Manual de Historia de La Literatura Espanola - RESUMEN
Manual de Historia de La Literatura Espanola - RESUMEN
Manual de Historia de La Literatura Espanola - RESUMEN
El peso de la tradición
En la prosa del siglo XVIII, hay dos géneros muy importantes: el Ensayo y Novela Pedagógica.
La Prosa Ensayística fue caracterizada por la sencillez, la claridad de estilo, el intento de corregir
los males sociales y por la finalidad didáctica. Sus principales representantes fueron:
• Gaspar Melchor de Jovellanos: En su pensamiento encontramos el Jansenismo (doctrina
teológica que afirmaba que el hombre nace esencialmente corrupto). Él escribió los Diarios que
son producto de sus viajes y en los que cuenta de la vida cotidiana y nos da su crítica de España:
él siente amor por el pasado del país, pero al mismo tiempo hace a este pasado responsable de
la decadencia de España.
• Fray Benito Jerónimo Feijoo: sus ensayos se caracterizaban por el rigor intelectual, por la
claridad, por la voluntad de combatir las supersticiones y por la finalidad didáctica. Su primera
obra Teatro Crítico Universal se considera la obra de comienzo de la Ilustración española. Este
libro fue muy criticado y llegó a ser prohibido. Su objetivo era separar la ciencia de la religión.
• Diego De Torres Villarroel: refleja en sus obras los sueños y escribía de manera muy
conceptista. Él eligió el modelo de la novela picaresca para escribir su propia biografía novelada
que fue un gran éxito.
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La novela pedagógica
Se caracteriza por su finalidad didáctica y se inspira en la novela picaresca en cuanto describe las
diferentes etapas de la evolución del protagonista hacia la madurez.
Una de las novelas pedagógicas más importantes es La Historia del famoso predicador Fray
Gerundio de Campazas de Padre Isla. En su obra presenta distintas etapas de la educación de un
joven a través de la iglesia y por eso fue censurado. La Isla tuvo que publicar la segunda parte
clandestinamente fuera de España, ya que los jesuitas fueron expulsados del país en 1767.
La originalidad de Cadalso
José Cadalso tenía una fuerte personalidad y un espíritu cosmopolita. Se conoce sobre todo por
su sátira social, pero por eso tiene problemas con la censura.
Sus obras más importantes:
Cartas Marruecas: el escritor usa la técnica del manuscrito encontrado, se trata de una novela
epistolar, compuesta por noventa cartas. En la obra hay 3 personajes ficticios: Gazel, un joven
marroquí, que vive en España, su viejo maestro Ben-Beley, que vive en África y Nuño Núñez (alter
ego de Cadalso) que es español y se encarga de instruir a Gazel. Cadalso aquí renueva la
preocupación humanista por cuestiones lingüísticas.
Noches Lúgubres: aquí hay un Cadalso más pasional ya que proyecta su drama amoroso personal,
tras la muerte de la mujer que amaba. La obra es una de las primeras manifestaciones del
Romanticismo y mezcla fuentes de inspiración muy diversas. Debido a su contenido macabro y
sacrílego fue censurada y prohibida por la Inquisición. (obra pre-romántica)
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Nicolás Fernández de Moratín: en su obra predominan poemas de carácter moral, pero se
considera famoso también por su obra Arte de las putas, que tiene un mensaje preciso: la
prostitución es siempre moralmente mejor que la guerra.
Solo escribió 5 comedias con trama similar: el contraste entre una relación preconyugal marcada
por los verdaderos deseos y un matrimonio de moral (someter las pasiones al control de la razón).
El sí de las niñas: comedia en prosa, trata de los matrimonios social y económicamente desiguales.
En La Comedia nueva: interesante por su planteamiento del ‘teatro dentro del teatro’ satiriza la
mediocridad de las comedias heroicas que la gente seguía aplaudiendo.
Unas formas poéticas muy importantes que se utilizaron en este período son: la oda, la epístola y
la égloga, practicadas por los poetas de la “Escuela Salmantina”, creada por Cadalso. El género
más apreciado por este grupo fue la oda anacreóntica: poema en versos cortos, en el que el autor
describe todo lo que percibe sensitivamente.
Juan Meléndez Valdés está considerado el mejor poeta de su época, su obra fue publicándose
durante el gobierno napoleónico. En su poesía hay una variedad de perspectivas para contemplar
la naturaleza y es iniciador de la poesía sobre cuestiones sociales o políticas.
Manuel José Quintana tuvo grandes preocupaciones sociales, pero escribió durante el reinado
de Carlos IV y hablar de injusticia y tiranía religiosa o política en este periodo era muy peligroso.
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3. EL TEATRO Y LA POESÍA EN EL SIGLO XIX
El siglo XIX fue caracterizado por un periodo de inestabilidad social en España. En efecto empezó
con la Guerra de la Independencia contra Francia en 1808. En aquel año Napoleón Bonaparte
consiguió dominar España, y poner al trono su hermano José Bonaparte.
La guerra de independencia fue también una guerra civil entre españoles:
- Los afrancesados: los reformistas que apoyaban a José Bonaparte y sus reformas
- Los patriotas: los españoles que rechazaron la invasión francesa.
El rechazo al regente francés llevó a la creación de un gobierno paralelo que formó la Primera
Constitución de Cádiz del 1812 (la Pepa promulgada el día de San José).
Los españoles empezaron a rebelarse y con la ayuda de las tropas lograron derrotar a las tropas
francesas y obligaron al rey José Bonaparte a dejar España. En 1814 con el regreso de Fernando
VII en España se formaron dos grandes facciones en España: los Absolutistas y los Liberales, los
primeros ligados al Antiguo Régimen y los segundos al limitar la autoridad del rey.
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Gustavo Adolfo Bécquer es el más leído de los poetas románticos españoles. La música y la
pintura, que eran sus actividades favoritas, marcaron inevitablemente su poética.
▪ Cartas literarias a una mujer (1860): aquí expone su concepto de poesía.
▪ Rimas: son 86 poemas recopilados en 1871 por sus amigos y publicados tras su muerte.
Bécquer hereda de Garcilaso el gusto por la combinación de endecasílabos y heptasílabos, pero
al mismo tiempo su estructura evoca el funcionamiento de la copla popular.
Uno de los grandes méritos de Bécquer consiste en descubrir que la palabra puede ser poética
en sí misma, sin necesidad de ornamentos.
La mayoría de sus poesías giran sobre variaciones de un mismo tema:
- las dedicadas a mujeres (grupo más numeroso)
- las de ruptura, desencuentro o desengaño normalmente por causa de orgullo.
4. LA PROSA ROMÁNTICA
La actitud ante el presente histórico divide más que nunca a los prosistas a partir de los 30s:
- Unos: miran la actualidad cotidiana intentando registrar en detalle todo lo que la particulariza
- Otros: vuelven los ojos nostálgicamente hacia el pasado.
El costumbrismo fue una tendencia imperante que se manifestó de muy diversas formas.
El viaje siguió siendo uno de los motivos que mejor revelan tales diferencias y en textos de carácter
autobiográfico como epistolarios y diarios personales los románticos dejaron sus impresiones
sobre países y ciudades. Los viajes tienen mucho de nostalgia y huida hacia atrás.
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de la sociedad de la época. Inicialmente intercalados en obras de teatro, de poesía o en novelas,
luego se hicieron independientes llegando a ser un género literario diferente.
