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Biografías de Filosofos

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Pitágoras

(Isla de Samos, actual Grecia, h. 572 a.C. - Metaponto, hoy desaparecida, actual
Italia, h. 497 a.C.) Filósofo y matemático griego. Aunque su nombre se halla
vinculado al teorema de Pitágoras y la escuela por él fundada dio un importante
impulso al desarrollo de las matemáticas en la antigua Grecia, la relevancia de
Pitágoras alcanza también el ámbito de la historia de las ideas: su pensamiento,
teñido todavía del misticismo y del esoterismo de las antiguas religiones mistéricas
y orientales, inauguró una serie de temas y motivos que, a través de Platón,
dejarían una profunda impronta en la tradición occidental.

Se tienen pocas noticias de la biografía de Pitágoras que puedan considerarse


fidedignas, ya que su condición de fundador de una secta religiosa propició la
temprana aparición de una tradición legendaria en torno a su persona. Parece
seguro que fue hijo del mercader Mnesarco y que la primera parte de su vida
transcurrió en la isla de Samos, que probablemente abandonó unos años antes de
la ejecución del tirano Polícrates, en el 522 a.C. Es posible que viajara entonces a
Mileto, para visitar luego Fenicia y Egipto; en este último país, cuna del
conocimiento esotérico, Pitágoras podría haber estudiado los misterios, así como
geometría y astronomía.

Algunas fuentes dicen que Pitágoras marchó después a Babilonia con Cambises
II, para aprender allí los conocimientos aritméticos y musicales de los sacerdotes.
Se habla también de viajes a Delos, Creta y Grecia antes de establecer, por fin, su
famosa escuela en la ciudad de Crotona, una de las colonias que los griegos
habían fundado dos siglos antes en la Magna Grecia (el actual sur de Italia),
donde gozó de considerable popularidad y poder. La comunidad liderada por
Pitágoras acabó, plausiblemente, por convertirse en una fuerza política
aristocratizante que despertó la hostilidad del partido demócrata, de lo que derivó
una revuelta que obligó a Pitágoras a pasar los últimos años de su vida en la
también colonia griega de Metaponto, al norte de Crotona.

La comunidad pitagórica estuvo siempre rodeada de misterio; parece que los


discípulos debían esperar varios años antes de ser presentados al maestro y
guardar siempre estricto secreto acerca de las enseñanzas recibidas. Las mujeres
podían formar parte de la hermandad; la más famosa de sus adheridas fue Teano,
esposa quizá del propio Pitágoras y madre de una hija y de dos hijos del filósofo.
Heródoto
(Herodoto o Heródoto; Halicarnaso, c. 484 a.C. - Turios?, c. 426 a.C.) Historiador
griego, el primero del mundo occidental.

En los nueve libros que componen su obra, titulada Historias, Herodoto narró
detalladamente el decurso de las Guerras Médicas (Grecia frente al todopoderoso
Imperio persa), que terminaron con la victoria de los griegos sobre Darío el
Grandey su hijo Jerjes. Aunque un sentido moral y religioso orienta su relato, en el
que se intercalan frecuentes excursos descriptivos y etnográficos sobre los
pueblos bárbaros, ya la misma Antigüedad supo apreciar la novedad y el valor de
su obra, y otorgó a Herodoto el título de padre de la historia.

Herodoto nació en Halicarnaso (actualmente Bodrum, pequeña ciudad turca del


Asia Menor) en fecha incierta, probablemente hacia el año 484 antes de Cristo. La
colonia dórica de Halicarnaso se hallaba por aquel entonces bajo dominio persa y
era gobernada por el tirano Ligdamis; los padres de Herodoto eran, por
consiguiente, súbditos del Imperio persa, pero en sus venas corría sangre griega,
y de hecho es probable que la familia perteneciese a la aristocracia de
Halicarnaso.

Cuando todavía era un niño, y con motivo de una revuelta contra Ligdamis en la
que murió Paniasis, tío o primo del futuro historiador, la familia de Herodoto hubo
de abandonar su patria y dirigirse a Samos. Allí pudo Herodoto tener un contacto
más estrecho con el mundo cultural jonio. Según la tradición, fue en Samos donde
aprendió el dialecto jónico en el que redactó su obra; pero los investigadores
modernos han comprobado que este dialecto era empleado también comúnmente
en Halicarnaso.

Es casi seguro que, poco antes del 454 a.C., Herodoto regresó a Halicarnaso para
participar en el derrocamiento de Ligdamis (454 a.C.), hijo de Artemisia,
representante de la tiranía caria que dominaba en aquella época la vida política de
la colonia. La siguiente fecha conocida con certeza de la biografía de Herodoto es
la de la fundación, en el 444-443 a.C., de la colonia de Turios, junto a las ruinas de
Síbaris. No se sabe si Herodoto formó parte de la primera expedición fundadora
(que dirigió Pericles), pero sí que obtuvo la ciudadanía de la colonia.

Algunos de sus biógrafos informan de que, entre esos diez años que median entre
la caída de Ligdamis y su llegada a Turios (454-444), Herodoto realizó viajes por
varias ciudades griegas, en las que ofrecía lecturas de sus obras; incluso se dice
que recibió diez talentos por una lectura ofrecida en Atenas, dato que hoy parece
bastante improbable, aunque manifiesta la buena acogida que tuvo Herodoto en la
ciudad.
Su estancia en la Atenas de Pericles le permitió contemplar el gran momento
político y cultural que vivía la ciudad: en Atenas, Herodoto pudo conocer
a Protágoras, abanderado de la revolución de la sofística, y a Sófocles, el gran
poeta trágico que tanto influiría en su obra histórica. También en la época previa a
la fundación de Turios Herodoto hizo aquellos viajes de los que nos habla en su
obra: se sabe que estuvo en Egipto durante cuatro meses y que, después, fue a
Fenicia y Mesopotamia. Otro de sus viajes le llevó al país de los escitas.

Todos estos viajes estuvieron inspirados por el deseo de aumentar sus


conocimientos y de saciar sus ansias de saber, acicates constantes del
pensamiento de Herodoto. Éste aparece a través de su obra como un hombre
curioso, observador y siempre dispuesto a escuchar, cualidades que combinaba
con una gran formación enciclopédica y erudita. Sus peregrinaciones continuarían
después de establecerse en Turios, donde residió al menos unos cuantos años, si
bien se sabe muy poco acerca de esta última etapa de su vida.

