Aventuras en Chingaza Cuentos para Conservar
Aventuras en Chingaza Cuentos para Conservar
Aventuras en Chingaza Cuentos para Conservar
Citación recomendada
Barrera, L.E., Cuta, S.D., Fonseca, K.V., Reyes, J.C., Ramos., F.A., Yepes, J.D., Guerrero, D.S., 2019. Aven-
turas en Chingaza. Cuentos para conservar. Gomca Soluciones Empresariales. Parques Nacionales Na-
turales de Colombia. Bogotá D.C., Colombia.
PRESENTACIÓN
Ilustración: Andrés Danilo Cortés Parra . Municipio: Guasca, Cundinamarca
Aventuras en Chingaza. Cuentos para conservar es un libro que compila los cuentos ganadores del
concurso desarrollado en el marco de la celebración de los 40 años de declaración del Par-
que Nacional Natural Chingaza, en la que participaron niños y jóvenes de los once munici-
pios que conforman el área protegida: La Calera, Guasca, Junín, Gachalá, Fómeque, Choachí
y Medina en Cundinamarca; y San Juanito, El Calvario, Restrepo y Cumaral en Meta.
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El concurso se desarrolla con el objetivo de recoger y visibilizar creencias populares del
agua, plantas y animales que conforman el Parque Nacional Natural Chingaza, a través de
la creatividad e imaginación en los 300 cuentos aproximadamente, presentados por la co-
INTRODUCCIÓN
Dibujos extraídos de: Oso de anteojos . Juanita Ramírez . Edad: 14 . Municipio: Guasca, Cundinamarca
La conservación de algunos ecosistemas como páramo, bosque andino, bosque subandino
y humedales del territorio Chingaza, ubicado en la cordillera oriental de los Andes, nace en
1.977 cuando se crea el Parque Nacional Natural Chingaza.
Actualmente esta área protegida cuenta con 76.600 ha ubicadas en once municipios de los 11
departamentos de Cundinamarca (Calera, Guasca, Junín, Gachalá, Fómeque, Choachí y Me-
dina) y Meta (San Juanito, Cumaral, Calvario y Restrepo). Su gradiente altitudinal se encuen-
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Ferney Alonso Ramos Linares
EL OSO AFORTUNADO
Edad: 14 . Municipio: Gachalá, Cundinamarca
. .
Dibujos extraídos de: Nuestro territorio Chingaza Geraldine Rodríguez Espinosa Municipio: Junín, Cundinamarca
Ganadores concurso de cuento 40 años Parque Nacional Natural Chingaza
TESORO
Al otro día Rosita, en compañía de Pepito, revisó las pisadas para saber hasta dónde ha-
bían llegado.
Los animales al ver esta visita tan sospechosa, presintieron el peligro y siendo muy sensa-
tos se reunieron para formar un plan. El oso de anteojos uno de los más poderosos tomó
la vocería y les dijo:
–No podemos dejar que vengan y nos maltraten –ante esto, todos los demás animales gritaron:
–Sí, sí, sí, unámonos y no dejemos que nos hagan daño.
El cóndor reunió a todas las aves, entre ellas, la pava, el águila, el tucán y el colibrí. Ellas
eran las encargadas de hacer los turnos de vigilancia de día y de noche, para que cuando
vieran algo extraño dieran la señal. Los reptiles también formaron su grupo de apoyo, se
escondieron entre los musgos y hojarascas para cuando tuvieran que atacar, mientras que
Pepito conformó el grupo de espionaje con los demás micos y empezaron a recoger muchas
semillas que usaban como armas. El oso de anteojos, el venado colí blanco, el venado co-
lorado, el borugo y el puma, que eran los más grandes y fuertes, armaron las tricheras que
serían los refugios para el momento de atacar al enemigo; las lagunas, los senderos y las
diferentes especies de flores tuvieron la disposición de ayudar.
Todo seguía en calma, hasta que una tarde llegaron muchos hombres. ¡Qué pánico!, le
gritó Rosita a Pepito al verlos y le indicó que le avisara a todos los animales para que se
prepararan por si algo ocurría. Pepito se alejó lo más pronto que pudo y empezó a decirle
a cada especie el peligro que se acercaba.