Tradicionalmente en estas obras los escritores se limitan a observar la realidad de manera
fotográfica y pictórica, sin analizarla o interpretarla, pero otras obras costumbristas se caracterizan
por una marcada intención de crítica social como en Larra.
Uno de los primeros textos costumbristas del siglo XIX que intentó describir la realidad social y
cultural de España es Cartas de España donde José Blanco White escribe en inglés con un
propósito es crítico y moral.
Mariano José de Larra: en el artículo se reveló como el gran renovador de la prosa española del
siglo XIX, con textos breves que muestran su lúcida conciencia de los males del país. De los
costumbristas franceses tomó la actitud de cronista comprometido y su trato con otras clases.
Madrid es un espejo de la vida española y será el centro de su costumbrismo urbano.
Él poseía excepcionales dotes para la sátira y su actitud de moralista ácido e irónico se manifiesta
ya en su primera publicación El duende satírico del día (1828). Muy joven empieza a esconderse
detrás de personajes y pseudónimos como “Fígaro” con el que más se le conocería.
En sus textos es constante la imbricación de hechos históricos y vivencias personales.
Son muchos los artículos donde Larra hace agudas reflexiones lingüísticas sobre frases coloquiales
del castellano.
Contemplados en su conjunto, los artículos de Larra muestran una evolución hacia un pesimismo
más consciente de la gravedad de los conflictos sociales.
En la prosa del período predominó el “costumbrismo nostálgico”, que nace de la necesidad de
pintar los modos de vida y tipos humanos, en vía de extinción por la llegada del progreso industrial.
Bécquer prosista
Bécquer fue muy conocido también por sus 22 Leyendas en prosa.
Las Leyendas de Bécquer que nunca fueron presentadas como conjunto definido son de muy
desigual calidad y participan de géneros muy distintos. El mérito de las leyendas no está tanto en
la originalidad de sus argumentos como en el estilo de sus descripciones. Lleva gradualmente el
interés del lector de lo real a lo fantástico.
La obra que mejor descubre su calidad y versatilidad como prosista son las 9 cartas que empezó
a publicar en 1864 de forma anónima en el periódico El Contemporáneo con el título Desde mi
celda, que muestran un Bécquer genuinamente romántico.
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La novela regionalista y “de tesis”
Cecilia Bohl de Faber comenzó a escribir inspirándose a Balzac en una época en que todavía no
era conocido en España y llegaría a considerarse la mejor representante de la novela costumbrista
en castellano. Ella escribía bajo el pseudónimo de Fernán Caballero, respondía al típico perfil de
escritora romántica y llegó a ser llamada por sus contemporáneos el Walter Scott español.
La novela que la hace famosa es La gaviota que apareció como folletín en 1849, en el periódico El
Heraldo. El tema de la novela es una pueblerina que se casa con un caballero, que descubre su
talento para el canto y la hace triunfar en la ciudad (en plena guerra civil) pero se ve abandonada
cuando pierde la voz.
A ella siguió Clemencia novela en cuya trama influyó el fracaso de su primer matrimonio.
A Fernán Caballero no es la historia en sí lo que le interesa, si no lo que le rodea.
Gertrudis Gómez de Avellaneda es otra escritora que dio su contribución a la novela y llegó a
alcanzar mucho reconocimiento.
Sab está considerada la primera novela antiesclavista, su protagonista es un joven esclavo mulato
enamorado de una dama blanca y se ha convertido en un hito de la literatura hispanoamericana
por describir la realidad social de las colonias desde una latente defensa indianista.
Pedro Antonio de Alarcón fue sin duda el autor más leído: la más costumbrista de sus ficciones
novelescas es El sombrero de tres picos una animada historia del adulterio popular, obra que le
daría proyección internacional gracias a la versión musical compuesta en 1919.
Entre sus novelas más largas hay El escándalo, una novela de tesis religiosa y El niño de la boda.
José María de Pereda Pereda empezó despreciando el campo para acabar siendo uno de los más
convencidos defensores de la vida bucólica de las gentes de la aldea y del habla que las
particularizan. Pereda fue el primero en cultivar un género que Galdós llevaría al límite de sus
posibilidades, la novela de tesis.
Estos autores no se pueden definir realistas, ellos eligieron sólo una parcela de la realidad para
idealizarla o condenarla, prescindiendo de la objetividad que debería caracterizar a esta tendencia.
La independencia de Valera
El autor andaluz Juan Valera y Alcalá Galiano es reconocido hoy como una de las figuras de más
talla intelectual y literaria del siglo XIX español. A su excelente formación cultural se unió su
contacto directo con las más importantes personalidades románticas del momento, así como el
conocimiento de diversos países y gentes debido a su cargo de embajador.
Su primera incursión en la narrativa fue a través del cuento donde predominan elementos
fantásticos y ambientaciones históricas y exóticas.
Su novela cumbre es Pepita Jiménez, publicada por entregas y escrita casi toda en forma epistolar,
que afronta con un análisis psicológico, el conflicto mítico-heroico del seminarista Luis de Vargas.
Con esta obra se abre una gran tendencia de los títulos de novelas con nombres de mujer.
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Escribió también algunas novelas de tesis:
Doña perfecta: asoma todo su pensamiento radical, tanto en lo que se refiere a la defensa del
progreso frente a la tradición como en su ataque al fanatismo y a organización caciquil.
La influencia ideológica más importante para entender al Galdós de esta época es sin duda el
alemán Karl Krause, que descubrió a través de su amigo Francisco Giner de los Ríos. El Krausismo,
se basaba en la idea de que el progreso no cabía sin un cambio profundo en la educación individual.
Entre los novelistas que más marcaron el aprendizaje narrativo de Galdós destacan Balzac y
Dickens del que fue traductor; pero es Cervantes su primer modelo, su gran influencia se ve en la
forma de estructurar las novelas y de concebir a los personajes hasta la propia forma de narrar,
comparten también la sencillez del párrafo, el perspectivismo, la fe en la justicia superior y el interés
por el problema del conocimiento de la realidad.
Galdós va aún más allá aproximándose a los registros de la lengua oral. En su estilo domina la
reflexión moral y cierta tendencia a los sentimientos que se equilibra siempre con el humor.
La gran constante en la obra narrativa de Galdós es su preocupación por un nuevo modo de narrar
la historia de España. Lo demostró en la prolongada y constante escritura de sus Episodios
Nacionales publicados durante casi 40 años; se trata de toda la historia novelada de España
durante el siglo 19. La modernidad de la obra se muestra en como Galdós se aparta radicalmente
del tipo de novela histórica romántica, aquí hay un claro afán de verosimilitud y objetividad; él se
sirvió de testimonios orales y de muchos papeles de archivo. Los Episodios Nacionales dan mejor
cuenta de su trayectoria hacia el desengaño y el escepticismo; fue poco a poco perdiendo el
optimismo inicial adoptando una visión más amarga de una España dividida en dos bandos.
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La narrativa de Clarín, síntesis de su siglo
Leopoldo Alas conocido como Clarín fue una de las personalidades más brillantes de su siglo.
Escribió 2 novelas largas, La Regenta (1885) y Su único hijo (1890), 3 novelas cortas y 5 colecciones
de cuentos de diversa extensión.
Su ideología, como la de Galdós, está marcada por el Krausismo.
La faceta de crítico literario le hizo ser muy conocido, sus juicios de afilada ironía, siempre
levantaron polémicas. Su modernidad reside en su reflexión sobre la tarea del escritor en vínculo
inseparable con la vida que le ha tocado vivir.
Él tomó como modelo esencial el tipo de novela naturalista que propugnaba la atenta observación
para ofrecer un reflejo de la realidad de modo objetivo.