La parodia que realizó Aristófanes de la obra de Herodoto permite suponer que


ésta era ya conocida en torno al año 425 a.C. Los últimos acontecimientos
mencionados en las Historias de Herodoto acerca de Grecia se refieren al año 430
a.C.; se piensa que el historiador falleció en Turios entre los años 426 y 421 a.C.
Sócrates
(Atenas, 470 a.C. - id., 399 a.C) Filósofo griego. Pese a que no dejó ninguna obra
escrita y son escasas las ideas que pueden atribuírsele con seguridad, Sócrates
es una figura capital del pensamiento antiguo, hasta el punto de ser
llamados presocráticos los filósofos anteriores a él. Rompiendo con las
orientaciones predominantes anteriores, su reflexión se centró en el ser humano,
particularmente en la ética, y sus ideas pasaron a los dos grandes pilares sobre
los que se asienta la historia de la filosofía occidental: Platón, que fue discípulo
directo suyo, y Aristóteles, que lo fue a su vez de Platón.

Fue hijo de una comadrona, Faenarete, y de un escultor, Sofronisco, emparentado


con Arístides el Justo. En su juventud siguió el oficio de su padre y recibió una
buena instrucción; es posible que fuese discípulo de Anaxágoras, y también que
conociera las doctrinas de los filósofos eleáticos (Jenófanes, Parménides, Zenón)
y de la escuela de Pitágoras.
Aunque no participó directamente en la política, cumplió ejemplarmente con sus
deberes ciudadanos. Sirvió como soldado de infantería en las batallas de Samos
(440), Potidea (432), Delio (424) y Anfípolis (422), episodios de las guerras del
Peloponeso en que dio muestras de resistencia, valentía y serenidad
extraordinarias. Fue maestro y amigo de Alcibíades, militar y político que cobraría
protagonismo en la vida pública ateniense tras la muerte de Pericles; en la batalla
de Potidea, Sócrates salvó la vida a Alcibíades, quien saldó su deuda salvando a
Sócrates en la batalla de Delio.

Con los bienes que le dejó su padre al morir pudo vivir modesta y austeramente,
sin preocupaciones económicas que le impidiesen dedicarse al filosofar. Se tiene
por cierto que Sócrates se casó, a una edad algo avanzada, con Xantipa, quien le
dio dos hijas y un hijo. Cierta tradición ha perpetuado el tópico de la esposa
despectiva ante la actividad del marido y propensa a comportarse de una manera
brutal y soez. En cuanto a su apariencia, siempre se describe a Sócrates como un
hombre rechoncho, con un vientre prominente, ojos saltones y labios gruesos, del
mismo modo que se le atribuye también un aspecto desaliñado.

La mayor parte de cuanto se sabe sobre Sócrates procede de tres


contemporáneos suyos: el historiador Jenofonte, el comediógrafo Aristófanes y el
filósofo Platón. Jenofonte retrató a Sócrates como un sabio absorbido por la idea
de identificar el conocimiento y la virtud, pero con una personalidad en la que no
faltaban algunos rasgos un tanto vulgares. Aristófanes lo hizo objeto de sus sátiras
en una comedia, Las nubes (423), donde es caricaturizado como engañoso artista
del discurso y se le identifica con los demás representantes de la sofística, surgida
al calor de la consolidación de la democracia en el siglo de Pericles. Estos dos
testimonios matizan la imagen de Sócrates ofrecida por Platón en sus Diálogos, en
los que aparece como figura principal, una imagen que no deja de ser en
ocasiones excesivamente idealizada, aun cuando se considera que posiblemente
sea la más justa.
Platón
(Atenas, 427 - 347 a. C.) Filósofo griego. Junto con su maestro Sócrates y su
discípulo Aristóteles, Platón es la figura central de los tres grandes pensadores en
que se asienta toda la tradición filosófica europea. Fue el británico Alfred North
Whitehead quien subrayó su importancia afirmando que el pensamiento occidental
no es más que una serie de comentarios a pie de página de los diálogos de
Platón.

La circunstancia de que Sócrates no dejase obra escrita, junto al hecho de que


Aristóteles construyese un sistema opuesto en muchos aspectos al de su maestro,
explican en parte la rotundidad de una afirmación que puede parecer exagerada.
En cualquier caso, es innegable que la obra de Platón, radicalmente novedosa en
su elaboración lógica y literaria, estableció una serie de constantes y problemas
que marcaron el pensamiento occidental más allá de su influencia inmediata, que
se dejaría sentir tanto entre los paganos (el neoplatonismo de Plotino) como en la
teología cristiana, fundamentada en gran medida por San Agustín sobre la filosofía
platónica.

Nacido en el seno de una familia aristocrática, Platón abandonó su inicial vocación


política y sus aficiones literarias por la filosofía, atraído por Sócrates. Fue su
discípulo durante veinte años y se enfrentó abiertamente a los sofistas
(Protágoras, Gorgias). Tras la condena a muerte de Sócrates (399 a. C.), huyó de
Atenas y se apartó completamente de la vida pública; no obstante, los temas
políticos ocuparon siempre un lugar central en su pensamiento, y llegó a concebir
un modelo ideal de Estado.
Viajó por Oriente y el sur de Italia, donde entró en contacto con los discípulos
de Pitágoras; tras una negativa experiencia en Siracusa como asesor en la corte
del rey Dionisio I el Viejo, pasó algún tiempo prisionero de unos piratas, hasta que
fue rescatado y pudo regresar a Atenas. Allí fundó en el año 387 una escuela de
filosofía, situada en las afueras de la ciudad, junto al jardín dedicado al héroe
Academo, de donde procede el nombre de Academia. La Academia de Platón, una
especie de secta de sabios organizada con sus reglamentos, contaba con una
residencia de estudiantes, biblioteca, aulas y seminarios especializados, y fue el
precedente y modelo de las modernas instituciones universitarias.
En ella se estudiaba y se investigaba sobre todo tipo de asuntos, dado que la
filosofía englobaba la totalidad del saber, hasta que paulatinamente fueron
apareciendo (en la propia Academia) las disciplinas especializadas que darían
lugar a ramas diferenciadas del saber, como la lógica, la ética o la física. Pervivió
más de novecientos años (hasta que Justiniano la mandó cerrar en el 529 d. C.), y
en ella se educaron personajes de importancia tan fundamental como su
discípulo Aristóteles.
Obras de Platón

A diferencia de Sócrates, que no dejó obra escrita, los trabajos de Platón se han
conservado casi completos. La mayor parte están escritos en forma dialogada; de
hecho, Platón fue el primer autor que utilizó el diálogo para exponer un
pensamiento filosófico, y tal forma constituía ya por sí misma un elemento cultural
nuevo: la contraposición de distintos puntos de vista y la caracterización
psicológica de los interlocutores fueron indicadores de una nueva cultura en la que
ya no tenía cabida la expresión poética u oracular, sino el debate para establecer
un conocimiento cuya legitimación residía en el libre intercambio de puntos de
vista y no en la simple enunciación.

