuda y a
su hija en buena posición económica. 21 Cuando su hija Andrea de San Francisco iba a casarse con
el trianero Pedro Martín, Leonor Pérez la dotó con un ajuar valorado en 1.010 reales (38.624
maravedíes). Tal vez la novia o tal vez su prometido eran también profesionales de la confección
de terciopelo, porque una importante parte del ajuar (44%) se componía de utensilios para el
ejercicio del oficio: dos telares de 30 y 20 ducados respectivamente y material (seda y pelo negro).
Sorprendentemente, no hay ni rastro de indumentaria femenina en esta dote, y por el contrario sí
un traje completo de hombre por valor de 10 ducados, lo cual supone el 8,7% de la dote. La
mayor parte del ajuar (30,6%) se compone de textil para el hogar: más de 14 artículos, que
sumaban 385 reales. El otro contingente de objetos (10%) lo formaban los utensilios: 126 reales
en 16 objetos. Los muebles eran varios, valorados en 78 reales, un 6,2% de la dote. Al conjunto,
como único elemento suntuario, hay que añadir unos retratos (cantidad indeterminada) cuyo
precio eran 6 reales (un 0,5% del total). Al conjunto de la dote, el novio sumó 100 ducados, como
era habitual, en concepto de donación propter nupcias. Por su parte, Leonor Pérez presentó a un
tejedor de terciopelo llamado Juan de Espinosa para que atestiguara su identidad, ya que no sabía
firmar. 22 Sea un oficial o un maestro, este dato demuestra que los oficios y gremios ejercían una
labor de apoyo a las viudas e hijos de sus miembros. Sobre la cuantía de la dote ofrecida por
Leonor Pérez, no se puede decir que fuera pobre porque las verdaderamente pobres eran las
mujeres que no recibían ninguna dote por parte de su familia. Se trata de una dote respetable,
pero que no se sale de la media: la mayoría de las dotes no sobrepasaban los 50.000 maravedíes a
principio del siglo, cuando menos al final. 23 Así pues, la economía de un artesano, aunque fuera
de lujo, se situaba en un término medio no especialmente llamativo.
La decimotercera, la Leonor Pérez que había sido mujer de Pedro de Carmona, ya era
viuda en 1595. Era vecina de Jaén, pero residía en Sevilla seguramente porque tenía un hijo en
Perú: para atajar los obstáculos de comunicación entre ellos. De hecho, en 10 de junio de ese año
recibía el envío de 100 pesos (900 reales) que Alonso Ruiz, su hijo, había hecho desde la Ciudad
de los Reyes a través de numerosos emisarios. Como testigos de conocimiento, la viuda presentó
a dos hombres sobre los que nada sabemos, excepto su vecindad: Sevilla y Zafra. 24
La Leonor Pérez que vivía en la collación de San Andrés había sido la esposa de
Lorenzo de Aldana y en enero de 1587 había casado a su hija, María de la O, con el cirujano
barbero Juan Ramírez. La dote, bajo la forma de ajuar, fue valorada en 30.518 maravedíes, a la
que el novio sumó 30.000 en concepto de arras. La desgracia llegó en una fecha indeterminada,

20 AHPSe, PNS, oficio 1, libro 2º de 1595, leg. 197, f. 576.


21 Juan SEMPERE Y GUARINOS y Juan RICO JIMÉNEZ, Historia del lujo y las leyes suntuarias de España, Valencia,
Edicions Alfons El Magnànim, 2000.
22 AHPSe, PNS, oficio 7, libro único de 1595, leg. 4995, f. 333v-335v.
23 NÚÑEZ ROLDÁN, Francisco: “Compromiso ajuar […], op. cit., pp. 127-139. Blanca MORELL PEGUERO,

Mercaderes y artesanos en la Sevilla del descubrimiento, Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1986, p. 24.
24 AHPSe, PNS, oficio 15, libro 2º de 1595, leg. 9285, f. 469.

391
Aportación al estudio social… Clara Bejarano Pellicer

cuando María de la O falleció. Entonces Leonor Pérez, heredera de su hija, que había muerto sin
descendencia, quiso reclamar no sólo su derecho sino también la dote y arras. Su yerno se opuso
y debió de haber disensiones entre ellos, pero finalmente llegaron a un acuerdo. Para evitar un
pleito que quizá hubiera sido costoso o desfavorable para la suegra a pesar de contar con el
privilegio de las viudas, 25 ésta accedió a renunciar a sus derechos de reclamación a cambio de que
su yerno le pagara 30 ducados. Estos 11.250 maravedíes no eran ni una quinta parte de lo que
sumaba la dote y las arras, y además Juan Ramírez se los entregó por lo menos en dos pagas: 130
antes de marzo de 1598 y 200 reales en 16 de marzo. No obstante, ella pareció darse por
satisfecha con esta compensación que no nos habla muy bien de su capacidad económica para
enfrentarse a un pleito. Sus testigos fueron dos hombres: un vecino y un pariente de su difunto
marido que se apellidaba como él. 26

Ilustración 1: Composición de la dote

La decimoquinta Leonor Pérez en 1598 era viuda de Pedro Díaz, que había sido piloto
de Río de la Plata. Era de la collación de Santa Ana de Triana. En 22 de enero de 1598 había
contraído una deuda con su vecina Ana de Betolaça, la cual le había prestado 140 ducados de
plata en una fecha indeterminada. Leonor Pérez obtuvo un plazo de dos años para saldar su
deuda, y contó con una figura cercana como fiador: su vecino Pedro Izquierdo, 27 con el que ya
estaba casada en 18 de agosto del mismo año. Puesto que había sido nombrada albacea de su
primer marido, en esa fecha otorgó poderes a su nuevo marido para que se hiciese cargo de
cobrar las deudas que tenían los acreedores del difunto: Gil Marrero y Alonso González
Malacara, con la dificultad que esto entrañaba por ser ambos vecinos de La Habana. 28 Este
solapamiento de los hechos sugiere la impresión de que Leonor Pérez se casó en segundas
nupcias al poco tiempo de enviudar con una persona muy cercana y de confianza, vecina de la
misma collación.
De 1600 nos data el testimonio de la decimosexta Leonor Pérez, vecina de la collación
de la Magdalena y viuda de Juan Cristóbal de la Umbría. Es la primera de las viudas que estamos
estudiando de la que sabemos que tenía más de un hijo. Al parecer, su hijo Bartolomé Pérez
vendió en su nombre una propiedad inmobiliaria: unas viñas dotadas de lagar a Ambrosio Valera
por 17.000 maravedíes. No obstante, su otro hijo, llamado exactamente igual que su padre,
intervino comprando dicha propiedad para sí y pagando a su madre el precio. Esto tuvo lugar en

25 En el Derecho castellano subsistía esta ventaja procesal para las viudas, que consistía en poder dirimir sus
controversias ante un órgano judicial superior del que les correspondería. María Teresa BOUZADA GIL, “El
privilegio de las viudas en el Derecho castellano”, Cuadernos de Historia del Derecho, nº 4, 1997, pp. 203-242.
26 AHPSe, PNS, oficio 1, libro 1º de 1598, leg. 205, f. 896v.
27 AHPSe, PNS, oficio 23, libro 1º de 1598, leg. 16031, f. 218r-219r.
28 AHPSe, PNS, oficio 23, libro 2º de 1598, leg. 16032, f. 620r-621v.

392
Aportación al estudio social… Clara Bejarano Pellicer

10 de abril de 1600. Debió de tratarse de un caso de descoordinación o disensión entre


hermanos. Ambos hijos eran vecinos de Aracena. 29
La más tardía de nuestras Leonor Pérez era viuda del calafate Francisco Martín en la
marinera collación de Santa Ana de Triana. En 27 de septiembre 1601 se había repartido la
herencia de Isabel Pérez (quizá su pariente), la cual incluía una esclava, con un tal Pedro Díaz,
también trianero y calafate como su difunto marido. El aludido tuvo que pagarle a ella 248 reales
a cambio de que le cediese la mitad de esta herencia. 30
Una vez presentadas a las diecisiete personas individualmente, tratemos de obtener unos
patrones comunes que resulten de alguna utilidad para el estudio social de las viudas a finales del
siglo XVI. Resulta difícil observar constantes en una muestra tan heterogénea como ésta,
teniendo en cuenta la escasa información que tenemos sobre cada una de estas mujeres. Por eso
no podemos arrojar conclusiones, pero sí hipótesis que será contrastadas en futuros estudios más
seriales.
Todas ellas intitulan diciendo cómo se llamó su marido, pero muy pocas mencionan qué
oficio desempeñaba éste, apenas un 35,3% de la muestra. Los dos de Triana presentan
profesiones muy ligadas a la actividad marítima: piloto de Río de la Plata y calafate. Los artesanos
(violero y tejedor de terciopelo) corresponden a las viudas de las collaciones de Santa María y San
Gil, mientras que el marido barbero era de la viuda de Santa Marina y el tratante era de la de
Cantillana. Como se puede observar, esta clase media amplia que sale retratada en los protocolos
notariales abarca tanto a artesanos y profesionales cualificados como a comerciantes. Salvo
excepciones, ignoramos desde cuándo eran viudas o si habían tenido más de un esposo.
Precisamente todo apunta a que la responsable de los atabales municipales sí dejó de ser viuda
para casarse de nuevo con Bartolomé de Santillán, pero moriría nuevamente viuda.

Ilustración 2: Testigos de conocimiento

Los testigos de conocimiento de aquellas viudas eran sus vecinos en una proporción
notable. Siete de ellas recurrieron a habitantes de su collación, dos a los de la collación contigua,
tres de ellas tuvieron a testigos cuya vecindad no se conoce, y cinco de ellas no presentan a
ningún testigo. En cuanto a los testigos identificados, un 57% de ellos vivían en la misma
collación que ellas; un 19% en una collación contigua, y aún nos queda un 24% de cuya vecindad
no tenemos noticia fehaciente. Detalle que nos informa acerca de la importancia de la red vecinal
en el amparo de las mujeres que ya no contaban con la tutela de un hombre, y que quizá vivían
solas. Entre estos testigos de conocimiento, un 57% eran hombres y un 43% mujeres, de las

29 AHPSe, PNS, oficio 23, libro 1º de 1600, leg. 16137, f. 905v-906r.


30 AHPSe, PNS, oficio 23, libro 3º de 1601, leg. 16142, f. 879r.

393
Aportación al estudio social… Clara Bejarano Pellicer

cuales al menos la mitad eran viudas como la intitulante. Entre los vecinos de la misma collación,
la proporción entre hombres y mujeres es pareja; en la collación contigua, dominan los testigos
femeninos, mientras que los testigos sin adscripción vecinal son todos hombres.
La extracción social de estos testigos de conocimiento es muy difícil de precisar, cuando
el 72% de ellos no determina su oficio. En los afortunados casos en que sí lo conocemos, dos
eran labradores, tres artesanos, un trabajador no cualificado y un mercader. Por lo que se ve, eran
de grupos sociales medios-bajos, lo cual denota que las Leonor Pérez que pidieron su testimonio
debían de compartir su situación. Por último, cabe destacar que cinco de las diecisiete Leonor
Pérez no necesitaron ningún testigo de conocimiento, y esto nos hace concebir esperanzas sobre
la frecuencia de sus visitas al notario. No coinciden con las que nos consta que fueron varias
veces a la escribanía, ni siquiera coinciden con las que parecen estar en mejor posición, pero este
conocimiento por parte del escribano podría indicar cierta actividad económica.
La documentación notarial revela que ninguna de las Leonor Pérez sabía firmar.
Sabemos que la mayoría de las mujeres no era alfabetizada, salvo la aristocracia, por el miedo que
suscitaba el uso inmoral de la escritura. 31 La firma podía llegar a ser el único empleo que se hiciera
de la escritura para una masa extensa de población, denotando un estadío intermedio de
semialfabetismo. Había quien firmaba copiando un modelo, y otros que componían una firma en
base a signos no alfabéticos, pero no son casos frecuentes. 32 Teniendo en cuenta que existían
muchas personas cuyo analfabetismo era funcional pero que al menos habían aprendido a trazar
su propio nombre, este porcentaje del 100% de agrafismo total refleja el nivel de acceso de la
mujer a la escritura, al menos en las clases medias artesanas de cualquier parte de la ciudad. 33
Además del calor que pudieran recibir de su vecindario, sabemos que algunas viudas
contaban con familiares. Dos de ellas tenían un hermano, otras dos tenían al menos una hija, una
Leonor Pérez tenía dos hijos que no vivían en Sevilla sino en Aracena, tres viudas contaban con
un hijo biológico o de leche en América, y una de ellas tenía dos nietos y una sobrina. Por el
perfil de los documentos, las hijas podían representar una carga para ellas por la obligación de
dotarlas, pero los hijos suponían una ayuda económica mientras que las sobrinas brindaban su
apoyo asistencial. Frente a este 53% de viudas con familia, tengamos en cuenta al otro 47% del
que no tenemos constancia de que contaran con ella. En todo caso, los familiares no siempre
estaban cerca o disponibles para las necesidades cotidianas, de ahí que muchas mujeres
demostraran gran apego a los vecinos y a los compañeros de oficio de sus maridos.
En cuanto a segundas nupcias, es difícil obtener noticias sobre si las viudas sevillanas de
finales del siglo XVI volvían a casarse, cuando se dispone de un solo documento relativo a ellas.
Tan sólo hemos localizado un caso en 1598, en el que la viuda acaba casándose con su fiador
después de ocho meses. Ignoramos cuánto tiempo llevaba como viuda, pero debía de ser poco
puesto que todavía andaba gestionando el cobro de deudas a favor de su difunto.
Los estudios monográficos sobre viudas que existen confirman la impresión de que las
mujeres cabezas de familia conocieron las situaciones económicas menos favorables en los siglos

31 Natalia MAILLARD ÁLVAREZ, Lectores y libros en la ciudad de Sevilla (1550-1600), Sevilla, Rubeo, 2011, pp. 143-

148. Elisa RUIZ GARCÍA, “El universo femenino y las letras (siglos XV-XVII)”, en María del Val GONZÁLEZ
DE LA PEÑA (coord.), Mujer y cultura escrita. Del mito al siglo XXI, Gijón, Trea, 2005, pp. 97-116.
32 María del Carmen del CAMINO MARTÍNEZ, “Alfabetismo y cultura escrita en las fuentes notariales”, en Pilar

OSTOS SALCEDO y María Luisa PARDO RODRÍGUEZ (eds.), En torno a la documentación notarial y a la historia,
Sevilla, Ilustre Colegio Notarial de Sevilla, 1998, pp. 97-110. María del Carmen del CAMINO MARTÍNEZ,
“Consideraciones sobre la difusión social de la escritura en Ceuta (1580-1640)”, en Eduardo RIPOLL PERELLÓ y
Manuel F. LADERO QUESADA, Actas del II Congreso Internacional “El estrecho de Gibraltar”, Tomo IV, Madrid,
U.N.E.D., 1995, pp. 25-272.
33 En una ciudad castellana como Ávila en el siglo XVI, sabía firmar el 16,6 de las mujeres. Serafín DE TAPIA,

“Nivel de alfabetización en una ciudad castellana del siglo XVI: sectores sociales y grupos étnicos en Ávila”, Studia
historica. Historia moderna, nº 6, 1988, pp. 481-502.

394
Aportación al estudio social… Clara Bejarano Pellicer

XVI y XVII. 34 No obstante, no es exactamente ésa la imagen que ofrecen los documentos
intitulados por Leonor Pérez. Doce hablan de ingresos monetarios para ellas, mientras que seis
implican un gasto por su parte. Naturalmente, esta impresión es muy matizable porque no todos
los ingresos reflejan una situación saludable y no todos los gastos son negativos. A este conjunto
hay que sumar los dos testamentos, que dan la misma imagen de posición económica muy
humilde, pero no miserable y desde luego saneada.
Para empezar, tres de los doce documentos a favor de las Leonor Pérez proceden de sus
hijos o hijos de leche que residían en las Indias (los tres en las ciudades principales de los Andes).
Se trata de ingresos consistentes (400, 240 y 900 reales), pero no dejan de ser puntuales. Si eran
periódicos, no ha quedado huella de ello en la documentación notarial. Otros siete documentos a
favor de Leonor Pérez hablan de herencias por parte de sus padres o sus maridos, por lo que
también serían puntuales. Incluso la Leonor Pérez que está vendiendo unas viñas y un lagar,
aunque no lo mencione, las habría heredado. La única Leonor Pérez que nos consta que recibía
una renta constante es la que tenía un tributo que le reportaba 2.678 maravedíes anuales, y esto
tampoco era suficiente para sobrevivir.
En cuanto a los documentos en contra, estamos hablando de varios asuntos. Una dote
entregada a una hija, lo cual supone un empobrecimiento para la madre, pero también nos
informa sobre la holgura de su posición económica. También hay que valorar tres deudas por
compra de género (aceite, trigo, azogue), que no necesariamente implican una situación precaria,
sino que también podían significar una actividad comercial que tenía su propio ritmo, su
calendario, haciendo uso del crédito para poder sacar rentabilidad a los meses. Los únicos dos
documentos que no sugieren más que gastos son un arrendamiento de una casa para habitarla, y
un préstamo obtenido.
Es obvio que a partir de tan aislados datos es imposible dictaminar la posición
económica de una persona, pero la impresión general que produce el conjunto de documentos es
optimista dentro de un marco de humildad y modestia. La cantidad más abultada que se maneja
en estas escrituras es 140 ducados, y aparece en dos casos: en el uno, la moribunda Leonor Pérez
dice poseerlos, y en el otro una Leonor Pérez apurada los ha tomado prestados. Futuras muestras
más amplias tendrán que confirmar o desmentir las direcciones que este pequeño conjunto
aleatorio ha bosquejado del importante grupo social que debieron conformar las viudas sevillanas
de finales del siglo XVI.

34Marie-Catherine BARBAZZA, “Las viudas campesinas de Castilla La Nueva en los siglos XVI y XVII”, en María
Teresa LÓPEZ BELTRÁN (coord.), De la Edad Media a la Moderna: mujeres, educación y familia en el ámbito rural y urbano,
Málaga, Universidad de Málaga, 1999, pp. 133-164.

395
La sociedad del sur valenciano… Adrián García Torres

LA SOCIEDAD DEL SUR VALENCIANO FRENTE AL RIESGO CLIMÁTICO Y


NATURAL EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII*
Adrián García Torres
Universidad de Alicante

INTRODUCCIÓN
El siglo XVIII supuso la fase final de la denominada Pequeña Edad de Hielo 1. Dentro de
las oscilaciones que en esta centuria acaecieron, en la fachada mediterránea sobresalió la conocida
como anomalía u oscilación Maldá, caracterizada por el aumento sin parangón de la incidencia de
sequías y lluvias de alta intensidad horaria 2. En las tierras valencianas, la presencia de estos
sucesos atmosféricos fue continua durante la segunda mitad del Setecientos y repercutió de
manera negativa en las aspiraciones de mejora de las condiciones de vida de la sociedad en
general y de la familia en particular. Así pues, estos dos riesgos inherentes al medio valenciano
multiplicaron su repercusión 3. En una centuria marcada por el crecimiento demográfico y el
objetivo del gobierno ilustrado de aplicar reformas con las que expandir la economía a través de
la mejora de las comunicaciones y la introducción de las superficies irrigadas, la situación
climática fue otro de los frenos a esta aspiración 4. A lo anterior, se sumaron otros inconvenientes

* Este trabajo ha sido elaborado mediante el proyecto de investigación HAR2013-44972-P, dentro del Programa
Estatal de Fomento de la investigación científica y técnica de excelencia del MINECO.
1 Armando ALBEROLA ROMÁ, Los cambios climáticos. La Pequeña Edad de Hielo en España, Madrid, Cátedra, 2014;

Emmanuel LE ROY LADURIE, Historia del clima desde el año mil, México, Fondo De Cultura Económica, 1991; Brian
M. FAGAN, La Pequeña Edad de Hielo. Cómo afectó el clima a la historia de Europa, 1300-1850, Barcelona, Gedisa, 2008;
B. FRENZEL (ed.) Climatic trends and anomalies in Europe, 1675-1715, Stuttgart, Gustav Fisher Verlag, 1994; Juan
Antonio GONZÁLEZ MARTÍN, Concepción FIDALGO HIJANO e Isabel PRIETO JIMÉNEZ, “La «Pequeña
Edad de Hielo» en la Península Ibérica. Estado de la cuestión”, en J. MARTÍNEZ MILLÁN, C. CAMARERO
BULLÓN y M. LUZZI TRAFICANTE (coords.), La Corte de los borbones: crisis del modelo cortesano, Madrid, Polfifemo,
2013, vol. 1, pp. 237-282.
2 Mariano BARRIENDOS y Carmen LLASAT, “El caso de la anomalía «Maldá» en la cuenca mediterránea

occidental (1760-1800). Un ejemplo de fuerte variabilidad climática”, en A. ALBEROLA y J. OLCINA (coords.),


Desastre natural, vida cotidiana y religiosidad popular en la España moderna y contemporánea, Alicante, Universidad de Alicante,
2009, pp. 253-286.
3 Francisco Javier AYALA-CARCEDO y Jorge OLCINA CANTOS, Riesgos naturales, Barcelona, Ariel Ciencia, 2002;

Armando ALBEROLA ROMÁ, “Risc natural, desordre climàtic i catástrofe al Mediterrani español durant el segle
XVIII”, Afers. Fulls de recerca i pensament, nº 69, 2011, pp. 337-354; Francisco CALVO GARCÍA-TORNEL, Sociedades
y territorios en riesgo, Barcelona, Ediciones del Serbal, 2000; del mismo autor, “Panorama de los estudios sobre riesgos
naturales en la Geografía española”, Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, nº 30, 2000, pp. 21-35; y “Le risque
comme paradoxe et comme défi”, en G. CHASTAGNARET (dir.), Les sociétés méditerranéennes face au risque. Disciplines,
temps, espaces, Le Caire, Institut Français d´Archéologie Orientale, Bibliothèque Générale, 2008, pp. 165-178; Silvia
DÍEZ LORENTE, La importancia de los riesgos naturales en la ocupación de un territorio: el Bajo Vinalopó, Alicante, Instituto
Alicantino de Cultura “Juan Gil-Albert”, 2006; Ulrich BECK, La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad,
Barcelona, Paidós Ibérica, 1998.
4 Armando ALBEROLA ROMÁ, “Clima, crisis y reformismo agrario en tiempos del conde de Floridablanca”,

Mélanges de la Casa Velázquez, nº 39-2, 2009, pp. 105-125; del mismo autor, Los cambios climáticos […], op. cit, pp. 199-
248; y “El clima «trastornat»: sequera, temporals, riuades i inundacions a Catalunya i al país Valencià a les acaballes
del segle XVIII”, Estudis D'Historia Agraria, nº 23, 2010-2011, pp. 301-318; Armando ALBEROLA ROMÁ y Jesús
PRADELLS NADAL, “Sequía, inundaciones, fiebres y plagas en tierras aragonesas y catalanas (1780-1790)”, en
BERNABÉ, D. y ALBEROLA, A. (eds.), Magistro et amico. Diez estudios en Homenaje al profesor Enrique Giménez López,
Alicante, Publicaciones Universidad de Alicante, 2012, pp. 66-93; Armando ALBEROLA ROMÁ y Margarita BOX
AMORÓS, “Sequía, temporales y cosechas deficitarias en el nordeste peninsular: un apunte de las consecuencias del

397
La sociedad del sur valenciano… Adrián García Torres

de origen biológico, de carácter exógeno al territorio, como las plagas de langosta, que pasaron a
ser el corolario de otros males que ya se arrastraban.
En el presente trabajo expondremos tres ejemplos de cómo los contemporáneos
hicieron frente a los menoscabos provocados por el clima y el medio. Las destrucciones derivadas
de la avenida del río Vinalopó del 1 de octubre de 1767 en las infraestructuras hidráulicas de la
jurisdicción de Elche, fundamentales para el riego; la llegada del abastecimiento potable a la
ciudad de Orihuela en un período marcado por la sequía; y la psicosis que produjo la posible
plaga de langosta de 1762 en la comarca del Bajo Segura tras la mayor presencia del insecto a
mediados de siglo.

LA AVENIDA DEL 1 DE OCTUBRE DE 1767 EN LA VILLA DE ELCHE Y LA


UNIVERSIDAD DE SAN JUAN
Entre los diversos daños que produjo la avenida del 1 de octubre de 1767 en el Bajo
Vinalopó, el Pantano de Elche 5 fue el más afectado. Éste ya de por sí arrastraba una situación
complicada, pues en febrero el ingeniero Pedro de Haro, encargado de la construcción del cuartel
en la villa, dio su parecer acerca de las intervenciones que se barajaban en esta vital construcción,
pues se encontraba con problemas de cieno y con daños en su interior. Por lo tanto, era
oportuno vaciarlo para su mantenimiento 6. Tras el temporal, se acordó por la Junta de Propios y
Arbitrios dar conocimiento de lo sucedido al Intendente, pues se habían tomado diversas
providencias por los diputados del pantano sin licencia alguna para salvaguardar los graves daños
que podían desarrollarse. El 14 de octubre, éste ordenó que se formara justificación de lo
ejecutado y del dinero invertido sin permiso. Asimismo, que se presentara una declaración de
peritos que diera luz a las actuaciones necesarias y, posteriormente, se prosiguiera con los
capítulos para su remate 7. A finales de mes, el Alcalde Mayor encomendó este parte al pantanero
José Aznar, al cantero José Irles y al carpintero Pedro Iglesias, dado que fueron los que vivieron
este suceso.
La exposición de Aznar despejaba todas las dudas acerca de lo ocurrido. En la noche del
1 al 2 de octubre, los tres comisarios citados se encontraban en la habitación del declarante con
todo preparado para cumplir con la apertura que se había fijado. Sin embargo, sobre las tres de la
mañana las lluvias que caían se transformaron en una avenida que dada su magnitud llenó el
cauce del pantano e hizo saltar las aguas por encima de su pared en más de 12 palmos, actividad
que prosiguió durante muchos días. Por este motivo, hasta el día 19 no se pudo abrir el portón,
mas al hacerlo la fuerza de la corriente se lo llevó y hasta la madrugada siguiente continuó
expulsando fango. Cuando los encargados de las labores descendieron a la bóveda por donde se
accedía a la compuerta, hallaron un peñasco de grandes dimensiones que impedía cualquier
maniobra. De este inconveniente se dio noticia a la Junta mientras se intentaba erradicar este
bloqueo. Éste se eliminó tras ejecutarse la propuesta del ingeniero líneas atrás citado, la cual

«mal año» de 1783 en algunos corregimientos aragoneses y catalanes”, en Jorge OLCINA CANTOS y Antonio M.
RICO AMORÓS (coords.), Libro jubilar en homenaje al profesor Antonio Gil Olcina, Alicante, Publicaciones Universidad
de Alicante, 2014, pp. 845-860.
5 En cuanto al Pantano de Elche véase Antonio LÓPEZ GÓMEZ, Els embassaments valencians antics, València,

Conselleria d'Obres Públiques, Urbanisme i Transports, 1987; Gaspar JAEN I URBAN, D´aigua i obres hidràuliques a
Elx, Alicante, Publicacions de la universitat d´Alacant, 1999; Tomás V. PÉREZ MEDINA, “Agua para los regadíos
meridionales valencianos: las presas del siglo XVII de Elx, Petrer y Elda”, Revista de Historia Moderna. Anales de la
Universidad de Alicante, nº 16, 1997, pp. 267-288; Pedro IBARRA Y RUIZ, Estudio acerca de la institución del riego de Elche
y origen de sus aguas, Elche, Ajuntament d´Elx, 2003.
6 Archivo Histórico Muncipal de Elche [AHME], H173/4, Carta del Teniente Coronel de ingeniería Pedro de Haro dando su

parecer sobre las obras precisas y necesarias a la conservación de este edificio, 17 de febrero de 1767.
7 Archivo de la Comunidad de Propietarios de la Acequia Mayor del Pantano de Elche [ACPAMPE], AA53/4, El

Intendente Andrés Gómez de la Vega a la Junta de Propios y Arbitrios, Valencia, 14 de octubre de 1767.

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La sociedad del sur valenciano… Adrián García Torres

consistió en utilizar unos barrenos a la parte de fuera y una jácena. Lo aplicado se consideraba
fundamental, puesto que dentro del cauce sobre el portón y arrimado al cubo de la paleta existían
30 palmos de cieno que amenazaban con dejar inhabilitada nuevamente la infraestructura
hidráulica. Además de lo visto, la crecida igualmente afectó a la casa donde vivía el pantanero; a la
conducción cubierta por donde salía el agua de las paletas hasta lindar con la puerta de la
casamata; al enlosado de la bóveda que entraba al portón además de los pasos y escalones hacia
éste; y a la acequia que se reedificó en 1765 8.
Mientras tanto, la Junta de Propios y Arbitrios ponía al día al Intendente de la situación
de las labores con el fin de deshacerse de la peña del portón y de la necesidad de vaciar todo el
edificio para su reconocimiento. Gestiones que obtuvieron el visto bueno desde la capital de la
provincia el 29 de octubre 9.
A mediados de noviembre, Pedro de Haro asistido por el cantero José Irles, el
carpintero Pedro Iglesias y el cerrajero José Galbis, analizó toda la presa. La paleta que estaba
graduada para dar salida a las aguas que diariamente se usaban, se encontraba quebrantada, con
falta de dientes en su rueda, lo que dejaba en vilo cualquier nivelación. Además, el empuje del
contenido hídrico había destruido en este lugar dos sillares donde ésta descansaba. En el cubo se
advirtió que todas las juntas de la paleta no tenían material, filtrándose hacia la muralla principal.
Esta cuestión era clave para el ingeniero, así que encargó al cantero el método con el que rellenar
las uniones y luego lacarlas. Las incidencias en esta zona proseguían en su exterior, pues el portón
no podía cerrarse tras el golpe de la corriente que recibió, además el enlosado de su piso debía
recomponerse, así como colocar una nueva puerta más segura. Estas tareas recaerían en el
carpintero. No obstante, el mayor inconveniente era el histórico mal del fango que como de
costumbre había conquistado la mayor parte del edificio 10.
Analizado todo lo expuesto, el Síndico Procurador General Francisco Soler de
Cornellá 11 subrayó ante la Junta de Propios y Arbitrios la importancia que recaía sobre el pantano,
pues los fondos municipales se nutrían cada lustro de 2.000 pesos por las ventas para el riego de
los cultivos fundamentales de la villa: grano y aceite. Bajo esta premisa, recordó que cuando en
1762 se hizo presente al Consejo de Castilla la petición de invertir fondos en su limpieza y
composición bajo la batuta de Evangelio, recientemente fallecido, se obtuvo el límite de gasto de
14.000 pesos y lo necesario para su perfección. Como esta cantidad no se había alcanzado,
entendía que bajo ese argumento existía la obligación de poner en curso la paleta, el portón y de
este modo, cerrar el pantano. Es decir, los procedimientos no seguirían la orden del Intendente
del 14 de octubre de 1767 y la única tramitación que se aplicaría sería la de informar que debido a
la muerte del anterior director se designó a Pedro de Haro como sustituto a cambio de una
gratificación económica 12.
Escuchada la propuesta, la Junta expuso que el portón y el resto de obras urgentes
prosiguieran como ordenó el Intendente, en cuanto a las restantes, a la postre más caras y que
podían esperar, lo dejarían a opinión del Contador Fiscal José Benedito Herrero. Éste no tardó
en poner en duda lo defendido por el Síndico, pues incidía en que ya estaba fijado desde Valencia
8 ACPAMPE, AA53/4, Declaración de José Aznar, 26 de octubre de 1767.
9 ACPAMPE, AA3/10, El Intendente Andrés Gómez de la Vega a la Junta de Propios y Arbitrios de Elche, Valencia, 29 de
octubre de 1767, f. 2.
10 ACPAMPE, AA22/3, Junta de 16 de noviembre de 1767. Copia de Gerónimo Ruiz, 19 de noviembre de 1767.
11 En cuanto a esta ilustre familia y su papel en la villa de Elche véase Ramón BALDAQUÍ ESCANDELL, Els Soler

de Cornellà a Elx en el segle XVIII, Elx, Ajuntament d´Elx, 1993; Ramón BALDAQUÍ ESCANDELL y Jesús
PRADELLS NADAL, “La familia de don Leonardo Soler de Cornellá: un linaje de caballeros en Elche durante el
siglo XVIII”, Revista de Historia Moderna. Anales de la universidad de Alicante, nº 11, 1992, pp. 25-66; Armando
ALBEROLA ROMÁ y Rosario DIE MACULET, “Una boda en la pequeña nobleza alicantina del Setecientos: los
Soler de Cornellá y los Juan a través de su correspondencia”, Revista de Historia Moderna. Anales de la universidad de
Alicante, nº 13-14, 1995, pp. 253-312.
12 ACPAMPE, AA22/3, Junta de 16 de noviembre de 1767. Copia de Gerónimo Ruiz, 19 de noviembre de 1767.

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La sociedad del sur valenciano… Adrián García Torres

un protocolo tras la representación hecha por la villa, dado que solamente las más precisas se
harían bajo la tutela del ingeniero. Además, anulaba cualquier nuevo pago, pues éste ya disfrutaba
de un salario previo por la construcción del cuartel 13.
La valoración de las reparaciones del pantano les fue encargada a José Irles y a Javier
Gomis, quienes en enero de 1768 dieron su dictamen teniendo muy presente la relación previa de
Marcos Evangelio del 13 de mayo de 1767. En su valoración, el coste total de cantería y
albañilería ascendía a 5.458 libras.

Cuadro 1. Reparaciones necesarias en el Pantano de Elche

Es preciso reparar la muralla o macho que sirve para abrir el portón y desembozar las paletas, por hallarse
éste solo y sin abrigo. Además, en la muralla del pantano hay un quebranto en el macizo de ella lo que
debe dimanar de existir dicha pared en 100 palmos de elevación siguiendo sus plomos hasta los 70 que se
introducen por toda la pared y resanan en la contrabóveda, que sigue para abrir el portón y otras cosas
necesarias a dicho pantano; ofreciendo por este motivo la mampostería de la muralla muy poca
subsistencia, resultando de ello las aperturas de la pared y macho. Éstas caminarán hasta que siga la pared
desde los 70 palmos que se halla a plomo hasta ponerla igual a la elevación en que al presente se halla la
referida pared, enlosándose todo el macizo de la muralla para que las avenidas no la estropeen.

Está estropeado el enlosado de la salida del portón por habérselo llevárselo las aguas con la mampostería
del cimiento de éste, en partes hasta 5 palmos de profundidad.

Se necesita reforzar la parte de Levante del pantano al arrimo de la casita, para resguardo de ésta y firmeza
del ángulo de la antedicha pared.

Es preciso colocar cuatro filas de cantería al frontis del pantano que deberán correr por toda la pared,
necesarias para la firmeza de la obra.

El agujero o caverna que Evangelio dice en su certificación, no es tan preciso como supone, por ser el
monte tan firme como el mismo refiere, pudiendo hacer poco daño, ni aumentar las aguas que fluyen y
mucho más ignorándose por donde transpiran; sin que varios maestros de la mayor habilidad lo hayan
podido tapar, según lo oímos a nuestros mayores, y lo mismo pueden decir en los cuarenta años que
trabajan ellos en obras del pantano.

Las obras que citan son necesarias para la solidez de la pared del pantano, pero no es tiempo preciso para
hacer las importantes. Su sentir es que se hagan las más leves, que permita el tiempo y la elevación de las
aguas; la pared y el resto de cosas se hagan a la entrada del verano, por lo que se preparen los materiales.

Elaboración propia. Fuente: ACPAMPE, AA53/4, Certificación de José Irles y Javier Gomis, 10 de enero de 1768.

La situación se mantuvo congelada hasta la sesión de la Junta de Propios y Arbitrios del


11 de julio de 1768. El pantanero denunció que de la paleta vieja y del portón salía una gran copia
de agua y que se necesitaba remediar, aunque fuera de manera provisional tapándolo con atocha
hasta que se pudiera hacer el enlosado. Ante tal menoscabo, se acordó que la propuesta se
cumpliera siguiéndose la orden del Intendente del 14 de octubre de 1767, pues entendían que no
se debería dilatar más tiempo la actuación 14.
Durante los meses de octubre y noviembre de 1768 se practicaron las obras en la
entrada del portón, donde se halló un hoyo hecho por el agua que penetraba en los cimientos.
Por este motivo, dicho agujero se eliminó y se llenó de mortero y cantos. El paso final fue formar
la superficie de cantería.

13 ACPAMPE, AA22/3, El Contador Fiscal a la Junta de Propios y Arbitrios de Elche, Elche, 20 de noviembre de 1767.
14 ACPAMPE, AA3/10, Junta de 11 de julio de 1768. Copia de Gerónimo Ruiz, 23 de diciembre de 1768, ff. 9-9v.

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La sociedad del sur valenciano… Adrián García Torres

Cuadro 2. Coste de la fábrica de la entrada al portón del Pantano de Elche

Intervención Coste

Trabajos de cantería del 17 a 22 de octubre. 18 libras y 12 sueldos

Trabajos de cantería del 24 a 27 de octubre. 14 libras y 8 sueldos

Trabajos de albañilería del 24 a 27 de octubre. 5 libras y 4 sueldos

Trabajos de cantería del 31 octubre y 2 a 5 de noviembre. 24 libras y 10 sueldos

Trabajos de cantería de 7 a 12 de noviembre. 29 libras y 8 sueldos

2 menores y un peón que trabajaron 12 días. 4 libras y 16 sueldos

Trabajar y acomodar un tablón a la paleta vieja que despedía


1 libra
mucha agua.

Mortero usado del propio pantano y en su arrimo. Sin coste

Total 97 libras y 18 sueldos

Elaboración propia. Fuente: ACPAMPE, AA3/10, Memoria del coste de la obra y demás necesario para hacer la entrada del
portón del pantano propio de esta ilustre villa en que se ha vaciado el hoyo que había hecho el agua de la que tenía remansada, José Irles,
20 de noviembre de 1768, ff. 3-3v.

Las 97 libras y 18 sueldos de esta obra fueron adelantadas por el encargado de la misma,
José Irles. Así que quedaba que el Ayuntamiento diera libramiento para su reintegro, tarea que no
resultaría sencilla, como veremos. Puesto que tras recibir el Contador Fiscal la certificación
anterior, éste puso reparos al faltar licencia del Consejo de Castilla o al menos del Intendente, ya
que no consideraba esta obra como urgente y para colmo, necesitaba la aprobación del Alto
Tribunal. Su interpretación se basaba en la segunda parte de la carta del 14 de octubre de 1767 y
la del 29 del mismo, concerniente a las obras que encabezaba el ingeniero. Con el objeto de
subsanar estas labores implementadas sin la justificación y diligencias necesarias previas, el
Contador Fiscal reclamó a la Junta de Propios y Arbitrios que diera providencia para reparar el
lance y remitir toda la documentación a Valencia para que todo se resolviera y se pudiera abonar a
Irles las monedas prestadas 15.
El expediente se remitió en febrero de 1769 al Intendente, de quien se obtuvo respuesta
el 16 de marzo. Éste subrayó que lo resuelto por la Junta el 11 de julio de 1768 no era acorde a lo
ordenado, pues ni se hizo visura, ni capítulos, ni presupuesto, ni remate. Por ende, el Contador
estaba acertado en las objeciones que expuso y dejaba en sus manos que se pagara el libramiento
si las subsanaciones efectuadas eran válidas. Finalmente, este dinero se extraería del fondo de
extraordinarios para las visuras necesarias en el pantano 16.
Recibida la carta en Elche, el Ayuntamiento pidió opinión al Contador Fiscal de lo
propuesto. Éste, tras volver a criticar lo practicado por la villa, entendía que no había ninguna

15 ACPAMPE, AA3/10, El Intendente Andrés Gómez de la Vega a la Junta de Propios y Arbitrios de Elche, Valencia, 16 de
marzo de 1769, ff. 10-11.
16 ACPAMPE, AA3/10, Representación de José Benedito Herrero, 5 de abril de 1768.

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La sociedad del sur valenciano… Adrián García Torres

obra en el presente de consideración de las que representaron, al haberse hecho ya todas.


Además, aunque encontrara conformes las diligencias para subsanar el gasto de la intervención
que inició el proceso, esta cantidad monetaria no podría librarse como sugería el Intendente de la
caja propuesta, ya que no se había presentado lo conveniente con la claridad y formalidad debida,
más aún tras haber tenido que lidiar el propio José Benedito Herrero con el Síndico Procurador
General a tenor del expediente formado por el uso estas monedas. Por lo tanto, se rebotó la
decisión final a la capital de la provincia 17.
Las precipitaciones de otoño también repercutieron en la universidad de San Juan al
quedar afectada la presa de Marchena. En julio de 1768, Miguel Francia, acompañado de Ignacio
de Acuña, partió al lugar donde se ubicaba con la finalidad de proyectar una nueva retención
dado que la existente había sido víctima del torrente. Tras analizar el terreno, Francia concluyó
que era “difícil el formar obra precisa por donde se tenía fabricada de nuevo sin crecidísimos
gastos”. No obstante, la presa antigua situada también en la rambla, soportó la crecida sin daños a
la vista a pesar de tener 260 palmos de longitud. Con esta realidad, al experto le parecía más
conveniente que si era menester formar nueva construcción fuera sobre ésta, pues con levantarle
4 palmos más sería suficiente para sacar las aguas 18.

LA LLEGADA DEL ABASTECIMIENTO POTABLE A LA CIUDAD DE ORIHUELA


Durante la década de los setenta y los ochenta las tentativas destinadas a lograr el
abastecimiento potable en diversas localidades del sur alicantino fueron una constante 19. La
ciudad de Orihuela dependía del río Segura a la hora del consumo potable. Sin embargo, uno de
los inconvenientes que los oriolanos tenían era el abasto durante varios meses del año. En el estío
los males provenían del descenso de caudal del río que provocaba el estancamiento y la
fangosidad de su curso; mientras en invierno, las corrientes descendían turbias. A todo lo visto se
sumaban los residuos de las industrias. La medida que se había implementado tradicionalmente
era la de guardar el líquido elemento en tinajas y vasijas durante varios meses con el fin de que sus
elementos nocivos quedaran en el poso y poderse consumir en los períodos donde el Segura no
lo permitía. Ahora bien, los pobladores que no podían recurrir a este remedio bebían sin pureza y
claridad.
Tras una primera parte de los setenta donde la sequía estuvo instalada 20, el
descubrimiento en la falda del monte cercano al convento de San Francisco de una fuente en
octubre de 1776 supuso un punto de inflexión. A principios de 1777 se comenzó a tantear la
opción de trasladarla a la ciudad así que se iniciaron las inspecciones. Mientras tanto, se cedía su
uso al convento cercano y en el caso de que finalmente se explotara y existiera algún sobrante, se
daría preferencia a los religiosos sobre los remanentes 21. Este nacimiento se encontraba muy
próximo a la población y su calidad, abundancia y perennidad estaban aseguradas, pues tras ocho
meses sin noticias del cielo, su curso no se había alterado. Bajo esta base, el cabildo extraordinario
del 8 de julio de 1777 planteó que arrancaran las gestiones con el fin de que el Consejo de Castilla
diera su brazo a torcer para su trasvase. La estrategia pasaba por formar un plan y tanteo del coste

17 ACPAMPE, AA3/10, Declaración de José Benedito Herrero, 5 de abril de 1769.


18 Archivo de la Acequia de Marchena [AAM], amx70-1.14, Copia de la certificación de Miguel de Francia relativa a las
reparaciones de la presa de Marchena una avenida, 31 de julio de 1768.
19 Adrián GARCÍA TORRES, “Remedios técnicos a la sequía y esterilidad en las tierras meridionales valencianas: el

fracasado proyecto de conducción de agua potable de las fuentes de Boriza y Urchel a la villa de Elche en el siglo
XVIII”, en María José PÉREZ ÁLVAREZ y Alfredo MARTÍN GARCÍA (coords.), Campo y campesinos en la España
Moderna; culturas políticas en el mundo hispano, León, Fundación Española de Historia Moderna, 2012, vol. 2, pp. 333-
343.
20 Armando ALBEROLA ROMÁ, Quan la pluja no sap ploure. Sequeres i riuades al País Valencià en l'edat moderna, Valencia,

PUV, 2010, pp. 87-96.


21 Archivo Histórico de Orihuela [AHO], A217, Actas Capitulares, sesión del 27 de enero de 1777, ff. 33-34.

402
La sociedad del sur valenciano… Adrián García Torres

de la llegada del líquido elemento a la plaza principal de la ciudad, la de las Santas Justa y Rufina,
e inclusive si la abundancia acompañaba, ampliar el surtimiento a otra zona. Esta misión se
encomendó a José Manuel Balaguer, regidor perpetuo y catedrático de prisma de leyes, entre
otros cargos 22. Por otro lado, que el Ayuntamiento dispusiera de sobrante en la caja de Propios
era todo un avance de viabilidad económica para el devenir de los acontecimientos.
Los argumentos previamente vistos se subrayaron mediante una relación de testigos
pedida por Balaguer. De entre lo desarrollado, el testimonio que más información nos revela era
el de José Sánchez y Antonio Alonso, maestros de obras, puesto que se encargaron del peritaje.
La distancia entre el manantial y la plaza pública era de 1.540 varas, con una caída y descenso para
su conducción y salida de 20 palmos, siendo otros tantos los que el agua podría elevarse. En
cuanto a su traslado, dibujaron un mapa y tasaron los costes en 50.000 reales. Asimismo, los
expertos recordaban que de momento se había canalizado por los vecinos hasta el Camino Real,
mas era muy endeble y rodeado por monte y cascajo. Así que existía la posibilidad de que una
abundante lluvia llenara los buques y modificara la salida principal que el venero tenía 23.

Cuadro 3. Tasación del coste de la conducción de la fuente de San Francisco a la ciudad de Orihuela

Casa en el nacimiento para la toma y resguardo.

Obra del canal que se ha de hacer para la cañería.

Abrir el buque, los arcaduces, el pilón, columna y figura que lo adorne en mármol o piedra.

Segundo pilón para recibir los sobrantes de la primera fuente que debe servir como abrevadero.

Total 50.000 reales

Elaboración propia. Fuente: AHO, F608/12, Copia de la información suministrada por el señor Don José Manuel Balaguer como
comisario de esta ilustre ciudad para la fuente de San Francisco a fin de implorar el permiso del Real Y supremo Consejo para su fábrica,
Testimonio de José Sánchez y Antonio Alonso, 19 de septiembre de 1777.

Esta documentación se remitió a Madrid el 12 de octubre y la resolución no se dilató,


pues la Real Provisión de 14 de noviembre de 1777 concedía este deseo y ordenaba que se
redactaran los capítulos para su subasta bajo la tasación fijada. De este acto se debería informar a
las ciudades de Alicante y Murcia. El único filtro era que no podría participar ningún labrador.
Una de las condiciones obligatorias sería que cada vez que se desarrollara un tercio de lo
construido no se pagaría hasta reconocimiento de peritos con la misión de que siempre quedara
el importe de una paga como vía de fianza. Una vez que el remate se hubiera producido, el
Consejo de Castilla tendría en su mano el aprobarlo. Esta cuestión de no conceder ningún
adelanto al principio de la obra podría causar que los postores no se animaran a participar, por lo
que el Corregidor de Orihuela recomendó al Alto Tribunal una modificación, la cual fue
escuchada.
Sin embargo, los problemas no iban a desaparecer puesto que la adjudicación fue un
fracaso. Según el Corregidor oriolano y el marqués de Arneva, los maestros alarifes de la ciudad
no tenían facultades económicas suficientes y ninguno entre ellos era experto en tal materia. Así
que el 18 de febrero de 1778 éstos ofrecieron a Madrid que dejase la dirección bajo su tutela.

22 AHO, F608/12, Copia de la información suministrada por el señor Don José Manuel Balaguer como comisario de esta ilustre

ciudad para la fuente de San Francisco a fin de implorar el permiso del Real Y supremo Consejo para su fábrica, Testimonio de Manuel
Martínez Arquez del Cabildo extraordinario del 8 de julio de 1777, 8 de julio de 1777.
23 AHO, F608/12, Ibídem, Testimonio de José Sánchez y Antonio Alonso, 19 de septiembre de 1777.

403
La sociedad del sur valenciano… Adrián García Torres

Además, propusieron que antes de la obra sólida se practicara otra de barro a modo de ensayo,
que supondría cortos dispendios 24. A mediados de marzo, el poder central delegó en el
Ayuntamiento la decisión final. Si ésta fuera positiva se tendría que desgranar de manera
pormenorizada el experimento del conducto y su coste.
Con el apoyo del consistorio, se encargó al cantero alicantino José Gómez y al alarife
oriolano Joaquín Serrano plasmar el plan. Su primera tarea fue analizar la distancia del recorrido
hasta la plazuela de los Capuchinos y la composición del terreno por donde circularía el agua.
Concluyeron que era imposible hacer ensayo para conocer la abundancia y la permanencia si no
era con una obra firme, pues la provisional supondría mucha inseguridad al flujo, ya que parte se
disgregaría. Por este motivo, apostaban por una construcción maciza que con los mismos
materiales enlazaría en el futuro hasta la plaza de las Santas Justa y Rufina. Así pues, proponían
que se formaran arcaduces de barro de cántaros cocidos sin barniz con 7 dedos de luz,
componente que el propio Gómez había implementado en las fuentes de Alicante. Tras lo visto,
calculaban en 1.500 libras el coste de las labores hasta el convento de los Capuchinos. En último
lugar, ambos se ofrecían a trabajar en este deseo y dar corriente posteriormente al líquido
elemento hasta la plaza de las Santas Justa y Rufina por las 5.000 libras que en primer lugar se
tasaron 25.
La Real Provisión de 11 de marzo de 1780 aprobó la propuesta remitida. Una vez que se
finiquitaran los trabajos, el Corregidor y el marqués de Arneva informarían de lo invertido y de la
copia de agua que a la placeta de los Capuchinos llegaba. Los resultados fueron presentados el 1
de mayo de 1781. La intervención había sido un éxito pues brotaban 4 caños de flujo continuo en
el pilón fijado en el fin del trayecto, cantidad que se consideraba suficiente para abastecer al
núcleo urbano. En cuanto a los costes, estos habían sido mayores que los que inicialmente se
esperaban, pues ascendían a 2.918 libras, 17 sueldos y 10 dineros. Tras este triunfo, los
encargados del proyecto y el resto del Ayuntamiento ya planteaban ampliar el abasto a la plaza de
las Santas Justa y Rufina, así como desviar un caño a la de Monserrate. En lo concerniente al
importe, al ser una distancia parecida a la de la primera fase, las facturas serían del mismo tenor26.
En el mes de agosto de 1781, ante la inconsumible agua del Segura y la lejanía de la ubicación de
la fuente potable para muchos vecinos, la ciudad decidió que el agente en la capital presionara
con la misión de que el nuevo deseo obtuviera curso en Madrid 27.
El 28 de junio de 1783, el marqués de Arneva expuso al Consejo de Castilla la necesidad
de agregar más agua a la fuente con el fin de que en los años más secos no hubiera problemas, no
solo para el surtimiento en la ciudad, sino para los habitantes de la huerta, campo y lugares de
partido, que estaban con sus aljibes bajo mínimos. Así que el noble deslizó que en el circuito que
era de la ermita de San Cristóbal, situado en otra de las montañas contiguas de la ciudad, se
podría unir al conducto un nacimiento cercano por un presupuesto muy escueto y con mucha
facilidad por su proximidad y caída 28.

24 AHO, F620/31, Expediente de la obra de conducción del agua y construcción de la fuente y continuación de la obra hasta la plaza

de Santa Justa y Rufina de la fuente de San Francisco, Proyecto de José Gómez, maestro cantero, y Joaquín Serrano, maestro alarife,
Representación de Pedro Buonafede y el marqués de Arneva, Orihuela, 13 de febrero de 1778.
25 AHO, F620/31, Ibídem, Relación de José Gómez y Joaquín Serrano, 5 de agosto de 1779. Copia de Manuel Martínez Arquez, 9

de agosto de 1779.
26 AHO, F620/31, Ibídem, Representación de Pedro Buonafede, Francisco Maseres, Agustín Cámara, José Manuel Balaguer,

marqués de Arneva y Manuel Martínez Arquez al Consejo de Castilla, Orihuela, 31 de mayo de 1781.
27 AHO, A221, Actas Capitulares, sesión del 9 de agosto de 1781, f. 134.
28 AHO, F620/31, Expediente de la obra de conducción del agua y construcción de la fuente y continuación de la obra hasta la plaza

de Santa Justa y Rufina de la fuente de San Francisco, Representación del marqués de Arneva al Consejo de Castilla, Orihuela, 28 de
junio de 1783.

404
La sociedad del sur valenciano… Adrián García Torres

Cuadro 4. Inversión en la conducción de la obra de la fuente hasta la plaza de las Santas Justa y Rufina

Gasto Coste

Albañiles. 27.776 reales y 19 maravedíes

Cantería. 26.007 reales y 7 maravedíes

Pilas, lozas y respiradores. 9.256 reales

Arcaduces. 13.066 reales y 20 maravedíes

Cañones de órgano para los subes y bajas. 1.272 reales y 6 maravedíes

El muchacho del remate de la fuente. 690 reales

Expediente. 336 reales

Escultor y hortelano. 420 reales

Empedrado. 118 reales y 20 maravedíes

Aceite para la laca. 5.415 reales y 14 maravedíes

Caños de bronce para chorrear la fuente. 186 reales

Madera comprada y alquilada, a más de otra alquilada. 1.520 reales y 32 maravedíes

Ripio para mampostear. 2.754 reales y 26 maravedíes

Dieta de los maestros de la cañería. 5.527 reales y 14 maravedíes

Cadenas para el ruedo de los pilares de la fuente. 714 reales y 31 maravedíes

Conducción de la tasa. 150 reales

Recibir y hacer medir toda la cal. 240 reales

Cal para toda la obra. 11.601 reales y 12 maravedíes

Arena para la cal. 2.018 reales y 13 maravedíes

Capazos para conducir el mortero, piedra y tierra. 251 reales y 8 maravedíes

Trabajo ajuste de las cuentas. 72 reales

Total 110.516 reales y 13 maravedíes

Elaboración propia. Fuente: AHO, F620/31, Expediente de la obra de conducción del agua y construcción de la fuente y
continuación de la obra hasta la plaza de Santa Justa y Rufina de la fuente de San Francisco, Cuentas de gastos de la obra de la fuente
que se ha concluido en el presente año de mil setecientos ochenta y seis, Orihuela, 13 de febrero de 1786.

405
La sociedad del sur valenciano… Adrián García Torres

Ante dicha petición, el Alto Tribunal reclamó opinión del Ayuntamiento de si la obra
principal se debería hacer antes de la propuesta por Arneva o ambas a la vez 29. Tras recabarse el
parecer del consistorio, el resultado fue la Real Provisión de 17 de junio de 1784 que concedió la
licencia para proseguir el tránsito hasta la plaza de las Santas Justa y Rufina, dejándose una
porción de agua en la de los Capuchinos para el disfrute de sus vecinos 30.
En los primeros meses de 1786 la construcción había finalizado con un desembolso de
110.516 reales y 13 maravedíes, cantidad que de nuevo superaba con creces el gasto inicial
planteado. Una vez aprobadas las facturas por la Junta de Propios, éstas ya estaban en
condiciones de enviarse al Madrid para cerrar este capítulo.

LA ALERTA ANTE LA POSIBLE PLAGA DE LANGOSTA DE 1762 EN EL BAJO


SEGURA
El trauma que supuso la plaga acaecida a mediados de la centuria 31 despertó la inquietud
de las poblaciones ante el temor de un nuevo castigo divino, pues los daños del último episodio
estaban muy presentes en la memoria colectiva. Sobre esta base debemos asentar lo sucedido en
1762.
Callosa del Segura inició en junio de 1762 las medidas pues, “teniendo presente los
perjuicios que causó en los antecedentes años la plaga de langosta”, había tenido noticia de que
en los próximos términos de Almoradí y Benejúzar se hallaban manchas del ortóptero que cada
año iban expandiéndose sin haberse tomado solución alguna, a lo que se sumaba que, al estar en
lugares poco transitados, podían desarrollarse con total libertad. Sin embargo, los problemas
también se focalizaban en Cox y los barrancos de Los Casales, Las Parras y otros inmediatos al
camino que conectaba ambas poblaciones. Esta situación fue comunicada por el Síndico
Procurador General de Callosa al Real Acuerdo de la Audiencia de Valencia con el deseo de que
se dieran las órdenes necesarias para evitar cualquier expansión 32. Este órgano decidió el 25 de
junio que el Corregidor o el Alcalde Mayor de Orihuela en su defecto, averiguaran la copia de
langosta y si el peligro era real, se aplicara sin dilación la Real Instrucción de 1755, manual dictado
por el Consejo de Castilla para hacer frente al insecto en sus tres fases 33.
Enterado de la comisión, el Corregidor ordenó a los pueblos implicados un informe de
la situación. Benejúzar argumentó que, tras reconocerse el término de campo, se hallaron
“algunas manchitas de langosta crecida que le parece haber en todas ellas como dos medios, y por
ser por al presente no han advertido daño alguno” 34. Almoradí expuso que tras haberse revisado
los barrancos y las lomas, “solamente en las cercanías del señor Pedro Mártir y Bojares, que miran
a la huerta, se han encontrado algunas porciones” las que a pesar de ser aladas, todavía brincaban
29 AHO, F620/31, Ibídem, Real Provisión del 31 de julio de 1783.
30 AHO, F620/31, Ibídem, Real Provisión de 17 de junio de 1784.
31 En lo relativo a la mayor plaga del acrídido en el Setecientos en las tierras valencianas véase Armando

ALBEROLA ROMÁ, Catástrofe, economía y acción política en la Valencia del siglo XVIII, Valencia, Institució Alfons el
Magnànim, 1999, pp. 208-235; del mismo autor, “Procesiones, rogativas, conjuros y exorcismos: el campo valenciano
ante la plaga de langosta de 1756”, Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante, 21 (2003), pp. 383-
410; y “Plagas de langosta y clima en la España del siglo XVIII”, Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, 129 (invierno
2012), pp. 21-50; Cayetano MAS GALVAÑ, “La gestión de la catástrofe. Acción estatal y lucha contra la plaga de
langosta en las diócesis de Murcia y Orihuela (1756-1758)”, Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, 129 (invierno
2012), pp. 51-86; Adrián GARCÍA TORRES, “Víctimas del medio: culpabilidad y auxilio del cielo frente a la
catástrofe”, en Armando ALBEROLA ROMÁ (coord.), Clima, naturaleza y desastre. España e Hispanoamérica durante la
Edad Moderna, Valencia, PUV, 2013, pp. 114-116.
32 AHO, D1076, 21, Cometido del Real Acuerdo de la Audiencia de Valencia para que se haga averiguación si es cierto se

experimenta alguna langosta en los términos de Almoradí y Benejúzar, Orihuela, 1762, Representación de Pedro Gallego, Síndico
Procurador General de Callosa de Segura, Callosa del Segura, 19 de junio de 1762, ff. 2-3.
33 Novísima recopilación de leyes de España, Libro VII, Título XXXI, Ley VI, Madrid, 1805.
34 AHO, D1076, 21, Ibídem, Francisco Campos a Tomás Giménez de Ibluzqueta, Benejúzar, 28 de junio de 1762, ff. 6-6v.

406
La sociedad del sur valenciano… Adrián García Torres

para desplazarse. Además, en las proximidades de las escoteras de Benejúzar, cercanas a la casa de
Blas García, también vivían otros grupos. De todas formas, se subrayaba que esta especie de
ortóptero no era perniciosa, sino que eran los langostines propios de estas tierras, ya que no
tomaban asiento en las mieses, tampoco en la paja de las eras y como ejemplo paradigmático los
panizos del citado García estaban sin mordeduras 35. Finalmente, Cox respondió de forma concisa
que existían algunas manchas, pero sin provocar incidencia alguna a tenor de su cortedad 36.
Aunque los datos recabados animaban a la tranquilidad, desde Valencia le fue encargado al
Corregidor de Orihuela que aplicara la Instrucción como precaución a pesar de “lo inocente y en
tan pequeñas manchas” 37.
Los trabajos de exterminio se desarrollaron en Benejúzar desde el 29 de junio al 20 de
julio. Las cuadrillas estuvieron formadas normalmente como mínimo por 15 hombres, salvo el
último día donde participaron 54. No obstante, no se pudo erradicar a todo el insecto pues desde
Orihuela y Almoradí entraban ejemplares, así que mientras perviviera en el foco madre, la
langosta continuaría apareciendo38. En cuanto a Almoradí, las relaciones de los diputados de
campo y moradores volvieron a insistir en que las manchas que actualmente se advertían eran de
langostines que producía la tierra y no habían afectado a ningún cultivo39. En Cox no fue
necesario aplicar brazos humanos para dar muerte al insecto, dado que las manchas que en la
sierra se encontraron habían sido pasto de las bandadas de gavinas40.

CONCLUSIONES
Los tres casos tratados en este trabajo nos muestran cómo actuó la sociedad desde los
recursos que la ciencia y la técnica del momento ofrecían para intentar frenar o al menos
disminuir las consecuencias que los episodios climáticos y naturales adversos producían. Las
reparaciones en el Pantano de Elche y la presa de Marchena tras la avenida del 1 de octubre de
1767 y la urgencia de las mismas, dejan claro el temor a perder el uso de las infraestructuras
hidráulicas de las que dependían la mayoría de los agricultores para generar beneficios
económicos y la masa jornalera para subsistir. La falta de precipitaciones en períodos de
concatenadas sequías no solamente perjudicaba a la agricultura, sino que el abastecimiento
potable tras el aumento poblacional pasó a ser una de las nuevas preocupaciones. El traslado del
manantial de San Francisco al núcleo urbano de la ciudad de Orihuela es una muestra de otras de
las necesidades que la sociedad del momento comenzó a reclamar. Por último, las plagas de
langosta y su poder destructor en la economía agraria fueron otro foco de dificultades. Tras la
plaga del ecuador de la centuria y las pérdidas económicas que supuso, no deben sorprender las
reacciones tan extremas ante la aparición de nuevos ejemplares, aunque estos no fueran realmente
peligrosos.

35 AHO, D1076, 21, Ibídem, Francisco Girona de Pujalte a Tomás Giménez de Ibluzqueta, Almoradí, 30 de junio de 1762, ff. 6v-
7v.
36 AHO, D1076, 21, Ibídem, José Menargues y José Meseguer a Tomás Giménez de Ibluzqueta, Cox, ff. 7v-8.
37 AHO, D1076, 21, Ibídem, Pedro Luis Sánchez a Tomás Giménez de Ibluzqueta, Valencia, 6 de julio de 1762, ff. 9-9v.
38 AHO, D1076, 21, Ibídem, Certificación de Francisco Gombau del testimonio del Alcalde primero ordinario de Benejúzar Francisco

Campos, Benejúzar, 22 de julio de 1762, ff. 10-11v.


39 AHO, D1076, 21, Ibídem, Certificación de Juan García Mateos, Almoradí, 22 de julio de 1762, ff. 12-12v.
40 AHO, D1076, 21, Ibídem, Certificación de Francisco Gálvez y Guillo, Cox, 26 de julio de 1762, ff. 13-13v.