Rosita dejó que los hombres se acercaran y les preguntó:
–¿Qué desean?
Ellos muy altaneros le contestaron:
–Marchamos hacía el centro del bosque a cazar muchas aves y, en especial, colibríes y perseguir una deliciosa
boruga. 17
–No les permitiré que sigan, este es el hábitat de ellos y de aquí no se los llevan. Contestó Rosita.
CHINGAZA, MI
Después de una hora llegaron sus amigos la serpiente y el tigrillo quienes ayudaron a Petter.
Al cabo de una semana Petter se recuperó, pero no sabían que los hombres estaban llegando
al corazón del Parque, un roble que si cortaban, morirían todos los animales y se secarían las
lagunas. Petter le dijo a Kelian:
–¡Debemos luchar por nuestro Parque, no ves que este Parque es nuestra casa! Reúne a todos los animales del
Parque y te contaré el plan que tengo.
Prosiguió:
–Amigos los he mandado reunir para explicarles lo que está pasando.
Pasaron 3 horas aproximadamente y cuando llegaron los hombres al centro del Parque, salie-
ron todos los animales a defender su casa, clamando una rima ¡Chingaza, Chingaza mi vida y
mi casa! Los hombres se admiraron y comenzaron a preguntarse:
–¿Cómo es que nosotros podemos tener este corazón tan dañado y tan capaz de hacerle daño a seres tan her-
mosos?
En ese momento llegó el jefe de los hombres y le disparó a Kelian. Los otros hombres se
asustaron y querían ayudar al pobre Kelian que estaba tendido en el suelo con esa herida de
bala, así que la serpiente y el tigrillo atacaron al hombre amarrándolo a un árbol de eucalipto
para defender a su amigo el venado.
Todos los hombres ayudaron a Kelian logrando curar su herida, además regeneraron los da-
ños que causaron y pintaron en la carretera unas huellitas para que la gente manejara con
precaución. Después de todo esto, el Parque se volvió un monumento histórico muy visitado.
Así termina mi historia hijo. Yo miré al abuelo y le dije: gracias señor, ya entendí la impor-
tancia de cuidar la naturaleza.
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EL OSO
Estaba muy confundido y no dejaba de pensar en sus amigos perdidos. Al poco tiempo que
llevaba en ese lugar logró hacer amistades y les contó lo que había pasado con sus anti-
guos amigos. Les contó que los habían encerrado en jaulas y se los habían llevado a alguna
parte y que él había logrado escapar.
Los animales después de oír su historia decidieron ayudarlo a buscar a sus amigos. Se
ofrecieron a ayudarlo: un águila, un armadillo y una osa muy hermosa, con la que, al verse,
se enamoraron.
Al iniciar el viaje hacia el bosque de donde provenía el oso, él y la osa empezaron a jugar
entre sí, hasta que terminaron apareándose.
Al llegar a su antiguo hogar, el águila tuvo una novedad:
–Aquí, no muy lejos, hay un campamento. Tal vez ellos tengan que ver con la desaparición de tus amigos.
El oso se puso en marcha a averiguar lo que había pasado.
Al llegar no encontraron a nadie, ya se habían marchado, pero aún no les habían perdido
el rastro. Continuaron buscando hasta que anocheció.
Al anochecer todos cayeron del cansancio que tenían. Habían recorrido unos cuantos kiló-
metros en todo el día, aún no estaban dormidos y todos comenzaron a charlar. A pregun-
tarse cosas como ¿los encontraremos? El oso respondió:
–Sí porque con esfuerzo lo podemos lograr.
No hablaron más.
Esa noche los mismos biólogos localizaron y capturaron a este nuevo grupo de animales. A
la mañana siguiente se despertaron en unas jaulas con comida y agua que beber.
Todos estaban en diferentes jaulas. Al menos estaban a salvo y juntos. Pero lo que ellos no
sabían, era que los estaban llevando a un veterinario que los iba a revisar para ver cómo
estaban. Cuando los veterinarios revisaron al oso comentaron que era único debido a los
círculos blancos alrededor de sus ojos. En ese momento lo bautizaron como el oso de ante- 27
ojos. Después de revisarlos fueron llevados a unas jaulas muy diferentes a las que estaban
antes. En éstas había árboles y todo tipo de animales, muchas plantas que comer y, para
su sorpresa, el oso encontró a sus amigos perdidos. Él no lo podía creer, rugía y corría de
Fin….
