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Manual de Historia de La Literatura Espanola - RESUMEN

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Manual de Historia de la Literatura Española 2

Tercera Parte - Siglos XVIII al XX


1. VERTIENTES DE LA PROSA ILUSTRADA
El siglo XVIII es conocido también como el siglo de las luces o de la Ilustración, un movimiento
cultural y filosófico que se caracterizaba por el predominio de la razón; ahora la experiencia, única
y auténtica fuente de conocimiento, tiene más importancia que la imaginación.
Los escritores tienen una gran fe en la educación y en los viajes para desterrar prejuicios.
Los estudiosos se concentraron sobre la ciencia y la filosofía emancipando la cultura de la religión.
Además, la Ilustración afirmó el principio de igualdad entre los hombres y sus derechos naturales.
Este siglo empieza en España con una nueva dinastía de origen francés: Los Borbones.
Antes de morir Carlos II nombró como sucesor a Felipe de Anjou, el nieto de Luis XIV. Este hecho
causó La Guerra de Sucesión Española que terminará en 1713 con La Paz de Utrecht: Felipe V es
reconocido como Rey de España, aunque tuvo que renunciar a la corona francesa.
Desde el punto de vista político con el rey Felipe V, se impulsaron importantes cambios sociales y
culturales ya que durante su reinado la corte se abrió a distintas influencias europeas.
El rey creó numerosas instituciones dedicadas a la investigación como: La Biblioteca Nacional en
1712 y la Real Academia Española (RAE) en 1713 con el propósito de cuidar y fijar la pureza del
castellano como idioma oficial español (se inspiró a los modelos franceses e italianos).
Los ilustrados del siglo, se reunían en “sociedades de amigos del país” o en “tertulias”, lugares de
encuentros para debatir sobre cuestiones intelectuales.
La actitud de los españoles hacia su país evolucionó a lo largo del siglo, ya que, si antes se
avergonzaban de su retraso, en los años 1780-1790 los intelectuales empezaron a defender a su
país y a oponerse firmemente a la cultura francesa, que había ofendido la identidad española.
Por lo que concierne el ámbito literario la Ilustración rompió con el Barroco queriendo desarrollar
una literatura basada en la expresión moderada de las emociones, imitando las reglas clásicas.
Las reglas fundamentales del arte Ilustrada fueron:
• Eliminación de lo exótico y de lo sobrenatural
• Gusto por el clasicismo y respeto de los preceptos clásicos
• Defensa de la claridad frente a la confusión del estilo Barroco
• Didactismo y finalidad moral

El peso de la tradición
En la prosa del siglo XVIII, hay dos géneros muy importantes: el Ensayo y Novela Pedagógica.
La Prosa Ensayística fue caracterizada por la sencillez, la claridad de estilo, el intento de corregir
los males sociales y por la finalidad didáctica. Sus principales representantes fueron:
• Gaspar Melchor de Jovellanos: En su pensamiento encontramos el Jansenismo (doctrina
teológica que afirmaba que el hombre nace esencialmente corrupto). Él escribió los Diarios que
son producto de sus viajes y en los que cuenta de la vida cotidiana y nos da su crítica de España:
él siente amor por el pasado del país, pero al mismo tiempo hace a este pasado responsable de
la decadencia de España.
• Fray Benito Jerónimo Feijoo: sus ensayos se caracterizaban por el rigor intelectual, por la
claridad, por la voluntad de combatir las supersticiones y por la finalidad didáctica. Su primera
obra Teatro Crítico Universal se considera la obra de comienzo de la Ilustración española. Este
libro fue muy criticado y llegó a ser prohibido. Su objetivo era separar la ciencia de la religión.
• Diego De Torres Villarroel: refleja en sus obras los sueños y escribía de manera muy
conceptista. Él eligió el modelo de la novela picaresca para escribir su propia biografía novelada
que fue un gran éxito.

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La novela pedagógica
Se caracteriza por su finalidad didáctica y se inspira en la novela picaresca en cuanto describe las
diferentes etapas de la evolución del protagonista hacia la madurez.
Una de las novelas pedagógicas más importantes es La Historia del famoso predicador Fray
Gerundio de Campazas de Padre Isla. En su obra presenta distintas etapas de la educación de un
joven a través de la iglesia y por eso fue censurado. La Isla tuvo que publicar la segunda parte
clandestinamente fuera de España, ya que los jesuitas fueron expulsados del país en 1767.

La prensa y el auge de la epístola


En la segunda mitad del siglo XVIII fue importante la prensa sobre todo para la difusión de las
nuevas ideas y para la configuración de nuevos géneros literarios como el Escrito Breve.
Bajo el reinado de Carlos III asistimos a la creación de periódicos muy importantes como:
- Diario de Madrid: periódico cuotidiano
- Diario de los literatos de España: sigue modelos franceses: trata teorías literarias
- El pensador: che sigue el modelo de “The spectator” en Inglaterra.
- El censor: que sirve para censurar la mentalidad del Antiguo Régimen.
La gran novedad del período son los libros de viajes, escritos por los ilustrados en forma de carta
a un amigo utilizando el seudónimo o el anonimato. Se adoptaba el tono íntimo del diario y se
publicaban por entregas en la prensa. Hubo un correo de acusaciones y replicas en torno a los
‘malos viajeros’ que difundían noticias más literarias que basadas en la experiencia.

La originalidad de Cadalso
José Cadalso tenía una fuerte personalidad y un espíritu cosmopolita. Se conoce sobre todo por
su sátira social, pero por eso tiene problemas con la censura.
Sus obras más importantes:
Cartas Marruecas: el escritor usa la técnica del manuscrito encontrado, se trata de una novela
epistolar, compuesta por noventa cartas. En la obra hay 3 personajes ficticios: Gazel, un joven
marroquí, que vive en España, su viejo maestro Ben-Beley, que vive en África y Nuño Núñez (alter
ego de Cadalso) que es español y se encarga de instruir a Gazel. Cadalso aquí renueva la
preocupación humanista por cuestiones lingüísticas.
Noches Lúgubres: aquí hay un Cadalso más pasional ya que proyecta su drama amoroso personal,
tras la muerte de la mujer que amaba. La obra es una de las primeras manifestaciones del
Romanticismo y mezcla fuentes de inspiración muy diversas. Debido a su contenido macabro y
sacrílego fue censurada y prohibida por la Inquisición. (obra pre-romántica)

2. LA POESÍA Y EL TEATRO NEOCLÁSICO


La poesía de este siglo se caracteriza por la imitación de géneros y estilos del ‘600.
Ignacio de Luzán: es un preceptista muy influyente. En su Poética resume las reglas neoclásicas:
▪ La defensa de la verosimilitud
▪ La prioridad de integrar los recursos poéticos para procurar la dulzura armoniosa del conjunto
▪ La finalidad docente del arte por encima de todo

Contrastes de la poesía dieciochesca


Casi todos los poetas del siglo XVIII pertenecieron a la élite rectora del país. Se trata de una poesía
bipolar en su función y carácter:
- por un lado: una poesía racionalista e ilustrada
- por otro: una poesía de estética hedonista que trata también temas sensuales y eróticos
Autores ejemplo de este contraste son:
• Félix María de Samaniego: famoso por sus Fábulas en verso castellano en las que renovaba
temas de Esopo, Fedro y La Fontaine, eran impregnadas de moral estoica, para educar.
Diferente es su obra El jardín de Venus que junta sus atrevidos poemas eróticos sobre las
fantasías sexuales de la época.

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Nicolás Fernández de Moratín: en su obra predominan poemas de carácter moral, pero se
considera famoso también por su obra Arte de las putas, que tiene un mensaje preciso: la
prostitución es siempre moralmente mejor que la guerra.
Solo escribió 5 comedias con trama similar: el contraste entre una relación preconyugal marcada
por los verdaderos deseos y un matrimonio de moral (someter las pasiones al control de la razón).
El sí de las niñas: comedia en prosa, trata de los matrimonios social y económicamente desiguales.
En La Comedia nueva: interesante por su planteamiento del ‘teatro dentro del teatro’ satiriza la
mediocridad de las comedias heroicas que la gente seguía aplaudiendo.
Unas formas poéticas muy importantes que se utilizaron en este período son: la oda, la epístola y
la égloga, practicadas por los poetas de la “Escuela Salmantina”, creada por Cadalso. El género
más apreciado por este grupo fue la oda anacreóntica: poema en versos cortos, en el que el autor
describe todo lo que percibe sensitivamente.
Juan Meléndez Valdés está considerado el mejor poeta de su época, su obra fue publicándose
durante el gobierno napoleónico. En su poesía hay una variedad de perspectivas para contemplar
la naturaleza y es iniciador de la poesía sobre cuestiones sociales o políticas.
Manuel José Quintana tuvo grandes preocupaciones sociales, pero escribió durante el reinado
de Carlos IV y hablar de injusticia y tiranía religiosa o política en este periodo era muy peligroso.

La guerra de los gustos teatrales


En la primera mitad del siglo se desarrolló el Teatro Posbarroco perpetuando el estilo de Calderón
de la Barca y de Lope de Vega.
Entre los aristocráticos se desarrollaron las zarzuelas: obras teatrales líricas-dramáticas en las que
se alternan cantos y bailes.
Entre las comedias de este primer periodo recordamos comedia de magia o de “tramoyón” en las
que se representaban hechos muy poco verosímiles como vuelos que desafían las leyes de la
gravedad, transformaciones, ocultaciones, poderes sobrenaturales y tuvo gran éxito. Uno de los
autores más importantes de la comedia de magia es José de Cañizares.

La comedia de costumbres y el sainete


La Petimetra de Moratín inicia la comedia de costumbres burguesas según el gusto neoclásico.
La obra ridiculiza la mujer de clase media preocupada por la moda y que usa lenguaje afectado
para simular ser ‘dama de mundo’. Este tema se ve en los sainetes: breves piezas escritas en
verso, de leve estructura y tono humorístico.
Otro género breve fue la tonadilla: una especie de entremés musical en verso que interpretaba
canciones pertenecientes a la tradición popular.

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3. EL TEATRO Y LA POESÍA EN EL SIGLO XIX
El siglo XIX fue caracterizado por un periodo de inestabilidad social en España. En efecto empezó
con la Guerra de la Independencia contra Francia en 1808. En aquel año Napoleón Bonaparte
consiguió dominar España, y poner al trono su hermano José Bonaparte.
La guerra de independencia fue también una guerra civil entre españoles:
- Los afrancesados: los reformistas que apoyaban a José Bonaparte y sus reformas
- Los patriotas: los españoles que rechazaron la invasión francesa.
El rechazo al regente francés llevó a la creación de un gobierno paralelo que formó la Primera
Constitución de Cádiz del 1812 (la Pepa promulgada el día de San José).
Los españoles empezaron a rebelarse y con la ayuda de las tropas lograron derrotar a las tropas
francesas y obligaron al rey José Bonaparte a dejar España. En 1814 con el regreso de Fernando
VII en España se formaron dos grandes facciones en España: los Absolutistas y los Liberales, los
primeros ligados al Antiguo Régimen y los segundos al limitar la autoridad del rey.

Para una definición de ‘lo romántico’


Los creadores románticos manifiestan un gran interés por lo inefable, lo vago, lo indefinido y por
los símbolos que afloran desde el subconsciente.
Spleen: tipo de melancolía que caracteriza la actitud romántica, es una sensación de abandono en
el mundo, una especie de hastío espiritual. (dolor romántico: mal del siglo)
Lo que más identifica a los escritores románticos es un acercamiento afectivo a la naturaleza.

El apogeo del drama histórico


Los autores románticos van hacia el pasado como huyendo de un presente que les infunde
decepción e incluso miedo. La Edad Media concentraba todo lo mágico y misterioso que
reclamaba la fantasía romántica.
Los autores protagonistas de este período fueron:
- Mariano José de Larra: que con su El Macías enteramente en verso, revoluciona el teatro del
periodo, lanzando su ideal amoroso acorde con la filosofía del amor cortés medieval.
- José Zorrilla: con su Don Juan Tenorio que tuvo mucho éxito gracias a la originalidad de su
construcción y su estilo presentando a un tipo de protagonista que se convertirá en un modelo.

Espronceda y Bécquer: líderes de poetas románticos


José de Espronceda fue un líder de la poesía romántica en España y representa el romanticismo
como expresión de una fuerte rebeldía.
Sus Poesías líricas se publicaron en 1840. En las publicaciones de este período se revela una gran
influencia de Byron a quien Espronceda consideraba el mejor poeta de Europa y al quien se inspira
para sus poemas humanitarios que tratan de los despreciados y los desprotegidos: El reo de la
muerte y El mendigo en los que dominan las sensaciones perturbadoras del ánimo.
Por lo que se refiere a su poesía amorosa hay enormes contrastes en el tratamiento romántico de
la figura femenina: por un lado, es la máxima pureza, por otro es la corrupción personificada.
Los dos poemas mayores de Espronceda son representación del sentimiento de decepción hacia
la fe, la religión y la razón de este período:
▪ El estudiante de Salamanca publicado completo en 1840 se extendió por toda Europa. En este
extenso poema de gran variedad métrica hay un protagonista que tiene rasgos de un héroe
convencional de comedia de capa y espada, pero reconvertido en símbolo de la soberbia que
entusiasmó a los románticos. Espronceda sitúa a sus personajes dentro de ambientes vagos e
imprecisos en juegos de luces y sombras como si fueran visiones o fantasmas de su mente.
▪ El diablo mundo publicado en 1841 es un poema alegórico de cambiantes ritmos y tonos. Su
ambientación de ultratumba, parece inspirada en las obras de Goya. El poema ha llegado hasta
nosotros inacabado por lo que queda ignoto su final. La única parte clara y también la más lírica
es el famoso Canto a Teresa, donde Espronceda hace un melancólico recuento de su relación
amorosa con la amada recientemente fallecida.

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Gustavo Adolfo Bécquer es el más leído de los poetas románticos españoles. La música y la
pintura, que eran sus actividades favoritas, marcaron inevitablemente su poética.
▪ Cartas literarias a una mujer (1860): aquí expone su concepto de poesía.
▪ Rimas: son 86 poemas recopilados en 1871 por sus amigos y publicados tras su muerte.
Bécquer hereda de Garcilaso el gusto por la combinación de endecasílabos y heptasílabos, pero
al mismo tiempo su estructura evoca el funcionamiento de la copla popular.
Uno de los grandes méritos de Bécquer consiste en descubrir que la palabra puede ser poética
en sí misma, sin necesidad de ornamentos.
La mayoría de sus poesías giran sobre variaciones de un mismo tema:
- las dedicadas a mujeres (grupo más numeroso)
- las de ruptura, desencuentro o desengaño normalmente por causa de orgullo.

Los géneros teatrales en la segunda mitad del siglo


En el panorama teatral español del siglo dos son los fenómenos que destacan:
- el teatro histórico
- la tendencia de los dramaturgos a ocupárse sólo de las clases más altas de la sociedad: esto
dio origen al género bautizado como alta comedia, que se erigió como la fórmula realista capaz
de reaccionar contra todo lo que de falso se encontraba en los dramas de las primeras décadas.
Para poner en escena vidas creíbles se tenían que alejar ciertos rasgos del romanticismo.
Antes el público de los teatros españoles demostró que prefería olvidarse del mundo real y
confrontarse viendo sobre la escena personajes muy alejados en el tiempo.
En tal contexto surge “el drama trágico” bautizado por José de Echegaray: un inteligente
matemático metido a dramaturgo que escribió en versos sus dramas ambientados en el pasado.
Su obra tenía el único objetivo de producir episodios efectistas que tocaran la fibra sensible del
espectador sirviéndose de enredos inverosímiles y finales melodramáticos.
El interés por la “cuestión social” fue mucho más acusado en Cataluña, que estaba siendo
escenario de violentas revueltas anárquicas, se dio allí, en efecto, un teatro que quería enseñar la
vida miserable del mundo trabajador.
Ese fue el panorama en el que se inscriben las propuestas de los grandes novelistas que probaron
fortuna en la dramaturgia:
• Benito Pérez Galdós: empezó a cosechar éxitos hacia 1892, con el estreno de Realidad y de La
loca de la casa, comedia che trata de la posible “regeneración” moral de la clase media. Los
temas y los recursos simbólicos no se separan de los que desarrolló en su narrativa, esto explica
el que durante bastante tiempo se dedicara a adaptar los diálogos de varias de sus novelas para
su ejecución escénica.
• Leopoldo Alas (Clarín): su pieza más famosa Teresa, es un drama de ambiente minero que no
tuvo buena acogida entre el público burgués cuando se estrenó en 1895.