407
El difícil equilibrio entre solidaridad familiar… Cristina Ramos Cobano

EL DIFÍCIL EQUILIBRIO ENTRE SOLIDARIDAD FAMILIAR E INTERÉS


INDIVIDUAL: LOS DESAFÍOS DEL PRIMER LIBERALISMO EN LA ESPAÑA DE
COMIENZOS DEL SIGLO XIX 1
Cristina Ramos Cobano
Universidad de Huelva

El 28 de abril de 1838, el escribano público de Almonte agregó a los protocolos de la villa


una escritura de convenio entre Felipe de Cepeda Ortiz y la hijastra de su difunta hermana
Joaquina, por la que ésta renunciaba a todos los derechos que pudieran tocarle en la herencia de
su madrastra a cambio de 20.000 reales y un par de fincas en una localidad vecina 2. El tenor del
documento podría inducir a pensar que se trataba de un acuerdo amistoso y sencillo entre dos
parientes bien avenidos, pero en realidad sólo era el punto final de una larga serie de agrias
disputas que habían dividido a la familia al completo durante más de quince años, hasta el punto
de poner en peligro el principio de responsabilidad colectiva y solidaria que garantizaba la debida
reproducción del sistema familiar 3. El origen de sus desavenencias era bastante simple: puesto
que Joaquina de Cepeda había fallecido sin herederos forzosos y en su testamento había
designado como heredero universal a su marido, éste se creyó siempre con derecho a recibir parte
de la herencia de sus suegros, pero nunca logró que sus cuñados formalizaran la división de esos
bienes, y de ahí la querella. Sería la hija de su primer matrimonio la que pondría fin al litigio en
1838, probablemente tras llegar a la conclusión de que ganaría más renunciando que si porfiaba
por la vía judicial, y eso es lo que quedó registrado en la escritura que se formalizó en la notaría
de Juan José Lagares.
Aunque en el fondo las disputas entre herederos eran bastante comunes en las familias de
un cierto nivel económico, en las páginas que siguen trataremos de demostrar que este peculiar
episodio en la historia de los Cepeda, por lo general poco proclives a tales desencuentros y
mucho más discretos dirimiendo sus diferencias, sólo puede entenderse plenamente a la luz de la
revolución legislativa del primer liberalismo, y en especial de las medidas adoptadas para
liberalizar el mercado de la tierra y favorecer la progresiva injerencia del Estado en la esfera
privada 4. En qué medida esta legislación liberal influyó en la configuración de las relaciones

1 Este artículo forma parte del proyecto de investigación «Familias e Individuos: Patrones de modernidad y cambio
social (siglos XVI-XXI)», referencia: HAR2013-48901-C6-1-R, y ha sido posible gracias a la financiación concedida
por el Ministerio de Ciencia e Innovación.
2 Transacción y convenio entre Felipe de Cepeda Ortiz y Soledad Cepeda Gómez, otorgada en Almonte el

28/04/1838 ante Juan José Lagares. Archivo de Protocolos Notariales de La Palma del condado (en adelante
APNLPC), leg. 135, ff. 50r-55v.
3 Francisco CHACÓN JIMÉNEZ, "Hacia una nueva definición de la estructura social en la España del Antiguo

Régimen a través de la familia y las relaciones de parentesco", Historia Social, nº 21, 1995, p. 84; Jack GOODY, La
evolución de la familia y del matrimonio en Europa, Barcelona, Herder, 1986 (1ª edición en Cambridge: Cambridge
University Press, 1983), pp. 308-311; Juan HERNÁNDEZ FRANCO, "Consideraciones y propuestas sobre linaje y
parentesco", en James CASEY y Juan HERNÁNDEZ FRANCO (coors.), Familia, parentesco y linaje, Murcia,
Universidad de Murcia, 1997, p. 21.
4 Conviene aclarar que los Cepeda eran una familia originaria de Ávila, pero radicada desde finales del siglo XVI en

Osuna, donde se habían integrado en la élite local al servicio de los duques. En 1729, el segundogénito de la línea
principal había abandonado la casa paterna para contraer matrimonio con una rica heredera en Villalba del Alcor,
actual provincia de Huelva, y juntos habían dado comienzo a una nueva rama familiar que, casualmente, acabaría
convirtiéndose en la principal de su linaje por extinción de la línea primogénita, y en ella sería en la que nacería
Joaquina.

409
El difícil equilibrio entre solidaridad familiar… Cristina Ramos Cobano

familiares en la España de comienzos del siglo XIX constituye, por tanto, el interrogante que
vertebra esta investigación, cuya finalidad última no es otra que conectar con uno de los
problemas clave de la historia de la familia, el de su supuesta “modernización”, procurando
trascender los estrechos límites de una perspectiva autorreferencial 5.
Habitualmente, los estudios sobre la conflictividad hasta mediados del XIX parten del
análisis de los expedientes custodiados por la Real Chancillería competente, a pesar de que el
funcionamiento de estos altos tribunales y la calidad de la información que proporcionan sus
documentos distan mucho de ser los ideales, como en su día apuntó James Casey 6. En este caso,
sin embargo, parece que el enfrentamiento entre los herederos de Joaquina de Cepeda se
mantuvo en la vía extrajudicial, por lo que no hay manera de acceder al testimonio de los
pleiteantes para averiguar las razones por las que no pudieron llegar a un acuerdo amistoso,
máxime cuando las demás escrituras notariales de la familia tampoco aluden a los motivos del
enfrentamiento y tan sólo evidencian una escalada de la conflictividad a través de los años. Así
pues, el único modo de desvelar la verdadera dimensión de la disputa pasa por rastrear las huellas
documentales que los implicados dejaron en todo tiempo y lugar, reconstruyendo sus redes
relacionales, descubriendo sus pautas de comportamiento e identificando sus estrategias de
reproducción social para determinar qué se escondía tras la herencia de la desventurada Joaquina.
Con este fin hemos aplicado a nuestro trabajo los principios metodológicos de la microhistoria y
el análisis de redes, valiéndonos de la matriz biográfica para poder asomarnos a procesos
históricos más amplios que trasciendan la experiencia personal de los propios protagonistas 7. Por
ello hemos analizado de manera intensiva toda la documentación relacionada directa o
indirectamente con los implicados en esta disputa (escrituras notariales, documentación
eclesiástica, escritos personales, actas municipales, etc.), tratando de superar el carácter
fragmentario de las propias fuentes y recuperar así la complejidad de las relaciones que ligan a los
individuos con la sociedad a través de ese hilo de Ariadna del que hablaban Ginzburg y Poni en
su artículo de 1991: el nombre 8.
La historia que hemos podido reconstruir de este modo habla de un enfrentamiento por
la herencia de Joaquina de Cepeda, en efecto, pero también de una violación del principio de
responsabilidad colectiva y solidaria de la familia que sólo fue posible dentro del nuevo marco
legal del primer liberalismo, aunque para comprenderlo es necesario remontarse al origen de la
disputa. Cierto es que rara vez puede fijarse una fecha de inicio para las enemistades familiares,
porque en la memoria de los afectados tiende a encadenarse como injurias detalles que en
principio habrían podido ser inocuos, y, en cualquier caso, para el historiador resulta
extraordinariamente difícil sumergirse hasta tales profundidades. Tomando la evidencia
documental, sin embargo, situaremos el punto de partida en el 24 de febrero de 1822, día en que
Joaquina de Cepeda Ortiz contrajo matrimonio en Villalba del Alcor con su primo en cuarto
grado, Antonio Cepeda Márquez (véase el árbol genealógico del anexo)9. En el seno de esta
familia nada tiene de especial que los novios fueran parientes de sangre, porque los Cepeda
llevaban casándose entre sí como poco desde 1714, cuando la tía abuela de Joaquina se desposó

5 Nara MILANICH, "Whither Family History? A Road Map from Latin America", American Historical Review, nº 112-
2, 2007, pp. 447-449; Francisco CHACÓN JIMÉNEZ y Joan BESTARD CAMPS, "Introducción", en Francisco
CHACÓN JIMÉNEZ y Joan BESTARD CAMPS (coords.), Familias: Historia de la sociedad española (del final de la Edad
Media a nuestros días), Madrid, Cátedra, 2011, pp. 19-20.
6 James CASEY, "La conflictividad en el seno de la familia", Estudis: Revista de historia moderna, nº 22, 1996, pp. 23-24.
7 Bernard LEPETIT, "Architecture, géographie, histoire: usages de l'échelle", Genèses, nº 13, 1993, pp. 125-127; Jean

QUATAERT y Leigh Ann WHEELER, "Individual Lives: Windows on Women's History", Journal of Women's
History, nº 24-3, 2012, pp. 7-12.
8 Carlo GINZBURG y Carlo PONI, "El nombre y el cómo: intercambio desigual y mercado historiográfico", Historia

Social, nº 10, 1991, p. 67.


9 Expediente secreto para el matrimonio apostólico de Antonio Cepeda y Joaquina de Cepeda, 1822. Archivo

Diocesano de Huelva (en adelante ADH), fondo histórico, sección Matrimonios Apostólicos, serie Villalba del Alcor,
leg. 4, expediente nº 371.

410
El difícil equilibrio entre solidaridad familiar… Cristina Ramos Cobano

con su propio primo en Osuna, de la que eran originarios, aparentemente porque su asidua
comunicación había generado tales sospechas en el vecindario que sus familias se vieron
obligadas a casarlos para salvaguardar el honor de la adolescente 10. También era una práctica
común entre los Ortiz de Abreu, pues para cuando se casaron los padres de Joaquina ya en tierras
onubenses su rama materna se había visto envuelta como mínimo en diez procesos para lograr la
dispensa ante la Curia, todos ellos por distintos grados de parentesco y siempre ganados tras
pocas dilaciones11.
La lógica que subyacía tras esta práctica no es difícil de adivinar: con independencia de los
motivos que argumentaran para justificar tan flagrante violación de las prohibiciones eclesiásticas,
es incuestionable que los matrimonios consanguíneos constituían un modo muy eficaz de
remediar los efectos de un sistema de herencia que tendía a debilitar sus bases materiales con cada
nueva partición: en efecto, considerando que las mujeres tenían los mismos derechos hereditarios
que los varones, cuando tomaban esposo fuera de su parentela sustraían al patrimonio global de
su familia la parte que les correspondía de sus legítimas, por lo que bien podía dársela por
perdida, a no ser que en generaciones ulteriores se produjera un nuevo acercamiento a través de
un enlace consanguíneo. Casándose con un pariente dentro de los grados prohibidos, en cambio,
su dote y todo cuanto debían heredar a la muerte de sus mayores continuaría en manos del grupo
familiar, entendido éste como una red horizontal de parentesco 12. Olvidándonos por un
momento de la interpretación economicista de los enlaces consanguíneos, la boda de Joaquina
con su primo podía tener otro atractivo: el de acercar de nuevo a dos ramas familiares largo
tiempo separadas y comprometidas en nodos relacionales diferentes, porque la de Joaquina,
radicada en Villaba del Alcor, se había convertido en la nueva poseedora de los bienes materiales
y simbólicos del linaje tras la extinción de la línea primogénita en 1779 y desde entonces se había
embarcado en un proyecto de consolidación interna a base de reencadenar matrimonios
consanguíneos, mientras que la de Antonio procedía del cuarto hermano de Juan Lucas de
Cepeda Torres-Montes, bisabuelo de Joaquina, y en las tres últimas generaciones no había hecho
más que redoblar sus vínculos de sangre con otra familia de Osuna, los Valdivia 13.
En todo caso, la unión de Joaquina y Antonio no entraba dentro de lo aceptable según los
cánones de la familia Cepeda: en primer lugar, no había justificación biológica posible para un
matrimonio tan tardío, pues, por más que el esposo tuviera veintiocho años, esto no solucionaba
la esterilidad de una mujer ya entrada en la cincuentena, por lo que nunca cumpliría la principal
función del matrimonio en todo proyecto de perpetuación familiar: dar continuidad biológica al

10 Expediente secreto para el matrimonio apostólico de Gonzalo Francisco de Ayala y Teresa Francisca de Cepeda,
1714. Archivo general del Arzobispado de Sevilla (en adelante AGAS), sección Vicaría, serie Expedientes
Matrimoniales, subserie Apostólicos, leg. 315, expediente nº 317.
11 Expedientes secretos para los matrimonios apostólicos de Manuel y Ana Ortiz de Abreu con Elvira Bejarano e

Ignacio Galindo Valcárcel, 1674-1675. ADH, fondo histórico, sección Matrimonios Apostólicos, serie Almonte, leg.
1, expedientes nº 31 y 34.
12 Llorenç FERRER i ALÓS, "Comment se perpétuer? Systèmes successoraux et transmission patrimoniale dans

l’Espagne du XVIIIe siècle", Histoire & Sociétés Rurales, nº 27, 2007, p. 53; Joan BESTARD CAMPS, "La estrechez
del lugar. Reflexiones en torno a las estrategias matrimoniales cercanas", en Francisco CHACÓN JIMÉNEZ y Juan
HERNÁNDEZ FRANCO (coords.), Poder, familia y consanguinidad en la España del Antiguo Régimen, Barcelona,
Anthropos, 1992, p. 121; Dolors COMAS D'ARGEMIR, "Matrimonio, patrimonio y descendencia. Algunas
hipótesis referidas a la península Ibérica", en Francisco CHACÓN JIMÉNEZ y Juan HERNÁNDEZ FRANCO
(coords.), Poder, familia y consanguinidad en la España del Antiguo Régimen, Barcelona, Anthropos, 1992, pp. 158-162.
13 Expedientes secretos para el matrimonio apostólico de Antonio Valdivia y Teresa de Cepeda (1762), y para el de

Luis Valdivia y María Josefa de Cepeda (1766). AGAS, sección Vicaría, serie Expedientes Matrimoniales, subserie
Apostólicos, leg. 318, expediente nº 558, y leg. 319, expediente nº 590 bis; José SÁNCHEZ HERRERO, "Osuna. La
villa y su gobierno ducal. la Iglesia y la religiosidad, 1695-1739", en Juan José IGLESIAS RODRÍGUEZ y Manuel
GARCÍA FERNÁNDEZ (coords.), Osuna entre los tiempos medievales y modernos (siglos XIII-XVIII), Sevilla, Universidad
de Sevilla, 1995, p. 363.

411
El difícil equilibrio entre solidaridad familiar… Cristina Ramos Cobano

grupo 14. Por otra parte, el novio nada tenía para aportar a la familia de su segunda esposa: ni en el
plano económico, porque carecía de caudal propio y además tenía a su cargo una hija pequeña a
la que criar, ni en el social, pues, al descender de una rama separada del tronco principal hacía ya
cuatro generaciones, carecía del prestigio de la línea de Joaquina. Tampoco parece probable que
su interés fuera la compañía mutua, porque para ese fin debía de haber multitud de fórmulas
distintas que chirriasen menos que el matrimonio, considerando que la edad de Joaquina hacía
más apto para ella el papel de suegra que el de novia primeriza.
A la vista de todas estas consideraciones, no es de extrañar que semejante matrimonio se
granjeara la inmediata repulsa de la familia de la novia por más que fueran parientes, pues, como
ya apuntó Flandrin en su momento, “un consanguíneo, si no tenía el nivel social y la cultura
exigible a los miembros de la familia, quedaba, sin duda, excluido de ella” 15. Por ello, lo más
probable es que los novios siguieran un cauce alternativo al habitual en el seno de la familia
Cepeda a la hora de sentar las bases de una unión matrimonial, y, si por lo general los
pormenores se decidían a puerta cerrada en la casa paterna, en este caso más bien habría que
imaginar un noviazgo secreto, iniciado en alguna tertulia frecuentada por los dos interesados o a
través de la sempiterna reja de las casas andaluzas 16. Que no fue una unión bien vista en la familia
lo demuestran varios detalles, comenzando por el hecho de que ninguno de los parientes de
Joaquina se dignó a ser testigo en su boda, por lo que tuvieron que asumir dicho papel el
presbítero Arana, el fraile Sebastián de León y el alcalde del crimen honorario, José Maceda 17.
Tan señaladas ausencias sólo pueden entenderse como un gesto simbólico de rechazo por parte
de los propios Cepeda, ampliado automáticamente a la red social de la que formaban parte,
porque en otras bodas celebradas poco antes o después de aquel enlace siempre hubo algún
pariente destacado y varios representantes de las autoridades civiles y eclesiásticas. En segundo
lugar, en cuanto falleció el padre de Joaquina, Vicente de Cepeda Osorno, se quebró la pátina de
calma que disimulaba el torbellino de emociones contrapuestas en esta familia: así, “por
interioridades y fines particulares que a ello los mueve”, según la acusación de la pareja, Manuel,
Rafael y Felipe de Cepeda hicieron frente común para desoír las continuas reclamaciones de su
hermana sobre la división del caudal de sus difuntos padres, reducido a los bienes libres tras la
derogación a comienzos de 1824 del decreto que abolía los mayorazgos 18.
Es de suponer que en esta actitud pesó mucho la decisión de Joaquina de nombrar por
único y universal heredero a su marido, pero lo cierto es que los hermanos Cepeda tenían
motivos fundados para actuar así, a la vista de los expeditivos métodos a los que recurrió su
cuñado para hacer valer sus derechos como heredero en cuanto ella falleció, cuatro años después
de sus nupcias 19. Y es que, sin mediar advertencia, el viudo se apropió de algunas fincas que no
estaban incluidas en el inventario post mortem de sus suegros ni se hallaban sujetas a vinculación,
con la pretensión de “subsanar en parte con su goce los perjuicios que se me ocasionaban por la
proindivisión del caudal de los antedichos”. Las maniobras de los demás herederos no fueron
menos agresivas, pues Manuel y Felipe de Cepeda trataron sin éxito de deslegitimar ante los
tribunales los derechos de su cuñado sobre una pequeña huerta de frutales que Vicente le había

14 Expediente secreto para el matrimonio apostólico de Antonio de Cepeda Márquez y Joaquina de Cepeda Ortiz,

1821. ADH, fondo histórico, sección Matrimonios Apostólicos, serie Villalba del Alcor, leg. 4, expediente nº 371.
15 Jean-Louis FLANDRIN, Orígenes de la familia moderna: la familia, el parentesco y la sexualidad en la sociedad

tradicional, Barcelona, Crítica, 1979 (1ª edición en Paris: Hachette, 1976), p. 14.
16 Andreas GELZ, Tertulia: Literatur und Soziabilität im Spanien des 18. und 19. Jahrhunderts, Frankfurt, Vervuert Verlag,

2006, pp. 53-57; Gerald BRENAN, Al sur de Granada, Madrid, Siglo XXI de España, 1984, pp. 290-308.
17 Matrimonio por palabras de presente de Antonio Cepeda Márquez y Joaquina de Cepeda Ortiz, oficiado el

24/02/1822 por Manuel María de Rivas. ADH, fondo parroquial, sección Libros en Depósito, serie Villalba del
Alcor, caja nº 3, libro 6º de matrimonios, f. 235r.
18 Real Cédula de 11 de marzo de 1824.
19 Testamento de Joaquina de Cepeda Ortiz, otorgado en Villalba del Alcor el 27/03/1826 ante Juan José Trabado.

APNLPC, leg. 1.687, ff. 24r-26v.

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El difícil equilibrio entre solidaridad familiar… Cristina Ramos Cobano

donado poco después del matrimonio, aprovechando que éste no había tenido tiempo de
entregarle todos los títulos de propiedad antes de morir. Por su parte, Francisco de Cepeda
Cepeda, primo hermano y a la vez sobrino de la difunta, no dudó un segundo en embargar al
viudo varios muebles de la casa en la que vivía para cobrarse los reales que le adeudaba 20. Ni
siquiera la muerte de Antonio en 1833 ayudaría a resolver tan agria disputa por la herencia de
Vicente e Ignacia, pues a partir de entonces sería la hija de su primer matrimonio, Soledad
Cepeda Gómez, quien durante años reclamaría la parte que aquél habría debido recibir como
heredero universal de su segunda esposa, hasta que en 1838 finalmente se dio por vencida y llegó
al acuerdo con Felipe de Cepeda con el que iniciamos este trabajo 21.
Quizá toda esta animadversión resulte más comprensible si tenemos en cuenta que el
matrimonio de Joaquina debió de celebrarse en contra de la voluntad expresa de sus parientes,
porque todo indica que sus padres habían decidido mantenerla soltera y en la casa familiar para
que hiciera compañía a su madre en la vejez 22. Por supuesto, no hay una sola declaración explícita
al respecto y en principio sólo podríamos suponerlo considerando la edad que tenía cuando
contrajo matrimonio, pero un detalle resulta lo suficientemente esclarecedor como para afirmarlo
así, y es que las tres hermanas que se casaron antes que ella recibieron en conjunto todos los
bienes inmuebles que su propia madre había aportado a la comunidad conyugal en Villalba: así, a
Teresa se le entregó una bodega situada en la calle del Palomar que originalmente había
pertenecido a su bisabuela, y que de generación en generación había formado parte de la dote
nupcial de cada sucesora 23. Lo mismo puede decirse de los doscientos olivos que recibió Dolores
entre los sitios de las Ánimas, el Camino del Campo y los Damascos, mientras que las tres
fanegas de tierra de labor que se le entregaron en la Vera del Lugar formaban parte del aumento
de dote que en 1763 se le había hecho a su madre 24. Por su parte, Ana María recibió una finca en
los Aguilones que su abuelo materno había adquirido en la década de 1740 y que luego había
pasado a formar parte de la dote de su madre, pero también recibió nueve fanegas de labor junto
a la senda de Santa Águeda que habían permanecido como mínimo cuatro generaciones en la
familia, pues su madre las había recibido en 1763 como parte de su legítima materna, y la madre
de ésta las había recibido a su vez en 1736 como herencia de su abuela, así que volvemos a
encontrarnos con una propiedad que venía perteneciendo a la misma familia desde hacía más de
medio siglo 25.
Para cuando se celebraron los esponsales de Joaquina, en cambio, el caudal de sus padres
no podía afrontar una nueva dote por más que hubieran transcurrido tres décadas desde la última
boda de un hijo suyo: durante aquellos años, en efecto, los vaivenes políticos de principios de
siglo habían mermado considerablemente los activos del patrimonio familiar, sobre todo a raíz de
la guerra con el francés, a lo que se sumaban las desventajas de que el grueso de la fortuna
hubiera estado amayorazgado todo aquel tiempo, por la insuficiencia del capital líquido
disponible. De hecho, el precario estado en que se hallaba la fortuna de Vicente de Cepeda por
los condicionantes estructurales de la vinculación y los efectos de la guerra lo habían forzado a
apoderar al menor de sus hijos para que invirtiera cuanto fuera posible y recuperase el valor de

20 Testamento de Antonio de Cepeda y Márquez, otorgado en Villalba del Alcor el 12/03/1833 ante José María
Trabado. APNLPC, leg. 1.688, ff. 55v-60v.
21 Transacción y convenio entre Felipe de Cepeda Ortiz y Soledad Cepeda Gómez, otorgada en Almonte el

28/04/1838 ante Juan José Lagares. APNLPC, leg. 135, ff. 50r-55v.
22 Ángel RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, "El poder familiar: la patria potestad en el Antiguo Régimen", en Chronica Nova,

vol. 18, 1990, p. 371.


23 Carta de dote de Teresa de Cepeda Ortiz, otorgada en Villalba del Alcor el 24/01/1782 ante Juan Alonso Ramírez.

APNLPC, leg. 1.672, ff. 1r-7v.


24 Carta de dote de María Dolores de Cepeda Ortiz, otorgada en Villalba del Alcor el 24/01/1782 ante Juan Alonso

Ramírez. APNLPC, leg. 1.672, ff. 8r-17v.


25 Carta de dote de Ana María de Cepeda Ortiz, otorgada en Villalba del Alcor el 16/04/1787 ante Juan Alonso

Ramírez. APNLPC, leg. 1.674, ff. 123r-131v.

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El difícil equilibrio entre solidaridad familiar… Cristina Ramos Cobano

los mayorazgos que tenía repartidos por Sevilla y Osuna 26. Por tales motivos, no es de extrañar
que fuera incapaz de dotar a su hija como correspondía a la calidad de su casa y que para
compensarla le destinase como mejora testamentaria una cerca recientemente comprada al
convento de monjas carmelitas de la villa, así como el usufructo de la mitad de la hacienda
conocida como La Ruisa, en el término de la villa de Niebla, cuya renta anual de 8.000 reales
debería de permitirle vivir cómodamente 27. Este gesto, que en principio parecería poco relevante,
en realidad demuestra que Vicente de Cepeda jamás pensó en casar a ninguna otra de sus hijas,
pues de lo contrario el principio de solidaridad familiar habría forzado un reparto equitativo de
los bienes dotales de Ignacia entre todas ellas; y es que, como indicó Gérard Delille refiriéndose a
la Apulia del siglo XVII, “dans la mesure du posible, on essaie de constituer la dot des filles à
partir des biens dotaux de la mère, et de réserver les biens paternels aux garçons” 28.
En cualquier caso, Joaquina había sido deliberadamente excluida de la reserva femenina, y
por ello no cabe duda de que la soltería era el destino que sus padres habían trazado para ella,
aunque finalmente terminara por rebelarse; en nuestra opinión, de no haber sido así, el principio
de solidaridad familiar habría forzado un reparto equitativo de los bienes dotales de Ignacia entre
la totalidad de sus hijas desposadas, y lo más probable es que la hubieran casado mucho antes y
con un hombre del agrado de su familia, pero todo parece indicar que Joaquina había sido
destinada a la soltería. Se trataba éste de un estado en general poco deseable tanto para las
afectadas como para sus familias, porque una mujer soltera no confería a sus parientes un
prestigio semejante al del fuero eclesiástico, ni tenía las mismas oportunidades de hacerse con una
posición de poder como cuando se ascendía en la jerarquía conventual, o de favorecer a su
familia como podía hacerlo una madre superiora. Si retomamos el análisis puramente material,
pocos atractivos ofrecía el celibato en el siglo frente al regular, pues ninguna ley obligaba a las
hijas solteras a renunciar a sus legítimas como sucedía con las que tomaban el velo negro. Cierto
es que su doncellez perpetua evitaba el engorroso deber de dotarlas conforme a su calidad, pero,
a cambio, quedaba el riesgo de que decidieran dejar sus bienes a personas o instituciones ajenas a
la familia y no a sus hermanos o sobrinos, porque eran completamente libres de hacer con su
patrimonio lo que se les antojara cuando carecían de herederos forzosos. Eso sí, la soltería era un
estado fácilmente mudable si llegaba la necesidad, no así los votos religiosos, lo que significaba
que una hija abocada al convento nunca podría ser recuperada para tratar de asegurar la
continuidad biológica de su familia, si por los reveses del destino fallecieran los hermanos a los
que se había adjudicado tal función. Naturalmente, las limitaciones de la naturaleza femenina
jugaban en su contra, pues superado un cierto umbral era imposible valerse de ellas para este fin,
pero esto no quiere decir que no pudiera utilizárselas para una tardía alianza, aunque se supiera
que no daría fruto. La única ventaja verdaderamente incontrovertible de la soltería femenina era
su absoluta integración en la familia, ya que constituía una ayuda valiosísima para todos sus
parientes, fuera como acompañante de sus padres ancianos, como encargada de la casa tras la
muerte de la madre, la hermana casada o la cuñada, como responsable de los niños e incluso
como sostén económico del hogar. Tan importante era su papel en la familia, que hay quien ha
invertido los términos del dilema hasta plantearse, no sin cierta exageración, “why any family in
the period would have let all its female members marry” 29. En el caso de la familia Cepeda, está
claro que su poder económico les permitía prescindir de tales apoyos, pero, ante una prole
femenina tan abundante como la de Vicente e Ignacia, la posibilidad de mantener a una hija

26 Poder de Vicente de Cepeda y sus hijos a Felipe de Cepeda, otorgado en Villalba del Alcor el 16/10/1817 ante
Juan José Trabado. APNLPC, leg. 1.686, ff. 120r-122r.
27 Testamento de Vicente de Cepeda Osorno, otorgado en Villalba del Alcor el 21/10/1822 ante Juan José Trabado.

APNLPC, leg. 1.686, ff. 65r-70v.


28 Gérard DELILLE, "Dots des filles et circulation des biens dans les Pouilles aux XVIe-XVIIe siècles", Mélanges de

l'Ecole française de Rome. Moyen-Age, Temps modernes, nº 95-1, 1983, p. 208.


29 Amy M. FROIDE, Never Married: Singlewomen in Early Modern England, Oxford, Oxford University Press, 2005, pp.

74-75.

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El difícil equilibrio entre solidaridad familiar… Cristina Ramos Cobano

soltera como solaz de sus padres en la vejez no deja de tener cierta lógica, sobre todo
considerando que ya las mayores habían satisfecho las necesidades relacionales y de reproducción
biológica de la familia, y que la cuarta hija había tomado el velo negro en el convento carmelita de
Villalba del Alcor. Además, considerando las frecuentes ausencias de Vicente desde que asumió
los mayorazgos de Osuna, resulta lógico que Ignacia quisiera tener junto a sí a la menor de sus
hijas, sobre todo porque las otras tres fallecieron una tras otra de sobreparto y los varones vivían
todos fuera.
En estas condiciones, lo verdaderamente sorprendente es que Joaquina de Cepeda
terminara rebelándose y contrayendo matrimonio cuando el destino que le habían diseñado sus
padres era el de permanecer soltera para siempre. Por aquel entonces hacía ya varios años del
fallecimiento de su madre, acaecido en 1814, y, aunque no hay pruebas documentales, lo más
probable es que Joaquina se mudara a Osuna para vivir con su padre porque, siendo soltera,
resulta impensable que permaneciera en Villalba sin un pariente varón bajo el mismo techo.
Debió de ser allí donde conoció al reciente viudo Antonio, que hasta poco antes había residido
en Ardales, en la actual provincia de Málaga, pero nada de todo esto explica cómo pudo ser capaz
de contravenir los deseos de su familia, aunque hubiera fallecido la madre a la que debía
acompañar. Bien es sabido que, en un tiempo en el que el máximo ideal al que aspiraba toda
familia era su reproducción, tanto desde el punto de vista biológico como atendiendo a las bases
materiales e inmateriales de la propia posición social, rara vez eran los propios interesados
quienes escogían el papel que les tocaba desempeñar en el proyecto de perpetuación familiar,
porque había papeles diferenciales para multiplicar las posibilidades de éxito, y eso puede
apreciarse a simple vista analizando tanto los matrimonios como las ordenaciones eclesiásticas de
los Cepeda 30. Con quiénes se casaban, en qué convento profesaban o cuándo abandonaban el
fuero eclesiástico también eran decisiones trascendentales que no podían someterse al arbitrio de
los impulsos sentimentales o de las preferencias de cada uno. José María Imízcoz expuso muy
bien la clave de la cuestión reflexionando sobre el funcionamiento de las redes sociales:
Cualquiera de los vínculos que aseguraban la supervivencia del individuo, le ataban al
mismo tiempo estrechamente, le imponían una serie de normas y obligaciones estrictas que
estaban por encima de su propia voluntad individual, obligaciones para con el grupo al que
pertenecía y obligaciones para con los miembros del grupo o de la red social a los que
estaba vinculados 31.
No resulta fácil hoy en día comprender los mecanismos que garantizaban el buen
funcionamiento de un sistema en el que la voluntad individual quedaba supeditada a la
perpetuación de la comunidad familiar, pero en realidad la clave era bastante simple, pues
dependía sólo de dos principios irrenunciables: el de la responsabilidad colectiva y solidaria de la
familia y el de la patria potestad. Con respecto al primero, consistía en la percepción cultural de la
familia como un instrumento insustituible para perpetuar la posición de dominio que distinguía a
los grupos de poder y, a la vista de cuanto ha observado Jesús Cruz en la notabilidad madrileña
del siglo XIX, sobrevivió incluso a las revoluciones burguesas que dieron pie al mundo
contemporáneo 32. No obstante, su origen se remonta a los comienzos de la modernidad, cuando
la sangre y la pertenencia a un linaje empezaron a considerarse calidades distintivas para justificar
las diferencias sociales y la hegemonía de una élite minoritaria que ya no podía imponer su

30 Francisco CHACÓN JIMÉNEZ, "Hacia una nueva definición...", op. cit., p. 78; Giovanni LEVI, La herencia
inmaterial. La historia de un exorcista piamontés del siglo XVII, Madrid, Nerea, 1990 (1ª edición en Turín: Einaudi, 1985), p.
54; Cristina RAMOS COBANO, Familia, poder y representación en Andalucía: los Cepeda entre el Antiguo y el Nuevo Régimen
(1700-1850), Huelva, Universidad de Huelva, 2012.
31 José María IMÍZCOZ BEUNZA, "Comunidad, red social y élites. Un análisis de la vertebración social en el

Antiguo Régimen", en José María IMÍZCOZ BEUNZA (coord.): Élites, poder y red social. Las élites del País Vasco y
Navarra en la Edad Moderna, Bilbao, Universidad del País Vasco, 1996, p. 24.
32 Jesús CRUZ VALENCIANO, Los notables de Madrid: las bases sociales de la revolución liberal española, Madrid, Alianza,

2000 (1ª edición en Cambridge: Cambridge University Press, 1996), p. 230.

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El difícil equilibrio entre solidaridad familiar… Cristina Ramos Cobano

dominio por la fuerza 33. Como consecuencia, cada uno de los miembros de un linaje participaba
de la consideración que disfrutara su grupo colectivamente y, por lo mismo, cualquier honor o
deshonor individual afectaba también al resto, de modo que se hacía necesario aceptar la
solidaridad como el pilar maestro de las relaciones familiares. En la mayoría de los casos, por
consiguiente, la primacía de los intereses del grupo estaba profundamente interiorizada en cada
uno de sus miembros, aunque ello no garantizaba que la aceptación del destino individual fuera
siempre completamente libre y espontánea 34. Para remediar posibles disidencias estaba el segundo
principio del que hemos hablado, la patria potestad, que consistía en el ejercicio de un poder casi
absoluto dentro de los confines de la familia, al que se sometían todos sus miembros y que era
aceptado socialmente como componente inseparable de la mentalidad colectiva 35. Su resultado
más inmediato era un dirigismo proyectado sobre los hijos, cuya voluntad quedaba anulada
gracias a un delicado equilibrio entre sometimiento y dominación, entre aceptación e imposición:
a favor de la primera jugaba la interiorización inconsciente, propia del habitus del que hablara
Pierre Bourdieu, pero también el adoctrinamiento constante desde los púlpitos y la literatura 36.
Pese a la efectividad de este tipo de discursos en lo que respecta a la interiorización de la
patria potestad, muchas eran las transgresiones y graves las heridas que éstas infligían al orden
social, como se aprecia en la multitud de pleitos seguidos en los tribunales españoles por causa de
los matrimonios contraídos clandestinamente en contra de la voluntad paterna 37. Para mantener
el orden familiar que sustentaba el sistema, por tanto, era necesario garantizar el respeto a la
patria potestad mediante fórmulas coercitivas y sancionadoras, competencia exclusiva de la
jurisdicción secular, y así se hizo en todos los Estados modernos de la Europa occidental 38. En
España, la prohibición de los matrimonios clandestinos y la definitiva sanción de la autoridad
familiar llegaron sólo bajo el reinado de Carlos III, con la Real Pragmática de 23 de marzo de
1776, que dos años más tarde fue extendida también a Ultramar. Con ella se obligaba a que todos
los hijos e hijas menores de 25 años obtuvieran el consentimiento paterno para casarse y, en su
defecto, el de la madre, los abuelos o cualquier otro pariente cercano; para los que superasen
aquel umbral no sería obligatorio obtenerlo, pero sí solicitarlo, so pena de fuertes sanciones
pecuniarias cuyo efecto más inmediato era la degradación de su estatus. Por lo general se ha
interpretado la promulgación de esta ley como un intento de salvaguardar la pureza de la nobleza,
que, al parecer, se habría visto muy perjudicada por la profusión de matrimonios hipogámicos
contraídos de forma clandestina. Sin embargo, autores como James Casey o Paloma Fernández
han visto en esta ley más bien un intento por reforzar el control del cabeza de familia sobre el
patrimonio de sus herederos, a fin de asegurar la correcta reproducción del grupo a despecho de
los intereses individuales 39. La necesidad de afirmar el principio de la patria potestad precisamente
entonces habría nacido de los disturbios sociales que sacudieron al país durante la década

33 Francisco CHACÓN JIMÉNEZ, "Hacia una nueva definición...", op. cit., p. 84; Jack GOODY, La evolución de la
familia..., op. cit., pp. 308-311; Juan HERNÁNDEZ FRANCO, "Consideraciones y propuestas...", op. cit., p. 21.
34 Renata AGO, "Jóvenes nobles en la época del absolutismo: autoritarismo paterno y libertad", en Giovanni LEVI y

Jean-Claude SCHMIT (coords.), Historia de los jóvenes. 1. De la Antigüedad a la Edad Moderna, Madrid, Taurus, 1996, p.
395.
35 Ángel RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, "El poder familiar...", op. cit., p. 367.
36 Pierre BOURDIEU, "Les stratégies matrimoniales dans le système de reproduction", Annales. Économies, Sociétés,

Civilisations, nº 27, 1972, p. 1107.


37 Para algunos ejemplos andaluces, véase James CASEY, "Le mariage clandestin en Andalousie à l'époque

moderne", en Augustin REDONDO (coor.): Amours légitimes, amours illégitimes en Espagne (XVIe-XVIIe siècles), Paris,
Publications de la Sorbonne, 1985, pp. 57-68.
38 Muriel ROLLAND, "L'exercice de la puissance paternelle sur les mineurs en Bretagne (1731-1789) ou les moyens

d'éviter les mésalliances", en Christiane PLESSIX-BUISSET (coord.): Ordre et désordres dans les familles. Études d'histoire
du droit, Rennes, Presses universitaires de Rennes, 2002, p. 30.
39 Paloma FERNÁNDEZ PÉREZ, "El declinar del patriarcalismo en España. Estado y familia en la transición del

Antiguo Régimen a la Edad Contemporánea", en James CASEY y Juan HERNÁNDEZ FRANCO (coors.), Familia,
parentesco y linaje, Murcia, Universidad de Murcia, 1997, p. 380; James CASEY, Historia de la familia, Madrid, Espasa-
Calpe, 1990, p. 163.

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El difícil equilibrio entre solidaridad familiar… Cristina Ramos Cobano

anterior, con el consiguiente cuestionamiento de la autoridad, pero, sin duda, también influyó
bastante el cambio que venía produciéndose en el clima ideológico desde mediados de siglo, pues
incluso la propia Iglesia católica había empezado a cambiar su discurso a favor de la doctrina del
libre consentimiento por otro más proclive a favorecer la del consentimiento paterno, hasta el
extremo de que a finales de siglo abandonó por completo su papel de defensora de las parejas
que querían casarse contra la voluntad de sus familias 40.
Como puede apreciarse, los medios que la jurisdicción secular proporcionaba a la familia
para imponer su autoridad se limitaban a la esfera del matrimonio, pues las leyes no garantizaban
a los padres el derecho de violentar a sus hijos para obligarlos a contraer matrimonio o para
ingresar en la Iglesia; eso quedaba para la interiorización de la patria potestad y del supremo fin
de la perpetuación familiar. Aun así, no por ello resultaba menos revolucionaria la iniciativa, pues
era la primera vez que la política se inmiscuía sin cortapisas en la esfera de lo privado,
amparándose en la “razón de Estado”. Por supuesto, una vez hollada la senda ya no se la
abandonaría fácilmente, y entre 1796 y 1803 se promulgaron diversos decretos para abolir de
manera definitiva la pena de cárcel con que se obligaba a los hombres a cumplir su palabra de
matrimonio. El resultado, lógicamente, fue doble: por una parte, las mujeres que entregaban su
honra amparadas en la promesa de futuros esponsales quedaron aún más desprotegidas si cabe;
por otra, la patria potestad se vio reforzada, porque así se podía deshacer un noviazgo
inconveniente sin que la mujer pudiera obligar a que se celebraran las nupcias prometidas 41. A
medio y largo plazo, las innovaciones legales sobre el consentimiento paterno y la libertad para
romper la palabra de matrimonio afectarían sustancialmente tanto al principio de la
responsabilidad colectiva de la familia como al de la patria potestad.
En todo caso, el sacrificio de los derechos individuales en aras del bien colectivo de la
familia no podía forzarse invariablemente sin consecuencias, y es que la interiorización del valor
supremo de la familia y el ejercicio de la patria potestad no garantizaban que sus miembros
hallasen la felicidad desempeñando el papel que se les daba. Tampoco era ése el fin, en todo caso,
y las disidencias normalmente se acallaban de tal modo que no es fácil encontrar traza alguna en
la documentación, o al menos así es en la documentación de los Cepeda con anterioridad al siglo
XIX. Una vez iniciado éste, en cambio, los malestares antes acallados pasaron a proclamarse
abiertamente y la ciega obediencia en alguna ocasión se transmutó en abierto desacato, como
parece ser en el caso de Joaquina. Naturalmente, sería ingenuo pensar que la revolución legislativa
que se estaba produciendo motivó por sí misma tales transgresiones; a lo sumo, proporcionó los
medios necesarios para que las contradicciones del sistema adquiriesen el protagonismo que hasta
entonces se les había negado legalmente. No obstante, estamos hablando de una minoría muy
específica dentro del grupo familiar de los Cepeda, porque hasta entonces la interiorización de la
solidaridad familiar y los mecanismos coercitivos proporcionados por las autoridades civiles
habían bastado para garantizar el correcto ejercicio de la patria potestad. Sin embargo, en realidad
los Cepeda se hallaban sujetos a las mismas tensiones que estaban transformando la concepción
tradicional de la familia en todo el occidente europeo, y así permiten afirmarlo las singulares
circunstancias que rodearon al casamiento de Joaquina de Cepeda a comienzos de 1822, pues
todo indica que el suyo era un matrimonio de conveniencia, sólo que en este caso no pretendía
fortalecer las bases del grupo familiar, como el resto de las uniones programadas de los Cepeda,
sino socavarlas por completo al amparo de la revolución que se estaba llevando a cabo en las
Cortes.
En efecto, para comprender el verdadero significado de este matrimonio no hay que
perder jamás de vista la fecha en la que se celebró: comienzos de 1822, en pleno Trienio Liberal.
Por aquel entonces, las Cortes habían suprimido todos los tipos de vinculaciones posibles
40 Paloma FERNÁNDEZ PÉREZ, El rostro familiar de la metrópoli. Redes de parentesco y lazos mercantiles en Cádiz, 1700-
1812, Madrid, Siglo XXI, 1997, p. 67.
41 James CASEY, "Le mariage clandestin en Andalousie...", op. cit., p. 67.

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mediante el decreto de 27 de septiembre de 1820, y esto cambiaba por completo las expectativas
de sucesión entre los hijos de Vicente de Cepeda: así, el primogénito Manuel ya no sería el único
beneficiario de los seis mayorazgos que aún poseía su padre, sino sólo de la mitad y bajo el
régimen de bienes libres, porque el resto debería dividirse entre todos los herederos forzosos de
Vicente a partes iguales, incluyéndolo también a él 42. En consecuencia, además de sus legítimas,
Joaquina heredaría una doceava parte de los mayorazgos paternos, lo que le auguraba una fortuna
personal envidiable; he ahí el atractivo que sin duda vio su primo Antonio en ella. Las cuentas
cuadran a la perfección: él carecía de medios económicos con los que sustentarse a sí mismo y a
su hija, según declararía más tarde en su testamento, y ella carecía de herederos forzosos salvo su
padre, pero, como éste era ya muy anciano, cabían muchas posibilidades de que falleciera de un
momento a otro, y en ese caso Joaquina podría elegir libremente a sus herederos, incluido su
viudo.
Si éstas eran las cábalas de Antonio Cepeda cuando inició el cortejo, desde luego no
debieron de pasar desapercibidas a sus futuros parientes, pero no había forma legítima de que
éstos impidieran la celebración de aquellas nupcias si así lo querían los novios, pues hacía mucho
tiempo que Joaquina había superado el umbral de veinte años al que Carlos IV había rebajado la
edad necesaria para que las mujeres pudieran casarse sin el consentimiento de sus parientes 43. Por
otra parte, como aquel matrimonio no ofendía gravemente al honor de su familia ni perjudicaba
al Estado, tampoco había motivo válido para recurrir a la justicia a fin de que ésta impidiese su
celebración. El único modo en que Vicente de Cepeda pudo manifestar tácitamente su repulsa
hacia aquel enlace fue negándose a acudir a la ceremonia y a través de las condiciones que impuso
a la mejora testamentaria que hizo a nombre de Joaquina unos meses después de la boda,
teóricamente para compensarla por la pobreza de su dote, lo que, por otro lado, quizá
enmascaraba una artimaña para impedir que Antonio pasase a administrar los bienes dotales
como “marido y conjunta persona” de Joaquina: la primera era que La Ruisa sólo sería
administrada por Rafael, el hermano de Joaquina, y, la segunda, que a su muerte la hacienda
pasaría íntegramente a los hijos de sus difuntas hermanas, Ana María y Dolores, de forma que no
podría dejársela en herencia a su marido 44. En cuanto a lo primero, constituía un claro desaire
hacia su joven yerno que contrastaba abiertamente con el buen entendimiento que había reinado
en su trato con el marido de su primogénita, a quien en 1794 había dado poder para que
administrase todos sus caudales, fincas y tributos de Osuna mientras él se hallara ausente 45. El
fideicomiso implícito en la segunda condición, por su parte, casaba perfectamente con el
ambiente favorecido por las leyes seculares de finales desde finales del siglo XVIII, pues al fin y al
cabo era una forma de fortalecer la autoridad del padre y su control del patrimonio familiar a
despecho de lo que quisieran sus hijos, o, como en este caso, los consortes de sus hijos 46. Bien
pensado, esta argucia le permitía proporcionar a Joaquina una renta más que adecuada para
mantenerse conforme a la calidad de su sangre sin poner uno solo de los bienes familiares en
manos de su advenedizo esposo, y su éxito quedó demostrado cuando la hijastra de Joaquina
terminó desistiendo de sus derechos hereditarios después de años de inútiles reclamaciones y
querellas interminables 47.

42 Bartolomé CLAVERO, Mayorazgo. Propiedad feudal en Castilla, 1369-1836, Madrid, Siglo XXI, 1974, pp. 367-370.
43 Mª Ángeles ORTEGO AGUSTÍN, Familia y matrimonio en la España del siglo XVIII: ordenamiento jurídico y situación real
de las mujeres a través de la documentación notarial, Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2000, p. 92.
44 Testamento de Vicente de Cepeda Osorno, otorgado en Villalba del Alcor el 21/10/1822 ante Juan José Trabado.

APNLPC, leg. 1.686, ff. 65r-70v.


45 Poder para administrar y cobrar de Vicente de Cepeda Osorno, otorgado en Villalba del Alcor el 05/09/1794 ante

Juan Alonso Ramírez. APNLPC, leg. 1.679, ff. 193v-195r.


46 James CASEY, Historia de la familia..., op. cit., pp. 164-165.
47 Transacción y convenio entre Felipe de Cepeda Ortiz y Soledad Cepeda Gómez, otorgada en Almonte el

28/04/1838 ante Juan José Lagares. APNLPC, leg. 135, ff. 50r-55v.

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Como hemos tenido ocasión de ver, los acontecimientos se precipitaron a finales de


1822, cuando Vicente falleció y la sucesión patrimonial, que de por sí habría sido compleja en
cualquier caso, dio pie a una auténtica guerra familiar en la que no se escatimaron improperios,
acusaciones y ataques personales 48. Comoquiera que el caudal de la difunta pareja permaneció pro
indiviso dos largas décadas, los efectos económicos de la desvinculación casi no se sintieron, pues
en estas circunstancias los bienes permanecían inmovilizados por la falta de acuerdo entre los
coherederos, aunque su administración quedó repartida entre los hijos varones 49. El
resquebrajamiento del principio de la responsabilidad colectiva y solidaria de la familia ante la
mayor conciencia de los derechos individuales de sus miembros, en cambio, se hizo patente a
ojos vista 50.
Como es bien sabido, la real cédula de 11 de marzo de 1824 declaró nula toda la
legislación desvinculadora y los efectos que se hubieran derivado de su cumplimiento: según
rezaba el artículo primero, debían reponerse todos los mayorazgos y las demás vinculaciones “al
ser y estado que tenían en 7 de marzo de 1820”, lo cual incluía la restitución de los bienes que se
les hubiera desmembrado en virtud de las órdenes y decretos del gobierno constitucional 51. Sin
embargo, los Cepeda no habían hecho uso de los derechos que les daba la legislación
desvinculadora y por este motivo su anulación no les supuso mayores problemas, así que los
efectos de las tentativas abolicionistas resultarían sólo definitivos tras la muerte de Fernando VII,
con el real decreto del 30 de agosto de 1836 y la ley de desvinculación del 19 de agosto de 1841.
En virtud del primero quedaron restablecidas las medidas adoptadas durante el Trienio Liberal
con objeto de satisfacer a los compradores de bienes vinculados cuyos intereses habían sido
atropellados en 1824, mientras que la segunda ampliaba el número de supuestos en los que debía
liberalizarse la propiedad, hasta eliminar por completo toda sombra de vinculación52. A corto
plazo, las consecuencias de este proceso de privatización masiva de la propiedad se manifestaron
en diversos frentes, pero el que nos interesa es la rapidez con que Felipe de Cepeda se apresuró a
zanjar la disputa que los había enfrentado a él y a sus hermanos con los herederos de Joaquina, en
aquel entonces reducidos a su hijastra Soledad y al marido de ésta como su representante legal,
Luis de Valdivia 53. Esta voluntad de enmendar el pleito con la hijastra de su hermana obedecía sin
duda a una notable transformación en la forma de concebir las rentas, pues ya no resultaba
admisible el fenómeno de la irresponsabilidad patrimonial que iba aparejado a la sucesión
vincular, signo más que evidente de los nuevos tiempos que corrían 54.
A la luz de cuanto hemos visto, que Joaquina de Cepeda se atreviera a contraer
matrimonio a despecho de la oposición de su padre y hermanos constituye una deliberada
quiebra de la solidaridad familiar, transgresión que, de por sí, habría podido producirse incluso
sin la revolución legislativa que estaba teniendo lugar en aquellos años, considerando que los

48 Testamento de Joaquina de Cepeda Ortiz, otorgado en Villalba del Alcor el 27/03/1826 ante Juan José Trabado.

APNLPC, leg. 1.687, ff. 24r-26v.


49 Obligación de Rafael de Cepeda Ortiz a la disposición testamentaria de su padre, otorgada en Villalba del Alcor el

16/04/1823 ante Juan José Trabado. APNLPC, leg. 1,687, ff. 28r-29v.
50 Transacción y compromiso de don Felipe Cepeda Ortiz y otros, otorgada en Sevilla el 18/02/1842 ante Miguel

González de Andía. Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla (en adelante APNS), leg. 872, ff. 147r-162v; James
CASEY, "La conflictividad en el seno...", op. cit., pp. 18-20; Paloma FERNÁNDEZ PÉREZ, "El declinar del
patriarcalismo...", op. cit., pp. 379-380.
51 Bartolomé CLAVERO, Mayorazgo. Propiedad feudal..., op. cit., pp. 372-373.
52 Ibídem, pp. 378-383; Juan PRO RUIZ, "Las tierras de las ánimas ante el mundo moderno: una interpretación del

proceso desamortizador de las capellanías en los siglos XVIII y XIX", en José Luis GONZÁLEZ PERALBO y
otros (coords.), In memoriam. Estudios dedicados a Antonio María Calero, Pozoblanco (Córdoba), Ayuntamiento de
Pozoblanco, 1998, p. 79.
53 Transacción y convenio entre Felipe de Cepeda Ortiz y Soledad Cepeda Gómez, otorgada en Almonte el

28/04/1838 ante Juan José Lagares. APNLPC, leg. 135, ff. 50r-55v.
54 Juan CARMONA PIDAL, Aristocracia terrateniente y cambio agrario en la España del siglo XIX: la casa de Alcañices (1790-

1910), Ávila, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 2001, pp. 107-108.

419
El difícil equilibrio entre solidaridad familiar… Cristina Ramos Cobano

mecanismos coercitivos habituales habían perdido vigor porque la ley permitía que las mujeres
mayores de veinte años pudieran casarse sin el consentimiento de sus parientes 55. Ahora bien, no
cabe duda de que aquel matrimonio se realizó únicamente por las expectativas generadas ante la
extinción de los mayorazgos, prueba inequívoca del modo que en los aires liberales estaban
afectando al orden tradicional con el que se habían regido las familias hasta entonces. Igualmente,
la posibilidad de poner remedio al lamentable estado en que se hallaban las propiedades antes
vinculadas fue la que indujo a Felipe de Cepeda a poner punto final al pleito por la vía de la
negociación, por lo que, en definitiva, hemos de concluir que, si bien las novedades legislativas no
motivaron en sí mismas las transgresiones evidenciadas en esta disputa, sí proporcionaron los
instrumentos necesarios para que las contradicciones del sistema familiar cobrasen fuerza
legalmente, hito inevitable en su proceso de modernización.

55 Mª Ángeles ORTEGO AGUSTÍN, Familia y matrimonio en la España..., p. 92.

420
El difícil equilibrio entre solidaridad familiar… Cristina Ramos Cobano

Anexo: Árbol genealógico de Joaquina de Cepeda Ortiz.

Pedro de Antonia Elvira


Cepeda y de Torres
Vega Serrano Montes
M. 1661
1661

Juan Lucas Teresa Fernando Francisca


de Cepeda Ángela de Cepeda de Berrio
y Torres de Toro y Torres
M. 1690
1690

Francisco Ana de Manuel María Antonio Isabel de


de Cepeda Paz y Ortiz de de Paz y de Cepeda Valdivia
y Toro Osorno Abreu Beltrán Berrio
M. 1729
1729 M. 1733
1733

Juan de José de Vicente Ignacia Juan de Isabel


Cepeda Cepeda de Cepeda Ortiz de Cepeda Márquez
y Paz y Paz y Osorno Abreu Valdivia
M. 1754
1754

Francisco Ana María Manuel Dolores Teresa de Rafael de Josefa de Joaquina Felipe de Antonio María
Romero de Cepeda de Cepeda de Cepeda Cepeda Cepeda Cepeda de Cepeda Cepeda Cepeda Gómez
Landa Ortiz Ortiz Ortiz Ortiz Ortiz Ortiz Ortiz Ortiz Márquez
M. 1787
1787 M. 1782
1782 M. 1822
1822

M. 1782
1782
Soledad
Cepeda
Gómez

Monja Fallecido/a sin descendencia Matrimonio ordinario Matrimonio apostólico

Fuente: Elaboración propia a partir de diversos documentos.

421
El matrimonio entre consanguíneos… Margareth Lanzinger

EL MATRIMONIO ENTRE CONSANGUÍNEOS Y AFINES. POLÍTICA Y


PROCEDIMIENTOS PARA LA OBTENCIÓN DE LAS DISPENSAS EN EL SIGLO XIX
Margareth Lanzinger
University of Vienna

El matrimonio y el parentesco son relaciones sociales que han influido profundamente en la


estructura de las sociedades europeas. 1 En el periodo entre 1215 y 1917 el derecho canónico
prohibía el matrimonio entre consanguíneos y afines hasta el cuarto grado. 2 Sin embargo, al otorgar
las dispensas, la iglesia católica estaba facilitando la herramienta misma para eliminar los respectivos
impedimentos a unas condiciones determinadas. 3 Según unas investigaciones realizadas en distintas
localidades y regiones europeas, a partir de mediados del siglo XVIII –o a lo sumo desde finales de
siglo– los proyectos matrimoniales entre parientes afines y consanguíneos aumentaron
marcadamente. 4 Ese aumento pero no se produjo en la misma medida en todos los lugares, un
resultado que sigue sin hallar una explicación. 5 Según una investigación que he concluido
recientemente, hay que tener en cuenta que las políticas que regían el procedimiento para la
obtención de las dispensas en las diócesis católicas eran muchas. 6 Al parecer las formas de tratar las
instancias de dispensa, la decisión de mandar o no una instancia a Roma y de encomendarse para
que ésta fuera acogida, diferían mucho entre una diócesis y otra. 7 Esta variedad de actitudes incidió
tanto en las probabilidades de obtener una dispensa como en el éxito de las distintas tácticas a las

1 Cf. Daniela LOMBARDI, Matrimoni di antico regime, Bologna, il Mulino, 2001; David WARREN SABEAN, Simon TEUSCHER
y Jon MATHIEU (eds.), Kinship in Europe. Approaches to Long-Term Development (1300-1900), New York/Oxford, Berghahn,
2007.
2 Cf. Jack GOODY, La evolución de la familia y del matrimonio en Europa, Barcelona, Herder, 1986 [orig.: The Development of the

Family and Marriage in Europe, Cambridge, Cambridge University Press, 1983].


3 Cf. A[dhémar] ESMEIN, Le mariage en droit canonique, vol. 2, Paris, Larose et Forcel, 1891; Arturo Carlo JEMOLO, Il

matrimonio nel diritto canonico. Dal Concilio di Trento al Codice del 1917, Bologna, il Mulino 1993.
4 Cf. André BURGUIERE, “«Cher Cousin»: Les usages matrimoniaux de la parenté proche dans la France du 18e siècle”, in

Annales Histoire, Sciences Sociales, 52, 6, 1997, 1339-1360; Jean-Marie GOUESSE, “Mariages de proches parents (XVIe-XXe
siècle). Esquisse d’une conjoncture”, in: Le modèle familial Européen. Normes, déviances, contrôle du pouvoir. Actes des séminaires
organisés par l’École française de Rome et l’Università di Roma, Roma, École française de Rome, 1986, pp. 31-61; Gérard
DELILLE, Famille et propriété dans le Royaume de Naples (XVe-XIXe siècle), Rome/Paris, Écoles françaises de Rome, 1985, pp.
369-370; Raul MERZARIO, “Terra, parentela e matrimoni consanguinei in Italia (secoli XVII–XIX)”, in: Marzio
BARBAGLI y David I. KERTZER (eds.), Storia della famiglia italiana 1750-1950, Bologna 1992, pp. 253-272; David WARREN
SABEAN, Kinship in Neckarhausen, 1700-1870, Cambridge, Cambridge University Press, 1998, pp. 429-430; Jon MATHIEU,
“Kin Marriages. Trends and Interpretations from the Swiss Example”, in: David Warren Sabean, Simon Teuscher y Jon
Mathieu, Kinship in Europe [...] op. cit, pp. 211–230; Ida FAZIO, “Parentela e mercato nell’isola di Stromboli nel XIX
secolo”, in: Renata AGO y Benedetta BORELLO (eds.), Famiglie. Circolazione di beni, circuiti di affetti in età moderna, Roma,
Viella, 2008, pp. 141-181; Edith SAURER, “Belles-mères et beaux-fils. Au sujet du choix du partenaire en Autriche vers
1800”, in Annales de démographie historique, 1998, 59-71.
5 Gérard DELILLE, “Evolution within Sibling Groups from One Kinship System to Another (Sixteenth to Nineteenth

Century)”, in: Christopher H. JOHNSON y David WARREN SABEAN (eds.), Sibling Relations & the Transformation of European
Kinship 1300-1900, New York/Oxford, Berghahn, 2011, pp. 145-163, pp. 159–160.
6 Margareth LANZINGER, “Consanguinei e affini nella diocesi di Bressanone: la prassi ottocentesca delle dispense”, in:

Renata Ago y Benedetta Borello, Famiglie […] op. cit, 285-313; EAD., Verwaltete Verwandtschaft. Eheverbote, kirchliche und
staatliche Dispenspraxis im 18. und 19. Jahrhundert, Wien/Köln/Weimar, Böhlau (será publicado in primavera de 2015).
7 En la investigación arriba mencionada se comparó el procedimiento de dispensa en cuatro diócesis: Bresanona, Coira

(Suiza), Salzburgo y Trento.

423
El matrimonio entre consanguíneos… Margareth Lanzinger

que recurrían las parejas emparentadas. Por tanto, el objetivo de esta comunicación es el de
establecer las conexiones entre la política de las dispensas, el proceso administrativo y la forma de
plasmar las instancias de dispensa.
La presente contribución versa en aspectos del procedimiento y de la política de las
dispensas en la diócesis de Bresanona, que en el siglo XIX incluía parte del actual Tirol del Sur, casi
todo el Tirol austríaco y el Vorarlberg, en la frontera con Suiza. La diócesis estaba dividida en 26
decanatos que más tarde se convirtieron en 28. El Vorarlberg fue además vicariato general, una
instancia intermedia entre los decanatos y el consistorio episcopal de Bresanona. El material que aquí
se examina se refiere a las dispensas papales, es decir las dispensas de los impedimentos
matrimoniales de parentesco entre cuñados o de sangre cercanos, que en la diócesis de Bresanona
llegaron hasta el segundo y tercer grado desigual. Los grados desiguales son los que resultan de
distintos niveles generacionales, por ejemplo, el de un hombre que quiere casarse con la hija de un
primo suyo. En las diócesis de Salzburgo y Trento los propios obispos estaban autorizados a
conceder las dispensas para el segundo y el tercer grado desigual durante unos periodos
determinados y en virtud de las denominadas facultades quinquenales. 8 La investigación se centraba
en la diócesis de Bresanona, pero se han estudiado también unas muestras de las diócesis fronterizas
de Coira (Suiza), Salzburgo y Trento desde una perspectiva comparativa para detectar diferencias
tanto a nivel administrativo como a nivel de las instancias de dispensa como fuente.
La correspondencia de la que disponemos, relativa a la diócesis de Bresanona, se refiere al
periodo entre 1831 y 1910. A partir del 1890 faltan, pero los comentarios y las respuestas del
consistorio obispal; por eso el banco de datos –que incluye casi 2.150 casos– llega hasta este año.
Por todo lo que se refiere al periodo anterior, por un lado tenemos los registros que contienen
algunas informaciones sobre las dispensas concedidas: nombre de los novios, sus respectivos grados,
los decanatos de pertenencia e institución que ha concedido la dispensa. 9 De esta documentación se
deduce por ejemplo que en los años difíciles, entre finales del siglo XVIII y principios del XIX –con
guerras y cambios en el poder– la mayoría de las instancias de dispensa en grados cercanos o en
casos más difíciles –que al fin y al cabo en aquella época eran pocas– no se transmitían a Roma sino
a la nunciatura apostólica de Viena. 10 Por otro lado, contamos también con la correspondencia
habida entre distintas autoridades civiles que desde 1783 en adelante –a partir de la Ley Matrimonial
(Ehepatent) promulgada por José II– formaban parte de los procesos administrativos de las dispensas
en grados cercanos.
Esta contribución intenta ofrecer en primer lugar una idea de las posibles consecuencias de
la competencia entre derecho canónico y derecho civil en el ámbito de las dispensas en el área
austríaca, y en segundo lugar examinar las lógicas que concurrían en el proceso, las diferentes
constelaciones de parentesco de los novios y las trabas específicas que aparecieron en los circuitos
administrativos. Por último, cabe preguntarse en qué medida el procedimiento altamente estricto del
consistorio episcopal de Bresanona incidió no sólo en el número de dispensas concedidas sino
también en el número de solicitudes realizadas que han dejado una huella en los archivos. Todo ello
lleva a la conclusión de que no tiene mucho sentido comparar sólo números y porcentajes. La
comparación hay que hacerla a nivel mucho más contextualizado, es decir teniendo en cuenta las

8 Cf. en general Leo MERGENTHEIM, Die Quinquennalfakultäten pro foro externo. Ihre Entstehung und Einführung in deutschen

Bistümern, vol. 2, Stuttgart, Union deutsche Verlagsgesellschaft, 1908 [reimpresión: Amsterdam, Schippers, 1965].
9 Diözesanarchiv Brixen – Archivo Diocesano de Bresanona (DIÖAB), Registratura Dispensation[um] Matrimonial[ium]

anno 1753 usque ad annum 1768; ibídem, Dispensationes matrimoniales ab anno 1774 usque ad annum 1794 inclusive;
ibídem, Dispensationes matrimoniales ab anno 1795 usque ad annum 1829 inclusive.
10 Cf. en general Umberto DELL’ORTO, La nunziatura a Vienna di Giuseppe Garampi 1776-1785, Città del Vaticano,

Archivio Vaticano, 1995.

424
El matrimonio entre consanguíneos… Margareth Lanzinger

lógicas de los protagonistas en las parroquias y sobre todo en los consistorios episcopales, así como
la política pontificia, en particular de Gregorio XVI (1831-1846), y los circuitos específicos administrativos.

