Reflejo de Las Aguas Del Mocona
Reflejo de Las Aguas Del Mocona
Reflejo de Las Aguas Del Mocona
MOCONÁ
NATURALEZA E HISTORIA DEL PARQUE PROVINCIAL MOCONÁ,
SU ENTORNO Y SU GENTE
VAZQUEZ
MAZZINI
EDITORES
Reflejos
en las aguas del
MOCONÁ
Leonardo Rangel Olivera
Reflejos
en las aguas del
MOCONÁ
NATURALEZA E HISTORIA DEL PARQUE PROVINCIAL MOCONÁ,
SU ENTORNO Y SU GENTE
VAZQUEZ
MAZZINI
EDITORES
Fundación de Historia Natural Félix de Azara
Departamento de Ciencias Naturales y Antropológicas
CEBBAD - Instituto Superior de Investigaciones
Universidad Maimónides
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la previa autorización escrita por parte de la editorial. Este trabajo refleja exclusivamente las opiniones pro-
fesionales y científicas de los autores y no es responsabilidad de la editorial el contenido de la presente obra.
ISBN 978-987-3781-13-1
CAPÍTULO II. Viaje a los saltos del moconá: Impredecible y misterioso espectáculo................ 27
1. La Ruta 2 y el Parque Provincial Moconá.................................................................................... 27
2. Excursiones a los Saltos.................................................................................................................... 28
Cuando el río baja........................................................................................................................ 29
Cuando el río sube........................................................................................................................ 30
Caminando..................................................................................................................................... 30
3. Las leyendas........................................................................................................................................ 32
Leyenda de la cadena................................................................................................................... 32
Leyenda del monstruo acuático.................................................................................................. 32
La piedra bugre.............................................................................................................................. 32
4. Los senderos en el Parque ............................................................................................................... 33
El sendero chachí .......................................................................................................................... 33
Sendero de la gruta ...................................................................................................................... 36
Este trabajo fue realizado con el objetivo de dar a conocer la historia natural y
cultural de este apartado y desconocido sitio del planeta. Pero además para poner
en debate la problemática ecológica y social que actualmente vive la región.
Como autor y protagonista pude ser testigo de un lamentable proceso que no
es más que una consecuencia de la cultura globalizada sostenida en el consumis-
mo cuyo principal efecto negativo es el agotamiento de los recursos naturales.
Gran parte de la población urbana ve a este problema como algo lejano, poco
fundamentado, que aparece en aburridos documentales ambientalistas. Si alguna
noticia acerca de una catástrofe ambiental provocada por el ser humano trascien-
de a los medios de prensa de uso masivo. Pero estos acontecimientos rápidamen-
te pierden actualidad y en pocos días se diluye entre otras noticias, que avasallan
los medios con su voracidad para actualizar y sostener la maquinaria creada para
promover el implacable mercado de consumo que moviliza la actual economía
mundial basada en devorar nuestro futuro por adelantado. Ejemplos notables
son el derrame de petróleo del Exon Valdés, o un desastre aún más grave come
el que produjo la petrolera Texaco, hoy Chevron, en la selva amazónica ecuato-
riana en 1992 y que es considerado el desastre ecológico más grande producido
por derrame de petróleo en el planeta con graves consecuencias para uno de los
ambientes más diversos y que de hecho se vivió de forma casi anónima para la
prensa mundial.
La realidad que se vive en regiones donde la naturaleza predomina exuberan-
te y diversa, como lo son las zonas selváticas al igual que el ambiente donde se
encuentran ubicados los saltos de Moconá, es donde se siente el impacto directo,
donde se percibe el abuso que realiza el humano sobre los recursos naturales.
Aquí se ve desaparecer la selva día a día de forma cada vez más acelerada, donde
se trasforma el espacio vital para las especies en tierras de cultivos, para sostener
una calidad de vida que no es la del agricultor local, que tiene una vida austera en
general, sino la de otras clases sociales que tienen un consumo desmedido y que
está poniendo en riesgo la perpetuación de nuestra especie.
Allá por el año 1994 tuve la oportunidad de llegar a conocer los saltos del Mo-
coná y lo más espectacular de aquella esporádica visita fue la extraña sensación
que me produjo el transitar por los muchos kilómetros de selva que había que
atravesar para llegar allí.
8 - Leonardo Rangel Olivera
A partir de ese viaje tomé la decisión de que debido a la fuerte emoción que
sentí al estar en aquella agreste, salvaje y natural selva subtropical húmeda, no
podría permitirme el tomar otro camino que el de vivir mi vida en aquel sitio, que
sin duda sería mi lugar en el mundo.
Fue así que en el año 1997 compré una porción de tierra que hasta ese mo-
mento era una chacra de uso agrícola y lo convertí en mi propia reserva privada a
la que llamé Yasí-Yateré, en honor a una misteriosa ave de esta selva y la leyenda
relacionada con la misma.
El lugar elegido fue la colonia Puerto Paraíso que se encuentra a mitad de
camino entre los saltos de Moconá y El Soberbio, el centro urbano más cercano
a la Colonia.
Para ese entonces al yo ser guardaparque de formación y vocación le ofrecí
al Ministerio de Ecología mis servicios como voluntario, el cual me aceptó otor-
gándome la facultad de actuar como guardafauna honorario pudiendo así ejercer
funciones para el cuidado de la naturaleza en la zona de forma legal.
Para ese entonces también comenzaba la aceleración de la transformación de
la naturaleza en tierra agrícola impulsada por la rentabilidad en la producción de
tabaco subsidiado y por la ocupación de tierras que se estaba llevando adelante
en la propiedad conocida como San Miguel de la Frontera, que tenía categoría
legal de reserva privada.
Cuando se tomaba la ruta provincial número 2 de El Soberbio hacia los saltos
de Moconá, el puente sobre el arroyo que le da nombre al pueblo, marcaba el
límite entre lo urbano y lo rural, en los primeros kilómetros el paisaje alternaba
entre casitas de maderas con pequeñas plantaciones y manchones de selva entre
las laderas de los cerros.
Desde el cruce de la ruta 15 en adelante, donde comenzaba la reserva privada
San Miguel, comenzaba a dominar el paisaje la selva y muy cada tanto apare-
cía algún rozado nuevo, como se le llama en la región a las áreas desmontadas
generalmente con fuego, así como alguna precaria casita de madera cruda en
construcción.
En ese tramo la selva era tan abundante que recuerdo las cañas y las ramas
caídas sobre el angosto camino de tierra techado en partes por las copas de los
árboles.
Recién en Puerto Paraíso, poco antes de cruzar el arroyo que le da el nombre
se abría el paisaje nuevamente, con plantaciones de citronella entre ellas y cada
tanta alguna casita típica de los colonos locales. Aunque aquí la selva solo predo-
minaba en el horizonte accidentado pon los agrestes cerros y como hasta en estos
días el Parque brasilero Do Turvo brinda un imponente espectáculo generando
protección al clima y el paisaje del lugar.
El proceso de deforestación fue aumentando exponencialmente y se veían
desaparecer cientos de hectáreas de selva cada año en la región.
Desde la ruta se veían las cortinas de humo que asomaban con lenguas de
Reflejos en las aguas del Moconá - 9
fuego que devoraban la selva. Agosto era el mes en donde más se desmontaba,
al terminar el invierno la gente comenzaba a preparar la tierra para cultivo y
desmontar, esto se notaba en el aire el humo cubría la atmósfera provocando una
bruma permanente y el sol al atardecer se teñía de un color rojo apocalíptico.
En Puerto Paraíso al estar establecidos los colonos con la propiedad de sus
tierras y sus cultivos de citronella no se sumaron a la fiebre del tabaco, que venía
arrasando con la fertilidad del suelo desde el sur de la provincia dejando selva
desbastada la tierra, infértil.
En el año 2000 nos organizamos con los vecinos de esta colonia con el fin de
formar una cooperativa eco-agrícola para así de esa forma por medio de la trans-
formación buscar la sustentabilidad del suelo para conservar la naturaleza del
lugar sin tener que recurrir a nuevos desmontes.
Pero al ser esta una época difícil para la economía del país que se encontraba
estancada en una grave crisis, no pudimos obtener ningún tipo de apoyo de parte
del estado para agarrar el impulso necesario para el cambio, por lo que la asocia-
ción se terminó diluyendo en el tiempo.
En el año 2006 tuve la gran fortuna de poder incorporarme al cuerpo de guar-
daparques provinciales del Ministerio de Ecología de la provincia de Misiones y
lo que fue mejor aun: solicité desempeñarme como guardaparque en el Parque
Provincial Moconá y así poder dedicarme proteger más activamente mi lugar en
el mundo y me lo concedieron.
En este parque pude conocer otra realidad y es la que se vive desde adentro
de las instituciones públicas, llenas de carencias de recursos pero sostenidas por
personas movidas por una fuerte vocación.
Mis vivencias de todos estos años me movilizaron a escribir este libro para
dejar testimonio de la historia de la cual soy parte, como colono inmigrante de la
nueva colonización en Puerto Paraíso, como propietario fundador y director de
la Reserva Yasí-Yateré y como guardaparque del Parque Moconá.
Como reconocimiento y agradecimiento a las personas que me ayudaron en
diferentes circunstancias en mi transcurso por estos lugares hasta el presente, de
aquí en más mis palabras en este libro están expresadas en plural, porque en la
vida nadie logra nada solo y menos aun un trabajo de este tipo que involucra una
multiplicidad de partes. Cuando en el texto digo nosotros, digo familia, amigos,
compañeros de trabajos y vecinos, que también son autores de estos escritos.
CAPÍTULO I
El origen
1. Un poco de geología
Para comenzar a relatar el origen donde se moldeó el paisaje y se cimientan los
espectaculares Saltos de Moconá y su accidentado entorno es necesario conocer
las Rocas donde se asienta esta parte del planeta; hablar de piedras puede parecer
aburrido para muchos por ser materia sin vida, pero la piedra cumple con un
ciclo importante, con su dinámica permanente que ha dado las bases para el sos-
tenido crecimiento de la diversidad biológica en el planeta.
Según se pude determinar tomando como fuente el trabajo llamado “Docu-
mento base para la discusión del plan de manejo del Parque Provincial Moconá”,
documento que luego sirvió para la elaboración, por la Lic. Paula Bertolini, del
Plan de Manejo convirtiendo a Moconá en el primer Parque Provincial de Misio-
nes en contar con esta herramienta.
En el capítulo titulado “Aspectos físicos, geomorfológicos y suelos”, escrito
por Ernesto Krauczuk dice:
“El sustrato primitivo (escudo de Brasil) sobre el cual se asienta nuestra región
se remonta al precámbrico (hace más de 3000 millones de años). Este escudo sufrió
trasformaciones por movimientos tectónicos, ingresiones y regresiones marinas
y alteraciones de períodos secos y húmedos con evidencia de acciones glaciarias.
Como resultado, la estructura actual se conforma por una sucesión de tres planicies
elevadas o planaltos que se extienden desde el océano Atlántico con pendientes
hacia el O y NO con su parte más elevada al E (casi sobre el Atlántico).
Sobre el tercer planalto, que es el más occidental y extenso, se ubica la provincia
de Misiones. El rango más relevante de este tercer planalto es que está recubierto
por un manto de rocas volcánicas. Este manto volcánico es el resultado de unas se-
ries de procesos que acontecieron hace 200 millones de años (Mesozoico) con gran-
des efusiones de lava que se consolidaron en espesor formando grandes coberturas
de basalto (las más grande del planeta). Al ser la región afectada por movimientos
de ascenso relativos, se produjeron desniveles que dieron lugar a saltos y cascadas
de diferentes magnitudes, según las rocas subyacentes. Conjuntamente el trabajo de
los ríos dio origen a una densa red de drenaje que fue moldeando el paisaje natural
actual.”
Los Saltos del Moconá son consecuencia de una fractura (E. Catamarca, com.
pers.) y en menor grado del trabajo erosivo del río Uruguay sobre rocas basálticas,
las que condicionan la dirección de la caída de agua. De esta manera surge este des-
nivel de 7m, de unos 2500m de longitud con caídas de las aguas en sentido O – E, o
sea hacia la costa brasileña.
Fisionómicamente el Parque presenta la singularidad de ser una península ro-
deada por dos cursos de aguas, generando de este modo una colina con una co-
nexión hacia las propiedades vecinas. Por esa razón las alturas entre los 145- 150
msnm, sobre ambos cursos de agua (río Uruguay y arroyo Yabotí) para llegar a los
349 msnm en el sector más elevado del Parque.
La zona que rodea el Parque y el Parque mismo pertenece al Distrito Morfológi-
co denominado “Franja Costanera o Colinas del Río Uruguay”
Reflejos en las aguas del Moconá - 13
A partir de este documento podemos ver que las rocas que conforman estas
sierras que moldean nuestro horizonte son de origen volcánico y que los abruptos
desniveles por los cuales se accidentan los cursos de agua fueron generados por
movimientos tectónicos que fracturaron la roca.
Se suele encontrar en algunos lugares, principalmente donde aflora la roca
basáltica, fragmentos de rocas cristalinas. Ese tipo de piedras tiene su origen en
la espuma que se formaba sobre la colada de lava, que luego se volvía a cubrir
por otra capa de lava basáltica, que al enfriarse y por efecto de la presión, se
trasformaba en cristales produciendo su diversidad de acuerdo a los diferentes
minerales que las componen. Debido a que la presión es el factor determinante
en la calidad del cristal, como las ágatas y amatistas, cuanto más profundo se en-
cuentran en el basalto, es también mayor la belleza del cristal.
3 km, desde los costados, este fenómeno, los famosos Saltos del Moconá o Yucumá
(denominación brasileña). Allí el cañón es estrecha (50 m) y es particularmente
profundo; su fondo es irregular, con profundidades típicas de 50 a 60 m y supe-
rando los 100 m en algunos puntos (Rosas, com. pers.). Observaciones realizadas
en la última década estiman una altura máxima de los saltos de agua de 20 m en
1999; alturas normales oscilan entre 10 y 12 m. En ese trecho el cañón tiene un con-
trol netamente estructural; está formado por una sucesión de segmentos de varios
cientos de metros de longitud individual unidos por curvas suaves, donde se hallan
las máximas profundidades del cañón. En ese tramo del río el cauce se ensancha
considerablemente pasando de 200 a 600 m. En general, aparecen cantos rodados
dispersos sobre las rocas del lecho del cauce (5% de la superficie del mismo).
Frecuentemente el agua fluye por la faja derecha del fondo del cauce (margen
argentina), permaneciendo seca la faja izquierda del mismo, aunque esta última
está ubicada a niveles ligeramente más bajos y presenta sugerencia de agua subte-
rránea en su parte inferior. La aparente anomalía se explica por la canalización de
aguas arriba del meandro previo al salto. Ambas márgenes del salto presentan una
pendiente convexa hacia el cañón y con gradientes de 5 a 10 grados. Se deduce un
cambio reciente en la dinámica, pues el costado brasileño del cauce aparece mucho
más erosionado que el argentino, con pendientes menores (de 40 a 50 grados) y casi
sin segmentos verticales en su borde. En el lado argentino, todo el frente del salto
está dominado por taludes verticales formados por bloques del basalto diaclasado
lo que sugiere una corta permanencia de la caída de agua.
Los procesos de erosión dominantes en este salto son tres:
a) Cavitación: es el conocido proceso de formación de marmitas en el fondo
del cauce con lecho rocoso. En algunas áreas, el basalto está cribado de ho-
yos, que en general tienen de 10 a 15 cm de diámetro; algunos contienen
pequeños rodados, lo que indica que el proceso erosivo es activo.
b) Diaclasamiento del basalto y desprendimiento de pequeños bloques: las
dimensiones más frecuentes de los bloques varían entre 0.30 y 2 m.
c) Ensanchamiento regular de grietas en el basalto: el fenómeno comienza
en las diaclasas, que trasforman en surcos rectos con un ancho típico de 4
a 6 cm y algunos de hasta 20 cm de ancho y profundidad algo menor. Sus
bordes son suaves y ocasionalmente se ramifican en segmentos de varios
decímetros. Algunos se desarrollan también en superficies verticales entre
bloques. En principio, suponemos que se originan en algún tipo de diso-
lución vinculado con actividad biológica.
Los saltos finalizan en un lugar llamado Piedra Bugre, caracterizado por un gran
bloque basáltico que aflora en el margen argentino. El agua en ese lugar tiene gran
turbulencia y forma remolinos de gran tamaño; el fondo del cauce presenta gran-
des irregularidades, entre ellas una olla profunda, las mayores velocidades de la
corriente se registran junto a la margen izquierda, donde la profundidad del cañón
es de 70 m (R. Rosas, com. pers.). En el lugar la faja mejor preservada del lecho del
cauce corresponde a la margen izquierda. La terraza inferior del río Uruguay apare-
ce en la margen derecha, con 5 m de altura sobre el basalto. “
Este valioso documento escrito nos permite conocer aún más el misterioso
mecanismo que da forma a los enigmáticos Saltos.
Reflejos en las aguas del Moconá - 15
de caída, con la piedra Bugre tapada, el canal se desborda y ocupa una exten-
sión de basalto desnudo de unos 200 metros de ancho, de la margen brasileña. Si
continua creciendo por encima de los 8 metros de escala los saltos desaparecen
completamente.
La profundidad del lecho inferior, se estima según algunas mediciones entre
140 y 60 metros variando a lo largo del canal.
En los años secos (la visibilidad de los saltos supera el 50% de los días en el
año), con un promedio de altura de entre 6 y 7 metros, con picos de bajantes que
generan caídas superiores a los 10 metros.
Precipitaciones pluviales
“En esta región de clima mesotérmico de tipo templado llueve todo el año con
dos pequeños picos en los meses de abril y octubre. Y debido a la ausencia de ba-
rreras físicas naturales las masas de aire cargadas de humedad, generalmente pro-
venientes del E, penetran sin dificultad en la región dando lugar a precipitaciones.
Estas precipitaciones en la zona del Moconá superan los 2.000 mm anuales, en ca-
sos excepcionales pueden aproximarse a los 3.000 mm anuales.”
Si bien hay que añadir algunos factores climáticos naturales que condiciona-
rían la prosperidad de este ambiente selvático, como son las variaciones térmicas
extremas, sequías esporádicas en verano y posibilidad de algunas heladas en in-
vierno, la selva en sí se autoprotegería de estas dinámicas adversas generando así
su sustentabilidad en estas latitudes.
Generalmente la temperatura es cálida, pero en invierno, cuando ingresa un
frente frío del sur, el clima se vuelve duro y puede llegar a temperaturas cercanas
a cero grados, que acompañadas por la humedad ambiente producen una sensa-
ción térmica que suele sorprender a los visitantes que esperaban disfrutar de un
clima subtropical.
No siempre hubo selva en estos lugares, de hecho, este tipo de vegetación es
una formación relativamente nueva teniendo en cuenta la historia de nuestro
planeta. Se calcula que tiene una antigüedad de 6000 años (Rizzo, 1980). An-
tes de que estuviera esta selva la vegetación predominante sería la de sabanas,
pastizales con bosque en galerías sobre los cursos de agua, con un clima más
bien árido.
Como conclusión a todo esto, es importante señalar que en este momento de
la historia natural del planeta estamos viviendo en estas latitudes en un sistema
natural de selva húmeda del neotrópico que se encuentra en su máximo desarro-
llo, en el esplendor de la diversificación natural.
otro sistema ecológico natural. Una pequeña aunque significativa porción de esta
radiación solar es incorporada dentro de las moléculas complejas, que finalmente
proveen la energía y estructura capaz de mantener a la comunidad del bosque
lluvioso. Los suelos tropicales, muchos de ellos delicados y pobres en minerales,
son sin embargo eficientemente drenados por sistemas de raíces, ayudados en la
mayoría de los casos, por hongos simbiontes. Las plantas y tejidos animales muer-
tos se descomponen rápidamente y son reciclados para el uso de los componentes
vivos del ecosistema. Los torrenciales aguaceros que caracterizan la estación llu-
viosa podrían erosionar los ya empobrecidos suelos en minerales, pero la vegeta-
ción del bosque se ha adaptado a las inundaciones y sus efectos.”
“En general, la supervivencia de los adultos más allá de los 100 ó 200 años pare-
ce rara para los árboles del dosel y subdosel en la selva”6
6 Clark, 1994.
Reflejos en las aguas del Moconá - 23
“La tasa de perturbación local es tan alta que se estima que el bosque completo
se recambia aproximadamente cada 118 mas menos 27 años”7
antes de ser arrastrada o filtrada por la lluvia. Además, junto con las raíces,
hongos micorrizas, insectos y bacterias se suman a este rápido proceso de des-
composición y aprovechamiento de nutrientes, reciclándolos para volverlos a
la vida.
Los troncos de algunos árboles, como el alecrín o la maría preta8, se han adap-
tado a sostenerse superficialmente con un sistema de costillas longitudinales en
sus troncos, similar al utilizado en las columnas de las antiguas construcciones
de los griegos y romanos, que le dan mayor estabilidad, ayudándose con el sólido
bloque selvático que atenúa los vientos, para poder utilizar la mayoría de las raí-
ces en la superficie para capturar nutrientes.
Otros como el guayubirá desarrollan enormes espigas en las raíces al pie del
tronco, llamadas raíces contrafuertes para estar mejor parados.
Un método efectivo para perdurar en pie es el de perder peso, un típico caso
es el de los cañafistolas, que después de cierta edad reciben la ayuda de bacterias,
hongos e insectos que descomponen su interior, dejándolos huecos como una
caña, pero fuertes en su exterior donde se sustenta su vida, un enorme tubo de
madera, que con unas toneladas menos de peso, le da alivio a las raíces y consigue
burlar a los vientos.
El higuerón, el cual tiene mala prensa por su costumbre de matar al árbol
que lo sostiene, es todo un especialista en ganarse su espacio en la selva ya que
durante su crecimiento se amarra fuertemente de cualquier objeto que le permita
dirigirse a la luz del sol, generalmente sobre otros árboles, pero también se da
sobre muros o rocas. Cabe mencionar que para la fauna es bienvenido este árbol
ya que da un fruto que además de ser abundante, se da en épocas de escasez de
alimento en la selva por lo que es un sustento fundamental.
Las lianas desarrollan caprichosas formas para llegar a donde está la luz, la
escalera de mono, produce una especie de eslabones en su tronco que le dan
firmeza en el ascenso; otras como el isipó timbó, crecen como torneadas super-
poniendo nuevos conductos montados unos sobre otros.
Hay algunas lianas que luego de estar en el dosel largan nuevas raíces en busca
de nutrientes, generando así lianas colgantes como es el caso de la cortina del
cielo.
El guembé prefiere nacer directamente en la altura del dosel y luego mandar
sus raíces en busca del suelo.
Los helechos son un grupo de vegetales que en su mayoría se han adaptado
a la vida en las sombras del sotobosque en donde supieron conseguir condicio-
nes prósperas para la vida, como muchas otras plantas que son sensibles al sol
directo. Es curioso ver como los helechos renuevan sus hojas, pues al salir de
la base de la planta, lo hacen con forma de espiral, ocultando en el interior lo
que luego pasaría a ser el ápice de la misma, esto se debe a que las hormonas
8 Para una lectura más ágil omitimos mencionar el nombre científico. Para los lectores interesados en botánica
pueden consultar la Tabla de especies mencionadas al final del libro donde encontrarán los datos de cada especie.
Reflejos en las aguas del Moconá - 25
Más allá de las cifras matemáticas y datos fríos, el verdadero espectáculo que
uno pude llegar a ver y sentir en muy difícil de describir, poner en palabras el
encuentro con la magnificencia de este fenómeno natural es restarle valor; solo
viéndolos, en el exuberante entorno que los rodea, podemos llegar a entenderlos.
El origen de su nombre ya los hace enigmáticos, Moconá, como suena y se
escribe, no existe como término en el lenguaje guaraní. Algunas hipótesis de la
derivación de su origen son, Mocoá, por ejemplo, “el que traga”, esto podría venir
por la voracidad de los remolinos que se forman en el cauce inferior o tal vez, Mo-
combá, “que se corrió”, refiriéndose a la falla geológica, y por último, una curiosa
interpretación, pero la más improbable, es la de que en la desembocadura del río
Pepirí Guazú, unos nueve kilómetros río arriba, se construyó un hito fronterizo,
a principios del siglo XX, llamado Mojón “A” y la deformada pronunciación de
este sitio por los nativos derivó en Moconá.
Pero lo cierto que estos saltos se conocen desde bastante antes que principios
del siglo pasado y en Brasil se le llaman Yucumá. Según guardaparques brasile-
ños, proviene del idioma Kaingans y significa “el gran tronador”, refiriéndose al
sonido que producen las caídas de agua.
cadas poco a poco pierden dominio sobre las piedras, a continuación, a la dis-
tancia, se pude distinguir un bloque de piedra en el agua, la Piedra Bugre que
anuncia el fin de la travesía.
Caminando
Si bien los saltos están ubicados
geográficamente en territorio argenti-
no, pues la división política del río está
demarcada por el canal que se encuen-
tra debajo de la línea donde se generan
las caídas de agua, haciéndolo de una
manera paralela al río, por lo que la vi-
sualización de la falla, se la aprecia con
amplitud desde la costa brasilera.
Por decirlo de otra manera nosotros Figura 4. Mirador sobre el Río Uruguay desde el
contamos con el escenario donde se ge- lote 8. Fotografía de L. Rangel Olivera.
nera el espectáculo, pero la tribuna don-
de se aprecia se encuentra en la orilla brasilera.
Esta situación poco favorable comercialmente para el mercado turístico de
nuestra provincia, ha provocado que se realicen todo tipo de esfuerzos para en-
contrar la forma de obtener una visión terrestre, alternativa a las embarcaciones,
desde la costa argentina.
Si bien desde el lote 8 que está lindando con el Parque río arriba, hay una
visión panorámica, desde un mirador natural en un recodo del río, la misma da
una imagen muy lejana de los mismos, restándole espectacularidad a los mismos.
Reflejos en las aguas del Moconá - 31
3. Las leyendas
Los saltos se encuentran rodeados de mitos y leyendas que han sido alimenta-
das por las muchas vidas humanas que se perdieron en sus aguas y por la mística
que genera semejante falla geológica.
Dicen que al anochecer se puede distinguir, mezclado entre el rugido del agua
que producen los saltos, gemidos que parecen humanos, como rezos, súplicas y
lamentos.
Una de las leyendas más curiosas es la de la cadena.
Leyenda de la cadena
Dicen algunos de los lancheros más antiguos, que cuando el río tiene una
bajante extraordinaria, en el lugar del canal, llamado la olla, aparecen insertos
en las piedras que forman la pared de los saltos una enorme cadena formada por
oxidados eslabones que se pierden en la profundidad del canal. La cadena es tan
grande y pesada que por más intentos que se hagan, desde las embarcaciones, es
imposible sacarla para ver que contiene en su extremo sumergido. Según se cree,
sujeto a la cadena se encuentra un cofre con monedas de oro, escondido por es-
pañoles en la época de la conquista de América.
La piedra bugre
Más que una leyenda tal vez esta historia es real, la historia haría referencia
a la Piedra Bugre, una enorme piedra que aparece como un islote cuando el río
baja. Lleva su nombre por la presencia de guaraníes que habitaban en torno a los
saltos; ‘Bugre’ es el término que utilizaban los portugueses para denominar a los
guaraníes en general, hoy en día este término es considerado despectivo.