4. LA PROSA ROMÁNTICA
La actitud ante el presente histórico divide más que nunca a los prosistas a partir de los 30s:
- Unos: miran la actualidad cotidiana intentando registrar en detalle todo lo que la particulariza
- Otros: vuelven los ojos nostálgicamente hacia el pasado.
El costumbrismo fue una tendencia imperante que se manifestó de muy diversas formas.
El viaje siguió siendo uno de los motivos que mejor revelan tales diferencias y en textos de carácter
autobiográfico como epistolarios y diarios personales los románticos dejaron sus impresiones
sobre países y ciudades. Los viajes tienen mucho de nostalgia y huida hacia atrás.

Larra y las vertientes del costumbrismo


El costumbrismo es un género literario que se desarrolló a principios del siglo XIX (aunque
descripciones costumbristas ya aprecian antes como el Lazarillo de Tormes o el Don Quijote) y
pretendía que la obra literaria fuera una exposición de los usos y de las costumbres sociales.
Las principales manifestaciones son conocidas como cuadros o artículos de costumbres, en las
que se describen escenas cotidianas que reflejan maneras de vivir, costumbres y personajes típicos

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de la sociedad de la época. Inicialmente intercalados en obras de teatro, de poesía o en novelas,
luego se hicieron independientes llegando a ser un género literario diferente.
Tradicionalmente en estas obras los escritores se limitan a observar la realidad de manera
fotográfica y pictórica, sin analizarla o interpretarla, pero otras obras costumbristas se caracterizan
por una marcada intención de crítica social como en Larra.
Uno de los primeros textos costumbristas del siglo XIX que intentó describir la realidad social y
cultural de España es Cartas de España donde José Blanco White escribe en inglés con un
propósito es crítico y moral.
Mariano José de Larra: en el artículo se reveló como el gran renovador de la prosa española del
siglo XIX, con textos breves que muestran su lúcida conciencia de los males del país. De los
costumbristas franceses tomó la actitud de cronista comprometido y su trato con otras clases.
Madrid es un espejo de la vida española y será el centro de su costumbrismo urbano.
Él poseía excepcionales dotes para la sátira y su actitud de moralista ácido e irónico se manifiesta
ya en su primera publicación El duende satírico del día (1828). Muy joven empieza a esconderse
detrás de personajes y pseudónimos como “Fígaro” con el que más se le conocería.
En sus textos es constante la imbricación de hechos históricos y vivencias personales.
Son muchos los artículos donde Larra hace agudas reflexiones lingüísticas sobre frases coloquiales
del castellano.
Contemplados en su conjunto, los artículos de Larra muestran una evolución hacia un pesimismo
más consciente de la gravedad de los conflictos sociales.
En la prosa del período predominó el “costumbrismo nostálgico”, que nace de la necesidad de
pintar los modos de vida y tipos humanos, en vía de extinción por la llegada del progreso industrial.

Bécquer prosista
Bécquer fue muy conocido también por sus 22 Leyendas en prosa.
Las Leyendas de Bécquer que nunca fueron presentadas como conjunto definido son de muy
desigual calidad y participan de géneros muy distintos. El mérito de las leyendas no está tanto en
la originalidad de sus argumentos como en el estilo de sus descripciones. Lleva gradualmente el
interés del lector de lo real a lo fantástico.
La obra que mejor descubre su calidad y versatilidad como prosista son las 9 cartas que empezó
a publicar en 1864 de forma anónima en el periódico El Contemporáneo con el título Desde mi
celda, que muestran un Bécquer genuinamente romántico.

5. GALDOS Y CLARÍN EN EL AUGE DE LA NOVELA REALISTA


Las vertientes que sigue la prosa en la época realista son el periodismo, el folletín, la prosa científica
y la novela. Las características de esta nueva técnica de novelar son:
● Considerar la realidad directa y vivida como objeto estético de primer orden
● Situar los hechos en un espacio lo más cercano posible a la experiencia vital del escritor (novela
regional (Bazán) y la novela urbana (Galdós y Clarín);
● Novelar un presente vivido y conocido
Con la novela, la burguesía se acerca a la literatura que se hace eco de su ideología, la creciente
alfabetización amplía la base de lectores y el encuentro entre la literatura y periodismo favorece la
difusión de la cultura a través de la publicación de capítulos de novelas en los periódicos.
En los periódicos populares se difunde la moda francesa de los folletines: novelas por entregas
que albergó los más diferentes temas y que iba dirigida a muy distintos públicos, solitamente
personas que se quedaban en lo superficial de los argumentos y que disfrutaban con personajes
que eran puros clichés maniqueístas.
De todos los modelos el que más triunfó fue el folletín social, un tipo de novela bastante floja
centrada en el humanitarismo del llamado socialismo utópico. La novedad consistía en hacer
protagonistas a las clases bajas presentadas bajo un paternalismo.
Los principales argumentos se tomaron de la Edad Media con Walter Scott como principal modelo.
En España se dio un curioso proceso de recuperación de los propio tematizado por lecturas
foráneas. Galdós será uno de los primeros autores con clara conciencia de esto cuando afirme “El
naturalismo francés no es más que la picaresca española con menos gracia y más psicología”.

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La novela regionalista y “de tesis”
Cecilia Bohl de Faber comenzó a escribir inspirándose a Balzac en una época en que todavía no
era conocido en España y llegaría a considerarse la mejor representante de la novela costumbrista
en castellano. Ella escribía bajo el pseudónimo de Fernán Caballero, respondía al típico perfil de
escritora romántica y llegó a ser llamada por sus contemporáneos el Walter Scott español.
La novela que la hace famosa es La gaviota que apareció como folletín en 1849, en el periódico El
Heraldo. El tema de la novela es una pueblerina que se casa con un caballero, que descubre su
talento para el canto y la hace triunfar en la ciudad (en plena guerra civil) pero se ve abandonada
cuando pierde la voz.
A ella siguió Clemencia novela en cuya trama influyó el fracaso de su primer matrimonio.
A Fernán Caballero no es la historia en sí lo que le interesa, si no lo que le rodea.
Gertrudis Gómez de Avellaneda es otra escritora que dio su contribución a la novela y llegó a
alcanzar mucho reconocimiento.
Sab está considerada la primera novela antiesclavista, su protagonista es un joven esclavo mulato
enamorado de una dama blanca y se ha convertido en un hito de la literatura hispanoamericana
por describir la realidad social de las colonias desde una latente defensa indianista.
Pedro Antonio de Alarcón fue sin duda el autor más leído: la más costumbrista de sus ficciones
novelescas es El sombrero de tres picos una animada historia del adulterio popular, obra que le
daría proyección internacional gracias a la versión musical compuesta en 1919.
Entre sus novelas más largas hay El escándalo, una novela de tesis religiosa y El niño de la boda.
José María de Pereda Pereda empezó despreciando el campo para acabar siendo uno de los más
convencidos defensores de la vida bucólica de las gentes de la aldea y del habla que las
particularizan. Pereda fue el primero en cultivar un género que Galdós llevaría al límite de sus
posibilidades, la novela de tesis.
Estos autores no se pueden definir realistas, ellos eligieron sólo una parcela de la realidad para
idealizarla o condenarla, prescindiendo de la objetividad que debería caracterizar a esta tendencia.

La independencia de Valera
El autor andaluz Juan Valera y Alcalá Galiano es reconocido hoy como una de las figuras de más
talla intelectual y literaria del siglo XIX español. A su excelente formación cultural se unió su
contacto directo con las más importantes personalidades románticas del momento, así como el
conocimiento de diversos países y gentes debido a su cargo de embajador.
Su primera incursión en la narrativa fue a través del cuento donde predominan elementos
fantásticos y ambientaciones históricas y exóticas.
Su novela cumbre es Pepita Jiménez, publicada por entregas y escrita casi toda en forma epistolar,
que afronta con un análisis psicológico, el conflicto mítico-heroico del seminarista Luis de Vargas.
Con esta obra se abre una gran tendencia de los títulos de novelas con nombres de mujer.

Pérez Galdós y sus proezas


Benito Pérez Galdós, menor de los nueve hijos de una familia canaria de cierto abolengo y de
posición acomodada. Recibió una educación religiosa bastante rígida y mostró en su niñez y
adolescencia un talante reservado, inclinado hacia las artes.
Galdós fue el principal líder de la generación de escritores marcados por la Revolución de 1868
(generación del 68) y encontró en la novela el medio para canalizar su búsqueda de nuevos valores
y su crítica a los problemas religiosos existentes. Su talante independiente le llevó a tomar parte
muy activa en todas las polémicas literarias y políticas de su tiempo.
Galdós se preocupó muy tempranamente por cómo debía ser la novela y su función social; para él
una de las causas de la mediocridad de la novela era que la mayoría de escritores españoles, no
sabían observar de cerca la realidad que les rodeaba.
La fontana de oro de 1870 llevó un cambio definitivo en la literatura española. Ambientada en
Madrid, en el contexto de las luchas entre absolutistas y liberales, ha sido considerada como una
novela de agitación política y sentimental.

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Escribió también algunas novelas de tesis:
Doña perfecta: asoma todo su pensamiento radical, tanto en lo que se refiere a la defensa del
progreso frente a la tradición como en su ataque al fanatismo y a organización caciquil.
La influencia ideológica más importante para entender al Galdós de esta época es sin duda el
alemán Karl Krause, que descubrió a través de su amigo Francisco Giner de los Ríos. El Krausismo,
se basaba en la idea de que el progreso no cabía sin un cambio profundo en la educación individual.
Entre los novelistas que más marcaron el aprendizaje narrativo de Galdós destacan Balzac y
Dickens del que fue traductor; pero es Cervantes su primer modelo, su gran influencia se ve en la
forma de estructurar las novelas y de concebir a los personajes hasta la propia forma de narrar,
comparten también la sencillez del párrafo, el perspectivismo, la fe en la justicia superior y el interés
por el problema del conocimiento de la realidad.
Galdós va aún más allá aproximándose a los registros de la lengua oral. En su estilo domina la
reflexión moral y cierta tendencia a los sentimientos que se equilibra siempre con el humor.
La gran constante en la obra narrativa de Galdós es su preocupación por un nuevo modo de narrar
la historia de España. Lo demostró en la prolongada y constante escritura de sus Episodios
Nacionales publicados durante casi 40 años; se trata de toda la historia novelada de España
durante el siglo 19. La modernidad de la obra se muestra en como Galdós se aparta radicalmente
del tipo de novela histórica romántica, aquí hay un claro afán de verosimilitud y objetividad; él se
sirvió de testimonios orales y de muchos papeles de archivo. Los Episodios Nacionales dan mejor
cuenta de su trayectoria hacia el desengaño y el escepticismo; fue poco a poco perdiendo el
optimismo inicial adoptando una visión más amarga de una España dividida en dos bandos.

La novela naturalista en España


Con la desheredada (1881) se aproximó por primera vez la situación de la mujer desamparada
socialmente y al problema de la educación y se acerca a la escuela naturalista francesa.
Muy pocos fueron los novelistas que practican el naturalismo puro al modo de los franceses.
Emilia Pardo Bazán fue una escritora gallega que participó activamente en el debate sobre el
naturalismo en España al publicar una serie de artículos bajo el titulo La cuestión palpitante. En la
obra señalaba una serie de defectos como el utilitarismo, el condicionamiento sólo físico de los
personajes, la creencia de que la psicología del individuo está ligada al ambiente y la
impersonalidad del narrador.
En 1887 Galdós acabó de publicar su novela Fortunata y Jacinta. La novela había sido escrita en
los dos años anteriores y publicada por entregas. Trata de una chica pobre que se enamora del
aristócrata donjuanesco que la convierte en su amante durante años - incluso tras casarse con una
prima suya de su misma posición social – y con la que llega a tener un hijo nunca reconocido.
Considerada la obra maestra del novelista canario, es demonstración de su conocimiento
inigualable de todas las costumbres sociales y de los diversos registros lingüístico de la capital.
En la novela hay un protagonismo de la ciudad, con una multitud de personajes que representan
las distintas clases sociales.
Galdós plantea un triángulo amoroso diferente de las novelas anteriores: un hombre entre dos
mujeres de tipologías físicas y psicológicas contrarias, a partir de ahí formará otros triángulos
cambiantes a medida que avance la novela. Fortunata una vez casada se convierte en la primera
protagonista adultera analfabeta y de clase baja.
Los personajes:
- Jacinta (la rubia esposa) representa la sumisión a los valores conservadores y la distinción elitista
- Fortunata (la amante morena) simboliza la pasión y el impulso instintivo propio del pueblo bajo.
A diferencia de Clarín, Galdós siente mucha simpatía por ella que irá ganando protagonismo a
medida que avance la obra
- Juanito Santa Cruz un donjuán antihéroe
Tristana es una de las novelas donde más predomina el diálogo y la fórmula epistolar; la
protagonista es el personaje femenino más quijotesco y moderno de Galdós. La novela trata de
una sensible y fantasiosa joven que resulta deshonrada por su donjuanesco protector, ya maduro.
La protagonista conserva sus ideales de vida libre, pero se ve abocada a un final amargo a causa
de la pérdida de una pierna y llevada a aceptar un matrimonio de conveniencia que no quería.