COMPETENCIA ENTRE NORMAS


En el siglo XIX las diócesis de Bresanona, Salzburgo y Trento pertenecían al imperio austríaco. En
este contexto las diferencias entre el derecho canónico y el derecho civil eran considerables. A partir
de finales del siglo XVIII las relaciones entre Estado e Iglesia se vieron marcadas por una serie de
divergencias. Las grandes reformas del Estado y las nuevas codificaciones legislativas afectaron
también al ámbito del derecho matrimonial, por lo que ya se preveían los inevitables conflictos con
la Iglesia que alcanzaron su culmen con las reformas de José II. 11 Las fuentes sobre las dispensas
matrimoniales ponen de manifiesto que el ordinariato episcopal de Bresanona tenía una marcada
tendencia a actuar según el derecho canónico, ignorando al máximo el derecho civil, igual que los
obispos de las diócesis fronterizas, aunque éstos actuaron de forma menos impetuosa. 12 La Ley
Matrimonial de José II del 16 enero de 1783 y el Código Civil de 1811, limitaron los impedimentos
matrimoniales entre consanguíneos y afines hasta el segundo grado en lugar del cuarto previsto por
el derecho canónico. 13 Sin embargo en la Ley Matrimonial se añadió un párrafo por el cual a los
obispos se les otorgaba el poder de conceder dispensas por encima del segundo grado si así lo
requería una pareja por motivos de “una conciencia demasiado tierna”. 14
Sin embargo en la Diócesis de Bresanona se actuaba como si la dispensa en tercer y cuarto
grado fuera obligatoria y no se tratara de una decisión personal por motivos de conciencia. 15 En los
archivos diocesanos de Salzburgo y de Trento se guarda una nutrida correspondencia relativa a las
dispensas de tercer y cuarto grado habida a lo largo de todo el siglo XIX. Como no había posibilidad
de contraer matrimonio civil –en Austria se introdujo sólo en 1938 con la anexión– durante todo el
siglo XIX la Iglesia tenía el pleno control sobre los matrimonios y era muy difícil eludirlo.
Más aún pesaba la obligación de los obispos de conceder las dispensas en grados cercanos en
virtud de su propia autoridad, es decir sin recurrir a la Dataria o a la Penitenciaría Apostólica de
Roma respectivamente. El efecto de esta última normativa fue que a partir de 1783 y a lo largo de
más de veinte años, en esta zona ya casi no se concedían dispensas en grados cercanos de
parentesco. 16

11 Cf. en general Wolfgang SCHMALE, Renate ZEDINGER y Jean MONDOT (eds.), Josephinismus – eine Bilanz / Échecs et

réussites du Joséphisme, Bochum, Winkler, 2008; Helmut REINALTER (ed.), Josephinismus als Aufgeklärter Absolutismus,
Wien/Köln/Weimar, Böhlau, 2008.
12 Cf. Margareth LANZINGER, “Staatliches und kirchliches Recht in Konkurrenz. Verwandtenenehen und Dispenspraxis

im Tirol des ausgehenden 18. Jahrhunderts”, in Geschichte und Region / Storia e Regione, 20, 2, 2011, pp. 73-91.
13 Cf. Johannes MÜHLSTEIGER, Der Geist des Josephinischen Eherechtes, Wien/München, Herold, 1967.
14 Hofentschließung [decisión de la corte], 6 de marzo 1783, citado de Joseph KROPATSCHEK, Handbuch aller unter der

Regierung des Kaisers Joseph II. für die k. k. Erbländer ergangenen Verordnungen und Gesetze in einer sistematischen Verbindung, vol. 2,
1780-1784, Wien, Moesle, 1785, p. 170.
15 Cf. Hofdekret [decreto de la corte] de 4 de septiembre 1783, citado de Adalbert Theodor MICHEL, Beiträge zur

Geschichte des österreichischen Eherechtes, Graz, Universitätsbuchhandlung von Leuschner & Lubensky, 1870, p. 25; Tiroler
Landesarchiv – Archivo Histórico Tirolés (TLA) Innsbruck, Jüngeres Gubernium, Hauptgruppe 57 Placetum Regium,
1790-1793, fasc. n° 1.622, 1792, n°. 12.
16 Verordnung [reglamento], 4 de septiembre 1781, in: Sammlung der Kaiserlich-Königlichen Landesfürstlichen Gesetze und

Verordnungen in Publico-Ecclesiasticis vom Jahre 1767 bis Ende 1782, Wien, Trattner, 1782, p. 132; TLA Innsbruck, Jüngeres
Gubernium, Hauptgruppe 57 Placetum Regium, 1790-1793, fasc. n° 1.622, 1790, n° 1, Bericht “Geistliche Sache”
[informe “Causa eclesiástica”], 25 de febrero 1790. Cf. Margareth LANZINGER, “Mariages entre parents, l’économie de
mariage et le « bien commun»: la politique de dispense de l’Etat dans l’Autriche de l’Ancien Régime finissant”, in: Anna
BELLAVITIS, Laura CASELLA y Dorit RAINES (eds.), Construire les liens de famille dans l’Europe moderne, Clamecy, Presses
Universitaires de Rouen et de Havre, 2013, pp. 69-83.

425
El matrimonio entre consanguíneos… Margareth Lanzinger

Después de una fase de predominio del derecho civil, desde 1783 hasta comienzos del siglo
XIX, en la diócesis de Bresanona –a diferencia de la diócesis de Trento, por ejemplo– la Iglesia
volvió a ser la institución central para el procedimiento administrativo de las instancias de dispensas,
y no –según lo oficialmente previsto– las administraciones de los distritos (Kreisämter). El
procedimiento normal de la instancia de dispensa en la diócesis de Bresanona volvió a ser la que
empezaba por el párroco, que la encomendaba al decano, quien a su vez la transmitía al consistorio
que –en los casos prometedores– la enviaba por último a Roma. Hasta el concordato de 1855, 17 para
parentescos (incluidas las relaciones de afinidad) de primer y segundo grado, reconocidos como
impedimentos al matrimonio también por la ley civil, además de la dispensa papal era necesaria una
dispensa política de parte del gobierno regional.
De esta forma el consistorio estaba obligado a contactar con el gobierno regional. Para
obtener esta dispensa política, el consistorio de Bresanona mandaba una carta bastante breve con
información general sobre la pareja y los motivos de su proyecto matrimonial. Nunca, por ejemplo,
contenía información sobre el embarazo de la novia. Hay un caso documentado, una historia muy
larga caracterizada por varios intentos de obtener una dispensa en un lapso de al menos siete años,
entre 1841 y 1848, en el que el gobierno regional solicitó al consistorio el expediente con los
documentos correspondientes. El novio, el viudo Johann Georg Kropf, un comerciante de vino y de
productos alimentarios de Elbigenlap (Tirol del Norte), después de haber sido rechazadas varias
instancias, envió una súplica al emperador. Mediante este escrito, Kropf solicitaba su autorización
para casarse con su cuñada de primer grado Katharina Lumper. Se trataba de un camino y un
instrumento absolutamente inusuales en la diócesis de Bresanona. Pero la súplica fue devuelta, y no
al novio, sino al gobierno regional que posteriormente quiso que se le informara sobre las
circunstancias exactas del caso. La carta del gobierno regional no se encuentra en la
correspondencia, pero su contenido se puede deducir de la respuesta: el consistorio de Bresanona
contestó que se trataba de información secreta, de un asunto de conciencia, ya que consistía en las
declaraciones verbales de la novia, del novio y de los testigos en el examen matrimonial jurado. 18
Aquí el secreto de confesión se utilizó como instrumento de cerrazón y de poder. 19
Si una pareja –y por lo general se trataba de parejas rechazadas por el consistorio– dirigía su
instancia de dispensa al gobierno regional o a una institución civil dependiente del gobierno regional
como táctica y como alternativa, el consistorio episcopal de Bresanona lo consideraba poco menos
que un desafío. Por tanto, no eran pocas las veces en que, en vez de aumentar las probabilidades de
recibir una dispensa, los novios empeoraban su situación.
En cambio, en Salzburgo las relaciones entre el consistorio episcopal y el gobierno regional
eran muy tranquilas. Algunos se dirigían al párroco, otros al gobierno regional para solicitar la
dispensa y ambas instituciones se intercambiaban las informaciones. 20 Por lo que se puede entender
de las fuentes acerca del proceso burocrático, el consistorio enviaba todos los documentos al
gobierno regional. El denominado examen matrimonial, o examen juratum, es decir la entrevista del
novio, de la novia y de dos testigos, que en Bresanona constituía una parte fundamental del proceso,
en Salzburgo no existía. Aquí sólo había un examen informativum sin juramento que no entraba casi en

17 Erika WEINZIERL-FISCHER, Die österreichischen Konkordate von 1855 und 1933, Wien, Verlag für Geschichte und Politik,
1960.
18 DIÖAB, Konsistorialakten 1847, fasc. 5a, Römische Dispensen, n° 6 (este dosier incluye la correspondencia desde

hace el año 1841).


19 Cf. Antonio MOSTAZA, “Forum internum – Forum externum. (En torno a la naturaleza jurídica del fuero interno)”, in

Revista española de derecho canonico, 23, 65, 1967, 253-331; Arturo Carlo JEMOLO, Il matrimonio [...], op. cit, pp. 208-210.
20 Una situación comparable se observa en Viena y en la provincia de Baja Austria, cf. Edith SAURER, “Stiefmütter und

Stiefsöhne. Endogamieverbote zwischen kanonischem und zivilem Recht am Beispiel Österreichs (1790-1850)”, in: Ute
GERHARD (ed.), Frauen in der Geschichte des Rechts. Von der Frühen Neuzeit bis zur Gegenwart, München, Beck, 1997, pp. 345-
366, p. 355.

426
El matrimonio entre consanguíneos… Margareth Lanzinger

detalles, además muy pocas veces se adjuntaba. Aquí el documento más importante era un informe,
a veces larguísimo, redactado por un encargado del consistorio en el que figuraban argumentos en
pro y en contra de la dispensa en cuestión. Esto se puede explicar, al menos en parte, por el hecho
de que a finales del siglo XVIII en Salzburgo había un arzobispo influido marcadamente de la
llustración: Hieronymus conde de Colloredo (1772-1803). 21
El ejercicio del poder por parte de la Iglesia –que como ocurrió en Bresanona excedía
ampliamente a sus competencias– no habría sido posible en tamaña dimensión sin un gobierno
regional y unas autoridades de distrito complacientes. Entre los novios que presentaban una
instancia de dispensa los había también funcionarios y funcionarios administrativos imperiales y regios.
Ellos también tenían que seguir el procedimiento impuesto por el consistorio. Y no faltan cartas
muy patéticas escritas por el párroco o por el decano en las que se alababan a algunos funcionarios
administrativos, ejemplos luminosos de una vida profundamente católica. 22
Debido a la actitud extremadamente estricta del consistorio a la hora de gestionar las
instancias de dispensa, hoy día existe mucho material relativo a la diócesis de Bresanona. En la
mayoría de los casos, sobre todo si se trataba de un segundo o tercer intento después de la negativa,
hay abultados expedientes con descripciones exhaustivas de los respectivos contextos familiares, de
las situaciones económicas y de las circunstancias determinantes a la hora de elegir a la pareja y de
contraer matrimonio. La ventaja de una perspectiva cuyo punto de partida está en las diócesis, es la
de un acceso más amplio, ya que en las diócesis están guardadas las instancias desestimadas por el
consistorio episcopal además de aquellas que no se llevaron adelante o que fueron retiradas por las
propias parejas. Sin embargo, al Vaticano llegaban sólo las instancias ya aprobadas por el consistorio.
Todo ello implica que la riqueza de las fuentes depende no sólo de la transmisión del material de
archivo sino también de los circuitos administrativos específicos. 23

LÓGICAS QUE INTERVENÍAN


El contenido de las cartas enviadas a Roma era además muy estereotipado, ya que en ellas
figuraban las denominadas “causas canónicas”, es decir los motivos oficialmente aceptados por la
Iglesia. En muchas causas canónicas, a las mujeres se las consideraba como personas necesitadas de
protección y manutención. Si a los 24 años una mujer no tenía novio, si el lugar donde había nacido
o donde vivía era demasiado pequeño para encontrar un novio aceptable y acorde a su clase social y
que no estuviese emparentado con ella, si no tenía dote o si ésta era demasiado modesta para
encontrar un “buen partido”, si el honor de una mujer peligraba, o si se trataba de una viuda con
muchos hijos, entonces cabía esperar un fallo favorable, pues todas estas circunstancias contaban
como causas canónicas que justificaban un matrimonio con un pariente. 24 Oficialmente para los
21 Cf. Alfred Stefan WEIß, “«Dem Pabste brach darüber das Herz ...». Salzburgs Beziehungen zu Rom unter Erzbischof
Colloredo – ein gespanntes Verhältnis?”, in: Hans PAARHAMMER y Alfred RINNERTHALER (eds.), Salzburg und der Heilige
Stuhl im 19. und 20. Jahrhundert. Festgabe zum 75. Geburtstag von Erzbischof Georg Eder, Frankfurt a. M. et al., Lang, 2003, 433-
460; ID., “Josephinismus in Salzburg? Ein Beispiel der kirchlichen Reformtätigkeit”, in: Wolfgang Schmale, Renate
Zedinger y Jean Mondot, Josephinismus […] op. cit, pp. 93-114.
22 Margareth LANZINGER, “Umkämpft, verhandelt und vermittelt. Verwandtenehen in der katholischen

Ehedispenspraxis des 19. Jahrhunderts”, in: EAD. y Edith SAURER (eds.), Politiken der Verwandtschaft. Beziehungsnetze,
Geschlecht und Recht, Göttingen, v&r unipress, 2007, pp. 273-296.
23 En los últimos años ha surgido una historia cultural de la administración como un nuevo campo de investigación. Cf.

Peter BECKER (ed.), Sprachvollzug im Amt. Kommunikation und Verwaltung im Europa des 19. und 20. Jahrhunderts, Bielefeld,
Transcript, 2011; Stefan HAAS, Die Kultur der Verwaltung. Die Umsetzung der preußischen Reformen 1800-1848, Frankfurt a.
M./New York, Campus, 2005; Barbara STOLBERG-RILINGER y André KRISCHER (eds.), Herstellung und Darstellung von
Entscheidungen. Verfahren, Verwalten und Verhandeln in der Vormoderne, Berlin, Dunker & Humblot, 2010.
24 Cf. William A. O’MARA, Canonical Causes for Matrimonial Dispensation. An Historical Synopsis and Commentary, Washington,

Catholic University, 1935; Margareth LANZINGER, “Consanguinei e affini” [...], op. cit, 291-293.

427
El matrimonio entre consanguíneos… Margareth Lanzinger

hombres no había equivalente, pero no era inusual que los párrocos y los decanos hicieran valer
como motivo la situación de un viudo con muchos hijos pequeños. De hecho, el número de viudos
que presentaban instancia de dispensa en situaciones a menudo dramáticas tanto desde el punto de
vista económico como de la organización de la familia y del trabajo, rebasaba el de las viudas. Entre
las instancias de dispensa presentadas por personas viudas, las tres cuartas partes se referían a
hombres y sólo un cuarto eran mujeres.
La normativa no ofrecía ninguna causa canónica específica a los viudos, como tampoco a los
hombres solteros. Pero si el consistorio estaba dispuesto a tramitar las instancias de éstos últimos,
tenía que atenerse a la lógica de las causas canónicas, por lo que en el escrito del consistorio no se
hacía referencia a la situación en la que se hallaba el viudo tal y como la habían descrito en el examen
matrimonial los propios novios, sus testigos, y a veces incluso su párroco. En la carta que iba
dirigida a Roma se invertían las razones y lo que se ponía de relieve era la débil situación de las
mujeres. De no celebrarse el matrimonio, la novia se quedaría “certe innupta et diffamata” durante
toda su vida. En cambio, los problemas del viudo apenas se mencionaban.
Al referirse a los cuñados de segundo grado Johann Kaspar Simma y Maria Barbara Berbig del
Vorarlberg, tanto el párroco como el primer testigo exponen en primer lugar la situación del viudo.
Como él tenía cinco niños, todos ellos muy pequeños y su trabajo requería su presencia constante,
tenía mucha dificultad en encontrar una esposa apropiada. Sin embargo, en la carta que fue enviada a
Roma, las causas que jugaban a favor de la dispensa se centraban en primer lugar en la novia:
“[…] quod oratrix indotata vicessimum quartum suae aetatis annum excedens – in loco
praedicto Andelsbuch, propter illius angustiam, nimium ultra ducentos quadraginta focos
non numerante, – virum sibi non consanguineum aut affinem paris conditionnis, cui
nubere possit, invenire nequeat, atque prodictus orator ipsam oratricem indotatam, et ad
educationem suorum quinque liberorum ex primo connubio maxime aptatam in uxorem
ducere potissimum intendat, ac proinde, nisi matrimonium inter eos contraheretur, mulier
innupta et diffamata remanere deberet graviaque exinde scandala verosimilius orirentur.” 25
Por tanto, lo que se lee en el examen matrimonial y en el correspondiente carteo y lo que se
lee en la carta dirigida a la Santa Sede Apostólica en Roma son dos historias distintas.
El escenario conyugal por el que más se decantaban los viudos era el matrimonio con la
hermana de la mujer difunta, es decir un matrimonio de primer grado de afinidad. El porcentaje de
viudas que pedían una dispensa para poder casarse con el cuñado era también bastante alto.
Exceptuando Pays Bigouden (Sur de Bretaña), donde los resultados de las investigaciones de
Martine Segalen apuntan a que el número de matrimonios entre afines era considerable, 26 es
probable que a mediados del siglo XIX en las otras localidades y regiones estudiadas hasta ahora
hubiera una clara mayoría de matrimonios entre consanguíneos, y lo mismo ocurría en otras áreas de
Francia, en Italia, en España y en Neckarhausen (Sur de Alemania). Sin embargo en el área
germanófona el número de matrimonios afines era tan alto que igualaba en porcentaje al de los
matrimonios consanguíneos –como ocurrió en la diócesis de Bresanona– o incluso los rebasaba,
como ocurrió en Viena y alrededores de la Baja Austria, área estudiada por Edith Saurer. 27
Es preciso considerar que detrás de las distintas conformaciones de parejas hay distintas
lógicas sociales, tanto por lo que se refiere a afinidad-consanguineidad, como al grado exacto de
parentesco, pero también a la distribución según el sexo y el estado civil (como viudos-viudas).

25 DIÖAB, Konsistorialakten 1843, fasc. 5, Römische Dispensen, n° 15.


26 Martine SEGALEN, Fifteen Generations of Bretons. Kinship and Society in Lower Brittany 1720-1980, Cambridge et al.,
Cambridge University Press, 2007; EAD. y Philippe RICHARD, “Marrying Kinsmen in Pays Bigouden Sud, Brittany”, in
Journal of Family History, 11, 1986, 109-130.
27 Edith SAURER, “Stiefmütter” [...], op. cit.

428
El matrimonio entre consanguíneos… Margareth Lanzinger

Queda por explicar la diferencia entre los índices de matrimonios entre consanguíneos y los índices
de matrimonios entre afines en las distintas zonas de Europa, diferencias que tal vez ya fueron
detectadas en la época. En la correspondencia entre decanos y consistorio –y también en los
manuales– se citaba en más de una ocasión un comentario no poco desesperado de Pío VII (1800-
1823): “por lo visto en el área alemana no hay otras novias para los viudos más que sus propias
cuñadas”. 28
Precisamente estos matrimonios de primer grado de afinidad, es decir entre un viudo y su
cuñada, o viceversa, entre una viuda y su cuñado, o de primer y segundo grado desigual de afinidad,
como el caso de un matrimonio entre un viudo y una sobrina de su difunta esposa y viceversa,
fueron los que en los años 30 y 40 del siglo XIX se encontraron con muchos obstáculos. En este
periodo era muy difícil obtener una dispensa. Después de su elección como papa en el año 1831,
Gregorio XVI, apelando a la Constitutio Benedicti XIV, decidió no conceder más dispensas en estos
grados de afinidad, con la salvedad de una única razón, o “causa canónica”: la del peligro de defectionis
a fide, el peligro de una conversión religiosa y del consiguiente abandono de la religión católica. 29
En el material examinado, esta explicación figura alegada por primera vez en una carta de la
Dataria de fecha 11 de junio de 1831 dirigida al consistorio arzobispal de Salzburgo en el contexto
de una dispensa de primer grado de afinidad denegada por Roma. En este caso también la diócesis
de Bresanona formaba parte del circuito administrativo, ya que la novia Carolina Esterle tenía su
domicilio en Salzburgo y el novio Joseph Khuen en Innsbruck, es decir en la diócesis de
Bresanona. 30 A partir de ese momento, el consistorio desestimó casi todas las instancias de dispensa
de primer y segundo grado de afinidad, aduciendo a veces como argumento en sus comunicaciones a
los decanos la ausencia de la única causa canónica aceptada, añadiendo que esta información era
secreta, por tanto de carácter interno y no divulgable a las parejas interesadas.
En la diócesis de Bresanona, el argumento del peligro de una conversión podía ser utilizado
sobre todo en el Vorarlberg y en el Tirol del Este, es decir en las regiones más cercanas a Suiza, y
con los protestantes denominados “peligrosos”. 31 Pero en Bresanona el consistorio era muy severo a
la hora de examinar este tipo de instancias. Temiendo que dichas amenazas fueran sólo una táctica y
no un propósito ‘real’ de conversión, el Consejo realizaba investigaciones e interrogatorios. Y
efectivamente después de verse desestimada su instancia, las parejas Martin Gmeiner y Franziska
Pfleghard confesaban que habían sido aconsejadas por un abogado. 32 De esta forma, amenazar con
convertirse podía empeorar las perspectivas. Sin embargo, después de recibir la negativa de
Bresanona o de Roma, y a pesar de la política y de las rígidas y restringidas prácticas de dispensa de
aquella época, muchas parejas afines no desistían de su proyecto matrimonial y volvían a intentarlo,
incluso durante años. De la pareja mencionada anteriormente que esgrimía la falsa amenaza de
conversión (eran cuñados de primer grado) han sido documentados nada menos que ocho intentos,

28 Johann KUTSCHKER, Das Eherecht der katholischen Kirche nach seiner Theorie und Praxis mit besonderer Berücksichtigung der in
Österreich zu Recht bestehenden Gesetze, vol. 5, Wien, Braumüller, 1857, pp. 82-83; DIÖAB, Konsistorialakten 1847, fasc. 5a,
Römische Dispensen, n° 20.
29 Cf. Chirografo della santità di nostro signore Papa Gregorio XVI sulle dispense matrimoniali in primo grado di affinità e in primo misto

col secundo di consanguinità o affinità, Roma 1836, in: Bischöfliches Archiv Chur – Archivo obispal de Coira (BAC),
111.02.04, Päpstliche Erlasse, Bestände 19. Jahrhundert; Margareth LANZINGER, “Consanguinei” […], op. cit, pp. 294-
295.
30 Archiv der Erzdiözese Salzburg – Archivo de la archidiócesis de Salzburgo (AES), Kasten 22/35, Ehe-Dispensen

1828-1840, 1831; DIÖAB, Konsistorialakten 1831, fasc. 5a, Römische Dispensen, n° 1; TLA Innsbruck, Jüngeres
Gubernium, Hauptgruppe 64 Ehesachen, 1822-1836, fasc. n° 321, 1831, n° 614.
31 Cf. Margareth LANZINGER, “Kirchliche Macht, antiliberale Tendenzen und ziviles Aufbegehren mit Grenzen. Zur

Ehedispenspraxis in Tirol und Vorarlberg im 19. Jahrhundert”, in Histoire des Alpes – Storia delle Alpi – Geschichte der Alpen,
12, 2007, 49-68.
32 DIÖAB, Konsistorialakten 1839, fasc. 5a, Römische Dispensen, n° 5.

429
El matrimonio entre consanguíneos… Margareth Lanzinger

todos ellos frustrados, entre 1827 y 1839. 33 Estas instancias repetidas de dispensas para matrimonios
afines de primer grado encerraban historias dramáticas y desesperadas.
En los años siguientes al papado de Gregorio XVI las cosas cambiaron y las probabilidades
de obtener una dispensa para cuñados y cuñadas aumentaron considerablemente. Al principio el
nuevo papa Pío IX era más liberal que Gregorio y la noticia se divulgó por los pueblos y aldeas más
remotas. 34 Hacia 1847 varias parejas, cuya solicitud había sido rechazada, al ver que se les presentaba
una buena oportunidad, lo intentaban otra vez, obteniendo muchas de ellas la dispensa.
Roma ya había concedido la dispensa a Franz y Anna Maria Böhler, primos en segundo y
tercer grado desigual, pero luego se descubrió que la novia estaba embarazada. Por miedo a que les
denegaran la dispensa, en el examen matrimonial no dijeron nada de su relación sexual, por lo que la
dispensa que ya les había sido concedida, fue declarada completamente nula y no podían casarse
antes de que la misma quedara “subsanada”. 35 Igual suerte corrieron otras parejas de novios que
habían pecado “per copulam carnalem” durante el periodo –demasiado largo– (más de medio año)
que había transcurrido desde el momento en que se había transmitido la instancia a Roma hasta la
concesión de la dispensa. A partir de la segunda mitad de los años 50 del siglo XIX, después de que
se concediera la dispensa, en el consistorio de Bresanona se volvía a hacer un segundo examen
denominado “protocolo de comprobación”. Este examen consistía en preguntarle a los novios si las
causas para contraer matrimonio señaladas anteriormente seguían vigentes, pero en realidad se
trataba de vigilar su conducta moral durante los meses posteriores al examen matrimonial. Como ya
hemos explicado, en caso de que en el periodo entre el examen matrimonial y la concesión de la
dispensa la pareja cometiera una infracción contra la castidad, era necesario “subsanar el daño”. La
enmienda consistía en una penitencia conformada por varios actos ordenados –según consta por
escrito– por el papa. A saber: los novios tenían que pedir perdón en presencia de dos testigos y en
las semanas anteriores a la boda tenían que confesarse dos veces; tenían que rezar los cinco misterios
del rosario de rodillas, ayunar un día a la semana, ir a la iglesia y rezar el via crucis una vez a la
semana. Paralelamente, también se endureció la actitud ante las relaciones sexuales habidas antes del
examen matrimonial. Probablemente no es causal, que el creciente interés por las normas morales se
efectuó al mismo tiempo de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción del año 1854.
Entonces, en los años ochenta del siglo XIX se empezaron a esgrimir argumentos relativos a
los “peligros” que suponen las uniones matrimoniales entre parientes cercanos, refiriéndose con eso
no sólo a la salud de la descendencia sino también a la felicidad de los propios matrimonios. Ahora,
el blanco de la negativa eran los proyectos de matrimonio entre primos de primer grado. 36
En cuanto al número de los proyectos matrimoniales entre parientes cuñados o de sangre
hay que constatar considerables diferencias también en el interior de la diócesis de Bresanona: en el
oeste de la diócesis –sobre todo en la región de Vorarlberg– encontramos mucho más novios
parientes que presentaron una instancia de dispensa, que no abandonaron el proyecto matrimonial
después un rechazo y que trataron de superar los varios obstáculos haciendo un segundo, tercer,
quarto ... intento y recurriendo a tácticas a veces inusuales.

33 Cf. DIÖAB, Konsistorialakten 1833, fasc. 5a, Römische Dispensen, n° 19; ibidem, 1839, fasc. 5a, Römische Dispensen,
n° 5.
34 Cf. pro ejemplo: DIÖAB, Konsistorialakten 1848, fasc. 5a, Römische Dispensen, n° 13; cf. en general Giacomo

MARTINA, “Pio IX”, in: Enciclopedia dei papi, vol. 3, pp. 560-575, p. 561.
35 DIÖAB, Konsistorialakten 1854, fasc. 5a, Römische Dispensen, n° 4.
36 Cf. Margareth LANZINGER, “«Pericoli» dei matrimoni consanguinei e affini: dibattiti e prassi delle dispense tra fine

XVIII e XIV secolo”, in Quaderni storici, 145, 1, 2014, 71-106.

430
El matrimonio entre consanguíneos… Margareth Lanzinger

CONCLUSIONES
Por último, hay que tener en cuenta que si los novios tenían relación de parentesco, sobre
todo de parentesco más cercano, los párrocos y los decanos tenían la orden de rechazar los
proyectos matrimoniales antes de comunicarlos al consistorio episcopal. Se decía por ejemplo que ni
la Iglesia ni el Estado aprobaban matrimonios con parentesco cercano, que éstos eran contrarios a la
moral, e incluso que los matrimonios entre parientes cuñados o de sangre cercanos terminaban mal.
Es imposible pues saber el número exacto de parejas que ante este primer obstáculo
abandonaron su proyecto matrimonial, ya que no queda constancia en ningún documento.
De estas observaciones sobre la política y la práctica de las dispensas se pone de manifiesto
una clara necesidad de prudencia a la hora de hacer comparaciones cuantitativas interregionales e
internacionales de matrimonios entre parientes cuñados y de sangre cercanos. Los datos de los que
disponemos sobre Bresanona nos informan sobre todo del número de parejas que no cejaron en su
empeño y que supieron salvar los obstáculos, pero no facilitan ninguna información sobre el número
de parejas que expresaron el deseo de casarse dentro del parentesco cercano. Según se desprende de
las investigaciones realizadas sobre el tema, en otros contextos administrativos o confesionales, las
conductas en general eran diferentes y las probabilidades de obtener más fácilmente una dispensa era
mucho más alta.

Traducido del italiano por Patricia Unzain

431
Epacio doméstico y cultura material… Carmen Hernández López

ESPACIO DOMÉSTICO Y CULTURAL MATERIAL: UNA PROPUESTA DE ANÁLISIS


DIFERENCIADO DESDE LAS TIERRAS DEL CAMPO DE MONTIEL (1650-1850) 1
Carmen Hernández López
Universidad de Castilla-La Mancha

INTRODUCCIÓN
Ya la amanece el buen gusto
en el mueblaje; las casas
se adornan de cornucopias,
en vez de petos y lanzas,
y ya ven los españoles
que el papel y las indianas,
para vestir las paredes,
les hacen muchas ventajas
a los cuadros de Velázquez,
Cano, Ribera, que llaman
el Españoleto, y otros
pintorcillos de esta laya 2.
La introducción de nuevos hábitos y costumbres en España iba acompañada de nuevos
objetos materiales que iniciaban el cambio hacia otras formas de vida. Desde la segunda mitad del
siglo XVIII, en el mundo literario comienzan a aparecer autores y textos que, como en el ejemplo
introductorio de El Petimetre, exponían los nuevos gustos sobre la vida doméstica, la casa o el
consumo de bienes en el hogar, que no son sino el reflejo del nuevo estilo de vida que se iniciaba.
En nuestro caso, trataremos de investigar si la población manchega se estaba iniciando en estos
“nuevos gustos”, o sencillamente, continuaba con sus petos y lanzas.
Nuestra zona de investigación abarca el espacio conocido como Campo de Montiel
albacetense, correspondiente a La Mancha Oriental 3. Un espacio integrado por varias villas,
numerosas aldeas y pequeños núcleos de población rural, marcados todos ellos, por una profunda
desigualdad en la cuantía patrimonial. (Mapa 1)
Así, según comprobamos en los análisis de niveles patrimoniales, mientras el 46% de los
patrimonios familiares acumulaban un 7% de la riqueza, un 52,9% de esa riqueza se concentraba en
el 3,9% de los hogares. (Tabla 1). Resultado muy en consonancia con el nivel patrimonial inicial

1 El presente trabajo forma parte de los proyectos de investigación de referencia HAR2010-21325-C05-03 y HAR2013-
48901-C6-6-R concedidos por el Ministerio de Economía y Competitividad.
2 R. DE LA CRUZ, El petimetre, versos 195-200-205.
3 El Campo de Montiel es una altiplanicie situada en el este de la provincia de Ciudad Real y oeste de Albacete. De sus

5000 km², más de la mitad corresponden a la provincia de Ciudad Real. Dentro de la provincia de Albacete abarca los
territorios de Barrax, El Bonillo, Munera, Lezuza, Ossa de Montiel, El Ballestero y Viveros. Incluimos también Balazote
como población limítrofe entre el llano y el Campo de Montiel. El espacio objeto de nuestro análisis, es pues, el sector
oriental del Campo de Montiel en La Mancha de Albacete.

433
Epacio doméstico y cultura material… Carmen Hernández López

(Tabla 2) que, en este caso, el 15,73% del patrimonio dotal, correspondía al 68,33% de los hogares,
mientras que cerca de un 50% de ese patrimonio estaría en manos de un 8%.

Mapa 1. Delimitación geográfica del Campo de Montiel en la provincia de Albacete

CETI – Laboratorio de Cartografía e Infografía (UCLM)

A lo largo de la trayectoria vital de estos núcleos familiares, se acumulaban unos bienes


gananciales, que independientemente del nivel de riqueza alcanzado a lo largo de su vida en común,
presentaban notables diferencias entre unos y otros hogares. La presencia de patrimonios medios no
era muy destacada, si bien la posición económica y social de estos grupos estaba condicionada por
otros elementos, como era su nivel de endeudamiento. (Tabla 3).

Tabla 1
Niveles patrimoniales en función de la riqueza bruta.
Inventarios post mortem, La Mancha Oriental. 1650-1800
Nivel Nº de % Valor total de %
patrimonial inventarios los patrimonios
final finales
<5000 35 46,05 94.032 6,62
5000-9999 16 21,05 116.688 8,22
10.000-24.999 18 23,68 293.104 20,66
25.000-100.000 4 5,26 164.236 11,57
>100.000 3 3,94 750.563 52,90
TOTAL 76 100 1.418.623 100
AHPA: Sección Municipios, legajos de Ossa de Montiel, El Bonillo, Munera, Lezuza y Barrax

Y son precisamente, los núcleos familiares más modestos los que presentaban un mayor
nivel de deuda, algo más del 13% del total de su hacienda, donde el recurso al préstamo hipotecario
era un alivio momentáneo para estas débiles economías. En cuanto a los patrimonios inferiores a

434
Epacio doméstico y cultura material… Carmen Hernández López

5000 reales, la media de las deudas era de 406 reales por hogar, que se elevaba a 996 en el caso de
patrimonios comprendidos entre los cinco mil y los diez mil reales. Para el resto de los hogares la
situación era más holgada, inferior al 10% del total de las haciendas, porcentajes que, si bien nos
hablan de la necesidad del endeudamiento, también manifiestan su capacidad para un mejor
desenvolvimiento. Comparando estos resultados con los aportados por Felicísimo García en
Extremadura 4, observamos que eran las familias más modestas quienes mostraban un mayor nivel de
endeudamiento (29 % sobre patrimonio) en el territorio extremeño.

Tabla 2
Niveles patrimoniales en función de la riqueza bruta.
Dotes matrimoniales. La Mancha Oriental. 1650-1800
Nivel patrimonial Nº de %. Total %
inicial dotes aportado por
dotes
<5000 82 68,33 174.941 15,73
5000-9999 19 15,83 126.335 11,36
10.000-24.999 8 6,66 150.504 13,54
25.000-100.000 10 8,33 527.233 47,43
>100.000 1 0,83 132.430 11,91
TOTAL 120 100 1.111.443 100
AHPA: Sección Municipios, legajos de Ossa de Montiel, El Bonillo, Munera, Lezuza y Barrax

Tabla 3
Nivel de endeudamiento de los patrimonios familiares.
La Mancha Oriental 1650-1800
Nivel patrimonial Nº de Total Deudas % Sobre Media
casos patrimonios (reales) patrimonio deudas
(reales) (reales)
<5000 14 45207 5685 12,57 406,07
5000-9999 12 82516 11472 13,90 956
10.000-24.999 13 220193 19685 8.93 1514,23
25.000-100.000 2 84837 8607 10,14 4303,5
>100.000 2 606947 30494 5,02 15247
TOTAL 43 1039700 75943 7,30 1766,11
AHPA: Sección Municipios, legajos de Ossa de Montiel, El Bonillo, Munera, Lezuza y Barrax

LA CULTURA MATERIAL DIFERENCIADA POR ESTANCIAS DOMÉSTICAS


LA COCINA
La cocina era un espacio vivo, multifuncional. No solo era el lugar donde cocinaban o
comían, era el punto de reunión del hogar, donde se recibía a los amigos, a los parientes o vecinos,
donde dormían algunos miembros de la familia, muchas veces en compañía de sus animales
domésticos, buscando el calor del hogar, donde se hacían los tratos comerciales y donde, en
definitiva, se encontraba el centro neurálgico de las viviendas manchegas. Y era tal su importancia,
que los grupos de la élite local o labradores hacendados, disponían de varias cocinas en sus
viviendas.

4Felicísmo GARCIA BARRIGA, Estructuras y dinámica familiar en la Extremadura del Antiguo Régimen, Tesis doctoral,
Universidad de Extremadura, 2007, p. 376.

435
Epacio doméstico y cultura material… Carmen Hernández López

Veamos algunos casos concretos. En El Libro de Casas de la villa de Lezuza se dice que José
Izquierdo tenía una vivienda en la calle de El Espolón, lindando con Amargura, constaba de una
cocina, dos aposentos y caballeriza, pero añadía, que además disponía de una “cocinica, la cámara y
el descubierto” 5. A la muerte de don Pablo Vitoria, en 1741, se hizo inventario y tasación de sus
bienes; en la cocina, junto a los enseres específicos de menaje, se inventariaron numerosos aperos de
labor, ropa de cama y ropa de vestir 6. Y es que en toda esta comarca manchega la individualidad de
las habitaciones posiblemente estaba llegando más como concepto, que como una realidad.
Otro ejemplo ilustrativo de esta situación puede ser la vivienda de Francisco de Funes 7.
Fallecido el 3 de diciembre de 1762, en Ossa de Montiel. La descripción en el inventario de las
dependencias de su vivienda es una muestra de la apenas perceptible diferenciación de habitaciones,
que tímidamente se iniciaba en la segunda mitad del siglo XVIII. En la cocina disponían los enseres
que abarcaban varias tipologías; desde los propiamente culinarios de menaje, calderos, almireces,
cuchillos, cazos; hasta textiles para vestir la tarima, mantas para taparse, cuando se usaba como
dormitorio, y muchos aperos de labor. Todo un repertorio de enseres y objetos amontonados en un
espacio multifuncional, al que denominaban cocina, y que remitía, sin duda, a la permanencia de una
forma de vida aún muy tradicional.
En la primera mitad del siglo XIX en las casas de los grupos medios y hacendados en la
cocina ya se concentraban enseres específicos para su función, al menos en la que denominaban
cocina principal. Traemos el inventario post mortem, fechado en Viveros el día 4 de septiembre de
1850, y perteneciente a los bienes de Mariano Fuentes 8. En “la cocina principal”, se detallaban varios
objetos relacionados con la chimenea y el hogar, tenazas, atrancadores, trébedes, fuelles. Y mucho
vedriado de cocina, también tres mesas, catorce sillas, tres cántaros para el agua. En total esta cocina
principal albergaba 166 objetos de menaje y ropa de casa.
Pero hay un hecho diferenciador, y si en una época anterior algunos miembros de la familia
dormían en la cocina, junto al hogar, ahora, en algunas viviendas y precisamente en la cocina,
encontramos que han edificado una habitación denominada, “cuarto de la cocina”. Por los enseres
allí concentrados funcionaba como un dormitorio. En el caso del inventario de Mariano Fuentes, en
esta habitación tenían una cama con encordeladura de cáñamo, un catre con almohada, dos
colchones “sin poblar” y tres “con población”, dos almohadas, un arca con ropa de cama y vestidos
de hombre, dos planchas, en total se relacionaban 114 enseres específicos del cuarto de dormir y de
vestir. Además, tenía otra dependencia, anexa a la cocina principal, era la sala de las cocinas, donde
disponían de cinco arcas de pino grandes o medianas, con gran cantidad de ropa de vestido, ropa
blanca de cama y ropa de la casa. También anotaban muebles de alcoba o de guardar, como una
arquita pequeña, una cama, varios cestos y cestas de mimbre, un colchón sin poblar y otros cuatro
colchones poblados. Asimismo, se disponían varios objetos de menaje de cocina, dos mesas de pino
pequeñas y una mesa con cajones, tejidos, manteles, zapatos, doce sillas, un baulito, cinco zafas. Se
trataba de un cuarto de múltiples y variados objetos, que nos recuerda, sin duda, a los cuartos
multifuncionales del siglo anterior, pues habían acumulado en esta estancia, nada menos que 547
objetos grandes y pequeños de muy diversas y variadas funciones.
Y en estos espacios que funcionaban como cocinas, la chimenea no era solo una fuente de
calor y de luz, era el lugar privilegiado para la cocción de los alimentos, de ahí la gran cantidad de

5 AHPA, Sección Catastro de Ensenada, Libro 105.


6 AHPA, Sección Protocolos notariales expediente 1609, legajo 35 de la villa de Ossa de Montiel, distrito de Alcaraz.
Ante Martín Pérez del Corral.
7 AHPA, sección Protocolos notariales expediente 1613, legajo 15, correspondiente a la villa de Ossa de Montiel, distrito

de Alcaraz, ante el escribano José Menchón.


8 AHPA, Sección Protocolos expediente 380 de la villa de Viveros, Alcaraz.

436
Epacio doméstico y cultura material… Carmen Hernández López

utensilios relacionados con el fuego. (Tabla 4). Los más habituales eran las tenazas, badiles, trébedes
y asadores. Contabilizamos una media de 1,88 asadores por hogar, fabricados de hierro y se
ubicaban en la cocina o cocina de la sala principal. Alonso León declaraba tres asadores de hierro en
el inventario tras la muerte de su esposa, María de Funes 9.
En los hogares con patrimonio superior a los 10.000 reales se registraban casi el 60% de los
asadores, por lo que pensamos que era una pieza más extendida entre los grupos hacendados, siendo
minoritaria su presencia entre los hogares con patrimonios inferiores a los cinco mil reales. En
cambio, el badil y las tenazas aparecen generalizados en todos los grupos de la sociedad, son objetos
imprescindibles para el fuego y su presencia era necesaria. Las diferencias entre ellos las aportaba el
tallado y tamaño de la pieza. Los había torneados, formando un juego completo de tenazas y badil, y
todos eran de hierro. En cuanto a las trébedes, la mitad de ellas se localizaban en hogares
comprendidos entre los cinco mil y los veinte mil reales, si bien aparecen en todas las cocinas de los
grupos hacendados. Su función era la de sostener los calderos en el fuego, ollas y todo tipo de
recipientes. La media por hogar de este utensilio se estima en 1,26.

Tabla 4
Numero de utensilios de menaje de cocina para el fuego.
Ossa de Montiel 1620-1800
Nivel patrimonial Asador % Badil % Tenazas % Trébedes %
del hogar
<2.500 5 9,80 9 17,64 13 25 6 11,53
[2.500-5.000] 7 13,72 10 19,60 10 19,23 9 17,30
(5.000-10.000] 9 17,64 8 15,68 8 15,38 12 23,07
(10.000-20.000] 15 28,84 11 21,56 13 25 13 25
(20.000-50.000] 10 19,60 11 21,56 6 11,53 6 11,53
>100.000 5 9,80 2 3,92 2 3,84 6 11,53
TOTAL 51 100 51 100 52 100 52 100
Total inventarios 27 43 48 41
Media por hogar 1,88 1,18 1,02 1,26
AHPA: Sección Municipios, legajos de Ossa de Montiel.

Símbolo tradicional de la cocina era la sartén. Normalmente se sostenía en tres o cuatro patas
y en ella se preparaban todo tipo de guisos. Las encontramos de muchos tamaños, grandes o muy
grandes, medianas, pequeñas, viejas, sin usar, a medio uso. Contabilizamos una media de tres
sartenes por hogar. También las ollas, muy variadas, pueden ser con una o dos asas y el material
empleado en su fabricación era barro, cobre, o alambre, unas sin tapa y otras con” un asón” y la
tapa. No se registraba ninguna olla de hierro fundido o de porcelana. Los grupos inferiores apenas si
anotaban alguna olla, éstas aparecen en los inventarios con patrimonios superiores a los cinco mil
reales. (Tabla 5)

9 AHPA, Sección Protocolos Notariales, Expediente 1612, Ossa de Montiel (6/09/1752).

437
Epacio doméstico y cultura material… Carmen Hernández López

Tabla 5
Número de utensilios de menaje de cocina para la cocción.
Ossa de Montiel 1620-1800
Nivel patrimonial Caldero Caldera Cazo Chocolatera Olla Puchero Sartén
del hogar

<2.500 8 6 8 3 4 25
[2.500-5000] 9 16 9 30
(5.000-10.000] 11 14 12 4 16 43
(10.000-20.000] 16 24 20 2 16 44
(20.000-50.000] 9 16 13 1 10 31
>100.000 11 21 9 6 3 31
TOTAL 64 97 71 13 48 4 204
Total inventarios 42 50 45 9 15 2 68
Media por hogar 1,52 1,94 1,57 1,44 3,2 2 3
AHPA: Sección Municipios, legajos de Ossa de Montiel

Los pucheros se fabricaban de barro y formaban parte del “vedriado”, de ahí su escasa
presencia como objetos individuales. Otro utensilio muy escaso y elitista, era la chocolatera. Su
presencia era notoria en los hogares con patrimonios muy elevados, por encima de los cien mil
reales. Se inventariaron 6 chocolateras, aunque fue un objeto de moda que paulatinamente se
incorporaba en los grupos medios; como se evidencia en las cuatro chocolateras registradas en el
tramo comprendido entre los cinco mil y diez mil reales. También cabe destacar las calderas y los
calderos. Son objetos caros y su posesión denotaba cierto prestigio, sobre todo los de cobre y de
gran tamaño, era un símbolo de diferenciación social. La media era de 1,94 calderas por hogar.
En cuanto a los recipientes que contenían los alimentos sobresalen las orzas y tinajas de
barro, (tabla 6). En el primer caso registramos orzas de distintas clases, con asa o sin ella, bañadas,
sin bañar, orzas de Motilla, de Chinchilla, Villarrobledo o de Las Peñas de San Pedro. El 55% se
registraba en las casas de los ricos o hacendados, con patrimonios superiores a los 20.000 reales.
Pero la orza estaba generaliza entre los hogares de la población, de ahí que con escasa presencia, ya
se constate en las casas de menores patrimonios, un 11%, con una media de 4 por hogar.

Tabla 6
Número de utensilios de menaje de cocina para la conservación de alimentos
Ossa de Montiel 1620-1800
Nivel patrimonial Alcuza/ Cazuela Lebrillo Orza Tinaja
del hogar aceitera

<2500 1 6 3 15
[2500-5000] 1 4 8 16
(5000-10000] 1 15 23
(10000-20000] 4 5 10 14 35
(20000-50000] 4 4 3 23 42
>100000 12 2 27 200* + 26
TOTAL 22 15 20 90 157+200
Total inventarios 11 8 16 23 41
Media por hogar 2 1,87 1,25 3,91 3,82
AHPA: Sección Municipios, legajos de Ossa de Montiel
Nota. 200*: pertenecientes a una bodega

438
Epacio doméstico y cultura material… Carmen Hernández López

La tinaja es otro de los objetos domésticos muy extendido: tinaja estrellada, tinaja lañada, y
con distintas capacidades. Serán utilizadas para todo tipo de líquidos, vino, agua, aceite, miel, pero
también para el pan, la harina, e incluso detallaban tinajones para cera, ceniza y para lavar.
Asimismo, se detallaban lebrillos de barro bañado, o sin baño, cuya media era de 1,25 por hogar y
alcuzas o aceiteras de hojalata. Objetos que aparecen entre los grupos hacendados, sobre todo,
porque tenían suficiente aceite para conservar largo tiempo.
Respecto a la cubertería, a finales del siglo XVIII era escasa y algunos cubiertos aún no se
han introducido en la mesa de estas cocinas. Encontramos tan solo ocho tenedores 10, siete de plata,
y otro de ocho onzas de peso, valorado en 100 reales, por lo que el tenedor era un objeto de lujo.
Como objeto de cocina encontramos un solo tenedor valorado en 4 reales que pertenecía a la dote
de María Josefa Zamora, vecina de Lezuza en 1799.
La cuchara era de uso muy antiguo, se escrituraban cucharas, cucharillas y cucharones. Las
había de madera, de palo, de cobre, alguna de plata, y el 95% eran de hierro. Su uso se ha
generalizado y aparecen en todos los grupos sociales, variando el material y la cantidad. La media de
cucharas en el grupo de labradores era de 0,62 y solamente 0,31 para los artesanos, pero entre los
sirvientes registramos únicamente 0,19 cucharas por inventario. Los grupos hacendados, en cambio,
llegaban a las 2,90 cucharas por hogar. (Tabla 7)

Tabla 7
Distribución de objetos de menaje de cocina entre distintos grupos profesionales y mujeres cabeza del hogar.
1620-1800
Grupos socio- Labradores Artesanos Dones/élite Sirvientes Mujeres TOTAL
profesionales
Enseres Nº Media Nº Media Nº Media Nº Media Nº Media Nº Media
domésticos
Almirez 29 0,39 6 0,38 18 0,62 3 0,14 19 0,68 75 0,45
Artesas 55 0,74 10 0,63 36 1,24 10 0,48 22 0,79 133 0,79
Calderas 46 0,62 16 1,00 40 1,38 9 0,43 29 1,04 140 0,83
Calderos 44 0,59 8 0,50 31 1,07 6 0,29 23 0,82 112 0,67
Candil/candeleros 52 0,70 23 1,44 42 1,45 11 0,52 25 0,89 153 0,91
Chocolatera 5 0,07 0 0,00 10 0,34 0 0,00 3 0,11 17 0,10
Cucharas 46 0,62 5 0,31 84 2,90 4 0,19 24 0,86 163 0,97
Cuchillos 2 0,03 3 0,19 3 0,10 3 0,14 6 0,21 17 0,10
Platos finos 19 0,26 2 0,13 30 1,03 0 0,00 24 0,86 75 0,45
Servilletas 116 1,57 37 2,31 158 5,45 25 1,19 32 1,14 368 2,19
Tenedores 3 0,04 0 0,00 5 0,17 1 0,05 0 0,00 9 0,05
Nº TOTAL DE 74 16 29 21 28 168
CASOS
AHPA: Sección Municipios, legajos de Ossa de Montiel, El Bonillo, Munera, Lezuza y Barrax

El cuchillo, igual que el tenedor, no era un utensilio generalizado, de hecho, entre dotes e
inventarios solo hemos hallado nueve cuchillos en el siglo XVII y doce en el siglo XVIII. Lo
habitual era el uso de la navaja, una manufactura que a finales del siglo XVII inició su ascenso en la
villa de Albacete.

10 AHPA, Sección Protocolos, Expedientes 3576, 3529 y 2212 correspondientes a El Bonillo y Lezuza.

439
Epacio doméstico y cultura material… Carmen Hernández López

En definitiva, comprobamos como la especialización funcional de la casa no era sino el


resultado de un variado sistema de comportamientos culturales y sociales en continuo proceso de
cambio. Un complejo sistema que tratamos de conocer y analizar desde el espacio doméstico, desde
el centro neurálgico de la vivienda, la cocina, reflejo de un estilo de vida tradicional que poco a poco
va abriéndose paso hacia novedosas transformaciones, y que, en cualquier caso, son una muestra
evidente de las grandes diferencias sociales existentes. Diferencias y contrastes sociales que
posiblemente son más acusados si pasamos a la alcoba, donde, en algunos casos, dormían
hacinadamente personas e incluso animales, y donde, en consonancia con esta situación, el
mobiliario era escaso y privativo, como veremos a continuación

LA ALCOBA O DORMITORIO
La sala es algo enfermiza
de espaldas y de cogótes;
mas quiero alcóba y Iglesia,
que sala con Relatóres
(Diccionario de Autoridades. Tomo I, 1726)
Entre todas las habitaciones de la casa el cuarto con mayor intimidad, era sin lugar a dudas
la alcoba, dormitorio, o simplemente el cuarto de dormir. Hasta mediados del siglo XVIII no
aparece claramente diferenciada la función de dormitorio, por lo que era, como otras estancias de la
casa, un lugar flexible, adaptable y multiuso. En función de ello variaban los muebles y objetos que
pudiera albergar, que dependerán además del estatus socio-profesional del propietario.
Los muebles que componían las alcobas o dormitorios eran escasos, siendo el principal la
cama, situada en el centro de la habitación o junto a la pared, dependiendo de los tipos. En el caso
de los labradores, la media de camas por hogar era de 0,77, similar a la del resto de colectivos,
excepto el grupo de los dones que era de 1,34. Los hidalgos, regidores, y grupos de la élite rural,
parece ser que sus casas principales tenían una alcoba para la mujer y otra para el hombre, pues
permitía a cada uno mayor independencia en sus quehaceres, además de mayor prestigio. (Tabla 8)

Tabla 8
Enseres de los espacios íntimos grupos profesionales y mujeres como cabeza del hogar. La Mancha Oriental
(1620-1799)
Labradores Artesanos Dones/élite Sirvientes Mujeres TOTAL

Enseres domésticos Nº Media Nº Media Nº Media Nº Media Nº Media Nº Media

Arca 146 1,97 34 2,13 78 2,69 31 1,48 65 2,32 354 2,11


Armario 0 0,00 0 0,00 2 0,07 0 0,00 0 0,00 0,00
Baúl 3 0,04 0 0,00 7 0,24 1 0,05 4 0,14 15 0,09
Cama 57 0,77 15 0,94 39 1,34 17 0,81 21 0,75 149 0,89
Cofre 9 0,12 0 0,00 14 9,34 6 0,28 2 0,07 31 0,18
Colchón 98 1,32 23 1,44 78 2,69 19 0,90 44 1,57 262 1,56
Orinal 1 0,01 0 0,00 1 0,00 1 0,00 0 0,00 3 0,01
TOTAL CASOS 74 16 29 21 28 168
AHPA: Sección Municipios, legajos de Ossa de Montiel, El Bonillo, Munera, Lezuza y Barrax

440
Epacio doméstico y cultura material… Carmen Hernández López

Las camas que recogemos en los inventarios presentaban hasta cuatro variedades, la cama
con encordeladura de cáñamo, la cama con escalerilla, la cama llana y hay una cama redonda. No
obstante, el número de camas era bajo, en 11 inventarios señalaban que tenían solamente la
armadura de la cama, o las cuatro tablas para hacer una cama, lo que nos induce a pensar que no era
un mueble accesible para toda la población, pues no solo debemos considerar el coste de la cama,
sino toda la ropa que suponía su adquisición. Para un labrador era más importante tener aperos de
labor o una mula que disponer de cama en su vivienda.
Por consiguiente, la cama a finales del XVII y principios del XVIII no era un elemento de
confort o de prestigio, sino que se ha convertido en un objeto cargado de connotaciones afectivas,
un elemento primordial en las casas, lo que se atestigua en los inventarios por las prolijas
descripciones tanto del mueble como de sus diversos componentes. Así se citan: “una cama de nogal
con colgadura con su medio campo, dos camas llanas de cuatro palos, una cama entera con
encordeladura de cáñamo, una cama de pino con su escalerilla, una cama de álamo con pilares, una
armadura de cama con su encordeladura, una cama de pino y nogal…”
Pero la escasez de camas se correspondía con la riqueza de colchones, que se acercaba a los
dos por vivienda y se superaba ampliamente esta cifra en el caso de los grupos de élite. El resto del
mobiliario que se ubicaba en los dormitorios era muy diverso, pero sobresalen los muebles de
guardar, entre ellos el arca.
La media de arcas entre los artesanos era de 2,13 y en el caso de las mujeres era de 2,32.
Pero de nuevo los grupos de la élite superaban estas cifras hasta alcanzar las 2,69 arcas por hogar.
Los labradores poseían algo más de una y media por inventario, cifra que desciende a 1,48 para los
sirvientes. Las arcas podían ser de distinto tipo, forradas de cuero, terciopelo o seda, con pies, con
tapa o sin ella, destinadas a contener plata y vestidos y las de maderas muy sencillas para tapicerías y
ropa blanca. También se destinaban almacenamiento de granos, harina y para el pan. Estas arcas se
colocaban en todas las dependencias de las casas y las más ricas estaban situadas en las salas también
en las alcobas principales, conteniendo los vestidos y el ajuar de la señora de la casa. Las más
habituales eran de pino, también había de nogal.

Tabla 9
Relación de mesas, sillas, taburetes y tarimas entre los labradores, artesanos, élites, sirvientes y mujeres. La
Mancha Oriental, 1620-1799
Grupos socio- Labradores Artesanos Dones/élite Sirvientes Mujeres TOTAL
profesionales
Enseres Nº Media Nº Media Nº Media Nº Media Nº Media Nº Media
domésticos
Mesas 72 0,97 17 1,06 53 1,83 20 0,95 48 1,71 210 1,25
Sillas 53 0,72 12 0,75 51 1,76 30 1,43 39 1,39 185 1,10
Taburetes 293 3,96 56 3,50 183 6,31 46 2,19 97 3,46 675 4,02
Tarimas 29 0,39 9 0,56 15 0,52 7 0,33 9 0,32 69 0,41
TOTAL CASOS 74 16 29 21 28 168
AHPA: Sección Municipios, legajos de Ossa de Montiel, El Bonillo, Munera, Lezuza y Barrax

Como un mueble novedoso y de reciente incorporación en las casas y dormitorios de esta


comarca, aparece el armario. Solamente se registran dos armarios entre la élite. El armario significa
mucho más que un mueble de guardar. Lo pondremos en relación con una nueva forma de concebir
el espacio y la casa. Si hasta bien entrado el siglo XVIII el arca era insustituible, la entrada del

441
Epacio doméstico y cultura material… Carmen Hernández López

armario va a estar relacionada con las modificaciones que en el espacio doméstico se irán
produciendo desde mediados del siglo XVIII, innovando la concepción del espacio en el dormitorio
y de todo el espacio doméstico. Su distribución compartimentada se opone al arca, sin diferenciación
ni compartimentación. El armario introduce una nueva organización, independiente y especializada,
al igual que está ocurriendo con las dependencias domésticas. Pero en estos momentos es un mueble
privativo de la élite.
Como mobiliario generalizado entre todos los grupos sociales cabe citar los taburetes. Para
los labradores, artesanos y mujeres, la media por hogar se sitúa entre los tres y los cuatro taburetes,
en el caso de los sirvientes no llegan a los dos y medio y para los grupos de élite superaba los seis
por inventario. Además, entre los grupos hacendados sobresalían los escritorios, bufetes y los
sillones de ceremonia.
El taburete era un asiento fácilmente transportable y de bajo coste y el asiento que más se
aproximaba a la manera de sentarse según la antigua costumbre morisca. Sancho Panza invitaba a su
mujer a sentarse en el suelo, entre alfombras y almohadas. Y quizás sea este uno de los matices que
distingue a la casa española de la casa europea, su herencia árabe. La casa se ofrecía, y se ofrece, a las
visitas, se agasajaba a los visitantes. Casi el 43% del total del mobiliario eran taburetes, por lo que se
puede afirmar que era el mueble de mayor afluencia entre los labradores. (Tabla 9)
La mesa, aunque era un mueble generalizado, no alcanzaba la unidad por hogar en algunos
de estos grupos. En el caso de los labradores se sitúa en 0,97 y para los sirvientes obtenemos una
media de 0,95. Los artesanos se quedan en una mesa por cada inventario y las mujeres 1,71. Si
pasamos a los dones asciende a 1,83. Las mesas de casi todos los grupos representados, excepto la
élite, eran mesas sencillas, con cajón y de madera. También se relacionaba alguna mesa de bancos
con tablero plegable y desmontable. Se distinguen además 4 mesas de velador, fue un modelo de
mesa popular nacido en Inglaterra a comienzos del XVIII, llamada mesa de pedestal. Un ejemplo
especial de mesa lo constituye el tocador, mesa provista de un espejo, cajones o compartimentos
para los artículos de tocador: cepillos y peines, tarros de pomada y afeites, frascos de colonia y
pomos, etc. En 1659 se inventariaba el tocador que registramos en casa de la viuda de Francisco
Parra.
En cuanto a las sillas, las cifras son algo menores, entre 0,72 que registran los labradores
como media y 1,76 las élites, ofrecían diversas formas y variedades, silletas de pino, silla de respaldo,
de costillar, silletas llanas. Entre los labradores el taburete era el asiento preferente, seguido de las
sillas o silletas. La tarima apenas tiene representación en el siglo XVII y en la primera mitad del siglo
XVIII se registraba en 11 inventarios, en 14 hogares se constata a partir de 1750. Era un mueble de
mayor coste, que requiere un colchón, al menos cuatro almohadas y la vestimenta del colchón, por
lo que no puede ser un objeto de consumo para todos los hogares.
Por lo que respecta a los bancos, los más sencillos son los compuestos de tableros sobre
borriquetas, desmontables. Sin embargo, cada vez se hace mayor uso del banco encajado de carácter
permanente, cuya base, en ocasiones se cierra para formar un arca. Estaba presente en el dormitorio.
Allí rodea la cama y es de menor altura. Las banquetas ocupaban el último peldaño en el escalafón
de los asientos.
También entre los labradores se registraban algunos muebles novedosos y más próximos al
grupo superior, entre ellos figuran 10 mesas de velador, 21 bufetes, un escritorio y un escaparate. En
realidad, el estilo de vida y a la vista de los enseres localizados, era muy tradicional dentro de este

442
Epacio doméstico y cultura material… Carmen Hernández López

grupo profesional. No obstante el mobiliario empezó a estar ligado a actitudes y hábitos más cultos,
más refinados, unidos al concepto de buen tono social 11.
Los escritorios, al igual que los escaparates y vitrinas, son muebles de ostentación. Entre los
que aparecen en la muestra analizada, ocho modelos se describen como “escritorio con embutidos
de concha y bufete de nogal”, o escritorio con caja de nogal y pie cerrado con cajones”, entre otros.
El surtido de muebles no siempre eran los imprescindibles. Con todo, como nos recuerda
Máximo García para la Castilla del Antiguo Régimen, las exigencias eran diferentes en los distintos
estadios vitales y en función de la actividad profesional, y no debemos olvidar que estos inventarios
se hacen en los días postreros a la muerte de la mujer 12.

CONCLUSIÓN
Era y es un hecho evidente que la casa privada debe construirse en función de la familia, y
como decía Alberti, para que resida en ella de la forma más confortable 13. La familia componía su
casa en función de sus necesidades, pero sobre todo en función de su nivel social y económico. Y
así, se comprueba que una minoría disponía y disfrutaba de camas, colchones, mesas, enseres de
cocina y lógicamente, víveres para cocinar y comer, mientras que la mitad de la población vivía en
unos niveles muy próximos a la pobreza. De hecho, comentábamos que el 46% de los patrimonios
familiares acumulaban un 7% de la riqueza y un 52,9% de esa riqueza se concentraba en el 3,9% de
los hogares. No en vano los grupos socio-profesionales con mayores efectivos eran población
dependiente, un 22% jornaleros y un 15% mozos sirvientes 14. Tierra y ganado constituían los pilares
que sostenían todo el sistema social, lo que unido a un alto nivel de endeudamiento llevaba a estos
grupos modestos, a la precariedad y hacia procesos de movilidad descendente, hipotecando en
muchos casos sus bienes, que no pocas veces, terminaban en almoneda pública.
Los más precarios disponían de muy pocos bienes. Ana Fernández de las Mayoralas 15 cuando
se casó ya era pobre. En su testamento indicaba que nada llevó al matrimonio. Falleció cuando aún
tenía un hijo menor, además de una hija casada y otra que aún vivía en la casa. Le pertenecía la mitad
de la vivienda, que fue valorada en 1189 reales. En su vivienda no disponía de cama, solo un colchón
poblado de lana que tasaron en 45 reales, una sábana y otra media sábana, una colcha, una almohada
poblada y otra sin poblar. No hay sillas, ni mesas, ni un simple taburete. Los enseres de cocina se
reducían a un colador, una caldera y el vedriado. El ajuar se completaba con un guardapiés y una
basquiña que mandaba a las hijas. Una cruz y un rosario, testimoniaban sus creencias religiosas. Y
eran todos los bienes que tenía en su inventario. La miseria crónica y la dependencia laboral de estas
familias era una constante que se repite en todos los hogares precarios, con tan escasos bienes que ni
siquiera eran precisos los inventarios. De todas formas, más que bienes materiales necesitaban un
medio de vida para comer y vestir. En esta situación había muchos jornaleros, artesanos,
campesinos, viudas y mozos sirvientes. Por eso el ganado era clave para su supervivencia, un hato de
cabras, un cerdo o un pollino significaban trabajo y comida.

11 Máximo GARCIA FERNÁNDEZ, “La cultura material doméstica en la Castilla del Antiguo Régimen”, en M.
GARCIA FERNÁNDEZ y M. A. SOBALER SECO, M.A, Estudios en homenaje al profesor Teófanes Egido, Junta de Castilla-
León, Valladold, 2004, p. 255.
12 Máximo GARCÍA FERNÁNDEZ, “La cultura material doméstica en la Castilla… op. cit., pp. 254-255.
13 Leon Baptista ALBERTI, Los diez libros de Architectura, traducidos del latín en romance por Francisco Lozano, Madrid,

por Alonso Gómez, 1582, José María de Azcarate (ed.), Valencia, Albatros, 1977, libro V, capítulo XIV, pp. 224-225.
14 Carmen HERNÁNDEZ LÓPEZ, La casa en La Mancha Oriental. Arquitectura, familia y sociedad rural. 1650-1850, edit.

Silex, Madrid, 2007, p. 190.