Se dice que los indígenas construían puentes con palos desde la costa a la pie-
dra y desde la piedra a la otra orilla aprovechando lo angosto que es el río en esta
parte y que eso es lo que originó el nombre lleva la roca.
Reflejos en las aguas del Moconá - 33
El sendero chachí
Longitud: 1800 metros
Dificultad: baja
Duración aproximada: 1 hora
El recorrido comienza detrás del centro de visitantes, atravesando el área de
recreación. Se ingresa al sendero por un pequeño portal que indica el paso y al
entrar al mismo nuestro espacio de movilidad queda restringido a un metro de
ancho y en donde a cada paso que damos sentimos que nos sumergimos en un
manto verde que nos envuelve. Desde el comienzo de la primavera hasta fines del
verano, el primer tramo del sendero se hace acompañado por el bullicioso sonido
de los boyeros cacique, aves gregarias que eligen hacer sus nidos en las palmeras
pindó que se encuentran en el área de recreación, pero por su temperamento se
suelen adueñar de todo el espacio aéreo que los rodea, en por lo menos 100 me-
tros a la redonda.
Ya cuando hemos dejado atrás los boyeros, podemos ver que la vegetación en
nuestro entorno es más alta, los árboles se tornan más grandes y el sotobosque
queda cubierto de helechos: estamos en presencia de la selva clímax, las lianas
sorprenden con sus gruesos troncos que cuelgan de las copas de los árboles car-
gados de epifitas en sus copas.
A unos 400 metros del recorrido aparece ante nosotros un monumental árbol,
enorme y corroído en su interior, que da el aspecto de ser milenario, pero como
explicamos en otra sección de este volumen, en la selva árboles de 100 o 200 años
son raros, los árboles aquí crecen rápido y no viven tanto como en los climas más
fríos. Este gigante es un cañafístula, también llamado ibira pytá o cañafistola,
suele dar abundantes flores amarillas, está hueco en su interior, por su edad, pero
como explicamos anteriormente, es un beneficio para el árbol que al no tener
que sostener tanto peso queda aliviado ante la presión de los vientos. Sobre este
ejemplar se desarrolla todo un mundo de lianas y epifitas.
Si continuamos el recorrido a unos 50 metros veremos otro ejemplar de esta
misma especie, ya vencido, tirado en el suelo; se puede ver el hueco en su interior
que es usado como refugio temporal por pequeños animales.
A unos 600 metros del recorrido inicial podemos ver una curiosa asociación,
dos enormes árboles ocupando un mismo espacio, se trata de una grapia (Apuleia
leiocarpa) a la cual le ha crecido encima una higuera brava (Ficus luschnatiana)
y desde hace muchos años compiten por ese mismo lugar; a la vez, un grupo de
guembés, también se sumaron al conflicto, envolviendo a estos con sus raíces aé-
reas. En la selva todo crece sobre todo en un aparente caos, pero en realidad es el
más perfecto de los órdenes, porque allí se generan las más prosperas condiciones
para la vida, la plena de diversidad.
Pocos metros más adelante, nos encontramos con un bosquecillo de helechos
que parece venido de otros tiempos. Se trata de helechos arborescentes, conoci-
dos como chachí bravo (Alsophilla setosa), los que les dan el nombre al sendero.
Tienen alrededor de 5 metros de alto. Esta especie considerada en peligro de
extinción, ha sido declarada Monumento Natural Provincial.
Desde los helechos, el camino dobla hacia la derecha y comienza un leve des-
censo al llegar al cruce donde está el retorno. Hay un enorme cedro misionero
(Cedrela fisilis). Ejemplares de este porte en esta especie son muy difíciles de en-
contrar, ya que es un árbol que fue y es muy apreciado por la calidad de su made-
ra, que es liviana, durable y con buena veta. Además en la época que las maderas
se trasportaban por el río, los cedros eran pieza fundamental, junto con el timbó,
en el armado de las jangadas, ya que éstas son maderas flotantes, imprescindibles
para mantener a flote a las otras maderas. En estos especímenes se evidencia la
importancia de las áreas protegidas para conservar la fortaleza genética de los
árboles, a los cuales les ha llevado miles de años de evolución para conseguir las
condiciones optimas que necesitan para perdurar en este ambiente.
La explotación forestal genera un empobrecimiento de las especies taladas, se
Reflejos en las aguas del Moconá - 35
Sendero de la gruta
Longitud: 1200 metros
Dificultad: media
Duración aproximada: 1 hora
Esta caminata comienza en la zona del estacionamiento, el sendero está indi-
cado con un pequeño cartel de madera. El primer tramo del sedero se encuentra
entre una extraña vegetación, similar a la que rodeada los humedales de altura,
compuesta por varias especies de árboles de la familia de las Mirtáceas, Yabotica-
bas, Pitangas y Ubajay, ente otras dominan el lugar.
Luego comienza el descenso en el camino y el bosque clímax se impone con
un sotobosque sombrío. Allí encontraremos otro gigante cañafístula, pero este
cubierto por otro enorme higuerón, formando una imagen dantesca, los dos cor-
pulentos entrelazando troncos, ramas y raíces.
Poco más adelante hay otro salero, que si llegamos en silencio tal vez podamos
sorprender algún desprevenido mamífero.
El sendero continúa cuesta abajo, algo más cerrado y sinuoso que el sendero
Chachi. Este tiene un aspecto más agreste, donde la piedra también toma pro-
tagonismo. Con una fuerte bajada llegamos al curso de un pequeño arroyo que
tiene un puentecito de maderas para atravesarlo. Se trata del arroyo de La Gruta,
Reflejos en las aguas del Moconá - 37
9 Iriondo, 1987.
Reflejos en las aguas del Moconá - 41
A B
Figura 6. Algunas especies de plantas del Parque Moconá. a) Vernonia cataractarum (endemismo
compartido con Iguazú), b) Dyckia brevifolia (bromelia endémica de Moconá) y Justicia carnea.
Fotografías de L. Rangel Olivera
2. La flora
Fitogeográficamente la provincia de Misiones y su selva pertenecen a la Re-
gión Neotrópical, Dominio Amazónico, Provincia Paranaense (Cabrera, 1976).
Esto define el ambiente como un bosque lluvioso húmedo. Sin embargo esto ha
42 - Leonardo Rangel Olivera
sido recientemente cuestionado por la nueva teoría según la cual la selva para-
naense es eventualmente húmeda, pero fue bosque seco y volvería a serlo si cam-
bia el régimen de precipitaciones (Prado y Oakley, 2011).
Nos podemos basar en dos clasificaciones, una que definió Martínez - Cro-
vetto (1963) y la otra, Cabrera (1976). Ambos dividen la provincia en comuni-
dades vegetales de acuerdo a las especies dominantes, en general coinciden en la
división manteniendo algunas diferencias principalmente en el alto Uruguay, en
donde se encuentra esta porción de selva que nos interesa.
Según se describe en la publicación titulada “Contribución al conocimiento
florístico del Parque Provincial Moconá”10 publicada en el año 2003, con el traba-
jo de campo realizado entre los años 1992 y 1993 por Julio Daviña, Manuela Ro-
dríguez, Ana Honfi, Guillermo Seijo, Massimiliano Dematteis, Irma Insaurralde
y Roque Guillen:
Figura 7. Nuevos registros de plantas para la Argentina en Moconá: Hoffmannia peckii (a) y
Lafoensia nummularifolia (b). Fotografías de L. Rangel Olivera
44 - Leonardo Rangel Olivera
dentro del área, es Roberto Salas, del Instituto Botánico del Nordeste, quien se
especializa en la familia de plantas Rubiáceas, familia que tiene preferencia por
los ambientes tropicales.
En sus ya varias campañas, determinó una nueva Diodia saponariifolia, en la
zona de los saltos, otra pequeña herbácea del género Geophila y la más extraña de
ellas, porque se la tenía registrada para la región de San Pablo, Brasil, pero Salas la
encontró también en Moconá. Es una herbácea de mediano porte llamada Hoff-
mannia peckii, la cual se encuentra en el sombrío cauce del arroyo de La Gruta.
Con estos nuevos registros ya son 23 las plantas representantes de esta familia en
el Parque Provincial Moconá.
3. La fauna
La fauna que se encuentra dentro de toda la selva paranaense que está en la
provincia de Misiones pertenece a la Región Neotrópical, Dominio Amazónico.
Algunas variantes en los hábitats se dan de
acuerdo a los distritos vegetales.
Cuando nos referimos a la fauna habla-
mos de todos los seres vivos pertenecientes
al reino animal, o sea, mamíferos, aves, rep-
tiles, batracios, peces, insectos y arácnidos
entre otros.
Figura 8. Mamíferos del Parque Moconá: arriba, aullador rojo, especie en peligro; abajo, carpincho.
Fotografías de L. Rangel Olivera.
46 - Leonardo Rangel Olivera
Mamíferos
Estos suelen ser los que más llaman la atención de las personas que visitan la
selva. Según figura en el documento base del Parque Moconá11, acerca de la can-
tidad de mamíferos en la zona:
en pelaje, pero de menor tamaño que éste y más estilizado; luego le sigue en ta-
maño el yaguarundí (Herpailurus yaguarondi), similar a un pequeño puma, más
oscuro, largo, con una pequeña cabeza y una larga cola; se lo ve con frecuencia
cruzando caminos ya que es de hábitos diurnos.
Por último dos felinos menores, el margay (Leopardus wiedii) y el yaguatirica
(Leopardus tigrinus), similares en el color del pelaje y tamaño, aunque el primero
es un poco mayor, la característica más distinguible a simple vista es la nariz ro-
sada del yaguatirica. Ambos son muy buenos trepadores e incluyen aves en sus
dietas, muy sigilosos y selváticos, son difíciles de ver.
Otro coloso de la selva es el anta o tapir (Tapirus terrestres), este mamífero te-
rrestre, emparentado con el caballo y el rinoceronte, es el más grande de Sudamé-
rica, es herbívoro y su defensa es la huida. Su cuerpo tiene forma de torpedo, con
el que, al menor ruido, emprende una carrera desenfrenada atropellando todo a
su paso y más vale no ponerse en su camino. También se encuentra en gran peli-
gro de extinción, es muy perseguida por los cazadores por la abundante cantidad
de carne que les provee. En Moconá se detecta frecuentemente en cercanías del
arroyo Yabotí, donde esporádicamente se puede llegar a ver.
Los pecaríes, con aspectos de cerdos, pero con un parentesco lejano (ya que
estos no son Suinos, como es el nombre de la familias de los chanchos domésticos
y el jabalí europeo), los nuestro son Tayassuinos y si bien se parecen a los anterio-
res tienen notorias características que los hace diferentes, como una extraña glán-
dula en su lomo que emite un tipo de almizcle, el cual le sirve para comunicarse
con los de su grupo. Cuentan con dos especies, el pecarí labiado o kuré (Tayassu
pecari) y el pecarí de collar o kuré-i (Tayassu tajacu), el primero es el de mayor
tamaño, su característica distintiva a simple vista es una macha de pelos debajo
del labio, de allí su nombre; el segundo tiene una especie de collar en el cuello for-
mado por pelos blancos. Ambos recorren la selva en piaras, en busca de alimento,
frutas, raíces e insectos que conforman su dieta. Los labiados forman grupos más
numerosos y suelen tener actitud agresiva y defensiva ante una amenaza, tratan
de intimidar a su posible atacante, rodeándolo y haciendo sonar sus colmillos.
Sus principales predadores naturales suelen ser los grandes felinos.
En Moconá y Yabotí se encuentran tres especies de monos, los mas frecuentas
son los caí, o capuchinos, llamados así porque tienen en su cabeza una especie
de gorrito, conformado por pelo más oscuro, similares a los que usan los mon-
jes Capuchinos. Son los simios más inteligentes del continente, tienen su masa
encefálica muy desarrollada y lo demuestran al utilizar herramientas para conse-
guir alimentos, como frutas o insectos, utilizando palitos como extensión de sus
manos. Son arborícolas, de cola prensil y muy ágiles en los árboles donde se los
puede ver desplazándose.
Las otras dos especies son los llamados carayás o aulladores, este nombre se
debe al retumbante aullido que suelen hacer los machos para marcar sus domi-
nios. El aullador negro (Alouatta caraya), su nombre hace referencia al color del
48 - Leonardo Rangel Olivera
Aves
Otros animales que sin duda están disponibles para satisfacer nuestra curio-
sidad por la fauna silvestre de la selva son las aves. Mágica herencia dejada por
misteriosos dinosaurios, que otrora dominaron el planeta, estos seres empluma-
dos, que tienen el don de navegar por el cielo, en la selva repliegan en toda su di-
versidad su magnificencia en su diseño natural, en sus múltiples colores, formas
y tamaños, incluso la arquitectura de sus nidos y sus conductas sociales, son un
mundo cargado de incógnitas maravillas para el interés humano.
Las aves, según expresa la principal guía de aves de la región, de los autores
Tito Narosky y Darío Yzurieta12, acerca de este ambiente: “En el área que abarca,
el clima es cálido y húmedo, con abundantes lluvias durante todo el año. Son sel-
vas mixtas, densas y enmarañadas, con estratos arbóreos y herbáceos bien marca-
dos, que van desde el sotobosque a la copa de los grandes árboles emergentes. Es
el área argentina con más especies propias o endémicas. Un verdadero edén para
observadores u ornitólogos, con numerosas aves coloridas y raras.”
La selva es un mundo donde la vida explota en ingeniosa diversidad y en el
reino animal se evidencian más precisamente ante nuestros ojos en las aves.
La provincia de Misiones cuenta con el mayor número de aves citadas del país.
12 Narosky & Yzurieta, 2010.
Reflejos en las aguas del Moconá - 49
Para la Agentina hay 1.000 especies citadas, de las cuales más de 500 habitan en
esta provincia. En Moconá hasta el momento se han registrado 217 especies.
Los emblemáticos tucanes, muchas veces usados como ejemplo simbólico de
la belleza de las aves tropicales, se encuentran representados en la zona por cua-
tro especies, de las cuales a las dos más pequeñas se las llama también arasaríes.
El tucán grande (Ramphastos toco), como lo indica su nombre, es el repre-
sentante mayor de estos; los miembros de su especie se trasladan en bandadas
pequeñas, navegando en un pesado vuelo de cortos tramos, tratado de sostener
erguidos sus pesados picos anaranjados, sumergiéndose y emergiendo en el do-
sel de la espesura verde, como nadando en un mar de hojas, de tanto en tan-
to descansan en las copas de los árboles emergentes e intentan reagruparse sus
A B
Figura 9. Aves del Parque Moconá: hembra de carpintero dorado verdoso (a) y águila crestuda real,
especie amenazada (b). Fotografías de L. Rangel Olivera.
dicolorus), sus picos son verdosos como lo indica su nombre y su plumaje es más
colorido que los del tucán grande, aunque de menor tamaño que estos, tienen
una vocalización más potente, también desagradable, aunque lo compensan con
su aspecto físico.
Los hábitos alimenticios de los tucanes, además de frutas, incluyen en su dieta
huevos y pichones de otras aves y por eso no son bien recibidos cundo se acercan
a los nidos de los pájaros, que lo suelen recibir en vuelo a los picotazos tratando
de espantarlos, a veces entre varias especies que se alían para defenderse de estos
predadores.
Las otras dos especies son más pequeñas, son los tucancitos o arasaríes. Bana-
na (Baillonius bailloni) es de color amarillo verdoso, conforma grupos pequeños
o parejas, es poco común verlos y suelen andar dentro de la selva espesa. Por
último está el fajado (Pteroglossus castanotis), en aspecto similar al tucán de pico
verde, solo que estos son más pequeños y tienen el pico oscuro y el color rojo de
su vientre está dispuesto en forma de faja, de allí su nombre. Estos son escasos en
Moconá pero más frecuentes en las zonas rurales.
Todos ellos tienen hábitos alimenticios similares por lo que se los considera
predadores para las otras aves.
Los loros también se suelen identificar con los lugares selváticos. En la zona
de Moconá se encuentran tres especies determinadas, ninguna de ellas es de gran
porte, como los guacamayos, y tampoco cuentan con colores exuberantes. Nues-
tros loros son verdes con alguna tonalidad roja o rojiza. Los chiripepes (Pyrrhura
frontales), llamados así por el bullanguero sonido que producen, son verdes con
el vientre y el interior de su cola rojizo y reflejos azules en sus alas. Andan en
grades grupos moviéndose de un lado para otro sobre la copas de los árboles en
busca de frutos, que son su principal alimento.
Las otras dos especies de loros que habitan el Parque son los maitacas (Pionus
maximiliani), más grades que los chiripepes, pero andan en grupos menos nume-
rosos y se los distingue a simple vista en vuelo por su trunca cola y su graznido
corto. Suelen ser verdes, su garganta es violácea y la parte interior del cuerpo
donde arranca su cola es de color rojo. Por último tenemos a los calacates de
alas rojas (Aratinga leucophthalma), que como su nombre indica, tienen unas
particulares marcas rojas en el exterior de sus alas, estos son de tamaño mediano
y de cola larga, son menos frecuentes de ver dentro del Parque Moconá, que los
anteriores.
Propias de lugares boscosos son también los yacúes, emparentados con los
pavos domésticos, en Moconá contamos con dos especies, el yacupoí (Penelope
superciliaris) que es un pequeño pavo de figura delgada, color oscuro y con la
gula de color rojo, característico de este tipo de aves. Se mueve en grupos de po-
cos individuos por el sotobosque y los estratos intermedios de la selva en busca
de frutos, cundo se alertan por la presencia de algún peligro, el macho realiza un
escandaloso cacareo antes de retirarse.
Reflejos en las aguas del Moconá - 51
diminuto, con la frente roja y corona negra estriada, su vientre barrado claro, sus
alas y lomo son de color marrón. Pero lo que le da su nombre es una faja color
canela que le cubre su cuello. Anda por los estratos bajos revoloteando inquieto
entre los árboles.
Atraen la atención los simpáticos coloridos y tornasolados surucuás, de los
cuales tenemos dos representantes, de estas aparentemente pasivas aves, el suru-
cuá (Trogon surrucura), para el cual no usaremos el término de “común” porque
no creemos que ninguna especie, y el surucuá menos aún, tenga nada de ‘común’.
Con su desligue de colores en el plumaje, en el cual se destaca el intenso rojo de
su pecho, el blanco del ventral de su cola y el color tornasolado difícil de definir
del resto de su cuerpo. Suele verse estático, sobre alguna rama de un árbol en la
selva, la que utiliza de percha para desde allí revolotear es busca de insectos que
caza en vuelo. Suele verse solo o en pareja, no es muy abundante, pero lo es más
que su familiar el surucuá amarillo (Trogon rufus), que se distingue del anterior
por tener su pecho y vientre de color amarillo, su cola es barrada, con manchas
blancas y su capuchón y dorso tornasolado es más verdoso, tienen los mismos
hábitos que el otro surucuá, pero es más raro de ver.
Los jotes de cabeza roja (Cathartes aurea), revolotean en círculo por el cielo
abierto, planeando como rapaces. Son abundantes y fáciles de ver y suelen subir a
gran altura ayudados por las corrientes de aire, al igual que sus parientes los jotes
de cabeza negra (Caragyps atratus), más pequeños que el anterior pero también
imponentes, como todos los integrantes de esta familia que incluye también al
emblemático cóndor andino. Algo más chico que este pero también enorme es
el jote real (Sarcoramphus papa), el cual impone respeto entre sus congéneres,
pues este carroñero tiene un pico poderoso que puede desgarrar cueros duros de
animales, por eso las otras especies de jotes se abren camino ante su llegada a un
cadáver reciente, para que él de los primeros mordiscos; es por eso que se ganó el
nombre de real, pues todos parecen rendirle homenaje en su llegada.
Podríamos escribir muchísimas páginas describiendo las aves de la selva,
porque su diversidad es abundante, desde los más pequeños picaflores hasta las
enormes águilas, de todas ellas hay mucho para tratar de conocer, las coloridas
bandiditas mixtas que revolotean por el interior de la selva, nos dan solo segun-
dos para disfrutar de su belleza antes de que continúen su revoltoso tránsito en
busca de alimento.
Lo conveniente para poder apreciar más y disfrutar de la belleza de las aves
es llevar una guía de campo, cámara de fotos o larga vistas, en una incursión por
la selva.
Reptiles y batracios
Como en casi toda la composición de la fauna Argentina, Misiones es la que
cuenta con el mayor número de especies también en lo que se refiere a heperto-
fauana, o sea, los viscosos batracios y los rastreos y escamosos reptiles.
Reflejos en las aguas del Moconá - 53
Peces
De la llamada ictiofauna, en Moconá, dentro de los cursos de agua del Río
Uruguay, el Arroyo Yabotí y los afluentes menores que están en el Parque, existen
cerca de 40 especies de peces registrados hasta el momento, aunque en este medio
poco estudiado en la zona pueden llegar a registrarse nuevos especímenes para
la ciencia.
Insectos y arácnidos
Si hablamos de fauna debemos mencionar a los que son los representantes del
reino animal más abundantes pero menos conocidos para la ciencia: los insectos
y sus compañeros de hábitat, las arañas.
Estos son un grupo de seres tan diversos en todos los sentidos que simple-
mente hablaremos de los que suelen llamar de algún modo la atención de los
visitantes.
Sin duda las mariposas (Lepidóptera), son los insectos que ocupan un lugar
principal en las cámaras fotográficas de los visitantes que llegan a estos lugares;
muchas de las especies se agrupan en lugares iluminados en bordes de caminos
o arroyos. A esas reuniones se las denomina asambleas y suelen estar compues-
tas principalmente por integrantes de dos familias: Papilonidaes y Pieridaes. Las
mismas tienen el amarillo como color predominante y suelen estar libando mine-
rales en charcos de agua o incluso sobre materia fecal de algún animal.
En la zona se pueden observar mariposas casi todos los días del año, salvo
56 - Leonardo Rangel Olivera
en algunas ocasiones cuando hace mucho frío en invierno, aunque si sale el sol
seguro se verán mariposas revoloteando. Es en los meses cálidos cuando se evi-
dencia la abundancia de estos coloridos insectos voladores, las mariposas diurnas
(Rhopalocera) que en esta región superan las 400 especies, las nocturnas o polillas
(Heterocera) superan esta cifra en por lo menos 10 a 1, no estando determinada
aún la totalidad de las especies de éstas. Una forma práctica para ayudar a distin-
guir a groso modo las polillas de las mariposas diurnas, no es ni por sus hábitos o
por sus colores ni tampoco por la forma en que pliegan las alas, sino por la forma
de sus antenas. Las diurnas tienen dos antenas simples, generalmente con clavas
en sus puntas; las polillas tienen dos antenas con formas de plumas de aves, las
mismas les sirven a ellas para guiarse durante la noche o el día. En sus pequeños
pelitos que conforman estas plumas tienen cientos de miles de sensores, capaces
de percibir el aroma de una flor o de otra polilla de su especia a kilómetros de
distancia.
Sobre las mariposas diurnas hay guías14 fotográficas que pueden ayudar a los
visitantes que tengan curiosidad por identificarlas.
Entre los insectos de la selva cabe mencionar a un curioso grupo de hormi-
gas, llamadas ñegionarias o correcciones (Ecitoninae), que se trasladan en grupos
numerosos por la selva, formando líneas. Son de rápido movimiento, general-
mente pequeñas y negras, pero hay algunas especies de tamaño considerable.
Van devorando todo tipo de insecto arácnido o cualquier otro pequeño animal
que encuentren a su paso. Estas hormigas selváticas sudamericanas, supieron lle-
gar a ser protagonistas de un clásico del cine de terror de Hollywood, llamado
“Marabunta”, donde relata que en un lugar de la selva amazónica un enorme gru-
po de estas hormigas devoraba todo a su paso, incluso a los seres humanos. Esto
por supuesto que es solo cine, la realidad es que no son tan numerosas y voraces
como para poder comerse un gran mamífero, pero si pudieran lo harían y esto
se ve demostrado que si accidentalmente nos paramos sobre su frente de ataque,
rápidamente nos empiezan a subir por las piernas y a mordernos de una forma
muy agresiva, obligándonos a retirarnos de su lugar de tránsito. Basta solo con
movernos unos metros para salir de su línea de ataque y luego hay que tomarse
tiempo para sacarse del cuerpo las pequeñas y encarnizadas hormigas que tene-
mos prendidas de la piel.
Lo que también tendremos seguro a nuestro alrededor un día caluroso y
húmedo dentro de la selva será además de mosquitos y jejenes o mbarigui (Si-
mulidos). Estos pequeños insectos son muy molestos y prefieren picar en las ar-
ticulaciones, muñecas y tobillos. Además de los que succionan nuestra sangre,
un surtido de todas las especies posibles de moscas, incluso chinches, abejas y
mariposas vendrán también en busca de los residuos que genera nuestra piel, las
escamas y preciadas sales.
De los insectos molestos además se destacan la mosca ura (Dermetobia ho-
14 Canals, 2004.
Reflejos en las aguas del Moconá - 57
minis), que deposita sus larvas debajo de la piel de animales de sangre caliente,
incluso en humanos, las cuales se alimentan de tejido vivo, causando molestia y
dolor en sus huéspedes. Los piques o bichos del pie (Tunga penetrans), son otros
parásitos que habitan en los suelos con cierta humedad y sombra, las hembras
utilizan la piel preferentemente de los miembros inferiores de algunos mamíferos
para incubar sus huevos que luego al nacer vuelven a tierra. Este tipo de parasi-
tismo también se da en humanos, generalmente en viviendas rurales donde hay
portadores como chanchos y perros y suelen ubicarse en la punta de los dedos
de los pies causando mucho dolor y una infección local. El método más práctico
utilizado para quitárselos es realizando una incisión con una aguja para extraer
el parásito.
También se debe tener cuidado con las avispas y cierto tipo de orugas urtican-
tes que pueden causar problemas de salud principalmente en personas alérgicas.
Las arañas son muy abundantes en la selva, al ingresar a un sendero a la maña-
na a la persona que le toca ir adelante le conviene llevar una rama que pueda usar
como instrumento para ir rompiendo las telarañas que suelen ser muy molestas,
sobre todo cuando las chocamos con el rostro.
En la provincia de Misiones se encuentra una araña que construye una tela
muy poderosa, conocida como hilos de oro (Nephylla clavipes); su nombre se
refiere al color dorado de sus telarañas, que se dice que son más resistentes que el
acero y se utiliza como material para la confección de chalecos antibalas. Encon-
trarse con esta tela por sorpresa es impresionante, pero la araña no es agresiva ni
peligrosa.
Una araña que suele ser peligrosa y también agresiva es la conocida como
araña de la banana (Phoneutria sp), nombre dado porque suele buscar refugio
dentro de las bananas. Antiguamente los trabajadores de las plantaciones solían
cargar las bananas sobre sus hombros y estas arañas causaban muchos accidentes
mortales al picar a las personas en el cuello, por lo que el veneno podía llegar a
ir directamente al cerebro causándoles una necrosis mortal. Hoy en día los acci-
dentes mortales con este tipo de arañas son raros, pero se debe de tener cuidado,
principalmente revisando bien las ropas y calzados, antes de ponérselos si se tu-
viese que dormir en carpa en la selva.