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La narrativa de Clarín, síntesis de su siglo
Leopoldo Alas conocido como Clarín fue una de las personalidades más brillantes de su siglo.
Escribió 2 novelas largas, La Regenta (1885) y Su único hijo (1890), 3 novelas cortas y 5 colecciones
de cuentos de diversa extensión.
Su ideología, como la de Galdós, está marcada por el Krausismo.
La faceta de crítico literario le hizo ser muy conocido, sus juicios de afilada ironía, siempre
levantaron polémicas. Su modernidad reside en su reflexión sobre la tarea del escritor en vínculo
inseparable con la vida que le ha tocado vivir.
Él tomó como modelo esencial el tipo de novela naturalista que propugnaba la atenta observación
para ofrecer un reflejo de la realidad de modo objetivo.
Clarín sondeó los ánimos de sus protagonistas mediante el monólogo interior y el perspectivismo
(aprendido de Cervantes), narrando de manera omnisciente emociones y sentimientos, y lo hizo
sobre todo mediante el empleo sistemático del estilo indirecto libre.
La Regenta fue publicada en 1885. Es una de las novelas más duras que escritas en su época,
puesto que hace un análisis devastador de todo el sistema. Clarín ataca frontalmente la España
caciquil, monárquica y clerical de la época de la Restauración.
Las novelas de Clarín tienen varios puntos en común: todas tienen un narrador omnisciente que
aborda el adulterio intentando situarse desde la perspectiva femenina; todas abordan críticamente
la cuestión de la educación de la mujer, todas podrían llevar el subtítulo de ‘moeurs de province’
porque serían un retrato de las mezquinas costumbres provincianas que terminan provocando
aburrimiento y ansias de evasión en las mujeres.
Mientras otros autores se inspiran en mujeres reales, Clarín parece trasladar rasgos de su propia
personalidad a la de sus respectivas heroínas inventadas.
La ciudad de Vetusta (Oviedo) se describe detalladamente en las primeras páginas porque quiere
que todo el espacio urbano sea revelador del vivir aletargado de sus gentes. La ciudad es soterrado
campo de batalla de dos poderes sociales: la Iglesia y los dirigentes aristócratas.
Durante la primera mitad de la novela Clarín retrata una gran cantidad de personajes secundarios
de los que resalta su convencionalismo, sus prejuicios de tipo y su vulgaridad. En medio de todos
brilla la atractiva figura de Ana Ozores, ‘la Regenta’ una bella mujer presentada como el único
espíritu puro, como una fortaleza inexpugnable que pretenden conquistar por distintas vías un
experto seductor, Álvaro Mesía y un cura con cargo de magistral, Fermín de Pas, que ejercerá el
papel de su confesor y padre espiritual. El triángulo amoroso que plantea Clarín se encaja de forma
original en un cuadrilátero, en el que el marido, un hombre mayor apenas cuenta. La auténtica
rivalidad se produce, entre un caballero donjuanesco y un clérigo. Una vez que es Álvaro Mesía
quien logra el triunfo y se hace público el adulterio, el marido decide vengar la ofensa retando un
duelo al ofensor, que acaba matándolo y huyendo de Vetusta, mientras Ana sufre en soledad.
Clarín revela la inautenticidad de todo aquello que ahoga la verdadera natura, considerando que el
celibato del clero es el máximo ejemplo de represión y manipulación de los instintos sexuales.
En la novela Su único hijo en el protagonista pueden reconocerse muchos rasgos de la
personalidad de Clarín y de su romanticismo inicial. Es una novela que se burla del Romanticismo
desde dentro haciendo ver el fracaso del ideal del amor espiritualizado como forma de mentira
vital. Lo que tiene en común con Galdós es el interés por adaptar las técnicas teatrales a la novela,
por representar dramáticamente la situación, dejando hablar directamente a los personajes para
que ellos mismos mostraran su interioridad e incluso su subconsciente. Se trataba de un nuevo
método de trabajo, que se nutría del mundo interior del autor y que buscaba mostrar el de sus
personajes, haciendo que cobrará mayor importancia la evocación.
Lo excepcional en Clarín es que tal interés por la recuperación del pasado que suele ser signo de
vejez, en él pareció llegar anticipadamente debido a varios acontecimientos biográficos. Un fino
sentido poético preside muchas de las narraciones breves de Clarín.
El mejor ejemplo de lo que entendía Clarín por ‘novela poética’ es Doña Berta (1892) que puede ser
leída, como una espléndida renovación del concepto de novela ejemplar que tuvo Cervantes; se
trata de una elegante prosa llena de poderosas imágenes y Clarín se identifica con una
personalidad femenina especialmente sensible que será víctima de sus lecturas.

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Cuarta Parte - Siglo XX
1. LA “EDAD DE PLATA” Y SUS GENERACIONES LITERARIAS (1902-1939)
Con el inicio del siglo XX se abre una nueva época de esplendor para la literatura española, que se
extiende durante más de 4 décadas y que se define “Edad de Plata”. Una época que, aunque
fuertemente marcada por La Primera Guerra Mundial, fue rica en lo ideológico como en lo estético.

La discutida “Generación del 98” y el “Novecentismo”


En primer lugar, estaban los jóvenes que vivieron el desastre de las guerras coloniales de 1898 que
se sentían defraudados por las expectativas incumplidas de la revolución del 68.
Entre ellos hubo: Unamuno, Pío Baroja, Maeztu, Ruiz (Azorín), Ibáñez, Machado y Valle-Inclán.
Azorín tenía la idea de que esta nueva generación tenía conciencia de seguir el camino abierto por
las propuestas regeneracionistas y krausistas.
En un artículo titulado España ignorante y envilecida Blasco Ibáñez ofrece la idea de que el orgullo
español injustificado, la ignorancia y la falta de visión ante la insurrección cubana han provocado
una guerra que se podía evitar. Esta opinión fue compartida por muchos intelectuales del momento
como Unamuno, Maeztu y Baroja que hablan del tema en varios de sus primeros escritos.
Baroja fue el novelista más influyente de esta promoción de escritores, él creía en la existencia de
esa generación porque no veía en ella ningún sustrato ideológico común.

José Ortega y Gasset junto a sus discípulos se encargó de perpetuar el concepto de la teoría de
las generaciones de Dilthey y Petersen, para distinguir su propia generación novecentista.
El término venía directamente del proyecto político para Cataluña adaptado al espíritu de
transformación que imponía el nuevo siglo, se trataba de una juventud que prefería identificarse
con el nacimiento del nuevo siglo y que se guiaba por muy distintas preocupaciones e ideales de
sus inmediatos predecesores.
Ortega presentó en un teatro de Madrid los objetivos de su generación:
▪ el intento de huir del pesimismo de “los del 98” (visión más deportiva y lúdica de la vida)
▪ la defensa del acceso al poder por parte de las élites juveniles
▪ la reivindicación de la sensibilidad artística como otra forma más poderosa de inteligencia
▪ el impulso de una literatura que hiciera al hombre más sensible con el mundo que lo rodeaba
Ortega se convirtió pronto en el oponente dialéctico de Unamuno y pasó así a liderar no sólo a su
propia promoción (del 1914) sino a la de los inmediatamente más jóvenes de la generación del 27.
Muchos temas de Ortega unieron profundamente muchos intelectuales:
1) Su plena conciencia de la misión social del intelectual. Ejercer el pensamiento en libertad y
reflexionar para orientar y conducir a las masas.
2) Interés compartido por la educación una de las principales preocupaciones del inicio del siglo
3) Gran agudeza como lectores tanto de la literatura clásica española como de la más coetánea
4) Vuelta al tema de la revisión de la Historia de España
El el movimiento modernista fue, en principio, el equivalente hispanoamericano del parnasianismo
y simbolismo francés, y tuvo como gran líder Rubén Darío.
Hoy está suficientemente probado que los escritores de aquel período no formaron en filas
contrarias, sino que en su mayoría dieron muestras de mezclar posturas contradictorias.

La nueva prosa ensayística


Un nuevo tipo de ensayo surge a comienzos del siglo XX: el ‘subjetivismo impresionista’, es decir
la tendencia del escritor a adoptar un estilo muy libre para la exposición de sus impresiones, ligadas
con frecuencia a sus propias vivencias e intuiciones personales. Es un estilo con mucha más
reflexión personal que citas, y despreocupado en general del afán cultista y erudito, resultando
obras destinadas a comunicar claramente.
Antonio Machado en su Juan de Mairena, que apareció como libro en 1936 logra ser uno de los
más firmes defensores de una nueva prosa de ideas, que rompía con el formalismo arcaizante.
El poeta sevillano reivindicaba allí sobre todo la naturalidad del habla y el tono relajado e irónico.

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Miguel de Unamuno está considerado el ensayista del 98 por antonomasia, cuya aportación a la
literatura fue mucho más ideológica que estética, como corresponde a un filósofo existencialista.
En sus ensayos trataba el tema de la razón respecto a la fe y de la angustia vital: Del sentimiento
trágico de la vida (1912) y La agonía del cristianismo (1925).
Asimismo, trataba de materia sociopolítica, lingüística y de viajes con títulos como Por tierras de
Portugal y España (1911), donde no solo revela una gran sensibilidad ante el paisaje, sino un intento
de comprensión de lo ibérico que trascendía fronteras. De hecho, Unamuno supo profundizar en la
cultura portuguesa como no lo había hecho ninguno de sus contemporáneos.
Entre las cualidades de su escritura, destaca la particular facilidad para inventar símiles didácticos
y líricos, que aparecen de continuo en su más famoso ensayo, En torno al casticismo, considerado
el manifiesto del ‘noventayochismo’, una alegoría marina sirve allí para fundamentar su concepto
de ‘intrahistoria’. De hecho, la concepción de Unamuno de la historia está basada en la convicción
de que los cambios históricos son siempre superficiales e inestables, mientras que es la vida
cotidiana y callada de los pueblos lo que verdaderamente informa de su permanente esencia.
Así, Unamuno llega a identificar esa supuesta “casta española” con Castilla, entendiendo que ella
fue el germen de la formación de la nación española, de hecho, el gran tema noventayochista es el
paisaje castellano como impulsor de la reflexión histórica.
Por eso, es en Castilla y en la literatura castellana de los Siglos de Oro donde deben buscarse las
claves del origen de la esencia española. A partir de entonces, Castilla se convirtió en el motivo
literario hegemónico de muchos géneros.
Pero Unamuno concedió responsabilidades políticas al paisaje castellano y lo hizo culpable de la
insociabilidad, que consideraba uno de los rasgos más acusados del carácter español.
Por ejemplo, bajo el título Castilla aparecieron en Madrid 14 breves textos que José Martínez Ruiz,
“Azorín”, reunió a modo de un mosaico de impresiones y evocaciones noveladas sobre tierras y
ciudades castellanas; en la Castilla de Azorín se percibe sobre todo una peculiar mezcla de
nostalgia y condena que no fue exclusiva del autor.
Todo esto, pone de manifiesto la gran contradicción del discurso noventayochista: ver en Castilla
el estancamiento de la historia y, al mismo tiempo, elogiar también esa España que aún recuerda
el siglo XVI y la Edad Media, se trata de una contradicción entre progresismo y el deseo de volver
los ojos hacia esa Castilla en la que parecía haberse parado el tiempo.
No es casual que el retorno a la tierra fue un fenómeno finisecular en toda Europa en cuanto
reacción contra la civilización industrial.
La lámpara maravillosa de Ramón del Valle Inclán fue la obra más original y lírica de la época. Se
trata de un texto fundamental para entender su filosofía creadora y su estética modernista. Según
confiesa el propio autor, todo empieza de su voluntad de describir el proceso por el que se convirtió
en un poeta contemplativo. De hecho, Valle Inclán subtitula el libro como “Ejercicios espirituales”,
porque aspira a ser una iniciación a la disciplina necesaria para llegar a captar la belleza, o sea la
contemplación (la lámpara) que ilumina la realidad que escapa a la razón y a la que sólo se llega a
través de los sentidos. Valle-Inclán desprecia el historicismo en favor de la belleza.

El Modernismo en la poesía de principios de siglo


Entre las influencias decisivas de la poesía española a principios del siglo XX destaca la del poeta
simbolista francés Paul Verlaine con su ideal de l’art pour l’art.
Desde 1899 se empezó a generalizar en España la utilización despectiva del calificativo modernista,
del que Rubén Darío fue el líder para referirse a un tipo de poeta extravagante y amanerado que su
comportamiento evasivo insolente sólo era merecedor de desprecio.
A Manuel Machado fue uno de los más reconocidos poetas modernistas. Existió una auténtica
necesidad de acordarse en un esteticismo que protegiera de los valores proclamados por el
positivismo racionalista, que daba la espalda a la burguesía que los representaba.
Los modernistas hablaron de una revolución en el verso hacia la valoración suprema de la
sensibilidad personal para crear ilusiones de belleza y además, adoptaron una actitud cosmopolita
que suscitaba también desconfianzas porque parecía atentar contra los valores nacionales.

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En principio no era una escuela sino la ruptura con todas ellas, quería hacer un cambio en los
valores estéticos y desde ahí llegar a ser una nueva escala de valores sociales y éticos.
Florilegio de rimas modernas, fue la primera antología del modernismo hispánico integrada por 47
poetas españoles y 20 latinoamericanos. Su preparador fue Emilio Carrere que presentaba una
brillante juventud y una lírica aristocrática frente a la rutinaria poesía académica.
Siguiendo el malditismo de los poetas franceses los poetas españoles manifestaron también una
profunda preocupación metafísica de carácter agónico.
Rubén Darío en 1900 se instala en París, ciudad “centro neurálgico” de la nueva tendencia, junto
con otros poetas y pintores españoles que tomaron como modelo vital la bohemia parisina.
La principal novedad del modernismo fue la valoración de la propia materialidad del lenguaje
poético, es decir, se dio prioridad propiedad a las prioridades físicas, a los sonidos y los efectos
rítmicos y creían que los significantes significaban más allá de su sentido conceptual pues buscaron
de otra manera la emoción lírica ya no por vía espiritualista o sentimental, sino por los sentidos.
Eso hizo que se seleccionara el vocabulario no tanto por su precisión como por su brillantez y poder
de sugerencia, dando vía libre al uso de un léxico insólito y a la admisión de neologismos y
arcaísmos con una curiosa preferencia por las palabras esdrújulas en la creación de metáforas.
La actitud ante la rima fue desigual entre unos y otros autores, pero quienes optaron por ella se
decantaron claramente por las rimas también extrañas e inusitadas.

Los nuevos modelos líricos: Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado


Juan Ramón Jiménez conjuga todas estas características de la nueva expresión poética, que a
consagró su vida a la búsqueda de la belleza a través de la poesía. Fue el propio Rubén Darío el
primero en valorar su libro Arias tristes (1903) poemario de inspiración musical.
De su fama en vida da cuenta el hecho de que en su viaje por Argentina en 1948 llegara a tener tal
recibimiento que provocó incluso conflictos de órdenes público, la propaganda que supo hacer de
sí mismo y el magisterio que logró ejercer entre los poetas de la Generación del 27 fueron factores
determinantes para que Juan Ramón Jiménez obtuviera el Premio Nobel en 1956.
El poeta ha inaugurado la defensa de la poesía pura, es decir una poesía de gran concentración
intelectual, ahistórica y destemporalizada, que busca lo esencial de las cosas y que aspira expresar
las inefabilidades supremas que nos rodean, como querían los románticos.
Fue cofundador de la revista Helios, la más importante del modelismo español.
Sus primeras lecturas fueron netamente románticas, sobre todo Bécquer a quien consideraba el
auténtico iniciador de la poesía moderna en lengua española. De él heredó la consideración de la
melancolía como el estado de más elevada espiritualidad.
El libro con el que más se identificó fue el Diario de un poeta recién casado escrito durante su
primer viaje a Estados Unidos para casarse en Nueva York, que le dio grandes emociones.
En 1917 apareció Platero y yo su más famoso libro de prosa poética en el que describe, en capítulos
cortos, su relación con un borriquillo que es emblema de la ternura y le acompaña en medio del
paisaje y las gentes de Moguer, su pueblo natal.
Juan Ramón hace de la palabra “alma” la más repetida de toda su obra y la convierte en un centro
sobre el que todo gravita ya que para él la realidad exterior es una ilusión y las cosas solo existen
al ser contempladas y sentidas por la conciencia del poeta.
Su perfeccionismo le llevó a una incesante corrección de sus escritos, de manera que son muy
abundantes las variaciones sobre un mismo tema o motivo. Privilegió el verso libre que según él le
dictaba la contemplación del mar.
El libro Piedra y cielo (1919) concentra ya su poética. Una de las claves fundamentales para
entender a Juan Ramón es su obsesión con la idea de permanencia y de trascendencia. La
preocupación por su propia muerte y por lo que hay tras ella se manifiesta en su gusto por los
epitafios y en su insistencia en la fugacidad, pero se combina siempre con el placer íntimo de la
inmortalidad de su obra poética.
Juan Ramón no reflejó nunca en su obra inquietudes políticas ni una sentida conciencia social, su
proyecto de poesía auténtica era para él sinónimo de perfección formal y expresión de nobles
pensamientos lo que pensaba incompatible con la poesía socialmente comprometida.

