Derecho Subjetivo Según Rosario Gil y Carlos Paiz
Derecho Subjetivo Según Rosario Gil y Carlos Paiz
Derecho Subjetivo Según Rosario Gil y Carlos Paiz
Hasta aquí hemos venido designando con el término “derecho” a la norma jurídica.
Lo hemos usado así en sentido objetivo, pero, según ya hemos visto en varias
ocasiones, como en el caso de los derechos humanos, este mismo término puede
usarse en sentido subjetivo cuando se refiere a las facultades que reconoce a una
persona una norma jurídica para exigir a otro que dé, haga o se abstenga de hacer
algo. Así, la norma, contiene una doble proyección, puesto que regula relaciones
interindividuales, ya que a la vez que otorga derechos impone obligaciones; éstas
son el otro extremo de la relación jurídica, la contrapartida necesaria de todo
derecho subjetivo.
Para explicar esta relación entre las normas jurídicas y los derechos que ellas
protegen, se han propuesto múltiples teorías y los juristas han sostenido largas
polémicas. No obstante, si se considera el problema desde el punto de vista
sociológico, el problema parece más sencillo. En el derecho consuetudinario esta
relación entre la norma, por una parte, y el derecho subjetivo y la obligación
correlativa, por la otra, puede apreciarse con toda claridad. En efecto, la norma
jurídica es una pauta de conducta que se distingue de las demás en que es
obligatoria y coercible. Como toda pauta, se deriva de la repetición de una conducta
colectiva, que al adquirir el carácter de norma jurídica implica derechos y
obligaciones, pero una vez constituida esa norma, es ésta la que protege tales
derechos e impone las consiguientes obligaciones. Como sabemos, la norma puede
ser modificada por el mismo procedimiento que le dio origen. Se da así entre la
norma y la conducta lo que bien puede denominarse una relación dialéctica o de
causalidad circular; el derecho objetivo es producto de la conducta de los sujetos y
la conducta de éstos es regulada por la norma. En estas condiciones el derecho
subjetivo no aparece simplemente como un atributo otorgado verticalmente por la
norma.
Por ello, al menos desde el punto de vista sociológico, no tiene mucho sentido
discutir cómo la norma confiere a los sujetos sus derechos o si éstos consisten en
un interés subjetivo que la norma protege. Estos problemas solamente se presentan
cuando se piensa que la norma tiene su origen exclusivamente en el Estado y es
éste el que la impone. Pero, en rigor, esto solamente sería cierto en un gobierno
autocrático como las constituciones o “cartas otorgadas” por los monarcas absolutos
porque en un régimen legislativo democrático, en el que la población se da a sí
misma las leyes a través de sus representantes, la norma y la conducta estarían, al
menos técnicamente, estrechamente relacionadas, de tal modo que no se explicara
la una sin la otra.
Pero los derechos y obligaciones no siempre surgen de las normas jurídicas, sino
que en derecho privado son los particulares los que, mediante un acuerdo entre sí,
dan origen a éstos; son ellos mismos los que establecen las normas que deben regir
sus relaciones. Por esto el derecho objetivo en esta materia es un derecho
facultativo ya que solamente tiene efectos supletorios de la voluntad de las partes.
Incluso, de ellas depende la aplicación coercitiva de la norma ya que es también
optativo recurrir para ello al poder público para que la haga efectiva, utilizando la
fuerza de ser necesario. Como puede verse, depende de la voluntad del interesado
y no de la autoridad, que la coercitividad adquiera eficacia poniéndose al servicio de
un derecho subjetivo. Los contratos constituyen la mejor ilustración de esta situación
aunque, como sabemos, los derechos y obligaciones pueden originarse en varias
otras causas.
El hecho de que toda sociedad se involucre elevando una relación entre particulares
a la condición de vínculo jurídico se explica porque, si en un caso concreto las
obligaciones derivadas de ella no se cumplieran, resultaría afectada toda la
comunidad, ya que se perdería la certeza de que las obligaciones se harían
efectivas en todos los casos. Sin embargo, como vimos, ya que atañe sólo a
particulares se deja a éstos la facultad de exigir formalmente su cumplimiento,
puesto que si el interesado renuncia a su derecho la obligación se extingue y, por lo
mismo, no se altera el orden jurídico ni se produce ningún conflicto.
De este modo podemos constatar cómo el derecho objetivo, a la vez que surge de
los intereses particulares, se establece con carácter general y abstracto para
garantizar el desenvolvimiento ordenado de las relaciones sociales. Esta finalidad
se alcanza en la gran mayoría de los casos espontáneamente, sin que haya
necesidad de apelar expresamente a la norma y ésta tiene eficacia aun en la
hipótesis de que nunca sea necesaria aplicarla coercitivamente. Así, el sistema
normativo, por su mera existencia cumple una función social al brindar la seguridad
de que las obligaciones serán cumplidas.
En cambio, hay otras normas que, a diferencia de las puramente facultativas propias
del derecho privado, se denominan imperativas porque entrañan obligaciones
impuestas por la autoridad sin que se requiera de la voluntad expresa de los
afectados. Mientras aquellas son necesarias para evitar conflictos; entre
particulares, éstas se consideran de “interés público” porque la conducta que exigen
es indispensable para mantener la organización social y política. Son éstas las que
integran el derecho público.
Existe otra categoría de derechos subjetivos que son considerados públicos y, por
consiguiente, imperativos, en el sentido de que no son facultativos ni renunciables.
Esta especial característica que los distingue de los demás derechos subjetivos, se
justifica porque se estima que nadie renunciaría voluntariamente a ellos y, por lo
tanto, la ley y la autoridad debe tutelarlos, este es el caso típico de los derechos
humanos, pero también de ciertos derechos laborales y algunos más como el
derecho a la educación y a la salud consagrados por la Constitución. Cuando se
trata de los actos debe desempeñar un funcionario público, suele decirse que son
al propio tiempo un derecho y una obligación, pero esto es un contrasentido, son
simplemente obligaciones frente a la comunidad, y su derecho consiste solamente
en la retribución que cobra por ello.