58 - Leonardo Rangel Olivera
CAPÍTULO IV
1. Habitantes originarios
Por los restos arqueológicos que se
encuentran frecuentemente en la cos-
ta del río Uruguay, se puede ver que
estos lugares fueron habitados por
culturas indígenas que trabajaban la
cerámica y la piedra, probablemente
de la cultura Tupi-guaraní, pero se
sabe que anteriormente vivieron pue-
blos de otras culturas indo-america-
nas.
De la prehistoria de Misiones, los
registros de la presencia humana se
estiman entre 5.000 y 8.000 años atrás,
la llamada cultura Altoparanaense que
habría habitado este ambiente cuando
todavía era una sabana15.
De las culturas anteriores a los gua-
raníes se sabe poco, una de ella es la
cultura Kaingang, la cual ya no tiene Figura 10. Mapa que describe la zona de distribución
presencia en la provincia de Misiones. de los principales grupos indígenas de la región al
A fines del siglo XIX, estos indí- momento de la llegada de los españoles, en el cual se
genas selváticos, se mantenían en la puede apreciar el predomino Kaingangs en el actual
territorio de Misiones. Fuente: Adriana Fiorentini.
zona noreste de la provincia evitando
el contacto con el hombre occidental, pero cuando los apeadores de maderas y
de yerba mate ingresaron al, hasta esos tiempos, virgen territorio de la provincia,
15 Rizzo, 1980.
60 - Leonardo Rangel Olivera
16 Bonafede, 2006.
Reflejos en las aguas del Moconá - 61
Pueden ser divididos genéricamente en tres grupos: los Caribes, que habitaron
el norte del Mar de las Antillas; los Tupís, que ocuparon el centro y sudeste de Brasil
y los Guaraníes, que se ubicaron en el sur brasileño, este y sudeste de Paraguay y
parte del litoral argentino, incluido la provincia de Misiones. Ingresaron en la re-
gión misionera en forma de aluviones desde el año 1.000, y su desembarco implico,
en algunos casos, el desplazamiento forzoso y en otros, la aculturación de grupos
que ya estaban establecidos, como los Kaingángs y Guayanás.
Los actuales mbyá que ocupan el territorio de Misiones no son los descendientes
de aquellos guaraníes que desde fines del siglo XVII abandonaron las reducciones.
Son grupos que históricamente se mantuvieron al margen de la vida reduccional
misionera, pese a que en varias ocasiones los padres jesuitas no escatimaron esfuer-
zos por incorporarlos a estas.
Durante todo el periodo reduccional, fuera de los límites de la Provincia Jesuítica
del Paraguay y aún dentro de ella, en las zonas selváticas, existieron parcialidades gua-
raníes que se mantuvieron al margen de este proceso, viviendo en su modo ancestral.
Mientras se mantenían en una actitud pasiva, su presencia era tolerada por los
guaraníes reducidos. En caso contrario, se emprendía expediciones punitivas con-
tra los mismos.
Estas parcialidades se vieron obligadas a permanecer recluidas en determina-
das zonas, generalmente selváticas y marginales respecto al área misionera, donde
prosperaron manteniendo su estilo de vida. El contacto esporádico que sostuvieron
algunas de estas agrupaciones con las misiones jesuíticas, tal es el caso de los mbyá,
implicó la adopción de algunas pautas y productos culturales típicamente misione-
ros, como ser conceptos propios del cristianismo, algunos instrumentos musicales
y una cultura hortícola incipiente.
A partir de las últimas décadas del siglo XIX, momento en que se consolidan los
Estados Nacionales de Paraguay, Argentina y Brasil e inició una etapa de sostenido
desarrollo económico y poblacional como producto de los programas de coloni-
zación, aquellos grupos guaraníes empezaron a entrar en contacto directo con el
hombre “blanco”. De ese modo, los asentamientos indígenas del este de Paraguay,
de la provincia de Misiones y del estado de Rio Grande do Sul, en Brasil, ingresaron
al siglo XX sorprendidos por un frente poblacional que avanzó sobre sus tierras,
cercándolos cada vez más en espacios reducidos y marginales.”
Desde hace un par de siglos, estas selvas del Yabotí, están habitadas por indí-
genas de la etnia guaraní, mbya, pobladores silvícolas, provenientes de Paraguay,
que combinan la agricultura con la caza, pesca y recolección. Estas comunidades
sobreviven hasta hoy en día en estos lugares a pesar del deterioro del ambiente,
producido por la explotación forestal que se viene llevando hasta la actualidad
por “los propietarios de los lotes”.
Según un trabajo realizado por, el ingeniero forestal y etnobotánico, Héctor
Kéller en el año 200417, establece que:
“El grupo más antiguo que actualmente habita el lote 8 (lindero al parque Provin-
17 Kéller, 2004.
62 - Leonardo Rangel Olivera
cial Moconá) se habría asentado en la zona hace unos 150 años en una aldea denomi-
nada Teko’a guachu (Gran Comunidad) localizada en las coordenadas 53º 48’ 99.4’’
W, 27º 06’ 78.4’’ S. La misma se abandonó hace unos 60 años, al morir el cacique Di-
narte Benítez. Actualmente es el cementerio de las comunidades Teko’a Yma y Kapi’i
Yvate. En el lugar aún se hallan los patios de las antiguas viviendas, con alta densidad
de palmeras Pindó (Arecastrum romanzoffianum); grandes ejemplares de Oveña (Ho-
venia dulcis) y el suelo cubierto de Pasto jesuita (Axonopus compressus). Los sitios
correspondientes a terrenos de cultivo hoy día están ocupados por sucesiones secun-
darias con predominancia de lauráceas y una altura de dosel de cerca de 15 metros.
Tras la muerte del líder mencionado los integrantes de esta comunidad se des-
plazaron entonces hacia el noroeste (lote 7: 53º 49’ 56.1’’ W, 27º 05’ 62.6’’ S) coman-
dados por Feliciano Benítez “Perí” donde conformaron una comunidad llamada
Takua ovy (Bambú azul). Dicho lugar, conocido actualmente como “Perí rogüe”
(Antigua morada de Perí) fue abandonado hace unos cincuenta años, emigrando
sus integrantes hacia el Brasil. En los antiguos patios aún se hallan restos de barro
que revestía las paredes de las chozas con improntas de costaneros de palmera y
varas de bambú, así como viejos morteros cubiertos de musgo…”
De esta migración hacia Brasil, regresa Artemio Benítez, quien funda la actual al-
dea Teko’a Ymá (Antigua Comunidad), donde vive actualmente con algunas familias.
A unos 6 kilómetros de ésta, sobre el Pepirí Guazú, también en el lote 8, se
asientan un grupo de familias provenientes de otra comunidad que se encuentra
dentro de la Reserva Yabotí, liderados por Martín Fernández. Luego de algunos
años los miembros de esta comunidad fueron migrando hacia el Brasil, quedan-
do algún tiempo abandonado este lugar.
En el año 2010 se instalan un par de familias que vinieron de Iguazú, al mando
del cacique Augusto. Las mismas se quedan unos meses en el lugar y luego se co-
rren unos kilómetros al sur, sobre el mismo lote, en el arroyo Barra Grande, cerca
del Río Uruguay, donde actualmente residen, dándole el nombre a la comunidad
el de Itá’o Mirí (Canto rodado).
En el lote 7, hacia el oeste, se encuentra una aldea llamada Takuaruchú (Bam-
bú). Su cacique, el fundador, se llama Aparicio Benítez Morinigo y se asentó en
el lugar en el año 1962. Por el camino de ingreso a esta comunidad, a unos tres
kilómetros, se encuentra actualmente asentada otra aldea, dirigida por el cacique
Remigio Sosa, quien en inicio fundara su comunidad el año 2000, en el lote 6
sobre el río Pepirí Guazú, cambiándose en el año 2007 al sitio actual.
Ese mismo año anduvo moviéndose por la zona una tribu guaraní, nóma-
das, proveniente de Paraguay, que construían sus viviendas de hojas de palmera
pindó, de la misma se supo muy poco y desapareció misteriosamente sin dejar
rastros de su paradero.
También, dentro del Parque Provincial Esmeralda, hay una aldea que se asen-
tó en el año 2002 comandada por el Cacique Cándido Benítez, quien trata de
llevar en su comunidad una política de revalorización de la cultura tradicional
Mbyá, rechazando el asistencialismo social del estado o de ONGs.
Reflejos en las aguas del Moconá - 63
lleno de emociones, dominado por lo fantástico que condiciona sus hábitos de vida.
El documental “La Sombra del Jaguar” (Kuaray `a Chiví) realizado por En-
rique Acuña, presidente de la asociación indigenista AAGUA (Asociación de
Amigos de los Guaraníes) describe muy bien, basado en la mitología Mbya, su
relación con el pasado y el respeto de sus tradiciones religiosas.
En la presentación del documental expresa lo siguiente:
“Es un relato de la creación del mundo Mbya donde su dios (Ñande Rú) forma
a los héroes, el futuro sol y la futura luna, en su lucha contra los jaguartes del dia-
blo. Luego surgen las ceremonias secretas de bendición del maíz (Ñemongaraí) y
el bautismo de los niños (Mitá Rerý); donde se escuchan los nombres propios que
permiten vivir.
Se construye luego el “ser Mbyá”, con mitos y rituales como el Ñengue, suerte de
iniciación sexual que conjura la posibilidad que la sombra de lo humano sea reversible a
lo animal del jaguar (jepotá). El tabú a esta metamorfosis demuestra un misterio basado
en la reciprocidad con los dueños de los árboles, el arroyo, la piedra y los espíritus de
los muertos… Seremos testigos de esa lógica basada en la creencia de las palabras que
curan el alma y permite a los guaraníes convivir con una tierra que no es sin mal.”
ver que a algunos cientos de metros venía una anciana caminado cargando una
bolsa sobre sus hombros, aunque les pareció extraño esa situación para un lugar
que no estaba habitado en varios kilómetros a la redonda, decidieron esperarla.
Pasó un buen rato y nunca llegó, entonces decidieron hacer un fuego y pasar la
noche en ese lugar ya que estaba oscureciendo.
La idea del fuego fue lo más acertado, ya que el Yaguareté los merodeó toda la
noche a escasos metros, haciendo sentir su presencia con rugidos a su alrededor;
él mantuvo a sus hijos a su lado y nunca dejó apagar el fuego, que es lo que espe-
raba la fiera. Al amanecer, dijo Rosaldo, se llevó una sorpresa al ver las pisadas
dejadas por la fiera entono a ellos, era un Yaguareté-Abá, pues al pisar deja cinco
dedos marcados y no cuatro como lo haría el felino común.
La economía Mbya está basada en la agricultura, con mandioca y maíz como
principales cultivos, complementando su economía con la caza, la pesca y la re-
colección. En los últimos años en su interrelación con pobladores de cultura oc-
cidental han incorporado a su dieta alimentos que esta tierra no produce, como
harina de trigo, sal y aceite vegetal comestible. Este consumo además se genera
por el deterioro de su ambiente, que no da lo suficiente como para sostener una
vida saludable por la escasez de algunos nutrientes.
La dependencia del dinero para obtener alimentos que ellos no pueden pro-
ducir los ha llevado a realizar tareas laborales con fines comerciales, la más noble
tal vez sea la de realizar objetos artesanales, como figuras de animales tallados
en madera y cestería con cortezas de tacuaras. Pero también los que no tienen
mercado para poder comercializar estos productos se ven obligados a salir de su
aldea para ir a trabajar en plantaciones donde se emplean como peones y reciben
una muy baja remuneración, con el costo del desarraigo familiar y el de estar
expuestos a una mayor contaminación cultural.
Hoy en día algunas aldeas reciben ayuda alimenticia del estado, lo cual tam-
bién les genera un riesgo cultural, pues pueden perder el hábito de la agricultura
y con ello un valioso banco genético en semillas, “solo de maíz, cuentan con unas
15 variedades de semillas propias”18.
El conflicto territorial que tuvo gran trascendencia, llevado a cabo por las comu-
nidades que habitan el lote 8, contra la empresa Moconá S.A, que en el año 1999
realizo una despiadada extracción forestal en este territorio indígena, dejo manifiesta
la heroica resistencia Mbya, que llevo la causa a la justicia e incluso llego a tratarse en
el Congreso de la Nación. El caso ha sido documentado por Guillermo Wilde en el
libro Gestión Ambiental y Conflicto Social en América Latina, en el capítulo que le
corresponde a este autor, titulado “Imaginarios contrapuestos de la selva misionera.
Una exploración por el relato oficial y las representaciones indígenas sobre el ambien-
te”. Del mismo trascribimos lo siguiente, en referencia al conflicto del lote 8:
“Los casos más resonantes, ampliamente difundidos por las organizaciones in-
digenistas, tienen que ver con expropiaciones por parte de instituciones oficiales y
reclamos de tierras. Algunos de ellos han sido atendidos, como el de las ya men-
cionadas comunidades de Teko Ima y Capií Yvaté contra la empresa Moconá S.A.
Luego de tres años, el caso llegó a tratarse en el Congreso Nacional argentino. Esto
influyó la presión de organismos de derechos humanos y algunos medios de co-
municación. Pero otras denuncias siguen siendo postergadas, como las numerosas
comunidades ubicadas en el Valle de Kuña Pirú de la provincia de Misiones.”
Lamentablemente, esta es otra cultura que va hacia un camino sin regreso, hacia la ex-
tinción, por consecuencias de la predominante globalización y occidentalizacion que
se está dando en el mundo entero. Afectando aun más la diversidad cultural de nues-
tra especie, al igual que está pasando con la diversidad biológica de nuestro planeta.
Sin duda la marca más grande dejada por la presencia guaranítica en la re-
gión está relacionada con la colonización jesuítica. Si bien no hubo reducciones
jesuíticas en esta parte del alto Uruguay, podemos, gracias a ellos, hallar el primer
documento escrito que menciona y describe esta selvática parte del continente.
La batalla de Mbororé fue seguramente el hecho histórico más importante del
que se tenga registro y que tuvo como protagonista a los Saltos de Moconá. Aquí
también estaría el registro documentado más antiguo que hemos encontrado en
mención a los saltos. Si bien la contienda se desarrolló en la localidad de San
Javier, a más de 200 kilómetros, según los relatos, los Bandeirantes ingresaron su
A B
flotilla naval al río Uruguay en la desembocadura del río Pepirí Guazú, que en esa
época se conocía como río Apeteribí, según se puede determinar, debido a que no
se pude hacer una traducción literal de la palabra Pepirí (aunque se sugirió que
se podría interpretar como el río de los Pequeños Peces) y la palabra Apeteribí,
es la denominación que le dan los guaraníes a un árbol abundante en la zona,
conocido también como Peteribí o Loro Negro.
En la confluencia de los mismos, que se encuentra a unos 9 kilómetros río
arriba de los saltos, establecen una base y construyen una empalizada, según la
cita histórica.
Además se menciona que, luego de la derrota que sufrieron los Bandeirantes
en Mbororé, ganaron tierra por la margen derecha del río Uruguay (actual costa
argentina) para emprender la huida y llegar a la zona de los Saltos de Moconá,
donde habían dejado un refugio provisorio.
2. La batalla de Mbororé
Según este relato histórico, extraído del informe del Padre Jesuita Ruyer, de abril
1641, del que hemos extraído el fragmento de TerritorioDigital.com19, titulado “He-
rencia Misionera”, dice:
go...”. En el trayecto llegaron hasta la misión exploradora algunos indios que habían
huido de los bandeirantes. Estos informaron a los Padres acerca de aspectos tan im-
portantes como el número, posición e intenciones del enemigo. Con información más
certera sobre la situación, se dispuso el repliegue de los 2.000 guaraníes del Acaraguá
hacia la base de Mbororé. Como ya hemos mencionado, al retirarse las tropas guara-
níes del Acaraguá, una partida portuguesa llegó hasta el lugar, construyó empalizadas
y luego se retiraron para reunirse con el grueso de la bandeira. Entonces una pequeña
partida misionera se estableció nuevamente en el Acaraguá en misión de observación
y centinela. El día 25 de febrero llegaron hasta el puesto de observación dos indios
fugitivos de los portugueses. Llevados ante el Padre Cristóbal Altamirano, le informa-
ron con certeza del avance de la bandeira paulista. El Padre Altamirano dispuso que
partieran ocho canoas desde el Acaraguá, río arriba, en reconocimiento. A pocas ho-
ras de navegar, cuando amanecía y el sol comenzaba a elevarse sobre el horizonte, las
ocho canoas de la avanzada misionera se encuentran frente a frente con la bandeira
que silenciosamente venía bajando con la corriente del río con sus trescientas canoas
y balsas pertrechadas. Inmediatamente seis canoas con ágiles remeros tupíes salieron
en persecución de los misioneros, quienes comenzaron a replegarse velozmente hacia
el Acaraguá. Al aproximarse al puesto de avanzada, los guaraníes recibieron refuerzos
y las canoas bandeirantes debieron replegarse al ser atacadas con una descarga de ar-
cabuces. El grueso de la tropa bandeirante, que no estaba lejos, según lo relata el Padre
Ruyer: “... por temor de alguna celada disparó toda su arcabucería; enarboló sus ban-
deras; tocó sus cajas y entró por una tabla que hay de río por allí en forma de guerra”.
Repentinamente, un gran aguacero se desplomó sobre el río y la selva, obligando a
ambos grupos a buscar resguardo. Mientras algunos guaraníes permanecían en el
cuartel del Acaraguá, el P. Altamirano, con otros indios, descendió hasta el cuartel de
Mbororé para alertar sobre la presencia inmediata del enemigo. Durante la noche,
momento en que el temporal se detuvo, los bandeirantes prepararon el asalto al pues-
to del Acaraguá. Al amanecer, cuando pretendieron ejecutarlo, fueron sorprendidos
por los guaraníes bajo la dirección de Ignacio Abiarú. Doscientos cincuenta misione-
ros distribuidos en treinta canoas, enfrentaron en aguas del río Uruguay a más de cien
canoas tripuladas por bandeirantes, frente al puesto del Acaraguá. Cuando la batalla
naval llevaba ya más de dos horas, “... llegó el Padre Altamirano –narra el Padre Ruyer
–animando de nuevo a los indios que alentándose de nuevo dieron sobre el enemigo
y le hicieron huir infamemente más de ocho cuadras, y saltaron a tierra no queriendo
pelear más, aunque le desafiaron e incitaron muchísimo los nuestros.” El Padre Cris-
tóbal Altamirano comprendió que atacar a la reducida avanzada de los portugueses
en el Acaraguá no sería de gran provecho, ni aun cuando se obtuviera una victoria.
Los misioneros buscaban una batalla total, en un sitio elegido inteligentemente. Ese
sitio era Mbororé, una zona muy favorable para los misioneros, por estar establecido
allí el cuartel y porque desde el lugar era posible una rápida comunicación con los
pueblos, en caso de necesidad de suministros o de una eventual retirada. La elección
del sitio de la espera no fue casual, “la vuelta de Mbororé” es un recodo del río Uru-
guay, cuyas orillas estaban cubiertas con una espesa selva en galería. Estar allí era
flotar entre dos murallas vegetales, lo cual obligaría a los bandeirantes a una batalla
frontal. Ante la retirada de las tropas misioneras hacia Mbororé, los bandeirantes se
establecieron el 9 de marzo en el puesto del Acaraguá con la finalidad de abastecerse
70 - Leonardo Rangel Olivera
de comida y organizarse para el ataque a los pueblos. La situación se les tornó crítica,
pues los guaraníes antes de retirarse habían destruido todo lo que les hubiese servido,
incluyendo los cultivos que existían en las chacras de los alrededores. En el Mbororé
durante los días 9 y 10 de marzo los Padres y los capitanes guaraníes se dedicaron a
preparar a la fuerza de 4200 indios para la batalla final. Mientras que los Padres se
dedicaron día y noche a confesar a todos los soldados, los Hermanos y capitanes caci-
ques planificaban el ataque. El 11 de marzo los bandeirantes decidieron abandonar el
Acaraguá y bajar hacia Mbororé. Probablemente intuían el peligro que les acechaba y
se encontraban presa del miedo en una zona que no conocían bien, tan lejana de San
Pablo. En dos oportunidades avanzaron por más de una legua por el río, para volver
nuevamente al Acaraguá, por temor a una emboscada. Finalmente las 300 canoas y
balsas avanzaron lentamente, dejándose llevar por la corriente del río. Sesenta canoas
con 57 arcabuces y mosquetes, comandadas por el capitán Ignacio Abiarú, los espera-
ban en el río, en Mbororé. En tierra, miles de indios se habían apostado con arcabu-
ces, arcos y flechas, hondas, alfanjes, garrotes. A las dos de la tarde, dice el Padre Ru-
yer, “...comenzó a descubrirse por una punta del río la armada enemiga, que venía
ostentando su poder y arrogancia...”. Inmediatamente las canoas guaraníes se pusie-
ron en formación de guerra. En medio del río Uruguay chocaron violentamente ca-
noas y balsas, bajo una lluvia de flechas, piedras y tiros de arcabuces y mosquetes.
Desde las empalizadas emplazadas en la orilla se disparaba también sobre el enemigo,
en un juego de doble ataque, fluvial y terrestre. El resultado de la batalla prontamente
fue favoreciendo a los guaraníes. Algunos portugueses arrimaban sus canoas a la cos-
ta y huían a la selva, otros arrojaban sus armas al río para que no cayeran en manos de
los guaraníes y, tomando los remos, se apresuraban a retroceder. Una partida bandei-
rante dirigida por el Capitán Pedrozo bajó a tierra con el objetivo de atacar las empa-
lizadas guaraníes, siendo repelido exitosamente. Con las últimas luces del día los ban-
deirantes retroceden en desorden, por el río y por la costa, hasta llegar en la noche a
una chacra que había pertenecido a la reducción del Acaraguá, ubicada sobre la orilla
derecha del Uruguay. Allí, en una loma, durante toda la noche se dedicaron a levantar
empalizadas. Al amanecer del día siguiente, el 12 de marzo, los guaraníes se presentan
ante la improvisada fortificación de los portugueses y los incitan a presentar batalla,
pero éstos no salen. Luego de algunas horas de espera el jefe bandeirante, Manuel Pi-
res, envió una carta a los Padres jesuitas. Solicitaba el cese de las hostilidades y pedía
el diálogo, asegurando que venían en son de paz, únicamente a buscar noticias sobre
algunos portugueses desaparecidos. La carta fue leída por los Padres y rota delante de
las tropas guaraníes, determinándose en el acto el asalto a la empalizada bandeirante.
Durante los días 12, 13, 14 y 15 de marzo los misioneros bombardearon continua-
mente la fortificación con cañones, arcabuces y mosquetes, tanto desde posiciones
terrestres como fluviales, sin arriesgar un ataque directo. Sabían que los bandeirantes
no tenían alimentos ni agua y que estaban totalmente aislados en su empalizada. Ade-
más, continuamente durante aquellos días, se producían deserciones de tupíes de las
filas bandeirantes, los que se incorporaban a las fuerzas misioneras y suministraban
información sobre la situación del enemigo. El día 16, a las once de la mañana, los
portugueses mandaron en un pequeño bote con una banderita blanca, otra carta pi-
diendo el cese del fuego y ofreciendo una rendición. Ésta también fue rota por los
guaraníes. En un acto de desesperación los bandeirantes se lanzaron en sus canoas y
Reflejos en las aguas del Moconá - 71
balsas al río bajo una lluvia de municiones, flechas y piedras, dispuestos a remontarlo
hasta las empalizadas del Acaraguá. La operación resultó un desastre, pues río arriba,
en la desembocadura del Tabay, dos mil guaraníes los esperaban fortificados para
impedirles la fuga. Cuando los bandeirantes llegaron al lugar comprendieron que se
hallaban acorralados. Entonces mandan una tercera carta, flotando en una pequeña
calabaza, la que los indios dejan pasar con la corriente del río sin recogerla. Comen-
zaron a surgir entonces, entre las huestes bandeirantes, las primeras disensiones res-
pecto a lo que había que hacer. Las deserciones aumentaban, y el miedo y la desespe-
ración ante el hecho inevitable de caer en manos de los guaraníes terminaron por
quebrar la relativa cohesión que hasta aquél momento había mantenido la fuerza. Sin
posibilidades de organizarse para presentar batalla, optaron por retroceder hasta el
Acaraguá, ganar la costa derecha del río e internarse en el monte. Comenzó allí una
cruel persecución por la selva. Los portugueses trataban de llegar hasta los saltos del
Moconá, para desde allí alcanzar el campamento que habían dejado en la desemboca-
dura del Apeteribí. Los misioneros no les dieron tregua en todo el trayecto. Miles
murieron en el monte en manos de los guaraníes, y víctimas del hambre y de las fieras.
La victoria había sido absoluta y aplastante. La derrota, para los bandeirantes, terrorí-
fica. Finalizada la batalla, los misioneros rezaron una misa y un solemne Te Deum. La
batalla de Mbororé cerraba un ciclo de la historia misionera y abría otro, el de la con-
solidación territorial de las misiones jesuíticas”.
A este relato se le puede agregar que además de que este hecho fue la primera
batalla naval registrada, dentro de lo que hoy es el actual territorio argentino,
fue también el principio del fin de las reducciones en manos de los sacerdotes
jesuitas, ya que las misiones al pasar a tener ejército de autodefensa propio, ge-
neró demasiada autonomía a las reducciones respecto del imperio español. Tal
situación generó una creciente preocupación de parte de la corona española que
terminó con una orden en el año 1767 de expulsión de los sacerdotes jesuitas de
las reducciones que tenían a su cargo.
Esta expulsión no fue violenta, ni los indígenas evangelizados que vivían en
ellas retornaron a la selva, como da a entender la conocida película “La Misión”20,
sino que una vez expulsados los jesuitas, se incorporan los franciscanos en su
lugar, quienes intentaron administrar los hasta entonces prósperos pueblos, pero
fracasaron en su intento llevando a la ruina económica a estas reducciones.
Los guaraníes que habitaron esos pueblos terminaron migrando y fundando
otros pueblos, muchos en lo que hoy es la actual Provincia de Corrientes, como
lo son los actuales Loreto y San Miguel.
gente y el paisaje del Alto Uruguay, en donde podemos reconocer los sitios y las
similitudes con los pobladores actuales a los cuales no parece haberles llegado el
paso del tiempo.
Pero lo más interesante aun es que el famoso naturalista Juan Bautista Am-
brosetti se sintió atraído por los místicos Saltos del Moconá y emprendió una
travesía en canoa desde donde hoy se encuentra Alto Uruguay en Brasil frente a
la actual colonia Monteagudo de El Soberbio, para llegar a recorrer y documentar
estos saltos.
Nos ponemos a desmenuzar cuidadosamente sus escritos para poder seguir
palmo a palmo su travesía por la zona y poder localizar los sitios mencionados:
“Al amanecer nos embarcamos con Felipe y dos peones en una gran canoa de
un solo trozo de cedro. Cruzamos el Uruguay, fuimos a buscar a Fragoso, que vive
frente a Colonia Militar; lo embarcamos, y empezamos a andar a fuerza de remo y
botador aguas arriba, arrimados siempre a la costa argentina.”
“La costa brasilera en un gran trecho, está rozada y plantada de caña de azúcar,
maíz, etc. Pasamos la isla que está frente a la Colonia y que según tengo entendido
es argentina; parece ser alta y con un cerro en su centro, un castillo y sus orillas no
dan acceso: son de piedra, casi todas cortadas a pique y está cubierta la misma de
intrincada vegetación en la orilla.