La filosofía de Platón

El conjunto de la obra de Platón, cuya producción abarcó más de cincuenta años,


ha permitido formular un juicio bastante seguro sobre la evolución de su
pensamiento. De las obras de juventud consagradas a las investigaciones morales
(siguiendo el método socrático) o a la defensa de la memoria de Sócrates, pasó
Platón a desarrollar sus ideas filosóficas y políticas en los diálogos constructivos o
sistemáticos, y luego a revisar y completar sus propias teorías en las difíciles
obras de su etapa final.

El contenido de estos escritos es una especulación metafísica, pero con evidente


orientación práctica. Dos son los temas permanentes que prevalecen sobre los
demás. Por un lado, el conocimiento, esto es, el estudio de la naturaleza del
conocimiento y de las condiciones que lo posibilitan. Y por otro, la moral, de
fundamental importancia en la vida práctica y en la realización de la aspiración
humana a la felicidad en una doble vertiente individual y colectiva, ética y política.
Todo ello se resuelve en un verdadero sistema filosófico de gran alcance ético
basado en la teoría de las Ideas.

La teoría de las Ideas


La doctrina de las Ideas se fundamenta en la asunción de que más allá del mundo
de los objetos físicos existe lo que Platón llama el mundo inteligible (cósmos
noetós). Tal mundo es un reino espiritual constituido por una pluralidad de ideas,
como la idea de Belleza o la de Justicia. Las ideas son perfectas, eternas e
inmutables; son también inmateriales, simples e indivisibles.

El mundo de las Ideas posee un orden jerárquico; la idea que se encuentra en el


nivel más alto es la del Bien, que ilumina a todas las demás, comunicándoles su
perfección y realidad. Le siguen en esta jerarquía (aunque Platón vacila a veces
en su descripción) las ideas de Justicia, de Belleza, de Ser y de Uno. A
continuación, las que expresan elementos polares, como Idéntico-Diverso o
Movimiento-Reposo; luego las ideas de los Números o matemáticas, y finalmente
las de los seres que integran el mundo material.

El mundo de las Ideas, aprehensible sólo por la mente, es eterno e inmutable.


Cada idea del mundo inteligible es el modelo de una categoría particular de cosas
del mundo sensible (cósmos aiszetós), es decir, del universo o mundo material en
que vivimos, constituido por una pluralidad de seres cuyas propiedades son
opuestas a las de las Ideas: son cambiantes, imperfectas, perecederas. En el
mundo inteligible residen las ideas de Piedra, Árbol, Color, Belleza o Justicia; y las
cosas del mundo sensible son sólo imitación (mímesis) o participación (mézexis)
de tales ideas, es decir, copias imperfectas de estas ideas perfectas.

En el Timeo, Platón explicó el origen del mundo sensible a través de la figura de


un poderoso hacedor, el Demiurgo, una divinidad superior que, feliz en la perenne
contemplación de las Ideas, quiso, por su misma bondad, difundir en lo posible el
bien en la materia. El Demiurgo, disponiendo del espacio vacío y partiendo de la
materia caótica y eterna, modeló poliedros regulares de los cuatros elementos (la
tierra, el fuego, el aire y el agua, conforme a la formulación de Empédocles), y,
combinándolos, formó los distintos seres del mundo sensible tomando las Ideas
como modelos; tales seres, obviamente, no podían ser perfectos por las mismas
limitaciones de la naturaleza de la materia. Hay que subrayar que el Demiurgo,
partiendo de la materia, formó cosas materiales; el alma humana, que es
inmaterial, no es obra suya.

Platón (óleo de José de Ribera, 1637)

Platón explicó el origen del alma mediante el mito del carro alado, que se
encuentra en el Fedro. Las almas residen desde la eternidad en un lugar celeste,
donde son felices contemplando las Ideas; marchan en procesión, cada una de
ellas sobre un carro conducido por un auriga y tirado por dos caballos alados, uno
blanco y otro negro. En un momento dado el caballo negro se desboca, el carro se
sale del camino y el alma cae al mundo sensible. Es decir, las almas se
encarnaron en cuerpos del mundo sensible por una falta de su aspecto
concupiscible (el caballo negro; el blanco representa el pasional o irascible), que la
razón (el auriga) no pudo evitar.

El alma, pues, se halla encarnada en el cuerpo por una falta cometida; de ahí que
el cuerpo sea como la cárcel del alma. La unión de alma y cuerpo es accidental (el
lugar natural del alma es el mundo de las Ideas) e incómoda. El alma se ve
obligada a regir el cuerpo como el jinete al caballo, o como el piloto a la nave. Sin
embargo, su aspiración es liberarse del cuerpo, y para ello deberá aplicar sus
esfuerzos a purificarse. Las almas que logren tal purificación regresarán al mundo
de las Ideas tras la muerte del cuerpo; las que no, irán a la región infernal del
Hades, donde, tras un período de tormentos (específicos para cada alma según
las faltas cometidas), se les permitirá elegir un nuevo cuerpo en el que
reencarnarse.

