La Vida y Muerte de Atahualpa
La Vida y Muerte de Atahualpa
La Vida y Muerte de Atahualpa
Cuando Atahualpa tenía 16 años de edad su padre Huayna Cápac decidió dejar Cuzco y marchar
con él y con su hermano Ninan Cuyuchi hacia el norte del imperio al mando de un gran ejército, dejando
a su hijo Huáscar como incap rantin (vicegobernador) de Cuzco.
En Quito, Huayna Cápac encargó a Atahualpa el mando de una campaña militar para someter a los
punaneños (del Golfo de Guayaquil) quienes se negaban a pagar sus tributos.
Fue en esta permanencia de más de 10 años junto a su padre y a hábiles generales como Chalcuchímac y
Quisquis que Atahualpa aprendió el arte de la administración y el gobierno; los cronistas lo describían
intelectualmente como alguien de "vivos razonamientos y con mucha autoridad".
Ahí permanecieron juntos por más de 10 años sofocando rebeliones y conquistando nuevas tierras. En 1525,
Huayna Cápac murió en Quito de una extraña enfermedad, posiblemente de viruela. Lo mismo sucedió con
Ninan Cuyuchi, pero en Tomebamba. La epidemia de viruela llegó también a Cuzco y mató a dos de los
cuatro correinantes de Cuzco, haciendo que Huáscar fuese el preferido de los cuzqueños para asumir el
gobierno.
Tras ser nombrado emperador inca por los nobles cuzqueños, Huáscar fue víctima de un golpe de estado
fallido. Esta acción hizo que reinara la desconfianza en Huáscar; esta desconfianza, a su vez, desencadenó
la antipatía de los nobles incas contra Huáscar.
Preocupado por la estrecha relación de Atahualpa con el poderoso ejército norteño, Huáscar le ordenó ir a
Cuzco. Atahualpa fue convencido por los generales norteños de no ir, ya que si lo hacía sería ejecutado. No
obstante envió emisarios con obsequios para convencer a su hermano de su buena fe, mas este los toma
como afrentas torturándolos y enviándoselos con regalos denigrantes. Atahualpa se enoja por el maltrato a
sus sirvientes y a su persona y marcha con las veteranas legiones quiteñas bajo el mando de Quisquis y
Calcuchimac hacia el Cusco, enviando a su vez el inca Huáscar su propio ejército al norte para dar inicio a
la cruenta guerra civil inca.
Terminada la guerra tras trece batallas (Mocha, Ambato, tres en Tomebamba, Cusibamba, Cochahuailla,
Bombón, Yanamarca, Angoyacu, Tavaray y dos en Cotabamba), Huáscar fue tomado prisionero por los
generales Quisquis y Chalcuchimac. Fue maltratado y traído descalzo ante Atahualpa. En 1533, cuando
Atahualpa ya estaba preso, ordenó su ejecución, por temor a que los españoles le devolvieran el trono; es
decir, que no llegaron nunca a verse las caras desde que se inició la guerra.
Cuando Atahualpa se hallaba en Pultumarka (actual Baños del Inca), a media legua de Cajamarca, Francisco
Pizarro envió a Hernando de Soto con 20 jinetes y un intérprete hacia el inca para decirle que lo estaban
esperando en Cajamarca. Ahí, Atahualpa sorprendió a la embajada española, ya que según cuentan,
Atahualpa nunca se asustó de los caballos que se le acercaron tanto que soplaron en su cara, sin embargo
algunos soldados sí se atemorizaron y fueron castigados severamente por ello. Atahualpa confirmó que iría
a Cajamarca al día siguiente.
Al día siguiente los españoles se escondieron en los principales edificios incas de la Plaza cajamarqueña y
esperaron ansiosos. Unas horas después vieron con terror el fenomenal ingreso de Atahualpa, con un desfile
de 6.000 personas entre bailarines, nobles y guardias; cuya principal función no era combatir a los hispanos
sino asustarlos y convencerlos de su poder; más aún, según los estándares de la guerra inca, creían que los
extranjeros negociarían y se entregarían tras el banquete.