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Antonio Machado confirma que la renovación de la lírica española en el primer tercio del siglo XX
fue obra de poetas andaluces. La personalidad y la obra de Machado son una clara antítesis de las
de Juan Ramón porque para él la poesía sí fue ante todo un acto comunicativo. Su talante sincero
y su integridad moral contribuyeron a hacer que la humanidad de su poesía se convirtiera en un
modelo duradero en la lírica del siglo XX.
Su obra ofrece diferentes posibilidades de aproximación, Machado pasó de ser poeta maldito
durante el franquismo a emblema de la juventud progresista durante la transición democrática.
Su proximidad a la cultura francesa favoreció una admiración inicial por los poetas simbolistas y
esto se ve en su libro Soledades, galerías y otros poemas; aunque se distancie del movimiento
modernista en el prefacio que le puso en la edición de 1917. La raíz romántica era su genuino
talante que se traduce en una poesía intimista de gran capacidad introspectiva, especialmente
sensible a la influencia de la climatología y el paso de las horas y de los meses sobre los estados
anímicos. Los poemas de “Soledades” pretenden ser recorridos por las galerías interiores del Ser.
Otros temas poéticos fundamentales suyos son:
- la soledad agudizada ante el paisaje
- la nostalgia provocada por la ausencia o la pérdida del amor
- el hastío de la cotidianidad
Con Campos de castillas alcanzó gran éxito en junio de 1912, con ellos se completaba el itinerario
biográfico y que contribuye a su sensación de unidad. En aquellos versos se ve su idea muy
concreta, la decadencia que la tierra y las gentes castellanas dejan ver en su apariencia gris y seca;
a idea de lo que fue dorado ayer es ya solo un amarillo moribundo, aunque bello, en el presente.
En 1924 pública Nuevas canciones, libro inspirado en los metros y los tonos de la poesía tradicional.
Esta poesía de carácter epigramático llenó su última etapa revelando además la parte de su
carácter más ingenioso e irónico. Una pasión tardía le inspira una serie de poemas dados a conocer
por primera vez como Canciones a Guiomar el nombre literario que dio al poeta Pilar Valderrama a
quien convertiría en su diosa en una larga correspondencia.
La obra fundamental para conocer la complejidad y la modernidad del pensamiento de Machado
es sin duda Juan de Mairena, que fue apareciendo por entregas en el diario de Madrid y el sol desde
1934. Aborda una infinidad de temas con variados tonos: desde las reflexiones más serias entorno
al tiempo al nacionalismo. De todo ello son las páginas de teoría literaria las que tendrían más, por
un lado, están sus criterios por el teatro y por otro los atrevidos juicios contracorriente con los que
Machado atacó las dos sectas antagónicas que dividían a los poetas modernos.

2. LOS RENOVADORES DE LA NOVELA


En 1902 se publicaron cuatro novelas que abrieron nuevos caminos en la narrativa española:
● Camino de perfección (Baroja)
● La voluntad (Azorín)
● Amor y pedagogía (Unamuno)
● Sonata de otoño (Valle-Inclán)
Estas obras tenían en común el hecho de dejar al margen la situación política concreta y de estar
escritas desde el mundo propio de sus autores, razón por la cual no lograron gran éxito en principio.
Además, rechazaban la simulación de lenguajes y comportamientos humanos típica de la novela
realista ya que la vida está regida por el absurdo y es inútil intentar copiarla.
Por un lado, están los modelos extranjeros (Stendhal, Flaubert, Tolstói); por otra parte, cabe
mencionar el novelista que mejor pudo vivir de su pluma: Armando Palacio Valdés.
Entre sus novelas recordamos:
● Tristán o el pesimismo, sobre una personalidad que debe su fracaso a su pobre visión de la
humanidad.
● La aldea perdida, ambientada en un pequeño pueblo asturiano, para plantear una tesis
inmovilista defensora de valores patriarcales.
También destacan por su realismo o naturalismo las novelas cortas y los cuentos de este periodo,
como muestran las colecciones de cuadernos semanales. La más famosa de ellas fue El Cuento
Semanal, a la que siguieron otras colecciones que tuvieron gran éxito popular. Se trató de una
verdadera revolución editorial y literaria de la que beneficiaron todos los autores del momento.

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Secuelas del naturalismo
El naturalismo seguía plenamente vigente, como demuestran las traducciones de novelistas
extranjeros y las reediciones de las novelas de los naturalistas más famosos.
Algunos autores que destacan son:
▪ Jacinto Octavio Picón: abordó un nuevo planteamiento de las relaciones, denunciando a la
visión tradicional del matrimonio y del adulterio y haciendo una consideración especial de la
mujer dentro de la nueva sociedad, con novelas como Dulce y sabrosa y Juanita Tenorio.
▪ Felipe Trigo: defendió una particular propuesta revolucionaria: la liberación sexual como única
vía de la salvación colectiva. Sus novelas como Las ingenuas, La sed de amar o La bruta tratan
de los tabúes que impedían desarrollar una adolescencia sana en la burguesía provinciano.
También escribió novelas de clara denuncia social, como El médico rural y Jarrapellejos.
Los cambios que se dieron fueron principalmente la exploración de nuevos ambientes degradados
y una mayor importancia a la psicología en la narración. El mejor exponente es Vicente Blasco
Ibáñez: tomó como modelo los principios naturalistas de Zola, pero dirigió su análisis a los distintos
ámbitos vitales de su región natal. Con sus novelas intentó desmitificar la imagen de una Valencia
rural bucólica, desvelando la violencia soterrada en los campesinos.
Él también escribió novelas de tesis, como La catedral y El intruso que intentaban plantear utopías
sociales y tratan temas de gran actualidad, como el conflicto existente entre distintas facciones de
la minería vasca o la agitación entre los campesinos y los grupos que cometían atentados. Ibáñez
traslada a la novela la denuncia del modelo de dominación oligárquica.

Pío Baroja y el nuevo realismo


Pío Baroja es uno de los narradores más prolíficos de la literatura española y se dedicó
exclusivamente a la novela. Su principal mérito reside en su capacidad de crear tal atmósfera que
al lector le resulta difícil salir emocionalmente de ella. Baroja demostró entender la novela ante todo
como género abierto a posibilidades infinitas; es decir, para él las grandes novelas siempre eran
las desordenadas, de argumento disperso, construidas por muchos episodios. Así, sus historias
muestran un cierto halo de irracionalismo y una presencia de fuerzas ciegas que chocan entre ellas.
De hecho, él consideraba la vida del hombre como un simple hecho biológico sin consecuencias,
no dirigido hacia ningún fin preciso. Así se entiende por qué en sus novelas hay gran cantidad de
personajes que aparecen y desaparecen sin dejar rastro: es lo mismo que ocurre en nuestras
propias vidas. Además, sus obras están caracterizadas por el habla fresca de personas normales.
Por fin, siempre hay un personaje central unificador, que en la mayoría de los casos resulta una
proyección de sí mismo, así que en general en ellas domina un tono de introspección intimista.
La primera gran novela de Baroja es Camino de perfección (1902): se cuenta el viaje iniciático por
la geografía española que enmarca la evolución de un personaje antiheroico que huye de todo lo
que perturba su idealización. El narrador se presenta como antiguo compañero del protagonista,
pero en la última parte Baroja juega con un recurso de verosimilitud: el cuaderno manuscrito
encontrado. Ahí empiezan unos capítulos en primera persona, como parte de un diario, pero en las
páginas finales el autor recupera la tercera persona omnisciente. Esta novela también puede ser
entendida como un debate íntimo: de un lado, la pasión unida a una religión personal, de otro el
catolicismo convencional que el autor considera responsables del mal español, Baroja echa la
culpa al clero de crear una mentalidad insana en el pueblo español, a través de la mediatización de
los adolescentes.
El árbol de la ciencia (1911) es una autobiografía de la juventud del autor. Aquí se encuentra el tema
de la ciudad provinciana como símbolo de espacio asfixiante para cualquier espíritu abierto y con
ansias de libertad. El protagonista Hurtado se presenta como un analista incapaz de actuar, con lo
que Baroja plantea uno de los grandes asuntos noventayochistas: la contradicción entre
pensamiento y acción. Están en la novela los rasgos estilísticos definitorios de la prosa barojiana:
▪ La claridad y precisión en la exposición conversacional de las ideas;
▪ La retórica de tono menor, o el párrafo muy breve;
▪ Escasos e imprecisos nexos sintácticos, que le dan a la prosa un ritmo.
Otras obras de Baroja:
● La trilogía nombrada El mar, tres novelas de acción que narran peripecias fantásticas de
arriesgados marinos como descubrimientos de tesoros y peligrosos en alta mar;

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● La trilogía nombrada La lucha por la vida, caracterizada por un tono básicamente amargo;
con ella Baroja empieza a tratar el fenómeno sociológico de la expansión urbana, Madrid
se convierte, en esta trilogía, en el escenario de la acción novelesca:
● Memorias de un hombre de acción: serie de 22 volúmenes que contribuyen a la novela
histórica. En ellos, el protagonista, un conspirador, sirve para relatar acontecimientos
históricos de la primera mitad del siglo XIX. Estas memorias no pretenden dar sentido a los
hechos políticos, sino que son solo una sucesión de aventuras personales.
De todas estas obras, La busca es la más densa e interesante. Antes de nada, es una novela
picaresca en la que hay algunas de las páginas más sublimes de toda la narrativa española. Con
ella, Baroja inaugura el estilo tremendista. No hay varias historias entrecruzadas, sino una sucesión
de cuadros coordinados por el protagonista.

Azorín Y Unamuno Novelistas


La prosa novelesca de José Martínez Ruiz, en arte “Azorín”, es la puesta en práctica de una serie
de fundamentos teóricos, considerados indispensables para hacer una auténtica escritura realista:
▪ La reforma del relato en el que desaparecen el argumento y la intriga
▪ Eliminación de discursos directos impecables en favor de un habla con incoherencias y errores.
Entre sus obras principales recordamos:
● Diario de un enfermo (1900): trayectoria de decepción de un hombre víctima de la rutina que
llega al suicidio
● La voluntad (1902): el protagonista don Antonio Azorín traslada el mismo conflicto a un
pueblo deprimido
● Antonio Azorín (1903) y Las confesiones de un pequeño filósofo (1904), libros de memorias
enteramente subjetivistas.
Miguel de Unamuno: su primera novela Paz en la guerra (1897) todavía seguía convenciones del
siglo anterior, pero, unos años después, publicó unos textos que le hicieron ser considerado el
padre de la novela filosófica española moderna. Su segunda novela Amor y pedagogía (1902) trata
del enfrentamiento entre la razón con las tendencias de la ‘natura’ humana y en la segunda edición
escribió una declaración de intenciones sobre el género, o sea, la posibilidad de tratar cuestiones
muy serias con una comicidad desconcertante, que él nombró ‘nivolas’.
Su ‘nivola’ Niebla (1914) es la obra que mejor explica la gran preocupación psicológica: el problema
de forjarse libremente una identidad y ser responsable del propio destino. El protagonista Augusto
Pérez es emblema de la idea de que toda la humanidad puede no ser más que un sueño de Dios.
La novela está marcada por el monólogo que combina continuamente reflexiones y sensaciones,
en las que el autor se diluye en la voz del personaje. El protagonista, al final, necesita pedirle
consejo a su propio autor el cual, al final del diálogo, decide matar a su personaje.
El interés por el ente de ficción obligado a rebelarse contra su autor está también detrás de su
siguiente obra, Abel Sánchez (1917). Esta es la historia de un hombre torturado por la envidia,
protagonista de una pasión trágica como la del Caín bíblico enfrentado a su hermano Abel.
Su ‘nivola’ La tía Tula (1921) está caracterizada por un argumento más realista: la frustrada relación
amorosa entra en viudo y su cuñada. Unamuno trata el tema de la incomprensión de la naturaleza
humana, señalando como culpable a la rígida moral católica cuyos prejuicios recelan el natural
impulso sexual y lo condenan fuera del matrimonio, reduciendo las posibilidades de vida plena.
La importancia de la filosofía del amor es evidente también en sus últimas novelas, Cómo se hace
una novela y Tres novelas ejemplares y un prólogo que siguen siendo caracterizadas por la idea de
que la existencia humana es una novela que escribe su propio protagonista.
Todo esto alcanza su máximo exponente en San Manuel bueno, mártir (1930), historia de un párroco
que no cree en Dios. Esta es la novela que mejor representa el afán trascendentalista de Unamuno,
tendente siempre al símbolo: una aldea inventada, Valverde de Lucerna, se presenta como
emblema de un sueño colectivo que nadie se atreve a romper (fe necesaria para la supervivencia).
La historia está contada por una mujer, Ángela Carballino, única ocasión en que Unamuno toma
una voz femenina para hacer hablar a su alter ego. La intención general de la novela es preguntarse
qué es en realidad creer, y entonces no se trata solo de una novela sobre la creencia religiosa, sino
también sobre el derecho al escepticismo.

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Valle, gallego universal
La modernidad de la forma de la novela española aparece con Ramón del Valle-Inclán. Su
producción novelística es menor en cantidad, pero es la más variada. Valle-Inclán se inició como
narrador con una prosa modernista.
Entre los relatos de esa primera época, los más interesantes son las cuatro Sonatas (1902-1905)
cuyos títulos corresponden con cada una de las cuatro estaciones. La obra está caracterizada por
el tono evocador de las descripciones paisajísticas, marcadas por el léxico exuberante y refinado,
testimonio de la voluntad de escapar de la realidad presente y de ampararse en un mundo
maravilloso presidido por la belleza artística. Las sonatas demuestran que el Modernismo fue la
forma que adoptó el romanticismo en el cambio de siglo; de hecho, son netamente románticos los
temas de la religión, del erotismo y de la muerte, y el personaje central un don Juan que se
complace diabólicamente en el mal. El fondo histórico de las narraciones son las Guerras Carlistas,
que se conciben como las memorias del personaje principal. Detrás de la aversión por la vida vulgar
hay un rechazo de los valores convencionales, sobre todo el materialismo, la hipocresía y la
mediocridad de la clase media. Es evidente que Valle defiende valores arcaicos.
La ideología de enfrentamiento al mundo burgués se hace especialmente clara en la trilogía
denominada La guerra carlista (1908-1909), compuesta por los títulos. El segundo volumen es
considerado la mejor novela de todo el ciclo, ya que marca un cambio en la mirada del autor que
decide meterse en la piel del pueblo llano y sumergirse en su realidad, adoptando un estilo que
será bautizado “tremendismo”.
En Gerifaltes de antaño, Valle utiliza su más cruel sarcasmo contra la vacuidad de los dirigentes
(militares y aristócratas), que presenta como farsantes y culpa de la decadencia del mundo señorial.
Una de las grandes novelas de la última etapa de Valle es Tirano Banderas (1921). Se cambia
radicalmente de escenario y se sitúa en México. Santos Banderas es un dictador que lucha contra
la revolución popular, intentando devolver la propiedad de la tierra a los antiguos oriundos. Es
definido siempre resaltando su falta de inteligencia y su intolerancia, reduciéndolo a una caricatura.
El protagonismo del indio Zacarías y su mujer se debe a que el autor quiere dar voz a los sometidos,
a quienes concede además el derecho de ejecutar venganza. Es inevitable la asociación del tirano
mexicano con el dictador español Miguel Primo de Rivera, aunque Valle supo convertirlo en un
personaje universal, un prototipo de dictador latinoamericano que podía surgir en cualquier parte.
Sus últimas novelas, La corte de los milagros (1927) y Viva mi dueño (1928) cuentan parcelas de la
historia de España desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la guerra de Cuba. En este caso,
Valle prefiere tomar el modelo de novela protagonizada por una colectividad. Estas novelas
suponen una gran renovación por la ficcionalización de la historia y la mezcla de personajes
políticos reales con otros inventados, en lo que se oye la voz del autor. En estas obras expone las
tensiones entre proletarios anarquistas y sus opresores del gobierno. Estas novelas están llenas de
rasgos esperpénticos: todas las situaciones se muestran bajo una perspectiva deformadora en
diálogos y descripciones burlescas o caricaturescas. Valle-Inclán hace un proceso deformador de
lo humano que tiende hacia la animalización y la conversión de los personajes en fantoches.