15 AHPA, Sección Protocolos, Caja 1613, Ossa de Montiel, año 1758.

443
Epacio doméstico y cultura material… Carmen Hernández López

Situación similar nos relata en la vecina comarca de la sierra de Alcaraz, Francisco García
González, donde más del 45% de las dotes femeninas no superaban los 500 reales, se trataba
simplemente de “un omenaje y trastillos de casa pobre 16”
Por el contrario, los grupos de la élite, los hacendados y algunos profesionales liberales
iniciaron las mejoras domésticas introduciendo las primeras novedades en el mobiliario, en la
funcionalidad de las habitaciones, en las cocinas, en el vestido y con niveles confortables en sus
alcobas y habitaciones (si se puede hablar de confort en el siglo XVIII). Los grupos intermedios se
verán afectados igualmente por procesos de movilidad ascendente o descendente. Se trataba de un
gran número de familias y hogares pertenecientes a diversas categorías socio-profesionales, sobre
todo labradores, con muchas dificultades para mantener su posición.
En definitiva, hemos comprobado como la cultura material doméstica es reveladora de la
estratificación social existente; desde la alcoba o desde la cocina se reflejan las desigualdades en este
universo doméstico, donde el papel desempeñado por las mujeres era de primordial importancia. Si
por un lado son las encargadas de mantener y cuidar esta cultura material en el hogar, también serán
continuadoras simbólicas de las relaciones familiares, por encima del aislamiento o separación espacial.
Ejercían así un papel de bisagra 17, que tenía su expresión en multitud de circunstancias de ayuda,
solidaridad, intercambio. Circunstancias en las participaría sola o ayudada por su familia. Porque está
claro que desde el interior del espacio doméstico podemos adentrarnos hacia el cada vez más
intrincado mundo de las relaciones sociales.

16 Francisco GARCIA GONZÁLEZ, Las estrategias de la diferencia. Familia y reproducción social en la Sierra (Alcaraz, siglo
XVIII), Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Madrid 2000, p. 165.
17 Martine SEGALEM, Antropología histórica de la familia, Taurus, Madrid, 1992, p. 244.

444
Vistiendo a la mujer vallisoletana… Rosa María Dávila Corona

VISTIENDO A LA MUJER VALLISOLETANA: EL ATUENDO FEMENINO, 1700-


1850 1
Rosa María Dávila Corona
Universidad de Valladolid

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA INDUMENTARIA FEMENINA EN LOS


SIGLOS XVIII Y XIX
Numerosos trabajos sobre la indumentaria femenina a lo largo del siglo XVIII y durante la
centuria siguiente, constatan una serie de cambios en la forma de vestir femenina 2, producidos por
diversos factores como la instauración de una nueva dinastía, la de los Borbones a comienzos del
siglo XVIII y, con ella, la penetración de modas e influencias extranjeras que irán cambiando la
forma de vestir española. También influirá la democratización de la moda, que produce rápidos
cambios sobre todo en el último tercio del siglo y la primera mitad del siguiente. Asimismo
intervendrá poderosamente el desarrollo del comercio suntuario que, a su vez, contribuye a
aumentar el consumo de nuevos tejidos y telas, lo que, a su vez, repercute en un crecimiento visible
del número de establecimientos dedicados a la venta al por menor de las mismas, de complementos
del vestir y del atuendo e incluso de prendas confeccionadas especialmente, en este último aspecto,
al avanzar la primera mitad del Ochocientos 3.
Las fuentes documentales conservadas -tanto los inventarios post mortem como las cartas
de dotes- así como la literatura contemporánea y las descripciones realizadas por los extranjeros que
visitan España a lo largo de estos dos siglos nos hablan de ese cambio en la en la forma de vestir de
la mujer española bajo la influencia de la moda francesa e inglesa. Mientras que el estilo inglés será
mayor en la vestimenta masculina, la influencia de la moda parisina será especialmente visible en la
indumentaria femenina de la nobleza, quien será la que primero adopte los nuevos modos y
costumbres que introduce un atavío novedoso. El gusto por lo nuevo, aliado al estimulo por emular
a los grupos más poderosos, será el aliciente para que las nuevas indumentarias sean adoptadas,
primero, por la incipiente burguesía, para extenderse, con un cierto retraso, progresivamente al resto
de la sociedad, al pueblo llano, tanto en las ciudades como en algunas zonas del mundo rural, las más

1 Este trabajo forma parte de los trabajos desarrollados por el equipo de investigación “Familia, identidad social,
transmisión hereditaria y cultura material. Patrimonios, consumos y apariencias en la Castilla interior: 1600-1850”
(Realidades familiares hispanas en conflicto: de la sociedad de linajes a la sociedad de individuos, siglos XVII-XIX,
financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. Ref HAR 2010-21325-C05-01
2 Son numerosos los trabajos que han analizado la moda femenina y su evolución a lo largo de los siglos referidos

anteriormente, entre los que se pueden señalar el Mª A GUTIÉRREZ GARCÍA, Literatura y moda: La indumentaria
femenina a través de la novela española del siglo XIX, Revista Electrónica de Estudios Filológicos, nº 9, junio de 2005, el de C.
BERNIS, “El traje burgués”, en G. MENÉNDEZ PIDAL (dir), La España del siglo XIX, Centro de Estudios
constitucionales, Madrid, 1998, el de E. MARTÍNEZ ALCÁZAR, “Características del atuendo español del Setecientos a
través de la documentación notarial de Murcia”, Imafronte, nº 19-20, 2008, o el de Mª. V. LICERAS FERRERES,
Indumentaria Valenciana, siglos XVIII-XIX. De dentro afuera de arriba abajo, Carena Editors, Valencia, 2008.
3 Sobre el aumento de los establecimientos dedicados a la venta de telas y de tejidos y al consumo de los mismos están

los trabajos de R. Mª. DÁVILA CORONA, “Las ventas a crédito en los comercios vallisoletanos. 1830-1870”,
Investigaciones Históricas, nº 27, 2007, pp 131-156 y R. Mª. DÁVILA CORONA y M. GARCÍA FERNÁNDEZ, “El
consumo de productos textiles en Valladolid, 1750-1850”, Investigaciones Históricas, nº 21, 2001, pp. 133-179.

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Vistiendo a la mujer vallisoletana… Rosa María Dávila Corona

próximas a la capital de la provincia. No hay que olvidar que el traje es la expresión no solo de la
condición social, sino también un modo de expresar la apariencia personal.
Las descripciones que nos dan los numerosos relatos de los extranjeros que visitaron
nuestro país a lo largo de estos dos siglos, sobre la indumentaria que la mujer española luce en la
calle y en los espacios públicos, son, en general, casi monocromas, es decir, la de una vestimenta
femenina un tanto uniforme en las piezas básicas que la conforman, así como en el color utilizado,
preferentemente el negro o los tonos oscuros. Esta visión tan monocorde es la que les llevó a hablar
en sus relatos de un traje nacional o español 4, utilizado para salir a la calle por la mujer española en
las principales ciudades -especialmente en la capital del reino-, constituido fundamentalmente por
una falda negra, larga hasta los pies, llamada basquiña, cubriéndose la figura con la mantilla. Ambas
piezas, usadas para pasear por los nuevos espacios de recreo que se abren en muchas ciudades, bajo
el impulso del pensamiento ilustrado, como las recientes zonas de paseo que se diseñan en
Valladolid a finales de siglo, ampliando los espacios de esparcimiento y de lucimiento como era la
tradicional Acera de San Francisco, en el corazón de la Plaza Mayor de la ciudad. Igualmente se
utilizarían para asistir a las ceremonias religiosas, convocadas por las autoridades eclesiásticas y
universitarias en relación con las fiestas religiosas y actos académicos. Bajo las mismas, se
resguardaría un vestido diseñado a la moda del momento, que mostrarían una vez llegadas a casa. Es
así como los diferentes viajeros nos describen por ejemplo a la mujer madrileña en sus paseos por el
Prado y a la mujer asturiana 5 cuando iba a sus devociones diarias.
Los vaivenes de la moda y el deseo de controlar el gasto en el consumo de artículos de
adorno personal que favorecían a las industrias extranjeras más que a las nacionales, a la par que el
deseo de incentivar la producción de estas últimas, llevaron a finales de siglo a proyectar un traje
nacional 6, con el que se pretendía uniformar la indumentaria femenina, que no llegó a prosperar.
Sin embargo, sean cuales fueren las intenciones de los ilustrados a propósito de la
uniformidad de la vestimenta femenina, las fuentes documentales analizadas para este trabajo, nos
indican que las mujeres castellanas, en concreto las vallisoletanas a lo largo del Setecientos,
empleaban diversas prendas para vestir y adornar la figura, encontrándose entre ellas, no solo las
consabidas basquiñas y mantillas, sino que éstas se acompañaban de gran número de guardapiés,
zagalejos y vestidos -siendo estos últimos los que predominaran en el guardarropa femenino desde
comienzos de la década de 1820-, sin contar con los numerosos jubones, de diversos tejidos,
calidades y colorido, que le permitían una gran variación a la hora de componer y adornar la figura,
aumentado las posibilidades del vestuario y del seguimiento de la moda.
La ampliación del consumo de textiles durante la primera mitad del siglo XIX junto con los
cambios producidos en la moda femenina, impusieron una nueva forma al atuendo femenino,
abandonándose progresivamente las prendas ampliamente utilizadas en la centuria anterior. Poco a

4 Numerosas son las descripciones hechas por los extranjeros que visitaron nuestro país y que están recogidas en el
trabajo de Mª A. ORTEGO AGUSTÍN, “La mirada ajena. Una aproximación a la indumentaria y los hábitos domésticos
españolas según los viajeros ingleses”, en G. FRANCO RUBIO (coord.), Miradas propias y ajenas en un baile de espejos.
Tiempos Modernos, 21, 2010-2012. también en M. GARCÍA FERNÁNDEZ, “El vestido diferenciador: usos y costumbres
originales ante los ojos críticos de los extranjeros durante el Antiguo Régimen (siglo XVII y XVIII)”, en J. J. BRAVO
CARO, y S. VILLAS TINOCO (eds.), Tradición versus innovación en la España Moderna, Vol. I, Málaga, 2009. También del
mismo investigador “Extranjeros en la Castilla interior durante el Antiguo Régimen. Mentalidad y cultura material:
actitudes similares y comportamientos diferenciados”, en M. B. VILLAR GARCÍA, y P. PEZZI CRISTÓBAL (eds.),
Los extranjeros en la España Moderna. Tomo II, Málaga, 2003.
5 “En lugar de abigarramiento de vestidos y peinados, no se ve, a pie, en el Prado, más que mujeres uniformemente

vestidas, cubiertas de grandes velos negros y blancos que esconden parte de sus rasgos. El Prado, con todo lo bello que
es, parece el escenario de la gravedad castellana”. J. J. BOURGOING, Nouveau Voyage en Espagne, Paris, 1788, Tomo I, p.
235. J. TOWNSED, A journey through Spain in the years 1786 and 1787, Londres, 1791, Tomo II, p. 143.
6 D. PÉREZ ABRIL, Moda, mujeres y modernidad en el siglo XVIII, Valencia, 2008, p 57-ss.

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Vistiendo a la mujer vallisoletana… Rosa María Dávila Corona

poco se dejaron de llevar guardapiés, jubones y basquiñas, imponiéndose de forma progresiva una
nueva forma de vestir, adaptada a las nuevas tendencias. Novedad que se vio contrapesada con el
uso continuado de la tradicional mantilla que tardará en ser reemplazada como tocado femenino por
el sombrero.

LAS PRENDAS DE VESTIR DE LA MUJER VALLISOLETANA: EL GUARDAPIÉS Y


LA BASQUIÑA
Al examinar la documentación compuesta por inventarios post mortem y cartas de dote
para el periodo de 1700 a 1850 en Valladolid ciudad y en las poblaciones de Olmedo, Peñafiel, Nava
del Rey y San Pedro de Latarce, hay dos datos evidentes que saltan a primera vista y que se centran,
primero en el importante papel que juega la ropa dentro de los patrimonios familiares y en las cartas
de dotes tanto en el mundo urbano como en el rural; y, segundo, en el abundante número de
prendas exteriores con las que la mujer adornaba y vestía su figura. En toda la documentación
examinada -para el periodo señalado- destacan en primer lugar los guardapiés, que son las prendas
de vestir por excelencia durante el Setecientos, junto con las basquiñas, seguidos por los jubones, los
zagalejos y finalmente los vestidos. Por número de piezas inventariadas son, sin embargo, los
vestidos los que dominan, a lo largo de toda etapa, el vestuario femenino, seguidos por las mantillas.
Una salvedad a la relación anterior la encontramos en el pueblo de San Pedro de Latarce, en el límite
noroeste de la provincia, bastante alejado de la capital, donde, a lo largo del XVIII y ya bien entrado
el XIX, no aparecen entre las prendas inventariadas los zagalejos, los vestidos, al tiempo que son casi
testimoniales las basquiñas, de poco valor monetario y confeccionadas en telas de mediocre calidad.
Las mantillas, denominadas en la documentación mantellinas son asimismo poco abundantes y
confeccionadas generalmente en telas de lana de escasa calidad.
Para el resto de los núcleos de población -la capital y tres de los pueblos mencionados bien
conectados con la primera-, del total de inventarios post mortem y cartas de dotes analizados, la
prenda femenina que destaca sin lugar a dudas por el volumen de piezas inventariadas es el vestido
con más de 564 piezas entre 1700 y 1850, concentrándose el mayor número de ellos entre 1800 y
1850 con el 85%, de los que casi el 40% de los mismos pertenecen a la burguesía urbana, tanto la
comercial como la profesional y la docente; le siguen las mantillas con un total de 540, tras las que se
encuentran los guardapiés con 464 y las basquiñas con tan solo 296 piezas, cuya presencia va
disminuyendo a medida que nos adentramos en el nuevo siglo, especialmente en Valladolid capital a
partir de la década de 1820. Finalmente, los jubones o cuerpos -prenda que contribuye a dar mayor
versatilidad a la apariencia de la mujer- suponen 293 piezas, concentradas mayoritariamente en el
Setecientos, cediendo terreno al vestido, como las otras dos faldas anteriormente señaladas, al llegar
de nuevo siglo. Dejando el vestido para un análisis posterior, la prenda de vestir exterior que más
sobresale en todos los guardarropas del siglo XVIII, sin duda ninguna, es el guardapiés, acompañado
de un polivalente cuerpo como es el jubón, que podía llevarse con el anterior y también con la
basquiña.
El guardapiés era un tipo de falda que se ataba a la cintura y bajaba en redondo hasta los
pies. Cada mujer vallisoletana, incluyendo a las de las poblaciones cercanas a la capital, poseía de
media entre tres y cuatro faldas de este tipo, aunque en ocasiones -en dotes y patrimonios de
importancia- este número se sobrepasa alcanzando cifras superiores como los ocho que pertenecían
en 1700 a María Martín residente en Olmedo, los diez que tenía la mujer de Santiago Domínguez en
San Pedro de Latarce en 1794 o los once 7 que poseía Juana Hernández un siglo más tarde, algunos
7 Los diez guardapiés encontrados en San Pedro de Latarce están confeccionados en telas de lana de mediana calidad,

valorándose en su conjunto en 364 reales, destacando uno de tapizón de lana azul, la prenda más cara y de mejor calidad,
valorado en 135 reales. En 1800 se contabilizan a Isabel Ordax ocho guardapiés con valores superiores a los 130 reales

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Vistiendo a la mujer vallisoletana… Rosa María Dávila Corona

de ellos valorados en más de cuatrocientos reales, al estar confeccionado en una tela de seda de
calidad y de origen extranjero como el tafetán procedente de Francia.
Las telas utilizadas para la confección de esta falda eran mayoritariamente las de lana en sus
diferentes variedades, procediendo muchas de ellas de los centros textiles de la región como los
situados en Palencia y en Segovia, aunque también se detectan telas de lana procedentes de otros
lugares de fabricación próximos a la meseta castellana 8 e incluso extranjeras como las bayetas
inglesas o las procedentes de Génova 9. En su mayoría son telas de calidad mediana e incluso baja
como las estameñas y las jergas, algunas de fabricación local e incluso casera, o los barraganes,
aunque no faltan, como ya hemos apuntado, las de calidad como los alepines, las cúbicas, el rusel, los
paños y las bayetas inglesas.
Detrás de las lanas y ocupando un segundo lugar, son abundantes también los guardapiés
de seda, cuya confección se realizaba con telas de procedencia extranjera como el calamaco, la
filoseda, el espolinado, el tafetán, la tela de Francia y la felpa llegando en algunos casos al damasco.
En tercer lugar, se encuentran los hechos con telas de algodón, al calor de la expansión y consumo
que tienen estos tejidos en la segunda mitad del siglo XVIII. A pesar de las prohibiciones de la
monarquía para frenar el uso de este tipo de telas que relegaba a las de fabricación nacional a un
segundo plano, la muselina, el percal, la indiana, la cotonía y el muletón tienen una importante
presencia en la confección no solo de los guardapiés, sino también en los adornos con que se
embellecen estas y otras prendas. No hay que olvidar que la mayoría de los tejidos con que se
confeccionaban, llegaban a la provincia y, por tanto, a los mercados rurales y lógicamente al urbano-
a través del intenso comercio que atravesaba la meseta. El transporte realizado por los arrieros y
maragatos y otro tipo de transportistas no solo posibilitaban el desplazamiento de los textiles de lana
de origen regional y nacional, sino la introducción a través de los puertos cercanos como el de
Santander, de novedades extranjeras como los algodones, las lanas y sedas, en sus diversas
modalidades textiles, procedentes en su mayoría de Inglaterra y de Francia 10. No faltaban tampoco
los artículos de seda catalanes y valencianos que competían con las sedas y tafetanes franceses. Los
mercados rurales y los comercios urbanos eran los encargados de ponerlas a disposición de la mujer
vallisoletana.
En cuanto al colorido del guardapiés, éste es variado comprendiendo los floreados, es decir
las telas estampadas con flores, los blancos, pajizos, tostados, encarnados, azules y naranjas, sin
omitir el negro, este último en minoría frente a los anteriores. Generalmente aparecen descritos con
una multitud de adornos como los bordados realizados en la propia tela de la falda, con la aplicación
de ruedos o volantes hechos con tejidos diferentes como el mitán, la muselina, el percal, la bayeta,
etc., o con guarniciones confeccionadas con telas de seda como el tafetán o con encajes. Gran parte
de estas prendas son nuevas y buenas, aunque también las hay usadas, andadas, viejas, malas e
incluso apolilladas.
Si el guardapiés era por excelencia la prenda exterior empleada por la mujer vallisoletana
para vestir, sustituida más tarde por el vestido, a partir sobre todo de 1820, la basquiña, -similar a las
demás faldas de la época, como el guardapiés y el zagalejo-, era, quizás, la prenda empleada para salir
de casa y asistir a actos de sociabilización como los actos religiosos, los paseos, los toros, el teatro,
etc. Como la anterior, se ajustaba a la cintura, estando separada del jubón o cuerpo de uso

cada uno, destacando dos de más de 250, uno confeccionado en tafetán de seda de Francia y otro en flequillo de plata.
A. H. P. V. Protocolos Notariales de Nava del Rey, de Valladolid y San Pedro de Latarce, 13.749, 11.340, 11.341, 12.029
y15.512.
8 Entre los textiles de lana nacionales merecen destacarse los paños elaborados en Cataluña, en Hervás, Munilla, Alcoy y

Zaragoza.
9 R. Mª. DÁVILA CORONA, “Las ventas a crédito […], op. cit., pp. 141.
10 I. MIGUEL LÓPEZ, El mundo del comercio en Castilla y León al final del Antiguo Régimen, Valladolid, 2000.

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Vistiendo a la mujer vallisoletana… Rosa María Dávila Corona

polivalente, puesto que éste servía tanto para formar un vestido de dos piezas con el guardapiés,
como para acompañar a la basquiña. Para su confección se emplearon los mismos tejidos que en el
guardapiés, predominando las telas de lana tradicionales como las bayetas, la estameña, la lamparilla
o el pelo de camello, a las que se suman a principios del nuevo siglo el alepín y la cúbica. Hay
asimismo basquiñas realizadas con sedas -aunque son minoritarias en comparación con el resto-
como el grodetur, la primavera, el moé, el tafetán, el damasco y los terciopelos. A diferencia del
anterior, son pocas las basquiñas confeccionadas con algodones, restringiéndose al empleo del percal
y de la indiana.
Si bien es verdad que el colorido empleado en las basquiñas es oscuro, hay que señalar que,
frente a la uniformidad de criterios al adjudicarla el color negro como característica esencial de esta
prenda femenina, existe una amplia variedad de colores y adornos que la alejan de la tradicional
descripción que de ella hacen los diferentes viajeros que pisan el suelo español en el periodo
estudiado. Al lado del negro, se sitúan, aunque bien es verdad que en una tonalidad oscura, los
colores morados, los pasa, los tonos café, pero también se utilizan los claros como el ámbar e
incluso las flores. Los tonos oscuros de esta prenda se ven rotos por los adornos en forma de
ruedos, empleando diferentes tipos de tejidos como el mitán, la holandilla, de diferentes colores, de
tonos claros como el rosa, el azul e inclusive el dorado que aligeran la coloración monocroma de la
prenda. El estado de conservación de la basquiña es similar al indicado para el anterior tipo de falda,
encontrándose prendas nuevas y buenas al lado de otras andadas, usadas, viejas, ordinarias o
remendadas. Salvo excepciones como en el caso de la mujer de Antonio Comisaña que disponía de
seis basquiñas en 1765 11, la media de basquiñas que poseía la mujer vallisoletana, hasta la entrada del
siglo XIX, era de dos. A partir de esta nueva centuria, especialmente desde la década de 1820,
guardapiés y basquiñas irán desapareciendo de los inventarios y cartas de dotes, sustituidas por los
vestidos, convirtiéndose, cuando aparecen inventariadas, en una prenda reliquia del pasado,
arrinconada por las nuevas modas y tendencias que impondrían el vestido, y que seguramente se
habrían heredado.
No obstante, lo más singular de la vestimenta femenina vallisoletana no estriba solo en el
predominio del guardapiés como prenda exterior, utilizada cotidianamente, sino en la numerosa
presencia, como complemento de este tipo de falda y de la basquiña, de los jubones. El jubón es un
cuerpo ajustado 12, de color diferente al de la falda sobre la que va, pero posiblemente combinando
con ella, con mangas, y de distinto tipo de tejido, más grueso para proteger del frío. Salvo en San
Pedro de Latarce, donde este tipo de prenda no aparece con este nombre sino con el de almilla 13, las
mujeres vallisoletanas, tanto las capitalinas como las de los pueblos cercanos a la ciudad, tenían un
número de jubones superior al de las faldas 14 -guardapiés y basquiñas- siendo normal que poseyeran
de cinco a siete cuerpos, lo que posibilitaría la combinación de prendas y por extensión, la formación
de diferentes conjuntos de vestir, contribuyendo a adornar más la apariencia personal. Es más, a
medida que avanza el siglo XIX y mientras el vestido gana en importancia entre las prendas de
exteriores, aún se mantiene, aunque de forma un tanto residual, la tendencia a poseer mayor número
de jubones que de faldas, ya sean guardapiés y basquiñas, ambas en retroceso.
De los 293 jubones contabilizados, el 44% son de lana, generalmente de estameña, paño de
Tarrasa, de Segovia o de Guadalajara o de escarlatín, y, a partir de 1800, de alepín, cúbica y sarga. Las

11 A. H. P. V Protocolos Notariales de Valladolid 3.807.


12 Mª V. LICERAS FERRERES, Indumentaria Valenciana […] op. cit, p 40.
13 La almilla era una especie de jubón interior con mangas o sin ellas, utilizado por mujeres y hombres para protegerse

del frío, y que se colocaba debajo del jubón.


14 En 1700 Juana Quintanilla, natural de la villa de Olmedo, poseía siete jubones y tres guardapiés. De los siete cuerpos,

uno de ellos confeccionado en pana, estaba valorado en 300 reales. A. H. P. V. Protocolos Notariales de Olmedo,
11.452.

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Vistiendo a la mujer vallisoletana… Rosa María Dávila Corona

telas de algodón como la pana, el mahón, la cotonía, el percal, la indiana y la muselina representan
casi el 19%, mientras que la seda, en sus diversas variedades como el grodetur, el gorgorán, el
tafetán, la primavera y el terciopelo, no representan más que el 12%.
Sus tonalidades son claras, e incluso se podría decir, en contraposición con los tonos
empleados en las faldas, que alegres, utilizándose los blancos, verdes, azules, rosas, rayados, canelas,
etc., realzando la calidad de la prenda mediante las mangas, que utilizan diversos tejidos como el
cotón, el bombasí, los lienzos o la pana, y los adornos de encaje, los bordados, los botones de plata
o los emballenados.

EL AUGE DEL VESTIDO Y PERVIVENCIA DE LA MANTILLA


Aunque el guardapiés y la basquiña siguen apareciendo en la documentación al comenzar el
nuevo siglo, el vestido como pieza de vestir exterior, irá ganando en presencia en el vestuario
femenino, en parte gracias a la democratización de la moda, a la que contribuirá la aparición en los
comercios de cortes de vestidos siguiendo la última tendencia, de ropa hecha, pero, sobre todo, a la
influencia ejercida por las noticias que llegan de la capital, a través de periódicos y revistas, quienes
dedican una parte de sus páginas a la moda que llega de París. Así El periódico de las damas15 dedica en
1822 una sección completa a las últimas novedades imperantes en Madrid, a solicitud, según indica,
de las lectoras de provincias interesadas en ellas. Por su parte, la propia prensa local empieza a
reservar espacios exclusivamente consagrados a reseñar las últimas tendencias que sobre la
vestimenta femenina se sigue no solo en Madrid sino también aquellas que llegan de París,
incluyendo no solo la descripción de figurines, sino asimismo de los nuevos tejidos de temporada e
indicando los modelos más adecuados a las estaciones del año 16. Progresivamente, aun con retraso
llegan a las provincias por este camino y a través de los escaparates del comercio minorista, las
nuevas formas en el atuendo femenino que van desterrando las hasta entonces típicas prendas de
vestir de la mujer vallisoletana.
Si nos atenemos a la opinión de Ortega Zapata 17, la mujer vallisoletana del XIX era parca a
la hora de vestir 18, sin embargo la información que nos proporcionan tanto los inventarios post
mortem como las cartas de dote, nos pone ante una realidad diferente, no solo por el número de
vestidos que poseía cada mujer, sino por las telas empleadas en su confección. Una realidad muy
diferente a la que se encuentra en la capital y en las tres poblaciones rurales cercanas a ella, es la que
presenta San Pedro de Latarce, donde la mujer sigue apegada a su guardapiés y a su correspondiente
almilla como prendas fundamentales de su vestuario hasta bien entrada la primera mitad del
Ochocientos.
El vestido siempre estuvo presente en los inventarios y en las cartas de dote vallisoletanas
desde comienzos del siglo XVIII, aunque las descripciones que acompañan a su tasación son
inexistentes, haciendo solo hincapié en los adornos, por lo que es difícil determinar si los mismos
seguían la moda imperante en cada momento. Entre comienzos de siglo y la mitad del siguiente se

15 El periódico de las damas, nº 11, 18-3- 822. Hemeroteca Digital. Biblioteca Digital Hispana.
16 A mediados del siglo XIX el periódico local El Norte de Castilla, describía en los ecos de sociedad las novedades
existentes en la moda femenina, aconsejando a las lectoras los tejidos más novedosos, las hechuras imperantes, el
colorido más moderno, los adornos y complementos más indicados para cada momento. Hemeroteca del Norte de
Castilla, El Norte de Castilla, año 1854.
17 J. ORTEGA ZAPATA, Solaces de un vallisoletano setentón, Valladolid, 1984.
18 La opinión de este escritor vallisoletano se encuentra un tanto alejada de lo que muestra la documentación analizada.

Según él, el lujo en el vestir femenino era desconocido ya que “las señoras con un traje de alepín de la reina, tela de lana
que no se ve por el mundo, y uno de tafetán para las grandes celebraciones, estaban servidas. Un vestido de terciopelo
habría sido una enormidad y el gro no era conocido.

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Vistiendo a la mujer vallisoletana… Rosa María Dávila Corona

contabilizan entre Valladolid, Olmedo, Peñafiel y Nava del Rey un total de 564 vestidos, de los que
el 47% son de algodón, el 34% de lana, el 11% de seda y en el resto no aparece la tela. De ese 92%,
el 85% se registra durante la primera mitad del siglo XIX, entre 1800 y 1850, abundando en el
guardarropa de las mujeres de Nava del Rey que poseían 319 vestidos y en las de Valladolid capital
con 130 piezas.
Las telas empleadas para los vestidos siguen, hasta la década de 1820, las pautas
tradicionales, predominando las lanas, entre las que destacan la cúbica, el alepín inglés, la franela y a
las que se suman el casimir de origen francés, el rusel, el tartán y novedades como el merino y el raso
de lana. Después de la lana es el algodón el tejido escogido para confeccionar los vestidos, con telas
como el percal, tanto de procedencia inglesa como francesa, la muselina, el cotón, el piqué y la
chaconada, esta última muy utilizada en el siglo XIX. Las sedas son asimismo un tejido indicado para
las fiestas u ocasiones especiales, empleándose los tradicionales tafetanes y gro, junto a los rasos de
seda, los crespones, la seda labrada, el moaré. No faltan tampoco los vestidos de lino.
No escasean los adornos en forma de cenefas, bordados y volantes, con jaretas y
entredoses. La falta de descripción que presenta la documentación utilizada nos priva de poder ver la
evolución de esta prenda femenina al compás de la moda que domina a la largo de la primera mitad
del siglo XIX. No obstante, hay que pensar que, aun con un cierto retraso por ser una capital de
provincias, la mujer vallisoletana seguiría las pautas procedentes de la moda europea, a través de la
imitación que de ella se hacía en la corte española 19, como parecen indicarlo los adornos
anteriormente mencionados.
De lo que no hay duda es que el vestido es la prenda de vestir por antonomasia de la mujer
vallisoletana, tanto en la capital como en algunas poblaciones rurales cercanas a ella, durante la
primera mitad del siglo XIX, relegando a un segundo plano al tradicional guardapiés y a la basquiña,
en esta época muchas veces piezas heredadas de madres a hijas. Que el vestido es la prenda
femenina por excelencia nos lo demuestra el que la media que posee la mujer vallisoletana es de casi
cinco vestidos por persona, aunque hay casos en los que esta cifra es ampliamente sobrepasada,
como ocurre con la comerciante Isidra del Valle, cuyo guardarropa estaba constituido por 22
vestidos 20, de los cuales cuatro sobresalen en la tasación al estar valorados en más de 100 reales cada
uno.
Casos similares al anterior, por el número de vestidos inventariados, son el de la mujer de
Martín Selva y Ramón, a la que se la contabilizan 33 vestidos por un valor total de 3.550 reales,
destacando dos de raso con esclavina valorados en 800 reales, dos de gro negros valorados asimismo
en 560 reales y dos de tartán de Francia en 360 reales 21 y el de Romana Pereda Repiso, hermana de
un profesor de la Facultad de Medicina de Valladolid, cuyos seis vestidos se valoraron en 2.323
reales, de los cuales solo los de seda nuevos alcanzaron un valor de 1.443 reales.
Junto con el vestido, la mantilla es la prenda de vestir y de abrigo más usada por la mujer
española y también por la vallisoletana durante todo el periodo estudiado, aunque durante el mismo
sufra una evolución centrada en las telas usadas para su confección que se consolidará en la segunda
mitad del siglo XIX, en la que el encaje, los tules y las blondas serán los tejidos básicos de esta
clásica prenda.

19 C. BERNIS, El traje burgués […] op. cit.


20 Posiblemente, y es una hipótesis, los 22 vestidos inventariados tras su muerte pudieran pertenecerle, no solo a ella,
sino a su hija, dada la costumbre muchas veces de los peritos tasadores de no discriminar a la hora de tasar la ropa de
vestir, si era femenina, entre la que pertenecía a la difunta y la de las hijas. A. H. P. V. Protocolos Notariales de
Valladolid 5.834.
21 A. H. P. V. Protocolos Notariales de Valladolid 8.428

451
Vistiendo a la mujer vallisoletana… Rosa María Dávila Corona

Por definición la mantilla o mantellina es una prenda de diferentes tipos de tejidos, cuya
misión principal es la de adornar la figura y la de abrigar al tiempo que cubren la cabeza y parte del
cuerpo 22. De origen netamente nacional, su uso se reservaba para salir a la calle y asistir a las
ceremonias religiosas y civiles que se celebrasen en la ciudad. Su presencia acompaña los diferentes
usos y formas en el vestir femenino, usándose con los guardapiés y las basquiñas y continuará
también empleándose como abrigo y adorno, cuando éstas prendas se vayan relegando y se
impongan los vestidos. Por número de piezas halladas en la documentación consultada, es, junto a
estos últimos, una de las principales prendas de vestir, y la segunda en importancia por volumen.
Aunque la documentación no proporciona más datos sobre la mantilla que la tela en que
esta confeccionada, en ocasiones el estado de conservación y los adornos con los que puede estar
enriquecida, si nos informa sobre el número de ellas que cada mujer vallisoletana tenía en su
guardarropa. La media nos indica que era normal que ésta poseyese cuatro, aunque no es infrecuente
encontrar casos en los que era propietaria de seis, nueve e incluso de catorce prendas de este tipo.
Las telas empleadas con más frecuencia en su confección, por lo menos durante el siglo
XVIII, son las de lana como las bayetas segovianas y palentinas, los paños y la sarga; el casimiro y el
rusel aparecen ya a finales del siglo y durante las primeras décadas del siguiente. Son asimismo
abundantes durante gran parte del Setecientos, las mantillas hechas de muselina y de percal y las que
empleaban telas de seda como el tafetán y la seda. A medida que nos adentramos en el último tercio
del siglo y en las primeras décadas del siguiente, aunque se siguen empleando telas de la lana para
hacer esta prenda, el predominio lo tendrán las sedas como el tafetán, el crespón, el raso, la gasa, el
moaré y sobre todo, a partir de la década de 1830, el tul, la blonda y el encaje, que es el tejido nuevo,
podríamos decir, más utilizado desde los años de 1850.
En cuanto al colorido usado en las mantillas dominan el blanco y el negro, aunque no
faltan otros colores como el pajizo, el encarnado, el azul y el verde, aunque es cierto que, frente a los
dos anteriores, son minoritarios.
Son prendas que aúnan a la calidad de la tela los adornos que enriquecen las mismas,
siempre en función de la utilización que se de a esta prenda 23. Generalmente las más sencillas suelen
coincidir con las mantillas confeccionadas en lana, adornándose con algunas cenefas, listones y
cintas, empleándose también, en algunos casos, como enriquecimiento de la prenda una serie de
aplicaciones hechas con telas diferentes a las de lana y que se solían denominar cascos de mantilla 24;
utilizándose en estas ocasiones el raso, el terciopelo o el tul y en algunas ocasiones el encaje. Las de
seda o de algodón llevan adornos de gasa, guarniciones de tul, blonda y encaje.
La mantilla seguirá siendo la prenda de abrigo y adorno todavía por excelencia en la
primera mitad del siglo XIX, a pesar de la aparición de los primeros sombreros femeninos bajo el
impulso de la moda francesa y de las llamadas gorras, nombre por el que se conocía a la capota, tipo
de tocado sujeto con cintas por debajo de la barbilla que envolvía totalmente la cabeza, y que se
encuentran en algunos inventarios de la capital 25, principalmente entre las mujeres del profesorado
universitario, y sobre todo en algunos comercios vallisoletanos, especializados en la venta de
sombreros y de algunas prendas de vestir ya confeccionadas 26.
A pesar de la innovación que supone la presencia del sombrero en el guardarropa femenino
y la posibilidad que ofrecen los comercios de adquirir esta novedad, la mantilla seguirá utilizándose

22 Diccionario de la Real Academia Española de 1780 y también en Mª V. LICERAS FERRERES, Indumentaria


Valenciana […] op. cit.
23 Mª V. LICERAS FERRERES, […] op. cit.
24 Los cascos de mantillas enfatizaban y enriquecían la prenda, adornando la parte central y posterior de la cabeza.
25 A. H. P. V. Protocolos Notariales de Valladolid, 8.424, 8.428, 8.429, 16.733.
26 A. H. P. V. Protocolos Notariales de Valladolid, 16.275, 16. 531, 16.669.

452
Vistiendo a la mujer vallisoletana… Rosa María Dávila Corona

mayoritariamente por la burguesía vallisoletana a lo largo de la primera mitad del Ochocientos. Así
como la moda en el vestir va cambiando, aunque con un cierto retraso, abandonándose los
guardapiés y las basquiñas por el vestido, adaptado a los nuevos patrones de moda, hay, sin
embargo, una cierta resistencia a sustituir la tradicional mantilla que representa según Escobar 27 el
conservadurismo nacional, frente al cosmopolitismo progresista, centrado en las nuevas modas y en
el sombrero.
Así, todavía mediada la década de los años de 1830 nos encontramos con inventarios
urbanos en los que aparecen contabilizadas catorce mantillas, la mayoría de seda aunque empieza a
hacer su aparición un nuevo tipo encarnado por las de tul 28. Hay que esperar a que lleguen los años
cincuenta para que se produzcan algunas novedades en esta prenda netamente española: las
tradicionales telas en las que se confeccionaba se sustituyen ahora por el encaje y la blonda. De estos
nuevos materiales son las tres mantillas que tenía la mujer del bibliotecario del Colegio Mayor de
Santa Cruz en su guardarropa, valorada la primera en más de mil reales y las otras dos en más de
doscientos cada una 29. Pero esta tendencia no es única y exclusiva del área urbana. Así, en el pueblo
de Nava del Rey, Dolores Santander poseía dos mantillas de tul de gasa valoradas en 250 reales y una
de toalla en más de trescientos 30.

A MODO DE CONCLUSIÓN.
Teniendo en cuenta las prendas que hemos analizado en las páginas anteriores y sin
disponer de más información sobre la costumbre y uso de las mismas por las mujeres vallisoletanas,
al carecer de la información que nos podrían haber proporcionado las fuentes locales impresas, no
podemos más que aventurar cuál era el atuendo cotidiano. Sabemos con certeza que la prenda de
vestir por excelencia en el siglo XVIII fue el guardapiés, acompañado de sus correspondientes
jubones. Que el vestido formaba parte, desde comienzos de la centuria, del vestuario femenino, y
que la basquiña estaba también presente en el mismo. Sin embargo, con los datos que proporciona la
documentación consultada y a falta de otro tipo de información, sería arriesgado aseverar que la
mujer vallisoletana utilizaba en sus salidas a los espacios públicos la tradicional basquiña,
acompañada de su correspondiente mantilla negra.
Dos indicios nos hacen pensar que en Valladolid -capital y zonas rurales- la forma de vestir
femenina no es exactamente igual a la que se describe para la capital de la nación. Primero, las
basquiñas negras no son mayoritarias a lo largo de todo el periodo analizado, conviviendo con otras
de colores, aunque en tonos oscuros. Por otro lado, estas faldas exteriores que tapaban los vestidos y
guardapiés, aparecen adornadas con telas de diversas calidades y colores, con lo que parecen
apartarse del prototipo de falda negra descrita por los viajeros franceses e ingleses a lo largo de los
siglos XVIII y XIX. Eso sin contar los diversos colores empleados en la confección de los jubones
que completaban el vestido femenino.
Por su parte la mantilla aparece no solo en color blanco o negro, sino también en otras
diversas tonalidades como las pajizas y encarnadas, tanto en la ciudad como en los tres pueblos
vecinos.

27 J. ESCOBAR, El sombrero y la mantilla: moda e ideología en el costumbrismo romántico español, Les belles lettres, Paris, 1993.
28 A. H. P. V. Protocolos Notariales de Valladolid, 8.428.
29 A. H. P. V. Protocolos Notariales de Valladolid, 15.882.
30 A. H. P. V. Protocolos Notariales de Nava del Rey, 17.013. Según LICERAS FERRERES, la mantilla de toalla recibía

este nombre por la forma rectangular que tenía la tela, simétrica en ambos sentidos, similar a la pieza a la que hacía
alusión: […] op. cit., p. 87.

453
Vistiendo a la mujer vallisoletana… Rosa María Dávila Corona

Con estos indicios y con los datos que nos proporcionan los inventarios post mortem y las
cartas de dotes, es difícil pensar que la figura femenina en Valladolid y en las principales zonas
rurales se ajustase al patrón fijado para Madrid que nos habla de un traje nacional, formado por una
basquiña y una mantilla negra. Con las referencias que ofrece la documentación mencionada,
podemos hablar de un atuendo femenino compuesto fundamentalmente por el guardapiés y el
jubón, posiblemente ambos coordinados en color, con una presencia constante del vestido desde
comienzos del Setecientos, que cobrará fuerza al iniciarse la década de 1820, convirtiéndose en la
prenda de vestir femenina por excelencia, acompañado, eso si, de la tradicional mantilla. Ésta
evolucionará en el tejido en el que se confecciona, desde las lanas, seda y algodones, a los encajes,
blondas y tules, resistiendo a la implantación de un nuevo tocado de influencia francesa: el
sombrero.

454
Apariencia y movilidad social… Arianna Giorgi

APARIENCIA Y MOVILIDAD SOCIAL.


EL ATUENDO ESPAÑOL EN EL SIGLO XVII
Arianna Giorgi
Universidad de Murcia

APARIENCIA Y MOVILIDAD SOCIAL. EL ATUENDO ESPAÑOL EN EL SIGLO XVII


Dentro del marco de la cultura material, la imagen se definió como uno de los elementos
referenciales de esta formulación del prestigio personal y social durante la edad moderna. De hecho,
formaba parte de este dispositivo de las apariencias moderna que se escenificaba por medio de la
indumentaria y de su ostentación. En efecto, el traje empezó a ser un corolario de la representación
social, entrando a formar parte de los hábitos de comportamiento que apuntalaban el sistema de la
cultura de las apariencias 1. Este protocolo estético se implantó pronto en la sociedad española a
través de la ostentación y de la emulación2.
Por eso, este trabajo pretende analizar la apariencia española durante el siglo XVII. En
concreto, se propone estudiar el atuendo masculino en la España de los Austrias. Así, a través de los
relatos de viajeros y de la tratadística, se reflexionará sobre la imagen vestimentaria del hombre como
estrategia de ascenso social. Este comportamiento, de hecho, incluía el uso de la imagen por parte de
las elites dominantes para así mantener el régimen estamental de la época. En este sistema moderno,
la ostentación de las apariencias se establecía estandarte de la condición social que insinuaba
privilegios y diferenciación social. En efecto, la imagen pública se empleaba como vehículo puesto
que “la admiración formaba parte de las relaciones sociales y políticas de dominación” 3.
Así, sin cuestionar el orden establecido, se va a tratar el ennoblecimiento del vestido que se
sumaría a otra serie de estrategias de prestigio social. De este modo, este trabajo pretende analizar las
apariencias en el Madrid de los Austrias. En especial modo, se va a hacer hincapié en el atuendo
masculino que se imponía como reflejo de un sistema de ennoblecimiento social. Primeramente, se
observará el atavío masculino en la España de los Austrias para luego observar el desgaste de esta
imagen social y terminar con la legislación suntuaria con la cual se trató reglamentar el desorden
vestimentario existente.
Por lo tanto, a este trabajo le corresponde analizar las apariencias como símbolo de
movilidad social ya que no sólo definía un nuevo patrón comportamental. El empleo de esta práctica
de comportamiento se debe enmarcar dentro de un proceso histórico que coincidió con el declive de
la hegemonía española. Por eso, se pretende investigar esta pauta que describió los reinados de la
dinastía de los Austrias.

1 Daniel ROCHE, La Culture des apparences: une histoire du vêtement XVIIe– XVIIIe siècle, París, Fayard, 1998.
2 George TARDE, Les lois d'imitation. Étude sociologique, París, Kimé, 1993; George SIMMEL, Sobre la aventura. Ensayos de
estética, Barcelona, Península, 1998.
3 Jürgen HABERMANS, en José Antonio MARAVALL, La cultura del Barroco, Barcelona, Ariel, pp. 482-486.

455
Apariencia y movilidad social… Arianna Giorgi

EL ATUENDO ESPAÑOL
Siempre se ha comentado la ostentación como uno de los rasgos distintivos de los españoles
al igual que su soberbia. Durante la edad moderna, numerosos autores se hicieron eco de estas
peculiaridades, tal y como nos recuerda Caro Baroja:
“Decía Gracián que la soberbia reinó en España […]. Ahora bien, si leemos algún
testimonio anterior o de la época respecto a cómo eran los españoles según gentes hostiles,
nos encontramos con que éste de la soberbia se presenta como rasgo típico” 4.
Sin embargo, también los viajeros se unieron a estas opiniones, como el francés Joey quien
visitó España entre 1603 y 1604, acompañado por el abad cisterciense Cauchera. Este viajero, de
hecho, se dedicó a describir a los españoles, también en su forma de vestir que acababa de
codificarse en un atuendo grave y oscuro:
“En cuanto al traje que usan, el negro es el color y el terciopelo figurado [la pana] la tela
más ordinaria, salvo las mangas de raso de tafetán u otra seda parecida, saliendo de una
chaqueta con largas escarcelas. Sus calzas son de dos clases: las unas, de bandas largas,
atadas a la media estirada [...]; las otras, balones, en forma de gregüescos cerrados a la
rodilla y tan anchos allí o más que en lo alto; por encima, la capa o pequeño manto muy
corto, siempre recogido bajo el brazo, con la espada al lado, la larga gola almidonada en el
cuello, y en la cabeza un sombrero alto de pequeñas alas” 5.
Así, España se consolidó rápidamente como referente mundial, tanto que Baltasar
Castiglione lo utilizaba como modelo ejemplarizante en su famoso El Cortesano: “tiene más gracia y
autoridad el vestido negro que el de otro color, y ya que no sea negro, sea los menos oscuro” 6. Este
italiano fue el primero en reconocer la solemnidad de este atavío que reflejaba la grandiosidad de
España y de su imperio. En efecto, España ya se asociaba a estas apariencias, contraponiéndose a los
alegres colores de las cortes europeas 7. Su fascinación por el color negro reflejaba estabilidad política
al mismo tiempo que reseñaba uno de las posesiones más importantes de Felipe II 8. Eso porque
“cuando el Imperio español hacía sentir su influencia en todo el mundo, el negro se convierte en
uno de los signos de diferenciación y superioridad. Esto se debía a que Felipe II había recibido el
regalo de los materias tintoreras del continente americano y, con ellas, la solución a un problema
ancestral: conseguir un negro intenso” 9. No en vano, Gómez Centurión, comentaba que “la imagen
de España que los europeos fueron acuñando durante los siglos XVI y XVII es indisociable en la
presencia y actuación de la Monarquía española en la sociedad internacional de la época” 10.
Y esta imagen fue también indisociable de la de Felipe II quien se convirtió en el más
importante embajador de su propio estilo:
“Al rey don Felipe II se le representa vistiendo jubón ajustado hasta la cintura, del que
penden cortas faldetas; en las mangas lleva un brahón parte afellado, abrochado por
delante, con cuello ancho, alto, todo negro, calzas y medias calzas, gregüescos, y sobre los

4 Julio CARO BAROJA, El mito del carácter nacional. Meditaciones a contrapelo, Madrid, Seminario y Ediciones, 1970.
5 Bartolomé, JOLY, “Viaje hecho por M. Bartolomé Joly”, en José Manuel, DIEZ BORQUE, La sociedad española y los
viajeros del siglo XVII, Madrid, Sociedad General Española de Librería, 1975, p. 77.
6 Baltasar CASTIGLIONE, El cortesano, México, Universidad Autónoma, 1997, p. 170.
7 Lione RANGSTRIM, Modelon. Manligth mode. 1500, 1600, 1700. Lions of fashion. Male fashion of the 16th, 17th, 18th centuries,

Estocolmo, Livrustakmmaren-Atlantis, 2002.


8 Fernando BOUZA, “La majestad de Felipe II: Construcción del mito Real”, en José MARTÍNEZ MILLÁN, La Corte

de Felipe II, Madrid, Alianza, 1994, pp. 451-502.


9 Amalia DESCALZO LORENZO, “Lo español en la moda”, en Manuel OUTUMURO, Genio y figura: la influencia de la

cultura española en la moda, Madrid, Disparo editorial, 2008, p. 30.


10 Carlos GÓMEZ-CENTURIÓN, “Bajo el signo del sagitario. La visión europea del poder español (siglos XVI-XVII)”,

Cuadernos de Historia Moderna, 2007, nº 16, pp. 201-237.

456
Apariencia y movilidad social… Arianna Giorgi

hombros capa corta, fja sobre el hombre izquierdo y sombrero alto, puntiagudo, en forma
de cono truncado, negro y zapatos cerrados con hebillas” 11.
Según esta descripción, la ropilla era un jubón exterior que, llevado encima de la camisa,
servía también para realzar la figura 12. Y así, lo describía el Diccionario de Autoridades de 1737:
“Vestidura corta con mangas y bráhones, de quienes penden regularmente otras mangas sueltas, ó
perdidas” 13. Pues la ropilla era un cuerpo que se vestía por encima del jubón, “vestido de medio
cuerpo arriba, justo y ceñido, que se pone sobre la camisa y se ataca a las calzas” 14. Las mangas, de
hecho, eran otra pieza clave del atuendo español, tal y como comentaba Joly. Se trataba de unas
piezas exentas que cubrían los brazos y que solían confeccionarse en raso o en una tela diferente del
resto del vestido.
Las calzas, en cambio, eran “la vestidura que cogía el muslo y la pierna, y eran mas huecas o
bizarras” 15. El viajero Joly las identificaba con los calzones gregüescos, que en Francia se conocieron
como calzas faictes à la espagnol.
A pesar de estas prendas características, el verdadero paradigma de este atuendo lo
representaba la capa, pues representaba “la mayor originalidad del traje español”16. Esta prenda de
abrigo se utilizaba no sólo como ropa de protección ante los agentes atmosféricos, sino como signo
de linaje. De hecho, se trataba de una prenda de paño que, cortada en círculos enteros y con caída de
pliegues alineados desde los hombros, confería elegancia y gravedad al caballero español.
Aun así, no se puede cerrar este apartado sin mencionar el característico accesorio del cuello
o gola. Con la única función que adornar, se trataba de un “género de adorno de lienzo plegado y
alechugado que se ponía en el cuello” 17. Con cuellos alechugados, también Covarrubias hacía
referencia a las tan famosas golas que se componían de numerosos capas de tejidos rematados por
encaje o seda plisado en el borde 18. Esta extravagancia se convirtió en sinónimo de suntuosidad y
sobre todo de prerrogativa. Así fue en 1600 cuando Felipe III se vio obligado a legislar catorce
normas relativas a la riqueza, la longitud y el tamaño de este accesorio. Con el fin de frenar los gastos
excesivos y los alardes de suntuosidad, este soberano dictaminó que los soldados vistiesen en su
boda “almidón en los cuellos y las lechuguillas mayores de la marca, y con bandas, y como quisieren,
y los vestidos de la misma manera” 19. En efecto fue durante el reinado de Felipe III cuando estos
cuellos necesitaron de abridores de pliegues, almidoneros y planchadores quienes trabajaban estas
apariencias.

11 J. Natividad de DIEGO GONZÁLEZ y África LEÓN SALMERÓN, Compendio de indumentaria española, Valladolid,
Maxtor, 2011, p. 122.
12 Margarita TEJEDA FERNÁNDEZ, Glosario de términos de la indumentaria regia y cortesana en España: siglos XVII y XVIII,

Málaga, Universidad de Málaga, 2006, p. 423.


13 RAE, Diccionario de la lengua de castellana, en que explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o

modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua, Madrid, por los herederos de Francisco del
Hierro, 1737, p. 642.
14 Esteban COVARRUBIAS, Tesoro de la lengua castellana, p. 687.
15 RAE, Diccionario de la lengua de castellana, en que explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o

modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua, Madrid, Imprenta de Francisco del Hierro,
1729, p. 80.
16 Carmen BERNIS MADRAZO, Indumentaria española en tiempos de Carlos V, Madrid, CSIC, 1962, p. 21.
17 RAE, Diccionario de la lengua de castellana, en que explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o

modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua, Madrid, Herederos de Francisco del Hierro,
1734, p. 201.
18 Esteban COVARRUBIAS, Tesoro de la lengua castellana, pp. 314-315.
19 DIEGO Y GONZÁLEZ y SALMERON, Compendio de indumentaria española, p. 127.

457
Apariencia y movilidad social… Arianna Giorgi

EL DESGASTE DE LAS APARIENCIAS


En este espectáculo de las apariencias, el lindo encontró su papel de protagonista. Con este
nombre se hacía referencia al hombre presumido y demasiado preocupado por su aspecto quien
cobró importancia en la sociedad española del siglo XVII. A ese respecto, Covarrubias aclaraba que
“dezir el varon lindo absolutamente es llamarse afeminado, aunque bien dezimos lindo hombre” 20.
En efecto, el tema de las apariencias masculina fue un asunto de primordial importancia para
los viajeros del siglo XVII quienes no sólo desestimaban la superioridad de España sino la imagen
que los españoles se habían forjado a lo largo de los siglos. Sobre la condesa d’Aoulnoy afirmaba
severamente al respecto que:
“Siguen en todo exactamente la política de Carlos V, sin acordarse de que la sucesión de los
tiempos cambia mucho los acontecimientos, aunque parezcan semejantes en las mismas
circunstancias; lo que se podía emprender hace ciento veinte años sin temeridad, bajo un
reinado floreciente, sería una imprudencia bajo un reinado que lo es mucho menos. Sin
embargo, su vanidad natural les impide examinar que la providencia permite algunas veces
el que los imperios, lo mismo que las casas particulares, sufran en proporción sus
revoluciones. En cuanto a los españoles, se creen siempre los mismos; pero, aun sin haber
conocido a sus abuelos, me atrevo a decir que se engañan” 21.
A pesar de no haber nunca visitado España, esta noble remarcaba la percepción de los
franceses acerca de los españoles quienes, soberbios y vanidosos, ya no representaban la hegemonía
en la Europa de la época. También el viajero Jouvin criticaba el carácter de los súbditos de Felipe
III, afirmando que: “son de un carácter soberbio, estimándose superiores a todas las naciones
extranjeras que es el medio de atraerse el odio y el desprecio. Andan con gravedad, se dicen salidos
de la poderosa nación de los godos y se llaman entre ellos hijos de los godos, hidalgos
gentilhombres” 22.
Ya que estas descalificaciones se centraban en la dicotomía entre la soberbia de sus
habitantes y el declive político de la nación, cabe preguntarnos: ¿Realmente la hegemonía española
estaba en declive? Es legítimo cuestionar estas críticas que coincidieron históricamente con la
regencia de Ana de Austria, madre del futuro Luis XIV e hija de Felipe III. Jesusa Vega las interpreta
como un intento por frenar la influencia española en Francia cuando empezaban a introducirse las
primeras gramáticas, las representaciones de El Quijote, etc. 23.
Así que, ¿Cómo deberíamos entender este desprestigio? Sabemos que la imagen española no
sólo era deudora de los patrones indumentarios sino también que estaba íntimamente ligada a su
supremacía política del siglo anterior; pues “la influencia política se mide asimismo por la difusión de
un modelo indumentario” 24.
Si durante el siglo XVI la imagen del caballero español se asentaba sobre una “silueta en
volúmenes arquitectónicos, eliminando toda alusión de índole sexual, encerrando el cuerpo en una
imagen sagrada, a tono con la moral represiva impulsada por la Contrarreforma” 25, en el siglo XVII
se basaba en las apariencias de un hombre presumido. Esta nueva tipología nacía por la crisis de una
masculinidad provocada por la decadencia del hombre español, más preocupado por su aspecto que
por su austeridad. Lehfeldt, de hecho, sostiene que en la España de Felipe III ya no se hallaban
modelos que representasen los valores de la época: los nobles de Pérez de Guzmán y Pulgar

20 Esteban COVARRUBIAS, Tesoro de la lengua castellana, p. 525.


21 Madame D’AOULNOY, Relación del viaje de España, Barcelona, Akal, 1986, p. 143.
22 Alxexandre JOUVIN, citado en José GARCÍA MERCADAL, Viajes de Extranjeros por España y Portugal, Salamanca,

1999, p. 581.
23 Jesusa VEGA, “Prólogo”, en Madame D’AOULNOY, Relación del viaje de España, pp. 19–20.
24 Lidya KAMITSIS, “Visiones de España en la moda”, en OUTUMURO, Genio y figura, pp. 21-27.
25 Ibidem.

458
Apariencia y movilidad social… Arianna Giorgi

ostentaban títulos, gravedad y temor de Dios 26; mientras que los nobles del siglo XVII se habían
distanciado totalmente de este prototipo, dejando las actividades propias de los hidalgos, como la
guerra o la caza 27.
De este declive, se apenaban numerosos eruditos como Fray Antonio de Escara quien
indicaba la decadencia política como la causa de esta desvirtuarían de las apariencias masculinas:
“Los hombres, con tanta vileza para la nación española, se han quitado el bigote y el pelo,
poniéndose cabelleras postizas (…) no como cuando la nación española se hacía temer y
respetar (…) antes, le daba a un hombre la vuelta con el bigote a la oreja, y se ataba el
extremo de la barba a la pretina, y más miedo causaban con echar la mano a la barba que
hoy con sacar la espada” 28.
De la misma opinión se mostraba Luisa de Padilla, condesa de Miranda. Esta noble se afligía
por esta ostentación y frivolidad que contravenía a la imagen del caballero español 29. Así, añoraba a
hidalgos como Don Íñigo López de Mendoza -el Marqués de Santillana- quienes hacían gala de r su
virtud, su compostura y sobre todo su sprezzatura –o sea control y gravedad.

EL DESORDEN ESTAMENTAL
La desvirtuación de la imagen y del atuendo español se relacionó con el declive político de la
Monarquía española, trayendo importantes consecuencias en el sistema social. A éstas se trató de
solucionarlas a través de nuevas medidas legislativas: las famosas leyes suntuarias.
En efecto, numerosas fueron las críticas al lujo y a los excesos ya a finales del siglo XVI. En
este asunto, el vestido jugaba un papel central ya que permitía clasificar a los individuos y establecer
la diferenciación social que les definía. Al respecto, Pedro Navarrete arremetía en contra del abuso
de las ricas telas extranjeras que eran causa del agravio económico y de la confusión estamental. Así,
si se anulaba el código de las apariencias se impedía la clasificación estamental y, consecuentemente,
las bases del sistema social moderno que se basaba en prerrogativas:
“¿Puede llegar el traje a más desorden que al que ha llegado en estos tiempos? (…) ¿qué
más incentivo que ver a los hombres con unas calzas tan ajustadas? Que en la misma
estrechez manifiesta la forma del muslo y algo más que por decencia callo. El primero es el
exceso de los trajes, los cuales, por exceder extraordinariemente al caudal ordinario de la
renta o hacienda, engendran ordinarias trapazas y pleitos, por cuya causa están las ciudades
afianzadas: y ese poco de hacienda que había de andar como en rueda de mantenimiento de
la casa se va en las audiencias” 30.
Fran Antonio de Ezcaray, opinaba que el lujo era el primero de los pecados que los
españoles profesaban. De hecho, casi cien años después, Sempere y Guarino recordará que las
pragmáticas sanciones se reiteraron en numerosas ocasiones, con el fin de contener los abusos del
lujo:
“Sin hablar ahora de los Romanos, ni de otras naciones, en más de quinientos años que han
corrido desde D. Alonso el Sabio hasta nuestros días, apenas ha havido quattro o seis
reynados en que no se hayan expedido varias [leyes contra el lujo en los vestidos] en
España. Ni la experiencia de su ineficacia para contener el luxo, ni la vista de los daños que
por otra parte estaban produciendiendo, ni las diferentes circunstancias en que se ha

26 Fernando PÉREZ DE GUZMAN y PULGAR, Generaciones y Semblanzas, Madrid, Espasa-Calpe, 1954.


27 José DELEITO y PIÑUELA, La mala vida en la España de Felipe IV, Madrid, Espasa-Calpe, 1959.
28 Antonio de EZCARAY, Voces del dolor, nacidas de la multitud de pecados que se cometen por los trajes profanos, afeites, escotados y

culpables ornatos, que en estos miserables tiempos y en los anteriores ha introducido el infernal Dragón para destruir y acabar con las almas,
que con su preciosísima sangre redimió nuestro amantísimo Jesús, 1691.
29 Luisa de PADILLA MANRIQUE Y ACUÑA, Nobleza Virtuosa, Zaragoza, por Juan de Lanaja y Quartanet, 1637.
30Antonio de EZCARAY, Voces del dolor, 1691, p. 18.

459
Apariencia y movilidad social… Arianna Giorgi

encontrado la nación por todo este tiempo, de suma opulencia y de extremada pobreza,
han sido suficientes para variar la legislación en esta parte, a los menos hasta estos tiempos
últimos. Tan frecuentes fueron en los reynados de Carlos V y de Felipe II, en los que
España daba la ley a toda Europa, por la superioridad de sus fuerzas, como en los
desgraciados de Felipe III, IV y Carlos II” 31.
Aún así, hay que recordar que el origen de las leyes suntuarias era doble: si, por un lado,
servían para diferenciar la nobleza del pueblo; por el otro, se usaban para controlar el uso de bienes
preciados y escasos. De hecho, con este objetivo se promulgó la legislación suntuaria que, heredera
de las sumptuariae leges romanas, se preocupaba por limitar el excesivo uso de determinados gastos: en
latín, sumptus, o sea compra.
En la edad moderna, estas leyes se caracterizaron por su continuo incumplimiento y por su
constante preocupación por la diferenciación social, la precariedad financiaría. Puede que por su
ineficacia, esta normativa se amparaba en la moralidad que debía preservar la clasificación
estamental, ya según Cicerón: “la legislación suntuaria se justifica como correctora de los excesos en
el consumo, a consecuencia de las cuales podía quedar subvertido el orden social” 32.
Por eso, Yvonne Deslandres declaraba que “las leyes suntuarias, que a lo largo de los siglos
se han sucedido en gran número, como la marca más evidente de la jerarquía social codificada por la
ley” 33.
En efecto, el vestido siempre ha sido una imagen constante de la condición social, al mismo
tiempo que la condición social se reflejaba en el atuendo. Basta con recordar que el atuendo negro y
sobrio identificaba al hidalgo español cuando, para ser hidalgo, se debía demonstrar poder vivir
noblemente 34. Así, esta normativa trataba de impedir el acceso a determinado bienes de lujos; pues su
uso se mostraba la condición e identidad estamental. No obstante, Blumer, aclaraba que “los grupos
de la élite social tratan de distinguirse mediante signos visibles tales como la vestimenta y el modo de
vivir. Los miembros de las clases situadas más abajo que desean ascender en su estatus social
adoptan estos signos distintivos” 35. La usurpación de estas apariencias bastaba para atestiguar una
condición social mejor y pertenecer a un grupo en proceso de ascenso social.
No podemos olvidar que la palabra ‘lujo’ hace referencia a todo gasto superior a la propia
posición social como también a los que no son característicos de la propia clase. Y es en esta
diferencia entre necesidad y ostentación donde se originan las leyes suntuarias. Por eso, esta
legislación velaba por un justo consumo apropiado según el estamento social. De hecho, no vetaba
el uso de determinados bienes sino preservaba el uso desordenado de éstos.

CONCLUSIÓN
Siempre se ha aceptado la soberbia como una característica de los españoles. Y los viajeros
de paso por la península opinaban que también su atuendo reflejaba esta naturaleza. Al respecto, los
franceses opinaban que el vestido oscuro y grave era sólo un vestigio del pasado glorioso que se
vivió durante el reinado de Felipe II.

31Juan SEMPERE Y GUARINOS, Historia del Luxo, pp. 14-15.


32 José Damián GONZÁLEZ ARCE, Apariencia y poder. La legislación suntuaria castellana en los siglos XIII y XV, Jaén,
Universidad de Jaén, 1998, p. 79.
33 Yvonne DELSANDRES, El traje, imagen del hombre, Barcelona, Tusquets, 1987, p. 196.
34Antonio DOMÍNGUEZ ORTIZ, La sociedad española en el siglo XVII. El estamento nobiliario, Madrid, CISC, 1963, pp.

167-188; Alberto, GARAZO, “La imagen de poder de los hidalgos gallegos”, Obradoiro de Historia moderna, 2011, nº 20,
pp. 221-250.
35Herbert BLUMER, “Moda”, en Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, Madrid, 1976, p. 155.

