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Mesa Redonda

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“MESA REDONDA, LA

PRUEBA DE FUEGO”
Doscientas ochenta y nueve vidas, 10 millones de dólares en daños
materiales y una herida difícil de cicatrizar. Una dura lucha para
los bomberos, experiencia que jamás olvidarán.

POSTULANTE: QUISPE CASTRO, RUBEN


CIA.VILLA MARIA DEL TRIUNFO B-106
2019
EL 29 de diciembre del 2001, a las 7:00 p.m., los diez bomberos de la Compañía
Francia Nº 3, acababan de regresar a su estación, ubicada en la plaza San Martín,
luego de haber atendido un amago de incendio en el jirón Paruro. Unos
cohetecillos habían caído en el techo de un viejo solar, donde se depositaban
colchones viejos y artefactos en desuso, pero felizmente los propios vecinos se
habían encargado de aplacar el conato de fuego con baldes de agua. Días antes,
en un mercado vecino, una comerciante había apagado otro amargo de incendio,
producido por productos pirotécnicos, nada menos que con un balde de chicha
morada.

Entre risas y bromas los bomberos se disponían a quitarse los cascos y los
uniformes rojos para colgarlos en sus respectivos percheros, cuando escucharon
entrar por las ventanas una nueva llamada de alerta. "¡Incendio en Mesa
Redonda!, ¡Incendio en Mesa Redonda!". Era un policía, a través del altoparlante
de un carro patrullero, clamaba a los transeúntes que iban en dirección a dicho
mercado. "¡Regresen!, ¡No se acerquen!", "¡Se quema Lima!"

Los primeros tres camiones, haciendo sonar sus sirenas, se encaminaron, en


sentido contrario al tránsito, por las avenidas Camaná y Emancipación. "El chofer
aceleraba y nosotros vimos una tormenta sobre Mesa Redonda. Parecía que el
cielo también se estaba incendiando: bombardas de todos los colores estallaban
sobre los edificios" -describe un bombero. Finalmente, los camiones llegaron a un
punto, a la entrada del mercado, en que ya no pudieron avanzar más. "Nos
impidieron el paso las cajas de artefactos pirotécnicos que habían en la pista" -
dice el bombero Martín Rivas, de 31 años.

"Luego, cuando bajamos de los camiones, fuimos prácticamente asaltados por


algunos propietarios que nos arranchaban las mangueras para intentar apagar las
llamas en sus locales".

ASI ES EL INFIERNO

Cuando el bombero Jorge Molina, especialista en búsqueda y rescate en


estructuras colapsadas, llegó de la Compañía Miraflores Nº 28, se encontró con un
escenario macabro. Los edificios formaban un pasadizo hondo y en tinieblas, en
donde se escuchaban las explosiones de los petardos y los lamentos de cientos
de heridos. "Si el infierno existe -pensó-, así debe ser el ingreso". Olía a pólvora y
a carne quemada. Algunas personas salían del humo gritando, llorando, tosiendo y
tropezándose con los cadáveres calcinados en el suelo. Se calcula que esa noche
reventaron gran parte de las 900 toneladas de juegos pirotécnicos importados de
la China (CARETAS 1700) durante los meses previos a la Navidad, y cuyo
almacenaje y comercialización en Mesa Redonda estaban prohibidos por la
Municipalidad de Lima.

En un informe remitido al Congreso de la República, la Dirección de Prevención e


Investigación de Incendios del CGBVP ha calculado que sólo los ambulantes de
las cuadras 7 del jirón Cusco y 8 del jirón Andahuaylas, estaban vendiendo 900
m3 de material pirotécnico. Estos, al estallar, habrían generado temperaturas de
hasta 1,200 grados centígrados, similares a las de un horno de fundición. Razón
por la cual muchas víctimas fueron reducidas a cenizas.

Los cohetes y los silbadores volaban y estallaban por todos lados. Algunas
personas, que pedían auxilio desde viejos balcones coloniales a punto de caerse,
fueron rescatadas por los bomberos. Otras, más imprudentes, prefirieron
encerrarse en las tiendas por temor al saqueo. El problema aquí fue que las
puertas de fierro, cerradas, si bien impedían el ingreso del fuego, se calentaron
por el exterior y actuaron hacia el interior como si fueran hornos, irradiando tal
calor que adentro las personas murieron por `ignición espontánea'. Es decir que se
encendieron automáticamente sin haber estado en contacto con el fuego.

Los bomberos logrando ingresar después de un tiempo tenían en mente sacar a


las personas que estaban en el siniestro, no lograron extraer a todos, por ende
hubieron personas que perecieron; estos son algunos testimonios de tres
bomberos que pertenece a la Cia.Salvadora Lima 10:

o Teniente CBP Miguel Castillo Alcántara: “Al interior de esa tienda


lamentablemente por la cantidad de humo no puedes ver más allá de la
mascarilla de aire, es imposible, en ese momento escuche los gritos y el
llanto de una señora y una niña, en ese momento por desesperación quizá
la señora me abrazo y me saco la mascarilla de aire junto con el caso,
hubo un instante que caí y me levante aturdido, en ese momento pensé que
era mis últimos minutos de vida, sentí mucho miedo, pensé en mis hijos, la
madre de mis hijos, al escuchar el llanto de la niña lo relacione con mi hija,
que en ese entonces tenían la misma edad, fue difícil”
o Brigadier Mayor CBP Abelardo Coello Gil: “Un grupo de bomberos en la
esquina, sentado todos en silencio, hablaban casi nada o de muy pocas
cosas, eso es lo que pudo apreciar, no fue como otros incendios que se
comenta de cómo fue, que tal estuvo o como paso, eso sucedió pienso por
lo chocante de la emergencia”

o Sub-Teniente CBP Julio Murillo Apaza:“Había mucha gente que necesita


ayuda y nosotros éramos pocos, habían 80 o 100 personas que gritaban al
mismo tiempo, o de repente mucho más y la verdad, nos sentíamos con las
manos atadas”

BOMBEROS SIN AGUA

La escasez de agua y las precarias condiciones técnicas con que enfrentan los
incendios los bomberos, hicieron que el desastre se prolongara. Nuestros
bomberos, con gran arrojo pero equipados con tecnología de los años sesenta,
utilizaron mangueras de 1 1/2 y 2 1/2 pulgadas, cuando el estándar mundial es de
6 pulgadas. En consecuencia, por las mangueras peruanas salen 250 galones por
minuto cuando deberían salir 2,000 galones por minuto. En estas condiciones el
incendio propiamente dicho, que duro cinco horas, se hubiera sofocado a las dos
horas y media.

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