LOGISTICA
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Ética y Moral son dos términos que comúnmente se tienden a confundir, cuando en
realidad se trata de conceptos distintos. Sin embargo, no es casual que en el lenguaje que
utilizamos en la vida cotidiana los usemos como sinónimos, lo que está sobradamente
justificado, debido a que la etimología de ambos términos es similar.
Para Adolfo Sánchez Vázquez: “La ética es la teoría o ciencia del comportamiento
moral de los hombres en sociedad”1 y la Moral es el “Conjunto de normas
aceptadas de manera libre y consciente que regulan la conducta individual y
social de los hombres.”2
Según esta diferenciación, la Ética viene siendo la ciencia de la moral y esta última
su objeto de estudio. La Ética es, pues, la reflexión teórica y filosófica que
llevamos a cabo en torno a las normas y comportamientos morales que como
individuos desarrollamos dentro de la sociedad. Se trata, entonces, de la distinción
entre una ciencia, un saber y/o una teoría (la ética) y su objeto de estudio (la moral).
En esta misma línea de argumentación, la filósofa Graciela Hierro establece una distinción
entre estos dos conceptos. Para ella, la ética es el estudio de la moralidad y la moral
vienen siendo todas las formas de comportamiento y normas de conducta que son
instituidas como legítimas por la sociedad, con el propósito de que sean cumplidas. 3
Uno de los filósofos actuales que coincide con el punto de vista anterior es Fernando
Savater, quien sostiene que la “Moral es el conjunto de comportamientos y
normas que tú, yo y algunos de quienes nos rodean solemos aceptar como
válidos: ética, es la reflexión sobre por qué los consideramos válidos y la
comparación con otras morales que tienen personas diferentes.”4
Del conjunto de definiciones señaladas se puede colegir que, mientras la ética es una
parte de la filosofía que reflexiona sobre la moral, esta última constituye la suma de los
comportamientos y normas que los inspiran. En suma:
Por esto último, el filósofo José Luis Aranguren ha reservado para la moral el término
“moral vivida” y para la ética, “moral pensada”,6 en alusión directa a que existen dos
dimensiones y/o formas con base en las cuales el hombre conduce su vida: la reflexión
que surge de la vida cotidiana y la reflexión estrictamente filosófica. Bajo esta perspectiva,
el término moral refiere a la moral en acción, es decir, al obrar moral, pues designa todo
ese conjunto de comportamientos morales de una persona o de un grupo, además de las
normas morales por las que éstos se rigen, como cuando decimos la moral de los jóvenes,
la moral de los adultos, la moral de los políticos, la moral de “fulanito”, o simplemente, mi
moral.
En contraparte, la palabra ética designa la reflexión filosófica sobre la moral o las morales.
Su misión es esclarecer racionalmente lo que es y no es moral, es decir, trata de
fundamentar filosóficamente la moral, planteándose las siguientes cuestiones: ¿por qué
hay moral?, ¿qué es el bien?, ¿cuál es el sentido de la vida humana?, entre muchas otras.
Debido a que en dichas preguntas y respuestas subyace la intención de encontrar una
orientación y un sentido a la existencia humana, la ética no puede ser considerada un
saber puramente teórico, sino un saber práctico, ya que trata de aplicar a la vida humana
lo conseguido con su estudio, confrontando constantemente la reflexión ética con el
comportamiento moral realizado a nivel de las personas y los grupos humanos. “La Ética
es pues, un tipo de saber práctico que pretende orientar la acción humana en
un sentido racional”;7 se dirige a orientar esa acción para transformar la vida humana,
tratando de hacer de la misma una obra bien hecha, que nos permita forjarnos una
personalidad moral, y, con ello, llegar a ser humanamente íntegros. Por eso muchos
filósofos al escribir sobre ética nos hablan de un saber vivir, es decir, de una obra de arte:
el arte de saber vivir.
Así como es necesario distinguir entre ética y moral, resulta muy conveniente
distinguir el significado de dos términos que aparecen muy cercanos al de moral,
como son moralina y moralismo, que seguramente los has escuchado y utilizado.
