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Moratín
Guía De Lectura
El sí de las niñas
España en el siglo XVIII sufre con respecto a países como Francia e Inglaterra un gran retraso en el ám-
bito político, económico e intelectual. El mundo cultural se divide entre tradicionalistas que mantienen la
defensa del Antiguo Régimen y los reformadores o ilustrados que desean que España se equipare al
resto de Europa.
Si bien es cierto que en España no hubo una revolución burguesa, la débil burguesía española, espe-
cialmente en los años de reinado de Carlos III (1759-1788) fue adquiriendo una notable presencia en
las nuevas instituciones del Estado, pese a sufrir la rémora de los elementos feudalizantes.
El autor de “El sí de las niñas” representa tanto en su trayectoria vital como en su obra literaria, el
punto de quiebra entre el Antiguo Régimen y el inicio del estado racional y burgués. Por ello, su tea-
tro es el máximo exponente de los valores enciclopedistas con toda su riqueza y sus contradicciones.
Amigo de Jovellanos, secretario de Cabarrús y protegido de Godoy recorre Francia, Italia, Inglaterra,
Alemania y Suiza. Napoleón, coronado emperador en 1804, coloca a su hermano José Bonaparte en
el trono de España tras la aprobación de la Constitución de Bayona de 1808.
Un afrancesado. La invasión de las tropas napoleónicas en 1808 hizo que Moratín tomase partido
por los Afrancesados, reformadores y escritores españoles partidarios de José Bonaparte. Éste a
sus ojos representa los valores de la modernidad y del racionalismo. Hijo de las ideas y lecturas
ilustradas, Moratín las defendía frente al absolutismo de los tradicionalistas.
José Bonaparte lo nombra Bibliotecario Mayor de la Biblioteca Real en 1811. España se alía con Ingla-
terra contra los franceses y Francia es finalmente derrotada, por lo que Moratín se verá obligado a
huir de Madrid con el ejército francés. Con Fernando VII vuelve la sociedad española a dividirse entre
absolutistas y liberales. Durante el Trienio Constitucional (1820-1823), Moratín regresa a España para
finalmente trasladarse de nuevo a Francia donde fallecerá en 1828.
Inevitablemente, a lo largo del primer tercio del siglo XIX, el mundo cultural y literario sigue dividido.
Viejos reformadores de la generación anterior, liberales y afrancesados nunca formarán un grupo ho-
mogéneo frente al retorno del absolutismo de Fernando VII.
La Revolución Francesa genera entre 1789 y 1799 las bases del estado moderno gracias a la corriente
intelectual de la Ilustración europeísta que se desarrolla a lo largo de todo el siglo XVIII.
En lo político, los principios de la separación de poderes de Montesquieu alumbraron la estructura del
nuevo estado moderno.
A la Ilustración europea pertenecieron escritores, filósofos, economistas y literatos a los que Moratín
conoció, leyó y admiró. Se formó con la lectura de Montesquieu, Voltaire, Diderot, D´Alembert,
Rousseau y Locke.
Las alusiones al “espíritu utilitario” de la cultura se extienden de 1789 en adelante. Los enciclopedistas
defendían que el conocimiento se basa en la razón, no en la superstición ni en los prejuicios.
El buen uso de la libertad, del justo ejercicio de la ciudadanía, de la instrucción, de la ciencia, del méto- do
experimental y la fe en el progreso, conduce a la “felicidad”. La Enciclopedia, entre 1751 y 1790, obra
gigantesca de Diderot y D´Alembert tiene una repercusión extraordinaria a partir del reinado de Carlos
III. Sus mejores propagadores serán Jovellanos y Cadalso.
Moratín mira hacia Francia y escribe en España: por ello, pudo percibir la gran transformación ideoló- gica
y social que estaba en juego. Como señala el crítico Juan Carlos Rodríguez, Moratín fue un refor- mador
convencido “no de acción, sino de pensamiento” y su teatro fue representativo del momento del
despertar de la conciencia individual. Pero la España de Carlos III (1759-1788) se hallaba todavía en
una encrucijada entre lo extranjero y lo nacional, entre lo aristocrático y lo popular, entre lo ecle- siástico
y lo laico. Ante la dificultad social de implantar las ideas ilustradas en España, Moratín quedó atrapado
entre dos mundos: entre el nuevo mundo que surgía con una fuerza imparable en Europa, y el viejo
mundo que se resistía a desaparecer en su propia patria.
Los reformadores españoles del siglo XVIII entre los que encontramos clérigos, estadistas, militares,
escritores, abrieron paso al pensamiento democrático y a la nueva economía emprendedora.
Nombres que se cruzan entre la generación de Nicolás Fernández de Moratín –padre– con la de su hi-
jo, Leandro Fernández de Moratín: Feijoo, Cadalso, Campomanes, Olavide, Floridablanca, Cabarrús y
algo más tarde, Blanco White. Pero Moratín, valorará especialmente el arrojo intelectual de su amigo
Jovellanos, y la obra poética de Meléndez Valdés, para el que dirigir la moralidad y el gusto del públi- co
no es sólo “un derecho del Gobierno sino una verdadera obligación”. Apreciará la libertad expre- siva
de Goya y la amistad de Ceán Bermúdez.
Las ideas liberales ya habían penetrado procedentes de Francia pero fue la guerra de la Independencia
la que extendió ese ideal político patriótico y revolucionario, más allá de los ámbitos estrictamente
elitistas. Viejos reformadores y jóvenes liberales mantendrán perspectivas y actitudes diferentes en
1808: se dividen los sectores liberales entre “afrancesados”, “patriotas” y “Jovellanistas”. Pero todos
ellos, deseaban el no-retorno del Antiguo Régimen. La Constitución de 1812 recogía, años más tarde, la
voluntad liberal de España.
Dentro de la revolución de 1789 se producirá otra revolución que fue inmediatamente acallada
por reformadores y revolucionarios: “la Revolución de las Mujeres” que tiene su corpus legislativo
definitivo en la “Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana”, redactada por
Olimpia de Gouges en 1791. Ella como otras mujeres con talento intelectual, literario y político
acabarán siendo silenciadas y barridas por la propia revolución a la que defendieron.
Citaremos sólo a unas mujeres representativas del mundo cultural y del mundo político: Madame
Roland (ilustrada, escritora autodidacta seducida por la revolución, guillotinada en 1793), Madame
de Stäel (autora de “Influencia de las pasiones en la felicidad de los individuos” en 1796),
Madame du Châtelet (casada muy joven en un matrimonio de conveniencia, fue matemática,
traduce la obra de Newton y escribe “Discurso sobre la felicidad”), Théroigne de Méricourt
(revolucionaria, fundó en 1790: El “Club de las Amigas de la Ley”. Fue atacada y azotada
públicamente por las republicanas revolucionarias y murió loca en La Salpétrière en 1817).