460
Apariencia y movilidad social… Arianna Giorgi

Eso porqué en la moderna cultura de las apariencias, el vestido personificaba privilegio y


diferenciación del resto de la sociedad. En efecto, la imagen pública era recordatorio constante de la
posición y de la condición social. El vestido español, símbolo de la hegemonía política, ya no les era
permitido. Sus prendas características -como las capas y los amplios cuellos- remitían a una grandeza
y a una hidalguía que ya no les correspondían a los españoles del siglo XVII. Sobre todo si avala la
hipótesis de eruditos de la época que se preguntaban acerca del desgaste de esta imagen.
Las nuevas apariencias modernas imponían un esmero y una presunción que distaba mucho
de la antigua nobleza de antaño. Ahora en el siglo XVII, bastaba con usurpar la imagen de los
grupos privilegiados para pertenecer a ellos. Por ello, se trataba de controlar el comportamiento
indumentario con el fin de mantener el régimen estamental de la época.
Así, las leyes suntuarias permitían el uso de determinados bienes de lujos a las clases
dominantes, prohibiendo el abuso y la confusión estamental. Al respecto, Sponslor sostiene que las
“leyes de la confección son los textos esenciales en la dinámica del cambio y del control social” 36.
Pues, podemos preguntaron si esta normativa intentaba frenar el desgaste que el vestido había vivido
durante los últimos años. ¿Puede que esta legislación tenía como objetivo principal volver a la
imagen del siglo XVI? ¿Podía el atuendo español seguir como vestido hegemónico?

36Claire SPONSLER, “Narrating the social order: Medieval Clothing Laws”, CLIO, nº 21, 1992, pp. 265-282, citado en
Julia V. EMBERLEY, Venus and Furs: The Cultural Politics of Fur, Londres, I.B. Tauris, 1998, p. 46.

461
Espacios de convivencia en el Madrid… Natalia González Heras

ESPACIOS DE CONVIVENCIA EN EL MADRID DEL SIGLO XVIII: CASAS Y


CUARTOS
Natalia González Heras
Universidad Complutense de Madrid

INTRODUCCIÓN
La casa constituye un objeto de estudio histórico complejo, que requiere ser abordado
desde diversas perspectivas de análisis para poder hallar unas conclusiones que nos permitan
comprenderla en toda su complejidad 1.
En esta ocasión, el interés por conocer a las personas que habitaban en ellas y las
relaciones que se establecían entre las mismas nos induce a llevar a cabo un análisis de los espacios
dentro de los que se desarrollaba el día a día de dichos individuos. Unos espacios que iban a
condicionar las formas de relación entre sus ocupantes y que daban lugar a que se establecieran entre
ellos fórmulas de convivencia de distinto tipo.
Con este objetivo se ha considerado fundamental plantear desde estas páginas la definición
de dos conceptos esenciales para comprender las realidades habitacionales de Madrid durante la
segunda mitad del siglo XVIII: La «casa» y el «cuarto».

DEFINIENDO ARQUITECTURAS
Se comenzará advirtiendo que, ante nuestro propósito de definir conceptos, consideramos
estrictamente necesario acotar los límites geográficos y cronológicos dentro de los que una palabra
sirve para denominar una realidad concreta. Gracias a la aparición de algunos estudios de carácter
local, se ha podido comprobar que un mismo término nombraba en las diferentes regiones y
poblaciones formas espaciales distintas y, por lo tanto, susceptibles de dar cabida en su interior al
desarrollo de prácticas diferenciadas por parte de los moradores de la vivienda 2. La misma atención
ha de prestarse a la cronología, debido a la evolución sufrida por parte de las palabras en su
significado con el transcurso del tiempo, dando lugar a que un concepto sirva para denominar
realidades distintas con el avance de los años.

1 Excede el espacio del que aquí disponemos presentar un exhaustivo estado de la cuestión en torno al tema, para ello
remitimos a Natalia GONZÁLEZ HERAS, “La vivienda en la Edad Moderna: Un repaso a la historiografía de los
últimos años”, en Ofelia REY CASTELAO y Fernando SUA�REZ GOLA�N (coords.), Los vestidos de Cli�o: me�todos
y tendencias recientes de la historiografi�a modernista espan�ola (1973-2013), Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de
Compostela, 2016.
2Sobre la especificidad de uso de los entresuelos en Zaragoza, Carmen ABAD ZARDOYA, “Donde el arte debe

sujetarse a la necesidad. Intendencia doméstica, sociabilidad y apartamentos masculinos en los entresuelos del siglo
XVIII”, en G. A. FRANCO RUBIO (ed.), La vida de cada día. Rituales, costumbres y rutinas cotidianas en la España moderna.
Madrid, A. C. Almudayna, 2012, pp. 113-134. Para el caso de La Mancha, Carmen HERNÁNDEZ LÓPEZ, Calles y casas
en el campo de Montiel: Hogares y espacio doméstico en las tierras de El Bonillo en el siglo XVIII. Albacete, Instituto de Estudios
Albacetenses “Don Juan Manuel”, 2007, y La casa en la Mancha Oriental. Arquitectura, familia y sociedad rural (1650-1850),
Madrid, Sílex, 2013.

463
Espacios de convivencia en el Madrid… Natalia González Heras

Obsérvese la evolución del concepto «palacio» a partir de la disertación llevada a cabo por
el erudito don Rafael Floranes en 1783, a raíz de la denominación de la nueva edificación ordenada
construir por los duques de Berwick y Liria en los Altos de Leganitos en Madrid 3. A través de su
escrito, el autor expresaba la inconveniencia de utilizar el término «palacio» para referirse a las
residencias de la nobleza, puesto que tradicionalmente había sido el nombre que se le había dado a
los edificios habitados por la realeza:
“Mas yo no veo que esté en uso llamar palacios, ni casas palacios a las casas que estos
grandes tienen en la corte, lo que acaso sucederá porque hallándose en ella el palacio real,
no se tendría por decente que las de particulares, aunque Grandes, emulasen tal nombre” 4.
Justificaba su argumento basándose en las definiciones que de «palacio» habían sido dadas
históricamente en distintos textos como Las Partidas, el Tesoro de la lengua castellana de Covarrubias o
la Política para corregidores de Castillo de Bovadilla. Sin embargo, con el objetivo de mostrar una
perspectiva completa respecto al tema, aludía, asimismo, a ciertos autores que habían considerado la
validez del uso de «palacio» para calificar otras casas que no pertenecieren a la realeza. Citaba aquí, a
Avendaño, consejero de los duques del Infantado y a don Juan García de Saavedra.
Tal vez, estos textos nos permitan hallar la clave de por qué la utilización del concepto
palacio no se generalizó para denominar las residencias de la nobleza hasta avanzado el siglo XVIII 5.
Es lógico si tenemos en cuenta la existencia de unos pasajes de tanto peso como los mencionados y
de tan amplia difusión durante los siglos XVI y XVII, que insistían en lo inadecuado de aquel uso
del término. No obstante, las referencias a voces de autoridad que se suceden a lo largo de la carta
de Floranes a favor y en contra del empleo de la voz palacio a lo largo de la Historia nos remiten a
una realidad variable según factores geográficos y cronológicos, como ya se señalaba anteriormente.
Sin perder de vista la distancia existente entre el uso de la palabra dentro de la documentación escrita
y su difusión oral.
Las fuentes analizadas que nos han permitido dotar de significado a los términos «casa» y
«cuarto» en la capital – la Planimetría General de Madrid 6, ciertos tipos de escrituras notariales 7, las
solicitudes de licencias de obras al Ayuntamiento 8, las matrículas de vecinos de la villa 9 o los
anuncios de venta y alquiler inmobiliario que aparecían en la prensa periódica 10 - evidencian las
formas arquitectónicas a las que se denominaba mediante dichas palabras.
Si pasamos al análisis de los conceptos propuestos, «casa» tenía capacidad para definir
prácticamente todos los espacios de habitación de uno u otro tipo.
La «casa», como concepto genérico, era definida por el Diccionario de Autoridades como:
“Edificio hecho para habitar en él, y estar defendidos de las inclemencias del tiempo, que consta de
paredes, techos y tejados, y tiene sus divisiones, salas y apartamientos para la comodidad de los
moradores”.

3 Biblioteca Nacional (BN). Manuscritos (Mss) 18445.


4 Ibídem. Fol. 1v.
5 Natalia GONZÁLEZ HERAS, “De casas principales a palacio. La adaptación de la residencia nobiliaria madrileña a

una nueva cotidianeidad”, Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante, nº 30, 2012, pp. 47-66.
6 BN. Mss. 1665-1676; Cuadernos de visita y Cuadernos de alquileres, Archivo Histórico Nacional (AHN), Fondos

Contemporáneos, Delegación de Hacienda Madrid Histórico; Natalia GONZÁLEZ HERAS, “La Planimetría General
de Madrid: Una fuente para el estudio del paisaje residencial en la Corte española del Madrid del siglo XVIII”, en O.
REY CASTELAO y R. J. LÓPEZ, El mundo urbano en el siglo de la Ilustración, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia,
2009, t. 2, pp. 191-202,
7 Archivo Histórico de Protocolos de Madrid (AHPM).
8 Archivo de Villa de Madrid (AVM), Archivo de la Secretaría del Ayuntamiento (ASA).
9 AHN. Consejos, Legajo 12979.
10 Diario de Madrid.

464
Espacios de convivencia en el Madrid… Natalia González Heras

En primer lugar, hallamos cómo esta definición remite a la función más básica del edificio,
la de cubrir la necesidad perentoria de habitación propia de todos los seres humanos. Se trataba de
dotar al individuo de un espacio en el que protegerse de los efectos del clima: frío, calor,
precipitación, sol, viento, etc. No existe aquí diferencia alguna con respecto a las moradas primitivas,
aquellas cuevas o chozos que desde el origen de los tiempos sirvieron a los seres humanos para
resguardarse. A continuación, la segunda parte de la definición nos introduce en un terreno que
sobrepasa el nivel más básico, para penetrar en un campo que se compone de connotaciones donde
la casa adquiere unos matices acordes a la evolución sufrida por esta realidad material a lo largo de
los siglos, en consonancia al desarrollo de las necesidades de quienes la habitaban 11. Aparece así el
concepto de «comodidad» sobre el que tanto se ha teorizado por quienes desde distintas perspectivas
han abordado el estudio de la casa 12.
Según la definición del Diccionario de Autoridades, la comodidad se lograba a partir de una
compartimentación adecuada del interior de las casas. Es decir, la organización de los espacios iba a
contribuir directamente en la creación de unos sentimientos en sus moradores relativos a la
conveniencia, el regalo y el descanso. No obstante, habían de conjugarse además otros elementos
materiales que contribuyeran a tal comodidad y que no aparecen reflejados en la definición.
Iluminación, calefacción, amueblamiento, eran elementos indispensables en la creación de un lugar
que generara en el individuo aquel sentimiento y, por lo tanto, realidad intangible, imposible de ser
medida, que Beatriz Blasco Esquivias tildaba incluso de indefinible, pero que explicaba a través de su
equiparación con inmaterialidades tales como la armonía, el sosiego o el bienestar 13.
Así, se podría afirmar que todas las moradas eran casas y como tales podían aparecer
mencionadas en la documentación, que en algunos casos no especifica la tipología concreta a la que
se refiere. Ya a comienzos del siglo XVII, Sebastián de Covarrubias expresaba en su Thesoro de la
lengua castellana que el término casa se empleaba para “la morada y habitación fabricada con firmeza y
sumptuosidad. Las casas del señor fulano, o las del duque o conde, etc. y porque las tales son en los
propios solares de donde traen origen, vinieron a llamarse los mesmos linajes, casas” 14.
Casi dos siglos después, se observa cómo se mantenía la utilización del concepto «casa»
para denominar las residencias de la nobleza. Así, el palacio que la marquesa de Sonora se disponía a
construir en Madrid en el año 1797 sobre otro palacio precedente -el del marqués de Grimaldo- 15,
aparecía mencionado de forma genérica como «casa»:
“Don Manuel González, mayordomo de la excelentísima señora marquesa de Sonora,
expone la pertenece a su excelencia la casa de la calle Ancha de San Bernardo señalada con
el número 1, manzana 500, con vuelta a las calles de la Manzana y de los Reyes, cuya casa va
a reedificar de nuevo con arreglo al diseño que presentó firmado por el arquitecto don
Evaristo del Castillo” 16.

11 Gloria A. FRANCO RUBIO, “La vivienda en la España ilustrada: habitabilidad, domesticidad y sociabilidad”, en O.

REY CASTELAO y R. J. LÓPEZ, El mundo urbano en el siglo de la Ilustración, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia,
2009, t. 2, pp. 125-136, y “La vivienda en el Antiguo Régimen: de espacio habitable a espacio social”, Crónica Nova, nº 35,
2009, pp. 63-103.
12 Witold RYBCZYNSKI, La casa: Historia de una idea, Madrid, Nerea, 1986.
13 Beatriz BLASCO ESQUIVIAS (dir.), La casa: evolución del espacio doméstico en España, Madrid, El Viso, 2006, p. 12.
14 Sebastián de COVARRUBIAS, Tesoro de la lengua castellana o española. Madrid, 1611, fol. 141 r. Citado por María Victoria

LÓPEZ-CORDÓN CORTEZO, “Casas para administrar, casas para deslumbrar: la pedagogía del palacio en la España
del siglo XVIII”, en O. REY CASTELAO y R. J. LÓPEZ, El mundo urbano en el siglo de la Ilustración, Santiago de
Compostela, Xunta de Galicia, 2009, t. 2, p. 24.
15 Virginia TOVAR MARTÍN, “Diseños para un palacio madrileño del siglo XVIII”, Anales del Instituto de Estudios

Madrileños, nº 21, 1984, pp. 53-67 y El palacio del Ministerio de Justicia y sus obras de arte. Madrid, Ministerio de Justicia, 1986.
16 AVM. ASA. 1-55-4.

465
Espacios de convivencia en el Madrid… Natalia González Heras

El erudito Rafael Floranes, en la precitada disertación en torno al concepto «casa-palacio»,


llevada a cabo, como ya se dijo, a raíz de la denominación de la nueva edificación de los duques de
Liria como tal, mostraba su preferencia por el uso de la palabra «casa»:
“Con que tenemos que en el día el nombre casa, que antiguamente en la lengua latina se
restringía a significar una casa humilde y ruda, o más bien una choza de campo informe y
tosca ha ascendido en estimación y levantándose a significar aún la casa más grande más
elegante y más magnífica. Y así decimos en casa del Duque de Liria, en casa del Duque de
Alba, etc.” 17.
Sin embargo, las casas en Madrid variaban desde las de carácter palaciego, que se acaban de
mencionar, a aquéllas compuestas por «cuartos», algunas de cuyas tipologías se hallaban lejos de
contribuir materialmente al alcance de la comodidad por parte de sus moradores. Nos introducimos
de este modo en la polisemia que caracterizó al concepto de casa en la capital.
Cuando en la documentación aparece mencionada una casa, también se puede estar
haciendo referencia a un edificio que no servía de morada individual e independiente de una familia,
sino que se compartimentaba interiormente en varias viviendas ocupadas cada una de ellas por sus
propios moradores. Estos últimos son los denominados «cuartos», que se repartían dentro de las
diferentes alturas del inmueble. De ahí que en una misma casa –entendida esta vez como edificio-
pudiera haber cuartos que materialmente cumplieran con las condiciones requeridas para ostentar el
rango de casa, según la definición del Diccionario de Autoridades, y otros que, pese a dotarse de paredes
y techo, elementos básicos que otorgaban a un espacio el grado de habitación, permanecían en el
resto de su composición material alejados de ser capaces de ofrecer a quienes los habitaban las
bonanzas de la comodidad –con una compartimentación y acomodo apropiado de sus piezas
interiores- y, por lo tanto, de convertirse plenamente en «casa» según la definición académica.
Un «cuarto» pasaba a considerarse como tal una vez que se componía de las dos piezas que
la investigación nos ha llevado a afirmar eran necesarias para dar lugar a una célula de habitación
básica: la sala y la alcoba. La unidad autónoma de residencia que formaban, se completaba en el
mejor de los casos de una cocina. Las fuentes constatan dicha realidad. Por un lado, en los dibujos
de plantas que representan la distribución interior de casas de vecindad populares, se repite
constantemente este esquema 18. Por otro, los anuncios de alquiler de sala y alcoba se sucedían en la
prensa periódica madrileña de la época, indicando que ambas estancias eran las indispensables para
que cualquier «caballero respetable» hallara cubierta su necesidad de habitación: “En la calle de San
Isidro, frente a la fábrica de cristales, número 27 cuarto principal se alquila una sala y alcoba
decentemente puestas, para uno o dos huéspedes” 19.
“La persona de distinción y establecida en esta Corte que quisiere estar en compañía de un
matrimonio de satisfacción: se le dará de habitación una buena sala principal, con su alcoba
correspondiente en buen parage. Darán razón en la peluquería de la calle de Atocha frente
del Exm. Sr. Conde de Salvatierra” 20.
Como se acaba de mencionar, dichas sala y alcoba podían aparecer formando un cuarto; o
bien podía tratarse de dos aposentos, dentro de una vivienda de mayores dimensiones, que se
arrendaban, y con más frecuencia aún, dentro del predominante régimen de ocupación que
constituía el alquiler en Madrid, se subarrendaban 21.

17 BNE. Mss. 18445, fol. 1 v.


18 AVM. ASA. 1-45-54, 1-45-119, 1-45-140, 1-84-146.
19 Diario de Madrid, 10 de abril de 1788.
20 Diario de Madrid, 18 de julio de 1788.
21 Jesús BRAVO LOZANO, Familia busca vivienda: Madrid, 1670-1700, Madrid, Fundación Matritense del Notariado,

1992, e “Inmigración, trabajo y vivienda en Madrid a finales del siglo XVII”, en F. CHACÓN JIMÉNEZ, LL. FERRER

466
Espacios de convivencia en el Madrid… Natalia González Heras

El hecho de contar con un inquilino o huésped viviendo con la persona o familia


propietaria o arrendataria original de una vivienda se convirtió, a raíz del asentamiento de la corte de
forma permanente en la villa madrileña, en una fórmula habitual para cubrir la necesidad de
habitación de quienes llegaban a la capital. La demanda de este tipo de alojamiento se asocia,
generalmente, a un hombre soltero y profesional que había trasladado su residencia desde provincias
a la capital para desempeñar dicha profesión. Esta fórmula de habitación nos permite observar la
cohabitación y convivencia de individuos sin vínculo alguno, más allá de aquél que suponía el
negocio del alquiler, en una misma morada. No obstante, en el último anuncio mencionado del
Diario de Madrid, se optaba por presentar el acto de cohabitación o convivencia en el término de
«estar en compañía», al cual la definición del Diccionario de la Real Academia en su edición de 1783
todavía vinculaba con su tradicional significado de estar en «familia». Podríamos hallar, así, mediante
el léxico, indicios de la relación que se deseaba establecer por parte de los moradores habituales con
el inquilino, que trascendía los marcos del alquiler, entendido meramente como un negocio. En el
caso de los subarrendamientos, con la consecutiva reducción de costes tanto para el arrendatario
original como para el subarrendatario. Dejándose percibir en el anuncio la conciencia, por parte de
quien lo publicó, de los lazos que cabrían estrecharse entre las personas que convivían bajo un
mismo techo.
El subarrendamiento constituía una fórmula plenamente vigente y legalmente aceptada,
recogida en los contratos de alquiler de casas en la capital. Obsérvese el siguiente caso: En 1803, en
la escritura de arrendamiento de una casa en la Carrera de San Jerónimo, propiedad del teniente
coronel del regimiento provincial de Toledo, don Luis Vicente Melo de Portugal, marqués de
Vellisca, quedaba establecido el alquiler de ésta por un período de diez años a doña María de los
Dolores Chaves y Contreras, condesa viuda de Superunda y marquesa de Bermudo. El precio anual
del alquiler eran 30.000 reales de vellón, que tenían que pagarse en efectivo, y durante aquellos diez
años ninguna de las dos partes podía pretender subida o bajada del mismo. Una vez cumplidos los
diez años existía la posibilidad de continuarse el contrato por el mismo precio.
Era la cuarta cláusula la que se refería a que:
“la señora condesa ha de poder subarrendar las habitaciones que le sobren no siendo para
oficinas públicas que perjudiquen al edificio y quedando de su cuenta no sólo el pago de los
treinta mil reales anuales de este arriendo, suyo es también el que al cumplimiento de los
diez años la dejen libre los tales subarrendatarios” 22
La estructura de aquella casa de la manzana 265, con fachadas a la Carrera de San Jerónimo
y a la calle de Alcalá, compuesta por cuartos bajo, entresuelo y principal, con sus cocheras y demás
agregados, debía gozar de una amplitud y compartimentación las cuales permitían el
subarrendamiento de algunas de sus partes para el alojamiento de un segundo individuo o familia.
Otra modalidad, relativa a las relaciones de convivencia entre individuos que generaron las
tipologías arquitectónicas a las que nos venimos refiriendo, fueron las de vecindad dentro del mismo
edificio de personas o familias de condiciones socio-económicas diversas. Éstas se plantean desde el
análisis de la existencia en una misma «casa» de los que se ha decidido diferenciar como «cuartos-
habitación» y «cuartos-casa», debido a una composición en la estructura de los cuartos que dotara a
quienes habitaban en ellos de la comodidad que recogía la definición académica de una «casa» en su
estadio más evolucionado -«cuartos-casa»- o que, por el contrario, dichos cuartos estuvieran
reducidos, materialmente hablando, a cubrir la necesidad básica de habitación -«cuartos-habitación»-.

i ALÓS (eds.), Familia, casa y trabajo. Historia de la familia. Una nueva perspectiva sobre la sociedad europea. Murcia, Universidad
de Murcia, 1997.
22 AHPM. Protocolo. 22254, folio 1079r.

467
Espacios de convivencia en el Madrid… Natalia González Heras

La saturada trama urbana madrileña del siglo XVIII condicionó al uso de reducidos solares
para emprender las obras de casas de nueva construcción o la remodelación de inmuebles
preexistentes sujetos desde su origen a similares limitaciones.
Ha sido reiteradamente puesta de manifiesto la escasez de suelo edificable de la que
adolecía la villa desde que se convirtió en sede de la corte en 1561. La cerca se amplió para dar
cabida a la construcción de viviendas, como respuesta a la demanda de alojamiento por parte del
creciente número de población que llegaba a Madrid para cubrir laboralmente las necesidades
generadas por la corte y la capitalidad. El último ensanche del perímetro de la muralla fue llevado a
cabo durante el reinado del monarca Felipe IV. En el siglo XVIII Madrid se halló constreñida a
aquellos muros, que no la permitían crecer en superficie, dando lugar a la edificación y remodelación
de inmuebles sobre solares estrechos e irregulares.
La irregularidad de las edificaciones era consecuencia directa de dicho condicionante –la
escasez de terreno- que llevaba en muchos casos a que, para el buen aprovechamiento de la
superficie del inmueble, se construyeran en una misma planta un cuarto de mayor amplitud y
complejidad en su distribución interior, y otro u otros de inferiores cualidades. Este hecho significa
revisar el tradicional planteamiento en el que se consideraba que el valor de los cuartos descendía
atendiendo únicamente a un esquema vertical de dirección ascendente. Es decir, que un cuarto
principal era más caro que un segundo y éste que un tercero. Dentro de este esquema, los vecinos
más pudientes económicamente y distinguidos socialmente ocupaban el cuarto principal o primera
planta, siempre de más fácil y cómoda accesibilidad, y la condición socio-económica de los
moradores tendía a ir disminuyendo según se ascendía escalera arriba, hasta llegar a quienes debían
habitar en buhardillas, de techos bajos, expuestas de forma directa a los excesos del clima –calor en
verano, frío en invierno y goteras y humedades en períodos de lluvia-.
Para completar esta visión se debe añadir una perspectiva de análisis horizontal del
inmueble. En determinadas casas se han podido constatar considerables diferencias en lo que se
refería al precio de los alquileres de los cuartos que se hallaban situados en una misma planta o
altura 23. Esto demostraba que no debían tratarse de espacios de similares condiciones materiales y/o
estructurales. La explicación se halla cuando atendemos a la descripción que se hacía de los cuartos
en cuestión –la mayor parte de las veces consistía en una única palabra que nos ofrecía la clave-. Un
«cuarto chico» o un «cuarto interior», frente a otro que se presentaba sin calificativo, cuyos costes
eran distintos. Unos situados en «la escalera grande», diferenciados, asimismo, en su precio de los
cuartos que tenían acceso por «la escalera chica», entre otras características que los particularizaban.
El cuarto de mayor nivel cualitativo y por ende de valor económico superior, tendía a
hallar ubicados sus vanos en la fachada del inmueble y a tener vistas desde sus piezas principales –la
sala, el gabinete- a la calle; mientras, el cuarto de cualidades inferiores, solía ser interior, con ventanas
que daban a un patio o ni siquiera contaba con ellas. Este tipo de arquitecturas son indicativas a su
vez de la convivencia de vecinos de condiciones socio-económicas diferentes, no sólo en las distintas
alturas del edificio, sino también en una misma planta 24. No obstante, no se debe perder de vista que
el contacto entre estos vecinos no debería en todas las ocasiones de ser directo, si tenemos en cuenta
la existencia de escaleras diferenciadas dando acceso a los cuartos en algunos de los inmuebles. Un
hecho que no evitaba, sin embargo, que los moradores transitaran una misma entrada o zaguán o
que compartieran servicios comunes como el del abastecimiento de agua desde el pozo o fuente
situado en el patio de la casa, y que era, en algunas ocasiones, también común al edificio vecino. Esta
última infraestructura debió generar no pocos conflictos entre los residentes. Sirva de muestra cómo
el arquitecto don Teodoro Ardemans en su Tratado de Ordenanzas para la villa de Madrid -que se

23 AHN. Fondos Contemporáneos, Delegación de Hacienda Madrid Histórico, Cuadernos de alquileres.


24 AVM. ASA. 1-84-92, 1-54-3.

468
Espacios de convivencia en el Madrid… Natalia González Heras

publicó en 1719 y que constó de sucesivas reediciones a lo largo del siglo XVIII 25- consideró la
necesidad de regular su construcción para facilitar su uso por parte de los vecinos, evitando
confrontaciones entre estos. De aquellas líneas se desprendían las siguientes palabras, reflejo de los
tipos de relaciones en las que podía desembocar la convivencia en comunidad: “La unión entre la
vezindad, y la dilatada comunicación, produce una fina amistad, y de esta resultan beneficios de parte
a parte”, pero “también he visto una gran dissensión, porque el uno quiere arrastrar toda el agua a su
fuente, y que el otro carezca de ella; y éste es motivo de grandes disturbios...” 26.
Los aspectos a los que venimos refiriéndonos se pueden percibir en el proyecto de obra,
fechado en el año 1782, para un inmueble propiedad del Hospital General de la ciudad de Vitoria 27,
destinado a producir rentas mediante el alquiler de sus cuartos. Situado en Madrid, en la calle de la
Montera, manzana 342, número 14, se iba a componer de un cuarto bajo con tienda, dos principales,
dos segundos, dos terceros y buhardillas vivideras. Todos compartirían acceso desde la calle por un
mismo zaguán. Sin embargo, mientras a unos se llegaría a través de “la escalera principal para uso de
los cuartos exteriores”, para acceder a los otros había que alcanzar una escalera que se decía “para
uso de los cuartos interiores”, cuya embocadura compartía patio con la entrada a la cuadra y al pajar
-tengamos en cuenta las molestias que podían llegar a desprenderse de estos espacios-. Los cuartos
de la escalera principal se hallaban compuestos por recibimiento, sala con dos balcones a la fachada
del edificio, alcoba principal, dos dormitorios, estudio, pieza de comer, cocina y despensa. Por su
parte, los cuartos de “la otra escalera” eran de dimensiones inferiores a aquellos de la principal y se
distribuían en alcoba, dos dormitorios, cocina, despensa y una sala que se especificaba “propia de un
cuarto interior”, a la que se daban luces a través de una ventana que se abría a un corredor con
ventanales hacia el patio.

EPÍLOGO
El análisis de los conceptos «casa» y «cuarto», de las formas arquitectónicas a las que
nombraban, nos ha permitido llevar a cabo una aproximación a algunos de los tipos de relaciones de
convivencia entre individuos que se generaron dentro de aquellos marcos habitacionales. Como se
ha podido observar, dichas relaciones se veían directamente determinadas por una realidad
residencial y unas fórmulas de ocupación de las viviendas que respondían a las especificidades de un
Madrid, que había adquirido un carácter particular condicionado por sus atributos de capital y sede
de la Corte, tras dos siglos de configuración.
La convivencia de los miembros pertenecientes a los diferentes y distantes grupos sociales
que componían la pirámide poblacional de la capital madrileña era, al menos, de forma física en lo
que a sus moradas se refiere, próxima. Sería muy interesante poder acceder a otras fuentes que
fueran capaces de responder a cuestiones respecto a los modos en los que se desarrollaban dichas
relaciones interpersonales entre propietarios y huéspedes, arrendatarios y subarrendatarios, vecinos,
etc., a sus afinidades y desencuentros; por lo que la investigación se presenta abierta a continuar
profundizando sobre estos puntos.

25 Beatriz BLASCO ESQUIVIAS, Arquitectura y urbanismo en las Ordenanzas de Teodoro Ardemans para Madrid, Madrid,
Ayuntamiento, Gerencia Municipal de Urbanismo, 1992.
26 Teodoro ARDEMANS, Declaración y extensión sobre las Ordenanzas que escrivió Juan de Torija, aparejador de obras reales y de las

que se practican en las ciudades de Toledo y Sevilla, con algunas advertencias a los alarifes y particulares y otros capítulos añadidos a la
perfecta inteligencia de la materia que todo se cifra en el gobierno político de las fábricas, Madrid, Francisco del Hierro, 1719, folios
230-231.
27AVM. ASA. 1-49-114.

469
Consumos y apariencias de la burguesía leonesa… Juan Manuel Bartolomé Bartolomé

CONSUMOS Y APARIENCIAS DE LA BURGUESÍA LEONESA: LOS INTERIORES


DOMÉSTICOS (1700-1850) 1
Juan Manuel Bartolomé Bartolomé
Universidad de León

En los momentos actuales dentro de la historia que denominamos del consumo 2 interesa tanto lo
que se consume y las cantidades, como lo que se consume, dónde y con quién, ya que a través de
estos comportamientos se va forjando la construcción de identidades de status y clase social 3.
De este modo, son importantes, por un parte, el análisis de los espacios domésticos de consumo, las
casas, y sobre todo las dependencias o estancias en las que se lleva a cabo, analizando las piezas del
mobiliario y de decoración de las mismas.
Teniendo en cuenta que son las familias burguesas las que adoptan y asimilan primero a nivel
cronológico las novedades del consumo, tal como conocemos por la historiografía 4, el análisis se
realizará sobre las familias de comerciantes, comerciantes-financieros, y de la burguesía
administrativa y de profesiones liberales de la provincia de León, en el marco cronológico de 1700-
1850.
Por ello, tomando como base la información que nos proporcionan las fuentes literarias y
fundamentalmente los inventarios postmortem y las partijas de bienes 5, nos hemos planteado como
gran objetivo estudiar el consumo de puertas para adentro, es decir, de los espacios e interiores
domésticos, fijándonos en los contrastes entre las diversas familias burguesas en relación con su
profesión o actividad y de acuerdo con su ubicación o lugar de residencia, la capital, o villas de
menor entidad: Astorga, La Bañeza, Ponferrada. Teniendo siempre en cuenta que no debemos
perder nunca de vista la cronología, ya que además de profesión y residencia lo que realmente
interesa es cuándo llegan las novedades.
Finalmente, hay que aclarar que la fuente esencial que son los inventarios, sobre todo postmortem,
presentan importantes deficiencias para la realización del estudio que proponemos ya que, por una
parte, no todos especifican las dependencias en las que están ubicados los bienes a inventariar, y

1 Este trabajo se inscribe en el proyecto de investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación: Familia, identidad social,
transmisión hereditaria y cultura material. Patrimonios, consumos y apariencias en la Castilla interior, 1600-1850 (HAR2010-21325-
CO5-05)
2 Desde sus inicios los estudios sobre el consumo han derivado hacia una tendencia más social y cultural, tal como se

puede apreciar desde los primeros trabajos surgidos, hace más de diez años, bajo la dirección del proyecto de Bartolomé
Yun Casalilla, hasta las publicaciones más actuales del grupo de investigación coordinado por Máximo García
Fernández, como la de I. DOS GUIMARAES SÁ y M. GARCÍA FERNÁNDEZ (dirs.), Portas Adentro, comer, vestir,
habitar (ss.XVI-XIX), Coimbra, 2010. O las más actuales de D. MUÑOZ NAVARRO (Ed.), Comprar, vender y consumir.
Nuevas aportaciones a la historia del consumo en la España moderna, Valencia, 2011. J. M. BARTOLOMÉ BARTOLOMÉ y M.
GARCÍA FERNÁNDEZ (dirs.), Apariencias contrastadas: Contraste de Apariencias. Cultura material y Consumos de Antiguo
Régimen “, León, 2012
3 B. YUN CASALILLA, Prólogo de “Comprar, vender y consumir […], op. cit, p. 11.
4 Estudios de D. Roche, N. Luis Madureira, Máximo García Fernández, Juan M. Bartolomé Bartolomé
5 También utilizaremos los relatos de viajeros extranjeros, tomando como referencia el trabajo de N. GONZÁLEZ

HERAS, “La vivienda doméstica española del siglo XVIII según los relatos de viajeros británicos”. Revista Tiempos
Modernos, nº 21, 2010.

471
Consumos y apariencias de la burguesía leonesa… Juan Manuel Bartolomé Bartolomé

cuando lo hacen tampoco prestan demasiada atención en la definición de las mismas, ya que nos es
lo relevante, hasta el punto de que a primera vista da al impresión de que se omiten los espacios
donde no hay objetos que inventariar y tasar, como por ejemplo los pasillos. Y. por otra parte, es
muy frecuente también la práctica de inventariar y tasar los objetos agrupados por su tipología
(textiles, mobiliario, alhajas, cuadros, etc.) y no según su ubicación en los espacios o dependencias de
la casa.
De ahí, que la muestra se reduce significativamente a 19 inventarios de las familias de la burguesía
comercial y financiera (diez de la ciudad de León y nueve de las villas de la Bañeza, Astorga y
Ponferrada), y 17 de las de la burguesía administrativa y de profesiones liberales (quince de la ciudad
de León y dos de la villa de Ponferrada).

ESPACIOS Y FUNCIONALIDAD DE LAS ESTANCIAS DE LAS FAMILIAS DE LA


BURGUESÍA COMERCIAL
Dejando al margen, por problemas de espacio, el interesante estudio más pormenorizado de
las casas donde negocian y viven los comerciantes y financieros 6, únicamente nos interesa remarcar,
ya que es importante de cara al posterior análisis del mobiliario y la decoración, que las casas tenían
en su primera, y sobre todo en su segunda planta, la distribución típica del Antiguo Régimen,
consistente en espacios conectados y muy polivalentes: salas, antesalas de dichas salas y alcobas 7. Es
cierto, que sobre este esquema se podían producir innovaciones: por ejemplo cuando se trataba de
una sala que se especificaba como “principal”, lo más normal es que llevase unida una antesala y una
alcoba, aunque a veces también podían llevar dos alcobas. Esta estructura de las casas de las familias
de comerciantes del siglo XVIII experimentará escasas modificaciones en la primera mitad del siglo
XIX, lo cual es lógico si tenemos presente que la mayoría de las casas en que residen son heredadas,
no de nueva edificación, y ello entraña más dificultades a la hora de asimilar y realizar las nuevas
novedades burguesas. Así, todavía en la primera mitad del siglo XIX seguirán predominando las
estancias comunicadas y sin pasillos, tanto en el primer piso como en el segundo 8. No obstante, a
pesar de lo señalado sí que podemos apreciar cambios: por una parte, las referencias a espacios de
tránsito a las dependencias, los pasillos 9. Por otra parte, las piezas de las casa se transforman en
espacios más independientes, las cuales dejan de tener la polivalencia anterior típica del Antiguo
Régimen, encontrando las alcobas separadas de las salas y la ausencia de la antesalas 10. Y finalmente,
ya aparecerán las novedades burguesas, sobre todo en las familias de origen catalán de la ciudad,

6 Ver J. M. BARTOLOMÉ BARTOLOMÉ, “Espacios públicos y privados de sociabilidad e intimidad en la ciudad de León
en el siglo XVIII”, Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante, nº 30, 2012.
7 Se trataría, por lo tanto, de la organización típica del Antiguo Régimen, tal como nos señal el viajero de principios del

siglo XVII, Bartolomé Joly, el cual señala: “...Desde la sala se entra en los cuartos, aunque tan sólo para acostarse porque
son oscuros y sin chimenea, algunos sin ventanas, no acompañados de guardarropas o gabinetes, sino semejantes a los
que nosotros llamamos tabucos, ellos los llaman alcobas, que significan lugar ciego. Si hay en ellos alguna ventana, es un
ventanuco u otro pequeño agujero. Otros viajeros describen las alcobas como espacios destinados exclusivamente para
dormir, las cuales estaban levantadas dentro de una sala, y debían ser necesariamente pequeñas, ciegas e interiores para
facilitar su caldeamiento por medios naturales y sin necesidad de recurrir a estufas, braseros o chimeneas, que producían
humo y eventualmente gases tóxicos para el ser humano. J. GARCÍA MERCADAL, Viajes de extranjeros por España y
Portugal, Madrid, 1952, pp. 72-73.
8 Es el caso de José Pablos Salán, el cual, en 1812, cuando se realiza su inventario postmortem, vive en una casa situada

en la Plaza Mayor leonesa, que consta en el primer piso, además de la tienda, trastienda y bodega, de una sala principal,
con antesala y dos alcobas. Y en el segundo piso hay una sala alta con su alcoba y un cuarto. Archivo Histórico
Provincial de Lón (A.H.P.L.), Antonio Ginovés Martín, Caja 1011.
9 Éstos aparecen en la casa de Atanasio Jolís y Clara de Pablos, en 1852, con referencias a pasillos a la sala principal, a la

escalera, etc. Id., Pedro Ballesteros Ginovés, Caja 1.151.


10 Separación en espacios de recibimiento y de intimidad también apreciada en los interiores domésticos franceses. Ver

D. ROCHE, Histoire des coses banales. Naissance de la consommation XVII-XIX siècle, París, 1997, p. 116.

472
Consumos y apariencias de la burguesía leonesa… Juan Manuel Bartolomé Bartolomé

como los gabinetes 11 el despacho 12; las “salas principales” que se convierten en los salones burgueses
y sustituyen a las antiguas salas con estrado 13 y el interesante comedor.
Ahora bien, ¿Cuál era la función de cada espacio doméstico y realmente se produjeron innovaciones
entre 1700 y 1850? La mejor forma de acercarnos a este interrogante es a través del estudio
cuantitativo y cualitativo de las piezas del mobiliario y objetos decorativos que hay en sus estancias y
sus mutaciones. Po ello, se ha considerado conveniente realizar tres planos cronológicos – 1750-
1799, de 1800 a 1824 y de 1825 a 1850- con el objetivo de poder acercarnos con una mayor
precisión a los cambios de las familias señaladas. No obstante, nos centraremos en las dependencias
más relevantes.
Así, en la ciudad de León, en la segunda mitad del siglo XVIII, las antesalas son dependencias de
paso previo a las salas.
Las salas que se denominan principales por lo general son espacios multifuncionales donde
predomina lo antiguo y sólo esporádicamente llegará algún elemento nuevo. De este modo, hay una
importante ocupación del espacio que sirve tanto como lugar de recepción de visitas, como también
para comer 14, trabajar y guardar ropa y cubiertos de la casa. Así, es frecuente la presencia de mesas,
acompañadas por abundantes taburetes más que por sillas 15, junto con escritorios, bufetes, archivos
y arcas principalmente de nogal 16. Tampoco faltan los escaparates pintados con figuras religiosas en
su interior, los cuadros y láminas de temática religiosa en las paredes y las cortinas para las
ventanas 17. No obstante, esta imagen tan tradicional de las salas principales se rompe ya con la
presencia, muy testimonial, de dos elementos decorativos nuevos: los espejos y los relojes de pared 18.

11 En la casa de los mencionados Atanasio y Clara se hace referencia a gabinetes, los cuales tenían una función más de

despacho que de espacio reservado a las mujeres o de tocador. De hecho, este gabinete femenino tampoco aparece en
los mercaderes y negociantes de Lisboa en la primera mitad del siglo XIX. N. L. MADUREIRA, Lisboa 1740-1830.
Cidade: Espaço e Quotidiano, Lisboa, 1992, p. 133.
12 Aparecerá en la familia Selva, Ramón, situado en la primera planta, cerca del negocio y con la alcoba incorporada.

Según Nuno Luis Madureira, “la sala de escritorio” es uno de los progresos más notorios y probablemente se trata de
una adaptación o reconversión de un cuarto dedicado a los negocios. [Ibídem, p. 130]
13 El salón es el punto común, según Nuno Luis Madureira, de las casas de los negociantes y mercaderes de Lisboa.

[Ibídem, p. 128.].
El estrado era el espacio que las mujeres ocupaban después de cumplir con sus obligaciones domésticas. Un espacio
para el descanso y el reposo, sin abandonar el hogar al que siempre debían estar atentas. Para mayor información ver
SOBALER SECO, Mª A., “Espacios femeninos en la Castilla del Antiguo Régimen. Cultura material y sociabilidad en el
estrado”, en Portas Adentro, comer […], op. cit., p. 153. Aunque tenemos que precisar que dichas salas con estrado no son
frecuentes en la burguesía de negocios leonesa en el siglo XVIII.
14 Los viajeros británicos del siglo XVIII criticaban la inexistencia del comedor como una estancia en sí misma, y si lo

era, la poca atención que se le concedía. N. GONZÁLEZ HERAS, “La vivienda doméstica española […], op. cit., p. 16.
15 La presencia de taburetes, como asiento preferido, llega a suponer el 48,1% del total de todos los taburetes existentes

en dichas estancias entre 1750 y 1850. En Lisboa se reducen en los salones los taburetes por combinaciones de sillas,
poltronas o sillas acabrioladas. N.L. MADUREIRA, Lisboa 1740-1830 […], op.cit., p. 128.
16 Los muebles mencionados sólo aparecen de forma exclusiva en las salas principales de los comerciantes de la segunda

mitad del siglo XVIII. Como ejemplo, En la sala principal de José Casado Valcarce, en 1797, hay los siguientes muebles:
un bufete de nogal, diez taburetes de baqueta, una silla poltrona, un escritorio, un arca de nogal, un archivo de nogal.
A.H.P.L., Domingo Suárez de Velasco, Caja 973.
17 Es el caso de Miguel Fernández Chicarro, con una sala principal que alberga dos escaparates pintados con su cristal y

dentro de ellos: “...Un Niño Jesús con sus diademas de plata y la imagen de Nuestra Señora de la Concepción con su
corona de plata...”. Id., Manuel Rico, Caja 701.
18 Al igual que sucede en los salones de los negociantes y mercaderes de Lisboa. N.L. MADUREIRA, Lisboa, 1740-1830

[…], op. cit., p. 128. No obstante, son todavía espejos sencillos y no los Mposteriores y más burgueses de medio cuerpo.
En la sala principal de la casa de Miguel Fernández Chicarro hay seis espejos, dos de los cuales con sus “...marcos
acharolados con sus lunas y candeleros tasados en 100 reales.”. [Ibidem]

473
Consumos y apariencias de la burguesía leonesa… Juan Manuel Bartolomé Bartolomé

Las otras salas más secundarias se destinan principalmente a lugares de trabajo, con presencia de
mesas, generalmente de madera de calidad más inferior, escritorios, bufetes y en algunos casos
tampoco viene mal la existencia de alguna cama.
Las alcobas principales, piezas como ya hemos visto unidas a las salas, son el lugar reservado para el
descanso, sobre todo nocturno, acogiendo el denominado “lecho cotidiano”, es decir, la cama del
matrimonio y los colchones y la ropa que la viste 19, la cual suele ser muy abundante, sobre todo los
colchones 20. Estos espacios íntimos suelen tener también una cama para niños, los cuales
compartirían la misma habitación hasta una edad que desconocemos, y unos muebles de
acompañamiento simples y escasos: algunas mesas y sillas 21, que podrían tener la función tan
frecuente de comer en la propia alcoba o de aprovechar para realizar algún trabajo. Finalmente,
tampoco es muy excesiva la decoración de sus paredes, donde sobresalen las láminas y los cuadros
de carácter religioso, acompañados por algún crucifijo 22 .
Finalmente, las cocinas no sólo eran el espacio destinado a la preparación de los alimentos, sino que
también la existencia en las mismas de bancos y mesas, generalmente de chopos, nos lleva a pensar
que también se utilizaban para comer y con una mayor frecuencia que las salas principales.
La Bañeza y Astorga van a reproducir, en menor escala, las características señaladas para la capital,
particularmente en la estancia más relevante que es la sala principal. De este modo, la
multifuncionalidad de su uso se refleja de nuevo en la alta presencia de escritorios, arcas, baúles,
cofres, acompañados por mesas, taburetes e incluso escañiles y por los socorridos escaparates.
Tampoco la decoración de dichas estancias se escapa a lo establecido: predominio de los cuadros y
láminas religiosas, de las imágenes de bulto completo, con el complemento de algunas cornucopias,
cortinas y frisos. Aunque también se ha de resaltar la presencia de espejos 23. En cambio, las salas
principales de los comerciantes ponferradinos serán mucho más pobres tanto en el mobiliario como
en la decoración. Así, predominan sobre todo las arcas, arquitas para guardar ropa y alhajas,
acompañadas por alguna mesa y por taburetes y escañiles y por escasas estampas de papel. Además,
es frecuente que su polivalencia se acentúe albergando útiles de labranza, azadas, o fibras textiles
(madejas de lino o lienzo) 24.
En los primeros veinte y cinco años del siglo XIX las casas de los comerciantes y financieros de la
ciudad de León ya empiezan a experimentar las modificaciones que las llevarán hacia las modas
burguesas. Las salas principales comienzan a tener una menor polivalencia de funciones, ya que poco
a poco dejan de ser lugares de trabajo y con muebles destinados a almacenar y guardar ropa y
objetos valiosos, como lo demuestra la poca presencia de escritorios, bufetes, arcas, baúles, etc. Y en
cambio, se especializarán en adecuar el mobiliario para el objetivo principal de recibir y atender a las
visitas y al mismo tiempo de servir de descanso, reposo, de las propias familias. De este modo, no es
extraño que sigan coexistiendo sin problemas piezas del mobiliario y de decoración en las salas
principales antiguas y nuevas, pero con la particularidad de que las innovaciones son cada ves más

19 En las localidades campesinas leonesas de Tierra de Campos, Sahagún, es frecuente la práctica hereditaria de que la
viuda reciba una vez fallecido el marido y roto el matrimonio, la totalidad del lecho cotidiano que han compartido.
20 En la alcoba principal de Miguel Fernández Chicarro hay “...una cama de madera de nogal con su cabecera y colgadura

que consta de cuatro colchones, dos sábanas, cobertor, colcha y almohadas”. A. H.P.L., Manuel Rico, Caja 701.
21 La media de sillas es de 2,5 por estancia y en cambio las mesas con cajones no llegan a la unidad.
22 La totalidad de las láminas religiosas y el 66,6% de todos los cuadros con dicha temática se localizan en las alcobas

principales del siglo XVIII, en cambio los crucifijos sólo el 16,6%.


23 No se especifica su tamaño, pero consideramos que no son de medio cuerpo. Los dos más característicos son los que

hay en la sala principal del comerciante bañezano Nicolás San Martín: uno de marco negro y otro de marco dorado.
A.H.P.L., José de Benito Argüello, Caja 7587.
24 Como las que aparecen en la sala del comerciante José de Castro, en el año 1772.Id., José Verea, Caja 2.566.

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Consumos y apariencias de la burguesía leonesa… Juan Manuel Bartolomé Bartolomé

fuertes: junto a los tradicionales y muy escasos estrados 25, taburetes, escaparates religiosos y
cornucopias, ya son más abundantes las sillas 26, los canapés 27, los espejos, los relojes y las
rinconeras 28. Mayor simplicidad, por lo tanto, en el mobiliario, que se corresponde a su vez con una
mayor sencillez decorativa: menor número de cuadros religiosos y láminas religiosas para las
paredes 29 y la introducción de faroles de cristal para la iluminación30.
Las alcobas principales, siguen siendo el espacio reservado para alojar el lecho matrimonial
cotidiano, junto como también habíamos señalado con otra cama destinada a los niños. Al margen
de las camas son de nuevo muy escasos los muebles que las acompañan, ya que exceptuando los
baúles y las arcas destinada a guardar ropa y objetos de plata, no hay ni tan siquiera mesas ni sillas.
En definitiva, dependencias para dormir y escuchar sencillas donde la decoración se reduce a algún
cuadro o crucifijo 31.
En los años 1825-50 los comerciantes viven en casas donde, como ya hemos señalado, se producen
transformaciones significativas en las dependencias, lo cual tendrá su reflejo en las funciones de las
mismas adaptando el mobiliario y la decoración a las nuevas necesidades sociales y de confort.
De este modo, los cambios empezarán primero en la ciudad, llegando al igual que Lisboa, desde las
“salas principales”, para conquistar más tardíamente los aposentos considerados más privados 32.
Dichas dependencias, situadas en la planta baja y cerca del negocio, miran generalmente al espacio
público más relevante, que es la Plaza Mayor, y se convierten ya definitivamente en el espacio por
excelencia de estas familias burguesas 33, desterrando de forma ya casi definitiva los lazos con el
pasado y dando paso a las novedades del consumo burgués. Así, frente a la polivalencia anterior
ahora son lugares dedicados casi exclusivamente a dos tipos de actividades: por un parte, a la
función de relación social, con lo que ello lleva de exposición frente a las visitas a las que se espera
dejar una buena impresión; y por otra parte, dentro de esa misma sociabilidad al desarrollo de las
actividades de ocio, frente a las más tradicionales de la conversación. De ahí, que las piezas del
mobiliario y los objetos decorativos se adapten a dicha mutación reduciendo su número y lo que es

25 El 100% de ellos se localizan en dichos comerciantes. Por ejemplo, el que existe en la sala principal de la casa de
Agustín Fernández Chicarro, en 1816, donde se hace referencia a un estrado con seis sitiales de brazo y otros seis sin
brazo. Id., Domingo Castañón Rodríguez, Caja 915.
26 Las cuales desplazan ya en número a los taburetes, representando el 40% del total de las sillas localizadas en las salas

principales del periodo estudiado 1750-1850.


27 Los cuales suponen el 100% del total localizados.
28 Los espejos ya de medio cuerpo, con un total de cuatro, lo que significa el 30,8% del total de este tipo de espejos del

todo el periodo analizado. Podemos describir la sala principal del comerciantes señalado, José Pablos Salán, el cual en el
inventario que se realiza en 1812 tiene una casa en la Plaza Mayor de la ciudad de León, cuya sala principal situada en la
parte baja, al lado del negocio, tienda y trastienda, se caracteriza porque sólo tiene del pasado:”...un escaparate de la efigie
de Nuestra Señora del Mercado con su mesa, valorado en 300 reales.”. En cambio, sobresalen los muebles nuevos: un
canapé de tres asientos forrado en esparragón, diez sillas grandes de paja y siete chicas, un reloj de madera, dos espejos
con marco de vidrio pintado y dos rinconeras de madera de chopo pintadas de azul. A.H.P.L., Antonio Ginovés Martín,
Caja 1011.
29 Las cuales descenderán al 17,5% del total del periodo analizado. En cambio, las cornucopias tendrán la exclusividad de

la muestra.
30 Así, en la sala principal del citado José Pablos Salán sólo se hace referencia a cuatro láminas chicas con marco de

cristal y un cuadro de marco tallado dorado de Nuestra Señora, acompañado por dos candeleros de metal blanco y un
farol de cristal. Id., Antonio Ginovés Martín, Caja 1011. No hay que olvidar que la precariedad en la iluminación de los
interiores domésticos españoles era una queja frecuente en las observaciones que realizaban los viajeros británicos. N.
GÓMEZ HERAS, “La vivienda doméstica española [...], op. cit., p. 12.
31 Los crucifijos sólo suponen un 16,6% del total localizados, al igual que en la segunda mitad del siglo XVIII. En

cambio, si sobresalen los doseles religiosos y los Eccehomos.


32 Es lo que Nuno Luis Madureira señala del “salón para adentro, cada vez más para adentro...”. N.L. MADUREIRA,

Lisboa, 1740-1830 [...], op. cit, p. 134.


33 Tal como ocurría en Lisboa. [Ibídem, p. 128].

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Consumos y apariencias de la burguesía leonesa… Juan Manuel Bartolomé Bartolomé

más relevante desplazando a los antiguos. Es el triunfo, por lo tanto, de muebles como las cómodas,
las papeleras, los tocadores, los canapés34, los sofás, las sillas 35, las rinconeras, y las mesas de juego 36.
Acompañados en los elementos decorativos por cuadros religiosos, los cuales tardan en desaparecer,
y sobre todo por los relojes de pared 37, los espejos grandes y de medio cuerpo38, las cortinas 39 y las
cortinillas de las vidrieras, y por las pieles de oso que se extienden por los suelos 40. Es cierto que las
principales novedades señaladas se concentran más en las familias cuya procedencia es catalana, lo
cual nos lleva suponer que están más en contacto con la influencia externa de las nuevas modas
burguesas 41, pero también las familias originarias de León se dejan llevar por las nuevos tiempos 42.
Por lo tanto, a partir de los años treinta del siglo XIX las “salas principales” de las casas de los
comerciantes de la ciudad de León se convierten en dependencias típicas burguesas, con la mirada
puesta en el exterior. Es desde este punto de vista, el espacio más visible y externo de cara a la
sociedad que les rodea. De ahí, que no sea raro que en algunas familias se disponga de dos “salas
principales”, siendo la segunda, con una localización más interna en la casa, la más sencilla y con un
número elevado de innovaciones 43. En cambio, el resto de las salas, aunque ya sean independientes,
siguen siendo utilizadas para desarrollar funciones más variadas y de mayor intimidad: lectura,
reposo, no faltando los catres que permiten también dormir 44.
La misma tendencia, aunque con el ya señalado ritmo más lento, se aprecia también en las salas
principales de los comerciantes de La Bañeza y Astorga. Menor número de piezas de mobiliario y
más selectas: mesas, sillas y también canapés, sofás, cómodas y rinconeras, aunque no hay mesas de
juego. Estancias que también experimentarán cambios similares en la decoración, con la mayor

34 En los comerciantes de Vitoria ya desde la segunda mitad del siglo XVIII aparecen este tipo de muebles más
novedosos: cómodas, canapés y tocadores. A. ANGULO MORALES, Del éxito en los negocios al fracaso del Consulado: la
formación de la burguesía mercantil de Vitoria (1670-1840), Bilbao, 2000, pp. 179-180. Según Nuno Luis Madureira la cómoda
es la gran innovación del mobiliario iluminista y surge en Francia en 1700. N.L. MADUREIRA, Lisboa 1740-1830 [...],
op. cit., p. 183.
35 Con un 77,7% del total de la muestra podemos señalar que conquista ya definitivamente el espacio social. Deja de ser

la pieza sagrada o destinada a los reyes, como era en la Edad Media, y se convierte en el siglo XVIII en el asiento
preferido, pasando el que la ocupa de una postura tiesa a otra más relajada de reposo y permitiendo una mayor
polivalencia e individualización. D. ROCHE, Histoire des chose {…], op.cit., pp..190 y 206.
36 En todas las casas de las familias dedicadas al comercio se observa la misma tenencia, destacando las tres mesas de

juego que existen en la sala principal de la plaza de José Andrés Jolís. A.H.P.L., José Gutiérrez Bueno, Caja 1103.
También aparecen en los comerciantes de Lisboa hasta el punto de que junto con la combinación de sillas y canapés se
produce una interesante transformación del espacio del salón que pasa de unitario a transformarse en módulos,
individualizando a los destinatarios. En nuestro caso esta tendencia es menos apreciable. N.L. MADUREIRA, Lisboa
1740-1830 [...], op.cit., p. 129.
37 El 66,8% del total se localizan en las salas de dicho periodo.
38 El 69,2% del total también se emplazan en las salas de los comerciantes de los años 1825-1850.
39 Los porcentajes de cortinas se sitúan de nuevo en un 60,6%.
40 Como sucede en la familia José Andrés Jolís en 1834. A.H.P.L., José Gutiérrez Bueno, Caja 1103.
41 Es el ejemplo del rico comerciante de origen catalán Ramón Selva, el cual tiene una sala principal con escasos muebles

pero nuevos y de calidad: una papelera de nogal, un tocador de color caoba, un reloj con su caja pintada, una mesa de
nogal, dieciocho sillas con listas de colores en el asiento. Id., Ildefonso García Álvarez, Caja 1167.
42 Así, José Fernández Chicarro, el heredero de los negocios de la relevante familia de comerciantes leoneses, tendrá una

sala principal, en 1848, donde hay un reloj de campana, un sofá con sus colchoncillos, dos espejos de medio cuerpo y
otro más grande y una cómoda de nogal. Id., Felipe Morala Rodríguez, Caja 1070.
43 La familia también con antepasados catalanes formada por Atanasio Jolís y Clara Pablos, dispone en 1852 de una casa

con dos “salas principales”, la primera junto con las novedades vistas - mesa de juego, papelera, espejo grande, canapé-
tiene dos imágenes religiosas, un San José y un San Isidoro. En cambio, la segunda, que da al corral, es más simple con
un sofá de nogal, dos rinconeras y 18 sillas. Id., Pedro Ballesteros Ginovés, Caja 1151.
44 La sala situada en la segunda planta de la casa de la familia de José Fernández Chicarro es utilizada tanto de librería

(armario con libros), como de espacio de lectura y escritura (un sofá, una camilla, seis sillas) y para dormir (tres catres de
chopo). Id., Felipe Morala Rodríguez, Caja 1070.

476
Consumos y apariencias de la burguesía leonesa… Juan Manuel Bartolomé Bartolomé

presencia de cortinas, espejos de medio cuerpo, relojes de pared y arañas 45, al lado de los cuadros de
temática religiosa y las imágenes de bulto completo.
Las alcobas principales de las casas de la capital siguen siendo los lugares reservados para acoger el
lecho matrimonial, junto también con otro más secundario orientado generalmente a los niños, de
ahí que se haga referencia a “catres chicos”. El número de colchones continúa siendo muy elevado,
en torno a una media de tres por cama. No aparecerán de forma tan clara como en Lisboa los
muebles ligeros que expresan una mayor intimidad: mesas de té, mesitas de noche o de juego, pero sí
que habrá cambios en los muebles cuya función esencial era la de guardarropas. Así, las antiguas
arcas y baúles dejarán paso a los archivos, papeleras y a algún armario 46.
En las casas de los comerciantes de Astorga, La Bañeza y Ponferrada, no son tan claras las
diferencias entre la alcoba principal y el resto de los denominados cuartos, destinados sobre todo a la
función de dormir, más que a la de relación social 47. No obstante, las novedades apreciadas en la
capital en cuanto al mobiliario no aparecen en estas otras localidades leonesas 48.
Esta mayor especialización de los espacios domésticos está en relación con la llegada en la capital de
dos grandes novedades burguesas ya descritas anteriormente: el cuarto de despacho y el cuarto de
comedor. Respecto al primero ya aparece con esa denominación, tal como hemos señalado, en la
casa del comerciante de origen catalán Ramón Selva, tratándose, como señala Nuno Luis Madureira
para Lisboa, de una adaptación del cuarto dedicado a los negocios 49. Y el segundo, el cuarto
comedor también se localiza en la casa del comerciante anteriormente señalado, en la segunda
planta, cerca del cuarto de la criada y lógicamente de la cocina 50.
Finalmente, también se hará mención a lo gabinetes, los cuales serían espacios destinados a recibir
las visitas de confianza de la familia, más que una dependencia exclusivamente femenina.

ESPACIOS Y FUNCIONALIDAD DE LAS ESTANCIAS DE LAS FAMILIAS DE LA


BURGUESÍA ADMINISTRATIVA Y DE PROFESIONES LIBERALES

45 La sala principal del ya citado don Manuel de Rodero, comerciante bañezano, es la que concentra la mayoría de estas
novedades. Id., Miguel Cadórniga, Caja 7753.
46 D. Roche se refiere al armario como una pieza clave del mobiliario del pueblo de París en el siglo XVIII. D. ROCHE,

Le peuple de Paris, Paris, 1981, pp. 149-150. Es el mueble que expresa a su manera la conquista de la vestimenta parisina,
ya que puede colocar productos textiles de forma vertical y un mayor número. ROCHE, D. Histoire des coses […], op.cit.,
p.203. Pero según Nuno Luis Madureira otros autores han destacado su origen burgués y en Lisboa todavía no penetra
en todas las casas en el siglo XVIII. N.L. MADUREIRA, Lisboa 1740-1830 [...], op. cit., p. 189.
En el caso de la burguesía comercial de la ciudad de León el armario aparece inventariado en 1830 en la alcoba del
comerciante de origen catalán Ramón Selva tasado en 200 reales, que se utiliza para guardar ropa tanto personal como de
cama y casa. A.H.P.L., Ildefonso García Álvarez, Caja 1167.
47 A excepción de un servicio para tomar café que se hay en un cuarto a la derecha de don Celestino Álvarez. Id.,

Salustiano González de Reyero, Caja 11136.


48 Tan sólo un archivo en el comerciante citado don Celestino Álvarez.
49 No existen libros ni mobiliario para su depósito, y los muebles son una mesa de pino, doce sillas (número muy elevado

para un simple despacho que no tuviese la función de recibir y negociar con personas externas), un brasero, dos cortinas
de algodón y una estera. Además, su emplazamiento en la plana baja y cerca del negocio reafirma dicha idea. [Ibídem]
50 La aparición de un local propio para comer es un hecho nuevo también en las casas de los negociantes y mercaderes

de Lisboa, N.L. MADUREIRA, Lisboa 1740-1830 [...], op. cit., p. 132.


En la casa del comerciante leonés, Ramón Selva, por el mobiliario que se cita se trata de un cuarto comedor muy
sencillo, con reducidos muebles y muy funcionales: una mesa y una mesita de chopo, seis sillas grandes, un arca bastante
usada, una cortina con su varilla de hierro y la vajilla (platos de piedra, copas, jarras de cristal, soperas y jarras de piedra,
jarritas y platillos de China, etc.). A.H.P.L., Ildefonso García Álvarez, Caja 1167.

477
Consumos y apariencias de la burguesía leonesa… Juan Manuel Bartolomé Bartolomé

La distribución de las dependencias de las casas de estas familias será muy similar a las de la
burguesía comercial y financiera: antesalas, salas y alcobas que salían de las propias salas. Sin
embargo, esta tendencia propia de la burguesía de tener espacios más aislados, que favoreciesen la
intimidad, aparecerá ya de forma clara en la burguesía administrativa y de profesiones liberales que
habitan en la ciudad de León en el siglo XVIII, sobre todo en la segunda mitad, adelantándose a la
burguesía comercial. En cambio, la que reside en las villas, ejemplo Ponferrada, todavía se mostrará
reacia a introducir las novedades en la primera mitad del siglo XIX 51.
En cuanto al mobiliario y la decoración de sus estancias, en la segunda mitad del siglo XVIII, la sala
de estrado, muy escasa ya que sólo hemos localizado una, y sobre todo las salas principales, son las
dependencias más nobles de la casa y también la más polivalentes, donde no sólo se recibían visitas,
sino que también se utilizaba para trabajar, comer y guardar ropa u objetos de valor. De ahí, la
elevada cantidad de piezas de mobiliario y de decoración que hacen muy difícil la presencia y la
relación humana: mesas, taburetes (el 100% de la muestra), escritorios 52, bufetes, baúles,
acompañados por escaparates con figuras religiosas (el 92,8% del total de todo el estudio),
cornucopias y cuadros de temática religiosa. No obstante, en este panorama tradicional aparecen ya
algunas novedades, aunque de forma muy testimonial, como son los espejos de medio cuerpo 53, los
frisos de Inglaterra y los canapés de hombre 54.
Las alcobas principales son los espacios reservados preferentemente para el descanso y la intimidad,
sobre todo nocturna, donde se localizan las camas y sus complementos, destacando la presencia de
colchones, pero en un número inferior a los de la burguesía comercial. Se trata de dependencias muy
sencillas donde se utiliza para guardar, sobre todo la ropa personal, cofres, arcas y baúles y son muy
escasas las piezas más íntimas como las mesas y mesitas 55. Tampoco es muy abundante la
decoración, preferentemente religiosa y algún espejo pequeño.
Al contrario que en la burguesía comercial no son frecuentes las alcobas secundarias y en cambio si
que hace referencia a cuartos: “cuartos dormitorio” o “cuartos junto a la cocina”, los cuales tenían
una función más polivalente, ya que no sólo se destinaban a dormir o reposar, con la existencia de
camas, sino que también la presencia de escritorios, mesas, librerías y sillas les delatan como lugares
de lectura y trabajo.
Mención aparte merecen los “cuartos de estudio” o ya también denominados “cuarto de despacho”,
emplazados al lado de la cocina y con braseros y felpones, para poder combatir mejor los bajas
temperaturas invernales 56. Son dependencias dedicadas fundamentalmente al trabajo, conectado con
sus profesiones, donde abundan como es lógico los archivos, escritorios, escribanías, mesas y sillas
principalmente de nogal, pero donde llama la atención la ausencia de librerías y libros.

