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Apuntes Sobre "Marx y Su Concepto Del Hombre" (1961), de Erich Fromm

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Breve reseña a Marx y su concepto del hombre (1961), de Erich Fromm

I. Falsificación de sus concepciones


En este breve capítulo introductorio E. Fromm reflexiona sobre la generalizada ignorancia que hay
frente a los textos de Karl Marx. Muchos estudiosos son los que hablan y critican negativamente sus
escritos; pero estos mismos comentarios son los que dejan en claro que nacen de una lectura errónea
y tergiversada. Es entendible, sin embargo, que estas lecturas erróneas, contrarias a los postulados
marxistas, se hayan popularizado y hayan echado raíces tan profundas en el pensar colectivo
(principalmente en los Estados Unidos), ya que los dos países que se levantan como los bastiones del
pensar “marxista” (la Unión Soviética y China) han demostrado con sus políticas de estado ir
contrariamente al pensamiento socialista original. Para Fromm, el “pseudomarxismo” de estas dos
estados surge de una lectura tan errada de los textos de Marx como la de los estudiosos que las hacen
sin ni siquiera haber leído una página.
Según el autor, es en los Manuscritos filosófico-económico en donde Marx nos entrega íntegramente
su visión del mundo, es aquí en donde detalla con claridad lo que él entiende por Materialismo
histórico, concepto basilar de todo el pensar marxista, cuya buena comprensión es necesaria para
comenzar a comentar la obra del filósofo alemán. Cuando Fromm se refiere al generalizado
malentendimiento del pensar marxista, destaca el hecho de que los Manuscritos fueron publicados
por vez primera en lengua inglesa en 1959, en Inglaterra. Este hecho deja mucho en qué pensar.

II. Materialismo histórico


Fromm parte rechazando una de las acepciones que se tienen de este concepto. Materialismo no es
“el interés material del hombre, su deseo de obtener ganancias y comodidades materiales cada vez
mayores”. Tampoco hace alusión al “materialismo” filosófico (“naturalismo”), ya que este postula
que “la materia en movimiento es el elemento fundamental del universo”. Marx se opuso fuertemente
a una de las acepciones del materialismo más comunes entre sus coetáneos. Según esta interpretación,
“el sustrato de todos los fenómenos mentales y espirituales se encontraba en la materia y en los
procesos materiales”. Creía, básicamente, que “los sentimientos y las ideas se explican
suficientemente como resultados de procesos corporales químicos y que ‘el pensamiento es al cerebro
lo que la orina a los riñones”.
El materialismo histórico de Marx “supone el estudio de la vida económica y social reales del hombre
y de la influencia del modo de vida real del hombre en sus pensamientos y sentimientos”. Al contrario
de la “filosofía alemana” (que desciende del cielo hacia la tierra), Marx propone partir de la tierra
hacia el cielo, partir desde la materia. “Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se
representan o imaginan […] para llegar al hombre de carne y hueso”. El materialismo histórico “parte
del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el
desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida”.
El modo de producción es una pieza clave en el esquema marxista. “Tal y como los individuos
manifiestan su vida, así son. Lo que son coincide, por consiguiente, con su producción, tanto con lo
que produce como con el modo cómo producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de las
condiciones materiales de su producción”. “Marx -como Hegel- ve al objeto en su movimiento, en
su devenir y no como ‘objeto’ estático, que pueda ser explicado descubriendo la ‘causa’ física del
mismo. Las teorías de Marx no tienen nada que ver con ese impulso animal por producir ganancias
y un mejor bienestar, como muchos le atribuyen. Por el contrario, el materialismo histórico marxista
“sostiene que el modo de producción del hombre determina su pensamiento y sus deseos y no que
sus principales deseos sean los de obtener la máxima ganancia material”.
El filósofo elabora su concepto sobre la premisa de que el hombre, para sobrevivir, necesita comida,
techo, etc. y, por lo tanto, el producir formaría parte de la naturaleza humana más primitiva. Marx
insiste: “el modo de producción, que depende de numerosos factores objetivos, actúa primero y
determina las demás esferas de sus actividades”. A la idea de Montesquieu de que “las instituciones
forman a los hombres”, Marx ve a las “instituciones originadas en el modo de producción y en las
fuerzas de producción que lo condicionan”.
“El hombre, en el principio de su historia, está ciegamente atado y encadenado a la naturaleza. En el
proceso de la evolución, transforma su relación con la naturaleza y, por tanto, se transforma a sí
mismo”. El trabajo, según Marx, es el factor mediador entre hombre y naturaleza. Mediante el trabajo
el hombre modifica a la naturaleza y, de esta forma, se modifica a sí mismo.
“El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y
espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario,
el ser social el que determina su conciencia”. Entonces, “al cambiar la base económica, se
revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella”.

III. El problema de la conciencia, la estructura social y el uso de la fuerza


“Las representaciones, los pensamientos, el comercio espiritual de los hombres se presentan todavía,
aquí, como emanación directa de su comportamiento”. “Marx, como Spinoza y más tarde Freud, creía
que la mayor parte de lo que los hombres piensan conscientemente es conciencia ‘falsa’, ideología y
racionalización. [Los actos de lo hombres] ... se originan en toda la organización social de hombre,
que dirige su conciencia en determinadas direcciones y le impide que cobre conciencia de
determinados hechos y experiencias”.
“Sólo si la conciencia falsa se transforma en conciencia verdadera, es decir, sólo si tenemos
conciencia de la realidad, en vez de deformarla mediante racionalizaciones y ficciones, podemos
conciencia también de nuestras necesidades humanas reales y verdaderas”. Marx “nunca olvidó que
no sólo las circunstancias hacen al hombre sino que también el hombre hace a las circunstancias”.
A propósito de la idea de la fuerza, Fromm nos recuerda que “la idea de la revolución política no es
en absoluto una idea marxista: ha sido la idea de la sociedad burguesa durante los últimos trecientos
años”. “Todo gobierno democrático se basa en el principio de la fuerza […] para el mantenimiento
de su status quo”.
“La fuerza política no puede producir nada para lo cual no esté preparado el proceso social y político”.
Marx decía que “la violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra
nueva”.