La originalidad de Pérez de Ayala


Ramón Pérez de Ayala cierra el capítulo de la ‘Generación del 14’. Él fue un pensador y sus
ensayos y sus novelas destacan por la voluntad de experimentación. Su trilogía Novelas
poemáticas de la vida española recrea viejas leyendas literarias, trayéndolas al presente: Prometeo
es la historia de Ulises en el ambiente moderno español, Luz de domingo es una versión actual del
episodio de las hijas del Cid, La caída de los limones es la historia de una estirpe de conquistadores.
Troteras y danzaderas (1913) ambientada en el Madrid de comienzos de siglo está escrita en las
líneas del realismo galdosiano y presenta una acción bastante simple: los amores de un poeta
bohemio de ideología anarquista, con una cantante. Al buscar los contrastes de la sociedad
madrileña, realiza retratos que son copia de personajes reales del mundo artístico del momento.
El narrador es omnisciente y combina la narración y los diálogos populares, alternando cultismos y
vulgarismos. El resultado es la presentación de la vida madrileña como paradigma de un país que
se rompe y se corrompe, pero que nunca pierde su cara de fiesta.

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Belarmino y Apolonio (1921) es su novela más original e interesante ideológicamente, tanto que no
fue bien acogida al principio. Es la historia de dos curiosos zapateros filósofos, por lo que siempre
hay un contraste entre su oficio y su hondura reflexiva.
En Luna de miel, luna de hiel (1923) el tema del amor es central, pero hay una más profunda
preocupación por la psicología y la educación. La trama es simple: una pareja de jóvenes que al
casarse deben afrontar los problemas derivados de su ignorancia erótica. Su segunda parte, Los
trabajos de Urbano y Simona, se concentra en el conflicto en la relación entre amor y sexo.
Tigre Juan y su continuación El curandero de su honra se consideran la culminación de su arte
narrativo y tienen como tema central el honor.
Todas estas novelas demuestran su gran actividad editorial y se difunden multitud de traducciones.

3. EL TEATRO HASTA 1936


El panorama del teatro español a comienzos del siglo era bastante desolador. El problema español
no era la falta de talento, sino que los empresarios teatrales eran poco arriesgados y los censores
amenazaban siempre cualquier posible salida de la ortodoxia. De ahí que los autores de verdadera
altura dramática terminaban siendo eclipsados por aquellos otros que sabían plegarse a las
imposiciones del teatro comercial. Por esto los espectadores españoles, muy conservadores y con
un bajo nivel cultural, aceptaron mal los intentos de reforma.
En 1905 una lista de firmas entre las que figuraban los grandes autores del 98 y los líderes
modernistas promovió un anti homenaje a Echegaray. Todos ellos llevaban algunos años hablando
de la necesidad de una regeneración del teatro español.
Unamuno intentó impulsar la tragedia, escribiendo sus propias versiones de Fedra o de Medea de
Séneca, con el empeño de educar el público hacia el trágico. Pero el público prefería géneros más
alegres, con los que sí habían de acertar los hermanos Machado: de su colaboración salieron
algunas piezas de raíces folklóricas y románticas que fueron muy bien aceptadas por el público,
como: La Lola se va a los puertos (1929) su primer éxito, y La Duquesa de Benamejí (1932).

Las fórmulas heredadas y sus beneficiarios


Los hermanos Quintero disfrutaron de una fama inigualable de comediógrafos. Sus obras, en su
mayoría de carácter cómico, demostraron su concepción del teatro como producto de consumo,
ya que nadie como ellos supo dar al público exactamente lo que quería, especialmente a través de
los modelos del llamado ‘género chico’. Estas piezas breves con partes cantadas y textos de
mediana o baja calidad, pero con vistosas puestas en escena, resultaron tan lucrativas para las
compañías teatrales que llegaron a constituir un auténtico monopolio.
Eran piezas destinadas a perpetuar la imagen optimista de una España satisfecha consigo misma,
y provocaban un sentimiento reconfortante que sirviera de evasión de los problemas nacionales.
Recreaban ambientes pintorescos sobre todo de Andalucía y sin interpretar la vida ni juzgarla.
A principios de los años treinta la comedia de costumbres y el sainete empezaron a dar muestras
evidentes de estar ya desfasados. Pedro Muñoz Seca: fue capaz de revalorizar el género y hasta
rebautizar como ‘astracanada’: breves comedias para la risa fácil con una acción que encadena
equívocos. La comicidad de sus obras dependía de las hablas y acentos de sus personajes y de
sus juegos de palabras. Sus obras más famosas son: Lolita Tenorio y Anacleto se divorcia.
Jacinto Benavente podría haber sido el gran renovador. El tema de su primera obra es la posición
de la mujer casada en el matrimonio de clase media, captando el problema en España,
denunciando las convenciones del honor. La obra levantó encendidas protestas, de ahí que se
viera obligado a suavizar sus afanes críticos en sus obras siguientes. Enseguida, con el apoyo de
algunas compañías teatrales, fue logrando seducir al público burgués y consiguió educarlo para la
recepción de piezas moralizantes, creando en el teatro español un nuevo período de triunfo de la
comedia burguesa. El suyo fue un teatro carente de intriga donde destaca la agilidad del diálogo.
También se especializó en protagonistas femeninas, para lanzar una lección nacional-católica
sobre el matrimonio, pero obtuvo su mayor éxito con el drama rural. Los intereses creados fue su
obra más representada por la aspiración atemporal y universalista de los valores representados. El
benaventismo pasó a simbolizar la veta más conservadora del teatro del siglo XX.

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El teatro histórico modernista
Los objetivos estéticos modernistas se encontraron en el teatro de temática histórica, ya que se
podía lograr huir hacia tiempos más bellos. Los dramaturgos entonces intentaron recuperar el
lirismo perdido y en cuanto a los temas sigue destacando la preferencia por la Edad Media (visto
como refugio contra la progresiva alienamiento de la sociedad industrial moderna) y el siglo XVI.
Francisco Villaespesa fue uno de los autores modernistas más importantes, que escribió sobre
todo obras de ambientación árabe como El alcázar de las perlas, Aben-Humeya y El rey Galaor.
Eduardo Marquina: aprovechó del marco histórico como pretexto para lanzar tesis patrióticas y
hacer propaganda conservadora, con piezas como: Las hijas del Cid, En Flandes se ha puesto el
sol, La alcaldesa de Pastrana, El retablo de Arellano, y Las flores de Aragón.
Cabe remarcar también a Ramón de Valle Inclán que con su Cuento de abril presenta una princesa
provenzal que recibe a un Infante castellano por pretendiente y luego lo despide. Lógicamente la
obra no fue bien recibida, por ser poco patriótica y anticlerical. En su obra La marquesa Rosalinda
se ve la oposición de la vieja cultura castellana a la moderna cultura francesa.
El hecho de que excepcionales como El Conde Alarcos de Jacinto Grau no obtuvieron éxito eran
signos de que el público se había cansado de ese tipo de drama trágico. Así entendemos por qué
fue muy aplaudida La venganza de Don Mendo de Pedro Muñoz Seca, una caricatura de la
tragedia que tenía la pretensión de parodiar los dramas históricos de honor.

Los reinventores de la farsa: Arniches y la ‘tragedia grotesca’


La verdadera renovación teatral vino desde la experimentación con lo híbrido: mezcla de seriedad
y burla ofrecida por la farsa, cuyo objetivo era alcanzar plenitud trágica partiendo de lo cómico.
Carlos Arniches fue el autor más valioso de su época en lo cómico. Lo que lo convirtió en autor
de éxito fueron sus sainetes sobre Madrid en los que supo convertir el habla del pueblo bajo en
lengua literaria. Está claro que Arniches hizo un salto hacia un nuevo género, experimentando con
temas melodramáticos, desviándolos hacia una sátira de aspecto benigno, dedicándose a las
pasiones humanas y a los personajes que sufren. Ese fue el camino que le llevó a crear la ‘tragedia
grotesca’, género que hace reflexionar al público a través de humor.
La señorita de Trevélez: su obra maestra que critica la crueldad con la que la sociedad provinciana
trata la figura de la solterona. Arniches supuso una salida definitiva del realismo.
Otros dos excelentes dramaturgos que experimentaron con los esquemas trágicos fueron:
▪ Jacinto Grau: aunque comprendió muy bien que el sentido de la farsa era desconcertar, no
encontró nunca en España la aceptación de la que gozó en el extranjero.
▪ Max Aub: debe considerarse uno de los grandes innovadores de la escena española a través
de obras como El desconfiado prodigioso, El celoso y su enamorada, y Espejo de avaricia.

Valle-Inclán y la revolución del ‘esperpento’


Valle-Inclán fue uno de los mejores renovadores de la novela y el gran creador de la moderna
dramaturgia en España. Desde el principio, su objetivo era de remover al espectador y de no dejarle
salir del teatro tal y como había entrado. Su revolución se ve en la profunda comprensión de la
épica y la tragedia, que tienen en común la sublimación del heroico y en su inclinación a subvertir
los mitos forjados a través de la historia de la literatura. Eso lo demuestra en su comedia Cara de
plata situada en una Galicia mítica dominada por la brujería. Además de tomar una postura anti
alemana respecto a la gran guerra, Valle empieza a ofrecer una crítica amarga de la sociedad
española, lo farsesco no parte de la sociedad real urbana, sino de la literatura sobre ella. Entre sus
farsas recordamos: Farsa infantil de la cabeza del dragón, Farsa italiana de la enamorada del Rey,
Farsa y licencia de la reina castiza en las que hay un contraste lingüístico continuo.
1920 es el año de su consagración como dramaturgo. Se estrenaron sus farsas y aparecieron las
dos obras dramáticas que revolucionaron el teatro español:
▪ Divinas palabras: en una Galicia primitiva, ambiente de oscurantismo, superstición y miseria, se
desarrolla una acción dramática en torno a un enano que su familia se disputa para explotarlo
para ferias y tabernas. Los hechos se precipitan en crueles escenas que desembocan en la muerte
del Idiota. La obra consolida el estilo tremendista en la literatura española.

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▪ Luces de bohemia: es la primera obra que bautiza como ‘esperpento’, que será un género literario.
Según Valle-Inclán, España era una deformación grotesca de la civilización europea y por ello se
trataba de trasladar a la expresión literaria los efectos del espejo que nos deforma las cosas.
También están deformados los personajes, que según su teoría de las tres posibles perspectivas
podían verse:
● ‘De rodillas’ como Homero, que les hace parecer de estatura sobrehumana
● ‘En pie’, como Shakespeare, que los mira en su dimensión humana de carne y hueso
● ‘Desde el aire’, como la mirada de Quevedo.
Otra inteligente paradoja que sostiene el esperpento es que los héroes trágicos solo pueden ser
creíbles si no adoptan actitudes trágicas. A Valle le interesaba plantear el fracaso de la bohemia
como forma de vida, de ahí que la obra pueda leerse con una especie de canto elegíaco por la
caducidad de la ilusión romántica. Está claro que la hondura de las diferentes propuestas de Valle
solo puede podía ir dirigida a un espectador culto y sin prejuicios. En el Madrid de Luces de
Bohemia, el alcohol ayuda a sobrevivir a los personajes que están rodeados por un continuo juego
de luces y sombras y están caracterizados por un habla fuertemente expresiva, en la que se funde
la jerga callejera con la metáfora más lograda.
Valle aplicó la filosofía esperpéntica al tema del honor en Los cuernos de Don Friolera que trata tres
versiones distintas del adulterio y corresponde a tres géneros distintos. Critica las leyes sociales
que al final presionan al protagonista a matar por error a su propia hija, creyendo matar a su mujer.
Las galas del difunto (1926), Valle quiso parodiar el teatro por horas. Es la historia de una prostituta
que mata de disgusto a su padre al confesarle que está embarazada de un excombatiente
repatriado de Cuba. El tratamiento de lo militar hizo que la trayectoria dramática de Valle se cerrase
con un gran escándalo: su última obra, La hija del capitán (1927), fue censurada inmediatamente
por la ridiculización del ejército que hacía.

Los dramas poéticos de García Lorca


Otra aportación fundamental al teatro de este periodo vino de Federico García Lorca, uno de los
mejores representantes de la Generación del 27. Sus obras participaron por un lado al afán de
experimentar de continuo, y por otro de subir al escenario la poesía auténtica. Su creación está
dominada por una gran coherencia temática, un gran simbolismo lírico y una capacidad expresiva
natural. El Lorca dramaturgo se inició por los caminos de la farsa como vía de renovación de viejos
temas, como el del matrimonio entre el viejo y la niña al que quiso arrancarle dimensión trágica.
Sin embargo, la más perfecta de ellas es La zapatera prodigiosa, con la que quiso conseguir el
espectáculo total, ya que incluía la música, el baile y el uso de un coro para darle ritmo más ágil.
La protagonista representa el mito de la soñadora que no se resigna a enterrar su sueño. En efecto,
nada interesó tanto Lorca como los deseos insatisfechos y la tragedia soterrada que hay en ellos.
Por un lado, Lorca detestaba la sensiblería meliflua de la literatura romántica, pero por otro lado
sus primeras piezas están impregnadas de romanticismo en el argumento y en la estética.
Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores (1935) presenta el tema del amar en la separación
y por encima del desengaño; la obra se sitúa en la Granada provinciana de principios de siglo,
relata la espera de una mujer que vive intensificando la ilusión de las cartas de un novio que en
realidad se ha casado con otra en América. Los temas principales son el poder de la fantasía, la
ilusión para sobrevivir y el peligro de la idealización en la distancia.
Su obra más vanguardista es Así que pasen cinco años (1931), muy ligada a sus vivencias
neoyorquinas y al mundo onírico que fabricó las imágenes surrealistas del poemario Poeta en
Nueva York. Este texto, junto con el de El público, escrito por las mismas fechas se ha denominado
‘criptograma’ por la dificultad que exige interpretarlo. Está claro que en esos años Lorca
comenzaba a tomar una mayor conciencia de la dimensión social que debía alcanzar el teatro.
Un asunto que preocupaba mucho a Lorca era el injusto sometimiento de los autores a un tipo de
público que mostraba escaso respeto por la escena y los autores. Así se explica el proyecto,
respaldado por el gobierno, de La Barraca (1932): una compañía de teatro itinerante compuesta
por estudiantes universitarios que viajaba para llevar por los pueblos repertorios de teatro clásico,
para educar una sensibilidad teatral que se creía perdida en las grandes ciudades.