Atahualpa esperaba encontrar al líder español con el cual comer y conversar, mas al entrar a la plaza el
único español que le salió al encuentro fue el fraile Vicente de Valverde, quien se comunicó con Atahualpa
a través del intérprete Felipillo, aunque otras fuentes dicen que fue Maritinillo o ambos. El inca decidió
tratar el asunto diplomático con el fraile compartiendo chicha en queros para iniciar la conversación, pero
Valverde, temeroso de ser envenenado, lo tira al suelo enfureciendo al inca; después, para mayor
indignación de este, efectuó el Requerimiento donde se le ordenó aceptar el cristianismo como religión
verdadera y someterse a la autoridad del rey Carlos I de España y al papa Clemente VII. Acto seguido le
entregó un misario y un anillo como regalo, Atahualpa al ver que carecían de significado para él, e
indignado porque le insinuasen someterse a otro "señor" que ni conocía, los tiró al suelo a la par que le
ordeno a Valverde que los españoles paguen por todo lo que habían robado de su imperio; esta acción fue
el detonante para que el fraile saliera corriendo lleno de miedo y Pizarro diese la señal para el inicio de la
masacre. Los españoles rompieron el silencio al disparar su artillería y fusiles sobre los sorprendidos incas,
y lanzaron la caballería que comenzó a matar y mutilar sin distinción de género o edad.
Los súbditos que cargaban el anda de Atahualpa fueron también victimados sin piedad, pero según su
función cuando algunos caían eran reemplazados de inmediato para evitar la caída de su señor. Al ver esta
situación uno de los conquistadores intentó matar al inca con un cuchillo, pero Francisco Pizarro lo impidió
atajándolo (inclusive se lastimó la mano al hacerlo) y ordenó que "nadie tocase al inca". La matanza fue
indiscriminada, más de 2.000 sirvientes del inca murieron, y también fue asesinado el señor de Chincha,
amigo íntimo de Atahualpa.
Como resultado Atahualpa fue apresado en un palacio de Cajamarca; según Guaman Poma de Ayala estuvo
sumergido en una época de depresión porque le quitaron a su coya (mujer), su riqueza y su reino. Cuenta
que lloró, no comió mucho y dormía poco. Estando preso se hizo amigo de Pizarro, y le tuvo admiración a
Hernando Pizarro, de quien dijo era un gran señor. También jugaba mucho a la "Taptana", un juego de
mesa inca que algunos historiadores confundieron con el ajedrez. Según crónicas, aprendió castellano en
veinte días.
Sin embargo, el historiador Luis Andrade Reimers asegura que ni fue hecho prisionero ni, peor aún, entregó
rescate alguno para su liberación, pues la relación numérica de efectivos de desventaja para los españoles
hacía imposible semejante situación. Atahualpa planificaba la reconstrucción del Tahuantinsuyo, después
de los agotadores años de guerra civil, por lo que intentó establecer relaciones de mutuo beneficio para los
dos imperios, el suyo y el ultramarino de los españoles, para lo cual entregó esa cantidad de metales a
cambio de beneficios técnicos y administrativos para su tierra.
También, según la versión tradicional en prisión habría mantenido algunos privilegios: se le permitió seguir
administrando el imperio, aprendió a leer y escribir, también mantuvo una relación amistosa con Francisco
Pizarro.
En prisión, Atahualpa ofreció a cambio de su liberación llenar dos habitaciones de plata y una de oro "hasta
donde alcanzara su mano", los españoles aceptaron y de inmediato se mandó la orden a todo el imperio inca
de que enviasen la mayor cantidad posible de oro y plata hacia Cajamarca. Después de cumplir su parte,
los españoles lo sentenciaron a muerte el 25 de julio de 1533 por idolatría, fratricidio, poligamia, incesto y
lo acusaron de ocultar un tesoro.
Al alegar que según su creencia su cuerpo debía ser embalsamado para lograr su resurrección en el otro
mundo, el cura Valverde le concedió una última opción: ser bautizado como cristiano y luego ahorcado. Al
aceptarla fue bautizado con el nombre cristiano de Francisco, (algunos historiadores dicen que con el
nombre de Juan, otros sostienen y aseguran que con el de Paulo). Se cree que Francisco Pizarro lloró su
muerte. (Pedro Pizarro narra en su crónica: "yo vi llorar al Marqués").
Atahualpa, de acuerdo a lo establecido con Valverde, fue ejecutado con la estrangulación por medio del
garrote vil, el 26 de julio de 1533 en la plaza de Cajamarca. La noticia de su muerte originó una gran
anarquía, muchas etnias huascaristas dominadas por Atahualpa se sublevaron e intentaron recuperar su
independencia.
Fue enterrado en la iglesia de Cajamarca pero unos días después su cadáver desapareció misteriosamente;
probablemente sus súbditos lo rescataron para momificarlo y enterrarlo junto con sus antepasados.
Tras su muerte, los incas partidarios de Huáscar (como Manco Inca) se unieron a los españoles para derrotar
a Chalicuchima, Quisquis y los partidarios supervivientes de Atahualpa.
Entre los huilliches del sur de Chile existe la creencia de que el Emperador Inca, o Emperador Inca
Atahualpa, retornarán un día e irá a ellos para gobernarlos con justicia y darles bienestar.