La costa argentina se presenta virgen salvaje, con su vegetación exuberante.
De uno y otro lado, el terreno es ondulado, pero en la costa argentina, los cerros
son más altos que en la brasilera.”
Colonia Militar es hoy llamada Alto Uruguaí, en Brasil, sobre el río Uruguay
enfrente de Colonia Monteagudo, la isla que describe Ambrosetti, se la conoce
como la Isla “Dino” o “De Los Pájaros” y se encuentra también en la zona de
Monteagudo. Sigue virgen desde el exterior, pero en su interior, en el meseta su-
perior hay un cultivo de citronella aunque nadie habita en ella, por lo que sigue
manteniendo las características de la descripción.
“Estábamos en la barra del río Paraíso o Ipané espléndida, ancha, como para
servir de refugio a una gran embarcación; con sus orillas magnificas llenas de vege-
tación frondosa que al ser reflejada en sus aguas le daban un tinte verdoso.
Como era necesario almorzar, saltamos a tierra en su orilla izquierda cuya ba-
rranca es baja, allí empezaba el campo de los Sres. Storni y Ambrosetti: lo primero
que vimos fue un mojón de angico marcado a fuego con esta inscripción: A/S, pues-
to por el agrimensor nacional don Juan de Queirel en 1889 cuando la mensura, y
cuya posición geográfica es 54º 2’ 39’’ longitud O de París y 27º 13’ 56’’ latitud Sud.”
La barra del arroyo Paraíso es hoy en día un lugar turístico en donde se reali-
zan paseos en kayak, además cerca de ese lugar también hay un viejo cementerio.
El agrimensor Juan de Queirel, también escribió un libro titulado Misiones,
donde relata sus peripecias en la selva misionera cuando le tocó mensurar el Alto
Reflejos en las aguas del Moconá - 73
Uruguay. Estos relatos deben de haber inspirado a Ambrosetti, que conoció per-
sonalmente a Queirel, a conocer esta misteriosa región.
“Después de pasar una corredera a las 6, llegamos a Cascayo, que es una playa en
donde se amontonan los rodados que las aguas arrastran, formando una especie de
banco: un poco más allá y llegamos sobre la costa brasilera, puesto de don Antonio
Francisco de Olivera (a) Cascayo, donde pasamos la noche.
El puerto de Cascayo está frente a un gran cerro, su barranca es más de 40 me-
tros de alta; la subimos después de coleccionar muchas mariposas, que allí como en
toda la costa abundan y fuimos recibidos por el viejo don Antonio, brasilero de la
provincia de Paraná, de 65 años, que hace 13 que vive en ese punto, acompañado de
cuatro hijos varones y tres mujeres.
El frente de su casa está rozado, destroncado y sembrado de gramilla; el edificio
es de madera grande y cómodo; todas las tablas, perfectamente aserradas y cepilla-
das; el techo es de tejas de madera, cortadas iguales y está rodeada de un cerco de
tablas, muy bien hecho.
Dormimos muy bien, cenamos opíparamente, y al otro día temprano seguimos
viaje aguas arriba.”
Entrando sobre la barra del arroyo Pepirí Miní, del lado izquierdo, actualmen-
te hay un destacamento de Gendarmería Nacional llamado Grupo Pepirí.
Luego por el río Uruguay hacia los Saltos, comienza el Parque Provincial Mo-
coná, del lado argentino, es un tramo de río muy peligroso para las embarcacio-
nes lleno de fuertes correderas, como la de la S o Isipó, que en embarcación con
motor la pasan solo los vaquéanos. Allí también se encuentra el Falso Canal y el
Golfito, lugares de referencia antes de llegar a la Piedra Bugre, previo a los saltos.
Lo que usualmente se hacía hasta hace unos años era desembarcar en la orilla
brasilera y caminar por el lecho rocoso seco que se encuentra frente a los saltos,
pero hoy en día este recorrido no se puede hacer por una cuestión legal. Si se
desea caminar por la orilla brasilera se debe pasar por una aduana e ingresar al
Parque Do Turvo por donde se accede a este lugar.
En los escritos de Ambrosetti se evidencia la gran impresión que le produjo el
espectáculo natural del lugar, por lo que le dedica cuantiosos párrafos de su libro
a describir la belleza de los saltos.
“Aquí el río Uruguay completamente estrechado entre las dos barrancas de sus
costas se trasforma en un canal de 25 de metros ancho que recibiendo las aguas del
salto corre con horrible velocidad formando remolinos espantosos coronados por
crestas de espuma constantemente aumentadas.
El salto es uno de los más curiosos por su forma y disposición: representa una S
que saliendo de la costa brasilera corre después paralelo al río en una extensión de
cerca de 2000 metros y termina en la costa argentina hacia la brasilera desde una
altura de 5 a 6 metros.
La masa de agua está dividida en veinticuatro caídas distintas, cuyos tamaños
son, principalmente del lado argentino, en metros: 1-3-9-12-11-12-30-5-19-20-16-
6-4-5-2-4-27-25-50-90-2-40-200-300.
Reflejos en las aguas del Moconá - 75
Este destacable trabajo del naturalista que midió las cantidades de caídas de agua
y su extensión, además de las distancias que los separan unoa de otra. La altura que
tomó en ese momento de 5 o 6 metros, es la altura promedio que tienen los saltos en
un verano no muy lluvioso.
Creemos que una de estas caídas de agua debería llamarse Ambrosetti, por la im-
portante documentación que nos legó este estudioso.
El salto ofrece una serie obstáculo a la navegación, pero como el hombre nun-
ca se arredra por nada, los canoeros ya le han buscado la vuelta.
Lo que hacen para pasarlo es subir con un aparejo las canoas y cargas, entre
el primero y segundo tumbo, y una vez arriba, toman el remanso que forman las
aguas y marchan 20 leguas aún hasta llegar a Nonhoay.
De Nonhoay bajan en la época de creciente piraguas, o sea embarcaciones
grandes como chatas, cargadas y como el salto está tapado, lo pasan muchas ve-
ces; no estando bien crecido el río, zozobran, haciéndose pedazos en las piedras y
ahogándose más de un tripulante.”
Aquí encontramos otra interpretación del nombre de los saltos, “el que tragó”
en vez de “el que traga”, esto también es un aporte interesante para el conocimien-
to del origen del nombre.
Dice haberle parecido escuchar gritos angustiosos entremezclados con el
ruido de las aguas que producen los saltos; estos escritos reafirman la leyenda
existente acerca de que se suelen escuchar las voces pidiendo auxilio, de almas
fantasmales de gente que probablemente se ahogó en las aguas de Moconá.
Nonoaí se llama un Municipio del estado de Rio Grande Do Sul que está ubi-
cado sobre el río Uruguay, a algo más de 100 kilómetros saltos arriba; allí también
se encuentra una reserva indígena, probablemente en ese entonces sería este el
lugar más poblado río arriba de Moconá.
una tropa de mulas cargada de yerba que venía de campiñas, las mismas que al otro
día nos debían conducir.
En su totalidad, estaban gordas, cada una traía lo menos 10 arrobas brasileras de
32 libras, y llevaban 4 días de marcha.”
Por la fecha que menciona el autor, comenzaron el año en donde está hoy la
colonia Pepirí. Podemos calcular que la excursión a los saltos fue el 30 o 31 de
diciembre de 1891.
El acordeón es un instrumento típico de los lugareños que utilizan actualmen-
te para interpretar su música folclórica, el tambor no, tal vez en aquel entonces los
mestizos conservaban aún el tambor, utilizado por los afroamericanos de lo cual
algunos tenían descendencia, luego, paulatinamente, se perdieron los vestigios de
esa cultura en la zona.
Las mulas eran el principal medio de trasporte terrestre en esa época, actualmente
solo se utilizan para tracción a sangre bueyes y menos frecuentemente el caballo.
Dice que llevaba la tropa 4 días de marcha, probablemente vendrían de San
Pedro o más allá, desde la costa del Paraná y viajaban hacia algún lugar de Brasil.
“Antes de acostarnos, decidimos salir temprano para las campiñas del Paraíso.
Al otro día, a las 5 a.m., montábamos en nuestras mulas y después de pasar por
el arroyo de Monyolo nos internamos en una picada yerbatera: marchamos como
4 horas largas en ella, subiendo siempre cerros más o menos altos, entre ellos uno
bastante fuerte llegando a las campiñas a las 9 y media.
La picada, como estaba muy transitada, se hallaba en buen estado, así que con
poco trabajo hicimos el viaje.
Las campiñas son seis, entre todas tendrán de superficie más o menos una legua,
hallándose separadas entre sí por restingas de monte alto con abundancia de pitinga
que es uno de los mejores, sino el mejor pasto de engorde para las mulas.
El monte que las rodea es lo que se llama fascinal.
Los pastos que se hallan en las campiñas son gramillas en su mayor parte y están
todos rodeados por el Paraíso teniendo así abundancia de agua.
Más delante de las campiñas se hallaron los yerbales de los ojos de agua, en estas
hay también un yerbal enorme.”
Juan Carlos Chebez en sus comentarios de este libro se expresaba así de este
lugar:
“Nuevamente aparece este paraje (Campiñas del Paraíso)…cuya flora sería in-
teresante relevar.”
Se sabe que desde hace más de un centenar de años son explotadas las costas
del río Uruguay para la extracción de maderas nativas. Se usaba el trasporte flu-
vial como única vía de comunicación y de transporte de mercancías, usando la
jangada como modo peculiar de transportar la madera. Esta actividad requería
abundante mano de obra, tanto para la tala, que se hacía con hachas, como para
el trasporte de las maderas hacia el río, generalmente usando mulas, y por último
para el armado y el trasporte de las jangadas.
Las jangadas eran enormes balsas de maderas que estaban atadas generalmen-
te con lianas unas entre otras para mantener la estructura. Podían ser de maderas
flotantes como el cedro misionero y el timbó o una mezcla que se hacía alienan-
do un tronco flotante con uno no flotante como incienso y peteribí, que por sí
mismos no podían mantenerse a flote pero en la mezcla se lograba la flotabilidad
necesaria para el trasporte.
La enorme balsa de troncos se la largaba río abajo y sobre ella viajaban perso-
nas que se encargaban de que se mantuviera en el canal del río para aprovechar
la fuerza de la corriente y con unas varas largas la mantenían alejada de las orillas
hasta llegar al lugar de destino, que por lo general se encontraba a días de distan-
cia. Uno de esos lugares del Río Uruguay era la localidad entrerriana de Federa-
ción, que se encontraba antes de el Salto Grande que impedía seguir navegando
estas balsas, allí se sacaban a tierra y se llevaba los troncos a los aserraderos. Era
común que en las jangadas se construyan viviendas precarias sobre ellas para que
el jangadero pudiera llevar a su familia debido a la larga y lenta travesía que se
debía realizar.
Más adelante el trasporte mejoró cuando se empezaron a remolcar las janga-
das con barcazas a motor, pero lentamente este método comenzó a desaparecer
a medida que el trasporte terrestre en camiones se impuso según se mejoraban
los caminos y rutas a la vez que escaseaban cada vez más las maderas flotantes.
El jangadero Dary Lucas, nacido en la localidad de Alba Posse en 1927, se de-
dicó desde que era adolescente a la tarea del trasporte fluvial por el río Uruguay,
cuando esta tarea ya se hacía con remolcadores a motor, radicándose en El So-
berbio, a partir de los años 50. Escribió un libro con sus memorias de navegante
titulado “Toda una vida navegando un Río no Navegable”, en donde nos expresa
de esta manera el arte del armado de las jangadas:
“A esta altura tengo que hacer una explicación para las nuevas generaciones so-
bre cómo se construye una jangada: todos debemos saber que se pueden clasificar
en tres categorías de maderas, las que flotan, las que no flotan y las que semi-flotan.
Hay solo 2 que son buenos flotadores: cedro [Cedrela fisilis] y la canela guaicá [Oco-
tea puberula], después existen una serie de semi-flotadores, pero no se deben contar
ni como tal, porque a los tres o cuatro meses de estar embalsados, absorben agua y
van al fondo, como el timbó [Enterolobium contortisiliquum], sota [Luehea divari-
cata], todas las otras canelas [Nectandra y Ocotea spp], el laurel [Nectandra saligna]
cuando es chico, el pino [Araucaria angustifolia], canyarana [Cabralea canjerana].
Reflejos en las aguas del Moconá - 81
Sobre la margen sur del arroyo Paraíso se sabe que estuvo asentado un obra-
jero de apellido Urrutia quien administraba y explotaba las maderas de las selvas
de estas partes del alto Uruguay representando al propietario, un vasco de apelli-
do Inchausti.
Anteriormente a esto se dice que el aprovechamiento de la maderas lo hacían
una empresa de nombre Pastorizza, que se empleaba gente al estilo mensú, de
esto queda un cementerio en el lote 10, sobre el arroyo Paraíso en la zona de las
campiñas, el cual menciona el viajero naturalista Ambrosetti y donde hoy hay
una tumba con fecha de mediados del siglo XIX.
Los obrajes que se instalaban en el interior de la selva construían asentamien-
tos en donde además de viviendas para los trabajadores hacían rozados o des-
montes para cultivar pastos y granos para los animales de trabajo que en general
eran mulas, también construían los llamados “cariyos” que eran unos especies de
precarios secaderos tipo estufas para tostar la yerba mate.
Dichos parajes estaban unidos por picadas o senderos por donde se trasporta-
ban los víveres para abastecer a los pobladores.
El paso de los años trajo a estas selvas tecnología, pero la cultura del obrajero
continuó casi intacta, compartiendo una vida entre dos mundos, la vida en un
pueblo con trasporte público, luz eléctrica, agua corriente y señal de teléfono,
mientras la vida en el interior de la selva trascurre como si no hubiera pasado
el tiempo, los mismos paisajes, los mismos árboles, el sonido del agua en los
arroyos, el trino de las aves al amanecer, todo eso continúa intacto refugiado en
los últimos rincones de la castigada fronda verde. En el obraje esta calma solo
se ve cuando terminan las horas de trabajo, en las que el ronquido agudo de las
motosierras se combina con el zumbido humeante del Zanello, como llaman a las
máquinas que arrastran los troncos.
El antiguo obraje se trabajaba a tracción a sangre, hacheros y mulas soste-
nían con su energía vital la precaria industria de las maderas de ley, como se les
llamaba a las especies más apreciadas por entonces; esta denominación dada a
los árboles, “de ley”, proviene de Brasil, cuando el emperador Pedro II, creó un
listado de especies que se consideraba que debían ser protegidas de su extinción
debido a la tala indiscriminada que venían sufriendo ya en esa época. En esa lista
se protegían por ley especies como el peteribí, el incienso, el lapacho o al cedro,
se regulaba su extracción.
La vida en el obraje tenía un sistema de organización similar al actual, un
23 Dary Nelson, 2011.
82 - Leonardo Rangel Olivera
también conocida como yarará grande. Éstas pueden llegar a medir hasta 2 me-
tros de largo y su mordedura es muy venenosa, por eso hay que caminar con
precaución en la noche, dijo Santiago.
El personal de los obrajes se manejó de forma precaria, siendo una fuente
laboral muy inestable y dinámica. Tras trabajar un tiempo luego se dejaba, mu-
chos intentaban hacerse con un pedazo de tierra para cambiarse a la agricultura,
otros intentaban permanentemente cambiar de oficio y tratar de escapar del duro
destino del obrajero, sumido en la húmeda y calurosa condición de vida, donde
los insectos, las víboras, enfermedades y accidentes laborales construyen mura-
llas ante los sueños y aspiraciones de los hombres. A esto se suma la mala paga
de los patrones que se enriquecen con los recursos que da la selva, pero que a los
obreros apenas les llega para sostener su mayor sueño, el de tener una familia.
Una estrategia utilizada por los patrones para sostener sus obrajes frenando
la permanente deserción de su personal, fue la de hacer firmar a sus empleados
un contrato laboral, con el cual se les pagaría mensualmente un sueldo, a estos
empleados se los denominaba, “Mensú”, por una deformación lingüística, ‘ mez-
cla’ guaraní de “mensual”. Esta práctica laboral dio mucho que hablar e incluso
se escribieron libros y se hicieron películas que relataban la condición casi de
esclavos en que vivía esta gente.
Se les adelantaba dinero al firmar el contrato, en delegaciones que tenían las
empresas forestales en las ciudades y pueblos, principalmente en el Alto Paraná,
los hombres que se incorporaban a los obrajes eran trasladados hacia la selva,
muchas veces de forma forzosa como según lo cuenta Ambrosetti en sus relatos
acerca de los reclutamientos en Posadas:
“Un patrón necesita de peones los busca; el peón lo primero que pregunta es
cuanto le da adelantado. El sueldo mensual, condiciones de conchabo, etc., es se-
cundario para ellos. Lo que quieren es dinero antes de salir para poder divertirse,
pues demasiado tienen que sufrir allá arriba, según su pintoresca expresión. Una
vez recibido el adelanto de 100 o a veces de 200 pesos, según la escasea de peones
que haya y la mayor demanda de ellos, el peón firma ante la autoridad el boleto de
conchabo en formularios impresos, quedando desde luego completamente com-
prometido con el patrón, a quien empieza a deber desde el primer día”24.
Una vez en la selva debían comprar los alimentos y bebidas que consumían
en despensas pertenecientes a las empresas forestales, estos productos vitales se
vendían a un precio desorbitante; la trampa estaba en que al finalizar el mes, los
empleados no cubrían el total de lo gastado en provisiones durante el mes, que-
dando un saldo para el mes siguiente y según el contrato convenido no se podía
abandonar el empleo hasta pagar todo lo adeudado a la empresa.
La única forma de salir era escapando por la selva, con el riego de que la em-
presa mandase a sus capangas (capataces) y matones a cobrarse la deuda con la
vida del mensú y así les servía como ejemplo a quienes quisieran huir sin cumplir
el contrato.
El Colo Báez, quien fuera guardaparque en Moconá, cuenta que su abuelo
fue mensú en el Alto Paraná y según le relataba a su nieto, él tuvo la suerte de
escaparse varias veces de los obrajes y salir ileso, pero como no había opciones
laborales y le gustaba la vida del monte, como le llaman los lugareños a la selva,
volvía a reintegrase de nuevo a otro obraje.
En una ocasión, contaba su abuelo, se fue de un obraje porque se negaron a
venderle azúcar, entonces escapó a la noche por lo profundo de la selva, cuando
se sintió cansado y seguro de que no lo venían persiguiendo se acostó debajo
de un tacuaral a dormir sobre la hojarasca. Al amanecer se dio cuenta de que a
su lado estaba un cadáver de una persona semitapado con hojas del suelo, supo
entonces que aquella persona también se había fugado del obraje el día anterior
pero no corrió con la misma suerte que él, lo habían seguido y asesinado en ese
lugar.
Según relata Báez, su abuelo se tomó un tiempo para enterrarlo, le fabricó una
cruz de palos, le rezó al difunto y prosiguió la huida.
En el Alto Uruguay también se usaba a los mensú para los obrajes, la gente de
la zona sabe poco de eso porque en general no se reclutaban agricultores, a sus
obreros los traían del Alto Paraná o de Paraguay, como cuenta Carlos Hintz, un
colono de la zona mayor de 70 años: “los veíamos pasar, con mulas y alzaprimas,
que son una especies de carretas con enormes ruedas de madera y llantas de hie-
rro usadas para trasportar rollos. Se iban selva adentro, se sabía que los emplea-
dos eran Paraguayos y los patrones Vascos, pero nada más” continuó diciendo
Carlos, mientras se esforzaba para tratar de recordar esas épocas.
Cerca de Colonia Aurora unos kilómetros al sur de El Soberbio hay un arroyo
llamado De Los Muertos, este arroyo debe su nombre a un episodio protagoni-
zados por un grupo de mensú del Alto Uruguay. Según cuentan los pobladores,
un grupo compuesto por cuatro trabajadores que huyeron juntos de un obraje
río arriba, cansados luego de andar el día entero, llegaron a las costas del arroyo,
viendo que ya se encontraban bastante lejos del obraje y que tal vez ya no los
perseguirían decidieron pasar la noche en la costa del arroyo.
Uno de ellos temeroso de que aún los siguieran trató de convencerlos de se-
guir un poco más, por lo menos cruzar el arroyo hasta la otra orilla, pero por más
que insistió, los otros no lo creyeron conveniente, mojarse la ropa a esa hora, les
parecía innecesario, pues ya estaban bastante lejos de sus perseguidores. El hom-
bre como vio que era en vano insistir decidió cruzar solo el arroyo para dormir
del otro lado y entre las burlas de sus compañeros se metió al agua y cruzo.
Durante la noche, entre sueños, sus presentimientos se volvieron una pesadi-
lla, que pronto se trasformó en realidad, escuchó la llegada de caballos y entre re-
linchos y gritos, los disparos que lo dejaron paralizado de miedo, se quedó quieto
escondido en la maleza incluso hasta el amanecer, hasta estar seguro de que sus
perseguidores se habían ido.
86 - Leonardo Rangel Olivera
Cuando cruzó nuevamente el arroyo, pudo confirmar que sus temores no ha-
bían sido en vano, sus compañeros habían sido asesinados a pocos metros de
donde tal vez hubiera sido su salvación.
De esta historia surgió el nombre de dicho arroyo, del cual se pude ver en un
puente que da paso a la ruta costera 2, con un cartel que indica “Arroyo de los
Muertos”.
Su esposa, que tenía no más de treinta años; algo más joven que él lo acompa-
ñaba en la cabina de una vieja camioneta propiedad del obraje, cuando salieran del
pueblo. Sus hijas Mónica e Isabel viajaban en la parte trasera a cielo abierto entre las
provisiones que llevaban para el campamento. Las niñas de las cuales Mónica era
la menor, de unos diez años de edad, observaban el paisaje con curiosidad ya que
esta era su primera salida rumbo a la selva. Isabel que tenía unos doce años, siempre
tuvo una mirada diferente, como si no pudiera fijar la atención en nada, mucho le
preocupó a sus maestros la falta de capacidad para aprender a leer y escribir pero
poco podían hacer contra ese mal que le diagnosticaron -autismo es lo que tiene
esta niña- le dijo un profesional a la madre, que mucho no comprendía -tiene inca-
pacidad para comunicarse con su entorno-.
Poco les importó a sus padres, porque Isabel era buena y cariñosa, eso es lo
realmente importante para ellos.
El viaje fue muy largo y poco a poco veían como cambiaba el paisaje, primero
las plantaciones de tabaco, mas adelante cuando la vegetación aumentaba el terreno
se ponía mas quebrado y disminuía la población, los cultivos de citronella con su
verde radiante, en parcelas recortadas entre mogotes de selva.
De repente el paisaje se vuelve intenso y frondoso más de sesenta kilómetros
de pura selva los separan de su destino, donde los árboles se van cerrando sobre
sus cabezas, como si fueran manos que intentan cicatrizar aquella larga herida roja
hecha por el hombre para abrirse paso al corazón de la selva.
Isabel parecía estar hipnotizada por aquel espectáculo verde matizado con gri-
ses y marrones, de pronto el camino llega a un gran claro donde se encuentran al-
gunas precarias casillas de madera, la planchada, que es el depósito de los cadáveres
de los árboles y una enorme máquina arrastradora, descansaba con sus pinzas hacia
arriba, con pedazos de corteza colgando, como si fuese un extraño ser mitológico
saciado de devorar sus indefensas presas.
Ya estaba atardeciendo en el campamento de los Gómez, una gran fogata anun-
ciaba que pronto empezaría el festejo de la nochebuena, de a poco los obreros, unos
cinco que es lo que suele tener un obraje grande, se preparan lavándose y cambian-
do sus ropas.
Venga Isabel, acompáñeme a buscar agua -dijo la madre-, la vertiente que que-
daba a unos veinte metros atrás de la precaria vivienda donde pasarían los siguien-
tes días le proporcionaba agua fresca a todo el campamento.
Mientras recogían el preciado líquido, Isabel no podía despegar los ojos de la
espesura que a pocos metros parecía encantarla.
-Vamos guaina dijo la madre, que a ésta hora no es bueno estar en el monte-
Mientras cargaban los baldes de agua.
- El tigre suele salir a comer al oscurecer- dijo tratando de prevenir a la peque-
ña, que no parecía asustada, sino al contrario su expresión en el rostro era de una
intensa admiración.
Pronto llegó la noche y los festejos al lado de un gran fogón donde se asaba la
carne para la cena, entre aguardiente de caña, los hombres acompañados por un
acordeón entonaban canciones que hablaban de otros tiempos que fueron mejores,
porque el tiempo borra el dolor y lo trasforma en nostálgicos placeres.
Luego de la cena, Carlos dio la orden de que los niños se fueran a dormir, la
Reflejos en las aguas del Moconá - 89
madre acompañó a Isabel y su hermana con una linterna hasta la casilla que sería el
dormitorio que quedaba a varios metros del campamento central, cada una de las
niñas en su cama, la madre regresó a servir a los hombres.
Mónica pronto cerró los ojos y se durmió, pero Isabel permaneció largo rato
despierta, mientras llegaban las risas y los sonidos del acordeón, ella prefería prestar
atención al silencio que provenía de la espesura, y extraños pensamientos invadían
su cabeza, emocionándola e inquietándola, como si estuviera a punto de descubrir
algo grandioso.
Una inmensa bruma detenía la salida del sol, y cientos de aves que se proclamaban
con sus cantos, como si fuera un nuevo ser dando sus primeros pasos. Así despertaba
el día después de una noche de abundante comida y alcohol, el obraje parecía deso-
lado.
Isabel despertó con un brillo especial en sus ojos, como si hubiera resuelto un
extraño acertijo, cuando ya la niebla levantaba, luego de desayunar, reviro con mate
cocido.
Junto a su hermana, mientras la madre limpiaba la cocina -Salimos a caminar,
Mónica, dijo Isabel, la hermana la miró con desconfianza y accedió a su propuesta.
Algunos cientos de metros caminaron hasta el cruce de otro camino que se en-
contraba ante ellas -Vamos a volver Isabel, tengo miedo- dijo Mónica, pero Isabel
tenía un mejor plan -juguemos una carrera, vos volvés por allí- señalando el camino
de donde venían -y yo voy por acá.
Nada le agradó la idea a Mónica de volver sola, intentó suplicarle a la hermana
pero la decisión era inapelable -andáte ya- le dijo severamente, por lo cual Mónica
corrió asustada hacia el campamento.
Isabel que tanto parecía haber esperado aquel momento empezó a caminar en
dirección incierta.
La mañana empezaba a calentar y las chicharras hacían sonar sus alas con fre-
nesí, primero como si fuera un motor que intenta arrancar para luego perderse en
un intenso sonido, difícil de imaginar que tan pequeño ser sea capaz de adueñarse
del lugar durante varios segundos. Tanto la seducía a Isabel aquel enjambre verde
que decide dejar el camino marcado por el hombre y adentrarse en la espesura del
monte todo le parecía fantástico y no sentía miedo, sentía una sensación de compla-
cencia, de seguridad como si por fin sus objetivos donde fijarse.