Categoría
16 - 18 AÑOS
Temática: Creencias populares del agua, plantas y animales propios del PNN
Chingaza.
. .
Dibujos extraídos de: Nuestro territorio Chingaza Geraldine Rodríguez Espinosa Municipio: Junín, Cundinamarca
Karen Viviana Fonseca Costes
EL PÁRAMO SAGRADO
Edad: 16 . Municipio: La Calera, Cundinamarca
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Juan David Yepes Beltrán
OJOS CURIOSOS
Edad: 17 . Municipio: La Calera, Cundinamarca
MENCIÓN
MENCIÓN
ANTEOJOS
–No somos de por aquí, pero guiándonos por las maravillas naturales, el vuelo de los cóndores, las colas
blancas de los venados y los atelopus, aquí llegamos buscando paz, un lugar para descansar y ningún daño
pensamos causar. Respondían los osos.
–¿Sabe dónde están? ¿qué más aquí desean hallar? Preguntaban. Estamos en medio de un tesoro natural
del centro del país. Están entre mágicas montañas que guardan secretos muiscas de nuestros antepasados,
de las comunidades que nos resguardan.
–¿Y tienen aquí espacio para nosotros? Osos venimos y tímidos somos.
–Este gran páramo recibe residentes y a sus familias, en nuestra cordillera gran flora y fauna albergamos y
aquí los resguardamos.
–Si quieren aquí ya hogar encontraron.
–La magia que aquí guardan la conservaremos, protegeremos y ampararemos.
–Residentes recibiremos y felices siempre seremos, hogar de paz y nuestro preciado ecosistema todos conser-
varemos. Prometían ante el páramo osos y vecinos.
–Nuestros ríos cauces hallarán, lagunas naturales aquí se resguardarán y preciados recursos aquí se guar-
darán.
–¡Casa ya encontramos! ¡Casa ya encontramos! Entonaban en coro los pequeños osos.
–Así es amiguitos, residencia tienen. Respondían alegres los ciervos vecinos.
–¿Qué mejor lugar que este para encontrarnos? Mejor lugar que este creo que no hallamos…
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EL PÁRAMO
brevoló una laguna, sus pies rozaron el agua a unos cuantos centímetros de llegar al borde.
Sebastián gritaba conmocionado y cuando tocó el suelo cayó sobre sus rodillas, el cóndor
lo soltó y se posó por encima de una cueva. Sebastián miró al cóndor y caminó hacia el
interior.
En el interior de aquella cueva, parecía no haber nada interesante, sin embargo, después
de dar cinco pasos en la oscuridad, unas palabras pronunciadas confusamente lo sobresal-
taron. Rápidamente Sebastián sacó una cerilla de su pantalón, la friccionó nervioso contra
la pared de la cueva. Avanzó en camino un poco más iluminando, pero, de repente, una
corriente de aire apagó la pequeña llama y a su oído pronunciaron nuevamente aquellas
confusas palabras. Sebastián giró y se encendieron tres antorchas que revelaron a un an-
ciano. Sobre su cabeza tenía una corona de vistosas plumas, de su cuello colgaban campa-
nas, cascabeles y extraños artilugios, su atuendo era único así como su idioma. El anciano
comenzó a tocar un tambor que tenía a sus pies, y mientras se movía hacía sonar las cam-
panas y los cascabeles. Aquella extraña sinfonía tomaba un ritmo cada vez más intenso y
cuando el anciano comenzó a cantar de su boca emergió una bandada de aves formada por
humo de colores que sobrevoló alrededor de Sebastián y se desvaneció al chocar con el
techo de la caverna. Inmediatamente después, una manada de venados compuesta de un
mágico humo dorado comenzó a galopar velozmente en círculos hasta chocar con él.
El ritmo de la sinfonía iba en aumento, de una bocanada de humo castaño salió un puma
feroz e impetuoso que se abalanzó sobre Sebastián. La escena parecía ser tan real, que
él retrocedió y le dio paso al puma para que siguiera a través de la caverna. El siguiente
animal que emergió del anciano extendió sus alas y aleteó fuertemente. Las llamas de las
antorchas se distorsionaron, pues se trataba de un cóndor andino.