Clarín sondeó los ánimos de sus protagonistas mediante el monólogo interior y el perspectivismo
(aprendido de Cervantes), narrando de manera omnisciente emociones y sentimientos, y lo hizo
sobre todo mediante el empleo sistemático del estilo indirecto libre.
La Regenta fue publicada en 1885. Es una de las novelas más duras que escritas en su época,
puesto que hace un análisis devastador de todo el sistema. Clarín ataca frontalmente la España
caciquil, monárquica y clerical de la época de la Restauración.
Las novelas de Clarín tienen varios puntos en común: todas tienen un narrador omnisciente que
aborda el adulterio intentando situarse desde la perspectiva femenina; todas abordan críticamente
la cuestión de la educación de la mujer, todas podrían llevar el subtítulo de ‘moeurs de province’
porque serían un retrato de las mezquinas costumbres provincianas que terminan provocando
aburrimiento y ansias de evasión en las mujeres.
Mientras otros autores se inspiran en mujeres reales, Clarín parece trasladar rasgos de su propia
personalidad a la de sus respectivas heroínas inventadas.
La ciudad de Vetusta (Oviedo) se describe detalladamente en las primeras páginas porque quiere
que todo el espacio urbano sea revelador del vivir aletargado de sus gentes. La ciudad es soterrado
campo de batalla de dos poderes sociales: la Iglesia y los dirigentes aristócratas.
Durante la primera mitad de la novela Clarín retrata una gran cantidad de personajes secundarios
de los que resalta su convencionalismo, sus prejuicios de tipo y su vulgaridad. En medio de todos
brilla la atractiva figura de Ana Ozores, ‘la Regenta’ una bella mujer presentada como el único
espíritu puro, como una fortaleza inexpugnable que pretenden conquistar por distintas vías un
experto seductor, Álvaro Mesía y un cura con cargo de magistral, Fermín de Pas, que ejercerá el
papel de su confesor y padre espiritual. El triángulo amoroso que plantea Clarín se encaja de forma
original en un cuadrilátero, en el que el marido, un hombre mayor apenas cuenta. La auténtica
rivalidad se produce, entre un caballero donjuanesco y un clérigo. Una vez que es Álvaro Mesía
quien logra el triunfo y se hace público el adulterio, el marido decide vengar la ofensa retando un
duelo al ofensor, que acaba matándolo y huyendo de Vetusta, mientras Ana sufre en soledad.
Clarín revela la inautenticidad de todo aquello que ahoga la verdadera natura, considerando que el
celibato del clero es el máximo ejemplo de represión y manipulación de los instintos sexuales.
En la novela Su único hijo en el protagonista pueden reconocerse muchos rasgos de la
personalidad de Clarín y de su romanticismo inicial. Es una novela que se burla del Romanticismo
desde dentro haciendo ver el fracaso del ideal del amor espiritualizado como forma de mentira
vital. Lo que tiene en común con Galdós es el interés por adaptar las técnicas teatrales a la novela,
por representar dramáticamente la situación, dejando hablar directamente a los personajes para
que ellos mismos mostraran su interioridad e incluso su subconsciente. Se trataba de un nuevo
método de trabajo, que se nutría del mundo interior del autor y que buscaba mostrar el de sus
personajes, haciendo que cobrará mayor importancia la evocación.
Lo excepcional en Clarín es que tal interés por la recuperación del pasado que suele ser signo de
vejez, en él pareció llegar anticipadamente debido a varios acontecimientos biográficos. Un fino
sentido poético preside muchas de las narraciones breves de Clarín.
El mejor ejemplo de lo que entendía Clarín por ‘novela poética’ es Doña Berta (1892) que puede ser
leída, como una espléndida renovación del concepto de novela ejemplar que tuvo Cervantes; se
trata de una elegante prosa llena de poderosas imágenes y Clarín se identifica con una
personalidad femenina especialmente sensible que será víctima de sus lecturas.
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Cuarta Parte - Siglo XX
1. LA “EDAD DE PLATA” Y SUS GENERACIONES LITERARIAS (1902-1939)
Con el inicio del siglo XX se abre una nueva época de esplendor para la literatura española, que se
extiende durante más de 4 décadas y que se define “Edad de Plata”. Una época que, aunque
fuertemente marcada por La Primera Guerra Mundial, fue rica en lo ideológico como en lo estético.
José Ortega y Gasset junto a sus discípulos se encargó de perpetuar el concepto de la teoría de
las generaciones de Dilthey y Petersen, para distinguir su propia generación novecentista.
El término venía directamente del proyecto político para Cataluña adaptado al espíritu de
transformación que imponía el nuevo siglo, se trataba de una juventud que prefería identificarse
con el nacimiento del nuevo siglo y que se guiaba por muy distintas preocupaciones e ideales de
sus inmediatos predecesores.
Ortega presentó en un teatro de Madrid los objetivos de su generación:
▪ el intento de huir del pesimismo de “los del 98” (visión más deportiva y lúdica de la vida)
▪ la defensa del acceso al poder por parte de las élites juveniles
▪ la reivindicación de la sensibilidad artística como otra forma más poderosa de inteligencia
▪ el impulso de una literatura que hiciera al hombre más sensible con el mundo que lo rodeaba
Ortega se convirtió pronto en el oponente dialéctico de Unamuno y pasó así a liderar no sólo a su
propia promoción (del 1914) sino a la de los inmediatamente más jóvenes de la generación del 27.
Muchos temas de Ortega unieron profundamente muchos intelectuales:
1) Su plena conciencia de la misión social del intelectual. Ejercer el pensamiento en libertad y
reflexionar para orientar y conducir a las masas.
2) Interés compartido por la educación una de las principales preocupaciones del inicio del siglo
3) Gran agudeza como lectores tanto de la literatura clásica española como de la más coetánea
4) Vuelta al tema de la revisión de la Historia de España
El el movimiento modernista fue, en principio, el equivalente hispanoamericano del parnasianismo
y simbolismo francés, y tuvo como gran líder Rubén Darío.
Hoy está suficientemente probado que los escritores de aquel período no formaron en filas
contrarias, sino que en su mayoría dieron muestras de mezclar posturas contradictorias.
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Miguel de Unamuno está considerado el ensayista del 98 por antonomasia, cuya aportación a la
literatura fue mucho más ideológica que estética, como corresponde a un filósofo existencialista.
En sus ensayos trataba el tema de la razón respecto a la fe y de la angustia vital: Del sentimiento
trágico de la vida (1912) y La agonía del cristianismo (1925).
Asimismo, trataba de materia sociopolítica, lingüística y de viajes con títulos como Por tierras de
Portugal y España (1911), donde no solo revela una gran sensibilidad ante el paisaje, sino un intento
de comprensión de lo ibérico que trascendía fronteras. De hecho, Unamuno supo profundizar en la
cultura portuguesa como no lo había hecho ninguno de sus contemporáneos.
Entre las cualidades de su escritura, destaca la particular facilidad para inventar símiles didácticos
y líricos, que aparecen de continuo en su más famoso ensayo, En torno al casticismo, considerado
el manifiesto del ‘noventayochismo’, una alegoría marina sirve allí para fundamentar su concepto
de ‘intrahistoria’. De hecho, la concepción de Unamuno de la historia está basada en la convicción
de que los cambios históricos son siempre superficiales e inestables, mientras que es la vida
cotidiana y callada de los pueblos lo que verdaderamente informa de su permanente esencia.
