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Don Bosco

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Natalicio

de San Juan Bosco


Padre, maestro
y amigo de los jóvenes

Día
de la
Fidelidad
16 de Agosto de 2018
Patrocinio de San José
Renovación de la Fidelidad
Cada año renovamos nuestra fidelidad a Don Bosco,
expresando el deseo de vivir de un modo especial algún
aspecto de nuestro carisma salesiano, recogido en las reglas y
reglamentos de cada grupo específico y proclamado por dicho
grupo ante sus hermanos. Este año, vamos a formular nuestro
compromiso todos juntos, a partir de la Carta de la Misión de
la Familia Salesiana. Pongámonos de pie y hagamos oración
para disponernos a este momento de fidelidad.

PRESIDENTE:
Oremos:
Dios nuestro que nos llamas,
en este nuevo aniversario
del nacimiento de Don Bosco,
a renovar nuestra fidelidad a su carisma,
renovando en nosotros y en los demás,
especialmente los jóvenes,
el compromiso de vivir como honestos cristianos
y buenos ciudadanos,
te pedimos que hagas presente
en medio nuestro a tu Hijo, el hombre nuevo,
para identificarnos con Él
por la acción del Espíritu Santo.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

PRESIDENTE: Con sentimientos de humilde gratitud creemos


que la Familia y el Carisma Salesiano no son sólo fruto de
una idea humana, sino, sobre todo, de la iniciativa de Dios.

TODOS:
Por eso, nuestra fidelidad a Don Bosco y a su proyecto,
orientado a formar buenos cristianos
y honestos ciudadanos,
es la manera que tenemos de ser fieles a Dios
en esta etapa de nuestra historia.
PRESIDENTE: Formarnos y formar buenos cristianos y
honestos ciudadanos significa vivir en la sociedad del tercer
milenio, los valores de una ciudadanía activa y evangélica.

TODOS:
Por eso, valoramos:
——la riqueza de la cultura nueva que está naciendo,
——los esfuerzos por dar a la humanidad
un bienestar más amplio y seguro,
——la fuerza contenida en una fe
que se renueva a la luz de los problemas
y de las expectativas de la gente,
especialmente de los más necesitados.

PRESIDENTE: Formarnos y formar buenos cristianos y


honestos ciudadanos significa poner de manifiesto que
esta es nuestra manera de construir y amar la Iglesia.

TODOS:
Por eso, como educadores
y discípulos misioneros, nos proponemos:
——Despertar y poner en movimiento
todas las posibilidades de crecimiento,
sembradas en la persona humana;
——Desarrollar y cultivar
el variado patrimonio afectivo de los jóvenes
y de sus familias;
——Dar calidad a la vida de cada día,
desde el trabajo a la cultura,
desde la alegría de la amistad
hasta el compromiso civil,
desde la competencia profesional
a la honradez en toda situación.

PRESIDENTE: Formarnos y formar buenos cristianos y


honestos ciudadanos significa ofrecer a todos espacios de
promoción, educación y evangelización.
TODOS:
Por eso, nos comprometemos a:
——Promover a las personas dándoles sentido y esperanza;
——Educar en ambientes seguros y de buen trato según la
tradición del Sistema Preventivo de Don Bosco.
——Evangelizar iluminando a todos con la luz de la fe
——Ayudar a los jóvenes a encontrar
su puesto de servicio en la sociedad y en la Iglesia.

PRESIDENTE: Formarnos y formar buenos cristianos y honestos


ciudadanos significa una inserción efectiva en los contextos
de vida de la gente sencilla y de los jóvenes en particular.

TODOS:
Por eso, nos sentimos llamados
a ser personas significativas
a través de nuestro testimonio:
——Capaz de acoger los gozos y la esperanzas,
las tristezas y las angustias de las personas,
especialmente de los jóvenes;
——Capaz de hacer propuestas operativas
y de dar respuestas significativas
a las necesidades de los jóvenes más pobres.
La Iglesia que yo amo
[Texto escrito por el Padre Esteban Gumucio, SS.CC.
y leído en varias ocasiones por el Cardenal
Silva Henríquez]

La Iglesia que yo amo


es la Santa Iglesia de todos los días.
La encontré peregrina del tiempo,
caminando a mi lado.
La tuya, la mía, la Santa Iglesia de todos los días.
La saludé primero en los ojos de mi padre,
penetrados de verdad.
En las manos de mi madre,
hacedoras de la ternura universal.
No hacía ruido, no gritaba, era la Biblia de velador,
Y el rosario y el tibio cabeceo del Ave María.

La iglesia que yo amo,


la Santa Iglesia de todos los días.
Antes de estudiarla en el catecismo,
me bañó en la pila del bautismo,
en la vieja parroquia Santa Ana.
Antes de conocerla ya era mía,
la Santa Iglesia de todos los días.
Era la iglesia de mis padres
y la iglesia de la cocinera.
La Rosenda lloraba las cebollas,
rezando el Padre Nuestro iba a misa la María.
Me llevaba de su mano
a la Iglesia Santa de todos los días.
En la aventura del mundo que crecía,
con Pablo y con Pedro y Teresita,
La Iglesia Santa de todos los días.

Jesucristo, el Evangelio, el pan, la eucaristía,


el Cuerpo de Cristo humilde cada día.
Con rostros de pobres
y rostros de hombres y mujeres,
que cantaban, que luchaban, que sufrían.
La Santa Iglesia de todos los días.