La española Teresa Cabarrús (ilustrada, casada a los catorce años por un matrimonio concertado,
detenida durante el Terror en Francia) y Lucile Desmoulins (revolucionaria, guillotinada en 1794).
En España en los años de la guerra son famosos los salones de la Condesa de Jaruco en la calle
del Clavel y el salón de Duchesse D´Abrantes que llegó a la capital con su marido el general
Junot. Allí acudían Meléndez Valdés y Francisco de Goya. El salón de la Condesa de Jaruco era
frecuentado por el rey José Bonaparte.
La mujer en el siglo XVIII comienza a adquirir una identidad propia, hasta ahora reservada a los
hombres, y esto es posible gracias a la evolución del “modo de pensar imperante” hacia un “pensar
nuevo ilustrado” que busca la verdad, la libertad y la felicidad de la persona. Sin embargo, ni en la
Declaración de los Derechos de Virginia en 1776 en los EEUU, ni en la Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano de 1789, se hace mención al derecho de las mujeres a ser iguales a
los hombres.
Fue Olimpia de Gouges (1748-1793) la encargada de hacerlo; nacida en 1748 en París, Olimpia de
Gouges es considerada la precursora del feminismo. Es también autora de varias obras de teatro y
creadora del periódico: “El impaciente” en que se reivindica la libertad de la mujer.
Pero su gran mérito fue el haber redactado para la Asamblea Nacional francesa en 1791, un texto que
hoy todavía sorprende por su modernidad:
Basada en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, en esta Declaración
se proclama la igualdad de los derechos de ambos sexos.
Artículo Primero:
La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos.
Todos los lectores son sensibles a la idea de felicidad implícita en el programa de la Ilustración como
señala José Antonio Maravall.
Rousseau defiende que el fin último de la persona es alcanzar la felicidad y considera que la educación
es el medio para conseguirlo. El abuso de poder aboca en la tiranía y ahoga la naturaleza, es decir la
dotación innata del individuo, convirtiéndole en un esclavo temeroso y consecuentemente en una
persona infeliz.
“Todo está bien al salir de las manos del autor de las cosas: todo
degenera entre las manos del hombre.” (Emilio o De la educación)
Fiel al ideario rousseauniano, el autor de “El sí de las niñas” advierte en clave moral y aleccionadora
de las nefastas consecuencias de una educación basada en los principios irracionales de la mentira y
en el abuso de la autoridad paterna: las hijas utilizarán las mismas armas para defenderse:
“Ve aquí los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar bien
a una niña: enseñarla a que desmienta y oculte las pasiones más
inocentes con una pérfida disimulación”.
Moratín burlesco e inteligente guiña el ojo al espectador-ciudadano para que se fije en las palabras
de una madre ignorante, resentida y tiránica: Doña Irene:
Moratín moralista y lúcido va a poner en boca del viejo Don Diego, la actitud ilustrada que
brinda a los hombres la posibilidad de alcanzar la Felicidad o Virtud: el ejercicio de la renuncia al
interés egoísta como fruto del buen uso de la Razón:
En España, junto a Moratín, destaca otro escritor neoclásico, el jesuita, Pedro Montengón quien
escribió “Eusebio” entre 1786-88. Esta novela española, al estilo rousseauniano, relata cómo ha de
educar- se a un niño. La obra fue condenada por la Inquisición en 1799 y el autor redactó una nueva
versión en 1808.
La felicidad se sustenta en una instrucción justa y equilibrada. Sin la Razón, los monstruos goyescos
nacidos de lo irracional y del miedo y de la tiranía pueden despertarse dentro de cada individuo. Una
sociedad organizada no sabría sustentarse sobre un exceso de autoridad. Es preciso combatir el
despotismo con la instrucción pública y la libre circulación de las ideas y opiniones.
• Viajes y exilios
Moratín fue un viajero empedernido. Como para muchos reformadores españoles, los viajes formarán
parte del conocimiento empírico del progreso social y una forma de pensar “utilitarista” muy
apreciada por los ilustrados. Aunque resulte paradójico, parece que no le fue siempre grato tanto
viaje.
Cada viaje era vivido como pequeños destierros que le fueron alejando de su patria. Pero Moratín viaja
también sin salir de su biblioteca: con la biblioteca que hereda de su padre, el también escritor Nicolás
Fernández de Moratín. Heredero de una tradición culta, a Moratín hijo sólo le interesan los libros.
Adapta y traduce para el público español dos comedias de Molière: “La escuela de las mujeres”
o “La escuela de los maridos”.
Su trabajo de traductor forma parte también de su haber enciclopedista. Destaca su traducción del
“Cándido” de Voltaire y “Hamlet” de Shakespeare. Conoce en uno de sus viajes a Goldini, la gran
figura de la comedia neoclásica italiana.
Los excesos del terror revolucionario, a partir de 1792, hicieron que Moratín huyera de Francia para
viajar a Londres donde acudirá al teatro y traducirá a Hamlet en 1798.
Sus largas estancias en Europa le proporcionaron una formación cosmopolita y un amplio conoci-
miento del teatro europeo.
Sus Diarios, su Correspondencia y sus Libros de viajes nos desvelan un Moratín más
personal, de mayor hondura dramática, y su prosa autobiográfica adquiere tintes prerrománticos y
nostálgicos. “Viaje a Italia” será su obra póstuma.
Estamos ya ante un autor decimonónico donde apunta la nostalgia de un mundo soñado e imposible
de vivir fuera de los libros de su biblioteca:
Bajo Carlos III se creó un movimiento de Reforma de los teatros de Madrid. Moratín “reformó” el teatro
español de su tiempo. Vivió toda su vida con esta obsesión. “La comedia nueva o El café” se estrena
en 1792: es una sátira contra los dramones seudohistóricos. No se trata de ridiculizar la vieja
comedia barroca sino sobre sus excesos. En 1799 es nombrado Director de la Junta de Dirección de
teatros. Y lo último que escribe desde su último exilio es una obra erudita: “Orígenes del Teatro”.
El ensayista Juan Carlos Rodríguez habla de “un giro copernicano” que da el escritor español. En el
umbral del teatro burgués del siglo XIX, su teatro penetra en el ámbito privado de cada individuo.
“El teatro representa una sala” repite una y otra vez Moratín. Sala de estar por donde transcurren los
conflictos de la cotidianidad, las miserias y las pasiones humanas dentro de un decorado íntimo, de
puertas adentro. “Se trataba de convertir a los súbditos en ciudadanos y a los ciudadanos en
espectadores críticos.” Por esa sala de estar que es el escenario, transcurre la familia burguesa y no
el símbolo de los miembros de la casa blasonada del antiguo régimen.
La educación de las niñas estaba muy descuidada. Aquéllas que pertenecían a familias privilegiadas
recibían una educación en los conventos: leer, escribir, bordar, rezar y poco más. Las que tenían más
suerte salían en torno a los catorce años para ser casadas en una boda de conveniencia. Otras morían
sin salir.