Así, Unamuno llega a identificar esa supuesta “casta española” con Castilla, entendiendo que ella
fue el germen de la formación de la nación española, de hecho, el gran tema noventayochista es el
paisaje castellano como impulsor de la reflexión histórica.
Por eso, es en Castilla y en la literatura castellana de los Siglos de Oro donde deben buscarse las
claves del origen de la esencia española. A partir de entonces, Castilla se convirtió en el motivo
literario hegemónico de muchos géneros.
Pero Unamuno concedió responsabilidades políticas al paisaje castellano y lo hizo culpable de la
insociabilidad, que consideraba uno de los rasgos más acusados del carácter español.
Por ejemplo, bajo el título Castilla aparecieron en Madrid 14 breves textos que José Martínez Ruiz,
“Azorín”, reunió a modo de un mosaico de impresiones y evocaciones noveladas sobre tierras y
ciudades castellanas; en la Castilla de Azorín se percibe sobre todo una peculiar mezcla de
nostalgia y condena que no fue exclusiva del autor.
Todo esto, pone de manifiesto la gran contradicción del discurso noventayochista: ver en Castilla
el estancamiento de la historia y, al mismo tiempo, elogiar también esa España que aún recuerda
el siglo XVI y la Edad Media, se trata de una contradicción entre progresismo y el deseo de volver
los ojos hacia esa Castilla en la que parecía haberse parado el tiempo.
No es casual que el retorno a la tierra fue un fenómeno finisecular en toda Europa en cuanto
reacción contra la civilización industrial.
La lámpara maravillosa de Ramón del Valle Inclán fue la obra más original y lírica de la época. Se
trata de un texto fundamental para entender su filosofía creadora y su estética modernista. Según
confiesa el propio autor, todo empieza de su voluntad de describir el proceso por el que se convirtió
en un poeta contemplativo. De hecho, Valle Inclán subtitula el libro como “Ejercicios espirituales”,
porque aspira a ser una iniciación a la disciplina necesaria para llegar a captar la belleza, o sea la
contemplación (la lámpara) que ilumina la realidad que escapa a la razón y a la que sólo se llega a
través de los sentidos. Valle-Inclán desprecia el historicismo en favor de la belleza.
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En principio no era una escuela sino la ruptura con todas ellas, quería hacer un cambio en los
valores estéticos y desde ahí llegar a ser una nueva escala de valores sociales y éticos.
Florilegio de rimas modernas, fue la primera antología del modernismo hispánico integrada por 47
poetas españoles y 20 latinoamericanos. Su preparador fue Emilio Carrere que presentaba una
brillante juventud y una lírica aristocrática frente a la rutinaria poesía académica.
Siguiendo el malditismo de los poetas franceses los poetas españoles manifestaron también una
profunda preocupación metafísica de carácter agónico.
Rubén Darío en 1900 se instala en París, ciudad “centro neurálgico” de la nueva tendencia, junto
con otros poetas y pintores españoles que tomaron como modelo vital la bohemia parisina.
La principal novedad del modernismo fue la valoración de la propia materialidad del lenguaje
poético, es decir, se dio prioridad propiedad a las prioridades físicas, a los sonidos y los efectos
rítmicos y creían que los significantes significaban más allá de su sentido conceptual pues buscaron
de otra manera la emoción lírica ya no por vía espiritualista o sentimental, sino por los sentidos.
Eso hizo que se seleccionara el vocabulario no tanto por su precisión como por su brillantez y poder
de sugerencia, dando vía libre al uso de un léxico insólito y a la admisión de neologismos y
arcaísmos con una curiosa preferencia por las palabras esdrújulas en la creación de metáforas.
La actitud ante la rima fue desigual entre unos y otros autores, pero quienes optaron por ella se
decantaron claramente por las rimas también extrañas e inusitadas.
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Antonio Machado confirma que la renovación de la lírica española en el primer tercio del siglo XX
fue obra de poetas andaluces. La personalidad y la obra de Machado son una clara antítesis de las
de Juan Ramón porque para él la poesía sí fue ante todo un acto comunicativo. Su talante sincero
y su integridad moral contribuyeron a hacer que la humanidad de su poesía se convirtiera en un
modelo duradero en la lírica del siglo XX.
Su obra ofrece diferentes posibilidades de aproximación, Machado pasó de ser poeta maldito
durante el franquismo a emblema de la juventud progresista durante la transición democrática.
Su proximidad a la cultura francesa favoreció una admiración inicial por los poetas simbolistas y
esto se ve en su libro Soledades, galerías y otros poemas; aunque se distancie del movimiento
modernista en el prefacio que le puso en la edición de 1917. La raíz romántica era su genuino
talante que se traduce en una poesía intimista de gran capacidad introspectiva, especialmente
sensible a la influencia de la climatología y el paso de las horas y de los meses sobre los estados
anímicos. Los poemas de “Soledades” pretenden ser recorridos por las galerías interiores del Ser.
Otros temas poéticos fundamentales suyos son:
- la soledad agudizada ante el paisaje
- la nostalgia provocada por la ausencia o la pérdida del amor
- el hastío de la cotidianidad
Con Campos de castillas alcanzó gran éxito en junio de 1912, con ellos se completaba el itinerario
biográfico y que contribuye a su sensación de unidad. En aquellos versos se ve su idea muy
concreta, la decadencia que la tierra y las gentes castellanas dejan ver en su apariencia gris y seca;
a idea de lo que fue dorado ayer es ya solo un amarillo moribundo, aunque bello, en el presente.
En 1924 pública Nuevas canciones, libro inspirado en los metros y los tonos de la poesía tradicional.
Esta poesía de carácter epigramático llenó su última etapa revelando además la parte de su
carácter más ingenioso e irónico. Una pasión tardía le inspira una serie de poemas dados a conocer
por primera vez como Canciones a Guiomar el nombre literario que dio al poeta Pilar Valderrama a
quien convertiría en su diosa en una larga correspondencia.
La obra fundamental para conocer la complejidad y la modernidad del pensamiento de Machado
es sin duda Juan de Mairena, que fue apareciendo por entregas en el diario de Madrid y el sol desde
1934. Aborda una infinidad de temas con variados tonos: desde las reflexiones más serias entorno
al tiempo al nacionalismo. De todo ello son las páginas de teoría literaria las que tendrían más, por
un lado, están sus criterios por el teatro y por otro los atrevidos juicios contracorriente con los que
Machado atacó las dos sectas antagónicas que dividían a los poetas modernos.
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Secuelas del naturalismo
El naturalismo seguía plenamente vigente, como demuestran las traducciones de novelistas
extranjeros y las reediciones de las novelas de los naturalistas más famosos.
Algunos autores que destacan son:
▪ Jacinto Octavio Picón: abordó un nuevo planteamiento de las relaciones, denunciando a la
visión tradicional del matrimonio y del adulterio y haciendo una consideración especial de la
mujer dentro de la nueva sociedad, con novelas como Dulce y sabrosa y Juanita Tenorio.
▪ Felipe Trigo: defendió una particular propuesta revolucionaria: la liberación sexual como única
vía de la salvación colectiva. Sus novelas como Las ingenuas, La sed de amar o La bruta tratan
de los tabúes que impedían desarrollar una adolescencia sana en la burguesía provinciano.
También escribió novelas de clara denuncia social, como El médico rural y Jarrapellejos.