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Lorca consiguió renovar por vía poética el drama y las tragedias rurales; lo hizo en tres obras que
forman un tríptico dramático de ambientación andaluza: y La casa de Bernarda Alba (1936).
▪ Bodas de sangre (1933): trata de un crimen ocurrido en un pueblo de Almería. Lorca no guarda
mucha fidelidad a los hechos reales e inventó una situación que dio una dimensión universal a
la anécdota rural. El dramatismo arranca del contraste que hay en sus diálogos entre las secas
frases cotidianas y el lirismo que irrumpe por sorpresa en los diálogos. Nadie como Lorca hizo
una reivindicación tan lírica del instinto, palabra clave para entender toda su obra. En la obra
Lorca empieza por revelar el drama del cuerpo, los gritos y las carencias que salen de la carne.
Por fin, destaca el manejo de la canción y del romance popular para crear expectativas trágicas.
▪ Yerma (1934): obtuvo un éxito clamoroso. El título y nombre de la protagonista es simbólico y
quiere presentar el matrimonio y la maternidad como obligaciones y denunciar implícitamente la
educación religiosa como castradoras. Yerma es el drama más transgresor de toda su
dramaturgia: la protagonista es la primera heroína que habla en clave de la frustración sexual.
Pero Yerma no solo es una casada frustrada que está con su marido por inercia; es también
víctima de una catequización del coro de mujeres que la rodean que censuran a las que quieren
escapar del matrimonio con juicios machistas. A Lorca le gustaba hablar de las mujeres porque
las consideraba más humanas más instintivas, y porque su homosexualidad le llevaba a
identificarse plenamente en la sensibilidad femenina. No es casual que la infertilidad sea tema
recurrente también en su poesía. Yerma parece aliarse con las mujeres que no se resignan a
aceptar la tradición impuesta, y con su asesino llega deja noqueado al espectador.
▪ La casa de Bernarda Alba (1936): es su más lograda tragedia. La inspiración le vino de una
realidad cercana, una familia de su propio pueblo. El espacio escénico es asfixiante: una casa
en la que viven solo mujeres en un riguroso luto, gobernadas por el silencio y el encierro que
impone la madre, Bernarda, a sus 5 hijas solteras. Lorca orienta las simpatías del espectador
oponiendo el sufrimiento de las hijas a la inhumanidad de la madre. El conflicto de la obra se
basa en el enfrentamiento entre la autoridad y la libertad, representada en la hija menor, Adela,
que mantiene relaciones secretas con el pretendiente de su hermana mayor. Al final Adela
acabará suicidándose por creer que han matado a su amado. La obra es más que un drama
sobre la sexualidad reprimida, también es una tragedia sobre la envidia y los celos. Muchas han
sido las interpretaciones de la obra, desde la lectura existencialista, hasta la lectura política. En
Bernarda se concentran las características del dictador y en la sombra pintura de esa casa
muchos vieron un premonitorio de la represión de la España franquista.

4. EL GRUPO POÉTICO DEL 27 Y LAS VANGUARDIAS


Las aportaciones poéticas y pictóricas de los creadores españoles a los movimientos vanguardistas
de los años veinte fueron tempranas. Nunca como entonces la pintura y la lírica, en perfecta
correspondencia, fueron tan reveladoras del cambio en la forma de ver la realidad que empezaba
a gestarse. La poesía y la prosa poética reflejaron bastante pronto el afán rupturista del período.
Ramón Gómez de la Serna fue el creador más genial de la primera década del siglo con su
extensísima obra que abarcó múltiples géneros. Fue el primero en difundir entre los españoles las
principales teorías vanguardistas del momento, exactamente de la nueva poética iconoclasta,
inventó la ‘greguería’ (frase ingeniosa que surge de la relación impensada e ilógica entre dos cosas
nunca asociadas antes para ofrecer una visión inédita). Él fue también un brillante ensayista y un
gran renovador de géneros literarios en los que demostró capacidad de experimentación.
Además, es considerado uno de los hitos fundamentales del periodismo español. Hizo también
inteligentes reflexiones sobre la novela, género que cultivó profusamente y con grandes éxitos con
un tipo de prosa híbrida difícil de encasillar. Fundó en 1914 el Café de Pombo frecuentado por una
larga serie de intelectuales y artistas donde tenían lugar tertulias literarias.

Desde septiembre de 1923 España vive bajo la dictadura del General Primo de Rivera. En esos
años empezaron a oírse las voces de una nueva promoción de escritores que compartían unas
mismas aficiones como jazz, automovilismo, aviación, cine y tenían en común una sensibilidad para
la expresión lírica. Se trata de la ‘Generación del 27’, compuesta por: Pedro Salinas, Dámaso
Alonso, Juan José Domenchina, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Rafael
Alberti, Vicente Alexandre, Luis Cernuda, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre.

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1927 fue la fecha de su bautizo como generación literaria porque fue el año en que decidieron
reunirse para hacer un homenaje a Luis de Góngora en el tercer centenario de su muerte. Entre
ellos había una serie de afinidades, como el hecho de que fueran todos universitarios privilegiados
que procedían de familias acomodadas y buena parte de ellos vivía en la Residencia de Estudiantes
de Madrid, lugar de acogida para los mejores representantes de las vanguardias españolas donde
se consolidaron los lazos de amistad que unieron al grupo, propiciando colaboraciones
importantes, como el cortometraje Un perro andaluz.

El culto a la imagen en la nueva poética


El filósofo José Ortega y Gasset fundó en 1923 la Revista de occidente, símbolo del gran cambio
que se estaba operando en España. A través de ella, los jóvenes intelectuales se conectaron con
el pensamiento internacional y empezaron a publicar sus primeros libros. Solo entre 1931 y 1936
se crearon más de 50 revistas literarias; la más famosa de ellas fue Caballo verde para la poesía,
dirigida por Pablo Neruda que empezó a publicarse en Madrid en 1935 con la intención de dar a
conocer a escritores hispanoamericanos y europeos, pero quedó interrumpida al estallar la Guerra
Civil. Estas revistas nos permiten ver los mecanismos innovadores de los jóvenes intelectuales.
A falta de un programa teórico común, aquella nueva promoción de escritores encontraría su canon
estético en un ensayo publicado por Ortega y Gasset, La deshumanización del arte (1925). En ello,
Ortega defendía el distanciamiento que el artista debía poner entre la vida, la realidad y su obra,
que no debía aspirar a imitar la naturaleza; en cambio, proclamaba la autosuficiencia de la obra
artística y su carencia de finalidad ética.
La metáfora fue para ellos un proceso mágico por su poder creativo. Lo realmente nuevo será que
en la sintaxis del poema podían desaparecer los nexos entre las imágenes, produciendo así un
aspecto fragmentario. La influencia del cubismo fue tan definitiva en este modo de creación que se
llegó a hablar de ‘poema cubista’, un poema que presenta una yuxtaposición de imágenes
aparentemente desligadas entre sí.
Los poetas del 27 admiraban de Góngora era el haber inventado una lengua separada de la lengua
común pero nunca llegaron al grado de oscuridad de Góngora. Lo que sí es indiscutible es que
todos aquellos poetas manifestaron el deseo de recuperar la altura que tuvo la lírica española desde
el Renacimiento hasta la primera mitad del siglo XVII.

Neopopularismo y surrealismo: la poesía de Alberti y García Lorca


Rafael Alberti en su obra Marinero en tierra (1924) logró recrear los tonos y ritmos de la antigua
lírica popular. La bahía de Cádiz siempre fue una fuente de inspiración permanente para Alberti, ya
que le servía para rescatar imágenes de nostalgia por el mundo de la niñez. El tema del paraíso
perdido fue muy esencial en su poesía y lo distintivo en él era un marcado tono de nostalgia. Para
Alberti el mar simboliza siempre el reino de la libertad y un pasado luminoso.
Sin embargo, con su poemario Cal y canto (1929) Alberti había empezado también a empaparse de
la poesía hermética de gusto gongorino. Lo más interesante es que en este poemario el autor
demostró su capacidad para renovar formas cultas, como el soneto o el madrigal. En 1920 publicó
Sobre los ángeles, confirmación de que el surrealismo estaba bien consolidado en España. Según
los surrealistas el poema debía ser “una derrota del intelecto” y la surrealidad era el resultado de la
fusión de sueño y realidad. De ahí que la imagen visionaria surgiera de dos realidades distanciadas.
Los ángeles que lo protagonizan están desprovistos de sentido divino, son figuras ambiguas que
sirven para comparar el desorden celeste con la lucha de tensiones íntimas en el poeta. El
surrealismo trajo consigo la destrucción de la forma y de la métrica con abundancia de verso libre.
Federico García Lorca expresaba de manera muy distinta su asimilación del surrealismo: a través
de un poemario de hechura tradicional, Romancero gitano, publicado en 1928 en Revista de
Occidente Lorca intentaba crear una nueva épica con una etnia de cultura autóctona secularmente
marginalizada, idealizándola y dándole una dimensión mítica. Frente a la sociedad civilizada pero
falsa y corrupta, Lorca optaba por el mundo libre y auténtico de mujeres pasionales y gitanos ‘de
ley’ que destacan por su belleza física, su color de piel y su altura moral. Los romances de Lorca
eran una mezcla de arte popular, accesible para las masas y al mismo tiempo aristocrático, en el
sentido de depurado, ya que sus versos octosílabos y sus rimas asonantes destacan por la técnica.

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Del romancero viejo Lorca tomaba algunos rasgos, como: el fragmentarismo, la narración épica
llena de elipsis y la idea de climatología (por la que animaba mágicamente la naturaleza y creaba
enigmáticos presagios a través de la sinestesia) y el ambiente de misterio, que supo enriquecer con
las impresiones oníricas surrealismo, resultando en un brillante imaginario heterogéneo hecho por
la mezcla de lo sensorial y lo concreto. Lorca también consigue hacer un manejo del casi
expresionista tiñendo todo el poema de cromatismo vanguardista.
Otras obras poéticas muy importantes de Lorca son:
● El poema del cante jondo (1921-1924): recupera la misma estilización de Andalucía y
reelabora los motivos tradicionales.
● Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías (1935): ejemplo de la obsesión de Lorca por
el tema de la muerte, era un homenaje al famoso torero, buen amigo del poeta.
● Sonetos del amor oscuro (publicado póstumo en 1984): sonetos de poesía amorosa.
De su viaje a Estados Unidos surgió su inspiración para escribir Poeta en Nueva York, considerado
su mayor aportación al surrealismo. Lo que sorprende es la imaginería expresionista y una
semántica que transmite la corrupción de la gran ciudad, concebida como un símbolo del mundo
moderno. Nueva York no se presenta vista por fuera, sino que es solo un referente externo que
saca lo más íntimo del poeta que se fija en los pobres y en los marginados; ellos son elementos
fundamentales en su visión de la ciudad, que es descrita desde su lado más caótico. Es toda una
imagen universal de la ferocidad del dinero y de su poder devastador. Desafortunadamente Lorca
nunca vio publicado este libro; solo en 1940, una vez acabada la Guerra Civil, aparecieron dos
ediciones gracias a amigos del poeta que le quisieron hacer un homenaje y contribuir a la
propaganda de la causa republicana, que para ellos él representaba.
También es muy significativa al respecto la trayectoria de Emilio Prados, quien abandonó la actitud
contemplativa de su primera poesía en favor de la preocupación social y política. De ellos son
buena muestra títulos como Calendario incompleto del pan y el pescado (1933-1934), La tierra que
no alienta (1934-1936), o Llanto en la sangre (1933-1937), una poesía comprometida en torno a la
guerra. Al comprender por qué se dieron tan drásticos cambios de actitud, es indispensable saber
que el advenimiento de la República en 1931 despertó grandes esperanzas para establecer una
verdadera democracia. Pero tales ilusiones se anularon por los acontecimientos de los años 1932-
1935 que reavivaron viejos odios sociales y que llevaron a algunos escritores a renunciar a sus
ideales, mientras que otros se radicalizaron en sus convicciones socialistas.

Los diversos caminos de la ‘poesía pura’: el magisterio de Salinas y Cernuda


Entre 1920 y 1936 los poetas del grupo del 27 se ocuparon de ‘poesía pura’ es decir depurada de
elementos no poéticos.
Entre los poetas que se ocuparon de poesía pura hay Gerardo Diego: En la primera etapa de su
trayectoria poética adhirió al creacionismo; a este periodo pertenece Manual de espumas (1922-
1924), su poemario más experimental. Esta obra es un ejemplo de la búsqueda de imágenes
inéditas para conformar un mundo propio dentro del texto, a través de una disposición vanguardista
de los versos, carentes de signo de puntuación. Diego debe su fama también a su espléndido
tratamiento del soneto clásico en Alondra de verdad (1941).
Jorge Guillén: fue otro poeta muy importante de la generación, él concentró toda su energía
creadora en un único libro, Cántico, cuyo tema central era la afirmación continua del hecho de
existir y del gozo de vivir. Su lenguaje puede definirse preciso y desprendido de toda retórica.
Vicente Aleixandre: uno de los pocos poetas españoles que recibió el Premio Nobel de la
Literatura. Era un poeta trascendental como los románticos alemanes. Tuvo una primera fase
panteísta, en la que consideraba todas las emociones humanas como reflejo de las fuerzas
cósmicas. Mientras que en Pasión de la tierra (1935) incorpora técnicas surrealistas.
Pedro Salinas muestra una filiación romántica y es el mejor ejemplo de fusión del surrealismo junto
al respecto por yo más íntimo. Su obra La voz a ti debida (1933) está considerada uno de los
mejores poemarios amorosos de todo el siglo XX. La obra no se presenta como episodios
cuidadosamente organizados que trazan el itinerario de una pasión. El beso de la amada suscita
ascensión en el poeta y la mujer es sobre todo búsqueda inagotable.

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Luis Cernuda: escribe implicando enteramente su vida íntima en su obra y por eso en sus poesías
destacan la autenticidad, la espontaneidad y la frescura. Su poesía puede clasificarse como elitista,
ya que está basada en la idea de que el poeta debía crear su propia lengua. Otro rasgo de su
originalidad es su particular manera de fundir el clasicismo con el afán de innovar.
Desde sus primeros libros reveló su obsesión por el paso del tiempo y habla directamente del deseo
como lo más revelador del ser. Con Invocaciones (1934-1935), parece instalarse en una soledad
íntima, una dura melancolía que expresa su desprecio por las vidas vulgares y convencionales.
Por más que en sus primeros tiempos decidiera expresar su condición sexual de forma velada,
acabaría viviéndola valientemente. No es casual que Cernuda se convirtió en el poeta más
influyente en la poesía de los años sesenta y setenta.
Manuel Altolaguirre: su trabajo como editor de otros compañeros frenó el alcance de su propia
obra. En su primer poemario, Las islas invitadas y otros poemas (1926), destaca el poder visionario
con el que el autor logra transmitir misterios a través de palabras sencillas. Sus imágenes emanan
una peculiar sensualidad que recurre con frecuencia a la sinestesia en tiradas de versos blancos
próximos a la lengua hablada. Su principal fuente de inspiración fueron siempre las relaciones
afectivas que marcaron su vida.
Estos poetas han sido considerados como la cumbre absoluta de la poesía lírica española.
Desafortunadamente, al estallar la Guerra Civil en 1936 las cosas no podrían volver a tener unidad:
el grupo se diluyó y el exilio fue la opción urgente de la mayoría de ellos.

5. LA LITERATURA EN TORNO A DOS GUERRAS


La República en España, instaurada después de las elecciones de 1936, duró solo cinco meses.
En julio de ese mismo año, el general Franco inició un levantamiento militar que contó con el apoyo
de los grandes dictadores del momento y con la firme oposición de los intelectuales.
La historia de la literatura española a partir de 1939 se divide en dos grupos: los autores que se
quedan en territorio nacional y todos los disidentes del régimen. Evidentemente, hacerse oír y leer
en España era impensable por la fuerte censura de la dictadura franquista.
Sin embargo, cabe subrayar un hecho paradójico: junto a la pobreza económica y cultural que tuvo
el país durante los años 40 y 50, la producción literaria en castellano fue muy fecunda.