A los 10 años se dice,


a los 12 misioneros, a los 13 y los 14,
vitrales increíbles de mil rostros y voces llamadas.
Vino el obispo y el sacerdote, la palabra que oraba
y penetra las raíces de la vida.
Juntaba pueblos, despertaba a los dormidos,
llamaba a la oración
añorados perdones de constricción,
Remecida de testigos, la iglesia comunión argüía,
incomodaba, convidaba
a la basta corriente de la paz.
A los riesgos misioneros,
A las selvas del Congo, Al seguimiento del amigo.

La iglesia del corazón limpio,


la iglesia del camino estrecho,
la bella iglesia de la vida,
la Santa Iglesia de todos los días.

Y el Papa de nuestra fe, en mi corazón joven,


Apretando a la justicia,
traduciendo las bienaventuranzas,
abriendo bastos horizontes,
prolongando nuevas andanzas
y rostros ignorados y pueblos heridos,
de quemantes abandonos,
el Papa de todas las lenguas,
de urgentes problemas,
de infinitas confianzas,
el Papa de la Iglesia de todos los días
y los mandamientos de su sabiduría.

Y lo que no estaba, ni está ,


ni estará oficialmente inscrito y reservado,
El pueblo de la iglesia sin fuerza,
la iglesia ancha de las 100 mil ventanas
Y el aire del espíritu católico
circulando en libres espirales.
Y los pobres construyendo catedrales de paja,
desperdicio y leño, con ojivas de pizarreño
y lo mejor de su pobreza.

Escuchen que vienen por las calles


la iglesia de las grandes y pequeñas procesiones,
La iglesia heroica de amor,
la vieja heroica de amor entre rezos y devociones,
Desde sus andas multicolores,
los santos le preguntan sus perdones,
porque crió los hijos que no eran suyos
y rezó por muertos que la humillaron.
Y vivió tan pobre sin voto de pobreza
y dio la mitad de lo que no tenía.

Va en procesión feliz detrás del anda,


los santos la miran desde su baranda
distinta en su tecnología;
Esta humilde iglesia de todos los días.

Amo a la iglesia de la diversidad,


la difícil iglesia de la unidad.
Amo a la iglesia del laico y del cura,
de San Francisco y de Santo Tomás,
La iglesia de la noche oscura
y la asamblea de la larga paciencia.

Amo a la iglesia abierta a la ciencia,


y esta iglesia modesta con olor a tierra,
Construyendo la ciudad justa,
con sudores humanos,
Con el credo corto de los apóstoles.

Amo a la iglesia de los padre y los doctores,


De algunos sabios de hoy en día que escriben libros
para los hombres y no se quedan en librerías.

Amo a la iglesia de aquí y ahora,


La iglesia pobre de nuestro continente,
Teñida de sangre, repleta de gente
De pueblos antiguos sin voz y derrotados
Amo a la iglesia de la solidaridad
Que se da la mano en santa igualdad.

Amo a esta iglesia que se acerca


a la herida de su Cristo.
La iglesia de Puebla y Medellín, de Don Elder,
de Romero y Luther King, que vienen de la mano
de Moisés, David, Isaías y Exequiel.

Amo a la iglesia que va con su pueblo


sin transigir la verdad,
Defiende a los perseguidos y anhela la libertad.

Amo a la iglesia esperanza y memoria,


A la iglesia que camina
y a la iglesia de la santa nostalgia,
Sin la cual no tendrían futuro.

Amo a la iglesia del verbo duro y del corazón blando.


Amo a la iglesia del derecho y del perdón.

La iglesia del precepto y de la compasión,


Jurídica y carismática, corporal y espiritual,
Maestra y discípula, Jerárquica y popular.
Amo a la iglesia de la inferioridad,
la pudorosa iglesia de la indecibilidad.
Amo a la iglesia sincera y tartamuda,
A la iglesia enseñante y escuchante,
La iglesia audaz, creadora y valiente,
Y a la santa iglesia convaleciente.

Amo a la iglesia perseguida y clandestina,


Que no vende su alma al dinero omnipotente.
Amo a la iglesia tumultuosa
y a la iglesia de surcos milenarios,
Amo a la iglesia testimonial
y a la iglesia herida de sus luchas interiores y exteriores.
Amo a la iglesia por conciliar que va de la mano
respetablemente de la Santa iglesia tradicional.

Amo a la iglesia de la serena ira,


A la iglesia de Irlanda y Polonia,
de Guatemala y de El Salvador,
A la iglesia de los postergados
y a la iglesia de la multitud de marginalizados.

No quiero una iglesia de aburrimiento,


quiero una iglesia de ciudadanía,
De pobres en su casa, de pueblos en fiesta,
de espacios y libertades,
quiero ver a mis hermanos
aprendiendo y enseñando al mismo tiempo,
iglesia de un solo Señor y Maestro
Iglesia de la palabra y de los sacramentos.

Amo a la Iglesia de los Santos y de los pecadores


amo a esta Iglesia ancha y materna
no implantada por decreto,
la Iglesia de los borrachos sin remedio,
de las prostitutas que cierran su negocio
el Triduo Santo.

Amo a la Iglesia de lo imposible


la Iglesia de la esperanza a los pies de la mujer,
la Santa Madre María.
Amo a esta Iglesia de la amnistía,
la Santa Iglesia de todos los días.

Amo a la Iglesia de Jesucristo,


construida en firme fundamento,
en ella quiero vivir hasta el último momento.
Amén.

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