Los cambios que se dieron fueron principalmente la exploración de nuevos ambientes degradados
y una mayor importancia a la psicología en la narración. El mejor exponente es Vicente Blasco
Ibáñez: tomó como modelo los principios naturalistas de Zola, pero dirigió su análisis a los distintos
ámbitos vitales de su región natal. Con sus novelas intentó desmitificar la imagen de una Valencia
rural bucólica, desvelando la violencia soterrada en los campesinos.
Él también escribió novelas de tesis, como La catedral y El intruso que intentaban plantear utopías
sociales y tratan temas de gran actualidad, como el conflicto existente entre distintas facciones de
la minería vasca o la agitación entre los campesinos y los grupos que cometían atentados. Ibáñez
traslada a la novela la denuncia del modelo de dominación oligárquica.
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● La trilogía nombrada La lucha por la vida, caracterizada por un tono básicamente amargo;
con ella Baroja empieza a tratar el fenómeno sociológico de la expansión urbana, Madrid
se convierte, en esta trilogía, en el escenario de la acción novelesca:
● Memorias de un hombre de acción: serie de 22 volúmenes que contribuyen a la novela
histórica. En ellos, el protagonista, un conspirador, sirve para relatar acontecimientos
históricos de la primera mitad del siglo XIX. Estas memorias no pretenden dar sentido a los
hechos políticos, sino que son solo una sucesión de aventuras personales.
De todas estas obras, La busca es la más densa e interesante. Antes de nada, es una novela
picaresca en la que hay algunas de las páginas más sublimes de toda la narrativa española. Con
ella, Baroja inaugura el estilo tremendista. No hay varias historias entrecruzadas, sino una sucesión
de cuadros coordinados por el protagonista.
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Valle, gallego universal
La modernidad de la forma de la novela española aparece con Ramón del Valle-Inclán. Su
producción novelística es menor en cantidad, pero es la más variada. Valle-Inclán se inició como
narrador con una prosa modernista.
Entre los relatos de esa primera época, los más interesantes son las cuatro Sonatas (1902-1905)
cuyos títulos corresponden con cada una de las cuatro estaciones. La obra está caracterizada por
el tono evocador de las descripciones paisajísticas, marcadas por el léxico exuberante y refinado,
testimonio de la voluntad de escapar de la realidad presente y de ampararse en un mundo
maravilloso presidido por la belleza artística. Las sonatas demuestran que el Modernismo fue la
forma que adoptó el romanticismo en el cambio de siglo; de hecho, son netamente románticos los
temas de la religión, del erotismo y de la muerte, y el personaje central un don Juan que se
complace diabólicamente en el mal. El fondo histórico de las narraciones son las Guerras Carlistas,
que se conciben como las memorias del personaje principal. Detrás de la aversión por la vida vulgar
hay un rechazo de los valores convencionales, sobre todo el materialismo, la hipocresía y la
mediocridad de la clase media. Es evidente que Valle defiende valores arcaicos.
La ideología de enfrentamiento al mundo burgués se hace especialmente clara en la trilogía
denominada La guerra carlista (1908-1909), compuesta por los títulos. El segundo volumen es
considerado la mejor novela de todo el ciclo, ya que marca un cambio en la mirada del autor que
decide meterse en la piel del pueblo llano y sumergirse en su realidad, adoptando un estilo que
será bautizado “tremendismo”.
En Gerifaltes de antaño, Valle utiliza su más cruel sarcasmo contra la vacuidad de los dirigentes
(militares y aristócratas), que presenta como farsantes y culpa de la decadencia del mundo señorial.
Una de las grandes novelas de la última etapa de Valle es Tirano Banderas (1921). Se cambia
radicalmente de escenario y se sitúa en México. Santos Banderas es un dictador que lucha contra
la revolución popular, intentando devolver la propiedad de la tierra a los antiguos oriundos. Es
definido siempre resaltando su falta de inteligencia y su intolerancia, reduciéndolo a una caricatura.
El protagonismo del indio Zacarías y su mujer se debe a que el autor quiere dar voz a los sometidos,
a quienes concede además el derecho de ejecutar venganza. Es inevitable la asociación del tirano
mexicano con el dictador español Miguel Primo de Rivera, aunque Valle supo convertirlo en un
personaje universal, un prototipo de dictador latinoamericano que podía surgir en cualquier parte.
Sus últimas novelas, La corte de los milagros (1927) y Viva mi dueño (1928) cuentan parcelas de la
historia de España desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la guerra de Cuba. En este caso,
Valle prefiere tomar el modelo de novela protagonizada por una colectividad. Estas novelas
suponen una gran renovación por la ficcionalización de la historia y la mezcla de personajes
políticos reales con otros inventados, en lo que se oye la voz del autor. En estas obras expone las
tensiones entre proletarios anarquistas y sus opresores del gobierno. Estas novelas están llenas de
rasgos esperpénticos: todas las situaciones se muestran bajo una perspectiva deformadora en
diálogos y descripciones burlescas o caricaturescas. Valle-Inclán hace un proceso deformador de
lo humano que tiende hacia la animalización y la conversión de los personajes en fantoches.
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Belarmino y Apolonio (1921) es su novela más original e interesante ideológicamente, tanto que no
fue bien acogida al principio. Es la historia de dos curiosos zapateros filósofos, por lo que siempre
hay un contraste entre su oficio y su hondura reflexiva.
En Luna de miel, luna de hiel (1923) el tema del amor es central, pero hay una más profunda
preocupación por la psicología y la educación. La trama es simple: una pareja de jóvenes que al
casarse deben afrontar los problemas derivados de su ignorancia erótica. Su segunda parte, Los
trabajos de Urbano y Simona, se concentra en el conflicto en la relación entre amor y sexo.
Tigre Juan y su continuación El curandero de su honra se consideran la culminación de su arte
narrativo y tienen como tema central el honor.
Todas estas novelas demuestran su gran actividad editorial y se difunden multitud de traducciones.
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El teatro histórico modernista
Los objetivos estéticos modernistas se encontraron en el teatro de temática histórica, ya que se
podía lograr huir hacia tiempos más bellos. Los dramaturgos entonces intentaron recuperar el
lirismo perdido y en cuanto a los temas sigue destacando la preferencia por la Edad Media (visto
como refugio contra la progresiva alienamiento de la sociedad industrial moderna) y el siglo XVI.
Francisco Villaespesa fue uno de los autores modernistas más importantes, que escribió sobre
todo obras de ambientación árabe como El alcázar de las perlas, Aben-Humeya y El rey Galaor.
Eduardo Marquina: aprovechó del marco histórico como pretexto para lanzar tesis patrióticas y
hacer propaganda conservadora, con piezas como: Las hijas del Cid, En Flandes se ha puesto el
sol, La alcaldesa de Pastrana, El retablo de Arellano, y Las flores de Aragón.
Cabe remarcar también a Ramón de Valle Inclán que con su Cuento de abril presenta una princesa
provenzal que recibe a un Infante castellano por pretendiente y luego lo despide. Lógicamente la
obra no fue bien recibida, por ser poco patriótica y anticlerical. En su obra La marquesa Rosalinda
se ve la oposición de la vieja cultura castellana a la moderna cultura francesa.
El hecho de que excepcionales como El Conde Alarcos de Jacinto Grau no obtuvieron éxito eran
signos de que el público se había cansado de ese tipo de drama trágico. Así entendemos por qué
fue muy aplaudida La venganza de Don Mendo de Pedro Muñoz Seca, una caricatura de la
tragedia que tenía la pretensión de parodiar los dramas históricos de honor.
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▪ Luces de bohemia: es la primera obra que bautiza como ‘esperpento’, que será un género literario.