Dentro de las reformas llevadas por Carlos III, se modifican sustancialmente antiguas costumbres: La
Pragmática de 23 de Marzo de 1776 limitaba el excesivo poder de los padres: “Obliga a los hijos meno-
res de 25 años a respetar la decisión paterna sobre contraer matrimonio”.
Los temas más destacados de la comedia moratiniana plantean en clave irónica y siempre elegante,
el problema del matrimonio desigual y de la mala educación de las mujeres.
Moratín piensa que el teatro ha de ser un vehículo pedagógico y moralizador de las costumbres. La
educación fallida apenas se denunciaba. Sin embargo, el tema estaba en la prensa. En un artículo fecha-
do en 1804 que rescata la historiadora África Martínez Medina, “Educación Práctica o Instrucción que
se debe dar a las Mujeres” aparecido en el periódico “El Regañón General”, pueden leerse preguntas
significativas como ésta:
¿Podrán acaso los hombres pretender que sean sus esclavas las
que están destinadas a ser sus compañeras?
Moratín expone para los espectadores de su teatro los principios ilustrados y democráticos según los
cuales la Felicidad de las personas puede estar amenazada por la fuerza de las costumbres, por la tira-
nía o por los abusos de unas tradiciones arcaizantes. “El viejo y la niña”, de 1790 hace un cuadro
grotesco de los matrimonios desiguales en edad. Tanto en “El Barón” que se estrena en 1803 como en
“La Mojigata” de 1804, muestran el resultado de dos tipos distintos de educación, una educación
severa y autoritaria, que violenta a las mujeres, y otra basada en el afecto y respeto; la obra es además
una sátira de la hipocresía religiosa. Finalmente, el 24 de enero de 1806, le llega el éxito definitivo
con “El sí de las niñas”.
Moratín anuncia en el teatro español, el cambio simbólico en la relación entre hombres y mujeres en
cuanto al mundo de los afectos se refiere. La literatura y la cultura del siglo XIX estaban ya perfiladas.
-–– La desdicha de las mujeres retratada en los libros extranjeros. Cuatro ejemplos
moralistas
El siglo XVIII se desarrolló entre la minoría culta un género literario epistolar que pronto tomaría forma de
novela. Cartas, confesiones, soliloquios donde las ideas aleccionadoras quedaban claramente expuestas.
El siglo de las Luces fue un siglo de erudición, de polémicas y de proyectos científicos de
carácter “utilitarista”. Es también un siglo de pedagogía. Como señala Ángel del Río, la
historia de la novela española durante el siglo XVIII es muy escasa si la comparamos con la
producción extranjera.
Aunque esta obra es del último tercio del siglo XVII, su lectura es un referente entre los ilustrados, y
Rousseau en su correspondencia con D´Alembert hace referencia a ella. La injusticia social confinó a la
joven Mariana al convento a perpetuidad, porque siendo la segunda hija, no tuvo dote, y según la
norma de la época, don Francisco de Alcoforado, para poder delegar su fortuna en sus hijos varones,
la entregó al Convento de la Concepción.
El libro circuló en España durante el siglo XVIII en francés y portugués. Su primera traducción al
español es tardía, fechada en 1894.
Es un libro de conducta y tiende a ser aleccionador. Moratín tuvo conocimiento de esta novela, en oca-
sión de sus frecuentes viajes. “Pamela” circulaba en los círculos literarios europeos.
La novela se sustenta en las intrigas donde el amor, los celos y el resentimiento actúan como modelos
de destrucción. Pero ese juego libertino es desigual entre hombres y mujeres, porque las mujeres por
su condición de esposas, rango social y por sexo, están obligadas a actuar con doblez y son víctimas
absolutas. Aquí también la obsesión amorosa es el único objeto que mueve al personaje femenino y
que de forma trágica sólo puede conducirle a la muerte o a la locura.
La filosofía de Rousseau está presente. Pero Choderlos de Laclos es el ilustrado que va más allá
de Rousseau. Planteó en: “De la educación de las mujeres”, publicado en 1783, una defensa de la
igualdad entre los sexos porque “el desarrollo de las facultades y derechos de cada
individuo, contribuye a la utilidad pública”.
Choderlos de Laclos proyecta a una mujer natural, no sólo dentro de las redes sociales, sino “como
mujer independiente, natural, libre y feliz”.
• “La religiosa” de Diderot. Se publicó en 1796, doce años después de la muerte de su autor.
Diderot modificó la novela a lo largo de veinte años. Es una obra magistral y aleccionadora sobre el
padeci- miento provocado por las leyes discriminatorias entre un hijo y una hija en el Antiguo
Régimen. Aquí también se mezcla la ficción y la realidad.
La realidad: una joven llamada Marguerite Delamare recurrió a la justicia para solicitar que se la saca- ra
del convento en el que la autoridad paterna la había recluido. Es una obra de una escritura realista,
patética y de hondo valor crítico.
La ficción: la recreación del dolor dentro de la clausura. Como señala el analista Robert Mauzi, Diderot
no quiere hacer un panfleto anticlerical, sino más bien demostrar que la vida dentro de un convento
para una joven sin vocación, destruye los sentimientos naturales, y ésta acaba padeciendo los efectos
monstruosos de la alienación mental.
Diderot, hijo de su tiempo, pone el dedo en la llaga: denuncia la coacción de los padres que, ampara-
dos por una práctica social mundana, permiten la reclusión de sus hijas confinándolas a una “desdicha
eterna”. “La religiosa” apela a las leyes naturales y a la Justicia frente al uso tiránico de los padres
sobre las hijas.
La publicación póstuma de esta obra fue un escándalo en Francia, pero no fue puesto en el Índice de
los Libros Prohibidos.
La publicación de “El sí de las niñas” y los avatares posteriores fueron bien distintos a la obra
abiertamente crítica de Diderot. El 24 de enero de 1806 Moratín estrena en Madrid, “El sí de las
niñas” que había escrito en 1801. Las recaudaciones excepcionalmente elevadas muestran el
gran éxito.
Las localidades ocupadas por mujeres se llenaban cada día, lo que nos da una idea de hasta qué punto
la educación de las jóvenes y los casamientos desiguales, temas de la obra, eran de gran interés para el
público de la época. Se mantuvo en cartel casi un mes, hasta la llegada de la Cuaresma en que, como
señala Juan Carlos Rodríguez, las representaciones se interrumpían.
Escribe René Andioc: “El sí de las niñas” es una obra españolísima, aunque escrita por un
afrancesa- do. Precisamente y por esta paradoja, hemos de comprender por qué su prohibición por la
Inquisición fue implacable y reiterada. La primera censura en el año de su estreno en Madrid, afectó
especialmen- te a su autor.
Esta comedia mesurada e irónica tuvo, sin embargo, consecuencias determinantes para su autor. Moratín
no volverá a representar ninguna obra suya. La Inquisición en 1806, y poco después, el inicio de La
Guerra de la Independencia en 1808 que provoca la división entre liberales, jovellanistas, patriotas y
afrancesados frente a los absolutistas del Antiguo Régimen, ahondan la crisis personal e intelectual
de Moratín. Otras prohibiciones le caerán en 1814 y en 1819. No dejó de escribir hasta su muerte,
pero nunca más teatro.