Miró hacia arriba y vio el sol entre las ramas, veía que millones de hojas como
pantallas atrapaban su luz y la convertían en energía viva, aquello sí que era un acto
de magia, podía sentir como miles de litros de savia corrían dentro de los árboles;
también escuchaba su respiración, sentía el aire fresco que salía de adentro de aque-
llas plantas; que estaban por todos lados, todas buscaban la luz, pero no había un
orden por arriba, abajo, sobre otras. Mucho le hablaron de tener orden, para que las
cosas funcionen bien cada una tenía que estar en su lugar decían los mayores, por
colores, por tamaños y formas, la gente clasificaba todo pero nunca podían alcanzar
la perfección y aquello funcionaba perfecto, acaso sería un orden tan diferente que
las personas no podían entender, pensó la niña y siguió caminando sin importarle
que tampoco llevaba dirección.
Comprendió así que su silencio, su poca comunicación no tiene defecto, sino
que era una virtud reservada. Que siempre estaba en desacuerdo con seguir la co-
90 - Leonardo Rangel Olivera
rriente como el resto de los hombres, porque sabía que un día encontraría su propio
camino. De pronto sintió un aroma fresco, un aroma suave y se dirigió al lugar de
donde provenía y vio que brotaba un líquido de color transparente, resplandeciente,
que producía muchísimos reflejos, metió su mano dentro de la vertiente, la cargó
con el líquido y la llevó a su boca y sintió el sabor más agradable que jamás había
probado, no era dulce ni salado, ni agrio, ni amargo, ni ácido, era diferente pero
muy intenso. Toda incapaz de aprender.
Rápidamente Carlos salió acompañado por un grupo de hombres en busca de
su hija, después que Mónica asustada diera aviso de lo sucedido con Isabel.
Recorrieron kilómetros por los caminos que se entretejían alrededor del obraje,
todos al grito de, Isabel, Isabel. De pronto el padre de la niña encontró una huella
que se adentraba en el monte, pero nada más que ese rastro, como si la selva se
hubiera cerrado a su paso: De allí en más la búsqueda comenzó a machete, dando
aviso al resto de los obreros que se sumaron a la búsqueda. Cuando ya la luz del sol
perdía fuerzas un grito de alarma alertó a los buscadores -venga don Carlos- decía
con voz quebrada uno de los buscadores, todos salieron del camino al encuentro de
aquel hombre, que con la cabeza baja sostenía en sus manos la ropa de la pequeña
niña -a Isabel la ha agarrado el Pombero, don Carlos. Ese mítico habitante de la sel-
va que tiene fama de secuestrar señoritas. Y cundió el pánico entre los buscadores.
La niña que siguió caminando miró al suelo y también vio la muerte, miles de
hojas muertas, ramas, árboles caídos, una densa capa de colores grises, marrones
y ocres forraban el suelo, también allí había muerte, pero era diferente a lo que le
contaron sobre la muerte, donde solo las personas de buen comportamiento, ante
los ojos de un Dios tenían la posibilidad de una nueva vida eterna, sin embargo allí
todo se reciclaba y volvía a la vida sin discriminaciones, miles de minúsculas raíces
unidas a otras más grandes succionaban de aquel manto de muerte y su energía
volvía a ser vida, también vio entre las hojas una enorme mariposa azul que ya no
tenía vida, entonces comprendió que cualquier ser podía formar parte de aquel
mundo verde, de esa energía que no tenía fin, incluso ella misma podía estar allí,
solo era cuestión de tiempo. Prosiguió su camino, había caminado mucho y muchos
kilómetros, tal vez horas, pero nada de eso le importaba, nunca le interesaron las
medidas y ya no consideraba necesario tener que aprenderlas, porque ya no quería
volver con los humanos.
Cuando ya casi oscurecía, buscó refugio y vio junto a ella un enorme árbol vie-
jo, cuyo tronco estaba hueco, por un pequeño agujero por el que apenas pasaba su
cuerpo, entró en el centro de la base de aquel árbol, miró a su alrededor y se sintió
protegida, tanto que le pareció estar nuevamente en el vientre de su madre. Sentada
en el piso recogió sus piernas, las abrazó con las manos, apoyó la cabeza sobre sus
rodillas y durmió.”
CAPÍTULO V
Figura 13. Vista satelital del Parque Provincial Moconá. Fuente: Google Earth
“Esta es una de las áreas con mayores avances en los últimos años, contándose
incluso con fondos específicos otorgados por el BID para proponer su planificación.
El área consiguió el reconocimiento internacional correspondiente y ahora es una
reserva de Biosfera Internacional del programa MAB de la UNESCO, contando con
la certificación correspondiente. Se han efectuado ya dos talleres de planificación
efectuados en Posadas y San Pedro 1996 y 1997 respectivamente. También el go-
bierno misionero se sumó a la iniciativa activamente, compensando a los munici-
pios de San Pedro y El Soberbio por los recursos que los mismos habían dejado de
percibir a través de los impuestos a las diversas propiedades. Esta medida, aunque
parezca lógica y sencilla, es la primera vez que se asume en este tipo de reservas en
la Argentina (cabe aclarar que existen otras seis Reservas de Biosfera en el país: 1 en
Jujuy, 1 en Catamarca, 1 en San Juan, 1 en Mendoza y 2 en Buenos Aires).
Además la Delegación Técnica Regional NEA propuso un rediseño del núcleo
intangible disyunto de la R.B. Yabotí.” (El conectar Moconá con Esmeralda).
madera. Además se extraen los árboles grandes y fuertes y se dejan en pie los
torcidos, enfermos o jóvenes, que serán los encargados de renovar la genética
de la selva.
Un ejemplo de la importancia que tienen los árboles adultos en el cuidado
de su futura descendencia se puede apreciar a simple vista en los lapachos, los
árboles jóvenes e impetuosos son los primeros en florecer aunque aún no haya
terminado del todo el invierno, arriesgando la posibilidad de que una helada tar-
día queme sus flores y arruine la reproducción de ese año. En cambio los árboles
adultos bien desarrollados de esta especie no florecen hasta bien terminado el
invierno, evitando así el riego de heladas. Un dicho popular de los colonos agri-
cultores es que cuando florece el lapacho no hay mas heladas. Pero al parecer se
refieren a los grandes lapachos de los cuales han quedado pocos ejemplares.
Los propietarios privados ya han propuesto la posibilidad de que se les per-
mita hacer conversión con especies exóticas en algunas áreas. En algunos lugares
había plantaciones de pinos preexistentes a la creación de la reserva, y al cose-
charlas se les permitió replantar estas especies exóticas, también en el lote 9 sobre
el río Uruguay, en donde anteriormente se encontraban ocupantes agricultores.
La empresa de propiedad de Laharrague introdujo ganadería vacuna, sin infor-
mar previamente a las autoridades fiscalizadoras y sin presentar un proyecto con
evaluación de impacto y plan de manejo como correspondería a un trámite pre-
vio solicitando la aprobación de dicha actividad.
Además cerca de medio millar de vacunos se encontraría en la costa del río
Uruguay, ambiente protegido con la categoría de zona roja en el ordenamiento
territorial que regula la ley nacional de bosques vigente en la provincia. Este tipo
de mastofauna exótica de ambientes de pradera, obstruye y deteriora la dinámi-
ca natural de este ambiente con todo el impacto negativo que esto conlleva con
dicha actividad en la selva alterando gravemente la flora y la fauna del lugar. Por
ejemplo la proliferación de murciélagos hematófagos, que al verse provistos de
abundante alimento aumentan exponencialmente su número y son potencial-
mente portadores del virus de la rabia propagándolo hasta generar una epidemia
como la que se está dando actualmente26 afectando no solo a la ganadería local
sino también a la fauna silvestre que se encuentra completamente expuesta e in-
defensa ante esta situación.
Todo el entorno, la zona de influencia de la Reserva, se encuentra desmon-
tado casi en su totalidad, poblado por pequeños agricultores que se dedican bá-
sicamente al cultivo de tabaco, actividad que deteriora los suelos y provoca una
migración constante de agricultores, buscando tierras nuevas para su actividad,
lo que pone en un gran riesgo de ocupación a los terrenos dentro de la Reserva,
donde ya se han impedido algunos intentos organizados de ocupación. Los agri-
cultores son en general gente de escasos recursos, explotados por empresas que
les imponen contratos inhumanos, donde no se toma en cuenta el costo ambien-
26 Durante el invierno de 2013 se dio un brote de rabia que afectó a gran parte del Alto Uruguay.
96 - Leonardo Rangel Olivera
27 El 20 de abril del año 2013 el Ministerio de Ecología y Recursos Naturales Renovables realiza un evento
denominado Tributo a la selva paranaense, en dicho acto se entregan reconocimientos a personas y empresas
relacionadas con la protección de la misma, entre las personas premiadas estaba el señor Nicolás Lahrrague,
empresario forestal propietario de lotes dentro de la Reserva Yabotí y responsable de gran parte las actividades
irregulares que están afectando gravemente el futuro ecológico de la Reserva. Este tipo de reconocimientos poco
entendibles se lo puede comparar en el caso ambiental con la certificación entregada a la empresa Monsanto,
“Certificación del Medio Ambiente Normas ISO 14001”. Este tipo de reconocimientos, aparentemente de
forma tramposa, toma hechos muy puntuales de las empresas y no se cuestionan las actitudes en general de las
mismas, engañando así la opinión pública.
Reflejos en las aguas del Moconá - 97
3. Colonización agrícola
En el Documento Base del Parque Provincial Moconá28, se plantea la situación
de las colonias en torno al Parque desde el siguiente punto de vista:
“Parece en esta parte de Misiones es muy difícil que pueda haber progreso, por
las grandes estaciones de campo que poseen algunos pocos propietarios que no se
preocupan por ellos, al punto que muchos ni siquiera los han visto; lo único que
se hace, es una explotación salvaje de yerbas y madera sin sembrar una cuarta de
tierra.”
Primeras migraciones
En Misiones hubo dos corrientes colonizadoras bien definidas, la promovida
por el Estado provincial, a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, donde se
traían inmigrantes, principalmente del este de Europa, a los cuales se les otorgaba
tierras y los medios para explotarla, de forma que así se fueron fundando pue-
blos, principalmente en el sur y centro de la provincia.
La otra corriente colonizadora, conocida como la de ocupantes se fue dando es-
pontáneamente en la zona del Alto Uruguay, si bien, como vimos, ya a mediados del
1800 estaba establecido cierto tipo de población no indígena en la zona que se sus-
tentaba con una economía extractivita de árboles y yerba de las selvas de esta región.
Del otro lado del río Uruguay, en Brasil, se estaba produciendo una explosiva
colonización agrícola sobre las tierras cubiertas por la selva paranaense promo-
vidas por el estado del vecino país, quien también estimulaba la corriente migra-
toria europea, que por esos años estaba viviendo fuertes crisis económicas cau-
sadas por los conflictos bélicos entorno a la Primera Guerra Mundial. También
acompañaban a la colonización de estas tierras los llamados criollos o mestizos,
descendientes de esclavos o de indígenas occidentalizados, que con menores re-
cursos y posibilidades económicas, en general, proveían de mano de obra a los
inmigrantes del otro continente.
Brasil al igual que Argentina, en estos años acababa de consolidar sus fronte-
ras y necesitaban expandir sus fronteras agrícolas para potenciar sus economías.
Según se relata la colonización de la selva paranaense, en los estados brasile-
ños limítrofes con lo que es hoy la provincia de Misiones, se hizo de forma masiva
y avasalladora. Llegaban a las costas de Porto Alegre barcos cargados con miles
de inmigrantes que rápidamente eran trasladados a las zonas selváticas del Alto
Uruguay donde se les otorgaba una fracción de tierra y herramientas manuales,
con las cuales tenían que derribar la selva y convertirla en tierra de cultivo. Así en
pocos años, paso a paso, se iban fundando pueblos en torno a los nuevos campos
que producían granos, y que aprovechaban el avance sobre la selva utilizando
todos los recursos maderables y como combustible para la máquina colonizadora
que avanzaba imparable.
Cuando se derrumbaba selva por uno y otro lado, se sacaba maderas para
construcción, leña para la industria, los animales salvajes que quedaban expues-
tos se los masacraban y se comercializaba su carne, había que alimentar a la po-
blación que avanzaba contra la impávida selva. Lo que no se podía aprovechar se
quemaba para dejar la tierra limpia, como era costumbre en la cultura europea,
una frase popular en la vecina orilla, que hasta hoy perdura es la de, “Que naó
fique um isco”, o sea, que no quede siquiera una paja en el suelo, refiriéndose a
que la tierra tiene que estar cubierta solo por los cultivos elegidos.
La pueblos indígenas existentes que no se integraban a la sociedad se tenían
que ir desplazando hasta quedar acorralados en pequeños manchones de selva en
terrenos con serranías abruptas, no aptos para la agricultura, que luego algunos
pasaron legalmente a ser reserva indígena, como Guaritá, en Río Grande do Sul,
a pocos kilómetros del actual Parque Moconá.
La impetuosa colonización llegó a las costas mismas del Alto Uruguay, donde
terminaba la frontera de Brasil y comenzaba del otro lado del río el despoblado
Sertáon, como le llamaban los brasileros a los sitios no colonizados.
La provincia de Misiones había concentrado sus impulsos al desarrollo econó-
mico en el centro-sur de su territorio, la pujanza agrícola forestal se manifestaba
en lugares como Oberá, donde utilizaba una metodología similar a la del Brasil:
eliminar la selva y trasformar el suelo en tierra de cultivo. En el norte, el Alto
Paraná, gracias a la navegabilidad del río ya hacía años que se venía desarrollan-
do, principalmente en El Dorado, donde había una fuerte industria maderera y
yerbatera.
El Alto Uruguay, al no ser navegable, no sedujo a la expansión agrícola pro-
vincial, pues en ese entonces se contaba con precarias vías de trasporte, básica-
mente picadas para carretas y mulas.
Además Misiones podía ofrecer al país solamente productos como la yerba
mate, o maderas preciosas, pero los principales alimentos como carne y granos,
la Argentina ya los tenía resueltos al contar en su región central con una de las
tierras más fértiles del mundo, como los son las de la pampa húmeda.
Reflejos en las aguas del Moconá - 99
Brasil sin embargo tenía como una de sus mayores riquezas agrícolas las me-
diocres tierras lateríticas que cubren gran parte de la superficie de estos estados
del sur para sustentar la población en las grandes urbes que se expandían por el
pujante país.
El impuso migratorio a esta región de Brasil fue tan grande que pronto se
empezaron a quedar sin tierra disponible algunos inmigrantes. Entonces apa-
recieron los primeros osados que se animaban a cruzar el río con sus familias y
pertenencias y se instalaron en el lado argentino, pero teniendo sus lazos sociales
y económicos del otro lado del río, donde encontraban lugares para vender sus
productos y abastecerse de los víveres y elementos necesarios para su sustento. Su
medio de trasporte eran botes y barcazas, mediante las que corrientes de ocupan-
tes se fueron extendiendo a lo largo del río Alto Uruguay argentino.
Está ubicada sobre una cuña que forma el arroyo Paraíso con el río Uruguay
enmarcada en un entorno selvático y protegida por los cursos de agua y una se-
rranía prominente que le generan un micro clima particular.
La colonia lleva su nombre de ‘Puerto’ por ser un punto de embarque de botes
pequeños sobre el río Uruguay y de denomina ‘Paraíso’ por encontrarse también
sobre la cuenca de este arroyo, bautizado así por lo virgen de su naturaleza. Aun-
que los guaraníes lo llamaban Ipané, Agua Desgraciada, haciendo referencia a
fluctuación de su cauce, que en tiempos de sequía llega a quedar muy pobre de
agua.
Las coloridas casitas de madera rodeadas de frutales y las laderas cubiertas de
cultivos de citronella, contrastan en el paisaje que las enmarca: con un profundo
verdor que irradia el Parque Estadual do Turbo, del otro lado del Río Uruguay.
La vivienda típica del colono tradicional era de cuatro aguas con techo de
tejas de madera, las maderas entre sí estaban sostenidas con tarugos del mismo
material. Tanto las tablas como las tejas del techo eran fabricadas con herramien-
tas manuales utilizando los árboles de la zona como materia prima. Hoy en día
ya son pocas las casas de cuatro aguas y las tejas han sido sustituidas por chapas
de metal y los tarugos por clavos, pero son pocas las que tienen ventanas con
vidrios, sino que les ponen postigos de madera y generalmente pintan de color
azul o verde claro y los patios los prefieren con tierra desnuda alrededor de la vi-
vienda, aunque siempre llenos de plantas con flores. Las gallinas y los chanchos se
crían sueltos alrededor de la vivienda y para evitar que ingresen a la misma suelen
hacer un enrejado de maderas en la galería o la puerta de la casa.
Los primeros pobladores que colonizaron con fines agrícolas la región, más
precisamente en Puerto Paraíso, datan de 1930 cuando está documentado el pri-
mer colono estable, Pedro Fachinello, de origen italiano, de paso previo por Bra-
sil. Así en los años siguientes se fueron sumando familia, Milanese, Vogt, Borges,
100 - Leonardo Rangel Olivera
Mücke, algunos de los apellidos más característicos, hasta conformar una colonia
agrícola denominada Puerto Paraíso.
Más adelante la provincia comienza a resolver esta situación irregular, toman-
do presencia institucional en la anteriormente descuidada región. Se crearon
por ejemplo, el registro civil en Monteagudo para documentar y así legalizar a
la población ya establecida, se llevaron fuerzas de seguridad como gendarmería,
policía, y además se crearon escuelas. Así se obligo a los terratenientes a realizar
algunos loteos de tipo agrícola, impulsados por la política de regularización de
tierras a nivel nacional, donde se promovió la ley de tierras impulsada por Juan
Domingo Perón en el año 1947, para redistribuir la posesión de tierras con el fin
de posibilitar la población del país, ya que las tierras en argentina estaban mayor-
mente en manos de terratenientes.
De esta manera la provincia aprovecho la posibilidad para así poder blan-
quear la precaria colonización de estos lugares, de esta forma se creo el loteo
agrícola en Puerto Paraíso.
Puerto Paraíso tuvo un fuerte desarrollo económico basado en el cultivo de
plantas aromáticas como la citronella y lemon grass, plantas de origen asiático
que gracias al microclima de la zona tuvieron una buena adaptación.
Una vez establecida la colonización, el Estado Argentino y provincial se hicie-
ron presentes en la zona. Primero con la escuela primaria y luego con un destaca-
mento policial que funcionó hasta los años 80.
Los maestros Isabel y Roberto Zach, alternan sus vidas desde hace varios años
viviendo en Alem y Puerto Paraíso, en donde tienen la honorable labor de educar
a los niños de la zona en su escuela de frontera Nº 618.
Los niños generalmente ingresan a la primaria sin saber hablar español, sino
que lo hacen en un portugués algo mezclado con español al que se le denomina
portuñol. Así que los maestros tienen la doble labor de enseñar a leer y escribir
pero también de enseñarles el idioma oficial.
En la colonia también hay dos iglesias, una católica que está desde los prime-
ros colonos dedicada a San Antonio y una luterana que es principalmente para
las familias de origen alemán.
Ambas tienen misas un par de veces al mes con religiosos que vienen desde El
Soberbio a dirigir las ceremonias.
Leonel Mücke, es el menor de los hijos de la familia Müecke Bayer, que llegó
a Puerto Paraíso en el año 1945, de origen alemán pero paso previo por Brasil.
Leonel que es quien se encarga de mantener el predio donde se encuentra el Salto
Paraíso, sabe relatar muy bien las vivencias que tuvieron los colonos desde el ini-
cio de su familia en esta zona hasta el presente y como es aficionado a la música
le escribió una canción al arroyo, emblema del lugar. Lo canta acompañado con
el sonido de un acordeón y tiene ritmo de chamamé en re mayor:
Reflejos en las aguas del Moconá - 101
Nuestro Paraíso
Paraíso Paraíso;
Arroyo lindo encantado
Tiene un salto muy bonito
Con sus bajos desplayados.
En este arroyo en mi vida,
Fue donde más saqué pescado
En el agua de este arroyo
Un día fui bautizado.
Lo que hoy se conoce como Colonia Pepirí, es una pequeña población agríco-
la, cercana al Parque Moconá y dentro de la Reserva de Biosfera Yabotí.
No hace muchos años atrás esta colonia contaba con el Río Uruguay como su
única vía de trasporte. Aunque esta zona está habitada desde hace casi cien años,
la propiedad de las tierras le pertenece a dos familias de grandes terratenientes
de la provincia.
Antiguamente la ruta que llevaba a los saltos desde El Soberbio, no pasaba
por esta colonia, sino que lo hacía por el camino que lleva a Mesa Redonda y se
conectaba en ese lugar con la ruta 21 que llevaba a los saltos del Moconá.
Cuando se hizo el asfalto desde El Soberbio se decidió por cuestiones prác-
ticas acortar la ruta, acompañando el río y por lo tanto, se pasó por la colonia
Pepirí, utilizando unos precarios caminos ya existentes abiertos por obrajes. La
colonia entonces pasó de una situación casi de aislamiento a estar conectada al
resto del mundo con una vía asfáltica, situación que creían que les traería mu-
chísimo progreso como por ejemplo red de energía eléctrica o trasporte público
entre otros beneficios.
Pero la realidad fue otra, los empresarios titulares de esas tierras ya habían
empezado a percibir el valor que tomarían las propiedades una vez que estuviera
lista la ruta asfaltada, entonces empezaron a tomar medidas para sacar a la gente
que ocupaba sus tierras, las cuales no les interesaban antiguamente más que para
sacar las maderas de valor que se encontrasen en ellas.
Pero esta nueva situación generó un cambio de interés porque una serie de
factores que traía la nueva carretera generaría nuevos posibles beneficios econó-
micos, ya que la desmembrada selva en la zona estaba dejando de generar bene-
ficios.
Si bien el sistema tradicional agrícola en este tipo de ambiente no es susten-
table, pues se agotan los nutrientes del suelo y los agricultores optan por buscar
nuevos parcelas dentro de la selva, al conectar este sitio con una vía terrestre
accesible, se generaría una fuerte migración de agricultores a esta zona y segura-
mente promovidos por empresas tabacaleras, que utilizan la agricultura precaria
para luego trasformar la selva en cenizas, convertirlas en lucrativos cultivos de
tabaco, droga legal que al ser convertida también en cenizas, termina también
con la vida de su consumidor.
La realidad que se sobrevino sobre Colonia Pepirí fue un litigio en que las
empresas forestales titulares de las tierras alegan que ellos le darían un mejor uso
a las tierras de frente al mal manejo que implica la agricultura tradicional por los
agricultores. Ellos desarrollarían complejos turísticos amigables con el ambiente
en esta región. Esto produjo un proceso por el que las empresas están recuperan-
do sus tierras desalojando a los colonos, en muchos casos de forma pacífica y de
mutuo acuerdo comprándoles las mejoras a los ocupantes; en otros casos usan la
vía judicial con el fin de un desalojo forzado.
Reflejos en las aguas del Moconá - 103
El más antiguo de los pobladores vivos que vive aún en Colonia Pepirí se lla-
ma Gumersindo Avelino Olivera. Conocido como Biguá, de 77 años nació en el
año 1935 del otro lado del río Uruguay en frente de la actual colonia donde hoy
es el Parque Estadual Do Turbo, más precisamente en la barra del arroyo Yabotí,
sobre el río Uruguay, en frente de donde hoy se encuentra Gendarmería.
Este hombre al igual que su padre dedicó su vida a trabajar como peón de
obraje, primero para la empresa Esmeralda y luego para Harriet y Laharrague,
principalmente en el armado de jangadas sobre la desembocadura del arroyo Ya-
botí o Pepirí Miní. Según nos cuenta Biguá, la colonia es muy antigua, como
testimonio queda un antiguo cementerio cerca de la costa del río, donde pudimos
constatar la presencia de una herrumbrada cruz de hierro una inscripción que
documenta los dichos de Biguá, en la cruz dice; “Aqui Maria Coaquina – Morta
el 25 del 4- 1936.” Las cruces de madera ya han desaparecido casi todas, quedan-
do solo las de hierro, pero había varias, comenta Biguá. Pero lo más interesante
de todo, en la cruz viva que se encuentra dentro del cementerio, se encuentra
un enorme Cedro muy ramificado, el cual Biguá nos indicó que era una cruz.
Pertenecía a un hombre que fue asesinado y que su pareja no tenía recursos para
ponerle una cruz, entonces tomó una vara verde de cedro, la clavó en el suelo y
con otro trozo de vara colocándolo de forma horizontal, formó una precaria y
sencilla cruz. Al parecer por las condiciones climáticas, esta vara de cedro inser-
tada en la tierra echó raíces y brotó, desarrollándose con el paso del tiempo hasta
convertirse en un enorme árbol, con el aspecto de una extraña cruz.
De esta historia ya no quedan testigos directos, Biguá ya la conoció como
árbol, pero es un caso muy interesante digno de una leyenda.
do, exigen exageradas inversiones por parte del Estado, como tendidos y mejo-
ramientos de la red eléctrica donde se desarrollaran sus proyectos, al igual que
caminos o puentes o cualquier otro tipo de beneficio que le pueda otorgar el
Estado, incluso subsidios económicos, para que le hagan lo más rentable posible
su inversión. Los costos de las obras públicas lo pagan los contribuyentes, o sea
todos los pobladores y ciudadanos, en este caso los habitantes de la provincia de
Misiones.
Además los grades complejo turísticos para optimizar sus ganancias suelen
monopolizar todos los servicios y actividades posibles, la idea es que el turista
gaste todo lo que tenía previsto en actividades dentro del emprendimiento.
En cambio los pequeños y medianos emprendimientos, al no contar con ca-
pacidad para abarcar todo los servicios que necesita el visitante, tienen que optar
por brindar alojamiento con comidas, o alojamiento solo y delegar las comidas
a otro emprendimiento, o actividades como trasporte, cabalgatas, caminatas y
demás servicios, situación que genera una dinámica económica dentro del sector
turístico beneficiando a la mayor cantidad de partes posibles.
La idea de Fabio de integrar a la colonia Pepirí al mercado turístico hasta aho-
ra no pudo ser posible, pero de todas formas este tipo de modelo se está imple-
mentando en Puerto Paraíso, donde una serie de pequeños y medianos empren-
dimientos están dando prueba de lo beneficioso que es esto para la población
local y el medio ambiente, en este caso la selva.
Los grandes emprendimientos hoteleros y turísticos en general, se desarro-
llarían solos, sin necesidad de ayuda del Estado si existiera una demanda real de
tales, por lo tanto serían un buen negocio y no faltarían inversores, como sucede
en todo tipo de negocios en el mercado de la oferta y la demanda. Si hasta la fecha
no se dan tales inversiones es porque aún no son necesarios, por lo que el Estado
no debería preocuparse entonces de impulsar tal desarrollo en la zona sino de
apoyar el desarrollo local existente.
La histórica colonia, aunque disminuida, sigue esperando soluciones, en las
que el Estado deberá tomar partida activa para resolver esta encrucijada.
Los colonos con su agricultura tradicional de desmonte y quema no son sus-
tentables y menos en la Reserva. La empresa forestal con su saqueo selectivo de
árboles y la ganadería, actividades que van dañando fuertemente la selva desde
adentro, tampoco están acordes con la conservación de esta Reserva de Biosfera.