Ética y política
El hombre sólo puede conseguir la felicidad mediante un ejercicio continuado de la
virtud para perfeccionar y purificar el alma. "Purificarse -escribió en el Fedón- es
separar al máximo el alma del cuerpo." Dominando las pasiones que la atan al
cuerpo y al mundo sensible, el alma va desligándose de lo terrenal y acercándose
al conocimiento racional, hasta que, inflamada en el amor a las Ideas, logra su
completa purificación. Este amor a las Ideas es el sentido original del amor
platónico, muy distinto del que le daría la tradición literaria posterior y del que tiene
la expresión en nuestros días.
Practicar la virtud significa, ante todo, practicar la virtud de la justicia (dikaiosíne),
compendio armónico de las tres virtudes particulares que corresponden a los tres
componentes del alma: la sabiduría (sofía) es la virtud propia de la razón;
la fortaleza (andreía) de la voluntad ha de modular el alma pasional o irascible
hacia los afectos nobles; y la templanza (sofrosíne) ha de imponerse sobre los
apetitos del alma concupiscible. El hombre sabio será, para Platón, aquel que
consiga vincularse a las ideas a través del conocimiento, acto intelectual (y no de
los sentidos) por el cual el alma recuerda el mundo de las Ideas del cual procede.

Sin embargo, la completa realización de este ideal humano sólo puede darse en la
vida social de la comunidad política, donde el Estado da armonía y consistencia a
las virtudes individuales. El Estado ideal de Platón sería una República formada
por tres clases de ciudadanos (el pueblo, los guerreros y los filósofos), cada una
con su misión específica y sus virtudes características, en correspondencia con los
aspectos del alma humana: los filósofos serían los llamados a gobernar la
comunidad, por poseer la virtud de la sabiduría; los guerreros velarían por el orden
y la defensa, apoyándose en la virtud de la fortaleza; y el pueblo trabajaría en
actividades productivas, cultivando la templanza. De este forma la virtud suprema,
la justicia, podría llegar a caracterizar al conjunto de la sociedad.

Platón intentó plasmar en la práctica sus ideas filosóficas, aceptando acompañar a


su discípulo Dión como preceptor y asesor del joven rey Dionisio II de Siracusa,
hijo de aquel Dionisio I el Viejo al que ya había aconsejado en vano antes de
fundar la Academia; con el hijo, el choque entre el pensamiento idealista del
filósofo y la cruda realidad de la política hizo fracasar de nuevo el experimento por
dos veces (367 y 361 a. C.).
Su influencia

Sin embargo, las ideas de Platón siguieron influyendo (por sí mismas o a través de
su discípulo Aristóteles) sobre toda la historia posterior del mundo occidental: su
concepción dualista del mundo y del ser humano (materia-espíritu, cuerpo-alma),
la superioridad del conocimiento racional sobre el sensible o la división de la
sociedad en tres órdenes funcionales serían ideas recurrentes del pensamiento
europeo durante siglos.

Al final de la Antigüedad, el platonismo se enriqueció con la obra de Plotino y la


escuela neoplatónica (siglo III d. C.). El cristianismo, empezando por Agustín de
Hipona (siglo IV), encontró en Platón muchos puntos afines (el desprecio del
mundo terrenal, la primacía del alma) en que sustentar sus concepciones
religiosas, y la teología cristiana fue básicamente agustiniana hasta que una
profunda reelaboración de Santo Tomás de Aquino (siglo XIII) incorporó el
pensamiento aristotélico. En los siglos XV y XVI, la admiración hacia la filosofía
antigua que caracterizó al Renacimiento europeo llevó a un último resurgir del
platonismo.
Aristóteles
(Estagira, 384-Calcis, 322 a.J.C.) Filósofo griego. Hijo del médico real de
Macedonia, estuvo veinte años en la Academia de Platón, primero como discípulo
y luego como investigador y como tutor. Candidato a ser el sucesor del maestro,
se afirma (aunque es dudoso) que quedó despechado por el nepotismo de la
elección de Espeusipo y marchó a Assos (Asia Menor), donde escribió su
diálogo Sobre la filosofía (la «carta de Assos») y fundó un centro de estudio bajo la
protección de su amigo Hermias, gobernador de Atarnea, con una de cuyas
parientes, llamada Pitias, se casó.
Muerto Hermias (capturado y crucificado por el sátrapa Mentor), partió hacia
Lesbos como huésped de Teofrasto; fiel a la amistad, compuso la Oda a la virtud,
en memoria de Hermias y por la que veinte años después sus enemigos intentaron
procesarle por impiedad. Aceptó luego de Filipo II de Macedonia el cargo de
preceptor de Alejandro Magno (de 13 años), quien siempre conservaría un gran
respeto por su maestro, le apoyaría económicamente e incluso le mandaría desde
el Indo ejemplares de la fauna y de la flora de su imperio.
Aristóteles se había trasladado mientras tanto de nuevo a Atenas y había fundado
el Liceo, donde enseñaba paseando (de ahí el nombre de escuela «peripatética»),
seguía sus investigaciones y análisis de datos, correspondientes a los más
diversos campos (arte dramático, constituciones políticas, deportes olímpicos,
zoología), y elaboraba una veintena de obras. Sin embargo, al morir Alejandro (a
los 33 años), el clan de Demóstenes (autor de las Filípicas y, por tanto, enemigo
de Aristóteles) se envalentonó y «el Estagirita» volvió a decidir su partida, para
«ahorrar a los atenienses un segundo atentado contra la filosofía» (el primero lo
habían cometido con Sócrates). Al año siguiente, moría en Eubea de úlcera de
estómago.
Escondidas en una bodega (para protegerlas de los proveedores de Pérgamo),
sus obras fueron olvidadas, descubiertas por azar, ordenadas y editadas
por Andrónico de Rodas en la Roma de Cicerón, redescubiertas como totalidad en
la Edad Media por los árabes, cristianamente interpretadas (bautizadas) por los
tomistas y neoescolásticos, relegadas por los modernos y, por último,
definitivamente rehabilitadas a partir de Hegel.
De ellas, la tradición ha recogido con el nombre de Órganon las obras de
lógica: Categorías, De la interpretación, Primeros y Segundos
analíticos, Tópicos y Refutaciones de los sofismas. Además de la Retórica, de
la Poética (en parte) y de Sobre el alma, la «antropología» de Aristóteles
comprende la Ética a Eudemo, la Ética a Nicómaco, la Política y la Constitución de
Atenas. Sus obras sobre la naturaleza son Del cielo, De la generación y
corrupción, los Meteoros, la Mecánica, De las partes de los animales, De la
generación de los animales, Sobre el caminar, Sobre el movimiento, etc. Los
varios libros de la Física y de la Metafísicafundamentan y coronan el conjunto.
Gracias a él, sabemos de la ciencia positiva de la época y de los trabajos y
concepciones de sus predecesores y contemporáneos. Aristóteles aporta siempre
agudas y originales observaciones y no pocas de sus adquisiciones lo han sido de
las ciencias naturales de todos los tiempos (algunas, incluso, no confirmadas
hasta el siglo XIX): describió unas 400 especies (de las que disecó unas 50),
distinguió entre animales «sanguíneos» (vertebrados) y «exangües»
(invertebrados), clasificó a los murciélagos como mamíferos, describió la vida
social de las abejas, distinguió entre insectos dípteros e himenópteros y entre
rocas y minerales y aportó la noción capital de especie.