“Moralina” viene de “moral”, término este último al que se le agrega la terminación
“ina”, como “anodina”, “nicotina”, “morfina” o “cocaína”, y significa moralidad
inoportuna, superficial o falsa. “A la gente le suena en realidad a prédica
empalagosa… con la que se pretende perfumar una realidad bastante maloliente por
putrefacta, a sermón cursi con el que se maquilla una situación impresentable.”8 Para
ilustrar este significado de moralina, podemos citar expresiones principalmente del
discurso político, por ejemplo, cuando funcionarios del gobierno en turno, cualquiera que
sea su nivel o jerarquía, anuncian lo siguiente: “vamos a actuar por el bien común”,
mientras se enriquecen ilícitamente; “vamos a actuar aplicando el peso de la ley, caiga
quien caiga”, y por otro lado, solapan a los que transgreden la misma legalidad; “vamos a
combatir a ese gran flegelo de la sociedad que es el narcotráfico”, mientras que los que se
dedican a estas actividades ilícitas, son precisamente los que financian buena parte de sus
campañas políticas. Estos ejemplos de moralina, en realidad refieren a experiencias de una
moralidad encubierta, mistificada y falseada. Así, cuando hablamos de moralina, nos
estamos refiriendo, en el caso citado, a la moral reinante en una sociedad y época
determinadas, donde la misma ha sido instrumentalizada por aquellos que detentan un
determinado poder, en este caso, el poder político. Por todo ello, es verdad que la moral
se puede instrumentalizar, es decir, utilizar con fines perversos, convirtiéndose de esta
forma en moralina.
Otro término cuyo significado aparece muy cercano a los de moral y moralina, es el de
moralismo, mismo que:
…consiste en decirles a las personas lo que deben hacer y lo que deben pensar
acerca de lo bueno, lo justo o lo deseable, sin dar razones para ello. El moralismo
utiliza argumentos persuasivos como la propaganda y la publicidad; intenta convencer a
las personas desde el punto emotivo o psicológico, y no racional o
científicamente. Los sermones morales son un claro ejemplo de moralismo. En ellos se
expresa que debemos ayudar a los demás, cumplir nuestros deberes tal como lo marca la
sociedad en que vivimos, evitar la corrupción y otras conductas indeseables, sin dar
razones que lo justifiquen.9
De acuerdo con esto último, tanto la moralina como el moralismo son dos tipos de
acciones humanas contrarias al cultivo de la reflexión ética, mediante la cual se
busca justificar racionalmente los cursos de acción orientados a hacer posible
la anhelada perfección humana. Al instrumentalizar, mistificar y falsear a la propia
moralidad, la moralina busca siempre hacer pasar acciones propiamente inmorales como si
fueran morales, de ahí su carácter y efecto mistificador que produce sobre la realidad
moral. Por su parte, el moralismo deviene en una suerte de ética degenerada, que hace
de la moral un conjunto de normas y reglas de comportamiento que se deben acatar, pero
atendiendo más al principio de autoridad que al de la reflexión ética. Esta última pretende
dar razones que justifiquen las conductas consideradas racionalmente como deseables.
Los argumentos utilizados por quienes practican el moralismo no son, por consiguiente, de
tipo racional, sino de carácter emotivo y persuasivo; como ejemplo de ello tenemos que el
moralista sentencia: “lo debes hacer porque todos lo hacen”; “porque yo, que soy la
autoridad lo ordeno”; “debes respetar a los mayores porque son mayores”, entre otras
argumentaciones persuasivas, cuya característica distintiva es que no ofrecen un
fundamento racional que justifique por qué debe cumplirse tal conducta.
La ética, por el contrario, fundamenta la racionalidad de seguir tal o cual conducta,
y para ello ofrece argumentos consistentes y suficientes acerca de lo recto, lo
justo, lo obligatorio, lo bueno y deseable, basada en el conocimiento y en los
intereses humanos que son universalizables, 10 es decir, que apuntan al
perfeccionamiento moral del hombre, como individuo y ser social que es.
Bibliografía
CITAS:
Texto tomado de Ética y Desarrollo Humano I, Plan 2009, Dr. José Martín
Montoya Contreras, Universidad Autónoma de Sinaloa, México
1 Sánchez Vázquez, Adolfo. Ética. Ed. Grijalbo, 49ª. Ed., México, 1991, p. 22.
2 Ibíd.; p. 55.
3 Hierro, Graciela. Ética de la Libertad. Ed. Torres Asociados, México, 1994, pp. 54 y 55.
4 Savater, Fernando. Ética para Amador. Ed. Ariel, 10ª. Reimpresión, España, 1995, p. 52.
5 Cortina, Adela. El quehacer ético. Guía para la educación moral. Ed. Aula XXI/ Santillana,
Madrid, 1999, p. 15.
6 L. Aranguren, José Luis. Ética. Alianza Editorial, 3ª. Reimpresión, España, 1985, p. 16.
7 Arribas Catrillo, Amparo, et al. Filosofía. Ed. Castilla-Ediciones, España, 1997, p. 164.
11 González, Juliana. Ética y libertad. Ed. UNAM-FCE, 2ª. Edición, México, 1997, pp. 28 y
29.