Según Valle-Inclán, España era una deformación grotesca de la civilización europea y por ello se
trataba de trasladar a la expresión literaria los efectos del espejo que nos deforma las cosas.
También están deformados los personajes, que según su teoría de las tres posibles perspectivas
podían verse:
● ‘De rodillas’ como Homero, que les hace parecer de estatura sobrehumana
● ‘En pie’, como Shakespeare, que los mira en su dimensión humana de carne y hueso
● ‘Desde el aire’, como la mirada de Quevedo.
Otra inteligente paradoja que sostiene el esperpento es que los héroes trágicos solo pueden ser
creíbles si no adoptan actitudes trágicas. A Valle le interesaba plantear el fracaso de la bohemia
como forma de vida, de ahí que la obra pueda leerse con una especie de canto elegíaco por la
caducidad de la ilusión romántica. Está claro que la hondura de las diferentes propuestas de Valle
solo puede podía ir dirigida a un espectador culto y sin prejuicios. En el Madrid de Luces de
Bohemia, el alcohol ayuda a sobrevivir a los personajes que están rodeados por un continuo juego
de luces y sombras y están caracterizados por un habla fuertemente expresiva, en la que se funde
la jerga callejera con la metáfora más lograda.
Valle aplicó la filosofía esperpéntica al tema del honor en Los cuernos de Don Friolera que trata tres
versiones distintas del adulterio y corresponde a tres géneros distintos. Critica las leyes sociales
que al final presionan al protagonista a matar por error a su propia hija, creyendo matar a su mujer.
Las galas del difunto (1926), Valle quiso parodiar el teatro por horas. Es la historia de una prostituta
que mata de disgusto a su padre al confesarle que está embarazada de un excombatiente
repatriado de Cuba. El tratamiento de lo militar hizo que la trayectoria dramática de Valle se cerrase
con un gran escándalo: su última obra, La hija del capitán (1927), fue censurada inmediatamente
por la ridiculización del ejército que hacía.
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Lorca consiguió renovar por vía poética el drama y las tragedias rurales; lo hizo en tres obras que
forman un tríptico dramático de ambientación andaluza: y La casa de Bernarda Alba (1936).
▪ Bodas de sangre (1933): trata de un crimen ocurrido en un pueblo de Almería. Lorca no guarda
mucha fidelidad a los hechos reales e inventó una situación que dio una dimensión universal a
la anécdota rural. El dramatismo arranca del contraste que hay en sus diálogos entre las secas
frases cotidianas y el lirismo que irrumpe por sorpresa en los diálogos. Nadie como Lorca hizo
una reivindicación tan lírica del instinto, palabra clave para entender toda su obra. En la obra
Lorca empieza por revelar el drama del cuerpo, los gritos y las carencias que salen de la carne.
Por fin, destaca el manejo de la canción y del romance popular para crear expectativas trágicas.
▪ Yerma (1934): obtuvo un éxito clamoroso. El título y nombre de la protagonista es simbólico y
quiere presentar el matrimonio y la maternidad como obligaciones y denunciar implícitamente la
educación religiosa como castradoras. Yerma es el drama más transgresor de toda su
dramaturgia: la protagonista es la primera heroína que habla en clave de la frustración sexual.
Pero Yerma no solo es una casada frustrada que está con su marido por inercia; es también
víctima de una catequización del coro de mujeres que la rodean que censuran a las que quieren
escapar del matrimonio con juicios machistas. A Lorca le gustaba hablar de las mujeres porque
las consideraba más humanas más instintivas, y porque su homosexualidad le llevaba a
identificarse plenamente en la sensibilidad femenina. No es casual que la infertilidad sea tema
recurrente también en su poesía. Yerma parece aliarse con las mujeres que no se resignan a
aceptar la tradición impuesta, y con su asesino llega deja noqueado al espectador.
▪ La casa de Bernarda Alba (1936): es su más lograda tragedia. La inspiración le vino de una
realidad cercana, una familia de su propio pueblo. El espacio escénico es asfixiante: una casa
en la que viven solo mujeres en un riguroso luto, gobernadas por el silencio y el encierro que
impone la madre, Bernarda, a sus 5 hijas solteras. Lorca orienta las simpatías del espectador
oponiendo el sufrimiento de las hijas a la inhumanidad de la madre. El conflicto de la obra se
basa en el enfrentamiento entre la autoridad y la libertad, representada en la hija menor, Adela,
que mantiene relaciones secretas con el pretendiente de su hermana mayor. Al final Adela
acabará suicidándose por creer que han matado a su amado. La obra es más que un drama
sobre la sexualidad reprimida, también es una tragedia sobre la envidia y los celos. Muchas han
sido las interpretaciones de la obra, desde la lectura existencialista, hasta la lectura política. En
Bernarda se concentran las características del dictador y en la sombra pintura de esa casa
muchos vieron un premonitorio de la represión de la España franquista.
Desde septiembre de 1923 España vive bajo la dictadura del General Primo de Rivera. En esos
años empezaron a oírse las voces de una nueva promoción de escritores que compartían unas
mismas aficiones como jazz, automovilismo, aviación, cine y tenían en común una sensibilidad para
la expresión lírica. Se trata de la ‘Generación del 27’, compuesta por: Pedro Salinas, Dámaso
Alonso, Juan José Domenchina, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Rafael
Alberti, Vicente Alexandre, Luis Cernuda, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre.
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1927 fue la fecha de su bautizo como generación literaria porque fue el año en que decidieron
reunirse para hacer un homenaje a Luis de Góngora en el tercer centenario de su muerte. Entre
ellos había una serie de afinidades, como el hecho de que fueran todos universitarios privilegiados
que procedían de familias acomodadas y buena parte de ellos vivía en la Residencia de Estudiantes
de Madrid, lugar de acogida para los mejores representantes de las vanguardias españolas donde
se consolidaron los lazos de amistad que unieron al grupo, propiciando colaboraciones
importantes, como el cortometraje Un perro andaluz.
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Del romancero viejo Lorca tomaba algunos rasgos, como: el fragmentarismo, la narración épica
llena de elipsis y la idea de climatología (por la que animaba mágicamente la naturaleza y creaba
enigmáticos presagios a través de la sinestesia) y el ambiente de misterio, que supo enriquecer con
las impresiones oníricas surrealismo, resultando en un brillante imaginario heterogéneo hecho por
la mezcla de lo sensorial y lo concreto. Lorca también consigue hacer un manejo del casi
expresionista tiñendo todo el poema de cromatismo vanguardista.
Otras obras poéticas muy importantes de Lorca son:
● El poema del cante jondo (1921-1924): recupera la misma estilización de Andalucía y
reelabora los motivos tradicionales.
● Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías (1935): ejemplo de la obsesión de Lorca por
el tema de la muerte, era un homenaje al famoso torero, buen amigo del poeta.
● Sonetos del amor oscuro (publicado póstumo en 1984): sonetos de poesía amorosa.
De su viaje a Estados Unidos surgió su inspiración para escribir Poeta en Nueva York, considerado
su mayor aportación al surrealismo. Lo que sorprende es la imaginería expresionista y una
semántica que transmite la corrupción de la gran ciudad, concebida como un símbolo del mundo
moderno. Nueva York no se presenta vista por fuera, sino que es solo un referente externo que
saca lo más íntimo del poeta que se fija en los pobres y en los marginados; ellos son elementos
fundamentales en su visión de la ciudad, que es descrita desde su lado más caótico. Es toda una
imagen universal de la ferocidad del dinero y de su poder devastador. Desafortunadamente Lorca
nunca vio publicado este libro; solo en 1940, una vez acabada la Guerra Civil, aparecieron dos
ediciones gracias a amigos del poeta que le quisieron hacer un homenaje y contribuir a la
propaganda de la causa republicana, que para ellos él representaba.