El Estado debería entregarles la tierra a los colonos que tienen antigüedad,
porque están en su legítimo derecho; pero también tendrían que estar sujetos
a un estricto plan agrícola sustentable para que su actividad sea acorde con las
necesidades de la Reserva.
A las empresas forestales se les deben aplicar rigurosamente las leyes ambien-
tales que amparan a las áreas protegidas, ya que muchas de las actividades que
desarrollan en esta zona están al margen de lo legal.
Además se debe de tener en cuenta que estas tierras estuvieron a punto de ser
Reflejos en las aguas del Moconá - 105
Los periodistas entrevistan a los colonos del lugar que dan testimonio de la
presión que ejerce la empresa sobre ellos para desalojarlos, incluso hablan de
amenazas de parte de la policía y del abuso en el uso de glifosato en las antiguas
106 - Leonardo Rangel Olivera
“Cuenta el guardaparque Roni Rosas quien integró junto a los vecinos, en pri-
mer momento, la disuelta comisión de gestión de la reserva Yabotí “Participé del
proceso desde el 2004, cuando recién se hablaba de cómo iba a ser la traza [la ruta
asfaltada] en el Parque, incluso había varios colonos participando de esas reuniones,
colonos que luego fueron desalojados. En aquel momento, incluso conseguimos ge-
nerar modificaciones en el trazado. Nunca pensamos que el asfalto y el turismo iban
a generar un impacto tan negativo para las familias originarias. Lo que ocurrió fue
que la empresa hizo un acuerdo con la gente de la colonia Pepirí, a través del cual se
le otorgaría un permiso de ocupación para que ellos puedan estar tranquilos, se lle-
garon a hacer carpetas, y se enviaron a Buenos Aires. Pero en ese ínterin falleció la
persona que estaba al frente de la empresa, y al quedar sus hijos como encargados,
decidieron dar otro rumbo, y ahí es donde comienzan los desalojos, las presiones y
las amenazas. Hoy quedan pocas familias resistiendo. Y las que se fueron, perdieron
la oportunidad histórica y prometida, de desarrollarse gracias al turismo. El turis-
mo acá en Moconá, pareciera ser que no es para el pobre, sino para quien tiene un
negocio, es una política turística neoliberal, que excluye al lugareño”.
En el año 2012, los guardaparques de Moconá tuvimos que actuar con todas
las herramientas legales que estaban a nuestro alcance, por el hecho de que uno
de los requisitos que le imponían al Estado para poder desarrollar un proyecto
turístico hotelero denominado Master Plan, a cargo de una empresa forestal que
tiene grandes propiedades dentro de la Reserva de Biosfera Yabotí, era la de que
se habilite el paso por el Parque Moconá para construir una vía de acceso al lugar
donde se implementaría el proyecto.
La situación era muy compleja ya que este camino, que fragmentaría al Par-
que y dañaría su diversidad, estaba mezclado habilidosamente con el hecho de
que se les daría parte de la tierra a las comunidades indígenas que habitan en el
mismo desde hace ya más de 200 años, como se lo argumenta en el informe de
Héctor Keller en el año 2004, que trata de la problemática de los Mbya en Yabotí,
donde incluye a éstas que habitan en el lote negociado, denominado Lote 8, de
casi 4.000 ha.
Reflejos en las aguas del Moconá - 107
Este caso, de reclamo de tierras por parte de los Mbya, generó mucha polé-
mica en los primeros años del despertar del siglo XXI, donde estando en manos
de la justicia federal, se pusieron en cuestión aspectos como la aplicación de leyes
internacionales referentes al del derecho de los pueblos indígenas, como el “Pacto
Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales”
El caso tuvo tanta trascendencia que fue tratado en el Congreso de la Nación.
La solución que consiguió la empresa la de pactar con una ONG, inglesa, “Word
Land Trust”, la que pondría los fondos para adquirir, comprándoselo a la empresa
forestal el lote y repartirlo, entre los indígenas, la empresa maderera y la ONG, que
en la argentina estaría representada por FuNaFu: “Fundación Naturaleza Para El
Futuro”.
Una de las condiciones del convenio es la de que el estado la cedería un ca-
mino a la porción que se quedaría Laharrague, que estaría trazado dentro del
Parque Provincial.
Este informe que en su momento tomó estado público, creímos necesario
transcribirlo de forma textual para que se entienda la gravedad del asunto. El
mismo fue escrito por los guardaparques Santiago Bellitti, Leonardo Rangel Oli-
vera, Víctor Soutus, Edgardo Tarón y Antonio Millán, el 29 de octubre del 2012
y dice lo siguiente:
Análisis de los posibles impactos del proyecto vial dentro del Parque Provin-
cial Moconá. Informe preliminar
Debido a la apresurada demanda de la empresa Moconá SA, de que se construya
una vía de acceso dentro del parque, para conectar su proyecto hotelero (lote 8) con
la Ruta Provincial 2 y viendo, que no se estarían respetando las pautas legales co-
rrespondientes, necesarias para cualquier actividad humana, que se realice dentro
de un Área Nat. Protegida, con categoría de Parque Provincial (Ley Nº XVI 29);
los guardaparques, agentes fiscalizadores habilitados (Ley Nº XVI-71 Art.4, Inc.b),
nos vemos en la obligación laboral, ética y profesional, de realizar el informe co-
rrespondiente a fin de detener este acto, hasta tanto se cumpla con las líneas legales
exigidas.
El Parque Provincial Moconá, tiene una superficie de aproximadamente 1.000
hectáreas y dentro de la Reserva de Biosfera Yabotí (230.000 hectáreas aproximada-
mente) es una de las pocas áreas protegidas de propiedad del estado. Gracias a esta
condición, su estatus de protección permite zonificarlo y así crear dentro de él, un
espacio intangible, siendo esta la única forma efectiva de proteger en su integridad
la biodiversidad de este ambiente particularmente frágil, la selva paranaense del
alto Uruguay. Cabe mencionar que el resto de los lotes que circundan al parque, son
“privados” y están sometidos a una fuerte explotación forestal, desde hace varias
décadas, convirtiendo al Parque Moconá, en un indispensable refugio de flora y
fauna nativa.
Desde hace varios años, se mantuvo un conflicto por el lote 8, lindero al Parque
Moconá, entre las comunidades indígenas que lo habitan y la empresa forestal que
lo explotaba comercialmente propiedad de la familia Laharrague (Moconá S.A.).
108 - Leonardo Rangel Olivera
Dicho conflicto se trasladó a la justicia nacional, llevando los reclamos de los nati-
vos, contra la empresa, por la propiedad del lote.
En un acuerdo reciente entre la empresa, los indígenas, una fundación extranje-
ra y el Ministerio de Ecología, se logró destrabar el conflicto, llegado a un acuerdo
entre las partes.
El lote cuenta con un acceso y un puente (Puente López) que construyó la em-
presa forestal, hace más de una década, el cual también utilizan las comunidades
indígenas, para interrelacionarse con el resto de la sociedad argentina, recibiendo
asistencia médica y social, por parte del estado y algunas ONG.
En el acuerdo por las tierras la empresa forestal recibiría una suma de dinero
por las mismas, que más adelante pasarían a manos de los nativos y además se
quedaría con una porción de cerca de 200 hectáreas, para desarrollar un complejo
hotelero con fines comerciales. Esta porción de tierra se encuentra ubicada en una
zona sobre el Río Uruguay, desde donde se avistan los Saltos de Moconá, a la cual
se accede actualmente por el camino mencionado anteriormente (Puente López).
Por motivos que no están bien claros, el estado le debe construir un nuevo acce-
so vial, al sitio donde se pretende construir el complejo hotelero.
Las opciones son varias, pero la que impactaría más gravemente sobre el am-
biente, sería la de fragmentar el Parque con la apertura de un camino por su interior.
La pequeña superficie del parque se estaría deteriorando al no poder sostener
una zona núcleo, ya que el área de uso público se extendería de un extremo al otro.
El efecto borde, que genera un camino, empobrece el ambiente alrededor de
cien metros para cada lado del camino, por el ingreso de luz provocado por la aper-
tura, haciendo retroceder el cada vez más dañado, bosque clímax, protector de una
importante diversidad biológica.
En el Parque Moconá se encuentran protegidas varias especies endémicas,
como Dickia brevifolia, Vernonia cataractarum, algunas recientemente descubier-
tas para la ciencia como unas herbáceas del genero Diodia y Geophilla, o la extraña
y sensible Hoffmannia peckii, una rubeacea que se la encuentra en San Pablo, Brasil
y recientemente se la registro en la oscuridad protectora del bosque clímax en el
Parque Moconá, convirtiéndose en un nuevo registro para la argentina, como lo
son también los árboles, Eugenia ramboii y una Solanácea del genero Cestrum,
además de varias sorpresas más que esperan ser descubiertas en las sombras de la
selva húmeda.
El impacto que produce el transito humano, por un área que hasta el momento
se encuentra protegida, es otro factor a tener en cuenta. Tanto las obras que se reali-
cen y luego también la visita de los turistas, el tránsito de personal de mantenimien-
to, proveedores y demás, traerán al área más contaminación sonora, que impactara
directamente sobre la fauna que habita el lugar.
La presencia de grandes mamíferos, como el yaguareté y el tapir, especies pro-
tegidas que se encuentran en peligro de extinción y fueron declarados Monumen-
tos Naturales Provinciales, transitan frecuentemente por este parque que les brinda
protección.
Evidentemente hay que realizar un profundo estudio para la implementación
de este camino en el área. Los efectos para el ambiente son negativos, para los po-
bladores locales y para las comunidades indígenas, probablemente también sean
perjudiciales, se tendría que evaluar también, este tipo de impacto, el social.
Reflejos en las aguas del Moconá - 109
Queda claro en este informe que los guardaparques no nos oponemos a las
obras de infraestructura que se realizaron y las que están proyectadas dentro del
Parque para uso público como restaurante, pasarelas, centro de visitantes, acceso
a las embarcaciones entre muchas otras obras, por que las mismas están admi-
tidas en el Plan de Manejo, y además que consideramos es para comodidad del
público en general y no para un sector privilegiado como lo que pretenden reali-
zar en el lote 8, en el cual el Parque tiene que pagar con un alto costo ambiental y
económico de parte del Estado para beneficios de unos pocos privilegiados que
pueden acceder a estos complejos de élite.
No se debe de tocar el Parque por ninguna razón. El Parque es el corazón del
lugar, la selva es el músculo que late y el agua de los saltos la sangre que irriga la
vida. No lo dañemos más. Ya bastante lo hemos afectado a nuestro servicio, solo
se debe pensar cómo protegerlo aun más y tratar de ver la forma de ampliar sus
superficie para fortalecerlo, teniendo en cuenta que su tamaño es pequeño para
el tipo de ambiente que protege: 1.000 hectáreas, para que se tengan una idea, ni
siquiera puede sostener el territorio de un yaguareté que está calculado en alre-
dedor de 5000.
Finalmente, la polémica por el camino tuvo tanta trascendencia, principal-
110 - Leonardo Rangel Olivera
los lancheros que conocen y saben leer las señales del río a la perfección, esto
se debe a la gran pasión que sienten por este atractivo natural a pesar de los
altibajos que imponen las fluctuantes aguas del río haciendo de este un negocio
inestable.
Las mujeres ligadas a Moconá merecen ser destacadas en la historia de este
Parque y su entorno, personas como la ambientalista misionera Liliana Ortega
que se encuentra sentimentalmente vinculada al Parque desde su adolescencia
porque siendo muy joven tuvo la posibilidad de conocer los saltos acompañada
por sus padres y a partir de ese momento los continuó visitando frecuentemente,
involucrándose en varias causas que tienen que ver con la defensa de esta parti-
cular área protegida.
Otra persona comprometida con la protección de la naturaleza es la periodista Cris-
tina Besol, nativa de El Soberbio, y que viviendo en Buenos Aires creó un diario virtual
llamado Elparanaense30 en el cual publica con mucho sentimiento todo lo referente a la
problemática ambiental que concierne a la selva paranaense de Misiones y la región y
particularmente a lo que considera su lugar en el mundo: Moconá y su entorno.
Tanto Liliana como Cristina trabajan para cumplir su sueño, culminar sus vi-
das viviendo en la zona de los místicos saltos de Moconá, por lo que para cumplir
sus objetivos ya han conseguido tierra en la zona.
La Hermana Irasema, era una popular monja que vivía en El Soberbio, su vida
estaba dedicada a la asistencia de las comunidades Mbyá, principalmente las que
estan en Yabotí, a las cuales realizaba frecuentes excursiones. Se trasladaba en un
Jeep 4x4, que ella misma conducía.
Al Parque Moconá, lo visitaba con frecuencia, solía hacerle de guía turística a
sus donantes, que por lo general eran europeos los que financiaban sus campañas
de ayuda a los guaraníes. Se apasionaba cada vez que realizaba el vadeo de 500
metros por el río que conducía a la panorámica de los saltos
Ella era una mujer fuerte y corpulenta, de unos 50 años, con la rudeza necesa-
ria como para enfrentar su tarea en la selva.
Murió en su humilde vivienda, de un problema de salud en el año 2009.
Regi Lacone, es una guía de turismo originaria de Suiza que decidió cambiar
de vida viniendo a vivir a la magnética provincia de tierra colorada. Desde hace
varios años se dedica a traer personalmente turistas europeos a conocer estas
agrestes cascadas y su entorno selvático.
La enigmática poetisa Cecilia Varela, la cual tiene el seudónimo de Ceci de
la Selva, hace apariciones periódicas por Yabotí y Moconá en busca de la energía
inspiradora que según ella alimenta su alma y le da fuerzas para continuar el largo
y sinuoso camino de la vida.
Transcribimos aquí uno de sus textos sobre su sentimiento por la Reserva Yabotí31:
30 www.elparanaense.com.ar
31 Cecilia Varela. “Cartas a la selva Misionera”. Montevideo. 2006
Reflejos en las aguas del Moconá - 113
latir de la tierra. Tus sonidos y perfumes llegan por el Rio Uruguay hasta inundar
mi ser, para recordar mi esencia de mujer salvaje.
Anoche tuve un sueño que me llevo a las entrañas de tu selva donde bajo el Ibira
pitá tocaba el corazón de la selva. El tiempo tomó otra dimensión y todo se cubría
de luz verde, el abrazo de la selva me envolvía hasta encenderme entera. Sentía que
me hundía en la Tierra y sobre mi se derramaban secretos y semillas de tierra nue-
va. Mi instinto de mujer se expandía sin límites hasta explotar y multiplicarse en la
vida que latía a mí alrededor para hacerme una con el Universo.
Una brisa resonaba en mis oídos, la cual traía una sabiduría ancestral, susurros
que acariciaban mi piel hasta estremecer mi alma. También llegaban palabras de
lo eterno, que penetraban en mi vida y sembraban esperanza de felicidad mientras
cicatrizaban heridas. El tiempo entró en otra dimensión y pude posarme en un
tiempo sin tiempo donde toda la eternidad se hizo presente. Me sentí mujer plena
y frágil donde el misterio de los árboles ancestrales fueron testigos del amor de hoy
y de todos los tiempos.
Mi sueño siguió y navegó por el Uruguay donde el cauce revuelto del río re-
frescaba todas mis entrañas de mujer. Una parte de mi ser habita en el Moconá y el
amor de la Madre Tierra lo cuida, manteniendo encendido el fuego del alma verde.
Yasí, luna guaraní, cuida de este sueño y por medio de Panambí Porá mantenme
cerca de la selva de Yabotí.”
Los guardaparques
Sin lugar a dudas los mayores protagonistas en los últimos años dentro del
Parque son los guardaparques, quienes vivimos en él la mitad de nuestros días y
además de considerarlo nuestra propia casa, hay una fuerte vocación que se ma-
nifiesta en la entrega que pone cada uno para conservar esta maravillosa porción
de tierra que explota en diversidad.
A los pocos años que fue creado el Parque, el estar a cargo de cuidar un área
protegida como ésta era un verdadero acto de patriotismo por las condiciones de
aislamiento y la carencia de medios que se tenían en los primeros pasos que daba
el recién nacido sistemas de áreas protegidas de Misiones, el cual estaba soste-
nido básicamente por la hidalguía de los primeros guardaparques provinciales.
Entonces sucedió un hecho trágico que marcó la historia de Moconá y de todas
las áreas protegidas de la provincia, la trágica muerte, en aguas del Río Uruguay,
del guardaparques Horacio Foerster en cumplimiento de su deber.
Muchos de los compañeros que trabajaron con Horacio en su corta carrera ya
no están con nosotros, pero se cuenta que este muchacho joven de 23 años, que
era la edad que tenía al morir, fue una persona valiente, audaz y muy dedicado
a su trabajo. Por aquel entonces se hacían en los Parques guardias de 20 días por
mes o más, de acuerdo a las condiciones climáticas que permitieran o no relevar a
los guardaparques en las áreas, que en aquel entonces, eran solo una docena para
cubrir toda la Provincia.
De los hechos sucedidos el día de su desaparición se fueron tejiendo diferen-
tes historias, pero en todas se reconoce la valentía de este joven guardaparque. Lo
114 - Leonardo Rangel Olivera
las 15:30 Hs llegó la noticia al destacamento que fue hallado el cuerpo sin vida del
guardaparque Foerster desaparecido, aguas abajo, de ahí en forma inmediata tomó
conocimiento toda la comitiva, movilizándose hacia donde fue hallado el cuerpo
sin vida.
Regresando Welcz de la zona de los saltos, apresuradamente, me preguntó si
podía quedarme en el destacamento, contestándole afirmativamente que podía
quedarme sin inconveniente y a partir de ese momento me quedé solo en el desta-
camento.
una larga melena y barba, daba una fuerte impresión del duro aislamiento vivido
por entonces en los parques.
En el año 1992, gracias al congreso realizado en Río de Janeiro, Brasil, deno-
minado La Cumbre de la Tierra, Eco Río’92, la provincia que tuvo la posibilidad
de participar del mismo, se comprometió a fortalecer las Áreas Protegidas de
Misiones, por lo que el cuerpo de guardaparques se vio beneficiado con el ingreso
de nuevos efectivos.
Al mismo tiempo el Parque Moconá estaba siendo fuertemente impactado por
la construcción de una pista de aterrizaje para pequeñas aeronaves, en el corazón
mismo del pequeño Parque, donde por decisión del, en ese momento gobernador
de la Provincia, Ramón Puerta, se autorizaba a desmontar cerca de 8 ha de selva y
la remoción del terreno, hasta dejarlo apto para el aterrizaje de avionetas.
La pista fue construida y consolidada sobre piso terrado, pero por suerte fue
muy poco utilizada, porque el impacto sonoro de las aeronaves afecta muchísimo
a la fauna silvestre.
Luego en el año 2006 cuando se comienza a construir el tramo de la ruta que
accede al Parque, por presión de los guardaparques y ambientalistas locales se de-
cidió dejar sin efecto la pista y se terminó construyendo la vía de acceso terrestre
sobre la misma, allí también se levantó el restaurante, la portada de ingreso y el
estacionamiento.
En el año 1997 ingresan al cuerpo de guardaparques los recibidos en la pri-
mera promoción de la escuela de guardaparques fundada en San Pedro Misiones.
Esto generó que se potenciase la profesionalización de los mismos porque al fu-
sionarse a los idóneos o baqueanos como también se les denomina, a los guar-
daparques que no son de escuela, con los técnicos, se enriqueció fuertemente el
sistema de áreas protegidas de la provincia con el intercambio de conocimientos
entre ambos grupos.
Un hecho trágico para los guardaparques provinciales y para todos aquellos
involucrados en la protección de la selva de Misiones y su biodiversidad, fue
cuando en principio del año 2006 el guardaparque Daniel Kurday, quien además
era el coordinador de los parques de la zona centro, fue herido gravemente cuan-
do recibió un tiro por la espalda enfrentado solo y sin arma, a unos cazadores que
habían ingresado ilegalmente a el Parque Provincial Araucaria.
Daniel, quien también fue custodio del Parque Moconá, quedo parapléjico
por defender la naturaleza de Misiones y a consecuencia de este lamentable epi-
sodio se abrió la polémica acerca del uso de armas para la defensa de la integridad
física de los guardaparques, tema que actualmente sigue sin resolver.
En marzo del 2006, durante el periodo del gobernador Carlos Rovira, ingre-
samos 49 guardaparques nuevos. Entre los que nos tocó estar en Moconá estaban
Pablo “Loco” Gómez de Posadas, María “Luna” Ciccia, de San Miguel Buenos Ai-
res, “La Juje” Elida Aban de la Provincia de Jujuy y Diego Terra de San Pedro, to-
dos estábamos a cargo de Roni Rosas oriundo de El Soberbio quien era el guarda-
118 - Leonardo Rangel Olivera
cristal esmeralda, y ese espectáculo era nuestro mayor premio por haber sido
obstinados, porque la selva parece probar la aptitud de los hombre que la habitan
y luego premia desbordando el espíritu de belleza.
Algo más de 2 km recorrimos arroyo abajo, tramo que hicimos en silencio
contemplando extasiados entre los destelleantes rugidos del cielo que desploma-
ban torrentes sobre el arroyo y el lecho devolvía una calma bruma que remon-
taba pacientemente hacia el cielo. Inmersos en medio del agua, el agua y el aire
se mezclan formando un limbo líquido-gaseoso por donde teníamos la suerte
de transitar por el espacio donde los límites físicos se fragmentan y se fusionan
como en una especie de espectáculo surrealista. Llegamos al embarcadero del
refugio y caminamos hacia el lugar donde nos esperaba nuestros compañeros de
relevo, los cuales se disponían a vivir su propia aventura.
Así cada guardaparque que tuvo la suerte de estar aunque sea un tiempo en
Moconá, tiene alguna historia significativa que contar, en el Yabotí no todos
corrieron con suerte al cruzarlo, Esteban Alzarmendia guardaparque que ac-
tualmente es director tuvo la desgracia de vivir una situación trágica. Mientras
cruzaban el arroyo en una embarcación de madera junto a dos trabajadores que
pertenecían a una empresa constructora que intentaba construir unas pasarelas
hacia los saltos, debido a una fuerte corriente, el bote zozobró y cayeron todos
al agua. Esteban y uno de los obreros pudieron salir luego de dejarse arrastrar
por la corriente hasta dejarlos en la orilla. Pero lamentablemente uno de ellos no
Estribillo
La bendita camioneta
La movilidad siempre fue una condiciónate para hacer efectivo el trabajo de
los guardaparques dentro de las áreas protegidas de la provincia, principalmente
si tenemos en cuenta la distancia que hay entre las mismas y los centros urbanos.
Reflejos en las aguas del Moconá - 125
Esta situación fue solucionada poco a poco a medida en que crecía el presu-
puesto asignado al cuidado de la naturaleza.
En el año 2003 el Parque Provincial Moconá recibe su primer móvil exclusivo,
se trataba de una camioneta Toyota 4x4 doble cabina, de color blanco inmacula-
do cero kilómetro. Sin dudas el mejor vehículo hasta el momento en los parques
de la provincia.
Los primeros años de uso la camioneta se la mantuvo impecable, se la trataba
con mucho cuidado y cariño por parte de los guardaparque a cargo en aquel en-
tonces, ya que aquel vehículo les había cambiado completamente las condiciones
de trabajo.
Pero las cosas cambiaron a partir del año 2006, donde hubo un ingreso masivo
de nuevos guardaparques, con menor experiencia en el manejo y cuidados de
vehículos.
La camioneta no contaba con chofer fijo, sino que se usaba según las necesi-
dades del momento y la manejaba quien acreditara tener algo de conocimiento
en el tema.
El cambio se comenzó a notar rápidamente en las condiciones mecánicas y
estructurales del mismo.
Por nombrar algunos de los inconvenientes por lo que paso aquel noble ve-
hículo; Accidentalmente se atropelló un caballo, por lo que se destruyó el capot
y el parabrisas. Al andar por un camino de selva un palo atravesó el radiador
generándole una pérdida de agua. Unos meses después se fundió el motor por
quedase sin agua en el radiador. Luego de que se le repusiera el capot, al quedar
mal cerrado se abrió andando en la ruta y se volvió a destruir, rompiendo tam-
bién los limpia-parabrisas.
Aquí debemos de mencionar a Víctor De Antón, un ingeniero agrónomo de
la ciudad de Tandil, aficionado a los cuatriciclos, quien venía una o dos veces por
año a practicar ese deporte por caminos de selva dentro de la reserva de Biosfera
Yabotí.
Víctor era un apasionado por este paisaje y siempre se acercaba por el Parque
a ofrecer colaboración. El día que se entero que la camioneta del Parque estaba
rota, se vino desde Tandil con la tapa del motor, que el mismo compro, para que
los guardaparques solucionen rápidamente el problema de movilidad. En el año
2013, Víctor sufre un accidente en su cuatriciclo, cuando realizaba una de sus
habituales travesías por la selva del Yabotí, en este episodio, pierde la vida, proba-
blemente esa haya sido la forma que él hubiera elegido morir.
Lo más insólito que le paso a la camioneta, fue el de haber chocado con un
kayak, aunque parezca increíble.
Este caso se dio cuando la camioneta con guardaparques acompañaba a otra
camioneta de la institución, que llevaba enganchado en un tráiler un kayak, am-
bos vehículos se dirigían por un camino de tierra que conducía al arroyo Yabotí,
donde tenían intención de hacer un recorrido por el mismo, para patrullar el
126 - Leonardo Rangel Olivera
Los gendarmes
El grupo Pepirí se encuentra ubicado en la confluencia del arroyo Yabotí o
Pepirí Miní en frente al Parque Moconá, el mismo fue fundado a principios de la
década del 60. Desde allí un grupo de gendarmes que realizan guardias de un mes
completo custodian estas remotas fronteras de la patria.
La dureza de estos lugares queda demostrada con la muerte de dos de ellos,
que en cumplimiento de sus funciones perdieron la vida en las aguas del arroyo
Yabotí: el cabo Luis Alberto Arnedo quien fallece trágicamente en la barra del
arroyo Yabotí y el cabo Fermín Figueredo, al cual los guardaparques le debemos
un profundo respeto y le dedicamos un eterno agradecimiento, porque perdió
su vida acompañando a los guardaparques en una patrulla por el arroyo buscado
cazadores furtivos.
Nos cuenta el guardaparque Víctor Matuchaca que junto a Gabriel Borsini
Reflejos en las aguas del Moconá - 127
La relación con los guardaparques argentinos siempre fue fluida, pero limi-
tada por la barrera natural que impone el río, el cual en el parque solo se puede
cruzar con embarcación estando el río bajo.
Cuando el Turbo tuvo un director que era biólogo de formación llamado Mar-
cio, en el año 2009, se vivió la época en donde había un mayor interacción entre
los dos Parques y se salían a hacer controles en conjunto de las márgenes del río.
En esos días nos solíamos reunir periódicamente en uno y otro parque com-
partiendo vivencias e incluso nos llegaron a invitar para realizar un patrullaje
río arriba en territorio brasilero donde pudimos llegar a navegar hasta donde se
encuentra ubicada la ciudad de Itapiranga, unos 50 km Brasil adentro.
5. La nueva colonización
Como ya lo mencionamos anteriormente en la colonia Puerto Paraíso se viene
dando un fenómeno de desarrollo económico vinculado al turismo que visita la
zona, principalmente atraído por los Saltos del Moconá.
Este desarrollo está generando un impacto positivo en relación a la naturaleza
en comparación con la agricultura tradicional que aún se desarrolla en este sitio.