Finalmente, una extraña bola de humo negro emergió de la boca del anciano, se movía
plácidamente por el aire. Dio un par de giros hasta que Sebastián pudo observar plena-
mente su silueta: era un oso de anteojos. El animal lo miró fijamente y se dirigió al fondo
de la caverna. Para ese momento el sonido del tambor, las campanas y los cascabeles se
detuvo, el anciano tomó en su mano una vara de madera esculpida místicamente y con la
punta golpeó tres veces el suelo. La última vez que lo golpeó una chispa de color indes-
criptible iluminó toda la caverna. El anciano y Sebastián cayeron al suelo, se sintió una
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transformación del ambiente, había algo diferente. Sebastián se encontraba algo marea-
do, sin embargo, logró articular palabras y le preguntó al anciano:
débilmente preguntó:
–¿Por qué yo? Aún soy muy joven para cargar tal responsabilidad.
El anciano le contestó:
–Nunca se es demasiado joven o lo suficientemente viejo para llegar a amar y adorar la vida que emana de
la naturaleza.
Esas palabras sabias conmovieron a Sebastián, quien finalmente suspiró y le dijo al ancia-
no: –Tengo que reflexionar sobre esto, quiero caminar por la aldea y entender qué es lo que se supone que
debo hacer.
El anciano le dijo:
–Anda guerrero, pero recuerda que la burbuja cada vez es más débil y eso sólo significa una cosa: cualquier
hombre con deseos buenos o malos podrá entrar y, si el último es quién traspasa la burbuja, los animales
estarán en peligro, el agua se enturbiará y un infortunio acaecerá.
Sebastián bordeó la lagunas y se dirigió hacia la aldea, allá observaba lo paradójico que era
ver a los indígenas con una radiante sonrisa y un evidente deseo de vivir contrastado con
lo rústico y humilde de la construcción de las chozas, a ellos no les importaba si aquellas
chozas eran incómodas o no, sobrevivían sin dañar a nadie, no tenían ningún tipo de apego
material, el oro tan solo era una ofrenda, el único y verdadero tesoro que tenían era su pá-
ramo y la sagrada conexión con la naturaleza. Sebastián entendió que ese era un hermoso
y admirable modo de vivir, conforme se iba creando sus propios juicios acerca de la cultura
muisca, iba alejándose de la aldea. Caminó algunos minutos hasta que avistó el final de
la burbuja, la tonalidad de esta era una extraña mezcla de colores, sin embargo, se podía
observar claramente cómo cambiaba el panorama del otro lado pues era muy fino el grosor
de la burbuja.
Sebastián se sentó sobre una gran roca y desde allá admiró por unos segundos la natu-
raleza, una pequeña familia de ranas saltó sobre sus piernas hasta dar un chapuzón en la
laguna más cercana. Desde esa posición se podía observar un tierno oso negro trepando
un árbol, a unos cuántos metros de ahí una pareja de venado jugueteaba, su pelaje era de 39
color café rojizo brillante, aunque sus cabezas y extremidades eran de color marrón oscuro.
En el cielo se divisaba un cóndor sobrevolando el lugar, era el mismo que lo había llevado
hasta la cueva. Las actividades de estos animales discurrían feliz y serenamente, hasta que
OJOS
servador quiso seguir a estos humanos para ver de dónde provenían tan misteriosos seres,
aunque siempre hasta el límite del parque.
Después de un tiempo de verlos ir y venir, el osito decidió preguntarle al viejo búho sobre
lo que había más allá del parque. El viejo búho, comprensivo ante la curiosidad del osito
decidió contarle…
–Más allá del parque hay bosques hechos de piedra, en donde viven los humanos. En estos bosques hay todo
tipo de cosas que ellos mismos crean, todo es colorido con un tono opaco.
El osito se emocionaba cada vez más, pensando en todo lo que podía ver si fuera a ese
bosque de piedra. El búho prosiguió con su relato:
–El cielo es gris e irrespirable, los animales son encadenados y enjaulados, los humanos son agresivos, malos
y prefieren el horrendo gris, al hermoso verde.