-–– Moratín el afrancesado: un escéptico entre dos siglos
La Guerra de la Independencia, los exilios interrumpidos, las huidas y los cambios de residencia no
alterarán su convicción de reformar la creación teatral. La invasión francesa le convertirá en un
intelectual cada vez más escéptico. Tiene ya 48 años cuando se produce el Levantamiento Popular del
2 de Mayo. Moratín que había apoyado al rey José Bonaparte, teme por su vida y sale de Madrid.
Serán llamados afrancesados muchos de los ilustrados: Cabarrús, Meléndez Valdés y Moratín.
Como señala el estudio de Juan Carlos Rodríguez: “Moratín, con todas sus contradicciones,
representa el punto central y modélico de esa burguesía autónoma y autóctona que no
quiso pactar con feudalizantes, pero tampoco con románticos ni irracionalistas”. Sabemos
que pasó sus últimos años en Burdeos viendo a Goya y en París con Manuel Silvela.
Un año antes de su muerte, en 1827 escribe desde Burdeos: “(…) encerrado en casa, o paseándome
solo, o asistiendo a la obligación diaria del teatro, me ahorro de cumplimientos, de chismes y de
peligros. Nunca he vivido más libre”.
Moratín, invadido por una nefanda melancolía, cansado, escéptico y lleno de resquemor, acaba su vida
solo, y su paso nada fácil entre dos siglos es la expresión compleja de la desgarradura intelectual y
vital de un escritor en continuo vaivén entre su patria y el exilio. Dividido entre lo que se lee afuera y
lo que se escribe dentro de su patria. Repetirá en cualquier lugar donde se encuentra la consabida
frase: Chocolate y Teatro. Fueron sus dos pasiones. Moratín murió en soledad el 21 de junio de
1828 en París. Ese mismo año moría en Burdeos su amigo Francisco de Goya.
Don Diego
Rasgos principales de su personalidad Evolución
del personaje
Don Diego es el personaje protagonista a través del cual Moratín expresa la concepción
ilustrada de la “Educación de las niñas”. Don Diego es el hilo conductor de la comedia, el
que vertebra los enredos y el que finalmente resuelve el conflicto. Don Diego vive el
dilema entre casarse con una “niña” como manda la tradición, o actuar conforme a su
conciencia y conforme a las luces de la Razón.
Valores de la “esposa perfecta” en el siglo XVIII.
SITUACIÓN 1: Don Diego destaca las cualidades que considera positivas en una joven en edad de
casarse. Crítica irónica de Moratín. Acto I. Escena 1. Pág. 10.
Don Diego: Es muy linda, muy graciosa, muy humilde... Y sobre todo ¡aquel candor, aquella inocencia!
Vamos, es de lo que no se encuentra por ahí... Y talento..., mucho talento. Así que lo que he pensado
es...
Don Diego: Porque no faltaría quien murmurase y dijese que es una locura y me...
Simón: ¿Locura? ¡Buena locura...! ¿Con una chica como esa, eh?
¿Qué pueden decir?
Modelo de educación en los conventos que reciben las niñas antes del
matrimonio de conveniencia.
SITUACIÓN 3: El autor ironiza sobre el modelo virtuoso e inocente de las niñas. Infantilización de
la mujer. Acto I. Escena 1. Pág. 11.
Don Diego: ¿Cómo no? La criada que la ha servido en Madrid y más de cuatro años en el convento, se
hace lenguas de ella; y sobre todo me ha informado de que jamás observó en esta criatura la más
remota inclinación a ninguno de los pocos hombres que ha podido ver en aquel encierro. Su vida en el
convento ha sido bordar, coser, leer libros devotos, oír misa y correr por la huerta detrás de las
mariposas, y echar agua en los agujeros de las hormigas, éstas han sido su ocupación y sus diver-
siones... ¿Qué dices a eso?
Don Diego: (Mirando a doña Paquita) Sí. Sólo falta que la parte interesada esté igualmente con-
tenta.
Don Diego: Cierto que hace falta talento y experiencia para dirigir la educación de los hijos.
Doña Irene: Es una niña... No sabe lo que quiere ni lo que aborrece... En una edad, así, tan...
Don Diego: Eso no. Precisamente en esa edad las pasiones son más enérgicas y decididas, por
cuanto la razón se halla todavía imperfecta y débil, los ímpetus del corazón son mucho más violentos...
(Cogiendo de la mano a doña Francisca, la hace sentarse junto a él) Dígame criatura ¿Qué le pasa?
¿Acaso no está contenta con nuestra boda?
Don Diego: Deje que hable ella. La chica está llena de miedo, y no se atreve a decir una palabra que
se oponga a lo que su madre quiere que diga.
Doña Francisca: Lo que diga mi madre lo diré yo. Porque en todo lo que me mande la
obedeceré.
Doña Irene: ¿En qué concepto nos tiene señor don Diego?
Don Diego: Deje que hable ella. Yo sólo quiero que su hija esté contenta.
Don Diego: Y abandonas tu deber como oficial. ¡Pues viva la alegre disciplina militar!
Don Diego: Bien, veamos quién es el amante que viene a destrozar mis ilusiones. (Lee la carta)
¡Qué felicidad me prometía! ¡Qué falsa ilusión de que ella, siendo tan joven, pudiese amarme a mis
cincuenta y nueve años! ¡Y con mi sobrino! Caprichos del destino. ¡Ay! Pero... ¿De quién es la culpa?
¿De ellos? Que son jóvenes y responden a su naturaleza amándose, o de su madre, interesada en
un matrimonio de conveniencia e incluso mía, engañándome con un imposible. Bueno... todo ha de ser
para bien. Hablaré con ellos y resolveremos este asunto.
Don Diego: Con sinceridad Paquita. ¿No es verdad que este casamiento nuestro le provoca a usted
cierta repugnancia? Dígame: ¿Si fuese usted libre de elegir, se casaría usted conmigo?
Don Diego: Ve aquí los frutos de la educación. Esto es lo que se llama criar bien a una niña; ense-
ñarla a que mienta y oculte las pasiones más inocentes. Las educan para callar y mentir. Se obsti-
nan en que el temperamento, la edad ni el carácter se rebelen contra quien las gobierna. Todo se las
permite, menos la sinceridad. Con tal de que no digan lo que sienten, con tal que finjan aborrecer lo
que más desean, ya están bien criadas, y se llama excelente educación la que inspira en ellas el temor, la
astucia y el silencio de un esclavo.
Don Diego: Yo pude separaros y gozar tranquilamente de la posesión de esta niña amable, pero mi
conciencia no me lo permite. ¡Ay! Pero qué dolor siento con esto que acabo de hacer... Porque soy
hombre débil y miserable al fin y al cabo.