Si bien los agricultores de Puerto Paraíso fueron renuentes al cultivo de tabaco
y mantuvieron como rubro principal el de la citronella ya que en comparación
con otros vegetales es una planta poco exigente en cuanto a nutrientes del suelo
al ser una gramínea y toma la mayor parte de su energía del sol, por lo que no se
Reflejos en las aguas del Moconá - 129
en sus manos? , un planteo básico que se suelen hacer algunos recién llegados.
Pero todo es del color según con el cristal con que se mire, como el refrán. Esta
gente, sus abuelos, vinieron con el fin de vencer a la selva, convertirla en prós-
peros campos de cultivo y generar una sociedad próspera. Pero en esta orilla los
colonos inmigrantes no corrieron con la misma suerte que los que se quedaron
en Brasil, al menos acá en Puerto Paraíso, con sus suelos lavados por las laderas
abruptas de los cerros, una casi exclusión por parte del Estado que dejó olvidado
estos parajes lejanos, generó que se les fuera la vida luchando contra la incansable
selva que volvía a colonizar sus parcelas, produciendo una sensación de derrota.
Hubo una gran migración en los años 60 y 70 que dejó casi despoblada una
zona que en principio parecía próspera, pero a causa de la pérdida de rentabilidad
en el precio de las aromáticas y además la inseguridad generada por una serie
de crímenes sucedidos en la zona, quedaron poco más de 20 familias en donde
llegaron a vivir casi 200. Por eso le parece muy natural al foráneo y abandonada
y olvidada a quien nació allí.
Lo que moviliza al nuevo colono es una combinación de factores: no viene
huyendo de una guerra, como la anterior colonización, pero trata de escapar de la
voracidad del sistema económico mundial. Con algo de razonamiento es posible
darse cuenta de que el costo de las energías entregadas para sostener una vida
digna es demasiado elevado, al menos para quienes no son de una clase social
alta. En general esto se da a los más audaces, generalmente jóvenes, que eligie-
ron tomar el abrupto cambio y venir a vivir a estos lugares aceptando no solo lo
positivo sino también los inconvenientes que generalmente se van descubriendo
sobre la marcha.
Lo bueno que hay en común en todos los nuevos colonos es un profundo
amor por la naturaleza del lugar; después los matices se dan de acuerdo a como
interpreta cada uno la naturaleza y dependiendo de lo que pueda llegar a des-
cubrir de la verdadera esencia de este ambiente. El desafío es estar dispuesto a
investigar para así poder llegar a interpretar algo de los códigos que movilizan tan
inmensa diversidad natural y entonces poder descubrir el camino más correcto
para ayudar a preservar este ambiente.
También están aquellos a los que las circunstancias de la vida ya nos les per-
miten venirse a vivir a un lugar así, pero se fascinan tanto por esta naturaleza que
terminan comprándose un trozo de tierra con el único fin de conservarla tal cual
y poder venir a verla de vez en cuando.
En la zona se crearon varias reservas privadas, por iniciativas de particulares
y sin generar lucro. El caso de Ricardo Moyano, un veterinario de Buenos Aires,
que en sus frecuentes viajes a Misiones atraído por la naturaleza del lugar, termi-
nó comprando, en el año 2002, 40 ha sobre el Río Uruguay, en Puerto Paraíso, a
las que le dio el nombre de Reserva Tekoredá, donde construyó una vivienda para
venir a disfrutar de la misma, pero por una circunstancia trágica, al ser herido en
un asalto, quedó inválido y no pudo volver a la Colonia.
132 - Leonardo Rangel Olivera
Otras personas que compraron tierras por la zona son el matrimonio Osvaldo
Vázquez y Noemí Guridi, también de la provincia de Buenos Aires. Osvaldo des-
de hace muchos años viene incursionando por el Parque Moconá, donde descu-
brió un paraíso para desarrollar su principal afición, la fotografía de naturaleza y
al que por casualidad, en el año 2003, cuando estuvo alojado junto a su esposa en
la zona, tuvimos la ocasión de conocer luego de que tuvieran una vivencia poco
agradable en su primera noche en Puerto Paraíso.
rencias que teníamos, habíamos llegado al lugar que buscábamos, desde el inte-
rior de la selva nos llegaba un sonido de agua que nos indicaba que allí había un
salto, salimos del río con nuestras ropas mojadas y entramos en la selva, siguien-
do el cautivante sonido que produce el líquido al chocar contra las rocas. Nues-
tras expectativas fueron colmadas, pues luego de la penosa travesía, se presentaba
ante nuestros ojos una imagen paradisíaca, una enorme pared de roca negra, que
abruptamente dividía a la selva en dos niveles, desde la iluminada vegetación en
donde estábamos, se desprendía frente a nosotros un gran chorro de agua des-
plomándose de más o menos 6 metros de caída libre, desde la parte superior del
paredón estaba cubierto por selva sombría repleta de árboles grandes con lianas
colgantes que se deslizaban por la abrupta muralla. Ese paisaje que nos invadía
de una sensación de frescura y armonía, con la cristalina agua donde pudimos
calmar nuestra sed, nos indicaba que había valido la pena el esfuerzo.
Marcelo caminó inquieto recorriendo el lugar mientras nosotros descansá-
bamos nuestros cuerpos sentados observando el encantador paisaje, cuando de
pronto encontró un pequeño y blanquecino cráneo de aspecto humano dentro
del lecho del arroyo. Lo observamos detalladamente y pudimos determinar que
por sus colmillos, era un cráneo de mono. A Marcelo se le vino al recuerdo de
que su mucama que era paraguaya y mantenía viva sus creencias supersticiosas.
Le había comentado que dichos cráneos se usaban como amuletos para la buena
suerte, por lo que su comentario lo tomamos con gracia, pues si teníamos suerte
de haber llegado aquel lugar que nos hacía vivir una experiencia impagable.
Más tarde el sonido de un motor en el río nos indicó que Carlos venía a por
nosotros y nos dirigimos a la orilla, tratando de guardar en nuestras mentes
aquella imagen de ese misterioso rincón de la selva.
Luego pasaron varios años hasta que volvimos a vernos con Marcelo Quirelli,
con quien en el 2013 nos encontramos en el Parque Moconá, recordando aquella
experiencia que había quedado grabada en nuestras mentes. Comentó que real-
mente el cráneo de mono encontrado le había traído suerte en todos los aspectos
su vida y que lo conservaba en su casa.
Pero la suerte al parecer también tocó al lugar en el que se encontraba tirado el
cráneo, pues éste sitio, que ahora llamamos el Salto Calavera, se encuentra intacto,
virgen como hace miles de años, gracias a que en aquella ocasión esas tierras fueron
compradas para protegerlas por Marcelo. Como con suerte también otros muchos
lotes de la zona han sido comprados para su conservación, de otra forma hubiesen
terminado como tierra de agricultura haciendo desaparecer la selva que la cubre.
pocos los lugares en el mundo donde desde los miradores se puede apreciar una
superficie boscosa que se pierde en el horizonte, sino también decidió adoptar el
muy particular estilo cultural de los pobladores lugareños y poder lograr que los
visitantes no sólo se alojasen en la selva, sino que lo pudieran hacer de la misma
forma en que viven los colonos del lugar.
A su posada la llamó entonces Aldea Yabotí y contrató a una arquitecta para
que captase la esencia arquitectónica que usaban los lugareños: con madera como
elemento constructivo y respetando el tipo de techo y aleros. No sólo incluyó la
arquitectura autóctona al lugar sino también su gastronomía, con comidas a base
de carne de cerdo o pollo, porotos negros y mandioca, como es el alimento del
colono tradicional. Incluso el personal que sostiene la posada está formado por
nativos del lugar, como es de preferencia de Ricardo, para recrear la mística que
generan los agricultores en estos parajes aislados.
Este emprendimiento ya tiene diez años en la zona y realmente se nota el
resultado que quisieron obtener sus propietarios, pues la posada tiene todo el
aspecto de ser una aldea o colonia local y los visitantes luego de estar alojados allí
se sienten como si hubieran estado viviendo en la casa de un agricultor.
Otro caso reseñable es el de Sebastián y Mariana. Él estaba haciendo un libro
de fotografía sobre la Argentina y en uno de sus viajes, aconsejado por un amigo
misionero recaló en Puerto Paraíso. Impresionado por sus paisajes y viendo la
posibilidad de desarrollo que tenía, compró una chacra entre la ruta 2 y el arroyo
Paraíso. A los pocos meses se trasladaron a vivir aquí dejando la vida cosmopolita
de Madrid para vivir en este paraíso. Comenzaron trabajando haciendo paseos
en kayak por las aguas de la desembocadura del arroyo hasta el río Uruguay,
aportando otra manera de observar y disfrutar este ‘mar verde’. Hoy cuentan con
un emprendimiento hotelero que también ha sabido tomar prestado el estilo de
construcción de la colonia, heredero de la arquitectura rural alemana del siglo
XIX que se enmarca en unas 18 ha de selva que conforman su propia Reserva
privada Chacra del Agua.
Hoy en día hay en Puerto Paraíso una decena de alojamientos, casi todos con
su reserva de selva, dentro de sus propiedades. Posada Puerto Paraíso, original-
mente de Didier y José hoy en mano de nuevos propietarios; Posada Guatambú,
de Martín y Emilia quienes se dedicaban a el turismo de buceo en las playas de
Méjico; Ribera de las Orquídeas, de Guillermo y Dora provenientes de las plani-
cies de la provincia de La Pampa; Cristina y Julio de Mar del Plata con su Moconá
Guazú y Mariana y Fernando también originarios de la costa Argentina pero que
antes de decidirse por Misiones residieron en Bahía, Brasil.
La Comuna Yerbas del Paraíso, es el nombre que le dio Elizabeth Pirker, una
economista de Buenos Aires que luego de haber estado alojada en la Aldea Yabotí
como turista, en el año 2010, descubrió la zona como el lugar ideal para desarro-
llar su sueño: un lugar autogestionado donde combina el yoga con agricultura
orgánica y en donde también ofrece alojamiento tipo Hostel, dentro de un espa-
Reflejos en las aguas del Moconá - 137
cio construido con techo verde, sistema que se basa en plantar vegetación en un
techo bien aislado del interior, de la vivienda, el cual tiene beneficios ambientales
y paisajísticos ofreciendo una importante regulación térmica y reutilización del
agua de lluvia.
A principios del 2008, se viene a vivir Adriana Fiorentini, docente oriunda de
Buenos Aires, con la cual sostenemos en conjunto el proyecto Yasi-Yateré y con
la cual trajimos al mundo los primeros dos niños nacidos en la zona, Silvestre y
León, hijos de esta nueva colonización en Puerto Paraíso.
Muchos agricultores comenzaron a interesarse por el movimiento económico
que genera el turismo en la zona, algunos de ellos han puesto comedores, como
Malvinas, de Federico y Clarise; despensas como la familia Adams que ya tenían
una pequeña proveeduría pero que pudieron desarrollarla gracias al aporte de la
demanda turística en la zona al igual que la despensa Mucke; casas de regionales
como en el caso de la familia Diaz de Fleitas, con sus Artesanías Misioneras.
La interacción entre colonos nuevos y viejos ha sido constante. Los colonos
tradicionales les enseñan a los nuevos pobladores sus conocimientos adquiridos
para predecir el clima, prevenir algunos parásitos como las uras y los piques, el
uso de plantas medicinales y algunas palabras en portugués o portuñol de su
lengua madre. Poco a poco la nueva corriente colonizadora va influenciando al
agricultor tradicional hacia el cambio de rubro demostrando con el ejemplo que
la selva en pie es una importante fuente de recursos económicos y la importancia
radical para el mundo que tiene este particular ambiente.
Un evento particular que tuvo mucho efecto en la cultura del colono tradicio-
nal que había evolucionado casi de forma aislada de la llamada globalización cul-
tural, fue el encuentro anual de movimientos neo-hippies, denominado Rainbow.
El comienzo del año 2012 venía cargado con predicciones apocalípticas del fin
del mundo a lo que se le aplicaban todas las combinaciones posibles de cambios
místicos, mezclando el horóscopo chino, con el calendario maya, el horóscopo
tradicional, con las revelaciones del nuevo testamento, el budismo y el induísmo
y la llegada de seres extraterrestres, todo junto conformando una gran ensalada
que elevaría el alma de los iluminados y los mundanos quedarían librados a la
suerte incierta.
Más o menos así, veían muchos movimientos de los llamados New age, la lle-
gada del 2012, así que en principio este tendría un recibimiento muy especial, el
momento clave sería en la luna llena de febrero, porque allí empieza el año lunar
para los mayas.
El contacto en la web para que este especial encuentro de hermanos como se
le decía, se realice en Puerto Paraíso, fue una holandesa llamada Elske, que vivía
por esos tiempos en El Soberbio. Todo salió como estaba organizado, vinieron
más de mil visitantes de todas partes del mundo y acamparon en las costas del
arroyo Paraíso. El lema de los participantes era, no alcohol, no carne y no drogas
(excepto marihuana, que es natural).
138 - Leonardo Rangel Olivera
Para los colonos agricultores era toda una novedad ver gente que venía del
otro lado del mundo, vestían diferente, escuchaban otra música y se bañaban
desnudos en el arroyo todos juntos. Algunas cosas eran poco comprendidas por
los colonos, como que decían no manejar dinero, sino que comercializaban con
trueque, pero habían venido en avión gran parte de ellos, siendo que los ingresos
económicos, de algunos de estos colonos, de todo un año de trabajo no cubrirían
el costo de un pasaje de ida y vuelta a Europa en avión
El encuentro terminó finalmente sin fin del mundo, pero muchos de los vi-
sitantes quedaron encantados con el lugar y esto trajo un nuevo grupo de mi-
grantes a la zona que intentan desarrollar agricultura de la llamada permacultura
(agricultura permanente).
6. Desafíos actuales
Tabaco: La agricultura que mata
Lo que no sabe la gente por lo general, es que el tabaco mata desde que es se-
milla, Acá la selva plena de diversidad se la destruye para imponer los cultivos de
tabaco, cultivos promovidos por los gobernantes de turno que por intermedio del
estado conceden pseudo subsidios y lo hacen rentable para el agricultor. Según las
escusas dadas, hay que sostener este cultivo porque genera trabajo a los miles de
agricultores, pero lo cierto es que los agricultores no solo saben plantar tabaco, sino
cualquier tipo de cultivo que les permita obtener ganancias, o sea que la problemá-
tica es solo una cuestión de política, en donde están involucradas grandes empresas
que son las que se llevan las verdaderas ganancias, que no son más que un saqueo
despiadado que se le está haciendo a los recursos naturales. Mientas tanto la mayo-
ría de los agricultores de este rubro sigue en una situación de pobreza, realidad que
se puede observar a simple vista, en el paisaje que nos muestra la ruta.
Básicamente como se pude entender, es cuestión de política de estado solucio-
nar la problemática ecológica que genera la agricultura en la selva, que pude ser
cambiada promoviendo cultivos más amigables con nuestro ambiente, además
con fines más nobles que el que tiene una droga nociva, que se lleva muchas vi-
das y el estado también tiene que invertir grandes recursos económicos en salud
hacer para paliar los daños que produce a las personas el consumo de esta droga.
En esta región se pueden producir por ejemplo, alimentos como frutas tropi-
cales, ananá, mamón, maracuyá entre muchas otras, utilizando a la selva como
refugio protector de los cultivos y el suelo.
Citronella no sustentable
La citronella (Cimbopogon sp) es una planta perenne, perteneciente a la fa-
milia de la gramíneas o poáceas de crecimiento herbáceo. La que se cultiva en la
región según datos proporcionados por el INTA, es originaria de la isla de Java en
Indonesia, de clima tropical.
Reflejos en las aguas del Moconá - 139
Ganadería vacuna
Los vacunos han sido utilizados por los agricultores de Misiones desde el ori-
gen de las actividades agrícolas, principalmente como herramienta de trabajo,
pues los denominados bueyes, hasta el presente sirven para labrar los suelos de
esta accidentada formación, principalmente en el alto Uruguay donde los trac-
tores tienen poca utilidad por la pendiente del terreno, las rocas y los restos de
la selva original como las raíces y troncos que dificultan el desenvolvimiento de
estas máquinas.
Además hay en los agricultores una relación cultural que relaciona la tenencia
de vacunos con el ahorro de capital, en donde la riqueza del agricultor se mide
por la cantidad de cabezas de ganado en su poder.
Las especies de animales vacunos utilizadas en la zona son generalmente de
origen índico, como cebú y brahama, por su resistencia a climas cálidos con pas-
tos duros y poco nutritivos.
Las vacas de estas especies son poco productoras de leche en comparación
con las vacas europeas, por lo que no hay una cultura relacionada con el consumo
de lácteos.
A partir de la década del 90 la provincia por medio de un incentivo denomi-
nado Plan Ganadero comenzó a promover el desarrollo de esta actividad con el
fin de desarrollar la ganadería tradicional para producir carne y leche, como una
alternativa económica para los agricultores. Por lo que en Misiones comenzaron
a proliferar los establecimientos ganaderos.
Ésta se propone como una alternativa para conservar la selva. La actividad
silvo-pastoril, el criar vacuna dentro de la selva modificando el soto bosque, im-
plantándole gramíneas y raleando los árboles para iluminar el suelo.
El inconveniente ambiental que produce esta actividad es el de acelerar el
proceso de deforestación y la desaparición de especies naturales como la de el
yaguareté o jaguar. Al terminar con sus recursos alimenticios naturales éste se ve
condicionado a recurrir al ganado vacuno como alimento, lo que para el gana-
dero es un perjuicio económico por lo que se lo termina combatiendo de forma
anónima, matándolo cuando se alimenta de su presa ya que este felino regresa en
reiteradas ocasiones al lugar donde la dejo, generalmente en un monte cercano
a donde la capturo. Matar a este felino es ilegal, pues está protegido por ley ya
que por su situación de peligro de extinción se lo declaro por ley “Monumento
Natural Nacional”.
CAPÍTULO VI
Un futuro de esperanza
para la naturaleza de la zona
rística Saltos del Moconá”, ley que fue vetada por un interventor Federal a través
de un decreto ley Nº 21.
El gobernador que intentó expropiar estas tierras por primera vez fue Juan
Manuel Irrazabal, electo el 15 de abril de 1973 y fallecido trágicamente junto a
el vice gobernador Cesar Ayault, al producirse una explosión en su avión. Este
hecho que investiga la justicia federal como un crimen de lesa humanidad, tiene
como principal acusado a la “triple A”, causante de muchos crímenes políticos en
esos años turbulentos.
Así lo expresa Sebastián Korol, en la página web Misiones Para Todos:
“El gobierno de Juan Manuel Irrazábal y César Napoleón Ayrault fue el más
progresista y popular que conoció la joven historia política de la provincia de Mi-
siones. Pero duró apenas 190 días: un atentado aéreo, que en principio los familiares
atribuyen a la organización terrorista de ultraderecha Triple A, acabó con la efímera
primavera el 30 de noviembre de 1973”.
Más tarde la provincia hizo un segundo intento, en 1975, a través de una nue-
va ley de expropiación, Nº 561, la cual fue suspendida por la dictadura militar en
1976, por lo que no se pudo hacer aplicación efectiva. Hoy deberíamos retomar
este proyecto suspendido de forma inconstitucional. Esta sería una decisión lógica
y razonable que debería tomar el estado para proteger de forma real estas selvas y
convertirlas en Parques, para beneficio de la sociedad al igual que debería hacer con
la franja llamada corredor verde que une Yabotí con el bloque selvático de Urugua-
í, salvando así esta especie.
Creo que si se sigue el camino que se está dando en Puerto Paraíso, se podría
garantizar el futuro del resto de las especies animales y vegetales e incluso el futu-
ro de las comunidades indígenas que eligieron mantener sus tradiciones.
El secreto está, como hemos visto, en impulsar el ecoturismo en la selva de
Misiones, de forma que sea la selva la que genere un buen beneficio económico a
nuestra sociedad, como producto turístico, pero para ello se deberían quitar los
subsidios a la reforestación de pinos y otras especies exóticas, a la ganadería y al
cultivo de tabaco y dárselos a los pequeños y medianos emprendimientos turísti-
cos que estén relacionados directamente con la conservación.
Además sería muy importante hacer programas serios de agricultura susten-
table que se podrían llevar a cabo con los agricultores de la zona, que también
pueden ayudar a recuperar y conservar la selva existente.
La esponja vegetal (Luffa sp), planta originaria de Centroamérica, aparece
como una alternativa interesante como especie de cultivo para la zona. Se trata
de una enredadera de la familia Curcubitaceae (familia a la que pertenecen los
zapallos, sandías y melones). Éstas producen unas frutas que de pequeñas, cuan-
do aún están tiernas son comestibles si se las cocina y al estar maduras quedan
con una consistencia fibrosa y esponjosa lo que las hace aptas para ser utilizadas
como esponjas para baño o para lavar utensilios.
Reflejos en las aguas del Moconá - 143
Las mismas por ser de origen natural, son más saludables y ecológicas que las
artificiales, pero al igual que todo tipo de cultivo que pretenda ser responsable,
no se lo debe implantar al estilo monocultivo intensivo. Pues si bien es una planta
rústica y resistente, pronto podría contraer una plaga que obligue al productor a
utilizar agroquímicos y esto ya dejaría de ser ecológico.
Además, y principalmente en estos suelos de origen tropical pobres en nu-
trientes, se deben de diversificar los cultivos para mantener los nutrientes que
sustentan la vida vegetal.
En la reserva Yasí-Yateré en Puerto Paraíso, además de estar recuperando y
enriqueciendo la selva del lugar que fuera afectada para agricultura tradicional
anteriormente, hemos encontrado la manera de obtener un ingreso económico.
Por un lado mostrando la muy rica diversidad con la que cuenta nuestra selva
mediante el recorrido de un sendero con las especies determinadas e identificas
con su nombre científico y común. El mismo se realiza con un guía experto que
orienta al visitante para darle una noción de la rica diversidad por la que estamos
rodeados en esta privilegiada región natural, como por ejemplo cientos de espe-
cies de helechos, orquídeas y bromelias, además de los árboles autóctonos con la
que cuenta la selva de Misiones.
Por otro lado también contamos con un programa de aprovechamiento de los
recursos no maderables que nos brinda la selva, como el uso de sus frutas para
la elaboración de dulces y licores, como también el de sus plantas medicinales y
aromáticas, donde se elaboran artesanalmente y de forma natural, aceites esen-
ciales con un alambique modelo, construido en acero inoxidable con un sistema
de aprovechamiento de energía del tipo mini-caldera, donde se utilizan las ramas
y árboles caídos de la selva como combustible sin tener que talar árboles para este
fin.
También una parcela de la reserva que anteriormente estuvo afectada a culti-
vos tradicionales por sus antiguos propietarios y quedó fuertemente deteriorada,
la hemos destinado a desarrollar un modelo de cultivo al cual llamamos de bio-
agricultura, donde tenemos frutales del tipo tropical manejados de tal forma que
interactúen con la cobertura vegetal natural induciéndolos a que se beneficien
mutuamente y así poder obtener frutas naturales para fines comerciales.
Este lugar lo pueden visitar quienes vienen a conocer la zona donde se en-
cuentran los Saltos de Moconá y se lo recomendamos muy especialmente a aque-
llos que estén interesados en conocer la naturaleza y la realidad ecológica de ésta
provincia. Allí podrán conocer no solo las plantas sino también degustar frutas
dulces y licores de sabores exóticos, desconocidos para nuestra cultura.
Otro lugar recomendable en la zona, si el visitante quiere conocer una reali-
dad cultural diferente, además de poderse alojar en lugares como la Aldea Yabotí
o algunas de las otras hogareñas posadas del lugar, hacer caminatas por senderos
o realizar paseos en kayak por los ríos y arroyos del lugar, deberían visitar algunas
de las comunidades indígenas de las que tienen circuitos programados para reci-
144 - Leonardo Rangel Olivera
la misma se realiza a fines de invierno, las cosas pueden complicarse un poco más
si el día estuviera caluroso. El aire húmedo se torna denso y el respirar con 90 %
de humedad nos dificulta el aliento, los pies se enredan en el suelo con lianas y las
rocas y los troncos caídos que se interponen a cada paso convierten la actividad
en una carrera de obstáculos. Las subidas pronunciadas dejan nuestras piernas
pesadas como si calzáramos botas de acero y las pendientes estiran nuestros cuer-
pos hacia abajo con toda la fuerza de la gravedad en nuestra contra obligándonos
a frenar para no caer abruptamente a precipicios que parecen no tener fin.
Pero no todo es sufrimiento, el verdor de la selva llena los ojos de los corre-
dores hasta hacerlos desbordar con el encanto resplandeciente del lugar. En cada
cima la vista se pierde en un mar verde y el ruido de agua de los arroyos produce
notas armoniosas que alientan nuestros pasos. Aromas de maderas, flores y fru-
tas maduras nos inundan a cada paso. Correr en la selva es una experiencia llena
de vivencias sutiles, como la diversidad del ambiente mismo, el corredor que in-
cursione en la selva quedará marcado en lo más profundo de su ser por la energía
vital de esta naturaleza.
La mayoría de los circuitos utilizados para la carrera también pueden ser vi-
sitados por caminantes, principalmente los que se encuentran en Puerto Paraíso
pues los mismos están especialmente preparados para aquellos que son amantes
de la naturaleza y son aficionados a la observación de aves, mamíferos, plantas
Figura 17. Ultra Maratón de Yabotí en Puerto Paraíso. Fotografía de L. Rangel Olivera.
146 - Leonardo Rangel Olivera
Cuestión de actitud...
La conservación de lo que queda de selva en la zona depende de la transfor-
mación de los recursos económicos. La agricultura tradicional no es sustentable
en la selva. El turismo responsable se perfila como la gran alternativa económica
ligada la conservación del ambiente. Quien visita estos lugares debe ser cons-
ciente de que está aportando al crecimiento de esta industria que es tal vez la
última gran esperanza para la selva misionera. Pero el visitante que quiere ayudar
a conservar debe de ser exigente en el sentido de que donde gaste su dinero debe
cerciorarse de que el emprendimiento esté comprometido con la conservación
de la naturaleza, como los hay muchos en Puerto Paraíso, pero debemos seguir
trabajando y exigiendo para que todos los habitantes de esta zona le den el valor
que se merece a este ambiente privilegiado.
El visitante debe ser protagonista directo en cuanto a la conservación de la
naturaleza del lugar que visita, debe asegurarse que su dinero será bien invertido
haciendo un seguimiento de la política ambiental que rige tanto en el hospedaje
como en los medios de trasporte o actividades que le ofrecen.
El visitante debe evitar alojarse en lugares donde se hace un uso excesivo de
energía, como es la de los generadores a combustibles derivados del petróleo o
el abuso de consumo que se genera con aires acondicionados o iluminación des-
medida.
Se debe observar qué es lo que se hace con los residuos sólidos y las aguas
servidas en el lugar donde uno se hospeda o come, para asegurarse que no son
arrojados a la naturaleza sin tratamiento.
En estos lugares de selva es importante ver que el emprendimiento respeta la
vegetación natural y la fauna de la misma, la selva debe formar parte de los espa-
cios abiertos de los emprendimientos.