También es muy significativa al respecto la trayectoria de Emilio Prados, quien abandonó la actitud
contemplativa de su primera poesía en favor de la preocupación social y política. De ellos son
buena muestra títulos como Calendario incompleto del pan y el pescado (1933-1934), La tierra que
no alienta (1934-1936), o Llanto en la sangre (1933-1937), una poesía comprometida en torno a la
guerra. Al comprender por qué se dieron tan drásticos cambios de actitud, es indispensable saber
que el advenimiento de la República en 1931 despertó grandes esperanzas para establecer una
verdadera democracia. Pero tales ilusiones se anularon por los acontecimientos de los años 1932-
1935 que reavivaron viejos odios sociales y que llevaron a algunos escritores a renunciar a sus
ideales, mientras que otros se radicalizaron en sus convicciones socialistas.
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Luis Cernuda: escribe implicando enteramente su vida íntima en su obra y por eso en sus poesías
destacan la autenticidad, la espontaneidad y la frescura. Su poesía puede clasificarse como elitista,
ya que está basada en la idea de que el poeta debía crear su propia lengua. Otro rasgo de su
originalidad es su particular manera de fundir el clasicismo con el afán de innovar.
Desde sus primeros libros reveló su obsesión por el paso del tiempo y habla directamente del deseo
como lo más revelador del ser. Con Invocaciones (1934-1935), parece instalarse en una soledad
íntima, una dura melancolía que expresa su desprecio por las vidas vulgares y convencionales.
Por más que en sus primeros tiempos decidiera expresar su condición sexual de forma velada,
acabaría viviéndola valientemente. No es casual que Cernuda se convirtió en el poeta más
influyente en la poesía de los años sesenta y setenta.
Manuel Altolaguirre: su trabajo como editor de otros compañeros frenó el alcance de su propia
obra. En su primer poemario, Las islas invitadas y otros poemas (1926), destaca el poder visionario
con el que el autor logra transmitir misterios a través de palabras sencillas. Sus imágenes emanan
una peculiar sensualidad que recurre con frecuencia a la sinestesia en tiradas de versos blancos
próximos a la lengua hablada. Su principal fuente de inspiración fueron siempre las relaciones
afectivas que marcaron su vida.
Estos poetas han sido considerados como la cumbre absoluta de la poesía lírica española.
Desafortunadamente, al estallar la Guerra Civil en 1936 las cosas no podrían volver a tener unidad:
el grupo se diluyó y el exilio fue la opción urgente de la mayoría de ellos.
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Miguel Hernández fue quien más acusó el doloroso drama que trajo la Guerra Civil. Después de
una primera etapa marcada por el barroquismo alcanzó un hito decisivo en la historia de la lírica
española con el poemario El rayo que no cesa (1936) que habla de un dolor que él mismo causa,
pero que al mismo tiempo es causado por el amor. En Viento del pueblo (1937) llega a la fusión con
la masa humana ligada a la tierra convirtiéndose en el primer poemario español de ‘poesía social’.
En 1938 Hernández empieza a escribir Cancionero y romancero de ausencias, su poemario más
político que escribió desde su situación de víctima de la represión franquista en varias cárceles del
país, abarcando temas como: la libertad y la desolación de la guerra y el dolor ligado a la propia
existencia que es imposible escapar por eso Miguel Hernández fue también uno de los poetas con
los que más duramente golpeó la censura franquista. De hecho, durante mucho tiempo solo fue
posible leerlo en la más absoluta clandestinidad; sólo a partir de 1975 pudo reivindicar su figura.
Mientras tanto, los poetas del llamado bando nacional se reunían en antologías imbuidas de
ideologías totalitarias e imperialistas. Entre las voces más personales de un grupo ideológicamente
uniforme, que publicaba en Escorial (revista que sostuvo el programa fascista) hay: Dionisio
Ridruejo, Luis Rosales y Leopoldo Panero. La ortodoxia religiosa militante de todos aquellos
poetas hizo que se recuperaran unos autores de los Siglos de Oro convirtiendo a Garcilaso de la
Vega en símbolo de la España católica e imperial.
Como reacción al clasicismo y al retoricismo de aquellos poetas en 1944 se fundó Espadaña, una
revista que defendía una poética de carácter antiformalista y rehumanizadora. Esta revista sirvió
para canalizar las dos tendencias poéticas de la década siguiente: la poesía de compromiso social
y la poesía de fundamentos existencialistas. La revista acogió la poesía de los que no querían cerrar
los ojos a la dura realidad y que quisieron expresar lo duro que era seguir viviendo.
Al mismo tiempo, en los años 40 en Latinoamérica se publicaron las dos primeras antologías de
poetas españoles exiliados: Poetas en el destierro y Las cien mejores poesías del destierro que se
pueden leer como un interesante diálogo entre sensibilidades diferentes ante el tema del destierro.
León Felipe: suele destacarse por la independencia de su voz poética y su defensa de la libertad
de estilo, por la que nunca se afilió a una estética determinada. El libro al que debe su fama es
Español del éxodo y el llanto (1939). Casi todos los poemas de este libro muestran una visión
desoladora y un pesimismo rodeado de ironía.
Luis Cernuda, exiliado primero en Inglaterra, en Estados Unidos y México después. A diferencia
de otros poetas en su misma situación, no manifestó pena ni ansia de volver, sino que agudizó su
distanciamiento del ámbito familiar. En su poesía del exilio, el recuerdo no tiene tonos melancólicos,
sino más bien de reproche.
Juan José Domenchina: su compañero de generación y de destierro escribió obras muy
parecidas. Su libro más reconocido, Pasión de sombra (1944), expresa su impotencia ante la
certeza de que nada podría quitarle su dolor.
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El teatro durante los primeros años de la dictadura
Durante la Guerra Civil, el único dramaturgo que supo obtener respuesta del público al teatro
concebido como arma propagandística fue Max Aub. Los acontecimientos políticos le inspiraron
un teatro ético, con una lección moral de fondo. En sus obras se atrevió a tocar directamente el
tema de la guerra y también habló de su experiencia de represaliado de Franco. Sin embargo, lo
que el público demandaba eran títulos que hicieran olvidar el horror. En este sentido, destacan:
Enrique Jardiel Poncela: con su pieza que ironiza sobre el mito de la inmortalidad. Poncela fue un
gran inventor de recursos para hacer reír de manera inesperada e imprevisible.
Miguel Mihura, quien se reveló como gran renovador de la farsa cuando estrenó Ni pobre, ni rico,
sino todo lo contrario (1943), una intuición genial para darle la vuelta a todo lo normal esperable, y
sorprender al espectador con situaciones desconcertantes. Desafortunadamente, la comicidad de
Mihura no fue apreciada hasta los años 50.
Alejandro Casona: Su primer propósito era elevar la calidad de la comedia burguesa a través de
planteamientos pedagógicos. La mejor obra de toda su producción es probablemente La dama del
alba (1944), un drama poético situado en su Asturias natal.
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6. LA NOVELA EN LAS DÉCADAS DE LA DICTADURA: 1945-1975
Se trata de unos años fructíferos para la prosa. Entre los rasgos comunes que se pueden interpretar
como signos de cambio destacan: la concepción de la novela como compromiso moral o político
y los influjos del neorrealismo italiano y de la ‘generación maldita’ norteamericana.