Don Diego: Él y su hija estaban locos de amor, mientras usted me llenaba la cabeza de ilusiones
que han desaparecido como en un sueño... Esto resulta del abuso de autoridad, de la opresión que la
juventud padece, éstas son las seguridades que les dan los padres y los tutores, y esto lo que uno
debe fiarse en el sí de las niñas... Por una casualidad he sabido a tiempo el error en que estaba...
¡Ay de aquellos que lo saben tarde!
Don Diego
Elementos de reflexión
A) Reflexionar sobre la personalidad de don Diego: ¿cuál es el dilema del
personaje durante toda la obra?
C) Destaca los diálogos puntuales en los que don Diego habla de la “mala
educación” recibida por las niñas. Cita y argumente
G) ¿Cómo crees que se comporta don Diego al principio de la obra cuando habla de
su boda con su criado?
H) ¿Crees que a don Diego le importa “el que dirán” de la gente respecto a que vaya
a casarse con una mujer mucho más joven que él?
I) ¿Tiene don Diego dudas respecto a los sentimientos que doña Paquita tiene
hacia él? ¿Crees que le importa lo que ella siente o sólo quiere imponer
su voluntad?
J) ¿Cómo reacciona cuando descubre que doña Paquita y su sobrino don Carlos
están enamorados?
K) ¿Utiliza su poder social y su dinero para casarse con doña Paquita aún a
sabiendas de que ella no le quiere? ¿Por qué crees que no lo hace?
M) ¿A qué dicen “no” las niñas del siglo XVIII? Argumente con citas.
N) ¿Qué quiere decir para ti: “El sí de las niñas” y qué relación tiene con el
contenido de la obra?
Doña Irene
Rasgos principales de su personalidad Evolución
del personaje
Doña Irene es el personaje antagónico a Don Diego. Moratín crea con rasgos grotescos
a la mujer tradicional del siglo XVIII: una madre que sólo busca satisfacer su interés de
bienestar económico y social por encima de la felicidad de su propia hija. Representa la
autoridad, la mezquindad y el abuso tiránico de su poder. Doña Irene con su egoísmo
disfrazado de amor maternal, revela ser una mujer desdichada, víctima ella misma de los
valores tradiciones de la educación recibida.
Crítica irónica a los valores menudos y al tratamiento infantil de las mujeres en la
sociedad del siglo XVIII.
SITUACIÓN 1: El autor ironiza sobre las pequeñas cosas que hacen felices a las monjas y a Doña
Irene. Acto I. Escena 2. Pág. 12.
Doña Irene: (Desata un pañuelo) Mire usted, mire cuántas cosillas han regalado las madres a Paquita.
Rosarios de nácar, cruces de ciprés, dos corazones de talco, locas estaban con ella en el convento.
Doña Francisca: ¡Cómo me quieren todas! ¿Nos vamos adentro, mamá, o nos quedamos
aquí?
Don Diego: (Mirando a doña Paquita) Sí. Sólo falta que la parte interesada esté igualmente
contenta.
Doña Irene: Una niña bien educada, hija de buenos padres, no puede menos que conducirse en
todas ocasiones como es conveniente y debido.
Doña Irene: Pero don Diego, hágase cargo de que a una niña no le está permitido decir con libertad
lo que siente. Una doncella con vergüenza y criada como Dios manda no diría nunca a un hombre:
“Yo le quiero a usted”.
Doña Irene: Conmigo es más sincera, acerca de lo adecuado que es para una criatura de sus años
casarse con un marido de cierta edad, maduro, experimentado...
Doña Irene: No, eso se lo decía yo cuando hablé con ella; pero... ¡Cómo me escuchaba, con una
atención como de mujer de cuarenta años! ¡Que ni una palabra pronunció! ¿Pues no da pena, señor,
el ver cómo se hacen los matrimonios hoy en día? Casan a una muchacha de quince años con un
mocoso de dieciocho, a una de diecisiete con otro de veintidós: ella niña, sin juicio ni experiencia, y
él niño también, sin asomo de cordura ni conocimiento de lo que es el mundo. ¿Quién ha de man-
dar a los criados? ¿Quién ha de enseñar y corregir a los hijos?
Don Diego: Cierto que hace falta talento y experiencia para dirigir la educación de los hijos.
Doña Irene: Yo aún no había cumplido los diecinueve cuando me casé con mi difunto Epifanio, en el
cielo esté, que ya tenía los cincuenta y seis pero que estaba muy bien situado. Claro que poco me
duró, a los siete meses, me quedé viuda y embarazada. ¡Pero qué siete meses de felicidad, ni leche de
hormiga me falto!
Don Diego: Conque don Epifanio con cincuenta y seis, todavía... ¡Para que luego digan!
Doña Irene: Piensa bien, niña, en lo que te he dicho, don Diego está molesto y con razón.
Doña Irene: No te estoy riñendo, hija mía, te estoy aconsejando. Porque como tú no tienes cono-
cimiento para considerar la suerte que hemos tenido. Un caballero... ¡Tan atento! ¡Tan cristiano! Y
con tantos... ¡Qué casa! ¡Qué cocina! ¡Qué despensa, llena de cuanto Dios crió! Ya sabes la situación
en la que me encuentro. Mira que un casamiento como el que vas a hacer muy pocas lo consiguen.
Y esto no ha sido por tus méritos ni por mi buena diligencia sino gracias a las oraciones de tus tías.
¿Qué dices?
SITUACIÓN 6: Moratín lleva a la caricatura las normas sociales que imperan en la relación madre-hija.
Acto II. Escena 1. Pág. 20.
Doña Irene: (Mirando a su hija) Hables o no, el complacer a su madre, asistirla, acompañarla y ser su
consuelo es la primera obligación de una hija obediente, no lo olvides.
SITUACIÓN 7: El autor desvela el verdadero carácter tiránico de la madre. Por lo que no duda
amenazar y atemorizar a su hija. Acto II. Escena 1. Pág. 20.
Doña Irene: Bien, pues cuidado con no portarte en todo como corresponde... Cuidado con ello.
SITUACIÓN 8: Doña Irene ignora y no deja hablar a su hija. Don Diego recoge los cambios ilustrados
que configuran la educación rousseauniana: expresión individual de las ideas y emociones. Acto II.
Escena 2. Pág. 21.
Doña Irene: Doña Paquita siempre acordándose de sus monjas. Es una niña... No sabe lo que quie-
re ni lo que aborrece... En una edad, así, tan...
Don Diego: Eso no. Precisamente en esa edad las pasiones son más enérgicas y decididas, por
cuanto la razón se halla todavía imperfecta y débil, los ímpetus del corazón son mucho más violentos...
(Cogiendo de la mano a doña Francisca, la hace sentarse junto a él) Dígame criatura ¿Qué le pasa?
¿Acaso no está contenta con nuestra boda?