El osito molesto, le refutó al viejo búho:
–Eso no es cierto, los humanos no son malos. Los he visto y no me han enjaulado.
El búho furioso le dijo lo malos que eran y que no debería salir del parque o lo cazarían, o
peor, lo enjaularían. El oso molesto se fue.
Unos días después de la charla con el búho, Ojitos vio a unos hombres, quienes le ofrecie-
ron comida y lo fueron sacando del bosque lentamente. Él, al darse cuenta que iba salien-
do del parque, tuvo miedo, pero segundos después, sin dudarlo, los siguió, llegando a un
claro fuera del bosque. Ante la emoción no pudo darse cuenta cuando lo amarraron. Trató
de resistirse pero ya estaba dentro de una jaula.
Estaba oscuro, lo subieron a un camión llevándolo por la carretera hasta que se detuvieron
en una gasolinera y los hombres malos se bajaron. Mientras el osito pensaba en lo que le
pasaría, vio a un niño que subía por la parte de atrás del camión que rápidamente se acercó
a la jaula y empezó a liberarlo, logrando abrir la jaula. Ojitos no lo pensó dos veces, saltó
del camión sin saber a dónde. Después de un punto se dio cuenta de que no sabía hacia
dónde estaba corriendo. Al ver luz en el horizonte decidió ir hacia allá y, al acercarse, se dio
cuenta que era el bosque de piedra. 45
Ya había pasado mucho tiempo desde que lo capturaron y el sol ya se veía sobre las mon-
tañas. Al entrar en el bosque de piedra se dio cuenta del gris de su cielo y vio una cantidad
UNA NUEVA
–Cuando yo era más pequeño vivía con mi padre y mi madre en un bosque, que usualmente
era muy tranquilo, pero una tarde llegaron unos cazadores. Mis padres y yo alertamos de
lo que estaba ocurriendo y salimos a toda marcha, pero los cazadores, sin darnos cuenta,
nos habían seguido la pista. De los nervios y el afán por salvarnos no nos percatamos de las
huellas que quedaban al caminar. Cuando creíamos estar a salvo –dijo Osandi cabizbajo–
vimos unas sombras aproximarse y para nuestra sorpresa eran los cazadores. Mis padres
para defenderme salieron a distraer a estos seres malvados y me dijeron que, sin importar
lo que pasara, corriera lo más rápido que pudiera. Corrí por un rato y me quedé escondido
debajo de un matorral, pero dejé de escucharlos. Lo último que escuché fueron unos dis-
paros. Mis padres estaban muertos, dieron su vida para salvarme.
Desde ese horrible acontecimiento pasé muy solitario, hasta el momento en que me en-
contré con Venado Coloro a quien le ocurrió lo mismo con su manada. Entre los dos deci-
dimos venirnos a este parque para poder ser felices, disfrutar de la belleza natural de este
vecindario y olvidar así esas feas experiencias. Es por eso que veo a Venado como un padre
porque prácticamente me crió desde que era pequeño.
–¡Vaya! –exclamó Gallo Roco con un suspiro– veo que somos varias las especies que nos estamos
extinguiendo por culpa de las insensatez de los cazadores. Ellos no nos valoran ni valoran esta hermosa zona
que tienen a su alcance.
–Sí, tienes razón. Los humanos en ocasiones no miden su accionar y están acabando con especies exóticas
que hacen a su país más especial –dijo Venado.
–Al menos ustedes quedaron juntos, son una pareja que puede compartir muchas más experiencias y quizás
no dejar que su especie se extinga –dijo Osandi.
En ese momento, desde las alturas bajó un ave muy grande, con enormes alas. Su cabeza
estaba desnuda y con un color rojizo. Su plumaje era negro azabache y tenía un collar blan-
co de plumas en su cuello que no cerraba totalmente.
–¡Hola! Me presento, soy Condes. Estaba en lo alto de este árbol y no pude evitar escuchar su conversación
–exclamó con una cara sonriente– han vivido varias experiencias un poco negativas, pero los quiero
alegrar un poco. 49
–Creo que ya te había visto antes, sé que vuelas muy alto, qué divertido debe ser. Supongo que tienes una
gran vista de este hermoso lugar –dijo Venado Coloro.