IV. La naturaleza del hombre


1. La concepción de la naturaleza humana: según las citas anteriores, podemos desprender que
para Marx existían dos tipos de naturaleza humana: la naturaleza humana en general y aquella
condicionada (es decir, en cada cultura). Además, dos tipos de impulsos humanos: los constantes
(hambre, sueño, etc.) y relativos, que “no son parte integrante de la naturaleza humana pero que
‘deben su origen a ciertas estructuras sociales y a ciertas condiciones de producción y
comunicación’”; por ejemplo, el apetito por el dinero que surge de la estructura capitalista. El
hombre como producto de la historia: “el hombre varía en el curso de la historia; se desarrolla; se
transforma; como hace la historia, es su proprio producto. La historia es la historia de la
autorrealización del hombre”. La historia “no es más que la autocreación del hombre a través del
proceso de su trabajo y su producción”.
2. La actividad del hombre: tanto para Marx como para Hegel, “apariencia y esencia no
coinciden”. “El mundo es un mundo extraño y falso mientras el hombre no destruye su
objetividad y se reconoce a sí mismo y a su propia vida ‘detrás’ de la forma fija de las cosas y las
leyes”. “El hombre -dice Goethe- se conoce a sí mismo sólo en tanto que conoce el mundo; cono
al mundo sólo dentro de sí mismo y tiene conciencia de sí mismo sólo dentro del mundo”. “Ni la
posesión, ni el poder, ni la satisfacción sensual, dice Fausto, pueden realizar el deseo del hombre
de encontrarle un sentido a su vida; en todos esos casos permanece separado del todo y, por tanto,
infeliz”. El hombre no debe aferrase a la vida. No debe tenerla, debe esta siendo: “Ha renunciado
a la codicia de tener y se realiza siendo; está colmado porque está vacío; es mucho porque tiene
poco”. “Para Hegel, el desarrollo de todas las fuerzas, capacidades y potencialidades individuales
es posible sólo mediante la acción continua, nunca mediante la pura contemplación o
receptividad. El hombre vive sólo en tanto que es productivo, en tanto que capta el mundo que
está fuera de él en el acto de expresar sus propias capacidades humanas específicas y de captar el
mundo con estas capacidades. En tanto que el hombre no es productivo, en tanto que es receptivo
y pasivo, no es nada, está muerto. En este proceso colectivo, el hombre realiza su propia esencia,
vuelve a su propia esencia, que en el lenguaje teológico no es otra cosa que su vuelta a Dios”.
Marx y el “principio del movimiento”: impulso, vitalidad y energía humana.
Escisión entre sujeto y objeto. “El objeto es un objeto y, no obstante, deja de ser objeto y en este
nuevo enfoque el hombre se hace uno con el objeto, aunque él y el objeto sigan siendo dos” (unus-
ambo). “La propiedad privada -dice Marx- nos ha hecho tan estúpidos y parciales que un objeto
es solo nuestro cuando lo poseemos, cuando existe para nosotros como capital o cuando es
directamente comido, bebido, etc. […] Así, todos lo sentidos físicos e intelectuales han sido
sustituidos por la simple enajenación de todos estos sentidos: el sentido de tener”.
“A medida que seas menos, que expreses menos tu propia vida, tendrás más, más enajenada estará
tu vida y más economizarás de tu propio ser enajenado”. “El hombre es independiente solo si
afirma su individualidad como hombre total en cada una de sus relaciones con el mundo, al ver,
oír, oler, saborear, sentir, pensar, desear, amar; en resumen, si afirma y expresa todos los órganos
de su individualidad”.
Trabajo: “El trabajo es la autorrealización del hombre, una expresión de sus facultades físicas y
mentales individuales. En este proceso de actividad genuina, el hombre se desarrolla, se vuelve
él mismo; el trabajo no es sólo un medio para lograr un fin -el producto-, sino un fin en sí, la
expresión significativa de la energía humana; por eso el trabajo es susceptible a ser gozado”
Trabajo como expresión de la “individualidad del hombre”. “El tema central de Marx es la
transformación del trabajo sin sentido, enajenado, en un trabajo productivo, libre, no el mejor
pago de un trabajo enajenado por un capitalismo privado o un capitalismo “abstracto” de Estado”.

V. La enajenación
Marx entiende al socialismo como la “emancipación de la enajenación, la vuelta del hombre a sí
mismo, su autorrealización”. La enajenación, a su vez, es vista como el “experimentar al mundo y a
uno mismo pasiva, receptivamente, como sujeto separado del objeto”. Marx ve la primera
manifestación de la enajenación (o “extrañamiento”) en la idolatría presente en el Antiguo
Testamento: “[los ídolos] son cosas y el hombre se postra y adora a las cosas: adora lo él mismo ha
creado. Al hacerlo, se transforma en cosa”. Idolatría es, según Fromm, “el culto de algo en lo que el
hombre a colocado sus propias facultades creadoras y a lo que después se somete, en vez de
reconocerse a sí mismo en su acto creador”.
La enajenación del lenguaje: “hay que tener siempre en cuanta el peligro de la palabra hablada, que
amenaza con sustituir la experiencia vivida”.
A medida que la propiedad privada y la división del trabajo avanza, “el trabajo pierde su carácter de
expresión de las facultades del hombre; el trabajo y sus productos asumen una existencia separada
del hombre, su voluntad y su planeación”.

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