Don Diego: Deje que hable ella. La chica está llena de miedo, y no se atreve a decir una palabra que
se oponga a lo que su madre quiere que diga.
Doña Irene advierte el peligro en las palabras de don Diego. Se confrontan dos
idearios de la época de Moratín: la educación autoritaria del Antiguo Régimen
frente a la educación ilustrada que se basa en la búsqueda de la Felicidad.
SITUACIÓN 9: La ira de doña Irene se desata cuando es vencida por la Libertad, la Razón y los Senti-
mientos Naturales propios de cada individuo. Maltrato verbal, violencia física como respuesta. Acto II.
Escena 2. Págs. 21 y 22.
Don Diego: ¡Mandar, hija mía! En estas materias tan delicadas los padres que tienen juicio no man-
dan. Insinúan, proponen, aconsejan... Pues ¿cuántas veces vemos matrimonios infelices, uniones mons-
truosas, verificadas solamente porque un padre tonto se metió a mandar lo que no debiera? Usted
debe proceder como sienta no como la manden. Mire, yo sé que a mi edad ni mi figura son para ena-
morar perdidamente a nadie, pero sí espero de usted un amor tranquilo que pueda hacer nuestro
matrimonio feliz. Ahora bien, si es que usted tiene ya otro amante más apetecible que yo... créame que
negar esto no daría mucho que sentir.
Doña Irene: Pues si tal hubiera... ¡Válgame Dios!... La mataba a golpes, mire usted... Anda, cuéntale
los novios que dejaste en el convento. Díselo para que se tranquilice y...
Don Diego: Yo, señora, estoy más tranquilo que usted.
SITUACIÓN 10: Doña Irene generadora de conflictos. Obcecación y terquedad en sus propósitos.
Acto III. Escena 4. Págs. 40 y 41.
Doña Irene: ¡Porque me ven sola y sin medios, y porque soy una pobre viuda, todos me desprecian y
se conjuran contra mí!
Doña Irene: Al cabo de mis años, me veo tratada como un estropajo... ¡Ay! ¿Quién lo hubiera pen-
sado de usted? ¡Si vivieran mis tres difuntos! ¡Con el último que me viviera, que tenía un genio como
una serpiente!... ¡Se iba usted a enterar!
Don Diego: Venga aquí. (Tomando de una mano a doña Francisca, la pone a su lado) No hay que
temer... Déme usted ese papel... (Don Diego lee la carta). “Bien mío: apenas me separé de usted,
encontré en la posada al que yo llamaba mi enemigo, y al verle, creí morir de dolor pues comprobé
que se trataba de mi tío, don Diego. Me mandó que saliera rápidamente de la ciudad y tuve que obe-
decerle, pues mi conciencia no me permite traicionar al que para mí es como un padre. Viva usted
dichosa y olvide para siempre a su infeliz amigo. –Carlos de Urbina”.
Doña Irene: ¡Grandísima picarona, te vas a acordar de mí! (Va hacia doña Francisca muy enfadada y
en ademán de querer maltratarla. Don Diego lo impide)
(Sale don Carlos del cuarto precipitadamente; coge de un brazo a doña Francisca, se la lleva al fondo
del teatro y se pone delante de ella para defenderla; doña Irene se asusta y se aparta)
Don Carlos: Eso no... Delante de mí nadie ha de ofenderla.
Don Diego: Éste es de quien su hija de usted está enamorada... Separarlos y matarlos viene a ser lo
mismo... Carlos... No importa... Abraza a tu mujer. (Se abrazan don Carlos y doña Francisca, y después
se arrodillan a los pies de don Diego)
Doña Irene: ¿Conque su sobrino? En fin, Dios los bendiga. Venga usted acá, señor, venga usted
(Abraza a don Carlos y luego besa a su hija). Hija, Francisquita. Buena elección has tenido... Es un
mozo muy galán... Con ese mirar de hechicero.
Doña Irene
Elementos de reflexión
¿Dequé manera se evidencia lla personalidad de doña Irene: cómo se va
definiendo: su ignorancia, su egoísmo y su mezquindad? Argumente.
¿Hasta qué punto las estrategias que utiliza el personaje los logradas para lograr sus objetivos?
Ejemplifique algunos momentos losmomentos en los que doña Irene utiliza algún tipo
de violencia sea física o psicológica. ¿Por qué lo raliza? Argumente.
¿qué circunstancias aparece esta violencia y cómo afecta a los demás personajes? ¿a qué reflexión
te lleva estas acciones? argumente.
¿Cómo debe expresarse una hija educada en un convento? ¿Debe manifestar sus sentimientos
o, por el contrario, debe callarlos y obedecer?
¿Por qué se enfada cuando descubre que su hija no se casará con don Diego? ¿Cómo
reacciona?
¿Señala qué tipo de violencia manifiesta doña Irene? ¿Es maltrato verbal, maltrato psicológico?
¿Físico? Cite y argumente.
¿Cuál es la intensión del autor que el casamiento no sea con Don Diego sino don Carlos?
¿Por qué doña Irene quiere que su hija se case con don Diego?
Doña Francisca
Rasgos principales de su personalidad Evolución
del personaje
El personaje da vida al ideal femenino del siglo XVIII, hecho de sentimiento, ingenuidad
y pureza de corazón. Doña Paquita es educada en un convento, según las normas
sociales impuestas a las jóvenes. Y vivirá el dilema entre actuar conforme a lo que se
espera de ella o seguir sus propios impulsos y sentimientos.
Moratín utiliza un tono irónico-infantil para perfilar la educación que reci- be doña
Francisca en la vida social.
SITUACIÓN 1: El autor refleja el drama de una joven al tener que aceptar los juegos y las actitudes
sociales hipócritas, disimulando su verdadera forma de ser. Acto I. Escena 2. Págs. 12 y 13.
Doña Francisca: (Refiriéndose a las chucherías que le han dado las monjas)
¡Cómo me quieren todas! ¿Nos vamos adentro, mamá, o nos quedamos aquí?
Doña Francisca: ¿Quiere usted que le haga una cortesía a la francesa, señor don Diego?
Doña Francisca: Para usted una cortesía y para mi madre un beso. (Da un beso a doña Irene y
sale)
Doña Francisca: Estoy desesperada Rita, empeñada está mi madre en que he de querer mucho a
ese hombre. Se ha enfadado y me ha llamado maliciosa, desobediente... Porque no miento ni sé fin-
gir, por eso me llaman picarona.
Doña Irene: (Mirando a su hija) Hables o no, el complacer a su madre, asistirla, acompañarla y ser su
consuelo es la primera obligación de una hija obediente, no lo olvides.
Don Diego: Deje que hable ella. La chica está llena de miedo, y no se atreve a decir una palabra
que se oponga a lo que su madre quiere que diga.
Doña Francisca: Lo que diga mi madre diré yo. Porque en todo lo que me mande la obedeceré.
Doña Francisca: ¿Qué piensa usted hacer? Es mucho el empeño que tiene en que me case con
él.