Clasificador y analista universal (de regímenes políticos, de géneros literarios, de


categorías y de modos de razonar e, incluso, del ser y de las causas) y tan atento
al fenómeno del lenguaje como reticente con los abusos del habla, Aristóteles se
planteó además y sobre todo las grandes cuestiones de fondo: la estructura de la
materia, la organización de la vida, el poder del espíritu y sus límites, la libertad del
hombre y su sentido y la trascendencia misma de la divinidad y su misterio.
Federico Hegel
Jorge Guillermo Federico Hegel (1770−1831), figura máxima de la filosofía
alemana, nació en Stuttgart; su padre era un alto funcionario del gobierno
prusiano. Cursó sus estudios superiores en la universidad de
Tubinga.
Hegel, acogió con simpatía la etapa girondina de la revolución francesa
(republicanos moderados), pero no así a los jacobinos, a los partidarios de Marat,
Dantón y Robespierre.
Hegel, era opositor del movimiento revolucionario del pueblo, que aparecía ya a la
vida política en la misma
Alemania, aunque no rechazaba de plano, el papel histórico de la revolución
francesa; en sus primeras obras, apunta a veces, un sentimiento de simpatía hacia
los cambios revolucionarios.
Entre 1801 y comienzos de 1807 se desempeña como profesor de la Universidad
Jena. En esta época, es cuando Hegel se orienta hacia la creación de sus sistema
idealista objetivo. Las tesis principales de su doctrina, y su método filosófico, en
este tiempo, se expone en su obra Fenomenología del Espíritu (1806).
En 1808, llega a Núremberg, donde se hace cargo de la cátedra de filosofía y
director del Gimnasio (preparatoria). Durante su estancia en Núremberg
(1808−1816), escribe Propedéutica Filosofía 1809−1811) y la Ciencia de la Lógica
(1812−1816).A partir de 1816, se desenvuelve como profesor de Filosofía en la
Universidad de Heidelberg. Durante el período de Heidelberg, se publica su
enciclopedia de las Ciencias
Filosóficas (1817).

IDEAS FILOSOFICAS:

• Hegel, acogió con simpatía la etapa girondina de la revolución francesa


(republicanos moderados), pero no así a los jacobinos, a los partidarios de Marat,
D antón y Robespierre.
• La filosofía de Hegel, es la culminación del idealismo alemán de fines del siglo
XVIII y comienzo del XIX, que con ella alcanza su cima más alta.
• Hegel resuelve el problema fundamental de la filosofía, partiendo del idealismo
objetivo. (Sistema filosófico que considera como fuente primera del mundo, la
conciencia impersonal, la cual existe objetivamente, como idea absoluta, razón
universal, espíritu universal, etc. Separa la conciencia del hombre de la naturaleza,
la convierte en algo absoluto, la deidifica. Considera el mundo material, como un
producto de la actividad de una conciencia supra humana, tal como el otro ser del
espíritu). El fundamento de todos los fenómenos de la naturaleza y de la sociedad,
es el espíritu universal. Según Hegel, el espíritu universal es lo primario, es eterno;
la naturaleza es lo secundario y derivado respecto del espíritu. Hegel lo denomina
también idea absoluta, espíritu absoluto y conciencia de dios. Hegel presta
atención singular a los problemas de la dialéctica del Concepto o del Pensar.
Partiendo de Kant, Fichte y Schilling, crea su propio método dialéctico, que es una
de las más grandes realizaciones, de la filosofía de principios del siglo XIX.
• Hegel, fue el primero en representarse el mundo como un proceso de
movimiento universal, de desarrollo, desde los escalones inferiores, hasta los
superiores, cuya fuente de movimiento son las contradicciones inherentes a todos
los fenómenos.
• Hegel, con su método dialéctico, ejerció una influencia sustancial, en el
pensamiento filosófico posterior a él.
Pericles
(Atenas, h. 495 a.C. - id., 429 a.C.) Político y orador ateniense. Hijo de Jantipo,
artífice de la victoria helena sobre los persas en la batalla de Micala (479 a.C.), y
de Agaristé, sobrina del prestigioso legislador ateniense Clístenes y miembro de la
familia aristocrática de los alcmeónidas, Pericles fue discípulo de los
filósofos Anaxágoras de Clazomene, Protágoras de Abdera y Zenón de Elea.
Movido por su amor a las letras, financió en el 472 a.C. la representación de la
tragedia de Esquilo Los persas.

Hacia los treinta años, Pericles inició su carrera política dentro del partido
democrático de Efialtes y, cuando éste fue asesinado (461 a.C.), asumió su
dirección e hizo aprobar por la Asamblea de Atenas una serie de reformas que
acentuaban el carácter democrático del Estado ateniense, a pesar de la oposición
de la oligarquía.

Nombrado estratego o jefe militar en el 454 a.C., Pericles consolidó la posición


hegemónica de Atenas en la Liga de Delos, confederación constituida por diversas
ciudades griegas para luchar contra los persas, y utilizó el tesoro de la Liga para
construir la Acrópolis. A fin de crear un imperio comercial, fomentó la expansión de
colonias atenienses por el mar Egeo, intensificó el programa de construcciones
navales y, en el 448 a.C., convocó un congreso de paz en el que participaron
todas las polis helenas. A pesar del boicot de Esparta a esta reunión, Atenas
acabó firmando la paz con la ciudad doria dos años más tarde (446 a.C.).

Gracias a su hábil elocuencia y a su prestigio personal, en el 443 a.C. Pericles se


convirtió en la máxima autoridad ateniense, mandato que renovó cada año sin
interrupción hasta su muerte (429 a.C.). No obstante, episodios como el
sometimiento de la isla de Samos por Atenas (440 a.C.) enturbiaron las relaciones
con Esparta y condujeron al estallido de la guerra del Peloponeso (431-404 a.C.),
que terminó con la hegemonía ateniense.

