Lectura Reflexiva
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Ya en la década del 50, el prolífico ensayista Arturo Úslar Pietri ofrecía las pinceladas de la genealogía
cultural del venezolano. Cuando escribió El mal de la viveza profetizó uno de los mayores obstáculos
que tendría el país para emprender su propia superación. “La viveza no está limitada a una clase
social o a una condición económica. Es la falta de fe o la mala fe, que puede perdurar a todo lo largo
de las alternativas favorables y adversas de una vida. Es la práctica del engaño y de la defensa contra
el engaño como sistema de vida social”, escribió.
Y, desde entonces, Venezuela sería conocida como un país de vivos. El que busca "colearse", el que
"trampea" para conseguir su propósito, el que pone su fe en la “maraña”. Un tema que se calla,
pero está arraigado en nuestra práctica cotidiana.
Casanova resalta que antropológicamente es una actitud expresada en actos cotidianos, pero que
se solapa, se niega, pues el vivo públicamente no admite que lo es. “Solemos hablar del vivo en
tercera persona, pero en muchísimas situaciones podemos llegar a pasar por "vivos": el que se
"colea", el que llega buscando a un "amigo" en el banco para que lo pase rápido, el que se traga la
luz del semáforo o se adelanta por la derecha, el que falsifica datos para obtener algún beneficio del
Estado, el recurrir a una palanca para obtener un puesto de trabajo... La viveza es tan frecuente que
algunos llegan a considerarla una conducta normal”, alerta.
*Vivos y consumistas*
De esa anomalía, el venezolano heredó la necesidad de exhibir –comenta– y de allí que en el exterior
se nos asocie con el interés material: enseñar las prendas de oro, el carro último modelo, la ropa,
los zapatos…
Para Sánchez, el rentismo inculcó, a su vez, una práctica perniciosa: que el venezolano prefiera
obtener las metas por “los caminos cortos” para conseguir lo que otros logran con años de trabajo.
“La viveza del venezolano ha terminado por convertirse en un suicidio colectivo”, alerta. Sustenta
esta aseveración en el hecho de que el vivo se convierte en un ser que se autodestruye, porque
demuele el tejido social. “Necesitas generar confianza para avanzar, son los principios del capital
social: atención a las normas para generar convivencia”, dice.
Para Vanessa Casanova se deben rescatar las campañas de penalización moral. “Recuerdo hace
muchos años una campaña en televisión que terminaba siempre con la frase: "¡Señale al abusador!",
y la persona abusadora se volvía pequeñita frente a los demás por vergüenza. Esos mecanismos se
han perdido y eso redunda en la pérdida de lazos de solidaridad colectiva y respeto al otro, que
puede ser o no nuestro vecino, pero que forma parte de la sociedad”, precisa.
Según Sánchez, en el venezolano prevalece la noción de que solo por nacer en esta tierra tiene
derecho a recibir lo que le toca. “Es una especie de lógica de piratas que están repartiéndose un
botín. Vemos que la renta petrolera no siempre alcanza para todos”, ilustra. La investigadora
considera que los Gobiernos no han mostrado interés en combatir los males del rentismo, porque
esa anomalía les ha ayudado a permanecer en el poder ante ciudadanos incautos.
Para Casanova, se debe emprender un desmontaje del discurso que se teje alrededor de la viveza.
“Yo propondría abolir el término viveza criolla y empezar a llamar las cosas por su nombre: se trata
de trampa, de burla, de abuso, de engaño, de compadrazgo, de clientelismo, de corrupción... y
luego, a luchar en contra de eso”, señala.
Dice que se debe asumir como una tarea colectiva: “Merecemos un trato más respetuoso, más
solidario, más cívico. Y eso pasa por la sociedad, que debe propiciar mecanismos para reforzar los
lazos colectivos como, por ejemplo, rituales de cohesión social. Eso es particularmente urgente en
una sociedad que se encuentra polarizada ideológicamente”, aconseja.
Sánchez, por su parte, enfatiza la responsabilidad de la escuela. “La educación debería estar menos
orientada al particularismo y más a la convivencia. El camino de la escuela es largo, lleva al menos
10 o 12 años”, dice.
Comenta que desde los gobiernos locales se pueden adelantar campañas de concienciación porque
el venezolano debe rescatar su herencia societaria. “Para un Gobierno sería más difícil tener
ciudadanos que confíen en sus instituciones porque esperarían menos del clientelismo y más del
Estado”, argumenta.
Fuente electrónica:
http://www.agenciadenoticias.luz.edu.ve/index.php?option=com_content&task=view&id=3774