51 Por ejemplo, don José de Gago y García, administrador principal de la hacienda en Ponferrada, en 1822 tendrá una

antesala, con una sala principal y una alcoba de dicha sala. Id.
52 Por lo general de fábrica de Salamanca, aunque en el caso del médico titular de la ciudad de León, don Andrés de

Meyre, los dos escritorios que tiene en la sala principal son de fábrica de Asturias, valorados en 100 reales. Id., Pedro
Díez Canseco, Caja 1020.
53 Al igual que sucedía en los comerciantes leoneses y en los salones de los negociantes y mercaderes de Lisboa, N.L.

MADUREIRA, Lisboa 1740-1830 [...], op. cit.


54 En la sala principal de don Jerónimo José de la Maza en donde se hallan principalmente dichas novedades: dos

canapés de hombre de nogal, pie de anca de rana, respaldo de nogal, forrados en esparragón encarnado, tasados en 280
reales; un friso de doce varas encerado de Inglaterra con varias pinturas y países, valorado en 160 reales. A.H.P.L., José
García Álvarez Ocón, Caja 793.
55 Como, por ejemplo, en el médico don Andrés de Meyre, que tiene una silla y una mesica de cama. Id., Pedro Díez

Canseco, Caja 1020.


56 En el cuarto segundo de estudio de don Manuel García Brizuela, abogado de los Reales Consejos, en el año 1777, hay,

además del necesario brasero, diez felpones, un pellejo de oso. Id., Pedro Hevia Lorenzana, Caja 749.

478
Consumos y apariencias de la burguesía leonesa… Juan Manuel Bartolomé Bartolomé

Los primeros años del siglo XIX, 1800-1824, nos mostrarán una tendencia hacia la transición en los
espacios, y los mobiliarios y la decoración de los mismos.
Las alcobas, tanto las principales, como las muy escasas secundarias, se siguen caracterizando por la
sencillez, ya que aparte de acoger el lecho cotidiano principal, los cuales siguen teniendo menos
colchones y ropa que en la burguesía comercial, y también alguna cama o catre más secundaria, lo
que predomina son los muebles de guardar la ropa tanto la personal como la de cama y casa, sobre
todo baúles, con medias de 1,6 baúles. En cambio, siguen siendo muy escasas las piezas más íntimas:
mesitas de noche, etc., y también la decoración se reduce a los ya imprescindibles crucifijos o de
forma más curiosa a un retrato del Santo Pontífice 57.
De ahí, que sean las salas principales, o el ya especificado como “salón” 58, donde se lleven a cabo las
mutaciones más relevantes 59. Así, se aprecia como se van introduciendo novedades en las piezas del
mobiliario y en la decoración que coexisten sin grandes traumas con las tradicionales, no llegando
todavía a la situación de eliminar los elementos antiguos para buscar una mayor sencillez según los
nuevos gustos burgueses. De este modo, junto a las mesas, preferentemente de nogal, ya van
despareciendo los taburetes, los cuales son inexistentes en la muestra, que son sustituidos por las
sillas, las cuales significan el 22,1% del total - sillas en general de paja que se diferencian por el
género: de hombres y de mujeres y por el tamaño: grandes y chicas-. Harán su aparición los sillones
de tripe. Y en la decoración convivirán los cuadros e imágenes religiosas de bulto completo- La
Virgen, San José y un Eccehomo de talla- y las cornucopias con espejos, algún reloj y rinconeras (el
60% del total). Por lo tanto, asistimos a un estadio intermedio donde la alta polivalencia de las salas
principales anteriores se va reduciendo, convirtiéndose más en espacios de recepción de visitas y de
ocio, tal como lo demuestra que ya aparezca una mesa de juego60 .
Los años que van desde 1825 a 1849 son sin ninguna duda los de asentamiento definitivo de las
novedades en el consumo del mobiliario y de la decoración de las estancias, al igual que sucedía con
las familias de la burguesía comercial. Éstas llegan principalmente a través de las “salas principales”
invadiendo poco a poco el resto de las dependencias 61. De ahí, que sean las salas principales los
espacios preferidos destinados a la relación social de la burguesía administrativa y de profesiones
liberales, jugando ya un papel relevante no sólo el recibimiento de visitas y la conversación sino
también las actividades de ocio. Como consecuencia de esta menor polivalencia de estos espacios
más privilegiados observamos como, por un lado, los muebles que existen se reducen en cuanto al
número, posibilitando la mayor presencia y estancia humana. Y, por otro lado, la coexistencia
anterior entre novedades y piezas tradicionales deja ya definitivamente su lugar a las innovaciones,
las cuales están ya en la línea de los gustos de la moda burguesa. Así, lo que predominarán son ya
muebles como las cómodas, los tocadores, los sofás - el 80% de los mismos aparecen en estos años-
las mesas, las sillas –el 50% del total de las existentes en toda la muestra- , las rinconeras y las mesas
de juego 62. Al mismo tiempo se producen también cambios en la decoración: relojes, espejos,

57 El cual se localiza en la alcoba del ya referido don Francisco Díez Campomanes:” un retrato del Santo Padre actual en
su marquito en dos reales”. [Ibídem].
58 Ya se le denomina así en el inventario de la nueva casa que construyó don Joaquín Álvarez Escaja. Id., Felipe Morala

Rodríguez, Caja 1065.


59 Al igual se sucedía con la burguesía comercial.
60 En el salón de don Joaquín Álvarez Escaja. A.H.P.L., Felipe Morala Rodíguez, Caja 1065.
61 Es lo mismo que se ha apreciado en Lisboa en las casas de los comerciantes. N.L. MADUREIRA, Lisboa 1740-

1830[...], op. cit., pp. 132-134.


62 Sobresaliendo las “dos mesas de juego de nogal” que hay en la sala principal del arquitecto don Fernando Sánchez

Pertejo en 1840. A.H.P.L., Félix de las Vallinas, caja 1135. Esta transformación del espacio de los salones es la ya
indicada en los comerciantes de Lisboa. [Ibídem, p.129].

479
Consumos y apariencias de la burguesía leonesa… Juan Manuel Bartolomé Bartolomé

floreros, rinconeras, y cuadros de historia 63 o de los dueños de la casa 64- el total de cuadros de
temática profana son de estos años-, que todavía conviven con los religiosos y algún crucifijo 65 .
En definitiva, son los mismos cambios que los apreciados en los salones y las salas principales de la
burguesía comercial, pero con la particularidad de que son menos intensos que los de las familias de
comerciantes de origen catalán asentados en León.
A su vez, cuartos, bien “junto a la cocina” o “cuartos del medio”, se convierten no sólo en lugares
de descanso o de trabajo, con la existencia de catres, archivos, tableros para dibujar, sino que
también se destinan al ocio: tableros para jugar a las damas, caja con el juego de lotería 66.
Las alcobas, en cambio, no ofrecen grandes innovaciones en el mobiliario, ya que siguen siendo sus
funciones más importantes las de albergar el lecho matrimonial y alguno secundario y las de guardar
ropa. Pero tampoco se aprecian piezas ligeras que son signos de intimidad, tal como sucedía en
Lisboa, tales como las mesitas de noche, de té o de juego. E incluso, en el mobiliario que se destina a
la función de guardar la ropa no hay importantes novedades, en cuanto que lo que predominan son
las arcas y sobre todo los baúles, que puede ser debido al tipo de profesión más provisional, y en
cambio son muy escasas las papeleras, con una media por alcoba que no llega a la unidad, e
inexistentes los armarios 67. No obstante, en la decoración junto a la preeminente religiosa destacan
los cuadros de temática profana - los cuales representan el 81,1% del total de cuadros de toda la
muestra analizada, algún farol y reloj de pared.
En cambio, serán más bien “los cuartos dormitorio” donde hay más papeleras, cómodas e incluso
algún tocador hace acto de presencia 68.
Los cuartos de despacho no experimentan la evolución que hubiésemos esperado, debido a la
conexión tan fuerte con sus profesiones. Al contrario, siguen siendo espacios muy tradicionales, los
cuartos de estudio ya analizados, y únicamente sobresale la existencia ya de armarios, que a pesar de
no especificarlo nos imaginamos se dediquen a guardar papeles y libros 69.
Asimismo, llama la atención que no existan espacios dentro de la casa de la burguesía administrativa
y de profesiones liberales que reciban la denominación de “comedores”, a diferencia de los
negociantes y mercaderes de Lisboa o de los propios leoneses. De este modo, en la muestra que
disponemos de inventarios postmortem, no se menciona en ningún momento el comedor, lo que
significa la ausencia de esta pieza doméstica tan propia de las modas burguesas y que la comida se
seguía realizando, como era tradicional, tanto en la cocina, donde hay mesas y escaños, como el resto
de dependencias de la casa bien cuartos o salas.

63 En las paredes de sala principal de don José González Luna, procurador de causas, se inventarían tres cuadros de

historia, uno de ellos de Napoleón, A.H.P.L., José Casimiro Quijano, Caja 903.
64 Como un “retrato del difunto”, el cual había sido el arquitecto don Fernando Sánchez Pertejo, tasado con el marco en

50 reales. Id., Félix de las Vallinas, Caja 1135.


65 En la sala principal de don Julián López haya 13 cuadros religiosos (seis del “Casto José”, en cobre con cristales

tasados en 400 reales) y un crucifijo de marfil valorado en 100 reales. [Ibídem].


66 Como sucede, por ejemplo, en el cuarto de don Fernando Sánchez Pertejo, arquitecto, en 1840, donde hay una mesa

de nogal, cinco sillas, dos catres, un archivo de nogal, dos baúles, un tablero para dibujar y otro para jugar a las damas.
[Ibídem].
67 Como hemos visto tan importantes en el París del siglo XVIII. ROCHE D., Le peuple de […], op. cit., pp. 149-150
68 Como en “el dormitorio de la viuda” de don Fernando Sánchez Pertejo, donde hay un tocador pintado de encarnado.

A.H.P.L., Félix de las Vallinas, Caja 1135.


69 Cerrado con alambrera o de “chopo pintado de encarnado con filetes blancos”. Id., José Casimiro Quijano, Caja 903

480
Consumos y apariencias de la burguesía leonesa… Juan Manuel Bartolomé Bartolomé

Finalmente, los gabinetes sí que estarán presentes pero no como una pieza de uso exclusivo
femenino y con el mueble tan típico del momento: los canapés, sino más bien como lugar de
trabajo 70.
Las familias que residen en las villas, Ponferrada, mostrarán las mismas tendencias ya descritas, pero
con la particularidad de que, por una parte, su relevancia será menor, y por otra, de la mayor
convivencia con elementos tradicionales 71. De este modo, serán las estancias destinadas a las alcobas
principales y particularmente las “salas principales” donde se introducirán las novedades en el
mobiliario y en la decoración, y según la cronología ya dibujada. Un elemento destacado es la
existencia del “comedor” que habíamos echado de menos en las familias de la ciudad72.

CONCLUSIONES
La estancia más privilegiada de la casa en las familias burguesas de la provincia de León es el salón o
también denominado “sala principal”, el cual desplazará definitivamente a la tradicional sala con
estrado y se convertirá en todo un símbolo de la nueva moda burguesa frente a las tendencias
aristocráticas.
Además, dicho espacio, al igual que sucedió en Lisboa, será el adecuado para que las familias
burguesas, den a conocer sus nuevos gustos con la compra de nuevas piezas de mobiliario, las de
moda burguesa, y también con la simplificación de las mimas y su ordenación en el espacio.
El resultado, en definitiva, será unos salones o salas principales destinados exclusivamente para el
descanso familiar, la relación social o el ocio, abandonando la función polivalente que tenían los
salas, bien con estrado o sin estrado, anteriores.
La decoración de los salones o salas principales seguirá la misma tendencia con la llegada de piezas
del gusto de la burguesía: espejos de medio cuerpo, relojes, rinconeras, quinqués, etc., que convivirán
todavía con cuadros de temática preferentemente religiosa, pero donde ya no tendrán cabida las
imágenes religiosas de bulto completo o los escaparates.
Aunque con menor intensidad también las otras dependencias de las familias burguesas nos
mostraran la introducción de novedades en las piezas y la decoración: armarios, cómodas, canapés,
relojes, espejos, juegos de mesas, etc.
No obstante, a nivel provincial se debe remarcar que las novedades descritas son, por una parte,
más visibles en las familias burguesas que viven en la ciudad de León que en las villas de la provincia.
Y, por otra parte, en cuanto al ritmo de asunción de las modas descritas llegarán primero en las
familias de profesiones liberales y sobre todo funcionarios, en la segunda mitad del siglo XVIII,
pero, con la particularidad, de que la primera mitad del siglo XIX perderán intensidad respecto a las
familias de comerciantes y especialmente los de origen catalán asentados en la ciudad de León.

70 Tal como lo demuestra la existencia de mesas, sillas, escribanías, caperos y hasta un “mapa de España” que hay en el

gabinete de don José González de Luna, en 1849. [Ibídem].


71 Por ejemplo, la presencia todavía de catres de madera entre los muebles de la sala principal, como sucede con don

Manuel Sánchez Romero, contador de las rentas reales de Ponferrada. [Ibídem].


72 Lo hallamos en don José de Gago y García, denominándolo “sala del comedor”. El cual, exceptuando la mesa y ocho

sillas de paja, parece un recinto sagrado, ya que está repleto de imágenes y cuadros religiosos (Crucifijos, Niños Jesús), no
faltando un escaparate de armazón. Sólo los cinco mapas del Combate de Tolón escapan al ambiente sacro. [Ibídem].

481
Entre lo tradicional y lo moderno… Elena Martínez Alcázar

ENTRE LO TRADICIONAL Y LO MODERNO: LA ROPA INTERIOR EN EL


ENTORNO MURCIANO (1759-1808)
Elena Martínez Alcázar
Universidad de Murcia

INTRODUCCIÓN
La llegada de los Borbones a España en el siglo XVIII produjo una serie de cambios en las
costumbres que se manifestaron en varios ámbitos del transcurrir diario, fundamentalmente entre las
clases pudientes. En Francia, el placer por la sociabilidad, el hedonismo, el mayor protagonismo de
la mujer en los espacios públicos y el auge de las modas y el lujo, hicieron que todo lo relacionado
con la apariencia exterior se atendiera con mayor esmero que en etapas precedentes.
La adopción de los usos a la francesa comenzó en la corte y en algunas zonas portuarias de
gran actividad comercial como Cádiz y Cataluña 1. Sin embargo, los indicios de apertura e influencias
del país vecino empezaron a evidenciarse tempranamente también en otras ciudades como Murcia, a
juzgar por las críticas del obispo Belluga a su llegada a la Diócesis cartaginense en los primeros años
del siglo XVIII sobre el lujo imperante, la relajación de costumbres y la ostentación de las modas
exógenas, principalmente de parte de las mujeres 2. Superados los problemas de etapas anteriores
˗epidemias, malas cosechas y dificultades económicas˗, Murcia se abría a las novedades que llegaban
de fuera. Los acaudalados asumieron una serie de ideales, modas y entretenimientos que les
agradaban y casaban con el estilo de vida que creían merecer tras haber solventado las dificultades
precedentes 3. A lo que se sumó la remodelación del trazado urbano, incorporando avenidas, plazas y
paseos convertidos en centros de reunión, áreas para el comercio y vías para la exhibición, por los
que transitaban diversos tipos sociales y se difundían las modas 4.
Los estudios realizados en diferentes áreas españolas denotan que los cambios en cuanto a
modas se produjeron de manera paulatina desde la primera mitad del Setecientos. En los inventarios
de bienes de la nobleza es habitual hallar prendas y accesorios según la moda en boga. Pero en las

1 Alberto ROMERO FERRER, “La apariencia y la cultura como formas de inversión de capital en la sociedad gaditana
del siglo XVIII” en Actas del Congreso Internacional sobre Carlos III y la Ilustración, vol. III, Madrid, Ministerio de Cultura,
1989, pp. 397-416. Lidia TORRA FERNÁNDEZ, “Cambios en la oferta y la demanda textil en Barcelona (1650-1800)”
Revista de Historia Industrial, nº 22, 2002 pp. 20-24.
2 Luis BELLUGA, Carta pastoral que el Obispo de Cartagena, escribe a los Fieles de su Diócesis a cada uno en lo que le toca, para que

todos concurran a que se destierre la profanidad de los trages, y varios, e intolerables abusos, que ahora nuevamente se han introducido,
Murcia, Jayme Mesnier, 1711. Sobre las críticas de Belluga a las modas y usos exógenos véase Isabel GÓMEZ DE
RUEDA, “La espada que mata las almas”, en Cristóbal BELDA NAVARRO (dir.), Luis Belluga y Moncada. La dignidad de
la púrpura, Murcia, Fundación Cajamurcia, 2006, pp. 105-123.
3 Manuel PÉREZ SÁNCHEZ, “Reflejos del discurso aristocrático en una sociedad periférica: el caso de Murcia y

Francisco Salzillo”, en Rosa PEREDA DE CASTRO y Sofía RODRÍGUEZ BERNIS (dirs.), Afrancesados y anglófilos. La
relación con la Europa del progreso en el siglo XVIII. Actas digitales de las reuniones científicas celebradas en el Centro
Cultural de la Villa, Madrid, 2008.
4 Cristóbal BELDA NAVARRO y Elías HERNÁNDEZ ALBALADEJO, Arte en la Región de Murcia. De la reconquista a la

Ilustración, Murcia, Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, 2006, pp.345-354; Antonio PEÑAFIEL RAMÓN,
Los rostros del ocio. Paseos y paseantes públicos en la Murcia del Setecientos, Murcia, Universidad de Murcia, 2006.

483
Entre lo tradicional y lo moderno… Elena Martínez Alcázar

relaciones de bienes de la burguesía, este tipo de enseres no fueron habituales hasta la primera mitad
del siglo XIX, lo que no significa que no tuvieran acceso a los mismos con anterioridad, pues desde
la segunda mitad del XVIII se observan ciertos cambios en los hábitos de consumo de las clases
medias 5. Fue precisamente en esa época cuando en el área murciana las modas exógenas se
asentaron y extendieron a otros sectores de población como altos funcionarios, maestros de oficios
o comerciantes enriquecidos, fundamentalmente a partir de la década de los setenta, según se
desprende de la documentación notarial.
Durante los reinados de Carlos III y Carlos IV las influencias francesas convivieron con las
inglesas en el vestir. A finales de siglo la hegemonía de Francia comenzó a disminuir por el poder
que había ido adquiriendo Inglaterra en el terreno marítimo, comercial y económico. Como había
sucedido con el país galo, la preeminencia inglesa hizo que se difundieran a otras potencias sus
corrientes de pensamiento, modas y usos. Además, la funcionalidad y comodidad de los trajes de las
clases altas inglesas, derivadas de una forma de vida en contacto con la naturaleza, alejada de la corte,
casaba con los ideales enaltecidos por la corriente neoclásica. En los últimos años del reinado de
Carlos IV se produjo un cambio de gusto que impregnó las artes y que también alcanzó el imperio
de las modas y el cuidado del cuerpo, por lo que el espectro de modelos indumentarios aumentó y
cambió en los albores del siglo XIX.
No obstante, si hay algo que caracterizó el aspecto de los individuos fue la convivencia
entre los modelos para ataviarse autóctonos y los extranjeros, lo que provocó un rico eclecticismo en
el vestir. Algo coherente en una sociedad que se debatía entre lo tradicional y lo moderno, sin
olvidar la exaltación del casticismo que se produjo a mediados del siglo XVIII entre las clases
populares como reacción ante la invasión de tendencias exógenas y que suscitó la atención de
determinados personajes de la élite, asumiendo el majismo como si de una moda más se tratase 6. Una
coexistencia que también se produjo en la ropa interior, en aquellas prendas que, ocultas total o
parcialmente a la vista, servían para lucir adecuadamente las exteriores, varias de las cuales fueron
transformando el talle de los individuos conforme se sucedían las modas.
Antes de analizar las prendas interiores que se utilizaban en el ámbito murciano durante
esta época 7, hay que tener en consideración que la ropa íntima estuvo directamente relacionada con
el tipo de limpieza corporal que se mantuvo prácticamente a lo largo de toda la Edad Moderna, es
decir, con la noción seca de la higiene. Temida el agua por su capacidad de transmitir enfermedades
y dolencias, se desarrollaron otras prácticas para conservar el cuerpo limpio. Principalmente adquirió
relevancia la cuestión de aislar al cuerpo de los agentes externos mediante la ropa interior, en la
creencia de que este tipo de prendas bastaban por sí mismas para recoger las secreciones corporales 8.
De esta forma, la camisa fue el artículo más importante para hacer frente a la suciedad corporal, ya

5 Daniel MUÑOZ NAVARRO, “Espacios de consumo en la Valencia preindustrial. Notas para la historia de la
comercialización en la España moderna”, en Daniel MUÑOZ NAVARRO (ed.), Comprar, vender y consumir. Nuevas
aportaciones a la historia del consumo en la España moderna, Valencia, Universidad de Valencia, 2011, pp. 99-120; Juan M.
BARTOLOMÉ BARTOLOMÉ, “Inventarios post-mortem, cultura material y consumo en León durante la Edad
Moderna”, en Isabel DOS GUIMARÀES SÀ, y Máximo GARCÍA FERNÁNDEZ (dirs.), Portas adentro: comer, vestir e
habitar na Península Ibérica (ss. XVI-XIX), Valladolid, Universidad de Valladolid y Universidad de Coimbra, 2010, p. 198;
Rosa M. DÁVILA CORONA y Máximo GARCÍA FERNÁNDEZ, “El consumo de productos textiles en Valladolid,
1750-1850”, Investigaciones Históricas, nº 21, 2001, pp. 135.
6 Carmen MARTÍN GAITE, Usos amorosos del dieciocho en España, Barcelona, Anagrama, 2005, pp. 76-77.
7 El estudio se basa en el análisis de cartas de dote, testamentos e inventarios de bienes incluidos en torno a doscientos

protocolos notariales expedidos en Murcia, Caravaca y Cartagena.


8 María A. ORTEGO AGUSTÍN, “Discursos y prácticas sobre el cuerpo y la higiene en la Edad Moderna”, Cuadernos de

Historia Moderna. Anejos, nº 8, 2009, p. 77; Juan M. BARTOLOMÉ BARTOLOMÉ, “Condiciones de vida y privacidad
cotidiana del campesinado leonés de Tierra de Campos: la comarca de Sahagún en el siglo XVIII”, en Francisco
NÚÑEZ ROLDÁN (coord.), Ocio y vida cotidiana en el mundo hispánico en la Edad Moderna, Sevilla, Universidad de Sevilla,
2007, p. 410.

484
Entre lo tradicional y lo moderno… Elena Martínez Alcázar

que permitía enjugar el cuerpo del sudor, evitando que se criaran parásitos 9. Investigadores como
Herranz Rodríguez hallaron en los inventarios de bienes madrileños del siglo XVIII piezas de cuero
o tela engomada que se cosían debajo de las axilas para evitar las manchas de sudor 10.
La camisa no era la única prenda en contacto directo con el cuerpo. Generalmente, a la
ropa interior se le denominaba “mudado” y se componía de camisa y calzoncillos o de camisa y
enaguas, según se tratara de hombres o mujeres. No obstante, en la documentación notarial era
habitual que no se mencionase de qué piezas se componía, con expresiones del tipo: “tres mudados
de muchacho”, “seis mudados de ropa blanca”, “diez y seis mudados de hombre a medio coser”,
“mudado de lienzo ordinario”, “un mudado entero”, etc. Motivo por el que se ha estimado
conveniente analizar las prendas interiores que se incluían en los apartados de “ropa blanca” de los
inventarios de bienes, según la parte del cuerpo en las que se colocaban. Es importante destacar que
no todas las relaciones de bienes contaban con estas divisiones, apareciendo toda la vestimenta del
finado sin distinción entre prendas interiores, exteriores o de complemento. A lo que se añade la
cuestión de que ciertas piezas indumentarias medianeras también podían lucirse como exteriores.

EN EL BUSTO
Hombres, mujeres y niños usaban la camisa directamente sobre el cuerpo. En el caso de los
varones a veces se denominaba “camisón11” por tratarse de ejemplares más anchos y largos que los
femeninos 12. Aunque pudieron usarse para dormir –al igual que el resto de camisas–, no era ésta su
función habitual. En Murcia a las piezas para la noche se les denominaba “camisas de dormir”, si
bien, no son muy frecuentes, comenzando a aparecer a finales del Setecientos: “quatro camisas de
lienzo ordinario de dormir” en noventa y seis reales 13. También se citan camisetas, caracterizadas por
ser más cortas que las camisas y llevar las mangas más anchas 14.
Por la consideración que se tenía de la camisa como útil de limpieza, era necesario
mudársela a menudo para desprenderse de las sustancias que había recogido. A principios del siglo
XVIII todavía era habitual que las personas con escasos recursos apenas contaran con una o dos
camisas, pero en la segunda mitad ya tenían una media de entre tres o cuatro camisas las más
humildes y variedad de ellas las más pudientes 15. Por ejemplo, Francisco Sien Morente, maestro de
obra prima, contaba a su fallecimiento con “cinco camisas viejas”, “una camisa nueva”, “una camisa
a medio usar” y “una camisa de lienzo gordo”, apreciadas en ciento un reales de vellón16. Por su
parte, el Académico y teórico del arte Diego Antonio Rejón de Silva disponía de “doce camisas finas
ya usadas y con piezas en cien y veinte reales”, “seis camisas finas pero menos usadas en cien y

9 Rafaella SARTI, “Las condiciones materiales de la vida familiar” en David I. KERTZER y Marzio BARBAGLI
(comp.), La vida familiar a principios de la era moderna (1500-1789), vol. I, Barcelona, Paidós, 2002, p. 68.
10 Concepción HERRANZ RODRÍGUEZ, “Moda y tradición en tiempos de Goya”, en Natacha SESEÑA (comp.),

Vida cotidiana en tiempos de Goya, Madrid, Sociedad Estatal Goya, 1996, p. 74.
11 Las fuentes del siglo XVI y XVII describen el camisón como una prenda de uso exclusivo masculino. Antonio CEA

GUTIÉRREZ, “La indumentaria en el refranero de Correas. Retrato y caricatura de la España del siglo XVII”, en María
I. MONTOYA RAMÍREZ (ed.), Moda y sociedad. La indumentaria: estética y poder, Granada, Universidad de Granada, 2002,
p. 116.
12 No obstante, son más frecuentes las “camisas de hombre”. También hay “camisas de mujer” y “camisas de

niño/niña”.
13 Archivo Histórico Provincial de Murcia [AHPMU], Sección Protocolos Notariales, Signatura 2381, ff. 1160r-1196v.

(Murcia, 27 de febrero de 1797).


14 RAE, Diccionario de la Lengua Castellana, Madrid, Viuda de Joaquín Ibarra, 1803, p. 162.
15 En las clases bajas de París la cantidad de ropa blanca y prendas de vestir se triplicó en el Setecientos con respecto a

etapas precedentes. Daniel ROCHE, Histoire des choses banales: Naissance de la consommation XVIIe-XIXe siécle, París, Fayard,
1997, p. 230.
16 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 4284, f. 414v. (Murcia, 27 de junio de 1806).

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Entre lo tradicional y lo moderno… Elena Martínez Alcázar

ochenta reales” y “veinte y un camisas casi nuevas de la misma calidad en mil doscientos sesenta
reales” 17. Esta circunstancia contradice los comentarios de determinados extranjeros que visitaron el
país. A mediados de la centuria un viajero anónimo decía: “Su suciedad es singular. Su ropa
contribuye mucho a ello. Hay multitud de gentes hasta ricas que no tienen más que una camisa; se la
ponen nueva y la dejan seis meses sobre su cuerpo, hasta que se les cae de sucia 18”.
De igual forma, este incremento en el número de camisas se advierte en el importante peso
que adquirieron las “nuevas” o “sin estrenar” en los inventarios y cartas de dote de finales del siglo
XVIII. Hecho que también se constata en otro tipo de prendas como medias, ligas, enaguas, cotillas,
almillas, jubones, casacas, pantalones, zapatos, zagalejos, basquiñas, mantos, mantillas, paletinas o
delantales, no solo entre las altas esferas, sino también entre gentes menos pudientes. Si bien, entre
estos estratos, lo habitual es que predominaran entre sus bienes camisas “viejas”, “usadas”,
“remendadas”, “a medio traer” o “a medio servir”, junto a alguna camisa nueva y varas de tejidos
para componerlas personalmente 19. Tejidos que también aparecen en los documentos pertenecientes
a las clases medias y altas, lo que probablemente habría que relacionar con la costumbre de contratar
a sastres, roperos o costureras, individuos cuya labor fue en auge a lo largo del periodo, debido a la
relevancia concedida a la apariencia y la moda. Nicolasa Donante en su declaración de los gastos que
había sufragado de su propio caudal para vestir a sus hijos desde el fallecimiento de su marido Diego
Guillén García Valladolid, jurado del Ayuntamiento de Murcia, se hallaban “quarenta y tres reales
que gasté en junio para una camisa”, “treinta y cinco reales para una camisa y dos pares de mangas”,
“catorce reales para una vara de gambano” y “ciento y veinte y seis reales para lienzo para
camisas 20”.
Las camisas en el entorno murciano se realizaron principalmente en lienzos. Destacaron el
lienzo casero, lenzal o “caserillo”, el trué, el naval y la crea, aunque también las había de bocadillo,
cotanza, lienzo Romano, granoble, Holanda y de lienzo delgado. Según Ferrandis Mas, este último
género era sinónimo de lienzo de compra o de botiga, por lo que hacía referencia de manera
genérica a aquellos lienzos que se adquirían en los establecimientos, a diferencia de los caseros 21. El
paulatino auge del algodón a finales de siglo parece que en Murcia no fue muy notorio para la
confección de camisas, si bien, son numerosas las ocasiones en las que no se mencionan los tejidos.
Únicamente se han hallado “cinco camisas de algodón”, tasadas en quinientos reales de vellón 22,
“una camisa de zaraza”, estimada en ciento cuarenta y dos reales 23, “una camisa floreada de zaraza”,
en noventa reales24 y algunos modelos de percal, uno de los géneros que más arraigo tuvo en el siglo
XIX 25. Todos los ejemplares citados pertenecen a los primeros años del Ochocientos.

17 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Signatura 2381, ff. 1160r-1196v. (Murcia, 27 de febrero de 1797).
18 Recogido por José GARCÍA MERCADAL, Viajes de extranjeros por España y Portugal: desde los tiempos más remotos hasta
comienzos del siglo XX, t. V, Salamanca, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1999, p. 90.
19 Cuestión también señalada por Máximo GARCÍA FERNÁNDEZ, y Rosa M. DÁVILA CORONA, “Vestirse y vestir

la casa. El consumo de productos textiles en Valladolid (1700- 1860)”, Obradoiro de Historia Moderna, nº 14, 2005, p. 161.
20 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 2872, ff. 382r-387v. (Murcia, 16 de junio de 1798).
21 Vicente FERRANDIS MAS, “La indumentaria del belén, interpretada en los documentos de la época” en Patricio

EGEA GARCÍA, (coord.), La indumentaria murciana en el Belén de Salzillo, Murcia, Grupo Folklórico El Rento, 2007, p.
131.
22 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 4718, ff. 509r-523r. (Murcia, 7 de mayo de 1800).
23 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 4732, ff. 288r-289v. (Murcia, 31 de octubre de 1803).
24 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 4736, f. 451r. (Murcia, 16 de mayo de 1807).
25 El percal y la pana fueron dos géneros de algodón frecuentes en el siglo XIX entre las posesiones de los distintos

estamentos sociales. Rosa M. DÁVILA CORONA y Máximo GARCÍA FERNÁNDEZ, “El consumo de productos
[...], op. cit, pp. 149 y 153; Juan M. BARTOLOMÉ BARTOLOMÉ, “Patrimonios, condiciones de vida y consumo. La
burguesía administrativa y las profesiones liberales en la ciudad de León. 1700-1850”, en Máximo GARCÍA
FERNÁNDEZ (dir.), Cultura material y vida cotidiana moderna: escenarios, Madrid, Sílex, 2013, p. 81; Hortensio SOBRADO

486
Entre lo tradicional y lo moderno… Elena Martínez Alcázar

Las camisas tenían diferentes partes y era común que estuvieran realizadas en lienzos de
distinta índole. Principalmente constaban del cuerpo, árbol o rodo, la parte trasera, las nesgas que
unían el cuerpo con las mangas, las mangas y bocamangas, las haldas, vuelos o faldas y el cabezón.
Dependiendo de la zona de la pieza que quedara más o menos visible, los géneros eran de mayor o
menor calidad. En la documentación hay variedad de ejemplos: “cuatro camisas nuevas, y dos a
medio traer, las aldas de cañamo, los cuerpos de crea y las mangas de true 26”, “quatro arboles de
camisa de lienzo tramado” y “un par de mangas de granoble 27”, etc. Es habitual que aparezcan
camisas de “lino con lino”. Seguramente se tratase de ejemplares de lino de diversas índoles,
reservando los mejores para mangas, pecheras y, tal vez, cuellos, habida cuenta de la relevancia que
se daba a todo aquello que se veía en público. Por tanto, se trataba de prendas en las que también se
detentaban las diferentes tendencias indumentarias. Por ejemplo, la hija del Marqués de Salas llevó a
su matrimonio “quarenta y ocho camisas de olanda para señora sin mojar cosidas de última moda”,
valoradas en cinco mil cuarenta reales, junto a “quarenta y ocho enaguas de olanda guarnecidas de
muselina fina y costura de moda” en cuatro mil trescientos veinte reales de vellón 28.
A medida que avanzó el siglo comenzaron a distinguirse camisas de interior y de exterior.
Los hombres adinerados disponían de un tipo de camisas denominadas “camisolas” de tejidos más
elegantes y variedad de guarniciones como bordados y encajes que se ponían sobre las interiores 29.
El Visitador Real Francisco de Armona, contaba con treinta y seis camisolas, “las treinta de ellas
bordadas, dos con encajes de Inglaterra y las cuatro restantes lisas”, valoradas en cuatro mil
cuatrocientos reales de vellón 30. Si bien, las mujeres elegantes también disponían de ellas: “Dos
camisolas para señora y cuando se vista de viaje guarnecidas, una de encajes y la otra de muselina”,
en ciento ochenta y cinco reales de vellón31. A principios del siglo XIX comienzan a adquirir
notoriedad las pecheras bordadas, como las “dos camisas de percal bordadas”, “una camisa de naval
con pechera”, “una camisa vieja con pechera bordada” y “una camisa bordada con pechera bordada”
que tuvo Antonio Martínez de Ayala, piloto al servicio del Rey 32. Según relataban los libros de
modas, por aquellos años los hombres distinguidos preferían los bordados a las chorreras en los
pechos de las camisas:
“[…] la camisa, no lleva nada de aquellas guirindolas, y gualdrapas, que hemos usado los
militares contraechos; y en vez de este ridículo adorno, se sobreponen unos pequeños
pechos de linon, musolina ó lienzo muy exquisito, atados á la espalda por el cuello, y por
cima del ombligo: estos se plegan finamente de arriba á abaxo y con igualdad, y en el lugar
que injustamente usurpaba la chorrera, se pone un bordadico blanco, de oro, lentejuela, ó
colores, al gusto y arbitrio de cada profesor” 33.
En el busto, hombres y mujeres acostumbraban a colocarse determinadas prendas que,
sobre la camisa y bajo las piezas exteriores, servían tanto de abrigo como para realzar la figura. Lo
más usual es que no llevaran mangas y estuvieran realizadas en lienzo o algodón blanco. Eran estas
las características que presentaban los justillos y jubones interiores, además de quedar ceñidos al
torso. Estas prendas eran las más utilizadas por los hombres. Aunque las mujeres también hacían

CORREA, “Los inventarios post mortem como fuente privilegiada para el estudio de la historia de la cultura material en la
Edad Moderna”, Hispania, vol. 63, nº 215, 2003, p. 858.
26 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 7776, f. 74r. (Caravaca, 4 de julio de 1804).
27 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 4708, ff. 494r-533v. (Murcia, 27 de febrero de 1801).
28 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 6075, f. 46v. (Cartagena, 1 de febrero de 1785).
29 Consolación GONZÁLEZ CASARRUBIOS, Indumentaria, música y danza popular en la comunidad de Madrid, Madrid,

Comunidad de Madrid, 2003, p. 44.


30 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 6176, sin foliar [s. / f.] (Cartagena, 27 de septiembre de 1764).
31 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 6075, f. 46v. (Cartagena, 1 de febrero de 1785).
32 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 4593, f. 268r. (Murcia, 11 de julio de 1808).
33 Luis S. BADO, El libro a gusto de todos, ó sea, colección de cartas apologéticas de los usos, costumbres y modas del dia, Murcia, Juan

Vicente Teruel, 1800, p. 13.

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Entre lo tradicional y lo moderno… Elena Martínez Alcázar

uso de ellas, disponían de más piezas semi-interiores como cotillas, almillas, armadores o monillos,
con características bastante similares entre sí.
Como el jubón era también una prenda exterior con mangas y botonaduras, usada por
ambos sexos, en los documentos a veces se mencionan “jubones interiores”. Por ejemplo, entre las
prendas de ropa blanca que Doña Felipa Chumacero y Moscoso tenía a su fallecimiento se hallaban
“quatro jubones interiores”. En contraposición a estos ejemplares, disponía de una veintena de
jubones exteriores de varios colores, ricamente guarnecidos con cintas, blondas, bordados, felpillas y
encajes34.
Hubo otras prendas de busto que reflejaban los cánones de belleza y la asunción de las
modas extranjeras. Los ajustadores del torso o cotillas, aunque usados principalmente por mujeres,
también eran utilizados por los petimetres, como se refería en un artículo de la prensa murciana
dedicado a estos personajes: “El Jubón (ó la Cotilla / mas naturalmente hablando) / tanto oprime
sus entrañas / que jamás padecen flato35”. En la mayor parte del siglo XVIII las líneas sinuosas y
curvilíneas imprimieron de modernidad y elegancia el talle de las aristócratas. Ni la extrema delgadez
ni la gordura estaban bien vistas, pues la hermosura femenina residía en la proporción de las
formas 36. El pecho y las caderas habían de ser voluptuosas, no así la cintura, como extremo de unión
entre las dos partes más sensuales del cuerpo de la mujer. Para conseguir este efecto se difundió el
uso de los cuerpos interiores emballenados, denominados fundamentalmente “cotillas” y, a finales
de siglo, “corpiños”.
Las cotillas interiores –pues también las había exteriores– no llevaban mangas, presentaban
varillas de ballena, hierro o acero37 y estaban realizadas en lienzos y en sedas como damasco, tafetán
o espolín. Podían cerrarse por delante con ojetes o por detrás con cordones –“cotilla color de rosa
con su cordon y clavete de plata 38”˗ y elevaban generosamente el pecho femenino, lo que suscitó las
críticas de religiosos y moralistas. La moda a la francesa de los escotes pronunciados convirtió a esta

34 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 7761, ff. 478v- 479v. (Caravaca, 13 de noviembre de 1808). Estas
piezas medianeras también se recogen en los inventarios de bienes masculinos. En el apartado de ropa blanca de la
partición de los bienes de Francisco González se incluyeron: “un jubón de algodón usado” y “tres jubones de lo mismo
usados de buen servicio”, junto a calzoncillos, varios camisones, medias y calcetas. AHPMU, Sección Protocolos
Notariales, Legajo 2947, ff. 103r-156v. (Murcia, 6 de febrero de 1771).
35 Diario de Murcia, 74, 13 de julio de 1792, p. 292. Los varones utilizaban la cotilla para adecuarse a la postura refinada

que exigían las normas sociales de la época y los manuales de modas, la cual consistía en mantener los brazos echados
hacia atrás, permaneciendo rígido y erguido. Margarita TEJEDA FERNÁNDEZ, Glosario de términos de la indumentaria
regia y cortesana en España. Siglos XVII y XVIII, Málaga, Universidad de Málaga, Real Academia de Bellas Artes de San
Telmo, 2006, p. 198. El uso de estas prendas propias de la mujer forma parte de la asimilación de las conductas
femeninas que la literatura atribuyó a los petimetres desde principios de siglo. Véase Álvaro MOLINA, Mujeres y hombres
en la España ilustrada. Identidad, género y visualidad, Madrid, Ensayos Arte Cátedra, 2013, pp. 374-378; Álvaro MOLINA y
Jesusa VEGA, “Vistiendo al nuevo cortesano: el impacto de la «feminización”, Nicolás MORALES y Fernando
QUILES, (eds.), Sevilla y Corte. Las Artes y el Lustro Real (1729-1733), Madrid, Casa de Velázquez, 2010, pp. 165-175. Hay
que tener en cuenta que en las fuentes se usaba el estereotipo del petimetre para satirizar los excesos de la moda, por lo
que determinadas prendas con las que se les describían eran exageraciones con respecto a las que realmente utilizaba la
sociedad.
36 Sofía RODRÍGUEZ BERNIS, “Cuerpo, gesto y comportamiento en el siglo XVIII”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie

VII, Historia del Arte, nº 20-21, 2007-2008, p. 144.


37 En la documentación notarial murciana las descripciones de las cotillas son bastante parcas. A veces no se especifica ni

el material ni el color y son pocas las referencias a los varillajes. Únicamente se mencionan algunas cotillas
“emballenadas” o “con ballenas”. También aparece el término “media cotilla”, que tal vez hiciera alusión a un modelo
muy ceñido o estrangulado.
38 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 4718, ff. 838r- 847v. (Murcia, 4 de septiembre de 1801). La cerradura

trasera de las cotillas llegó a España de Inglaterra en la década de los setenta. Las francesas llevaban el cierre en la parte
delantera. Rocío PLAZA ORELLANA, Historia de la moda en España. El vestido femenino entre 1750 y 1850, Córdoba,
Almuzara, 2009, pp. 40-41.

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Entre lo tradicional y lo moderno… Elena Martínez Alcázar

moda en indecente: “Una moza morena / llegó a sus plantas, de pecados llena, / con ojos
tentadores, talle liso / y una tetas que hicieran caer a Cristo, / pues conforme a la moda, / ya en
taparlas ninguna se incomoda 39”. Además, por la opresión de los senos que provocaba, se estimaba
perjudicial para la salud, pues, como indicaba Martínez Galinsoga, primer médico de Cámara de la
Reina:
“Los músculos ó carnes que por desgracia están contenidos entre dos cuerpos tan duros
como son un hueso y la cotilla, cuyas partes están en movimiento, ¿qué tortura, qué frotamiento, qué
colision, qué aplastamiento, no sufrirán? ¿qué harán los nervios sino cerrarse? ¿quántas finas arterias
no se obliterarán? 40”.
Se decía que estas deformaciones del vientre femenino también causaban malformaciones
en el feto e incluso provocaban la esterilidad, lo que convertía a las damas que seguían esta moda en
seres egoístas que, por el único motivo de parecer bien, negaban de nuevos súbditos a la nación.
Esta prenda era símbolo de la ociosidad característica de las clases altas, en tanto que dificultaba el
correcto desenvolvimiento del cuerpo para realizar tareas domésticas o atender a los hijos 41. Por otra
parte, al tratarse de un objeto imprescindible para lucir los trajes importados de Francia, era
susceptible de variar al son que lo hacían los mismos. Esto suponía un incremento en los gastos
familiares, como apuntaba Queipo de Llano en Avisos de una dama á una amiga suya sobre el perjudicial
uso de las cotillas: “los gastos se duplican, / con que por puertas echan / las míseras familias; / pues
tan grande es el luxo / y loca fantasía, / que las cotillas mudan / lo mismo que las camisas; /
ascienden las hechuras / á sumas infinitas, / porque en los cotilleros / las modas se varían 42”.
La cotilla solía usarse con la bata a la francesa o la polonesa, es decir, con los atavíos
propios de las señoras que iban a los teatros o se exhibían por los paseos y alamedas. Las clases
menos pudientes no podían hacer gala de estos atuendos suntuosos, con complicados armazones
interiores. Su atavío, a grandes rasgos, era sencillo, humilde y cómodo. Para tratar de desterrar el uso
de este constrictor de cinturas, los moralistas comparaban el talle de las mujeres ricas con el de las
plebeyas, remarcando la belleza de lo natural frente a lo artificial. El botánico y agrónomo francés
Rozier, animaba a las gentes del pueblo llano a que no se dejaran cautivar por aquellos artefactos y
siguieran únicamente los dictámenes de la madre naturaleza, pues, aunque con ello no consiguieran
dar a sus hijas una figura fina y elegante, “en cambio les procurarán una buena y sólida salud, capaz
de resistir los trabajos de la maternidad, y á los ojos de los sabios y de los amantes de la bella
naturaleza, las bellas formas serán superiores á los talles delgados y facticios de las ciudades 43”.
Como prendas similares a los justillos y las cotillas, en Murcia eran más habituales las
almillas y los armadores. Si bien, estas piezas podían o no llevar mangas y las mujeres del pueblo
llano las usaban tanto de prenda medianera sobre la camisa, como de exterior. María Antonia
Acosta, hija del Marqués de Salas, contaba entre su ropa blanca de vestir con “seis zagalejos y doce
almillas de cotonia y lienzo fino guarnecidas todas de muselina y costura delicada”, tasadas en tres
mil reales de vellón 44. Otra diferencia con las cotillas era que no solían presentar ballenas. Sin
embargo, se citan ciertas almillas y armadores que también presentaban este tipo de materiales para

39 Félix María de SAMANIEGO, El jardín de Venus. Cuentos eróticos y burlescos con una coda de poesías verdes, Madrid,
Biblioteca Nueva, 2004, p. 169.
40 Mariano MARTÍNEZ GALINSOGA, Demostración mecánica de las enfermedades que produce el uso de las cotillas, Madrid,

Imprenta Real, 1784, pp. XVII y XXIX.


41 Julieta PÉREZ MONROY, La moda en la indumentaria: del Barroco a los inicios del Romanticismo en la Ciudad de México (1785-

1826) , Tesis doctoral, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2001, p. 238.
42 Ignacio MERÁS Y QUEIPO DE LLANO, Obras poéticas, t. I, Madrid, Benito Cano, 1797, pp. 236-237.
43 François ROZIER, Curso completo ó diccionario universal de Agricultura teórica, práctica y económica y de medicina rural y

veterinaria, Madrid, Imprenta de Cámara de S. M., 1799, p. 461.


44 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 6075, f. 46v. (Cartagena, 1 de febrero de 1785).

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Entre lo tradicional y lo moderno… Elena Martínez Alcázar

mayor ajustamiento de la prenda: “armador de tafetán de color de canario, emballenado con


guarnición de lo mismo 45”; “armador acotillado de tafetán encarnado guarnecido 46”.
El término “corpiño” comienza a aparecer en Murcia en los primeros años del siglo XIX 47.
Realizados principalmente en sedas como el raso y el tafetán, solían ser blancos y lisos, aunque
también los había verdes o encarnados y con bordados o lentejuelas. En los diccionarios de la época
se remite a “corpezuelo”, una prenda sin mangas ni faldillas, al estilo de las almillas o jubones sin
mangas 48. En Cartagena, aunque no muy habitual, también se menciona el “monillo” para referir una
prenda interior femenina similar a la cotilla. Los ejemplos hallados estaban confeccionados también
en sedas como espolín, terciopelo o tripe.
No se han encontrado referencias sobre un tipo de corsé pequeño, ligero y transparente
que, según los estudiosos de la ropa íntima, se puso de moda en Francia para lucir los ligeros
vestidos camisa que las damas elegantes llevaron desde finales de siglo por influencia de la estatuaria
clásica greco˗romana 49. Si bien, desde la década de los noventa empiezan a aparecer en la
documentación vestidos de mujer completamente blancos realizados en muselina, cotón, gasa o
linón, varios de los cuales se especifica que eran “nuevos”. A principios del siglo XIX ya comienza a
citarse este atavío propiamente dicho: “camisa vestido a medio coser de muselina blanca
estampada”, estimado en ciento cuarenta reales de vellón 50.

DE LA CINTURA PARA ABAJO


En contacto directo con la piel, los hombres llevaban calzoncillos. Estaban realizados en
lienzos y siempre eran blancos, lo que remite a los zaragüelles. Sin embargo, en la época analizada no
es habitual la última denominación en la documentación notarial. Atendiendo a ciertos grabados del
siglo XVIII y XIX, en Murcia los varones llevaban unos calzones anchos en los que, a modo de
cortapisa, asomaba el borde inferior del calzoncillo blanco 51.
Según los relatos de los viajeros que visitaron la ciudad en el Ochocientos, era habitual que
los trabajadores del campo y la huerta llevaran calzones, zaragüelles o pantalones cortos y blancos,
por lo que los calzoncillos descritos, además de utilizarse como atavío interior, también se usaban
como prendas exteriores entre las clases humildes. Cuando Henry D. Inglis llegó a Murcia en 1830

45 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 2818, f. 411r. (Murcia, 15 de noviembre de 1762).
46 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 4044, f. 150r. (Murcia, 20 de agosto de 1768).
47 En otras zonas como Madrid, desde mediados del siglo XVIII, la palabra “corsé” fue la que sustituyó a “cotilla” en los

inventarios de bienes. Amalia DESCALZO LORENZO, “Modos y modas en la España de la Ilustración”, en


Concepción GARCÍA SAIZ (coord.), Siglo XVIII: España, el sueño de la razón, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores,
2002, p. 176.
48 RAE, Diccionario de la [...], op. cit, p. 238.
49 Lola GAVARRÓN, Piel de ángel. Historia de la ropa interior femenina, Barcelona, Tusquets, 1988, p. 135; Diana

AVELLANEDA, Debajo del vestido y por encima de la piel: Historia de la ropa interior femenina, Buenos Aires, Nobuko, 2007, p.
493.
50 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 4718, ff. 752r-780v. (Murcia, 10 de octubre de 1801).
51 Francisco de SOUSA CONGOSTO, Introducción a la historia de la indumentaria en España, Madrid, Istmo, 2007, p. 271.

Aunque los calzones fueron típicos del traje a la francesa, que terminó imponiéndose en el atuendo civil español tras la
llegada de Felipe V al trono, se trataba de una prenda de origen antiguo, usada como parte del tradicional vestido a la
española, junto con el jubón y la ropilla. Fueron los sustitutos de las calzas cortas y abultadas del siglo XVI y se
incorporaron al atuendo de las diversas clases sociales. Amalia DESCALZO LORENZO, “El arte de vestir en el
ceremonial cortesano. Felipe V”, en Margarita TORRIONE (ed.), España festejante: el siglo XVIII, Málaga, Diputación de
Málaga, 2000, p. 203. Esta tipología de calzón se mantuvo a lo largo del siglo XVIII en el pueblo llano, compartiendo
protagonismo con los modelos más ajustados importados del país vecino. Solía acompañarse de jubón, faja, capa y
montera. Predominaban los colores oscuros como el pardo, el negro y el color de pasa y estaban realizados en paños de
lana, sedas y pieles como el ante y el correal.

490
Entre lo tradicional y lo moderno… Elena Martínez Alcázar

dejó constancia de este uso: “La escena también tenía movimiento porque era mucha la gente que
con calzones cortos blancos, fajas carmesíes y gorras monteras, cruzaban los campos al regresar del
trabajo 52”. En 1846, a Richard Ford también le llamó la atención la blancura de esta prenda: “Los
campesinos, tocados con pañuelos a modo de turbantes y con zaragüelles blancos, parecen, por el
contraste que ofrece la tela blanca contra la piel atezada, tan oscuros como árabes 53”. El carretero de
Murcia que incluyó Antonio Rodríguez en su Colección general de los trages que en la actualidad se usan en
España, principiada en el año 1801 en Madrid, lleva una indumentaria que se corresponde con la que
describían estos viajeros años más tarde: calzón blanco o zaragüel, faja roja, pañuelo en la cabeza,
camisa blanca, chaleco, medias sin pedal, alpargatas y manta al hombro.
Los calzoncillos también se llevaban bajo los calzones típicos del vestido militar o a la
francesa –compuesto de casaca, chupa y calzón–, como se constata en los documentos. Así, José
Monteagudo, jurado del Ayuntamiento de Murcia, que disponía de multitud de calzones, chupas y
casacas de terciopelo, chamelote, rasoliso, paño, lienzo, estambre, espumillón o griseta, tenía “dos
pares de calzoncillos blancos en doce reales” y “un par de calzoncillos blancos de lienzo delgado
buenos en seis reales 54”. Piezas de interior que también aparecen incluidas a principios del siglo XIX
entre las pertenencias de Francisco Segado Narváez, cuando pantalones, chalecos y levitas
comenzaron a introducirse en los guardarropas masculinos, compartiendo protagonismo con las
prendas tradicionales del atuendo a la francesa: “cinco pares de calzoncillos blancos en setenta y
cinco reales” y “un par de calzoncillos en cinco reales 55”.
Por su parte, de la cintura a los pies, las mujeres utilizaban las enaguas como prenda
interior . Refiere Tejeda que el término procede de “naguas”, voz caribeña que hacía alusión a las
56

faldas de algodón usadas por las indias americanas 57. Estas prendas estaban realizadas en lienzos
como el casero, platilla 58, estopilla, crea o lenzal, lienzos más finos como la Holanda y el trué, linos
como la batistilla, la toca 59, el granoble/grenoble 60 o la beatilla, lanas como la bayeta o el chamelote,
algodones y, en menor medida, sedas como la estopa y el filadiz. Podían estar compuestas por una o
varias piezas de tela que se recogían mediante un pliegue en el talle, donde llevaba cintas que,

52 Recogido por Cristina TORRES-FONTES SUÁREZ, Viajes de extranjeros por el Reino de Murcia, t. II, Murcia, Asamblea
Regional y Real Academia Alfonso X el Sabio, 1996, p. 630.
53 Ibídem, p. 696.
54 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Signatura 4045, s. /f. (Murcia, 24 de octubre de 1769). Amelia LEIRA

SÁNCHEZ, “La moda en España durante el siglo XVIII” en Indumenta, nº 0, 2007, p. 87.
55 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Signatura 6397, f. 329v. (Cartagena, 22 de marzo de 1808). Véase Elena

MARTÍNEZ ALCÁZAR, “La influencia de las modas extranjeras en la apariencia de los adinerados murcianos (1759-
1808)”, en José M. ALDEA CELADA et. al (coords.), Los lugares de la Historia. IV Congreso Interdisciplinar de Jóvenes
Historiadores, Salamanca, Hergar Ediciones Antema, 2013, pp. 635-656.
56 Únicamente en una carta de dote se mencionan dos zaragüelles de mujer, uno de serafina y otro de bayetón, detallados

junto a la ropa de uso personal que llevó la implicada a su matrimonio. AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo
2652, f. 230v. (Murcia, 3 de noviembre de 1786). Similares a los pololos, eran una especie de pantalones interiores más
cortos que las enaguas, pues solían llegar por debajo de las rodillas. No comenzó a generalizarse su uso hasta mediados
del siglo XIX entre las mujeres.
57 Margarita TEJEDA FERNÁNDEZ, Glosario de términos […], op. cit, p. 216.
58 “Voz introducida en el siglo XVIII, tomada del francés platille, que designaba al bocadillo, un lienzo de hilo delgado y

basto”. Rosa M. DÁVILA CORONA, Montserrat DURÁN PUJOL y Máximo GARCÍA FERNÁNDEZ, Diccionario
histórico de telas y tejidos castellano-catalán, Salamanca, Junta de Castilla y León, 2004, p. 156.
59 Las tocas eran unos adornos blancos que solían ponerse las mujeres en la cabeza, como lo hacían las viudas o las

monjas. Por extensión también se denominó «toca» al tejido de lino o seda con que se realizaban los mismos. Eran
similares a las beatillas. RAE, Diccionario de la [...], op. cit, p. 840.
60 Se trataba de un lienzo de calidad muy fino que recibía esta denominación por fabricarse en la ciudad saboyana de

Grenoble. Máximo GARCÍA FERNÁNDEZ, “Tejidos con «denominación de origen extranjera» en el vestido
castellano. 1500-1800”, Estudios Humanísticos. Historia, nº 3, 2004, p. 139.

491
Entre lo tradicional y lo moderno… Elena Martínez Alcázar

pasadas por los ojales, sujetaban la prenda a la cintura 61. Generalmente eran de color blanco, aunque
también aparecen verdes, azules y viradas.
Las enaguas que se ponían a diario de las mujeres apenas llevaban decoraciones, siendo
lisas la mayoría. En cambio, tenían otros modelos con guarniciones y combinaciones de tejidos para
las ocasiones festivas. Dichas guarniciones se colocaban en la parte inferior, ruedo u orilla y
consistían en encajes, fleques, farfalás o deshilados 62. A veces la decoración era de otro tejido: “dos
pares de enaguas de trué nuevas con guarnición de muselina”, tasadas en cien reales 63. En estos
casos el adorno consistía en una franja colocada en la parte inferior de la pieza, cosida por los filos a
la tela principal de la enagua 64. Se diferenciaban de las farfalás o falbalás en que éstas únicamente se
fijaban por la parte de arriba, quedando la de abajo al aire. Se trata del precedente de los volantes o
faralaes típicos del traje flamenco65. Aunque en Murcia no eran habituales, algunas enaguas llevaban
cintas o cordones entre-cosidos como guarnición, lo que, además de aportarle consistencia para
soportar el resto de sayas bajeras y externas, servía como identificador del estado de la portadora.
Según indican Prado y Luengo, la parte inferior de la enagua quedaba visible y por el color de las
cintas se sabía si la mujer estaba soltera ˗rojo˗, casada ˗blanco˗ o viuda ˗negro˗ 66.
El ideal de belleza femenino, caracterizado por una silueta curva y voluptuosa, se conseguía
colocando en las caderas el tontillo, heredero del verdugado del siglo XVII. Situado sobre la camisa
y las enaguas, se trataba de un armazón interior compuesto por aros de hierro, madera o ballenas
sujetados entre sí mediante cordones sobre telas enceradas 67. En España este artilugio interior no
tuvo tanto auge como en Francia. Caído en desuso a mitad del siglo XVIII, se reservó para
recepciones cortesanas. Principalmente solía llevarse bajo la bata o el vestido Watteau 68, es decir,
sobre el atuendo a la francesa que lucían las mujeres adineradas. La introducción de nuevas
tipologías indumentarias, tales como la polonesa, el vaquero a la inglesa o el vestido camisa, fueron
desechando el uso de este ahuecador. Con los dos primeros el volumen se trasladó a la zona del
trasero, ya no se estilaban las caderas anchas de principios de la centuria 69. Con el segundo, lo que
primaba era el reflejo de la silueta natural femenina, lo que hizo que incluso se abandonaran, durante
pocos años, la variedad de sayas interiores que la mayoría de las mujeres se colocaban para obtener
un mayor vuelo de las mismas. En las relaciones de bienes analizadas en el área murciana no se ha
hallado ninguna referencia a este armazón, aunque sí hay numerosas batas y vestidos según las
modas internacionales70. El volumen de las caderas característico de estas prendas lo conseguían las
murcianas sobreponiendo varias enaguas y sayas.

61 Margarita ORTEGA GONZÁLEZ, “Las edades de las mujeres”, en Isabel MORANT DEUSA (coord.), Historia de las
mujeres en España y América Latina: El mundo moderno, vol. II, Madrid, Cátedra, 2005, p. 108.
62 Isabel GÓMEZ DE RUEDA, “La indumentaria tradicional femenina a través del Belén de Salzillo: la matanza de los

inocentes”, Imafronte, nº 14, 1999, pp. 65-66.


63 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 5652, f. 219r. (Cartagena, 1 de julio de 1791).
64 Esta decoración era una rémora de las cortapisas, lo que se conseguía sobreponiendo varias sayas o manteos de

diversas longitudes. Los bordes de las mismas ˗de diferentes guarniciones y colores˗ se superponían en altura, quedando
a la vista. En zonas como Salamanca las mujeres de una posición social acomodada llegaban a ponerse hasta nueve
manteos. Antonio CEA GUTIÉRREZ, “El traje del siglo XVIII y XIX en Salamanca”, Revista de Folklore, nº 36, 1983, p.
191.
65 Rocío PLAZA ORELLANA, Historia de la moda [...], op. cit, p. 79.
66 Luis PRADO y Antonio LUENGO, Indumentaria tradicional manchega, Madrid, Diputación Provincial, 2008, p. 57.
67 Gloria A. FRANCO RUBIO, La vida cotidiana en tiempos de Carlos III, Madrid, Ediciones Libertarias, 2001, p. 145.
68 Vestido puesto de moda en Francia compuesto de una sola pieza abierta por delante y con pliegues traseros desde el

cuello hasta la cola.


69 Amelia LEIRA SÁNCHEZ, “La moda en España” […] op. cit, p. 91.
70 Referencias que sí que encuentran en otras ciudades. Por ejemplo, en el inventario de los bienes de Bernarda

Sarmiento de Valladares y Guzmán, Dama de la Reina, se citaron: “otra vatta de rizo negro de tontillo en setecientos y
veinte reales de vellón”, “otra vatta de griseta negra de tontillo en trescientos reales de vellón” y “otra vatta de grodetur

492
Entre lo tradicional y lo moderno… Elena Martínez Alcázar

En ocasiones, sobre las enaguas y debajo de la saya exterior, las mujeres se ponían
zagalejos. Estos ejemplares se citan dentro de los apartados de ropa blanca junto a camisas, almillas,
enaguas, medias y calcetas. Por ejemplo, en la escritura de declaración de dote de Fulgencia Poveda y
Fernando Cervantes, miembro de la Real Armada, se inventariaron tres zagalejos “de invierno” y
dos zagalejos de “verano de lienzo de olanda de colores”, junto a dieciséis camisas, dieciséis pares de
enaguas blancas y cinco almillas 71. No obstante, el zagalejo se usaba con mayor frecuencia como saya
exterior al igual que el guardapiés o la basquiña, llevándose tanto con los trajes tradicionales
españoles como con los vestidos importados del extranjero. Isabel Ruiz, en una de sus mandas
testamentarias, legó a su sobrina Lucía Sáez “un vestido que yo tengo de mohé, vata y zagalejo,
campo celeste con diversos colores y matizes 72”.
A medida que transcurrieron los años destaca un incremento notorio del algodón
˗principalmente muselina e indiana, pero también zaraza, cotón, percal y franela˗ en prendas
interiores como zagalejos, enaguas, jubones, calcetas y medias. Hecho que también se produjo en
piezas de exterior como calzones, chalecos, guardapiés, mantillas, fajas, gorros y guantes y que tuvo
mayor repercusión en el ámbito de la ropa de cama y casa, como cobertores, servilletas, toallas,
manteles o cortinas 73. El algodón permitía una mayor facilidad de lavado, secado y planchado, su
precio era relativamente más barato que otros textiles y se adaptaba a las modas en la estampación,
corte y confección 74. Así, en el Interrogatorio sobre fábricas y edificios realizado en Murcia a principios del
siglo XIX los tejedores murcianos se quejaban de que ya no se demandaban “tafetanes, rasillos,
felpas y terciopelos” por el cambio en las modas que hacía preferir telas “pintadas y estampadas de
los algodones barceloneses 75”.
En las piernas ambos sexos usaban calcetas y medias que se ajustaban con ligas. Las
medias, herederas de las medias calzas del siglo XVI, solían colocarse sobre las calcetas, aunque
también había medias interiores: “quatro pares de medias de hilo de hombre interiores viejas 76”. Las
calcetas eran fundamentalmente de hilo, aunque también las había de algodón y seda. Podían ser de
pie entero, de medio pie o de trabilla al igual que las medias 77.
El uso de las calcetas fue disminuyendo a finales de siglo, no así el de las medias, habida
cuenta de que la moda a la francesa y el majismo, les concedían un gran protagonismo en la
indumentaria masculina. Aunque a principios del siglo XIX la situación cambió debido a la difusión

blanco y flores negras, guarnecida hasta la cintura con nuditos para tontillo en quinientos y doze reales de vellón”.
Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, Signatura 15427, s. /f. (Madrid, 11 de septiembre de 1753).
71 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 6484, f. 66v. (Cartagena, 14 de marzo de 1801).
72 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 2360, f. 989r. (Murcia, 28 de julio de 1786).
73 También sucedió en otras ciudades españolas. Jaume TORRAS y Bartolomé YUN, “Historia del consumo e historia

del crecimiento. El consumo de tejidos en España, 1700-1850”, Revista de Historia Económica, Año XXI, nº extraordinario,
2003, p. 36; Lidia TORRA, “Las «botigues de teles» de Barcelona: aportación al estudio de la oferta de tejidos y del
crédito al consumo (1650-1800)”, Revista de Historia Económica, Año XXI, nº extraordinario, 2003, p. 96; Máximo
GARCÍA FERNÁNDEZ y Rosa M. DÁVILA CORONA, “Vestirse y vestir” […] op. cit, pp. 151-155; María A.
CANTOS FAGOAGA, “En los márgenes de la ciudad: indumentaria y consumo en l’Horta de Valencia. Torrent en el
siglo XVIII”, en MUÑOZ NAVARRO (ed.), Comprar, vender y consumir. Nuevas aportaciones a la historia del consumo en la
España moderna, Valencia, Universidad de Valencia, 2011, p. 220.
74 Máximo GARCÍA FERNÁNDEZ, “Entre paños y algodones: petimetres y castizas. ¿«La nueva moda en el arca se

vende»?”, en Manuel R. GARCÍA HURTADO (ed.), La vida cotidiana en la España del siglo XVIII, Madrid, Sílex, 2009, p.
148.
75 Recogido por Pedro OLIVARES GALVAÑ, Historia de la seda en Murcia, Murcia, Editora Regional de Murcia, 2005, p.