La poesía humana y existencial a partir de la Guerra Civil


Una de las principales características de la poesía de estos años será la radicalización de las
posturas en torno a la noción de policía comprometida.
Todos aquellos que creían que el arte debía implicarse en el conflicto encontraron su principal líder
en el chileno Pablo Neruda que agrupó en torno a sí a muchos opositores del régimen de Franco.
En 1937 se publicó una pequeña antología con el título de Poetas en la España Leal, que reunió a
todos los principales poetas que habían tomado partido a favor de la República.
En 1937 se publicó Romancero general de la guerra de España, varias series de romances que se
inscribían al filo de los acontecimientos bélicos y que tenían carácter noticiero recibidos a menudo
a través de las emisoras de radio que cumplieron un papel alentador en el ánimo de las gentes.
Entre sus principales temas: el elogio de los héroes y heroínas de la resistencia, la denuncia de las
atrocidades cometidas contra los inocentes.
También fue muy importante en esos años la ayuda de los intelectuales y voluntarios extranjeros
que formaron parte de las Brigadas Internacionales en la que pertenecieron poetas como por Paul
Éluard, Pablo Neruda y Ernest Hemingway.
Para los franquistas se trataba de una guerra de limpieza ideológica, una cruzada contra el ateísmo
y la barbarie; para los poetas republicanos se trataba de una nueva guerra de Independencia.
Lo que unía aquellos jóvenes poetas era la transformación radical que sufrieron: se formaron en el
clasicismo del barroco, pero tuvieron que reconsiderar su estética por los hechos de la Guerra Civil.
Juan Gil-Albert. En su obra Candente horror (1936) reunió versos que demostraban cómo el
comprometía su conciencia ética con la injusticia de aquel enfrentamiento entre compatriotas,
resultando en muchos poemas que definen el sentimiento de repulsa interior y de vergüenza ante
cualquier guerra.

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Miguel Hernández fue quien más acusó el doloroso drama que trajo la Guerra Civil. Después de
una primera etapa marcada por el barroquismo alcanzó un hito decisivo en la historia de la lírica
española con el poemario El rayo que no cesa (1936) que habla de un dolor que él mismo causa,
pero que al mismo tiempo es causado por el amor. En Viento del pueblo (1937) llega a la fusión con
la masa humana ligada a la tierra convirtiéndose en el primer poemario español de ‘poesía social’.
En 1938 Hernández empieza a escribir Cancionero y romancero de ausencias, su poemario más
político que escribió desde su situación de víctima de la represión franquista en varias cárceles del
país, abarcando temas como: la libertad y la desolación de la guerra y el dolor ligado a la propia
existencia que es imposible escapar por eso Miguel Hernández fue también uno de los poetas con
los que más duramente golpeó la censura franquista. De hecho, durante mucho tiempo solo fue
posible leerlo en la más absoluta clandestinidad; sólo a partir de 1975 pudo reivindicar su figura.

Mientras tanto, los poetas del llamado bando nacional se reunían en antologías imbuidas de
ideologías totalitarias e imperialistas. Entre las voces más personales de un grupo ideológicamente
uniforme, que publicaba en Escorial (revista que sostuvo el programa fascista) hay: Dionisio
Ridruejo, Luis Rosales y Leopoldo Panero. La ortodoxia religiosa militante de todos aquellos
poetas hizo que se recuperaran unos autores de los Siglos de Oro convirtiendo a Garcilaso de la
Vega en símbolo de la España católica e imperial.
Como reacción al clasicismo y al retoricismo de aquellos poetas en 1944 se fundó Espadaña, una
revista que defendía una poética de carácter antiformalista y rehumanizadora. Esta revista sirvió
para canalizar las dos tendencias poéticas de la década siguiente: la poesía de compromiso social
y la poesía de fundamentos existencialistas. La revista acogió la poesía de los que no querían cerrar
los ojos a la dura realidad y que quisieron expresar lo duro que era seguir viviendo.

La poesía de ‘la España peregrina’


A los autores que tuvieron que escribir su obra de madurez fuera del país pertenece una de las
producciones más ricas de toda la literatura española, especialmente en la lírica. Algunos de ellos,
los poetas más comprometidos, tuvieron que marcharse por destierro forzoso; para otros se trató
de un exilio voluntario, al fin de conocer países más libres.
Entre los motivos líricos frecuentes había: la evocación de los paisajes españoles comparados con
los paisajes del lugar de acogida, o el lamento por no haber podido vivir la juventud allí.
Juan Gil-Albert en Las ilusiones (1944) canta a un paraíso perdido a través de la recreación del
paisaje. Gil-Albert solo a partir de los años 70, empezó a ser valorado como una de las mejores
voces poéticas del exilio español.
Retornos de lo vivo lejano (1948-1956) está considerado el gran libro de madurez de Alberti, aquí
el estímulo es el recuerdo que exalta su infancia y los escenarios que forjaron su personalidad.

Al mismo tiempo, en los años 40 en Latinoamérica se publicaron las dos primeras antologías de
poetas españoles exiliados: Poetas en el destierro y Las cien mejores poesías del destierro que se
pueden leer como un interesante diálogo entre sensibilidades diferentes ante el tema del destierro.
León Felipe: suele destacarse por la independencia de su voz poética y su defensa de la libertad
de estilo, por la que nunca se afilió a una estética determinada. El libro al que debe su fama es
Español del éxodo y el llanto (1939). Casi todos los poemas de este libro muestran una visión
desoladora y un pesimismo rodeado de ironía.
Luis Cernuda, exiliado primero en Inglaterra, en Estados Unidos y México después. A diferencia
de otros poetas en su misma situación, no manifestó pena ni ansia de volver, sino que agudizó su
distanciamiento del ámbito familiar. En su poesía del exilio, el recuerdo no tiene tonos melancólicos,
sino más bien de reproche.
Juan José Domenchina: su compañero de generación y de destierro escribió obras muy
parecidas. Su libro más reconocido, Pasión de sombra (1944), expresa su impotencia ante la
certeza de que nada podría quitarle su dolor.

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El teatro durante los primeros años de la dictadura
Durante la Guerra Civil, el único dramaturgo que supo obtener respuesta del público al teatro
concebido como arma propagandística fue Max Aub. Los acontecimientos políticos le inspiraron
un teatro ético, con una lección moral de fondo. En sus obras se atrevió a tocar directamente el
tema de la guerra y también habló de su experiencia de represaliado de Franco. Sin embargo, lo
que el público demandaba eran títulos que hicieran olvidar el horror. En este sentido, destacan:
Enrique Jardiel Poncela: con su pieza que ironiza sobre el mito de la inmortalidad. Poncela fue un
gran inventor de recursos para hacer reír de manera inesperada e imprevisible.
Miguel Mihura, quien se reveló como gran renovador de la farsa cuando estrenó Ni pobre, ni rico,
sino todo lo contrario (1943), una intuición genial para darle la vuelta a todo lo normal esperable, y
sorprender al espectador con situaciones desconcertantes. Desafortunadamente, la comicidad de
Mihura no fue apreciada hasta los años 50.
Alejandro Casona: Su primer propósito era elevar la calidad de la comedia burguesa a través de
planteamientos pedagógicos. La mejor obra de toda su producción es probablemente La dama del
alba (1944), un drama poético situado en su Asturias natal.

La novela testimonial y el auge del ‘tremendismo’


Durante los años de la guerra la narrativa no estuvo a la altura de la poesía. Muchas fueron las
novelas que intentaron narrar episodios concretos de la guerra y su impacto desde un punto de
vista apasionado, pero no merecen especial reseña; pero cabe destacar dos narradores:
● Wenceslao Fernández Flórez, autor de El Bosque Animado (1943): situada en una Galicia
mágica, es una de las mejores novelas fantásticas en castellano de todo el siglo XX.
● Gonzalo Torrente Ballester, autor de Javier Mariño (1943) cuyo tema era la adquisición de
conciencia política de un joven español en el París de 1936.
Sin embargo, cabe decir que se tardó bastante tiempo en afrontar directamente las implicaciones
sociales de la Guerra Civil. Solo los autores exiliados tuvieron este propósito narrativo con un
realismo documental. A este propósito, destacan tres narradores por encima del resto:
● Arturo Barea, autor de una trilogía titulada La forja de un rebelde con la que inauguró la
tendencia de hacer crónica histórica desde personajes del entorno familiar.
● Ramón J. Sender, autor de una serie de nueve novelas autobiográficas tituladas Crónica
del alba y de Réquiem por un campesino español, su novela más lograda.
● Max Aub, para muchos críticos lo mejor de la prosa de la España peregrina. Él escribió una
serie titulada El laberinto mágico, compuesta por seis relatos. Aub se compromete a explicar
las causas de la evolución de la guerra, llegando a preguntarse por culpa de quienes se
perdió. Actúa como reportero que está presente de continuo sobre el terreno, pero su
interés analítico logra siempre envolver emocionalmente al lector.
La novela de los años 40 tuvo en la España dos títulos revolucionarios de estilo ‘tremendista’:
La familia de Pascual Duarte (1942) de Camilo José Cela: es una novela escrita de forma
autobiográfica por un hombre de pueblo, condenado a muerte por el asesinato de su propia madre.
Pascual es un desarraigado sobre el que recae el peso del sistema legal, ya que está marcado por
una mancha en su honra. Cela no insinúa responsabilidades sociales. Por lo que se refiere al estilo,
puede clasificarse como ‘tremendismo’, dada la brutalidad de muchas de sus descripciones.
Nada (1944) de Carmen Laforet es el relato de Andrea, una joven sensible, analítica y rebelde (alter
ego de la autora) que medita de manera amarga sobre la mezquindad del ambiente que encontró
a su llegada a Barcelona para iniciar sus estudios universitarios. La vida de Andrea está marcada
por los familiares que la hospedan, en una casa de clima claustrofóbico, llena de tensiones que
despiertan en ella un sentimiento de alienación que intenta consolar entre sus compañeros de
universidad. Se trata de una crónica de la mediocridad moral de los pequeños burgueses que
parecen agonizar en un ambiente contaminado por odios, lo que lleva a la autora a declarar que la
guerra ha vuelto locas a la gente y asfixiado la ilusión por vivir. A pesar de las atrocidades que se
relatan, domina en su prosa la descripción delicada de estados emocionales y una fina observación
psicológica. De ahí que el éxito de Nada fuera inmediato, hasta convertirse en el primer gran best
seller de la posguerra.

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6. LA NOVELA EN LAS DÉCADAS DE LA DICTADURA: 1945-1975
Se trata de unos años fructíferos para la prosa. Entre los rasgos comunes que se pueden interpretar
como signos de cambio destacan: la concepción de la novela como compromiso moral o político
y los influjos del neorrealismo italiano y de la ‘generación maldita’ norteamericana.
Sin embargo, los modos de entender y practicar el realismo social fueron muy distintos. De hecho,
es del diálogo con novelas previas de donde surgieron la mayor parte de las renovaciones.

La generación de ‘los niños de la guerra’ y la memoria histórica


Es difícil encontrar la obra de un escritor de esta época donde la guerra no aparezca; lo que los
autores se cuestionan es cuál fue el sentido de aquella guerra, a la vista de los pobres resultados
que produjo. Una de las novelas más compradas de toda la posguerra española, es Los cipreses
creen en Dios (1953) de José María Gironella, escrita desde la experiencia de haber combatido
en el bando nacional. También cabe mencionar Cuerpo a tierra (1954) de Ricardo Fernández de
la Reguera que trata del sufrimiento de los soldados mientras que luchan en el frente.
Otra novela interesante, que se basa en recuerdos personales de infancia para relatar el conflicto
en la conciencia de un religioso, es El cura de Almuniaced (1950) de José Ramón Arana. A través
de esta obra, el autor encarna el problema moral de la Iglesia Católica ante la Guerra Civil.
Aquellos a quienes se les había arrebatado la niñez durante la Guerra Civil, los que crecieron entre
bombarderos y penurias, compartieron precisamente una madurez anticipada, por la que
bautizaron a su generación como ‘Los niños de la guerra’. La afinidad más común entre estos
escritores más jóvenes de los años 50 fue la importancia que dieron a su memoria de infancia.
Entre ellos, cabe destacar a Ana María Matute. En su obra, el universo infantil y adolescente es
fundamental y la Guerra Civil es siempre condicionante de los destinos de sus personajes. En 1959
obtuvo el Premio Nadal por Primera memoria, una novela que daba origen a una interesante trilogía
de carácter histórico centrada en una familia marcada por la violencia de la guerra.
También es importante valorar un fenómeno sin el que es imposible tener un panorama completo
de la narrativa en la península: el aumento de escritores que fueron fieles a sus lenguas maternas
y las eligieron por encima del castellano. Ello no fue sólo por razones afectivas, sino por una
reacción a la política franquista.

Vertientes de realismo social en la década de los cincuenta


Remonta al inicio de los 50 la nueva novela de Camilo José Cela La Colmena, considerada no sólo
la más lograda del autor, sino también la más renovadora y valiosa. La colmena quería ser una
pintura social del presente: la acción, de hecho, transcurre en unos días del Madrid de 1942, visto
como una gran colmena donde conviven una multitud de seres que se afanan por sobrevivir. Cela
declaró que su principal interés era histórico; así que las páginas de La colmena hablan con crudeza
de todos los sacrificios debido a la escasez de comida y el racionamiento. Por lo que se refiere al
estilo, la gran novedad de la novela fue su adopción del ‘behaviorismo’ o conductismo,
procedimiento que se basaba en captar las conductas humanas desde las inclinaciones primarias
que se manifiestan en los gustos y las preferencias. Es decir, el autor conductista se limita a
registrar comportamientos en los que el gesto corporal, el grito o la formulación de las palabras
son en sí reveladores de un carácter. La colmena será la primera novela en abordar los modos de
amar en la posguerra española, en la dimensión del machismo y del puritanismo con sus
respectivas consecuencias.
La condena de la amoralidad burguesa fue otra temática de los años 50.
Max Aub en su obra Las buenas intenciones (1954) criticaba los prejuicios de una clase media que
vivía sin ningún ideal moral, algo que para el narrador era la causa directa de que en España no
pudiera triunfar ninguna revolución.
En Miguel Delibes el tema se vinculaba a su interés por la educación en el ámbito familiar. Además,
en sus obras se hacen evidentes las críticas más duras al tradicionalismo español. La novela con
la que consiguió reconocimiento como escritor fue El camino (1950), relato de las tensiones
emocionales que rodean la personalidad infantil dentro de un pequeño pueblo; pero fue solo a
mediados de los 60, con Cinco horas con Mario que alcanzó mayor notoriedad, constituida por el

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monólogo de una mujer burguesa conservadora, Carmen, ante el cadáver de su marido durante las
horas del velatorio. A través del discurso de la protagonista, se va revelando la personalidad del
marido, un profesor liberal, con conciencia social y sin ambiciones materiales. Delibes ofrece así la
historia de una incomprensión: la de la España de derechas frente a la de izquierdas.

Hacia 1955 se concentró en Madrid un conjunto de escritores de la llamada ‘Generación del medio
siglo’, que iban a crear escuela en la narrativa. Su líder, Ignacio Aldecoa trató en su narrativa sobre
todo la pobre gente de España. Al hacerlo, abordó el tema de la novela social: la soledad y la
sensación de inutilidad, cuyo principal origen es la desigualdad social, acrecentada tras la guerra.
La novela que sigue considerándose el gran hito de la narrativa de la posguerra es El Jarama de
Ramón Sanchez Ferlosio. Se trata de una novela carente de acción, sin personaje central y con
un mínimo motivo argumental: un grupo de chicos y chicas excursionistas van a bañarse al río
Jarama, en las cercanías de Madrid, y pasan horas de charlas hasta que deben enfrentarse a la
muerte repentina de una de las muchachas, abogada en el río. Ni siquiera ese incidente perturba
la monótona existencia colectiva. El autor quería denunciar la superficialidad de la juventud de clase
media trabajadora, caracterizada por ignorancia y falta de criterio ante cuestiones políticas.
En Entre visillos (1957) Carmen Martín Gaite profundiza el tema del noviazgo y de las relaciones
formales. Situada en una Salamanca provinciana y conservadora, se propone retratar, a través de
charlas entre chicas burguesas, la vacuidad del modelo de mujer creado por la Sección Femenina,
frente al que su protagonista se alza.
Entre finales de los 50 y mediados de los 60 surgió, además, otro tipo de realismo crítico basado
en las condiciones económicas y las injusticias sociales. Este tipo de novelas de denuncia encontró
en España un fuerte apoyo en una serie de intelectuales comunistas.
La tesis de Nancy (1962) de Ramón J. Sender, tratando la visión estereotipada que los turistas
tenían de Andalucía. Es el relato de una joven universitaria de Pensilvania que cuenta en cartas a
su amiga su idilio con un gitano mientras realiza sus tesis en Sevilla, con una serie de situaciones
cómicas que evidencian el contraste cultural entre España y Estados Unidos.