Sin embargo, los modos de entender y practicar el realismo social fueron muy distintos. De hecho,
es del diálogo con novelas previas de donde surgieron la mayor parte de las renovaciones.
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monólogo de una mujer burguesa conservadora, Carmen, ante el cadáver de su marido durante las
horas del velatorio. A través del discurso de la protagonista, se va revelando la personalidad del
marido, un profesor liberal, con conciencia social y sin ambiciones materiales. Delibes ofrece así la
historia de una incomprensión: la de la España de derechas frente a la de izquierdas.
Hacia 1955 se concentró en Madrid un conjunto de escritores de la llamada ‘Generación del medio
siglo’, que iban a crear escuela en la narrativa. Su líder, Ignacio Aldecoa trató en su narrativa sobre
todo la pobre gente de España. Al hacerlo, abordó el tema de la novela social: la soledad y la
sensación de inutilidad, cuyo principal origen es la desigualdad social, acrecentada tras la guerra.
La novela que sigue considerándose el gran hito de la narrativa de la posguerra es El Jarama de
Ramón Sanchez Ferlosio. Se trata de una novela carente de acción, sin personaje central y con
un mínimo motivo argumental: un grupo de chicos y chicas excursionistas van a bañarse al río
Jarama, en las cercanías de Madrid, y pasan horas de charlas hasta que deben enfrentarse a la
muerte repentina de una de las muchachas, abogada en el río. Ni siquiera ese incidente perturba
la monótona existencia colectiva. El autor quería denunciar la superficialidad de la juventud de clase
media trabajadora, caracterizada por ignorancia y falta de criterio ante cuestiones políticas.
En Entre visillos (1957) Carmen Martín Gaite profundiza el tema del noviazgo y de las relaciones
formales. Situada en una Salamanca provinciana y conservadora, se propone retratar, a través de
charlas entre chicas burguesas, la vacuidad del modelo de mujer creado por la Sección Femenina,
frente al que su protagonista se alza.
Entre finales de los 50 y mediados de los 60 surgió, además, otro tipo de realismo crítico basado
en las condiciones económicas y las injusticias sociales. Este tipo de novelas de denuncia encontró
en España un fuerte apoyo en una serie de intelectuales comunistas.
La tesis de Nancy (1962) de Ramón J. Sender, tratando la visión estereotipada que los turistas
tenían de Andalucía. Es el relato de una joven universitaria de Pensilvania que cuenta en cartas a
su amiga su idilio con un gitano mientras realiza sus tesis en Sevilla, con una serie de situaciones
cómicas que evidencian el contraste cultural entre España y Estados Unidos.
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A principios de los 70 empezó a notarse la influencia del llamado nouveau roman francés; se
produjeron, entonces, textos que rechazaban el vínculo psicológico entre el autor y su personaje,
y que eliminaron la coherencia de la acción y cualquier mensaje ideológico.
La verdad sobre el caso Savolta (1975) de Eduardo Mendoza que relata las violentas luchas entre
obreros y patronos que tuvieron lugar en Barcelona entre 1917 y 1919. La obra se convirtió pronto
en una de las novelas más difundidas ya que el relato detectivesco pareció un auténtico incentivo
contra todo tipo de imposiciones.
Manuel Vázquez Montalbán con títulos como Los Mares del Sur, con el que inicia una saga de
novela de aventuras tendría gran éxito a partir de los 80.
Francisco Umbral destaca por la gran originalidad de su estilo, que se mantuvo siempre alejado
del compromiso social con una riqueza de registros y la capacidad para la invención de
neologismos. En su obra, lo más constante fue el uso de la modalidad autobiográfica para hablar
del entorno que lo forjó y de la búsqueda de identidad que caracterizó a su generación, con especial
atención a la vivencia de la sexualidad como transgresión.
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Los renovadores de la escena desde mediados de los sesenta
La vanguardia del teatro experimental entró en España a través de los grupos de teatro
independiente. Estos nuevos autores introdujeron un ‘nuevo teatro’, expresión que en los últimos
años del franquismo y en los primeros de la transición democrática se refería a una dramaturgia ya
no centrada en la psicología de personajes, sino en presentar cosas inauditas que chocaran con la
vida cotidiana. Lo más revolucionario de esta generación fue la conciencia de que se necesitaba
una nueva formación de actores; de ahí que se creara una escuela de formación de actores de la
que surgió el TEI Teatro Experimental Independiente. Sin embargo, por muy atractivas e
ingeniosas que fueran esas aportaciones, tuvieron mucho más de fenómeno sociológico que de
mérito artístico. Además, España volvió la vista sobre los ‘malditos’: nació un enorme interés por
representar al Valle-Inclán de los esperpentos y al Lorca que trata el tema de la frustración sexual.
Quien no tuvo competidor en llenar los teatros durante los años 70 fue Antonio Gala. Una de las
claves de su gran aceptación entre la burguesía fue su empeño en instruir con moralejas acerca de
los valores del pasado frente a los del presente y acerca de la falsedad de ciertas filosofías. Entre
los títulos con los que alcanzó mayor éxito figuran: Los buenos días perdidos (1972), Anillos para
una dama (1973), Las cítaras colgadas de los árboles (1974) y ¿Por qué corres Ulises? (1975).
A Gala siempre se le criticó el exceso de lirismo dulzón dentro de su elegante estilo.
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Las ‘señas’ de identidad’ en la poesía de los sesenta
Se puede hablar de ‘Generación del 50’ para designar a un conjunto de poetas nacidos entre 1925
y 1937, marcados por el hecho de haber vivido su infancia durante la guerra, y la adolescencia en
la posguerra. En su nómina suelen incluirse: José Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma, José Agustín
Goytisolo, Ángel González, y otros. El conocimiento de sus respectivas poéticas como grupo se
debió a las antologías comentadas que empezaron a proliferar por entonces. En principio, el nexo
de unión más fuerte entre aquellos poetas fue su fuerte oposición al franquismo y la consiguiente
actividad en clandestinidad. Casi todos ellos comenzaron escribiendo una poesía social; pero a
medida que la poesía social caía en el cansancio, estos jóvenes se hicieron particularmente críticos
con ella. Emprendieron entonces la búsqueda de su voz individual, sin abandonar nunca su
creencia en la misión ética del poeta. Entre los rasgos que los definen estéticamente, destacan una
sensibilidad extrema hacia sus raíces vitales. Los dos rasgos formales más regulares en este grupo
son: el gusto por el vocabulario cotidiano y el discurso anti retórico y la tendencia al tono irónico y
satírico como modo de soportar el mundo que les ha tocado vivir.
Quien mejor expresó el nuevo valor concedido a la poesía como modo de conocimiento fue José
Ángel Valente, la única poesía que le interesa es la creada espontáneamente por el espíritu, frente
a la elaborada artificialmente. Un libro decisivo en su trayectoria fue La memoria y los signos (1966),
mientras que siete de sus libros fundamentales se reunieron en el volumen Punto cero (1972).
El único asunto distintivo de este grupo de poetas es sin duda la relación entre identidad personal
y conciencia histórica. España es vista desde un estado de alienación permanente.
En Jaime Gil de Biedma se percibe la modernidad al afrontar la experiencia erótica, que tiene
también mucho de búsqueda de identidad y de desdoblamiento del yo. En sus obras también
destaca la preocupación constante por el paso del tiempo y el paso de la edad.
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