190.
76 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 4045, s. /f. (Murcia, 24 de octubre de 1769).
77 En otras áreas españolas como Soria, las medias y calcetas sin pie recibían diferentes denominaciones como “medias

de trabilla”, “calcetas de puente” o “medias de medio pie”. Enrique BOROBIO CRESPO, “La indumentaria popular
masculina en los inventarios de bienes”, Revista de Soria, nº 64, 2009, p. 8,

493
Entre lo tradicional y lo moderno… Elena Martínez Alcázar

de las modas inglesas, puesto que la adopción del pantalón y la bota alta hizo que disminuyeran los
encargos de estas prendas 78. Entre las mujeres, conforme avanzó el siglo en los inventarios de bienes
se observa un incremento de las medias, síntoma de que ellas también adoptaron los vestidos
transpirenaicos como la polonesa, bata propicia para el paseo y, por lo tanto, más corta. Además,
redujeron el largo de sus briales, al estilo de las majas. Ya a principios del Setecientos Belluga
criticaba con dureza la moda femenina de reciente introducción de enseñar los pies, “[…] de llevar
tan corta la ropa por delante, que van descubriendo todos los pies, y no pocas las medias 79”. A
finales de siglo, viajeros extranjeros como Peyron y Fischer seguían aludiendo en sus escritos a esta
tendencia en la indumentaria de las mujeres que las llevaba a “descubrir la pantorilla a través de los
flecos de la falda 80”. El economista Sempere y Guarinos, se lamentaba de que las damas hubiesen
perdido el recato de épocas pasadas: “Siendo entonces las faldas mucho mas largas que ahora,
cubrían enteramente el pie, con lo qual no havia lugar al extraordinario luxo de medias, y zapatos, ni
á la provocación, que ocasiona esta indecente moda 81”.
Las medias estaban realizadas principalmente en hilo, seda y algodón. Para diferenciar los
géneros exógenos de los nacionales solía usarse la denominación “de la tierra” en contraposición a
“extranjero”: “un par de medias de seda extranjeras algo usadas” y “un par de medias de seda nueva
de la tierra 82”. En cuanto a los colores destacaron el blanco, con variantes como el color de perla o
color de leche, el negro, el azul y los rojizos como encarnado o carmesí. En menor medida había
medias en tonalidades verdes ˗verdosas, alagartadas y color de romero˗, moradas y grises. También
se citan algunas rayadas. Ciertos ejemplares presentaban cuadrillos de diferentes colores, donde se
colocaban calados o bordados: “un par de medias de marañas encarnadas con cuadrillo bordado 83”.
Los ejemplares más suntuosos combinaban diversos tejidos, ornamentaciones y colores, lo
que suscitó las críticas de los sectores más tradicionales que lo consideraban un dispendio vano, por
lo que solían relacionar esta moda con las excentricidades de los petimetres: “Las medias que solian
ser lisas, y llanas, ¡qué revolución no han experimentado! quanta variedad de flores, y matices se ven
en ellas! las piernas de los Petimetres se han transformado en Jardines 84”. Pero no eran los únicos
que concedían tanta importancia a esta prenda. Los majos y las majas, movidos en origen por la
reacción casticista hacia la importación de usos extranjeros, en un alarde por erigirse como los
verdaderos representantes de las modas nacionales, llegaron a conceder tal importancia a su
apariencia que se vieron contaminados por aquello que denostaban. Como los petimetres, algunos
de estos personajes eran extravagantes en el vestir, queriendo sobresalir por encima de los demás
con la mutación constante de sus complementos. En un artículo del Correo de Murcia se comentaba
sobre un majo:
“hacía un particular alarde de su invención tan ridícula como extravagante, de unas medias,
no como quiera de un color, ó listadas, como Vmd. habrá visto, sino de dos colores, blanco y negro
[…] Eran verdaderamente Medias, pues la mitad eran blancas, y la otra mitad negras; por un lado las

78 David GARCÍA NAVARRO, “Zapatos y medias del siglo XVIII”, en Museo del traje. Los modelos más representativos de la
exposición, 2006. http://museodeltraje.mcu.es/popups/06-2006%20pieza.pdf [Consulta: 20 de enero de 2014].
79 Luis BELLUGA, Carta pastoral que […], op. cit, p. 56.
80 Recogido por María A. ORTEGO AGUSTÍN, “La mirada ajena. Una aproximación a la indumentaria y los hábitos

domésticos de los españoles según algunos viajeros ingleses”, Tiempos Modernos, nº 21, 2010.
http://www.tiemposmodernos.org/tm3/index.php/tm/article/view/230/298 [Consulta: 20 de enero de 2014]; José M.
SOLÉ MARIÑO, La tierra del breve pie. Los viajeros contemplan a la mujer española, Madrid, Veintisieteletras, 2007, p. 115.
81 Juan SEMPERE Y GUARINOS, Historia del lujo, y de las leyes suntuarias de España, t. II, Madrid, Imprenta Real, 1788,

pp. 177-178.
82 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 4593, f. 268v. (Murcia, 11 de julio de 1808).
83 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 5672, f. 299v. (Cartagena, 15 de diciembre de 1772).
84 Correo de Murcia, nº 12, 9 de octubre de 1792, p. 92.

494
Entre lo tradicional y lo moderno… Elena Martínez Alcázar

miraba cualquiera, y de alto á bajo las veía negras, y por otro lado blancas, encontrados los
quadrillos, con aquella uniformidad que proporcionan los sesos de un majo 85”.
Las medias se sujetaban a las piernas con ligas o cenogiles/senojiles 86. Generalmente eran
de seda y lana, aunque también las había de hilo y cuero. Procedían de las correas de cuero para atar
las calzas en la Edad Media denominadas “jarreteras” con hebillas. Ya en el Renacimiento se usaron
por ambos sexos para sujetar las medias a la altura de la rodilla. A lo largo de la Edad Moderna se
generalizaron las cintas o ligas de tejidos. Algunos ejemplares masculinos incorporaban ojete o
hebillas para asegurarlas mejor a la pierna 87. Se vendían en los comercios, pero también era habitual
que las mujeres las elaborasen en el ámbito doméstico. Asimismo, era una de las labores en que se
empleaban las monjas. Entre los bienes que aportó a su matrimonio Ana María Gómez de Amoraga
se hallaban: “un par de ligas de Santa Clara” y “un par de ligas de las Agustinas 88”. Como prenda
íntima se convirtió en un regalo apropiado entre enamorados en las bodas. Ana Martínez declaró
que entre los enseres que había aportado cuando se casó con Alonso Gambin se encontraban un
“pañuelo para el novio”, “medias de seda para el novio”, “medias de hilo blanco para el novio”,
“escofia negra para el novio” y “ligas de seda fina para el novio 89”. Algunas incorporaron leyendas, la
mayoría amorosas 90.
CONCLUSIONES
Según se desprende de las fuentes analizadas, durante los reinados de Carlos III y Carlos IV
en el entorno murciano las modas extranjeras –principalmente francesas e inglesas˗ comenzaron a
propagarse entre las clases emergentes, conviviendo con determinados modelos indumentarios
tradicionales. Hecho que se constata en las prendas interiores y medianeras que tenían ambos sexos.
Por la concepción seca de la limpieza corporal característica de la época, aumentó el número de
camisas en todos los estratos sociales, disponiendo los acaudalados de una gran cantidad de
ejemplares nuevos o sin estrenar. Las camisas, al igual que otras prendas en contacto con la piel,
como las enaguas o las medias, quedaban parcialmente visibles, lo que hizo que se convirtieran en
importantes piezas para complementar la apariencia externa, cambiando según lo hacían las modas.
Jubones interiores, armadores y almillas compartieron protagonismo con las cotillas o
corpiños emballenados que llevaban las mujeres para exhibir correctamente las batas o robes a la
francesa y de los que también hacían uso los petimetres, pese a las críticas de médicos y moralistas.
Sin embargo, de otros artefactos interiores como los tontillos no se han hallado referencias en la
documentación estudiada. A la moda se unieron los adelantos técnicos que permitieron la difusión
de materiales novedosos como el algodón, que fue aumentando desde finales del siglo XVIII en
piezas íntimas como enaguas, jubones, calcetas, medias o zagalejos bajeros y que comenzó a tener
mayor presencia para camisas en los primeros años del Ochocientos, en detrimento de la tradicional
maestría sedera murciana. Aunque no fue equiparable la ostentación y el lujo que los adinerados
pudieron permitirse en su atuendo exterior o de complemento, en las prendas interiores también se
constatan las influencias de las modas extranjeras, la suntuosidad de sus ornamentaciones y la
pervivencia de la tradición entre los sectores humildes y con tendencia al ascenso.

85 Ibídem, 151, 8 de febrero de 1794, p. 85.


86 También se les denominaba atapiernas, ataderas, ligagambas, jarreteras o charreteras. Vicente FERRANDIS MAS, “La
indumentaria del belén” […], op. cit, p. 172.
87 Maribel BANDRÉS OTO, El vestido y la moda, Barcelona, Larousse, 1998, p. 216.
88 AHPMU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 2581, ff. 70r- 74v. (Murcia, 20 de mayo de 1794).
89 AHMPU, Sección Protocolos Notariales, Legajo 2607, s. /f. (Murcia, 10 de agosto de 1788).
90 Eran del tipo: “Soy tu dueño”, “Te amo”, “Viva mi amor”, “En el lecho del amor / sólo puedes descansar”, etc.

Antonio CEA GUTIÉRREZ, “El traje del” […], op. cit, p. 191.

495
Los discursos sobre la familia y el matrimonio… Francisco Javier Crespo Sánchez

LOS DISCURSOS SOBRE LA FAMILIA Y EL MATRIMONIO EN LA JUVENTUD


CATÓLICA DE LA HABANA Y EL SEMANARIO CATÓLICO, DOS PERIÓDICOS
DEL SIGLO XIX∗
Francisco Javier Crespo Sánchez
Universidad de Murcia

INTRODUCCIÓN
¿Eran el matrimonio y la familia temas recurrentes en la prensa católica de la segunda mitad
del siglo XIX? Si así fue, ¿qué aspectos se exponían sobre ellos? ¿Cómo se pensaba que debía
articularse el matrimonio? ¿Qué modelo de familia se defendía desde estos periódicos? 1 El objetivo
principal del presente trabajo es analizar la imagen que se ofrecía desde la prensa de inspiración
católica sobre esta institución, la familia, y su acto fundacional, el matrimonio. Para ello, se utilizarán
dos publicaciones diferentes: La Juventud Católica de la Habana, periódico cubano, y el Semanario
Católico, publicado en México. La elección de estas dos cabeceras viene motivada por mostrar éstas
cierto interés en sus artículos por los temas concernientes a la organización familiar, la regulación del
matrimonio, las relaciones entre los miembros de las familias o la necesaria formación en valores
religiosos de los hijos. No obstante, estos periódicos también dedicaron espacio a otros asuntos,
caso de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, la crítica a las ideologías emergentes (como el
socialismo o el comunismo) o la defensa de los principios articuladores de la religión, símbolo
inequívoco de su gran valor para conocer y determinar, no solo la evolución discursiva de la familia,
sino el conjunto de tensiones y conflictos que se produjeron entre el poder religioso y el poder civil
por controlar e influir en las conciencias de los individuos que formaban parte de la sociedad.
Las fuentes utilizadas son dos publicaciones que rondan la mitad del siglo XIX. En lo que
respecta al Semanario Católico, se trata de un periódico que sirve de forma excepcional para conocer
de primera mano los orígenes y los intereses con los que echó a andar el movimiento de la prensa
católica mejicana. La Juventud Católica de La Habana era órgano de expresión de dicha asociación,
aunque se subtitulaba como “revista religiosa, científica y literaria”, por lo que trataba también otras
temáticas. Lo que se pretende, a partir de estas dos cabeceras, es analizar los discursos que ofrecían y
describir qué fundamentos utilizaban para justificar sus pociones ideológicas ante el público lector.
Asimismo, se quiere observar si, a pesar de tratarse de dos espacios geográficos distintos, se
generaban mensajes similares y si se repetían muchos de sus contenidos, tratando de esta forma de
analizar cómo funcionaron los procesos de transmisión de la información y la opinión.
El proceder para esta investigación se ha basado, primero, en un análisis completo de las
fuentes, seleccionando aquellos artículos que teorizaban sobre el matrimonio y la familia, pero
priorizando al mismo tiempo los que resultan de mayor interés para la comprensión de los modelos

∗ Este trabajo se inscribe dentro del Proyecto de Investigación: HAR2013-48901-C6-1-R “Familias e Individuos:
Patrones de modernidad y cambio social (siglos XVI-XXI)”, financiado por el Ministerio de Economía y
Competitividad.
1 Es cierto que la historiografía sobre la familia en los países iberoamericanos se ha centrado más en la época colonial, ya

sea por las fuentes o por el interés que despiertan los contrastes entre el pasado y el presente, lo que no significa que esta
institución deje de tener importancia en siglos posteriores para explicar el devenir de las sociedades y su evolución; Pilar
GONZALBO AIZPURU, “Presentación”, Montalbán, nº 34, 2001, pp. 173-178.

497
Los discursos sobre la familia y el matrimonio… Francisco Javier Crespo Sánchez

propuestos desde los periódicos. A partir de esa selección, y gracias a las metodologías procedentes
del análisis de contenidos 2, se ha conseguido el entendimiento de los discursos y de las
intencionalidades con las que estos mensajes eran creados a través de la prensa. Como lo que
realmente primaba, según Blanco Leal, era conseguir influir en la sociedad a través de la creación de
opinión, este método ha resultado muy revelador para desentrañar los efectos de los medios de
comunicación en la conducta de los individuos; o lo que es lo mismo, el propósito con el que estos
operaban en sus formas de comportamiento 3.
De otro lado, hay que ser consciente de las diferencias manifiestas entre ambas realidades
geográficas, pues mientras que en México se dio una independencia más temprana con respecto a
España, Cuba seguiría vinculada hasta 1898 con la metrópoli. Esta característica tuvo su primer
reflejo, sin lugar a dudas, en el distinto marco legislativo entre ambos territorios. Para el caso de
México, desde que se produce su emancipación, predominó una prensa de tipo político y que se
ocupaba en mayor medida de describir las disputas ideológicas entre los partidos. Esta realidad,
como también ocurría en España, fue posible gracias a la vinculación que estos periódicos
mantuvieron con los actores políticos, lo que indefectiblemente influyó en la evolución de la prensa
de este país. Además, se trataba de un ambiente de conflicto, por lo que no resulta tan extraño que la
Iglesia, que también pretendía controlar cuotas de poder social, terminará por acceder a estos
medios de expresión con el fin de perpetuar su influencia en la sociedad. Quizás con algo de retraso,
la Iglesia católica había comprendido el poder de la prensa para conseguir el adoctrinamiento de las
masas 4. Como ha indicado Pineda Soto, los complejos procesos que tienen lugar en el siglo XIX, de
forma más contundente en México si cabe (caso del apego de ciertos sectores a la tradición católica
o la posición hegemónica que mantuvo la Iglesia), son los que marcan el acontecer y el devenir de la
evolución histórica de estos territorios 5; factores que necesariamente deben hacer reflexionar sobre
la posición en la que quedó la institución eclesiástica tras el establecimiento de las primeras medidas
liberales, que aún siendo moderadas en algunos casos, cambiaron el rol que los poderes religiosos
habían jugado hasta el momento.

LA PRENSA CATÓLICA EN EL SIGLO XIX


La génesis del movimiento católico en la prensa americana contiene un conjunto de
paralelismos evidentes con el caso español, pues hasta bien avanzada la centuria decimonónica no se
puede definir una prensa de signo eclesiástico como tal. Por ello, se ha propuesto la mitad de siglo
XIX como fecha marco para indicar su origen y primer desarrollo 6. Como es bien conocido, se trata
de una época de una enorme conflictividad y combatividad en la prensa 7, por lo que no resulta

2 Técnica definida como “el conjunto de métodos y técnicas de investigación destinadas a facilitar la descripción e
interpretación sistemática de los componentes semánticos y formales de todo tipo de mensaje y la formulación de
inferencias válidas acerca de los datos reunidos”; Klaus KRIPPENDORF, Metodología de análisis de contenido. Teoría y
práctica, Barcelona, Paidós, 1990, p. 11.
3 María del Mar BLANCO LEAL, Modelos de análisis para el estudio crítico de la prensa, Madrid, Ediciones Internacionales

Universitarias, 2008, p. 76.


4 María Teresa CARAMILLO CARBAJAL, “Prensa y poder eclesiásticos en el Siglo XIX”, Revista Mexicana de Ciencias

Políticas y Sociales, nº 109, 1982, pp. 19-20.


5 Adriana PINEDA SOTO, “La prensa religiosa y el Estado liberal en el siglo XIX la perspectiva michoacana”, en Red de

Historiadores de la prensa y el Periodismo en Iberoamérica, 2009, pp. 1-26, disponible en:


http://historiadoresdelaprensa.com.mx/hdp/files/115.pdf.
6 Jesús LONGARES ALONSO, “Los canales de difusión de ideas en los comienzos del liberalismo español”, en

Melquíades ANDRÉS, Vicente CACHO, José Manuel CUENCA et al (eds.), Aproximación a la Historia social de la Iglesia
Española contemporánea, San Lorenzo de El Escorial, Ed. Biblioteca «La Ciudad de Dios» Real Monasterio de San Lorenzo
de El Escorial, 1978, pp. 171-173.
7 María Cruz SEOANE, Historia del periodismo en España. 2. El siglo XIX, Madrid, Alianza editorial, 1987, p. 51.

498
Los discursos sobre la familia y el matrimonio… Francisco Javier Crespo Sánchez

extraño encontrar en sus páginas artículos que recogen el enfrentamiento ocasionado por el control
de diversos aspectos que eran pretendidos por instituciones como la Iglesia y el Estado. En ese
nuevo tablero de juego que se estaba consolidando, donde la prensa se presentaba como un recurso
importante parta exponer los intereses y las ideologías, se explica mejor la progresiva atención que la
Iglesia fue tomando por este medio de expresión. Además, hay que tener en cuenta el creciente uso
que de la prensa se fue llevando a cabo por otros grupos e instituciones, pues resulta evidente que
desde el fin de la conocida como Década Ominosa, ésta fue utilizada de forma continua por los
partidos políticos y los grupos de presión 8. El movimiento católico, que entendió estas vicisitudes,
tuvo que iniciar, aunque de forma lenta y pausada, su andadura en el mundo de la palabra escrita
La introducción de la prensa en Cuba estuvo ligada a la imprenta y a la formación de una
incipiente e ilustrada preburguesía en la isla, como ha indicado Vilar 9. Sin lugar a dudas, la progresiva
liberalización que vivió la prensa en este territorio tras la defunción de Fernando VII fue un factor
que ayudó a su desarrollo y posterior consolidación como medio de expresión y transmisión de la
información. Así las cosas, en los años 50 ya se editaban alrededor de unas treinta publicaciones,
algunas de gran calidad y con un notable desarrollo, como demuestra el caso de la proliferación de
revistas científicas o educativas. No obstante, hay que señalar que los años transcurridos desde 1835
a 1850 muestran una gran dificultad a la hora de emprender nuevas obras periodísticas, tanto por el
férreo control de las instituciones (había que evitar cualquier posibilidad subversiva) como por la
acción de la censura. Sin embargo, la posterior introducción de nuevas técnicas de imprenta en la
isla, permitió un importante desarrollo del que también pudo aprovecharse el movimiento de prensa
católico que comenzaba a gestarse en torno a esas fechas 10.
De esta forma, una de las publicaciones religiosas que más destacará será La Verdad
Católica, que se editó durante 1858, contando entre sus colaboradores con destacados personajes
como Anacleto Redondo, Salvador Negre o Gertrudis Gómez de Avellaneda 11. Este tipo de prensa
siempre trató de promocionar diversos temas que no eran nuevos y que coincidían en gran parte con
los expuestos en el territorio peninsular: la defensa del celibato eclesiástico, el combate contra el
espiritismo, la lucha contra la injerencia de los poderes civiles y la promoción de la unidad católica
con el objetivo de conseguir la creación de organizaciones religiosas al estilo europeo. Hay que
destacar que el periódico que ocupa este trabajo, La Juventud Católica de La Habana, contó con la
colaboración del sacerdote español Eduardo Llanas y Jubero en diversos de sus artículos, lo que
indica la influencia de los modos de pensamiento religiosos de la metrópoli en la publicación.
En México, la prensa católica tiene su origen alrededor de los años cuarenta del siglo XIX,
siendo evidente ese nacimiento tardío que se comentaba anteriormente. Este hecho no invalida la
presencia de publicaciones de signo católico desde tiempos pretéritos, lo que demuestra en todo
caso es que éstas no fueron producto de una acción coordinada desde los poderes religiosos,
teniendo más bien un carácter atomizado y disperso. Lo que pretendía esta prensa era ofrecer un
contrapunto frente a las corrientes liberales, atacando muchas de sus propuestas y promocionando
los intereses religiosos. En cierta medida, la prensa católica en este país trató de denunciar, desde
diversas temáticas, la intromisión de los poderes civiles en los asuntos religiosos 12. Esta cuestión, que

8 Gonzalo CAPELLÁN DE MIGUEL, “La opinión secuestrada. Prensa y opinión pública en el siglo XIX”, Berceo, nº

159, 2010, p. 41.


9 Juan Bautista VILAR, “Los orígenes de la prensa cubana. Un intento de aproximación y análisis (1764-1833)”, Revista

Complutense de Historia de América, nº 22, 1996, p. 337.


10 Juan José SÁNCHEZ BAENA, La cultura impresa en la Cuba colonial, Murcia, Universidad de Murcia, 1998, pp. 85-92.
11 Juan José SÁNCHEZ BAENA, El terror de los tiranos. La imprenta en la centuria que cambió Cuba (1763-1868), Castelló de

la Plana, Universitat Jaume I, 2009, p. 198.


12 Brian HAMNETT, Historia de México, Cambridge, Cambridge University press, 1999, p. 179.

499
Los discursos sobre la familia y el matrimonio… Francisco Javier Crespo Sánchez

lógicamente también se dejó ver en España, condicionó de buena manera la relación entre estas
instituciones durante el desarrollo de este tiempo convulso.
Una vez que este movimiento comenzó a caminar, se puede decir que sufrió un notable
crecimiento hacia la medianía del siglo XIX, siendo 1850 una fecha clave en el devenir de este tipo
de publicaciones. A partir de ese momento, proliferarán los periódicos y revistas orientados a
propagar el pensamiento católico y difundir los intereses que la Iglesia quería hacer llegar a la
sociedad. A saber, son buenas muestras de este proceso, la salida ante el público lector de los
siguientes diarios: La Cruz (1855-1858), La religión y la sociedad (1865-1888), La civilización (1868-1872),
La Sociedad católica (1869-1876), La voz de México (1870-1909), El amigo de la verdad (1870-1914), La
razón católica (1873) o El Católico (1873-1874) 13. En este sentido, y de forma fácilmente identificable,
los tiempos finales de esta centuria asistieron a una actividad prolífica en lo que a surgimiento de
manuscritos de ideología religiosa se refiere, afianzando de esta forma la permanencia de las
prerrogativas eclesiásticas en el juego de la tribuna escrita diaria.

DOS ESPACIOS, DOS PERIÓDICOS: UN MISMO DISCURSO


Uno de los primeros temas que aparecieron en estos periódicos fue el matrimonio. Así, la
principal tarea argumental que se desempeñó a estos efectos fue el establecimiento de la institución
divina de este sacramento. Gracias a esa consideración, se le otorgaba un conjunto de dignidades que
lo elevaban como uno de los elementos más importantes que el hombre y la mujer podían acometer
en el desarrollo de su vida. En todo caso, y como ha venido exponiendo la historiografía, era uno de
los ritos de paso más señalados, pues suponía el abandono de la casa de los padres para formar una
familia propia. Si se atiende primero al Semanario Católico, quedaba perfectamente claro el origen de la
humanidad -para lo que aludía al relato del Génesis-, así como la equiparación de este episodio bíblico
con el acto institucional de este sacramento. Partiendo desde su origen en Dios, el resto de hombres,
y por tanto, de naciones, habían ido poblando la tierra desde los primeros tiempos. Era ésta una idea
que señalaba de forma concisa cuál era la misión del matrimonio: la procreación 14. Tanto era así que
la sexualidad que no estuviera dirigida a este propósito era condenada y señalada como el peor de los
pecados, pues si no se daba esta característica, las relaciones sexuales entre dos personas estaban mal
vistas, tema de larga tradición en la cosmovisión católica 15. Esto expresaba el periódico sobre el
matrimonio:
“Crió Dios al hombre, y no pareciéndole bien que estuviera solo, de su misma sustancia hizo una
mujer. Con ambos instituyó el primer matrimonio, fuente del género humano, origen de todas las
familias, como de todas las naciones” 16.
Pero esa visión, que como se ha señalado, elevaba al matrimonio como la única forma
posible para llevar a cabo la procreación y la formación de familias, encontraba interpretaciones
similares en el periódico La Juventud Católica de La Habana. De hecho, se decía de ella, en un claro
alegato a favor de los intereses religiosos, que era la institución más antigua de la historia, sumando a
la imagen de divinidad que daba la visión anterior ese valor fundamentando en la experiencia.
Incluso, este diario se adentraba en las consideraciones de tipo legal, pues indicaba como la
institución eclesiástica siempre había atendido su reglamentación y legislación; teniendo para ello en
cuenta todas las variantes, impedimentos y necesidades que se derivaban de este sacramento. Este

13 Carlos BARRERA (coord.), Historia del periodismo universal, Barcelona, Ariel, 2004, p. 149.
14 “Creced y multiplicaos”, Génesis, 1, 28.
15 Tema trabajado en Margherita PELAJA y Lucetta SCARAFFIA, Due in una carne. Chiesa e sessualità nella storia, Roma,

Laterza, 2008; Gérard DUFOUR, Clero y sexto mandamiento. La confesión en la España del siglo XVIII, Valladolid, Ámbito,
1996.
16 Semanario Católico, nº 12, 8 de mayo de 1869, México.

500
Los discursos sobre la familia y el matrimonio… Francisco Javier Crespo Sánchez

acto sagrado había estado estrictamente definido desde su debate en el Concilio de Trento17,
consiguiendo así un mayor protagonismo para la Iglesia católica y su introducción hacia la intimidad
del espacio eclesiástico. En todo caso, lo que este artículo ponía de manifiesto era la supremacía que
los poderes religiosos debían mostrar frente a las injerencias de los poderes civiles, que pretendían
arrebatar el control y la dirección sobre aspectos que podían dirimir el posterior manejo de la
sociedad 18. El Derecho Canónico debía primar por encima de cualquier ley humana:
“La institución social más antigua y más importante es indudablemente la del matrimonio.
Sobre ella ha legislado la Iglesia, sobre ella ha legislado particularmente el Derecho
moderno; y todos los hombres conocedores del Derecho Canónico, y particularmente de lo
que prescribe respecto al Sacramento del Matrimonio, saben muy bien que el Derecho
moderno no ha hecho más que plagiar al Canónico del cual ha conservado las palabras
consagradas por la tradición, sus prescripciones sobre la indisolubilidad, sobre los
impedimentos, y sobre cuanto a la esencia del acto concierne; y que solo divergen ambos
Derechos, en que el Moderno traslada al Estado las atribuciones que sobre el matrimonio la
Iglesia había siempre ejercido” 19.
Pero, una vez sentados los principios que debían articular el acto fundacional del
matrimonio, ¿qué modelo de familia era la que se pretendía? ¿Qué características debía cumplir su
organización interna? ¿Cómo era entendida por estos pensadores? Lo que se proponía era
comprender la inexcusable necesidad que la familia tenía de la religión. De ahí que desde estas
publicaciones se dedicaran verdaderos esfuerzos en ir desgranando todas las virtudes que el mundo
eclesiástico había ido otorgando a esta institución. A partir de esa construcción teórica, lo primero
era señalar que el catolicismo había redimido de todas las culpas a la familia, la había convertido en
un objeto superior y la había dotado de un halo de santidad que no había tenido hasta el momento.
De esta forma, como pasaba con otros aspectos de la vida, la religión significaba un antes y un
después en el desarrollo normal de la institución familiar. Frente a la desorganización de tiempos
anteriores, desde que la familia se había circunscrito a los principios religiosos, había gozado de una
constitución especial que la hacía converger y ser una parte más dentro del plan de Dios. Además,
no se defendía un modelo de familia cualquiera, sino el que la representaba como la “familia
cristiana”. Se pretendía dar una imagen de esta institución que la relacionaba con los conceptos de
seguridad y apoyo, otorgándole nuevos significados que la equiparaban al paraíso en la Tierra. El
siguiente artículo resulta muy revelador de los intereses que manifestaban estas dos publicaciones:
“Jesucristo es en la familia cristiana el poder que la protege, la argamasa que la une, y el
escudo que la cubre; porque con su amor viene a ser la fuerza que enlaza todos sus
miembros en una cohesión poderosa y las preserva de todas las causas de separación, de
disolución y de ruptura. Defendemos pues la familia cristiana, teóricamente en todas partes
y prácticamente en nuestras casas, no como parte de un sistema, sino como sustentada por
grandes y firmísimos principios” 20.
Esta argumentación iba un paso más allá en el Semanario Católico, que seguía profundizando
en estas construcciones discursivas a las que antes se aludían. La familia era sin lugar a dudas la base
de la sociedad, el pilar sobre el que descansaba todo el entramado social para estos escritores, por lo
que el bienestar de una significaba, por extensión, el de la otra 21. De esta forma, se sumaban nuevas

17 Adriano PROSPERI, El Concilio de Trento. Una introducción histórica, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2008, p. 116.
18 Aspecto que se puede ampliar en María Alicia PUENTE LUTTEROTH (comp.), La Iglesia en la historia de México.
Hacia una historia mínima de la Iglesia en México, México, Jus-CEHILA, 1993.
19 La juventud católica de La Habana, nº 7, Año II, 14 de abril de 1872, La Habana.
20 La juventud católica de La Habana, nº 8, Año II, 28 de abril de 1872, La Habana.
21 Hay que indicar que la familia ha sido considerada por la historiografía especializada como “la célula base de la

sociedad”; Francisco CHACÓN JIMÉNEZ, “Familias, sociedad y sistema social. Siglos XVI-XIX”, en Francisco
CHACÓN y Joan BESTARD, (eds.), Familias. Historia de la sociedad española (siglos XIII-XXI), Madrid, Cátedra, 2011, pp.
325-392.

501
Los discursos sobre la familia y el matrimonio… Francisco Javier Crespo Sánchez

facetas a esa descripción que la Iglesia católica ofrecía sobre la familia. Ya no solo era necesaria su
circunscripción al mundo religioso para el bienestar de sus miembros, sino para el del conjunto de la
sociedad. Por tanto, los valores católicos, que lógicamente tenían que tener su reflejo en el espacio
de los comportamientos y de las actitudes, convertirían a la familia en una institución prototípica que
redundaría en la buena marcha de las naciones. Se trataban de aunar intereses de diversas índoles
con el fin de transmitir a la opinión pública un discurso que no dejara fisuras en su interpretación.
Nuevamente, y más si se tiene en cuenta el convulso periodo al que se hace referencia en este
trabajo, el tema de las tensiones entre los poderes se dejaba ver en las temáticas de los artículos, pues
de fondo se seguía detectando el manido interés por controlar a la familia y a la sociedad. Definir
qué era esta institución y qué elementos debían estar presentes en su vida cotidiana fue una de las
grandes labores que acometió esta publicación:
“En cualquiera escuela política, que no sea el socialismo, es un principio esta verdad: la
familia es la base de la sociedad. Y en toda filosofía, se reconoce como evidente esta
verdad: lo que son las partes de un todo, es el todo mismo. Si la familia son los miembros
de la sociedad, son las partes componente de ella, son las partes de ese todo. Lo que son las
partes es el todo. ¿Queremos una buena sociedad, una buena patria? Componed las familias
que la forman. ¿Queréis una sociedad católica, en que la justicia se administre por
conciencia, la autoridad se ejerza con justicia, los caudales se administren con puridad…?
Pues formad familias católicas” 22.
Lo que la Iglesia pretendía no era enunciar un prototipo familiar más, sino definir el
modelo por excelencia de lo que debía ser la familia. Un estereotipo donde las relaciones entre sus
miembros debían avanzar hacia nuevas pautas, lo que hizo necesario que se abrieran a renovados
conceptos como el sentimentalismo, el cariño y los afectos. Quizás, ésta fue una de las grandes
incorporaciones que se pueden detectar en la prensa que recorre el siglo XIX, la presencia de esos
nuevos factores. Era el caso de los esposos, relación que fue perfectamente desgranada por estos
escritores en los periódicos. Para el hombre se seguía manifestando una posición de superioridad
con respecto a su esposa, a la que debía proteger y amparar, pero respetándola y asumiendo que ésta
era su compañera en la vida. De esta forma, y aunque el discurso religioso presentaba muchas
continuidades con respecto a épocas anteriores, se daba un paso más al ofrecer una imagen en la que
el compañerismo entre los dos seres quedaba patente. Esta argumentación reforzaba la consistencia
y presencia de la pareja central que componía la familia, por lo que el eje formado por el padre y la
madre quedaba delimitado así en la prensa. El esposo era la cabeza y la esposa el corazón, elementos
que sentaban las bases parta la posterior reproducción biológica de la familia. Los deberes y
características del marido quedaban expuestos de manera clara en este artículo:
“El esposo debe hacer abstracción de otro ser que no sea su esposa, la compañera que se lo
ha sacrificado todo, pidiéndole en recompensa, que todo se lo sacrifique a su vez. Debe
considerar que es más débil que él, y que por lo tanto merece protección y amparo, amor y
un número mayor de consideraciones y atenciones; debe tener también mayor indulgencia
por esos ligeros defectos que solo tienen nacimiento en su debilidad, y el predominio que
en ella ejerce el corazón sobre la cabeza… Ambos esposos se deben amor y respeto, una
gran estimación recíproca, abnegación y sacrificio, ayuda y consejo; él será la cabeza, ella el
corazón, él ordenará y juzgará, ella obedecerá y amenguará los efectos de su justicia; él será
la fortaleza, ella la dulzura…” 23.
Pero todo buen esposo necesitaba su correlato en la figura de la esposa, que debía dar
respuesta y cobertura a los aportes que el hombre sumaba a su relación. Estas descripciones que
ofrecían estos periódicos se incardinaban a seguir construyendo el conocido arquetipo del “ángel del

22 Semanario Católico, nº 2, 27 de febrero de 1869, México.


23 La juventud católica de La Habana, nº 19, Año II, 13 de octubre de 1872, La Habana.

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Los discursos sobre la familia y el matrimonio… Francisco Javier Crespo Sánchez

hogar”, imagen sobre la mujer que terminaría por consolidarse hacia finales del siglo XIX 24. Ésta se
basaba, sobre todo, en la necesaria atención que las féminas debían prestar a su marido, al que
debían ayudar y comprender en todo, siendo un descanso para ellos y un apoyo para sus problemas
diarios. En este sentido, una mujer que se preciara, debía cuidar de su hogar, manteniéndolo limpio y
ordenado, pues éste era el espacio por excelencia donde la esposa podía alcanzar y desarrollar todas
sus virtudes. Marido y casa eran las principales ocupaciones de la mujer en su papel de esposa, visión
que coincidió con lo expuesto también por las diversas corrientes laicistas que se fueron generando
en el siglo XIX. Todo ello motivó que, cada vez más, el discurso sobre la mujer la encajonara en el
espacio íntimo del hogar, alejándola de los lugares públicos y dejando para su desarrollo personal las
afabilidades y tareas internas de la familia 25. Este periódico era claro al respecto: la misión de la
esposa era desarrollar sus labores en casa, pues éste sería el reflejo de su buen trabajo y hacer.
Asimismo, debía esperar la llegada de su esposo de forma agradable y simpática, tratando de aliviar
los desagravios que éste hubiera podido padecer en su larga jornada de trabajo en el exterior. Como
guinda a este comportamiento ejemplar, la mujer debía ocuparse de su aspecto físico, mostrándose
bien vestida y peinada a la llegada de su hombre, pero siempre respetando los cánones de la decencia
y del recato que dictaba el dogma religioso:
“Vedla, a la buena esposa, en el hogar, dando prueba de su laboriosidad y atención, todo
está en orden, brillando por doquier, el exquisito cuidado de la esposa, que encuentra su
mayor placer en llenar cumplidamente los deberes de tal; y cuando ya se va acercando la
hora en que el amado esposo vuelva de sus obligaciones exteriores, entonces dando una
postrer mirada a su sencillo tocado, y al interior del hogar, toma su labor y se prepara a
esperarle, siempre ocupada, siempre agradable” 26.
La mujer no solo era esposa, sino que, por encima de todo, era madre. Qué duda cabe que
esa vertiente femenina fue ampliamente reforzada y teorizada desde la prensa religiosa del siglo XIX;
más cuando había sido una temática tratada asiduamente por los pensadores ilustrados, que habían
dado gran importancia a la maternidad como un elemento de prosperidad para las naciones. De
hecho, muchos de estos discursos tenían una cierta inspiración en esos planteamientos que se habían
expresado desde mediados del siglo XVIII 27. Desde esa posición central que el sexo femenino
ocupaba en la institución familiar como madre, la mujer debía acometer una de sus principales
misiones: la educación de los hijos 28. Sobre todo, lo que se buscaba era la formación en los valores
religiosos de estos, por lo que la mujer fue vista como un elemento muy importante a la hora de
conseguir la reproducción mental de los esquemas religiosos en las nuevas generaciones. Ésta ya no
solo era necesaria por la procreación biológica, sino que su capacidad para enseñar a sus hijos -y
especialmente a las hijas-, principios como la sumisión al dogma religioso y el respecto a la doctrina
eclesiástica, hizo de la mujer un elemento esencial en el proceso de recristianización individual de la
sociedad que la Iglesia quiso acometer durante este tiempo. Por ello, la prensa ensalzó siempre la
figura de la madre y su divina labor basada en la formación de las personas a su cargo:

24 Para conocer este proceso: Catherine JAGOE, Alda BLANCO y Cristina ENRÍQUEZ DE SALAMANCA, La mujer
en los discursos de género. Textos y contextos en el siglo XIX, Barcelona, Icaria, 1998; María Ángeles CANTERO ROSALES,
“De «perfecta casada» a «ángel del hogar» o la construcción del arquetipo femenino en el XIX” en Tonos. Revista electrónica
de estudios filológicos, nº 14, 2007, disponible en: http://www.um.es/tonosdigital/znum14/secciones/estudios-2-
casada.htm.
25 Antonio IRIGOYEN LÓPEZ, “Familias e Iglesia. Normativas y transgresiones en Europa”, en Francisco CHACÓN

JIMÉNEZ, Juan HERNÁNDEZ FRANCO y Francisco GARCÍA GONZÁLEZ (eds.), Familia y organización social en
Europa y América Latina, siglos XV-XX, Murcia, Universidad de Murcia, 2007, pp. 131-150.
26 La juventud católica de La Habana, nº 19, Año II, 13 de octubre de 1872, La Habana.
27 Mónica BOLUFER PERUGA, Mujeres e Ilustración. La construcción de la feminidad en la España del siglo XVIII, Valencia,

Institució Alfons el Magnanim, 1998.


28 Tema que ha sido tratado en Juan José SÁNCHEZ BAENA, “La religión y el control de la instrucción pública en

Cuba. El caso de la revista La Idea”, en John R. FISHER (ed.), Actas del XI Congreso Internacional de Ahila, vol. 1,
Liverpool, AHILA, 1996, pp. 201-213.

503
Los discursos sobre la familia y el matrimonio… Francisco Javier Crespo Sánchez

“Si la madre, el adorno de la familia en la prosperidad, su providencia en los reveses, enseña


a su hija, más bien por el ejemplo que por la palabra, ese noble papel que la mujer
representa en el mundo templando la fogosidad de los arranques del hombre, ¿cómo es
posible que tales hijos no sean amenos, caritativos, piadosos, amables, cumplidos? ¿Cómo
podrán faltar a lo que deben a sus semejantes y a sí mismos? ¿Cómo no ha de ser el hijo un
excelente ciudadano y la hija una buena esposa, y una buena madre de familia?” 29.
De esta forma, el desarrollo argumental de la madre en la prensa alcanzaba toda su
plenitud. En esa misma línea se expresaba el diario cubano, pues no dejaba de proferir los mejores
atributos para aquellas mujeres que se sumaban a la causa de la maternidad católica. En la esencia y
razón de ser de todos estos mensajes que se lanzaban hacia la opinión pública, solo la madre
representaba la feminidad aceptable y considerada como válida para la Iglesia católica, pues cumplía
de forma satisfactoria con su designado papel reproductor y formativo. Al tiempo, este ideal fue
asumido progresivamente por los sectores conservadores y burgueses, que además coincidieron en
proclamar que la familia era la clave para la organización social, por lo que fortalecieron el pilar
básico de la misma al maquillar el discurso que sobre la mujer ofrecían a la sociedad. Una
convergencia discursiva que terminó por apuntalar, como se viene exponiendo, la reconversión
discursiva del sexo femenino hacia los renovados paradigmas que se expresaron en la centuria
decimonónica. Evidentemente, este interés por fomentar estas actividades de las madres, así como
sus nuevas dimensiones normativas (presentándolas prácticamente como obligaciones inherentes a
su condición y naturaleza), tenía una estrecha relación con las corrientes médicas e higienistas que
venían desarrollándose desde finales del siglo XVIII, que en sintonía con las moralistas, se
convirtieron en los verdaderos adalides de esta cruzada que pretendía volcar a la mujer en la vida
hogareña y en la crianza de sus hijos 30. En definitiva, se trataba de dotar de nuevos significados y
contenidos a la relación de la madre con la familia, y especialmente, con sus hijos. Por este motivo,
desde la prensa se ensalzó y promocionó en gran medida su figura y sus funciones:
“Tienes razón al decir que es una desgracia no tener madre, querida prima, porque es la
mejor de las amigas, el más dulce consuelo, el alivio, la gloria, el dulce lenitivo de los
pesares que nos afligen” 31.
Se intentaba que la mujer entendiera que nunca podía dejar de ser madre, pues era una
parte más de su ser que debía asumir y cumplir con todas sus consecuencias. Desde ese rol, dentro
de esa dimensión, sería grande y estaría ayudando a la buena marcha de la familia. Por eso la
insistencia en asuntos como la mayor atención a los hijos, la necesaria presencia en el hogar o la
delimitación de sus funciones al espacio de lo doméstico. La Iglesia católica siempre se manifestó a
favor de este tipo de feminidad (esta institución se posicionó de forma contraria hacia la
participación activa de las mujeres en la vida social o política, exigiéndoles la observancia de las
costumbres y de los valores tradicionales), modelo que por otra parte servía bien a los intereses para
conseguir ese nuevo paradigma de familia del que se ha hablado anteriormente 32.
Por último, quedaba prestar atención al tercer pilar que debía componer la familia: los hijos.
En primer lugar, desde este tipo de prensa se quería dejar constancia del respeto que debían mostrar
hacia sus padres. Estos los habían cuidado y se habían preocupado de la educación de sus retoños,
motivo esencial por el que los hijos tenían que devolver esa gratitud. El Semanario Católico expresaba
bien estas ideas, pues a través de exhortaciones dirigidas hacia los más jóvenes, mostraba como estos
debían atender y velar por la buena asistencia de sus padres cuando alcanzaran una edad avanzada.

29 Semanario Católico, nº 10, 24 de abril de 1869, México.


30 Lucia PROVENCIO, “La trampa discursiva del elogio a la maternidad cubana del siglo XIX”, Americanía, nº 1, 2011,
pp. 42-73.
31 La juventud católica de La Habana, nº 1, Año II, 14 de enero de 1872, La Habana.
32 Proceso analizado en la última etapa del siglo en Mercedes VÁZQUEZ DE PRADA, Historia de la familia contemporánea:

principales cambios en los siglos XIX y XX, Madrid, Rialp, 2008.

504
Los discursos sobre la familia y el matrimonio… Francisco Javier Crespo Sánchez

En todo caso, lo que se dejaba ver en este tipo de construcciones discursivas era, al margen del
refuerzo de los factores sentimentales de la familia, un elogio hacia la vejez y lo que ésta
representaba. Era una forma más de exponer el respeto hacia la figura de los abuelos. Sin lugar a
dudas, lo que se estaba dejando patente era la importancia de la experiencia que aportaban estas
personas que, para el pensamiento católico, se equiparaban con la salvaguarda de los valores de la fe
y del dogma. Esta imagen tampoco es extraña, pues ya desde el siglo anterior, y con mayor
intensidad en la centuria del XIX, se insertaban historias y cuentos moralizantes en la prensa con el
objetivo de aleccionar a los hijos –que eran representados en estas narraciones como jóvenes
virtuosos en la mayor parte de los casos- sobre el respeto y el socorro que debían siempre dar a sus
padres en los momentos finales de su vida 33. La recompensa para estos, obtenida a través de haber
cumplido con esos preceptos, era una vida feliz junto a su nueva familia, destino que era el deseado
por todos estos muchachos. De esta forma se expresaba el periódico para demandar ese respeto que,
además, era otro de los requisitos divinos por antonomasia:
“Joven, acuérdate y no te olvides nunca de aquel tiempo en que, más débil que el animal
que acaba de nacer, no podías dar un movimiento sin la ayuda de tus padres, y no hubieras
vivido un día sin su amor… Esa madre débil ahora y agobiada por lo años, consumió por ti
sus más hermosos días; por no perderte un solo instante de vista hubo de renunciar a todos
los placeres, por cuidarte cuando dormías interrumpía su sueño y se privaba del reposo que
le era necesario. Ese padre que ya tiene trazas de un anciano achacoso, consumió sus
fuerzas trabajando por alimentarte… El mismo Dios, que para la salvación de tu infancia
puso en el corazón de tus padres el amor paternal, quiere que el tuyo se mantenga lleno de
reconocimiento y ternura para asegurar la dicha de su vejez” 34.
La Juventud Católica de La Habana seguía profundizando en esta cuestión, pero mostrado esa
visión más fraternal sobre los cuidados que padres y madres debían dar hacia sus hijos. Como se
viene señalando, este tipo de atributos quizás sean los más novedosos dentro de los artículos que
aparecieron en este tipo de prensa, ya que se pretendía que las relaciones paternofiliales bebieran de
esa idiosincrasia. Por tanto, pese a la autoridad y el respeto, se defendía un trato donde cada vez
menos tuvieran cabida los castigos físicos y donde la responsabilidad en la atención de los retoños
quedara patente. En el caso de la madre ocurría lo mismo, se exhortaba a estas mujeres para evitar el
abandono de niños o su desatención. Si los hijos eran fruto del amor y una parte más de esa pareja
central que daba origen a la familia, ningún sentimiento podía provocar que estos no fueran queridos
y protegidos por parte de sus progenitores. La madre, que además los había llevado en su interior,
debía mostrar una especial atención para con estos, más cuando de ella dependía su supervivencia en
los primeros momentos. Lo mismo ocurría con el empleo de nodrizas o amas de leche, de las que se
decía que practicaban un tipo de lactancia “mercenaria” 35, cuestión muy presente en la prensa desde
el siglo XVIII. La acción de estas mujeres estaba muy mal vista por estos pensadores y se decía que
era uno de los grandes pecados que podían ser cometidos por las madres. Los hijos debían ser
atendidos, evitando que estos no recibieran una educación adecuada:
“Padres, madres, ¿do está vuestro corazón, vuestra conciencia, vuestra alma al abandonar
tierno hijo en extraña casa? ¿Qué hacéis del delicado ser que es cuerpo de vuestro cuerpo y
alma de vuestra alma?... ¿Qué haces, madre, de tu hijo? Preciso es que un justo y torcedor
remordimiento lacere tu alma. Preciso es que paz no goces. Preciso es que tu conciencia te
atormente de continuo… Madre de abandonado niño, ¿no te conmueve su llanto, sus
lágrimas no te quebrantan el alma, no sufres, no muere al arrojar de ti al ser que en tus

33 Francisco Javier CRESPO SÁNCHEZ, “La imagen de la juventud en la prensa: una aproximación a su caracterización
(finales siglo XVIII-siglo XIX)”, Revista de Demografía Histórica, nº 31, 2013, pp. 57-84.
34 Semanario Católico, nº 31, 18 de septiembre de 1869, México.
35 Beatriz ESPINILLA SANZ, “La elección de las nodrizas en las clases altas, del siglo XVII al siglo XIX”, Matronas

profesión, nº 3-4, 2013, pp. 68-73.

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Los discursos sobre la familia y el matrimonio… Francisco Javier Crespo Sánchez

entrañas llevaste? Y entregas a la desnudez, al frío, al hambre, a la miseria. Harán por él


madres ajenas, lo que tú no quieres hacer. ¡Cuánta crueldad, cuánto remordimiento!” 36.
Así se terminaba de completar el cuadro ideal de la familia, un grupo que a pesar de que
parecía teóricamente igual a lo expuesto en épocas anteriores, mostraba algunas variaciones que
señalaban esa evolución hacia nuevas formas y realidades.

CONCLUSIÓN
En el comienzo de este trabajo, muchas eran las preguntas que se planteaban sobre la
prensa, la transmisión de los discursos y la evolución del modelo familiar. Aún siendo difícil dar una
respuesta taxativa sobre algunas de estas temáticas, lo que sí ha quedado claro, al menos en lo que al
pensamiento religioso se refiere, fue que en los discursos que manifestaban desde la prensa no se
observa un cambio trascendental o de carácter brusco. En todo caso, lo que se percibe es una cierta
adaptación de los discursos sobre el matrimonio, la familia o los roles que debían desempeñar sus
miembros. Por ello, se prefiere hablar de acomodación y no de cambio, pues éste resultaría un
término inadecuado para describir el proceso evolutivo que sufrieron los discursos católicos durante
la centuria decimonónica. Así, a pesar de aparecer ciertas concesiones, muchas de ellas emanadas del
contexto y de las necesidades de la institución eclesiástica, hay que destacar esa fuerte permanencia
discursiva que presenta este cuerpo, sobre todo en los temas referentes a la organización familiar y
social.
Otro elemento que ha quedado patente en el desarrollo de este estudio han sido las
similitudes y coincidencias entre las dos cabeceras que han sido objeto de análisis. A pesar de las
diferencias territoriales, contextuales y normativas, tanto el Semanario Católico como La Juventud
Católica de La Habana han demostrado un recorrido paralelo en cuanto a las temáticas y a la forma de
tratarlas. De hecho, asuntos como la reglamentación religiosa del matrimonio, la definición del
modelo deseado de familia, las funciones del padre o las características que debía mostrar la esposa,
alcanzaron en los dos periódicos una gran repercusión y trascendencia. Asimismo, y como
complemento de lo anterior, circundando este tipo de discursos se encuentra el enfrentamiento
contra las intromisiones del poder civil, trasfondo que se convirtió en razón de ser de muchas de las
líneas argumentales de esta prensa. Esa repetición y coincidencia, tanto en la forma como en el
fondo, se convierte en un testigo más que demuestra la existencia de los procesos de circulación de
la información y de su reproducción en territorios y espacios diferentes. El pensamiento católico,
por tanto, a través de sus medios de expresión, reprodujo sus inquietudes y necesidades de forma
parecida en los diferentes países que se han analizado: Cuba y México.
Todas estas novedosas características, en lo que a la familia se refiere, indican la progresiva
remodelación de esta institución hacia un modelo que evolucionaría desde la familia extensa (más
presente en siglos anteriores) hacia la familia conyugal (paradigma que terminaría por imponerse y
consolidarse a lo largo del siglo XIX). Así, ese mayor interés por resaltar el matrimonio, la definición
del eje central de la organización familiar –fundamentado en la pareja formada por el padre y la
madre- y la renovada atención por la infancia, son claros indicadores de las transformaciones que
sufrieron los discursos orquestados por la Iglesia católica sobre la familia y sus miembros. En todo
caso, hay que señalar que este modelo, el de la familia conyugal, coincidió en muchos casos con los
propuestos por el pensamiento más conservador y burgués, produciéndose hacia finales de la
centuria una notable convergencia entre ambos paradigmas.
En definitiva, atendiendo a los artículos mostrados por estos dos periódicos, se puede
señalar que más que una ruptura en los discursos, se produjo una adaptación de los mensajes sobre

36 La juventud católica de La Habana, nº 17, Año II, 9 de septiembre de 1872, La Habana.

506
Los discursos sobre la familia y el matrimonio… Francisco Javier Crespo Sánchez

la familia. De esta forma, la armonía y la concordia debían ser los valores que guiaran a esta
institución en todas sus relaciones, generando un núcleo familiar circundando por los afectos y los
sentimientos. Se buscaba un nuevo estereotipo fundamentando en el entendimiento y en la presencia
del cariño, ya fuera entre los esposos, entre los hermanos o entre los padres y los hijos. No obstante,
los principios de jerarquía y autoridad no podían ser obviados, pues estos debían seguir organizando
la vida cotidiana de estas familias. La obediencia al hombre, en sus roles de esposo y padre, se
convirtió en uno de los grandes temas que defendió este tipo de prensa religiosa. Sumado a ello, la
división de funciones se erigía como otro de los grandes pilares que apuntalaban la correcta
disposición de sus miembros, diferenciando entre las tareas del padre y las de la madre. Con todo
ello, se daba imagen a ese modelo de familia que debía ser ejemplar, una familia que ante todo era
“sagrada”, pero que sobre todo era católica.

507
La familia como eje vertebrador… Ana Isabel Ponce Gea
Antonio Oliver Laso

LA FAMILIA COMO EJE VERTEBRADOR DE UNA PROPUESTA


INTERDISCIPLINAR: CAMBIOS Y PERMANENCIAS EN EL SÍ DE LAS NIÑAS
DE FERNÁNDEZ DE MORATÍN
Ana Isabel Ponce Gea
Antonio Oliver Laso
Universidad de Murcia

INTRODUCCIÓN
La importancia de la familia como institución social es un hecho incuestionable. La
familia es el primer factor de socialización de la persona, el lugar donde cada uno observamos
patrones sociales y donde reconocemos valores que, en la expresión más estructuralista,
acabamos por reproducir.
Sin embargo, las dimensiones de la familia –o mejor, su influencia– traspasan a los
miembros de esta para constituir la colectividad. La familia es reflejo del momento histórico, es
un prototipo más o menos acertado de la organización social del momento, articulado entre las
tradiciones y las necesidades de cambio.
Pero, además, la familia es un elemento activo, pues es más que un reflejo fragmentario de
la sociedad. Es precursora de transformaciones y, en última instancia, la responsable de que estas
tengan o no lugar.
Los progresivos avances en las libertades sociales que han tenido lugar hasta nuestros días
han permitido la constitución de familias con patrones estructurales muy diferentes. Ello, a su
vez, promueve la modificación de los esquemas de pensamiento que cada vez incluyen, de forma
más natural, familias con constituciones de lo más diversas. Pese a este avance, siguen instaurados
clichés familiares que, en ocasiones, no dejan la suficiente cabida a las alternativas que ante estos
se presentan.
Desde estas dos ideas se desprende el importante papel que el elemento familiar ha de
jugar en nuestras escuelas. De un lado, el estudio de una constitución familiar del pasado,
entendida como hecho social, proporcionará una información histórica más que valiosa que el
alumno podrá analizar y comparar, encontrando en el reflejo familiar un excelente argumento. De
otro lado, el estudio diacrónico de la familia pondrá de manifiesto el carácter dinámico de esta. La
institución familiar se presentará como una entidad viva, cuya evolución implica cambios y
permanencias. Precisamente, fruto de esa evolución, es la diversidad existente ante la que
nosotros, como miembros de la sociedad, hemos de adaptar nuestros esquemas 1.
La propuesta didáctica que presentamos, en la que la familia actúa como bisagra, se basa
en un trabajo interdisciplinar entre la historia y la literatura.
El debate entre las concepciones familiares de finales del siglo XVIII e inicios del siglo
XIX no deja de ser el reflejo de la pugna entre un decadente Antiguo Régimen y una emergente

1 Tal y como estudia Navarro (2006) en su trabajo sobre los modelos ideales de familia en España, las preferencias de
los españoles tienden hacia la familia igualitaria. Así, “a finales de los años ochenta y principios de los noventa, cerca
del 47% de españoles se identificaban con ese ideal de familia, mientras que en la actualidad son más del 60%” (p.
127). Aún así, sigue siendo necesaria dicha modificación de esquemas.

509
La familia como eje vertebrador… Ana Isabel Ponce Gea
Antonio Oliver Laso

sociedad burguesa. Dicho cambio queda excelentemente reflejado en la obra de Leandro


Fernández de Moratín, El sí de las niñas, donde el pensamiento ilustrado topa de frente con los
más tradicionales comportamientos sociales y, concretamente, con los propios que las relaciones
matrimoniales llevan implícitos en tales sociedades.
A través de la propuesta basada en fragmentos de la obra de Fernández de Moratín, el
alumno desarrollará su pensamiento histórico mediante el análisis y comparación de las diferentes
perspectivas sociales que ponen de manifiesto los protagonistas. La obra será buen ejemplo de
cómo, en la evolución histórica, hay elementos cambiantes y otros que permanecen y el alumno
habrá de enmarcar el cambio ideológico que se produce en la obra en otro cambio mucho mayor
que da como resultado el nacimiento de las clases sociales. Además, serán desarrollados objetivos
propios del área de literatura, a través del análisis de la obra y de su consideración como fuente de
información relevante.

LA FAMILIA COMO EJE DE LA PROPUESTA


La familia es un concepto difícil de definir. De hecho, es una realidad sin definición
única. Las definiciones que encontramos del concepto se presentan mediatizadas por el ámbito
desde el cual se han originado.
Existen definiciones de la familia desde enfoques del Derecho, sociológicos, filosóficos,
económicos, psicológicos, históricos o educativos 2. Desde estos dos últimos ámbitos, el histórico
y el educativo, que son aquellos que más interés presentan para nuestra propuesta, la familia
puede definirse tanto como la unidad básica de la sociedad como una comunidad de aprendizaje,
y todo ello para designar al mismo referente.
Sin embargo, si hay algo que todas las definiciones ponen de manifiesto, es que el
concepto de familia lleva implícita una relación con la sociedad. Y es que la familia es un hecho
social, entendiendo hecho social como “toda manera de hacer, fija o no, susceptible de ejercer
sobre el individuo una coacción exterior; es general dentro de la extensión de una sociedad dada,
a la vez que tiene una existencia propia, independiente de sus manifestaciones individuales” 3.
Entender la familia como hecho social es percibirla y explicarla más allá de los lazos entre sus
miembros, más allá de las individualidades. Es apartarse de la trivialidad y la cotidianeidad de esta
para colocarla en el lugar de referente histórico.
El inicio del interés por el estudio de la familia podría situarse en la segunda mitad del
siglo XIX, es decir, posterior a la fecha de la obra con la que trabajamos (1806). La historia de la
familia es, por tanto, una disciplina todavía joven cuyo refinamiento metodológico sigue siendo
necesario y cuyos objetivos han variado a lo largo del tiempo 4.
Pese a su novedad, en las últimas décadas se realizan interesantes estudios sobre
distintos elementos familiares, algunos de ellos centrados concretamente en la figura del niño y la
valoración de la infancia a lo largo del tiempo 5.
Eso sí, de la evolución de la disciplina de historia de la familia se desprende que la
familia no está sujeta a ninguna ley histórica evolutiva, es decir, no camina linealmente de un polo

2 María Teresa del Carmen CABANILLAS, “Modelos de hogar y cultura de familia”, Badajoz, 2010, p. 55.
3 Íbidem, p. 58.
4 Según Cabanillas (2010), en el estudio de la familia se distinguen tres etapas diferenciadas: una primera etapa de

inicio del interés por la temática; una segunda, a finales del siglo XIX y siglo XX, en la que se produce el paso del
papel predominante de la mujer al papel superior del hombre; y una tercera, que se corresponde con la actual en la
que la relación familia-Historia es predominante.
5 Delfín ORTEGA SÁNCHEZ, “Infancia, familia y educación en la Edad Moderna española: un recorrido a través

de las fuentes pedagógicas (siglos XVI-XVIII)”, Tejuelo, nº 11, 2011, pp. 85-103.

510
La familia como eje vertebrador… Ana Isabel Ponce Gea
Antonio Oliver Laso

a otro, al contrario, se modifica, expandiéndose o reduciéndose, con mayores o menos funciones,


con mayor o menos estabilidad, según la sociedad que la rodea 6.
En la misma línea de transformación familiar, define Cabanillas los grandes objetivos de
la historia de la familia en los tiempos actuales. El papel de la disciplina es tan importante para el
estudio de los orígenes funcionales de la institución familiar que permanecen (la supervivencia),
como para el análisis de su relación histórica con los cambios que conlleva. Así, la historia de la
familia, tras sus avances, se enfrenta a dos retos principales:
la exploración en profundidad del grado en que la familia es capaz de estrategias viables de
supervivencia [y] volver a abordar la cuestión del cambio a largo plazo en las pautas
familiares y su relación con todo el proceso de cambio 7.
Dicho de otro modo: para comprender el sentido de la utilización de la familia como eje
vertebrador de un contenido histórico, hay que dejar de considerarla como una mera unidad
funcional y tratarla como unidad ideológica 8.
Desde este convencimiento, todo estudio con base fundamentada sobre un núcleo
familiar determinado podría darnos –y, en efecto, nos da– una información histórica valiosa, no
tanto sobre acontecimientos concretos, como sobre cambios en valores e ideologías.
Si nos proponemos, pues, este enfoque a la hora de enseñar a nuestros alumnos,
haremos que se desarrolle en ellos un pensamiento histórico real, pues les ofreceremos
argumentos con los que justificar la Historia que construyen e instrumentos para validarla.