Durante los primeros años del conflicto, se mostró muy efectiva la estrategia de
Pericles de evitar los enfrentamientos terrestres con el objetivo de librar los
combates decisivos en el mar, donde su flota era invencible, por lo cual cabe
pensar que el resultado final de la guerra habría sido diferente si Pericles no
hubiera muerto en el otoño del 429 a.C., víctima de la epidemia de peste que
asoló Atenas.

Su gobierno, por otra parte, coincidió con el momento de apogeo del pensamiento
y del arte griegos y, bajo su mecenazgo, Atenas se convirtió en el principal centro
de actividad cultural del mundo antiguo. Con la ayuda de su segunda esposa,
Aspasia, una culta e inteligente jonia, Pericles no sólo impulsó la celebración de
los cultos de Eleusis, símbolo del papel civilizador ateniense, y de los festivales de
las Panateneas, sino que también se rodeó de los más ilustres hombres de las
letras helenas, como los dramaturgos Eurípides y Sófocles, los
historiadores Herodoto de Halicarnaso y Tucídides o el filósofo Sócrates.
Asimismo, Pericles financió la construcción de la mayor parte de templos que
componen la Acrópolis, para cuya realización convocó a artistas tan destacados
como Calícrates e Ictinos, arquitectos del Partenón, el gran escultor Fidias, autor
de las esculturas y relieves que decoran este mismo templo, como el famoso Friso
de las Panateneas, y Policleto, quien supo expresar el ideal de la belleza física en
sus estatuas de jóvenes atletas, como el Doríforo. Por todos estos motivos, el siglo
V a.C. ha sido llamado «el siglo de Pericles».
Epicuro
(Isla de Samos, actual Grecia, h. 342 a.C.-Atenas, h. 270 a.C.) Filósofo griego.
Perteneció a una familia de la nobleza ateniense, procedente del demo ático de
Gargetos e instalada en Samos, en la que muy probablemente nació el propio
Epicuro y donde, con toda seguridad, pasó también sus años de infancia y
adolescencia.

Cuando los colonos atenienses fueron expulsados de Samos, la familia se refugió


en Colofón, y Epicuro, a los catorce años de edad, se trasladó a Teos, al norte de
Samos, para recibir las enseñanzas de Nausifanes, discípulo de Demócrito. A los
dieciocho años se trasladó a Atenas, donde vivió un año; viajó luego a Colofón,
Mitilene de Lesbos y Lámpsaco, y entabló amistad con algunos de los que, como
Hemarco de Mitilene, Metrodoro de Lámpsaco y su hermano Timócrates, formaron
luego el círculo más íntimo de los miembros de su escuela.

Ésta, que recibió el nombre de escuela del Jardín, la fundó Epicuro en Atenas, en
la que se estableció en el 306 a.C. y donde transcurrió el resto de su vida. El
Jardín se hizo famoso por el cultivo de la amistad y por estar abierto a la
participación de las mujeres, en contraste con lo habitual en la Academia fundada
por Platón y en el Liceo de Aristóteles. De hecho, Epicuro se opuso a platónicos y
peripatéticos, y sus enseñanzas quedaron recogidas en un conjunto de obras muy
numerosas, según el testimonio de Diógenes Laercio, pero de las que ha llegado
hasta nosotros una parte muy pequeña, compuesta esencialmente por
fragmentos. Con todo, el pensamiento de Epicuro quedó inmortalizado en el
poema latino La naturaleza de las cosas, de Tito Lucrecio Caro.

La doctrina epicúrea preconiza que el objetivo de la sabiduría es suprimir los


obstáculos que se oponen a la felicidad. Ello no significa, sin embargo, la
búsqueda del goce desenfrenado, sino, por el contrario, la de una vida mesurada
en la que el espíritu pueda disfrutar de la amistad y del cultivo del saber. La
felicidad epicúrea ha de entenderse como el placer reposado y sereno, basado en
la satisfacción ordenada de las necesidades elementales, reducidas a lo
indispensable.

El primer paso que se debe dar en este sentido consiste en eliminar aquello que
produce la infelicidad humana: el temor a la muerte y a los dioses, así como el
dolor físico. Es célebre su argumento contra el miedo a la muerte, según el cual,
mientras existimos, la muerte todavía no existe, y cuando la muerte existe,
nosotros ya no, por lo que carece de sentido angustiarse; en un sentido parecido,
Epicuro llega a aceptar la existencia posible de los dioses, pero deduce de su
naturaleza el inevitable desinterés frente a los asuntos humanos. La conclusión es
la misma: el hombre no debe sufrir por cuestiones que existen sólo en su mente.
La ética epicúrea se completa con dos disciplinas: la canónica (o doctrina del
conocimiento) y la física (o doctrina de la naturaleza). La primera es una teoría de
tipo sensualista, que considera la percepción sensible como la fuente principal del
conocimiento, lo cual permite eliminar los elementos sobrenaturales de la
explicación de los fenómenos; la causa de las percepciones son las finísimas
partículas que despiden continuamente los cuerpos materiales y que afectan a los
órganos de los sentidos.

Por lo que se refiere a la física, se basa en una reelaboración del atomismo


de Demócrito, del cual difiere principalmente por la presencia de un elemento
original, cuyo propósito es el de mitigar el ciego determinismo de la antigua
doctrina: se trata de la introducción de una cierta idea de libertad o de azar, a
través de lo que Lucrecio denominó el clinamen, es decir, la posibilidad de que los
átomos experimenten espontáneamente ocasionales desviaciones en su
trayectoria y colisionen entre sí.

En este sentido, el universo concebido por Epicuro incluye en sí mismo una cierta
contingencia, aunque la naturaleza ha sido siempre como es y será siempre la
misma. Éste es, para la doctrina epicúrea (y en general para el espíritu griego), un
principio evidente del cosmos que no procede de la sensación, y la contemplación
de este universo que permanece inmutable a través del cambio es uno de los
pilares fundamentales en los que se cimienta la serenidad a la que el sabio aspira.
Zenón de Elea
(Elea?, actual Italia, hacia 495 a.C. - id., hacia 430 a.C.) Filósofo griego. Es el
último representante, tras Jenófanes de Colofón y Parménides de Elea, de la
Escuela Eleática, así llamada por haber nacido o residido sus miembros en Elea,
antigua ciudad griega situada en la costa sudoccidental de la península itálica
(cerca de la actual Salerno).