Nuevas técnicas narrativas en la década de los sesenta y primeros setenta


A partir de un momento, el realismo social cae en repeticiones que terminan por cansar a los
lectores, así que se necesita un cambio.
Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín Santos gracias a su estilo logró renovar al género. Pedro,
un joven médico investigador del cáncer, debe buscar ratas para sus análisis, por lo que entra en
contacto con los barrios pobres de las afueras y con personajes miserables. El autor va
descubriendo a su protagonista a través de técnicas inusuales, como el uso frecuente del
monólogo interior. Se trata de una obra para un lector culto.
Hacia 1966 se percibe que la mayoría de los escritores del realismo social necesita experimentar
vías de expresión distintas, así que se multiplican las propuestas.
Señas de identidad (1966) de Juan Goytisolo concentra los principales cambios que se estaban
produciendo. A través de Álvaro, un barcelonés exiliado en París, el autor va agregando hechos
que están detrás de sus fracasos y de sus proyectos y que le permiten juzgar no solo su vida sino
los años de posguerra. Se trata de una obra original por muchas razones:
● Su estructura: los 8 capítulos no se corresponden con la cronología de la acción, con
consiguiente ruptura de la linealidad temporal.
● El narrador elige la segunda persona narrativa.
● La continua mezcla de lenguas y otros modos de fragmentación del discurso, como la ruptura
con las normas de puntuación y la eliminación de mayúsculas. Así el autor profundiza en la
desorientación que supone la pérdida de esas señas culturales.
Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé, que destaca por el estilo verdaderamente rupturista e
innovador. Situada en la posguerra su personaje central rompe con todo lo esperable: es a la vez
pícaro descarado, seductor y trotamundos melancólico. Igualmente, se percibe una disociación
entre el tema y el despliegue idiomático con que se trata.

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A principios de los 70 empezó a notarse la influencia del llamado nouveau roman francés; se
produjeron, entonces, textos que rechazaban el vínculo psicológico entre el autor y su personaje,
y que eliminaron la coherencia de la acción y cualquier mensaje ideológico.
La verdad sobre el caso Savolta (1975) de Eduardo Mendoza que relata las violentas luchas entre
obreros y patronos que tuvieron lugar en Barcelona entre 1917 y 1919. La obra se convirtió pronto
en una de las novelas más difundidas ya que el relato detectivesco pareció un auténtico incentivo
contra todo tipo de imposiciones.
Manuel Vázquez Montalbán con títulos como Los Mares del Sur, con el que inicia una saga de
novela de aventuras tendría gran éxito a partir de los 80.
Francisco Umbral destaca por la gran originalidad de su estilo, que se mantuvo siempre alejado
del compromiso social con una riqueza de registros y la capacidad para la invención de
neologismos. En su obra, lo más constante fue el uso de la modalidad autobiográfica para hablar
del entorno que lo forjó y de la búsqueda de identidad que caracterizó a su generación, con especial
atención a la vivencia de la sexualidad como transgresión.

7. EL TEATRO DESDE 1950


A diferencia de lo que sucedió en la novela, en este periodo el teatro español fue mediocre. De
hecho, sólo los propagandistas del régimen contaron realmente con el apoyo económico necesario
para subir a los escenarios. Sin embargo, varios autores triunfaron con la ‘comedia de la ilusión’,
con la que el público burgués pretendía evadirse. El cine se ocupaba de alimentar sueños
capitalistas con las películas ‘de teléfono blanco’ norteamericanas, de las que el teatro llegó a
adoptar bastante técnicas.

La renovación del humor


Miguel Mihura consiguió ser el renovador de la comedia a comienzos de los 50; fue el primero en
practicar un tipo de teatro próximo al absurdo. Sus obras concedían gran importancia al diálogo,
que resulta casi siempre insensato por la velocidad con que se suceden las situaciones que lo
provocan; al mismo tiempo, se alternan a menudo clichés lingüísticos y frases hechas, que resaltan
la ridiculez de las convenciones sociales. Lo le hizo conquistar al público fue su humanismo.

Los dramaturgos del realismo social


Ya a mediados de los años 40, se dieron algunos intentos para proponer otro tipo de teatro más
comprometido pero la censura era un problema.
Lo tuvieron mucho más fácil los dramaturgos de ideología derechista, como Joaquín Calvo Sotelo.
Sin embargo, lo que se entiende por ‘teatro de testimonios sociales’ solo encontró una vía válida
en Antonio Buero Vallejo, ex combatiente republicano. Su pieza Historia de una escalera (1949)
obtuvo un gran éxito. Vallejo presentaba en escena la pobreza sórdida, la alternancia entre la fe y
la desesperanza y la imposibilidad de realizar los sueños. Además, su teatro fue rico en situaciones
expuestas de forma metafórica para esquivar la censura. Otro recurso muy valorado en Vallejo es
el ‘efecto de inmersión’, a través del cual el espectador quedaba sometido a la misma experiencia
sensorial que los personajes. El tragaluz (1967) se presenta al principio como obra de ciencia
ficción, relatando el experimento que hacen unos científicos del siglo XXII para recobrar el pasado.
La obra se sitúa en un semisótano, con un tragaluz por el que sus inquilinos ven parcialmente la
calle. Este espacio podría entenderse como la metáfora de la caverna platónica, en tanto que
supone una visión distorsionada de la realidad. Vallejo quiso simbolizar la tragedia de España de
los perdedores, la de la familia que vive marginada del mundo surgido de una guerra.
Igualmente independiente fue la propuesta de Alfonso Sastre, autor de un teatro de protesta. Uno
de sus temas fue la obsesión y la posibilidad de transformar el mundo a través de una literatura de
concienciación cívica. De ahí que Sastre se desinteresara por el teatro que solo divertía o servía de
evasión. Su obra más conocida Escuadra hacia la muerte (1953) transcurre durante una supuesta
tercera guerra mundial y habla de un grupo de soldados que se subleva, asesina al cabo y luego
cada cual escapa como puede. Se trata de una crítica al militarismo.

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Los renovadores de la escena desde mediados de los sesenta
La vanguardia del teatro experimental entró en España a través de los grupos de teatro
independiente. Estos nuevos autores introdujeron un ‘nuevo teatro’, expresión que en los últimos
años del franquismo y en los primeros de la transición democrática se refería a una dramaturgia ya
no centrada en la psicología de personajes, sino en presentar cosas inauditas que chocaran con la
vida cotidiana. Lo más revolucionario de esta generación fue la conciencia de que se necesitaba
una nueva formación de actores; de ahí que se creara una escuela de formación de actores de la
que surgió el TEI Teatro Experimental Independiente. Sin embargo, por muy atractivas e
ingeniosas que fueran esas aportaciones, tuvieron mucho más de fenómeno sociológico que de
mérito artístico. Además, España volvió la vista sobre los ‘malditos’: nació un enorme interés por
representar al Valle-Inclán de los esperpentos y al Lorca que trata el tema de la frustración sexual.
Quien no tuvo competidor en llenar los teatros durante los años 70 fue Antonio Gala. Una de las
claves de su gran aceptación entre la burguesía fue su empeño en instruir con moralejas acerca de
los valores del pasado frente a los del presente y acerca de la falsedad de ciertas filosofías. Entre
los títulos con los que alcanzó mayor éxito figuran: Los buenos días perdidos (1972), Anillos para
una dama (1973), Las cítaras colgadas de los árboles (1974) y ¿Por qué corres Ulises? (1975).
A Gala siempre se le criticó el exceso de lirismo dulzón dentro de su elegante estilo.

8. LA POESÍA DESDE MEDIADOS DEL SIGLO


El marco poético a mediados del siglo estuvo caracterizado por una mezcla de tendencias poéticas
que resultó en libros muy dispares. Por un lado, había los autores que se reunían en torno de la
revista Cántico, que preferían una poesía contemplativa e intimista; por otro lado, se oponían los
herederos de la revista Espadaña, que optaron por una poesía de uso social. Asimismo, la Antología
consultada de la joven poesía española (1952), volumen colectivo que reúne a los diez poetas más
representativos de la última década, recogía algunas de las vetas temáticas más poderosas, como
la preocupación por la situación social del país.

El auge de la poesía social y la reacción al ‘Postismo’


No era fácil escribir poesía con sentido crítico en la España franquista, y los poetas interesados en
hacer su propia crónica de lo que estaba sucediendo tuvieron que utilizar ciertos velos si querían
ser difundidos. Así pues, el gran tema de los primeros poemarios de dos de los poetas del siglo XX
con trayectoria ideológica estética más compacta, Gabriel Celaya y José Hierro, fue buscar la
felicidad en el sencillo acto de vivir a diario. En Quinta del 42 (1952), Hierro revela la condición de
aquellos poetas que no salieron del país, sufrieron la precariedad y se fijaron mucho en el aspecto
desolado de las gentes. La misma poética tuvo Celaya, quien defiende una poesía sobre lo
insignificante, denuncia los mínimos existenciales y afirma que toda la vida puede valer la pena. El
auge de la llamada ‘poesía social’ vino acompañado por una profunda reflexión sobre el poder de
la palabra individual del poeta para interpretar sentimientos colectivos y provocar una toma de
conciencia sobre ellos.
Otro autor importante de este periodo es Blas de Otero, cuyo libro Pido la paz y la palabra (1955)
es uno de los máximos ejemplos del poema entendido como manifiesto existencial y cívico. Desde
sus comienzos, fue uno de los poetas que supo darle mayor sentido a la métrica, pues la recuperó
para la poesía humana, cultivando espléndidos sonetos amorosos y metafísicos. Aquella primera
poesía de Otero, angustiada en su búsqueda de Dios, cambió en correspondencia de una profunda
crisis personal que le hace tomar conciencia del desamparo colectivo. Es ahí donde el sentimiento
de que el hombre está solo y rodeado de ruinas empieza a recorrer toda su poesía.
La reacción contra la poesía reflexiva se produjo en 1945 cuando un grupo minoritario de poetas
decidió fundar un movimiento rupturista, de carácter experimental, ‘Postismo’. Su prioridad era
reivindicar el lirismo frente a tanta poesía narrativa y prosaica, a través de una defensa absoluta de
lo irracional y del subconsciente como un gran generador de belleza poética. Así pues, se
produjeron textos en los que dominaba el humor, la irreverencia, el desenfado y la imaginería.
Gran impulsor del movimiento fue Carlos Edmundo de Ory, que destaca por su ingenio para el
aforismo satírico, sus versos provocadores, y una mezcla personalísima de ternura y desvergüenza.

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Las ‘señas’ de identidad’ en la poesía de los sesenta
Se puede hablar de ‘Generación del 50’ para designar a un conjunto de poetas nacidos entre 1925
y 1937, marcados por el hecho de haber vivido su infancia durante la guerra, y la adolescencia en
la posguerra. En su nómina suelen incluirse: José Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma, José Agustín
Goytisolo, Ángel González, y otros. El conocimiento de sus respectivas poéticas como grupo se
debió a las antologías comentadas que empezaron a proliferar por entonces. En principio, el nexo
de unión más fuerte entre aquellos poetas fue su fuerte oposición al franquismo y la consiguiente
actividad en clandestinidad. Casi todos ellos comenzaron escribiendo una poesía social; pero a
medida que la poesía social caía en el cansancio, estos jóvenes se hicieron particularmente críticos
con ella. Emprendieron entonces la búsqueda de su voz individual, sin abandonar nunca su
creencia en la misión ética del poeta. Entre los rasgos que los definen estéticamente, destacan una
sensibilidad extrema hacia sus raíces vitales. Los dos rasgos formales más regulares en este grupo
son: el gusto por el vocabulario cotidiano y el discurso anti retórico y la tendencia al tono irónico y
satírico como modo de soportar el mundo que les ha tocado vivir.
Quien mejor expresó el nuevo valor concedido a la poesía como modo de conocimiento fue José
Ángel Valente, la única poesía que le interesa es la creada espontáneamente por el espíritu, frente
a la elaborada artificialmente. Un libro decisivo en su trayectoria fue La memoria y los signos (1966),
mientras que siete de sus libros fundamentales se reunieron en el volumen Punto cero (1972).
El único asunto distintivo de este grupo de poetas es sin duda la relación entre identidad personal
y conciencia histórica. España es vista desde un estado de alienación permanente.
En Jaime Gil de Biedma se percibe la modernidad al afrontar la experiencia erótica, que tiene
también mucho de búsqueda de identidad y de desdoblamiento del yo. En sus obras también
destaca la preocupación constante por el paso del tiempo y el paso de la edad.

El ‘culturalismo’ de los poetas ‘novísimos’


La siguiente promoción de poetas fue presentada como el inicio de una ‘nueva sensibilidad’.
El libro que se considera iniciador de esta tendencia es Arde el mar (1966) de Pere Gimferrer.
Frente a una poesía de lo cotidiano real, esta era una poesía de escenografía imaginaria y paraísos
soñados, que destacaba por el léxico culto y el metro clásico. De hecho, ‘preciosísimo’ y
‘barroquismo’ fueron los términos asociados desde entonces a esta nueva estética, sostenida por
un afán culturalista (una tendencia a exhibir referentes culturales).
Entre los rasgos estilísticos de este grupo recordamos:
● La despreocupación hacia las formas tradicionales, con un desprecio hacia la lima y el
metro que les hizo evolucionar hacia el versolibrismo;
● El gusto por las técnicas elípticas, de sincopación y de collage.
Podemos distinguir dos tipos de culturalismo que se dieron entre esos poetas. El primero, puede
definirse ‘culturalismo elitista’ y tiene un rasgo básico: la utilización de la literatura grecolatina, con
su mitología y leyendas, para construir un poema lleno de inserciones de citas. Este tipo de
culturalismo concibe la poesía como exhibición más que como necesidad de decir.
Además, cabe decir que toda esta generación sintió una aversión por la cultura española, y más
exactamente por la forma en que esta había sido utilizada durante el franquismo. Es lo que se
comprueba en el segundo tipo de culturalismo ‘culturalismo de los mass media’: aquel que intercala
en el poema frases publicitarias, diálogos cinematográficos, y fragmentos de canciones populares.
Poemario representativo de todo ello es La muerte en Beverly Hills (1668) de Gimferrer, cuyo tema
es la nostalgia y la indefensa necesidad de amor, y que se construye sobre escenas de películas
del cine negro como las de Bogart. En esta obra, la gran ciudad y sus habitantes nocturnos
acaparan todo el protagonismo, igual que los versos combinan, de continuo, elementos románticos
estereotipados con detalles del mundo moderno, en una sucesión de imágenes inconexas.
Por fin, en la década de los 80, mientras nada realmente novedoso parecía surgir, en España
empezó a manejarse profusamente el término posmodernidad, en un intento imposible por agrupar
creadores sin más denominador común que cuestionar las ideologías políticas y los cánones
estéticos.

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