EL PENSAMIENTO HISTÓRICO DESDE LA PROPUESTA INTERDISCIPLINAR


La Historia, tradicionalmente, se ha considerado una disciplina para cuyo conocimiento
era requisito sine qua non la memorización. Este modo de aprendizaje –y, consecuentemente, de
transmisión de las enseñanzas– era la consecuencia obligada de la concepción de la Historia desde
el positivismo más puro.
La perspectiva positivista construía una Historia cuya única finalidad había de ser la de
organizar unos datos que, conocidos a través de documentos, eran totalmente objetivos. De esta
objetividad se desprendía, precisamente, la categorización de la Historia como ciencia. Y de ello
se derivaría también la enseñanza en las aulas de lo considerado verdadero: unos hechos
acabados, desempeñados por unos personajes arquetípicos, y que acaban conformando unas
relaciones sociales armónicas 9.
Traditionally, History lessons have been used to create a univocal national awareness
through national icons, models of behaviour and forms of social organization that have
lasted over time. The result today is that many students today have no identification with
the images of the past so often presented to them; the contents have no focus for solving
the problems of the world they are living in 10.
Sin embargo, es desde la Escuela de los Annales y su influencia en la enseñanza –sobre
todo, a partir de los 70 – cuando la Historia deja de verse como mera organización de los
acontecimientos pretéritos y se amplía la realidad histórica hasta enfocarse en el presente.

6 María Teresa del Carmen CABANILLAS, “Modelos de hogar [...]”, op. cit., p. 38.
7 Íbidem, p. 41
8 Íbidem, p. 36
9 M.L. GRANATA y C. BARALE, “Problemas epistemológicos en el conocimiento social e histórico”, Fundamentos

en humanidades, año II, nº 1 (3), 2001, pp. 59-77.


10 Jorge ORTUNO-MOLINA, Sebastián MOLINA-PUCHE y Pedro MIRALLES-MARTÍNEZ, “Family Histories

and Identites of Integration: The Use of Family Concept in History Classroom in Spanish Kindergarten and
Elementary School”, The International Journal of Interdisciplinary Social Sciences, nº 6 (5), 2012, p. 180.

511
La familia como eje vertebrador… Ana Isabel Ponce Gea
Antonio Oliver Laso

Esta perspectiva, en consonancia con lo que llamaremos pensamiento histórico, será la


que se adecue a las presentes demandas sociales, en las que se le exige a la Escuela la formación
de individuos portadores de una formación integral que, además de profesionales, sean
ciudadanos con criterios y valores para el funcionamiento de esta sociedad11.
El alumno habrá de desarrollar su pensamiento histórico, lo que no se limita al
conocimiento de hechos pasados.
Pensar históricamente conlleva (…) dos habilidades fundamentales: la capacidad de
comprender el tiempo histórico y razonar causalmente, por un lado; y la capacidad de
valorar e interpretar críticamente las fuentes de información histórica por otro 12.
Si a las habilidades exigidas para el desarrollo del pensamiento histórico, les unimos la
idoneidad del trabajo interdisciplinar para el desarrollo de ciertas competencias básicas 13 y las
relaciones que Historia y Literatura presentan desde su epistemología 14, el trabajo con obras
literarias para la enseñanza de la Historia encuentra un sustento válido.
Existe constancia de que la Literatura facilita la comprensión de la realidad que nos
rodea 15 y queda más que demostrada la idoneidad de la narración para la estructuración
temporal 16. Basta articular una propuesta didáctica sólida para que el desarrollo del pensamiento
histórico sea posible; una planificación que motive el análisis crítico de la información que nos
proporciona la fuente (en este caso, la obra literaria), a la par que presente la Historia como no
cerrada.
Sin duda, el problema que presenta el trabajo interdisciplinar en las aulas, entre otros, es
la planificación del currículo. Molinero pone en relación los contenidos de Ciencias Sociales y
Lengua Castellana para la etapa de ESO y Bachillerato, con la pretensión de hacer coincidir “la
época histórica, los movimientos, géneros literarios o artísticos” 17. La interrelación de las dos
materias es posible, si bien no está exenta de problemas derivados de una organización curricular
pensada desde planteamientos muy alejados a nuestras pretensiones. La no coincidencia entre un
mismo momento histórico entre las distintas áreas de conocimiento, además de irracional,
promueve una desarticulación entre los conocimientos que transmitimos al alumnado que suele
pasar factura.

EL SÍ DE LAS NIÑAS: BÚSQUEDA DE LA ARMONÍA SOCIAL EN UN CAMBIO


DE ÉPOCA
Leandro Fernández de Moratín (1760-1828) es, indudablemente, una de las referencias
claves del teatro neoclásico español. El Neoclasicismo, entendido como estilo propio de la

11 A. ZABALA y L. ARNAU, Cómo aprender y enseñar competencias, Madrid, Graó, 2007.


12 M. CARRETERO y M. MONTANERO, “Enseñanza y aprendizaje de la Historia: aspectos cognitivos y
culturales”, Cultura y Educación, nº 20 (2), 2008, p. 135.
13 A. ZABALA y L. ARNAU apuntan en su obra, Cómo aprender y enseñar competencias, tres tipos de competencias

distinguidas por si son fruto de un trabajo disciplinar, interdisciplinar o metadisciplinar.


14 Ya Wellen y Warren (en Domínguez, 2009) señalaban tres relaciones entre la literatura y la sociedad: la sociología

del escritor, el fondo social de la obra y la influencia real de la literatura y público de las mismas.
15 P. GARCÍA, “La interculturalidad en los cuentos, una visión del mundo en la clase de literatura”, Lenguaje y textos,

nº 23, 2005, 13-30.


16 Ejemplos de ello son las conocidas obras de A. CALVANI (1988) y Kiera EGAN (1994); o los estudios más

recientes de A. E. VERGARA, M. N. BALBI y S.B. SCHIERLOH (2010).


17 E. MOLINERO, “Literatura e historia. Elementos para un reencuentro en el aula”, Íber. Didáctica de las Ciencias

Sociales, Geografía e Historia, nº 71, 2012, p. 28.

512
La familia como eje vertebrador… Ana Isabel Ponce Gea
Antonio Oliver Laso

Ilustración 18, hace de las formas clásicas una “renovación” para mostrar un equilibrio natural que,
en muchos de los casos, se expresa a través de una literatura didáctica.
Los autores neoclásicos transmiten las ideas ilustradas en una época de cambios en los
que el reformismo intelectual promueve y coincide con la reforma social. El sí de las niñas, de
1806, se sitúa en lo que podríamos conocer como el declive de la Ilustración 19, en un tramo
histórico que finalizará con el triunfo de las ideas liberales (1808).
Las obras de estos autores, entre las que se encuentran las de Moratín, ponen de
manifiesto la eficacia de ese racionalismo, situado en la base de la Ilustración, que se hará
operativo en la pretensión de “sistematizar las directrices de la cultura y fijar una norma de
organización práctica político-económica que asegure una perspectiva de felicidad pública” 20. Esa
idea de progreso llevará consigo mostrar la belleza de lo natural, que no necesita más que la
existencia de la razón para la conservación de su armonía y, por tanto, de la felicidad.
Moratín debe, consecuentemente, “mostrar en escena las ventajas de la harmonía social
y, concéntricamente con ésta, de la harmonía doméstica y familiar” 21. Y lo hace a través de un
número escaso de personajes, pero que resultan suficientes para representar las viejas ideas
agonizantes, y el nuevo racionalismo que triunfa. Lo que el autor lleva a cabo es una reducción de
la realidad social a la familiar, representando de forma exquisita los valores que se enfrentan y
haciendo crítica a los estamentos propios del Antiguo Régimen, que se corresponden con los
personajes que pone en escena 22.
En la obra “aparecen los matrimonios desiguales, la educación de los hijos, las relaciones
amorosas, las relaciones paternofiliales, la sociedad, los tipos y problemas sociales del
momento” 23. Y todo ello articulado por una doña Irene que es la representación de una
“generación anquilosada y moralmente muerta” 24 , un don Diego que es el reflejo de una vieja
España donde ha penetrado el espíritu ilustrado, y una doña Paquita y don Carlos que son el
resultado de la educación de sus tiempos.
Moratín utiliza la escena para mostrarnos unas situaciones que permanecen más allá de
los cambios, a la vez que conforma un espacio ideal para debatir sobre dichas transformaciones.
Y este espacio de debate, de confrontación entre la vieja y la nueva España, es una posada
estática en la que coinciden distintos estamentos sociales que dejan, momentáneamente, de estar
separados.
Las ideas ilustradas y la importancia de la razón quedan especialmente de manifiesto en
el papel desempeñado por don Diego durante la obra. Don Diego “seguirá el camino de la
honestidad intelectual, del análisis, del razonamiento lógico a través del diálogo, partiendo de una

18 Margarita ALMELA BOIX, Textos Literarios Modernos (siglos XVIII y XIX), Madrid, Editorial universitaria Ramón

Areces UNED, 2010, p. 22.


19 ALMELA BOIX (2010) distingue tres etapas en siglo XVIII. En la primera, correspondiente al reinado de Felipe

V, se produce el inicio de la Ilustración, dominado lo literario por las obras de corte intelectual. La segunda, con
Carlos III, se correspondería con la Ilustración propiamente dicha. Y la tercera de las etapas, con Carlos IV, es el
declive de la Ilustración, que finalizará en 1808 con el triunfo napoleónico.
20 Margarita ALMELA BOIX, Textos Literarios Modernos […], op. cit, p. 19.
21 J. M. SALA, “Los afectos sociales y domésticos en el teatro de Leandro Fernández de Moratín: El beso de Doña

Francisca y Rita”, 2001 [versión electrónica]. Recuperado de: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/los-


afectos-sociales-y-domsticos-en-el-teatro-de-leandro-fernndez-de-moratn---el-beso-de-doa-francisca-y-rita-0/html/.
22 Loreto BUSQUETS (2003) sugiere esta idea haciendo corresponder a Irene con la nobleza, doña Francisca con el

clero y don Carlos con el ejército.


23 Jesús CAÑAS, “El sí de las niñas, de Leandro Fernández de Moratín, en la comedia de buenas costumbres”, 2000

[versión electrónica]. Recuperado de: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-s-de-las-nias-de-leandro-


fernndez-de-moratn-en-la-comedia-de-buenas-costumbres-0/html/
24 Loreto BUSQUETS, “Iluminismos e ideal burgués en El sí de las niñas”, 2003 [versión electrónica]. Recuperado

de: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/iluminismo-e-ideal-burgus-en-el-s-de-las-nias-0/html/

513
La familia como eje vertebrador… Ana Isabel Ponce Gea
Antonio Oliver Laso

premisa que es una verdad insoslayable y un derecho enajenable del ser humano: la libertad” 25.
Don Diego renuncia a sus intereses personales – el matrimonio con Paquita y el remedio a su
soledad – para dejar que los hechos transcurran como es natural.
En consonancia con el amor burgués, “Paquita ama para contraer matrimonio, para
tener hijos y formar un hogar” 26. Más allá de la seguridad económica que para ella don Diego
representa, este no puede dar respuesta a estas necesidades por su diferencia de edad. Por lo
tanto, es el propio don Diego el que hace que lo social deje de ser un obstáculo para el amor, y
que el amor entre en esta sociedad que solo necesita articularse a través de la razón.
En resumen, “El sí de las niñas se convierte (..) en una comedia de tesis, un texto hecho
para transmitir una determinada visión de la realidad, o de una parcela concreta de la realidad, que
se desea trasladar al auditorio” 27. Lo que nos transmite no es otra cosa que el reformismo social,
defendido por el autor a través de la educación más que de la revolución, y que acabará
materializándose en el establecimiento de la sociedad liberal y el nacimiento de las clases sociales.
Y todo ello lo hace Moratín a través de un conflicto familiar que culmina en felicidad gracias al
papel de la razón.

PROPUESTA DIDÁCTICA
1. Contextualización.
La contextualización de la propuesta didáctica que proponemos es la reflejada en la Tabla 1.

Tabla 1: Contextualización de la propuesta.

Etapa Educación Secundaria

Nivel 4.º

Áreas de conocimiento implicadas Lengua castellana y literatura.


Ciencias Sociales, Geografía e Historia.

2. Objetivos a desarrollar y contenidos trabajados.


La realización de esta actividad contribuirá al desarrollo de los objetivos generales
Ciencias Sociales y Lengua castellana y literatura, presentes en el Decreto número 291/2007, de
14 de septiembre, por el que se establece el currículo de la Educación Secundaria Obligatoria en
la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia. Los objetivos específicos desarrollados serán
resultantes del trabajo interdisciplinar de ambas disciplinas, conllevando el trabajo de unos
determinados contenidos. Todo ello quedará reflejado en la Tabla 2.

25 Loreto BUSQUETS, “Iluminismos e ideal […]”, op. cit., [versión electrónica]. Recuperado de:
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/iluminismo-e-ideal-burgus-en-el-s-de-las-nias-0/html/
26 Íbidem.
27 Jesús CAÑAS, “El sí de […]”, op. cit, [versión electrónica].

514
La familia como eje vertebrador… Ana Isabel Ponce Gea
Antonio Oliver Laso

Tabla 2: Objetivos generales, objetivos de la actividad y contenidos trabajados

OBJETIVOS GENERALES OBJETIVOS DE CONTENIDOS


LA ACTIVIDAD
Lengua castellana y
literatura Ciencias Sociales. Historia.

15. Aproximarse al 5. Identificar y localizar en el 1. Conocer los - Localización en el tiempo y en el


conocimiento de muestras tiempo y en el espacio los principales cambios espacio de los acontecimientos y
relevantes del patrimonio procesos y acontecimientos que conlleva la procesos históricos más relevantes.
literario y valorarlo como históricos relevantes de la construcción del - Valoración del papel de los hombres
un modo de simbolizar la historia del mundo, de Europa Estado liberal y las mujeres, individual y
experiencia individual y y de España para adquirir una partiendo de las colectivamente, como sujetos de la
colectiva en diferentes perspectiva global de la confrontaciones historia.
contextos histórico- evolución de la Humanidad familiares que tienen - Crisis del Antiguo Régimen y
culturales. con un marco cronológico lugar en el texto. construcción del Estado liberal en la
preciso y elaborar una España del siglo XIX.
interpretación de la misma que - Desarrollo de la autonomía lectora y
facilite la comprensión de las aprecio por la literatura como fuente
comunidades sociales a las que de identificación, de placer estético y
se pertenece. de comprensión de los fenómenos
culturales.

15. Aproximarse al 1. Identificar los procesos y 2. Identificar un tema - Identificación de los factores que
conocimiento de muestras mecanismos que rigen los o problema en un intervienen en los procesos de cambio
relevantes del patrimonio hechos sociales y las fragmento literario, histórico, diferenciación de causas y
literario y valorarlo como interrelaciones entre hechos indagando en su consecuencias.
un modo de simbolizar la políticos, económicos y origen y expresando
experiencia individual y culturales y utilizar este un punto de vista - Búsqueda y selección de información
colectiva en diferentes conocimiento para personal. de fuentes escritas, diferenciando los
contextos histórico- comprender la pluralidad de hechos de las opiniones. Contraste de
culturales. causas que explican la informaciones contradictorias o
evolución de las sociedades complementarias a propósito de un
18. Utilizar la lectura y la actuales, el papel que hombres mismo hecho.
escritura como fuentes de y mujeres desempeñan en ellas
placer, de enriquecimiento - Desarrollo de la autonomía lectora y
y sus problemas más aprecio por la literatura como fuente
personal y de conocimiento relevantes.
del mundo y consolidar de identificación, de placer estético y
hábitos lectores. de comprensión de los fenómenos
culturales.

13. Aplicar con cierta 9. Comprender los elementos - Identificación de los componentes
autonomía, los técnicos básicos que que intervienen en los procesos
conocimientos sobre la caracterizan las 3. Aplicar históricos y comprensión de las
lengua y las normas del uso manifestaciones artísticas en conocimientos interrelaciones que se dan entre ellos.
lingüístico para comprender su realidad social y cultural históricos en una
textos orales y escritos y para valorar y respetar el creación literaria - Composición de textos de intención
para escribir y hablar con patrimonio natural, histórico, propia, mostrando literaria y elaboración de trabajos sobre
adecuación, coherencia, cultural y artístico, asumiendo seguridad ante esta lecturas.
cohesión y corrección. la responsabilidad que supone producción.
su conservación y
18. Utilizar la lectura y la apreciándolo como recurso
escritura como fuentes de para el enriquecimiento
placer, de enriquecimiento individual y colectivo.
personal y de conocimiento
del mundo y consolidar
hábitos lectores.

515
La familia como eje vertebrador… Ana Isabel Ponce Gea
Antonio Oliver Laso

3. Contribución a las competencias básicas.


En la Tabla 3, sintetizamos la contribución al desarrollo de las competencias básicas.

Tabla 3: Relación de los objetivos, con las competencias básicas y sus criterios de desarrollo
OBJETIVO DE LA ACTIVIDAD COMPETENCIA CRITERIOS DE DESARROLLO
BÁSICA

Competencia lingüística - Formación de un juicio crítico ante un texto.


- Distinción de aspectos reales en lo literario.
1. Conocer los principales cambios
que conlleva la construcción del Competencia social y ciudadana - Conocimiento de la realidad social.
Estado liberal partiendo de las
- Reconocimiento de cambios en el tiempo.
confrontaciones familiares que tienen
lugar en el texto - Interés por los problemas de otros.

Competencia lingüística - Lectura eficaz.


- Comprensión de textos, identificando las ideas
principales.
- Adquisición de habilidades para expresar opiniones
y sentimientos.

Competencia social y ciudadana - Comprensión de los cambios sociales.

2. Identificar un tema o problema en - Conciencia de la multiplicidad causal.


un fragmento literario, indagando en
su origen y expresando un punto de Competencia en autonomía e - Fijación de metas.
vista personal iniciativa personal
- Obtención de conclusiones.

Competencia cultural y artística Conocimiento de manifestaciones culturales.

Competencia lingüística - Adquisición de habilidades propias para la


expresión.
- Realización de composiciones escritas, respetando
aspectos formales y el tipo de texto.

Competencia cultural y artística - Uso del lenguaje como un código artístico.

3. Aplicar conocimientos históricos - Valoración de la libertad de expresión.


en una creación literaria propia,
mostrando seguridad ante esta Competencia en autonomía e - Capacidad de responder con seguridad y
producción. iniciativa personal autonomía a lo propuesto.
- Valoración realista de su capacidad para aprender.

Competencia social y ciudadana. - Relación del pasado con el presente.

3.1. Desarrollo de la actividad.


Para la realización de esta actividad, partiremos de la lectura de un fragmento de la
escena V del acto II de El sí de las niñas (Tabla 4). Desde el inicio de la actividad se supone el
conocimiento del argumento general de la obra, bien porque dicha obra ha sido trabajada en
516
La familia como eje vertebrador… Ana Isabel Ponce Gea
Antonio Oliver Laso

clase, o bien porque el docente les ha proporcionado información adicional a la del fragmento. La
elección del fragmento responde a que en él se trata la temática principal de la obra, el
matrimonio, quedando reflejadas las posturas de los principales personajes implicados. Dichas
perspectivas serán relacionadas con las ideas propias del Antiguo Régimen o de la emergente
sociedad burguesa influida por la Ilustración.

Tabla 4: Fragmento trabajado de la obra


DOÑA FRANCISCA
No, señor; lo que dice su merced eso digo yo, lo mismo. Porque en todo lo que me mande la obedeceré.
DON DIEGO
¡Mandar, hija mía!... En estas materias tan delicadas los padres que tienen juicio no mandan. Insinúan, proponen, aconsejan; eso sí, todo eso sí, ¡pero
mandar!.. ¿Y quién ha de evitar después las resultas funestas de lo que mandaron? … Pues ¿cuántas veces vemos matrimonios infelices, uniones
monstruosas, verificadas solamente porque un padre tonto se metió a mandar lo que no debiera? (…) Decente, que yo no culpo lo que no se opone al
ejercicio de la virtud. ¿Pero cuáles ería entre todas ellas la que no estuviese ya prevenida a favor de otro amante más apetecible que yo? Y en Madrid,
figúrese usted en un Madrid… Lleno de ideas me pareció que tal vez hallaría en usted todo cuanto yo deseaba.
DOÑA IRENE
Y puede usted creer, señor don Diego, que…
DON DIEGO
Voy a acabar, señora, déjeme usted acabar. Yo me hago cargo, querida Paquita, de lo que habrán influido en una niña tan bien inclinada como usted las
santas costumbres que ha visto practicar en aquel inocente asilo de la devoción y la virtud; pero si, a pesar de todo esto, la imaginación acalorada, las
circunstancias imprevistas, la hubiesen hecho elegir sujeto más digo, sepa usted que yo no quiero nada con violencia. (…). Su madre de usted no es capaz
de querer una injusticia (…).
DOÑA IRENE
¿Puedo hablar ya, señor?
DON DIEGO
Ella, ella debe hablar, y sin apuntador y sin intérprete.

DOÑA IRENE
Cuando yo se lo mande.
DON DIEGO
Pues ya puede mandárselo, porque a ella la toca responder… Con ella he de casarme con usted no.

Acto II, Escena V

La actividad comenzará con la lectura del fragmento, tanto de forma individual como
grupal, repartiendo papeles entre los alumnos. Tras esta primera lectura, estos habrán de
responder a cuestiones que pretenden extraer las ideas principales del texto y contrastar las
perspectivas y conocimientos de los alumnos.
1. ¿Sobre qué crees que están tratando los personajes de la obra?
2. ¿Cuál es la postura de cada uno de ellos?
3. ¿En qué momento histórico situarías esta conversación?
Tras conocer las respuestas de los alumnos, que serán escritas y que también formarán
parte de una puesta en común grupal, los alumnos completarán la Tabla 5, que resumirá el
contenido del texto y/o las interpretaciones que de él ha hecho el alumno.

517
La familia como eje vertebrador… Ana Isabel Ponce Gea
Antonio Oliver Laso

Tabla 5: Tarea para la síntesis de ideas

¿Qué es o qué crees que es el matrimonio para …

doña Irene? don Diego? doña Francisca?

Una vez realizada la tarea, se establecerá el debate en el aula. El docente fomentará la


comparación entre la actual perspectiva sobre el matrimonio y cada una de las que poseen los
personajes. La siguiente tarea obligará al alumno a pensar sobre las causas de cada uno de los
comportamientos sociales. Para ello, siguiendo el mismo esquema, completará la Tabla 6. El
docente indicará que han de buscar causas sociales, de la colectividad, sin intentar basar la
respuesta en una mera consideración psicológica del personaje.

Tabla 6: Tarea sobre causalidad

¿Por qué crees que piensa esto


doña Francisca?
doña Irene? don Diego?

El alumno habrá de percibir, durante el desarrollo de la tarea, la necesidad de conocer el


contexto histórico del momento y los cambios que están teniendo lugar para dar explicación a los
conflictos familiares que se presentan. Es ahora cuando el docente debe introducir el contenido
histórico. Se ha de situar históricamente al alumno, ofreciendo datos imprescindibles para la
comprensión del cambio social que está teniendo lugar con el cambio de siglo.
Esta exposición debe realizarse sin alejarnos del conflicto familiar que tenemos presente en
la obra y que está originado por los cambios de ideologías.
Después de ello, habremos de plantear preguntas que relacionen el texto con la realidad
histórica. Algunas de ellas podrían ser:
1. Leandro Fernández de Moratín relaciona a doña Irene, doña Francisca y don Carlos
con un estamento social propio del Antiguo Régimen. ¿Con cuál crees que identifica a
cada uno de ellos? ¿Qué crítica hace a ese estamento?
2. La figura de don Diego es vital a lo largo de la obra. El personaje renuncia a sus
intereses personales, apoyándose en la razón. ¿Qué argumentos utiliza? Pon un ejemplo
del texto.
3. La renuncia de don Diego es un enfrentamiento claro a los tradicionalismos del
Antiguo Régimen que quedaban amparados incluso por la ley (Carlos III en 1776 obliga
a los hijos a tener consentimiento del cabeza de familia para casarse). ¿Por qué
podríamos decir que don Diego es icono del pensamiento ilustrado?
4. ¿En qué modo deducimos que se ve afectada la educación de la mujer y el papel de esta
en la sociedad con los cambios que dejan de manifiesto la obra? ¿Cuáles son las
transformaciones del elemento “familia”?

518
La familia como eje vertebrador… Ana Isabel Ponce Gea
Antonio Oliver Laso

Tras todo lo anterior, pediremos al alumno que realice una producción literaria propia en la
que se establezca un diálogo de personajes, tal y como ocurre en el texto que hemos trabajado. La
única condición que pondremos a la creación será que conviertan a uno de las personas (doña
Irene, don Diego, don Carlos o doña Francisca) en un ciudadano del siglo XXI. Pretendemos, a
la par que aumentar sus capacidades para la producción literaria, conseguir así la comparativa
entre uno y otro tiempo, señalando al final de la tarea el alumno qué es lo que ha cambiado qué lo
que permanece.
La evaluación de la actividad se llevará a cabo atendiendo a los criterios de evaluación
presentes en el currículum, que instrumentaremos a través de los indicadores de desarrollo de las
competencias básicas.

CONCLUSIONES
El conocimiento de la realidad social pretérita y la comprensión de la realidad social
presente es un hecho imprescindible para el alumnado. Su enseñanza ha de llevarse a cabo
promoviendo la formación integral de los que serán los futuros ciudadanos y para los que la
realidad no ha de presentarse como un hecho fragmentado sino como un escenario complejo
estudiado, paralelamente, por las distintas disciplinas.
La historia de la familia, como parte de la historia social, rescata el valor de las personas
como contribuyentes a la creación y la modificación de la Historia. El análisis del elemento
familia nos proporciona, pues, una información histórica ante la que razonar y construir
conocimientos, contribuyendo ello al desarrollo del pensamiento histórico en nuestro alumnado.
La familia es, a la par, el eje sobre el que se articula la obra de Fernández de Moratín.
Los conflictos familiares, a través de unos personajes que representan la confluencia de distintas
visiones históricas en un mismo momento, ejemplifican a la perfección la influencia del
pensamiento ilustrado en la sociedad de finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX. Y hacen
que el lector perciba cómo los cambios sociales están impulsados y tienen influencia en cada uno
de los individuos e instituciones familiares que forman parte de la colectividad. Así, pues, la obra
literaria se convierte en una fuente secundaria de considerable valor para acercar al alumno a una
realidad social que deja de ser pasada y abstracta, para concretarse en personajes con nombres y
apellidos que muestran coincidencias y divergencias en sus comportamientos con los individuos
que forman la sociedad de nuestros tiempos.
La organización curricular impide una correcta relación entre la época histórica y los
movimientos artísticos literarios del momento, empobreciendo considerablemente nuestra
propuesta. Pese a todo, el planteamiento presentado pone de manifiesto cómo la historia y
literatura son combinables y cómo su trabajo interdisciplinar permite y favorece el desarrollo de
las competencias básicas.
Esa familia, la de Moratín, la complicada familia del autor neoclásico, es espejo y reflejo
de la Historia de sus tiempos; y, aún más, también de los nuestros.

519
El fenómeno del coleccionismo fotográfico… Asensio Martínez Jódar

EL FENÓMENO DEL COLECCIONISMO FOTOGRÁFICO Y LOS ÁLBUMES


FAMILIARES DURANTE EL SIGLO XIX: UNA APROXIMACIÓN AL ESTUDIO
DE LA COLECCIÓN FOTOGRÁFICA FONTES PASCUAL DE RIQUELME
VIUDES
Asensio Martínez Jódar
Universidad de Murcia

INTRODUCCIÓN
La invención de la fotografía durante la primera mitad del siglo XIX cambió para
siempre la manera en la que el ser humano se relacionaba con el mundo e incluso consigo mismo.
Gracias a esta nueva invención el hombre decimonónico pudo conocer de primera mano lugares
remotos, saber qué aspecto tenían sus parientes lejanos e incluso pudo «poner cara» a sus
dirigentes y representantes políticos. A día de hoy la fotografía está integrada de una manera tan
natural en nuestra vida cotidiana que nos resulta difícil hacernos una idea del valor real que
tuvieron estas conquistas. En realidad, la revolución que supuso la imagen fotográfica en el siglo
XIX es equiparable a la que se ha vivido en la actualidad con las nuevas tecnologías de la
información y la adopción de las redes sociales. En nuestros días, la inclusión del ordenador e
internet en nuestra vida diaria ha variado la forma en la que nos relacionamos con los demás. No
obstante, ha habido que esperar a que estos avances estuvieran al alcance de un gran número de
personas para que se desarrollasen plenamente, o dicho de otro modo, a que accedieran al ámbito
doméstico. Con la fotografía sucedió algo parecido, fue en el instante en el que entró
masivamente a los hogares de la clase media cuando obtuvo un gran impulso y se transformó en
un elemento clave en las relaciones sociales.
El álbum fotográfico familiar cobrará una gran importancia en todo este proceso y a
través de su análisis podremos obtener importante información acerca de sus dueños, como su
entorno social, sus intereses, sus ideas políticas, sus gustos etc. Con el desarrollo del presente
trabajo veremos de qué manera están estos aspectos reflejados en el álbum familiar y
analizaremos las circunstancias que llevan a su aparición, entre las que destaca la afición del
coleccionismo fotográfico. Atenderemos a todos estos aspectos sirviéndonos de un caso
particular, la colección Fontes Pasqual de Riquelme Viudes, comenzada en Murcia alrededor de
1860.

EL AUGE DE LA FOTOGRAFÍA Y EL SURGIMIENTO DEL COLECCIONISMO


Antes de hablar de los álbumes fotográficos y la colección Fontes Pasqual de Riquelme
Viudes vamos a hacer un breve recorrido por las primeras décadas de vida de la fotografía, con el
fin de identificar aquellos elementos que dieron paso a la aparición del coleccionismo y de los
primeros álbumes.
El primer procedimiento fotográfico, el daguerrotipo, fue presentado en París en el año
1839 . Fue desarrollado por Daguerre a partir de los descubrimientos hechos por su socio
1

1Para más información sobre el daguerrotipo, su desarrollo y expansión se puede consultar el siguiente volumen:
M.L. SOUGEZ, Historia de la fotografía, Madrid, Cátedra, 2006, pp. 51-94.

521
El fenómeno del coleccionismo fotográfico… Asensio Martínez Jódar

Nicéphore Niépce. El daguerrotipo empleaba como soporte una placa de cobre recubierta de una
capa de plata en uno de sus lados, que convenientemente pulida y tratada se volvía fotosensible.
Las imágenes obtenidas a través de este procedimiento resultaban bastante frágiles, pues
se podían rayar con bastante facilidad y el contacto con el aire hacía que la capa de plata se
oxidara, con lo que la calidad del retrato se veía seriamente afectada. Para salvar estos
inconvenientes los daguerrotipos fueron encapsulados dentro de pequeños estuches empleando
el siguiente procedimiento: primeramente, se colocaba sobre la placa un marco de latón y sobre
este un cristal, el conjunto era sellado con cinta adhesiva para preservarlo de la acción del aire e
introducido dentro del estuche, que generalmente estaba forrado de terciopelo. En muchas
ocasiones, se empleaba un segundo marco de latón flexible que abrazaba y ajustaba el resto de
componentes a la caja del estuche. Estos se hicieron en distintos materiales que variarán a lo largo
de varios años, desde los más sencillos de cuero repujado y madera hasta los termoplásticos.
Tal complejidad material hacía del daguerrotipo un producto bastante caro, en realidad
solo una pequeña porción de la población podía permitirse retratarse a través de esta técnica.
Además, el hecho de que se trataba de una imagen única, no multiplicable y el empleo del estuche
lo situaban más cerca del retrato al óleo en miniatura que al concepto de fotografía actual. De
hecho, al principio muchos daguerrotipos eran coloreados por pintores miniaturistas 2 con lo que
el parecido entre ambas modalidades de retrato era aún mayor.
Durante los años cincuenta un ingenioso fotógrafo francés ideó un nuevo sistema que
terminaría por desbancar al daguerrotipo y dar paso a la siguiente etapa de la historia de la
fotografía. Se trataba de Disdéri, retratista parisino y audaz hombre de negocios. Disdéri se
percató de que por su precio el daguerrotipo solo era accesible a una pequeña parte de la
población francesa, por lo que si conseguía abaratar el retrato fotográfico aumentaría su clientela.
Para conseguir esto, ideó un nuevo procedimiento fotográfico, sustituyó las placas de cobre y
plata por negativos de vidrio al colodión3, que además de resultar mucho más económicas daban
la posibilidad de obtener varias copias a partir de un mismo cliché. Para el revelado final optó por
el papel, material que resultaba barato a la par que práctico. Además de emplear estos dos
elementos, Disderí también diseñó una cámara dotada de múltiples objetivos, lo que permitía
obtener de un solo negativo de cuatro a diez retratos en pequeño formato, dividiéndose así los
costes por el número de fotos obtenidas 4. Tras el revelado en papel, cada retrato se recortaba y se
pegaba sobre un cartón rígido destinado a facilitar su manipulación y a favorecer su conservación.
La medida de este peculiar formato era de aproximadamente 6 x 9 cm, similar al empleado en las
tarjetas de visita personales y comerciales de la época, por lo que el invento recibió el nombre de
«carte de visite» (tarjeta de visita en francés). Disdéri patentó su sistema en 1854 5, lo que no evitó
que enseguida le surgieran multitud de imitadores, extendiéndose cada vez más el uso del retrato.
Gracias al procedimiento de la «carte de visite» con cada visita al fotógrafo se obtenían varios
retratos a un precio muy bajo y a consecuencia de ello, muy pronto nació la costumbre de
intercambiar los sobrantes con amigos y familiares.

2 Viendo peligrar su oficio al inventarse la fotografía muchos pintores miniaturistas se asociaron con daguerrotipistas
y fotógrafos para ofrecer a sus clientes retratos a color. Por este motivo era bastante habitual ver en la prensa del
XIX los anuncios de este tipo de asociaciones, sobre todo en las décadas de los cincuenta y sesenta. En Murcia, por
ejemplo, estaba el caso del fotógrafo Julio Planchard, que en 1860 vino acompañado del pintor de miniaturas
Enrique Lorichon. Su anuncio fue publicado en el diario La Paz de Murcia, el 28 de marzo de 1860 (p. 4)
3 También conocido como algodón-pólvora o piroxilina este producto se volvía fotosensible al añadirle yoduro de

plata. Presentaba la ventaja de acortar el tiempo de exposición con respecto al daguerrotipo, aunque también tenía un
importante inconveniente, pues durante todo el proceso de toma y rebelado la emulsión debía mantenerse húmeda.
M.L. SOUGEZ, Historia de la […] op. cit, pp. 128-131
4 B. RIEGO AMÉZAGA, La construcción social de la realidad a través de la fotografía y el grabado informativo en la España del

Siglo XIX, Santander, Universidad de Cantabria, 2001, p. 331


5 G. FREUND, La fotografía como documento social, Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 1993. p. 58.

522
El fenómeno del coleccionismo fotográfico… Asensio Martínez Jódar

El precio de la fotografía descendió enormemente en pocos años. Veamos un ejemplo


concreto, para el cual hemos escogido dos referencias que aparecieron en la prensa de Murcia en
un corto periodo de tiempo. Así pues, según un anuncio publicado en 1858 6 un solo daguerrotipo
podía costar entre 80 y 200 reales, el precio exacto dependería del tamaño, tipo de estuche, si se
quería coloreado o no etc. Siete años más tarde, en 1865 el fotógrafo francés Laurent Rouede
ofrecía a los murcianos 12 retratos en «carte de visite» por 64 reales 7.
La caída de los precios hizo a la fotografía accesible a una mayor cantidad de personas y
el número de retratos realizados creció exponencialmente. En palabras de Giselè Freund,
“Gracias a ese cambio radical de formatos y precios, Disdéri logró la popularidad definitiva de la
fotografía. Esos retratos que hasta ahora quedaban reservados a la nobleza y la burguesía rica, se
volvieron accesibles para quienes vivían con menos holgura” 8. Aunque habían perdido la
exclusividad de retratarse, los miembros de las clases alta y media podían acudir con mayor
regularidad a los gabinetes fotográficos, pero no solamente lo hacían para adquirir la propia efigie,
si no también la de gobernantes, políticos, escritores, artistas y otras personalidades célebres. De
esta manera nació una nueva moda que causó un gran furor entre los miembros de la burguesía
europea, el coleccionismo fotográfico también denominado «cartomanía» 9. Los álbumes
surgieron entonces como una solución de almacenamiento ante la gran cantidad de imágenes que
comenzaban a atesorar las familias burguesas.
El número de fotógrafos aumentó a la par que lo hacía la demanda de retratos, a ello
contribuyó también en gran medida la sencillez del procedimiento ideado por Disdéri. Una gran
multitud de personas que habían desempeñado antes diversos empleos intentaron probar suerte
en la nueva profesión de moda. El aumento de la competencia en Francia hizo que muchos
fotógrafos se animaran a venir a España en busca de un mercado menos saturado. Es por ello
que encontramos a mediados de los cincuenta un gran número de operadores franceses
trabajando en nuestro país, algunos de ellos lo harán de manera ambulante por varias ciudades.
En España la expansión y consolidación del formato «carte de visite» se vivió en los
primeros años de la década de 1860, hecho que coincide además con la apertura de gabinetes
estables en las principales ciudades que solían estar ya regentados por fotógrafos de origen local.
La prensa fue un importante vehículo de expresión para estos profesionales, a través de ella
publicaban anuncios que usaban para dar a conocer sus gabinetes e informar a sus clientes de las
novedades y promociones.

LOS ÁLBUMES FOTOGRÁFICOS


Como ya citamos más arriba, los álbumes fotográficos aparecieron para responder a una
nueva necesidad, la de almacenar una gran cantidad de fotografías. Esta, se debió en gran parte a
la aparición de la «carte de visite» y las nuevas prácticas asociadas a ella como el intercambio de
retratos y el coleccionismo. La idea originaria del álbum pudo derivar de elementos anteriores
como los libros ilustrados con fotografías pegadas. El primero de estos libros fue The Pencil of
Nature, editado por el fotógrafo británico Fox Talbot en 1844, estaba compuesto por láminas
ilustradas con calotipos 10 pegados que representaban bodegones y objetos familiares 11. Entre los

6 La Paz de Murcia. 26 de noviembre de 1858, p. 2.


7 La Paz de Murcia. 5 de enero de 1865, p. 4.
8 G. FREUND, La Fotografía como […] op. cit, p. 57.
9 E. L. LARA LÓPEZ, “La representación social de la muerte a través de la fotografía (Murcia y Jaén, 1870-1902):

Una historia de la imagen burguesa”, Revista de dialectología y tradiciones populares, nº 60 (2), 2005, pp. 129-148 (p. 133).
10 El calotipo fue un procedimiento fotográfico patentado por Fox Talbot en 1841. También conocido como

talbotipo empleaba como soporte fotosensible papel tratado con nitrato de plata y yoduro de potasio. Tras tomar la
imagen el papel se bañaba en cera derretida para volverlo translúcido, con lo que se obtenía un negativo a partir del

523
El fenómeno del coleccionismo fotográfico… Asensio Martínez Jódar

que aparecieron en los años siguientes destaca Annals of the Artist of Spain de William Stirling,
editado en 1847 y que incluía entre sus páginas reproducciones de obras de artistas españoles
como El Greco, Velázquez o Goya 12. Los dos ejemplos citados son dos libros ilustrados con
imágenes obtenidas por procedimientos fotográficos, pero aún es posible que haya un
antecedente anterior a ellos relacionado con los retratos al «fisionotrazo» 13, que según Juan
Naranjo 14 eran colocados en álbumes y regalados familiares.
En cuanto a los primeros álbumes como tales, según afirma Ellen Maas 15, aparecieron
en París después de 1858 a raíz de la generalización del formato «carte de visite» que: “condujo a
desarrollar una serie de diferentes construcciones de álbumes que permitían guardar las
fotografías montadas sobre cartón sin necesidad de tener que pegarlas definitivamente”. Este es
un hecho importante ya que al no estar las imágenes fijas sobre las páginas la colección podía ir
evolucionando libremente con el paso del tiempo. Así, los retratos se podían recolocar una y otra
vez siguiendo determinados criterios, o incluso ser cambiados a un álbum mayor a medida que la
colección iba aumentando o se añadían nuevos formatos.
Parece ser que los primeros álbumes fabricados fueron del tipo «leporello» (en
acordeón) en los que las hojas, en lugar de estar encuadernadas a la manera de un libro ordinario
se encontraban unidas entre sí por los lados largos mediante charnelas de cuero 16. Aparecieron en
París alrededor de 1860 y pronto dieron paso al álbum canónico del siglo XIX, el que mantenía la
estructura propia un libro. Existieron varios formatos de álbum para «carte de visite» aunque tres
fueron los más habituales: los que incluían una fotografía por página, que son en consecuencia los
más pequeños, los dobles, que albergaban dos en formato apaisado y los de mayor tamaño que
podían contener cuatro imágenes por página. Cada página estaba formada por varias láminas de
cartulina y papel (generalmente tres), las fotografías se introducían entre ellas y quedaban
expuestas por medio de una ventana. En los primeros álbumes la ranura de introducción se
situaba al borde de las hojas, aunque más adelante lo habitual sería situarla al pie de cada ventana.
A partir de 1867 la «carte de visite» va dejando paso a la aparición de formatos mayores
como el «cabinet» 17, aunque aún perdurará hasta el cambio de siglo. Cuando esto sucede aparecen
nuevos tamaños de álbumes, siendo muy numerosos los ejemplos para tarjetas «cabinet», aunque
también los habrá mixtos, que alternaban hojas con una sola ventana para este último tipo con
otras de cuatro ventanas para «cartes de visite». Se daba así la posibilidad de ampliar una
colección con los nuevos formatos fotográficos de moda mientras se mantenían los retratos
antiguos empleando un único álbum.
Los centros productores más importantes de álbumes en los años sesenta y setenta del
siglo XIX estuvieron en Alemania, principalmente en las ciudades de Offembach am Main y
Berlín 18. Las industrias desarrolladas en estos dos centros introdujeron importantes mejoras que
permitían solventar los problemas estructurales que afectaban a los álbumes y que se hacían

cual se podían obtener múltiples copias. A pesar de las posibilidades que ofrecía, este procedimiento no tuvo una
gran repercusión debido a las restricciones de su patente. Véase M. L. SOGEZ, Historia de la […] op. cit, pp. 102-108
11 Ibídem, p. 109.
12 J. M. SÁNCHEZ VIGIL, El documento fotográfico. Historia, usos, aplicaciones, Gijón, Ediciones Trea, 2006, p. 109
13 Se trataba de una modalidad de retrato que se obtenía a partir de la proyección de la silueta del retratado. Fue una

técnica muy popular en Francia entre 1786 y 1830. Según Freund, el fisionotrazo no tenía nada que ver con el
descubrimiento técnico de la fotografía, aunque se podía considerar como su precursor ideológico Véase: G.
FREUND, La Fotografía como […] op. cit, pp. 16-19
14 J. NARANJO, “Las Tarjetas de Visita, del retrato privado a La imagen pública”, en De París a Cádiz. Calotipia y

colodión, Barcelona, Museu Nacional d'Art de Catalunya, 2004, pp. 188–91 (p. 188).
15 E. MAAS, Foto-Álbum: sus años dorados: 1858-1920, Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 1982. p. 9
16 Ibídem, p. 9
17 Formato de mayor tamaño que se generalizó a partir de 1867. Medía aproximadamente 11x17 cm incluyendo el

soporte de cartón. Ibídem, p. 70.


18 Ibídem, p. 11

524
El fenómeno del coleccionismo fotográfico… Asensio Martínez Jódar

evidentes con el peso añadido de las fotografías. Por el momento no contamos con ningún
estudio que nos hable del alcance que pudo tener esta industria en nuestro país (si es que llegó a
existir). Lo más probable es que en España los álbumes se importaran desde países como
Alemania y Francia y que se vendieran en tiendas de material fotográfico, los propios gabinetes o
librerías. En Madrid encontramos el caso de la librería de C. Moro donde se vendían varios tipos
de álbumes para «carte de visite» y los retratos de personajes notables españoles y extranjeros con
los que poder llenarlos 19. Como veremos más adelante, las fotografías vendidas en este
establecimiento llevaban una pequeña etiqueta pegada al reverso con los datos y dirección de la
tienda.

LOS ÁLBUMES FAMILIARES


Cuándo hablamos de «álbum familiar» lo hacemos en referencia a una colección
fotográfica que ha sido compilada por una misma familia y que se encuentra almacenada en un
álbum (o incluso varios). Este no suele estar compuesto únicamente por los retratos de los
miembros de un núcleo familiar, si no que también puede incluir los de amigos o los de
personalidades admiradas.
Cada álbum es un objeto único e irrepetible en cuanto a que contiene una colección de
fotografías que han sido adquiridas, seleccionadas y ordenadas siguiendo los criterios personales
de sus dueños. Por eso es muy importante que a la hora de analizar un álbum mantengamos a
toda costa el orden original de las fotografías, pues nos aporta datos acerca del modelo
organizativo que empleó el coleccionista. En este aspecto, podemos encontrar álbumes en los
que los retratos están ordenados por profesiones, por géneros, por proximidad familiar, por
orden cronológico etc. También encontraremos ejemplares que parecen no seguir pauta alguna.
Una colección fotográfica se compone principalmente de los retratos que sus dueños se
han realizado, de los que han obtenido fruto de regalos o intercambios y de los que han podido
adquirir en los gabinetes u otros establecimientos. En ésta última categoría se incluyen los
retratos de personajes célebres de la época, reproducciones de obras de arte, lugares e incluso
imágenes religiosas. El comercio de este tipo de imágenes tuvo un gran alcance durante la
segunda mitad del siglo XIX. El caso paradigmático de este negocio en España fue el de Jean
Laurent 20. Este fotógrafo de origen francés tuvo su estudio en Madrid y en él fotografió a
multitud de personalidades de la política, las letras, el arte, la ciencia, el mundo del espectáculo
etc. Con esto llegó a reunir un importante archivo de fotografías que luego vendía en su
establecimiento de Madrid o por correo para el resto del país. Laurent publicó a lo largo de su
carrera varios catálogos donde aparecían listados de las fotografías que estaban a la venta. Ya en
la edición de 1863 titulada Catálogo de las fotografías que se venden en casa de J. Laurent21, el francés
ofrecía una relación de cientos retratos de “celebridades contemporáneas”. Este listado se
encontraba dividido en varias categorías, entre ellas: “Familia Real”, “Ministros de la corona”,
“Iglesia”, “Senadores del Reino”, “Diputados a Cortes”, “Ejército”, “Celebridades literarias y
políticas”, “Celebridades médicas”, “Bellas Artes”, “Artistas líricos y dramáticos” etc. En las
siguientes ediciones el listado de nombres se irá ampliando junto con las vistas de monumentos y
ciudades que tanto Laurent como sus colaboradores fueron tomando por todo el país.

19 M.C. HIDALGO BRINQUINIS, “Los álbumes de Pedro Antonio de Alarcón: su estructura material”, en Una
imagen para la memoria. La carte de visite. Colección de Pedro Antonio de Alarcón, pp. 157–66. Madrid, Fundación Lázaro
Galdiano, 2011, p. 160.
20 Jean Laurent Minier (1816-1886) fue uno de los fotógrafos más importantes en la España del Siglo XIX. Para más

información véase: A. GUTIERREZ MARTÍNEZ, “Jean Laurent, creador, innovador y maestro de la fotografía”,
en Jean Laurent en el Museo Municipal de Madrid, Vol. 1, Madrid, Museo Municipal de Madrid, 2005, pp. 23-101.
21 La edición del catálogo de la Casa J. Laurent de 1863 era una ampliación de la primera edición aparecida en 1861.

Más información sobre los catálogos de la Casa J. Laurent en: A.A. V.V., J. Lauretn y Cía en Aragón. Fotografías 1861-
1877, Zaragoza, Diputación Provincial de Zaragoza, 1997, pp. 103-106.

525
El fenómeno del coleccionismo fotográfico… Asensio Martínez Jódar

Este tipo de iniciativas también fueron puestas en marcha por otros fotógrafos en varias
ciudades españolas, aunque de forma más modesta. En Murcia, por ejemplo, en la década de
1860 está trabajando otro fotógrafo francés llamado Laurent Rouede que publicitaba este tipo de
retratos a través del periódico 22. Encontrar imágenes de este tipo en un álbum familiar es bastante
habitual, gracias a ellas podemos conocer los intereses de sus dueños, a quiénes admiraban e
incluso saber a qué ideología política eran afines. Los retratos de parientes y conocidos son
igualmente reveladores, en este sentido podemos afirmar que el álbum es una manifestación
visual de la red social de una determinada familia pues pone de manifiesto los lazos que existen
entre varios individuos. De este modo echando un vistazo a un álbum familiar podemos saber
con quién estaban emparentados sus poseedores o quiénes eran sus amistades, en definitiva, saber
qué personas formaban parte de su círculo social.
Identificar a las personas que aparecen en los retratos de un álbum resulta entonces
esencial para estudiarlo en profundidad. Estos datos los podremos extraer en muchas ocasiones
de los propios álbumes. Algunos de ellos podían incluir un índice en blanco al principio en el que
el coleccionista anotaba los nombres de los retratados. No obstante, eran mucho más habituales
las anotaciones manuscritas al verso de las imágenes que identificaban al personaje. Estas
anotaciones a veces incluyen la fecha de realización o recepción. También encontramos
dedicatorias que el retratado escribía para la persona a quien iba destinada la foto. Estas suelen
ser realmente llamativas por su contenido y han de tenerse muy en cuenta pues contribuyen a
enriquecer en gran medida el significado del álbum.
Llegados a este punto, hemos de señalar que acceder a este tipo de información puede
resultar en ocasiones bastante complejo, pues para ello será necesario extraer las fotografías del
álbum. El papel empleado para fabricar las páginas de los álbumes suele ser de bastante baja
calidad. Además, la última lámina, donde se ubican las aberturas es habitualmente muy delgada y
quebradiza, hecho que puede haberse visto agravado por el paso del tiempo y los factores
ambientales. Por todo esto, al intentar sacar las fotografías de las ventanas corremos el riesgo de
dañar el papel si no se realiza la operación con sumo cuidado. Si finalmente decidimos llevar a
cabo este proceso es importante reintegrar las imágenes en su orden originario y sería bastante
recomendable aprovechar la ocasión para realizar una digitalización de la imagen por ambas caras.
De esta manera tendremos la información siempre disponible sin tener que manipular físicamente
los objetos, con lo que favorecemos en gran medida su conservación.

LA COLECCIÓN FONTES PASQUAL DE RIQUELME VIUDES


La colección Fontes Pasqual de Riquelme Viudes está compuesta por dos álbumes
familiares contando con un total de 323 imágenes. Se trata de ejemplares de gran tamaño, que
albergan en su interior fotografías en formato «carte de visite» y «cabinet». Esta colección fue
cedida temporalmente al Archivo General de la Región de Murcia para su digitalización y
difusión. Actualmente las imágenes se pueden consultar a través de la web de dicha institución
formando parte del proyecto «Álbum Familiar de Murcia» 23, con las signaturas AFM-017 y AFM-
019.
Los álbumes se formaron con los retratos de los miembros de tres familias
emparentadas entre sí, Fontes, Pasqual de Riquelme y Viudes, además de los de sus círculos de
amistades y los de algunas personalidades de la época. Desde hace algunos años, los

22 Según un anuncio publicado en La Paz de Murcia el 4 de enero de 1867 (p. 3) en el gabinete de Laurent Rouede y
en la imprenta del periódico se podían obtener al precio de 4 reales cada uno los retratos de: “D. CARLOS
VALCARCEL, comandante de la fragata de guerra, Resolucion; D. JOSE ZORRILLA, poeta; MR. PETROPOLIS ó sea el
Hombre-elástico, (en diferentes dislocaciones) y de MLLE. LEBOUYS, célebre violinista”
23http://archivoweb.carm.es/archivoGeneral/arg.contenido?seccion=GaleriaFotografica&idsec=144&pa_el_div=./

arg.estructura.crea_galeria?padre_gictur=144# (consultado por última vez el 20-12-2014)

526
El fenómeno del coleccionismo fotográfico… Asensio Martínez Jódar

descendientes de esta familia han emprendido una exhaustiva investigación genealógica para
recabar datos acerca de sus antepasados. Todos esos datos han sido integrados en una página web
que conforma una importante base de datos genealógica y que puede ser consultada a través del
enlace 24: http://www.abcgenealogia.com. Con los datos alojados en esta web hemos podido
determinar los lazos familiares existentes entre un gran número de los retratados de los álbumes,
que a su vez han podido ser identificados gracias a las abundantes anotaciones que aparecen en el
verso de las fotografías. Llegados a este punto quisiéramos poner de manifiesto la importancia de
los estudios genealógicos en relación con la historia de la fotografía, pues pueden constituir una
herramienta de gran utilidad. Por una parte, contribuyen en gran medida a dar sentido a una
colección fotográfica dado que otorgan de un contexto y una cohesión a la misma. Por otra, nos
pueden servir para fechar algunas imágenes, pues conociendo la cronología vital de una persona
podemos adivinar la fecha aproximada de la realización de una determinada fotografía, haciendo
un cálculo en base a la edad que parece tener el retratado en ese momento. Obviamente este
método de datación no es exacto, hay que tomarlo como orientativo, aunque puede ser de gran
ayuda ante la ausencia de datos más concluyentes.
Esta colección fotográfica familiar tuvo su origen, con toda probabilidad, en el
matrimonio formado por Jesús Fontes y Rossique y Amparo Pasqual de Riquelme y Palavicino,
formalizado en Murcia en 1875. Aunque las imágenes más antiguas de la colección pueden
fecharse hacia 1860 no se comenzaron a montar en los álbumes actuales por lo menos hasta la
década de los setenta, fecha que coincidiría con la boda. Este hecho tiene su explicación en que
en ambos álbumes aparecen fotografías en tarjeta «cabinet», formato que no se generaliza hasta
finales de los sesenta.
Jesús Fontes y Rossique nació en Murcia en 1853 y murió en 1885 (Fig.1). Sin
ocupación conocida, fue el hijo menor de Mariano Fontes y Queipo de Llano, VIII Marqués de
Ordoño. Su mujer, Amparo Pasqual de Riquelme y Palavicino (1851 -1920) también provenía de
una familia noble, su padre era Luis Pasqual de Riquelme y Roca de Togores, IX Marqués de
Beniel y VI de Peñacerrada. Tanto Jesús como Amparo debían de contar con una colección
fotográfica antes de su enlace, pues muchas de las imágenes, como algunas de las producidas en
Murcia, son de la década de 1860. Al llevarse a cabo el matrimonio y unirse las fotografías de
ambos cónyuges se dio origen a la colección familiar.
La incorporación de la mayoría de los retratos de la familia Viudes se produjo más
adelante, cuando siete años después de la muerte de Jesús Fontes, en 1892, Amparo Pasqual de
Riquelme se casa en segundas nupcias con Adrián Viudes Girón, tercer marqués de Ríoflorido
(Fig.2). Adrián poseía propiedades rústicas y urbanas en Almoradí, Mutxamel y San Juan. A lo
largo de su vida desempeñó varios cargos políticos, entre ellos el de Diputado a Cortes por Sueca
en 1876 y por Alicante en 1879, 1881 y 1886. Por esta última localidad también fue nombrado
Senador en 1893. Al margen de su actividad política, fue redactor del periódico El Eco de Alicante
en 1865 25. Adrián Viudes había estado casado anteriormente con una hermana de Amparo,
Trinidad, que murió en 1871 al dar a luz al único hijo de ambos, Juan Viudes y Pasqual de
Riquelme (el que sería más tarde IV marqués de Ríoflorido). Con esto queda establecido un lazo
entre las tres familias que será el eje sobre el que se va a ir construyendo la colección fotográfica.
Como ya adelantamos al principio, la colección Fontes Pasqual de Riquelme Viudes
cuenta con un total de 323 imágenes en los formatos «carte de visite» y «cabinet» repartidas en
dos álbumes de gran tamaño (Fig. 3). Ambos poseen cubiertas principales profusamente
decoradas a base de incrustaciones de nácar. En el correspondiente a la signatura AFM-017 sobre
un fondo negro surge una escena enmarcada por una guirnalda de flores en la que se simula un

24Consultado por última vez el 4-01-2015


25Datos biográficos procedentes de: J. PANIAGUA y J. A. PIQUERAS, Diccionario biográfico de políticos valencianos
1810-2006. Valencia, Institució Alfons el Magnànim, 2006, p. 602

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El fenómeno del coleccionismo fotográfico… Asensio Martínez Jódar

paisaje romántico donde un viajero contempla las ruinas de un castillo (Fig. 4) . Mientras que en
el AFM-019 el peso de la decoración recae sobre un bodegón floral enmarcado por cuatro bandas
de nácar y motivos dorados. Estas preciosistas composiciones hacían que muchos álbumes
fotográficos se convirtieran en una pieza clave de las estancias donde eran colocados 26.
Entre los retratos que podemos encontrar en la citada colección podemos establecer la
siguiente clasificación por tipos:
a) Retratos del núcleo familiar. Se trata de fotografías de los matrimonios Fontes-Pasqual
de Riquelme o Viudes-Pasqual de Riquelme y sus hijos. Conforman el eje desde el cual se va
construyendo la colección. Abundan en este caso los retratos de Juan Viudes y Jesus Fontes al
igual que los de varios de sus hijos. Un dato llamativo es que por el momento no conocemos
ningún retrato de Amparo, lo que no significa que no la haya en la colección, pues, aunque son
minoría aún hay bastantes retratos sin identificar. Esto pudo deberse a que fue ella misma la
encargada de compilar los retratos, colocarlos en los álbumes y escribir al verso los nombres de
los retratados. Si hizo esta tarea ella misma es posible que no anotara su nombre en sus propias
fotografías o quizá por motivos personales no tuviera ningún interés en aparecer en sus álbumes.
b) Retratos de parientes. Como en cualquier álbum familiar que se precie, son muy
abundantes. Aparecen desde parientes cercanos hasta los más lejanos. Encontramos entre ellos
retratos de los Condes de Pinohermoso, Juan Nepomuceno y Roca de Togores e Inés Sanz del
Vallés y Monserrat, que eran tíos abuelos de Amparo Pasqual de Riquelme. Igualmente, también
se hay bastantes fotografías de los hermanos y sobrinos de Jesús Fontes. Algunos de estos
últimos son especialmente llamativos porque pertenecen a una modalidad de retrato que en la
actualidad nos resulta bastante impactante, el post mórtem. Entre ellos podemos destacar el de
Jesús Fontes sujetando en brazos a su sobrina María Dolores Fontes y Alemán, o el de su
hermano Luis Fontes y Contreras con otra sobrina de ambos, María Teresa Fontes y Alemán
(Fig. 5).
c) Retratos de amigos. Presumiblemente, muchos de las fotografías identificadas como
personas ajenas a las familias propietarias del álbum se podrían tomar como amistades de las
mismas. Aunque bien es cierto, que en muchos casos tenemos constancia de la relación de
amistad por las dedicatorias que aparecen en el verso de algunas imágenes. Por el elevado número
de retratos que se incluyen, destacan varios miembros de los Olalde-Satrústegui 27, familia
asentada en Alicante. Por este origen es posible que tuvieran una relación bastante estrecha con
los Viudes o los Pasqual de Riquelme. En 1868 los Olalde se trasladaron a Barcelona por motivos
laborales, no obstante, la relación entre ambas familias no debió de romperse a pesar de la
distancia. Testigo de ello son los múltiples retratos de los Olalde que podemos encontrar en los
álbumes y que fueron realizados en Barcelona. Entre los retratos de amigos cabe citar el ejemplo
bastante curioso de una «carte de visite» realizada en el estudio del fotógrafo murciano Juan
Almagro. Se trata de la fotografía de un tal “Santiago L. Z.” que se retrata vestido con un disfraz
de época (Fig. 6). Al verso de la imagen aparece la siguiente dedicatoria manuscrita: “A mi
querido / amigo Jesús Fontes / Santiago L.Z. / Trage de la cohorte de / Enrique III de Francia”.

26 Por citar un ejemplo, el escritor Pedro Antonio de Alarcón tenía sus álbumes fotográficos en el que era sin duda
un lugar privilegiado. Los situó sobre una mesa junto a varios libros en el mismo centro de su despacho, estancia en
la que trabajaba y atendía a sus visitantes. Conocemos este dato gracias a una crónica escrita por el «Doctor Fausto»
publicada en La Ilustración Española y Americana, del 30 de Julio de 1899. Recogido por: M.C. HIDALGO
BRINQUINIS, “Los álbumes de […]” op. cit p. 157.
27 El cabeza de familia, Eliso de Olalde trabajaba como gerente para la naviera de A. López y Cía. con sede en

Alicante hasta 1868. A partir de ese año la sede de la empresa se traslada a Barcelona por lo que la familia Olalde se
trasladó a este lugar. Allí Eliso trabajó como secretario personal de Antonio López, primer marqués de Comillas y
socio fundador de la naviera. M. RODRIGO Y ALHARILLA, “Familia, redes y alianzas en la gran empresa
española: el holding Comillas (1857-1890)”, Prohistoria, nº 10, 2006, pp. 73-92 (p. 76).

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El fenómeno del coleccionismo fotográfico… Asensio Martínez Jódar

d) Retratos de personalidades. Aunque no son tan numerosos como en otros álbumes


familiares, los de la colección Fontes Pasqual de Riquelme Viudes cuentan con algunos ejemplos.
Entre ellos aparece el Príncipe Imperial Luis Napoleón Bonaparte, hijo de Napoleón III en una
«carte de visite» realizada por el propio Disdéri (Fig.7). Del mismo fotógrafo hay otro retrato de
Adolphe Thiers, que fue presidente de la tercera república francesa entre 1871 y 1873. Tal y como
lo demuestra una etiqueta pegada al verso, esta última imagen fue adquirida en la librería
madrileña de C. Moro. También aparecen los retratos de varios artistas escénicos, uno de ellos es
muy interesante, pues al anverso presenta la efigie en cuerpo entero de un barítono llamado
Joaquín Pérez Pló y al reverso aparece el cartel de la zarzuela El toque de ánimas con los retratos en
miniatura del resto de los intérpretes. Según podemos saber a través del diario La Paz de Murcia 28
esta obra se estrenó en Murcia el 26 de mayo de 1865 y la fotografía fue un obsequio que Pérez
Pló hizo a todos los abonados del teatro (Figuras 8 y 9).

CONCLUSIONES
Tras lo aquí expuesto vamos a realizar una serie de valoraciones sobre los álbumes
familiares que sirvan a modo de conclusión. El álbum familiar es un objeto complejo, sujeto a
múltiples lecturas y poseedor de varios significados. El más evidente de ellos nos remite al
concepto de memoria, el álbum familiar ha sido entendido en muchas ocasiones como una
especie de «memoria visual familiar» 29. Los retratos infantiles post mórtem, como los que
citábamos antes, son la consecuencia de llevar al extremo ese concepto de memoria. Esto hay que
entenderlo dentro del contexto de la segunda mitad del XIX, cuando la tasa de mortalidad infantil
era aún bastante elevada y, por tanto, la muerte era algo que había que aceptar con resignada
naturalidad. En muchas ocasiones los menores fallecían con pocos meses de edad, sin ni siquiera
haber llegado a cumplir un año. La aparición de la fotografía permitió que el recuerdo de estos
miembros de la familia que habían pasado brevemente por la vida no se perdiera y se mantuviera
siempre vivo como parte de esa memoria visual familiar que constituía el álbum de retratos.
No obstante, tal y como señala Bernardo Riego30, el álbum no solamente se limita a
conservar la memoria familiar, pues: “posee una jerarquía interna: en la que se sitúan la red social
y familiar además de los poderosos y las celebridades, una especie de museo universal privado”.
Cada familia construye entonces su propio «álbum-museo» personal con los retratos de sus
parientes, allegados y todas aquellas personalidades que son admiradas. Estas últimas nos
permiten ver en muchas ocasiones la aficiones que tenían los miembros de una familia, como la
lectura, el teatro, la ópera etc. y que quedarán de manifiesto en el álbum a través de los retratos de
escritores, actores o cantantes.
A los conceptos de memoria visual y museo universal le podemos sumar un tercero que
nos viene a la mente tras analizar la colección Fontes Pasqual de Riquelme Viudes. En esta
ocasión, el álbum también parece convertirse en una manifestación visual de la idea del linaje,
algo que cobraba una gran importancia en el caso de la nobleza. De esta manera, los lazos entre
las tres familias se ponen de manifiesto a través del álbum, además con la inclusión de todos
aquellos parientes que ostentan títulos nobiliarios se justifica la pertenencia al linaje de una familia
ilustre.

28 La Paz de Murcia. 26 de mayo de 1865, p. 2.


29 E. L. LARA LÓPEZ y J. M. MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, “Historia de la fotografía en España: Un enfoque
desde lo global hasta lo local”, Revista de antropología experimental, nº 3, 2003, p. 7
30 B. RIEGO Op. cit. p. 343

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