Fue discípulo de Parménides, con el que, probablemente, se trasladó a Atenas a


mediados del siglo V a.C., donde conoció al joven Sócrates, según testimonio de
Platón. Zenón escribió el libro en prosa Sobre la naturaleza, orientado a defender
las tesis de Parménides. De él se conservan, como auténticos, cinco fragmentos,
gracias al comentario de Simplicio a la Física de Aristóteles. El escrito se dividía
en varias partes, a las que Platón denomina logoi o argumentos. Cada una de las
partes contenía un cierto número de hipótesis o premisas de los adversarios, que
reducía al absurdo para demostrar la tesis propia. El filósofo murió al querer liberar
a su patria del tirano Nearco, que ejercía un poder absoluto y opresor.
Zenón de Elea no elaboró una doctrina propia, sino que se limitó a defender la de
su maestro Parménides con razonamientos que, según dijo Aristóteles en
su Física, "producen dolor de cabeza a quienes intentan resolverlos". De hecho,
Zenón fue el inventor indiscutible del razonamiento paradójico. No demostraba
directamente la tesis del maestro, sino que, de forma más sutil, confutaba las
confutaciones; es decir, demostraba que la opinión de sus detractores
desembocaba en conclusiones todavía menos aceptables que las suyas. De
acuerdo con el principio sentado por su maestro Parménides de que sólo existe el
ser, y que éste es uno e inmóvil, Zenón dedicó sus esfuerzos a demostrar la
inconsistencia de las nociones de movimiento y pluralidad.
Hoy conocemos sus argumentos a través de Platón y sobre todo, de Aristóteles.
Los más célebres de ellos son sus paradojas a propósito del movimiento; así, la
paradoja de Aquiles y la tortuga concluye que Aquiles nunca podrá alcanzar a la
tortuga en una carrera si le ha concedido una ventaja inicial. En el tiempo que
necesita Aquiles para recorrer ese espacio de ventaja, la tortuga recorre otro,
aunque más corto; mientras Aquiles recorre ese espacio más corto, la tortuga
avanza otro poco, y así sucesivamente, de modo que entre ambos siempre
mediará un espacio: como el espacio es infinitamente divisible, Aquiles nunca
podrá alcanzar el punto final en un tiempo finito. De modo parecido, la paradoja de
la flecha trata de demostrar que un objeto en movimiento se halla realmente en
reposo, y la paradoja del estadio, que entre dos objetos que se desplazan a la
misma velocidad, uno recorrerá el doble de distancia que el otro.
Una anécdota tan famosa como improbable refiere que Antístenes, no sabiendo
refutar con razones los argumentos de Zenón, se levantó y se puso a andar, de
donde habría surgido la conocida frase «el movimiento se demuestra andando».
La misma historia se atribuye a Diógenes el Cínico frente a un discípulo de Zenón,
al que ridiculizó no sólo andando, sino marchándose y dejándolo plantado. Según
otras versiones, sin embargo, el duelo dialéctico terminó en tablas, pues Zenón
argumentó que, con su acción, Antístenes no había demostrado el movimiento;
únicamente lo había mostrado.
Las paradojas de Zenón, que se presentan como un reto para el pensamiento, han
tenido una función decisiva en la historia de la filosofía. Ciertamente, es verdad
que pueden ser desmentidas fácilmente observando el mundo natural (donde
existen, sin duda, movimiento y multiplicidad); sin embargo, su fuerza se halla en
el procedimiento riguroso, en la coherencia del razonamiento. El intento de
resolverlas desde un punto de vista lógico mantuvo ocupados durante bastante
tiempo a los filósofos griegos, en particular a Demócrito y a Aristóteles. Aristóteles
ofreció una solución a estos argumentos, aunque incorrecta, y sólo se ha logrado
una respuesta válida con los modernos conceptos de continuo e infinito
Tales de Mileto
(Mileto, actual Turquía, 624 a.C. - 548 a.C.) Filósofo y matemático griego. Iniciador
de la escuela de Mileto, la primera de las escuelas filosóficas de la antigua Grecia,
es considerado el primer filósofo por su aspiración a establecer una explicación
racional de los fenómenos de la naturaleza, trascendiendo el tradicional enfoque
mitológico que había caracterizado la cultura griega arcaica. Tales fue el primero
que sostuvo la existencia de un arjé, es decir, de un principio constitutivo y
originario común a todas las cosas, que identificó con el agua; inauguró con ello
un tema recurrente en la filosofía presocrática y de vastas implicaciones en la
tradición filosófica occidental.
La rica y próspera ciudad griega de Mileto, en la costa de la actual Turquía, fue la
cuna del pensamiento occidental; en ella se desarrolló, a lo largo del siglo VI antes
de Cristo, la actividad de los filósofos milesios, es decir, originarios de Mileto:
Tales, Anaximandro y Anaxímenes. El paso del mito al logos, a la razón, señala el
comienzo de los filosofía. Y los filósofos milesios fueron, en efecto, los primeros en
prescindir de las explicaciones mitológicas y religiosas de los fenómenos (los
rayos son producto de la cólera de Zeus, la peste es un castigo de los dioses) y en
dar respuestas racionales a las cuestiones. No por ello debemos percibir a los
milesios como filósofos en el sentido moderno del término, sino más bien como
sabios interdisciplinares, interesados en lo que actualmente serían campos
diversos de la filosofía, la ciencia o la técnica, como la astronomía, las
matemáticas o la ingeniería.
La cuestión filosófica que más ocupó a los pensadores de Mileto fue la
del arjé (o arché), palabra que puede traducirse como «principio» en su doble
sentido: como principio constitutivo (aquello de que están hechas las cosas) y
como principio originario (aquello de lo que proceden todas las cosas). Es obvio
que la fisis, la naturaleza o universo físico, es un conjunto de seres de muy diversa
índole; pese a ello, Tales y los filósofos milesios supusieron que existía un
principio constitutivo único, una sustancia común a toda esta multiplicidad de
seres. Pero a la hora de determinar cuál podía ser este primer principio, cada uno
de los pensadores de la escuela milesia dio una respuesta distinta: para Tales de
Mileto el arjé es el agua; para Anaximandro, el ápeiron, lo indefinido;
para Anaxímenes, el aire.