Regresando a los saltos, que son los fieles testigos de cada historia, anécdota
o expresión de deseo que se enuncia en estos escritos, porque esta agua fue tes-
tigo de los pasos de los miles de años de la presencia humana y de los sueños y
ambiciones que moviliza cada cultura, intento de prosperar y la misma agua que
continúa su ciclo inalterable fue observada por los integrantes de las comunida-
des kangag y luego por guaraníes.
También pasaron por estas aguas los bandeirantes bajando altivos en busca de
esclavos y regresando derrotados pasando ante los impávidos saltos.
Las mismas aguas que obstaculizaban el paso del maderero o el yerbateros que
intentaban sacar provechos de esta generosa vegetación. También éstas llenaron
de admiración a los primeros naturalistas que la visitaron, como en el caso Am-
brosetti quien da testimonio en su libro.
Los visitantes que tienen la fortuna de disfrutarlo pueden saber que esos saltos
no son solo agua y piedra sino que también son testigos de la vida misma, de los
logros y fracasos que repite permanentemente el ser humano.
Podemos concluir que en Moconá se refleja la historia misma de la humani-
148 - Leonardo Rangel Olivera
dad en general, las mismas vivencias que se fueron dando en diferentes lugares
del planeta, los sufrimientos y las esperanzas de personas que trabajan para gene-
rar estabilidad económica, condicionadas por un entorno natural agreste que se
resiste a ceder el espacio conquistado en miles de años de evolución.
Los humanos ya tenemos muchos ejemplos similares para poder pronosticar
un futuro y corregir nuestras acciones hacia la dirección correcta. Acá estamos
a tiempo: con un poco de sentido común podemos ver que el camino correcto
pasa por proteger y conservar este tesoro natural que nos presenta la naturaleza,
la selva, en todo su sentido, con su flora su fauna, sus bellezas naturales y su gente,
las diversas culturas que se desarrollaron en ella que son un ejemplo de evolución
y convivencia con el ambiente y nos pueden indicar la dirección correcta para la
perpetuidad de nuestra especie.
Conocer el lugar es la forma de darle valor resaltando su identidad y espe-
ramos que estos escritos cumplan con ese objetivo y despierten la inquietud del
lector para que pase de ser un espectador a un actor de esta apasionante obra que
nos devuelve incansable los reflejos de las aguas del Moconá.
Total de especies registradas: 551. Las marcadas con * son consideradas exó-
ticas a este ecosistema.
Solidago chilensis
Sonchus asper
Smallanthus connatus
Stevia sp herbácea
Tagetes minuta
Tridax procumbens
Triumfetta guaranitica
Trixis caclioides arbustiva
Vernonia cataractarum
rastrera
Vernonia scorpioides
trepadora
Vernonia twedieana
Vernonia nudiflora
Vernonia sp
Xanthium cavanillesii
Wedelia kerri
Zexmenia brachylepis
BALSAMINÁCEAS Inpatiens wallerana* Alegrías del hogar
BEGONIÁCEAS Begonia cucullata
Begonia subvillosa
Begonia sp
BIGNOGNIÁCEAS Jacaranda micrantha caroba árbol
Handroanthus heptaphylla Lapacho negro árbol
Handroanthus pulcherrima Lapacho amarillo árbol
BROMELIÁCEAS Aechmea caliculata
Aechmea distichanta
Aechmea recurvata
Billbergia nutans
Billbergia zebrina
Tillandsia stricta
Tillandsia sp.
Vriesea platyenema
BOMBACÁCEAS Ceiba speciosa Palo borracho árbol
BORAGINÁCEAS Cordia ecalyculata Colita árbol
Cordia trichotoma Peteribi árbol
Cordia americana Guayubira árbol
Cordia bifurcata arbolito
Heliotropium trasalpinum
152 - Leonardo Rangel Olivera
Heliotropium tiarioides
BUDDLEJÁCEAS Buddledjia sp
CACTÁCEAS Pereskia aculeata trepadora
Rhipsalis cruciforme
Rhipsalis cfr. Pentatera
Rhipsalis houlletiana
Rhipsalis sp
CANNÁCEAS Canna indica
CAMPANULÁCEAS Triodanis perfoliata
Wahlembergia linarioides
CARICÁCEAS Jacaratia spinosa Yacaratia árbol
CARIOFILÁCEA Paronychia sp
CELASTRÁCEAS Maytenus ilicifolia Congorosa arbolito
Maytenus sp
CELTIDÁCEAS Celtis iguanea Talera Apoyante
Trema micrantha Palo pólvora arbolito
CIPERÁCEAS Carex sellowiana
Cyperus andreanus
Cyperus burkatii
Cyperus iria
Cyperus prolixus
Cyperus rotundus
Eleocharis montana
Rhynchospora corymbosa
Scleria panicoides
COMBRETÁCEAS Combretum fruticosum Cepillo de reina Apoyante
terminalia australis Palo amarillo arbustiva
CONVOLVULÁCEAS Ipomoea amnicola trepadora
Ipomoea alba trepadora
Ipomoea cairica trepadora
Ipomoea indica trepadora
Ipomoea grandiflora trepadora
Ipomoea sp trepadora
Merremia dissecta trepadora
Merremia sp trepadora
COMMELINÁCEAS Commelina diffusa rastrera
Tradescantia fluminensis rastrera
Reflejos en las aguas del Moconá - 153
Dahlstedia pentaphylla
Desmodium affine
Desmodium incanum
Desmodium uncinatum
Gleditsia amorphoides Espina de corona árbol
Erythrina falcata Ceibo de monte árbol
Enterolobium
Timbo árbol
contortisiliquum
Holocalyx balansae Alecrin árbol
Inga marginata árbol
Inga uruguensis arbolito
Lonchocarpus leucanthus árbol
Lonchocarpus
árbol
muehlbergianus
Lonchocarpus nitidus arbolito
Lonchocarpus sp arbustiva
Machaerium aculiatum Yuquerí guazú árbol
Machaerium paraguariense árbol
Machaerium minutiflorum
Medicago lupulino
Mimosa bimucronata arbolito
Mimosa pringa arbustiva
Mimosa uraguensis arbustiva
Myrocarpus frondosus Incienso árbol
Parapiptadenia rigida Anchico colorado árbol
Peltophorum dubium Cañafistola árbol
Senna occidentalis arbustiva
Schizolobium parahyba* Guapurú árbol
Sesbania virgata arbustiva
FLAUCORTIÁCEAS Banara tomentosa arbolito
Casearia decandra arbustiva
Casearia sylvestris arbolito
GENTIÁNECEAS Centaurium pulchellum herbácea
GESNERIÁCEAS Sinningia douglasii papa del monte epifita
HIPERICÁCEAS Hypericum brasiliensis
Hypericum connatum
HIPOXIDÁCEAS Hypoxis decumbes Pasto estrella
Reflejos en las aguas del Moconá - 155
Sisyrinchium
IRIDÁCEAS
megapotamicum
LAMIÁCEAS Hyptis fasciculata
Hyptis mutabilis
Hyptis sp
Hoehnea sp
Ocimum campechianum
Albahaca de monte
Ocimum sp
Leonurus japonicus
Salvia guaranitica
Salvia sp
Scutellaria uliginosa
LAURÁCEAS Nectandra lanceolata Laurel amarillo árbol
Nectandra megapotamica Laurel negro árbol
Ocotea diospyrifolia Laurel blanco árbol
Ocotea sp Imbuia árbol
Ocotea puberula Guaica árbol
Herreria montevidensis trepadora
LOASÁCEAS Blumenbachia latifolia
LOGANIÁCEAS Spigelia humboldtiana
Spigelia sp
Strychnos brasiliensis Ñutia curuzú arbolito
LYTHRÁCEAS Cuphea carthagenensis
Cuphea sp
Heimia salicifolia Yerba de la vida arbustiva
Lafoencia nummularifolia Dedalera blanca arbustiva
MALPIGIÁCEAS Banisteriopsis muricata
Heteropteris argyrophoea
Heteropteris argyrophoea.
Ovata
Heterpteris sp
Mascagnia divaricata
MALVÁCEAS Abutilon pictum arbustiva
Abutilon umbelliflorum arbustiva
Abutilon sp arbustiva
Hibiscus striatus Rosa del río arbustiva
Pavonia sepium arbustiva
MARÁNTACEAS Calathea eichleri
156 - Leonardo Rangel Olivera
Marantha sobolifera
MELASTOMÁTACE Leandra sp arbustiva
Miconia sp arbolito
Ossaea sp
Tibouchina herbacea
MELIÁCEAS Cabralea canjerana Cancharana árbol
Cedrela fissilis Cedro árbol
Guarea macrophylla Cedrillo arbolito
Trichilia catigua arbustiva
Trichilia clausenii arbolito
Trichilia elegans arbustiva
MORÁCEAS Maclura tinctoria Tayuva árbol
Dorstenia sp herbácea
Ficus luschnathiana Higuerón árbol
Sorocea bonplndii arbolito
MIRSINÁCEAS Myrcine parvula Canelón arbustiva
Myrcine umbellata arbolito
Myrcine sp
MIRTÁCEAS Calycorectes riedelianus
Calyptranthes conccina
Calyptranthes tricona
Cayptranthes sp árbol
Campomanesia xanthocarpa Guabirá árbol
Campomanesia guazumifolia Siete capotes árbol
Eugenia burkartiana
Eugenia hyemalis
Eugenia ramboii Ubaia preta árbol
Eugenia sp
Eugenia pyriflora Ubajay
Eugenia uniflora Pitanga arbolito
Eugenia uruguayensis
Hexachlamis edulis Ubajay grande
Plinia trinciflora Yaboticaba arbolito
Psidium guajaba Guayaba
MUSÁCEAS Heliconia sp
Musa paradisiaca Banano exótica
NICTAGINÁCEAS Pisonia aculeata Yagua-pindá trepadora
Reflejos en las aguas del Moconá - 157
Peperomia balansana
Peperomia aff. rotundifolia
Peperomia urocarpa
Peperomia sp
Piper gaudarchiarum arbustiva
Piper sp
POLIGONÁCEAS Muehlenbeckia sagittifolia
Polygonum acuminatum
Polygonum hydropiperoides
Polygonum punctatum
POÁCEAS Axonopus compressus
Axonopus compressus var.
Jesiticus
Chaetotropis elongato Tacuarembó
Chloris pycnothrix Pitinga
Chusquea ramossisima
Chusquea tenella
Cynodon dactylon
Deyeuxia viridiflavencens
Digitaria ciliaris
Eleusine tristachya
Eragrostis pilosa
Ichnanthus tenuis Tacuapi
Ichnanthus pallens
Merostachys clusseni
Olyra humilis
Olyra cilantifolia
Panicum decipiens
Panicum dischotomiflorum
Panicum hians
Panicum hirticaule
Panicum maximum
Panicum trichathum
Panicum pilosum
Panicum spathellosum
Panicum sabulorum
Paspalum dilatatum
Paspalum conjugatum
Reflejos en las aguas del Moconá - 159
Paspalum inaequivalve
Paspalum mandiocanum
Paspalum pauciciliatum
Paspalum paniculatum
Paspalum urvillei
Paspalum notatum
Pennisetum nervosum
Pennisetum purpureum Pasto elefante
Pharus lappulaceus
Pseudochinolaena
polystachia
Setaria parviflora Pasto palmera
Sorghum halepense
Sorghum cfr. Almum
Sorghum technicum
PORTULÁCACEAS Talinum paniculatum
PLANTÁGINACEAS Plantago tomentoso Llantén
PRIMULÁCEAS Anagallis arvensis
RANUNCULÁCEAS Clemantis bonariensis trepadora
RAMNÁCEAS Ruprechtia laxiflora Marmelero árbol
Hovenia dulcis* Uvenia árbol
ROSÁCEAS Prunus subcoreaceo
Rubus cfr. Urticaefolius
RUBIÁCEAS Cephalantus glabratus Sarandí colorado arbustiva
Borreria palustris
Chomelia obtusa Granadilla
Galianthe brasiliensis
Galianthe hispidula
Diodia saponariifolia
Galianthe laxa
Galianthe eupatorioides
Geophila repens
Geophila macropoda
Guettarda uruguensis Palo cruz arbustiva
Hamelia patens
Hoffmannia peckii
Manetia cordifolia trepadora
160 - Leonardo Rangel Olivera
Manetia paraguariensis
Psychotria carthagenensis Jazmín del monte arbustiva
Psychotria leiocarpa arbustiva
Psychotria myriantha arbustiva
Psychotria brevicollis
Randia ferox Limón del monte árbol
Richardia brasiliensis Yerba del pollo herbacea
Rudgea parquioides
Deppea blumenaviensis
Balfourodendrum
RUTÁCEAS Guatambú árbol
riedelianum
Citrus aurantium* Apepú arbolito
Citrus reticulata* Mandarina arbolito
Citrus sp* Lima dulce arbolito
Citrus reticulata X Cx
Limón mandarina arbolito
aurantiifolia *
Helietta apiculata Canela de venado arbolito
Pilocarpus pennatifolius Jaborundí arbolito
Zanthoxylum hyemale Tembetarí árbol
SAPINDÁCEAS Allophylus edulis Cocú arbustiva
Allophylus guaraniticus Cocú-rá árbol
Cardiospermun grandiflorum Globito trepadora
Cupania vernalis Camboatá árbol
Diatenopteryx sorbifolia Maria preta árbol
Matayba elaeganoides Camboatá hoja lisa árbol
Serjania meridionalis trepadora
Thinouia ventrcosa trepadora
Thinouia mucronata trepadora
Urvillea uniloba trepadora
Paulinia elegas Isipó timbó trepadora
Paulinia meliifolia Guaraná trepadora
SAPOTÁCEAS Chrysophyllum gonocarpum Aguay arbustiva
Chrysophyllum marginatum Lanza blanca arbustiva
Pouteria salicifolia Mata ojo arbustiva
SAXIFRAGÁCEAS Escallonia bifida Pititos trepadora
SCROFULÁRIACEAS Calceolaria tripartita
Mercardonia grandiflora
Scoparia dulcis
Reflejos en las aguas del Moconá - 161
Stemodia verticillata
SMILACÁCEAS Smilax cognata Zarzaparrilla trepadora
SOLANÁCEAS Cestrum stringilliatum Duraznillo arbustiva
Cyphomandra sp
Datura arbórea
Nicotiana longiflora
Petunia integriflora
Physalis sp
Solanum trachytrichum arbolito
Cestrum sp arbolito
Solanum granuloso leprosum Fumo bravo arbolito
Solanum sactea-catharinae Joao manso árbol
STERCULIÁCEAS Byttneria australis
STYRACÁCEAS Styrax leprosus Carne de vaca árbol
TILIÁCEAS Corchurus argutus
Heliocarpus popayanensis Apeiva árbol
Luehea divaricata Azota caballo árbol
Triumffeta guaranitica
URTICÁCEAS Bohemeria caudata arbustiva
Pilea pubens
Pilea sp
Urera aurantiaca Ortiga brava arbustiva
VERVENÁCEAS Aloysia virgata Niño rupa arbolito
Aloysia virgata var. Virgata
Bouchea fluminensis
Lantana camara arbustiva
Stachytarpheta cayennensis
Vervena montevidensis
Vitex megapotamica árbol
VIOLÁCEAS Anchietea parvifolia
Hybanthus communis
Hybanthus bigibbosus arbustiva
Hybanthus paraguariensis
Hybanthus sp arbustiva
VISCÁCEAS Phorodendron sp
VITÁCEAS Cissus sulcicaulis
162 - Leonardo Rangel Olivera
Pleopeltis sp
Pecluma filicula
Pecluma pectinatiforme
Pecluma sicca
Pecluma venturii
Polypodium loriceum
Polypodium hirsutissimum
SCHIZAEÁCEAS Anemia phyllitidis
Anemia tomentosa
Lygodium sp
SELAGINELÁCEAS Selaginella sulcata
Selaginella aff.
Novaohollandiae
TELIPTERIDÁCEAS Macrothelypteris torresiana
Thelypteris interrupta
OSMUNDÁCEAE Osmunda regalis
VITARIACEAS Vittaria lineata
LIQUENES
BUELLIÁCEAS Buellia cfr. Myriocarpa
CALICIÁCEAS Calicium sp
CHIODECTONÁCEAS Chiodecton sp
CLADONIÁCEAS Cladonia chorophaea
Cladonia sp
LECANORÁCEAS Haematomma puniceum
PARMELIÁCEAS Hypotrachyna immaculata
Evermiastrum sp
Parmotrema mesotropum
Parmotrema sancti-angele
Parmotrema tinctorum
Parmotrema sp
Pleuretelia sp
PYXIMÁCEAS Heterodemia sp
STICTÁCEAS Sticta sp
TELOSCHISTÁCEAS Teloschistes exilis
USNEÁCEAS Ramalina celastri
Ramalina peruviana
BRYOPHYTA
Philonotis sp
164 - Leonardo Rangel Olivera
Bryum sp
Anomobryum sp
Marchantia sp
Rhodobryum sp
Stereophyllum sp
Orthotricum sp
Trichostomum sp
Braunia sp
Thuidium sp
Neckera sp
Fabronia sp
Frullania sp
Reflejos en las aguas del Moconá - 165
* Esta especie fue citada, pero no se ha podido reconfirmar su existencia en la Reserva Yabotí y el Parque
Moconá hasta la fecha.
166 - Leonardo Rangel Olivera
Acestrorhynchus sp
Apareiodon affinis
Astyanax abramos
Astyanax asuncionensis
Astyanax fasciatus
Astyanax saguazu
Brycon orbygnianus – Salmón de Río
Briconamerius ikaa
Bryconamerius sp
Bryconamerius uporas
Bryconamerius ytu
Crenicichla lepidota
Crenicichla sp
Cyanocharax lepiclaustus
Cyanocharax uruguayensis
Gymnogeophagus sp – Chanchita
Hemiancistrus fuliginosus – Vieja del agua
Hoplias lacerdae – Tararira
Hypobrycon maromba
Hypostomus commersoni
Leporinus obtusidens – Boga
Leporinus striatus – Boguita
Odontostilbe pequira
Oligosarcus oligolepis –Dientudo
Oligosarcus sp
Pimelodus claris – Bagre Amarillo
Potamotrygon sp – Raya de río
Prochilodus lineatus – Sábalo
Pseudopltystoma sp – Surubí
Rhamdia quelen – Bagre Negro, Jundiá
Rhaphiodon vulpinus – Pez Perro
Rineloricaria sp – Vieja, Cascudo
Salminus brasiliensis – Dorado
Sorubin lima – Cucharon - Maduví
Reflejos en las aguas del Moconá - 167
* Esta especie esta mencionada para Moconá en el relevamiento de Krauzuk 1998- pero no hemos podido
reconfirmar su presencia en el area hasta la fecha.
172 - Leonardo Rangel Olivera
Atractus reticulatus
Atractus taeniatus
Bothrops cotiara
Bothrops jararaca
Bothrops jararacussu
Clelia clelia
Hidromedusa tectifera
Liophis poecilogyrus
Liotyphlops beui
Mastigodryas bifossatus
Micrurus frontales
Philodryas olfepsii
Oxirophus clathratus
Spilotes pullatus
Thamnodynastes strigatus
Tomodon dorsatus
Tupinambis teguixin – Lagarto Overo
Xenodon newiedi
Reflejos en las aguas del Moconá - 173
Bufo crucifer
Crossodactylus dispar
Crossodactylus schmidti
Leptodactylus fuscus
Leptodactylus mystacinus
Leptodactylus ocellatus
Eleutherodactylus guentheri
Proceratophrys avelinoi
Physalaemus cuvieri
Physalaemus gracilis
Limnomedusa macroglossa
Phyllomedusa tetraploidea
Phynohyas venulosa
Phynohyas imitatria
Hyla faber
Hyla semiguttata
Hyla pulchella
Scinax fuscovaria
Aplastodiscus perviridis
Siphonops paulensis
Scinier perpreca
Leptodactilus plaumani
174 - Leonardo Rangel Olivera
Especies registradas de forma visual o fotográfica entre julio del 2006 y julio
2013, en base a la guía Mariposas de Misiones de Gustavo R. Canals - Editorial
L.O.L.A.
(Para los nombres comunes se designaron los utilizados por Canals)
Hesperiidae
Myscelus amystis – Epígono
Phocides pigmalion – Saltarín de Hewitson
Epargyreus clavicornis – Saltarín Coloso
Codatractus aminias – Jetapa´i
Urbanus proteus – Coludo Verdoso
Astraptes fulgerator – Relampagueante
Astraptes creteus – Mancha Tiza
Pellicia vecina – Vecina
Staphylus melaina – Oscura
Staphylus incisus – Saltarín Ocráceo
Trina geometrina – Geométrica
Mylon menippus – Menipo
Xenophanes tryxus – Jenófanes
Aethilla echina – Coracina
Achlyodes busirus – Busilis
Achyodes mithridates – Saltarin Gancho
Grais stigmaticus – Ermitaño
Helias phalaenoides – Falsa Polilla
Pyrgus oileus – Cuadriculada de Plutón
Synaptes silius – Silius
Parphorus decora – Elegante
Papilionidae
Battus polydamas – Polydamas
Parides agavus – Agavo
Mimoides lysithous – Rurik
Protesilarus stenodesmus – Espadachin
Protesilarus nigricornis – Espadachin Cebra
Heraclides thoas – Toas Grande
Heraclides astyalus – Astyalos
Heraclides androgeus – Andrógeo
Heraclides hectoroides – Héctor
Heraclides anchiades – Mancha Rubí
Reflejos en las aguas del Moconá - 175
Pieridae
Enatia lina – Bonita Blanca
Dismorphia astyocha – Bonita
Pseudopieris nehemia – Nehemías
Leptophobia aripa – Blanquita
Colias lesbia - Isoca de la Alfalfa
Ateos Clorinda – Ateo
Phoebis sennae – Febo
Phoebis argante – Yema
Rhabdodryas trite – Hoja Amarilla
Aprisa statira – Manifestante
Pyrisitia nise – Limoncito del Nordeste
Lycaenidae
Pseudolycaena marsyas – Marsias
Theritas hemon – Hemón
Arawacus separata – Rayadita Blanca
Rekoa stagira – Aristóteles
Celmia celmus – Lunar Naranja
Strymon mulucha – Frotadora Línea Blanca
Zizula cyna – Mirí
Riodinidae
Leucochimona matatha – Estriada
Notheme erota – Redondita
Barbicornis basilis – Coludita
Lasaia agesilas – Hový
Lasaia arsis – Hový Salpicada
Chalodera Teodora – Lineas Brillantes
Caria castalia – Brillantina
Emesis ocypore – Acróbata
Synargis calyce – Ñemí
Riodina lysisca – Danzarina
Riodina lysippoies – Danzarina Chica
Nymphalidae
Archaeoprepona demophoon – Demophoon
Zaretis itys – Itylus
Fountainea ryphea – Purpúrea
Memphis moruus – Hoja Azul
Doxocopa linda – Linda
Doxocopa agathina – Turquí
Doxocopa gallina – Índigo
Doxocopa laurentia – Zafiro
Colobruna dirce – Cebrita
Historis odius – Popenó
176 - Leonardo Rangel Olivera
Lista de arácnidos
Acentroscelus sp
Achaearanea sp
Alpaida alto
Alpaida carminnea
Anodoration claviferum
Argyrodes sp
Aridna mollis
Aphntochilus sp
Aysha sp
Caayguara cupepemassu
Corinna nitens
Coryphasia sp
Cotinusa sp
Cteneus sp
Chrysso sp
Chrysometa boraceia
Cyclosa tapetifaciens
Dipoena sp
Enoplocttenus cyclothorax
Episonus sp
Euryopis sp
Eustala sp
Faiditus sp
Gravipalpus standifer
Hogna gumia
Isoctenus sp
Leucauge sp
Loxosceles hirsulata
Lycosinae sp
Maeota dicrura
Meioneta sp
Mesabolivar luterus
Metazygia gregalis
Miagrammopes guttatus
Micrathena plana
Micrathena nigrichelis
Micrathena sp
Mopiapia labyrinthea
Neomaso Damocles
Nephila clavipes – Hilos de Oro
Nyetnops guarani
Onopidae sp
Paratrechaelea ornata
Parawixia anudas
Reflejos en las aguas del Moconá - 179
Philoponella fascista
Phoneutria nigriventer – Araña de la Banana
Phoroncidia reimoseri
Retiro sp
Rhomphaea fictilium
Scolecura parilis
Scopocira histrios
Scytodes sp
Sphecozone novaeteutoniae
Steatoda diamantina
Styposis sp
Theridiosoma sp
Thwaitesia affinis
Thymoites sp
Tmarus sp
Trechaleoides keyserlingi
Trechaleoides sp
Uloborus triliniatus
Verrucosa sp
Vinnius sp
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de Ecología y R.N.R. Misiones.
La Fundación Azara, creada el 13 de noviembre del año 2000, es una institución no gubernamental y sin
fines de lucro dedicada a las ciencias naturales y antropológicas. Tiene por misión contribuir al estudio y la
conservación del patrimonio natural y cultural del país, y también desarrolla actividades en otros países como
Paraguay, Bolivia, Chile, Brasil, Colombia, Cuba y España.
Desde el ámbito de la Fundación Azara un grupo de investigadores y naturalistas sigue aún hoy en el siglo XXI
descubriendo especies –tanto fósiles como vivientes– nuevas para la ciencia, y en otros casos especies cuya
existencia se desconocía para nuestro país.
Desde su creación la Fundación Azara contribuyó con más de cincuenta proyectos de investigación y
conservación; participó como editora o auspiciante en más de doscientos libros sobre ciencia y naturaleza;
produjo ciclos documentales; promovió la creación de reservas naturales y la implementación de otras; trabajó
en el rescate y manejo de la vida silvestre; promovió la investigación y la divulgación de la ciencia en el
marco de las universidades argentinas de gestión privada; asesoró en la confección de distintas normativas
ambientales; organizó congresos, cursos y casi un centenar de conferencias.
En el año 2004 creó los Congresos Nacionales de Conservación de la Biodiversidad, que desde entonces se
realizan cada dos años. Desde el año 2005 comaneja el Centro de Rescate, Rehabilitación y Recría de Fauna
Silvestre “Güirá Oga”, vecino al Parque Nacional Iguazú, en la provincia de Misiones. En sus colecciones
científicas –abiertas a la consulta de investigadores nacionales y extranjeros que lo deseen– se atesoran más
de 50.000 piezas. Actualmente tiene actividad en varias provincias argentinas: Misiones, Corrientes, Entre
Ríos, Chaco, Catamarca, San Juan, La Pampa, Buenos Aires, Río Negro, Neuquén y Santa Cruz. La importante
producción científica de la institución es el reflejo del trabajo de más de setenta científicos y naturalistas de
campo nucleados en ella, algunos de los cuales son referentes de su especialidad.
La Fundación recibió apoyo y distinciones de instituciones tales como: Field Museum de Chicago, National
Geographic Society, Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, Fundación Atapuerca, Museo
de la Evolución de Burgos, The Rufford Foundation, entre muchas otras.
www.fundacionazara.org.ar
www.facebook.com/fundacionazara
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Envíos a todo el mundo.
Este libro fue realizado con el objetivo de dar a conocer la historia
natural y cultural de este apartado y aún no tan conocido sitio de la
provincia de Misiones. Pero además, para poner en debate la proble-
mática ecológica y social que actualmente vive esta región.
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