Don Carlos: Si me dejase llevar por mi pasión y de lo que esos ojos me inspiran, una temeridad...
Pero tiempo hay...
Doña Francisca: Pero... mi madre y él quieren que la boda se celebre nada más lleguemos a Madrid. Mi
madre no me habla de otra cosa. Me amenaza, me ha llenado de temor... Y él me ofrece tantas
cosas.
Doña Francisca: ¿Y qué importancia tiene para mí toda la riqueza del mundo?
Doña Francisca: Querer y ser querida... Ni apetezco más ni conozco mayor fortuna.
Don Diego: Con tal de que no digan lo que sienten, con tal que finjan aborrecer lo que más desean, ya
están bien criadas, y se llama excelente educación la que inspira en ellas el temor, la astucia y el
silencio de un esclavo.
Doña Francisca: Es verdad... Todo eso es cierto... Eso aprendemos... Para eso se nos educa... Pero el
motivo de mi pena es mucho más grande.
Don Diego: Sea cual fuere, hija mía, debe animarse (...)
Doña Francisca: ¡Dios mío! ¡Qué infeliz soy don Diego!
Doña Francisca: Sí, es verdad, ya sabe usted el carácter que tiene mi madre. Si usted no me
defiende ¿quién tendrá compasión de mí?
Doña Francisca
Elementos de reflexión
¿De qué manera se puede evidenciar los diferentes rasgos principales el
personaje de doña Paquita?
¿A qué reflexión te lleva la relación de la hija con la madre: sumisión y obediencia frente a la
autoridad y a la tradición social de su época? Argumente.
Señala argumentos los momentos en los que la joven se confiesa y expresa con sinceridad, su
verdadera pasión.
hipocresía y astucia.
¿Quiere doña Francisca casarse con don Diego? ¿Crees que le quiere? ¿Le agrada la idea de
unirse a un hombre mayor? Argumente.
¿Qué hace para impedir que su madre la case con don Diego? ¿Tiene doña Paquita fuerza y
valor para enfrentarse a su madre? ¿Tiene miedo a las consecuencias?
Don Carlos
Rasgos principales de su personalidad Evolución
del personaje
Don Carlos: Si ustedes se van a Madrid mañana, yo voy también. Su madre de usted sabrá quién
soy... Allí cuento con el favor de un anciano respetable y virtuoso, a quien más que mi tío debo
llamar amigo y padre. Es hombre muy rico y no tiene más heredero que yo, así que si los dones de
la fortuna tienen algún valor para usted esta circunstancia añadiría felicidades a nuestra unión.
Doña Francisca: ¿Y qué importancia tiene para mí toda la riqueza del mundo?
Doña Francisca: Usted acaba de darme viniendo aquí la prueba mayor de lo mucho que me
quiere.
Don Carlos: Sí, Paquita, yo sólo basto para defenderla de todos cuantos quieran oprimirla.
Don Carlos: Sí. El amor ha unido nuestras almas en estrechos nudos y sólo la muerte podrá
dividirlas.
Don Carlos: Consolarla, jurarle mi amor, ir a verle a usted a Madrid, contarle todo lo ocurrido y pedir-
le, no riquezas, ni herencias, ni... eso no... Sólo su consentimiento para poder así casarnos.
Duelo entre tío y sobrino. Victoria moral del joven don Carlos: los senti-
mientos predominan sobre la frialdad de un matrimonio de conveniencia.
SITUACIÓN 6: Moratín muestra la rebeldía crecida de don Carlos que humilla a su tío aún sabiendo
que no puede luchar contra él. Acto III. Escena 3. Pág. 39.
Don Diego: (...) Si tú la quieres yo la quiero también. Y ella misma no hace ni media hora ha jurado
obedecer a su madre y darme la mano, así que...
Don Carlos: Que no me conviene volver a verla en mi vida... Soy soldado... Si una próxima guerra
está por venir... Yo estaré ahí y se sabrá...
Don Carlos
Elementos de reflexión
A) El autor como lo presenta los rasgos principales de Don Carlos .
B) ¿De que manera se desarrollar la relación entre don Carlos y su tío don Diego y
ahondar sobre los modelos que simbolizan la rivalidad.
C) Menciones las dos concepciones que definen el momento histórico: tradición frente
a modernidad del siglo XVIII.
H. ¿Cómo reacciona don Carlos cuando su tío le dice que es él quien se casará con
doña Paquita? ¿Crees que lucha para impedirlo? ¿Por qué motivos no lo hace?
I. ¿Piensas que hay algún paralelismo entre la relación de don Carlos con su tío
y la de doña Paquita con su madre?
Los personajes
secundarios:
Simón, Rita, Calamocha
Simón
Rasgos principales de su personalidad
Evolución del personaje
Simón es el criado de don Diego. Es fiel y consciente de su función de criado, mantiene
una relación de fidelidad.
Rita
Rasgos principales de su personalidad
Evolución del personaje
Rita es la criada de doña Paquita. Es también su confidente, de manera que la apoya y
aconseja de forma libre y desinteresada. Rita se mueve en función de sus deseos, es libre,
feliz y quiere que su ama también lo sea.
Calamocha
Rasgos principales de su personalidad
Evolución del personaje
Calamocha es un criado joven, bastante listo y vivo, es leal a don Carlos pero la relación es
más espontánea que en el caso de don Diego y su criado Simón.
Los tres criados representan
Un estereotipo de comportamiento: sumisión, obediencia y lealtad. Una relación íntima y
de confianza. Un lazo de fidelidad absoluta que es propio de todas las comedias de
enredo.
Simón-Rita-Calamocha
Elementos de reflexión
A) Reflexionar sobre la función tradicional de los criados en el teatro del siglo XVIII: el
de ser confidentes de sus amos.
B) Definir la relación de intimidad entre el criado Simón y don Diego por un lado, y
entre la criada Rita y doña Paquita, por otro.
C) Analizar las diferencias entre la comicidad burlesca de los criados y la ironía ácida
y desenga- ñada de don Diego.
D) Destacar los aspectos grotescos que utiliza Moratín para formular su crítica a una
sociedad basa- da en las apariencias.
Preguntas de extensión
1 ¿Cómo reacciona Simón cuando don Diego le dice que piensa casarse con doña Paquita?
¿Qué le dice?
2 ¿Qué crees que piensa Rita de la relación entre don Carlos y doña Paquita?
¿Ayuda a su señorita en algún momento?
¿Cuándo?
3 ¿Crees que Rita se alegra cuando su señorita y don Carlos finalmente saben que podrán casarse?
¿Por qué?
1. El autor nos muestra a través de don Diego el dilema que le atormenta: actuar conforme a sus propios
intereses sujetos a convenciones sociales, o actuar conforme a lo que dicta su conciencia. Don
Diego, un hombre que se debate entre la Pasión interesada y la Razón.