La disparidad y lo que hoy nos parece escasa fundamentación de las respuestas


no puede socavar la trascendencia de estas aportaciones en la medida en que
suponen el inicio de una actitud racional, es decir, filosófica. En este sentido, Tales
representa el primer intento de dar una explicación razonada del universo,
introduciendo una hipótesis que permitía explicar su origen y su composición y dar
cuenta de la múltiple variedad de seres y fenómenos. Es imposible reconstruir su
pensamiento con precisión, porque, aunque se le atribuyen algunas obras, no nos
han llegado ni siquiera fragmentos de ellas, ni tampoco es seguro que escribiera
alguna; sólo disponemos de los breves resúmenes y comentarios a su filosofía
trazados por autores posteriores.

El genio griego se inclinaba a la observación y a la especulación (no así a la


experimentación, base de la ciencia moderna que se inicia en Galileo), por lo que
cabe la posibilidad de que Tales partiera de la observación de las
transformaciones que la materia puede experimentar: el tronco arde y se convierte
en cenizas, el mosto de uva fermenta y deviene vino, de ciertas rocas extraemos
metales, los seres vivos se descomponen al morir. Tal observación pudo
conducirle a suponer que cualquier sustancia puede transformarse en otra, y que
ello era posible porque todas las sustancias eran simplemente aspectos diversos
de una misma materia; es decir, todas procedían y estaban formadas por un
principio común, el arjé.
Quedaba entonces determinar cuál era entonces ese principio constitutivo. Para
Tales de Mileto, el arjé es el agua: todo nace del agua, la cual es el elemento
básico del que están hechas todas las cosas. Aunque tampoco conocemos con
certeza las razones que le llevaron a establecer el agua como arjé, sus
comentaristas coinciden en aventurar algunas. El agua es la materia que se
encuentra en mayor cantidad, rodea la tierra y corre a través de los continentes;
impregna la atmósfera en forma de vapor, que es aire, nubes y éter, y del agua se
forman los cuerpos sólidos al condensarse; por carecer de determinaciones
(estado, forma, color, olor), es apta para determinarse. El agua, por otra parte, es
condición necesaria de lo vivo: hace germinar las semillas y es imprescindible para
las plantas y los animales, hasta el punto de que la vida no es posible sin ella. La
Tierra, para Tales, era un disco plano que flota en un océano infinito, cubierto por
la semiesfera celeste.
La existencia de un primer principio fue asumida por los filósofos posteriores, a
pesar de que, como ya se ha indicado, no aceptasen que el agua fuera tal
elemento. Lo importante de la tesis de Tales es la consideración de que todos los
seres se constituyen a partir de un principio, sea el agua, sea cualquier otro. Y el
hecho de buscarlo de una forma racional, de extraerlo de una serie de
observaciones y deducciones, es lo que ha valido a Tales el título de «padre de la
filosofía». La cuestión del arjé, en efecto, seguiría siendo tratada no sólo por sus
discípulos de la escuela de Mileto (Anaximandro y Anaxímenes), sino también por
otros destacados pensadores de la floreciente filosofía griega,
como Pitágoras, Jenófanes de
Colofón, Parménides, Heráclito, Empédocles, Anaxágoras, Leucipo o Demócrito,
hasta convertirse en uno de los motivos centrales de la filosofía presocrática, es
decir, de la anterior a Sócrates.
Para calibrar la importancia de la aportación de Tales debe tenerse en cuenta,
además, que la noción misma de arjé envuelve una serie de consecuencias que
irían explicitándose a lo largo del periodo presocrático y en las que reconocemos
temas fundamentales de la filosofía occidental. Así, por un lado, la existencia de
un principio constitutivo común implica que la multiplicidad de seres que
observamos en la naturaleza es sólo aparente; en consecuencia, el testimonio de
los sentidos no es fiable. Por otra parte, tal principio constitutivo es una esencia
inmutable y eterna, propiedades que no se manifiestan en la continua
transformación de los seres individuales y que sólo pueden ser aprehendidas por
la razón, único instrumento que permite discernir lo verdadero de lo aparente.

De la vida de Tales de Mileto nos han llegado datos y anécdotas dispersas de


imposible verificación. Al parecer, en su juventud viajó a Egipto, donde aprendió
geometría de los sacerdotes de Menfis, y calculó la altura de la pirámides por la
longitud de sus sombras. También estudió astronomía, que posteriormente
enseñaría con el nombre de astrosofía; el historiador Herodoto afirma que predijo
un eclipse acaecido en el año 585 a.C. De vuelta a Mileto dirigió una escuela de
náutica, construyó un canal para desviar las aguas del Halis y dio acertados
consejos políticos a los gobernantes.
En geometría, y en base a los conocimientos adquiridos en Egipto, Tales de Mileto
elaboró un conjunto de teoremas generales y de razonamientos deductivos a partir
de los primeros. Todo ello fue recopilado posteriormente por Euclides en su
obra Elementos, pero se debe a Tales el mérito de haber introducido en Grecia el
interés por los estudios geométricos. Son muy numerosas (seguramente
demasiadas) las aportaciones que se le atribuyen, probablemente por el inmenso
prestigio de que gozó ya en la Antigüedad: junto con el legislador Solón y otros
nombres menos conocidos, figuró siempre como el primero de los «siete sabios de
Grecia».
En líneas generales, sin embargo, no cabe confiar demasiado en las
informaciones de que disponemos; de hecho, las distintas fuentes no coinciden ni
siquiera en su personalidad. Cuenta Platón que, andando absorto en la
contemplación del firmamento, Tales cayó en un pozo y fue por ello blanco de las
burlas de una criada; pero esta tópica e improbable imagen de sabio distraído
contrasta con las anécdotas que lo caracterizan como un hombre práctico y
realista. Aristótelesrefiere que, gracias a sus conocimientos astronómicos, Tales
supo que habría una buena cosecha de aceitunas; por poco dinero alquiló en
invierno cuantos molinos pudo, y llegado el momento de la cosecha, ante la fuerte
demanda, realquiló los molinos al precio que quiso, obteniendo grandes
beneficios. Con ello habría querido probar que el saber es útil, y que si los filósofos
no son ricos es porque se interesan más por el saber que por el dinero.

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