2. El autor enfrenta a dos personajes absolutamente antagónicos: doña Irene y don Diego. Doña Irene
abusa de su autoridad sobre su hija porque ella misma ha sido víctima de una educación tiránica. Actúa
desde el resentimiento. Es una mujer sin contradicción aparente y que sólo le mueve un interés social y
personal egoísta.
3. El autor encarna en doña Francisca el estereotipo de mujer ideal educada en el convento según las
reglas del momento. Esboza una imagen en apariencia sin personalidad compleja.
4. El autor expone con don Carlos el estereotipo de hombre ideal educado en el Ejército según las
convenciones sociales de la época. Su personalidad obedece a la rectitud y a los valores recibidos en
su formación: honor, amor filial, respeto.
5. El autor describe a Rita como una mujer sin cultura pero con sentido común y con una capacidad
innata para resolver las dudas morales y sociales de su ama. Obtiene el afecto de su ama.
6. El autor describe a Simón como un criado sumiso, servil y temeroso que obedece fielmente a su
amo en todo momento.
7. El autor ofrece de Calamocha un perfil menos servil y más resolutivo, más apropiado a la personali-
dad de don Carlos.
1. Don Diego se da cuenta de que su interés por casarse con doña Paquita es egoísta y siente lo ridículo
de su posición, puesto que la joven Paquita no le quiere a él sino a su sobrino. De forma racional y
equilibrada renuncia a su objetivo y se retira con dignidad. El personaje recoge las enseñanzas ilustra-
das que se sustentan en la Razón y en la Bondad natural.
2. Doña Irene es una mujer ignorante y no tiene suficientes luces para ocultar que su interés está
exclusivamente del lado del dinero y de la vanidad social. Finalmente, consigue lo que quiere, sin
importarle los medios.
3. Doña Francisca o la joven Paquita, madura al enfrentarse su pasión amorosa al dolor de la pérdida de
su amado. La lucha interna del personaje se resuelve al poder expresar libremente lo que siente por don
Carlos.
4. Don Carlos resuelve su conflicto interno antes de que su tío intervenga, optando por renunciar al
amor de doña Paquita y poniendo en peligro su propia vida. Sus sentimientos se expresan con claridad y
valentía.
5. El personaje de Rita tampoco se modifica pero por razones diferentes a las de doña Irene. Es su
opuesto en tanto que actúa y dice siempre lo que realmente siente y piensa.
El momento en el que don Diego se da cuenta de que su deseo se opone al de su sobrino y al de doña
Francisca, decide renunciar voluntariamente a su aspiración. Deja paso a la Razón y a las Leyes
de la Naturaleza: triunfa el amor recíproco de los dos jóvenes.
¿Y tú qué opinas?
¿En el contexto del siglo XXI se evidencian aun este pasaje vertido en la obra de Leandro
Fernández de Moratín?
¿Por qué crees que el autor propone ese final? A tu perspectiva ¿Te parece que la obra tiene
un buen final o tú lo cambiarías?
¿A qué otras comedias del siglo XVII o XVIII te recuerda esta obra?
Piensa en el título que ha elegido Moratín: “El sí de las niñas”. ¿A qué dicen “sí” las niñas y a qué
dicen “no”?
Apéndice
DATOS INSÓLITOS Y CURIOSOS DE LEANDRO FERNÁNDEZ DE
MORATÍN
a) ¿Sabías que Moratín y Goya fueron amigos…?
Y que Goya retrató en dos ocasiones al autor teatral.
• El primer retrato que Goya hizo de Moratín fue pintado en 1799. En él, Moratín
tiene 39 años y aparece de busto, con fuerte claroscuro debido al fondo sombrío y
a la casaca de cuello cerrado. Destaca su aspecto juvenil y elegante. Fue legado
por el propio escritor a la Real Academia de San Fernando de Madrid.
• En ese sentido, se aprecian, paradójicamente, paralelismos entre el humor ácido –inglés– tan presen- te en el
teatro de Moratín y la sátira social que reflejan los “Caprichos” de Goya. La lucha contra los monstruos
nacidos de la irracionalidad y del miedo.
• En 1806 Moratín es denunciado a la Inquisición. Queda prohibida la representación de “El sí de las niñas”. Este
hecho hizo que Moratín dejase de escribir teatro. En 1814 con la vuelta de Fernando VII, se restaura la Inquisición
que vuelve con la censura. La comedia es nuevamente prohibida en 1819.
• “(…) llegó en efecto Goya, sordo, viejo y débil, y sin saber una palabra de
francés… Allá veremos si tal viaje le deja vivo…”
Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) fue un ilustrado heterodoxo. Contribuyó con su pintura a la ilusión del
nuevo mundo que se abría con el liberalismo frente al absolutismo y a la vez se anti- cipa sobre el advenimiento
de la Modernidad. Afrancesado cultural, fue un español libre.
• La amistad entre ambos se haría más profunda, si cabe, en los años de Burdeos. Muere Moratín en París en
junio de 1828, dos meses después del fallecimiento de su amigo Goya.
• Sus amigos: Jovellanos había fallecido en el Puerto de Vega, 1811 y Juan Meléndez Valdés en 1817 en
Montpellier. El afrancesado Francisco de Cabarrús falleció en 1810 en Sevilla y fue “condenado post-mortem”
por Fernando VII. Se profanó su tumba en Sevilla y los restos del banquero y del Ilus- trado fueron dispersados.
• Otro amigo de Moratín y de Goya: Juan Agustín Ceán Bermúdez, pintor y crítico de arte, miembro de la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando, murió en Madrid, en 1829.
g) ¿Sabías que Moratín fue enterrado en 1828 en el cementerio de Père Lachaise entre las
tumbas de Molière y La Fontaine y hoy reposa en El Panteón de Hombres Ilustres,
junto a Goya y Meléndez Valdés, en Madrid?
Artículo primero
La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos, las
dis- tinciones sociales sólo pueden estar fundadas en la utilidad
común.
Artículo tercero
El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación que
no es más que la reunión de la Mujer y el Hombre.
Artículo sexto
La ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciuda-
danas y Ciudadanos deben participar en la formación personalmente
o por medio de sus representantes.
Artículo decimoprimero
Toda ciudadana puede decir libremente, soy madre de un hijo que
os pertenece sin que un prejuicio bárbaro la fuerce a disimular la
verdad.
i) ¿Sabías que hubo dos mujeres españolas que simbolizaron dos momentos
importantes en la última época de la vida de Moratín: Manuela Malasaña y Mariana
Pineda?
Bibliografía
Juan Carlos Rodríguez: Moratín o el Arte Nuevo de hacer Teatro. Biblioteca de Ensayo.
Universidad de Granada.
Edición de Clásicos Castalia: “El sí de las niñas”. Edición, introducción y notas a cargo de René
Andioc. Consta de una extensa biografía.
Edición Cátedra: “El sí de las niñas”. Edición, introducción y notas a cargo de Emilio Martínez
Mata. Consta de una extensa biografía. Edición anterior a 2004 a cargo de José Montero
Padilla.